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Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Licenciatura en Ciencias Sociales


Comprensión y producción de textos
Docente: Omar Garzón
Presentado por: Carlos S. Mosquera 20182255032

Aprender a leer, leer para aprender. Chartier, Roger. (2010)

Elefantes y corderos

En este primer apartado de la lectura, Chartier explica cómo ha evolucionado la


lectura y la escritura como forma para la transmisión y apropiación de
conocimientos dejando de lado las formas tradicionales para la transmisión de
saberes (transmisión oral y visual).

Adicionalmente, hace una analogía de cara a explicar la dualidad de oposición


entre dos posibilidades con conformación cultural de las personas: La cultura de
los elefantes, aquella que caracteriza como la cultura de los sabios y letrados,
aquellos que dominan el leer y escribir; mientras que, por el contrario, se
caracteriza la cultura de los corderos como la de los iletrados. Sin embargo, se
hace la precisión de que esta oposición no ha significado per se, la imposibilidad o
incapacidad de las personas iletradas, “los “corderos”, al conocimiento.

Es así como se asume una posibilidad de adquisición de conocimientos o


sabiduría, hasta cierto punto de la historia, para aquellas personas que no tenían
acceso al conocimiento a través de la lectura-escritura. No obstante, la
comunicación de saberes si acogió una estrecha relación con la lectura y la
escritura en tanto que la cultura que fue permeada por “la presencia sobre las
paredes y fachadas de los carteles, edictos, anuncios o grafitis, la lectura en voz
alta que permitía compartir lo escrito a los iletrados” (Chartier, R. pp.24).

Según Chartier, para los siglos XVI y XVII, las tres formas de comunicación (las
palabras habladas, imágenes pintadas o grabadas, la escritura manuscrita o
tipográfica) estaban consideradas como igualmente validas para la apropiación y
transmisión del conocimiento, sin ignorar las cualidades que cada una de las
formas posee.

Oficio y ocio

Para los siglos XVI y XVII, la lectura de libros se caracterizaba por ser una practica
dominantemente para la apropiación de saberes técnicos y prácticas (Chartier, R.
pp. 25). Ejemplo de esto, era la utilización que le daban artesanos para el siglo
XVI a los libros para la utilización en medio del ejercicio de sus labores como
artesanos, la colección de modelos y planchas útiles para las artes.

Estableciéndose así en una relación estrecha entre las practicas profesionales y la


consulta y lectura de libros. Sin dejar de lado matices como que el desarrollo de
estas no necesariamente tenía implicaciones en el desarrollo practico de las
profesiones. Y que desde el siglo XIII, seda la aparición de una clase de lectores
denominados “alfabeto liberi”, lectores que leen por fuera de los cánones
profesionales, lectores por entretenimiento, sin obedecer las técnicas tradicionales
de lectura establecidos por el método escolástico (religioso) y jurídico.

De esta manera, se denomina a los lectores por interés, apartados de las lecturas
profesionales, como lectores ociosos. “El desocupado lector”, se convierte no
solamente en dueño de su tiempo, sino también en un lector liberado de las
lecturas profesionales. Se establece entonces que el lector ocioso es un buen
desocupado en tanto que ocupa su tiempo libre para el desarrollo del
conocimiento.

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