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La opción de educar y la responsabilidad Pedagógica.

En
La escolaridad hoy, 2/10/18
Gabriel Brener entrevista a Philippe Meirieu acerca de cómo pensar la escuela como un espacio de
desaceleración frente a la cultura digital. También hablan acerca de la función de la escuela en especial en
el contexto de la obligatoriedad de la enseñanza, cuál es la misión de formación y de selección.

¿Cómo es esto de pensar a la escuela cómo un  espacio  de desaceleración? ¿Podríamos comprender un
poco más a que se refiere esta idea?
Me parece imposible que la escuela de hoy quede al margen de la tecnología digital, los niños, los
adolescentes y los jóvenes van a pasar cada vez más tiempo frente a las pantallas y la escuela,
evidentemente, debe tener en cuenta esta evolución.
Entonces creo que la escuela tiene dos campos de trabajos principales. Primero reconsiderar los aportes
de lo digital como herramienta pedagógica, como podemos por ejemplo con lo digital programar ejercicios
más individuales, yendo al ritmo de cada estudiante, sin correr el riesgo de perder la paciencia del alumno
que se equivoca.
De igual manera la escuela debe trabajar sobre internet y lo digital como una herramienta de investigación
documental.
En efecto, cuando uno utiliza los motores de búsqueda, accede a una multitud de información que es
seleccionada según criterios primeramente cuantitativos. Entonces es importante enseñarles a los
alumnos como recortar esa información a identificar en el motor de búsqueda la naturaleza de los textos
que encuentran.
A distinguir los textos que son de vulgarización, otros son textos de propaganda, otros científicos,
enseñarles a identificar la fuente de los textos y la forma en que han sido elaborados. Este es un trabajo
que solo la escuela puede hacer.
De la misma manera creo que es necesario que la escuela utilice herramientas colaborativas. Internet, la
informática, permite trabajar en grupos, contribuir juntos en una construcción colectiva. La informática
permite trabajar en grupos, a contribuir juntos, una construcción colectiva respetando el trabajo de cada
uno.
Así podemos hacer de alguna manera la prefiguración de lo que llamamos la “economía contributiva” es
decir una economía donde la participación de cada uno no tiene un valor comercial sino un valor ligado a
la implicación, en una colaboración y cooperación.
Más globalmente las tecnologías digitales pueden, si son mal utilizadas participar de alguna forma de
exasperación de lo pulsional en el alumno y en la totemización de la inmediatez.
El teléfono portátil pero también otros dispositivos como las tabletas digitales que se van a generalizar, le
dan a los niños la sensación de que todo se puede obtener de inmediato y que pueden obtener una
respuesta inmediata sin esperar en el tiempo de la reflexión y el pensamiento crítico.
Y hay un segundo campo de trabajo importante para la escuela, que refiere a lo que Ud. mencionaba
respecto a la desaceleración. Es la relación que la escuela debe mantener con lo pulsional y su posibilidad
de introducir momentos de reflexión, momentos de contemplación, momentos de meditación, que
permiten hacer contrapeso a la aceleración permanente en la cual son sumergidos los alumnos.
El objetivo del adulto es aflojar la presión entre la pulsión y el acto, dándole el tiempo para que se
desarrolle el pensamiento. Creo que el rol del docente no es prohibir la expresión de la opinión ni
destituirla, sino permitirle al alumno transformar esa opinión en una convicción razonada. O sea que el niño
tiene que sentirse orgulloso de haber transformado esa opinión en reflexión.
Tiene que suspender, de alguna manera, la satisfacción inmediata de la expresión para obtener una
satisfacción sublimada  de la misma a una convicción argumentada.
Es muy concreto, es decir cuando un niño o un adolescente se expresa de forma brutal, a través de un
insulto, expresa una duda, un escepticismo, o agrede, no lo tengo que decir “ está prohibido” tengo que
escucharlo sin aprobarlo y pedirle que someta lo que piensa a una prueba de reflexión profundizada, para
que asuma realmente esa reflexión profundizada. Es una de las cosas que retuve de Korczak, un pedagogo
que me gusta mucho, cuando les dice sistemáticamente a los chicos “escríbelo”, porque escribirlo produce
un distanciamiento,  una corrección, y permite producir algo que uno puede asumir y de lo cual puede estar
orgulloso.
La escuela fuera sólo para una elite y hoy es una institución que fue envestida por la democracia para
permitirle a todos convertirse en ciudadanos y ciudadanas, entonces esta ambición es necesaria, porque
no hay democracia sin una pedagogía para la democracia, sin un aprendizaje que permita expresar su
punto de vista, participar en el debate con un pensamiento democrático para construir el bien común.
El objetivo de las escuelas democráticas, como en las escuelas argentinas tal como UD lo mencionaba es
hacer acceder, no a una parte de los alumnos, sino a la totalidad de los alumnos en una ciudadanía lúcida.
Eso significa que su funcionamiento no es más un proceso de selección, sino de la formación de todos.
Y ahí es donde hay una verdadera dificultad psicológica y política para los docentes, y es que vivimos en un
recuerdo del sistema dónde  el fracaso de una parte de los alumnos es una suerte de garantía para el éxito
de los otros.

Las democracias son ambivalentes respecto de las escuelas porque quieren a su vez que todos los
alumnos aprueben, pero cuando todos aprueban sospechan a las escuelas de ser demagógicas y no
asumir claramente su función de selección y preparación para las funciones sociales.
Es por eso que las democracias tienen que distinguir claramente entre la función “formativa” de la escuela
que es el segmento de la formación obligatoria, donde todos los alumnos tienen que acceder al cuerpo del
saber, y a capacidades: la capacidad de pensar, la capacidad de acceder a la escritura, de argumentar, la
capacidad de tomar la palabra en público, capacidad esencial hoy en día, la capacidad de criticar, de
decodificar imágenes, una capacidad fundamental para no dejarse  pasmar por la publicidad, por ejemplo.
Esta función de la escuela  es global, fundamental y constitutiva de la democracia.  Es una  función de la
escuela la de preparar para situaciones sociales particulares, para profesiones particulares y es en esta
función por donde se pasa inevitablemente a las modalidades de selección.
Entonces, los países eligieron maneras diversas de combinar estas dos misiones.
El rol del adulto en la educación es complicado porque no fabrica- es lo que intenté decir en Frankenstein
educador- no fabrica al niño. Crea las condiciones para que el niño se construya asimismo, emerja, que el
sujeto se involucre en la enseñanza.
Tengo tres convicciones fundamentales, que resumen un poco mi pensamiento educativo: mi primera
convicción es que todo ser humano, mismo si está accidentado puede aprender y crecer, y esta convicción
es la que llamo” Pinocho de la educabilidad”, no la puedo sacrificar porque está en el corazón de mi
compromiso pedagógico. Pero a la vez tengo una segunda convicción: es que yo no puedo aprender en el
lugar del otro, no puedo crecer en el lugar del otro. No puedo emprender y tomar riesgos yendo al universo
que descubro en el lugar del otro. Sólo el sujeto que aprende puede comprometerse con el aprendizaje. Y
esta segunda convicción es fundamental para mí porque es la que distingue la educación democrática del
adiestramiento.
La postura posible del educador democrático es la de decir: “quiero crear las condiciones más favorables,
las estimulaciones más diversas, voy a proponer los recursos más ricos para que el otro se involucre. Y voy
a fabricar situaciones, instituciones que le permitan tomar al otro el riesgo de aprender, de comprometerse
sin ponerse en peligro. Es muy importante tomar el riesgo sin ponerse en peligro. Es lo que yo llamo crear
un espacio “fuera de amenazas”.
En la sociedad somos muchas veces amenazados cuando intentamos hacer algo que no sabemos qué va
a suceder. Estamos amenazados de ser humillados, de ser excluidos, de ser mal juzgados.
La escuela es un lugar donde uno tiene que poder lo que no sabe hacer e intentar hacerlo sin estar
permanentemente amenazado de ser juzgado, humillado o excluido.
La escuela es el lugar  indicado para ir ensayando, acompañado y sostenido por un adulto

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