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I. INTRODUCCIÓN.
Para conocer la identidad de Jesús de Nazaret nos es muy útil saber su historia, sus
orígenes, sus aspiraciones e intenciones, al hacer un discurso sobre Jesús es necesario
partir del dato revelado tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, trayendo al presente
las mismas preguntas que resonaron hace dos mil años: ¿Quien es este? Mc 4, 41; Y
vosotros ¿quién decís que soy yo?, para llegar a responder con firme convicción este es
Jesús el rey de los judíos (Mt 27, 37); Constituido señor y Cristo Hch 2, 32. 36, Salvador de
la humanidad.
Todo en la vida de Jesús es signo de su misterio: sus gestos, milagros y palabras, dan fe de
que "en él reside toda la plenitud de la Divinidad, corporalmente" (Col 2, 9). Por lo tanto,
su humanidad aparece como signo de su divinidad, y sacramento 1 de salvación: “lo que
había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su
misión redentora”. (CEC 515) Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre. Jesús
manifiesta que quien lo ha visto a Él ha visto al Padre (Jn 14, 9), porque su vida está
orientada a cumplir siempre la voluntad del Padre (Hb 10,5-7), y comunicar a la humanidad
el amor del Padre a través de su cruz (1 Jn 4,9) (CEC 516). Toda la vida de Cristo es
misterio de Redención. La sangre de Cristo nos ha comprado para Dios, librándonos del
Reino del Pecado y la muerte (Ef 1, 7; Col 1, 13-14). (CEC 517).
Para hacer un discurso sobre Jesucristo evidentemente tenemos que tener en cuenta las
Sagradas Escrituras, no solo lo consignado en el Nuevo Testamento, sino también
adentrándonos en las Escrituras del pueblo del pueblo judío, pues bien sabemos que la
unidad interna de la Biblia es para nosotros norma de interpretación, y además Cristo es
punto de referencia de todos los caminos del Antiguo Testamento. “Sin el Antiguo
Testamento, el Nuevo Testamento sería un libro indescifrable, una planta privada de sus
raíces y destinada a secarse”2
1
Traducción latina de la palabra misterio “Sacramentum” que hace referencia al misterio de Dios representado en signos
sensibles a través de los cuales actúa real y eficazmente la gracia de Dios.
2
Pontificia comisión bíblica. El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana, número 84.
1
El pueblo judío es entre otras cosas, un pueblo que espera y confía en las promesas de su
Señor, así pues, durante siglos los profetas de Israel habían anunciado la venida de un
Mesías, hablaron del día en que el Dios de Israel vendría a la tierra, tomaría sobre sí carne y
se tornaría en su Salvador y Redentor. La profecía de Isaías representa la idea de un Mesías
y el sentir del pueblo, (Isaías 9, 6-7.)
En el AT el título Mesías, (del hebreo Mâŝiaj, que significa Ungido), se aplicó ante todo al rey
(1S 10,1; 18,13), luego a los sacerdotes consagrados por la unción (Ex 28,41), y finalmente
de un modo inminente al liberador prometido, ordinariamente llamado Hijo de David (2 S
7,12-16; Sal 132,17) (Dufour, 2002).
Mesías Rey. La esperanza del pueblo de Israel, fundamenta su ser al considerarse “Pueblo
de Dios” en la tierra, que Él mismo preparó para ellos y en la Ley. De esta forma, la figura
humana más representativa, y la que encierra en su propia ontología lo principal de los
caracteres antes mencionados, para el pueblo hebreo, es el rey. Él es el escogido para
gobernar sobre su pueblo y, en virtud de la unción de aceite que simboliza su penetración
por el Espíritu de Dios (1Sa 9,16; 10,1-10; 16,13), [ CITATION Léo12 \l 9226 ].
Mesías Profeta. Aunque se puede encontrar algunas excepciones, como la unción de Eliseo
(I Reyes, 19, 16b) (2Re 2,9), la mayoría de los profetas no eran necesariamente
consagrados para su función con una unción de aceite, la cual era propia para los reyes.
Las referencias de la unción en Is 61,1; Sal 105,15; cf. Sal 28,8; Hab 3,13, la cual capacita al
profeta en su misión y los refieren como los ungidos del Señor, se entiende como una unción
espiritual, mas no corporal.
Mesías Sacerdote. La figura del sacerdocio en Israel se remonta hasta la travesía del Éxodo
por el desierto del Sinaí. En este lugar Dios constituye a su pueblo como un "reino de
sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6). Aproximadamente después del exilio
babilónico desaparece la figura del rey, y el sumo sacerdote es quien asume la “tarea” de
guiar y velar por el crecimiento no sólo espiritual sino, también civil del pueblo de Dios,
convirtiéndose así en el “jefe” de la comunidad. Se estima necesario que para consagrarse a
su función se le confiera la unción. Así, a partir de esa época, el sumo sacerdote es ahora el
“sacerdote ungido” (Lev 4,3.5.16; 2 Mac 1,10), por tanto, adquiere el lugar de un “mesías”
como lo era antiguamente el rey (cf. Dan 9,25). [ CITATION Léo12 \l 2058 ]
Durante el tiempo de Jesús ya existía en el pueblo judío una gran variedad de caudillos en
los que se tenía una esperanza mesiánica de tinte político nacionalista, que desplazaron la
espera de un mesías escatológico. Entre esas esperanzas del pueblo se cultivó mayormente
la más gloriosa, por ejemplo los fariseos esperaban un gran legislador que impusiera la ley,
los zelotas un guerrero y los esenios un sacerdote de un culto nuevo.
El aparente fracaso de la cruz, obligó a los primeros cristianos a releer las Escrituras y fue
difícil que esos judíos entendieran que “era necesario que el Mesías padeciera”, como les
2
explicó Jesús a los discípulos de Emaús que se alejaban desilusionados de la comunidad
ante el fracaso de la Cruz (Lc 24, 46).
A mediados del siglo I, de nuestra era, el anuncio de la resurrección del Hijo de Dios, abre la
cuestión del Mesías escatológico, en el contexto antes mencionado de un judaísmo
fragmentado a nivel político y religioso. Esta reinterpretación cristológica del acontecimiento
de la muerte y resurrección de Cristo da origen a las primeras fórmulas de fe, que hacen una
síntesis de las primeras creencias cristianas: la muerte redentora del Cristo, su resurrección
y la esperanza de su Venida gloriosa, fórmulas que llegan hasta nosotros gracias al
testimonio escrito del NT, que podemos organizar en cuatro colecciones [ CITATION Gil17 \l
9226 ].
Además de las fórmulas de fe, las principales tradiciones bíblicas nos aportan elementos
propios de su comprensión cristológica.
b. Tradición Sinóptica: Hijo del Hombre, (Jesús terreno – Cristo Glorificado) Es un título
veterotestamentario hace referencia a: (1) la descendencia del hombre y por tanto a su
naturaleza humana (Sal 8,5; 80,18; Ez 2,1; Hb 2,6) y (2) la figura escatológica que
representa la exaltación gloriosa del pueblo de Dios, y la futura divinidad de Israel (Dn
7,13). (Mc 8,38) [ CITATION Duf02 \l 9226 ]. Mc y Mt, resaltan fuertemente esta
característica a través de la narración de la pasión de Cristo en concordancia con los
sufrimientos del siervo de Yahveh Is 53, 1-10, la cual es una figura importante del
mesianismo veterotestamentario. Y en segundo lugar la misión de asumir en su propia
persona al género humano, divinizándolo a través de su filiación divina (Mc 8,38).
c. Tradición joánica: El Verbo de Dios. El prólogo de San Juan nos habla detalladamente y
abiertamente de la pre-existencia divina del Cristo, en la figura del Verbo de Dios que en
el principio ya estaba con Dios y por Él todo fue hecho (Jn 1,2-3), y se encarnó en la
3
En oriente, el homologeta es el que ha confesado el nombre de Cristo en una persecución, sin perder la vida.
3
naturaleza humana para redimirla (Jn 1,14). el perfil cristológico del corpus joanico está
expresado en (Jn 20,30-31), y se extiende en los títulos cristológicos del apocalipsis 1
4ss.
A partir del siglo II la Iglesia tuvo que salir al paso de no pocas formulaciones cristológicas
heréticas que amenazaban la recta fe de la Iglesia, este ambiente de tensión se desarrolló
en medio de una profunda reflexión cristológica la cual llevó definir paulatinamente la
doctrina sobre Cristo que se trasmitiría en los siglos posteriores hasta nuestros días.
Generalmente se puede decir que una de las causas de las herejías fue la tendencia a
polarizar la reflexión en dos extremos, el primero era negar alguna de las dos naturalezas de
Cristo; el segundo extremo era dividir la única Persona de Cristo. El combate de los Padres
que permanecieron fieles a la revelación fue el mantenerse equidistantes de ambos
extremos. Entre las herejías más representativas encontramos:
El concilio de Nicea (325): para responder a la herejía arriana el concilio precisa un credo
bautismal local como regla de fe, en el que aplicó un término griego “omooúsios to patrí”,
que esclarecía el hecho de que Cristo es el Hijo de Dios y por tanto no fue creado, sino
engendrado y por tal razón es consustancial a Dios, es decir, comparte la misma naturaleza
divina, lo cual también confirmaba su pre-existencia eterna. En este concilio quedan fijadas
la divinidad de Cristo y su filiación eterna con Dios, concluyendo que el Verbo eterno de Dios
se encarnó y se hizo hombre, exclusivamente para nuestra salvación [ CITATION Fer15 \l
9226 ].
4
El concilio de Éfeso (431): Convocado por el Papa San Celestino I y presidido por el
Patriarca Cirilo de Alejandría, condenó la herejía cristológica y mariológica de Nestorio, La
doctrina conciliar responde con la cristología de Cirilo de Alejandría, sobre la unión
hipostática, la profunda unión de la naturaleza divina del Verbo en toda la naturaleza
humana y proclamó la maternidad divina de María, La Theotokos. El símbolo de Efeso
precisa que las dos naturalezas, humana y divina de Cristo, están unidas sin confusión y por
lo tanto María es verdaderamente “Madre de Dios”.
La cristología hoy.
Para el siglo XX, toma fuerza la investigación iniciada desde el siglo XVIII por los
protestantes alemanes, quienes quieren responder a la pregunta ¿Quién es el Jesús del
evangelio?; con esta cuestión se pretende hacer un estudio científico del Jesús histórico,
teniendo en cuenta tanto testigos bíblicos como extra bíblicos, llevando a afirmar que del
Jesús predicado por la iglesia durante tantos siglos, se puede conocer algo más, que en
muchas ocasiones no corresponden con la enseñanza tradicional de la Iglesia. Con esto se
pone en tela de juicio la fidelidad histórica de los evangelios, no cuestionada hasta el
momento, cosa que puede rayar en herejía o apostasía.
5
CONCLUSIONES:
El Misterio de Cristo, o del mesías, está presente en toda la línea histórica, de las
Sagradas Escrituras, como una idea de salvación en el corazón y la mente del pueblo
de Dios, que se realiza en la figura de un liberador. La muerte y resurrección de Jesús
el Hijo de Dios, fue interpretada como la promesa mesiánica, que develó tanto la
identidad ontológica del Cristo: verdadero Dios y verdadero hombre, como también el
plan redentor, universal de Dios, que consiste en la recapitulación de todas las cosas
en su Hijo Jesucristo y la elevación gloriosa de la humanidad a la Vida Eterna.
BIBLIOGRAFÍA.
SALVADOR GIL CANTO, «más» y «más» con cristo. Cristología y santidad a la luz de
«gaudete et exsultate»
https://revistas.comillas.edu/index.php/estudioseclesiasticos/article/view/12248/12516
José Ramón Busto Saiz, SJ, Cristología para empezar, Salterrae, Santander.
https://pochiteo.files.wordpress.com/2013/11/libro_de_textocrist_para_empezar.pdf