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Cambios de Paradigma en Salud Publica PDF
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Federico Tobar
Introducción
Curar de palabra no es una práctica exclusiva de sanadores místicos y heterodoxos. Desde
siempre los hombres nos vimos tentados a entregar decisiones importantes sobre nuestros
destinos individuales y colectivos en manos de aquellos considerados iniciados y esclarecidos.
Podemos interpretar los cambios históricos en función de los discursos que nos resultaron más
elocuentes en cada época o, incluso de las figuras que aceptamos como esclarecidos en cada
momento. Religiosos o seculares, racionalistas o románticos, técnicos o políticos ó, en el decir
de Wilfredo Pareto, “lobos y leones” alternando de forma sucesiva su hegemonía discursiva.
Tampoco la salud pública, en tanto ámbito del pensar y del hacer humano, escapa a estos
movimientos de sístoles y diástoles. Hay discursos que disputan hegemonía en el ámbito
académico para luego ser incorporados en las decisiones sanitarias. No solo afectan la
construcción de las políticas de salud y el destino de los sistemas y servicios de salud. También
manifiestan sus consecuencias a nivel de los cuerpos humanos, de los niveles de bienestar
logrados y de las patologías que pueden resultar priorizadas o abandonadas de acuerdo al
discurso vigente.
La ventaja de los paradigmas es que trazan caminos, rutas más rápidas y seguras para
avanzar en el conocimiento. Su desventaja es que esas rutas van solo en una dirección
predefinida. Quienes las transitan comienzan a no mirar a los costados, van reduciendo sus
opciones. Entonces dejan de ser rutas para convertirse en rutinas.
Múltiples ideas, tanto endógenas como exógenas vinieron incubándose y fueron influyendo
sobre nuestros modelos sanitarios. Este artículo intenta resumir los principales debates que,
pocas veces a los gritos y muchas más como susurros, se incorporaron en el pensamiento
sanitario durante los últimos treinta años.
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Trabajo presentado ante el XII Congreso del Centro Latinoamericano de Administración para el
Desarrollo (CLAD), como conferencia del panel “Estrategias de gestión territorial y alcance de la equidad
en las políticas públicas”. Buenos Aires 7 de noviembre de 2008
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
emergentes. Entre las primeras se encuentra la Malaria que duplicó la cantidad de casos
(pasando de 527 mil en 1990 a más de un millón en 1999) e incluso el Chagas, enfermedad que
solo existe en el continente americano y aún afecta a 16 millones de personas causando 50 mil
muertes anuales. En segundo lugar, reemergieron enfermedades como la Tuberculosis cuya
tasa pasó de 196 a 221 por cada 100 mil habitantes en el mismo período. Y a esto su suman
nuevos flagelos como el SIDA que a mediados de la década pasada ya afectaba a 1,8 millones
de latinoamericanos.
Pero la evidencia del rezago epidemiológico nunca sería suficiente como para generar una
crisis paradigmática. El fin del reformismo (o al menos su revisión) está más vinculado con las
dificultades de conciliarlo con dos teorías económicas del crecimiento que hoy detentan mucho
protagonismo. Por un lado la del Capital Humano y por otra la de la equidad como condición del
desarrollo.
Según la primera, que valiera el Premio Nobel de Economia a Teodore Schultz en 1973, al
acumular capital humano, a través de inversiones en sectores como salud y educación, los
países avanzan en productividad y hacen más sustentable su crecimiento. Pero al iniciar el
tercer milenio, las condiciones macroeconómicas en nuestra región quedaron muy debilitadas,
reduciendo los niveles de ingreso de la población aumentando el desempleo y la informalidad y
dificultando el acceso a los servicios de salud por la vía del seguro social. En este sentido,
muchos países sufren presiones para revertir las recetas reformistas y aumentar el gasto público
sectorial.
Por otro lado, hay consenso en que el mayor desafío sanitario de la región es lograr la
equidad. Dos décadas de reformas no permitieron avanzar en ese sentido. Y por la prédica,
entre otros, de Amartya Sen, Premiado con el Nobel de Economía en 1998, se asume que sin
equidad resultará más difícil lograr un crecimiento sostenido.
Ha comenzado la revisión crítica del discurso reformista y, a la vez, recuperan protagonismo
las políticas activas de salud. Volvemos a la mar, luego de dos décadas en las que nos pasamos
más tiempo “tratando de arreglar el barco que navegando”. Es hora de recuperar las políticas
saludables asumiendo objetivos sanitarios y luego encauzando el financiamiento junto a todos
los esfuerzos para alcanzarlos. Esto significa comenzar a ver a las personas antes que a los
sistemas, a los ciudadanos antes que a las burocracias y los aparatos de poder.
Los denominados Objetivos Del Milenio (ODM), promovidos desde las Naciones Unidas
involucran un primer avance en ese sentido. La premisa es organicemos todos nuestros
esfuerzos (la cooperación internacional y la política nacional) para conseguir ocho grandes
objetivos en el 2015. Cuatro de estos objetivos involucran esfuerzos directos en el área de salud.
Su problema es que fueron diseñados pensando en los países de África y a veces no reflejan las
prioridades sanitarias de los países de América Latina. Por eso necesitamos implementar
modelos epidemiológicos apropiados para identificar nuestras prioridades sanitarias. Ellos nos
permitirán trazar la ruta para avanzar hacia la organización y sincronización de nuestros
esfuerzos y recursos de modo que generen más salud para nuestra gente.
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
vinculadas al establecimiento. Sino se cobra por los estudios y prácticas complementarias o por
los medicamentos que se dispensan. En muchos otros aún cuando se logró superar la barrera
económica al acceso, consolidando la gratuidad, subsisten barreras geográficas como las
distancias o las filas de espera para ser atendido son eternas. Y en algunos otros simplemente
los trabajadores de la salud no hablan en la misma lengua de quien busca atención.
b) El desafío de la equidad
En 1980 la esperanza de vida media en los países de América Latina y el Caribe era de 65
años, en el 2002 llegó a 71. En el mismo período, el conjunto de países de altos ingresos pasó
de 74 a 78 años. Es decir, no solo vivimos más, sino que las brechas en la expectativa de vida
con los países desarrollados disminuyeron de 9 para 7 años.
¿Son estos logros suficientes?. La respuesta depende del ideal que nuestros pueblos se
propongan. ¿Deberíamos buscar reducir las brechas con los países ricos o deberíamos priorizar
reducir las brechas entre los diferentes grupos de nuestras propias sociedades?. Si la aspiración
es tener las mismas condiciones de salud que los países de Europa y América del Norte,
deberían incrementarse muchísimo los recursos para salud. Ya que manteniendo este ritmo solo
en el 2079 llegaríamos a ese objetivo.
Otro desafío que deben enfrentar los gobiernos es un dilema en la asignación de sus recursos
sanitarios entre la equidad y la incorporación de tecnología innovadora. Los economistas han
demostrado una tensión entre ambas. Cuando la prioridad es avanzar hacia el logro de
condiciones de acceso, financiamiento y resultados de salud similares para todos los grupos
sociales; los recursos no resultan suficientes para incorporar las nuevas tecnologías médicas.
Por otro lado, cuando se busca favorecer la excelencia de la respuesta médica reduciendo así
las brechas en el acceso entre nuestros países y las naciones desarrolladas, es muy difícil lograr
que los mismos estén disponibles para toda la población.
En conclusión, el desafío de la equidad implica que no se trata solo de lograr una respuesta a los
problemas de salud de la población sino de lograr que todos los ciudadanos tengan respuestas
equivalentes en calidad y efectividad. Se trata de no continuar tolerando servicios de salud de
pobres y otros de ricos.
En América Latina la salud se concentra aún más que el Capital. Aunque la situación sanitaria
ha mejorado, la distancia entre la esperanza de vida de ricos y pobres no solo se ha
incrementado sino que lo ha hecho a tasas mayores que en los demás continentes. Esto podría
indicar que el objetivo no debiera ser tanto alcanzar los estándares sanitarios de los países ricos,
cuanto conquistar una mejor distribución de la salud que consigamos producir.
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
Sin embargo, las condiciones que se dieron en el viejo continente para la construcción del
Estado de Bienestar durante la posguerra no son comparables al contexto latinoamericano
actual. Aquí (y ahora) las restricciones fiscales son grandes, los condicionamientos externos
persisten y el nivel de las desigualdades sociales a combatir es muy superior.
El problema central que se debate ahora es cual es la forma más conveniente de producir salud
(Tobar, 2005). Se puede postular que hay una tensión principal en la construcción del nuevo
paradigma sanitario que se puede resumir como el debate entre el enfoque poblacional y la
gestión clínica. Pero no es una tensión nueva, sino que se trata de una reedición de un viejo
dilema sanitario, el que se plantea entre los programas verticales versus aproximaciones
horizontales. Por ello a continuación se intenta esquematizar el debate vigente a la luz de tres
tensiones vinculadas: a) programas verticales versus abordajes horizontales, b) gestión clínica
versus gestión poblacional y c) involucramiento de los pacientes versus responsabilidad
nominada de los servicios.
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
gestión clínica no es la de limitar la autonomía de las decisiones del médico sino la de incorporarlo
como nodo de una red de conocimiento que permanentemente crece y evoluciona en su capacidad
para resolver casos concretos. No es casualidad que las “normas” (que desde el mismo nombre no
consiguen superar su estigma burocrático) dejan lugar a “protocolos” (término que gana una
connotación científica más vinculada a la investigación que a la burocracia) y “guías”. La idea es que
el médico de forma voluntaria se enrola en un proceso que permite avanzar hacia la mejora continua
de la calidad de la atención incorporando permanentemente los avances del conocimiento a través de
instrumentos como la diseminación de información, la capacitación y actualización e incluso la
supervisión en servicio.
La gestión clínica registra una cierta afinidad electiva con el enfoque vertical por dos motivos
básicos. En primer lugar, la Medicina Basada en la Evidencia tiende a avanzar más desde las
especialidades médicas que desde la medicina generalista. Favorece desarrollos flexnerianos y
especializados y, en algunos casos, estimula élites de profesionales que por compartir códigos y
formaciones se diferencian del resto. En segundo lugar, porque en el diseño de trials o protocolos
clínicos se tiende a asumir como unidad de análisis a los individuos más que a colectivos
poblacionales.
En reacción surge de forma reciente una reivindicación del “enfoque poblacional”. Autores como
Starfield, Hyde, Gervás y Heath (2008) cuestionan la distorsión progresiva que se registra en
conceptos clave como el de Prevención al ir incorporando a los “factores de riesgo” como
equivalentes de la enfermedad. Afirman que mientras el desafío de la inclusión en salud (antes
referido) no sea resuelto, puede no ser conveniente que (como ocurre en lo Estados Unidos de
Norteamérica) la mitad de las consultas médicas de un país se inscriban dentro de protocolos de
control de riesgos cardiovasculares.
“Base poblacional” no es sinónimo de salud pública. Puesto que, si bien esta última involucra
abordajes sociales para producir salud, hablar de base poblacional significa que la evidencia sobre la
cual se busca mejorar la práctica clínica surge de estadísticas poblacionales (donde la unidad de
análisis no es el individuo) y las prioridades surgen en función de una población definida y sus
necesidades de salud. El mayor desafío es, entonces, fijar prioridades puntando a mejorar la salud de
la población en su conjunto y no limitarse solo a la gestión de una enfermedad
En síntesis, desde el enfoque poblacional se plantea la necesidad de un nuevo enfoque
preventivo que considere:
1. Orientación poblacional (aún en la medicina clínica)
2. Evaluación de riesgos centrados en una población definida más que en la medición del riego
relativo de un individuo.
3. Variaciones en el perfil de morbilidad más que la carga de enfermedad
4. Evaluación de los costos y beneficios tanto de lograr mejoras en los indicadores de resultados
epidemiológicos como de la distribución de estos resultados dentro de la misma población.
5. Que las metas de las políticas se orienten a fortalecer las respuestas en salud como un todo
más que el control y prevención de una patología en particular.
6. Evitar la sobreestimación de la utilidad individual de los factores de riesgo.
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
anterior, podríamos decir que los gobiernos se han preocupado más por remar que por asumir el
timón de la salud.
Aunque todos los sistemas de salud tienen deficiencias, siempre su capacidad para reducir la
mortalidad será muy limitada. Para las cuatro principales causas de muerte (enfermedades
cardíacas, cáncer, cerebrovasculares y accidentes) el mejor sistema de salud sólo conseguiría
evitar un 11% de las muertes, mientras que si se consiguiera cambiar los estilos de vida de la
población sería factible lograr una reducción de más de la mitad de las muertes. Para ello habría
que fortalecer a un Estado consejero, capaz no sólo de informar sino también de modelar
conductas.
Pero en América latina nuestros estados tienen muchas limitaciones al desempeñar estas
tareas. Dan testimonio de ello las campañas de prevención que se limitan a emitir spots
publicitarios masivos, sin medir su impacto sobre las conductas. Si para vender cualquier
producto los especialistas en publicidad comienzan identificando una población objetivo y
buscan el lenguaje y los símbolos para llegar mejor a ellos, ¿por qué las campañas contra el VIH
- SIDA, por ejemplo, son tan uniformes? ¿Llega de la misma manera el mensaje a los pueblos
originarios, a la población carcelaria y los jóvenes urbanos de clase media?
Además, como rector, el Estado tiene que definir cómo se deben prevenir y tratar las
enfermedades normatizando protocolos de atención que los profesionales deben respetar. De lo
contrario, ante personas con iguales condiciones de salud habrá diferentes tratamientos y
calidades de atención.
El desencuentro entre las acciones de los tres actores se traduce en tres graves
consecuencias. En primer lugar, los servicios de salud resultan cada vez más caros. En segundo
lugar, enfermedades que deberían estar erradicadas atacan con más fuerza. Pero la peor
consecuencia de esta falta de sincronía se llama uso irracional de los medicamentos y constituye
la epidemia más dañina.
El Uso irracional de los medicamentos es una culpa compartida. Por un ad, hay eroes médicos.
Por ejemplo, entre enero 2005 y junio 2006 se reportaron a la UK National Patient Safety Agency
casi 10.000 incidentes de seguridad de medicamentos relacionados a la prescripción y más del
80% ocurrieron en los hospitales (Sammons y Conroy; 2008). Por otro lado, las personas se
automedican o discontinúan los tratamientos, los profesionales se convierten en cómplices al
prescribir y dispensar medicamentos para tratamientos inadecuados y el Estado se tapa los ojos
ante esta situación.
Hay muchos ejemplos del uso inadecuado de medicamentos. Por un lado, la tuberculosis,
enfermedad contagiosa que, solo en Argentina afecta cada año a unas once mil personas (y hay
otros 2.500 que no llegan a ser diagnosticados). Casi todos podrían ser tratados y curados, pero
gran parte de los enfermos abandonan el tratamiento cuando perciben mejorías. El resultado es
que se registran en el país casi mil muertes anuales por esta enfermedad.
El caso más grave se encuentra entre las afecciones crónicas. Son las enfermedades
cardiovasculares que, aunque son prevenibles y tratables, cada vez son responsables por una
mayor cantidad de muertes. Esto es consecuencia de una transición epidemiológica incompleta
donde crece el peso de las enfermedades crónico degenerativas sin que se haya conseguido
controlar la incidencia de las infectocontagiosas. Un ejemplo interesante en este aspecto es
Argentina, donde hay una amplia red de servicios públicos de Atención primaria de salud
integrada por alrededor de 6.500 centros, donde se conquistó la gratuidad de la atención y hasta
se provee medicación gratuita para el tratamiento integral de las afecciones. Sin embargo, en
promedio los hipertensos consultan sólo cuatro veces al año. Lo más probable es que pasen tres
cuartas partes del tiempo sin medicación. Esto multiplica por nueve el riesgo de complicaciones
y por 16 el costo de su tratamiento.
Por estos motivos, se postula que hasta el presente la invención más poderosa para salvar
vidas no ha sido ni un medicamento ni ninguna tecnología médica sino involucrar a las personas
en el cuidado de su propia salud. Hacer que sea partícipe de su salud, en lugar de ser pasivo y
esperar que el profesional y los servicios médicos resuelvan sus problemas. Esto requiere de un
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
profundo cambio del paradigma sanitario. Al fin y al cabo, se trata de convertir en activo y
protagonista a quien, desde hace siglos, se le llama "paciente".
Pero en contraposición, puede resultar inconveniente desplazar el eje de la responsabilidad
desde el servicio al ciudadano. Porque la evidencia indica que las estrategias de Atención
Primaria de Salud que logran mejores resultados son aquellas de cobertura universal en las que
se responsabiliza a un servicio por brindar respuestas adecuadas a un grupo poblacional
identificado y conocido (Starfield, 1998). Si en un momento la ventaja radicaba en la capacidad
de organizar el funcionamiento del sistema al establecer una “puerta de entrada”, luego se
identifica que la responsabilidad nominada permite cambiar integralmente el modelo de atención.
Sobre una población definida y conocida es posible asumir un enfoque centrado en las
necesidades epidemiológicas más que en las demandas espontáneas que se concretan en los
servicios, es posible establecer cuidados programados y una lógica de cuidados progresivos en
red, es más factible desplegar acciones extramuros o comunitarias, es más viable incorporar
esquemas de monitoreo y evaluación del desempeño de los servicios y redes.
En síntesis, si el involucrar a los ciudadanos en la producción de su propia salud resulta
fundamental esto tiene como precondición el poder garantizar una respuesta adecuada y
responsable por parte de los servicios. En ese sentido no solo resulta relevante asumir el
enfoque poblacional sino que se lo debe vincular con responsabilidad territorial de los servicios
por un cuidado integral de la salud de la población que le es adscripta. Estas definiciones, que
pueden resultar poco novedosas representan, sin embargo, un punto de inflexión muy
significativo en el enfoque reformista vigente que más que un ciudadano consideraba un
“consumidor” de servicios a quién se le debía garantizar la libre elección de los servicios (no la
adscripción a un servicio definido) y, en todo caso, se le debían garantizar derechos (pero no
obligaciones).
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
por aquellas que resultan esenciales por su alto impacto epidemiológico y porque hay suficiente
evidencia acumulada al respecto de cómo deben ser tratadas.
Para ello se definirían y luego convalidarían protocolos adecuados de atención que
establezcan cómo se debe enfrentar cada enfermedad, se integraría un sistema de suministros y
se capacitaría a los profesionales.
En segundo lugar, se debería desplegar una estrategia universal de Atención Primaria de la
Salud con calidad uniforme a través de la red pública. Cada servicio tendría responsabilidad
nominada sobre una determinada población y metas epidemiológicas concretas a ser
alcanzadas. La asignación de recursos y la evaluación de desempeño buscarían premiar logros
a nivel de impacto sobre la salud y reducir desigualdades.
En tercer lugar, los servicios de mayor complejidad comenzarían a reorganizarse a través del
modelo de atención, definiendo cuando cada patología debe ser referida desde un Centro de
Atención Primaria de la Salud y cuando debe ser contrareferida a este por el hospital. La
organización de las redes se integraría de forma progresiva organizando la respuesta adecuada
enfermedad por enfermedad, comenzando por aquellos problemas de salud que han sido
priorizados.
En cuarto lugar, se regularía a los seguros de salud (tanto a los sociales como a los de
afiliación voluntaria) buscando incorporar, de forma progresiva, el mismo modelo de atención
para los problemas de salud priorizados. Pero, como todos los ciudadanos tendrán acceso
universal a la salud, en los casos donde el beneficiario atendido en un servicio cuente con
cobertura de seguros el Estado central efectivizará el cobro al financiador correspondiente y los
recursos obtenidos serán utilizados para corregir inequidades e incentivar la efectividad de las
acciones.
Probablemente, este esquema de universalismo efectivo requiera más que los cuidados
básicos. Por eso, aunque esta propuesta se inscribe dentro de lo que ha sido definido como
“Universalismo Básico” no asume esa designación (Molina et al, 2005). Para alcanzar un modelo
adecuado para producir salud es necesario que las enfermedades de baja prevalencia y alto
costo sean aseguradas por el Estado nacional para todos los ciudadanos con idénticos
parámetros de acceso y calidad. Las prestaciones y medicamentos deberían ser excluidas del
conjunto de prestaciones que proveen los esquemas de seguros sociales y/o privados y los
prestadores serán solo los habilitados por un Seguro Nacional de Enfermedades Catastróficas a
valores y en modalidades de provisión normatizados.
Para avanzar por este camino es imprescindible fortalecer el debate sanitario para construir
consenso y ganar adeptos. Como una bola de nieve, las propuestas avanzarán cada vez con
más fuerza y velocidad. La convocatoria debe entonces proponerse articular con las autoridades
políticas. Si el gobierno nacional no incorpora las medidas propuestas, deben hacerlo los
gobiernos provinciales y si estos no lo hacen lo harán los municipales.
4. Conclusión
Se está registrando un giro paradigmático en la orientación de la salud pública en América latina
y estamos comenzando a avanzar hacia políticas efectivas, que produzcan impacto sobre la
salud de la población. Estas revierten consignas de décadas pasadas como la focalización y
revisan dogmas como la creación de mercados y el financiamiento de la demanda.
Sin embargo, el debate recién se inicia y aún hay puntos de controversia que en alguna forma
reeditan viejos dilemas sanitarios no superados como la tensión entre respuestas verticales y
horizontales. Pero se puede afirmar que entre las medidas que mayor impacto han registrado
sobre la salud pública se destacan dos tecnologías blandas: a) el enfoque territorial en la gestión
de los servicios y b) construir una ciudadanía activa en salud.
a) El enfoque territorial en la gestión de servicios significa que se define un ámbito geográfico de
influencia sobre el cual operan. Pero fundamentalmente significa que los servicios se hacen
cargo de la población que habita ese territorio. Eso significa que la conocen, que pueden
identificar sus necesidades de salud y que se hacen responsables por desplegar acciones para
dar respuesta a esas necesidades.
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Tobar, F. (2008).Cambios de paradigma en Salud Pública. XII Congreso del CLAD. Buenos Aires.
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