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Entrevistas

Miguel Briante
Mil Botellas, 300 páginas

Osvaldo Aguirre
En la introducción a una entrevista con Jorge Luis Borges realizada en
1974 y reeditada en 1993, Miguel Briante cuenta que se puso a revisar papeles
“para organizar esa selección de mis trabajos periodísticos que alguna vez
publicaré”. El proyecto se concretó de manera póstuma en 2004, con Desde
este mundo, una antología de sus crónicas. Entrevistas complementa ese
rescate con una selección de veintidós reportajes de Briante a escritores y
plásticos, publicados entre 1968 y 1994 en diarios y revistas.
Los interlocutores de Briante son notables: entre otros aparecen Borges
(tres veces), Pablo Neruda, Alberto Heredia, Antonio Di Benedetto, Julio Le
Parc y Ricardo Piglia. El prólogo del libro, una entrevista de María Moreno a
Briante de 1977, y el epílogo, un reportaje a dúo de Carlos Tarsitano a Rodolfo
Walsh y Briante de 1972, arman un contrapunto significativo entre lo que
resulta un diálogo de cómplices, periodistas fugados de la redacción en horario
de trabajo para hablar de literatura, lo que más les interesa, y la requisitoria
formal del diario La Opinión para analizar “cuáles son y cuáles deberían ser las
conexiones entre las obras de ficción y el país real”.
Briante le debe al periodismo “la certeza de que hay un lector que tener
en cuenta”, al que quiere seducir “pero dándole lo que yo quiero”, según dice
en la entrevista con María Moreno. Escribir bien, agrega, es “narrar algo de la
manera más corta y lo más perfectamente posible”. Si su poética se reconoce
en esas ideas, en la conversación con Walsh parece responder a la coyuntura
histórica y al peso de ser puesto al lado de un escritor del que lo separaba una
generación y planteaba que hacer literatura era caer en una trampa. En
particular sorprende el modo en que Briante reniega de autores de cabecera:
“Durante mucho tiempo yo fui uno de los entusiastas de Borges y aun de Bioy”,
dice, en tono de mea culpa.
Apenas siete meses antes, en noviembre de 1971, Briante publica una
entrevista con Bioy Casares en que deja claro la admiración que le provoca
“uno de los grandes narradores de la Argentina” y no le pregunta por
cuestiones políticas y sociales, porque “quizás no valía la pena”. Briante
sorprende a Bioy Casares con citas de memoria de El perjurio de la nieve, así
como le demuestra a Borges el conocimiento minucioso de sus textos. En esas
entrevistas define también su lugar como escritor: se reivindica como parte de
una generación que rescató a Borges de las críticas de los nacionalistas y lo
afirmó como valor “por la perfección de sus cuentos, por su indiscutible,
profética aproximación al lenguaje hablado de los argentinos”.
Briante no es un entrevistador condescendiente ni se ajusta a lo que se
espera de un cronista. En una nota con Manuel Puig hace un resumen
displicente de Boquitas pintadas, y si bien, a un mes de aparecida (en 1969),
reconoce la maestría de la novela, también tiene críticas; más de una vez se
olvida de las preguntas que preparó; le propone a Umberto Eco pensar a
Cortázar, en plena consagración, “como un bluff, una gran mentira”. A
diferencia de lo que ocurre con los escritores, interroga a los plásticos sobre
las relaciones entre arte y sociedad, quizá en sintonía con una preocupación
de la época en que hace esas entrevistas, en la transición de la dictadura a la
democracia.
Como los grandes periodistas, Briante vuelve a la redacción con
primicias: una entrevista donde Juan Rulfo acepta hablar de La cordillera,
novela finalmente inconclusa. También hay un arte de provocador en sus
preguntas y hasta un cansancio del oficio, como confiesa en una nota:
“Muchos fragmentos del diálogo se han perdido; con ellos, alguna íntima,
inédita revelación. Mi fervor periodístico no da para tanto; no lo siento
demasiado”. La infracción a la norma periodística es notable en la última
entrevista con Borges, el 18 de mayo de 1976, víspera del almuerzo del
escritor con el dictador Videla. “El cronista recuerda, de golpe, que al otro día
Borges verá al Presidente, y que sobre eso en algún momento debió haber
girado el reportaje. Pero la literatura es el mundo de Borges”, dice Briante. Allí
también estaba en su propio mundo.

Básico
Miguel Briante
General Belgrano, provincia de Buenos Aires, 1944-1995.

A los 17 años fue premiado en un concurso de cuentos de la revista El


escarabajo de oro y desde entonces formó parte de los jóvenes escritores de
la generación del 60. Publicó los libros de cuentos Las hamacas voladoras
(1964), Hombre en la orilla (1968) y Ley de juego (1983) y la novela Kincón
(1975); en forma póstuma aparecieron Al mar y otros cuentos (2003) y Desde
este mundo. Antología periodística 1968-1995 (2004). Fue jefe de redacción de
las revistas Confirmado y El Porteño y entre 1990 y 1993 dirigió el Centro
Cultural Recoleta. Entrevistas reúne notas publicadas en Confirmado, Primera
Plana, Panorama, El Porteño, Tiempo Argentino y Página 12.

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