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Manuel González Prada y el anarquismo anacrónico peruano

por Raúl Allain (*); raulallave1189@hotmail.com

Si bien el carácter irreverente del ilustre Manuel González Prada es bien enmarcado dentro
del anarquismo, la condición de esta aspiración en la actualidad se metamorfosea de manera
tal que llega a convertirse en uno de los ridículos más estólidos. Con pintas (no confundirse
con el buen arte del grafiti, como el que promueve Roberto Seminario, “SEF”) que deforman
las letras y le roban efectividad comunicativa a la visuografía, los anarco-anacrónicos,
constituidos en su mayoría por jóvenes con peinados estrambóticos y ejecutantes de una
música que no pasa de ser ruido, contaminante sonoro, se desenvuelven exclusivamente en
noches lucífugas y en bandas, para protegerse, para perder la identificación de a uno,
indudablemente por temor. Ellos muestran una rebeldía que denominaría incipiente, pues
parangonada con el carácter renovador de González Prada, sólo logran —en casi todos los
casos— excitar a una turba que vocifera incoherencias; y también son poco efectistas, pues no
plasman, en la práctica, ideas reconstructoras como en el Discurso en el politeama, sino letras
que hablan de náuseas y las respectivas deposiciones.

Muchachos generacionales a mi persona se sumergen en argumentaciones sobre el


anarquismo para justificar actitudes que van desde una falta garrafal de ortografía, hasta falsos
grafitos (los ininteligibles y procaces) en cualquier fachada pública. Y si nos remitimos al
anarquismo de González Prada, mis imberbes compañeros serían los “viejos” que bien
sepultados deberían estar —y sin derecho a epitafio, por el peligro a que también sea una
pinta—, pues no traen nada nuevo con esa comunicación errónea, que degrada y/u omite las
normas de convivencia en cualquier vecindario mundial.

Es increíble el afán que tienen por estafar a los receptores de sus “argumentos”, al afirmar que
por el sólo hecho de que González Prada escribió con “j”, el término “páginas”, tienen el
derecho a excederse y tomarse la libertad de escribir peor que un chimpancé en proceso de
amaestramiento. Así se desprestigia el sentido de la labor de nuestro eminente compatriota,
que vio en la escritura fonológica ventajas como la de aprender con mayor facilidad otras
lenguas.

Al hacer de su libertad un vejamen, éste converge indefectiblemente en un libertinaje


desenfrenado que los lleva hasta a mimetizarse en francachelas voraces, de las que suelen
devenir embarazos no deseados, incrementándose así porcentajes de malnutrición, aborto y
consumo de drogas. Es verdaderamente una pena que justifiquen toda su acción, apelando a
que todo se constituye en una respuesta en contra de la mala praxis de gobierno, que si bien
merece una severa afrenta, es obvio que ésta debe poseer buenas y justificadas
argumentaciones. Es por todo esto que diversas instituciones no toman en serio la voz de los
jóvenes, y dicho sea de paso, hasta aprovechan estas conductas desacertadas para justificar
maltratos de diversa índole, pues suelen hiperbolizar, aun más, los errores.

Y si hablamos de aportes humanísticos en general, no hay émulo, no hay símil ante la vasta
obra de González Prada. Y remarco, como dejé entrever líneas arriba, que la aplicación del
anarquismo, en la actualidad, es anacrónica. Es difícil de asimilarlo y comprenderlo a
cabalidad. Tendríamos que transportarnos a épocas atrás para ser certeros y conscientes ante
los conceptos del anarquismo, que gracias a las malas exégesis, es una de las corrientes de
pensamiento humano más estigmatizadas. ¿Hasta cuándo?
(*) Presidente del Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y codirector del sello
independiente Río Negro.

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