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Esos Chupapiedras
Esos Chupapiedras
“¡A ver, a ver! ¿Por qué dices que El Rosario tiene una marca insuperable en
materia de embajadores?” Me preguntó Juan S. Millán. Nos encontrábamos
charlando durante una de mis visitas a Culiacán siendo él gobernador, cuando le
presumí que El Rosario tenía ese record sobre el cual me cuestionaba. “Porque
tenemos más embajadores per cápita que ninguna otra ciudad”, respondí enfático,
“si se toma en cuenta que somos dos embajadores y el centenario mineral cuenta
con unos 15,000 habitantes, eso nos da uno por cada 7,500”, rematé. La
carcajada no se hizo esperar, “de veras que somos distintos los rosarenses”,
reflexionó.
Y eso es sólo el principio. ¿Cuántos lugares conoce usted que puedan presumir
de haber sido lugar natal de uno de los elementos clave del movimiento sandinista
que derrocara a Somoza en Nicaragua?, me refiero al “comandante” Víctor Manuel
Tirado (a) El Chito.
Hago aquí un breve paréntesis para comentar que, por algún extraño designio del
destino, El Rosario se ha ligado de manera inusitada con Nicaragua. Además del
ya citado personaje habría que recordar que Don Francisco Apodaca Y Osuna,
nativo de Cacalotán, Rosario, Sinaloa, fue embajador de México en Managua y
entre su equipo iba otro rosarense, Rigoberto Lizárraga Rendón. Yo mismo,
cuando era Cónsul General de México en Sao Paulo, Brasil, recibí la encomienda
de hacerme cargo de los asuntos de Nicaragua pues carecía la hermana república
de una representación en aquella metrópoli. Visto así, fui Cónsul de Nicaragua
durante tres años. Lo dicho, rara y memorable vinculación es esa.
Otra coincidencia más: también fue cónsul en Filadelfia otro rosarense, Don
Antonio Espinosa de los Monteros, quien además fue embajador de México en los
Estados Unidos de 1945 a 1948. ¿Llevan la cuenta de los diplomáticos? Pues aún
faltan.
Claro que no significa eso que TODOS los rosarenses sean diplomáticos,
imposible ignorar la abundancia de locos, vagos, tipos ocurrentes y chuscos. Mi
papá decía que, a diferencia de otros pueblos, El Rosario nunca tuvo el loquito ese
que todos conocen y toleran, así que nos tuvimos que turnar todos para llenar el
cargo dignamente. Créanme que lo hemos logramos muy satisfactoriamente.