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BERNABÉ RIVERA: UNA BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA

Edgardo Ettlin

I. Introducción

Prevenimos que estas líneas deben leerse sin sesgos ideológicos ni partidarios. Mala
cosa es querer entender o valorar a los personajes del pasado con los criterios y
mentalidades del tiempo presente (no sé por qué, parece una epidemia generalizada en
este siglo XXI). Compartimos estos datos, por ende, sin brindar nuestra opinión al
respecto.

¿Quién fue el Coronel Bernabé Rivera? La Historia le reconoce una controvertida fama,
a raíz de que fue uno de los responsables de la llamada “Matanza de Salsipuedes”, en
que se intentó por el Gobierno del Brigadier General Fructuoso Rivera una suerte de
“Endlösung” (“solución final”) para con los indios charrúas, y por el celo de diligencia,
por no decir obsesión, con que Bernabé los persiguió para dispersarlos y liquidarlos si
se daba el caso. Sin embargo, Bernabé Rivera también fue un destacado militar, un
héroe de la Independencia del Uruguay, y una personalidad tenida en muy alta
consideración por las gentes de su época.

Debemos realizar otra puntualización: Bernabé Rivera jamás perteneció al Partido


Colorado. Tampoco perteneció al Partido Blanco (hasta 1870 -o 1872 para otros- ni
siquiera se le conocía como “Partido Nacional”). Por la simple razón de que a la fecha
de su deceso (20 de junio de 1832) esos partidos todavía no existían; éstos y sus
tradicionales divisas recién aparecerían posteriormente, el 19 de setiembre de 1836 en
ocasión de la Batalla de Carpintería. Como bien destacó José Eduardo Picerno, “No
había blancos ni colorados en el momento histórico de los hechos contra los charrúas.
El Presidente [Fructuoso] Rivera no representaba al Partido Colorado porque este, de
hecho, no existía. … En ese momento no era miembro ni representaba a ningún
partido. … En resumen, queda en evidencia que ningún partido político estuvo
involucrado en los sucesos…” (1). Esto se aplica “mutatis mutandis” a Bernabé Rivera,
por lo precedente. Bernabé concitó a su muerte el homenaje de personajes que se
asociarían tanto al Gobierno de la Defensa y al Partido Colorado (por ejemplo,
Francisco Acuña de Figueroa), como al Gobierno de Cerrito y al Partido Blanco (caso
de Carlos Villademoros) (2). Valga recordar que su monumento funerario fue ordenado
1
PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay.
Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, p. 17. El trabajo de investigación y de rescate documental
hecho por Picerno sobre el tema, junto a los de Eduardo Acosta y Lara y Ramón P. González, es muy
exhaustivo e importante; por lo que muchos de los documentos que se citan en este trabajo, ya puestos a
la disponibilidad pública por dicho autor, pueden consultarse en su mencionado libro.
2
VILLA DE MOROS (sic) Carlos G., “Canción. Á la muerte del Coronel D n Bernabé Rivera, á
consecuencia de la revolución que estalló el 3 de julio de 1833”, y ACUÑA DE FIGUEROA Francisco,
levantar en 1835 por Manuel Oribe (quien tenía aprecio por Bernabé -era mutuo ese
aprecio, dicho sea de paso-) siendo Presidente constitucional, y si nos estamos a que el
ángel que remata la construcción es de 1862 ( 3), tenemos que éste fue colocado durante
la Presidencia de Bernardo Prudencio Berro. Cosas de la Historia; pero para mal o para
bien, son datos “duros”.

Según una fuente, Bernabé Rivera habría nacido en lo que es hoy el Departamento de
Durazno en 1795, y habría sido bautizado el 11 de junio (día del Apóstol San Bernabé)
de ese año (4), aunque Fernández Saldaña ubica el año de nacimiento en 1799 (5); pero si
nos atuviéramos a los datos de su monumento funerario en que se le menciona
combatiendo desde los 10 años de edad, teniendo presente que la Revolución Oriental se
gestó en 1811, podríamos ubicar la fecha de nacimiento de Bernabé en el año 1801, o
mejor dicho en 1797 ya que en el mismo monumento se dice que murió “á los 35 años
de edad”. Fue sobrino del Brigadier General Fructuoso Rivera, aunque entre sí solían
tratarse mutuamente usando la palabra “Hermano”; según se dice, porque Bernabé
(aparentemente, su verdadero nombre era Juan Estevan o quizá, Juan Fernando) era hijo
de una relación extramatrimonial de María Luisa Rivera (una hermana de “Don Frutos”,
como se le decía popularmente al Brigadier General Fructuoso Rivera) con el brasileño

“Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del
Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”. En “El Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la
República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1835, pp. 194-206. MAIZTEGUI CASAS
Lincoln R., “Doctores” Tomo 1, Planeta, Montevideo, 2014, pp. 123-124 y 144-150.
3
ETTLIN Edgardo, “Misterios del monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (y algo sobre el
combate de Yacaré Cururú) - Primera Parte”, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/2023/02/la-
columna-de-edgardo-ettlin-misterios.html” (consultado el 24.2.2023). Ver en este trabajo la Sección VIII.
4
Información proporcionada por Josefina Sánchez Abal en “https://gw.geneanet.org/jfina?
lang=es&n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023).
No hemos podido hasta el momento conseguir el documento que certifique que Bernabé Rivera habría
nacido un 11 de junio de 1795. Sin embargo, encontramos en la Parroquia de Florida una Fe de Bautismo
del 11 de diciembre de 1795, que hace alusión al bautizo de una criatura de nombre “Juan Fernando de
seis meses” en la Capilla del Pintado, “hijo legitimo de Pablo Ribera y Andrea Toscano”. Quizá
corresponda a documentación de Bernabé: si hubiera nacido el 11 de junio de 1795, al 11 de diciembre de
ese año tendría seis meses, como registra la Fe de Bautismo; anotado no como Juan Estevan sino como
Juan Fernando; y no como hijo natural sino como “legítimo” de los padres de Fructuoso Rivera. Juan
Alejandro Apolant no registra a este Juan Fernando como hermano de Fructuoso, ni realiza mención al
dato de la Fe de Bautismo que aportamos en esta Nota; tampoco lo hacen Carlos A. Milans Bellini ni
Marta Canessa de Sanguinetti. Sin embargo, Apolant reconoce que “El matrimonio [Pablo Perafán de la
Rivera y Andrea Toscana] tuvo, sin embargo, varios hijos más que llegaron a adultos, pero que habían
fallecido obviamente en 1835 al testar su madre [Andrea Toscana testó el 3 de noviembre de 1835 a favor
de sus hijos sobrevivientes Fructuoso, Agustina y Teodora Rivera], sin dejar sucesión legítima”
(APOLANT Juan Alejandro, “Génesis de familia uruguaya” Tomo III 2ª edición ampliada, s/e,
Montevideo, 1975, pp. 1538-1539. MILANS BELLINI Carlos A., “Rivera. El hombre y su tiempo”,
Botella al Mar, Montevideo, 2010, p. 14. CANESSA DE SANGUINETTI Marta, “Rivera. Un oriental
liso y llano”, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2012, pp. 18-19). Dejamos constancia,
entonces, que no tenemos certeza de que el documento mencionado aluda a un bautizo oculto de Bernabé
Rivera.
5
FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940”, Adolfo
Linardi Librería Anticuaria Americana, Montevideo, 1945, p. 1086. También “El Indiscreto”, Año II,
Montevideo, Noviembre 5 de 1885, Núm. 75, p. 346.
Alejandro Duval Rocha (6), y para evitar el reproche social los padres de Fructuoso
criaron e hicieron pasar a Bernabé como un hijo más de su matrimonio.

II. Bernabé Rivera. Soldado y héroe de la Independencia Oriental

Bernabé Rivera se involucró con la causa de la revolución independentista oriental


desde sus propios inicios en 1811, siguiendo a su tío Fructuoso Rivera, y se fue
consolidando como uno de los más jóvenes Tenientes de Artigas. En ocasión de las
invasiones portuguesas, fue herido gravemente en la cabeza y cayó prisionero en 1818
en las cercanías de Pando ( 7), siendo remitido por los portugueses junto a otros
destacados oficiales artiguistas a la cárcel de la Ilha das Cobras (Bahía de Guanabara,
Rio de Janeiro); compartiendo esa reclusión con Andresito -de quien se dice murió en
dicha prisión-, Juan Antonio Lavalleja y Fernando Otorgués. Se cuenta que Bernabé
conoció allí al futuro Emperador del Brasil Pedro I quien visitaba las instalaciones de la
isla cada tanto, trabándose entre ellos cierta amistad y una vinculación de mutua
consideración.

Regresó a la Provincia Oriental a fines de 1820 por influencia de su tío Fructuoso (en
ese momento ya incorporado a las filas portuguesas -dicho sea de paso, Fructuoso
Rivera obtuvo de Carlos Lecor no sólo la liberación de Bernabé, sino también de otros
oficiales artiguistas presos en Ilha das Cobras, como Manuel Francisco Artigas,
hermano de nuestro máximo Prócer José Gervasio Artigas-) ( 8), y también a su influjo
se incorporó al ejército portugués, donde recibió el grado de Capitán. Al declararse la
Independencia del Brasil (7 de setiembre de 1822), Bernabé pasó a formar parte de sus
fuerzas militares en la entonces Provincia Cisplatina. Incorporado Fructuoso Rivera a
las fuerzas orientales independentistas tras el Abrazo del Monzón el 29 de abril de 1825,
por supuesto Bernabé siguió sus pasos y tuvo una destacada participación en las
Batallas de Rincón (24 de setiembre de 1825) y Sarandí (12 de octubre de 1825) (9).

6
FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “El episodio de Yacaré Cucurú”, en “El Día”, suplemento
dominical, Año VII N.o 301, 16 de octubre de 1938. Ver Nota 4. PICERNO (“El genocidio...” cit., p.
393) afirma que en el testamento de Pablo Perafán de la Ribera de fecha 11 de octubre de 1822, éste
refiere a “Bernabé que se ha criado como si fuese hijo”, dejándole “dos mil pesos del quinto de mis
bienes para que pueda vivir con decencia y comodidad y en remuneración del afecto y respeto que nos
profesa a mi esposa y a mí”.
7
“El Indiscreto”, núm. cit., p. 346.
8
Sin ánimo de controversia, pero fue reconocido por contemporáneos suyos, Fructuoso Rivera fue el
último oficial artiguista importante que depuso las armas ante los invasores portugueses (2 de marzo de
1820), y fue quien más trabajo les dio para convencerle de ello (MONDINE Jean-Marie, “Bajo la
Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería”, Ediciones de la Plaza, Montevideo, 2016,
p. 361).
9
En “El Indiscreto”, núm. cit., pp. 346-347 se menciona que uno de los 33 Orientales, Atanasio Sierra,
quien se encontraba al lado de Bernabé Rivera en Sarandí, le oyó exclamar al segundo: “á bala, no
venceremos, á los portugueses, para triunfar, no hay otro medio, sino, echar carabina á la espalda, y
sable en mano.”, y cuando la sugerencia de Bernabé llegó a Juan Antonio Lavalleja, “Fué obra de un
instante.”: éste hizo suya la idea y dio la orden de cargar “Carabina a la espalda y sable en mano”.
En 1826, ya con el grado de Sargento Mayor, Bernabé se unió a las fuerzas orientales y
argentinas luego de que el Imperio del Brasil declarara la guerra a las Provincias Unidas
del Río de la Plata (10 de diciembre de 1825). Tanto Bernabé como Fructuoso Rivera se
negaban a seguir las órdenes de Carlos de Alvear y eran partidarios de separar las
fuerzas “orientales” de las “argentinas”. Alvear, Comandante en Jefe del Ejército de las
Provincias Unidas, lo tomó como insubordinación. Invitó a Bernabé, a través del
Coronel Federico Brandsen, con el engaño de querer tener una entrevista para conciliar
diferencias. Bernabé aceptó pero al concurrir fue aprehendido por orden de Alvear,
quien le acusó de desertor y ordenó que fuera fusilado al alba siguiente. Sin embargo,
gracias al entonces Coronel José María Luna, quien le debía a Bernabé la vida de una
ocasión anterior e hizo que durante la noche le limaran los grilletes, se escapó y se llevó
con él a toda la guardia. Furioso, Alvear mandó una partida a cargo del entonces
Teniente Melchor Pacheco y Obes con el propósito de fusilarle donde lo encontraran.
Pero al llegar y entrar éste en la casa de la hacienda de Gerónimo Jacinto, Bernabé
asaltó a Pacheco y Obes pistola en mano y le obligó a entregarle su espada. Nuestro
personaje les preguntó entonces a los soldados que acompañaban a Pacheco y Obes si
deseaban seguir a éste o a aquél, y todos se fueron con Bernabé. Su audacia y valor ya
era leyenda entre las fuerzas de las Provincias Unidas (10).

Participó en la toma de las Misiones Orientales junto a su tío Fructuoso Rivera en 1828,
con el grado de Teniente Coronel y comandando la 2ª División ( 11). Habían actuado en
contra de Juan Antonio Lavalleja, quien había enviado a Manuel Oribe en su
persecución con la orden estricta de pasar por las armas a todo oficial o soldado de los
Rivera que pudiera prender o que cayera en su poder, en cuya comisión Oribe tomó la
decisión de ejecutar a cinco chasques que Don Frutos les había mandado a aquél y a
Lavalleja para comunicarles sobre los triunfos obtenidos. El episodio se zanjó cuando
Bernabé, ofreciéndose él mismo como rehén, se entrevistó con Oribe y le convenció de
que Fructuoso Rivera sólo quería con la expedición de las Misiones recuperar ese
territorio para la patria; Oribe escribió de ello a Lavalleja y éste, aleccionado también
por el éxito de Don Frutos en las Misiones, le dejó proseguir haciéndole llegar su
satisfacción (12).

Bernabé se graduó de Coronel en 1829. A su mando, en febrero de ese año se formó el


entonces 2º Escuadrón de Caballería, del cual fue su jefe ( 13). Fue por esos tiempos que
Bernabé Rivera habría contraído matrimonio con Manuela Belmonte (1798-1838),
natural del pueblo misionero de San Borja, junto a la cual se contaron entre las primeras
familias que formaron el pueblo, fundado por Fructuoso Rivera con guaraníes traídos de

10
“El Indiscreto” núm. cit., pp. 346-347. También en “https://gw.geneanet.org/jfina?
n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023).
11
ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado”
Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 23. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del
2º de Caballería”, en “El Soldado” Octubre 1980 Año 7 No. 66, p. 26.
12
“El Indiscreto” núm. cit., pp. 346-347. También en “https://gw.geneanet.org/jfina?
n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023).
13
ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º…” cit., p. 26. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA
Óscar, “Biografía del Coronel…” Parte II cit., p. 26.
su campaña de la reconquista de las Misiones Orientales, de Santa Rosa del Cuareim
(hoy Bella Unión). Tuvieron dos hijos, Bernabé Manuel (1830-?) quien sería conocido
como “el Rivera blanco”, el cual tuvo destacada actuación en el Partido Nacional
(participó en la Revolución de las Lanzas, 1870-1872), y Antonio Fructuoso (1831-?).

III. En los inicios del Estado Oriental del Uruguay como país soberano. El “tema
charrúa”: una cuestión no resuelta desde la época colonial

Declarada la Independencia del Estado Oriental del Uruguay, al ser electo como su
primer Presidente Fructuoso Rivera (1830), éste nombró oficialmente como Coronel
efectivo a su sobrino Bernabé el mismo 18 de julio de 1830 ( 14), día de la Jura de la
Constitución.

Desde su primer día como Magistrado del novel Estado, Fructuoso Rivera tuvo que
tratar las ingentes denuncias y quejas que estancieros y vecinos de la Campaña
realizaban en forma cada vez más creciente e insistente sobre los desórdenes, asesinatos,
violaciones y secuestros de mujeres, robos de ganado y saqueos a establecimientos que
cometían los indios charrúas, especialmente en el Norte del territorio. Se cuestionaba,
asimismo, que en sus tolderías se refugiaban desertores y delincuentes criollos que
cometían sus fechorías bajo el nombre de dichos indios. Se trataba de un tema que ya
venía desde la época colonial y que no tenía un punto de solución; lo cual a Rivera no le
era ajeno, y que a muchos preocupaba por el temor y la inseguridad que generaba,
comprometiendo el desarrollo y el bienestar del país profundo.

La solución que se diseñó por el gobierno de Rivera para “terminar con el problema
charrúa”, apoyada por los vecinos de la Campaña y por el “establishment” de la época
es menester agregar, fue la más extrema: debían erradicarse los asentamientos charrúas
en el Estado Oriental, o echarlos fuera de sus fronteras; de ameritarlo la situación,
combatiendo, exterminando o reduciendo a sus individuos (15). Fructuoso Rivera se puso

14
FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo…” cit., p. 1086. Dicho autor da como la
fecha en que Bernabé Rivera habría sido nombrado Coronel, el 18 de julio de 1831; pero debe tratarse de
un error en el año, teniendo presente que en la comunicación del 12 de abril de 1831 en relación a los
hechos de Salsipuedes, Fructuoso Rivera alude a Bernabé como “Coronel” (“El Universal. Diario
político, literario y mercantil” No. 532, Montevideo, 18 de abril de 1831, página -2-).
15
Mucho se ha escrito y debatido sobre “la cuestión charrúa” y sobre las motivaciones que llevaron a
tomar una decisión tan radical contra ellos durante la presidencia constitucional de Fructuoso Rivera, en
vez de haber ensayado otras alternativas. Al respecto, puesto que no es motivo de estas líneas hacer un
abordaje exhaustivo sobre el tema, y para no desviarnos de nuestro objetivo, recomendamos para la
lectura de las diversas posiciones los trabajos de ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi
y Risso, Montevideo, 2002; ACOSTA Y LARA Eduardo, “La guerra de los charrúas en la Banda
Oriental”, Cruz del Sur, Montevideo, 2010; BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay.
Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991; FIGUEIRA José
Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nros.
189-192, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia,
Montevideo, 1977; PADRÓN FAVRE Oscar, “Los charrúas-minuanes en su etapa final” 3ª Edición,
TierrAdentro, Montevideo, 2011; y PICERNO, “El genocidio…” cit., esp. pp. 33-228; sin perjuicio de
otra bibliografía a la que tenga acceso el lector.
a la cabeza del operativo personalmente, manejándose todo con estricta reserva. Su
sobrino Bernabé tendría un rol importante en su ejecución.

¿Era necesario haber adoptado una medida tan drástica contra los indios charrúas?
Desde del punto de vista histórico no podemos opinar, y punto. No es pertinente juzgar
con nuestros parámetros a los sucesos de ayer, ni a las circunstancias en que se
desenvolvieron.

Años después de los hechos que narramos, en una carta abierta del 30 de octubre de
1848 y publicada el 1º de noviembre de ese año en el periódico “Iris” de Río de Janeiro,
Fructuoso Rivera justificaría su proceder hablando de los “inmensos males que, de
tiempo inmemorial”, hicieran los charrúas al Uruguay y al Brasil, “-de sus
depredaciones y ferocidades; -de los esfuerzos vanos hechos por varios gobiernos para
subyugarlos; -de la noble sangre por ellos derramada, en la cual abunda la de mi
hermano Bernabé… y de otros muchos orientales; -y de cuanto en fin fue patente para
que el gobierno constitucional de acuerdo con las cámaras legislativas resolviese su
total aniquilación. Si a mí cupo la fortuna y la gloria de acabar con una horda de
salvajes nómadas y feroces, abrigada en las escabrosidades del país, hice lo que otros
no pudieron alcanzar antes de mí, y cumplí las órdenes del gobierno, con gran
satisfacción de las poblaciones, que por tantos años fueron víctimas de correrías, robos
y muertes de aquellos bandidos.” “Es falso que hubiese necesidad de traicionar los
salvajes para destruirlos: ni estos salvajes fueron nunca aliados del gobierno oriental,
ni los orientales con quienes yo tuve la fortuna y la honra de combatir por más de 35
años, en más de cien batallas, podían temer a tales hombres, desde que por utilidad
general, se decretaba su exterminio.” “Solo es verdad que se repartieron los Charrúas
porque no quisimos acabar con ellos…” (16), En “El Defensor de la Independencia
Americana” (diario de filiación blanca) del 30 de diciembre de 1848 se le criticaba a
Rivera: “Las naciones salvages no se esterminan. Se las reduce, se las catequiza, se las
hostiliza tambien, cuando hay que defenderse de ellas. Hacerlas desaparecer de sobre
la faz de la tierra, con una matanza calculada, y eso usando de traicion y de perfidia es
un crimen espantoso, un crimen de lesa humanidad que debe sublevar contra él á todas
las almas honradas y justas, y á todas las conciencias cristianas.” (17) En una tesitura
semejante sostenía el Brigadier General Antonio Díaz (1789-1869), de tendencia blanca
aunque de espíritu ponderado, quien había tratado a los charrúas directamente y
observado sus costumbres: “Los descubridores del Río de la Plata empezaron, como en
todo el resto de la América, conquistando con las armas: pocos o ningunos han sido los

16
Esta carta de Fructuoso Rivera fue publicada originalmente en “Iris. Periodico de Religião, Bellas-
Artes, Sciencias, Lettras, Historia, Poesía, Romance, Noticias e Variedades, collaborado por muitos
homens de letras e redigido por José Feliciano de Castilho Barreto e Noronha” Tomo 2.º, segundo
semestre de 1848, Rio de Janeiro, Tipographia Franceza, pp. 567-569. Lo citado sin cursiva fue resaltado
por el propio Fructuoso Rivera en su carta difundida en “Iris”. En nuestro medio, este documento se
encuentra reproducido en el trabajo de FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del
Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército,
Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, esp. pp. 368-372.
17
“El Defensor de la Independencia Americana”, No. 363, Miguelete, 30 de Diciembre de 1848, pp. 3 y
4; esp. p. 4.
esfuerzos empleados para atraer á la civilización a los indígenas de este país; y si
algunos se hicieron, que no me consta, han sido errados. Lo mismo ha sucedido en
cuanto á los misioneros encargados de catequizarlos, quienes por las razones que voy a
deducir, creo que hubiera sido muy fácil conseguirlo; pues que no se trataba de
convertir, sino de adoctrinar…” (18).

IV. Bernabé Rivera en la Matanza o Combate de Salsipuedes

El tránsito de Bernabé por la existencia estuvo muy vinculado a los pasos de su tío (no
hermano), el Brigadier General don Fructuoso Rivera. En todas sus audaces o
fermentales empresas, Bernabé siempre estuvo con él acompañándolo o secundándole.
Por supuesto, cuando Fructuoso se embarcó en la campaña contra los charrúas, aquél
estaría presente. Los objetivos de Bernabé al respecto estarían, como no podía ser de
otro modo, consustanciados con los de su tío.

El 11 de abril de 1831 participó Bernabé al mando de las tropas del Gobierno junto a su
tío-Presidente Fructuoso Rivera en la polémica Matanza de Salsipuedes (para algunos
también “Masacre”, para otros “Combate”, para otros “Episodio”, según del bando
histórico o político-partidario en que se esté); para Bernabé Rivera, “la jarana de los
indios” (19). Uno de los episodios más controvertidos de la Historia uruguaya si los hay.
No queremos detenernos en los detalles de este suceso ( 20), salvo para destacar que
Bernabé Rivera participó en dicho evento al mando del 2° Escuadrón de Caballería ( 21).
A él le cupo inducir y hacer confiar principalmente (el General Julián Laguna,
encargado también en esa tarea, tuvo inconvenientes para convencerlos), a los indios
charrúas a allegarse al lugar que estaba convenido para dar cuenta de ellos,
acompañándoles: “El coronel Bernabé Rivera, … jefe del segundo regimiento de
caballería, fué el guía de la hueste que encabezaban los caciques Venado y Polidoro
(22). Había sido escogido expresamente para esta comisión por la confianza que
inspiraba á los charrúas.” (23).

18
DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”,
Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, p.
5.
19
Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna de fecha 27 de abril de 1831, cuya reproducción
facsimilar y transcripción puede verse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 280-281.
20
Modernamente, Picerno localiza el lugar de la refriega en la confluencia de la barra del arroyo
Tiatucura con el Arroyo Salsipuedes Grande (PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 222, 231 y 241),
mientras que López Mazz y Bracco ubican el lugar de la confrontación en “la Cueva del Tigre próxima a
las nacientes del arroyo Salsipuedes Grande” (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del
Tigre y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación
Histórica del Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, p. 27). Corresponden ambas
zonas al actual Departamento de Paysandú.
21
ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º…” cit., p. 28. PICERNO, “El genocidio…”
cit., p. 272.
22
Se cree que el cacique Polidoro, o Polidorio, era en realidad el cacique Sepé, quien posteriormente
lideró a los charrúas en la acción de Yacaré Cururú. Para otros, Polidoro o Polidorio era un cacique
minuán, quien nunca estuvo en Salsipuedes ni en Yacaré Cururú.
Difieren las apreciaciones sobre cómo ocurrieron los hechos en el episodio de
Salsipuedes. Podríamos reconstruir una versión sobre lo sucedido cruzando las
informaciones del Coronel Manuel Lavalleja (uno de los 33 Orientales, y hermano del
Brigadier General Juan Antonio Lavalleja), del Brigadier General Antonio Díaz, del
Coronel Antonio Díaz (hijo) y de Eduardo Acevedo Díaz ( 24). Principalmente los relatos
de Manuel Lavalleja y los del Brigadier Antonio Díaz son de valía, porque recogieron
testimonios presenciales de los hechos.

Es necesario, más allá de los supuestos motivos y de los apoyos que habría tenido
Fructuoso Rivera, entonces Presidente del novísimo Estado Oriental del Uruguay, para
erradicar o desarticular a las tribus de indios charrúas hacia 1831, tener presente que
éste osciló entre diversas posiciones. Hacia 1824, si bien apoyaba contra ellos una
solución armada, entendía que en esos momentos no era viable ni efectiva, por lo que
como alternativa proponía que fueran estimulados a emprender una vida civilizada, a
través de conminarles a la práctica del trabajo y de proceder a su evangelización,
teniéndose sí la fuerza como elemento disuasivo ( 25). Aunque cierto es que Rivera
solicitó a la Asamblea General la autorización del 30 de diciembre de 1830 para “salir á
la campaña mandando en persona la fuerza armada”, lo que le fue concedido (26).
Tenía ahora el propósito, dentro de un operativo para terminar contra la delincuencia y
el abigeato, de darle a los charrúas “su merecido” y “dar el paso sobre los salvages”. Se
sentía que sería “una obra que los desvelos de ocho virreyes, y por más de 40 años no
lograron realizarla. Será lindisimo… Ah! Qué glorioso será si se consigue, sin que esta
tierra tan privilegiada no se manchase con sangre humana” (27). “Todo promete un
vrillante resultado” (28).

23
BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos
charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, p. 165. ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de
los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa
Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415.
24
Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año
II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5; y también FIGUEIRA “Eduardo
Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-196 cit., pp. 379-388. La
reproducción facsimilar de la relación manuscrita de Manuel Lavalleja en cuanto al “Episodio” de
Salsipuedes puede consultarse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 229-246, y hay una transcripción
en FIGUEIRA “Eduardo Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-
196 cit., pp. 373-379. Una curiosidad: mientras que el texto de Manuel Lavalleja en “Las Primeras
Ideas” y otros que lo reproducen dicen “el General Rivera”, el texto manuscrito original dice “el mulato
Rivera”.
Acevedo Díaz sigue en esta historia, según reconoce (“Épocas militares…” cit., pp. 412-417 y 423), “á
apuntes inéditos del general Diaz” y al Coronel Antonio Díaz (hijo) en su obra “Historia política y militar
de las Repúblicas del Plata”. Al respecto, ver DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las
Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann
y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 85-86; y DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas,
por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios
Históricos División Historia, Montevideo, 1977, pp. 19 y 11.
25
Carta de Fructuoso Rivera a Carlos Federico Lecor de fecha 25 de agosto de 1824. El documento puede
consultarse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 79-81.
26
Ver estos documentos relacionados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 140-155.
27
Carta de Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa del 28 de marzo de 1831; reproducida en
PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 211-213.
Llegamos así al escenario de Salsipuedes, que proponemos reconstruir conforme a las
versiones más antiguas a las que pudimos acceder ( 29). Se discute inclusive cuál fue el
lugar en que ocurrió “Salsipuedes”: Fructuoso Rivera escribió su comunicado oficial
sobre lo acontecido en su “Cuartel General, Salsipuedes” (30) de circunstancias, pero se
dice que el episodio se pudo haber desarrollado no sólo en uno, sino a través de distintos
choques; según algunos en dos lugares, y otro como Acosta y Lara, hablan de tres
lugares (31). Ocurrieron los acontecimientos, básicamente, por el actual Departamento de
Paysandú. Hoy existe un monumento que conmemoraría el episodio, pero el lugar en
que fue emplazado se encuentra muy discutido en cuanto a si realmente allí habría
acontecido “Salsipuedes”.

Salvo el hecho de que Fructuoso Rivera procuró convencer a los charrúas de


encontrarse con él en un punto determinado que hoy conocemos como “Salsipuedes”, y
el informe oficial que se dio publicidad luego del evento, no hay testimonios ni
documentos primarios de época sobre sus detalles bélicos, y el comunicado de Rivera
no da mayor información de lo acontecido. Sólo poseemos informaciones tardías y
secundarias, que supuestamente consultaron a personas que los vivieron, pero son
bastante lejanas en el tiempo respecto a los hechos.

Las fuentes más antiguas que pudimos encontrar sobre lo que hoy conocemos como “la
Matanza de Salsipuedes” son (hay relatos y versiones posteriores, pero utilizamos para
nuestra historia éstas, que creemos son las primeras):

a) un artículo bajo el seudónimo de “Demófilo”, aparecido en “El Defensor de la


Independencia Americana” del 1° de julio de 1845, que creemos pudo haber sido escrito
por el Brigadier General Antonio Felipe Díaz, quien era redactor en aquel periódico,
acorde a ciertas semejanzas que encontramos con unos “Apuntes sobre los indios
charrúas” que dejó manuscritos sin corregir, de data incierta (32);
28
Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna del 27 de marzo de 1831, reproducida por ACOSTA Y
LARA Eduardo, “El país charrúa” cit., p. 118.
29
Ver Notas 32 y 33.
30
Ver Nota 48.
31
Acosta y Lara ubica el principal acontecimiento de Salsipuedes, expresando: “El lugar donde se
desarrollaron los episodios que venimos de estudiar, sin duda cuidadosamente elegido por el general
Rivera, cuya fama de baqueano rebasó fronteras…, lo constituye una prolongada franja de tierras, de un
largo aproximado a los 52 kilómetros y un ancho de 20. Ubicado en el extremo E.S.E. del Depto. de
Paysandú, llega al N. hasta Piedra Sola y al S. hasta el arroyo Juan Tomás, marginándolo al E. el
Salsipuedes Grande y al W. la Cuchilla de Haedo” (ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa” cit.,
p. 129). También manifiesta dicho autor que probablemente no hubo sólo o dos, sino tres choques, entre
los días 6-7 a 12 de abril de 1831: uno en el Paso del Queguay, uno en Salsipuedes y otro en la Cueva o
Boca del Tigre (id., pp. 198-199, 202-204).
32
“Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)”,
en “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, pp. 5-6. DÍAZ
Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado
Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977.
FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín
Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos,
División Historia, Montevideo, 1977, pp. 245 y 299-312.
b) una memoria del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier
General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe,
del 31 de octubre de 1848 (33).

“El mulato Rivera” (según le califica Manuel Lavalleja a Don Frutos) ( 34), convocó a los
indios charrúas en Salsipuedes, con el pretexto de arreglar con ellos para que entraran
en Brasil a recuperar los ganados orientales que los brasileños les habían robado. De
acuerdo a la documentación relevada por Picerno, Rivera había solicitado inicialmente
al General Julián Laguna que atrayera a los indios “en las puntas del Queguay Grande”,
con el propósito de que se les convocaba para colaborar en guardar las fronteras del
Estado, y haciéndoles ver de que Rivera de su amistad. Pero luego varió el lugar de
contacto, hacia un punto en que los charrúas no tendrían muchas posibilidades de
escapatoria.

“Los charrúas siempre dispuestos contra los brasileros, y enemigos naturales de estos,
no vacilaron en aceptar el convite desde que en él se envolvía el interes de invadir al
Brasil.”. Sin embargo, algunos caciques charrúas como Polidorio (Polidoro, o Sepé -hay
quienes sostienen de que se trata de la misma persona-) y “El Adivino”, intuyendo o con
cierta prevención de que algo nefando se tramaba en su contra, sospecharon y no
concurrieron aduciendo (en palabras de Polidorio) que “Frutos era corazón malo y
traidor” (35). Pero los restantes se allegaron.

Bernabelito (36) venía acompañando a muchos de ellos, al mando del Escuadrón No. 2
de Caballería (37).

Fructuoso Rivera tenía aproximadamente unos mil hombres reunidos ( 38). Participaron
militares orientales en distintos Escuadrones y Compañías, milicianos, soldados
argentinos al mando del General Juan Lavalle, vecinos brasileños y locales que odiaban
o sufrían a los charrúas y se habían agrupado (debemos acotar que los hermanos

33
Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año
II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.
229-246.
34
Fructuoso Rivera era conocido por sus enemigos y adversarios políticos como “el Pardejón” o “el
Mulato” debido a su piel cetrina, dado su origen andaluz (su padre, Pablo Hilarión Perafán de la Rivera,
era natural de la provincia de Córdoba, Andalucía, acorde a DE-MARÍA Isidoro, “Extracto de la biografía
del General Fructuoso Rivera”, en “Fructuoso Rivera Número Único”, Montevideo, 13 de Enero de 1894,
p. 2).
35
Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año
II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.
189-210.
36
Así llamaba Fructuoso Rivera afectuosamente a su sobrino Bernabé, a quien también, como dijimos,
trataba como “hermano”.
37
DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta
el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, p. 86. ACOSTA
Y LARA, “El país…” cit., p. 149.
Carta de Rivera al General Julián Laguna del 5 de abril de 1831, reproducida en PICERNO, “El
genocidio…”, pp. 219-221..
38
DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 85.
brasileños, donde veían entonces a un charrúa, le “tocaban bala”), y hasta indios
guaraníes. No abundaremos en estos detalles.

“Tenía Rivera un hermano, joven de bellísimas disposiciones y de un alma nacida para


lo bueno; pero que por una de aquellas contrariedades, por desgracia harto comunes
en la especie humana, se había acostumbrado á obedecer ciegamente a su hermano
mayor, aun en aquellas cosas que él mismo, condenaba con pública franqueza:
debilidad inconcebible que lo hizo cómplice de no pocas maldades que aquel
cometiera, en el curso de su desordenada vida. Podía Rivera haber asociado á su
crimen á un extraño cualquiera, ahorrando á su infeliz hermano la ejecucion de un
hecho que sabía le había de repugnar en estremo, y hacerlo aparecer ante sus
conciudadanos como un verdugo feroz y despiadado. Pero no quiso. Se empeñó en que
su hermano fuese el vil instrumento de su maldad; y á pesar de la viva resistencia que
encontró por esta vez en él, logró al cabo que cediese como siempre. D. Bernabé
recibió las instrucciones correspondientes, y marchó al lugar señalado para la
consumación del bárbaro designio.
Un mensagero de paz había ido ya de antemano á convidar á los Charrúas á que
acudiesen á aquel mismo paraje, donde, se les decía, se acomodarían las diferencias
que existían á la sazon entre ellos y Rivera (habiales este suscitado de intento poco
antes), se celebrarían los nuevos pactos de amistad, y recibirían los largos regalos que
en prueba de ella y segun costumbre se les iban á hacer.
Juzgando los Charrúas que en todas estas propuestas había la mejor buena fé, se
dispusieron á ir al lugar de la cita el día que se les había designado. Salen los infelices
de sus guaridas mal armados y desapercibidos como que pensaban ir á una fiesta, y se
dirigen alegres y tranquilos á donde, según se les había dicho, los estaban esperando
para abrazarlos. Llegan allá; mas ¡óh traicion inconcebible! Crecidas fuerzas, que con
anticipación se habían colocado en emboscada, salen de improviso, los rodean y á
mansalva hacen en ellos una espantosa carnicería. Pocos son los que aciertan á
defenderse, con la sorpresa. Entre estos pocos se distinguió el impertérrito Cacique
Rondó (39). Cercado de una porción que lo atacaban, sin más arma que su sola lanza,
todavía sostuvo una larga lucha al cabo de la cual, falto de fuerzas y cargado de
heridas, cayó hecho pedazos, pero no sin haber hecho correr en abundancia la sangre
de sus cobardes enemigos. Perico (40), el otro Cacique, quedó prisionero con un gran
número de mujeres y niños. Solo un corto grupo de 40 a 50 guerreros escapó á esta
matanza, que alcanzaron á refujiarse en las asperezas desiertas del Arapey y el
Cuareim, donde fueron á meditar la venganza que poco después consiguieron
ejecutarla.
Tal fue el acto horrible que puso fin á la nación Charrúa. Dispuesto y ordenado por
Rivera; pero ejecutado por su hermano D. Bernabé, la responsabilidad del hecho
recayó toda sobre este…” (41)

39
Probablemente se trate del cacique Venado.
40
Quizá se trate de Vaimaca Pirú.
41
“Extractos del Diccionario al Uso…” cit., p. 5.
El Coronel Antonio Díaz, hijo del Brigadier General Antonio Felipe Díaz y quien habría
tomado esta información del propio padre, en 1877 relata el episodio central así:

“Llegados al campamento los indígenas, Rivera entretuvo haciendo marchar á su lado


al cacique Venao, mientras los Charrúas desmontaban en el paraje designado para que
campasen. Entonces fue que el General Rivera dijo á Venao que venia a su derecha
prestame tu cuchillo para picar tabaco, descargando un tiro de pistola sobre el cacique,
en seguida de apoderarse del cuchillo. El cacique quedó ileso, pero huyó vociferando
en charrúa, en dirección al campo de sus hermanos, que alarmados empezaron á tomar
caballo como pudieron.
En el acto el escuadrón desarmado (42) se arrojó sobre las lanzas y demás armas de los
indios. D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2; el
resto de las fuerzas tomó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre
los indígenas, matándoles en su casi totalidad, inclusive su cacique Vencol jefe
principal.” (43)

Nos cuenta Eduardo Acevedo Díaz, quien conocía las informaciones del Coronel
Manuel Lavalleja, pero especialmente compilando las de su abuelo materno el Brigadier
General Antonio Felipe Díaz y de su tío el Coronel Antonio Díaz (hijo) (44):

“Ya en el campo, éstos, recelosos y desconfiados, parecieron vacilar un momento.


No tenían memoria de haberse confundido nunca con ejército alguno, pues siempre
habían acampado lejos, á un flanco, en los tiempos del general Artigas.
Viéndolos perplejos y mal dispuestos, el presidente (Fructuoso Rivera) llamó á Venado
y púsose á conversar con él, marchando muy juntos al paso die sus caballos.
Entraba este detalle en el drama.
El cacique iba mudo, observando el cuadro.
Los clarines lanzaban la nota de atención.
Los soldados se movían en silencio con aire siniestro, prendidos los sables y colgadas
al cinto las pistolas.
De pronto, el coronel Bernabé Rivera, tendiendo el brazo hacia un vallecito espaldado
por nutrida vegetación, dijo á Polidoro:
“-Allí pueden desmontar.”
Movióse el cacique y tras él la horda, con ese andar lento é indeciso de los gatos
monteses fuera de la espesura.
Eso de desmontar, en medio de las tropas, parecíales sin duda al cacique y á sus
compañeros una grande exigencia.
Se habían habituado con sin igual habilidad á los lomos equinos y se sentían
demasiado bien en ellos para abandonarlos en aquella hora.

42
Se trataba de un grupo de tareas, dirigido por el entonces Coronel José María Luna, que estaba
comisionado especialmente para retirarles las armas a los charrúas.
43
DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86.
44
ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires
Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415 y 423.
Pero, el presidente Rivera llamaba en voz alta de “amigo” á Venado y reía con él
marchando un poco lejos; y el coronel, que nunca les había mentido, brindaba á
Polidoro con un chifle de aguardiente en prueba de cordial compañerismo.
En presencia de tales agasajos, la hueste avanzó hasta el lugar señalado, y á un
ademán del cacique todos los mocetones echaron pie á tierra.
Apenas el general Rivera, cuya astucia se igualaba á su serenidad y flema, hubo
observado el movimiento, dirigióse a Venado, diciéndole con calma:
“-Empréstame tu cuchillo para picar tabaco.”
El cacique desnudó el que llevaba á la cintura y se lo dió en silencio.
Al cogerlo, Rivera sacó una pistola é hizo fuego sobre Venado.
Era la señal de la matanza.
El cacique, que advirtió con tiempo la acción, tendióse sobre el cuello de su caballo
dando un grito. La bala se perdió en el espacio.
Venado partió á escape hacia los suyos.
Entonces la horda se arremolinó y cada charrúa corrió á tomar su caballo.
Pocos sin embargo lo consiguieron, en medio del espantoso tumulto que se produjo
instantáneamente.
El escuadrón desarmado de Luna, se lanzó veloz sobre las lanzas y algunas tercerolas
de los indios, apoderándose de su mayor parte y arrojando al suelo bajo el tropel
varios hombres.
El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel
(Bernabé) Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande
herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”.

En algunos cuellos bronceados y macizos se ensañó el filo de las dagas, pues no había
sido en vano el toque sin cuartel; y al golpe repetido de los sables sobre el duro cráneo
indígena, puede decirse que voló envuelta en sangre la pluma de ñandú, símbolo de la
libertad salvaje.
No fueron pocos los que se defendieron, arrebatando las armas á las propias manos de
sus victimarios.” (45)

Los charrúas que pudieron, se defendieron.

“El cacique (Vaimaca) Pirú logró escapar de la matanza, llegando hasta la presencia
del General (Fructuoso) Rivera, a quien dijo: mirá tus soldados matando amigos”.
“Los pocos hombres que escaparon a la matanza general, se refugiaron por lo pronto
en las asperezas del Arapey y en los bosques del Cuareim” (46).

45
Este relato de Eduardo Acevedo Díaz sigue básicamente a DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte
Primera - Tomo II, pp. 85-86, quien su vez conocía a su vez los “Apuntes…” de su padre Antonio Felipe
(en realidad estos últimos tienen escasísimas referencias a Salsipuedes). También ACEVEDO DÍAZ
Eduardo, “La Cueva del Tigre”, en “La Época” Año IV Núm. 973, Montevideo, martes 19 de agosto de
1890, p. 1.
46
DÍAZ Antonio Felipe, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio
Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo,
1977, pp. 19 y 11.
Concluido el operativo, Bernabé Rivera se dirigió con su Escuadrón a perseguir a los
indios que habían escapado y al cacique Polidorio (quien desconfiado, no había querido
ir). Se encontró con el cacique Venado y doce charrúas por el arroyo Cañitas, y
haciéndoles creer que les devolverían a sus mujeres e hijos que habían tomado
prisioneros, los hizo marchar escoltados, y en la estancia del Viejo Bonifacio Benítez,
mientras estaban comiendo, Venado y sus compañeros fueron atacados y masacrados
por un grupo de soldados que Bernabé Rivera había dispuesto (47).

A través de un comunicado expedido en “Cuartel General, Salsipuedes” del 12 de abril


de 1831, Fructuoso Rivera informa que la acción había consistido en “poner en
ejecución el único medio que ya restaba, de sujetarlos por la fuerza. Mas los salvajes, o
temerosos ó alucinados, empeñaron una resistencia armada, que fue preciso combatir
del mismo modo, para cortar radicalmente las desgracias, que con su diario
incremento amenazaban las garantías individuales de los habitantes del Estado, y el
fomento de la industria nacional constantemente depredada por aquellos. Fueron en
consecuencia atacados y destruidos, quedando en el campo más de 40 cadáveres
enemigos, y el resto con 300 y más almas en poder de la división de operaciones. Los
muy pocos que han podido evadirse de la misma cuenta, son perseguidos vivamente por
diversas partidas que se han despachado en su alcance, y es de esperarse que sean
destruidos también complemente sino salvan las fronteras del Estado”; y destacó “la
brillante conducta, constancia y subordinación… y muy particularmente los
recomendables servicios que en ella han rendido el Sr. General D. Julian Laguna, y el
coronel D. Bernabé Rivera” (48).

La única baja oficial en el Ejército gubernista fue la del joven Teniente Primero
Maximiliano Obes, hijo de Lucas Obes (a la sazón Fiscal General) ( 49). Aunque es
47
Relación de Manuel Lavalleja del 31 de octubre de 1848, en “Las Primeras Ideas”, 2. a Época Año II,
Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 236-
239 y 245-246. Picerno ubica el lugar de este segundo asalto por el Arroyo Cañas de Arerunguá, en Salto
(“El genocidio…” cit., pp. 236 y 262). LÓPEZ MAZZ y BRACCO lo sitúan cerca de la confluencia del
arroyo Blanquillo con el Queguay Grande (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del Tigre
y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación Histórica del
Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, pp. 11-12). Acevedo Díaz (“Épocas
militares…” cit., p. 416) y Díaz (hijo, “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86), nos
brindan otra versión diferente a la de Manuel Lavalleja, aunque la unen con la misma refriega de
Salsipuedes y no como hecho inmediatamente posterior: “El segundo regimiento buscó su alineación á
retaguardia en batalla con el coronel Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande
herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”. Bajo aquella avalancha de
aceros y aun de balas, la horda se revolvió desesperada, cayendo uno tras otro sus mocetones más
escogidos. / El archicacique Venado, herido por muchas lanzas, fué derribado en el centro de la feroz
refriega.” (ACEVEDO DÍAZ, “Épocas militares…” cit., p. 416). De acuerdo a Antonio Díaz (hijo), “ D.
Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2°; el resto de las fuerzas formó
circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indigenas, matándoles en casi su
totalidad, incluso su cacique Vencol [Venado?], jefe principal.” (DÍAZ -hijo-, “Historia política…” Parte
Primera - Tomo II cit., p. 86).
48
“El Universal. Diario político, literario y mercantil” No. 532, Montevideo, 18 de abril de 1831. Este
documento, dirigido al “Exmo. gobierno de la República” y bajo la autoría de Fructuoso Rivera, también
se encuentra reproducido en PICERNO, “El genocidio…” cit., p. 247.
49
ANAYA Carlos, “Apuntaciones históricas sobre la revolución oriental (1811.1851)”, Imprenta
Nacional, Montevideo, p. 117. Lucas Obes recién será Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores y
posible que hubiera algunos muertos más entre las huestes estatales, que quizá ni se
contaron por considerarse recursos humanos sin valor, o siguiendo una acostumbrada
tendencia en los informes militares a minimizar el número de bajas “amigas”: “Los
indios mataron defendiéndose, algunos de los soldados de Rivera y entre los muertos
apareció el teniente D. Máximo [Maximiliano] Obes…” (50).

El 14 de abril de 1831, el nuevo Santo y Seña del Ejército había pasado a ser “En el
Estado=Concluyeron=Los Charrúas” (51).

“Jamás estos salvajes han podido soportar el yugo de la civilización, aun en el grado
más bajo, y cada vez que se ha aguardado ciertas chances de éxito, se han precipitado
como bestias feroces sobre los apacibles habitantes de las campañas, llevándose todo a
fuego y sangre en su pasaje, sin conceder la gracia de la vida ni a mujeres ni a niños.
El presidente Ribéra [sic], viendo que era imposible vivir en paz con estos terribles
vecinos, que habían venido a asentar sus tiendas hasta las márgenes del río Negro, y
que todos los medios de dulzura que se había usado en su consideración, no producían
ningún efecto, resolvió hacerles una guerra a muerte, y tras una campaña de algunos
meses, ha estado bastante feliz por haber desembarazado su país de su presencia.” (52)

Luego de Salsipuedes (11 de abril de 1831), a pesar de los muertos y de todos los
prisioneros enviados a Montevideo que sufrieron (hombres, mujeres, y niños), los
charrúas mantuvieron una fuerza bélica considerable. “De esa matanza escaparon con
el cacique Sepé de 80 a 90 hombres, que se refugiaron en los montes del Cuareim.” (53)
También estaban con ellos sus familias (“la chusma”, como se llamaba entonces a sus
mujeres e hijos). Luego del combate de Mataojo (17 de agosto de 1831), los que
pudieron seguir escapando y sobrevivir, se asentaron en una región ubicada
aproximadamente entre las nacientes de los ríos Cuareim y Arapey.

V. Continúan los operativos contra los charrúas. La rebelión guaraní-charrúa de


mayo de 1832

El 27 de junio de 1831, el señor Ministro de Guerra José Longinos Ellauri da al Coronel


Bernabé Rivera instrucciones de “marchar sin demora alguna y tomando que creyese
conveniente del Escuadrón de su mando, dirigirse a perseguir los restos de los salvajes,
que… se hallan en aptitud de cometer excesos que no podrían repararse”, y que
“seguirá sin interrupción hasta someterlos o destruirlos en caso de resistencia;
remitiendo a disposición del Gobierno aquellos que pudiesen ser aprehendidos”, así

Ministro de Hacienda de Fructuoso Rivera, entre 1833 y 1834.


50
DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. Ver también ACOSTA y LARA,
“El país…” cit., pp. 153-154 y 204.
51
ACOSTA Y LARA, “El país…” cit., p. 187. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 263-264.
52
ANONIMO (¿DE CUREL François?) “Arrivée de quatre sauvages Charruas, par le Brick Français
Phaéton de Saint-Malo”, Imprimerie d’Hyppolite Tilliard, 1833, p. 7.
53
DÍAZ, “Apuntes varios…” cit., p. 19. En muchos de los documentos del siglo XIX que hemos podido
consultar, el cacique charrúa Sepé suele ser mencionado como “Sepe” (sin tilde).
como que “Remitirá igualmente toda persona sea chica o grande perteneciente a las
familias de los charrúas, que encuentre diseminadas en la Campaña” (54).

Nos cuenta el Coronel Antonio Díaz (hijo) que “D. Bernabé Rivera dijo después del
hecho del Queguay [Salsipuedes], que había obedecido con notable disgusto, las
órdenes referentes al suceso, y es creencia general que así fue - Era hombre de
estimables prendas…” (55). Sin embargo, existe documentación que muestra que
Bernabé Rivera se habría tomado con buena disposición esa tarea, manifestando “que
tengo el mayor interés en la conclusión de esta plaga” y que “para propender al
cumplimiento de las instrucciones que me rigen, es preciso asegurar el tránsito de estos
desiertos persiguiendo a la raza indomable que los infecta…; disponiéndome entretanto
a aprovechar la primera ocasión de neutralizar completamente el resto de aquellos
obstinados infieles” (56). Persiguió a los grupos de charrúas que iban quedando hacia el
Noroeste.

El día 17 de agosto de 1831, en Mataojo (en la barra del Mataojo Grande con el Río
Arapey, hoy Departamento de Salto) tuvo lugar una acción donde Bernabé Rivera
manifestó haber matado “quince infieles inclusive dos caciques de los más perversos,
tomarles veinte y seis hombres, y cincuenta y seis personas más, entre chinas y
muchachos de ambos sexos”, y que habían escapado “diez y ocho hombres, ocho
muchachos de siete a doce años, y cinco chinas de bastante edad” (57). Uno de los
prisioneros charrúas fue el indio conocido como Ramón Mataojo (justamente por el
lugar del operativo armado), que fue el primero de los charrúas remitidos a Francia (58).

Estando destacado en Tacuarembó, entre fines de 1831 y principios de 1832 Bernabé


participa en la fundación de San Fructuoso (actual ciudad de Tacuarembó). Creada por
Decreto del 24 de octubre de 1831, “el coronel Bernabé Rivera fundó la villa bajo el
nombre de San Fructuoso un 27 de enero de 1832, por celebrarse el día del santo aquel
día en el calendario cristiano” (59). “En Febrero ó Marzo de dicho 1832, se hallaba el
Coronel don Bernabé Rivera ocupado en la fundación del pueblo de Tacuarembó…”
(60); poblado que se ubicó “entre los arroyos Tacuarembó Chico y La Tranquera, sobre

54
Los documentos respectivos están publicados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.329-330.
55
DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 91.
56
Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna del 26 de julio 1831, y comunicación de Bernabé
Rivera del 3 de febrero de 1832 al entonces Ministro de Guerra Santiago Vázquez. En PICERNO, “El
genocidio…” cit., pp. 333 y 345.
57
Comunicación de Bernabé Rivera al Ministro de Guerra José L. Ellauri del 23 de agosto de 1831, en
PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 336-337.
58
La suerte de Ramón Mataojo, quien terminó en Francia aunque no pudo embarcarse y luego continuó
como marinero por el Mar Mediterráneo, muriendo estando en el mar, puede consultarse en RIVET Paul,
“Les derniers charrúas”, en “Revista de la Sociedad Amigos de la Arqueología” Tomo IV, Montevideo,
1930, pp. 5-13.
59
En Internet, ver “https://tacuarembo.gub.uy/stg/sobre-tacuarembo/historia/#:~:text=El%2024%20de
%20octubre%20de,Presidente%2C%20el%20coronel%20Bernab%C3%A9%20Rivera.” (consultado el
26.2.2023). En el Santoral, San Fructuoso de Tarragona se recuerda el día 21 de enero, mientras que San
Fructuoso de Braga se celebra el 16 de abril.
60
“El Indiscreto” núm. cit., p. 347.
el camino real, que vá para Santa Ana” (61). Ya en diciembre de 1831, mientras se
encontraba en Paysandú, había sido nombrado Comandante de la Frontera Norte y le
habían asignado el 3° Escuadrón de Caballería, con el propósito de vigilar la zona de
frontera Norte. “Las instrucciones que impartió Bernabé para los destacamentos son
muy numerosas y estrictas, y les establece como misión fundamental: impedir el
contrabando, la introducción o evasión de vagos y malos esclavos de ambos territorios,
proteger el vecindario del nuestro y evitar todo perjuicio a los habitantes del otro lado
de la línea, por parte de los de acá, sin pasar los límites establecidos” (62).

Bernabé se encontraba en el apogeo de su fama. El “establishment” lo quería y lo


valoraba como a un ser muy capaz y con condiciones hasta para regir los destinos del
Estado Oriental del Uruguay. “Era hombre de estimables prendas, y que hubiera hecho
en la República Oriental una figura, tanto ó mas espectable que su hermano. [“rectius”,
su tío Fructuoso].” (63) Algunos, como Anaya en 1851 pero contemporáneo a estos
hechos que narramos, vieron al “Com.te D. Bernabé Rivera, sobrino del Presid.te, su
brazo derecho, y el indicado, sin duda, p.a sucederle en la Presidencia.” (64)

En mayo de 1832 ocurrió un alzamiento de los pobladores indios guaraníes de la colonia


de Bella Unión encabezados por Gaspar Tacuabé y el Indio Lorenzo ( 65). Algunos
charrúas, como Vaimaca Pirú, decidieron apoyar el movimiento ( 66). El Ministro de
Gobierno Santiago Vázquez recibió una nota del 23 de mayo de 1832, informando que
el día 18 de ese mes la tropa guaraní acantonada en Bella Unión al mando del
Comandante Comandiyú se había sublevado (67), plegándose sus congéneres Gaspar
Tacuabé, el Indio Lorenzo y Francés Echeveste; lo que permite inferir siguiendo a
Antonio Díaz (hijo), que el alzamiento se consolidó el 19 de mayo de 1832. “El
movimiento de los indios de Bella Union, habia tenido lugar el 19 de Mayo [de 1832].
… El plan atribuido á estos misioneros, era dar un golpe de mano á las haciendas
vecinas, y pasar á la Provincia de Corrientes, á consecuencia de la miseria en que se
encontraban, habiéndoseles faltado á los compromisos que el General Rivera había
contraído con ellos, y que consistía en recursos para su manutención; pero es
indudable que habían sido inducidos por Tacuabé…”.

61
DE LA SOTA Juan Manuel, “Catecismo geográfico-político e histórico de la República Oriental del
Uruguay”, s/e, Montevideo, 1850, p. 88.
62
ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía…” cit., Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre
1983, Año 9 No. 93, p. 26.
63
DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 91.
64
ANAYA, “Apuntaciones…” cit., p. 118.
65
“Las Primeras Ideas” cit., p. 6. BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre
primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, p. 167-168. ANAYA,
“Apuntaciones…” cit., p. 118.
66
MARUCA SOSA Rodolfo, “La nación charrúa”, Editorial Letras, Montevideo, 1957, p. 152.
ANÓNIMO (DE CUREL -?-), “Arrivée…” cit., p. 12.
67
Carta del Jefe Político de Durazno Pedro Leal a Santiago Vázquez del 23 de mayo de 1832, publicada
en ACOSTA Y LARA Eduardo, “La guerra de los charrúas en la Banda Oriental” (Volumen II, periodo
patrio II), Talleres de Loreto Editores, Montevideo - Buenos Aires, 1998, p. 126. Ver Nota siguiente.
Es así que, estando el Coronel Bernabé Rivera abocado a la fundación de la ciudad de
San Fructuoso (Tacuarembó) y al frente de la Comandancia de la Frontera Norte,
recibió la orden inmediata de neutralizar y someter a los indios rebeldes ( 68); partiendo a
tales efectos desde Tacuarembó por el 29 de mayo de 1832 ( 69). Su tío Fructuoso Rivera
estaba apostado en Durazno.

El día 5 de junio de 1832 en Arapey Chico, Paso de las Cañitas, el Coronel Bernabé
Rivera derrotó e hizo prisionero al guaraní misionero Ramón Sequeira, anunciando que
había ocasionado a los rebeldes indios guaraníes y charrúas muchas bajas (70).

El 7 de junio les vence también cerca del poblado de Belén (Departamento de Salto),
tomándoles por sorpresa y diezmando a tres compañías de los sublevados comandadas
por el guaraní Gaspar Tacuabé, quien logra escapar con los otros cabecillas guaraníes
Francés Echeveste y el Indio Lorenzo; Bernabé y sus hombres les toman 151
prisioneros, entre ellos al Comandante de Bella Unión Comandiyú y al caudillo guaraní
Cairé, incautándoles más de 1.000 caballos y muchas armas, apresando además
“considerable número de familias de los sediciosos y algunos de los caudillos” (71).
68
DÍAZ (hijo) “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA,
“Biografía del Coronel…” cit., p. 26, informa que fue 15 de mayo de 1832 cuando Bernabé recibió la
orden de Fructuoso Rivera de terminar con el alzamiento guaraní. Sin embargo, la rebelión es de fecha
posterior, por el 19 de mayo (según DÍAZ hijo) o por el 21 de mayo cuando el Jefe Político de Paysandú
José María Raña da cuenta a Fructuoso Rivera del alzamiento (GONZÁLEZ Ramón P., “Tacuarembó. Su
fundación, hechos históricos, anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 19-20). Picerno
afirma que en esta rebelión participaron también “algunos charrúas” (“El genocidio…” cit., pp. 347).
En nuestro criterio, no ha de confundirse a Gaspar Tacuabé o Tacuabé, guaraní, con el Tacuabé charrúa
(conocido también como Laureano o Laureano Tacuabé) que fue remitido a Francia junto con Vaimaca
Pirú, Senaqué y Guyunusa.
69
Acorde a Antonio Díaz (hijo), el 19 de mayo de 1832 habría ocurrido la rebelión de los guaraníes y de
los charrúas (DÍAZ Antonio -hijo-, “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de
1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, p.
87). De acuerdo a la información de Ramón P. González, el día 21 de mayo inmediato el Jefe Político de
Paysandú comunica al Ministerio de Gobierno del acontecimiento, y Fructuoso Rivera recibió el 1º de
junio de 1832 la autorización de la Asamblea General para comandar en persona y emplear la fuerza
contra los indios levantiscos (GONZÁLEZ Ramón P., “Tacuarembó, su fundación, hechos históricos,
anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 19-20), aunque no se registra que él haya actuado
por sí. Según Antúnez de Oliveira (ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé
Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 26), Bernabé habría
recibido la orden el 15 de mayo, pero esta fecha podría ser errónea. En una carta del 11 de junio de 1832 a
Fructuoso Rivera, Bernabé le informa que hacía “Trece días que salí de Tacuarembó Chico” (en
GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., p. 24); lo que hace pensar que desde el 29 de mayo de 1832 se había
dispuesto a la acción. Mientras Bernabé Rivera combatió el alzamiento guaraní-charrúa sobre la frontera
Norte, su tío Fructuoso Rivera permaneció en el Durazno.
70
Carta de Bernabé Rivera al Ministro de Guerra y Marina del 5 de junio de 1832 y adjunta comunicación
de Bernabé a Fructuoso Rivera del 5 de junio de 1832, transcritas en GONZÁLEZ Ramón P.,
“Tacuarembó, su fundación, hechos históricos, anécdotas”, Librerías Barreiro, Montevideo, 1939, pp. 21-
22. También se encuentra en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 127-129, DÍAZ (hijo), “Historia
política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 88.
71
Carta de Fructuoso Rivera al Ministro de Guerra del 15 de junio de 1832 y copia adjunta de la misiva
de Bernabé Rivera a Fructuoso Rivera del 7 de junio de 1832, transcritas por GONZÁLEZ,
“Tacuarembó…” cit., pp. 22-23; y por ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 129-130. DÍAZ (hijo),
“Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 88. Picerno fecha este encuentro en el día 11 de
junio de 1832, (PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional
Había entre los prisioneros algunos indios charrúas. Es muy probable que en este
episodio se haya apresado a los charrúas Laureano Tacuabé (no confundir con Gaspar
Tacuabé, que era guaraní), Senaqué, Vaimaca Pirú y Guyunusa, de los cuales como
sabemos, el gobierno uruguayo autorizó su “extradición” (72) para que François de Curel
se los llevara a Francia en 1833 (73). Vaimaca Pirú, quien se había mantenido tranquilo
desde Salsipuedes hasta entonces, se había plegado a los rebeldes guaraníes ( 74).
Bernabé Rivera, no obstante, le perdonó la vida, “desde que el Coronel Ribera, tan
distinguido por su humanidad como por su bravura, le tomó bajo su protección, como
también a otros Charrúas, y les hizo conducir a la ciudad de Montevideo” (75).

Finalmente, el 11 de junio Bernabé Rivera dio alcance a los pocos indios que quedaban
aunque la mayoría, entre ellos los guaraníes Tacuabé, Echeveste y Lorenzo, lograron
escapar a Entre Ríos, cruzando el Río Uruguay por el Paso de San José (76).

Un exultante Fructuoso Rivera festejaría el 12 de junio de 1832 “el vrillante resultado


de las operaciones dela divición de D. Bernabé… que avrá sometido alas hordenes del
Gno. aquellas gentes…” (77). Al día siguiente 13 de junio, Manuel Oribe le envió a Don
Frutos sus felicitaciones destacando el éxito “de mi amigo Bernabé veo el resultado
feliz que ha tenido en su campaña de que nunca dude pues nuestra Campaña está
demaciado pronuncia [sic] p.r el orden y doi a V. la norabuena como lo hago en la
adjunta que inclullo para Bernabé…” (78).

Bernabé Rivera no se detuvo allí. Buscando a los indios rebeldes que pudieran quedar
dispersos, vadeó el Río Cuareim río arriba persiguiendo con unos ochenta hombres al
guaraní Napeguá o Agustín Napacá, logrando que éste y los suyos huyeran hacia el
Brasil atravesando aquel río. Luego de avisar a su par del otro lado Bentos Manoel
Ribeiro para que los desarmase, licenció a parte de sus hombres y “se volvía á Bella

Uruguay. Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 347-349). Sin embargo, las notas transcritas
por GONZÁLEZ y ACOSTA Y LARA despejan toda duda, en cuanto a que este encuentro habría
ocurrido el 7 de junio. También ver “El Indiscreto”, Año II, Montevideo, Noviembre 5 de 1885, Núm.
75, p. 347.
72
ANONIMO (¿DE CUREL François?) “Arrivée de quatre sauvages Charruas, par le Brick Français
Phaéton de Saint-Malo”, Imprimerie d’Hyppolite Tilliard, 1833, p. 11.
73
ANONIMO (¿DE CUREL?) “Arrivée…” cit., pp. 12-15. RIVET Paul, “Les derniers charrúas”, en
“Revista de la Sociedad Amigos de la Arqueología” Tomo IV, Montevideo, 1930, p. 15. “El Indiscreto”,
núm. cit., p 347. PICERNO (“El genocidio…” cit., pp. 349-355) ubicó esta captura luego del combate del
11 de junio de 1832 (ver Nota 71).
74
MARUCA SOSA Rodolfo, “La nación charrúa”, Editorial Letras, Montevideo, 1957, p. 152.
75
ANÓNIMO (¿DE CUREL?), “Arrivée…” cit., p. 12.
76
Carta de Bernabé Rivera a Fructuoso Rivera del día 11 de junio de 1832, transcrita en GONZÁLEZ,
“Tacuarembó...” cit.,, pp. 24-25; y en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 130-131. Relación de
Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II,
Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, p. 6. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 354-
355. La nota de Bernabé cuenta cómo había caído “sobre el resto de los forajidos” -op. cit., p. 354-; lo
que refuerza la idea de que la principal acción ocurrió el 7 de junio, y no el 11 de junio de 1832).
77
ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 127-128. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 347-348.
DÍAZ (hijo) “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. GONZALEZ, “Tacuarembó…” cit.,
pp. 24-25. “El Indiscreto…” núm. cit., p. 347.
78
ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 132.
Union. En el camino supo que los Charrúas en numero de 25 ó 30 se hallaban á poca
distancia”. Tomado conocimiento de ese reducto, “y habiendo sabido que los Charrúas
se hallaban en un potrero distante cuatro leguas de aquel punto, dispuso atacarlos,
como efectivamente lo verificó en la mañana del dia siguiente”, “quedandose con solo
32 hombres incluso los oficiales” (79). Los charrúas estaban allí asentados con sus
familias.

Así, Bernabé Rivera se dirigió con su disminuido contingente (menospreciando a las


fuerzas de los indios, Bernabé había decidido emplear un pequeño número de efectivos
para aligerarse) hasta la Hondonada, Barra o Rincón de Yacaré Cururú, adonde los
charrúas se encontraban, llegando el 20 de junio de 1832.

VI. Combate de Yacaré Cururú. Muerte del Coronel Bernabé Rivera a mano de
los indios charrúas

Las informaciones que poseemos sobre los hechos del combate de Yacaré Cururú
presentan ciertas diferencias entre sí. Como bien dice Fernández Saldaña, “De la
sangrienta brega de junio no hay más relato testifical, en cuanto pueda valer por la
honradez del deponente y su rol en la acción que los dichos del sargento Gabiano,
único sobreviviente del grupo de diez o doce (jefes, oficiales y tropa), que recibió el
choque de la indiada...” (80). Pero al menos hay documentación y relaciones más
cercanas al momento en que ocurrieron estos hechos, que las que tenemos sobre la
Matanza de Salsipuedes.

Intentaremos reconstruir una versión sobre cómo habrían ocurrido los sucesos de
Yacaré Cururú aquel día 20 de junio de 1832, cruzando la información de los
testimonios y documentos más antiguos que hemos podido conocer. A saber:

- Una supuesta “Correspondencia particular” fechada en Durazno el 27 de junio de


1832, publicada en “El Universal” del 2 de julio de 1832 (no aparece su autor y está en
estilo epistolar, pero su fuente sin duda fue algún militar sobreviviente del combate),
más los informes oficiales que el Coronel José María Navajas, entonces Sargento
Mayor, envió a Fructuoso Rivera en los días 21 y 22 de junio de 1832, y una
comunicación de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera del 25 de junio de 1832 (81).

79
“El Universal. Diario comercial, político y literario” No. 875, Montevideo Lunes 2 de Julio de 1832.
DÍAZ (hijo) “Historia política…” Parte Primera Tomo II cit., pp. 88-89, “El Indiscreto…” núm. cit., p.
347. BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos
charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, pp. 167-168. “Las Primeras Ideas” núm. cit., p. 6. Carta de
José María Navajas a Fructuoso Rivera del 21 de junio de 1832, cit. en ACOSTA Y LARA, “La
guerra…” cit., pp. 136-137. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.357-358, y en GONZÁLEZ,
“Tacuarembó…” cit., pp. 25-26.
80
FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “El episodio de Yacaré Cucurú”, en “El Día”, suplemento
dominical, Año VII N.o 301, 16 de octubre de 1938.
81
“El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 875, Montevideo Lunes 2 de julio de 1832.
“El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 876, Montevideo Martes 3 de julio de 1832.
GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 25-30. ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-141.
- Un informe de los brasileños Coronel José Rodríguez Barboza del 15 de julio de 1832,
y otro de Barboza y del Comandante Manuel Ribeiro de Morais (transmitiendo
información del Capitán Manoel Cavalheiro) del 10 de julio de 1832 (82).
- El poema de Francisco Acuña de Figueroa “Epicedio ó Canción Funeral. Á la heroica
muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del
Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”, escrito en 1833 y publicado en “El
Parnaso Oriental” Tomo I, en 1835. Existe en el Museo Histórico Nacional una lámina
con dichos versos ilustrados por Juan Manuel Besnes e Irigoyen, que reza al pie, “F. A.
de Fig.a los hizo, J. M. B. é Irig. n inv. dib. y esc.: y ambos dedicaron al digno hermano
del heroe el Excelentísimo Señor Brig.r Presidente Don Fructuoso Rivera. Dibujado en
Octubre 11 1833” (83).
- Una publicación aparecida en “El Defensor de la Independencia Americana” de fecha
1º de julio de 1845, probablemente de autoría del Brigadier General Antonio Felipe
Díaz, titulada “Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica
y Sentimental (continuación)” (84).
- La relación o informe del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador
Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General
Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848. Esta información parece importante, desde
que el Coronel Lavalleja dice haber sido “informado por los mismos charrúas que se
batieron con él y que lo hicieron prisionero, le formaron cargo sobre los asesinatos de
Salsipuedes y Queguay, cometidos en sus familias, le mataron y mutilaron”; “me he
informado muy detenidamente, de los indios más capaces de esplicarse que había entre
ellos; diez meses estuve con ellos en el año treinta y tres y siempre era la conversación
dominante del modo que mataron á Bernabé” (85).
- Los “Apuntes varios sobre los indios charrúas”, del Brigadier General Antonio Felipe
Díaz. Estas anotaciones son muy importantes, pues Díaz conocía a los charrúas y había
tratado con ellos desde 1812, y expresa haber tomado el relato de Yacaré Cururú de

PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-365.


82
Publicados en ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2022, pp.
103-104.
83
ACUÑA DE FIGUEROA Francisco, “Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera,
dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”. En “El
Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad,
1835, pp. 198-206. En “El Parnaso Oriental…” cit., p. 198, se dice a pie de Nota (todo sic): “Esta
cancion fué presentada á S. E. el día 15 del corriente mes de Octubre de 1833, en un hermoso y grande
cuadro inventado y dibujado primorosamente á pluma por el insigne calígrafo D. Juan Bernes Irigoyen.
Allí se representaba la fachada de un magnifico templo, y en once medallones estaban dibujados con
admirable perfeccion y delicadeza, todos los pensamientos, las imágenes y el sentido que contiene cada
una de las once estrofas que componen esta cancion.”
84
“Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)”,
en “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, pp. 5-6.
85
Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año
II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, esp. pp. 5-6. FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo
Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196,
Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977,
esp. pp. 378-379. PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional
Uruguay - Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 368-373.
algunos indios charrúas (86). Su hijo el Coronel Antonio Díaz y su nieto Eduardo
Acevedo Díaz utilizaron estos apuntes para historiar el episodio de Yacaré Cururú (87).
- Una carta de Modesto Polanco a Eduardo Acevedo titulada “Los indios charrúas”,
fechada en “agosto de 1890” y publicada en el periódico “La Época” del 16 de
setiembre de 1890 (88).

Por supuesto, al comparar estas fuentes hemos tenido que tomar decisiones a efectos de
poder articular esta narración sobre qué habría ocurrido en el combate de Yacaré
Cururú. Hemos intentado proceder con la mejor intención y con la mayor seriedad
posible.

Bernabé dio con las tolderías charrúas, tomó un pequeño número de familias que aun
conservaban, y dejó con ellos ocho hombres. Quedó así únicamente con veinticuatro
efectivos para sostener cualquier acción militar.

En ese estado, Bernabé Rivera se encontró con un grupo de dieciséis de un total de


treinta y cuatro guerreros charrúas al mando del cacique Sepé, que vivían con sus
familias por el Cerro de Tres Cruces. Al verlo, los indios salieron huyendo en sus
caballos con sus gentes en retirada veloz, siendo conscientes de que los hombres y
caballos de los hombres del Gobierno ya venían desganados, luego de tantos días de
marchas forzadas.

El Coronel Rivera “fue advertido por varios de los suyos, que los más habían quedado
con los caballos cansados, y que el resto estaban sumamente pesados; no hubo que
tratar, mandó poner sable en mano, y los apuró…”. Aunque ya se encontraban sus
hombres y los caballos cansados, Bernabé estaba confiado en que podría vencer a estos
charrúas sin mayores contratiempos; por lo que salió a todo galope hacia ellos
procurando apresurarse a alcanzarlos, aunque los aborígenes le llevaban una distancia
considerable e iban a toda carrera con sus familias.

Bernabé Rivera los persiguió por más de dos leguas. Iba en la delantera, liderando y
dando ejemplo a sus soldados. Mas como dijera una crónica de época, “la fuga se
convirtió en carrera y esto fue lo que perdió á don Bernabé”. Su caballo ya estaba
cansado; sus tropas fatigadas se iban desordenado y raleando, y algunos fueron
quedando atrás o en la retaguardia, dispersos entre sí y en desorden, distanciándose de
su Coronel quien iba al frente, dejándole paulatinamente solo con un número muy
reducido de soldados, mientras los charrúas mantenían su rauda retirada.

86
DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”,
Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977.
87
DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828
hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 89-91.
ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires
Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 417-419.
88
“La Época”, Año IV - Núm. 996, Montevideo, martes 16 de setiembre de 1890, p. 1.
Creía probablemente Bernabé Rivera que los charrúas huían asustados, aunque en
realidad, los dieciséis charrúas con que se había topado habían sido dejados a propósito
por Sepé bajo el mando de un indio llamado Bernabé, quien había sido criado por el
propio Coronel Rivera, de quien tomó su nombre. Mientras tanto, Sepé y los dieciocho
charrúas restantes quedaron ocultos en un bosque, esperando. El Coronel Bernabé
Rivera iba con sus hombres hacia una emboscada.

Bernabé y sus hombres tenían ya cerca a los charrúas cuando en determinado momento,
en la seguridad de que la soldadesca había disminuido en la persecución, de que sus
caballos estaban fatigados, y de que Bernabé iba quedando con un número de efectivos
menguado y cansado, al llegar al lugar donde los aguardaban para emboscarle,
respondiendo a un alarido guerrero de Sepé los guerreros que venían siendo perseguidos
dieron sorpresivamente la vuelta, y cargaron contra Bernabé y los pocos efectivos
militares que le seguían. El resto de los charrúas que estaban ocultos en el monte con
Sepé atacaron por uno de los flancos. Una lluvia de lanzas y boleadoras cayó sobre los
soldados.

Sorprendido, Bernabé intentó retroceder pero cayó su caballo y rodó, quedando él en


tierra. Logró salir por sus medios del equino y correr a pie hasta que fue derribado con
unas boleadoras, “y alcanzándolo dos charrúas que le seguían mas inmediato, le
tiraron dos lanzadas, e inmediatamente se le abalanzaron con la presteza de un rayo
sobre él”. Le rodearon “por más de ocho ó diez salvajes que permanecieron largo rato
en el mismo punto”, mientras todos los charrúas acometían a los gritos frenéticos y
triunfantes, mezcla de furia y de algarabía, de “¡Bernabé!, ¡Bernabé!”, lesionándole con
sus lanzas y boleadoras. El primer golpe, con una bola, se lo dio en la cabeza su antiguo
criado el indio Bernabé.

Algunos como el Comandante Teniente Coronel Pedro Bazán, el Capitán Roque Viera y
el Sargento Gabiano, llegaron hasta él para socorrerle. Gabiano (se desconoce su
nombre de pila) se acercó con su caballo para que Bernabé Rivera pudiera subirse a la
grupa, pero éste lo rechazó y arengaba infructuosamente a sus hombres para
reorganizarles, que hicieran frente y emprendieran el combate. Ya era tarde, porque
todos los indios estaban sobre él. Bazán descendió a tierra, pudo aproximarse hasta
Bernabé y espalda contra espalda, infundiéndose mutuamente valor, se defendieron
furiosamente hasta el final.

Para los charrúas fue fácil dar cuenta de los pocos soldados que habían en el campo de
refriega, porque estaban desordenados, aterrorizados, y no tuvieron tiempo de agruparse
para defenderse. Viendo que todo estaba perdido y que los charrúas lo abandonaron para
concentrarse en atacar a Bernabé, el Sargento Gabiano pudo finalmente huir y ocultarse
herido en el monte para salvar su vida. Otros soldados, sin dar pelea ni defender a sus
compañeros en apuros, también pudieron escaparse ocultándose en el bosque.

En el encuentro de Yacaré Cururú murieron Pedro Bazán, Roque Viera y nueve


soldados.
Todo indica que Bernabé Rivera no murió en el combate, sino que fue tomado
prisionero por los charrúas y llevado a otro sitio más lejos. Así lo registran las
narraciones que dicen haber recogido testimonios de charrúas que estuvieron en ese
momento. A los hechos nos atenemos, de que no fue encontrado al haberse hecho un
nuevo reconocimiento de los que habían sido hallados muertos cuando el entonces
Sargento Mayor José María Navajas llegó al lugar el 21 de junio, debiendo hacerse una
rectificación de la información al día siguiente 22 (89).

El Coronel Bernabé Rivera fue arrastrado por los charrúas á un bosque vecino, “donde
satisfacieron á su placer una venganza que tanto habían deseado tomar.” Y lo ataron a
un árbol.

Mientras lo golpeaban y torturaban, los charrúas y sus familias gritaban salvajemente, y


comenzaron a hacerle cargos y acusaciones sobre las muertes de sus caciques y
compañeros. Los indios exclamaban “en medio de una algazara terrible”, “¡Queguay,
Queguay! ¡Indios hermanos muertos! ¡Matando amigos!”. Uno de los indios llamado
Javier era de la opinión de que no se matara a Bernabé, alegando que podrían canjearlo
por sus familias prisioneras. Pero entre clamores furibundos muchos de los que
formaban la turbamulta, y especialmente las mujeres (las “chinas”, como se llamaba a
las indias), pedían su muerte sedientos de venganza.

Los charrúas martirizaron con ingentes sevicias durante dos días a Bernabé “ansiosos
de vengarse por la carnicería del Queguay”, sin piedad ninguna.

Durante todos esos momentos en que estuvo cautivo de los charrúas, Bernabé les
suplicaba por su vida, rogando que no lo atormentaran más y que le liberaran,
ofreciéndoles a cambio la entrega de las mujeres, hijos y prisioneros atrapados, y de los
que se habían llevado a Montevideo, asegurándoles que una sola carta suya bastaría para
que todos volvieran. Pero no sirvió. Los charrúas, en respuesta, le inquirían quién les
devolvería a sus seres queridos y jefes muertos. Sepé le increpaba inexorable: “Para ti
quieres Dios, pero para nuestros padres y hermanos no hubo Dios”. Y le ponía en cara
que si les devolvían a sus familias estaba bien, pero quién les devolvería vivos al
Cacique Venado, Vencol y a los demás indios muertos en Salsipuedes. Ante ello,
Bernabé nada tuvo para responder.

Finalmente Sepé lo atravesó de una lanzada (hay quienes mencionan que el autor fue un
indio llamado Joaquín; y otros cuentan que fue el indio Bernabé, al cual según dijimos
el propio “Bernabelito” Rivera lo había criado, quien lo lanceó). Los otros indios
siguieron tras él su ejemplo. Le ultimaron causándole “multitud de heridas, hasta que
quedo exánime”. Le cortaron la nariz. El cacique Sepé le extrajo las venas del brazo

89
“El Universal…”, No. 875 cit.. “El Universal...”, No. 876 cit.. Cartas de José María Navajas a
Fructuoso Rivera de fechas 21 y 22 de junio de 1832, y de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera dl 25
de junio de 1832, transcritas en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-137 y 138-139.
PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-363.
derecho para atar con ellas la moharra de su lanza, “lo que mostraba en 1832 como un
trofeo de su bárbara y cruenta hazaña”.

Llevaron el cadáver de Bernabé a cierta distancia, donde había un pozo o una zanja con
agua, metiéndole la cabeza y dejando el cuerpo fuera. Según el testimonio del capitán
brasileño Manoel Cavalheiro, el cuerpo de Bernabé Rivera fue arrojado a una laguna
“para que los suyos no lo encontrasen”.

Años después y ya anciano, el cacique Sepé le contó a Modesto Polanco una versión
diferente. Le dijo que al haberlos atacado Bernabé Rivera, los charrúas huyeron y se
estaban dispersando en derrota cuando al grito de Sepé, éstos se volvieron y con sus
boleadoras detuvieron a los que los perseguían. Dicho cacique negó a Polanco haber
tomado vivo a Bernabé Rivera y haberlo lanceado atado en un árbol. Le manifestó que
no hubo ninguna emboscada, y que a Bernabé Rivera lo mataron allí mismo. “Una vez
nos hizo Sepe (90) el simulacro de esa pelea, con la arrogancia y el orgullo de haber
vencido en campo limpio, y en franco y leal combate.” También Acuña de Figueroa en
su “Epicedio…” relata que Bernabé fue muerto en el ataque de los charrúas.

Consumado todo, los charrúas “… se dispersaron luego en la provincia limítrofe del


Río Grande…”.

Entretanto, y distantes de aquéllos, un contingente al mando del entonces Sargento


Mayor José María Navajas encontró el día 21 de junio de 1832 los cuerpos de los
infortunados Pedro Bazán, Roque Viera y de los nueve soldados caídos. Como no
hallaron entre los cadáveres a Bernabé Rivera conservaban cierta esperanza de que se
pudiera encontrar con vida, eventualmente oculto entre los montes, o tal vez prisionero
de los aborígenes. “Puede ser que los barbaros (á pesar de su rustica sed de venganza)
no lo concluyesen en el acto, y pudiendo reflexionar cuanto les valdría conservar en su
poder aquel importante jefe vivo, se hayan solo apoderado de su persona o cuando mas
con algunas heridas”. Salieron Navajas y sus hombres a buscarle “por cerciorarse si
este benemerito Gefe existe, y en este caso proponer á los salvajes cualquiera premio
por su rescate; y si desgraciadamente falleció, buscar y recoger sus preciosos restos,
pues al menos puedan merecer las demostraciones de gratitud y sentimiento que le
tributaran sus compatriotas y que sus compañeros puedan siquiera bañarlos con sus
lágrimas”.

Se contaba que al 29 de junio un vecino de Durazno había visto a Bernabé Rivera y que
pronto podría reintegrarse al Ejército de Gobierno; lo que algunos vecinos festejaron
con un baile (91). Simples trascendidos.

Aunque Fructuoso Rivera tenía todavía al 28 de junio “la dulce, aunq.e remota
esperanza, de que el benemerito y valiente Cor. l Rivera pueda aun conservar una

90
“La Época”, Año IV - Núm. 996, Montevideo, martes 16 de setiembre de 1890, p. 1.
91
“El Universal…” No. 876 cit..
existencia que tan heroicamente había consagrado á la Patria”, esa misma jornada,
desconsolado, también escribía al General Julián Laguna:

“Amigo q.e golpe ha recibido mi corazon, y q, e perdida acaba de hacer la Patria. El


pobre Bernabé despues de haber concluido y asegurado todo aquello y en los
momentos q.e iva á regresar á Tacuarembó, tubo noticias del paradero del pequeño
resto de charruas. Salio á buscarlos con una partida de 30 hombres, y los halló en el
mismo nº. Los persiguió tenazm.te despues de haberles tomado las familias, y conciguio
alcansarlos, pero ya con muy pocos de su partida, y con los caballos muy pesados. Los
indios se vieron acosados, y vieron que los que los perseguian eran muy pocos y en
caballos cansados, y se resolvieron pelear con resolución Perdimos dos ofic. s y nueve
hombres, y perdimos, amigo mio, seguram.te á Bernabe q.e tubo la desgracia de rodar, y
quedar en poder de los barbaros.” (92).

Don Frutos tomó conocimiento fehaciente de la muerte de su sobrino Bernabé al otro


día, el 29 de junio de 1832. No tuvo mucho tiempo para poder lamentar la desaparición
de su amado Bernabelito: en esa misma jornada del 29 de junio de 1832 se suscitó un
alzamiento lavallejista para derrocar a Fructuoso Rivera, al mando del cual Juan
Antonio Lavalleja se puso formalmente el día 15 de julio siguiente ( 93). “Se apuraron
los resortes del desquicio, y la conspiración reventó en el Pueblo del Durazno donde se
encontraba el Precid.te Rivera… bajo la Ynfluencia del Gral. Lavalleja q. e se hallaba
preparado en su Estancia del Yií, Rincón de “Ant. o Herrera” como 20 leguas al norte
del Pueblo del Durazno.” (94).

No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se encontró el cadáver del infortunado


Bernabé. Podemos pensar que ocurrió entre los días 29 o 30 de junio, teniendo presente
una nota de condolencias que Manuel Oribe le envió a Don Frutos el 1º de julio de
1832. Se conoce que al día siguiente, el 2 de julio de 1832 Bernabé Rivera fue sepultado
en el camposanto de la Parroquia de Santa Rosa del Cuareim (hoy Bella Unión), junto
con el Teniente Coronel Pedro Bazán y el Capitán Roque Viera (95).

En el mes de julio de 1832, y a pesar de la revolución de Lavalleja en contra del


Gobierno de Don Frutos, éste ya impuesto de la dura realidad de su sobrino lo lloró
amargamente, como le confió a su amigo el General Laguna en cartas del 16 y 21 de

92
Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna de fecha 28 de junio de 1832. En ACOSTA Y LARA, “La
guerra…” cit., p. 143; y PICERNO, “El genocidio…” cit., ps. 363-365.
93
MANACORDA Telmo, “A cien años de la muerte de Bernabé Rivera”, Impresora Uruguaya S.A.,
Montevideo, 1932, pp. 13-14. LAVALLEJA Juan Antonio, “Esposicion del General Juan Antonio
Lavalleja, de su conducta relativa á los últimos acontecimientos del Estado Oriental del Uruguay, y
examen de los hechos del gobierno de Montevideo”, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia, 1833.
DIAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., pp. 92 y siguientes.
94
ANAYA Carlos, “Apuntaciones históricas sobre la revolución oriental (1811-1851)”, Imprenta
Nacional, Montevideo, pp. 118-119.
95
Nota de Manuel Oribe a Fructuoso Rivera del 1º de julio de 1832, y copia del Libro de Defunciones de
Santa Rosa del Cuareim., citados por ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 143-144, Notas en pp.
146 y 147.
julio, especialmente la de esta última fecha: “¡ha! Julian no lo dudes hasta este mom.to
estoy llorando tal es lo q.e e sentido la perdida de este hombre almirable” (96).

VII. Homenajes fúnebres al Coronel Bernabé Rivera

En los últimos días de mayo de 1833 los restos de Bernabé Rivera, Pedro Bazán y
Roque Viera fueron llevados al puerto de Salto, desde donde salieron en la goleta
“Libertad de Mayo” de don Miguel Baldrán o Baldraco, y llegaron a Montevideo el 12
de marzo de 1834 en la tarde, disponiendo una Orden General del Estado Mayor
General del Ejército de ese día que para el 13, o sea "Mañana, si el tiempo lo permite se
conducen a depósito los restos del finado Cnel. Don Bernabé Rivera, por lo que hoy a
las 9.30 se servirá concurrir con los demás jefes y oficiales dé su Cuerpo a la
Capitanía del Puerto, de uniforme y centro azul para acompañarlos hasta el templo”;
siendo ese mismo día 13 llevados a la Iglesia Matriz y quedando por la mañana en
depósito “hasta que estén prontos los sepulcros en que deben descansar para siempre”
(97). Acosta y Lara nos cuenta que el 11 de marzo de 1834 Manuel Oribe dirigió a
Fructuoso Rivera una carta con dos proyectos de textos de posibles inscripciones, para
que éste eligiera cuál de ellas llevaría el monumento funerario que se erigiría a Bernabé
(98).

Mediante Decreto del 9 de octubre de 1835, el entonces Presidente Manuel Oribe


dispuso que el 1º de noviembre sería “consagrado é instalado con la solemnidad
posible el nuevo Cementerio de esta Capital” (art. 1º), nuestro actual Cementerio
Central de Montevideo; y que “En el mismo día y á continuación del cortejo del
Gobierno serán conducidos con la pompa debida, una parte de los restos existentes en
el antiguo cementerio y los de los finados Coronel D. Bernabé Rivera, Teniente
Coronel D. Pedro Bazan y Capitan D. Roque Viera para ser depositados en los
monumentos destinados á recibir sus restos: los cuales serán acompañados por un
cuerpo de la guarnicion, para desempeñar los honores fúnebres debidos á su carácter.”
(art. 2º) (99). Acorde a José María Fernández Saldaña, “El general Oribe, Presidente de
la República, decretó con fecha 9 de octubre de 1835, que se le erigiera un sepulcro en
el Cementerio Centra1 de Montevideo y el día de la inauguración de éste, el 1º de
agosto, sus restos fueron depositados en su recinto.” (100).
96
Cartas de Fructuoso Rivera a Julián Laguna de los días 16 y 21 de julio de 1832, en ACOSTA Y
LARA, “La guerra…” cit., p. 145.
97
ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado”
Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 27. Documentos transcritos en ACOSTA Y LARA, “La
guerra…” cit., pp. 145-146 y Notas en pp. 146 y 147.
98
ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 146-147, en Nota.
99
“El Estandarte Nacional. Diario de la Tarde politico, literario y mercantil” N.º 209, Montevideo, Martes
13 de Octubre de 1835. “El Nacional. Diario político, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 14 de
Octubre de 1835, Núm. 158.
100
FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940”, Adolfo
Linardi Librería Anticuaria Americana, Montevideo, 1945, p. 1087. Según Josefina Sánchez Abal,
Manuel Oribe tenía una gran simpatía por Bernabé Rivera, generada supuestamente desde que este último
dialogó con el primero y lo convenció de que Fructuoso Rivera sólo pretendía recuperar las Misiones
Nos informa Antúnez de Oliveira que por Orden General del Ejército del 21 de octubre
de 1835 se estableció que el 1º de noviembre a las diez de la mañana tendrían lugar en
la Iglesia Matriz, las exequias de los difuntos Coronel don Bernabé Rivera, Teniente
Coronel don Pedro Bazán y Capitán don Roque Viera “según lo ha dispuesto el
Superior Gobierno, asistiendo el Sr. General Jefe del Estado Mayor acompañado de los
Sres. Jefes y Oficiales francos de la Guarnición y Extramuros, que se reunirán media
hora antes en el lugar de costumbre. Se encontrará también, el escuadrón 3º mandado
por su jefe para hacer los honores correspondientes, que consistirían en una descarga,
al concluirse los oficios y proveer la Guardia de Cadáver por el tiempo necesario,
impuesta por un Cabo y cuatro soldados, la tropa vestirá centro azul” (101).

Sin embargo, por algún motivo que desconocemos, pero probablemente debido a que su
familia querría presentarle sus honras privadas, recién el día 3 de noviembre de 1835 se
realizaron las exequias de Bernabé Ribera en la actual Catedral de Montevideo, para lo
cual “Da. Manuela Belmonte de Rivera, D. Bernabé y D. Fructuoso, viuda é hijos del
Coronel D. BERNABÉ RIVERA, (Q. E. P. D.) suplican por medio de este aviso á todos
los habitantes de esta Ciudad, se sirvan favorecerles con su asistencia á los funerales
que se han de hacer por dicho finado en la Iglesia Matriz, el Martes 3 del corriente
Noviembre á las 10 de la mañana, á lo que quedarán reconocidos; sirviendo esta
invitacion para todos los Ciudadanos en general.” (102)

Finalmente, el día 8 de noviembre (y no el 1° de ese mes como se había previsto


originalmente) de 1835 se depositaron en el Cementerio Nuevo (Cementerio Central)
“gral. de esta Matris en Mont.o los Restos del Cor.l d.n Bernabé Rivera marido de d.a
Man.la Belmon nat.l de S.n Borja, y en compañía los Restos del Ten. te Coronel d.n Pedro
Bazan español, y los del Alf. d. n Roque Viera muertos por los Barbaros Charruas, en la
Jurisdiccion y territorio del Salto Or.l del Uruguay de donde fueron conducidos p. r
disposicion del Gob.no y por su misma disposicion hecho el Funeral con la Pompa
correspondiente en esta Matris…” (103).

Orientales y no rebelarse. “Oribe confió en Bernabé y lo autorizó a marchar con sus tropas hacia el
norte, al tiempo que escribía a Lavalleja en favor de Frutos y su iniciativa. Este episodio generó una
fuerte corriente de simpatía entre el futuro fundador del Partido Blanco y el sobrino y mano derecha de
su enemigo, y no parece casual que el hijo de Bernabé se llamase Bernabé Manuel y actuase luego
dentro del Partido Blanco.” (SÁNCHEZ ABAL Josefina, en “https://gw.geneanet.org/jfina?
lang=es&n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” -consultado el 3.2.2023-). La fecha dada por
Fernández Saldaña de la inauguración del sepulcro como “1º de agosto” sería errónea, en virtud de que
los honores fúnebres oficiales estaban previstos para el 1º de noviembre, pero se postergaron para el 3 de
noviembre y la inhumación se verificó el 8 de noviembre de 1835.
101
ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado”
Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 27.
102
“El Estandarte Nacional. Diario de la Tarde politico, literario y mercantil” N.º 236, Montevideo, Lunes
2 de Noviembre de 1835. “El Nacional. Diario politico, literario y comercial”, Año 1.º, Montevideo, 2 de
Noviembre de 1835, Núm. 174. “El Nacional. Diario politico, literario y comercial”, Año 1.º,
Montevideo, 3 de Noviembre de 1835, Núm. 175.
103
Documento existente en el Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo. Transcrito también en
ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 146, y en ANTÚNEZ DE OLIVEIRA, “Biografía…” cit., p.
27.
VIII. El monumento funerario de Bernabé Rivera en el Cementerio Central

En ocasión de una de nuestras excursiones de investigación histórica en nuestros


tiempos libres, procurando datos por los registros del Cementerio Central de
Montevideo, nos detuvimos ante el monumento funerario (en adelante también le
llamaremos indistinta e impropiamente “tumba”) que contiene los restos mortales del
Coronel Bernabé Rivera. Si ubicados en el pórtico del Cementerio Central nos dirigimos
tomando hacia la derecha, por un sendero en diagonal, caminando unos 36 (treinta y
seis) metros es sencillo de encontrar.

La construcción, hecha de mármol, consiste en un sarcófago de base cuadrangular que


se remata con la estatua de un ángel. El sarcófago se habría construido hacia 1835
supuestamente por Louis Dunand; pero el ángel es posterior, de 1862, y habría sido
realizado por Giuseppe Livi (104).

Dimos varias vueltas alrededor del monumento funerario de Bernabé Rivera, porque nos
había llamado la atención su ubicación. Con ayuda de una brújula comprobamos que se
encuentra orientado casi correctamente hacia los cuatro puntos cardinales, con una
diferencia de unos -30º (menos treinta grados).

El sarcófago (de unos 0,70 metros de ancho por 1,53 metros de largo por 0,70 metros de
altura -aunque debe tenerse en cuenta que el sistema métrico decimal recién se impuso
en el Uruguay en el año 1862 (105), así que suponemos que quizá debió haberse
construido conforme a otras medidas españolas, como palmos o cuartas, pulgadas,
codos, pies o varas-), posee en cada uno de sus lados inscripciones o leyendas, cuyo
autor desconocemos. Acosta y Lara nos cuenta que según Plácido Abad, aquéllas
habrían sido de la autoría de Juan Benito Blanco o de Manuel Herrera y Obes ( 106).
Quedará la incógnita.

Escritas en letras predominantemente mayúsculas, estas inscripciones poseen un tono


iracundo, desafiante (un amigo decía que escribir en mayúsculas es como gritar por
escrito). Parecería que las leyendas de cada lado fueran independientes entre sí, y que no
obedecieran a una redacción o secuencia que las unificara. Sin embargo, leídas en
sentido horario comenzando por el Este (Este-Sur-Oeste-Norte), ya podría vislumbrarse
que obedecerían a un texto único.

104
En “https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Montevideo_cementerio_central_rivera.jpg” (consultado el
3.2.2023). Respecto al año del sarcófago, preferimos aproximar su construcción a 1835 y no a 1832 como
la citada información “online”.
105
ETTLIN Edgardo, “Qué solos se quedan los muertos. Crónicas sobre Juan Idiarte Borda. 13º
Presidente Constitucional de la República Oriental del Uruguay, y sobre su agresor criminal Avelino
Arredondo”, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, pp. 185-186.
106
ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 147, en Nota.
Observamos, no obstante, que leídas las inscripciones remedando la forma de
persignarse en el cristianismo occidental (hacia arriba, hacia abajo, hacia izquierda y
luego hacia derecha) y comenzando desde el Este (Este, Oeste, Sur, Norte), el texto
único que se revela queda más coherente y ordenado. De este modo propuesto, la
primera inscripción invoca al Sol (que sale por el Este); la segunda se dirige al Pueblo
Oriental; la tercera al Extranjero (a quien se le informa sobre quién se encuentra
depositado en la tumba en sus restos mortales -se supone que los Orientales ya lo
conocen, por lo que a ellos el difunto les es aludido sólo por su nombre de pila y sus
cualidades de conciudadano-), y la cuarta alude a los indios (está orientado ese texto
hacia el Norte, en cuyas lejanías del Uruguay murió el Coronel Rivera, como queriendo
ser exclamado y que fuera oído por ellos).

Este sería, pues, el orden que sugerimos para leer las leyendas del monumento funerario
de Bernabé Rivera, que transcribimos tal cual se esculpieron y respetando la ortografía
de la época:

(Este)
ALZATE OH SOL DE ORIENTE!
ESPARCE TU LUZ VIVIFICANTE SOBRE LA TUMBA DEL HEROE,
ALUMBRALA y MUESTRA AL MUNDO SUS HUESOS DESCANSANDO SOBRE
EL LAUREL de las BATALLAS.
(Oeste)
ACERCATE, ¡OH PUEBLO ORIENTAL! CON RESPETUOSA PLANTA AL
LUGAR de LOS SEPULCROS, EN EL REPOSAN LOS RESTOS DE BERNABÉ.
LLEGA, y SIN ATREVERTE A PISAR LA TIERRA QUE OCUPAN, DERRAMA
SINCERAS LABRIMAS EN HOLOCAUSTO, AL MILITAR VALIENTE, AL
VIRTUOSO CIUDADANO, FIEL ESPOSO, TIERNO PADRE Y LEGAL AMIGO.
(Sur)
¡SI EL ACASO ESTRANGERO! TE ARROJA Á NUESTRAS PLAYAS
CONTEMPLA EN ESTA TUMBA, LAS CENIZAS DEL CORONEL D. BERNABÉ
RIVERA. QUIEN EMPUÑANDO EN DEFENSA DE SU PATRIA LAS ARMAS
DESDE LA EDAD DE 10 AÑOS, MOSTRÓ SU DENUEDO EN CIEN COMBATES
HASTA QUE EN EL DE YACARÉ CURUREI ( 107) EL 15 DE JUNIO DE 1832,
MURIÓ Á MANOS DE LOS SALVAGES Á LOS 35 AÑOS DE EDAD. EL
GOBIERNO DIGNO REMUNERADOR DE SUS SERVICIOS LE DEDICA ESTE
MONUMENTO.
(Norte)
YNDIGENA SALVAGE! INDOMITO HABITANTE DE LOS DECIERTOS! HE
AQUI TU VICTIMA! ERIZADO TU CABELLO Y CUBIERTOS TUS MIEMBROS
DE UN SUDOR FRIO, VEN, Y TEMBLANDO, LANCESE DE TU PECHO EL
FUNEBRE ALARIDO DEL DOLOR CON MAS FUERZA QUE ALLA AL
INMOLARLA, LANZASTE EL HORRIBLE GRITO DE LA CARNICERÍA.

107
Yacaré Cururú.
Los sepulcros guardan los misterios de los Hombres. La Historia (o mejor dicho, las
Historias) intenta develarlos. En ocasión de encontrarnos ante el monumento funerario
del Coronel Bernabé Rivera, una inquietud nos impelió a internamos simbólicamente en
aquél con el propósito de intentar encontrar la historia del ser humano cuya Alma y
cuyos secretos custodia. Sin rumbo ni método, sin querer saber de por qués, nos
dejamos llevar a través de una trama de hallazgos que se nos fueron presentando.
Estamos compartiendo en estas crónicas una aventura personal hacia el descubrimiento
de un individuo, entre los blancos y negros de su vida y de su trágico destino.

IX. Epílogo

No es cierto que los charrúas “se extinguieron” con las campañas del Brigadier General
Fructuoso Rivera y las acciones militares de su sobrino el Coronel Bernabé Rivera, si
bien puede concederse que luego de éstas, aquéllos se fueron desorganizando y
desapareciendo como grupo humano.

Los charrúas colaboraron con Juan Antonio Lavalleja en sus intentonas revolucionarias
contra Fructuoso Rivera, y también fueron aliados de Manuel Oribe, quien les brindó su
protección, en su Presidencia y durante la Guerra Grande. Algunos de ellos se
refugiaron en Río Grande del Sur y en la Provincia de Entre Ríos, aunque allí no
tuvieron mejor suerte que en el Uruguay. El cacique Sepé o Sepe vivió por “La
Quebrada y Sierras de Gauna, 9ª Sección del Depto. de Tacuarembó. La tribu que
reunía una veintena de individuos, levantaba sus toldos de piel de yegua en la falda del
Cerro de los Charrúas, distante cinco kilómetros del Paso Batoví” (108). Sobrevivió a su
propia tribu (quienes murieron por viruela hacia 1854 o 1862 -difieren los años según
las fuentes-) y se fue quedando solo, falleciendo por setiembre de 1864 o de 1866
(según distintas versiones) tras haber ingerido en la pulpería de Pedro Alfonso o
Alfonso Pedro Dutilh y Oliver Christy, en campos de José Paz Nadal, un vaso de caña
(según algunos cuentan, la bebida estaba mezclada con un químico utilizado para curtir
cueros que le habían puesto dos parroquianos, supuestamente para hacerle una broma).

Los varones charrúas sufrieron durante el resto del siglo XIX las levas que los ejércitos
solían hacer en el medio rural durante las guerras civiles. Algunos de quienes fueron
llevados a Montevideo, las mujeres allí y en el resto del país, se fueron casando o
uniendo con personas no charrúas. Las enfermedades hicieron lo suyo. “El resto de los
Charruas ha ido sucesivamente pereciendo en contiendas civiles que vinieron despues-
Las mujeres y sus hijos pequeños, repartidos en todo el Pais y colocados bajo una
especie de patronato, tambien han desaparecido en gran parte; y no pasaran muchos
años que el idioma Charrua no tenga en el Mundo un solo individuo humano que lo
hable.” (109)

108
ACOSTA Y LARA Eduardo, “Un linaje charrúa en Tacuarembó (a 150 años de Salsipuedes)”,
Apartado de la Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias (serie Ciencias Antropológicas; Vol. 1
No. 2), Montevideo, 1981, p. 17.
109
“El Defensor de la Independencia Americana” No. 31 cit., p. 6.
La descendencia charrúa que quedó se fue incorporando paulatinamente a la
“civilización” y se fue mestizando; el mestizaje fue el principal exterminador de los
charrúas.

Un “dato duro” es que ni los guaraníes ni los minuanes sufrieron en el Uruguay la


persecución del Gobierno oriental, pero la civilización y el mestizaje también hicieron
con ellos su trabajo en estas tierras.

La toponimia de nuestro país, especialmente desde el Río Negro hacia el Norte, es


abundante en nombres guaraníes, no charrúas ni minuanes. Durante mucho tiempo el
Uruguay vendió una imagen ante el exterior e inclusive dentro de fronteras, de que “no
tenemos [el problema de los] indios”. No obstante, si recorremos nuestro territorio, e
inclusive nuestra Capital, percibiremos que ellos todavía se encuentran presentes en los
rostros de muchos de nuestros habitantes.

Bello Horizonte, 3 de abril de 2023

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