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Trabajo 1: Fuentes Primarias Para la Historia de la Iglesia

Saúl de Jesús Pernía Tremaria

Historia Global del Cristianismo

Dr. José Hernández

Octubre 31, 2020


Pernía 1

Fuentes Primarias

Cuando en la ciencia histórica, se habla de fuentes primarias, se refiere a aquellas que

ofrecen un testimonio de primera mano o evidencia directa acerca de un tema que se esté

investigando. Vienen por testigos que experimentaron los hechos y los documentaron. A

menudo, estas fuentes se crean en el momento en que ocurren los eventos, pero las fuentes

primarias también pueden incluir memorias e historias orales registradas tiempo después de los

sucesos. Algunos tipos de fuentes primarias son: documentos originales (incluyendo extractos o

traducciones): diarios, discursos, manuscritos, cartas, entrevistas, imágenes de películas de

noticias, artículos de periódicos contemporáneos, autobiografías, registros oficiales, folletos,

notas de reuniones, fotografías, bocetos contemporáneos; así como obras creativas: poesía,

drama, novelas, música, arte, y reliquias o artefactos: muebles, ropa, edificios.1

Considerando que, el tema de nuestro interés es, específicamente, la historia global del

cristianismo, en las próximas secciones de este trabajo, se estudiará cuáles son las fuentes

primarias para la historia de la Iglesia, las dificultades y fortalezas que las mismas nos presentan;

las fuentes no bíblicas que avalan parte de dicha historia, y, por último, se presentarán algunas

conclusiones.

Las Fuentes Primarias Para La Historia de la Iglesia

El historiador Maurice Casey, refiriéndose específicamente al estudio del Jesús histórico,

comenta que una de las dificultades, relativas a las fuentes primarias, es que las principales son

los cuatro Evangelios, los cuales se encuentran compilados en un libro cristiano, el Nuevo

Testamento, y fueron escritos en el contexto de las primeras iglesias, tiempo después de la

muerte de Jesús, en griego, en lugar de arameo que era el idioma que él hablaba. Pero, además,

1
“Library Research Guide for the History of Science: Introduction, What is a Primary Source?”, Harvard
University, acceso el 30 de octubre de 2020. https://guides.library.harvard.edu/HistSciInfo/primary.
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es evidente que los autores no escribieron siguiendo los criterios de la historiografía moderna,

sino que incluían los aspectos de la vida y enseñanzas de Jesús que consideraban más

significativos. Así, Marcos y Lucas muestran signos de identificación con el mundo gentil a

pesar de que Jesús y sus seguidores eran judíos. Mateo, que era judío, al menos culturalmente,

evidencia un alto grado de asimilación dentro del mundo gentil; y el Evangelio atribuido a Juan,

que es muy diferente a los tres anteriores, en ciertas partes llega a ser “vigorosamente anti-

judío”.2 Es decir, estas fuentes primarias muestran para algunos cierta distancia temporal con

Jesús el judío y sus primeros seguidores (judíos también), por lo que se cree que, mucho de lo

que afirman, dan señales de ser una reelaboración del Jesús histórico hecha tiempo después y en

condiciones diferentes a las de su contexto original. Lo esgrimido respecto a los evangelios, se

suele argüir también en cuanto a los otros documentos neotestamentarios. De estos, los más

antiguos son las cartas del apóstol Pablo, escritas en los años 50 del primer siglo, las cuales eran:

[…] instrumentos de política eclesiástica, utilizados además de los medios organizativos


y propagandísticos propios de la esfera de la comunicación oral porque resultaban
necesarios para la organización de un amplio círculo geográfico de comunidades. La
forma literaria que Pablo utilizaba en las cartas enlazaba ciertamente con antiguos
modelos griegos y judíos, pero en lo fundamental respondía a las exigencias de la
situación misional paulina y tenía por eso su sello peculiar.3

Dicho de otro modo, las cartas paulinas, no pretendían ser tratados históricos (aunque

pudieran contener ciertos elementos históricos), sino que tenían más bien una clara intención de

establecer doctrina y resolver controversias teológicas y de praxis personal y eclesial. La realidad

es que Pablo mismo no conoció de forma directa a Jesús, sino que recibió una revelación

sobrenatural. Esto, para los historiadores representa una dificultad, pues, es una fuente que

podrían considerar no del todo objetiva y fiable.4 Por otra parte, el resto de los documentos del
2
Maurice Casey, Jesus of Nazareth: An Independent Historian´s Account of His Life and Teaching (New
York, NY: T&T Clark International, 2010), 1-2.
3
Helmut Köster, Introducción al Nuevo Testamento (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1988), 496-497.
4
Otro problema, el cual no hay espacio suficiente en este trabajo para abordar, es el de la crítica textual que
ha puesto en tela de juicio la autoría de seis de las epístolas paulinas: Colosenses, Efesios, 2 de Tesalonicenses y las
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Nuevo Testamento, probablemente no fueron escritos por testigos directos de la vida de Jesús.

Por ejemplo, aunque la tradición afirme que Mateo y Juan fueron escritos por los apóstoles

homónimos, no hay seguridad de que así haya sido. Lo mismo las epístolas de Pedro y Juan; y en

lo que respecta al primer libro que podría considerarse como una historia de la Iglesia, Hechos de

los Apóstoles, se discute si en efecto el uso de la primera persona del plural en ciertos pasajes, es

evidencia suficiente de que el autor era en efecto un compañero de viaje de Pablo, o si fue más

bien un compilador posterior, que pudo haber usado tanto tradiciones legendarias como material

documental.5 No cabe duda que la intención del autor era crear una obra histórica, pero opina

Koster que la incorporación de numerosos relatos de milagros demuestra que el autor compartía

con otros historiadores de su época una postura carente de crítica, lo cual hace que su relato se

parezca en muchas partes más a una novela de tema apostólico que a una obra histórica.6

Ahora bien, dicho todo lo anterior, ¿significa que no son confiables los documentos del

Nuevo Testamento? ¿no pueden considerarse como fuentes primarias? ¿Es imposible conocer

con relativa certeza los aspectos más importantes historia de la iglesia primitiva? De ninguna

manera, por varias razones. Primero, según el Dr. Marcus Burg, quien recoge la posición de la

crítica textual más reciente, todos los documentos neotestamentarios, salvo 2 de Tesalonicenses,

las cartas de Pedro y las pastorales, fueron escritos en el siglo primero, es decir, muy cerca de los

acontecimientos históricos de la vida de Jesús y el inicio de su movimiento, empezando en

Palestina y extendiéndose luego al mundo gentil.7 Segundo, si bien es cierto que estos

documentos tenían una intención teológica, esto no los desacredita per sé como un registro de

tres pastorales. Se sabe que la pseudoepigrafía no pretendía necesariamente ser una práctica fraudulenta, sino que se
trataba de una realidad en el mundo antiguo; no obstante, como fuente histórica, a los documentos
pseudoepigráficos, sin dejar de reconocer su importancia y validez, suele atribuírseles un menor peso como fuentes.
5
Köster, 552.
6
Ibíd., 554.
7
Marcus Borg, “El Probable Orden Cronológico del Nuevo Testamento” en “El Orden Canónico y
Cronológico de los Escritos del Nuevo Testamento” (Notas del Dr. Carmelo Mercado para el curso La Biblia Como
Escritura Cristiana, Seminario Wesley, 2020), 3.
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sucesos y controversias que se dieron en esa época. Por ejemplo, nadie puede cuestionar que los

Hechos de los apóstoles, contienen valiosas noticias sobre los helenistas de Jerusalén y sobre el

martirio de Esteban, sobre los comienzos de las comunidades helenísticas y, especialmente,

sobre la de Antioquía.8 Lo mismo, las cartas paulinas, tanto las auténticas como las

pseudoepigráficas, nos dan pistas valiosísimas respecto a los asuntos enfrentados por aquellas

primeras comunidades gentiles, y delinean aspectos importantes de la enseñanza apostólica. Y en

lo que se refiere a los evangelios, paralelamente al ministerio de Pablo, había cristianos que

conocieron a Jesús y a sus discípulos más cercanos y transmitían oralmente las historias de los

milagros, parábolas, dichos proféticos, y la pasión, que posteriormente fueron editadas en una

obra final.9 En otras palabras, aunque estas historias llegaron a la forma definitiva que hoy

conocemos en décadas posteriores, venían siendo compartidas en una sólida tradición oral desde

los inicios mismos de la iglesia.

Posteriormente, hay también una serie de documentos no canónicos que resultan de gran

importancia para el conocimiento de la historia de la Iglesia, como las cartas de Ignacio de

Antioquía, la carta de Clemente a los Corintios, la Didaché, el Pastor de Hermas, y demás

escritos de los padres apostólicos; y muy posteriormente, en el siglo IV, la Historia de la Iglesia

de Eusebio de Cesaréa, quien se encargó de compilar, organizar y publicar casi todo lo que se

sabe de los muchos cristianos que vivieron en los primeros siglos de la Iglesia; sin su aporte,

nuestro conocimiento de ese periodo histórico, se reduciría a la mitad.10

Fuentes No Bíblicas de la Historia de la Iglesia

8
Köster, 552.
9
Ediberto López, Cómo se formó la Biblia (Minneapolis: Augsburg Fortress, 2006), 81
10
Justo L. González, Historia del Cristianismo, Tomo I (Miami, FL: Editorial Unilit, 1994), edición en
PDF, cap. 14.
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Si bien Jesús fue un líder indiscutible de un movimiento que tuvo mucho impacto en el

primer siglo, también es verdad que no era un personaje de la alta política o la guerra, por lo cual

no es sorprendente que haya pocas referencias extrabíblicas de él y el inicio de su movimiento.

La más antigua corresponde a un texto escrito en griego por el historiador judío Flavio Josefo

alrededor del año 93,11 pero lamentablemente no se ha conservado en su forma original, sino con

extrapolaciones cristianas posteriores.12 Luego, a inicios del siglo segundo (112), Plinio el Joven,

gobernador de Bitinia, habla acerca de las prácticas de las comunidades cristianas en una carta

dirigida al emperador Trajano, pidiendo consejo en cuanto a cómo debía proceder respecto a

ellos,13 pues estaba perplejo al darse cuenta que nada de lo que hacían, parecía constituir causal

de castigo, al contrario, adoraban a Cristo como a Dios, celebraban una comida que en nada

contrariaba las leyes, y hacían votos de no cometer robo, adulterio u otros pecados.14

En el 116, el importante historiador Tácito, describiendo la crueldad de Nerón, cuenta

como los cristianos fueron el chivo expiatorio del emperador para intentar quitar de sí mismo las

sospechas de que él había iniciado el incendio en Roma. Lo cierto es que Tácito no creía que el

incendio en efecto haya sido iniciado por Nerón, o los cristianos, pero al mismo tiempo

profesaba abiertamente su animadversión hacia los creyentes. De cualquier manera, sus palabras

son muy valiosas por cuanto son uno de los testimonios más antiguos de la manera en que los

paganos percibían a los cristianos.15 Por último, Suetonio, recuerda que alrededor del año 49, el

emperador Claudio expulsó a los judíos de Roma por provocar disturbios a causa de “Cresto”. El

consenso es que “Cresto” es una deformación del nombre de Cristo, lo cual coincide con el

11
Samuel Fernández Eyzaguirre, Jesús, Los Orígenes Históricos del Cristianismo: Desde el Año 28 al 48
d.C., tercera edición (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2011), 27.
12
Köster, 510.
13
Fernández, 41.
14
González, cap. 6.
15
Ibíd.
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testimonio de la Biblia en Hechos 18:2-3, donde dice que Aquila y su esposa Priscila tuvieron

que salir de Roma a causa del decreto de Claudio.16

Conclusión

Luego de haber examinado las fuentes primarias de la historia de la Iglesia, a pesar de sus

reconocibles dificultades, queda la convicción de que se trata de documentos confiables que

reflejan de modo fiel muchos de los acontecimientos fundacionales del cristianismo; las

enseñanzas de los apóstoles respecto a la persona, obra y dichos de Jesús; las primeras

controversias de la Iglesia; y parte de la evolución de las comunidades de creyentes desde

Palestina hacia el mundo gentil. En cuanto a las fuentes extrabíblicas, aunque algunos puedan

alegar que son insuficientes, la verdad es que a través de ellas se confirman cuestiones

fundamentales como la existencia misma de Jesús; el hecho de que se le atribuían prodigios; que

tuvo un grupo de seguidores fieles; las circunstancias de su muerte; la participación de Poncio

Pilato en dicho acontecimiento, y las firmes convicciones de los primeros discípulos.17 En

palabras de Samuel Fernández:

Si estos datos nos parecen demasiado modestos, es por falta de familiaridad con los
estudios de historia antigua. Para tener un juicio adecuado, deberíamos comparar lo que
sabemos de Jesús con lo que sabemos de sus contemporáneos […] No sólo sabemos más
de Jesús que lo que sabemos acerca de los que fueron crucificados junto a él, o de Simón
de Cirene, o de Gamaliel, o del Sumo Sacerdote; incluso si consideramos personajes tan
importantes como Pilato, Procurador de la Provincia de Judea por un largo período, o
Tito Livio, el gran historiador romano, nos daremos cuenta de que, en términos
comparativos, sabemos mucho de Jesús, por fuentes diversas y confiables.18
Bibliografía

Borg, Marcus. “El Probable Orden Cronológico del Nuevo Testamento” en “El Orden Canónico

y Cronológico de los Escritos del Nuevo Testamento”. Notas del Dr. Carmelo Mercado

para el curso La Biblia Como Escritura Cristiana, Seminario Wesley, 2020.

16
Fernández, 42.
17
Ibíd.
18
Ibíd., 42-43.
Pernía 7

Casey, Maurice. Jesus of Nazareth: An Independent Historian´s Account of His Life and

Teaching. New York, NY: T&T Clark International, 2010.

Fernández Eyzaguirre, Samuel. Jesús, Los Orígenes Históricos del Cristianismo: Desde el Año

28 al 48 d.C. Tercera edición. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2011.

González, Justo L. Historia del Cristianismo. Tomo I. Miami, FL: Editorial Unilit, 1994. Edición

en PDF.

Harvard University “Library Research Guide for the History of Science: Introduction, What is a

Primary Source?”. Acceso el 30 de octubre de 2020.

https://guides.library.harvard.edu/HistSciInfo/primary.

Köster, Helmut. Introducción al Nuevo Testamento. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1988.

López, Ediberto. Cómo se formó la Biblia. Minneapolis: Augsburg Fortress, 2006.

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