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La crisis del siglo XIV y XV puso de manifiesto las dificultades y los límites del modo de producción
feudal. En el siglo XVI apareció en Occidente el Estado absolutista. Las monarquías centralizadas de
Francia, Inglaterra y España representaron una ruptura decisiva con la soberanía piramidal y fragmentada
de las formaciones sociales medievales, con sus sistemas de feudos y estamentos.
La monarquía absoluta de siglos XVII y XVIII que mantenía a nivel la balanza entre la nobleza y el
estado llano. Engels determinó que eran el producto de un equilibrio de clase entre la vieja nobleza feudal
y la nueva burguesía urbana. La época del absolutismo fue cuando la nobleza feudal fue obligada a
comprender que el periodo de su dominación social y política había llegado a su fin. Marx afirmó las
estructuras administrativas del nuevo Estado absoluto era un instrumento específicamente burgués. Bajo la
monarquía absoluta la burocracia no era más que el medio para preparar la dominación de clase de la
burguesía; y que el poder estatal centralizado sirvió a la naciente sociedad burguesa como un arma
poderosa en sus luchas contra el feudalismo.
Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanente, un sistema
nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado unificado. Estas
características son capitalistas y coinciden con la desaparición de la servidumbre. El fin de la servidumbre
no significó por si mismo la desaparición de las relaciones feudales en el campo; mientras el trabajo no se
separó de las condiciones de las condiciones sociales de su existencia para transformarse en fuerza de
trabajo, las relaciones de producción rurales continuaron siendo feudales. El productor directo sigue
siendo poseedor hereditario o, de alguna otra manera, tradicional del suelo, y quien debe tributarle al
terrateniente, en cuanto propietario de la tierra.
Los cambios en las formas de explotación feudal son los que modifican las formas del Estado. El
absolutismo fue un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal . El estado absolutista
nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía ni un instrumento de la naciente burguesía contra
la aristocracia: fue el nuevo caparazón político de una nobleza amenazada, fue una forma diferente de
monarquía feudal pero la clase dominante continuó siendo la misma.
La nueva forma del poder nobiliario estuvo determinada por el desarrollo de la producción e
intercambio de mercancías en las formaciones sociales de transición de la primera época moderna. El
poder de la clase de los señores feudales quedó amenazado por la desaparición gradual de la servidumbre.
El resultado fue un desplazamiento de coerción política en un sentido ascendente hacia una cima
centralizada y militarizada: el Estado absolutista. La coerción se concentró en el plano nacional. El resultado
de este proceso fue un aparato reforzado de poder real, cuya función política permanente era la represión
de las masas campesinas y plebeyas en la base de la jerarquía social. La llegada del absolutismo estuvo
marcada por rupturas y conflictos en el seno de la aristocracia feudal.
El orden estatal siguió siendo feudal mientras la sociedad se hacía cada vez más burguesa. El
resurgimiento del derecho romano correspondía a las necesidades de las dos clases sociales cuyo poder y
categoría desiguales dieron forma a las estructuras del Estado absolutista de occidente. Económicamente,
la recuperación e introducción del derecho civil favoreció, fundamentalmente, el desarrollo del capital libre
en la ciudad y en el campo, puesto que la gran nota distintiva del derecho civil romano había sido su
concepción de una propiedad privada absoluta e incondicional. El resurgir del derecho romano durante la
Edad Media condujo a un esfuerzo de los juristas por solidificar y delimitar los conceptos de propiedad.
ESPAÑA
El absolutismo español nació con la unión de Castilla y Aragón en 1469. El dinamismo político y
militar del nuevo Estado dual se reveló muy pronto de forma dramática en una serie de majestuosas
conquistas exteriores. El último reducto moro de Granada destruido y la Reconquista quedó completada:
Nápoles fue anexionado y Navarra absorbida; y, sobre todo, fueron descubiertas y subyugadas las
Américas. Esta repentina avalancha de éxitos convirtió a España en primera potencia de Europa durante
todo el siglo XVI; sin embargo el Estado era unido tan solo por la persona del monarca.
Los reinos de Castilla y Aragón presentaban una base extremadamente diversa para la construcción
de la nueva monarquía. Castilla-León fue uno de los primeros reinos medievales de Europa que desarrolló
un sistema de Estados en el siglo XIII. Las cortes fueron una asamblea ocasional e indefinida que al
desplazarse hacia el sur y arrastrar en este movimiento su modelo social, nunca había desarrollado una
institucionalización sólida y fija del sistema Estados. Por una parte las Cortes carecían de poderes para
iniciar una legislatura; por otra, la nobleza y el clero gozaban de inmunidad fiscal.
La subida de Carlos V al trono iba a complicar este modelo. El resultado más inmediato fue la
llegada de un soberano de Habsburgo, una corte nueva llena de extranjeros. La rebelión comunera de
1520-1521 consiguió apoyo inicial de muchos nobles de las ciudades apelando a un conjunto tradicional
de demandas institucionales. Pero su fuerza impulsora fueron las masas artesanas populares de las
ciudades, y su liderazgo dominante fue la burguesía urbana. El aplastamiento de la rebelión comunera
eliminó realmente los últimos vestigios de una constitución contractual en Castilla.
El suministro de grandes cantidades de plata desde las Américas se convirtió a partir de entonces
en una ayuda decisiva para el Estado español, porque proporciono al absolutismo hispánico una renta
extraordinaria. También desempeñaron su papel al sostener la base impositiva metropolitana del Estado de
los Habsburgo. Las grandes operaciones militares navales del Felipe II fueron posibles a causa de la
extraordinaria flexibilidad financiera debida al excedente americano. Debido a que el 70% de los metales
americanos no iban directamente a las arcas reales, tenían como comprarse como otra mercancía
cualquiera a los empresarios locales de América, se desarrolló un floreciente comercio con las colonias. El
influjo de los metales preciosos del Nuevo Mundo provocó también un parasitismo y paralizo
progresivamente las manufacturas de Castilla.