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EL CASO
DE LA EDUCACION PLASTICA.
Emma Brandt
Las clases de plástica en la escuela y en los talleres extraescolares fueron dominadas por un
denominador común la espontaneidad. La mayoría de los trabajos, de gran frescura
representativa pero sin elaboración posterior, llenaron las carpetas y las paredes de las
escuelas. De este modo las producciones plásticas eran mera “exteriorizaciones
espontáneas; .fueron dominadas por un denominador común: la espontaneidad. La mayoría
de los trabajos.de gran frescura representativa pero sin elabora ció posterior, llenaron las
carpetas y las paredes de las escuelas. De este modo, las producciones plásticas eran
meras ‘exteriorizaciones espontáneas”. Recuerdo, a través de mi experiencia personal como
profesora de plástica en escuelas primarias, haber discutido con colegas sobre cómo
enseñar a mirar o cómo resolver problemas en la construcción de las imágenes.
Dos eran las preocupaciones recurrentes entre los docentes de plástica. La primera, cómo
enseñar a valorar y a producir evitando caer dentro de un esquema conductista, es decir
basar la enseñanza en un conjunto de estímulos condicionantes de las respuestas a obtener
en función de la situación en la que estábamos involucrados. La segunda se centraba en
cómo evaluar numéricamente un proceso de alto contenido personal y expresivo en el que
los parámetros para fijarlo no eran simples de establecer.
• a padres que protestaban por la mala nota que el docente de plástica le había puesto a su
hijo y le “había arruinado el boletín”;
• a otros docentes que preguntaban cómo era posible que Fulanito tuviera tan buena nota en
plástica, dado que era terrible en Lengua y Matemática;
• carpetas de los alumnos descuidadas, trabajos sin nombre ni fecha muchas veces tirados y
abollados;
• repetidos trabajos con una misma herramienta, sin variedad en su forma de utilizarla, frisos
o carteleras sin ningún dato que diera cuenta de lo que se mostraba;
• clases en las que no todos los alumnos trabajaban;
• cuadernos de clase con dibujos estereotipados.
Pero también observaba que había otras carpetas en las que podían apreciarse las
secuencias en la organización de las actividades que el docente
había propuesto a lo largo de un tiempo. También carteleras que daban cuenta de qué se
estaba trabajando en la institución y, en ocasiones, muestras de
plástica de comprometida justificación.
Observé que, en general, había una relación directa entre las actividades
que se perfilaban como pensadas y organizadas previamente y los comentario y acotaciones
que esos docentes hacían sobre sus prácticas y los resultado obtenidos. Estos generalmente
tenían algún criterio sobre qué y cómo evaluar. Aunque no lo plantearan explícitamente, se
podía notar una clara diferencia entre los dos tipos de docentes a partir de las actividades
producidas por los alumnos. Aquellos que tenían un criterio de organiza ció determinado,
más allá de su grado de explicitación, obtenían resultados óptimos. Los que no, todo lo
contrario.
Desde el comienzo de estas primeras recorridas por las escuelas han pasad más de 15
años. Hoy, aún, sigue siendo difícil acordar sobre qué evaluar en plástica y cómo acreditar
los aprendizajes adquiridos por los alumnos.
Sin duda, sigue siendo una preocupación recurrente. Por eso, vale la pena reflexionar sobre
algunos aspectos de la evaluación en plástica. Otros quedarán como propuestas que podrán
ser trabajadas y discutidas en otros escritos.
Es necesario aclarar que una de las cosas más importantes del rol del docente es darse
cuenta de que nunca se llega del todo a la meta propuesta La enseñanza-aprendizaje es
siempre un proceso de investigación en el que se obtienen resultados provisorios que se
comparan con logros anteriores. Puesto que los criterios de evaluación en plástica eran una
de mis asignaturas pendientes, expondré aquí algunas de mis reflexiones al respecto.
2. RELACIÓN ENTRE ENSEÑANZA Y EVALUACIÓN EN PLÁSTICA: UNA YUNTA
INSEPARABLE
3.
Enseñar en plástica es dotar de instrumentos al alumno para que pueda ser capaz de
imaginar, crear imágenes, construirlas y desarrollar su potencial expresivo, y pueda hacerlo
disfrutando del hacer y del mirar.
Se enseña a mirar recurriendo a procedimientos o pasos a realizar con los niños, que serán
diferentes en los distintos niveles de escolaridad.
Se enseña “a hacer”, pintar, dibujar, modelar, grabar, primero a través de la experimentación
particular e individual de cada uno de los niños, pero también en el intercambio y la reflexión
sobre lo realizado.
Se enseña comparando los resultados, los logros y los fracasos; conversando sobre qué le
pasa a uno cuando dibuja. pinta o modela; reconociendo que las sensaciones y las
emociones juegan un papel importante en estos aprendizajes, ya que uno se involucra “como
persona” al realizarlos.
Se enseña a trabajar con materiales y herramientas que pueden utilizarse de diferentes
maneras. Y también se enseña a poder decidir qué herramienta y material posibilitan hacer lo
que uno imaginó.
Todo esto se enseña por medio de las producciones y las lecturas de lo realizado por los
alumnos y por los artistas del presente y de diferentes épocas
Se enseña a ser libre para expresar; esto es posible si se sabe y se puede elegir qué se
quiere decir y cómo se lo va a realizar. Para ello, es necesario conocer cuáles son las
posibles formas de llevar aquello que se siente, piensa o imagina a una imagen concreta, es
decir cuáles son las técnicas, los procedimientos, los materiales y las herramientas que
posibilitarán que esa imagen se transforme en una representación plástico-visual.
No podemos dejar de considerar que hay que tener en cuenta que las representaciones
plásticas no tienen respuestas únicas; ésta es una de las diferencias entre el hacer plástico y
el hacer en otras disciplinas. Pero la variedad de respuestas está condicionada, entre otras
cosas, por el conocimiento acerca de cómo resolver una imagen.
Muchos suponen que para realizar actividades plásticas los niños no necesitan desarrollar
habilidades concretas. Esta afirmación se basa en la comparación con las actividades que
debe realizar un niño para aprender a leer, a escribir o a calcular. Se cree que en ellas,
solamente, se necesita una considerable cantidad de habilidades precisas y de pasos
correlativos para su adquisición.
Sin embargo, los niños pueden obtener diferentes respuestas visuales (resultados) cuando
desarrollan las habilidades específicas relacionadas con el uso de materiales y herramientas
propios de cada una de las técnicas plásticas. Este desarrollo permite sin duda su
enriquecimiento. Veamos, por ejemplo, el uso de un material tan cotidiano como el lápiz. Se
lo puede utilizar en todas sus posibilidades. Si es blando y se lo utiliza con soltura, con trazos
sueltos, permite realizar dibujos con líneas moduladas y sensibles, con la posibilidad de
borrarlas. Si, por el contrario, es duro permitirá realizar líneas en las que el control del rasgo
gráfico es necesario para obtener una mayor precisión; a la vez será más indeleble.
Hoy en día el uso de materiales y herramientas que permiten desarrollar las habilidades
artísticas ha comenzado a ser valorado por los docentes.
Por lo tanto, considero que en la enseñanza de las actividades plástico- visuales están
implicadas todas las acciones que el docente lleva adelante para el desarrollo de la
formación artística del niño. Arheim (1993: 58) sostiene que “el arte no puede reclamar
ningún privilegio en lo que se refiere a métodos de enseñanza [...1 una buena enseñanza en
plástica contribuye a un buen aprendizaje más o menos de la misma forma que en los demás
campos de estudio
Dice ElIiot Eisner (1995) que “el valor principal de las artes en la educación reside en que, al
proporcionar un conocimiento del mundo, hace una aportación única a la experiencia
individual. Las artes visuales remiten a un aspecto de la conciencia humana que ningún otro
campo aborda: la contemplación estética de la forma visual [...J. Las artes visuales
proporcionan a nuestra percepción una fórmula para esencializar la vida y a menudo también
para poder valorarla”.
2.3. ¿ Cuáles son los aspectos que deberán tenerse en cuenta para la enseñanza y la
evaluación en plástica?
Hasta hace unos pocos años, cuando se le preguntaba a los docentes de plástica si ellos
enseñaban plástica en la escuela, rápidamente contestaban NO.
Esta confusión surgía, por un lado, al homologar enseñanza con enseñanza del copiado y,
por otro, por suponer que todo lo relacionado con lo expresivo y creativo NO PODÍA Y NO
DEBÍA ser enseñado sino sugerido, propiciado, estimulado..
.
Hoy en día, hay una mayor conciencia de que cuando se propone una actividad para llevar a
cabo en una clase de plástica, el docente se está haciendo cargo de aspectos relacionados
con la producción y la apreciación, y que éstos involucran decisiones como enseñantes.
Al reconocerse y hacerse cargo de su enseñanza se está valorizando la disciplina,
otorgándole al maestro de Educación Plástica un lugar dentro del equipo docente de la
institución. Hasta hace muy poco salvo en contadas ocasiones, no sucedía esto. Casi
siempre su tarea educativa era llevada a cabo de forma aislada, individual y personal.
Ocasionalmente, era apoyado por algún directivo a quien le interesaba la disciplina o por los
supervisores de Educación Plástica, en las jurisdicción que contaban con ellos.
Cuando se considera la plástica una disciplina enseñable, la evaluación surge como una
necesidad ya que todo proceso de enseñanza-aprendizaje reconoce la evaluación como uno
de sus componentes.
Son dos los aspectos íntimamente interrelacionados que hay que considerar:
B) Los propósitos determinarán la evaluación en lo que se refiere a: ¿qué evaluar y para qué
evaluar, cómo, cuánto, cuándo y por qué?
Si lo prioritario a evaluar son los aspectos estéticos y expresivos, el docente tendrá que
observar cómo el alumno organiza y resuelve las formas y la composición. También si en los
diferentes trabajos, se observan modificaciones y enriquecimiento en relación con lo
expresivo y lo estético.
Es importante destacar que cada niño construye su propia estética. Por lo tanto, ésta no
pertenece al docente. Sin embargo, él debe observar en las diferentes imágenes creadas por
los niños si poseen o están construyendo sus propios parámetros estéticos.
El aspecto expresivo será fácilmente detectable a través del uso y el enriquecimiento de los
colores, las formas y las texturas en relación con la carga emotiva que las producciones nos
muestren. Se evalúa, entonces, el carácter expresivo de una obra.
Otro de los aspectos a evaluar es el relacionado con lo creativo y, especialmente, con el
desarrollo de la imaginación.
Muchas veces alumnos con ciertas dificultades para expresarse plásticamente muestran a
través de sus producciones un gran potencial imaginativo.
Las adquisiciones de los alumnos, en el orden creativo, muchas veces son difíciles de
evaluar, puesto que la creatividad se muestra de varias maneras.
1. ampliación de límites,
2. invención,
3. ruptura de límites,
4. organización estética.
Estas posibles divisiones permiten apreciar los puntos de partida de cada niño respecto de la
creatividad, sus posibles avances y profundización. Sirven de parámetros porque permiten
visualizar las diferentes posibilidades de creatividad de los alumnos.
También si se enseña a INTERPRETAR una imagen, se podrá evaluar esta adquisición. Una
frase dicha por un alumno de 3º Ciclo da cuenta de cómo puede ser explicitada esta
adquisición: “Las pinceladas están corridas y superpuestas recuerdan un día de viento y
tormenta; los grises usados por el pintor también parecen acompañar esta sensación”.
Es importante tener en cuenta que el docente, sujeto que EVALÚA, está inserto en una
institución que tiene determinados objetivos. Será entonces importante preguntarse:
Se puede observar que tanto las decisiones que el docente toma en sus clases como el valor
que asume la evaluación de su tarea y la de sus alumnos están condicionados al valor que la
institución otorgue a la disciplina y a las responsabilidades que el docente de plástica asume
en el contexto institucional.
Es interesante comprobar que, actualmente, en casi todas las propuestas educativas se
explicita la intención de formar seres creativos, expresivos y comunicativos. Lo llamativo es
que esto no se ve reflejado en las propuestas institucionales ni en la distribución de los
tiempos que se dedican a ellas.
Hay un abismo entre lo que se dice y lo que se hace institucionalmente respecto de las
disciplinas artísticas y también en las decisiones relacionadas con la creatividad y la
expresión. Si bien se afirma que son valoradas, en general, en las prácticas institucionales
concretas, mucho no ha cambiado su inserción real en los diferentes niveles de la
escolaridad. Tampoco se han producido cambios respecto de esta disciplina en la formación
de docentes. De haberlos, podrían significar aportes en la formación imaginativa, creativa y
sensible de los niños.
Esto muestra la ausencia de evaluación institucional. ¿Qué ha pasado entre los propósitos y
la educación misma implementada? En estos casos no hay una jerarquización real de la
disciplina y, muchas veces, se desconocen las posibilidades de enriquecimiento que al ser
humano le aportan.
En el caso específico de la educación plástica, ¿para qué sirve saber pintar, dibujar, construir
creando, disfrutar de una película o de unas fotos?
Intentaré sintetizar este aspecto, que creo es central para la comprensión de los aportes que
la Educación Plástica puede hacer a la formación integral del ser humano.
Para crear y apreciar es necesario haber transitado por experiencias diversas que involucran
aspectos relacionados con lo cognitivo y lo perceptivo. Es necesario resaltar que éstas no
aparecen de forma espontánea, y que la influencia que sobre ellas tiene la experiencia es
sustancial.
A su vez, la imaginación y la fantasía son esenciales en el desarrollo de la creatividad y ésta
tiene una “relación directa con la riqueza y la variedad de la experiencia acumulada por el
hombre” (Vigotsky, 1996).
La imaginación y la capacidad de idear no son dos aptitudes muy reconocidas. Sin embargo,
imaginar e idear son precisamente las bases de la actividad creadora del hombre.
Vigotsky (1996) dice: “Es precisamente la actividad creadora del hombre la que hace de él un
ser proyectado hacia el futuro, un ser que contribuye a crear y que modifica su presente”.
Por lo tanto, las actividades artísticas que el niño enfrenta, como dibujar, pintar, moverse o
tocar un instrumento, posibilitan el desarrollo creativo, expresivo y cognitivo.
Esto sucede cuando las actividades plásticas pasan de ser meras exteriorizaciones a
constituirse en trabajos plásticos en los que se combinan, recrean y reelaboran tanto
experiencias pasadas como nuevas, en las que la imaginación del niño es incentivada a
través de imágenes mentales de la naturaleza o de las realizaciones del hombre a lo largo de
la historia.
Cuando se enseña hay que tener también en cuenta los niveles elevados de singularidad y
motivación. En la actualidad, estas posibilidades se ven reflejadas especialmente en los
aspectos productivos y receptivos del hacer plástico. Hasta hace pocos años, las actividades
desarrolladas en plástica por los niños en los diferentes niveles de la escolaridad estaban
relacionadas con el hacer: hoy en día tanto el hacer como el mirar, es decir leer las
imágenes, forma parte indiscutible de las prácticas en esta disciplina.
Evaluar la creatividad y la expresión es complejo. ¿Pero es sólo esto lo que se puede evaluar
en plástica? ¿Qué se evalúa cuando evaluamos en plástica?
La pregunta podría reformularse en estos términos. Si no está claro qué se enseña, será muy
difícil evaluar.
Evaluar quiere decir VALORAR; por lo tanto, si se valora lo que se enseña en esta disciplina,
habrá que reflexionar sobre sus aportes.
Es difícil evaluar porque es complicado separar los aspectos que tienen que ver con
aprendizajes de tipo conceptual de aquellos otros en los que la creatividad y la expresión
tienen mayor valor. Pero también es difícil porque la subjetividad del que evalúa adquiere
mayor fuerza que en otras asignaturas. ¿Cuáles son los parámetros de la creatividad y de lo
expresivo?
Intentaré transmitirles mis reflexiones sobre algunos de los aspectos a tener en cuenta en la
evaluación. Me referiré a algunos que no son, por cierto, exclusivos de las disciplinas
artísticas.
Para evaluar es necesario que exista una decisión profesional e institucional del tipo de
aprendizajes que estas disciplinas deben permitir desarrollar. Es fundamental también un
curriculum, que EXPLICITE aquello que se quiere lograr.
1) la que se realiza para verificar los logros adquiridos por los niños;
2) la que se realiza para comparar la relación existente entre la incorporación de los
aprendizajes y su relación con el curriculum implementado;
3) la pertinencia de las decisiones docentes en relación con el curriculum.
Sin embargo, lo dicho anteriormente no alcanza para que las clases o las acciones que se
llevan a cabo para lograr los aprendizajes plásticos y artísticos en general se efectivicen en el
ámbito de las diferentes instituciones. A pesar de lo obvio que parece, es necesario que el
docente conozca el lenguaje plástico-visual, y que haya protagonizado experiencias en la
construcción y la lectura de imágenes. Un buen curriculum no garantiza en sí mismo una
buena enseñanza.
Muchas veces se supone que debe evaluarse sólo el aspecto cognitivo. Esto
es una posible desviación que asimila la evaluación en plástica a las prácticas evaluativas de
otras áreas. Ejemplos claros son: ¿reconoce los colores primaros y la formación de los
colores?; ¿diferencia los colores ópticos de los pigmentarios? Es posible comprobar la
incorporación de estos conocimientos, y son con frecuencia los que solicitan las autoridades
escolares y se utilizan para evaluar, asimilando la evaluación en esta disciplina a los mismos
parámetros que en otra, no aportando nada muy significativo en relación con ésta.
2) El aporte formativo considera la selección de los contenidos que deben enseñarse y las
estrategias que deben implementarse con el objeto de obtener un fin común, de modo tal que
su secuenciación y profundización permita obtener posibles logros.
El niño al trabajar en plástica se enfrenta con la necesidad de resolver diferentes cuestiones
en relación con la imagen que quiere realizar. Es posible que tenga una idea de lo que
quiere realizar. Es posible que tenga una idea de lo que quiere hacer, pero tendrá que
seleccionar los materiales y las herramientas para su realización, para que la idea que
quiere construir se convierta en realidad visual.
Los trabajos llevados a cabo por los niños ofrecen dos posibilidades para su evaluación dado
que pueden ser observados durante la ejecución y también una vez finalizados. Estos dos
momentos son realmente sustanciales y aportan diferentes aspectos que deben tenerse en
cuenta.
Por otro lado, siendo prioritario reconocer el desarrollo personal de cada niño y del grupo
deberán guardarse los trabajos para poder, tanto el docente como el alumno, reflexionar
sobre los logros y las dificultades surgidos en el hacer. Estas constancias son de gran valor
para la autoevaluación. Si previamente se ha hablado de lo que se va a evaluar, esto
convertirá la evaluación en un instrumento con toda una carga actitudinal que involucra el
respeto por los niños, sus trabajos, su independencia y el valor de sus opiniones.
Muchas veces los niños, antes de ponerse a dibujar, pintar o modelar, tienen una
“representación mental” de lo que quieren realizar. En estos casos, deberán convertirla en
una imagen plástico-visual: una representación pensada con el fin de que al realizarla, es
decir al dibujarla, pintarla o modelarla, se convierta en una imagen bidimensional o
tridimensional. Su construcción demanda usar materiales y herramientas que permitan
concretarla.
Supongamos que un niño de ocho años imagina la posibilidad de representar la construcción
de una ciudad tridimensionalmente con sus respectivas calles por las que circulan autos.
Tiene la idea de esa ciudad y la imagina con curvas por donde los autos pasarán
raudamente; también los colores claros y oscuros con los que la quiere pintar.
Si este niño ya ha trabajado en construcciones con cajas, es posible que recurra a ellas para
su utilización en la resolución de su idea.
Pero también podrá tener distintas dificultades que dependerán del grado de conocimientos y
experiencias previas que posea. En caso de que no sepa con qué pegarlas, probará distintas
soluciones hasta encontrar cómo hacerlo. Si no puede pegar las diferentes partes, deberá
resolver cómo ubicarlas de modo que no se muevan, para luego jugar con los autos en la
construcción que ha diseñado. El docente, atento, deberá tener en cuenta el aspecto estético
en el momento de la realización y también cuando ha sido concluido.
(Usaremos más adelante este ejemplo del trabajo de Construcción para analizar otras
cuestiones ligadas a la evaluación en los próximos ejemplos.)
Al reflexionar sobre su propia práctica, deberá reconocer la importancia que ejercen sobre
ésta sus creencias y concepciones, constituidas principalmente por cómo él mismo
“aprendió”.
Como dicen Porlán y Martín (1993):
Evaluar es, asimismo, investigar la acción, los hechos que realmente ocurren cuando
aplicamos el programa, para poder así comprender, a la luz del modelo de referencia,
las dificultades prácticas, lo bloqueos, las inadecuaciones, las variables no tenidas en
cuenta, y todo tipo de datos que nos permitan, posteriormente, reformular, depurar y
complejizar el programa y, a la larga, el modelo o teoría que lo sustenta.
Esto es imprescindible, ya que le permitirá saber qué caminos puede elegir y qué estrategias
utilizar. Por lo tanto, el hecho de justificarse en la falta de materiales, por ejemplo, demuestra
que no sabe cómo aprovechar los que tiene a mano en el aula o, al atribuir falta de
creatividad al grupo o a un alumno porque hacen dibujos estereotipados, demuestra que no
es consciente que es él quien debe evaluar su propia práctica y tratar de encontrar las
soluciones adecuadas.
1) Desarrollo perceptual
2) Manejo técnico de materiales y herramientas.
3) Incidencia en las producciones plásticas de los aprendizajes en lectura de imagen y uso
de materiales y herramientas.
4) Resoluciones creativas.
1) La observación docente, para conocer cómo el niño maneja los materiales y las
herramientas, determina las diferentes propuestas de trabajo. Este aspecto es fundamental
para una real posibilidad de realizaciones plásticas “libres” en las que el niño no se vea
condicionado por el material y pueda hacerse cargo de lo que puede y no puede hacer con
este u otro material y sus herramientas respectivas.
En el momento en que los niños trabajan podrá observarse si incorporan nuevas maneras
de utilizar las herramientas y los materiales, si las usan con mayor soltura y precisión a lo
largo de las diferentes actividades, si reconocen en éstos las posibilidades plásticas que
brindan, si los utiliza siempre de la misma manera o si prueba nuevas formas para variar su
propia producción.
En un principio, comenzarán a reconocer las cualidades y las calidades que las diferentes
herramientas posibilitan para lograr lo imaginado; luego recrearán y combinarán su uso con
fines plásticos cada vez más sofisticados. En el caso de la construcción antes explicitada, se
podrá evaluar si los niños seleccionan y manejan los materiales apropiados en cada caso o si
también utilizando otros, han incorporado un mayor manejo y destreza.
En el caso de trabajar en la bidimensión, la selección del soporte a utilizar es un ejemplo de
si el niño ha incorporado conocimientos relacionados con los materiales y las herramientas a
utilizar según sea ese soporte. Es decir que conocer las virtudes de un material es
indispensable para saber cómo se comporta sobre los diferentes soportes y cuál le conviene
utilizar para conseguir la imagen pensada.
4) Producciones creativas. Cuando se conjugan y relacionan “la idea” que se quiere realizar,
el material seleccionado y la forma, estaremos en presencia, casi seguramente, de
producciones más creativas.
Para poder evaluar los aspectos antes mencionados, es indispensable que las ofertas para
trabajar en plástica hayan sido variadas y también que se haya podido profundizar en cada
una de ellas; esto implica haber realizado varias actjyidades de una misma técnica, con
grados de dificultad crecientes. Proponer una actividad con una técnica una sola vez y no
volver a trabajar con ella no basta, para conocerla, saber cuáles son sus características. Es
necesario trabajar y volver a trabajar sobre lo anteriormente realizado no sólo para mirarlo
sino también para continuarlo, agregarle o sacarle cosas. Este “volver a trabajar” jerarquiza
las diferentes propuestas realizadas.
Esto es válido en todos los niveles de la enseñanza Variarán, sin embargo, los aspectos
sobre los que se profundizará. En el caso que estábamos viendo, el de la construcción de la
ciudad, se trabajará especialmente el manejo de los materiales y las herramientas, con los
más chicos por ejemplo, para lograr que la construcción no se caiga y/o no se despegue.
Si es un grupo de niños más grandes, se podrá reflexionar sobre los aspectos relacionados
con los problemas que presentan la construcción y la resolución de aspectos más complejos.
Muchas veces el docente propondrá un tiempo para la reflexión individual y otro para la
grupal. En relación con el uso de materiales y herramientas, es importante observar cuándo
los niños incorporan estas habilidades y son conscientes de ello. Podrá suceder en el
momento de la realización, en el de la reflexión o en el intercambio de la experiencia.
Es también posible que el docente haya propuesto y permitido a los chicos que trabajen a
partir de los materiales y las herramientas que ellos hayan querido seleccionar. En ambos
casos, lo observable acompañará a lo evaluable. Por un lado, el docente pauta actividades y
enseña; por el otro, permite que cada uno pueda realizar diferentes propuestas. También
esto es enseñar y se evalúa al observar la capacidad de manejarse independientemente y la
pertinencia en la selección de las herramientas en función de lo realizado.
El docente, entonces, enseña y pauta actividades y permite, también, que cada uno pueda
realizar diferentes propuestas. Este enfoque conlleva una concepción de aprendizaje en la
que es posible observar y evaluar tanto lo que se trabaja como el resultado obtenido.
Al trabajar con materiales maleables u otros más rígidos o construidos, como cajas o
botellas, se podrá observar qué tipo de construcciones realiza el niño. En el caso en que
utilice el espacio tridimensional, se observará cómo resuelve problemas de sostén de esas
construcciones.
También se dará cuenta de si aprende mirando resoluciones de sus compañeros o si pide
ayuda al propio docente.
Saber qué observar para luego evaluar dependerá de la actividad propuesta y de lo que se
propuso enseñar o desarrollar.
Muchas veces, hay grupos de niños que están acostumbrados a pensar soluciones para sus
construcciones plásticas. Han incorporado la posibilidad de transferirse los conocimientos y
adquisiciones. En estos grupos no es necesario evaluar estos puntos, es decir que cuando
un conocimiento es incorporado ya forma parte del saber.
Bibliografía.