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ARQUIDIÓCESIS DE CARTAGENA

INSTITUTO EMAÚS

Síntesis de Teología Dogmática

Estudiantes de V Nivel de Formación

Sesión Uno

 
Sesiones
1. Síntesis de Cristología.
2. Síntesis de Dios uno y trino.
3. Síntesis de Escatología.
4. Síntesis de Sacramentos.
 

Sesión uno:

Cristología
 
1. Primera tesis:
El punto de partida de la cristología es esta confesión de fe: Jesús de Nazaret es el Cristo, el Hijo
de Dios. Él es el Mesías y Señor anunciado por las Escrituras, que existía desde el principio y en la
plenitud de los tiempos fue enviado por el Padre (cf. Gálatas 4,4-5).
a. La confesión de fe cristológica ocupa un lugar central:
i. En el Nuevo Testamento (cf. Marcos 1,1; Mateo 16,16; Lucas 3,22; Juan
20,31; Hechos 2,22-36).
ii. En el dogma de la Iglesia: "Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor"
(Símbolo de los apóstoles, artículo 2).
b. Análisis de los términos empleados en la confesión de fe cristológica (este párrafo
reproduce CICa, nn. 452-455; profundizar en nn. 422-451).
i. El nombre de Jesús significa "Dios salva". El niño nacido de la Virgen María
se llama "Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo
1,21); "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que
nosotros debamos salvarnos" (Hechos 4,12).
ii. El nombre de Cristo significa "Ungido", "Mesías". Jesús es el Cristo porque
"Dios lo ungió con el Espíritu Santo y con el poder" (Hechos 10,38). Es "el
que ha de venir" (Lucas 7,19), el objeto de "la esperanza de Israel" (Hechos
28,20).
iii. El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo
con Dios su Padre: Él es el Hijo único del Padre (cf. Juan 1,14.18; 3,16.18) y
Él mismo es Dios (cf. Juan 1,1). Para ser cristiano es necesario creer que
Jesucristo es el Hijo de Dios (cf. Hechos 8,37; 1 Juan 2,23).
iv. El nombre de Señor significa la soberanía divina. Confesar o invocar a
Jesús como Señor es creer en su divinidad. "Nadie puede decir: ‘¡Jesús es
Señor!’ sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Corintios 12,3).
c. La cristología del Nuevo Testamento (cf. Carlos Ignacio González, 1987, pp. 235-
236; profundizar en pp. 236-288).
i. Mateo presenta a Jesús como el cumplimiento de las promesas davídicas,
el nuevo Israel (que se realiza en la Iglesia universal), el Hijo de David, el
Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, el nuevo Moisés.
ii. Marcos subraya que Jesús es profundamente humano y, más que
humano, Hijo de Dios. Durante su vida terrena Jesús conserva el "secreto
mesiánico"; pero una vez resucitado, los discípulos reconocen en él al Hijo
de Dios e Hijo del Hombre.
iii. Lucas presenta a Jesús como el cumplimiento del plan del Padre (en el
Espíritu), el signo de la misericordia y el perdón del Padre (que se ofrece a
todos los hombres), el profeta revestido del Espíritu, el Señor de la casa de
David, el Señor y Cristo.
iv. Juan presenta a Jesús como el Logos de Dios preexistente, que se hizo
carne (cf. Juan 1,1-18), el vencedor de Satanás, el que quita el pecado del
mundo, la Luz, la Vida, el enviado del Padre para dar al mundo vida
eterna.
v. Pablo, reflexionando a partir del misterio pascual de Cristo, llega hasta el
misterio de su preexistencia y su encarnación. Jesús resucitado nos revela
al Padre porque es la imagen de Dios y nos revela también al Espíritu que
actúa en la Iglesia, que es su Cuerpo.
d. La esperanza mesiánica en el Antiguo Testamento (cf. Carlos Ignacio
González, o.c., pp. 79-80; profundizar en pp. 80-105).
i. La esperanza mesiánica de Israel consiste fundamentalmente en que Dios
ha de reinar sobre su pueblo y en tal reinado encontrará Israel su
salvación.
ii. En su desarrollo histórico se pueden distinguir las siguientes tres etapas:
1. Durante el período del mesianismo regio se espera que el
portador de la promesa divina de salvación sea el Rey-Ungido
(Mesías).
2. En el exilio todo el pueblo de Israel se siente el heredero y
portador de las promesas mesiánicas; se perfila la índole
escatológica de los tiempos mesiánicos.
3. En épocas tardías se espera un portador personal de esta
promesa, no siempre bien definido en sus rasgos. Sólo Jesucristo
nos da la clave para comprender en su pleno sentido el significado
de la promesa mesiánica.
iii. La figura profética es "tipo" de Cristo en cuanto a su vocación, su misión y
su libre aceptación del sufrimiento (cf. Hebreos 1,1-4). En el Siervo de
Yahvé del Deutero-Isaías descubrimos la más alta figura profética y tipo de
Cristo.
2. Segunda tesis:
Como Siervo de Yahvé Dios, Jesucristo se solidarizó con los hombres, menos en el pecado, vivió
nuestra historia y nuestro mundo anunciando el Reino, murió en la Cruz por nuestra salvación y
resucitó al tercer día para nuestra justificación por obra del Padre.
a. Los misterios de la vida de Cristo (cf. CICa, nn. 561-570; profundizar en nn. 512-
560).
i. El misterio de Navidad nos muestra a Dios escondido en la debilidad de un
niño.
ii. En su vida oculta en Nazaret, Jesús nos da el ejemplo de la santidad en la
vida cotidiana de la familia y del trabajo.
iii. En su Bautismo, Jesús se manifiesta como el "Siervo" consagrado a la obra
redentora que llevará a cabo en el "bautismo" de su pasión.
iv. En el misterio de sus tentaciones, Jesús, humilde Mesías, triunfa sobre
Satanás mediante su total adhesión al designio de salvación del Padre.
v. El Reino de los Cielos ha sido inaugurado en la Tierra por Cristo. "Se
manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo" (Vat. II, constitución Lumen Gentium, n. 5). La Iglesia es el germen y
el comienzo de este Reino. Sus llaves son confiadas por Jesús a Pedro.
vi. En su Transfiguración, Jesús fortalece la fe de los Apóstoles ante la
proximidad de la pasión. Cristo, Cabeza de la Iglesia, manifiesta lo que su
cuerpo contiene e irradia en los sacramentos: "la esperanza de la gloria"
(Colosenses 1,27).
vii. En la subida de Jesús a Jerusalén, se revela que Él sabía que allí moriría de
muerte violenta a causa de la contradicción de los pecadores.
viii. En la entrada de Jesús en Jerusalén se manifiesta la venida del Reino que
el Rey-Mesías, recibido en su ciudad por los niños y por los humildes de
corazón, va a llevar a cabo por la pascua de su muerte y de su
resurrección.
b. La muerte de Cristo (este párrafo reproduce CICa, nn. 619-623; profundizar en nn.
595-618).
i. "Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras" (1 Corintios 15,3).
ii. Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dios hacia nosotros
porque "Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados" (1 Juan 4,10). "En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo
consigo" (2 Corintios 5,19).
iii. Jesús se ofreció libremente por nuestra salvación. Este don lo significa y lo
realiza por anticipado durante la última Cena: "Éste es mi cuerpo que va a
ser entregado por vosotros" (Lucas 22,19).
iv. La redención de Cristo consiste en que Él "ha venido a dar su vida como
rescate por muchos" (Mateo 20,28), es decir, "a amar a los suyos hasta el
extremo" (Juan 13,1) para que ellos fuesen "rescatados de la conducta
necia heredada de sus padres" (1 Pedro 1,18).
v. Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la muerte de cruz"
(Filipenses 2,8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Isaías 53,10) del
siervo doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas de ellos"
(Isaías 53,11; cf. Romanos 5,19).
c. La resurrección de Cristo (cf. CICa, nn. 656-658; profundizar en nn. 638-655).
i. La resurrección de Cristo es un acontecimiento históricamente
atestiguado por los discípulos que se encontraron realmente con el
Resucitado y misteriosamente trascendente en cuanto entrada de la
humanidad de Cristo en la gloria de Dios.
ii. Los dos signos de la resurrección de Cristo son el sepulcro vacío y las
apariciones del Resucitado.
iii. La resurrección de Cristo cumple las promesas del Antiguo Testamento y
confirma la verdad de su divinidad.
iv. En su misterio pascual Cristo nos da la justificación y la adopción filial.
v. Cristo, "el primogénito de entre los muertos" (Colosenses 1,18), es el
principio de nuestra propia resurrección, ya desde ahora por la
justificación de nuestra alma, más tarde por la vivificación de nuestro
cuerpo.
3. Tercera tesis:
La Tradición de la Iglesia y la enseñanza de los Padres buscaron de diversas maneras expresar la
fe cristológica. Los grandes Concilios fueron marcando los criterios y términos que permiten una
recta comprensión del Misterio de Cristo, especialmente el Concilio de Calcedonia y la confesión
de fe: "verdadero Dios y verdadero hombre: una persona en dos naturalezas" (la unión
hipostática - Denzinger n. 148).
a. Cristología de los Padres antenicenos (cf. Carlos Ignacio González, o.c., pp. 291-
292; profundizar en pp. 292-319).
i. Las principales herejías cristológicas del siglo I fueron el adopcionismo
(que negaba la divinidad de Cristo) y el docetismo (que negaba su
humanidad).
ii. Los Padres Apostólicos insistieron en la realidad de la carne de Cristo,
asumida por el Verbo.
iii. Los Padres Apologistas presentaron ante los paganos a Jesucristo como
cumplimiento y superación de la sabiduría humana.
iv. San Ireneo desarrolló una cristología basada en los principios del
intercambio de naturalezas, la recirculación y la recapitulación.
v. Los Padres Alejandrinos presentaron a Jesús como el Maestro y el Camino
al Padre, enfatizando su divinidad.
b. Cristología de los primeros Concilios Ecuménicos (cf. Carlos Ignacio González, o.c.,
pp. 321-322; profundizar en pp. 322-353).
i. Las grandes controversias teológicas del siglo IV fueron principalmente
trinitarias. En lo que se refiere al Hijo, versaron sobre todo acerca de la
divinidad y la humanidad de Jesús.
1. Arrio consideró al Logos como la primera y más excelsa criatura.
2. El Concilio de Nicea (año 325) definió que el Hijo es consustancial
(homoousios) al Padre y condenó el arrianismo.
3. Apolinar sostuvo que el Logos ocupaba el lugar del alma humana
en Jesús.
4. El Concilio de Constantinopla I (año 381) reafirmó la fe de Nicea y
definió la divinidad del Espíritu Santo.
ii. Las grandes controversias teológicas del siglo V fueron principalmente
cristológicas y versaron sobre todo acerca de la unión de las dos
naturalezas en Cristo.
1. En este período se desarrollaron dos grandes corrientes
teológicas: La escuela alejandrina partía de la unidad de la
persona divina del Verbo, mientras que la escuela antioquena
partía de las dos naturalezas de Cristo. En ambas corrientes se
dejaba sentir un mismo peligro: Confundir "persona" y
"naturaleza".
2. Nestorio negó que María fuese "Madre de Dios" y tendía a afirmar
dos personas unidas moralmente en Cristo.
3. El Concilio de Éfeso (año 431) reafirmó la unidad personal de las
dos naturalezas en Cristo y condenó el nestorianismo.
4. Eutiques sostuvo que la naturaleza humana de Cristo había sido
absorbida por su naturaleza divina en la encarnación
(monofisismo).
5. El Concilio de Calcedonia (año 451) definió que la unión
hipostática de las dos naturalezas se realiza "sin confusión, sin
cambio, sin división y sin separación" (FIC, n. 288) y condenó el
monofisismo.
6. El Concilio de Constantinopla II (año 553) precisó definitivamente
la terminología, distinguiendo claramente entre "sustancia" y
"persona".
7. El Concilio de Constantinipla III (año 681) definió que hay dos
voluntades y dos operaciones en Cristo (la divina y la humana),
condenando el monotelismo.
 

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