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Porque mis padres no me habían dado ninguna religión. Eran judíos ocultos. Durante
toda mi infancia, hasta que tuve diez años, mi padre se vistió de Stalin; se le parecía,
además: yo fui educado por Stalin. Y mi abuelo era idéntico a Gandhi. Crecí entre
Stalin y Gandhi. Y mi madre, que era blanca como una vela de cera, con el cabello
rubio largo, en un país del norte de Chile donde todo el mundo era moreno, andaba
toda cubierta de pies a cabeza como una sufí, como islamita, de negro, con una gran
faja todo el tiempo. Yo nunca pude acercarme a su cuerpo. Cuando se quemó mi
casa yo fui feliz; había sufrido tanto Lo único que quedó fue el armario de mi madre
y cuando lo abrí, salió la faja volando hacia el cielo, y vinieron los pájaros y la
destrozaron a picotazos. La faja me cayó como una nube negra. Entonces entendí
que por fin me había liberado de estos fantasmas.
También descubrí que era importante conocer las relaciones de los padres con sus
hermanos, nuestros tíos. Y encontré que el secreto de la vida emocional son los
abuelos. Porque desde ellos las cosas se van repitiendo: los nombres, las
enfermedades, los incestos, los fracasos, los triunfos. Entonces vi la necesidad de
hacer un árbol genealógico. Primero hice el mío, en una novela que se llama Donde
mejor canta un pájaro. Cuando haces tu árbol genealógico, en dos horas economizas
dos años de psicoanálisis; porque estamos poseídos por la familia, ella tiene un
impacto fundamental en tu inconsciente. Hay que ver quién fue tu padre, qué
hermanos tuvo, qué nombres se repiten, qué fechas aparecen de nuevo, qué
enfermedades y, sobre todo, qué signos astrológicos se repiten. Y así aprendes a
conocerte y a darte cuenta de que hay cosas que estás viviendo que no son tú. Ése
es el trabajo del árbol genealógico, una enormidad si se tratara de explicarlo. Es muy
importante: quizá desde los bisabuelos están las teorías que te marcan; siempre hay
un libro sagrado, una Biblia, una Torá, un Corán, textos budistas, todos mal
interpretados, que te conducen a tremendos problemas de moral. Tiene que ver
también la vida económica de tu árbol genealógico: debemos averiguar cuál es la
rama más fuerte, las mujeres o los hombres, quiénes eran verdugos y quiénes
víctimas, oír bien las frases cotidianas: "las mujeres parían mucho", "eran hijos
únicos", "había sólo hombres ausentes" o "había sólo mujeres ausentes". El árbol
genealógico nos da una visión personal del mundo, distinta a la de los otros. Mientras
no hagamos este trabajo psicológico de curación, mientras no hagamos un dibujo y
tengamos delante a los hermanos y hermanas, a los padres y madres, tíos y tías,
abuelos y abuelas, y quizá a los bisabuelos y bisabuelas, no sirve de nada hacer un
trabajo espiritual porque no sabremos quiénes somos.
Como yo había hecho arte, me pregunté por qué no aplicarlo a la terapia, por qué
despreciar a los artistas y confiar sólo en los científicos, los que "conocen la
verdad". En México he visto a muchos curanderos, no he parado de irlos a visitar. Y
admiro y aprecio a los charlatanes, porque curan. Un charlatán cura más que un
médico, porque a veces los médicos envenenan; hay que saber unir la curación
objetiva con la curación emocional. Me pagué un viaje a Chile para ver a las machis,
que son las brujas de los mapuches que van quedando en ese país. Tienen su
medicina chamánica, como la tenía Pachita en México. Pero a su lado hay
estudiantes universitarios que no las desprecian sino que unen la terapia llamada
"normal" con la llamada "primitiva". Las dos tienen que unirse.
Último ejemplo: cuando nació mi cuarto hijo, Adán, tuvo una fuerte gripe. Valerie, mi
ex mujer, que había estudiado psicoterapia, recibió la receta de darle treinta gotitas
de una cierta medicina. Y el niño no se curaba. Le dije: "No se cura porque tú no
tienes fe. Cuando le des las gotas, reza." Le dio las mismas gotas rezando y el niño
se curó. Porque para que te cures necesitas fe, para meditar la necesitas, y la fe no
es racional. Yo veía a gente que durante veinte años había ido al psicoanalista y
seguía con la misma neurosis, los mismos problemas; me dije que era necesario
proponer actos para que la gente actúe; si uno no hace actos en su vida, la vida no
cambia, y tienen que ser actos que no correspondan a lo que la persona hace todos
los días. Tiene que ir a sitios a donde nunca ha ido, vestirse como nunca lo ha
hecho, hablar lo que nunca ha hablado, transformar sus acciones cotidianas: sólo
entonces se cura.
En París se ha desarrollado la
etnopsiquiatría; los psiquiatras se dieron
cuenta de que con los elementos
psicoanalíticos no pueden curar a los
emigrantes de África, de Asia, que tienen
sus propias religiones y sus propias
intuiciones del mundo. Sólo podían curar a
alguien en su propia visión del mundo;
entonces, debían aceptar la magia negra, los fantasmas, etcétera. Hace poco un
brujo mexicano me dijo que yo tenía un "daño"; yo no vivo en su mundo pero acepté
lo que me decía, es maravilloso. ¿Por qué? Porque el psiquiatra y el médico aíslan al
enfermo, lo meten a un hospital y le dicen que está enfermo y que lleva la
enfermedad en sí, le dicen que la enfermedad es algo esencial del ser. En Chile
pregunté a las curanderas cómo trataban a los enfermos; me dijeron que lo primero
que hacían era encontrar al "dueño" del enfermo. "El enfermo tiene un dueño, su
familia, su padre, su madre. No se le puede tratar sin sus dueños." No pueden
curarlo si lo apartan de su familia. El charlatán, el brujo, el mago, comprenden eso y
no te dicen que estás enfermo; en lugar de curarte a ti, curan el "daño". Las
enfermedades son siempre en relación con el otro; el mago, la bruja, curan
"relacionalmente". Yo acepto su parte mítica; es psicomagia de mi parte, y de la
suya es magia. Hay tesoros maravillosos de magia mexicana; sea verdad o mentira,
curan en tu mentalidad. Cuando el médico te extrae del ambiente, te enferma más.
Nunca hay que separar. Nosotros tenemos que nacer y morir en familia. Los
etnopsiquiatras nunca ven solos a un paciente, no se aíslan; lo atienden en grupos
para que la persona se cure como antes, en las aldeas. Antes, cuando había un
problema era público, colectivo: tu problema es mi problema. Necesito que tú
asumas mi problema para que yo me cure. En cierta forma utilizo todo eso, con el
mayor de los respetos; y así, digo que soy un "psicocharlatán".
Siempre el paciente tiene que curar al doctor también. Si uno toma el mal de alguien
y se lo quita, no hay que tirarlo; no es malo en sí: una vez que lo tiraste, hay que ir a
buscarlo y decir: "Ah, qué bonito, se convirtió en un pájaro", y dejarlo volar. No dejar
tirado el mal. No hay que odiar al mal: es un maestro también. Cuando se habla del
diablo es algo cómico. En el Tarot el diablo es la creatividad, en el plano artístico es
la creatividad profunda. Es la honda negrura de donde va a nacer la luz; es "Lucifer",
el portador de la luz. Hay que enraizarse profundamente en lo que Freud llamó
inconsciente (y que en realidad es lo no-consciente), para después crecer hacia la
luz. En los evangelios apócrifos se dice que Lucifer es el hermano mayor de Cristo y
que éste, luego de que lo bajaron de la cruz y durante los tres días que estuvo
muerto, bajó a buscar a Lucifer para rescatarlo porque él lleva la luz y salir juntos y
crear el cuerpo de luz. El diablo es la tiniebla que va a dar origen a tu luz. Si quieres
tu luz, busca la raíz de las tinieblas. Ahí está la luz. El diamante en el carbón. Esa
conciencia profunda en la oscuridad en la que vives.
Mucha gente ha sido mi maestro. Y yo, a medida que progresaba, quería ser maestro.
Y ahora, cuando me dicen así me pongo rojo de vergüenza: yo so discípulo. Mientras
más veo, más alumno soy. Porque cada persona es para mí una lección. Palabra de
honor. Aprendo también de los errores. El mayor sacrificio que uno puede hacer es
el don de sí, el dar esta identidad que uno tiene. En el momento en que uno logra el
don de sí, consiguió el sacrificio supremo. Por otro lado, las ofrendas. Cuando uno
hace una ofrenda en un templo, siempre ofrenda lo mejor que tiene. No se ofrenda lo
que uno tiene de sobrante. Se ofrendan la mejor gallina, la más bella flor. Hay una
historia maravillosa: un maestro de té cultivaba un bellísimo campo de lirios y un
gran guerrero supo de ese jardín, quiso verlo y mandó a un mensajero para anunciar
al maestro su visita. Cuando llegó al día siguiente, no había ni un solo lirio en el
jardín: el maestro los había cortado todos. Entonces el guerrero, furioso, entró en la
casita de té para matar al maestro; pero éste lo esperaba para entregarle algo:
"Aquí está el más bello lirio", le dijo. Había sacrificado todo su jardín para escoger
el mejor, que ofrendaba a su visitante. Yo me sacrifico si amo a alguien, sacrifico mis
deseos, mis necesidades, mis ideas, y le ofrezco lo mejor de mí, que es mi estado de
conciencia: nos comunicamos de conciencia a conciencia. Ése es el sacrificio.
Las cosas son sagradas cuando las habita la divinidad. Cualquiera de nosotros es
sagrado cuando abre sus puertas a lo divino, al alma. No hay materia sagrada, no hay
tierra sagrada. La divinidad sacraliza lo que ella quiere, y todo es sagrado. "Cuanto
más vivo, cuanto más unido está." Si separas a un organismo de su medio, se va
muriendo. En el fondo, las enfermedades son cortes de nosotros del medio ambiente.
Nos enfermamos por falta de unión. Yug, yoga: unión. Religión: unión. Mientras más
unido estoy, más consciente. Debo estarunido al todo. Y en el todo ¿quién está
unido a nadie? Ahí no hay más que el todo. Tenemos un lado personal maravilloso,
estamos sufriendo lo peor de la desgracia y ascendemos a un estado de conciencia
que nos salva de morir de tristeza. Ese estado es lo impersonal de nosotros, es el
plano consciente.
El camino es difícil. Siempre alguien debe empezar por una rebelión y decir: "Yo". Y
cuando lo encuentra, comprende que el otro existe; se va a buscar a los otros y les
dice, de igual a igual: "Yo encontré, tú encontraste. Somos camaradas": ha
comprendido que el nosotros existe. El hombre realmente es humanidad. Una vez me
preguntaron unos muchachos por qué los jóvenes estaban tan inquietos, y por qué
se aburren. ¿Por qué cada quien busca un destino individual? El día que se explique
a los muchachos cuál es el profundo sentido del concepto humanidad, no sólo se van
a entretener sino que van a alcanzar la felicidad. Pero luego, todavía más allá, existe
el ustedes.
En un sentido, nadie se acaba de curar nunca. La persona, una vez que soluciona su
problema, tiene que decidirse a vivir, y ésa ya no es la responsabilidad del terapeuta.
Cuando alguien se cura, pasa del yo al tú y luego al nosotros. Mas para llegar a la
curación, del nosotros hay que pasar al ustedes, o sea hacerse un maestro y borrar
el ego. Decir, con todo lo que de profundo significa, "ustedes existen y yo no", o sea
llegar a la vida impersonal. Ésa es la verdadera curación, y no existe. Sólo muy
pocos seres en el mundo se deciden a dar ese paso gigantesco. Pero tengo
confianza. Todos formamos un ser colectivo y podemos decir que llegaremos a una
unidad. El ser humano alcanzará un pensamiento colectivo, la conciencia universal:
todos mis yo regados por el tiempo y el espacio se fusionarán en uno.