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¿Qué es la Filosofía Política?

(Patricia Britos)

En primer lugar, se trata de un área de la filosofía donde se tratan las


cuestiones de la polis; de ahí proviene la palabra “política”. Esta
preocupación por los asuntos de la polis tenía que ver con la forma de actuar
de los ciudadanos, la economía y el bienestar. Si tomamos a autores como
Hesíodo, Platón, Aristóteles, Séneca, etc. advertimos que lo que nos presentan
son ideas de cómo se deberían hacer las cosas para que resulten en que la
sociedad alcance la justicia. Además, los antiguos insisten en que las
leyendas, los relatos, se deben enseñar a los niños para que puedan ser
ciudadanos ejemplares cuando crezcan.

Hoy en día, los temas se han multiplicado, hay muchas más áreas
relacionadas con la vida del ciudadano. Ni siquiera existía la política
internacional en la Antigüedad y hoy se habla de justicia global; tampoco había
aparecido el debate sobre el contrato social de la mano de los estados-nación y
hoy se habla de globalización con una economía más apegada al capital que a la
nación. Pero no sólo nos faltan ciertas teorías como fundamento para la
política sino que han aparecido muchas más preguntas, dudas y polémicas en
nuestra contemporaneidad. ¿Acaso la bioética –disciplina muy reciente- no se
yuxtapone con la filosofía política y moral? Las discusiones sobre el aborto,
la clonación de órganos, el cambio de sexo, etc. no podrían existir sin el
desarrollo científico.

Obviamente, nuestra visión está restringida al pensamiento occidental y


con un punto de partida que es el de la Atenas clásica. Y una vez que
establecimos esto, conviene recordar que a través de la historia se podría
trazar una línea que abarca ciertos temas y asuntos debatidos por los que
estudian la política. Pero, ¿acaso no se han extendido las discusiones? Han
surgido nuevas preocupaciones respecto de lo que ocupa a la ciudadanía y a los
investigadores de los asuntos sociales. Esto es obvio y comprensible; la
historia ha dejado un rastro que muestra una evolución del pensamiento y, a la
postre, un desarrollo de las instituciones enmarcadas dentro del contrato
social.

Al momento de la indagación de lo político, usualmente se requiere con


urgencia la respuesta al problema y se plantea el uso de métodos que faciliten
la discusión, que lleven más allá de la mera discusión para así lograr ciertos
resultados lo más rigurosos posibles. Y en este sentido, nos ubicamos en un
nivel empírico donde el trabajo nos llevará a conocer datos, intentar
contrastar hipótesis o, al menos, proveer información a los que ansían

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encontrar respuestas a ciertas preguntas inquietantes que se nos presentan.
Cuando no estamos en ese nivel empírico de las ciencias sociales, teorizamos. A
veces, describimos ciertos modelos, comparamos lo que nos dan los científicos,
evaluamos situaciones, analizamos mediante las teorías lo que acontece y,
especialmente, discutimos las cuestiones morales. La separación entre los
niveles de discusión, en el caso de la política, tiene una importancia muy
grande porque sobre lo que pasa en la polis, opinan todos. A diferencia de lo
que pasa en la física, por ejemplo, donde es imposible opinar sobre temas de la
mecánica cuántica sin ser un experto en la materia, sobre la política todos
tienen algo para decir. Además, los términos que se usan en esta área son
coloquiales, no hay muchos que se hayan acuñado expresamente para uso de los
cientistas políticos o los filósofos políticos. Esto no es una queja sino que
es una descripción del obstáculo que enfrentan los estudiosos de lo político al
momento de expresar sus ideas. Se requiere hacer ciertas salvedades porque nos
encontramos con palabras polisémicas y lo que alguien escribe puede ser
interpretado en forma errónea por quien lo lee si no se hace referencia al
marco teórico, enfoque o teoría a la que se adhiere. Entonces, parece que el
hecho de no tener términos acuñados ad hoc dificulta la comprensión en el
debate y puede llevarnos a enfrentarnos en temas donde, en realidad, tendríamos
acuerdos.

Una vez más, debemos admitir que los temas de discusión van cambiando
con el devenir de la historia. Y, además, las disciplinas se vuelven cada vez
más especializadas y el contenido de las investigaciones difícilmente pueda ser
determinado sin tener en cuenta la interdisciplinariedad. ¿Qué le corresponde a
la bioética o a la economía y no se relaciona con la filosofía política? ¿El
derecho no es familiar cercano de ésta? ¿Cómo ignorar la economía cuando se
habla de la sociedad? A veces, hacemos de cuenta que teorizamos sin tener in
mente lo histórico, pero esto no es cierto. Todo filósofo político se basó en
los problemas que lo rodeaban para proponer una discusión y discutir
argumentos. Sólo menciono al filósofo hombre porque hasta no hace tanto la
mujer carecía de la posibilidad de trabajar intelectualmente. No olvido las
excepciones; sólo recuerdo que no había muchas mujeres que pudieran hacerlo y
esto nos lleva a una problemática de género. Volvemos a la cuestión de la
realidad, el mundo real, que nos provee problemas a los que se intenta dar
solución. La ciencia política nos proporciona un análisis estratégico para
alcanzar los resultados esperados, se preocupa de encontrar respuestas a las
problemáticas que entorpecen el desarrollo de una sociedad.

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¿Para qué sirve?

Otra pregunta que hay que contestar y que resulta altamente polémica es
la de la posible utilidad de la disciplina como forma de argumentación sobre lo
político. En Lecciones sobre la historia de la Filosofía Política, Rawls se
pregunta en qué punto y de qué modo se introduce la filosofía política en la
política democrática y afecta al resultado de ésta. Y, también, cómo debería
verse la filosofía política a sí misma en ese sentido. Analiza las perspectivas
desde dos posiciones; una es la platónica, que determina la justicia y el bien
común, y la otra, la que realza la cultura de fondo de una sociedad
democrática. En la primera, se puede hacer referencia al rey filósofo de Platón
o la vanguardia revolucionaria de Lenin. Se entiende aquí que la pretensión de
verdad no acarrea solamente un derecho a conocer, sino también a controlar y a
actuar políticamente. En la segunda perspectiva, se piensa que ciertos textos
se vuelven parte del acerbo de la cultura política pública y así es posible que
la filosofía política se vuelva útil al debate político público.1

Hay una discusión sobre el rol de la filosofía política académica actual.


Algunos opinan que la academia trata de evitar la actividad política cotidiana
de la democracia (el gran juego de la política). Entre estos autores está
Benjamin Barber, y lo que opinan sobre la filosofía política académica es que
es platónica y desestiman la importancia del desarrollo de la filosofía
respecto de las cuestiones de la polis. Consideran que es mejor que la vida
pública tenga su propia vida dejando a un lado las polémicas y las discusiones
filosóficas. Habría que analizar si se puede apartar a la política de la
discusión idealista y si ésta se puede desentender de la actividad cotidiana
donde existen juegos de poder que resultan transformadores.

En realidad, la respuesta está en la idea reguladora de la filosofía


política: la vida en democracia. Entonces, si se apuesta a que se respeten las
mayorías en un régimen donde las instituciones son fuertes como para hacer
respetar los derechos y libertades de la ciudadanía toda, no puede haber
perspectiva platónica en el sentido descrito más arriba. El liberalismo
difícilmente puede pretender invalidar el resultado de la política democrática
cotidiana. Según Rawls:

(…) Mientras impere la democracia, el único modo en que la filosofía liberal


podría hacer algo así de forma apropiada, sería influyendo sobre algún agente
político establecido de manera constitucionalmente legítima y persuadiéndole de
que anulara la voluntad de las mayorías democráticas. Esto podría producirse, por

1
Rawls, p. 30.
3
ejemplo, si los autores filosóficos liberales influyeran sobre los magistrados
del Tribunal Supremo de un régimen como el nuestro. Puede que autores académicos
liberales, como Bruce Ackerman, Ronald Dworkin y Frank Michelman, se estén
dirigiendo al Tribunal Supremo en sus escritos, pero también lo hacen muchos
conservadores y otros autores no liberales, los cuales se hallan igualmente
implicados en la política constitucional, por así llamarla. Dado el papel de
dicho Tribunal en nuestro sistema constitucional, lo que podría verse como un
intento de invalidar la política democrática puede tratarse, en realidad, de una
aceptación del método de control judicial de la constitucionalidad de las leyes
(el judicial review) y de la idea de que la Constitución sitúa determinados
derechos y libertades fundamentales fuera del alcance de las mayorías
legislativas ordinarias. De ahí que el debate de los autores académicos verse a
menudo sobre el alcance y los límites del principio de la mayoría y sobre el
papel adecuado que debe desempeñar el Tribunal a la hora de especificar y
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proteger libertades constitucionales básicas.

Si sirve de algo trabajar en el área de la filosofía política en la


actualidad, seguro que su utilidad está fundada en el respeto por los otros y
el fortalecimiento de la democracia constitucional, sistema de gobierno al que
se adhiere desde la doble revolución del siglo XVIII. Si de algo sirve la
actividad que algunos hemos encarado desde hace tanto tiempo, debe ser
seguramente la de producir en función de la problemática que nos rodea. Se
supone que debemos pensar, cosa que no es fácil si se debe ser serio y
riguroso, y proponer posibles soluciones para que todos y cada uno de los
integrantes del grupo social tenga una vida feliz. Y, si tenemos en cuenta el
hecho de que no somos iguales, tropezamos con la dificultad de que no todos
quieren lo mismo y no todos se conforman con lo mismo. Es muy fácil encontrarse
con ciertas corrientes de pensamiento que presuponen que la conclusión a la que
han llegado es la respuesta con mayúsculas. Su teoría viene a solucionar los
problemas sociales que no se han podido resolver a través de la historia.
Digamos, se pierde de vista el hecho de que los hechos son únicos y de que
seguramente la respuesta a un dilema de hace un siglo, no parece ser la más
adecuada en el presente. Además de esto, el problema se agranda cuando nos
encontramos con el engaño en que nos sumergimos cuando creemos tener respuesta
a la voluntad general. ¿Acaso sabemos cómo conocer lo que quiere la gente? Y,
¿estamos seguros de que todos quieren lo mismo? Pero aún más grave puede ser
que los intelectuales creamos conocer la voluntad general. Desde lejos, desde
nuestros escritorios, asumimos que nosotros somos los que sabemos cómo debe
vivir la gente. Y desde ese lugar, planteamos políticas públicas que serán
comprendidas a la postre por los perjudicados; el tema es que todavía los

2
Rawls, p. 31.
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ciudadanos no saben que nuestra propuesta es por su bien. Ese es el principio
de un mundo donde no hay empatía, no hay compasión, y no se advierte que el
otro tiene su propia idea de cómo quiere vivir su vida. Si desconocemos lo que
sienten las personas, lo que desean, lo que preferirían hacer y cuál es el
estilo de vida que quieren llevar, no estamos haciendo bien el trabajo, a mi
entender.

La filosofía política no tiene un papel desdeñable dentro de la cultura general


de fondo, ya que constituye una fuente de principios e ideales políticos
esenciales. Fortalece las raíces de las actitudes y del pensamiento democrático.
Ésa es una función que no realiza tanto a través de la política cotidiana como
formando a los ciudadanos y las ciudadanas en ciertas concepciones ideales de la
persona y de la sociedad política antes de que se incorporen a la política y en
sus momentos de reflexión a lo largo de toda la vida.3

¿Qué temas se abordan?

Ante la injusticia, la desigualdad y la falta de suerte, la filosofía


política tiene que actuar. ¿Cómo? Obviamente, no a través de la acción que
significa el cambio directo e inmediato de la realidad social sino mediante el
debate sobre la forma que tendría que tener el cambio y su contenido. La
universidad tiene que estar a la altura de los acontecimientos, los
intelectuales debemos aceptar nuestra responsabilidad ante los problemas
sociales y, por ende, pensar en sus soluciones. En nuestra mente hay un mundo
ideal al que queremos pertenecer; sería muy útil que trabajáramos para que se
pudiera acceder a esa condición y se resolvieran ciertas injusticias que vemos
a nuestro alrededor. ¿Se pueden resolver todas las cuestiones que apremian a
los ciudadanos? Seguro que no, pero se debe intentar avanzar lo más posible
hacia el ideal que tenemos in mente.

La falta de justicia aparece en áreas que tienen que ver con la salud, la
economía, la cultura y el tratamiento de la sexualidad y el género. Se podría
decir que la filosofía política se va a inmiscuir en diversas áreas de
conocimiento porque todo lo que afecte al ciudadano, será tema del pensamiento
político. La filosofía política trabaja de la mano de la filosofía moral, se ve
involucrada en la filosofía del derecho; toma de las ciencias sociales y la
investigación empírica los datos que necesita e inclusive hace uso de la lógica
y de cualquier método axiomático si esto se transforma en una herramienta
rigurosa que colabore con la labor reflexiva.

3
Rawls, p. 34.
5
Los valores, las culturas, las emociones, las condiciones económicas,
ambientales, sanitarias, educativas, todo esto y mucho más influye en la visión
de lo político en la actualidad. Es decir, la filosofía política necesita de
otras áreas de conocimiento para poder analizar los problemas que la ciudadanía
enfrenta día a día, por eso incluso debemos recurrir a los especialistas en
otras áreas para que nos ayuden a entender cómo es este mundo social.

Al hablar de injusticia, se presenta irremediablemente el tema de la


pobreza. Ésta no sólo resulta campo de estudio para los economistas sino
también para los que no trabajamos en el campo científico y estamos más
alejados de la recopilación de los datos empíricos. En este debate, se advierte
que la pobreza significa inequidad, y ésta nos lleva a discutir cuestiones como
la salud, la educación y la vivienda, que son esenciales para llevar una vida
digna. Es por esto que es una simplificación la idea a la que algunos adhieren
de que si la distribución es igualitaria, desaparecen los pobres. Todo es más
complejo de lo que parece, incluso por un tema que impuso Rawls, desde hace
unas décadas, que es el tema de la justicia intergeneracional. En pocas
palabras, qué mundo le vamos a dejar a nuestros descendientes.

Siguiendo con la pobreza, un filósofo que se ha dedicado desde hace años


a la ética, Norman Daniels, ha dado su opinión sobre temas sanitarios a
comisiones gubernamentales e incluso ha sido consultado por Naciones Unidas.
Además de estudiar temas como el tratamiento de VIH-Sida, los problemas de
adicciones, el seguro de salud para la población más carenciada –hizo lo
posible por imponer el cambio en EEUU trabajando con Hillary Clinton, pero no
pudieron con los intereses en el ámbito de la medicina-, la intervención
informada, etc. como también un nuevo dilema que se refleja en el hecho de que
ante el desarrollo de la medicina, se alarga la vida y debemos pensar en las
condiciones de vida de los mayores que cada vez viven más años. Esta población
no está lo suficientemente saludable como para valerse por sí misma y el Estado
debe velar por ella, incluso ocupándose de proveer vivienda, y esto nos lleva a
una nueva preocupación y una carga para un Estado que en casos como éstos
termina siendo paternalista.

Una metodología

Tomo especialmente el trabajo de Martha Nussbaum para explicar cómo creo


que debe realizase la tarea investigativa porque es una filósofa renombrada y,
por ende, nadie podría decir que se trata de una investigadora inexperta y
falta de criterio.

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En algún momento, remarcó que le era imposible trabajar sin un
acercamiento a la realidad que le brindara una visión de lo que realmente pasa.
Por eso, en Sex and Social Justice, por ejemplo, su labor se concentra en la
dignidad de los seres humanos con especial énfasis en el problema que acarrea
la sexualidad y el género. ¿Por qué se abocó a hacer entrevistas directas en
Asia y África? La explicación que ha dado frecuentemente es que para opinar
sobre la pobreza y la marginalidad, necesita aprender sobre lo que les pasa a
los afectados y esto sólo se puede hacer conociendo la complejidad de su
realidad. Ella dijo:

Entre 1986 y 1993, fui una Research Advisor en el Instituto Mundial para la
Investigación de la Economía de Desarrollo en Helsinki, Finlandia, una agencia
conectada con la Universidad de Naciones Unidas. Pasaba un mes todos los veranos
en Finlandia, trabajando con un grupo multinacional y multidisciplinario de
investigadores sobre un proyecto que investigaba el concepto de “calidad de vida”
que se usaba para medir el desarrollo en las naciones. El propósito del proyecto
era dar un debate filosófico sobre esta cuestión para referirse a la crítica de
modelos económicos demasiado simples de la familia y de la calidad de vida que
ha tenido una extensa influencia sobre la política pública. Este compromiso con
cuestiones prácticas urgentes de hambre, igualdad de sexo y pluralismo religioso
y cultural, así como con investigadores de India, Bangladesh, Nigeria, México,
Sri Lanka, Irán y muchas otras naciones, ha cambiado fundamentalmente mi trabajo
como filósofa. (…) me llevó a pensar que mucho del trabajo que se produce en la
academia filosófica norteamericana, sobre la justicia y la igualdad de sexo,
carece de información sobre cuestiones internacionales y de confrontación con
situaciones prácticas concretas.

Esto, según mi visión, no le pasa sólo a la filosofía de EEUU, sino que


es un rasgo distintivo de la filosofía política en general, a pesar de
pertenecer ésta a la filosofía práctica. Pareciera que nos quedamos en la
abstracción que nos lleva a honrar los escritos de los filósofos y discutir
sobre lo que debe haber querido decir en el pie de página o algo por el estilo.
No pretendo que dejemos de estudiar a los clásicos sino que me parece que en
función de lo que se dice en los textos que tanto revisamos, deberíamos ver la
realidad que nos rodea para no quedar excluidos del mundo al que pertenecemos y
al que le debemos nuestro pensamiento.

Con respecto a la forma en que se discute en filosofía y en que se


plasman los argumentos que devienen de la lucha de ideas, creo fehacientemente
en la claridad de los escritos. No concibo que alguien que puede dar una
explicación útil y transparente, termine llenando de oscuridad sus escritos. En
esto estoy en un todo de acuerdo con Martha Nussbaum que rechaza la oscuridad

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de ciertos textos que no los entienden ni los especialistas. En una
entrevista, dijo

Provengo de una tradición –muy socrática– que cree enérgicamente en la


transparencia; yo jamás enviaría a publicar algo que un estudiante de un curso
introductorio de licenciatura no pudiera entender y criticar. No concibo a los
filósofos como “profundas figuras solitarias”, sino como miembros de una
comunidad que tienen la responsabilidad de hablar y de estructurar sus argumentos
con claridad. La contribución de Sócrates a la democracia fue tener a todo el
mundo hablando conjuntamente de un modo claro y abierto, y asociar esto con el
respeto a la igualdad.

Ella sostiene que la filosofía política tiene una función pública. “La
mayoría de los filósofos políticos más grandes han contribuido al debate
público, y eso es muy bueno, porque siempre es positivo para ellos considerar
si lo que piensan es realista y si podría suponer una verdadera contribución.
Por ello, en Las fronteras de la justicia afirmo que, en la medida en que los
problemas cambian, la filosofía también tiene que cambiar y ser flexible”.

Aprovecho que ya había incluido a Daniels previamente, para retratar el


tipo de trabajo intelectual que ha llevado adelante durante décadas. En ocasión
de la publicación de uno de sus textos Just Health: Meeting Health Needs
Fairly, dice que es resultado de una odisea que comenzó hace varias décadas.

Esta secuela elabora en nuevas direcciones la visión de la población de la


justicia y la salud que comencé a desarrollar en el trabajo anterior, pero es
mucho más que el producto de mis encuentros con los desafíos impuestos por el más
amplio mundo de la salud.

Su investigación se basó en lo que fue discutiendo con médicos y


pacientes, discutiendo la cuestión del cuidado de la salud y la evaluación de
todos los determinantes de la salud. Inevitablemente, Daniels tuvo que
enfrentarse con el dilema de si era más efectiva la atención primaria de la
salud o los cuidados intensivos. Así como de qué manera armar un sistema de
salud lo más justo posible. Por ende, tuvo que tomar decisiones importantes e
incluso aceptar sus propios errores al momento en que sus propuestas pudieran
resultar desventajosas para algunos pacientes. La moral y la política se
vuelven a unir en un debate que tiene como lugar la discusión teórica sobre las
cuestiones de la polis.

Responsabilidad

Los intelectuales tenemos una responsabilidad que tiene un alcance muy


grande; no se trata de lograr los objetivos del programa de cátedra ni tampoco
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cumplir con lo que se prometió en el protocolo investigativo; más bien
significa que le debemos una respuesta a los ciudadanos y ciudadanas. Se espera
de nosotros que resolvamos los problemas sociales. Esto lamentablemente no es
factible. Lo que podemos hacer es dar una opinión fundada sobre la problemática
que abordamos para que alguien aprehenda conceptos, definiciones, métodos y
pueda hacer uso de todo esto en el mundo real.

¿Acaso esto significa que sólo debemos apuntar al análisis de textos y


al debate teórico permanente? Digamos, ¿todo esto en un ambiente no contaminado
donde estemos alejados de las experiencias conflictivas de la sociedad? A
través de mi carrera, he escuchado muchas veces la idea de que si se escuchan
las voces de las víctimas no se puede ser objetivo. Esta no aproximación al
objeto de estudio es algo que nunca pude entender bien. Podría comprender que
el investigador debe, en muchos casos, mantener cierta distancia para poder
evaluar eficazmente el problema y proponer la solución óptima y equitativa en
el caso de una respuesta social. Me parece que en el fondo se trata de
vislumbrar lo que pasa en la polis, a través de lentes especiales que son las
teorías e instrumentos conceptuales y poder describir un panorama mucho más
riguroso, objetivo y detallado del que podría dar alguien que no tiene
familiaridad con el pensamiento abstracto y el debate que surge del análisis de
los argumentos filosóficos.

A veces, en el intento de teorizar, se olvida que detrás de esa realidad


que aparece en los papeles, hay gente de carne y hueso que clama por justicia.
El compromiso de los que nos dedicamos a la filosofía política es muy grande.
Debemos superar el mero estudio de la historia de la filosofía política para
ver dónde están los puntos neurálgicos en que se debe trabajar en función de
alcanzar un pensamiento claro que transmita a los estudiantes la preocupación
por lo que pasa alrededor nuestro y cómo trabajar rigurosamente para hacerlo
con la seriedad que merece la gravedad del hecho de que hay gente que sufre y
padece.

Conclusión:

Me parece que en algo tan importante como “las cuestiones de la polis”,


no se puede trabajar desde el más absoluto aislamiento intelectual. El hecho de
que la tarea del académico sólo consista en revisar, discutir y hacer relevante
el pensamiento de los grandes pensadores, nos hace perder de vista que estamos
donde estamos porque hay problemas que aparecen en la sociedad política y se
espera de nosotros que opinemos sobre éstos. Difícil es la tarea del que debe

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evaluar si los conceptos teóricos que tenemos en la disciplina resultan útiles
o bastan al momento de revisar las políticas que aún marcan nuestro accionar.

Se continúa discutiendo sobre la mejor solución a los dilemas sociales,


aunque éstos son de difícil resolución. Optimistas hubo y habrá; recuerdo que
el Marqués de Condorcet creía que la solución venía de la mano del desarrollo
de la matemática aplicada a los problemas políticos; pero hay contraejemplos
que nos muestran las dificultades de la convivencia y la tolerancia. Digamos,
¿cómo puede ser que se hayan dado las dos guerras mundiales en la primera parte
del siglo XX después de tanto camino en pos de la paz? ¿Cómo puede haber hambre
en el mundo y, aún peor que la pobreza misma, una desigualdad que refleja la
falta de empatía, de solidaridad y de compasión?

La construcción de nuevas instituciones que sean capaces de resistir el


embate de las nuevas problemáticas ciudadanas, surge como una necesidad y
alguien tiene que ocuparse de que la reflexión filosófica guíe el camino del
empoderamiento de los que son más vulnerables. La lucha entre pobres y ricos no
se basa únicamente en los ingresos sino también, y especialmente, en la
discriminación, la falta de oportunidades, la falta de acceso a la salud y a la
educación y la imposibilidad de sentir respeto por sí mismo. Se sabe que el que
no tiene todo esto, seguramente no participa políticamente para reclamar por
sus derechos. Esta tensión permanente entre libertad negativa y positiva se
hace evidente cuando evaluamos si en un estado democrático los ciudadanos
reclaman lo que debe ser suyo. Hay un ejemplo que da Sen cuando compara el
Estado de Kerala en la India, ejemplo de políticas públicas, con algunos países
del primer mundo que son menos equitativos, y recuerda que el porcentaje de
morbilidad en Kerala era más alto que el de esos otros países a pesar de que la
mortalidad era mucho más baja. ¿Qué significaba? Una sociedad más educada
declara sus enfermedades, a diferencia de la que ni siquiera advierte que está
enferma porque no hay educación para la salud.

Si tenemos obligaciones de justicia social para dar igualdad de oportunidades,


como en la robusta noción de Rawls de la igualdad justa de oportunidad, entonces
tenemos obligaciones sociales para promover el funcionamiento normal y
distribuirlo equitativamente en la sociedad diseñando nuestras instituciones
4
apropiadamente .

4
Daniels, p. 3.
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