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Luego pareciera venir un pequeño diálogo (la escena es confusa), pues el segundo
parece ser un parlamento del interlocutor del hablante lírico, cuyo elemento pareciera
ser el fuego. Pero el acercamiento es prudente, cuidadoso:
Suave y frágil una polilla, dices:
El fuego me asusta
Aquí aparece el tema de la danza, una invitación a dar el paso siguiente en el camino
de la conquista, a sincronizar los pasos en un mismo ritmo; a ponerse de acuerdo:
Baila conmigo
en los vacíos que el calor
No alcanza a quemar
Parpadea tus alas (sinestesia)
Delicadas armas que cuentan canciones (sinestesia)
Y huelen a heridas aún abiertas (sinestesia)
Huelen a heridas aún abiertas: se trata de alguien que ha sufrido, probablemente, por
causa del amor. El mensaje entonces es este: date una nueva oportunidad conmigo;
deja el pasado atrás. Naturalmente, no se puede prometer que esta vez todo saldrá
bien. La disposición está, pero en todo caso se trata de la relación entre dos elementos,
que, por su naturaleza, tienden a lastimarse. Por un lado está la fragilidad de la polilla,
y por el otro la voracidad del fuego:
Este poema está dividido en dos partes, ambas de nueve versos. En la primera
predomina un tono trágico; en la segunda se destaca el poder curativo de la danza.
“Antígona”, como se sabe, es una de las tragedias más célebres de Sófocles. En ella
se ve a la hija de Edipo condenada a morir por desobedecer la orden de su tío Creonte
de no darle sepultura a su hermano Polinices. Si tuviéramos que buscar un adjetivo
para definir a Antígona ese sería rebelde. Y detrás de esa rebeldía estaría oculto un
sentimiento de libertad. En la primera estrofa (4 versos) puede evidenciarse, entonces,
un tono melancólico, a través de la identificación del hablante lírico con Antígona:
Antígona:
Mi mente obsesa abraza (personificación)
Tu fantasma gordo y pálido
Que se alimenta de mi tristeza
El fantasma de Antígona es gordo porque, lejos de ser considerado como un simple
personaje literario, aparece robustecido ante la mirada del hablante lírico. Su palidez,
por otro lado, es la misma de aquellos que no tienen ninguna razón para reír. En la
tradición griega de antaño los fantasmas se alimentaban de sangre, pero Antígona ha
encontrado otra sustancia nutricia: la tristeza del sujeto que lo invoca a través de la
poesía.
En la parte siguiente (una estrofa de cuatro versos, y un verso independiente) se
acentúa la idea del sufrimiento:
Pierdo la piel de a gotas (Sinestesia)
Completando en mis hombros
El círculo perfecto que te carga (metáfora)
Si aterrada te nombro
Cadáver.
Perder la piel a gotas: morir lentamente. Y otra vez aparece el sentimiento de
hermandad entre Antígona y el hablante lírico en el tercer verso, así como el terror y la
presencia de la muerte. Profundo y desgarrador sentimiento de soledad.
El tono del poema cambia en la parte que viene a continuación. Es, como se anticipaba
en un comienzo, un elogio a la danza. Si en un momento todo era oscuridad, ahora
vuelve a incorporarse gracias a la danza. El hablante lírico ya no se dirige a Antígona,
sino que se reafirma en su propio equilibrio con el uso de la primera persona del
singular:
La victoria:
Cuando danzo
mi cuerpo se retoma
fragmentándose ante la mirada (metáfora)
de los demás
recojo el rompecabezas (metáfora)
mientras en el laberinto (metáfora)
insisten en perdurar
todas las respuestas
Las preguntas insisten en perdurar, por otro lado, porque con el baile no se han
resuelto todos los problemas de la vida. Antígona y el hablante lírico, pues, terminan
por convertirse en una sola. La idea del suicidio está conjurada por el momento gracias
al poder revitalizante de la música y la danza.
MILJAMA
Ahora bien, en el primer verso de la estrofa citada, la palabra “batalla” tiene una
connotación diferente. Despojada de su definición habitual, la metáfora completa
(“batalla de flores”) alude al desfile con que se la da apertura al Carnaval de
Barranquilla, pero el tercer verso no da lugar a las ambigüedades:
Disfrazada de marimonda
La estrofa completa, pues, estaría referida a una actitud cómica ante la vida. Es como
si el hablante lírico dijera, como los versos de aquella canción de Celia Cruz, que la
vida es un carnaval, y que no vale la pena vivir con un lamento constante a flor de piel.
Además parecería cumplirse aquella afirmación de Antonio Benítez Rojo cuando dice
que en el caribe no existe el apocalipsis, que la tragedia está conjurada por el carnaval.
Los dos versos siguientes podrían entenderse como una referencia a la brevedad de la
vida. El tiempo no aparece trasformado ya en un reloj de arena, sino en una vela. A
medida que la cera se derrite, se va acabando nuestro tiempo sobre la tierra.