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La Jornada Semanal, 2 de junio de 1996

Yo, tú, nosotros, ustedes


Alejandro Jodorowsky
Daniel González Dueñas es autor de una espléndida monografía de Luis
Buñuel. Este año obtuvo el Premio Nacional de Cuento y publicó la reunión
de textos pánicos de Alejandro Jodorowsky. A continuación ofrecemos una
conferencia pronunciada el 18 de agosto de 1995, en el teatro Juan Ruiz
de Alarcón, y reescrita para La Jornada Semanal en colaboración con
Daniel González Dueñas. He aquí el itinerario espiritual del novelista, lector
del Tarot, director de la película El topo y de la obra de teatro El juego que
todos jugamos, el gurú pánico Jodorowsky.

Yo siempre quise crearme un alma. Ésa


fue mi búsqueda. Nunca me preocupé
del dinero. Nicanor Parra, el gran poeta
chileno, que era profesor de
matemáticas en la escuela de
ingeniería en Chile, estaba siempre
preocupado por problemas económicos;
me decía: "Jodorowsky, no quemes tus
naves, no dejes la filosofía ni la
universidad, te vas a morir de hambre, no seas artista." Y yo decidí: "Voy a quemar
mis naves, haré siempre arte." Para mí el arte no era crear mi obra y quedarme ahí,
sino una vía para encontrar esta alma, para solucionar esta angustia que yo tenía.

Porque mis padres no me habían dado ninguna religión. Eran judíos ocultos. Durante
toda mi infancia, hasta que tuve diez años, mi padre se vistió de Stalin; se le parecía,
además: yo fui educado por Stalin. Y mi abuelo era idéntico a Gandhi. Crecí entre
Stalin y Gandhi. Y mi madre, que era blanca como una vela de cera, con el cabello
rubio largo, en un país del norte de Chile donde todo el mundo era moreno, andaba
toda cubierta de pies a cabeza como una sufí, como islamita, de negro, con una gran
faja todo el tiempo. Yo nunca pude acercarme a su cuerpo. Cuando se quemó mi
casa yo fui feliz; había sufrido tanto Lo único que quedó fue el armario de mi madre
y cuando lo abrí, salió la faja volando hacia el cielo, y vinieron los pájaros y la
destrozaron a picotazos. La faja me cayó como una nube negra. Entonces entendí
que por fin me había liberado de estos fantasmas.

Siempre he sido muy apasionado en lo que hago; lo he sido en el arte y lo sigo


siendo, ¿por qué me voy a sacrificar? Continúo trabajando y un día a la semana lo
hago gratis en París, en la lectura semanal del Tarot y en el Cabaret Místico. Sí, me
gusta escribir mis libros, es un gran placer, tengo ego, pero uno puede convertir al
ego en una especie de amiguito. Para los chinos, el ego es un elefante que puede ser
hediondo o aromático; una persona que ha dominado su ego es un elefante
perfumado; cuando alguien no lo ha dominado, llega con su elefante hediondo por
delante y todos se tapan las narices por el tremendo ego que les echan encima. Una
persona busca durante años y años a un maestro y camina medio mundo, sube
montañas, atraviesa mares; por fin lo encuentra y en cuanto lo ve, le habla de su
vida durante tres días seguidos y se va. El ego es así: encuentra al maestro y
después se pone a hablar de sí mismo. He visto a tanta gente que se me acerca y
me habla y me habla y no me hace ninguna pregunta. Y yo también soy un ser
humano que tiene cosas que contar, ¿no es cierto? A través del Tarot uno aprende
a comunicarse de inconsciente a inconsciente, y a hacer preguntas. El contacto es
instantáneo, nos sentamos y somos amigos al instante. Para leer el Tarot, para
hacerme cartomancier profesional, dejé todo trabajo durante seis meses; en una
pequeña librería me hice una pieza como en la ceremonia del té, con una puerta baja
para que todo el mundo se inclinara al entrar y así disminuir un poco la importancia
individual. Puse una música especial, un perfume exquisito las personas se sentaban
en un sitio determinado y yo las veía con un gran cariño. Y empecé a darme cuenta
de que, ante una persona, uno puede ver cómo fue parida, saber si el parto fue
difícil, si nació a los siete o a los diez meses, si tenía el cordón umbilical alrededor
del cuello, si nació por cesárea Poco a poco entendí que llevamos marcado en
nuestro cuerpo ese momento crucial de la vida. Y no sólo eso, sino que tenemos
marcados los nueve meses que estuvimos en el vientre de la madre. Absorbemos
esos momentos psicológicos de formación.
Una persona busca durante años y años a un maestro y camina medio mundo, sube
montañas, atraviesa mares; por fin lo encuentra y en cuanto lo ve, le habla de su
vida durante tres días seguidos y se va.

Me dediqué a preguntarle a las personas cómo habían nacido, y me di cuenta de que


el parto corresponde a la relación amorosa del padre y la madre. Es muy distinto
haber nacido de un gran orgasmo, que de una falta de relación; es muy diferente
haber nacido de dos seres que se aman, que haber sido engendrado por una mujer
que detesta a su compañero; es muy distinto nacer como fruto de un acto
deliberado de la pareja, a nacer como trampa para atar a alguien o a nacer después
de que hubo un niño muerto, como para llenar ese hueco. Me di cuenta de que se
forma un destino en relación con la emocionalidad de los padres. Y luego empecé a
ver que los hermanos tienen un destino diferente, de acuerdo con su posición: el
primero, el segundo, el tercero Si mi padre fue el primero en nacer, el primer niño
que él tiene es su réplica y se da entre ambos una comunicación muy importante; si
mi padre tuvo un hermano que le robó la atención, él va a deslizar eso a su propio
hijo y le va a hacer la vida imposible; eso me pasó a mí. Mi padre detestaba
profundamente a su hermano gemelo, Benjamín, porque él le había robado a la
madre; mi tío Benjamín era homosexual, hizo pareja con la madre. Cuando mi abuelo,
el padre de mi padre, murió (yo tenía once o doce años), no dejó ni un centavo; mi
padre tuvo que ponerse a trabajar para que su hermano fuera a la universidad y se
graduara como dentista. Y Benjamín prometió que cuando fuera dentista emplearía a
mi padre, que era mecánico dental. Pero cuando Benjamín se recibió, se enamoró de
otro mecánico dental y traicionó a mi padre. Durante toda su vida, mi padre estuvo
furioso contra Benjamín. Éste vivía en una biblioteca: fue lo único que me dio. Y mi
padre, en lugar de decirme Alejandro, me decía Benjamín. Yo no entendía por qué
me trataba tan mal: es que me había deslizado a su hermano y por tanto yo venía a
quitarle su sitio, a robarle a su esposa, a arrebatarle el amor. Y es que un niño, para
vivir, necesita ser amado; y cuando lo maltratan, él cree tener la culpa y se dice:
"Me maltratan porque no valgo, soy culpable, no soy nadie." Y yo sentía que no era
nadie, que no existía, porque no me miraban. Si una madre se limita a cargar a su
bebé y permanece impávida sin nunca sonreírle, éste se vuelve esquizofrénico. El
amor y la mirada de los padres es esencial para los hijos; si el padre no ve a su hijo,
éste no se ve a sí mismo; si los padres no valoran al hijo, él no se valora; si no lo
escuchan, se vuelve tartamudo o habla muy rápido porque cree que la gente no le da
suficiente tiempo de escucha, o bien habla solo, hace soliloquios delante del otro y el
otro no existe porque él no existió para sus padres.

También me di cuenta de la gigantesca neurosis que Freud proyectó sobre el mundo.


Edificó el mundo sobre la base de su neurosis. Porque el ser humano es bueno, y si
después sufre y mata, es precisamente por ser bueno. Hay numerosas culpas que
arrastramos y nos impiden triunfar. La primera es haber sido una carga para alguien;
es cuando los padres dicen: "por ti dejé de hacer esto", "me puse a trabajar por tu
causa", "fuiste una cruz para mí", "me divorcié por tu bien", "sacrifiqué mi vida por
ti" Es un espantoso complejo de culpa que te conduce al fracaso. La segunda culpa
es traicionar a tus padres: "somos católicos y tú te hiciste budista o te casaste con
una africana que hacía vudú", "somos de la extrema izquierda y tú de la
ultraderecha", gran culpabilidad. La tercera es la de quien decide hacer su vida y no
la que sus padres quieren: "te fuiste de la casa, hace tres generaciones que
estamos encerrados aquí". Cuando terminas en la casa paterna, la conviertes en un
set cinematográfico porque como no puedes irte al mundo, traes el mundo falso a tu
casa. Yo filmé Santa Sangre en la casa del Indio Fernández, que es un palacio
increíble, pero me dediqué a maquillarlo, puse carcoma en las paredes y en cierta
forma lo hice real porque en sí ya era un set. Cuando alguien no consigue irse de las
casas de encierro, ellas van devorando y matando a sus habitantes, y la familia va
devorando a quien le pertenece: un hombre es salchichero y cuando tieneun hijo lo
hace salchichero, y éste tiene un hijo que hace salchichas, y si el cuarto hijo escribe
poemas lo hace con infinita culpabilidad; además, esos poemas serán salchichas
frustradas. Es el traidor, una catástrofe.

La cuarta culpabilidad es ser "fundamentalmente malo":


"no eres gentil, eres perezoso, me decepcionaste". Los
que son lentos y están en la pereza todo el día, tienen
hijos hiperactivos a los que tienen que gritar: "¡Calma,
calma!" Y los que son rápidos tienen hijos lentos y les
gritan: "¡Muévete!" Si no eres igual, eres malo. Tenemos
cuatro partes: la vida intelectual, las ideas, que
corresponden en el Tarot a las espadas, al verbo; la vida
emocional, las emociones, que corresponden a las
copas; la vida instintiva, los deseos, que corresponden a
los bastones; y tenemos la vida de las necesidades
corporales, que corresponden a los otros, a los dineros. Son cuatro elementos:
deseos, emociones, ideas y necesidades. Pero con esos elementos no podemos vivir
si no descubrimos el quinto, el fin de todo eso. ¿Y cuál es? No lo sé, lo tengo que
descubrir y sentirlo. En una parte de Zaratrustra, la obra de teatro que puse en
México a principio de los setenta, el maestro enseña al discípulo las cuatro tomas
del judo; el alumno las aprende y llega a sentirse tan ducho que reta al maestro a
una pelea. Y al atacarlo le aplica las tomas aprendidas: "¡Uno, dos, tres, cuatro!"
Pero el maestro dice: "¡Cinco!", y lo tira al suelo. El discípulo se queja: "Me
enseñaste las cuatro tomas, ¿por qué una quinta?" "Te puedo enseñar cuatro, pero
tú tienes que descubrir la quinta."

También descubrí que era importante conocer las relaciones de los padres con sus
hermanos, nuestros tíos. Y encontré que el secreto de la vida emocional son los
abuelos. Porque desde ellos las cosas se van repitiendo: los nombres, las
enfermedades, los incestos, los fracasos, los triunfos. Entonces vi la necesidad de
hacer un árbol genealógico. Primero hice el mío, en una novela que se llama Donde
mejor canta un pájaro. Cuando haces tu árbol genealógico, en dos horas economizas
dos años de psicoanálisis; porque estamos poseídos por la familia, ella tiene un
impacto fundamental en tu inconsciente. Hay que ver quién fue tu padre, qué
hermanos tuvo, qué nombres se repiten, qué fechas aparecen de nuevo, qué
enfermedades y, sobre todo, qué signos astrológicos se repiten. Y así aprendes a
conocerte y a darte cuenta de que hay cosas que estás viviendo que no son tú. Ése
es el trabajo del árbol genealógico, una enormidad si se tratara de explicarlo. Es muy
importante: quizá desde los bisabuelos están las teorías que te marcan; siempre hay
un libro sagrado, una Biblia, una Torá, un Corán, textos budistas, todos mal
interpretados, que te conducen a tremendos problemas de moral. Tiene que ver
también la vida económica de tu árbol genealógico: debemos averiguar cuál es la
rama más fuerte, las mujeres o los hombres, quiénes eran verdugos y quiénes
víctimas, oír bien las frases cotidianas: "las mujeres parían mucho", "eran hijos
únicos", "había sólo hombres ausentes" o "había sólo mujeres ausentes". El árbol
genealógico nos da una visión personal del mundo, distinta a la de los otros. Mientras
no hagamos este trabajo psicológico de curación, mientras no hagamos un dibujo y
tengamos delante a los hermanos y hermanas, a los padres y madres, tíos y tías,
abuelos y abuelas, y quizá a los bisabuelos y bisabuelas, no sirve de nada hacer un
trabajo espiritual porque no sabremos quiénes somos.
Como yo había hecho arte, me pregunté por qué no aplicarlo a la terapia, por qué
despreciar a los artistas y confiar sólo en los científicos, los que "conocen la
verdad". En México he visto a muchos curanderos, no he parado de irlos a visitar. Y
admiro y aprecio a los charlatanes, porque curan. Un charlatán cura más que un
médico, porque a veces los médicos envenenan; hay que saber unir la curación
objetiva con la curación emocional. Me pagué un viaje a Chile para ver a las machis,
que son las brujas de los mapuches que van quedando en ese país. Tienen su
medicina chamánica, como la tenía Pachita en México. Pero a su lado hay
estudiantes universitarios que no las desprecian sino que unen la terapia llamada
"normal" con la llamada "primitiva". Las dos tienen que unirse.

Último ejemplo: cuando nació mi cuarto hijo, Adán, tuvo una fuerte gripe. Valerie, mi
ex mujer, que había estudiado psicoterapia, recibió la receta de darle treinta gotitas
de una cierta medicina. Y el niño no se curaba. Le dije: "No se cura porque tú no
tienes fe. Cuando le des las gotas, reza." Le dio las mismas gotas rezando y el niño
se curó. Porque para que te cures necesitas fe, para meditar la necesitas, y la fe no
es racional. Yo veía a gente que durante veinte años había ido al psicoanalista y
seguía con la misma neurosis, los mismos problemas; me dije que era necesario
proponer actos para que la gente actúe; si uno no hace actos en su vida, la vida no
cambia, y tienen que ser actos que no correspondan a lo que la persona hace todos
los días. Tiene que ir a sitios a donde nunca ha ido, vestirse como nunca lo ha
hecho, hablar lo que nunca ha hablado, transformar sus acciones cotidianas: sólo
entonces se cura.

En París se ha desarrollado la
etnopsiquiatría; los psiquiatras se dieron
cuenta de que con los elementos
psicoanalíticos no pueden curar a los
emigrantes de África, de Asia, que tienen
sus propias religiones y sus propias
intuiciones del mundo. Sólo podían curar a
alguien en su propia visión del mundo;
entonces, debían aceptar la magia negra, los fantasmas, etcétera. Hace poco un
brujo mexicano me dijo que yo tenía un "daño"; yo no vivo en su mundo pero acepté
lo que me decía, es maravilloso. ¿Por qué? Porque el psiquiatra y el médico aíslan al
enfermo, lo meten a un hospital y le dicen que está enfermo y que lleva la
enfermedad en sí, le dicen que la enfermedad es algo esencial del ser. En Chile
pregunté a las curanderas cómo trataban a los enfermos; me dijeron que lo primero
que hacían era encontrar al "dueño" del enfermo. "El enfermo tiene un dueño, su
familia, su padre, su madre. No se le puede tratar sin sus dueños." No pueden
curarlo si lo apartan de su familia. El charlatán, el brujo, el mago, comprenden eso y
no te dicen que estás enfermo; en lugar de curarte a ti, curan el "daño". Las
enfermedades son siempre en relación con el otro; el mago, la bruja, curan
"relacionalmente". Yo acepto su parte mítica; es psicomagia de mi parte, y de la
suya es magia. Hay tesoros maravillosos de magia mexicana; sea verdad o mentira,
curan en tu mentalidad. Cuando el médico te extrae del ambiente, te enferma más.
Nunca hay que separar. Nosotros tenemos que nacer y morir en familia. Los
etnopsiquiatras nunca ven solos a un paciente, no se aíslan; lo atienden en grupos
para que la persona se cure como antes, en las aldeas. Antes, cuando había un
problema era público, colectivo: tu problema es mi problema. Necesito que tú
asumas mi problema para que yo me cure. En cierta forma utilizo todo eso, con el
mayor de los respetos; y así, digo que soy un "psicocharlatán".

Siempre el paciente tiene que curar al doctor también. Si uno toma el mal de alguien
y se lo quita, no hay que tirarlo; no es malo en sí: una vez que lo tiraste, hay que ir a
buscarlo y decir: "Ah, qué bonito, se convirtió en un pájaro", y dejarlo volar. No dejar
tirado el mal. No hay que odiar al mal: es un maestro también. Cuando se habla del
diablo es algo cómico. En el Tarot el diablo es la creatividad, en el plano artístico es
la creatividad profunda. Es la honda negrura de donde va a nacer la luz; es "Lucifer",
el portador de la luz. Hay que enraizarse profundamente en lo que Freud llamó
inconsciente (y que en realidad es lo no-consciente), para después crecer hacia la
luz. En los evangelios apócrifos se dice que Lucifer es el hermano mayor de Cristo y
que éste, luego de que lo bajaron de la cruz y durante los tres días que estuvo
muerto, bajó a buscar a Lucifer para rescatarlo porque él lleva la luz y salir juntos y
crear el cuerpo de luz. El diablo es la tiniebla que va a dar origen a tu luz. Si quieres
tu luz, busca la raíz de las tinieblas. Ahí está la luz. El diamante en el carbón. Esa
conciencia profunda en la oscuridad en la que vives.

Mucha gente ha sido mi maestro. Y yo, a medida que progresaba, quería ser maestro.
Y ahora, cuando me dicen así me pongo rojo de vergüenza: yo so discípulo. Mientras
más veo, más alumno soy. Porque cada persona es para mí una lección. Palabra de
honor. Aprendo también de los errores. El mayor sacrificio que uno puede hacer es
el don de sí, el dar esta identidad que uno tiene. En el momento en que uno logra el
don de sí, consiguió el sacrificio supremo. Por otro lado, las ofrendas. Cuando uno
hace una ofrenda en un templo, siempre ofrenda lo mejor que tiene. No se ofrenda lo
que uno tiene de sobrante. Se ofrendan la mejor gallina, la más bella flor. Hay una
historia maravillosa: un maestro de té cultivaba un bellísimo campo de lirios y un
gran guerrero supo de ese jardín, quiso verlo y mandó a un mensajero para anunciar
al maestro su visita. Cuando llegó al día siguiente, no había ni un solo lirio en el
jardín: el maestro los había cortado todos. Entonces el guerrero, furioso, entró en la
casita de té para matar al maestro; pero éste lo esperaba para entregarle algo:
"Aquí está el más bello lirio", le dijo. Había sacrificado todo su jardín para escoger
el mejor, que ofrendaba a su visitante. Yo me sacrifico si amo a alguien, sacrifico mis
deseos, mis necesidades, mis ideas, y le ofrezco lo mejor de mí, que es mi estado de
conciencia: nos comunicamos de conciencia a conciencia. Ése es el sacrificio.

Las cosas son sagradas cuando las habita la divinidad. Cualquiera de nosotros es
sagrado cuando abre sus puertas a lo divino, al alma. No hay materia sagrada, no hay
tierra sagrada. La divinidad sacraliza lo que ella quiere, y todo es sagrado. "Cuanto
más vivo, cuanto más unido está." Si separas a un organismo de su medio, se va
muriendo. En el fondo, las enfermedades son cortes de nosotros del medio ambiente.
Nos enfermamos por falta de unión. Yug, yoga: unión. Religión: unión. Mientras más
unido estoy, más consciente. Debo estarunido al todo. Y en el todo ¿quién está
unido a nadie? Ahí no hay más que el todo. Tenemos un lado personal maravilloso,
estamos sufriendo lo peor de la desgracia y ascendemos a un estado de conciencia
que nos salva de morir de tristeza. Ese estado es lo impersonal de nosotros, es el
plano consciente.

El camino es difícil. Siempre alguien debe empezar por una rebelión y decir: "Yo". Y
cuando lo encuentra, comprende que el otro existe; se va a buscar a los otros y les
dice, de igual a igual: "Yo encontré, tú encontraste. Somos camaradas": ha
comprendido que el nosotros existe. El hombre realmente es humanidad. Una vez me
preguntaron unos muchachos por qué los jóvenes estaban tan inquietos, y por qué
se aburren. ¿Por qué cada quien busca un destino individual? El día que se explique
a los muchachos cuál es el profundo sentido del concepto humanidad, no sólo se van
a entretener sino que van a alcanzar la felicidad. Pero luego, todavía más allá, existe
el ustedes.
En un sentido, nadie se acaba de curar nunca. La persona, una vez que soluciona su
problema, tiene que decidirse a vivir, y ésa ya no es la responsabilidad del terapeuta.
Cuando alguien se cura, pasa del yo al tú y luego al nosotros. Mas para llegar a la
curación, del nosotros hay que pasar al ustedes, o sea hacerse un maestro y borrar
el ego. Decir, con todo lo que de profundo significa, "ustedes existen y yo no", o sea
llegar a la vida impersonal. Ésa es la verdadera curación, y no existe. Sólo muy
pocos seres en el mundo se deciden a dar ese paso gigantesco. Pero tengo
confianza. Todos formamos un ser colectivo y podemos decir que llegaremos a una
unidad. El ser humano alcanzará un pensamiento colectivo, la conciencia universal:
todos mis yo regados por el tiempo y el espacio se fusionarán en uno.

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