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Osvaldo Aguirre
Un día de junio de 1960 Darío Canton se presenta en la Oficina de
Prensa de la Embajada de los Estados Unidos para reunirse con Héctor
Álvarez Murena. Quiere mostrarle un conjunto de poemas con el propósito de
recibir su opinión. Ambos se conocen, el escritor del grupo Sur es uno de los
pocos lectores con que cuenta entonces el poeta inédito. Murena está de viaje
por Europa, tardará unas semanas en regresar, y en su lugar aparece Alberto
Girri. El contratiempo provoca un momento de incertidumbre y de indecisión,
hasta que Canton se repone y le pregunta a Girri si puede leer el material que
lleva.
El encuentro con Girri es una escena que condensa un fuerte núcleo de
sentido en la historia de “quien soñó con ser escritor”, como llama Canton a De
la misma llama, su monumental autobiografía. Cronológicamente, se sitúa en
un punto de articulación entre los preparativos, los tanteos y los intentos
iniciales y la obra poética posterior. Después de leer los poemas, Girri enfatiza
en la necesidad de desarrollar el sentido crítico, vigilar el ritmo y recurrir al
lenguaje coloquial para evitar la retórica, y en esas observaciones pueden
encontrarse preocupaciones que reformulan la poética inicial de Canton, líneas
de reflexión en las que profundizará a partir de las lecturas también prescriptas
en el encuentro y que sostienen su escritura.
El episodio resulta gratificante no solo por el estímulo que supone sino
porque se juega también la cuestión del reconocimiento: la condición de Girri
para recibir los textos es la franqueza en cuanto a la opinión, “cualquier cosa
que sea”, y Canton sale airoso de la prueba, más allá de la desprolija
presentación que hace de los textos, según advierte más tarde, como no lo
haría un poeta.
Canton tiene también una devolución para Girri, y es el pedido de
observar sus manuscritos, porque tanto como sus indicaciones, dice, podría
enseñarle el seguimiento de la escritura de un poeta a través de sus distintas
versiones. El proyecto de registrar el proceso de la creación, que después de
varias versiones adquiere su forma en De la misma llama, reconoce su origen
en ese cruce.
Lo que Girri transmite es lo que Canton comprende como el trabajo de
escribir y publicar poesía. Así lo reconoce poco después, cuando se encuentra
en la Universidad de Berkeley cursando una especialización en sociología: a
través de las lecturas toma conciencia de que la poesía es también trabajo, que
la inspiración se encuentra en todo caso en el principio y en el final del poema y
que en medio se extiende una etapa de incierta duración. “Hasta ahora, para
mí al menos, la poesía había sido siempre inspiración sin elementos extraños
de prueba, meditación y corrección”, dice, y entonces aparece la referencia de
Girri, la enseñanza que atraviesa sus indicaciones: “es cuestión de trabajar
para que las cosas salgan”.
1
Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Del Nuevo Extremo – Gredos,
Buenos Aires, 2009, p. 126.
de Pound: “Son buenos escritores los que mantienen el idioma eficiente. Esto
equivale a decir que lo mantienen preciso, lo mantienen claro (I, 134)”. Pero las
preocupaciones formales de Canton están atravesadas por una
experimentación de cuño personal. A fines de 1962 escribe por ejemplo “La
forma del poema”, que incluirá en Corrupción de la naranja. El texto es un
juego con dos versos, “La forma del poema/ no pide que sea así”, cuyos
términos distribuye de manera aleatoria en siete estrofas. El poema sugiere
una extraña interrogación de sí mismo, toma un poco en broma, como un
recreo, lo que tanto preocupa al autor.