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 Deserción y decepción

El desafío sigue siendo garantizar que los estudiantes avancen a través del
sistema y para ello es necesario que entendamos la educación de manera
articulada con el resto de factores sociales que la atañen.

Uno de los desafíos más grandes que enfrenta el país en materia de educación es luchar
contra la deserción escolar. Sorprende que uno de cada cinco estudiantes en Colombia no
continúe estudiando después de la primaria, que el 12 % quede por fuera en la básica
secundaria y que solo 48 de cada 100 de las zonas rurales del país culmine la educación
media.

Pero en la educación superior el desafío es mayor: solo la mitad de los matriculados se


gradúan, según cifras de la OECD. Un estudio de la tasa de deserción por grupo concluyó
que, en promedio, uno de dos matriculados no termina los estudios de educación superior.
Según el mismo informe, la tasa de deserción alcanza el 33% al final del primer semestre y
el 71% en el décimo semestre. Esto nos debe llamar a la reflexión. Pero además llama la
atención el abandono por tipo de formación: las cifras del 2013 destacan que esta situación
se presentó, durante el transcurso del programa, en universidades, en un 45%; en
instituciones tecnológicas, 54% y en instituciones tecnológicas profesionales, 62%.

Así mismo, la tasa anual de deserción hace unas importantes diferencias según las regiones.
En el Atlántico, por ejemplo, es de 10,7%, muy similar a la de Bogotá, que es de 10,9, pero
en Casanare llega hasta el 16,8%.
Estas falencias de la educación también ocurren en América Latina y el Caribe, donde más
de 20 millones de universitarios asisten a más de 10 mil instituciones que ofrecen más de
60 mil programas y donde, según el Banco Mundial, el número de estudiantes
universitarios se duplicó en los últimos 15 años.

Que aumenten los matriculados no significa que ocurra lo mismo con el número de
graduados. Si bien se duplicó el número de estudiantes universitarios, la mitad se va en el
camino. Muy triste. Y esto sin contar que de los millones que entran, no todas acceden a
opciones de calidad. Pocos, a juzgar por las cifras y los estudios existentes, cuentan con un
plan de estudios atractivo que los retenga hasta terminar. Muchos se van de la universidad
porque no tiene la capacidad económica de permanecer en ella. Miles, incluso, porque no
tienen cómo sostener los gastos que implica estudiar en Colombia.

Al graduarse, tampoco están preparados para enfrentar las demandas del mercado laboral.
Muchos llegan con marcadas desventajas y bajas competencias en temas claves. Y si logran
ingresar al mercado laboral, no solo enfrentan un entorno hostil a la formalidad, sino que
enfrentan una deficiencia profunda en materia de inversión en investigación, desarrollo e
innovación.

Es claro que las causas del desbalance de la educación y la deserción inician mucho antes
de la universidad: desde el preescolar que les hace falta a miles de niños colombianos, que
llegan a primero de primaria con el único requisito de haber cursado el grado de kínder. Por
lo general, un niño de escasos recursos no tiene ningún tipo de formación de primera
infancia. Los primeros cuatro o cinco años de vida son cuidados por un familiar o un
vecino, y el porcentaje que logra acceder a un preescolar lo hace a través de un hogar de
bienestar, que no siempre cuenta con las herramientas pedagógicas de los prescolares
privados, a los que asiste la minoría de los colombianos.

En el colegio las cosas no mejoran, porque la mayoría de los estudiantes solo tienen media
jornada, mientras que los de estratos más altos cuentan con formación en jornada única y
con una formación balanceada entre las áreas duras y el deporte, la ciencia, la tecnología y
la innovación.
Por supuesto, ese mismo niño que se ha formado con notable desventaja, generalmente no
cuenta con la información ni los recursos necesarios para tomar una decisión correcta al
momento de elegir una carrera profesional. En muchos casos, elegir es una oportunidad
única en la vida y equivocarse puede ser el final de una carrera, como lo advierte un
informe del Banco Mundial.

Los nuevos, que provienen de familias con menores recursos, la mayoría de las veces no
están preparados académicamente para enfrentar los desafíos de la educación superior, y
eso explicaría muchas veces explica la deserción. Ese desbalance educativo entre estratos
altos y bajos no es la única causa de la deserción, pero sí sirve para entender que en la
nivelación de la cancha está buena parte de la solución para enfrentarlo.

Pero definitivamente el desafío sigue siendo garantizar que los estudiantes avancen a través
del sistema y para ello es necesario que entendamos la educación de manera articulada con
el resto de factores sociales que la atañen y que se deben resolver, como la falta de
oportunidades educativas, la pobreza, la presión por empezar a trabajar, el conflicto y hasta
la violencia. De lo contrario, seguiremos con notas apenas aceptables. 

*Rector Universidad Autónoma del Caribe


En Colombia el deterioro y las condiciones de la infraestructura educativa de
escuelas y colegios, en general, son lamentables, y por lo mismo, son un
obstáculo para la calidad de la educación, la felicidad y permanencia de los
estudiantes en el sistema educativo y, de acuerdo con mi experiencia, afecta las
condiciones laborales de los docentes y su capacidad de innovar y mejorar los
procesos educativos en el aula.

Un problema del diseño, creación y desarrollo de las políticas públicas en


educación de Colombia y de los países Latinoamericanos es que la mayoría de
ellas tienen origen en discusiones propias de los países desarrollados, con
obstáculos, características poblaciones y ausencia de recursos que no son
comparables con la educación de Colombia, de manera especial con la educación
oficial. Este es el caso de la calidad de la educación donde las acciones para la
calidad de la educación se concentran en tener buenos docentes, sistemas de
medición de los resultados de los estudiantes, evaluación docente, seguimiento, y
en algunos casos, hasta se preocupan de las condiciones de vida de los
estudiantes.

Sin embargo, durante el transcurso de este siglo las investigaciones, análisis y


discusiones sobre la calidad de la educación en Colombia dejaron de lado temas
que esas sociedades (por ejemplo, los países de la OCDE) ya resolvieron. Por
ello, a pesar de que mejorar la calidad de la educación es hoy el principal reto de
la política educativa, cuando en el país se diagnostican las causas del bajo
desempeño escolar existe poco énfasis en temas como: currículo, alimentación
escolar, transporte, uniformes, material educativo, construcciones escolares y sus
respectivas dotaciones, variables que inciden en el cumplimiento del derecho a la
educación y en la calidad de la educación.

Sin olvidar, que una infraestructura educativa que no ofrezca garantías de


reforzamiento estructural frente a temblores, terremotos u otros desastres
naturales puede amenazar la vida de los más de 4 millones de estudiantes de la
educación básica y media (pública y privada) y de más de 200 mil docentes que a
diario asisten y trabajan en las instituciones escolares oficiales y privadas, sin
reforzamiento estructural. Los terremotos en Pakistán (2005) y China (2008)
demostraron que en las escuelas ocurrieron las más grandes tragedias, en las
sedes educativas de estos países murieron cerca de 20.000 niños en sus
escuelas. Lo triste es que somos los adultos quienes decidimos dónde y en qué
condiciones estudian los niños.

La mayoría de las sedes educativas donde funcionan las escuelas y los colegios
oficiales aún en ciudades como Bogotá, surgieron en su inmensa mayoría a partir
de esfuerzos comunitarios. En el año 2014 había 12.051 instituciones escolares
públicas, las cuales funcionaban en más de 30.000 sedes y atendían a 8.655.079
estudiantes.

En el año 2014 el Ministerio de Educación Nacional realizó a través del Sistema


Interactivo de Consulta de Infraestructura Educativa (SICIED) una encuesta que
respondieron rectores sobre 9.176 sedes educativas que arrojaron datos como: “el
25.5% de las sedes deben ser reubicadas o deben recibir adecuaciones porque se
encuentran en situaciones de riesgo como inundaciones. “La infraestructura
reportada tiene entre 40 y 60 años de antigüedad. Además, Cerca del 78% de las
sedes que respondieron la encuesta se encuentran en el sector rural. Esto se
relaciona con deficiencias en la disponibilidad y prestación de los servicios
públicos, donde 2,3% no cuentan con ningún servicio público, 5,5% solo tienen
pozo séptico, 2,5% solo cuentan con energía eléctrica, otro 0,4% solo cuenta con
un servicio público y al 87,2% le falta al menos uno de los servicios por los que se
indagó”. Nótese que los peores resultados de calidad y de deserción escolar se
encuentran en el sector rural.

El Investigador Hernando Bayona Rodríguez encontró que “una mejor


infraestructura reduce la tasa de repetición en 0.51 puntos porcentuales. Esto es
equivalente al 8,03% de la tasa media de repetición reportado en el mismo
periodo de estudio”, él identificó que los laboratorios de ciencias o química,
laboratorios de computación o tecnología, laboratorio de idiomas y la emisora son
componentes que tienen el mayor impacto en la reducción de la repetición.  

Con el proceso de descentralización la competencia de construir y dotar escuelas


pasó a los municipios y departamentos, la nación se desentendió de esta
responsabilidad. Agrego que para evitar construir y dotar colegios, en Colombia se
incluyó la doble y hasta triple jornada escolar en las escuelas y colegios públicos,
a partir de los años 70s. Además, el Sistema General de Participaciones y al
financiamiento de la educación muestra que el gasto público ha tenido como
prioridad el pago de los docentes, el personal administrativo y el funcionamiento
muy básico de las escuelas, para el resto no hay plata.

Por fortuna, el Gobierno Nacional obligado por la necesidad de implementar la


jornada única propuso al país el Plan Nacional de Infraestructura Educativa,
mediante el cual se proyecta construir 30.680 nuevas aulas a 2018 y 51.134 aulas
a 2030. Así mismo, el Gobierno Nacional creo el Fondo de Financiamiento de la
Infraestructura Educativa (FIE), entidad que administrará cerca de 4.5 billones de
pesos. Sin embargo, subsiste el problema: ¿quién se encargará del mantenimiento
y arreglo de las antiguas sedes educativas? Y de dónde saldrán los recursos. En
el mundo existe evidencia que la infraestructura y las dotaciones escolares inciden
en la calidad de la educación.   

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