Cuando dicha información, en cualquier área de conocimiento, se opone a la hipótesis del
niño, puede producir en él distintos efectos:
La información no puede ser asimilada en ese momento. Por ejemplo, a un niño de
cuatro años no le convence la explicación de que la tierra gira alrededor del sol, porque para él es demasiado evidente que es el sol el que cambia de lugar. Por tanto no podrá abandonar su idea ni sentirá la necesidad de construir otra hipótesis mientras la actual le resulte satisfactoria. Por ejemplo, si él considera que un texto, para poder ser leído debe tener por lo menos cuatro grafías y no llevar letras repetidas, le resultará absolutamente incomprensible la escritura de palabras como ojo, oso, ala, o asa. Además sentirá injusto que se le critique o castigue por no entender lo que para él resulta un imposible. Cuando una hipótesis del niño es desafiada por una información, puede ocasionarle un conflicto (que es sumamente valioso en el proceso de aprendizaje). Este tipo de conflicto se establece siempre que el sujeto sea capaz de considerar la información recibida, gracias a que su propio nivel de conceptualización le permite tomarla en cuenta A veces el niño, en su intento de solucionar un conflicto cognitivo, llega a conclusiones contradictorias. Si le permitimos, e incluso le ayudamos, a enfrentarse a sus propias contradicciones, le daremos oportunidad de descubrir por sí mismo su error; es decir, le facilitaremos que aprenda a partir de sus propios errores. Por ejemplo: él piensa que el agua contenida en un recipiente va a caber en otro de la misma altura, pero más angosto; realiza la acción y se sorprende ante el derramamiento de líquido. Otro ejemplo podría ser el de un niño que estando convencido de que la luna sale de noche, experimente un conflicto al verla de día.