Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
WM 100
ISBN 978-959-313-637-2
ISBB 978-959-313-638-9 (PDF)
ISBN 978-959-313-639-6 (Epub)
Autores
Dr. Mario León González
Especialista de II Grado en Psiquiatría
Máster en Psiquiatría Social. Profesor Auxiliar
Facultad de Ciencias Médicas 10 de Octubre
Universidad de Ciencias Médicas de La Habana
José Martí
Presentación
Los autores
Prefacio
BIBLIOGRAFÍA/ 307
Capítulo 1
Introducción a la psiquiatría
psiquiátrico y dio paso al proceso histórico de la psiquiatría moderna. Aproximadamente 100 años
después, en el siglo xviii, surgió el tratamiento moral, que preconizaba el principio de la reedu-
cación mediante el trabajo, la dignidad y la responsabilidad de estas personas enfermas. Esta
modalidad terapéutica se mantuvo en las instituciones hasta mediados del siglo xix.
Dentro de los referidos manicomios, además del hacinamiento, existían diversas perversio-
nes, como el trueque de alimentos, artículos, objetos, sexualidad y violencia, no solo entre los
pacientes, sino también entre los trabajadores con los propios internos, así como sustracción
de fondos destinados a la atención de los ingresados, lo que los convirtió en asilos miserables,
con personas semidesnudas, desnutridas y desatendidas en sus condiciones físicas, mentales y
morales.
A mediados del siglo xix, surgen iniciativas para la humanización de los hospitales psiquiátri-
cos, lo que constituyó la primera crítica hecha a la institución manicomial. Así aparecieron pro-
puestas reformistas, como la participación de amigos y familiares del enfermo en su tratamiento,
la capacitación del personal de la institución, el salario terapéutico y las visitas domiciliarias.
Con posterioridad surgieron movimientos en diversos países que realizaron críticas más se-
veras a los manicomios, basadas en aspectos ético-jurídicos, clínico-institucionales y sanitarios:
–– La violación sistemática de los derechos humanos del paciente psiquiátrico (atención inade-
cuada como enfermos y seres humanos e irrespeto de la individualidad), la inexistencia de
legislaciones que reconocieran estos derechos y la carencia de apoyo legal para defenderlos.
–– Relaciones de sumisión y violencia física y afectiva entre los pacientes, y del personal con
ellos. También se criticaron los métodos de contención física y ambiental dentro de estas, con
presencia de cadenas, bandas para la fijación al lecho, rejas y celdas de confinamiento de los
más indisciplinados.
–– Ineficacia terapéutica, con una función patógena del hospital, favorecedora de la cronicidad
de los enfermos. Se incluyen como críticas la falta de higiene, la alta prevalencia de enferme-
dades infecciosas, la alimentación escasa y mal balanceada, y la desnutrición, los pacientes
semidesnudos y la ausencia de espacios dignos donde cubrir sus necesidades básicas.
rando la influencia de los factores culturales en la expresión sintomática que muestran los
pacientes y la promoción de un mayor intercambio científico en la comunicación profesional.
–– Los motivos de demanda de atención a la salud mental se han ido ampliando y diversificado,
al incluirse, por ejemplo, la repercusión de la violencia intrafamiliar o las intervenciones indi-
viduales y colectivas como consecuencia del enfrentamiento a situaciones de emergencias y
desastres, y otros problemas del comportamiento humano que rebasan la labor tradicional
del psiquiatra, por solo citar algunas.
Estos y otros cambios han dejado sus huellas no solo en el trabajo diario de los profesionales
de la psiquiatría, sino en la necesaria formación que debe adquirir el médico general en el nivel
primario de atención por estar ubicado en la puerta de entrada del sistema de salud.
Al respecto se remite al estudiante a los capítulos dedicados a la terapéutica psiquiátrica y
las diferentes modalidades de atención psiquiátrica para profundizar en los contenidos antes
expuestos.
Teniendo en cuenta todas las consideraciones previas sobre la estructura organizativa y la
dinámica convencional de los hospitales psiquiátricos, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
ha formulado varias medidas correctivas en estos, como son: el mejoramiento del medio hospi-
talario (transformación y protocolización de los tratamientos, las relaciones interpersonales, con-
tacto social, fomento de la rehabilitación y desaparición de la contención física y ambiental), el
rescate de los derechos humanos de los pacientes, contrarrestar las perversiones institucionales
y la decisión de evacuar las instituciones con organización y funcionamiento asilares.
Respecto a esta última medida, es bueno aclarar que la deshospitalización o evacuación de
los enfermos de las instituciones totales debe ir paralela con un proceso de desinstitucionaliza-
ción que incluya no solo las intervenciones de mejoramiento manicomial, sino la creación de
alternativas de atención asistencial fuera del hospital, capaces de recibirlos y atenderlos como es
debido, una vez egresados de la institución.
La OMS ha promovido el desarrollo de un programa de atención psiquiátrica en la comuni-
dad, prescribiendo la creación y fortalecimiento de estos servicios y la integración de esta con la
atención primaria en los sistemas locales de salud, reduciéndose el papel hegemónico del hospi-
tal, así como la promoción local de la cooperación de entidades sociales y sanitarias, y lograr que
la participación comunitaria tenga un mayor papel protagónico.
Como parte de todo este proceso de transformaciones también se ha priorizado la creación
de centros comunitarios de salud mental (CCSM) (actualmente departamentos de salud mental
en Cuba), para la atención de la población de localidades delimitadas, la incorporación de acti-
vidades de promoción de salud y acciones de prevención de riesgos y la implementación y eva-
luación de varios programas de control y prevención de problemas de salud mental, como por
ejemplo, la conducta suicida, el alcoholismo y otras drogodependencias.
Desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, se han producido continuos y ascenden-
tes cambios cuantitativos y cualitativos en la atención psiquiátrica y de la salud mental en ge-
neral, comenzando con una profunda transformación humanitaria e institucional del antiguo
Hospital de Dementes de Mazorra, devenido Hospital Psiquiátrico de La Habana, que en la ac-
tualidad lleva el nombre de su exdirector, Eduardo B. Ordaz, comandante y médico, quien dio
un impulso decisivo a las referidas transformaciones, con la introducción de todos los recursos
científicos, administrativos y humanos necesarios para la atención y rehabilitación integral del
paciente psiquiátrico, además de contribuir a la progresiva creación de hospitales psiquiátricos
en las diferentes provincias, que desde el trabajo institucional desarrollan una labor comunitaria
coordinada para quedar consolidada así una red de servicios junto a los niveles primario y secun-
dario de atención.
4 Manual de psiquiatría
Para lograr consolidar esta red de servicios de atención psiquiátrica, se debe destacar tam-
bién la labor desempeñada por el profesor Guillermo Barrientos de Llano, quien como jefe del
grupo nacional de la especialidad durante varios años, logró desarrollar un modelo de atención
comunitaria en salud mental inicialmente en el servicio de psiquiatría del Hospital Docente 10
de Octubre, que luego se fue extendiendo por todo el país al vincular los servicios de psiquiatría
de los hospitales generales y clínico-quirúgicos con los actuales departamentos comunitarios de
salud mental, y los correspondientes hospitales especializados en cada territorio.
En 1995 se aprobó la Carta de La Habana en el marco de un proceso de reorientación de la
psiquiatría hacia la atención primaria de salud (APS) y que ofrece la plataforma programática
para la asistencia del enfermo mental en el país centrando su atención en los procesos de
prevención y promoción de salud, sin dejar de atender al daño y su rehabilitación. De esta
forma, en Cuba se ha transitado de un modelo puramente biomédico a uno biopsicosocial,
más salubrista.
Método clínico
Las enfermedades mentales presentan síntomas y signos que el médico debe identificar y
difieren un poco de los encontrados en otras ramas de la medicina. Con esos elementos se puede
arribar a un diagnóstico sindrómico, nosológico y diferencial para llegar, finalmente, a aplicar un
tratamiento adecuado y facilitar el proceso de rehabilitación y reinserción del sujeto a la socie-
dad, estableciendo además un pronóstico de la enfermedad.
Todo este proceso constituye el método clínico y la entrevista con el enfermo es fundamen-
tal para lograrlo. En la comunidad donde vive el paciente es donde se desarrolla, obtiene los
elementos culturales propios de su país y localidad, y debe enfrentar los denominados eventos
vitales o situaciones del medio que son capaces de influir de forma positiva o negativa en el pro-
ceso equilibrado salud-enfermedad. En esto determina el grado de significación que tiene para
cada individuo ese evento vital.
Un mismo evento puede influir negativamente para una persona y de forma positiva para
otra. Por ejemplo, lograr un embarazo en una mujer añosa, con 10 años de relaciones de pareja
estables y deseando un hijo, constituye un evento vital positivo para ella, su pareja y el resto
de la familia. Sin embargo ese mismo evento en una mujer soltera, con 3 hijos, que vive en un
hogar con hacinamiento, sin vínculo laboral y con una economía precaria, adquiere un carácter
negativo. Del mismo modo, el grado de significación del evento, con una valoración puramente
individual, influye en este equilibrio.
Método epidemiológico
En el trabajo comunitario se parte del análisis de la situación de la salud mental o del diag-
nóstico de la salud mental de una localidad, para conocer el cuadro salud-enfermedad, los fac-
tores de riesgo presentes en la población, así como los recursos comunitarios existentes para la
solución de los problemas detectados y las necesidades sentidas de la población que se atiende.
Para ello se aplica el método epidemiológico. Es necesario conocer los índices de morbilidad
(incidencia y prevalencia de las enfermedades) así como la mortalidad —generalmente de las 10
primeras causas de muerte— con sus respectivas tasas. Se conoce la importancia otorgada a las
tasas de mortalidad infantil y materna, de igual forma es relevante para la psiquiatría conocer la
tasa de mortalidad por suicidio, así como la relación intento suicida/suicidio consumado, o las
tasas de homicidio y accidentalidad, pues son eventos relacionados con esta especialidad.
Como en el proceso etiológico de los trastornos psiquiátricos está la multicausalidad y el de-
sarrollo del trabajo tiene como escenario primordial la comunidad, se ha hecho necesario para
su estudio utilizar los términos de determinantes de salud: biológicos o determinantes biogenéti-
cas, ecológicos o determinantes del medio ambiente, determinante modos, condiciones y estilos
de vida y el determinante organización de los servicios de salud.
Los factores psicosociales son los que permiten conocer la existencia de factores de riesgo de
enfermar y de factores protectores de la salud. Se clasifican en:
Capítulo 1. Introducción a la psiquiatría 7
Fig. 1.1. Enfoque de riesgo y protección en el proceso salud-enfermedad (León González, M. Psiaquia-
tría y salud mental en el SNS).
Método salubrista
La voluntad política del Estado debe garantizar la accesibilidad y la equidad de los servicios de
salud mental que se brindan a toda la población. Y eso tiene que ver con las políticas sanitarias
capaces de lograr lo anterior. En Cuba, desde el triunfo revolucionario, la salud de la población es
tarea prioritaria, no solo en cuanto a la accesibilidad y equidad, sino a la gratuidad de los servi-
cios y el subsidio económico para adquirir la mayoría de los medicamentos, que en muchas par-
tes del mundo son en extremo caros, lo que limita el acceso a toda la población que los necesita.
Se ha planteado que: “Aún con recursos limitados, hay formas de mejorar la organización de
los servicios de modo que las personas que lo necesiten puedan aprovecharlos plenamente. La
primera consiste en reducir gradualmente la atención prestada en hospitales psiquiátricos; la
segunda en desarrollar paralelamente los servicios de salud mental en la comunidad y la tercera
es integrar los servicios de salud mental en la atención de salud general”. (OMS, 2001).
Como se señaló antes, en Cuba se han llevado adelante transformaciones en la atención psi-
quiátrica mediante el proceso de reorientación de la psiquiatría hacia la atención primaria, for-
taleciendo los servicios psiquiátricos a este nivel con la creación de los servicios de salud mental
en cada policlínico y los departamentos homónimos a nivel municipal, que rigen las acciones de
salud mental de la localidad que atienden.
integral y amplio que va más allá del proceso morboso en sí. Evaluar cuantitativamente y
cualitativamente las necesidades sociales de la salud es, en esencia, su objetivo fundamental.
El diagnóstico de salud mental comunitario es el punto de partida para planificar y ejecutar las
diferentes acciones de salud: promoción, prevención, curación y rehabilitación, para lo cual
cuenta con un equipo interdisciplinario (psiquiatras, psicólogos, personal de enfermería, tera-
peutas ocupacionales o rehabilitadores sociales y ocupacionales, trabajadores sociales y psi-
cometristas), que respetando los límites del perfil ocupacional de cada uno de sus miembros,
es capaz de asumir diferentes funciones, para lograr una estrecha cohesión en su desempeño.
–– Equipo de atención primaria de salud. Los profesionales de la salud del CMF y la comunidad
funcionan como ejes fundamentales de este modelo; tiene un carácter no profesional, por lo
que su concepción dista mucho del antiguo modelo biomédico en el cual, los profesionales de
la salud constituyen el centro de la atención y el eje determinante de las acciones que se brin-
dan, de modo que el individuo y la comunidad permanecen pasivos, sin participación alguna
en lo referente a su salud.
El modelo de atención comunitaria cede el papel rector al EAPS y a la comunidad en relación
con la salud mental. Los profesionales de la salud del CMF deben dominar los problemas fun-
damentales de la salud de su comunidad, por lo que el vínculo del ESM con estos, es funda-
mental para lograr el conocimiento necesario y la asesoría pertinente en la solución de los
problemas, junto con la población.
–– Coordinación intersectorial. En este modelo se hace imprescindible la participación de otros
sectores de la sociedad en el quehacer amplio y multidimensional de la salud mental. La par-
ticipación comunitaria en la solución de los problemas relacionados con la salud de sus habi-
tantes requiere que organizaciones de masas y políticas, instituciones gubernamentales o no,
centros productivos y de servicios, se involucren en las acciones requeridas para esto.
En Cuba, el mayor vínculo es a través de los órganos de gobierno locales: consejos populares,
con sus delegados de circunscripciones, presidentes y vicepresidentes, así como con otros or-
ganismos y organizaciones, tales como: Comité de Defensa de la Revolución (CDR), Federación
de Mujeres Cubanas (FMC), dependencias correspondientes de los sectores de educación, cul-
tura, trabajo y seguridad social, deportes y recreación, asociaciones de combatientes, organis-
mos de orden público y de justicia, unidades y empresas económicas del territorio, etcétera.
La intersectorialidad es válida para el accionar en todos los niveles del sistema de salud, por
ejemplo, los consejos de salud, la prevención social y los grupos de salud mental a nivel de
áreas, municipios, provincias, y nacionales.
–– Participación social. A partir del hecho de que el modelo es, en principio, no profesional, se
puede entender que la participación social es vital para el buen desempeño de las acciones
que en materia de salud mental se requieren. Pero no es solo en el accionar que se demanda
de la participación social, sino también en el diseño y planificación de las tareas, así como en
la detección de los problemas que constituyen necesidades sentidas de la población.
El ESM debe participar en asambleas populares e interrelacionarse con la comunidad y sus
líderes directamente para divulgar aspectos relacionados con la salud mental, conocer sus
preocupaciones y comprometerlos para que participen activamente en la solución de sus pro-
pias necesidades de salud con los recursos disponibles para ello. En este sentido, las acciones
pueden ser de dos tipos:
•• Acciones de cogestión: cuando se realizan en conjunto con los equipos y servicios de salud
y la comunidad, por ejemplo, prevención del alcoholismo, rehabilitación psicosocial de per-
sonas con conductas ambulantes, etcétera.
•• Acciones de autogestión: cuando la propia comunidad realiza acciones de salud sin que sea
imprescindible la participación de los servicios institucionales de salud, por ejemplo, limpie-
za de vertederos, solución de la iluminación de las calles, abastecimiento de agua, y otros.
Capítulo 1. Introducción a la psiquiatría 13
–– Coordinación e integración funcional de los niveles del sistema de salud. Aunque el sistema
centre su atención en la APS, debe integrarse como un todo. En el campo de la salud mental,
el vínculo de los diferentes niveles de atención es primordial. Como ya se dijo, la continuidad
del tratamiento es esencial, pues aumenta el dominio del equipo acerca de los problemas de
salud del individuo y fortalece la relación equipo-paciente.
En Cuba deben buscarse alternativas regionales que fomenten esta vinculación hospital-co-
munidad. Si el ESM radica en el primer nivel de atención, debe vincularse de alguna manera
al segundo nivel, y viceversa, creándose un sistema de referencia y contrarreferencia para
garantizar esta coordinación.
–– Descentralización de los recursos humanos y materiales. Es fundamental para que un sistema
local de salud —tanto el EAPS como el ESM— funcione adecuadamente, distribuyendo fun-
ciones y responsabilidades entre la propia comunidad. Descentralizar recursos, competencia
y poderes de decisión es esencial para llevar a efectos acciones de promoción, prevención
y rehabilitación comunitarias. Esto lleva implícito, además, que la descentralización implica
factores y decisiones políticas y jurídico-administrativas, que sobrepasan el marco de la salud
mental y de la salud en general. La planificación normativa y centralizada debe convertirse,
progresivamente, en gran parte local y participativa, ajustándose a las necesidades locales de
una comunidad determinada.
Para la solución de algún problema detectado en una localidad por parte de la comunidad y
del equipo de salud, no se requiere de la espera de decisiones de niveles superiores. Pueden y
deben buscarse alternativas comunitarias necesarias para solucionar dicha problemática local
dentro de su plan de acción y estrategias de intervención.
En el campo de la salud mental se puede ejemplificar esta descentralización en la transferen-
cia de recursos humanos y materiales del segundo nivel al primer nivel, en delegar tareas y
funciones referentes a la salud mental en el EAPS, en la determinación de un plan de acción,
una vez realizado el diagnóstico de las necesidades de salud de la población, sin esperar buro-
cráticamente decisiones de un nivel administrativo superior.
1. Características de la comunidad:
a) Ubicación geográfica: identificar sus límites, extensión territorial, número de habitantes y
densidad poblacional.
b) Redes de comunicación y medios de transporte: las vías que utiliza la población para comu-
nicarse con otras regiones y para acceder a los servicios de salud locales.
c) Datos sociodemográficos: identificar los grupos poblacionales por edades, sexo, etnias, es-
tado civil, ocupación y escolaridad, grupos religiosos predominantes, número y caracterís-
ticas de los núcleos familiares (nucleares, ampliados o extensos).
d) Características socioculturales: se debe considerar por una parte la organización de la co-
munidad, sus instituciones y líderes (por ejemplo, el número de consejos populares y de
habitantes a atender, otras formas organizativas como instituciones, empresas productivas
y de servicios, y si existen redes sociales de apoyo). También deben explorarse los valores,
las creencias, las actitudes y las prácticas (un ejemplo fehaciente son los patrones de inges-
tión de bebidas alcohólicas en un país o región).
2. Información sobre salud y enfermedad:
a) En materia de salud mental, las tasas de mortalidad por suicidio, homicidios y accidentali-
dad son importantes para contribuir a su prevención. Otras causas, como la cirrosis hepá-
tica, se relacionan con la ingestión de bebidas alcohólicas, mientras el infarto de miocardio
está muy relacionado con el estrés y es también esencial conocerlas.
b) Se debe investigar la morbilidad general y psiquiátrica existente en registros previos, esta
última expresada en grupos diagnósticos, como por ejemplo, trastornos psicóticos, neuró-
ticos u otros, o las entidades específicamente si se pudiera hacer.
c) Se incluye, además, la distribución por grupos de dispensarización (número de casos y tasas
de personas sanas, en riesgo, enfermas y con secuelas).
3. Condiciones de riesgo identificables:
a) Factores de riesgo individuales:
–– Para la población adulta: tabaquismo, alcoholismo y otras drogadicciones, adicciones
comportamentales, conducta suicida anterior, desvinculados laboralmente, desamparo
filial, obesidad, sedentarismo, ambulantes, pacientes ingresados en servicios de larga
estadía y otros.
–– Para la población infanto-juvenil: daños prenatal, perinatal y posnatal, enfermedades
crónicas, abandono escolar, hábito de fumar, abuso de alcohol y otras drogas, adoles-
centes solteras con embarazos o hijos pequeños, adolescentes en edad laboral que no
estudian ni trabajan, conducta suicida.
b) Factores de riesgo familiares:
–– Violencia doméstica, núcleos con hacinamiento, condiciones estructurales inadecuadas
de las viviendas, familias disfuncionales, problemas relacionados con el alcohol o el con-
sumo de otras drogas, o ambos, conductas que atentan contra las normas de conviven-
cia social, con pacientes psiquiátricos de evolución crónica, conducta suicida de algún
miembro, adicciones comportamentales, falta de respaldo económico.
c) Factores de riesgo educacionales:
–– Violencia escolar, falta de tiempo para el juego o de áreas de juego, déficit de mate-
riales escolares, iluminación deficiente, mala elaboración de los alimentos, ausentismo
laboral del personal docente, escasez de personal auxiliar pedagógico, falta de apoyo
a la escuela por las familias o de las instituciones superiores de educación, problemas
constructivos de la escuela, hacinamiento.
d) Factores de riesgo laborales:
–– Ausencia de medios de protección física, malas condiciones higiénico-sanitarias, riesgo
de enfermedades profesionales, nocturnidad, ruido excesivo, iluminación deficiente,
16 Manual de psiquiatría
En la práctica diaria se aprecia que muchas veces lo que para el ESM constituye un objetivo
prioritario, para la comunidad no lo es, sin que deje de constituir algo importante para esta, sin
embargo, existen otros problemas en la población que tienen un mayor significado para sus ha-
bitantes y que quizás el equipo de salud minimizó en relación con su valor real.
Los principios básicos que debe tener un método para determinar las prioridades incluyen la
participación activa de toda la comunidad o una representación de todos sus sectores, que sea
comprensible para todos los participantes, democrático e incluya todos los problemas detecta-
dos como necesidades sentidas de la población o problemas de salud.
Existen múltiples métodos para determinar las prioridades. A modo de guía se mencionan
los siguientes:
1. Método de Hanlon: está basado en cuatro componentes que se corresponden con los prin-
cipales criterios que permiten decidir prioridades de la salud: la magnitud y la severidad del
problema, la eficacia de la solución y la factibilidad del programa o la intervención. Es un
método de amplia utilización, pero resulta muy técnico y ante un auditorio heterogéneo en
el que muchas personas no poseen un alto nivel educacional, la toma de decisiones puede
producir sesgos en la investigación.
2. Método de Levav: es un método de probada utilidad ante situaciones de salud con un carácter
epidémico. Levav considera 7 componentes para la determinación de prioridades, como la
magnitud, la severidad y la importancia del problema, la capacidad de prevenir o tratar con
éxito la condición detectada, la disponibilidad de recursos, los costos y la necesidad de ayuda
externa para la realización del plan de acción.
3. Método del mapa de riesgos y recursos: ofrece un diagnóstico integral de los riesgos a los que
está sometida la población de una región geográficamente definida y cómo esta los percibe,
Capítulo 1. Introducción a la psiquiatría 17
y permite determinar cuáles son los recursos con que cuenta para solucionar las necesidades
sentidas. Es muy participativo y útil en comunidades pequeñas y cerradas (centros laborales,
escuelas, instituciones).
0 5 10 15 20
Poca magnitud Gran magnitud
Poca gravedad Muy grave o severo
b) Necesidad. En este aspecto hay que evaluar la necesidad real que tiene la comunidad de
solucionar el problema y para ello tenemos que cuestionarnos si:
–– ¿Es realmente imprescindible la solución por la afectación que el problema ocasiona
(dimensión)?
–– ¿Existe un interés marcado por parte de la población para su solución?
–– ¿Hay motivaciones suficientes?
–– ¿De posponerse su solución, se agravaría o aumentaría su magnitud?
–– ¿Puede realizarse a corto o largo plazo?
Según las respuestas anteriores, la comunidad (o una representación de ella, con sus líderes, orga-
nizaciones, etcétera) decidirá la puntuación que se le dará a este aspecto según la escala:
0 5 10 15 20
Poco necesaria Muy necesaria su solución
c) Recursos. Para evaluar los recursos que se necesitan para solucionar el problema planteado
hay que tener en cuenta si existen o no, y cuánto cuesta la inversión necesaria para lograr-
los, por lo que se debe preguntar lo siguiente:
–– ¿Existen todos los recursos humanos y materiales necesarios?
–– ¿Cuánto costaría invertir recursos en la solución?
–– ¿Con los recursos que existen se puede resolver el problema? ¿En parte o en su totalidad?
–– ¿Es realmente factible invertir recursos en su solución en estos momentos?
18 Manual de psiquiatría
En los dos acápites anteriores, la puntuación es positiva, o sea, que a mayor valoración de la
dimensión o la necesidad, mayor será la puntuación. En este punto la evaluación es negativa,
o sea, que a mayor cantidad de recursos o costos necesarios a invertir, el acápite recibirá
menor puntuación y medirá realmente la factibilidad o no de solución del problema. La eva-
luación se hará según la escala siguiente:
0 5 10 15 20
Muy costoso Poco costoso
Necesita muchos recursos Necesita pocos recursos o
o no hay existen recursos disponibles
para su solución
Con la aplicación del método DNR, se puede determinar una puntuación que aunque se basa
en elementos objetivos —como la magnitud, la gravedad, la necesidad, los costos— intervie-
ne, como en todos los métodos, el factor subjetivo a la hora de que un grupo de personas
establezcan una puntuación determinada. Sin embargo, el método no difiere en cuanto a sus
resultados al compararlo con otros, según se ha podido comprobar en la práctica y parece
mucho más simple y fácil a la hora de aplicarlo.
d) Prioridad. Al concluir se colocan las prioridades en orden decreciente en una tabla.
No. de
Problema Dimensión Necesidad Recursos Total (P)
prioridad
1 Vertederos 20 20 20 55
2 Calles oscuras 18 20 10 48
3 Alcoholismo 15 15 12 42
4 Ambulantes 6 20 14 40
Una vez determinadas cuáles son las prioridades en relación con los problemas detectados
en una comunidad específica, se debe proceder a planificar las diferentes actividades que el
ESM, el EAPS y la comunidad, mediante acciones de cogestión o autogestión, van a realizar para
dar solución a cada problema de salud. Para esto se confecciona un plan de acción, que consiste
en programar las diferentes tareas delimitando el tipo de actividad a realizar, sus participantes,
los tipos de recursos que son necesarios para su desempeño, el lugar donde se va a realizar y
el tiempo o momento en que se va a hacer lo programado (fecha y hora). Este plan de acción
recoge una programación de todas las actividades que se planifiquen; su valor fundamental
consiste en que así es posible controlar la ejecución o no de las actividades y el éxito o fracaso
de cada una, y de esta forma retroalimentarse para proseguir, perfeccionar o corregir errores
en su realización:
–– Tipo de actividad: se describe el tipo de actividad a realizar para solucionar un problema o par-
te de él, por ejemplo, recogida de basura, localización de ambulantes, tipificación del consumo
de alcohol, etcétera.
–– Participantes: en cada actividad se especifica quiénes serán los que participarán en su ejecu-
ción: ESM, EAPS, CDR, delegado, comunidad, y otros.
–– Responsables: cada acción debe tener una persona que será responsable de su ejecución y a
quien se le pedirá cuentas al evaluar periódicamente el plan: delegado, presidente del CDR,
médico de la familia, entre otros.
Capítulo 1. Introducción a la psiquiatría 19
–– Recursos: deberán consignarse los tipos de recursos que son necesarios para la ejecución de la
actividad programada. Dependen de los aspectos humanos o materiales y se pueden clasificar
según el tipo de resolución del problema en: administrativos, educativos, recreativos, cultu-
rales, deportivos, comunitarios o sociales, asistencial o terapéutico, investigativo, judicial, y
otros.
–– Lugar: se especificará el lugar en el que se va a realizar la actividad programada: zona de los
CDR, consultorio médico, CDR o DSM.
–– Tiempo: se señalará el tiempo que se requiere para su ejecución o la fecha y hora exacta en
que se realizará la actividad programada: dentro de los próximos seis meses, en el segundo
trimestre del año, todos los meses, los primeros lunes de cada mes a las 8.00 p.m.
Para confeccionar el plan de acción, el ESM o de APS con la comunidad y sus líderes debe-
rán trazarse las estrategias de intervención para cada problema detectado y de allí saldrán las
diferentes acciones a realizar. Por ejemplo, para solucionar el problema de los ambulantes, se
podrían programar un número de actividades en las que intervendría el ESM, el grupo de pre-
vención, el EAPS, la comunidad y sus dirigentes, según se muestra en un plan de acción supuesto
(Tabla 1.1).
Para cada problema en el ejemplo expuesto, se han programado 3 actividades que vendrían
a constituir las estrategias de intervención para cada uno de ellos. Entonces se puede decir que
el programa de actividades que hay que trazarse para solucionar un problema de salud con un
orden lógico y acorde a las posibilidades locales de cada comunidad, es lo que constituye la es-
trategia de intervención del problema.
En el trabajo práctico, no siempre es posible reunir a representantes de todas las organizacio-
nes comunitarias, para la confección de este plan de acción. Prácticamente es el equipo de salud
el encargado de su confección, teniendo en cuenta la presencia de los problemas presentes que
pueden influir en la salud de las personas. Es función entonces de este equipo, conciliar el plan
con los dirigentes y las autoridades de la comunidad para reajustarlo si fuera necesario y garanti-
zar su ejecución en favor de mejorar la salud y calidad de vida de la población.
Se puede afirmar que el diagnóstico de salud —también denominado análisis del diagnóstico
de salud— atraviesa por las etapas que se relacionan a continuación:
–– Identificación de problemas:
•• Conocimiento: ¿cuál?
•• Definición: ¿cómo?
•• Exploración: ¿por qué?
•• Clasificación: resolución (recursos).
–– Exploración de alternativas con las posibles soluciones eficaces y factibles.
–– Determinación de prioridades con participación comunitaria (métodos de Hanlon, Levav,
Mapa de Riesgos y Recursos, DNR, etcétera).
–– Plan de acción.
–– Evaluación.
–– Reflexión:
•• Cumplimiento de tareas.
•• Eficacia de soluciones.
•• Detectar errores.
•• Destacar logros.
•• Generalizar experiencias.
TABLA 1.1. Plan de acción
Allí se realizó una primera conceptualización de la promoción de salud, que se fue perfeccio-
nando en sucesivos eventos internacionales, hasta que en 1986, la OMS convocó una reunión en
Canadá, donde se firmó la denominada Carta de Ottawa, de la que se resumen los planteamien-
tos siguientes:
–– La promoción de la salud consiste en proporcionar a los pueblos los medios necesarios para
mejorar su salud y ejercer un mayor control sobre esta. Para alcanzar un estado adecuado de
bienestar físico, mental y social un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar
sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente.
–– La salud se percibe pues, no como el objetivo, sino como la fuente de riqueza de la vida coti-
diana. Se trata por tanto de un concepto positivo que acentúa los recursos sociales y perso-
nales así como las aptitudes físicas. Por consiguiente, dado que el concepto de salud como
bienestar trasciende la idea de formas de vida sanas, la promoción de la salud no concierne
exclusivamente al sector sanitario.
[…] Una buena salud es el mejor recurso para el progreso personal, económico y social,
y una dimensión importante de la calidad de la vida. Los factores políticos, económicos,
sociales, culturales, de medio ambiente, de conducta y biológicos pueden intervenir bien
a favor o en detrimento de la salud. El objetivo de la acción por la salud es hacer que esas
condiciones sean favorables para poder promocionar la salud.
22 Manual de psiquiatría
El sector sanitario no puede proporcionar por sí mismo, las condiciones previas, ni asegurar
las perspectivas favorables para la salud y, lo que es más, la promoción de la salud exige la acción
coordinada de todos los implicados: los gobiernos, los sectores sanitarios y otros sectores socia-
les y económicos, las organizaciones benéficas, las autoridades locales, la industria y los medios
de comunicación. Las personas de todos los medios sociales están involucradas como individuos,
familias y comunidades.
A los grupos sociales y profesionales y al personal sanitario, les corresponde, especialmente,
asumir la responsabilidad de actuar como mediadores entre los intereses antagónicos y a favor
de la salud. Las estrategias y programas de promoción de la salud deben adaptarse a las necesi-
dades locales y a las posibilidades específicas de cada país o región y deben tener en cuenta los
diversos sistemas sociales, culturales y económicos.
Para la realización de acciones que tengan que ver con la educación y promoción de estilos
de vida saludables en la población, es necesaria la creación de programas de comunicación
social que no solo se encaminen a trabajar los modos de vida de toda la sociedad o de la po-
blación de una localidad determinada, sino también a trabajar con las condiciones de vida de
ciertos grupos humanos (de riesgo o vulnerables) utilizando los factores de protección detec-
tados y la resiliencia de las personas, en la prevención, y a su vez actuar sobre los estilos de
vida de los individuos para tratar de modificarlos si son erróneos y de esta forma trabajar en
la atención, mejora o curación de los sujetos enfermos y en su reinserción social, mediante la
rehabilitación (Fig. 1.4).
trazado para solucionar las diferentes necesidades de la salud detectadas. En ello intervienen
el equipo de salud y la comunidad con sus líderes, utilizando los recursos a su alcance, muchas
veces educativos, comunitarios, administrativos, recreativos, culturales, deportivos u otros.
Entre las actividades preventivas más comunes en el trabajo comunitario se encuentran:
–– Grupos de ayuda mutua o de autoayuda, para el abordaje de diversos problemas de salud.
–– Clínicas del estrés, no solo dirigidas a ciertos trastornos psiquiátricos menores, sino a grupos
de riesgo y vulnerables.
–– Escuelas del adulto mayor, para mejorar la calidad de vida de esta población mediante un
programa psicoeducativo.
–– Escuelas de familiares o de padres, o de ambos, para el área infanto-juvenil, lo cual mejora
notablemente el manejo de los enfermos dentro del entorno familiar, al aumentar el cono-
cimiento y ofrecérseles herramientas de trabajo de uso cotidiano en sus relaciones con el
enfermo.
–– Escuelas de cuidadores de pacientes con enfermedades invalidantes, como el Alzheimer, la
esquizofrenia, sujetos con enfermedades terminales (oncológicas), con trastornos mentales
asociados a discapacidad física, y otros.
–– Grupos de prevención de la conducta suicida.
–– Trabajo con grupos de riesgo para el alcoholismo y el consumo de otras drogas.
–– Talleres de habilidades sociales, entre las más comunes.
Existen los denominados niveles de rehabilitación, en los cuales, cuando un enfermo es capaz
de superar los requerimientos de un nivel de complejidad determinada, si posee las capacidades
reales, puede pasar a otro nivel de complejidad superior. Hay niveles de rehabilitación específicos
para pacientes institucionalizados y en la comunidad; estos últimos son los que se plantean en el
presente capítulo por resultar de mayor interés para el futuro médico general; se agrupan en los
3 niveles siguientes:
–– Primer nivel: domiciliario. En este proceso intervienen la familia del enfermo, sus vecinos más
allegados, los líderes comunitarios y la propia comunidad aledaña. Está destinado a este pri-
mer grupo de enfermos con muy limitadas actividades dentro y fuera del hogar.
–– Segundo nivel: si el paciente logra vencer los requerimientos del nivel anterior, entonces pue-
de incorporarse al aprendizaje de oficios, actividades terapéuticas en el SSM o DSM, grupales
o individuales y bajo la supervisión del equipo terapéutico. Está destinado a lograr habilidades
sociolaborales para una posible reinserción a la comunidad como ser útil y productivo.
–– Tercer nivel: vínculo laboral de algún tipo, a un centro de trabajo estatal, con industrias loca-
les, o en trabajos por cuenta propia. Cuando el paciente logra vencer los requerimientos del
segundo nivel y puede incorporarse a la vida sociolaboral, se ubica en este nivel, muy próximo
al resto de las personas.
Relación médico-paciente
Múltiples son las relaciones interpersonales que se deben considerar en un sujeto dado: las que
establece con sus compañeros de estudio y trabajo, con sus amigos, con la persona amada, con
sus padres y con sus familiares. El médico, como profesional de la salud, debe contar la relación
con sus pacientes entre sus relaciones interpersonales laborales por establecerse durante su
actividad profesional, de alta significación social. Se está, pues, en condiciones de incluir dichas
relaciones entre las de prestación de servicios. La relación médico-paciente es, por lo tanto, una
relación interpersonal laboral de prestación de servicios.
Entre los variados aspectos que la diferencian de otras relaciones interpersonales se pueden
destacar 4 fundamentales:
–– La significación extraordinaria del servicio prestado.
–– El estado afectivo de uno de los participantes, condicionado por la afección que padece.
–– El constituir un tipo de relación donde el médico está permanentemente en la situación de
dar, sin poder esperar jamás un intercambio equilibrado en comprensión, interés humano,
simpatía o información, hechos habituales en las relaciones interpersonales extraprofesionales.
–– El marco científico en que se desarrolla.
Se hará una breve valoración de la tercera característica, por ser esta la que explica que
muchos médicos que triunfan en sus relaciones extraprofesionales, se frustren en las más impor-
tantes del ejercicio de su profesión, al llevar a estas, esquemas aprendidos en su vida cotidiana y
establecer, por ese mecanismo, aspiraciones de reciprocidad que por razones lógicas no pueden
ser satisfechas.
Objetivos perseguidos
El paciente en busca de ayuda médica persigue como objetivo curarse, y cuando ello no es
posible, aliviarse; lo mueve también su deseo de saber qué tiene y cuál es su pronóstico. El mé-
dico, por su parte, persigue ofrecer ayuda médica, y su objetivo inicial es el establecimiento de
una relación positiva que le facilite el diagnóstico y la terapéutica.
Motivo de consulta
La gravedad de la afección que motiva la consulta está en razón inversa con la facilidad para
establecer relaciones exitosas. La comprensión de este principio se logra si se compara la re-
lación que se establece con un paciente que presenta pitiriasis versicolor y la lograda con un
enfermo que tiene una depresión psicótica.
Capítulo 2. Relación médico-paciente 27
El significado social de la afección también debe ser siempre muy tenido en cuenta, ya que
esta se refleja en la conciencia del enfermo y determina reacciones a veces incomprensibles
para el médico, que no entiende que se reclamen sus servicios con urgencia para un enfermo
con 2 días de constipación o preocupado por la sospecha de ser portador de una enfermedad de
transmisión sexual.
Estado afectivo
El estado anímico del paciente —que en gran parte dependerá de la intensidad de las moles-
tias, del significado social de su afección o de situaciones familiares y laborales secundarías a su
cuadro— será el responsable máximo de su sensibilidad exagerada ante cualquier manifestación
médica que se interprete como evidencia de incomprensión, indiferencia o subestimación.
La enfermedad es también una importante generadora de inseguridad, ansiedad y tristeza,
y determina muchas veces comportamientos que corresponden a etapas ya superadas en el
desarrollo emocional, con manifestaciones de egoísmo, dependencia y demanda exagerada de
atención propia de los niños.
Posición en la relación
En la mayoría de los casos, el paciente ubica al médico en un plano de superioridad debido
a su nivel profesional y su función de prestador de ayuda que le toca desempeñar en la relación,
y el enfermo se coloca de manera automática, en una posición de inferioridad. Estos diferentes
planos, designados técnicamente como posición one up y posición one down, en las relaciones
interpersonales determinan muchas veces importantes dificultades en la comunicación por ser
siempre la inferioridad una fuente de hostilidad.
Vías de comunicación
La información sigue 4 vías fundamentales:
–– La verbal, mediante la palabra hablada o escrita.
–– La extraverbal, mediante expresiones faciales, gestos y modulaciones de la voz.
–– La instrumental, que utiliza como intermediarios los equipos médicos, de alta significación
para el paciente, que mágicamente logra mediante ellos el ansiado diálogo con la ciencia.
–– La táctil, fundamental en el contacto piel con piel, de tanta significación en la maduración
emocional del sujeto, y representada, en la relación que nos ocupa, por un estrechón de ma-
nos, una palmada en la espalda y las maniobras inherentes al examen físico.
Potencialidad frustrante
En párrafos anteriores se señaló que el éxito de una relación interpersonal muchas veces
depende de la posibilidad de que en ella sean satisfechos los objetivos perseguidos por los
participantes. Es indiscutible que un buen porcentaje de situaciones médicas hace difícil la con-
quista de dicha meta, tanto para el médico como para el paciente. Un ejemplo sería el paciente
con una afección incurable, en este caso se frustraría el enfermo en su aspiración de recuperar
la salud perdida y el médico en su objetivo de curar.
Igual mecanismo tiene también lugar en afecciones con una evolución tórpida, en las que el
mejor de los tratamientos médicos es por bastante tiempo insuficiente para satisfacer con sus
resultados a ambos participantes. Es entonces que el médico debe hacer uso de su capacidad
para tolerar frustraciones y conducir a su enfermo adecuadamente en el manejo temporal de
las suyas, pues se debe recordar que toda frustración genera hostilidad, que este sentimiento
es muy peligroso en cualquier tipo de relación interpersonal y que determina muchas veces su
fracaso.
Se sabe que constituye una utopía aspirar a que el médico pueda siempre desarrollar su tra-
bajo con la efectividad suficiente para considerarlo perfecto, pero es indudable que todavía mu-
chos médicos pueden y deben esforzarse por profundizar en la comprensión y la utilización de los
mecanismos que seguramente harían más exitosa la gestión médica y lograr lo que el profesor
Miguel Sorín denomina la actitud crítica en la profilaxis de la iatrogenia, conducta que se debe
basar en la característica de observadores participantes durante la relación médico-paciente.
Relación médico-paciente
con el enfermo psíquico
Como resulta fácil inferir, una de las más problemáticas relaciones interpersonales profesio-
nales es precisamente la establecida con el enfermo psiquiátrico, por ser esta la más exigente en
lo relativo a que el médico sea capaz de ubicarse en el lugar de quien busca ayuda, sentir como
él y disponerse a ayudarle en la solución de sus problemas, pues el enfermo psíquico —en razón
directa con su grado de severidad— plantea serios obstáculos para cumplir estos requisitos, toda
vez que sus manifestaciones esenciales tienen como sustrato cambios cualitativos de la psiquis
que dificultan la comprensión empática por parte del médico general y dan lugar a serias ano-
malías en la comunicación que muchas veces dificultan la exploración de sus problemas reales.
Otros factores a considerar son la angustia del enfermo y su incapacidad —sobre todo en sus
variantes más severas— para establecer vínculos positivos con el terapeuta, y esto sin contar la
influencia potencial de la denominada fatiga de compasión, riesgo implícito en la atención de
afecciones severas e invalidantes. Pero se debe destacar que cuando se vencen estos obstáculos
y se logra la relación exitosa, es posiblemente con este enfermo con quien el médico general
puede apreciar con mayor nitidez la extraordinaria potencialidad terapéutica y la significación
humana de su relación profesional. Se considera que esta experiencia es también significativa
para el médico en su maduración profesional y desarrollo personal.
En lo relativo a tener en cuenta las características generales de los participantes en la rela-
ción, el médico general debe saber que mientras más haya desarrollado la autoevaluación de su
propia personalidad, más fácil le resultará la relación con el enfermo y, por otra parte, se prepara-
rá para asimilar los comportamientos del paciente, muchas veces nada apropiados ni gratifican-
tes, pero sí expresivos de un problema médico de alto significado humano que se debe resolver.
Al valorar los objetivos perseguidos, debe destacarse que con este enfermo se modifica ge-
neralmente el esquema motivacional habitual de buscar ayuda y desear la curación o el alivio, ya
que en los casos de nivel psicótico es muy frecuente que el enfermo carezca de crítica de enfer-
medad y, por ello, rechace la ayuda médica.
El motivo de consulta en la relación con el enfermo psíquico gana importancia toda vez que
junto a la relevancia social de las afecciones psicóticas, el médico debe valorar el hecho de que
el conjunto de síntomas predominantes es de tipo subjetivo, con importante acompañamiento
32 Manual de psiquiatría
angustioso, por lo que su evaluación es mucho más difícil y, desde luego, menos objetiva que el
predominante en otras afecciones, en las que puede marchar con pasos más firmes del síntoma
al síndrome y de este a la entidad nosológica.
El estado afectivo del enfermo es un frecuente obstáculo que hay que salvar, ya que la an-
siedad, la disforia y, todavía más, la indiferencia o incongruencia afectiva, muchas veces resultan
factores muy entorpecedores de la comunicación y del establecimiento de vínculos afectivos
positivos.
La posición en la relación gana importancia en el enfermo psiquiátrico, pues la mayoría de las
veces la ayuda requerida es precisamente sobre aspectos personales de gran significación huma-
na y, por tanto, muy vinculados con la autoestima. Durante la relación con el enfermo psíquico
el médico tendrá siempre en cuenta que el mejor premio a la confianza depositada en el profe-
sional para referir experiencias penosas, es incrementar el respeto y el aprecio por el enfermo,
y que una vez comunicados estos aspectos, el paciente estará siempre escrutando la actitud del
médico hacia él, con el objetivo de valorar su falsa hipótesis de que quien conozca sus problemas
necesariamente lo subvalorará en algún grado.
En cuanto a las vías de comunicación, es en la relación con el enfermo psíquico en la que
el médico puede apreciar, en forma magnificada, todas las distorsiones posibles, tanto en la
emisión como en la recepción de informaciones, y también, en la que más necesario se hace el
entrenamiento para observar con más acuciosidad las comunicaciones extraverbales y táctiles
del paciente y programar las del propio médico, por las diferentes vías conocidas. Debe desta-
carse también la imperiosa necesidad de contar con otras fuentes de información, aparte del
propio enfermo, y valorar siempre a este como unidad funcional en su grupo familiar, laboral y
social, como se verá más adelante en el capítulo dedicado a la confección de la historia clínica
psiquiátrica.
Finalmente, en lo relativo a la potencialidad frustrante de la relación es también durante la
atención de este enfermo y, sobre todo, del paciente de nivel psicótico, cuando el médico puede
valorar al máximo la significación de dicho aspecto profesional.
Una evaluación global de los tópicos tratados permite comprender que el entrenamiento en
la relación médico-paciente con enfermos psíquicos posibilita el establecimiento cada vez más
exitoso de las relaciones profesionales, toda vez que permiten valorar en forma magnificada y
resolver en la práctica los más significativos obstáculos para perfeccionar la interacción con los
pacientes y sus familiares en otras afecciones.
El médico general muchas veces remite pacientes con trastornos psíquicos menores por con-
siderar, erróneamente, que sus posibilidades terapéuticas ante el enfermo son muy limitadas.
Quien actúa así seguro desconoce que el aspecto más trascendental para garantizar el éxito en
una relación interpersonal de ayuda es la disponibilidad afectiva del terapeuta y que el mejor de
los entrenamientos sería improductivo si este requisito esencial no fuese cumplido.
Existen también otros mecanismos menos significativos que los descritos, como son:
–– La identificación con características positivas del terapeuta.
–– La evidencia de mejoría como mecanismo de recompensa a los esfuerzos del médico.
–– La atenuación del sufrimiento por el mecanismo de la pena compartida, una vez que se comu-
nican experiencias dolorosas.
–– El incremento de la autoestima del paciente, cuando el trato adecuado del terapeuta permite
que este supere su posición inicial de desventaja en la relación.
El médico tendrá en cuenta que la relación médico-paciente tiene por marco metodológico,
temporal y espacial, la entrevista médica, la cual se estudiará en el capítulo 3.
Capítulo 3
movimientos, que pueden ser rápidos o muy lentos. A veces suelen demorarse mucho en
contestar, signo de que el curso de su pensamiento está enlentecido, posiblemente por un
cuadro depresivo profundo. Otro elemento a valorar es la actitud al sentarse, si es medida
de acuerdo con el momento y lugar, o si son desenfadados, a veces se muestran de forma
desfachatada, lo que denota frescura, exceso de confianza, signo que generalmente se
presenta en ciertos portadores de trastornos de la personalidad.
Todos los detalles anteriores, cuando se anotan con cuidado por el entrevistador, permiten
que otro profesional sea capaz de reconocer por esa descripción, aspectos orientadores
muy importantes sobre el paciente, aun sin haberlo visto.
–– Esfera o funciones de síntesis:
•• Nivel de conciencia: estado de vigila o con algún grado de toma de conciencia que se
estudiará posteriormente.
•• Orientación: autopsíquica y alopsíquica (en tiempo, espacio y persona).
•• Atención: activa y pasiva.
•• Memoria: de fijación y de evocación.
–– Esfera o funciones cognoscitivas:
•• Sensaciones.
•• Percepciones. Habitualmente se describen juntas como sensopercepciones.
•• Pensamiento: según su origen, curso y contenido.
–– Esfera o funciones afectivas:
•• Trastornos cuantitativos: miden la respuesta afectiva del sujeto ante un evento, si está
aumentada, disminuida o normal.
•• Trastornos cualitativos: describen los cambios cualitativos del tono afectivo del individuo.
–– Esfera o funciones conativas:
•• Fase implícita o psicomotriz: prepara para la acción, muestra las actitudes del sujeto. En
esta se incluyen los trastornos cuantitativos y cualitativos.
•• Fase explícita o de acción propiamente dicha: es la de los movimientos o de la acción en
sí. Incluye trastornos cuantitativos y cualitativos, y trastornos de los hábitos, necesidades
y lenguaje.
–– Esfera o funciones de relación
•• Relaciones consigo mismo.
•• Relaciones con las demás personas.
•• Relaciones con la cosas.
–– Personalidad premórbida. Descripción de cómo era el sujeto antes de enfermarse, sus ras-
gos de personalidad o también denominados rasgos habituales. Cómo había sido siempre
previo a su problema actual de salud.
En el capítulo 4 se abordará con más detalle la semiología psiquiátrica, lo que facilitará al
estudiante profundizar en los diferentes síntomas presentes en cada una de las esferas del
esquema aquí propuesto.
h) Historia psicosocial. Es un aspecto muy importante para la confección completa de una his-
toria clínica integral, por lo cual la relevancia de esta en el paciente psiquiátrico resulta harto
evidente. La historia psicosocial o social psiquiátrica, debe indagar acerca de:
–– Antecedentes prenatales, perinatales y posnatales.
–– Infancia. Desarrollo psicomotor. Condiciones socioeconómicas, relaciones familiares, am-
biente afectivo del hogar, y otros.
–– Adolescencia. Relaciones interpersonales, patrones más o menos adaptativos propios de
esta etapa.
–– Área escolar: edad de incorporación a la escuela, adaptación, aprovechamiento escolar en
los diferentes niveles cursados, si logró estudiar según su vocación.
Capítulo 3. Historia clínica psiquiátrica 37
–– Área sexual: grado de satisfacción con sus intereses y tipo de vida sexual; si prefiere y logra
mantener relaciones de pareja estables; si ha habido alguna disfunción sexual.
–– Área laboral: tipo de trabajo que realiza, nivel de satisfacción con este, relaciones interper-
sonales en el centro, cambios de trabajo y sus causas, motivaciones y proyectos.
–– Área familiar: condiciones de la vivienda, nivel socioeconómico, personas que conviven y
funcionamiento familiar. También es importante realizar una entrevista al familiar y ambas
se complementan. Esta debe hacerse a la persona que conozca mejor al paciente y cuyos
datos sean confiables. Esta entrevista en psiquiatría es fundamental, ya que se complemen-
ta con la historia psicosocial y permite corroborar o no lo dicho por el paciente, aporta en
ocasiones nuevos elementos y una valoración de los hechos que puede diferir de la obte-
nida del paciente.
–– Área social: se exploran las relaciones con los vecinos y el tipo de vínculos e integración con
la comunidad.
i) Exploración social. Se complementa con visitas de terreno al hogar, centro laboral o de estu-
dios, y entrevistas a personas que pueden aportar informaciones adicionales que posibilitan
un enfoque más integral del paciente en su medio familiar, laboral y social.
j) Discusión diagnóstica. Incluye el resumen de los datos positivos a los exámenes físico y psi-
quiátrico, diagnóstico sindrómico, nosológico, diferencial y pronóstico, así como la conducta a
seguir. Lo ideal es realizar el diagnóstico multiaxial, que corresponde a los especialistas.
k) Primera evolución con la impresión diagnóstica y evoluciones posteriores, así como las indica-
ciones.
l) Hoja de signos vitales como se realiza en la historia convencional de todas las especialidades.
m) Exámenes complementarios: según los requerimientos de cada caso se indicarán análisis de
laboratorio, rayos X u otros de imaginología, estudios psicométricos y evaluación psicológica,
electrocardiograma, encefalograma u otros estudios neurofisiológicos.
n) Hoja de egreso, que debe reflejar el diagnóstico codificado según la Décima Clasificación Inter-
nacional de Enfermedades (CIE-10), que es la vigente hasta estos momentos y especialmente
la adaptación cubana de esta, que es el Glosario Cubano, en su tercera revisión (GC-3). Se es-
pera la pronta aparición de la oncena revisión de la CIE; además, existen otras clasificaciones
recientes y ampliamente utilizadas, como la estadounidense en su quinta edición (DSM-V).
El modelo de historia clínica propuesto con todos sus acápites se confecciona a nivel hospita-
lario, pero también en el nivel primario, tanto a los pacientes seguidos en consulta de psiquiatría
como a los ingresados en el domicilio o en hospitalización parcial, realizando solo las adecuacio-
nes u omisiones lógicas, como la primera evolución, la hoja de egreso, etcétera, según el caso.
Entrevista psiquiátrica
La entrevista médica es ante todo la relación que se establece entre dos personas, en este
caso entre el médico y el paciente y en la que se produce una influencia mutua, es decir del
médico sobre el paciente y viceversa. La entrevista constituye el medio idóneo para realizar las
diferentes técnicas de exploración clínica, epidemiológica y social.
Se define como “El encuentro con objetivos profesionales, del facultativo con el enfermo y
constituye el marco temporal, espacial y metodológico donde se desarrolla la mayor parte del
ejercicio asistencial en el ámbito de la salud”. (González, R., 2005a).
Para realizar una historia clínica completa, generalmente se requiere de varias sesiones de
entrevistas psiquiátricas. Para que dicha entrevista transcurra de forma adecuada es preciso te-
ner en cuenta algunos factores:
–– Observación. Dada la cualidad de los pacientes que demandan atención en psiquiatría es im-
portante mantener una observación atenta para percatarse de las actitudes, expresiones o
gestos y de la conducta de ellos.
38 Manual de psiquiatría
–– Saber escuchar con atención y respeto. Hay que permitir que el paciente se exprese libremen-
te, que se sienta atendido, escuchado e interrumpir su discurso solo para precisar algún dato,
aclarar o guiarlo si es que ha perdido el hilo central de su narración.
–– Comprensión de su actitud ante los síntomas y disponerse afectivamente para ayudarle. El psi-
quiatra debe ofrecer comprensión, pues el paciente con problemas psicológicos espera esto
de la persona que considera capaz de ofrecerla.
–– Lenguaje: es recomendable adaptar el lenguaje a la persona con la que se realiza la comunica-
ción, evitando tecnicismos innecesarios o incomprensibles para el paciente.
La recepción es cuando se recibe al paciente y no se puede omitir el saludo. Hay que brindarle
confianza, llamarlo por su nombre e invitarle a sentarse. La observación, a la cual se hizo referen-
cia, comienza desde este momento. Su significación es relevante porque ya desde la recepción
y aun antes, cuando el paciente espera su turno en el salón, comienza el proceso terapéutico,
al escuchar los comentarios de las personas en una reconsulta y la expresión de satisfacción o
frustración de quienes le preceden ese día en la visita al médico.
La identificación es la toma de los datos de identidad, incluyendo la ocupación. Los siguientes
pasos se exploran al realizar la historia clínica y los síntomas ocupan el primer lugar desde que se
indaga el motivo que lo trae a la consulta. Durante la identificación, muchas veces se encuentran
valiosas pistas para el desarrollo del interrogatorio, como cuando es evidente que se trata de una
mujer soltera de 50 años que vive sola, un hombre casado por más de 10 años y sin descenden-
cia, o un paciente que refiere que se divorció la semana anterior a la entrevista y ya no convive
con sus hijos.
Conviene aclarar que no siempre el paciente con trastornos psiquiátricos acude espontánea-
mente en busca de ayuda, y es traído por la familia o ante la demanda de alguna organización o
institución. En estas últimas situaciones la entrevista, por lo general, es más enriquecedora con
el familiar o el acompañante del paciente.
Del mismo modo que al interrogar a un paciente con cualquier otra enfermedad, se identifica
la presencia de síntomas durante la anamnesis, el interrogatorio por aparatos y al examinarlo
físicamente se recoge la presencia de signos clínicos, con el enfermo mental sucede lo mismo.
Semiológicamente se deben recoger síntomas y signos psiquiátricos que denotan las alteracio-
nes presentes en su fenómeno psicológico.
El interrogatorio, que a la vez debe ser no inductor y cuidadoso para evitar iatrogenias o afec-
tación de la relación que comienza, será también utilizado para ripostar con mensajes ansiolíticos
diferentes comunicaciones expresivas de sufrimiento. Es, sin embargo, durante el examen físico
que el médico planificará cuidadosamente sus comunicaciones verbales y extraverbales, y ten-
drá siempre presente que en los enfermos psiquiátricos existen, por lo general, preocupaciones
hipocondríacas expresivas de depresión, ansiedad o trastornos de la personalidad.
Capítulo 3. Historia clínica psiquiátrica 39
Al igual que al realizar el examen físico a un paciente, es necesario ser meticulosos en todos
los aspectos que se observen al estar frente a un enfermo con un trastorno mental, y esas obser-
vaciones deberán quedar plasmadas en lo que se denomina examen psiquiátrico.
La indicación de exámenes complementarios y la información sobre el tratamiento tendrán
siempre un objetivo ansiolítico y tomarán en cuenta los problemas básicos del enfermo.
Al indicar las medidas terapéuticas a un paciente, ya sea en consulta o al darle el alta a uno
hospitalizado, estas deben ser precisas y escritas con letra legible. La despedida con la orienta-
ción de una nueva visita y la esperanza de que va a mejorar finalizan la entrevista.
Es esencial tener en cuenta que durante la entrevista no se debe hacer iatrogenia, al crearle
preocupación excesiva al enfermo sobre su padecimiento u ofrecerle falsas expectativas sobre
su curación. La utilización de información inadecuada, así como minimizar su atención, puede
agravar el cuadro clínico por el que acudió inicialmente. Ser asertivo en la información es esencial
para lograr la confianza y mejoría del sujeto que se tiene delante.
Si todo el proceso se ha efectuado correctamente, esto contribuye a que se establezca una
relación médico-paciente positiva. El dominio de la técnica de entrevista facilita no solo la ex-
ploración clínica a nivel de consulta u hospitalario, sino la social y epidemiológica, es decir, que
constituye el medio idóneo para implementar también el perfil clínico, epidemiológico y social
de la psiquiatría en el nivel primario de salud.
Capítulo 4
Semiología psiquiátrica
Para el desarrollo de este capítulo se utilizarán los diferentes acápites del examen psiquiátrico,
sobre los que se harán comentarios básicos acerca de los objetivos y la semiotecnia.
Conciencia
La conciencia como atributo propio de los seres humanos que implica un alto grado de
complejidad, requiere para su estudio integral, de enfoques neurofisiológicos, psicológicos y fi-
losóficos. Representa la capacidad de reflejar adecuadamente la realidad y discernir entre el
conocimiento de sí mismo y de los demás junto a todo lo que le rodea, y, como se expresó antes,
potenciar de forma creadora la adaptación al medio.
Desde el punto de vista de la psicopatología clásica, en el estudio de las alteraciones de la
conciencia se enfatiza la exploración del nivel de vigilia. Este se refiere al grado de funcionamien-
to de los órganos de los sentidos o analizadores, y es equivalente al denominado sensorio en
el examen neurológico. Se explora mediante la observación de la capacidad adaptativa y tiene
grados cuantitativos:
–– Alto o aumentado: como el producido por la ingestión de anfetamina, normal, que se conside-
ra como el estado habitual de vigilia cuando el sensorio está claro y no existe afección.
–– Bajo o disminuido: de gran valor semiológico, pues puede ser expresivo de perturbaciones im-
portantes del cerebro, provocados por factores tóxicos, infecciosos, endocrino-metabólicos,
traumáticos, neoplásicos y degenerativos, entre otros.
Estos niveles cuantitativos de alteraciones de la vigilia se estudian con más detalle en el ca-
pítulo 5, entre un grupo de síndromes donde constituyen el síntoma cardinal o más relevante. La
mirada enturbiada, descrita por los clásicos como pérdida del brillo corneal, y la expresión de som-
nolencia pueden ser de utilidad al médico general para identificar este trastorno (Villalanda, 1972).
Generalmente, cuando está afectado el nivel de vigilia, de manera secundaria se afectan la
atención, la orientación y la memoria. En la medida que la toma de la vigilia es más profunda,
mayor será la afectación de estos elementos. También se describe la reducción o estrechamiento
cualitativamente selectivo del campo de la conciencia respecto a determinados fenómenos o
situaciones que tienen una importancia emocionalmente significativa para el paciente.
En sentido general, se debe reconocer, desde un punto de vista conceptual, que todas las
alteraciones psiquiátricas pueden implicar algún grado de afectación de la conciencia como re-
flejo valorativo de la realidad por parte del paciente, aunque no se encuentre en ciertos casos
un trastorno clínicamente demostrable del nivel de vigilia (Cabaleiro, M., 1966; Castro-López, H.,
1989; Ey, Henry, 1978).
Atención
La capacidad de recepción de la mayoría de los estímulos del medio que actúan sobre el
sujeto define la atención pasiva, mientras que el predominio de la selectividad de los estímulos
que inciden sobre los órganos de los sentidos, se relaciona con la atención activa. Ambas pueden
verse alteradas por múltiples causas, sobre todo aquellas capaces de comprometer seriamente
la función cerebral.
La semiotecnia es la observación durante el diálogo, la lectura de algún párrafo y explicación
de su contenido, o la producción de algún ruido accesorio durante el interrogatorio para valorar
la capacidad del paciente de continuar sin interrupción el curso de la entrevista.
El trastorno más frecuente de la atención pasiva es la hipervigilancia —que no debe confun-
dirse con la alteración del nivel de vigilia—, la cual consiste en un incremento de la potencialidad
42 Manual de psiquiatría
receptiva del sujeto ante los estímulos, y se manifiesta clínicamente porque el enfermo capta
estímulos que en condiciones normales no ocuparán su conciencia, por lo que se dificultan en
algún grado las tareas adaptativas. Este síntoma es típico del maniaco, en el que las percepcio-
nes múltiples y simultáneas de objetos y fenómenos banales hacen, entre otras causas, que su
actividad sea improductiva. También puede observarse en pacientes delirantes, que exploran el
medio constantemente y están pendientes de todo lo que ocurre, producto de su desconfianza.
Entre los trastornos de la atención activa se encuentra la distractibilidad, expresada por la
imposibilidad de mantener la focalización de la conciencia en una dirección determinada. En los
grados más intensos, el interlocutor aprecia que el enfermo distráctil es incapaz de mantener el
diálogo o de realizar las tareas más elementales, siempre que impliquen mantenimiento de la
atención. Este síntoma es muy frecuente en los dementes y en trastornos neuróticos, por ejem-
plo en el trastorno neurasténico.
El otro trastorno de la atención activa es la hiperconcentración y representa, justamente, la
contrapartida semiológica del síntoma antes descrito. Aquí el paciente fija anormalmente su con-
ciencia en estímulos internos o externos, y resulta difícil interesarle en otros aspectos. Es el caso
del hipocondriaco sumido en la autobservación de sus funciones corporales, en el deprimido
constantemente ocupado en sus apreciaciones pesimistas y en el paciente alucinado o delirante,
o ambos, abstraído en sus percepciones e ideas patológicas.
Memoria
Esta función, cuya esencia es la fijación, almacenamiento y evocación de experiencias, se
explora durante el diálogo preguntando sobre sucesos y fechas significativas para el enfermo;
indagando su criterio sobre el estado de dicha función o solicitando referencias cotidianas de
olvidos que permitan valorar si está afectada la memoria inmediata, la reciente, o la lejana.
Finalmente, existen pruebas más específicas como la evocación de un cuento recién referido
por el entrevistador, la repetición de dígitos expresados fuera de orden, o la conocida prueba
donde el explorador entrega al paciente tres papeles de diferentes tamaños luego de orientarle
dónde ubicar cada uno de ellos. Como puede inferirse, muchas de estas pruebas exploran simul-
táneamente memoria inmediata y atención activa.
Las afectaciones de la memoria pueden ser cuantitativas o cualitativas; la primera categoría
incluye tanto el aumento anormal de esta, hipermnesia, como la disminución, hipomnesia, o su
abolición conocida como amnesia. En los 3 casos puede estar fundamentalmente afectada la
fijación o la evocación. La hipermnesia, de escaso valor semiológico, puede manifestarse en los
enfermos maniacos y también en algunos retrasados mentales con memoria mecánica, que a
principios del pasado siglo XX se conocieron en los escenarios norteamericanos como los “hom-
bres memoria”’. La hipomnesia puede verse en los cuadros de depresión, astenia, ansiedad y
en las fases iniciales de las demencias; la amnesia es un síntoma importante de los síndromes
demenciales.
Debe destacarse, sin embargo, la existencia de amnesias totales, en las que se afecta la posi-
bilidad de evocar todas las experiencias ocurridas en un periodo determinado, hecho frecuente
en los procesos orgánicos cerebrales, y las amnesias parciales o lagunares, donde por mecanis-
mos psíquicos se bloquea el recuerdo de hechos generalmente penosos. En estos últimos casos,
los pacientes recuerdan algunas experiencias ocurridas al mismo tiempo que las olvidadas, con
lo que aportan elementos que evidencian la selectividad del olvido. Esta manifestación es la de-
nominada amnesia disociativa.
Los términos amnesia anterógrada y amnesia retrógrada, se utilizan con frecuencia en la
literatura, sobre todo en los casos de amnesia por traumas físicos y toman como punto de refe-
rencia el momento del traumatismo. Se les designa anterógradas cuando la toma de la memoria
se produce de la noxa hacia adelante en la experiencia del sujeto y retrógradas cuando parten de
la noxa en sentido de retroceso. Muchas veces se asocian ambas variantes.
Capítulo 4. Semiología psiquiátrica 43
Entre las alteraciones cualitativas de la memoria se mencionarán solo los falsos recuerdos o
reminiscencias, es decir, un hecho que ocurrió realmente se recuerda deformado: un paciente
con un delirio de procedencia real recuerda haber leído durante su infancia el cuño de nobleza de
la familia en los cubiertos, donde solamente existía el cuño de la marca de fábrica. Este trastorno
generalmente se vincula con algún delirio como argumentación de su veracidad.
La confabulación, característica sobre todo de las demencias alcohólicas, consiste en la falsa
evocación de los hechos que han ocurrido y que cubren etapas de amnesia total. En este caso, el
enfermo no tiene conciencia de la falsedad de sus referencias, contrariamente a lo que ocurre en
la mitomanía (Glosario de semiología y sindromología, 1981).
Orientación
La capacidad de ubicarse en relación con el tiempo, el espacio y las personas circundantes, así
como la conciencia de la propia identidad, pueden afectarse en casos de estrechamiento psicó-
geno de la conciencia o en serias perturbaciones del metabolismo cerebral; cuando esto ocurre
se habla de desorientación alopsíquica respecto al tiempo, espacio o personas, en tanto que la
desorientación autopsíquica se refiere a la propia identidad del sujeto.
La desorientación puede ser parcial o total. En el primer caso, el paciente puede saber que
está en La Habana, por ejemplo, pero desconocer el municipio y el lugar específico en el que se
encuentra, o saber el año, pero desconocer otros elementos temporales. En el segundo caso no
conoce nada en relación con el espacio, el tiempo y las personas de su actualidad, incluso con
él mismo.
La exploración de estas funciones es muy sencilla y de extraordinario valor diagnóstico; se
efectúa mediante preguntas, tales como: ¿qué lugar es este? ¿puede decirme en qué ciudad
estamos? ¿recuerda usted la fecha de hoy? ¿cuántos días hace que está aquí? ¿puede decirme
qué hacen aquí estas personas con batas blancas? ¿cuál es su nombre, dirección, estado civil y
ocupación? (Spoerri, 1970).
Funciones de relación
La interacción sujeto-medio es, a la vez, determinante de las características de la persona-
lidad y escenario donde estas se manifiestan. La exploración de esta función aporta, por tanto,
valiosos elementos acerca de la personalidad del paciente. Su técnica de exploración es el inte-
rrogatorio y la observación del enfermo, sobre todo en su interacción en un grupo o en el seno
de una comunidad terapéutica. Los familiares deben ser interrogados con este objetivo, ya que
su versión es de gran valor.
Prácticamente en toda la psicopatología, estas funciones se encuentran alteradas, de una
manera u otra, de modo que es de gran importancia su exploración. Las funciones de relación se
exploran en 3 proyecciones fundamentales que aparecen a continuación:
1. Relación consigo mismo. Es aquí donde se valora la autoapreciación de cualidades positivas y
negativas, el grado de conciencia de enfermedad y el nivel de conocimiento del sujeto explo-
rado acerca de la figura que ha fungido como patrón de identificación en el desarrollo de su
personalidad. Preguntas muy elementales aportan datos de gran utilidad: ¿qué piensa usted
de sí mismo?; ¿cómo lo valoran otras personas generalmente?; ¿qué persona significativa se
parece a usted en su manera de ser?
2. Relación con los demás. Es el acápite que enfoca directamente el tipo de relaciones interper-
sonales que suele establecer el sujeto explorado: la sociabilidad, la timidez, la dependencia,
la sobreprotección, el autoritarismo, el retraimiento, la reticencia, la pasividad, la hostilidad,
la exigencia y la tolerancia, son, entre otros, patrones que surgen como respuestas a las
preguntas siguientes: ¿cómo son sus relaciones con la familia?; ¿le resulta fácil establecer
44 Manual de psiquiatría
conversación con extraños?; ¿cree ser de las personas muy apegadas a las amistades?; ¿se
considera usted autoritario o más bien persuasivo? Lo importante es explorar y describir
cómo se relaciona con los otros y no la calidad de esas relaciones.
3. Relación con las cosas. Este tópico aborda los intereses fundamentales del paciente en una
amplia variedad que incluye aspectos recreativos, laborales, artísticos, filosóficos, políticos, y
otros. Aquí surgen también respuestas que aportan elementos de significación, por ejemplo,
para definir patrones obsesivos en el sentido de meticulosidad, perfeccionismo, rigidez y pre-
ocupación excesiva por el orden (Córdova, 1979). La actitud ante los patrones y normas de
convivencia es explorada en este acápite. También es de destacar que para saber cuáles son
los reales intereses de un sujeto, resulta de utilidad saber en qué emplea su tiempo y como
distribuye sus ingresos monetarios.
Capacidades intelectuales
El dato más útil para la valoración clínica es la historia escolar; en efecto, la referencia del
grado escolar alcanzado, la historia de repetición de grados, las dificultades en asignaturas como
Física y Matemática, la imposibilidad de avanzar pese a la dedicación al estudio, arrojan elemen-
tos de mucha significación que se complementarán con preguntas elementales como: ¿si una
bandera flota hacia el norte, de dónde viene el aire? ¿de qué materiales se hacen las casas? ¿por
qué la Luna, aunque es más pequeña que las estrellas, se ve más grande?; y con la valoración del
desarrollo del pensamiento abstracto, cuando se piden definiciones de una fosforera, una bicicle-
ta, un televisor, o cuando se pide la característica común entre un automóvil y una motocicleta,
entre un sofá y una silla o entre una naranja y un plátano.
Estas preguntas permitirán valorar si el sujeto explorado es capaz de captar la esencia de los
objetos o fenómenos. La misma información aporta la exploración de la interpretación abstracta
de los refranes. Así, ante el refrán “no todo lo que brilla es oro” un retrasado mental daría res-
puestas como “una tapa de un pomo puede brillar y no ser oro”. Las capacidades pueden ser
valoradas, en forma aproximada, como altas, promedio o bajas.
Durante la entrevista, también es de utilidad evaluar la riqueza del discurso, el vocabulario
que emplea el sujeto explorado y la comprensión que tiene de las preguntas que se le realizan.
Funciones cognoscitivas
Estas funciones —cuya denominación procede de la raíz griega cognoscere, que significa co-
nocer— permiten al hombre informarse de las características externas, modificables, de los ob-
jetos y fenómenos del medio, por la vía de las sensopercepciones, así como de las características
internas esenciales e inmodificables que se captan mediante el pensamiento.
Sensopercepciones
Antes de describir las alteraciones más frecuentes de estas funciones psíquicas, que se explo-
ran mediante el interrogatorio no inductor y la observación, se analizará, brevemente, la valora-
ción de algunos aspectos conceptuales fundamentales.
Las diferentes cualidades de los objetos y fenómenos actúan como estímulos específicos y
suficientes sobre los órganos de los sentidos y producen su excitación. Esta respuesta excitatoria
deviene fenómeno consciente rudimentario y constituye la sensación. Es preciso, sin embargo,
la existencia de una función psíquica más desarrollada que permita reflejar el medio interno y el
externo a un nivel mucho más significativo desde el punto de vista adaptativo, es decir, más ele-
vado que el que permiten las sensaciones al captar estímulos aislados. Este es el nivel perceptivo.
La percepción es la función cognoscitiva que permite integrar las diferentes cualidades y captar
los objetos y fenómenos con significación propia relacionada con las necesidades del sujeto y con
Capítulo 4. Semiología psiquiátrica 45
experiencias anteriores. Así, las sensaciones de luminosidad y calor serían poco útiles para la
adaptación al medio, si no fuesen integradas perceptivamente para percatarse de que proceden
de un incendio, con todas sus relevancias sociales.
Es oportuno recordar que los órganos de los sentidos o analizadores se clasifican en intero-
ceptores, propioceptores o exteroceptores, según reciban informaciones procedentes del sector
visceral; de los músculos, de las articulaciones, de los tendones o del aparato vestibular, o del
medio externo, respectivamente. Los elementos integrantes de un analizador son: el receptor, la
vía aferente y el centro cortical.
subjetivo le hace válido el nombre de alucinación mental, lo que la diferencia de las alucinacio-
nes extracampinas, en las que un sujeto oye que hablan de él en una ciudad vecina. También
se plantea que este fenómeno es de menor fuerza de convencimiento para el enfermo, en
comparación con la alucinación, como consecuencia de su falta de objetividad, pues no tiene
el carácter de vivencia externa.
–– Metamorfosis. Se deforman las cualidades morfológicas o espaciales de los objetos realmente
presentes en el campo sensorial del sujeto. Así, el paciente ve a su esposa y la identifica como
tal, pero percibe su cabeza alargada como si la viese en un espejo deformante, es decir, no se
cambia su esencia como en la ilusión. Este trastorno tiene generalmente características diná-
micas y los cambios morfológicos ocurren durante la propia vivencia; es un síntoma frecuente
en los cuadros orgánicos con toma de conciencia. Debe destacarse que, en semiología psiquiá-
trica, el término metamorfosis designa un fenómeno totalmente distinto al que se conoce en
el desarrollo de algunos animales inferiores.
–– Trastorno del esquema corporal. Síntoma extraordinariamente significativo para el diagnósti-
co de la esquizofrenia; es una apreciación distorsionada del propio cuerpo, el cual se percibe
deformado en lo relativo a su tamaño o forma, en su totalidad, o en cuanto a alguna de sus
partes. El enfermo siente sus brazos más gruesos por momentos o nota que sus manos han
crecido. En su forma más típica se trata de un trastorno perceptivo con punto de partida en el
analizador propioceptivo, y en algunos casos el enfermo reconoce la deformación perceptual
cuando utiliza el analizador visual para comprobarlo. Este síntoma puede constituir también
una patología en sí misma, denominada dismorfia corporal.
–– Desrealización. Es la extrañeza ante los objetos y fenómenos del medio y, a veces, del propio
cuerpo (como objeto). Aquí el enfermo percibe normalmente, pero tiene la apreciación de
que sus vivencias no son naturales. Este síntoma puede verse en la esquizofrenia y también en
la epilepsia, así como en algunos cuadros neuróticos.
–– Despersonalización. Es la extrañeza ante los fenómenos subjetivos. El enfermo nota extraña
su risa, le parece que no es él quien habla y también que su comportamiento le es inducido
como si él fuese un autómata. Este síntoma, cuando se expresa en la última forma, es muy
característico de la esquizofrenia.
–– Transformación. Es el grado mayor de despersonalización y se expresa por la percepción de
haber cambiado de identidad o, incluso, de haberse convertido en un animal inferior o en un
vegetal. Por supuesto, cuando aparece debe sospecharse el diagnóstico de esquizofrenia.
Pensamiento
Esta función —que se explora mediante el interrogatorio del paciente y otras fuentes, así
como durante el diálogo espontáneo, en el cual el entrevistador debe permitir, ocasionalmente,
el libre fluir asociativo del sujeto en estudio— debe valorarse en lo relativo a origen, curso, con-
tenido, capacidad de abstracción y operaciones.
Otros trastornos relevantes del curso del pensamiento son los siguientes:
–– Perseveración. Síntoma muy frecuente en epilépticos y dementes. Las asociaciones se produ-
cen en torno a un núcleo ideático central y empobrecedor de las comunicaciones, por lo que el
48 Manual de psiquiatría
enfermo tiende a repetir iguales temáticas, pese a los esfuerzos del interlocutor por desarro-
llar otros tópicos. Esta comunicación verbal se puede valorar con el siguiente ejemplo: “hoy
me he dado cuenta de que debo ser más amistoso, ya que la amistad es un sentimiento que
hace amigos a los hombres y, aunque en el mundo hay amigos y enemigos, lo mejor es tener
el mayor número de amigos, yo tengo la seguridad de que usted es mi amigo y usted sabe que
soy, en general, amistoso, pero sobre todo amistoso con mis amigos”.
–– Prolijidad. Frecuente también en dementes y retrasados mentales; expresa una dificultad para
discriminar, durante el curso asociativo, lo esencial de lo accesorio, a los efectos de transmitir
un mensaje y su expresión clínica es una comunicación colmada de detalles irrelevantes que
hacen tedioso el discurso por su exagerada minuciosidad, aunque no se pierda su finalidad;
por ejemplo: “hoy cuando me levanté, por cierto había bastante frío y a mí el frío me gusta
desde que viví en Europa, me comenzó el dolor de cabeza”.
–– Fuga de ideas. Es un trastorno que se asocia con los cuadros de intensa aceleración del pensa-
miento, aparecen durante el discurso ramas colaterales, expresivas de una notable facilitación
asociativa, pese a lo cual el enfermo llega al final de sus comunicaciones: “hoy vi un viejito
con un bastón, la caña de azúcar es más gruesa y el azúcar, como usted sabe, es la principal
industria de nuestro país, y me le brindé para acompañarlo a cruzar la calle”. Generalmente se
observa en pacientes maniacos.
–– Divagación. En este trastorno el mensaje no llega a concluirse y el camino emprendido por una
rama colateral es continuado en forma prolongada para pasar posteriormente a otra asocia-
ción. El clásico “se me fue el hilo de por dónde iba” es expresivo de las etapas de inicio, en las
que aún el enfermo tiene crítica de su trastorno. Este síntoma es frecuente en los dementes.
–– Disgregación. En la comunicación “la hora de la mesa en que Susana se bañó por culpa del
ejército”, las ideas no tienen asociación lógica —como la tendrían la caña, el azúcar y la in-
dustria en el ejemplo anterior— y, por otra parte, no se transmite mensaje alguno, pues po-
siblemente sea solo el emisor quien conozca su significado. La esencia de este trastorno es
la asociación inconsecuente de ideas, aunque no se rompa la sintaxis, pues el orden de los
diferentes elementos de la oración se mantiene, pese a que el sujeto nada tenga que ver con
el atributo en lo relativo a significado. Este síntoma es uno de los más característicos de la
esquizofrenia y su valoración en la entrevista requiere que el explorador permita al paciente,
ocasionalmente, el discurso libre sin preguntas.
–– Incoherencia. Aquí el trastorno asociativo es, sin embargo, mucho más intenso y se rompe la
sintaxis totalmente: “noche, abuela, verde, frío, en el lobo”. Esta manifestación puede encon-
trarse en los cuadros confusionales.
temente el campo de su conciencia. Este tipo de idea repetitiva no tiende a mover la conducta
del paciente y suele ir perdiendo intensidad con el tiempo. Un joven, después de presentar
una disfunción sexual inesperada, acudió a la consulta por no poder dejar de pensar en la
frustrante experiencia. Como se ve, aquí no existe la sobrevaloración presente en el primer
trastorno descrito.
–– Idea obsesiva. En este trastorno, característico de los obsesivo-compulsivos, en algunas formas
de inicio de esquizofrenia y en pacientes portadores de depresión, lo esencial es la presencia
de una idea que se parece a la idea fija porque acude a la mente del enfermo en contra de su
voluntad. No obstante, aunque no refleja hechos reales, con frecuencia es más intensa cuan-
tos más esfuerzos se realizan por rechazarla, pues precisamente el paciente la reconoce como
absurda al conservar total crítica de esta. Pese a dicha valoración objetiva, el pensamiento se
repite con una gran angustia acompañante. Es tan significativo el rechazo habitual del pacien-
te por este síntoma, que la mayoría de las veces resulta difícil su expresión ante el médico,
pues considera ridículas sus manifestaciones y a veces también señal de alguna afección de
importancia: “Mire doctor, lo que me pasa es lo más absurdo que pueda imaginarse cada pa-
labra que escucho debo, inexcusablemente, descomponerla en sílabas y cuando trato de no
hacerlo siento una angustia brutal.” La idea obsesiva se acompaña con frecuencia de rituales
y alteraciones de la esfera de la conducta, denominados actos compulsivos o compulsiones.
–– Idea delirante o delirio. Considerado el síntoma más característico de las afecciones psiquiá-
tricas de nivel psicótico, constituye, en esencia, una idea falsa, que no es reductible por la
lógica, que mueve en algún grado la conducta del paciente y que no depende de su educación
o influencias culturales, sino de mecanismos patógenos. Según su temática, existen delirios de
daño, persecución, referencia, influencia, hipocondriacos, nihilistas o de negación, de autoa-
cusación y reproche, de grandeza y eróticos:
•• Ideas de daño y persecución: se pueden identificar fácilmente.
•• Ideas de referencia: el paciente cree que las conversaciones de los demás y otros hechos a
su alrededor se relacionan con él.
•• Ideas de influencia: se caracterizan porque el paciente afirma que sus pensamientos y acti-
vidades son controlados por otras personas o fuerzas externas. Las ideas delirantes de daño,
persecución, referencia e influencia son frecuentes en trastornos de tipo paranoide.
•• Ideas hipocondriacas: se traducen en una exagerada preocupación y valoración irrefutable,
pero irreal, de tener una afectación grave de la salud personal.
•• Ideas nihilistas o de negación: se describe la negación de algún órgano, una función corpo-
ral, de estar vivo o la destrucción de sí mismo, de la familia, los amigos o incluso del mundo
entero.
•• Ideas de contenido autoacusatorio y de reproche: cuando el paciente se considera respon-
sable de faltas y delitos que realmente no cometió. Estas ideas, al igual que las nihilistas o
de negación, son muy frecuentes en los cuadros depresivos de nivel psicótico.
•• Ideas de grandeza o expansivas: aquellas en que el paciente se cree una personalidad im-
portante conocida o inventada por él, en algunos ejemplos se considera “un enviado de dios
o un ser superior”, y es frecuente en los cuadros maniacos.
•• Ideas o delirios eróticos: se relacionan con la idea de ser amado o poseído por personas
generalmente relevantes.
Funciones afectivas
Estas funciones, exploradas mediante la observación cuidadosa del enfermo en el diálogo, y
con la utilización de recursos que le permitan recordar situaciones afectivamente movilizadoras,
Capítulo 4. Semiología psiquiátrica 51
Trastornos cuantitativos
La hipertimia, la hipotimia y la atimia representan los trastornos cuantitativos y se caracte-
rizan, respectivamente, por un estado de alegría exagerada, en la que el enfermo tiene la apre-
ciación falsa de haber satisfecho todas sus necesidades, como ocurre en el maniaco; por un
estado de tristeza y abatimiento, con afectación global de las necesidades, como ocurre en los
deprimidos de nivel neurótico o psicótico; y por el grado mayor de tristeza que lleva incluso a la
inmovilidad y al mutismo en las depresiones más severas.
Trastornos cualitativos
Entre los trastornos cualitativos de la afectividad se describe la ansiedad o estado de malestar
impreciso con aprensión, desasosiego y expectación de acontecimientos desagradables, junto
a importantes componentes vegetativos difusos. Este es el síntoma cardinal de los trastornos
neuróticos.
La apatía, manifestación principal en el deterioro esquizofrénico, se expresa por la falta de
respuesta a los estímulos afectivos positivos o negativos. Este síntoma, también denominado
indiferencia afectiva, se expresa por la falta de interés y de respuesta afectiva ante estímulos
significativos, que habitualmente la provocan. Por ejemplo, el enfermo se muestra frío afectiva-
mente ante la noticia de la muerte de su madre u otra persona significativa en su vida, como si
no le importara.
En la ambivalencia se expresan simultáneamente afectos contrapuestos: una enferma abo-
fetea a su novio mientras le dice “te quiero”. Este síntoma es característico de la esquizofrenia.
La incongruencia afectiva o disociación ideoafectiva, síntoma cardinal de la esquizofrenia, se
expresa por respuestas afectivas contrarias al estímulo que las provoca: la noticia del fallecimien-
to de un ser querido origina alegría.
En la irritabilidad, característica de los cuadros neurasténicos, se evidencia una respuesta
exagerada ante la dificultad o imposibilidad de satisfacer alguna necesidad, y se manifiesta lo que
popularmente se denomina explosión.
La euforia es, como la hipertimia, un estado de alegría exagerada, pero a diferencia de esta,
la alegría es artificial, no contagiosa, y el propio paciente no sabe explicarla. Es frecuente en es-
quizofrénicos y en pacientes orgánicos. Finalmente, la disforia es un estado permanente de mal
humor con frecuentes crisis de violencia verbal o psíquica. Es un síntoma que puede aparecer en
las depresiones y en algunos trastornos neuróticos.
Necesidad de sueño
Los síntomas relacionados con la necesidad de dormir se suelen dividir en disomnias y para-
somnias. El término disomnias incluye el insomnio y la hipersomnia. El insomnio es la percepción
subjetiva de sueño insuficiente o no recuperador. Hay 3 preguntas claves que ayudan a identificar
la dificultad con el sueño y tipificar el insomnio: ¿Le cuesta conciliar el sueño?, ¿se despierta
varias veces durante la noche?, ¿tiene un despertar final adelantado?
Capítulo 4. Semiología psiquiátrica 53
Necesidad de alimentación
Entre los trastornos relacionados con esta necesidad están la anorexia, muy frecuente en
las depresiones, y la bulimia, característica de algunos cuadros psicóticos, donde la ingestión
de alimentos es exagerada. La coprofagia, manifestada en su forma más típica por ingestión de
materias fecales, que puede ser ampliada conceptualmente a todo producto no comestible y
entonces tendría igual significado en la pica. Esta manifestación es frecuente en retrasados men-
tales severos y dementes.
Necesidad de defensa
En un paciente estas necesidades de defensa pueden estar aumentadas y dar lugar a sín-
tomas como la pusilanimidad, que es la intolerancia al dolor físico, propia de personalidades
histriónicas y de algunos hipocondriacos y retrasados mentales. También pueden estar disminui-
das y expresarse por la algofilia o gusto por el dolor, sobre todo físico, frecuente en esquizofré-
nicos; la automutilación, manifestada por el daño voluntario de la integridad física con sección
54 Manual de psiquiatría
de alguna parte del cuerpo, como por ejemplo los dedos o genitales externos; es una conducta
esperable en algunos esquizofrénicos, epilépticos y retrasados mentales severos. Otro síntoma
relevante que se incluye en este acápite es la conducta suicida, que puede presentar entre sus
modalidades los gestos e intentos suicidas y es más frecuente en los cuadros depresivos.
Necesidad sexual
Las manifestaciones patológicas relacionadas con las necesidades sexuales son, esencial-
mente, el hipererotismo, donde se evidencia un aumento anormal de estas, como ocurre en
los maniacos, y su contrapartida, el hipoerotismo, muy frecuente en los deprimidos. Hay otras
manifestaciones que serán tratadas en detalle en el capítulo 17, sobre trastornos relacionados
con la sexualidad.
Necesidad de relación
Este aspecto, explorable por la observación y el interrogatorio del paciente o sus familiares,
es de gran significación para el diagnóstico de afecciones que modifican de manera temporal o
permanente, la personalidad del enfermo, como ocurre en brotes esquizofrénicos o cuando esta
enfermedad sigue un desarrollo crónico.
En las demencias también pueden apreciarse deterioro en los hábitos estéticos, higiénicos,
alimentarios, sexuales, recreativos, laborales, culturales e interpersonales, así como modificacio-
nes sustanciales en la escala de intereses y valores personales. Es por ello que en las afecciones
referidas se recoge, frecuentemente, la información familiar de que el paciente se comporta
“como si fuera otra persona”. (González, R., 1988)
Los más frecuentes son la disfemia o gagueo, que puede verse en orgánicos; la taquilalia,
típica del ansioso y el maniaco; la coprolalia o lenguaje obsceno, del esquizofrénico y el maniaco;
así como también la ecolalia o repetición automática de las palabras que se escuchan, típica del
catatónico y de algunos retrasados mentales severos.
A manera de síntesis final, en la tabla 4.1 se presenta un resumen del examen psiquiátrico
y sus más frecuentes hallazgos; también se hacen algunas recomendaciones al futuro médico
general para que obtenga de este examen los mejores frutos.
TABLA 4.1. Resumen de semiología psiquiátrica
Funciones de
Relación consigo mismo, con los demás y con las cosas
relación
Capacidades
Altas, promedio y bajas
intelectuales
Trastornos de las Hiperestesia, hipoestesia, anestesia,
sensaciones cenestopatia
Senso- Ilusión, alucinación, pseudoalucinación,
percepciones Trastornos de las metamorfosis, trastornos del esquema
percepciones corporal, desrealización, despersonalización,
transformación
Trastornos del
Pensamiento autista o con tendencia autista
origen
Lentificación, aceleración, bloqueo, fuga de
Trastornos del
ideas, perseveración, prolijidad, divagación,
curso
disgregación, incoherencia
Ideas sobrevaloradas, idea fóbica, idea fija,
Funciones idea obsesiva, idea delirante o delirio
cognoscitivas Según temática: daño, persecución,
Trastornos del referencia, influencia, hipocondriaco,
contenido grandeza, nihilista, de autoacusación o
Pensamiento reproche, erótico
Según mecanismo de producción: deductivo,
interpretativo, inductivo
Trastornos
Hipertimia, hipotimia, atimia
Funciones cuantitativos
afectivas Trastornos Ansiedad, apatía o indiferencia, ambivalencia, incongruencia o
cualitativos disociación ideoafectiva, irritabilidad, euforia, disforia
Fase
psicomotriz
Hiperbulia, hipobulia, abulia
o de acción
implícita
Hipercinesia,
Trastornos
agitación, hipocinesia,
cuantitativos
acinesia
Catalepsia,
Trastornos de la estereotipia,
actividad motora manerismo,
Trastornos negativismo,
cualitativos obediencia
automática,
flexibilidad cérea,
compulsión
–Disomnias: insomnio,
hipersomnia
–Parasomnias: terror
Necesidad de
Funciones nocturno, pesadillas,
sueño
conativas Fase de sonambulismo
conducta –Trastornos del ciclo
manifiesta o de sueño-vigilia
acción explícita Necesidades de Anorexia, bulimia,
Trastornos de las alimentación coprofagia, pica
necesidades
Pusilanimidad,
Necesidad de algofilia,
defensa automutilación,
conducta suicida
Hipererotismo,
Necesidad sexual
hipoerotismo, otros
Necesidad de Retraimiento,
relación hipersociabilidad
Deterioro de hábitos: estéticos, higiénicos,
Trastornos de los
alimentarios, sexuales, recreativos,
hábitos
laborales, culturales, interpersonales
Trastornos del
Disfemia, taquilalia, coprolalia, ecolalia
lenguaje
Capítulo 5
Sindromología psiquiátrica
nivel de vigilia como síntoma cardinal. Dificultan seriamente la adaptación creadora del sujeto a
su medio, aunque tienden a evolucionar en breve plazo a la curación con restitución total, cuan-
do la enfermedad que expresan se diagnostica y se trata de manera correcta. En otras circunstan-
cias pueden evolucionar al deterioro irreversible e incluso a la muerte.
Si se sigue como marco de referencia el grado de alteración de la conciencia en estos síndro-
mes, se puede establecer un continuo que tendría como extremos la obnubilación y el coma; el
orden creciente de severidad está dado en este sentido: obnubilación-delirio-síndrome oniroide-
estado crepuscular-confusión mental-coma.
A continuación se exponen los aspectos esenciales de los referidos síndromes y se resalta
cada uno de los hallazgos más relevantes, así como las entidades más significativas donde pue-
den presentarse (González, R., 2005).
Síndrome de obnubilación
Su nombre, etimológicamente, significa ver a través de una nube y, en efecto, como consecuen-
cia de la elevación patológica del umbral de estimulación de los analizadores, el enfermo no solo
ve, sino también oye, siente, huele y degusta, como si entre los estímulos y él existieran obstácu-
los sensoperceptivos. El paciente obnubilado disminuye sus posibilidades de percatarse de lo que
ocurre en su entorno y solo responde a estímulos más intensos que los habituales; su pensamiento
es lento y algo perseverante, pero sin serias distorsiones en su contenido, la afectividad está embo-
tada y los movimientos disminuidos y lentos. Puede observarse en infecciones sistémicas severas,
cuadros meningoencefalíticos y tumores cerebrales. Las manifestaciones en los distintos aspectos
del examen psiquiátrico y los componentes más relevantes de este síndrome son:
–– Descripción general: enfermo tranquilo, hipomímico, con descuido en los hábitos si no se le
auxilia.
–– Funciones de síntesis: vigilia baja, atención distráctil, memoria disminuida, orientación muy
grosera.
–– Funciones de relación: afectadas globalmente.
–– Capacidades intelectuales: disminuidas.
–– Funciones cognoscitivas: sin síntomas productivos; lo más significativo es la necesidad de uti-
lizar estímulos fuertes para lograr la comunicación, pensamiento lento.
–– Funciones afectivas: indiferencia.
–– Conducta: abulia e hipocinesia.
Síndrome de delirio
Su denominación implica, etimológicamente, deformación o desviación de la realidad, y es
un cuadro muy aparatoso, en el que el paciente corre importante riesgo de accidente si no es
protegido (Yudofsky, 1994). En este síndrome, la toma de vigilia es mayor y existen, además,
importantes trastornos sensoperceptuales, sobre todo visuales y táctiles, cuyo contenido, casi
siempre desagradable o terrorífico, determina el estado afectivo y la conducta con frecuencia
defensiva o de escape, lo que puede causar agitaciones que cuando ocurren en grandes espacios
suelen ser muy peligrosas, por el riesgo de defenestración. Una de sus manifestaciones de mayor
valor diagnóstico es la falsa orientación fluctuante, expresada por momentos de orientación se-
guidos de inmediato por una desorientación total. Este síndrome puede presentarse en intoxica-
ciones exógenas e internas, así como en procesos infecciosos severos y traumatismos craneales:
–– Descripción general: paciente agitado, sudoroso y tembloroso.
–– Funciones de síntesis: vigilia baja; atención distráctil; memoria disminuida con evocación resi-
dual después de superado el cuadro; comprensión disminuida; orientación fluctuante que le
permite, en ocasiones, ubicarse en espacio y persona, aunque instantes después se muestra
totalmente desorientado.
Capítulo 5. Sindromología psiquiátrica 59
Síndrome oniroide
Este cuadro —etimológicamente vinculado con la ensoñación— tiene como característica
más relevante la actividad contemplativa y apacible del enfermo ante su riqueza alucinatoria de
tipo visual y de carácter escénico, es decir, alucinaciones en 2 dimensiones, justamente como si
presenciara una película. En este síndrome, la afectividad y la conducta se ven poco afectadas,
excepto en lo referente a la pasividad como producto del carácter generalmente neutro de sus
trastornos sensoperceptivos:
–– Descripción general: paciente en actitud contemplativa, hipomímico, con descuido de hábitos
si no hay tutoría.
–– Funciones de síntesis: vigilia baja; atención distráctil, excepto en lo relativo a sus vivencias alu-
cinatorias, en las que generalmente aparenta estar hiperconcentrado; memoria disminuida al
superar el cuadro; tomada la orientación alopsíquica, conservada la autopsíquica.
–– Funciones de relación: globalmente afectadas, comprensión disminuida.
–– Capacidades intelectuales: disminuidas.
–– Funciones cognoscitivas: notable riqueza alucinatoria visual de tipo escénica con temáticas no
angustiosas que explican su pasividad ante las vivencias, pensamiento disgregado, divagante
y lento.
–– Funciones afectivas: beatífica complacencia.
–– Conducta: contemplativa, inmóvil.
y terminación súbitas. Constituye una de las más importantes emergencias psiquiátricas por su
frecuente carácter agresivo y destructivo, en la que el enfermo se enfrenta a sus alucinaciones
de contenido amenazador. Este síndrome puede ser expresión de la epilepsia, de algunas intoxi-
caciones y de traumas craneales. En ocasiones es consecuencia de la ingestión de alcohol en
sujetos con una base disrítmica:
–– Descripción general: enfermo agitado, sudoroso y agresivo.
–– Funciones de síntesis: nivel de vigilia muy bajo, atención distráctil para temas ajenos a sus
vivencias alucinatorias, amnesia total al concluir el cuadro, a diferencia del delirio, y el sín-
drome oniroide, donde la norma es la posibilidad de evocar fragmentariamente lo ocurrido,
comprensión disminuida y desorientación total y sin fluctuaciones.
–– Funciones de relación: tomadas.
–– Capacidades intelectuales: toma de las capacidades intelectuales.
–– Funciones cognoscitivas: alucinaciones, sobre todo visuales y terroríficas; pensamiento y len-
guaje prácticamente nulos.
–– Funciones afectivas: agresividad, ansiedad, pánico. Conducta agresiva, destructiva, fugitiva y
vinculada con las alucinaciones.
También se señala que algunos de estos síndromes pueden ser expresivos de cuadros diso-
ciativos ante situaciones de gran estrés o en personalidades histriónicas. En estos casos —como
se explicó en el capítulo de semiología psiquiátrica— obedecen a un estrechamiento cualita-
tivamente selectivo del campo de la conciencia, ante determinados fenómenos o situaciones
precipitantes que tienen una importancia emocional significativa para el paciente, aunque clí-
nicamente sean parecidos y reversibles en su evolución, como los cuadros orgánicos descritos a
que los que se hace referencia.
Síndrome oligofrénico
De oligo (poco) y freno (mente); se expresa por un rendimiento general subnormal, acusa-
do sobre todo en las capacidades intelectuales del sujeto. Las funciones psíquicas del paciente
remedan las de un niño, cuya edad estaría en razón inversa al grado de severidad del síndrome,
es decir, mientras más severo sea este, más reducida será la edad del modelo propuesto, hasta
llegar, en los casos más profundos, a comportamientos en nada distinguibles de los presentes en
un niño de pocos meses de vida. Este síndrome puede expresar las distintas formas de retraso
mental debido a causas prenatales, perinatales y posnatales en las primeras etapas de la vida, y
que en la actual clasificación norteamericana se denominan trastornos del desarrollo intelectual
(American Psychiatric Association, 2014):
–– Descripción general: frecuentemente distraído, descuidado en su presencia.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal, atención distráctil, la memoria puede estar aumentada
en forma mecánica, desorientación solo en los casos más graves.
–– Funciones de relación: afectadas globalmente, comparables a las de un niño.
–– Capacidades intelectuales: muy disminuidas.
–– Funciones cognoscitivas: no alteraciones sensoperceptivas, pensamiento concreto.
–– Funciones afectivas: respuestas infantiles como intolerancia a frustraciones, incapacidad para
posponer satisfacciones, irritabilidad y cambios afectivos bruscos, dependencia, sugestibilidad.
–– Conducta: inconsistente y pueril, adaptación creadora limitada.
Síndrome demencial
Este síndrome se caracteriza, en esencia, por la pérdida de las capacidades intelectuales des-
pués que estas han alcanzado un desarrollo normal y por el deterioro de otros aspectos de la
personalidad. Esquirol, un discípulo de Pinel, decía que el oligofrénico era un pobre que siempre
había sido pobre y el demente un pobre que antes fue rico. Una característica importante del
síndrome demencial es la relativa precocidad con que aparecen los trastornos de la memoria re-
ciente y la afectación proporcionalmente mayor de las capacidades ejecutivas que de las verbales,
que tienden a conservarse hasta etapas más avanzadas. Los comportamientos eróticos y el incre-
mento del apetito hasta conformar un cuadro de bulimia son también elementos importantes del
síndrome, durante el establecimiento evolutivo de este síndrome la familia asiste al desmorona-
miento progresivo y habitualmente irreversible de la personalidad del paciente. Es un síndrome
de gran significación clínica para el médico general, pues expresa una alteración neurocognitiva
mayor presente en afecciones como la enfermedad de Alzheimer, la demencia de tipo vascular y
62 Manual de psiquiatría
otras demencias consecutivas a daño traumático cerebral, epilepsia, alcoholismo, infección por
VIH, enfermedad de Parkinson y enfermedad de Huntington, entre otras:
–– Descripción general: aspecto descuidado, comunicación limitada.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal; atención distráctil; memoria muy tomada, sobre todo
la de fijación, aunque después se afecta también la de evocación; desorientación en casos
avanzados.
–– Funciones de relación: globalmente afectadas.
–– Capacidades intelectuales: muy disminuidas. Se produce un deterioro progresivo de estas.
–– Funciones cognoscitivas: pensamiento concreto, perseverante, prolijo, a veces delirante.
–– Funciones afectivas: indiferencia o labilidad, según los casos. Disforia o hipotimia en sus ini-
cios. Explosividad.
–– Conducta: afectación de hábitos y trastornos globales de las necesidades.
Síndrome amnésico-confabulatorio
En su forma más característica se manifiesta por amnesia notable y confabulaciones que
llenan los vacíos de la memoria. Este síndrome, muy cercano al demencial, se caracteriza, sin
embargo, por la hegemonía de los trastornos de memoria, sobre la afectación de las capacida-
des intelectuales y la personalidad, que en las primeras etapas no resultan tan relevantes. Las
confabulaciones muchas veces dominan el cuadro sintomático. Puede expresar complicaciones
tardías del alcoholismo y secuelas de infecciones o traumas encefálicos, sobre todo si dañan el
hipocampo:
–– Descripción general: aspecto descuidado, distraído.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal; atención dístráctil; memoria muy tomada, sobre todo la
de fijación reciente, hasta el punto en que el enfermo olvida que minutos antes recibió la visita
de su esposa en la sala del hospital; hay también confabulaciones; orientación sorpresivamen-
te bastante conservada pese a la afectación amnésica; llama la atención el desenvolvimiento
del paciente a pesar de la alteración de su memoria.
–– Capacidades intelectuales: disminuidas.
–– Funciones cognoscitivas: pensamiento concreto, perseverante, prolijo.
–– Funciones afectivas: generalmente apatía, a veces labilidad o rigidez afectiva.
–– Conducta: hipobulia o abulia, descuido de hábitos, alteración de necesidades de sueño y ali-
mentación.
Síndrome apatoabúlico
Los síntomas cardinales son la apatía o indiferencia afectiva y la abulia. En grados extremos
puede llegar a peligrar la vida por fallas de alimentación. Como consecuencia de estos dos sínto-
mas cardinales, el enfermo se retrae y su pensamiento se hace autista, lo que acelera y magnifica
su inadaptación creadora al medio. Además de expresar cuadros cerebrales graves de tipo tóxico,
infeccioso o traumático, este síndrome es muy frecuente en estadios avanzados de la esquizo-
frenia:
–– Descripción general: aspecto descuidado, facies indiferente.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal, atención dístráctil, hipomnesia, se puede llegar a la des-
orientación apática.
–– Funciones de relación: muy afectadas.
–– Capacidades intelectuales: disminuidas.
–– Funciones cognoscitivas: síntomas residuales en percepciones y pensamiento, curso lentifi-
cado.
–– Funciones afectivas: indiferencia.
–– Conducta: abulia, hipocinesia, toma marcada de necesidades y hábitos.
Capítulo 5. Sindromología psiquiátrica 63
Síndrome esquizofrénico
Su denominación —que procede del griego esquizo (roto) y freno (mente)— destaca su ca-
racterística esencial: la expresión de una importante desorganización de las funciones psíquicas.
Este síndrome se expresa fundamentalmente en la esquizofrenia, aunque puede presentarse en
algunos cuadros orgánicos como la epilepsia y las meningoencefalitis.
La nombrada disociación ideoafectivoconativa, elemento cardinal del síndrome, se ejemplifi-
ca en una paciente con un delirio del doble que le hacía valorar que su esposo era en realidad un
impostor y, a pesar de esa idea, mantenía sus funciones de esposa con una afectividad y una con-
ducta totalmente alejadas de la esperable en una situación como la descrita. Las operaciones del
pensamiento son también muy ilógicas; el paciente llega a aceptar silogismos como el siguiente:
“si los reyes magos eran 3 y nosotros somos 3, no hay dudas de que somos los reyes magos”. Este
síndrome constituye la expresión más frecuente de las afecciones mentales de nivel psicótico,
pues representa la forma más característica de apartarse de la realidad. Los elementos básicos
descritos desde principios del siglo pasado son: autismo, disgregación, disociación ideoafectiva y
ambivalencia. Sus características generales son:
–– Descripción general: aspecto descuidado, aislamiento, dificultades en la comunicación.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal, atención orientada a sí mismo, memoria sin alteraciones,
orientación conservada, aunque producto de los delirios puede aparecer la nombrada des-
orientación delirante.
–– Funciones de relación: afectación global.
–– Capacidades intelectuales: sin gran alteración.
–– Funciones cognoscitivas: riqueza alucinatoria, sobre todo auditiva; pensamiento autista, blo-
queo, disgregación.
–– Funciones afectivas: disociación ideoafectiva, ambivalencia afectiva.
–– Conducta: abulia, conducta incomprensible o inapropiada, o ambas.
Síndrome delirante
Las características esenciales del síndrome delirante son la presencia de ideas delirantes, la
afectación global de las funciones de relación y la conservación relativa de las funciones de sín-
tesis, y sus variantes fundamentales, el síndrome paranoico, el paranoide y el de automatismo
psíquico.
Síndrome paranoico
Se caracteriza por la presencia de un delirio único, sistematizado, íntimamente imbricado con
la personalidad del paciente. El enfermo puede parecer con su comportamiento, una persona
normal y solo hacer manifiesto su cuadro al surgir la temática delirante que a veces hace dudar
al interlocutor de su veracidad, ya que se basa en argumentaciones lógicas, pese a su falsedad.
Este síndrome es expresivo de los trastornos de ideas delirantes persistentes y de algunas formas
de comienzo de la esquizofrenia:
–– Descripción general: presencia y comunicación conservadas.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal, atención a veces hipervigilante, memoria conservada y
en ocasiones aumentada, orientación conservada.
–– Funciones de relación: afectadas en lo relativo al tema delirante.
–– Capacidades intelectuales: normales o altas.
–– Funciones cognoscitivas: sin trastornos sensoperceptivos, delirio único con argumentación
lógica.
–– Funciones afectivas: conservadas, excepto en lo relativo al delirio.
–– Conducta: hábitos conservados.
64 Manual de psiquiatría
Síndrome paranoide
Etimológicamente significa parecido al paranoico y, como este expresa también el alejamien-
to de la realidad, pero aquí la distorsión es más burda y la actividad delirante es polimorfa en
lugar de ser única y sistematizada. Este síndrome puede ser expresivo de los trastornos psicóticos
agudos y transitorios, de los trastornos de ideas delirantes persistentes y de la esquizofrenia:
–– Descripción general: aspecto descuidado y actitud recelosa.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal, atención hipervigilante, memoria y orientación conser-
vadas.
–– Funciones de relación: globalmente afectadas.
–– Capacidades intelectuales: conservadas.
–– Funciones cognoscitivas: alucinaciones auditivas verbales, ilusiones auditivas; ideas delirantes
de daño, persecución, referencia y, a veces, de grandeza o celos.
–– Funciones afectivas: ansiedad, agresividad.
–– Conducta: concordante con el delirio, afectación de necesidades y hábitos.
Síndrome de automatismo psíquico
Es la más típica expresión clínica de enajenación mental. Su característica esencial es la apre-
ciación del paciente de que es dirigido por fuerzas ajenas a su conciencia. Se señala la presencia
de una triada sintomática dada por pseudoalucinaciones, delirios de influencia y despersonaliza-
ción. Este síndrome, cuando es florido, es casi específico de la esquizofrenia, pero puede verse
también en algunas epilepsias psicomotoras y en ciertos cuadros de encefalitis:
–– Descripción general: aspecto descuidado.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal, atención dirigida hacia sí, memoria conservada, orienta-
ción conservada.
–– Funciones de relación: globalmente afectadas.
–– Capacidades intelectuales conservadas.
–– Funciones cognoscitivas: pseudoalucinaciones auditivas, trastornos del esquema corporal,
despersonalización, desrealización, pensamiento autista, bloqueo, delirio de influencia, delirio
de robo del pensamiento.
–– Funciones afectivas: apatía, disociación ideoafectiva.
–– Conducta: hipobulia, alteración de necesidades y hábitos.
Síndromes afectivos
Estos síndromes, cuya esencia son las manifestaciones afectivas y la toma global de las nece-
sidades sin afectación notable de las sensopercepciones, tienen tres tipos de expresiones clínicas
fundamentales: el síndrome maniaco, el síndrome depresivo y el síndrome afectivo ansioso.
Síndrome maniaco
Sus síntomas esenciales son la alegría exagerada, la aceleración del pensamiento y la hipe-
ractividad motora. El comportamiento del paciente con este síndrome supera el esperable en un
sujeto que tuviese satisfechas todas sus necesidades y alcanzado en forma brillante sus metas en
la vida, y las racionalizaciones para justificar su estado de ánimo son a veces tan pueriles, como
atribuirlo al colorido verde de un campo cultivado. Este síndrome puede expresar los episodios
maniacos, los trastornos esquizoafectivos, algunos trastornos psicóticos agudos y transitorios y,
en ocasiones, algunos trastornos del humor con base orgánica:
–– Descripción general: aspecto llamativo por vestuario y maquillaje exagerados.
–– Funciones de síntesis: vigilia alta o aumentada, atención hipervigilante, memoria aumentada,
orientación conservada.
Capítulo 5. Sindromología psiquiátrica 65
Síndromes discinéticos
Como se infiere por su denominación, la manifestación esencial de estos cuadros es la alte-
ración de los movimientos, que pueden estar anormalmente aumentados o disminuidos, como
ocurre en los síndromes hipercinético y estuporoso, respectivamente.
Síndrome estuporoso
Las características fundamentales de este síndrome son la inmovilidad y el mutismo, pese a
mantener un grado variable de claridad de conciencia, hecho que lo diferencia del coma, donde
dicha claridad está totalmente abolida. La inmovilidad y el mutismo pueden presentar diferentes
grados de severidad; en las formas atenuadas dan lugar a la denominación de semiestuporoso.
La mayor significación clínica de este síndrome es la necesidad de clarificar la causa, que puede
ir desde una noxa psicosocial hasta un tumor cerebral:
–– Descripción general: aspecto descuidado.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal o baja, atención generalmente hiperconcentrada, memo-
ria normal o disminuida, orientación variable.
–– Funciones de relación: globalmente afectadas. Capacidades intelectuales conservadas.
–– Funciones cognoscitivas: sin alteraciones específicas.
–– Funciones afectivas: puede haber una expresión facial de pánico, indiferencia, perplejidad o
tristeza.
–– Conducta: abulia, acinesia, alteración total de necesidades y hábitos.
Fuera de los síntomas descritos como esenciales, existe un gran polimorfismo sintomático,
resultado de las diferentes posibilidades patogénicas de este síndrome. El médico general debe
tener presente que ante un estupor es importante establecer una primera diferenciación diag-
nóstica mediante la valoración —al nivel que sea posible— de las funciones de síntesis, lo que
junto a la anamnesis permiten establecer una clasificación inicial de estupor con toma de con-
ciencia o con dicha función indemne. En la primera categoría están los estupores disociativos, los
reactivos a un estrés agudo y los de causa orgánica; en la segunda categoría se encuentran los
estupores catatónicos y los depresivos.
Como recursos prácticos para diferenciar estas posibilidades clínicas se señala que los ante-
cedentes familiares y personales, la personalidad premórbida y la exploración de contingencias
ambientales, psicosociales o de noxas que actúan a nivel biológico, ayudan a encaminar el diag-
nóstico, que se complementará mediante la observación cuidadosa y la valoración de las carac-
terísticas que se describen, brevemente, en cada una de las variantes siguientes:
Capítulo 5. Sindromología psiquiátrica 67
–– Estupor disociativo: teatralidad, risa y llanto fluctuante, noxa reciente, ganancia emocional o
psicológica evidente.
–– Estupor reactivo a una situación de estrés aguda: no hay antecedentes patológicos; situación
de gran significado para el paciente; facies de pánico, sudorosa; no ganancia.
–– Estupor orgánico: no hay antecedentes psiquiátricos ni contingencias significativas; y sí refe-
rencias de un proceso séptico, tóxico o disrítmico subyacente.
–– Estupor catatónico: facies inexpresiva y seborreica, hipertonía muscular, negativismo, orina y
salivación por rebosamiento, posiciones incómodas mantenidas, flexibilidad cérea. La explo-
ración de antecedentes familiares esquizofrénicos y los rasgos de la personalidad premórbida
ayudan al diagnóstico.
–– Estupor depresivo: facies depresiva, noxa depresiva o predisposición constitucional, tono
muscular normal, llanto frecuente.
Las variantes enunciadas constituyen, en esencia, las posibilidades nosográficas del síndrome
estudiado. Debe destacarse la importancia del diagnóstico adecuado de estos cuadros, pues su
prolongación puede llevar a importantes complicaciones.
Síndrome hipercinético
El aumento de la actividad motora con predominio de los movimientos voluntarios (hiperac-
tividad) o involuntarios (agitación), y la notable afectación de la adaptación creadora al medio,
son los elementos esenciales de este síndrome, el cual, de igual forma que el estuporoso, puede
ser clasificado según esté la conciencia afectada o no.
Existen 4 modalidades clínicas básicas representadas por los cuadros maniacos y catatónicos,
en los que el nivel de vigilia está conservado; y por los cuadros disociativos u ocasionados por es-
trés agudo y orgánicos, en los cuales dicho nivel está afectado. Las características discriminativas
y coordinadas de los movimientos voluntarios expresan la existencia de una representación men-
tal previa a su ejecución, en tanto que la incoordinación y falta de propósito de los movimientos
involuntarios permiten este paso clasificatorio de tanta relevancia.
Como otros aspectos útiles para diferenciar las modalidades clínicas se señala que la anam-
nesis aporta los mismos elementos descritos en el síndrome estuporoso y que la exploración
semiológica brindará en los cuadros maniacos, el cortejo sintomático dado por la aceleración
del pensamiento, la toma afectiva y la alteración de las necesidades; y en los catatónicos, por
la disociación ideoafectiva, la exaltación afectiva, la destructividad y los actos impulsivos. En los
disociativos se aprecia la teatralidad, la ganancia y la presencia de una noxa; en los ocasionados
por estrés agudo se recoge la noxa; en tanto que en los orgánicos, también denominados de
agitación crepuscular, se encuentran la instalación súbita, la destructividad y la agresividad in-
comprensibles, y la amnesia total al concluir el episodio.
Síndrome hipocondriaco
En el síndrome hipocondriaco, los elementos esenciales son la excesiva preocupación por
la salud, el constante temor a la muerte y la autobservación continua de las funciones corpo-
rales más significativas. A diferencia de las manifestaciones de los trastornos de somatización
y facticios, donde el énfasis en las preocupaciones se proyecta sobre el síntoma y su atención,
en este síndrome el trasfondo común es el temor a la muerte por vía de alguna afección de mal
pronóstico. Estos cuadros, frecuentemente asociados con mecanismos de hiperventilación, arro-
jan al examen los datos siguientes:
–– Descripción general: comunicación desarrollada en terminología médica.
–– Funciones de síntesis: vigilia normal, atención dirigida hacia las funciones corporales con hi-
perconcentración, memoria y orientación conservadas.
68 Manual de psiquiatría
Este síndrome puede expresarse en los trastornos somatomorfos o integrar el cuadro clínico
de las depresiones, tanto a nivel neurótico como psicótico.
Este síndrome puede ser expresivo de algunos trastornos neuróticos, de los trastornos de
adaptación neurasteniformes y de afecciones postraumáticas (Urgelles, 1982).
Síndrome psicopático
Los constituyentes esenciales del síndrome psicopático son patrones inadaptativos en el
comportamiento, lo que se refleja en las distintas áreas de la vida, acusados en el control de im-
pulsos, seguridad personal, autovaloración, autoexigencia y heteroexigencia, intereses y modos
de satisfacer las necesidades biológicas y sociales.
Al examen psiquiátrico los patrones inadaptativos pueden ir desde la autoexigencia y la he-
teroexigencia exageradas, determinantes de serios conflictos, en especial con los otros, hasta
una carencia total de esas actitudes, lo que conduce a una vida sin propósitos ni proyectos de
superación. Estos polos, en el nivel nosográfico, estarían representados por las personalidades
obsesivas y por las antisociales:
–– Descripción general: no específico.
–– Funciones de síntesis: sin alteraciones.
–– Funciones de relación: patrones inadaptativos en las relaciones consigo mismo, con los demás
y con las cosas.
–– Capacidades intelectuales: conservadas.
–– Funciones cognoscitivas: sin alteraciones específicas.
–– Funciones afectivas: inseguridad, labilidad.
–– Conducta: dificultades en el control de impulsos, dificultades sexuales.
Síndrome Subsíndrome
1. Síndromes cerebrales orgánicos Agudos: obubilación, delirio, oniroide, estado crepuscular,
confusional, de ataques convulvisos, comatoso
Crónicos: oligofrénico, demencial, amnésico-confabulatorio,
apatoabúlico
2. Esquizofrénico
3. Delirante Paranoico
Paranoide
Automatismo psíquico
4. Afectivo Maniaco
Depresivo: nivel neurótico, nivel psicótico
Ansioso
5. Discinético Estuporoso
Hipercinético
6. Hipocondriaco
7. Neurasténico
8. Psicopático
Capítulo 6
Las clasificaciones, en sentido general, resultan del esfuerzo humano por establecer regula-
ciones apreciables en la observación de determinados fenómenos, incluyendo los correspondien-
tes al área de estudio de las ciencias médicas, pues contribuyen de forma notable al diagnóstico
e investigación de las enfermedades y otros problemas de salud (Colectivo de profesores, 1984).
En este capítulo se estudiarán algunos conceptos generales sobre la clasificación psiquiátrica,
incluida una breve reseña histórica de estos, así como las principales tendencias actuales; ade-
más, se destacarán las contribuciones cubana y latinoamericana a los sistemas de clasificación y
diagnóstico, para una mejor comprensión del estudio de las entidades nosológicas psiquiátricas,
a partir de los próximos capítulos.
El diagnóstico, en cualquier especialidad médica, es un rango que conceptualiza las caracte-
rísticas de una entidad y permite diferenciarla de las demás; por otra parte, es necesario para
definir todo un estado por el que transita un individuo en un momento determinado de su vida;
resulta harto conocido que la capacidad de diagnosticar correctamente, se incluye entre las ha-
bilidades esenciales vinculadas al desempeño profesional exitoso de todo médico.
El diagnóstico y las formas de diagnosticar son tan antiguos como la medicina y desde sus
inicios permitieron sintetizar y agrupar la información disponible sobre las enfermedades en las
diferentes especialidades, tratando de ordenarlas adecuadamente, con sus discapacidades y sus
agentes causales. En este empeño, el diagnóstico contribuye a facilitar la comunicación entre los
profesionales de las diferentes ramas de la medicina, tanto clínicas como quirúrgicas, y entre los
investigadores y otros especialistas en salud pública; también a estandarizar los criterios diagnós-
ticos, orientar la terapéutica a indicar, proponer un pronóstico sobre la evolución del paciente y
sus condiciones mórbidas, promover la investigación sobre los factores etiológicos, modalidades
de tratamiento, organización de servicios y políticas de salud pública.
Los diferentes criterios diagnósticos se agrupan por categorías para su mejor utilización por
los profesionales dentro de las clasificaciones. Para resumir este acápite, se citan dos definicio-
nes del profesor Ángel Otero:
…el diagnóstico es un proceso de análisis y síntesis que nos permite identificar: los com-
ponentes esenciales y secundarios que caracterizan un problema, sus posibles causas, de-
sarrollo, curso y pronóstico, su vinculación con otros fenómenos, vías de prevención, y
solución.
Clasificación es la ubicación de un fenómeno, dentro de un grupo, previamente formado,
limitado y definido de acuerdo con los intereses y puntos de vista de sus formadores.
(Otero, 2015)
Es decir, clasificar es agrupar y ordenar los diferentes diagnósticos para su mejor utilización
por los profesionales, lo cual facilita la comunicación entre ellos, ya sea con fines diagnósticos,
investigativos o para las estadísticas de salud. En medicina, la disciplina que tiene por objeto
describir, diferenciar y clasificar las enfermedades, es la Nosología.
Capítulo 6. Clasificación diagnóstica en psiquiatría 71
Sistemas de clasificación
El siglo xviii fue considerado la época de los sistemas, por la aparición de los primeros siste-
mas de ordenamiento de la información científica acumulada durante los siglos xvii y xviii por
químicos y botánicos. Los médicos, que poseían gran caudal de información científica, sintieron
también la necesidad de ordenar y clasificar los síntomas de las enfermedades mentales, para
lograr sintetizar y generalizar todo el conocimiento acumulado durante años a partir de la obser-
vación de sus pacientes; así surgieron las primeras codificaciones que dieron lugar a sistemas de
ordenamiento de los síntomas de las enfermedades mentales (Alexander, 1970).
La primera clasificación de las enfermedades mentales se atribuye a los médicos de la escuela
hipocrática, quienes guiados por las enseñanzas de Hipócrates (460-377 a.n.e.), describieron la
epilepsia, la manía, la melancolía, la paranoia y los 4 tipos de personalidades según la teoría de
los humores.
Los diagnósticos que aquí aparecían estaban basados en las observaciones médicas y los
conocimientos fisiológicos de la época, para explicar algunos trastornos mentales. Esta primera
clasificación era eminentemente clínica.
Posteriormente, entre los siglos xvii y xix aparecen los trabajos de Philippe Pinel (1745-1826)
y Vicenzo Chiarugi (1745-1826), en los que se recoge información sobre nosología psiquiátrica;
en estos, aunque no estaba completamente esclarecida la verdadera etiología de las enferme-
dades mentales que describían, se refirieron las causas orgánicas cerebrales, la herencia y las
experiencias de la vida, posiblemente influidos por los trabajos de Giovanni Battista Morgagni
(1682-1771), quien había localizado alteraciones anatómicas cerebrales que relacionó con la cau-
sa de algunos trastornos psiquiátricos. Estas observaciones fueron de un aporte inestimable al
diagnóstico de las enfermedades mentales (Alexander, 1970).
A mediados del siglo xviii, William Cullen aporta una clasificación de las enfermedades men-
tales considerada la más coherente de todas las de su época, siendo el primero en utilizar el
término neurosis. Esta clasificación se distinguió por las detalladas descripciones clínicas de esas
enfermedades.
Los criterios que han guiado las clasificaciones actuales surgieron a lo largo del siglo xix. El
criterio etiológico de que todas las enfermedades psiquiátricas tenían su origen en una lesión
cerebral (Griesinger), el criterio evolutivo (Benedicty Augustin Morel) y el criterio descriptivo.
Emil Kraepelin (1856-1926), considerado el padre de la nosología psiquiátrica, en su Tratado
de Psiquiatría sintetizó los criterios: descriptivo, somático y evolutivo.
Por otra parte, Eugene Bleuler (1857-1937) basó su sistema de clasificación en un proceso
psicopatológico inferido, acomodando los postulados de Sigmund Freud (1856-1939). Las huellas
de Bleuler y Freud pueden verse en las primeras versiones del manual de diagnóstico y estadísti-
ca de los trastornos mentales utilizado en los Estados Unidos, mientras que la influencia de Krae-
pelin y Schneider se observa en las versiones más recientes de este manual y de la clasificación
internacional de enfermedades (CIE) que es el sistema de clasificación oficial aceptado por la
OMS y que incluye un capítulo específico para los trastornos psiquiátricos (Baca, 2009).
La psiquiatría mundial ha logrado avances importantes en el campo del diagnóstico y la clasi-
ficación, lo cual ha incrementado la fiabilidad de las descripciones psicopatológicas y el entendi-
miento entre profesionales de diferentes latitudes. A partir de la referida inclusión de capítulos
dedicados a las enfermedades psiquiátricas dentro de la clasificación internacional de enferme-
dades que elabora la OMS, diferentes regiones del mundo decidieron crear sus propios sistemas
de clasificación, teniendo en cuenta las observaciones y experiencias nacionales; así, aparecieron
los manuales de diagnóstico y estadística de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos de Nor-
teamérica —conocidos como DSM por sus siglas en inglés—, que ya van por su quinta edición, o
DSM-V (American Psychiatric Association, 2014), y las adaptaciones cubanas de la Clasificación
72 Manual de psiquiatría
Internacional de Enfermedades, de cuya décima revisión se cuenta con el Tercer glosario cubano
de psiquiatría (GC-3) aún vigente (Colectivo de autores, 2008). Las versiones de los DSM a partir
de la revisión de su tercera edición, siempre se han elaborado de manera que sean compatibles
con el sistema adoptado por la OMS.
En 1967, Pörksen había identificado 340 clasificaciones psiquiátricas, razón por la cual
muchos términos eran usados con diferentes acepciones entre países, e incluso entre escuelas
dentro del mismo ámbito asistencial. El resultado ha sido el desarrollo de los dos sistemas refe-
ridos (CIE y DSM), ampliamente aceptados, cuya guía fundamental es la fiabilidad, precisamente
para garantizar la comunicación.
La primera clasificación internacional de enfermedades y causas de muerte (CIE), fue creada
por Resolución del Congreso Estadístico Internacional de 1853, para que fuera utilizada por to-
dos los países, con el objetivo de estandarizar los criterios diagnósticos a nivel mundial. El texto
concluido fue publicado en 1893 por un equipo liderado por Jacques Bertillon, por lo que se ti-
tuló Clasificación internacional de causas de muerte o Clasificación de Bertillón. Se acordó desde
entonces que las clasificaciones internacionales de enfermedades, daños y causas de muerte
fueran revisadas con un intervalo de 10 años. La quinta revisión es la que incorpora, por primera
vez, una categoría de enfermedades mentales, subdividida en trastornos mentales y deficiencia
mental (Alarcón, 2012).
En sucesivas revisiones de la CIE se fueron aprobando nuevas categorías diagnósticas con
mayor precisión; la OMS organizó seminarios con expertos de diferentes regiones para elaborar
la novena revisión (CIE-9), y ya en 1993 entró en vigor la CIE-10, actualmente vigente, según se
expresó con anterioridad (Comité de expertos de la OMS, 1993). Esta contiene 21 capítulos, 100
categorías diagnósticas principales y 10 clases diagnósticas. Su capítulo V es el dedicado a los
trastornos mentales y del comportamiento, que incluye adaptaciones regionales procedentes,
entre otros, de los aportes de clasificaciones de Japón, Cuba y Latinoamérica (Alarcón, 2012). Se
espera que la CIE-11 sea publicada por la OMS en el 2018.
Además de la CIE, la OMS tiene otras clasificaciones que forman la Familia de Clasificaciones
OMS (FIC) y son: Clasificación del Funcionamiento, Discapacidad y Salud (ICF) y la Clasificación
Internacional de Intervenciones en Salud (ICHI).
Como en el DSM-III-R, la CIE-10, evita el uso de la palabra enfermedad (disease, illness) y la
sustituye por el término trastorno (disorder) que abunda en la naturaleza sindrómica de estas
clasificaciones, es decir, el conjunto de síntomas o conductas asociadas reconocibles clínicamen-
te que causan malestar e interfieren con las actividades del individuo (Alarcón, 2012).
Es importante destacar que en los años setenta del siglo xx, Feighner —bajo la influencia de
la escuela neo-kraepeliniana de los Estados Unidos— sistematizó para su uso en investigación
los criterios de Schneider y de aquí nacen los criterios de St. Louis, a los que siguieron los RDC
(Research Diagnostic Criteria). Así, en esa década surgieron los primeros instrumentos diagnósti-
cos estandarizados que enriquecieron los sistemas de clasificación utilizados hasta el momento.
El DSM tiene un enfoque descriptivo y no se refiere a la etiología de los trastornos. El DSM-III
revisado en 1983, fue el apoyo a la versión 10 de la CIE en psiquiatría, apareciendo el sistema
multiaxial de diagnóstico, las jerarquías y los criterios de diagnóstico, así como el concepto de
comorbilidad.
El modelo multiaxial, como enfoque de formulación diagnóstica según el criterio del pro-
fesor Juan Mezzich constituye una de las innovaciones arquitectónicas más importantes en la
nosología psiquiátrica mundial. El modelo considera sistemáticamente varios aspectos críticos
de la condición del paciente (p.ej. síndromes psicopatológicos, problemas físicos concomitantes,
factores psicosociales), y los evalúa a través de variables altamente informativas llamadas ejes.
Intenta, así, describir al paciente en su condición clínica integral, configurándolo en su dimen-
sión biopsicosocial. Los ejes o aspectos propuestos contienen escalas categóricas, típicamente
Capítulo 6. Clasificación diagnóstica en psiquiatría 73
ha planteado por algunos autores que los sistemas clasificatorios son básicos porque contienen
los conceptos en los que se basa la teoría y la práctica de la medicina. Tienen como objetivo
contribuir a distinguir los diagnósticos, de modo que se pueda ofrecer el tratamiento más eficaz,
proporcionar un lenguaje común para los profesionales de la salud y explorar las causas de las
diferentes enfermedades, incluyendo los trastornos psiquiátricos (Kaplan, 2007).
Por último, es conveniente reiterar que las clasificaciones no constituyen diagnósticos por
sí solas, es decir, los manuales en cuestión no diagnostican, pues esto le corresponde a los pro-
fesionales de la salud, observando la utilización correcta del método clínico con la referencia al
continuo síntomas-síndrome-diagnóstico nosológico y a todos aquellos elementos que pueden
orientarlos en la exploración integral del ser humano, durante el estudio del proceso salud-en-
fermedad, en el cual quedan incluidos los trastornos psiquiátricos.
Capítulo 7
su agresión a otro sujeto, no sería suficiente para producir el cuadro psicopatológico (Gon-
zález, R. 1979). Así, la reacción delirante celopática de un sujeto desconfiado, inseguro y con
sentimientos de inferioridad, traumatizado además por la infidelidad de su primera esposa,
puede explicarse como respuesta patológica a una disfunción sexual actual.
arraigados, que en lugar de favorecer el ajuste creador del sujeto a su medio, condicionan su-
frimiento para sí mismo, para los que le rodean, o tanto para unos como para los otros. Es este
el nivel psicopatológico en que se expresan los trastornos de la personalidad desde el obsesivo
hasta el antisocial. Un resumen de las categorías descritas se presenta en la tabla 7.1.
Situacionales
Psicógenas
Predominantemente
Reactivas
Según patogenia predominante exógenas
Por otros factores exógenos
Predominantemente endógenas
Orgánicas
Según evidencia de lesiones en el
encéfalo o envolturas
Funcionales
Nivel neurótico
Nivel psicopático
En este capítulo se estudiarán las afecciones psiquiátricas que tienen como sustrato cambios
estructurales encefálicos de diferente magnitud, identificables por los medios diagnósticos dis-
ponibles en la etapa actual de desarrollo de la ciencia.
Estos cambios estructurales —poco relevantes, como las granulaciones tóxicas propias de
afecciones benignas como la gripe, o tan severos como las necrosis masivas consecutivas a infar-
tos o abscesos cerebrales— pueden deberse a agentes que actúen directamente sobre el encé-
falo —como una oclusión vascular o un proceso séptico encefálico— en cuyo caso se denominan
trastornos mentales orgánicos; o ser consecuencia de los efectos de agentes patógenos extraen-
cefálicos que afectan secundariamente por vía sistémica —como una neumonía— y entonces,
aun cuando siguen considerándose orgánicos, se les conoce como trastornos mentales sintomá-
ticos.
La característica más relevante de los trastornos que se estudiarán en este capítulo es su
vinculación con las afecciones cerebrales o extracerebrales que se pueden diagnosticar y a las
que el trastorno mental está asociado (Comité de Expertos de la OMS, 1993).
Se debe destacar que los niveles de severidad psicopatológica de estos cuadros y los síndro-
mes que los expresan abarcan todas las categorías de los capítulos precedentes, pues los rubros
nosográficos que se valorarán en este capítulo delimitan un amplio espectro, cuyos extremos
son las demencias y los trastornos de la personalidad o el comportamiento, e incluyen serios
trastornos mentales con toma del nivel de vigilia o sin esta, manifestaciones vinculadas con los
factores patogénicos comentados.
En este amplio grupo existen trastornos con posibilidad de recuperación total, denominados
agudos, y otros que resultan irreversibles, por lo que reciben la denominación de crónicos o
persistentes.
Demencias
El avance de las neurociencias desde antes de la conocida década del cerebro, ha posibilitado
el conocimiento más profundo de cuadros demenciales que antes se consideraban independien-
tes y también la reconsideración de la frecuencia de los diferentes tipos de estas afecciones.
Así, la demencia de Alzheimer, que antes se valoraba solo en su forma de presentación re-
lativamente temprana con su consecuente inclusión en el grupo de las demencias preseniles,
resultó ser la misma afección otrora denominada demencia senil; y el orden de frecuencia de
las demencias vasculares —antes denominadas arterioscleróticas— y de la presente en la enfer-
medad de Alzheimer se invirtió, y resultó determinante de más de la mitad de todos los cuadros
demenciales conocidos hasta hoy.
Si se representan gráficamente las funciones psicológicas de un hombre promedio en Cuba,
se aprecia que describen una curva en ascenso progresivo hasta los 35 años aproximadamente,
etapa en que alcanzan su mayor nivel, para mantener después un trazado horizontal desde esta
80 Manual de psiquiatría
edad hasta algo más de los 50 años, cuando comienza una declinación de estas funciones, que
se hace más evidente en la memoria, las capacidades intelectuales, el juicio crítico, la afectividad
y los hábitos, fenómeno que expresa cuantitativamente el deterioro consiguiente al paso de los
años en etapas avanzadas de la vida.
Puede ocurrir, sin embargo, que por razones condicionadas genéticamente o por factores
dependientes del ambiente, esta curva promedio se modifique en el sentido de una declinación
mucho más rápida e intensa, y en la que se evidencien, además, algunos cambios cualitativos.
Entonces decimos que el sujeto que estudiamos presenta una demencia.
El incremento progresivo de la expectativa de vida en Cuba, como consecuencia directa del
desarrollo social, hace que el grupo etario de mayores de 60 años sea cada vez más importante,
y supere en la actualidad el 12 % de la población general cubana. Por lo tanto, las afecciones del
adulto mayor, entre las que se cuentan las demencias, ganan en significación como motivo de
consulta para el médico general.
Múltiples son las causas de los cuadros demenciales y algunas dan, incluso, nombre a la
afección, como ocurre con las demencias vasculares, epilépticas, sifilíticas, alcohólicas, postrau-
máticas e infecciosas, como la que se presenta en pacientes con el VIH. En otras ocasiones es
la información genética el factor más importante, como ocurre con la demencia de Alzheimer.
Las demencias son, generalmente, cuadros de instalación insidiosa, que en las primeras eta-
pas afectan las funciones más desarrolladas, como el pensamiento abstracto, la capacidad de
cálculo, la crítica fina y, con posterioridad, la memoria, las capacidades intelectuales, los hábitos,
el juicio crítico y los patrones de personalidad. La evolución es progresiva, aunque a veces pue-
de evitarse su avance, lograrse la detención del proceso y, en casos excepcionales, su remisión,
como ocurre con la asociada a la hidrocefalia normotensa.
El suicidio es 3 veces más frecuente en los mayores de 65 años que en otros grupos etarios;
esto se explica, en parte, por la gran propensión a la depresión en edades avanzadas de la vida.
Las demencias pueden determinar conductas transgresoras de normas jurídicas, como ofensas
a la moral, lesiones, daño a la propiedad particular o el establecimiento de transacciones civiles
inadecuadas, con perjuicio para el paciente.
Evolución y pronóstico
La evolución es progresiva, sin fluctuaciones, y lleva finalmente a la muerte por consunción.
En cuanto al pronóstico, el deterioro que determina en la personalidad es de tal magnitud que
se considera una demencia total, pese a lo cual la vida se prolonga, ya que aquí no ocurren con
frecuencia los accidentes vasculares propios de las demencias vasculares.
Demencia vascular
H. C. no. 2. Manuel, 56 años, casado, maestro, sin antecedentes psiquiátricos fa-
miliares ni personales. Desde hace 2 años ha venido quejándose de dificultades
en la memoria: olvida, sobre todo, los hechos recientes, como nuevas direcciones
y nombres de compañeros de trabajo. En los últimos meses se ha mostrado muy
irritable con los alumnos, y sus clases, al decir de los informantes, han perdido
calidad.
82 Manual de psiquiatría
Patogenia
Esta demencia es una de las formas de expresión clínica de las lesiones encefálicas determi-
nadas por el déficit de irrigación como consecuencia de múltiples infartos del tejido cerebral de
causas vasculares. En clasificaciones anteriores se conocía como demencia arteriosclerótica y
luego como demencia por múltiples infartos.
Capítulo 8. Trastornos mentales orgánicos, incluidos los sintomáticos 83
En esencia, se puede decir que la oclusión vascular produce focos de reblandecimiento di-
seminados que explican algunas características de esta afección, con modalidades clínicas de-
pendientes del predominio de lesiones corticales o subcorticales, o de la presencia de múltiples
infartos de pequeña magnitud o de cuadros de isquemia mucho más extensos.
Evolución y pronóstico
Es muy importante señalar que el paciente conserva durante un tiempo considerable la es-
tructura básica de su personalidad y mantiene hasta etapas avanzadas la posibilidad de funcionar
con bastante adecuación. Otro elemento importante es que se percata de su deterioro en las
primeras etapas, lo que determina frecuentemente depresiones y, a veces, suicidios. La caracte-
rística evolutiva más importante consiste en las fluctuaciones en el conjunto sintomático de un
día a otro; la capacidad de adaptación al medio varía notablemente en el transcurso de horas.
Aunque el peligro de un accidente vascular coronario o encefálico está siempre presente,
es bueno señalar que si el proceso se diagnostica precozmente y se toman medidas adecuadas,
puede lograrse una relativa detención del cuadro y supervivencias prolongadas con relativa con-
servación de la personalidad, pues esta demencia se cataloga entre las parciales.
Hay ocasiones en que aparecen cuadros de demencia cuya sintomatología puede considerar-
se mixta al presentar manifestaciones propias de la demencia de Alzheimer y de la forma vascu-
lar. En la tabla 8.1 se aprecian las diferencias más importantes entre las dos entidades descritas
(González, R., 2005).
Dado que no existen pruebas de laboratorio específicas para el diagnóstico de las demencias,
los exámenes complementarios aumentarán su complejidad según la institución de asistencia.
Así, podrán valorarse el hemograma, el colesterol, la glicemia, la serología, el VIH, las pruebas de
función tiroidea y el electrocardiograma, junto con otras pruebas de laboratorio más específicas
según el caso. Se emplean el electroencefalograma (EEG), con los registros computadorizados y
los potenciales evocados.
El diagnóstico también se apoya en la utilización de técnicas de neuroimagen, como la to-
mografía computarizada (TC), la resonancia magnética (RM), la tomografía computarizada por
emisión de fotones simples (SPECT) y la tomografía por emisión de positrones (PET).
La valoración neuropsicológica es actualmente de mucha significación, ya que brinda una
evaluación estandarizada, cuantitativa y reproducible de las funciones cognitivas del paciente
(Kaplan, 2015).
La importancia de un diagnóstico nosográfico presuntivo precoz radica en que se puede in-
tentar detener la evolución de algunas demencias, como ocurre en la alcohólica, la epiléptica y
la vascular y, en otras, puede obtenerse una importante mejoría mediante el tratamiento espe-
cífico, como sucede con la demencia sifilítica; además, se puede lograr la readaptación al medio
utilizando la rehabilitación institucional y comunitaria, como ocurre con las demencias postrau-
máticas y postinfecciosas; o su recuperación, como en las asociadas con déficits nutricionales o
hipotiroidismo.
El médico general debe diferenciar estos cuadros del deterioro que la esquizofrenia, en sus
fases finales, puede manifestar, y se basará para ello en la historia personal del paciente, así
como en la conservación de la memoria y la menor afectación relativa de las capacidades que
se evidencian en el esquizofrénico de larga evolución, al que se prefiere denominar deteriorado
y no demente. También identificará los cuadros pseudodemenciales, en los que una afección
depresiva incrementa notablemente los déficits cognitivos discretos.
Las interconsultas para definir los diagnósticos difíciles y también para orientar tratamien-
tos específicos y dictaminar criterios periciales, forenses o laborales, se harán con el internista,
el neurólogo, el dermatólogo, el psiquiatra, el médico legista y el especialista en medicina del
trabajo. Es bueno destacar que los cuadros demenciales bien establecidos son determinantes
de jubilación en el 100 % de los casos, pese a lo cual, el paciente debe mantenerse activo en su
medio familiar.
Debe tenerse en cuenta la poca tolerancia relativa del anciano a estos fármacos, y se evita-
rá a toda costa la polifarmacia, cuyos únicos efectos reales son determinar cuadros de agrava-
miento por toma de conciencia que se superponen a las manifestaciones demenciales —delirio
superpuesto a demencias. En las abiotrofias de Huntington y de Pick podrán usarse anabólicos y
orientar una dieta hiperproteica.
Las medidas profilácticas, aunque no siempre son factibles, contemplan el consejo eugené-
sico, la orientación dietética, la práctica de ejercicios físicos, el mantenimiento de la actividad
intelectual, la eliminación de hábitos tóxicos y el tratamiento adecuado de cuadros como la hi-
pertensión, hipercolesterolemia, diabetes mellitus, hipotiroidismo, nefrosis y obesidad.
Con referencia a la prevención de efectos indeseables de la medicación, se tendrán en cuenta
la polifarmacia y la determinación de cuadros depresivos relevantes con el uso de metildopa y
hasta de diuréticos en altas dosis, por lo que se recomienda que, de no ser suficientes los tran-
quilizantes, la dieta hiposódica y los diuréticos menos agresivos, se prefiera la nifedipina en dosis
de 1/3 a 1/2 tableta de 10 mg, 3 veces al día. En cuanto al tratamiento patogénico o sintomático,
debe considerarse que a veces los cuadros vasculares pueden superponerse evolutivamente a
las demencias abiotróficas.
La relación que se presenta a continuación solo pretende destacar algunos de los recursos
más utilizados en las demencias vasculares; de estos, el médico hará su selección con la norma
de utilizar el menor número de fármacos indispensables. Algunos de estos fármacos, sobre todo
los enzimáticos, nootropos y sintomáticos, pueden utilizarse como recursos auxiliares en la aten-
ción de las abiotrofias; y otros, como el donepezilo (5 mg) inhibidor de la acetilcolinesterasa, son
específicos para la demencia de Alzheimer.
a) Recursos biológicos. Entre los recursos farmacológicos se encuentran los siguientes:
–– Medicamentos que actúan sobre el metabolismo lipídico: aceite de pescado, rico en ácidos
grasos, omega 3, de efectos hipocolesterolémicos, 1 cápsula en el desayuno; PPG 5 mg 1
tableta en el desayuno.
–– Medicamentos protectores de la pared vascular: vitamina C, 500 mg diarios.
–– Medicamentos enzimáticos: de acción favorecedora del ciclo de Krebs; polivitaminas, 1 ta-
bleta en almuerzo y comida.
–– Medicamentos nootropos (antihipoxidóticos): piracetám, 1 tableta de 800 mg en desayuno,
almuerzo y comida.
–– Medicamentos con fines sintomáticos:
•• Ansioliticos: diazepam 1/2 tableta de 5 mg en el desayuno, el almuerzo y la comida; me-
probamato, 1/2 tableta de 400 mg en el desayuno, el almuerzo y la comida. En casos de
mayor ansiedad puede usarse 1 tableta en cada toma o preferir la tioridazina, 1/4 a 1
tableta de 25 mg en el desayuno, el almuerzo y la comida. Debe tenerse presente que el
10 % de los ancianos hacen respuestas paradójicas al diazepam y que la tioridazina, que
es un neuroléptico de efectos sedantes, tiene acción neutra sobre el umbral convulsivo.
•• Antidepresivos: se puede utilizar imipramina si no hay ansiedad, pero la más frecuente-
mente usada es la amitriptilina, 1/4 a 1/2 tableta de 25 mg en el desayuno, el almuerzo
y la comida, o utilizar dosis única nocturna, siempre en dosis progresivas y bajas. Estos
fármacos antidepresivos deben usarse en los ancianos al tercio o mitad de la dosis que
en adultos. También son tolerados los IMAO-A y los bloqueadores de la receptación de
serotonina, como la sertralina, disponible en el Formulario Nacional de Medicamentos
de Cuba.
•• Hipnóticos: el de elección es el nitracepam, 1 tableta de 5 mg al acostarse. Se debe recor-
dar que nunca se usará un hipnótico antes de eliminar las posibles causas higiénico-die-
téticas del insomnio.
•• Laxantes: dorbantilo, bisacodilo o sorbitol al acostarse.
88 Manual de psiquiatría
b) Orientaciones higiénico-dietéticas: no alcohol, no café, sobre todo después del medio día; no
tabaco, ni grasas animales polisaturadas (González, R. 1998).
c) Recursos psicológicos: además de tener conciencia de su deterioro, estos pacientes son muy
sensibles en sus relaciones humanas. El médico debe dar gran importancia al establecimiento
de relaciones médico-paciente positivas. Estas serán predominantemente del tipo coopera-
ción guiada y, a veces, activo-pasivas. No deben desaprovecharse las oportunidades durante
el examen físico para infundir confianza y atenuar las angustias propias de la edad avanzada.
Frases como “tiene usted un organismo muy sano, su corazón funciona bien, como si tuviera
20 años menos” tienen efectos muy significativos. El médico, con una buena relación, puede
lograr no solo el seguimiento fiel de las indicaciones, sino también modificar actitudes deter-
minantes de problemas familiares, mediante recursos persuasivos, inspirativos o de guía de
acción.
d) Recursos sociales: trabajos muy serios han evidenciado que todo ser humano privado de es-
tímulos ambientales disminuye sus capacidades, de igual forma que un músculo en reposo
prolongado disminuye su masa y fuerza. Es importante lograr que la familia estimule a estos
pacientes con actividades hogareñas sencillas y de tipo recreativo, y no los deje recluirse en
habitaciones alejadas, donde sus sentimientos de inutilidad y apreciaciones de rechazo por
parte de la familia —a veces no infundadas— aceleren, por caminos que se suman al orgáni-
co, su invalidez social.
está presente en las 2 modalidades, aunque por razones lógicas resulta más frecuente en la
sintomática.
El inicio de estas afecciones es por lo general brusco, y su duración raramente excede unas
pocas semanas, aunque a veces pueden prolongarse hasta 6 meses. Su evolución puede ser hacia
la recuperación total, el deterioro más o menos severo, o la muerte en casos excepcionales, y
se vinculan con la agresividad y la respuesta terapéutica de la afección de base que las origina
(González, R., 2005).
Por tratarse de cuadros frecuentes en la práctica cotidiana del médico general y por resultar
sobre todo muy comunes en personas con encéfalos meyoprágicos, como retrasados mentales,
dementes y ancianos, se estudiará mediante modelos clínicos.
H. C. no. 5. José, 32 años, atlético, casado, albañil, quinto grado, sin antecedentes
familiares psiquiátricos y con referencia de salud anterior. Una semana atrás co-
menzó a presentar fiebre alta con escalofríos, seguida de dolor torácico y tos con
expectoración hemoptoica. Al siguiente día, la familia lo notó raro, hablaba cosas
sin sentido y confundía su casa con la de una hermana, por momentos se veía muy
intranquilo y profería gritos de terror mientras señalaba hacia sitios indetermina-
dos donde decía ver animales repugnantes que se le abalanzaban.
Al examen, paciente somnoliento, mirada enturbiada, disminución de la atención
activa y dificultades en la comprensión. Por momentos se orienta y sabe que está
90 Manual de psiquiatría
Características generales
Conocidos estos aspectos conceptuales diferenciales, a partir de ahora se describirán, por
razones prácticas, ambas entidades en forma colectiva y se destacará que son, lógicamente, más
frecuentes en los servicios clínicos y quirúrgicos, por lo que el médico general y los especialistas
de otras ramas médicas deben conocer a fondo sus características y los aspectos esenciales de
su tratamiento (González, R., 1980).
Pueden presentarse en sujetos de cualquier edad, sexo o color de la piel, y entre sus factores
causales se cuentan las infecciones, intoxicaciones, traumatismos, desbalances endocrinos o me-
tabólicos, factores vasculares, neoplásicos, medicamentosos, degenerativos, desmielinizantes y
hasta físicos, como la exposición a calor intenso y a radiaciones. Entre los factores patogénicos
conocidos están la carencia o disminución de oxígeno, glucosa o enzimas —elementos funda-
mentales para el normal metabolismo encefálico— y trastornos circulatorios, fiebre, efecto di-
recto de toxinas microbianas, disminución de los mecanismos de desintoxicación encefálica o,
simplemente, agotamiento neuronal.
Como podría esperarse en casos de importante disfunción metabólica en el tejido cerebral,
la manifestación fundamental es la toma de las funciones de síntesis o integración, con todo el
cortejo sintomático de los síndromes cerebrales orgánicos agudos que pueden instalarse súbita-
mente o después de una etapa breve de transición, donde se aprecian manifestaciones de tipo
ansioso depresivo o asteniformes.
Por lo general, la instalación y eliminación de los síntomas se manifiestan en forma brusca,
el desarrollo es habitualmente breve, y un aspecto de gran valor diagnóstico es el agravamiento
de los síntomas en horas de la noche. Estos cuadros pueden costar la vida al paciente, por com-
portamientos defensivos, durante sus alucinaciones, al lanzarse de alturas. También pueden, en
casos excepcionales, determinar conductas transgresoras de las normas jurídicas.
Capítulo 8. Trastornos mentales orgánicos, incluidos los sintomáticos 91
Formas clínicas
Como se destacó al inicio de la descripción de estos trastornos psicóticos, su definición noso-
gráfica depende de la afección somática subyacente que predomine, cuya localización definirá
si se le denomina como un trastorno orgánico o sintomático y se especifica la entidad a la que
va asociado, según quedó reflejado en los dos últimos ejemplos de historias clínicas anteriores.
Evolución y pronóstico
Aunque en forma general se ha hecho referencia al mejor pronóstico de los cuadros sinto-
máticos, es bueno destacar que este, en ambos grupos de entidades, está en total dependencia
del diagnóstico precoz y del tratamiento adecuado de la enfermedad subyacente, así como de
su severidad.
Diagnóstico
El positivo se hace por la instalación brusca de un cuadro agudo con toma de las funciones de
integración y con alteraciones sensoperceptuales importantes, así como por la evidencia de una
afección corporal concomitante. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de las veces la expresión
sindrómica es mixta, apareciendo elementos de diferentes síndromes cerebrales orgánicos agu-
dos, aun cuando haya predominio de alguno de ellos.
El diagnóstico diferencial debe hacerse, fundamentalmente, con la esquizofrenia, con las psi-
cosis reactivas con toma de conciencia, con los cuadros disociativos y con la demencia.
Las características de la personalidad premórbida esquizofrénica, la carga genética, la insta-
lación insidiosa y los componentes del síndrome esquizofrénico sin afectarse las funciones de
integración, orientan al diagnóstico de esquizofrenia; en tanto que la toma de las funciones de
integración, la ausencia de noxas psicosociales como desencadenantes y la evidencia de una
afección corporal subyacente orientan el diagnóstico hacia las psicosis reactivas.
La personalidad premórbida histriónica, la presencia de noxas psicosociales y la evidencia de
ganancias secundarias, así como lo teatral del cuadro, dirigen el diagnóstico hacia los trastornos
disociativos, donde, desde luego, no existe tampoco la afección corporal a la que se asocian los
cuadros sintomáticos y orgánicos.
A causa de la posibilidad de superposición de estos cuadros en las demencias y las fluctuacio-
nes espontáneas de la conciencia en estos enfermos, el médico debe apoyarse en su exploración
anamnésica para descartar esta asociación, que en caso de ocurrir se codificará en la categoría
de delirio superpuesto a demencia.
Trastornos de la personalidad
y del comportamiento causados
por enfermedad, lesión o disfunción cerebral
En esta categoría se incluyen, por lo general, trastornos de carácter residual, secuelas de
afecciones orgánicas o con menos frecuencia, sintomáticas, que se expresan en un nivel psicopá-
tico de funcionamiento y que en la clínica se manifiestan por cambios generalmente persistentes
de la personalidad del sujeto después de alguna afección no psiquiátrica.
Capítulo 8. Trastornos mentales orgánicos, incluidos los sintomáticos 93
Este grupo de trastornos incluye los cuadros que responden al antiguo concepto de psico-
patización orgánica de la personalidad. Sus más frecuentes expresiones son: control limitado
de impulsos, intolerancia a esfuerzos intelectuales, alteraciones emocionales y cambios en la
vida sexual (Bustamante, 1969). En esta clasificación se incluyen los trastornos orgánicos de la
personalidad, el denominado síndrome posconmocional, el síndrome posencenfalítico y otros.
A diferencia de lo descrito en los trastornos mentales orgánicos o sintomáticos, expresados
en la forma convencional con alteración de conciencia vigil, o por los síndromes transicionales,
en estos cuadros las posibilidades de reversibilidad son muy reducidas.
El diagnóstico diferencial con los trastornos de la personalidad y el comportamiento se fun-
damentará, como puede inferirse, en la anamnesis y la demostración de la afección orgánica
cerebral responsable de dicha secuela, ya fuese esta traumática, infecciosa, tóxica o de otro tipo.
Tratamiento preventivo
El diagnóstico y control apropiado de los trastornos en los que estos cuadros pueden ma-
nifestarse, sería el principal recurso preventivo. Una vez instalado el cuadro, deben evitarse
accidentes durante comportamientos defensivos del paciente y prevenir conductas que violen
normas jurídicas.
Tratamiento curativo
Se emplearán los recursos siguientes:
–– Recursos biológicos: en primer lugar, se tratará la afección de base con los recursos adecua-
dos. Sobra decir que los cuadros que han servido de ejemplificación requieren, en primer
término, el tratamiento convencional para la meningoencefalitis, la neumonía y la intoxica-
ción mercurial. El tratamiento psiquiátrico será sobre todo sintomático y los psicofármacos
se utilizarán con ese objetivo. Los fármacos de más uso son:
•• Diazepam inyectable, ampollas de 10 mg. Se tendrá presente que existe una presentación
que puede ser usada por las vías endovenosa e intramuscular, y otra solamente para uso
intramuscular en la región deltoidea. Este producto, que se utiliza cuando existe agita-
ción, hiperactividad o angustia, se indica en la fase aguda cada 8 h.
•• Haloperidol. Puede usarse en el caso de agitación o delirios que impliquen riesgo, en
ampollas de 5 mg cada 8 h durante los primeros 2 días, sin posibilidad importante de que
aparezcan reacciones extrapiramidales.
•• Clorpromacina. Será usada en tercera línea, teniendo en cuenta su efecto hipotensor, su
acción negativa sobre el umbral convulsivo, su mayor efecto sobre la vigilia y su posible
potencialización con tóxicos exógenos.
•• Piracetam. Puede indicarse como nootropoantihipoxidótico, una tableta de 800 mg en el
desayuno, el almuerzo y la comida.
•• Se recomienda evitar los antidepresivos y antiparkinsonianos por su efecto vagolítico, y
los hipnóticos barbitúricos por su acción de bloqueo sobre el metabolismo encefálico,
que ya está primariamente afectado.
•• El complejo B, en administración intramuscular o mezclado en solución hidratante o, en
su defecto, la administración de 100 mg de vitamina B1 junto con 50 mg de vitamina B6
por vía intramuscular diariamente, facilitan la recuperación del dismetabolismo encefáli-
co, al favorecer el ciclo de Krebs.
94 Manual de psiquiatría
Manifestaciones clínicas Nivel Deficitario Psicótico Psicótico Psicótico Psicótico neurótico Psicopático
neurótico
Síndrome Demencial, Cerebrales agudos: Síndrome de transición: Psicopático
amnésico- Obnubilación, delirio, esquizofrénico, delirante, afectivo,
confabulatorio, oniroide, crepuscular, discinético, hipocondriaco, asténico
apato-abúlico confusional, coma
Posibilidades evolutivas Generalmente Según causa: Generalmente irreversible
irreversibles – A veces a la muerte
– Severas secuelas físicas y psíquicas
– Síndromes cerebrales orgánicos crónicos
– Regresión total o secuela mayor
– Regresión total o secuela menor
– Regresión total habitualmente
Fuente: González, R. (2005). Clínica psiquiátrica básica actual.
Capítulo 9
Dos drogas de circulación legal como el tabaco y el alcohol, fueron responsables a nivel mun-
dial de 9,3 millones de fallecimientos en un año (OMS, 2013) y la vinculación con accidentes,
violencia doméstica, incesto, violaciones, ahogamientos, suicidios y todo tipo de desgracias ima-
ginables es tan relevante en personas dependientes a las drogas en general, como en personas
bajo la influencia de estas sin ser pacientes (OPS, 2013).
En América Latina y el Caribe, el consumo de tabaco y alcohol también constituye un impor-
tante factor de riesgo que afecta la salud individual y familiar. En muchos de estos países, el uso
de drogas ilícitas se ha incrementado considerablemente, y en algunos de ellos a pesar de su uso
extendido y el impacto que causan en el crecimiento y desarrollo de la población infantil, el uso
de inhalantes suele ser uno de los menos investigados (Velasquez, 2013).
Según datos de una encuesta realizada en los Estados Unidos, se plantea que en 2012, se
calculaba que casi el 10 % de la población estadounidense mayor de 12 años presentaba un tras-
torno relacionado con sustancias. De ellos, cerca de 15 millones con abuso o dependencia del
alcohol, unas 669 000 personas tenían abuso o dependencia de heroína, 4,3 millones abusaban
de la marihuana, 1 millón de la cocaína y 2 millones abusaban de los analgésicos (Kaplan, 2015).
Por todo lo anterior, resulta de alta relevancia profundizar en los estudios epidemiológicos que
ayuden a comprender mejor el impacto del uso nocivo de drogas y su repercusión clínica, epide-
miológica y social y permitan el diseño de mejores intervenciones preventivas y de tratamiento.
Drogas estimulantes
Se caracterizan por la determinación de euforia y sobrevaloración de las potencialidades del
consumidor, con sentimientos transitorios de omnipotencia y efímeras actitudes audaces.
Los prototipos de estas drogas son las anfetaminas y otros agentes de acción similar, la co-
caína y el ice, todas de efectos mucho más intensos —con la consecuente afectación de la vida
social— que el café y el tabaco, aunque este último es el determinante del mayor número de
muertes prevenibles en el ámbito médico, en personas atrapadas en las redes de su doble acción
estimulante-anorexígena y tranquilizante, por sus efectos relajantes a nivel medular, característi-
cas que ubican esta sustancia en la categoría de efectos mixtos.
La droga prototipo entre las estimulantes es la cocaína, derivada del Erytroxylon coca, un arbus-
to originario de la región andina de América del Sur; su alcaloide —la benzoil metil ecgonina— se
obtiene mediante la alcalinización de sus hojas maceradas y fue descubierto por Scherzer en 1859.
Esta droga tiene como formas de presentación, el sulfato de cocaína (pasta), con muchas impu-
rezas por los restos químicos del proceso de elaboración, pero a la vez es la forma más resistente
para la transportación por parte de los narcotraficantes. Los consumidores frecuentemente la
usan en combinación con el tabaco y la marihuana (bazuco); también existen el clorhidrato de
cocaína o nieve, que es la forma más conocida a través de las producciones cinematográficas, y
la base libre o crack, precisamente la modalidad más barata y adictiva, resistente como la pasta
al calor, por lo que a diferencia de la nieve, se fuma; el nombre se deriva del ruido que se escucha
cuando se da fuego al producto presentado en forma de pequeñas piedras.
La cocaína, considerada al principio como una posible droga “recreativa”, se ha convertido en
uno de los grandes azotes de la humanidad. Al igual que la anfetamina, y en relación estrecha con
la acción agonista de ambas sobre la dopamina, tiene un relevante efecto determinante de cuadros
psicóticos, o como desencadenante de procesos esquizofrénicos. Otros miembros menos agre-
sivos de este grupo presentan efectos similares, pero solo cuando el consumo es muy elevado.
El consumo de café está ampliamente extendido en muchos países, incluida Cuba. En la actua-
lidad se acepta que su consumo moderado en adultos (aquel que no supera más de 3 tazas diarias
98 Manual de psiquiatría
antes de las 6:00 p.m.), no suele producir daño alguno y puede ser hasta beneficioso para la
salud. Sin embargo, siempre es recomendable preguntar a los pacientes: “¿toma usted café en
la tarde-noche?”, porque puede ser una causa frecuente y fácilmente corregible de insomnio.
A continuación se presenta la historia clínica de un paciente con un cuadro resultante del
consumo excesivo y continuado de café, que explica su inclusión entre las sustancias psicoactivas
que llevan al consumo perjudicial y la dependencia, así como otros trastornos consecutivos o
asociados a este.
H. C. no. 1. José, 40 años, quinto grado, casado, campesino. Corría el año 1962
cuando se solicitó la atención médica de urgencia a un paciente que al decir del
enfermero “se había vuelto loco”. Se trataba de un hombre de complexión fuerte,
que a duras penas era controlado por 4 vecinos, a los cuales zarandeaba como
si fuesen hojas de papel. La esposa, llorosa, daba por hecho que su compañero
había perdido la razón, pues nunca antes había presentado molestia igual, pese
a que hacía meses lo notaba intranquilo, irritable y con dificultades para dormir.
Poco se pudo obtener del interrogatorio que se le hizo a José, ya que su estado de desespe-
ración lo llevaba “a buscar aire”, pues creía que estaba en sus minutos finales. Por diferentes vías
se supo que se trataba de un hombre muy querido y respetado en su cuartón, donde atendía una
pequeña plantación cafetalera, y que no existía razón alguna de tipo ambiental para el cuadro,
que requirió dosis importantes de medicamentos.
Se diagnosticó una crisis de ansiedad aguda y, por la referencia del insomnio y la nerviosidad
observados desde meses atrás, así como por su trabajo en la siembra de café, se encontró la
causa fundamental de su concurrencia al hospital: cafeinismo.
Pasarían muchos años para que apareciera en una publicación médica un trabajo de investi-
gadores norteamericanos sobre la estrecha relación entre la ingestión de dosis fuertes de café y
lo que hoy se conoce como trastornos de pánico (Griffiths, 1988). Los resultados de dicho estudio
fueron contundentes: de 14 voluntarios sin ningún tipo de antecedentes psiquiátricos, a los que
se dio a tomar el equivalente de 7 tazas de café fuerte, 12 tuvieron cuadros similares al de José.
Este, desde luego, fue un caso de alto consumo, pero en los consumidores moderados se pre-
sentan también molestias que, aunque menos severas, resultan desagradables y determinantes
de nerviosismo crónico.
Para explicar los mecanismos de acción del café, se conoce que el principio activo del café es la
trimetilxantina (cafeína), cuya concentración en relación con el peso fluctúa entre el 1 % y el 2 %;
también se encuentra, aunque en menor proporción, en el té y el cacao. La cafeína pasa a la san-
gre a través de la mucosa del estómago y el intestino, y se elimina rápidamente y sin modificación
por la bilis y la orina, de ahí su efecto tan irritante sobre la vejiga y el intestino. Su acción sobre
el sistema nervioso se produce al elevar considerablemente los neurotransmisores, que llevan la
excitación nerviosa de una neurona a la otra; su peligrosidad estriba en que esa elevación ocurre
a expensas del mecanismo de gasto anticipado, es decir, que los neurotransmisores almacenados
para una semana pueden consumirse en un día y después vendrán muchos días de carencia que
explican lo que en estos tóxicos se denomina efecto de rebote, caracterizado por notable falta
de ánimo y somnolencia.
Drogas depresoras
Entre las drogas depresoras se cuentan: el alcohol, la morfina, la heroína, las benzodiacepi-
nas, los dioles de sustitución —como el meprobamato— y los hipnóticos. Su efecto liberador de
la subcorteza —responsable fundamental de las conductas primarias instintivo-afectivas— se
determina por su acción inhibidora sobre los centros corticales.
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 99
En este grupo se describen como prototipos, los derivados opiáceos, aunque después se
verá que aquí se incluye la considerada mundialmente como el prototipo de todas las drogas
conocidas: el alcohol.
Opioides
La planta de procedencia es el Papaver somniferum. El término opio, que significa jugo, se
deriva de que la sustancia se obtiene de la savia de la vaina de la flor de amapola, y esta resina
tratada con álcalis produce el 10 % de su peso en morfina. La heroína es la diacetilmorfina y,
paradójicamente, entró en el ámbito médico con el propósito de tratar a los adictos a la morfina.
Hoy constituye el derivado de más uso y efectos devastadores.
Entre los derivados opiáceos se describen los siguientes:
–– Fenantrénicos: morfina, codeína, diacetilmorfina (heroína).
–– Bencilisoquinolinas: papaverina, noscapina.
–– Sintéticos: meperidina (demerol), metadona, dextropropoxifeno.
A diferencia del opio en su forma original, los derivados codeínicos se ingieren en forma de
tabletas o jarabes (antitusígenos), y la heroína se administra fundamentalmente por vía endo-
venosa, con todas las secuelas inherentes a dicha vía: infección por VIH, afecciones fungosas de
pulmones, corazón y retina, abscesos pulmonares y cerebrales, flebitis, y otras.
En el ejemplo siguiente se ofrecen los datos de la historia clínica de un paciente que fue
atendido en el cuerpo de guardia:
H. C. no. 2. Alberto, 28 años, soltero, nivel escolar preuniversitario, desocupado,
viene acompañado de la madre quien refiere que ha presentado igual cuadro en
múltiples ocasiones, cada vez que suspende el consumo de un jarabe para la tos.
El paciente se muestra muy angustiado, sudoroso, con abundante lagrimeo, se-
creción nasal y bostezos repetidos, se contrae por intensos dolores abdominales y
en miembros superiores e inferiores, presenta náuseas y diarreas, su piel eviden-
cia piloerección y pide a gritos que le ayuden a pasar “el mono” (así le dicen en
algunos países a la abstinencia severa de opioides).
En la entrevista, la madre refiere que ha sido atendido en diferentes medios por el consumo
de grandes cantidades de dicho jarabe, pues al principio le bastaba con unas 3 cucharadas y ahora
consume casi 1 L diariamente. Inició el consumo inducido por un grupo de amigos y ahora se siente
esclavizado con esa substancia. Ha perdido su trabajo, varias relaciones de parejas y en el barrio
todos lo evitan por considerarlo peligroso. Al examen físico se constatan las pupilas dilatadas, ta-
quicardia de 130/min, tensión arterial de 150 y 100 mm, sudoración profunda y deshidratación.
Desde el punto de vista diagnóstico se trata de un síndrome de abstinencia, donde se im-
brican manifestaciones psíquicas —dadas por notable ansiedad— y somáticas. La referencia de
la madre permite el diagnóstico nosográfico de un síndrome de abstinencia a opioides y queda
inferido que existe una dependencia a dichas substancias.
En este caso, como en el de otras drogas, el paciente puede presentarse en ese estado o tam-
bién bajo el efecto directo del tóxico (intoxicación aguda), con delirio asociado o con trastornos
psiquiátricos de diferentes tipo.
El tratamiento farmacólogo de urgencia del caso reseñado incluyó clonidina en dosis de 0,1 mg
intramuscular cada 3 h —máximo de 0,8 mg en 24 h—, hidratación endovenosa y diazepam
10 mg intramuscular cada 8 h; además de apoyo psicoterapéutico (González, R., 2005).
Drogas psicodélicas
Un fármaco muy representativo es la dietilamida del ácido lisérgico —conocida por las siglas
en inglés de su nombre químico (LSD)—, cuyo efecto distorsionante de la percepción espacial ha
100 Manual de psiquiatría
cobrado miles de vidas a nivel mundial a jóvenes que se lanzan al vacío por la falsa percepción de
que la calle esta solo a unos pasos de su balcón. Esta y otras drogas del grupo, donde se incluyen
la marihuana, la fenciclidina —polvo de ángel—, y los hongos alucinógenos, provocan además
de alucinaciones, trastornos del esquema corporal, metamorfosis y vivencias de tipo orírico, así
como delirios polimorfos.
Como modelo de este grupo se menciona a la marihuana, proveniente de la Cannabis sativa,
planta tropical derivada de semillas —de ahí sativa— cuyos principios activos son el tetrahi-
dro-canabinol (THC), el canabinol (CBN) y el canabidol (CBD).
Las formas de presentación, ordenadas de menor a mayor concentración de principios
activos, son:
–– Bhang: hojas y troncos de plantas macho (4 a 6 %).
–– Ganja: capullos y hojas de plantas hembras (8 a 10 %).
–– Charas, Hashish o Hachis: resina de plantas maduras (15 a 20 %).
–– Aceite de Hashish: 40 a 50 %.
Metoximetileneodioxianfetamina
(MMDA o éxtasis)
Disolventes volátiles
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 101
Luego de varias consultas sin resultados favorables, al observar que le era imposible mante-
nerse sin fumar en las entrevistas, surgió la pregunta: “¿fuma usted mucho?”. La respuesta abrió
las puertas a su recuperación y aportó un nuevo elemento para entender la petición de divorcio
por parte de su compañera, pues además de los conflictos maritales antes referidos, estaba el
significativo daño a la economía del hogar. El consumo en los últimos años fluctuaba entre 18 y
20 tabacos diarios, cifra realmente excepcional en nuestro medio y que implicaba la dedicación
de la mitad de su salario al mencionado hábito tóxico. En esos momentos surgía una nueva
preocupación: le resultaba —a su decir— imposible pasar la pensión a sus 2 hijas y esto le creaba
una gran culpabilidad, con la consecuente depresión. Solo la supresión total del tabaco, lograda
después de varios meses de esfuerzos, dio fin a las dificultades sexuales afrontadas y resolvió los
conflictos económicos de aquel paciente.
Desde el punto de vista diagnóstico, aquí se suman los síndromes depresivo y de depen-
dencia al tabaco con consumo actual de la sustancia. Los mecanismos de acción del tabaco se
explican porque eleva la cantidad de neurotransmisores, en forma similar al café, pero al mismo
tiempo disminuye la circulación de la sangre por el cerebro y el corazón, y bloquea los impulsos
nerviosos de la médula espinal, donde radican centros nerviosos muy importantes para el normal
funcionamiento sexual. Este es uno de los mecanismos que explican la “inexplicable” dificultad
que trajo a consulta al paciente referido. Todos estos efectos se determinan por la nicotina, que
se encuentra en proporción aproximada entre el 1 % y el 2,5 % del peso del tabaco. Existen tam-
bién otros mecanismos ajenos a los químicos, que están relacionados con los diferentes rituales,
entre los que se encuentra el comportamiento rutinario al manipular el cigarrillo o el tabaco.
Drogodependencias o toxicomanías
Esta amplia categoría incluye, a nivel supranosográfico, los trastornos crónicos de conducta
ocasionados por el uso excesivo o consistente, o ambos, de cualquier droga, así como los efectos
biopsicosocioespirituales inherentes a ese abuso.
Aunque muchos autores hablan de toxicomanía aguda, en el caso de las conductas inmedia-
tas determinadas por el tóxico en consumidores no habituales; y toxicomanías crónicas, en los
casos en que dicha conducta es consistente, se prefiere designar las primeras como conductas
bajo la influencia del tóxico o intoxicación aguda, y restringir el término toxicomanía para los
102 Manual de psiquiatría
casos en que esos comportamientos forman parte del estilo de vida. La significación social ya
fue abordada.
En los manuales de clasificación de los trastornos relacionados con el consumo de sustancias
suelen distinguirse:
–– Trastornos por consumo de sustancias: dependencia y consumo perjudicial o abuso.
–– Trastornos inducidos por sustancias: intoxicación, abstinencia, delirio, demencia, trastorno
amnésico, trastorno afectivo, trastorno sicótico, trastorno ansioso, trastorno sexual, trastorno
del sueño.
A los trastornos anteriores se le añade el tipo de sustancia psicoactiva con el cual estos se
relacionan.
El modelo que más se recomienda es, sin embargo, el de tolerancia condicionada ante las
drogas legales, que se ejemplifica con el alcohol, al tolerar su consumo, pero rechazar su uso
irresponsable, implícito en llegar al estado de embriaguez.
Otros factores sociales de importancia patogénica son: la no disponibilidad de medios de
recreación y deportes, la propaganda comercial, la accesibilidad a los tóxicos, el nivel de tensio-
nes, el incumplimiento de las regulaciones en cuanto a los lugares, los horarios y las edades de
expendio y consumo, no consumar la pesquisa de los conductores de vehículos, la ausencia de
programas adecuados de educación para la salud, el desempleo, la discriminación y la carencia
de vivienda.
Luego de esta sucinta valoración de aspectos patogénicos generales orientados a refrescar
factores a tomar en cuenta ante cada paciente, se debe enfatizar que el factor de más peso
es el consumo frecuente y excesivo del tóxico, ya que ante él sucumbirán tanto aquellos espe-
cialmente vulnerables, como quienes no lo son, con la única y poco trascendente diferencia de
que los primeros establecerán más rápidamente la toxicomanía.
Un aspecto que se considera muy relevante para los objetivos del presente manual, es el de
las vías patogénicas para llegar a la drogodependencia en cuestión.
Alcoholismo
El consumo de bebidas con contenido alcohólico suele formar parte del estilo de vida como
un comportamiento exclusivamente humano con implicaciones individuales, familiares y sociales
de diverso grado; este puede constituir un factor de riesgo para la salud o llevar a la enfermedad
del alcoholismo en sus diversas formas clínicas. Es decir, el consumo de bebidas alcohólicas no
constituye una enfermedad propiamente dicha; por eso, además de la evaluación de la prevalen-
cia de enfermedades asociadas a su consumo como factor de riesgo, es útil conocer los patrones
de consumo de estas sustancias en la población general y por estratos; de ahí la utilidad de
evaluar y conocer los múltiples problemas relacionados con el alcohol, cuya repercusión ya se ha
detallado a distintos niveles.
Con el propósito de aplicar la premisa establecida del alcohol como droga modelo, se valoran
las diferentes modalidades de comportamiento ante este, extrapolables a las restantes sustancias.
Entre los comportamientos normales ante las bebidas alcohólicas, están la abstinencia y el con-
sumo social. La primera es la ausencia total de consumo etílico, que puede considerarse durante
toda la vida (abstinencia histórica) o en los últimos 6 meses (abstinencia actual); el consumo social
califica al ajustado a normas adecuadas de cantidad, frecuencia y momento de ingestión, e incluye:
el consumo discreto con cantidades muy reducidas (1 o 2 tragos), en ocasiones excepcionales, que
no pasan de 5 en el año, sin llegar a la embriaguez; y el consumo moderado, en el que la ingestión
es mayor, pero sin pasar del equivalente a 1/4 de botella de ron 2 veces a la semana, ni presentar
más de 1 estado de embriaguez ligero mensual —euforia y discreto grado de incoordinación moto-
ra que hagan no recomendable la conducción de un vehículo.
De superarse los indicadores de cantidad y frecuencia señalados, el sujeto será calificado
como consumidor de riesgo. Esta categoría de consumo de riesgo no se incluyó en la CIE-10, e
implica un patrón de consumo de alcohol que aumenta el riesgo de consecuencias adversas para
el bebedor o para los demás. El consumo de riesgo es muy importante para la salud pública, aun-
que el individuo aún no haya experimentado algún trastorno clínicamente evidente. Es por tanto
una categoría subclínica, pero de alto valor epidemiológico para las estrategias de prevención,
pues de continuar la tendencia ascendente de consumo, conducirá a las modalidades anormales
de conductas ante el alcohol.
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 105
Los comportamientos anormales ante el alcohol están representados por un continuo que se
inicia con el consumo dañino o perjudicial y concluye con la dependencia alcohólica, esta última
con 3 estadios progresivos: sin complicaciones, complicada y en fase terminal. Estas dos moda-
lidades anormales de consumo representan las formas clínicas actuales de alcoholismo y están
precedidas, como se señaló, por una categoría de tránsito: el consumo de riesgo, aceptado por
los psiquiatras cubanos, cuya detección temprana permitirá acciones preventivas de extraordi-
nario significado.
La primera forma clínica de alcoholismo —el consumo dañino o perjudicial— se identifica
por la presencia de efectos nocivos biológicos, psicológicos o sociales, inherentes al consumo
de alcohol estos últimos cuando son reiterativos y relevantes. En otras clasificaciones se conoce
como abuso del alcohol. La dependencia alcohólica se expresa por la pérdida de libertad del
consumidor ante el tóxico, que paulatinamente lo va esclavizando.
Como principio general debe establecerse que la valoración de los diferentes comportamien-
tos ante el alcohol tomará siempre en cuenta que este comportamiento sea consistente y que
en cierta forma integre el estilo de vida de la persona evaluada, ya que los patrones de consumo
coyunturales, que duran menos de 2 meses y que responden a situaciones desfavorables, no son
válidos. Los criterios propuestos son los siguientes:
–– Criterio de cantidad y frecuencia. Se cumple cuando el sujeto consume 3 o más veces a la
semana, el equivalente a 1/4 de botella de bebida fuerte –ron, coñac, vodka–, o 1 botella de
vino o 5 medias botellas de cerveza, cantidades que representan aproximadamente unos 90 a
100 g de alcohol en cada día de consumo, o cuando excede 12 estados de embriaguez ligera
en el transcurso de 1 año.
–– Criterio de nocividad o criterio tóxico. Cuando se establecen los efectos dañinos del alcohol,
tanto en el nivel biológico —gastritis, hepatitis, pancreatitis, polineuritis—, como en el psi-
cológico —depresión, ansiedad, culpabilidad, disforia—, o en el social —pérdida de empleo,
separaciones o divorcios, arrestos, estos últimos solo cuando ocurren de forma reiterada.
–– Criterio de esclavitud. Se cumple cuando el sujeto pierde progresivamente su libertad de de-
cidir si ingiere o no el alcohol y, en el caso de hacerlo, hasta cuándo y cuánto tomar. En la
práctica, la pérdida de libertad ante el alcohol se manifiesta en 3 formas básicas:
•• Pérdida de control: el sujeto no puede detenerse una vez que inicia el consumo.
•• Incapacidad de abstinencia: el sujeto no puede pasar más de 2 días sin beber.
•• Necesidad cotidiana del alcohol: el sujeto necesita la ingestión del tóxico para desarrollar
sus diferentes actividades y responsabilidades.
–– Criterio de etiquetado. Es de escasa utilidad clínica por expresar juicios de valor muy modifica-
bles por factores subjetivos, el equivalente popular del término es “ponerle el cartelito”. Este
criterio de etiquetado puede estar presente o no para establecer el diagnóstico y su papel es
solo coadyuvante; en la práctica tiene 2 modalidades:
•• Aloetiquetado: es el más frecuente, que califica la valoración de amigos y familiares sobre
el patrón de consumo.
•• Autoetiquetado: menos frecuente, pero de mucho más valor por expresar crítica de enfer-
medad, aspecto excepcional en las primeras etapas de la dependencia alcohólica.
106 Manual de psiquiatría
A continuación se expondrá cómo operar con los criterios anteriores. En primer lugar, los
comportamientos normales ante las bebidas alcohólicas se identifican por no cumplirse ninguno
de los 4 criterios, aunque excepcionalmente podría encontrarse el aloetiquetado, por parte de
algún familiar angustiado por experiencias traumáticas previas con alcohólicos:
–– Consumo de riesgo: como etapa de transición hacia el alcoholismo, en esta modalidad de
comportamiento, el criterio que se cumple es el primero (cantidad y frecuencia) y a veces el
cuarto (aloetiquetado), pero ningún otro.
–– Consumo dañino: aquí se cumplen los criterios de cantidad y frecuencia y nocividad, y con
frecuencia, el cuarto (etiquetado).
–– Síndrome de dependencia alcohólica: se cumplen los criterios primero, segundo y tercero:
cantidad y frecuencia, nocividad y esclavitud, y generalmente el cuarto (etiquetado).
Actual
Debe destacarse que las clasificaciones “bebedor anormal” y “alcohólico” son términos epi-
demiológicos de carácter general, que abarcan todas las modalidades patológicas, mientras que
“consumo perjudicial” y “dependencia alcohólica” son formas definidas clínicamente. El término
“bebedor problema” no se aconseja por poder interpretarse por la población como “bebedor
conflictivo”.
Se han desarrollado muchos instrumentos de investigación de los comportamientos ante el
consumo de alcohol. En este texto se presenta el Alcohol Use Disorders Identification Test (AUDIT),
de fácil aplicación y que ayuda a caracterizar el consumo excesivo de alcohol y, además, permite a
los profesionales de la salud identificar personas que pueden beneficiarse con intervenciones bre-
ves para reducir o abandonar su patrón de consumo. Este test se incluye al final de este capítulo,
como parte de la adaptación cubana de la Guía de Intervención del Programa de Acción Mundial
para resolver las afectaciones en la salud mental (mhGAP por sus siglas en inglés), propuesto por
la OMS (Minsap, 2014).
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 107
Antes de valorar otros aspectos del alcoholismo, se quiere transmitir al lector, mediante la
reseña de un caso real, la trascendente significación humana de esta toxicomanía:
de que fuera la niña más feliz del mundo, ya que no quería que se repitieran sus
experiencias infantiles cuando el hambre lo hizo llorar en los meses siguientes al
desalojo de que fue objeto su familia por la guardia rural. Aquel tiempo sin techo
le sembró valores muy profundos sobre lo que significaba un hogar sólido en la
vida de un niño. Su propósito, al contar sus experiencias al grupo, era expresar
qué razones lo habían movido a luchar contra el alcohol, y sus palabras no solo
emocionaron profundamente a otros pacientes participantes, sino también al psi-
quiatra conductor de la actividad.
Desde hacía algún tiempo su esposa le decía que bebía demasiado y que durante
sus cuadros de embriaguez se comportaba en forma muy agresiva, cosa que no
recordaba y consideraba un recurso femenino para que él tomara menos. Tam-
bién algunos compañeros de trabajo le advirtieron “que se le estaba yendo la
mano con las bebidas alcohólicas”, pero eso “le entraba por un oído y le salía por
otro”, hasta que comenzó a llamarle la atención que Rosita durmiera con los za-
paticos puestos. El diálogo, según su relato, fue más o menos así: “¿mamita, por
qué duermes con los zapaticos puestos? Papito, es que yo tengo mucho miedo
cuando llegas borracho y duermo así para poder salir corriendo si nos das pau
pau a mami y a mí”.
Esto ocurrió hace unos 15 años, y si para Alberto constituyó la experiencia que le hizo “abrir
los ojos”, para los psicoterapeutas allí presentes resultó una de las más claras evidencias prácti-
cas de las grandes tragedias que se vinculan con el consumo irresponsable del alcohol.
Es importante conocer que mucho antes de que se evidencien las complicaciones del alco-
holismo —entre las que se cuentan los trastornos psicóticos agudos y crónicos inducidos por
el alcohol, así como los cuadros de deterioro cognitivo y demencia— este se manifiesta por un
estilo de vida anormal, en el que el consumo inadecuado del tóxico desempeña el papel rector.
El camino hacia el alcoholismo en un sujeto originalmente normal se matiza por el incremen-
to progresivo de la tolerancia alcohólica, la tendencia a beber solo, el gasto excesivo en bebidas,
la necesidad de tomar en la mañana, la incapacidad para detenerse una vez iniciado el consumo,
los frecuentes estados de embriaguez, las típicas manifestaciones de la “resaca” al día siguiente
de la ingestión y, en etapas más avanzadas, la aparición de dependencia física expresada por los
síntomas de abstinencia o por otras manifestaciones más sutiles. En una etapa más avanzada
se evidencia la inversión de la tolerancia por intolerancia a pequeñas cantidades de bebidas, la
presencia de lagunas en la memoria que le impiden recordar lo ocurrido durante el episodio de
ingestión excesiva y, al final, la degradación espiritual, laboral, ética, moral, familiar e intelectual,
así como la afectación física, más frecuentemente expresada por polineuropatía, cirrosis hepá-
tica, úlcera gastroduodenal, pancreatitis, miocardiopatías, arteriosclerosis precoz y disfunciones
sexuales por desmielinización medular, entre otras.
La significación del alcoholismo como importante factor de riesgo de depresión y determi-
nante de conductas suicidas ha sido destacada en diferentes latitudes, donde se ha llegado a
considerar como la primera causa de autoquiria. Mundialmente esta toxicomanía se considera
responsable de 1/3 de todos los suicidios y algunas estadísticas evidencian que más del 20 % de
los alcohólicos mueren por esta vía.
Las implicaciones médico-legales son también extraordinarias, por su vinculación frecuente
con delitos sexuales, escándalos públicos y atentados contra la propiedad particular o social.
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 109
Los trastornos sensoperceptivos del tipo de las alucinaciones visuales y táctiles con temática
de animales, generalmente repugnantes, constituyen, junto a los temblores, la falsa orientación
fluctuante y la agitación defensiva secundaria a las vivencias alucinatorias, los aspectos más re-
levantes del cuadro, cuya evolución es, por lo general, de pocos días cuando se instituye un tra-
tamiento exitoso. El riesgo de muerte por desfallecimiento cardiaco debe ser siempre valorado.
Existen otras manifestaciones psicopatológicas de nivel psicótico que se pueden considerar
como complicaciones del alcoholismo con un curso crónico:
–– Síndrome amnésico (psicosis de Korsakoff). Es excepcional en Cuba; está generalmente relacio-
nado con alcohólicos de muy larga evolución y acompañados casi siempre de deficiencias nu-
tricionales mantenidas. Su cuadro psicopatológico está integrado por una toma notable de la
memoria de fijación, desorientación de tipo amnésico y confabulaciones. La asociación clínica
de polineuropatía es de alto valor diagnóstico. Además de los síntomas cardinales, pueden
existir, desde luego, la toma de capacidades, de crítica y de hábitos.
–– Demencia inducida por el alcohol (trastorno cognitivo y demencia alcohólica). En relación con el
deterioro y la demencia alcohólica, se considera que ambos cuadros son diferentes etapas
evolutivas de un mismo proceso determinante de lesiones estructurales encefálicas, que en
su inicio se expresan, sobre todo, por una relajación de los valores éticos y morales, así como
por una disminución del espíritu de superación con tendencias disociales importantes, y en su
etapa ulterior aparecen las manifestaciones integrantes del cuadro demencial, con la desorga-
nización de las capacidades, el juicio, los hábitos y la personalidad; en general, clínicamente,
la toma de la memoria y de las capacidades sirve para diferenciar un cuadro del otro. Su de-
sarrollo es irreversible.
número de casos la abstinencia total se logra luego de muchos esfuerzos terapéuticos o de algún
hecho significativo en la vida del enfermo.
Los estudios efectuados en Cuba concuerdan con los realizados en otros países, en el sentido
de que la expectativa de abstinencia en seguimientos de 6 meses, después de un tratamiento
institucional, alcanza solo entre el 25 % y el 30 % de los pacientes. En España hay estudios de
seguimiento por 2 años, donde la cifra solamente llega al 2 % (González, R., 2005).
Muchos otros factores deben tenerse en cuenta al valorar el pronóstico de un alcohólico,
pero el más significativo es el verdadero deseo de curarse por parte del enfermo, lo que determi-
na que los casos traídos bajo presión familiar o aquellos en quienes no existen motivaciones de
peso para lograr la abstinencia, integren el grupo de los de peor pronóstico; el tiempo de evolu-
ción prolongado antes del tratamiento, la respuesta negativa a esfuerzos terapéuticos anteriores
y la presencia de complicaciones somáticas o evidencia de deterioro psíquico con relajación de
valores o pérdida de capacidades, son también circunstancias desfavorables.
Finalmente, se debe resaltar que el pronóstico del paciente alcohólico está muy vinculado
con la capacidad del equipo interdisciplinario que lo asiste, para aceptarlo como paciente y esta-
blecer relaciones equipo-paciente positivas.
Apréciese también que el problema social del alcoholismo solo es abordable exitosamente
con criterios preventivos, aunque el tratamiento, cuando no cura de manera definitiva, permite
etapas de remisión que alejan el deterioro y prolongan las posibilidades adaptativas.
Tratamiento preventivo
Se ha mencionado que los recursos realmente efectivos para combatir el alcoholismo son los
preventivos; en Cuba, la proyección preventiva de la medicina lleva al interés por aportar al médi-
co general, los conocimientos básicos para desarrollar esta gestión. Las actividades de promoción
y educación para la salud, en las cuales se destaquen los efectos negativos de los hábitos tóxicos,
el trabajo con los grupos de alto riesgo y las medidas preventivas apropiadas para los trabajado-
res con ocupaciones que favorecen el consumo del alcohol, son los recursos más significativos en
la influencia preventiva del tratamiento.
Durante el desempeño profesional, al evaluar los hábitos tóxicos es de alta relevancia ex-
plorar sistemáticamente los patrones de consumo de alcohol, sin olvidar las potencialidades de
instrumentos sencillos de pesquisa e identificación, como el AUDIT, que posibilitan realizar inter-
venciones breves que contribuyen de forma efectiva a trabajar con el riesgo en el consumo y sus
consecuencias.
El médico general puede, con sus orientaciones, prevenir consecuencias desagradables oca-
sionadas por el consumo del alcohol, en el caso de los pacientes epilépticos y psicóticos con
importantes riegos de presentar crisis de tipo crepuscular de consecuencias imprevisibles.
112 Manual de psiquiatría
Tratamiento curativo
Se emplearán recursos biológicos, psicológicos y sociales:
–– Recursos biológicos. La elección de los psicofármacos para el tratamiento sintomático de un
alcohólico debe ser realizada teniendo muy en cuenta la existencia de tolerancia cruzada entre
el tóxico y los tranquilizantes e hipnóticos. La hiperactividad de los sistemas microsomales
hepáticos para degradar el alcohol es, por sus características inespecíficas, eficaz también en
la degradación de estos psicofármacos, por lo que su utilización requiere tener en cuenta su
riesgo adictivo:
•• Se ha utilizado, indistintamente, clordiazepóxido, diazepam o alprazolam por vía oral, en
cuadros de ansiedad moderados vinculados a la abstinencia, a dosis bajas y por cortos pe-
riodos de tiempo.
•• Los antidepresivos de mayor utilización son la amitriptilina, muy bien tolerada en dosis noc-
turna progresiva —se comienza con 1 gragea de 25 mg al acostarse y se aumenta a 1 gragea
cada 3 días, hasta tomar 3 grageas al acostarse— y la sertralina, igualmente efectiva (50 mg
diarios).
•• La vitaminoterapia debe indicarse siempre en forma de complejo B, 1 tableta en desayuno,
almuerzo y comida, y en los casos más severos se utilizará la vía parenteral con la mezcla en
una jeringuilla de 100 mg de vitamina B1, 50 mg de vitamina B6 y 100 mg de vitamina B12,
que se administrará diariamente por 7 días, y después 2 veces a la semana, aunque hay
presentaciones de las 3 vitaminas en un solo compuesto para uso parenteral.
•• La carbamazepina o el clonazepam se utilizan en pacientes con historia de crisis convulsivas
durante la abstinencia.
•• En los cuadros de urgencia, como el delirio por abstinencia alcohólica y la alucinosis, se uti-
lizará el diazepam por vía intramuscular en la región deltoidea, en dosis de 10 mg a repetir
cada 6 h, o haloperidol 5 mg por vía intramuscular cada 8 h, por no más de 3 días, en que se
pasará a la vía oral. También puede indicarse el piracetam en tabletas de 800 mg cada 8 h.
•• El clormetiazol o distraneurina (porción tiazólica de la vitamina B), puede utilizarse sobre
todo cuando se evidencian cuadros confuso-oníricos o de delirio subagudo. Se indica a dosis
convencionales y por no más de 7 días, teniendo en cuenta los riesgos de adicción.
•• La acupuntura se ha utilizado con buenos resultados en el control de síntomas de abstinencia.
–– Recursos psicológicos. La relación médico-paciente, que será del tipo de participación mutua,
comenzará por superar el frecuente rechazo del médico hacia el alcohólico, al no considerarlo
como lo que realmente es: un enfermo. Una vez superado este escollo, que resulta de trascen-
dental significado para garantizar el éxito del tratamiento, se utilizarán recursos persuasivos,
informativos, sugestivos e inspirativos, y se pretenderá que el alcohólico comprenda que la
única salida de su problema es la abstinencia mantenida. El enfermo será también orientado
en el sentido de que sus síntomas de abstinencia se controlarán mediante los fármacos, ya que
este muchas veces se niega a interrumpir la ingestión por temor a los síntomas de supresión.
–– Recursos sociales. Las orientaciones familiares y laborales, en los casos de tipo evasivo, y las
medidas laborales se imbrican con las acciones de rehabilitación, sobre todo cuando el alco-
hólico desempeña un trabajo que favorece el consumo, y completan el arsenal del médico
general para la atención específica de estos pacientes.
Valoración de remisión al especialista
El médico general remitirá al especialista, a los alcohólicos sintomáticos cuya enfermedad
de base requiere atención especializada, y a todos los casos en los que la evolución haya sido
desfavorable, pese a su esfuerzo inicial.
También tendrá presente aquellos casos que específicamente requieran tratamiento de
desacondicionamiento, cuyo prototipo es el alcohólico sociocultural. Igualmente, remitirá los
enfermos en quienes existan complicaciones somáticas importantes y, sobre todo, si nota la
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 113
presencia de síntomas psicóticos o riesgo suicida. Debe recordarse que el alcoholismo es la se-
gunda causa de suicidio en el mundo y que algunos países informan porcentajes muy elevados
de suicidios en alcohólicos.
Tratamiento en los niveles especializados
–– Recursos biológicos. Se utilizan recursos biológicos de mayor complejidad y que requieren una
valoración cuidadosa del enfermo. En este caso está el disulfiram, cuyo efecto consiste en el
bloqueo de la enzima acetaldehidodeshidrogenasa, con el consecuente incremento del nivel
de acetaldehído en sangre y la determinación del denominado síndrome acetaldehídico, ca-
racterizado por manifestaciones como palpitaciones, hipotensión, opresión precordial, rubor,
calor, cefalea, vértigo, ansiedad intensa, náuseas y lipotimias, cuando se consumen bebidas
alcohólicas. Se usa con fines disuasivos en el contexto de un programa general de tratamiento
y su empleo requiere consentimiento informado del paciente y sus familiares.
Como atenuadores del deseo de beber se reporta el uso de acamprosato (333 mg), 3 veces al
día (fármaco relacionado con el metabolismo del GABA y el glutamato) y la naltrexona, 50 mg
diarios; este último es un bloqueador de los opiáceos que antagoniza los efectos de las endor-
finas liberadas por el consumo de alcohol.
–– Recursos psicológicos. La psicoterapia en grupos homogéneos de alcohólicos y la psicotera-
pia individual con técnicas especializadas de objetivos reeducativos, son los recursos más fre-
cuentemente usados. Siempre es muy recomendable incluir a los familiares en los programas
psicoterapéuticos.
–– Recursos sociales. Las influencias positivas de la comunidad terapéutica y las orientaciones fa-
miliares, laborales y sociales especializadas, tienen un significativo papel. Por su alta efectividad,
resultan de inestimable valor los grupos de autoayuda y ayuda mutua, con o sin participación
profesional, como por ejemplo, alcohólicos anónimos y las variantes dirigidas a familiares e
hijos de alcohólicos.
–– Deshabituación:
•• Libera al paciente de la dependencia psíquica. Proceso largo para condicionar al paciente a
vivir sin drogas.
•• Esencialmente ambulatoria (existen tratamientos hospitalarios y residenciales, como comu-
nidades terapéuticas, según el caso).
•• Incluye psicoterapia individual y de grupo. Involucra a la familia.
•• Se forman los grupos de ayuda mutua.
–– Rehabilitación psicosocial y reinserción:
•• Se trabaja la prevención de recaídas.
•• Promueve el aprendizaje del paciente de habilidades perdidas y adquisición de otras nuevas
para mejorar la interacción familiar, laboral y social.
•• Importante la red de apoyo familiar y la participación comunitaria activa.
•• Relevante la participación comunitaria y las coordinaciones intrasectoriales e intersectoria-
les al sistema de salud.
Patología dual
Se conoce como patología dual, a la asociación de un trastorno mental (por ejemplo, esquizo-
frenia, trastorno bipolar, depresión, etcétera) y un trastorno por consumo de sustancias, es decir,
constituye una forma específica de comorbilidad que muestra una creciente atención por parte
de los profesionales en todo el mundo.
La importancia de la patología dual se debe a su alta prevalencia, las dificultades diagnósticas
derivadas de la complejidad que muestran las manifestaciones psicopatológicas en los pacientes,
la poca adherencia de estos a la terapéutica, así como una mayor duración y frecuencia de hospi-
talizaciones, con aumento de los costos sociales y sanitarios, entre otros factores.
Adicciones comportamentales
Existen patrones del comportamiento que demuestran un fracaso crónico y progresivo de
repetir una conducta comprometedora, que va dominando paulatinamente la vida del individuo,
y aunque resulta inadaptativa, persistente y recurrente, que causa disfunción en la continuidad
de su vida personal, familiar y personal, el individuo siente una sensación de placer o alivio gra-
tificador durante su realización. El tiempo invertido en la preparación, los intentos repetidos e
infructuosos para controlar o impedir dicha conducta, interfieren con el cumplimiento de las
obligaciones personales, familiares o sociales, en los estudios, el trabajo y la vida cotidiana.
De este modo, estas conductas siguen un patrón similar al que se describió en los trastornos
adictivos por el consumo de sustancias. Entre estos comportamientos, conocidos como adiccio-
nes comportamentales, se pueden mencionar: juego patológico o ludopatía, adicción al trabajo,
a las compras, al sexo, adicciones tecnológicas (televisión, telefonía celular, computadoras, In-
ternet) y otras. Por supuesto, requieren intervenciones preventivas y estrategias de tratamiento
ante el sufrimiento que ocasionan y las consecuencias de estas.
Los trastornos estudiados en este capítulo tienen también sus especificidades en la última
clasificación norteamericana (DSM-5) donde se denominan trastornos relacionados con sustan-
cias y trastornos adictivos. Se detallan aquí los trastornos por consumo de sustancias según su
gravedad y desaparecen las categorías de consumo perjudicial y dependencia que se describen.
Se explican además, los cuadros de intoxicación, abstinencia y otros, inducidos por las sustancias
que siempre se especifican. Por ejemplo, trastornos psicóticos, bipolar, depresivos, de ansiedad,
u otros, inducidos. En esta clasificación también se incluyó el juego patológico, al que se hizo
referencia anteriormente entre las adicciones comportamentales.
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 115
Detalles de la intervención
1. ALC 2.1:
a) Historia detallada sobre el consumo de alcohol:
–– Cantidad y frecuencia de consumo.
–– Características y circunstancias del consumo.
–– Posibles problemas relacionados con el consumo de alcohol.
–– Si hay consumo de riesgo, perjudicial o dependencia.
b) Explore:
–– Presencia de intoxicación o abstinencia.
–– Signos de consumo excesivo y prolongado (por ejemplo, hepatopatía, daño
cerebeloso en nervios periféricos).
–– Indique: hemograma y enzimas hepáticas.
2. ALC 2.2. Intervenciones breves para reducir el consumo perjudicial de alcohol:
a) Analice con el paciente sus motivos para consumir alcohol:
–– Discuta sobre el consumo actual de alcohol.
–– Deje que hable sobre los beneficios percibidos por el consumo y sobre el
daño real o potencial, o ambos, por el uso de alcohol.
–– Haga un análisis equilibrado de los pros y los contras del patrón actual de
consumo. Cuestione la sobrevaloración de beneficios y realice un análisis ob-
jetivo de los aspectos negativos Tal vez subestimados.
b) Enfatice la autorresponsabilidad en los cambios sobre el consumo. Evite con-
frontación.
c) Aumente las expectativas de logro y autoeficacia.
d) Ofrezca alternativas o ejemplos para reducir el consumo perjudicial o peligroso
de alcohol:
–– No tener bebidas alcohólicas en casa.
–– No ir a bares u otros lugares de consumo alcohol.
–– Pedir apoyo a familiares o amigos.
–– Reconsultas con familiares o amigos para analizar futuras estrategias con-
juntas.
e) Si no está listo para reducir o suspender el consumo, proponga la reconsulta
para un nuevo análisis.
3. ALC 2.3. Apoyo a las familias y los cuidadores:
a) Analice el impacto del consumo y la dependencia de alcohol sobre ellos. Esto
le ayudará a:
–– Evaluar sus necesidades personales, sociales y de salud mental.
–– Brindar información sobre el consumo y dependencia de alcohol.
–– Identificar factores estresantes asociados al consumo de alcohol, así como
los estilos de afrontamiento y su grado de efectividad.
–– Informar sobre el acceso a grupos de ayuda mutua para pacientes y familia-
res y otros recursos sociales.
4. ALC 2.4. Uso de sustancias en la adolescencia:
a) Aclare sobre la confidencialidad y en qué circunstancias se suministrará infor-
mación a los padres u otros adultos sobre la situación de salud:
–– Los adolescentes no suelen expresar bien sus problemas. Identifique los
asuntos importantes para ellos mediante preguntas abiertas sobre áreas
como: hogar, estudios, empleo, alimentación, actividades, drogas y alcohol,
sexualidad, seguridad, suicidio; y facilite el debate.
–– La aplicación de pruebas que detectan problemas de alcohol y drogas es de
igual importancia en adolescentes y adultos, aunque usualmente los proble-
mas por uso de sustancias son menos graves en los jóvenes.
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 121
–– Tiamina 100 mg/día oral por 5 días (o más tiempo si es necesario) para pre-
venir síndromes por deficiencia de tiamina, como encefalopatía de Wer-
nicke. Considere otro suplemento vitamínico.
–– Garantice ingesta adecuada de líquidos y verifique balance electrolítico. Corri-
ja niveles de K y Mg que generalmente están bajos.
–– Brinde apoyo a los cuidadores.
122 Manual de psiquiatría
Interpretación de la puntuación
Los trastornos más frecuentes que resultan de los diferentes patrones de consu-
mo de drogas en Cuba, incluyen:
–– Intoxicación aguda o sobredosis de sustancias o medicamentos con fines de
abuso: por sus efectos anticolinérgicos (atropina, homatropina, trihexife-
nidilo, campana, antidepresivos, antihistamínicos); psicoestimulantes (me-
tilfenidato); opiáceos y depresores (morfina, benzodiacepinas). Así como
drogas ilegales (marihuana, cocaína). Tener en cuenta la posible utilización
de cannabimiméticos de reciente aparición en el mercado. La asociación de
cualquier sustancia de las anteriores con el consumo de alcohol complican el
cuadro clínico y la evolución.
–– Uso perjudicial de droga: patrón de consumo que afecta la salud con daño
físico (como en los casos de infecciones relacionadas al consumo de drogas)
o mental (síndromes depresivos) y frecuentes consecuencias sociales (pro-
blemas familiares, legales o laborales).
–– Dependencia de drogas: conjunto de fenómenos fisiológicos, conductuales
y cognitivos cuando el consumo de drogas es prioritario para una persona,
comparado con otras conductas previas más relevantes.
–– Estado de abstinencia de drogas: grupo de síntomas consecutivos a la sus-
pensión del uso de drogas tras un consumo diario y prolongado.
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 125
En las figuras 9.4 y 9.5 se representan los algoritmos de actuación para los trastor-
nos por consumo de drogas.
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 129
Los medicamentos que se utilizan con fines adictivos, más frecuentemente reportados en
intoxicaciones, se relacionan a continuación:
–– Carbamazepina.
–– Dextropropoxifeno.
–– Antihistamínicos.
–– Trihexifenidilo (parkinsonil).
–– Ketamina.
–– Atropina, homatropina.
Detalles de la intervención
DRO 2.1 EVALUACIÓN
OBTENER HISTORIA DE CONSUMO DE DROGAS
Busque:
–– Pregunte primero por el consumo de drogas legales y luego por el de las
ilícitas.
–– Pregunte sobre el nivel y el patrón de consumo, las conductas asociadas al
uso de drogas riesgosas para pacientes y terceros, por ejemplo, fumar o in-
yectarse drogas, las actividades realizadas bajo la influencia de las drogas,
las consecuencias económicas, la violencia, y otras.
–– Obtenga una historia cronológica del inicio y la evolución del consumo de
drogas en relación con otros eventos de la vida.
–– Pregunte acerca de los daños causados por el uso de drogas: lesiones y
accidentes, conducir vehículos bajo los efectos de las droga, problemas de
interrelaciones, inyección de drogas y riesgos relacionados, problemas le-
gales o financieros, o ambos, relaciones sexuales bajo los efectos de las
drogas y de las que posteriormente se arrepiente o son de riesgo.
–– Explore si hay dependencia: tolerancia, síntomas de abstinencia, pérdida
de control de consumo, uso continuado a pesar de consecuencias, y ansias
de consumo o craving.
INTERVENCIONES PSICOSOCIALES
DRO 2.2 TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN BREVE
a) Cómo hablarle al paciente sobre el uso de sustancias:
–– Discuta sobre el consumo actual de sustancias. Deje que hable sobre bene-
ficios percibidos por el consumo y sobre el daño real o potencial, o ambos,
por el uso de drogas.
–– Haga un análisis equilibrado de los pros y los contras del patrón actual de
consumo. Cuestione la sobrevaloración de beneficios y realice un análisis
objetivo de los aspectos negativos tal vez subestimados:
Capítulo 9. Trastornos relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas 131
••Evite confrontación.
••Motive por el cambio en el patrón de consumo. Enfatice la autorrespon-
sabilidad en dichos cambios.
••Aumente las expectativas de logro y autoeficacia.
••Si no está listo para reducir o suspender el consumo, proponga reconsul-
ta para nuevo análisis.
DRO 2.3 APOYO A FAMILIAS Y CUIDADORES
a) Analice el impacto del consumo de drogas y los trastornos derivados de este,
lo cual le ayudará a:
–– Evaluar sus necesidades personales, sociales y de salud mental.
–– Brindar información sobre el consumo y la dependencia de las drogas.
–– Identificar factores estresantes asociados al consumo de drogas, así como los
estilos de afrontamiento y su grado de efectividad.
–– Informar sobre el acceso a grupos de ayuda mutua para pacientes y familia-
res y otros recursos sociales.
DRO 2.4 ESTRATEGIAS DE REDUCCIÓN DE DAÑOS
–– Explique los riesgos de la inyección de drogas y sus consecuencias.
–– Brinde apoyo psicosocial y tratamiento para complicaciones por uso de dro-
gas y comorbilidad médico-psiquiátrica aun si el paciente no desea dejar de
consumir drogas.
–– Luego de una relación profesional prolongada en el tiempo, intensificar los
esfuerzos para animar al paciente que se inyecta a recibir tratamiento para
sus trastornos por consumo de drogas.
DRO 2.5 MUJERES: EMBARAZO Y LACTANCIA
–– Informe que el consumo de drogas puede interferir en el ciclo menstrual, y
dar falsa impresión de imposibilidad de embarazo.
–– Aconseje a las embarazadas la abstinencia total del consumo de drogas. Reco-
mendar a dependientes de opioides, usar remplazo de agonistas (metadona).
–– Explore a los bebés de madres con trastornos por consumo de drogas para
detectar síntomas de abstinencia neonatal; estos se deben tratar con dosis
bajas de opioides (como morfina) o barbitúricos.
–– Aconseje y apoye a las mujeres que están amamantando a no consumir nin-
guna droga psicoactiva.
–– Aconseje y apoye a las madres con trastornos por uso de sustancias a ama-
mantar exclusivamente por lo menos los 6 primeros meses, a menos que un
especialista recomiende que no debe amamantar.
–– Se debe ofrecer a las madres con uso de sustancias y a sus hijos pequeños,
atención especializada y personalizada, según red de servicios territorial.
FARMACOTERAPIA
3.1 TRATAMIENTO PARA LA ABSTINENCIA DE BENZODIACEPINAS
–– Utilizar una disminución gradual de la dosis durante 8-12 semanas y con con-
versión a benzodiacepinas de acción prolongada; junto con apoyo psicoso-
cial.
–– Si hay síntomas graves incontrolados debido a la abstinencia de benzodiace-
pinas (o si se presentan en una forma no planificada después de la suspen-
sión repentina de estas drogas) es recomendable la necesidad de un régimen
de sedación con altas dosis de benzodiacepinas bajo hospitalización.
–– Evite prescribir benzodiacepinas a pacientes ambulatorios desconocidos.
132 Manual de psiquiatría
Esquizofrenia
y otros trastornos delirantes
relaciones y hábitos. Los síntomas productivos más frecuentes fueron descritos desde Bleuler, el
autor que creó el término esquizofrenia —de esquizo, fragmentado o escindido y freno, mente—
y estos son: la disociación ideo-afectivo-conativa, el autismo, la disgregación del pensamiento y
la ambivalencia (Permindor, 1998). Otras manifestaciones significativas son las pseudoalucina-
ciones, sobre todo en forma de eco del pensamiento; los trastornos del esquema corporal, las
alucinaciones auditivas de tipo conminatorias o aquellas en que el paciente escucha a dos perso-
nas hablando de él en tercera persona, las alucinaciones cinéticas o propioceptivas; los delirios,
sobre todo los de influencia y difusión del pensamiento; así como la afectación de los hábitos e
intereses (Freedman, 1982).
La evolución se manifiesta por brotes que generalmente pueden evitarse con un buen se-
guimiento del enfermo, y su tendencia al deterioro —presente en la mitad de los casos— pue-
de reducirse de forma notable con el diagnóstico y el tratamiento precoces. El último aspecto
hace que sea trascendental la gestión diagnóstica del médico general, quien puede reconocer a
tiempo la afección y tomar las medidas adecuadas para evitar su progresión espontánea. Otras
complicaciones significativas son el suicidio consumado en el 10 % de los casos; las transgresio-
nes sociales como exhibicionismo, vagabundeo, ausentismo laboral y delitos contra la integridad
física y la propiedad particular, estos 2 últimos mucho menos frecuentes.
Se han descrito 4 formas clínicas clásicas de la enfermedad: paranoide, hebefrénica o desor-
ganizada, catatónica y simple. Las historias clínicas siguientes exponen las manifestaciones más
típicas de estas; respecto a las referencias semiológicas en términos técnicos, se describe lo ex-
presado por la familia y el propio paciente:
H. C. no. 1. Ricardo. 30 años, leptosómico, casado, arquitecto, con antecedentes
familiares psiquiátricos dados por un hermano y la madre con ingresos hospita-
larios y tratamiento de terapia electroconvulsivante. Desde hace unos 2 meses
se ha visto distraído en su trabajo, prácticamente no habla con nadie y ha des-
cuidado su aseo y vestuario; parece como si nada le interesara. En días pasados
le comunicó a su jefe en forma descompuesta que él tenía derecho a vivir su vida
en privado y que no permitía que hicieran públicos sus pensamientos a través de
la televisión. La víspera del ingreso todos se alarmaron cuando fue al trabajo con
un casco protector de motociclista refiriendo que lo tenía forrado de plomo por
dentro. En la consulta vemos un paciente con barba de varios días, que rechaza
la entrevista con el argumento de que no está enfermo. Dice que todo cuanto le
pasa es fruto de los aparatos que controlan sus ideas y le imponen pensamientos
extraños que “escucha voces dentro de su cabeza en forma de eco”. Sabe que
todo cuanto hace es ajeno a su voluntad y no puede pensar cosas privadas porque
después las difunden por la televisión. Esto lo expresa sonriendo inadecuadamen-
te. Los familiares refieren que antes de enfermarse era un joven sociable, amisto-
so y de magnífico carácter. No se evidencian factores ambientales significativos.
Desde el punto de vista diagnóstico se aprecia la importante riqueza sensopercep-
tiva y delirante con pseudoalucinaciones y delirios de influencia y de difusión del
pensamiento, así como evidente despersonalización.
Debe destacarse el comienzo más tardío, alrededor de los 30 años, y la presencia,
como en el 5 % de los casos, de una personalidad premórbida normal. También
aquí faltan los factores ambientales, aunque en ocasiones pueden actuar como
desencadenantes; en esos casos se evidencia que la temática delirante se desvin-
cula generalmente de las contingencias, hecho que, entre otros, facilita el diag-
nóstico diferencial con los cuadros reactivos.
Valoración sindrómica: síndrome de automatismo psíquico.
Diagnóstico presuntivo: esquizofrenia paranoide.
Capítulo 10. Esquizofrenia y otros trastornos delirantes 135
Conducta del médico general: a causa de los síntomas presentes, este cuadro
debe considerarse una urgencia psiquiátrica, por lo que será remitido al cuerpo
de guardia especializado con abstención farmacológica o administración de halo-
peridol 5 mg por vía intramuscular que se reflejará, junto a los hallazgos clínicos
fundamentales, en la remisión. Si la remisión puede ser inmediata y aceptada por
el paciente se recomienda la abstención farmacológica.
Formas clínicas
En las historias que anteceden se han reflejado las 4 formas clínicas clásicas de la esquizofre-
nia: paranoide, hebefrénica o desorganizada, catatónica y simple.
Las formas simple y hebefrénica son de difícil diagnóstico por su comienzo muy insidioso
desde edades tempranas y con rápida evolución al deterioro del paciente; sus manifestaciones
Capítulo 10. Esquizofrenia y otros trastornos delirantes 137
iniciales se confunden fácilmente con trastornos de la personalidad de tipo disocial, y son fre-
cuentes las implicaciones médico-legales. La forma simple no aparece recogida en las últimas
clasificaciones norteamericanas; se destaca por su empobrecimiento afectivo y volitivo, así como
por la ausencia de los síntomas alucinatorio y delirante.
Las formas paranoide y catatónica son de más fácil identificación. La primera es la forma más
frecuente mundialmente y se considera que representa el 60 % del total de todos los cuadros de
esquizofrenia; su debut suele ser más tardío, pasados los 20 años, cuando ha ocurrido una mayor
maduración de la personalidad y esto contribuye a que el deterioro sea menos pronunciado y
más lento que en las otras formas clínicas. En la segunda se pueden presentar indistintamente
cuadros de agitación o de estupor, y a veces, en un mismo brote, hay fluctuaciones bruscas del
estupor a la agitación o viceversa; esta forma clínica es muy poco frecuente en la actualidad.
Existen otras formas clínicas, entre las que se mencionarán: la esquizofrenia indiferenciada,
denominada así por sus manifestaciones polimorfas; la esquizofrenia residual, cuando tras varios
brotes de cualquier tipo y años de evolución predominan los síntomas defectuales; y el episodio
depresivo posesquizofrénico. De estos cuadros, el primero tiene un claro funcionamiento de
nivel psicótico, mientras los otros no alcanzan ese grado de severidad.
Diagnóstico
A continuación se presenta una guía práctica para el diagnóstico positivo de esta afección. El
médico general tomará en cuenta:
–– Antecedentes patológicos familiares: referencias de enfermedades psiquiátricas de desarrollo
prolongado y deteriorante, y también de suicidios muy cruentos, como lanzarse al vacío o
dejarse trucidar por un tren.
–– Personalidad premórbida: la esquizotimia y el somatotipo leptosómico son las características
más frecuentes, aunque no las únicas.
–– Antecedentes patológicos personales: a veces hay referencias de noxas perinatales y trastor-
nos menores de conducta. Es muy significativa la ruptura de la línea vital. Si hay otros brotes
anteriores, es necesario valorar si fueron tratados con terapia electroconvulsivante, y si des-
pués hubo recuperación total o quedaron secuelas.
–– Noxas significativas: generalmente no puede correlacionarse el cuadro con dichas noxas y en
caso de que actúen como desencadenantes, las manifestaciones clínicas no reflejan tan fiel-
mente las problemáticas, como ocurre en los trastornos psicóticos reactivos.
–– Comienzo insidioso: este las diferencia de los cuadros exógenos.
–– Edad temprana de instalación.
–– Falta de empatía o rapport: se expresa por la dificultad en la comunicación y el funcionamiento
general más bajo del esperado, según la historia del sujeto.
–– Síntomas y síndromes descritos como los más característicos de la esquizofrenia, y duración
de los síntomas floridos por más de un mes sin que existan factores orgánicos relacionados
con otra enfermedad médica o ingestión de sustancias psicoactivas.
El diagnóstico diferencial se hará con los trastornos del humor o el estado de ánimo, al va-
lorar la carga afectiva, el somatotipo pícnico, la personalidad afectiva, la ausencia de síntomas
esquizofrénicos, y si hubo brotes anteriores, así como con la referencia de la recuperación total
después de estos; con la epilepsia y los trastornos disociativos por el comienzo brusco, la toma de
conciencia, la ausencia de síntomas esquizofrénicos típicos y la presencia de ganancia secundaria
en los cuadros disociativos; con los trastornos psicóticos de tipo reactivo, por su instalación brus-
ca, la relación de los síntomas con las contingencias y la ausencia de síntomas esquizofrénicos.
Además, con los trastornos mentales orgánicos y sintomáticos, por la anamnesis, la toma de las
funciones de integración y por los hallazgos del examen físico; y, finalmente, con los trastornos
138 Manual de psiquiatría
Evolución y pronóstico
Según su desarrollo, la esquizofrenia puede ser: continua; episódica con defecto progresivo,
episódica con defecto estable, episódica con remisiones completas, o remisión completa luego
de la eclosión. (Arietti, 1974). De modo general, se puede decir que la evolución más frecuente
es por brotes y que cuantos más brotes ocurran, más posibilidades existen de deterioro. Se va-
lora, en forma aproximada, que el 50 % de los esquizofrénicos se curan después de 1, 2 o 3 bro-
tes, y quedan prácticamente indemnes con peculiaridades solo identificables por especialistas;
el 24 % —después de varios brotes— hace remisiones que les permiten continuar su vida con
algunas limitaciones; el resto, luego de varios episodios, evidencian un importante deterioro
que implica la necesidad de tutoría familiar (Slater, 1971). Por último, es necesario señalar que
cerca del 5 % de los pacientes que requieren hospitalización, necesitan la reclusión institucional
de forma permanente.
Estas cifras han mejorado en los últimos años, gracias al desarrollo psicofarmacológico con
los neurolépticos de segunda generación y las posibilidades de medicaciones de depósito que
favorecen un mayor control sintomático y adherencia terapéutica, en el contexto de programas
integrales de rehabilitación psicosocial; por eso hoy se habla de 1/3 con remisión total, 1/3 con
discretas secuelas que permiten la adaptación social (remisión social)y 1/3 con defectos más o
menos evidentes.
A pesar de estos avances existen informes estadísticos en los Estados Unidos de América, y
ratificados en otros países desarrollados, que luego del primer egreso, el 60 % de los esquizofré-
nicos reingresan antes de transcurrir 2 años, si no siguen tratamiento neuroléptico, y que la cifra
baja al 20 % si cumplen dicha condición; más doloroso es el hecho de que en países industrializa-
dos solamente del 25 al 30 % de los esquizofrénicos que requieren ingreso mantienen empleo a
tiempo completo 5 años después de su primera admisión hospitalaria.
El factor más importante para mejorar el pronóstico es el diagnóstico precoz y el tratamiento
adecuado con seguimiento dispensarizado.
En cuanto a las diferentes formas clínicas clásicas, la hebefrénica y la simple son las de peor
pronóstico por su instalación temprana en plena etapa de desarrollo de la personalidad y por
evolucionar muchas veces espontáneamente durante largo tiempo antes de ser diagnosticadas.
La forma paranoide es de relativo buen pronóstico por establecerse, por lo general luego de
alcanzada una mayor madurez de la personalidad, en tanto que la catatónica se considera la de
mejor pronóstico siempre que no siga un desarrollo continuo, ya que esta última variante evo-
lutiva, que puede presentarse también en cualquier otra forma clínica, conduce rápidamente al
deterioro. En los cuadros de evolución más desfavorable, el paciente llega a inadaptarse a su me-
dio laboral, familiar y social, y termina en cuadros apatoabúlicos con una importante afectación
de capacidades y hábitos después de su primera admisión hospitalaria.
Capítulo 10. Esquizofrenia y otros trastornos delirantes 139
Valoración de remisión
El diagnóstico presuntivo de esquizofrenia por el médico no especializado implica la inter-
consulta con el psiquiatra, o la remisión a un profesional o centro especializado de mayor com-
plejidad; en este último caso, podrá valorar el grado de urgencia del traslado y definir si debe
efectuarse a un cuerpo de guardia o a la consulta especializada en el policlínico o en el departa-
mento comunitario de salud mental, según el predominio de los síntomas positivos (alucinacio-
nes, delirios, agresividad) o negativos (retraimiento, aplanamiento afectivo, abulia). Será en el
segundo caso, y solamente de manera provisional, que se indicará tratamiento neuroléptico y se
darán las orientaciones pertinentes a la familia. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que con
frecuencia los pacientes en seguimiento consultan por otras afecciones al médico de la familia,
por lo que resulta necesario conocer los aspectos esenciales de la terapéutica especializada.
Trastorno esquizotípico
La mayoría de los autores consideran este trastorno, una forma frustre de esquizofrenia y
sus síntomas característicos son las atipicidades de la conducta (excentricidad), el pensamiento
y la afectividad. Hay un vacío emocional dado por incapacidad para sentir o evocar empatía,
existe una marcada tendencia al retraimiento y dificultad para establecer interacciones sociales
y personales, así como esbozo de actividad delirante que no llega a estabilizarse como síndrome
delirante, sino como ideas esporádicas de referencia y a veces daño. Tiene un desarrollo crónico
y fluctuante. Su vinculación genética con la esquizofrenia se expresa en la frecuente incidencia
en los familiares de dichos enfermos.
Este es el trastorno antes conocido, indistintamente, como esquizofrenia borderline, esquizo-
frenia latente, larvada, seudoneurótica o seudopsicopática (Comité de expertos cubanos, 1983).
Diagnóstico
El diagnóstico positivo ha sido valorado a grandes rasgos. El diagnóstico diferencial debe ha-
cerse con la esquizofrenia, donde se evidencian los síntomas esenciales de dicha afección y el
comienzo es más temprano, además del conjunto de síntomas mucho menos comprensible por
su carácter predominantemente endógeno. En edades avanzadas, el cuadro parafrénico debe
diferenciarse de los delirios acompañantes de algunas demencias, como la sifilítica y las vascula-
res. Por otra parte, el carácter crónico de los delirios diferencia esta entidad de aquellas que se
manifiestan por cuadros delirantes agudos, como la reacción paranoide.
Evolución y pronóstico
La evolución es crónica y generalmente con un desarrollo continuo, aunque se logran etapas
de atenuación de los síntomas. El pronóstico es malo, pese a sus características no deteriorantes,
ya que determinan importantes dificultades adaptativas.
Capítulo 10. Esquizofrenia y otros trastornos delirantes 143
Tratamiento rehabilitatorio
Las orientaciones laborales son importantes, ya que estos pacientes deben eximirse de res-
ponsabilidades determinantes de tensión.
Valoración de remisión
Todos los pacientes serán remitidos al especialista una vez establecido el diagnóstico pre-
suntivo. La mayoría de las veces podrá hacerse la remisión a consulta y menos frecuentemente
al cuerpo de guardia psiquiátrico, en cuyo caso se podrá administrar haloperidol, 5 mg por vía
intramuscular. En los pacientes en seguimiento, el médico general podrá orientar y controlar la
terapéutica bajo supervisión del especialista.
Tratamiento preventivo
Las medidas orientadas a evitar la eclosión de los cuadros no son factibles; sin embargo, sí
pueden prevenirse los suicidios y otras complicaciones médico-legales, mediante el diagnóstico
precoz y el tratamiento adecuado.
146 Manual de psiquiatría
Tratamiento curativo
Se emplearán los recursos siguientes:
–– Recursos biológicos. En los casos en que predominan la agitación y la agresividad, se preferirá
la clorpromacina, 1 tableta de 100 mg antes del desayuno, del almuerzo y al acostarse, o el
haloperidol oral en dosis antipsicóticas.
Si el cuadro predominante es de tipo delirante, se indicará trifluoperacina, 1 a 2 tabletas de 5 mg
antes del desayuno, del almuerzo y al acostarse con antiparkinsonianos.
–– Recursos psicológicos. Se recomienda que el médico no especializado derive el caso sin hacer
incursiones psicoterapéuticas orientadas al enfrentamiento del paciente con la realidad, ya
que esto podría dificultar su remisión. En los casos más severos se administrará haloperidol
5 mg por vía intramuscular, a repetir cada 8 h —no más de 3 dosis— hasta llegar al médico
especializado.
–– Recursos sociales. Las medidas orientadas al medio familiar, laboral y social son importantes,
dada la relevancia psicosocial de estos cuadros.
Tratamiento rehabilitatorio
En estos casos, al no producirse secuelas irreversibles, no es preciso hacer hincapié en este
aspecto.
Valoración de remisión
Por la agudeza de estos cuadros, los pacientes serán remitidos al cuerpo de guardia especia-
lizado.
Trastornos esquizoafectivos
Se describen en este nivel de la clasificación por representar, clínicamente, un híbrido sinto-
mático —es posible que también patogénico— de la esquizofrenia y de los trastornos del humor
o del estado de ánimo, que se estudiará en el capítulo 11.
En la tabla 10.1 se expresan, en síntesis, las categorías estudiadas en este capítulo.
Capítulo 10. Esquizofrenia y otros trastornos delirantes 147
Como resultado de las investigaciones más recientes, varios trastornos psiquiátricos se valo-
ran como un espectro de afecciones con gran carga genética y de esto no escapan los trastornos
psicóticos.
Según se mencionó, la clasificación norteamericana (DSM-5) plantea una sola categoría, que
denomina Espectro Esquizofrénico y Otros Trastornos Psicóticos, donde se incluyen, entre otros,
los subtipos: trastorno esquizotípico de la personalidad, trastorno delirante, trastorno psicótico
breve, trastorno psicótico inducido por sustancias, trastorno psicótico y catatónico asociado con
otra condición médica, trastorno esquizofreniforme, trastorno esquizoafectivo, esquizofrenia y
trastorno catatónico.
Se puede destacar que el trastorno esquizofreniforme hace referencia a una duración menor
de 6 meses; el trastorno psicótico inducido por sustancias y por enfermedad médica, que es lo
mismo que los otros trastornos psicóticos orgánicos y el trastorno catatónico, deja de ser una for-
ma clínica de la esquizofrenia y se valora como un trastorno independiente (Comité de Expertos
de la APA, 2014).
Capítulo 11
Trastorno bipolar
El trastorno bipolar es una afección psiquiátrica funcional, de nivel psicótico, predominan-
temente endógena, caracterizada por manifestaciones afectivas y toma de las necesidades, del
pensamiento y de la actividad motora, que evoluciona por episodios con periodos de remisión
total y evolución no deteriorante (Tercer glosario cubano de psiquiatría, 2008).
Capítulo 11. Trastornos del humor o del estado de ánimo 149
En la tabla 11.1 se expone una síntesis de las características que ayudan a distinguir la manía
de la hipomanía.
150 Manual de psiquiatría
Hipomanía Manía
Severidad Ligera, menos severa Más severa
Disfunción Ligera o mínima Severa
Juicio crítico Ligeros a moderados lapsos del Grandes lapsos de juicio
juicio Síntomas psicóticos
Respuesta terapéutica La regulación del sueño Necesita de un estabilizador
o tratamiento con del humor agudo o tratamiento
benzodiacepinas, o ambos, antipsicótico, o ambos
pueden terminar el episodio
a veces
Modalidad terapéutica Suele responder al seguimiento Suele requerir tratamiento
habitual ambulatorio hospitalario
Los resúmenes de las historias clínicas siguientes permitirán discutir con posterioridad aspec-
tos de utilidad.
H. C. no. 1. Paciente pícnica, 48 años, secretaria, décimo grado, casada, con an-
tecedentes psiquiátricos personales. La familia informa que desde hace unas 2
semanas la notan muy alegre, “jaranera”, hace chistes de doble sentido, se levanta
a las 3:00 a.m. y saca la ropa limpia del escaparate para lavarla, dice que la vida
es color de rosa y reclama constantemente a su esposo en el aspecto sexual. Con-
trario a su tendencia pesimista, ahora siempre está dando consejos a sus vecinos,
inmiscuyéndose en asuntos muy personales de aquellos.
Escribe con frecuencia exagerada y fuera de contexto a familiares, amigos y diri-
gentes, y su lenguaje es obsceno. En la entrevista apreciamos un vestuario muy
“ruidoso”, de coloridos extravagantes, su peinado llamativo y peculiar, habla cons-
tantemente y en forma acelerada, a la vez que asume una actitud seductora ante
el médico. Pese a su alegría desmedida, se muestra disfórica cuando sus acompa-
ñantes no la complacen en alguna de sus peticiones; dice tener el mayor tesoro
del mundo, que es una salud a prueba de bombas y expresa criterios peyorativos
sobre el desempeño sexual de su esposo.
Hay referencia de un cuadro depresivo que requirió tratamiento electroconvulsi-
vante 4 años atrás, que se superó totalmente. La familia informa que su mamá y
una tía materna han presentado cuadros similares con necesidad de hospitaliza-
ción, pero que una vez superados se comportan en forma normal. No se eviden-
cian contingencias ambientales negativas ni positivas.
Discusión: obsérvese que con la excepción del síndrome afectivo, que ahora es
de tipo maniaco, se reproducen todos los elementos de valor diagnóstico, como
son la carga genética afectiva, el somatotipo, la personalidad premórbida afectiva
—en este caso hipotímica— y la aparición del cuadro sin noxas evidentes. El otro
aspecto a considerar, recogido en sus antecedentes, es la regresión total del cua-
dro anterior con un periodo asintomático intercrítico. Esta es la forma bipolar con
un episodio actual de tipo maniaco.
Conducta del médico general. En tanto no se instale otro cuadro depresivo, posibi-
lidad que debe ser comunicada a la familia, y si existen condiciones para garantizar
Capítulo 11. Trastornos del humor o del estado de ánimo 151
Evolución y pronóstico
La evolución ha sido esbozada en el acápite anterior. Ahora se señala que las formas depresi-
vas se instalan más tarde, alrededor de los 30 años, en tanto que cuando el comienzo es de forma
maníaca se produce generalmente una década antes.
El pronóstico es bueno si se valora la posibilidad de remisión sintomática total, pues esta afec-
ción no deteriora tanto la personalidad. Sin embargo, se tendrá en cuenta el alto riesgo suicida en
las formas depresivas y mixtas, así como el peligro siempre presente de que una forma maníaca
se transforme bruscamente en una depresiva.
Las formas maníacas pueden determinar complicaciones médico-legales como: exhibicionis-
mo, violaciones o conductas promiscuas, transacciones ilegales y otros actos que atentan contra
las normas de convivencia.
Diagnóstico
Ha sido valorado en los cuadros clínicos y resulta innecesario destacar la importancia de los
aspectos anamnésicos para definir el diagnóstico nosográfico. Los diagnósticos diferenciales fun-
damentales se harán con cuadros también predominantemente endógenos, que pueden acom-
pañarse de depresión o manía, como los trastornos esquizoafectivos o las denominadas distimias
epilépticas, donde los cambios afectivos son consecuencia de una disritmia cerebral.
Los cuadros depresivos o maniformes determinados por factores ambientales como causa
predominante (excitación reactiva), se descartan por la valoración integral del caso, que toma en
cuenta los antecedentes patológicos familiares, la personalidad premórbida, los antecedentes
patológicos personales, la existencia de contingencias ambientales o no, la edad de instalación y
la vinculación de los síntomas con los factores ambientales si estos existen.
Tratamiento curativo
Se emplearán los recursos siguientes:
–– Recursos biológicos. Clorpromacina 300 a 600 mg diarios o haloperidol de 9 a 18 mg diarios
por vía oral con asociación, en caso de utilizar el segundo fármaco, de medicamentos antipar-
kinsonianos para prevenir manifestaciones extrapiramidales. La imipramina o la amitriptilina
se utilizarán en dosis de 75 a 150 mg diarios (González, R., 2005).
–– Recursos psicológicos. Se garantizará una relación de cooperación guiada, se explicará al pacien-
te su afección y se utilizarán recursos psicoterapéuticos al alcance del médico no especializado.
–– Recursos sociales. Se debe alertar a la familia sobre posibles complicaciones y se darán orien-
taciones laborales y médico-legales iniciales cuando fuese indispensable, teniendo en cuenta
la característica con menor deterioro de la afección.
Tratamiento rehabilitatorio
La rehabilitación en este caso se limita a medidas temporales, cuando los episodios se pro-
longan.
Tratamiento en los niveles especializados
Se utilizarán otros recursos más complejos, como las sales de litio, que requieren dosificación
plasmática, dosis más altas de neurolépticos (olanzapina y quetiapina) y de antidepresivos; también
son muy útiles algunos antiepilépticos, como lamotrigina y valproato de sodio; y, en ciertos casos,
la terapia electroconvulsivante. Están indicados por su utilidad, la psicoterapia especializada y los
recursos institucionales, como la comunidad terapéutica y la terapia ocupacional, como parte de
los programas de rehabilitación (Kaplan, 2007).
Valoración de remisión
La norma será la remisión inmediata al especialista, excepto en casos atenuados en los que,
previa alerta familiar, podrá ensayarse algún tratamiento con observación evolutiva estricta.
Ciclotimia y distimia
Estos cuadros —originalmente designados personalidad ciclotímica y neurosis depresiva—,
han sido considerados en la clasificación actual, como formas frustres de los cuadros bipolares y
depresivos recurrentes (Comité de Expertos de la OMS, 1993). Este criterio de clasificación ha sido
sustentado por estudios de cohortes familiares, donde se ha evidenciado un importante vínculo
con las afecciones antes referidas. Ya Larragoiti había sustentado la no inclusión de los cuadros de-
presivos de nivel neurótico entre las neurosis, por considerarlos expresivos de una reducción de las
conductas de acercamiento —de ahí la reducción de intereses y el retraimiento— y no de un incre-
mento de las respuestas de evitación características de los trastornos neuróticos (Larragoiti, 1980).
Episodios depresivos
Los episodios depresivos se clasifican en leves, moderados o graves, según la intensidad de
sus manifestaciones clínicas. Por otra parte, estos episodios pueden ser únicos o recurrenetes.
Trastorno depresivo recurrente (monopolar)
H. C. no. 2. Paciente masculino, 46 años, carnicero, octavo grado, y con referencia
de haber sido hospitalizado a los 36 años por un cuadro similar al actual. Desde
hace 15 días y sin que se evidencien causas desencadenantes, se ha sentido triste,
desanimado, muy cansado, y ha dejado de concurrir a su trabajo refiriendo que
no podrá atender al público.
Capítulo 11. Trastornos del humor o del estado de ánimo 153
En los últimos días comenzó a referir que notaba que su corazón había dejado de
latir y que escuchaba una voz que le anunciaba su muerte. Después decía que no
podía tragar, pese a resultar negativa la exploración especializada. En la entrevista
se observa una paciente con facies depresivas y con hiperactividad de pequeños
movimientos. Se queja constantemente de sus sufrimientos, y se levanta y cami-
na mientras expresa que sabe que su fin está cerca, por lo que ha pensado “si no
será mejor terminar de una vez”. Informa que su vida ha sido un fracaso y que no
tiene a nadie en el mundo, ha dejado de alimentarse y bañarse, y ha perdido 20
libras de peso en solo 1 mes. Según refieren, su madre hizo un cuadro similar que
necesitó tratamiento electroconvulsivante, pero después se recuperó del todo.
Discusión: se aprecia la existencia relativamente equilibrada de factores genéticos
y psicosociales, la personalidad anterior y la vinculación del contenido ideativo
con la situación desencadenante. Debe resaltarse el alto nivel de ansiedad, y la
combinación contradictoria de ideas hipocondríacas y suicidas.
Valoración sindrómica: síndrome afectivo depresivo de nivel psicótico, síndrome
afectivo ansioso y síndrome hipocondriaco.
Diagnóstico presuntivo: Episodio depresivo grave en edad involutiva (melancolía
involutiva).
Conducta del médico general. Por el alto riesgo suicida y la necesidad de atención
especializada que incluye el tratamiento electroconvulsivante, debe remitirse ur-
gentemente al cuerpo de guardia psiquiátrico y alertar a la familia sobre la posi-
bilidad de complicaciones. Si el centro a que se remite es cercano, se aconseja
abstención farmacológica; en caso contrario, una buena indicación de urgencia
sería diazepam, 10 mg por vía intramuscular.
Formas clínicas
Clásicamente se describe la forma pura, que es la reflejada en la historia clínica anterior; la
forma con elementos paranoides, en la que se asocia un síndrome delirante paranoide; y la for-
ma mixta, en la cual aparecen los componentes depresivos y paranoides de manera simultánea.
Diagnóstico
El diagnóstico positivo ha sido esencialmente expuesto. El diagnóstico diferencial se hará con
la enfermedad afectiva y se basará en la carga genética, somatotipo pícnico, personalidad pre-
mórbida, antecedentes de otros episodios, predominio de la inhibición sin angustia y ausencia
de trastornos sensoperceptivos en dicha afección. Los cuadros reactivos depresivos carecen de
los atributos familiares y personales descritos aquí, y no es frecuente la gran angustia y riqueza
hipocondríaca. La depresión que acompaña la demencia vascular se diagnostica por la asociación
del síndrome demencial y por los signos vasculares acompañantes.
Evolución y pronóstico
Generalmente aparece en las edades antes señaladas y se presenta un episodio único, aunque
a veces aparecen recaídas. El pronóstico es bueno en lo referente a la posibilidad de remisión total,
sobre todo con la utilización de la terapia electroconvulsivante con anestesia y relajante muscular
(TECAR). El notable riesgo suicida es, sin embargo, el factor pronóstico más significativo.
Tratamiento preventivo
Evitar suicidio y complicaciones por malnutrición.
Tratamiento curativo
Se emplearán los recursos siguientes:
–– Recursos biológicos. El método será: amitriptilina, 1 tableta de 25 mg antes del desayuno,
del almuerzo y al acostarse; tioridacina, 1 tableta de 25 mg después del desayuno, del al-
muerzo y al acostarse y, de ser necesario, algún hipnótico, preferiblemente nitracepam, 1 table-
ta de 5 mg al acostarse. Otra alternativa de tratamiento antidepresivo se corresponde con
la sertralina, 50 mg por día.
–– Recursos psicológicos. Relación de participación mutua, ayuda psicoterapéutica orientada al
control de la angustia hipocondriaca. Recordar al paciente que es una etapa que se superará y
vincularlo persuasivamente con las molestias temporales propias de la edad.
–– Recursos sociales. Orientaciones a la familia y reposo laboral.
Tratamiento rehabilitatorio
Indicado solamente cuando el cuadro se asocia con terreno vascular, lo que implica ajustes
laborales y reducción de responsabilidades de todo tipo.
Tratamiento en los niveles especializados
Se utilizarán dosis mayores de antidepresivos y se asociarán neurolépticos más potentes,
como la trifluoperacina, sobre todo cuando se evidencien delirios. El tratamiento de elección
—si no existen contraindicaciones— es la terapia electroconvulsivante. Se viabiliza también la
psicoterapia individual y de grupo, así como los recursos institucionales antes señalados. En
los casos en que los antidepresivos tricíclicos (imipramina y amitriptilina) determinen serios
efectos indeseables, podrán utilizarse los bloqueadores selectivos de la recaptación de sero-
tonina —como fluoxetina, fluvoxamina, sertralina, etcétera—, los bloqueadores selectivos de
la recaptación de dopamina (amineptino y bupropion) o los inhibidores selectivos, reversibles
de la MAO A. Los fármacos antidepresivos se utilizarán con la valoración de que su efecto se
produce luego de 2 o 3 semanas y que a veces facilitan, al mejorar la volición, que se ejecuten
los planes suicidas.
Valoración de remisión
En los casos floridos se recomienda la remisión al cuerpo de guardia especializado; en los
atenuados, remisión al especialista, previa alerta familiar; en casos de nivel no psicótico, ensayar
tratamiento y observación evolutiva cuidadosa.
Formas clínicas
La descrita es la más característica, aunque a veces se presenta solamente el síndrome de-
presivo.
Diagnóstico
El diagnóstico positivo ha sido valorado; el diferencial con la enfermedad afectiva y la melan-
colía involutiva, se basará en los antecedentes patológicos familiares, el somatotipo, la persona-
lidad premórbida, los antecedentes patológicos personales, el tipo de noxa, la relación estrecha
con la contingencia en cuanto a instalación y el contenido psicopatológico.
Evolución y pronóstico
En general se evidencia un solo cuadro de corta duración, que regresa totalmente si se trata
en forma adecuada. Existe riesgo suicida y homicida por el mecanismo del suicidio ampliado o
altruista.
Tratamiento preventivo
Evitar suicidio u otras complicaciones médico-legales.
Tratamiento curativo
Se emplearán los recursos siguientes:
–– Recursos biológicos. Luego del egreso se mantendrá el psicofármaco antidepresivo indicado,
por unos 2 meses más, al cabo de los cuales se reducirá paulatinamente hasta suspenderlo,
según la orientación especializada; la indicación más frecuente es la amitriptilina o la imipra-
mina, 1 tableta de 25 mg en el desayuno, el almuerzo y a las 10:00 p.m.; podrá elevarse hasta
6 o 9 tabletas diariamente por el especialista.
–– Recursos psicológicos. Relación de participación mutua y psicoterapia de apoyo.
–– Recursos sociales. Orientaciones laborales transitorias.
Tratamiento rehabilitatorio
Generalmente no es necesario.
Tratamiento en los niveles especializados
Se utilizará la terapia electroconvulsivante, la psicoterapia exploratoria individual y de grupo,
y los recursos institucionales, como la comunidad terapéutica y la terapia ocupacional, y los an-
tidepresivos de segunda generación antes comentados.
Valoración de remisión
El paciente será remitido al cuerpo de guardia especializado con urgencia.
Con relación a los trastornos del humor descritos en este capítulo, se debe agregar cambios
recientes que se han producido en la última clasificación norteamericana (DSM-5). Divide los
trastornos bipolares en 2 grandes grupos: se agrega un bipolar I (cuando alternan el polo mania-
co y el polo depresivo) y un bipolar II (cuando alterna un polo hipomaniaco y un polo depresivo);
se debe recordar que las diferencias entre la manía y la hipomanía se dan en la intensidad de los
síntomas, siendo la manía la máxima expresión. Entonces, la clasificación completa de los tras-
tornos bipolares y otros trastornos relacionados, quedará de la forma siguiente:
–– Trastorno bipolar I.
–– Trastorno bipolar II.
–– Trastorno ciclotímico.
–– Trastorno bipolar inducido por sustancias.
–– Trastorno bipolar asociado con otra condición médica.
–– Trastorno bipolar no clasificado.
Al respecto, es fundamental entender que la idea predominante en la actualidad es que se
trata de un espectro de trastornos, según puede apreciarse en la figura 11.1.
En esta clasificación también se hace referencia a los cuadros maniacos que se pueden dar
por el uso de drogas o medicamentos y los que se dan inducidos por enfermedades médicas,
antes denominados orgánicos.
Por otra parte, los trastornos depresivos quedaron descritos de la forma siguiente:
–– Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo.
–– Trastorno depresivo mayor, episodio único/recurrente.
–– Trastorno depresivo persistente (distimia).
–– Trastorno disfórico premenstrual.
–– Trastorno depresivo inducido por sustancias.
–– Trastorno depresivo asociado con otra condición médica.
–– Trastorno depresivo no clasificado.
158 Manual de psiquiatría
En la tabla 11.2 se presenta una síntesis de los trastornos estudiados en este capítulo.
TABLA 11.2. Trastornos del humor o afectivos
Depresión
Diagnóstico de depresión
Se debe sospechar una depresión ante la presencia de humor depresivo o una pérdida de la
capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas. También cuando el paciente presenta múltiples
quejas físicas, reiteradas visitas al médico (más de 5 por año), fatiga, disfunción relacionada con
el trabajo, trastornos en el dormir y numerosas preocupaciones. Entre los aspectos a tener en
cuenta para el diagnóstico de depresión según la CIE-10, están los criterios siguientes:
–– Humor depresivo.
–– Pérdida de la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas.
–– Disminución de la vitalidad, que lleva a una reducción del nivel de actividad y a un cansancio
exagerado, que aparece incluso tras un esfuerzo mínimo.
–– Disminución de la atención y concentración.
–– Pérdida de la confianza en sí mismo y sentimientos de inferioridad.
–– Ideas de culpa y de ser inútil (incluso en los episodios leves).
–– Perspectiva sombría del futuro.
–– Pensamientos y actos suicidas o de autoagresiones.
–– Trastornos del sueño.
–– Pérdida del apetito o pérdida de peso (del 5 % o más del peso corporal en el último mes).
La duración de los síntomas debe ser de al menos dos semanas, aunque períodos más cortos
pueden ser aceptados si los síntomas son excepcionalmente graves o de comienzo brusco.
Como parte del interrogatorio al paciente deprimido deben tenerse en cuenta también:
–– Antecedentes de tratamiento antidepresivo: tipo y tiempo que el paciente lo toma, así como
su respuesta a este.
–– Otros tratamientos que haya llevado el paciente.
–– Rasgos anómalos de personalidad.
–– Estresores exógenos o presencia de elementos vitales y psicotraumas relacionados con la apa-
rición de la sintomatología depresiva.
Depresión y su atención
en el nivel primario de salud
La prevención primaria de la depresión se muestra hoy como una actividad que merece la
pena abordar y desarrollar por su alta eficacia. Resumiendo algunos elementos de interés se
deben destacar los siguientes:
–– La mayor parte de las personas con depresión son tratadas por el médico de asistencia
primaria.
–– Los planes de tratamiento deben estar basados en la evaluación del tipo de depresión, la seve-
ridad, la duración del episodio depresivo y los sucesos de estrés que contribuyen al episodio.
–– El mejor resultado se alcanza cuando se existe una buena alianza terapéutica entre el profe-
sional y el paciente, y el adecuado tratamiento proporcionado durante un largo período de
tiempo. La continuación del tratamiento pudiera ser:
•• Al menos 1 año para el primer episodio depresivo.
•• Al menos 2 años de repetición del episodio o dos años donde existan otros factores de
riesgo para recaídas.
Resulta demasiado difícil que cuando una persona se siente mal, en el sentido de “no tener
fuerzas ni para levantarse”, alguien le diga lo que es necesario que haga y dicha sugerencia pueda
ser interpretada de forma contradictoria. Hay que partir de este concepto, que es fundamen-
tal en el momento de hacer cualquier sugerencia, ante todo porque el paciente depositará su
confianza en el interlocutor, puesto que se sentirá comprendido. No obstante, se impone hacer
algunas sugerencias de forma obligatoria y que sean cumplidas por el paciente, al menos de
manera progresiva:
–– No aislarse. Mantenerse en contacto con sus seres queridos, amigos y su médico de la familia.
–– No tomar decisiones importantes en su vida, como por ejemplo, divorciase.
–– No culparse de su depresión.
–– No desanimarse por no sentirse bien de inmediato. Tener paciencia.
–– No darse por vencido.
–– Hacer ejercicios diarios, lo cual le hará sentirse mejor y tener más energía.
–– Priorizar comidas balanceadas y saludables, y dormir lo suficiente.
–– Tomar los medicamentos según prescripción y asistir a las consultas con el médico.
–– Fijarse metas pequeñas, puesto que puede tener menos energía.
–– Darse aliento a sí mismo.
–– Obtener toda la información posible sobre la depresión y su tratamiento.
162 Manual de psiquiatría
Es necesario puntualizar que el paciente debe tener conocimiento sobre los efectos y carac-
terísticas de los antidepresivos que se le han indicado. Ante todo debe saber que los antidepresi-
vos demoran en comenzar a surtir efecto, que en 2 o 3 días no puede tener una mejoría evidente
de sus síntomas depresivos. Es obligatorio esperar de 2 a 3 semanas.
Por otra parte, los efectos secundarios de los antidepresivos pueden favorecer la no adhe-
rencia al tratamiento. Los antidepresivos tricíclicos pueden producir constipación y sequedad
bucal, dos efectos secundarios muy frecuentes y molestos, por lo que se debe hacer colutorios
frecuentemente y tomar algún laxante. Estos conocimientos hacen que el paciente deprimido no
se desespere y opte por dejar el tratamiento, alegando que no ha sentido mejoría y exprese que
“este tratamiento no es bueno”.
Orientaciones generales
Se deben utilizar las temáticas de afrontamiento de la depresión siguientes, dentro de un
programa de orientaciones generales con fines preventivos:
–– Superación. Ante todo, es necesario buscar la capacidad de autocontrol suficiente. Posterior a
esto, tratar de alcanzar, con un doble afrontamiento, la desdramatización y la técnica dictada
por el sentido del humor. Con esto se persigue una desvirtualización de las temáticas con-
flictivas que inciden, en mayor o menor medida, en el estado depresivo. Quedar claros en el
Capítulo 12. Depresión 163
En resumen, en los pacientes deprimidos se impone buscar estrategias que brinden el au-
tocuidado óptimo de la salud mental, de manera que se garantice no solo la continuidad del
tratamiento psicofarmacológico, sino también favorecer la terapéutica integral, como solución
eficaz a la reincorporación del paciente a las actividades útiles, con un adecuado nivel de calidad
de vida y bienestar psicológico.
El tratamiento de la depresión por el médico general se expone en el capítulo 11, donde se
explica este aspecto para los distintos tipos de trastornos depresivos.
llegar hasta 300 mg como dosis máxima en los casos más graves. Se debe explicar al pacien-
te los efectos secundarios de estos medicamentos (constipación y sequedad bucal), para
tratarlos de forma adecuada.
Algunos autores recomiendan que, en ciertos casos, sobre todo en las personas que nunca
han utilizado la amitriptilina, se debe tener presente que el comienzo de una dosis estándar
de 25 mg 3 veces al día puede no ser conveniente, ya que los efectos secundarios señalados
pueden ser causa frecuente de pobre adherencia al tratamiento (González, R., 2008).
En casos de insomnio se debe utilizar nitrazepam, 5 mg o levomepromacina, 25 mg en dosis
única nocturna. Ante las manifestaciones de ansiedad se recomienda el diazepam 15 mg/día
u otra benzodiacepina a dosis establecidas. Cuando la agitación es un síntoma fundamental
se puede utilizar clorpromacina 25 mg combinada con benadrilina 25 mg, 1 ámpula de cada
una, cada 8 h, intramuscular profunda, teniendo en cuenta además la hipotensión que pue-
da producir. Con los pacientes de la tercera edad las dosis serán la mitad de las señaladas
para otros adultos.
En los casos de depresión moderada o severa ante la existencia de ideas delirantes, se justifica
la utilización de un neuroléptico, como la trifluoperazina a dosis de 15 mg/día y un corrector
para los síntomas extrapiramidales, o un neuroléptico atípico, según las dosis recomendadas.
•• Terapia electroconvulsivante. El tratamiento electroconvulsivante con anestesia y relajación
(TECAR) previa autorización del anestesista y el clínico, se aplicará —según las normas esta-
blecidas de buenas prácticas y consentimiento informado— en los casos siguientes: medi-
cación resistente o intolerancia, síntomas psicóticos, catatonia, enfermedades médicas que
contraindiquen el tratamiento con psicofármacos, cuadros de excitación psicomotriz, idea
suicida activa (por el efecto protector a corto plazo).
–– Recursos psicológicos. Comprende la psicoterapia con enfoque cognitivo conductual, las
orientaciones familiares y las actividades de la comunidad terapéutica cuando el paciente se
encuentre ingresado, además de todas las tareas programadas en la sala que ayuden a la so-
cialización del paciente deprimido, donde pueden incluirse la musicoterapia, los ejercicios de
relajación, la pictografía, el cine debate, y otros.
–– Recursos sociales. En este aspecto se tiene en cuenta el apoyo familiar y social que requiere
el paciente. Hay que tener presente la posibilidad de incluir la terapia de pareja y de familia,
cuando se está en presencia de una franca disfunción familiar o conflictos de relaciones inade-
cuadas en la pareja.
rio, es la capacitación adecuada de los profesionales, para que tenga la posibilidad absoluta de
recibir, en una primera instancia, al paciente deprimido, cuando la sintomatología comienza a
instalarse, ya sea con la clásica sintomatología o destacándose en ocasiones como los síntomas
somáticos de la depresión o sus equivalentes. El complemento sería desarrollar habilidades para
detectar, motivar y remitir al especialista, cuando sea el caso, al paciente que requiera tratamien-
to psicológico o valoración adecuada más específica, haciendo énfasis especial en los subgrupos
de alto riesgo, como pueden ser los extremos de edad (muy jóvenes o muy viejos), los de bajos
ingresos mensuales, los alcohólicos y los dependientes a otras drogas, entre otros. Es necesario
reiterar la importancia de una valoración especializada, incluyendo la hospitalización siempre
que se requiera. No se puede olvidar que la depresión es el primer factor de riesgo de la con-
ducta suicida, así como una alta carga de sufrimiento personal y familiar, y el impacto social que
ocasiona la discapacidad que provoca.
Algoritmos de actuación
para la depresión moderada-grave
3. Medicación antidepresiva.
3.1. Iniciar la medicación antidepresiva:
–– Seleccione un antidepresivo:
••Seleccione un antidepresivo en el Formulario Nacional de Medicamentos
o en el Formulario de la OMS. La sertralina [pero no otros inhibidores se-
lectivos de la recaptación de serotonina (ISRS)] y la amitriptilina, así como
otros antidepresivos tricíclicos (ATC), son antidepresivos mencionados en
el Formulario Nacional de Medicamentos.
••La combinación de antidepresivos con otros medicamentos psicotrópicos
requiere la supervisión o consulta con un especialista.
–– Háblele a la persona y a la familia sobre:
Capítulo 12. Depresión 169
Trastornos neuróticos
Características generales
de los trastornos neuróticos
Se presentan en proporciones similares en hombres y mujeres, y no se han informado dife-
rencias significativas en lo relativo al color de la piel, ni al desarrollo socioeconómico. Las cifras de
morbilidad informadas por autores de diferentes latitudes varían del 0,1 al 10 % en la población
general, y se considera que alrededor de 1/3 de los pacientes que acuden a la consulta externa
psiquiátrica lo hacen por presentar estas afecciones.
Para hacer algunas consideraciones patogénicas asequibles al médico general, es necesario
valorar los modelos fundamentales de aprendizaje, así como algunos enfoques neurofisiológicos
que han dado luz a este significativo problema.
Dos grandes categorías han sido descritas desde los clásicos en lo referente al aprendizaje. La
primera sigue el modelo experimental de condicionamiento clásico de Pavlov, quien —tras varias
experiencias de administrar un alimento que provocaba salivación en los perros, precedido del
sonido de una campana— logró que esos animales “aprendieran”, como reflejo condicionado,
que después del sonido de la campana apareciera la salivación, aun sin mostrarles el alimento.
La segunda categoría sigue otro modelo de laboratorio con monos, los cuales, después de ensa-
yar la manipulación de múltiples palancas en una caja de experimentación, accionan la que les
permite obtener un plátano como premio. Estos monos “aprendieron” que después de accionar
la palanca en cuestión, obtenían el plátano y a partir de entonces lo hacían en forma repetida. En
este caso se habla de aprendizaje instrumental u operante.
Ahora se ejemplificará el caso de un niño que después de captar las comunicaciones verbales
y extraverbales derivadas de una disputa entre sus padres, presencia una agresión física, o que
después de las miradas de desaprobación de su madre recibe habitualmente una paliza. Este
niño aprenderá a sentir temor ante todo lo que sea señal de las experiencias desagradables refe-
ridas; con el paso del tiempo, muchos de estos aprendizajes condicionados —que según la etapa
172 Manual de Psiquiatría
de la vida en que se originaron fueron más o menos conscientes— pueden salir del campo de
la conciencia, generalizarse y desvincularse de la situación de que eran señal, con lo que la res-
puesta aprendida (el temor) se hará imprecisa, desvinculada de situaciones conocidas, interna y
duradera, y se transformará en ansiedad, que es el elemento básico de los trastornos neuróticos.
A partir de ese momento, ese niño habrá establecido infinidad de condicionamientos entre el
temor original y las situaciones que para personas con experiencias más favorables serían total-
mente indiferentes. Se debe valorar también la alta significación del tipo de sistema nervioso con
que genéticamente haya sido dotado el sujeto en cuestión.
Ahora se retomará el modelo del mono en un niño carente de afecto materno, que durante
un cuadro de cólicos abdominales de causa banal aprecia que su madre —movida tal vez por me-
canismos de culpa— modifica temporalmente su actitud indiferente y se deshace en atenciones;
o en una adolescente, ignorada por su novio, que aprecia el cambio de conducta de este cuando
ella manifiesta tristeza; ambos, el niño y la adolescente, aprenderán a manifestar dolores o es-
tados anímicos de abatimiento, respectivamente. Y en este caso también el aprendizaje puede
establecerse o manifestarse con posterioridad, con mayor o menor grado de conciencia.
El resultado final de los modelos descritos será que en un momento posterior de la vida,
las situaciones capaces de reactivar dichos aprendizajes determinarán conductas similares a las
aprendidas, sin que el sujeto pueda percatarse totalmente de lo que ocurre o, cuando menos, de
la relación entre esos aprendizajes y las manifestaciones que integran su cuadro clínico (Alexan-
der, 1984).
De esta forma se estructuran las características básicas de la personalidad neurótica, entre
las que se cuentan la propensión a la ansiedad, la inseguridad, la deficiente autovaloración, las
convicciones distorsionadas, la escala de valores inadecuada, la afectación de las relaciones in-
terpersonales y las actitudes patológicas, todas determinantes de la típica endeblez o fragilidad,
que facilita la eclosión de ansiedad en su expresión directa o indirecta ante situaciones conven-
cionalmente poco significativas.
En los trastornos neuróticos se van desarrollando desde temprana edad aprendizajes que
traducen necesidades patológicas de afecto, seguridad, comunicación y dependencia/indepen-
dencia que condicionan una estructura alterada de las motivaciones del sujeto. El paciente se
mantiene atado a vivencias y hechos que le van dejando una autoestima precaria, inseguridad y
sensación de infelicidad, mostrando relaciones perturbadas consigo mismo y con los demás, en
una cadena de frustraciones que lo lleva a la demanda de atención ante su presión de sufrimien-
to y necesidad de cambio (Rodríguez, 2016). Asimismo, es importante destacar la significación de
los mecanismos de evitación como recursos para enfrentarse al sufrimiento.
Como resumen, en la patogenia de los trastornos neuróticos interactúan factores ambien-
tales y constitucionales, mecanismos conscientes e inconscientes, y diferentes modalidades de
aprendizaje establecidos en distintas etapas de la vida, pero preferentemente durante la estruc-
turación de los patrones básicos de la personalidad.
como en algunos cuadros disociativos, en los que el suicidio puede consumarse por verdaderas
tendencias autoquíricas o por la ocurrencia de accidentes durante “escenificaciones” orientadas
a algún propósito.
Las implicaciones médico-legales más frecuentes se relacionan con las formas obsesivo-com-
pulsivas y con algunos cuadros disociativos con estrechamiento de conciencia determinante de
agitaciones, fugas o, más raro, los denominados cuadros de doble personalidad, conocidos téc-
nicamente como estados segundos.
Trastorno de pánico
Este trastorno se caracteriza por la presencia de crisis recurrentes de ansiedad paroxística
intensa o grave, al menos durante un mes (más de una, en un mes); tienen un inicio súbito, en
cuestión de segundos, con una duración muy breve de pocos minutos (aproximadamente 5 a
10 min). Predomina en mujeres. En el periodo entre las crisis, el paciente está libre de ansie-
dad, aunque puede haber cierta expectativa ansiosa relacionada con el temor de que recurra el
episodio. Existen manifestaciones subjetivas displacenteras muy diversas, como miedo a perder
el control, a volverse loco o a morir. También suele acompañarse de síntomas cardiovasculares
y respiratorios, como taquicardia, dolor precordial difuso o sensación de falta de aire. Pueden
aparecer otros síntomas, como escalofríos, náuseas y parestesias, entre otros.
Los pacientes suelen mantener intenso temor o preocupación a la repetición de los ataques,
que al ser inesperados e impredecibles le ocasionan marcado sufrimiento y limitaciones en su des-
envolvimiento cotidiano. Las crisis no están limitadas a una situación específica, lo que las diferen-
cia de los trastornos de ansiedad fóbicos; también hay que hacer el diagnóstico diferencial de las
depresiones con ansiedad, del trastorno de ansiedad generalizada y de otros trastornos neuróticos.
Es muy importante que el médico general tenga en cuenta que diversas enfermedades psi-
quiátricas o no, pueden provocar manifestaciones de ansiedad agudas, como el hipertiroidismo,
el infarto del miocardo y algunos cuadros relacionados con el uso y abstinencia de sustancias
psicotrópicas.
plantas de los pies. Otras quejas frecuentes se refieren a la dificultad para conciliar el sueño, e
incapacidad para relajarse o descansar. Los síntomas son muy displacenteros, interfieren signifi-
cativamente con el habitual funcionamiento personal y social del paciente y su duración es de 6
meses o más (Colectivo de autores, 2008).
En esta entidad debe establecerse el diagnóstico diferencial con el trastorno de pánico, las
fobias y los otros trastornos neuróticos. A continuación se expone un caso clínico que puede
ilustrar este trastorno:
H. C. no. 2. Abelardo, 38 años, casado, estomatólogo, con antecedentes familiares
psiquiátricos y referencias de haber sido siempre nervioso, inseguro, inestable e
hiperactivo. Recibió tratamiento psiquiátrico previo en 2 ocasiones con atención
ambulatoria durante 2 o 3 meses en cada una. El primer cuadro fue a los 24 años,
que coincidió con su divorcio, y el segundo a los 28 años cuando presentó dificul-
tades en su adaptación laboral; el motivo de consulta actual es intranquilidad y
desesperación.
Refiere que hace 2 meses comenzó a notar dificultad para conciliar el sueño y
que se irrita fácilmente; con posterioridad apreció, en ocasiones, palpitaciones y
sensación de opresión precordial, así como molestias digestivas, sudoración im-
portante en regiones palmares y tiene además la desagradable impresión de que
recibirá una mala noticia. Hace tres días notó súbitamente falta de aire, opresión
precordial y un temor impreciso con la sensación de muerte inminente, por lo que
fue conducido a un cuerpo de guardia, donde le administraron diazepam 10 mg
por vía intramuscular y le aconsejaron que fuera a un psiquiatra.
En la entrevista se observa un paciente intranquilo que habla con rapidez y ma-
nifiesta su preocupación de que pueda enloquecer, ya que considera que está
perdiendo el control. Como contingencia ambiental se evidencian dificultades in-
terpersonales con su suegra en casa de la cual reside.
Discusión: debe destacarse la evidencia de una personalidad con dificultades para
enfrentar los problemas, su propensión a la ansiedad y las manifestaciones sub-
jetivas y objetivas angustiosas, que típicamente llevan a consulta por temor a en-
loquecer. Nótese lo impreciso del comienzo del cuadro, así como la característica
insidiosa de la noxa interpersonal.
Diagnóstico presuntivo: este paciente presenta un síndrome afectivo ansioso y,
nosográficamente, un trastorno de ansiedad generalizada. Se recoge también en
la historia un episodio de trastorno de pánico —crisis aguda de ansiedad— por el
que fue asistido en el cuerpo de guardia.
Conducta del médico general. En estos casos, la atención del médico general puede produ-
cirse durante una crisis aguda o durante otra etapa evolutiva. En la primera, la actitud serena del
médico, trasmisora de confianza al enfermo y la rápida administración de un fármaco parenteral
de efecto ansiolítico, inmediatamente después de realizado el diagnóstico, resuelven el cuadro
sobreagudo y permiten, con posterioridad, la comunicación de los problemas que subyacen.
En los cuadros de ansiedad descritos, el fármaco más utilizado en los casos más agudos es
el diazepam de 10 mg por vía intramuscular o, en los sobreagudos, por vía intravenosa, siempre
que se trate de la presentación farmacológica específica para esa vía de administración. También
puede indicarse la clorpromacina de 25 mg sola o asociada a benadrilina de 20 mg, mezcladas en
la misma jeringuilla, por vía intramuscular.
El tratamiento fuera de la situación de crisis se fundamentará en una relación médico-pa-
ciente del tipo de participación mutua, en la que se examinarán los problemas del enfermo y se
utilizarán recursos persuasivos de apoyo, información, sugestión e inspiración, así como orienta-
ción y relajación.
176 Manual de Psiquiatría
Los psicofármacos que se deben utilizar en esta etapa serán los tranquilizantes en dosis mo-
deradas, con el método siguiente: diazepam, 1 tableta de 5 mg antes del desayuno, del almuerzo
y a las 9:00 p.m., o clordiazepóxido, 1 tableta de 10 mg en igual horario o alprazolam, 1 tableta
de 0,50 mg administrada de igual forma.
La elección del fármaco será valorada en cada paciente, aunque su frecuencia de utilización
sigue el orden de exposición. También podrán seleccionarse otros tranquilizantes del grupo de
las benzodiacepinas. Los cuadros de pánico responden también a los bloqueadores selectivos de
la recaptación de serotonina, como la sertralina y sus similares, y a los inhibidores de la monoa-
minoxidasa de segunda generación, para lo que se remite al estudiante a consultar las tablas que
aparecen en el capítulo 22, referido al uso de psicofármacos.
Trastorno obsesivo compulsivo
En este trastorno (TOC) suele destacarse una tríada clásica integrada por ideas obsesivas,
compulsiones y dudas obsesivas. Estos síntomas tienen un marcado carácter egodistónico, ex-
presado clínicamente por el rechazo que el paciente les hace, y la conservación de la crítica de
su absurdidad, lo que a su vez le ocasiona intenso sufrimiento y también serias limitaciones en
su desenvolvimiento cotidiano. La denominación obsesiva se refiere a las manifestaciones a nivel
del pensamiento, que pueden presentar infinidad de modalidades, tales como: rumiar recuer-
dos, hacer cálculos aritméticos innecesarios, descomponer palabras en sílabas, repetir tonadillas
o representaciones angustiosas. La calificación compulsiva se refiere a las manifestaciones con-
ductuales: leer las placas de los automóviles, lavarse continuamente las manos, tocar objetos
o realizar rituales complejos, como comprobar que todos los adornos de la casa están en una
determinada orientación antes de ir a trabajar. Con frecuencia se asocian ideas fóbicas y habi-
tualmente se manifiesta la duda obsesiva que lleva al paciente a cerciorarse, en varias ocasiones
sucesivas, si ha cerrado una puerta, apagado la luz, o cerrado la llave del gas.
Los síntomas obsesivo-compulsivos propios de este trastorno deben diferenciarse de los que
aparecen en otros trastornos neuróticos, fundamentalmente las fobias, así como de algunos cua-
dros depresivos, otros de base orgánica y la esquizofrenia comenzante. También se deben tener
en cuenta que en ciertos contextos culturales la presencia de un pensamiento “mágico” puede
entremezclarse con manifestaciones obsesivas. (Colectivo de autores, 2008).
La tendencia actual es a considerar el TOC como una enfermedad separada del grupo de los
trastornos neuróticos aquí incluidos, teniendo en cuenta, entre otros factores, su complejidad
sintomática y la respuesta a la terapéutica, nuevas y continuas hipótesis etiopatogénicas y la
frecuente asociación con otros trastornos. Un ejemplo se muestra en la historia clínica siguiente:
H. C. no. 3. Jorge, 28 años, soltero, barbero, décimo grado, sin antecedentes psi-
quiátricos familiares y con referencias de haber sido siempre “matraquilloso”,
exigente, muy preocupado por la limpieza y el orden. Se describe como poco tole-
rante a las frustraciones, detallista y perfeccionista. En su trabajo lo critican por su
excesiva preocupación por mantener en el mismo orden sus utensilios de trabajo.
Ha sido tratado en 2 ocasiones anteriores por cuadros similares al actual, que se
resolvieron en consulta especializada.
En esta ocasión refiere que desde hace 13 días comenzó a tener nuevamente re-
presentaciones mentales que lo angustian, en las que se ve teniendo relaciones
homosexuales con su hermano. Pese a reconocer lo absurdo de este pensamien-
to, no puede alejarlo de su mente y cuanto más trata de evitarlo, lejos de atenuar-
lo, aprecia que se incrementa su intensidad y su angustia acompañante. Él sabe
que no existe fundamento alguno para esta preocupación, pero le tortura hasta
el punto de afectar notablemente su vida laboral y familiar, pues durante sus rela-
ciones sexuales con la esposa nota que cuando le asalta dicha representación, se
interrumpe la erección.
Capítulo 13. Trastornos neuróticos 177
Trastornos disociativos
En los trastornos disociativos se agrupan diversas manifestaciones que se caracterizan por la
pérdida parcial o completa de la integración normal entre ciertos recuerdos del pasado, la con-
ciencia de la propia identidad o ciertas sensaciones inmediatas y el control de los movimientos
corporales.
Se plantea que en la mayoría de los pacientes hay una reducción o estrechamiento cualita-
tivamente selectivo del campo de la conciencia, respecto a determinados fenómenos o situa-
ciones que tienen una importancia emocionalmente significativa para el paciente (Colectivo de
autores, 2008).
Entre las formas clínicas de los trastornos disociativos se describen las siguientes:
–– Amnesia disociativa de carácter parcial o selectiva.
–– Fuga disociativa, que se expresa por amnesia, alejamiento del lugar de residencia con mante-
nimiento del aseo, hábitos alimentarios, etcétera.
–– Estupor disociativo.
–– Trastornos de trance y posesión; aquí se pueden describir las denominadas personalidades
múltiples y la pérdida temporal del sentido de la identidad personal y de la plena conciencia
del entorno (fuera del contexto de ceremonias religiosas).
178 Manual de Psiquiatría
Se debe establecer el diagnóstico diferencial de los cuadros anteriores, con los trastornos or-
gánicos de la memoria, la epilepsia del lóbulo temporal, los otros tres tipos de estupores es-
tudiados en los capítulos anteriores, los trastornos psicóticos agudos y transitorios, y el trance
religioso normal en personas practicantes de determinadas ceremonias propias de sus creen-
cias.
–– Trastornos disociativos de la motilidad voluntaria y de la sensibilidad. Los primeros están re-
lacionados con la pérdida de la integración de la motilidad, donde se presentan parálisis, afo-
nías, calambres pseudoconvulsiones o ataques. Los segundos están vinculados a la pérdida
de la integración de lo sensorial y la sensibilidad, presentándose parestesias, hipoestesias,
anestesias, pérdida de la visión, del gusto y del tacto. Es obvio que en estos cuadros la explo-
ración física neurológica permite descartar cualquier signo de focalización objetiva que sirva
de base al trastorno.
–– Otro cuadro disociativo específico se conoce como pseudodemencia o síndrome de Ganser, y
se presenta en situaciones altamente estresantes, por ejemplo, donde una afección psiquiá-
trica severa eximiría al sujeto de responsabilidades generalmente penales. En estos casos el
paciente ofrece respuestas erróneas, aunque sugieren que comprende lo que se le pregunta
para mantener un diálogo relativamente productivo, lo que se conoce como pararrespuestas.
Conducta del médico general: el diagnóstico en este caso es fácil por los antecedentes y
las características muy definidas del cuadro clínico, también se obtiene el dato de su evolución
breve y pronóstico favorable en episodios anteriores. El médico general aislará temporalmente
a la paciente de sus acompañantes, y en entrevista individual le hará conocer la relación entre
sus emociones y el síntoma presente, así como la benignidad de este. Como recurso farmacoló-
gico puede indicarse el diazepam, 1 ámpula de 10 mg por vía intramuscular; en años anteriores
algunos psiquiatras indicaban como alternativa el sulfato de magnesio al 10 % en administración
intravenosa lenta, para utilizarlo como recurso auxiliar de la sugestión indirecta, mediante la
información de que el calor producido por el fármaco expresa que está devolviendo la movilidad
al miembro afectado
Lo más trascendental es la actitud segura del médico y evitar, a toda costa, las manifestacio-
nes de subvaloración y mucho menos de hostilidad, toda vez que, como se refirió anteriormente,
no debe confundirse jamás este trastorno con la simulación. Cuando el caso no se resuelve de
inmediato y siempre que el diagnóstico sea seguro, el médico podrá informar al paciente y sus
familiares que el tratamiento ambulatorio que se orienta resolverá en su totalidad el cuadro en
los próximos días, atenuando así la angustia de los familiares que siempre reclamarán la atención
urgente. La evolución en estos casos define si es necesaria la remisión al medio especializado,
circunstancia habitualmente excepcional. La terapéutica será sintomática y tendrá en cuenta el
control de la ansiedad subyacente pese a su enmascaramiento clínico. Como método: diazepam,
1 tableta de 5 mg en el desayuno, el almuerzo y a las 10:00 p.m. En las consultas siguientes se
discutirán los problemas básicos relacionados con la crisis actual, aunque el médico general de-
limitará siempre hasta dónde deben llegar sus esfuerzos, sin pretender cambios sustanciales en
la personalidad básica.
Trastorno neurasténico
Este trastorno presenta cansancio o fatiga psíquica desproporcionada al esfuerzo mental rea-
lizado, con dificultad para relajarse o recuperarse luego de un descanso normal, problemas para
concentrar la atención con la consiguiente hipomnesia, irritabilidad, hiperestesia auditiva, mo-
lestias y dolores musculares, vértigos, cefaleas de tensión, ansiedad, dispepsia y trastornos del
sueño y disfunciones sexuales diversas. Debe diferenciarse por la presencia de similitudes con
las enfermedades somáticas, los trastornos de adaptación y el comienzo de entidades como las
demencias y la esquizofrenia.
Este diagnóstico se ubica en otros trastornos de ansiedad y solo se utiliza en aquellos pa-
cientes en los que coexisten, con igual intensidad, síntomas ansiosos y de depresión, por lo que
resulta muy difícil evaluarlos por separado. Los síntomas depresivos no deben ser moderados o
severos (Colectivo de autores, 2008).
180 Manual de Psiquiatría
Evolución y pronóstico
La evolución habitual es hacia la cronicidad, con etapas de atenuación y exacerbación de los
síntomas, que se expresan, en el período de estado, por las dificultades que ocasiona la endeblez
de la personalidad, y en los períodos de crisis, por los diferentes síndromes antes discutidos,
según las formas clínicas.
El pronóstico de las crisis es, por lo general, bueno, lo que permite el tratamiento en primera
línea de asistencia por el médico general. Aunque no afectan en forma intensa la adaptación
creadora al medio, pueden ser habitualmente determinantes de una alta inconsistencia laboral y
relaciones perturbadas consigo mismo y con los demás.
Diagnóstico
La endeblez y fragilidad de la personalidad básica, la existencia de contingencias moderadas
y la presencia de ansiedad en su manifestación directa o indirecta, así como los antecedentes del
sujeto, hacen el diagnóstico positivo.
En lo referente al diagnóstico diferencial se señala que el médico general tomará en cuenta
los indicadores que aparecen en la tabla 13.1 para diferenciar los trastornos neuróticos de los
trastornos psicóticos, estudiados en capítulos anteriores.
TABLA 13.1. Indicadores para diferenciar los trastornos neuróticos de los psicóticos
Indicadores Trastornos neuróticos Trastornos psicóticos
Crítica de la enfermedad Presente Ausente
Naturaleza de los cambios Cuantitativos Cualitativos
Afectación de las esferas psíquicas Predomina la afectiva Difusa
Afectación de la adaptación Moderada Intensa
creadora
Tratamiento curativo
Se emplean los recursos siguientes:
–– Recursos biológicos. Se utilizan con preferencia los ansiolíticos y los antidepresivos tricíclicos,
aunque en algunos casos puede usarse la trifluoperacina, en dosis de 1 mg en el desayuno, el
almuerzo y a las 10:00 p.m., o la clorpromacina de 25 mg en el desayuno, el almuerzo y a las
10:00 p.m., en los trastornos de ansiedad resistentes a la terapéutica habitual (se remite al es-
tudiante a revisar las tablas correspondientes a los ansiolíticos y antidepresivos que aparecen
en el capítulo 22).
–– Recursos psicológicos. La relación médico-paciente del tipo participación mutua permitirá el
uso de recursos psicoterapéuticos al alcance del médico general.
–– Recursos sociales. El cambio del medio con orientaciones familiares y laborales, podrá ser
utilizado, y se tendrá siempre presente el riesgo de iatrogenia con indicaciones de reposo que
transmiten mensajes de invalidez muy nocivos en estos pacientes.
Tratamiento rehabilitatorio
Los casos muy severos, sobre todo algunas formas poco frecuentes de trastornos obsesi-
vo-compulsivos, requieren ayuda de rehabilitación.
El objetivo del tratamiento será más ambicioso y se pretenderá que, además del control de
los cuadros neuróticos agudos, se modifiquen aspectos de la personalidad básica superando
condicionamientos anormales por diferentes vías. Los aspectos preventivos antes descritos son
también responsabilidad especializada.
Entre los recursos a este nivel se incorporan otras combinaciones farmacológicas y moda-
lidades de la medicina natural y tradicional, como por ejemplo, la acupuntura. Se desarrollan
distintas variantes de psicoterapia con proyecciones reeducativas o reconstructivas y se utilizan
los recursos sociales comunitarios.
Valoración de remisión
Trastornos relacionados
con situaciones estresantes
Características generales
Estos cuadros son de naturaleza excepcional, toda vez que se presentan en situaciones poco
frecuentes, tales como catástrofes naturales, accidentes de gran magnitud, guerras, atracos, vio-
laciones u otras circunstancias capaces de superar el umbral de tolerancia a tensiones existentes
en sujetos normales y en un entorno sociocultural determinado. Se expresan clínicamente con
múltiples variantes, aunque las más características son las manifestaciones ruidosas con toma de
conciencia (cuadros disociativos) y los cuadros de agitación psicomotriz.
Un elemento de notable valor diagnóstico es la repetición de la vivencia durante sueños
muy vívidos, que hacen que el sujeto despierte angustiado. Además, el paciente suele evitar los
pensamientos, sentimientos y situaciones que le recuerdan el evento traumático. Su duración es
generalmente muy breve, de horas o cuando más pocos días. Por la agudeza y relevancia del cua-
dro, carece de riesgos suicidas, aunque en situaciones bélicas y bajo toma de conciencia pueden
manifestarse conductas que implican notable peligro de muerte (Arietti, 1974; Kaplan, 2015).
H. C. no. 1. Reynaldo, 36 años, casado, tornero, sin antecedentes psiquiátricos
familiares ni personales. Es asistido en el cuerpo de guardia psiquiátrico luego de
ser rescatado de un hotel incendiado, donde tuvo un comportamiento heroico
que facilitó la evacuación de varías mujeres y niños. Al ser interrogado, descono-
ció sus datos de identidad personal.
Se evidenció un cuadro de afectación de conciencia que desapareció luego de la
administración intramuscular de diazepam de 10 mg; con posterioridad refirió en
la consulta de control evolutivo que pese a sentirse bien, con frecuencia desperta-
ba en la noche por pesadillas que repetían la experiencia traumática.
Discusión: se aprecia la magnitud de la contingencia enfrentada y podrá valorarse
que la mayoría de las personas expuestas a esta experiencia presentarían algún
tipo de manifestación psicopatológica más o menos ruidosa. Este aspecto preci-
samente, es el más valioso para diagnosticar una reacción ante estrés agudo, ya
que el cuadro clínico en sí puede ser poco orientador, pues se presentan indistin-
tamente cuadros de pánico, estupor, afectación de conciencia o agitación.
Conducta del médico general
Además de una relación positiva transmisora de segundad y comprensión, los recursos más uti-
lizados son el diazepam por vía intramuscular o intravenosa en dosis de 10 mg o la administración
por vía intramuscular de clorpromacina de 25 mg, mezclada en la misma jeringuilla con benadrilina
de 20 mg. Superado el cuadro agudo es frecuente la indicación, por unos pocos días, de un tranqui-
lizante oral que puede ser diazepam de 5 mg, clordiazepóxido de 10 mg o alprazolam de 0,50 mg,
en dosis de 1/2 a 1 tableta, en el desayuno, el almuerzo y la comida, del fármaco elegido.
Trastorno de adaptación
Es una afección de nivel neurótico, provocada por contingencias que no tienen la trascen-
dencia de las valoradas en las reacciones a estrés agudo o trastornos de estrés postraumático,
pues se trata de cambios biográficos significativos o eventos vitales no catastróficos, pero dichos
factores precipitantes se vinculan estrechamente con las manifestaciones psicopatológicas.
Características generales
Estos cuadros son los más frecuentes en el orden de concurrencia al médico general y apare-
cen ante acontecimientos como fallecimientos o separación de seres queridos, pérdidas signifi-
cativas materiales o morales y emigración. Se establecen en sujetos sin evidencias de afecciones
psiquiátricas y tienen, por tanto, autonomía clínica en relación con los trastornos de personali-
dad, trastornos neuróticos y retraso mental, con los que hay que hacer el diagnóstico diferencial
en sus etapas de agudización o descompensación.
Las manifestaciones psicopatológicas pueden adoptar la forma depresiva, ansiosa, mixta an-
siosa-depresiva o asténica y, con menos frecuencia, la de alguna afectación de conducta, sobre
todo en adolescentes y niños. En estos últimos pueden aparecer síntomas como enuresis y chu-
parse el pulgar.
La duración del cuadro es breve y la mayoría no sobrepasa los 3 meses. De todas formas,
cuando la evolución, pese al tratamiento adecuado, supere los 2 años, el diagnóstico debe ser
modificado a trastorno neurótico (por ejemplo, trastorno de ansiedad generalizado, fobias, y
otros) o trastorno de la personalidad. Lo más frecuente es la recuperación total, bajo la orienta-
ción de un médico general con una actitud positiva hacia la relación de ayuda.
H. C. no. 2. Rafael, 38 años, mecánico automotriz, décimo grado, sin antecedentes
psiquiátricos familiares ni personales. La familia lo describe antes de su afección
como muy sociable, trabajador y maduro. Últimamente, sin embargo, luego de la
muerte accidental de su hijo menor, se le ha notado triste, irritable, su apetito ha
disminuido y ha bajado 10 libras en el pasado mes. Despierta de madrugada y no
logra conciliar el sueño. En la entrevista refiere que piensa con frecuencia en su
hijo y le angustia la idea de que el accidente pudo haberse evitado. Reconoce que
el cuadro psicopatológico se instaló inmediatamente después del deceso.
Discusión: aquí puede apreciarse que la trascendencia de la contingencia carece
del carácter excepcional de la presente en los cuadros anteriores.
Valoración sindrómica: síndrome afectivo depresivo de nivel neurótico.
Diagnóstico presuntivo: trastorno de adaptación en su variante depresiva.
Formas clínicas
Pueden manifestarse las formas ansiosas, depresivas y mixtas, pero es muy frecuente la neu-
rasteniforme, y la caracterizada por trastornos de tipo disocial que es común en los adolescentes.
Diagnóstico
La anamnesis detallada, al permitir vincular la contingencia ambiental con la instalación del
cuadro y el contenido ideativo, posibilita establecer, junto con la referencia de características
prácticamente normales en la personalidad premórbida, el diagnóstico positivo. La diferenciación
con los trastornos neuróticos se hace porque en estos existe la característica endeblez de la
186 Manual de psiquiatría
TABLA 14.1. Indicadores para diferenciar los trastornos neuróticos de las reacciones al estrés grave y
los trastornos de adaptación
Trastornos somatomorfos
Según la intensidad y calidad de los factores que interactúan, el trastorno determinado será
de tipo funcional o podrá ser expresado por cambios estructurales manifiestos, como ocurre, por
ejemplo, en la úlcera duodenal.
La aparición de flictenas inducidas por la sugestión hipnótica de que se aplica un cigarrillo en
la piel, y las lesiones típicas de personas muy sugestionables identificadas con los sufrimientos
de Cristo —los otrora nombrados estigmatizados por la fe— son expresiones muy objetivas de
las potencialidades patógenas de esta interacción psiquis-soma determinante de las afecciones
psicosomáticas, de la misma forma que la ansiedad acompañante del hipertiroidismo expresa la
repercusión somato-psíquica.
Capítulo 15. Trastornos somatomorfos 189
enfermedad física, ni los efectos directos de una sustancia con efecto sistémico, ni otro trastor-
no mental. Los síntomas ocasionan ansiedad importante, deterioro significativo en las áreas de
funcionamiento social o laboral y no se encuentran bajo control voluntario del paciente, ni son
intencionales. Otra característica es la significativa demanda de atención por parte del paciente,
quien se resiste a aceptar la ausencia de una causa corporal de sus malestares y menos la rela-
ción con conflictos psicológicos.
Por todo lo expuesto, la profunda convicción del paciente de padecer una afección no diag-
nosticada, la vehemencia con que expresa sus síntomas y frustraciones, así como sus demandas
irracionales hacen muy compleja la relación médico-paciente y, por otra parte, representan un
alto costo económico y social para los sistemas de salud (Colectivo de autores, 2008).
Se describen varios subtipos en esta categoría: trastorno de somatización; trastorno somato-
morfo indiferenciado, trastorno hipocondriaco, disfunción vegetativa somatomorfa y trastorno
de dolor somatomorfo persistente (Alarcón, 2012; Colectivo de autores, 2008; Kaplan, 2015).
Trastorno de somatización
También denominado trastorno de quejas múltiples y síndrome de Briquet. El énfasis de las
preocupaciones del paciente está centrado en el alivio de los malestares y el tratamiento, en re-
cibir medicinas que nunca tienen efecto y no en el significado de una verdadera enfermedad de
base. Estas quejas y las actitudes y los comportamientos del paciente con relación a estas, afec-
tan notablemente su calidad de vida al producir cierto grado de deterioro del funcionamiento
social y familiar; y es frecuente la asociación con síntomas de depresión y ansiedad.
La expresión clínica de este trastorno es variada y se integra por síntomas gastrointestinales,
como náuseas, vómitos, dolor abdominal y flatulencia; síntomas dolorosos en las extremidades,
la espalda, las rodillas y durante la micción; síntomas cardiovasculares, como palpitaciones, falta
de aire y dolor precordial; síntomas pseudoneurológicos, como amnesia, dificultad para deglutir,
pérdida de la voz, sordera, visión borrosa, ceguera, desmayos y dificultades de la marcha; y sínto-
mas sexuales, como indiferencia, dolor coital, disfunciones, trastornos menstruales, hiperemesis
gravídica.
Estos síntomas están presentes durante varios años antes de llegar al psiquiatra y su atención
ha sido preferentemente por el médico general y el internista, que han agotado sus posibilidades
diagnósticas. Hay notable resistencia para aceptar la naturaleza psicógena del cuadro por parte
del paciente, existiendo una negativa persistente a consentir en la explicación no orgánica de sus
síntomas.
Debe diferenciarse esta entidad de los verdaderos trastornos somáticos, así como de otros
trastornos psiquiátricos, como los depresivo y ansioso, el hipocondriaco, los disociativos de la
motilidad voluntaria y de la sensibilidad, los delirantes y los de personalidad histriónica.
Trastorno hipocondriaco
Es parecido al trastorno de somatización, pero la preocupación del paciente no está centra-
da en los síntomas, sino en la idea que pueda padecer una o varias enfermedades graves que
supone explican dichos síntomas e incluso puede identificar la enfermedad por su nombre. No
se logra convencer al paciente de que no tiene la enfermedad y en ocasiones el tema puede
cambiar hacia otra enfermedad (Colectivo de autores, 2008). El ejemplo siguiente ilustra las ca-
racterísticas de esta entidad.
Capítulo 15. Trastornos somatomorfos 191
Siguiendo los criterios de la CIE-10, solo se considerarán como trastornos somatomorfos los
cuadros en los que no existan lesiones estructurales, sino disfunciones fisiológicas de origen psi-
cógeno que se denominan, según el órgano o sistema detectado:
–– Del corazón y sistema cardiovascular: neurosis cardiaca y astenia neurocirculatoria.
–– Del tracto gastrointestinal alto: neurosis gástrica, aerofagia psicógena, hipo, dispepsia y píloro
espasmo psicógeno.
192 Manual de psiquiatría
–– Del tracto gastrointestinal bajo: flatulencia, meteorismo, colon irritable y diarreas psicógenas.
–– Del sistema respiratorio: hiperventilación psicógena y tos psicógena.
–– Del sistema urogenital: disuria y polaquiuria psicógena.
Como se explicó al inicio de este capítulo, la CIE-10 y, por consiguiente, también la adaptación
cubana de su capítulo 5 correspondiente al Tercer glosario cubano de psiquiatría, describen des-
pués de los trastornos somatomorfos, y con un código aparte numerado como F-54, una catego-
ría que permite dejar constancia de la influencia de factores de tipo psicológico, en la génesis de
enfermedades médicas no psiquiátricas, y que denomina “Factores Psicológicos y del Comporta-
miento en Trastornos o Enfermedades Clasificados en Otro Lugar” (Colectivo de autores, 2008).
Es decir, se trata de las enfermedades no clasificadas como trastornos psiquiátricos, donde
sí se evidencian alteraciones estructurales en un “órgano de choque” del cuerpo humano, y son
precisamente esas alteraciones, ante el papel relevante que pueden desempeñar los factores
psicosociales como factores patogénicos, las que guiaron por consenso a separarlos conceptual-
mente de los trastornos somatomorfos según fueron descritos. Solo un estudio integral minucio-
so permite establecer el criterio de la importancia de esos factores psicosociales, cuando están
presentes en los pacientes portadores de las referidas enfermedades (Comité de Expertos de la
OMS, 1993; Kaplan, 2007).
194 Manual de psiquiatría
A continuación se exponen dos ejemplos de casos clínicos de asma bronquial que pueden
ayudar a una mejor comprensión de todo lo antes expuesto:
H. C. no. 4. Rolando, 32 años, casado, mecánico industrial, duodécimo grado, con
antecedentes de que ambos padres fueron asmáticos y que varios tíos padecie-
ron cuadros alérgicos severos como eczema y rinitis. Su primera crisis asmática
ocurrió a los 6 meses de nacido y desde entonces las crisis han aparecido ante
los cambios atmosféricos y en las etapas en que en su medio incrementa el nivel
de alérgenos vegetales. Sus crisis son independientes de situaciones de tensión y
tampoco se han modificado durante las etapas en que ha presentado depresión
o ansiedad.
H. C. no. 5. Reina, 40 años, soltera, dependienta de tienda, octavo grado, sin ante-
cedentes familiares alérgicos y con referencias de un desarrollo normal sin estig-
mas alérgicos. Su primera crisis asmática apareció el día en que falleció su madre y
desde entonces los cuadros coinciden con situaciones ambientales determinantes
de depresión o ansiedad. No guardan relación con los cambios climáticos ni con
las etapas de alérgenos, y mejoran notablemente con tratamiento antidepresivo
o ansiolítico.
Como puede apreciarse, en el primer caso los factores patogénicos más significativos son aje-
nos a los psicosociales, en tanto que en el segundo, estos últimos son los más trascendentales;
este es un caso típico de asma “psicofisiológica o psicosomática”, y solo esta variante se puede
incluir en la categoría de factores psicológicos y del comportamiento en trastornos o enfermeda-
des clasificados en otro lugar.
Una vez diferenciados estos cuadros de aquellos con otra patogenia dentro de la misma ca-
tegoría clínica, se pasara a diferenciarlos de las manifestaciones vegetativas que acompañan los
trastornos de ansiedad generalizada y se verá que en dicha entidad los síntomas son difusos y
abarcan, simultáneamente, diferentes aparatos y sistemas, en tanto que los cuadros que se co-
mentan aquí son, por definición, localizados.
Por otra parte, en el caso de la ansiedad, los síntomas tienen “ropaje” psiquiátrico, en tanto
que el síntoma más ruidoso es somático. Finalmente, los trastornos de ansiedad no pueden con-
ducir a cambios estructurales y estos cuadros sí (Comité de Expertos de la OMS, 1993; Colectivo
de autores, 2008).
El diagnóstico diferencial con algunas manifestaciones vegetativas y osteomusculares de los
trastornos disociativos se hace cuando se precisa la personalidad premórbida histriónica, se de-
fine la ganancia existente y se aprecia la “bella indiferencia” que se contrapone a la ansiedad
acompañante de los cuadros psicofisiológicos.
Es necesario insistir en que no todos los ulcerosos, anginosos, migrañosos y asmáticos, ni los
pacientes con colitis ulcerativa, dermatitis y urticaria caen en esta categoría diagnóstica, sino solo
aquellos donde exista evidencia plena de la significación relevante de los factores psicosociales
(González, R., 2005).
Estas afecciones se caracterizan por la expresión somática predominante, lo que determina
la concurrencia al médico general o al especialista no psiquiatra. La presencia concomitante de
ansiedad y la localización de los síntomas en un órgano, aparato o sistema, perfilan el cuadro
clínico de estas entidades.
A continuación se relacionan algunas de las enfermedades más conocidas y frecuentes don-
de se pueden presentar estos factores psicosociales relevantes en su patogenia, agrupadas por
aparatos o sistemas:
–– Aparato cardiovascular: angina, arritmias, hipertensión arterial y enfermedad coronaria
–– Sistema nervioso: migraña.
Capítulo 15. Trastornos somatomorfos 195
Una vez valoradas las especificidades de los trastornos somatomorfos y las últimas categorías
descritas, se plantearán en conjunto el pronóstico, la evolución y el tratamiento.
Evolución y pronóstico
La evolución tiende a la cronicidad con brotes de agudización en forma similar a la descrita
en los trastornos neuróticos. El pronóstico está considerado en una posición intermedia entre
dichos trastornos y los psicóticos; este pronóstico mejora cuando el paciente es atendido a tem-
prana edad y también cuando no existen aún alteraciones estructurales.
Tratamiento curativo
Se emplearán los recursos siguientes:
–– Recursos biológicos: un principio es la asociación de los recursos farmacológicos convenciona-
les indicados para la manifestación somática y los psicofármacos orientados para controlar la
ansiedad y, a veces, la depresión acompañante. Actualmente, el sulpiride en dosis de 50 mg,
2 o 3 veces al día, es el fármaco de más uso en los trastornos digestivos. Igual ocurre con la
amitriptilina que, además de su potente efecto vagolítico que la hace recomendable en estos
casos, es también útil en el asma “psicofisiopatológica” por su efecto broncodilatador, aunque
puede resecar las secreciones. Los tranquilizantes del tipo del diazepam y clordiazepóxido
también pueden ser la elección para el control de la ansiedad. En los pacientes con afeccio-
nes cardiovasculares se preferirán los antidepresivos de segunda generación y tranquilizantes
como el alprazolam o la buspirona.
–– Recursos psicológicos: la relación médico-paciente del tipo participación mutua es fundamen-
tal, y la discusión de los problemas básicos resulta esencial. El médico utilizará todos los re-
cursos psicoterapéuticos a su alcance en la relación de ayuda y recordará siempre al notable
efecto inespecífico de una buena relación con el paciente y sus familiares. Las técnicas de
relajación son también una indicación de gran utilidad.
–– Recursos sociales: el examen del medio laboral y familiar estará siempre en primera línea
en aquellos casos en los que el cuadro esté determinado por contingencias ambientales no
resueltas.
196 Manual de psiquiatría
Tratamiento rehabilitatorio
Los casos cuya severidad implique la necesidad de medidas de rehabilitación serán valorados
en la comisión de peritaje médico-laboral y se orientarán las medidas pertinentes.
Valoración de remisión
Solo se valorarán en interconsulta psiquiátrica los casos con evolución tórpida o los que el
médico general presente dudas diagnósticas o terapéuticas. La remisión al medio especializado
será excepcional, ya que la mayoría de los casos no la necesita. Estas son precisamente las afec-
ciones que ponen más a prueba las habilidades del médico general integral.
Capítulo 16
Los trastornos que se tratarán en este capítulo se incluyen en el Tercer glosario cubano de psi-
quiatría, dentro de un amplio grupo de síndromes del comportamiento asociados con disfuncio-
nes fisiológicas y factores somáticos. Dado los objetivos de este texto, aquí solo se considerarán
los trastornos relacionados con las necesidades de alimentación y de sueño.
Bulimia nerviosa
En este caso se aprecia una preocupación constante por la comida, con serias limitaciones en
el control de impulsos ante esta, expresados por una ingestión exagerada de alimentos, aunque
existe la referida preocupación por parte del paciente, que trata de contrarrestar el efecto de su
consumo alimentario con medidas tales como los vómitos autoprovocados —que en muchos ca-
sos determinan callosidades en la mano utilizada para provocar el reflejo nauseoso—, ingestión
de laxantes, productos anorexígenos y realización de ejercicios físicos excesivos. Aquí está tam-
bién presente el componente dismorfofóbico, ya que existe una constante autobservación con
criterios muy rígidos que establecen niveles de peso muy inferiores a los que corresponden con
su edad y talla. En algunos casos existen antecedentes de manifestaciones de anorexia nerviosa.
Existen otras variantes intermedias entre los 2 cuadros descritos, pero poco frecuentes y que
rebasan los objetivos de este texto, por lo que se obvian en este capítulo.
En resumen, se plantea que en la anorexia y la bulimia nerviosas, hay una compleja interacción
de factores biológicos (hormonales y neurofisiológicos entre otros), psicológicos y socioculturales,
que favorecen su aparición. El análisis terapéutico de estos es complejo y requiere de equipos
multidisciplinarios, con un pronóstico que suele ser reservado en muchos casos, y en la anorexia
nerviosa lleva a algunos a la muerte. No obstante, la labor preventiva del médico general se pone
de manifiesto a partir de la promoción y la educación para la salud sobre estilos de vida saludables
en cuanto a dieta y ejercicios, al desarrollo de habilidades para la vida que incluyan el fortalecimien-
to de la identidad personal y un nivel adecuado de autoestima, así como la capacidad individual de
ser asertivos y tomar decisiones que permitan a los adolescentes y jóvenes hacer frente a presiones
grupales y socioculturales que puedan resultar nocivas para su salud.
Disomnias
Insomnio
Las quejas acerca de la dificultad para conciliar el sueño y mantenerlo, o sobre su carácter
no reparador, tienen una frecuente incidencia y prevalencia en todos los grupos etarios, aunque
aumentan en la tercera edad. Para catalogar a un paciente como insomne es necesario que sus
dificultades se manifiesten, al menos, 3 veces a la semana durante por lo menos 1 mes y que
exista una preocupación importante sobre esa problemática, así como malestar general que en
algún grado disminuye el rendimiento integral del sujeto.
El insomnio vespertino (temprano), en general se ve en los cuadros ansiosos y expresa la
dificultad para lograr la inhibición implícita en el sueño en un sistema nervioso anormalmente
excitado por la afección subyacente, en tanto que el insomnio matutino (tardío), por el contrario,
Capítulo 16. Trastornos de la conducta alimentaria y del sueño 199
se vincula más típicamente con la depresión y en cierto grado con algún desfasamiento del
ritmo; de ahí el dormirse temprano —debido a la inhibición depresiva— pero despertarse 2 o
3 h antes de lo habitual, con la consiguiente angustia. Es importante apreciar que temprano y
tardío, en el caso del insomnio, se refiere a la etapa del sueño que se afecta, es decir, al inicio
o a su terminación.
Finalmente, el insomnio tipo sueño interrumpido varias veces en la noche se vincula, sobre
todo, con los cuadros neurasténicos y tiene que ver con manifestaciones fásicas —intermedias
entre el dormir y la vigilia— que se producen en estos casos y popularmente referidos por los
enfermos como “un embelesamiento” en el que “escucho todo lo que ocurre”.
Hipersomnia
Este trastorno, pese a ser lo opuesto del anterior, puede presentarse por mecanismos para-
dójicos en los mismos trastornos psíquicos que los referidos. Los criterios para su diagnóstico son
similares en cuanto a tiempo de duración, intensidad y afectación productiva, y debe siempre
diferenciarse de trastornos específicos, como la narcolepsia o alguno de sus componentes, así
como de posibilidades orgánicas.
Terror nocturno
Este trastorno —descrito antes en su patogenia— es muy característico en el niño pequeño
(4 a 7 años) y constituye un motivo de consulta angustioso para los padres, quienes generalmen-
te temen que sea una manifestación temprana de algún trastorno mental, debido a la productivi-
dad alucinatoria que acompaña a este estado crepuscular. Durante este episodio, es difícil captar
la atención, calmar, o consolar al paciente, que suele despertar totalmente en forma espontánea
o por alguna estimulación, como lavarse la cara o encender una luz.
Suele comenzar con un despertar brusco, en que el paciente se sienta en la cama o se in-
corpora con manifestaciones evidentes de terror (gritos, expresión de angustia, llanto) y signos
evidentes de hiperactividad vegetativa, como por ejemplo, taquicardia, taquipnea, sudoración y
midriasis, entre otros.
La vinculación del sonambulismo, el terror nocturno y las pesadillas con situaciones de ten-
sión, son la norma en el adulto.
Pesadillas
Su ocurrencia esporádica es un fenómeno normal, sobre todo en la niñez, pero cuando por
su alta frecuencia repercuten sobre la calidad del sueño y crean un malestar significativo en el
paciente, constituyen un trastorno.
Las pesadillas consisten en sueños con una alta carga emocional egodistónica, que aparecen
en cualquier etapa del sueño, aunque preferentemente en la segunda mitad de este y dentro
de la fase de movimientos oculares rápidos. El paciente suele ser despertado por la experiencia
onírica; recobra, casi de inmediato, sus funciones de integración y puede relatar con detalles el
sueño que tuvo.
La pesadilla se diferencia del terror nocturno por su menor expresividad clínica, por la posibi-
lidad de recordar su contenido y por su aparición en cualquier etapa del sueño y no en su tercio
inicial, como ocurre con los restantes trastornos de este grupo. También hay que diferenciar el
trastorno aquí descrito, de síntomas consecutivos a un trastorno de estrés postraumático o al
consumo de sustancias psicoactivas.
La Asociación Mundial de Salud Sexual declara que el disfrute de la salud sexual y los dere-
chos sexuales son primordiales para lograr el bienestar humano y alcanzar el desarrollo sosteni-
ble; lográndose en la contemporaneidad, cambios en el enfoque médico basado en el problema,
por otro que permita reafirmar la sexualidad como parte positiva de la experiencia humana (Co-
mité de expertos del Cenesex, 2015).
En este capítulo se realiza una revisión sobre sexualidad y salud sexual con una perspectiva
de género, esbozando las particularidades en las diferentes etapas de la vida y de la respuesta se-
xual, las variantes del comportamiento sexual y los trastornos sexuales más frecuentes, así como
el tratamiento de las disfunciones sexuales (DS), especialmente en la atención primaria de salud.
Etapa prenatal
La comunicación con el feto y el afecto con que se trate, hace de la unidad madre-embaraza-
da-feto, una fuente de salud futura. Durante la etapa prenatal se describen 3 fases del desarrollo
sexual en los seres humanos:
–– Periodo cigótico o cromosómico: en el cual el óvulo es fecundado por el espermatozoide.
Cuando las células sexuales se unen forman el cigoto que puede tener los comosomas XX
(niña) o XY (varón), por lo tanto, es posible determinar si el embrión desarrollará testículos u
ovarios. Los embriones femeninos y masculinos son idénticos en un inicio y durante las prime-
ras 6 semanas de gestación no se puede distinguir el sexo del feto.
–– Periodo gonadal: sucede durante el primer mes de existencia intrauterina y aquí se empie-
zan a desarrollar los aparatos reproductores pertenecientes al embrión. Alrededor de la sexta
semana de vida del feto, se aprecia que los genes en el cromosoma Y, incluyendo uno deno-
minado SRY, provocan que la gónada se transforme en testículos. Cuando el gen SRY no esté
presente, la gónada se convierte en un ovario.
–– Periodo hormonal: dependiendo del sexo del embrión, se producirán las hormonas sexuales,
las cuales estimularán el desarrollo de los órganos sexuales. Las células de los testículos se
organizan para empezar a producir 2 hormonas: testosterona, que es masculinizante, y la in-
hibidora de los conductos de Müller. La ausencia de hormonas masculinas es lo que hace que
la diferenciación interna y externa de los genitales sea femenina. Las hormonas sexuales son
producidas a los 2 meses de embarazo.
Infancia
Este periodo, que se prolonga desde el nacimiento hasta la adolescencia, tiene como carac-
terísticas propias las siguientes:
–– La sexualidad infantil sirve de base a la sexualidad en las etapas posteriores de la vida.
–– Lo genital en esta etapa no tiene la significación que se le concede en periodos posteriores.
–– Los aspectos sociales y afectivos asociados a lo sexual tienen gran relevancia.
–– Los juegos sexuales se basan en la enorme curiosidad y la tendencia a la imitación.
–– Las expresiones de la sexualidad reflejan las necesidades del propio desarrollo.
–– El que se puedan establecer vínculos afectivos satisfactorios va a facilitar un referente para un
desarrollo armónico en la edad adulta.
–– Las preferencias sexuales no están determinadas.
–– Superar problemas como los celos permite ver el mundo de modo menos egoísta y aprender
que compartir no es perder, sino ganar.
Los niños deben obtener su educación sexual en la familia y luego darle continuidad en la es-
cuela, instruyéndoles en que nunca las relaciones sexuales deben ser coercitivas o explotadoras
y en los derechos del niño a que todos deben ser amados y cuidados. Las familias y la sociedad
se benefician cuando los niños son capaces de hablar sobre la sexualidad con sus padres u otros
adultos de confianza, lo cual los ayuda a alcanzar un desarrollo saludable.
Adolescencia
Se enmarca aproximadamente entre los 11 y los 19 años, aunque algunos la extienden hasta
los 24 años. Este periodo está plagado de cambios muy significativos. Se pueden destacar los
siguientes:
–– Interés por el atractivo físico del otro, por cuidar y resaltar el propio.
–– Se afianza la tendencia a la relación y al vínculo con determinadas personas.
–– Toma cuerpo la función psicológica del impulso sexual.
–– El mundo emocional busca expresarse a través de los sentidos. Aparecen conductas tendentes
a obtener placer.
–– Los cambios físicos en la adolescencia, unidos a un interés creciente por saber de sexo y, en
consecuencia, por la adquisición de conocimientos e información sobre sexualidad, hacen que
se vaya formando una nueva identidad.
Los jóvenes exploran su sexualidad como parte de un proceso natural de llegar a la madurez,
el involucrarse de manera prematura en conductas sexuales implica riesgos y deben tener acceso
a información sobre servicios de salud, la prevención del embarazo y las ITS/VIH. Es importante
que ellos puedan verse como seres únicos y valiosos dentro del contexto de su herencia cultural,
pues necesitan desarrollar sus propios valores sobre la sexualidad para volverse adultos.
Etapa adulta
Se considera entre los 20 y los 65 años. Es una época de experimentar, conocer, buscar y
profundizar en la propia expresión sexual. Se tiene conocimientos y habilidades que contribuyen
al disfrute y la salud sexual congruente con sus valores. Discrimina entre los comportamientos
sexuales que realzan su vida y los que son dañinos. Después de los 40 años, en los hombres se
acrecienta el temor a volverse impotentes, las mujeres se preocupan más por perder su atractivo
juvenil y sexual.
Climaterio y menopausia
Es una etapa particular de la adultez. La menopausia se refiere al momento que cesa la mens-
truación en la mujer, alrededor de los 50 años. Por su parte, se dice climaterio al periodo anterior
y posterior a la presentación de la menopausia, con una duración entre 5 y 15 años. El descenso
de estrógenos motiva la irregularidad y retirada de los ciclos menstruales. Aparecen sofocos,
sudación excesiva, disminución de la masa ósea y atrofia urogenital; en algunas féminas, seque-
dad vaginal, disminución del interés sexual y baja autoestima. No obstante, se hallan quienes no
reportan la totalidad de este cortejo sintomático.
En el varón próximo a los 50 años de edad, se van a producir alteraciones relacionadas con la
disminución del nivel de andrógenos y se denomina andropenia. Sin embargo, muchas personas
gozan en esta etapa de una vida sexual satisfactoria.
particularidades, así como del contexto sociocultural de su entorno. Entre las circunstancias que
pueden afectar una vida sexual placentera se tienen las siguientes:
–– Falta de pareja: la mayoría de las personas de 75 o más años de edad son viudos o viudas.
–– Carencia de privacidad: la mayoría viven en residencias o con familiares.
–– Limitación de su autonomía.
–– Dependencia del entorno.
–– Dificultad física para mantener relaciones sexuales coitales.
Fase de excitación
Los estímulos que provocan la excitación pueden ser variados: visuales, táctiles, olfativos
y por estimulación psicológica (fantasías eróticas), y pueden durar minutos u horas. Vizcaíno y
colaboradores (2014) encontraron preferencias por la estimulación táctil y tocamientos de los
genitales externos en grupos poblacionales cubanos de ambos sexos. Esta fase está activada por
el parasimpático.
En la mujer aparecen erección del clítoris, engrosamiento y aplanamiento de los labios ma-
yores y menores. Se abre el orificio externo del cerviz uterino, ocurre la vasodilatación del tercio
externo de la vagina y los genitales cogen un color intenso. Se produce la lubricación vaginal, el
206 Manual de psiquiatría
rubor en áreas de la piel y erección de los pezones. Además, suceden contracciones de músculos
voluntarios que intensifican la tensión sexual. En el hombre ocurre la erección peneana, los tes-
tículos aumentan de tamaño, se contrae el escroto y las glándulas bulbouretales secretan líquido
para limpiar la uretra. La nombrada fase de meseta es la etapa más avanzada de la excitación.
Fase orgásmica
Está activada por el simpático. Las contracciones musculares son involuntarias. En el hombre
el orgasmo es desencadenado por una sensación subjetiva de inevitabilidad eyaculatoria, segui-
da de una incontenible emisión de semen y cierre del esfínter vesical. La emisión es seguida de
contracciones rítmicas de los músculos estriados de la base del pene y al expulsar el semen se
acompañan de sensaciones placenteras.
Hay dos artículos recientes que plantean que en las mujeres el fluido de la eyaculación está
en lo que algunos autores denominan la “próstata femenina”, compuesta por las glándulas ure-
trales, parauretrales y el conducto de Skene (“Desmitificando la eyaculación femenina”, 2014 y
“Los 5 secretos sobre la desconocida eyaculación femenina”, 2017).
Fase de resolución
Se inicia un periodo refractario de duración variable (en edades mayores es más largo), donde
no se responde a los estímulos sexuales y pueden ser dolorosos de continuarlos. La mujer puede
volver a presentar otro orgasmo. No obstante, hay variaciones en este comportamiento erótico.
Malestares de la sexualidad
Los malestares de la sexualidad se caracterizan por la insatisfacción de las personas relacio-
nada con su funcionamiento sexual, género, relación de pareja o su comportamiento sexual, o
ambos, en general vinculados con sus sistemas de creencias sobre salud-enfermedad, no siempre
asociados a un desorden biológico o psicofisiológico, pero pueden traducirse como síntomas
prodrómicos de una enfermedad o como un factor de riesgo para un trastorno.
Estos malestares pueden ser motivo de consulta médica, psicológica y especializada por su
repercusión individual, en la pareja o en su entorno social. Por lo general, la primera atención es
posible brindarla a nivel comunitario por el médico de la familia y en casos necesarios se hacen
Capítulo 17. Salud sexual y disfunciones sexuales 207
Trastornos sexuales
En esta categoría se incluyen las afecciones siguientes: trastornos del desarrollo del sexo,
trastornos parafílicos y otras alteraciones del comportamiento sexual, así como las disfunciones
sexuales.
Trastornos parafílicos
Han sido denominados como parafilias, desviaciones sexuales y perversiones sexuales. Se ha
planteado por algunos autores que se caracterizan por impulsos, fantasías o comportamientos
sexuales intensos, incontrolables y recurrentes que implican objetos, actividades o situaciones
poco habituales; y que en su desarrollo se imbrican factores biológicos, psicológicos y sociales.
Han encontrado asociación con el trastorno de personalidad antisocial y rasgos obsesivos (de
Dios y colaboradores, 2006).
También se conciben los trastornos parafílicos como una parafilia que causa distrés al indi-
viduo o que puede causar daño personal o a terceros. La parafilia sería una condición necesa-
ria, pero no suficiente para tener el trastorno y no requiere por sí misma de una intervención
clínica (American Psychiatric Association, 2014). El Manual diagnóstico de las enfermedades en
sexología (Federación Latinoamericana de Sexología, 2010) y el DSM V norteamericano, señalan
diferentes categorías según la inclinación sexual específica que le corresponde. Entre estas están:
–– Pedofilia: niños o niñas, prepúberes.
–– Zoofilia: animales.
–– Fetichismo: vestidos u otros objetos.
–– Necrofilia: con un tejido muerto o cadáveres.
–– Urofilia: con orina.
–– Coprofilia: con heces.
–– Misofilia: con suciedad.
–– Pornofilia: con material sexualmente explícito (videos, fotos, revistas y medios informáticos).
–– Sadismo sexual: provocar dolor o sufrimiento.
–– Masoquismo sexual: sentir dolor o sufrimiento.
–– Exhibicionismo: mostrar los genitales en público y por sorpresa.
–– Voyeurismo: mirar a terceros sin ser visto.
–– Transvestismo: vestirse con ropas del sexo opuesto.
–– Frotismo: frotar el cuerpo contra otras personas sin el consentimiento de estas, en forma
disimulada y en público.
208 Manual de psiquiatría
Las personas con trastornos parafílicos pueden solicitar ayuda médica y requieren su remi-
sión para la atención especializada. En estos casos se defiende la utilización de psicoterapia cog-
nitivo conductual, el empleo de fármacos antiandrogénicos y neurolépticos, como la quetiapina
entre los más utilizados.
Otros trastornos del comportamiento sexual
Abuso sexual en menores
Se refiere a cualquier actividad sexual con un niño que esté destinada a proporcionar satisfac-
ción sexual a uno de los padres, un cuidador o cualquier otro individuo con responsabilidad sobre
el niño. Se incluyen actividades como: caricias en los genitales del niño, penetración, incesto,
violación, sodomización y exhibicionismo. También, cualquier explotación del niño, por parte
de un progenitor o tutor, obligando, engañando, atrayendo, amenazando o presionando al niño
para que participe en actos de satisfacción sexual a terceros, sin contacto físico directo entre el
niño y su agresor (American Psychiatric Association, 2014).
Un alto porcentaje de los casos no reciben ayuda o asistencia profesional a la que tienen
derecho. Se calcula que un 20 % de las mujeres y un 10 % de los hombres han sido abusados
sexualmente alguna vez en su vida. En el abuso infantil, en cualquiera de sus formas, impacta la
psiquis de la víctima, su desarrollo y personalidad futura.
Acoso sexual
“Incluye cualquier comportamiento, verbal o físico, de naturaleza sexual que tenga el propó-
sito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se
crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo” (Universidad de La Laguna, 2014).
Adicción sexual
Se refiere a un conjunto de conductas con formato repetido y de carácter compulsivo dirigi-
das a mantener relaciones sexuales, habitualmente con diferentes parejas, con el fin de satisfacer
un intenso y frecuente deseo sexual (Fernández, 2016). Se tiene una necesidad incontrolable por
sexo de todo tipo, desde relaciones sexuales con otras personas hasta masturbación o consumo
de pornografía. Se caracteriza por una frecuente estimulación genital que, una vez alcanzada, va
acompañada en ocasiones de sentimientos de malestar y culpa. Se piensa que esta insatisfacción
es la que alienta la elevada frecuencia de estimulación sexual (Díaz, 2013).
Su atención es de nivel especializado y las modalidades terapéuticas más utilizadas son la
psicoterapia cognitivo- conductual y las farmacológicas. Se manejan los inhibidores selectivos de
la recaptación de serotonina, el acetato de leuprolida y el acetato de ciproterona.
Disfunciones sexuales
En la CIE-10, las disfunciones sexuales abarcan diferentes formas de incapacidad para partici-
par en una relación sexual deseada. Vizcaíno (2001) coincide con F. Bianco, en que son trastornos
del funcionamiento sexual a nivel de la respuesta sexual. El carácter reiterativo, persistente o fre-
cuente le da valor patológico. Lewis (2010) realizó una investigación internacional de la evidencia
Capítulo 17. Salud sexual y disfunciones sexuales 209
disponible de los estudios epidemiológicos publicados entre el 2002-2009, con las opiniones de
8 expertos de 5 países desarrollados. Entre los datos proporcionados se encuentra el predomi-
nio de los trastornos sexuales en hombres y mujeres con el incremento de la edad; se indica la
prevalencia de disfuciones sexuales (DS) en el 40-45 % de mujeres adultas y en el 20-30 % de los
hombres adultos.
En Cuba, de un total de 2171 personas, entre 18 y 55 años de edad, que comprendieron
500 sujetos supuestamente sanos y 1671 casos con DS se encontró predominio de disfunción
eréctil (DE) en el 58,6 % (Vizcaíno, 2001). En otro estudio en 131 mujeres supuestamente sanas,
entre 19 a 64 años, se halló una prevalencia de DS de 17,5 %; preponderó el deseo sexual hi-
poactivo (Vizcaíno, 2014).
Causas orgánicas
–– Vasculares: insuficiencia arterial o venosa, entre otras.
–– Endocrino-metabólicas: diabetes, hipogonadismo, hiperprolactinemia, hipotiroidismo, hiper-
tiroidismo y enfermedad de Addison.
–– Neuropáticas: esclerosis múltiple, miastenia gravis, esclerosis lateral amiotrófica, escleroder-
mia y lupus eritematoso sistémico. Además, los traumas y tumores medulares, neuropatía
diabética, lesiones quirúrgicas de las fibras autonómicas en prostatectomías, cirugía colónica
y procesos degenerativos.
–– Genitales: enfermedad de Peyronie, endometritis, síndrome de ovario poliquístico, bartolinitis
y otras infecciones de los órganos genitales; así como malformaciones congénitas, traumatis-
mos y procesos neoplásicos de estos.
–– Sistémicas: diabetes mellitus, enfermedades del colágeno y afecciones carenciales, entre
otras.
–– Fármacos y drogas: medicamentos antihipertensivos, psicofármacos, antiácidos, digoxina, es-
teroides, antinflamatorios no esteroideos, saturnismo, alcohol, tabaco y otras drogas.
Causas psicosociales
–– Experiencias sexuales negativas infantiles: el incesto, el abuso infantil y la violación sexual,
entre otras.
210 Manual de psiquiatría
–– Discriminaciones de género.
–– Ignorancia o falta de información sexual.
–– Falta de privacidad en la intimidad sexual.
–– Discordias en las parejas.
–– Homosexualidad latente: no tiene una orientación homosexual consciente, incluso pueden
asumir conductas homofóbicas.
–– Situaciones conflictivas generadoras de estrés: la violencia sexual, los conflictos con el sistema
valorativo social, con las pautas normativas de la sociedad, del individuo y la ortodoxia religio-
sa; problemas habitacionales, económicos, familiares y laborales.
–– Enfermedad psiquiátrica: trastornos psicóticos con ideas delirantes y episodios depresivos ma-
yores; trastornos neuróticos y de adaptación y trastornos de personalidad entre otros.
Factores de riesgo
Se plantean diversos factores: la edad, el género femenino, el nivel hormonal, la depresión,
las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el abuso de alcohol, el uso de medicación y el ta-
baco. Además, se han considerado la educación sexual deficiente, el estrés, la ansiedad y la falta
de privacidad para las relaciones sexuales. En pacientes con disfunción eréctil se ha comprobado
asociación con hipertensión arterial, consumo de bebidas alcohólicas y dislipidemias.
Cuadro clínico
El paciente con disfunción sexual se presenta con incapacidad para tener relaciones sexuales
de acuerdo con sus deseos, la calidad del estímulo sexual y las condiciones ambientales, entre
otros factores que influyen en el desempeño sexual. Esta insuficiencia será persistente y los cri-
terios de duración varían, de al menos 3 meses a 6 meses. Es necesario precisar:
–– En el interrogatorio y el examen físico: los trastornos orgánicos y los psicológicos, así como los
problemas sociales, incluidos los laborales, los familiares y los de pareja.
–– Los síntomas de la función sexual en las diferentes etapas de la respuesta sexual: del deseo, de
la excitación, del orgasmo y el dolor sexual.
–– La valoración de la pareja, la intimidad y la comunicación, así como el nivel de información
sexual.
–– La evolución de la disfunción sexual y las respuestas a los tratamientos.
Tratamiento
En el tratamiento hay que tener en cuenta la diversidad sexual y los derechos de las personas
a acceder a los programas terapéuticos independiente de su sexo, orientación e identificación
sexual. Es importante el trato adecuado a las cuestiones relacionadas con la violencia sexual y las
desigualdades de género en lo individual y en las colectividades.
Tratamiento rehabilitatorio
Se realiza el seguimiento de los casos y se vela por el cumplimiento de las interconsultas es-
pecializadas según el Programa Nacional de Educación y Salud Sexual, y el Subprograma Cubano
de Salud Sexual.
Valoración de remisión
Remisión oportuna del médico general y del especialista en medicina generaI integral: cuan-
do a nivel primario no haya posibilidad de dar respuesta a los problemas sexuales de las perso-
nas que demandan atención, estas deben ser remitidas a las consultas especializadas de salud
sexual y reproductiva de los municipios, de lo contrario a sexólogos clínicos acreditados de esas
regiones; se incluyen los casos con DS de más de 3 meses de evolución, que no respondieron
a los tratamientos orientados en ese nivel. Se debe tener presente la remisión al psiquiatra de
aquellos pacientes que muestren riesgo suicida u otra complicación psiquiátrica moderada o
grave.
Tratamiento en niveles especializados
Aspectos generales del tratamiento especializado en consultas de sexología
Cuando aparecen DS, resulta conveniente considerar las diversas modalidades terapéuticas
curativas y paliativas para estas. Logra mejores beneficios para el paciente y su pareja la aplica-
ción de un sistema integral, multimodal e intensivo.
El tratamiento de primera línea es la educación y orientación sexual. La psicoterapia está pre-
conizada en todos los tipos de DS, las más manejadas son las terapias cognitivas conductuales,
tales como: técnicas de autocontrol, relajación, desensibilización sistemática, fantasías eróticas y
la visualización. También se señalan el yoga y la meditación.
En las disfunciones femeninas, es útil, la fisioterapia pélvica, que incluye una combinación de
técnicas prácticas, ejercicios, terapia conductual, biofeed back, electroterapia y las modalidades
de calor.
Se utilizan técnicas específicas según el tipo de disfunción sexual; entre estas se encuentran:
las de focalización sensorial I y II y el coito dirigido, en las cuales las personas son liberadas de la
angustia ante el fracaso, al limitar las actividades sexuales a las caricias y se prohíbe la penetra-
ción vaginal, aunque ocurriera la erección. El uso de diálogos de contenidos eróticos, la mastur-
bación guiada, ejercicios pélvicos, dilatadores y anestésicos locales, entre otros.
Se han aplicado testosterona en el deseo sexual hipoactivo, así como lubricantes y estróge-
nos en la dispareunia, pero no es recomendable el uso de hormonas si no obedece a un déficit
de estas. Los psicofármacos inhibidores selectivos de la serotonina, como la sertralina (50 mg) y
la fluoxetina (20 mg), además de la clormipramina (25 mg), han sido manejados en la eyaculación
precoz. También, en este trastorno se han empleado sustancias anestésicas locales.
Otros procedimientos incluyen: aparatos de vacío, inyecciones intracavernosas y supositorio
intrauretral de fármacos vasoactivos, así como la cirugía vascular y los implantes de prótesis pe-
neanas, los ejercicios de Kegel y la acupuntura, entre otros procederes.
Aunque resulten situaciones muy complejas, el análisis de cada caso debe ser personalizado,
evaluando todos los factores contextuales y el derecho de las personas a elegir libremente una
opción terapéutica o de vivir su sexualidad sin presiones y con el solo límite de que su elección
no afecte a terceras personas.
Capítulo 18
Trastornos de la personalidad
Poco antes de llegar al puerto, en 1815, un capitán de barco lanzó al mar 132 esclavos africa-
nos enfermos, porque si llegaban vivos y en malas condiciones no se los pagaban. En 1943, dos
guardias nazis abusaron sexualmente de un joven judío, lo dejaron caer de cabeza contra el suelo
y murió a las pocas horas. En 1994, dos reclusos violaron a su compañero de celda; mientras lo
hacían, cantaban para disimular sus gritos; después lo estrangularon y lo colgaron de la litera
para aparentar un suicidio.
¿Qué tipo de personas son capaces de ejecutar sucesos como estos? ¿Cómo pueden ser tan
insensibles ante el sufrimiento humano? Son los denominados “psicópatas antisociales”, una
variante extrema de los psicópatas o sujetos con trastornos de la personalidad (TP).
La personalidad es un conjunto relativamente consistente de características biopsicosociales,
que se desarrolla y expresa durante la interacción dialéctica del ser humano y su entorno socio-
cultural establecido desde la concepción hasta su muerte, y que lo diferencia de otros en su con-
texto cultural contemporáneo. Los trastornos de la personalidad son anomalías del carácter que
se establecen desde etapas tempranas de la vida y que, por lo general, no se modifican espontá-
neamente, por lo que originan la afectación de la adaptación creadora al medio y el sufrimiento
para el paciente, para quienes lo rodean o para uno y otros (González, R. ,2005). La última edición
del Manual de diagnóstico y estadística para las enfermedades mentales (DSM-V) los define así:
“Un trastorno de la personalidad es un patrón perdurable de comportamiento y experiencia in-
terior que se desvía notablemente de las expectativas de cultura del individuo, es penetrante e
inflexible, tiene su comienzo en la adolescencia o la adultez temprana, es estable con el paso del
tiempo, e induce al distrés o al deterioro” (American Psychiatric Association, 2014).
Etiología
Según la escuela constitucionalista, el psicópata tiene una constitución especial, viene ge-
néticamente determinado, por tanto, no puede modificarse. La escuela social opina que la so-
ciedad hace al psicópata, crea sus propios criminales, por no darles los medios educativos o
económicos necesarios. Según las corrientes más actuales de la epigenética, la personalidad
de un individuo es el resultado final de una mezcla compleja de predisposiciones innatas, de
elementos ambientales y de elementos psicológicos, como se esquematiza en la figura 18.1
(Svrakic, Cloninger, 2010).
Asimismo, ahora resulta claro que no solo el daño o la disfunción del cerebro (secuelas de se-
veros traumas craneanos, grandes accidentes vasculares, enfermedades neoplásicas primitivas o
metastásicas en el cerebro) pueden afectar a la conducta social, sino que las experiencias sociales
tempranas pueden perturbar al desarrollo, la estructura y el funcionamiento de este, condicionan-
do de esta manera la respuesta subsiguiente del individuo a los sucesos sociales (Maj, 2014).
Las últimas investigaciones (con tomografía por emisión de positrones y resonancia magnéti-
ca nuclear funcional) sobre los trastornos de la personalidad, plantean que ellos tienen anoma-
lías en sus estructuras cerebrales que no permiten una adecuada comunicación entre emociones
y razonamiento.
216 Manual de psiquiatría
Características generales
Entre otras características generales importantes se encuentra la inadaptación, que se ob-
serva, a veces, desde la niñez y se presenta en los diferentes niveles escolares, en el trabajo, en
su vida amorosa y sexual, en sus relaciones familiares y sociales. En todas esas áreas también
se puede apreciar, como una constante en estos individuos, el incumplimiento de todo tipo de
las normas que las rigen. Aunque los psicópatas no son constantemente así, también coexisten
conductas adaptadas que les permiten pasar inadvertidos hasta ciertos momentos en que se
conducen como lo que realmente son. Los rasgos psicopáticos se expresan solo en determinadas
circunstancias.
Pueden aparentar un encanto externo y una notable inteligencia, que usan para manipular a los
demás, o saben cubrirse con una máscara que los hace pasar inadvertidos cuando les conviene. Así,
llegan a desempeñar muchos papeles: de padres, madres, profesionales, empresarios, políticos;
y son capaces de circular libremente por el mundo disfrazados de personas sanas y honorables,
ocupar importantes altas posiciones públicas, como algunos que han llegado a presidentes de
instituciones y hasta de países (Owen, 2011).
Tienen un egocentrismo patológico e incapacidad para amar. Su amor por sí mismos supera
todos los otros posibles afectos y queda por encima del amor paterno, filial, marital, patriótico,
u otro.
En sus variantes socialmente más conflictivas se aprecia una carencia de valores ético-mo-
rales e incapacidad de sentir culpa o vergüenza; nunca son culpables de nada (cuando son des-
enmascarados) y mucho menos de sus propios fracasos, se los adjudican siempre a otros o a las
circunstancias que consideran le fueron adversas. Son frecuentemente mentirosos y la mentira
es su herramienta de trabajo.
No aprenden de sus errores, no asimilan esas experiencias para cambiar su conducta, pero
sí para manipular a los demás. Tienen la habilidad de captar las necesidades de los otros y esto
determina otro rasgo: la seducción. Muestran que son muy necesarios a los demás, y así saben
captar al neurótico, al psicópata más débil o al sujeto manipulable (Cazau, 1993).
No poseen una característica física que los distinga. El cine siempre los muestra ejecutando
crímenes, pero es posible que jamás los cometan. No necesariamente tienen que causar algún
Capítulo 18. Trastornos de la personalidad 217
mal, pero si hacen algo en beneficio de alguien o de alguna causa es solo por egoísmo o para
obtener ganancias para sí mismos.
Elaboran su propia escala de valores que se ajusta a sus intereses totalmente personales y no
coincide con la escala de valoración general. Su sistema de razonamiento es totalmente distinto,
con valores diferentes basados en necesidades propias. Los psicópatas entienden las normas y
pueden ponerse en la piel de alguien desde el aspecto intelectual o cognitivo, pero no emocio-
nalmente (Hare, 2009).
Muchos tienen un estilo de vida parásito: viven de los demás. Utilizan a los demás como ma-
terias primas o herramientas. Consideran al otro como una cosa y no como una persona. Hacen
una “cosificación” de la persona (Marietán, 2000).
Cuando caen en el consumo de alcohol y otras drogas asumen un comportamiento caprichoso,
terco, muchas veces violento y poco regulable. Muchos niegan ser adictos, o sostienen que eso
no es un trastorno que necesite tratamiento. Todo esto los hace muy difíciles de tratar para cu-
rarlos de una adicción.
No padecen de nerviosismo o de otros síntomas de nivel neurótico, estos aparecen sola-
mente cuando se encuentran en un conflicto o frustración y se descompensan porque no logran
alguno de sus propósitos, entonces hasta pueden alcanzar nivel psicótico (Cleckley, 1941), pero
cuando esto sucede, el cuadro sintomático es de breve duración y cede pronto al tratamiento
adecuado.
Estos pacientes no van a consulta para curar o modificar su trastorno de personalidad, sino
para tratarse los síntomas que les molestan o perjudican. Estas manifestaciones sintomáticas
aparecen muy frecuentemente cuando el psicópata no logra algún propósito.
Aunque es necesario aclarar (como aporta el profesor Ricardo González) “no todos esos pa-
trones inadaptativos conducen invariablemente a comportamientos judicialmente reprobables,
a ilegalidades o al presidio; aunque siempre afectan en algún grado al disfrute personal y/o fa-
miliar, al pleno bienestar biopsicosocial en el ámbito de la salud, al sentido de pertenencia social
implícito en la contribución productiva y al desarrollo social”. Estas afectaciones van a depender
de la severidad (leves, moderadas y graves, según la intensidad de sus rasgos) y del tipo específi-
co del trastorno, como se verá seguidamente.
Clasificación
Hay múltiples clasificaciones de los TP. Muchas pueden ser útiles a los efectos de la investiga-
ción o la docencia. Además, es frecuente que los pacientes presenten, al mismo tiempo, rasgos
de la personalidad pertenecientes a clasificaciones distintas. A continuación se expondrán algu-
nas de las más aceptadas.
El DSM-V presenta la clasificación de los TP siguiente:
–– Cluster A:
•• Trastorno paranoide.
•• Trastorno esquizoide.
•• Trastorno esquizotípico.
–– Cluster B:
•• Trastorno antisocial.
•• Trastorno borderline.
•• Trastorno histriónico.
•• Trastorno narcisista.
–– Cluster C:
•• Trastorno de evitación.
•• Trastorno dependiente.
•• Trastorno obsesivo-compulsivo.
218 Manual de psiquiatría
Trastorno obsesivo
Poseen notable autoexigencia y heteroexigencia, meticulosidad, excesivo celo por la pun-
tualidad, el orden y la disciplina. Muestran un perfeccionismo que interfiere con la terminación
de las tareas. Son muy ahorrativos, poco dados a las diversiones, tienden a la consolidación de
hábitos. Establecen condicionamientos resistentes a la extinción y son muy inseguros. Son inca-
paces de deshacerse de objetos deteriorados o inútiles, aunque no tengan un valor sentimental
(Comité de expertos de la APA, 2014).
Trastorno antisocial
Es un patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás. Delinquen con frecuencia
porque su característica principal es que no pueden incorporar normas sociales de convivencia,
ya que sus valores éticos y morales son completamente nulos. La afectividad es fría y su conducta
está orientada a propósitos muy egoístas. Desconocen todo tipo de jerarquía familiar, laboral y
social, así como toda forma de autoridad. “Racionalizan” siempre su comportamiento, que suele
ser conflictivo en el plano interpersonal (racionalizar: hacer un razonamiento falso, sobre premi-
sas ilógicas). Poseen irritabilidad y agresividad que se manifiesta por peleas o agresiones físicas
repetidas y desatención imprudente de la seguridad propia o de los demás (Comité de expertos
de la APA, 2014).
Karpman clasifica a los psicópatas en: depredadores, los que toman las cosas por la fuerza; y
parásitos, los que las toman a través de la astucia y la pasividad.
Capítulo 18. Trastornos de la personalidad 219
Epidemiología
Tienen una prevalencia entre 2 y 10 % de la población general. Es de destacar que 3 % del
total de los primeros ingresos en instituciones psiquiátricas se deben a esta afectación. Esto se
debe a la meiopragia adaptativa de la personalidad ante las noxas psicosociales que les provocan
frecuentes crisis, que pueden ser de nivel neurótico o psicótico, y que constituyen el verdadero
motivo de consulta para el médico general, el psicólogo o el psiquiatra. Durante estas, pueden
tornarse agresivos, hay peligro de que cometan transgresiones jurídicas (por impulsividad, des-
confianza, agresividad, rencor, envidia, odio, venganza) y puede haber riesgo suicida; todo ello
justifica también la necesidad del ingreso.
Diagnóstico
El diagnóstico no se debe hacer solamente por breves entrevistas o datos aislados que ofrez-
can familiares o acompañantes. Es necesario aplicar las normas de la propedéutica y la clínica
psiquiátricas: concretar síntomas y signos, hacer con ellos el diagnóstico sindrómico de síndrome
psicopático y, por esa vía, llegar al diagnóstico nosológico de trastorno de la personalidad. De
esta forma, se utilizan los tipos de diagnósticos siguientes:
–– Diagnóstico transversal, que se efectúa con las características clínicas con que se presente
el paciente en el momento de la consulta: las observadas directamente por el psiquiatra y
las referidas por acompañantes, familiares, enfermeros, trabajadores sociales, policías, jefes,
etcétera.
–– Diagnóstico longitudinal, que se elabora por el cronopatograma de su conducta inadaptativa
mantenida a lo largo de toda su vida y se obtiene del propio paciente y de los otros informan-
tes referidos.
–– Diagnóstico psicológico. El psiquiatra no debe suponer que solamente su juicio clínico acerca
de la personalidad del paciente es correcto y suficiente. Para llegar a los diagnósticos positivo
y diferencial correctos debe apoyarse, además de lo ya referido, en escalas y tests psicológicos
reconocidos internacionalmente.
–– Diagnóstico médico-legal. Debe ser realizado solamente por los equipos médico-legales auto-
rizados en cada país y a solicitud de las instituciones y personas que permitan las leyes.
En Cuba, hasta el presente, los psicópatas son imputables jurídicamente, aunque carezcan
de apego emocional, de sentido de culpabilidad y sus abogados defensores aleguen que tienen
el denominado “impulso irresistible” de cometer el delito. Otros juristas han demostrado que
no siempre efectúan el acto delictivo de inmediato, de forma impulsiva, sino que previamen-
te muchas veces hay nocturnidad, premeditación y alevosía, o sea, un plan preconcebido con
suficiente tiempo para arrepentirse de cometerlo. Más del 15 % de los reclusos son psicópatas
(Hare, 2009).
resolver un problema que han creado: laboral, familiar, legal, conyugal, u otro. Frecuentemente
se muestran arrogantes y autosuficientes con el médico, discuten los diagnósticos y los trata-
mientos los toman como creen. Buscan en Internet sus supuestas patologías e interpretan a su
manera lo que leyeron. Si el tratamiento no hace el efecto que se espera, nunca se culpan por no
cumplirlo adecuadamente, dicen que el médico no lo diagnosticó bien, o que la enfermera no le
dio lo debido o que el medicamento no sirvió porque no era “de marca”. Pueden querer “nego-
ciar” un peritaje médico o un certificado de reposo. Se pueden mostrar encantadores, graciosos,
seductores, llevar costosos regalos al terapeuta y hasta ofrecerles remuneración económica, sin
recato alguno, por algún tipo de documento que necesiten. Si los obligan a hacer el tratamiento
psiquiátrico ingresados por alguna razón, asisten a las consultas o sesiones de psicoterapia de
grupo, pero no oyen, no prestan atención, no participan, se ponen hostiles, se burlan de lo que se
dice, tratan de reclutar para sus burlas a otros pacientes del grupo de tratamiento. Se cambian de
terapeuta o de hospital, o piden el alta, o fingen que lo cumplen todo para que le den el egreso
lo más pronto posible. Cuando lo logran, no continúan el tratamiento en forma ambulatoria y
recaen. Esto se ve con gran frecuencia en los psicópatas obligados a hacer los tratamientos para
adicciones a drogas y que son ingresados compulsoriamente.
Es importante hacer una minuciosa historia clínica con un correcto cronopatograma para sa-
ber diagnosticar al paciente psicópata. Es necesario ser más inteligente que él y vencer el rechazo
que provoca su arrogancia. Aprender qué hay detrás de las respuestas despectivas, desatentas
y soberbias; muchas veces son muestras de profundos complejos inconscientes. Es preciso que
el terapeuta tenga mucha paciencia, gran autocontrol y un excelente dominio del lenguaje de
los gestos y de su entonación de la voz, porque estos pacientes son muy perspicaces para captar
el rechazo y reaccionar negativamente. Tampoco se debe hacerles ver que el profesional sabe
descubrir sus mentiras y contradicciones, ni demostrarles que se es más inteligente que ellos.
Mucho menos dejarse llevar por estos pacientes a discusiones estériles sobre sus supuestos co-
nocimientos médicos, ni utilizar charlas científicas para mostrarles que el médico sí conoce su
especialidad. Es necesario aceptarlos tal y como son en cada entrevista. No actuar como juez sino
como médico. Es fundamental mantener una actitud de ayuda y resulta preciso demostrarles
comprensión y respeto como a cualquier otro paciente, y ellos realmente lo son.
Tratamiento
Son los pacientes que más servicios consumen (consultas ambulatorias, urgencias, hospita-
lización, hospital de día), y que con frecuencia menos se benefician permaneciendo inalterados
por los tratamientos.
Los trastornos de personalidad deben ser atendidos por el médico general integral solamente
cuando los pacientes estén en crisis con síntomas de nivel neurótico o psicótico, causados por
su meiopragia adaptativa, y procederá —según el cuadro de urgencia que presenten— con los
psicofármacos indicados en el capítulo 22 de este texto y lo remitirá al cuerpo de guardia de
psiquiatría.
Para su seguimiento, tanto farmacológico como psicoterapéutico, se remitirán a los espe-
cialistas en psiquiatría en la atención secundaria o en los departamentos comunitarios de salud
mental correspondientes, donde recibirán los 3 tipos más importantes de tratamiento psiquiátri-
co: psicoterapias, socioterapias y farmacoterapias (Kernberg, 1988; Linehan y col., 1991).
El control en la comunidad es de suma importancia. El médico general integral debe tener
el registro riguroso de todos los pacientes de este tipo que tenga en su área por el peligro que
presentan de tener crisis frecuentes, conductas antisociales, actos agresivos, cometer intentos o
consumar suicidios.
Debe haber continuidad de cuidados entre los diversos niveles asistenciales y por los pro-
fesionales de diferentes orientaciones que intervengan en el tratamiento. Como regla general,
Capítulo 18. Trastornos de la personalidad 221
la premisa para iniciar cualquier intervención psicoterapéutica, y sobre todo con este tipo de
pacientes, es aplicar todas aquellas medidas que favorezcan el establecimiento de una alianza
terapéutica estable.
Prevención
Las acciones preventivas de la psicopatía están muy relacionadas con la educación de todos
los correctos valores éticos, morales y espirituales y su trasmisión adecuada desde edades tem-
pranas, tanto en el hogar como en las instituciones infantiles, escolares, laborales, deportivas,
culturales, recreativas y sociales.
En Cuba, los medios de comunicación contribuyen constantemente en forma positiva en es-
tos aspectos, excepto cuando se proyectan series o películas donde se exhiben diferentes tipos
de violencia, y los héroes muchas veces son grandes psicópatas, sin un comentario previo de
expertos que hagan una crítica oportuna y científica. La “red de redes”, mal guiada por intereses
políticos o comerciales, puede favorecer también de forma negativa a propagar las conductas
antisociales y carentes de principios morales adecuados.
Capítulo 19
Retraso mental
Características generales
En el plano personal, las consecuencias de estas discapacidades pueden provocar disminu-
ción de la autonomía, de movilidad, de integración comunitaria, afectaciones conductuales, y
requerir enseñanza a partir de sus necesidades especiales, entre otras. A nivel familiar, pueden
necesitar cuidados personalizados, muestran perturbación de las relaciones sociales y constitu-
yen una carga económica; finalmente, en el plano social, los cuidados que necesitan y la disminu-
ción de habilidades para demandar y ocupar empleos con cierto nivel de productividad laboral,
también interfieren con las posibilidades plenas de integración social, según el entorno en que
se desenvuelven.
Capítulo 19. Retraso mental 223
Los estudios epidemiológicos sobre incidencia y prevalencia de retraso mental resultan difíci-
les de validar y comparar según las características de las regiones geográficas y países, el medio
socioeconómico y los matices culturales. Muchas veces las estadísticas son tomadas fuera de un
contexto médico, porque no todas las personas tienen acceso a los sistemas de salud, incluyendo
los de salud mental, y de estas muchas no requieren de estos, sobre todo en los casos de menor
complejidad, pero también existe una multiplicidad de factores que al estigmatizar este tema
promueven el subregistro o la distorsión de los resultados.
La diferencia entre las cifras obtenidas en países y regiones con diferentes niveles de de-
sarrollo, se explica si se revisa, a grandes rasgos, la patogenia de esta afección y se valora la
significación de la ausencia de atención médica a las gestantes, los nacimientos por partos no
institucionales, la inexistencia de programas de vacunación, las deficiencias nutricionales, la evo-
lución espontánea de afecciones infecciosas del sistema nervioso, el parasitismo masivo, la insu-
ficiente oferta educacional y la deprivación sociocultural (Colectivo de autores, 2008).
En Cuba, se ha estimado que la población con retraso mental representa alrededor de 2 %
de la general, mientras que en la mayor parte de los países desarrollados se calcula entre 1 y 3 %
de personas, de los cuales aproximadamente un 10 % presenta un grado grave o profundo. A su
vez, se plantea que cerca del 45 % es de causas prenatales o perinatales, y entre un 15 y 20 %, de
causas experienciales y ambientales (Colectivo de autores, 2008).
Según se ha señalado, un buen sistema para familiarizarse con los factores causales más signi-
ficativos del retraso mental es la clasificación en causas prenatales, perinatales y posnatales. Entre
las primeras se encuentran las hereditarias, en cuya causa tiene un papel fundamental la transmi-
sión genética, y las concepcionales, donde el trastorno se origina en el momento de la fecundación
del óvulo y en las que se incluyen la trisomía del cromosoma 21 o mongolismo, otras trisomías y
el retraso mental que acompaña los síndromes de Turner con fórmula cromosómica X0 y de Klin-
efelter con XXY. En las perinatales se cuentan los retrasos mentales que se originan durante el
embarazo por infecciones como la rubéola, la sífilis, la toxoplasmosis, la anemia intensa con la
consecuente hipoxia, o las determinadas por noxas que se presentan durante el parto, como las
hipoxias severas, los traumas obstétricos y los nacimientos prematuros. En las causas posnatales
se consideran las ocasionadas por desnutrición severa, infecciones del sistema nervioso, intoxi-
caciones graves, traumas craneales, deprivación psicosocial y afecciones psiquiátricas graves de
comienzo precoz en la infancia, como las asociadas a la esquizofrenia y el autismo.
La forma más práctica de caracterizar clínicamente a un retrasado mental es comparándolo
en su funcionamiento general con un niño. Se debe recordar que aunque la mayor deficiencia se
manifiesta en las capacidades intelectuales, se afectan también las esferas de relaciones, los inte-
reses, el vocabulario y aparecen respuestas afectivas anormales, como la típica incapacidad para
posponer satisfacciones, la intolerancia a las frustraciones, así como la labilidad y explosividad.
También hay trastornos de la conducta y el predominio de hipermnesia de fijación mecánica, el
escaso desarrollo de hábitos y el hipererotismo. El cuadro clínico es, desde luego, más evidente
cuanto más profundo sea el grado de retraso; habitualmente se suman relevantes síntomas neu-
rológicos, como se verá en el desarrollo del tema.
El retraso mental puede asociarse con una forma de suicidio que se describe como explosivo
y se origina ante situaciones de cólera, a veces dirigidas contra el propio paciente. También pue-
den verse intentos suicidas con características histeroides, orientados a lograr alguna ganancia.
Lo más trascendental, desde el punto de vista médico-legal, son, sin embargo, los compor-
tamientos delictivos inducidos por otras personas, las riñas y algunos delitos sexuales. El retraso
mental es un atenuante y, si se trata de grados profundos, eximente de responsabilidad penal.
Capacidades intelectuales
Antes de pasar a describir las formas clínicas del retraso mental, se dedicarán unos párrafos
al concepto de capacidades intelectuales y su medición.
224 Manual de psiquiatría
Un camionero afronta por primera vez la experiencia de que su vehículo cargado queda atas-
cado al pretender pasar un puente de baja altura. En la búsqueda de una solución para desa-
tascar el camión —que deberá obtener mediante el razonamiento— el conductor del vehículo
podrá optar por varias medidas: forzar el paso del camión acelerándolo al máximo, retirarse y to-
mar otra vía, descargar parte de la mercancía que transporta hasta salvar el obstáculo o disminuir
el aire de las gomas y resolver la situación con facilidad. Puede inferirse que la mejor solución
debe esperarse de los sujetos más capacitados intelectualmente y, por otra parte, resulta innece-
sario destacar que para que dicha conducta tenga valor en lo relativo a evidenciar un desarrollo
intelectual, debe ser original y no copiada ni casual, como ocurriría si durante la búsqueda de la
solución explotara espontáneamente un neumático.
En resumen, se denominan capacidades intelectuales, a las posibilidades de un sujeto para
resolver con éxito situaciones nuevas mediante el pensamiento intencionado. Apréciese la signi-
ficación de estas capacidades para la adaptación creadora al medio, y la estrecha relación entre
las capacidades intelectuales y el desarrollo del pensamiento abstracto.
Ahora se explicará qué significa el cociente intelectual (CI). Los primeros instrumentos crea-
dos para valorar las capacidades intelectuales se estructuraron a partir del principio de que los
niños de diferentes edades son capaces de resolver problemas de variadas complejidades. De
esa forma se crearon conjuntos de problemas que debían ser resueltos por los niños en los di-
ferentes grupos etarios. Así, se valoraba como de una capacidad promedio, el niño de 8 años
que era capaz de resolver los problemas estipulados para esa edad, y se consideraba superior o
deficitario cuando resolvía problemas que correspondían a edades mayores o menores, respec-
tivamente. De aquí surgió la fórmula: CI = Edad mental/Edad cronológica x 100. Por lo tanto, un
niño de 8 años que resolviera problemas esperados para los 10 años, tendría en dicha fórmula:
CI = 10/8 x 100 = 125.
No obstante, las pruebas de CI, si bien pueden ofrecer una guía acerca de la capacidad de
las personas, solo se deben usar si han sido validadas para su utilización en una población deter-
minada y teniendo en cuenta el contexto de una valoración integral (Colectivo de profesores de
psiquiatría, 1984; OMS, 2014).
Dado que estas cifras solo pueden considerarse como un elemento más en la valoración inte-
gral de las capacidades de un sujeto, resulta oportuno señalar un marco referencial aproximado
para establecer comparaciones entre los sujetos normales y los pacientes con retraso mental.
Así, se valora que el CI de genios como Da Vinci, Lenin, Einstein y Martí, estaba por encima de
150; para vencer estudios universitarios son necesarios cocientes superiores a 110; para el preu-
niversitario, superiores a 100; y para la secundaria, superiores a 90.
Clasificación CI
Retraso mental ligero o leve 50-69
Retraso mental moderado 35-50
Retraso mental grave 20-34
Retraso mental profundo Menos de 20
Fuente: Tercer glosario cubano de psiquiatría, 2008.
Capítulo 19. Retraso mental 225
H. C. no. 2. Ángel, 32 años, soltero, trabaja con su padre en labores agrícolas, se-
gundo grado de escolaridad, repitió primero y segundo grados. Nació de un parto
institucional eutócico, a los 6 meses presentó un cuadro de hipertermia severa y
convulsiones que requirió tratamiento institucional por 2 meses y fue diagnosti-
cado como una meningoencefalitis bacteriana. Luego de su alta se apreció impor-
tante retraso para caminar y hablar, presentó incontinencia vesical hasta los 20
años. Su vocabulario es aproximadamente el de un niño de 6 años. Desempeña
su trabajo adecuadamente cuando se le orienta qué debe hacer. Nunca ha tenido
novia.
Discusión: en este caso el entrenamiento escolar solo logró un aprendizaje rudi-
mentario de la escritura y lectura, así como un vocabulario muy pobre.
Diagnóstico sindrómico: síndrome oligofrénico.
Diagnóstico presuntivo: retraso mental moderado consecutivo a meningoencefa-
litis bacteriana.
Evolución y pronóstico
La evolución y el pronóstico están en dependencia de la causa que origina el retraso men-
tal, la gravedad del trastorno, su curso estático o progresivo, la comorbilidad con enfermedades
asociadas y la calidad del entorno familiar y socioeconómico en que se encuentra la persona con
este tipo de discapacidad intelectual, incluyendo las intervenciones médicas y sociopsicopeda-
gógicas (Colectivo de autores, 2008).
Curativo
Debe destacarse que el retrasado mental adolescente acude, generalmente, a la consulta del
médico general, luego de haber sido orientado por el pediatra y el psicólogo durante las primeras
etapas de la vida, en tanto que en adultos, el motivo de consulta es casi siempre la superposi-
ción de alguna manifestación psicopatológica que es muy frecuente en estos pacientes, como
consecuencia de la meiopragia de su personalidad ya descrita, para afrontar contingencias de
significación. Así, es frecuente que concurran con cuadros asténicos, depresivos, ansiosos, psi-
cofisiopatológicos o con trastornos psicóticos agudos y transitorios. Otro motivo de consulta es
la valoración pericial laboral o judicial en primera instancia, pues con frecuencia estos pacientes
pueden cometer indisciplinas laborales o transgresiones sociales:
–– Recursos biológicos. No hay fármacos específicos con eficacia comprobada para tratar el re-
traso mental, aunque a través del tiempo se han utilizado el ácido glutámico y las vitaminas
del complejo B, pensando que su acción sobre el metabolismo cerebral pudiera mejorar los
déficits cognitivos, pero en la práctica se considera que los efectos de estos fármacos son, en
lo fundamental, de tipo placebo, sobre todo cuando se usan en las dosis convencionales. Por
otra parte, no se debe olvidar que estos pacientes son muy vulnerables desde el punto de vista
biológico-constitucional y las dosis más fuertes son poco toleradas por sus efectos en el tubo
digestivo y otras acciones secundarias indeseables.
A veces puede ensayarse algún antiepiléptico, sobre todo en los casos caracterizados por ha-
cer bruscas fluctuaciones de rendimiento o en los que predomina la disforia, ya que existen
estudios demostrativos de que ocasionalmente se aprecia un substrato disrítmico muchas
veces no evidenciado con los exámenes habituales, que al controlarse con difenilhidantoína
sódica, 1 tableta de 100 mg en el desayuno, el almuerzo y a las 10:00 p.m.; o carbamacepina, 1
tableta de 200 mg en los mismos horarios, pueden mejorar notablemente el cuadro. También
ha sido efectivo el valproato de magnesio, pero su uso es a nivel especializado.
Los fármacos para otras manifestaciones sintomáticas son, por lo general, los más utilizados,
como el diazepam, 1 tableta de 5 mg en el desayuno, el almuerzo y a las 10:00 p.m., o la ami-
triptilina de 25 mg, comenzar con 1/2 tableta en el desayuno, el almuerzo y a las 10:00 p.m.,
Capítulo 19. Retraso mental 229
y subir 5 días después a 1 tableta en cada toma. Como hipnóticos, solo si son indispensables,
se recomienda el nitrazepam, 1 tableta de 5 mg en el desayuno, el almuerzo y a las 9:00 p.m.,
por su gran potencia ansiolítica y antierótica.
–– Recursos psicológicos. La relación médico-paciente puede ir desde la activo-pasiva hasta la de
cooperación guiada, y en los retrasos menos severos, hasta la participación mutua. Los recur-
sos más utilizados por el médico general son la sugestión, la persuasión, la orientación y la guía
de acción, que se describen en el capítulo 23.
–– Recursos sociales. Las orientaciones laborales y familiares son fundamentales. Se debe recor-
dar que estos pacientes tienen un bajo umbral de tolerancia a las frustraciones y no deben
ser expuestos a labores de grandes responsabilidades, a disciplinas muy estrictas y normas
que por su grado de exigencia o variabilidad frecuentes, rebasen sus capacidades adaptativas;
aunque en menor escala que los epilépticos, toleran mal los trabajos que interrumpen la horas
de sueño.
Tratamiento rehabilitatorio
Actualmente se habla mejor de habilitación en los retrasados, con la concepción de que en
realidad la adaptación plena nunca se logró antes en estos enfermos. Al respecto, hay que conju-
gar las capacidades adaptativas e intelectuales, según las características de vulnerabilidad bioló-
gica del paciente, el ambiente familiar, escolar, social y laboral y comunitario, para de ese modo
identificar las necesidades y los servicios más adecuados para el proceso de rehabilitación, que
en lo posible no debe centrarse en las clásicas modalidades institucionales, salvo en casos que
realmente lo requieran (González, R., 2005; Alarcón, 2012).
Valoración de remisión
Fundamentalmente para el tratamiento psicopedagógico, valoración especializada con fines
judiciales o laborales, o control de manifestaciones psicopatológicas de nivel psicótico super-
puestas.
Por último, la última clasificación estadounidense de los trastornos mentales, incluye en una
amplia categoría denominada “Trastornos del neurodesarrollo”, las discapacidades intelectuales
que se corresponden con lo que se ha descrito como retraso mental en sus diferentes grados.
También expone, entre otras subcategorías, los trastornos de la comunicación y los trastornos
selectivos del aprendizaje, que por su especificidad resultan fácilmente diferenciables del retraso
mental (American Psychiatric Association, 2014).
Capítulo 20
Gerontopsiquiatría
el tratamiento adecuado regresa a su nivel anterior una vez controlada la depresión. Los cuadros
demenciales vasculares se acompañan de manifestaciones convulsivas algunos y el mayor porcen-
taje presenta un cuadro disrítmico, pese a no haber existido dicho trastorno en otras etapas de
la vida. Muchas veces estas disfunciones encefálicas son responsables de notables fluctuaciones
evolutivas y síntomas poco comprensibles, que se superponen al conjunto de síntomas básicos.
La inversión del ritmo del sueño —característica clínica determinante de serios problemas
familiares— debe ser tratada mediante orientación familiar para garantizar la actividad diurna y
el sueño nocturno.
La frecuencia de la actividad sexual disminuye con la edad, pero depende de la buena salud
física y mental, la existencia de pareja sin limitaciones y la historia sexual previa. Los que han
mantenido una actividad sexual habitual y periódica tienen más posibilidades de mantenerla
cuando envejecen; no obstante, se señala que los problemas sexuales son capaces de producir
empobrecimiento emocional y, por tanto, empeorar la calidad de vida del adulto mayor (Vizcaí-
no, 2016). Las enfermedades y los fármacos —que tan frecuentemente son utilizados en estas
edades— también influyen en la sexualidad de los ancianos. A lo largo de la etapa de la vejez una
persona sufre cambios tanto fisiológicos, como de la respuesta sexual humana. Al encontrase en
situaciones sociales diferentes —ya sea por el abandono de los hijos del hogar o por la jubila-
ción— la vida sexual de los ancianos sufre cambios, a los cuales debe adaptarse.
Cuando la jubilación no es bien orientada en lo relativo a garantizar actividades sustitutivas del
tiempo laboral, deviene en conflicto psicosocial de relevancia en un alto porcentaje de casos. Este
grupo de pacientes es muy frágil ante las contingencias ambientales de tipo psicosocial y también
ante los cambios a nivel biológico; de esta forma, pueden precisar la atención médica, tanto por
un cuadro reactivo ante la muerte de un ser querido, como por un estado confusional secundario
a una sepsis urinaria.
Los cuadros afectivos predominantemente endógenos, evolucionan en forma muy lábil en el
adulto mayor; esto dificulta la estabilización del estado anímico, que cambia con facilidad de la
manía a la depresión, con ideas delirantes de culpa, nihilismo, persecución, celos o ideas suicidas.
Las ideas nihilistas del anciano se expresan, con bastante frecuencia, por referencias a la imposi-
bilidad para comer, tragar, orinar, defecar y caminar, por lo que el médico sospechará siempre la
depresión ante estas manifestaciones.
Las afecciones psíquicas se tiñen, frecuentemente, por la depresión, la hipocondría y la angus-
tia, componentes explicables por los aspectos biopsicosociales antes valorados y por la aprecia-
ción más o menos consciente de la proximidad de la muerte. La depresión produce un alto grado
de discapacidad y representa un problema social, familiar y de salud pública. La mayoría de los
autores consideran que la depresión en los gerontes está subdiagnosticada; se estima que 1 de
cada 10 adultos mayores la sufre de una manera más o menos periódica, pero tan solo 1 de cada
3 acude al médico y se trata, mientras otros consideran que la depresión es una consecuencia
lógica del envejecimiento psicológico.
La actividad delirante del adulto mayor refleja sus preocupaciones sobre la muerte, sus apre-
ciaciones de rechazo familiar y el temor a la pérdida de sus pertenencias personales. Los cuadros
esquizofrénicos se modifican con la senectud; se atenúan las manifestaciones alucinatorio-deliran-
tes y se incrementan las afectivas. El riesgo suicida en los mayores de 65 años es elevado y prác-
ticamente triplica el evidenciado en otras edades; este aspecto debe ser siempre muy valorado.
Dado el polimorfismo de las manifestaciones clínicas del adulto mayor, en el que se imbrican
síntomas y signos de diferentes aparatos y sistemas, el médico general integral es el profesional
idóneo para atenderlo, ya que además, conoce el contexto social en que se encuentra el paciente
(González, R., 2005; Marín, 2010). La valoración de la remisión al psiquiatra se hará en aquellos
casos que impliquen riesgo suicida, cuando se evidencien conductas psicóticas peligrosas para sí
mismo y los convivientes, o que presenten un diagnóstico que requiera asesoría especializada.
234 Manual de psiquiatría
La terapia con psicofármacos en adultos mayores es con frecuencia difícil, no obstante, pue-
de y debe usarse asociada a otros recursos, como las técnicas de psicoterapia, la medicina na-
tural y tradicional, la terapia ocupacional, la musicoterapia, la ludoterapia, la zooterapia, y la
actividad física.
El médico, en su relación con el adulto mayor, debe tener presente el alto significado que
para este tienen el afecto, el respeto, la actitud atenta de escucha, la exploración adecuada y las
Capítulo 20. Gerontopsiquiatría 235
palabras que atenúan sus angustias (Gálvez, 2017). Finalmente, debe tenerse en cuenta que la
polifarmacia es una de las más frecuentes yatrogenias que se cometen en la atención específica a
este grupo de pacientes.
Los recursos al alcance del médico general integral pueden causar efectos sorprendentes
cuando se logra una relación médico-paciente positiva, y debe tener el propósito de contribuir a
elevar la calidad de vida de las personas de la tercera edad; para ello es necesaria la adopción
de estilos de vida saludables, lo que posibilitará un envejecimiento con mayor bienestar psico-
lógico.
No obstante, para concluir este capítulo, es conveniente reflexionar sobre la relevancia que
tiene el diseño de estrategias integrales que permitan ayudar a las personas mayores a enveje-
cer en un lugar adecuado para ellas y a mantener las conexiones con su comunidad y sus redes
sociales; garantizando un nivel de capacidad funcional en quienes presentan pérdidas significa-
tivas de su capacidad, o tienen riesgo alto de presentarlas, y asegurar que este tipo de atención
conozca y sea consecuente con sus derechos, garantías y aspiraciones de bienestar y respeto a
la dignidad humana. Esto implica el trabajo mancomunado de los gobiernos, de las familias y de
diversas instituciones y sectores, entre los que se encuentra el sistema de salud a nivel primario,
que constituye, como se ha visto, una parte muy importante de esta labor.
Capítulo 21
Conducta suicida
el punto de vista profesional se piensa en los factores de riesgo, o a nivel social si se rompen mi-
tos o no se subvalora la petición de ayuda de las personas que expresan sus deseos o intención
de morir.
En los adolescentes, en ocasiones pueden presentarse intentos de suicidio como conductas
impulsivas, sin un verdadero propósito letal, pero como pedido de ayuda y respuesta desadaptativa
ante cambios emocionales significativos en el área familiar, escolar y de las relaciones de pareja;
aunque estos siempre deberán tomarse con la suficiente cautela, ya que constituyen un anteceden-
te importante que puede repetirse, y no es recomendable en absoluto atribuirlo a simple manipu-
lación, como lamentablemente ocurre en algunos familiares y también por parte de profesionales
que carecen de una adecuada preparación sobre este tema para su prevención y atención.
Se ha descrito un incremento de las tasas de suicidio con la edad. Los adultos mayores cons-
tituyen un grupo vulnerable y de riesgo para muchos problemas de salud mental, incluido el
suicidio; así, los reportes internacionales reflejan tasas más altas para ese grupo poblacional. No
obstante, en Cuba, la conducta suicida no aparece entre las principales causas de muerte en las
personas mayores de 65 años (Anuario Estadístico de Salud, Minsap, 2017).
Resulta importante destacar la relación entre intentos suicidas y suicidio, según su distri-
bución por sexo, pues las mujeres lo intentan 4 veces más que los hombres, pero estos últimos
suelen consumar el hecho con una frecuencia 3 veces superior a las féminas. Otra variable a con-
siderar es la presencia del vínculo de pareja estable, ya que los solteros, separados o divorciados
y viudos, aportan cifras de conducta suicida más altas. Es importante destacar, que los conflictos
amorosos a menudo precipitan intentos suicidas.
Existen variados motivos y actitudes culturales y religiosas que influyen en la valoración
de la conducta suicida: puede ser considerada un delito, un pecado, una forma de escapar de
situaciones humillantes o dolorosas en extremo, y hasta un acto honorable o de sacrificio, en-
tre otras muchas. En la cultura occidental suele ser mayoritariamente rechazada y en algunos
casos muy estigmatizada, llegando incluso a la privación de derechos de pensión, seguridad
social, etcétera.
Curativo
Ante la presencia de un paciente con una conducta suicida es importante realizar una bue-
na entrevista y un examen psiquiátrico para explorar los antecedentes patológicos personales
y familiares, así como los eventos vitales que pueden haber favorecido o desencadenado dicha
conducta:
–– Evaluar la salud física general del paciente y garantizar el apoyo vital según el método utilizado.
–– Explicitar de forma convincente la disposición profesional de ayuda. Evitar comentarios de
reproche, recriminación o subvaloración de la conducta del paciente y brindar contención
emocional a los familiares.
–– Llenar la tarjeta de enfermedad de declaración obligatoria (EDO) a todo paciente atendido por
conducta suicida para su dispensarización y control
–– Remitir al paciente para su valoración por el personal especializado. Se recomienda la absten-
ción de toda medicación psicofarmacológica siempre que sea posible.
Capítulo 22
Psicofármacos
En esta primera parte del capítulo se presentarán, selectivamente, los fármacos que tienen
la posibilidad de ser utilizados por el médico general y que están disponibles en el Formulario
Básico Médico Nacional, aunque también se comentarán algunos que son de uso especializado
en psiquiatría. La información sobre varios medicamentos que deben ser usados por el espe-
cialista, se realiza para familiarizar a los profesionales con otros representantes de cada grupo
farmacológico, incluyendo ciertos productos de más reciente aparición. Al final de los respectivos
comentarios se incluyen tablas que facilitan esta labor, por contener aspectos relacionados con
la presentación y dosis más frecuentes.
El propósito de incorporar algunos criterios e informaciones especializadas sobre los grupos
de fármacos de mayor uso en los pacientes con afecciones psiquiátricas, se sustentó en las con-
sideraciones siguientes:
–– El médico general, con frecuencia, es consultado sobre algunos de estos fármacos en el caso
de pacientes que continúan un seguimiento comunitario con él, luego de concluir la atención
por parte del psiquiatra.
–– El conocimiento de algunas estrategias y tácticas especializadas en el tratamiento con psico-
fármacos, permite comprender aparentes paradojas o indicaciones poco comunes o extrañas
para los profesionales no especializados en psiquiatría.
–– El médico general necesita frecuentemente consultar radicales químicos, nombres comercia-
les y dosis, los efectos indeseables de los diferentes grupos medicamentosos, así como sus
interacciones con otros fármacos que debe prescribir a sus pacientes por comorbilidades con
los trastornos no psiquiátricos.
acción retardada. No fue hasta 1990 que comenzaron a distribuirse en el mercado los deno-
minados fármacos de segunda generación, representados por la clozapina (que ya había sido
utilizada con anterioridad y mostrado su eficacia terapéutica, pero la potencial inducción de
agranulocitosis desestimó durante un tiempo su uso) y la risperidona entre los antipsicóticos,
los Inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) reversibles y selectivos de la MAO A, con
el moclobemide como prototipo y los bloqueadores de la recaptación de neurotransmisores,
entre los que se encuentran la fluoxetina, el bupropion y la venlafaxina, cuyas especificidades
más relevantes son la reducción de efectos indeseables en comparación con los antidepresivos
clásicos, aunque con una potencialidad terapéutica similar. En lo referente a los tranquilizan-
tes, la novedad estuvo representada por la buspirona, fármaco de estructura ajena a las benzo-
diacepinas donde se describe cierto efecto antidepresivo simultáneo con su acción ansiolítica
(Kaplan, 2007).
Es innegable que los avances en psicofarmacología han provocado una verdadera revolución
en el tratamiento y rehabilitación de los trastornos psiquiátricos, pero para realizar una buena
prescripción es fundamental tener presentes varios criterios que sustentan un uso racional de
los fármacos; esto incluye la selección del medicamento correcto, en el momento adecuado, con
una dosis precisa, formulación conveniente y duración pertinente, considerando además que
solo hay que prescribir, cuando resulta necesario.
El sufrimiento humano individual y familiar que provocan los trastornos psiquiátricos resul-
tan de una compleja combinación de factores con un indiscutible origen biopsicosocial, por lo
que un medicamento puede ser necesario pero no suficiente, por sí solo, para comprender y
resolver dichos trastornos, sin realizar enfoques integrales en el tratamiento y rehabilitación en
psiquiatría.
Antes de comenzar la descripción de los psicofármacos, es necesario decir que el médico
debe tener en cuenta su responsabilidad con las prescripciones de cualquier tipo de medicamen-
tos para que no estimulen la dependencia, la automedicación, o incluso el engaño con algunas
mal denominadas “píldoras de la felicidad”, como ha sido el caso de la promoción indiscriminada
del prozac, la viagra o el xenical, por citar algunos ejemplos de propaganda y mitos de aparentes
soluciones rápidas y fáciles a problemas personales, que al final no garantizan un tratamiento con
bases científicas, ni la auténtica solución duradera de los trastornos presentes en las personas
que hacen un uso inadecuado de estos. Por todo lo anterior, el conocimiento más profundo,
aunque todavía insuficiente, de los mecanismos de acción a nivel sináptico y el descubrimiento
progresivo de nuevos neurotransmisores y receptores sugieren la utilización más racional de
estos recursos, así como la actitud cautelosa ante la asociación de ellos.
A continuación se describirán los diferentes grupos farmacológicos: neurolépticos, tranquili-
zantes o ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos, estabilizadores del estado de ánimo, antiparkin-
sonianos y anticonvulsivantes.
Neurolépticos o antipsicóticos
Su indicación básica es en los trastornos psicóticos, aunque también tienen otros usos que
se detallarán más adelante. Estos fármacos actúan a nivel diencefálico y su efecto fundamental
es el bloqueo de los receptores dopaminérgicos, especialmente D2, aunque por su poca selecti-
vidad bloquean también los receptores alfa 1, histamínicos y muscarínicos con sus consecuentes
efectos indeseables. Su acción es preferentemente sobre las vías dopaminérgicas mesocortical
y mesolímbica —esto explica sus mayores efectos antipsicóticos—, presentan también acciones
a veces muy marcadas sobre las vías dopaminérgicas nigroestriada y tuberoinfundibular con sus
consecuentes efectos extrapiramidales y endocrinos.
También se tomará en cuenta que el bloqueo dopamínico determina una acción inhibitoria
sobre los centros encefálicos que controlan la producción de prolactina, de donde se deriva la
Capítulo 22. Terapias biológicas en psiquiatría 241
galactorrea frecuente en los sujetos medicados y muchos de sus trastornos menstruales. Por
otra parte, la prolactina, por sus niveles en sangre, se ha convertido en uno de los indicadores
más efectivos del nivel plasmático de los neurolépticos. Su acción fundamental es antialucina-
toria, antidelirante y antiagitatoria, por lo que modifican fundamentalmente los denominados
síntomas positivos de los trastornos psicóticos. Tienen, además, importantes efectos extrapira-
midales a corto, mediano o largo plazo, y efectos antieméticos y antihistamínicos.
Los neurolépticos “clásicos” de uso más frecuente en Cuba según sus radicales químicos se
agrupan en derivados de las fenotiacinas (promacinas o alifáticos, piperidinas y piperacinas) y
derivados de las butirofenonas. Se clasificaban décadas atrás en neurolépticos de izquierda o
sedantes (ejemplos típicos, los derivados alifáticos como la clorpromacina), de derecha o inci-
sivos que tienen mayor acción antialucinatoria y antidelirante (por ejemplo, la trifluoperacina)
y atípicos o intermedios, que tienen una acción mixta atenuada (por ejemplo, los piperidínicos
como la tioridazina).
Con el principio de que el médico general debe seleccionar fármacos prototipo y familia-
rizarse con su uso, más que tratar de abarcar un espectro que saldría de sus posibilidades, se
describirán brevemente la clorpromacina, la tioridazina, la trifluoperacina y el haloperidol. Los
tres primeros derivados fenotiacínicos y el último, de las butirofenonas:
–– Clorpromacina: aunque potencialmente hepatotóxica, en Cuba este efecto indeseable es muy
poco frecuente. Tiene una importante acción antiagitación y antiagresividad, pero debe utili-
zarse con precaución en los ancianos por la determinación de efectos hipotensores; por otra
parte, tiende a bajar el umbral convulsivante y por eso se evita su prescripción en pacientes
con toma de conciencia por afecciones orgánicas. Raramente produce efectos extrapiramida-
les en dosis convencionales.
–– Tioridazina: es un derivado piperidínico de potente acción ansiolítica, muy útil en ancianos y
pacientes con trastornos de base orgánica, sobre todo si hay un sustrato disrítmico, pues tiene
una acción neutra sobre el umbral convulsivo. Es muy apropiado para combinar con la carba-
macepina en personalidades epileptoides, para el control de la hiperactividad y explosividad.
–– Trifluoperacina: en dosis inferiores a 3 mg diariamente, actúa como ansiolítico en sujetos con
riesgo adictivo, y en dosis superiores tiene una importante acción antialucinatoria y antideli-
rante. Cuando se utiliza en pacientes ambulatorios, en dosis superiores a 10 mg, debe valorarse
su asociación con fármacos antiparkinsonianos para evitar efectos extrapiramidales.
–– Haloperidol: fármaco de potente acción antipsicótica, muy indicado en afecciones orgánicas
por no afectar el umbral convulsivo, así como en las agitaciones de cualquier tipo. Muy útil
en la esquizofrenia y es el fármaco antimaniaco por excelencia, junto a las sales de litio. No es
hepatotóxico, aunque sí determina frecuentemente signos extrapiramidales.
Entre las indicaciones extrapsiquiátricas de los neurolépticos están las coreas, pues sus efec-
tos extrapiramidales, al producir hipertonía y bradicinesia, se oponen a la hipotonía e hipercine-
sia típica de estos cuadros.
Las sulfamoilbenzamidas, cuyo prototipo es el sulpiride, son neurolépticos de acción inter-
media con importantes efectos en los cuadros somatomorfos, sobre todo en los gastrointestina-
les. La aparición de los neurolépticos atípicos o de segunda generación (por ejemplo quetiapina,
risperidona y olanzapina, disponibles en Cuba), ofrece algunas ventajas sobre los convencionales
por su mejor control de los síntomas negativos, afectivos y cognitivos en los trastornos psicóticos.
El control de los síntomas negativos —retraimiento, hipobulia, aplanamiento afectivo, empobre-
cimiento del discurso—, de notable resistencia a los fármacos convencionales, parece debido al
bloqueo de receptores serotoninérgicos (5HT2) y al distinto efecto sobre los receptores DI, D2,
D3, D4, y D5. Los neurolépticos de segunda generación deben utilizarse por el médico especia-
lista en psiquiatría.
242 Manual de psiquiatría
Las formas de depósito de los neurolépticos tienen la gran ventaja de garantizar la acción man-
tenida del fármaco y evitar las frecuentes faltas de adherencia terapéutica por los pacientes que
rechazan la medicación.
Fármacos tranquilizantes
Los primeros tranquilizantes utilizados fueron las benzodiacepinas, prescriptos en la mayoría
de las especialidades médicas a partir de sus propiedades como ansiolíticos, relajantes mus-
culares, hipnóticos y anticonvulsivantes. El uso racional, que optimice su eficacia y disminuya
las complicaciones inherentes a un manejo negligente, debe ser el objetivo primario de estos
fármacos.
A pesar del amplio uso como recursos ansiolíticos por excelencia, debe recordarse su alto
poder adictivo, sobre todo en los de vida media más corta; con la excepción de la buspirona —
que demora más de 2 semanas en lograr sus efectos más definidos— la acción de estos fármacos
es inmediata, y se fundamenta en el agonismo de los neurotransmisores inhibidores —como la
glicina y el GABA— así como en su efecto bloqueador de los reflejos polisinápticos medulares, de
ahí su efecto relajante muscular. Por otra parte, elevan los niveles de prostaglandina E, de impor-
tante acción antiepiléptica. Solo un representante de este grupo (buspirona) tiene algún efecto
antidepresivo, pues el resto, a excepción del alprazolam, propende en mayor o menor grado a
la depresión. La descontinuación de los tranquilizantes debe hacerse gradualmente, y las dosis
deben ser siempre las menores, pero que resulten efectivas, por el menor tiempo necesario.
Entre sus indicaciones fundamentales se encuentran los cuadros de ansiedad aguda —tras-
torno de pánico— y generalizada; en los primeros se ha utilizado con éxito el alprazolam, aunque
también responden a dosis bajas de los bloqueadores selectivos de la recaptación de serotonina,
como la sertralina y otros.
Capítulo 22. Terapias biológicas en psiquiatría 245
Todos los tranquilizantes deben utilizarse en las menores dosis eficaces y por el menor tiem-
po posible. Su indicación debe ser sustituida por el entrenamiento en relajación una vez logrados
los efectos iniciales. Las benzodiacepinas están contraindicadas en la apnea de sueño.
Se puede resumir entonces: por su predominio en la función ansiolítica, clordiazepóxido,
diazepam y alprazolam; por su importante efecto hipnótico, nitrazepam; y por la acción anticon-
vulsivante, diazepam y clonazepam.
En la tabla 22.3 se exponen los tranquilizantes o ansiolíticos de uso más frecuente en las
diversas latitudes.
Tabla 22.3. Tranquilizantes o ansiolíticos
Fármacos antidepresivos
Son fármacos que combaten las diferentes formas de depresión y algunos se utilizan para
los trastornos de ansiedad, pero por su amplio abanico terapéutico se usan también en otros
trastornos psiquiátricos. Hay 2 grupos fundamentales de antidepresivos con aparición casi si-
multánea en la década de 1950: los inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO) —que surgen al
percatarse los científicos de los efectos de la isoniacida como exaltadores del ánimo en pacientes
tuberculosos— y los timoanalépticos, cuyo prototipo son los tricíclicos, y entre ellos el primero
que se descubrió fue la imipramina, a partir de la modificación química de la molécula de clor-
promacina en 1957. Debe tenerse en cuenta que ambos grupos ejercen sus efectos principales
luego de transcurridas, al menos, 3 semanas del inicio de su administración.
Inhibidores de la monoaminoxidasa
En general estos fármacos tienen cierto efecto psicotónico asociado con el antidepresivo y
es por ello que se les ha llamado también energizantes psíquicos. Los IMAO clásicos ejercían un
efecto que a la vez resultaba irreversible, por su muy larga vida media, y también inespecífico por
actuar simultáneamente sobre las posteriormente identificadas MAO A y MAO B.
Sobre los IMAO incidió durante mucho tiempo la sombra de sus diferentes efectos inde-
seables, como la hepatotoxia de los derivados hidracínicos, por la conversión de este radical en
isopropilhidracina; las riesgosas crisis hipertensivas —muchas veces mortales— provocadas por
la ingestión de alimentos ricos en tiramina —amina presora que normalmente es degradada por
las MAO—, en la combinación con otros fármacos debido a su larga vida media; y el “síndrome
del queso” debido a su acción no selectiva y consecuente eliminación del efecto inactivador de la
tiramina al actuar simultáneamente sobre las MAO A y B. También por la asociación descuidada
de dosis importantes de IMAO y tricíclicos.
El renacer de los IMAO comienza con el descubrimiento de la moclobemida, un bloqueador
selectivo de la MAO A y de mucho menor vida media, por lo que se denomina también reversible
y toma en castellano el nombre de inhibidor reversible de la MAO A, es decir IRMA, por tanto
selectivo, que permite se produzca la acción de la MAO B sobre la tiramina y evita el antes refe-
rido “síndrome del queso” por aparecer ante la ingestión de dicho producto. De esta forma se
dispone de 2 grupos antidepresivos sin efectos cardiotóxicos o vagolíticos.
Aunque los IMAO de segunda generación tienen menor efecto antidepresivo que los tricícli-
cos, también provocan menos efectos indeseables. No se recomiendan en afecciones de nivel
psicótico, pero dan resultados muy positivos en cuadros reactivos leves y moderados, sobre todo
en sujetos que no han respondido a tricíclicos en episodios anteriores o presentan intolerancia a
estos. El grupo IRMA tiene su indicación principal en depresiones estacionales propias de países
con pobre luminosidad solar.
Por último, entre los IMAO B, se menciona al deprenyl, que además de ser de larga vida
media —por tanto irreversible— tiene efecto relevante en la enfermedad de Parkinson, pero no
como antidepresivo (González, R., 2008).
La asociación de tricíclicos e IMAO reversibles es menos riesgosa que la que se hacía antes
con los IMAO clásicos, aunque siempre se exige su manejo especializado y la condición de que
se incorpore lentamente el IMAO, luego de establecer el tratamiento con tricíclicos, pero nunca
a la inversa. El desarrollo de los recursos antidepresivos hace actualmente innecesaria esta aso-
ciación.
En la figura 22.1 se presenta, de forma resumida, la clasificación de los antidepresivos por sus
mecanismos de acción, según se acaba de describir.
A modo de resumen, se completa el estudio de los antidepresivos con la figura 22.2, que
expone los distintos tipos de fármacos utilizados para la depresión.
Hipnóticos y sedantes
En este grupo se encuentran psicofármacos muy antiguos, como los barbitúricos, pero se
incluye una variedad de otros medicamentos utilizados por su efecto inductor y sostenedor del
sueño. Pertenecen a distintos grupos farmacológicos, pero lo más significativo y también común
es la precaución que debe tener el médico general para evitar su abuso con prescripciones inade-
cuadas que impliquen automedicación o iatrogenia.
Algunos de los medicamentos estudiados incluyen, por el ejemplo, el nitrazepam entre las
benzodiacepinas y la levomepromacina del grupo de neurolépticos, se utilizan las potencialida-
des de los antihistamínicos y de otros grupos de fármacos por su potencialidad hipnótica.
También hay que tener presente el riesgo que la afectación de la vigilia y la capacidad de
concentrar la atención pueda tener a causa de la prescripción de hipnóticos en conductores de
vehículos, personas que manejan equipos de precisión y otras labores con riesgos similares.
Es necesario reiterar la importancia de las medidas higiénico-dietéticas en el tratamiento
del insomnio, que por otra parte puede ser secundario a distintos trastornos psiquiátricos o no,
por lo que la utilización de los hipnóticos se sugiere sea indicada esencialmente por el médico
especializado.
En la tabla 22.7 se presentan los fármacos utilizados comúnmente como hipnóticos (Gonzá-
lez, R., 2008; Rahola, 2011; Caballero, 2015).
Anticonvulsivantes
Los medicamentos anticonvulsivantes son utilizados, como su nombre lo indica, para el con-
trol de las convulsiones por diversas causas, y entre las más conocidas está la epilepsia, que pue-
de tener manifestaciones psicopatológicas no siempre convulsivas; también hay otros cuadros
con una base orgánica presumible o demostrable, y trastornos psicóticos en los que se utilizan
estos fármacos con diversos radicales químicos. Todos son controlados por los médicos de las
especialidades correspondientes. Aquí solo se mencionan, entre otros, la difenilhidantoína (con-
vulsín), la carbamacepina, el ácido valproico, la lamotrigina, la gabapentina, el topiramato, el
diazepam y el clonazepam.
Antiparkinsonianos
Los antiparkinsonianos resultan de interés por sus indicaciones para la enfermedad de Par-
kinson, pero fundamentalmente en la especialidad de psiquiatría, para el control de las manifes-
taciones extrapiramidales por el uso de psicofármacos, sobre todo los neurolépticos, que pueden
llegar a la consulta del médico general, pero también motivan atención de urgencia. Tienen efec-
tos relevantes de tipo vagolítico, dopaminérgico y alucinótico, por lo que algunos muestran alto
riesgo adictivo y requieren adecuado control especializado en su prescripción. En la tabla 22.9 se
exponen algunos de estos medicamentos.
Psicotónicos
Se trata de un grupo de fármacos que aumentan el nivel de vigilia y pueden determinar cierto
grado de euforia, pero carecen de utilidad en el tratamiento actual de la depresión. Reducen el
umbral convulsivante y tienen un alto potencial adictivo.
256 Manual de psiquiatría
Entre los psicotónicos de utilidad para los objetivos de este texto, en Cuba se utiliza la cafeína
por vía intramuscular para el tratamiento de cuadros de discinesia aguda y otras manifestaciones
extrapiramidales provocadas por la medicación con neurolépticos, que solicitan, a menudo, tra-
tamiento de urgencia, según se verá en el capítulo correspondiente. En la tabla 22.9 se detallan
aspectos sobre la presentación y las dosis. También se debe comentar el uso del metilfenidato,
con indicaciones precisas para la población infantil, en los casos de trastorno por déficit de aten-
ción con hiperactividad.
Terapia electroconvulsiva
La terapia electroconvulsiva —erróneamente denominada electroshock— ha resistido duran-
te décadas diversos mitos, campañas anticientíficas y mediáticas en su contra, manteniendo su
vigencia en el arsenal terapéutico psiquiátrico.
Se ha demostrado que la convulsión generalizada inducida por un estímulo eléctrico que pasa
por el cerebro, de forma controlada y bajo los efectos de la anestesia y un relajante muscular, es
la responsable de un efecto terapéutico, rápido, eficiente y seguro, en pacientes con depresiones
psicóticas y alto riesgo suicida que no responden a tratamientos farmacológicos convencionales.
En esto consiste esta terapia; está indicada también en ciertos casos de agitación, de estupor ca-
tatónico, e incluso en estados delirantes persistentes de difícil control, refractarios a las terapias
psicofarmacológicas (González, R., 2008).
Es necesario añadir que hay pacientes con ciertas condiciones médicas, además de las em-
barazadas, en quienes resulta riesgoso el uso de psicofármacos, y pueden beneficiarse con este
tratamiento.
Su principal inconveniente es la aparición de algunos trastornos de memoria a corto plazo,
pero de forma transitoria, que pueden presentarse en ciertos pacientes, muy distante de la con-
cepción popular errónea de que “el electroshock mata las neuronas”. Con los criterios expuestos,
los profesionales de la salud deben combatir y desmitificar este rumor, y así contribuir con una
adecuada educación de los pacientes y sus familiares, con el objetivo de obtener el debido con-
sentimiento informado para su aplicación en los casos que lo requieran y puedan beneficiarse
de este tratamiento.
Luminoterapia
Surge a partir del concepto de que los seres humanos están vinculados a ritmos circadianos
que influyen en las variables fisiológicas, como por ejemplo, el sueño. La terapia lumínica, o
luminoterapia, consiste en exponer a las personas a la luz de una lámpara que emite una lumino-
sidad parecida a la solar, pero que filtra la luz ultravioleta. Se han logrado resultados favorables
en diversos casos de depresión refractaria, sobre todo en la depresión estacional (frecuente en
países con luz solar muy breve durante la temporada invernal), bulimia y tensión premenstrual.
También se ha indicado en el tratamiento del síndrome del jet lag.
Psicocirugía estereotáctica
Actualmente se mantiene la polémica de su utilización a partir de criterios de costo-beneficio
y dilemas éticos, ente otros. En algunos casos se ha planteado su posible utilidad en pacientes
con enfermedad psiquiátrica grave, discapacitante y refractaria a tratamiento, como pudieran ser
algunos casos de trastorno obsesivo-compulsivo, y de agresividad extrema incontrolable.
Capítulo 23
Psicoterapia
La psicoterapia, en sus diferentes modalidades, se expresa, por tanto, cada vez que el médico
en su relación profesional utiliza en forma consciente y planificada, de acuerdo con los proble-
mas del paciente, recursos que actúan sobre este por vía psicológica y que tengan como objetivo
eliminar síntomas, modificar patrones de comportamiento inadecuados o madurar su persona-
lidad, propósitos que una vez alcanzados seguramente incrementarán o restablecerán, según el
caso, la adaptación creadora del paciente a su medio.
Huelga destacar la existencia de un proceso constante de retroalimentación, que posibilita
el cambio de táctica cuando los resultados no son satisfactorios. También resulta fundamental
la valoración continua por parte del terapeuta de sus propias respuestas emocionales ante las
situaciones afrontadas. Vale observar la similitud de esta relación con la de profesor-alumno
(Sullivan, 1959; Rodríguez, 1994, 1994a).
Reeducativa
Reconstructiva
De matrimonios
De familia
Fuente: González, R., Clínica psiquiátrica básica actual, 2005.
Hay que valorar que algunas de estas categorías están al alcance del médico general, pero
en su mayoría requieren de entrenamiento y supervisión. Ahora se verán los recursos más ac-
cesibles, pero antes se comentarán algunos aspectos dinámicos a tener en cuenta en la gestión
psicoterapéutica. Para esto se invita al lector a reflexionar sobre lo que ocurre al entrar a un
cine después de haber comenzado la proyección del filme: se aprecia que existen reacciones
en el público que no son comprensibles, tales como simpatía hacia algún actor en el papel que
desempaña, risas en situaciones que no tienen gracia alguna o comentarios expresivos de la
expectación de alguna incidencia argumental, lo que determina cierto desconcierto inicial del
que difícilmente se sale hasta “empatar la película” y conocer lo ocurrido antes de llegar. La uti-
lización de este símil permitirá valorar la importancia psicoterapéutica —sobre todo cuando se
trazan objetivos reeducativos o reconstructivos— de conocer qué ha ocurrido antes en la vida
del paciente y esto no solo resulta relevante para el propósito terapéutico, sino también para el
diagnóstico de los aspectos a modificar con la influencia psicológica. Es decir, antes de programar
los objetivos a perseguir y los recursos a utilizar, es imprescindible que se identifiquen cuáles son
los síntomas o los patrones inadecuados del comportamiento u otras deficiencias en la perso-
nalidad que se debe enfrentar durante la “alianza terapéutica”, así como cuáles y cómo han sido
las relaciones interpersonales previas a la que se desarrolla en el marco terapéutico, sobre todo
aquellas establecidas con personas significativas en el entorno hogareño y posteriormente en el
contexto escolar, laboral y social.
Resulta lógico inferir que cuanto más tempranas sean las influencias positivas o negativas
del entorno —sobre todo el interpersonal— tanto más relevantes serán en la determinación de
personalidades normales o con meyopragias más o menos severas representadas, en esencia,
por rasgos caracterológicos como la minusvalía, la inseguridad, la rigidez, el déficit de habilidades
Capítulo 23. Psicoterapia 261
Mecanismos de defensa
Se definirán, en forma muy elemental, uno de los aportes más significativos del psicoanáli-
sis: los mecanismos de defensa del yo —o mecanismos de defensa de la personalidad, según se
prefiera— esbozados por Sigmund Freud y desarrollados en profundidad y extensión por su hija
Ana. Estos mecanismos, que se van estructurando a través de la propia experiencia, funcionan
predominantemente a nivel inconsciente y por ello se apartan de las leyes que rigen los procesos
conscientes. Por expresarse también en los sueños, se pueden utilizar las vivencias oníricas como
marco de referencia para comprender su complejidad según avanza el desarrollo de la personali-
dad. Así, desde mucho tiempo atrás se sabe que los sueños de los niños son fácilmente compren-
sibles, si se toman en cuenta las experiencias que precedieron el dormir. Un niño que es llevado
al zoológico por su tío, reproduce esta vivencia en sus sueños prácticamente sin modificación
alguna, cosa que no ocurre en otras etapas de la vida en que se determinan notables distorsiones
por la mayor complejidad de los mecanismos bioquímicos, neurofisiológicos y psicológicos, estos
últimos representados en esencia por los procesos inconscientes.
La fácil evidencia de la utilización de los mecanismos de defensa de los niños durante la
vigilia, se debe al carácter rudimentario e ingenuo de sus procesos adaptativos. Un niño que se
262 Manual de psiquiatría
atemoriza ante el rugido de una fiera enjaulada durante una tarde de diversión en el zoológico,
puede evitar involuntariamente que se afecten sus vivencias positivas al comunicar a su acompa-
ñante “vámonos abuelo, que tú tienes miedo”, y estará usando un mecanismo de proyección, o
sencillamente responderá al señalamiento de que mojó la cama con un rotundo “fuiste tú”, con
lo que sin saberlo, se apoya en mecanismos de negación y conversión en lo contrario, para prote-
ger su autoestima sin tener todavía la más mínima noción de lo que esto significa. La situación es
totalmente diferente en los adultos por resultar mucho más complejos y difíciles de identificar, y
la tarea es todavía más difícil cuando el objetivo terapéutico es que el sujeto los reconozca, meta
que será desde luego, solamente trazada cuando los mecanismos utilizados hayan determinado
resultados no satisfactorios.
A continuación se destacarán algunos de los mecanismos de defensa más frecuentes:
–– Proyección, el sujeto se comporta como una cámara cinematográfica y dirige hacia otras per-
sonas, que fungen como pantallas, contenidos no aceptables de su vida psíquica o caracterís-
ticas negativas de su personalidad; el refranero popular se refiere a esta cuando señala: “El
ladrón piensa que todos son de su condición” o “Ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el
propio”. En la clínica psiquiátrica, este mecanismo es muy evidente en las ideas de referencia
y apréciese que en este caso, en el que el sujeto, por ejemplo, piensa que otras personas
comentan, por ejemplo, su comportamiento poco viril, el mecanismo, lejos de atenuar la an-
siedad, la determina o incrementa, por resultar ineficaz o exagerado y desempeñar por ello un
papel inadaptativo, en lugar de su pretendido rol protector.
–– Subestimación: una fábula de Esopo ejemplifica este mecanismo, cuando la zorra salta para
obtener las uvas, y para enfrentar la frustración de no poder alcanzarlas comenta “total, es-
taban verdes”.
–– Negación: las críticas a otra persona sobre características muy evidentes en el emisor de la
valoración, sirven como modelo de este mecanismo.
–– Formación reactiva: la parsimonia y la diplomacia en alguien con importantes componentes
de hostilidad en su personalidad servirán de modelo para la conversión en lo contrario.
–– Transferencia y contratransferencia: los sentimientos dirigidos hacia el médico, que reprodu-
cen los otrora dirigidos a personas significativas, modelarán la transferencia; y las respuestas
inadecuadas del terapeuta ante las comunicaciones que movilizan conflictos personales se
explicarán por la contratransferencia.
–– Desplazamiento: expresa la hostilidad dirigida al jefe, en lugar de a la madre punitiva; y en
cierto grado también la regresión.
–– Deshacer (undoing): la conducta filantrópica de alguien culpado de comportamientos egoístas
anteriores puede ejemplificar este mecanismo.
–– Represión: efecto de la exclusión de la conciencia de contenidos desagradables, que se expre-
sa en la sesión terapéutica por resistencias.
–– Disociación: expresa las amnesias de las experiencias catastróficas propias de las reacciones
ante estrés grave.
–– Conversión: incapacidad psicógena para deambular o ejecutar otros movimientos voluntarios.
–– Compensación: la voz gruesa y la actitud autoritaria de alguien con sentimientos de inferio-
ridad por no aceptar su baja estatura, modelan este mecanismo; si se exagera y conduce a
comportamientos violentos para “darse a respetar”, sin que realmente se justifiquen, expresa
la sobrecompensación.
–– Regresión: conducta algo infantil que ciertos pacientes asumen ante afecciones predominan-
temente somáticas.
–– Expiación: uno de los mecanismos que explican la notable efectividad de Alcohólicos Anóni-
mos; sus incorporados son guiados, en forma más o menos consciente, por este mecanismo,
el mismo que a veces explica comportamientos estoicos en personas con algún sentimiento
de culpa.
Capítulo 23. Psicoterapia 263
Los mecanismos relacionados —y muchos otros que trascenderían los objetivos de este tex-
to— pueden explicar variadas manifestaciones psicopatológicas y ser utilizados con finalidades
interpretativas, cuando llegue el momento oportuno, con el riesgo de cometer iatrogenias, o en
el mejor de los casos perder el tiempo. Por razones éticas fundamentales ningún miembro del
equipo de salud intervendrá cuando un mecanismo defensivo determine efectos positivos.
Antes de terminar este acápite, se invita al lector a valorar qué mecanismos subyacen en los
trastornos psicosomáticos o somatomorfos, si se toma en cuenta el brillante comentario de Henry
Maudsley: “La pena que no se desahoga en lágrimas hace llorar otros órganos.”
Es necesario resaltar la relación entre la hostilidad reprimida y la depresión, así como entre la
violencia y el suicidio —cuando esta no se canaliza adecuadamente. Asimismo, debe recordarse
el empeoramiento de los síntomas hipocondriacos y obsesivos cuando se suma al cuadro clínico
la depresión, así como la frecuente asociación de la hipocondría con personalidades dependien-
tes, en las que el temor a la muerte, característica esencial de estos pacientes, en quienes la
preocupación magnificada por la salud expresa angustia ante la soledad implícita en la imagen
que culturalmente se ha desarrollado sobre este suceso inevitable. Estos pacientes dejarían de
preocuparse por sus presuntas enfermedades, si tuvieran la seguridad de que no llevarían a
resultados fatales.
Debe recordarse también que en la mayoría de los casos de celos patológicos subyace la
inferioridad, y el ejemplo típico es el celo del alcohólico, cuya minusvalía —debido a su com-
portamiento inadecuado y las múltiples frustraciones que determina en su pareja— trata de ser
evadida mediante racionalizaciones, proyecciones y conversión en lo contrario, expresadas en
la clínica como “ella no me quiere porque le interesa otro hombre” —negación de su conducta
inadecuada, racionalización y conversión en lo contrario— pues por esa vía quien falla en la re-
lación no es él, sino ella.
Recursos psicoterapéuticos
Información
El aporte de la información adecuada y la eliminación de falsas apreciaciones, son recursos
psicoterapéuticos de gran valor, con los que el médico recupera su ancestral papel de maestro.
Una paciente deprimida por presentar un trastorno orgásmico femenino luego de una esteriliza-
ción quirúrgica que ella define como “después que me ligaron”, considera se afectó su feminei-
dad, y no se repondrá con facilidad si el médico no dedica unos minutos a explicarle, de forma
adecuada a su nivel cultural, la falsedad de esta idea y le enseña a conocer la función pura-
mente conductora de las trompas de Falopio, utilizando argumentos como: “¿Si esta operación
acarreara esos trastornos, cree usted que los médicos se la indicarían a sus esposas?”.
Ventilación y catarsis o abreación
Facilitar la ventilación de preocupaciones y recuerdos penosos, ante un médico que sepa
escuchar y mostrarse comprensivo, es un recurso ansiolítico más potente, a veces, que el
264 Manual de psiquiatría
mejor tranquilizante. La técnica para lograrlo es sencilla, basta una pregunta. “¿Tiene usted
preocupaciones?”. El mecanismo por el que la ansiedad se atenúa, es una variedad de las catar-
sis, cuya esencia conceptual es la descarga, salida o “drenaje emocional”.
Apoyo
Las palabras de consuelo, orientadas a reafirmar la personalidad del paciente que enfrenta
situaciones difíciles, son un recurso de gran valor cuando provienen de un médico. Un hombre
deprimido por la muerte de su madre se angustia porque considera esa reacción como una señal
de debilidad. Palabras como “este es un golpe duro para cualquier hombre, y es perfectamente
lógico que se sienta usted triste, pero esperamos que en breve tiempo se repondrá totalmente”,
en ocasiones resultan de gran utilidad.
Inspiración
Este recurso consiste en ofrecer al paciente nuevos enfoques ante las situaciones de conflic-
to, sentando las bases para las nuevas actitudes. Una mujer muy dependiente, con gran deman-
da de afecto, se deprime ante un embarazo (el tercero) que no fue deseado. El médico controla
la situación planteándole que la comprende, pero le recuerda que en ese hijo puede hallar el
afecto que tanto ha añorado.
Exteriorización de intereses
En pacientes deprimidos sobre todo, se utiliza con mucha frecuencia este recurso que activa
o crea intereses que le permiten interrumpir sus rumiaciones depresivas. Un paciente temeroso
de manifestar su hostilidad —y con gran necesidad de hacerlo— reconoció en una entrevista
que siempre había querido ser judoca, después que el médico le habló sobre la conveniencia
de practicar algún deporte como medio para liberar la hostilidad. El comienzo de esta actividad
coincidió con su recuperación.
Biblioterapia
Este recurso, que consiste en la recomendación de lecturas adecuadas, en ocasiones brinda
excelentes resultados. Por ejemplo, la lectura del diario del Che Guevara es una recomendación
muy valiosa para un asmático que, de forma distorsionada, se valore como limitado por su afec-
ción.
Capítulo 23. Psicoterapia 265
Persuasión
La utilización de argumentos lógicos para lograr un cambio de actitud en el paciente es uno de
los recursos más antiguos de la práctica médica. Una madre soltera, muy apegada a los hijos, sufre
dificultades familiares que se atenuarían si consintiera en el internamiento de uno de sus hijos en
un centro deportivo de alto rendimiento. Su rechazo a esta posibilidad —por considerarlo, de for-
ma errónea, una evidencia de desamor— es combatido de forma exitosa cuando el médico señala
las ventajas que reporta esa beca, en cuanto a al desarrollo de las aptitudes y las motivaciones del
hijo, el alivio de la economía hogareña y hace énfasis en la madurez emocional que también alcan-
zará, insistiendo, además, que serán ausencias transitorias ante la posibilidad de visitas sistemáti-
cas a la casa todos los fines de semana. Desde luego, el médico se cuidará de no hacer evidente su
objetivo central —disminuir las responsabilidades percibidas por la paciente—, ya que de hacerlo
los sentimientos de culpabilidad pueden determinar que esta ratifique su decisión inicial.
Orientación paradojal
Existen síntomas que son más intensos cuanto más esfuerzos hace el paciente por eliminar-
los, pues se basan en mecanismos ultraparadojales de la actividad nerviosa superior —respuesta
contraria al estímulo. Muchos de estos casos se resuelven si se logra invertir la intención del
placiente. Una mujer obsesiva se quejaba de tener que mirar, de todas formas, hacia el edifico
vecino durante 15 min todas las noches antes de acostarse. Esto le parecía absurdo, pero llevaba
2 años tratando de vencer esa idea sin lograrlo. La orientación médica fue que obligatoriamente
debía mantener esa conducta durante 30 min controlados por el reloj. La indicación se cumplió
durante 17 noches; después, desapareció el síntoma. En casos de tos nerviosa —si existen estos
mecanismos paradojales—, el médico puede emplear el método de hacer toser al paciente fren-
te a un espejo de manera obligatoria. Los resultados son positivos en 90 % de los casos.
Desacondicionamiento
Este recurso se utiliza para eliminar condicionamientos patológicos. Por ejemplo, el alcohó-
lico que toma disulfiram sufrirá, con cada futura ingestión de alcohol, molestias muy desagrada-
bles que servirán para romper el condicionamiento ingestión de alcohol-sensaciones agradables.
Desensibilización sistemática
Este magnífico aporte de Joseph Wolpe es uno de los recursos más efectivos para el trata-
miento de las fobias. Su principio básico es el mismo de la desensibilización del asmático me-
diante dosis progresivamente crecientes del alergeno que le afecta. La técnica en cuestión es
enfrentar, de forma progresiva, al enfermo con la situación fóbica, luego de realizar —inmedia-
tamente antes de cada enfrentamiento sistemático— una sesión de ejercicios de relajación que
garantice que la nueva experiencia se producirá sin angustia.
Para utilizar este recurso se establece, en discusión crítica con el paciente, una escala de
jerarquía de situaciones fóbicas que va desde la menos determinante de ansiedad, hasta la más
transcendente en dicho aspecto. Se completa la escala con situaciones intermedias, siempre en
orden ascendente a partir del escalón más bajo.
Así, un claustrofóbico que teme a los ómnibus repletos de pasajeros, aceptará como situa-
ción de menor angustia, tomar dicho vehículo en la madrugada, horario que garantizará que esté
prácticamente vacío, y ubicará en el nivel jerárquico superior la situación de encontrarse en un
transporte lleno de pasajeros con las ventanillas cerradas porque llueve copiosamente.
La desensibilización sistemática, en su forma original, se desarrolla en forma imaginaria me-
diante la representación mental de las situaciones planificadas en la escala; cuando se realiza
in vivo se denomina exposición gradual.
266 Manual de psiquiatría
Implosión
Este recurso, propuesto exitosamente por Stampfl, sería la contrapartida del descrito an-
teriormente y consiste en el enfrentamiento directo de la situación temida. Así se logra la eli-
minación de la ansiedad por mecanismos de extinción de la respuesta fóbica y puede también
realizarse de forma imaginaria (implosión clásica) o con el apoyo personal del terapeuta en la
situación fóbica, y se denomina entonces inundación o flooding.
Sugestión
Este recurso, cuyo objetivo es introducir una idea en la mente del paciente, violando sus
capacidades críticas, ha sido el más utilizado para curar desde los inicios de la humanidad. En
él se basan las curaciones “milagrosas”; por él curan el amuleto y las ceremonias de exorcismo.
Sus fundamentos mágicos son, quizás, la causa por la que el médico ha desarrollado poco este
recurso en la práctica diaria y ha olvidado el hecho de que en su actuación siempre hay algo de
magia para el paciente.
La sugestión puede ser directa, cuando el médico ejerce su influencia sobre el paciente sin la
utilización de intermediarios: “Desde mañana comenzará la mejoría progresiva” o indirecta: “Desde
la tercera inyección apreciará usted que va a dormir mejor”.
La sugestión se puede producir al estar el paciente despierto (sugestión vigil), con el paciente
sumido en trance hipnótico (sugestión hipnótica), con el paciente bajo el efecto de un barbitúrico
de acción ultrarrápida (sugestión bajo narcosis que requiere la presencia del anestesista por el ries-
go de espasmo de la glotis), o mientras el paciente duerme naturalmente, técnica de menor uso.
Recompensa y no recompensa
En la relación médico-paciente, el médico gratifica con palabras o gestos las actividades posi-
tivas y hace lo opuesto o se abstiene, ante conductas no deseables. Este mecanismo psicológico
es el que explica la influencia de las figuras significativas en la estructuración del carácter de los
niños.
Un paciente que en las primeras etapas de su vida reprimió su agresividad porque consideró
que no hacerlo podría desencadenar la cólera del padre dominante, en la actualidad establece
un patrón de conducta consistente en tolerar, a duras penas, situaciones movilizadoras de hosti-
lidad; esta puede ser una de las causas de la depresión. Durante su tratamiento, el médico debe
tener la suficiente madurez para demostrarle, con su reacción, que una manifestación de protesta
ante alguna situación relacionada con el tratamiento, no tendría las consecuencias catastróficas
que el paciente imagina y tratará de estimularlo a superar el patrón de conducta patológica al
facilitarle la exteriorización de hostilidad.
Recursos sociales
y rehabilitación psiquiátrica
Cuando los antecesores más primitivos decidieron incorporar, 1 000 000 de años atrás, otros
miembros de la horda en la gestión de cuidados a la salud de sus congéneres, ignoraban que di-
cho comportamiento, determinado por la necesidad, establecería un hito en la paleomedicina, al
trazar, desde épocas tan remotas, la necesidad de desarrollar un “equipo de salud” mucho antes
de que dicha proyección alcanzara el significado que hoy ostenta en el campo de la medicina y
la psiquiatría social.
Los últimos avances en este terreno han hecho evidente la conveniencia de ampliar en los
programas de salud, el marco implícito en el equipo multidisciplinario e interdisciplinario, e in-
cluir la importante gestión de los multiplicadores, grupos de ayuda mutua comunitarios y del
propio usuario para garantizar el cumplimiento exitoso de las tareas promocionales, preventivas,
curativas y de rehabilitación indispensables para elevar cada vez más el nivel de salud de la po-
blación.
En el arsenal terapéutico, se nombran recursos sociales, los que se utilizan con el propósito
de modificar el estatus, las funciones, las interacciones y las tensiones de los usuarios mediante
acciones sobre su entorno interpersonal en los ámbitos familiar, escolar, laboral, residencial o
sociocultural (González, R., 2008).
Entre los recursos terapéuticos sociales se cuentan los que se incluyen en la categoría insti-
tucional y los que se proyectan fuera de ese entorno y se denominan extrainstitucionales. Entre
los primeros se pueden mencionar: la organización en comunidad terapéutica de los centros de
hospitalización total o parcial, la terapia ocupacional, la ludoterapia y la terapia artística; y en los
segundos, las orientaciones directas o mediadas, por otros miembros del equipo, sobre relacio-
nes interpersonales en la familia, el centro de trabajo o de estudio, las sugerencias de cambio de
puesto de trabajo u horario de actividades; las recomendaciones de cambios de carrera univer-
sitaria; las posposiciones de exámenes; las bajas escolares o laborales; así como las indicaciones
de jubilación; las sugerencias o los cambios de domicilio; y también las gestiones para modificar
las concepciones, las actitudes y los mitos populares capaces de obstaculizar la gestión de salud
en sus diferentes proyecciones integrales.
Recursos institucionales
La estructura organizativa orientada por el Ministerio de Salud Pública de Cuba en las insti-
tuciones de hospitalización total o parcial es la comunidad terapéutica, que se ha definido en
trabajos anteriores como el producto de la aplicación, en una institución de salud, de principios
sociales, psicoterapéuticos y administrativos, técnicamente orientados a lograr la estructura-
ción intramuros de un micromedio donde todos los recursos materiales y humanos disponibles
sean utilizados con el máximo aprovechamiento de sus potencialidades terapéuticas y de reha-
bilitación.
Capítulo 24. Recursos sociales y rehabilitación psiquiátrica 269
Según el tercer informe del Comité de Expertos en Salud Mental de la OMS, emitido en 1952,
se necesitan los siguientes requisitos para considerar la existencia de una comunidad terapéutica
(Leyva, 1969):
–– Conservar la individualidad del paciente.
–– Asumir que el paciente es digno de confianza.
–– Asumir que el paciente es capaz de un alto grado de responsabilidad e iniciativa.
–– Garantizar una actividad intensa organizada y orientada hacia fines concretos.
–– Insistir en el tratamiento social, en la constitución de un equipo terapéutico en el que los mé-
dicos, enfermeros, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales y otro personal, tengan
una función igualmente sólida.
Cuando se explican estos principios, el marco institucional deviene medio corrector intramu-
ros, y todos los recursos materiales y humanos se ponen en función de organizar este microme-
dio que actuará al modificar los condicionamientos inadaptativos incorporados a la conducta y
desarrollar nuevos patrones de comportamiento de carácter adaptativo en los pacientes (Amaro,
1980; Córdova, 1976; Barrientos, 1977).
La estructura comunitaria implica la viabilización —bajo orientación especializada— de las
relaciones interpersonales de ayuda, tanto en el nivel técnico, representadas por las relaciones
del paciente con el equipo interdisciplinario institucional, como a nivel no técnico, dados por
las relaciones paciente-paciente, paciente-personal auxiliar y administrativo, y paciente-fami-
liares; todas en un contexto orientado a garantizar un medio corrector donde se modifique
progresivamente la función y el estatus de los pacientes, y reducir las influencias ansiogénicas
(González, R., 2008).
Estos efectos se suman a los derivados de una continua actividad laboral, deportiva, recrea-
tiva y artística, y también a la espontánea reacción del paciente ante las condiciones físicas de
la institución, transmisoras de un positivo mensaje reforzador de la autoestima del usuario. Este
conjunto de efectos favorables, que puede reforzarse con la utilización de un sistema de gratifica-
ción de conductas positivas (Token Economy) ha sido denominado terapia por el medio o terapia
institucional (González, R., 1982).
Recursos extrainstitucionales
Estos recursos pueden ser de manejo directo por el médico o mediados por otros profesiona-
les, técnicos, familiares de usuarios, grupos de autoayuda, organizaciones sociales o multiplica-
dores vocacionalmente implicados. Se utilizan con la mayor frecuencia por el propio facultativo,
cuando entrevista a la esposa de un paciente con una disfunción sexual, a quien orienta la activi-
dad a asumir ante la manifestación del trastorno, cuando expide una certificación con orientacio-
nes escolares o laborales, o cuando visita personalmente una empresa para resolver un conflicto
laboral de algún paciente.
El personal de enfermería del consultorio de la familia, del departamento comunitario de
salud mental o del hospital y, sobre todo, los trabajadores sociales en los diferentes niveles, son
habitualmente los encargados de las gestiones orientadas a modificar los diferentes contextos
que pueden desempeñar un papel patogénico o entorpecedor evolutivo en las problemáticas
del paciente.
En Cuba, las organizaciones de masas con sus activistas de salud posibilitan acciones indirec-
tas de alta efectividad, y el espectro de recursos sociales debe ampliarse para dar cabida a los
grupos de ayuda mutua y comunitarios, así como a las asociaciones de pacientes y usuarios, y
también al propio usuario de los servicios de salud, que cada vez debe desarrollar una participa-
ción más activa en la conservación o rescate de su salud.
270 Manual de psiquiatría
Rehabilitación en psiquiatría
La rehabilitación en psiquiatría supone la inclusión de los aspectos biológicos, psicológicos,
sociales y espirituales, y de todos los especialistas que forman parte de un equipo de salud men-
tal, y no solo a los psiquiatras en el proceso de rehabilitación del paciente.
Ya se señaló en el primer capítulo que esta rehabilitación psicosocial es el proceder tera-
péutico encaminado a crear habilidades sociolaborales cuando estas no existen o son pobres,
restablecerlas cuando se han perdido por alguna enfermedad física o mental, o preservar las
que quedan después de un proceso morboso, teniendo en cuenta los intereses, motivaciones,
necesidades y capacidades reales para lograrlas de forma individual, mediante la utilización de
patrones de conducta normales y con la participación de la familia y la comunidad, y bajo la su-
pervisión y asesoría técnica del equipo terapéutico (León, 2016).
Es importante reiterar que la rehabilitación psicosocial, por ser un proceso personalizado, no
puede basarse en las necesidades de la institución a la que esté vinculado dicho proceso y debe
partir de una evaluación diagnóstica inicial e integral del paciente.
Cuando se piensa sobre todo en los pacientes con trastornos mentales severos y de larga evo-
lución, que los llevan a menudo a un progresivo deterioro de su funcionamiento, la rehabilitación
psicosocial facilita a la persona la oportunidad de mantener su condición de ciudadano mediante
la recuperación de las aptitudes para la vida diaria según sus potencialidades.
También en el capítulo 1 se describen los 3 niveles de rehabilitación comunitaria, por resultar
de mayor interés para el futuro médico general; de ahí que se remita al lector a dicho capítulo
nuevamente. No obstante, debe añadirse que desde el punto de vista institucional, también hay
niveles de rehabilitación para los pacientes que tienen una larga estadía en esta, y el proceso de
rehabilitación incluye acciones biológicas, psicológicas y sociales, encaminadas, siempre que sea
posible, a su retorno a la comunidad.
Es importante en este proceso de rehabilitación intrahospitalaria incluir, entre otros aspec-
tos, la estimulación neurocognitiva, el entrenamiento en habilidades sociales, la formación voca-
cional, así como el empleo combinado y sistemático de actividades de terapia ocupacional que
impliquen productividad material o espiritual (laboral, deportiva, artística, recreacional, educa-
cional, intelectual, social), metodológicamente orientadas a elevar los niveles de capacidad fun-
cional y mejorar la calidad de vida de los pacientes, con la participación de la familia y todas las
redes posibles de apoyo social (Martínez, 2010).
Capítulo 25
Conocer de forma general, la importancia que tiene la medicina natural y tradicional (MNT)
es necesario y hasta cierto punto de vista indispensable, en la formación de un médico general y
del especialista en psiquiatría.
La medicina actual tiene sus antecedentes históricos más remotos en las comunidades primi-
tivas de las distintas zonas de la Tierra, cuando para curarse de los males del cuerpo y del alma
se empleaban elementos naturales como las plantas y rituales con sus propias manos, acom-
pañados de música y otros sonidos. En la actualidad, las técnicas que tienen como base estos
elementos naturales, no solo han sido desechadas en su totalidad por muchos, sino también
catalogadas como pseudocientíficas en forma generalizada. Se incluyen en este gran grupo los
elementos de la MNT que a través de los siglos han demostrado ser eficaces en el tratamien-
to de múltiples dolencias y que tienen un basamento teórico totalmente diferente a la cultura
occidental, como los que provienen de la medicina tradicional china (MTC), junto a otros que,
en realidad, tanto el basamento teórico de la técnica en sí, como los resultados, tienen falta de
crédito por muchas razones. Hacerlo así, sin distinguir la paja del trigo, es algo negativo, injusto y
contraproducente. No se trata de sustituir la práctica médica actual, sino de complementarla de
una forma inclusiva, tomando sus aportes útiles en beneficio de los pacientes.
La OMS recomienda el uso de la MNT y reconoce las formas particulares —como la MTC—
con sus variantes de tratamiento, y la hindú, con la práctica del yoga. También recomienda tener
en cuenta los beneficios de los tratamientos que provienen del uso de plantas y estimula el estu-
dio de las distintas formas de curación de los pueblos originarios.
La MNT tiene otro ángulo de visión en el binomio salud-enfermedad, además de aportar
nuevos elementos para un mejor diagnóstico del paciente. En la actualidad, caracterizada por
la amplia difusión de las comunicaciones para gran parte de la población mundial, los artículos
sobre esta temática están mucho más presentes, pero por desgracia, una buena cantidad de tra-
bajos están dedicados a la desacreditación de la MNT en forma general. En la mayoría de estos
se exponen estudios basados en metodologías con diagnósticos occidentales, por ejemplo, la
insuficiencia renal no es equiparable al mismo nombre en MNT, por lo tanto, el valor pronóstico
en estos pacientes no puede ser calculado a partir de dos sistemas diferentes de agrupamiento
al diagnosticarlo.
En Cuba, las Fuerzas Armadas Revolucionaria (FAR) se han destacado tanto en la sistemati-
zación del estudio con publicaciones referentes a plantas medicinales, como en la creación del
primer grupo de especialistas de MNT. Actualmente, todo esto se ha generalizado en el país bajo
la rectoría metodológica del Ministerio de Educación Superior; así, muchos trabajos de termina-
ción de la especialidad, como de maestrías, constituyen fuentes de avances en la investigación
en este campo.
Se deben mencionar las investigaciones de campo relacionadas con las plantas medicinales
cubanas del eminente científico cubano Tomás Roig, pionero en estos aspectos y más recientemen-
te y en esta misma temática al doctor en ciencias Francisco Morejón, Farmacólogo y Profesor de
272 Manual de psiquiatría
Generalidades
El término de MNT es muy amplio e incluye diversos enfoques en el tratamiento de las en-
fermedades, procedentes de la riqueza cultural de los pueblos en los que se utilizan siempre ele-
mentos naturales. Es de suponer lo variado del universo referido y que los pueblos más antiguos
poseen una mayor riqueza tradicionalista.
Las técnicas derivadas de MNT tienen elementos comunes, que se cumplen en la gran mayo-
ría de sus distintas variantes; los principales son:
–– Emplean los elementos naturales, sin procesamientos que incluyan adictivos potencialmente
dañinos a la salud.
–– Son relativamente económicas. No se hace uso de aparatos costosos para su producción, tanto
cuando se trata de medicamentos, como de instrumental necesario para la aplicación de una
técnica en particular.
–– Carecen, en forma general, de efectos tóxicos o secundarios, así como de crear adicción.
–– Tienen en cuenta al individuo como una unidad en que se explora para diseñar una indicación,
tanto los síntomas físicos como los psíquicos, así como los factores precedentes y precipitan-
tes en el cuadro clínico. Esto da un toque de real individualidad e integralidad al tratamiento.
Se debe acotar que lo expresado se cumple con la premisa de que la técnica empleada posea
un prestigio demostrado en la utilidad práctica, con antecedentes teóricos lógicos y no contradic-
torios con lo señalado anteriormente y que el que la ejecute posea los conocimientos necesarios
para llevarla a cabo de forma correcta. De lo contrario, se puede hacer más daño que beneficio.
Todas las técnicas basadas en MNT, teóricamente toman en cuenta el intercambio energético
de toda la naturaleza: cielo y tierra, elementos vivos y minerales, época del año, u otros. Cuando
este intercambio fluye armónicamente, los aspectos mente-cuerpo están equilibrados sin predis-
posición a cualquier enfermedad, o lo que es lo mismo, el desajuste energético es de baja probabi-
lidad. Todas las variantes de la MNT se utilizan en la prevención de las enfermedades; sus técnicas
se orientan a tratar de restablecer los desajustes heredados de los ancestros o provocados por el
medio ambiente, para así, incrementar la resiliencia ante los embates que la vida pueda deparar.
Una persona en quien predomina el Yang, es activa, conversadora, se mueve con rapidez, con
aspecto fuerte, enérgico. Otra en quien predomina el Yin es todo lo contrario, suave, de hablar
bajo, se mueve grácilmente. Cuando sobrepasa los límites de la normalidad, los Yang se mues-
tran muy alegres, aunque se irritan fácilmente, son agitados y hablan alto, mientras que los Yin
tienen aspecto deprimido, hablan muy bajo y se mueven lentamente.
Dentro de esta agrupación, el cerebro al igual que el útero, tienen un lugar especial, son con-
siderados y denominados órganos maravillosos. El cerebro es donde radica el Chen, la función
psíquica o psiquismo, pero a diferencia de la medicina alopática u occidental, para los chinos el
psiquismo no radica solo y exclusivamente en el funcionamiento del cerebro, sino que todas y
cada una de las puntas de la estrella antes referida, con su funcionamiento energético, influyen
directamente en el sentir psicológico y en el actuar y por la relación biunívoca también antes
mencionada, un estado prolongado psicológico patológico también puede actuar sobre una par-
te específica del organismo y hacerle potencialmente daño. El corazón, el pericardio y el cerebro
actúan como una unidad en relación con la actividad mental, además de que los canales de los
meridianos Du, el de la vesícula biliar y el de la vejiga, pasan directamente sobre el cerebro, re-
lacionándose también con él.
Todo esto es muy dinámico e interrelacionado. Se necesita un mínimo de conocimientos
básicos para llegar a comprender cómo funciona, pero con ellos, el horizonte de la mirada a
los pacientes, se abrirá, se hará mucho más amplio, no solo terapéuticamente, como ya es bien
Capítulo 25. Psiquiatría y medicina natural y tradicional 275
divulgado, sino también desde el punto de vista diagnóstico. De esta forma se podrá compren-
der mejor por qué un paciente tiene determinadas manifestaciones psíquicas y hacerle un tra-
tamiento personalizado con el que desaparezcan no solo los síntomas psíquicos, sino también
otros para los cuales recibe tratamiento por otras especialidades.
Fig. 25.4. Chacras del cuerpo humano: 1. Chacra básico; 2. Chacra sacroumbilical; 3. Chacra plexosolar;
4. Chacra cardiaco; 5. Chacra laríngeo; 6. Chacra frontal; 7. Chacra coronario.
Microsistema de la oreja
Es uno de los más conocidos y frecuentemente utilizado en psiquiatría. Se ponen estímulos
fijos (con frecuencia pequeñas semillas de Cardo Santo o de minúsculos canutillos) en puntos
específicos del pabellón auricular (Fig. 25.5).
Capítulo 25. Psiquiatría y medicina natural y tradicional 277
Microsistema de la lengua
La lengua también constituye otro microsistema; en ella se reflejan las desarmonías tanto del
psiquismo como de las enfermedades básicamente orgánicas. Una persona con una lengua de
aspecto normal, difícilmente padezca una afección psíquica de largo tiempo, ni grave. Se usa fun-
damentalmente para diagnóstico. En las distintas zonas de la lengua se refleja el funcionamiento
de uno de los órganos Zhang-Fu. Se toma en cuenta cómo
es el tamaño, la saburra, el color, el grosor, y si tiene o no
marcas dentales en los bordes, así como la humedad.
En el suelo de la lengua se observa si las venas raninas
están ingurgitadas o no (Fig. 25.6).
Dieta
Una persona que no lleve una dieta regular puede padecer de síntomas como insomnio,
ansiedad, irritabilidad y muchos otros. Los alimentos deben ser frescos, abundantes en variedad
de colores y sabores y ser ingeridos sin excesos y de forma regular. La ingestión de bebidas alco-
hólicas debe ser con mesura, al igual que otros estimulantes, como el té y el café. Otros tipos de
drogas no son aconsejables.
Ejercicios físicos
La utilidad de este aspecto no se discute. Existen variantes que ayudan a la armonización,
como las variantes del Tay chi, procedente de China, y los ejercicios del Yoga. Estos ejercicios
tienen un formato particular y las personas buscan uno u otros según sus características. Para
mantener tanto la salud del cuerpo como el bienestar espiritual, es aconsejable, siempre que sea
posible, una caminata moderada de unos 40 min, como mínimo, 3 veces por semana, disfrutan-
do del entorno natural y de ser posible con una compañía agradable, tratando de relacionar la
respiración con los movimientos al andar rítmicamente.
Meditación
Consiste en lograr un alto grado de tranquilidad y recogimiento en relación al mundo exterior.
Hay variantes de técnicas según las distintas escuelas. Ejercitándose con sistematicidad, ayudan
al autocontrol y la tranquilidad.
Baños
Anterior a la era de los psicofármacos, las duchas con chorros de agua fría eran utilizadas
como forma de sedar en los manicomios. La temperatura aconsejable en búsqueda de relajación
es la tibia y como estimulante la ducha más bien fresca. El uso de sales aromáticas en una bañera
llena de agua tibia es algo muy agradable y sedante o estimulante, de acuerdo al tipo de aroma
utilizado. Para dormir bien, además del baño tibio, utilizar compresas de agua fresca encima de
los párpados ayuda a la relajación.
En Suramérica, las comunidades de los pueblos originarios son muy ricas en tradiciones; si
en alguna ocasión el equipo de salud trabaja en esos lugares, es necesario acercarse a ellos y
conocer esas tradiciones y respetarlas, para que la labor sea más eficaz y armónica con el medio.
Méjico también es muy rico en tradiciones; en general, esto ocurre en casi toda América.
Influencias culturales de otros países, como África, se han fundido en Cuba, creando creen-
cias que tiñen los cuadros psicopatológicos. A veces “el daño”, “la brujería”, que aparentan ideas
delirantes paranoides, no son expresiones de enfermedad, como muy bien nos trasmitió el emi-
nente psiquiatra profesor José Ángel Bustamante, pero otras veces debajo de ese aparente fana-
tismo religioso se encuentra a un enfermo. No siempre resulta fácil distinguir dónde termina la
creencia y dónde comienza la enfermedad.
Todos los trastornos a nivel neurótico, reciben alivio, a veces con solo una variante de estas
técnicas; otras veces con varias de ellas o incluso en combinación con el tratamiento psicofarma-
cológico convencional.
En general no existen contraindicaciones para su uso, pero algunas necesitan un previo cono-
cimiento mínimo. En Cuba existe una amplia cobertura de servicios especializados en diferentes
formas de MNT, tanto dentro de las salas de rehabilitación de los policlínicos, como en los depar-
tamentos comunitarios de salud mental municipales, donde se cuenta con personal calificado:
especialistas, máster o diplomados en MNT.
Se puede ayudar mucho a los pacientes psiquiátricos que funcionen a nivel neurótico, tam-
bién al personal sometido a altos grados de estrés emocional o en grupos vulnerables dentro de
la comunidad, diseñando proyectos basados en el uso de estas técnicas.
A modo de resumen se puede concluir que:
–– Distintas formas de MNT resultan útiles para complementar tanto el diagnóstico como el tra-
tamiento de los pacientes con patologías psiquiátricas.
–– La prevención es el pilar de todas estas técnicas.
–– Los pacientes candidatos a recibir estos tratamientos deben funcionar a nivel neurótico.
–– Muchos tratamientos son fáciles y pueden indicarse sin alto grado de complejidad; otros de-
ben ser ejecutados por personal entrenado preferentemente.
–– Pueden ser indicados para complementar otros tratamientos.
Capítulo 26
Urgencias psiquiátricas
Una agrupación de las urgencias más frecuentes que suele enfrentar el médico general, per-
mitirá valorar las categorías siguientes:
–– Agitaciones.
–– Estupores.
–– Depresiones psicóticas.
–– Síndromes cerebrales orgánicos agudos sin estupor ni agitación.
–– Cuadros delirantes agudos.
–– Cuadros de ansiedad aguda.
–– Discinesias por fármacos.
–– Intentos suicidas.
–– Cuadros disociativos.
debe ser una consulta o espacio abierto con una salida accesible al entrevistador, sobre todo
cuando se trate de pacientes agitados o violentos. Según las circunstancias, estos datos serán
recogidos del paciente, del familiar o de las personas acompañantes, incluidas las autorida-
des cuando proceda.
En ocasiones, la información del paciente debe ser contrastada con la de los acompañantes
y, a su vez, percibir la función familiar, que puede ser de apoyo, de sobreprotección, de de-
manda inadecuada, u otras, con independencia del grado de comprensibilidad del caso, pero
que puede influir en la importancia de aislar o no al paciente del acompañamiento, lo cual
puede tener valor terapéutico.
–– Examen psiquiátrico. Se enfatizan las funciones de integración a partir del estado de concien-
cia, el juicio crítico del paciente sobre su situación actual, los aspectos del comportamiento
(agitación psicomotriz, estupor, negativismo) y los afectivos (euforia, tristeza, irritabilidad,
incongruencia) que acompañan el cuadro, así como el contenido ideativo (ideas suicidas u
homicidas).
–– Examen físico y neurológico. Se explorarán los signos vitales, el nivel de vigilia y los signos de
focalización neurológica, y el grado de hidratación, entre otros fundamentales.
–– Solicitud de exámenes complementarios según necesidades y disponibilidad.
Para facilitar al lector la tarea diagnóstica, se agruparán estos cuadros a un nivel sindrómico,
que además de orientador, en muchos casos es el máximo posible en las circunstancias de la
mayoría de las urgencias psiquiátricas a las que puede llegar el médico general, para tomar una
conducta terapéutica apropiada de acuerdo a su nivel de actuación y posibilidades. A su vez, con
la finalidad de enfatizar básicamente los aspectos normativos en la atención de las urgencias,
se hará abstracción de los recursos psicológicos y sociales, los cuales han sido desarrollados en
capítulos precedentes, y solo se valorarán, en forma sintética, los acápites siguientes en cada
tipo de urgencia:
–– Variedades clínicas más frecuentes.
–– Objetivos del médico general.
–– Conducta terapéutica.
Síndromes discinéticos
Conducta terapéutica
El médico debe mostrarse ecuánime y sereno pero firme, y promover un clima de seguridad
y confianza de que tiene total control de la situación. Evitará discusión o confrontación con el
paciente y los familiares, pero dejando clara su disposición de ayuda y comprensión, sin exponer
innecesariamente su integridad física, ni la de los demás miembros del equipo de salud. Hay ca-
sos que por la magnitud de la agitación, es necesario medicar primero, como garantía de atenuar
la situación.
Cuando el paciente agitado no colabora o su comportamiento es incontrolable, la restricción
física transitoria se hace necesaria, explicándole a él o a sus familiares, la razón de tal conducta.
En todos los casos se deberá respetar siempre la dignidad del paciente.
El tratamiento medicamentoso será sintomático o causal, o ambos. Si hay toma de conciencia
se indicará diazepam, 10 mg por vía intramuscular o intravenosa, según el caso, o haloperidol, 5 mg
por vía intramuscular, con benadrilina, 20 mg en la misma jeringuilla. Si no hay toma de concien-
cia, clorpromacina, 50 mg por vía intramuscular, también asociada a la benadrilina.
Valoración de remisión
Solo algunos casos típicos de agitaciones psicomotoras disociativas o ante estrés grave que
podrán ser resueltos en el primer nivel de atención se remitirán para interconsulta posterior;
el resto de los casos serán enviados al medio especializado institucional, es decir, al cuerpo de
guardia del nivel hospitalario territorial correspondiente. Esta remisión debe ser hecha tomando
todas las precauciones para evitar accidentes durante el traslado y cuidando siempre de enviar,
en el documento de remisión, una microhistoria donde se reflejen las apreciaciones del médico
general y los medicamentos utilizados, así como su vía de administración y dosis.
Estupores
Variedades clínicas más frecuentes
Aquí también existen:
–– Estupores con toma de conciencia, debidos a afecciones orgánicas o sintomáticas, así como a
los cuadros psicógenos de tipo disociativo o ante estrés agudo.
–– Estupores sin toma de conciencia, representados por los cuadros catatónico y depresivo.
Capítulo 26. Urgencias psiquiátricas 285
Se remite al lector a los capítulos correspondientes a los diferentes trastornos aquí descritos,
para profundizar en los respectivos cuadros clínicos de presentación.
El médico general también debe tener presente que a menudo consultan por urgencia cua-
dros depresivos de nivel neurótico, fundamentalmente por trastornos adaptativos y crisis situa-
cionales, cuyo abordaje terapéutico debe tener resolutividad a su nivel; en la mayoría de estos,
el establecimiento de una adecuada relación médico-paciente y la adopción de los recursos psi-
coterapéuticos descritos en el capítulo 23 de este texto, y adaptados a cada situación, suelen ser
suficientes, sin tener que acudir a la prescripción innecesaria de psicofármacos. En los casos más
resistentes puede realizarse la interconsulta con el psiquiatra que atiende los grupos básicos de
trabajo del policlínico.
Objetivos del médico general
Realizar el diagnóstico sindrómico, incluyendo la valoración del nivel psicótico, prevención
de la conducta suicida y remisión adecuada al medio especializado, según los correspondientes
modos de actuación.
286 Manual de psiquiatría
Conducta terapéutica
Dado que la remisión al medio especializado debe hacerse de inmediato en los casos des-
critos, se recomienda la abstención farmacológica para no modificar el cuadro clínico hasta su
valoración psiquiátrica. No obstante, en los pacientes con notable angustia asociada puede ad-
ministrarse diazepam, 10 mg por vía intramuscular.
Valoración de remisión
Todos los casos serán remitidos, a la mayor brevedad posible, al cuerpo de guardia psiquiátri-
co y se informará al familiar acompañante sobre el riesgo suicida existente. Si el paciente acude
solo al primer nivel de atención, será remitido con el acompañamiento de un personal de la
institución.
Síndromes cerebrales orgánicos agudos
sin estupor ni agitación
Variedades clínicas más frecuentes
Aquí se incluyen los cuadros con una base orgánica presumible o demostrable a nivel cerebral
o sistémico, que provoca un trastorno psicótico orgánico sintomático, es decir, pueden ser causa-
dos por infecciones intracraneales o no, intoxicaciones, traumatismos, desbalances metabólicos
o endocrinos, y agentes físicos, entre otros, pero que el trastorno del nivel de vigilia propio que
presentan estos pacientes no se acompaña de un síndrome discinético como manifestación prin-
cipal, según se describió en otras urgencias psiquiátricas.
Objetivos del médico general
Igual que en los casos anteriores, hará un diagnóstico sindrómico oportuno, con el consi-
guiente apoyo vital, prevención de complicaciones y remisión adecuada al especialista que co-
rresponda.
Conducta terapéutica
Salvo en los casos muy típicos con antecedentes claros de frecuentes cuadros anteriores de
fácil solución con psicofármacos, en los que se administrará indistintamente diazepam 10 mg, o
haloperidol 5 mg, junto a benadrilina 25 mg, siempre por vía intramuscular, el resto de los casos
deben ser remitidos, previa abstención farmacológica, para no modificar el cuadro psicopatológico.
Valoración de remisión
Las remisiones serán la norma y se efectuarán con custodia familiar.
Conducta terapéutica
No confrontar al paciente ni tratar de rebatir las ideas delirantes, argumentar la necesidad de
controlar la tensión arterial para administrar clorpromacina, 50 mg, junto a benadrilina, 20 mg por
Capítulo 26. Urgencias psiquiátricas 287
vía intramuscular. Esperar 15 min y si no ha atenuado el cuadro repetir la dosis. Puede usarse
también el haloperidol en dosis de 5 mg más 20 mg de benadrilina por vía intramuscular.
Valoración de remisión
Todos los casos de cuadros delirantes agudos serán remitidos al cuerpo de guardia especiali-
zado y se alertará al familiar sobre la prevención de accidentes ante la posible perturbación del
comportamiento del paciente, inducido por sus alucinaciones e ideas delirantes.
Síndromes ansiosos
Variedades clínicas más frecuentes
Los cuadros más característicos de crisis agudas de ansiedad se ven en los trastornos de páni-
co y fóbicos. También en las crisis agudas propias de los trastornos de ansiedad generalizados, en
los cuadros de adaptación y en los trastornos obsesivos, así como en los cuadros de intoxicación
o abstinencia de sustancias psicoactivas.
Merecen especial atención por el médico general, el diagnóstico diferencial con las manifes-
taciones de ansiedad relacionadas con enfermedades médicas no psiquiátricas, como angina de
pecho, infarto agudo del miocardio, tromboembolismo pulmonar, asma bronquial e hipertiroi-
dismo, entre otras, durante la valoración de cuadros que demandan atención de urgencia.
Objetivos del médico general
Llegar al diagnóstico sindrómico, controlar la crisis, prevención de complicaciones y garanti-
zar un tratamiento hasta la interconsulta.
Conducta terapéutica
El fármaco de elección es el diazepam, 10 mg por vía parenteral, preferiblemente intramus-
cular, aunque en casos sobreagudos podrá valorarse la vía intravenosa. Otro recurso de gran
utilidad es la clorpromacina, 25 mg, mezclada con benadrilina, 20 mg, en la misma jeringuilla.
Una vez superada la crisis es fundamental aclarar al enfermo que sus manifestaciones son
totalmente ajenas a la locura y facilitar la comunicación de contingencias ambientales ansio-
génicas. La prescripción farmacológica para continuar el tratamiento ambulatorio hasta la in-
terconsulta con el especialista sería el diazepam, 1 tableta de 5 mg, clordiazepóxido 1 tableta
de 10 mg o alprazolam 0,50 mg, en el desayuno, el almuerzo y a las 9:00 pm. Si se evidencian
componentes depresivos de significación —pero a nivel neurótico— se asociará en horario noc-
turno la amitriptilina 25 mg, en dosis progresiva a partir de 1 tableta, aumentando una diaria
cada 3 días, hasta tomar 2 o 3 tabletas al acostarse o un ISRS como la sertralina u otro similar
que estuviera disponible.
Valoración de remisión
Solo será recomendable cuando la evolución con el tratamiento del médico general, no sea
totalmente favorable y se mantenga la ansiedad en niveles altos.
–– Acatisia: se presenta como una sensación objetiva (y también subjetiva) de intranquilidad mo-
tora notable, que debe diferenciarse de la ansiedad aguda.
–– La forma más atenuada de las discinesias reproduce el cuadro clínico de la enfermedad de
Parkinson.
Objetivos del médico general
Diagnóstico sindrómico y patogénico, control del cuadro agudo, control de la angustia del
paciente y de sus acompañantes, ajuste farmacológico hasta la consulta especializada.
Conducta terapéutica
Debe explorarse si el paciente está en tratamiento neuroléptico e incrementó la dosis por
alguna razón o suspendió el antiparkinsoniano asociado. El examen físico descartará siempre la
posibilidad de otros cuadros infecciosos o tóxicos con repercusión neurológica.
Como en la mayoría de los casos están tomados los músculos de la deglución, el tratamiento
se comenzará con cafeína, en ámpulas de 250-500 mg por vía intramuscular, aunque en casos
muy agudos podría valorarse la vía intravenosa. La dosis inicial puede repetirse cada 10 min hasta
el control del cuadro sobreagudo.
Junto a la administración farmacológica, el médico explicará al paciente y sus familiares que
dicha reacción carece de complicación alguna y destacará la posible transgresión de las indi-
caciones que la originó. Insistirá en que el trastorno no tiene relación alguna con la embolia o
trombosis.
Es recomendable que el paciente sea observado durante unas 2 h después de controlado el
cuadro, ya que pueden aparecer recidivas, pese a la terapéutica administrada. Es conveniente
también orientar al familiar que en caso de presentarse nuevos síntomas en el hogar, se le admi-
nistre otra dosis de cafeína.
Si en el tratamiento del psiquiatra no está indicado un antiparkinsoniano, se recomienda la
benadrilina, 1 tableta de 25 mg 2 o 3 veces al día, hasta la consulta especializada.
Debe destacarse que en los casos en que el paciente presente notable angustia, se puede uti-
lizar el diazepam parenteral en dosis de 10 mg por vía intramuscular, o en su lugar administrar de
igual forma benadrilina, 20 mg, que tiene efecto antiparkinsoniano y discreto efecto ansiolítico.
En la acatasia puede utilizarse un β bloqueador, como el propranolol.
Valoración de remisión
Solo en casos excepcionales es necesaria la remisión al medio especializado, ya que estos
cuadros responden rápidamente a las indicaciones recomendadas.
Conducta suicida
Por su relevancia, la conducta suicida —que siempre constituye una urgencia psiquiátrica,
con independencia del método utilizado y las condiciones en que se produce— fue descrita en el
capítulo 21, donde se remite al lector, sobre todo para revisar los factores de riesgo y las situacio-
nes clínicas que pueden llevar a esta conducta, para ayudar en su prevención y control.
Objetivos del médico general
Diagnosticar la conducta suicida en los casos en que esta quiera ser ocultada por los familiares:
–– Tratamiento orientado a neutralizar los efectos del agente autoagresor.
–– Diagnóstico sindrómico de la afección subyacente.
–– Remisión al medio especializado.
Conducta terapéutica
Recordar que todos los intentos o amenazas de suicidio deben ser tomados seriamente.
Debe tenerse en cuenta que existen muchos casos de intentos suicidas en los que la aparente
falta de seriedad en la ejecución del acto es consecuencia de la desorganización de la persona-
Capítulo 26. Urgencias psiquiátricas 289
lidad por alguna afección psiquiátrica, como ocurre con los esquizofrénicos, cuyas posibilidades
de lograr sus propósitos autoquíricos en intentos subsiguientes son altas, si no se diagnostican
precozmente.
Es necesario evaluar la salud física general del paciente y garantizar el apoyo vital según el
método utilizado. Se debe tener siempre presente la posibilidad de que se haya utilizado más
de un método suicida; por ejemplo, seccionarse las venas luego de haber ingerido un fármaco.
En general, se recomienda la abstención psicofarmacológica hasta la remisión al psiquiatra, y se
limita el tratamiento a las medidas orientadas a controlar las secuelas del intento. En los casos
de una notable excitación que dificulte el traslado, se podrá utilizar haloperidol, 1 ámpula de
5 mg, para evitar fármacos que pudiesen tomar en forma significativa la vigilancia y dificultar el
control evolutivo. Llenar la tarjeta EDO a todo paciente atendido por conducta suicida para su
dispensarización y control.
Valoración de remisión
Todos los casos de intentos suicidas deben ser remitidos con urgencia para su valoración
psiquiátrica y se orientará al familiar sobre la posibilidad de su repetición. Si el paciente acudiera
sin acompañante, debe garantizarse su remisión junto con una persona de la institución donde
se brinde la primera ayuda.
Síndromes disociativos
Se debe recordar que lo fundamental en estos síndromes, es un estrechamiento selectivo
de la conciencia del paciente, de inicio brusco, en general asociado a eventos emocionalmente
significativos de mucho impacto, en los que resulta comprensible la “ganancia secundaria” o
alivio emocional para el paciente con la sintomatología. En la demanda de urgencia el indicador
más afectado es la angustia familiar, ya que el paciente casi siempre se muestra más o menos
indiferente ante las manifestaciones sintomáticas.
Variedades clínicas más frecuentes
–– Alteración de conciencia.
–– Alteración sensorial, sensitiva o de la motilidad voluntaria, sin signos neurológicos de distribu-
ción anatomofisiológicos correspondientes.
Objetivos del médico general
Diagnóstico sindrómico, valoración diferencial con las afecciones neurológicas y con aquellos
cuadros parecidos instalados en pacientes muy vulnerables con retraso mental o dementes. Con-
trol de la angustia familiar y remisión adecuada.
Conducta terapéutica
Se prefiere la abstención farmacológica, excepto en los casos muy típicos, con referencias de
haber sido fácilmente resueltos en ocasiones anteriores; estos podrán ser tratados con sugestión
indirecta, mediante la administración de diazepam, 10 mg, por vía intramuscular; el resto de los
casos será remitido al médico especializado con la explicación ansiolítica a los familiares, que
generalmente sospechan la existencia de algún cuadro de mayor severidad.
Valoración de remisión
Salvo las excepciones señaladas, estos casos serán remitidos al cuerpo de guardia especializado.
Capítulo 27
Psiquiatría de enlace
Características generales
y aproximación conceptual
El concepto de psiquiatría de enlace está muy vinculado al desarrollo que ha tenido el enfo-
que psicosomático en la etiología de las enfermedades orgánicas crónicas. El criterio de muchos
fisiólogos, internistas y psiquiatras de principios del siglo xx, sobre la influencia de los factores
emocionales en la aparición de las enfermedades crónicas, propició el pensamiento de que los
cuidados médicos generales no lograrían la completa curación de los enfermos, y que era nece-
saria la participación de los psiquiatras para resolver los conflictos emocionales que daban lugar
a estas.
La propuesta de una estrecha colaboración entre la psiquiatría y las diferentes especialidades
médicas, donde se pusieran en función del paciente los conocimientos de cada una de ellas, fue
una de las premisas que impulsaron el surgimiento de las interconsultas psiquiátricas en los hos-
pitales generales. A la luz de este enfoque aparecieron conceptos modernos que consideraban
que la personalidad y el organismo de una persona constituían un todo indivisible, por lo cual se
debían combinar en los tratamientos los métodos psicológicos y somáticos, sin dejar de conside-
rar los recientes avances logrados en la psicofarmacología (Alexander, 1970).
Esta concepción ha tenido un desarrollo dinámico, pues la integración de los psiquiatras a los
equipos médicos de los hospitales generales no solo sirvió para la atención a los pacientes por-
tadores de las denominadas enfermedades psicosomáticas, sino que se amplió a otros enfermos
hospitalizados que presentaban alteraciones psiquiátricas, como complicaciones de enfermeda-
des médicas diversas.
En la actualidad, el concepto de psiquiatría de enlace continúa este dinamismo, y se pueden
encontrar diferentes interpretaciones de este, según la práctica de los médicos actuantes en el
proceso de atención psiquiátrica a pacientes hospitalizados en los servicios médico-quirúrgicos
hospitalarios. Lipowski la definió como el área de la psiquiatría clínica que incluye las actividades
diagnósticas, terapéuticas, docentes y de investigación que realiza un psiquiatra en las secciones
no psiquiátricas de un hospital general (Alarcón, 2012). Este término también se aplica al cuida-
do de enfermos con tendencias suicidas, y que están en una unidad médica general, pacientes
que presentan otras formas de daño autoinfligido, con accesos agudos confusionales o estados
psicóticos, y también en pacientes delirantes.
Se ha pretendido simplificar la psiquiatría de interconsulta y enlace (del original consulta-
tion-liaison psychiatry). Actualmente hay dos modelos vigentes que no se excluyen mutuamente.
Uno es el modelo clásico de interconsulta psiquiátrica dentro de la medicina, es decir, la respues-
ta a las solicitudes de colaboración psiquiátrica procedentes de otras unidades médico-quirúrgi-
cas del hospital general sobre el diagnóstico y el tratamiento de un paciente. El otro modelo es
el “enlace” en sentido estricto, es decir, conexión y expansión de la psiquiatría con la medicina
general, con actividades de mayor espectro al incorporarse psiquiatras en equipos médico-qui-
Capítulo 27. Psiquiatría de enlace 291
rúrgicos para buscar la atención médica integral de todos sus enfermos, por lo que hay una
mayor comunicación con el equipo tratante y el trabajo con la familia del paciente que facilita y
mejora el trabajo anterior.
Se han dado diferentes nombres a las actividades que comúnmente se conocen como psi-
quiatría de enlace: psiquiatría consultiva o psiquiatría de consulta-enlace, medicina de la con-
ducta, medicina psicológica y medicina psicosomática, entre otros. La psiquiatría de enlace es,
entonces, una subespecialidad que se ocupa de la interface entre la psiquiatría y la medicina.
Tiene como objetivos el estudio y el tratamiento de las enfermedades médicas que padecen los
pacientes con trastornos psiquiátricos crónicos, y las manifestaciones psiquiátricas de las enfer-
medades médicas, que como morbilidad previa, concomitante, o posterior, de las alteraciones
emocionales, surgen en relación a los diagnósticos y tratamientos médicos, y de aquellos aspec-
tos de la relación entre los equipos tratantes que son relevantes para la atención integral del
paciente y su familia en los diferentes niveles de atención, aunque el lugar tradicional con mayor
énfasis para su práctica es el contexto del hospital general (Alarcón, 2012).
Se ha planteado también por algunos autores, que el equipo de enlace debe estar formado,
idealmente, por profesionales que cubran todos los aspectos del modelo biopsicosocial de la
enfermedad, por lo que incluye a psiquiatras, enfermeras y enfermeros de psiquiatría, psicólo-
gos clínicos y trabajadores sociales. Ellos deben trabajar coordinadamente en la evaluación y en
el plan de manejo de cada paciente, en el diseño de nuevas estrategias de intervención y en la
investigación dentro de la psiquiatría de enlace para una colaboración más integral, eficiente y
eficaz (Torres, 1994).
En Cuba, la psiquiatría de enlace se concibe como una modalidad de atención psiquiátrica
que, por el desarrollo que ha alcanzado en algunos países, puede considerarse una subespeciali-
dad. En la actualidad, al integrarse en los equipos de atención médico-quirúrgicos de los hospita-
les generales y especializados, así como en los equipos de atención primaria de salud, consigue
desarrollarse en todos los niveles de atención, teniendo como fin contribuir al diagnóstico de
enfermedades psiquiátricas, su tratamiento y rehabilitación, así como implementar acciones
educativas para el personal actuante en la atención integral al enfermo y a los familiares, con el
propósito de elevar la calidad de la atención médica. Permite identificar estresores propios del
ambiente hospitalario que afectan la calidad del servicio que se brinda, y que son capaces de
provocar en los pacientes efectos negativos en su estancia institucional, con los consecuentes
cambios en el estado anímico y comportamental. Se incluyen también las actividades docentes e
investigativas que realizan los psiquiatras en los servicios no psiquiátricos.
Algunas investigaciones sobre el tema indican que las intervenciones psicológicas que rea-
lizan los psiquiatras no solo mejoran los síntomas psiquiátricos, sino que propician una mejor
aceptación de la estadía hospitalaria y del rol de enfermo, con mayor adherencia al tratamiento.
Los estudios internacionales indican que se solicitan entre un 0,2 % y 1 % de interconsultas para
pacientes hospitalizados, y que la demanda oculta de necesidad de atención psiquiátrica es su-
perior, si se atiende a lo que plantean diversos trabajos de que un 50 % de la población general
de los hospitales puede haber tenido un trastorno psíquico en el último año.
La psiquiatría de enlace requiere enfoques priorizados y bastante especializados en áreas
como las unidades de cuidados intensivos y coronarios, los servicios de hemodiálisis, quemados,
oncología, obstetricia, cirugía y trasplantes, por citar algunos ejemplos. No obstante, hay otras
áreas que también solicitan con frecuencia la interconsulta psiquiátrica, como son los servicios
de medicina interna, cardiología, neurología, gastroenterología, reumatología, dermatología,
alergología, así como los departamentos de medicina física y rehabilitación.
Sin embargo, en la práctica diaria se ha señalado que la mayoría de los pacientes que pre-
sentan trastornos psiquiátricos en los servicios hospitalarios son referidos tardíamente o senci-
llamente no se solicita la atención del psiquiatra, a pesar de estar disponible. Como hipótesis se
292 Manual de psiquiatría
plantea que, en general, muchas veces el médico no especialista no es capaz, por falta de motiva-
ción y de entrenamiento, de pesquisar las alteraciones en las emociones y la conducta. Esta falta
de diagnóstico implica que aspectos relevantes de la salud del paciente queden sin tratamiento,
con lo cual se afecta el pronóstico y la calidad de vida de este y su familia. Por otra parte, resulta
importante resaltar que hay solicitudes inadecuadas o improcedentes de interconsulta psiquiá-
trica que deben evitarse, toda vez que esta no debe verse “como una prueba complementaria
más, como un último recurso, o cuando no se encuentra nada, para de forma solapada viabilizar
un alta hospitalaria”. La psiquiatría de enlace, al incorporarse a los servicios generales, ofrece una
detección precoz de estos problemas y una permanente capacitación y facilitación de técnicas de
intervención con el paciente por parte del equipo médico y de enfermería.
Por todo lo anterior, se considera que la psiquiatría de enlace también debe interesarse en de-
sarrollar métodos para la enseñanza de la psiquiatría desde los estudios de pregrado de medicina,
a la par que mejora las herramientas de los médicos no psiquiatras para la comunicación con sus
pacientes. Con esto no se reemplaza al psiquiatra de enlace, sino que se aumenta la sensibilidad de
los integrantes de cualquier servicio médico-quirúrgico frente a los componentes biopsicosociales
de sus pacientes y se incrementa la pertinencia y las posibilidades de detección y atención de los
problemas que afectan la salud mental en los diferentes niveles de atención (Cardeño, 2010).
Algunos antecedentes
de la psiquiatría de enlace
Los antecedentes de la psiquiatría de enlace como hoy se concibe, han estado vinculados
a la propia historia de la psiquiatría y a las concepciones imperantes sobre las enfermedades
mentales y su tratamiento.
Se ha considerado que el primer hospital psiquiátrico surgió en Valencia, España, hacia 1409;
después, estas instituciones —de tipo manicomial, alejadas de las ciudades y con estructuras y
funcionamiento deshumanizadas— se fueron extendiendo al resto de Europa y a América; en
diversos países, algunas no han modificado sustancialmente las características señaladas hasta
la actualidad. Por otra parte, a principios del siglo xviii, ya en el Philadelphia General Hospital, se
atendían enfermos mentales psicóticos, y en 1728 el Guy’s Hospital de Londres inició la atención
de los enfermos mentales; después de 1755, el Pennsylvania Hospital dedicó camas para atender
a los pacientes psiquiátricos. A partir del siglo xx, la aparición y el desarrollo de la psiquiatría en
los hospitales generales ha estado influida por varios factores (Rigatelli, 2003):
–– La propuesta de A. Meyer de integrar la psiquiatría en el contexto del hospital general.
–– Los aportes del psicoanálisis para establecer las bases de la medicina psicosomática en los
Estados Unidos, donde muchos psicoanalistas ejercían su práctica en los hospitales generales
y contribuyeron a su desarrollo.
–– La creación del National Institute of Mental Health.
–– El desarrollo de la psicofarmacología y la desinstitucionalización.
–– El movimiento de la salud mental y psiquiatría comunitaria.
–– La remedicalización de la psiquiatría y el surgimiento de las unidades de medicina psicosomática.
En 1902 se inauguró el primer pabellón psiquiátrico con 12 camas en el Albany General Hospi-
tal, en Nueva York. Este hospital atendía pacientes psiquiátricos agudos, drogadictos, cuadros de
delirio y episodios psicóticos, en el curso de enfermedades físicas o posintervenciones quirúrgicas.
Mosher se pronunció por introducir la atención psiquiátrica en los hospitales generales en con-
tra de los hospitales psiquiátricos tipo manicomios, y de los tratamientos en el hogar. Lipowski
definió este momento de entrada de la psiquiatría en los hospitales generales como “uno de los
avances más importantes en la historia de la psiquiatría”.
Capítulo 27. Psiquiatría de enlace 293
Los diagnósticos por los que se suele demandar atención con más frecuencia son:
–– Trastornos depresivos de diferentes intensidades.
–– Intentos suicidas.
–– Estados confusionales con desorientación y agitación.
–– Agitaciones psicomotoras.
–– Trastornos de adaptación por evolución no satisfactoria y estadía prolongada.
–– Depresión asociada a enfermedades físicas.
–– Trastornos relacionados con el uso nocivo de alcohol y otras drogas.
–– Trastornos del sueño.
La interconsulta psiquiátrica
en el nivel primario de atención
Teniendo en cuenta que la accesibilidad, equidad y gratuidad de los servicios asistenciales,
son pilares del Sistema Nacional de Salud en Cuba, cuyo modelo se basa en la medicina familiar, y
tiene como base estructural el consultorio del médico y la enfermera de la familia y el policlínico,
se comprende la facilidad y frecuencia con que se puede realizar la interconsulta psiquiátrica,
pero valorando siempre si es realmente necesaria.
En Cuba, el médico de la familia tiene dispensarizada a toda su población y conoce los princi-
pales factores de riesgo individuales, familiares y comunitarios, por lo que su participación inte-
gral en el proceso salud-enfermedad, que incluye los problemas psiquiátricos y de salud mental,
es decisiva para el buen desempeño de su labor.
Como la psiquiatría de enlace incluye la capacitación básica y la transferencia de tecnología
al personal no especializado, se comprende cuánto puede ayudar —mediante la interconsulta,
la valoración del enfermo por el médico de la familia y el psiquiatra en forma simultánea— al
desarrollo de los conocimientos, las actitudes y las habilidades del médico, necesarios para
atender, en primera línea, a muchos de sus pacientes, logrando después la resolutividad de
casos que presentan trastornos de adaptación y crisis familiares no transitorias de diverso
tipo, que rompen la homeostasis de la familia y se reflejan en uno o más miembros, o en el
funcionamiento de esta como sistema, así como los derivados de la convivencia con pacientes
psiquiátricos con trastornos severos, que ante brotes o descompensaciones requieren el apo-
yo del médico de la familia en su seguimiento y adherencia terapéutica, sin contar la atención
preventiva y oportuna a los cuidadores de dichos pacientes, incluyendo los que se derivan de
la atención y la convivencia con la creciente población de la tercera edad según aumenta la
expectativa de vida en Cuba.
Por todo lo anterior, como la interconsulta psiquiátrica puede, a menudo, no ser necesaria, a
lo largo del texto se ha detallado cuándo y cómo valorar, interconsultar y remitir, a los pacientes
296 Manual de psiquiatría
con los departamentos de salud mental a nivel municipal, para completar la red de servicios del
Sistema Nacional de Salud, en el cual se inserta, con todas sus potencialidades, la atención a la
psiquiatría y la salud mental, mediante acciones de promoción y educación para la salud, preven-
ción, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación.
En síntesis, la asistencia psiquiátrica actual en Cuba, puede efectuarse dentro de un amplio
espectro de posibilidades, cuyos extremos en las instituciones de salud son el consultorio del
médico de la familia y las salas de los hospitales especializadas en psiquiatría; y como variantes
intermedias están la interconsulta psiquiátrica, la consulta especializada en el policlínico, en el
departamento comunitario de salud mental o en el propio hospital; pero también, el domicilio
del paciente, el cuerpo de guardia, las unidades de intervención en crisis y las salas de psiquiatría
en hospitales generales y clínico-quirúrgicos, los centros de hospitalización parcial, las clínicas del
estrés, y las actividades de psiquiatría de enlace, incluyendo las visitas de terreno a los hogares,
y las variadas intervenciones en centros de estudio y laborales, que junto a otros espacios comu-
nitarios, a partir de los resultados del diagnóstico de salud mental comunitario, como se explicó
en el primer capítulo del texto, completan la atención integral en la especialidad, no solo desde
el punto de vista asistencial especializado, pues en todos ellos también se realizan actividades
docentes de educación en el trabajo con los estudiantes de pregrado y posgrado. Esta apretada
síntesis facilita la comprensión del lector sobre las actuales modalidades de asistencia psiquiá-
trica en el país.
En general, los pacientes con trastornos psiquiátricos menores o relativamente benignos —en-
tre los que se incluyen los trastornos neuróticos, los de adaptación y los relacionados con situacio-
nes estresantes, así como los trastornos de personalidad en crisis, algunos cuadros somatomorfos
y los retrasos mentales ligeros descompensados—, son atendidos, durante la mayor parte del
tiempo, en los servicios ambulatorios, previa clasificación oportuna, y cuando es necesario se
pueden beneficiar de los hospitales de día. Los que presentan afecciones mayores, como los dife-
rentes trastornos psicóticos, suelen requerir hospitalización total de diferente duración en alguna
etapa de su evolución y también hospitalización parcial, según sea el caso.
Múltiples factores pueden decidir el ingreso de un paciente psiquiátrico, entre ellos, la pre-
sencia de riesgo suicida u homicida, la severidad del cuadro clínico con necesidad de tratamien-
tos má especializados, la conveniencia de separar transitoriamente al enfermo de situaciones
generadoras de descompensaciones en su entorno familiar o laboral; también para realizar
procesos de rehabilitación institucional o la deshabituación al alcohol y otras adicciones en
régimen de comunidad terapéutica; finalmente, cuando se requieren estudios muy especiali-
zados o su observación a tiempo completo por miembros del equipo de salud mental con fines
diagnósticos, incluidas las valoraciones periciales solicitadas por distintas instancias oficiales.
Si se cuenta con redes de apoyo que resultan convenientes y funcionales, existe también el
ingreso domiciliario de algunos pacientes en los que el vínculo del equipo de salud mental del
policlínico con el médico y la enfermera de la familia permiten una adecuada comunicación en
términos de efectividad, eficacia y pertinencia.
Son precisamente estos aspectos los que delimitan el concepto y los objetivos de la hospita-
lización psiquiátrica, definida como la indicación médica orientada a posibilitar la aplicación de
medidas diagnósticas, terapéuticas y de rehabilitación intensivas, o a separar, en forma transi-
toria, al enfermo de su medio como medida de protección para él o sus semejantes.
En la figura 28.1 se presenta la red asistencial en psiquiatría, que a nivel institucional incluye
los escenarios que se describirán brevemente más adelante. En la figura 28.2 se muestra un or-
ganigrama que integra las instituciones del segundo nivel de atención en psiquiatría de adultos,
vinculadas a los servicios en red, como se explica en la figura 28.1.
Capítulo 28. Modalidades de la asistencia psiquiátrica 299
Como parte del modelo de atención comunitaria en el primer nivel, en el capítulo 1 se ex-
plica todo lo relacionado con los departamentos municipales de salud mental comunitaria, la
composición de sus equipos de salud mental y el vínculo permanente con los consultorios del
médico de la familia, y los grupos básicos de trabajo que componen cada uno de los policlínicos
correspondientes a un municipio.
En el segundo nivel de atención para la población adulta, están los servicios de psiquiatría
hospitalarios. Los servicios de psiquiatría de los hospitales generales y clínico-quirúrgicos realizan
funciones docentes, asistenciales e investigativas y atienden un territorio de varios municipios o
300 Manual de psiquiatría
tienen carácter provincial. En su estructura organizativa deben tener un cuerpo de guardia con
camas de observación, la unidad de intervención en crisis y las salas de corta estadía para la hos-
pitalización total. Desarrollan la psiquiatría de enlace y pueden o no tener hospitalización parcial
de día e incluir clínicas del estrés, realizar algunos tratamientos especializados, como la terapia
electroconvulsiva, y grupos de psicoterapia de diferentes tipos, técnicas de MNT y determinadas
consultas especializadas territoriales.
Los hospitales psiquiátricos, según su ubicación geográfica y el área que deben atender a
nivel territorial o provincial, por su grado de complejidad pueden ofrecer todas las modalidades
asistenciales antes referidas, pero específicamente poseen salas de larga estadía, y otros servi-
cios, como los de psiquiatría forense y atención especializada, por ejemplo, a las conductas adic-
tivas en régimen de comunidades terapéuticas, ya detallada la importancia de los servicios de
rehabilitación institucionales que desarrollan. En estos hospitales también se realizan funciones
docentes e investigativas, además de las asistenciales.
Atención hospitalaria
a las urgencias psiquiátricas
La unidad de atención a las urgencias psiquiátricas debe contar con el cuerpo de guardia
como puerta de entrada para la demanda hospitalaria de atención de la especialidad; tener
entre 1 y 3 camas de observación para los casos que así lo requieran por un máximo de 24 h y
la unidad de intervención en crisis (UIC) para la hospitalización total.
actividades psicoterapéuticas, y otros para pacientes con trastornos psicóticos, donde la actividad
central y los objetivos fundamentales son de rehabilitación; también pueden organizarse hos-
pitales de día mixtos o polivalentes, y algunos homogéneos para pacientes con determinadas
características, como los adolescentes, los alcohólicos y otros.
La hospitalización parcial tiene múltiples ventajas:
–– Reduce el estigma de la atención psiquiátrica.
–– El paciente no se separa completamente de su medio.
–– Disminuye el tiempo y el número de hospitalización completa. Se trabaja en la prevención de
recaídas.
–– Garantiza la continuidad de la atención y adherencia al tratamiento.
–– Reduce costos y mejora el índice de eficiencia de los servicios.
El paciente psiquiátrico
en la consulta externa
Con excepción de los casos urgentes que acuden al cuerpo de guardia especializado, los pa-
cientes psiquiátricos son atendidos, necesariamente, por el médico de la familia en consulta exter-
na durante alguna etapa de su evolución. Estudios conservadores plantean que aproximadamente
el 35 % del total de los enfermos que acuden al nivel primario de atención, lo hacen por afecciones
en las que los factores psicosociales son fundamentales.
En efecto, a la consulta del médico de la familia concurren los pacientes con afecciones de
curso relativamente benigno que requieren, por lo general, atención ambulatoria, como los tras-
tornos de adaptación, trastornos de ansiedad, trastornos somatomorfos y las manifestaciones
ansiosas o depresivas en personas con algún grado de vulnerabilidad previa que caen en crisis
reactivas o se descompensan de forma transitoria. Reclaman también atención en este nivel, mu-
chos pacientes con cuadros psicóticos de comienzo insidioso y otros en los que las manifestacio-
nes psicopatológicas, a pesar de su severidad, no entran en la categoría de urgencias psiquiátricas.
Múltiples son los factores que inducen a los pacientes psiquiátricos a reclamar ayuda médica
y diferente puede ser el “ropaje clínico” con que se presentan ante el médico general. Así, el
ansioso muchas veces busca ayuda por su temor a enloquecer; el deprimido frecuentemente lo
hace preocupado por una disfunción sexual, pérdida de peso e insomnio; el asténico, por su irri-
tabilidad, dificultades amnésticas o sexuales; y el hipocondriaco, por su apreciación angustiosa de
que padece alguna enfermedad predominantemente somática de mal pronóstico. Sin embargo,
los pacientes psicóticos y deficitarios son, por lo general, conducidos por sus familiares o vecinos,
quienes aprecian trastornos de conducta con necesidad de asistencia médica.
De este modo, los síndromes más frecuentemente atendidos en la consulta externa son: el
afectivo ansioso y el afectivo depresivo de nivel neurótico, el hipocondriaco, el neurasténico,
el oligofrénico, el demencial y el psicopático. La orientación de estos enfermos en lo relativo a
establecer diagnóstico presuntivo y su tratamiento inicial, así como continuar su seguimiento,
será responsabilidad del médico de la familia, quien solamente valorará en interconsulta con el
especialista a los pacientes cuya evolución no haya sido satisfactoria, según se ha orientado en
cada uno de los capítulos referidos a los trastornos enumerados, pero se debe tener en cuenta
por elementales motivos profesionales y éticos, evitar los estigmas y la subvaloración no sola-
mente de las molestias psicopatológicas, sino que ellas puedan enmascarar problemas médicos
no psiquiátricos que no son excluyentes.
304 Manual de psiquiatría
La conducta médica será otra cuando el enfermo presente afecciones de nivel psicótico o
riesgo suicida; se valorará, en el primer caso, la interconsulta con el psiquiatra o la referencia a
un medio especializado y, en el segundo, la remisión inmediata al servicio de urgencias.
La remisión para ingreso debe ser explicada al paciente y sus familiares para atenuar su
angustia. El modelo con dicha indicación debe redactarse cuidadosamente con la inclusión de
los elementos recogidos por el médico remitente, su apreciación diagnóstica presuntiva y los
medicamentos administrados, sin olvidar las dosis y las vías de administración. Es fundamental
tomar las previsiones éticas necesarias en su redacción y custodia, teniendo en cuenta las dife-
rencias entre el traslado que se realiza con un familiar o con personal especializado, según los
medios de transportación y las condiciones y características del paciente para evitar complica-
ciones adicionales innecesarias.
Interconsulta psiquiátrica
en el nivel primario de atención
Consiste en la valoración del enfermo por el médico de la familia y el psiquiatra en forma
simultánea. Persigue objetivos asistenciales y docentes, para evaluar, informar y orientar al
médico consultante, sobre el problema concreto que origina la demanda, acápite que ya fue
ampliamente detallado en el capítulo 27 sobre psiquiatría de interconsulta y enlace, al cual se
remite al lector.
Valoración laboral
En primer lugar, debe recordarse siempre que la actividad laboral adecuada a las posibilida-
des del paciente es un recurso terapéutico y de rehabilitación de primer orden, pero cuando no
cumple el requisito señalado, puede devenir factor de desajuste psicosocial.
En líneas muy generales, los pacientes psiquiátricos de tipo orgánico, entre los que se inclu-
yen los retrasados mentales y los cuadros demenciales comenzantes, al igual que los pacientes
que padecen de trastornos psicóticos de evolución prolongada —como la esquizofrenia y los
estados paranoides—, tienen muy baja o nula tolerancia a las labores que interrumpen el hora-
rio de sueño nocturno, aunque pueden, en la mayoría de los casos, realizar sus actividades en
turnos que terminen antes de las 10:00 p.m. o comiencen después de las 6:00 a.m.; también es
conveniente evitar los turnos rotatorios, o actuar de custodios en centros de alta responsabilidad
material o de confidencialidad. Los retrasados mentales suelen tener más posibilidades manuales
que verbales, y por ello pueden desarrollar exitosamente labores industriales rutinarias que exijan
poca calificación y artesanales u otras de tipo manual, sin grandes complejidades o riesgos en el
manejo de determinados tipos de herramientas o equipos.
Los cuadros psicóticos agudos de cualquier tipo implican la separación laboral transitoria
por el tiempo que el especialista determine. En los pacientes con trastornos neuróticos, tras-
tornos de adaptación, cuadros somatomorfos y trastornos de la personalidad con descompen-
saciones menores, la indicación de reposo debe manejarse con suficiente prudencia, ya que el
alejamiento de las actividades habituales puede producir iatrogenia. La excepción de este grupo
está representada por los cuadros asténicos, en los que el reposo es muy necesario, aunque debe
dosificarse mediante orientación fragmentaria en cada consulta semanal y no en forma prolon-
gada desde la primera entrevista.
Valoración escolar
Cuando el médico sospeche que las manifestaciones psicopatológicas del enfermo tienen
relación con sobresfuerzos intelectuales ante conflictos entre las capacidades y las exigencias de
nivel escolar, procederá a solicitar la valoración psicológica o psiquiátrica, excepto en casos muy
evidentes de retraso mental. También tendrá siempre en cuenta que las capacidades intelec-
tuales pueden afectarse transitoriamente en forma significativa, durante episodios depresivos o
brotes esquizofrénicos.
La valoración de aptitudes escolares para cursos especiales que requieren características de-
finidas de la personalidad será siempre solicitada al especialista.
306 Manual de psiquiatría
Valoración médico-legal
Las posibilidades para ejercer adecuadamente los derechos civiles se afectan en forma tem-
poral en todos los cuadros psicóticos agudos y, en forma permanente, en los trastornos psicóti-
cos de curso crónico con deterioro, en las demencias y en los retrasados mentales moderados,
severos y profundos.
La valoración médico-legal, en primera instancia, es necesaria por la urgencia de los casos,
y la función básica del médico general será evaluar si existen manifestaciones psicopatológicas
ante determinadas transgresiones sociales, como consecuencia de la imposibilidad mórbida para
discriminar entre el bien y el mal, o por existir impulsos incontrolables como parte de un cuadro
psiquiátrico. En el primer caso se señalan las conductas delictivas manifestadas bajo afectación
de la conciencia vigil, cuyo modelo es la embriaguez patológica o los cuadros crepusculares epi-
lépticos; y en el segundo, se tratará de conductas impulsivas en esquizofrénicos o de actos deter-
minados por ideas de influencia en el síndrome de automatismo psíquico, en el que el paciente
recibe órdenes cuyo cumplimiento no puede eludir.
Todas estas valoraciones más que el propio diagnóstico nosográfico, serán las que siempre co-
rresponden, en última instancia, a las comisiones de peritaje médico-legal, por estar debidamente
autorizadas para ilustrar a los tribunales mediante los dictámenes establecidos para las referidas
circunstancias.
Bibliografía
Acosta, C. (1976). El cine debate terapéutico, su aplicación en la docencia médica. Rev. Hosp. Psiq.
Hab. 17 (1), 1-18.
Acosta, Z. y León, M. (2009). CD Asignatura Psiquiatría para estudio de los alumnos de la carrera de
Medicina. Universidad de Ciencias Médicas de La Habana.
Agusti, P. (1999). Homeopatía: Active las defensas de su organismo. España: Prodhu.
Alarcón, R., Mazzotti, G., Nicolini, H. (2012). Psiquiatría, 3ra. ed. Washington D.C.: Organización Pana-
mericana de la Salud.
Alexander, F., Selesnick, S. (1970). Historia de la Psiquiatría. Barcelona: Espaxs.
Alexander, F. (1984). Studies in Psychosomatic Medicine. New York: Editorial Ronald Press.
Álvarez, R. (2014). Medicina General Integral. En E. Vega y otros, Atención al adulto mayor, II (55),
488-498.
Álvarez, T. A. (1992). Manual de acupuntura. La Habana: Ecimed.
Amaro, G. (1980). Valoración de un modelo de comunidad terapéutica: criterio de los pacientes y fami-
liares. La Habana: Hospital Psiquiátrico de La Habana.
Amaro, M. (2016). El envejecimiento poblacional en Cuba, desde el prisma de la epidemiología social
y la ética. Rev. Anales de la Academia de Ciencias de Cuba 6 (2).
American Psychiatric Association (2014). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 5ta.
ed. Arlington, V. A.: American Psychiatric Publishing
Antona, A. (2013). Disfunciones sexuales. Algunas notas. Programa de Salud Sexual y Reproductiva.
Madrid: Instituto de Salud Pública, pp. 1-35.
Arietti, S. (1974). American handbook of psychiatry. New York: Basic Books.
Asociación Psiquiátrica de América Latina (2012). Guía Latinoamericana de Diagnóstico Psiquiátrico.
Versión Revisada. 1ra. ed. Lima: Asociación Psiquiátrica de América Latina. Sección de Clasificación
y Diagnóstico.
Baca G.y Oquendo, M. (2009). Manual de Psiquiatría. Diagnóstico y clasificación en Psiquiatría. Ma-
drid: Diapasón.
Balint, M. y Balint, E. (1966). Técnicas psicoterapéuticas en medicina. México: Siglo XXI.
Barrientos, G. (1977). Comunidad terapéutica y hospital psiquiátrico: un criterio. Rev. Hosp. Psiq. Hab.,
18 (4), 684-693.
Barros, S. (1996). Homeopatía medicina del terreno, 4ta. ed. Caracas: Universidad Central de Vene-
zuela.
Basson, J., Brotto, L., Laan, E., Redmond, G. y Utian, W. (2005). Women’s Sexual Dysfunctions. Assess-
ment and Management of Women’s Sexual Dysfunctions: Problematic Desire and Arousal. J. Sex.
Med., 2, 291-300.
Beinfield, H. y Korngold, E. (1999). Entre el cielo y la tierra los cinco elementos en la medicina china.
Barcelona. Los libros de la liebre de marzo.
308 Manual de psiquiatría
Bender, D., Dolan, T., Oldham, J. et al. (2001). Treatment utilization by patients with personality disor-
ders, Am. J. Psychiatry, 158, 2.
Berdonces, J. (1997). El gran libro de la briología, 3a ed. Barcelona: Gayban Grafic, S. L.
Bombino, Y. (2013). Estudios sobre sexualidad y género: su visualización. Sexología y Sociedad, 19
(51), 23-29.
Borsarello, J. (1989). Acupuntura, 2a. ed. Barcelona: Masson.
Borter, L., Arif, A. and Curran, W. (1986). The law and the treatment of drug and alcohol dependent
persons. Genova: World Health Organization.
Bustamante, J. (1969). Psicología médica. La Habana: Científico-Técnica.
____________ (1979). Concepto de neurosis. Boletín del Centro para Estudios de la Neurosis, no. 1, La
Habana: Academia de Ciencias de Cuba.
Cabaleiro, M. (1966). Temas psiquiátricos. Algunas cuestiones psicopatológicas generales. Madrid: Paz
Montalvo.
Caballero, A (2015). Tratamiento del insomnio. Conferencia. Centro Galigarcía. La Habana.
Cao, N. (1997). Psicopatología general, 1ra. ed. La Habana: Félix Varela.
Carboni, C., Schvartzman, R. y Viana da Rosa, P. (2013). La importancia del fisioterapeuta pélvi-
co en las disfunciones sexuales femeninas. Revista Cubana de Urología, 2 (1). Recuperado de:
www.revurologia.sld.cu
Castellanos, B. y González, A. (1995). Sexualidad humana, personalidad y educación. La Habana: Pue-
blo y Educación.
Castro, M. (2015). Estrategia para la integración social de las personas transexuales en el contexto
actual de la sociedad cubana. [Tesis doctoral inédita] Universidad de La Habana.
Castro-López, H. (1982). Algunas manifestaciones de los sets inconscientes: consideraciones sobre su
relación con los sueños y los síntomas de las neurosis. Rev. Hosp. Psiq. Hab, 23 (1).
Castro-López, H. y Barrientos, G. (1989). Psiquiatría, tomos I y II. La Habana: Pueblo y Educación.
Cazau, P. (1993). Los trucos del psicópata. Buenos Aires.
Cedeño, L., Atiñol, E., Suárez, M. y León, J. (2014). Sexualidad en gerontes de la Universidad del Adulto
Mayor en el municipio de III Frente. MEDISAN 18 (1), 100.
Chapman, A. (1968). Trastornos psiquiátricos en la práctica médica. Barcelona: Espax.
Clavijo, A. (1989). Manual de Psiquiatría. La Habana: Ecimed.
________ (2002). Crisis, familia y psicoterapia. La Habana: Ecimed.
Cloninger, C. (1999). Personality & psychopathology. American Psychopathological Association.
__________ (2010). Psychiatric, Danub, 22 (2), 53-66.
Colectivo de autores (2008): Tercer glosario cubano de psiquiatría. La Habana: Ecimed.
Colectivo de profesores del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad de La
Habana (1984). Propedéutica y clínica psiquiátricas. La Habana: Pueblo y Educación.
Colomer, J. (1998). Curso de iniciación al yoga. España: Océano Ibis.
_________ (1999). Hatha yoga curso de perfeccionamiento. España: Océano Ibis.
Colton J. y Colton, S. (1997). El diagnóstico por el iris. Barcelona: Martínez Roca S. A.
Comité de Expertos Cubanos (1983). Glosario cubano de la clasificación internacional de enfermeda-
des psiquiátricas (GC-2), 2da. ed. La Habana: Científico-Técnica.
Comité de Expertos de la APA (2014). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-V. Was-
hington, D.C.: Asociación Americana de Psiquiatría.
Comité de Expertos de la OMS (1993). CIE-10. Décima Revisión de la Clasificación Internacional de las
Enfermedades. Trastornos mentales y del comportamiento. Ginebra: OMS.
Comité de expertos del CENESEX (2015). Programa Cubano de Salud Sexual. Ponencia presentada en
Taller Nacional del Programa Cubano de Educación y Salud Sexual. La Habana.
Córdova, A. (1976). Teoría y práctica de la psiquiatría social. La Habana: Científico-Técnica.
__________ (1979) Algunos aspectos filosóficos, teóricos y prácticos de la psiquiatría. La Habana:
Científico-Técnica.
Dale, R. A. (1993). Dictionary of acupunctureterms, concepts and points. North Miami Beach Florida:
Edit. Didactic Publishing.
Bibliografía 309
De Dios, E., Duany, A. y Rojas, L. (2016).Trastorno de deseo sexual hipoactivo femenino y masculino.
Revista Sexología y Sociedad, 22 (2), 166-187 (ISSN 1682-0045 Versión electrónica).
De Dios, E., Vasallo, C., Quintana, D. y Carnero, D. (2006). Parafilias: Un estudio de caso. Sexología y
Sociedad, 12 (30), 17- 21.
Delgado, G. (2005). Antecedentes históricos de atención primaria de salud en Cuba. Rev. Cubana de
Salud Pública (32), 2.
Delgado, H. (1978). Curso de psiquiatría (6ta. ed.). Barcelona: Científico-Médica.
Desarrollo sexual humano (2009). Recuperado de: http://elhdesarrollo.blogspot.com/
Desmitificando la eyaculación femenina (2017). El Espectador Noticias (23 de mayo). Recuperado de:
http://www.elespectador.com/noticias
Díaz, C., Rodríguez, L. y Cucalón, V.D. (2013). Adicción al sexo. Santiago de Cali: Linked In Corporation.
Recuperado de: https://es.slideshare.net/presentacionaguacatal/adiccion-al-sexo-24345334
Díaz, M. (1997). Pensar en chino: compilación de cuadernos de medicina tradicional China. Cancún:
Farmacia verde.
Disfunción orgásmica (2014). Recuperado de: http://www.nlm.nih.gov/
Dumbar, F. (1938). Emotions and bodily changes. New York: Columbia University Press.
Erazo, R. (2009). Psiquiatría del adulto mayor en el hospital general. Recuperado de: http://www.
paho.org/par/index.php?option=com_docman&view=download&category_slug=publicacio-
nes-con-contrapartes&alias=187-protocolo-2-atencion-de-la-persona-adulta-mayor-en-aps&ite-
mid=253http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs381/es/
Ey, H., Bernard, P. y Brisset, C. H. (1978). Tratado de psiquiatría, 8va. ed. Barcelona: Masson S. A.
Fernández, L. (2006). Tendencias históricas y contemporáneas: rupturas confluencia y continuidad.
Selección de lecturas, t. I. La Habana: Ecimed.
Fernández, L. V. (2016). Qué es la adicción al sexo. Recuperado de: http://www.webconsultas.com/
mente-y-emociones/adicciones/que-es-la-adiccion-al-sexo
Fernández, R. (1992). El sueño normal y patológico. Buenos Aires: Cangrejal.
Fish, S. (1967). Psiquiatría clínica. La Habana: Edición Revolucionaria.
FLASSES (2010). Manual diagnóstico de las enfermedades en sexología-IIR (2da. ed. revisada). Vene-
zuela: CIVP.
Flores, A. (2007). Educación sexual (3ra. ed.). Uruguay: A & M.
Fragas, R., Carballo, L., Castelo, L., Alfonso, C. and Cabrera, G. (2003). Somere flexions about the cuban
experience with sildenafilcitrate in the diagnostic and treatment of thee rectile dys function (ED).
En SLAIS Symposium epidemiological studies in ED in Latin America (Abstract: 989, p. 174). La Ha-
bana: 16 World Congress of Sexology.
Franco, J. (2012). Psiquiatría de enlace, descripción de las interconsultas en una clínica universitaria.
Fac. Med. Univ. Pon. Bol. Medellín. Colombia.
Franco, J., Tors, A. y Escobar, L. (2012). Psiquiatría de enlace: descripción de las interconsultas en una
clínica universitaria en Colombia. Santiago de Chile. Rev. Med. Chile, 137 (1), 133-137.
Fredman, A., Kaplan, H. y Sadock, B. (1982). Tratado de psiquiatría, 2da. ed. La Habana: Científico-Téc-
nica.
Gálvez, M. (n. d.). Psiquiatría geriátrica: cómo manejar la salud mental en los adultos mayores.
García, J. (1972). Urgencias en psiquiatría. Rev. Hosp. Psiq. Hab. 13 (2), 79-90.
Gazzola, F. (1994). Curso de iridología. Barcelona: De Vecchi, S. A.
GeoSalud (2014). Fortalecimiento de los músculos de la pelvis con los ejercicios de Kegel. Madrid.
Recuperado de: http://www.geosalud.com/Urinario/ejercicios-de-kegel.html
Glosario de semiología y sindromología (1981). La Habana: Hospital Psiquiátrico de La Habana.
Gómez-Restrepo, C., Hernández, G., Rojas, A., Santacruz, H. y Uribe, M. (2008). Psiquiatría clínica.
Diagnóstico y tratamiento en niños, adolescentes y adultos, 3ra. ed. Bogotá: Médica Panamericana.
González, A. y Castellanos, B. (2003). Sexualidad y géneros. Alternativas para su educación ante los
retos del siglo xxi. La Habana: Científico Técnica.
González, R. (1970). La comunidad terapéutica en la apreciación del paciente psiquiátrico. Rev. Cub.
Med., 117 (3), 323-328.
310 Manual de psiquiatría
__________ (1975). La comunidad terapéutica y la psiquiatría de la comunidad, dos: pasos más allá de
la psiquiatría clínica clásica. Rev. Hosp. Psiq. Hab., 16 (3), 386-392.
__________ (1979). Psicología para médicos generales. La Habana: Científico-Técnica.
__________ (1982). El token Economy: resultados de su utilización en una comunidad terapéutica.
Rev. Hosp. Psiq. Hab., 23 (3), 369-381.
__________ (1980). El médico ante el trastorno psiquiátrico menor. Santiago de Cuba: Oriente.
__________ (1988). Psiquiatría para médicos generales. La Habana: Científico-Técnica.
__________ (1997). Psicoterapia de alcohólicos y otros toxicómanos. La Habana: Científico-Técnica.
__________ (2005) Clínica psiquiátrica básica actual. La Habana: Félix Varela.
González. R. (2005a). Relación equipo de salud, paciente-familia. Aspectos éticos y tácticos. La Habana:
Ecimed.
__________ (2008). Terapéutica psiquiátrica integral. La Habana: Ecimed.
__________ (2012). Las drogas bajo piel de cordero. Alcohol, medicamentos y tabaco: riesgos y solu-
ciones. Editado con la colaboración técnica de OPS. La Habana-Panamá: Editorial Dampsa.
González, R. y Donaire, I. (1979). El médico ante la afección psiquiátrica menor. Rev. Hosp. Psiq. Hab.,
20 (3), 445-459.
Goodman, A., Goodman, L., Rail, T. and Murad, F. (1985). The pharmacological basis of therapeutics.
New York: Mcmillan.
Griffiths, R. and Woodson, P (1988) Caffeine physical dependence. A review of human and laboratory
animal studies. Psichopharmacology, 94 (4), 437-451.
Hales, R., Yudofsky, S. y Talbott, J. (1996). Tratado de psiquiatría. The American Psychiatry Press, 2da.
ed. Barcelona: Ancora, S. A.
__________ (2000). Tratado de psiquiatría. DSM IV-R., 3ra. ed. Barcelona: Masson S. A.
Halmi, K. (2009). Principales elementos de un servicio integral para el tratamiento de los trastornos de
la conducta alimentaria. World Psychiatry (8), 150-155.
Hamilton, M. (1987). Psicopatología clínica de Fish. La Habana: Ecimed.
Hare, R. (1999). Sin conciencia. Barcelona: Paidós.
Hernández, G. y Gallardo, Z. (2004). Psiquiatría de enlace. Rev. Fac. Med. Univ. Chile. Chile, Rev. Med.
Chile.
Hofling, C. K. (1974). Tratado de psiquiatría, 2da. ed. México D.F.: Interamericana.
Jaramillo, J. (2009). Fundamentos de medicina tradicional China. Instituto de Medicina Tradicional
China.
Jensen, B. and Bodeen, D. (1992). Visions of health. United States of America: Avery Publishing Group
Inc.
Jones, M. (1953). The therapeutic community. New York: Basic Books.
Kalinowsky, L. (1975). Tratamientos somáticos en psiquiatría. Barcelona: Científico Médica.
Kaplan, H. y Sadock, B., (2007). Compendio de psiquiatría, 9na. ed. New York: Lippincott Williams &
Wilkins.
Kaplan, H. (1974). La nuevaterapia sexual. España: Alianza.
Kaplan, H. and Sadock, B. (2015). Comprehensive Textbook of Psychiatry, 11th. ed.Washington, D.C.:
Wolters Kluwer.
Karazu, B. (1977). Psychoterapies: an overview. The Ame. J. of Psychiatry, 134 (8), 851-863.
Kerbikov, O. V., Oseretzki, N. I., Popov, E. A. y Sneshnevski, A. V. (1965). La Habana: Pueblo y Educación.
Kernberg, O. (1988). Diagnóstico diferencial de la conducta antisocial. Revista de Psiquiatría, 5, 101-111.
Kirana, S. and Porst, H. (2013). Erectile dysfunction. En: Kirana, S., Tripodi, F., Reisman, Y., Porst, H.
(Eds). The EFS and ESSM syllabus of Clinical Sexology, 5ta. ed. Amsterdam: Medix.
Kraft, A. (1981). Psiquiatría para la práctica general. Méjico: Interamericana.
La sexualidad en las diferentes etapas de la vida y en situaciones especiales (2014). Recuperado de:
Http: //sexoysalud.consumer.es/
León, M. (2014). Diagnóstico de Salud Mental Comunitario. En Álvarez Sintes. Medicina general inte-
gral, t. I, cap.58. La Habana:Ecimed.
Bibliografía 311
_________ (2016). Salud Mental, comunidad y técnicas de intervención comunitarias, 2da. ed. La Ha-
bana: CEDISAP.
Lewis, W. (2010). Definitions/Epidemiology/Risk Factors for Sexual Dysfunction. J. Sex. Med., 7, 1598-1607.
Leyva, Y. (1969). Del concepto de la comunidad terapéutica. La Habana: MINSAP.
Linehan, M. (2003). Manual de tratamiento de los trastornos de personalidad límite. Barcelona: Paidós.
Linehan, M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. New York: The
Guilford Press.
Lipsitt, Don R. La Psiquiatría y el Hospital general en una época de incertidumbre. World Psychiatry (2), 3.
Los 5 secretos sobre la desconocida eyaculación femenina (2016). Recuperado de:
www.infobae.com/tendencias/2017/04/16/los-5-secretos-sobre-la-desconocida-eyaculacion-fe-
menina/
Lukomnik, J. (2013). La identidad de género en las políticas sociales. Informe de Monitoreo de las polí-
ticas de inclusión de los trans, Ministerio de Desarrollo Social. Uruguay. MIDES. UNFPA.
Maj, M. (2014). La neurociencia social como una ciencia básica ideal para la psiquiatría. World Psy-
chiatry, 2 (2).
Marietán, H. (2000). Personalidades psicopáticas. I Congreso Virtual de Psiquiatría.
Marín, H. y Espínola, C. (2010). Manual de geriatría. México: Panamericana.
Martínez, H., Vidal, C., Alfonso, E. y Rodríguez, I. (2010). Rehabilitación en psiquiatría. Consideraciones
teóricas y una propuesta integral. Rev. Hosp. Psiquiátrico deLa Habana, 7 (1).
Martínez, M. (2015). Urgencias psiquiátricas. La Habana:Ecimed.
Masters, W., Johnson, V y Kolodny, R. (1995). La sexualidad humana I, 12 ed. España: Grijalbo.
Mayer-Gross, W., Slater, E. y Roth, M. (1969). Psiquiatría clínica. La Habana: Pueblo y Educación.
Mendis, N. La importancia del hospital general en el desarrollo de la asistencia sanitaria. World Psy-
chiatry, 2 (3).
Mezzich, J. y Saavedra, J. (2000). Clasificación diagnóstica en psiquiatría. En: Perales, A., Mendoza, A.,
Vázquez, G., Zambrano, M. (Eds.) Manual de psiquiatría, 2ª. ed. Humberto Rotondo, cap. 7. Dispo-
nible en: http://200.10.68.58/bibvirtual/libros/manualpsiquiatra/presentacion.html
Millon, T. y Davis, R. (2001). Trastornos de la personalidad en la vida moderna. Barcelona: Masson.
Minsap (2014). Algoritmos de actuación para los trastornos por uso de alcohol y drogas. Adaptación
cubana de la Guía de Intervención mhGAP de la OMS. La Habana: Oficina OPS/OMS.
Minsap (2014). Algoritmos de actuación para la depresión. Adaptación cubana de la Guía de Interven-
ción mhGAP de la OMS. La Habana: Oficina OPS/OMS.
Minsap (2017). Anuario Estadístico de Salud. Año 2016. La Habana.
Moizeszowicz, J. (1998). Psicofarmacología psicodinámica. Barcelona: Paidós.
Monroy, A. (2005). Aspectos psicológicos y psiquiátricos del adulto mayor. AMAPSI. Asociación Mexi-
cana de Alternativas en Psicología. Recuperado de: http://www.amapsi.org/portal
Mosquera, D. (2008). Personalidades narcisistas. Revista Persona, IAEPD, 8, Buenos Aires. Argentina.
Mulet, P. A. (2013). Digitopuntura. La Habana: Liber.
Navarro-Leis, M. y López-Hernández-Ardieta, M. (2013). Terapias cognitivo-conductuales para el
tratamiento de los trastornos de personalidad. Acción Psicológica, 10 (1), 33-44.Recuperado de:
http://dx.doi.org/10.5944/ap.10.1.7031
Noyes, A. y Kolb, L. (1966). Psiquiatría clínica moderna, 3ra. ed. La Habana: Edición Revolucionaria.
Nutt, D. J. (2009). Psychofarm, 23 (4), 343-5.
Organización Mundial de la Salud (1985). Mental retardation: meeting the challenge. Geneve: OMS.
_________ (1996). Décima clasificación internacional de enfermedades. Trastornos mentales y del
comportamiento. Madrid: Meditor.
_________ (2001). Salud Mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas. Informe sobre la Salud
Mental en el mundo. Ginebra: OMS.
________ (2013). Informe Mundial sobre el Alcohol y la Salud. DIsponible en: http://apps.who.int/iris/
bitstream/10665/112736/9789240692763eng.pdf
312 Manual de psiquiatría
________ (2014). Guía de Intervención mhGAP para los trastornos mentales, neurológicos y por uso de
sustancias en el nivel de atención de la salud no especializada. Ginebra: OMS.
________ (2015). Reclamo de políticas sociales para el envejecimiento poblacional. Diario Médico.
________ (2016). La salud mental y los adultos mayores. Recuperado de: http://www.who.int/media-
centre/factsheets/fs381/es/
Organización de Naciones Unidas (2002).Informe de la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejeci-
miento. Madrid, 8-12 de abril, p. 3.
Organización Panamericana de la Salud (2013). Sexta Reunión sobre los Hitos de la Campaña Mundial
de Prevención de Violencia de la OMS. México D. F. 15. Disponible en: http://www.paho.org/mex/
index.php.opton.com
Ortega, A. (2009). Estrés, salud y sexualidad. La Habana: Capitán San Luis.
Ortega, A. y Torres, B. (1999). Psiquismo, Yoga y Sexualidad. Sexología y Sociedad, 4 (9), 13-5.
Otero, A. (2015). Diagnóstico y clasificación en psiquiatría. Compilación de actividades académicas
centralizadas para residentes de psiquiatría. La Habana: Universidad de Ciencias Médicas.
Owen, D. and Davidson, J. (2009). Hubris syndrome: anacquired personality disorder? A study of US
Presidents and UK Prime Ministers over the last 100 years. Brain, 132, 1396-1406.
Owen, D. (2011). El síndrome de la arrogancia. The Psychiatrist.
Palomo, T. y Jiménez-Arriero, M. (2009). Manual de psiquiatría. Madrid: Grafica Marte.
Pargas, T. F. (2000). Enfermería en la medicina tradicional y natural. La Habana: Ecimed.
Paykel, E. and White, J. (1989). A European study of view son the use of monoamine oxidase inhibitors.
Bristish Journal of Psychiatry. 155 (Suplement 6), 9-17.
Phillips, M. and Vieta, E. (2007). Identifying functional neuroimaging biomarkers of bipolar disorder:
Toward DSM-V. Schizophr Bull. (33), 893-904.
Pimentel Vázquez, E. (2009). Prana, mantra y kundalini yoga. Una exploración novedosa de las teorías
del yoga. La Habana: Científico-Técnica.
Rahola, J. (2011). Lo que siempre quiso saber de los psicofármacos y nunca se atrevió a preguntar, 4ta. ed.
España: Aula Médica.
Real, M. (2010). Estudio epidemiológico de la disfunción sexual femenina. Asociación con otras en-
fermedades y factores de riesgo. [Tesis doctoral inédita]. Universidad de Ciencias Médicas de La
Habana.
Reisberg, B. (2006). Diagnostic criteria in dementia: A comparison of currentcriteria, research challen-
ges, and implicationsfor DSM-V. J Geriatr. Psychiatry Neurol., 19, 137-146.
Requena, Y. (1988). Perfeccionamiento en acupuntura oligoterapia y fitoterapia. Madrid: Las mil y una
ediciones.
Richelson, F. (2013). Int. J. Neuropsychofarm 16, 1433-1444.
Rigatelli, M. (2003). La psiquiatría en el hospital general: la experiencia italiana. World Psychiatry (2), 3.
Rigol, R. O. (1992). Manual de acupuntura y digitopuntura para el médico de familia. La Habana: Ecimed.
Rodríguez, A. (1994). El reaprendizaje problémico: Un factor común a las diferentes escuelas y técnicas
de psicoterapia. Rev. Hosp. Psiq. Hab., 35 (1), 23-28.
___________ (1994a). El reaprendizaje problémico: Un factor común a las diferentes escuelas y técni-
cas de psicoterapia. Rev. Hosp. Psiq. Hab., 35 (2), 107-116.
Rodríguez, A., Sanabria, G., Contreras, M. y Perdomo, B. (2013). Estrategia educativa sobre promoción
en salud sexual y reproductiva para adolescentes y jóvenes universitarios. Revista Cubana de Salud
Pública, 39 (1), 161-174.
Rodríguez, R. (2016). Psicoterapia de grandes grupos. Origen y desarrollo en Cuba. La Habana: Cien-
tífico-Técnica.
Rof Carballo, J. (1952). Cerebro interno y mundo emocional. Barcelona: Labor S. A.
Roig, J. T. (2012). Plantas medicinales, aromáticas o venenosa, 2da. ed. La Habana: Científico Técnica.
Rotondo, Humberto (1998). Manual de psiquiatría, 2da. ed. Perales, A., Mendoza, A., Vázquez Caicedo,
G. y Zambrano M. (Eds.). Disponible en: http://200.10.68.58/bibvirtual/libros/manualpsiquiatra/
presentacion.html
Bibliografía 313
Rubio, E. (Ed.) (2014). Lo que todo clínico debe saber de sexología. México: Edición y Farmacia S. A.
Ruiz, C. (1982). Psiquiatría. Psicopatología de los delirios en psiquiatría. Tomo 1. Barcelona: Toray.
Ruíz-Flores, L. (2003). La Psiquiatría en el hospital general. World Psychiatry (2) 3.
Rutiaga, L. (2007). Curación con plantas medicinales. México: Viman.
Saavedra, E. (1983). Fármacos y estupefacientes: política y moral en drogas. Problemática actual en
España y América. Bogotá: Temis.
Sánchez, C., Morales, F., Carreño, J. y Cuenca, J. (2007). Disfunciones sexuales masculinas: su aso-
ciación con el malestar psicológico y los problemas conyugales en una población de la Ciudad de
México. Psicología Iberoamericana, 15 (1), 60-67. Recuperado de: www.redalyc.org/pdf/1339/
133915928008.pdf
Sarquella, J., Vilches, R. y Palma, C. (2014).Trastornos de la eyaculación. Rev. Med. Clin. Condes., 25 (1),
129-137.
Schneider, K. (1980). Las personalidades psicopáticas, 8va. ed. Madrid: Ediciones Morata.
Schultz, J. (1969). El entrenamiento autógeno. Barcelona: Científico-Médica.
Schwartzmann, L., Caporale, B., Suárez, A. y Sancristóbal, S. (2003). Incidencia de trastornos psíquicos
en pacientes con enfermedades médicas: ¿qué hacer? Rev. Psiquiatría del Uruguay, 67 (1), 21-37.
Servera, S., Conde, V., Espino, A., Giner, J., Leal, C. y Torres, F. (Eds.) (1996). Manual del residente de
psiquiatría, S. B. Smith Kline Beecham.
Sexualidad en las diferentes etapas de la vida (2014). Recuperado de: http://www. freecountry.bligoo.
com/la-sexualidad-en-las-diferentes-etapas-de-la-vida-y- en-situaciones-especial
Slater, E. and Roth, M. (1971). Clinical psychiatry: La Habana: Edición Revolucionaria.
Slatteri, D. A. et al. (2004). Fundam. Clin. Psychofarm., 18 (1), 1-21.
Sneshnevski, A. (1985). Manual de psiquiatría. Moscú: Mir.
Soluciones a la Eyaculación Retardada o Aneyaculación (2015). Recuperado de: http://bilbaopsicolo-
go.com/soluciones-a-la-eyaculacion-retardada-o-aneyaculacion-buscosexologo-com/
Spoerri, Th. (1970). Compendio de psiquiatría. Barcelona: Toray Mason S. A.
Stahl Stephen, M. (2015). Psicofarmacología esencial de Stahl. Guía del prescriptor. Cambridge: Uni-
versity Press.
Sullivan, H. (1959). La entrevista psiquiátrica. Buenos Aires: Psique.
Sviadosh, A. (1959). Las neurosis y su tratamiento. Argentina: Chagüe.
Thomas, D. (2000). Soothing the troublemind. New York: Brook line paradigm publications.
Universidad de La Laguna (2014). Protocolo para la Detección, Prevención y Actuación en los Supues-
tos de Acoso Sexual y de Acoso Sexista, 1-40.
Urgelles, L. (1982). La fatiga. Rev. Hosp. Psiq. Hab., 23 (3), 423-430.
Valdés, M. (1982). La atención médica a los jubilados en Cuba. Rev. Hosp. Psiq. Hab., 23 (1), 75-82.
________ (1983). Psicogeriatría. Hospital Psiquiátrico de la Habana. La Habana: Impresos gráficos del
MINSAP.
Vallejo, J. (1980). Introducción a la psiquiatría, 10 ma. ed. Barcelona: Científico-Médica.
Velásquez, E., Olaya, A., Castaño, G. y Castro, S. (2013). Adicciones, aspectos clínicos y psicosociales,
tratamiento y prevención. Medellín: CIB. Fondo editorial.
Vieta, E. y Phillips, M. (2007). Deconstructing bipolar disorder: A critical review of its diagnostic validity
and a proposalfor DSM-V and ICD-11. Schizophr Bull (33), 886-892.
Villalanda, F. (1972). Elementos de psicopatología clínica. Rev. Hosp. Psiq. Hab. Número extraordinario.
Vizcaino, M. (2016). Trastorno orgásmico femenino. Protocolo asistencial. Revista Sexología y Socie-
dad, 22 (2), 216- 247.
Vizcaíno, A. M. C. (2001).Disfunciones Sexuales. Bases para una Estrategia de Prevención [Tesis docto-
ral inédita]. Centro de Salud Mental CENSAM, La Habana.
Vizcaíno, M., Almenares, K. y Montero, Y. (2014). Aspectos del comportamiento sexual femenino en
poblaciones supuestamente sanas cubanas y factores psicosociales relacionados. Memorias de Jor-
nadas ENSAP, p.1-7.
314 Manual de psiquiatría