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RELACIONES ENTRE ORIENTACIÓN Y EDUCACIÓN ESCOLAR

Una de las polémicas que se produce entre la comunidad educativa, tanto desde
el punto de vista teórico como, sobre todo, desde la práctica real de los centros de
Educación secundaria, es la que se refiere, a la delimitación de las funciones de la
institución escolar, es decir, a las responsabilidades propias del proceso educativo que
se lleva a cabo en los centros docentes frente a aquellas que son competencia de otros
contextos educativos no escolares. Las posiciones que se mantienen en torno a este
crucial tema son, lógicamente, variadas pero con intención de clarificar el debate,
vamos a señalar las opiniones extremas entre las que, por supuesto, se encuentran otras
más matizadas.
Un determinado sector del profesorado de secundaria considera que su tarea
consiste básicamente en que los alumnos aprendan los contenidos de las asignaturas de
las cuales son responsables, entre los que se encuentran exclusivamente los conceptos
y procedimientos propios del ámbito del conocimiento que éstas abarcan, los aspectos
fundamentalmente cognitivos, por lo tanto. Esto significa que no identifican claramente
dentro de sus funciones la enseñanza de otras capacidades que, junto con las
intelectuales o cognitivas, configuran el conjunto de los ámbitos del desarrollo de los
alumnos y que, en consecuencia, no consideran necesario incluir entre los contenidos
aquellos que tienen que ver con el aprendizaje de las actitudes y los valores, ya que
entienden que estas facetas del desarrollo de las personas, si bien influyen en el proceso
de enseñanza y aprendizaje, deben de abordarse fundamentalmente desde otras
instancias tales como la familia y los grupos de iguales.
Hay, por el contrario, otros profesores y profesoras que conciben la función de
la escolarización desde un punto de vista más global, como aquellas intervenciones
intencionales que se dirigen a fortalecer el desarrollo individual y la socialización de los
alumnos en el conjunto de los ámbitos del desarrollo humano y no exclusivamente en
el cognitivo. Desde ese punto de vista, la responsabilidad no se circunscribe
estrictamente a la parcela propia de las asignaturas encomendadas sino que abarca la
formación de los alumnos y alumnas en su dimensión no sólo académica, sino también
personal y social. En último término, se trata de posiciones que se decantan
respectivamente, o al menos hacen mayor énfasis, en la función instructiva frente a la
formativa de la educación escolar.
En el momento actual, los análisis realizados tanto desde el punto de vista
sociológico y psicopedagógico (Coll, 1990) como desde la reflexión más ligadas a las
políticas educativas (OCD 1991, Fullan 19991) ponen de manifiesto la necesidad de
prestar especial atención, en las instituciones escolares, a la dimensión afectiva y a la
educación en valores como ingrediente básico de éste proceso. Se considera
fundamental que, que junto con la comprensión de la realidad que les rodea, la
educación prepare a los alumnos en la capacidad de enjuiciar esa realidad y de
implicarse activamente en ella en función de la valoración realizada. La dimensión
formativa de la educación, se muestra, pues, como imprescindible para asegurar un
desarrollo pleno de los futuros ciudadanos y ciudadanas.
La Ley General de Ordenación del Sistema Educativo también lo ha entendido
así, estableciendo, en las intenciones educativas recogidas en el curriculum, objetivos
que se refieren a cinco tipos de capacidades distintas _intelectuales o cognitivas,
motrices, de equilibrio personal, de relación interpersonal y de inserción y actuación
social_ que cubren el conjunto de los ámbitos del desarrollo. Asimismo, el curriculum
incluye contenidos conceptuales, pero también procedimientos, actitudes y valores.
Garantizar una educación plena y armónica de la persona es, sin duda, una tarea
compleja que requiere una sólida preparación de los docentes y un marco institucional
que posibilite la coordinación con el entorno familiar y social que rodea al alumno. Una
de las funciones de la orientación es, precisamente, prestar la ayuda necesaria para los
procesos de enseñanza y aprendizaje favorezcan el desarrollo integral de los alumnos.
La otra finalidad, inseparable de esta primera, es favorecer que la enseñanza ofrezca
una atención individualizada a las necesidades educativas delos alumnos. Junto con la
educación plena de la Educación, la orientación hace hincapié en la exigencia de ajustar
las estrategias educativas e la diversidad del alumnado.
Por lo que se refiere a esta segunda finalidad, si algo caracteriza el proceso de enseñanza
y aprendizaje es precisamente la particularidad de las interacciones que se producen
entre el profesor y los alumnos debido al peculiar modo en que cada uno de éstos
construye el conocimiento, lo que a su vez exige que el profesor diversifique su
intervención. Efectivamente, el alumno aporta al proceso de aprendizaje sus
conocimientos previos, diferentes en cada caso, así como una determinada manera de
aprender y un cierto grado de motivación para hacerlo. Estos tres elementos de la
situación interactiva, por no extendernos en exceso en el análisis detallado de las
múltiples causas de la diversidad de los alumnos que ya han tratado en otro lugar, deben
ser tenidos en cuenta por el profesor para ajustar su ayuda de manera eficaz. La
enseñanza adaptativa, es decir, el uso de procedimientos educativos diversificados que
permitan a todos los alumnos alcanzar los objetivos deseados, resulta pues la necesaria
respuesta a la diversidad. Ahora bien, siendo la diversidad un ingrediente natural de
todo proceso educativo, su adecuada atención adecuada supone una de las mayores
dificultades con la que se enfrentan los docentes. Es ello por lo que es preciso orientar
a los profesores y a los alumnos acerca del modo más conveniente de organizar en cada
caso el proceso d enseñanza aprendizaje.
Entendida la orientación desde este punto de vista, es decir, como los procesos
de ayuda que permiten garantizar una educación plena e individualizada de loa alumnos,
resulta inseparable de la educación. No se trata, pues, de dos procesos distintos e
independientes sino de uno mismo en el que enfatizan aquellas dimensiones básicas
de la función formativa de la educación. Orientar no es otra cosa que estructurar de la
manera más personalizada e integral posible el proceso de enseñanza y aprendizaje para
favorecer el adecuado desarrollo y la socialización delos alumnos.
De esta concepción de la orientación se derivan varias consecuencias para el
funcionamiento de esta ayuda en los centros. Ante todo, el hecho de que, si la
orientación es inseparable del hecho educativo, deberá depender en gran medida de la
tarea cotidiana de los docentes. Efectivamente, son los profesores y profesoras quienes
en su actuación en el centro y en el aula deben ajustar su intervención a las necesidades
de los alumnos en las distintas áreas del desarrollo. No obstante, y dada la complejidad
de ésta función, es conveniente asegurar en los centros otras estructuras que apoyen a
los docentes. Esta es la función de los tutores y de los profesionales que componen el
departamento de orientación. En el cuarto apartado de éste capítulo, se analizan en
detalle estas estructuras y sus respectivas responsabilidades. Conviene, sin embargo,
destacar aquí que la intervención del Departamento de Orientación debe centrarse
fundamentalmente en el asesoramiento psicopedagógico a los tutores y al conjunto de
los docentes, lo cual no quita que haya determinadas actividades que puedan realizar
directamente con los alumnos, como veremos más adelante.
Esta visión integrada entre educación y orientación pone también de manifiesto
su carácter preventivo de posibles dificultades de aprendizaje derivadas de una atención
poco individualizada. Ello supone que la orientación debe ser tenida en cuenta en el
conjunto de las decisiones del centro. El Plan de Acción Tutorial y el Plan de Orientación
Académica y Profesional, en los que se concretan las acciones del centro a este respecto,
forman parte del proyecto curricular y en su elaboración debe asegurarse la coherencia
y complementariedad del conjunto de las acciones de los profesores desde sus distintas
responsabilidades.
Finalmente, entender la orientación de esta manera supone actuar con el
conjunto de la comunidad educativa. Además del apoyo a los docentes y a los alumnos,
tanto en grupo como individualmente, la orientación debe dirigirse a las familias para
asegurar la necesaria coordinación de las actuaciones en uno y otro y otro entorno
educativo. Recoger toda la información, que en muchas ocasiones sólo la familia tiene,
analizar conjuntamente la evolución del alumno o alumna en el centro planificando
aquellas intervenciones conjuntas que se considere necesario y comunicar, finalmente,
los datos más relevantes de los aprendizajes realizados a lo largo del curso y las
recomendaciones sobre futuros itinerarios, son las tres grandes finalidades de este
trabajo con las familias propio de la orientación.

Elena Martí y Vincent Tirado (Coords.) Mercedes Babio, Antonio Bauza, Julio Nevares.
La Orientación Educativa y Profesional en la Educación Secundaria Cuaderno de
Formación del profesorado No. 5, 2da, Edición. Instituto de Ciencias de la Educación.
Universidad de Barcelona

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