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EL DIABLO SON LAS COSAS

Para Nancy Alonso

odía observar perfectamente a la señorita Betti. No se trataba


de una curiosidad especial. Qué va. Era debido a un aburrimien-
to del tamaño del Capitolio. Voy para dos meses con el pie
enyesado y todavía lo que falta. El caso es que no me muevo del
mirador forzado este, igualito que en aquella película donde
trabaja James Stewart, ese actor que no le queda más remedio
que hacer siempre papeles de buenazo. La cara es un retrato del
alma, decía mi abuela. Por cierto, la cara de la señorita Betti es
de gorrión a la vista del gato, diríayo. Bueno, pues en la película
era algo bastante parecido. Este James Stewart, con su cara de
tipo noblote él, tenía una pierna enyesaday se entretenía miran-
do por la ventana. De repente, paf, se da cuenta de que algo muy
raro está pasando en la casa de enfrente, de esas con muchas
ventanitas y escalera de incendio. Donde vive la señorita Betti
no hay escalera de incendio porque en primer lugar no es el
Bronx ni en ningún sitio de esos, sino en un solar de la Habana
Vieja, tú sabes. Y en segunda, porque es planta baja. Pero para
la cosa da igual. Nada menos que un crimen es lo que descubre
James Stewart sin moverse de su sillón y como la película se
tiene que enredar, no se le ocurre llamar a la policía ni nada, o
los avisa y le hacen el caso del perro, ya ni me acuerdo bien. El
asuntoes que se mete a detective por la libre y empieza a
telefonearal otro tipo, al asesino, que ese sí tiene una cara
normal, con la maldad reflejada a ratos y todo eso, hasta que al
malo se le sube Shangó y va dispuesto a hacer tiritas de James
Stewart,en eso llega la poli, que siempre en las novelas de
misterioes superestúpida, pero aterriza a tiempo y, claro, happy
end, todo el mundo contento, menos quien tú sabes, y entonces
JamesStewart, con su cara de buena gente, seguro que dice un
chistc y cac cl tclón
como cn las películas con carcajada final por toda la compañía.
entre la
tragedia griega y los tresamericanas quc no sc dccidcntampoco
estoy claro si chiflados Si vamos a vcr. yo
contar csto cn forma dc tragedia 0 de comedia. La
señorita Bctti ticnc cerca dc cincuenta
mil años Yvive sola como
loco. Todas las tardes, después quc rcgrcsa trabajo, se
prepara un té sin azúcar, riega las matas y sc queda
mirando al vacío más dc media hora. Te lo juro. Luegocon jarro
arrastra
el rockingchair hasta cerca de la puerta que da al patio del solar
para que le dé el fresco, el sereno de la noche. Mi abuela decía
que hace daño coger sereno, pero quién va y se IOdicea la
señorita Betti. Además yo creo que no tiene otra cosa qué
Allí se queda dando cabezazos hasta que la gente empiezaa salir
para la guardia. Recoge el sillón y apaga todas las lucesmenos
la del pasillo de entrada. Día tras día, la misma operación.La
verdad es que tiene que sentirse sola como carajo. Que yo sepa
ya va por tres maridos. El primero se murió de una emboliaen
una casa de putas, según ella misma contaba, pero ni mucho
menos que la señorita Betti iba a decir putas, así.quedice
"mujeres de la vida", frase que nunca he entendidomuy
porque es que acaso no somos todos de la vida. Me voydel
problema en sí. Al primero lo perdió como ya todos saben,y al
segundo lo arrolló un tren. Caballeros, eso sí que es tener
fatalidad. Cuántas gentes tú conoces que un tren les haya pasado
por arriba. Yo nada más que he oído hablar de AnaKarenina.
Y
para eso, ella solita se tiró. Y a la señoritaBetti,paf,vieneun
tren y le parte en dos al segundo marido, que parecequeeraun
tipo bárbaro, el que le convenía y la estabahaciendofelizen
capitalismoyyacasi
cantidades industriales, pero eso pasó en el
se acuerda en el barrio. Aunque me imagino quelaseñorib
nadie
afuera al sereno.¿Verdad?
Betti sí, sobre todo cuando está allá la tríada,el
El tercero, el último chance, el número de la suerte,
mosqueteros, los tes cochinitos,
sombrero de tres picos, los tres de tres,eltrío
las tres Marías, la regla
los tres Villalobos, y tres, qué pasomás
uno, dos
Matamoros, el tres de copas, el va la vencida,
a la tercera
chévere que inventó el tal Hegel, se fue por el Mariel,y ahi
El tercer cochinito
la catástrofe final. fue a la señorita Betti.PorqUe

le da el patatún las
a quien por poquito cumple con todas
revolucionaria y
ella es muy
comité. Figúrate que hasta recoge los pomos para materia prima
y todo eso. Ni se pensaba que Mario Rodríguez se la iba a dejar
en la mano, como quien dice. El tipo no se metía en nada, pero
no engañaba a nadie. Un aprovechado, te lo digo yo. Cuando
hacía un trabajo de plomería, particular me refiero, le metía el
puñal al cliente hasta lo hondo del center field, lo clavaba a uno,
quincecañas por cambiar una zapatilla, ya eso lo de
cuerpo entero. Pero la señorita Betti, de la casa al frabajo, del
trabajo a la casa, no estaría enterada ni de la mitad. Y además lo
quería al tipo, que esas cosas pasan. Así que por poco se muere
de la pena. Estuvo tres días sin salir ni a la calle, pero eso sí, la
señorita Betti no quiere volver a oír hablar de matrimonio. Las
cosas que duelen hay que arrancárselasde cuajo, digo yo,
aunque te lleves un pedazo en el tirón. Lo malo es que está sola
como un perro callejero, igual que dice el tango. Por eso es que
están pasando todos estos problemas. La señorita Betti, bueno,
es fácil suponer que no tiene nada de señorita, digo, me refiero
al virgo, que lo debe haber perdido en tiempos del machadato,
porque por otra parte ella es muy educada y persona de su casa.
Así es como decía mi abuela: persona de su casa significa que
no mete las narices donde no la llaman, justamente lo contrario
de lo que estoy haciendo yo ahora. Le dicen "señorita" porque
toda la vida ha sido maestra de escuela, y los fiñes del barrio
siempre la conocían de esa fonna y así se le quedó. Lo de "Betti"
no es por ningún apócope imperialista, de penetración cultural,
ni nada de eso; es que cuando nació, en la época de la cometa,
le pusieron Bertilda y ese es un nombre demasiado dificil para
los niños, todo el mundo tiene que darse cuenta de eso, porque,
ahora bien, la señorita Betti desde el tiempo de antes, de los
malos,era muy patriótica y respetuosa de las tradiciones. Por
eso casi se muere de vergüenza cuando Mario Rodríguez, el
tercercochinito que te dije y que además era su veintiúltimo
marido,le vendió el cajetín y se fue para Yuma. Ya ustedes
saben que Yumaes como se le dice en la calle al Norte revuelto.
No sé tampocode dónde salió ese nombre, pero no viene mal,
porquetú sueltas primero la IU que parece que lo vas a decir
bieny de buenas a primeras lo rematas de esa fonna chabacana,
cauboyesca,como son ellos y así es más gráfico decir: Mario
Yuma, con una A final que sale por
se largó para todo el aire del pecho,
Rodríguez soltando
muy abierta y Que te parece que estás hablando
la boca
carga de desprecio. que a veces hay ratones mejores
tremenda te repito
Aunque de la cuestión. La señorita
de un ratón. Pero me estoy yendo
Rodríguez ni de ninguna
quelas personas. esa manera de Mario
de muerto. No mentó más al
Betti no habla como si se hubiera
ella fue bien, ¿no es verdad?
otra, para boba. Hizo
ni soltó una lagrimita en vivir sola, si ella
fulasúe, qué se empeña
que no entiendoes por Vivir tan solo es de madre.
Lo sus cartuchazos.
todavíapuedetirar que le pasa: los chiquitos se le encaraman
todo lo se queda. Los
Por eso le pasa y se la desprenden. Ahí
en la cercade maderabotan, cómo se va a Úepar a cambiar la
tanquesde agua se le La ventolera le zafa la antena del
botando.
válvula. Y se siguen el canal dos. Hasta que a algún
nunca
televisor. Y no le entra más pedazos y sube a la azotea
corazón en fres
vecino se le rompe el le gusta andar
Es
arreglársela. que a la señorita Betti no
a que está pasando ahora
molestandoni pedir nada. Mira el Úabajo
un titingó del cará. Desde mi puesto de
por eso. Una tragedia, si hubiera visto a
observación asistí al estreno: un grito como
aire, cristales rotos
Boris Karloff en persona, un cacharro por el
y un tropelaje en la cocina de la señorita Betti.
—¿Quépasó —le pregunté,y de paso le estaba enseñando
mi pie enyesadopara que se llevara rápido que ella estaba
indefensa en las garras del enemigo.
—Un guayabito en el estante —-mecontestó, y agregó para
más claridad—: En Ml COCINA.
Esto último lo dijo como si estuvieran sonando las trompetas
para el juicio final. Abrí mucho los ojos y me mordí el labio de
abajo, en señal simultánea de sorpresa, asco y solidaridad,
mueca que ninguna palabra hubiera podido reemplazar. Los
cubanos somos así, la mitad de las veces preferimos gesticular
a conversar. Eso nos debe venir de los italianos, por la parte de
Colón. Nada más que hay que mirar una de esas películas
italianaspara ver si nos parecemoso no, sobre todo a los
sicilianos. Ponte a escuchar una pelotera en una casa y me vas
a negar que somos igualitos. Fuera de broma. Esa es una teoría
original mía, pero nadie le ha hecho caso hasta ahora. Fíjate,
esa
la bata de casa como si
agarrándose
señorita Betti un pie descalzo y el oÚo no.
escenadelaa rajar, de arriba abajo, total, tú sabes cómo
fuera desesperación
se la de la herejía. La que para qué decir, los ojos a un
Laestampapelosdesgreñados alarido
Los órbitas, a punto de soltar
salírsele de las Anna Mag-
tilínde pudieramuy bien ser cualquier toma de
selvático, gritar ;mamma mía!, pero la señorita
antes de
nani, momentos
semejante cosa por dos razones, digo yo,
podía decir
Betti no porque tiene una conciencia muy clara del
evidentes.Prima: porque, que yo sepa, no habla italiano,
ridículoy segunda dieciocho veces el Infierno del Dante. Así
aunquese haya leído mío! ", cinco o seis veces seguidas
fue " iAy, dios
que lo que dijo cocina. A propósito de infierno:
de la
antesde cerrar la puerta volvió a salir al pasillo
ahí. A los dos minutos
estono se queda de periódicos y una
dientes con una tonga
armadahasta los periódicos me intrigaron
escoba.No te voy a ocultar que los
muchísimo.
—me dije sottovoce y levanté los
—Comenzó
la cacería
siguiente: iAnimo,
brazosen un gesto que quería representar lo
ánimo!
La señoritaBetti empezó a taparlo todo con los periódicos.
¿Irá a prenderle fuego a la casa? Lo más grave es que yo sería
la primera víctima. Tú sabes, por el pie enyesado. Caballeros,
de repente se me iluminó el cerebro: la señorita Betti estaba
tapandotodos los gonductos que pudieran permitir la reinstala-
ción del indeseable en la cocina. Con temenda paciencia cubrió
con burujones de papel las salidas de la cañería, los tragantes,
los huecos de la ventana, los recovecos de las macetas, el latón
de basura, el filito enÚe los tanques de gas.
—Hoy mismo se tiene que ir de aquí -—dijola señorita Betti
en voz alta, y sentí la obligación de responder, tomando en
cuentaque yo era el único oyente disponible a un millón de
millas a la redonda.
—A lo mejor es más de uno. Ellos hacen cría dondequiera
-—-dije,e inmediatamente supe que había metido el delicado. La
señorita Betti me miró como si en mi persona se alojara toda la
secta ratoneril del vecindario. Por lo menos yo tendría cómplice
de la banda. Desplegué una sonrisa idiota para salvar el patinazo,
ella no me estaba mirando. Siguió su ajeteo conlos
pero ya
Bueno, el caso es que empecé a darme cuentade
periódicos.
Obligar al ratón a salir del estante, que doblaracon
esgategia.
por el pasillo en cuestión, cogiera el rumbo del patio
formalidad
propia voluntad se perdiera en una alcantarilla per secula
y por obligada a derramar sangre como una
seculorum. No verse
cualquiera. ¿Qué te parece? Chao, ratoncito,sin
Lady Macbeth amigos. Por poco me muerocon
rencoresy quedamostan
pisada cuando vació el estante,
pie ni
aquello. Así que no le perdí
caldero, lata a lata, pomo a pomo, trapo a tapo, y, dale,
caldero a a esquina, trepa por
de esquina
allá va el guayabito a millón,
por allá, desconcertado ante las montañas de papel
aquí, súbete
paisaje!", se diría, a toda
periódico.t' Qué cambiado está el
Betti dando brinquitos
velocidad,como un cohete, y la señorita
en lamano, parecía un indio apache, por mi madre.
con la escoba
—Fuera, fuera, ratón!
El carajo y la vela era aquello.
jueguito fue
El ratón, pim, pam, pum, cuando se cansó del
este
derecho a sus habitacionesprivadas del estante. Bueno,
correcorreque te cuento fue sólo el comienzo. Al domingo
siguiente empezó de nuevo el proceso de los burujones de papel
periódico, represas de cartón y escoba al hombro.
—¿No se da por vencida? —-1edije.
La señorita Betti me miró seria, aunque no parecía brava ni
nada. No sé explicarlo. Era como si estuviera embebida, como
hubiera dicho mi abuela. Dale ofa vez: vació el estante, pero de
manera más cuidadosa y meditada. La actual disposición, en
forma de muralla china, obligaba a que el inÚuso tuviera sola-
mente una posibilidad, tomar por medios pacíficos las de Villa-
diego. Sin violencias.Quién iba a calcular que, paf, se cayera
en la maceta sin tierra, llena de agua, un foso medieval, si
tomamos en consideración el tamaño del guayabito. La señorita
Betti marchó escoba en riste, decidida a dar el golpe de gracia.
Entonces vio el cuerpo empapado, totalmente indefenso estaba
el ratón. Cabe suponer sus ojos espantados fijos en su verdugo.
Conclusión: la señorita Betti, qué te parece, acercó la escoba que
pasó de arma homicida a convertirse en la tabla salvadora, por
corrió a refugiarse de nuevo en el estante de
dondeel náufrago
SU COCINA.
—Hubierasido criminal liquidarlo así —dijo,
y me observó
vergüenza y desafio.
con una mezcla de
—Porsupuesto—-respondíyo con la sonrisita estúpida
de
costumbre—.Superioridadnumérica. Ética deportiva. ¿Por qué
no prueba con un gato?
La mirada de la señorita Betti me hizo sentinne esta vez como
un torturador profesional.
—¿Y cómo me deshago después del gato? —-murmuró.
Al día siguiente empezó el proceso de la ratonera. Primero el
cebo fue un trocito de jamonada que desapareció sin ocasionar
víctimas.Después probó con queso, igual que en los muñequi-
tos. Por último colocó un apetitoso pedaa de pan mojado en
leche. Todas las carnadas volaron y el ratón, bien, gracias.
—A...Jnadieta para engordar —-dijey no hice reír a nadie—
Ese ?atón es tremendo bicho. Le está jugando cabeza.
—Póngase en su lugar —me contestó con un tono indescifra-
ble.
—¿Qué qué?
——Eso: el suculento almuerzo y defrás esperando. ..¿qué cosa?
La muerte.
—iEscalofriante! Dicho así, de esa manera, me parece horri-
ble.
—Lo es.
—¿Y por qué no le otorga el perdón? Se lo ha ganado.
Esa vez me respondió colérica: "Está loco. Tifus, peste bu-
bónica. Tiene que irse sea como sea. u
Pero mientras más pasaba el tiempo, creo que se fue acostum-
brando a la idea de compartir su cocina con aquel ratón. Dejó
de responderme y empezó a hablar sola: "Veneno por los rinco-
nes. De ninguna manera. Ese sistema es repugnante. Luego se
muere dondequiera y ni se sabe. Sólo la peste avisa. iQué
terrible!" La señorita Betti se puso cada día más ensimismada,
más melancólica. Más flaca que un güin. Aquella madrugada en
la que el sonido de la ratonera y el chillido del ratón despertaron
a media humanidad en casa de la señorita Betti, es decir, a la
señorita Betti propiamente dicha, yo estaba todavía en mi atala-
ya, con cara de James Stewart y todo. La cacería parecía haber
llegado a su fin.
—No quisiera tener que enfrentarme a ESO ---exclamó sin
dirigirse a nadie en particular, pero ya te lo he dicho, eran cerca
de las tres de la madrugaday tengo la impresión de que ella y
yo, descontando al ratón, éramos los únicos tipos despiertos en
el planeta Tierra. VICque abría, con lentitud, la puerta del estante
y su grito fue ahora una combinaciónde horror y alivio: "iEl

—¿Cómo? —grité yo por mi parte.


—Perdió el rabo y logró escapar.
La señorita Betti se asomó al pasillo y entonces sí que se
dirigió a mí, con una voz lúgubre, de funeraria:
—Ha empezado a perder la suerte.
Me puse a pensar una cosa rarísima, algo así como que las
cosas cuando duelen hay que arrancarlasde cuajo, y de repente
ella dijo:
—De cuajo.
¿Transmisión de pensamiento,tú?
Fue mucho después que culminaron los acontecimientos que
supe cómo se produjo el final. La señoritaBetti había ido a
buscar su lata de té al estante, tiró entretenida la puerta y allí
apresó, sin querer, al ratón del que nunca llegamos a saber ni el
nombre. Quiero decirte que murió instantáneamentey con dig-
nidad. No dejó herederos.A la señoritaBetti no la vi en un
millón de días. Cuando al fin se asomó a regar las matas, tropezó
de sopetón con mi mirada.
—Se escapó de todas para venir a morir de chiripa. El diablo
son las cosas —dijo.
La señorita Betti se puso a sollozar, y lloro, lloró, lloró, como
nunca antes, ni yo ni nadie, la había visto llorar.

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