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AUTONOMÍA

“Los niños alcanzan su autonomía cuando sientan que el entorno y el apoyo


recibido les proporciona cierta maestría para la vida”

El concepto de autonomía genera mucha controversia en el ámbito de la crianza


respetuosa. ¿Qué significa que mis hijos sean autónomos? ¿Qué hagan lo que
quieran?
¿Qué se hagan mayores rápido? ¿Darles todo lo que pidan?

Estas y otras preguntas surgen siempre alrededor de este tema. Para hacerlo fácil,
voy a enunciar una definición de autonomía que a mí me deja tranquila, ¡y espero
que a ti también!

La autonomía es la capacidad que tenemos las personas de realizar, por nosotras


mismas, las cosas por las cuales no sentimos atraídas, está motivada por el deseo
de descubrir nuevos retos y el poder ir más allá de las tareas cotidianas que ya
dominamos. La autonomía implica, sí o sí, una separación con el otro, es decir,
poder sentirse un organismo completo y disociado del entorno, a la vez que seguir
teniendo la conciencia de que todo está interrelacionado.

Por ejemplo, cuando mi hijo desea salir a la calle o comprar el pan por primera vez,
está cumpliendo con varios de los requisitos que define la autonomía. En primer
lugar, es el quien desea realizar esta acción, ¡lo desea!, y esto ya demuestra que el
mismos es capaz de conectar con su capacidad interna de ver el mundo y sabes
que lo motiva más, y qué menos. Probablemente, si le pidieras que ordenara su
habitación o que sacara el polo de algún mueble su deseo caería. Si tu hijo te pide
eso es probable que sea porque hay algo en él que dice que es capaz de realizarlo
con éxito. Seguramente son muchas las veces en la que él ha podido experimentar
esta acción cotidiana de tu mano, o en compañía de otras personas adultas. Con la
observación y la experiencia, ha ido almacenando la información necesaria para la
hazaña. Y ahora es su momento. Porque lo desea, porque tiene la información de
sus vivencias y la seguridad interna de poder hacerlo, es decir se siente completo y
separado de las necesidades de su compañía. Y esto es muy importante para el
desarrollo de su trayectoria vital. ¿Estas tu preparado para dejar que camine su
autonomía?

Si ha sido un padre o una madre presentes y atentos para el desarrollo de tus hijos,
es probable que nadie los conozca mejor que tú. Si por el contrario sientes que has
pasado demasiado tiempo sin la presencia necesaria para descubrir con quien vives
y te relacionas, te aconsejo que no pierdas la oportunidad para adentrarte en la
maravillosa tarea de acompañar la vida que se expande dentro de tu seno familiar.
Tu mirada y tu reconocimiento, es su mayor anhelo y medicina. Darles estos
momentos de calidad puede generar un vínculo profundo que va a posibilitar que la
experiencia de vivir la crianza se transforme en un espacio de crecimiento personal.
Te invito también a que revises si tu presencia como adulto en el desarrollo de la
autonomía de tus hijos viene marcada con tus propios miedos. A menudo me
encuentro con madres y padres que ante la situación del ejemplo que te he expuesto
se bloquean totalmente y no son capaces de permitirles su desarrollo por que
imagina infinitos peligros que les pueden ocurrir a sus hijos. Yo no digo que debas
hacerlo, pero si permitir enfatizar la diferencia entre lo que es posible (casi todo) y
lo que es probable (muchas menos cosas).

La autonomía tiene otra cara de la misma moneda y es lo que llámanos


pseudoautonomía. Este es un concepto polar que abarca los posibles extremos:
la protección y el abandono.
Cuando hablamos de sobreprotección hacemos referencia hacemos referencia al
acompañamiento de la crianza basado en los miedos internos de los adultos. Esta
manera de mirada a tus hijos es sesgada y limitante por que los estás viendo a
través de tus propias experiencias vitales, de tu error y aciertos, de tus aspiraciones
e ilusiones. Y yo te pregunto: ¿dónde están tus hijos aquí? ¿Puedes ver a la persona
que tienes adelante como un ser distinto a ti mismo? ¿Confías en que la vida que
va a llevar puede diferir de la suya por el hecho de que es una persona distinta?
Uno de los retos de más importantes de la mapaternidad es poder soltar las
creencias que los niños son seres débiles e incapaces.

Déjame decirte que los niños poseen una sabiduría inmensa y que gracias a las
múltiples experiencias que van a realizar, adecuadas a su etapa de desarrollo, van
a acumular conocimientos y destreza para llevar una vida autónoma. Para ello
necesitamos quitarnos el filtro de miedo en el que los vemos, para tener más
claridad y confianza en nuestra mirada. La otra polaridad de la pseudoautonomía
es lo que llamamos el abandono. En este caso, los niños son propulsados a vivir
situaciones para las que o no tienen deseo, o no se sientan preparados. Piensa en
el ejemplo que te ponía antes de ir a comprar un pan.

Pongamos que ese niño no tiene deseos de ir a la panadería a buscar el pan, ya


sea porque no se siente capaz, porque le da miedo o porque todavía no tiene interés
de ir a la calle. Es un estilo de crianza basado en el abandono, esos padres obligaran
al niño a ir a la calle con el pretexto de “ya eres mayor”, “no te va a pasar nada, “se
valiente”, etc. Es en esta situación cuando los niños no están conectados con su
deseo y los obligamos a realizar igualmente una acción, en las que puede ponerse
en peligro, tanto físico como emocional.

En el ámbito físico por que un niño que no está preparado para salir solo a la calle
irá con miedo, y el miedo paraliza, resta habilidades y bloquea la capacidad de
respuesta ante el peligro. En el caso de peligro emocional, se trata de la
desconexión constante a la que se ven expuestos estos niños: el mensaje que
recibes de esta persona adulta que los cría es que sus deseos o limites internos
no son ni reconocidos ni validados lo que acaba deliberando una profunda
desconexión con ellos mismos.
Ligado a esta polaridad del abandono, encontramos el termino independencia que
menudo se confunde con el de autonomía y genera grandes confusiones. La palabra
independencia está formada por el prefijo negativo in-, que expresa el valor contrario
a la palabra que acompaña, en este caso independencia, y por lo tanto alude a la
incapacidad de un sujeto de valerse por sí misma, sea cual sea su condición, edad,
situación o deseo.

La autonomía, por el contrario, implica una cierta relación y apoyo con el entorno.
Los niños son capaces de realizar su autonomía cuando se sienten en el entorno y
el poyo que han recibido suficiente para proporcionarles cierta maestría para la vida.
Esta forma de vivir incluye momentos en los que desean estar acompañados
realizando actividades que saben hacer por sí mismo, puesto que en la vida no hay
nada literal, sino cíclico, y las personas tenemos momentos de regresión en los que,
si nos escuchamos y nos amamos lo suficiente para permitírnoslo, necesitamos una
mano amiga que nos acompañe durante un rato en el camino a cruzar la calle para
ir a buscar el pan ¿de qué te sirve obligar a tu hijo a presidir de este soporte que
desea? ¿Te enorgullece que lo haya logrado solo? ¿Le enorgullece a él, o es la
sombra de tu deseo lo que ellos te reflejan?

Pascual i Martí Elisenda, (2018), Críar y jugar. 51,52,53

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