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Javier Ruffino
INTRODUCCIÓN A ROSAS
Una mirada tradicionalista sobre
el RESTAURADOR
INTRODUCCIÓN A ROSAS
Introducción
Algo elemental para desarrollar una personalidad sana es tener clara la propia
identidad. Con las naciones pasa lo mismo. Es fundamental para un progreso
auténtico que ellas sepan qué son1.
Nosotros no somos Francia, hija primogénita de la Iglesia. Adornada con las
glorias de Clodoveo, Carlomagno, San Luis, Juana de Arco, el esplendor del
gótico medieval....
Tampoco somos España, conquistadora y misionera, brazo batallador de la
Iglesia de Roma, evangelizadora de medio orbe....
Mucho menos somos Roma, ciudad especialmente tocada por el dedo de Dios
para ser sede de los Césares primero, y del sucesor de Pedro, después....
Pero somos parte del mismo mundo cultural, del mismo Occidente, del que
aquéllas son el fundamento. Como hijos de la España imperial y cristiana,
debemos valorar, amar, gustar y difundir la rica herencia greco-romana -elevada al
Orden de la Gracia, por la acción sacramental de la Iglesia católica-, que hemos
recibido. Esa herencia es parte de nuestro ser. La misma se ha adaptado a este
suelo durante 500 años, y ha dado frutos propios de gran valor.
Toda nación tiene un origen y una misión, determinados por una vocación, la
que, a su vez, le señala un destino. Nuestro origen, señalado por la Cruz del Sur,
viene de la Cristiandad a través de la Madre España. Nuestra vocación ha sido ser
una avanzada imperial de esa Cristiandad en estas tierra australes de la América
del Sur. Nuestra misión, sostener durante la primera parte del siglo XIX la
Independencia de esta región del subcontinente frente a una Europa en ruinas por
obra de la Revolución. Quien supo encarnar, desde el gobierno, la vocación y la
misión argentinas ha sido Juan Manuel de Rosas. El apoyo decidido que le dio el
General San Martín, ejecutor de nuestra independencia, es una señal clara de que
un prócer completó lo que el otro realizó. La caída de don Juan Manuel, por obra
de una tremenda conspiración, truncó nuestro destino como nación.
En estas páginas intentaremos brindar un primer acercamiento a la vida, acción
política y exilio del Restaurador. Sabemos que es abundante y profunda la obra
escrita desde el revisionismo. Y que grandes y eximios maestros se han ocupado
del tema. Es ésta la razón que nos provoca un sentimiento de temor y temblor
ante el desafío que hemos asumido. Pero, al mismo tiempo, las casi tres décadas
1
Enseñaba el eminente maestro Hugo Wast, y don Jordán Bruno Genta tras sus pasos, que “la
Patria es la Historia verdadera de la Patria”. Se puede consultar al respecto la obra Año X , de Hugo
Wast, capítulo I ; y Guerra Contrarrevolucionaria de Jordán Bruno Genta, Tema V.
3
“En cuanto el párvulo rompió a fritar desaforadamente, señal de que venía con
fortaleza al mundo, su padre don León púsose chupa, calzón azul y casaca con
botones blancos, vuelta y collarín encarnados, y vestido así con el uniforme de
infantería, fuese al cuartel en busca del capellán de su batallón para que bautizara
enseguida al recién nacido. Como estuviera ausente su capellán...llamó al del
batallón tercero, doctor Pantaleón Rivarola. El teniente pensaba que el vástago de
un Ortiz de Rozas debía, el primer día de su vida, ser ungido católico y militar.”4
Católico, militar y estanciero, pues. Tres aspectos que van a marcar su futura
actuación pública.
2
Actual calle Sarmiento.
3
Ibarguren, Carlos. Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo. Ediciones Theoría. Buenos Aires.
1992, p. 7.
4
Ibídem, 7.
5
Ibídem, 8.
6
Sarmiento, uno de los representantes más conspicuos del liberalismo masónico que combatió la identidad
hispano católica de la Patria, tenía esto bien claro. Y lo señala en muchos de sus libros. En “Recuerdos de
Provincia” trata con desdén a la Universidad de Córdoba señalando que “la Edad Media se parapetaba en
5
sus claustros”, y en el “Facundo” contrapone a la medieval y española Córdoba contra la ilustrada y abierta
Buenos Aires: “Si queréis, pues, conocer monumentos de la Edad Media, y examinar el poder y las formas de
aquella célebre Orden (la Compañía de Jesús), id a Córdoba...En cada cuadra de la sucinta ciudad hay un
soberbio convento, un monasterio o una casa de beatas o de ejercicios. Cada familia tenía entonces un
clérigo, un fraile, una monja o un corista...Andando un poco la vista que hacemos se encuentra la célebre
universidad de Córdoba, fundada nada menos que en el año 1613, y en cuyos claustros sombríos han pasado
la juventud ocho generaciones de doctores...Esta ciudad docta no ha tenido hasta hoy teatro público, no
conoció la ópera, no tiene aun diarios...El espíritu de Córdoba hasta 1829 es monacal y escolástico: la
conversación de los estrados rueda siempre sobre las procesiones, las fiestas de los santos, sobre los
exámenes universitarios, profesión de monjas, recepción de las borlas de doctor.”
Frente a la “medieval y sombría” Córdoba, se alza, según Sarmiento, la “abierta” Buenos Aires:
“Examinemos ahora a Buenos Aires...Llevada de este sentimiento de la propia suficiencia, inicia la revolución
con una audacia sin ejemplo; la lleva por todas partes...El ‘Contrato Social’ (de Rousseau) vuela de mano en
mano...Buenos Aires se cree una continuación de Europa; y si no confiesa francamente que es francesa y
norteamericana en su espíritu y tendencias, niega su origen español...Pero Buenos Aires, en medio de todos
estos vaivenes, muestra la fuerza revolucionaria de que está dotada.”
En realidad, lo que Sarmiento está intentando contraponer en estos estereotipos son la diferencias entre
lo que representaba el Partido Federal, arraigado a lo más profundo del ser nacional, y el Partido Unitario, el
cual, influido por un buen número de masones que militaban en sus filas, procuraba imponer a sangre y
fuego las novedades que circulaban en Europa, y que tan grandes conflictos provocaban allá. No
compartimos para nada su descripción de Buenos Aires. Sí podemos aplicarla a la camarilla unitaria que se
apoderó de la ciudad en los tiempos de Rivadavia. Pero la ciudad y la campaña eran tan españolas y
tradicionales como el interior, y por eso fue escenario de gestas del más rancio contenido medieval como la
lucha contra los ingleses en 1806 y 1807, al grito de “¡Santiago! ¡Y cierra España!”. Por otra parte, el
personaje al que nos vamos a dedicar en este trabajo, Juan Manuel de Rosas, surgido de la entraña más
profunda de Buenos Aires, es un hombre de la tradición. Con respecto a la “circulación” del Contrato Social
de Rousseau, en realidad lo intentó difundir Mariano Moreno durante su breve paso como secretario de la
Primera Junta, habiéndolo previamente expurgado del contenido más propiamente antirreligioso. Y la Junta
Grande lo sacó de circulación a los pocos meses.
6
Unas líneas antes nos indicaba el mismo autor que “la imagen de la lucha con
los bárbaros era familiar no sólo a doña Agustina López de Osornio, sino también
a don León Ortiz de Rosas”8.
7
Ibarguren, C. Juan Manuel de Rosas..., p. 9-10.
8
Ibídem, 9.
9
Ibídem, 11-12. Raúl Rivanera Carlés en su estudio sobre Rosas nos señala su aspecto católico, heredado de
la noble tradición familiar, y nos indica cómo esto se continuó en su vida pública: “...impregnó su acción de
gobierno de la filosofía católica. Manteniendo vívida la fe que le inculcaron sus mayores, no olvidó jamás de
agradecer al Altísimo el sustento diario, en breve y emotiva oración y su primera medida al llegar a un
pueblo conquistado a los unitarios era reconstruir la capilla que éstos ocupaban para simples menesteres.”
(Rosas. Ensayo biográfico y crítico del Brigadier General de la Confederación Argentina y fundador del
Federalismo. Serie Historia Argentina. Liding. S. A. Buenos Aires. 1979, p. 17).
7
“En los momentos en que doña Agustina daba a luz a Juan Manuel, el sosiego
de Buenos Aires era conmovido por noticias trágicas de orden político, que
horrorizaban al vecindario de la ‘muy leal y heroica’ cabeza del virreinato del Río
de la Plata.
Don Joseph de Gainza había recibido...unos papeles con las novedades de
Francia...Las enviaba desde Roma, con una carta dirigida a don Ambrosio Funes,
de Córdoba, el padre Gaspar Juárez, jesuita santiagueño, desterrado de las
posesiones españolas, como todos los de su compañía, por orden de Carlos III. El
padre Juárez escribía periódicamente a los Funes...informándoles de todo lo
10
En este trabajo queremos analizar a la figura de Rosas desde una mirada tradicionalista, tomando como
referencia los escritos de los pensadores que responden a dicha filosofía política. Justamente el conde de
Maistre, uno de los principales iniciadores de esta postura, ante el estallido de la Revolución Francesa,
defiende a los jesuitas y a la acción evangelizadora que ellos realizaron en nuestra América, contra los
ilustrados:
¿Han imaginado alguna vez cualquier filósofo abandonar su patria y sus placeres para marcharse a los
bosques de América...?
Son ellos, sin embargo, son los misioneros quienes han obrado es maravilla por encima de las fuerzas y aun
de la voluntad humana. Sólo ellos recorrieron de un extremo al otro el vasto continente de América para
crear allí hombres. Sólo ellos ha realizado lo que la política no había osado imaginar siquiera. Pero nada
iguala en este terreno a las misiones del Paraguay: allí es donde se ha visto de manera más patente la
autoridad y el poder exclusivo de la religión para civilizar a los hombres...
Ahora bien, cuando uno piensa que esa Orden legisladora, que reinaba en el Paraguay por el solo
ascendiente de sus virtudes y talentos, sin desviarse en ningún momento de la sumisión más humilde
respecto a la autoridad legítima, aun la más descaminada; que esa Orden, digo, venía al mismo tiempo a
enfrentar en nuestras cárceles, en nuestros hospitales, en nuestros lazaretos, la miseria, la enfermedad y la
desesperación en sus aspectos más horribles y más repugnantes; que los mismos hombres que corrían en
cuanto eran llamados, a acostarse en un jergón junto a la indigencia, no parecían extraños en los ambientes
más refinados; que iban a los cadalsos para decir las últimas palabras a las víctimas de la justicia humana, y
que de esos escenarios de horror se lanzaban a los púlpitos para tronar desde ellos ante los reyes; que
manejaban el pincel en China, el telescopio en nuestros laboratorios, la lira de Orfeo en medio de los salvajes,
y que habían educado a todo el siglo de Luis XIV...” (Joseph de Maistre. Ensayo sobre el principio generador
de las constituciones políticas y de las demás instituciones humanas).
8
11
Un día antes del nacimiento del Restaurador.
12
Ibarguren, C. Op. Cit., 13-15.
13
Caponnetto, Antonio. Notas sobre Juan Manuel de Rosas. Katejon. Buenos Aires. 2013, p. 38.
14
Ibídem, 39.
9
Carlos Ibarguren nos explica cómo era esa educación particular impartida por
aquellos maestros: “La enseñanza era dada en tres clases: en la primera se
aprendía a leer, nociones de doctrina cristiana y principios de educación; en la
segunda a escribir, contar y el compendio del catecismo del padre Fleuri; en la
tercera, se estudiaban principios de latinidad, gramática, ortografía, elementos de
geografía, historia antigua, romana y de España por el resumen del padre Isla, y el
catecismo real”16.
Como ya fue dicho en un principio no hay que descontar el influjo del ámbito
rural en su “forma mentis”. “Juan Manuel, adolescente ya, pasaba temporadas en
el ‘Rincón de López’...Allí el joven...comenzó a impregnarse de la pampa...En ‘El
Rincón’ todo se vinculaba con los indios...Historias crueles de venganzas y de
cautiverios, salvaciones milagrosas recordadas por los paisanos, comentarios de
don León sobre la vida y las costumbres de las tribus que conoció bien en su
aventura guerrera del Río Negro, familiarizaron a Juan Manuel con los bárbaros
pampas. Con frecuencia llegaban indios ‘amigos’ hasta las poblaciones, traían
cueros, plumas, quillangos, pieles de tigre, de guanaco y de zorro para trocar por
15
Ibídem, 39.
16
Ibarguren, C. Juan Manuel de Rosas..., p. 17.
17
Caponnetto, A. Notas sobre..., pp. 40-42.
10
tabaco, yerba, aguardiente y abalorios que don León tenía siempre acopiados
para el caso”18.
Cuando Juan Manuel estaba por entrar en la adolescencia, Buenos Aires se vio
invadida por los ingleses, hecho producido en el contexto de las guerras
napoleónicas. Esta situación le permitirá a nuestro pequeño protagonista hacer
sus primeras armas en defensa de la Patria en medio de una gesta vivida con el
espíritu de Cruzada propio de la Hispanidad19.
18
Ibarguren, C. Juan Manuel de Rosas..., p. 19.
19
El padre Cayetano Bruno nos cuenta el espíritu que animó a don Santiago de Liniers cuando se
decide por la Reconquista: “(...) el 1° de julio, Liniers toma una decisión irrevocable. Irá a Montevideo a
concertar con el gobernador de aquella plaza, general Ruiz Huidobro, la reconquista de Buenos Aires. Y esta
decisión la toma en la iglesia de Santo Domingo, mientras asiste a Misa, a los pies de Nuestra Señora del
Rosario, a quien hace voto solemne de entregarle los trofeos de la victoria que ha de lograr (...) Las
circunstancias del voto de Liniers se hallan consignadas, con fecha 25 de agosto de 1806, en el Libro de Actas
de la Cofradía del Santísimo Rosario que tiene asiento en la iglesia de Santo Domingo.
Había decaído el culto religioso en el histórico templo por la prohibición de exponer el Santísimo durante
las funciones de la Cofradía y efectuar por las calles la procesión acostumbrada (...) Los soldados
protestantes habían provocado disturbios y grescas enfadosas que era bien prevenir.”(Bruno, Cayetano. La
Virgen Generala. Ediciones Didascalia. Rosario. 1994, pp. 140-141).
El espíritu de Cristiandad que animaba a la Buenos Aires colonial, y que tan fuertemente se hizo sentir en
aquellas horas, es perfectamente descripto en los siguientes párrafos:
“No es necesario ir al templo para tener contacto con la vida religiosa colectiva: se la encuentra en cada
esquina, en cada plaza, en cada casa, en todo edificio público (...) esa convivencias de espacios religiosos
superpuestos, el boato barroco con que se celebran las fiestas mayores, a fines de la época colonial despierta
entusiasmos pero también censuras. La Ilustración propone en este terreno la eliminación de las
ostentaciones barrocas y la simplificación de la vida devocional. Promueve la sustitución de ese estilo
estridente que ama las procesiones coloridas, las danzas en los templos, las predicaciones teatralizadas y
otras espectaculares exteriorizaciones (...) la monarquía española mira con bastante simpatía esa crítica
ilustrada, entre otras cosas porque es funcional a sus tendencias centralizadoras absolutistas: la multitud de
instituciones y corporaciones que obstaculizan la centralización del poder político y religioso. ” (Di Stéfano, R.
La invasión hereje, en Todo es Historia N°468)
Era tan evidente el espíritu de Cruzada que se respiraba en aquellos días, que algunos soldados católicos
que venían en las filas inglesas se pasaron a las fuerzas porteñas. He aquí el ejemplo de Miguel Skennon:
“Instruido Beresford por sus espías de los progresos que hacía la reunión de Perdriel (grupo que
conspiraba contra el poder inglés establecido en Buenos Aires), organizó una columna de 500 hombres del
71 de escoceses (...)
A su vista, los de Perdriel enarbolaban la divisa blanca y encarnada de los conjurados de Buenos Aires, y a
los gritos de ‘¡Santiago! ¡Cierra España! ¡Mueran los herejes!’ rompieron el fuego de artillería a las siete de la
mañana (...)
Beresford hizo avanzar la infantería, dejando su artillería a retaguardia. Al llegar a la tapia, encontró los
cañones de los de Perdriel desamparados, manteniéndose firme al pie de uno de ellos un solo hombre. Era
éste un cabo irlandés, desertor de las tropas inglesas, llamado Miguel Skennon, que combatía por su fe
católica y contra los herejes ingleses ¡al lado de los argentinos! (...)
El general inglés (...) llevando por trofeos de su victoria dos cañones pequeños (...) y siete prisioneros, entre
ellos el desertor Skennon (...) Skennon fue fusilado, previo consejo de guerra, el 9 de agosto, administrándole
11
la Eucaristía el obispo de Buenos Aires, mientras las tropas vencedoras presentaban las armas y batían
marcha en honor del prelado de la Iglesia Católica”. (El hecho es narrado por Mitre en su Historia de
Belgrano y de la Independencia argentina).
20
Rosas siempre sintió una gran admiración por Santiago de Liniers: “Sesenta y cinco años después...Rosas,
viejo y desterrado, se vanagloriaba al recordarlo...el anciano anotaba en sus apuntes: ‘¡Liniers! ilustre, noble,
virtuoso, a quien yo tanto he querido y he de querer por toda la eternidad sin olvidarlo jamás’...” (Ibarguren,
C.., pp. 22-23). Un caballero como Rosas sabía, obviamente apreciar a otro caballero. En efecto, Santiago de
Liniers y Bremond fue todo un hombre del Antiguo Régimen. Así lo definió Ezequiel Ortega en su obra:
Santiago de Liniers. Un hombre del Antiguo Régimen. Don Santiago no fue un hombre preocupado por
proclamar derechos y reclamar libertades e igualdades. Por el contrario, su educación se fundó en el Honor,
el cumplimiento del Deber, el Servicio y la Fidelidad a Dios, al Rey y a su Patria adoptiva.
Habiendo enviudado se ligó a una familia tradicional de Buenos Aires a través del Matrimonio con María
Martina de Sarratea, de quien también enviudaría poco después. Fue padre de una prole numerosa.
Gobernador de las antiguas Misiones entre 1803 y 1804, como Capitán de Navío aprendió a conocer los
secretos del Río de la Plata. En 1806 el Virrey Sobremonte lo destinó al puerto de la Ensenada de Barragán,
para fortificar la zona ante un eventual ataque. Éste se produjo a los pocos días. Los ingleses desembarcaron
por Quilmes, y a los pocos días el pabellón británico flameaba en el fuerte de Buenos Aires. Este hecho le
brindó la ocasión para demostrar su lealtad y su fidelidad.
21
Ibarguren, C. Juan Manuel de Rosas..., p. 22.
12
su merecida promoción. El joven oficial tenía catorce años”22. “Juan Manuel, que
entraba en la pubertad y que acababa de recibir, manejando un cañón, el
bautismo de fuego y de sangre..., sentó plaza de soldado en el cuarto escuadrón
de caballería, llamado de los ‘Migueletes’...Vistióse ufano, con el uniforme punzó
de ese cuerpo -color que sería siempre de sus predilecciones-, y combatió con
denuedo en la segunda invasión de los británicos”23.
22
Rivanera Carlés, R. Rosas. Ensayo biográfico..., p. 31.
23
Ibarguren, p. 23.
13
“Tenía 27 años en 1806, cuando Buenos Aires, la ciudad en que vivía, fue
invadida por una expedición inglesa.
El suceso le produjo tanta impresión que él mismo en sus Memorias relata lo
siguiente:
‘Yo he visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les
entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno cuando a las tres de la
tarde del 27 de junio de 1806 vi entrar 1560 hombres ingleses, que apoderados de
mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad’.
Hay en la historia otras lágrimas, las de Boabdil el Chico, último rey de
Granada, que al alejarse de sus muros, conquistados por Fernando el Católico, se
deshizo en amargo llanto.
Su madre, la bravía Aixa la Horrada, al verlo llorar lo azotó con estas palabras
justicieras e inmortales: ‘Llora como mujer, lo que no supiste defender como
hombre’.”25
24
Caponnetto, Antonio. Poemas para la Reconquista. Editorial Santiago Apóstol. Buenos Aires. 2006, pp. 29-
30.
25
Hugo Wast. Año X. Ediciones Theoría. Buenos Aires. 1995, pp. 19-20.
14
26
Ibarguren, Federico. Avivando brasas. Ediciones Theoría. Buenos Aires. 1957, pp. 107-136.
27
Ibídem, p. 109.
28
Ibídem, p. 108.
29
En esto coincide con lo que señala Jordán Bruno Genta en su obra: La Masonería en la historia argentina.
Nuevas comprobaciones: “Tan sólo la intervención decisiva de un gran guerrero y de un legítimo César, pudo
salvar la Revolución de Mayo en su significado y en su alcance originales: la continuidad histórica de la
nación dentro del poder político del nuevo Estado, naturalmente centralizado en Buenos Aires. Tal fue la
obra de San Martín y de Rosas”. Editorial Rex. Buenos Aires. 1951, p. 16.
15
De la Anarquía al Orden
Desencadenados los hechos del año 10 no vemos aparecer al adolescente
Juan Manuel en el proceso que consolidó nuestra soberanía. Recién a partir de la
anarquía que se desata en el año 20 como consecuencia de las disensiones
ocasionadas por la Revolución veremos al joven estanciero avanzar a la ciudad
para colaborar en el restablecimiento del orden. Rivanera Carlés elabora
argumentos para justificar su ausencia en momentos tan trascendentes en la
evolución de la historia patria:
30
Rivanera Carlés, Raúl. Rosas. Ensayo biográfico... p., 35. La auténtica revolución fue un hecho
político que dio respuesta a la crisis del Imperio Español, y estuvo protagonizada por el Regimiento de
Patricios. No hubo nada que tenga que ver con la “soberanía popular” (supuestamente expresada en el
Cabildo Abierto del 22 de mayo, según la historia “clásica”). Moreno fue un “arribista”, llegado a último
momento a la Junta creada el 25, quien terminó –junto a la camarilla de intelectuales “ilustrados”-
controlando la labor del nuevo gobierno. La postura de Moreno no fue ni independentista ni republicana. Su
objetivo fue seguir una línea “reformista”, manteniendo la Fidelidad al “Rey cautivo”. El reformismo
morenista se proponía continuar con la ruptura iniciada por los ministros ilustrados de los últimos Borbones.
Díaz Araujo es clarísimo al respecto: “en lo cultural admiraba a los Iluministas franceses y en lo económico
prefería los negocios con los británicos, en lo político se mantenía leal a la Corona española (…), más que un
‘revolucionario’, si tomamos esa voz en una acepción estrictamente ideológica, convendría contarlo entre los
‘reformistas’ ilustrados”. Unos renglones antes, el autor aclaraba que se trataba de “un ‘reformista’, a la
manera de la Ilustración española”. (Mayo revisado, T. III)
Castelli, fue comisionado por la Junta manejada por “el numen de Mayo”, para imponer en el interior, a
sangre y fuego, la obediencia al nuevo orden, recurriendo para ello “a métodos repudiados por la moral
ortodoxa: engañando, traicionando, intrigando” (Federico Ibarguren, Así fue Mayo. 1810-1814. Buenos
Aires. Theoria. 1985, p. 59); y sembrando el espíritu de “revolución social”, apostrofando a los indios
altoperuanos en las ruinas del Templo del Sol de Tiahuanaco “sobre los abusos y crueldades del despotismo y
los beneficios de la libertad”; al tiempo que un grupo de la soldadesca se burlaba de la fe religiosa sencilla
de otro grupo de indios y mestizos “arrancando la cruz (ante la que éstos se encontraban postrados) de su
sitial”. Monteagudo, por su parte, “vestido con ropas de sacerdote, se trepó en Potosí al púlpito de una
iglesia y pronunció un sermón sobre el tema: ‘La muerte es un largo sueño’” (Ibídem, 62). Estos hechos
quitaron toda popularidad al ideal de Mayo en el Alto Perú. Algunos años después, don Manuel Belgrano,
con el espíritu de disciplina impuesto a la tropa, y su ferviente y auténtica manifestación de religiosidad
reparará, en parte, el daño hecho por aquellos ideólogos.
Contra todos estos innovadores podemos admirar la figura del fraile franciscano Francisco de Paula
Castañeda, quien reconociendo la justicia del proceso iniciado en Mayo se opuso a los ideólogos que
buscaban romper con la Tradición y empezar de cero. Explica el Padre Guillermo Furlong que “lejísimo de
utopías soporíferas, de iniciaciones arcanas, de proyectos hinchados, no pocas veces evidentes desvaríos
(…)”, proponía el fraile una solución muy sencilla ante la anarquía desatada por la Revolución: “lo que hace
16
Años después, durante su segundo gobierno nos dará una justa apreciación de
los hechos de Mayo:
“¡Qué grande, señores y qué plausible debe ser para todo argentino este día (el
25 de mayo), consagrado por la nación para festejar el primer acto de soberanía
popular, que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año de mil ochocientos
diez! (…) No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas,
sino para suplir la falta de las que acéfala la Nación, habían caducado de hecho y
de derecho. No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para preservarle la
posesión de su autoridad, de que había sido despojado por el acto de perfidia. No
para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos
más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mejor
éxito en sus desgracias. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de
ella y no ser arrastrados al abismo de males, en que se hallaba sumida España.
Esto, señores fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo
Abierto celebrado en esta ciudad el 22 de mayo de mil ochocientos diez.” 31
falta es que los hombres todos aprendan a obedecer, primero a Dios y después a sus párrocos, a sus
alguaciles de barrio y a toda humana creatura por amor de Dios”.
En un sermón pronunciado en 1818 ante el Director Pueyrredón afirmó que lo que conviene a la vida
social es “recibir la virtud del santo espíritu”, y que la verdadera libertad “consiste en tratarse (los hombres)
como hijos, que son de un mismo Padre”. Se refiere luego a las “almas contemplativas (…) que buscando
primero el reino de Dios y su justicia, logran por añadidura los bienes temporales de libertad, honor y
fortuna”. De este modo afirmaba el valor y la primacía que siempre ha tenido la vida contemplativa en la
Civilización occidental (Furlong, Guillermo. Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la naciente
Patria Argentina. 1810-1830. Ediciones Castañeda. Buenos Aires. 1994).
31
http://criticarevisionista.blogspot.com.ar/2013/01/el-pensamiento-tradicionalista-y.html
Uno de los principales colaboradores del Restaurador, su primo Tomás Manuel de Anchorena, le dejó en
dos carta su visión del proceso revolucionario argentino, del que él había sido principal protagonista. Escribe
en una de ellas: “Vuestra Merced sabe que el 25 de mayo de 1810, o por mejor decir el 24, se estableció por
nosotros el primer gobierno patrio a nombre de Fernando VII y que bajo esta denominación reconociendo
como nuestro rey al que lo era de España nos poníamos sin embargo en independencia de esta nación (...);
para preservarnos de que los españoles, apurados por Napoleón, negociasen con él su bienestar a costa
nuestra, haciéndonos pavo de la boda. También le exigimos a fin de aprovechar la oportunidad de crear un
nuevo título para don Fernando VII y sus legítimos sucesores con que poder obtener nuestra emancipación de
la España y que considerásenos una nación distinta de ésta, aunque gobernada por un mismo rey, no se
sacrificasen nuestros intereses a beneficio de la península española; pues a todo esto nos daba derecho no
sólo el habernos defendido de los ingleses sin auxilio alguno de la España, manteniéndonos siempre fieles y
leales al soberano que lo era de la España, sino también el nuevo sacrificio y esfuerzo de lealtad que
entendíamos hacer erigiendo un gobierno a nombre del rey cautivo que conservase bajo su obediencia estas
provincias durante su cautiverio (...) De este modo era como yo oía discurrir entonces a los patriotas de
primera figura en nuestro país; y todos los papeles oficiales no respiraban sino entusiasmo por la obediencia
y subordinación a Fernando VII (...)” (Irazusta, Julio. Tomás M. de Anchorena. Huemul. Buenos Aires, pp. 20-
21.)
17
Por otra parte eleva la fiesta del 9 de julio al mismo rango que la del 25 de
mayo. Durante su Gobierno se “promulga el decreto del 11 de junio de 1835, en el
que se separan las fiestas del 25 de mayo y del 9 de julio, estableciéndose que en
ambas se ‘celebrará misa solemne con Te Deum en acción de gracias al Ser
Supremo por los favores que nos ha dispensado en el sostén y defensa de nuestra
independencia política’.”32
1- El contexto internacional
32
Caponnetto, Antonio, Notas sobre..., 77.
33
El siglo XIX fue una época de difusión de una mentalidad liberal, materialista, de ruptura con el pasado,
relacionada con el dominio que en las grandes potencias van tomando los sectores burgueses. Todo esto
representa lo opuesto al espíritu de la Hispanidad, que se caracterizó históricamente por su concepción
tradicional, teológica, ascética y caballeresca de la vida. Un gran caballero español, José Antonio Primo de
Rivera, decía por los años 30 del siglo XX: “El siglo XIX -desarrollado bajo las sombras tutelares de Smith y
Rousseau- creyó, en efecto, que dejando las cosas a sí mismas producirían los resultados mejores, en lo
económico y en lo político. Se esperaba que el libre cambio, la entrega de la economía a la espontaneidad,
determinarían un bienestar indefinidamente creciente. Y se suponía que el liberalismo político, esto es , la
derogación de toda norma que no fuera aceptada por el libre consenso de los más, acarrearía insospechadas
venturas...Lo cierto es que el brillo magnífico del liberalismo político y económico duró poco tiempo. En lo
político, aquella irreverencia a toda norma fija, aquella proclamación de la libertad de crítica sin límites, vino
a parar en que, al cabo de unos años, el mundo no creía en nada; ni siquiera en el propio liberalismo que le
había enseñado a no creer. Y en lo económico, el soñado progreso... mostró un rostro crispado por los
horrores de la proletarización de las masas”.
18
34
José María Iraburu en su monumental obra Hechos de los apóstoles de América nos describe la situación
de Hispanoamérica en el siglo XIX: “En la implantación cultural, social y política de la ideología de la
Ilustración va a corresponder a la masonería una función sin duda principal. Bajo su complicada maraña de
grados, jerarquías y simbolismos, ella viene a constituirse en el Occidente cristiano como una contra-Iglesia
(...)
El liberalismo afirma la libertad humana por sí misma, sin sujeción alguna, sobre todo en la res pública, al
orden natural, a la ley divina (...) El liberalismo, a lo largo del siglo XIX y hasta nuestros días, se extendió
sobre todo por intereses económicos (...) y por convicción intelectual (...) La masonería, por su parte, vino a
ser como la jerarquía eclesiástica del liberalismo (...) El liberal estima como vocación propia ‘luchar contra los
obstáculos tradicionales’, contra el fanatismo del clero y del pueblo, con sus innumerables tradiciones
cristianas (...)”
Por otra parte, “el pleno desarrollo del capitalismo liberal exige la formación de grandes capitales y de
mucha mano de obra barata. Se eliminó entonces casi totalmente la propiedad comunal (...) y totalmente la
propiedad eclesiástica (...) El resultado no fue una expansión de la mediana propiedad, sino, contrariamente,
el fortalecimiento del latifundismo. Llegaron a producirse grandes latifundios y poderosas empresas,
controladas frecuentemente por capital extranjero (...) se fue produciendo a lo largo del siglo XIX un
crecimiento de la dependencia del poder económico extranjero (...) La invasión del poder económico
extranjero se produjo, a mediados del siglo XIX por la implantación local de filiales de Bancos extranjeros (...)
A otro nivel, capitales forasteros, se dirigían hacia los servicios: así, el puerto de Buenos Aires era de una
compañía británica, como los ferrocarriles del mismo país, México o Perú (...) la cesión de yacimientos
mineros a empresas extranjeras, en la mayoría de los casos, a cambio de nada.” (Fundación Gratis Date.
Pamplona. 1999, pp. 463-472).
35
El ex-presidente uruguayo, José María Bordaberry, nos describe el combate entre Hispanidad y
Modernidad: “La Civilización de la Cristiandad (...) entra en un lento declive (a finales de la Edad Media) (...)
esa declinación (...) conforma la historia de la Edad Moderna (...) Mientras, España surcaba los mares y
conquistaba tierras llevando su cultura y con ella la Fe. Su sabia y cristiana conducta llevó a su Imperio hasta
límites de grandeza, contrastando con las explotaciones y ocupaciones inglesas, que sólo buscaban riquezas
(...) La misma grandeza del Imperio estimuló la conspiración contra él (...) La masonería inglesa fue decisiva
en el desmembramiento de Hispanoamérica en (muchas) repúblicas (...) La Reforma protestante, la
Revolución francesa y el desmembramiento del Imperio español terminaron con lo que alguna vez se llamó
Civilización Cristiana.” (“Honor al Carlismo”, en Custodia de la Tradición Hispánica, N° 3, p. 10).
De dicho desmembramiento fueron responsables, además de los agentes externos, los internos. En primer
lugar, la dinastía borbónica establecida en el siglo XVIII, la cual arrasó con las raíces fundamentales del
Imperio Español. El gran historiador argentino Vicente Sierra dice al respecto que “la España del siglo XVIII
renunció a ella misma y (...) cuando expulsó de su seno a la Compañía de Jesús, dijo a América que había
renunciado a la razón de ser del Imperio.” Esta actitud, agravada por las malas políticas del siglo XIX, más la
crítica situación provocada por la Revolución Francesa y las Guerras napoleónicas, dio motivo a la justa
independencia de Hispanoamérica, que lamentablemente fue aprovechada por Gran Bretaña, gracias sobre
todo a la acción de americanos ligados a la masonería y al liberalismo.
19
2- La situación argentina
“Después del año 1820 ya se perfilan netamente los dos grupos antagónicos de
la política argentina. El grupo minoritario de los unitarios, rivadavianos y logistas
donde militaban los ‘liberales’ y extranjerizantes; y el grupo mayoritario de los
federales, donde militaban, en lo esencial, los argentinizantes, los defensores de lo
criollo, lo tradicional, lo popular, lo nacional, lo católico, lo auténticamente
argentino hispano-cristiano.
El masón Zuñiga afirma que dentro del unitarismo predominaba el elemento
masónico liberal de Buenos Aires, y la masonería con su influencia, dirigía, como
el timón oculto de una nave (...) Rivadavia representaba a este grupo, pero en
realidad los verdaderos autores de su política ‘liberal’ y persecutoria de la Iglesia
eran los contados integrantes de la elite liberal porteña, manejada por la
diplomacia y la masonería inglesas y por los resabios de la política regalista de los
borbones (...) Estos fueron los que encaramaron en el poder a Rivadavia (...) y los
que desataron la ignominiosa persecución difamatoria contra San Martín (...) El
intento autoritario de Rivadavia y sus seguidores en las llamadas ‘reformas
eclesiásticas’, era a todas luces cismático (...) Todo el pueblo se levantó indignado
al grito de ¡Viva la religión! ¡Mueran los herejes! y su clamor se hizo escuchar con
arrebatadora elocuencia impregnada de intrepidez y patriotismo por sus auténticos
voceros: Mariano Medrano, Pedro Castro Barros, Cayetano Rodríguez, Fray Justo
Santa María de Oro y Francisco Castañeda, que interpretaron valientemente la
angustiosa queja del alma nacional.”36
La cita precedente nos deja bien claro que a lo largo de la década del 20 los
grupos liberales ligados a la masonería y a los intereses comerciales de Gran
36
Rotjer, Aníbal. La Masonería en la Argentina y en el mundo. Editorial Nuevo Orden. Buenos Aires. 1973.
20
37
Los partidos que representaron ambas posturas fueron los unitarios y los federales. Los primeros,
hombres de letras, habían asimilado las teorías de los autores contractualistas de los siglos XVII y XVIII, y
procuraban implantarlas en nuestro país. Partían de un esquema teórico individualista que consideraba al
individuo fuente de la soberanía, el cual a través de un contrato fundaba el vínculo social que era seguido de
otro pacto mediante el cual se delegaba la soberanía en un gobierno único: la soberanía era, por tanto, una.
Se desconocían de este modo a los cuerpos intermedios, las regiones y las provincias. Los fundamentos del
contrato debían quedar plasmados, por otra parte, en una constitución escrita.
Los federales, por su parte, herederos de la tradición hispana, aunque muchas veces no del todo
conscientes de ello, eran hombres prácticos, que sabían que la Patria está formada por una serie de
ciudades originales que habían extendido su dominio sobre el entorno rural que las rodeaba, dando origen a
las provincias. En esas ciudades habían jugado un papel destacadísimo en el plano institucional los cabildos,
aunque en la década del 20 va desapareciendo su rol. En su lugar surgen las figuras de líderes naturales, los
caudillos.
Los unitarios, pues, eran partidarios de una soberanía única plasmada en un texto constitucional escrito, y
por tanto fueron centralistas. Los federales defendieron una diversidad de soberanías concretas, mejor sería
decir autonomías, sostenidas por las lanzas de sus caudillos.
21
38
Facundo Quiroga ya se había sublevado contra la constitución unitaria y la presidencia de Rivadavia quien
había entregado la explotación de las riquezas mineras de La Rioja a empresas británicas. El caudillo riojano,
22
“Honor y gratitud
Pueblos y hermanos
A Rosas que a su patria
Salvó de los tiranos.
recordando la política anticlerical de Rivadavia cuando fue ministro de gobierno de Buenos Aires alzó a sus
paisanos tras una bandera que llevaba como lema “¡Religión o Muerte!”.
39
El padre Cayetano Bruno nos relata la muerte cristiana del jefe del federalismo porteño. Cuando recibe la
noticia de que va a ser ejecutado pide la asistencia de un sacerdote y escribe a su mujer y a sus hijas. A la
primera le dice: “Perdono a mis enemigos...Mándame hacer funerales, y que sean sin fausto”. A sus hijas les
recomienda “sed católicas y virtuosas, que esa religión es la que me consuela en este momento”. También le
escribe al gobernador de Santa Fe: “En este momento me intiman que debo morir dentro de una hora. Ignoro
la causa de mi muerte, pero de todos modos perdono a mis perseguidores. En este momento la Religión
Católica es mi único consuelo”.
Unas líneas más arriba se había referido a la política religiosa del caudillo porteño, que reparó en parte, los
desaguisados de los tiempos rivadavianos: “publica la ley de prensa por la que declara abusivos de la libertad
de imprenta los impresos que ataquen la religión del Estado (...) Nombra al presbítero Saturnino Segurola
inspector del departamento de Escuelas Primarias. Los trabajos del activo eclesiástico (...) multiplican
notablemente el número de establecimientos educativos. Las obras de la catedral reciben sensible impulso, lo
mismo que la construcción y reparación de los templos de campaña. Como muestra de piedad personal (...)
se incorpora a la Tercera Orden de la Merced” (Cayetano Bruno. Creo en la vida eterna. El ocaso cristiano de
nuestros próceres. Didascalia. Rosario. 1988, pp. 41-46).
23
La Santa Federación
Juan Manuel de Rosas dominó la escena política argentina durante un período
de más de 20 años, logrando lo que no se había conseguido hasta él: estabilidad
política. Otra característica de su gobierno fue la defensa de la integridad nacional,
contrastando en este aspecto con sus enemigos, quienes no dudaron en proponer
entregar partes del territorio nacional a otras naciones, o fraccionarlo en varias
republiquetas, con tal de conseguir apoyo para derrocarlo. Lo que ocurre es que
para los liberales unitarios, como ocurrió tantas veces en nuestra historia, era más
importante establecer su concepto de libertad que la defensa de la Nación.
Durante este tiempo cada provincia mantuvo su propio gobierno delegando las
Relaciones Exteriores en el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Juan
Manuel de Rosas fue, por tanto, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y
encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina durante el
período 1829-1832. En esta etapa, la Legislatura de la provincia le otorgó
Facultades Extraordinarias para que pueda establecer el orden ansiado. Al dejar el
mando, Rosas había pacificado el país, vencido a los ejércitos unitarios
comandados en el interior por Paz, había firmado un tratado con Santa Fe y Entre
24
Ríos: el Pacto Federal -luego aceptado por Corrientes, y más tarde suscripto por
todas la provincias-. Dicho Pacto daría unidad a la Confederación, y serviría como
estatuto legal de la misma durante dos décadas. La Nación había comenzado a
encontrar el orden, sostenida por los tres grandes caudillos del momento: Rosas,
en Buenos Aires; Estanislao López, en Santa Fe; Facundo Quiroga, en el Norte.
40
Siguiendo a Palacio en su Historia de la Argentina podemos sostener con toda verdad que la historia
de nuestra Nación fue un fiel reflejo de aquella identidad de fe militante recibida de la Madre Patria. Si
repasamos los largos 500 años de nuestra historia nacional podremos constatar esto: la Conquista, la
fundación de ciudades, la evangelización, la acción de los Padres Jesuitas, la militancia de las tropas
guaraníes en la frontera portuguesa,…
Circunscribámonos, sin embargo, a nuestra historia contemporánea. Comencemos por las Invasiones
Inglesas. En los años 1806 y 1807 el pueblo de Buenos Aires, encomendándose a la Virgen del Rosario,
luchó por el Rey y por la Fe con un ardor admirable. Hombres, mujeres, niños, negros, entregaron su
vida con un entusiasmo pocas veces visto para expulsar al “invasor hereje”, y salvar el honor de la
Patria. Pocos años después, ante la defección del Rey, que entregó su Corona al “Tirano” de Europa –
Napoleón I-, el pueblo americano se mantuvo fiel, pero organizando sus propias Juntas de Gobierno.
Esta situación dio origen a una guerra civil dentro de los límites del Imperio Español, que condujo a las
independencias de las naciones americanas. En estas luchas el pueblo se volvió a entusiasmar por lo
que consideraba que era la causa de la “Patria”. Como nos demuestra el Padre Cayetano Bruno, esta
lucha se llevó a cabo en la más estricta fidelidad con la Tradición hispana: los guerreros de la
Independencia se pusieron bajo la protección de la Virgen Generala. Belgrano encomendó sus tropas a
Nuestra Señora de la Merced, repartió escapularios entre sus soldados, y en cada acometida invocaba
al “Dios de los Ejércitos”. San Martín, por su parte, puso su campaña Libertadora bajo la protección de
Nuestra Señora del Carmen, actual Patrona de Chile.
Lograda la Independencia, comenzaron los enfrentamientos entre Unitarios y Federales. Una vez
más podemos constatar en estos conflictos la intransigencia hispana en cuestiones de Tradición,
Religión, Patria, e identidades regionales, frente al proyecto centralizador, liberal, extranjerizante y
masónico del Unitarismo. Dice Alberdi en sus “Bases”: “Desde el siglo XVI no ha cesado Europa un solo
día de ser el manantial y origen de la civilización de este continente. Bajo el Antiguo Régimen, Europa
desempeñó ese papel por conducto de España. Esta nación nos trajo la última expresión de la Edad
Media (…) Los reyes de España nos enseñaron a odiar bajo el nombre de extranjero todo lo que no era
español”. Evidentemente este recelo hacia lo extranjero se fundamentaba en la orientación
secularizante que había tomado la cultura occidental durante la Modernidad.
En efecto, Unitarios y Federales, representaron a partir de la década del 20, dos realidades
totalmente antagónicas. Detrás de los hombres y de las banderas, podemos percibir, como diría don
Salvador Borrego, una “batalla metafísica”, de la cual, muchas veces, sus mismos protagonistas no eran
del todo conscientes. El General San Martín vio claro el carácter inconciliable de ambos partidos, y
sostuvo que uno de los dos “debía desaparecer”. Quiroga levanta la Bandera de la Religión para
enfrentar a Rivadavia. Dorrego es fusilado injustamente abrazándose al consuelo que le brindaba la Fe
25
La Suma del Poder significaba que Rosas reunía en su persona los tres
poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Muchos califican al régimen
rosista de Dictadura. Hoy día esta palabra goza de muy mala reputación, gracias
al manoseo constante que los medios de comunicación hacen de la misma. En
realidad, se trata de un término de origen romano. Se llamaba dictador en la
antigua Roma a un magistrado elegido excepcionalmente ante una situación de
extrema gravedad, a quien se le otorgaban durante seis meses poderes
excepcionales para enfrentar los peligros que amenazaban a la urbe. Fueron
muchas las naciones de América y de Europa que durante el siglo XIX recurrieran
en aquella situación extrema. Rosas promete restablecer el Orden conculcado. En la proclama al asumir
su segundo mandato manifiesta:
"Compatriotas:
Ninguno de vosotros desconoce el cúmulo de males que agobia a nuestra amada patria, y su verdadero
origen. Ninguno ignora que una fracción numerosa de hombres corrompidos, haciendo alarde de su
impiedad, de su avaricia, y de su infidelidad, y poniéndose en guerra abierta con la religión, la honestidad y
la buena fe, ha introducido por todas partes el desorden y la inmoralidad; ha desvirtuado las leyes, y
hécholas insuficientes para nuestro bienestar; ha generalizado los crímenes y garantido su impunidad; ha
devorado la hacienda pública y destruido las fortunas particulares; ha hecho desaparecer la confianza
necesaria en las relaciones sociales, y obstruido los medios honestos de adquisición; en una palabra, ha
disuelto la sociedad y presentado en triunfo la alevosía y perfidia. La experiencia de todos los siglos nos
enseña que el remedio de estos males no puede sujetarse a formas, y que su aplicación debe ser pronta y
expedita y tan acomodada a las circunstancias del momento.
Habitantes todos de la ciudad y campaña: la Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación
para probar nuestra virtud y constancia; resolvámonos pues a combatir con denuedo a esos malvados que
han puesto en confusión nuestra tierra; persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida, y
sobre todo, al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Que de esta raza de
monstruos no quede uno entre nosotros, y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y
espanto a los demás que puedan venir en adelante. No os arredre ninguna clase de peligros, ni el temor a
errar en los medios que adoptemos para perseguirlos. La causa que vamos a defender es la de la Religión, la
de la justicia y del orden público; es la causa recomendada por el Todopoderoso. Él dirigirá nuestros pasos y
con su especial protección nuestro triunfo será seguro”.
Frente a esta identidad histórica se habían levantado los ideales de Libertad, Democracia, Comercio y
Progreso, tan caros a los sectores liberales y unitarios, y que en parte fueron asumidos por el sector
cismático del Partido Federal. Estos grupos liberales consideraban que los principios por ellos defendidos
debían ser establecidos por medio de una constitución escrita. El federalismo rosista, por su parte, ponía su
confianza en el poder y el prestigio personal de los caudillos. En definitiva, para unos el poder era la
encarnación de la voluntad general, a través del contrato establecido en un documento escrito -
constitución-; para los otros la potestad se encarnaba, sobre todo, en una personalidad vigorosa que la hacía
efectiva.
26
O sea que en nuestro país se enfrentaban las dos tendencias que dividían al
Occidente en ese momento: la Tradición frente al Liberalismo; pero al mismo
tiempo esto se agravaba por la lucha que nuestra Patria debió sostener contra las
grandes potencias del planeta para conservar su independencia. En las luchas
que desde el exterior los unitarios y la generación romántica, sostenían contra
Rosas, no dudaron en aliarse con el extranjero contra aquél que consideraban “el
gaucho bárbaro de las Pampas”. Es más, propusieron en varias ocasiones la
fragmentación del territorio nacional para combatir al que llamaron “Tirano”.
41
Hubo teorizadores políticos que justificaron esta situación. En España, Juan Donoso Cortés pronunció un
famoso discurso ante las Cortes de aquel reino justificando la necesidad de una dictadura que restaurase el
Orden puesto en jaque por el caos revolucionario. Ante la amenaza de la dictadura “del puñal” -que
pretendían imponer las fuerzas izquierdistas-, Donoso creía que se hacía necesaria una dictadura “del
sable”. El gran pensador español explicaba que lo que estaba en juego era mucho más que una lucha socio-
política entre dos fuerzas políticas -una retardataria, la otra progresista-. Lo que en realidad estaba detrás de
aquellos conflictos era la tragedia de la eterna guerra entre el Bien y el Mal; o sea que Donoso vía detrás del
drama de su tiempo una guerra moral, o mejor dicho, teológica. “Detrás de toda cuestión política se esconde
una cuestión teológica”, enseñó en una de sus obras.
Los liberales argentinos, que tanto hicieron y escribieron contra Rosas, usaron de la fuerza tanto como él;
tal vez, más. En realidad, no lo odiaron por ser un dictador, sino por lo que representaba. El general San
Martín, palabra más autorizada que la de tantos logistas, le reconoció el mérito de haber defendido el honor
nacional ante las naciones más poderosas de la tierra. Y le legó su sable libertador.
42
Palacio, Ernesto. Historia de la Argentina.1515-1983. Abeledo-Perrot. Buenos Aires. 1988, pp. 327-328.
27
3- La generación romántica
43
El General San Martín calificó a los enemigos del Restaurador de verdaderos traidores a la Patria.
44
Palacio, Ernesto. Historia de la Argentina, p. 331.
45
Ibarguren, Federico. Nuestro Ser Nacional en peligro. Editorial Vieja Guardia. Buenos Aires. 1987, p. 119.
28
que venía a superar dicha dicotomía. En un primer momento miraron con simpatía
al gobierno de Juan Manuel de Rosas, que aparecía como representante de la
nacionalidad frente a los iluministas unitarios. Sin embargo, en 1838, apenas
iniciado el bloqueo francés sobre nuestra Patria, cruzaron el Río de la Plata y se
unieron a los unitarios que desde la otra banda combatían contra el Restaurador.
¿Cuál fue la causa de tan drástico cambio de postura? En el fondo, a pesar de los
intentos que hacían por captar la esencia de nuestro ser nacional, eran
afrancesados y liberales, y se identificaron con la Nación que con sus barcos de
guerra venían “a traer la civilización” a nuestras playas en 1838.
4- La guerra
“La amistad del General Santa Cruz (gobernante de Bolivia) con los unitarios
que lo incitaban a invadir nuestro suelo por el Norte (como verdaderos
traidores)...decidieron a Rosas, en 1837, a declarar la guerra a Bolivia”.
Entre 1838 y 1840, Rosas pudo hacer frente a una conspiración protagonizada
por los unitarios, Rivera y Francia. A partir de 1843 se desata nuevamente el
conflicto:
46
Ibarguren, Federico. Ibídem, p. 113-117.
30
Otro gran historiador revisionista, Ernesto Palacio, nos dice por su parte:
47
De Laferrere, Roberto. El nacionalismo de Rosas. Editorial Haz. Buenos Aires. 1953, pp. 40-47.
32
sacrificarse el honor y el porvenir del país’ y que establecían como principio ‘la
disolución de la nacionalidad’. La prédica de la prensa emigrada, que aplaudía a
las escuadras aliadas triunfantes sobre la sangre de sus compatriotas, provocaban
estas reacciones.”48
Para cerrar este capítulo viene bien leer la proclama, cargada de fervor
patriótico, que Lucio Mansilla dirigió a los defensores de la soberanía nacional
momentos antes del combate:
Proclama
48
Palacio, E. Historia de la Argentina..., pp. 390-392.
34
¡Viva la patria! ¡Viva la independencia! ¡Viva su heroico defensor don Juan Manuel
de Rosas! ¡Mueran los salvajes unitarios y sus viles aliados los anglo-franceses!”49
49
Al heroísmo puesto de manifiesto por los soldados criollos en tan magna gesta podríamos aplicar lo que
Anzoátegui escribe acerca del soldado español, que una huella tan honda dejó en el criollaje: “El soldado
español (...) es el soldado que pelea (...) ofreciendo constantemente su vida para regar con su sangre la
victoria de la sangre o para ilustrar con una rosa de heroísmo la sangre de la derrota.” (Anzoátegui, Ignacio.
Genio y figura de España. Ediciones Nueva Hispanidad. Buenos Aires. 2000, p. 13.
35
1- Aspectos generales
“En la Francia del siglo XIX (…) existen numerosas sociedades yuxtapuestas.
Hay en Francia de 1820, tal vez una del Antiguo Régimen a quien las vicisitudes
políticas apenas ha rozado y que sobrevive a todos los cambios.” Claro, que
también está la otra (u otras): “la sociedad burguesa (…) (y) la Francia obrera a
punto de nacer.”51
50
Caponnetto, Antonio. Los críticos del revisionismo histórico. Universidad Católica de La Plata. Instituto
Bibliográfico “Antonio Zinny”. Buenos Aires. 2012. T. III, p. 28.
51
Calderón Bouchet, Rubén. Nacionalismo y Revolución. En Francia, Italia y España. Librería Huemul.
Buenos Aires. 1983, p. 98.
36
En efecto, así como hubo una “vieja Francia” que pervivía junto a la “nueva”
que procuraba ahogarla, aquí entre nosotros existió una “vieja Argentina”. Muchos
historiadores e intelectuales sostienen que el período en el que nuestro país fue
gobernado por Juan Manuel de Rosas representa la reafirmación de la Tradición
frente a la Revolución. Dos autores opuestos, Ezcurra Medrano y José Ingenieros,
coinciden en presentar a Rosas como el representante de la Contrarrevolución en
Argentina. Nos dice Fernando Romero Moreno:
52
Calderón Bouchet, R. Maurras y la Acción Francesa frente a la Tercera República. Ediciones Nueva
Hispanidad. Buenos Aires. 2000, pp. 112-113.
37
53
Romero Moreno, Fernando. Rosismo, Tradicionalismo y Carlismo, en
http://carlismoar.blogspot.com.ar/2010/12/rosismo-tradicionalismo-y-carlismo.html
54
Sierra, Vicente. Historia de las Ideas políticas en Argentina. Nuestra Causa. Buenos Aires. 1950.
38
gracias a la acción del nuevo obispo de Buenos Aires Monseñor Medrano; el caos
que se había desatado por obra de los principios disolventes fue temporariamente
revertido. Es cierto que la paz absoluta no se alcanzó ya que el enemigo continuó
combatiendo duramente esta restauración del Orden, pero durante dos décadas
se lo logró tener a raya.
3- Derechas e izquierdas
56
Calderón Bouchet, Rubén. Nacionalismo y Revolución. En Francia, Italia y España. pp. 72, 75.
57
Ibídem, p. 72.
40
b) La Derecha
En la Mirari Vos, se refiere Gregorio XVI a “los peligros de los tiempos que
corren para la religión (...) Verdaderamente, pudiéramos decir que ésta es la hora
del poder de las tinieblas (...). Sí; la tierra está en duelo y perece, inficionada por la
42
corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el
derecho, han roto la alianza eterna. (...) Es el triunfo de una malicia sin freno, de
una ciencia sin pudor, de una disolución sin límite. Se desprecia la santidad de las
cosas sagradas; y la majestad del divino culto, que es tan poderosa como
necesaria, es censurada, profanada y escarnecida: De ahí que se corrompa la
santa doctrina y que se diseminen con audacia errores de todo género. Ni las
leyes sagradas, ni los derechos, ni las instituciones, ni las santas enseñanzas
están a salvo de los ataques de las lenguas malvadas.”
59
“Es, además, esta doctrina perniciosísima, no menos a las naciones que a los particulares. Y, en efecto,
dejando el juicio de lo bueno y verdadero a la razón humana sola y única, desaparece la distinción propia del
bien y del mal; lo torpe y lo honesto no se diferenciarán en la realidad, sino según la opinión y juicio de cada
uno; será lícito cuanto agrade, y, establecida una moral, sin fuerza casi para reprimir y reducir las pasiones
quedará, naturalmente, abierta la puerta a toda corrupción.”
43
“(...) ved los partidos en dos bandos: las izquierdas insolidarias con el pasado;
las derechas, insolidarias con el presente. (...)
(...) como si el cuerpo electoral, como si nosotros, los que votamos ahora,
fuéramos los autores de España; como si pudiéramos hacer de esto, que se nos
entregó por el esfuerzo difícil de tantas generaciones, lo que nos viniese en gana
(...)
¿Y las derechas? Las derechas, sí, invocan a la Patria, invocan a las
tradiciones; pero son insolidarias con el hambre del pueblo, insolidarias con la
tristeza de los campesinos (...). No se puede ensalzar a la Patria y sentirse exento
de sus sacrificios y de sus angustias; no se puede invitar a un pueblo a que se
enardezca con el amor a la Patria (...). No se puede invocar a la Patria y gritarnos
ahora, en la ocasión difícil: ‘¡Que se nos hunde la Patria! ¡Que perdemos los
mejores valores espirituales!’, cuando quienes lo dicen nos han puesto en esta
coyuntura (...)
Queremos ver una España entera, armoniosa, fuerte, profunda y libre: libre
como Patria, que no soporte mediatizaciones extranjeras ni trato colonial en lo
económico, ni tenga sus fronteras y sus costas desguarnecidas, y libre para cada
uno de sus hombres, porque no se es libre por tener la libertad de morirse de
hambre (...), sino que se es libre cuando se recobra la unidad entera: el individuo
como portador de un alma, como titular de un patrimonio; la familia, como célula
social; el Municipio, como unidad de vida, restaurado otra vez en su riqueza
comunal y en su tradición (...). Cuando tengamos todo esto, cuando se nos integre
otra vez en un Estado servidor del destino patrio, cuando nuestras familias, y
nuestros Municipios, y nuestros Sindicatos, y nosotros, seamos, no unidades
estadísticas, sino enteras unidades humanas (...), entonces sí podremos decir que
somos hombres libres.”60
60
Primo de Rivera, José Antonio. “Ni izquierdas, ni derechas: España entera”, en Obras Completas. Ediciones
de la Vicesecretaría de educación popular de F.E.T y de las J.O.N.S. Madrid, 1945, pp. 154-155.
44
Patria ante las apetencias de los poderosos del mundo. Pero, al mismo tiempo, se
ocupó de la suerte de los menesterosos, de los gauchos, de los pobres y del
mulataje, ganando gran popularidad entre los sectores más carenciados de la
sociedad de aquel tiempo61.
61
La noche del 9 de diciembre de 1829, decía Rosas al representante uruguayo: “(...) los señores Rivadavia,
Agüero y otros de su tiempo (...) se conducían muy bien con la clase ilustrada, pero despreciaban a los
hombres de las clases bajas, los de la campaña (...). Me pareció, pues, pues muy importante conseguir una
influencia grande sobres esa gente (...); para esto me fue preciso trabajar con mucha constancia, con muchos
sacrificios y hacerme gaucho como ellos, hablar como ellos y hacer cuanto ellos hacían, protegerlos, hacerme
su apoderado, cuidar de sus intereses”.
62
P. 15.
63
No pretendemos en este apartado reemplazar la lectura de tan esclarecedora obra, sino estimular la
lectura de la misma. Lo que ensayaremos será una brevísima referencia, muy sintética y acotada, de lo que
en el primer capítulo de dichas “Notas” se señala, dejando de lado necesariamente muchos aspectos
sumamente enriquecedores. No obstante, dentro del esquema del presente trabajo nos parece que no
podemos obviar una alusión a ese primer capítulo, a pesar del riesgo de disminuirlo en el tratamiento que le
damos.
64
P. 16. Lo que caracteriza a un gobernante cristiano no es la práctica privada de la fe, sino la profesión
pública de la misma y el ejercicio del gobierno fundamentado sobre los principios de la misma. La
asimilación de la doctrina cristiana transforma totalmente al que la asume. Cada profesión, cada oficio, cada
misión pasa a ser vivida según el Pensamiento de Dios. Calderón Bouchet cita a San Agustín (Epístola 138,
20), quien enseña al respecto: “Los que dicen que la doctrina de Cristo es enemiga de la república, dennos un
ejército de soldados tales y cuales los exige la doctrina de Cristo. Dennos tales provincias, tales maridos, tales
siervos, tales reyes, tales jueces, tales recaudadores y tales colaboradores de las deudas del fisco, como lo
quiere la doctrina cristiana y atrévense a decir que es enemiga de la república. No duden en confesar que si
obedecira a la doctrina de cristiana se prestaría un gran vigor a la república.” (Formación de la ciudad
cristiana. Dictio. Buenos Aires. 1978, p. 115).
45
65
P. 17.
66
P. 26.
67
P. 30.
68
P. 31.
69
P. 38.
46
Señala luego el autor las referencias del Restaurador a las Sagradas Escrituras
y a los autores del Siglo de Oro español, teniendo como principal referente a
Quevedo. Aunque, entre las lecturas específicamente contrarrevolucionarias de
Rosas, Caponnetto se refiere a la obra del Padre Agustín Barruel, Memorias para
servir a la historia del jacobinismo: “El padre Barruel (nacido en Ardeche en 1741 y
muerto en París, en 1820), sostuvo y probó sin ambages la acción corrosiva de la
Masonería y de los Iluminados de Baviera, mancomunados antes y durante el
estallido de 1789 en una lucha feroz contra la Iglesia y la Monarquía Católica” 71.
También conoció a Burke y a Gaspar Réal de Curban72.
70
Pp. 39-40.
71
P. 41.
72
Pp. 41-42.
73
P. 43.
74
Más adelante desarrollaremos con mayor exhaustividad este tema.
75
P. 44. Tal vez el hecho que señale con mayor claridad esta oposición entre el Restaurador argentino y la
masonería sea la presencia del pirata masón Giuseppe Garibaldi, quien anduvo por estos lares dando su
apoyo a los enemigos del Caudillo. Por otra parte, el libertador argentino José de San Martín, a quien la
masonería pretende apropiárselo, no cejó en su apoyo a la lucha ciclópea que Rosas tuvo que librar contra
los enemigos internos y externos de la Argentina real.
47
76
P. 52.
77
Cuando los historiadores revisionistas posteriores a la década de 1930 afrontaron la tarea de reinterpretar
la Revolución de Mayo y la Independencia argentina, tuvieron como fuente de gran importancia lo que en su
momento sostuvieran Juan Manuel de Rosas y su colaborar y primo Tomás Manuel de Anchorena.
48
del 25 de mayo de 1810, es hablar como habló Usted (...) el 25 de mayo de 1836,
y no fingir ni suponer crueldades, despotismo y arbitrariedades que no hemos
experimentado’.”78
“¡Qué grande, señores, y qué plausible debe ser para todo argentino este día
consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía popular, que
ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año mil ochocientos diez! ¡Y cuán
glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la
voz con un orden y una dignidad sin ejemplo! No para sublevarnos contra las
autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala
la Nación, habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra
nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad, de que había
sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos
ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud
poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mejor éxito en su desgracia. No
para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella, y no ser arrastrados al
abismo de males en que se hallaba sumida España.
Estos, señores, fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo
abierto celebrado en esta ciudad en 22 de Mayo de mil ochocientos diez, cuya
acta deberá grabarse en láminas de oro para honra y gloria intensa del pueblo
porteño. Pero ¡ah!...¡Quién lo hubiera creído!...Un acto tan heroico de generosidad
y patriotismo, no menos que de lealtad y fidelidad a la Nación española y a su
desgraciado Monarca: un acto que ejercido en otros pueblos de España con
menos dignidad y nobleza, mereció los mayores elogios, fue interpretado en
nosotros malignamente como una rebelión disfrazada, por los mismos que
debieron haber agotado su admiración y gratitud para corresponderlo dignamente.
Y he aquí, señores, otra circunstancia que realza sobre manera la gloria del
pueblo argentino, pues que ofendidos con tamaña ingratitud, hostigados y
perseguidos de muerte por el gobierno español, perseveramos siete años en
aquella noble resolución, hasta que cansados de sufrir males sobre males, sin
esperanzas de ver el fin, y profundamente conmovidos del triste espectáculo que
presentaba esta tierra de bendición anegada e nuestra sangre inocente con
ferocidad indecible por quienes debían economizarla más que la suya propia , nos
pusimos en manos de la Divina Providencia, y confiando en su infinita bondad y
justicia tomamos el único partido que nos quedaba para salvarnos: nos
declaramos libres e independientes de los Reyes de España, y de toda otra
dominación extranjera.
78
Pp. 57-58.
79
Ya nos hemos referido en una nota anterior a este célebre discurso. Pero lo óptimo bien merece repetirse.
49
El Cielo, señores, oyó nuestras súplicas. El cielo premió aquel constante amor
del orden establecido, que había excitado hasta entonces nuestro valor, avivado
nuestra lealtad, y fortalecido nuestra fidelidad para no separarnos de la
dependencia de los Reyes de España, a pesar de la negra ingratitud con que
estaba empeñada la Corte de Madrid en asolar nuestro país. Sea pues nuestro
regocijo tal cual lo manifestáis en las felicitaciones que acabáis de dirigir al
gobernador por tan fausto día; pero sea renovando aquellos nobles sentimientos
de orden, de lealtad y fidelidad que hacen nuestra gloria, para ejercerlos con valor
heroico en sostén y defensa de la Causa Nacional de la Federación, que ha
proclamado toda la República. De esta causa popular bajo cuyos auspicios en
medio de las dulzuras de la paz, de la tranquilidad, podamos dirigir nuestras
alabanzas al Todo Poderoso y aclamar llenos de entusiasmo y alegría.
80
En la nota 41 nos hemos hecho referencia al célebre discurso de Donoso Cortés sobre la
Dictadura: “Así, señores, la cuestión, como he dicho antes, no está entre la libertad y la dictadura; si
estuviera entre la libertad y la dictadura, yo votaría por la libertad, como todos los que nos sentamos aquí.
Pero la cuestión es ésta, y concluyo: se trata de escoger entre la dictadura de la insurrección y la dictadura
del Gobierno; puesto en este caso, yo escojo la dictadura del Gobierno, como menos pesada y menos
afrentosa. Se trata de escoger entre la dictadura que viene de abajo y la dictadura que viene de arriba; yo
escojo la que viene de arriba, porque viene de regiones más limpias y serenas; se trata deescoger, por
último, entre la dictadura del puñal y la dictadura del sable; yo escojo la dictadura del sable, porque es más
noble.”
81
P. 71. Para comprender lo que ocurrió en los territorios hispánicos a partir de 1808, y en particular en el
Río de la Plata desde 1810, podemos recurrir a algunos conceptos elaborados por el sociólogo Max Weber
acerca de la Dominación y del Poder.
50
“Poder significa la posibilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra
toda resistencia (…)
Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado
contenido entre personas dadas.” (Del Percio, Enrique. Tiempost modernos. Una teoría de la dominación.
Altamira. Biblioteca de filosofía. Buenos Aires. 2000, pp.123-124).
La dominación supone, por tanto, dentro del planteo que presenta Weber, la aceptación de la
Legitimidad del mandato del que manda por parte de los que obedecen. Dicha legitimidad, siguiendo a
Weber, se logra a partir de tres tipos de dominación.
Lo que explica la anarquía desatada en los territorios hispánicos a partir de la crisis de la Monarquía
provocada por los acontecimientos de 1808 fue el intento de reemplazar un tipo de dominación tradicional
por uno legal racional. Mientras el pueblo y los estamentos tradicionales se desangraban en la península por
el Rey; y en América, al principio por el Rey, y luego por la Patria; las elites intelectuales se reunían en
Asambleas y Cortes procurando crear un marco constitucional conforme a los principios de 1791. Por otra
parte, el Rey a quien tanto se veneraba había “rifado” su Corona a los Bonaparte. La consecuencia fue que
ya no se supo a quién o a qué había que obedecer. Proyectos constitucionales, monarquías alternativas,
liderazgos fugaces, grupos enfrentados, regiones que se proclaman autónomas, guerras civiles, fueron la
constante del fracaso de los primeros veinte años posteriores a la Revolución. Lozier Almazánse refiere a
esta etapa (1808-1825), enfocándose en los proyectos monárquicos que la caracterizaron. Cierra su obra con
una gráfica descripción:
De tal manera, Rosas fue, por aquel entonces, la encarnación del caudillo surgido primus inter pares,
razón por la cual asumió su gobierno dispuesto a imponer el principio de autoridad para restaurar el orden,
que sus antecesores no habían logrado a lo largo de 19 años, desde mayo de 1810.” (Lozier Almazán,
Bernardo. Proyectos monárquicos en el Río de la Plata. 1808-1825. Los reyes que no fueron. Sammartino
ediciones. Buenos Aires. 2011, pp. 185-186).
51
Para cerrar esta breve referencia a la mirada tradicionalista que nos presenta
Antonio Caponnetto sobre Juan Manuel de Rosas transcribimos parte de un
párrafo de la página 50:
“Un trono justo, un vasallo protegido, una fidelidad recíproca. Una autoridad
férrea, emanando ejemplaridad; antes impuesta por el propio peso de su pretigio
que elegida azarosamente. Un pueblo virtuoso, y no una plebe que siga ‘el camino
de la insolencia’. Ni partidos que atomicen la patria, ni revoluciones permanentes,
ni indiferentismo religioso. Dios por delante y sobre todo.”
Este apartado será tal vez un poco redundante, pero queremos correr el riesgo.
Todo lo que redunde en beneficio de la verdad es poco82. Un gran tradicionalista,
don Juan Vázquez de Mella, nos enseña:
Recapitulando, el intento por parte de algunos sectores de la elite ilustrada –a un lado y otro del océano-
por crear un marco legal constitucional que reemplazara a la Monarquía tradicional, acosada por una
tremenda crisis, abrió un proceso de cuestionamiento de la Legitimidad. Cuestionada la Monarquía
tradicional, y fracasados los primeros intentos por establecer un marco racional constitucional, se estableció
un tipo de legitimidad carismática representada por los caudillos, entre los cuales sobresalió Juan Manuel de
Rosas quien logró imponer un Orden que reemplazara al Antiguo Régimen caído, sustentándose en muchos
de los principios sobre los que aquél se había fundado. El discurso a la Legislatura de 1836 es una prueba de
esto último.
82
El presente trabajo no tiene por fin ser una obra científica, sino ilustrar las inteligencias y moverlas a
saborear las verdades sobre las que tratamos. Aspiramos a comunicar un conocimiento más sapiencial que
racional. Aunque sabemos que este modo de conocer se refiere sobre todo a los saberes teológicos y
metafísicos, creemos que se puede aplicar a las cosas de la Patria, hacia la que estamos obligados por el
cuarto mandamiento.
83
Vázquez de Mella. El Tradicionalismo Español. Ideario social y político. Estudio preliminar, selección y
notas de Rafael Gambra. Ediciones Dictio. Buenos Aires.1980, pp. 65-66.
52
84
Proceso perfectamente explicado por Enrique Díaz Araujo en los tres tomos de su Mayo revisado, donde
demuestra que el inicio del proceso revolucionario fue causado por la crisis del Imperio Español a partir de
Bayona –crisis que tenía sus antecedentes, por cierto-. Ante la caída de la Monarquía surge en toda
Hispanoamérica el legítimo movimiento autonomista, que las circunstancias convirtieron -después de la
vuelta de Fernando VII- en independentista. Lamentablemente, la legítima decisión tomada en 1810 en
varios puntos de la América Hispana fue desviado, en muchos casos, por sectores liberales que terminaron
llevando el proceso hacia el caos y la anarquía.
85
Genta, Jordan B. La Masonería en la Historia Argentina, 6-7.
53
respirar no dudo de que, en poco tiempo, habría llevado al país hasta su completa
organización, pero no fue ello posible, porque la conspiración era permanente y en
los países limítrofes, los emigrados organizaban constantemente invasiones (...)
los hábitos de anarquía, desarrollados en veinte años de verdadero desquicio
gubernamental, no podían modificarse en un día. Era preciso primero gobernar
con mano fuerte para garantizar la seguridad de la vida y del trabajo, en la ciudad
y en la campaña, estableciendo un régimen de orden y tranquilidad que pudiera
permitir la práctica real de la vida republicana. Todas las constituciones que se
habían dictado habían obedecido al partido unitario, empeñado – como decía el
fanático Agüero - en hacer la felicidad del país a palos: jamás se pudieron poner
en práctica. Vivíamos sin organización constitucional y el gobierno se ejercía por
resoluciones y decretos, o leyes dictadas por las legislaturas: más todo era, en el
fondo, una apariencia, pero no una realidad; quizá una verdadera mentira, pues
las elecciones eran nominales, los diputados electos eran designados de
antemano, los gobernadores eran los que lograban mostrarse más diestros que
los otros e inspiraban mayor confianza a sus partidarios. Era, en el fondo, una
arbitrariedad completa (...) El reproche de no haber dado al país una constitución
me pareció siempre fútil, porque no basta dictar un ‘cuadernito’, cual decía
Quiroga, para que se aplique y resuelva todas las dificultades: es preciso antes
preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una
constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino el reflejo exacto de
la situación de un país. Siempre repugné a la farsa de las leyes pomposas en el
papel y que no podían llevarse a la práctica. La base de un régimen constitucional
es el ejercicio del sufragio y esto requiere no sólo un pueblo consciente y que sepa
leer y escribir, sino que tenga la seguridad de que el voto es un derecho y, a la
vez, un deber, de modo que cada elector conozca a quién debe elegir (...) de lo
contrario, las elecciones de las legislaturas y de los gobiernos son farsas inicuas y
de las que se sirven las camarillas de entretelones, con escarnio de los demás y
de sí mismos, fomentando la corrupción y la villanía, quebrando el carácter y
manoseando todo (...) No se puede poner la carreta delante de los bueyes (...) Era
preciso pues, antes de dictar una constitución arraigar en el pueblo hábitos de
gobierno y de vida democrática, lo cual era tarea larga y penosa (...) Por lo demás,
siempre he creído que las formas de gobierno son un asunto relativo, pues
monarquía o república pueden ser igualmente excelentes o perniciosas según el
estado del país respectivo. Ese es exclusivamente el nudo de la cuestión: preparar
a un pueblo para que pueda tener determinada forma de gobierno; y, para ello, lo
que se requiere son hombres que sean verdaderos servidores de la nación,
estadistas de verdad y no meros oficinistas ramplones, pues, bajo cualquier
constitución, si hay tales hombres, el problema está resuelto, mientras que si no
los hay cualquier constitución es inútil o peligrosa. Nunca pude comprender ese
fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no se quiere buscar en la
vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios: si tal constitución no responde
a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea
o decrete cualquier gobierno. El grito de constitución, prescindiendo del estado del
país, es una palabra hueca’.
55
‘Cuando hasta en las clases vulgares desaparece cada día más el respeto al
orden, a las leyes, y el temor de las penas eternas, solamente los poderes
extraordinarios son los únicos capaces de hacer cumplir los mandamientos de
Dios, de las leyes, y de respetar al capital y a sus poseedores’.”86
86
http://criticarevisionista.blogspot.com.ar/2013/01/el-pensamiento-tradicionalista-y.html
87
Ver nota 6.
88
Esto se desprende de los estudios hechos sobre la secta por el eminente historiador y sacerdote Aníbal
Rotjer. La Masonería en la Argentina y en el mundo. Editorial Nuevo Orden. Buenos Aires. 1973.
56
-Cartas y misivas
- ‘Ser Supremo’
‘Art. 1°) Ningún particular podrá establecer dentro del territorio de la provincia,
escuela pública de primeras letras, sin permiso del Inspector General de escuelas,
previas las justificaciones necesarias sobre su moralidad, religión y suficiencia.
Art. 2°) Dicho Inspector disolverá y hará cerrar toda escuela pública de primeras
letras, establecida por algún particular, para varones o mujeres, en cualquier punto
de la provincia, cuyo director, maestro y ayudante no tenga bien acreditada su
moralidad y suficiencia, o no destine desde ahora en adelante el sábado de cada
semana a la enseñanza de la doctrina cristiana por el catecismo del Padre Astete,
que se ha usado y usa generalmente en esta ciudad, y con especialidad en las
escuelas del Estado’.
Otro que intentó infestar a los pueblos cristianos con la prédica envenenada de
la masonería fue el corsario italiano –y futuro ‘Papa-Emperador de la Masonería
Mundial’- Giuseppe Garibaldi, quien ‘durante su estada en Entre Ríos, en 1837,
funda una Logia en Gualeguaychú’. El dato puede importar algunas dudas en
cuanto al año en que Garibaldi llegó a nuestro país; se especula que lo hizo por
1844. La logia entrerriana, empero, existió.
(...) el auge de la masonería en el Plata va a ocurrir tras la caída de Juan Manuel
de Rosas. Luego de Caseros, van a crearse en un lapso de cuatro años (1852-
1856) unas cinco logias masónicas que trabajarán ‘bajo los auspicios de la
Masonería brasileña y del Uruguay’. Eran los ‘logros’ que traía aparejado consigo
lo acontecido el 3 de febrero de 1852.”89
7- Rosas y la “fiesta”
La Liturgia era el centro de la vida del hombre tradicional y marcaba todas sus
actividades90. Por medio de la Fiesta aquellos hombres hacían presente en sus
vidas los misterios celebrados, aprendían lecciones de arquetipos presentados
como modelos, y se integraban a la vida de la ciudad, a sus orígenes y a sus
fundadores, brindando, este tipo de celebraciones, pertenencia e identidad. Por
otra parte, todos los rituales contenían una gran profusión de símbolos por medio
de los cuales se accedía a lo Superior. Dichos símbolos podían ser imágenes -
poseer por tanto visibilidad-, o ser palabras -ya sean orales o escritas-. Estas
formas cultuales estaban muy vivas en la Buenos Aires teñida del rojo federal. La
fiesta ocupaba un lugar central en aquella sociedad, y el gobierno trataba de
resguardarla91. Antonio Caponnetto hace referencia al decreto del 15 de
89
http://www.revisionistas.com.ar/?p=15014
90
Rubén Calderón Bouchet nos describe el ritmo de la vida en las aldeas rurales de la Europa medieval.
Realidad que fue trasplantada por la España colonizadora y evangelizadora en el nuevo mundo: “La vida
rural estaba regulada por dos factores: uno cósmico y otro espiritual. La Iglesia trató de que sus fiestas
fundamentales coincidiesen en general con el ciclo de las estaciones en su relación con las faenas agrarias.
La campana de la parroquia o el convento daba a la existencia campesina un ritmo cronológico preciso. Poco
antes del alba sonaban a maitines y la jornada se cerraba al toque del ángelus. Oración matinal y plegaria
vespertina daban al trabajo su revestimiento sacro. Los días de fiesta eran muchos y, en general, la Iglesia los
había hecho coincidir con las antiguas fiestas agrarias. Los labriegos asistían a las misas dominicales y
participaban activamente en las diversas festividades religiosas. Las procesiones, los autos sacramentales en
los atrios, los sermones, el catecismo, las homilías y las visitas domiciliarias de los sacerdotes eran ocasiones
para la educación del espíritu y la formación moral en los principios de la fe.” (Calderón Bouchet, Rubén.
Apogeo de la Ciudad cristiana. Dictio. Buenos Aires. 1978, p. 238)
91
La tradición argentina hunde sus raíces en el acervo cultural de Occidente. Del mundo clásico recibimos la
herencia de Sabiduría de los griegos; el sentido de Justicia, expresado a través del Derecho, de los romanos;
también de Roma recibimos la lengua, ya que el español es una lengua romance, derivada del Latín. Esta rica
cultura fue fecundada en la Edad Media por el Cristianismo. Fueron los monjes y los teólogos medievales
62
quienes profundizaron en aquel rico manantial cultural del mundo clásico, y a partir de él –y de la Revelación
recibida a través de Jesucristo en la Iglesia- se sumergieron en la contemplación del Ser, colocándose en una
actitud reverente ante la sacralidad de lo real, que refleja los atributos del Creador. De este modo
penetraron en la analogía del Ser, remontándose desde el mundo material inanimado, pasando por el
mundo vegetal, animal, racional (el hombre), hasta Aquél que es el Ser necesario, Ser en Acto, Ser cuya
esencia es Ser.
Las riquezas profundísimas de esta cultura fueron recibidas, profundizadas, y reelaboradas por la
intelectualidad española de los siglos XVI y XVII –ya en plena Edad Moderna-, y comunicadas a América.
Justo cuando la cultura del resto de Europa rompía con su tradición, y se volcaba hacia valores no orientados
al desarrollo espiritual –cognitivo y volitivo- del hombre, sino hacia un saber útil que le dé un dominio
material del mundo.
92
Caponnetto, A. Notas sobre..., 19-20.
93
Pieper, Josef. Felicidad y contemplación. Librería Córdoba. Buenos Aires. 2012, p. 17.
94
Manuel Gálvez escribió una novela con un título muy sugestivo que hace referencia a una especie de
“liturgia social”: La ciudad pintada de rojo.
95
Moure, Amédée. Montevideo y Buenos Aires a mediados del siglo XIX. Editorial Perrot. Colección Nuevo
Mundo. Buenos Aires. 1957, pp. 45-59.
63
“En esta tierra conquistada...se ha visto a los hombres abusar de todo: de las
cosas sagradas como de las profanas, de las instituciones políticas como de las
creencias religiosas. Así como lo habían hecho en España.”
96
Habría que aclarar que el unitarismo rivadaviana quiso realizar reformar conforme al nuevo espíritu liberal
del siglo, lo que trajo como consecuencia la reacción federal, encarnada durante dos décadas en la figura del
Restaurador.
97
La cultura hispana se caracterizó por algunos rasgos muy particulares que hoy día nos cuesta mucho
comprender. En primer lugar, si bien es cierto que en algún momento entre algunos de los conquistadores y
colonizadores existió la “sed del oro”, también es verdad que aquella civilización está muy lejos del estilo de
vida actual fundado en el interés propio. Mientras la actual civilización capitalista tiene sus raíces en la
búsqueda de la ganancia personal y la libre competencia, la hispanidad tuvo como valores esenciales el
honor y el servicio. Su Arquetipo era el mismo Dios, quien de su sobreabundancia derrama bienes sobre
bienes. Más allá de los pecados que se puedan imputar a los hombres de aquella civilización, lo cierto es que
los valores fundamentales de la misma se asentaban no en el provecho particular sino en la dádiva. Fue una
civilización del derroche y de la “limosna”: no sólo a los pobres, con el fin de cubrir sus necesidades, sino que
también se daba de lo propio para la fundación de iglesias, de universidades, conventos, hospitales, obras de
caridad, etcétera. Por otra parte, la expresión arquitectónica de aquellas iglesias, universidades y edificios
públicos se caracterizaba por la magnificencia, el esplendor, y el derroche de adornos, esculturas y pinturas,
incorporados a la obra.
Como el Supremo Dador es el mismo Dios, quien ha llevado el Don de Sí hasta el Sacrificio de la Cruz, la
devoción Eucarística y el culto ligado a la misma tuvo un gran esplendor, manifestado en distintas formas
privadas y públicas de adoración, de procesiones, de celebraciones esplendorosas de la Semana Santa o del
Corpus.
98
Cada ciudad era considerada, en el mundo hispano, una Res pública (del latín, res –cosa-, pública –de
todos-). Estaba constituida en torno a una plaza, frente a la que se edificaban la Iglesia y el Cabildo –
institución encargada del gobierno de la ciudad, cuyos miembros eran elegidos entre los vecinos, aunque
para el período estudiado habían dejado de ejercer la función de institución municipal, propia del período
colonial.
Aparte de la familia -primer grupo social formado por el hombre y con el que éste se encuentra al
asomarse a la existencia, siendo marcado por ésta durante el resto de su vida-, la ciudad era un ámbito en el
que las personas se integraban en otros cuerpos sociales que permitían a sus miembros dedicarse a alguna
misión particular o desarrollar ciertas potencialidades humanas de tipo económico, cultural o religioso.
64
A pesar de que pareciera que todo es pura exterioridad sin asidero en el interior
de las almas, el relator no puede dejar de poner de manifiesto hechos que
manifiestan el espíritu de penitencia y de conversión que muchos de los
pobladores vivían durante esos días:
“De tanto en tanto, las calles están guarnecidas con altares ambulantes y con
grandes imágenes de terracota que representan escenas de la Pasión del
Redentor de los hombres. La velas arden sobre los altares y alrededor de las
imágenes, delante de los cuales algunos raros transeúntes se arrodillan y
depositan una ligera ofrenda (...)
Pero es menester que os describa uno de esos altares callejeros: un Cristo de
tamaño natural está sentado en el fondo, la cabeza coronada de espinas; la
sangre corre sobre sus mejillas. Viste una túnica de terciopelo rojo y un manto
violeta retenido por un largo cordel. Sus pies están desnudos, apoya la mano
Entre estos cuerpos existían los Gremios, que agrupaban a aquellos que ejercían un mismo oficio; las
Congregaciones religiosas –que aparte de su específica misión religiosa brindaban asistencia a enfermos,
abandonados; educación; fomentaban la cultura a través de la creación de escuelas y universidades; erigían
hospitales, etc.-; las terceras órdenes, por medio de las cuales los laicos se integraban a la vida religiosa de
alguna congregación particular; las Cofradías, que agrupaban a distintas personas en torno a una devoción
religiosa. Todos estos cuerpos sociales eran muy importantes en el desarrollo de la vida comunitaria, y en la
celebración de festividades, en las que cada uno de ellos tenía un lugar específico propio.
65
99
El espíritu penitencial que expresaba esta imagen, que actualmente puede contemplarse en la Santa Casa
de Ejercicios Espirituales de la calle Independencia 1190, era lo que se quería comunicar a los fieles.
100
El día que se revive la Crucifixión y muerte del Salvador.
66
reformas religiosas que habían sido duramente cuestionadas por el pueblo fiel y sus
caudillos.
Otro tema que los enemigos de la Cristiandad señalan con espanto son las “Misas
rojas federales”, y que en el altar se colocara el retrato del Restaurador, incurriéndose en
terrible pecado de idolatría101. A esto ha contestado Alberto Ezcurra Medrano en su
artículo “Sobre Rosas en los altares”102:
Hemos visto que don Juan Manuel fue el gobernante argentino que combatió
en nuestra Patria la acción deletérea del liberalismo masónico. Señalamos
también en varias ocasiones que fue el principal representante de la
contrarrevolución con posterioridad a la independencia. En definitiva, un Caudillo
auténticamente tradicionalista103 que supo defender la Argentina histórica frente a
101
Es muy sugestivo que quienes se han comportado como verdaderos enemigos de la manifestación
pública de la Religión, se muestren tan preocupados por la amenaza del pecado de idolatría.
102
Revista de Cultura "Revisión", Año 1, N° 4, Buenos Aires, diciembre de 1959, página 8, en
http://criticarevisionista.blogspot.com.ar/2012/10/sobre-rosas-en-los-altares.html
103
Aunque corramos el riesgo de ser reiterativos, nunca estará de más volver sobre el sentido del término
“tradicionalismo”. A veces, en nuestro país se piensa que ser tradicionalista es vestirse de gaucho, tocar una
guitarra o recitar de memoria el “Martín Fierro”. Todo esto podrá ser parte del folklore que identifica a
nuestra nación, y tendrá por tanto un vínculo con la Tradición. Pero el auténtico tradicionalista aspira a algo
mucho más esencial. Su inquietud fundamental es recuperar la sabia profunda que dio sustancia a nuestra
Patria. Los fundamentos de la misma fueron establecidos por la acción civilizadora y evangelizadora de
España. Los hijos de Hispania continuaron en nuestras tierras la fecunda labor cultural desarrollada durante
los siglos de la Cristiandad -civilización heredera de la grecolatina y elevada al Orden de la Gracia por la
acción sacramental de la Iglesia Católica-. El tradicionalista auténtico busca, por tanto, recuperar esa cultura
áurea, contemplar con admiración su riqueza, saborear su exquisitez, difundir sus grandes valores, dar a
conocer la sabiduría que contiene, mostrar sus bellísimas manifestaciones artísticas....
67
104
“No es posible el buen amor a la Patria ni una política de la Verdad, sin una historia verdadera. A partir de
Caseros, la Masonería -‘Sinagoga de Satanás’- desplaza progresivamente a la Iglesia Católica del centro de la
Ciudad y va imprimiendo el carácter de la Argentina oficial. Conforme a su ideología liberal, laicista,
naturalista, se ha falsificado enteramente la Historia Patria con su línea Mayo-Caseros que inicia la Leyenda
Negra acerca de España y de su obra en América; sigue con una interpretación jacobina, democrática de la
Revolución de Mayo; y con el planteo de la Independencia Nacional como una ruptura con el pasado católico
e hispánico que pretende restablecer la siniestra tiranía de Rosas. La victoria de Caseros sería la liberación
definitiva de la Barbarie y la ruta segura de la Civilización y del Progreso, de la Libertad y de la Democracia.”
(Genta, Jordán Bruno. Guerra Contrarrevolucionaria. Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino.
Dictio. Buenos Aires. 1976, pp. 466-467.)
105
Uno de quienes más ha indagado en este aspecto de la historia nacional ha sido el Padre Cayetano Bruno.
Podríamos citar muchísimo de este autor, pero nos alcanza con hacer referencia a su excelente trabajo
fundado en una ardua investigación: La Virgen Generala. Ediciones Didascalia. Rosario. 1994. (Hay una
primera edición de 1954). En esta obra el autor vuelca todo su amor a la Santísima Virgen y a la Patria, y
demuestra cómo ambos amores están indisolublemente unidos. Señala que a través de su escrito se ha
propuesto acometer una “tarea por demás dificultosa, tanto y más al proponerme hermanar asuntos al
parecer incompatibles: la Virgen, compendio de ternura maternal, música divina, sonrisa del cielo, y el fragor
de las armas y el restallar de pasiones encrespadas y violentas en los campos de batalla” (p. 9).
106
“(...) el domingo 1° de julio (de 1806), Liniers toma una decisión irrevocable. Irá a Montevideo a concertar
con el gobernador de aquella plaza, general D. Ruiz Huidobro, la reconquista de la Ciudad de Buenos Aires. Y
esta decisión la toma en la iglesia de Santo Domingo, mientras asiste a Misa, a los pies de Nuestra Señora del
Rosario, a quien hace voto solemne de entregarle los trofeos de la victoria que ha de lograr (...).” (Bruno, C.
La Virgen Generala, p. 140).
107
Es cierto que paralelamente los agentes de la disolución ya hacían planes para encaminar a la Patria
naciente hacia el caos liberal (ver el capítulo 2 del presente trabajo: “De la Anarquía al Orden”).
68
la que le recomienda: “He dicho a usted lo bastante (...); añadiré únicamente que
conserve la bandera que le dejé; que la enarbole cuando todo el ejército se forme;
que no deje de implorar a Nuestra Señora de Mercedes, nombrándola siempre
nuestra Generala y no se olvide los escapularios a la tropa (...). Acuérdese usted
que es un general cristiano, apostólico, romano; cele usted de que en nada, ni aun
en las conversaciones más triviales se falte al respeto de cuanto diga a nuestra
Santa Religión; tenga presente no sólo a los generales del pueblo de Israel, sino a
los de los gentiles y al gran Julio César que jamás dejó de invocar a los dioses
inmortales, y por sus victorias en Roma se decretaban rogativas.” No olvidemos
que el general Belgrano salvó a las armas de la Patria durante los primeros años
de la Guerra independentista en las célebres batallas de Tucumán y Salta, en las
que encomendó su empresa al auxilio de la Virgen de la Merced108. Por su parte,
San Martín consumó la obra de la Independencia, luego de la declaración de la
misma en San Miguel del Tucumán, encomendando la epopeya de los Andes a la
Virgen del Carmen109.
108
“Dos días después (de la batalla de Tucumán) publicó Belgrano una proclama para los pueblos del Perú. A
través de toda ella se transparentaba su alma. Reconoce, ya al comienzo, la intervención de la Virgen en la
acción del 24: ‘El ejército del grande Abascal al mando de D. Pío Tristán -expresa- ha sido completamente
batido el 24 del corriente, día de Nuestra Madre y Señora de las Mercedes, bajo cuya protección se puso el de
mi mando’. (...)
La procesión celebrada (un mes después) en (...) la fiesta de los santos patronos de Tucumán, tuvo un
excelente cronista: el general José María Paz (...)
Paz, fino sicólogo, se sintió vivamente impresionado, según él mismo hubo de manifestarlo: ‘No necesito
pintar la compunción y los sentimientos de religiosa piedad que se dejaban traslucir en los semblantes de
aquel devoto vecindario (...)’
A todo esto la procesión desembocaba en el campo de las Carreras. De propósito Belgrano había
dispuesto el recorrido para lo que meditaba realizar.
Entonces ‘los sentimientos tomaron mayor intensidad’. Y se comprende: La Virgen paseaba a la sazón por
el campo de sus proezas guerreras. Y había querido Ella que estuviesen presentes todos sus hijos (...)
‘Repentinamente el General deja su puesto, y se dirige solo hacia las andas en donde era conducida la
imagen de la advocación que se celebraba; la procesión para; las miradas de todos se dirigen a indagar la
causa de esta novedad; todos están pendientes de lo que se propone el General, quien haciendo bajar las
andas hasta ponerlas a su nivel, entrega el bastón que llevaba en su mano, y lo acomoda por el cordón, en
las de la imagen de Mercedes. Hecho esto, vuelven los conductores a levantar las andas, y la procesión
continúa majestuosamente su carrera’.” (Ibídem, pp. 218-229)
109
“La proclamación de la Virgen del Carmen como Patrona de los Andes tuvo su historiador y cronista en un
testigo ocular, el general Jerónimo Espejo, soldado entonces del Ejército (...)
El acto debía tener carácter oficial, y juntar a la proclamación y jura de la Patrona, la bendición y jura de
la bandera que el ejército pasearía victoriosa por los campos y ciudades de Chile y Perú.
También el origen de la bandera de los Andes guarda íntimo enlace con la piedad del Libertador.
69
Había solicitado éste de las ‘Patricias Mendocinas’ el susodicho pendón como regalo de Reyes de su
ejército. Laureana Ferrari de Olazábal, una de las hacendosas damas patriotas, recordaría después:
´Por fin -así concluye su Memoria- a las dos de la mañana del día 5 de enero de 1817, Remedios de
Escalada de San Martín, Dolores Prat de Huici, Margarita Corvalán, Mercedes Álvarez y yo estábamos
arrodilladas ante el crucifijo de nuestro oratorio, dando gracias a Dios por haber terminado nuestra obra y
pidiéndole bendijera aquella enseña de nuestra Patria, para que siempre le acompañara a la victoria.’
Gobernador Intendente de Mendoza era, por aquel entonces, el coronel D. Toribio de Luzuriaga. A él se
dirigió el Libertador con fecha 1° de enero de 1817:
‘El domingo 5 del corriente se celebra en la Iglesia Matriz, la jura solemne de la Patrona del ejército y
bendición de nuestra bandera. V (uestra) S (eñoría) al frente de la muy ilustre Municipalidad, Corporaciones,
Prelados y Jefes militares y políticos de esta Capital, se servirá solemnizar la función con su asistencia, en que
el ejército y yo recibiremos honra. Principiará (la función) a las cinco de la mañana’. (...)
El ejército, así que hubo llegado a la Iglesia Matriz, ‘desplegó su línea cubriendo los cuatro costados de la
plaza y parte de una de sus avenidas’. Era de ver el porte marcial de aquellos varones predestinados para la
inmortalidad. Damián Hudson pondera, como extasiado, ‘el grandioso, imponente espectáculo que allí
presentaba el nuevo ejército de la República, creado, organizado, disciplinado y equipado en poco más de un
año’.
Llevaban todos los soldados el escapulario de Nuestra Señora del Carmen, según el testimonio de doña
Manuela Guiñazú de Encinas (...)
La procesión entró solemnemente en la Iglesia Matriz. Situada la imagen en un trono junto al altar,
colocáronse el general San Martín y su comitiva a la derecha del mismo. ‘En un sitial cubierto con un tapete
de damasco estaba doblada la bandera sobre una bandeja de plata’’ (...)
Tan pronto como se presentaron, después de tercia, los ministros del altar para la Misa solemne, levantóse
San Martín de su asiento ‘y, subiendo al presbiterio, acompañado de los edecanes, tomó la bandeja con la
bandera y la presentó al preste. Este la bendijo en la forma de ritual, bendiciendo también el bastón del
General, que era un hermoso palisandro, con puño de un topacio como de dos pulgadas de tamaño.’ (...)
Mientras se realizaba esta ceremonia dentro de la Iglesia y el General aseguraba en el asta la bandera,
afuera la artillería atronaba los aires con una salva de veintiún cañonazos (...)
Acallados los aplausos y las aclamaciones, y concluido que hubieron los instrumentos sus sones marciales,
el General, tomando la bandera ‘en su diestra, y avanzando hasta las gradas del atrio, presentándose al
pueblo y al ejército en esa actitud digna, marcial, tan esencialmente característica de su gallarda persona,
con voz sonora, vibrante’, se dirigió a la tropa:
‘¡Soldados: Esta es la primera bandera que se ha levantado en América! La batió por tres veces, (y)
cuando las tropas y el pueblo respondían con un ¡Viva la Patria!, rompieron dianas las bandas de música, de
cajas y clarines, y la artillería hizo otra salva de veinticinco cañonazos.” (Ibídem, pp. 293-300)
70
110
San Martín nunca dejó, desde el exilio, de estar atento a lo que ocurría en su Patria. Su correspondencia
así lo acredita. Dice Estela Arroyo de Saénz, acerca de la vida del Libertador en Europa:
“Sigue a pesar de la distancia, todos los acontecimientos de su amada patria en una correspondencia
bastante abundante. Y una vez más la nobleza de su corazón cristiano le hace escribir a Guido: ‘no soy dueño
de olvidar injurias, eso es cuestión de memoria, pero al menos sé perdonarlas; porque eso depende del
corazón: gozo de una paz que doce años de revolución me hacían desear. (...)
(...) su yerno nos ha dejado estas palabras para retratarlo: ‘Aún cuando dicen que nadie es grande para su
ayuda de cámara, el General San Martín es una excepción a la regla. Cuan más íntimamente se le conocía,
mayor admiración y respeto inspiraban la rigidez de sus principios, la afabilidad y sencillez de su trato y su
virtud cristiana’.
En esa época su gran amigo es el abate Bertin, que probablemente fue su confesor; en sus conversaciones
siempre recomendaba el respeto a la moral, buenas costumbres y tradiciones: se lamentaba de los
reformadores con el pretexto de corregir abusos, trastornaban en un día el estado político y religioso del
país.” (El secreto de San Martín. Ediciones Gladius y Narnia. Mendoza. 1993, pp. 72-73.)
71
(...) San Martín no solo aprueba la dictadura de Rosas, sino que anticipa su
llegada como solución prudencial del problema político y el único medio de salvar
la República. Más todavía, un año antes de que Rosas sea investido con la suma
del poder público, San Martín expone la doctrina de la Dictadura y hasta indica
quien va a asumir el gobierno absoluto. En su extensa y poco conocida carta a su
amigo D. Tomás Guido, fechada el París, el 1° de febrero de 1834 (...), dice:
‘(...) A esto se me dirá que el que tenga más ascendiente en la campaña será
el verdadero jefe del Estado (...) Hasta que no vea establecido un gobierno que los
demagogos llamen Tirano y me proteja contra los bienes que me brinda la actual
libertad (...)
(...) el hombre que establezca el orden en nuestra Patria: sean cuales sean los
medios que para ello emplee, es el solo que merecerá el noble título de su
libertador.’
Todo comentario huelga (...) Ya hemos comentado el proceso de sus ideas
políticas a partir del años 1825, así como su firme convicción de que los
principales responsables de ese desorden son los liberales (...)
A fines del año 1835 -desde hace nueve meses Rosas gobierna según su
ciencia y conciencia- en carta a Guido (...) le recuerda que:
‘Hace cerca de dos años escribí a Ud. que yo no encontraba otro arbitrio para
cortar los males que por tanto tiempo han afligido a nuestra desgraciada tierra que
el establecimiento de un Gobierno fuerte o más claro, Absoluto, que enseñase a
nuestros compatriotas a obedecer (...) 25 años en busca de una libertad que no
solo no ha existido sino que en este largo período de opresión, la inseguridad
individual, la destrucción de fortunas, Desenfreno, Venalidad, Corrupción y Guerra
Civil han sido el fruto que la Patria ha recogido después de tantos sacrificios (...)’
Y un año después, el 26 de octubre de 1836, le escribe nuevamente a Guido
(...):
‘...Veo con placer la marcha que sigue nuestra Patria. Desengañémonos,
nuestros Países no puede (a lo menos por muchos años) regirse de otro modo
que por gobiernos vigorosos, más claro, Despóticos (...)
He aquí la definición política de San Martín, clara, precisa, terminante, como
todos los actos de su vida. Un soldado no habla, no puede hablar de otro modo;
llama a las cosas por su verdadero nombre y no se cuida de los tribunos de la
plebe ni de los doctores de la Democracia. Le repugna el lenguaje de la ‘serpiente
sagrada’ y su repertorio de las grandes palabras vacías, las palabras envolventes
como caricias que los demagogos dejan caer sobre la estúpida multitud y sobre el
entusiasmo fácil de la juventud. El viejo soldado de la independencia ya no se
engaña con las huecas abstracciones ni con las generalizaciones vagas y remotas
de la realidad concreta (...)
Sabe que detrás del velo de esa retórica ‘sentimentosa’ y falaz acechan las
pasiones más bajas y serviles, un gran resentimiento plebeyo en contra de toda
excelencia divina y humana, en contra de toda legítima superioridad.
San Martín no expone la doctrina de la Dictadura como una solución política de
validez general (...) La política se rige por la razón prudencial (...) en vista del Bien
Común (...)
75
111
Genta, Jordán B. San Martín. Doctrinario de la política de Rosas. Ediciones del Restaurador. Buenos Aires.
1950, pp. 12-28.
112 “Urquiza cumplió bien con sus mandantes. La Constitución era el instrumento legal de la
servidumbre colonial (...) El liberalismo religioso y la abierta heterodoxia del texto constitucional
acentuaron las divisiones de los congresales, algunos de los cuales, no sólo se opusieron
vivamente sino que se retiraron del Congreso (como los Padres Pérez y Centeno). Fue necesario
un golpe de fuerza parlamentario -el 23 de febrero de 1853- para aprobar fraudulentamente los
artículos que trataban las cuestiones religiosas.” (Caponnetto, A. Del ‘Proceso’ a De La Rúa. Una
mirada nacionalista a 25 años de historia argentina. 1975.1986, pp.94-95).
76
“¡Qué grande, señores y qué plausible debe ser para todo argentino este día (el
25 de mayo), consagrado por la nación para festejar el primer acto de soberanía
popular, que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año de mil ochocientos
diez! (…) No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas,
sino para suplir la falta de las que acéfala la Nación, habían caducado de hecho y
de derecho. No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para preservarle la
posesión de su autoridad, de que había sido despojado por el acto de perfidia. No
para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos
más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mejor
éxito en sus desgracias. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de
ella y no ser arrastrados al abismo de males, en que se hallaba sumida España.
Esto, señores fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo
Abierto celebrado en esta ciudad el 22 de mayo de mil ochocientos diez.”
113
El gran José Antonio definía a las Patrias como una “unidad de destino en lo universal”.
78
La caída
No son ellos los que pueden formar el congreso constituyente, al que van los
‘ilustrados’, que tampoco tienen ideas concretas tomadas de la realidad nacional,
por lo cual se cae, porque no había otro camino, en la imitación servil (...) (Por otra
parte) Rosas se había colocado en la lucha contra el mundo, representado por la
nueva potencia capitalista que, ya entonces, muestra sus aspectos agresivos en
todo el globo. Esta Argentina que pretendía conservarse dentro de las reglas del
mercantilismo cuando Inglaterra lanzaba al mundo su doctrina de libre cambio,
llena de promesas fantásticas y de suculentos empréstitos, era algo intolerable.
Rosas tenía que caer, por consiguiente, por obra de alguna intervención
extranjera, y así cayó.”114
114
Sierra, Vicente. Historia de las Ideas políticas en Argentina.
81
115
Palacio, Ernesto. Historia de la Argentina, pp. 449-450.
82
Exilio y final
La falta de recursos lo obligó a retraerse, cortó por completo con las relaciones
sociales y evitó las invitaciones que él no podía corresponder. Lamentaba verse
obligado a ese aislamiento, porque creía que en la alta sociedad y entre los
ilustres personajes que dirigían en Europa la política mundial, hubiera podido
hacer ‘mucho en favor de esas naciones de Sud América si hubiera tenido los
recursos necesarios para visitar y asistir a las comidas de las personas eminentes
(...)’
83
Rosas falleció en dicha localidad a los ochenta y cuatro años casi cumplidos de
sus edad el miércoles 14 de marzo de 1877. Su hija Manuela refirió al marido
Máximo Terrero dos días después los postreros instantes del General, pues había
estado a su lado en los últimos días sin separarse de él´.
Al llegar a Londres el lunes 12, le explicó el doctor Wiblin que el estado del
enfermo era ‘muy grave’, por ‘una fuerte congestión al pulmón’, con la
consiguiente fatiga y le expectoración sanguínea. Habiéndose quedado fuera
hasta muy tarde a causa de ´su pasión por el campo’, se le había declarado un
fatigoso resfrío con fuerte pulmonía.
En la noche del martes, consultado el médico, repuso ‘que no creía el peligro
inmediato ni ser necesario consultar otros médicos’.
Esa falsa esperanza llevó a entrambos a tomar una resolución de la que
debieron arrepentirse después:
‘El doctor, como yo, convinimos no ser prudente ni necesario hacer venir al
sacerdote, pues su presencia pudiera hacerle creer estar próximo a su fin, y que
esperaríamos a ver como seguía el miércoles’.
Aquella noche estuvo Manuel junto a él hasta las dos de la mañana del
miércoles, cuando el mismo enfermo quiso se retirase a descansar. Otras
personas de servicio quedarían asistiéndolo.
A las seis de la mañana, llamada de urgencia, acudió presurosa conforme
escribió después:
116
Ibarguren, Carlos. Juan Manuel de Rosas..., pp. 289-307.
85
‘Dios Todopoderoso, al mismo tiempo que nos da los sufrimientos, nos acuerda
fuerza y conformidad para sobrellevarlos. Te aseguro que ha muerto como un
justo. No ha tenido agonía...Ni un quejido, ni un ronquido, ni más que entregar su
alma grande al divino Creador’.”117
117
Bruno, Cayetano. Creo en la vida eterna. El ocaso cristiano de los próceres..., pp. 107-108.
86
A modo de apéndice
“Rosas, figura patricia, ‘de rasgos imperiales, clásicos en toda forma’, ‘recio,
gubernamental, inclemente’ en su ‘lucha abierta y ruidosa con nacionales y
extranjeros para consolidar su poder en el centro de una gran capital histórica’
(Vicente F. López) (...) Campeón del ‘honor nacional’ (San Martín), resistió
gloriosamente a las pretensiones de una potencia europea’ (Sarmiento) (...) ‘Sin
arredrarse del poder de nuestros enemigos’ (Necochea) (...)
“Cuando los hombres llegan a viejos suelen dedicarse a ser viejos rezongones
o a ser viejos reblandecidos o a ser viejos fumadores o a ser viejos comodones o
a ser viejos patricios. cuando las mujeres llegan a viejas se dedican generalmente
a ser viejas charlatanas.
La historia de Rosas ha sido escrita por los nietos tontos de las viejas
charlatanas. Aparentemente una vieja charlatana es un trasto viejo; pero los
trastos viejos pueden tener nietos tontos y los nietos tontos pueden sentirse
historiadores.
Todos los enemigos de Rosas dicen que Los mazorqueros llevaban unas
canastas muy grandes llenas de cabezas de unitarios y que gritaban: “¡Sandías
frescas! ¡Sandías frescas!”. Pero, cuando alguno les pregunta: “¿De dónde ha
sacado usted eso?”, ellos contestan: “Hombre, ¡yo mismo se lo he oído contar a mi
abuela!”. Ninguno dice: “Se lo he oído contar a mi abuelo”. Esto quiere decir que
las viejas son mucho más metidas y mentirosas que los viejos. Cuando Rosas
tenía doce o trece años, oyó decir que los ingleses habían desembarcado cerca
de Buenos Aires. Entonces habló con su padre y le dijo: “Yo le pido su permiso y
su bendición para ir a meter fierro a esos herejes”. Y el padre le dijo que sí y se lo
mandó a Santiago de Liniers que decía más o menos esto: “Mi querido amigo, le
confío a este mozo para que pelee bajo sus órdenes. Tiene muchas ganas de
demostrar que es un hombre. Devuélvamelo vivo si puede y si no devuélvamelo
muerto, pero que sea con honor”. Después que los ingleses salieron disparando,
Rosas se volvió al campo y se quedó allí, sin meterse en las cosas de la
Revolución, porque no quería saber nada con los abogaditos liberales.
Pero un día vio que la patria se venía abajo y entonces pensó: “Hace falta tomar
el gobierno y ponerse a mandar”. Y se vino a Buenos Aires y les dijo a los
porteños: “Aquí mando yo”. Y empezó a arreglar las cosas y cuando alguno lo
fastidiaba mucho le hacía pegar cuatro tiros para que no fuera zonzo y no diera
mal ejemplo. Al principio los liberales se contentaban con irse a Montevideo o con
escribir versos muy pavos. Pero, como pasa siempre, cuando vieron que Rosas
era muy condescendiente y educado, les dio por tomar alas y por hablar con los
franceses y con traicionar a la patria. Entonces Rosas se enojó mucho y dijo:
“Grandísimos hijos de una gran perra, los he aguantado todo lo que he podido,
pero esto se acabó. Ustedes son unos traidores y yo les voy a enseñar a ser
gente”. Y se puso a matar cipayo a gusto.
Así salvó a la patria este general que no les tenía miedo a los hombres ni a las
habladurías de las viejas. Así pudo hacer frente a Francia y a Inglaterra juntas,
88
que le declararon la guerra, y pudo hacerles pedir perdón y hacerles prometer que
no volverán a molestarnos. Después de eso parecía que todo iba a salir bien para
nosotros; pero, al poco tiempo los masones y los extranjeros consiguieron voltear
a Rosas, y, tratado va y gerente viene, los ingleses nos trajeron unos trencitos y
nos dejaron con una mano atrás y otra adelante.
“(...) desde el comienzo mismo de nuestra historia patria (...) (la masonería)
introduce la contradicción que se devora a sí misma, tanto en el discurso como en
los hechos (...) Si no llegaron a despedazarnos en múltiples republiquetas fue
porque LA MANO FÉRREA DE UNA REAL AUTORIDAD contuvo la anarquía y el
desmembramiento territorial (...)” (Jordán Bruno Genta. La masonería en la historia
argentina. Nuevas comprobaciones, p. 6)