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El texto elegido es el salmo 90, y a esta unidad de discurso lo caracterizan tres elementos
importantes como pieza literaria: es un poema, es una oración y tiene un patrón retórico que lo
coloca dentro de un género literario discernible—podría ser un lamento colectivo o un poema
didáctico o sapiencial o una combinación de ambos. La discusión subsiguiente confirmará esto o
lo modificará. ¡Veremos!
Para responder a esta primera pregunta, es necesario, por supuesto, estar familiarizados
con el poema en cuestión. El texto es el siguiente:
Sin duda los versículos 3-11, por su contenido, nos introducen de lleno al tema del
lamento y la queja. Además, el estudiante avisado sabe que los versículos 12-17, aunque no
presentan una queja propiamente hablando, por lo general forman parte de ese tipo de salmos y
su tema viene a continuación de esa sección del poema u oración. Esta segunda parte se
reconoce por los verbos en imperativo, por medio de los cuales el orante pide vehementemente la
acción divina. Además, de manera concreta, el orante indica el resultado esperado de la
respuesta de Dios.
Sabemos, además, que es una oración, porque el orante tiene por interlocutor a Dios.
Como poema, además del formato impreso de la página, encontramos un texto lleno de
1
Estas y otras ideas presentes en este ensayo las tomé de las obras enlistadas al final del ensayo.
Leamos nuestra oración ahora, pero de forma más detenida. Para ello se deberán tomar
en cuenta las siguientes consideraciones:
1. Subraya todos los verbos en imperativo. Por lo general, están presentes para dar
énfasis, aunque también marcan elementos característicos del género literario en
estudio.
2. Subraya palabras que se repiten y únelas por medio de una línea. La Biblia repite
porque así señala un pensamiento central en el texto.
3. Marca las exclamaciones, porque en algunas versiones castellanas ellas están en
lugar de algunas partículas hebreas que tienen la función de nuestros signos de
exclamación, y su presencia en el texto podría indicar que estamos frente a un
importante dispositivo sintáctico del discurso.
4. Encierra en un círculo o marca con un color especial la palabra hebrea ki (“que”,
“porque”) cuando abre una oración. En estos casos, la frase o cláusula “ki” ofrece
la razón que apoya la declaración o afirmación anterior, y por lo general es clave
para el sentido o significado del pasaje.
5. Marca las siguientes palabras o frases: “por lo tanto”, “pero yo”, “pero tú”, “sin
embargo”, “aún”, “todavía”, “en cuanto a mí”, “pero ahora”. Este tipo de
palabras o frases indican cambio de pensamiento o idea.
6. Encierra en un cuadrado o marca con un color especial los pronombres hebreos
escritos como palabras diferentes a los verbos que los acompañan. En la sintaxis
hebrea estos pronombres indican énfasis—es en esta circunstancia particular que
es importante un conocimiento básico del hebreo.
7. Toma nota de:
a. Paralelismo: con ellos se intensifica o aumenta un pensamiento
b. Preguntas
c. Contraste entre personajes, ideas o escenas. En la estructura quiástica (A-B-
C-B-A) aparecen muy a menudo, y marca el movimiento de la trama o
dinámica retórica del texto.
d. Cambio en los temas o hablantes
e. Repeticiones de pensamientos o ideas. Se usan para dar énfasis y claves para
reconocer el tema central del pasaje.
f. Estructuras trípticas, muy comunes en la literatura hebrea. Presentes para dar
énfasis; el clímax normalmente sigue a la tercera palabra.
g. El principio y cierre de un pasaje. Muy a menudo tienen temas, estructuras o
términos similares.
SALMO 90
De Moisés
1
Señor, tú nos has sido refugio
De generación en generación.
2
Antes que naciesen los montes
Y formases la tierra y el mundo,
Desde el siglo y hasta el siglo,
Tú eres dios.
3
Vuelves al hombre hasta (vuelve al polvo [DHH])
ser quebrantado, (ser polvo [DHH])
Y dices: convertíos, (vuelvan al polvo [DHH])
hijos de los hombres.
4
Porque mil años delante de tus ojos
Son como el día de ayer, que pasó,
Y como una de las vigilias
deRVR-60
5
la noche.
Los arrebatas como con torrente de aguas;
Son como sueño,
Como la hierba que crece en Estas conjunciones, kî en
la mañana. hebreo, responden a la
6 afirmación del v. 3, y
En la mañana florece y crece; forman una estructura
A la tarde es cortada, y se seca. quiástica: A y A’ afirman
lo pasajero de la vida, y B
7 y B’ afirman la ira divina
Porque con tu furor
somos consumidos,
Y con tu ira somos turbados.
8
Pusiste nuestras maldades
delante de ti,
Nuestros yerros a la luz de tu rostro.
9
Porque todos nuestros días
declinan a causa de tu ira;
Acabamos nuestros años
como un pensamiento.
10
Los días de nuestra edad
Son setenta años;
Y si en los más robustos
son ochenta años,
Con todo, su fortaleza
es molestia y trabajo,
Porque pronto pasan (años [ver DHH]), y
volamos.
11
¿Quién conoce el poder de tu ira,
Y tu indignación según
que debes ser temido?
12
E
Ennssééññaannooss de tal modo
a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón ssaabbiidduurrííaa.
13
ver el v. 3
Vuélvete a nosotros;
¿hasta cuándo?
Y aplácate para con tus siervos.
14
De mañana sácianos de
tu misericordia,
Y cantaremos y
nos alegraremos
todos nuestros días.
15
Alégranos conforme a
los días que nos afligiste,
Y los años en que vimos el mal.
16
Aparezca en tus siervos tu obra,
Y tu gloria sobre sus hijos.
17
Sea la [belleza] del [Señor]
nuestro Dios
sobre nosotros,
Y la obra de nuestras manos
confirma sobre nosotros;
Sí, la obra de nuestras manos
confirma.
Con todo este trabajo realizado, nos queda ahora pasar a considerar la siguiente pregunta
de la lista presentada al principio de este ensayo.
literarios. Los primeros se encuentran en el texto, lo segundo, aunque producido por el texto,
está en el lector. El final inesperado o “remate’ del chiste es algo propio del género “chiste”,
pero la riza producida por el “final inesperado” del chiste es la dinámica retórica.
El autor del salmo 90, si bien crea su poema teniendo en mente la intención de arrancar
de Dios una respuesta positiva a su queja vehemente, en realidad tiene algo más en mente: dar
una cátedra o lección a los presentes y futuros lectores u oyentes de su obra. En este sentido, el
poema es también un texto didáctico o sapiencial. Esta doble intención o propósito—si en
verdad están presentes en la mente del autor o trama del texto—deben salir a la luz a través del
ejercicio exegético o de análisis que tiene como meta el método retórico. La pregunta guía es la
tercera de nuestra lista inicial: ¿Qué recursos literarios se han usado para lograr los efectos
retóricos esperados, es decir el impacto deseado sobre la audiencia, la respuesta buscada?
Cuando se leen comentarios u obras relacionadas con el salmo 90, la respuesta común es
que estamos ante un salmo de lamento, y por lo tanto la queja por una vida demasiado corta,
frágil y llena de penurias y aflicciones. Pero aunque todo esto está presente en la oración, ella no
es en realidad una meditación sobre lo vano de la vida, ni sobre la muerte—es un salmo leído
con frecuencia en funerales—, sino sobre el poder de Dios en medio de la realidad humana. Es
decir, este salmo tiene que ver con “la relación entre Dios y los humanos”.
9
Porque todos nuestros días
declinan a causa de tu ira;
Acabamos nuestros años
como un pensamiento.
10 Este tiempo tan corto de la
Los días de nuestra edad
vida humana está marcado
Son setenta años; por la ira de Dios
Y si en los más robustos
son ochenta años,
13
ver el v. 3
Vuélvete a nosotros;
¿hasta cuándo?
Y aplácate para con tus siervos.
14
De mañana sácianos de Solo con el “regreso”
tu misericordia, de Dios puede el ser
Y cantaremos y humano vivir. El antídoto
nos alegraremos El antídoto de la “vuelta al polvo” es
para “ira” la “vuelta” de Dios a
todos nuestros días.
15 nosotros
Alégranos conforme a
los días que nos afligiste,
Y los años en que vimos el mal. Yavé no solo “enseña”
16
Aparezca en tus siervos tu obra, (v.12) sino nos acompa-
Y tu gloria sobre sus hijos. ña a diario con su SÍ en
17 nuestras empresas
Sea la [belleza] del [Señor] nuestro
Dios
sobre nosotros, Las muchas “mañanas
Y la obra de nuestras manos o días o años de dolor se
confirma sobre nosotros; contrarrestan con la
Sí, la obra de nuestras manos “jesed” y la alegría que
confirma. ahora llenan la vida
1. El salmo empieza y termina con la palabra hebrea Adonai (“Señor”, vv. 1 y 17).
De esta manera se afirma que nada de lo que al ser humano haga o le pase sucede
al margen de la presencia divina. Además, la repetición de esa misma palabra
crea lo que se conoce como “estructura de marco” o “envoltura”.
2. Viene, después, la reiterada presencia de sustantivos que indican tiempo, y
aparecen a lo largo del poema: años (vv. 4, 9, 10 y 15), día/s (vv. 4, 9, 10, 12, 14 y
15) mañana (vv. 5, 6 y 14), tarde (v. 6), noche (v. 4). Están presentes para resaltar
la transitoriedad y brevedad de la vida humana. A ellas acompañan términos que
acentúan la brevedad y la fragilidad de la vida: vigilia, ayer, hierba que en un día
florece y muere, torrente de aguas, sueño.
3. En relación estrecha con lo anterior, aparece el tema de la ira, cólera, indignación,
furia divina (vv. 7, 9, 11). Esta cólera, de acuerdo con el salmo, es alimentada por
las maldades, culpas y pecados del ser humano (v. 8).
4. Esta insistencia en la efímera y sufrida existencia humana se contrasta con la
eternidad de Dios y su poder creador y destructor: Dios existe antes de la creación
de la tierra y existe eternamente. Esa cualidad divina se acentúa aún más con la
repetición del pronombre “tú” que, como se indicó anteriormente, tiene carácter
enfático y sirve, también, para encuadrar o enmarcar lo afirmado en los versículos
1 y 2: El quehacer de Dios y el ser de Dios. Además, el Señor es el creador de la
tierra y es “hogar” del ser humano, y tiene el poder de controlar su vida y de
enviarlo a la muerte (vv. 1-2). El poder creador de Dios se describe con lenguaje
propio de la maternidad: “formar” y “nacer”.
5. En el caso particular de este salmo, es muy importante para la consideración de la
dinámica retórica la presencia, en el encabezado, del nombre de “Moisés” como
su autor. De hecho, este es el único salmo del Salterio que lleva su nombre. Para
hacer más enfático el tema de la angustia y la fragilidad humana, el autor del
salmo pone en boca de Moisés el contenido de esta queja o lamento. ¿Por qué
Moisés y no otro personaje de la historia bíblica?
6. La presencia, cuatro veces, de la conjunción hebrea kî (“porque”) le da coherencia
a la parte que se refiere propiamente de la queja del orante (vv. 4, 7, 9 y 10) y
sirven para acentuar—en boca del orante—la parte más desgarradora del poema.
7. Los versículos 4-11 que forman la sección mencionada en el inciso 6 vienen
como consecuencia de lo afirmado en el versículo tres. En ese versículo, la voz
de Dios resuena como eco de Génesis 3.19b (Traducción en Lenguaje Actual,
TLA): Así será hasta el día que te mueras, y vuelvas al polvo de la tierra, del cual
fuiste tomado. Tú no eres más que polvo, ¡y al polvo tendrás que volver. De
acuerdo con salmo 90.3, no hay otro destino del humano que la muerte, no hay
escapatoria frente a eso.
8. El versículo 12 es clave para toda la unidad de discurso porque se encuentra en el
centro y marca el punto de contraste radical entre los versículos 3-11 y 13-17. A
partir de este punto, todo cambia, hay un giro de 180 grados.
9. En esta nueva sección (vv. 13-17) aparece de nuevo el verbo hebreo sub
(“volver”), pero en esta ocasión la orden es dada a Dios: Vuélvete a nosotros. El
salmista reconoce que sin Dios, el ser humano está perdido, pero con Dios, la cosa
cambia. El antídoto a la “vuelta al polvo” del ser humano, es la “vuelta” de Dios
a nosotros, el “emmanuel”.
10. Aparece una serie de siete imperativos a partir del versículo 12, dirigidos todos a
Dios: enséñanos, vuélvete, aplácate, sácianos, alégranos, confirma, confirma.
Estos “siete” imperativos refuerzan la vehemente llamada a Dios para que se
“convierta” al ser humano: una presencia total e holística de Dios.
11. Esa “vuelta” de Dios implica sobre todo, el mostrar su jésed (“solidaridad”) en
lugar de su ira. Implica también derogar el sino de tristeza, dolor y penurias con
una nueva época (mañanas, días, años) caracterizada por la festividad, la alegría y
el canto (vv. 14-15). En el hebreo la palabra (noam) que la RV60 tiene como
“luz” (v. 17), realmente significa “belleza”, “deleite”, “armonía”.
12. La “conversión” de Dios no solo significa este cambio festivo, sino también,
como se ve en el versículo 12, en la enseñanza y, en el versículo 17, la compañía
solidaria con su divino SÍ en nuestras empresas.
13. Es importante notar cómo en la primera parte, la definición del humano se hace de
manera general y universal: enosh (“mortal”) y beney adam (“humanos”), pero la
segunda parte define a los humano como “siervos” de Dios—personas en relación
de alianza con Dios. Dios y el ser humano ya no son ajenos uno del otro, sino que
se pertenecen. Ahora, ya no es simplemente “Señor” y “Dios”, como títulos
aislados (v. 1), sino “Señor, Dios nuestro” (v. 17).
Como se ha visto en todo este trabajo de análisis del texto, el autor ha usado varios
recursos literarios para lograr los efectos retóricos esperados. Sobre todo ha usado la técnica del
contraste superlativo—compara al ser humano no con otro ser creado, sino con el mismo Dios.
Contraste el sub del ser humano con el sub de Dios. Además, echa mano de la persona de
Moisés para mostrar la radicalidad de la ira divina, y con ella la vehemente demanda de un
cambio en la actitud de Dios: de la cólera a la misericordia (jesed) y bondad o armonía divinas.
La estructura concéntrica del salmo muestra de manera esquemática los temas antes señalados:
Moisés está parado en la parte más alta del monte Nebo, en las estepas de Moab, al lado
oriental del río Jordán. Sus ojos se llenan de emoción, su corazón late apresuradamente y de sus
labios brota un suspiro: ¡Por fin, la tierra prometida!
Pero, un pensamiento cambia la figura alegre de su rostro con la marca del desconsuelo y
la frustración; Moisés recuerda la advertencia divina: "[no entrarás] con esta gente en el país que
les he dado" (Nm 20.13, DHH). Moisés insiste y ora al Señor:
Y Dios replica:
¡Basta! No sigas hablando de ese asunto. Sube a la cumbre del Fasga, pasea la
vista a poniente y levante, norte y sur, y mírala con los ojos, pues no has de
cruzar el Jordán... (3.26-27, NBE).
¿Pero qué clase de Dios es éste? ¿Hacerle esto a Moisés, su siervo fiel quien aceptó el
reto de ser el libertador de los hebreos? El que sobrellevó la carga tan pesada de guiar a ese
pueblo tan terco y quejumbroso, y que lo había logrado guiar hasta las puertas de la Tierra
prometida. Ese Moisés para quien el mismo texto bíblico, en otras partes del canon, tiene
palabras de encomio:
Moisés confió en Dios y, por eso, cuando ya fue hombre, no quiso seguir
siendo hijo adoptivo de la hija del rey. No quiso disfrutar de lo que podía
hacer y tener junto a ella, pues era pecado. Prefirió que los egipcios lo
maltrataran, como lo hacían con el pueblo de Dios. En vez de disfrutar de
las riquezas de Egipto, Moisés decidió que era mejor sufrir, como también
iba a sufrir el Mesías, pues sabía que Dios le daría su premio. Moisés
confió en Dios y, por eso no le tuvo miedo al rey ni se rindió nunca. Salio
de Egipto, y actuó como si estuviera viendo a Dios, que es invisible.
Moisés confió en Dios, y por eso celebró la Pascua. También mandó
rociar con sangre las puertas de las casas israelitas. Así, el ángel enviado
a matar no le hizo daño a ningún hijo mayor de las familias israelitas
(Heb 11.24-28, TLA).
No es, pues, raro que el único salmo que lleve el nombre de Moisés sea el Salmo 90. En
este salmo, Moisés expresa todo su pesar y dolor de manera vehemente. ¡No puede entender lo
que hace su Dios! ¡Lo que le está pasando!:
Helo allí, golpeado y abatido; un hombre, un ser humano que descubre sorprendido y
agobiado que el valor de la vida termina en “molestias y trabajo”. Sorprende aún más, como se
indicado, si ese hombre es nada menos que el mismito Moisés, el querido y admirado “siervo de
Dios”. Situaciones como esta, que tocan el mismo fondo de la vida, nos desajustan,
desequilibran, y en el mejor de los casos nos obligan a hacernos preguntas profundas y claves
para la vida: ¿Quién es Dios?, ¿quién es el ser humano?, ¿qué papel juega tanto él como Dios en
este mundo?, y ¿cómo se relacionan ambos?
El Salmo 90 busca responder esas preguntas. Pero lo hace de tal manera que arrebata del
ser humano la posibilidad de compararse consigo mismo, de compararse con sus semejantes o
con cualquier otro ser vivo que se mueve sobre la tierra. Sólo le deja una opción: responder las
preguntas sobre sí mismo volviendo el rostro hacia Dios. No hay otra esfera segura en la que el
ser humano pueda conocerse a sí mismo, medir sus limitaciones, conocer y realizar su vocación,
y extenderse hacia el infinito, sino a partir de Dios y en comparación con él.
Si el ser humano buscara otras esferas para conocerse, podría, sin duda, encontrar
respuestas. Y de hecho, la sociedad contemporánea ha desarrollado ciencias a partir de las
cuales intenta decirnos “éste es el ser humano”. La ciencia de la antropología, en sus distintas
ramas—antropología biológica, cultural, etnológica, de la religión—tiene ciertas respuestas, lo
mismo que la psicología y la filosofía. De igual modo, los sistemas políticos del mundo, con sus
diferentes ideologías, también han ofrecido opciones y respuestas. El problema no está en la
búsqueda de respuestas o en la poca o mucha cantidad de ellas, sino en ofrecerle al ser humano la
respuesta que lo dirija al camino que lo haga auténticamente humano. Y esto es inmensamente
problemático y complejo, porque la sociedad en la que nos toca vivir está “aturdida” con la
enorme cantidad de voces que quieren hacerse oír y convencer a la humanidad entera.
Llama sobremanera la atención que el siglo pasado, al que varios filósofos han
denominado como “el siglo del proyecto del hombre nuevo”, es el siglo en el que se conocieron
las peores manifestaciones del totalitarismo violento y destructor en el que el gobernante
masacraba a su propio pueblo y al ajeno. En el siglo XX la iglesia con sus diversas teologías
habló del “hombre nuevo”, pero también lo hizo el marxismo y sus varias expresiones
comunistas, el nazismo y el fascismo en sus diversas vertientes. Sobre lo anterior, véase el
siguiente párrafo:
La historia humana nos ha enseñado que cuando el hombre o la mujer se comparan con
otros seres humanos y pretende, a partir de sí mismo y de ellos, responder a la pregunta ¿quién
soy? siempre hay otros que salen mal parados. Al ser humano se le ha hecho imposible decirse
quién es envolviendo en su respuesta a todos los otros seres humanos por igual. La existencia
del etnocentrismo, del sexismo, del racismo, de las distintas clases sociales, de las divisiones
generacionales, son apenas ejemplos de la incapacidad humana de contestar ese ¿quién soy? sin
beneficiar a unos cuantos y perjudicar a unos muchos.
Los demás
En efecto, el ser humano frente al ser humano logra una respuesta muy corta y a la vez
distorsionada de lo que es ser “hombre”, “persona”. Por ello, la Biblia, y en este caso el salmo
90, dice: ¿Quieres saber quién eres y quién es el hombre? vuelve tu cabeza hacia Dios y desde él
y en él encontrarás la respuesta.
2
Mi traducción. En ella trato de mantener la estructura del hebreo para ayudar al lector en el desarrollo de la
exégesis del pasaje.
El salmo inicia con la palabra adonay, “Señor” y finaliza con ella (v.17). A la vez, los
dos primeros versículos quedan enmarcados entre dos “tus” divinos. Ambos puntos señalan que
toda la creación y todo el quehacer humano tienen en Dios su alfa y su omega. Nada de lo que el
humano hace permanece al margen de Dios (véase el Sal 139). Dios no es sólo el creador, sino
que también es la esfera de vida humana: Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos
(Hch 17.28).
La declaración hímnica (Sal 90.1-2) es la base de lo que se dice en los versículos 3-6.
Así como los versículos 1-2 forman dos partes, también 3-6 está formado por dos unidades
paralelas: versículos 3-4 y versículos 5-6:
Acabas con los hombres, son apenas un sueño. Son como la hierba que por la
mañana florece y crece, pero en la tarde se corta y se seca. 4
En verdad, toda nuestra vida termina a causa de tu enojo; nuestros años se van
como un suspiro. Setenta son los años que vivimos; los más fuertes llegan hasta
ochenta [años]; pero el orgullo de vivir tanto sólo trae molestias y trabajo. ¡Los
años pronto pasan, lo mismo que nosotros! ¿Quién conoce la violencia de tu
enojo? ¿Quién conoce tu furor? (Sal 90.7-11),
3
La palabra daka' puede traducirse como “polvo”, “estar desmenuzado”, “ser abatido”. Forma parte del
vocabulario de opresión.
4
Mi traducción.
Dice K. Barth (606-607): “Aunque oculto, el verdadero temor a la muerte es sin duda el
temor que le tenemos a Dios. Es decir, en el punto en donde nos encontraremos al momento de
nuestro fin, no es simplemente la muerte sino Dios mismo que nos espera”. Este temor nace del
hecho de que ante Dios no podemos considerarnos de otra manera más que pecadores y seres
malos. En esa misma obra, Barth dice (596): La muerte, tal como la experimentamos los
humanos, es el signo del juicio divino sobre nosotros.
Tanto la Biblia como nuestra humana historia nos dicen que cuando cada hombre o mujer
ha sido invitado a cumplir su vocación de humano, y lo hace por sí mismo, las cosas le salen mal.
Dios el Creador nos ha colocado en el mundo para realizar obras de amor, justicia y paz: Es Dios
quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras (Ef 2.10).
Pero cuando el ser humano pierda la perspectiva divina y escucha otras voces o su propia voz, la
empresa sale torcida.
En el Edén, el varón y la mujer salen despedidos hacia una vida de dolor y frustraciones
porque decidieron hacer las cosas al margen de la voluntad divina: Permitieron que un animal
cualquiera les dijera lo que tenían que hacer. Y así, vez tras vez, ya sea David, o Jonás, o Acab,
o Moisés, tan pronto el ser humano se desvía un poquito de la voluntad de Dios, eso lo hace
colocarse ante la mirada enjuiciadora de Dios.
A ese Moisés que sacó tantas veces la cara por su pueblo, Dios le dice:
He oído a los israelitas protestar contra mí. Pues diles: (Por mi vida!, oráculo
del Señor, que les haré lo que me han dicho en la cara; en este desierto caerán
sus cadáveres, y de todo su censo, contando de veinte años para arriba, los que
protestaron contra mí, no entrarán en la tierra donde juré que los establecería.
Sólo exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné.
A sus niños, de quienes dijeron que caerían cautivos, los haré entrar para que
conozcan la tierra que ustedes han despreciado. Mientras que los cadáveres de
ustedes caerán en el desierto. Sus hijos serán pastores en el desierto cuarenta
años y cargarán con la infidelidad de ustedes, hasta que se consuman los
cadáveres de ustedes en el desierto. Contando los días que exploraron la tierra,
cuarenta días, cargarán ustedes con su culpa un año por cada día, cuarenta años.
Para que sepan lo que es desobedecerme. Yo, el Señor, juro que trataré así a esa
comunidad perversa que se ha amotinado contra mí; en este desierto se
consumirán y en él morirán (Nm 14.28-35, NBE).
¿Qué puede responder un hombre como Moisés ante esta respuesta divina, unida a la
negativa de Deuteronomio 3.23-25?: En verdad, tu furor nos consume, nos deja confundidos...
¿Quién conoce la violencia de tu enojo? ¿Quién conoce tu furor? (Sal 90.7,11).
Moisés aprendió la dura lección de reconocer que la suma de muchas acciones buenas no
giraba la balanza a su favor. Su aparente pequeño error le costó no pisar la tierra prometida (Nm
20.8-12). Si esa era la meta de su vida, ¡pobre Moisés! ¡Qué manera de morir fracasado!
La primera parte del salmo 90 nos dice: “Mira a Dios y mírate a ti mismo, ¡estás
perdido!”.
Una señal del final del siglo XIX, de todo el siglo pasado y lo que del siglo acutal, es que
el ser humano ha querido construir este mundo por sí solo, a expensas de Dios; y cuando se mira
a sí mismo, cuando evalúa sus logros, y aún si se atreve a mirar a Dios no descubre otra cosa que
saberse perdido. Nuestra sociedad humana actual, quizá en reacción a la sociedad de la Edad
Media que vivió esclava de la religión, declaró su mayoría de edad y decidió vérselas solita, sin
nadie de “afuera” o de “arriba” que la turbara.
[Introducir texto de Nietzsche en un recuadro, Así habló Zaratustra. Buenos Aires: Ediciones
Libertador, pp. 276-277
La época industrial se estrenó con la visión de un ser humano y una sociedad embarcados
en un progreso ilimitado; y hasta hoy la gran mayoría de nuestros semejantes viven atrapados en
ese sueño.
el gobierno, los industriales y los medios de comunicación para las masas que
ellos controlan.
* El progreso económico ha seguido limitado a las naciones ricas, y el abismo
entre los países ricos y los pobres se agranda.
* El progreso técnico ha creado peligros ecológicos y de guerra nuclear;
ambos pueden terminar con la civilización, y quizás con toda la vida.
La realidad ha demostrado que el tipo de felicidad que define y busca el sistema en el que
vivimos no produce bienestar. En nuestra sociedad somos claramente infelices: solitarios,
angustiados, deprimidos, destructivos y dependientes (25).
La realidad también ha demostrado que el egoísmo lleva a la destrucción del ser humano,
porque la avaricia y la paz se excluyen mutuamente:
Y el salmo 90 vuelve a dejar caer su martillazo: la vocación humana otorgada por Dios en
la creación, en nuestro aquí y ahora ha sido un fracaso. El ser humano de hoy, a donde se vuelva
encontrará que vive en un callejón sin salida; y si se encara con Dios, es hombre muerto. ¿Qué
hacer? El salmo 90 no termina con el versículo 11; ¡gracias a Dios! Quien sea sensato, como lo
fue Moisés, reconoce sus capacidades, pero también sus limitaciones, y se prepara para dirigirse
a la salida correcta. El versículo 12, traducido literalmente dice así: “A contar nuestros días, así
enséñanos, que traigamos al corazón sabiduría”. Es decir: “Enséñanos a ser lo más sensatos
posible para que aprendamos a usar bien nuestro tiempo y nuestras capacidades con tu
sabiduría”.
A partir de aquí el salmo da un vuelco de 180 grados. Varias de las palabras que
marcaban aspectos negativos en la primera parte del salmo, ahora se repiten pero en una
perspectiva positiva, feliz.
Cuando Dios por fin se ha convertido al ser humano, los varios rincones de su vida se
iluminan, y los “días” y las “mañanas” y los “años” cambian su terrible sino de efimeridad,
molestia y frustración (vv.4, 5, 6, 9, 10) para convertirse en “mañanas”, “días” y “años” de
sabiduría, solidaridad y alegría (vv.12, 14, 15). De acuerdo con el versículo 14, ese Dios que
ahora se ha convertido al ser humano, se “solidariza” (jesed) con él. La “mañana” de los
versículos 5 y 6 que cuantitativamente marcaba lo corto de la vida humana, ahora, en el versículo
14 se convierte en lo cualitativamente grandioso de la solidaridad divina. (Qué importa que sea
sólo la “mañana”, con Dios ella se vuelve una “eternidad”! La contraparte de los “días” (vv.4, 9,
10) y “años” (v.10) de la cólera divina, ahora, con la conversión de Dios, son los “días” (vv.14,
15) y “años” (v.15) de fiesta y celebración.
Por fin el salmista se atreve a decir: “Haz palpable en medio de tus siervos tu obra y tu
gloria; que se extiendan a sus descendientes” (v.16). En la teología del Antiguo Testamento, la
palabra hebrea pa´al (“obrar”) se usa para hablar de la obra liberadora de Dios en el éxodo (Nm
23.23; Is 41.4; 43.12-13; Sal 44.2). Y aquí en Sal 90.16, Moisés pide al Dios convertido a hacer
realidad el éxodo de nuevo. Si la obra del Dios solidario es gloriosa y su gracia nos acompaña,
entonces nuestra humana labor—una palabra hebrea diferente a la del v.16—no sólo tendrá
sentido, sino que gozará de fundamento y continuidad. En efecto, Yavé nuestro Dios no sólo nos
“enseña” (v.12) como vivir sabiamente, sino que a la vez nos acompaña con su tremendo sí
divino y su excelso YO en nuestras empresas hechas en su nombre. Recuérdese el pasaje de la
vocación de Moisés (Ex 3.1-15): Yo estaré contigo... YO SOY EL QUE SOY... YO SOY.
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Si bien es cierto que la palabra najam (hifil) quiere decir en muchos contextos “consolar”, es muy probable que
aquí, como pasa en otros pasajes (l S 15.29; Jer 4.28; Zac 8.14; Sal 110.4), el sentido sea el de “arrepentirse”.
En efecto, Moisés sí que hizo uso efectivo del “estrecho” tiempo que Dios le dio después
de negarle por última vez la entrada a la “Tierra prometida” (Dt 3.26-27); usó ese tiempo con
inteligencia y totalmente volcado a la voluntad de Dios. Los discursos que Moisés presentó al
pueblo tienen su contexto espacio-temporal en la cumbre del Pisga (Dt 3.27). Los días que pasó
Moisés allí los dedicó totalmente a exhortar al pueblo, por medio de discursos, a reconocer en
Yavé su único Dios y a vivir en absoluta fidelidad a él y volcado a la justicia social y la igualdad.
Moisés nunca bajó vivo de allá (Dt 34.1-5); pero la oración con la que termina el Sal 90 sí que
ha mostrado su efectividad hasta el día de hoy: “Derrama, Señor Dios nuestro, tu gracia sobre
nosotros. Dale firmeza a lo que hagamos; sí, Señor, dale firmeza”. (v.17).
Cuando se lee el libro de Deuteronomio se descubre que el libro invita al pueblo a hacer
lo que el autor del salmo 90 reconoció de Dios: tu vida empieza y termina con Dios; él es tu alfa
y omega y en él y sólo en él es que tu vida tiene sentido y dirección. El libro de Deuteronomio
es un manual que exhorta a mantener vivos los logros del éxodo: fidelidad absoluta a Yavé y
justicia social e igualdad para todos los miembros de la comunidad berítica (relativo a la alianza)
de Yavé.
El hijo del hombre es aquel que se ve a sí mismo entre los posesos, cuando
arroja a los demonios. El hijo del hombre es aquél que se ve a sí mismo entre los
pecadores cuando los perdona de sus pecados. El hijo del hombre es aquél que se
identifica con los “no-hombres”, para llamarlos “hombres” (37).
Por eso, Jesús llama “hermanos más pequeños” a los hambrientos, los encarcelados y los
desnudos (Mt 25.40). El que es expulsado de su pueblo, abandonado por su familia, sus
discípulos y Dios mismo, es el “Dios-por-nosotros”, los abandonados.
hace real, vienen a quedar en suspenso todas aquellas diferencias con las
que los hombres se separan de otros hombres (Moltmann: 38).
En conclusión podríamos decir que toda teología de la evangelización debe empezar con
Dios. Por la simple y sencilla razón de que él es en el proceso evangelizador, el primer
convertido. Sólo cuando logramos comprender y experimentar que Dios ha llegado a nosotros,
es que podemos acercarnos a él. Pero algo más, Dios ha llegado a nosotros y nos muestra que su
conversión es hacia el pobre, el menesteroso y desvalido. Nació como el Dios Yavé en el éxodo
cuando sacó a un grupo de esclavos de la opresión egipcia. Se encarnó como Dios-hombre en el
pesebre de Belén, fue amigo de los niños, de prostitutas y pecadores, e hizo del centro de su
misión la proclamación de la Buena noticia a los pobres (Mt 11.2-6).
Por ello, la conversión de Dios es un desafío a quebrar con el sistema de vida de esta
nuestra cultura moderna. Es a la vez, una fuerza iconoclasta; pues destroza ídolos y falsos dioses
que levantan a los poderosos y aplastan a los débiles.
Bibliografía
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1989 Preaching from the Old Testament. Louisville: Westminster John Knox Press.
Badiou, Alain
2005 El siglo. Buenos Aires: Ediciones Manantial.
Barth, Karl
1960 Church Dogmatics III/2. Edinburg: T. & T. Clark.
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1978 Tener o ser. México: Fondo de cultura económica.
Jeremias, Joachim
1972 El mensaje central del Nuevo Testamento. Salamanca: Ediciones Sígueme.
Long, Thomas G.
1989 Preaching and the Literary Forms of the Bible. Philadelphia: Fortress Press. Pp.
7-34
Moltmann, Jürgen
1973 El hombre. Salamanca: Ediciones Sígueme.
A continuación podrás realizar la tarea sugerida por las siete consideraciones aplicándola a dos
salmos de diferente género literario. Lee y observa con atención ambos salmos aquí impresos, y
analízalos usando marcadores y bolígrafos de colores o cualquier tipo de marca o señalamiento
que prefieras. Lo importante es que puedas tener a golpe de vista, en una sola página, tu texto
trabajado siguiendo las sugerencias que ya te hemos ofrecido. Además de las siete
consideraciones, las cuatro preguntas son también importantes.
A partir de tu tarea realizada, cómo aplicas en ambos salmos las tres primeras preguntas guías,
ofrecidas al principio de este estudio. Además de las hojas con el texto bíblico trabajado con
colores o indicaciones simbólicas, haz una lista de conclusiones tal como aparece en el modelo
del salmo 90 y que siguen a continuación del segundo ejemplo gráfico a colores (pp. ¿?).
Elije a continuación uno de los dos salmos que has trabajado, y desarróllalos respondiendo la
cuarta pregunta de tal modo que logres la dinámica completa sugerida por el título de este
capítulo: “Del texto al púlpito”, “exégesis y proclamación”.