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PARA LAS EXEQUIAS DE NIÑOS BAUTIZADOS

LECTURA DEL ANTIGUO TEXTAMENTO

I
Lectura del Profeta Isaías 25 6a. 7-9.

En aquel día, preparará el Señor de los Ejércitos, para todos los, pueblos, en
este monte, un festín de manjares suculentos. Y arrancará en este monte el
velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de
todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. -Lo ha
dicho el Señor-. Aquel día se dirá: aquí está nuestro Dios, de quien
esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación.

II
Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 17-26.

Me han arrancado la paz y ni me acuerdo de la dicha; me digo: se me acabaron


las fuerzas y mi esperanza en el Señor. Fíjate en mi aflicción y en mi amargura,
en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido.
Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: Que la misericordia
del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien se renuevan
cada mañana. ¡Qué grande es tu fidelidad! “El Señor es mi lote”, me digo, y
espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es
bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO

I
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 6, 3-4. 8-9.

Hermanos:
Los que por el Bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su
muerte. Por el Bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así
como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en una vida nueva. Por tanto, si hemos muerto con
Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una
vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene
dominio sobre él.

II
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 14, 7-9.

Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si
vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y
en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser
Señor de vivos y muertos.
III
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 20-
23

Hermanos:
Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto. Si por un hombre
vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron
todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero
Cristo, como primicia, después, cuando él vuelva, todos los cristianos.

IV
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-5

Hermanos:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en
la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos
eligió en la Persona de Cristo –antes de crear el mundo- para que fuésemos
santos e irreprochables ante él por el amor. El nos ha destinado en la Persona
de Cristo –por pura iniciativa suya- a ser sus hijos.

V
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses
4, 13-14. 17

Hermanos:
No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis
como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y
resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará
con él. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

VI
Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9-10. 15-17.

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda
nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero,
vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con
voz potente: - ¡La salvación es de nuestro Dios, que esta sentado en el trono, y
del Cordero! Por eso están ante el trono de Dios dándole culto día y noche en
su templo. El que se sienta en el trono acampará entre ellos. Ya no pasarán
hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que
está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas
vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

VII
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1a. 3-5a

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Y escuché una voz potente que
decía desde el trono: -Esta es la morada de Dios con los hombre; acampará
entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas
de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer
mundo ha pasado. Y el que estaba sentado en el trono dijo: -“Ahora hago el
universo nuevo.”

SALMOS RESPONSORIALES

I
Sal 22, 1-3ª. 3b-4. 5. 6.

V: El Señor es mi pastor, nada me falta.

R: El Señor es mi pastor, nada me falta.

V: El Señor es mi pastor, nada me falta:


en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

R: El Señor es mi pastor, nada me falta.

V: Me guía por el sendero justo,


por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

R: El Señor es mi pastor, nada me falta.

V: Preparas una mesa ante mí


enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

R: El Señor es mi pastor, nada me falta.

V: Tu bondad y tu misericordia me acompañan


todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

R: El Señor es mi pastor, nada me falta.

II
Sal 24, 4bc-5ab. 6 y 7bc. 20-21.

V: A ti, Señor, levanto mi alma.

R: A ti, Señor, levanto mi alma.

V: Señor, enséñame tus caminos,


instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

R: A ti, Señor, levanto mi alma.

V: Recuerda, Señor, que tu ternura


y tu misericordia son eternas,
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

R: A ti, Señor, levanto mi alma.

V: Guarda mi vida y líbrame,


no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti.

R: A ti, Señor, levanto mi alma.

III
Sal. 41, 2. 3. 5bcd Sal. 42, 3. 4, 5.

V: Mi alma tiene sed del Dios vivo:


¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

R: Mi alma tiene sed del Dios vivo:


¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

V: Como busca la cierva corrientes de agua,


así mí alma te busca a ti, Dios mío.

R: Mi alma tiene sed del Dios vivo:


¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

V: Tiene sed de Dios, del Dios vivo:


¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

R: Mi alma tiene sed del Dios vivo:


¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

V: Y desahogo mi alma conmigo:


cómo marchaba a la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza.
ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

I Te doy gracias, Padre,


porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.

II Esta es la voluntad de mi Padre:


que no pierda nada de lo que me dio,
Sino que lo resucite en el último día.

III Bendito sea el Padre de las misericordias


y Dios de toda consolación,
que nos consuela en todas nuestras tribulaciones.

EVANGELIOS

I
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamo: -Te doy gracias, Padre, Señor del cielo
y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las
has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me
lo ha entregado mi Padre y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie
conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con
mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis
vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

II
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 37-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: Todo lo que me da el Padre


vendrá a mí, y al que venga a mí, no lo echaré afuera; porque he bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta
es la voluntad del que me ha enviado: que no pier5da nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo
el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último
día.

III
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: -Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo
daré es mi carne, para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre
sí: -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: -Os
aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre,
no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en
mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo no vivo por el Padre; del
mismo modo, el que no come, vivirá por mi. Este es el pan que ha bajado del
cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come
este pan vivirá para siempre.

IV
Lectura del santo Evangelio según san Juan 11, 32-38.40

En aquel tiempo, cuando llegó María (hermana de Lázaro) adonde estaba


Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: - Señor, si hubieras estado aquí
no habría muerto mi hermano. Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los
judíos que la acompañaban. Sollozó y muy conmovido preguntó: - ¿Dónde lo
habéis enterrado?. Le contestaron: - Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar.
Los judíos comentaban: - ¡Cómo lo quería!. Pero algunos dijeron: - Y uno que
le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podría haber impedido que muriera éste?.
Jesús sollozando de nuevo llega a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una
losa). Jesús le dice a Marta: - ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de
Dios?.

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