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R.H.

MORENO-DURAN
EN BREVE
J O S É M A R Í A
C A R A N D E L L

Bárbaro imaginario

O O Y juez y parte al hablar de Rafael Humberto More-


no-Durán, y más parte que juez, lo que no me parece
inconveniente a la hora de opinar sobre su obra, debi-
do a mi tendencia, abominable según la crítica que yo
considero abominable, de implicar a la persona en la
obra y a la obra en la persona, como implico a la pera
en el peral y al león en el desierto. Hacerlo así es, entre
otras cosas, mucho más emocionante, pues resulta, por
ejemplo, que ese colombiano que un día te saludó como
quien te conoce de toda la vida y cuya edad te pareció
indefinible, nació en 1946, y es ¡catedrático! Y si, al tra-
tarlo, hablas con él de temas cotidianos, de cuestiones
concretas, de sucesos más bien próximos, entonces tienes
ocasión de asombrarte cuando un buen día aparece por tu
casa, pidiendo perdón como un niño que te pide un duro
para el autobús, con una obra, una novela, pongamos por
caso fuego de damas, en su original inédito, y tú descon-
fías totalmente de que ese joven sonriente y tímidamente
provocador pueda hacer algo sorprendente, como desde
luego no puedes sospechar que un desierto dé leones. Y
la novela no es sólo buena, sino magnífica, y por ella des-
cubres que esa persona, para ti tan nueva como pera de
septiembre, tiene una historia interminable y una expe-
riencia - e n el mundo femenino, en el de la "vida", en el
de la política, en el de la cultura- en la que no consigues
tocar fondo. Y eso, y tantas cosas más, te hacen admirar,
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R.H. MORENO-DURAN
F A N T A S Í A Y VERDAD

con ese ser humano, a toda la humanidad, y al propio


tiempo te devuelve el amor a la literatura, que de cuando
en cuando se marchita, por el milagro realizado. El error
de cierta investigación que relaciona a las obras con sus
autores estriba en que establece una relación de efecto a
causa, cuando la gracia está contrariamente, en la sorpre-
sa y en la falta de lógica. Sólo por la costumbre llegamos
a enlazar lo humano, vivo y concreto, con su obra. En
resumen, el león es espejismo del desierto, siendo ambos
tan distintos como extraordinarios.
De la barbarie a la imaginación prepara otras sorpre-
sas. Doy por sabido el conocimiento, a fondo y vasto, de
Moreno-Durán en la literatura latinoamericana; también
su estilo, aquí muy cerca del hablar en público, con las
frases extensas, redondas, ricas en guiños al espectador
y cargadas, a veces, de rabias, fobias y críticas objetivas.
Las sorpresas están, en cambio, en descubrir aquí lo que
la vida cotidiana imposibilita: el contraste, el proceso, la
síntesis. La obra, que es ensayo creativo sobre la literatura
y, más en concreto, la novela latinoamericana, es como
una partida de ajedrez que el escritor ha jugado con todas
las piezas. Esas piezas son: la barbarie, la civilización, el
campo, la ciudad, el costumbrismo, lo universal, la histo-
ria, la utopía, el hecho, la palabra, y un etcétera de piezas
—la violencia, el barroco...— al lado de las grandes dobladas
y esenciales. Ahora bien, quien haya leído unas cuantas
obras de la literatura latinoamericana de este siglo, sabe
que son estas las piezas y no otras las imprescindibles
para entender los productos de aquel ámbito. El don del
analista consiste en acertar con los conceptos esencia-
les, con aquellos que de manera implícita o explícita se
juegan las partidas. Sólo cuando tales conceptos se han
aclarado -sin matarlos-, y Moreno-Durán lo consigue
excepcionalmente, empieza el ejercicio de mirar cómo se
mueven. H e leído varias obras sobre literatura latinoame-
ricana, pero en ninguna se jugaba con tantos conceptos a
la vez, o se hacía con algunos menos decisivos.

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R.H. Moreno-Durán
en breve

Aquí nada hay trivial ni secundario. Toda la literatura


americana por debajo del trópico de Cáncer ha sido con-
vocada, y aunque a cada obra no le toque mucho más que
una página o una referencia, el juego es tan significativo
que nos parece que a lo largo del libro sólo se ha habla-
do de ella. Y eso es la síntesis. Explicado a lo pedante:
el libro de Moreno-Durán es como Pascal decía que es
el universo: una esfera cuyo centro se encuentra en cual-
quier parte.
Y, campeando sobre todo ello, como fundamento de
aquella literatura y del libro de Moreno-Durán, la imagi-
nación. Quien no lo crea, que lo lea.

Publicado en TeleXpress, Barcelona, 1976.

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M A R C E L O C O H É N

Las hembras mentales


de Colombia

.t-N el centro de la reciente historia colombiana, entre


las mezquindades de la vida cotidiana, la tortuosidad
ue los ambientes culturales, el espectáculo uc ±a política
burguesa, los esfuerzos, avatares y muchos desencantos
de la izquierda, al costado de los hombres que parecen
protagonizar los sucesos, un grupo de mujeres hermosas,
desafiantes, desfachatadas, se abre paso en busca de algo
que más se acerca al esplendor que a un destino medi-
tado. Campeonas del sexo, utilizan a los hombres; se
casan con ellos para engañarlos. Estas mujeres permiten
que su pasión se consuma en el deseo único de prevale-
cer, porque en realidad nunca trascendieron la frivolidad.
Quieren ser las mejores, las más brillantes. Son inteligen-
tísimas, aunque al final de su sendero hacia la Grandeza
esté el esclerosamiento de los cargos públicos. Juegan a la
política, crean organizaciones sólo para permitirse el lujo
útil del desplante. Vuelven a cambiar de amante y añoran
al único que les resultó esquivo. Y lo peor - o lo mejor- es
que todo lo hacen no guiadas por el arribismo, sino con
la conciencia de estar propulsando la rueda de la Histo-
ria. Y lo peor - o lo mejor- es que los hombres no pueden
condenarlas: no son mejores que ellas. Así, ellas hacen
posible la fundación de una dinastía: primero Meninas
(muchachas predestinadas a la carrera de la mente que
gozan de su edad dorada durante el periodo de formación
universitaria); después Mandarinas (las que logran en la

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R.H. Moreno-Durán

cultura y la política prerrogativas ni siquiera imaginadas


por algunos hombres; tienen la sartén por el mango, res-
piran inteligencia y reparten sexo); y finalmente Matriar-
cas (de izquierda; son las veneradas, las que se abocan a la
nostalgia, las sacralizadas).
Quizás la mayor virtud de Juego de damas consista en
dejar establecido que el narrador latinoamericano puede
crear mundos míticos sin necesidad de acudir al medio
rural, al paisaje desbordante o a esa historia mágica del
continente que, en el caso de algunos epígonos, se redu-
ce a una apoyatura fácil y atractiva. Particularmente en
Colombia, parecía que después de García Márquez (y de
su soslayado antecesor, José Félix Fuenmayor), los mitos
habían quedado exhaustos. Moreno-Durán evoca otra
Latinoamérica: la de las élites intelectuales, la de los corri-
llos universitarios y las fiestas trasnochadas, la de una
izquierda que se divide entre la sufrida consecuencia y la
claudicación, que se debate contra la colonización mental
y convive con el amaneramiento. Este costado de la reali-
dad del continente, estos personajes que muchas veces son
decisivos en sus países, no pueden dejar de impregnarse
de imprevisión y fantasía. Pero las pasaron por el tamiz
de la sofisticación. Son gente que, a fuerza de deambular
por grupúsculos izquierdistas, considerándose jueces y
gestores de los partidos comunistas o de la guerrilla, van
a caer al desgaste y al ridículo. Con ellos Moreno-Durán
traslada lo real-fantástico al escenario urbano e incluso
más, a una parte limitada de las ciudades.
El arma de distanciamiento es la ironía. Con los tejes y
manejes de Meninas y Mandarinas el drama de la política
colombiana se hace femenino ("un país femenino"). Las
Damas someten a los hombres, hacen estallar sus destinos,
los traicionan o inconscientemente los entregan después
de haberlos seducido. Intrigan, pactan entre ellas, rompen
sus pactos. Son como la Alianza para el Progreso, como
el Pacto Andino, como algunos acuerdos efímeros entre
agrupaciones universitarias poco perdurables. Finalmente,
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R.H. M O R E N O - D O R A N :
FANTASÍA Y VERDAD

a solas con la resaca que dejó una reunión de amigos en


donde saltaron algunas revelaciones crueles, se sienten vie-
jas. La lucha por el esplendor, se dan cuenta, fue una lucha
estéril. Porque la magnificencia se consume con la lozanía
del cuerpo, es decir, más rápidamente que los cargos de
conciencia. Pero aquí, cuando nos damos cuenta de que
estas triunfadoras, ninfómanas, incansables, inflexibles, en
realidad han perdido la carrera contra ellas mismas, el uso
del lenguaje coloquial con toda su carga de humor, logra
que el derrumbe de las Damas corroídas por la culpa se
detenga un poco antes de la tragedia. Porque en la tragedia
hay identificación y Moreno-Durán no quiere identifica-
ciones que salven a nadie.
Es cierto c^xe Juego de damas es una primera novela y, en
este sentido, tanto por su manejo del tiempo y la solidez de
su escritura como por lo ambicioso de la temática, es sor-
prendente. Pero lo real es que no siempre la primera novela
publicada es la primera escrita, que Juego de damas (según
fechado) llevó cuatro años de trabajo, y que su autor tiene
una trayectoria como crítico y ensayista. Todo lo cual pare-
ce reafirmar la sentencia de Cortázar: ciertas novelas de la
nueva narrativa latinoamericana no se comprenden sin la
superposición de un escritor y un intelectual.
Probablemente en Moreno-Durán el oficio de la crí-
tica haya determinado esa multiplicidad de referencias
culturales que por momentos extenúa y dificulta, y el
intelectual aparezca más en la novela que apenas detrás
de ella. Pero éste es un problema de elecciones. Y la dis-
cusión, que no tiene fin, no afecta a. Juego de damas ni al
lugar que viene a ocupar.

Publicado en El Viejo Topo, n° 13,


Barcelona, 1977.

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J U L I O O L A C I R E G U I

Moreno-Durán: el invitado a
la guerra. E l toque de Diana

XVAFAEL Humberto Moreno-Durán, abogado y escri-


tor nacido en Tunja en 1946, acaba de publicar en España
-donde reside- su segunda novela: E l toque de Diana. La
primera, Juego de damas, editada por Seix Barral, apareció
en 1977 y ha sido traducida a varios idiomas.
Tal vez lo mejor sería comenzar por recomendar la
lectura de E l toque de Diana a quienes en nuestro país
se consideren parte integrante de las "fuerzas vivas". La
esperanza es que ella pueda servirles de espejo y que,
como sucede con el Mayor, uno de sus personajes, no
vuelvan a levantarse después del golpe. Moreno-Durán
ha logrado, con una gran paciencia y seguridad, construir
un discurso que reproduce, desde adentro, un mundo
que no por secreto deja de ser intuido por el hombre de
la calle, por el vulgum pecus, para ponernos a tono con los
protagonistas de la obra.
Para analizar este valioso trabajo -valioso por la soli-
dez de sus frases, por el sostenido ritmo, por la concep-
ción de su estructura- estamos obligados a hacer algunas
consideraciones a manera de reglas del juego. Primero
que todo señalar que pese a la explícita y redundante
presencia de "lo militar" -tema presente incluso ya en el
título puesto que como sabemos la diana es el toque mili-
tar que al romper el día sirve para despertar a la tropa— la
novela no es ni una obra antimilitarista ni una denuncia
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R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

de la siempre evidente sordidez y absurdidad del mundo


castrense. En este sentido no podría compararse a nove-
las como Los hombres de a caballo del argentino David
Viñas ni a La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa.
Podríamos avanzar la hipótesis de que Moreno-Durán
simplemente escogió el tema del "espíritu militar" (y más
que todo la obediencia, la sumisión al jefe) como metá-
fora de las relaciones entre los individuos al interior de la
sociedad. Hay que destacar que aun cuando el tema sea
un "pre-texto" la redacción de esta novela exigió a More-
no-Durán un evidente y minucioso trabajo de documen-
tación sobre el espíritu de los hombres en armas y por
otro lado, sin que tal vez él lo haya decidido conscien-
temente, es posible que en este momento no exista otro
tema, dadas las circunstancias históricas, más digno de
una recreación, más propicio a un esfuerzo de la imagi-
nación.
Es necesario, entonces, entender esta novela como
una parodia a diversos niveles: parodia de las "novelas de
tesis", parodia sobre la forma de "hacer" literatura, paro-
dia de la especialización en el terreno de la cultura, paro-
dia de la misma cultura.
El Mayor, héroe grotesco de la novela, después de
haberse visto obligado a abandonar el ejército de una
manera no muy honrosa, decide acostarse, encerrarse en
su cuarto para entregarse a sus vicios solitarios: fumar,
leer todos los libros que se han escrito en la historia de la
humanidad sobre las guerras, los estrategas, los soldados,
las batallas pero, por encima de todo, para entregarse a
un deleite casi carnal que consiste en subrayar las frases
que le impresionan y luego, mediante un juego de combi-
naciones y disposiciones dictadas por su capricho, produ-
cir un nuevo sentido, alguna nueva teoría.
La única relación del Mayor con el mundo exterior
son las mujeres que penetran real y simbólicamente en
ese recinto exiguo y maloliente en el que ha ido transfor-
mándose su cuarto. Una de ellas es Catalina Asensi, su
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R.H. Moreno-Durán
en breve

esposa legítima; la otra es Diana, la mítica, la soñada, la


distante, la sensual, la diosa de la casa, de las mujeres y de
la felicidad conyugal, la protectora de la vida doméstica,
la disonante, como él mismo la llama.
Catalina Asensi, española, es la mujer "real", educada
conforme a una pretendida tradición clásica, heredera de
un pasado que acaso todo lector de habla hispana pueda
intuir como la doble imagen, amor y repugnancia, de lo
que hoy en día subsiste de la "madre-patria". Catalina es
la invasión de la realidad, con ella viene la cultura -habla
en latín mientras copula- pero también los malos olores,
los negocios turbios, las pequeñas ambiciones y mez-
quinas traiciones. Ella es víctima y verdugo, así como su
hombre lo es también. En la soledad de su cuarto, mani-
pulando las frases, el Mayor ha descubierto "que ambos
(Femina y castrense), nacieron para obedecer, aunque
a primera vista se piense que sólo están para mandar".
Hay con Catalina todo un juego de alteridad e identi-
dad, de rechazo y de retorno a casa, de triste mentira y
de fastuosa acogida, de frontera y penetración. Delibe-
radamente se conjugan en ella erotismo y suciedad. Tal
como Bataille lo ha señalado, la suciedad está ligada al
erotismo en tanto la suciedad representa lo prohibido;
el erotismo no podría existir sin una cierta transgresión,
sin la sensación de violación. Mediante un juego galante,
acaso el ajedrez moral que practica el Mayor, Catalina
sólo puede expresarse en tanto que mujer adúltera, tendi-
da en la cama de su amante. En efecto, Moreno-Durán
ha delimitado con precisión los escenarios en donde se
mueve Catalina, imponiendo a su obra la neta división
de diégesis y mimesis, relato y representación: en la soledad
de su cuarto el Mayor la evoca, la describe, la inventa, la
imita, se confunde con ella, la narra, y en la ruptura de
su extravío conyugal, en el lecho del otro, Catalina, como
en una obra de teatro, habla en su propio nombre, ocupa
la escena. Los diálogos de este contrapunto son de una
gran crudeza, inteligentes, incisivos, amargos, llenos de

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R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

un humor negro. A través de ellos se conforma a su vez


la imagen del Mayor, puesto que Catalina y su amante
pasan una buena parte del tiempo hablando del esposo
enclaustrado.
Estos "seres de lenguaje" no existirían sin el dominio
de la lengua de que hace gala Moreno-Durán. La escritura
es un medio de provocación y ello requiere de una cierta
violencia que en la obra de Moreno-Durán se manifies-
ta incluso a nivel del trastocamiento de la sintaxis, en los
bruscos cambios de la persona narrativa. Es evidente que
hay cuentas que ajustar con la lengua española y todo su
corsé, pues en medio de brillantes parrafadas surge de
pronto la irreverente locución extraída del habla popular,
teñida de calle, sucia, un argot lleno de profundos sentidos.
Lo que más se destaca en lo que se refiere al tratamiento
del lenguaje es el distanciamiento que adopta ese narrador
omnisciente para elaborar su discurso. El autor en esta
novela es como un voyeur, enmascarado, que comenta lo
que está viendo a través del ojo de la cerradura. Tal como
el artista definido por Joyce, el autor, "como el Dios de la
creación, permanece dentro, o detrás, o más allá, o por
encima de su obra, trasfundido, evaporado de la existen-
cia..., indiferente..., entretenido en arreglarse las uñas".
Pese a esta distancia el lector es introducido, convidado al
cuarto del Mayor para padecer con él esa estéril y amarga
contemplación, esa soledad de hora de la siesta, ese desfase
doméstico en que vive este guerrero en reposo. Y todo ello
mediante el solo poder de las palabras.
Dándole una dimensión contemporánea a la figura
mítica de Diana, Moreno-Durán nos habla en secre-
to del significado que puede tener el ejercicio literario.
El autor, hoy en día, sólo puede intentar combinar de
manera diferente los elementos del lenguaje, jugar con
lo que ya está escrito para intentar producir nuevos efec-
tos, nuevas perspectivas. Moreno-Durán lo dice clara-
mente en una entrevista publicada en la revista Quimera
de Barcelona:
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R.H. Moreno-Durán
en breve

Prefiero que me definan (...) más por mi estilo que


por el contenido aparente de mi obra. Las ideas que yo
tenga sobre el amor, la muerte, el poder, la verdad o el
odio no me convierten en reo o adalid de ninguna causa,
puesto que en su calidad de valores universales pertene-
cen a todos; no ocurre lo mismo con el estilo, ya que esto
es lo único que, en tanto que escritor, me pertenece por
completo.

Es importante destacar el procedimiento utilizado


por Moreno-Durán para construir su obra. Hay una evi-
dente relación entre ese espacio-refugio que es el cuarto
del Mayor y la estructura completa del libro. Ese espacio
mínimo y vital es el espacio de la obra literaria, lugar des-
de el cual se sueña y se evoca, donde todo se concentra, la
Historia de todos los hombres y la historia de un hombre,
lugar donde confluyen los destinos, donde se nace, se
ama, se muere, se sufre. Por el cuarto del Mayor desfilan
todos los héroes y heroínas que han precedido a la pareja
de E l toque de Diana. Porque no hay que olvidar que el
mayor es un héroe despojado, arruinado, venido a menos.
Hay además, a lo largo de todo el libro, una reflexión
sobre el desgaste que introduce en el amor la repetición
impuesta por el matrimonio, por la vida doméstica. Dia-
na aparece entonces como un símbolo de transgresión,
como la posibilidad del ensueño, de la sensualidad gratui-
ta o imaginada, contemplada allá a lo lejos (en el edificio
de enfrente); Diana es el doble mítico de la mujer indis-
puesta, de la mujer negociante o adúltera, la diosa del día
puro, la que no está manchada. El Mayor representa aca-
so la imagen del artista contemporáneo, padre de familia
endeudado, un hombre acostado, tal vez derrotado por su
ingenuidad o por su incapacidad de trampear a tiempo,
que juega a desordenar su pasado, que contempla e inven-
ta, un hombre con pocas ilusiones (acaso la venganza), a
lo mejor un eunuco, un impotente, como buen sacerdote
de Diana.

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R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

E l toque de Diana demuestra que todo suceso pue-


de figurar hoy en día en una obra literaria, que no hay
"temas" que no puedan ser abordados, que a todo aconte-
cimiento de orden ejemplar y grandioso, registrado en los
Anales, corresponde un suceso ridículo y burlesco, una
pequeña historia arbitraria. El inventario de los temas del
libro permite reencontrar los grandes temas de la historia
de la humanidad: el hombre y la mujer, la conquista, la
guerra, el poder, la derrota, el dinero, la traición y por
encima de todo "lo escrito". El hombre ya no está solo,
está inmerso en un magma textual en el cual se pierde y
se encuentra, en un pasado escrito que va desde los tex-
tos sagrados y antiguos hasta el periódico de ayer. La
historia escrita de un hombre cualquiera se plantea a la
vez como una ruptura, como un desajuste, pero también
como la voluntad de levantarse, de intentar que esa vida
suya sin importancia y sin cualidades devenga esencial
por la palabra. Sin embargo no hay tal, todo es frágil. No
hay que olvidar que el libro se inicia con un texto que se
rompe, que es desgarrado por su autor. El comienzo del
libro es en realidad el fin de todo, la voluntad definitiva
de la entrega, el momento en que el hombre decide acos-
tarse para siempre, quedarse ahí solo encerrado en un
discurso, envuelto, aplastado por los signos, derrotado
por los símbolos, dependiendo de quienes añadan o corri-
jan su imagen en la calle. El tiempo de la obra es mítico y
concéntrico pero a la vez un día irrisorio y sin importan-
cia, profano, el día en que Catalina decide abandonar al
Mayor.
Además de las innumerables referencias y alusiones
culturales que figuran en el libro -que cada lector desci-
frará en la medida de sus capacidades— E l toque de Diana
es rico en alusiones a la historia tragicómica de Colombia
en tanto que "país" dominado por valets de las multina-
cionales, por financieros de origen greco-quimbaya, por
los egresados de las escuelitas de guerra. En el libro figu-
ran saludablemente el "mito" de la Machaca, los negocia-
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R . H . Moreno-Durán
en breve

dos a alto nivel, la única frase por la cual será recordado


Turbay Ayala en el viejo continente ("en este país el único
preso político soy yo"), el lenguaje petrificado de algunos
periodistas, la arrogancia manchada de yema de huevo
de los ex presidentes, la moda de otoño impuesta por las
señoras del Chicó, los generales que escriben novelas, las
generaciones de escritores que han buscado pretextos his-
tóricos para no escribir y muchos otros desvergonzados.
Sin nombrar a Colombia —sólo hay referencias al caro
"país" de los discursos—, aprovechando el distanciamien-
to, la visión teñida de amor y repugnancia hacia la madre
patria y sus nietos preclaros. E l toque de Diana —pese a
funcionar como una gran carcajada universal y amarga-
es ante todo un libro con el que cada colombiano podrá
sentirse vengado viendo los trapos sucios de toda una
historia, de toda una pretensión, de toda una mascarada
de poder apoyada en la cultura, justificada por ella.

Publicado en Magazín Dominical de


E l Espectador, Bogotá, 1981.

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G E R A R D O
M A R I O G O L O B O F F

Rafael Humberto Moreno-


Durán, E l toque de Diana

j POR qué mujeres? ¿Por qué militares?


Son las dos preguntas casi automáticas que deben
asaltar a cualquier lector cuando transcurre las páginas de
E l toque de Diana, la segunda de las novelas de "la trilogía
femenina" del colombiano Rafael Humberto Moreno-
Durán (la que comenzara con su incisiva Juego de damas y
que culminará con Finale capriccioso con Madonna).
Aquellas dos columnas temáticas (llamémoslas pro-
visoriamente así) aparecen como polares, se enfrentan,
luchan, se trastornan, se pervierten, se aman, se identi-
fican, se alejan, se parecen: "Un día me dijo que había
descubierto la razón por la cual se afirmaba que tanto las
mujeres como los militares carecían de inteligencia. / ¿Y
crees que eso es una broma? / Que ambos (Femina y cas-
trense) nacieron para obedecer, aunque a primera vista se
piense que sólo están para mandar".
Las expresiones de este tipo no escasean justamente
en la novela y son las que pueden incitar a una lectura
maniquea de la relación que ella propondría entre los
sexos. Esta propuesta es la primera pista falsa de un tex-
to que construye sus sentidos por debajo, y aún contra su
expresión.
La literatura, viene insistiéndose por lo menos des-
de los formalistas rusos, no se juzga a través de lo que la
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R . H . Moreno-Durán
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ficción "dice", sino por el modo como está construido ese


"decir". Desarrollado por Barthes, el concepto ha llegado
a demostrar palmariamente que una cosa es "decir" y otra
"escribir", así como Derrida (continuando en este cam-
po el "trazo") prueba que la escritura crea el sentido con
sólo consignarse. Si ello es así, si en realidad algo hemos
ya aprendido o si algo nos ha quedado de esas lecturas,
la que hagamos hoy de esta novela (Colombia, mujeres,
militares, sublevaciones, acoplamientos, traiciones, reti-
ros) debe saber pasar de largo y sortear los casi infinitos
guiños semánticos del narrador para encontrar aquello
que es fundamental (aquello que creo es lo fundamental):
la relación de esta escritura con el poder.
La colosal maquinaria semiótica que esta novela de
Moreno-Durán pone en funcionamiento, y por la que
pasan hechos históricos, acontecimientos políticos, mani-
pulaciones económicas, disturbios sociales, teorías mili-
tares, delirios sexuales, y muchos otros planos y niveles,
no olvida su propio desarrollo como texto, y construye
una historia actual, en contacto con una realidad viva de
América Latina.
Desde este punto de vista, otros textos latinoameri-
canos han dado cuenta de la omnipresencia militar en la
vida política de nuestros países. Sin embargo, debiendo
cada uno de ellos responder (de un modo no mecánico,
aunque sí homológico) a su propia realidad, lo han hecho
de diferentes formas. El universo rígido y vertical (pro-
cedimiento narrativo incluido) de La ciudad y los perros,
el entrelazado y conflictivo de algunas novelas de David
Viñas, el hipotético y sinuoso de Larga hora: la vigilia, del
boliviano Renato Prada Oropeza, pueden ser algunos de
los ejemplos de esa adecuación, de esa correspondencia.
Sin constituir, ni mucho menos, una excepcionalidad
continental, Colombia representa un caso algo singular.
Desde el fin de la presidencia del general Rafael Reyes,
en 1909, una sola vez en lo que va del siglo las Fuerzas
Armadas dieron un golpe de Estado contra un gobierno
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R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

formalmente legítimo, y se alzaron con él. Fue el 13 de


junio de 1953, y el General Gustavo Rojas Pinilla detentó
el poder hasta mayo de 1957, cuando fue derrocado por
una alianza civil entre liberales y conservadores. (Otro
golpe militar anterior, del 10 de junio del 44, contra
Alfonso López Pumarejo, resultó infructuoso). Andyet,
andyet... El auge continental de la lucha armada de los
años 60 tiene en Colombia un antecedente aún más pre-
coz que en la Cuba de Batista: el llamado periodo de La
Violencia, que se inicia en 1946, militariza el tejido todo
de la sociedad colombiana, y la represión de la guerrilla
instala en el centro del aparato estatal la metodología y la
mentalidad castrense. Ésta, sin necesidad de estar nomi-
nalmente presente en la fachada institucional, domina sin
duda el poder real del país y se mezcla con él. Empero,
aún así, no pueden negarse las diferencias que separan
este proceso con otros, digamos, como los del Cono Sur.
Es, me parece, sólo con esa perspectiva que puede
leerse y comprenderse el carácter jocundo que despliega
el texto de Moreno-Durán. Él no quita, naturalmente,
acidez a la crítica del sistema, sino que, por el contrario,
la refuerza con elementos que nacen del motivo anecdó-
tico y de los protagonistas elegidos. El entorno es presen-
tado y está notoriamente presente. Sin embargo, en todo
instante advertimos que estamos frente a un texto ficticio:
ya sea por las apelaciones, irreverencias y anacronismos
temporales (especialmente a través de la imagen perma-
nente de Diana de Poitiers: "Me parece que te ha llegado
al alma su rechazo y no es para menos, aunque no es la
primera vez que Diana derrota a Catalina"), ya por el jue-
go intertextual con multitud de otras historias y ficciones
(sin olvidar Juego de damas, del propio autor), ya porque
el mismo texto nos lo indica desde sus inicios: todo será
aquí, al fin de cuentas, artificio y lenguaje.
La vida del Mayor (reducido a recordar y a leer), las
batallas y proyectos pasados, las clases de estrategia, y
hasta el amor se juegan metafóricamente: es a través del
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R . H . Moreno-Durán
en breve

latín que la comunicación sexual establece su reinado y su


gracia. Son las condicionales, las concesivas y las copula-
tivas las que permiten los acercamientos, aunque el tiem-
po juegue sus eternas malas pasadas, ya que "mientras
ella, diligente e infatigable, conjugaba, él, en forma por
demás lastimosa y literal, declinaba...".
La función de estas relaciones con el lenguaje es, qui-
zás no sea obvio destacarlo, la de multiplicar sus sentidos
ocultos, pero por encima de ello, la de demostrar que la
novela, por más que cargue los referentes, no puede esca-
par a su condición de material verbal, y hablarse, real y
metafóricamente, en las acciones y emociones que narra.
Después del publicitado "boom", y en las condicio-
nes actuales del Continente, un nuevo tejido narrativo
comienza a crecer alrededor de las preocupaciones fun-
damentales del presente: el poder ilegítimo, el exilio, el
deseo, la muerte. Desde un ángulo absolutamente hetero-
doxo, feroz, jocoso, ocultamente, esta novela de Moreno-
Durán aborda todos ellos y abre nuevas perspectivas a su
tratamiento literario.

Publicado en Hispame'rica n°3i, Nueva York, 1982.

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ROLANDO CAMOZZI

E l toque de Diana

I A desde el título, que permite un despliegue de ambi-


guos y varios sentidos (desde el militar "toque de diana",
la mitológica significación de la diosa Diana cazadora
o la simple indicación de un nombre femenino real o
inventado), se nos insinúa y confirma luego en el texto las
diversas lecturas a que nos induce esta obra. Porque, en
efecto, es el ludismo constante y creciente, ya de situacio-
nes, personajes o imaginaciones, dobles o proyecciones,
uno de sus mejores y más originales recursos, manejado,
por otra parte, con acierto y dominio.
Este juego, bien diagramado, como lo exige todo
ámbito lúdico (porque por paradojal que parezca a prime-
ra impresión, no hay juego posible sin reglas bien claras
y campos bien delimitados) se organiza entre el Mayor
(Augusto Jota) y su mujer (Catalina) y se desarrolla en un
escenario clave para las batallas matrimoniales: la habi-
tación-dormitorio del matrimonio, ocupada sin treguas
por el militar "pasado a retiro", "dado de baja" en todos
los órdenes: en el castrense, a propósito de ciertos asuntos
turbios y de peculado, y en el marital, dada su sustitución,
al menos temporal.
La temática militar (lo marcial, el tiempo milimetra-
do, los condecorados uniformes) se relaciona, pues, con
insólitas y curiosas analogías con la temática erótica. Y
más concretamente, se busca e intenta la asimilación de
la presencia femenina a lo genuino militar. Y así lo eróti-
co y sus rituales aparecen referidos al modo de una gue-
{220]
R.H. Moreno-Durán
en breve

rra, con sus organigramas tácticos o estratégicos, con sus


incidencias "manu militari". Se asiste, así, a una verdadera
creación irónico-humorística, de fagocitación entre una y
otra realidad, incluso en los lenguajes y estilos. Los con-
tinuos desdoblamientos (imaginación, proyección) y las
cambiantes interpretaciones de significado logran crear
un clima eficaz que en definitiva es un gran juego de
encuentros y desencuentros, al modo de una comedia de
enredos. Porque todo es nada más que un pretexto para
la creación literaria, un verdadero ejercicio de estilo, un
alarde de posibilidades irónicas, juguetonas.
En este juego humorístico (el humor es una presencia
reconfortante) resulta insustituible, y de hecho parece
inagotable, una creciente fantasía que todo lo impregna.
Cabe destacar, simplemente como indicativos, algunos de
esos hallazgos siempre ingeniosos y llenos de frescura: así,
la síntesis conjugada de una pléyade de "Catalinas", histó-
ricas o de ficción, a propósito de la Catalina, la mujer del
Mayor (desde las Catalinas Borgias o zarinas, pasando
por las santas y culminando en "la india Catalina" de la
modesta historia nacional colombiana, "en cuyos albores
aparece ya, amante de los españoles y espía para mayor
bochorno") y hasta las "catilinarias" ciceronianas se vuel-
ven aquí "catalinarias" y se marcializan con la "Bellum
Catalinarium", porque "¿Hasta cuándo, Catalina, abu-
sarás de nuestra paciencia?" Igualmente, las continuas
referencias, comparaciones o dichos, siempre irónicos y
satíricos sobre la vida militar ("Los desengaños de amor
son como los regimientos: pasan"; "parecía haber sido
pasada sumariamente por las armas antes que gozar de
los deleites de su flamante estado", etc.) que se resume en
una crítica de tal estamento, en especial del latinoame-
ricano y sus maneras y ambiciones, que se visualizan y
cifran en la figura del Mayor, dedicado al golf, al polo, a
los purasangres (hasta su forzoso pedido de retiro) amén
de su dedicación a relatar batallas en sus clases de la
Academia a los cadetes, entre citas eruditas y solemnes

{221]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

latinajos. Precisamente (y valga la anécdota lúdica) "ani-


mado por un amigo, el Mayor reunió sus notas de clase y
apoyándose en el fondo plástico de las tres batallas —San
Romano, Breda y Bailen- y en el motivo de la lanza
como elemento común, escribió un denso artículo sobre
el papel táctico en estos tres eventos y lo envió a Cam-
po de Sinople, la revista del Ejército, cuya redacción lo
rechazó por unanimidad so pretexto de un desmesurado
abuso de la metonimia y un total desprecio por la frase
subordinada, la preferida de la sintaxis castrense, con-
minándolo a abandonar la pluma y dedicarse por com-
pleto a la cátedra".
Por otra parte, y ya a nivel de escritura, un dinámico
intercambio de mouos narrativos y ue estiios vuesue ei
monólogo, mero supuesto interior pensado, la descripción,
el diálogo con todas las sutilezas y utilización de lengua-
jes y hablas cultos o cotidianos y hasta las acotaciones a
pie de página con notas o comentarios referenciales como
para pergeñar textos en contextos) siempre pregnantes
de picardía, de sentidos ambivalentes, de humor, todo
contribuye a realzar y lograr una capacidad creadora. Y
aunque alguna vez pueda dudarse de la oportunidad de
ciertos dichos o el buen gusto de alguna descripción, lo
cierto es que esta novela manifiesta la sugerencia, la
riqueza, la capacidad nutricia del lenguaje abierto a
dimensiones interpretativas. Y esta posibilidad del len-
guaje, del valor de la palabra, es precisamente uno de los
logros más llamativos y genuinos.
E l toque de Diana constituye la segunda novela de
Rafael Humberto Moreno-Durán (colombiano, naci-
do en Tunja en 1946, graduado en derecho y ciencias
políticas, aunque sin ejercerlos, y radicado en Europa
desde hace años, destaca en la práctica literaria) ya que
su primera, Juego de damas (1977) inaugura, con idéntica
fuerza estilística y con parecida temática centrada en la
mujer (aunque imaginarias, mentales u oníricas: Meninas,
Mandarinas, Matriarcas). Ambas se completarán con su

{222]
R . H . Moreno-Durán
en breve

ya anunciada Finale capriccioso con Madonna para consti-


tuir así una trilogía.
Una novela, sin duda, ingeniosa, fresca, pictórica de
vena satírica que alumbra sentidos de humor y abre posi-
bilidades de lenguaje. Méritos que deben anotarse en la
cuenta de este joven autor y en la panorámica de la narra-
tiva actual.

Tomado de Pueblo, Madrid, 1981.

[223]
LUIS SUNEN

El juego de la inteligencia

LA NA de las cosas que más admiro como lector es la


inteligencia de quien escribe. Que esa inteligencia, ade-
más de traslucirse a través de la escritura -eso es ya un
placer- sepa conducir a quien se acerca a una historia
o a un verso por una senda querida, obligada en cierto
modo, a través de recursos tan presentes como probable-
mente, bien disimulados. No es sólo esta inteligencia la
consecuencia de un planteamiento, digamos, intelectual
de —en este caso— la novela, sino más bien la concepción
del relato como una cosa mental, como el resultado de un
ejercicio que sólo puede ser ordenado desde esa habilidad
que únicamente concede la conciencia de estar jugando
- e n el mejor de los sentidos- con la cultura. Y no se lea
esto desde esa tendencia, tan querida entre nosotros, de
juzgar lo que se afirma como necesariamente opuesto a lo
que se calla. No quiero decir, pues, que quienes conciben
otro modo de lectura - o de escritura- estén alejados de
placeres ciertos. Ser un escritor inteligente —como ser un
lector inteligente— no significa ser un escritor - o un lec-
tor— unidireccional.
E l toque de Diana, segunda novela de Rafael Humber-
to Moreno-Durán es, como lo fuera ya Juego de damas, un
soberbio ejercicio de inteligencia. Pero de una inteligencia
nada fría, es decir, de una inteligencia que no impide la
pasión lectora. Ante la perfecta articulación del texto, ante
el espléndido trabajo de acoplamiento de unos recursos
tan bien trabados, cabrá en todo momento la admiración
{224]
R.H. Moreno-Durán
en breve

ante lo bien construido, pero permanecerá a lo largo de


la lectura el seguimiento interesado de lo que allí ocurre.
Es E l toque de Diana un discurso que no otorga descan-
so, valga la paradoja, a ese placer que provoca una lectura
tan —en su esencia- compleja. La historia de Catalina y
Augusto Jota, con sus ramificaciones múltiples y sus con-
tinuas referencias a afluentes diversos, es como el gran
pretexto para un relato que quiere configurarse como una
verdadera narración total, en la que todo quepa, en la que
nazcan y mueran, para volver a nacer de otro modo, todas
las virtualidades de su propio devenir. Y ello en un ámbito
tan cerrado que sólo con un extraño dominio de los recur-
sos a emplear -esa perfecta técnica que tantas veces debe
acompañar a la inteligencia- parece posible salir con bien
de la empresa. La narración se reduce, en apariencia, a dos
relatos paralelos, el del narrador -que es el que va dando
pautas- y la glosa que hacen a ello Catalina y su amante
a través de un espléndido diálogo, donde un sentido del
humor casi insólito entre nosotros juega uno de los pape-
les que componen otra de las claves de la novela: la ironía.
Una ironía que se asienta en lo que Juan García Ponce
llamó, al hablar de Juego de damas, seguridad verbal. Esa
seguridad que no sólo se muestra en la correcta elección
de una palabra o en la agudeza para dotar a una frase —la
novela está llena de ellas- de dos o tres sentidos distintos
-aquí también el papel de las varias notas a pie de página-,
sino para construir todo un entramado culto que fluctúa
entre la parodia y el juego, pero que se aleja también del
mero decorado brillante. De san Juan de la Cruz a Ger-
mán Arciniegas, pasando por Gracián, Sade, Apollinaire
o el propio autor. Una parodia que se ceba, por ejemplo,
en la zarzuela —Los cadetes de la reina— y que se regodea en
la burla -es también un texto burlón— hacia determina-
das formas de entender la vida. No es sólo, por tanto, un
juego —término este inevitablemente presente en More-
no-Durán—, sino la puesta en marcha de un artificio tan
sagaz como gustoso.

[225]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

Otro de los placeres que propicia la lectura de E l toque


de Diana es el que surge de la sensación de encontrarse
ante lo que nuestros mayores llamaban la obra bien hecha,
eso cada vez menos corriente y siempre tan reconfortan-
te. Hemos hablado antes de inteligencia. Pero junto a esa
inteligencia, o precisamente por ella, la novela trasluce un
equilibrio nada común. Y ese equilibro se consigue, entre
otras cosas, por la tan correcta elección del mundo en
que se sustenta lo narrado. Crear un ámbito tan cerrado
es, a la vez que un riesgo resuelto, la posibilidad de que la
novela se recree así en cada lectura. Incluso las referencias
a lugares más o menos definidos - u n previsible país de
América del Sur o los orígenes leoneses de la protagonis-
t a - no hacen sino remitir al lugar cerrado que se nos pro-
pone. Un lugar en el que la ambigüedad tiene también su
asiento, en el que se juzgan y se condenan las situaciones,
no las personas, en el que éstas son el vehículo para una
ironía de la mejor catadura. Rafael Humberto Moreno-
Durán está construyendo con todos estos elementos una
obra a la que también define una muy clara voluntad de
totalidad, de configurar un mundo con todas sus claves,
de que la escritura sea el vehículo para decirlo todo con el
atemperamiento que otorga el uso habilísimo de un muy
especial arte de ingenio. Creo que E l toque de Diana es
una gran novela, que vuelve a descubrir -también lo era
Juego de damas- a un narrador que trata de mostrar una
manera tan personal como gratificante.

Publicado en El País, Madrid, 1981.

[226]
R O B E R T
S A L A D R I G A S

Moreno-Durán detrás
de sus mujeres

£LL colombiano Rafael Humberto Moreno-Durán es


algo similar a un miniaturista de la literatura. Constru-
ye sus obras calmosamente, elaborándolas con escrúpulo
artesanal, con infinita paciencia de alquimista entregado
de lleno, en los fondales del laboratorio secreto, a la bús-
queda de nuevas fórmulas modificadoras de la vida - d e la
realidad- que sean exclusivamente suyas. En tiempos de
rabioso consumismo, cuando más se tiende a lo inmedia-
to a costa de lo duradero, la actitud responsable de More-
no-Durán me parece ejemplar. El resultado de su forma
obstinada de trabajar contra los vientos es que su biblio-
grafía la componen sólo dos novelas: Juego de damas (Seix
Barral, 1977) y E l toque de Diana (Montesinos, 1981). Creo
que por ahora son suficientes, dadas las características del
autor.
Me he referido al alquimista recluido en el espacio
familiar de sus retortas con el afán de dar con alternati-
vas útiles que lo identifiquen de los demás. Reconozco
que me atrae la imagen del alquimista mediceo aplicada a
Moreno-Durán porque la considero exacta. Su novelís-
tica poco tiene que ver con la que ha producido el conti-
nente sudamericano en los últimos años, estigmatizada
por los resplandores del llamado "boom", no siempre de
luz auténtica, y por la larga cola de francas mediocrida-
{227]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

des que ni siquiera han sido fuegos de artificio porque


llevaban humedecida la pólvora de sus cartuchos por
los calores líquidos del trópico. Moreno-Durán se halla
encaramado en lo alto de un promontorio lunar desde el
que domina, con sus ojillos de noche salpicada de fosfo-
rescencias misteriosas, el paisaje saturnal que de rechazo
lo determina.
Para empezar, Moreno-Durán ha escrito dos nove-
las que en realidad son una, y con el tiempo serán tres,
sin que por ello dejen de ser una. La razón de la pirueta
estriba en que Juego de damas y E l toque de Diana son las
dos primeras entregas de una trilogía que se completará
con Finale capriccioso con Madonna, actualmente en pro-
ceso de gestación. De todos modos, cada una forma un
bloque autónomo aunque, como es el caso de E l toque de
Diana, contenga elementos que la relacionan con la pri-
mera y otros que anuncian y la vinculan ya con la terce-
ra. Pero el auténtico denominador común de las tres son
las mujeres. Moreno-Durán se siente no ya atraído, sino
que casi diría fascinado por el universo psicológico de las
mujeres.
Asume la complejidad de esa no tan extraña llama-
da a la manera de un desafío. Una postura que entiendo
perfectamente. La mujer como antítesis, reverso, cara
opuesta, figura que se alza identificable y sin embargo
borrosa al otro extremo de la línea recta trazada por el
hombre, alternativa y complemento en un mundo creado
a imagen y semejanza del macho dominador. Su sola pre-
sencia de ser humano emplazado en un peldaño inferior,
encarnación flagrante de injusticia histórica, propone una
monstruosa incógnita de múltiples ramificaciones que
convierte el desafío creador en aventura apasionante.
Poco importa que enjuego de damas Moreno-Durán
estableciera una jerarquización cultural de mujeres en
Meninas, Mandarinas y Matriarcas, encerrándolas en el
salón de una casa y tomándose toda especie de libertades
para, en definitiva, expresar el universo de lo femenino
{228]
R.H. Moreno-Durán
en breve

inserto en el contexto socio-histórico de la América his-


pana. Novela de lecturas paralelas, se ceñía al mundo
personal de un puñado de mujeres "mentales" que a su
vez se referenciaba en numerosas claves de cultura -asi-
mismo femenina—, y se proyectaba en un plano de his-
toria - d e nuevo femenina- colombiana -Colombia es
mujer-, y por consiguiente americana -América, también
es hembra—. Moreno-Durán, autor-hombre, es sólo el
cronista Monsalve que desde el pseudoanonimato observa
con sus ojos vueltos al revés, capaces de trastocar el orden
de las jerarquías terrenas, o quizá de descubrir y desvelar
el subconsciente de esa estratificación de conveniencia, el
vasto cosmos íntimo de la mujer desde la literatura y para
la literatura. Se trata, en suma, de un rescate que prosi-
gue implacable en E l toque de Diana, con sensibles dife-
rencias de fondo.
Aquí el espacio sigue siendo cerrado: dos alcobas. A
primera vista el personaje central es el mayor Augusto
Jota Aranda, un militar semicultivado pero corrupto, a
quien se ha obligado a admitir la baja del ejército y desde
entonces y a lo largo de siete meses permanece acostado.
Su mujer es la leonesa Catalina Asensi, interlocutora de
las amargas reflexiones del Mayor, que simultáneamen-
te dialoga con su amante Juvenal tratando de entender
el extravagante comportamiento del esposo. De modo
que los diálogos se desarrollan a tres voces en el espacio
sacramental de la alcoba, "ghetto" secularmente reser-
vado para que la mujer se erija en criatura dominadora
mediante la manipulación de sus encantos físicos. Cata-
lina Asensi personifica así el prototipo real de la mujer
sometida a su condición de mero objeto-sujeto de placer,
con el agravante de que a fin de cuentas ni con el mari-
do ni con el amante logra salirse con la suya. El egoísmo
del macho, consciente del poder que detenta, acaba por
imponer su ley. La mujer queda reducida a masticar las
heces del fracaso, víctima de la más abyecta humillación
cuando falla su único y por demás vulnerable recurso de

{229]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

afirmación. La coartada del sexo no basta para sobrepo-


nerse al rol de personaje secundario que el cuerpo social,
lo mismo el capitalista que el socialista e incluso los pue-
blos tercermundistas de constitución primitiva, atribuyen
a la mujer. Desde el punto de vista del hombre, es decir,
del egocéntrico Augusto Jota, la mujer es siempre un
objeto doméstico, o bien encarna el ideal de lo inasible, el
desdoble en Diana observada cada mañana desde la cama
y a través de la ventana, sublimación erótica que por lo
mismo finalmente se convierte en objeto poseído, esta vez
por los mecanismos generadores de la imaginación, hasta
el punto de convencerse de la paternidad de los supuestos
gemelos residentes en el claustro de la Diana vecina en
estado de buena esperanza.
No parece haber escapatoria por ninguna parte, aun-
que sí una certeza abrumadora. Si el mayor Augusto Jota
no hubiera sido excluido del ejército y hubiera podido
conservar su "status" social y económico, a él no se le
hubiera ocurrido acostarse, las relaciones conyugales
no habrían sufrido deterioro alguno, Catalina habría
desempeñado a la perfección su cometido de esposa - d e
militar— importante alternándolo con sus escapadas al
apartamento de Juvenal y la vileza de la vida cotidia-
na, en el seno de la respetable familia burguesa, nunca
se habrían exteriorizado rompiendo en mil pedazos el
código de la hipocresía. Sólo el dinero en abundancia,
generador de bienestar, habría sido capaz de mantener
el juego de alianzas familiares. Esa es la cuestión moral
que subyace en una novela que sospechosamente no se
propone transmitir mensaje alguno y sólo ser lo que en
apariencia es.
Es evidente que las desventuras de Augusto Jota-
Catalina Asensi, llamada Bagre por el esposo sarcásto-
co, conforman la densidad de una atmósfera siniestra,
abyecta, deprimente, que desde el primer momento
sería irrespirable si el tal Monsalve-cronista, el creador
Moreno-Durán, no hubiera puesto en solfa la historia
{230]
R.H. Moreno-Durán
en breve

de esas tres estúpidas criaturas utilizando sabiamente los


recursos instrumentales de la ironía. Estoy convencido
de que sólo así era posible plantear esa novela, expresión
de una brutal trivialidad doméstica, que podía resultar
enajenante por su profunda sordidez. Saltando mediante
la paráfrasis de lo serio a lo cómico en el instante justo
en que el lector experimenta los efectos de la incomodi-
dad ambiental, jugando con las referencias culturales con
sarcasmo, involucrándolas en la situación y el carácter
de los personajes, estructurando la funcionalidad de un
estilo magnífico que contiene en su misma capacidad
connotativa la sentencia, es decir, que rechaza la super-
chería de la objetividad y al propio tiempo se revela salu-
dablemente distanciador.
Llegado aquí, y como tantas veces ocurre con los tex-
tos que no se agotan en una sola lectura y son explícita-
mente pluridimensionales, advierto que en mi recorrido
he seguido una sola dirección apuntando apenas la exis-
tencia de otras paralelas que he creído entrever. De todos
modos confirmo que ahí están los restantes caminos,
dispuestos a ofrecerse al lector aventurero. Por mi parte
hay un último detalle que no me resigno a soslayar. Es
algo más que curioso el hecho de que el afortunado estilo
con que Rafael Humberto Moreno-Durán se interna en
los trasfondos de la femineidad, es estrictamente mas-
culino. M e parece algo indiscutible que sólo el oteador
Monsalve, escritor y no escribidor indestructible, puede
elaborar ese instrumento que es al mismo tiempo barroco
y extraordinariamente flexible, difícil de concebir como
transpolación de la inteligencia y la sensibilidad de una
mujer. Ahí radica el mérito y la originalidad. Un hom-
bre crea heroínas y antiheroínas en espacios limitados sin
renunciar a sus propios esquemas mentales, asumiendo
así todos los riesgos que el desafío comporta a cambio de
obviar, imagino que en gran manera, la tentación de uti-
lizar la novela como cauce de materiales autobiográficos.
Es una lección de escritor empinado que suscita y resuel-

[231]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

ve sus propios compromisos. Y la consecuencia, un color


de tono diferente en el paisaje saturnal de la literatura de
expresión castellana.

Publicado en La Vanguardia, Barcelona, 1981.

[232]
F R A N C I S C O
S Á N C H E Z

Gaudeamus igitur

Las ficciones

J_JA tercera novela (Finale capriccioso con Madonna) con


la que el escritor colombiano Rafael Humberto Moreno-
Durán concluye su trilogía Femina suite es, por encima
de otras consideraciones, una exposición de virtuosismo
narrativo. Voluntad y forma que desde la primera (Jue-
go de damas) recorre un largo trayecto hacia la suma de
su estilo literario más que hacia la de la ficción pues la
formalización culminante no es tan solo el desarrollo
de lo anunciado en el primer libro, ni las ratificaciones
y variantes implicadas en la segunda novela (El toque de
Diana), sino también la consolidación del modo particu-
lar del autor de apropiarse de sus temas, esto es, de confi-
gurar sucesivas ficciones mediante las cuales elaboraba a
la par la "forma global" de la trilogía. De esta suerte deja-
ba sentado que el estilo no era la inmanencia de la voca-
ción y del talento sino el conocimiento obtenido a partir
del tractatus de estas virtudes sobre la fina materia de la
evocación y la ambigüedad, es decir, de la memoria y del
equívoco de las polisemias.
Así ficciones y formas trabajan con aplicación en la
configuración de su autor, que unas veces intervenía
omnisciente sobre el recuerdo para establecer su origen
y destino, y otras era excluido por la misma coherencia
que habían adquirido sus temas. Lo que es afirmar que
el escritor es escrito por sus ficciones y que el resultado

[233]
R.H. MORENO-DURAN;
F A N T A S Í A Y VERDAD

de esta paradojal situación consiste en suplantar a aquél


por éstas. Pero aún así la autoría retorna y con patente de
corso dicta el último texto que cierra en una recorsi la evo-
cación y la polisemia.
El lector de la trilogía, asumiendo su inherente rol
de hipócrita o de cómplice, se percata de los anteriores
sucesos, indica sobre su propia aprensión, interpreta, se
deja conducir de las reiteradas indicaciones del escritor,
y más allá del eventual placer de la lectura, del goce del
texto, de la problemática a cuyo amparo creyó verse ale-
jado de tomar posición, opta por el principio de realidad,
que respecto de las tres novelas es, sin duda alguna, el de
darle crédito al autor que a lo largo de la triada ha hecho
hincapié en su voluntad de culminar su heurística con un
gaudeamus de la forma. El virtuosismo, la aplicación, el
perfeccionismo, todas denotaciones del escritor que funge
a través de situaciones y personajes para recordarlo, para
convertir la forma en la medida de todas las cosas que por
su voluntad artística transcurren en los tres libros. Acosa
esta voluntad los interrogantes del lector; los responde,
incluso. Da las pautas para leer y las claves de la exége-
sis pues su estilo remite, por deliberación del escritor, a
indubitables filiaciones, parentescos de alcurnia literaria,
afinidades electivas y lazos de amistad a los cuales honra
mediante menciones entreveradas. Si la forma es la más
alta expresión plasmada en Finale de las tres novelas, se
advierte también que su explicación está en la misión que
se encaró en la primera. Al fin y al cabo, la trilogía es un
solo libro cuyas partes se separaron en el tiempo y no en
su espacio literario puesto que éste halló su coherencia
gracias al tour define del tercer libro.
Las ficciones, entre tanto, han cambiado de sentido
y, claro está, de número ya que se trata de una novela
y como tal ha crecido conforme la digresión lo ha per-
mitido de la palabra al párrafo, de éste a la página y así
en su decurso hasta la totalización. Pero ¿cuáles son las
ficciones? Una minuciosa reseña, y este escrito no preten-

{234]
R.H. Moreno-Durán
en breve

de serlo, podría establecer orden, jerarquía y coexisten-


cia. La lógica de tal clasificación, sería de todas formas
la de la filiación y el parentesco que el mismo escritor
ha deparado a sus tópicos: el eterno femenino, la acción
política de camarillas y masonerías que guardan su símil
con directorios y secretariados políticos, la causticidad
que como toda hace del humor, para caer en las miserias
privadas de los protagonistas, un medio expedito y efi-
caz. En fin, libertad de diseminar las convenciones de la
materia narrativa en las coordenadas de la desmitificación
de la cultura, esto es, en el plano de la parodia, y en las
de, aporísticamente, rendir culto a la gran literatura y a la
inteligencia. Allí está el mundo del salón con su cursile-
ría burguesa y su amaneramiento cultista, pero al tiempo
el símbolo de que precisamente la verdadera cultura no
es su uso privado, su exhibición social intramuros de un
salón de clase media (Juego de damas), en el cuarto don-
de transcurren los soliloquios de Augusto Jota (El toque
de Diana), ni, tampoco, el aposento del "poder" donde
la cabeza supérstite de la familia Moncaleano piensa y
recuerda, y recupera la autoridad sodomizando al aspi-
rante (Finale). Sin embargo son ficciones ambiguas y el
lector, soy uno de ellos, comprende que el autor se ha
reservado una pieza, una clave, un aserto. Que la totali-
dad de las ficciones no quieren conducir a un inequívo-
co lugar de plena comprensión. Que la materia que está
constituyendo su apariencia es tan dúctil y caprichosa
como la memoria azarosa de Moncaleano Júnior (Fina-
le), y que de esta forma unas no rivalizan en importancia,
que son democráticas, o si se prefiere, promiscuas ya que
los planos que las contienen son simétricos como sincro-
nizados los escarceos eróticos y los movimientos de las
agujas del reloj que acompaña a Moncaleano Júnior por
el conocimiento de sí, por el camino de la verdad de su
pasado sin la guía virgiliana, es cierto, mas sí con la de su
curiosidad. Promiscuidad que hace factible el que el autor
transite con plena confianza entre la connotación históri-

[235]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

ca y el chisme; entre la analogía erudita y la escatología;


entre la solemnidad de la contemplación del cuerpo de la
mujer y la burla del mismo.

Las universalidades
Las ficciones, tanto como certezas que forman los pre-
supuestos de todo relato como convicciones concretas de
la acción narrativa, poseen en las tres novelas que confi-
guran la trilogía, especialmente la última, sus universa-
lidades. En efecto, la heurística de la trilogía no es una
pura y simple fábulación, esto es, no recae sobre la reali-
dad codificada del lenguaje literario, arsenal inagotable
del que indefectiblemente hacen uso todos los escritores,
sino primordialmente en las fuentes. El procedimiento
-por lo menos el evidenciado en el discurso literario de las
novelas— es el de aproximar los arquetipos de la novela a
las anécdotas seleccionadas de la historia "particular" del
escritor. Contexto obligatorio pero acción inversa. No
de la materia prima de los hechos narrables al símil o a
la identidad con la "gran" literatura precedente, sino el
enriquecimiento de lo que se cuenta con la virtualidad de
la afinidad o del parentesco. Redecir para decir lo nuevo.
Para elaborar lo diferente y particular, aplicar la heurís-
tica sobre las fuentes. La tarea es prolija y doble. Impone
una selección de las fuentes y una escogencia del mate-
rial anecdótico que se permeará a la demiurgia y la hará
posible. Es una especie de hipóstasis que revive al verbo o
lo que es lo mismo, le insufla su capacidad de decir. Por-
que aunque al parecer todo lo fundamental está dicho, es
decir, escrito, según la sentencia hegeliana "(...) Se puede
esperar ciertamente que el arte ascienda cada vez más y
se perfeccione, pero su forma ha dejado de ser el más alto
menester del espíritu" , ningún escritor renuncia a la
vigencia de su expresión, a la escritura de su pensamiento
y a lo que este pensamiento sea capaz de significar. Si no
es posible alcanzar el más alto menester del espíritu por-
que el arte ya no dice y necesita de la filosofía para este

{236}
R.H. Moreno-Durán
en breve

cometido 7, subsiste la obstinación, el instinto de conser-


vación de la escritura y de su artífice.
Las universalidades son uno de los tantos recursos que
la literatura contemporánea emplea para superar el des-
equilibrio, recuperar el dicho y renacer. Se caracteriza por
una dinámica del retorno a los clásicos, por la utilización
mesurada de su libertad, por la sindéresis técnica, por la
relevancia del estilo. Algunos escritores han retornado, con
renuncia expresa, in situ, de sus vanguardismos, al campo
de la literatura del diecinueve, otros no se movieron más
allá de sus dilatadas fronteras que por trayectos secretos
arribó hasta cierta literatura alemana del presente siglo.
Rafael Humberto Moreno-Durán intenta el equi-
librio: las universalidades sí pero también el privilegio
formal, el mantenimiento de las libertades que trajo el
modernismo y la vanguardia. Voluntad artística de coger
un camino intermedio y proseguirlo hasta Finale. Un tra-
yecto lleno de advertencias acerca de que se prosigue no
enteramente solo pues están las filiaciones, el recuerdo y
las analogías de los mayores, pero que a la vez no garanti-
za el más alto menester.
Femina suite, de otra parte, es su autobiografía que
revela el origen de su existencia y sus principales acciones
en la vida de su propia palabra. No está todo, desde lue-
go, como acontece con cualquier ideario literario pues el
autor mantiene consigo muchos de los elementos que no
se volcaron en la escritura pero fueron determinantes en
su trabajo; las elecciones anecdóticas; la utilización de las
maestrías técnicas que la lectura ha decantado; el descu-
brimiento de las relecturas, etc. Sin embargo ha sido fiel
a sí mismo, por encima de las variantes de las ficciones
que conllevan los tres libros y de las exigencias técnicas
que a su vez impusieron en la escritura. La trilogía, como
cada libro en particular, se convierte gracias a la entidad
adquirida por su publicación en la expresión de sí, auto-
suficiente, ofreciendo al lector sus razones y coherencias,
sus afinidades electivas y sus universalidades.

{237}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

Gaudeamus
El humor y la conversación, al decir de Sterne 88 , no
encierra peligro, el primero, y es el nombre que se le da
a la escritura, la segunda. Bajo la condición, desde luego,
que ambos se realicen bien. Y para que estén bien factu-
rados debe ocurrir como en un festín (prosigue Sterne) 89
donde la previsión impida que algo o alguien lo eche a
perder.
Estos acontecimientos de por sí tan sociales consti-
tuyen la invitación permanente de Femina suite. No se
escatima en atenciones de habla y el humor se da con
prodigalidad sin que su acidez sea un obstáculo pues hace
parte de la complicidad, espontánea o forzada, que los
invitados al convite contraprestan. Seriedad tan sólo para
ejecutar el humor y crítica únicamente en la medida de
la conversación. Acciones ineludibles aunque no senci-
llas. Diplomáticas pese a que ocasionen molestia, reserva
o franco y llano disgusto, que como tal, es obvio en todo
divertimento. Gajes del salón, virtud de la civilización, en
fin, fiesta por excelencia que quiere Ündar con la libertad
del exceso pero que se repone cuando es pura familiaridad,
es decir, intimidad, y el festín y el habla se reducen o pro-
fundizan en el ménage a trois, que por supuesto trastornan
el habla por la incursión lingual y el roce epitelial, y el
humor en imaginación arquitectónica o geométrica del
encuentro erótico.
Aposentos, salones, casa, ámbitos obligados de estas
acciones que por principio no pertenecen al agora, que
rehuyen lo exterior y son como algunas escenas de E l
sirviente de Joseph Losey. Goce íntimo, resumen o siste-
ma de el que es provocado en la escritura como anécdota,
esto es, sin tautología, la ficción predominante.
Conversación o escritura; humor o intimidad. Pero,
claro, siempre hay algo más que ronda a toda síntesis: lo
que aporta cada lector y lo que extrae del texto ofrecido a
su lectura. Una prolongación de la trilogía en la sobera-

[238]
R.H. Moreno-Durán
en breve

na sujetividad del lector que así concurrirá o declinará la


invitación al gaudeamus.

Tomado de Astrolabio, Ibagué, 1983.

Notas
86. Citado por Gutiérrez Girardot, Modernismo,
Ed. Montesinos, Barcelona, 1983, p. 36.
87. Theodor W. Adorno. Teoría estética. Ed. Taurus,
1971, pp. 151 y ss.
88. Laurence Sterne. La vida y las opiniones del caballero,
Tristram Shandy. Ed. Alfaguara, 1978, pp. 24, 72, 94.
89. Ibid.

[239)
A N T O N I
M U N N É

Delectación morosa
y libertina

. L A última novela de Rafael Humberto M o r e n o -


Durán supone la culminación de un ciclo, la trilogía
llamada Femina suite, en la cual el escritor colombiano
ha abordado con un tono sarcástico el tema de la mujer
como paradigma del poder de seducción y de perdi-
ción. Ya la máxima de Chamfort que introduce la pri-
mera parte del libro nos pone sobre la pista de lo que
será el Leitmotiv conceptual de la novela: "Las mujeres
están unidas por un espíritu de cuerpo, por una espe-
cie de confederación tácita que, como ocurre con las
ligas secretas de un Estado, ponen a prueba la flaque-
za del partido que se cree obligado a recurrir a ellas...
Por eso, al dejar a las mujeres en libertad, su carácter
se torna más activo que el nuestro, y en ello estriba su
comicidad". En este sentido, Moreno-Durán ha sabi-
do encontrar el tono adecuado a una narración que
nos remite a las novelas libertinas del dieciocho, pero
amenizándola con una considerable dosis de humor,
para introducirnos en una sucesión de niveles espacio-
temporales que componen, finalmente, una especie de
Bildungsroman a la inversa en el que la formación es
deformación, y al que asistimos en un crescendo similar
al de la trama de una novela de misterio.

[240]
R.H. Moreno-Durán
en breve

La propia resonancia musical del título - y La flauta


mágica de Mozart es una constante de algunos pasajes del
libro— evoca la nota sostenida de su escritura, un barroco
verbal latinoamericano que se engarza con la ironía cen-
troeuropea y la "cochonnerie" francesa, que va formando la
melodía envolvente que desembocará en ese finale capric-
cioso, donde se resuelve a la manera de una búsqueda del
conocimiento el recorrido iniciático del protagonista.
Novela que conjuga la tesis filosófica con el diver-
timento perverso, en Finale capriccioso con Madonna la
enorme capacidad fabuladora de su autor le sirve para
urdir una fina tela de araña que como un simple pretexto
va dando lugar a una serie de situaciones donde el desor-
den amoroso cede paso a la reflexión trascendente, donde
Lacios y Sade se confunden con Kant y Hegel, donde lo
sublime y lo escatológico confluyen.
Un punto importante es la escenografía de la novela,
verdadero trasfondo argumental que sirve de appogiattu-
ra a Moreno-Durán para desplegar en ella su galería de
personajes y de situaciones. Metáforas permanentes del
deseo del cuerpo y del cuerpo del deseo, las estancias de
la enorme morada donde se desarrolla la acción, labe-
ríntica e inextricable, nos permiten asistir al recorrido
iniciático del protagonista, Moncaleano, por los senderos
de su memoria erótica sembrada de una regocijante colec-
ción de retratos de mujeres (Irene Almonacid, Myriam
la esenia, Orfa la maestra...) que no son sino los contra-
puntos de esa melodía única del conocimiento que tiende
a lo perfecto, y de ahí a su destrucción. Y el corolario de
la Madonna, esa Laura Dávalos prototipo de diva sensual
y mala bestia que subyuga con sus artimañas los lances
de los hombres que la asedian. Sociedades secretas, cere-
monias de iniciación y refinadas perversidades convergen
en ese concepto de la masonería femenina que More-
no-Durán utiliza para envolver la sugestión al personaje
de Laura en su final función destructora, que tan bien
acierta a resumir un personaje al final de la novela en una

{241}
R.H. MORENO-DURAN:
F A N T A S Í A Y VERDAD

suerte de moraleja dirigida al protagonista: "y no olvides


nunca que el eterno femenino nos jode por delante".
Finale capriccioso con Madonna consolida el enorme
dominio lingüístico de su autor, que nos inunda con un
diluvio de escritura en la que sólo hay un punto y aparte,
y es el que sirve para separar las dos partes del libro, sin
que por ello tengamos sensación de fárrago o de can-
sancio. Contribuye a ello, y en gran medida, la cuidada
utilización del humor - e n algunos breves pasajes algo
desmesurado— que, a diferencia de otros autores latinoa-
mericanos como Cabrera Infante o Manuel Puig, More-
no-Durán maneja en clave de sarcasmo erótico y cultural,
en que los guiños al lector son tan numerosos como la
gran capacidad del autor para dictar sentencias mmoraies
de una solvencia más que probada, para demostrar que,
como dijo el tipo del tiempo perdido: "una mujer no es
más que el tránsito hacia otra mujer".

Publicado en La Vanguardia Libros, Barcelona, 1983.

{242]
Ó S C A R
T O R R E S DU QU E

Vigencia histórica del


ciclo novelístico de
Moreno-Durán

R .ACE veinte años y otro poco, en 1977, fue publica-


da en España, por la prestigiosa editorial Seix Barral, la
novela Juego de damas, de un escritor colombiano de 31
años que residía en España y que un año antes se había
revelado como un lúcido ensayista con la publicación, en
la también conocida editorial Tusquets, del analítico con-
junto crítico sobre la literatura hispanoamericana titulado
De la barbarie a la imaginación. Rafael Humberto More-
no-Durán iniciaba así una de las carreras literarias más
brillantes de la novelística hispanoamericana contempo-
ránea, saludado, tanto en España como en Latinoamérica,
con una elogiosa crítica. En efecto, ya con Juego de damas
irrumpía para las letras contemporáneas un narrador
audaz, diestro en el manejo de una prosa lúdica y de las
más modernas técnicas de la diégesis novelística. En 1981,
Moreno-Durán publicó su segunda novela, esta vez con
la también española Montesinos, titulada E l toque de Dia-
na, que continuaba la línea narrativa iniciada con Juego de
damas, pero que además afianzaba el singular enfoque de
su temática, centrada en una reflexión sobre el carácter de
lo femenino. Fue así como el propio novelista vino a des-
cubrir que en realidad estaba urdiendo un auténtico ciclo

{243}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

sobre lo femenino, que se convirtió en trilogía con la apa-


rición de Finale capriccioso con Madonna, en 1983.
La obra de Moreno-Durán se ha enriquecido luego
con otros importantes títulos, tanto en novela como en
ensayo y en cuento, conformando un conjunto cuya soli-
dez no necesita argumentación. Pero hoy debemos dete-
nernos un poco, a partir de esta efemérides de los veinte
años y, sobre todo, de la magnífica edición conmemorati-
va que de la trilogía completa -Femina suite- ha realizado
la editorial Alfaguara, con prólogo del escritor mexicano
Juan García Ponce, a repensar esta saga novelística a la
luz de estos años, de este decurso que culmina con una
nueva presentación —el ciclo novelístico leído bajo un
mismo criterio editorial—, y que, si se inicia en el J J con
Juego de damas, en realidad había comenzado, como las
fechas finales de la primera edición de esa novela lo dela-
tan, en 1969, y en el centro y la periferia (doméstica) de
un ambiente que debe ser nombrado y simbolizado así:
Universidad Nacional de Colombia.
Pensar, pues, en el significado histórico-literario de
Femina suite veinte años después de sus inicios editoriales,
es pensar en cómo evoluciona una saga, que tiene como
centro de reflexión y como material narrativo mismo a
la mujer, desde ese símbolo que es la Universidad Nacio-
nal. Para ser breves, el esquema del ciclo —la suite— ofrece
una línea de decrescendo y una de crescendo que, cotejadas
con los posibles esquemas de la historia reciente del país,
presentan una casi increíble coincidencia con el país que
nombran metafóricamente. M e explico: Juego de damas
se construye sobre un decrescendo (sigo empleando los tér-
minos musicales que se avienen con la suite y con otras
gracias musicales que son virtudes esenciales de la saga)
descrito experimentalmente por el autor en las más de
cuarenta páginas de sus tablas cronológicas iniciales: si
por un lado se muestra el curriculum de la protagonista
- L a Hegeliana-, que indudablemente nació y creció, a lo
que apunta semejante hoja de vida es a mostrar cómo ella

[244]
R.H. Moreno-Durán
en breve

desaparece del mapa, o mejor, desaparece de sus mejores


intenciones, sobre las que al parecer había querido crecer;
La Hegeliana traiciona su causa, podría ser el Leitmotiv
inicial; y su causa era la izquierda ideológica y de acción.
Por otro lado, también desde las mismas mencionadas
tablas, se muestra cómo va decreciendo el fervor de los
manifestantes de izquierda contra el orden burgués y
cuasi-feudal: van desertando, unos por eliminación siste-
mática y otros porque son ganados para la causa enemiga.
Lo mismo: traición a la causa. Punto. Decrescendo alude,
entonces, a la desaparición de los ideales de izquierda y
de su ideología de soporte. Pero a medida que toda una
generación (agregúese "estudiantil", en el ya más amplio
sentido de ilustrada: hombres ilustrados, mujeres ilus-
tradas) va declinando en sus aspiraciones e ideales, con
una mujer a la cabeza, y aunque esa declinación incluya
a la mujer trepadora y arribista que va a conseguir las
cumbres de la gloria inmarcesible, un verdadero crescendo
épico logra apoderarse de la evidente ruina moral: el de la
mujer que se libera de sí misma -construcción masculina-
y se gana a sí misma -construcción propia o aurista-. En
Juego de damas, Constancita Gallegos —bueno, digamos
Constanza Gallegos—, es decir, La Hegeliana, con todo
y su trauma de traidora, logra sobreponerse con los pies
firmes a la tragedia o el cinismo de sus más inteligentes y
comprometidos amantes, para entender y asumir su inde-
pendencia, lejos ya de cualquier solidaridad "de género".
Esta figura de la mujer ya casi libre y auténtica se postula
de nuevo en la segunda novela, E l toque de Diana, en el
frivolo pero a la vez irreductible personaje de Catalina
Asensi, mujer adúltera del Mayor Aranda, y se convierte
por entero en emblema con Laura Dávalos en la última
novela del ciclo, Finale capriccioso con Madonna. Laura es
un grito triunfal de libertad pero también una (e)lección
de vida para toda una sociedad. Y aunque Laura es una
actriz y modelo de prestigio, a lo largo de la novela no
deja de sugerirse que pertenece a alguna de esas agrupa-

[245]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

ciones liberales que quieren tomarse el poder político. A


Laura parece no interesarle, pero quizá Moreno-Durán
(o Rodolfo Monsalve, autor y amante de las tres damas
centrales) se fascine con la idea de verla, a ella sí, encum-
brada en las cimas de la gloria in... El caso es que Laura
Dávalos sí gobierna: a los dos hombres que habitan la
casa donde transcurren los hechos de la última novela de
Femina suite.
Un sueño social y político se desvanece; un ser huma-
no, la mujer, se construye a partir de esas ruinas. El asun-
to de la coincidencia con Colombia no es sólo el de la
igualdad entre hombres y mujeres, o el de la mujer en los
cargos públicos. El asunto es que los hombres "masculinos"
aún no son capaces de edificar nuevos sueños. No hay
duda: el tríptico novelístico de Moreno-Durán, aparte de
ser lo que es, una verdadera suite de gracias musicales e
inteligencias lingüísticas, posee una honda significación
histórica.

Publicado en La Jornada, México, 2002.

[246]
J. J. A R M A S M A R C E L O

Divertidísima: Los
felinos del Canciller

JTIE aquí una novela divertidísima. Parece como si su


autor, el gran Rafael Humberto Moreno-Durán, hubiera
estado aceitando sus armas literarias durante algunos lus-
tros para ahora darnos este libro fantástico, Losfelinos del
Canciller, que quedó finalista del último Premio Nadal de
novela, ganado por Manuel Vincent con Balada de Caín.
Moreno-Durán es colombiano, de la cosecha del 46, y
amenaza con convertirse no sólo en un grafómano mayor
de la lengua, sino también en uno de los más excelentes
y humorísticos novelistas del ámbito literario y editorial
que nos rodea. En Losfelinos del Canciller, Moreno-Durán
despliega esa sabiduría frenética que poseen, manejan-
do la pluma y la lengua, aquellos escritores que siempre
supieron de su propia historia como homenaje a la misma
literatura que escriben todos los días.
Losfelinos del Canciller es una novela que trata argu-
mentalmente de la vida diplomática en clave de solfa.
Moreno-Durán es cariñoso e inflexible a un tiempo con
sus personajes. Y eso se nota en la lectura de Losfelinos
del Canciller, que tenemos que recomendarles vivamente
para este verano largo y caluroso. Seguramente ustedes
también terminarán enamorándose de las mujeres pro-
minentes (como las de Botero y las del celuloide eterno
de las películas) y compadeciendo a los hombres que se
mueven en las páginas de Losfelinos del Canciller. Segura-

[247}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

mente se sentirán profunda y profusamente atraídos por


la trama que Moreno-Durán desarrolla en esta novela
poderosa que nace sin excesivas alharacas y al socaire
de sí misma. La mejor publicidad, la mejor crítica para
Losfelinos del Canciller es recomendarles que la lean. Se
regocijarán con ella, con las descripciones irónicas, con
los caracteres sarcásticos y, sobre todo, con las aplastan-
tes conclusiones que el novelista saca de una vida que, en
realidad, no conoce personalmente, sino a través de una
exhaustiva documentación y estudio, sin duda necesarios
para haber escrito esta novela tan divertida como la vida
misma.
Desde Colombia, Moreno-Durán nos alivia la otra
historia de América.

Publicado en Antena semanal, n°26, España, 1987.

[248]
H E R N A N D O V A L E N C I A
G O E L K E L

El principio del placer

' O N C L U I D A su Femina suite, cerrada en especial


la denodada peripecia del último tomo de la trilo-
gía, Finale capriccioso con Madonna —un recorrido
arduo pero siempre, siempre erecto por una Bogotá
de sueños, por una más oscura selva de sexo y de
palabras-, R. H . Moreno-Durán propone luego,
en Metropolitanas (Barcelona, Montesinos, 1986),
un más sosegado itinerario, casi una suerte de res-
piro, al menos en comparación con la vehemencia
estilística y afectiva del Finale.
En un capítulo introductorio, el autor explica que el
libro puede leerse "bien [como] seis textos autónomos
dentro del clima general del conjunto, bien [como] una
urdimbre tejida por las seis variaciones del motivo cen-
tral". Este último es la geografía, la cartografía de lugares
"donde he residido y amado"; la unidad de esta peregrina-
ción le confiere, a ojos del autor, su unidad a los episodios
de Metropolitanas.
Henry James escribió una historia floja pero obtuvo
una durable y cautivante metáfora con La figura en el
tapiz, esa tortuosa divagación sobre la búsqueda absurda
e infructuosa de una clave central y total en la obra de
un escritor. No parece indispensable buscar en los rela-
tos de Metropolitanas más unidad que la muy tenue que
Moreno-Durán le atribuye en esas páginas iniciales; son
seis cuentos unidos o desunidos porque tienen como
escenario común unos pedazos de Europa, coherentes o

[249}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

heterogéneos porque los refieren circunstanciales voces


de mujer.
Es éste, pues, ni más ni menos que un libro de cuen-
tos, y como suele suceder en colecciones así, de desigual
fortuna; unos son excelentes, alguno no lo es tanto. Unas
horas en París, una vida en Roma, un viaje en tren, una
tarde en Lisboa; en ellos el tiempo comprime o se alarga,
la topografía es elástica, la memoria selectiva, perversa
y jovial. Pero es válida la advertencia del autor sobre los
lugares recorridos y los seres y la vida inventados; la valla
de los relatos depende más de su atmósfera verbal o musi-
cal que de los ingredientes convencionalmente anecdóti-
cos que puedan contener.
El primero de ellos, "Cuadros de una exposición", es
tan mutilo, tan lleno de cabos sueltos en la trama y es tan
inconcluso y abierto que resulta por eso el más incitan-
te, el más perturbador. No son escasos los experimen-
tos efectuados en literatura con la dualidad de la ficción
creadora y de la realidad presumiblemente ya creada.
Más aún: la invención como tema de la invención —la
novela sobre la escritura de una novela, la película sobre
el rodaje de un filme, la obra de teatro sobre otra pieza
teatral en gestación o en montaje— constituía un tópico
de la modernidad. La variante de Moreno-Durán en
este cuento es eficaz porque emplea el recurso sin alar-
des, como un tropo aprendido desde las primeras letras,
y esa misma naturalidad intensifica lo borroso, la esen-
cial neblina que envuelve lo que pasó o lo que no pasó
en un rincón sin más prestigio que el de hallarse en la
vieja Lisboa.
El prestigio es ingrediente decisivo en la imaginación
que anima a Metropolitanas: como en Proust, es la repe-
tición de los nombres, su poder de pura evocación - e l
nombre que evoca más que al lugar al nombre mismo-,
la sumisión a la magia nominativa lo que da urgencia y
tensión a estos relatos. "Condenados a temperar entre
las cosas y la arena, en pequeños puertos y calas como el
{250]
R.H. Moreno-Durán
en breve

Mar d'Avall o Massa d'Oros, inigualables sorpresas que


nos deparaba el litoral. Atrás quedaban otras memorias
estivales, como los acantilados de las islas Medas y, sobre
todo, la mole de Cavall Bernat, esa especie de príapo
gigante...". El conjuro sale por igual de la geografía que
de las vocales catalanas: quizás más de estas últimas. Y la
aventura erótica de la profesora en otro de los cuentos, la
narradora de "Lycée Louis-le-Grand", se sustenta tam-
bién, se justifica en razón de otra pléyade de nombres,
provenientes esta vez no de la toponimia sino de la histo-
ria. "Me sentí un poco Mademoiselle de Maupin, en cuyo
prólogo Théophile consagra, creo, la teoría del sexo por
el sexo. M i cuerpo, bajo el mórbido aliento de Baudelai-
re, fue sucesivamente una llama pero también una cloaca
(...). A continuación los ecos lejanos de las Gymnopédies
volvieron a filtrarse" y tras el tema musical la visión de la
isla y de su catedral, la Notre-Dame que convoca a Víctor
Hugo y a la historia "parecida a la nuestra", del "horrible
Quasimodo que asediaba sin cesar a su dama".
"Perpetua", el último de los cuentos, se estropea por-
que el tinglado romano se desintegra en beneficio del
polisentido de la palabra gallo y de una broma de estu-
diantes. En cambio, "Sólo para sopranos", cuya trama
sobria podría ser la de un cuento realista post-chejoviano
—la anticipación, la usurpación de la vejez-, es una meló-
dica y bien ordenada conjunción de nombres de la música,
de apelativos de la ópera, de palabras enaltecidas y trans-
figuradas en el canto. Un aria sobre las arias.
Escritos en primera persona, estos cuentos pretenden
ser coloquiales. Las mujeres de diversas tierras que for-
malmente parecieran estar entregadas a sus monólogos
respectivos - e l tono es el del soliloquio íntimo- astuta-
mente logran entablar conversación con desconocidos.
Ese comportamiento, antaño socialmente reprobable,
sirve para que el desconocido por excelencia, el lector,
se sienta requerido. Al jugar con esa fatuidad, al atraer
al candido lector a sus ensoñaciones y a sus diversio-

[251}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

nes, Moreno-Durán demuestra simplemente que es un


consumado experto en atender a una sensualidad, a una
glotonería que cada día van teniendo más escasas oportu-
nidades de satisfacción: las de las palabras.
Redactado por un glotón también del verbo, éste,
como los otros libros del autor, acata ante todo, sumisa y
respetuosamente, el principio del placer.

Publicado en Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 1987.

[252]
M A R I E - M A D E L E I N E
G L A D I E U

Metropolitanas

Recuerdos, voces, ciudades

. L A obra Metropolitanas, publicada en Barcelona por el


escritor colombiano Rafael Humberto Moreno-Durán,
y reeditada en Bogotá y México, es un conjunto de seis
monólogos femeninos, desde seis metrópolis europeas,
precedidos por el prólogo del narrador (¿del autor?), que
también se presenta como monólogo. Éste se dirige
directamente al lector, buscando su complicidad, ya aso-
ciándolo a su reflexión gracias al empleo de la primera
persona de plural (supongamos, podemos), ya solicitando
una participación activa en la búsqueda del "lugar exacto
donde está oculto el tesoro".
El prólogo titulado "Canon para seis voces", termina
con una referencia verosímil, Barcelona, acompañada de
una fecha más curiosa: trece años después. Las seis voces
proceden del pasado, no cabe duda. Y quizá, también la
del narrador. ¿En qué momento preciso habla cada una
de esas voces? ¿Se expresan, o expresaron, en el orden
que figura en esta obra, o en un orden distinto, reelabo-
rado a partir del camino que en el mapa quiere sugerir
el narrador? Sólo el número trece es una indicación pre-
cisa. La tradición latina le confiere un aura de maleficio,
mayormente si viene con un día martes. La centroame-
ricana ve en el Katún que termina por "trece Ahau" el
final infeliz de un ciclo: en "trece Ahau", los elementos
naturales se tornan en fuerzas destructoras, los esfuerzos

(253)
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

anteriores se ven aniquilados, todo tendrá que empezar


de nuevo. Así que, trece años después, Sísifo emprende
otra vez la ascensión del monte, empujando su piedra
enorme, comentaría la mitología griega. Por consiguiente,
la fecha imprecisa de la obra sólo es signo del final de una
etapa; se trata, pues, de cierta forma de balance realizado
mediante voces ajenas.
La atemporalidad de tal balance no deja de sorprender.
¿Cuándo hablaron las voces que se manifiestan en cada
parte del libro? Excepto la última, la que se deja oír des-
de una Italia de 1982 o 1983 ("hace cuarenta años, cuando
las sirenas anunciaban el fin de los bombardeos"), y que,
con todo, evoca acontecimientos imposibles de situar con
exactitud, las voces proceden de un tiempo elevado al
nivel del de la leyenda.
Los lugares parecen más inmediatamente reconoci-
bles: Lisboa, Barcelona, París, Coblenz, Viena, Roma.
Menudean los efectos de verosimilitud: nombres de calles,
de edificios, de ríos, alusión a personalidades de la his-
toria de cada país, etc. "La cartografía es también una
forma de autobiografía: el escenario donde se afirma una
vivencia, donde se funda una identidad, donde se consoli-
da un fracaso", observa la voz masculina de "Canon para
seis voces". Confirma así el realismo de los testimonios
femeninos. Pero, añade, "al cabo del tiempo no sé si estas
ciudades existen o si aparecen en los mapas. Probable-
mente lo real consiste en no estar en el espacio de la mis-
ma forma que la conciencia se edifica fuera del tiempo".
Notemos que un río cruza por todas las metrópolis alu-
didas. Si, según la imagen tradicional, el río es el tiempo,
es la vida, trasladado el tiempo al nivel legendario, se
esfuma la apariencia de realidad de los paisajes que en él
se reflejan. Lo real adquiere matices de leyenda, y el lec-
tor entra en los dominios de la ficción.
Poco después, el narrador restablece la ambigüedad:
Metropolitanas no es más que un mapa cuya lectura busca
corregir los extravíos de una agitada peregrinación o, en

[254}
R.H. Moreno-Durán
en breve

su defecto, subsanar los vacíos de la memoria. Porque es


en la justa intersección de peregrinación y memoria don-
de el homo viator funda su patria. Surgen entonces las
nociones de interpretación y de imaginación, nociones
que también intervienen en la creación literaria como fac-
tores decisivos, con la de libertad, subyacente a la idea de
elección de una patria. En ninguna de las citadas metró-
polis el idioma común es el castellano, de ahí nace la idea
de fundar una patria gracias a una confluencia de cultu-
ras, como los conquistadores y colonizadores de América,
y luego sus libertadores, fundaron nuevas patrias, ni espa-
ñolas ya, ni tampoco indígenas: en ello consiste la menta-
da "intersección".
Metropolitanas es la afirmación de una vivencia, o
sea un libro de memorias. La primera voz, en la parte
titulada "Los cuadros de una exposición", es la de una
actriz que está rodando una película, en un gran puerto
internacional: todos los detalles muestran que se tra-
ta de Lisboa. Evoca principalmente su vida profesional,
que parece haber llegado a colmar todos los instantes
de su existencia, ya que ella misma afirma que, después
de meterse en la piel de tantos personajes, ya ni siquiera
sabe quién es exactamente. Los recuerdos desfilan, en un
ambiente oprimente, mientras la heroína intenta encar-
nar un papel casi incomprensible, en un guión que quie-
re darse por surrealista. Sólo la esperada llegada de un
personaje enigmático, el confidente, permite escapar del
agobiante escenario. La voz que recuerda y narra trata de
superar el sinsentido del pasado y del presente, la pérdida
de identidad, aferrándose al significado de los nombres
que designan los lugares, y a algunas anécdotas persona-
les que llegan a fundirse con la tradición del barrio. De lo
narrado se dejan percibir una afectividad frustrada y una
vida profesional que no acaba de satisfacer al personaje.
La inconsistente identidad de la narradora vuelve borroso
el aparente realismo, y el confidente que surge sin querer
mezclarse a la escena invita a huir hacia la etapa siguien-

{255}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

te sin mirar hacia atrás so pena de convertirse, como en


el caso de la mujer de Lot, en estatua de sal que pronto
derretiría el agua turbia del estuario.
La segunda voz femenina, la que recuerda los momen-
tos claves de su existencia en "Para una mejor interpre-
tación del arte de la fuga", da razón de una identidad
que intenta definirse y conquistar la libertad a través de
algunas anécdotas. Cuenta esta voz que, por mera casuali-
dad, siempre ha presenciado escenas íntimas como voyeur
inocente y petrificado. Con ingenuidad, primero, de niña,
mientras jugaba silenciosamente en el parque, sorprendió
a su padre en amoroso diálogo con una joven hermosa y
tímida, pidiéndole la mano. Un grito de su hermana llamó
la atención de la pareja sobre el involuntario testigo, que
huyó (primera fuga) y causó la interrupción definitiva de
las visitas de esta hermosa joven y la consecutiva soledad
del padre. Ahí nació la frustración y la mala conciencia de
la heroína, castradora desde su niñez. Siendo adolescente,
con la misma ingenuidad sorprendió, por confundir dos
números o no informarse del número de la habitación
que le habían reservado, la "escena primordial" entre dos
amantes anónimos, interrumpiéndola: se encogieron los
protagonistas, como si los castraran. Años más tarde, ya
casada y con hijos en edad de casarse, sorprendió a su hija
en pleno deliquio amoroso con su novio. Significativos
también son el físico y el quehacer del esposo de la narra-
dora: ésta confiesa, con su ingenuidad de siempre, que "ni
siquiera me preocupaba su notable nariz", que le hacía
honor a su nombre de pájaro, y que, aficionado al órgano,
"se dedicó a la caza de órganos". La alusión a la homose-
xualidad es obvia. Finalmente, la narradora opta por la
última fuga, después de destruir el órgano que su marido
ha instalado en el desván y con el cual parece desafiarla.
La memoria, que se vincula con elementos del paisaje
marítimo catalán (árboles, rocas que fingen falos pétreos),
con escenas de intensa carga emotiva para una mucha-
cha ingenua, señala una ruta que es la del fracaso, la de
[256]
R.H. Moreno-Durán
en breve

una fuga sin meta, de una constatación de impotencia


por parte de la que siempre se contentará con un papel de
espectadora ante la vida. No hay construcción de identi-
dad alguna, no hay fundación de una patria.
Algo distinta es la voz siguiente, la que se expresa
desde el Lycée Louis-le-Grand. La narradora es coautora
con un colega, Marcel Rousset, de una antología de tex-
tos literarios. Con él descubre también la pasión amoro-
sa y los juegos erótico-cultos de las máscaras múltiples
en el momento del amor. Gracias a estas máscaras, la
protagonista descubre su propio cuerpo, y tal vez su ser
profundo. Curiosamente, pese a la inmisericorde ironía
que preside dichas relaciones, se menciona la ternura
infinita del amante, sugiriendo así que también descubre
ella cierta forma del amor, y que a la educación intelec-
tual sucede la sentimental. El mismo texto lo expresa,
equiparando el cuerpo con el mensaje textual: "vuelvo a
ser la frase que no se agota en la primera lectura, vuelvo
a ser la página de ese libro que debe repetirse punto por
punto hasta que la lección inaugural se confunda algún
día con la sabiduría". La narradora se ve convertida en
objeto de pasión duradera, como la que se profesa a los
clásicos de la literatura, a los maestros que nunca cansan
ni pasan de moda. E n su caso no hay sólo recuerdos de
vivencias personales, como en el de las voces anteriores.
Estos recuerdos son fugaces; predomina una memoria
que evoca a los genios de la vida intelectual de su país,
y en particular a los que tuvieron algo que ver con el
Lycée, a través de los siglos. E n este lugar, los grandes
nombres de la historia y de la literatura, de las artes y de
las ciencias, se educaron o residieron, "todo se ha forjado
aquí", confiesa la protagonista. Y ella, en el mismo lugar,
pone en tela de juicio sus certidumbres y prejuicios ante-
riores, descubre la interdependencia literatura-vida. "He
invertido lo mejor de mi vida en la enseñanza de la lite-
ratura", observa; "¿cómo negarme entonces a vivir como
propio lo que siglo tras siglo, curso tras curso, era sólo

(257}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTA. SI.A Y VERDAD

ficción ajena? Vivir a fondo y en el mismo escenario lo


que mis mayores habían soñado era un privilegio excep-
cional". Aquí y entonces, algo empieza, algo se funda, en
el lugar donde coinciden memoria colectiva, cultura y
recuerdos individuales.
La progresión hacia el este prosigue con el relato
siguiente, narrado desde la ciudad donde confluyen el
Rhin y el Mosela. La voz expone una frustración bien
femenina, la de la mujer que quisiera ser madre y no
puede serlo. Alrededor de este tema afluyen los paisa-
jes de la comarca, con sus parques y palacios. Dentro
de este marco, que no deja de recordar el que evocó la
segunda voz, trasladado a una Alemania atemporal de
óperas y fastuosas fiestas algo wagnerianas, vuelve a
aparecer el motivo de una mirada infantil que acecha,
voluntariamente ahora, las posibles escenas amorosas
entre adultos. El extraño "tambor" o "mensajero" de las
respectivas películas, Clemens, parece catalizar la obse-
sión de la narradora.
En este caso, los recuerdos personales, poco distin-
tos a los que evocan las voces anteriores, predominan.
Algunos acontecimientos históricos intervienen en la
manera de contemplar los lugares, pero no llegan a
mezclarse con lo vivido por la protagonista. A pesar de
la belleza y de la nobleza de los sitios, a pesar del pre-
visible fin de esa frustración, no se afirma aquí ningún
éxito duradero.
El título de esta narración, "Del ciclo tebano", tam-
bién sorprende. No existe relación aparente entre la
historia de Edipo y la de Clemens Altenberg; sólo la
imagen del niño, que nunca sonríe, cual estatua o ente
supranatural, recuerda a la enigmática Esfinge, espe-
cialmente cuando se sospecha que ha pasado la noche
junto a sus padres asesinados. El ciclo tebano termina
en la desgracia, y ésta se sugiere en la frustración de la
mujer y en su deseo íntimo de no resolverla: cuando, por
fin, le anuncian que ha concebido, inmediatamente des-
[258]
R.H. Moreno-Durán
en breve

pues de la muerte de los esposos Altenberg, ella pide el


aborto. Parece sospechar que, como afirma el psicoaná-
lisis, cada niño se convierte algún día en el asesino de su
padre, o de sus padres, y opta por escapar de este círculo
infernal que es la ley de la vida.
Prosiguiendo la ruta hacia el este, la voz siguien-
te habla desde un tren que cruza Austria, el país de la
música y de Mozart. La narradora es una cantante de
ópera, que une al recuerdo de los variados papeles que ha
hecho, y de sus éxitos, el de una vida sentimental frus-
trante. Su ideal es integrar la lista de las grandes divas
internacionales, y por fin ha llegado la ocasión: un con-
trato en la Scala, para ser la Maríscala en E l Caballero de
La rosa. Strauss evoca, claro está, los palacios a orillas del
Danubio. Mas de improviso, el tren para en medio de un
paisaje siniestro de invierno, y la cantante decide regre-
sar a casa, abandonar la posibilidad de hacer una carrera
internacional, inmediatamente después de recordar a su
amante, el infiel esposo de su mejor amiga. Sucediendo la
determinación al recuerdo, la relación de causa a efecto se
establece, dejando suponer que esta situación falsa y frus-
trante agrada en el fondo a la protagonista.
Con la última voz se llega a Roma, a donde llevan
todos los caminos, hágase lo que se haga, como advierte
el primer narrador. Nuestras vidas, como los ríos, "van
a dar en la mar / que es el morir", dijo Manrique, igual
que los caminos llevan a Roma. La capital italiana se
convierte así en el lugar de la muerte, donde la existen-
cia se torna destino gracias a la mirada retrospectiva de
la narradora. Las campanadas de la noche navideña se
confunden en el recuerdo con las que anunciaron, años
atrás, el final de los bombardeos, y parece que la ale-
gría de los niños no ha cambiado. Fenecido Mario, a
quien su viuda sólo considera como a un amigo más de
la familia, ya no como a un esposo, ella busca el tes-
timonio de las otras mujeres a las que conoció; con el
tiempo, casi no le quedan recuerdos de él, sino tan sólo

[259}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y V E R D A D

aquellos que otras le traen. Así que la narradora intenta


compensar, mediante una investigación y el recuerdo de
unas palabras o de ciertas actitudes que observó fugiti-
vamente, sin prestarles atención casi en el momento en
que ocurrieron los hechos, los años de olvido o falta de
interés que siguieron el nacimiento de sus hijos.
Este monólogo se presenta como una afanosa bús-
queda de indicios susceptibles de explicar una realidad
ya pasada, como un desesperado llamado a los recuerdos
para colmar un vacío que la misma narradora provocó.
Valentina La Ruin le ha dado a entender que "su afecto
por esa mujer no fue más que una dulce suplantación del
mío". El resultado de este olvido es la pérdida de iden-
tidad: terminaré creyendo n ue Valentina La Ruin y yo
somos la misma persona", acaba la voz divagando. El fra-
caso es rotundo, y la única forma de salvar las apariencias
es aferrarse a un espectáculo que recuerda el pasado, por
muy atroz que sea.
Las nociones de recuerdos y de memoria permiten
aclarar lo que la voz masculina del primer texto llama
"las seis variaciones del motivo central". Procedentes de
seis capitales europeas, intentan representar las relaciones
posibles entre vida y cultura, el grado de asimilación de
una cultura, y la consecutiva definición de una identidad.
Los recuerdos personales no bastan para fundar la "patria"
que busca el narrador masculino. No se vinculan con
suficiente fuerza con la memoria colectiva, con las pautas
de un carácter nacional. En su viaje por este mundo, la
voz del primer texto ha estado interrogando sucesivamen-
te a varias metrópolis (palabra femenina, a la que sólo se
puede dar vida y carne a través de personajes femeninos,
o mejor dicho, de voces que estilizan más el discurso
posible de la vida, de la libertad, de la cultura en dichas
ciudades). Éstas son, por cierto, las voces que en esta obra
se expresan. El creador se empapa del ambiente de una
metrópoli, antes de hacer surgir en ella personajes. Y se
nota que, a pesar de la ironía, la voz de París, capital de la
{260]
R.H. Moreno-Durán
en breve

cultura universal para cualquier hispanoamericano, es la


única positiva, la única que lleva a la realización plena del
ser, a la afirmación de este "tesoro" que promete el mapa
desde los tiempos de la adolescencia.

Publicado en Hispantstica, xx n°io,


Université de Borgogne, 1993.

{261}
F E R N A N D O C R U Z
K R O N F L Y

In fragante delito

¡3i, así como suena, fragante delito. La transgresión


encaminada a degustar la fragancia de la carne huma-
na, objeto de la contemplación de ios personajes de R. H .
Moreno-Durán en su última novela, E l Caballero de La
Invicta. Secreta fragancia que según las personales eti-
mologías del autor debería derivar de "secretar", y no de
secreto. El cuerpo humano en todo su esplendor, degus-
tado y paladeado como una golosina, objeto de peregrina-
ción y de culto, expeliendo sus humores más recónditos,
sus sagrados flujos. Banquete de transgresiones in fra-
gante delito, alrededor del cual Moreno-Durán resuelve
armar una historia encomiable: cierto profesor y además
científico, cuya obsesión no parece ser otra que el tema
del envejecimiento de los organismos vivos, cornudo - a
sabiendas- y envejecido por el paso de los años y un cier-
to ensimismamiento de probeta, lleva a cabo una especie
de cínico balance de su vida y de su relación con sus tres
hijas y Edith, su mujer. Poco a poco a lo largo de la tra-
ma, un poco compleja por la abundancia de los hombres y
de los enlaces y relaciones, atando cabos y desenredando
hilos perdidos en su memoria, el profesor descubre, con
frío en la nuca, que detrás de los desarreglos verbales de
su hija Berenice, quien ha terminado mezclando expre-
siones judías en medio de su hablar diario, se levanta de
pronto el fantasma de la infidelidad de su esposa Edith.

{262]
R . H . Moreno-Durán
en breve

El profesor hace sus cuentas sobre los días de embarazo


de su mujer y, como no le cuadran, sospecha de un viaje
de ella a Buenos Aires en compañía de un judío. Con-
clusión: Berenice no es hija suya, realmente, y sus incon-
gruencias en yiddish resultan claramente atribuibles a un
problema de paternidad, hipótesis que se confirma en el
hecho de que Berenice demoró en nacer lo mismo que
demora un chimpancé, motivo que inicialmente llevó al
profesor a llamar a su hija Pitecoidea, a falta de mejor
explicación.
El relato es, pues, un típico relato de familia. La his-
toria de Berenice y de su afanoso matrimonio con Santia-
go, luego de haber sido descubierta dedicada a extrañas
exploraciones con su novio, vista ahora a la luz del recuer-
do, así como la historia de los amores de sus otras dos
hijas, Virginia y Sylvia, con El primero de la clase y El
pretendiente de los últimos días, respectivamente, cons-
tituyen el eje central de la novela. El primero de la clase,
aventajado alumno del profesor, prevalido de su condi-
ción de yerno le roba al viejo los documentos relaciona-
dos con una investigación de frontera, y los publica luego
como suyos. Y Sylvia amanece un día muerta en su lecho,
lo que inicialmente se atribuye a un suicidio, aunque por
la posición en que es hallado el cadáver surge más tarde
la sospecha de haber muerto en lucha con alguien, quizás
con El pretendiente de los últimos días.

Ambigüedad deliciosa
Acorralado por el desarrollo de los inconvenientes y
con un cierto cinismo, el profesor lleva a cabo una especie
de balance de su vida, en el fondo de la cual sólo encuen-
tra, finalmente, mucho de traición familiar y no poca
inutilidad en todo cuanto en su vida emprendió. Al final,
amodorrado por los efectos del whisky y por la decepción,
presencia por la televisión un partido de tenis entre Jen-
nifer Capriati y Gabriela Sabatini, en la final del abierto
de tenis de Wimbledon. La novela termina cuando el
{263}
R.H. MORENO-DURAN :
F A N T A S Í A Y VERDAD

profesor, Arturo Manrique Avilan, escucha por la mis-


ma televisión donde acaba de observar a la Capriati y a la
Sabatini, que la presentadora da curso a un servicio social
en el cual se anuncia que Arturo Manrique Avilan ha
desaparecido en circunstancias extrañas desde hace tres
semanas, por lo que se publica su fotografía para facilitar
su búsqueda. Final inesperado.
Leyendo a Moreno-Durán uno podría concluir que,
ciertamente, aquello que menos importa es la historia. Y
no porque no interese, pues en este caso se trata de una
impecable historia, sino porque E l Caballero de La Invicta
resulta ser una extraordinaria novela gracias a su lenguaje
imaginativo y culto, a su encantador humor y a la poesía
de sus páginas. Espléndido ludismo verbal, divertimento
y juego maestro con las palabras y las etimologías más
insospechadas y caprichosas. Sin embargo, no se trata de
un juego vacuo, sino por el contrario absolutamente sus-
tancial y necesario al tono del relato y a su lógica interna.
Lenguaje que con inusitada frecuencia nos regala con
hermosas sorpresas, abre ante nuestros ojos cajas maravi-
llosas y entabla combinaciones inéditas. Juego de efectos
alrededor de los nombres propios de personas y lugares,
capaz de remitir con deliciosa ambigüedad a personajes
históricos y a lugares de otros tiempos. Divertimento con
las etimologías en reversa, atravesadas por la imaginación
y el sentido del humor. Pero, por sobre todo, exposición
del cuerpo humano como un fruto abierto, donde nada
ha sido prohibido. Para que todo sea, deliciosamente, in
fragante delito.

Publicado en Lecturas Dominicales


de E l Tiempo, Bogotá, 1994.

{264]
HUGO CHAPARRO
VA L D E R R A M A

E l Caballero de ha Invicta
o la prosa invicta

-C/L misterio de E l Caballero de La Invicta se halla, en


parte, no en sus páginas, sí en el fragmento de otro libro
y de otro caballero a los que se nombra en sus páginas:
E l Quijote y el capítulo sexto de su parte primera, donde
se hace un escrutinio de los libros que tiene el Ingenioso
Hidalgo en su biblioteca, hidalgo que presta algo de su
ingenio al autor de la novela acá tratada: R. H . Moreno-
Durán.
E l Caballero de La Invicta, además de ser el dueño de
una tienda de antigüedades cuyo nombre es "La Invic-
ta", situado en una ciudad que bien puede ser imaginaria,
bien puede ser Bogotá, es también una novela que no le
permite treguas a su lector en su picaresca, en su verbo
—si el término se permite- tumultuoso, en su prosa que
es otro personaje del libro, el personaje en realidad invic-
to, que incluso supera a sus personajes por el gusto y el
regusto que puede causar al atravesar las páginas.
Por encima del saludable cotilleo que puede estable-
cer un novelista que no obvia las taras enquistadas en su
medio, más allá del necesario y mordaz retrato que pue-
de lograr un escritor sin cejar en su empeño por eviden-
ciar "la decadencia de la especie", en ese ámbito en el que
Moreno-Durán sitúa a sus personajes y al lector que los
ve con afán voyerista, se encuentra una prosa invicta en
{265]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

su narración, en su encadenamiento de los hechos, en su


estilo de novela-río - y de novelería- que no se detiene en
su logrado intento.
Los paralelos son varios y el lenguaje de la novela los
reúne en su invicto estilo: en E l Quijote, cura y barbero
deciden qué libros quemar por atentar contra la salud, en
E l Caballero los libros son incendiados para evitar más
resquicios en el intento frustrado de Arturo Manrique
Avilan, protagonista escéptico de la novela, por hallar
una fórmula eficaz que detenga su deterioro y vejez.
Alrededor de este tema, del estudio celular emprendido
por Avilan, el cuerpo de los personajes es, a un tiempo,
espléndido y, si se quiere, procaz -con todo lo dudoso que
puede tener tal adjetivo, pues cierta procacidad depende
de los ojos que vean en ella algo atrevido, desvergonzado,
insolente...
Moreno-Durán no escatima, en las páginas iniciales,
un humor sin concesiones, salvado por su buen lenguaje,
por la saludable fatiga a la que puede someterse el lector,
encontrando en cada línea un reto estimulante y un pano-
rama que se va logrando sin escatimar detalles —literal-
mente ningún pelo ni señal. Visto así E l Caballero, podría
decirse que su tema recuerda la inevitable mofa que ha
tentado a múltiples escritores por burlar, con venganzas
literarias, una vida nacional que es patética, la vida nacio-
nal del poder y los salones en los que transcurre; visto
más allá, en la forma como avanza este Caballero reba-
sando su incisivo afán, la novela es esto pero mucho más,
una burla pero también una mirada microscópica —que
Avilan se dedica a estudiar la vida de las células en la
que se alude tanto a la frivolidad, los vicios privados que
abundan inversamente a las virtudes públicas, la crónica
de un bombardeo que evidencia, con el exceso, el deterio-
ro que se respira en la ciudad de la novela, así la protegie-
ra un emblema como el Sagrado Corazón de Jesús.
Una particular combinación que equilibra los térmi-
nos y la trama de este Caballero, permite asistir a una
[266]
R.H. Moreno-Durán
en breve

visión apocalíptica del ámbito en el que sucede, tanto a


nivel nacional como al nivel íntimo de cada uno de sus
personajes. E l Caballero de La Invicta, en párrafos apre-
tados, hace de su delirio, en los retratos iniciales de un
matrimonio chic, un asunto convincente que luego se
complementa con una reflexión desolada sobre el trans-
curso del tiempo, la ancianidad solitaria, la soledad en un
medio inhóspito, el sentido ruinoso que puede llegar a
tener el cuerpo como reflejo del malestar que hace de su
templo un lugar profano.
Escritores hay que se sirven del más puro relajo para
enseñar su maestría literaria —Cabrera Infante es aquí
una cita obligada, Rabelais también podría caber-. La
novela de Moreno-Durán que abre su telón, en parte,
para mostrar tal relajo -relajo que muestra también al
autor escribiendo con feliz mordacidad—, avanza des-
pués, cuando el lector está mejor informado en la trama,
por la reflexión de una vida que bordea su final, la mne-
motécnica de Avilan a bordo de sí mismo, concluyendo,
en definitiva, que por encima del caos sólo permanece
el recuerdo. Algo semejante al misterio de una muerte
masiva de catalanes, muertos en compañía de pequeñas
ramas de perejil, como testigos que sólo pueden vegetar
sin informar sobre la razón de tales sucesos.
E l Caballero de La Invicta podría leerse entonces como
una alegoría, una alusión que no por imaginaria es menos
testimonial ante los hechos de su tiempo. Los guiños y
los escenarios se reconocen, pero quien no conozca los
guiños ni los escenarios, un lector de otros lados, lo mis-
mo entenderá que el lenguaje es el único invicto, la única
salvación en medio de esos elementos que son del desas-
tre, los que consigna esta historia.
No en vano, se lee en una de sus páginas, bíblicamente:
"Y la palabra carne hace pensar en la palabra verbo"—teolo-
gía aparte, tal vez de allí que los desórdenes catameniales
de ese personaje que es Berenice, le trastornen el lengua-
je. En la trama, verbo y carne se confunden. En la mente
[267]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

de Avilan, desolado desde la infancia por la muerte de su


madre y resuelto a derrotar a la muerte, la conclusión no
es muy grata: el verbo permanece por encima de la carne
-así como la prosa de esta novela permanece invicta, des-
lumhrando incluso más que su carne, carne que hace pen-
sar en su verbo.

Publicado en Magazín Dominical de El Espectador, Bogotá, 1993.

{268]
J O A ou I N M A R C O

El Caballero
de La Invicta

. L A crítica literaria colombiana viene calificando la obra


de R. H . Moreno-Durán (se le conoce mejor por las ini-
ciales de su nombre al objeto de abreviarlo) de "posmo-
derna". En todo caso, su posmodernismo no coincidiría
con los rasgos de aquellos críticos que aplican tal etiqueta
a determinados novelistas europeos e incluso españoles.
Pero la narrativa colombiana se ha visto obligada a deli-
mitar un ámbito nuevo para los sucesores de nombres
tan determinantes como Alvaro Mutis o Gabriel Gar-
cía Márquez. Ninguno de ellos reside habitualmente en
Colombia, de modo que Moreno-Durán, que permane-
ció casi 15 años en Barcelona, ha pasado a encabezar la
promoción narrativa posterior. Sus obras, por otra parte,
comenzaron a publicarse en editoriales españolas, aun-
que en la actualidad nos llegan con algún retraso, tras
su difusión en su país de origen, como la que vamos a
comentar, publicada ya por Planeta, en Colombia, en
1992. Es la quinta novela de R. H . Moreno-Durán, quien
ha preferido organizar su obra en dos ciclos, La expe-
riencia leída, formada por sus libros de ensayos, y Femina
suite (1969-1982), una trilogía constituida por sus primeras
novelas.
E l Caballero de La Invicta mantiene uno de los rasgos
que puede advertirse en el resto de su producción: un ela-
borado barroquismo que adquiere aquí derivaciones gro-
[269]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

tescas. El espacio elegido es el de una ciudad innominada


que, en parte, podría identificarse con Bogotá. Pero su
manifiesta ambigüedad se extiende también a otras zonas
del relato. La trama e incluso los personajes deben con-
siderarse en un plano secundario respecto al del lengua-
je que se convierte en el motor principal. La capacidad
inventiva del autor se sitúa entre la deformación expresio-
nista y el surrealismo. Serán habituales los juegos semán-
ticos de valor equívoco, frecuentemente referidos a una
desbordante sexualidad que impregna el conjunto narra-
do. El protagonista de la novela es un sesudo investigador,
Arturo Manrique Avilan, que guarda cierto parentesco
con el de Tiempo de silencio, de nuestro Luis Martín San-
tos, aunque sus trabajos en el laboratorio traten aquí de
una de las utopías biológicas tradicionales; tema medieval,
fáustico y romántico: las claves del envejecimiento huma-
no. Pero el personaje deberá sostener, al tiempo, un cruel
combate, del que saldrá siempre derrotado, con las figuras
femeninas que coexisten en el núcleo familiar. La novela
se inicia con la descripción de la tumultuosa boda de una
de sus hijas, Berenice. Pero, como apuntábamos, los lan-
ces de la débil trama, precipitados en las últimas páginas,
son un mero recurso para configurar una realidad verbal,
donde el lector ha de saborear las complejidades de un
discurso marcadamente esteticista. El objeto estético es
la palabra. Se sirve de recursos, característicos del barro-
quismo, de toda índole. Funde dos términos en un nuevo
sintagma, así, advertiremos: una "mirada estuprofaciente"
u "optaron por lunamielar", etcétera, o juegos de ingenio
como el que alude al nombre de Cornelia, "quien le hacía
honor al gentilicio latino de su nombre pues había con-
decorado la frente de todos sus hombres". Este personaje
femenino, además, "era consciente de que un matrimonio
sin prueba gráfica no vale un pimiento picho, se lamen-
taba, lloraba en silencio, cada vez más lenguatrabada y
mustia, como si se marchitara ante las miradas de repro-
che de las señoras de la familia". Un marcado sentido del

{270)
R.H. Moreno-Durán
en breve

humor, de connotaciones sexistas, recorre la fidelidad


estilista de Moreno-Durán. El sensualismo brota incluso
de la piel de las mujeres, de sus olores y sabores. Pero la
aventura de Arturo Manrique Avilan es un tortuoso des-
censo hacia el fracaso en todos los órdenes. El único epi-
sodio trágico es el del suicidio de su hija Silvia, paralelo
al de su abuela, quien pone fin a su vida en un momento
de felicidad, en plena exaltación vital. Debe entenderse
como un guiño irónico a la novela psicológica. Pero el
mayor error, reconocido por el protagonista, constituye la
renuncia, ya en los umbrales de su decadencia, al exalta-
do amor de su jovencísima ayudante de laboratorio (una
sentimental recreación del triángulo amoroso). Y por no
faltar casi de nada, en esta novela advertiremos también,
casi en el final de la trama, una historia misteriosa; la del
anticuario que adivinará el futuro de Manrique Avilan.
Percibimos, asimismo, claves políticas, algunas de
sabor local; otras referentes a la droga; mecanismos
propios de la futurología, rasgos claramente cinemato-
gráficos. No faltan, siquiera, colectivos como el de los
catalanes suicidas. El novelista ha incluido, en este caso,
algunas frases en catalán. En la edición barcelonesa
hubieran debido enmendarse las abundantes erratas del
tipógrafo de la edición colombiana, desconocedor de la
lengua. Tal vez algún lector considere el tema como una
mera parodia del "sabio catalán", en Cien años de soledad,
de García Márquez. El relato se cierra con una hermosa y
compleja página en la que se sugiere la muerte.

Publicado en ABC Literario, Madrid, 1994.

[271}
J U A N
G O Y T I S O L O

Lecciones de geografía.
Libertad, violencia,
vanguardia

JILN el variado y casi infinito conjunto de guerras que


componen la historia de la humanidad, las llevadas a
cabo por procuración ya interesada, ya en virtud de un
servilismo rahez respecto a los amos del mundo, merecen
en verdad un epígrafe: el de las expediciones militares sin
provecho alguno para los milites del cuerpo expediciona-
rio, enviados a combatir a un "enemigo" lejano al que no
les enfrenta problema alguno.
¿Quién recuerda hoy la gloriosa epopeya de unos
centenares de soldados españoles al mando del coronel
Lanzarote en tierras de Conchinchina, desembarcados
allí para echar una mano a los franceses, sin más razón
que una vaga solidaridad cristiana (que hoy llamaríamos
otánicd) y ocupar así, como dijo un jefe de gobierno en
fechas más recientes, "el lugar que nos corresponde" en
el mundo civilizado? Una enorme huesa o cementerio de
olvidadas tumbas subsiste aún en Vietnam como recor-
datorio de tan cruel y absurda aventura (1858-1862). Otros
muchos, borrados por el tiempo, motean, como descolo-
ridos confetis, el cercado Marruecos o la remota Oceanía,
símbolo patético y monumento irrisorio de la grandeza
espiritual hispana y su ecumenismo roñoso.

[272]
R.H. Moreno-Durán
en breve

La historia del Batallón Colombia, catapultado a


Corea en 1951 por el dictador Laureano Gómez a fin de
defender al mundo democrático y libre de la amenaza del
comunismo y las hordas chinas, pertenece por derecho
propio a esta antología de "hazañas". Guerra arrumba-
da en uno de los desvanes más oscuros de la sangrienta
memoria colombiana, habría permanecido en el limbo
de tantos hechos de armas sin provecho de almas si el
novelista R. H . Moreno-Durán no lo hubiese rescatado
en una novela en la que la literatura de ley se auna con el
buen reportaje.
El narrador principal, hijo del teniente Ramiro Vinas-
co, caído en el campo del honor cuando aquél era un
niño, viaja con la escolta presidencial 36 años después de
los hechos al ignoto país en el que decenas y decenas de
colombianos perdieron la vida por una causa que no les
importaba ni valía un ardite. Este retorno a los orígenes
de la desdicha familiar arropada con coronas de flores y
no menos floridos discursos le incita a recoger los testi-
monios de seis protagonistas de la gesta y de su silenciada
hecatombe. Estampas de miseria, arbitrariedad y behetría
de centenares de "voluntarios" más o menos forzados a
embarcarse en aquella mugrienta y soez aventura. "Noso-
tros", dirá uno de ellos, "éramos carne de cañón, atraídos
al matadero con sonajeros y espejos, como indios encan-
dilados por abalorios de promesas tan falsas como el
metal de las medallas".
Los relatos de los testigos sobre las condiciones del
alistamiento, viaje a "un lugar que ni siquiera estaba claro
en el mapa", feroz adiestramiento en el combate y envío a
un paraje de montañas y bosques calcinados por los obu-
ses, se entremezclan con sórdidas evocaciones cuarteleras
de alcohol y sexo barato.
De Barbusse a Erich Maria Remarque, de Guilloux a
L. F. Céline, diversos autores de este siglo han expuesto
en sus obras la barbarie e inutilidad de unas guerras que
permiten, no obstante, a los militares -tanto en Corea

[273}
R.H. MORENO-DURAN:
F A N T AS I A Y VERDAD

como más tarde en Vietnam y en el desdichado Iraq-


renovar el material, aprender las técnicas más avanzadas
y nuevos principios de estrategia y táctica, ad majorem
gloriam del estamento castrense y de la industria arma-
mentista.
Mambrú es un vasto fresco de los desastres de la gue-
rra, escrito con ironía, dolor y causticidad. El alegato
antimilitarista es sólo la corteza de una amarga reflexión
sobre el destino de los colombianos, condenados por falta
de principios cívicos y de prácticas democráticas a matar-
se entre sí u ofrendar sus vidas por nada.
La "epopeya" del Batallón Colombia y de quienes
perecieron en él se convierte, gracias a la pluma de R. H.
jVloreno-Durán gn rm símbolo de la historia de su país:
su soterrado humor le impide caer por fortuna en la pro-
pedéutica del panfleto.
Como dice desengañadamente uno de los persona-
jes de la obra, "las guerras se desatan y multiplican en
los lugares más diversos del planeta para que el atareado
hombre de nuestro tiempo aprenda algo de geografía".
Corea, como hoy Bosnia y Chechenia, ilustran, a costa
de muertos propios y ajenos, esta singular y provechosa
lección.

Publicado en El País, Madrid, 1997.

{274]
J O S É M A R Í A E S P I N A S A

Mambrú volvió
de Corea

X Í L narrador y ensayista colombiano R. H . Moreno-


Durán da con su novela Mambrú ese extraño salto que
consiguen sólo algunos muy buenos narradores: salir de
su propia atmósfera, personal e intransferible, situada
en el terreno del lenguaje, del estilo y de una particular
concepción del sentido narrativo —el resultado han sido
admirables relatos cuya lectura exige una sincronía con
las propuestas del autor, de allí que los señalamientos
(acusaciones en algunos casos) de ser un novelista excesi-
vamente barroco y abstruso no vengan al caso-, para ir a
caer de forma natural en una transparencia que ya no sea
enajenable en aras de la superficialidad o la simplificación.
Así, el lector fiel (los tiene en buena cantidad y mejor
calidad) que sigue a Moreno-Durán libro a libro puede
sorprenderse de estar ante una novela que se lee, según
la expresión, de una sola sentada, sin ninguna dificultad
a pesar de tener una considerable extensión. No hay que,
sin embargo, dejarse llevar por un entusiasmo publicita-
rio o mercadotécnico y decir que se trata de una novela
fácil; sus exigencias —aquellas desde las cuales fue escri-
ta y debe ser leída- son tan fuertes como las de su céle-
bre trilogía Femina suite o de su novela E l Caballero de
La Invicta, sólo que la presión levantada en el taller del
escritor ha permitido que se alcance la transparencia.
Mambrú es la manera de entender su regreso físico a

{275}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

Colombia, explicarse y explicarnos parte del drama de un


país sumido en la violencia desde hace décadas. Moreno-
Durán se da a conocer como escritor en la Barcelona de
los años setenta y primeros ochenta, vive el entusiasmo
del posfranquismo y saborea las mieles de una atmósfera
intelectual en efervescencia. Ya para fines de los ochenta
está de regreso en Colombia, con una fama bien ganada
de buen escritor y lector exigente, y allí publica -antes de
Mambrú— las novelas Losfelinos del Canciller y E l Caballe-
ro de La Invicta, así como los cuentos de Metropolitanas y
un relato espléndido, Cartas en el asunto, que forman una
bitácora de su "regreso a la patria" (por otro lado, nunca
se había distanciado de la temática y el lenguaje de su
país).
Esta sucinta información biobibliográfica me parece
necesaria para situar al lector mexicano ante el libro que
se comenta, pues su autor, bien conocido en México en
determinados círculos -ya desde hace unos quince años
Juan García Ponce llamaba la atención sobre su litera-
tura— y con la suerte de que las ediciones españolas lle-
gaban regularmente a librerías (e incluso hay ediciones
mexicanas, por ejemplo de Metropolitanas, en la UNAM),
es por fin con esta novela que tendrá una presencia edito-
rial en busca de un público mayoritario.
Ese salto que se mencionaba al principio se da al vacío
y sin red de protección, al ocuparse de un tema singular-
mente doloroso para los colombianos y fácilmente reco-
nocible para cualquier latinoamericano, y en un registro
en el cual, sin abandonar su vena paródica, de enorme
trabajo en el pastiche y el homenaje indirecto, asume con
toda seriedad y desde dentro de los personajes el drama
de una nación devastada por una violencia tan sin sentido
como la que hubo en la decisión de ir a pelear a Corea.
Sería fácil pensar en que el sinsentido viene de par-
ticipar en una guerra ajena, pero se trata de un asunto
mucho menos coyuntural y más profundo: no ésa, sino
toda guerra es ajena, y tal generalización es terrible gra-
Í276}
R.H. Moreno-Durán
en breve

cias a que encarna en personajes determinados, sea un


militar de grado o un soldado de a pie con nombre y ape-
llido, con vivencias particulares y gestos propios. Y esa
guerra, al volverse nuestra, nos cae encima.
Sintetizo la anécdota: un historiador, hijo de un héroe
de Corea, es invitado a participar en un viaje presidencial
(Virgilio Barco al estilo Luis Echeverría) en homenaje a
los caídos 35 años antes, y a través de una investigación
recupera la voz de varios participantes en aquella lejana
(pero tan presente) y absurda guerra, componiendo (en
términos musicales y visuales) un mosaico traumático y
contundente, en el que paralelo al absurdo del hecho las
personas revelan su complejidad real, mucho más impor-
tante que cualquier objetividad realista.
Por otro lado, Moreno-Durán sabe aprovechar el lugar
común que señala que la realidad es más fantasiosa que la
ficción (baste un ejemplo: la enfermedad sufrida durante
el viaje por Barco, diverticulosis, que obligó a un trata-
miento de emergencia durante el recorrido). Si la novela
no necesita ninguna verificación realista, sí se apoya en
cambio en una estructura muy compleja en el entrama-
do de voces (tan brillante como no se veía en una novela
en español desde La guerra del fin del mundo de Vargas
Llosa), donde cada una de ellas conserva su autonomía
y personalidad a la vez que al reunirse resuenan de otra
manera, mucho más crítica, denunciando ese aspecto
siniestro del absurdo colectivo que ni siquiera la calidad
de la persona puede borrar.
Moreno-Durán describe su tiempo —su presente- con
descarnada mordacidad, sin dejar que la ternura le auto-
rice licencias; los políticos llevan su nombre y los hechos
son perfectamente reconocibles (a los mexicanos muchos
de ellos nos resultan familiares). En el aspecto a lo Valle-
Inclán de los hechos, encuentra también rumbo y acomo-
do un estilo que debe al periodismo su irrefutable sentido
humano, y que refleja el pasado en el absurdo del presente
y a la inversa, ejerce la memoria como crítica en nombre

[277}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

de los sacrificados por una institución - e l Estado- defini-


da por esencia en su estupidez asesina.
No es azarosa la mención de Valle-Inclán, pues More-
no-Durán es uno de los escritores que mejor entendió el
aliento y el camino abierto por el autor de Tirano Bande-
ras, y no es difícil reivindicarlo como su heredero. Toda su
narrativa es una reflexión sobre el esperpento, escrito en el
caso de los países latinoamericanos más por la historia que
por la ficción - u n buen ejemplo es Santa-Anna, paradigma
esencial que contamina el perfil de un Bolívar o un Hidal-
go. (En relación con este último y con un esperpento des-
pojado de su barroquismo, vale la pena pensar en Los pasos
de López y en Ibargüengoitia, escritor en algunos aspectos
cercano a lo que hace Moreno-Durán).
En estos países todo parece ser una chapucería, no
existe grandeza ni en los momentos menos equívocos de
heroísmo y valentía; vacíos de convicciones, los anecdota-
rios patrios dan más bien vergüenza. Políticos sin inteli-
gencia ni ideas precipitan a sus gobernados en aventuras
de inevitable sesgo trágico a nivel personal y una inde-
leble huella cínica a nivel colectivo, situación en la cual
ni siquiera la ausencia de valores propone una verdadera
desesperanza, un nihilismo convicto, sino apenas una
tacaña sobrevivencia sustentada en el sacrificio del vecino.
No conozco otros textos sobre la participación del
Batallón Colombia en la guerra de Corea - a lo largo de
la novela, que muestra un documentado aparato de inves-
tigación sin volverlo farragoso, se citan varios, incluido
uno del entonces joven periodista Gabriel García Már-
quez. El proceso de acumulación tomó casi medio siglo
para que el imaginario colectivo aceptara una visión tan
descarnada, y que tomara cuerpo narrativo esa histo-
ria absurda que dejó lastimado al país y supurando por
la herida sin mucha posibilidad de cicatrizar (en cierto
momento se señala que ese ejército heroico que combatió
en Corea, regresó a aplicar su entrenamiento en contra de
la guerrilla).

[278]
R.H. Moreno-Durán
en breve

Mambrú es un libro valiente, su postura está apoyada


en una mirada ética sobre la historia que se vuelve una
violenta requisitoria política, y por eso resulta un libro
saludable (otro punto de contacto con Ibargüengoitia). Al
leerlo, pensaba en el tiempo histórico y literario que nos
tomará a los mexicanos escribir el 68, o incluso algo sobre
nuestro un tanto infantil (comparado con el Batallón
Colombia) el Escuadrón 201. Pero sobre todo pensaba en
la guerra de las Malvinas y en el ejemplo de un ejército
que sólo muestra valentía contra su propio pueblo desar-
mado.
No quiero dar pistas equívocas. La requisitoria contra
la historia y el ejército colombiano que hay en Mambrú es
tan profunda gracias a que está desideologizada. Al ver
a los generales con sus medallas, lo que viene a la men-
te no es una rabia militante sino una risa incontenible,
justamente eso que no pueden soportar, aunque pueda
también ser un inquietante tic nervioso frente a esa enana
estatura moral.
La efectividad de Moreno-Durán al tejer las dife-
rentes versiones de cada uno de los personajes, se da en
un entramado perfecto gracias a que antes de buscar
desplantes demagógicos o representaciones simbólicas,
le interesan los personajes, de carne y hueso, de tinta y
papel. Al imponerse la verdad narrativa de los personajes
a la mentira de las abstracciones —patria, iglesia, libertad,
familia-, queda más en evidencia su vacuidad. Por eso, al
igual que los soldados que se masturban con las aventuras
lúbricas del Libertador y Manuelita, o se precipitan en la
sífilis de los burdeles locales, al final la reivindicación del
presente se apoya en el deseo y en el cuerpo, sin dejar de
ver su aspecto esperpéntico, así sea en la juguetona proca-
cidad de una ministra sin ropa interior.
La sorpresa inicial pasa a ser el reconocimiento de lo
natural en la obra de Moreno-Durán. Hay quien dice que
la prueba inmediata que le hacen a uno cuando se quiere
comprobar la nacionalidad es pedirle que cante el himno
[279}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA y VERDAD

nacional. Y es cierto, resulta difícil, por más antipatriota


que uno se proponga ser, no conocer el himno. Pero es
la entonación la que cuenta. En este caso, no se trata del
himno sino de esa canción que después de la lectura de
esta novela ya no podemos llamar infantil: Mambrú se
fue a la guerra...

Publicado en La Jornada Semanal, México, 1997.

{280]
H E R N A N D O
V A L E N C I A G O E L K E L

Pasión nacional
por el olvido

1_/A participación colombiana en la guerra de Corea


confirma que la novelística cuenta a veces lo que deja la
historia.
Ya al final de su novela Mambrú, Rafael Humber-
to Moreno-Durán escribe: "en mi país la verdad es
incompatible con la memoria". El aserto es pesado,
grave como las lápidas del cementerio que está visi-
tando el narrador; pero podría decirse que el libro gira
en torno a él, que es la expresión lapidaria —sin ánimo
de retruécano— que el autor ha estado organizando y
exponiendo a lo largo de las 400 páginas que constitu-
ye el texto de Mambrú.
Mambrú es el relato de las aventuras y desventuras del
Batallón Colombia en la guerra de Corea, en el año no
tan remoto de 1951. El gobierno, como quizá se recuerde,
promovió la creación de un cuerpo de tropa encargado
de arrimarle el hombro a coreanos del sur y a estadouni-
denses en defensa de la república de Corea, amenazada
por Corea del Norte y por las "hordas amarillas", como
entonces se decía, de la República Popular China. Era,
es, sumamente lógico, que los países democráticos se
alien en defensa de sus libertades y sus autonomías; no
está muy claro hoy, ni lo estuvo ayer, por qué una dudosa
democracia como la nuestra de entonces - n o me refiero
{281]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

a la de ahora, claro- había de ir al otro lado del mundo a


defender la apenas naciente democracia coreana.
En la expedición murieron varias docenas de soldados
colombianos y se torcieron los destinos de muchos otros
más; pero, muy rápidamente, el episodio coreano fue
cayendo en el olvido, pese a algún monumento como el
que se levantaba en la calle 100 -obsequio del gobierno
de Seúl en memoria de nuestros compatriotas caídos en
el desastre del Monte Calvo y en otras circunstancias del
feroz conflicto-. Sobre el episodio existe una literatura
patriotera y hagiográfica que en vano se opone, no a las
contradicciones, no a un revisionismo como el que de
alguna manera puede caracterizar a esta novela de More-
no-i-»uran, ¡>mu a ia gran pasiun nacional pui ci uiviuu.
Resolvimos olvidarnos de la guerra de Corea, en la mis-
ma forma como nos olvidamos de los veteranos; le echa-
mos tierra a la sangrienta anécdota, igual a como hemos
querido hacer con otras peripecias crueles y desconcer-
tantes de nuestra historia, movidos quizás por el temor de
enfrentar la verdad a la memoria, la incompatibilidad que
expone el autor de este libro.

Ficción y verdad
Pero pocas líneas más adelante, Moreno-Durán aña-
de: "la guerra no había sido como nos la habían contado.
Tal vez por eso el general desistió de acompañarnos cuan-
do esa mañana de septiembre lo invitamos a que visitara
con nosotros el cementerio. Adujo pretextos relacionados
con los actos protocolarios de la agenda del día (...). A
lo mejor estaba tan decepcionado como nosotros, hartos
de la historia falaz que nos inculcaron desde el día en
que terminó la guerra, hastiados de la ficción con que se
embadurnaba la realidad. Porque en nuestro país ficción
es el nombre que los escépticos les dan a los golpes con
que en vano intenta despertarnos el rigor de lo cotidiano".
La verdad, sí, es incompatible aquí con la memoria,
pero lo es también con la historia. Frente a una historio-
{282}
R . H . Moreno-Durán
en breve

grafía que cuando no peca de interesada y tortuosa peca


entonces de candida, los historiadores de las nuevas pro-
mociones han tomado caminos que los alejan de la histo-
ria política y, con mayor razón aún, de la historia militar.
Nos encontramos entonces en la situación peculiar, aun-
que no siempre infortunada, de que debemos acudir a la
ficción, en su verdadero significado, para encontrarnos
con la verdad y con la memoria. La inmigración europea
del siglo pasado está no en los libros académicos sino en
La otra raya del tigre, de Pedro Gómez Valderrama; la
matanza de las bananeras se halla en las páginas coléricas
de Cien años de soledad; la guerra de Corea está en este
Mambrú.
Libro por el cual hay que darle las gracias a Moreno-
Durán; aquí, a través de seis personajes —seis veteranos
semianónimos de la expedición—, recrea su verdad de una
guerra, y la múltiple reminiscencia es un deleite por su
imaginación, su claridad, su humor. Hay que maravillar-
se también por la luz que arroja sobre una página de la
historia transcurrida cuando él era apenas un niño, pero
que ha logrado recuperarnos en virtud de su paciencia de
investigador, de sus dotes de fabulador y, por encima de
todo, por la efervescencia de una imaginación novelística,
en pleno vigor y en plena búsqueda, como se demuestra
en Mambrú.
Publicado en Lecturas Dominicales
de E l Tiempo, Bogotá, 1996.

{283]
JUAN GABRIEL
VÁ S Q U E Z

Cartas en el asunto. La
colección como mosaico,
el mosaico como unidad

X A es tiempo de que la crítica olvide las viejas frases y


los lugares comunes que desde hace unos años, cada vez
que sobre el texto cuestionado se carece de otra cosa para
decir, optan por interrogarse aún sobre la madurez de la
literatura colombiana. Ya esta narrativa ha dejado atrás
las dicotomías que caracterizan la adolescencia - c o m -
promiso o irresponsabilidad, costumbrismo o cosmo-
politismo- y ha entrado en lugares donde la palabra es
autónoma y no responde sino a la palabra. Con la palabra
se hace buena o mala literatura, y es ésta la única duali-
dad presente entre nuestros autores; porque, como decía
Vargas Llosa, un escritor decide al momento de sentarse
a escribir si va a producir una u otra. Muchos de los nue-
vos prosistas escogen ahora la posibilidad más triste, y la
más recomendable; sus páginas, he escrito en otra parte,
albergan tantas cacofonías que se precisa valentía y sorde-
ra para recorrerlas, y por eso es que el lector regresa a la
seguridad de estilos trabajados, de prosas precisas y gene-
rosas en su manejo del idioma. Son virtudes, estas últi-
mas, de Cartas en el asunto, libro que apareció en medio
del relativo silencio de la crítica. Otros aspectos loables
son el espíritu lúdico, la ambigüedad a toda prueba y una

[284]
R.H. Moreno-Durán
en breve

propuesta de iluminación mutua entre los relatos que pro-


porciona, al final, un efecto singular y, a su manera, lím-
pida y desprovista de audacias demasiado incandescentes,
novedoso.

Lo lúdico y lo ambiguo
Son características reconocidas, convendrá cualquie-
ra, de la obra de Moreno-Durán. El espíritu de juego se
presenta, a la vez, de adentro hacia fuera (en forma de un
humor corrosivo y ferozmente satírico) y de afuera hacia
adentro (como un impulso del autor que satisface hasta
sus últimos caprichos, que escribe por el placer de hacerlo
y que se regodea en el tratamiento de historias y de perso-
najes que tal vez sólo él termine de conocer). La reticente
ambigüedad de los cuentos responde a una necesidad
arraigada de hace tiempo, en cuentos y novelas: la de ape-
nas sugerir una respuesta, en varios casos, y de negarla de
plano en los demás, para enfrentar al lector con el texto
leído y con el reto de la participación y la búsqueda. Ese
evitar la temida enfermedad de lo obvio, ese quite difici-
lísimo a lo que Baudrillard llamó la explosión de la infor-
mación junto con la implosión del significado, constituye
uno de los objetivos de estos relatos. Moreno-Durán los
ha escrito sin duda con un plan y un plano en la mano
izquierda, consciente de que lo único que una ficción
no puede permitirse es que el lector sienta, en cualquier
momento de su lectura, que el autor pasó por la misma
incertidumbre que él experimentó en su construcción. Y,
sin embargo, está presente esa esperanza que agradece-
mos tanto, ese sutil engaño de que el espectador es vícti-
ma cuando se enfrenta a una arquitectura afortunada: la
de que quien lea sea más inteligente que quien escribe; la
apariencia de que quien crea sólo intuye lo que quien lee
puede descubrir. La polisemia, esa arma de doble filo a
la cual el autor ha recurrido en incontables oportunida-
des en busca de iluminaciones sutiles o de simples juegos
de palabras {El toque de Diana es a la vez la trompeta

[285]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA y VERDAD

castrense y el contacto de la sexual vecina; Losfelinos del


Canciller encuentra ecos en el antiguo club político de los
"leopardos" tanto como en el verso famoso: "Colombia,
tierra de leones"), la polisemia, digo, es elevada ahora al
rango de principio rector. Así lo establece el prólogo, qui-
zás paternalista o, en cualquier caso, prescindible: los dis-
tintos sentidos de la palabra carta es el punto de partida
de los juegos y los laberintos de esta colección. Pero resul-
ta que en el trasfondo esa ramificación del significado no
es más que un pegante del que se agarran multitud de
risibles desventuras amorosas: "Pero es en el amor donde
hay que jugar todas las cartas", dice el prólogo; "Baraje y
corte como quiera y encontrará al final siempre lo mismo:
la solitaria jugada de alguien que no puede prescindir de
sus sueños ni de la confianza o traición de los otros", dice.
Las situaciones de los personajes de cada relato cesan
en el vacío, un vacío siempre generador de preguntas y
de múltiples posibilidades; el contrapunto de la deseable
incomodidad que esta poética causa al lector está en el
humor de esas situaciones: los personajes de la colección
son, como el hombre que describió Gerald Heard, cons-
tantemente sexuales y perpetuamente promiscuos, vícti-
mas de la perversión en lo sexual y, en su promiscuidad,
del tedio. Son echados al mundo ficticio sin recomen-
daciones, sin contemplaciones, para que se encuentren
los unos a los otros y los unos a los otros se atrepellen,
tratando de salir a alguna parte con la comicidad de
una mosca en la ventana. Y esos caminos desembocan
siempre, y poco hace Moreno-Durán para evitarlo, en
el mismo objeto de todas sus metáforas, que acaso, ya lo
he dicho, sea el objeto de todas las metáforas: el cuerpo
femenino.
Se tiene la sensación, con frecuencia, de que el juego
del autor fuese el de traicionar a esas lamentables criatu-
ras, y a la lamentable ciudad en que viven sus lamenta-
bles metas, intereses, existencias. La ciudad está presente
como siempre; la ciudad es un personaje más. Los relatos
[286}
R.H. Moreno-Durán
en breve

la reinventan, como los Dubliners reinventan Dublín, y la


transforman en su espacio físico (creando escenarios que
cuesta trabajo saber inexistentes) al tiempo que, modi-
ficándola, la revelan: la metrópolis se vuelve entonces
un reducido corrillo de chismes y anécdotas frivolas que
encierran a los personajes y entretejen sus historias. Es la
ciudad que el autor ha concebido, es la misma ciudad de
E l Caballero de La Invicta, llena de fracasos cómicos que
siempre terminan siendo fracasos amorosos. En tal senti-
do es que las figuras del libro son paródicas de sí mismas,
ecos constantes de otros movimientos cercanos, que se
dejan ver a través de la identidad desmitificada de un uni-
verso autónomo: Losfelinos era la parodia de un mundo
y quizás de su historia reducida; Cartas en el asunto es la
parodia de esa parodia y de muchas otras que Moreno-
Durán ha venido construyendo de hace mucho.
Estas situaciones, pues, recorren la colección de mane-
ra que cada relato es una entidad cerrada y autosuficiente; en
su construcción, no obstante, han sido utilizados patrones
comunes que funcionan como meras recurrencias, pero son
en verdad un poderosísimo leitmotiv. La técnica que ha sido
escogida para presentarlos hace que el resultado total sea
existente sólo en el lenguaje y a partir de él, y amenace des-
moronarse si su construcción se altera.

El mosaico iluminador
No sorprenderá saber que el método del que hablo
había sido proyectado en otro libro, Metropolitanas. Los
cuentos de esa colección, los testimonios de esas seis
mujeres enamoradas y de sus ciudades, tampoco llevan
título, salvo en el índice. Quieren ser leídos como her-
manos, como partes de una misma preocupación o de un
mismo divertimento. Tampoco sorprenderá entonces que
de ese borrador haya evolucionado el concepto hasta su
forma presente, más arriesgada y útil.
En el Magazín Dominical Montserrat Ordóñez ha
comentado el libro con notable miopía, y se ha pregun-
{287]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

tado, en medio de su vuelo de cóndor sobre las páginas


de lo criticado, "por qué los títulos de los relatos de Car-
tas en el asunto sólo aparecen en el índice y no se repiten
al comienzo de cada texto, lo que dificulta la lectura, y
crea expectativas de una continuidad que no se cumple a
cabalidad". Esta curiosa declaración puede ser comentada
de una sola manera.
"Baraje y corte como quiera", es lo que le pide al lec-
tor Moreno-Durán, y las cartas son los cuentos de que
se compone la colección. Porque su autonomía está bien
establecida, y pueden ser leídos en cualquier orden como
cualquier otro libro de relatos. Sin embargo, si no cono-
ciéramos las obras anteriores del autor, diríamos que es
por la unidad casi terca del estilo por donde empieza a
sugerirse que los distintos cuadros forman parte del mis-
mo fresco; y, aun si las conociéramos, advertiríamos una
serie de patrones y de iluminaciones mutuas entre los tex-
tos que no son sólo caprichos, que no son sólo juegos. El
asunto de las cartas, su modo de hacerse, es el siguiente.
"El extraño caso de Sofía Parkinson" es el relato que
abre el volumen. El evidente tono policial de su título es
un guiño al lector, porque un culpable nunca es hallado,
y su revelación, pronto se reconoce, nunca fue tema del
texto. El relato termina incluso en una apertura (sin per-
juicio de su amplitud) casi incómoda; por sus páginas el
lector es presentado a personajes que parecen ocasionales,
momentáneos, tal vez ornamentales: Lorena Camargo,
Camilo Abadía, el hombre de la gema en el anular. De
ellos se nos dan datos vagos, aislados, sin contexto apa-
rente. Pero a través de llamados de otros cuentos a éste
y de los otros cuentos entre ellos, a través de símbolos o
fórmulas con contenido de redoble, por medio de reite-
raciones o memorandos, cobran su verdadera dimensión
dentro del libro y le dan al cuadro entero su contenido,
sin que queden cabos sueltos entre un comienzo y un
final. Al portero de Sofía Parkinson, ella "le había pedido
el favor de hacerle llegar una carta a su amiga, la modelo

[288]
R.H. Moreno-Durán
en breve

Lorena Camargo, gestión que él cumplió por medio de su


hijo Arnulfo, como había hecho en otras ocasiones"; y en
"Asumir la suerte contraria", último relato, en el cual el
énfasis es puesto sobre Lorena, resulta que "fue un poco
más tarde cuando Arnulfo llegó a su casa y le entregó la
carta que le envió Sofía". Sorprende desde luego encon-
trar resonancias de este tipo en relatos distintos y con
tantas páginas de distancia entre uno y otro. Sorprende
el solo hecho de ver personajes vagabundear con libertad
increíble entre los relatos, pasar entre sus focos de acción
y a través de los ojos y las voces de los demás. Un lector
que no hubiera comprendido de inmediato el sentido
de estos patrones, y que no fuera un perezoso irreden-
to, se lanzaría de inmediato a la caza de las intenciones
del autor, a la caza de su método. La crítica, parece, ha
renunciado a ello.
Alguien misterioso visita a Sofía Parkinson días antes
de su muerte: "se trata de un hombre algo mayor de sesen-
ta años, de cuidada melena blanca, nariz aguileña y buen
aspecto físico, elegante, amable y con una curiosa gema
en el anular derecho". En "El azar en la manga del tahúr"
descubrimos que se trata de Gustavo Esquivel, amante
de Ximena Ibáñez, que además se presenta en la escena
definitiva de "Asumir la muerte contraria", acompañado
de Lorena Camargo y de la azafata Irma Moneada; pero
resulta que Irma había compartido departamento duran-
te algún tiempo con Ximena Ibáñez: son impredecibles
estos círculos concéntricos, estas espirales por las que viaja
el lector. El efecto es uno de vínculos y contextos que se
abren como ventanillas en cada narración, e iluminan una
o varias o todas las demás. Los mecanismos de que se vale
esta propuesta pueden ser asociaciones gratuitas, símbo-
los particulares o el simple juego del libro con la memoria
como del gato con el ratón. Examinemos algunos de estos
métodos de iluminación mutua.
Las circunstancias de la muerte de Sofía Parkinson
han quedado irresolutas. Sin embargo - y he aquí la
[289]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

condición sine qua non para que este libro mantenga su


característica de colección de relatos, no de fragmen-
tos o cosa parecida-, tal irresolución no resta validez
al cuento. A algunos (decididamente a mí) les parecerá
demasiado abierto; algunos creerán (decididamente yo)
que un relato no debe permitirse cabos sueltos de nin-
gún tipo, so pena de perder sus mayores atributos: el
contenido explosivo, la soberanía a ultranza, la sensa-
ción de que todo ha sido dicho en un espacio en que no
es posible que tanto haya sido dicho. Pero, con todo y
eso, E l extraño caso de Sofía Parkinson no pierde su iden-
tidad de relato. Relato abierto, eso sí, pero relato al fin
y al cabo: porque es autónomo, y su mundillo propio
desarrolla sus propios intereses. Pues bien, en el relato
se pregunta el anónimo narrador "¿en qué se basa [su
cronista, señor director] para destacar presuntas analo-
gías entre la tragedia de Arabella Arbenz y la de Sofía,
sobre todo al saberse que a la actriz le habían ofrecido
poco antes de los hechos un contrato para protagoni-
zar la serie "La diva y el matador". ¿A qué se refiere el
narrador? ¿Quién es Arabella Arbenz, cuál fue su trage-
dia? Parece no tener importancia inmediata para el relato;
parece tratarse de uno de esos apuntes ocasionales con los
que Moreno-Durán carga de humos el texto o diversifica
el centro temático hasta diluirlo, con lo cual, a su vez, se
logra el efecto de no haber hablado de nada en particu-
lar y sin embargo lograr el cuento una incidencia en el
ánimo del lector. Pero se entra entonces en la "Epístola
final sobre los cuáqueros", donde quien escribe la carta
que constituye el relato cuenta a su destinatario la síntesis
del guión de "La diva y el matador", que termina cuan-
do Arabella descubre la homosexualidad de su marido,
famoso torero, y "huyó al cuarto continuo e incapaz de
sobrellevar tanta ignominia se pegó un tiro". ¿Debemos
interpretar que algo similar ocurrió a Sofía? No hay res-
puesta dada, pero sí una iluminación, una ventanita que
puede ser una burla, pero puede no serlo.

[290]
R.H. Moreno-Durán
en breve

El mecanismo es profusamente utilizado. El juez Bae-


na, de "Sentimientos piratas", solía compartir sus veladas
con un tal Fonnegra, mencionado de paso, y que es el
protagonista degradado de "Nuestra Señora de Lourdes",
sobre cuya humillación bajo el verbo de una cabaretera se
hacen comentarios en "Asumir la suerte contraria", rela-
to en el cual somos testigos del chisme sembrado por el
locutor Abadía: el narrador de Epístola habría sido aman-
te de Lorena Camargo; y, como si no fuera poco, a ren-
glón seguido se pregunta: "¿qué papel jugaba en todo este
enredo Sofía, la mejor amiga de Lorena y a quien el locu-
tor mencionó como al socaire en su programa?".
No es muy a menudo que una verdadera epifanía ocu-
rre en un relato con los indicios de otro, porque, se ha
dicho ya, a Moreno-Durán no le interesan las respuestas.
Este contener todos los relatos referencias y ecos hacia los
demás tiene, sin embargo, otro efecto de tanta importan-
cia: el crear la sensación de villorrio, de corrillo, en el que
cada personaje es víctima o victimario del siguiente, en
el que el chisme hace estragos, en el que se vive a mer-
ced del morbo público, todo ello dentro de la violenta y
penetrante visión que el autor tiene de esta ciudad que
cuenta seis millones de habitantes y no cesa en su esen-
cia de cotilleo infinito. Nada en absoluto se demuestra o
se denuncia, pero los símbolos recurrentes, las aparen-
tes coincidencias, van creando la idea de lo ineluctable
y creando, así, el propio sistema mítico del condado de
Moreno-Durán: los hechos repetidos se transforman en
símbolos; éstos, en figuras míticas.
Verdadero carácter de mito a escala, de pequeña
leyenda, toman a través del texto figuras de perversión
y decadencia (pero decadencias y perversiones risibles,
entregadas sin piedad al lector para que éste se burle de
los personajitos tristones e insignificantes). De Sofía se
dice que tenía una "enfermiza predilección por los hom-
bres de edad longeva"; de Ximena Ibáñez que fue "un
hombre entrado en años quien la hizo prescindir de esa
[291}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

sortija tan ultrajada"; el narrador de Epístola habla de la


"súbita gerontofilia de su hija", y el de "Asumir la suerte
contraria" de la "inclinación de La Camarga por los sexa-
genarios".
Cada una de estas mujeres es eje de un relato distinto
y a la vez polea auxiliar de los demás: un comportamiento
recurrente ha tomado cariz tutelar. Lo mismo sucede con
el homosexualismo (el juez Baena descubre las relaciones
de su hija con Ligia Fandiño y con Andrea Pontevedra;
el académico corrompido de "Nuestra Señora de Lour-
des" y el ya mencionado torero resultan inesperadamente
inclinados a estas prácticas); y lo mismo con el acto sodo-
mita: de él se impregnan como de un perfume barato las
' • i «/"> j_ i j . » i i i i j i

paginas ue cartas en e* asumo : uesue e± segunuu ue ius


relatos, que gira a su alrededor y que alguna vez se llamó
"Los pronombres de la luna", hasta la metafórica subdivi-
sión que aparece en "Asumir la suerte contraria", y que en
su taurófila evocación da plena y descarada ambigüedad al
título. N o se trata, desde luego, de "vasos comunicantes",
porque no se narran simultáneamente sucesos ocurridos
en distintos planos espaciales o temporales; se trata más
bien de evocaciones mucho menos sofisticadas, más senci-
llas, a partir de una voz que las narra como meras anécdo-
tas. Y en algunos casos no son más que eso; pero siempre
contribuyen a iluminar el mosaico total o, por lo menos, a
dar la impresión de encierro: en los mismos temas, en las
mismas perversiones, en la misma ciudad del fracaso y la
futilidad y en las ideas bajo las cuales se sostiene la unidad
más amplia y manifiesta de la colección.
Acaso el lector se interne en el libro con cautela, teme-
roso de que su contenido pueda sucumbir a sus cargas de
humor como es tan fácil que suceda en textos tan bre-
ves y de tanto contenido paródico. Pronto aparece, sin
embargo, que aunque Cartas en el asunto es una lectura
para agelastas, ni ostentoso ni grandilocuente, ni osa-
do ni dueño de grandes pretensiones, es de una solidez
incontrastable y de una valentía meritoria: no son pocos
{292]
R . H . Moreno-Durán
en breve

los riesgos que toma el autor, y lo hace con verdadera


elegancia, y conociendo sus recursos. Todavía los libros
de Moreno-Durán se empeñan en nuevas formas de jugar
y engolosinarse y satisfacer las necesidades de hablar -la
glotonería de las palabras, dijo Valencia Goelkel—, siem-
pre a partir del lenguaje y con el lenguaje como aliado. Y
es Moreno-Durán, entonces, un importante aliado de la
literatura, que no renuncia a los privilegios del verbo sino
que conquista para él nuevos territorios.

Publicado en Boletín Cultural y Bibliográfico,


Banco de la República, Bogotá, 1996.

[293]
A L V A R O P I N E D A - B O T E R O

Por una escritura

contemporánea del porvenir

i C Ó M O ha logrado América expresar el grueso cau-

logo universal de la cultura en condiciones de igualdad?


¿Conocemos acaso nuestro modo de ser?
Tales son algunas de las preguntas que plantea y
resuelve de manera imaginativa Rafael Humberto More-
no-Durán en su libro De la barbarie a la imaginación, que
ahora ofrece Tercer Mundo Editores de Bogotá en una
edición corregida y aumentada.
En diez capítulos, agrupados en dos partes, el escritor
tunjano se propone la vasta tarea de estudiar la histo-
ria de las letras del hemisferio. Su género preferido es la
novela, ya que ésta permitiría captar y aprehender mejor
el ámbito de lo real, otorgándole conciencia, materia y
expresión.
Cuatro parámetros guían al ensayista:
—La famosa antítesis sarmentina "civilización y barba-
rie" y sus ecos hasta el presente.
- L a búsqueda de una ontología del latinoamericano.
—La ciudad como reducto de poder y cultura, en diálo-
go con la cultura universal.
- Y finalmente, la construcción barroca de nuestro len-
guaje.

[294]
R . H . Moreno-Durán
en breve

Civilización y barbarie
Durante siglos hemos tenido que soportar la actitud
arrogante de otros pueblos que nos han visto como si fué-
semos retardados mentales. Se discutió si teníamos alma;
se nos tachó de niños, de pueblo joven, de territorio en
los primeros días de la creación. Peor aún, con frecuencia
hemos aceptado tales apelativos: hasta hace pocas déca-
das, muchos de nuestros intelectuales pensaban que ni
siquiera teníamos literaturas nacionales.
Por eso no es de extrañar que la frase "civilización
y barbarie" acuñada por Sarmiento en el siglo pasado,
hubiese sido siempre interpretada de la peor manera para
el americano.
Los términos del debate nunca fueron cuestionados.
Había que optar por la civilización o la barbarie, pero
nunca se investigó si respondían a nuestras exigencias
típicas.
Con los años los extremos han tomado diversas acep-
ciones: imperialismo-colonialismo, ciudad-campo, centro-
periferia, norte-sur, países desarrollados-tercer mundo.
Para desbaratar tales binomios, Moreno-Durán propone
lo imaginario. Considera que la violencia ha invadido
tanto la civilización como la barbarie, con lo que se ha
desvirtuado la esencia misma de cada una.

Ontología del latinoamericano


Tal es el esquema general de esta búsqueda para defi-
nir un modo de ser propio que nos aproxime al mundo
contemporáneo. A pesar de las instancias contradictorias,
acaso insólitas, de nuestra América, el ensayista empren-
de la ardua tarea de definir esa "voluntad ontológica".
Afirma que para que exista una literatura, además del
valor estético de sus obras es necesario un centro de cohe-
sión interior, una perspectiva unitaria sobre el conjunto
de la realidad que permita el diálogo y asegure la con-
ciencia histórica.
Nuestra visión unitaria aparece, por primera vez, con

{295]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

el modernismo. A pesar de que la independencia política


se logró en muchos países a principios del XIX, el grito de
independencia cultural sólo fue lanzado por los modernis-
tas varias décadas después. Al comienzo, muchos vieron
en él únicamente la influencia francesa, pero con los años,
la crítica lo situó en su verdadero nivel. Octavio Paz afir-
mó que fue una renovación comparable apenas con la que
en el siglo XVI llevó a cabo Garcilaso en España, siguien-
do modelos italianos. Conclusiones parecidas aportó hace
poco Rafael Gutiérrez Girardot cuando dice, en su libro
sobre el modernismo, que las letras en lengua española ya
no pueden considerarse zonas marginales. Se necesitó la
revolución cubana, el boom de la novela y varios premios
Nobel para que la idea empezara a ser comprendida por
propios y ajenos.
El intelectual criollo del siglo pasado careció de una
ontología que justificara su ser, y a la vez que justificara
su obra. Se sentía desnudo bajo el predominio de valores
europeos usufructuarios de lo universal. Sólo cuando vol-
vió sus ojos sobre el entorno pudo encontrar los elemen-
tos para su expresión.

La ciudad
Fue entonces cuando sucedió ese brusco pero fértil
cambio de escenario: del campo a la ciudad. El predomi-
nio de la urbe, que caracteriza nuestro siglo, está en la base
de las preocupaciones del latinoamericano. Pero éste no
está solo, comparte su destino con el resto de los habitan-
tes del planeta. Somos contemporáneos en la modernidad
con el urbanismo, el desarrollo económico y de mercados,
la ciencia y la tecnología. Y también con la pluralidad de
ideas y de formas artísticas. Si el continente, por siglos, fue
apenas un receptor de influencias, hoy puede considerársele
en condiciones de igualdad en el diálogo entre las culturas.
Para bien y para mal, somos contemporáneos del porvenir.
Sin embargo, para muchos, aún hoy, la identidad está
en la aldea, una aldea que se ahoga en el costumbrismo.
(296]
R.H. Moreno-Durán
en breve

Lo americano es más bien asimilación, jamás aislamiento.


Estas ideas de Moreno-Durán contienen un ataque con-
tra la llamada novela realista.
Alaba, por el contrario, aquella literatura de nuestra
América que le ofrece al mundo la síntesis misma de lo
que le ha dado vida: una literatura que lejos de romper
con manifestaciones exógenas, las acepta como fuente
pero guarda la distancia.
Es que el escritor local, con frecuencia, supera los
límites del terruño y se lanza a la vastedad de un universo
más amplio. Así, nuestra heredad acusa un doble origen:
de un lado el detalle de lo cotidiano. De otro, los grandes
mitos que desde los griegos impulsan a Occidente. Esto
ha producido obras en las que la barbarie ha devenido
en conciencia. En ellas, los autores se han empeñado en
reclamar la verosimilitud que nos es propia.

El lenguaje barroco
Por eso el reto mayor ha sido encontrar una forma de
expresión. Y lo hemos logrado según Moreno-Durán, en
el barroco, que en última instancia es maridaje de formas,
culturas o influencias. En él confluirían los valores euro-
peos y las manifestaciones aborígenes más felices.
Como es sabido, el barroco es ya de vieja data y siem-
pre ha estado presente en nuestra historia. Ni el roman-
ticismo, ni el modernismo, ni el Parnaso y menos aún la
vanguardia pudieron sustraerse a su influjo.
Al comienzo, fue un reflejo del español, y en literatura,
una forma de gongorismo. Pero fue afirmándose en obras
que querían conciliar la Biblia, la mitología grecolatina y
las creencias indígenas.
A esta misma corriente pertenece el llamado realismo
mágico cuyos recursos más efectivos son la metáfora y la
parodia, la enumeración y la exageración. Nadie mejor
que el poeta y novelista José Lezama Lima para tipifi-
car el barroco reciente, porque su arte es un intento por
descubrir y exaltar relaciones ocultas y combinaciones

[297}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

epifánicas. Su método consiste en convertir las entidades


naturales en culturales, mediante los recursos, a veces
extremos, de la imaginación.
Así, para Moreno-Durán, como para Lezama Lima,
crear o interpretar textos difíciles es el más gratificante
de los placeres de la imaginación. De ahí el uso en sus
ficciones de un lenguaje que es forma de conocimiento,
grano de verdad y destello misterioso.
Por fortuna, estas argucias literarias constitutivas de
lo original en el arte, no son exclusivas de las obras de
ficción de Moreno-Durán en nuestra literatura patria;
otros caminan por la misma vía: las novelas universales
de Germán Espinosa, las fantasías utópicas de García
Aguilar, el conceptismo de Francisco Sánchez, el falans-
terio feliz de Cardona López, la mitología alucinada de
José Manuel Crespo, la evocación romántica del Liberta-
dor de Cruz Kronfly y también las situaciones exóticas en
las novelas de Parra Sandoval, Jaramillo Agudelo, Mutis,
Rojas Erazo, Pérez Pinzón, Ruiz Gómez y tantos otros,
nos están mostrando la vitalidad de esta corriente, en la
que prima la imaginación fantástica sobre el dato empíri-
co y que constituye la avanzada de una nueva narrativa en
el país, paralela a la latinoamericana que tan ampliamen-
te estudia Moreno-Durán en el ensayo comentado.

Texto leído en la presentación de la edición De la barbarie


a la imaginación, publicada por Tercer M u n d o Editores.
Bogotá, mayo de 1989.

[298]
J O S É M A R Í A E S P I N A S A

Albert Camus en
una novela policíaca

I~.IAY escritores cuya obra me despierta una profunda


envidia, pero no porque me hubiese gustado escribir una
u otra de sus obras -todos le tenemos envidia a Joyce por
el Ulises, por una actitud ante la página en blanco que
deslumhra, no como texto (aunque también) sino justa-
mente como actitud-. Por ejemplo, está el caso de Gui-
llermo Cabrera Infante. Creo que puede, virtualmente,
escribir de cualquier cosa, incluso de nada, porque final-
mente esa nada acabará remitiéndolo a Cuba, a La Haba-
na. Algo similar acontece con R. H . Moreno-Durán,
pero con un sentido distinto. Con Cabrera Infante yo me
divierto mucho al leerlo pero no estoy seguro de que él
se divierta al escribir; en cambio con R. H . estoy seguro
de que se divierte tanto al escribir como yo al leerlo. Ese
gusto por el trabajo de escritor es lo que impide que se le
pueda aplicar el horroroso calificativo de profesional, que
tampoco se le puede poner a Cabrera Infante, a pesar de
que ambos vivan de lo que escriben, precisamente una de
las acepciones de profesional.
¿Por qué empiezo diciendo que Moreno-Durán no es
un escritor profesional? Camus, la conexión africana (Nor-
ma, Bogotá, 2003), que desde el mismo título está lleno
de guiños al lector, es evidentemente un libro por encar-
go. Él tiene la facultad de hacer suyo, muy suyo, todo

[299}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

lo que escribe, y lo hace suyo a través de un proceso


de escritura en el cual, a la inversa de Cabrera Infante,
no insiste en su yo sino en su otro. Moreno-Durán se
divierte porque le encanta novelar, su filiación es plena-
mente cervantina, una historia lo lleva a otra y esa otra
lo regresa a la primera, pero nadie sabe dónde ocurrirá
ese regreso.
Moreno-Durán escoge bien desde el principio: su
autor pretexto será Albert Camus. Y el crimen dará moti-
vo al resto. Es tentador escribir un retrato biográfico del
narrador y ensayista, autor de E l hombre rebelde, pero no
desde el punto de vista académico, con fechas, nombre,
datos, documentación y toda la parafernalia que impli-
ca una aspiración de verdad histórica. Estoy seguro que
R. H . todo se lo inventa pero que, por eso mismo, todo
es cierto, cierto de una certeza más profunda que la del
documento.
¿Por qué Camus? Bueno, porque como escritor y como
persona resulta fascinante. No tiene el sesgo demoledor y
dogmático de los argumentos del filósofo existencialista
por excelencia, Jean-Paul Sartre, ni la especialización filo-
sófica de Maurice Merlau-Ponty, no ha muerto tan joven
como Nizan ni tiene el aire de triunfador de Malraux. No
pertenece tampoco al grupo de los que estuvieron del lado
equivocado (Drieu la Rochelle, Céline), pertenece (y lo
digo como elogio) a la familia de los moralistas, sus ensa-
yos son de ésos que harían sentir orgulloso a Montaigne.
Fue reconocido por sus pares y también por las institucio-
nes al ser el segundo autor más joven en recibir el premio
Nobel - a los 43 años- hasta nuestros días. Fue también
ávidamente leído por el gran público, discutido, denigrado
incluso. Además, y esto es esencial para dicha novela, fue
un donjuán consumado. Y R. H . no resistió hacerle de
Leporelo y contar hasta mi/e tre.
Ese gusto por escribir de Moreno-Durán se mani-
fiesta entre otras cosas en esa cúspide del homenaje que
es, según Borges, la parodia. Inmediatamente Camus, la
[300]
R.H. Moreno-Durán
en breve

conexión africana nos hace pensar en E l extranjero, pero


no (o nada más) por la anécdota sino por la prosa. Repro-
ducir la claridad y riqueza del francés usado por Camus
en español es un logro notable. Y esa claridad es parte
de la capacidad seductora de la persona/personaje, de
su éxito (aunque lo lleve muchas veces al infierno) con
las mujeres. Elegir a Camus no fue un acierto sino una
necesidad.

Entre el castigo y la culpa


Si uno de los postulados de la propaganda de la filoso-
fía existencialista fue nuestra condena a la libertad, otro
fue aquello de que el infierno son los otros. Para R. H . si
no son el infierno son al menos los culpables de la trama.
Por eso una novela policíaca, como dice Fernando Sava-
ter, es la encarnación anecdótica de una exigencia moral:
el castigo del culpable y la confianza en el aparato que
lo culpa y lo castiga. Definir la culpabilidad, como bien
sabía el propio Camus, es el gran asunto del pensamiento
moderno. Es evidente que el tono es novelesco, el autor
no pudo conocer, por edad, a los actores de esos años y su
recreación es ante todo anímica.
Esa culpa y ese castigo acaban por ser siempre un
asunto de mujeres, por más politizado que esté el tema,
como en el caso de Conexión. Pero eso no lo vuelve frivo-
lo sino que acentúa su condición existencialista: la culpa
misma es el castigo. El barroquismo de anteriores obras
de Moreno-Durán deja aquí su lugar a un dibujo nítido
y preciso de la trama (una novela policíaca debe ser enre-
dada, llena de sugerencias y retruécanos, pero nunca con-
fusa), con el laconismo de un guión cinematográfico. A
la película la imagino en blanco y negro, y en el papel de
Camus a Humphrey Bogart (más que Belmondo, Delon
o Trintignant o Jean Fierre Léaud, por más franceses
que sean), y si usted piensa en Casablanca no andará tan
errado. El entramado de coincidencias es evidentemente
construido pero ¿tiene eso importancia? Muchas veces es
{301]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

el azar el que implica una necesidad, es decir, una coinci-


dencia.
Por eso todo rival amoroso pertenece a la derecha, es
un espía y un traidor. Por eso entre todos tienen todas las
piezas del rompecabezas, pero sólo el escritor las puede
armar, darles un sentido. No es sólo Camus el que está
amenazado, es el pensamiento mismo, por eso él, que lo
encarna, se ve rondado por el fantasma del atentado. Y el
accidente en que muere Camus, ¿qué fue? ¿Azar? Hace
tiempo vi en los periódicos la foto de Susan Sontag, una
de las herederas de ese pensamiento, recibiendo el Pre-
mio de la Paz de los libreros alemanes; y yo pensaba en
la fragilidad de esta escritora ante los vaqueros que no se
conforman con gobernar a la nación más poderosa del
mundo sino que quieren (y desde luego pueden, por su
fuerza militar) gobernar también a los otros, al mundo
entero. Y entonces advertí por qué la novela es tan estre-
mecedora; la carta que revela el complot revela también
algo más terrible: la complicidad de Simone, la primera
esposa de Camus, mucho más dolorosa que sus traiciones
y adulterios a cambio de droga. Y allí se detiene el ami-
go, de paso, se detiene el novelista. Ya sólo se apunta al
pasar, la intención de Camus de escribir una novela sobre
la nostalgia de un hombre que jamás pudo conocer a su
padre, y se me ocurre que, en el delirio de coincidencias
en que me precipita La conexión africana, Camus pudo
leer antes de morir en el absurdo accidente de coche que
le costó la vida una novela que se llamó Pedro Páramo.

Publicado en Cambio, México, 2004.

{302}
H E R N Á N L A R A Z A V A L A

Camus, la conexión africana

• • U N A tarde de aburrición, una playa y una pistola",


así reduce a su mínima expresión la trama de la nove-
la E l extranjero de Albert Camus el escritor inglés J. G.
Ballard. Hay en esa extraordinaria y breve obra -amén
del "estilo blanco" practicado por Camus- algo que nos
permite percibirla hoy en día como la novela negra del
existencialismo. Tal vez por ello no resulta extraño que
el escritor colombiano R. H . Moreno-Durán eligiera
precisamente la figura de Camus para integrarse a la
colección Literatura o muerte que el Grupo Editorial Nor-
ma acaba de lanzar y que tiene como cometido escribir
una obra policíaca tomando como personaje central a un
escritor. Se han programado ya las correspondientes a las
personalidades de Rubén Darío, Hemingway, Moliere,
Stevenson, Simenon y Dumas, todas a cargo de destaca-
dos escritores hispanoamericanos de la talla de Germán
Espinosa, Leonardo Padura, Rubem Fonseca, Alberto
Manguel, Julio Paredes y José Saramago.
La novela de Moreno-Durán lleva como título Camus,
la conexión africana y dada la compleja personalidad del
escritor y sus incursiones por la Argelia profunda se trata
de una novela negra de corte muy intelectual. La obra se
basa en el asesinato de Guy Monfalcon en Argel, caso
en el que se ve de algún modo involucrado el autor de E l
hombre rebelde que en esos momentos se encontraba de
visita en su ciudad natal. En efecto, unos cuantos días
antes de la muerte de Monfalcon él y Camus habían teni-
do un fuerte altercado en uno de los privados del cabaret

{303}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

Le Coeur Volé, a causa del espinoso tema de la liberación


de Argelia, tan caro al ánimo libertario de Camus.
El espíritu juguetón y culterano de Moreno-Durán
toma como pretexto el género negro y se inventa toda
una novela que le permite regodearse en su admiración
por el "dandy" y "seductor" Albert Camus, recrear el
ambiente de la exótica ciudad de Argel con el eco de sus
constantes salmodias, sus plazas y minaretes, sus barrios
pobres, la Cashbah y sus laberínticas callejuelas, el
mar y el viento proveniente del desierto que moldean el
carácter de sus habitantes; pero también ejercita su vir-
tuosa escritura en una trama en la que resalta la caris-
mática y compleja personalidad del autor de La peste y
j-it. extrarijero, sus mujeres,
sis, sus obras literarias y sus amistades, con particular
énfasis en su relación intelectual, competitiva y entraña-
ble con Jean-Paul Sartre.
La novela está narrada desde la perspectiva del periodis-
ta Aimé Lacomte, amigo de la infancia y colega de Camus,
al que se refiere en momentos afectuosos con el nominativo
de Bebért -apodo de la infancia del escritor-, y también
colaborador del Alger Republicain. El asunto Monfalcon
se convierte entonces en la piedra de toque que dará pie
a la serie de extraños incidentes que le ocurren a Camus,
entre los que destaca un intento de asesinato mediante
un accidente automovilístico sospechosamente vinculado
con las reuniones que se celebran para apoyar la resistencia
argelina, con la lucha por sus derechos democráticos y el
intento de lograr la representación parlamentaria de su país
ante los franceses. Precisamente a causa de esto la poÜcía
arresta a Maisonseul, causando la indignación y la protes-
ta de Camus que declara: "Si la actividad que Maisonseul
cumplió en Argelia a favor de víctimas inocentes, francesas
y árabes, bastó para inculparlo será necesario inculparme a
mí también. Esa actividad es y será mía".
La parte política se complementa con el perfil eróti-
co sentimental de Camus que, como afirma R. H., era

{304]
R . H . Moreno-Durán
en breve

un "Don Juan insaciable y castigador". Buena parte de la


novela trata de su relación con su primera esposa, Simone
Hié a quien Camus apodaba La Salamandra y que sufrió
de una fuerte adicción a las drogas que la condujo a la
perdición. Sirve también esta parte para que el propio
Moreno-Durán elabore teorías como la del amor doble
según la cual "el hombre, para mantener a salvo su liber-
tad, debe amar por lo menos a dos mujeres simultánea-
mente". Esta teoría le cae como anillo al dedo a Camus
que además de La Salamandra amaba a Lía a quien en
la novela Camus describe en los siguientes términos: "Y
entonces la vi. Alta, magnífica, llevaba un collar de jaz-
mín sobre su vestido azul pegado al cuerpo empapado de
sudor desde el cuello hasta las piernas. Mientras bailaba,
se reía y volvía la cabeza y como un regalo escuché su
nombre, Lía. Y algo más: al pasar ebria de alegría junto
a la mesa donde me encontraba, atrapé su fragancia, una
mezcla de flores y de carne...". También habla Moreno-
Durán de quien supuestamente fue el gran amor de la
vida de Camus, la actriz María Casares protagonista de
al menos dos de sus piezas dramáticas y a quien se des-
cribe en los siguientes términos en La conexión africana:
"María tenía todo lo que le gustaba a Camus y que de
alguna forma los hermanaba: sangre española y espíritu
rebelde, anárquico, combativo. Por algo Bebért la apoda-
ba La Única".
La parte filosófica no falta en la novela y Moreno-
Durán se las ingenia para comentar las principales apor-
taciones de Camus a la filosofía y a la literatura, y trae
a colación la famosa polémica Sartre-Camus que tris-
temente dio al traste con su amistad. Nos referimos a la
contienda que se desató a causa de una reseña que apare-
ció en la revista Temps Modernes en agosto de 1952 firma-
da por Francis Jeansons en contra de la publicación de E l
hombre rebelde, que llevó a una respuesta de Camus contra
Sartre en donde lo acusa de suponer que "el buen estilo
es de derechas y que los izquierdistas deben, por virtud

{305}
R.H. MORENO-DURAN:
F A N T A S Í A Y VERDAD

revolucionaria, escribir enjerga y mal". Lo que propició


la correspondiente contrarrespuesta feroz de Sartre que
inicia con la implacable frase de "Nuestra amistad ha sido
larga y he de lamentarla..".
El libro conjuga pues el extraño asesinato de Monfal-
con, el complot contra Maisonseul, la vida amorosa de
Camus, su filiación con el existencialismo y su eventual
ruptura con Jean-Paul Sartre, de todo lo cual Moreno-
Durán aprovecha la espléndida oportunidad para entrete-
jer una historia detectivesca, amorosa, política, filosófica,
amena y amistosa en la que el azar, a decir de Maisonseul
desde la cárcel, "tiene cara de poeta".

J. r e s c n í a c í o n u.e ±^a conexión africana e n IVÍCXÍCO, 2 0 0 4 -

[306]
ROSA BELTRAN

Pandora: retablo vivo


de la mujer "impresa"

I N o podemos vivir toda una vida inmersos en la serie de


ideas que han hecho de la mujer el tema central de tantas
obras maestras sin que ese retrato forme parte de uno, sin
que la "criatura impresa" se convierta, tarde o temprano,
en uno. Porque la mujer que vive, sueña, ama y se rela-
ciona con el mundo tiene dimensiones precisas. Pero la
mujer escrita adquiere, en cambio, una longitud imprevis-
ta. De las más antiguas deidades femeninas a las "bípedas
implumes" que pueblan el mundo, las mujeres han sido
obsesión, pretexto, modelo, objeto de odio, de culto o de
chantaje de los hombres. Pero no fue hasta el siglo XX
que la mujer dejó de ser pensada como una de dos espe-
cies: o la mártir (y "buena") o la seductora (y "perversa")
para empezar a pensarse, ella misma, como grupo. Políti-
ca, económica, socialmente como parte de una multitud.
Junto con la conquista de los espacios virtuales, una
de las utopías del siglo que comienza es explorar cómo
somos realmente las mujeres. En qué consiste nuestra
especificidad. Las librerías están atestadas de estudios
sicológicos, estadísticos, históricos y de novela que se
han dado a la búsqueda desaforada de las mujeres: reales
e inventadas, grandes, pequeñas, heroínas disfrazadas,
ninguneadas, anónimas. Desde las obras de creación más
originales hasta las que confunden la literatura con los
manuales de autoayuda y superación. No importa cuán-

Í307}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

to busquemos: el punto de partida obligado es, y seguirá


siendo por algún tiempo, la novela del siglo XX.
Pandora, el espléndido conjunto de historias de More-
no-Durán, es la caja que las contiene todas. Ahí está
Molly Bloom, la compleja monologante en un mundo
hecho por hombres o Yerma, la que, privada del poder de
dar vida a causa de un hombre, se vuelve enemiga de sí
misma. La irresistible Odette de Proust que somete a su
amante, y con él, a una clase social desde la más volup-
tuosa vulgaridad; Madame Edwarda y su sabiduría eró-
tica y "perversa". El ángel azul y su implícita capacidad
de destruir cualquier orden, sobre todo el de la respeta-
bilidad, o la niña Chole, la carnalidad salvaje asociada a
todo un continente: América. La mujer que se entrega a
la locura como única y tal vez verdadera forma de conoci-
miento, sea ésta la clarividente doble de Clarice Lispector
o la añorada Susana San Juan de Rulfo. Y muchas más.
Calculadoras, complejas, contradictorias, ingenuas, todas
tienen algo fascinante y todas componen el universo ima-
ginario que hasta ahora hemos dado en llamar "mujer".
A diferencia de otros libros sobre mujeres, aquí no se
trata de hacer teoría feminista ni sucumbir al fundamen-
talismo ideológico. Este libro es para el lector y la lectora
de relatos, sobre todo de novelas. No es, aunque no le
vendría mal leerlo, para el lector especializado, para el
académico. Sino para todo aquel que desea ver reconta-
da en pequeñas historias la gran historia de la mujer tal
como ha sido contada desde sus más brillantes autores.
En un mundo en que los lectores se han vuelto devo-
radores omnívoros, Pandora es aperitivo y plato fuerte.
Puede ser un acercamiento a libros que uno ha leído y
ama, pero también una visita a los estereotipos y obse-
siones que nos acompañan, aunque no sepamos por qué,
en el día a día. Como dice ítalo Calvino: uno no puede,
nunca, acercarse al protagonista de una obra maestra en
estado de absoluta virginidad mental. Nora y su deci-
sión de escapar del yugo matrimonial (nótese que "yugo"
[308}
R.H. Moreno-Durán
en breve

está inevitablemente contenido en "conyugal"), Lolita y


el poder atávico presente en su naciente sexualidad, son
personajes que habitan la calle, la escuela, los anuncios
comerciales. Las mujeres que deambulan por las historias
que recuenta Moreno-Durán son, o han sido, nuestras
vecinas de banca, nuestras madres, nuestras parientes.
Quienes nos explican lo que hemos hecho o se adelantan
a lo que haremos. Y no es extraño que en Pandora esto
ocurra del modo más natural: se trata de un escritor que
sabe que la única forma de convencer es escenificar. Vol-
ver a contar una historia, transformándola. Por eso, este
libro puede leerse como un solo relato, como el expedien-
te vivo de las facetas con que hemos decidido contar el
eterno femenino.
Como escritora y como lectora (aquí la "a" de ambas
terminaciones es clave) me entusiasma que el autor de
este libro se haya tomado la molestia de indagar en los
grandes personajes femeninos, buscando en los escritores
y escritoras de genio del siglo que termina. D e este modo,
los destinatarios del libro —que espero sean tan numero-
sos como diversos- podrán comparar las diferencias en
el modo de representar aquello que algunos han creído
hallar y que otras aún buscan cómo definir.

Publicado en Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 2000.

[309]
D A R Í O J A R A M I L L O
A G U D E L O

La prosa envolvente
de Moreno-Durán

c „ , _
O E G Ú N Robert tíurton, que escribió su célebre Anato-
mía de la melancolía hace cuatrocientos años, no se sabe
muy bien si la melancolía es una causa o un efecto, una
enfermedad o un síntoma, en todo caso está directamente
relacionada con la bilis negra, un humor maligno que se
apodera de la víctima y le produce "un delirio sin fiebres,
acompañado de temor y tristeza sin causa aparente".
En E l humor de la melancolía (Alfaguara, 2001) el
último libro de relatos de R. H . Moreno-Durán, la bilis
negra aparece tan pronto como obsesión sexual del inves-
tigador sobre abejas tan retraído que parecía "pateado
por una yegua", o como fiebre de amor en el poeta que le
escribe a su amante en el avión donde morirá, o el simple
delirio colectivo en una guerra o en la asonada general
del 9 de abril.
Novelas breves, cuentos con la profundidad psicoló-
gica y controlada digresión de la novela, miniaturas per-
fectas, a veces delirantes o perversas, sobrecogedoras en
su fría distancia, cómicas o sardónicas, estas seis narra-
ciones se regodean en una forma envolvente, una prosa
que va logrando, imperceptible, una especie de cómico
paroxismo a fuerza de la aparente seriedad que impone
la abrumadora información que se incorpora al relato:
al igual que sucede en sus novelas, en todos los casos el
Í310)
R.H. Moreno-Durán
en breve

cuento está situado en un contexto histórico real o pone a


circular personajes verdaderos. Las narraciones de More-
no-Durán son paisajes fractales de esa verdad histórica:
es cierto que Makarios estuvo en Bogotá, que Brigitte
Bardot cantó la guabina chiquinquireña, que Kinsey fue
pionero en las investigaciones sobre comportamiento
sexual humano. Sobre estas plataformas noticiosas, el
escritor monta el tinglado de la ficción, verosímil más allá
de que comparta la narración con lo que sabemos cierto,
sino también porque nos hace sospechar que la historia
que leemos también haya ocurrido o, aún más inquietan-
te, haya debido ocurrir y se quedó enredada y trunca en
un pliegue oculto de la historia.
Suponer, por ejemplo, que después de sus informes
sobre el hombre y la mujer, la muerte del doctor Kinsey
interrumpió su siguiente estudio sobre la sexualidad de
las niñas protoadolescentes, lleva a Moreno-Durán a un
delirante ensayo-narración que termina cruzándose con
una especie de kínder de gineceo situado en Cali y que
explota el 6 de agosto de 1956, poco antes - y seguramente
causa- de la muerte del doctor Kinsey.
Pliegues de los pliegues de la historia, entre los episo-
dios poco mencionados de la victoria aliada figuran los
campos de retenidos de la posguerra. Allí Moreno-Durán
involucra la aventura kafkiana de un ingeniero colombiano
a quien le encargan traer los papeles del sabio Uricoechea
desde Colonia, poco después de terminar la guerra.
La prosa medida de Moreno-Durán logra involucrar
al lector en esa historia de patéticos consuelos y deses-
peranzas. En otra narración, así como Stendhal, a quien
invoca, contó desde dentro la batalla de Waterloo en
La cartuja de Parma, del mismo modo un periodista, en
medio de una rumba, queda inmerso en el 9 de abril
bogotano, que relata sin saber nunca qué está pasando,
como la pesadilla de un ebrio duermevela.
Eso tiene este libro: su capacidad para involucrar al
lector en las historias y, sobretodo, para hacerlo disfrutar
[3n]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

el modo como Moreno-Durán, aguda, corrosiva, a veces


impudorosamente, nos conduce por los vericuetos de lo
que inventa y de los que toma de la historia.
De las seis narraciones del libro, mi favorita es E l olor
de tus depravaciones cuyo dramatismo está en el contex-
to. Sabemos que Jorge Gaitán Duran murió en Poin-
te-á-Pitre en un accidente de aviación. Moreno-Durán
supone que, durante el trayecto que lo llevó de París a
la muerte, Gaitán Duran escribe una carta a su amante
francesa. La amante se llama Brigitte Bardot, a quien ha
conocido desde antes de ella volverse célebre. Allí impli-
ca que la visita de la Bardot a Colombia tuvo que ver con
esta historia amorosa que finalizó en un serpentario y
allí, desplegando una de las prosas de imaginación eróti-
ca más espléndidas de nuestra lengua, Moreno-Durán se
regodea en el culto al cuerpo de este formidable icono del
siglo XX y aprovecha para hacer un divertido y sumario
juicio sobre Colombia: "Todo pueblo primitivo habla en
verso y ésa es la causa por la cual en Colombia hay tantos
vates sueltos".
De los narradores nacidos en los cuarenta, Rafael
Humberto Moreno-Durán forma con Fernando Vallejo
la dupla de novelistas colombianos más reconocidos inter-
nacionalmente. También ensayista notable, en el género
de narraciones breves había publicado anteriormente en
Barcelona el volumen Metropolitanas.

Publicado en Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 2001.

[312}
G A B R I E L
J I M É N E Z E M A N

Moreno-Durán y las
luces de la taberna

J \ . M E N U D O , la reseña sobre un libro de ensayos aporta


apenas un sesgo descriptivo de cuanto el libro contiene,
sobre todo si descubrimos en este aspecto resultantes de
una cultura. Esto es un poco lo que me ocurrió mien-
tras repasaba las páginas de Taberna in fábula 90 de R. H .
Moreno-Durán, un ensayo que viene a revisar principal-
mente la novelística de lengua alemana a comienzos de
siglo; asunto que obliga al autor a trazar correspondencias
de una cultura con el escenario histórico-político de una
Alemania convulsa, donde "las plumas se mojaban en
sangre y las espadas en tinta".
Moreno-Durán es autor de la trilogía novelística
Femina suite, compuesta ñor: Juego de damas, E l toque de
Diana, y Finale capriccioso con Madonna, con la cual ha
alcanzado un lugar de excepción en la narrativa hispano-
americana. Con Losfelinos del Canciller fue finalista del
Premio Rómulo Gallegos. Paralelamente, ha ido articu-
lando una obra ensayística relevante en distintas publi-
caciones del continente, prefigurada por su libro De la
barbarie a la imaginación, cuyo tema es la novela hispano-
americana; tal vocación encuentra cauce en revistas como
Quimera de Barcelona, España, magazín cuya edición lati-
noamericana es dirigida por él.

{313}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

Ahora, en Taberna infábula, el autor "invoca para la


presente reflexión a una taberna, como otros consulta-
rían una biblioteca". La taberna de Auerbach, situada en
Leipzig, donde "se ventilan las glorias y miserias de la con-
dición humana a través del humor y el vino, de la broma
y la rencilla, la cual constituye también lo más parecido al
espacio de un libro. El libro que registra en sus paredes el
testimonio más fidedigno del tránsito de un doctor Fausto
de carne y hueso por los ámbitos de este mundo". De este
mundo de la taberna de Auerbach y sus derivados, burdel
y prisión, hotel o manicomio, biblioteca o salón refinado,
Moreno-Durán despliega una reflexión sobre las obras de
Alfred Kubinjoseph Roth, Bertolt Brecht, Gottfried Benn,
Alfred Dóblin, Hans Henny Jahnn, Elias Canetti, Her-
mann Broch y Robert Musil. Por ello cree el autor que bien
puede el libro titularse "Del ángel azul al cielo ideal". En
1905 Heinrich Mann publica su novela E lprofesor Basura, la
cual gira en torno a una taberna llamada El ángel azul, que
fue objeto de una adaptación para cine dirigida por Josef
von Sternberg y protagonizada por la casi mítica Marlene
Dietrich en 1931. Justo en este año, Elias Canetti concluye
su novela Auto defe, cuyo núcleo narrativo se cumple en la
taberna "El cielo ideal". Estos puntos de contacto le sirven
a Moreno-Durán para trazar el itinerario espiritual e inte-
lectual de un país durante un cuarto de siglo, donde van a
producirse con seguridad algunas de las obras capitales de
su tiempo. Todo había comenzado quizás con Fausto y su
obsesión de transgredir los estrechos marcos sociales de
su entorno. Se busca entonces ese hortus conclusus donde
la alegría clandestina se mezcla a la celebración inteligen-
te. En otros antros similares como el Kabaret Voltaire, se
ventilan los distintos escándalos de entonces (1916), hasta
en los lugares refinados como el Café des Westens, se cum-
plen las correspondencias de esta cultura a contracorriente.
En el segundo ensayo, "La fantasía como premonición",
el autor revisa la novela La atraparte del pintor Alfred
Kubin, una suerte de simbiosis de los argumentos plásticos

[314}
R.H. Moreno-Durán
en breve

y literarios del movimiento expresionista. Kubin fue esen-


cialmente pintor, y sus incursiones en la literatura se deben
a razones eminentemente existenciales, más que intelec-
tuales. La atraparte, su única obra de ficción narrativa, es
señalada por muchos como referencia de algunas obras de
Kafka o de Ernst Jünger. Kubin ilustra su novela fantásti-
ca con sus propios dibujos, y trató de tejer en este diálogo
una visión compacta de la decadencia y del oprobio vividos
entonces, a través de una escritura sarcástica, cruel, doloro-
sa. Cita el novelista colombiano algunos antecedentes, des-
de la publicación futurista Der Sturm, fundada en 1910 por
Herwarth Walden (que en cierta forma recoge los ecos
del Sturm und Drang dieciochesco) y su mujer, Else Las-
ker-Schüller, que publica una novela, M i corazón, donde
se pintaba con cierto tono de exotismo el ambiente inte-
lectual de Berlín. Por cierto, Lasker-Schüller suscita en el
narrador Moreno-Durán la realización de un deseo poéti-
co que luce como inscripción en el pórtico de los relatos de
Metropolitanas (1989): "Busco por doquier una ciudad / que
ante sus puertas tenga un ángel. Doblegada sobre el hom-
bro / sostendré su ala inmensa / y como un sello en la fren-
te luciré su estrella". Versos que para el autor de Taberna in
fábula son "una plegaria inesperadamente oída y cumplida
en una entrañable calle de la ciudad de Barcelona".
El cronista de Taberna Wolf de Gottfried Benn, es
observado en "Las flores promiscuas del jardín", acápi-
te del libro donde se estudia la sórdida afinidad de esta
novela con otras no menos fuertes: Karly Anna, de Leo-
nard Frank; Grutetsch, de Anna Seghers y La ópera de tres
centavos de Brecht (y la debida truculencia de La novela
de tres centavos, del mismo Brecht), todo un desfile de
lumpen, miseria, corrupción y prostitución: una real corte
de los milagros desfila por estas páginas. Mientras tan-
to, en "La polifonía del desarraigo", se hace énfasis en
Berlín Alexanderplatz, de Alfred Dóblin, considerado el
monumento expresionista de la novela alemana. Dóblin
era judío —como Lasker-Schüller-, y sufría como ella del

{315}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

debido y proverbial desarraigo, el cual expuso con alarde


técnico en su novela, tal como lo subraya Moreno-Durán:
"fragmentación constante de los planos y la interpolación
espacio-temporal (deuda evidente con la escritura cine-
matográfica) así como el discurso mental". Caben aquí las
semejanzas de Dóblin con Fritz Lang, "los dos maestros
expresionistas que, tras sus obras, se identificaron en el
exilio". La famosa Plaza de Berlín -reconstruida en 1788—
fue demolida en la Segunda Guerra Mundial, "convirtién-
dose ipsofacto en el símbolo del destino alemán". El autor
"anuncia y consagra la realidad aunque sólo sea —como en
el caso de Berlín— a través de un nuevo, doloroso e inape-
lable fracaso".
Más adelante, en "Escalas de una travesía hacia el miste-
rio", asistimos a la breve interpretación de la novela de Hans
Henny Jahnn E l barco de madera, antitética en cierto modo a
la novela de Dóblin, pues aunque también expresionista, se
resuelve en descripciones rápidas, posee una estructura lineal
y está poblada de tecnicismos navieros. Ni siquiera su capitán
sabe cuál es el puerto final del viaje, y en su periplo se sugie-
ren efectos poéticos: sinestesias, cromatismos. Gustav Anias
Horn le recuerda a Rafael Humberto la historia de Orfeo
en busca de su Eurídice. Otras correspondencias simbólicas
(donde la fragata de Gustav podría ser la de una "imagen del
destino del hombre sobre la tierra", como la del "lastre de un
alma condenada") se deslizan para apoyar esa virtual imagen
-neorromántica por momentos- del hombre actual.
Luego, en Lasfronteras de Babel, es la obra de Joseph
Roth la que es revisada a la luz de sus propios dilemas: la
decadencia del imperio austrohúngaro (o centroeuropeo),
la balcanización de las etnias, el carácter fronterizo de
estas naciones en época de entreguerras, la trashumancia
hebrea y la dispersión espiritual. El capítulo "Del ángel
azul al cielo ideal", se dirige a dar un vistazo a la obra de
Elias Canetti, quizás el más grande descubrimiento de la
lengua alemana actual. Aunque con una sola novela, Auto
defe (1935), en los relatos de Las voces de Marrakesch (1961)

[316}
R.H. Moreno-Durán
en breve

y en obras autobiográficas {La antorcha al oído, La lengua


salvada, E l juego de ojos), Canetti ha dado forma a una
voz mayor de la literatura contemporánea, que le hizo
merecer el premio Nobel en 1981. Auto defe es así uno de
los "epígonos de esa larga tradición que ha convertido
el humor en uno de los medios más eficaces de la crítica
social", nos dice Moreno-Durán.
En Clarividencia y agonía le toca el turno a Hermann
Broch y sus obras Los sonámbulos, Los inocentes, La muerte
de Virgilio. Sus motivos centrales: la agonía de una época
y la cercanía de otra. Finalmente, en Robert Musil (El
hombre sin atributos, Las tribulaciones del estudiante Tórless)
está basada la reflexión titulada "Crepusculares ilusiones
de salón". E l hombre sin atributos es, para nuestro ensayista,
"una de las más incisivas y valiosas experiencias orienta-
das a indagar acerca de los elementos que conforman la
realidad y a recrear estéticamente facetas hasta entonces
inéditas de la condición humana en un marco en el que la
abstracción y el conocimiento son tan reales y palpables
como las virtudes y vilezas de los personajes". Este últi-
mo trabajo, junto al dedicado a Roth, me parecen los más
completos del volumen.
Una vez hecha esta descripción no queda, como decía
al comienzo, mucho lugar al "crítico". El subtítulo del
libro La experiencia leída, no deja mucho margen a un
comentario profesional. En verdad me parece que la expe-
riencia reflexiva sostenida por Moreno-Durán con los
escritores de otro país y otro contexto es una de las más
singulares de cualquier escritor hispanoamericano; ha de
tenerse un temple y una disposición especiales para aden-
trarse en este tormentoso mundo, e intentar imprimirle
unidad de visión. Quizás eché de menos en el libro mayor
cantidad de citas originales de los autores estudiados, ilus-
trativas de cuanto el lector -una suerte de voyerista, un
amateur entre visillos- estaba argumentando. También, en
ocasiones, la prosa de Moreno-Durán se recarga por el
apretado número de referencias en espacios breves.

{317]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

Por lo demás, la escritura del colombiano es refinada,


culta por lo que tiene de elegante, se mueve engendrando
una asombrosa ductilidad.
No he viajado aún a Alemania, pero la pasión que
Moreno-Durán muestra hacia las ciudades germanas se
emparenta con la profecía a través de la cual la novelis-
ta Lasker-Schüller, esa "mezcla de arcángel y verdulera",
le invitó a penetrar la piel de Barcelona. Una Barcelona
que fue para mí, cuando la recorrí varias veces al lado de
Rafael Humberto, también una incomparable experiencia,
volcada luego hacia la letra. Aquellas luces de la bohemia
catalana se vuelven esta vez las luces de la taberna alema-
na; luces que bien imaginadas y pensadas -como lo ha
hecho ahora Moreno-Durán- pueden convertirse en esa
fábula sin fin que llamamos literatura.

Publicado en Imagen, Caracas, 1992.

Nota
90. R. H. Moreno-Durán, Taberna in fábula. La
experiencia leída, Caracas, Monte Avila Editores,
Colección Estudios, 1991,147 pp. Moreno-Durán se
cuida de no hacer panorámicas: evita fechas entre
paréntesis junto a autores u obras. Yo lo hago por él, en
atención a los lectores interesados en el tema. Alfred
Kubin (1877-1959), La atraparte (1908). Gottfried
Benn (1886-1956), Taberna Wolf. Alfred Dóblin (1878-
1957), Berlín Alexanderplatz (1929). Hans Henny Jahn
(1894-1959), El barco de madera (1949). Joseph Roth
(1894-1939), Hotel Savoy (1924), La cripta de los capuchinos
(1939), La marcha de Radetzky (1932), Fuga sin fin
(1927). Elias Canetti (1905), Auto defe (1935). Hermann
Broch (1886-1951), Los sonámbulos (trilogía, 1931), La
muerte de Virgilio (1945). Robert Musil (1880-1942), Las
tribulaciones del estudiante Tórless (1906), El hombre sin
atributos (1930-1943).

Í3i8]
J A I M E M E J I A D U Q U E

Experiencia como lectura

1 aberna in fábula. La experiencia leída, volumen ensa-


yístico de R. H . Moreno-Durán, es uno de esos todavía
relativamente escasos libros críticoliterarios de autores
colombianos "nuevos" a los que podemos leer de corrido
y sin hacerles piadosas concesiones. Este libro ensayístico e
histórico-literario, de mediano volumen y de ostensible
coherencia, reúne nueve textos interpretativos sobre auto-
res y obras de la narrativa del expresionismo en lengua
alemana (Berlín y Viena), de las primeras tres décadas
del siglo XX. Los cinco primeros son trabajos breves y los
cuatro siguientes, consagrados respectivamente a Joseph
Roth, Elias Canetti, Hermann Broch y Robert Musil
son, en cambio, lo suficientemente extensos como para
hacernos disfrutar de perspectivas integrales sobre esas
cuatro cosmovisiones narrativas.
Lo que como lectores nos infunde confianza desde el
principio en tales páginas, lo resumiremos en dos con-
diciones básicas: a) una prosa moderna, directa, ajustada
con propiedad y soltura a los contenidos de la exposición;
b) el conocimiento pormenorizado y hondo de aquella
literatura leída en su lengua original. Todo lo cual signi-
fica que la identidad estilística y conceptual del autor se
logra plenamente. Y esto se capta con nitidez desde los

[3 J 9)
R.H. MORENO-DURAN:
F A N T A S Í A Y VERDAD

primeros párrafos y se mantiene invariable hasta la página


postrera.
Lo que, por ejemplo, nos cuenta y evalúa con imagi-
nación analítica sobre el Fausto goetheano y la taberna
de Auerbach, y sobre los viajes - o peregrinaciones- de
Goethe y el doctor Fausto, de Nietzsche y Kafka, entre
Leipzig y Weimar, se ubica en un plano y un tono a los
que subyace la pertinencia de una genuina visión de la
cultura (quizá sonaría mejor esta última frase en alemán).
Así, con naturalidad y desenfado que se agradecen, el
autor escribe en los inicios: "Mientras Leipzig, bajo la
venerable invocación fáustica, concilla lo legendario con
los más encendidos sueños de juventud de Goethe, Nie-
i.zsCj.ie y ±\.cLíÁa, e± aniie±auO esplendor uc vv cunar se con-
funde con la retórica de una falsa República y los horrores
del campo de concentración de Buchenwald, levantado
en sus predios".
Tenemos ahí una buena síntesis del dato histórico tan
difundido, y de aquello que ya no lo es tanto: la ironía de
un gran contraste histórico-mundial en la cultura.
La información y la experiencia intelectual que se
manejan a lo largo del libro, son demasiado ricas como
para que aquí vayamos a intentar evocarlas puntualmente.
Además, esto sería innecesario.
Fuera de que, si lo hiciéramos, estaríamos generando
ex profeso, y viciosamente, algo así como un "texto ter-
cero" sobre el "texto segundo", que ya lo es el de Moreno-
Durán. Al avanzar en sus páginas nos reafirmamos en la
impresión inicial de habernos embarcado en un flujo de
reminiscencias y glosas eminentemente confidenciales
-mas no por ello unilateralmente subjetivas. Es como leer
el diario de quien recorriese con ojo avizor un perímetro
bien delimitado de la moderna topografía cultural alema-
na. De aquí irradia, sin duda, esa atmósfera testimonial a
la que tácitamente alude la expresión inserta en el título
general, "experiencia leída", en donde la metáfora apunta
hacia lo esencial de esta escritura: el haber nacido como

[320}
R.H. Moreno-Durán
en breve

una experiencia especular (identidad / no identidad, reco-


nocimiento / extrañamiento) que se teje a partir de expe-
riencias ya vividas y textualizadas por otros. Claro está
que no por ello -hay que enfatizarlo- podría ser tenida
por superflua, puesto que la universalidad del acto huma-
no, como esta escritura reflexiva, seguirá siendo nuestra
circunstancia irrevocable.

11

A partir del itinerario recreado por Moreno-Durán a


través de las obras novelescas de la época, acabamos jus-
tificando su denominación del Berlín de entonces como
"el gran fetiche expresionista". Una capital que por lo
demás, ya estaba internamente escindida (desde la "Belle
Époque", o sea, desde antes de la primera gran guerra).
El autor muestra de qué manera la literatura expresionista
berlinesa venía reflejando desde los albores del siglo toda
una frontera social, cultural y política entre los sectores
oriental y occidental de Berlín. Mucho tiempo antes de la
construcción del muro siniestro, tal separación era vivida
ambiguamente -con mala conciencia- por los berlineses.
Con justicia histórica evoca el autor:
El punto fronterizo -y el concepto de frontera
es indisociable de la narrativa de la época- es el fru-
to entrevisto ayer, así pretenda otra cosa la horda de
revanchistas y presuntos defensores de la "seguridad"
de Occidente, al achacar al adversario toda la respon-
sabilidad sobre el denostado muro que durante décadas
dividió la ciudad. Dóblin sabía en los años veinte que
ese muro ya estaba ahí, pues él mismo tuvo que saltarlo
muchas veces, tantas como el desdichado Franz Biber-
kopf y sus amigos en la dolorosa ceremonia de la super-
vivencia.

Con oportunidad, Moreno-Durán se pregunta si las


circunstancias que produjeron aquella efervescencia cul-
[321]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

tural berlinesa y, paralelamente, la vienesa, no estaban


precisamente allí todas "a la vista":
-¿Qué convirtió a una ciudad como Berlín en esa
olla podrida donde se sazonan por igual las posturas
políticas más irreconciliables y las tendencias artístico-
culturales de espectro tan amplio que no se da en nin-
guna otra época del siglo? La ominosa represión contra
los espartaquistas, el pánico antibolchevique y la irrup-
ción de los Camisas Pardas, al lado de una cada vez más
tímida iniciativa de las fuerzas democráticas en el orden
político, abren camino a la más heterogénea filtración
de ismos conocida en mucho tiempo en el plano de la
cultura: futurismo, dadaísmo, surrealismo, dodecafo-
nismo, simultaneísmo y, especialmente, expresionismo,
refrescado todo con un baño ideológico cuyas esclu-
sas regentaban por lo general las posturas socialistas y
anarquistas vigentes en aquel momento.

111

Pese a la abundancia de sus referencias eruditas, alusi-


vas orgánicamente al contexto germánico, ahí nada está
impostado, sino que todo se corresponde visceralmente
con la necesidad histórico-cultural del discurso. Estamos
pues en presencia de una auténtica cultura literaria puesta
en acción. Inclusive, con frecuencia percibimos el discreto
aliento de serios presupuestos teóricos detrás de periodos
como éstos:
i. (Hablándonos de la "novela infinita" del expresio-
nista Hans Henny Jahnn, Ríos sin orillas, en su primera
parte, E l barco de madera): "La interpolación frecuente y
la recurrencia de la frase contrapuntística dan pie a una
constante reflexión, a veces insólita, a veces categórica,
casi siempre críptica, pero en todo caso supeditada a la
imagen que se apodera del texto y que a la cabeza de un
poderoso repertorio le ofrece una mayor solvencia espe-
culativa y sensible al relato."
[322]
R.H. Moreno-Durán
en breve

2. En el ensayo sobre Musil: "El texto se manifiesta


como un complejo ejemplo de la ambigüedad de los sen-
timientos interpersonales, sobre los que campea una pre-
gunta: ¿existe alguna certeza en el amor? ¿En qué queda
la fe en el otro, cuando hasta la propia ciencia demuestra
que hay una alteración de las leyes y que la respuesta está
en el plano del comportamiento ético? Los médicos rele-
gan la responsabilidad en la actitud de Tonka, pero ella
muere sin pronunciarse, pues en el fondo exige un amor
que esté por encima del testimonio ajeno, por más autori-
zado e incontrovertible que éste sea."
Tan sólo una investigación concentrada y acumula-
tiva de varios años, asistida constantemente por la más
genuina empatia estética con toda aquella literatura y, por
supuesto, el acceso idiomático a los textos originales, han
hecho posible lo alcanzado esta vez por Moreno-Durán.
Este libro suyo demuestra, igualmente, que los escri-
tores latinoamericanos de hoy no debemos, bajo ningún
pretexto, separar el interés por lo más inmediato de nues-
tra cultura y nuestro oficio, de la más apasionada curio-
sidad por lo que otras literaturas han producido y siguen
produciendo. Pues la verdadera vocación literaria, inte-
lectual en general, ha de aspirar a ser no menos universal
que la literatura, el arte y el saber como tales.
No deja de ser aleccionador y estimulante el hecho de
que, cuando tantos presuntos escritores en nuestros países
se jactan de cierto "latinoamericanismo" a ultranza —es
decir, limitante- y presumen de no necesitar ir más allá
de "lo nuestro", un escritor colombiano, como lo es con
tan buenos títulos Moreno-Durán, explore tan autoriza-
da y creativamente la riquísima cantera de la novelística
mayor del expresionismo en lengua alemana.

Publicado en Magazín Dominical de El Espectador, Bogotá, 1991.

[323]
A L E X I S M A R Qü E Z
R O D R Í G U E Z

De la taberna a la novela,
pasando por la vida

itor de este libro, Taberna in fábula, confiesa


J í u i l l A O i i l V y CLU.L

en el breve prólogo que la taberna ha sido un pretex-


to "para evocar las compulsiones y miserias, los sueños
y fracasos de esa época en que las plumas se mojaban en
sangre y las espadas en tinta". Mejor aún se comprenderá
su confesión si advertimos, primero, que a la taberna él
mismo la define como lugar "concentracionario", paralelo
al "hotel y el manicomio, el burdel y la prisión, el salón
refinado y el barco a la deriva, el patio promiscuo y la
biblioteca" -seguramente el mercado fue olvido involun-
tario-, y segundo, que al título del libro agrega un subtí-
tulo sumamente decidor: La experiencia leída.
Porque eso es, en efecto, este precioso libro: reflexión
de escritor, de novelista que cuenta ya entre los principa-
les del continente, pero también, y sobre todo, de lector.
Mas no lector común, sino inteligente, enormemente cul-
to y atento a cuanto ocurre a su alrededor. Para quienes
no conocen la vida de este narrador y ensayista colombia-
no, ya con una obra de vastedad numérica y cualitativa,
es importante advertir que Moreno-Durán vivió muchos
años en Europa, no como turista de paso, ni como latino-
americano encandilado por el esplendor del Viejo M u n -
do —que sigue siendo esplendor, a pesar de los muchos
signos de decadencia—, al estilo de tantos que aún hoy,

[324}
R.H. Moreno-Durán
en breve

con indisimulada impostura, siguen sintiendo la necesi-


dad de rendir culto a una bohemia cada día más pedestre,
añorante de los perdidos fulgores de la preguerra. Lo cual
quiere decir que Moreno-Durán sí vivió en Europa, con
toda la riqueza denotativa y connotativa del verbo. Y eso
hay que advertirlo, porque como dato es importante para
comprender y valorar mejor los ensayos que integran este
libro.
Pretexto o no, la taberna tiene en él una importancia
capital, porque precisamente así fue también en la reali-
dad, como verdadera institución de muy hondo signifi-
cado en la cultura europea de los primeros años de este
siglo y aún como derivación del siglo pasado. En la taber-
na, ciertamente, se jugó muchas veces el destino de la
Europa de entonces, en un periodo de la historia en que
decir Europa era, de hecho, decir el mundo entero. Y en
la taberna transcurrió la vida, literalmente hablando, de
toda una generación de intelectuales, cuya bohemia no
consumió sus vidas en la inutilidad y la castración ideoló-
gica, puesto que sobre aquellos mesones de oscuras made-
ras curadas por alcoholes y humos se escribieron miles de
páginas que hoy, a distancia de varias décadas, nos dan
las claves necesarias para entender, no sólo lo que ocurrió
en las medianías del siglo, sino incluso lo que estamos
viviendo en sus días postreros. Basta repasar los nom-
bres de quienes desfilaron por esas tabernas, para darnos
cuenta de la importancia que éstas tuvieron como centros
de concentración, y aun de reclusión en ciertos casos, de
hombres excepcionales, verdaderamente representativos de
la inteligencia universal: Heinrich Mann, Gottfried Benn,
Alfred Kubin, Joseph Roth, Hermann Broch, Alfred
Dóblin, Hans Henny Jahnn, Elias Cannetti, Robert Musil,
Bertolt Brecht..., parte de lo que Moreno-Durán llama
el "más rico repertorio cultural que haya contemplado el
siglo". El libro se abre cronológicamente -aunque no se
sigue estrictamente ese orden— con la novela de Heinrich
Mann E lprofesor Basura -más conocida y celebrada por

[325]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

la versión cinematográfica de Marlene Dietrich, publica-


da en 1905-, y se cierra en 1931, año en que Elias Canetti
-que, casualmente, nació en 1905- terminó de escribir su
novela Auto defe, cuyo "pretexto narrativo", según expre-
sión de Moreno-Durán, al igual que en la de Mann, se
centra también en una taberna, en ese caso llamada El
cielo ideal. Ese mismo año se estrena la famosa película.
A lo que conduce la taberna como tema - y como pre-
texto-, en este caso, es a un examen detenido y profundo
de la literatura alemana producida en ese lapso, en el cual
ocurren acontecimientos tan importantes y significativos,
que uno se pregunta, desde la perspectiva de hoy, cómo
cupieron en tan pocos años. Basta recordar algunos de
esos acontecimientos para que se comprenda el sentido
de la pregunta: la Revolución Rusa de 1905; la revolución
bolchevique; la Primera Guerra Mundial; el surgimiento
del fascismo en Italia; el triunfo de los republicanos en
España; la primera gran depresión del capitalismo, los
primeros triunfos del nazismo en Alemania, preludio
de la Segunda Guerra Mundial... También de este lado
del Atlántico ocurren notables acontecimientos, como la
Revolución Mexicana, las nuevas intervenciones impe-
rialistas de Estados Unidos en Latinoamérica, en espe-
cial en Cuba y Puerto Rico; la derrota de los marines
estadounidenses en Nicaragua, a manos de Sandino y su
"pequeño ejército loco", etc.
Paralelamente con tan importantes sucesos, aparecen
en ese periodo obras, especialmente novelas, de similar
importancia, no sólo muestras de una madura y muy alta
inteligencia, sino que, además, dan ellas mismas las cla-
ves para entender lo que estaba ocurriendo, de tal suerte
que han quedado y quedarán para siempre, como elemen-
tos imprescindibles para comprender y valorar el sentido y
trascendencia de lo que ha sucedido y está sucediendo en
el presente siglo. Esas novelas son analizadas por More-
no-Durán con una sagacidad poco común. En los nueve
trabajos del libro, en efecto, se estudian en profundidad,

[326]
R.H. Moreno-Durán
en breve

entre otras, las ya citadas E lprofesor Basura, de Heinrich


M a n n y Auto defe, de Canetti, además de La atraparte,
de Alfred Kubin; Karly Anna, de Leonhard Frank; La
novela de tres centavos (paralela, aunque posterior a su
Ópera de tres centavos), de Bertolt Brecht; Berlín Alexan-
derplatz, de Alfred Dóblin; E l barco de madera, de Hans
Henny Jahnn; Hotel Savoy y otros títulos de Joseph Roth;
Los sonámbulos, La muerte de Virgilio y otras, de Hermann
Broch... Además, se hacen numerosas referencias, sin
duda inevitables, a otros autores, como Anna Seghers,
Walter Benjamín, Goethe, Nietzsche, Kafka, Wagner,
Conrad y muchos más. Sobre todo se reflexiona deteni-
damente sobre lo que significó el expresionismo, como
movimiento estético que jugó un papel fundamental en
la orientación y definición del arte contemporáneo. Con
todo, el análisis más completo y maduro, a nuestro juicio,
es el dedicado a Robert Musil - a quien el autor califica
de "creador de dimensión leonardesca o goetheana"—, y
en especial a su monumental novela E l hombre sin atri-
butos —"obra infinita" la llama en algún momento, y en la
que enfatiza acerca de una fascinante raíz platónica- tal
vez la más descarnada y aguda vivisección de la burguesía
hecha en una obra literaria, al cabo de su periplo como
clase cuyo comportamiento viene a ser determinante de
todo lo sublime y de todo lo grotesco alcanzado por el
hombre hasta el presente. En especial se detiene More-
no-Durán en el examen de la estupenda e impresionante
galería de personajes femeninos que se agrupan en la des-
bordante novela de Musil.

Publicado en El Nacional, Caracas, 1991.

{327}
J O S É B A L Z A

Como el halcón peregrino

J Í N 1966, el libro Los nuestros, del chileno Luis Harss,


recorrió a América, de norte a sur. Era una especie de
fluido carné para atravesar las corrientes del boom.
Algo similar está a punto de ocurrir con Como el hal-
cón peregrino, de Rafael Humberto Moreno-Durán. En
espectacular edición de Aguilar (1995), el grupo Santilla-
na lanza desde Bogotá este volumen, profusamente ilus-
trado, en el que treinta y tres escritores actuales de lengua
española son retratados, ubicados estéticamente y anali-
zados desde la móvil perspectiva que permite la combina-
ción de entrevistas, discusiones, lecturas, coincidencias y
divergencias.
En verdad Como el halcón peregrino constituye el primer
volumen de las memorias de Moreno-Durán: sólo que en
este texto vivificador y audaz los recuerdos se mezclan con
el acaecer del presente, la autobiografía con lo imaginario,
el análisis profundo y original con el chiste o el chisme; las
semblanzas con los siempre subterráneos movimientos de
la estética. Saltamos una página y estamos en Madrid; otra,
y estamos en Caracas o Buenos Aires.
Como es sabido por los lectores cultos, R. H . More-
no-Durán (1946) nació en Tunja, Colombia, vive en
Bogotá y posee la capacidad de estar en cualquier lugar,
fuera o dentro de la escritura. Para no citar su ya amplia
biografía, incitemos a los voraces con sus dos más
recientes títulos de ficción: Cartas en el asunto (narracio-
[328}
R.H. Moreno-Durán
en breve

nes de azar y de epístolas) y la novela E l Caballero de La


Invicta. Para nosotros, además de algunos de sus cuen-
tos y ensayos, resulta memorable la compleja novela Los
felinos del Canciller, cuadro de la abyección del mundo
diplomático, pero también sinfonía del verbo: humor,
erotismo, agudeza.
Asimismo, los lectores saben que el de R. H . More-
no-Durán es el nombre más reconocido de la narrativa
colombiana del posboom. Y eso está justificado por su pro-
sa cálida y disidente; por su absorbente curiosidad litera-
ria, por el hecho natural y paradójico de que, pareciendo
permanecer inmerso en el diario oleaje vital, existe sólo
desde los libros.
Ya en el preludio de Como el halcón peregrino nos
encontramos con esta concepción que afirma al volumen
y reta al autor. "Cada día el escritor encuentra los funda-
mentos de su patria en la página en blanco, su naciona-
lidad es la escritura y su memoria su estilo. Porque uno
sólo es extranjero al margen del texto".
Escribir sobre otro autor establece una forma compleja
de la crítica y la generosidad; también de desdoblamien-
to. Para comprender al otro se debe, en cierta manera,
excluir lo más entrañable: porque tal afinidad determi-
naría lo que vemos en él o porque la diferencia es tan
grande que nos hipnotiza y nos impele al comentario. En
ambos casos, la escritura exige ser un poco menos y un
poco más que el autor comentado, para poder abrigarlo,
despojarlo, enriquecerlo (mientras hacemos lo mismo con
nosotros). De este calibre es la experiencia cumplida por
R. H . quien, no debemos olvidarlo, nació apenas en 1946.
¿Qué puedo elegir de Como el halcón peregrino para
compartir en esta página?
Según hemos aludido, la ejecución del autor se pres-
ta como un lujo para el vicioso, el erudito, el profesor, el
estudiante, el crítico, el historiador... y hasta para los
escritores. En la primera parte vemos al protagonista
(un inmóvil, bohemio R. H . atravesando países, bares y

{329}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

auditorios) que habla discretamente sobre su formación


como escritor y sus exilios; en la segunda, se despliega el
torrente de las voces: encuentros y desencuentros con los
más brillantes autores latinoamericanos y españoles del
siglo.
Digamos de paso que no hay quien sea, cuyo nom-
bre no aparezca al fondo de un almuerzo o en el último
asiento de un avión, en el libro.
Juzgo conmovedoras las secuencias dedicadas a Bioy
Casares y a Onetti; en el primer caso por la transparencia
de lo intelectual y por el culto aromático a las mujeres; en
el segundo, por haber apresado la exacta sombra.
Las páginas punzantes dedicadas a Marta Traba, a
Sarduy y a Carlos Barra!, se corresponden con ios cauces
equilibrados donde aparecen Bianciotti, Mutis, Monte-
rroso. En cambio, no deja de ser curioso que las semblan-
zas de Ernesto Cardenal y de Octavio Paz nos lleguen, a
través de una prosa que se vuelve omnisciente, cargadas
de erizos, como en el verso de Cernuda. Por motivos
distintos, ambos escritores transmiten, tal vez a pesar de
R . H . un aura rispida, inquietante.
Cerremos estas notas celebrando la entrevista profun-
da (se discute lo visto y lo no visto; lo entrevisto por la
lucidez) a Carlos Fuentes; y la comicidad inaplazable de
Camilo José Cela.
En el fondo del libro, y aunque cada una de sus pági-
nas sea irradiada desde cualquier lugar del mundo, R.H.
Moreno-Durán va suscitando otra biografía, más secreta
y terrible y generosa, que de algún modo también es suya:
la de su patria, Colombia.

Publicado en El Universal, Caracas, 1995.

[33°)
W I L F R I D O H. CORRAL

Como el halcón peregrino.


La Augusta Sílaba

LOMO estamos casi a fin de siglo, y en un momento


en que los grandes protagonistas de la literatura hispa-
noamericana aceleran la publicación de sus memorias en
variados géneros, vale ser apocalíptico y decir que este
libro de Moreno-Durán es simplemente brillante, serio
e intelectualmente ameno. Repleto de todo lo que usted
quería saber sobre nuestros escritores hispanoamericanos
(incluye una muestra de escritores españoles), es un diario
asincrónico, divertidamente barroco y de alto vuelo, a la
manera de las novelas de su autor. Sin exceptuar la infor-
mación provista por las recientes memorias de Cardoza y
Aragón, Vargas Llosa, Arenas, Monterroso, Bioy Casares,
Bryce Echenique, Ribeyro, lo que va de las de Paz, y las
parciales que Arreóla le acaba de contar a Fernando del
Paso, no es arriesgado decir que con las de Como el halcón
peregrino, y las anteriores de la edición aumentada de la
Historia personal del boom de Donoso, y Los de entonces de
María Pilar Donoso, se arma un perfecto tríptico memo-
rialista, personalísimo, de nuestra cultura literaria de los
últimos treinta años.
Sin embargo, hay una gran diferencia entre el libro de
Moreno-Durán y los de sus antecesores inmediatos. Es
claro que él y todos ellos comparten admiración y respeto
por los autores sobre quienes escriben, y que incluso acep-
tan las idiosincrasias de aquellos y las propias. Pero el

(33U
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

novelista, ensayista y columnista colombiano lo hace con


una distancia generacional que revela intereses más com-
plejos. No se crea que me refiero a cierta penetración psi-
cológica, o a una indagación estrictamente especulativa
de parte del autor. Como decía Alfonso Reyes, la falacia
del empeñado psicologismo de las biografías modernas
es que, por ser sencillas y cotidianas, quieren mostrar a
su objeto en mangas de camisa o "en pantuflas". Todo lo
contrario (y a pesar de que una de las numerosas ilustra-
ciones que acompañan a cada página muestra a García
Márquez en calzoncillos largos, en Estocolmo), More-
no-Durán escribe desde un margen. Éste, precisamente
por ubicarlo en una periferia amistosa, le permite acce-
so a varios tipos de testimonios y anécdotas no menos
reveladores. Otra diferencia entre su libro y algunos de
intención similar es entonces también genérica, debido a
que algunas de las treinta y tres semblanzas de este tomo
fueron publicadas (las menos) en revistas especializadas o
académicas, en suplementos de periódicos, en homenajes
y estudios afines, o como autocrítica (la "Augusta Sílaba").
Las semblanzas (que a veces se basan en entrevis-
tas previas para la prensa y la televisión) son parte de la
segunda y última parte de su libro, y las reúne bajo el
subtítulo "Voces". Esta sección es un "quién es quién" de
los últimos cincuenta años de la literatura hispanoameri-
cana. Como tal, cruza generaciones, ideologías políticas
y estéticas, como también géneros literarios y campos de
batalla actuales. Por ejemplo, la única autora cuya obra
comenta es Marta Traba, aunque Virginia Wolf, Natalie
Sarraute, Nélida Piñón, Martha Lynch y otras son parte
de sus discusiones. Al respecto, no hay nada que recrimi-
narle, y Moreno-Durán sería el primero en elogiar una
colección similar dedicada enteramente a las escritoras
hispanoamericanas. Su elección tiene como elemento
implícito la libertad de escribir desde nuestro continen-
te, sin que alguna colosa del norte nos diga con quién
hablar o a quién estudiar. Ahora, la maravilla en lo que

{332]
R.H. Moreno-Durán
en breve

nos presenta Moreno-Durán radica no sólo en su poder


de concisión crítica y biográfica (está al día respecto a las
publicaciones de cada autor examinado y de su contex-
tualización) sino también en su capacidad para retomar
la riqueza interpretativa de textos anteriores suyos como
De la barbarie a la imaginación y Taberna in fábula, y para
abrir nuevos caminos concisos hacia el conocimiento de
nuestros clásicos contemporáneos.
Hago hincapié en el posesivo porque los críticos obse-
sivos saldrán defraudados si buscan un canon aglutinante
como resultado de los autores que el autor incluye en su
sui generis aunque generalmente exacta "Generación del
Milenio". Aquí están todos los que son y muchos otros
que deberían estar. Por la misma razón, Moreno-Durán
se desatiende de exigencias y jerigonzas universitarias y se
dedica, valga el vocablo, a los escritores de buena litera-
tura, término que no hay por qué entrecomillar. Y como
para contextualizar su selección nos convida a entender y
apreciar la obra del filósofo y novelista Fernando Savater
("Un ácrata en el país de Nunca Jamás"), la del gran críti-
co cultural e historiador colombiano Germán Arciniegas,
y la ubicuidad intelectual de Octavio Paz. No obstante,
en cada una de estas semblanzas, el gesto humanizante
añade brillo a crítico y criticado, entrevistador y entrevis-
tado. De particular interés son la similitud que establece
entre la progresión de la poesía y la ideología de Ado-
um, Benedetti y Cardenal; y, en un acto autorreferencial,
la manera en que espiga La memoria reiterada del gran
memorialista que fue Carlos Barral (al respecto, no es
necesario repetir la conexión hispanoamericana).
Me encuentro así en la peligrosa posición de desme-
recer al libro por seleccionar semblanzas. Pero hacerlo se
debe no tanto a las limitaciones del género en que publi-
co este comentario sino a la simple realidad de que cada
uno de esos bocetos es riquísimo en datos, posibilidades
interpretativas, conexiones biográficas y autobiográficas,
y, sin ayuda de algún formalista ruso, en el valor dialó-

[333}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

gico. Escogiendo entre estos retratos, son memorables


(por más que su inmediatez) los dedicados a Onetti y
Sarduy, el precioso juego de evasiones que entabla con
Tito Monterroso, el tipo de carta de ciudadanía intelec-
tual compartida con sus compatriotas colombianos. En
todos éstos hay simpatías y diferencias, sin caer, según el
autor, en el género de la infidencia. Pero si se quiere ver
la condición posmoderna de la autobiografía, sin solip-
sismo impertinente, no hay semblanza más conmovedora
que la dedicada a Vargas Llosa. En ésta, Moreno-Durán
habla tanto del peruano como de sí mismo, nos revela su
condición de "sudaca" en la agobiante y decisiva (para el
escritor hispanoamericano) Barcelona de los años setenta,
ios comienzos de ios casi tres lustros de su actividad pro-
fesional en España, y del fin de una etapa de su ocupada
vida intercontinental.
Los cuadros anteriores cubren toda la segunda par-
te de Como el halcón peregrino, y están enmarcados en su
comienzo por el prefacio "Falcoaria", la primera parte
titulada "Auditorios", y al fin por un cortazariano y car-
penteriano "Epílogo con un fondo de agua". En "Fal-
coaria" nos da la razón de ser de su libro y nos dice cómo
guiarnos por las trampas de su memoria: "Para un escri-
tor, su memoria es la múltiple voz de quienes lo han pre-
cedido en la escritura". Consecuentemente, advierte que
incluye a sólo dos autores de su generación. Así, partien-
do de su experiencia europea, recordará, revivirá, y sobre
todo cazará "al vuelo". Es decir, admitiendo su subjetivi-
dad y haciendo lujo de su ingenio verbal en una época en
que se toma tan en serio la construcción de este tipo de
obra siempre abierta. Esta estrategia rige los "Auditorios",
la sección más extensa que sirve de prefacio contextual a
las "Voces". Para Moreno-Durán los auditorios son más
que una concurrencia de oyentes, al igual que la noción
de una "Augusta Sílaba" es más que una articulación ver-
bal que merece respeto. Los auditorios, arguye siempre
el autor, son lugares de encuentro con las minucias per-

Í334Í
R.H. Moreno-Durán
en breve

sonales e intelectuales que producen un ámbito literario.


Específicamente, el itinerario de sus "Auditorios" es el de
los congresos, reuniones especializadas o generales, con-
ferencias e invitaciones afines en Canarias, París, Venecia,
en una memorable -debido a los desencuentros concep-
tuales entre la autopercepción de varios narradores his-
panoamericanos y algunos de sus intérpretes— "Travesía
alemana"; y en una "Escala atlántica" en Las Palmas y
Santa Cruz de Tenerife, con que cierra la primera parte.
Todo el contenido anterior es el principio de una cró-
nica que promete ser mayor {La Augusta Sílaba), para la
cual Como el halcón peregrino es un trampolín. En suma,
no se crea que, por no querer caer en infidencias, Moreno-
Durán se distancia sigilosamente de la evaluación intelec-
tual perspicaz. Lo que pasa es que con justa razón reserva
sus salvedades para la crítica especializada (por lo general
de universidades norteamericanas), aquella que siempre
contribuye con densas aportaciones "al repertorio de lo
ininteligible". Así, sus elogios son para Rafael Gutiérrez
Girardot, Saúl Yurkievich y otros críticos hispanoame-
ricanos que no adormecen a los feligreses. Son ellos los
salvados que reaparecen cuando Moreno-Durán se ocupa
del objeto del trabajo de ellos: las obras de los protago-
nistas de sus memorias. Como el halcón peregrino, libro
interminable por sus subversiones, puede ser leído como
contribución importante a todos los géneros borrosos que
mencioné anteriormente, como crítica literaria sensata, y
como uno de los compañeros de ruta más agradables en el
peregrinaje literario hacia un fin de siglo más nuestro.

Publicado en Vuelta n° 239, México, 1996.

[335]
A Z R I E L
B I B L I O W I C Z

Mujeres de Babel

J Í N 1972, hace ya 32 años, R. H . Moreno-Durán nos


sorprendió con un artículo publicado en E l Tiempo titu-
lado: "El día del juicio del ciudadano burgués" en el cual
conmemoraba el nonagésimo aniversario del nacimiento
del escritor irlandés James Joyce. El artículo invitaba a
la lectura del Ulises y a que los colombianos nos familia-
rizáramos con esta maravillosa novela que acontece a lo
largo del día 16 de junio de 1904, día que hoy el mundo
denomina: "Bloomsday", y que se transforma de acuerdo
con Moreno-Durán en el "día imagen de la vida cotidia-
na universal". Día en que Leopold Bloom recorre palmo
a palmo la ciudad de Dublín; día que se inicia con la pre-
paración por parte de Leopold del desayuno de Molly;
día en que Leopold le entregará a su mujer Molly una
carta dirigida a Mrs. Marión Bloom del empresario Bla-
zes Boylan y que de acuerdo con las convenciones sociales
de la época debió dirigirse a Mrs. Leopold Bloom; día
en que dicha falta de etiqueta vaticina el irrespeto de
Boylan y la infidelidad de Molly con el empresario a las
4:00 de la tarde; día también en que Leopold acompañará
a sus amigos al cementerio al funeral de Patty Dignam;
día en que el vendedor de publicidad visitará el periódi-
co y se cruzará con Stephen Dedalus; día en que irá al
Museo Nacional donde Stephen expondrá su teoría sobre
Shakespeare y Hamlet; día en que pasará por el Ormond
Hotel y escuchará el canto de sirena de sus meseras; día
en que contemplará en forma onanista el panorama que

[336]
R.H. Moreno-Durán
en breve

le ofrece la ropa interior de Gerty McDowell; día en que


visitará el hospital de maternidad donde Mina Purefoy
dará a luz un niño; día en que deambulará por el distrito
rojo de Dublín y en medio de una monumental y deli-
rante borrachera rescatará a Stephen de manos de Bela
Cohén y la policía; día que terminará en 7 Eccles Street,
invitando a Stephen a tomar chocolate y a hospedarse
con ellos; día en que Leopold constatará que Molly se ha
acostado con su amante y día en que Molly en su cama
nos revelará toda su historia; también es el día en que
Dublín se dobla y se reproduce como bien lo afirmó el
premio Nobel irlandés Seamus Heaney ya que de acuerdo
con los críticos, esta magna obra permite recrear la capi-
tal irlandesa y si fuera destruida por un cataclismo, sería
posible reconstruirla de nuevo gracias al Ulises; día que
Moreno-Durán espera que algún día el público lector
colombiano conozca y celebre. Y con razón, porque pocos
días como ese día.
Sin duda, Moreno-Durán ha sido uno de los grandes
divulgadores y propagadores y quien más le ha hecho eco,
en nuestra generación y el ámbito literario colombiano,
a la obra de James Joyce. En un país de pocos lectores y
universidades tímidas y renuentes a la lectura de los escri-
tores contemporáneos, el hecho de que Mujeres de Babel
sea publicado tanto por la editorial Alfaguara como por
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
resulta diciente y demuestra que la academia mexicana
han comprendido mejor que la nuestra la importancia
de este gran autor irlandés. Sin duda, la lectura de James
Joyce no es tarea fácil, pero como bien insiste Moreno-
Durán es absurdo decir que ella resulta imposible. Más
aun, me atrevo a afirmar que quienes emprenden esta
tarea jamás se arrepienten. El propio James Joyce reco-
nocía las dificultades de su texto y enfatizaba que buscó
escribir un texto complejo, tan complejo que los profe-
sores universitarios iban a tardar cincuenta años en des-
cifrar. Pero también era consciente que sólo lo denso y

{337)
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

complejo perdura, lo ligero se lo lleva el viento. Y en ver-


dad, todavía nos encontramos estudiando y descifrando
su obra cargada de piedras preciosas. Por cierto, el libro
que hoy presentamos de R. H . Moreno-Durán es una
balsa, que ayuda a cruzar y navegar en ese océano verbal
joyceano para que así podamos minarlo y encontrar en
sus profundidades los tesoros que esconde. Sin duda, una
obra llena de claves que reclaman ser descifradas para que
los no iniciados descubran y aborden su lectura.
El Ulises de James Joyce es un gran rompecabezas,
cargado de humor y retozos mentales. No resulta una
obra sencilla ya que su voluptuosidad y frenesí lingüís-
tico logran intimidar a muchos, pero también es una
construcción lantástica y cuando se entra a ella sin pre-
venciones, sin duda, atrapa y seduce. Pocos autores nos
conducen a la aventura de navegar por un nuevo idioma:
éíjoycenglish, como bien señala Moreno-Durán. El irlan-
dés intuyó que transgredir y agrietar el lenguaje, a punta
de juegos y retruécanos constituía la mejor forma de libe-
rarlo y salvarlo de las ortodoxias y los cánones.
Ahora bien, hay que señalar que la obra en general
de Moreno-Durán constituye un gran homenaje ajames
Joyce. En sus páginas las corrientes del inconsciente
también encuentran un terreno fértil y se pasa del pen-
samiento de un personaje al otro en forma recurrente.
Los juegos de palabras e innovaciones que hallamos en
la obra de Moreno-Durán nos remiten directamente a
Joyce. En ese sentido se puede afirmar que la literatura
de este escritor colombiano es profundamente joyceana, y
en últimas sus propósitos han sido los mismos: desentra-
ñar los infinitos misterios del verbo que nos revelan que
la vida es lenguaje y que nada escapa a su dominio. Es el
manejo del lenguaje, tanto en lo que se dice, así como la
forma en que se dice, lo que marca una y otra obra litera-
ria. Como bien saben sus lectores, los textos de Moreno-
Durán rotan alrededor de la mujer. Ve en ellas no sólo los
hitos sino los puntos de crisis que dan sentido y consoli-

Í338]
R.H. Moreno-Durán
en breve

dan el siglo XX. Por lo tanto, no debe extrañarnos que su


mirada se centre en los personajes femeninos y, en parti-
cular, en dos figuras de la obra del irlandés: Molly Bloom
y Anna Livia Plurabelle.
H a sido una constante en Moreno-Durán anidar en
los secretos de alcoba y los rumores que se transforman
en los hilos que le permiten tejer sus tramas y crear sus
divagaciones. No debe sorprendernos entonces que el
escritor colombiano hallara en la correspondencia amo-
rosa entre James Joyce y su mujer Nora Barnacle, una de
las fuentes de que se valió el autor irlandés para la cons-
trucción de su gran personaje femenino. Según Moreno-
Durán: "Nunca Joyce fue más honesto que en esas cartas
que le remitió a su mujer y ésta, así vista por quien tan
intensamente dijo amarla, jamás se pareció tanto a Molly
Bloom, como a lo largo de las osadas incidencias de esa
correspondencia".
Molly y su río verbal se transforman en el centro del
Ulises o en palabras de Moreno-Durán: "es el personaje
más vivo y complejo del libro". Ahora bien, una de las
cualidades que ha distinguido a R. H . Moreno-Durán
en nuestro ámbito literario ha sido el de ser un provoca-
dor intelectual, a quien le encanta desafiar lo establecido,
retar y abrir debates para así buscar contrapuntos y nue-
vas perspectivas. Siempre me ha impresionado la lucidez
con que R. H . defiende sus tesis, aun cuando no nece-
sariamente comparta sus conclusiones. Con esta actitud
incitadora he creído que Moreno-Durán ante todo actúa
como un gran pedagogo que busca estimular la discusión,
porque sabe que es en el encuentro y cruce de ideas donde
nos nutrimos intelectualmente. Y quizás si algo nos ha
unido durante nuestros años de amistad ha sido ese deba-
te intelectual. Por lo tanto, de acuerdo con mi experiencia,
discutir y contradecir a R. H . termina por ser también
una manera de tenerlo en cuenta, homenajearlo y honrar-
lo. Ahora bien, toda lectura es personal, guarda una pers-
pectiva, una mirada y quizás un sesgo. Y quizás por ello

[339]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

me toca disentir con Moreno-Durán y Mujeres de Babel,


en su curiosa contabilidad sobre los amantes de la sen-
sual Molly ya que le confiere 25 y no los logro encontrar,
y eso que los he buscado una y otra vez. De acuerdo con
el monólogo, uno de los hechos que sorprende es exac-
tamente el que Molly, antes que casquivana resulta más
inocente de lo que imaginamos y termina por ser víctima
del rumor y las malas lenguas. En ningún momento hay
evidencia de que ha coleccionado ese inusitado núme-
ro de pretendientes. Y si algo distingue el monólogo de
Molly es su franqueza y lucidez y es exactamente en ese
océano verbal donde descubrimos que no mantuvo con
ninguno de sus supuestos queridos una relación sexual.
Más aún, no se había acostado con nadie antes de Leo-
pold, y fue Leopold quien a sus tiernos 18 años la desflo-
ró, momento que los dos recuerdan en la obra. Y es sólo
ese 16 de junio de 1904 que viene a tener un amante. En
últimas, Molly resulta más inocente y menos ligera de
lo que imaginamos y aun cuando pudo mecerse y dejar-
se tocar en alguna ocasión, entre ellos por un novio que
tuvo en Gibraltar, nunca sus relaciones desembocaron en
la cama. Por lo tanto, Blazes Boylan viene a ser el único
amante que en verdad ha tenido Molly. En su vertiginoso
y arrollador monólogo, Molly sólo se refiere a dos novios
y nada nos permite afirmar que se ha acostado con ellos.
Así pues, los 25 amantes que le endilga Moreno-Durán
tal vez terminan por ser otra de sus bienvenidas fantasías
literarias. Más aún, en últimas la obra nos deja con la
sensación de que Molly, a pesar de todo, regresará adon-
de Leopold con quien se afirma, a lo largo de su cascada
verbal, en un contundente: Sí.
Tampoco creo que el altercado en el bar de Barney
Kiernan se deba fundamentalmente a la infidelidad de
Molly, como se asegura en Mujeres de Babel, sino más
bien al antisemitismo del Ciudadano, personaje odio-
so al que Joyce prefiere no distinguir ni siquiera con un
nombre propio. Son diversas las claves que llenan esta

[340)
R.H. Moreno-Durán
en breve

obra, entre ellas, las griegas, las judías, las católicas, las
irlandesas, para sólo mencionar algunas. El que Joyce
hubiera decidido marcar tanto a Leopold como a Molly
con un origen judío no es casual. Por cierto, son judíos
y no lo son, y la novela gira alrededor de las similares y
trágicas circunstancias históricas que padecían tanto los
irlandeses como la judería europea a principio del siglo
XX y por lo tanto el que sus protagonistas fueran también
judíos no es fortuito. Tampoco es un azar que se trate en
forma recurrente el tema del antisemitismo y que éste sea
uno de los tropos repetidos a lo largo de la novela. Y por
cierto es la razón del altercado en el bar de Barney Kier-
nan, que termina por reafirmar a Bloom en su judaismo,
confrontando y recordándoles al Ciudadano y a los otros
contertulios que Jesús también fue judío al igual que él.
Curiosamente el nacionalista Ciudadano y el señor
Deasy van a insistir en que al ser Bloom judío resulta por
ende extranjero. Sin embargo, para Joyce, Bloom viene
a ser el más irlandés de los irlandeses y esta realidad no
entra en contradicción con su esencia judaica. En 1904 el
pueblo judío y el irlandés vivían realidades comunes, des-
tinos similares: padecían opresiones, guardaban con afán
una lengua muerta con la esperanza de que volviera a
resurgir y fuera suya de nuevo y ambos soñaban con una
independencia.
De acuerdo con Richard Ellmann en su biografía
sobre Joyce, el escritor irlandés conoció la cultura judía
gracias al escritor ítalo Svevo, quien lo introdujo al
judaismo y a las vicisitudes que padecían a principio de
siglo. Por ello, tampoco es accidental que aparezcan en
el Ulises las plantaciones de melones de Jaffo en Palestina
y que esta sensual fruta invoque para Bloom las carnosas
y rosadas nalgas de Molly que tanto le gustaba oler. A
principios de siglo, Palestina pertenecía al Imperio O t o -
mano, en otras palabras, era turca, y comenzaban los
primeros asentamientos agrícolas o kibutzim del pueblo
judío y con ellos buscaban retornar a la tierra prometida

Í34i]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

y forjar su independencia y crear un Estado. Otra de las


claves judías que marca la obra es el hecho de que Bloom
durante diez años no deposita su semilla en Molly y éste
termina por ser uno de los conflictos centrales de la novela.
Y no es que Bloom no se acueste con Molly, o como afirma
Mujeres de Babel "no hay comercio sexual entre los espo-
sos" ya que tienen relaciones, pero resultan incompletas y
frustrantes. Leopold se sabe culpable de que Molly acabe
en la cama con Blazes Boylan. De acuerdo con una vieja
concepción talmúdica si el niño muere al nacer, se debe a
que el semen del padre no era fuerte y bueno. Esta visión
religiosa protegía a las mujeres de toda responsabilidad y
es lo que lleva a Leopold a negarle a Molly después de la
muerte de su hijo Rudy, por temor y culpa, el depósito de
su semilla. He ahí la raíz del conflicto.
Pero, dejando a un lado el mundo judío y sus claves,
quisiera regresar y centrarme de nuevo en aquel que tanto
le gusta a Moreno-Durán: las mujeres de Joyce, ya que uno
de los grandes logros de Mujeres de Babel es ayudarnos a
encontrar a Ana Livia Plurabelle, el personaje femenino
del Finnegans Wake. Una de las características que distin-
gue la obra de Moreno-Durán es su sorprendente erudi-
ción y capacidad de tejer y conectar lecturas en visiones
insospechadas. De esta manera nos permite hallar pistas
sobre cómo abrirnos paso en la densa lectura del Finne-
gans Wake. En el Wake o vigilia de Finnegan, Joyce intenta
reelaborar la fragmentación y reuniíicación de la identidad
durante el sueño o vigilia. Ya que de acuerdo con el escritor
irlandés la visión femenina y nocturna de la mente termina
por apropiarse de la visión masculina de la misma. En este
libro que nos lleva a un mundo primigenio y juguetón nos
hallamos en las profundidades del inconsciente, más allá
del lenguaje, antes que el lenguaje mismo, pero no obstan-
te a través del lenguaje. Los personajes en esta obra van a
relacionarse en la transformación de este flujo y reflujo del
sueño, en la mente del que sueña.
Ahora bien, al igual que Molly Bloom, con Anna

{342}
R.H. Moreno-Durán
en breve

Livia Plurabelle nos encontramos con una mujer torren-


te, quien como un río, por ella fluyen no sólo las palabras
sino las corrientes de la escritura y las suciedades del
hombre y del mundo. Todo deviene en la suma de los ríos.
Y en sus corrientes se lavan los pecados del mundo. De
nuevo es el rumor quien marca los amores de Anna Livia
y su destino. Y como bien señala Moreno-Durán en esta
obra-lenguaje transformado en verbo, caudaloso y dilu-
vial, nos enfrentamos a una serie de párrafos que en su
recreación parecen sintetizar su esencia: "Cuéntame todo
lo contable para que pueda contar con ir contando en el
cuento a cuenta de cuanto contaba lo incontable".
Así pues, es entre cuento y cuento que se cuenta, de
acuerdo con el autor colombiano, la toilette erótica de
Anna Livia, abriendo con ello las compuertas de este
libro que inunda la literatura universal. Así, Joyce le con-
cede, al igual que Shakespeare, a sus heroínas más precia-
das, la última palabra.
Pero antes de terminar quisiera afirmar que la obra
de Moreno-Durán como la del maestro irlandés, es ante
todo una celebración de la palabra, el momento en que
se vuelve carne y en donde sus significados se cargan de
enigmas y que al igual que la luna, resultan misteriosos y
surgen de repente. Pero Joyce, como bien indica Moreno-
Durán, significa alegría. Y por ello también me atrevo a
asegurar que aquellos que lean Mujeres de Babel de R. H .
Moreno-Durán descubrirán a su vez otro tipo de alegría:
el de la devoción y fascinación que produce encontrar
caminos y posibilidades para entrar y descubrir la obra
de James Joyce, ese irlandés que reencarnó los clásicos y
transformó la literatura del siglo XX.

Texto leído durante la presentación de


Mujeres de Babel en Bogotá, 2004.

{343}
C A R L O S J O S É R E Y E S

Cuestión de hábitos

JILN su fecunda trayectoria literaria, Rafael Humberto


Moreno-Durán ha trasegado los diversos campos de la
narrativa y el ensayo, con óptimos resultados en cada uno
de estos campos, que lo llevan del relato breve a la novela
y de las ficciones a las reflexiones, en enjundiosos estu-
dios sobre una amplia diversidad de temas, nacidos de
su pasión por la lectura, que demuestra una vez más que
todo gran escritor es antes que nada un gran lector.
En esta oportunidad R.H. explora otro lenguaje, el
del teatro, sin perder el aliento literario que se desarrolla
no sólo en los diálogos sobre la vida y obra de sor Juana
Inés de la Cruz, la monja rebelde de México, sino tam-
bién en las acotaciones con las que describe los ambientes,
escenarios y circunstancias de las escenas, que nos recuer-
da la forma como usaba estos mismos apartes don Ramón
del Valle Inclán en sus comedias bárbaras y esperpentos,
recurso que en su tiempo llegó a hacer decir a una buena
parte de sus críticos que las piezas de Valle Inclán eran
más literatura que teatro.
Teatro o novela teatral también puede considerarse a
la Celestina, personaje que trató sor Juana en alguna de
sus obras, y que sin duda le sirvió para revelarle la capa-
cidad sin igual de la palabra escrita para denunciar las
hipocresías y ejercer la crítica y la ironía frente a los des-
afueros humanos y las perversiones del mundo.
[344]
R.H. Moreno-Durán
en breve

Alrededor de la figura de sor Juana Inés de la Cruz


existe toda una leyenda negra, o si se quiere, una Pecata
minuta, pues la libertad de su palabra y su desparpajo al
tratar temas poco monjiles como los que tienen que ver
con el cuerpo y el deseo, no dejaron de causar revuelo y
prevención en las esferas eclesiásticas, que buscaron por
todos los medios acallar esa voz independiente y vibrante,
por considerar que se escapaba de su rigurosa vigilancia,
como una oveja perdida, huida del redil, aunque prosi-
guiera su vida diaria en el convento, con la conciencia
tranquila en medio de sus acusadores.
La relación entre los conventos, como lugar de lectu-
ra y meditación, y la escritura por parte de las hermanas
reclusas tiene importantes antecedentes en la figura de
Santa Teresa de Jesús, a la cual sor Juana alude en un par-
lamento al final de la obra, la propia sor Juana como poe-
ta y comediógrafa, o la monja de Tunja, Francisca Josefa
del Castillo, nacida en el último tercio del siglo XVI,
mencionada en forma profusa en el texto que nos ocupa.
Todas ellas tuvieron una ardua lucha para hacer oír su
voz, aunque la que halló más tropiezos, críticas y dificul-
tades fue sor Juana, la protagonista de la novela teatral de
Moreno-Durán.
Sor Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana
nació en un pueblo del centro de México, en la hacienda
Nepantla, el 12 de noviembre de 1651. Su condición de
hija natural no le auguraba un futuro promisorio, pero su
curiosidad innata la condujo a la lectura desde muy niña.
A los trece años fue llamada a la Corte Virreinal para
servir como dama de la Virreina, la Marquesa de Mance-
ra, quien era una dama muy culta y sentía un gran amor
por las letras. Esta influencia marcó sin duda el destino
de Juana. A los 16 años ingresó como novicia a la orden
de las Carmelitas Descalzas, pero salió de allí poco tiem-
po después, al no poder soportar el rigor que trataban
de imponerle. En 1669 tomó los hábitos en el convento
de San Jerónimo, donde permaneció hasta su temprana

[345)
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

muerte, acaecida el 17 de abril de 1695, a causa de una


fiebre que adquirió por ayudar a un grupo de hermanas
enfermas. En ese entonces apenas tenía 44 años.
En Cuestión de hábitos Moreno-Durán no pretende
de ningún modo desarrollar una biografía extensa de sor
Juana ni un análisis de su obra literaria, aunque sin duda
aspectos de la vida y la obra entran en juego en el drama
propuesto. Sor Juana es tomada en plena madurez, a los
cuarenta años de edad, en una reunión que a la larga se
convierte en un juicio inquisitorial contra la monja, por
ser mujer y escritora, dos condiciones que para la menta-
lidad de la época y los prejuicios de los personajes involu-
crados en el conflicto, no eran compatibles.
Como lo expresa en algún momento, sor Juana deci-
dió profesar en el convento de las hermanas jerónimas,
atraída por la biblioteca del claustro y la intimidad del
lugar, que le dejaban la mayor parte del tiempo para
dedicarse a la lectura y la escritura, sin tener que desper-
diciar largas jornadas en reuniones sociales, el matrimo-
nio o tantos otros compromisos que le impedirían a la
larga el ejercicio pleno de su vocación literaria. Los poe-
mas y las comedias de sor Juana no tendrían, sin embargo,
un carácter místico sino en muy contados de sus textos,
como sí lo tuvo la obra completa de Santa Teresa de Jesús.
En la obra de sor Juana la ironía y la sensualidad que des-
tilan sus páginas atraen las miradas inquisitoriales tanto
del Arzobispo como de algunos sacerdotes suspicaces,
que quieren ver intenciones malévolas en los poemas de la
monja, así como en algunas de sus actitudes, expresiones,
amistades o pronunciamientos.
La propia sor Juana respondió en alguno de sus sonetos:
¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

[346]
R.H. Moreno-Durán
en breve

Al comienzo de la obra, su más cercana amiga, doña


Elvira María de Toledo, virreina de México, le advierte
al respecto sobre cómo en la corte no se habla más que de
sus frecuentes conciliábulos. La inocultable sensualidad
de sor Juana ha dado lugar a toda clase de habladurías,
hasta llegar a oídos del Arzobispo Aguiar, quien tiene
un recelo casi enfermizo hacia las mujeres, y en espe-
cial hacia sor Juana, alimentado por todas las consejas y
rumores que circulan por salones y pasillos, agravados
aún más al desarrollar fantasías sobre las relaciones de
mujeres encerradas en los claustros, muchas de las cuales
han quedado embarazadas y otras han huido, alguna de
ellas llevándose los dineros de la comunidad, hasta llegar
a producir infundios y generalizaciones que recaen con
mayor fuerza sobre una monja que brilla con luz propia
como sor Juana, a quien el Arzobispo no se atreve a mirar
directamente a los ojos.
Durante el preludio y el desarrollo de este largo inqui-
ridlo al que es sometida la monja poeta y comediógrafa,
aparecen varios elementos que juegan un papel significa-
tivo en el desarrollo del drama, como son los equívocos
y juegos de palabras, la ambigüedad de muchos textos, el
uso de los latines, como lenguaje culto reservado a una
minoría ilustrada, y que aún aparece como la lengua de
lo culto y lo sagrado, en oposición a la Vulgata que según
las voces críticas se prestaba para un manoseo libidinoso
y un uso descomedido y mórbido de los tropos litera-
rios, metáforas, metonimias y demás figuras que podrían
esconder intenciones pecaminosas y alusiones prohibidas,
como de hecho sus jueces califican a la obra poética y a
las comedias de sor Juana.
El otro elemento que se usa como recurso teatral y
acto de perturbación en las relaciones de género es el
travestismo, que aparece en algunas comedias de sor Jua-
na y tiene un carácter decisivo en Cuestión de hábitos. Al
respecto, el obispo de Puebla, Manuel Fernández de la
Cruz, usó el pseudónimo de Pilotea de la Cruz, y More-

{347}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

no-Durán toma este rasgo del personaje de un modo lite-


ral y lo hace aparecer en su pieza con hábitos de monja, lo
cual causa un gran revuelo en los círculos que toman a su
cargo la defensa de la moral, pensando que quizá lo hace
bajo el influjo de la obra de sor Juana. Esta sor Pilotea, al
descubrir su identidad, perjudica más que ayuda a su pro-
tegida, y crea un elemento inquietante y esperpéntico de
gran eficacia como recurso escénico.
El tema de los personajes travestidos y las mutacio-
nes sexuales no es extraño en la práctica teatral, ni como
recurso de equívocos en las comedias, desde la antigüe-
dad más remota. En Shakespeare, como en el caso de
muchas obras del teatro del Siglo de Oro español, las
mutaciones de género se usan como parte de la intriga
argumental. Jóvenes doncellas ataviadas con trajes mas-
culinos, o jóvenes adolescentes vestidos y maquillados
como personajes femeninos, eran lo usual en el teatro de
los siglos XVI a XVIII, sin que tales procedimientos fue-
ran condenados por la moral o las buenas costumbres en
los países de una vieja tradición teatral, como Inglaterra,
Francia o España. Otro caso acontecía con Nueva Espa-
ña y las demás colonias de América, donde el machismo
exacerbado había echado sus raíces desde los primeros
días de la conquista. Hay que recordar cómo aquellos
aguerridos aventureros arrojaban a las fauces de perros
hambrientos a los nativos acusados de cometer el pecado
nefando.
Lo que para sor Juana parecía ser un divertimento
inocente, para sus vigilantes acusadores era motivo de
una censura que incluso podía llegar hasta las mismas
puertas del Santo Oficio. Y pese a tener el apoyo del
Virrey y la Virreina, las poderosas manos del Arzobis-
po y la sombra temible de la inquisición aparecían ante
la monja poeta como un muro infranqueable, o por lo
menos, como una traba que cercenaba su libertad y afec-
taba el desarrollo de su personalidad hasta el extremo de
querer disminuirla e impedirle continuar con la lectura y

[348]
R.H. Moreno-Durán
en breve

la escritura, que eran precisamente lo que la habían lleva-


do a ingresar al convento.
A lo largo de las escenas de salón el interrogatorio a
sor Juana se hace cada vez más procaz e insidioso. Al
convite asisten figuras destacadas de la corte, a más del
Virrey y la Virreina, como gentileshombres y damas de
sociedad, sacerdotes y un buen número de monjas jeróni-
mas. A la par con el baile y la tertulia se va desarrollando
el conciliábulo en contra de la monja escritora, como si
todo el evento social fuera apenas un pretexto para ade-
lantar una causa en contra suya. Las alusiones a monjas
pecadoras aparecen como una provocación directa a sor
Juana, como si ella hubiera sido la motivadora y causan-
te de las culpas de las otras. Aunque no aparecen en la
comedia las muy conocidas redondillas de sor Juana, en
este punto dan buena cuenta de su talante y consideración
al respecto, cuando escribía:
Hombres necios que acusáis
A la mujer sin razón,
Sin ver que sois la ocasión
De lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
Solicitáis su desdén,
¿Por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Moreno-Durán se cuida de traer a cuento lo más


popular de la escritora, y busca algunos textos suyos
menos conocidos, que se integren en forma plena a las
situaciones y temas que se van desarrollando a lo largo
del insidioso interrogatorio. En este punto, se acusa a
la autora de haber causado revuelo con su comedia La
Anfisbena, pese a que ella destruyó el manuscrito ante las
acusaciones de sus enconados críticos. A este cargo, que
revive heridas que no han terminado de cicatrizar, ella
responde que "sólo se inspiró en el tipo de enredos usa-
dos por fray Gabriel Téllez en sus comedias", y es lógico

{349}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

que ponga por delante el nombre propio del fraile, en


vez de su nombre artístico, Tirso de Molina, que podría
sonar a escritor mundano en ese ambiente de atrevidas
perspicacias.
En compañía del Virrey también aparece otra figu-
ra destacada de la época, quien se presenta como apo-
yo y defensor de sor Juana: don Carlos de Sigüenza y
Góngora, unos pocos años mayor que sor Juana y gran
admirador de su obra. Don Carlos era sobrino del poeta
cordobés Luis de Góngora y Argote, una de las figuras
más brillantes y enigmáticas del Siglo de Oro español,
que contaba con tantos apasionados adictos como acer-
vos críticos. La propia sor Juana Inés no escapa al influjo
de su obra, que tuvo un buen número de seguidores en
la América hispana del siglo XVII. Carlos de Sigüen-
za había sido expulsado de la comunidad jesuíta por su
indisciplina, lo que para los detractores de sor Juana era
un motivo más para armar sus argumentaciones contra
ella. Pero por otra parte, Sigüenza como sor Juana conta-
ban con la amistad y el total apoyo del Virrey, que en su
caso eran la mejor protección a su vida y a sus activida-
des. Además de ser escritor, don Carlos era matemático
y astrónomo, lo cual engendraba nuevos vínculos con la
monja escritora, que tenía en su celda, entre sus objetos
más preciados, un telescopio, para observar las estrellas.
Aquí se produce otro equívoco con los retóricos cen-
sores, pues, ¿qué falta hace mirar el cielo con ese lente, si
sobre él todo está dicho en las sagradas escrituras? En este
punto, se recuerda la escena del telescopio de Galilea Gali-
lei, la pieza de Bertolt Brecht sobre el famoso astrónomo
pisano, en la cual sus detractores bajan la cabeza y se con-
centran empecinados en los textos de la Biblia y la física de
Ptolomeo, para no tener que mirar hacia arriba y llegar a
tener dudas sobre sus certezas. También aquí se presume
que tales aparatos pueden inducir al sacrilegio, e incluso
la lupa no deja de ser un peligro, pues puede aumentar el
tamaño de los errores de los libros leídos por la religiosa.

[350]
R.H. Moreno-Durán
en breve

Frente a este tipo de argumentos no hay diálogo posi-


ble, pues se trata de dogmas y anatemas que no admiten
discusión. Por eso el consejo que se da a sor Juana es que
no juegue con fuego, pues puede quemarse, y aunque no
se puedan demostrar sus pecados o malas intenciones, se
teme que esté a punto de caer en ellos, y por lo tanto, es
mejor evitar las acechanzas del demonio y deshacerse de
todo aquello que pueda inducir a una connivencia con
sus tentaciones, como si se tratase de alejar a Fausto de su
pacto con el demonio y, por lo tanto, de cerrarle las puer-
tas del conocimiento y cercenarle su avidez de saber, que
sólo conduce a la duda y la pérdida de la fe del carbonero.
Pero hay algo más, y en este nuevo aspecto entran a
jugar un papel destacado personajes del Nuevo Reino
de Granada, la actual Colombia. Sor Juana ha recibido
un buen número de cartas de amor apasionado, envia-
das por un poeta neogranadino. Su privacidad ha sido
asaltada hasta en los recovecos más secretos de su celda
monacal, y ya sus jueces implacables se han enterado de
la pasión, más que la simple admiración, que le profe-
sa el poeta santafereño Francisco Alvarez de Velasco y
Zorrilla, nacido en Santa Fe de Bogotá en 1647 y muer-
to en Madrid en 1708. Alvarez de Velasco venía de una
encumbrada familia, pues su padre había sido oidor de la
Real Audiencia de Santa Fe y su madre hija de un oidor
de Quito. Este vínculo con lo que podría considerarse
como la aristocracia criolla, lo condujo a las letras, has-
ta convertirse en uno de los poetas más destacados del
siglo XVII en la Nueva Granada. Alvarez de Velasco se
inclinaba más por la poesía de Quevedo, y por lo tanto
odiaba la de Góngora y sus seguidores, con la excepción
de sor Juana, de quien se enamoró no sólo de su obra sino
también de su persona, dedicándole poemas cargados
de pasión sensual. Su actitud contra el gongorismo era
de algún modo una respuesta a la corriente en boga en
la Santa Fe de Bogotá de comienzos y mediados de ese
mismo siglo XVII, como eran Domínguez Camargo o

[35i]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

los hermanos Fernández o Solís de Valenzuela. En sus


últimos años, Alvarez de Velasco se trasladó a Madrid,
como procurador de Santa Fe ante la Corte Real, y desde
allí seguía escribiéndole cartas a sor Juana, sin saber que
había muerto.
En el diálogo de Moreno-Durán hay un divertido jue-
go de palabras, cuando en defensa de sor Juana se advierte:
El tal poeta Alvarez de Velasco amó a sor Juana sin
correspondencia,

y la maliciosa respuesta no se hace esperar:


Aquí está la correspondencia, hermana.

Tras lo cual, el acusador muestra un manojo de las


cartas confiscadas. En estas cartas el poeta definía a sor
Juana como: "Rítmica, sacra, carnal y laudatoria". ¿Cómo
sonaría la palabra carnal'a aquellos oídos que esperaban
sólo una palabra para emitir su condena? Además, otro
argumento en contra del poeta enamorado de la monja
era su procedencia. El ser de Santa Fe de Bogotá ya traía
desde entonces una connotación oprobiosa, pues según
los personajes del drama: "Allí abundan los bellacos y
malandrines". Por ese camino se llega a una conclusión
que parece dictada por angustias contemporáneas: "Poco
cabe esperar entonces de un país semejante".
Con la mención a Alvarez de Velasco se trae a cuento
a la madre Francisca Josefa del Castillo, natural de Tunja,
ciudad a la que alguno de los presentes, fray Octavio, men-
ciona como "Tan ilustrada y fina como nuestra Puebla",
quizá con una intención de avalar a la monja tunjana en
menosprecio de sor Juana, de quien se llega a dudar su pro-
pio sexo al estimar que todo cuanto ha escrito parece más
obra de una pluma masculina que la creación de una mujer,
vista desde antiguo como un ser inferior. En este punto se
llega al climax dramático de la trama, al exigirle a la pro-
tagonista que se desnude, por lo menos de la cintura para
arriba, para comprobar que en verdad se trata de una mujer

Í352]
R.H. Moreno-Durán
en breve

y no de un varón travestido, como presuponen sus jueces.


Cuando finalmente sor Juana accede, más allá del pudor
que la retenía, a descubrir sus hermosos y protuberantes
senos, sus inquisidores, comenzando por el Arzobispo, no
tienen más remedio que retirar la vista, perturbados por
sus propios demonios interiores, pues el pecado está más
en la malicia del que ve que en la persona observada, que
se muestra sin ambages ante aquella infame requisitoria.
La imagen de sus pechos deja a todos en entredicho. Un
acto de desnudez que recuerda el final de la comedia bár-
bara de Valle Inclán, que ante la desnudez de Mari Gaila,
a quien el pueblo trata de apedrear, su esposo el sacristán
proclama las Divinas Palabras: Qui sinepeccato est vestrum,
primus in illam lapidem mittat, que en buen castellano quie-
re decir: "Quien sea libre de culpa, tire la primera piedra".
Tras el impacto de esta escena, se menciona entre
líneas al propio autor, que ha seguido paso a paso el
desarrollo de los acontecimientos, pues desde las prime-
ras réplicas se habla de un amanuense que vigila en la
sombra. En este punto, el propio amanuense se presenta
y habla en primera persona en una de las postreras acota-
ciones, donde dice:
Sor Juana opta por sentarse junto a la escalera que
conduce a su celda, tres peldaños abajo de donde me
encuentro, sin que nadie parezca haberme visto.

Lo cual hace pensar, como se ha hecho con las acota-


ciones de Valle, que estas pueden ser dichas en escena por
un actor que como en el caso del coro griego, represente
el de la conciencia del autor.
Pasada aquella prueba y cuando todas las cartas ya
han sido puestas sobre la mesa, Moreno-Durán hace una
dramática elipsis hacia el interior de la celda de sor Juana,
en el momento en que sus perseguidores proceden al des-
pojo total de sus pertenencias. La Virreina se despide de
ella con emoción, dejándola en manos de sus detractores.
Los bienes de la escritora le son confiscados con el pre-

{353}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

texto de librarla de las apetencias de este mundo para sal-


var su alma de las tentaciones. De este modo se apropian
de sus instrumentos de música, su telescopio, sus prendas
más queridas, sus libros y papeles, hasta dejar las paredes
de su celda más peladas que la biblioteca de don Alonso
Quijano tras la quema de sus libros por parte del cura y
el barbero. La alcoba, antes opulenta, queda ahora com-
pletamente desguarnecida, y sor Juana se dirige entonces
al amanuense para que detenga la escritura, y como en la
gran tragedia de Shakespeare, el silencio es el resto.
Moreno-Durán ha conseguido plasmar en un crisol de
tiempo y espacio el conflicto dramático de sor Juana Inés
de la Cruz, explorando el lenguaje teatral sin renunciar
a su exégesis literaria. La obra posee variadas referencias
eruditas, que permiten una amplia diversidad de lectu-
ras. Se recrea el imaginario de un tiempo y sus personajes,
aunque visto desde una óptica contemporánea, subrayada
por alusiones y connotaciones que se dibujan entre líneas,
como llamados de atención a los lectores o espectadores de
nuestro tiempo. Una obra nueva desde la perspectiva de la
narrativa del autor, aunque surge de uno de sus anteriores
relatos sobre Sor Juana Inés de la Cruz y que coloca en el
meollo del conflicto el papel crítico y contestatario de la
literatura, ante la arrogancia arbitraria del poder.
Cabría terminar estas notas con unas réplicas del diá-
logo entre sor Pilotea y sor Juana, cuando la primera le
dice: "Lo que decís parece un enredo de una de vuestras
comedias", y la segunda le responde: "Comedias hay que
esconden graves dramas, madre".
Sólo cabe esperar que el autor supere sus actuales per-
cances, y la pluma sagaz, crítica y festiva de R.H. More-
no-Durán siga produciendo nuevas obras durante muchos
años.

Texto publicado en la revista Consigna, Bogotá, 2005.

Í354]
J U A N V I L L O R O

Fausto en su laberinto

r\.LFONso Reyes diseñó el logrado reverso de la silla


anatómica de Vesalio: no un mueble para estudiar al
hombre sino para que el hombre estudie. Durante el año
en que asistí al taller de Monterroso en la biblioteca de
Reyes, me acerqué con reverencia a aquella silla en la
que nadie se sentaba, concebida para un lector absoluto,
que aspira a vivir en ese asiento con atril para los libros
pesados, reposapiés, cenicero empotrado en un brazo, un
hueco para la taza, otro para el vaso, sitio para los lápices,
todo lo que la carpintería puede hacer en favor de la lec-
tura. No concibo mejor inquilino de esa silla que R. H .
Moreno-Durán, quien no puede abrir un libro sin llevar
un cuaderno de notas paralelo, la mina donde organiza
con calma sus metales. El más reciente saldo de sus dila-
tadas lecturas es Fausto. E l infierno tan leído (Panameri-
cana Editorial, Bogotá, 2004).
Entre los arquetipos literarios, Moreno-Durán elige
uno con existencia real; sin embargo, desde su origen,
Johann Faust estuvo sujeto a mixtificaciones; al menos
dos personas pudieron reclamar la condición de mode-
los; un estudiante de Wittenberg y un mago y astrólogo
de Heidelberg. El mito surge con el doble pedigrí de la
razón y el esoterismo. En 1587, Johan Spiess fijó la leyen-
da en un libro que alimentaría las fogatas de Marlowe,
Calderón, Goethe, Klinger, Pessoa, Klaus y Thomas
Mann, Sartre, Byron, Bulgákov, Valéry y tantos otros.

[355]
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

Lutero y Fausto coincidieron en Wittenberg. More-


no-Durán recuerda que Shakespeare matricula ahí a
Hamlet, en vez de optar por universidades más obvias,
como Oxford o La Sorbona. En su opinión, esta decisión
representa un guiño al mito fáustico. En 1588, Christopher
Marlowe había presentado con éxito La trágica historia del
Doctor Fausto, y Moreno-Duran conjetura que ése es el
libro que el atribulado príncipe lee cuando Polonio lo acosa
con preguntas en busca de su locura. Dos objetos activan
la reflexión en la tragedia shakespereana: la calavera de
Yorick y el libro que contiene "palabras, palabras, palabras".
Cuando Polonio pregunta acerca del autor, el príncipe se
limita a decir que se trata de un "malediciente satírico".
¿Anhelaba Hamlet un pacto con el Maligno para empuñar
la vengativa espada de una vez por todas y declarar su paso
de las dudas a los hechos: "¡la presteza lo es todo!"? Héroe
y mártir de la elección individual, el príncipe sólo puede
pactar consigo mismo; rehén de su conciencia, en caso de
leer el Fausto, lo haría con repudio o desesperada nostalgia:
el Diablo no puede resolver por él.
Marlowe introduce la visión del infierno como "el
lugar sin límites"; no se trata de una apartada reserva de
la tortura ni de un dominio sobrenatural, sino de la rea-
lidad que nos consta. Sartre retomaría la idea en su más
célebre parlamento teatral: "el infierno son los otros".
Si en Taberna in fábula Moreno-Durán indaga la
literatura centroeuropea a partir de una de sus esceno-
grafías definitorias, en E l infierno tan leído estudia el dra-
ma de la tentación renovado por las circunstancias de la
época. Al llegar a E l Maestro y Margarita, de Bulgákov,
subraya un rasgo que la modernidad otorga al Diablo:
es extranjero. Si en el Moscú de Stalin Mefisto asume
un aire tártaro, en el París de Valéry "habla italiano con
acento ruso". El Diablo de Bulgákov recuerda al tirano
tan temido pero también representa lo exótico; tiene un
ojo negro y otro verde, la mitad de la dentadura forrada
de platino y la otra mitad de oro. El portador de la dife-

{356}
R.H. Moreno-Durán
en breve

rencia encarna el mal. Podemos vincular esta idea con


el sospechoso que Poe sitúa en la literatura para fundar
el cuento policiaco moderno. En "Los crímenes de la
rué Morgue" los testigos discrepan pero guardan algo
en común: "La peculiaridad no consiste en que estén en
desacuerdo sino en que un italiano, un inglés, un español,
un holandés y un francés han tratado de describirla y
cada uno se ha referido a esa voz como una voz extran-
jera. Cada uno de ellos está seguro de que no se trata de
la voz de un compatriota". E l infierno tan leído sirve de
matriz para indagar la configuración cultural del culpa-
ble, el complejo desplazamiento de la figura del Diablo a
la de su habitual sustituto contemporáneo, el extranjero.
La nariz se ajusta al aroma de los tiempos para respirar
azufre.
"Soy una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal
y que siempre practica el bien", con esta engañosa publici-
dad se presenta el Lucifer de Bulgákov. Una y otra vez, el
sabio cede a la tentación, así sepa que el beneficio durará
mucho menos que el suplicio posterior. De poco le servi-
rá exclamar bajo el impulso de Goethe: "¡Detente, instan-
te! ¡Eres tan hermoso!"
Pero hay algo peor que sucumbir a los favores luci-
ferinos. En un relato de ítalo Svevo, no incluido en la
amplia revisión de Moreno-Durán, el viejo Fausto reci-
be al Diablo y descubre con tristeza que no tiene nada
que pedirle. Para Claudio Magris la renuncia a toda
tentación representa un infierno superior: "El dolor más
intenso no es la infelicidad, sino la incapacidad de ten-
der a la felicidad". Cuan enteros parecen los Faustos
débiles, humanizados por su ambición, ante el viejo apá-
tico de Svevo.
Fascinante registro de las historias de la tentación, E l
infierno tan leído permite volver a la sentencia de Herá-
clicto: "Difícil es luchar contra el deseo. Lo que quiere, lo
paga con el alma". No hay triunfo sin pérdida. El Diablo
aparece y desaparece como la luz de una vela. Hecho de

[357}
R.H. MORENO-DURAN:
FANTASÍA Y VERDAD

tiempo, Fausto cae para sobrevivirse: sus palabras son la


vida que se va.

Texto publicado en la revista Letras Libres,


México-Madrid, julio de 2005.

[358}

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