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Biología de La Homosexualidad PDF
Biología de La Homosexualidad PDF
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Diego López Alonso
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Prólogo
Prefacio
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1.10. Teorías sobre el origen de la homosexualidad
1.10.1. Construccionismo
1.10.2. Esencialismo
3. Los hechos
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3.3. Evidencias neurológicas
3.5. Transexuales
3.7. Feromonas
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4. Una teoría biológica integral de la homosexualidad
5. Evolución y homosexualidad
6. El discurso sociocultural
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7. La homosexualidad no es una enfermedad
8. Reflexiones finales
Bibliografía
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Si uno suscita el tema del origen de la homosexualidad en una reunión de
amigos, la opinión generalizada, más o menos fundamentada, es que la
homosexualidad se origina como fruto del entorno educativo infantil y
durante la adolescencia. Con frecuencia, habrá alguien que sostenga que se
trata de una conducta degenerada, viciosa y degradante, con alto riesgo de
contagiar a quienes entren en contacto meramente social con homosexuales.
No faltará tampoco quien diga que es una enfermedad mental. Puede que
algún "extravagante" sugiera un factor hereditario o biológico en general...
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esos textos ininteligibles de la moderna escuela francesa de filósofos
(Foucault, Lacan, etc.). Segundo, porque se va encontrar con mucha
información novedosa, sorprendente e interesante. Y, por último, como decía
mi suegra, "feo está que yo lo diga", pero está bien escrito.
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como predio privativo de filósofos, sociólogos, psicoanalistas, etc. Creo que
el lector se sentirá - como yo mismo me he sentido- sorprendido por muchas
de las informaciones que se aportan, sacudido por las ideas propuestas,
obligado a repensar viejos conceptos y, en definitiva, enriquecido con su
lectura. Podrá estar o no de acuerdo con mis tesis, pero no podrá sentir
indiferencia ni decir que este libro no le ha aportado nada. En suma,
encontrará provechosa su lectura.
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uno en que se polemiza con la idea de la homosexualidad como enfermedad
(capítulo 7), y otro con unas reflexiones finales en torno al tema (capítulo 8).
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A partir de la edad de 3-8 meses, se encontró que las niñas elegían
muñecas en vez de los coches de juguete y los balones que preferían los
niños. La conducta de preferencia de juguete no puede ser explicada por la
presión social, porque cuando las muñecas, los coches de juguete y los
balones fueron ofrecidos a los monos aterciopelados verdes, las hembras
consistentemente elegían las muñecas y olían la región anogenital, mientras
que los machos preferían los coches de juguete y los balones (Bao y Swaab,
2011).
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1.1. Religión y leyes
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La decisiva influencia de la religión cristiana en todos los Estados
occidentales determina la impregnación de las leyes y de la sociedad en los
valores cristianos. La valoración del cristianismo sobre la homosexualidad,
históricamente, ha sido furiosamente negativa. Hasta tal punto que se
consideraba como un pecado innombrable, recurriendo frecuentemente a
circunloquios (pecado nefando), para evitar mencionar expresamente la
sodomía (que era la denominación habitual).
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juzgados (se prefería el silencio). Y prácticamente no se perseguía en los
países del norte, como Dinamarca o Suecia. Curiosamente, Dinamarca no
tuvo una ley contra la sodomía hasta 1683 y no se conocieron persecuciones
antes de 1744.
Una excelente muestra del "generoso" espíritu que animaba las almas de
los creyentes de la época la tenemos en las palabras de un tal Jeremy Collier,
un pastor anglicano, escritas en 1698, donde, además de expresar su
satisfacción porque los sodomitas se enfrentaran a la horca, añadía estas
palabras de honda "caridad" cristiana:
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perseguidos por la Justicia y exterminados de la Tierra (Crompton,
2003: 451).
Durante el siglo XVIII, Holanda fue refugio de los judíos españoles, los
hugonotes franceses, los puritanos ingleses e incluso de los católicos. Los
autores más radicales de la Ilustración publicaban en La Haya o Amsterdam,
y el último quemado por brujería lo había sido en 1595, mientras que en
Inglaterra tales procesos continuaron hasta 1712, y en Francia, hasta 1718.
Sorprendentemente, en ese mismo siglo (1730-1731) se produjo en Holanda
la persecución de homosexuales más mortífera conocida hasta ese momento.
Todo el país se implicó en una caza de sodomitas que abarcó ciudades y
pueblos, resultando en: 250 juicios, más de un centenar de hombres
condenados en ausencia, 75 que no pudieron escapar, ejecutados (Crompton,
2003: 463). Los procedimientos de ejecución fueron variados: estrangulación
y hoguera, ahorcamiento y hoguera, ahogamiento por inmersión en un barril
de agua, etcétera.
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homosexuales eran una minoría oprimida. En 1791 se descriminalizó la
homosexualidad en Francia. Subsiguientemente, el Código de Napoleón de
1810 mantuvo el criterio, y desde éste se extendió a toda Europa.
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mediante una minuciosa inspección de los individuos. Muchas de las
autoridades científicas de esa época especulaban que la homosexualidad era
una manifestación de un sistema nervioso enfermo (Terry, 1999: 45).
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mediada por las hormonas, especialmente las sexuales. En los años cuarenta
muchos endocrinólogos estaban convencidos de que la conducta sexual
humana era maleable, modificando adecuadamente los niveles de las
hormonas sexuales. La homosexualidad pasó a considerarse, dentro de este
enfoque, como un problema de desequilibrio hormonal que podría ser
reconducido, esto es, "curado".
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administrados, dos o más veces al día durante varias semanas (Mottier,
2008). Ciertamente se obtuvieron modificaciones en la conducta sexual de los
sujetos, generalmente una reducción drástica del deseo sexual - al que
probablemente estaríamos todos los heterosexuales abocados si el retorno que
recibiésemos, a la más mínima manifestación de deseo, fuese una descarga
eléctrica o un apretón poco cariñoso en "salva sea la parte"-.
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ido conllevando la homosexualidad.
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menos entre los psiquiatras americanos. Porque, entre los psicoanalistas, hay
bastante desacuerdo sobre cómo considerar la homosexualidad.
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paralelamente con la evolución del pensamiento científico sobre el asunto.
(En Ciencia también existen modas.)
En España, en el año 2004, se hizo una encuesta masiva por parte del
Centro de Investigaciones Sociológicas sobre asuntos relacionados con la
homosexualidad. Las respuestas indican que la actitud de los españoles es
muy comprensiva hacia los homosexuales. El 88% niega que se les deba
sancionar por ser homosexuales; el 79% cree que es una opción tan
respetable como la heterosexual; el 76,6% lo considera simplemente una
sexualidad distinta de la mayoritaria y el 75,2% piensa que no es una
enfermedad ni debe tratarse como tal. Sin embargo, esta misma encuesta
pone de manifiesto un mayor rechazo cuando se le pregunta al encuestado
sobre su aceptación de la homosexualidad en sus hijos o hijas. Lo que pone
de manifiesto que hay un convencimiento racional para respetar a los
homosexuales, pero que perdura un rechazo visceral, más o menos soterrado.
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barreras, se localiza cualquier información útil, es el principal vehículo de la
comunicación...) Todo está en internet. Lo mejor y lo peor. Uno al lado del
otro. Esa falta de pudor, moral e intelectual, permite leer cosas como ésta (las
cursivas son del autor de este libro):
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que el restante porcentaje es adquirido), se trata de una mutación
genética, por lo tanto es una mutación genética anómala. [...1 que les
lleva también a la pedofilia, y con el tiempo cada vez a un mayor
número de depravaciones sexuales, como la zoofilia, la necrofilia,
etcétera. [...] constituyendo un serio y grave peligro para la salud
pública. [...] La gran mayoría de asesinos en serie son gays [...].
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partes iguales en la ignorancia - como podrá comprobar el lector cuando
avance en este libro - y en la intolerancia. Ésta se apoya en aquélla.
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1.5. ¿Qué se entiende por homosexualidad?
Con cierta frecuencia le planteo a mis estudiantes la pregunta que uno de los
personajes de Lo que el viento se llevó formula en la película: "¿Por qué los
zapatos se llaman zapatos y el oso, oso?"... La respuesta usual es caras de
perplejidad. Sin embargo, la respuesta es bien simple: el zapato se llama
zapato, y el oso, oso, porque nos hemos puesto de acuerdo, por convención.
Y así, a una cosa que se pone en el pie para protegerlo al caminar, lo
llamamos zapato. Y a una cosa grande, gorda, peluda, con garras y golosa de
la miel, le decimos oso.
Pues bien, para empezar, hay que precisar a qué se llama homosexualidad
y homosexual, en primer lugar. Solo así se estará en condiciones de entender
cómo se estudia, cómo se mide o cuantifica y cómo se interpretan los
resultados experimentales de los investigadores de la homosexualidad. Para
algunos, definir la homosexualidad es sencillo - y, en principio, lo es-:
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sexualidad humana, ¿tiene sólo dos variantes, homosexualidad y
heterosexualidad? ¿Qué hay de los transexuales? ¿Y de los bisexuales? ¿Un
amanerado es lo mismo que un gay? Una persona que sólo ha tenido alguna
relación homosexual dentro de una conducta mayoritariamente heterosexual,
¿es homosexual o heterosexual? ¿Cómo encuadrar a una mujer casada, con
hijos, que tras divorciarse se descubre a sí misma como lesbiana?... Como se
ve, para responder a todas estas preguntas satisfactoriamente se necesita ir un
poco más lejos de lo obvio.
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Hombre apolíneo, musculoso, atlético, alto, muy varonil, que manifiesta
abiertamente ser homosexual admitiendo haber tenido alguna relación
heterosexual poco satisfactoria.
Todos estos casos reales, a los que el lector sin duda podría añadir otros
tantos de su propio conocimiento, ponen de manifiesto que la sexualidad
humana se manifiesta con tal variedad que contradice la tradicional división
en dos o tres categorías. Probablemente sea más correcto utilizar una escala
como la muy conocida y utilizada escala de Kinsey (que se tendrá ocasión de
conocer más adelante), con siete categorías cuantitativas. Aun así, es
imposible recoger la infinita variedad individual que el ser humano presenta
en un rasgo tan complejo como es su sexualidad. Probablemente es cierto
que:
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ejemplo, el grupo sanguíneo Rh que, como es bien sabido, solo se da en dos
formas, Rh+ y Rh-, y depende solo y exclusivamente de la presencia (Rh+) o
ausencia (Rh-) de una proteína sanguínea. Es absolutamente sencillo, preciso
y exacto determinar este carácter en cada individuo, contar el número de
individuos de cada grupo y hacer cuantos cálculos sean necesarios con dichos
datos. Por el contrario, la sexualidad humana - como cualquier carácter
conductual - es un carácter complejo, con mucha variabilidad individual, con
muchas categorías, difícil de evaluar con precisión, que está compuesto por
una serie de rasgos tales como la conducta sexual, la preferencia de pareja, la
identidad de género, la orientación sexual, la preferencia de sexo, la
excitación sexual, etc., que posee cada individuo. (Rasgos que, por su parte,
son también complejos.) Por tanto, para evaluar rigurosamente la sexualidad
de una persona se deberían estudiar todos o varios de sus rasgos
componentes, lo que no es sencillo. Además, si, como es preceptivo, se
pretende hacer comparaciones entre los resultados de diferentes estudios, se
necesita también saber qué es lo que se ha medido y cómo se ha medido en
cada uno de ellos.
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1.7.1. Rol de género o rol sexual social
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individual (Paul, 1993). Es poco utilizada en los estudios científicos sobre
sexualidad humana.
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atípicos de género incluso se "ven" diferentes, tienen un "aspecto" distinto.
Aparentemente, además de su conducta, algo en la fisionomía de estos niños
marca ya en la niñez que son atípicos de género (Pillard y Bailey, 1998).
Estos hechos de nuevo sugieren que el comportamiento típico/atípico durante
la niñez es un rasgo innato.
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1.7.3. Conducta sexual
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Alcanzada la edad adulta la generalidad de estos jóvenes se comportan como
heterosexuales y sólo una minoría mantiene una conducta homosexual.
Objetivamente la conducta de los jóvenes adolescentes es homosexual, sin
ningún género de duda, pero es igualmente evidente que está mediatizada por
la creencia cultural de la tribu a la que pertenecen.
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de actividad sexual. Esta última puede que ni siquiera se haya producido, ni
se vaya a producir. Es decir, podría darse el caso de que un individuo se
identificara con el género masculino (para corresponder al estereotipo
aceptado en su entorno social), no tuviese ningún tipo de actividad sexual
(reprimiendo sus deseos más íntimos), y se sintiese atraído por los hombres.
Quiere decirse que una persona podría tener una atracción homosexual
identificándose a sí mismo como heterosexual y no llegando a tener nunca
relaciones homosexuales.
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constreñido por presiones sociales (Sanders y Dawood, 2004).
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escala, o escalas similares, y se hace referencia con bastante frecuencia a ella
a lo largo del texto, parece adecuado presentar explícitamente cuál es la
escala. Es la siguiente: 0 = exclusivamente heterosexual; 1 = principalmente
heterosexual con un grado pequeño de homosexualidad; 2 = principalmente
heterosexual con un grado sustancial de homosexualidad; 3 = igualmente
heterosexual y homosexual; 4 = principalmente homosexual con un grado
sustancial de heterosexualidad; 5 = principalmente homosexual con un
pequeño grado de heterosexualidad; 6 = exclusivamente homosexual.
(Abreviadamente, cuando se haga referencia a un valor de la escala de Kinsey
se usará la expresión K = número.)
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(Zietsch et al., 2008).
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asumida como válida. Posteriormente, uno de los colegas del equipo de
Kinsey ajustó los datos concluyendo que solamente del 3-4% de los hombres
y del 1-2% de las mujeres en los Estados Unidos son exclusivamente
homosexuales (Pillard y Bailey, 1998). Una reevaluación rigurosa de
numerosos estudios, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo
(Filipinas, Japón, Dinamarca, Reino Unido, Tailandia, etc.), condujo a revisar
considerablemente a la baja la incidencia de la homosexualidad hasta el 5,5%
de los hombres y el 2,5% de las mujeres (Diamond, 1993). Y en un estudio
relativamente reciente llevado a cabo mediante el procedimiento de encuesta,
en Australia, involucrando una muestra de cerca de 5.000 gemelos y
mellizos, mostraban una orientación exclusivamente homosexual el 2,2% de
los hombres y el 0,6% de las mujeres. Llamativamente, estas cifras se
transformaban en el 13% de los hombres y el 11% de las mujeres, si la
orientación era no heterosexual (Zietsch et al., 2008), o sea, agrupando todas
las categorías distintas de K = 0 (orientación exclusivamente heterosexual).
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Es importante en este momento hacer notar que las variaciones de cifras
entre los diferentes estudios no se explican sólo por la muestra poblacional
utilizada o por el equipo investigador que ha realizado el estudio, sino que
hay diferencias debidas al rasgo evaluado (se han evaluado diferentes
componentes de la homosexualidad, por ejemplo, identidad de género,
orientación sexual, etc.) y también por el método de medida seguido (Zietsch
et al., 2008). Por lo tanto, cuando se comparan cifras hay que ser muy
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cuidadoso para asegurarse de que se comparan valores equivalentes.
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garantizar la continuidad de la especie a través de la reproducción.
Indudablemente la sexualidad sirve a ese fin y, con toda probabilidad, surge
durante el curso de la evolución esencialmente para servir al propósito
reproductivo (Pillard y Bailey, 1998).
La vida sexual del ser humano se extiende mucho más allá de la época
reproductiva. La actividad sexual humana no se restringe al periodo del estro
o celo - que en la hembra humana es completamente opaco-. (La fascinación
por el celo oculto se enraíza en una cuestión más fundamental acerca de por
qué ocurre el sexo no reproductivo.) A pesar de las amenazas punitivas,
incluida la muerte, la evidencia intercultural muestra que mujeres y hombres
pueden, literalmente, arriesgar sus vidas violando las prohibiciones sociales y
entablando relaciones sexuales prohibidas (incestuosas, homosexuales,
extramaritales, etc.). Todo esto sugiere que hay razones tan importantes como
las estrategias reproductivas por las cuales los machos y las hembras entablan
relaciones sexuales no reproductivas. En este sentido, es llamativo, por
ejemplo, la existencia de un órgano como el clítoris, cuya única función
conocida es la excitación sexual.
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tanto, aunque la sexualidad está relacionada con la reproducción, ésta no es
su principal función (si la evaluamos por el tiempo dedicado al placer sexual
en sí mismo y al deber reproductivo). La conclusión es clara: tenemos
relaciones sexuales por mero placer en la mayoría de los casos. Aunque
resulta paradójico, en este sentido, la existencia constatada de una proporción
minoritaria pero significativa de personas sin ningún interés sexual
(Diamond, 1993). Esta situación, que parece excepcional en el reino animal,
se ve replicada en la sorprendente existencia de un 18% de carneros
sexualmente inapetentes (Roselli et al., 2011).
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constructivismo social, la orientación sexual ha sido considerada como el
resultado de las experiencias vividas durante la niñez y la adolescencia,
principalmente. En esta visión, la homosexualidad se hace. En contraste,
partiendo de diversos campos biológicos, se ve la sexualidad como un
carácter más del ser humano - producto de los genes, las hormonas y otros
agentes biológicos - una de cuyas variantes es la homosexualidad. En esta
visión se nace homosexual.
1.10.1. Construccionismo
Las ciencias sociales, en general, establecen como una verdad axiomática que
toda la conducta humana es un producto del contexto sociocultural en que
crece y se educa el individuo. En general, se niega cual quier factor biológico
o, a lo sumo, se admite una influencia menor. Este modo de pensar, este
axioma, se traslada a la sexualidad humana, disputando ásperamente con la
posible determinación biológica de la sexualidad humana. Puesto que se
considera que la actitud sexual es el resultado de un complejo conjunto de
factores tales como la educación, la coerción social, el ambiente familiar, etc.,
a lo largo de la vida del individuo, en suma, "una construcción" sociocultural,
un "constructo" (traducción mostrenca del inglés construct), a esta línea de
pensamiento se la denomina construccionista o construccionismo. Ésta es una
de sus versiones traducida literalmente:
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orientación sexual y otras facetas de la sexualidad del mismo modo
que aprendemos nuestra lengua nativa (Ford Hoult, 1983).
1.10.2. Esencialismo
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Las teorías biológicas sobre el desarrollo de la homosexualidad se basan,
fundamentalmente, en el conocimiento que se tiene sobre el desarrollo sexual,
el proceso mediante el cual, en un embrión humano, inicialmente asexuado,
se desarrollan las estructuras propias de uno u otro sexo. Por lo tanto, antes
de entrar a discutir cómo se desarrolla la homosexualidad, se necesita,
ineludiblemente, exponer cómo se desarrolla un sexo concreto en un feto
durante la gestación.
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cromosoma), que se encuentran dentro del núcleo de cada una de las células
del embrión. Los genes, en interacción con el ambiente intracelular, en una
cascada de acontecimientos concatenados, determinan la formación de los
diferentes tejidos y órganos del nuevo ser que se está desarrollando en el
útero materno. Las sustancias del ambiente intrauterino, en la medida en que
sean capaces de penetrar la barrera placentaria, también influyen en el
desarrollo del feto, interaccionando con los genes de éste. Quiere decirse que
el "milagroso" proceso que conduce desde una única y simple célula huevo
hasta un nuevo ser humano, con todos sus órganos perfectamente formados y
funcionando apropiadamente, es el resultado de la acción de miles de genes
en interacción compleja con el ambiente intracelular fetal.
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idénticas, tanto en los embriones masculinos como en los femeninos, se van a
desarrollar como testículos u ovarios. En los embriones masculinos (XY) el
proceso comienza con el gen determinante del sexo, SRY ("sex region on Y",
región del sexo en Y), presente en el cromosoma Y, que provoca la
diferenciación de las gónadas primordiales en testículos (figura 2.1). Este
proceso es llamado determinación del sexo, y acontece alrededor de las cinco
semanas después de la concepción (Bao y Swaab, 2011). Una vez que se han
desarrollado los testícu los, éstos comienzan su producción hormonal que
determina el desarrollo físico como macho, que incluye la formación de los
órganos genitales externos e internos (figura 2.1). Este proceso es llamado
diferenciación sexual (Hines, 2011; Ngun et al., 2011). Así pues, el gen SRY
actúa como gen maestro controlando la diferenciación masculina (Graves,
2001).
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FIGURA 2.1. Esquema del proceso de desarrollo de los órganos sexuales
internos y externos. SRY, gen determinante del sexo; DHT,
dihidrotestosterona; MIH, hormona inhibidora mülleriana.
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testículos en desarrollo también sintetizan la hormona inhibidora mülleriana
(MIH), la cual impide el desarrollo interno del tracto reproductivo femenino
(Alexander et al., 2011) (figura 2.1). La ausencia de testículos, y por tanto de
testosterona, de DHT y de MIH, da lugar a la feminización de los genitales
externos (clítoris y labios) y al desarrollo de los órganos internos femeninos
(vagina superior, útero y trompas de Falopio) (figura 2.1). Curiosamente,
como vemos, los esteroides ováricos (las hormonas sexuales femeninas) no
son requeridos para el desarrollo típico femenino (Bao y Swaab, 2011; Hines,
2011).
De manera especial, cabe destacar que hay una diferenciación entre los
cerebros masculino y femenino. Quiere decirse que, el proceso de
diferenciación de los sexos implica cambios anatómicos en los órganos
genitales, y cambios anatómicos en el cerebro. En este punto, es importante
remarcar, que ambos procesos de cambio están desfasados, no se producen
simultáneamente. El desarrollo de la anatomía sexual en humanos ocurre en
el primer trimestre de la gestación, antes de la diferenciación sexual del
cerebro, que ocurre en el segundo y tercer trimestre (figura 2.2). Ambos
procesos están determinados por la testosterona. Los cambios en la anatomía
sexual masculina externa dependen de la conversión de la testosterona en
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DHT (proceso llevado a cabo por la enzima 5-a-reductasa-2), en tanto que la
diferenciación sexual del cerebro se debe a la acción directa de la testosterona
como tal (figura 2.2) (Hines, 2011). Por lo tanto, ambos procesos pueden
verse influenciados de modo diferente dado que no se producen
simultáneamente. Es fácilmente concebible imaginar, por ejemplo, que una
persona podría desarrollar una anatomía masculina, como consecuencia de un
pico de testosterona durante el primer trimestre de la gestación, pero retener
un cerebro femenino, por la ausencia del nivel adecuado de testosterona entre
el segundo y tercer trimestre (Alexander et al., 2011). Igualmente imaginable
sería la situación contraria, una anatomía femenina y un cerebro masculino.
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un producto biológico y, por tanto, en última instancia, un producto de los
genes..., pues ¡asunto terminado! Pues no. Aunque actualmente no hay nadie
que discuta seriamente que el cerebro es la base de la conducta humana, la
idea que se tiene, en general, es que los genes determinan una conducta
esencialmente plástica, flexible, adaptable a las circunstancias, que aprende a
lo largo de la vida. Lo cual sería de aplicación también a la conducta sexual.
Por tanto, estamos donde estábamos. Aunque con algo más de conocimiento).
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ambos sexos. ¿Hay una explicación biológica para las variaciones de la
sexualidad humana? ¿Pueden explicarse biológicamente los patrones básicos
de la conducta sexual? ¿Tiene una explicación biológica la homosexualidad?
La respuesta a estas cuestiones es afirmativa. En las páginas que siguen se
van a presentar las explicaciones biológicas, las evidencias experimentales
que las sustentan, y se va a discutir su significado.
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sexuales, especialmente la testosterona. El efecto hormonal no se circunscribe
meramente a los órganos sexuales, sino que afecta al conjunto del feto en
desarrollo, destacando especialmente, por su trascendencia, el impacto que
tiene sobre la arquitectura del cerebro. Las diferencias estructurales en el
cerebro, resultantes de la interacción de genes, hormonas sexuales y células
cerebrales en desarrollo, se piensa que son la base de las diferencias sexuales
en componentes de la sexualidad humana tales como el rol de género, la
identidad de género y la orientación sexual (Bao y Swaab, 2011). De acuerdo
con la teoría neuroendocrina el proceso vendría a desarrollarse del modo
siguiente.
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hormonal organizadora del cerebro se completaría postnatalmente en el breve
periodo de los tres primeros meses del recién nacido. De esta manera, muy
tempranamente, poco después del nacimiento, ya quedarían fijados los
patrones de conducta sexual. Posteriormente, con la llegada de la pubertad,
entrarían plenamente en producción hormonal las gónadas respectivas de
cada sexo generando un intenso pico hormonal. Este baño del cerebro en
hormonas sexuales activaría los patrones de conducta sexual preestablecidos.
Esto es lo que se ha dado en llamar efecto activador (Bao y Swaab, 2011;
Hines, 2011).
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Es relativamente simple ver que, jugando a combinar los principales factores
biológicos causales (todos ellos perfectamente conocidos, esta blecidos y
demostrados) junto con la teoría neuroendocrina, se pueden obtener como
resultado las diferentes variantes de la sexualidad. Si se recapitula, se puede
ver que los factores biológicos causales que se han manejado son los
cromosomas sexuales (que portan los genes del sexo) y los picos de
testosterona (prenatal y postnatal). El efecto o resultado generado es la
diferenciación sexual - masculina y femenina - que afecta, de modo
independiente, al desarrollo genital y al desarrollo cerebral. En última
instancia, el resultado final del desarrollo genital culmina en el sexo genital o
anatómico que presenta el individuo, y el del desarrollo cerebral en el sexo
psicológico o mental que manifestará la persona a través de su conducta.
Hay que tener presente que, para que se dé la situación más habitual, han
de cumplirse simultáneamente dos condiciones: que se produzca el pico de
testosterona y que lo haga en el momento adecuado. Nótese que pueden darse
decenas de situaciones diferentes que tengan como resultado bien que no se
produzca testosterona o que no se produzca a tiempo. Más aún, también
pueden darse decenas de situaciones diferentes en las que, pese a producirse
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testosterona en tiempo y nivel adecuado, no produzca efecto alguno o se vea
de algún modo reducido su efecto. Por ejemplo: por inexistencia de
receptores para la testosterona, por incapacidad de los receptores para unir a
la hormona, por fallo en el sistema de transmisión de la señal de unión
testosterona-receptor, etc.
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Lo que resta del modelo es bastante especulativo, aunque, como el lector
podrá apreciar, sus aspectos son bastante verosímiles. En primer lugar, el
modelo asume que el sexo cromosómico interacciona con la masculinización
o feminización de los genitales producida por la acción o no de la
testosterona, respectivamente. Cuando hay una discordancia entre sexo
cromosómico y la acción de la testosterona (XX con sexo masculinizado, o
XY con sexo feminizado), se supone que el resultado es unos genitales
indeterminados (lo que suele llamarse intersexo) (cuadro 2.1). El sexo
psicológico o mental, en cambio, es simplemente el resultado directo de la
masculinización o feminización del cerebro por la acción o no,
respectivamente, de la testosterona. Con estas premisas los resultados
posibles aparecen recogidos en el cuadro 2.1.
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el momento apropiado durante el desarrollo genital y durante el desarrollo
cerebral; en consecuencia, las salidas resultantes serían: sexo genital
masculino y sexo cerebral masculino, con lo que el individuo sería hombre
heterosexual (cuadro 2.1). El caso 5 correspondería al desarrollo típico de un
embrión femenino. Factores causales: cromosomas sexuales XX, y ausencia
de picos de testosterona. Resultados: sexo genital femenino y sexo cerebral
igualmente femenino, con lo que el individuo sería mujer heterosexual
(cuadro 2.1). En los casos 2 (XY) y 6 (XX) el sexo genital está perfectamente
normal por la concordancia entre los cromosomas sexuales y la acción
correspondiente de la testosterona sobre el desarrollo genital (Sí en XY,
genitales masculinos; No en XX, genitales femeninos), no así con respecto al
efecto sobre el desarrollo cerebral (No en XY, hombre con cerebro femenino;
Sí en XX, mujer con cerebro masculino), resultando hombres y mujeres
homosexuales, respectivamente (cuadro 2.1). El modelo predice episodios de
transexualidad (casos 4 y 8) en los que se da un sexo genital indeterminado y
un cerebro femenino (en individuo XY) y un cerebro masculino (en individuo
XX), respectivamente, resultando transexuales masculino-a-femenino, y
femenino-a-masculino, respectivamente (cuadro 2.1). Los casos 3 y 7, con
coherencia entre el sexo genético y el sexo mental, no así con el sexo genital,
serían hombres y mujeres heterosexuales pero con genitales incorrectamente
desarrollados.
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esteroides, la actividad de los receptores hormonales, la disponibilidad de
esteroides libres en oposición a los ligados, etc. Por otra parte, también podría
contribuir la variabilidad genética individual o la exposición a factores
ambientales que suprimen o perturban las acciones hormonales (Alexander et
al., 2011). El efecto conjunto de un complejo número de factores puede
predecir fácilmente cualquier variante de la sexualidad humana dentro del
marco de la teoría neuroendocrina prenatal.
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Tercero, el proceso de diferenciación sexual cerebral se debe a la acción
organizadora de la testosterona.
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que es uno de los hechos más comprobados y que se explicará con detalle
más adelante. Baste ahora con decir que consiste en que los hijos varones
tienen más probabilidad de ser homosexuales cuantos más hermanos varones
hayan nacido antes.
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La hipótesis supone una serie de requisitos, todos los cuales han sido
adecuadamente respondidos haciendo muy creíble la teoría.
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teoría neuroendocrina, planteándose como explicación alternativa.
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posible vínculo entre la inestabilidad del desarrollo y la conducta sexual (Van
Dongen et al., 2009). Los resultados refutan un vínculo entre asimetría e
inestabilidad del desarrollo, así como confirman la ausencia de vínculo entre
la inestabilidad del desarrollo y aspectos de la conducta sexual. En conjunto,
los resultados de diversos estudios son controvertidos, cuando no claramente
contrarios a esta teoría (Van Dongen et al., 2009), por lo cual parece ser una
teoría desechada, de la que hay pocas noticias recientes.
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la epigénesis es que los efectos pueden ser muy duraderos (toda la vida en el
caso de la compactación de uno de los cromosomas X en las mujeres).
Habitualmente, las marcas epigenéticas son borradas entre una generación y
otra, por lo que no se transmiten hereditariamente. Pero, excepcionalmente,
se han observado casos en los que algunas modificaciones epigenéticas no
son borradas en las células reproductoras (espermatozoides y óvulos) y, por
consiguiente, son transmitidas a la siguiente generación (son heredadas).
69
Con los hechos se hace referencia a las evidencias empíricas, a los datos de la
realidad. En este capítulo se van a revisar las evidencias experimentales
procedentes de diferentes campos científicos biológicos y se discutirán con
relación a la teoría biológica y a la teoría sociocultural sobre el origen de la
homosexualidad. Es decir, en donde sea apropiado, se razonará la
compatibilidad o la incompatibilidad de los hechos revisados con las dos
teorías básicas en litigio, alcanzándose una conclusión, si es posible.
70
hermanos mayores, no se debe a una conducta aprendida de los hermanos
mayores. También se demostró que hermanos no biológicos (por ejemplo,
adoptados) no tenían ningún efecto sobre la orientación sexual masculina. Por
consiguiente, el efecto FBO se producía durante el periodo prenatal, no
durante la niñez o la adolescencia. En suma, el efecto FBO no puede ser
explicado en modo alguno en base a la educación y a la crianza. Es
incompatible totalmente con la hipótesis sociocultural (véase la excelente
revisión de Bogaert y Skorska, 2011).
71
dar lugar a un nuevo individuo humano. De esta manera, como está bien
comprobado, muchos de los caracteres observados en el nue vo individuo son
resultado de la expresión de sus genes. Los genes se reciben (se heredan) de
los padres y explican la herencia de los caracteres (el parecido entre padres e
hijos). Parece lógico suponer que los caracteres conductuales
(comportamiento sexual incluido) sean también el resultado de la expresión
de los genes. De tal modo que caracteres tales como la identidad de género, la
preferencia sexual o la orientación sexual vendrían a estar genéticamente
determinados en mayor o menor medida. No obstante, la Genética de la
conducta, cuando se refiere a la conducta humana, es una rama muy
controvertida de la Genética. Las implicaciones éticas y sociales que pueden
tener las teorías sobre la herencia de la conducta humana convierten este
campo científico en un asunto muy sensible que hace que se escruten
minuciosamente las investigaciones en este terreno. Los resultados son
generalmente objeto de una fuerte polémica y las conclusiones muy
discutidas. Pero esto no es nada nuevo: ya se sabía que el asunto mismo de
este libro era polémico. Lo único que se puede hacer es lo que se viene
haciendo: proporcionar información rigurosa y veraz.
72
(¡equiparar la conducta sexual de un insecto con la de un ser humano!), sirve
para demostrar que existen genes que afectan a la conducta sexual (de las
moscas), capaces de convertir la conducta heterosexual en homosexual (en
las moscas). Así pues, no es descabellado suponer que puedan existir tales
tipos de genes en otros animales, incluido el ser humano.
Los datos obtenidos en los primeros estudios mostraron que los hombres
no heterosexuales (K = 2-6) tenían un 22% de hermanos no heterosexuales,
como ellos. En cambio, los hombres heterosexuales (K = 0-1) tenían sólo un
4% de hermanos no heterosexuales. Si el hecho de ser gay fuese una cuestión
puramente ambiental, se esperaría que la incidencia de la homosexualidad
fuese aproximadamente igual en los hermanos de un gay que en los hermanos
de un "hetero". Lo que no es el caso, como se ve. Diferentes estudios
muestran que los gays parecen tener de 2 a 5 veces más hermanos
homosexuales que los heterosexuales. En cambio, si se supone que hay genes
que determinan o predisponen a la homosexualidad (genes "gay"), se podrían
explicar estos resultados: los hermanos comparten genes y por ello se
parecen; los hermanos de un gay es más probable que lleven genes "gay" y se
parezcan en su orientación sexual.
73
con respecto a los heterosexuales (Pillard y Bailey, 1998; Sanders y Dawood,
2004).
74
parentesco (Schwartz et al., 2010). Si la homosexualidad se originase por el
ambiente familiar, la frecuencia de la homosexualidad entre los familiares
que comparten ese ambiente debiera de ser aproximadamente la misma. Lo
que se ha demostrado es que la similitud no es homogénea entre todos los
familiares que comparten un ambiente común sino que está asociada
positivamente con el grado de parentesco, esto es aumenta el parecido en la
orientación sexual masculina conforme aumenta el parentesco genético y al
contrario, a medida que mengua el parentesco genético decrece la similitud
en la orientación sexual. Lo que no tiene explicación por la crianza, el
ambiente educativo, etc., sino que apunta claramente hacia que la
homosexualidad es heredable.
75
gemelos, son llamados así porque proceden de un único suceso de
fecundación, proceden, pues, de una única célula huevo o cigoto que, en
algún momento, durante el desarrollo embrionario temprano, se escinde en
dos partes, cada una de las cuales completa el desarrollo como un embrión
diferente. Estos gemelos son, por consiguiente, genéticamente idénticos en su
totalidad, comparten el 100% de sus genes, coincidiendo siempre en el sexo
desarrollado. En tanto que los mellizos son gemelos dicigóticos o no
idénticos, proceden de dos cigotos originados por dos fecundaciones
independientes aunque aproximadamente simultáneas. Son como dos
hermanos corrientes, sólo que se han gestado simultáneamente. Por
consiguiente, los mellizos sólo comparten, por término medio, el 50% de sus
genes. Con cierta frecuencia sucede que desarrollan distinto sexo la pareja de
mellizos, sencillamente porque uno es XX y el otro es XY.
76
grado máximo de concordancia esperado es del 50%. Los valores máximos
de concordancia sólo se alcanzan para caracteres con una determinación
genética simple y estricta. Por ejemplo, para el grupo sanguíneo Rh. Para
caracteres complejos, influidos (que no determinados) por muchos genes, la
concordancia en un estudio raramente llegará al valor máximo. Pero lo que
siempre se cumplirá para cualquier carácter heredado es que el grado de
concordancia siempre será mayor entre gemelos que entre mellizos. Por tanto,
todo carácter con un componente genético se diagnostica porque el grado de
concordancia entre gemelos es significativamente mayor que entre mellizos.
No como sugieren algunos, porque se acerque la concordancia al valor
máximo teóricamente posible.
Más recientemente, en un estudio del año 2008, con una gran muestra de
cerca de 5.000 gemelos y mellizos, se estudiaron los siguientes rasgos de la
77
sexualidad: el número de parejas sexuales, la identidad de género y la
orientación sexual (Zietsch et al., 2008). Cada pareja de gemelos/mellizos
puede concordar en el rasgo estudiado en mayor o menor grado. Por ejemplo,
uno de los gemelos ha tenido 6 parejas sexuales y el otro 5, no son
exactamente iguales pero son valores próximos; en cambio, dos mellizos han
tenido uno 8 parejas y el otro 2. Son valores muy diferentes que no parecen
tener una relación. El coeficiente de correlación mide el grado en que los
valores de un carácter en una serie de gemelos/mellizos covarían
sincronizadamente con los de los hermanos correspondientes.
Estadísticamente hablando, el coeficiente de correlación toma el valor +1 si
la asociación es positiva (covarían en la misma dirección) y total (los valores
son exactamente iguales en las dos series gemelares). Toma el valor 0 si no
hay asociación (los valores de los gemelos de cada pareja varían
aleatoriamente, sin marcar ninguna tendencia). Puede tomar el valor - 1 si
covarían totalmente en direc ciones opuestas. Si el carácter que estamos
midiendo, la orientación sexual, por ejemplo, está genéticamente
determinado, se espera que el grado de correlación aumente con el grado de
parentesco genético.
78
gemelos que entre mellizos, efecto que sólo puede ser atribuido al mayor
parentesco genético existente entre los primeros respecto de los segundos
(Sanders y Dawood, 2004). Quiere decirse, pues, que estos dos componentes
de la sexualidad humana, la orientación sexual y el número de parejas
sexuales, tienen una clara influencia genética. Debe notarse que estas
conclusiones son de aplicación tanto para hombres como para mujeres.
79
proporción de homosexuales era significativamente mayor entre los gemelos
que entre los mellizos o entre los hermanos adoptivos (Sanders y Dawood,
2004). Esto es lo esperado en el caso de que la homosexualidad tuviese un
componente genético significativo.
Otro estudio reciente (Burri et al., 2011), con más 4.000 gemelos, en el
Reino Unido, analizó la identidad de género, la orientación sexual y el
comportamiento durante la niñez (si era un comportamiento típico de género
o atípico). Del comportamiento atípico de género se sabe que está
correlacionado robustamente con la homosexualidad adulta, como se vio en
el capítulo 1. La heredabilidad calculada fue del 32% para el comportamiento
atípico de género durante la niñez, del 25% para la orientación sexual, y sólo
del 11% para la identidad de género.
80
Otros aspectos de la conducta sexual fueron estudiados en una muestra
amplia de gemelos (más de 3.000). Concretamente, la edad de iniciación y la
práctica sexual con múltiples parejas (promiscuidad). La edad de iniciación
mostró una heredabilidad del 24%, y la promiscuidad del 49% (Lyons et al.,
2004).
81
Esta crítica es correcta y se debe tomar en cuenta. Eso significa que los
valores de heredabilidad no son exactos, están afectados de error. Pueden ser,
realmente, mayores (60 o 70%) o menores (30 o 40%). Tanto da. La tesis que
se defiende no pretende que los genes sean los factores determinantes
exclusivos de la sexualidad humana sino, simplemente, unos de los factores
biológicos que la determinan significativamente. Lo que parece que ha
quedado suficientemente acreditado por los resultados de los diferentes
estudios es que hay un componente genético en la homosexualidad masculina
y femenina.
No obstante, este tipo de estudios no dice qué genes concretos son los
involucrados porque no están diseñados para eso, sino únicamente para
apuntar si existe o no un componente genético en la determinación de la
homosexualidad. Para conocer qué genes o regiones específicas de los
cromosomas son los responsables de la homosexualidad, se requieren
métodos experimentales con un abordaje diferente.
82
si heredaban diferentes genes marcadores. Se esperaba que el 50% de los
marcadores fueran idénticos por azar (Hamer et al., 1993). Poco después, en
1994, en un trabajo en colaboración con Simon LeVay, Hamer comentaba:
83
En todo caso, las objeciones no fueron meramente de inoportunidad
política, sino que cuestionaban la médula científica del estudio. Hamer
replicó el estudio muy pronto con resultados similares (Hu et al., 1995),
mientras que otros dos estudios, por grupos independientes, no ratificaron el
hallazgo de Hamer, lo que dio lugar a una fuerte controversia acerca de la
fiabilidad de los diferentes trabajos (el relato de la controversia está en
J.M.Bailey, 2005 y en Sanders y Dawood, 2004). Combinando los cuatro
estudios de ligamiento, se hizo un metaanálisis que corroboraba el hallazgo
de Hamer. La réplica del metaanálisis excluyendo el estudio original de 1993
daba un valor de significación de 0,07, que indica una tendencia en la línea
de la hipótesis de Hamer, aunque no sea estadísticamente significativo
(Sanders y Dawood, 2004). Para aumentar la incertidumbre, un nuevo trabajo
del propio grupo de Hamer abarcando todo el genoma (Mustanski et al.,
2005), detectó otras regiones en diferentes cromosomas, relacionadas con la
orientación homosexual, pero la Xq28 no se encontró entre ellas. En suma,
parece claro que existen regiones cromosómicas relacionadas con la
homosexualidad, pero no está bien establecida su localización cromosómica.
Además de los efectos mediados por las hormonas sexuales que, en última
instancia, son consecuencia de los genes, éstos ejercen también efectos
directos (Arnold, 2004; McCarthy, 2010). Se hace referencia a aquellos
efectos que surgen de la expresión de genes de los cromosomas sexuales, X e
Y, dentro de células no sexuales (especialmente neuronas), y que resultan en
diferencias entre sexos en la función de dichas células.
84
dar cuenta de las diferencias cerebrales entre sexos ganó apoyo a partir de las
investigaciones con un pájaro, el diamante mandarín ("zebra finch"). Los
machos de esta especie, dentro de la conducta de cortejo, poseen la habilidad
de cantar un trino distintivo de cada individuo que se atribuye a diferentes
regiones cerebrales, más grandes en los machos que en las hembras. Los
machos castrados son capaces de emitir su trino particular. El canto no se ve
modificado por las alteraciones hormonales debidas a la castración. Además,
hay hembras que desarrollan testículos, y por tanto producen testosterona,
pero no son capaces de cantar como los machos. Estos hechos demuestran
que la capacidad cerebral de emitir un trino particular no se debe a la
testosterona sino que es una habilidad cerebral previa e independiente de la
acción de la testosterona. Lo que pone de manifiesto que, en el diamante
mandarín, hay genes masculinos que determinan el desarrollo de
determinadas áreas cerebrales directamente, sin la mediación de las hormonas
sexuales. No es disparatado suponer que existan genes similares en el ser
humano.
85
además de otras manifestaciones (estatura baja, disfunción ovárica, etc.),
muestran numerosas discapacidades neuropsicológicas respecto de las
mujeres normales 46,XX, como habilidades visoespaciales, deficiencias en la
memoria y en la atención y dificultades para interaccionar socialmente. Todo
esto indica un impacto directo de los genes (de la falta de los genes de un
cromosoma X completo, en este caso) en el desarrollo del sistema nervioso
(Davies y Wilkinson, 2006).
86
¿Hay hechos que demuestren que esto es así? Vamos a ver que existen
evidencias abrumadoras que apoyan la diferenciación sexual cerebral. Más
aún, se tendrá ocasión de conocer que hay una relación entre la orientación
sexual y el dimorfismo sexual cerebral.
Para empezar, se sabe que hay una diferencia entre sexos en el peso del
cerebro, compensado por la diferencia de estatura, que está presente desde la
edad de dos años (Bao y Swaab, 2011). Pero además hay otras diferencias
estructurales y funcionales, como se verá.
Una evidencia simple pero poderosa del dimorfismo sexual del cerebro se
deduce de que, pertenecer a uno u otro sexo, tiene importantes consecuencias
en el riesgo de contraer enfermedades neuropsiquiátricas, como se ha
apuntado anteriormente y como se puede ver en el cuadro 3.1 (Bao y Swaab,
2011).
87
nerviosas
88
investigación, observaron que un conjunto de neuronas del hipotálamo
llamado núcleo intersticial del hipotálamo anterior 3 (INAH3) era más de dos
veces mayor en los hombres que en las mujeres. Pero al mismo tiempo,
también el INAH3 era de dos a tres veces más grande en hombres
heterosexuales que en homosexuales. La diferencia era altamente
significativa desde el punto de vista estadístico. En cambio no había
diferencias significativas entre hombres homosexuales y mujeres (LeVay,
1991).
89
masculiniza el oSDN (Roselli et al., 2011), en coherencia con la hipótesis
organizacional.
90
sexual del cerebro (en este caso concreto el INAHI) no implica aumento en el
número de neuronas sino, habitualmente, la muerte selectiva de éstas. Swaab,
posiblemente el máximo experto en esta estructura en humanos, sostiene que
no hay diferencias, ni en número de células ni en volumen, entre hombres
homosexuales y heterosexuales (Swaab y Hofman, 1995). Otro estudio
coincidió, en lo esencial, con lo dicho por Swaab y un tercero (el descubridor
del núcleo) nunca encontró dimorfismo sexual, posiblemente porque la
muestra estudiada era de la edad en que desaparecen las diferencias (Swaab y
Hofinan, 1995). Lo cierto es que el INAH1 no muestra una estructura
"organizada" prenatalmente, y estable, como postula la hipótesis
neuroendocrina sino que, por el contrario, muestra cambios a lo largo de la
vida.
91
en las mujeres que en los hombres; los hombres homosexuales tienen también
esta región más grande que los hombres heterosexuales (Bao y Swaab, 2011).
Después de corregir por el tamaño total del cerebro, la comisura anterior en
las mujeres y en los hombres homosexuales es de un tamaño comparable
(LeVay y Hamer, 1994).
El istmo del cuerpo calloso es también mayor en las mujeres que en los
hombres heterosexuales. De nuevo nos encontramos con que es más grande
en los hombres homosexuales que en los heterosexuales (Bao y Swaab,
2011), esto es, esta estructura cerebral tiene un tamaño similar en los
hombres homosexuales y en las mujeres heterosexuales, lo que sugiere una
relación entre el tamaño de este estructura cerebral y la orientación sexual de
la persona.
92
Un grupo alemán (Müller el al., 1973, citado por Swaab el al., 1997) llevó a
cabo un estudio psicoquirúrgico estereotáctico con 22 hombres - pedófilos
homosexuales y otros tipos de anomalías en la conducta sexual-. En 12
pacientes homosexuales se practicó una lesión en el núcleo ventromedial
derecho del hipotálamo. Como resultado, ocho pacientes dejaron de tener
impulsos y fantasías homosexuales. En seis se manifestó un intenso deseo de
tener contactos heterosexuales plenos. En un paciente pedófilo se destruyó
bilateralmente el núcleo ventromedial resultando en una pérdida completa del
interés sexual. Pacientes heterosexuales reportaron una reducción
significativa en su impulso sexual.
93
favorecen las conexiones BNSTAVPV. Las diferencias de tamaño en áreas
cerebrales concretas se ha visto que es consecuencia de la muerte celular
selectiva en un sexo respecto del otro porque, inicialmente, machos y
hembras parten del mismo número de neuronas. Las hormonas sexuales se ha
visto que actúan promoviendo la supervivencia o la muerte de las neuronas
en áreas específicas, dando lugar a las diferencias de tamaño observadas entre
sexos. Finalmente, como ejemplo de la tercera acción, se ha descubierto el
mecanismo celular que explica por qué las neuronas del área preóptica de los
machos tienen el doble de sinapsis excitatorias que las de las hembras. El
estradiol da lugar a una sobreexpresión del gen de la ciclooxigenasa, lo que
conduce a un gran incremento de la producción de prostaglandinas,
desencadenándose una cascada de acontecimientos involucrando cAMP,
protein kinasa A, receptores glutamatérgicos, etc., que determina, al final, el
establecimiento y mantenimiento de una sinapsis excitatoria (McCarthy,
2010).
94
fluido, mientras que las hembras puntúan más alto que los machos en
tareas de percepción, destrezas motoras verbales/finas y captación de
información fonológica y semántica (Davies y Wilkinson, 2006).
95
como hemos visto, los gays son en estas estructuras nerviosas, generalmente,
similares a las mujeres. Dicho de otro modo, existe una correlación entre la
estructura cerebral y la orientación sexual, independientemente del sexo o
género del individuo.
96
El trabajo experimental endocrinológico con animales no humanos, desde
primates a aves, en los últimos 50-60 años, ha sido extraordinario. La
manipulación de los niveles hormonales ha permitido establecer claramente
muchos principios básicos, entre otros, la demostración de la teoría
neuroendocrina en animales. Los estudios en roedores, por ejemplo, han
demostrado que la testosterona, una hormona sexual masculina, se transforma
en el cerebro en estradiol, por la acción de la enzima aromatasa, y es bajo esta
forma de estrógeno, curiosamente, como la testosterona provoca la
masculinización del cerebro. En ratas, utilizando estradiol, se ha demostrado
que se produce la masculinización del cerebro. También el uso de estrógenos
provoca incremento de la conducta masculina, aumento del volumen del
SDN-POA y disminución de la conducta femenina. Además, el bloqueo de la
transformación de andrógeno en estrógeno (que provoca que no haya
estrógeno disponible), así como el bloqueo de los receptores de estrógeno
(que simula la falta de estrógeno, porque éste no puede unirse a sus
receptores específicos) provoca en la conducta sexual de las ratas efectos
similares a la castración (que determina una carencia absoluta de estrógeno).
97
Aunque los estudios con animales no humanos no son completamente
trasladables a la sexualidad humana, parece razonable pensar que algo similar
puede suceder en un ser humano. La hipótesis es que las influencias del
ambiente hormonal temprano determinan las diferencias en orientación
sexual en humanos (Alexander et al., 2011; Hines, 2011).
A) Síndrome de Swyer
98
puede explicarse como resultado de la crianza y educación como niña desde
la teoría sociocultural.
99
"niños" son criados y educados como niñas y por lo tanto, también predice la
orientación sexual observada.
100
FIGURA 3.1. Rutas de síntesis de las hormonas sexuales y de algunas
hormonas de las glándulas adrenales.
101
En un estudio, de 18 personas criadas como niñas, 17 cambiaron de
identidad de género a machos, y 16 a un rol de género masculino, durante o
después de la pubertad (Alexander et al., 2011). El resultado sobre la
orientación sexual varía según los estudios entre un 39-64% que se muestran
como hombres heterosexuales (Hines, 2011). Lo que significa también,
haciendo aritmética elemental, que hay una proporción de hombres
homosexuales del 36-61%.
102
llegada de la pubertad, la descarga de testosterona activaría el cerebro
masculino, provocando el cambio de identidad y de rol de género de
femenino a masculino, y activando la orientación sexual hacia las mujeres.
Serían, por tanto, hombres heterosexuales con genitales anormales que
explicarían entre el 39 y el 64% de machos heterosexuales encontrados en los
estudios.
103
género o a la orientación sexual en humanos. Se sabe que hombres con
mutaciones nulas afectando a la expresión de la aromatasa desarrollan la
orientación sexual esperada, típicamente masculina (Alexander et al., 2011).
104
Kriegsfeld, 2001). Por ejemplo, en uno de ellos se estudiaron tres grupos de
mujeres: uno con CAH severa, otro con una versión más ligera de la
enfermedad y un grupo control. El porcentaje no heterosexual en cada uno de
los grupos era del 41%, 29% y 5%, respectivamente (Hines, 2011).
Simplificando podríamos decir que la forma ligera incrementa unas seis veces
la incidencia de homosexualidad y la forma severa unas ocho veces, respecto
de la incidencia de la homosexualidad en el grupo control (5%). Por tanto, el
exceso de andrógenos en el feto femenino, durante el embarazo, influye
significativamente sobre la orientación sexual. Específicamente el alto nivel
de andrógenos provoca una mayor probabilidad de que las niñas sean
lesbianas. Además, aparece un comportamiento atípico de género durante la
niñez: estas chicas tienden a elegir chicos como compañeros de juego,
prefieren los juguetes de los chicos, y exhiben algunas otras características de
personalidad típicas masculinas, lo que sugiere el papel crucial que juegan los
niveles de testosterona durante el embarazo con respecto a diferencias
conductuales ligadas al sexo (Bao y Swaab, 2011).
105
Por el contrario, los resultados son totalmente incompatibles con la teoría
sociocultural. Primero, no puede explicar el escalonamiento o la gradación
observada de la incidencia de una orientación homosexual creciente con la
gravedad de la enfermedad. Puesto que las influencias socioculturales que
han operado sobre los tres grupos no hay por qué sospechar que hayan sido
diferentes, debería haberse observado una incidencia de la homosexualidad
aproximadamente igual en todos los grupos. Además, la crianza y la
educación recibidas, típicamente femeninas, deberían haber resultado en una
mínima proporción de lesbianas en todos los grupos que, en ningún caso,
debería haberse desviado significativamente de la incidencia en el grupo
control.
106
en mujeres que estuvieron expuestas al estrógeno sintético como fetos. De un
grupo de 30 mujeres expuestas al estrógeno durante el periodo fetal, el 24%
no eran heterosexuales (K>0), frente al 0% de un grupo control equivalente
de otras 30 mujeres no expuestas al estrógeno sintético (Hines, 2011).
G) Marcadores somáticos
107
actuales utilizan ciertos marcadores somáticos vinculados (Rahman y
Koerting, 2008).
108
3.5. Transexuales
109
a especies de mamíferos, aves, reptiles, anfibios, insectos, moluscos y
nemátodos (Bailey y Zuk, 2009). Alguno podría pensar que se trata de
conjeturas o interpretaciones extravagantes de científicos de la naturaleza que
están un poco pirados. Pero los hechos dejan poco margen a la interpretación.
3.7. Feromonas
Las feromonas son sustancias que, producidas por uno de los sexos, actúan
sobre el sexo opuesto, influyendo sobre diversos aspectos de la conducta
sexual, entre otros, sobre la elección de pareja sexual. En los animales no
humanos se sabe que las feromonas son captadas a través del sistema olfativo
y son procesadas por centros nerviosos localizados en el hipotálamo anterior,
que reciben el nombre de centros de apareamiento por influir de manera
110
determinante sobre la conducta de apareamiento.
111
área cerebrales diferentes en mujeres y hombres. Las mujeres respondían a la
feromona masculina en el área cerebral hipotalámica relacionada con la
conducta sexual. Los hombres daban idéntica respuesta a la feromona
femenina.
112
(Berglund et al., 2006). Dicho de otro modo, las lesbianas no respondieron
como las mujeres heterosexuales sino como los hombres heterosexuales,
frente a la feromona masculina.
113
incrementar significativamente la probabilidad de lesbianismo entre la
descendencia femenina, especialmente si la exposición ocurría en el primer
trimestre (Ellis y Cole-Harding, 2001).
114
indirectamente, a través de las hormonas sexuales.
115
Cuarto, los cambios en la estructura cerebral son cambios irreversibles.
116
demuestre fehacientemente la relación causal entre estos factores y la
conducta sexual. En cualquier caso, parece bastante razonable sospechar que
existe dicha relación.
117
diferenciación sexual del cerebro. Se vio que el grado de acetilación (un tipo
de modificación epigenética) de los dos promotores era diferente entre
machos y hembras. O sea, la modificación epigenética daba lugar a una
expresión diferencial de ambos genes entre machos y hembras.
118
generadas durante el desarrollo embrionario para ser borradas entre
generaciones. Se supone que hay epimarcas que escapan al borrado y pasan a
la siguiente generación, de modo que, cuando acontece que no se borran las
epimarcas "masculinas", si van en un embrión XY, son concordantes y se
desarrolla según lo previsto. Pero si van en un embrión XX, van a dar lugar a
un mosaico de células con un patrón de desarrollo epigenético masculino en
medio de otras con un patrón epigenético femenino. Dependiendo del
impacto cuantitativo que tengan las epimarcas masculinas, podría producirse
homosexualidad femenina. Cuando las epimarcas no borradas son las
femeninas en un embrión XY, dependiendo del impacto cuantitativo que
tengan, podría originarse homosexualidad masculina (Rice et al., 2012).
Parece verosímil, pues, que algunos mecanismos epigenéticos estén también
contribuyendo a la diferenciación sexual cerebral y, por tanto, a la definición
de la sexualidad.
119
Toda la información biológica relevante que se ha manejado está ya expuesta.
Lo que se pretende ahora es integrar toda esa información de procedencia
muy heterogénea en una única teoría biológica sobre el origen de la
homosexualidad humana, refiriéndose al origen inmediato, no al origen
remoto (evolutivo).
Una sola teoría, en el sentido de que aúna todas las explicaciones de base
biológica, no quiere decir una sola ruta. En humanos, el efecto FBO está
suficientemente corroborado como un proceso independiente de la ruta
neuroendocrina prenatal, capaz de explicar la homosexualidad masculina. Al
mismo tiempo, se sabe perfectamente que el efecto FBO explica solo la
homosexualidad masculina y, aproximadamente, solo uno de cada siete casos
de esta homosexualidad (Rahman, 2005a). Por consiguiente, la teoría
maternal inmune/efecto FBO no puede ser una explicación global de la
homosexualidad humana. Además del efecto FBO deben existir otras rutas
que expliquen el grueso de la homosexualidad masculina y la totalidad de la
homosexualidad femenina.
120
mismo resultado y, en el caso concreto de la homosexualidad humana, han
sido muchos los que han sugerido que no tiene un único origen (Hines, 2011;
LeVay, 2011; Rahman, 2005b). Algunos resultados indican que hay
variación, dentro de cada orientación sexual, por ejemplo, en capacidades
cognitivas sexualmente dimórficas, lo que sugiere que una misma orientación
sexual puede tener diferentes orígenes (Rahman, 2005a).
121
visión. Por el contrario, es consistente con la visión de que el desarrollo del
cerebro masculino humano depende al menos de dos sistemas: uno dirigido
por los andrógenos prenatales (testosterona, indirectamente debida al gen
SRY), y el otro dirigido directamente por los genes ligados al sexo (genes y
proteínas ligadas al cromosoma Y) (Bogaert y Skorska, 2011). Por
consiguiente, la idea que emerge de los datos actuales es que la
homosexualidad humana tiene un origen bioló gico con, al menos, dos rutas:
la ruta neuroendocrina prenatal, que daría cuenta del grueso de la
homosexualidad masculina y de la totalidad de la homosexualidad femenina,
y la ruta maternal inmune que explicaría parte de la homosexualidad
masculina, la debida al efecto FBO.
122
con factores ambientales. Pero todo esto es demasiado abstracto. Se puede
hacer una idea más cabal de la intrincada red de acontecimientos que se dan
entre la expresión de un gen y su efecto sobre la conducta sexual mediante un
ejemplo concreto.
123
de interés sexual en el individuo. En cada etapa se ha seguido la ley del todo
o nada. Y cada etapa no se ve perturbada por acontecimientos paralelos. Si se
toma en consideración que las causas y los efectos pueden ser cuestión de
grado, y que la cadena de acontecimientos se ve inevitablemente perturbada
por acontecimientos paralelos, el resultado puede variar cuantitativamente,
desde la carencia absoluta de interés sexual hasta, probablemente, una libido
débil o moderada.
124
factores socioculturales. La mayoría de los investigadores están de acuerdo,
naturalmente, sobre que tanto los genes como el ambiente modelan la
conducta humana, o que todos los caracteres humanos están basados en algún
tipo de interacción entre efectos genéticos y ambientales. (Nótese que el
ambiente incluye factores biológicos y no biológicos, solo estos últimos
corresponderían a lo que estamos denominando factores socioculturales.)
125
una hembra. Finalmente, tiene que decidir dentro del sexo escogido un
individuo con el que aparearse (Henley et al., 2011). Bastantes lectores
estarán pensando que la primera opción es irreal, ficticia, puramente
especulativa y la segunda bastante de lo mismo. Que éstas son opciones
reales se hace claro cuando la experiencia o la genética "juegan a los dados".
Por ejemplo, un macho joven ovino, criado por una cabra, cuando sea adulto
preferirá aparearse con una hembra como su madre de adopción (cabra) en
vez de una de su propia especie (oveja) (Henley et al., 2011). También
sabemos ya que existen carneros que prefieren aparearse con otros machos
cuando se les da a elegir entre hembras en celo y machos (Roselli et al.,
2011).
Pero ¿por qué se acierta casi siempre? Porque la elección de pareja es una
conducta biológicamente establecida que está evolutivamente adaptada a la
gama habitual de situaciones que se dan en la naturaleza. De modo que esa
conducta innata, normalmente, es decir, en condiciones naturales o
habituales, da lugar a tener éxito reproductivo.
126
didáctico se pueden usar números y decir que, en la elección de especie, el
porcentaje de fallo sería muy inferior al 1%.
127
sexual debe prever las variantes del juego. ¡Pero no puede prever todas!
Luego sólo prevé las más comunes, consiguiendo resultados buenos - casi
siempre-. En este sentido debemos entender un patrón de conducta sexual:
flexible en función de las influencias del entorno, pudiendo generar diferentes
respuestas, dentro de una gama limitada de posibilidades, pero no una gama
infinita. En ese "entorno" que se acaba de mencionar entrarían los factores
socioculturales (crianza, educación, etc.) y otros factores biológicos. En este
marco especulativo se situaría la homosexualidad: un patrón de atracción
erótica por individuos del mismo sexo que admite una multitud de variantes,
pero no transgredir el patrón esencial, la atracción sexual por el mismo sexo.
La biología determina el patrón de conducta sexual y el entorno las variantes
sobre el patrón.
128
Cualquier carácter con una base genética está sometido al proceso de la
evolución por tanto, la homosexualidad es producto del proceso evolutivo. En
este sentido, la existencia relativamente estable de homosexuales en todas las
poblaciones humanas, en una proporción minoritaria pero significativa de
individuos, pese a la evidente penalización que tienen en su eficacia
reproductiva, plantea una paradoja evolutiva porque, en una primera
apreciación, se esperaría la desaparición de la conducta homosexual en todas
las poblaciones, debido a su incapacidad total o parcial para dejar
descendencia.
129
Pues sí, con todo atrevimiento se va a dar respuesta a la pregunta que ha
atormentado la historia de la filosofía: ¿cuál es el sentido de la vida? (Es
cierto que ya respondió a esta cuestión el grupo Monty Phyton - desde un
punto de vista cómico e irreverente-. Aquí se va a responder con toda
seriedad y rigor, desde el punto de vista biológico.)
130
todo, absolutamente todo lo que se opone a este objetivo, es eliminado
rápidamente. Lo que habitualmente se denomina selección natural es
simplemente el conjunto de factores naturales que depuran las poblaciones de
los individuos incompetentes reproductivamente -y con ellos, a los genes
responsables de tanta incompetencia reproductiva-. Desde que se inventó la
vida, se estableció este juego implacable en el que los genes sólo persiguen
pasar a la siguiente generación haciendo uso de todos los medios a su
alcance. Obsérvese que, una vez lanzado el juego, éste se mantiene por
retroalimentación.
Son nuestros genes los que pasan a nuestros hijos y de éstos a los suyos.
Así vienen los genes dando tumbos desde el origen de la vida: los genes son
eternos, los individuos somos efímeros. Jocosamente suele decirse que un
individuo es la forma que tiene un gen de producir otro gen idéntico, y la
gallina es la forma que tiene un huevo de producir otro huevo. Los
organismos individuales son vehículos diseñados y programados por los
genes con la finalidad de pasar esos genes a la siguiente generación. De modo
que, la naturaleza promueve el mantenimiento de los "equipos" de genes que
determinan vehículos individuales equipados de caracteres que aumentan la
eficacia reproductiva y, al contrario, eliminan los equipos de genes que
determinan caracteres que disminuyen la eficacia reproductiva. La lógica que
subyace a esta regla es simple, pero muy eficaz. Para mejor entenderla,
imaginemos que, por azar, surgiera un gen en un individuo que le confiriera
una constelación de caracteres (esto es lo que en la jerga genética se llama un
gen pleiotrópico). Pongamos por caso que el individuo estuviese adornado
por una serie de virtudes: generosidad, entrega por los demás, laboriosidad,
etc., haciéndole admirable para su comunidad. Y supongamos que, además,
su carácter lo inclinase a un rechazo irrevocable de toda actividad sexual,
131
manteniéndose célibe. Pues bien, con el término de los días de este santo
varón en este mundo terrenal terminaría también la efímera existencia de su
gen, desaparecería el gen sin dejar rastro evolutivo alguno. El gen del celibato
(si es que existiera alguno) desaparecería en una sola generación. Igual suerte
correrían todos los genes que condujesen a anular la reproducción (genes que
provocasen infertilidad, letales, etc.). Son genes sin futuro evolutivo.
132
cumple solo cuando el proceso involucra la atracción entre individuos de
diferente sexo, o sea, cuando la orientación es heterosexual.
133
en un momento dado, en el curso de un proceso de selección direccional
tendente a eliminar la homosexualidad. Si la "foto" se tomase al final del
proceso no se observaría ninguna variante homosexual. Esta actuación de la
selección sería verosímil teniendo en cuenta la baja capacidad reproductiva
del fenotipo homosexual. No obstante, parece que esta explicación puede ser
descartada por tres razones.
134
5.3. Equilibrio mutación-selección
135
en ecuaciones matemáticas coherentes con la teoría evolutiva. Esta
formalización demostraba que la teoría podía predecir los hechos observados
y, al mismo tiempo, permitía comprobarla en base a las predicciones del
modelo matemático.
136
homosexualidad humana mediante selección natural. Resta por dilucidar cuál
o cuáles de estos modelos es sostenido por los datos experimentales
conocidos.
137
individuo no están presentes sólo en ese individuo A, sino que hay copias de
este gen en la familia de A (padres, hermanos, hermanas, etc.). Si A renuncia
a la reproducción y en cambio cuida de los hijos de sus parientes, hay,
ciertamente, una pérdida de la capacidad de distribuir sus genes, pero la
consecuencia podría ser que el pariente de A tenga ahora mayor éxito
reproductivo.
En tal caso hay una transacción que no suma cero por la cual,
desde el punto de vista de los genes, puede potencialmente ser muy
beneficiosa (Schuiling, 2004).
138
patrocinada por el fundador de la sociobiología, se encuentra en un estudio
sobre el grado de empatía. En este estudio se encontró que los homosexuales
masculinos tenían mayor empatía que los heterosexuales y, dando por
supuesto que hay una estrecha relación entre empatía y altruismo, concluía
que los resultados daban soporte experimental a la hipótesis de Wilson
(Salais y Fischer, 1995).
139
más grande e independiente replicó completamente los hallazgos del primero
(Vasey y Vanderlaan, 2010), lo que era consistente con la predicción de la
hipótesis de altruismo de parentesco respecto de que los machos
homosexuales son más altruistas que los heterosexuales.
140
En cualquier caso, los resultados de Samoa no invalidan la objeción
fundamental a esta teoría, respecto de la extraordinaria contribución que debe
hacer el homosexual para compensar la pérdida directa de éxito reproductivo,
que, como reconocen estos propios investigadores, en términos coloquiales,
debe convertirse en un "super" tío, atendiendo a sobrinos y sobrinas (Vasey y
Vanderlaan, 2010).
141
extendiéndose a toda Italia. Los resultados reconfirmaron la mayor fertilidad
de las mujeres de la línea materna de los hombres homosexuales (Iemmola y
Camperio-Ciani, 2009). A partir de estos datos, se sugirió como explicación
la tesis de que factores genéticos podrían producir un equilibrio entre la
disminución directa de eficacia reproductiva de los varones homosexuales y
el incremento de eficacia reproductiva de las hembras emparentadas por línea
materna, como se esperaría en un modelo genético sexualmente antagonista
parcial (Iemmola y Camperio-Ciani, 2009).
Los datos de los estudios del grupo italiano sugieren que los factores
genéticos están parcialmente conectados con el cromosoma X.Estos factores
muestran efectos diferentes en sus portadores: cuando están presentes en
mujeres, promoverían la fecundidad; cuando están presentes en un hombre,
incrementarían la orientación sexual hacia la homosexualidad (Iemmola y
Camperio-Ciani, 2009).
142
grupo de las tías. Para los no blancos la fecundidad se incrementaba en la
línea paterna de los heterosexuales (Rahman et al., 2008). Un reciente trabajo
en una muestra de Estados Unidos también se encontró el patrón global de
aumento del tamaño familiar para los homosexuales (Schwartz et al., 2010).
143
homosexuales, equilibrando la disminución directa de la eficacia reproductiva
de los hombres homosexuales (Schwartz et al., 2010). Esta teoría presenta
muchas concomitancias con la de Miller, que vamos a describir a
continuación.
Una hipótesis menos utilizada es suponer que los genes que predisponen a la
homosexualidad son ventajosos para los heterosexuales que los llevan. La
idea es que la orientación sexual es un rasgo poligénico (influenciado por una
serie de genes). Durante la gestación, estos genes dirigen el desarrollo del
cerebro masculino en la dirección femenina. Los genes individuales confieren
rasgos considerados "típicamente femeninos", tales como mayor sensibilidad,
empatía, ternura, amabilidad, etc. Los hombres con estas características
conductuales "típicamente femeninas" serían más atractivos para las mujeres
y mejores padres (Miller, 2000). Estos rasgos más típicamente femeninos
serían la consecuencia de una serie de genes pleiotrópicos que predisponen a
la homosexualidad. Si sólo unos cuantos de estos alelos son heredados por un
hombre, el éxito reproductivo se ve potenciado por el incremento del
atractivo debido a los caracteres típicamente femeninos. Sin embargo, si un
hombre hereda un número grande de estos alelos, se llega a producir la
atracción por los hombres (otra característica típica femenina), o sea, la
homosexualidad. Con estas premisas se podría producir un polimorfismo
equilibrado en el que el efecto feminizante de estos alelos en los hombres
heterosexuales - con el aumento correspondiente de éxito reproductivo -
sobrepasaría el efecto adverso de estos alelos en cuanto que contribuyen a
aumentar la homosexualidad en los hombres - con la correspondiente
disminución de éxito reproductivo.
144
En las mujeres podría funcionar el mismo mecanismo para genes que
promuevan rasgos tales como la competitividad, la firmeza, la agresividad,
etc., características "típicamente masculinas". Un cierto número de estos
genes podría contribuir a aumentar el éxito reproductivo de las mujeres con
más capacidad de liderazgo, por ejemplo, aportando más y mejores alimentos
para sus hijos. Un número mayor de estos genes podría llegar a producir la
atracción por las mujeres (lesbianismo).
145
También se encontró (como en decenas de estudios diferentes) que la
identidad de género atípica estaba asociada con la no heterosexualidad -y en
los heterosexuales - con un elevado número de parejas del sexo opuesto.
También este resultado apoya la hipótesis de Miller, in terpretando la
asociación entre identidad de género atípica y orientación homosexual (o no
heterosexual) como una consecuencia del exceso de genes para la
homosexualidad, mientras que observamos que el éxito reproductivo de los
heterosexuales con identidad de género atípica - estimado en términos del
número de parejas sexuales - es superior.
Así pues, la explicación que se sugiere es que los genes que influencian la
homosexualidad tienen dos efectos. Primero, incrementan el riesgo de
homosexualidad, lo que ostensiblemente disminuye el valor adaptativo. Pero,
en segundo lugar, los mismos genes parecen incrementar la identidad de
género atípica, que resulta en un incremento en el éxito de apareamiento de
los heterosexuales (Zietsch et al., 2008).
Como hacen notar los propios autores, una limitación importante de este
estudio es que, pese a que la muestra total es grande, sólo una pequeña
proporción responde que es no heterosexual, o sea K = 1 - 6 (13% de los
hombres y 11% de las mujeres), y una proporción mucho menor responde a
una orientación exclusivamente homosexual, donde K = 6 (2,2% de los
hombres y 0,6% de las mujeres). Esto resta potencia estadística a los test y
hace imposible chequear el fenotipo exclusivamente homosexual (K=6), que
hubiera sido el más interesante y relevante respecto de la hipótesis
chequeada.
146
hombres y mujeres, y sugieren un mecanismo específico en el que factores
genéticos pleiotrópicos predisponen a la no heterosexualidad e incrementan el
éxito de apareamiento en los heterosexuales vía una ventajosa sexualidad
atípica (Zietsch et al., 2008). Es importante notar que el estudio involucra
tanto a hombres como a mujeres, es decir, da cuenta de la homosexualidad
masculina y de la femenina, vinculadas ambas estrechamente al
comportamiento atípico de género. El comportamiento atípico en el género
masculino es el gusto por los juegos con las muñecas, con vestidos, con
niñas, la aversión por los juegos violentos, etc. Y justo lo opuesto en el otro
género.
En otro estudio con una muestra de 1.827 participantes (160 hombres con
orientación homosexual) no se encontró que los resultados diesen soporte a la
hipótesis de Miller (Santtila et al., 2009). El estudio es de un tamaño bastante
menor al anterior, con menor potencia estadística por consiguiente,
restringido sólo a homosexuales mascu linos, y bastante confuso en su
planteamiento experimental y en las conclusiones.
Para terminar esta parte no puedo resistirme a comentar la teoría expuesta por
Schuiling en el año 2004 en un largo artículo titulado "Death in Venice"
(Muerte en Venecia), haciendo referencia a la película homónima de Luchino
Visconti. Su mayor atractivo radica en hacer uso de hechos muy dispersos
para construir una sola idea. En puridad, no es una teoría científica, no es una
hipótesis susceptible de ser sometida a prueba empíricamente, sino un bello
razonamiento construido con muy diversos materiales que, he de reconocerlo,
es más hermoso que convincente.
147
Esta hipótesis sostiene que la homosexualidad es una mera consecuencia
más, entre otras muchas, resultante de una estrategia general reproductiva,
enfocada a ajustar las proporciones entre sexos.
Esta hipótesis parte del supuesto de que existe un mecanismo que permite
ajustar las proporciones de los diferentes sexos, adecuándolas a las
circunstancias concretas. Y hay una serie de hechos que apoyan este
supuesto. Primero, hay animales no humanos que ajustan las proporciones
entre sexos de acuerdo con la disponibilidad de alimentos. Por ejemplo, es
frecuente en especies de ungulados (ciervos, gacelas, etc.) sesgar el sexo de la
progenie hacia machos, cuando hay gran disponibilidad de alimentos, y hacia
hembras en caso contrario. Segundo, se sabe que, en primates, las hembras
dominantes paren relativamente más machos, sin que se sepa cuál es el
mecanismo exacto. Tercero, el efecto FBO puede interpretarse como un
148
mecanismo de ajuste del sexo de la progenie entendido de la manera
siguiente. El efecto FBO se debe a que el nacimiento de un varón provoca la
reacción inmune de la madre contra otros embarazos masculinos, lo que
puede terminar en uno de tres finales posibles: aborto (muerte del
competidor), nacimiento de un niño débil (inhabilitación del competidor) o
bien el nacimiento de un niño homosexual ("muerte genética").
En favor de estas ideas están los hechos siguientes. Hay una elevada tasa
de pérdida temprana de embarazos del 75% en mujeres. Los hermanos
menores homosexuales tienden a tener un menor peso al nacer (son más
débiles). Finalmente, el efecto FBO consiste, como se ha comentado
reiteradamente, en la mayor probabilidad de homosexualidad entre los hijos
menores dentro de una serie de hermanos mayores. En cualquiera de los tres
casos, de una u otra manera, lo que se está haciendo es eliminar competidores
por las hembras: por muerte real (aborto), por debilitamiento del competidor
o por "muerte genética" (homosexualidad).
149
homosexualidad solventa el problema de:
150
mecanismos que dan lugar a la homosexualidad, todos ellos con una base
genética diferente, parece bastante verosímil que también desde el punto de
vista evolutivo estén operando diferentes procesos. De modo que, en este
terreno, queda mucho camino por recorrer.
151
Hay una explicación biológica sobre el origen evolutivo de la
homosexualidad. Y hay estudios y pruebas. Entretanto, ¿qué ha sido de la
teoría sociocultural?
En buena lógica uno esperaría que los defensores de esta hipótesis hubiesen
diseñado y realizado experimentos que pudiesen dar soporte empírico a su
teoría... Nada de eso.
152
favorable al construccionismo de la homosexualidad, y no se ha encontrado
ni un mínimo dato experimental desde el que construir una defensa de la
teoría sociocultural. La estructura habitual de sus artículos comienza por
revisar y "repasar" lo que han escrito los "enemigos", limitándose
generalmente a desacreditar o refutar los argumentos biológicos basados en
datos experimentales, sin aportar de su parte ni un solo experimento, ni una
sola prueba empírica, ni un maldito hecho que llevarse a la boca.
153
interpretaciones teoréticas contradictorias. [...1 Por consiguiente, la
pregunta básica de este artículo es: ¿es convincente la evidencia
biológica de que los detalles de la sexualidad humana son
directamente debidos a rasgos y procesos innatos? La respuesta es
que la evidencia está lejos de ser persuasiva (Ford Hoult, 1983).
Parte axiomática:
Y, como no cuesta nada decir lo que le pete, ya que no hay que tomarse la
molestia de demostrarlo, se llega hasta el extremo de negar lo evidente:
154
científico. Parafraseando a Nietzsche, el esencialismo y el construccionismo
de la homosexualidad no son contrarios, no se oponen, no se contradicen,
simplemente habitan planetas diferentes.
Así, pues, puede ser difícil para los biólogos comprender el grado
155
de complejidad de las auténticas teorías interaccionistas del
comportamiento humano (Doell, 1995).
Los modos de vida sexuales son las ideas y las emociones eróticas
culturalmente específicas, las categorías y los roles sexuales/de
género, y las teorías de ser y devenir una persona completamente
social que en conjunto constituyen el desarrollo en el curso de la vida
dentro de una cultura sexual particular. Las culturas sexuales, por su
parte, son los campos discursivos y materiales específicos en los que
los sistemas de relaciones de poder son utilizados para controlar el
comportamiento o la conducta sexual, y a través de las cuales las
formas de vida sexual son institucionalizadas, "enculturated",
promulgadas y reproducidas (Hostetler y Herdt, 1998; citado en
Hammack, 2005).
156
disposición afectiva biológicamente fundada del deseo sexual, la cual
motiva el comportamiento y la asunción de identidad (Hammack,
2005).
O este otro:
[...] podría uno creer que una simple etiqueta o un número, [...] podría
adecuadamente representar la gama, la variación y el matiz de la
expresión sexual y la experiencia a lo largo de una vida individual
(De Ceceo y Parker, 1995).
157
respuestas a las preguntas sobre fenómenos naturales. Es como si se tuviese
que dar cuenta de cómo ha surgido cada uno de los granitos individuales que
forman la arena de la playa, sin que, para poder estudiarlos, se pudiese
recurrir a agruparlos por similitud porque todos son diferentes unos de otros.
Dejando de lado que una bióloga haga precisamente este tipo de crítica a
los métodos de las ciencias naturales, no cabe sino recordar la navaja de
Ockham: partir siempre de la hipótesis más simple.
158
que tuvieron fue una colección de cerebros aislados de sus cuerpos
(De Cecco y Parker, 1995).
Nunca imaginé que se invalidara el trabajo por falta de "intimidad" con los
sujetos investigados. Se transmite la impresión de que debería de producirse
contacto y empatía con los sujetos en vida para estar en condiciones de
estudiar a fondo los cortes histológicos de sus cerebros una vez cadáveres.
Parece difícil cumplir lo demandado en esta crítica.
¿Qué clase de "ciencia" puede surgir de tal actitud? ¿Cómo es posible tal
frenesí subjetivista en los albores del siglo XXI?
159
En otros, se está muy lejos del tono casi "naif' del anterior comentario:
160
¡Oh, Sancta Simplicitas! Se le ha escapado lo que ella piensa en su fuero
interno. Nos advierte a todos de la mala jugada que nos puede jugar nuestra
mente, haciéndonos creer que éramos así desde que nacimos en vez de que
nuestra sexualidad se ha formado.
161
Hay miedo a que las hipótesis causales tengan importantes implicaciones
sociales y morales. Se piensa que la motivación de las investigaciones en
genética de la conducta es desarrollar métodos de control de la conducta
humana (Járvilehto y Lickliter, 2009). Casi toda la actividad construccionista
destila pánico a medidas eugenésicas amparadas en argumentos biológicos,
más que desacuerdo con las conclusiones. Se huye de una aplicación fascista
del conocimiento científico y para ello se rechazan los resultados y las
hipótesis verosímiles que de ellos se extraen. Esto es un error.
162
Cuando se revisa la literatura sobre este asunto, la primera impresión que
se lleva es la de que unos trabajan y otros "filosofan". A la dedicada labor de
los investigadores de la homosexualidad, con sus hipótesis, experimentos,
resultados, etc., los defensores de la hipótesis sociocultural oponen, en el
mejor de los casos, brillantes ideas, bellas palabras. Pero ni una sola
evidencia empírica.
De tal modo que, en los últimos veinte o treinta años, las "cigarras" del
construccionismo han continuado cantando, más o menos, la misma copla -
cada vez en menor número y con menor audiencia - mientras que las
"hormiguitas" del esencialismo han trabajado, han hecho, como siempre, sus
deberes, aportando, "granito a granito", sus datos experimentales. Éstos han
permitido, paso a paso, ir construyendo un paisaje que, al menos en sus
grandes rasgos, es convincente y bien fundado.
Todo esto con respecto a la actitud general que encontramos en las filas de
los defensores del construccionismo. Entrando en el fondo de la teoría
sociocultural, confrontándola con la realidad, con los resultados
experimentales de los diferentes estudios, ya se ha visto, caso por caso, cómo
un gran número de hechos probados son contrarios a la teoría sociocultural.
163
Suficientes en número y en importancia como para dar por refutada la teoría.
No obstante, nos queda revisar y discutir algunos argumentos adicionales de
los más caros a los partidarios del "nacido omnisexual".
Uno de los argumentos utilizados con más frecuencia hace referencia a las
diferencias interculturales en las costumbres y comportamientos sexuales.
Cuando se observan las costumbres sexuales en diferentes culturas es patente
las grandes diferencias que existen. Es evidente el impacto del entorno
cultural sobre la conducta sexual.
164
La conclusión es absolutamente rigurosa en sus propios términos: la
conducta sexual humana puede ser sustancialmente modelada por factores
socioculturales. Ahora bien, todos esos jóvenes de Sambia, ¿disfrutan
sexualmente cuando practican las felaciones? ¿Sienten placer sexual? ¿Se
sienten atraídos sexualmente por los adultos? ¿Optan libremente por tales
parejas sexuales o son impelidos por las coerciones sociales? ¿Tienen sueños
eróticos con hombres adultos?... Expresado con precisión y brevemente, esos
jóvenes, ¿tienen una orientación homosexual? Nada sabemos al respecto. Es
perfectamente posible -y es precisamente lo que pienso - que la gran mayoría
de esos jóvenes de Sambia, a pesar de exhibir una conducta claramente
homosexual, tengan una orientación heterosexual. De hecho, la mayoría de
los adultos exhiben un comportamiento heterosexual. Pero esto sólo es una
conjetura. Ateniéndose estrictamente a lo observado, se tiene que reconocer
que los hechos de la cultura de Sambia y otros similares de otras culturas
sugieren un origen sociocultural de la homosexualidad.
165
que se trata de conductas aprendidas por emulación. Aunque escasamente
verosímil, de nuevo podría ser aceptable el argumento en el caso de algunas
especies de primates que viven en grupos sociales, dentro de los cuales no
sería raro que los animales más jóvenes aprendiesen conductas homosexuales
observando a los adultos. Pero en el caso de animales, como el gorgojo de la
harina, acusado también de una conducta sexual licenciosa - permítase la
ironía-, ¿puede el ambiente sociocultural e histórico del gorgojo de la harina
haberlo extraviado sexualmente de tal modo?...
166
socioculturales. Determinantes meramente biológicos, probablemente una
combinación de factores genéticos y neuroendocrinos, dan cuenta de esta
preferencia homosexual en estos animales no humanos. Sin forzar la
similitud, se está plenamente autorizado a pensar que en la especie humana
deben existir mecanismos similares capaces de explicar la homosexualidad.
Las evidencias experimentales revisadas apoyan firmemente esta hipótesis.
167
sociales, siendo más bien una manifestación genética (Diamond, 1993).
168
Wyre (1990), Rind (2001) y García et al. (2002)), pero que estos
informes son verídicos, y que el abuso jugó un papel causal en su
orientación sexual posterior (James, 2005).
Ignorando que los propios proponentes del efecto FBO han sugerido una
hipótesis biológica (la inmunización maternal) que explica adecuadamente el
efecto y que tiene un buen número de evidencias indirectas que sostienen la
teoría (Bogaert y Skorska, 201l).
169
casos es el denominado "caso JohnJean-John" (Juan-Juana-Juan), que vamos
a relatar con cierto detalle por su interés.
170
idea es el caso David Reimer, conocido también como el caso John-Jean-
John.
171
propio caso.) Después de una serie de problemas laborales, David Reimer se
suicidó en el 2004 (Bao y Swaab, 2011).
Además, hay otro aspecto digno de ser remarcado. Una vez más en la
historia se ve que la aplicación de las hipótesis científicas puede ser
verdaderamente lamentable. Que, en muchas ocasiones, con excesiva
frivolidad, se dan por buenas teorías carentes de todo fundamento que
conducen las más de las veces a hacer el ridículo, pero a veces tienen
consecuencias terribles.
172
En su momento, la conversión de la homosexualidad en una patología médica
en lugar de ser un vicio execrable significó un alivio tenue para los
homosexuales: ya no eran unos degenerados morales sino unos enfermos.
Pero la consideración de la homosexualidad como patología suscitaba y
sostenía los intentos de curarla. El homosexual podía (y debía) ser curado.
173
para controlar y modificar la conducta sexual humana. Se ha tenido ocasión
de ver, en el denominado caso John-Jean-John, una desgraciada aplicación de
tal teoría. Pero no quedó en un hecho aislado. Como ejemplo veamos el
descrito por Ricketts (1984).
174
conductismo. Asumiendo que la orientación sexual es aprendida y pueden ser
desaprendida, se desarrollaron intervenciones de terapia conductual donde,
separadamente o en conjunto, se practicaron diversas estrategias. En unos
casos se trató de condicionar el comportamiento asociando estímulos
positivos. Por ejemplo, al "enfermo" homosexual le mostraban imágenes de
hombres desnudos que, obviamente, le excitaban. En este estado, se le
mostraban inmediatamente otras imágenes de mujeres desnudas en la
creencia de que, por asociación, habría un condicionamiento de la respuesta
que haría, finalmente, que el hombre homosexual se sintiera sexualmente
excitado por los desnudos femeninos. No hubo nunca tal respuesta
(McConaghy, 2003).
175
(propaganda), los terapeutas han publicitado sus resultados haciendo uso de
antiguos líderes gays que manifestaban voluntariamente su "cura" obtenida a
través de alguna terapia de ayuda. Al mismo tiempo se ofrecían como
consejeros para coadyuvar en la terapia. Se ha constatado la incongruencia
entre las autoproclamas de éxito de la reorientación sexual de tales líderes,
presuntamente ex gay, y los datos objetivos de la realidad. Pese a lo
públicamente manifestado, continuaban con sus prácticas homosexuales,
manteniéndolas incluso con sus aconsejados (Beckstead, 2012).
176
prácticas terapéuticas de ayuda en "el esfuerzo para cambiar". El punto de
vista sostenido por estos terapeutas es que el paciente es el que tiene el
derecho a decidir. En este sentido, si un paciente solicita ayuda para cambiar
de orientación sexual, el terapeuta puede y debe prestar su ayuda profesional.
Sin entrar a valorar la eficacia de la terapia.
177
claro.
178
nombre de impronta. El fenómeno es común en algunos animales (todavía
creo recordar el ganso que tenía Konrad Lorenz que lo seguía convencido de
que Lorenz era su madre). Pero, hasta donde se sabe, nunca se ha descrito en
primates y es dudoso que sea aplicable en humanos. Más aún, si este fuera el
caso, se esperaría una elevada incidencia de la homosexualidad entre los hijos
criados por parejas homosexuales. Se va a ver que no es así.
179
desarrollo de la identidad de género. O sea, como reza el título de una
reciente película sobre el tema (y una antigua canción de The Who): "The
kids are alright" (los chicos están bien).
180
La homosexualidad no se cura, no tiene tratamiento, no porque sea incurable,
sino porque no es una enfermedad. No responde a la definición médica ni al
concepto común que se tiene de enfermedad:
181
de cada color.
182
Se está llegando al final. Para terminar, queda fijar algunas conclusiones y
dar libertad al autor para expresar sus opiniones sobre las evidentes
implicaciones sociales que tiene el asunto sobre el que ha pivotado el libro.
183
establecido prenatalmente-. De cualquier manera, lo que está claro a partir de
diferentes estudios de gemelos, en especial aquellos que se han hecho con un
diseño estadístico robusto (Burri et al., 2011), es que los factores
compartidos, tales como el ambiente del hogar y los estilos paternales, tienen
poco impacto sobre la orientación sexual humana.
184
8.2. Un punto de encuentro
Éste ha sido el núcleo del texto en tomo al cual se han desarrollado los
diversos capítulos. A la postre resulta que la diferencia entre los defensores
razonables del constructivismo y del esencialismo parece ser una cuestión de
grado, de matiz, de dónde se pone el énfasis. Pero el énfasis se pone:
185
el asunto:
186
producto del aprendizaje, se detecta esta anomalía no corregida en más de
veinte siglos de cultura homofóbica en Occidente.
... O puede que la sexualidad no forme parte del "paquete educativo" sino
del "biológico".
187
entre la homosexualidad y varias experiencias infantiles o situaciones
familiares.
188
El efecto FBO, la transmisión hereditaria de la homosexualidad, algunas
anomalías hormonales, la asociación entre el dimorfismo sexual del cerebro y
la orientación sexual, la frecuencia estable de la homosexualidad entre
diferentes épocas y países, el hecho de que no se cura, no se contagia ni se
aprende...
189
tocado en suerte en nuestra sexualidad. ¿Somos libres? Para decidir nuestra
orientación sexual, y todo lo que ello conlleva, no. ¡Pero aún quedan infinitas
decisiones que tomar! Nuestra estrategia de seducción, nuestras parejas
sexuales, nuestra forma de hacer el amor, nuestros juegos eróticos y una
miríada más de opciones libres. Hasta el punto de poder decidir la supresión
completa de la actividad sexual. (Hay quien opta por el celibato a despecho
de sus pulsiones más íntimas, renunciando voluntaria y completamente a
disfrutar de las relaciones sexuales con otra persona.)
190
clave que permitan alcanzar algunas conclusiones definitivas, especialmente
en el terreno evolutivo. No obstante, lo que es indisputable es que la
homosexualidad viene determinada biológicamente.
191
heterosexuales, por el hecho de serlo, no somos violadores, ni pederastas. Ni
los homosexuales. No se trata de otorgar patentes de corso: hay que perseguir
el delito, pero no la forma que adopta la sexualidad.
192
Con el propósito de poner en práctica unos principios ecológicos, económicos
y prácticos, el listado completo de las fuentes bibliográficas empleadas por el
autor en este libro se encuentra disponible en la página web de la editorial:
www.sintesis.com.
193
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success in heterosexuals". Evolution and Human Behavior, 29: 424-433.
201
Índice
Prólogo 9
Prefacio 13
1. Ideas y prejuicios sobre la homosexualidad 14
1.2. La ciencia entra en escena 18
1.3. El consenso científico 22
1.4. La percepción popular 24
1.5. ¿Qué se entiende por homosexualidad? 28
1.6. Variabilidad sexual 30
1.7. Componentes de la sexualidad humana 32
1.7.2. Identidad de género o identidad de sexo 35
1.7.4. Orientación sexual 37
1.7.5. Preferencia sexual 38
1.9. Frecuencia de la homosexualidad 41
1.10. Teorías sobre el origen de la homosexualidad 43
1.10.1. Construccionismo 46
1.10.2. Esencialismo 47
2. El origen biológico de la homosexualidad 48
2.2. La teoría neuroendocrina 56
2.2.1. Un modelo hipotético de las diferentes variantes
58
sexuales
2.2.2. Supuestos de la teoría 63
2.3. Otras teorías biológicas sobre la homosexualidad 64
2.3.2. Desarrollo inestable 66
2.3.3. Teoría epigenética 68
3. Los hechos 69
202
3.2. Genética de la homosexualidad 71
3.2.1. Estudios de animales no humanos 72
3.2.2. Estudios de familias y gemelos 73
3.2.3. Estudios moleculares 82
3.2.4. Efectos directos de los genes sobre el cerebro 83
3.3. Evidencias neurológicas 86
3.3.1. Núcleo intersticial del hipotálamo anterior 3 87
3.3.2. Núcleo intersticial del hipotálamo anterior 1 90
3.3.3. Núcleo supraquiasmático 91
3.3.6. Núcleo basal de la estría terminal 92
3.3.8. Hormonas y cerebro 93
3.3.9. Evidencias neurocognitivas 94
3.3.10. Conclusiones sobre las evidencias neurológicas 95
3.4.1. Estudios en animales no humanos 96
3.4.2. Desórdenes hormonales en humanos 98
3.5. Transexuales 108
3.6. Etología comparada 109
3.8. Efectos prenatales ambientales 113
3.10. Epigenética y sexualidad 116
4. Una teoría biológica integral de la homosexualidad 119
4.2. Múltiples factores 122
4.3. Múltiples opciones 124
5. Evolución y homosexualidad 128
5.1. El sentido de la vida 129
5.2. ¿Polimorfismo transitorio o estable?. 133
5.3. Equilibrio mutación-selección 134
203