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Cuadernillo de Lecturas Contenidos y Ejercitación I° Medio PDF
Cuadernillo de Lecturas Contenidos y Ejercitación I° Medio PDF
Cuadernillo de lecturas,
contenidos y ejercitación
Lengua y Literatura
1° Medio – 2017
Cuadernillo de Lengua y Literatura I° Medio
Índice
UNIDAD I: GÉNERO NARRATIVO p. 01
I. Lecturas
II. Contenidos
Ejercitación:
Lecturas:
Contenidos:
Ejercitación:
Lecturas:
Contenidos:
Ejercitación:
Lecturas:
Contenidos:
Ejercitación:
Contenidos:
Ejercitación:
Género Narrativo
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Unidad I. Género Narrativo.
I. LECTURAS
A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la
calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En
la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado
adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo,
para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto
ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.
Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes
vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el
verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas
que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá
algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la
tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario
relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la
esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones
fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer,
y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda
donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos
de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía;
de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los
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labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y
nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural",
dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al
llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo
llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles
llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron
largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y
vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le
doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las
contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.
Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores.
Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas,
los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una
fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y
todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su
única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no
apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.
Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del
sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había
participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra
atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar
inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo.
Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos,
probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un
resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una
rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó
despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso
dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las
ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la
calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales
palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una
bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un
trocito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El
brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces
una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de
un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas,
pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y
suspiró de felicidad, abandonándose.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante
embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque
arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada",
pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no
podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas.
Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para
escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez.
Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango
del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el
amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las
lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero
sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la
espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra
florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía
refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las
ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros
que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza
continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y
su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.
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Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se
incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a
guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en
hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres.
Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.
-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del
duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.
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Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un
quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se
defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros
que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó
de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a
la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El
chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por
zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte,
tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta,
y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la
ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las
luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las
sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado,
siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los
portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes
mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo
llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se
iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se
alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no
acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero
todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y
él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero
corazón, el centro de la vida.
Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra
blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados.
En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra
la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido
de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las
veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del
saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer,
con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba
mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con
la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se
cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con
súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a
acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de
la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla,
desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo
el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras
lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban
las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante
de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para
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tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los
párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque
estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y
cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el
cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía
que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el
otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas
avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo,
con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de
ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con
un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados
entre las hogueras.
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Texto 2: Inamible
Baldomero Lillo (chileno. 1867-1923)
Ruperto Tapia, alias "El Guarén", guardián tercero de la policía comunal, de servicio esa
mañana en la población, iba y venía por el centro de la bocacalle con el cuerpo erguido y el ademán
grave y solemne del funcionario que está penetrado de la importancia del cargo que desempeña.
De treinta y cinco años, regular estatura, grueso, fornido, el guardián Tapia goza de gran prestigio
entre sus camaradas. Se le considera un pozo de ciencia, pues tiene en la punta de la lengua todas
las ordenanzas y reglamentos policiales, y aun los artículos pertinentes del Código Penal le son
familiares. Contribuye a robustecer esta fama de sabiduría su voz grave y campanuda, la entonación
dogmática y sentenciosa de sus discursos y la estudiada circunspección y seriedad de todos sus
actos. Pero de todas sus cualidades, la más original y característica es el desparpajo pasmoso con
que inventa un término cuando el verdadero no acude con la debida oportunidad a sus labios. Y tan
eufónicos y pintorescos le resultan estos vocablos, con que enriquece el idioma, que no es fácil
arrancarles de la memoria cuando se les ha oído siquiera una vez.
Mientras camina haciendo resonar sus zapatos claveteados sobre las piedras de la
calzada, en el moreno y curtido rostro de "El Guarén" se ve una sombra de descontento. Le ha
tocado un sector en que el tránsito de vehículos y peatones es casi nulo. Las calles plantadas de
árboles, al pie de los cuales se desliza el agua de las acequias, estaban solitarias y va a ser dificilísimo
sorprender una infracción, por pequeña que sea. Esto le desazona, pues está empeñado en ponerse
en evidencia delante de los jefes como un funcionario celoso en el cumplimiento de sus deberes
para lograr esas jinetas de cabo que hace tiempo ambiciona. De pronto, agudos chillidos y risas que
estallan resonantes a su espalda lo hacen volverse con presteza. A media cuadra escasa una
muchacha de 16 a 17 años corre por la acera perseguida de cerca por un mocetón que lleva en la
diestra algo semejante a un latiguillo. "El Guarén" conoce a la pareja. Ella es sirvienta en la casa de la
esquina y él es Martín, el carretelero, que regresa de las afueras de la población, donde fue en la
mañana a llevar sus caballos para darles un poco de descanso en el potrero. La muchacha, dando
gritos y risotadas, llega a la casa donde vive y se entra en ella corriendo. Su perseguidor se detiene
un momento delante de la puerta y luego avanza hacia el guardián y le dice sonriente:
-¡Cómo gritaba la picarona, y eso que no alcancé a pasarle por el cogote el bichito ese!
Y levantando la mano en alto mostró una pequeña culebra que tenía asida por la cola, y
agregó:
-Está muerta, la pillé al pie del cerro cuando fui a dejar los caballos. Si quieres te la dejo para que te
diviertas asustando a las prójimas que pasean por aquí.
Pero "El Guarén", en vez de coger el reptil que su interlocutor le alargaba, dejó caer su
manaza sobre el hombro del carretelero y le intimó.
Y a pesar de las protestas y súplicas del mozo, quien se había librado del cuerpo del
delito, tirándolo al agua de la acequia, el representante de la autoridad se mantuvo inflexible en su
determinación.
Y el interpelado, con la precisión y prontitud del que está seguro de lo que dice,
contestó:
Se inclinó sobre el libro, pero volvió a alzar la pluma para preguntar a Tapia lo que
aquella palabra, que oía por primera vez, significaba, cuando una reflexión lo detuvo: si el vocablo
estaba bien empleado, su ignorancia iba a restarle prestigio ante un subalterno, a quien ya una vez
había corregido un error de lenguaje, teniendo más tarde la desagradable sorpresa al comprobar
que el equivocado era él. No, a toda costa había que evitar la repetición de un hecho vergonzoso,
pues el principio básico de la disciplina se derrumbaría si el inferior tuviese razón contra el superior.
Además, como se trataba de un carretelero, la palabra aquella se refería, sin duda, a los caballos del
vehículo que su conductor tal vez hacía trabajar en malas condiciones, quién sabe si enfermos o
lastimados. Esta interpretación del asunto le pareció satisfactoria y, tranquilizado ya, se dirigió al
reo:
Esta respuesta, que parecía confirmar la idea de que la palabra estaba bien empleada,
terminó con la vacilación del oficial que, concluyendo de escribir, ordenó en seguida al guardián:
-Páselo al calabozo.
Momentos más tarde, reo, aprehensor y oficial se hallaban delante del prefecto de
policía. Este funcionario, que acababa de recibir una llamada por teléfono de la gobernación, estaba
impaciente por marcharse.
-Sí, señor -dijo el oficial, y alargó a su superior jerárquico la hoja de papel que tenía en la diestra.
El jefe la leyó en voz alta, y al tropezar con un término desconocido se detuvo para
interrogar:
-¿Qué significa esto? -Pero no formuló la pregunta. El temor de aparecer delante de sus subalternos
ignorante, le selló los labios. Ante todo había que mirar por el prestigio de la jerarquía. Luego la
reflexión de que el parte estaba escrito de puño y letra del oficial de guardia, que no era un novato,
sino un hombre entendido en el oficio, lo tranquilizó. Bien seguro estaría de la propiedad del empleo
de la palabreja, cuando la estampó ahí con tanta seguridad. Este último argumento le pareció
concluyente, y dejando para más tarde la consulta del Diccionario para aclarar el asunto, se encaró
con el reo y lo interrogó:
-Sí, señor Prefecto, es cierto, no lo niego. Pero yo no sabía que estaba prohibido.
En la sala del juzgado, el juez, un jovencillo imberbe que, por enfermedad del titular,
ejercía el cargo en calidad de suplente, después de leer el parte en voz alta, tras un breve instante
de meditación, interrogó al reo:
-¿Es verdad lo que aquí se dice? ¿Qué tienes que alegar en tu defensa?
El magistrado hizo un gesto que parecía significar: "Sí, conozco la cantinela; todos dicen
lo mismo". Y, tomando la pluma, escribió dos renglones al pie del parte policial, que en seguida
devolvió al guardián, mientras decía, fijando en el reo una severa mirada:
En el cuartel el oficial de guardia hacía anotaciones en una libreta, cuando "El Guarén"
entró en la sala y, acercándose a la mesa, dijo:
-Sí; a veinte días de prisión, conmutables en veinte pesos de multa; pero como a la carretela se le
quebró un resorte y hace varios días que no puede trabajar en ella, no le va a ser posible pagar la
multa. Esta mañana fue a dejar los caballos al potrero.
-Pero si no andaba con la carretela, ¿cómo pudo, entonces, infringir el reglamento del tránsito?
Eran tales la estupefacción y el aturdimiento del oficial que, sin darse cuenta de lo que
decía, balbuceó:
El rostro astuto y socarrón de "El Guarén" expresó la mayor extrañeza. Cada vez que
inventaba un vocablo, no se consideraba su creador, sino que estimaba de buena fe que esa palabra
había existido siempre en el idioma; y si los demás la desconocían, era por pura ignorancia. De aquí
la orgullosa suficiencia y el aire de superioridad con que respondió:
-El sapo, la culebra y la lagartija asustan, dejan sin ánimo a las personas cuando se las ve de repente.
Por eso se llaman inamibles, mi inspector.
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Cuando el oficial quedó solo, se desplomó sobre el asiento y alzó las manos con
desesperación. Estaba aterrado. Buena la había hecho, aceptando sin examen aquel maldito
vocablo, y su consternación subía de punto al evidenciar el fatal encadenamiento que su error había
traído consigo. Bien advirtió que su jefe, el Prefecto, estuvo a punto de interrogarlo sobre aquel
término; pero no lo hizo, confiando, seguramente, en la competencia del redactor del parte. ¡Dios
misericordioso! ¡Qué catástrofe cuando se descubriera el pastel! Y tal vez ya estaría descubierto.
Porque en el juzgado, al juez y al secretario debía haberles llamado la atención aquel vocablo que
ningún diccionario ostentaba en sus páginas. Pero esto no era nada en comparación de lo que
sucedería si el editor del periódico local, "El Dardo", que siempre estaba atacando a las autoridades,
se enterase del hecho. ¡Qué escándalo! ¡Ya le parecía oír el burlesco comentario que haría caer
sobre la autoridad policial una montaña de ridículo!
Se había alzado del asiento y se paseaba nervioso por la sala, tratando de encontrar un
medio de borrar la torpeza cometida, de la cual se consideraba el único culpable. De pronto se
acercó a la mesa, entintó la pluma y en la página abierta del libro de novedades, en la última
anotación y encima de la palabra que tan trastornado lo traía, dejó caer una gran mancha de tinta.
La extendió con cuidado, y luego contempló su obra con aire satisfecho. Bajo el enorme borrón era
imposible ahora descubrir el maldito término, pero esto no era bastante; había que hacer lo mismo
con el parte policial. Felizmente, la suerte érale favorable, pues el escribiente del Alcaide era primo
suyo, y como el Alcaide estaba enfermo, se hallaba a la sazón solo en la oficina. Sin perder un
momento, se trasladó a la cárcel, que estaba a un paso del cuartel, y lo primero que vio encima de la
mesa, en sujetapapeles, fue el malhadado parte. Aprovechando la momentánea ausencia de su
pariente, que había salido para dar algunas órdenes al personal de guardia, hizo desaparecer bajo
una mancha de tinta el término que tan despreocupadamente había puesto en circulación. Un
suspiro de alivio salió de su pecho. Estaba conjurado el peligro, el documento era en adelante
inofensivo y ninguna mala consecuencia podía derivarse de él.
Mientras iba de vuelta al cuartel, el recuerdo del carretelero lo asaltó y una sombra de
disgusto veló su rostro. De pronto se detuvo y murmuró entre dientes:
Sin perder tiempo, se dirigió donde el oficial de guardia, resuelto a poner en claro aquel
asunto. Pero al llegar a la puerta por el pasadizo interior de comunicación, vio entrar en la sala a "El
Guarén", que venía de la cárcel a dar cuenta de la comisión que se le había encomendado. Sin
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perder una sílaba, oyó la conversación del guardián y del oficial, y el asombro y la cólera lo dejaron
mudo e inmóvil, clavado en el pavimento.
Cuando el oficial hubo salido, entró y se dirigió a la mesa para examinar el Libro de
Novedades. La mancha de tinta que había hecho desaparecer el odioso vocablo tuvo la rara virtud
de calmar la excitación que lo poseía. Comprendió en el acto que su subordinado debía estar en ese
momento en la cárcel, repitiendo la misma operación en el maldito papel que en mala hora había
firmado. Y como la cuestión era gravísima y exigía una solución inmediata, se propuso comprobar
personalmente si el borrón salvador había ya apartado de su cabeza aquella espada de Damocles
que la amenazaba.
Al salir de la oficina del Alcaide el rostro del Prefecto estaba tranquilo y sonriente. Ya
no había nada que temer; la mala racha había pasado. Al cruzar el vestíbulo divisó tras la verja de
hierro un grupo de penados.
Al llegar a la casa, el juez, que había abandonado el juzgado ese día un poco más
temprano que de costumbre, encontró a "El Guarén" delante de la puerta, cuadrado militarmente.
Habíanlo designado para el primer turno de punto fijo en la casa del magistrado. Éste, al verle,
recordó el extraño vocablo del parte policial, cuyo significado era para él un enigma indescifrable. En
el Diccionario no existía y por más que registraba su memoria no hallaba en ella rastro de un
término semejante.
-Lo felicito por su celo en perseguir a los que maltratan a los animales. Hay gentes muy salvajes. Me
refiero al carretelero que arrestó usted esta mañana, por andar, sin duda, con los caballos heridos o
extenuados.
A medida que el magistrado pronunciaba estas palabras, el rostro de "El Guarén" iba
cambiando de expresión. La sonrisa servil y gesto respetuoso desaparecieron y fueron reemplazados
por un airecillo impertinente y despectivo. Luego, con un tono irónico bien marcado, hizo una
relación exacta de los hechos, repitiendo lo que ya había dicho, en el cuartel, al oficial de guardia.
El juez oyó todo aquello manteniendo a duras penas su seriedad, y al entrar en la casa
iba a dar rienda suelta a la risa que le retozaba en el cuerpo, cuando el recuerdo del carretelero, a
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quien había enviado a la cárcel por un delito imaginario, calmó súbitamente su alegría. Sentado en
su escritorio, meditó largo rato profundamente, y de pronto, como si hubiese hallado la solución de
un arduo problema, profirió con voz queda:
-Sí, no hay duda, es lo mejor, lo más práctico que se puede hacer en este caso.
"Señor Alcaide de la Cárcel de... Para entregar a Martín Escobar". (Éste era el nombre del detenido.)
Rotos los sobres, encontró que cada uno contenía un billete de veinte pesos. Ningún
escrito acompañaba el misterioso envío. El Alcaide señaló al detenido el dinero, y le dijo sonriente:
-Cuando se me acaben, voy al cerro, pillo un animal inamible, me tropiezo con "El Guarén" y ¡zas! al
otro día en el bolsillo tres papelitos iguales a éstos.
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Texto 3: El retrato oval
Edgar Allan Poe (estadounidense. 1809-1849)
Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosas devotamente; las horas
huyeron, rápidas y silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me
molestaba, y extendiendo la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo
coloqué de modo que arrojase la luz de lleno sobre el libro.
No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido; porque el primer rayo de luz
al caer sobre el lienzo, había desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se
hallaban poseídos, haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.
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El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. se trataba sencillamente
de un retrato de medio cuerpo, todo en este estilo que se llama, en lenguaje técnico,
estilo de viñeta; había en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas
favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos, pendíanse en la
sombra vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval,
magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco. Tal vez no fuese ni la ejecución de la
obra, ni la excepcional belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina y
profundamente. No podía creer que mi imaginación, al salir de su delirio, hubiese tomado
la cabeza por la de una persona viva. Empero, los detalles del dibujo, el estilo de viñeta y
el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado en estas
reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella
inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por
subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví el candelabro a su primera posición, y
habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé
ansiosamente del volumen que contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué
inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la
extraña y singular historia siguiente:
"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como amable, que en mal hora
amó al pintor y se desposó con él. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y
había puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con
la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no
temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le
arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor
hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente,
durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba
sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista cifraba su gloria en su obra,
que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño,
pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no veía que la luz que penetraba tan
lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que se
consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía
que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su
tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la
cual de día en día tornábase más débil y desanimada.
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Texto 4: Un habitante de Carcosa
Ambrose Bierce (estadounidense. 1842-1914)
A pesar de la ausencia del sol, me pareció que el día debía estar muy avanzado, y
aunque me di cuenta de que el aire era frío y húmedo, mi conciencia del hecho era más
mental que física; no experimentaba ninguna sensación de molestia. Por encima del
lúgubre paisaje se cernía una bóveda de nubes bajas y plomizas, suspendidas como una
maldición visible. En todo había una amenaza y un presagio, un destello de maldad, un
indicio de fatalidad. No había ni un pájaro, ni un animal, ni un insecto. El viento suspiraba
en las ramas desnudas de los árboles muertos, y la yerba gris se curvaba para susurrar a la
tierra secretos espantosos. Pero ningún otro ruido, ningún otro movimiento rompía la
calma terrible de aquel funesto lugar.
Sobre la rama de un árbol seco un búho lanzó un siniestro aullido y otro le contestó
a lo lejos. Al levantar los ojos vi a través de una brusca fisura en las nubes a Aldebarán y
las Híadas. Todo sugería la noche: el lince, el hombre portando la antorcha, el búho. Y, sin
embargo, yo veía... veía incluso las estrellas en ausencia de la oscuridad. Veía, pero
evidentemente no podía ser visto ni escuchado. ¿Qué espantoso sortilegio dominaba mi
existencia?
Me senté al pie de un gran árbol para reflexionar seriamente sobre lo que más
convendría hacer. Ya no tuve dudas de mi locura, pero aún guardaba cierto resquemor
acerca de esta convicción. No tenía ya rastro alguno de fiebre. Más aún, experimentaba
una sensación de alegría y de fuerza que me eran totalmente desconocidas, una especie
de exaltación física y mental. Todos mis sentidos estaban alerta: el aire me parecía una
sustancia pesada, y podía oír el silencio.
La gruesa raíz del árbol gigante (contra el cual yo me apoyaba) abrazaba y oprimía
una losa de piedra que emergía parcialmente por el hueco que dejaba otra raíz. Así, la
piedra se encontraba al abrigo de las inclemencias del tiempo, aunque estaba muy
deteriorada. Sus aristas estaban desgastadas; sus ángulos, roídos; su superficie,
completamente desconchada. En la tierra brillaban partículas de mica, vestigios de su
desintegración. Indudablemente, esta piedra señalaba una sepultura de la cual el árbol
había brotado varios siglos antes. Las raíces hambrientas habían saqueado la tumba y
aprisionado su lápida.
Un brusco soplo de viento barrió las hojas secas y las ramas acumuladas sobre la
lápida. Distinguí entonces las letras del bajorrelieve de su inscripción, y me incliné a
leerlas. ¡Dios del cielo! ¡Mi propio nombre...! ¡La fecha de mi nacimiento...! ¡y la fecha de
mi muerte!
20
Un coro de lobos aulladores saludó al alba. Los vi sentados sobre sus cuartos
traseros, solos y en grupos, en la cima de los montículos y de los túmulos irregulares que
llenaban a medias el desierto panorama que se prolongaba hasta el horizonte. Entonces
me di cuenta de que eran las ruinas de la antigua y célebre ciudad de Carcosa.
***
Tales son los hechos que comunicó el espíritu de Hoseib Alar Robardin al médium
Bayrolles.
21
Texto 5: La billetera
Joaquim Maria Machado de Assis (brasileño. 1839-1908)
…De repente, Honorio miró el suelo y vio una billetera. Agacharse, tomarla y
guardarla fue una sola cosa. Nadie lo vio, salvo un hombre que estaba en la entrada de
una tienda, y que, sin conocerlo, le dice riendo:
Para estimar lo oportuno de esta billetera, es necesario saber que Honorio tiene
que pagar mañana una deuda, cuatrocientos y tantos mil reales, y la billetera venía bien
llena. La deuda no parece grande para un hombre de la posición de Honorio, que es
abogado; pero todas las cantidades son grandes o pequeñas según las circunstancias, y las
de él no podían ser peores. Gastos familiares excesivos, al principio por ayudar a
parientes, después por complacer a la mujer, que vivía sintiendo soledad; baile aquí,
comida allá, sombreros, sombrillas, y tantas otras cosas, que no había más remedio que ir
descontando el futuro. Se endeudó. Comenzó por las cuentas en las tiendas y almacenes,
pasó a los préstamos, doscientos a uno, trescientos a otro, quinientos a otro, y todo
aumentando, y los bailes se daban, y las comidas se comían, un torbellino, una vorágine.
¿ahora vas bien? Le decía últimamente Gustavo C., abogado y amigo de la casa.
- Ahí estoy, mentía Honorio.
Doña Amelia no sabía nada; él no le contaba nada a su mujer, ni los buenos ni los
malos negocios. No contaba nada a nadie. Se mostraba tan alegre como si nadara en un
mar de prosperidad. Cuando Gustavo, que iba todas las noches a su casa, contaba uno o
dos chistes, él contaba tres o cuatro; y después iba a escuchar fragmentos de música
alemana que doña Amelia tocaba muy bien en el piano, y que Gustavo escuchaba con
indecible placer, o jugaban cartas, o simplemente hablaban de política.
Un día la mujer lo encontró besando a su hija, niña de cuatro años, y le vio los ojos
llorosos, quedó espantada y le preguntó qué pasaba.
- Nada, nada.
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Entiéndase que era el miedo al futuro y el horror a la miseria. Pero las esperanzas
volvían con facilidad. La idea de que días mejores habían de venir le daba consuelo para la
lucha. Tenía treinta y cuatro años; era el principio de su carrera: todos los principios son
difíciles. Toca trabajar, esperar, gastar, pedir fiado o prestado para pagar mal y tarde.
La deuda urgente de hoy son unos malditos cuatrocientos mil reales de carros.
Nunca demoró tanto una cuenta, ni ella creció tanto, como ahora; y, en rigor, el acreedor
no le puso un cuchillo al pecho; pero le dijo hoy una palabra ácida con un mal gesto, y
Honorio quiere pagarle hoy mismo. Eran las cinco de la tarde. Se había acordado de ir
donde un prestamista, pero volvió sin osar pedir nada. Al enfilar por la Rua da Asamblea
es que vio la billetera en el suelo, la tomó, la guardó, y fue andando.
Durante los primeros minutos, Honorio no pensó nada, caminó y caminó y caminó,
hasta el Largo da Carioca. En el Largo paró unos instantes. Enfiló después por la Rua da
Carioca, pero volvió luego, y entró en la Rua Uruguaiana. Sin saber cómo, se encontró, de
ahí, en el Largo de S. Francisco de Paula, y todavía, sin saber cómo, entró en un café.
Pidió algo y se apoyó en la pared, mirando hacia fuera. Tenía miedo de abrir la
billetera; podía no encontrar nada, apenas papeles sin valor para él.
Todo esto, antes de abrir la billetera. La sacó del bolso, finalmente, pero con miedo
y casi a escondidas; la abrió y quedó impresionado: Tenía dinero, mucho dinero; no contó,
pero vio dos notas de doscientos mil reales, algunas de cincuenta y veinte, calculó unos
setecientos mil reales o más, por lo menos, seiscientos. Era el pago de la deuda, eran
algunos gastos urgentes menos. Honorio tuvo la tentación de cerrar los ojos, correr a la
cochera, pagar, y después de pagada la deuda, adiós; reconciliarse consigo. Cerró la
billetera con miedo de perderla, volvió a guardarla.
Pero a poco de eso, la sacó otra vez y la abrió, con ganas de contar el dinero.
¿Contar para qué? ¿era de él? Al final cedió, y contó: eran setecientos treinta mil reales.
Honorio tuvo un escalofrío. Nadie vio, nadie supo; podía ser un golpe de suerte, su
buena suerte, un ángel. Tuvo pena de no creer en los ángeles… ¿pero por qué no había de
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creer en ellos? Y entonces volvía al dinero, lo miraba, lo pasaba por las manos; depuse
resolvía lo contrario, no usar lo encontrado, devolverlo. ¿Devolverlo a quién? Trató de ver
en la billetera si había alguna indicación.
“Si hubiera un nombre, una indicación cualquiera, no puedo utilizar el dinero”. Pensó.
Gustavo la agarró rápidamente, y miro desconfiado a su amigo. Ese mirar fue para
Honorio como un puñal; después de tanto luchar con la necesidad, era un triste premio.
Sonrió amargamente; y, como el otro le preguntara dónde la halló, le dio las explicaciones
del caso.
- Pero ¿la reconociste?
- No, encontré tus tarjetas de visita.
Honorio dio unas vueltas, y fue a cambiarse para cenar. Entonces Gustavo sacó
nuevamente la billetera, la abrió, fue a uno de los bolsillos, sacó un par de notitas de las
que Honorio no quiso abrir ni leer, y se las entregó a Amelia que, ansiosa y trémula,
rompió en mil pedazos: era una carta de amor.
24
Texto 6: El vaso de leche
Manuel Rojas (chileno. 1896-1973)
Hubo un breve silencio, durante el cual el joven pareció reflexionar y hasta dio un
paso más corto que los demás, como para detenerse; pero al fin dijo, mientras dirigía al
marinero una sonrisa triste:
-No, I am not hungry! Thank you, sailor. (No, no tengo hombre. Muchas gracias,
marinero.)
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-Yes, sir, I am very hungry! (Sí, señor, tengo harta hambre.)
Sonrió el marinero. El paquete voló en el aire y fue a caer entre las manos ávidas
del hambriento. Ni siquiera dio las gracias y abriendo el envoltorio calentito aún, sentóse
en el suelo, restregándose las manos alegremente al contemplar su contenido. Un
atorrante de puerto puede no saber inglés, pero nunca se perdonaría no saber el
suficiente como para pedir de comer a uno que hable ese idioma.
El joven que pasara momentos antes, parado a corta distancia de allí, presenció la
escena.
Él también tenía hambre. Hacía tres días justos que no comía, tres largos días. Y
más por timidez y vergüenza que por orgullo, se resistía a pararse delante de las escalas
de los vapores, a las horas de comida, esperando de la generosidad de los marineros algún
paquete que contuviera restos de guisos y trozos de carne. No podía hacerlo, no podría
hacerlo nunca. Y cuando, como es el caso reciente, alguno le ofrecía sus sobras, las
rechazaba heroicamente, sintiendo que la negativa aumentaba su hambre.
Seis días hacía que vagaba por las callejuelas y muelles de aquel puerto. Lo había
dejado allí un vapor inglés procedente de Punta Arenas, puerto en donde había desertado
de un vapor en que servía como muchacho de capitán. Estuvo un mes allí, ayudando en
sus ocupaciones a un austriaco pescador de centollas, y en el primer barco que pasó hacia
el norte embarcose ocultamente. Lo descubrieron al día siguiente de zarpar y enviaronlo a
trabajar en las calderas. En el primer puerto grande que tocó el vapor lo desembarcaron, y
allí quedó, como un fardo sin dirección ni destinatario, sin conocer a nadie, sin un centavo
en los bolsillos y sin saber trabajar en oficio alguno. Mientras estuvo allí el vapor, pudo
comer, pero después... La ciudad enorme, que se alzaba más allá de las callejuelas llenas
de tabernas y posadas pobres, no le atraía; parecíale un lugar de esclavitud, sin aire,
oscura, sin esa grandeza amplia del mar, y entre cuyas altas paredes y calles rectas la
gente vive y muere aturdida por un tráfago angustioso.
Estaba poseído por la obsesión del mar, que tuerce las vidas más lisas y definidas
como un brazo poderoso una delgada varilla. Aunque era muy joven había hecho varios
viajes por las costas de América del Sur, en diversos vapores, desempeñando distintos
trabajos y faenas, faenas y trabajos que en tierra casi no tenían explicación.
Después que se fue el vapor anduvo, esperando del azar algo que le permitiera
vivir de algún modo mientras volvía a sus canchas familiares; pero no encontró nada. El
puerto tenía poco movimiento y en los contados vapores en que se trabajaba no lo
aceptaron.
*
Al día siguiente, convencido de que no podría resistir mucho más, decidió recurrir a
cualquier medio para procurarse alimentos.
Caminando, fue a dar delante de un vapor que había llegado la noche anterior y
que cargaba trigo. Una hilera de hombres marchaba, dando la vuelta, al hombro los
pesados sacos, desde los vagones, atravesando una planchada, hasta la escotilla de la
bodega, donde los estibadores recibían la carga. Estuvo un rato mirando hasta que
atrevióse a hablar con el capataz, ofreciéndose. Fue aceptado y animosamente formó
parte de la larga fila de cargadores.
Contestóle el capataz que la costumbre era pagar al final del trabajo y que todavía
sería necesario trabajar el día siguiente para concluir de cargar el vapor. ¡Un día más! Por
otro lado, no adelantaban un centavo.
-Pero -le dijo-, si usted necesita, yo podría prestarle unos cuarenta centavos... No tengo
más.
Llegó hasta las primeras calles de la ciudad y en una de ellas encontró una lechería.
Era un negocio muy claro y limpio, lleno de mesitas con cubiertas de mármol: Detrás de un
mostrador estaba de pie una señora rubia con un delantal blanquísimo.
Eligió ese negocio. La calle era poco transitada. Habría podido comer en uno de los
figones que estaban junto al muelle, pero se encontraban llenos de gente que jugaba y
bebía.
En la lechería no había sino un cliente. Era un vejete de anteojos, que con la nariz
metida entre las hojas de un periódico, leyendo, permanecía inmóvil, como pegado a la
silla. Sobre la mesita había un vaso de leche a medio consumir. Esperó que se retirara,
paseando por la acera, sintiendo que poco a poco se le encendía en el estómago la
quemadura de antes, y esperó cinco, diez, hasta quince minutos. Se cansó y paróse a un
lado de la puerta, desde donde lanzaba al viejo una miradas que parecían pedradas.
¿Qué diablos leería con tanta atención? Llegó a imaginarse que era un enemigo
suyo, quien, sabiendo sus intenciones, se hubiera propuesto entorpecerlas. Le daban
ganas de entrar y decirle algo fuerte que le obligara a marcharse, una grosería o una frase
que le indicara que no tenía derecho a permanecer una hora sentado, y leyendo, por un
gasto reducido.
28
Apenas estuvo en la calle, afirmose los anteojos, metió de nuevo la nariz entre las
hojas del periódico y se fue, caminando despacito y deteniéndose cada diez pasos para
leer con más detenimiento.
Acudió la señora, pasó un trapo por la cubierta de la mesa y con voz suave, en la
que se notaba un dejo de acento español, le preguntó:
-¿Qué se va a servir?
-¿Grande?
-Sí, grande.
-¿Solo?
-¿Hay bizcochos?
-No; vainillas.
-Bueno, vainillas.
Cuando la señora se dio vuelta, él se restregó las manos sobre las rodillas,
regocijado, como quien tiene frío y va a beber algo caliente. Volvió la señora y colocó ante
él un gran vaso de leche y un platito lleno de vainillas, dirigiéndose después a su puesto
detrás del mostrador. Su primer impulso fue beberse la leche de un trago y comerse
después las vainillas, pero en seguida se arrepintió; sentía que los ojos de la mujer lo
miraban con curiosidad. No se atrevía a mirarla; le parecía que, al hacerlo, conocería su
estado de ánimo y sus propósitos vergonzosos y él tendría que levantarse e irse, sin
probar lo que había pedido.
Afirmó la cabeza en las manos y durante mucho rato lloró, lloró con pena, con
rabia, con ganas de llorar, como si nunca hubiese llorado.
Inclinado estaba y llorando, cuando sintió que una mano le acariciaba la cansada
cabeza y que una voz de mujer, con un dulce acento español, le decía:
Cuando pasó el acceso de llanto se limpió con su pañuelo los ojos y la cara, ya
tranquilo. Levantó la cabeza y miró a la señora, pero ésta no le miraba ya, miraba hacia la
calle, a un punto lejano, y su rostro estaba triste. En la mesita, ante él, había un nuevo
vaso de leche y otro platillo colmado de vainillas; comió lentamente, sin pensar en nada,
como si nada le hubiera pasado, como si estuviera en su casa y su madre fuera esa mujer
que estaba detrás del mostrador.
Salió. El viento que venía del mar refrescó su cara, caliente aún por el llanto.
Caminó un rato sin dirección, tomando después por una calle que bajaba hacia los
muelles. La noche era hermosísima y grandes estrellas aparecían en el cielo de verano.
30
Pensó en la señora rubia que tan generosamente se había conducido e hizo
propósitos de pagarle y recompensarla de una manera digna cuando tuviera dinero; pero
estos pensamientos de gratitud se desvanecían junto con el ardor de su rostro, hasta que
no quedó ninguno, y el hecho reciente retrocedió y se perdió en los recodos de su vida
pasada.
Llegó a la orilla del mar y anduvo de un lado para otro, elásticamente, sintiéndose
rehacer, como si sus fuerzas interiores, antes dispersas, se reunieran y amalgamaran
sólidamente.
Después la fatiga del trabajo empezó a subirle por las piernas en un lento
hormigueo y se sentó sobre un montón de bolsas.
Miró el mar. Las luces del muelle y las de los barcos se extendían por el agua en un
reguero rojizo y dorado, temblando suavemente. Se tendió de espaldas, mirando el cielo
largo rato. No tenía ganas de pensar, ni de cantar, ni de hablar. Se sentía vivir, nada más.
31
Texto 7: A imagen y semejanza
Mario Benedetti (uruguayo. 1920-2009)
33
Texto 8: El guardagujas
Juan José Arreola (mexicano. 1918-2001)
El forastero llegó sin aliento a la estación desierta. Su gran valija, que nadie quiso cargar,
le había fatigado en extremo. Se enjugó el rostro con un pañuelo, y con la mano en visera
miró los rieles que se perdían en el horizonte. Desalentado y pensativo consultó su reloj:
la hora justa en que el tren debía partir.
Alguien, salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Al volverse el
forastero se halló ante un viejecillo de vago aspecto ferrocarrilero. Llevaba en la mano una
linterna roja, pero tan pequeña, que parecía de juguete. Miró sonriendo al viajero, que le
preguntó con ansiedad:
-Se ve que usted ignora las cosas por completo. Lo que debe hacer ahora mismo es buscar
alojamiento en la fonda para viajeros -y señaló un extraño edificio ceniciento que más
bien parecía un presidio.
-Por favor...
-Este país es famoso por sus ferrocarriles, como usted sabe. Hasta ahora no ha sido
posible organizarlos debidamente, pero se han hecho grandes cosas en lo que se refiere a
la publicación de itinerarios y a la expedición de boletos. Las guías ferroviarias abarcan y
enlazan todas las poblaciones de la nación; se expenden boletos hasta para las aldeas más
pequeñas y remotas. Falta solamente que los convoyes cumplan las indicaciones
contenidas en las guías y que pasen efectivamente por las estaciones. Los habitantes del
país así lo esperan; mientras tanto, aceptan las irregularidades del servicio y su
patriotismo les impide cualquier manifestación de desagrado.
-Afirmarlo equivaldría a cometer una inexactitud. Como usted puede darse cuenta, los
rieles existen, aunque un tanto averiados. En algunas poblaciones están sencillamente
34
indicados en el suelo mediante dos rayas. Dadas las condiciones actuales, ningún tren
tiene la obligación de pasar por aquí, pero nada impide que eso pueda suceder. Yo he
visto pasar muchos trenes en mi vida y conocí algunos viajeros que pudieron abordarlos.
Si usted espera convenientemente, tal vez yo mismo tenga el honor de ayudarle a subir a
un hermoso y confortable vagón.
-¿Y por qué se empeña usted en que ha de ser precisamente a T.? Debería darse por
satisfecho si pudiera abordarlo. Una vez en el tren, su vida tomará efectivamente un
rumbo. ¿Qué importa si ese rumbo no es el de T.?
-Es que yo tengo un boleto en regla para ir a T. Lógicamente, debo ser conducido a ese
lugar, ¿no es así?
-Cualquiera diría que usted tiene razón. En la fonda para viajeros podrá usted hablar con
personas que han tomado sus precauciones, adquiriendo grandes cantidades de boletos.
Por regla general, las gentes previsoras compran pasajes para todos los puntos del país.
Hay quien ha gastado en boletos una verdadera fortuna...
-El próximo tramo de los ferrocarriles nacionales va a ser construido con el dinero de una
sola persona que acaba de gastar su inmenso capital en pasajes de ida y vuelta para un
trayecto ferroviario, cuyos planos, que incluyen extensos túneles y puentes, ni siquiera
han sido aprobados por los ingenieros de la empresa.
-Y no sólo ése. En realidad, hay muchísimos trenes en la nación, y los viajeros pueden
utilizarlos con relativa frecuencia, pero tomando en cuenta que no se trata de un servicio
formal y definitivo. En otras palabras, al subir a un tren, nadie espera ser conducido al sitio
que desea.
-¿Cómo es eso?
-En su afán de servir a los ciudadanos, la empresa debe recurrir a ciertas medidas
desesperadas. Hace circular trenes por lugares intransitables. Esos convoyes
expedicionarios emplean a veces varios años en su trayecto, y la vida de los viajeros sufre
algunas transformaciones importantes. Los fallecimientos no son raros en tales casos,
pero la empresa, que todo lo ha previsto, añade a esos trenes un vagón capilla ardiente y
un vagón cementerio. Es motivo de orgullo para los conductores depositar el cadáver de
un viajero lujosamente embalsamado en los andenes de la estación que prescribe su
boleto. En ocasiones, estos trenes forzados recorren trayectos en que falta uno de los
rieles. Todo un lado de los vagones se estremece lamentablemente con los golpes que dan
las ruedas sobre los durmientes. Los viajeros de primera -es otra de las previsiones de la
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empresa- se colocan del lado en que hay riel. Los de segunda padecen los golpes con
resignación. Pero hay otros tramos en que faltan ambos rieles, allí los viajeros sufren por
igual, hasta que el tren queda totalmente destruido.
-¡Santo Dios!
-Mire usted: la aldea de F. surgió a causa de uno de esos accidentes. El tren fue a dar en
un terreno impracticable. Lijadas por la arena, las ruedas se gastaron hasta los ejes. Los
viajeros pasaron tanto tiempo, que de las obligadas conversaciones triviales surgieron
amistades estrechas. Algunas de esas amistades se transformaron pronto en idilios, y el
resultado ha sido F., una aldea progresista llena de niños traviesos que juegan con los
vestigios enmohecidos del tren.
-Necesita usted ir templando su ánimo; tal vez llegue usted a convertirse en héroe. No
crea que faltan ocasiones para que los viajeros demuestren su valor y sus capacidades de
sacrificio. Recientemente, doscientos pasajeros anónimos escribieron una de las páginas
más gloriosas en nuestros anales ferroviarios. Sucede que en un viaje de prueba, el
maquinista advirtió a tiempo una grave omisión de los constructores de la línea. En la ruta
faltaba el puente que debía salvar un abismo. Pues bien, el maquinista, en vez de poner
marcha atrás, arengó a los pasajeros y obtuvo de ellos el esfuerzo necesario para seguir
adelante. Bajo su enérgica dirección, el tren fue desarmado pieza por pieza y conducido
en hombros al otro lado del abismo, que todavía reservaba la sorpresa de contener en su
fondo un río caudaloso. El resultado de la hazaña fue tan satisfactorio que la empresa
renunció definitivamente a la construcción del puente, conformándose con hacer un
atractivo descuento en las tarifas de los pasajeros que se atreven a afrontar esa molestia
suplementaria.
-¡Muy bien! Me gusta que no abandone usted su proyecto. Se ve que es usted un hombre
de convicciones. Alójese por lo pronto en la fonda y tome el primer tren que pase. Trate
de hacerlo cuando menos; mil personas estarán para impedírselo. Al llegar un convoy, los
viajeros, irritados por una espera demasiado larga, salen de la fonda en tumulto para
invadir ruidosamente la estación. Muchas veces provocan accidentes con su increíble falta
de cortesía y de prudencia. En vez de subir ordenadamente se dedican a aplastarse unos a
otros; por lo menos, se impiden para siempre el abordaje, y el tren se va dejándolos
amotinados en los andenes de la estación. Los viajeros, agotados y furiosos, maldicen su
falta de educación, y pasan mucho tiempo insultándose y dándose de golpes.
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de ese cuerpo demostraron muy pronto su venalidad, dedicándose a proteger la salida
exclusiva de pasajeros adinerados que les daban a cambio de esa ayuda todo lo que
llevaban encima. Se resolvió entonces el establecimiento de un tipo especial de escuelas,
donde los futuros viajeros reciben lecciones de urbanidad y un entrenamiento adecuado.
Allí se les enseña la manera correcta de abordar un convoy, aunque esté en movimiento y
a gran velocidad. También se les proporciona una especie de armadura para evitar que los
demás pasajeros les rompan las costillas.
-Relativamente. Sólo le recomiendo que se fije muy bien en las estaciones. Podría darse el
caso de que creyera haber llegado a T., y sólo fuese una ilusión. Para regular la vida a
bordo de los vagones demasiado repletos, la empresa se ve obligada a echar mano de
ciertos expedientes. Hay estaciones que son pura apariencia: han sido construidas en
plena selva y llevan el nombre de alguna ciudad importante. Pero basta poner un poco de
atención para descubrir el engaño. Son como las decoraciones del teatro, y las personas
que figuran en ellas están llenas de aserrín. Esos muñecos revelan fácilmente los estragos
de la intemperie, pero son a veces una perfecta imagen de la realidad: llevan en el rostro
las señales de un cansancio infinito.
-Pero carecemos por el momento de trenes directos. Sin embargo, no debe excluirse la
posibilidad de que usted llegue mañana mismo, tal como desea. La organización de los
ferrocarriles, aunque deficiente, no excluye la posibilidad de un viaje sin escalas. Vea
usted, hay personas que ni siquiera se han dado cuenta de lo que pasa. Compran un
boleto para ir a T. Viene un tren, suben, y al día siguiente oyen que el conductor anuncia:
"Hemos llegado a T.". Sin tomar precaución alguna, los viajeros descienden y se hallan
efectivamente en T.
-Claro que puede usted. Lo que no se sabe es si le servirá de algo. Inténtelo de todas
maneras. Suba usted al tren con la idea fija de que va a llegar a T. No trate a ninguno de
los pasajeros. Podrán desilusionarlo con sus historias de viaje, y hasta denunciarlo a las
autoridades.
En virtud del estado actual de las cosas los trenes viajan llenos de espías. Estos espías,
voluntarios en su mayor parte, dedican su vida a fomentar el espíritu constructivo de la
empresa. A veces uno no sabe lo que dice y habla sólo por hablar. Pero ellos se dan cuenta
en seguida de todos los sentidos que puede tener una frase, por sencilla que sea. Del
comentario más inocente saben sacar una opinión culpable. Si usted llegara a cometer la
menor imprudencia, sería aprehendido sin más, pasaría el resto de su vida en un vagón
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cárcel o le obligarían a descender en una falsa estación perdida en la selva. Viaje usted
lleno de fe, consuma la menor cantidad posible de alimentos y no ponga los pies en el
andén antes de que vea en T. alguna cara conocida.
-En ese caso redoble usted sus precauciones. Tendrá, se lo aseguro, muchas tentaciones
en el camino. Si mira usted por las ventanillas, está expuesto a caer en la trampa de un
espejismo. Las ventanillas están provistas de ingeniosos dispositivos que crean toda clase
de ilusiones en el ánimo de los pasajeros. No hace falta ser débil para caer en ellas. Ciertos
aparatos, operados desde la locomotora, hacen creer, por el ruido y los movimientos, que
el tren está en marcha. Sin embargo, el tren permanece detenido semanas enteras,
mientras los viajeros ven pasar cautivadores paisajes a través de los cristales.
-Todo esto lo hace la empresa con el sano propósito de disminuir la ansiedad de los
viajeros y de anular en todo lo posible las sensaciones de traslado. Se aspira a que un día
se entreguen plenamente al azar, en manos de una empresa omnipotente, y que ya no les
importe saber adónde van ni de dónde vienen.
-Yo, señor, solo soy guardagujas1. A decir verdad, soy un guardagujas jubilado, y sólo
aparezco aquí de vez en cuando para recordar los buenos tiempos. No he viajado nunca,
ni tengo ganas de hacerlo. Pero los viajeros me cuentan historias. Sé que los trenes han
creado muchas poblaciones además de la aldea de F., cuyo origen le he referido. Ocurre a
veces que los tripulantes de un tren reciben órdenes misteriosas. Invitan a los pasajeros a
que desciendan de los vagones, generalmente con el pretexto de que admiren las bellezas
de un determinado lugar. Se les habla de grutas, de cataratas o de ruinas célebres:
"Quince minutos para que admiren ustedes la gruta tal o cual", dice amablemente el
conductor. Una vez que los viajeros se hallan a cierta distancia, el tren escapa a todo
vapor.
Vagan desconcertados de un sitio a otro durante algún tiempo, pero acaban por
congregarse y se establecen en colonia. Estas paradas intempestivas se hacen en lugares
adecuados, muy lejos de toda civilización y con riquezas naturales suficientes. Allí se
abandonan lores selectos, de gente joven, y sobre todo con mujeres abundantes. ¿No le
gustaría a usted pasar sus últimos días en un pintoresco lugar desconocido, en compañía
de una muchachita?
El anciano echó a correr por la vía, desaforadamente. Cuando estuvo a cierta distancia, se
volvió para gritar:
-¡Tiene usted suerte! Mañana llegará a su famosa estación. ¿Cómo dice que se llama?
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Texto 9: Caballo en el salitral
Antonio Di Benedetto (argentino. 1922-1986)
Cuando pasa sobre los ranchos que se le arriman a la estación, los chicos se desbandan y
los hombres envaran las piernas para aguantar el cimbrón.
Ya está de la otra mano, perdiéndose a ras del monte. Los niños y las madres asoman
como después de la lluvia. Vuelven las voces de los hombres:
Pedro Pascual oye y se guía por los más enterados: tiene que ser que el aeroplano le sale
al paso al “tren del rey”.
Esa misma tarde, dicen, el príncipe de Europa estará allí, en esa pobrecita tierra de los
medanales.
Pedro Pascual quiere ver para contarle a la mujer. Mejor si estuviera acá. A Pedro Pascual
le gusta compartir con ella, aunque sea el mate o la risa. Y no le agrada estar solo, como
agregado a la visita, delante del corralón. No es hosco; no está asentado, no más: los
mendocinos se ríen de su tonada cordobesa.
Se refugia en el acomodo de los fardos. Tanta tierra, la del patrón que él cuida, y tener
que cargar pasto prensado y alambrado para quitarle el hambre a las vacas. Las manos
que ajustan y cinchan dan con los yuyos que han segado en el camino: previsión medicinal
para la casa. Perlilla, tabaquillo, té de burro, arrayán, atamisque… Mueve y ordena los
manojos y la mezcla de fragancias le compone el hogar, resumido en una taza aromática.
Pero se adueña del olfato la intensidad del tomillo y Pedro Pascual quiere compararlo con
algo y no acierta, hasta que piensa, seguro: “…este es el rey, porque le da olor al campo”.
¿Eso, el tren del rey? ¿Una maquinita y un vagón dándose humo? No puede ser; sin
embargo, la gente dice…
Pedro Pascual desatiende. Lo llama esa carga de nubes azuladas, bajonas, que están
tapando el cielo. Se siente como traicionado, como si lo hubieran distraído con un juguete
zampándole por la espalda la tormenta. No obstante, ¿por qué ese disgusto y esa
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preocupación? ¿No es agua lo que precisa el campo? Sí, pero… su campo está más allá de
la Loma de los Sapos.
La maquinita pita al dejar de lado la estación y a Pedro Pascual le parece que ha asustado
las nubes. Se arremolinan, cambian de rumbo, se abren, como rajadas, como pechadas
por un soplido formidable. El sol recae en la arena gris y amarronada y Pedro Pascual
siente como si lo iluminara por dentro, porque el frente de nubes semeja haber reculado
para llevarle el agua adonde él la precisa.
Ahora Pedro Pascual se reintegra al sitio donde está parado. Ahora lo entiende todo: la
maquinita era algo así como un rastreador, o como un payaso que encabeza el desfile del
circo. El “tren del rey”, el tren que debe ser distinto de todos los trenes que se escapan
por los rieles, viene más serio, allá al fondo.
La poblada, que no se animaba, se cuela en el andén y nadie la ataja. Los chicos están
como chupados por lo que no ocurre. Los hombres caminan, largo a largo, pisan fuerte, y
harían ruido si pudieran, pero las alpargatas no suenan. Se hablan alto, por mostrar
coraje, mas ni uno solo mira el tren, como si no estuviera.
Después, cuando se va, sí, se quedan mirándole la cola y a los comentarios: “¡ Será ! . . . “
Antes que el tren sea una memoria, llega de atrás el avioncito obsequioso, dispuesto a no
perderle los pasos.
Entonces sucede. El rayo se desgarra como una llamarada blanca y prende en el alpataco
de ramas curvas que daban amparo al hombre. Pedro Pascual alcanza a gritar, mientras se
achicharra. Ruido hace, de achicharrarse.
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El caballo, a unos metros, relincha de pavor, ciego de luz, y se desemboca a la noche con
el lastre del carro y el pasto que le hunde las ruedas en la arena y en el agua, pero no lo
frena.
Huele, tras de orientarse, si bien donde está ya no hay ni la huella que ayuda y el silencio
es tan imperioso que el animal ni relincha, como si participara de una mudez y una
sordera universales.
El olor de las vainas le remueve el instinto, por la experiencia de otro día de hambre
desesperada, pero el algarrobo, con sus espinas, le acuchilla los labios.
La nueva luz revela una huella triple, que viene al carro, se enmaraña y se devuelve. La
formaron las patitas, que apenas se levantan, del pichiciego, el Juan Calado, el del vestido
trunco de algodón de vidrio. El pasto enfardado pudo ser su golosina de una noche;
estacionado, su eterno almacén. Muy elevado, sin embargo, para sus cortas piernas.
Muy feo, además, como indicio del desamparo y la pasividad del caballo de los ojos
impedidos. Ahí está, débil, consumiéndose, incapaz de responder a las urgencias de su
estómago.
Una perdiz se desanuda del monte y levanta con sus pitidos el miedo que empieza a
gobernar, más que el hambre, al animal uncido al carro. Es que vienen volteando los
yaguarondíes. La perdiz lo sabe; el caballo no lo sabe, pero se le avisa, por dentro.
Los dos gatazos, moro el uno, canela el otro, se tumban por juego, ruedan empelotados y
con las manos afelpadas se amagan y se sacuden aunque sin daño, reservadas las uñas
para la presa incauta o lerda que ya vendrá.
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El caballo se moja repentinamente los ijares y dispara. El ruido excesivo, ese ruido que no
es del desierto, ahuyenta a los yaguarondíes, si bien eso no está en los alcances del
carguero y él tira al médano.
La arena es blanda y blandas son las curvas de sus lomadas. Otra, de rectas precisas, es la
geometría del carro que se esfuerza por montarlas.
Sin embargo, en esa guerra de arena tiene un resuello el animal. Ofuscado y resoplante,
tupidas las fosas nasales, no ha sondeado en largo rato en busca de alimento, pero el pie,
como bola loca, ha dado con una mancha áspera de solupe. La cabeza, por fin, puede
inclinarse por algo que no sea el cansancio. Los labios rastrean codiciosos hasta que dan
con los tallos rígidos. Es como tragarse un palo; no obstante, el estómago los recibe con
rumores de bienvenida.
El ramillete de finas hojas del coirón se ampara en la reciedumbre del solupe y, para
prolongar las horas mansas del desquite de tanta hambruna, el coirón comestible se
enlaza más abajo con los tallos tiernos del telquí de las ramitas decumbentes.
El olor de una planta ha denunciado la otra, mas nada revela el agua, y el animal retorna,
con otro día, hacia las “islas” de monte que suelen encofrarla.
Un bañado turbio, que no refleja la luz, un bañado decadente que morirá con tres soles, lo
retiene y lo retiene como un querido corral.
Las islas y las isletas se pueblan de sedientos animales en tránsito; disminuye su población
cuando unos se dañan a otros, sin llegar a vaciarse.
De las islas se suelta la liebre. Ahonda su refugio el cuye. El zorro prescinde de su odio a la
luz solar y deja ver a campo abierto su cola ampulosa detrás del cuerpo pobrete. Sólo en
el ramaje queda vida, la de los pájaros; pero ellos también se silencian: viene el puma, el
bandido rapado, el taimado que parece chiquito adelante y crece en su tren trasero para
ayudar el salto.
No busca el agua, no comerá conejos. Desde lejos ha oteado en descubierto el caballo sin
hombre. Se adelanta en contra del viento.
A favor, en cambio, tiene el aire una yegua guacha, libre, que no conoció jamás montura
ni arreo alguno. Acude a las islas, por agua.
La inesperada presencia del macho la hace relinchar de gozo y el caballo en las varas
vuelca la cabeza como si pudiera ver, armando sólo un revuelo de moscas. En los últimos
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metros, la yegua presume con un trotecito y al final se exhibe, delante, cejada, con sus
largas crines y su cuerpo sano.
Brinca ella, excitada y recelosa; se aturde por el ímpetu cálido que la recorre. Y aturdida,
conmovida, descuidada, depone su guardia montaraz y rueda con un relincho de pánico al
primer salto y el primer zarpazo del puma.
Como herido en sus carnes, como perseguido por la fiera que está sangrando a la hembra,
el caballo enloquece en una disparada que es traqueteo penoso rumbo adentro del
arenal.
Corta fue la arena para el terror. La uña pisa ya la ciénaga salitrosa. Es una adherencia, un
arrastre que pareciera chuparlo hacia el fondo del suelo. Tiene que salir, pero sale a la
planicie blanca, apenas de cuando en cuando moteada por la arenilla.
Gana fuerzas para otro empujoncito mascando vidriera, la hija solitaria del salitral, una
hoja como de papel que envuelve el tallo alto de dos metros igual que si apañara un
bastón
Más adelante persigue los olores. Huele con avidez. Capta algo en el aire y se empeña tras
de eso, con su paso de enfermo, hasta que lo pierde y se pierde.
Ahora percibe el olor de pasto, de pasto pastoso, jugoso, de corral. Lo ventea y mastica el
freno como si mascara pasto. Masca, huele y gira para alcanzar lo que imagina que masca.
Está oliendo el pasto de su carro, persiguiendo enfebrecido lo que carga detrás. Ronda
una ronda mortal. El carro hace huella, se atasca y ya no puede, el caballejo, salir
adelante. Tira, saca pecho y patina. Su última vida se gasta.
Tan sequito está, tan flaco, que luego, al otro o al otro día, como ya no gravita nada, el
peso de los fardos echa el carro hacia atrás, las varas apuntan al firmamento y el cuerpo
vencido queda colgado en el aire.
Por allá, entretanto, acude con su oscura vestimenta el jote, el que no come solo.
Un setiembre
Lavado está el carro, lavados los huesos, más que de lluvia, por las emanaciones corrosivas
y purificadoras del salitre.
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Ruina son los huesos, caídos y dispersos, perdida la jaula del pellejo. Pero en una punta de
vara enredó sus cueros el cabezal del arreo y se ha hecho bolsa que contiene, boca arriba,
el largo cráneo medio pelado.
Con ellas, una pareja de palomas torcazas emigra de la sequía puntana. Ya descubren,
desde el vuelo, la excitante floración del chañar brea, que anchamente pinta de amarillo
los montes del oeste.
Sin embargo, la palomita del fresco plumaje pardo comprende que no podrá llegar con su
carga de madre. Se le revela, abajo, en medio de la tensa aridez del salitral, el carro que
puede ser apoyo y refugio. Hace dos círculos en el aire, para descender. Zurea, para
advertir al palomo que no lo sigue. Pero el macho no se detiene y la familia se deshace.
No importa, porque la madre ha encontrado nido hecho donde alumbrar sus huevos.
Como una mano combada, para recibir el agua o la semilla, la cabeza invertida del
caballito ciego acoge en el fondo a la dulcísima ave. Después, cuando se abran los huevos,
será una caja de trinos.
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Texto 10: Henri Simon Leprince
Roberto Bolaño (chileno. 1953-2003)
Esta historia sucedió en Francia poco antes, durante y poco después de la Segunda
Guerra Mundial. El protagonista se llama Leprince (el nombre, sin que se sepa por qué, le
cuadra aunque él es todo lo contrario de un príncipe: de clase media venida a menos,
carece de dinero, de una buena educación, de amistades convenientes) y es escritor.
Por supuesto, es un escritor fracasado, es decir sobrevive en la prensa canalla
parisina y publica poemas (que los malos poetas juzgan malos y que los buenos poetas ni
siquiera leen) y cuentos en revistas de provincias. Las editoriales —o los lectores de las
editoriales, esa subcasta aborrecible—, sin que él sepa por qué, parecen odiarlo. Sus
manuscritos siempre son rechazados. Es de mediana edad, es soltero, se ha acostumbrado
al fracaso. A su manera, es un estoico. Lee a Stendhal con orgullo y con algo de desafío.
Lee a algunos surrealistas a los que en el fondo detesta (o envidia) con toda su alma. Lee a
Alphonse Daudet (cuyas páginas son un bálsamo) y por fidelidad al padre también lee al
lamentable Léon Daudet, que no es un mal prosista.
En 1940, cuando Francia capitula, los escritores, antes divididos en cien escuelas
florecientes, se agrupan tras el temporal en dos bandos mortalmente antagónicos: los que
piensan que se puede resistir (subdivididos a su vez en resistentes activos —los menos—,
pasivos —los más—, resistentes simpatizantes, resistentes por omisión, por suicidio, por
extralimitación, por fair-play, por delicadeza, etc.) y los que piensan que se puede
colaborar, subdivididos asimismo en múltiples secciones, todas bajo el influjo gravitacional
de los siete pecados capitales. Para muchos, a la sombra de las revanchas políticas, ha
llegado la hora de las revanchas literarias. Los colaboracionistas toman las riendas de
algunas editoriales, de algunas revistas, de algunos periódicos. Leprince, que a simple vista
está en tierra de nadie, o que a su parecer está en tierra de nadie, de pronto comprende
que su territorio (su patria) es el de los plumíferos, el de los resentidos, el de los escritores
de baja estofa.
Al cabo de un tiempo intentan captarlo los colaboracionistas, que ven en él, con
justicia, a un semejante. El gesto, sin duda, además de amistoso es generoso. El nuevo
director de su periódico lo llama, le explica la nueva política del rotativo en consonancia
con la política de la Nueva Europa, le ofrece un cargo, más dinero, prestigio, prebendas
mínimas pero que Leprince jamás ha conocido.
Esa mañana entiende por fin algunas cosas. Nunca hasta entonces había tenido
noción de su papel tan bajo en la pirámide de la literatura. Nunca hasta entonces se sintió
tan importante. Tras una noche de reflexión y de exaltación, rechaza la oferta.
Los días que siguen son de prueba. Leprince intenta continuar con su vida y su
trabajo como si nada hubiera ocurrido. Sabe, sin embargo, que eso es imposible. Intenta
escribir pero no le sale nada. Intenta releer a sus autores más queridos, pero las páginas
parecen haberse quedado en blanco o estar minadas por señales misteriosas que a cada
párrafo lo asaltan. Intenta leer pero es incapaz de concentrarse, de aprender, de disfrutar.
Sufre pesadillas, a veces habla solo sin darse cuenta, cada vez que puede emprende largas
caminatas por barrios que conoce muy bien y que, ante su asombro, permanecen iguales,
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impermeables a la ocupación y al cambio. Poco después traba contacto con algunos
inconformistas, con personas que escuchan la radio de Londres y que creen en la
inestabilidad de la lucha.
Al principio su participación, su presencia en los puntos donde encarna la
resistencia, es mínima. Su figura discreta y serena (aunque acerca de su serenidad hay
opiniones divergentes) pasa desapercibida. No obstante no tardan aquellos sobre quienes
recaen las responsabilidades (y que en modo alguno pertenecen al gremio de los
escritores) en fijarse en él, en confiar en él. Esta confianza tal vez se deba a que hay pocas
personas dispuestas a arriesgarse. En cualquier caso, Leprince entra en la resistencia y su
diligencia y sangre fría pronto lo hacen acreedor a misiones cada vez más delicadas (en
realidad, pequeños desplazamientos y escaramuzas sin mayor importancia, excepto, claro
está, para el gremio de los literatos).
Y para éstos, ciertamente, Leprince constituye un enigma y una sorpresa. Los que
antes de la capitulación gozaban de cierta fama y para quienes Leprince no existía,
asiduamente comienzan a encontrárselo en todas partes y, lo que es peor, a depender de
él para su cobertura o sus planes de fuga. Leprince aparece como salido del limbo, los
ayuda, pone a su disposición todo lo que posee (que es poco), se muestra cooperativo y
diligente. Los escritores hablan con él. Las conversaciones se producen de noche, en
cuartos o pasillos oscuros y nunca exceden los murmullos. Alguno le sugiere que se
dedique a escribir cuentos, versos, ensayos. Leprince les asegura que eso es lo que hace
desde 1933. Los escritores quieren saber (las noches de espera son largas y angustiosas y
a algunos les da por hablar) dónde ha publicado sus escritos. Leprince menciona revistas y
periódicos pútridos, cuya sola mención despierta la náusea o la tristeza en el oyente. Los
encuentros suelen terminar de madrugada, cuando Leprince los deja en una casa segura,
con un apretón de manos o un rápido abrazo seguido de unas palabras de gratitud. Y las
palabras son sinceras, pero tras la separación los escritores intentan desligarse de
Leprince, olvidarlo como un mal sueño intrascendente.
Su presencia provoca un rechazo intraducible, inclasificable. Lo saben a su lado,
pero en el fondo se niegan con todas sus fuerzas a aceptarlo. Perciben, tal vez, que
Leprince ha estado durante muchos años en el purgatorio de las publicaciones pobres o
canallas y saben que de ahí no se salva persona o animal o que sólo se salvan aquellos que
son muy fuertes y brillantes y bestiales.
Leprince, por descontado, no encaja en ninguno de esos modelos. No es fascista, ni
se ha afiliado al Partido, ni pertenece a ninguna Sociedad de Escritores. Éstos, acaso, ven
en él a un parvenu, a un oportunista al revés (puesto que lo normal sería que Leprince los
delatara, los injuriara, participara junto con la policía en sus interrogatorios y se entregara
en cuerpo y alma a los colaboracionistas) que en un acceso de locura, tan común a los
escritores-periodistas, se ha puesto del lado correcto de forma inconsciente, casi como el
bacilo de una enfermedad contagiosa.
El señor D, por ejemplo, el exuberante novelista del Languedoc, escribe en su
diario que Leprince le parece una sombra china y no hay más comentario. El resto, salvo
una o dos excepciones, lo ignora. Las menciones a su figura escasean, las menciones a su
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obra son inexistentes. Nadie se toma la molestia de saber qué escribe el escritor que les
ha salvado la vida.
Ajeno a todo, Leprince sigue trabajando en el periódico (donde cada vez despierta
más sospechas) y pergeñando sus poesías. Los riesgos que cotidianamente asume superan
con creces el mínimo necesario para mantener ante uno mismo un cierto sentido de la
decencia. Su valor excede a menudo la temeridad. Una noche protege a un poeta
surrealista perseguido por la Gestapo y que terminará sus días (pero no por culpa de
Leprince) en un campo de concentración de Alemania, el cual se despide sin darle ni
siquiera las gracias: Para el poeta Leprince existe como camarada de infortunio y en ese
nivel sobra toda gratitud, no como colega (palabra atroz) ni como semejante en la misma
ardua profesión. Un fin de semana acompaña hasta un pueblo cercano a la frontera
española a un ensayista que en el pasado vertió palabras de desprecio (tal vez justas)
sobre uno de sus libros y que en esa hora decisiva ni siquiera lo recuerda, tan pequeña,
tan fantasmal es su obra y su estatura pública.
A veces Leprince cavila que su rostro, su educación, su actitud, sus lecturas son las
culpables de ese rechazo. Durante tres meses, en los ratos libres que le deja el periódico y
su labor clandestina escribe un poema de más de 600 versos en donde se sumerge en el
misterio y en el martirio de los poetas menores. Terminado el poema (que le ha costado
dolor e ímprobos esfuerzos) comprende con estupor que él no es un poeta menor. Otro
hubiera seguido investigando, pero Leprince carece de curiosidad sobre sí mismo y quema
el poema.
En abril de 1943 se queda sin trabajo. Los meses siguientes vive a salto de mata,
siempre escapando de la policía, de los delatores, de la pobreza. Una noche el azar lo lleva
a refugiarse en la casa de una joven novelista. Leprince está atemorizado y la novelista es
insomne, por lo que ambos pasan muchas horas hablando.
Quién sabe qué mecanismos ocultos se despiertan en Leprince, pero aquella noche
confiesa abiertamente todas sus frustraciones, todos sus sueños, todas sus ambiciones. La
joven novelista, que frecuenta como sólo una francesa es capaz de hacerlo los cenáculos
literarios, reconoce a Leprince o cree reconocerlo. En los últimos meses lo ha visto en
centenares de ocasiones, siempre a la sombra de algún escritor famoso y en peligro,
siempre en la antesala de la casa de algún dramaturgo comprometido, en el rol de
recadero, secretario, ayuda de cámara. Era usted el único al que yo no conocía, dice la
joven novelista, y me preguntaba qué hacía usted en aquellas casas. Parecía usted el
hombre invisible, añade, siempre en silencio, siempre disponible.
A Leprince le complace la franqueza de la joven y se deja ir. Habla de su obra y la
sorpresa de su interlocutora es mayúscula. Inevitablemente llegan al tema de la
marginalidad de Leprince. Al cabo de las horas la joven cree haber encontrado el
problema y su solución. Le habla con crudeza: hay algo en él, dice, en su cara, en su
manera de hablar, en su mirada, que provoca el rechazo en la mayoría de los hombres. La
solución es evidente: debe desaparecer, ser un escritor secreto, tratar de que su literatura
no reproduzca su rostro. La solución es tan sencilla y pueril que sólo puede ser cierta.
Leprince la escucha con asombro y asiente. Sabe que no va a seguir los consejos de la
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joven novelista, se siente sorprendido y acaso un poco ofendido, sabe que es la primera
vez que ha sido escuchado y comprendido.
A la mañana siguiente un coche de la Resistencia recoge a Leprince. Antes de
marchar la joven novelista le estrecha la mano y le desea suerte. Después le da un beso en
los labios y se pone a llorar. Leprince no comprende nada, aturdido balbucea una frase de
agradecimiento, echa a andar. La novelista lo observa desde la ventana: Leprince entra al
coche sin mirar para atrás. El resto de la mañana (y esto Leprince de alguna manera lo
soñará en algún sitio, tal vez en su irregular obra) la joven novelista se dedica a pensar en
él, a fantasear con él, a decirse que está enamorada de él, hasta que el cansancio y el
sueño por fin la derrotan y se queda dormida en el sofá.
Nunca más se volverán a ver.
Leprince, modesto y repugnante, sobrevive a la guerra y en 1946 se retira a un
pequeño pueblo de la Picardía en donde ejerce de maestro. Sus colaboraciones con la
prensa y con algunas revistas literarias no son numerosas pero sí regulares. En su corazón,
Leprince ha aceptado por fin su condición de mal escritor pero también ha comprendido y
aceptado que los buenos escritores necesitan a los malos escritores aunque sólo sea como
lectores o como escuderos. Sabe también que, al salvar (o al ayudar) a algunos buenos
escritores, se ha ganado a pulso el derecho a emborronar cuartillas y a equivocarse.
También se ha ganado el derecho a ser publicado en dos, tal vez tres revistas. En algún
momento, por supuesto, ha intentado ver otra vez a la joven novelista, saber algo de ella.
Pero cuando vuelve a la casa la encuentra ocupada por otras personas y nadie conoce el
paradero de la joven. Leprince, por supuesto, la busca, pero ésa es otra historia. Lo cierto
es que nunca más la vuelve a ver.
A quienes sí ve es a los escritores de París. No tan a menudo como él en el fondo
hubiera deseado, pero los ve y a veces habla con ellos y ellos saben (generalmente de
forma vaga) quién es él, incluso hay quien ha leído un par de poemas en prosa de
Leprince. Su presencia, su fragilidad, su espantosa soberanía, a algunos les sirve de acicate
o de recordatorio.
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Unidad I. Género Narrativo.
II. CONTENIDOS
1.- Definición
De acuerdo a la definición anterior, los elementos que constituyen los textos narrativos son:
2.1 Narrador: Es la voz que se desprende del lenguaje empleado que cuenta aquellas cosas que ocurren,
nos cuenta una historia. Decimos que es una voz, puesto que no es realmente una persona, sino solo un
conjunto de palabras que personificamos y le damos una personalidad. Según sus características puede
ser:
2.1.1 Narrador omnisciente/de conocimiento relativo: Nos referimos a una clasificación que responde a
la pregunta ¿Cuánto sabe el narrador sobre aquello que nos cuenta? Así, el narrador omnisciente será
aquel que lo sabe todo, incluso los pensamientos de los personajes. Para distinguirlo, nos fijaremos si
utiliza verbos de cognición, es decir, saber, pensar, sentir, reflexionar, etc.: todos aquellos verbos que
indican acciones que pasan al interior de la mente de una persona.
Por el contrario, el narrador de conocimiento relativo será aquel que solo nos puede contar aquello que
se puede ver a simple vista, es decir, acciones externas. Por lo general, y para facilitar su reconocimiento,
diremos que todo narrador será de conocimiento relativo, a no ser que utilice verbos de cognición.
Ejemplo:
Juan tomó la pistola que estaba sobre la mesa y se dirigió lentamente hacia la pieza en que se
encontraba su esposa, accionó el percutor y disparó hasta vaciar el cargador.
Como puedes ver, todas las acciones narradas pudieron haber sido “vistas” por el narrador, por lo
que estamos ante un narrador de conocimiento relativo, en cambio:
Juan tomó la pistola que estaba sobre la mesa y se dirigió lentamente hacia la pieza en que se
encontraba su esposa, accionó el percutor y disparó hasta vaciar el cargador mientras pensaba apenado
en todos los momentos felices que habían vivido juntos.
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En este caso, el narrador nos cuenta algo que no se puede ver, es más, nos cuenta qué sintió y
pensó Juan al momento de llevar a cabo la acción. Estamos ante un narrador omnisciente.
Por ejemplo:
Salieron por la calle cantando y brindando por el campeonato. Caminaron y caminaron; cantaron y
cantaron: nadie les dijo ni hizo nada.
En cambio, en:
Podemos ver que el narrador se presenta como una de los personajes que lleva a cabo las acciones
que cuenta, está dentro del mundo en que se producen los acontecimientos.
Cuando hablamos de mundo narrado, nos referimos al universo en el que suceden los
acontecimientos que nos cuenta el narrador. Debemos tener muy claro que, si bien lo llamamos mundo
narrado, no es una realidad: los personajes, los lugares, los objetos, no son más que palabras (lenguaje)
usado por el narrador.
2.2.1 Los personajes: Constituyen el elemento humano o actoral de un relato o narración. Son los
encargados de hacer, ejecutar o llevar a cabo los acontecimientos que se nos cuentan. Pueden clasificarse
en:
Principales: aquellos encargados de realizar las acciones centrales que se nos cuentan, es decir, sin ellos,
no podría tener lugar ninguna historia.
Secundarios: Son aquellos que acompañan (ayudando u oponiéndose) a los personajes principales.
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Incidentales o episódicos: Son aquellos que encontramos como un simple agregado, es decir, en caso de
no estar presentes o de faltar, la historia podría seguir de igual modo.
2.2.2 Ambientes: nos referimos a aquellos lugares donde se desarrollan los acontecimientos narrados.
Debemos tomar en cuenta que, al igual que los personajes, estos lugares no son físicos: son solo una
ilusión que se produce a través del lenguaje usado en las descripciones o en la mención de lugares.
Por ejemplo:
Juan se encontraba en un prado muy verde por el que corría un pequeño estero. Se tendió en la
sombra de un sauce muy añoso, de tronco grueso y rugoso que adornaba todo ese paisaje.
En el ejemplo anterior, la descripción hecha por el narrador, nos permite visualizar en nuestra
mente un prado con más o menos detalles, de acuerdo con las palabras empleadas.
En este ejemplo,
Juan caminó por los la Alameda, El Palacio de la moneda se veía cada vez más cerca. Quiso entrar,
pero los guardias le señalaron que el acceso se encontraba por el otro lado del edificio.
Nos encontramos con que el ambiente es Santiago, específicamente las afueras del Palacio de la
moneda. Sin embargo, no hay descripción sino una mención a un lugar real.
2.2.3 Historia: Con este concepto designamos el conjunto de acontecimientos narrados en un relato
(novela, cuento, microcuento, etc.) ordenados de manera cronológica, es decir, desde el principio hasta el
final. Así, por ejemplo, en el conocido cuento de la Caperucita Roja, la historia consistirá en:
Una niña es enviada por su mamá a la casa de su abuela a dejar unas galletas. Pese a las
recomendaciones de la mamá de no conversar con extraños ni de viajar a través del peligroso bosque, la
niña conversa con el Lobo Feroz en el camino, quien la engaña para que atraviese el bosque en su
recorrido. El Lobo Feroz viaja a través de un atajo, llega antes a la casa de la abuelita, se la come y
prepara un engaño para comerse también a Caperucita. La niña, al llegar a la casa de su abuela, tras una
conversación con el Lobo Feroz se da cuenta de que éste ha suplantado a la abuela mediante un disfraz,
huye cuando va a ser comida y pide auxilio a un leñador que mata al Lobo y rescata de la panza de la
bestia a la abuelita.
2.2.4 Relato: El relato corresponde a la organización o disposición de los acontecimientos según criterios
estéticos, es decir, se ordenan con la intención de producir un efecto o sensación en el lector. Si la historia
responde a la pregunta ¿qué es lo que se cuenta?, el relato responde a la pregunta ¿cómo se cuenta la
historia?
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El ejemplo siguiente debería aclararnos más esta idea:
El leñador, junto al cadáver del Lobo Feroz, consolaba a la pequeña caperucita que, asustada,
lloraba recordando el momento en que su madre le había aconsejado no conversar con extraños y no
tomar el camino del bosque para llegar a la casa de la abuelita. ¿Por qué tuve que desobedecer? Pensaba
la niña. No podía sacarse de la mente la terrible conversación que había mantenido con el Lobo Feroz que,
después de haber devorado a la pobre anciana, se había vestido con sus ropas y se había cobijado en su
lecho.
Como podemos ver en el ejemplo, nuestro relato comienza en el punto final de la historia, es
decir, cuando el lobo ya está muerto y el leñador ya había participado de los acontecimientos. Prosigue
con las recomendaciones de la madre (principio de la historia) y finaliza con la conversación entre el lobo
y la niña en la casa de la abuela (parte intermedia).
Ahora bien, ¿esto quiere decir que solo son relatos aquellos que alteran el orden de los
acontecimientos? La respuesta es un NO rotundo. Todas las narraciones tienen una historia y un relato.
Debemos considerar que hay narraciones en que la historia y el relato no se diferencian, es decir, se
cuenta la historia en el mismo orden en que ocurren, éstas son la mayoría.
¿Cuáles son las herramientas empleadas para producir alteraciones en el orden de los
acontecimientos? La respuesta es muy simple. Estas herramientas se denominan Alteraciones temporales
y son las siguientes:
2.2.4.1.1 Racconto: corresponde a un salto de gran extensión hacia el pasado, es decir, un recuerdo de
gran duración.
2.2.4.1.2 Flash Back: Corresponde, tal como lo indica su nombre traducido al español, a un recuerdo o
vuelta rápida al pasado.
2.2.4.2 Prolepsis: corresponde a una anticipación, es decir, el narrador adelanta un acontecimiento que
se producirá en el futuro respecto del momento en que está narrando.
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3. Tipos de Mundos Literarios
La literatura utiliza el lenguaje para construir mundos regidos por lógicas similares
y/o distintas a las de nuestro mundo cotidiano. Lo importante es que aprendamos que
una misma obra puede presentar rasgos de varios tipos de mundo al mismo tiempo,
pero que siempre hay uno que predomina sobre los otros y que resulta relevante al
momento de interpretar cualquier creación literaria.
Mundos Literarios
Podemos definir los “mundos literarios” como una creación de lenguaje que
configura una realidad, organizada a partir de leyes y principios distintos a los de nuestro
universo.
Esto significa que aquello que se plantea en el texto es verosímil en sí en ese espacio
configurado en la obra literaria y no requiere ser semejante ni parecido al mundo que nos
rodea, es decir, no debe ser como nuestro mundo real para que sea “real” en la obra
creada.
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3.2 Tipos de mundo según el efecto perseguido con su representación
55
3.2.6.- Mundo Legendario
Son relatos que pertenecen a la tradición oral y que se basan en hechos históricos. El
protagonista puede ser un personaje, un acontecimiento, etc. de acuerdo a la leyenda a
contar.
Prevalecen elementos fantásticos o maravillosos, frecuentemente de origen popular, que
expresa las creencias relacionadas con los misterios de algún lugar determinado. Por lo
tanto, busca como efecto sobresaltar hechos propios de una comunidad.
56
4.2.- Contexto de recepción
¿Has escuchado la frase “Todo es según el color del cristal con que se mira”?
También podría ser correcto decir “según el color del contexto de recepción con que se
mira”.
Por supuesto que el contexto social también se aplica para todo lo que leemos,
escribimos o representamos. Es importante mencionar que es casi imposible hacer un
análisis sin tomar en cuenta dicho contexto, y si lo obviáramos nuestra visión sería
inválida o muy parcial. También debemos tomar en cuenta que no es lo mismo el contexto
social del público español del siglo XX que vio por primera vez La casa de Bernarda Alba
que el del público mexicano actual. Es por ello que el contexto social debe ser analizado
cuidadosamente como una realidad específica y no comparable con otras.
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4.4.- Corriente literaria
Para algunos investigadores las corrientes son consecuencia una de otra, por
ejemplo, el Romanticismo dio paso al Realismo. Para otros, una corriente se opone a la
otra: el Realismo se opuso al Romanticismo.
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Unidad I. Género Narrativo.
III. EJERCITACIÓN
Instrucciones:
Encontrará a continuación un conjunto de textos literarios narrativos. Sobre ellos habrá
preguntas referidas a los contenidos propios del género. A su vez se ejercitará la
comprensión de lectura y el léxico contextual.
TEXTO 1
1. “Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a
abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el
dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el
mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia
el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera
molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y
otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los
nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba
del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su
cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al
alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles.
Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes
que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del
monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el
chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba
las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un
mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la
libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se
sentía que todo está decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante
como queriendo retenerlo y disuadirlo dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era
necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora
cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía
apenas
para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
2. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la
cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un
instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los
setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros
no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres
peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la
mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas.
Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la
mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre
en el sillón leyendo una novela”.
Julio Cortázar, Continuidad de los parques
59
I.- Encierre en un círculo la alternativa correcta.
4.- “Aquello le pareció a la vez tan sencillo y prodigioso, que de la noche a la mañana
perdió todo interés en las investigaciones de alquimia.” (Gabriel García Márquez, Cien
años de soledad)
A) Narrador omnisciente.
B) Narrador de conocimiento parcial.
C) Narrador secundario
D) Narrador omnipotente
E) Narrador sin conocimiento
5.- “Él la contempló un momento a través de la penumbra, y en el acto ella sintió que sus
brazos la estrechaban y que sus labios oprimían los suyos. Aquel beso fue como un blanco
relámpago que se extendía cada vez más y permanecía fijo.” (Henry James, Retrato de una
dama)
A) Narrador omnisciente.
B) Narrador de conocimiento parcial.
C) Narrador secundario
D) Narrador omnipotente
E) Narrador sin conocimiento
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6.- En la comprensión de la obra narrativa como fenómeno de comunicación, el emisor
ficticio recibe el nombre de
A) autor o creador literario.
B) hablante narrativo.
C) narratario.
D) novelista.
E) narrador.
7.- “Todo estaba tranquilo, casi no pasaba nadie con olor a madreselva mezclada con ella.
Ella me habría dicho que no me dejaba estar allí sentado en la escalera oyendo su puerta
del crepúsculo cerrándose de golpe oyendo a Benjy todavía llorando La cena tendría que
bajar entonces con olor a madreselva mezclada con ella.” (William Faulkner, El sonido y la
furia)
A) Flash–back.
B) Racconto.
C) Corriente de la conciencia.
D) Flash–forward.
E) Monólogo interior.
8.- “Contraigo los músculos de la cara, abro el ojo derecho y lo veo reflejado en las
incrustaciones de vidrio de una bolsa de mujer. Soy esto. Soy esto. Soy este viejo con las
facciones partidas por los cuadros desiguales del vidrio. Soy este ojo. Soy este ojo. Soy
este ojo surcado por las raíces de una cólera acumulada, vieja, olvidada, siempre actual.”
(Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz)
A) Corriente de la conciencia.
B) Monólogo interior.
C) Racconto.
D) Flash–back.
E) Flash–forward.
9.- “– Hay que dar de comer a esos hambrientos, Pantoja –lo mira solemne a los ojos el
Tigre Collazos–. Ahí entra usted, ahí es donde va a aplicar su cerebro organizador.
- ¿Por qué te quedas todo atontado y calladito, Panta? –guarda el pasaje en su cartera y
pregunta ¿por dónde la salida al avión? Pochita–. Tendremos un gran río, podremos
bañarnos, hacer paseos a las tribus. Anímate, zonzo.” (Mario Vargas Llosa, Pantaleón y las
visitadoras)
A) Monólogo interior.
B) Corriente de la conciencia.
C) Racconto.
D) Flash–back.
E) Montaje.
61
10.- “Sethe se cosió un vestido a hurtadillas y Halle colgó su cuerda de atar a las bestias en
un clavo de la pared de la choza de ella. Allí, encima de un colchón puesto en el suelo de
tierra de la choza, copularon por tercera vez; las dos anteriores se habían unido en un
pequeño maizal que Mr. Garner conservaba pues era un cultivo aprovechable tanto por
los animales como por los seres humanos. Halle y Sethe tenían la impresión de estar
ocultos.” (Toni Morrison, Beloved)
A) Montaje.
B) Flash–forward.
C) Flash–back.
D) Monólogo interior.
E) Corriente de la conciencia
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3.- ¿Existen aspectos pertenecientes al espacio físico que se relacionen directa o
indirectamente con los sucesos narrados en el cuento?
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4.-Elabore un juicio estético acerca del cuento, intentando realizar una interpretación
personal del texto, y explicando cuáles fueron los aspectos que más le gustaron y aquellos
que no fueron de su agrado. Finalmente, comparta sus impresiones con el resto del curso,
en una puesta en común. (Se recomienda que lleve a cabo un bosquejo de sus ideas que le
permita ordenarlas)
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6.-Escriba un texto narrativo de carácter ficcional, incluyendo en él las fases de inicio,
desarrollo y desenlace. Tema libre. (**Se sugiere elaborar un bosquejo previo de los
sucesos a narrar, de manera de posibilitar la adecuada estructuración del texto. Planifique
su escritura**).
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Unidad II:
Género Lírico
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Unidad II. Género Lírico.
I. LECTURAS
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
Texto 3: No están
Miguel Arteche (Chileno. 1926-2012)
67
Texto 4: Ars poetique
Rodrigo Lira (Chileno. 1949-1981)
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
69
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
Texto 8: Gusano
Manuel Rojas (Chileno. 1896-1973)
71
Texto 9: Sonetos de la muerte
Gabriela Mistral (Chilena. 1889-1957)
Se m’enredó en Tranapuente
un pie el cruzar una esquina,
y el otro en la Quiriquina
se me hunde mares adentro,
mi corazón descontento
latió con pena en Temuco
y me ha llorado en Calbuco,
de frío por una escarcha,
voy y enderezo mi marcha
por la cuesta ’e Chacabuco.
Desembarcando en Riñihue
se vio a la Violeta Parra,
sin cuerdas en la guitarra,
sin hojas en el colihue;
una banda de chirigües
le vino a dar un concierto;
con su hermanito Roberto
y Cochepe forman un trío
que cant'al orilla del río
y en el vaivén de los puertos.
75
Texto 14: Ensueño del infierno (Fragmento de “Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile”)
Pablo de Rokha (Chileno. 1894-1968)
Hermoso como vacuno joven es el canto de las ranas guisadas de entre perdices,
...la alta manta doñiguana es más preciosa que la pierna de la señora más
...preciosa, lo más precioso que existe, para embarcarse en un curanto bien servido,
el camarón del Huasco es rico, chorreando vino y sentimiento, como el choro de miel que se cosecha
entre mujeres, entre cochayuyos de
...oceánica, entre laureles y vihuelas de Talcahuano por el jugo
...de limón otoñal de los siglos,
o como la olorosa empanada colchagüina, que agranda de caldo la
...garganta y clama, de horno, floreciendo los rodeos flor de durazno.
Y, ¿qué me dicen ustedes de un costillar de chancho con ajo, picantísimo,
...asado en asador de maqui, en junio, a las riberas del peumo
...o la patagua o el boldo que resumen la atmósfera dramática
...del atardecer lluvioso de Quirihue o de Cauquenes,
o de la guañaca en caldo de ganso, completamente talquino o
...licantenino de parentela?,
no, la codorniz asada a la parrilla se come lo mismo que se oye "el
...Martirio", en las laderas aconcagüinas, y la lisa frita en el
… Maule, en el que el pejerrey salta a la paila sagrada de gozo,
...completamente rico del río, enriquecido en la lancha
...maulina, mientras las niñas Carreño, como sufriendo, le
…hacen empeño a "lo humano" y a "lo divino", en la de gran
...antigüedad familiar vihuela.
Los pavos cebados, que huelen a verano y son otoños de nogal o de
...castaño casi humano, los como en todo el país, y en Santiago os beso,
como a las tinajas en donde suspira la chicha como la niña más linda de
...Curicó levantándose los vestidos debajo del manzano
...parroquial, de la misma manera
que a la ramada con quincha de chilcas en donde tomamos en cacho
...labrado el aguardiente de substancia, o el colchón de amor,
...en el cual navegamos y nos enfrentamos sollozando
...a los océanos tremendos de la noche, a cuya negrura horriblemente
...tenaz converge el copihue de sangre,
o la lágrima que nos llevamos a la boca cuando estamos alegremente cantando.
El vino de Pocoa es enorme y oscuro en el atardecer de la República
...y cuando está del corazón adentro el recuerdo
y la apología de lo heroico cantan en la rodaja de las espuelas como el
lomo del animal, nadando en la tonada fundamental de los remansos o
...contra la gritería roja de la espuma.
La chichita bien madura brama en las bodegas como una gran vaca sagrada,
y San Javier de Linares ya estará dorado, como un asado a la parrilla,
76
...en los caminos ensangrentados de abril, la guitarra del otoño llorará como
...una mujer viuda de un soldado,
y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos
...y quisimos hacer, como un loco
...asomado a la noria vacía de la aldea,
mirando, con desesperado volumen, los caballos de la juventud en la
...ancha ráfaga del crepúsculo,
que se derrumba como un recuerdo en un abismo.
Relumbra la montura en Curicó, del mar a la montaña, resonando como
...una gran carreta de trigo, resonando
como el corredor de vacas o el trillador o el que persigue a una ternera,
…borneando la lazada
encima de la carcajada, chorreada de sol de la faena, en la cual la bosta
...aroma como un dios los estiércoles domésticos, con huevos
...inmensos de viuda.
Una poderosa casa de adobe con patio cuadrado, con naranjos, con corredor
...oloroso a edad remota,
y en donde la destiladera, canta, gota a gota, el sentido de la eternidad
...en el agua, rememorando los antepasados con su trémulo
...péndulo de cementerio,
existe, lo mismo en Pencahue que en Villa Alegre o Parral, o Iloca o Putú,
aunque es la aldea grande de Vichuquén la que se enorgullece, como de
...la batea o la callana, del solar español, cordillerano, de toda
...la costa, y son las casas-tonadas
del colchagüino y el curicano, quienes la expresan en lengua tan
...inmensa, comiendo arrollado chileno.
Porque, si es preciso el hartarse con longaniza chillaneja antes de
...morirse, en día lluvioso, acariciada con vino áspero, de
...Quirihue o Coihueco, en arpa, guitarra y acordeón bañándose,
...dando terribles saltos a carcajadas,
también lo es saborear la prieta tuncana en agosto, cuando los chanchos
...parecen obispos, y los obispos parecen chanchos o hipopótamos,
...y bajar la comida con unos traguitos de guindado,
sí... en Gualleco las pancutras se parecen a las señoritas del lugar: son
...acinturadas y tienen los ojos dormidos, pues, cosquillosas y
...regalonas, quitan la carita para dejarse besar en la boca, interminablemente.
Y la empanadita fritita, picantoncita y la sopapaipilla, que en tocino ardiente
...gimieron, se bendicen entre trago y trago, al pie de los pellines
...del Bio-Bio, en los que se enrolla el trueno con anchos látigos,
pero nunca la iguala a la paloma torcaz, paladeada en los rastrojos de julio,
...en la humedad incondicional de tal época, entre fogatas y tortillas,
...tomando en la bota de cazador esos enormes vinos que huelen a pólvora
...y a amistad o al zorzal tamaño del viñedo, que es el puñal agrario del lamento,
77
cazado entre los pámpanos santos, como un ladrón del vecindario campesino
...y al cual se cuece en mostos blancos,
ni al causeo de patitas, que debe comerse en Rancagua, no después de beber
...bastante chacolí con naranjas amargas, sino tomando vino de Linderos.
Eres tu cuerpo, tómalo, haznos ver que te gusta como a nosotros este doble regalo que
te hemos hecho y que nos hemos hecho.
78
Cierto, tan sólo un poco del vergonzante barro original,
la angustia y el placer en un grito de impotencia.
Ni de lejos un pájaro que se abre en la belleza del huevo,
a plena luz, ligero y jubiloso, sólo un hombre:
la fiera vieja del nacimiento, vencida por las moscas, babeante y rebosante.
Nada se pierde con vivir, tenemos todo el tiempo del tiempo por delante
para ser el vacío que somos en el fondo.
Y la niñez, escucha:
no hay loco más feliz que un niño cuerdo
ni acierta el sabio como un niño loco.
Todo lo que vivimos lo vivimos ya a los diez años más intensamente;
los deseos entonces se dormían los unos en los otros.
Venía el sueño a cada instante,
el sueño que restablece en todo el perfecto desorden
a rescatarte de tu cuerpo y tu alma;
allí en ese castillo movedizo eras el rey, la reina, tus secuaces, el bufón que se ríe de sí mismo,
los pájaros, las fieras melodiosos.
Pero pasan los años por los años y he aquí que eres ya un adolescente.
Bajas del monte como Zaratustra a luchar por el hombre contra el hombre:
grave misión que nadie te encomienda;
en tu familia inspiras desconfianza,
hablas de Dios en un tono sarcástico, llegas a casa al otro día, muerto.
Se dice que enamoras a una vieja, te han visto dando saltos en el aire,
prolongas tus estudios con estudios de los que se resiente tu cabeza.
No hay alegría que te alegre tanto como caer de golpe en la tristeza
ni dolor que te duela tan a fondo como el placer de vivir sin objeto.
Grave edad, hay algunos que se matan porque no pueden soportar la muerte,
79
quienes se entregan a una causa injusta en su sed sanguinaria de justicia.
Los que más bajo caen son los grandes,
a los pequeños les perdemos el rumbo.
En el amor se traicionan todos,
el amor es el padre de sus vicios.
Si una mujer se enternece contigo le exigirás te siga hasta la tumba,
que abandone en el acto a sus parientes,
que instale en otra parte su negocio.
Y así llegas a viejo como quien vuelve a su país de origen después de un viaje interminable corto de
revivir, largo de relatar,
te espera en tí la muerte, tu esqueleto con los brazos abiertos,
pero tú la rechazas por un instante,
quieres mirarte larga y sucesivamente en el espejo que se pone opaco.
Apoyado en lejanos transeúntes vas y vienes de negro,
al trote, conversando contigo mismo a gritos, como un pájaro.
No hay tiempo que perder, eres el último de tu generación en apagar el sol y convertirte en polvo.
No hay tiempo que perder en este mundo embellecido por su fin tan próximo.
Se te ve en todas partes dando vueltas en torno a cualquier cosa como en éxtasis.
De tus salidas a la calle vuelves con los bolsillos llenos de tesoros absurdos: guijarros, florecillas.
Hasta que un día ya no puedes luchar a muerte con la muerte y te entregas a ella, a un sueño sin salida,
más blanco cada vez, sonriendo, sollozando como un niño de pecho.
80
Texto 17: Tú me quieres blanca
Alfonsina Storni (Argentina. 1892-1938)
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras!
82
Unidad II. Género Lírico
II. CONTENIDOS
Otra definición dice que las figuras retóricas o recursos estilísticos de la lengua literaria
consisten en una desviación del uso normal del lenguaje con el fin de conseguir un efecto
estético o artístico: reiteración o repetición de elementos, intensificación,
embellecimiento del mensaje, etc.
Son característicos de la función poética del lenguaje y propios de los textos literarios
tanto en prosa como en verso, más abundantes en la poesía. Pueden aparecer también en
otro tipo de textos como en el lenguaje publicitario, en ciertos textos periodísticos y en la
lengua coloquial. De su estudio se ha encargado tradicionalmente la Retórica o "arte del
bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos, de dar al lenguaje escrito o
hablado eficacia para deleitar, persuadir o conmover" (R.A.E.)
De modo general, podemos decir que la retórica tradicional llama figuras literarias a
«cierta forma de hablar con la cual la oración se hace más agradable y persuasiva, sin
respeto alguno por las reglas de la gramática». La figura es un adorno del estilo, un
resultado de una voluntad de forma por parte del escritor.
83
Se habla también de figuras de dicción o fonológicas o metaplasmos: aliteración,
onomatopeya, similicadencia, paranomasia, etc.
2.1- Alegoría
Ejemplo:
2.2.-Símil o comparación
Figura retórica que consiste en relacionar dos términos entre para expresar de una
manera explícita la semejanza o analogía que presentan las realidades designadas por
ellos. Esa relación se establece, generalmente, por medio de partículas o nexos
comparativos: “como”, “así”, “así como”, “tal”, “igual que”, “tan”, “semejante a”, “lo
mismo que”, etc.
Ejemplos:
84
Eres como el viento tibio de los arenales.
2.3.-Personificación o prosopopeya
Ejemplos:
2.4.-Hipérbole
85
Ejemplos:
"Tanto dolor se agrupa en mi costado /que, por doler me duele hasta el aliento.”
2.5.-Hipérbaton
Ejemplos:
2.6.-Metáfora
Ejemplos:
2.7.-Reiteración o anáfora
Ejemplos:
Ejemplos:
2.9.-Aliteración
Ejemplo:
2.10.-Asíndeton
Ejemplos:
2.11.-Polisíndeton
Término griego (poly – sindeton: muy atado) con el que se denomina una figura
literaria caracterizada por usar más conjunciones de las necesarias, para dar a la frase una
88
mayor solemnidad, en marcado contraste con el procedimiento habitual de vincular
únicamente los dos últimos elementos de ella. Utilizado intencionadamente como recurso
estilístico, el polisíndeton confiere al texto una sensación de lentitud, intensidad de
expresión y, en algunos casos, de solemne gravedad.
Ejemplos:
2.12.-Sinestesia
Ejemplos:
2.13.-Epíteto
Ejemplos:
2.14.-Onomatopeya
89
Consiste en imitar sonidos reales por medio del ritmo de las palabras. Variedad de
la aliteración que imita sonidos de la naturaleza.
Ejemplo:
2.15.-Metonimia
Esta aparece:
- “Le hizo daño el sol” (le hizo daño el calor producido por el calor del sol).
c) Cuando se denomina un objeto por medio del lugar donde produce o de donde
procede:
d) Cuando se designa a un pintor, escritor, soldado, torero, etc., por medio del
instrumento que maneja:
- “Es un gran pincel”; “tiene una pluma incisiva” (escritor agudo); “es el corneta del
regimiento”; “es un buen espada” (torero).
- “En el Museo del Prado hay varios Rubens” (varios cuadros de Rubens).
f) Cuando se designa una característica moral por medio de una realidad física:
03.- La rima
91
04.-Principales tipos de estrofas.
Los principales tipos de estrofas de la poesía española son los siguientes (la rima va
señalada con letras mayúsculas si es verso de arte mayor, y con letra minúscula si es verso
de arte menor):
4.1.- Pareado: Estrofa de dos versos, de arte mayor o menor, que riman entre sí, con
rima consonante normalmente (AA, aa). Ambos versos no tienen porqué tener el mismo
número de sílabas. Se han utilizado a lo largo de toda la historia de la literatura española;
especialmente en refranes y sentencias. Al pareado compuesto por dos versos de arte
menor se le denomina aleluya.
Aunque la mona se vista de seda,
mona se queda.
(Iriarte)
4.2.- Terceto: Combinación de tres versos endecasílabos que riman primero con tercero
y queda suelto el segundo (ABA). Se suele presentar en series en la que este segundo
verso suele rimar con el primero y tercero del terceto siguiente, y así sucesivamente
(ABA-BCB-CDC-DCDC), añadiéndose un verso final para cerrar este tipo de
encadenamiento. Su procedencia es de Italia, y apareció en la poesía española en el
Renacimiento.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
(Miguel Hernández)
4.3.- Cuarteto: Son cuatro versos endecasílabos, con rima consonante. Su esquema es
ABBA. Llegó a España a mediados del siglo XVI.
Una, dos, tres estrellas, veinte, ciento,
mil, un millón, millares de millares,
¡válgame Dios, que tienen mis pesares
su retrato en el alto firmamento!.
92
4.4.- Redondilla: Son cuatro versos octosílabos consonantes, con esquema igual al
cuarteto.
Un galán enamorado
de mal de amores a muerto,
y el efecto ha descubierto
que era dolor de costado.
4.5.- Cuarteta: Cuatro versos octosílabos consonantes con esquema igual al serventesio:
ABAB.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, mil;
mil veces mil, un millón.
(Antonio Machado)
4.6.- Seguidilla: Estrofa de cuatro versos, dos heptasílabos (primero y tercero) y dos
pentasílabos (segundo y cuarto), que riman alternos: el 1º y el 3º son heptasílabos, y el 2º
y 4º pentasílabos. La rima es consonante o asonante en los versos pares (-a -a). La
seguidilla se utiliza en la poesía española desde el siglo XI.
Las mujeres y las flores
son parecidas,
mucha gala a los ojos
y al tacto espina.
(José de Espronceda)
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
(Miguel Hernández)
93
4.7.- Cuaderna Vía: Son estrofas de cuatro versos alejandrinos aconsonantados (AAAA),
utilizado principalmente por los poetas cultos del Mester de Clerecía en los siglos XIII y
XIV. También se puede llamar Tetrástrofo Monorrimo.
(Gonzalo de Berceo)
(Garcilaso de la Vega)
4.9.- Copla de pie quebrado: Compuesta por seis versos de arte menor, con rima
consonante, y con la siguiente disposición: 8a-8b-4c-8a-8b-4c. Se le llama pie quebrado al
verso de cuatro sílabas. Este tipo de estrofa fue muy utilizada por Jorge Manrique (siglo
XV), por lo que también es conocida como copla manriqueña. Ha sido utilizada en todas
las épocas de la literatura española, sufriendo algunas variaciones en la distribución de las
rimas y en la situación del pie quebrado. También puede recibir el nombre de sextilla.
¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?.
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?.
(Jorge Manrique)
4.10.- Octava Real: Formada por ocho versos endecasílabos, con rima alterna los seis
primeros, y los dos últimos formando un pareado (ABABABCC). Su origen es italiano, y
llego a nuestra literatura en el siglo XVI. También puede llamarse octava rima.
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos
áridos ni una lágrima brotaban,
cuando ya su color tus labios rojos
94
en cárdenos matices cambiaban,
cuando de tu dolor tristes despojos
la vida y su ilusión te abandonaban
y consumía lenta calentura
tu corazón al par de tu amargura.
(José de Espronceda)
4.11.- Décima o Espinela: Llamada así su estructura fue fijada por el poeta Vicente
Espinel (S. XVI-XVII). Consta de diez versos octosílabos consonantes, con el esquema
ABBAACCDDC.
¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave María?.
Virgen ya de la agonía,
tu hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte del Calvario
cítame en Getsemaní.
(Gerardo Diego)
05.-Tipos de versos
El verso, del latín versus, es la primera unidad que posee orden dentro de un poema.
Éste constituye una serie de palabras que están sujetas a un determinado ritmo, al que se
llama cadencia y también, a una determinada cantidad de palabras, llamadas medida. Se
los puede clasificar tomando en cuenta varios criterios:
De acuerdo a su cadencia y rima:
5.1. Verso de arte menor. Estos versos poseen como máximo ocho sílabas y existen los
siguientes:
Bisílabo: son de dos sílabas.
Trisílabo: son de tres sílabas.
Tetrasílabo: de cuatro sílabas.
Pentasílabo: de cinco sílabas.
Hexasílabo: de seis sílabas.
Heptasílabo: de siete sílabas.
Octosílabo: de ocho sílabas.
5.2. De arte mayor. Estos versos tienen nueve o más sílabas y existen los siguientes:
Eneasílabo: de nueve sílabas.
Decasílabo: de diez sílabas.
95
Endecasílabo: de once sílabas.
Dodecasílabo: de doce sílabas.
Tridecasílabo: de trece sílabas.
Alejandrino: de catorce sílabas.
Pentadecasílabo: de quince sílabas.
Octonario: de dieciséis sílabas.
Rimado: en este verso su palabra final rima por lo menos con la palabra final de otro
verso. Se cree que estos versos son originarios de la península Itálica en la Edad Media. En
esta época surgieron además la canción, el madrigal y el soneto.
Suelto: este tipo de verso se caracteriza por carecer de rima pero se alterna con el verso
rimado a lo largo de la composición. Un ejemplo es el Romance, propio de España.
Libre: estos versos no poseen rima, medida ni acentos organizados y se encuentran
presentes en aquellas composiciones en las que todos los versos también son libres. En
estos versos el autor no busca formar estrofa alguna. Los versos libres fueron y siguen
siendo muy utilizados luego de la modernidad, a mediados del siglo XI. El primero en
utilizarlo fue Walt Withman.
96
Unidad II. Género Lírico
III. EJERCITACIÓN
ACTIVIDADES
“La corona de laurel había sido lograda. Desde ese momento andaba cargado de oro,
y vivía de su triunfo”.
3. ¿Qué figura literaria hay en la primera frase subrayada del texto anterior?
A) Sinécdoque.
B) Comparación.
C) Símbolo.
D) Metáfora.
E) Hipérbole.
97
4. ¿Qué figura retórica hay en la segunda frase subrayada?
A) Hipérbole.
B) Comparación.
C) Sinécdoque.
D) Metáfora.
E) Sinestesia.
8. “Virgen de la Macarena,
mírame tú, cómo vengo,
tan sin sangre, que ya tengo
blanca mi color morena”.
Federico García Lorca
98
¿Qué figura literaria se presenta en los dos últimos versos?
A) Hipérbaton.
B) Hipérbole.
C) Antítesis.
D) Metáfora.
E) Sinestesia.
1.-Vuelva a leer el poema “Si me quieres, quiéreme entera”, de Dulce María Loynaz (Texto
18 de la sección “Lecturas”, p. 82) y proponga una interpretación del mismo, utilizando el
espacio delineado. Cuando termine, coméntela con su compañero de puesto.
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99
2.-Identifique brevemente cuáles fueron las marcas textuales (partes del poema) que le
posibilitaron realizar esa interpretación, y anótelas en el espacio asignado.
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100
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5.- Escriba un poema de al menos dos estrofas de cuatro versos, utilizando como mínimo
dos de las figuras literarias presentes en el siguiente recuadro. Ocupe el recuadro blanco
entregado a continuación
Metonimia Sinécdoque Metáfora Hipérbaton Sinestesia Ironía
101
Unidad 3:
Género Dramático
102
Unidad III. Género Dramático.
I. LECTURAS
LA SEÑORA
LA EMPLEADA
DOS JÓVENES
LA JOVENCITA
EL CABALLERO DISTINGUIDO
103
LA EMPLEADA: He salido tan poco de la casa...
104
bueno... Dime... ¿Cómo es tu casa?
LA EMPLEADA: Sí.
LA SEÑORA: ¿Ves? ¿Qué más quieren? ¡Alvarito! ¡No se meta tan allá
que puede venir una ola! ¿Qué edad tienes?
LA EMPLEADA: ¿Yo?
105
LA EMPLEADA: (Como para sí.) Me gustaría casarme...
LA SEÑORA: ¡Ah! Lo crees ¿eh? Pero es mentira. Hay algo que es más
importante que la plata: la clase. Eso no se compra. Se tiene o no se
tiene. Álvaro no tiene clase. Yo sí la tengo. Y podría vivir en una pocilga
y todos se darían cuenta de que soy alguien. No una cualquiera.
Alguien. Te das cuenta ¿verdad?
107
LA EMPLEADA: No.
LA SEÑORA: ¿Cuándo?
LA SEÑORA: ¿Y se bañaban?
108
LA SEÑORA: Pero no... Es diferente. Mira. Yo con este traje de baño,
con este blusón de toalla, tendida sobre la arena, sé que estoy en “mi
lugar,” que esto me pertenece... En cambio tú, vestida como empleada
sabes que la playa no es tu lugar, que eres diferente... Y eso, eso te
debe hacer ver todo distinto.
LA EMPLEADA: No sé.
LA EMPLEADA: ¿Cómo?
LA EMPLFADA ¿Ahora?
109
la tímida muchacha que conocemos. Con delicadeza se tiende de bruces
sobre la arena. Sale LA SEÑORA abotonándose aún su delantal blanco.
Se va a sentar delante de LA EMPLEADA, pero vuelve un poco más atrás.
110
LA EMPLEADA: Alvarito se está metiendo muy adentro. Vaya a vigilarlo.
LA EMPLEADA: ¿Adónde?
Una pelota de goma, impulsada por un niño que juega cerca, ha caído a
los pies de LA EMPLEADA. Ella la mira y no hace ningún movimiento.
Luego mira a LA SEÑORA. Ésta, instintivamente, se dirige a la pelota y la
tira en la dirección en que vino. La EMPLEADA busca en la bolsa de
playa de LA SEÑORA y se pone sus anteojos para el sol.
LA EMPLEADA: Es gracioso.
LA SEÑORA: ¿Cómo?
111
vestida de empleada?
LA EMPLEADA: ¿Cuándo?
LA SEÑORA: Ahora.
LA EMPLEADA: ¿Y antes?
LA SEÑORA: ¿Antes?
LA SEÑORA: ¿Yo?
LA EMPLEADA: Sí.
LA EMPLEADA: ¡A mí me gusta!
112
LA SEÑORA se detiene sorprendida.
LA SEÑORA: ¡Y qué hay con eso? ¿Crees que por estar vestida con un
uniforme blanco no van a reconocer quien es la empleada y quién la
señora?
113
distinguida. Antes que puedan intervenir la EMPLEADA ya ha dominado
la situación manteniendo bien sujeta a LA SEÑORA contra la arena. Ésta
sigue gritando ad libitum expresiones como: “rota cochina”....”¿ya te la
vas a ver con mi marido” ... “te voy a mandar presa”... “esto es el
colmo," etc., etc .
LA EMPLEADA: Sí. Por favor. Llévensela. Hay una posta por aquí cerca...
UN JOVEN: Llevémosla.
114
LA JOVENCITA: ¡Qué risa! ¡Dice que está en calzones!
LA EMPLEADA: ¿Qué?
LA EMPLEADA: ¿Quién?
115
LA EMPLEADA: ¿Por qué?
LA EMPLEADA: ¡Ah!
116
Texto 2: La casa de Bernarda Alba (Fragmento)
Federico García Lorca. (Español. 1898-1936)
Personajes:
BERNARDA, 60 años
MARÍA JOSEFA (madre de Bernarda), 80 años
ANGUSTIAS (hija de Bernarda), 39 años
MAGDALENA (hija de Bernarda), 30 años
AMELIA (hija de Bernarda), 27 años
MARTIRIO (hija de Bernarda), 24 años
ADELA (hija de Bernarda), 20 años
CRIADA, 50 años
LA PONCIA (criada), 60 años
PRUDENCIA, 50 años
MENDIGA
MUJERES DE LUTO
MUJER PRIMERA
MUJER SEGUNDA
MUJER TERCERA
MUJER CUARTA
MUCHACHA
Acto primero
117
-PONCIA: Era a la única que quería el padre. ¡Ay! Gracias a Dios que estamos solas un
poquito. Yo he venido a comer.
-CRIADA: ¡Si te viera Bernarda!
-PONCIA: ¡Quisiera que ahora, como no come ella, que todas nos muriéramos de hambre!
¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.
-CRIADA: (Con tristeza, ansiosa.) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?
-PONCIA: Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!
-VOZ: (Dentro.) ¡Bernarda!
-PONCIA La vieja. ¿Está bien encerrada?
-CRIADA: Con dos vueltas de llave.
-PONCIA: Pero debes poner también la tranca. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.
-VOZ: ¡Bernarda!
-PONCIA: (A voces.) ¡Ya viene! (A la Criada.) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve
relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.
-CRIADA: ¡Qué mujer!
-PONCIA: Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y
ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su
maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!
-CRIADA: Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.
-PONCIA: Ella, la más aseada, ella, la más decente, ella, la más alta. Buen descanso ganó su
pobre marido.
-PONCIA: El último responso. Me voy a oírlo. A mí me gusta mucho cómo canta el párroco.
En el «Pater Noster» subió, subió, subió la voz que parecía un cántaro llenándose de agua
poco a poco. ¡Claro es que al final dio un gallo, pero da gloria oírlo! Ahora que nadie como
el antiguo sacristán Tronchapi nos. En la misa de mi madre, que esté en gloria, cantó.
Retumbaban las paredes y cuando decía amén era como si un lobo hubiese entrado en la
iglesia. (Imitándolo.) ¡Améééén! (Se echa a toser.)
-CRIADA: Te vas a hacer el gaznate polvo.
-PONCIA: ¡Otra cosa hacía polvo yo! (Sale riendo.)
-CRIADA: (Llevando el canto.) Tin, tin, tan. Tin, tin, tan. ¡Dios lo haya perdonado!
-MENDIGA: (Con una niña.) ¡Alabado sea Dios!
-CRIADA: Tin, tin, tan. ¡Que nos espere muchos años! Tin, tin, tan.
-MENDIGA: (Fuerte, con cierta irritación.) ¡Alabado sea Dios!
-CRIADA: (Irritada.) ¡Por Siempre!
-MENDIGA: Vengo por las sobras.
-CRIADA: Por la puerta se va a la calle. Las sobras de hoy son para mí.
-MENDIGA: Mujer, tú tienes quien te gane. Mi niña y yo estamos solas.
-CRIADA: También están solos los perros y viven.
-MENDIGA: Siempre me las dan.
-CRIADA: Fuera de aquí. ¿Quién os dijo que entrarais? Ya me habéis dejado los pies
señalados. (Se van, limpia.) Suelos barnizados con aceite, alacenas, pedestales, camas de
acero, para que traguemos quina las que vivimos en las chozas de tierra con un plato y
una cuchara. ¡Ojalá que un día no quedáramos ni uno para contarlo! (Vuelven a sonar las
campanas.) Sí, sí, ¡vengan clamores!, ¡venga caja con filos dorados y toallas de seda para
llevarla!; ¡que lo mismo estarás tú que estaré yo! Fastídiate, Antonio María Benavides,
tieso con tu traje de paño y tus botas enterizas. ¡Fastídiate! ¡Ya no volverás a levantarme
las enaguas detrás de la puerta de tu corral! (Por el fondo, de dos en dos, empiezan a
119
entrar Mujeres de luto, con pañuelos grandes, faldas y abanicos negros. Entran
lentamente hasta llenar la escena.)
-CRIADA: (Rompiendo a gritar.) ¡Ay Antonio María Benavides, que ya no verás estas
paredes, ni comerás el pan de esta casa! Yo fui la que más te quiso de las que te sirvieron.
(Tirándose del cabello.) ¿Y he de vivir yo después de haberte marchado? ¿Y he de vivir?
(Terminan de entrar las doscientas Mujeres y aparece Bernarda y sus cinco Hijas. Bernarda
viene apoyada en un bastón.)
120
-BERNARDA: Las mujeres en la iglesia no deben mirar más hombre que al oficiante, y a ése
porque tiene faldas. Volver la cabeza es buscar el calor de la pana.
-MUJER I°: (En voz baja.) ¡Vieja lagarta recocida!
-PONCIA: (Entre dientes.) ¡Sarmentosa por calentura de varón!
-BERNARDA: (Dando un golpe de bastón en el suelo.) Alabado sea Dios.
-TODAS: (Santiguándose.) Sea por siempre bendito y alabado.
-BERNARDA: Descansa en paz con la santa compaña de cabecera.
-TODAS. ¡Descansa en paz!
-BERNARDA. Con el ángel san Miguel y su espada justiciera.
-TODAS: ¡Descansa en paz!
-BERNARDA: Con la llave que todo lo abre y la mano que todo lo cierra.
-TODAS: ¡Descansa en paz!
-BERNARDA: Con los bienaventurados y las lucecitas del campo.
-TODAS: ¡Descansa en paz!
-BERNARDA: Con nuestra santa caridad y las almas de tierra y mar.
-TODAS. ¡Descansa en paz!
-BERNARDA: Concede el reposo a tu siervo Antonio María Benavides y dale la corona de tu
santa gloria.
-TODAS: Amén.
-BERNARDA: (Se pone de pie y canta.) «Requiem aeternam dona eis, Domine.»
-TODAS: (De pie y cantando al modo gregoriano.) «Et lux perpetua luceat eis». (Se
santiguan.)
-MUJER I°: Salud para rogar por su alma. (Van desfilando.)
-MUJER 3°: No te faltará la hogaza de pan caliente.
-MUJER 2: Ni el techo para tus hijas. (Van desfilando todas por delante de Bernarda y
saliendo.)
[…]
121
Unidad III. Género Dramático.
II. CONTENIDOS
1.-Definición:
Son textos en los que domina la función apelativa de dos maneras: entre os
personajes que dialogan entre sí; y entre el teatro y el espectador, puesto que si no existe
el público, una representación carece de sentido.
De acuerdo a la definición anterior, podemos decir que los elementos que componen
el texto dramático son:
122
Llamaremos obra dramática a un texto escrito, un texto
literario. Por el contrario, denominaremos obra teatral a la
representación de dicho texto sobre el escenario.
Al ver el fin de estos personajes, los espectadores del teatro sentían que cualquier
desgracia o miseria que pudiesen padecer era mínima frente a la que vivían los personajes
de estas obras y se iban a sus casas conformes y tranquilos: se producía la Katharsis o
liberación de las pasiones.
Ahora bien, para someter a los personajes a esas fuerzas, era indispensable
producir un conflicto, un enfrentamiento entre las fuerzas superiores que afectaban a los
personajes y éstos. Normalmente, suele pensarse en un conflicto como un
enfrentamiento entre las partes, sin embargo, en ocasiones, esta fuerza no aparecía
representada sobre el escenario por ningún personaje, simplemente se presentaba como
el destino (como en la tragedia griega. En Edipo Rey, por ejemplo, todos los personajes
representan al hombre que está sometido a la fuerza suprema del destino, y nada pueden
hacer para evitarlo).
Las instancias dramáticas corresponden a las diversas partes de progresión del conflicto.
Podemos ejemplificarlo jugando con un elástico que tiran dos personas desde lados
opuestos.
4.1- Presentación: es aquella etapa de la acción o del conflicto en que se dan a conocer al
espectador/lector los elementos que componen el conflicto. En esta instancia veremos
por primera vez a los personajes, el acontecimiento o acción, la escenografía. Abarca el
tiempo que va desde que se levanta la acción hasta el momento en que los personajes,
123
por medio de sus diálogos y acciones, entran en conflicto u oposición, es decir, en el
momento en el que se produce la primera tensión entre las fuerzas.
4.2- Desarrollo: Es aquella instancia en que, una vez dados a conocer los personajes y el
conflicto, la acción progresa de modo tal que se produzca una serie de choques o roces
entre las partes, generando cada vez más tensión hasta el punto en que se haga
insostenible y las partes deban encararse para resolver la tensión a favor de uno de los
bandos. Se prolonga hasta el momento de mayor tensión que denominaremos clímax.
Aplicando nuevamente la idea del elástico, podemos decir que esta instancia es
aquella en que sabremos si el elástico se cortó y golpeó a alguna de las partes, se soltó o si
quienes lo estiraban decidieron dejar de tirarlo.
5.1- Comedia: son aquellas obras cuyo conflicto se produce por equivocaciones y enredos,
y cuya motivación principal es la risa. En estas obras, las partes en conflicto llegan al
desenlace “poniéndose en buena” es decir, “todos ganan”.
124
Si lo comparamos con el elástico, diremos que la parte más fuerte en el conflicto,
decidió soltarlo para que a la parte más débil le llegara el “elásticazo” en los dedos y así se
golpeara fuertemente.
5.3- Drama: Corresponde a un punto intermedio entre la comedia y la tragedia. Las partes
que se enfrentan son equivalentes y tienen el mismo poder y se lastiman de igual manera.
Generalmente se trata de un conflicto en que el hombre se enfrenta contra el hombre.
Se refiera a las partes en que se divide la obra y que permite separar el texto de
acuerdo a criterios fijos para todas ellas.
6.3- Cuadro: corresponde al conjunto de escenas o actos que se desarrollan con una
misma escenografía, es decir, en un mismo espacio.
7.1 Discurso dialógico: corresponde a todo aquello que dicen los personajes para
comunicarse consigo mismo (monólogo), con otros personajes (diálogo) e, incluso con el
público (apartes).
125
8.-Comunicación dialógica
Ejemplos:
8.1.2.-Registro o situación de habla: con esto nos referimos a las características del
contexto o situación en que se produce la conversación. Las distintas situaciones exigirán
más o menos formalidad de parte da las personas que utilizan el lenguaje.
Así encontraremos registro formal en aquellas situaciones en que por las características de
la situación o lugar en que se lleve a cabo la comunicación se haga necesario que los
hablantes utilicen el lenguaje de una manera apropiada, como en una clase, o en una
entrevista de trabajo.
Por el contrario, un registro o situación informal, es aquella en que los participantes de la
comunicación pueden estar mas relajados al momento de usar el lenguaje, como cuando
conversamos con un amigo en la calle o el patio.
La mayor o menor formalidad de la situación incidirá en el nivel de corrección del lenguaje
que debo emplear como participante de la comunicación
Ejemplos:
En nuestro castellano, la terminación -ay, -is (estay, tenís, miray, querís, etc.) para la
segunda persona del singular, es un claro índice de situación informal, incluso, si se llega a
usar la terminación -as, -es (estás, tienes, miras, quieres, etc.) en la conversación
cotidiana, nos parece muy cuático y demasiado formal.
Algo similar ocurre con la palabra cachar: preguntar a alguien ¿me entiendes?, en una
conversación cotidiana es demasiado cursi o afectado.
- Nivel Culto: las características propias de este nivel son un conocimiento amplio del
lenguaje (mucho vocabulario y gramática muy compleja, sobre todo oraciones largas). Sin
embargo, no todo lo que brilla es oro, suelen incurrir en algunos vicios o errores propios
de quienes tienen un manejo muy elevado: suelen incurrir en cultismos (expresiones
antiguas que ya están en desuso) y el uso y abuso de expresiones latinas (ex-profeso por a
127
propósito; ad-hoc por adecuado, nihil novo sub solem por no hay nada nuevo; sic por así;
entre muchas otras).
Por estas razones, el hablante de un nivel culto se mueve con mucha soltura en las
situaciones formales, sin embargo, ¿cuál será su manejo en situaciones informales?
- Nivel inculto: como se puede suponer, los hablantes de este nivel tienen un
conocimiento limitado del lenguaje que se manifiesta en un léxico reducido y en el uso de
una gramática muy simple (poco vocabulario y oraciones cortitas). Incurren en algunos
vicios del lenguaje tales como metátesis (alterar o cambiar el orden del sonido al interior
de las palabras: estatua/estuatua, monstruo/mounstro, estómago/estógamo,
mariposa/marisopa, etc.), la alternancia l/r (vardivia/valdivia, cardo/caldo, etc.), la
repetición de pronombres enclíticos o proclíticos (me vas a prestar/me vas a prestarme,
vas a dejarte/te vas a dejarte, etc.) y la pronunciación de la CH como SH.
Sin embargo, debemos reconocer que este hablante se mueve con mayor facilidad en
situación informal.
Por ejemplo, cuando recibimos una buena noticia, nuestro rostro lo demuestra
sonriendo a diferencia de cuando recibimos una mala, que nos ponemos tristes, fruncimos
el ceño y nuestro rostro demuestra que estamos apenados.
Otro ejemplo, considerado no verbal son todos aquellos gestos que tienen significado
por sí mismos. Así, cuando movemos la cabeza para el derecho, luego al izquierdo y así
sucesivamente, es un signo de negación “no”. O cuando queremos decirle a alguien que
venga sin emitir palabras, hacemos un movimiento con los brazos.
De esta misma forma, es que los gestos se han transformado, incluso en un código
para aquellos que no pueden hablar. Se llama Lenguaje de Señas y se basa en las
128
expresiones faciales, movimientos corporales y gestuales que son utilizadas para
comunicar todo tipos de ideas.
8.2.2. Proxémica: Se refiere a la distancia física que se toma con la persona que se está
hablando. Por ejemplo, no es lo mismo la cercanía física que se tiene cuando se conversa
con un amigo que cuando se habla con el Director del colegio. También considera la
disposición de los cuerpos en una conversación. Ante un familiar o persona conocida la
postura es relajada, cercana, de confianza y afectiva, pero ante una persona desconocida,
la postura es distante y lejana.
8.2.3- Signos: Se refiere a aquellos signos, como los del tránsito, que entregan
información que es conocida y entendida por una comunidad. Esto es, cuando vemos un
signo “ceda el paso”, sabemos que todos los conductores manejan este código para poder
transitar correctamente y entienden que al verlo, deben tener precaución y dar el paso si
es que viene algún vehículo. Esto sucede con muchos otros símbolos, por ejemplo, el que
señala que no se puede fumar.
129
Unidad III. Género Dramático
III. EJERCITACIÓN
ACTIVIDADES
130
6. ¿A cuál de los siguientes elementos corresponde el cambio en el volumen de la voz
durante la representación teatral?
A) Lenguaje verbal
B) Lenguaje paraverbal
C) Lenguaje no verbal
D) Lenguaje gestual
E) Lenguaje proxémico
7. Entre las opciones que siguen, ¿qué parte de la obra teatral se caracteriza por la subida
o bajada del telón?
A) Escena
B) Cuadro
C) Acto
D) Todas las anteriores
E) Ninguna de las anteriores
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
2.- Identifique y mencione al menos dos pasajes de la misma obra, en la que adquiera
importancia el lenguaje acotacional.
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
131
3.- Con su compañero de puesto, identifique y mencione al menos un pasaje de la obra
dramática en el que se hagan presentes el lenguaje gestual, proxémico y paraverbal.
Justifiquen su elección, distinguiendo porqué los fragmentos elegidos pertenecen a cada
uno de esos ámbitos.
a) Gestual: ________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
b) Proxémico: _____________________________________________________________
_________________________________________________________________________
c) Paraverbal: ______________________________________________________________
_________________________________________________________________________
4.- Con su compañero de puesto, escriba una escena que siga al fragmento leído, y
compártala con el resto del curso en una puesta en común. Utilicen el lenguaje
acotacional, y empleen toda su creatividad.
132
Unidad IV:
Textos no literarios
133
Unidad IV. Textos no literarios
I. LECTURAS
“Exigencias Titiriviña”. “¡Juanín! ¿Qué tengo que hacer para que prestes atención a
lo que te exijo? Me he enterado que Elton, ese cantante de pop que nos teloneará, hace
más exigencias que yo. A mis habituales exigencias suma las siguientes:
1) Pétalos de las flores del reloj de TitiriViña sobre cada lugar que pise.
2) A los grillitos cantores de Titiriviena para que hagan dormir a mis peces.
3) Baño desinfectado (cada dos horas y 31 minutos) con nitrógeno y aromatizado con
hálito de delfines albinos. Lo mismo debe suceder con las manillas de las puertas y el
control remoto.
4) Que la taza de los baños de los lugares que visite sean cambiadas por unas nuevas y que
después de mi estancia sean dinamitadas en el fondo del mar.
5) Baños de tina con leche y albahaca cortada debajo de una higuera en flor.
6) Sábanas de algodón egipcio.
7) Paredes del hotel y camerino blancas con pequeños pajaritos dibujados a mano. Si es
papel mural, uno de pajaritos con pequeños puntos blancos dibujados a mano.
8) Una mesa de ping pong. Un juego de consola. Un aro de básquetbol, un arco de fútbol y
piedras perfectas para jugar a la payaya.
9) Una persona que se encargue de mis chicles masticados.
10) Ninguna imagen de algún otro famoso en 40 cuadras a la redonda.
11) Dependiendo del clima, que cambien la hora para que el sol no me moleste.
12) Bebidas energizantes con colores flúor, esos que están de moda.
13) Que batan mis cafés moviendo las cucharas contra el sentido del reloj.
14) Sushi de caballito de mar y muchas ramitas saladas.
15) Y mucha agua de glaciar de las costas hawaianas.
Y eso por ahora. No quiero molestar demasiado. Recuérdalo, Juanín, toda estrella
que se precie de tal debe ser sobria.
134
Concentrado en dar lo mejor, tu jefe”.
136
Ricardo me recibió en la puerta de la Moneda y hablamos por largos tres minutos
sobre el inestable estado del tiempo. Recuerdo que esa tarde había sol y en la
mañana habían caído unos goterones. Una entrevista memorable, que no olvidaré
jamás. Con el general, la conversación fue algo más breve. Él estaba entrando al
Hospital Militar por una urgencia estomacal y yo le grité unas cosas desde la
vereda del frente. Él hizo un gesto de desagrado. Consulté con expertos, y me
dijeron que técnicamente ésa era una entrevista, así que igual la cuento.
¿Por quién votó en las últimas elecciones?
Mijita, no sé si a usted le han dicho, pero el voto es secreto. Si yo revelera mis
preferencias podría influir en el público y determinar así el resultado de una
elección.
¿Qué opina de los escándalos de corrupción que afectan al país?
La corrupción está mal cuando se cae en un "corrupcionaje", donde cualquer
pelafustán te cobra tanto por hacerte un favor. Yo no estoy de acuerdo con eso. A
nosotros los periodistas, de vez en cuando nos regalan pasajes en primera clase,
autos, dinero en efectivo o alhajas de mirra y oro, pero eso no es corrupción: eso
es en reconocimiento por un trabajo comprometido con la verdad y con ciertos
favores personales que están dentro del ámbito de lo privado.
¿Es peligrosa la profesión de periodista?
Sí, una vez me pasaron una corbata que no combinaba con el terno y casi me cause
un verdadero bochorno. Otra vez no le pusieron azúcar a mi café. Quedé
consternado.
¿Quiénes son sus mentores?
Magdalena Azafrana, mi profesora de música. Richard Rojas, sapo que trabajaba
de periodista policial en La Voz de Titirilquén, quién me dio muy buenos consejos,
como no meterme en problemas. Y el señor Manguera, actual dueño del canal,
que ha tenido inteligencia de no removerme de mi cargo.
¿Por qué no fu a la guerra de Salsacia?
Mira, yo les dije a los productores: "lo más fácil es que yo vaya y despache entre
las balas. Démosle la oportunidad de que se fogueen a los cabros nuevos, como
Jackson Aceituno, que lo hace estupendo". Yo tomé un papel mucho más
arriesgado, que era el de coordinar y analizar todo desde acá.
¿Qué consejo le daría a las nuevas generaciones?
Les diría que no se precipitaran en sus decisiones y nunca le lleven la contra al jefe.
Todo eso pueden leerlo en mi libro de consejos periodísticos "Tulio Triviño: de un
don nadie a un don todo".
Respeto mucho a Álvaro Ballero
Marcelo de Cachureos
Es una lástima que, después de 56 años en televisión, Marcelo ya no alegre a los
niños con sus mensajes. Le aconsejo volver a la música, para la cual tenía grandes
dotes.
Kike Morandé
137
El Kike se está perdiendo en el horario de trasnoche. Debería estar los sábados por
la mañana.
Álvaro Ballero
Ha dicho que su sueño es tener un auto como el mío. Por eso respeto mucho a
este muchacho soñador.
Bernardo de la Maza
Siempre le digo a Bernardo que cuide su dicción y el color de sus corbatas. Él me
responde con garabatos, pero amistosamente.
Don Francisco
Mario es un gran amigo mío, aunque en Miami no me reconoció y me destinó al
último carro del tren de la Teletón debido, evidentemente, a una distracción.
Siempre anda en las nubes, soñando con una mejor televisión.
Claudio Sánchez
Es admirable. Arriesgó su reputación cuando huyó despavorido de Irak. Un acto
muy valiente... otros habrían preferido quedarse y hacer su trabajo.
Nota
El presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía en 1854 una oferta al
jefe Seattle, de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los
Estados Unidos que hoy forman el Estado de Wáshington. A cambio, promete crear una
"reservación" para el pueblo indígena. El jefe Seattle responde en 1855.
El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere
comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de
buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace
nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el
hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe
Blanco de Wáshington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza
que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una
idea extraña.
Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible
que usted se proponga comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un
pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz
y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que
recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.
138
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar
entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la
madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores
perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros
hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del
potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Wáshington manda decir que desea
comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos
reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros
seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra
tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que
se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de
nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es
sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las
aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo.
El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras
canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben
recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por
lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque
soy un salvaje y no comprendo.
No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se
pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Mas tal
vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar
los oídos.
139
¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el
croar nocturno de las ranas alrededor de un lago?. Yo soy un hombre piel roja y no
comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del
lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.
El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten
el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que
el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible
al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire
es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El
viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si
les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar
donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de
los prados.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre
moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve
ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.
Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus
abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas
de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es
nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los
hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el
tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a
sí mismo.
140
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no
puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo.
Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún
día: nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no
es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como
para el hombre piel blanca.
Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por
la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio
sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.
En 1906, al erudito danés Johan Ludvig Heiberg le llamó la atención un apunte que
aparecía en cierto catálogo de manuscritos descubierto en la casa anexa al Santo Sepulcro,
el Metokion, en lo que fuera barrio griego de Constantinopla. La frase "algunas
matemáticas en un palimpsesto" no dejaba de intrigarle. Heiberg se había dedicado
durante 20 años a estudiar la ciencia clásica griega, y que aparecieran anotaciones
matemáticas en un pergamino del que alguien había borrado el texto para luego reescribir
sobre él -eso significa palimpsesto: raspado de nuevo-, le causó extrañeza... y emoción.
¿Qué habría oculto allí?
141
La historia de ese libro es fascinante. El manuscrito había pasado desapercibido hasta
1204, cuando la cuarta cruzada se detuvo y saqueó Constantinopla. El libro sobrevivió al
pillaje, pero dada la escasez de papel, y teniendo en cuenta que Dios exige más que las
matemáticas, algún monje ortodoxo usó una esponja empapada en zumo de naranja para
borrar la tinta original. Una vez raspada la superficie para eliminar todo vestigio de
escritura, lo convirtió en un libro de oraciones. Y así subsistió los siguientes 600 años,
oculto en el monasterio ortodoxo Mar Saba, cerca de Belén, hasta los primeros años del
siglo XX. Cuando Heiberg ojeó las mal cuidadas páginas descubrió que bajo las oraciones
se escondían retazos en griego de una de las obras de Arquímedes. El manuscrito había
sido reproducido a finales del siglo X en Constantinopla y parecía ser una copia bastante
fidedigna del original, que ha resultado contener, entre otros, El método de los teoremas
mecánicos, que se creía perdido.
Un misterio de 21 páginas
Sorprendentemente, Clavis no dice nada del Libro III. De las 180 páginas del libro, sólo 21
pertenecen a esta parte que contiene un prefacio y un capítulo inacabado. Lo mejor de
todo es que aquí Tritemio afirma que se puede enviar un mensaje mediante espíritus...
¡sin escribirlo siquiera! El misterio se ha mantenido durante 500 años mientras ocultistas
de todas las épocas se han afanado en ver realizado lo descrito por el monje. Para su
desgracia, en 1993 el alemán Thomas Ernst, un lingüista en La Roche College de Pittsburg,
rompía la cifra de Tritemio. Lo publicó en la revista holandesa Daphnis, por lo que su
trabajo pasó desapercibido. Tres años más tarde Jim Reeds, matemático de los
Laboratorios AT&T, llegaba a la misma conclusión. En esencia, la técnica de encriptado de
Tritemio es una versión primitiva de la Enigma, la máquina de cifrar que los nazis
emplearon durante la II Guerra Mundial y que para romperla los británicos desarrollaron
el primer ordenador de la historia, Colossus. El Libro III contiene cripto gramas
disimulados como tablas astronómicas. Aunque la Steganographia está escrita en latín, el
texto oculto está a veces en alemán. ¿Por qué se ha tardado tanto en descifrar? En parte
porque era considerado un verdadero texto de magia, pero sobretodo porque el original
fue destruido y quienes copiaron el texto cometieron errores al transcribir tablas que no
comprendían. Pero una cosa es clara: Tritemio consiguió y sorprendentemente consigue
convencer a sus lectores de que se trata de un libro para tratar de tú a tú con espíritus. La
cortina de humo perfecta. Por suerte, o por desgracia según se mire, otros libros no han
podido ser desvelados. Éste es el caso del Codex Rohonczi. De origen incierto, su nombre
viene de la ciudad húngara Rohoncz, y allí se mantuvo hasta 1907, cuando fue llevado a
Budapest y luego a Innsbruck.
143
Un enigma rumano
Tiene 448 páginas y 87 ilustraciones con escenas religiosas, laicas y militares, y está escrito
en lo que parece ser papel veneciano de la década de 1540. Como la cruz, la media luna y
el sol/esvástica están omnipresentes en el manuscrito, hacen pensar que el lugar donde se
escribió vivió momentos de coexistencia de las religiones cristiana, musulmana y pagana.
Esto es todo lo que se sabe del libro. Su contenido escrito -entre 9 y 14 filas de caracteres
por página- es indescifrable. Se ha propuesto que podría ser húngaro, daciano -término
con el que se nombra la lengua de las más de 20 tribus que ocuparon Rumanía y terrenos
limítrofes-, un rumano primitivo o cumano -lenguaje de las tribus nómadas turcas que con
la invasión mogola del siglo XIII buscaron asilo en Hungría-. Sin embargo, no hay ninguna
indicación que nos diga de qué puede tratarse.
El misterio de misterios
Ahora bien, el manuscrito más misterioso del mundo tiene un nombre: Voynich. Todo
empezó con Wilfrid Voynich, un librero de oscuro pasado relacionado con los
movimientos anarquistas rusos y polacos que, tras ser apresado por la policía zarista y
desterrado a Siberia, logró huir a Inglaterra. Una vez allí, y no se sabe muy bien cómo,
consiguió el capital necesario para resurgir como librero y coleccionista de primeras
ediciones e incunables. En 1915 preparó una exposición de sus fondos en Chicago y allí
sacó a la luz un extraño manuscrito del siglo XV o XVI. Tiene 116 páginas, de las cuales se
han perdido 14, y está iluminado con dibujos de plantas, diminutas mujeres desnudas
bañándose en un líquido verde y diagramas astrológicos. También parece contener un
recetario farmacológico. Según contaba Voy nich, había encontrado su manuscrito en el
entonces palacio jesuita Villa Mondragone, en Frascatti, Italia (una interesante edición
comentada del Manuscrito Voynich acaba de ser publicada en España por la editorial
Aguilar). Lo verdaderamente misterioso es el lenguaje utilizado. ¿Se trata de una clave?
¿Es un lenguaje artificial? El manuscrito Voynich es el texto que ha resistido el mayor
número de ataques criptográficos de la historia, hasta los del grupo de criptoanalistas
norteamericano de la II Guerra Mundial. Hoy la hipótesis con más predicamento es que se
trata de un fraude, un falso texto alquímico para sacar dinero vendiéndolo a un adinerado
ocultista de la época, como el rey Rodolfo II de Praga, sobrino de Felipe II. De hecho, se
sabe que el manuscrito efectivamente estuvo allí, en poder del botánico-alquimista de la
corte. ¿Pero quién lo escribió?
Durante su período de caza estando sola, cuanto tenía doce, Katniss conoce a Gale
Hawthorne después de chocar con una de sus trampas, la cual había atrapado un conejo.
Al principio, él pensó que ella iba a robar las trampas, pero después de una frialdad inicial,
los dos se volvieron compañeros de caza y compartieron conocimientos el uno con el otro;
Gale enseñando a Katniss a hacer trampas y Katniss compartiendo el conocimiento de
herbologia de su padre, así como también la arquería. Katniss eventualmente le da a Gale
un arco. Juntos, hacen trueques en el Quemador, aunque sus transacciones ilegales
fueron pasadas por algo por los Agentes de la paz, quienes junto a la familia de Katniss
vivían fuera de su recorrido. La confianza entre Gale y Katniss creció a un punto donde se
volvieron amigos muy cercanos, conociéndose dentro y fuera. Se volvieron muy conocidos
en el Quemador y en el pueblo por vender carne fresca y frutas silvestres a todo el mundo
desde los Agentes de la paz y el Alcalde hasta las tiendas del Quemador.
145
Adicionalmente a la caza y búsqueda de alimento, Katniss pedía teselas para cada
uno de los miembros de su familia en su cumpleaños todos los años, proporcionándoles
de granos y aceite. El motivo por el que Katniss hacía esto era para asegurarse de que
Prim sólo tuviera su nombre una vez en la Cosecha de selección de los Tributos para los
74º Juegos del Hambre.
La biografía
(del griego βίος, bíos, «vida» y γρᾶφειν, grafos, «escribir») Es la historia de la vida de una
persona narrada desde su nacimiento hasta su muerte, consignando sus hechos logrados,
fracasos, sucesos relevantes de su vida, así como todo lo que pueda interesar de la misma
persona.
Para ello suele adoptar la forma de un relato expositivo y frecuentemente narrativo y en
tercera persona de la vida de un personaje real desde que nace hasta que muere o hasta
la actualidad. En su forma más completa, sobre todo si se trata de un personaje del
pasado, explica también sus actos con arreglo al contexto social, cultural y político de la
época intentando reconstruir documentalmente su pensamiento y figura. La biografía
puede registrarse en forma audiovisual o en forma escrita; las cuales se dividen en
distintos subgéneros; no cabe confundirla con algunos tipos de novela histórica o historia
novelada.
EL ORIGEN
Villa Fiorito, Los Cebollitas, Argentinos Juniors, Selección Argentina
Empiezo este libro en La Habana. Por fin me decidí a contar todo. No sé, pero
siempre me parece que quedan cosas por decir. ¡Qué raro! Con todo lo que ya dije, no
estoy seguro de haber contado lo importante, lo más importante.
Acá, por las noches, mientras aprendo a saborear un habano, empiezo a recordar.
Es lindo hacerlo cuando uno está bien y cuando a pesar de los errores no tiene de qué
arrepentirse.
Es bárbaro recorrer el pasado cuando venís desde muy abajo y sabes que todo lo
que fuiste, sos o serás, es nada más que lucha. ¿Saben de dónde vengo? ¿Saben cómo
empezó esta historia?
Yo quería jugar, pero no sabía de qué quería jugar, no sabía... No tenía ni idea. Yo
empecé de defensor. Me gustó siempre y toda vía me seduce jugar de líbero, ahora que
apenas me dejan tocar una pelota porque tienen miedo de que mi corazón explote. De
líbero miras todo desde atrás, la cancha entera está delante tuyo, tenés la pelota y decís,
146
pim, salimos para allá, pum, buscamos por el otro lado, sos el dueño del equipo. Pero en
aquellos tiempos, ¡ma' qué líbero ni líbero! La cosa era correr atrás de la pelota, tenerla,
jugar. A mí, jugar a la pelota me... me daba una paz única. Y esa sensación —la misma, la
misma— la tuve siempre, hasta el día de hoy: a mí dame una pelota y me divierto y
protesto y quiero ganar y quiero jugar bien. Dame una pelota y déjame hacer lo que yo sé,
en cualquier parte. Porque la gente, la gente es importante, la gente te motiva, pero la
gente no está adentro de la cancha. Y donde uno se divierte es adentro de la cancha, con
la pelota. Eso hacíamos en Fiorito y eso mismo hice siempre, aunque estuviera jugando en
Wembley o en el Maracaná, con cien mil personas.
Lo que pasa es que nosotros, en Fiorito, allá en la villa, desafiábamos mucho más
que eso. Desafiábamos al sol. Mi vieja, la Tota, que me cuidaba y me mimaba todo el
tiempo, me decía: Pelu, si vas a jugar... después de las cinco, cuando caiga el sol. Y yo le
contestaba: "Sí, mami, sí, mami, quédate tranquila". Y salíamos a las dos de casa, con mi
amigo el Negro, con mi primo Beto o con quien fuera, y a las dos y cuarto ya estábamos
jugando, dale que dale, ¡bajo el rayo del sol!, y no nos importaba nada y nos matábamos...
A las siete, por ahí, parábamos un rato, pedíamos agua en alguna casa y seguíamos.
Jugábamos en la oscuridad, igual. Y ahora por ahí escucho algunos que dicen eh, en tal
cancha falta luz, ¡si yo jugaba a oscuras! Yo no sé si nosotros éramos chicos de la calle;
más vale éramos chicos del potrero. Si los viejos nos buscaban, sabían donde
encontrarnos. Ahí estábamos, corriendo detrás de la pelota.
Los sábados y los domingos era así, todo el día. Y los días de semana también,
desde las cinco, porque tenía que ir al colegio. Yo iba al Remedios de Escalada de San
Martín, justo ahí, frente a la estación Fiorito. Al colegio me lo bancaba porque me lo tenía
que bancar, por el hecho de no defraudar a mi viejo y a mi vieja, que me compraban el
delantal y me llevaban y porque sospechaba que ahí iba a tener la oportunidad de poder ir
a un club o de poder jugar a la pelota. Todo lo que hacía, cada paso que daba, tenía que
ver con eso, con la pelota. Si la Tota me mandaba a buscar algo, yo me llevaba cualquier
cosa que se pareciera a una pelota para ir jugando con el pie: podía ser una naranja, o
bollitos de papel, o trapos. Así subía las escaleras del puente sobre las vías, saltando en
una pata, la derecha, y llevando lo que fuera en la zurda, tac, tac, tac... Así iba hasta el
colegio, también, o cuando la Tota me mandaba a hacer algún mandado. La gente me
cruzaba y me miraba, no entendían nada. Los que me conocían ya no se sorprendían. Eran
mis amigos, los pibes con los que compartía todo, hasta una porción de pizza. Sí, nos
íbamos cuatro o cinco a La Blanqueada, al toque de Puente Alsina, donde todavía hoy se
hace la mejor pizza del mundo, y nos comprábamos una única porción entre todos —para
más no daba—, y la comíamos así, un mordiscón cada uno. […]
147
Texto 7: Desastre de mi barrio
(Cristián Warnken. Chileno [1961-]. En: El Mercurio, 10/07/2014)
"Que la ciudad se detenga un instante. En un país donde agonizan los oficios y escasean
las sonrisas regaladas gratuitamente en plena calle, que muera un sastre de barrio tan
dulce como don Ricardo es una pérdida irreparable..."
Muchos locales cierran el lunes en Valparaíso. Y después del incendio, la ciudad parece
haber bajado más sus cortinas todavía. Pero hasta los lunes más muertos de todos, un
sastre abría ritualmente su local de Almirante Montt 61. Aquí llegaban a remendar sus
pantalones o sus camisas los transeúntes que prefieren ser fieles a su ropa, los que no
piensan que haya que botar todo lo que se desgaste. Hoy día, inesperadamente, la cortina
metálica de la sastrería está abajo. Y un cartel anuncia el duelo por la partida del hombre
que siempre sonreía con la misma dulzura con que zurcía. Ha muerto el sastre don Ricardo
Araya, el tata sastre. Qué desastre para los que nos confiábamos que siempre iba a estar
ahí, como si la muerte no pudiera tocar a alguien tan impecable como él. Ya nadie
remendará nuestros vacíos, nuestras heridas, la ropa cansada que nos ponemos los lunes,
aunque vayamos de bajada, por Almirante Montt hacia el Plan de todos los días. En el
hueco de una ventana, apenas cabían él, su máquina Singer y un gato. Y lo más
importante: su sonrisa, pequeña lámpara encendida detrás de los vidrios. Que la ciudad se
detenga un instante. En un país donde agonizan los oficios y escasean las sonrisas
regaladas gratuitamente en plena calle, que muera un sastre de barrio tan dulce como
don Ricardo es una pérdida irreparable.
Sobre todo ahora que las cosas ya nos son cada vez más ajenas y menos familiares y
nuestra relación con ellas se ha hecho cada vez más distante, porque su hechura viene de
otra parte. Fue Rilke el que dijo: "Para nuestros abuelos, una torre familiar, una morada,
una fuente, hasta su propia vestimenta, su manto eran aún infinitamente más familiares,
cada cosa era un arca en la cual se hallaba lo humano y agregaban su ahorro de humano
(...) Las cosas dotadas de vida, las cosas vividas, las cosas admitidas en nuestra confianza
están en su declinación y ya no pueden ser reemplazadas. Somos tal vez los últimos que
conocieron tales cosas". Y lo dijo hace casi un siglo, cuando la amenaza venía de la
invasión de los objetos manufacturados en América del Norte. Rilke no alcanzó a conocer
ni la manufactura china ni la "obsolescencia programada", que hace que todo (desde
nuestros abrigos hasta los refrigeradores) sea obscenamente desechable. Don Ricardo era
tal vez uno de los últimos sastres de barrio. Antes hubo un zapatero, un panadero, en cada
esquina del mundo, y no faltaba la visita del afilador de cuchillos. Las cosas se hacían y se
reparaban ante nuestros propios ojos. Ahora llegan hechas de Ninguna Parte. Don Ricardo
no solamente remendaba camisas. ¿Quién reparará nuestras sonrisas ahora? Me detengo
ante el local cerrado con la ilusa esperanza de que se levante su cortina metálica otra vez.
Pasa un joven a mi lado y me cuenta que un día de lluvia vino a dejarle unos pantalones y
como estaba estilando no se atrevía a entrar en el local de don Ricardo. Este le sonrió, lo
conminó a pasar y le dijo: "cuando llueve, todo se moja". Invierno o verano, el sastrecillo
148
sonriente sostuvo el gesto de una vieja cortesía hoy casi totalmente extinta. Una cortesía
de gestos mínimos pero certeros. Como un pan bien hecho, recién salido del horno; como
un zapato cosido a mano. Nada reemplaza la mano de un hombre que hace bien las cosas.
Ha muerto el sastre de nuestro barrio y el abismo se cuela por los hoyos impunes de
nuestras ropas, y estamos como desabrigados ante un frío mortal. Don Ricardo era de los
que daban puntada sin hilo, de los que sabían coser con serenidad y desasimiento lo
irreparable, la vida. Tengo una herida aquí en la manga izquierda de mi camisa, tengo una
"papa" en mi calcetín y esta ropa me duele y se conduele, porque no está manufacturada
en China, porque todavía siente. Y la máquina Singer y el gato de don Ricardo se miran,
con esa tristeza que se apodera de los seres y las cosas cuando ya no hay un sastre que
desde su ventana y su sonrisa remienden la calle por donde pasamos todos los días.
Mis hijos, supongo que por el colegio, le llaman cumpleaños de Chile a las Fiestas
Patrias; es por esto que la pregunta del de cinco años tiene sentido: “¿y quién pide un
deseo con la torta? ¿todo Chile, mamá?” “Todos los que quieran”, contesté, “ojalá
todos, pero el deseo no es para uno, es para el país”. Él lo tenía muy claro: “yo voy a
pedir que llueva más en Santiago”, dijo el sureño.
Yo me quedé pensando, son tantas cosas las que pediría para mi país, que me referiré a la
fiesta en cuestión: quisiera pedir que las Fiestas Patrias fueran más abocadas a los niños
que a la borrachera y la fonda, que hubiera más panoramas diurnos con juegos típicos,
que fuera más familiar y costumbrista que de carrete, que hubiera menos alcohol y menos
accidentes.
Que las decoraciones fueran menos banderines de plásticos y guirnaldas desechables, que
adornáramos con mimbre, con cestas, con greda, con género, con mantas, con cosas que
podamos cuidar, guardar y usar otro año, sin generar tanta basura.
Más volantines y más guitarreo. Recuerdo las celebraciones en el sur, con competencias
de pebre, con adultos y niños todos con vestimenta típica, con carreras de saco, concursos
de cueca, como una festividad de pronta primavera, ¡como el mejor de los cumpleaños!
“¿Y qué le vamos a regalar, mamá?” En qué momento los niños se pusieron más rápidos
que nosotros, pensé. “Le vamos a regalar respeto, respeto entre todos, entre políticos, a
el o la dirigente de turno, a nuestras etnias, a las minorías, a la tierra”.
Por fin quedó conforme y pararon las preguntas.
149
Texto 9: Conozca el secreto de Michael Jackson y el efecto antigravedad
(DIFUSI. En: www.rpp.pe)
150
En el video del tema ´Smooth Criminal´ de 1988, el Rey del Pop y su cuerpo de bailarines
inclinan su cuerpo 45° hacia adelante. ¿Cómo lo hicieron? Descubra el misterio.
El aporte de Michael Jackson no solo quedó en innovadores pasos de baile sino que diseño
y patentó zapatos que le permitían inclinar su cuerpo 45° hacia adelante, efecto que se
hizo famoso en el video del tema “Smooth Criminal” en 1988.
El zapato en mención tiene una cubierta que reviste y esconde el elemento de extensión.
El calzado se extiende hasta el tobillo para brindar mayor protección. En el tacón hay una
cavidad para enganchar un perno, una base de metal con tornillos y la suela. El zapato
cuenta también con amarres de seguridad y correas que aseguran el zapato al pie del
usuario.
El mecanismo de enganche pudiera ser elevado por el artista mismo mediante algún
control remoto. Y así, en algún momento, el control remoto sube y baja los pernos a
través de las aberturas en la superficie del escenario. Para engancharse, la persona
simplemente desliza los zapatos hacia adelante. Al quedar enganchados, los zapatos se
mantienen fijos en el piso.
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Unidad IV. Textos no literarios
II. CONTENIDOS
1.- La noticia
En su estructura encontramos:
2.- La entrevista
Las reales presentan a una o más personas reales que responden a una serie de
preguntas formuladas por un entrevistador.
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Las imaginarias son las que una persona adopta el papel del entrevistado artista,
escritor y el otro el de entrevistado puede ser un personaje histórico o literario, y el
entrevistador es el mismo o algún otro personaje.
3.- La Carta
Es un texto en el que, en cierto modo, hablamos por escrito a personas ausentes,
que durante este acto se consideran presentes.
Siendo la carta, pues, una mera conversación, se deduce fácilmente que las
principales condiciones del estilo epistolar son claridad, sencillez concisión, franqueza y
elegancia, que además debe ser apropiado a las condiciones sociales o protocolarias de la
persona que escribe y de aquella a quien se escribe.
Las partes que constituyen la redacción de una carta son las siguientes:
3.2- Una exposición explícita del argumento que el escribiente se propone tratar,
acompañada con razones apropiadas para conseguir el objeto que motiva la carta.
4.- La autobiografía
Es la narración de una vida o parte de ella escrita por el propio sujeto de la misma,
mostrando su nacimiento, sus logros, sus fracasos, sus gustos y demás cosas que ha
vivido. Es un género literario que en gran medida se sitúa en la frontera entre literatura e
historia.
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La autobiografía está íntimamente relacionada con otros géneros vecinos, como la
biografía, las memorias, el diario íntimo, entre otros, de los que, sin embargo, es posible
distinguirla en base a determinados rasgos:
De las memorias se distingue por poner el acento en la vida íntima del narrador, en
el desarrollo de su personalidad. Las memorias se caracterizan por centrarse, más bien, en
los hechos externos de la vida.
154
Unidad IV. Textos no literarios.
III. EJERCITACIÓN
II. Vuelva a leer el texto “Desastre de mi barrio” (Texto 7 de la sección “Lecturas” [p.
148]), y responda las siguientes preguntas.
1.- ¿Cómo califica la muerte del sastre el autor de esta columna?, ¿qué palabras ocupa?
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
2.- Según el autor, ¿por qué, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, hoy se tiene una
relación desapegada de los productos que se compran actualmente?
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_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
3.- ¿Cómo interpretarías la actitud del autor de la columna ante la muerte de Don
Ricardo?, ¿podrías vincular los sentimientos que lo embargan con la forma de escribir su
texto? Individualiza una frase en la que se pueda percibir ese estado de ánimo.
_________________________________________________________________________
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_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
4.- Reflexiona: ¿Fuera de tu ámbito familiar, existe algún aspecto de tu entorno físico (ya
sea en tu barrio o en el colegio) que te gustaría que no se modificara nunca?, ¿qué
elemento es el que valoras de él como para quieras mantenerlo inalterable? Puedes
referirte tanto a la relación que sostienes con algunas personas, como a un elemento
material con el que te relaciones cotidianmente.
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
156
III. Siga las instrucciones, y desarrolle las actividades que vienen a continuación.
1.-Explique con sus palabras, porqué puede decirse que la manera de escribir una carta
varía de una persona a otra, señalando qué elementos considera que pueden influir en esa
diferencia. Comente sus impresiones con su compañero de banco.
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
2.- Selecciona algunos temas de tu interés y entrevista a uno de tus compañeros acerca de
ellos. Preparara y ordena tus preguntas, y elige al compañero más afín al tema que hayas
escogido. Por último, transcribe parte de la entrevista en el siguiente recuadro.
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3.- Escriba el nombre de la sección de la noticia correspondiente, frente a cada flecha.
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
5.- Escriba una mini biografía ficticia de algún personaje de su interés. Recuerde escribirla
en primera persona. Luego, compártala con el resto del curso en una puesta en común.
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Unidad V:
Periodos literarios:
Grecia y Roma
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Unidad V. Periodos Literarios: Grecia y Roma
I. LECTURAS
Personajes:
Antígona hija de Edipo.
Ismene hija de Edipo.
Creonte rey, tío de Antígona e Ismene
Eurídice reina, esposa de Creonte.
Hemón. Hijo de Creonte.
Tiresias, adivino, anciano y ciego.
Un guardián.
Un mensajero.
Coro de ancianos nobles de Tebas, presididos por el Corifeo.
La escena, frente al palacio real de Tebas con escalinata. Al fondo, la montaña. Cruza la
escena Antígona, para entrar en palacio. Al cabo de unos instantes, vuelve a salir, llevando
del brazo a su hermana Ismene, a la que baje bajar las escaleras y aparta de palacio.
-ANTÍGONA: Hermana de mi misma sangre, Ismene querida, tú que conoces las desgracias
de la casa de Edipo, ¿sabes de alguna de ellas que Zeus no hay a cumplido después de
nacer nosotras dos? No, no hay vergüenza ni infamia, no hay cosa insufrible ni nada que
se aparte de la mala suerte, que no vea yo entre nuestras desgracias, tuyas y mías; y hoy,
encima, ¿qué sabes de este edicto que dicen que el estratego1 acaba de imponer a todos
los ciudadanos? ¿Te has enterado ya o no sabes los males inminentes que enemigos
tramaron contra seres queridos?
-ANTÍGONA: No me cabía duda, y por esto te traje aquí, superado el umbral de palacio,
para que me escucharas, tú sola.
-ANTÍGONA: Y, ¿cómo no, pues? ¿No ha juzgado Creonte digno de honores sepulcrales a
uno de nuestros hermanos, y al otro tiene en cambio deshonrado? Es lo que dicen: a
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Etéocles le ha parecido justo tributarle las justas, acostumbradas honras, y le ha hecho
enterrar de forma que en honor le reciban los muertos, bajo tierra. El pobre cadáver de
Polinices, en cambio, dicen que un edicto dio a los ciudadanos prohibiendo que alguien le
dé sepultura, que alguien le llore, incluso. Dejarle allí, sin duelo, insepulto, dulce tesoro a
merced de las aves que busquen donde cebarse. Y esto es, dicen, lo que el buen Creonte
tiene decretado, también para ti y para mí, sí, también para mí; y que viene hacia aquí,
para anunciarlo con toda claridad a los que no lo saben, todavía, que no es asunto de poca
monta ni puede así considerarse, sino que el que transgrieda alguna de estas órdenes será
reo de muerte, públicamente lapidado en la ciudad. Estos son los términos de la cuestión:
ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje o si eres indigna de tus ilustres
antepasados.
-ISMENE: No seas atrevida: Si las cosas están así, ate yo o desate en ellas, ¿qué podría
ganarse?
-ISMENE: Pero, ¿es que piensas darle sepultura, sabiendo que se ha públicamente
prohibido?
-ISMENE: Ay, reflexiona, hermana, piensa: nuestro padre, cómo murió, aborrecido,
deshonrado, después de cegarse él mismo sus dos ojos, enfrentado a faltas que él mismo
tuvo que descubrir. Y después, su madre y esposa —que las dos palabras le cuadran—,
pone fin a su vida en infame, entrelazada soga. En tercer lugar, nuestros dos hermanos, en
un solo día, consuman, desgraciados, su destino, el uno por mano del otro asesinados. Y
ahora, que solas nosotras dos quedamos, piensa que ignominioso fin tendremos si
violamos lo prescrito y trasgredimos la voluntad o el poder de los que mandan. No, hay
que aceptar los hechos: que somos_ dos mujeres, incapaces de luchar contra hombres3; Y
que tienen el poder, los que dan órdenes, y hay que obedecerlas—éstas y todavía otras
más dolorosas. Yo, con todo, pido, si, a los que yacen bajo tierra su perdón, pues que obro
forzada, pero pienso obedecer a las autoridades: esforzarse en no obrar corno todos
carece de sentido, totalmente.
161
-ANTÍGONA: Aunque ahora quisieras ayudarme, ya no lo pediría: tu ayuda no sería de mi
agrado; en fin, reflexiona sobre tus convicciones: yo voy a enterrarle, y, en habiendo yo así
obrado bien, que venga la muerte: amiga yaceré con él, con un amigo, convicta de un
delito piadoso; por más tiempo debe mi conducta agradar a los de abajo que a los de aquí,
pues mi descanso entre ellos ha de durar siempre. En cuanto a ti, si es lo que crees,
deshonra lo que los dioses honran.
-ISMENE: En cuanto a mí, yo no quiero hacer nada deshonroso, pero de natural me faltan
fuerzas para desafiar a los ciudadanos.
-ANTÍGONA: ¡Ay, no, no: grítalo! Mucho más te aborreceré si callas, si no lo pregonas a
todo el mundo.
-ANTÍGONA: Sabe, sin embargo, que así agrado a los que más debo complacer.
-ANTÍGONA: Si continúas hablando en ese tono, tendrás mi odio y el odio también del
muerto, con justicia. Venga, déjanos a mí y a mi funesta resolución, que corramos este
riesgo, convenida como estoy de que ninguno puede ser tan grave como morir de modo
innoble.
-ISMENE: Ve, pues, si es lo que crees; quiero decirte que, con ir demuestras que estás sin
juicio, pero también que amiga eres, sin reproche, para tus amigos.
162
Sale Ismene hacia el palacio; desaparece Antígona en dirección a la montaña. Hasta la
entrada del coro, queda la escena vacía unos instantes. […]
PERSONAJES:
EDIPO
SACERDOTE
CREONTE
CORO DE ANCIANOS TEBANOS
TIRESIAS
YOCASTA
MENSAJERO
SERVIDOR DE LAYO
OTRO MENSAJERO
-EDIPO: Suplicas. Y de lo que suplicas podrías obtener remedio y alivio en tus desgracias, si
quisieras acoger mis palabras cuando las oigas y prestar servicio en esta enfermedad. Y yo
diré lo que sigue, como quien no tiene nada que ver con este relato ni con este hecho.
Porque yo mismo no podría seguir por mucho tiempo la pista sin tener ni un rastro. Pero,
como ahora he venido a ser un ciudadano entre ciudadanos, les diré a todos ustedes,
cadmeos, lo siguiente: aquel de ustedes que sepa por obra de quién murió Layo, el hijo de
Lábdaco, le ordeno que me lo revele todo y, si siente temor, que aleje la acusación que
pesa contra sí mismo, ya que ninguna otra pena sufrirá y saldrá sano y salvo del país. Si
alguien, a su vez, conoce que el autor es otro de otra tierra, que no calle. Yo le concederé
la recompensa a la que se añadirá mi gratitud. Si, por el contrario, callan y alguno
temiendo por un amigo o por sí mismo trata de rechazar esta orden, lo que haré con ellos
deben escucharme. Prohíbo que en este país, del que yo poseo el poder y el trono, alguien
acoja y dirija la palabra a este hombre, quienquiera que sea, y que se haga partícipe con él
en súplicas o sacrificios a los dioses y que le permita las abluciones. Mando que todos lo
expulsen, sabiendo que es una impureza para nosotros, según me lo acaba de revelar el
oráculo pítico del dios. Ésta es la clase de alianza que yo tengo para con la divinidad y para
el muerto. Y pido solemnemente que, el que a escondidas lo ha hecho, sea en solitario,
sea en compañía de otros, desventurado, consuma su miserable vida de mala manera. E
impreco para que, si llega a estar en mi propio palacio y yo tengo conocimiento de ello,
padezca yo lo que acabo de desear para éstos.
Y a ustedes les encargo que cumplan todas estas cosas por mí mismo, por el dios y por
este país tan consumido en medio de esterilidad y desamparo de los dioses. Pues, aunque
la acción que llevamos a cabo no hubiese sido promovida por un dios, no sería natural que
163
ustedes la dejaran sin expiación, sino que deberían hacer averiguaciones por haber
perecido un hombre excelente y, a la vez, rey.
Ahora, cuando yo soy el que me encuentro con el poder que antes tuvo aquél, en
posesión del lecho y de la mujer fecundada, igualmente, por los dos, y hubiéramos tenido
en común el nacimiento de hijos comunes, si su descendencia no se hubiera malogrado -
pero la adversidad se lanzó contra su cabeza-, por todo esto yo, como si mi padre fuera, lo
defenderé y llegaré a todos los medios tratando de capturar al autor del asesinato para
provecho del hijo de Lábdaco, descendiente de Polidoro y de su antepasado Cadmo, y del
antiguo Agenor. Y pido, para los que no hagan esto, que los dioses no les hagan brotar ni
cosecha alguna de la tierra ni hijos de las mujeres, sino que perezcan a causa de la
desgracia en que se encuentran y aún peor que ésta. Y a ustedes, los demás Cadmeos, a
quienes esto les parezca bien, que la Justicia como aliada y todos los demás dioses los
asistan con buenos consejos.
-EDIPO: Con razón hablas. Pero ningún hombre podría obligar a los dioses a algo que no
quieran.
-CORO: Sé que, más que ningún otro, el noble Tiresias ve lo mismo que el soberano Febo,
y de él se podría tener un conocimiento muy exacto, si se le inquiriera, señor.
-EDIPO: El que no tiene temor ante los hechos tampoco tiene miedo a la palabra.
164
(Entra Tiresias con los enviados por Edipo. Un niño le acompaña.)
-CORIFEO: Pero ahí está el que lo dejará al descubierto. Éstos traen ya aquí al sagrado
adivino, al único de los mortales en quien la verdad es innata.
-EDIPO: ¡Oh Tiresias, que todo lo manejas, lo que debe ser enseñado y lo que es secreto,
los asuntos del cielo y los terrenales! Aunque no ves, comprendes, sin embargo, de qué
mal es víctima nuestra ciudad. A ti te reconocemos como único defensor y salvador de
ella, señor. Porque Febo, si es que no lo has oído a los mensajeros, contestó a nuestros
embajadores que la única liberación de esta plaga nos llegaría si, después de averiguarlo
correctamente, dábamos muerte a los asesinos de Layo o les hacíamos salir desterrados
del país. Tú, sin rehusar ni el sonido de las aves ni ningún otro medio de adivinación,
sálvate a ti mismo y a la ciudad y sálvame a mí, y líbranos de toda impureza originada por
el muerto. Estamos en tus manos. Que un hombre preste servicio con los medios de que
dispone y es capaz, es la más bella de las tareas.
-TIRESIAS: ¡Ay, ay! ¡Qué terrible es tener clarividencia cuando no aprovecha al que la
tiene! Yo lo sabía bien, pero lo he olvidado, de lo contrario no hubiera venido aquí.
-EDIPO: No hablas con justicia ni con benevolencia para la ciudad que te alimentó, si la
privas de tu augurio.
-TIRESIAS: Porque veo que tus palabras no son oportunas para ti. ¡No vaya a ser que a mí
me pase lo mismo...!
-EDIPO: No te des la vuelta, ¡por los dioses!, si sabes algo, ya que te lo pedimos todos los
que estamos aquí como suplicantes.
-TIRESIAS: Todos han perdido el juicio. Yo nunca revelaré mis desgracias, por no decir las
tuyas.
-EDIPO: ¿Qué dices? ¿Sabiéndolo no hablarás, sino que piensas traicionarnos y destruir a
la ciudad?
165
-TIRESIAS: Yo no quiero afligirme a mí mismo ni a ti. ¿Por qué me interrogas inútilmente?
No te enterarás por mí.
-EDIPO: ¡Oh el más malvado de los malvados, pues tú llegarías a irritar, incluso, a una
roca! ¿No hablarás de una vez, sino que te vas a mostrar así de duro e inflexible?
-EDIPO: ¿Quién no se irritaría al oír razones de esta clase con las que tú estás perjudicando
a nuestra ciudad?
-EDIPO: Pues bien, debes manifestarme incluso lo que está por llegar.
-TIRESIAS: No puedo hablar más. Ante esto, si quieres irrítate de la manera más violenta.
-EDIPO: Nada de lo que estoy advirtiendo dejaré de decir, según estoy de encolerizado.
Has de saber que parece que tú has ayudado a maquinar el crimen y lo has llevado a cabo
en lo que no ha sido darle muerte con tus manos. Y si tuvieras vista, diría que, incluso,
este acto hubiera sido obra de ti solo.
-TIRESIAS: ¿De verdad? Y yo te insto a que permanezcas leal al edicto que has proclamado
antes y a que no nos dirijas la palabra ni a éstos ni a mí desde el día de hoy, en la idea de
que tú eres el azote impuro de esta tierra.
-EDIPO: ¿Con tanta desvergüenza haces esta aseveración? ¿De qué manera crees poderte
escapar a ella?
-EDIPO: ¿Por quién has sido enseñado? Pues, desde luego, de tu arte no procede.
-TIRESIAS: Afirmo que tú eres el asesino del hombre acerca del cual están investigando.
166
-EDIPO: No dirás impunemente dos veces estos insultos.
-TIRESIAS: En ese caso, ¿digo también otras cosas para que te irrites aún más?
-TIRESIAS: Afirmo que tú has estado conviviendo muy vergonzosamente, sin advertirlo,
con los que te son más queridos y que no te das cuenta en qué punto de desgracia estás.
-EDIPO: ¿Crees tú, en verdad, que vas a seguir diciendo alegremente esto?
-EDIPO: Existe, salvo para ti. Tú no la tienes, ya que estás ciego de los oídos, de la mente y
de la vista.
-TIRESIAS: Eres digno de lástima por echarme en cara cosas que a ti no habrá nadie que no
te reproche pronto.
-EDIPO: Vives en una noche continua, de manera que ni a mí, ni a ninguno que vea la luz,
podrías perjudicar nunca.
-TIRESIAS: No quiere el destino que tú caigas por mi causa, pues para ello se basta Apolo, a
quien importa llevarlo a cabo.
-EDIPO: ¡Oh riqueza, poder y saber que aventajas a cualquier otro saber en una vida llena
de encontrados intereses! ¡Cuánta envidia acecha en ustedes, si, a causa de este mando
que la ciudad me confió como un don -sin que yo lo pidiera-, Creonte, el que era leal, el
amigo desde el principio, desea expulsarme deslizándose a escondidas, tras sobornar a
semejante hechicero, maquinador y charlatán engañoso, que sólo ve en las ganancias y es
ciego en su arte! Porque, ¡ea!, dime, ¿en qué fuiste tú un adivino infalible? ¿Cómo es que
no dijiste alguna palabra que liberara a estos ciudadanos cuando estaba aquí la perra
cantora Y, ciertamente, el enigma no era propio de que lo discurriera cualquier persona
que se presentara, sino que requería arte adivinatoria que tú no mostraste tener, ni
procedente de las aves ni conocida a partir de alguno de los dioses? Y yo, Edipo, el que
nada sabía, llegué y la hice callar consiguiéndolo por mi habilidad, y no por haberlo
aprendido de los pájaros. A mí es a quien tú intentas echar, creyendo que estarás más
cerca del trono de Creonte. Me parece que tú y el que ha urdido esto tendrán que lograr
167
la purificación entre lamentos. Y si no te hubieses hecho valer por ser un anciano,
hubieras conocido con sufrimientos qué tipo de sabiduría tienes.
-CORIFEO: Nos parece adivinar que las palabras de éste y las tuyas, Edipo, han sido dichas
a impulsos de la cólera. Pero no debemos ocuparnos en tales cosas, sino en cómo
resolveremos los oráculos del dios de la mejor manera. […]
Texto 3: Cantar primero. Destierro del Cid (Fragmento de El Cantar de Mio Cid)
(Anónimo. 1200 aproximadamente)
Tirada 1
1.
El Cid convoca a sus vasallos; éstos se destierran con él.
Adiós del Cid a Vivar.
(Envió a buscar a todos sus parientes y vasallos,
y les dijo cómo el rey le mandaba salir de todas sus tierras
y no le daba de plazo más que nueve días y que quería saber
quiénes de ellos querían ir con él y quiénes quedarse.)
A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;
también a los que se quedan contentos quiero dejarlos.
Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:
"Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;
no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,
y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos
y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,
siempre querremos serviros como leales vasallos."
Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro.
Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron.
El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,
allí deja sus palacios yermos y desheredados.
2
168
Agüeros en el camino de Burgos
3
El Cid entra en Burgos
4
Nadie hospeda al Cid.
Sólo una niña le dirige la palabra para mandarle alejarse.
El Cid se ve obligado a acampar fuera de la población, en la glera.
5
Martín Antolínez viene de Burgos a proveer de víveres al Cid.
6.-
El Cid, emprobrecido, acude a la astucia de Martín Antolínez.
Las arcas de arena.
7.-
Las arcas destinadas para obtener dinero de dos judíos burgaleses.
Sucedió antaño en Normandía una aventura muy famosa de dos jóvenes que se
amaron y murieron víctimas de su amor. Los bretones los recordaron en un lai que tuvo
por título Los dos amantes.
Fuera de toda duda está que en Neustria, que nosotros llamamos Normandía, hay
una montaña maravillosamente alta. En su cumbre yacen los dos jóvenes. En un lugar al
pie de esta montaña, un rey, señor de los pitrenses, tras haber reflexionado y con muy
buen acuerdo, hizo construir una ciudad. Tomó ésta el nombre de Pitres, en recuerdo de
sus pobladores, y ese nombre se ha conservado hasta hoy; aún existen la ciudad y las
casas. Bien conocemos la comarca que se llama Valle de Pitres.
171
El rey tenía una bella hija, doncella muy cortés. No tenía más hijo ni hija. Fue
pretendida por nobles caballeros, que mucho hubieran dado por conseguirla. Pero el rey
no quería entregarla, pues no podía vivir sin ella ni prescindir de su compañía: día y noche
estaba a su lado. La pequeña le consolaba de la pérdida de la reina. Muchos le criticaban
por ello; hasta los suyos se lo censuraban.
Cuando el rumor adverso se generalizó, al rey le pesó mucho, y sintió gran tristeza.
Comenzó entonces a pensar en cómo podría salir airoso del trance sin entregar a su hija.
Para ello, hizo público en todas partes que quien pretendiese desposarla habría de cumplir
un requisito: era decisión inquebrantable del monarca que debería llevarla en brazos
hasta la cumbre del monte cercano a la ciudad, sin pararse a tomar aliento.
Mas ocurrió que en cierta ocasión llegó el doncel, tan sabio y bello, hasta su amiga.
Le hizo partícipe de sus pesares y, dolorosamente, le pidió que se fuese con él; no podía
resistir más. Si la pedía a su padre, sabía bien que éste la quería tanto que no se la
concedería, a no ser que la subiese antes en brazos hasta la cumbre de la montaña.
La doncella le respondió:
-Amigo, bien sé que no podríais llevarme, no sois ni mucho menos tan vigoroso. Si me
fuese con vos, mi padre sentiría tanta cólera como dolor, y su vida no sería sino un
martirio. Siento por él un cariño tan grande que no quisiera enojarlo. Debéis tomar otra
decisión, pues de ésta no quiero ni oír hablar. Tengo una tía en Salerno, mujer rica, de
elevadas rentas. Hace más de treinta años que habita allí. Ha practicado tanto el arte de la
física que es muy experta en medicinas y conoce numerosas hierbas y raíces. Si vos
quisieseis ir a verla, llevarle cartas de mi parte y darle cuenta de vuestra aventura, ella
procuraría poner remedio. Os dará tales electuarios y os proporcionará tales bebedizos
que os reconfortarán por completo y os proveerán de gran vigor. Cuando volváis a esta
región, me solicitaréis a mi padre. Os considerará muy niño aún, y os dirá lo anunciado:
172
que no me entregará a ningún hombre, si no lleva a cabo la hazaña de transportarme en
brazos hasta el monte sin descansar. Aceptad esta condición, pues no hay otro remedio.
El día señalado, el doncel llegó antes que nadie, y no olvidó el brebaje mágico. Por
su parte, el rey condujo a su hija a la pradera, junto al Sena, donde una inmensa
muchedumbre se había congregado. La doncella no viste sino una túnica. El joven la coge
entre sus brazos y le entrega la botellita con todo su preciado líquido. Él piensa que no va
a traicionarle tan milagrosa pócima, pero yo temo que le vaya a servir de muy poco, pues
no hay en él mesura alguna.
Parte velozmente con ella, y sube la pendiente hasta la mitad. Por lo alegre que
está de tenerla en sus brazos, no se acuerda del bebedizo. Ella le va viendo cansado.
-Amigo -dice-, bebed, os lo ruego. Sé bien que os halláis fatigado. ¡Renovad vuestro vigor!
El doncel le responde:
-Bella, siento mi corazón fuerte como al empezar. Por nada del mundo me detendré el
tiempo necesario para beber, mientras pueda dar tres pasos más. La multitud nos gritaría,
y su clamor acabaría por aturdirme; no tardaría mucho en verme turbado. Por eso no
quiero detenerme.
Cuando llevaban subidos los dos tercios de la pendiente, por poco se caen. La doncella le
ruega sin cesar:
173
-Amigo, ¡bebed vuestra medicina!
Pero él no quiere hacerle caso. Con gran angustia continúa la marcha, hasta que al
final llega a la cumbre del monte. Pero tan agotado está que allí cae, para no levantarse
más: el corazón le ha estallado dentro del pecho. La doncella mira a su amigo, piensa que
ha sufrido un desmayo. Se arrodilla a su lado, intenta darle el brebaje. Pero él ya no podía
responderle. Así, tal como os lo digo, murió. Ella llora a grandes gritos. Después arroja y
hace añicos el frasco que contenía el bebedizo. El líquido se esparce y riega la montaña.
Toda la comarca se tornó fértil. Muchas buenas hierbas crecieron por efecto del brebaje.
Ahora os hablaré de la doncella. Nunca tuvo un dolor tan grande como la pérdida
de su amigo. A su lado se acuesta, entre sus brazos le retiene y aprieta, de continuo le
besa ojos y boca. El duelo le quebranta el corazón. Y allí murió la doncella, la que era tan
discreta, sabia y hermosa.
Por la aventura de los jóvenes recibe la montaña el nombre de «Los dos amantes».
Todo ocurrió como os he dicho. Los bretones hicieron de ello un lai.
Años atrás vivió un hombre llamado Saladino, cuyo valor era tan grande que llegó a
sultán de Babilonia y alcanzó muchas victorias sobre los reyes sarracenos y cristianos.
Habiendo gastado todo su tesoro en diversas guerras y en sus incomparables
magnificencias, y como le hacía falta, para un compromiso que le había sobrevenido, una
fuerte suma de dinero, y no veía de dónde lo podía sacar tan pronto como lo necesitaba,
le vino a la memoria un acaudalado judío llamado Melquisedec, que prestaba con usura
en Alejandría, y creyó que éste hallaría el modo de servirle, si accedía a ello; mas era tan
avaro, que por su propia voluntad jamás lo habría hecho, y el sultán no quería emplear la
fuerza; por lo que, apremiado por la necesidad y decidido a encontrar la manera de que el
judío le sirviese, resolvió hacerle una consulta que tuviese las apariencias de razonable. Y
habiéndolo mandado llamar, lo recibió con familiaridad y lo hizo sentar a su lado, y
después le dijo:
-Buen hombre, a muchos he oído decir que eres muy sabio y muy versado en el
conocimiento de las cosas de Dios, por lo que me gustaría que me dijeras cuál de las tres
religiones consideras que es la verdadera: la judía, la mahometana o la cristiana.
174
El judío, que verdaderamente era sabio, comprendió de sobra que Saladino trataba
de atraparlo en sus propias palabras para hacerle alguna petición, y discurrió que no podía
alabar a una de las religiones más que a las otras si no quería que Saladino consiguiera lo
que se proponía. Por lo que, aguzando el ingenio, se le ocurrió lo que debía contestar y
dijo:
Saladino conoció que el judío había sabido librarse astutamente del lazo que le
había tendido, y, por lo tanto, resolvió confiarle su necesidad y ver si le quería servir; así lo
hizo, y le confesó lo que había pensado hacer si él no le hubiese contestado tan
discretamente como lo había hecho. El judío entregó generosamente toda la suma que el
sultán le pidió, y éste, después, lo satisfizo por entero, lo cubrió de valiosos regalos y
desde entonces lo tuvo por un amigo al que conservó junto a él y lo colmó de honores y
distinciones.
175
Texto 6: El romero de Santiago
Gonzalo de Berceo (Castellano. 1698-1264)
176
Dijo el falso Santiago: «Éste es el juicio:
que te cortes los miembros que hacen el fornicio;
así que te degüelles harás a Dios servicio,
que de tu carne misma le harás tú sacrificio.»
178
Unidad V. Periodos Literarios. Grecia y Roma
II. CONTENIDOS
La épica (del griego epos: palabra, noticia, narración): es una de las primeras
manifestaciones de la narración. Se trata de historias “cantadas” o relatadas
oralmente y cuyo tema central son las acciones “dignas de contar” que tienen
relación con hazañas principalmente de corte bélico, realizadas por “héroes” que
representan los ideales de una clase (guerrera o aristocrática) y de toda una
sociedad. Algunos casos son La Ilíada, La Odisea, La Eneida, El Cantar del Mío
179
Cid, El Cantar de Roldán. Hoy en día ya no se escriben epopeyas al estilo, por
ejemplo, de los griegos.
La tragedia griega: si bien este género tiene manifestaciones posteriores a la
Antigüedad, es en esta época donde sus características son definidas y delimitadas
por Aristóteles. Se caracterizaba por la exhibición de un conflicto entre personajes
humanos nobles y la fuerza del destino que siempre lograba vencerlos. La tragedia
presenta un final desfavorable para sus protagonistas, que con frecuencia mueren
al terminar la historia. Por lo demás, si los personajes intentaban huir de su
destino, este se cumplía de todas maneras. La finalidad de estas obras teatrales
era lograr en el espectador la catarsis, es decir, una mezcla de piedad frente al
sufrimiento padecido por los personajes y de terror, por la identificación con la
trágica suerte del protagonista. Esta mezcla provocada la purificación del
espectador a partir del sufrimiento del otro. Algunos ejemplos son Antígona, Edipo
Rey, Medea.
2.3- Arte y entretención: De uno u otro modo, en todas las culturas corresponde
igualmente a las Letras una función placentera como medio de expansión o recreación.
La Edad Media no podía ser ajena a esta realidad: por el contrario, su sentido
ascético y su decurso cargado de incidencias bélicas y de flagelos naturales exigían una vía
de compensación liberadora.
Con todo, sólo ocasionalmente fue una literatura que en propiedad pueda llamarse
festiva. Más bien la principal modalidad que asumió en el servicio de esta tercera función
se vinculó directamente a la expresión del eterno y universal motivo del amor humano.
Salvo en el caso de la lírica cortesana, que siguió muy de cerca los modelos
franceses, al Literatura medieval en España no parece mostrar una preocupación por el
cultivo del arte a través de una normativa que le dé un nivel cualitativo de mayor rigor
técnico.
La literatura medieval privilegió en su desarrollo sus funciones humanas y sociales
más que sus propósitos esteticistas. Primó en ella la espontaneidad, nacida de su libertada
frente a las reglas y modelos confirmada en su gestación frecuentemente comunitaria.
Aun escritores de origen culto se esmeraron en dotar a sus obras de la lozanía y la
comunicatividad que suelen ser inherentes al arte de raíz popular. Más que buscar como
fin en sí misma la perfección artística, en su dimensión técnica, la Literatura tendía a servir
al hombre como instrumento que le ayudar a acercarse a su plenitud personal y social.
3.1-Temprana Edad Media: transcurre entre las invasiones bárbaras y los primeros
tiempos del Feudalismo. Sus límites cronológicos varían un tanto de una nación a otra.
3.2-Alta Edad Media: el espíritu de la época alcanza su maduración creadora, y por ende,
su culminación. El proceso más importante de este período se enmarca en el siglo XIII.
3.3-Baja Edad Media: desde que surge la crisis del orden medieval, hasta que surge una
nueva modalidad cultural, vale decir, desde la primera mitad del siglo XIV hasta finales del
siglo XV.
Tales etapas no son sino fases del mismo proceso, su delimitación no impide la
formación de un panorama general de la Edad Media con características que -a pesar de
su complejidad- revelen esa identidad espiritual necesaria para definirla como una época
histórica.
El elemento más típico de la Edad Media fue su visión religiosa del mundo y del
hombre. Dicha visión reconoce su punto más importante en Dios, por lo cual se habla de
una mentalidad teocéntrica.
Según ella, Dios es el creador del mundo y, después de haberlo formado de la
nada, lo mantiene y lo anima. Por eso todo lo existente debe subordinarse a Él.
El hombre, como ser creado por Dios, está en la tierra sólo de paso. Su verdadero
destino es la eternidad. Por lo tanto, todo lo humano debe estar ordenado por lo sagrado.
La sociedad debe regirse por principios espirituales. Las cosas materiales deben usarse
según convenga a los fines sobrenaturales de la persona. Cada elemento del mundo
natural es un símbolo expresivo de una realidad superior, trascendente. Hechos cotidianos
182
o de ordinaria ocurrencia son mirados a la luz de esta mentalidad religiosa. La
trascendencia prima por sobre la apariencia.
Las casas eran de madera. Por excepción se veían algunas ciudades, paredes o
tabiques de madera y piedra combinadas. El mobiliario era escaso, y los muros desnudos.
Entre los nobles, naturalmente, se advertía una más variada gama de mansiones, según la
fortuna del poseedor, desde la gran casa rústica hasta el castillo palaciego.
183
Por su parte, también fue preponderantemente religioso el tono en el que se
desenvolvió la actividad artística. Alcanzó sus principales manifestaciones en la
arquitectura, en la pintura y en las letras.
Las catedrales, ya románicas, ya gótica u ojivales, son el símbolo en piedra de la
religiosidad de la época. La pintura se inspiró casi exclusivamente en motivos sacros. La
literatura, por su parte, reflejó con fidelidad un sistema de vida en que todo graba en
torno a la idea de Dios.
Tan íntima fue la vinculación de la actividad intelectual con la religión, que se
nombró indistintamente clérigos a todos los hombres de estudio, así fuesen sacerdotes o
laicos.
184
7.-Literatura Medieval Española
Características:
La transmisión oral: Durante milenios, la palabra desnuda, mantenida en la
memoria, fue el único procedimiento de conservación y transmisión de la cultura
literaria. El pueblo, que considera estas formas literarias como algo suyo, las
transmite oralmente, de generación en generación, reelaborándolas.
Brevedad: El pueblo prefiere las composiciones breves que se pueden captar
fácilmente y por eso a veces se llega a una condensación quizás excesiva, en el
afán de reducir y eliminar lo superfluo.
Sencillez: La literatura popular es sencilla en el fondo y la forma. No presenta
demasiados convencionalismos ni artificios, porque brota espontánea como
expresión de un sentir general. Pese a esto presenta una curiosa efectividad
poética.
Anonimia: Hay un creador inicial, un individuo especialmente dotado que
interpreta y expresa el sentir del pueblo. Otros individuos a través del tiempo van
rehaciendo la obra que se considera un bien común a disposición de la comunidad.
Variantes: Como consecuencia del punto anterior, y de su carácter oral, aparece
uno de los aspectos más claramente diferenciadores de la literatura popular de la
culta: las numerosas variantes de un mismo cantar, cuento o romance.
La poesía lírica popular y tradicional
Existen en la península tres grandes núcleos líricos de carácter oral tradicional -
además del núcleo catalano - provenzal -, con tres formas poéticas características:
el arábigo - andaluz (jarchas), el galaico - portugués (cantigas de amigo) y el
castellano (villancico).
Las jarchas son unas cancioncillas en lengua mozárabe que cantaban los cristianos
que vivían en territorio dominado por los árabes. Los poetas árabes, y también los judíos,
cautivados por la belleza de estas breves composiciones mozárabes, remataban con ellas
sus propios poemas cultos llamados moaxajas, escritos en árabe clásico o hebreo.
185
El contenido de la mayoría de las jarchas son lamentaciones amorosas en boca de
un personaje femenino, una muchacha por la ausencia de su amigo, haciendo
confidente a su madre o a su hermana. Su estructura estrófica es variable: dos o
tres versos monorrimos o la forma de cuarteta asonantada - cuatro versos de arte
menor que riman en los pares.
Temas:
El pueblo, como ya se ha dicho, cantaba desde el nacimiento de la lengua
castellana este tipo de La lírica tradicional castellana que es la última documentada dentro
de la península, ofrece una extraordinaria riqueza temática. Se puede afirmar que todos
los momentos y situaciones importantes de la vida de un pueblo se encuentran recogidos
en ella: cantos al triunfador, canciones de trabajo - siega y vendimia -, de romería, bodas,
fiestas y juegos, canciones infantiles, satíricas y humorísticas, llantos o endechas por la
muerte de un ser querido, cantos de vela, etc. Pero las más numerosas son las que
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aparecen en relación con el amor: lamentaciones de la amada por la separación del amigo,
requiebros amorosos por parte del enamorado.
Entre ellas se pueden distinguir por sus especiales características:
Las albas: canciones puestas en labios de una muchacha que, al amanecer espera
la llegada del amado a quien llama amigo.
Las albadas: cantan la separación de los amantes al clarear el alba, lamentándose
de que llegue el día
Las mayas: exaltan el triunfo de la primavera y del amor en el mes de Mayo
Canciones de serrana: su asunto es el encuentro de un caballero, a veces perdido
en la sierra, y una serrana a la que pregunta el camino y/o la requiere de amores.
Métrica y estilo
La forma castellana más genuina es el villancico, composición formada por un
estribillo inicial de dos, tres o cuatro versos - el villancico propiamente dicho-, que
cantaba el coro.
Este villancico inicial se glosa en estrofas y, al final de estas, se suele repetir todo o
parte del villancico, a modo de estribillo. La glosa que desarrolla el tema
propuesto en el villancico, y que cantaba el solista, aparece frecuentemente en
forma de zéjel - antigua composición arábigo-andaluza-: trístico, monorrimo
llamado mudanza, y un verso más, el de vuelta, que rima con uno o más del
estribillo - b, b, b, a-, aunque se dan otras combinaciones. Las sílabas de versos son
fluctuantes, pero con una tendencia reguladora al verso de seis y ocho sílabas. La
rima es asonante - o consonante en reelaboraciones cultas.
Lo que caracteriza a la lírica popular castellana en cuanto al estilo es la sencillez de
recursos la falta de artificios, la expresión clara que brota casi espontáneamente. El
vocabulario es muy sencillo y repetitivo y destaca la escasez de adjetivos y de
metáforas, aunque sí hay imágenes visuales, a veces cargadas de simbolismo
popular. Los recursos más abundantes son los de repetición: aliteraciones,
anáforas, paralelismos y repeticiones expresivas de palabras o sintagmas. En fin,
el énfasis, la intensidad, a veces el exaltado patentismo, unidos a la máxima
sencillez de la expresión, caracterizan a gran parte de esta poesía.
Importancia y vigencia
El pueblo, como ya se ha dicho, cantaba desde el nacimiento de la lengua
castellana este tipo de composiciones líricas. Durante el siglo XV se recogen en los
cancioneros. Desde este mismo siglo hasta nuestros días muchos poetas cultos se
han inspirado en esta lírica popular, impresionados por su calidad poética. Unas
veces han incluido en su obra esas cancioncillas; otras, las han recreado
artísticamente, imitándolas o reelaborándolas, pero conservando siempre el
espíritu tradicional característico de ella.
8.-El Romancero
Introducción
187
Los romances son poemas épicos o épico-líricos, casi siempre breves, compuestos
originariamente para ser cantados o recitados al son de un instrumento. José Luís Alborg
ha escrito que el Romancero constituye la poesía nacional por excelencia: "un inmenso
poema disperso y popular", que representa una de las pocas cumbres excelsas en la
literatura universal, capaz de llegar al alma de todo un pueblo sin distinción de clases y sin
necesidad de preparación intelectual.
Están formados por un número indefinido de versos octosílabos con rima asonante
en los pares - manteniendo casi siempre la misma rima durante toda la composición -,
mientras quedan libres los impares. Éste es el resultado de escribir como versos diferentes
los dos hemistiquios de los versos heroicos, los de los cantares de gesta, que tendían a las
dieciséis sílabas y eran monorrimos.
Los romances más antiguos son de finales del siglo XIV y principalmente del siglo
XV. Se llaman romances viejos y pertenecen a la literatura popular y tradicional con todas
sus características de transmisión oral, anonimia, variantes, etc.
Conservamos gran número de romances viejos porque en los siglos XV y XVI, como
sucedió con la lírica popular, se recopilaron en Cancioneros o Romanceros, como el
Cancionero de Romances, publicado hacia 1547 o el Romancero General de 1600. También
se han conservado - con la creación a su vez de nuevos romances - en la tradición oral
moderna, con numerosas variantes, en la Península, Hispanoamérica y las comunidades
judeo-sefardíes.
A partir del siglo XVI hasta finales del XVII, muchos poetas cultos - Cervantes, Lope
de Vega, Góngora, Quevedo. - componen también romances, a los que se les da el nombre
de romances nuevos o artísticos que amplían y renuevan el contenido temático y los
recursos formales. Durante el Romanticismo y en el siglo XX se conocerá una nueva
floración de este tipo de romances cultos - Duque de Rivas, Zorrilla, Antonio Machado,
Unamuno, Gerardo Diego, García Lorca, Alberti.
Origen
Según la teoría más admitida, los romances más viejos proceden de ciertos
fragmentos de los antiguos cantares de gesta, especialmente atractivos para el pueblo,
que los retenía en la memoria y después de cierto tiempo, desgajados del cantar,
cobraban vida independiente y eran cantados como composiciones autónomas con ciertas
transformaciones. En palabras de Menéndez Pidal: "Los oyentes se hacían repetir el pasaje
más atractivo del poema que el cantor les cantaba; lo aprendían de memoria y al cantarlo
ellos, a su vez, lo popularizaban, formando con esos pocos versos un canto aparte,
independiente: un romance". Son los llamados romances épico tradicionales.
Más tarde, los juglares, dándose cuenta del éxito de los romances tradicionales,
compusieron otros muchos, no desgajados de un cantar, sino inventados por ellos,
generalmente más extensos y con una temática más amplia. Los autores desaparecen en
el anonimato, y la colectividad, plenamente identificada con ellos, los canta, modifica y
transmite. Estos últimos se conocen con el nombre de romances juglarescos.
188
Temas
Los temas del Romancero viejo son muy variados. Sin ser exhaustiva se propone la
siguiente clasificación temática:
i) Romances histórico-legendarios nacionales
De historia épica: Don Rodrigo, Bernardo del Carpio, los Infantes de Lara, Fernán
Gonzáles, el Cid.
De historia contemporánea: Pedro el Cruel.
Noticieros que se dividen en fronterizos, sobre los episodios militares de la guerra
de Granada, y moriscos, donde los hechos relatados están vistos desde el lado
musulmán.
ii) Romances histórico-legendarios extranjeros:
El ciclo carolingio: Carlomagno, Roldán, Roncesvalles.
El ciclo bretón, sobre la llamada "materia de Bretaña" - leyendas caballerescas
bretonas dadas a conocer por los "romanscourtois" -: Lanzarote y Tristán
iii) Romances de historias bíblicas y grecorromanas
(tomados de las obras del mester de clerecía): Saúl, David, Paris, Elena, Nerón.
iv) Romances novelescos:
de amor,
misterio,
venganza,
aventuras.
Estilo
Desde el punto de vista estilístico, el Romancero manifiesta una gran sencillez y
sobriedad de recursos: descripciones parcas y realistas, casi total ausencia de elementos
fantásticos o maravillosos, escasez de adjetivos y metáforas. A pesar de ello se consigue
una extraordinaria viveza narrativa y los más variados efectos poéticos.
Destaca en el romancero la inmediata composición de la escena y la presentación
de los personajes, la aproximación a la realidad con una gran fuerza plástica y el arte de
saber llevar, sin dilaciones, la atención del oyente hacia el núcleo temático. Se combinan
admirablemente la narración y el diálogo; mediante éste se consigue el característico
movimiento dramático de muchos romanes.
La alternancia en la utilización de las formas verbales - presente/pretérito - es otro
aspecto que anima la narración con el cambio de perspectivas temporales, desde un
pasado lejano a un pasado cercano e incluso a un presente o viceversa.
Las fórmulas expresivas más utilizadas son las repeticiones de palabras o frase y el
uso del paralelismo para conseguir una mayor intensidad emocional y rítmica. También se
189
usan con mucha frecuencia las formas deícticas, apostróficas y exclamativas para
conseguir mayor emotividad y recabar la atención del oyente.
Otra característica muy importante es el fragmentarismo: El romance se centra en
un momento determinado de la acción. Los antecedentes no aparecen porque son
conocidos o no interesan, y se entra, como ya hemos dicho, directamente en el asunto.
Además, con mucha frecuencia, la narración se rompe bruscamente sin que se conozca el
desenlace final. El resultado es de una increíble eficacia poética, al atrapar al oyente en el
misterio y la emoción, y hacerle participar con su propia imaginación, lanzada a una
actividad creadora personal.
Teatro Medieval
Hay pocos testimonios relativos al teatro medieval castellano y éstos son en su
mayoría confusos, escasos e irregulares, hasta el punto de haberse puesto en duda su
existencia hasta finales del siglo XV.
El primer ejemplo de teatro castellano, el Auto de los Reyes Magos, procedente de
la Catedral de Toledo, se considera de la segunda mitad del siglo XII. La lengua del
fragmento desconcierta y apunta a una posible fuente francesa.
Es muy probable que en la Península se hayan perdido más textos de
representaciones teatrales que de otros géneros literarios. Sin embargo, algunas
leyes de Alfonso X o normas de sínodos eclesiásticos apuntan la existencia de
manifestaciones dramáticas imprecisas, realizadas por juglares de diversa
formación.
A finales del siglo XV, Juan del Encina (1469-1529), considerado el padre del teatro
castellano, publica sus representaciones. A medida que adquiere mayor maestría
en el género se complica la estructura de sus obras. En 1499 realiza un viaje a
Roma que será decisivo para el aprendizaje de nuevas técnicas. Su última obra
Égloga de Plácida y Vitoriano es la más ambiciosa.
La obra de Lucas Fernández (1474-1542), como él salmantino y compañero, rival y
admirador difícil de fechar, aunque se supone realizada hacia 1500. Sus Farsas y églogas
aparecen editadas en 1514 en Salamanca. Parte de presupuestos próximos a los de Juan
del Encina, pero prolonga la extensión y el número de personajes.
Posiblemente se hayan perdido muchos de los autos que se debieron representar a lo
largo del siglo xv. Un códice de la segunda mitad del siglo xvi, llamado Códice de Autos
Viejos conserva numerosas obras, representadas en muy diversos lugares de la Península,
que podrían ser reelaboraciones de estos textos medievales.
Las primeras muestras en prosa que encontramos en castellano datan del reinado
de Fernando III (1217-1253). Son textos breves de carácter jurídico e histórico.
El que aparezcan en esta fecha está estrechamente relacionado con dos aspectos
fundamentales:
190
la maduración del sistema político y social: la prosa, más difícil que el verso, tiene
mayor capacidad para relacionar las distintas unidades lógicas y dialécticas del
pensamiento humano.
La necesidad de fijar por escrito normas jurídicas en castellano: una lengua
comprensible para la mayoría.
Historiografía
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La Embajada a Tamorlán: Es un libro de viajes medieval escrito en 1406 por Ruy González
de Clavijo; narra la embajada que este autor realizó, junto con el dominico Alfonso Páez
de Santamaría, a Samarcanda ante el rey Tamerlán.
Fernán Pérez de Guzmán (1378-1460): El sobrino de Pero López de Ayala y señor de
Batres es el primer autor de retratos en la literatura castellana. En su obra Generaciones y
semblanzas (1450); recoge biografías de personajes ilustres contemporáneos o próximos
en el tiempo.
Hernando del Pulgar (h.1430-1492): El cronista de Enrique IV y de los Reyes
Católicos escribe a imitación de las Generaciones y Semblanzas. otro libro de retratos:
Claros varones de Castilla.
Especial relevancia en la historiografía tiene Enrique de Villena (1384-1434) en el siglo xv.
Su texto más importante es Los doce trabajos de Hércules (1417), previamente escrito en
catalán. En esta compleja obra parte de la mitología clásica y a través de un método
interpretativo, expone su visión de la sociedad de su época. La erudición y restauración de
la sintaxis latinizante -imitadora de la latina- en la producción de Enrique de Villena
supuso una innovación en la prosa española.
Estructura
En el poema hay dos tramas que se cruzan:
El tema del deshonor: eje central de la obra, motivado por el injusto destierro del
Cid; continúa con el progresivo engrandecimiento del Cid mediante sus victorias y
las riquezas que éstas le procuran y finalmente se describe la entrada triunfal del
Cid en Valencia
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Las bodas de las hijas del Cid y el injusto trato que estas reciben por parte de los
infantes de Carrión: esto motiva que el Cid obtenga la culminación de su honor.
Finalmente, las hijas del Cid se casan con los infantes de Navarra y Aragón.
Métrica:
Característica: versificación irregular: medida de los versos oscila entre las 10 y las 20
sílabas, aunque se aprecia un predominio de los de 14, 15 y 13 con hemistiquios de 6, 7 y
8 sílabas combinados preferentemente en 7 + 7, 7 + 8 y 6 + 7. Los versos están agrupados
en series o tiradas que encierran una misma idea, cuya asonancia es más o menos
continua. Suele cambiarse la asonancia cuando la narración da paso al discurso directo o
viceversa y cuando una nueva escena o tema.
Estilo:
Con el propósito de ennoblecerlos el poeta dota a los personajes de cualidades excelentes
mediante el epíteto épico - "el que en buen hora nació", "el bueno de Vivar", o de
adjetivos caracterizadores, ponderativos o afectivos que se extienden no sólo al héroe,
sino también a su mujer, a su caballo, ... Visualiza las escenas de emocionantes mediante
expresiones deícticas, señaladoras - afectos (heos aquí), veriedes - porque presupone un
auditorio ; en estos casos el autor se introduce en la obra haciendo sus propios
comentarios. El vocabulario que alude a prácticas legales, usos feudales, arte de la guerra
y ropajes es amplio y sirve para dar a conocer costumbres y modos de vida. Se usa con
cierta frecuencia el ablativo absoluto. Hay pleonasmos - llorando de los ojos - que
intensifican la expresión emotiva. Se suelen anteponer el artículo al adjetivo, con lo que se
le individualiza y se le atribuye la cualidad en exclusiva - Castilla la gentil, Valencia la clara.
Abundan las descripciones de personas, batallas y lugares. Para terminar hay que destacar
la claridad, simplicidad y a la vez severa grandeza que el poeta confiere a la narración que
discurre con rapidez y viveza (dinamismo). La ornamentación es sobria y la adjetivación
escasa. La expresión adquiere una infinita gama de matices que van desde lo finamente
irónico a lo dramático.
Temas
En primer lugar se señala el tema del restablecimiento del honor del héroe, perdido a
causa del destierro. Entonces el concepto del honor equivalía a "posición o rango social".
La ascensión del Cid al poder es otro de los temas. El destierro que sufre el héroe supone
el desamor del rey y la muerte jurídica del Cid. Para conseguir el poder lucha y gana
batallas y riquezas a las que se les concede gran importancia en la obra. En la lucha por el
poder son importantes las hijas, por las que siente gran ternura, pero las mueve en el
tablero según sus conveniencias como cualquier señor medieval.
También hay que destacar el tema de la integridad. El Cid se demuestra íntegro en un
sentido cristiano, feudal y social. Esta integridad le gana la adhesión de sus vasallos y su
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generosidad y fidelidad le hacen recuperar el favor del rey. Es tierno y humano en el amor
a su familia y a sus amigo, religioso, cortés, astuto, discreto y valiente en la lucha.
195
Unidad V. Periodos Literarios. Grecia y Roma
III. EJERCITACIÓN
2.- ¿Cuál de los siguientes géneros históricos se dedicaba a representar historias bíblicas?
a) El cantar de gesta
b) El auto sacramental
c) La égloga
d) La tragedia
e) La comedia
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2.-Describe brevemente la actitud de Antígona ante los peligros con los que
eventualmente podría enfrentarse.
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3.- ¿Estás de acuerdo con la actitud de Antígona ante la medida que se había adoptado
para con su hermano? Justifica tu respuesta.
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4.- ¿Conoces directa o indirectamente la historia de alguna mujer que haya decidido
enfrentarse a lo establecido? Explícala en el espacio asignado, y luego comenta con tu
compañero de banco. Finalmente, comparta sus impresiones con el resto del curso.
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5.-Escribe un texto en el que aparezcan dioses griegos, y en el que el destino tenga una
importante influencia sobre el devenir de los personajes principales. Antes de escribir,
tome en cuenta lo siguientes pasos:
a) Planificar la escritura (hacer un bosquejo previo de la historia a narrar).
b) Definir núcleos de acción, atribuibles a las fases de inicio, desarrollo y desenlace.
c) Utilizar marcadores discursivos y conectores que le permitan ordenar su texto.
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d) A medida que avance con su escritura, vaya haciendo revisiones parciales para
evaluar su texto.
e) Cuando termine de escribir, vuelva a leer su texto, y corrija aquellos aspectos
que le parezcan posibles de mejorar.
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