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CONSIDERACIONES SOBRE LA SALUD Y LA ENFERMEDAD

Dr. Roberto Parada N.


Fisiopatología – 2019

1. MARCO GENERAL DE REFERENCIA


Para la medicina veterinaria, igual que para la medicina humana, no resulta fácil definir
apropiadamente lo que se entiende por “salud” y por “enfermedad”, ya que ninguna
definición –por perfecta que sea- abarcará en su totalidad los complejos aspectos
biológicos, síquicos, sociales, económicos, etc. que ambos conceptos implican. Sin
embargo, tenemos vivencias de lo que la salud y la enfermedad representan para
nuestro propio organismo; en efecto, sabemos que hemos gozado de salud hasta que,
al enfermar, la hemos perdido. Sabemos, si, que se tratan de fenómenos biológicos
contrapuestos. Pero, también es parte de nuestro conocimiento vivencial, que la salud
puede recuperarse tras haberse derrotado a la enfermedad con o sin ayuda de la
ciencia médica. Entendemos, por tanto, que la salud y la enfermedad son “estados
biológicos”; es decir, situaciones del ser vivo que no son permanentes, sino que son
potencialmente cambiantes. En cuanto pertenecemos al reino animal, entendemos
que aquello que es biológicamente válido para nosotros –los seres humanos- es
legítimo, aplicarlo a los animales que constituyen nuestra razón de ser como
profesionales.

La Ecología nos enseña que el organismo animal se encuentra constantemente sujeto


al influjo de diversos factores del medio en que vive que -potencialmente nocivos -
nos pueden agredir, de los cuales normalmente se defiende con eficiencia,
conservando las características estructurales y funcionales propias de su “estado de
salud”. Las estructuras (anatomía e histología) y las funciones (fisiología) se combinan
en condiciones normales, de manera tal que surge de ello una armonía
morfofuncional que se manifiesta en el estado de salud y que es representativa de
éste. Como contraparte, en la enfermedad ocurren trastornos en las estructuras y en
las funciones, de manera que existe una desarmonía morfofuncional que en mayor o
menor medida, es representativa del estado de enfermedad.

En la enfermedad ocurren trastornos estructurales (las lesiones), observables a simple


vista o con el auxilio de métodos apropiados para detectarlos. También ocurren
trastornos funcionales1, que son sentidos por el paciente (los síntomas) o detectados y
pesquisados por el médico veterinario (los signos), bien que sean evidentes, bien que
se les ponga de manifiesto mediante métodos diagnósticos apropiados. Los síntomas,
signos y lesiones son los fenómenos nosológicos o clínicos; esto es, constituyen los
“hechos de la enfermedad”. Tal fenomenología es lo que el clínico intenta detectar
durante el examen del paciente, para llegar al diagnóstico de la enfermedad y a su
adecuado tratamiento; para ello se valdrá de la historia clínica (anamnesis), de un
examen físico completo y correctamente realizado y, podrá ayudarse con métodos
auxiliares tales como la imagenología (radiología, ecografía, TAC, RMN), el laboratorio
clínico (hemograma, bioquímica clínica, enzimología), electrocardiograma,

1
En los párrafos siguientes, para evitar innecesarias complicaciones, no haremos diferencias entre
signos y síntomas

1
inmunoanálisis, etc. Por su parte, el patólogo intentará detectar lesiones mediante la
metodología apropiada, para identificar in vivo la lesión (recurriendo a biopsia por
histopatología, por ejemplo) o –mediante necropsia- para establecer en el cadáver la
causa de la muerte, si tal fuese el caso. Dentro de sus particulares esferas de acción,
tanto el clínico como el patólogo constatarán los fenómenos nosológicos, los
interpretarán y los integrarán dentro del marco conceptual que ha de desembocar en
el diagnóstico.

Es importante comprender, por otra parte, que ningún individuo que goce de buena
salud es “perfectamente sano”, ya que siempre presentará alguna imperfección
morfológica o funcional. Por ello se acepta que la salud es compatible con algún tipo
de imperfección morfológica o funcional menor, cuya existencia resulte insuficiente
para trastornar la armonía morfofuncional del todo orgánico. Es decir, es posible la
existencia del individuo “anormal sano” (desde el punto de vista clínico). También se
acepta que ningún individuo enfermo presenta todas sus estructuras y funciones con
anormalidades al mismo tiempo; empero, existiendo al menos una de ellas que
trastorne la armonía morfofuncional orgánica, se hace conceptualmente imposible la
existencia del individuo “normal enfermo”. Ello es así, por cuanto la enfermedad
implica un trastorno de la armonía orgánica, derivado de una o más alteraciones
morfológicas y/o funcionales, cada una de las cuales es en sí una anormalidad
biológica.

Si pensamos ahora que el concepto de “homeostasis” traduce bien lo que hasta el


momento hemos venido señalando como la “armonía morfofuncional” del organismo,
para propósitos prácticos se deduce que la salud implica una correcta homeostasis,
mientras que la enfermedad representa un trastorno de ésta. Mejor aún, señalaremos
que la salud es el estado biológico representativo de una homeostasis equilibrada y
que, la enfermedad, representa el estado de homeostasis desequilibrada2. Tanto más
desequilibrada la homeostasis de un paciente, tanto más grave la enfermedad y los
trastornos que padece y –por ende- tanto mayor el riesgo de muerte que enfrenta.

En la homeostasis, sería imposible no existir una integración armónica de los


mecanismos orgánicos de correlación y control, organizados jerárquicamente desde el
nivel subcelular mismo hasta los niveles superiores del Sistema Nervioso Central. Al
fallar tales mecanismos, se hará cada vez más difícil mantener la normalidad
anatómica y funcional de la cual deriva –en último término- la existencia del
organismo, como un todo sano inmerso en un ambiente que lo agrede
constantemente. La falla de los mecanismos orgánicos de correlación y control lleva a
un desequilibrio homeostático que, si se profundiza hasta perderse del todo,
conduce a la muerte. A diferencia de la salud y la enfermedad, la muerte no constituye
un “estado”, puesto que es una situación irreversible y permanente.

2. ALGUNOS CONCEPTOS BASICOS SOBRE LA ENFERMEDAD

2.1.Es conveniente iniciar el estudio de la enfermedad imaginando al individuo


inmerso en su medio ambiente, el cual –de manera incesante- actúa sobre éste
2
Conceptos de salud y enfermedad según la Fisiopatología

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mediante fenómenos potencialmente nocivos (físicos, químicos, biológicos, etc.) Bajo
este prisma, el ambiente está constantemente agrediendo al organismo, cuyos
mecanismos de defensa le permiten, no sólo sobrevivir, sino que mantenerse sano.

En el constante enfrentamiento individuo-ambiente, la enfermedad representa el


predominio de los factores agresivos ambientales sobre los factores defensivos del
organismo; se deduce que la situación opuesta es representativa del estado de salud 3.
Entonces, aparecerá la enfermedad cuando:

A) El ambiente agreda al organismo en forma desmedida (en elevada proporción


a las defensas) o, por la colusión, concurrencia y multiplicidad de factores
agresores
B) Cuando se depriman los mecanismos de defensa orgánica, o bien
C) Cuando no existan tales mecanismos

Profundizando en el concepto antes señalado, no debe entenderse que el estado de


enfermedad implica el predominio absoluto del agente que la causa, habiendo
previamente avasallado los mecanismos de defensa del organismo; por el contrario,
aunque temporalmente superados por los factores agresivos ambientales, los
mecanismos defensivos continúan actuando y eventualmente revertirán la situación a
favor del individuo: del estado de enfermedad se volverá al estado de salud. Si así no
fuera, la enfermedad proseguirá y, de “aguda” pasará a “crónica”, con una nosología
ordinariamente menos acentuada pues la homeostasis se encontrará menos
desequilibrada en ésta. Se reconoce una situación intermedia, la enfermedad
“subaguda” (hoy también mal llamada “subcrónica”, cuando debiese ser
“epicrónica”), como paso del trastorno agudo a la situación de cronicidad.

La muerte suele ser consecuencia de una enfermedad en la cual, agotadas las defensas
orgánicas, predominan sin contrapeso los factores agresivos que la causan. No
obstante, cabe recordar que –por razones accidentales- puede pasarse de la salud a la
muerte sin un intermedio de enfermedad.

Cabe reseñar, finalmente, el caso de la enfermedad sobreaguda o peraguda (muy


conocido por quienes manejan el tema de las enfermedades infecciosas en el medio
rural), en la cual individuos sanos son agredidos de manera tan masiva que toda
posibilidad orgánica de defensa resulta ilusoria; de hecho, en estos casos no alcanza a
producirse una distorsión de la homeostasis, puesto que los centros superiores de
correlación y control sufren un daño violento, masivo e irreversible (con lo cual los
animales afectados suelen morir sin presentar sintomatología, y es aún posible que no
presenten lesiones). En la práctica veterinaria rural, el hallazgo de cadáveres en los
potreros a primera hora de la mañana, los que a última hora de la tarde anterior eran
animales en buen estado de salud, constituye un buen ejemplo del caso previamente
señalado.

2.2. La reversibilidad de la enfermedad depende tanto de que haya cesado la actividad


de los factores agresivos que la causaron (bien porque hayan desaparecido o, porque
3
Concepto de salud y enfermedad según la Ecología

3
los factores defensivos orgánicos los hayan neutralizado) como de la eficiencia con que
los mecanismos de reparación permitan recuperar las estructuras y funciones
dañadas. Es un conocimiento vivencial de que, así como la eficiencia de las defensas
tiende a deprimirse por situaciones orgánicas anormales (stress, desnutrición,
ejercicio excesivo u otras) y por la edad, estos mismos fenómenos también afectan
negativamente a los mecanismos de reparación.

Con el avance de la edad, los individuos de todas las especies hacen enfermedades
cada vez con mayor frecuencia, más intensas y más dañinas para el organismo,
haciéndose cada vez más difícil revertir los fenómenos morfo-funcionales a su
situación previa. Eventualmente, agresiones que podrían ser poco significativas para
individuos jóvenes, pueden resultar mortales para individuos seniles.

Se entiende por curación ad integrum (integral, total, completa) aquélla en que la


enfermedad no deja secuela alguna, sea ésta anatómica, bioquímica, funcional, etc., en
contraposición a la curación con secuelas. Es posible que, en realidad, toda curación
ad integrum implique curar con secuelas, aunque éstas no resulten evidentes o no se
las pueda detectar con los medios diagnósticos actuales. Si ello fuese así, se explicaría
que a medida que transcurren los años resulten cada vez menos eficientes los
mecanismos de defensa y de reparación, por cuanto habría una suma de secuelas en el
tiempo. A la depresión de estos mecanismos contribuye, por cierto, el predominio
catabólico (especialmente de proteínas) que acarrea el envejecimiento orgánico y por
tanto fallas en los mecanismos reparatorios.

Los individuos en su primera edad son también propensos a sufrir enfermedades,


particularmente de tipo infeccioso, por cuanto sus mecanismos defensivos
(especialmente las respuestas a la agresión biológica) no han tenido aún tiempo
suficiente para madurar y perfeccionarse. Además, muchas funciones orgánicas se
encuentran imperfectamente reguladas en los individuos de poca edad, lo que
contribuye a una mayor susceptibilidad de estos seres a diversas enfermedades.

2.3. Como se ha señalado previamente, la enfermedad tiene características


detectables: los síntomas y las lesiones. Antiguamente, ambas eran apreciadas
exclusivamente mediante los sentidos del médico. Aunque con pasos inicialmente
modestos, el progreso de la ciencia médica llevó a relacionar la presencia de síntomas
con la previa existencia de determinadas lesiones en el paciente (correlación
anátomo-clínica). La incorporación del microscopio al arsenal diagnóstico permitió
comprender que las lesiones tienen una expresión microscópica, tanto a nivel de
tejidos como de células; después, al desarrollarse la bioquímica e incorporarse el
laboratorio clínico al estudio de la enfermedad, se apreció que los fenómenos
nosológicos pueden también detectarse a través de anormalidades en parámetros
bioquímicos que –en la generalidad de los casos- se originan en el daño celular. Se
entendió también que éste se encuentra en la base misma de los trastornos
funcionales: células dañadas originan trastornos en las funciones.

No obstante lo señalado precedentemente, no puede pasarse por alto que trastornos


síquicos pueden originar alteraciones morfológicas y funcionales (enfermedad

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sicosomática). La interacción entre mente y cuerpo (siquis y soma) pasa por los
centros superiores de correlación orgánica, por lo cual no es de extrañar que
trastornos en un miembro del par resulte en trastorno del otro miembro.

Dentro de otro orden de ideas, cabe considerar la posibilidad cierta de que, al


desequilibrarse la homeostasis sólo levemente, la enfermedad en curso no presente
síntomas ni lesiones detectables con métodos corrientes: se trata de la enfermedad
subclínica, cuya presencia –no obstante- puede al menos sospecharse si se recurre al
examen apropiado para ello (hematológico, enzimológico u otro), capaz de detectar
fenómenos anormales que aún no tienen una expresión sintomatológica o lesional. Al
evolucionar esa enfermedad hacia su forma aguda, aparecen fenómenos nosológicos y
la enfermedad se hace clínicamente detectable. En las enfermedades infecciosas es
frecuente la existencia de una fase subclínica (el período de incubación) la que, sin
embargo, puede generar fenómenos detectables mediante los exámenes de
laboratorio apropiados.

La fase clínica de la enfermedad suele iniciarse con síntomas difusos, poco o nada
específicos (sensación de malestar, cefalea, anorexia, adinamia, fotofobia, etc.), con
cuyo concurso raramente puede llegarse a un diagnóstico: se sabe que hay una
enfermedad en curso, pero no se sabe cuál. Después, al aparecer síntomas y/o
lesiones específicas, apreciándose claramente el cuadro clínico (la “enfermedad
florida”), el diagnóstico se facilita y podrán establecerse las medidas adecuadas para la
recuperación del paciente.

3. DESCRIPCIÓN CLÍNICA DE LA ENFERMEDAD

3.1. Las enfermedades se describen clínicamente según el siguiente protocolo:


A. Etiología (causa de la enfermedad)
B. Patogenia o Fisiopatología (secuencia de causas y efectos una vez ocurrida la
agresión al organismo
C. Sintomatología (síntomas de la afección y su descripción)
D. Lesiones o Patología (lesiones de la afección y su descripción)
E. Diagnóstico (integración de los hallazgos clínico-patológicos y de laboratorio para
identificar la enfermedad, diferenciándola de otras que poseen parecidas
características nosológicas)
F. Pronóstico (previsión de recuperación del paciente)
G. Tratamiento (formas de llevar al paciente a recuperar la salud)
H. Profilaxis (formas de prevenir la presentación de la enfermedad en el mismo u otro
individuo)

3.2. En relación a la Etiología cabe considerar, en primer lugar, que las causas de
enfermedad son múltiples y no sólo provenientes del medio externo (como hasta el
momento se ha señalado, para no complicar excesivamente los aspectos conceptuales
básicos). En efecto, si bien hay numerosos componentes del medio ambiente capaces
de producir enfermedad o, al menos, fenómenos patológicos de alguna importancia
(por ejemplo, traumatismos, heridas, quemaduras, causticaciones, golpes eléctricos,

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mordeduras, picaduras de insectos, envenenamientos, parasitaciones, infecciones,
etc.), no puede pasarse por alto la existencia de numerosas enfermedades que
provienen del seno mismo del organismo; entre ellas algunos tumores benignos y
malignos, las enfermedades por trastornos de la inmunidad (inmunodeficiencias,
hipersensibilidad y alergia, autoinmunidad), o bien aquellas causadas por trastornos
genéticos, considerándose –además- las malformaciones congénitas y otros trastornos
derivados de una defectuosa formación del individuo in útero, así como las
enfermedades metabólicas (algunas de las cuales se asocian en Medicina Veterinaria a
particulares modalidades de alimentación y/o producción de los animales).

3.3. La Patogenia o Fisiopatología constituye el aspecto fundamental de esta


asignatura, por lo que no cabe referirse en especial a su temática. Empero, vale la pena
recordar que en ocasiones se recurre al término Etiopatogenia (combinación de
Etiología y Patogenia) por razones prácticas.

3.4. La Sintomatología y Signología constituyen un aspecto fundamental de la


descripción de la enfermedad. Con respecto a este punto, vale la pena considerar dos
aspectos importantes:
A. En toda enfermedad existen síntomas y signos que no son producidos en respuesta
a un agente etiológico dado, sino que son causados por diferentes agresores. Estos son
síntomas y signos comunes a numerosas enfermedades y se les llama “síntomas o
signos inespecíficos”, con cuyo concurso no es posible establecer un diagnóstico
certero. La cefalea, malestar, adinamia, fotofobia, anorexia y muchos otros son buenos
ejemplos de este tipo de síntomas y signos.
B. Otros síntomas y signos, sin embargo, surgen como respuesta a un fenómeno
patológico dado: el dolor local en el caso de una fractura, la diarrea en el caso de una
enteritis infecciosa, la presencia de fecas ricas en grasas en el caso de una insuficiencia
pancreática exocrina, etc. son ejemplos de “síntomas o signos específicos”, con cuyo
concurso se puede llegar a un diagnóstico preciso.
Un tipo especial de fenómeno es el “patognomónico” (síntoma, signo o lesión), tan
específico que su sola constatación basta para establecer el diagnóstico preciso. En
general, los fenómenos patognomónicos son escasos.

3.5. Las Lesiones (o Patología, en su sentido de Anatomía Patológica e Histopatología)


constituyen también un elemento de primero orden para el diagnóstico de la
enfermedad. La observación y análisis de lesiones en el enfermo se asocia a la
constatación y análisis de signos y síntomas, de cuya juiciosa síntesis surge el
diagnóstico. Vale la pena considerar que también existen lesiones inespecíficas y
específicas, las cuales pueden apreciarse tanto en el paciente como en el cadáver. En
la actualidad, la patología macroscópica se complementa con análisis histopatológicos,
biopsias, análisis enzimológico e inmunohistopatológico, etc.

3.6. El Diagnóstico, como se ha dicho, representa la integración de los hallazgos de


síntomas y lesiones para concretar la identificación de una enfermedad en particular,
que debe ser diferenciada de otras con parecidas manifestaciones nosológicas
(diagnóstico diferencial). Los datos obtenidos por el médico veterinario a partir del
examen clínico del paciente son complementados con los aportados por métodos

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auxiliares de diagnóstico, como el Laboratorio Clínico (cuyos hallazgos se inscriben
dentro de la hoy llamada Bioquímica Clínica) y la Imagenología (radiodiagnóstico
mediante rayos X, ecografía mediante ultrasonidos, TAC o Scanner, RMN, etc.); a
menudo, estos métodos son indispensables para poder realizar el diagnóstico preciso y
el diagnóstico diferencial.

3.7. El Pronóstico representa una predicción del resultado de la enfermedad para el


paciente (Tabla Nº 1), el cual se basa en un diagnóstico certero de la afección.

Tabla Nº 1

DEFINICION DE LOS TERMINOS DEL PRONÓSTICO

Previsión de recuperación
Pronóstico Cualitativa Cuantitativa
Bueno Altamente probable 75 -100%
Favorable Probable (con secuelas) 50-75 %
Reservado Imprevisible 50
Desfavorable Improbable 25-50
Malo Altamente improbable 0 -25 %

3.8.En cuanto al Tratamiento, vale la pena señalar que el ideal es realizarlo de acuerdo
a la causa de la enfermedad (tratamiento etiológico), para lo cual existe un gran
arsenal terapéutico; sin embargo, desconociéndose la causa, o no siendo posible
determinarla, no queda otra opción que recurrir al tratamiento sintomático (en
general, menos eficiente que el primero).

3.9. La Profilaxis, finalmente, implica prevenir las enfermedades. Se cuenta con


numerosas vacunas para la prevención de enfermedades infecciosas, pero también
con medidas higiénicas, zootécnicas, nutricionales, etc. que permiten una mejor vida
(bienestar) de los animales y una mejor producción en las especies utilizadas con tal
propósito

4. CONSIDERACIONES FINALES

Como se ha indicado previamente, la salud y la enfermedad son estados biológicos,


esencialmente cambiantes. La enfermedad tiene dos resultados posibles:
A. Recuperación de la salud, mediante la curación integral o con secuelas
B. La muerte
La evolución de una afección aguda hacia la cronicidad no es, obviamente, un
resultado de la enfermedad (puesto que ella no ha desaparecido, sino que, se ha
prolongado en el tiempo).
Por otra parte, la muerte sobreviene como resultado del daño drástico -o del
agotamiento en el tiempo- de los centros superiores de correlación orgánica, o bien,
por la falla de órganos esenciales para la mantención de la homeostasis. En el primer

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caso (fenómenos accidentales, enfermedad sobreaguda), el daño de los centros
superiores es violento y masivo, con lo que la desorganización de la homeostasis
resulta prácticamente inmediata. En el segundo caso, ocurre una desorganización
paulatina de ella, puesto que los centros superiores van siendo afectados cada vez con
mayor profundidad; en estos casos, la muerte suele aparecer tras un período previo de
shock (tema de capítulo aparte). El tercer caso está representado por la falla aguda de
órganos tales como el corazón, pulmón, riñón o hígado, que conducen a la muerte en
cuestión de horas o días; pero también la falla crónica de dichos órganos lleva a la
muerte, aunque –según el caso- tras meses o años de enfermedad.

Es materia de discusión, decidir cuando muere un paciente. Sin pretender incursionar


en las implicaciones biológicas, filosóficas, éticas, etc. del tema, nos remitiremos al
concepto clínico más usual para decidir al respecto: La muerte ocurre al cesar toda
actividad funcional integrada en el atria mortis (conjunto encéfalo-corazón-
pulmones). Fallando el atria mortis, fallarán todos los procesos que aseguran la
nutrición y oxigenación de las células, cesando los fenómenos vitales.

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