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Hacia el sur

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Hacia el sur

John Harold Camargo Mendoza

Hacia el sur.

1° Edición, Colombia. 108 p. 14 x .21cm.

ISBN: 978―958―48―0073―2

Novelística Colombiana. Literatura juvenil. Todos los derechos


reservados, prohibida su reproducción.

Título del libro:


Hacia el sur
Escritor:
John Harold Camargo Mendoza
Diseño de tapa: J.H. Camargo.
Editor:
Leonardo Monroy Velasquez.
Gloria Cecilia Ovalle

Diagramación:
J.H. Camargo.

© 2021 Harold Camargo Mendoza


E―mail: x.harold@hotmail.com
ISBN
978―958―48―0073―2

Primera edición: Abril de 2021


EDITORIAL

Bogotá – Colombia 2021


No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su
incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier
medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia u otro método, sin
el permiso previo y por escrito del autor.

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Hacia el sur

“Érase una vez, para ser más precisos un


martes― un oso que estaba parado en el lindero
de un gran bosque mirando hacia el cielo. Allá,
muy alto, vio una bandada de gansos volando
hacia el sur”
—Frank Tashlin

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Andrés
***
WELCOME TO THE JUNGLE
“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que
jugamos”
—William Shakespeare

Es la primera semana de clases. He esperado casi tres meses


desde que terminé el colegio para entrar a la universidad. Me la
he pasado leyendo muchos libros sobre los temas de la carrera.
Siempre pensé que la universidad se debía parecer a las películas
gringas donde todas las chicas son lindas, hay fiestas todos los
días, y uno está alegre todo el tiempo mientras se estudia lo que le
gusta.

La verdad, llegando a la entrada del semestre veo cómo todos


andan de afán de un lado para otro, con arrumes de libros y
planeando los trabajos de la semana siguiente. Pensé que el
colegio era un lugar de sufrimiento y tortura porque estábamos
obligados a estudiar cosas que no nos gustaban y que estoy
seguro no íbamos a utilizar el resto de nuestras vidas. Mientras
que en la universidad era un descanso, uno iba a estudiar lo que
quisiera, escoger clases, horarios, profes, así que todo sería más
sencillo. Pero viendo el estrés que tienen los semestres
superiores, me he dado cuenta que estaba equivocado y ésta es
apenas la primera semana de clase.

Cuando ingresamos a la universidad nos hicieron una semana


de inducción donde trajeron bandas de rock como aterciopelados,
bandas de música alternativa y el último día unas sexis garotas
brasileñas que pusieron a bailar a todos los estudiantes en la sede
principal. Durante esos días nos llevaron a conocer las otras sedes
de la universidad y allí, en medio de las actividades, conseguí mi
grupo de amigos, otros chicos de mi semestre. Pero la fiesta y la
diversión no podían durar para siempre. Por fin iniciamos a
estudiar en serio.

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Estoy en mi silla, ansioso, esperando que llegue el profesor.


Me imagino las clases al estilo de La sociedad de los poetas
muertos donde va a llegar un profesor muy inteligente a darnos
los secretos del cosmos. Escucho hablar a mis compañeros y su
tema principal es cuál es la chica que está más buena de las otras
carreras y el teléfono de cual consiguieron la semana pasada.

De un momento a otro, se escucha que arrastran los puestos y


un murmullo fuerte. El profesor se sitúa al frente del tablero
mientras rasca su barbilla, mirándonos a todos sentados. Pasan
unos segundos en silencio y luego, escribiendo algunas cosas en
el tablero, eleva la voz.

― ¿Para qué sirve la filosofía? es una pregunta que sin duda


nos ronda la cabeza una y otra vez. Algunas personas dicen que
es un saber inútil. Chicos la filosofía no construye nada, no es un
saber práctico, no nos hará ricos, pero lo que nos llama de la
filosofía es que ayuda a desnaturalizar todo lo que nos han
enseñado y desde allí podemos entender las dinámicas que hay
detrás de lo que se nos han impuesto. Quiero proponerles un
ejercicio―continúa sin pausa― ¿Qué es el destino? ¿Qué son las
casualidades? ¿Por qué hacemos lo que hacemos?

Hacemos silencio mirando al profesor que sigue frente a


nosotros sin decir una sola palabra. Hay un silencio incómodo en
el aula. Nos miramos los unos a los otros esperando al valiente
que se atreva a contestar algo. Siento que es como un sacudón y
entiendo que ya no es mi colegio donde se memorizaban las cosas
para ser buen estudiante, sino que en este espacio debemos
pensar.

Las preguntas son tan comunes, pero ninguno de nosotros ha


reflexionado sobre ellas. En realidad, en la vida cotidiana, ¿quién
se cuestiona eso? Pensar sobre esto nos lleva a reflexionar que
estamos acostumbrados a un mundo que otros han construido,
que nos ofrece respuestas a todo y nos ahorra el trabajo de pensar.
Actuamos mecánicamente. Creemos que todo lo que hacemos es
porque naturalmente las personas lo hacen.

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Hacia el sur

Queda el profesor pensativo un minuto, mirando hacia el


techo, como recordando algún discurso de memoria o buscando
en sus recuerdos.
―Chicos contesten las siguientes preguntas― dice de
repente― ¿Todo lo que hacemos ya estaba escrito? ¿Estar
sentados en este salón es nuestro destino? Quiero que se
pregunten sobre la vida, que vean la realidad de una forma
diferente―continúa con sus ideas― ¿ustedes piensan su vida u
otros la piensan por ustedes?

¿Es nuestra vida un conjunto de momentos atados el uno con


el otro que nos ha traído hasta este salón? ¿Está escrito en algún
lado nuestro destino? Pienso que, si la vida es así, todo es más
sencillo. Solo es cuestión de dejarnos llevar del libreto y esperar a
ver qué pasa. Nos libramos de tener que elegir qué carrera
estudiar, pensar en dónde debo trabajar, si salir un viernes en la
noche y hacer una locura con mis amigos, porque al final, si el
destino ya está escrito, no hay nada que pueda hacer. Sólo
relajarme y disfrutar.

El profesor camina entre las filas y, mientras empieza a


explicar, pone su voz solemne:

―El destino es una idea que acompaña al hombre desde el


inicio de las civilizaciones donde se indica una predestinación en
las acciones de las personas, haciéndose evidente en los griegos
donde a través de textos como Edipo rey, Electra, y demás
tragedias se demuestra la inutilidad de la voluntad en los hombres
ya que su destino está trazado desde antes de su nacimiento.

El destino para los griegos es una fuerza tan poderosa porque


se encuentra escrita antes que el sujeto haya nacido. Los hombres
son juguetes de los dioses. En cierta ocasión un rey capturó un
sátiro y este le dijo que si le decía que era lo peor en la vida de
los hombres este lo dejaría ir.

El sátiro le contestó: no te diré que es solamente lo peor de la


vida de los hombres, sino también lo mejor. Lo peor es haber
nacido y lo mejor morir rápido. El hombre está atado a su destino
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que incluso cuando quiere huir de él, este lo arrastra haciendo que
se cumpla.

Edipo conoció a través del oráculo de Delfos que mataría a su


padre y tendría hijos con su madre. El, sabiendo este destino dejó
su tierra, matando en el camino a unos malhechores que le
evitaban cruzar y llegó a un reino en donde se casó con la reina y
tuvo hijos con ella. Tiempo después el país cayó en desgracia y
hubo sequías y hambrunas. El rey Edipo fue al oráculo para saber
por qué ocurría eso. El oráculo le contó que sus padres habían
sabido la profecía cuando era bebé, así que enviaron a un
sirviente a matarlo. Él tuvo pesar de matar a una pequeña criatura
así que lo regalo a otro reino. El tipo que mató en el camino era
su padre y la reina con la que se había casado era su madre. El
destino del que tanto huyo lo había alcanzado.

No da tiempo a discusiones y remata su reflexión en un tono


pausado.
—¿El destino nos rodea, nos consume y nos guía? ―frunce el
ceño con cierta autoridad―se hacen en grupos de cuatro personas
y comienzan a debatir las preguntas.

Mientras veo al profesor leer un libro que ha sacado de su


maleta, no puedo dejar de pensar que me encanta estar estudiando
lo que me gusta. Estoy ansioso de estar acá, si esta es la primera
clase, no puedo esperar por las otras. Siento que todo lo que he
hecho, aguantarme los exámenes jartos en el colegio, al profesor
mediocre que sólo calificaba los cuadernos que todos se
copiaban, los bravucones que se creían los chicos malos, las
chicas vacías que no tenían más que su belleza, ha encontrado su
razón de ser. Por fin estoy en un sitio donde me siento pleno,
rodeado de gente que piensa como yo.

Miro al profesor con su porte intelectual. Lo imagino como un


profeta que viene a conducirnos a través de sus clases hacia el
camino del conocimiento. Me quedo mirando el libro que tiene en
las manos. Me pregunto qué estará leyendo ¿Acaso, sacará de ahí
esas preguntas para la clase? Estiró la cabeza en un gesto

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acrobático para ver la carátula del libro, pero solo veo una
portada azulosa con unos pies que se alejan por un sendero.

Todos se organizan en grupos. Rápidamente me ubico con los


amigos que he conseguido hablando antes de iniciar clases en la
inducción. Corremos los puestos haciendo un ruido ensordecedor
al arrastrarlos por el piso. Me siento en mesa redonda sacando
una hoja para tomar apuntes. Todos se miran las caras esperando
a ver quién empieza. Carlos, que todos creíamos que solo había
entrado a la universidad para conocer chicas y pasarla de farra
toma la palabra.
―Nuestra vida está planeada desde antes de nosotros nacer,
por eso los horóscopos pueden saber lo que les ocurre a las
personas. El mío decía conocerás el amor el día de hoy, así que
apúrenle que mi destino me espera afuera.

Todos sueltan la carcajada, mirándolo con cara de querer


decirle que está en el lugar equivocado. Simón que es un chico
algo mayor en comparación a nosotros que acabamos de salir del
colegio, que ha pasado por tres carreras sin terminar y es el único
que toma en serio sus palabras y le contesta:
―Yo no creo que un horóscopo pueda saber el destino. ¿Ha
pensado cuánta gente tiene el mismo signo? ¿Cuántos salieron
como Carlos convencidos de encontrar el amor y como él
llegaran frustrados a su casa? Son nuestras decisiones las que van
creando nuestro mundo y, a medida que actuamos vamos creando
nuestra propia….

Todos ovacionan a Simón mientras él no puede dejar de reírse,


de la cara que pone Carlos. Animado por la conversación pongo
postura solemne como si fuera a decir un gran discurso:

―Pensar que hay un destino sería pensarnos como una


película donde hay un escenario concreto y solo podemos actuar
como está proyectado. Si lo piensan bien ser libres es nuestro
castigo. Por eso quedamos en crisis, porque tenemos la
posibilidad de hacer lo que queramos y cada cosa que hacemos
nos lleva a un camino distinto.

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Recordé en ese momento cuando terminé el colegio y al día


siguiente de graduarme comencé a preguntarme que iba a ser de
mi vida. ¿Toda mi niñez tenía el objetivo de pasar de un grado a
otro? Pero al llegar a once aparecía esa pregunta: ¿Después de
esto qué? ¿Ponerme a trabajar? ¿A estudiar? ¿Tener un año libre?
El mundo se me habría como una gigantesca posibilidad que me
devoraba. Al final termine por estudiar la materia que más me
gustaba en el colegio.

Carlos, que había estado callado después de que Simón lo dejo


sin argumentos, decidió intervenir.
―Piense bien, si esto es verdad ¿cómo justifica que los brujos
puedan saber el futuro y el pasado de las personas? Esa es una de
las industrias que más dinero mueve a través del mundo. Salen
predicciones en los periódicos, en los canales de televisión, en las
páginas de internet, incluso algunos presidentes consultan los
brujos para saber que decisiones tomar, si quiere más argumentos
léase el libro de Mario Mendoza de Paranormal Colombia o La
bruja de Germán Castro Caycedo.

Simón, lo observa con porte de superioridad como si hablara


con un niño que cree cuentos infantiles, respondiéndole:
―Esas son habladurías. Las personas creen porque se sienten
incapaces de afrontar su vida y desean pensar que hay algo más
grande que ellos, que domina su destino. Usted lo dijo. Hay
algunos crédulos y otros aprovechados que desean sacarles el
dinero. Ahí está el truco de su gran industria, el dinero. ¿Sabe
cuántas personas han vendido sus casas y sus propiedades para
pagarle a algún brujo charlatán para que le quite un amarre o
retenga a su persona amada? ¿Sabe cuánta gente entrega su vida
sin cuestionarse, siguiendo los designios de otros?
―Las personas necesitan una guía, por eso creamos religiones
o cultos como otra forma de creer en destinos―afirma Carlos.

Simón viendo que la discusión toma un toque interesante,


levanta el tono de su voz buscando persuadir a los otros. Se
acomoda en el puesto mientras mueve las manos y habla, como si
estuviera en una exposición frente a un auditorio.

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―De todos lados nos venden ideas: los medios de


comunicación, en la sociedad, en la escuela. Nos dicen que
tenemos un destino escrito; estar en el jardín, pasar al colegio,
entrar a la universidad, trabajar y morir. Nuestra suerte no está
determinada por las estrellas ni se ve en las líneas de las manos.
El destino solo depende de nuestra voluntad y lo que hacemos
con la vida.
―Ese profesor está loco con ese tipo de preguntas que hace. A
mí solo me importa salir a comer algo y conocer a las lindas
chicas universitarias que el destino me trae―contesta Carlos.

―Es importante reflexionar, porque cuando nos alejamos de


la razón y terminamos comprando libros de Nostradamus, de
profecías mayas y creyendo en mitología moderna o pensando
que es el destino el que nos conseguirá chicas y no la búsqueda
de ellas perdemos objetividad frente a la realidad―objeta Simón
y sonríe Carlos dando por terminada la breve discusión.

Continuamos sentados en mesa redonda haciendo el taller,


intentando encontrar el sentido al mundo entre nuestras charlas
filosóficas. Se pasan casi dos horas haciendo la actividad. Miro el
celular para saber la hora. El tema está interesante pero mi
estómago empieza a gruñir del hambre. Espero que suena el
timbre para que llegue el descanso y caigo en cuenta que nunca
va ocurrir porque éste ya no es el colegio. Creo que al final acabe
domesticando mi cuerpo cuándo debe tener hambre o ir al baño.
Siento la ansiedad del hambre. El tiempo anda en cámara lenta y
ese vacío que se siente en mi panza se hace mayor.

Carlos está sentado en la silla junto a Simón. Está cansado de


discutir en un debate que siente no va para ningún lado. Así que
decide ignorarlo y dejar de hablar con los otros desde sus
prejuicios. Me llama por el brazo dándome un ligero golpe,
distrayéndome de la charla que sostienen los otros compañeros y
me muestra una imagen que tiene en el celular de unas calaveras
en una cruz. Uno de ellas era una calavera con el pelo largo y un
sombrero de copa, otra con una pañoleta roja y todas con el pelo
largo. En la parte inferior de la imagen decía appetite for
destruction. La observo con extrañeza y acuden a mi mente
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cuantas películas de zombis y muertos me he visto. Pero no


encuentro relación alguna. Él, al ver mi rostro de extrañeza, me
dice que es del álbum de los Gunners, y saca de su maleta una
carátula de los Guns and roses.
― ¿No lo ha escuchado?

Sin esperar mi repuesta, toma su celular y me envía la


canción.
―Escúchela. Sé que le va a gustar.
―Listo, espere cuadro los audífonos.
Suena genial el ritmo de las guitarras, la batería y la forma en
que el vocalista eleva su voz es asombrosa, que buen grupo.

La conversación es interrumpida por el profesor que puso a un


miembro de cada grupo a dar las conclusiones. Al terminar la
clase salimos en estampida para poder tomar un turno en la
cafetería como ocurría en el colegio. Esperaba una jauría que se
abalanzara en busca de alimento. Pero al llegar al sitio está medio
vacío. Como todos tenemos horarios diferentes no hay filas.
Después de haber satisfecho mi instinto, camino hacia las canchas
de fútbol, miro el celular. Tengo una hora libre mientras empieza
la siguiente clase. Mis amigos juegan un partido de fútbol contra
los de otra facultad. Ellos entregan el alma jugando como si fuera
una final de la Champions, haciendo pases y jugadas acrobáticas.
Saco mi celular y pongo la música de los Gunners. Entre
Welcome To The Jungle y Rocket Queen se va mi tiempo libre.
Me levanto del pasto para ir a buscar el salón donde tengo ahora
clase. Cerca de las canchas dos chicas se acercan dónde estoy. Se
quedan mirándome, pero sin decir una sola palabra. Una de ellas
toma a su amiga del brazo y se paran al frente de mí.
―Hola―atino a decir inquieto por las sonrisas que aparece en
sus labios.

Una de ellas saca de su maleta una hoja de papel doblada y,


sin soltar a su amiga de gancho, me la entrega. Como un
relámpago, salen rápidamente en dirección a los salones del
bloque A, perdiéndose entre las personas. Me quedo parado con
el papel en la mano. Sonrío al parecerme graciosa la escena.
Tomo el papel que podría bien ser una figura de origami por
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tantos dobleces. Desenvuelvo con cuidado de no romperlo. El


papel dice:
Me encantas.

En la parte de abajo hay un nombre:


Valentina.

Lo guardo en mi bolsillo trasero y voy hacia el salón


preguntándome quién es Valentina. Simón que viene de jugar
fútbol se da cuenta de la escena y me pregunta qué me entregaron
ese par de chicas. Saco el papel y se lo muestro. Lo arrebata de
mis manos. Le da una lectura rápida y comienza a gritarle al resto
del grupo que soy un casanova, que me dan cartas de amor.

Llegamos al salón entre los abucheos de mis compañeros


durante el camino. Me siento en el puesto repitiéndome
mentalmente que no debí mostrarle nada a Simón. Jamás pensé
que fueran a reaccionar con esa actitud tan tonta. Pero fue el
destino que hizo que me viera justo cuando ellas me entregaban
el papel. Se la pasaron molestándome a cada rato, aprovechando
cada comentario que hacían en la clase. Al terminarse esta se
acercan mis amigos preguntándome quién es ella, qué estudia y
qué dice la carta. Pero antes que yo pudiera contestar, Simón
grita:
― ¡Es del salón del frente!

Sonríen malévolamente.
―Vamos a conocerla―gritan en coro.

Suelto una sonrisa tomando en broma su comentario. Para


ellos no es una broma. Me toman de los hombros en forma de
abrazo entre empujones disimulados me llevan hasta la puerta del
salón de ella. No puedo creer que estos idiotas me estén haciendo
esto en mis primeros días de universidad. ¿Acaso les falta un
tornillo? No son conscientes que ya no son chinos de colegio.

Cuando empieza a salir la gente me sueltan disimuladamente,


fingiendo que nada ocurre. Me dejan solo frente a los estudiantes
que pasan y me miran con cara de extrañeza al verme ahí en
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medio de los salones con una estúpida sonrisa en los labios,


sonrojado y despeinado.

Salen todos de allí, pienso que me he salvado de hacer el


ridículo delante de Valentina, aunque la verdad, no sé ni siquiera
si exista, ni se cómo es su cara. Cuando estoy a punto de dar
media vuelta escucho en el salón de clases un grito:
― ¡Andrés está afuera!
Quedo petrificado, de nuevo las Moiras, esas brujas griegas
que tejen el destino de los hombres, me han atrapado. No sé si
darme la vuelta para salir corriendo o quedarme para saber qué
ocurrirá. Me pasan mil ideas por la cabeza, pero antes de que
pueda hacer algo salen las dos chicas que me entregaron el papel
en la cancha. Las amigas de Valentina me saludan de beso en la
mejilla como si fuéramos cómplices.
―Entra al salón, ella está demorada mientras alista las cosas
en la maleta―dice una de ellas.
―No hay problema, yo la espero―digo en tono nervioso.

Me siento desubicado esperando a una persona que no


conozco. No quiero parecer un tonto allí plantado, quiero irme.
Pienso en cómo me conseguí este tipo de amigos. Esta me la voy
a cobrar. Las amigas de Valentina me miran desde la puerta como
apurándola. Me siento incómodo.
―Mejor dejemos así―les digo―hablamos otro día.
―No, espérala que ya sale―me dicen en coro.

Doy algunos pasos hacia atrás imaginando que a la pobre


chica las amigas le han hecho una broma y gracias a mis amigos
les seguí el juego para burlarse de ella. Mientras estoy metido en
mis pensamientos se escuchan unos pasos detrás de mí. Giro, veo
frente a mí una chica alta, delgada, blanca, de cabello castaño,
ojos claros y una ternura en su rostro que la hace parecer una
criatura sagrada. Su rostro toma un ligero rubor que la hace ver
hermosa.
―Hola.

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Respondo con una sonrisa que me impide decir cualquier


palabra. Me quedo mirándola a los ojos e imagino que ella se
siente de la misma forma.
―Mucho gusto, soy Valentina.
―Soy Andrés, pero creo que ya lo sabes, Gracias por la carta.

Ella se sonroja, tengo el corazón palpitando a tal velocidad


que pienso que se va a salir de mi pecho.
―Tenía ganas de conocerte, me pareces muy lindo―dice con
una sonrisa que la ilumina.

Busca algo en su maleta y estira su mano con un gesto infantil


dándome un masmelo rosado, como si fuera un tesoro precioso.
Las amigas sonríen detrás de ella, emocionadas como si a través
de su acto pudieran experimentar el flujo de sensaciones que
siente. Ella, en medio de ese silencio, me da un beso en la mejilla.

―No sabes las ganas que tengo de hablar contigo, pero, si me


demoro más la ruta me deja. Chao.
―Chao, hablamos luego―solo atinó a decir.

Camina hacia donde sus amigas que la observaban desde la


puerta del salón con una mirada cómplice. Me quedo parado en
medio de los salones casi vacíos, con el corazón recuperando su
ritmo normal y mi respiración un tanto agitada sin entender lo
que me sucede, preguntándome ¿qué ha acabado de ocurrir? Miro
mi mano, veo el masmelo que sostengo y sonrío. ¿Será el
destino?

Camino con la mente revuelta en pensamientos, pensando en


todo lo que ha pasado hoy, este día tan extraño. Mientras salgo a
la calle escucho un fuerte abucheo, son mis amigos en la tienda
de la esquina, riendo de lo que me hicieron, mientras comen
empanadas. Simón me ve y pone sus manos en la boca para
aumentar el sonido llamándome de un grito. Yo los veo con odio
demencial por haberme arrojado afuera del salón de Valentina.
Aunque si lo pienso me hicieron un favor. Me saludan en forma
ruidosa preguntándome como me fue con mi novia. Simón de un
salto se sube a mi espalda despeinándome, diciendo:
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Hacia el sur

―Es todo un galán, pero toca que nos presente a las amigas.

Ríen todos al tiempo. Carlos con un grito me dice:


―Welcome to the jungle.

***
Los martes son los días más pesados de la semana. Desde que
me despierto estoy cansado mentalmente. Solo saber que debo
estar todo el día en la universidad desde las siete de la mañana.
Tengo todas las clases seguidas hasta las seis de la tarde. Solo
pensar en las clases después de almuerzo, donde aparece el sueño,
mientras uno cabeceando sobre el cuaderno escucha las palabras
del profesor es realmente tedioso.

Jamás pensé que la universidad fuera tan difícil. Recuerdo


como me quejaba de los horarios del colegio, pero en la
universidad ya no es medio día, sino todo el día fragmentado en
horas por todo el día. Miro por la ventana, los tejados, los
edificios, la atmósfera del humo que se ve sobre Bogotá. Siento
mi mente cansada, en otro lugar, divagando, siento el peso de la
jornada y pienso como no estaba acostumbrado a eso.

Cierro el libro, me siento agotado, veo el cuaderno y solo veo


garabatos. Bostezo, me rasco los ojos mientras intento alejar el
sueño. No entiendo nada de lo que habla el profesor. Escucho
balbuceos y finjo escucharlo. Cierro el cuaderno. Le pregunto la
hora a Simón que está adelante. Aún faltan quince minutos para
que acaben las clases.

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Hacia el sur

La mañana se ha pasado lentamente o tal vez sea que tener


clases sin un solo espacio para descansar hace que el día se
vuelva agotador. Parece que el tiempo no pasará. Entre clases y
trabajos llega la hora de ir a almorzar. Salimos con mis amigos a
un restaurante cerca y de allí a un parque a esperar que sea la hora
de volver a clases.

Nos arrojamos sobre el pasto, hablando de las clases y las


ponencias que toca presentar. Simón se queja que estamos con
esos horarios rebuscados, que debieron distribuir las clases y no
tener tantos huecos en la semana. Quien puede aprender algo
recibiendo durante todo el día información. Ya es una tortura el
hecho de tenernos que quedar todo el día.

Simón me da una palmada en la espalda intentando llamar mi


atención.
― ¡Mire allá esta Valentina! Háblele.

Está leyendo un libro acostada en la otra orilla del parque. Me


quedo mirándola. Tomo aire sacando fuerzas de mi escaso valor.
Me siento ansioso de tenerla cerca. Me aproximo sintiendo el
palpitar de mi corazón cada vez más fuerte mientras camino hacia
ella.

Valentina está concentrada en su lectura. Tanto que no se da


cuenta que estoy delante de ella. Me siento un intruso que
curiosea en su privacidad, que intenta explorar ese mundo que
lleva bajo la piel. Levanta su mirada y al verme una sonrisa
ilumina su cara, haciéndola ver más bella.
―Hola Andrés, ¿hace mucho estás ahí?
―Lo siento. No te quería interrumpir―sonrío.
―No me interrumpes, todo lo que ocurre está escrito en
nuestra leyenda personal, es el destino.

La miro confundido recordando la clase de filosofía sobre el


destino, vaya coincidencia. Sonrió y me dice:
―No me prestes atención creo que leer tanto a veces me
desconecta de la realidad.

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Me mira y me extiende la mano para que la ayude a levantarse


del pasto. Me quedo mirándola casi hipnotizado.
― Me parece interesante como piensas, hay muchas personas
que son muy básicas. Solo pueden hablar de lo que les pasa, en
cambio tú ves la realidad con una magia única.
― ¿Y tú cómo percibes el destino?
―Yo lo veo entre letras, libros y experiencias―sonrío con
cara de enamorado.
―Es solo que al mundo le hace falta el halo mágico y poético
para sacarlo de su aburrimiento. Reinventarnos quizás. Ser otros
y los mismos. Andrés, si pudieras ser cualquier cosa ¿qué serías?
―No sé… ¿Tú que desearías ser? Nunca me había preguntado
eso―me quedo pensando unos segundos―no lo sé…solo te
puedo decir que en los últimos días he aprendido que ese tipo de
preguntas vuelven interesante la vida.

Me mira como viendo a través de mi alma, con esa mirada que


parece traspasarme y ver lo que pienso. Mientras me dice:
―Quisiera ser gigantesca, ser parte de las nubes, del mar, de
cada estrella; poder sentir cada sensación y cada experiencia en
este mundo. Ser la lejanía, aquello que alguien añoraría alcanzar,
sería esa persona al final que espera. Esa persona por la que
alguien combatiría hasta el final.

Estoy alucinado con la conversación, imagino cada palabra


que narra. Guardo silencio contemplándola, imaginando todo
aquello que dibuja con sus palabras, la veo como una poetisa, una
sacerdotisa de un oráculo, una musa que ha llegado a mí para
mostrarme un camino. Mientras conversamos observo el reloj,
veo que ya casi es hora de volver a clase. De nuevo el martes
ataca como el peor día de la semana. Se acerca la hora de volver a
clases. Ella también nota la hora y me pregunta si voy hacia la
universidad. Así que nos vamos caminando despacio mientras
seguimos conversando.
Llegamos hasta el frente del salón de clase.
― ¿Nos vemos a la salida? ―Le pregunto
―Sí. Acá te espero―me dice.

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Me despido con una sonrisa y camino hacia el salón donde


tengo clases. Se me hizo tarde por andar de picaflor. No hay
nadie en los pasillos. Ya entraron todos. Me acerco a la puerta y
se escucha la voz del profesor desde afuera dando la explicación.
Que jartera llegar a interrumpir la clase sin saber si me toque traer
puestos de otro lado.

Entro, sintiéndome incómodo. El profesor hace una breve


pausa mientras me acomodo. Siento las miradas acusadoras sobre
mí por interrumpir la clase mientras busco un puesto. Me siento
junto a mis amigos que me miran con una sonrisa. Me hacen
señas preguntándome qué había pasado.

El tiempo se va rápidamente y sin darme cuenta son las seis de


la tarde. Salgo de clase. Me voy casi corriendo para llegar hasta el
salón a recogerla. Está hablando con una amiga. No sé cómo
hablarle sin interrumpir su charla. No quiero parecer un tipo
cansón. Así que paso disimuladamente con la excusa de un
saludo casual.
―Hola Andrés, te estaba esperando. Dame un minuto me
despido―dice sonriéndome.
―Vale, no hay problema. Yo te espero―le respondo.
―Bueno lindo, espera me despido.
Ella se despide de sus amigas con una sonrisa pícara, mientras
nos sonríen. Camino a su lado mientras un pensamiento cursi me
llena la cabeza. Quisiera robármela para que sea la inspiración de
mis sueños. Esta mujer me encanta. Pasamos frente a la iglesia de
Lourdes en medio de las palomas, queriendo también con mis
palabras dibujarle un mundo fantástico. Llegamos cerca de su
parada de bus. Hace frío. Me acerco a ella y la abrazo.
―Valentina …
― ¿Dime?
―Eres hermosa, me gustas mucho, me encanta tu manera de
pensar.

Ella me mira sonrojada. Me quedo contemplándola. Siento


que mi corazón palpita rápidamente queriendo casi salirse de mi
pecho. Hay luna llena. Siento que todo es perfecto, cada

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Hacia el sur

molécula, estrella y árbol en el mundo. Ella se queda observando


el cielo en silencio, como hechizada.
― ¿Andrés ves el conejo en la luna?
― ¿Cuál conejo? ―Miro, pero solo veo las manchas lunares,
no más unas sombras en el astro, los cráteres imagino.
―Mira bien, se ve la figura. Los indígenas mexicanos o
mexicas creían en un dios llamado Quetzalcóatl. Su apariencia
era de una serpiente con plumas, pero un día se transformó en
humano y salió en uno de sus viajes. Después de caminar por
páramos, montañas y ríos, estaba a punto de morir de hambre. Un
conejo se acercó masticando yerba y le ofreció para que se
alimentara. pero el dios le dijo que los hombres no comían pasto,
así que el conejo se ofreció a dar su vida para que el dios no
muriera de hambre. En agradecimiento por su bondad lo levantó
tan alto que lo llevó a la luna donde quedó estampada su imagen,
luego lo bajó y ambos observaron aquella huella que estaría allí
para siempre, para que todos recordaran lo que había hecho. Mira
intenta ver, se ven las orejas, el cuerpo―dice con voz tenue.

Poco a poco fui descifrando su figura. Me quedó mirando al


cielo, pensando como esas mismas estrellas eran las que miraban
los aztecas. Pienso como el hombre en toda su historia ha
buscado dar un sentido a lo que no puede explicar a través de los
mitos, que es a través de estos que los hombres escapan de su
angustia existencial. Lo irracional es un placebo que nos da
respuestas, nos libera de miedos, pensando que en las estrellas
esta nuestro destino.

Ella me toma de la mano, ese solo sostenerla, sentir su piel


junto a la mía hace que mi instinto me llene evitando poder
pensar en cualquier otra cosa. Quedo atrapado en ese instante. No
dejo de pensar el amor como un horizonte desde donde
contemplamos la vida de una forma diferente. El quinto elemento
como decía el filósofo Parménides, la fuerza que une las cosas.
Es el hilo conductor que nos transforma. Esa fuerza que me está
atravesando el alma.

21
Hacia el sur

EL SONIDO DE LAS CUERDAS DE ACERO


“La música expresa lo que no puede ser dicho y
aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio”
—Víctor Hugo

Salimos de la universidad rumbo a la carrera quinta, para bajar


cerca al planetario. La tarde esta gris, el frío es tan fuerte que
penetra hasta mis huesos. Nos paramos algunos minutos a hablar
con Carlos y decidimos ir al apartamento para adelantar algunos
trabajos. Llegamos a las torres blancas, saludamos al vigilante y
tomamos el ascensor hacia el apartamento. Nos ponemos a
revisar libros y algunas páginas de internet para hacer el trabajo
que parece nunca acabar.

Termino y me pongo a buscar música en el computador.


Ponemos vídeos mientras tarareamos las canciones. Pasamos la
tarde conociendo bandas, viendo conciertos. Vimos algunas
carátulas de los discos y me encontré una genial de los Guns and
roses, veo esos cabellos alborotados, esos pantalones rotos, esa
forma de ir en contra de una vida que ya nos tienen planeada.
Pienso como en una sociedad donde todos escuchan lo mismo, el
rock es mí escape de un mundo de control, de consumo, que
busca que todos seamos iguales.

22
Hacia el sur

Le digo a Carlos exaltado:


―Quiero conocer sobre rock, me parece genial esta música,
las guitarras, la batería, y sobre todo la forma como se critica la
sociedad de consumo desde ahí.

Se ríe haciendo un gesto afirmativo, mientras me señala su


camiseta de Pink Floyd que tiene puesta.

Después de haber visto el vídeo de Another brick in the Wall,


donde los chicos de un colegio son arrojados en unas máquinas y
convertidos en pedazos de carne, mostrando desde allí como las
personas solo son objetos para alimentar al sistema.

― ¡Yo tampoco quiero ser un ladrillo en la pared!, no quiero


encajar, no quiero que otro me piense, no quiero ser el hijito de
mami que lleva camisa de cuello duro metida dentro del pantalón,
con mocasín. No quiero ser políticamente correcto.
―Pero la pinta de niño bueno ya la tiene, por la décima he
visto unas camisetas bacanas. Camine a ver qué conseguimos,
deje esa pinta de niñito de mamá―sonríe ruidosamente Carlos.
―Pero por la décima es feo y peligroso.
― ¡Qué va! Critica el sistema, pero habla como un riquillo
que le da miedo la desigualdad social que hay. Camine se mezcla
con el pueblo―responde Carlos riéndose.

Salimos del apartamento tomando hacia la carrera séptima, de


ahí tomamos desde el planetario hasta la quince y bajamos
caminando hacia el Parque de la Mariposa donde se ubica toda la
zona del comercio. Los vendedores ambulantes extranjeros llenan
las calles ofreciendo sus mercancías y llamando de forma sutil a
los clientes mientras lo rodean. Pasamos cerca a los vendedores
que dejan su mercancía encima de trapos en el piso, esquivando
ágilmente a los peatones que luchan en ese mar de personas para
llegar a sus destinos. Algunos ladronzuelos aprovechan la
multitud para sacar las cosas a los compradores desprevenidos de
las chaquetas y otros rapan las bolsas a los clientes y salen
corriendo. En realidad, este sitio nos causa desconfianza.
Hablamos con Carlos que estos personajes son como roedores
ocultos en la maleza que salen para atacar a su víctima y huyen.
23
Hacia el sur

Llegamos a los edificios de comercio sobre la décima cerca al


Parque de la Mariposa, pero la multitud es demasiada. Personas
con medias en la mano, cobijas, vendiendo todo tipo de cosas. Se
escuchan las voces alrededor:

… busca piñatería, lleve la media cuatro pares por cinco mil,


que anda buscando vecino, no gracias. Almuercito vecino, platos
a la carta, no gracias…

Sentimos la tensión de tener que estar pendiente, de no ser


robados en cualquier momento. Entramos en un centro comercial
cerca a la décima, damos una mirada rápida buscando una
camiseta que me llame la atención, pero puede más el terror que
me producen los indigentes y los ladrones que caminan de lado a
lado, esperando cual víctima se descuida; así que pasamos la
avenida atravesando el túnel de la décima, para caminar hacia la
séptima cerca de Terraza Pasteur, un comercio donde hay varias
tiendas de camisetas.

Entramos en una tienda dentro del centro comercial.


Comienzo a observar las camisetas y una chica se acerca a
atendernos. Queriendo hacer gala de nuestros atributos de
conquistadores saludamos a la chica con una sonrisa.
―Hola, ¿Cómo estás?
―Muy bien y ¿ustedes?
―Buscábamos una camiseta bien rockera.
―Claro, pasen por acá. Soy Catalina.

Ella nos guía hacia la parte de atrás del local donde hay unas
camisetas colgadas en un tubo plateado. Las corro lentamente con
la mano y veo en su mayoría de color negro con figuras de la cara
de la Catrina, con ánime y grupos de rock. Nos ponemos a ver los
diseños que hay. Me llama la atención uno de una mujer pálida
con una corona de espinas y en sus labios algunas gotas de
sangre. Es siniestra y seductora. Me quedo mirándola un par de
minutos, intentando descifrar el significado de esa imagen, la
corona de espinas era una apología a cristo, pero la sangre era

24
Hacia el sur

como si le escurriera de los labios, como si se tratara de una


vampiresa.

Estando distraído en mis pensamientos se acerca la chica de la


tienda para preguntarme cual me había gustado, así que le
respondo:
―Hay una camiseta que me gusta, me llama la atención la
cara de una mujer ¿quién es la chica de la camiseta?
―Es Elizabeth Bathory, una condesa de la edad media, que
hace parte de los reyes malditos, cuenta la leyenda medieval que
ella buscaba la belleza eterna, entonces decidió tomar a las
doncellas y las introducía en una muñeca de hierro con púas para
bañarse con su sangre y mantenerse joven eternamente.

Continúo mirando de nuevo la camiseta en la parte de arriba


de la camiseta dice Cradle of filth― le pregunto:
― ¿Qué es esa inscripción?
―Es el nombre de un grupo. Esa es la foto del álbum.

Quedo con la inquietud histórica de Bathory y de los mitos


medievales. Después del recorrido que nos ha hecho la
vendedora, la compro.
― ¿Algo más chicos?
―Tu número ― sonríe Carlos.

Ella responde con una sonrisa mientras se queda mirándolo de


forma coqueta. Pasamos la camiseta por la caja registradora y la
guarda en una bolsa con el logo de la tienda. Toma la factura y
escribe algo en la parte de atrás y se la pasa.
― ¿A qué horas sales de trabajar?
―A las nueve.
―Ok, nos vemos más tarde. Paso a recogerte― dice Carlos.
―Aquí te espero.

Salimos de la tienda entre sonrisas de complicidad por lo que


acaba de ocurrir. Es increíble que le funcionara su actitud de
galán de película ochentera y la chica haya escrito su número
atrás de la factura. Caminamos hacia la diecinueve, de allí
subimos al edificio de las torres blancas.
25
Hacia el sur

Llego al apartamento con la curiosidad sobre el grupo del que


habló Catalina. Enciendo el computador y me pongo a buscar la
discografía, las letras, las traducciones, los vídeos. Salen unos
tipos con apariencias rudas y vestidos de negro, algo así como
unos antiguos guerreros noruegos, con atuendos de cuero y con
las caras pintadas. Pongo a sonar las canciones en YouTube.

Pienso que es muy difícil que a alguien le guste esta música;


son voces guturales y rasgadas. No conozco mucha gente que
escuche ese tipo de música. Carlos insiste que debemos
aprendernos algunos nombres de las canciones para fingir que
conocemos también de música y quedar bien con Catalina.

Pasamos la tarde entre vídeos, música y gaseosa pegados al


computador. Busco algunas traducciones de las canciones para
saber de qué hablan esos alaridos. Las letras dicen de joyas más
brillantes que la luna y criaturas sublimes. Carlos dice en broma
que ha sido el destino que nos ha puesto esa camiseta en nuestro
camino para alejarnos de lo que todos escuchan. Si no, seríamos
reproductores de la música que suena en las emisoras.

Pienso que la forma de vestir de este grupo es extraña,


diferente, macabra. Me recuerda a los guerreros vikingos que
arrasaban campamentos e incendiaban iglesias en los comienzos
de la edad media y supongo que este grupo con su estética les
hace un tributo. Comprendo la relación histórica y su siniestra
forma de vestir, entendiendo la critica que hace a la imposición
de otras creencias en esa época.

Trato de darle sentido a todo el conocimiento nuevo que


indago. No quiero ser parte de una sociedad líquida donde se
juzga lo que no se entiende, un mundo en el que reina la
apariencia en contenidos vacíos. Habitamos espacios comunes,
pero cuando hablamos entre nosotros nos damos cuenta que en
realidad no nos entendemos.

En cada generación o tribu urbana existen unos códigos, unos


signos para descifrarnos los unos a los otros, entendemos la
26
Hacia el sur

realidad desde nuestro hogar, nuestros amigos, nuestro barrio,


nuestra educación. Esto también ocurre con el arte, que el modo
en que lo vemos cambia con el tiempo, la época y los lugares.
Esta música proviene de culturas nórdicas, y pasan a representar
su cultura a través de un lenguaje artístico. ¿Por qué la mayoría
de las personas no escuchan esta música? No todos tienen ese
decodificador que les permite entender qué se intenta transmitir.
Sólo aquel que desee desarrollar esa sensibilidad puede disfrutar
de esas pasiones rudas y turbias.

En esta sociedad se busca que los individuos no piensen,


vienen unos moldes prediseñados de lo que debes ser, que
escuchar, como vestir, como actuar, hasta como hablar, somos
una sociedad ligera donde siempre vamos hacia lo más fácil,
cantantes que vocalizan con un aparato que les arregla la voz y
sobre una pista, chicos sin amigos que se la pasan pegados a un
computador hablando a cambio de manitas arriba. Somos tan
ligeros que al final termina siendo una sociedad de clones donde
todos piensan lo mismo, hablan de lo mismo. Sólo pensar en esto
me asquea. No quiero ser un ladrillo más en la pared.

Miro el reloj y son cerca de las nueve de la noche. Carlos me


apura para salir al bar. Me pongo unos jeans, la camiseta que
compré y unos tenis. Caminamos hacia la universidad Jorge
Tadeo Lozano. Al frente hay dos bares de música rock, uno
queda sobre una esquina. Es una casa de dos pisos. El lugar se ve
viejo, desgastado, las paredes rayadas con mensajes por todos
lados. Los tipos que están allí se ven ancianos, rudos y más que
eso: la cerveza está muy cara.

Después de entrar disimuladamente al sitio, salimos y


pasamos al bar de al lado. Hay personas de la universidad, nos
sentimos cómodos así que nos quedamos allí. El ambiente se ve
más suave. Las mesas son de madera y la barra queda hacia el
fondo. En uno de los muros hay un dibujo que llama mi atención,
es de una puerta de un castillo en relieve. La música suena tan
alta que hace complicado comunicarse en este sitio. Veo muchas
personas sentadas en la mesa cantando las canciones mientras

27
Hacia el sur

mueven sus melenas. Me acerco a la barra donde está atendiendo


un tipo flaco de pelo largo recogido.
―Buenas hermano regáleme dos polas, y… Tiene algo de
Cradle―titubeo un poco, temiendo decir mal el nombre.
―Claro. Le tengo “A gothic romance, Black metal, Born In A
Burial Gown, Dusk And Her Embrace, Her ghost in the fog”
―Póngame la última―digo, sin entender lo que me ha dicho.
Me atiende las bebidas y me voy hacia la mesa esperando que
suene la canción que he pedido. Pasan varias canciones cuando
entre guitarras y baterías desmesuradas se escucha un piano. El
vídeo inicia con un ambiente sombrío, se llena la atmósfera de
niebla, surge una mujer vestida de blanco perdida en un bosque,
mientras los hombres del grupo la asechan. Aparece un hombre
vestido de cuero, con el rostro pálido, los ojos blancos cantando
con una voz rasgada y gutural, en la parte inferior del vídeo dice
Cradle of filth.

El grupo me parece fascinante. El nombre de la canción es


Her ghost in the fog. Aparecen varios símbolos de alusiones
literarias que me parecen profundas. Me atrae lo misterioso que
envuelve el rock. Pienso que este sitio es una puerta a otra
dimensión, donde se percibe el mundo desde una visión de
belleza diferente. En la vida cotidiana, la felicidad consiste en
adueñarse de los objetos, pero en este lugar es el instante el que
pasa a ser mágico, solo está el aquí y el ahora.

Basta con ver la televisión, donde nos bombardean


socialmente nos exigen que debemos ser como modelos o actrices
que debemos imitar. Los medios de comunicación nos venden los
imaginarios de cómo debemos vernos musculosos, delgados, bien
peinados, debes tener el ultimo celular y cuando lo consigues sale
otro que vale el doble de precio y siempre estarás inconforme con
lo que tienes. Nos enseñan a odiar lo que somos para convertirnos
en clientes, consumidores, ese es el sentido de nuestra vida.
Cambiaron las personas en clones, ovejas sin voluntad, la
reproducción de la reproducción, perfeccionado métodos para
volvernos iguales, nos hacen creer que eso es natural y nada lo es,
todo son decisiones que tomamos. Me repito en cuando algo es

28
Hacia el sur

masivo pierde el encanto. Miro a Carlos está ansioso y mira el


celular, dice en voz alta:
― Son las nueve.
hace una llamada. Estoy concentrado en la música que suena
en los bafles, mientras sigo el ritmo con el pie. Unos minutos
después llega Catalina a la mesa. Carlos sonríe alegre mostrando
su conquista. Le devuelvo el gesto alegrándome por su triunfo,
con esa complicidad que solo los amigos tienen.

La chica se me acerca para saludarme, le doy un beso en la


mejilla y salgo de mi reflexión. Me rio de las cosas que uno se
pone a pensar cuando está desocupado. Carlos hace un chiste de
doble sentido para romper la tensión y todos reímos. Hablamos
con Catalina mientras le pregunto por su trabajo, con quién vive y
todas esas cosas comunes pero importantes que se hacen cuándo
conoces a alguien.

Carlos hace gestos a la barra levantando la mano y pide dos


cervezas. El mesero tarda en aparecer. Llega después de unos
minutos y las deja en la mesa. Mientras conversamos entre gritos
tratando de hacernos escuchar, suena la música en los bafles.

― Estoy feliz de haber salido de trabajar, estoy agotada, fue


un día pesado. Llegaron muchos pedidos, mi jefe se la pasó todo
el día allá metido. Pero dejemos eso allá―levanta la cerveza, me
mira a los ojos, diciendo:
― Por conocernos, un brindis.

Carlos con una sonrisa va tarareando la letra de la canción,


repite en voz aún más fuerte chocando la botella:
― Por conocernos.

29
Hacia el sur

Andrés
***
EL HILO EN EL LABERINTO
“Transitamos sin alegría por los laberintos sin senderos de la
sociedad hasta que damos con esa pista que nos conduce al paraíso a
través de esa maraña”
—Mary Shelley

Saco el celular, me pongo los auriculares y comienzo caminar


mientras retumban un par de canciones en mis oídos. Camino por
un corredor hasta llegar a la cafetería de ahí bajo hacia los salones
del primer piso hasta Llegar al nuevo salón, sintiéndome extraño
como si detrás de esa puerta hubiera otro mundo.

En la universidad se deben tomar unas electivas, son


asignaturas de cualquier carrera, pero se debe tener un número de
ellas para poderse graduar. Tome una llamada Poder y sociedad.
Esta no es de mi carrera así que me toca caminar hasta otro
bloque de la universidad dónde tengo clases.

Me siento raro sin conocer a nadie. Aunque he visto en la


universidad a muchos de ellos, nunca hemos cruzado palabra
alguna. Atravieso el salón ubicándome en la parte de atrás en una
esquina. El profesor, rasca su barbilla y comienza a explicar la

30
Hacia el sur

forma en que va a trabajar. Toma la lista y comienza a armar


grupos al azar. Mira mi nombre y me dice:
― Andrés acomódate con ellos.

Tomo mi maleta y voy hacia un grupo donde están dos


hombres y dos mujeres. Ellos me dan la bienvenida y se
presentan. Juan es moreno, de pelo corto y gafas. Me da la
impresión de querer parecer gracioso y sale con un chiste para
todo. El otro es Enrique un chico rubio, de pelo largo que tiene
apariencia de hippie y siempre habla de amor libre. Una de las
chicas tiene una cara casi angelical. La he visto alguna vez con el
novio que ahora está en otro semestre y la otra es… Valentina.

Tengo a mi lado a la chica que no he podido sacar de mi


cabeza desde que la vi. Me quedo mirándola y ambos sonreímos.
Escribo el trabajo en grupo. Me parece gracioso como el destino
me ha llevado hasta aquí. Cuando creí que mi vida social se había
acabado, un conjunto de casualidades se ha encargado de crear un
nuevo comienzo. Suena el timbre para el descanso, guardo mis
cosas y sacó el celular, dispuesto a tomar mi camino solitario
hacia la cancha, pero mi nuevo grupo de compañeros se me une.

A la salida todos están parados frente al salón hablando sobre


las ponencias que debemos entregar, miran cómo se organizan.
Valentina se demora guardando sus cosas, por coincidencias del
destino quedamos solos. Tomo mi maleta y guardo todo lo que
tengo sobre el puesto, me preparo para salir. Ella me toma de
gancho por el brazo y me pregunta:
― ¿Hacia dónde vas?

Tengo una cantidad de trabajo de otras materias que solo


quiero llegar almorzar, dormir un rato y salir de todo eso. A pesar
de estar feliz de compartir este espacio con ella, hoy es uno de
esos días que no quiero saber de nadie. Tengo ganas de estar solo,
así que le contesto de forma seca.
― Voy a comprar unas cosas, al centro.
― Yo también ¿te acompaño?

31
Hacia el sur

En su tono de voz se nota su ansiedad. Pero tengo muchas


cosas que pensar, quiero estar solo.
― No, voy de afán, compro unas cosas y me voy a mi casa,
chao ― le digo mientras le doy un beso en la mejilla.

Ella se va hacia los otros compañeros. Se queda parada


hablando mientras me alejo. Voy perdiéndome entre la multitud.
Valentina se queda parada con sus amigos pensando:
Qué me pasa con este idiota, ¿por qué me hace pensar que
todo fluye? y luego se porta como un patán. Lo peor del caso es
que siento que me encanta. Más bien debo ocuparme para dejar
de pensar pendejadas. ¿Para qué me sirve el amor? ¿Para padecer
menos? ¿Entendiéndolo sufrimos menos? El amor es una pérdida
de tiempo, no es práctico.

Aún vivimos como los antiguos griegos, pensando que el amor


nos posee sin que podamos hacer nada frente a ello. Me siento
como decían los griegos como si cupido un niño con un arco me
hubiera flechado, y cuando el amor te posee ya no tienes nada
que hacer. El amor nos convierte en seres pasivos.

32
Hacia el sur

Carlos
***
BOHEMIOS Y EMBUSTEROS
“Solamente el cambio es eterno, perpetuo, inmortal”
—Schopenhauer

Vivir con mi papá es aburridor a toda hora se la pasa


llamándome la atención Carlos esto, Carlos lo otro, solo sabe
regañarme. Aparte estoy lleno de trabajos de la universidad, me
siento a punto de un colapso por estrés. Lo bueno es que por fin
es viernes. Mi papá me aviso esta mañana que se iba el fin de
semana de visita donde mis abuelos, aunque yo creo que se va de
plan de paseo con alguna noviecita. Se lo merece, y pienso que es
mejor a ver si deja ese mal genio a toda hora.

Llamo a Catalina para invitarla a mi casa, el celular suena un


rato, pero no contesta, tomo el celular y vuelvo a insistir.
― Alo ― suena una voz femenina al otro lado
― ¿Hablo con Catalina?
― Si, ¿con quién hablo?

33
Hacia el sur

― Con Carlos. Se escucha tu voz diferente ― debe ser


porque estaba haciendo pereza aprovechando que es mi día libre.
― Oye, estoy solo en la casa, te iba a proponer porque no
nos vemos una peli en mi apartamento.
― Bueno, voy hacer unas cosas acá en la casa y paso un
rato.
― Listo.
― Bye.

Me pongo arreglar el apartamento rápidamente, recoger el


desorden que tengo sobre el sofá, y darle una barrida rápida a la
casa, organizo la loza que está en la cocina. Trato de que la
primera vez que venga a visitarme no se lleve una mala imagen.
Por fin termino de acomodar todo. Así que entro al baño me doy
una ducha y me arreglo. Me paro frente al espejo unos minutos
arreglando mi peinado, haciendo caras de muchacho
descomplicado.

Suena el timbre y me pongo algo ansioso, voy hacia la puerta


y abro con una sonrisa de oreja a oreja.
― Hola.
― Hola, bienvenida – me quedo mirándola, se ve hermosa.
― Estaba tocando un rato guitarra mientras llegabas. Ven
acomódate por acá en el sofá mientras guardo esto.
― Oye Carlos está muy linda tu casa.
― Gracias. aunque lo más lindo de este apartamento eres tú.
― Gracias – sonríe sonrojada.

Nos sentamos en la sala y buscamos una película en Netflix.


Me doy cuenta que a pesar de que llevamos saliendo un mes no
sé casi nada de ella, ¿Qué hacen sus papás? ¿En qué parte de la
ciudad vive? ¿Qué tipo de películas le gustan? mis pensamientos
son interrumpidos, me quede con el control del televisor en la
mano pasando de película en película.
― Oye, pon una de comedia.
― Vale, ya la iba a poner― escojo un título cualquiera.

Empieza la película, me acuesto sobre el sofá y ella se


acomoda a mi lado para verla. Pasan algunos minutos y no
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Hacia el sur

aguanto la tentación de tenerla tan cerca y solo quedarnos viendo


la película. Comienzo a acariciarla y recorrer su cara con mis
labios

Me separo un segundo, mientras pienso que me parece


increíble que este allí, no puedo creer que la tenga a mi lado. La
beso mientras le acaricio suavemente su rostro con mis manos
para saber que no es un sueño. No dejamos de besarnos durante
toda la película. Cuando esta termina siento que mis labios
palpitan.

Suena el celular. Ella contesta y habla con alguien, luego se


me acerca y me dice:
― Se nos hizo tarde.
― ¿Para qué?
― Recuerda que nos quedamos de ver con mis amigos para
ir al bar.
― ¿Si lo dejamos para otro día? ― digo mientras fantaseo
con quedarme con ella toda la noche.
― Después tendremos mucho tiempo para hacerlo. Vamos.

Me levanto del sofá estirando los brazos desperezándome,


camino hacia la cocina para servirme un vaso de jugo. Pienso que
solo a mí se me ocurre tener la casa sola y tener que verme con
unos amigos el centro comercial, pero ya me comprometí, así que
será una próxima vez. Voy frente al espejo, me acomodo el pelo
con los dedos, me pongo una chaqueta y estoy listo para salir.

Ella entra al baño y dura maquillándose mucho tiempo, un


ritual de belleza que parece eterno. Ella me parece espectacular,
pese a su insistencia de estar despeinada y repetir una y otra vez
que se ve horrible. Después de una hora de arreglarse por fin
salimos de la casa. Tomamos el bus en la esquina de mi casa y
salimos rumbo al centro comercial.

Llegamos a la Primera de Mayo. El bus se mueve lentamente


en medio del trancón, pasan casi quince minutos en el bus, miro
por la ventana, estamos a pocas cuadras de la Boyacá, así que nos
bajamos en el semáforo. Tomo de la mano a Catalina y
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Hacia el sur

caminamos hacia el centro comercial. Está haciendo frío, es la


hora pico así que la ciudad está llena de personas.

Caminamos entre cuadras hasta estar cerca al centro


comercial. miro desde lejos, hay muchas personas en la entrada.
Reconozco a varias personas que se encuentran allí sentadas.
Llegan personas de todos lados de la ciudad que andan en un
encuentro de soledades. Nos sentamos cerca a unos conocidos
que nos ofrecen un par de tragos para el frío, tomamos la copa
plástica chocándolas haciendo un brindis y los bebemos fondo
blanco, sintiendo como el calor se deslizaba por mis entrañas.

Simón llega donde estamos sentados y nos saluda


emocionado,
― Que más parcero pensé que no iba a llegar. Suelta la
guitarra que trae sobre el hombro y se sienta cerca de nosotros.

Estamos sentados en el marco de la ventana del centro


comercial con un grupo de amigos de Catalina. José es un tipo
bajo, rubio, blanco, de nariz prominente. Que cada vez que se
embriaga tiene la costumbre de perder la conciencia terminando
con la cara rota contra el piso. Saluda en forma ruidosa:
― ¿Qué me cuenta Cata?,
― Bien, mira te presento a Carlos.
― ¿Qué más loquito? ¿todo bien?
― Todo bien― respondo mientras somos interrumpidos por
otro amigo de Catalina.

Ronald un tipo alto y flaco, al llegar al grupo todos empiezan


a tomarle del pelo por la ropa que lleva puesta. Le dicen en grupo
que se coloca los pantalones bota campana del abuelo. Mientras
me sirven otra copa comienzan a contarme que él tiene la rutina
los viernes de seguir a las personas con poemas o manillas para
venderles. Para conseguir para el trago, mientras mira cual vieja
le pone atención con la que se pierde y se vuelve a saber del hasta
el día siguiente.

Las personas que van llegando al lugar nos saludan. Se


detienen algunos mirando la guitarra, pidiéndole a Simón que les
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Hacia el sur

deje tocar, de mala gana se la pasa mientras ellos hacen algunos


punteos desafinados diciendo que llevan mucho sin practicar.
Simón vuelve a coger la guitarra y comienza a tocar mientras
estamos hablando, las personas se acercan a pasarnos trago
mientras empiezan a rodearnos y empiezan a pedir que toquemos
algo para amenizar el ambiente.

Quedo aterrado con la propuesta porque no me se las letras de


ninguna canción de metal, ni canciones de rock en inglés pesado,
solo tarareo en los bares el ritmo que creo que hacen, pero
cantarla frente a todos es otra cosa. Simón toma la guitarra y
empieza a tocar algunos acordes mientras va cantando. Le sigo la
corriente y reconociendo que la canción es algo de Charlie
García, todos los melenudos que se encuentran allí empiezan a
corear con nosotros.

Todos ríen en medio de aplausos y nos pasan unas copas


plásticas para que tomemos. Me siento en medio de mi manada,
creo que este es mi sitio en el mundo. A pesar de no haberme
quedado con Catalina en el apartamento, no me arrepiento de
haber venido, necesitaba este espacio para hacer catarsis.

He estado metido en la biblioteca leyendo sobre mitología


nórdica, sobre alquimistas, sobre magia, sobre leyendas. El
concepto que tengo de los metaleros es que son personas muy
inteligentes. Analizo las letras de las canciones que narran
batallas épicas, hablan de Ricardo Corazón
de León, del Mío Cid, de cuentos medievales y nórdicos
deben tener una cantidad de conocimiento en sus cabezas. Así
que decidí ponerme a leer para que mi conversación tenga
contenido y no ser un idiota que no tiene nada más que decir más
que solo su vida.

Nos sentamos mientras saludamos a todos los que van


llegando allí.
― Que más parceros, ¿cómo va todo?
― Bien pelado, siéntese y tómese algo. – Me dice en tono
amigable.
― Justo lo que necesito para este frio― Sonrío.
37
Hacia el sur

― Tremenda pinta de rockero. Se queda mirándome el


sujeto.
las personas nos rodean, una energía nos envuelve y
sintiéndonos una tribu. Continuamos hablando y sin darnos
cuenta el número de personas que hay se va multiplicando y de
cinco pasan a diez a quince, a cuarenta, todos sentados afuera del
centro comercial.

Simón empieza a saludar a todos los que van llegando. Los


conoce casi a todos así que comienza a pasar por cada uno de los
grupos para recoger plata y comprar algo para espantar el frio.
Todos ayudan dando las monedas que tienen en los bolsillos.
Llega donde estamos. Me hace un gesto con la cara,
― ¿Me acompaña a comprar?

Me levanto de mi lugar mientras busco a Catalina para decirle


que no me demoro. Ella está casi en la otra esquina con otro
grupo, así que le hago señas diciéndole a donde voy. Ella me hace
un gesto y sigue hablando con sus amigos.

Caminamos con Simón hacia La Primera de Mayo pasando


por debajo del puente de la Boyacá que apesta al hedor de orines
insoportable, subimos por las calles cerca a los sitios de
prostitutas, que tienen en la puerta tipos con tarjetas ofreciendo
las chicas.

Hay muchas personas sobre la primera de mayo que son


abordados por los jaladores de los bares con chaquetas
fosforescentes entrando las personas a los bares casi a empujones
mientras los rodean, por nuestra ropa oscura y la pinta de Simón
no pierden el tiempo con nosotros invitándonos a las discotecas.
Pasan cerca unos policías en motos que se quedan mirándonos,
paran la moto casi un metro al frente de nosotros. Nos piden los
papeles, sacamos las cédulas y las entregamos. Revisan en el
celular y no encuentran nada así que nos piden ubicarnos para
una requisa. No encuentran nada así que nos dicen:
― Tengan cuidado chinos que esta zona es peligrosa.
― Gracias hombre, lo tendremos en cuenta― dice Simón.

38
Hacia el sur

Se suben en la moto y continúan el recorrido saludando a los


jaladores que se encuentran. Finalmente llegamos hasta la
licorera. Hace frío, pongo las manos en los bolsillos de la
chaqueta. Atienden a un par de vendedores ambulantes que
compran dulces para vender en los buses. Pasa Simón empujando
a los que están allí colocándose al frente de la vitrina, pone el
dinero sobre el estante y pide las botellas. El vendedor revisa las
monedas y nos pasa dos bolsas de papel cubiertas de bolsas
plásticas negras, pedimos algunas copas y volvemos hacia frente
el centro comercial.

Salimos de nuevo a la ciudad oscura, donde el frío hiela los


huesos. Caminamos mientras esquivamos la basura que está
frente a los postes, restos de comida, botellas vacías y sobras de
cartones, que toman los recicladores echándolos en sus carros de
valineras. Llegamos de nuevo a donde estaban el resto de
nuestros compañeros afuera del centro comercial. Sacamos las
copas destapando la bebida y empezamos a repartir las copas por
cada grupo.

Cerca nuestro hay un tipo alto con apariencia ruda, pelo largo
y chivera, los años ya se le ven en la cara, está vestido de cuero y
sobresale un collar con una estrella de seis puntas plateada. Me
parece interesante la puesta en escena del sujeto. Imagino que es
un tipo que ha leído mucho, que sabe sobre música y por ese
collar se nota que conoce sobre simbología, sobre la historia y las
letras místicas del black, me acerco y le ofrezco un trago, lo
saludo diciendo:
― Esta bacano su collar.
― Gracias.
― ¿Qué significa?

Me mira menospreciándome, y me responde:


― Es un símbolo de la oscuridad y solo pocos conocemos su
significado. Le falta mucho por aprender para que yo le pueda
hablar a usted.
Me quedo observándolo pareciéndome el tipo un baboso con
pretensiones de intelectualidad, recuerdo lo que he leído en la
biblioteca, le respondo:
39
Hacia el sur

― Creo que conozco un poco sobre su collar para los


alquimistas de la edad media simbolizaba el equilibrio perfecto,
la homeostasis. Un triángulo simboliza el fuego por eso en la
química se utiliza como signo, de igual forma su opuesto es el
agua y, es utilizada por los judíos como la estrella de David como
protección ― continuo un buen rato, haciendo caer en cuenta de
su estupidez.

El sujeto me mira con odio, bota la copa al piso y da media


vuelta y se va del lugar. Que decepción esta conversación, pensé
que podía aprender algo del sujeto, pero el tipo es un pelele que
solo le gusta aparentar. Simón que ha estado observando la
escena me llama y se ríe conmigo del sujeto. Me dice:
― Ese loco sabe mucho sobre música, pero hasta ahí le llega
la cultura general. Lo dejo callado, reímos todos, un brindis por
mi pupilo. Mientras levantábamos las copas plásticas.

En medio de nuestro ruido y descontrol, me acerco a Catalina,


esta hermosa, su pelo negro, liso, su piel blanca, sus ojos miel, un
piercing en el labio en forma de argolla, esta vestida de negro con
una chaqueta entre rojo y vino tinto. Ella está frente a nosotros
hablando con algunos amigos. La observo mientras hablábamos
me parece una visión alucinante. Simón se queda mirándome y
me dice:
― ¿Le gusta?
― Mucho, es divina esa vieja.
― Muy linda, ojalá su esencia sea igual.
― ¿De qué habla?
― Que esa chica es muy hermosa y a veces uno puede
confundir la belleza física con la belleza interior.
― Pero las dos están entrelazadas. No has visto las brujas de
los cuentos, son feas y malvadas; los ángeles son hermosos y
buenos, la belleza y la bondad están unidas.
― No, una cosa es la esencia y otra la apariencia. Esas
imágenes de televisión que nos han metido no siempre son
ciertas. Los mejores estafadores son personas bellas que generan
confianza. Y los políticos más corruptos salen a robar millonarios
contratos escudados en su apariencia.
40
Hacia el sur

― O sea que Catalina puede ser en realidad una bruja,


aunque esta bellísima. No, ella es magnífica por dentro y por
fuera.
― Solo el tiempo dará la respuesta. Otro trago por eso.

Lleno de energía por el calor de los tragos me acerco a ella.


Hablamos y siento esa fuerte atracción que nos conecta. La
abrazo y comienzo hablarle al oído, inventándome una historia en
donde el centro comercial se convierte en un castillo, el frente en
los jardines, los metaleros vestidos de negro en guardias que
custodian el castillo con armaduras plateadas y negras y ella en
mi princesa. Nuestra conversación se interrumpe, con una voz en
el fondo:
― Vamos a subterráneo. Grita Simón.

Me acerco a ella tomándola de la mano, dándole un beso,


Catalina me parece hermosa bajo las luces de la noche, siento
como sus ojos se fijan en los míos, nos miramos y sonreímos.
Nos tomamos de la mano y caminamos hacia el bar en medio de
nuestro romance cósmico. Me siento eufórico, el tiempo se
descontrola y la realidad cambia mi percepción, ¿me trague? o
¿he tomado mucho?

Llegamos a un tercer piso Simón entra abrazado de una


pelirroja que llego a pedirnos trago y se integró al grupo. Yo
entro con Catalina tomados de las manos. Todos en el bar se
saludan como viejos conocidos. Un fuerte ruido retumba de los
bafles, se escucha música muy pesada, se pierde el ritmo entre
guturales, baterías estruendosas, lo que nos impide seguir
hablando.

Me quedo mirando como ella disfruta la música, mueve su


pelo con las canciones que van sonando. En ese momento me
parece que ese ruido se convierte en una armonía de guitarras y
voces rasgadas. Sin darnos cuenta el tiempo se pasa entre las
canciones, al darnos cuenta son las tres de la mañana y empieza a
sonar el himno nacional para salir del bar.

41
Hacia el sur

Simón está en la mesa besándose con la chica de pelo rojo en


medio de una fusión de cuerpos, que no se sabe ¿cuál brazo es de
quién? Él se para al baño y la chica termina besándose con José, y
mientras él emocionado por arrebatarle la conquista a su amigo se
levanta a pedir la última ronda, termina de cuento con Ronald.
Todos nos reímos de la escena.

Tomo de la mano a Catalina mientras bajábamos las escaleras


del bar para salir a la calle. Caminamos una cuadra cuando
escucho un ruido, como si alguien corriera detrás de nosotros.
Giro por instinto y me encuentro con la cara de la pelirroja casi
desfigurada de la ira. Se abalanza sobre mí en forma violenta
gritando:
― ¡Deje a la china!

Debe estar ebria o bajo la influencia de alguna sustancia


extraña por la forma gangosa de su voz. No entiendo que le
ocurre así que continúo mi camino mientras intento ignorarla. Me
rio de la pelirroja en su show, sintiéndose enojada porque no le
pongo atención. Al ver mi actitud se lanza contra mí,
arrojándome una patada con sus botas punteras pegándome en
una canilla. Siento el dolor, que me recorre desde abajo, se me
nubla el juicio. El calor me sube a la cabeza.

La ira me recorre el cuerpo, me acerco a ella que se para frente


a mi desafiante insultándome. La empujo con fuerza. La nena se
me para enfrentándoseme y trastabilla algunos pasos hacia atrás.
Con la cara llena de odio le grito:
― ¡Qué le pasa loca!

No voy a permitir que una loca pase por encima de mí. Miro a
mi alrededor imaginando que todos deben estar tensos por la
escena, pero me quedo mirando a José y Simón que no pueden de
la risa. Parece que se van ahogar. Se me acerca Ronald
hablándome por la espalda, me dice:
― Pilas que esa nena apuñalo a un tipo hace ocho días.

Más que intimidarme, me paro frente a la chica desafiante.


― ¿Qué le pasa maldita loca? ¿Cuál es su problema?
42
Hacia el sur

Siento que la borracha quiere montármela, parecer una chica


mala, pero conmigo se equivocó, no estoy dispuesto a que me
ridiculice delante de todos. Me siento lleno de adrenalina como
un animal que defiende su vida. Si busca problemas los
tendremos, no me la pienso dejar montar de ninguna persona por
más mujer que sea. Al ver mi actitud desafiante se da media
vuelta insultando mientras se aleja.

Catalina me mira con cara de no entender lo que pasa. Respiro


profundo tratando de tranquilizarme, me siento incómodo de ese
espectáculo. Caminamos un par de calles, no digo ni una palabra
en ese transcurso. Me ronda en la cabeza que debe estar pensando
Catalina, que soy un abusivo con las mujeres.

Llegamos al paradero y el bus se aproximaba a lo lejos. Pienso


que nos vamos a quedar los dos en mi casa, pero ella hace el pare
al bus. Suspiro casi sin esperanza. Justo cuando ella va a subir me
toma por el brazo y me da un beso. Le respondo tomándola su
cara con mis manos.

El bus se aleja, yo estoy aquí parado con cara de trasnocho,


entendiendo que se haya ido por ese lado oscuro que me despertó
esa chiflada. Pero no podía dejar que ella fuera por ahí en la calle
atropellando la gente de forma impune. ¿Qué estupidez he hecho?

Andrés
***
DIOS ES BRASILERO
“Uno encuentra afuera, lo que tiene adentro”
—Alberto Salcedo Ramos

43
Hacia el sur

Llego al salón después del cambio de clase, saco los


cuadernos sobre el puesto y volteo a ver el ruido que hace una
compañera que está llorado por un ensayo que debía presentar y
olvido en su casa. Me siento al lado del grupo mirando sus
lágrimas sin sentido. Mientras el resto de los compañeros intentan
animarla.

Me quedo mirándola sin entender por qué le ponen tanta


atención, pienso que en la vida hay cosas tan verdaderamente
importantes por las cuales uno sufrir, no perdería mi tiempo
haciéndolo por un trabajo. Solo la veo y le sonrío desde una
esquina, sacando un cuaderno. Que vidas tan simples pueden
tener para que ese sea un motivo para amargar su existencia.

Valentina se acerca a mi puesto, mientras yo escribo garabatos


en el cuaderno. Me siento extraño, me da un beso en la mejilla y
me Pregunta:
― ¿Qué haces?
― Nada, acá leyendo.
― ¿Te ayudo?
― No hay necesidad, casi acabo.
― Vale.
― Que chévere que hallas tomado esta electiva.
― Ya ves el destino, sonreímos.

Valentina se va hacia donde sus compañeros y se sienta a


hablar de lo que hicieron el fin de semana, mientras animan a la
chica hundida en llanto. Enrique los llama a todos en un círculo y
les dice:
― Muchas tragedias por esta semana, recuerden fiesta en mi
casa esta semana. Hay que aprovechar que mis papas se van de
viaje a visitar a mis abuelos.

Todos sonríen animados imaginando que este fin de semana


va a ser la locura donde la pasaremos del carajo todos irían a
pasarla bien. Yo los miro a lo lejos, mientras pienso, ¿por qué no?
Recuerda la frase de Oscar Wilde no hay experiencia humana
que no merezca ser vivida. Continuamos trabajando en los
talleres
44
Hacia el sur

El sol entra por las ventanas creando haces de luz en el piso y


convirtiendo el salón en una sauna donde nos estamos
consumiendo en nuestro sudor. El ruido de los alumnos suena en
todo el salón creando un ruido ensordecedor que dan ganas de
taparse los oídos. Estamos en clase, me vibra el celular, meto la
mano al bolsillo disimuladamente para evitar que el profesor me
vea.

Reviso la pantalla de inicio, es un mensaje de Valentina, una


carita feliz. La miro y me sonríe. Me pongo a mirarla, esta chica
me fascina, pero debo concentrarme en las clases, sé que bajar la
guardia podría ser repetir la materia.

Todos empiezan a entregar el trabajo en el escritorio del


profesor. Me paro para llevar el trabajo mientras me desperezo.
Guardo mis cosas y busco con mi vista a Valentina, pero ella ya
salió, rápidamente salgo por el pasillo. La veo a lo lejos, está
hablando con dos amigas. Al verme su cara toma un ligero tono
carmín. Nos paramos uno al frente al otro, sonrió al verla y ella
hace lo mismo.
― Hola, saliste muy rápido.
― Tenía que cuadrar un trabajo con unas compañeras.
― ¿Cómo va ese semestre? ― Pregunto intentando
dinamizar la charla.
― Bien con muchos trabajos.
― Yo ando igual― digo poniendo cara de cansado.
No veo la forma de hablarle apartado de sus amigas, quisiera
que estemos solos. La miro, me parece preciosa. Ella se queda
mirándome fijamente unos segundos y saca un masmelo rosado
de su bolso y me lo da.
― Chao lindo, voy a la cafetería antes de que se llene. ―
dice mientras se me acerca.

Se aproxima a mi dándome un beso entre la mejilla y los


labios, siento un corrientazo por todo el cuerpo. Pienso en girar
mi cara y robarle un beso. Pero me gana la timidez y el haber
dudado. Solo sonrió, y le digo que nos veamos más tarde.

45
Hacia el sur

Pongo música en mi celular, busco Nirvana, Breed. Con los


audífonos comienzo a caminar hacia la cancha de fútbol. Saco el
libro que nos había puesto el profe y empiezo a ojearlo, mientras
mis ojos han recorrido algunos reglones. Siento que me vibra el
celular, lo reviso es un mensaje de Valentina.
― ¿Vamos a cine?
― Claro ― Respondo casi automáticamente.
― Te espero a la salida.
― Que sea un plan. Veámonos en la entrada ― escribo
mientras sonrío.
― Besitos, emoticón de beso.
― Igual, un beso.

Salgo de la universidad, estoy ansioso por verme con ella sin


más público. Miro para todos lados para ver donde se encuentra
Valentina. Camino unos cuantos pasos y al final de la cuadra la
veo, está sentada en una jardinera con uno de sus amigos.

La veo junto a Simón, con una actitud sobrada creyéndose el


galán. Está escuchando música en el celular con el brazo
extendido en ella compartiendo los mismos audífonos. Veo al
sujeto con cara de fastidio. No me gusta verla con este tipo, creo
que siento celos de verla tan cerca a ese sujeto. Ella me ve y se
despide de su amigo que está metido en su cuento y ni me voltea
o a mirar. Ella me ve sonriendo, camina rápidamente hacia donde
yo estoy, dándome un abrazo.
― Hola, te estaba esperando― me dice mientras sonríe.
― Hola― respondo con un tono seco.
― ¿Vamos?

Nos despedimos de Simón, miro hacia atrás mirando al sujeto,


respiro profundo hasta llegar a la avenida hacia el centro. Pienso
¿dónde ir? no quiero parecer un chico del montón con el que va
en plan de palomitas y manos sudadas. Quiero demostrarle que
soy un chico interesante, que merezco estar con ella.

Llegamos al centro, pienso varias opciones para hacer algo.


Así que vamos a la cinemateca distrital, están en un ciclo de
películas brasileras. En proyección esta una película llamada,
46
Hacia el sur

Dios es brasilero. Entramos, el sitio hay una iluminación tenue,


los tapetes son morados, el sitio esta casi vacío excepto por
algunas personas distribuidas en las sillas por todo el lugar.

El centro de Bogotá, siempre me ha parecido un sitio


interesante, bohemio, donde se encuentra múltiples tiempos en un
solo lugar. La plaza de Bolívar, la casa de Nariño, los museos,
uno siente recorriendo la colonia con todas sus construcciones.
Pero si recorre la séptima un viernes uno puede encontrarse con
los artistas callejeros, bailando, cuenteros, o músicos en la calle.

Me siento en este teatro en un ambiente aristocrático, en las


sillas cercanas se encuentran universitarios y uno que otro
intelectual. Me siento muy bien estar alejado del ruido de niños
malcriados que desean palomitas y adolescentes idiotas que les
gusta consumir las películas que están de moda.

Nos sentamos en las sillas en la parte de atrás, estoy algo


nervioso. inicia la película con un inicio de música bossa nova
que me hace sentir como si estuviera en la playa. La película
trata que Dios tiene unas vacaciones en Brasil y se encuentra con
un joven sinvergüenza que se dedica a pescar. Le otorga su poder
mientras él se va de viaje.

La película es una crítica a como la gente deja su vida en


manos de dios en los asuntos más urgentes, quitándose la
responsabilidad de sus vidas y olvidando la parte más importante,
que es la espiritualidad.

Mientras estoy concentrado en la película siento el rocé de la


mano de Valentina en la mía, una sensación electrizante me
recorre por todo mi cuerpo. Salgo de mi estado hipnótico con la
película. En mi mente pasa la idea, esta tarde no es para ver cine,
sino para aprovechar que estoy con la chica que me gusta. La idea
de esta tarde es hacerla inolvidable.

No sé cómo acércame, cómo disimular estas ganas de querer


robarle un beso. Hago el cliché de las películas, abro los brazos
como si quisiera desperezarme para abrazarla, pero ella en ese
47
Hacia el sur

instante se agacha para amarrar un tenis y me siento como si


fuera una excusa para evitarme. Me siento como un idiota
haciendo bobadas que no funcionan y vuelvo acomodarme en mi
sitio. Me quedo mirando la película, sintiendo en mi mente como
he fracasado el plan romántico. Hasta ahí me llega el valor, me
resigno a continuar viendo la película.

Me vuelvo a concentrar en las escenas de la película y siento


como su mano acaricia la mía. Lentamente se desliza con la punta
de sus dedos de forma cadenciosa. Me siento nervioso y el
corazón me palpita rápido. No creí que un simple roce de su
mano me pueda hacer sentir así.

La miro de costado se ve hermosa con esa sonrisa infantil y


ese cuerpo de mujer sensual. Se acaba la película y me siento
frustrado pues mi intento de seducción ha fracasado. No he
podido darle ni un beso, ni decirle que me encanta. La tomo de la
mano para ayudarla a salir entrelazando sus dedos en los míos.

Salimos de la cinemateca, miro el celular son las cinco de la


tarde aún es esta claro el día. Unos nubarrones se ven en el
horizonte volviéndose oscuro en minutos. Caminamos por la
séptima, nos sentamos afuera de una cafetería.

Valentina empieza hablarme de la película, que yo me he visto


por fragmentos por estar pendiente de ella. Nuestra conversación
es interrumpida por un hombre de mediana edad, cabello largo
desordenado, pantalones ajustados, chaqueta de jean, con una
sombrilla en la mano que vende manillas y aretes.

Intento pararlo antes que inicie con su discurso repetitivo de


vendedor, diciéndole que no nos interesa. Pero el hombre toma la
sombrilla negra que carga y toma un par de aretes en forma de
perlas y se los entrega a Valentina diciendo:
― Mira nena siento una energía muy bacana, estos aretes
fueron hechos para ti, así como este chico. Tómalos, dame lo que
quieras por ellos.

48
Hacia el sur

Ella es muy dulce con todas las personas que se le acercan, así
que sonríe. Toma los aretes en la mano mirándolos como unos
objetos mágicos. Mientras me mira como si hubiera una conexión
entre todo, algo asombroso que vivimos en este momento.

Me disgusta que la gente invada mi espacio personal, que


interrumpa mi cotidianidad y este sujeto se atraviesa en el mejor
momento. Sonrío mientras la observo, es perfecta, convierte un
momento común en algo mágico. El granuja de los aretes se salió
con la suya. Saco un billete de mi bolsillo y se lo doy al tipo por
el obsequio.
― Gracias, mi Dios se lo pague bacán, saben que, hacen
muy linda pareja se les nota desde lejos que se quieren. – dice con
su voz pausada y ronca.

El tipo sigue caminando en su mundo maravilloso hasta


perderse por la séptima rumbo a la plaza de Bolívar. Algunas
gotas de agua empiezan a caer. Valentina saca la mano, mientras
ve cómo aumenta poco a poco la lluvia. Luego da unos pasos
mientras las gotas chocan sobre su cuerpo.

La contemplo pareciéndome alguna escena de una película


francesa. Se ve hermosa, como una criatura sagrada mientras da
vueltas bajo el aguacero. Me toma la mano llevándome también
bajo la lluvia. Normalmente odiaría mojarme en Bogotá, pero
esta vez no me importa, la abrazo dándole una vuelta como si
bailáramos quedando nuestras caras muy cerca. Todo es poético,
la película, el tipo que sale de la nada, la lluvia, ella y yo.

Nos tomamos de la mano totalmente mojados, riéndonos y


saltando sobre los charcos como niños pequeños. Mientras
caminamos hacia el Transmilenio. Llegamos a la estación, la fila
para poder pagar los pasajes es larga. Es la primera vez que no
quiero llegar a la taquilla. Hago la fila mientras entre risas ella me
acompañaba desde afuera, aunque ella es la que se va ir.

Terminamos la fila ya con el pasaje comprado la tomo de la


mano acercándome a su cara e intento darle un beso, pero ella se
aleja con una sonrisa coqueta y me dice:
49
Hacia el sur

― Aún no, lindo. Dejemos que la magia siga inundándonos.

Pasa la registradora y se despide, después de tres pasos gira su


rostro para verme, me manda un beso con su mano y me sonríe.
Continúo caminando hacia fuera de la estación para ir a mi casa.
Me quedo observándola desde la estación mirando cómo se aleja.

Carlos
***
CANTO DE SIRENA
“Atado al mástil de los sueños, contemplando la tentación más
deseada, Viendo el acantilado donde voy ser despedazado”

50
Hacia el sur

—Harold Camargo

Camino con Catalina cerca de las jardineras del centro


comercial, está oscureciendo. Por su trabajo es imposible vernos
más temprano. Estoy sin voz, el frío de las últimas noches me ha
dejado casi sin voz. Pienso que debo dejar la costumbre de
amanecer en la calle por el bien de mi salud. Me siento enfermo,
con estornudos, los mocos asomándose en mi nariz y tengo que
andar con un pañuelo como guardián nasal.

Me pasan muchas cosas por la cabeza sobre lo incomodo de


salir con ella sintiéndome así. Siento pena de hablar sin voz y con
este moquero involuntario. No sé cómo hablar sin sonar como un
gangoso. No me puedo comunicar, pero sorteo la situación, me
acerco a su oído. Ella está igual de enferma que yo con una leve
voz que se pierde entre sus labios, y le digo:
― Me gusta hablar contigo.

Sonríe, entendiendo la ironía de mis palabras. Nos sentamos


en una silla de madera que hay en nuestro camino. Mientras el
silencio nos consume, mi mano repta buscando agarrar la suya.
Aparece un extraño personaje con una mota en vez de pelo,
vestido de colores alegres, en mi cuasi fantasía inventada creo
que, si estuviéramos en la edad media que sería un arlequín, un
payaso.

Se para frente a nosotros. Nos miró interesado y nos dice:


― Veo una muy buena energía en ustedes algo me dice que
los dos… sonríe estrepitosamente. Saben les obsequio esto.

Nos da una semilla redonda a cada uno, es una esfera


pequeña, color negro; nos mira diciendo:
― esta es una semilla mágica, así que pidan el deseo que
quieran y les será cumplido.

Dice el hombre en medio de su contemplación psicodélica de


la realidad, después sigue con su caminar perdiéndose entre las
personas.

51
Hacia el sur

Nos miramos y reímos.


― ¿Que fue eso? me pregunta ella.
― El destino ― le respondo riendo.
― Oye has pensado que tal vez estábamos destinados a que
nos conociéramos, que un conjunto de casualidades nos ha
llevado hasta aquí contemplándonos el uno al otro sin voces. Sera
que eres la mujer de mis sueños y te has materializado porque
debía ser así.
― ¿Cuáles sueños? ― me pregunta.
― Callo y sonrió, recordando un poema de Verlaine.

Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante


de una mujer ignota que adoro y que me adora,
que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora
y que las huellas siguen de mi existencia errante.
Se vuelve transparente mi corazón sangrante
para ella, que comprende lo que mi mente añora;
ella me enjuga el llanto del alma cuando llora
y lo perdona todo con su sonrisa amante.
¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro.
¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro,
el de virgen de aquellas que adorando murieron.
Como el de las estatuas es su mirar de suave
y tienen los acordes de su voz, lenta y grave,
un eco de las voces queridas que se fueron…
Paul Verlaine

Mientras hablamos, miro el celular, son las once de la noche.


El centro comercial cerró. Decidimos ir hacia un bar de rock
llamado Subterráneo, queda sobre la Primera de Mayo en un
tercer piso es un bar de metal pesado. Entramos y el sonido de los
bafles es ensordecedor. No entiendo absolutamente nada de lo
que dice la música, pero me encanta mover la cabeza con los
otros al ritmo del bajo, la batería y las guitarras eléctricas.

Compramos cervezas y movemos nuestras melenas al ritmo de


la música. Suena abeja reina de rata blanca siento como la
adrenalina recorre mi cuerpo, siento como el dolor y ese
52
Hacia el sur

sentimiento de soledad se aleja de mí. Me siento lleno de


energía, como protegido por un manto místico, como si fuera
capaz de cualquier cosa.

Esa idea recurrente del destino me sigue dando vueltas en la


cabeza. recuerdo como los griegos creían en las Moiras, unas
brujas que se encargaban de tejer el destino. Las personas iban al
oráculo para que les mostrara su destino y saber que les esperaba
en sus vidas.

Sonrió mientras me pregunto ¿Dónde estará el oráculo que me


diga que me espera? ¿Cuál es mi destino? En esta obra llamada
vida, Shakespeare dijo: todo el mundo es una escena sobre el
cual los hombres y las mujeres son pequeños actores que vienen
y van.

¿Si no hubiera salido a comprar esa camiseta no hubiera


conocido a Catalina? ¿O ya estaba en mi destino? Y ¿hubiera
aparecido en una tienda o algún concierto? ¿sino supiera quien es
Bathory no tendría de que hablar con ella? ¿si escuchara
reggaeton en vez de rock, jamás nos hubiéramos conocido? El
estruendo del sonido me sacó de mis pensamientos.

Nos sentamos en una mesa de madera desgastada por el uso,


con miles de cosas escritas en esfero. Quedamos cerca a los
televisores para poder ver los videos. Antes de alcanzar a
levantarme a pedir algo llega el mesero y le pido una caja de vino
que el mesero trae casi de inmediato. sirvo en un par de vasos
plásticos y le ofrezco a ella.

Suena música en los bafles, tarareo un par de canciones


mientras ella comienza hablarme de sus relaciones anteriores. Me
habla de los demonios que se ocultan en su corazón, sobre sus ex
novios y lo que paso con ellos. No sé por qué si estamos en plan
rockero sale con esos comentarios. ¿A quién le interesa que le
hable de otros manes la chica que le gusta? Me empieza hablar
que el amor de su vida. Un sujeto que le dejaba chocolatinas en
el parque, que era un cretino que había dejado embarazadas a
cinco viejas del barrio. Pero ella aún lo quería.
53
Hacia el sur

El otro es simio bonobo que es amigo de su hermano que tenía


sexo con la chica que se le ponía al frente. El otro un metalero
que está casado y tiene un hijo, aun así, se hablan por celular
frecuentemente, y se encuentran de vez en cuando. Se escucha la
tristeza en su voz mientras me contaba, sus ojos se aguaron llenos
de recuerdos.

Me quedo mirándola, me gusta mucho, pero a esta chica le


falta un tornillo. Le gusta meterse con gente tostada y estúpida,
simios en celo con un vacío tan grande que buscan llenarlo con
relaciones rápidas y perturbadoras. Eso me pone a pensar ¿cómo
me ve? ella me encanta, pero es un riesgo tragarme de ella.

La veo serena, tranquila como si contarme sus experiencias le


quitara un peso de encima. Mientras la escucho no dejo de pensar
como aquello que nos hace sufrir nos vuelve más fuertes, en eso
momentos es cuando crecemos. Tal vez no lo ha hecho si sigue
repitiendo lo mismo una y otra vez.

La conversación se está poniendo trascendental y no me


interesa imaginármela sufriendo por otro tipo. Tengo claro que
una salida es para pasarla bien, no para perder el tiempo hablando
de traumas psicológicos, le digo:
― Oye, cambiemos de tema, prefiero creer que eres mi
dulcinea y toda tu vida solo me estuviste esperando.

Sonrió intentando suavizar mi comentario y que parezca una


broma. Mientras intento cambiar el tema de esa colección de
sujetos horripilantes, vacíos, sin alma. En mi cabeza no entiendo
¿por qué ella atrae ese tipo de sujetos? Recuerdo por un momento
la conversación de la esencia y la apariencia con mis amigos en el
centro comercial.
― Carlos, no te quiero lastimar.

La miro con cara de extrañado, casi carcajeándome dentro de


mí, sin entender a qué va ese comentario.

54
Hacia el sur

― Tu no me puedes lastimar, tengo claro como son las


cosas, la estamos pasando bien, y me encanta darte besos, eso no
quiere decir que me vaya a enloquecer por ti.
― Me alegro que lo tengamos claro, siento que eres el
primer chico bueno con el que salgo y lo que menos quiero es
herirte. Yo no me apego a nadie, pero quizás tú seas el primero.
― Deberías tu tener cuidado te enamoras locamente de mí, y
acabas de chica intensa haciéndome escenas de celos con mis
amigas, sonrío.

Los dos ponemos las cartas en la mesa, me da vueltas en la


cabeza, sé que el que se enamora pierde. Tal vez ambos tenemos
ese miedo al compromiso. Ese peso que se siente al pensar que
tienes la responsabilidad del corazón del otro, de poder lastimarlo
o que te lastimen.

Estamos en medio de nuestra conversación sobre futuros


posibles cuando se escucha en los parlantes una canción The
Queen. Me paro de la mesa sintiendo cada nota de la música en
mis venas, comienzo a mover la cabeza como si la música me
inundara. Imito el video, simulando ser Fredy Mercury el
vocalista del grupo. Imaginándome bailar en un ritual sagrado
purificando mi alma. Quiero purgar mi mente de esas cosas que
esta conversación me produjeron. Sacarme de la cabeza que no
puedo estar bien, sino es a su lado. Tengo una sensación en el
pecho, no sé, creó que eso es amor. Pero sé que sino saco eso de
mi sistema la voy a pasar muy mal.

Ella busca tipos que la hagan sufrir, busca un prototipo de


macho alfa, un animal territorial. No sé en qué momento he
pasado de desearla a empezar a sentir estas cosas. Sé que yo
puedo ser un sujeto así, pero siento una necesidad horrible de
cuidarla, de querer estar cerca suyo, de amarla, estar ahí para ella.

Al terminar la canción regreso a la mesa, me observa de una


forma extraña, me sonríe. No intento descifrar lo que piensa solo
me acerco y nos besamos. Nos sentamos y nos ponemos hablar de
música, haciendo planes de nuestro futuro, a donde iremos,

55
Hacia el sur

cuanto duraremos, juramos que estaremos el uno para el otro para


siempre.

Salimos del bar, es tarde, poca gente transita por allí. La cojo
de la mano y caminamos hasta la carrera séptima. Esperamos en
un paradero para tomar el bus. Está haciendo mucho frío, me
hago detrás de ella abrazándola. Siento su cuerpo junto al mío,
titila de frio, acaricio su pelo, sus mejillas, me acerco y la beso.

Me quedo mirándola y me parece la criatura más sensual sobre


la tierra. No puedo dejar de sentir esta cantidad de cosas, pienso
por un minuto que no me importa lo que pase después, solo tengo
una necesidad horrible de tenerla junto a mí.

Me acerco a su oído, quiero decirle que me gusta mucho. La


abrazo sintiendo una cantidad de cosas por dentro, le susurró al
oído, pero la palabra que me sale de los labios es:
― Te amo.

Ella al escucharme, da un paso hacia adelante y me mira de


una forma que jamás lo había hecho, como si fuera un insulto lo
que le he dicho. En ese momento me siento un tonto, sé que en
esta sociedad líquida todo es pasajero, no se puede decir
abiertamente lo que se siente. Debí quedarme callado, aprovechar
el momento, disfrutarlo.

Me siento rechazado, ella se tensiona, se aleja unos pasos y


me pide que caminemos hasta el otro paradero por la demora del
bus. Caminamos alejados mientras me dice casi como reclamo,
― No me gustan las personas melosas.

Aparento que no me importa y camino a su lado. Meto las


manos en los bolsillos, acelerando el paso. Me siento como un
tonto, sé cómo son las cosas y aun así me deje llevar por estas
bobadas que me hace sentir. Camino en silencio sin mirarla
sintiéndome como un idiota, no sé por qué le dije que la amaba,
creo que me gano todo eso que me hace sentir y la asuste.

56
Hacia el sur

Sé hacia dónde va esto, ambos sabemos que esto duraría solo


un rato, que todo en este mundo está hecho para acabarse.
Vivimos una historia más, otra que solo quedará como un
recuerdo para contar en alguna borrachera, solo algo que el
tiempo desvanecerá.

Recuerdo lo que hablaba el profesor en clase, el amor se


piensa como sinónimo de felicidad, pero es lo contrario. El
nacimiento del amor es sinónimo de dolor, se sufre por no tener
la persona a la que se ama. El nacimiento de afrodita ocurre
cuando le cortan los testículos a Urano y su semen se mezcla con
el mar, aparece en una concha. No puedo pensar un mayor dolor a
que te quiten los huevos, bueno quizás sí, estar enamorado y no
ser correspondido, es como tener mil agujas debajo de las uñas.

Siento que esta noche la otra cara de la historia, el dolor, la de


sufrir amando, sentir esa angustia que puede llevarnos vivir esto.
No dejo de pensar, cómo es absurdo que, en la búsqueda de la
felicidad al encontrarla, se acaba.

El amor nos pone una sonrisa en la cara, pero no nos da


tranquilidad, ni nos llena de plenitud, ni es la más elevada forma
de los seres humanos. Lo más trágico del amor es que no
podemos dejar de sentirlo, siempre estamos metidos con él en
todo lo que hacemos. Todo lo que inventamos primero lo
sentimos y después le encontramos explicación. El amor se
padece, siempre que se piensa en el amor sabemos que no nos
conviene enamorarnos y conociendo eso más profundo caemos en
lo que sabemos no nos conviene.

Catalina cambio su forma de actuar, tan distante, cambio


como si fuera otra persona completamente diferente a quien me
había acompañado durante la noche. Me hace sentir solo, vacío,
cual juguete que ha terminado de divertir.

La tengo junto a mí y quisiera tenerla lejos. Hace unos


minutos solo deseaba estar con ella y ahora siento esa sensación
de importarle un carajo. Me acuerdo de las palabras de mi papá

57
Hacia el sur

cuando quería parecer profundo, siempre que se tomaba un par de


cervezas:
― Enamórese de quien quiera, pero no deje que le
destrocé la vida.

Me dan ganas de largarme de allí, y dejarla con su actitud de


niña tonta. No dejo de decirme que soy un idiota, porque caí en
esa costumbre que nos generan las personas. Después de ser
Catalina una chica cualquiera en una tienda, paso a ser alguien
cercana. El querer estar cerca de ella, ese tener que estar
escuchando su voz para poder dormir. Soy víctima de esa
dualidad de placer y dolor que inunda nuestra alma, soy un
enamorado que ha entregado su alma y sufre la ansiedad del
enamoramiento y padece el amor.

58
Hacia el sur

Andrés
***
CARPE DIEM
“Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para
bien y para mal”
—Antoine de Saint-Exupéry

Estoy acostado viendo televisión, con la guitarra sobre las


piernas tocando algunos acordes. Suena el celular, me estiro hacia
el otro extremo de la cama. No alcanzo a contestar. Miro el
mensaje es Valentina. Vuelve a sonar, se me acelera el corazón y
contesto.
― Hallo Schön
― Hola, ― Sonrió sin entender que me dice.
― ¿Cómo estás? ― Respondo.
― Bien ¿Qué dice arriba? Quede pensativo con esa palabra
tan extraña.
― Eso traduciría algo así como Hola lindo, es alemán.
Quiero escribirte algo que solamente tú y yo entendamos. que sea
nuestro código secreto.
― O sea que me tocó aprender idiomas – sonrío.
― ¿Qué haces?
― Estoy tocando guitarra.
― Que chévere no sabía que tocaras. – Me dice asombrada.
― Si, sé tocar algunas canciones.
― ¿Cuándo me cantas una canción?
― Cuando quieras. ― Le digo mientras recuerdo que
minutos antes cantaba pensando en ella.
― ¿Y tú que haces?
― Estoy escuchando algo de Therion y Paganini.

No se es quién es Therion, ni que vaina es paganini, pero no


quiero parecer un ignorante delante de ella, así que miro
rápidamente en internet. El primero es un grupo musical de metal
59
Hacia el sur

sinfónico y el segundo un violinista del siglo XIX, era famoso


porque tocaba muy rápido el violín, por eso las personas decían
que tenía pacto con el diablo y podía tocar a una velocidad
increíble.

Me encanta que ella me hable de cosas que desconozco, me


gusta que sea una chica inteligente. Me hace sentir que es alguien
especial, única, que debo esforzarme para poder estar con ella.
Pienso que eso que llamamos amor es la búsqueda de eso que nos
hace falta. esa fuerza que nos atrae, como la fuerza de la gravedad
atrae a los planetas. Eso que hace que un individuo este pendiente
del otro. El amor está más allá de cualquier reflexión. Cuando
amamos alguien aun conociendo que nos hará sufrir, nos
lanzamos de cabeza. Salgo de mi reflexión y le contesto:
― Estoy escuchando… Queen, Bohemian Rapsody y …
pienso en algo que suene como si conociera de música clásica, lo
único que me llega a la mente es Claro de luna de Beethoven.

Queen es en mi grupo favorito después de ver la película,


conocía un par de canciones, pero desde ahí comencé a conocer
su discografía y Claro de luna me llego a la cabeza por un video
juego de Resident Evil, en el qué se debe completar las partituras
para tocar la canción y desbloquear una puerta. Ella me dice:
― Genial, esa canción de Beethoven me encanta esa
melancolía que mueve el alma y Queen es muy chévere tiene
todo tipo de ritmos, estuve en el concierto.
― A mí también me gusta mucho, la estética, las letras.
― ¿Cuándo vamos a un barcito a escuchar música?
― Que te parece hoy, veámonos más tarde.
― Un besito Schön
― Igual hermosa.

Guardo el teléfono y miro mi billetera, no tengo un solo


centavo para poder salir con ella. Que embarrada ser pobre. No
pierdo el tiempo pidiéndole a mis papas me escribe Simón.
― ¿Qué está haciendo?
― Nada.
― Camine al parque, lleve la guitarra.
― Bueno, ya nos vemos.
60
Hacia el sur

Salgo al parque atrás de mi casa donde voy a caminar cuando


estoy pensativo. Aparece Simón, inmediatamente pienso que es
mi salvador.
― Venga présteme plata.
― No tengo, estoy sin un peso.
Quedo pensativo, mi decisión apresurada de invitar a salir a
Valentina queda frustrada por no tener dinero.
― Ayúdeme, quedé de salir con Valentina y no tengo ni
para una limonada.
― Póngase a cantar en los buses, ríe descaradamente.
Escucho su idea y no me parece descabellada. Un artista con
un público improvisado, no estaría pidiendo limosna, sino que
pediría un pago por mis servicios de quitar el aburrimiento en ese
transcurso lleno de gente pidiendo plata en los buses con excusas.
― Oiga, pero no es mala idea.
― ¿Lo hacemos?
― Camine.

Llegamos a la avenida dispuestos a comenzar nuestra


aventura, pero ninguno de los dos es capaz de parar un bus para
subirnos. Me pongo a pensar que el amor no es práctico, aun así,
se hacen todo tipo de locuras por él. Miro los buses que se
parquean frente a nosotros, pero me gana el miedo a que nos
digan que no o tal vez a que nos lleguemos a encontrar alguien
conocido. Sabemos que es por molestar, pero aun así nos da pena.
Caminamos hacia el semáforo, esperando que algún bus pare con
la puerta abierta.

En ese momento frente a nosotros un bus para cerca al


semáforo, levanto la guitarra más por molestar y parecer gracioso
que por creer que fuera a dejarnos montar. El conductor nos dice:
― Suban.
El corazón se me acelera, Simón me empuja al ver que dudo
por un segundo.
― ¡Siga!
Me cruzo por detrás de la registradora para no marcar el
pasaje como he visto muchas veces que hacen los artistas
callejeros. Me paro al frente agarrándome de los tubos para evitar
61
Hacia el sur

caerme, Simón se sienta con la guitarra, quedo frente a la gente


sentado, que me ven parado frente a todos en silencio.

Siento un sudor frío atravesándome, no sé qué decir aun


cuando uno había escuchado mil veces los discursos de los que se
subían. Hablo con voz calmada mientras mi corazón palpita
fuertemente. Buenas tardes hoy vinimos a traerles un par de
canciones, espero que les guste. Me siento como un cantante
famoso antes de dar un gran concierto con la adrenalina pasando
por todo mi cuerpo.

Sin habernos puesto de acuerdo que íbamos a tocar Carlos


comienza hacer sonar los arpegios de la guitarra. Mientras él hace
el círculo armónico intento descifrar que canción es la que toca.
Después de unos minutos reconozco la canción es De madrugada
de Ekhymosis, lo canto a todo pulmón creyéndome un gran
escenario. Luego suenan los acordes de nuevo y de la guitarra
brota Vasos vacíos de Los Cadillacs. Al final de la actuación
todos los del bus aplauden. Levanto la voz y digo:

¡Gracias! Espero que les haya gustado y les agradecemos


cualquier colaboración.

Simón se levanta pasando por los puestos estirando la mano


para recibir los billetes y monedas que las personas nos daban
mientras nos felicitan. Bajamos del bus y repetimos la operación
en los siguientes carros, más llenos de confianza. Tocábamos las
canciones, siendo igual los resultados.

Al bajarnos del bus frente al centro comercial entramos a una


cafetería habíamos reunido mucho dinero. Repartimos por la
mitad. Pienso como más que tener el dinero, me siento lleno de
energía por haber vivido otra experiencia, Carpe diem como dice
el profe, aprovecha el instante. Sonrió mientras recuerdo sus
palabras hagamos de nuestra vida algo digno de ser recordado y
como bono adicional, ya puedo invitar algún lado a Valentina.
Tomo el celular y le envió un mensaje:
― Hola. ― Aun palpitándome el corazón de la emoción.
― Hola.
62
Hacia el sur

― Te estaba pensando. ―No sabía la locura que había


hecho por verla.
― Yo a ti ¿nos vamos a ver?
― Claro schön, estoy en el centro en Terraza.
― Vale, un beso, ya nos vemos.
― Chao.

Estoy en la diecinueve con veinticuatro, camino algunas


cuadras tomo la séptima y de ahí vía a terraza. Es viernes así que
hay mucha gente caminando en medio de espectáculos culturales,
personas tocando jazz en la calle, otras bailando salsa y otros
vendiendo cuadros y chucherías.

Llego al sitio donde nos quedamos de ver, esta ella


esperándome cerca de la entrada.
― Hola. ― La saludo mientras le sonrío.
― Hola.
― Bueno ¿A dónde vamos? ― pregunto ansioso.
― Pues yo había pensado en un bar que se llama The doors
¿vamos?
― Te estaba pensando toda la tarde.
― ¿Eso por qué?
― Tenía muchas ganas de verte.
― Yo a ti schön.

Entramos al sitio, nos ubicamos en una mesa de madera del


segundo piso. Oye te escribí algo, saqué un pedazo de hoja en el
que había garabateado algunas palabras y se la di, ella me miro,
lo leyó.

Eléctrico toque de tu boca

Suave como el viento, Mortal como tánatos


Sensación que se desliza hacia mi alma reptando por mi
pecho, rodeándolo consumiendo mis pensamientos,
Ocupando mis recuerdos.

Eléctrico Canto de sirena que me conduce a mi muerte, Atado


al mástil de los sueños, contemplando la tentación más deseada,
63
Hacia el sur

viendo el acantilado donde voy ser despedazado y rogando a


Poseidón tan deseada muerte en tus brazos.

LA OTRA CARA DEL ESPEJO


“Tu visión se volverá más clara solo cuando puedas ver dentro de
tu corazón”
—Carl G. Jung

Catalina estaba trabajando en la tienda de camisetas, sentía un


horrible dolor de cabeza, sentía casi como si la cabeza le diera
vueltas, tal vez había atrapado un virus. El jefe le estaba hablando
de la ubicación de las cosas en la tienda. Le vibro el celular, ella
lo tómo para mirarlo y el gerente de la tienda frunció el ceño
llamándole la atención, recordándole que en los espacios
laborales está prohibido utilizar objetos no requeridos en su labor.

Ella se quedó mirándolo directo a la cara mientras pensaba,


maldito asalariado idiota que explota la gente con un sueldo
miserable es un empleado más y se cree el dueño de la empresa...

Revisó era Carlos, era su quinto mensaje. Dejó el teléfono sin


mirar, otra vez él, que pereza. ¿No tendrá nada que hacer? Sabe
que estoy trabajando y me gane un regaño por su culpa.

Estaba enojada, tenía ganas de enviar todo al carajo. La sola


presencia del idiota del gerente de la tienda le generaba estrés. Se
asomó a la puerta del almacén a tomar aire para evitar gritarle en
la cara y quedarse sin trabajo. El jefe volvió a llamarle la
atención,
― Señorita creo que falta etiquetar todo esto como para que
usted este perdiendo el tiempo ahí parada.

Suspiró sin decirle nada, pero lo miro con cara de odio,


apareciendo un tic sobre su labio, que el tipo prefirió no decirle
nada más. Entró hacia la bodega bajo las cajas para etiquetar la
64
Hacia el sur

mercancía nueva. Sonó su teléfono, era Carlos. Contesto el


celular y antes de que ella pudiera decirle algo, él comenzó a
gritar:
― ¡Porque no me contestaba los mensajes en el celular, ni
me ha devuelto las llamadas!

Ella simplemente fingió no escucharlo, tomo aire y le colgó.


Ese día no estaba para soportar a nadie, cuando ella necesitaba un
apoyo él se convertía en una carga. lo bueno que él llego a
parecer en algún momento se acababa poco a poco. Se volvía
asfixiante, la cantidad de mensajes que llenaban su celular, las
llamadas, el querer besarla a toda hora, que quisiera estar con ella
siempre.

La magia se terminó. Ahora le parecía un sujeto perturbado y


obsesivo. Sentía que ese trastorno obsesivo compulsivo había
terminado con todo el encanto. Como una persona puede perder
su encanto en un abrir y cerrar de ojos. Ella había sentido algo
por él, pero piensa que perdía mucha energía en alguien que no la
llenaba y por el contrario se la pasaba llamándola intentando
absorber su vida.

El gerente estaba estresado, contesto una llamada en la que


termino gritando. Termino la llamada y salió del almacén sin
despedirse mientras insultaba al sujeto. Ella se acomodó en una
silla para seguir acomodando las cajas. Cuando escuchó la voz de
un cliente en la parte de afuera.
― Buenas.
Ella reconoció la voz de inmediato, era uno de sus amigos de
la universidad.
― Hola ¿cómo estás? ¿en qué te puedo ayudar?
― Solo estaba vitrineando y pasaba por una camiseta y
te vi, así que decidí pasar a saludar. Tienes cara de malgenio.
― El estrés del trabajo.
― Te puedo invitar algo de tomar para que despejes un poco
la mente.
― Si, hoy lo necesito.

65
Hacia el sur

Duraron conversando gran parte de la tarde, hasta que la hizo


olvidar de su crisis. Se puso a pensar como una persona que no
conocía le amargo el día y otro desconocido se lo alegro. La tarde
se pasó entre coqueteos disimulados y risas, cumplió su horario y
él le ayudo a cerrar la tienda y subieron a un bar en el segundo
piso y se tomaron dos cocteles mientras hablaban.

Catalina sentía que Cupido la había flechado. No era su


responsabilidad, era de aquel ser infantil que la había flechado en
su corazón y no era responsable de lo que sentía. A ella no le
importaba Carlos, sentía que no deseaba lastimarlo, ni sembrarle
esperanzas, pero no era su obligación hacer feliz a nadie más sino
a ella misma.

Sentía que no era justo para él que siguiera allí sufriendo por
ella. En realidad, eran dos amigos con derechos, pero nunca
habían formalizado nada. Así que decidió distanciarse de Carlos.
Le dejaba los mensajes en el celular en visto o se los contestaba
cada dos días. Se portaba fría distante, sacaba su teléfono para
chatear cuando estaba con él, o se ponía citas con su nuevo amigo
mientras estaban juntos.

66
Hacia el sur

Andrés
***
EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR
“Sí, Soy un soñador. Un soñador es aquel que sólo puede encontrar
su camino de luz en la luna, y su castigo es que ve el amanecer antes de
que el resto del mundo”
—Oscar Wilde

Después de una semana llena de ensayos, trabajos y lecturas,


llego el fin de semana, es puente y los papás de Juan se fueron de
Bogotá. Estamos en la biblioteca terminado de cuadrar algunos
trabajos para la otra semana. Juan no ha dejado de hablar toda la
semana que tenemos que reunirnos, que nadie puede faltar, que
va a ser una fiesta dionisiaca donde probaremos los límites de la
realidad. Él toma su celular y me envía un mensaje por whatsapp
para recordar a todos sobre la fiesta. Todos confirmamos, nos
quedamos de ver a las seis de la tarde.

Pienso que en realidad necesito un descanso de tanta


academia, creo que nunca en mi vida había leído tanto. Después
de un largo y apretado recorrido por Transmilenio, llego hasta el
barrio Venecia, ubicado por la autopista al sur, con Boyacá.
Pongo el celular y busco la dirección de la casa del mono, llego
hasta la curva de la sevillana y es en una casa de dos pisos con
rejas blancas. Timbro, se escucha desde afuera la voz de Juan que
esta con el mono, escuchando música a todo volumen. Sueno el
timbre, Juan baja y abre la puerta, me recibe con un abrazo

67
Hacia el sur

sincero que solo después de un par de cervezas se puede dar,


luego grita desde la calle:
― ¡Llegó Andrés ¡

Entro a la casa, en el primer piso está el garaje, una habitación


al fondo, la cocina y un baño. Subo las escaleras que están a un
costado de la entrada, Los saludó efusivamente y le entrego un
six pack que traigo en la maleta. Nos sentamos en la sala frente al
televisor y nos ponemos a ver vídeos mientras cantamos a todo
pulmón las canciones. El mono va a la cocina a traer algo de
comer. Suena el timbre, grita desde el otro extremo de la casa:
― ¡Carlos abra la puerta!
Bajo las escaleras con el afán de la ansiedad, abro la puerta, es
Valentina con una amiga. Antes de que pueda reaccionar
Valentina me da un abrazo, que casi me hace caer de espaldas,
salvándome solo porque estoy agarrado de la puerta. Respondo su
gesto y le doy un beso en la mejilla. Las acompaño al segundo
piso hasta la sala donde nos encontramos todos.

Les paso unas bebidas a las recién llegadas, tomo el control


del televisor busco en youtube, Calle 13, Ojos color sol, por
alguna razón siempre que la escucho pienso en Valentina. Subo el
volumen, me acerco a su oído y le digo esta canción es para ti.
Nos acomodamos todos en la sala. Se siente un ambiente alegre,
todos conversamos y reímos. Me acerco a la tele y subo todo
volumen mientras comenzamos a corear, cantando al tiempo.

Bajó al baño que está en el primer piso cerca al garaje. Me


siento mareado, pero la estoy pasando genial. Mientras me
encuentro perdido en mis pensamientos. Escucho que alguien
detrás de mí, giro y me encuentro de frente con Valentina. Sin
decir nada me pone contra la pared y me besa, mordiéndome los
labios, fundiéndonos en una sinfonía de roses, besos y caricias.

Ella comienza acariciarme, llenarme de besos, su mano se


desliza hacia mi pantalón. Ella me toma muy fuerte devorándome
con sus besos, tocando mi virilidad encima del jean. Me siento
excitado, la tomo de su cara acariciando su rostro casi afanado

68
Hacia el sur

con impulso animal que me consume, le beso el cuello e intento


quitarle la blusa. Ella me detiene, diciéndome:
― Aún no, no es el momento.

Tomo aire intentando recuperar la compostura miro a mi


alrededor, respiro profundo, mis instintos animales casi hacen que
la primera vez que estuviera con una chica fuera en un baño. Me
acomodo la ropa y me peino, la tomo de la mano y le pido que
subamos. Cuando vamos subiendo hacia el segundo piso baja la
novia de Juan enojada, casi empujándonos, sale y tira la puerta
haciendo estremecer los vidrios. Juan baja corriendo detrás de
ella con el resto de las personas de la fiesta, nos cuenta que lo
había encontrado besando a la amiga de Valentina. Él corre detrás
de ella explicándole que han sido los tragos mientras todos se
ríen. Salen a la calle y todo el resto de la fiesta sale detrás de ellos
para evitar que los vayan a robar a esa hora. Aunque en vez de
una pelea parece una feria de circo con todo el ruido que hacen,
con los tragos en la cabeza.

Valentina y yo quedamos solos en la casa. Así que decidimos


subir y nos acomodamos en la sala a poner música mientras
regresaban los demás. Ella se queda mirándome con picardía.
Como un animal salvaje que desea devorar a su presa. Se lanza
sobre mí arrojándome sobre el sofá, mordiéndome los labios. Se
retira un segundo mirando de lejos y se empieza a acercarse
despacio con movimientos felinos.

Ella se quita la blusa, mientras mis manos recorren mí espalda,


besándole el cuello, perdiéndome en las curvas de su cuerpo. Le
quito el pantalón casi queriéndoselo arrancar poseído por una
fuerza animal. Poco a poco la ropa se fue deslizando de nuestros
cuerpos quedando desnudos.

Ella saca un condón de su bolso y me lo da para que me lo


ponga. Lo tomo, pero no tengo ni idea como usarlo así que lo
arrojo en el sofá. Estoy más interesado hacer el amor con ella,
que en cuidarme. Me parece increíble estar besando sus labios,
recorriendo su cuerpo, me parece hermosa.

69
Hacia el sur

Aquella noche mientras caminamos hablando del conejo en la


luna jamás pensé que estaría así con ella. Rosando sus labios,
mientras le acaricio el rostro, la toco para saber que no es un
sueño del que puedo despertar.

Me pongo sobre ella, intentando continuar la danza sensual sin


poner atención a su petición de seguridad. Ella me detiene. Me
dice que si no me pongo la protección no pasaría nada entre los
dos. Tomo el condón e intento destaparlo, pero no le veo forma
de abrirlo con las manos, así que con los dientes lo destapo.
Encuentro un aro de látex que no tengo ni idea que hacer con él.
No se parece a los de las propagandas.
Me siento en una comedia americana y yo soy el payaso del
que todos se ríen. Ella nota mi falta de experiencia y me lo ayuda
a poner. Me siento como un niño torpe que no sabe qué hacer y
que jamás ha tenido un cuerpo femenino tan cerca. Compartimos
nuestros cuerpos y almas en cada espacio de la sala.

Estamos descansando desnudos sobre el sofá, cuando


escuchamos ruidos afuera. Nos miraros el uno al otro y
rápidamente entramos al baño apurados por vestirnos. Se escucha
un ruido ensordecedor de risas voces, gritos y minutos después
suben sus amigos narrando las anécdotas de madrugada. Sale ella
primero empieza hablar con ellos a los cinco minutos salgo yo y
continuo la conversación como si nada hubiera ocurrido.

Ellos nos cuentan emocionados como llegó la policía


preocupados por el escándalo público los habían puesto contra
una pared para requisarlos. Hasta ahí les llego la pelea y la nena
volvió con el novio como si nada. Cuentan todo entre risas y
carcajadas me sonríen y me dice Andrés:
― Lo que se perdió por quedarse en la casa.

Sonrió con picardía mirando a Valentina, si me lo perdí.

70
Hacia el sur

Carlos
***
EL LABERINTO DE CARIBDIS
“Enamórate de quien quieras,
pero no dejes que te destroce la vida”

Tengo la cabeza partida, no dejo de repetirme cada día que no


me enamore de Catalina, pero en vez de obedecerme, mi mente
me engaña y no deja de aparecer su fantasma una y otra vez.
Trato de pensar ¿qué es lo que ella tiene de especial qué me hace
sentirme así? Es igual a todas las mujeres sobre la tierra. Pero veo
en ella todo lo que yo no soy, lo que deseo, sin ella no puedo ser
feliz, es mi amor platónico. No puedo dejar de pensarla como
todo lo que necesito.

Estoy en clase en la parte de atrás del salón, esa pensadera no


me deja concentrar. Tomo el teléfono, creo que si le mando
varios mensajes ella sentirá que la extraño, que la pienso. Qué
asco sentirme de esa forma, con una necesidad de tenerla cerca.
Me siento molesto que me deje en visto, que no me conteste las
llamadas. Maldita sociedad enferma que nos enseña a ser
dependientes y débiles.

No entiendo como después de pasar tantas cosas entre


nosotros simplemente se levanta una mañana y decide ignorarme,
desaparecerse de mi vida. ¿será que no siente nada por mí? por

71
Hacia el sur

más que me pregunto, no se ¿por qué no puedo dejar de


extrañarla? Siento como entre más la pierdo más la amo. No
entiendo cómo me he perdido a mí mismo y ahora a lo más
importante en mi mundo que es ella.

Me salgo de clase, y voy hacia un balcón para tomar aire, pero


decido salir de la universidad. Camino por el parque de Lourdes
concentrado en los huecos llenos con agua de la lluvia de la
noche anterior, hay basura cerca de una cafetería que han dejado
recostada contra un poste esperando que pase el carro a recogerla.

La rodeo para esquivarla y me encuentro a Catalina que viene


caminando en la acera frente a mí. No tengo idea que hace por
estos lados. ¿vendría a buscarme? Siento una extraña sensación
entre rencor y ansiedad. Miro a los costados, pero no hay forma
de evitarla. En la cara me sale una sonrisa ansiosa sin saber si
continuar mi camino o fingir una madurez que no tengo y
saludarla. Me molesta mucho que me ignore, hay cosas que no
deben decirse con palabras. Me quedo mirándola sintiéndome un
pobre infeliz que se niega a mendigar amor. Ella no puede ocultar
en su rostro su gesto de desagrado. Sin embargo, me saluda. La
invito a tomarnos un café para poder conversar, siento que
debemos saber ¿que nos pasó? Nos sentamos en la mesa y me
pide que le tenga su bolso mientras va al baño.

Tomo aire y suspiro. Me acuerdo la primera vez que nos


conocimos, como ella era una mujer más en el mundo, era
alguien sin importancia, un ser más en el mundo. Pero poco a
poco llego a ser el centro de mi mundo. Ahora estamos acá casi
como dos desconocidos que quieren dejar de saber el uno del
otro. Suspiro sin entender que ocurrió. ¿cómo cambio todo en tan
poco tiempo?

Suena una notificación en su celular. No aguanto la tentación


y casi de modo automático lo tomo y lo revisó. Es un mensaje, lo
observo, siento una ira que me recorre de pies a cabeza. Me
siento como un animal salvaje al que le arrebatan lo que es suyo.
Empiezo a revisar su celular intentando explicarme que es lo que
ocurre ¿Es por otra persona que me estoy saliendo de su corazón?
72
Hacia el sur

Tomo el celular, voy al menú de llamadas, me encuentro con


varios números, reviso si tiene más llamadas de este maldito que
está quitándomela. Siento que mi palpitar aumenta, veo un
número conocido, Simón ¿otra vez llamándola? voy a la parte de
los mensajes y hay varios de Simón, Simón, Simón…hay como
cien llamadas. Voy a los mensajes y reviso el más antiguo que
dice:
― Lástima que estés de cuento con mi amigo, porque me
gustas mucho.

Maldito idiota, yo considerándolo mi amigo y el viéndome la


cara de estúpido. No puedo imaginar que pasaba por su mente
cada vez que le contaba algo. El tipo debía estar riéndose de mí.
Siento que la ira me recorre, siento una opresión en el corazón.
Me acuerdo la frase de Nietzsche: El único hombre que confió en
los hombres ellos lo pusieron en una cruz. Traicionado por mi
amigo, miserable, golpeo con el puño la mesa. Pensar que le
conté todo lo que me pasaba. Que había confiado ciegamente en
él.

Tomó aire, mientras doy un puño a la pared, tratando de sacar


esa ira que me llena. Catalina sale del baño mirando quien es el
que hace ese escándalo. Me ve con su celular en la mano,
inmediatamente entendió que lo sabía todo. En vez de culpa
siento que la ira recorre mi cuerpo. No dejo que salga de la puerta
y le grito:
― Estoy cansado de esto. ¿Cree que no me doy cuenta de lo
que pasa? ¿Tengo cara de estúpido? ¡Si anda con otro tipo que me
lo diga y se acaban las cosas! O se irá a ir de nuevo con la excusa
que va a salir de compras o como siempre tiene algo que hacer.

Gritándome Catalina, con su rostro deformado por la ira me


responde:
― ¡Usted es un abusivo! ¿por qué revisa mis cosas? ¡Usted
está loco! ¡es un obsesivo! ― Ya estoy cansada, no siento nada
por usted. Déjeme en paz, como más se lo digo.

73
Hacia el sur

Ella me mira con los ojos inyectados en furia, manoteando


mientras grita, respirando de forma entre cortada. Siento que se
destruye algo bello. Sus palabras son como si mi corazón fuera
arrancado fuera de mi cuerpo de forma lenta y dolorosa. Tengo
una confusión de emociones, siento que la odio por engañarme y
ser capaz de meterse con otro, por importarle un carajo. Pero
también siento que la amo y quiero que sea feliz si no es
conmigo, no pienso obligarla a estar ahí. Sin saber que decir la
tomo del brazo, mientras le digo casi como un quejido lastimero:
― Cálmate tú no quieres decir eso.

Catalina me empuja diciéndome:


― ¡Váyase! ¡Déjeme en paz! ¡No más! ¡No más!

Guardo silencio, respiro profundo y doy media vuelta. Camino


algunos pasos alejándome de ella. Me agarró la cara con las
manos, sintiendo como la ira me domina, el llanto se desliza por
mi cara de forma involuntaria. Siento un montón de sentimientos
encontrados. Me digo a mí mismo: ¡Que se vaya! No he hecho
nada más, sino intentar hacerla feliz, hacerla sentir especial.
Siento que el mundo me pesa. Intento descifrar ¿porque me
ocurre esto? Levanto la cara y la volteo a mirar con la voz llena
de decepción. Le pregunto:
― ¿Por qué me hace esto? ¿tú no eres así?
― Usted no me conoce.
― Si, tú eres mi princesa, la mujer de mis sueños, a quien el
destino me puso en el camino. Le digo con la voz llena de
sentimientos, sintiendo un ardor en los ojos.
― Tal vez no era a mí a quien debía conocer.
― ¿Sabe cuántas mujeres he conocido? Pero no me importo
ninguna porque usted ocupa el lugar que ellas desean. Pero a ti te
llega el primero que te habla bonito y me deja tirado. Le digo casi
gritando.
― No, eso no es así. El me gusta mucho, me hace reír.
Usted se ha vuelto alguien obsesivo, dejó de tener vida por pensar
solo en la mía. Usted se encargó de que esto se acabara. En serio
lo intenté, pero no puedo sentir nada por usted. Sabes que siento
algo, pero es más fuerte lo que siento por él. Prefiero que cada
uno tome su camino, haga su vida y yo la mía.
74
Hacia el sur

Siento como desde el centro de mi pecho se quiebra algo,


lanzo un insulto cogiéndome la cara para evitar llorar de la ira y
la decepción. Quiero maldecirla, gritarla, golpear algo. Respiro
profundo intentando controlarme, giro mi rostro y la veo con
odio, continuo mi camino y me largo de ahí.

Sé que al final todo se termina, pero amar cuando dejan de


amarte es como si te clavaran alfileres bajo las uñas, es un
sufrimiento que no le deseas ni a tu peor enemigo. La noche me
pesa, hace frío, siento que la fuerzas se me escapan del cuerpo.
Me siento vulnerable, solo, engañado, en verdad creí las mentiras
de que estaríamos para siempre.

Me limpió la cara con las manos. Llego a mi casa y entro a mi


habitación tirándome sobre mi cama, mientras cierro mis ojos
muy fuertes para intentar sofocar este sentimiento que me
desgarra. Uno no se enamora de la persona, sino de lo que
imagina de la otra persona. Cuando la verdadera persona entra en
escena se deshace lo que hemos creado del otro. En realidad, a
dulcinea se le cayó el manto y se descubrió que siempre fue
maritornes. Todo fue una mentira.

¿Cómo una persona puede cambiar de un momento a otro? No


dejo de repetirme lo que aprendí en clase, todos somos libres, es
inútil enojarme porque ella no quiera estar conmigo. Trato de ser
racional pero no puedo dejar de sentirme como un payaso,
alguien a quien le quitaron su piso.

Me quedo dando vueltas en la cama hasta que llega la mañana,


me duelen los ojos, la cabeza me pesa, no pude dormir, los
momentos en que cerraba los ojos no dejaba de imaginarla con el
idiota ese. Tomo esto como una resaca, la fiesta termino, esa
historia llego a su final. Doy vueltas en medio de mi cama, siento
un peso en las sienes que taladra mi cabeza y una horrible
sensación de levedad me ha acompañado las últimas noches.
Debe ser el resultado de no poder dormir. El día parece más
simple, carente de magia. Decido retirarme de su vida para que
ella pueda ser feliz. Me siento un pedazo de carne sin valor.
75
Hacia el sur

Pasan los días sintiendo la melancolía de cuando te han


amputado algo. Ese vacío, que lleno con recuerdos de tiempos
mejores. Tengo la cabeza dándome vueltas, recuerdos de los
sitios que caminábamos tomados de la mano y ahora son espacios
vacíos. ¿Dónde estará? ¿Con quién? ¿Apareceré en sus
pensamientos? No dejo de pensar que solo me borro de su
existencia. Busco música y me pongo a escuchar No erés nadie
de Sangre azul, repitiéndola cada vez que se acaba, repitiéndome
que ella para mí, no eres nadie, vete de mi vida, nunca vuelvas a
mi...

Andrés
***

Al día siguiente no me vi con Valentina, pasé todo el día sin


saber ¿cómo comportarme? ¿qué decirle? No siento que haya
pasado nada diferente en mí, pero asumo que con tanto bombo
que le dan por todos los lados al sexo tengo alguna especie de
obligación de cambiar mi comportamiento. No puedo sacarme de
la mente haber hecho el amor con ella. Aunque no entiendo si
existe alguna relación entre hacer el amor y tener sexo o si se
puede soltar las dos cosas. El amor se toma como un ideal
romántico donde se alcanzará la felicidad, pero es algo casi
imposible de conseguir. En cambio, el sexo se encuentra por todo
lado, en las canciones, en los anuncios comerciales, en las
películas el sexo no se reprime, está en todos lados. Porque el
placer sexual no necesita nada, mientras que el amor nos aleja de
eso negándonos a ser animales que se reproducen.

Son las nueve de la noche estoy tocando guitarra en mi


habitación, suena el celular. Reviso es un mensaje, dice:
― La pasé genial Andrés.
76
Hacia el sur

― Yo también, respondo. El único problema es cómo nos


veremos el lunes a la cara.
― Normal como si no pasara nada, porque no va volver a
pasar.
― Ok de acuerdo. Respondo queriendo demostrar que soy
maduro y que estoy acostumbrado a manejar este tipo de
situaciones.

Me siento raro, pero siento con ella una complicidad, decido


dejar de matarme la cabeza y seguir rasgando la guitarra.

***

Empezamos clases, intentó hacer mi parte del trato y tomo mis


libros. Valentina está sentada en una silla cerca de mí, intento
ignorarla, actuar como si nada hubiera pasado. El profesor coloca
un taller de clase y nos ubica a trabajar en grupo. Ella escribe en
una hoja y me la pasa al puesto:
― Hola Andrés.
― Hola,
― ¿Por qué tan serio?
― Igual que siempre.
― Te ves muy bien hoy.
― Tú también te vez churrísima.
― ¿Qué vas hacer más tarde? ¿Vamos almorzar juntos?
― Bueno, nos vemos cuando acaben las clases.

Ella me toma de la mano por debajo de la mesa y la


entrecruzamos. Me quedo mirándola su cara parece un ser
indefenso, sonrió.

77
Hacia el sur

Salimos en grupo después de clases. Comienza un debate


sobre a donde vamos almorzar. Buscamos un restaurante cerca de
la universidad. Bajamos hacia la mona pizza que está a dos
cuadras de la universidad. Pero Juan propone un restaurante, dice
que vallamos a una pescadería.

Vamos en medio de chistes hacia el sitio, pedimos el menú y


cada uno pide lo que se va a comer. Con el paso de los
comentarios las miradas empiezan a caer sobre nosotros. Tal vez
por la forma que nos mirábamos o como actuamos. El mono
empieza a molestarnos:
― Bésela deje la pena, se ponen rojitos.
― Tan chistoso – le respondo poniendo cara de serio.
― ¡Cójanse de la mano Carlos Manjarrez! ― grita Enrique.
― Pórtese serio― digo mientras hago un movimiento
simulando tener un acordeón.

Entre risas pasamos el almuerzo mientras aprovechando cada


rose para acariciarnos o darnos un beso furtivo intentando que
nadie nos vea.
― Linda, me acompañas a comprar un libro a la salida.
― Claro, vamos.
― Oye, es algo tarde para preguntar ¿tienes novio?
― No, hace como un año que no tengo.
― ¿Por qué andas sola hace tanto tiempo?
― Mi exnovio jugaba rugby era un tipo grandísimo. Pero el
hombre estaba loco, comenzó acosarme, se ponía celoso por todo,
no me dejaba tener amigos. Aparte el tipo comenzó a consumir
drogas para tener más rendimiento haciendo ejercicio y tenía
unos estados de ánimo bipolares decidí que no quería continuar
en eso.
― Muy fuerte esa experiencia.
― Por eso preferí pasar un tiempo sola.
― Oye ¿si no alejamos del resto un rato?
― Bueno, vamos.

Salimos al centro tomando la décima llegando hasta terraza y


pedimos dos helados cubiertos de chocolate. Seguimos
caminando por el sector comercial, entramos en las torres y
78
Hacia el sur

vamos hacia una librería sin saber por dónde empezar a ver, me
acerco a los libros de ciencia ficción. Ella me llama para
mostrarme unas imágenes de un japonés, un artista que hace arte
con muertos, a ella le encanta. Ver esas imágenes me causa
náuseas, es algo repulsivo, siento que es algo profano, que se
meten con algo sagrado y lo hacen un chiste. Seguimos mirando,
revistas de arte, biografías de los Beatles, simplemente ojeábamos
los libros, los precios eran carísimos, pensaba que debían ser para
coleccionistas.

Continuamos el recorrido por la librería caminando de isla en


isla de libros. En una de las salas hay una exposición de una serie
de libros de arte. Están en un taller de creación artística.
Entramos lentamente como quien invade un lugar místico. Nos
recibe una tallerista entregándonos materiales con los que están
haciendo un ejercicio de creación artística.

Tomo las hojas y las pinturas que hay sobre la mesa,


mezclando los colores de forma intuitiva. Me quedo mirándola y
hago un conjunto de manchas que representan como ella me hace
sentir. Tan abstracta y simple. Sale un cuadro bizarro que parece
pintado por un niño pequeño, lo tomo y se lo entrego con un
beso. Pienso que se introduciendo en mi memoria poética, en ese
rincón donde se meten los pensamientos que peligrosamente te
pueden llevar al amor, ese espacio reservado para las emociones
y los sentimientos. Ese sitio peligroso donde te vuelves
vulnerable. Me gusta sentir esto por ella, pero me da un terror
absurdo sentir ese apego.

79
Hacia el sur

Carlos
***
DULCINEA
“Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos
son, más sangrientos”
—William Shakespeare

Llego al apartamento de mi amigo, hay mucha gente, personas


de la universidad, gente de otras carreras y algunas personas del
barrio. Camino entre las personas, pero no conozco a nadie. Me
siento un poco extraño, por más que miro, no conozco a nadie.
Me dirijo hacia la cocina. Escucho que alguien grita mi nombre,
giro me encuentro con un compañero de curso, sostiene en su
mano un vaso de gaseosa.

Lo saludo alegremente, él está igual que yo, en una selva de


personas que no conoce a nadie. Me saluda efusivamente como
un salvavidas que ha llegado.
― ¿Qué más Carlos?
80
Hacia el sur

― Todo muy bien.


― ¿Quiere tomar algo?
― Listo.

Conversamos sobre cosas banales, creo que ambos esperamos


que llegue alguien a quien conozcamos para salir de ahí. El
hombre es un animal social, busca la compañía de otros hombres,
sentirnos excluidos es uno de los peores castigos que los hombres
pueden tener. Los griegos daban a elegir que castigo deseaban el
ostracismo o la muerte, y personajes como Sócrates preferían
morir a dejar de sentirse parte de la sociedad, integrados en un
grupo.

Miro el reloj constantemente. Me quede de ver con un amigo


en la fiesta, pero no da señales de vida por ningún lado. Reviso el
celular, pero no está conectado.

Mi amigo improvisado me ofrece otro trago, conversamos de


las chicas de otras carreras y los profesores, con sus trabajos que
nos hacían trasnochar. Mientras estoy envuelto en mis recuerdos
con su amigo. Entro Catalina, siento que mi corazón palpita más
aprisa y siento un nerviosismo que me atraviesa. ¿Qué hace ella
acá? No sé cómo comportarme, ignorarla o parecer maduro y
hacer como si nada. La sigo con la mirada, ella se sirve un poco
de agua y luego sale acomodándose en el sillón, donde la
esperaban algunas personas con las que se une a la conversación
y ríen alegremente.

Quiero hablarle, pero desde lo ocurrido no nos hemos vuelto


dirigir la palabra y me parece incomodo abordarla sin más.
Pienso que invitarle un trago de tomar es la excusa perfecta para
acercarme y romper la tensión. Pero si estaba tomando agua no
funcionaria, mil pensamientos cruzan por mi mente, al final
decido solo aproximarme y saludarla.

Ella me saluda afectuosamente con un abrazo, como si nunca


hubiera pasado nada. Me siento que un idiota por desearla, por
querer darle otra oportunidad, pero sé que no quiero que se valla
de mi vida.
81
Hacia el sur

Tengo dos copas en la mano al frente suyo. Le ofrezco una


diciendo, brindo por los labios más lindos de esta fiesta, la miro a
los ojos lleno de nostalgia, me acercó despacio y como si hubiera
esperado esto durante mucho tiempo, nos fundimos en un beso.

El amor puede manifestarse en un instante, pienso mientras


mis sentidos se encuentran bajo el extraño influjo de la noche.
Tanto tiempo perdido. La noche está llena de muchas cosas, pero
para mí esa noche ella ocupa la parte principal de mi alegría.
Llego la despedida en medio de un beso profundo y largo con la
promesa que de volvernos a ver.

Mientras me despido pienso que el amor tiene que ver con


arreglos complicados. Se tiene muchas percepciones, muchas
formas, pero es la cultura en la que nos desarrollamos la que nos
guía hacia como debemos actuar. Nos ordenan comportamientos,
nos asignan roles, amamos como nos enseñaron. Aprendimos de
los padres, abuelos, tíos, cómo debemos reaccionar cuando nos
enamoramos, cómo debemos portarnos con la pareja; es más, se
crea la necesidad de una pareja.

Nos enseñá que debemos buscar a otra persona para compartir


nuestra vida, que la soledad debe verse como algo indeseable.
Nuestra meta es enamorarnos, encontrar la otra mitad, ese alguien
que complemente todos mis huecos. Se cree que el sentido de la
vida es llegar a un lugar general. Esto es un viaje, nacemos para
morir, no podemos tener solo una definición. Hagas lo que hagas,
no resuelves nada, al final vas a morir

¿Podemos pensar más allá de lo que nos han enseñado?


¿Podemos pensar en el amor dentro de otras combinaciones? El
problema con el amor es que lo asumimos como algo sagrado,
mágico, algo personal que nos da felicidad absoluta. Seguimos
repitiendo esos comportamientos que hemos aprendido día a día,
con nuestros papás, en las novelas, de nuestros amigos lo
seguimos de modo obediente, sin cuestionarnos por qué lo
hacemos y terminamos cayendo en relaciones enfermizas que
acaban por asfixiarnos.
82
Hacia el sur

El amor se piensa dentro de un espacio determinado. ¿Qué es


el amor? ¿Lo confundimos con el deseo? Estamos
constantemente preguntándonos sobre cómo hemos aprendido.
Tenemos siempre la sensación de que algo falta, se cree que el
otro calmará esa carencia infinita. En realidad ¿el otro me llena?
¿Sin amor la vida carece de propósito?

Mientras me encuentro ojeando un libro arrojado en el sofá. El


teléfono suena al otro lado del auricular esta la voz de Catalina.
Como si su voz tuviera un poder hipnótico me ilumino una
sonrisa en la cara. Me dice que nos veamos esa tarde y casi antes
de que ella termine la oración le digo que sí. Nos despedimos y la
ansiedad se apodera de mí durante el resto del día.

Llamo a varios amigos para que me acompañen, pero todos


me sacan excusas, al final llamo a Andrés que sé que siempre va
conmigo. Creó necesitar algo así como el escudero que poseía
hasta el mismo don Quijote. Aquel que lo apoyara en su aventura
hacia la locura.

Entro a mi alcoba y sobre la cama ubico la ropa que me voy a


poner, descartando varias combinaciones antes de escoger la que
me podre para esta noche.

Nueve en punto abro la puerta para salir y saludo alegremente


Andrés. Vamos hacia el bar donde quedamos de encontrarnos,
miro el reloj llego quince minutos más tarde de la hora acordada,
veo hacia todos los lados, pero Catalina no está en ninguna parte.

Nos dirigimos al bar que Andrés me recomendó, entro y


pienso que es un sitio diferente a los que he ido las últimas veces.
Es un sitio decorado con varios cuartos y diferentes tipos de
música en cada uno, algunas salas se veían modernas y otras
como cuartos de cine.

Nos acomodamos en la barra, empezamos hablar con mi


amigo lo que paso con Catalina, que me hizo sufrir, que había
estado saliendo con otro tipo, pero al final ella decidió que no lo
83
Hacia el sur

quería a él y el encuentro en la fiesta, como sus labios me han


robado el alma. Andrés me escucha atento y sonríe, mientras
tanto los minutos pasan y no hay rastro de ella.

Andrés mira el reloj, los minutos transcurren sin que nadie


aparezca.
― Usted dijo que venía su nena.
― Espere le marco…suena apagado.
― No hermano, me ilusiona para salirme con estas.
― Vámonos ya, vinimos a perder plata y tiempo.
― Quedémonos un rato más veinte minutos y nos vamos.

Las ganas de ver a Catalina me consumen desde adentro, me


producen una sensación rara en el estómago. Miro su reloj y entre
la charla y las canciones ha pasado una hora. Ya no hay ninguna
excusa que dar a mi escudero, Dulcinea no llego, así que nos
iremos.

Pago la cuenta y caminamos hacia la puerta cuando escuche


en medio de la música, una voz de una mujer me llamaba.
¡Carlos! Me pongo feliz al reconocer su voz.
Camino hacia ella, la saludo con un beso en la mejilla. La
noche se llenó de un extraño éxtasis, nos tomamos de la mano.
Miro a su amigo que lo miraba con cara de odio, sintiéndose el
violinista de la noche.

Caminamos hacia una mesa del fondo, despacio sorteando el


camino entre la multitud de personas. Ya que el bar está lleno,
pedimos algo para la mesa. Intento hacer bromas para hacerla
sonreír, no quiero apresurarme con ella. Me interesa mucho y no
quiero que nada falle esta vez, quiero tener algo serio con ella.

Al acabar el baile se sentaron. Carlos notó la cara de aburrido


de su amigo, quien no deja de mirarlo con cara de estar pensando
es un idiota sin memoria. Así que le sirvo una copa de licor y le
ofrezco para que rocanroleara. Andrés la aceptó, aunque con la
cara de malgenio en su rostro, él también se sirvió algo y tomó
mientras espera en la mesa.

84
Hacia el sur

El lugar esta oscuro, tan sólo se ven algunas luces al golpear


contra el suelo. Me siento feliz, ella me gusta mucho, sé que esta
arrepentida de todo lo que paso y está ahora ahí, esa noche
conmigo. Estando en medio de mis pensamientos, me interrumpe
Andrés y Catalina, llegaron ambos a la mesa, con cara de no estar
muy contentos.

La invitó a bailar, ella me dice que Andrés no tiene porqué


reclamarle por dejarlos esperando y lo que le había pasado entre
ellos. Me dice que no tiene derecho hacerle reclamos, que ella
siempre ha sido honesta. Que mi amigo es un idiota y se
comporta como un niño, que si el plan es ese prefiere irse.

Al regresar a la mesa agitado por el baile anterior no sé cómo


decirle Andrés que no le diga nada, yo sé que la embarro, pero
eso quedo en el pasado. Un sujeto de otra mesa le extiende la
mano invitando a bailar a Catalina. Ella acepta y se pone de pie.
Me siento en la mesa en esa crisis interior, hablo con Andrés y le
propongo un pacto de no agresión con ella. Acepta, pero me dice
que esté preparado que esa vieja va estar bien conmigo hasta que
llegue otro tipo y se repetirá la escena. Le digo que eso jamás
pasara.

Tan pronto acaban de hablar, el tipo de la mesa del lado la


vuelve a invitar a bailar casi sin darle tiempo de llegar a la mesa.
El sujeto no ha dejado de mirarla todo el tiempo. Esto me molesta
mucho. Aunque soy consciente de que es linda y siempre habrá
sujetos que quieran admirarla. Sin embargo, no deja de
molestarme el acoso visual del sujeto.

Andrés al notar lo que ocurre empieza a hacer bromas sobre


eso y todos reímos en la mesa. Andrés la toma de las manos
frente al sujeto. Empieza a llamarla amor y abrazarla, aun así, el
tipo continúa mirándola desde lejos y mandándole cervezas a la
mesa.

La noche continúa, mientras ellos bailan. Voy al baño y veo


que Andrés tiene un brazo contra la pared, hablando muy
animado con Catalina. Entró al baño ignorando aquello,
85
Hacia el sur

diciéndome a mí mismo que solo es producto de mi imaginación,


de mis celos enfermizos. No quiero hacer una escena de celos y
terminar peleando con ella, ni con Andrés. Salgo del baño directo
a la mesa, sirvo un vaso y lo bebo fondo blanco.

Andrés me ve de forma extraña en la mesa, se me acerca y me


dice: mire Carlos le presento mi novia. Yo sé que continua con su
broma estúpida para el sujeto de al lado. El tipo de la mesa de al
lado se aproxima a Catalina invitándola a bailar, pero ella se
niega, y se queda abrazando a Andrés.

Andrés se levanta y saca a bailar a una chica de otra mesa


dejándonos solos en la mesa. Ella se me acerca y me pregunta
¿por qué estoy tan extraño con ella? Para no parecer un idiota
celoso, le contesto:
― No es nada, es solo que tuve un día pesado y ya estoy
cansado.

Luego, giró mi vista hacia la pista de baile sin poder contener


su mal genio. Ella me dice:
― ¿Bailamos?
― No, estoy cansado.

Un sujeto aparece de la nada, la invita a bailar. Me quedó solo


en la mesa. Creyéndome un idiota, he deseado esta noche desde
que escuche su voz esa tarde, ahora estoy enojado, solo en
aquella mesa.

Sé que lo que dicen ellos era en broma y no tenía por qué


ponerme de mal genio por eso. Andrés lo decía en broma, y no
los he visto en nada comprometedor, todo era inventos de mi
imaginación. Sé que quiere darme una lección por perdonarla.

Llegamos a la mesa, corrimos las sillas y servimos una ronda


de licor. Empiezo a dar vueltas y movimientos extraños como un
animal salvaje al que le invaden su territorio. Me paró haciendo
cara de desagrado y digo:
― Es hora de marcharnos.

86
Hacia el sur

El tipo de la mesa de al lado hace el amague de acercarse a


ella y Andrés la toma de la mano, atrayéndola hacia él mientras
se dirigían a la salida. Yo los veo de reojo mientras pienso mi
amigo es un intenso.

Salimos del bar tomamos un carro para ir al apartamento de


Andrés, aprovechando que sus papás están de viaje. Sube
Catalina y luego Andrés. Al subir le digo a Andrés:
― Permiso de mi puesto.

Él se iba a quitar, pero luego me responde:


― ¡Perdón! “mi puesto” yo llegue primero (la frase iba en
ambos sentidos).

Me doy la vuelta y me ubico contra la ventana del carro.


Andrés desde su puesto empieza a mandarle besos y tomar de las
manos por encima del puesto a Catalina. Me llenó de ira y
comienzo a darle golpes a la silla tratando de aliviar mi
frustración. Pero soy consciente que es decisión de ella lo que
quiera hacer.

Llegamos frente a su apartamento. Siento que la ira me


consume, pero me repito mentalmente que a las mujeres les caen
todos los tipos. La culpa no es de Andrés, así como es él podría
ser cualquiera. Ellas son las que eligen con quien quedarse.

Subimos al apartamento, pero a la hora de abrir, él no


encuentra las llaves, no sabe si las perdió en el bar, o las dejo en
algún otro lado. Le toca pedir una copia en recepción. Andrés
baja por ellas. Me quedó a solas con Catalina, con la sangre
hirviéndome del mal genio trato de modular la voz y le pregunto:
― ¿Tú que tienes con Andrés?
― Que pregunta tan extraña.
― Es un juego de roles, sonrió.
― Te pregunto enserio.
― Somos novios responde ella.

Me toma de las mejillas y me da un beso en la boca. Quedo


confundido. Doy dos pasos hacia atrás, todo queda en silencio, no
87
Hacia el sur

sé qué pasa con ella. Camino hacia el ascensor, como esperando


las llaves y para alejarme. No puedo creer ese comentario tan
tonto me alejo diciéndole ¿Enserio? ¿A qué estaba jugando?

Llega Andrés con las llaves y una botella de licor, abre la


puerta. No quiero quedarme viendo su escena de amor, así que
voy a una habitación mientras están en la sala. Pero esta con
llave. Su papá salió y cerro todo. Regreso a la sala ellos han
puesto música y servido unas copas de licor.

Me acercó tomándome uno casi lleno, lo tomo fondo blanco.


Siento como la ira me consume, trató de hablar con ellos, pero
prefirió mantenerme alejado. No soporto más esa sensación
quiero que todo termine ya. Digo:
― Está muy tarde es hora de acostarnos, apaguen la música
y tapen esa botella, extiendo el sofá cama y nos acostamos.

En la colchoneta quedamos Andrés y yo, mientras que


Catalina se acomoda en el sofá. Pero se levantó con la excusa de
ir al baño y de regreso se acostó junto a mi amigo. Me siento
desesperado no sé qué pensar.
De un momento a otro empiezo a escuchar sonido de besos.
Volteo a mirarla ella, se está besando apasionadamente a mi
amigo mientras sus ojos se centraban en Andrés.
Siento como la ira me tiene paralizado. Mi amigo da un giro y
queda sobre ella en una danza erótica frente a mis ojos. No
aguantando más, extiendo mi mano y lo empujo con violencia
queriendo partirle la cara. Pero reflexiono y pienso que mi amigo
no tiene la culpa de lo que ocurre.

Todos los hombres somos como perros en celo. Pero si ella


sabiendo que lo siento por ella, es capaz de actuar de esta manera.
No es lo que esperaba, a veces al perder se gana. Los miro entre
enfadado y excitado. Estiro la mano con el vaso de licor diciendo:
― Tenga tómese un sorbo de vodka.
― Gracias.

Sirvo uno lleno con mi mano temblando de la ira. Lo tomo


bebiéndolo mientras siento que el odio me retuerce las tripas. Me
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Hacia el sur

levanto y me ubicó en la silla con la botella en la mano. Mientras


veo como ellos siguen con la danza visceral. Espero que llegue el
amanecer y me demuestre que todo aquello solo ha sido un
sueño…
Una pesadilla.

Andrés
***
AUTOPISTA AL SUR
“Él se enamoró de sus flores y no de sus raíces, y en otoño no supo
qué hacer”
—Antoine de Saint―Exupéry

Abro los ojos y Catalina esta semidesnuda junto a mí. Cierro


los ojos pensando lo que ha pasado entre ellos. No queriendo
despertarme aún. Catalina se levanta y me da un beso en la boca,
¿cómo dormiste? Me pregunta con una sonrisa pícara que me
parece cruel y se dirige hacia el baño arreglarse.

Después de algunos minutos en el baño sale arreglada, busca


en su bolso, revisa los bolsillos y no encuentra dinero. Así que me
pide plata prestada para tomar un taxi. Casi en estado anestesiado,
con un fuerte dolor de cabeza, me levanto. Me paro frente al
espejo viendo mis ojos hundidos, me limpio la boca que la tengo
89
Hacia el sur

llena de labial esparcido por la cara, no entendía como un beso lo


había dejado así. Tal vez inconscientemente se había limpiado y
en vez de eso se lo había restregado en toda la cara. Tengo
descompuesta la cara del trasnocho y de la desilusión.

Me dirijo hacia la puerta moviendo las llaves desde la puerta y


caminamos hacia la calle. No entiendo que pasa con ella como
puede ser y no ser al tiempo. Como la persona que me hace subir
al cielo, me pone en el rincón más oscuro del infierno. No
encuentro ninguna palabra para definir como me siento. no
encuentro palabras para describir que pasa con ella. Puede que el
lenguaje; el cual engrandecemos tanto, sea incapaz de describir lo
que sentimos. Sabía que tenía el alma rota pero no hay palabras
que pudieran expresar esto que llevaba en las entrañas.

La acompaño hasta la autopista. Dando pequeños pasos casi


como si un pie arrastrara al otro, no la quiero mirar solo camino
en modo automático. Veo hacia la avenida pasan muchos carros.
Me quedo frente a ella mirándola a los ojos, sintiendo en mi alma
que la amo, aunque me destruye, pero al ver sus gestos, actúa
como si no le importara lo que me hace, como si yo fuera un
juguete que rompe y luego finge que nada pasa, me quedo
mirándola y le grito:
― ¡Usted es muy poca cosa! ¡Búsquese alguien que valga
tan poco, para que puedan ser un par de infelices!

Ella me mira confundida, como si no entendiera porque le


hablo así. No sé si es que en su mundo está acostumbrada a ese
tipo de relaciones. Siento como su furia emergía de todo su
cuerpo, me mira tensando su cuerpo y con su rostro enrojecido
― ¡Quiero que desaparezca de mi vida! ¡loco! Grita. Con su
voz llena de furia.

Sus palabras me llenan de ira, me parece la mujer más


descarada que puede existir. Aún tiene el descaro de creerse la
inocente. Le grito:
― ¡No puedo creer que conociendo lo que siento por usted
fuera capaz de actuar de nuevo de esa forma!

90
Hacia el sur

Me paro al frente mirándola con los ojos inyectados en rabia.


En ese momento se vienen a mi mente todos los momentos que
he sufrido por ella y toda esa ira reprimida salió. Desearía no
volver a verla, que se desapareciera, la odio, es una puta a la que
amo. Me duele haber sido un idiota capaz de aguantarle todo,
para terminar, cayendo en un círculo en donde sé que siempre va
a pasar lo mismo.

Me mira con sus ojos llenos de desilusión, se ve hermosa.


Maldita sea estoy loco, no sé cómo puedo odiarla y amarla al
tiempo. Pero de mis labios solo salen reclamos por aquellas cosas
que me ha hecho. Todo fluye, saco mi odio, queriendo con lo que
le digo sacar de mi pecho todo este dolor que siento, aunque
fueran cosas que no le quería decir. Ella me observa en su
impotencia, solo me observó y dando media vuelta me dejó allí
parado.

Continúo caminando por la autopista sur viendo las luces de


los postes, pensando que el lenguaje el cual glorificamos puede
ser tan incapaz de decir lo que sentimos. Camino, pensando cómo
dejé que mis sentimientos se contradijeran con mis palabras
juntándose para destruir lo que más deseaba. No dejo de decirme
no debo dejarla ir, dejar de sufrir porque no actúa como yo
quiero.

91
Hacia el sur

Andrés
***
HELADO DE ROSAS
“El egoísmo no es vivir como uno desea vivir, es pedir a los demás
que vivan como uno quiere”
—Oscar Wilde

He estado acostado todo el día mirando películas, solo


arrojado en la cama sin querer hacer nada más. Debo entregar un
ensayo sobre la libertad, pero solo por hoy quiero descansar de
tanto libro. Es sábado y siento el peso de toda la semana, ya casi
es medio día. Había estado chateando con Valentina hasta pasada
la media noche, así que sentía el sueño acumulado. Suena el
teléfono, mientras pasa el momento más emocionante de la
película. Dudo en contestar porque sé que pierdo el hilo.
― Hola Andrés.
― Hola―contesto casi zombi.

92
Hacia el sur

― ¿Qué haces lindo?


― Nada, acostado mirando una peli
― ¿Vas a venir a visitarme?
― ¿Dónde vives? ―es extraño que después de tanto de
halar no sepa esta información.
― Por Gran estación ¿vienes?
― Es como lejos, pero tengo muchas ganas de
verte―espero unos segundos antes de contestar― allá nos
vemos. Recógeme en la entrada uno del centro comercial.

El deseo de pensar que con Valentina las cosas pueden


funcionar, hacen que me levante e intente hacer las cosas bien.
Trato de ser divertido, de no asfixiarla, dejarle su espacio y
manejar el mío. Acepto ir a su casa, me arreglo para salir, camino
hasta la veintiséis, para tomar un bus que me lleve hasta allá.

Duro un rato esperando un autobús que me deje cerca a la


sesenta y ocho. Por fin pasa un carro me subo y me ubico en una
silla del centro. En Bogotá es una odisea subirse en un bus, si te
haces en los puestos de adelante los ladrones son a los primeros
que roban con cuchillos y pierdes tu celular. Pero si te vas atrás
puede pasar lo mismo. Así que me hago en el centro. Saco el
libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Encuentro un poema que me llama la atención, dice:
Me gusta cuando callas porque estas como ausente…

Me voy todo el camino memorizándolo solo para poder


recitárselo en su oído. Repito una y otra vez cada oración,
poniéndole otra, hasta aprenderlo. Entre repeticiones tediosas me
aprendo el poema. Cuando me doy cuenta el bus está a punto de
pasar el puente que me deja cerca al centro comercial. Voy rápido
hacia la salida y me pego al timbre.

Me deja el bus como una cuadra más arriba de donde tenía que
bajarme, así que camino hacia la entrada uno. Miro para todos los
lados a ver si aparece por algún lado Valentina. A lo lejos la veo
caminando con un perro siberiano, blanco, peludo y enorme.
Escucho su voz diciéndole: Vamos Lobo.

93
Hacia el sur

Recuerdo la película de Thor y se me viene a la cabeza las


valkirias una diosa mitológica con su animal sagrado caminando
hacia el Ragnarok. Me ve y se ilumina su rostro, me recibe con
un fuerte abrazo en el que se une el perro parándose en medio de
los dos.
― Hola schön.
― Hola―me sonríe.
― Te presento a lobo―es un perro siberiano enorme.
― Hola peludo – lo saludo mientras me agacho para
acariciarlo.

Lo despeino con ambas manos, mientras acaricio a la


gigantesca bestia.
― ¿A dónde vamos?
― Te quiero llevar a un sitio genial, es sorpresa.
― ¿A dónde?

Guarda silencio mientras caminamos tomados de la mano


detenidos frecuentemente por las personas que pasan cerca al
perro y se paran a acariciarlo. Llegamos hasta una heladería.
Me dice:
― ¡Quiero que pruebes algo delicioso!
― ¿Qué es?

Hacemos la fila, mientras la abrazo por la espalda y le robo un


beso, es la primera vez que no tengo afán en que corra la fila.
Llegamos a la barra.
― Buenas.
― ¿Qué sabores desea?
― Regáleme dos helados de pétalos de rosa.
― Un segundo.
― Muchas gracias.

La verdad al principio pienso que es una broma, he escuchado


hablar de todo tipo de helados de frutas, hasta de chicle, pero no
de pétalos de rosa. Nos atendieron y fuimos caminando hasta un
parque cercano, para dejar libre a lobo que corriera y persiguiera
palomas.

94
Hacia el sur

Me acerco a su oído para hacer lo que mentalmente había


hecho durante todo el paseo por la ciudad, la abrazo por la
espalda acercándome a su oído:
― Me gusta cuando callas porque estas como ausente…

Me quedo de pie cerca de ella abrazándola por la espalda hasta


terminar de decirle todo el poema a su oído. Me mira extasiada
con una sonrisa en la cara.
― Eres un divino.
― Lo aprendí solo para ti.

Me toma por la cara y me llena de besos en la cara, momentos


después me invita a su casa, que está a una cuadra de donde
estamos. Llegamos al apartamento saludo a los guardas que están
en la entrada y caminamos hasta llegar a la torre, subimos por el
ascensor al apartamento. Al llegar esta su mamá en el
apartamento cocinando.
― Hola Valentina.
― Hola mami, mira te presento un amigo.
― Hola, ¿eres compañero de la universidad?
― Si señora―respondo nervioso.

Su mamá se queda mirándome con una mirada sospechosa.


Me siento raro con mi pinta de niño bueno que me puse
imaginando que conocería a sus papas. Siento que me veo
disfrazado, tengo la cara tensa, no sé cómo actuar en una
situación como esta, sentado en la sala mientras en la cocina
claramente están hablando de mí. No sé qué le diría, pero
Valentina se ve esta alterada. Me siento incómodo y prefiero
fingir recibir una llamada y tener la excusa para marcharme.

Ella da media vuelta y le dice a su mamá que va acompañarme


al bus, salimos, hay un silencio incómodo por unos minutos.
Le pregunto:
― ¿Qué te dijo tu mamá de mí?
― Nada, esta algo enojada por algo.
― ¿Por qué?

95
Hacia el sur

― La verdad es que estoy haciendo los trámites para una


beca a Inglaterra, me dijo que no debería ilusionarte si me
pensaba ir.
― ¿Cómo así cuándo te vas?
― Si todo sale bien en dos semanas.

Quedo frío, no sé qué decir. Por un lado, me siento encariñado


con ella y quisiera poder compartir más tiempo con ella. Pero por
otro es su futuro y no puedo enojarme por unos planes que ya ha
decidido.
― ¿Estás bien?
― Si, lo siento, me dejaste en shock con lo que me dices.
― Pues schön, me toca aprovechar llevamos como seis
meses haciendo los tramites.
― …
― Igual quiero que queden claras las cosas y no te quiero
lastimar. Es una cuestión de que los dos la pasemos bien.
― Sí, no hay problema― respondo de dientes para afuera
pero mentalmente me siento desajustado como si el destino se
empeñara en quitarme a las personas que me interesan.

Andrés
***
TIERRA DE GALGA
“Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo
que ya no sabía que tenía: la extrañeza de lo que no eres o no posees
más te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos”
—Ítalo Calvino

Llegamos a clase y el profesor de Filosofía con su extraña


manera de enseñar se para frente a nosotros, sentándose en el
puesto y nos lee unas frases de Ciudades invisibles de Ítalo
Calvino. Nos explica que el autor convertía cada mujer que
conocía en una ciudad, por eso las diferentes ciudades que existen
en el libro. Luego de eso nos pone hacer el mismo ejercicio de
creación literaria.
96
Hacia el sur

Sólo una mujer puede ser la creadora de ese ejercicio, solo ella
rondaba mi mente, pienso que su perfil parecía como Valentina
Galga. Creo que ahora solo me queda mirar su perfil de Facebook
de vez en cuando. El tiempo pasó casi sin notarlo, deslizándose
en pequeños instantes, sin notarlo pasaron los días y Valentina se
marchó. Al principio el vacío se volvió ansiedad y no podía dejar
de pensar en lo que habíamos vivido, después la fui sacando de
mis pensamientos y poco a poco dejé de sentir nada.

Al principio la extrañaba cada vez que cerraba los ojos, o cada


vez que en la radio sonaba alguna canción que escuchábamos
juntos. Sentía que era más difícil olvidarla porque cada momento
junto a ella había sido único, maravilloso. Sentía que no era justo
que las cosas acabaran así, pero no puedo hacer nada frente a eso.
Solo quedarme callado extrañándola esperando que el resto de su
vida sea tan feliz como me ha hecho a mí. Desde esa primera
noche mirando la luna, cuando había llovido e intentaba abrazarla
para quitarle el frío.
Estuve en un caos interno que no lograba dominar. Solo un par
de noches atrás mientras mis pensamientos se llenaban de sus
recuerdos, hice lo que había prometido nunca hacer. Tomé mi
celular y le envié un mensaje. Sintiendo con cada letra que le
escribía que se me estremecía el alma.

Hola, misteriosamente desde las entrañas de mi conciencia se


asomó tu silueta, decidí escribirte y saber ¿cómo va tu vida? ¿qué
ha ocurrido contigo? me gustaría saber de ti. Es tan extraño
hablarte ahora así, tan distantes.
Te envió un abrazo.

En ese momento en clase sentí que era el momento de hacer


catarsis, de curarme por medio de las letras. Recordé como ella
me contaba una historia de la edad media, sobre una heroína que
combatía por su reino, por sus prácticas extrañas en combate la
llamaban galga, que traduce horca. Así que en esos ejercicios de
sacar de mi mente esa cantidad de pensamientos mi escrito lo
titulé:

97
Hacia el sur

La tierra de galga.
Salí del oasis e inicié una la larga caminata después de varios
días, extrañé una ciudad donde descansar, donde no estar rodeado
de soledad; sin embargo, en el camino sólo encontré algunos
caseríos y un pequeño pueblo. Este era alegre, simple, aunque
banal y vacío. Me quede allí algunos días disfrute con curiosidad,
pero esa misma melancolía de buscar algo más me obligaba a
marcharme del pueblo convirtiéndose en algo monótono.
Por aquellos días llegó al pueblo un trovador con historias de
una ciudad cercana, hablaba de cosas siniestras, de personas
apremiadas, de culturas bizarras, cosas que en un inicio no me
provocaron la mayor seducción, aunque su idea constante en mi
mente como un contrapunteo de pájaro carpintero, cierto día me
aventure a conocerla.
Llegué cuando estaba amaneciendo, aunque aún la noche no
había acabado de ser consumida por el día. Se vislumbraba entre
las sombras las imágenes de estatuas extrañas. Las hallaba como
imágenes victorianas, gárgolas bizarras y búhos en plata. Hacía
mucho frío y sentía que sus calles eran laberínticas. Poco a poco
fui entrando en la parte más poblada. Esa imagen sombría se fue
disipando.
Las primeras personas que vi llevaban vestiduras oscuras,
rojas, negras y verdes ropa de cuero, con diseños de serpiente,
tigre, cebra, hablaban del sin sentido del conocimiento, pero
pasaban la mayor parte de su tiempo sumergidos en la biblioteca
consumiendo un libro, creo que en eso ocupaban su tiempo.
Sin embargo, con el paso de los días vi la otra faceta de la
ciudad escuché la alegría, las risas de las mujeres, la ternura de
los enamorados que se tomaban de las manos, que comían
helados de pétalos de rosa, los perros eran acariciados con
dulzura por los niños, los rapsodas que dejaban hablar su alma
proyectando palabras de poetas malditos.
Pero también noté ese dejo de nostalgia por el pasado en
algunas personas. Conversaban de tiempos lejanos donde jugando
Rugby se divertían, aunque resultaran lastimados, de tiempos
donde los alucinógenos eran parte de la erudición, y la conciencia
no tenía limites, pero también se hablaba de los tiempos de la
tristeza, de la locura colectiva, de las enfermedades, de la
soledad. Algunos ahora deseaban marcharse de allí, llegar a la
98
Hacia el sur

tierra de las víboras buscando añoranzas que allí no habían


encontrado, buscando tal vez la satisfacción de algún deseo.
Antes del final conocí el surrealismo con cuerpo de mujer, de
aquel recuerdo solo me quedaron sueños eróticos de aquella
musa, y entre mis labios algo de poesía de Neruda y Baudelaire.
Recé por algo sin vida, conocí el deseo de la misa negra, de
anhelar algo que sabía la fecha de caducidad, conocía que todo
moriría, debía vivir para morir, era un cadáver imposible, pasar el
tiempo perdido en su cuerpo era una vagancia exquisita, una
bohemia perniciosa, el encuentro con Dionisio cada séptimo día
sintiendo el fuego en las entrañas.
En la ciudad de los falsos ídolos festejé la llegada de la diosa
sin alma, de los besos sicodélicos, de los abrazos y un cuerpo que
incitaba a reptar a través de él, fue efímero, pero dejó signos
solemnes, golpes de poesía, recuerdos de muertes violentas e
incendios mentales; la infusión para estaciones, polvo de
estrellas, de miel, de hongos sicodélicos, ideas geniales y
alucinaciones.
Bajo la sagrada luna en forma de conejo montada sobre un
lobo, con un sueño en sus labios y yo fui un ladrón místico que se
mezcló con los huesos en medio de maúllos. Nacida de las
estrellas, hija sagrada de la noche y lo siniestro, cuenta
descarnada sus miserias, memorias de un presidiario, pero como
alejadas en un corcel se alejaron convirtiéndose en mágicas bajo
la memoria poética del pasado.
Tuvimos una gruta sagrada purificando el espíritu o
contaminándolo místicamente con él, fuego de las entrañas,
memoria idílica del pasado, relatos de un presidiario, recordando
falsos ídolos, remembrando una deidad sin sombra.
Entrego el ejercicio en clase y Salgo del salón hacia la
cafetería. Creo que solo quiero estar solo. Nos enseñan el amor
como utopía, como el sueño más grande. Pero antes que amar a
los otros debieron enseñarnos amarnos a nosotros mismos, a
querer nuestra soledad. Aprendemos a los golpes que la vida no
es un sueño. Que en la vida real no existe un felices para siempre,
que la felicidad es una suma de instantes.

99
Hacia el sur

Carlos
***
SUSPIROS DE LOS SOLITARIOS
“¡Dios mío, otórgame la locura,
para que acabe por creer en mí mismo!”
—Nietzsche.

Siento que cada día viene con el aburrimiento que sólo algo
sin sentido puede tener, creo que soy un objeto dejado por la vida.
Mi vida es una mierda. Después del divorcio de mis padres, me
parece que ellos están más interesados en aprovechar el tiempo
que han perdido viviendo juntos, que en pensar en ser papás.

100
Hacia el sur

Mi madre trabaja todo el día, es de esas personas que tienen la


creencia que entre más trabajas, más dinero tienes y con esto
serás feliz. En sus ratos libres para salir del estrés del trabajo se
va con sus amigas al salón de belleza o a tomar cerveza algún bar.
Mi papá se la pasa lamentándose de que mi madre le fue infiel.
Ha decidido tomar el papel de víctima en la vida y cada vez que
se ven, solo habla mal de ella y de cómo sufre por su culpa.

Se que no quiero ser alguien tan superficial como mi madre,


pensando en sus amigos, en que ropa se ira a comprar, o a donde
saldrá el fin de semana; ni alguien tan frustrado como mi padre
que piensa que los otros son los encargados de darle la felicidad.

Un amigo es un hermano que uno no escogió, dicen las


personas. Se comparten gustos, aventuras, esperanzas y
desilusiones. Desde que deje de hablar con Andrés, mi vida se ha
vuelto solitaria. No tengo ese escudero que me acompañe en las
aventuras. Recuerdo una frase que mi mamá repetía durante su
divorcio, primero yo, segundo yo, tercero yo. Eso es lo que puede
sacarme de esa crisis existencial que me devora. Pensar primero
en mí, es lo mejor. Me acerco al computador pongo música,
siento que las guitarras y las baterías me ayudan a sentirme
fuerte, odio sentirme vulnerable.

Me da vueltas en la cabeza Catalina, ¿es una fácil? ¿alguien


con un vacío enorme? alguien que cualquiera puede tener no sirve
como novia. Pienso que una chica a la que uno pueda entregar su
confianza y su corazón debe ser alguien que sea sólo para uno,
algo que nadie más pueda alcanzar. Ella era una chica de moral
distraída que había querido estar con su amigo no era su asunto
enojarse o sentirse mal. Así como él supo esta vez, podría haber
estado con muchos más sin que él se hubiera enterado. Estamos
condenados a ser libres, se repetía una y otra vez. Ella tomó su
decisión.

Últimamente cada día se parece más al anterior, un escenario


gris, sin vida. Siento como si todo el universo fuera mezquino y
desalmado. Rondo en medio de máscaras que esconden lo
aterrador de cada alma humana. He dejado de ir a estudiar, no
101
Hacia el sur

volví a escuchar música, ni acercarme a los libros. Intento sacar


el tormento de mi existencia, sintiéndome una voz que sólo
retumba en su propio eco.

Soy un muerto en vida, mis padres encerrados en licor, bailes,


sexo sin sentido. Son enemigos que se odian y yo, un objeto en
medio de esa guerra, un inocente que es enterrado vivo. Mi madre
me hace reclamos por mi actitud y me dice una y otra vez que no
sea grosero, que no le hable de esa forma tan fea, sin entender
que cada vez que el discuto por su actitud, estoy diciéndole
desesperadamente que la necesito, busco un salvavidas en medio
de la oscuridad que me devora por dentro.

No siento que encajo en ningún lado, odio mi vida. Culpo a mi


mamá por no poder tener sus piernas cerradas y respetar a mi
padre. A mi papá por no ser un hombre fuerte como su abuelo,
que fuera capaz de superar lo que la vida le ponga en frente, en
vez de derrumbarse en un mar de lágrimas y darle dinero para
intentar comprar su lastima. De sus amigos por ser unos ñoños
que solo piensan en que ir a estudiar, en vez de querer
experimentar la vida. Piensa esto durante unos minutos, durante
horas, durante unos días. Así que no sé qué hacer con mi vida. Si
ir a la universidad, de compras, salir al cine, dar una vuelta al
parque. No quiero hacer nada.

Salgo al balcón del apartamento, respiro profundo. Me digo a


mí mismo, es el momento. Me asomo al balcón, estoy en el
séptimo piso. Miro hacia el horizonte y luego hacia el cielo.
Siento el vértigo al sentir el viento en mi cara. Algo en mi pecho
me aprisiona. Tomo aire suspirando y me lanzo.

Mientras caigo al vacío veo como el tiempo transcurre en


cámara lenta. Solo pasa en mi mente, voy a morir. Mientras caigo
hacia el vacío veo a los vecinos del sexto piso muy preocupados
por su bebé. La mamá lo toma en sus brazos para sacarle los
gases, mientras el bebé no paraba de llorar. Para mis papás quizá
hubiera sido su universo, pero decidieron que lo que tocan, lo
rompen. Imagino cómo hubiera sido mi vida si tuviera un hijo,

102
Hacia el sur

una reproducción mía ¿un demonio o un ángel? Si hubiera dejado


un legado, se me escapan un par de lágrimas.

En el otro piso un perro me ve caer y ladra de forma repetitiva,


como despidiéndose. Una mascota le hubiera dado sentido a mi
existencia. Los animales son seres que aman con total sinceridad,
que no engañan. Me hubiera sacado de esas noches encadenadas
de recuerdos y con la melancolía en los ojos, me hubiera
entregado una esperanza efímera.

En el quinto veo a una mujer que vive sola, no tiene parientes


y siempre invita a hombres diferentes cada semana. Tal vez ella
llena su soledad buscando la respuesta en varios cuerpos para
calmar su dolor, Su destino es nunca poder acariciar algo de
felicidad. Tal vez ella sienta un vacío incluso más grande que el
suyo.

En el cuarto piso veo a su profesor de Filosofía dándoles


clases a unos chicos, pienso en tantas cosas que me faltaron por
aprender. En la vida nadie nos enseña cómo vivir; somos seres
arrojados sin un destino, encerrados en la náusea de la existencia.
Tal vez hubiera necesitado un maestro para que me enseñara a
reflexionar sobre mi vida, para encontrar un escape en algo más
grande que mi soledad.

En el tercer piso veo a mi mejor amigo con cara de


preocupación alcanza a ver que llora, pienso que, por sentirse
solo, deje de ayudar a tantos que me necesitaban. Por ser un
egoísta y solo andar pensando en mis necesidades. Al contrario,
lastime al que más confiaba en mí. El tiempo parecía no pasar,
pero seguía en el salto, tenía mucho vértigo.

En el segundo piso veo a Catalina, se está besando con un


tipo, siento cómo he dejado llevar mi vida por los deseos carnales
y superficiales. Pienso que en mi vida me faltó lo principal saber
que el amor más importante es el que se puede sentir por sí
mismo. Estoy en el primer piso, sé que todo termino. El portero
de las torres me mira aterrorizado.

103
Hacia el sur

Siento pánico, el vértigo de terminar con todo lo que pudiera


haber hecho. Mi cuerpo se impacta fuerte contra el piso, sintiendo
un golpe seco. Al principio me duele cada centímetro del cuerpo,
intento moverme, pero mi cuerpo no responde, no siento dolor,
solo mi conciencia pensando desde lo que ahora es un cuerpo
machacado.

Me revisa asustado, encuentro con sorpresa que no me ha


pasado nada, me levantó, me limpió la ropa sacudiendo el polvo
que se pegó en ella. Comienzo a caminar voy a la cafetería allí
ojeó unas revistas y tomó unos chicles.

Me dirijo a pagar, pero el vendedor esta entretenido charlando


por teléfono y me ignora, me cansó de esperar y se dirijo a mi
apartamento, la entrada esta atestada de gente cruzando entre la
multitud, logró pasarlos. Subo las escaleras llego a mi cuarto y
me acuesto y prendo el televisor.

Entra mi mamá alterada, suspirado entre sollozos. Qué


aburrimiento esta vieja con su cantaleta. Guardó silencio cuando
veo que esta ahogada en llanto, observo atento la escena sin saber
qué decirle a mi madre. Algo grave debió haber ocurrido.

Dos sujetos con pinta de policías caminan junto a ella,


le dicen:
― Nada se puede hacer, pero por lo menos él no sufrió al
parecer su hijo murió por un paro cardíaco antes de chocar contra
el pavimento.

Me despierto estoy en clase, no puedo quitarme todo el día ese


sueño de la cabeza estuve pensando todo el día sobre la muerte,
en medio de ese dilema que es la contemplación de uno como
individuo encarado al azar. Creemos tener el mundo, pero al final
solo tenemos nuestras decisiones y nuestros actos.

Se escucha un grito del profesor llamándome ¡Carlos Andrés!,


estoy que lo llamo hace rato, siempre englobado y hablando solo.
Estoy cansado de esa actitud, llega tarde, habla en clase, se la

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Hacia el sur

pasa con el celular en mano, usted no es ejemplo para nadie. Me


tiene aburrido, ya no lo soporto más.

Me quedó callado mirándole la cara sin entender su ataque de


furia, pero sintiéndome como un animal acorralado que tiene su
vida en peligro. Siento la cara de todos mis compañeros
mirándome. Volteo a ver alrededor me observaban con cara de
angustia. Siento una furia en mi interior y ese dilema sobre qué
debo hacer. En mi cabeza pasan muchas cosas que hacer. Respiro
profundo intentando disimular la ira que me produce ese payaso
con presunciones de autoridad. Tengo dos ideas peleándose en mi
cabeza una me dice que me quede callado, que lo ignore y siga
como si nada y la otra que lo enfrente y no me deje vulnerar.
Recuerdo a mi papá diciéndome: Nunca bajes la cabeza ante
nadie, o vivirás toda tu vida asustado. Siempre ponle la cara al
miedo.
Me levantó alzando la voz:
― ¿Qué busca gritando de esa forma? ¿creerse por encima
de los demás? ¿será que su vida si es ejemplo de algo?
― Señor, ¡me hace el favor y me respeta!
― El respeto no se exige se gana. Y con la forma que usted
trata la gente le aseguro que no puede exigir nada.
― Se sale del salón, no pienso continuar la clase mientras
usted este acá.

En ese momento golpean la puerta, todos están en completo


silencio, se siente una tensión en el ambiente. Entra la psicóloga,
saluda a los estudiantes y dice:
― Carlos Andrés por favor acompáñame.
― Con lo que ha acabado de pasar no tengo ganas de
quedarme en el mismo lado de ese sujeto. Tomó la maleta y salgo
del salón clases. Voy detrás de la psicóloga hasta llegar a la
oficina. Ella se sienta, sacando una carpeta de cartón desgastada.

Mientras ella me habla, suena un mensaje en mi celular, es un


mensaje de Catalina, llevo varias semanas sin saber de ella. Lo
abro mientras finjo mirar hacia abajo, en tanto la psicóloga
continua en su monologo aburridor.

105
Hacia el sur

Carlos Andrés lo extraño mucho, lo que más quiero en el


mundo es estar bien con usted, hacer las cosas bien, por los dos.
Aun no sé qué fue lo que hice mal.

Cierro el mensaje y sonrió, sólo un idiota actúa de la misma


forma y espera que las cosas sean diferentes. Creo que he vivido
muchas cosas en poco tiempo. He sido héroe y villano, he sufrido
y he amado, he vivido intentando pensar ¿cuál es mi destino?
Intentando hacer catarsis y dejar de sentir este vacío. Siempre me
pregunte ¿cuál era mi destino? ¿para qué estoy en este mundo?
Todo lo que he vivido me sirve para aprender. Somos uno, y
somos varios batallando dentro de nosotros, somos fragmentos
que forman quienes somos. Creo que lo que he vivido me ha
enseñado quien soy yo, cuáles son mis límites. Ya puedo
responderme esa pregunta ¿Quién soy? Carlos Andrés un chico
que lleva su vida agrietada, vivo intensamente mi vida porque sé
que en cualquier momento se va a apagar, amo la música, un
buen rock and roll me hace feliz, llevo una soledad dentro del
alma. Sé que en este mundo cada quien lleva una lucha dentro de
sus mentes.

Vivo como la mayoría de los adolescentes una temporada en


el abismo en mi búsqueda transcendental y poética. En lo más
hondo, en medio de los precipicios buscando encontrar los límites
de la realidad. Desesperadamente busco el sentido en mi vida,
experimentando los goces dionisiacos, he vivido casi hasta morir.
Busco el amor, la pasión, la erudición, busco sentir que estoy
vivo.

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