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PROCESOS AFECTIVOS Y MOTIVACIONALES

PROFESOR: JAIME SILVA C.

Apego y Psicopatología
Patricia M. Crittenden.

Resumen (traducción) de Crittenden, P. (1995) Attachment and Psychopathology. En Goldberg, S., Muir, R. & Kerr, J. (Eds.)
Attachment theory: Social, developmental, and clinical perspectives (pp. 367-406) Hillsdale, NJ: Analytic Press

Se describen la relación entre la calidad de apego y aspectos de la psicopatología


desde una perspectiva de procesamiento mental de la información.

Teoría del Aprendizaje, Vygotsky y Modelos Representacionales Internos en la


Infancia.

Tres materias a explorar


El trabajo de Ainsworth ha mostrado que la sensibilidad es el determinante
primario de la calidad del apego a los 12 meses: madres sensibles tienen hijos seguros,
madres inconsistentes tienen hijos ambivalentes y madres intrusivas/rechazadoras tienen
hijos evitativos. Hay varios puntos interesantes acerca de esta situación.
1- ¿Cómo se desarrollan estos patrones?
Aunque el apego no es aprendido como proceso basado biológicamente, la calidad del
apego es referido a un entendimiento aprendido de la naturaleza específica de relaciones
de apego. Los principios del aprendizaje pueden explicar como la interacción de los
infantes con las figuras de apego facilita su aprendizaje del cómo utilizar su mente. Al
hacer esto se presume que algunos tipos de aprendizaje están más “privilegiados que
otros”, por ej. el sistema nervioso está preparado para recibir y atribuir significado a
algunos tipos de información y no a otras. En humanos esto incluye información desde y
acerca de humanos y en especial de las figuras de apego.
2- ¿Por qué hay solo hay tres patrones de apego cuando las madres son muy variadas?.
Aunque las madres varían en un continuo de sensibilidad, los infantes parecen
dicotomizarlas en “buenas” o “malas”. En verdad, las madres inconsistentes son las
menos identificadas (conductualmente) por los infantes. Esto es como si la mente
sensoriomotora de los infantes pudieran solo construir uno de dos modelos de realidad
“puros”, aun cuando pocas madres realmente encajan con aquellos.
3- ¿Cómo la maduración cambia las relaciones de apego?
El desarrollo de patrones de interacción y de apego puede entenderse, en términos
Vygotskyanos, como tareas en la zona de desarrollo proximal del infante. Las madres se
pueden considerar en términos de cómo ellas apoyan la organización de aquellos
patrones, por ej. el proceso por el cual sus conductas constituyen un “andamiaje” (apoyo)
para el aprendizaje del niño.

Aprendiendo a interactuar.
Desde el nacimiento, los humanos tienen una forma específica a la especie de emitir
reflejos, la habilidad para aprender asociaciones, y sentimientos. Una forma de pensar en
esto es asociar la conducta refleja (que regula funciones esenciales) con el tallo cerebral,
la estructura cerebral más antigua. El cerebro reptil (por ej. el cerebro medio) como la
siguiente estructura desarrollada, relacionado con el aprendizaje asociativo simple
mediante la experiencia. El sistema límbico, la próxima estructura en desarrollarse, es

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asociada con las respuestas afectivas que regulan la conducta en ausencia de experiencia.
La corteza cerebral, como última estructura desarrollada, integra información generada
por las estructuras inferiores del cerebro produciendo un conocimiento más sofisticado.
Al contrario de las estructuras más primitivas del cerebro, la corteza se desarrolla
primariamente después del nacimiento.
Estos cuatro tipos característicos de funcionamiento son la base para dominar (manejar)
el establecimiento de patrones de comunicación con los cuidadores (figuras de apego) que
entregan información significativa de las condiciones futuras:
a) Cuando los cuidadores responden a las conductas reflejas, condicionadas y afectivas el
infante de manera que lo confortan, este será reforzado y el despliegue de las conductas
más predecible. En términos de Vygotsky, estas madres ayudan a sus niños a aprender
que tanto el significado comunicativo de sus conductas como el efecto en los otros son
predecibles.
b) Cuando las señales de los niños resultan en intrusividad o rechazo, el efecto es un
castigo de la conducta para el niño; consecuentemente el niño aprende a inhibir la
conducta castigada. Los niños que, al año de vida, comienzan a ser evitativos típicamente
han experimentado el rechazo materno cuando desplegaban conductas afectivas
indicadoras de deseo de cercanía hacia sus madres. Si el niño protesta esta consecuencia
displacentera, a menudo experimentan la rabia de sus madres. Así la inhibición de las
señales afectivas es tanto un efecto predecible para la reducción del rechazo y rabia de la
madre como una enseñanza al infante de que la expresión de los afectos es
contraproducente. Además, las conductas afectivas de los cuidadores son mal dirigidas
por lo que aprender el significado de los afectos se torna más difícil aun para los infantes.
Irónicamente los padres intrusivos y rechazadores usan las señales afectivas de un modo
erróneo (misleading): cuando sus niños ofrecen pocas señales afectivas ellos a menudo se
entrometen con un afecto positivo falso como una tosca señalización de deseo de
cercanía. Sin embargo, cuando el infante le es reciproco, estos padres inhiben sus propios
afectos negativos y rechazan al niño. En términos Vygotskyanos, estas madres crean una
situación en la cual: i)- los infantes no pueden discernir el significado de los afectos y ii)-
aprenden a inhibir sus propias señales de deseo y rabia.
c) Otras niños tienen madres que son claras en su comunicación afectivas pero responden
inconsistentemente a las señales del infante. La inconsistencia puede involucrar tanto una
baja o alta responsividad, en ambos casos a los infantes le es difícil aprender a
comunicarse efectivamente; cuando los infantes no pueden predecir las respuestas de sus
padres se tornan ansiosos y rabiosos. La expresión de estas emociones lleva a
consecuencias mixtas: las madres inconsistentes a veces confortan al niño, aveces se
enojan, a veces son inefectivas. en términos de la teoría del aprendizaje estos niños con
aquellas madres se encuentran bajo un programa de reforzamiento impredecible e
intermitente. Es sabido que dichos programas mantienen las conductas en altas tasas, pero
de este modo el niño permanece sin las estrategias de cambiar la probabilidad de las
conductas de los padres y por lo tanto permanecen desorganizados en términos cognitivos
en relación al apego.

Al cierre de la infancia, los niños etiquetados como seguros han aprendido el valor
predictivo y comunicativo de muchas señales interpersonales, además han creado

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significado para los afectos y cogniciones. Los niños evitativos han aprendido a organizar
su conducta sin ser capaces de interpretar o usar señales afectivas, por ej. ellos tienen un
sentido de cognición pero no de afectos. Los niños ambivalentes han sido reforzados por
conductas afectivas pero no han aprendido una organización cognitiva que reduzca las
incongruencias de la conducta de sus madres.
Por lo tanto, los niños seguros son competentes con información afectiva como
cognitiva, los niños evitativos son competentes con la información cognitiva y los
ambivalentes son competentes primariamente con la información afectiva. Así al finalizar
la infancia, todo esto lleva a tres problemas cuya resolución debe esperar la mayor
competencia mental del funcionamiento preoperacional:
1º Tanto el modelo seguro como el evitativo son “ideales” o sobrestimados; ellos
representan a un padre idealizadamente positivo o uno idealizadamente negativo.
2º Los niños evitativos han aprendido como evitar las consecuencias desagradables pero
no cómo hacer para que los padres realicen lo que ellos desean.
3º Como los niños ambivalentes no han aprendido a cambiar las contingencias de la
conducta de sus padres, están sin estrategias.

Maduración y Cambio en los Modelos Representacionales Internos en los Años


Preescolares.

Procesos de desarrollo.
Maduración cognitiva y afectiva.
Se ha observado que en la infancia los períodos de desarrollo cognitivo van acompañados
de cambios en los afectos. Se considera estos cambios como integraciones cada vez más
sofisticadas de afectos con cogniciones en las cuales son reconocidas tanto la relación
causal entre la conducta de otras personas y los propios sentimientos, como los efectos
comunicativos/predictivos de las señales afectivas en la conducta de los otros. Esta
integración es posible gracias a la maduración de la corteza cerebral. Crittenden propone
la conducta de sumisión (coy) como reflejo de una integración de señales (previamente
discretas) en patrones de conducta que son usados para regular la conducta interpersonal
en determinados contextos.

Conducta de sumisión (CS), desarmar agresión y rabia oculta.


La CS, que se comienza a organizar al final del segundo año, tiene varias funciones. El
significado de estas se puede rastrear o derivar de estudios etológicos de conflictos intra-
especie. Cuando dos animales están en conflicto y uno de ellos está claramente perdiendo,
el animal perdedor termina el conflicto antes de ser destruido. Hace esto exhibiendo una
serie de conductas que funcionan tanto como reconocimiento de la dominancia del otro
animal, como para elicitar la compasión del animal dominante.
La CS en niños tiene una función similar al integrar una serie de señales que “desarmen la
agresión” y elicitan compasión dentro de las jerarquías de dominancia cambiantes. Los
infantes muestran agresión hacia el final del primer año, pero esta agresión es inofensiva.
desde los dos años la agresión del infante ya no es tan inofensiva; esta fácilmente puede
elicitar agresión desde los padres. Para no ser dañado, marginado o muerto por la agresión

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de los padres los niños necesitan una forma de detener la conducta agresiva de los padres.
La CS, que desarma la agresión cumple el propósito.

La CS según la calidad de apego.


Tipo C.
Todo niño en edad preescolar utiliza la CS para desarmar la rabia de los otros y elicitar
compasión. Para los niños con cuidadores inconsistentes, sin embargo, esta nueva
conducta, combinado con la mayor competencia cognitiva asociada a la inteligencia
preoperacional, presenta la oportunidad de organizar una estrategia con la cual forzar
(coerse) a responder a los cuidadores inconsistentes en sus respuestas.
Imagine a un niño de dos años quien señala su deseo por su madre, ella está atendiendo
otra cosa y no responde. El niño intensifica su demanda, luego grita y arroja un juguete
contra la madre. Ahora es probable que ella responderá, sin embargo cómo lo hará es
incierto. Ella puede reconocer su equivocación y responder calmadamente al niño, o
puede responder con rabia. En el primer caso, el niño es reforzado a exagerar o exaltar
sus señales afectivas; al ser un reforzamiento impredecible e intermitente, el niño aprende
a responder con más prontitud e intensidad la próxima vez y es muy difícil extinguirlo.
En el segundo caso, con la rabia maternal, el niño es parcialmente reforzado con la
atención de su madre y parcialmente castigado por la rabia de su madre. Sin embargo, en
respuesta a la rabia puede desplegar la conducta de sumisión, esta terminara la conducta
agresiva de la madre y elicitará compasión. Cuando la rabia de la madre a terminado (y se
ha recobrado la seguridad) la rabia del niño puede ser expresada. El se alborota y la madre
trata de calmarlo, el hace nuevas demandas. Esto continua hasta que la madre comienza a
sentir rabia sobre la cual el niño desplegara nuevamente la conducta que desarma la rabia.
La consecuencia es que el niño aprende a desplegar su rabia de una manera selectiva y
alternante por un lado, y el miedo y deseo de compasión por otro. Alternando estos
patrones de conducta en respuesta a los estados afectivos de la madre resulta en una
estrategia coercitiva que maximiza la atención que recibe el niño. Conductualmente, el
niño ha aprendido a usar la CS para cubrir la rabia al tiempo que él se siente tanto rabioso
como vulnerable. Mentalmente, ha aprendido a dividir (split) sus sentimientos y a
desplegarlos en una rápida y alternante escala de intensidad.
Los cuidadores usualmente se sienten frustrados y victimizados por esta estrategia
coercitiva. Para ganar control por sobre sus niños crecientemente demandantes y
manipulativos* muchos padres utilizan su superioridad cognitiva para engañar al niño.
por ej.: En una situación extraña una madre se prepara para salir, su hijo va donde
ella y le pide desesperadamente ir con ella, su madre vuelve diciendo entusiasmadamente
“oh, mira ahí está la pelota, ve por ella!”, el niño corre a por la pelota y la madre
rápidamente se va.
Otra madre maneja esto diciéndole al niño: “si eres bueno te traeré a la
vuelta un helado”, el niño accede, sin embargo cuando la madre vuelve no trae helado. El
niño exige su helado
Los infantes ambivalentes descubren que la expresión abierta de los deseos y
sentimientos tiene un pequeño efecto predecible en la conducta de sus padres. Ya que
ellos no tienen medios para manejar a sus padres, quedan con emociones de deseo, rabia y

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miedo. Los niños de edad preescolar sin embargo, aprenden que el despliegue intenso de
afectos no ambiguos motiva a los cuidadores a atenderlos. Más aun, la juiciosa
alternación de emociones conflictivas desarma la agresión de los padres e incrementa la
probabilidad que los deseos del niño se cumplan. Finalmente los niños aprenden a no ser
burlados por razonamientos cognitivos o verbales, aprenden que estos son engañosos.
Aferrados a los afectos, desplegándolos a gran intensidad, llegan a una consecuencia más
favorable. Ellos ahora tienen una efectiva estrategia de coerción que se basa en mantener
los afectos salientes y defenderse contra las cogniciones engañosas. Los patrones de
conductas de amenaza y desarme son alternados de manera que regulan el despliegue de
la rabia. La regulación se basa en el juicio del niño acerca del estado afectivo del
cuidador. Más aun, ya que la conducta cambiante de los cuidadores satisface los deseos
de los niños, aparece como si la figuras de apego fueran responsables por los sentimientos
de los niños. Consecuentemente, los niños coercitivos tienden a culpar a los otros por sus
problemas.
En respuesta a condiciones extremas, sin embargo, el balance entre las conductas de
amenaza y desarme pueden cambiar, permitiendo a un patrón o al otro ser el dominante o
volverse desregulado. En este caso, la conducta de amenaza escala a una punitiva y la
conducta de desarme a una desesperanza fingida. Más que un simple niño
amenazante/desarmante, ellos demandan que deben ser atendidos y escalan en su
conducta sin restricción hasta que lo logran. Esta focalización en sí mismos limita en gran
medida el desarrollo cognitivo/educacional.
Ya que la mayoría de los cuidadores son inconsistentes en algún grado, la mayoría de los
niños experienciarán algún beneficio de la estrategia coercitiva.

Tipo B.
Los cuidadores que son muy sensitivos reconocen que la zona de desarrollo proximal del
niño ha cambiado en cualidad y ellos ajustan sus conductas en concordancia. Ellos se
comprometen en una negociación significativa con el niño abiertamente atendiendo los
sentimientos y pensamientos del niño, construyendo en conjunto planes que “honran” al
niño. Estos niños pueden intentar estrategias coercitivas, pero encontraran la estrategia
segura de la comunicación directa y abierta más satisfactoria.

Tipo A.
Los niños evitativos enfrentan diferentes retos cuando entran a la edad preescolar. La
tarea central es como elicitar la atención positiva. Esto va a depender si la madre es del
tipo abiertamente hostil o del tipo no responsiva o alejada. Ya que los preescolares tipo A
desarrollan diferentes patrones conductuales defensivos se etiqueta a este grupo como
“Defensivos”.
Los niños que usan la evitación para prevenir el rechazo de madres intrusivas enfrentan
dos problemas. 1) la evitación en si misma comienza a ser interpretada por los adultos
como una conducta abiertamente ruda. Consecuentemente esto elicita la rabia de los
padres. 2) Los niños preescolares necesitan una forma menos obvia de evitar a sus madres
intrusivas. Por lo tanto, ellos reemplazan la evitación conductual con una inhibición
psicológica. Ellos miran a las figuras de apego sin señalizar deseo de cercanía. Sin ser

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rudos, ellos se mantienen en el intercambio entre ellos mismos y sus cuidadores de


manera fría, correcta y cortés.
Usando esta conducta más sofisticada, ellos pueden tolerar en el contexto de actividades
con roles impersonales y definidos, una considerable cercanía física con sus cuidadores.
Por ej. un preescolar inhibido puede estar muy cerca de su madre trabajando en un puzzle
o leyendo un libro, pero evadirá abrazos u otros intercambios afectivos. Las madres de
niños tipo A generalmente se sienten más cómodas con tales actividades cognitivas (y con
roles definidos) y se sienten orgullosas de los logros de sus hijos. Sus niños inhibidos
aprenden que, aunque con afectos “engañosos” las cogniciones y actividades cognitivas
pueden ser confiables para producir consecuencias reforzantes.
Los niños con madres distantes tienen un problema más complejo. Sin la atención de los
padres no pueden estar ni a salvo ni sentirse seguros. Por lo tanto algo deben hacer para
elicitar la atención de sus padres. Estos niños aprenden a inhibir el despliegue de sus
propios sentimientos y además a sustituirlos por un afecto falsamente positivo. Esto es
como si el niño estuviera calmando al padre con que todos están felices, que nada malo
puede pasar si el cuidador atiende al niño. Esta conducta, por supuesto es por naturaleza
una inversión de roles. Funcionalmente, sin embargo, esta resulta de la elaboración de
procesos mentales usados por infantes evitativos y una inhibición del preescolar. Esto es,
el niño inhibe la expresión de afectos verdaderos. Además, el niño “cuidador
compulsivo” los sustituye con brillantes afectos falsos para así mantener físicamente
cerca a los padres.
La falsedad de los afectos desplegados pueden ser determinados en dos formas: 1) las
expresiones en sí mismas son incompletas, sonrisas deshonestas, sonrisas mientras se
aleja, etc. Este intercambio en el flujo de afectos es atípico en el sentido de que es muy
repentino, muy breve, y fuera de contexto. en verdad el término “alegría
descontextualizada” (non-contextual joy) es adecuado para estos afectos falsamente
positivos. 2) Cuando el cuidador responde con atención, el niño repentinamente comienza
a inhibirse y a evadir el contacto. Estos niños aparecen como deseando cercanía, pero no
tan cerca. Como todo niño defensivo la intimidad le es inconfortable.
Finalmente, los niños evitativos cuyos padres muestran conductas hostiles y demandantes
aprenden en la edad preescolar a inhibir sus propios deseos y a hacer exactamente lo que
se espera de ellos. Ya que su ambiente es peligroso los niños complulsivamente
complacientes mantienen muy vigilada y monitoreada la conducta de sus padres con el fin
de anticipar sus deseos. Como estos niños buscan incesantemente cualquier predictor de
la rabia de sus padres muchas veces se equivocan lo que da lugar a este aprendizaje
supersticioso que es la base de la compulsión irracional.
La complacencia compulsiva generalmente va acompañada por una sobrevaloración,
especialmente cuando las madres buscan evidencia para la obediencia de sus niños y su
desempeño intelectual. Sin embargo el proceso mental subyacente es uno que inhibe los
afectos propios sustituyendo las conductas y afectos por los que se perciben como
deseados por los padres. Ya que todo niño defensivo, y especialmente los niños
compulsivamente complacientes descubren que modificando su conducta reducen las
amenazas de sus figuras de apego, tienden a aceptar la responsabilidad por la conducta de
sus padres; cuando los padres están enojados o rechazadores, los niños defensivos tienden
a sentir vergüenza.

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Tipo A/C.
Además de los tres patrones básicos de Ainswort, algunos niños que viven en ambientes
muy complejos y variables pueden combinar estrategias defensivas y coercitivas en un
patrón A/C. Podemos verlo como una mezcla o un funcionamiento variable que va
desde los enteramente defensivo pasando por los defensivos con algunos aspectos
coercitivos hasta llegar a los enteramente coercitivos.

Consecuencias en los Años Preescolares.


Esta revisión llevara a la discusión de cuatro puntos centrales:

Cambio en la distribución de los patrones de apego.


La maduración puede llevar a cambios en la calidad de apego (aun cuando hay
investigaciones anteriores que más bien enfatizan una continuidad desde la infancia a las
edades posteriores).
Uno puede preguntarse si la calidad de apego realmente cambia o son solo cambios
conductuales superficiales. Dos cosas sugieren que las relaciones son cualitativamente
diferentes. 1- hay una razón “folklórica” Las madres comúnmente se quejan que los dos
años de edad son especialmente problemáticos, así, se sugiere que la relación en ese
momento se deteriora. 2- la segunda razón es la correspondencia entre la estrategia
coercitiva y la conducta inconsistente de las madres; los niños en edad preescolar tienen
estrategias mental y conductualmente más complejas que los infantes. Con la
disponibilidad de esta estrategia los niños son más capaces de reflejar el continuo dela
sensibilidad maternal. Consecuentemente, se espera que cambie la distribución de la
calidad de apego.

Cambio de los modelos de representación interna del apego.


Uno de los asuntos más excitantes, resultantes de los cambios maduracionales, es el
potencial de los niños de formar modelos representacionales de las relaciones de apego
más exactos y la posibilidad de estrategias más efectivas para manejar estos modelos.
Produciendo nuevas habilidades mentales, el periodo de cambio maduracional crea las
condiciones que facilitan la reorganización de modelos representacionales que pueden
ser usado para predecir las condiciones futuras más exactamente. Para esto, la mente
funciona de dos maneras. Primero, busca regularidades, patrones. Los patrones seguros y
evitativos representan tales regularidades identificadas por los infantes. Segundo, la
mente busca discrepancias entre lo que es esperado y lo que ocurre. Con la inteligencia
preoperacional los niños descubren las discrepancias entre los modelos de “buenas” o
“malas” madres con la conducta presente de su madre. Estas discrepancias representan
percepciones e interpretaciones más adecuadas del significado de la conducta de las
madres. La nueva información debe ser reconciliada con los modelos representacionales
del niño ya existentes. Para los niños en ambientes de apoyo, esto puede facilitar el
desarrollo de modelos más diferenciados, complejos y exactos.

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Cuando los modelos de los niños de apego ansioso falla en representar y predecir
adecuadamente la realidad en situaciones críticas, los niños enfrentan una tarea
desafiante. No solo existe una discrepancia entre los modelos y la realidad sino que
también estos niños tienen menos experiencia que los niños seguros en los procesos de
integración de información. Esto los puede llevar a realizar mayores esfuerzos para
descartar información conflictiva con el objeto de mantener el modelo inadecuado. Esto
puede retardar el proceso de revisión hasta que finalmente una gran fuente de
discrepancia empuja a la mente hacia una reconsideración de su funcionamiento y a la
reorganización de la información. Así, para los niños de apego ansioso los procesos de
revisión de modelos son probablemente muy inconfortables. Tanto su actividad mental
como conductual se ven dificultadas hasta que la integración de la información nueva y
discrepante es completa. Cada discrepancia, entonces, provee de la posibilidad para la
auto-corrección de modelos inadecuados y para la generación de nuevas estrategias
interpersonales.
Si las circunstancias han cambiado drásticamente y el modelo antiguamente adecuado no
representa más la realidad existente (el caso de una muerte), el constructo más adecuado
en describir este cambio es el de desorganización. Además, si el periodo de incertidumbre
resulta en un modelo menos conveniente que el modelo temprano del niño, es también
desorganización el constructo que describe el cambio. Sin embargo, si el niño comienza a
ser consciente de la información sesgada y en este proceso de revisión de su modelo llega
a estar más en línea con la realidad, se utiliza el concepto de reorganización para
reconocer el desarrollo que acompaña esta actividad.

La rabia.
Los patrones de apego pueden ser vistos como parte de las estrategias para manejar la
rabia. Desde esta perspectiva las diadas seguras están en suficiente sincronía tal que la
rabia no es sentida frecuentemente. Además, estas expresiones elicitan respuestas
oportunas que tienden a confortar. Así, para las diadas seguras, la rabia funciona como
señal de asuntos importantes que requieren atención diádica.
Los niños de apego ansioso, por otro lado, experimentan frustraciones de sus deseos;
esto lleva a sentimientos frecuentes de intensa rabia. Tanto los niños tipo A y tipo C
aprenden a regular la expresión de su rabia en base a las respuestas de sus cuidadores. Los
niños defensivos esperan el rechazo cuando ellos despliegan la rabia o cuando sus padres
se sienten con rabia; consecuentemente, ellos inhiben la expresión de su propia rabia y
están atentos a cualquier evidencia de la rabia de sus padres la cual se esfuerzan por
calmar. Los niños coercitivos han aprendido que tanto la amenaza y el desarme en la
expresión de rabia incrementan la atención de sus padres. Consecuentemente, mucha de
las interacciones con las figuras de apego tienen la cualidad de la rabia. Irónicamente,
tanto para las diadas defensivas como las coercitivas, las rabia pierde algo de su poder
comunicativo, por ej. , Los asuntos y ocasiones importantes no pueden ser diferenciados
de los menos importantes.

Apego y procesamiento mental de la información.

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Las estrategias usadas por los niños en edad preescolar y las condiciones bajo las cuales
son aprendidas sugieren un modelo representacional bidimencional para describir la
calidad del apego.
Por un lado, los patrones difieren en el tipo de información utilizada. Los niños
defensivos encuentran que la actividad cognitiva provee de una base para la interacción
predecible y relativamente satisfactoria con sus cuidadores y una base adecuada para
representar la conducta de estos. Consecuentemente, ellos aprenden a depender de la
cognición para regular su conducta y defenderse contra el afecto. Los niños coercitivos
han aprendido lo opuesto. Ellos enfatizan los afectos y desatienden, o se defienden contra,
la cognición. Los niños seguros tienen acceso y usan, tanto la cognición, como los
afectos y por lo tanto pueden ser considerados balanceados con respecto al
funcionamiento mental y conductual. Los niños A/C también tienen acceso tanto a los
afectos como la cognición, pero a diferencia de los niños seguros, ellos no pueden acceder
y utilizar ambas fuentes de información simultáneamente.
Por otro lado, los patrones difieren en como la información es usada. Los niños seguros
integran la información cognitiva y la afectiva. Las discrepancias entre sentimiento y
cogniciones llevan a una actividad mental que a menudo produce entendimientos más
elaborados del sí mismo y la realidad. Aunque estos cambios probablemente son
menores y no disrruptivos, la suma de esta actividad representa la reorganización de los
modelos representacionales internos. Los niños defensivos y los coercitivos a menudo
fallan en identificar las discrepancias; bajo tales circunstancias la integración a menudo
no ocurre.

Representación Mental e Integración en los Años Escolares y la Adolescencia.

Sistemas de memoria.
Se discutirán los tres tipos de memoria y sus modelos asociados.
La noción de modelo representacional interno procedural funciona bien para describir la
conducta en la infancia y los años preescolares. En los años preescolares se comienza a
desarrollar la memoria semántica y la episódica. La memoria semántica codifica las reglas
generalizadas acerca de como la vida (y las relaciones) funcionan, por ej. “Los niños
buenos son obedientes”. La memoria semántica, así, provee de predicciones cognitivas
generalizadas y verbales las cuales, sin embargo están sesgadas a reflejar los valores de
los padres; esto puede o no representar la conducta parental presente. La memoria
episódica (autobiográfica) codifica información acerca de situaciones específicas, por ej.
Cuando tu madre te ha llamado y se ha enfadado por tu desobediencia. Ya que la mayoría
de las experiencias son ordinarias e inconsecuentes, ellas no son recordadas ocasión a
ocasión. Consecuentemente, las memorias codificadas en la memoria episódica y sus
modelos representacionales asociados están sesgados al reflejar experiencias
afectivamente exaltantes (arousing) y no solucionadas, particularmente aquellas con
amenaza de peligro.

Usando los sistemas de memoria para regular la conducta.

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Crittenden propone que los tres modelos de memoria regulan la conducta bajo diferentes
condiciones. Específicamente, la memoria procedural regula la conducta preconsciente a
través de toda la vida. Cuando la conducta proceduralmente regulada falla en resultar una
consecuencia esperada, la mente puede focalizar conscientemente la situación. Por medio
del acceso a información y modelos en la memoria semántica, los individuos pueden
tratar de solucionar el problema construyendo conscientemente una solución conductual
nueva y potencialmente más sofisticada. Así, la memoria semántica regula la conducta de
resolución de problemas. Sin embargo, si la situación es afectivamente muy exaltante tal
razonamiento puede no ser posible. En verdad, los modelos episódicos que codifican
estados afectivos similares pueden ser activados y regular la conducta. Ya que la memoria
accedida refleja conductas primarias las consecuencias pueden ser menos maduras que las
conductas reguladas proceduralmente y semánticamente. Este sesgo “regresivo” se
sostiene por la tendencia de los afectos a reflejar sesgos conductuales genéticamente
transmitidos.
En los años escolares y la adolescencia, los niños aprenden a integrar la información
desde los tres sistemas de memoria para construir representaciones de la realidad
crecientemente más exactos. Hay sin embargo diferencias individuales en la oportunidad
de integración de dicha información.

Diferencias individuales en la integración de la información a través de los sistemas de


memoria.
Los niños seguros/balanceados experimentan probablemente pocas discrepancias entre
los sistemas de memoria, gran soporte parental en la exploración de la discrepancia y por
lo tanto menos dificultad en revisar los modelos actuales.
Los niños defensivos encuentran muchas discrepancias entre los modelos semánticos de
lo que debería ser el caso y lo que es, procedural y episódicamente, el caso. Además, han
aprendido que hay consecuencias desafortunadas al articular conciencia de estas
discrepancias o por desplegar afectos y emociones asociadas al sistema de apego.
Consecuentemente, se espera que los individuos defensivos desplieguen e idealicen
modelos semánticos que están accesibles constantemente y son presentados verbalmente.
Estos modelos idealizados mantienen la sobrevaloración y la dicotomización típica de la
temprana niñez. Sin embargo, la conducta del niño defensivo puede estar regulada por
modelos procedurales y episódicos (especialmente los episódicos) que están inarticulados
o verbalmente negados.
Los niños coercitivos pueden depender excesivamente de los modelos episódicos. Ya
que ellos han aprendido a desconfiar de los razonamientos cognitivos, su sistema de
memoria semántica puede estar limitada y confundida en contenido. Por ej. Un padre
inconsistente puede decirle a un niño en varias ocasiones “te di permiso para eso?,
puedes hacer algo por ti mismo?” La conclusión semántica subyacentes de estas
sentencias son opuestas y así, fallan en proveer al niño con una guía semántica para la
conducta. Los modelos episódicos de qué hacer bajo circunstancias altamente exaltantes y
conflictivas, pueden proveer de una mejor guía. Esta guía, sin embargo, como la de los
modelos semánticos de los niños defensivos presenta un mundo completamente “bueno”
o completamente “malo”.

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Así, los niños defensivos tienen un acceso disponible al sistema de memoria semántico,
coherente internamente, organizado e idealizado, pero un pobre acceso a la memoria
episódica (afectiva), y/o poca habilidad para integrar la memoria episódica con la
semántica. En contraste los niños coercitivos tienen una organización afectiva en la
memoria episódica pero un acceso limitado a los modelos semánticos y una limitada
habilidad para integrar la memoria semántica con la episódica. Por esto muchos adultos
muestran una falta de evocación cuando se les pude entregar adjetivos (semántico) acerca
de sus relaciones de apego o cuando se les pide acceder a su memoria episódica a través
de esos adjetivos.

Distorsiones mentales en afectos y cogniciones.


Este modelo de variaciones en los patrones de apego sugiere una interface entre el apego
y la psicopatología. El patrón defensivo es definido por una cognición exacta pero una
defensa contra los afectos. En los subpatrones de cuidados compulsivos y complacencia
compulsiva, el afecto no es meramente negado, este es falsificado.
Similarmente, los niños coercitivos exageran los afectos y se defienden contra la
cognición. En los años escolares, cuando los niños aprenden a usar las operaciones
lógicas concretas. algunos niños coercitivos usan las cogniciones ilógicas con las que sus
padres los engañaban en los años preescolares. Ellos aprenden a esconder la verdad bajo
la apariencia de la lógica y la razón, por ej. ellos racionalizan. La falsa cognición
involucran la superficie una lógica aparente cuando, de hecho, la relación actual de los
eventos no es lo que aparenta ser.
Los niños coercitivos que usan el castigo o la desesperanza fingida para forzar a los
cuidadores tiende a distorsionar más la lógica cognitiva en una lógica desviada y torcida
basada en motivos ulteriores. Ellos engañan a los otros con argumentos descriptivos
como los que sus figuras de apego utilizaban para engañarlos a ellos. Su lógica, en otras
palabras, es una lógica invertida en la cual los argumentos son construidos para ocultar la
verdad y así esconder los fines que son a menudo negativos para los otros. Tales
argumentos funcionan para forzar a los cuidadores a complacer los planes del niño
cuando si fueran realmente conocidos, ellos no aceptarían el plan. Además muchos niños
coercitivos responden a los otros con la asunción que ellos también son engañosos; esto
crea el potencial para verdaderos “juegos mentales” en las relaciones. Las falsas
cogniciones son el paralelo de los falsos afectos en los niños defensivos. Sin embargo, ya
que esto depende del pensamiento lógico, se desarrolla más tarde que los falsos afectos.

Afectos, Cogniciones y Psicopatología.


Sendas de desarrollo.

Con respecto a la salud mental, el modelo implica que, con edades más avanzadas,
existe el potencial para adaptaciones más finas mientras la mente se mueve desde
clasificaciones dicotómicas hacia la conciencia de distinciones más finas. Similarmente,
mientras uno se aproxima hacia integraciones más balanceadas de afecto y cogniciones,
las respuestas mentales y conductuales comienzan a ser más flexibles y mejor adaptadas a
circunstancias únicas. Juntos, el aumento de edad y el desarrollo dentro del contexto de

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una relación de apoyo maximiza el potencial del individuo para la adaptación exitosa a
variadas situaciones. El riesgo para niños que no experimentan una relación de apoyo se
considera enseguida.

Desordenes conductuales en la niñez temprana y media.


De los niños coercitivos se espera que muestran desordenes de conducta que atraigan la
atención hacia ellos y desordenes del pensamiento que desvíen la responsabilidad lejos de
ellos mismos y que además sugieren que hay pocas relaciones causales. Los desordenes
de conducta pueden enfatizar conductas acting-out agresivas, amenazantes y carentes de
miedo o la incompetencia conductual mansa, sumisa y temerosa. Similarmente los
desordenes del pensamiento pueden enfatizar la hostilidad, poder y control, propia o de
los otros (por ej. grandiosidad o paranoia respectivamente) o a la inversa, la
vulnerabilidad, victimización y desesperanza del sí mismo. Ambas perspectivas del
desorden implican una “ansiedad flotante” vaga y amorfa, que no puede ser ligada
racionalmente a una experiencia concreta. Tanto la forma conductual como mental de los
patrones tipo C implica que los otros son responsables por la situación y que los otros
deben cambiar para resolverlo. En ambos casos, se puede esperar de los niños coercitivos
que formen alianzas con los otros “pegadas” y enmarañadas, por ej. pandillas y amistades
celosas. Además, más que los niños defensivos, los niños coercitivos demandan
gratificaciones inmediatas como sustituto de un confort verdadero. Consecuentemente,
ellos pueden mostrar impaciencia, desordenes alimentarios ligados a la excesiva ingesta e
inmadurez. Además, ellos pueden usar conductas riesgosas que no fallan en elicitar
atención protectiva, por ej. hiperactividad descuidada, extremo rechazo a comer,
tolerancia de relaciones violentas. La toma irracional de riesgos también implica no creer
en las contingencias que usualmente liga a los eventos, un patrón que primariamente fue
establecido en la infancia con la responsividad parental inconsistente.
La mayoría de los niños que son referido a servicios psicológicos encajan con el patrón
coercitivo. La mayoría son niños; sin embargo, uno pude pasar de largo a un set similar
de niñas que se arriesgan bajo una desesperanza fingida extrema y la victimización. Otros
niños desarmantes/vulnerables tipo C pueden desplegar problemas fisiológicos que
demandan la atención de los adultos. Esto va desde los cólicos hasta las alergias, asma, y
selecciones extremas acerca de la comida. Todo esto funciona para forzar a los adultos a
complacer a los niños sin que estos tengan que dar argumentos razonables para la
atención.
Una gran cantidad de niños coercitivos que son referido a servicios psicológicos son
aquellos que no pueden trabajar independientemente y que desean una atención constante
de sus figuras de apego o sustitutas. Ya que ellos han aprendido que un despliegue
intenso es necesario para atraer la atención de sus padres, los niños coercitivos tienden a
buscar la atención ruidosamente y de forma disrruptiva en los grupos en donde se
encuentran, en particular la escuela. El programa de refuerzo intermitente e impredecible
usado por sus figuras de apego lleva a una rápida conducta en escalada que no cesa al
enfrentar tanto la falta de responsividad como el castigo. En verdad, cuando los adultos
tales como los profesores comienzan a enojarse los niños coercitivos despliegan la
conducta de desarme, reduciendo el poder de los adultos. Ya que ellos atienden al
despliegue afectivo de los otros para la (relativa) exclusión de la cognición y usan el

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despliegue afectivo para atraer la atención hacia ellos mismos, tales niños probablemente
aparezcan como teniendo desordenes de déficit atencional y problemas de aprendizaje.
Unos pocos niños defensivos pueden ser identificados en el colegio como muy aislado.
Otro pocos pueden ser “adultos mascotas” cuando están bajo la autoridad de los adultos,
pero pueden desplegar su rabia como un “matón” cuando no hay adultos cerca. Sin
embargo la mayoría de los niños defensivos tienden a complacer a los adultos. Ellos
inhiben sus afectos negativos, desplegando afectos positivos, haciendo pocas demandas, y
luchando por complacer las demandas de los adultos. Algunos comienzan a ser
sobrevalorados. Ya que los niños defensivos tienden ser sobrecontrolados y obedientes,
puede ser dificultoso para la mayoría de los adultos percibir que ellos inhiben los
sentimientos y deseos o reconocer la tristeza, aislamiento y rabia del niño defensivo. Esto,
sin embargo, supone una amenaza para la habilidad del niño para establecer relaciones
seguras y de apoyo.

Psicopatología y adolescencia.
Mientras los años escolares presentan a los niños coercitivos con problemas de ajuste, la
adolescencia representa una etapa problemática para los niños defensivos. En la
adolescencia se espera que se desarrollen varias relaciones heterosexuales y de intimidad
que son la base para la elección final de un compañero. Los niños defensivos encuentran
mucha dificultad en tolerar la intimidad. Consecuentemente ellos se pueden encontrar
solitarios y tristes. Algunos niños en el subgrupo de los inhibidos comienzan a ser
individuos “compulsivamente autosuficientes”. Otros pueden cubrir esto utilizando el
sistema sexual como mascara del problema; ellos usan la sexualidad promiscua para
obtener intimidad física mientras permanecen psicológicamente distantes. Otros se
pueden esconder detrás de logros notables que acarrean cierta fama y aprobación pero no
confort. Para todos estos adolescentes, la inhabilidad para utilizar los afectos
honestamente dificulta el desarrollo y la felicidad. A menos que se acceda a los afectos
preocupándose en una actividad compensatoria, como los logros académicos o los
deportes, comienza a ser posible la depresión, el abuso de sustancias y la promiscuidad.
Entre aquellos que luchan compulsivamente por la perfección, existe el riesgo de negar
sentimientos de vergüenza y fracaso que algunas veces lleva al suicidio. El suicidio en
estos individuos defensivos, a diferencia de los coercitivos y los seguros/balanceados,
está raramente asociado con señales o signos que alerten que el individuo se siente
desesperado. Al contrario, los individuos defensivos suicidas pueden aparecer como
“teniéndolo todo”.
Para los adolescentes coercitivos existe la posibilidad que los desórdenes de conducta
escalen en verdaderas conductas peligrosas y violenta, incluyendo la delincuencia y la
criminalidad. La conducta de búsqueda de atención que tipifica a los niños coercitivos de
edad escolar puede transformarse en una postura amenazante más del tipo “en tu cara”
(“in your face”). La actitud de culpar a los otros puede expandirse hasta incluir
retribuciones por desaires y ofensas pasadas como motivación para enredos (disputas) y
rencores. En este contexto, los miembros de bandas deben cumplir la necesidad de
pertenecer a un grupo siempre presente, siempre disponible y responsivo, que perciba las
relaciones en términos coercitivos. Especialmente si ellos han aprendido la lógica
invertida de la decepción, los adolescentes coercitivos se pueden comprometer en

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actividades ilegales. Además las relaciones seductivas y conflictivas comienzan a ser


comunes, algunas de ellas violentas. Especialmente entre las niñas, los síntomas
psicosomáticos pueden ser usados para forzar a los otros a ofrecer atención y compasión;
si eso falla en satisfacer, loa amenazas de suicidio o los intentos de suicidio pueden ser
usados para expresar la desesperanza y las demandas de atención hacia los otros.
Llamadas telefónicas desesperadas, notas dejadas para otros, tienden a culpar a los otros
por ofender al individuo suicida y por no protegerlo o salvarlo.
Los individuos con patrones A/C tienen alternaciones bi-polares entre tener una actitud
coercitiva y una defensiva. Cuando el ambiente actual varia de tal manera de encajar con
estos patrones de adaptación, estos pueden ser mantenidos por grandes períodos de
tiempo.

Depresión.
Los individuos que se defienden contra el afecto (Tipo A) despliegan depresiones con un
creciente distanciamiento afectivo y una creciente conducta compulsiva. Esta conducta se
construye como búsqueda de solución a través de manejos más cuidadoso de las
contingencias protectivas y sin admitir la derrota vergonzosa de necesitar ayuda (de la
cual, por supuesto, se espera un rechazo). Además, tal como los individuos defensivos sin
depresión, ellos intentan desviar la atención lejos del verdadero problema.
Por otro lado, los individuos que luchan contra la cognición (Tipo C) manifiestan
crecientes despliegues afectivos y conductas impulsivas, por ej. agitación. Además,
cuando otros intentan reducir su distress entregando soluciones “racionales”, los
individuos coercitivos deprimidos muestran mucha rabia y sospechas y ofrecen para sí
mismos crecientes soluciones irracionales. Tal como otro individuos coercitivos, ellos
presentan exageradamente sus problemas de tal manera que captura la atención de los
otros.

Esta perspectiva de la depresión es consistente con los datos empíricos en adolescentes en


la cual cinco subtipos fueron observados (Muratori, 1993). La Depresión Reactiva encaja
con la noción de Gut, donde la depresión se resuelve con una reorganización mental que
se ajusta mejor a las circunstancias. Tal como lo indica Muratori, los eventos pueden
incluir ajustes a los cambios maduracionales desde la niñez a la adolescencia o desde la
adolescencia a la adultez.
La Depresión con síntomas neuróticos parece representar una depresión en el
Tipo A en la cual aislamientos severo junto con ansiedad y mecanismos compulsivo
funcionan como defensa contra los sentimientos de rabia y temor.
La Depresión con severo retardo motor refleja una forma más severa de
depresiones defensivas, caracterizada por pérdida de autoestima y sentimientos de culpa:
la pérdida por el interés en las actividades se pronuncia hasta el punto del estupor.
La Depresión con disturbios de conducta y Depresión con severos disturbios del
pensamiento refleja dos niveles de disturbios Tipo C en las cuales, en la forma menos
severa, predominan las conductas del tipo acting-out, coercitivas y obsesivas, y en la
forma más severa, la cognición es irracional, incluyendo delirios persecutorios y delirios
de influencia.

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Psicopatía (AC).
En unos pocos casos, los dos procesos de falsos afectos y falsas cogniciones pueden
unirse en la adolescencia o la adultez para producir una anti-integración de afectos y
cogniciones. Ya que el símbolo “ / ” denota integración, este caso se denomina AC, sin
aquel símbolo. En tales casos, el individuo desconfía tanto de afectos y cogniciones por lo
que ni aun la información discrepante puede gatillar una reexploración de la realidad. La
representación de la realidad puede ser como una imagen de espejo invertida y falsa en la
cual bueno y malo, verdad y falsedad, están invertidas. Los afectos “desarmantemente”
seductivos, pero falsos, cubren la rabia interna y la aguda inteligencia aplicada a la
cognición invertida pueden crear maquinaciones más allá de la imaginación de las
personas normales.

*(manipulativo: la persona manipulativa organiza su conducta cognitiva y/o afectiva para


llevar a los otros a asunciones inadecuadas acerca de los sentimientos o intenciones del
manipulador. Consecuentemente, ellos responden a la conducta de los otros de una
manera inesperada.)

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Calidad del Apego como función del procesamiento de la


información.

INTEGRADO
(SEGURO)

Cognición Verdadera Afectos


Verdaderos
B3
Confortable

B1-2 B4
Reservado Reactivo

A/C
COGNICION A1-2 Defensivo/Coercitivo C1-2 AFECTOS
(DEFENSIVO) Inhibido Coercitivo
(COERCITIVO)
AD
A3 Depresivo ansioso C3
Cuidador Punitivo

A4 C4
Complaciente Desesperanza
AC
Psicopatía

Afectos Falsos Cogniciones


Falsas
ANTI-INTEGRADO

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