Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
LA COMPOSICIÓN IDIOMÁTICA
1. DEFINICIÓN
2. MOMENTOS
3. CLASES
Toda composición idiomática para ser tal debe cumplir con las características siguientes:
• Originalidad: Todo discurso oral o escrito gozará de autenticidad y creatividad,
producto d la experiencia individual. Debe evitarse todo tipo de copia o plagio de tal
forma que esté alejado de la falsedad.
• Naturalidad: Implica sencillez en la composición, esto quiere decir que los
conceptos deberán ser expuestos en forma clara, inteligible, accesible al receptor u
oyente. En todo caso debe elaborarse el discurso teniendo en cuenta las
características socioculturales del receptor.
• Propiedad: La presentación de la composición tiene que estar formalmente
correcta, conforme a las normas o reglas establecidas para el uso del idioma. Las
palabras dentro de ella deben cumplir una función específica, ninguna de ellas
deberán faltar o estar por demás.
5. FORMAS DE LA COMPOSICIÓN
CLASES:
a. Pictórica: Denominada descripción estática, porque en esta modalidad de
composición tanto el descriptor y el objeto de descripción se encuentran en
estado inmóvil.
b. Topográfica: El objeto de descripción se encuentra en movimiento, mientras
que el descriptor se encuentra en estado “aparentemente” estático.
c. Cinematográfica: Es una descripción eminentemente dinámica, porque el
descriptor y el objeto de descripción se hallan en movimiento constante.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE HUAMANGA
Especies descriptivas
Este que veis aquí de rostro aguileño, el cabello castaño, frente lisa y
desembarazada, de alegres ojos y de nariz curva, aunque bien proporcionada, las
barbas de plata, que no ha veinte años fueron de oro, los bigotes grandes, la boca
pequeña, los dientes no crecidos, porque no tienen correspondencia los unos con
los otros, el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes
blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; esto digo,
que es autor...
(Miguel de Cervantes Saavedra)
Méjico tenía mujeres y hombres valerosos, que no eran, pero valían por muchos:
media docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país.
Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal y un cura de
pueblo que quería mucho a los indios, un cura de sesenta años. Desde niño fue el
cura Hidalgo de la raza buena, de los que quieren saber. Los que no quieren saber
son los de la raza mal ...
(Tres héroes. José Martí)
c. Retrato: Aquí se mezcla las dos modalidades anteriores, vale decir resalta las
características externas e internas de los objetos de descripción.
DARBÓN, EL MÉDICO DE PLATERO, es grande como el buey pío, rojo como una
sandía. Pesa once arrobas. Cuenta, según él, tres duros de edad.
Cuando habla, le faltan notas, cual a los pianos viejos; otras veces, en lugar de
palabra, le sale de escape de aire. Y estas pifias llevan un acompañamiento de
inclinadores de cabeza, de manotadas ponderativas, de vacilaciones chohas, de
quejumbres de garganta y salivas en el pañuelo, que no hay más que pedir. Un
amable concierto para antes de la cena.
No le queda muela ni diente y casi sólo come migajón, que amasa primero en la
mano. Hace una bola y ¡ a la boca roja! Allí la tiene, revolviéndola, una hora.
Luego, otra bola, y otra. Masca con las encías, y la barba le llega a la aguileña
nariz.
(De: Platero y yo. J. R. Jiménez)
Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo
bermejo. No hay que decir quién sabe el refrán que dice ni gato ni perro de aquella
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE HUAMANGA
color. Los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos; tan
hundidos y oscuros, que era un buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la
nariz entre Roma y Francia, porque se la había una buba de resfriado; que aun no
fueron de vicio; porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la
boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los
dientes le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagabundos se los
habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida...
(Don Francisco de Quevedo y Villegas)
b. LOS CARACTERES: Son los personajes que realizan la acción. En toda narración
se encuentran hechos en los que intervienen personas. Cuando en algunas historias –
como en la fábula – sustituimos lo seres humanos por animales, lo que hacemos es
personificarlos, darles contenido humano.
Especies narrativas
Entre éstas y las más notables tenemos: El cuento, la novela, la historia, la leyenda, la
fábula, etc.
SOMOS DE CHUKARA
- Son muchos este año los matriculados- nos dice el maestro mirando al hijo de Victoria
Cáceres que acaba de romper el trompo de su amigo. Entonces me recuerdo:
Pasando los carnavales, estábamos en plena cuaresma. Justamente al mes que diera a luz
Victoria Cáceres.
Con lluvia y con sol amanecía el pueblo esa mañana cuando llegamos. Sí, cuando llegamos;
porque solamente los días de fiesta están la gente en este pueblo. O en las horas de escuela,
el maestro y los alumnos. Después, no hay nadie. Todos se van a sus barrios hasta sin ganas
de irse, mirando hacia atrás nomás. Y el pueblo como barrido por el viento de agosto.
Nosotros somos de Chukara. Un lugar pequeño, rodeado de cerros altos, donde crece el
maíz día y noche. Somos de ese lugar no muy cerca del pueblo. Por eso en las tardes, en
Chukara, después del trabajo los mayores comentan: Solo el cedro del centro de la plaza
arde en los días de sol. Solo don Enrique Caminada se condena solo en el pueblo. Ni
siquiera el maestro permanece allí. Se va, terminada sus clases, como huyendo, a otro
pueblo vecino. De ahí que nosotros, los escolares, teníamos miedo hasta de venir a la
escuela.
- Cuando muchachos no éramos tanto, pero estos no sé dónde van acabar con sus
curiosidades.
Éramos traviesos y nos gustaba faltar a la escuela. A propósito esperábamos el tiempo,
mirando la sombra de Qaqachaka, para decir que nos habíamos hecho tarde. Hasta
culpábamos a nuestras madres de la tardanza. O, si íbamos, nos quedábamos jugando en la
esquina de Pachaspata, y cuando menos esperábamos, ya el sol había borrado la sombra de
Qaqachaka de rincón a rincón. Entonces nadie decía nada a nadie, todos callábamos nuestro
silencio amiguero.
Qaqachaka, cerro alto y reloj natural de los escolares, da espaldas a la aurora.
Los más viejos, que durante la época de lluvias ya no pueden salir del pueblo, dicen que
cuando en uno se afinca la vida del pueblo no le importa quedarse durante cualquier
tiempo. Eso pasaba conmigo cuando muchacho. Por eso durante las vacaciones me quedaba
siempre, junto al río, sembrando nuestra chacra; viniendo al pueblo por navidad, el año
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE HUAMANGA
nuevo, los carnavales, rogando o desobedeciendo a mis padres; aceptando las exigencias
de mi madre para confesarme por la cuaresma aunque para ello tuviera que ayunar los
miércoles de ceniza y recibir el azote los días viernes a las cuatro de la mañana, y oír decir
para consolarme: Hay que sufrir e estos días de guardar, acompañando los sufrimientos de
Cristo durante su pasión y muerte.
Pero ahora quien podría decir por qué fuimos a la iglesia esa mañana habiendo llegado
tarde a misa, y todavía solos. La cosa fue que, cuando entramos, Victoria Cáceres estaba
parada delante de la presidenta de la Hermandad de la Virgen del Carmen con su hijo a la
espalda; mientras el párrafo, desde el público, decía rabiando: Las mujeres que dan hijos
naturales jamás verán el rostro del señor. Por causa de ellas cae la granizada al pueblo casi
a diario. Los hijos ilegítimos, nacidos fuera de la ley de Dios, están condenados a ser
desgraciados en esta y en la otra vida. Para ellos no habrá nada en esta tierra, y hasta la
hora de sus muertes maldecirán a sus madres por haberlos traído a este mundo. Y en el
resto de la iglesia reinaba un silencio de muertos y nadie parecía comprender la situación.
Solo ojos asustados miraban a ojos recelosos como no queriendo revelarse el secreto.
Entonces, comprendimos lo que decían de ella meses atrás, los que parecían saberlo todo:
La Victoria está que engorda. Caray, debe de estar comiendo algo. La Victoria, dice, no
quiere comer nada. Estará pues recién llenaditas. ¿Será del pueblo el padrillo? Quien sabe,
hombre; aunque estas muchachas parecen estar cansadas con los del pueblo; están como
las… atrayendo extrañas.
El párroco seguía rabiando: Por faltar a los sacramentos de nuestra Madre Iglesia y para
que las mujeres de este pueblo escarmienten, hacemos estas cosas. Y la presidencia de la
Hermandad arrancó del cuello de Victoria Cáceres es escapulario de la Virgen del Carmen.
Entonces hubo lágrimas, aunque no sé de qué modo; lo cierto es que lloramos, porque en
ese instante estaba la imagen de Victoria Cáceres, de su hijo y de nosotros, los curiosos,
que estábamos allí sin saber si éramos hijos de padres casados y porque pensamos que la
Victoria, de ahí adelante, ya no tendría a nadie para que la ampare de las desgracias y que,
convirtiéndose en maligno, andaría asustando a la gente o tal vez comiendo criaturas en el
pueblo. Por eso decidimos todos los curiosos regalarle nuestro escapulario que llevábamos
colgado del cuello.
Algunos años más tarde, todos crecimos en el pueblo. Ya no veníamos a la escuela ni
mirábamos la sombra del cerro como cuando éramos escolares. Es que ahora solo
descansamos en la esquina de Pachaspata, de regreso del pueblo, sudados por la cuesta del
camino. Tampoco llevamos escapularios ni la Victoria trae granizo pegado a su hijo.
Hoy estamos en el pueblo por ser día de fiesta.
Pero los alumnos siguen jugando al centro de la plaza en este veintiocho quemante –se
espera que el Gobernador llegue desde su barrio, para dar inicio al desfile escolar –y yo,
más que espero, miro al hijo de Victoria Cáceres que está riéndose luego de haber roto el
trompo “extranjero” de su amigo. Y Faustino Huaraca que también está junto a nosotros en
el segundo piso de la escuela de mujeres dice:
-Este hijo de nadie parece más gente que los legítimos de nuestros principales.
(Hildebrando Pérez Huarancca)
5.3 EL DIÁLOGO: Es una forma de composición que lleva a cabo entre dos o más
interlocutores. En este caso se produce el intercambio de mensajes; tanto el emisor como el
receptor tienen las mismas posibilidades dialógicas, es decir, de intercambio de
información. Ejemplo: el debate, una pieza teatral, una entrevista.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE HUAMANGA
a. Estilo directo. El narrador pone a los personajes a emitir sus propias palabras,
tarea que se realiza encabezando los enunciados de la interlocución por expresiones
como: “dijo”, “contestó”, “habló”, etc.
Ejemplo
Tomamos café en latas de leche condensada en un puesto que abría temprano y
servía a los pescadores.
- ¿Qué tal ha dormido, viejo? –preguntó el muchacho.
- Muy bien, Manolín –dijo el viejo-, hoy me siento confiado.
- Lo mismo yo –dijo el muchacho-. Ahora voy a buscar sus sardinas y las
mías y sus carnadas frescas. El dueño trae él mismo nuestro aparejo. No
quiere que nunca que nadie lleve nada.
- Somos diferentes –dijo el viejo-. Yo te dejaba llevar las cosas cuando tenías
cinco años.
- Lo sé –dijo el muchacho-. Vuelvo enseguida. Tome otro café. Aquí tenemos
crédito.
(Ernest Hemingway. El viejo y el mar).
b. Estilo indirecto. El narrador reproduce con sus propias palabras lo dicho por cada
personajes valiéndose de expresiones como: “dijo que”, “preguntó cuál era…”,
“contestó que…”.
Ejemplo
Tomamos café en latas de leche condensada en un puesto que abría temprano y
servía a los pescadores.
El muchacho le preguntó qué tal había dormido.
El viejo le dijo a Manolín que muy bien. Que ese día se sentía confiado.
El muchacho dijo que lo mismo, se sentía él. Que entonces iba a buscar sus
sardinas y las sardinas y carnadas frescas del viejo. Que el dueño traía él mismo
los aparejos de ellos. No quería nunca que nadie llevase nada.
El viejo respondió que ellos eran diferentes. Que él dejaba a Manolín llevar las
cosas cuando éste tenía cinco años.
El muchacho contestó que él sabía. Que volvía enseguida. Que tomara otro café.
ahí tenían crédito.