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(Patricia Britos)
Hoy en día, los temas se han multiplicado, hay muchas más áreas
relacionadas con la vida del ciudadano. Ni siquiera existía la política
internacional en la Antigüedad y hoy se habla de justicia global; tampoco había
aparecido el debate sobre el contrato social de la mano de los estados-nación y
hoy se habla de globalización con una economía más apegada al capital que a la
nación. Pero no sólo nos faltan ciertas teorías como fundamento para la
política sino que han aparecido muchas más preguntas, dudas y polémicas en
nuestra contemporaneidad. ¿Acaso la bioética –disciplina muy reciente- no se
yuxtapone con la filosofía política y moral? Las discusiones sobre el aborto,
la clonación de órganos, el cambio de sexo, etc. no podrían existir sin el
desarrollo científico.
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encontrar respuestas a ciertas preguntas inquietantes que se nos presentan.
Cuando no estamos en ese nivel empírico de las ciencias sociales, teorizamos. A
veces, describimos ciertos modelos, comparamos lo que nos dan los científicos,
evaluamos situaciones, analizamos mediante las teorías lo que acontece y,
especialmente, discutimos las cuestiones morales. La separación entre los
niveles de discusión, en el caso de la política, tiene una importancia muy
grande porque sobre lo que pasa en la polis, opinan todos. A diferencia de lo
que pasa en la física, por ejemplo, donde es imposible opinar sobre temas de la
mecánica cuántica sin ser un experto en la materia, sobre la política todos
tienen algo para decir. Además, los términos que se usan en esta área son
coloquiales, no hay muchos que se hayan acuñado expresamente para uso de los
cientistas políticos o los filósofos políticos. Esto no es una queja sino que
es una descripción del obstáculo que enfrentan los estudiosos de lo político al
momento de expresar sus ideas. Se requiere hacer ciertas salvedades porque nos
encontramos con palabras polisémicas y lo que alguien escribe puede ser
interpretado en forma errónea por quien lo lee si no se hace referencia al
marco teórico, enfoque o teoría a la que se adhiere. Entonces, parece que el
hecho de no tener términos acuñados ad hoc dificulta la comprensión en el
debate y puede llevarnos a enfrentarnos en temas donde, en realidad, tendríamos
acuerdos.
Una vez más, debemos admitir que los temas de discusión van cambiando
con el devenir de la historia. Y, además, las disciplinas se vuelven cada vez
más especializadas y el contenido de las investigaciones difícilmente pueda ser
determinado sin tener en cuenta la interdisciplinariedad. ¿Qué le corresponde a
la bioética o a la economía y no se relaciona con la filosofía política? ¿El
derecho no es familiar cercano de ésta? ¿Cómo ignorar la economía cuando se
habla de la sociedad? A veces, hacemos de cuenta que teorizamos sin tener in
mente lo histórico, pero esto no es cierto. Todo filósofo político se basó en
los problemas que lo rodeaban para proponer una discusión y discutir
argumentos. Sólo menciono al filósofo hombre porque hasta no hace tanto la
mujer carecía de la posibilidad de trabajar intelectualmente. No olvido las
excepciones; sólo recuerdo que no había muchas mujeres que pudieran hacerlo y
esto nos lleva a una problemática de género. Volvemos a la cuestión de la
realidad, el mundo real, que nos provee problemas a los que se intenta dar
solución. La ciencia política nos proporciona un análisis estratégico para
alcanzar los resultados esperados, se preocupa de encontrar respuestas a las
problemáticas que entorpecen el desarrollo de una sociedad.
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¿Para qué sirve?
Otra pregunta que hay que contestar y que resulta altamente polémica es
la de la posible utilidad de la disciplina como forma de argumentación sobre lo
político. En Lecciones sobre la historia de la Filosofía Política, Rawls se
pregunta en qué punto y de qué modo se introduce la filosofía política en la
política democrática y afecta al resultado de ésta. Y, también, cómo debería
verse la filosofía política a sí misma en ese sentido. Analiza las perspectivas
desde dos posiciones; una es la platónica, que determina la justicia y el bien
común, y la otra, la que realza la cultura de fondo de una sociedad
democrática. En la primera, se puede hacer referencia al rey filósofo de Platón
o la vanguardia revolucionaria de Lenin. Se entiende aquí que la pretensión de
verdad no acarrea solamente un derecho a conocer, sino también a controlar y a
actuar políticamente. En la segunda perspectiva, se piensa que ciertos textos
se vuelven parte del acerbo de la cultura política pública y así es posible que
la filosofía política se vuelva útil al debate político público.1
1
Rawls, p. 30.
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ejemplo, si los autores filosóficos liberales influyeran sobre los magistrados
del Tribunal Supremo de un régimen como el nuestro. Puede que autores académicos
liberales, como Bruce Ackerman, Ronald Dworkin y Frank Michelman, se estén
dirigiendo al Tribunal Supremo en sus escritos, pero también lo hacen muchos
conservadores y otros autores no liberales, los cuales se hallan igualmente
implicados en la política constitucional, por así llamarla. Dado el papel de
dicho Tribunal en nuestro sistema constitucional, lo que podría verse como un
intento de invalidar la política democrática puede tratarse, en realidad, de una
aceptación del método de control judicial de la constitucionalidad de las leyes
(el judicial review) y de la idea de que la Constitución sitúa determinados
derechos y libertades fundamentales fuera del alcance de las mayorías
legislativas ordinarias. De ahí que el debate de los autores académicos verse a
menudo sobre el alcance y los límites del principio de la mayoría y sobre el
papel adecuado que debe desempeñar el Tribunal a la hora de especificar y
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proteger libertades constitucionales básicas.
2
Rawls, p. 31.
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ciudadanos no saben que nuestra propuesta es por su bien. Ese es el principio
de un mundo donde no hay empatía, no hay compasión, y no se advierte que el
otro tiene su propia idea de cómo quiere vivir su vida. Si desconocemos lo que
sienten las personas, lo que desean, lo que preferirían hacer y cuál es el
estilo de vida que quieren llevar, no estamos haciendo bien el trabajo, a mi
entender.
La falta de justicia aparece en áreas que tienen que ver con la salud, la
economía, la cultura y el tratamiento de la sexualidad y el género. Se podría
decir que la filosofía política se va a inmiscuir en diversas áreas de
conocimiento porque todo lo que afecte al ciudadano, será tema del pensamiento
político. La filosofía política trabaja de la mano de la filosofía moral, se ve
involucrada en la filosofía del derecho; toma de las ciencias sociales y la
investigación empírica los datos que necesita e inclusive hace uso de la lógica
y de cualquier método axiomático si esto se transforma en una herramienta
rigurosa que colabore con la labor reflexiva.
3
Rawls, p. 34.
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Los valores, las culturas, las emociones, las condiciones económicas,
ambientales, sanitarias, educativas, todo esto y mucho más influye en la visión
de lo político en la actualidad. Es decir, la filosofía política necesita de
otras áreas de conocimiento para poder analizar los problemas que la ciudadanía
enfrenta día a día, por eso incluso debemos recurrir a los especialistas en
otras áreas para que nos ayuden a entender cómo es este mundo social.
Una metodología
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En algún momento, remarcó que le era imposible trabajar sin un
acercamiento a la realidad que le brindara una visión de lo que realmente pasa.
Por eso, en Sex and Social Justice, por ejemplo, su labor se concentra en la
dignidad de los seres humanos con especial énfasis en el problema que acarrea
la sexualidad y el género. ¿Por qué se abocó a hacer entrevistas directas en
Asia y África? La explicación que ha dado frecuentemente es que para opinar
sobre la pobreza y la marginalidad, necesita aprender sobre lo que les pasa a
los afectados y esto sólo se puede hacer conociendo la complejidad de su
realidad. Ella dijo:
Entre 1986 y 1993, fui una Research Advisor en el Instituto Mundial para la
Investigación de la Economía de Desarrollo en Helsinki, Finlandia, una agencia
conectada con la Universidad de Naciones Unidas. Pasaba un mes todos los veranos
en Finlandia, trabajando con un grupo multinacional y multidisciplinario de
investigadores sobre un proyecto que investigaba el concepto de “calidad de vida”
que se usaba para medir el desarrollo en las naciones. El propósito del proyecto
era dar un debate filosófico sobre esta cuestión para referirse a la crítica de
modelos económicos demasiado simples de la familia y de la calidad de vida que
ha tenido una extensa influencia sobre la política pública. Este compromiso con
cuestiones prácticas urgentes de hambre, igualdad de sexo y pluralismo religioso
y cultural, así como con investigadores de India, Bangladesh, Nigeria, México,
Sri Lanka, Irán y muchas otras naciones, ha cambiado fundamentalmente mi trabajo
como filósofa. (…) me llevó a pensar que mucho del trabajo que se produce en la
academia filosófica norteamericana, sobre la justicia y la igualdad de sexo,
carece de información sobre cuestiones internacionales y de confrontación con
situaciones prácticas concretas.
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de ciertos textos que no los entienden ni los especialistas. En una
entrevista, dijo
Ella sostiene que la filosofía política tiene una función pública. “La
mayoría de los filósofos políticos más grandes han contribuido al debate
público, y eso es muy bueno, porque siempre es positivo para ellos considerar
si lo que piensan es realista y si podría suponer una verdadera contribución.
Por ello, en Las fronteras de la justicia afirmo que, en la medida en que los
problemas cambian, la filosofía también tiene que cambiar y ser flexible”.
Responsabilidad
Conclusión:
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evaluar si los conceptos teóricos que tenemos en la disciplina resultan útiles
o bastan al momento de revisar las políticas que aún marcan nuestro accionar.
4
Daniels, p. 3.
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