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La Filosofía en El Mundo Griego PDF
La Filosofía en El Mundo Griego PDF
GRIEGO
ÍNDICE
Así las primeras preguntas que tratamos de responder son: ¿Cuándo y cómo
surgió la filosofía en el mundo occidental?
o El diálogo, la reflexión.
o Demostrar lo que se propone.
o Buscar lo natural frente a lo sobrenatural.
o Descubrir las leyes naturales.
Ahora bien, si la filosofía surge como paso del mito al logos, ¿Por qué se
produce la filosofía en Grecia, el siglo VI a. C.? Las causas que dan los
historiadores de la filosofía son las siguientes:
Por otro lado, es necesario resaltar que la ciencia en Grecia tiene sus
orígenes en las civilizaciones colindantes como Egipto y Mesopotamia, de donde
aprenden medicina, matemáticas, astronomía y algunos instrumentos técnico
como el cuadrante y el gnomon.
Como consecuencia del triunfo de los griegos en las Guerras Médicas, Atenas
adquirió la hegemonía económica, cultural y política de la Hélade; las instituciones
atenienses, bajo la dirección de Pericles (478-432), fueron imitadas por el resto de las
pólis, el comercio marítimo floreció entre la multitud de colonias distribuidas por los
diferentes lugares del Mediterráneo y una época de paz y prosperidad se extendió desde
el año 446 hasta el 431 a.C.
Pero a partir del año citado, por una parte, los recelos y rivalidades surgidos
entre varias ciudades asociadas con Atenas y, por otra, la pugna interna entre las
tendencias democráticas y oligárquicas en muchas de ellas dieron origen a las guerras
del Peloponeso. Las distintas ciudades griegas, agrupadas en torno a Atenas y Esparta,
se enfrentaron entre sí en una guerra confusa, de la que finalmente Esparta resultó
vencedora tras derrotar a los atenienses en la batalla de Egospótamos (404 a.C.). Tras
esta batalla, la hegemonía de Atenas fue sustituida por la de Esparta, que, apoyándose
en su alianza con Persia procuró anular las inclinaciones democráticas y favorecer las
oligarquías, imponiendo en Atenas el régimen de los Treinta Tiranos.
Pero esta situación no logró una paz duradera, pronto surgieron nuevos
conflictos y el dominio de Esparta fue sustituido por el de Tebas (371 a.C.) y se
prolongó hasta la década de los sesenta.
Estas continuas guerras llevaron al empobrecimiento de la Hélade,
particularmente de Atenas, en donde la situación interna llegó a ser muy inestable y los
problemas sociales y políticos contribuyeron a la pérdida de vigor de las instituciones,
del démos y al desarrollo de tendencias individualistas que en breve plazo supusieron la
desaparición de la pólis y el surgimiento del imperio de Macedonia.
Como hemos indicado en apartados anteriores, las ideas son el auténtico ser, la ver-
dadera realidad, de tal modo que frente a ellas toda otra realidad es degradada y
deficiente; las ideas son inengendradas, imperecederas e inmutables (eternas), inde-
pendientes y separadas de todos los objetos materiales, su lugar propio y adecuado es el
mundo inteligible, que se encuentra más allá del cielo.
4.4.1. Características de las ideas
Platón señaló que hay ideas, en primer lugar, de la justicia, de la virtud, de la bondad,
etc., es decir, de realidades éticas y estéticas; igualmente se refirió a la existencia de
ideas de lo semejante y de lo desemejante, de la unidad y la pluralidad, o, lo que es lo
mismo, de relaciones y proporciones; esto es, incluyó también en el mundo inteligible
los entes matemáticos y, posteriormente, las ideas de los seres naturales y
artificiales(ideas de caballo, árbol, mesa, casa, silla, etc.) y de los cuerpos simples
(fuego, aire, agua y tierra) y, finalmente, concluyó admitiendo la existencia de ideas de
cosas negativas o repugnantes (la suciedad, los piojos...); en consecuencia, según esta
teoría, hay ideas de cada clase de objetos y relaciones de objetos y al mundo sensible le
corresponde en el mundo inteligible su idea propia y adecuada.
Si las ideas son la auténtica realidad, el verdadero ser, poseerán en primer lugar un
sentido ontológico y de modo derivado un significado lógico.
En su sentido ontológico, esto es, en tanto en cuanto realidad, en tanto en cuanto ser, la
idea constituye:
o La esencia, lo que las cosas son en sí mismas, esto es, el auténtico ser de
las cosas se encuentra en sus ideas; por ejemplo, el verdadero caballo no
es el qué corre en el hipódromo, sino el contenido en la idea caballo.
o Causa ejemplar, modelo de todas las cosas, pues todas las cosas imitan
o participan de las ideas; el caballo que corre en el hipódromo es caballo
en la misma medida en que se aproxima a la idea de caballo.
o Fin (causa final), pues todas las cosas tienden hacia las ideas
(teleología); todos los caballos se hacen mejores cuanto más se asemejan
al caballo ideal.
El mundo de las ideas posee una estructura piramidal, de acuerdo con los diferentes
estratos o niveles de ser, según la cual unas ideas son inferiores y su existencia y
entidad dependen de otras superiores; éstas, a su vez, de otras más elevadas, y así
sucesivamente hasta llegar a la idea suprema, la Idea de Bien, que constituye la cúspide
de la pirámide y que, por tanto, es la realidad superior de la que en último término
depende toda otra realidad.
Según esta configuración, pues, existe una comunidad de ideas, en el sentido que
unas ideas dependen y se relacionan con otras, y, en último término, todas se encuentran
bajo la unidad de la idea suprema, a saber, la Idea de Bien.
La Idea de Bien
El mundo de las ideas culmina en la Idea de Bien. Pero, ¿qué la Idea de Bien? La Idea
de Bien es la suprema realidad, gracias a la cual existen y son verdaderas todas las
demás realidades, o sea, las ideas y, en último término también las cosas del mundo
sensible; es decir, la Idea de Bien proporciona el ser a todo cuanto es, a todo cuanto
existe. En este sentido todo el resto de los seres poseerán realidad tanto en cuanto en
ellos se dé la Idea de Bien.
Un ejemplo aclarará lo que afirmamos: imaginemos que nos encontramos en una llanura
inmensa en medio de una gran oscuridad, no se ve nada, todo es tiniebla; de repente, se
enciende una linterna y ya hay luz; en este caso, la luz existe y se deberá al resplandor
que emana de dicha linterna, de tal manera que allí donde apenas alcanza la luz, allí
donde ya casi reinan las tinieblas, la poca luz que tenemos procederá del resplandor de
la linterna; en resumen, toda luz que se percibe es de la linterna y, en este sentido, con
respecto a la iluminación podemos manifestar que la luz de la linterna es la Idea de Bien
que ilumina da el ser a las cosas y por tanto su conocimiento.
Según esta teoría, en el nacimiento del mundo intervinieron tres realidades, a saber:
el Demiurgo, las ideas, y la materia indeterminada. El Demiurgo viene a ser como un
dios, pero no como el Dios cristiano, omnipotente y creador ex nihilo de todas las cosas,
sino un dios "hacedor" o artífice, que en su obra se sirvió de otras realidades que ya
existían antes y, de esta manera, utilizando la materia preexistente e imitando las ideas,
formó e hizo el mundo y las cosas de éste.
4.5. El CONOCIMIENTO
Clases de conocimientos
De igual manera que distinguió dos mundos, uno aparente y otro auténtico, Platón
también discernió entre dos clases de conocimientos: el verdadero saber, la auténtica
ciencia, (epistéme) y la opinión o saber aparente (dóxa).
Según este filósofo, la calidad del conocimiento depende de la naturaleza de los
objetos conocidos, de este modo, el conocimiento de los objetos del mundo sensible
será también inauténtico o aparente: dóxa. Este tipo de conocimiento nos es sumi-
nistrado por los sentidos; pero éstos nos engañan. En cambio, cuando el alma logra
evadirse de las realidades sensibles y elevarse al mundo de las ideas, entonces tiene
lugar el verdadero conocimiento: epistéme.
Así pues, el auténtico conocimiento, la verdadera ciencia ( epistéme) se refiere al
mundo inteligible, a los seres que siempre son, que ni nacen ni perecen; en cambio, el
conocimiento aparente o simple opinión (dóxa) alude al mundo sensible, a las cosas que
se encuentran en continuo devenir, que nacen y mueren. De este modo, en paralelo con
las distintas clases de seres de cada nivel, Platón distinguía en cada nivel dos tipos de
conocimiento, a saber: a) a nivel de la simple opinión establece la conjetura o
imaginación (eikasía), que se limita al conocimiento de las simples apariencias sin
intentar penetrar en su sentido, y la opinión plausible (pístis), que tiene por objeto la
"comprensión ordenada de las cosas naturales y artificiales”; b) a nivel de la ciencia
diferencia entre el pensamiento discursivo, (dianoia) ó actividad racional, cuya finalidad
son los números, los entes matemáticos; y conocimiento supremo o ciencia suprema,
que pretende captar las ideasen sí mismas. .
La dialéctica
Platón diferenció entre tres clases de almas (o tres partes en el alma), a saber racional,
irascible y concupiscible.
El alma racional se encuentra en la cabeza y posee las facultades intelectuales,
pensar y querer; la irascible en el pecho y tiene como misión regular, impulsos
violentos, relacionados con las inclinaciones de indignación,( valentía o cobardía, etc.) y
la concupiscible, situada en el vientre, se refiere a los apetitos e impulsos relacionados
con los placeres de comer y beber y otras inclinaciones sensuales.
4.7. LA ÉTICA.
De modo análogo, sólo el buen orden y la buena armonía entre las virtudes de la
prudencia, fortaleza y templanza podrán conducir al surgimiento de la justicia. Tenemos
así formuladas por primera vez en la Historia las cuatro virtudes morales fundamentales:
prudencia, fortaleza, templanza y justicia.
La tarea moral
En consonancia con lo que hemos estudiado, la conducta moral exige un doble esfuerzo,
a saber: uno físico y otro intelectual. El primero se lleva a cabo mediante la gimnasia, el
segundo gracias a las otras artes y a la dialéctica.
Mediante la gimnasia, en virtud de la disciplina y el esfuerzo gimnástico, dominamos
las inclinaciones negativas del cuerpo, evitando la molicie y la obsesión por los placeres
sensuales y, una vez conseguido dicho dominio, nos sentimos capacitados para iniciar el
esfuerzo intelectual; de este modo, primeramente, debemos cultivar nuestro espíritu
practicando las artes: Música, Astronomía, Geometría, Arte militar, etc., y,
posteriormente, intentar el conocimiento intelectual de la verdad ayudándonos del
ascenso dialéctico. Según Platón, para ser virtuosos debemos elevamos
cognoscitivamente del mundo sensible al mundo inteligible y una vez llegados aquí,
continuar el proceso dialéctico de idea en idea hasta alcanzar la suprema idea, es decir,
la suprema realidad: la Idea de Bien.
En resumen, la perfección ética exige la posesión de las virtudes morales; mas para
tener dichas virtudes hemos de ser sabios, ya que sólo de este modo seremos capaces de
orientar moralmente nuestra conducta. Pero para los sabios es necesario que mediante el
esfuerzo gimnástico consigamos el equilibrio de nuestro cuerpo. En consecuencia, la
vida moral requiere la armonía entre las actitudes morales, que resulta inseparable del
equilibrio entre el esfuerzo (el esfuerzo intelectual, entre el cuerpo y el alma, de ahí el
ideal humanístico de Occidente: mens sana in corpore sano, espíritu deportivo y
esfuerzo artístico e intelectual.
Desde el punto de vista político, los sabios, pues, poseen dos tareas fundamentales,
que son gobernar la pólis y educar a los futuros gobernantes.
Por supuesto, desde las posiciones actuales, sin duda alguna, ha de resultarnos
extraña esta postura de Platón, pues en nuestros días la democracia aparece como el
único régimen admisible; sin embargo, a la hora de juzgar su pensamiento, debemos
tener en cuenta la constante inestabilidad política de la Grecia, y sobre todo en la Atenas
de su tiempo, asimismo considerar los graves acontecimientos ocurrido, como las
actividades demagógicas llevadas a cabo por Alcibíades, quien posteriormente traicionó
a los atenienses, la derrota de Atenas por Esparta y el gobierno del los treinta tiranos;
posteriormente, restituida la democracia, el juicio y la sentencia de muerte contra
Sócrates, más tarde su fracaso político en la corte de Dionisio I de Siracusa. Tal vez
Platón, sintiéndose destinado por su cuna y por su vocación decidió intervenir en los
destinos políticos de su pólis y sintió que la situación concreta de la Hélade chocaba
constantemente con su idealismo.
4.9. LA ACADEMIA.
La Academia fue fundada por Platón hacia el año 387 a. C., tras el regreso de su
primer viaje a Siracusa y con enormes variaciones en su organización y en su doctrina
pervivió hasta el primer tercio del siglo VI en que fue clausurada por orden del
emperador Justiniano.
Bien: es el sol de las ideas. Ocupa jerárquicamente la cúspide del mundo inteligible de
las auténticas realidades que son las ideas. Con la idea de bien se hace comprensible la
inteligibilidad de todo lo real y, además, gobierna la vida ética individual y política del
hombre.
Ciencia: es el conocimiento de las verdaderas realidades que son las ideas. A este
conocimiento, Platón lo denomina nóesis o inteligencia, que, a su vez, comprende dos
actividades: la discursiva (dianoia) y la que proviene de la contemplación de las ideas
(nóesis). Estas dos actividades configuran la ciencia (epistéme).
Demiurgo: ser divino inferior a las ideas, que vivía feliz disfrutando de la
contemplación de las mismas ideas. Fue el artífice del universo, modelando la materia
eterna y caótica según la visión que tenía de las ideas.
Dialéctica: para los sofistas, la dialéctica era el "arte de la discusión por medio del
diálogo", cuya finalidad era convencer al oyente. Se trataba, pues, de una retórica.
Sócrates elevó este arte a un genuino método científico en el que se pretendía llegar a la
esencia de las cosas. Platón adopta la línea socrática. Según él, en el arte del diálogo
tenemos, en primer lugar, un método científico racional, propio de los filósofos que
aspiran a demostrar la verdad, a diferencia de la retórica sofista. Pero, en segundo lugar,
la dialéctica para Platón es, ante todo, un instrumento necesario para llegar a la
contemplación de las ideas. De aquí que adquiera un carácter ascensional, desde el
mundo sensible hasta el inteligible, y un carácter ontológico. Mediante la dialéctica,
uno alcanza a conocer las cosas por sus razones supremas de ser, que son las ideas
subsistentes, especialmente la idea de bien. Y, desde el bien, adquiere igualmente un
carácter descendente, en cuanto hace comprender todas las demás realidades. Por otra
parte, la dialéctica cobra una relevancia especial en el Estado platónico, porque es en el
bien como han de ser educados los futuros gobernantes.
Ideas: realidades inteligibles e inmateriales con existencia independiente del mundo
físico. Las ideas, además, son inmutables, eternas, absolutas, universales y modelos de
las realidades del mundo físico.
Mundo inteligible: el mundo donde se encuentra la verdadera y auténtica realidad, que
son las ideas. En este mundo nos encontramos con los objetos matemáticos y con las
ideas.
TEXTOS:
La dificultad de las ideas
“-y aquello por participación de lo cual las cosas semejantes son semejantes, ¿no será
la Idea misma?
-Sí, efectivamente.
-En consecuencia, no es posíble que algo sea semejante a la Idea ni que la Idea sea
semejante a otra cosa; porque, en tal caso, junto a la Idea aparecerá siempre otra Idea
[.. .].
-Es del todo cierto.
-Por lo tanto, no es por semejanza por lo que las otras cosas toman parte de las Ideas,
sino que es preciso buscar otro modo por el que tomen parte de ellas.
-Así, parece.
-¿Ves, pues, Sócrates -dijo-, cuán grande es la dificultad que surge si se caracteriza a las
Ideas como siendo en sí y por sí?”
Parménides, 133a-b
La felicidad
de los «guardianes»
“Nosotros no establecemos la ciudad mirando a que una clase de gente sea
especialmente feliz, sino para que lo sea en el mayor grado posible la ciudad toda;
porque pensábamos que en una ciudad tal encontraríamos más que en otra alguna la
justicia, así como la injusticia en aquella en que se vive peor, y que, al reconocer esto,
podríamos resolver sobre lo que hace tiempo venimos investigando. Ahora, pues,
formamos la ciudad feliz, en nuestra opinión, no ya estableciendo diferencias y
otorgando la dicha en ella sólo a unos cuantos, sino dándola a la ciudad entera.”
República, IV, 420b-c
Los filósofos-reyes
“-A menos -proseguí- que los filósofos reinen en las ciudades o que cuantos ahora se
llaman reyes y dinastas practiquen noble y adecuadamente la filosofía, y que vengan a
coincidir una cosa y otra, la filosofía y el poder político, y que sean detenidos por la
fuerza los muchos caracteres que se encaminan separadamente a una de las dos, no hay,
amigo Glaucón, tregua para los males de las ciudades, ni tampoco, según creo, para los
del género humano; ni hay que pensar en que antes de ello se produzca en la medida po-
sible ni vea la luz del sol la ciudad que hemos trazado de palabra. Y he aquí lo que
desde hace rato me infundía miedo decido: que veía iba a expresar algo extremadamente
paradójico, porque es difícil ver que ninguna otra ciudad, sino la nuestra, puede realizar
la felicidad ni en lo público ni en lo privado.
República, IV, 473c-e
La justicia
y el hombre de bien
“Porque si hubiera una ciudad formada toda ella por hombres de bien, habría
probablemente lucha por no gobernar, como ahora la hay por gobernar, y entonces se
haría claro que el verdadero gobernante no está en realidad para atender a su propio
bien, sino al del gobernado; de modo que todo hombre inteligente elegiría antes recibir
favor de otro que darse quehacer por hacerlo él a los demás. Yo de ningún modo con-
cedo a Trasímaco eso de que lo justo es lo conveniente para el más fuerte. Pero este
asunto lo volveremos a examinar en otra ocasión, pues me parece de mucho más bulto
eso otro que dice ahora Trasímaco al afirmar que la vida del injusto es preferible a la
del justo.”
República, 1, 347c-e
Crátilo clónico
“Sóc.-Puede que esto que tú dices suceda con aquellos nombres cuya existencia
depende forzosamente de un número. Por ejemplo, el mismo diez -o cualquier otro
número que prefieras. Si le quitas o añades algo, al punto se convierte en otro. Pero
puede que no sea ésta la exactitud en lo que toca a la cualidad o, en general, a la imagen.
Antes al contrario, puede que no haya que reproducir absolutamente todo lo imitado, tal
cual es, si queremos que sea una imagen. Mira si tiene algún sentido lo que digo: ¿es
que habría dos objetos tales como Crátilo y la imagen de Crátilo, si un dios reprodujera
como un pintor no sólo tu color y forma, sino que formara todas las entrañas tal como
son las tuyas y reprodujera tu blandura y color y les infundiera movimiento, alma y pen-
samiento como los que tú tienes? En una palabra, si pusiera a tu lado un duplicado
exacto de todo lo que tú tienes, ¿habría entonces un Crátilo y una imagen de Crátilo o
dos Crátilos?”
CRÁT.-Paréceme, Sócrates, que serían dos Crátilos.”
Platón, Crátilo, 432a-b
BiIbliografia
1. La visión en la sombra
Según el simbolismo platónico, podríamos pensar que los hombres nacen
encadenados a determinados esquemas propios de la época en que viven y desde los
que contemplan su vida. Esta interpretación plantea un problema de extraordinaria
modernidad. Como si el pensamiento, lo que verdaderamente somos, dependiese de
algo que está fuera de nosotros mismos y que nos condiciona y determina.
Para los prisioneros de la caverna, el mundo es lo que ven. La verdadera realidad
está, sin embargo, en otra parte. Al menos, es lo que nos hace creer el narrador del mito.
Los condenados al ver lo que otros les muestran sólo conocen el mundo por su
apariencia. Una apariencia sin sustancia, sin cuerpo y reflejada en la sombra.
En ese primer estadio, los hombres sólo ven imágenes; pero oyen también las
palabras, las que ellos se dicen y las que vienen de las conversaciones detrás de la pared
por donde pasan quienes transportan los objetos. Seguramente, personajes parecidos a
éstos tendrán la misión de atizar el fuego para que no se acabe el tinglado de la
engañadora iluminación y de las engañosas sombras.
Si traspasamos esta frontera del mito y de su simbolismo, podemos pensar que aquí se
habla de conocimiento y de saber. Los encadenados son todos los seres humanos,
sujetos a lo que sus sentidos filtran del mundo. Estamos, pues, atados a un momento del
mundo y de la historia. Lo que vemos es lo que nuestro presente nos deja ver. Y eso que
nos deja ver, con independencia de las naturales limitaciones de nuestros sentidos es, en
buena parte lo que el lenguaje en que nacemos y las instituciones (familia, escuelas,
centros docentes, etc) nos enseñan. Esa es, en cierto sentido, nuestra caverna. Una
caverna. que, en principio, no tiene que ser algo negativo, porque es el mundo en el que,
queramos o no, nos encontramos.
2. La caverna y el lenguaje
Por eso llamamos a nuestra lengua, lengua materna. Nacemos en ella, como si fuera
también nuestra madre. La lengua que hablamos es un poco como las sombras de
nuestra caverna personal desde la que vemos el mundo. Lo que vemos y podemos saber
arranca de1 reflejo que es esa lengua en la que hemos nacido. Pero, al mismo y tiempo,
hay en nuestros días, por el desarrollo de los medios de comunicación, una forma de
experiencia que no tuvieron los hombres de otras épocas no muy lejanas. A través del
cine y, sobre todo, de la televisión, los hombres de nuestro tiempo pueden «ver» lo que
jamás pudieron imaginar las generaciones que nos precedieron. Todavía no hace
muchos años, nuestros ojos para ver tenían que ir allí donde les llevara nuestro
cuerpo. Era un ver inmediato, natural, humano. Veíamos el mundo real; el mundo de
las cosas. Pero hoy podemos ver, sin tener que estar allí donde vemos. La televisión nos
nace ver, muchas veces, imágenes sin sustento en lo real, y sin que nuestro cuerpo tenga
que moverse de donde está para percibir «visiones». Una forma más refinada, y si no
somos conscientes de su refinamiento, más insidiosa y cavernosas.
3. Liberación
Pero el mito describe, además, un segundo estadio. En él se nos presenta la vida
como un proceso de liberación y un camino que hay que andar en una dirección. Al
final de ese recorrido se halla la salida y en ella aparece otro mundo -cosas reales, luz,
aire distinto de las simples «visiones» de imágenes y sombras a las que el prisionero
estaba acostumbrado. El mito platónico marca un sendero desde la tiniebla a la luz, e
indica, al mismo tiempo, que el camino está ahí para recorrerlo. Entre tantas enseñanzas
de estas páginas platónicas se encuentra la de que el saber es siempre progreso, camino.
(Tal vez por eso el término método quiere decir camino por recorrer.)
Todo conocer parece surgir de esa sombra inicial y su meta es, tras el recorrido de
nuestros pasos «mentales», la inteligencia de la realidad, y la luz que nos lleva a
descubrir el mundo, investigarlo y, en definitiva, hacerlo nuestro, convertirlo en nuestro
lenguaje y, por supuesto, poderlo comunicar.
Pero hay un tercer acto en la «comedia» platónica. El prisionero que haya podido
liberarse de sus ataduras y contemple, al fin, lo que haya al otro lado de la caverna, no
se detiene en el gozo que, sin duda, le ofrece la realidad y la luz con la que ve la verdad.
Se levanta en él un sentimiento de solidaridad con los pobres encadenados que siguen
en el fondo, y ese sentimiento le impulsa a comunicar a los antiguos compañeros su
sorprendente descubrimiento. Un componente moral, una actitud de solidaridad parece
encontrarse en todo proceso de conocimiento. El saber no es saber si no se comunica,
si no se enseña, si no sirve para sentir en él la necesidad de compartir y educar.
El mito platónico deja, sin embargo, un sabor pesimista. Los prisioneros, felices entre
sus sombras, no quieren escapar de sus cadenas. Están cómodos allí, al abrigo de la
costumbre, y se ríen de quien les habla de otro mundo verdadero y real; le toman por
loco y si le pudieran echar mano acabarían por matarlo. Sin embargo, entre esos dos
mundos, el de la caverna y el de la luz, el de la libertad y el de la prisión, hay una
frontera que representa el movimiento del primer liberado y su necesidad de liberar a los
demás y esto nos lleva a otro de los grandes problemas del platonismo: la educación.
4. Educación
´
5.1. AMBIENTE SOCIOCULTURAL.
A partir de la guerra del Peloponeso (431 a.C.- 404 a.C.) se inicia la decadencia
de las ciudades-Estado griegas como consecuencia de una crisis económica y social, que
acabará dando paso a un nuevo modelo de organización política, en el que quedará
superado el ideal de autarquía propio de la polis.
Como hemos estudiado en los temas anteriores, los filósofos milesios dieron el
salto del mito al logos; los pensadores posteriores, Parménides, Anaxágoras, etc.,
procuraron razonar de acuerdo con las exigencias lógicas; más tarde, reaccionando
contra el relativismo y el escepticismo de los sofistas, Sócrates aportó el concepto
universal y la definición esenciaÍ, y Platón utilizó ampliamente el método dialéctico.
Con Aristóteles tuvo lugar un paso más, a saber, Aristóteles fue el primer filósofo que
consideró científicamente, en sí, como un contenido propio y aparte el orden lógico del
pensamiento; es decir, fue el primero que se ocupó del estudio de la lógica.
Lógica aristótelica es una Lógica de términos, los cuales están constituidos por
palabras del lenguaje natural que, en cuanto tales, se refieren a conceptos que, a su z.
expresan objetos y cualidades o propiedades. En este sentido, Aristóteles nos indica que
denomina término... "a aquello en lo que se descompone la proposición” Por ejemplo:
paño, blanco, Sócrates, mortal, etc.
Ahora bien, mediante la relación entre dos o más términos se forma la
proposición, que constituye la expresión del juicio, por medio del cual se establece una
afirmación o una negación acerca de una realidad cualquiera; por ejemplo el paño es
blanco, Sócrates es mortal, los elefantes no pueden volar, etc.
5.4.2. El razonamiento.
Finalmente, Aristóteles examinó el razonamiento; desde un primer punto de
vista, podemos distinguir entre el razonamiento inductivo y el deductivo; el primero va
de lo singular a lo universal (o a lo particular). el segundo se mantiene en el orden de lo
universal o va de lo universal a lo particular o a lo singular. Aunque el razonamiento
inductivo posee un carácter previo, sin embargo, Aristóteles le dedicó muy poco
espacio, y centró su esfuerzo casi exclusivamente en una de las formas del razonamiento
deductivo que es el silogismo.
El silogismo consiste en un razonamiento constituido por tres proposiciones, las
dos primeras, llamadas premisas, y la tercera, conclusión. En las premisas se encuentran
tres términos: el término mayor, que hace de predicado de la conclusión, el menor, que
hace de sujeto, y el medio, que se halla únicamente en las premisas, y sirve como
elemento de enlace entre los dos términos anteriores; por ejemplo el silogismo
siguiente:
o Todo ave es animal.
o El gorrión es ave
o luego el gorrión es animal.
Las premisas serían "Todo ave es animal" y "el gorrión es ave"; la conclusión,
"el gorrión es animal". Los tres términos "animal", "gorrión" y "ave". El término mayor:
"animal"; el menor: "gorrión" y el medio: ave. Mediante el término medio ("ave")
ponemos en relación (o comparamos) "animal" con "gorrión".
Según queda explicado por esta estructura, el silogismo estriba en justificar la
pertenencia (o la no pertenencia en el caso de una conclusión negativa) de un predicado
(término mayor) a un sujeto (término menor) mediante el término medio. La posición de
los términos permanece invariable en la conclusión (el mayor hace de predicado y el
menor de sujeto), pero puede modificarse en las premisas en consonancia con la
situación que en ellas ocupe el término medio.
5.4.3. La demostración científica.
Según Aristóteles, la ciencia se realiza mediante demostraciones que se
fundamentan en verdades "primeras, inmediatas, más conocidas, anteriores y que son
causa de la conclusión"; a este respecto, todas las ciencias poseen unos principios
primeros (axiomas o postulados) que constituyen los presupuestos de sus
demostraciones; pero los principios primeros de una ciencia pueden ser demostrados por
otra superior, es decir, más general y abstracta; por ejemplo, los postulados de la Óptica
pueden ser demostrados por la Física, los de ésta, por las Matemáticas, etc. Pero más
allá de estos principios particulares de determinadas ciencias, se encuentran los
primeros principios o axiomas comunes a todas ellas; por ejemplo el principio de
contradicción o el de exclusión del término medio.
Así pues, los axiomas constituyen los fundamentos de toda demostración
científica. Ahora bien, en este autor, los axiomas antes que fundamentos del
conocimiento constituyen exigencias indispensables de los seres, pues el conocer se
fundamenta en el ser.
5.5. LA FÍSICA
Si las ideas filosóficas de Platón se vieron profundamente condicionadas por
ideales políticos, el pensamiento de Aristóteles lo fue por sus conocimientos biológicos.
Aristóteles, perteneciente a una familia de médicos y biólogo él mismo, fue un
perspicaz observador de la naturaleza. En este sentido, propendió a ver todas las cosas
con mentalidad de naturalista y a poner de manifiesto el carácter finalista o teleológico
de las mismas; pues, en efecto, dicho carácter se da más que en ningún otro campo en el
de los seres vivos, ya que en los fenómenos de reproducción, crecimiento y desarrollo
de éstos, una vez puestas las condiciones necesarias (por ejemplo, una vez engendrado
un nuevo ser), el proceso natural, es decir, el biológico tiende a seguir su curso por sí
mismo, de modo correcto y preciso; por ejemplo, una vez que la semilla ha caído en el
terreno adecuado, germina y el desarrollo del nuevo ser, de la nueva planta, propende a
seguir de modo natural su fin, esto es, hacia su cumplimiento correcto y adecuado.
5.5.1. EL MOVIMIENTO.
Los filósofos anteriores tendieron a concebir por separado la realidad (el ser) y el
movimiento, intentando explicar las variaciones, los cambios, de la realidad. En este
sentido, Parménides negó la realidad del movimiento, reduciéndolo a mera apariencia (a
dóxa) a ilusión (el ser es uno, eterno, inmóvil, etc.). Heráclito adoptó una posición
contraria: ( pánta rei) todo fluye, todo cambia, nada es; según los pluralistas lo que
siempre es, es eterno e inmóvil (no deviene), esto es, los elementos (Empédocles), las
homeomerías (Anaxágoras) o los átomos (Demócrito) son inengendrados e
imperecederos y permanecen inalterables en el transcurso de todos los cambios, y el
movimiento estriba en la combinación de una u otra manera de estos elementos
inmutables. Platón, por su parte, excluyó el movimiento del mundo inteligible, es decir,
de la auténtica realidad, y lo contrajo al mundo de la doxa, o mundo de los sentidos.
d) Las causas.
Este Motor Inmóvil, que aparece como causa agente primera en los libros VII y
VIII de la Física, en el XII de la Metafísica, de acuerdo con la concepción teleológica
de Aristóteles, aparece como causa final y en tanto en cuanto causa final mueve
atrayendo, es decir, mueve porque todos los seres compuestos de potencia y acto
aspiran, desean o apetecen el acto.
Ahora bien, teniendo en cuenta que en los textos señalados de la Metafísica el
Motor Inmóvil (acto puro, inteligencia plena, causa final suprema, "objeto de amor",
etc.) aparece completamente separada del resto de los seres, ¿se puede identificar dicha
entidad con Dios? La respuesta puede ser positiva; mas en este caso conviene tener en
cuenta que subsisten notables diferencias entre Dios, concebido de este modo y el Dios
de las religiones monoteístas actuales; pues en este autor el Motor Inmóvil (dios) no
desea nada y permanece indiferente al mundo, mientras que en las religiones
monoteístas la revelación y la providencia constituyen conceptos centrales.
5.6.1. EL SER.
Si decimos Jacinto es un ser humano, Jacinto pesa 90 kilos, Jacinto viste una
bonita chaqueta; en el primer caso, el verbo indica la esencia de la sustancia Jacinto, en
el segundo, una cantidad y en el tercero, un hábito de dicha sustancia. Estos sentidos son
llamados por Aristóteles categorías, derivado de la palabra griega (kategoría =
atribución) y significan los diferentes modos según los cuales un predicado puede ser
atribuido a un sujeto. Ahora bien, para Aristóteles, las categorías, antes de ser modos de
predicación, son modos de ser, modos de la realidad (es decir, distintas formas de existir
que encontramos en la realidad); pues las proposiciones deben expresar la realidad
existente.
Las categorías son, pues, los géneros (o clases) de ser que encontramos en la
realidad y éstas según Aristóteles son diez, de las cuales una primera es la sustancia (el
ser que existe en sí) y las nueve restantes los accidentes (seres que existen en otros).
5.6.3. La sustancia.
El ser principal es, pues, la sustancia y el resto de los seres se dan en la sustancia
como afecciones o accidentes de ésta; por tanto, es evidente que preguntar por el Ser
equivale a preguntar por la sustancia (ousía) porque ésta constituye el Ser principal.
Como hemos señalado antes, entendemos por sustancia el ser que existe en sí (y
por accidente aquel que existe en otro). Aristóteles distingue dos clases de sustancias: la
sustancia primera y la sustancia segunda. Son sustancias primeras los individuos
sustanciales: Luis, esta mesa, este plátano, etc. Y sustancias segundas, las especies (ser
humano, mesa, plátano) y los géneros (animal, mueble, vegetal). La especie se
encuentra constituida por el conjunto de seres; a los que, presentando caracteres
comunes, puede aplicárseles la misma definición, por ejemplo, la especie humana
aparece definida como animal racional; el conjunto superior en extensión es el género,
al cual pueden pertenecer varias especies: por ejemplo, el género animal incluye las
especies ser humano, conejo, camello, pulga, etc.
Ahora bien, ¿qué relación guardan las especies y los géneros, esto es, las
sustancias segundas, con los individuos sustanciales o sustancias primeras? Las especies
y los géneros se hallan realizados en los seres individuales y, a su vez, expresan la
esencia de dichos seres, lo que éstos son. Denominamos esencia a lo que hace que un
ser sea lo que es (ser humano, mesa, etc.); en consecuencia, los seres (las cosas) que
poseen la misma esencia pertenecen a la misma especie. Las especies (sustancia
segunda) no pueden realizarse (ni existir) sino en los individuo (sustancia primera);
pero, a su vez, éstos son lo que son gracias a las especies. Por ejemplo, ¿dónde se
encuentra la especie humana? La especie humana se encuentra realizada en los seres
humanos, en Jacinto, Adela, Vanesa, Arturo, etc., y no puede existir fuera de ellos; pero,
al mismo tiempo, gracias a la especie (ya la esencia) los individuos citados son seres
humanos. Pero como los seres se componen de materia y forma, de las cuales la
segunda determina a la primera, resulta que la esencia y la especie vienen dadas por la
forma (en su unión con la materia) Tenemos, pues, que los seres son lo que son (ser
humano, mesa, plátano) gracias a la forma.
Para este filósofo, nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en los
sentidos; todo conocimiento comienza, pues, por los sentidos; no obstante, el auténtico
conocimiento humano es el intelectual, por tanto, ¿cómo tiene lugar el proceso
cognoscitivo? Del modo siguiente: los sentidos externos recogen los datos de los
objetos, que a través del sensorio común llegan a la conciencia, en donde se conservan y
se combinan entre sí por medio de la memoria y la imaginación. En este nivel
intervienen las facultades superiores; en primer lugar, el entendimiento agente que,
tomando los datos que le suministra la imaginación, prescinde de los datos singulares y
concretos, y obtiene (abstrae) los formales, comunes y universales, que conoce el
entendimiento paciente. El conocimiento humano, pues, se realiza mediante el
entendimiento paciente y consiste en captar las esencias (o las formas) universales,
existentes en los objetos singulares y concretos. Como en Platón, conocemos esencias
universales; pero en contra de él, dichas esencias no existen en un mundo aparte y
separado, sino en los propios objetos singulares, de donde las obtenemos por medio de
la abstracción.
En cuanto a las facultades afectivas o irracionales, también se distinguen dos
niveles, a saber: el apetito inferior o instintos y el superior o voluntad.
5.8. LA ÉTICA.
5.8.1. La felicidad.
Al estudiar la Ética, Aristóteles, siguiendo sus propios principios, atendió a las
exigencias de la naturaleza (physis), en este caso concreto, a los de la naturaleza humana
y de acuerdo con ésta constató que todos los seres humanos tienden por naturaleza a la
felicidad.
Por tanto, ¿en qué consiste la felicidad? y ¿cómo alcanzarla? La felicidad de los
seres humanos guarda una intrínseca relación con las actividades propias de los seres
humanos. Mas, ¿cuáles son las actividades propias de los seres humanos? Las
actividades propias de éstos dependen de sus facultades propias y esenciales.
Por tanto, para averiguar cuáles deben ser aquéllas debemos determinar, de
modo previo, éstas. A este respecto, vemos que los seres humanos poseen multitud de
facultades, de las cuales unas (comer, correr, sentir, recordar, etc.) las poseen en común
con el resto de los animales, mientras que otras (pensar, querer) son propias y
exclusivas de ellos. Por tanto, a éstas habrá que atender. Las facultades propias de los
seres humanos son el entendimiento y la voluntad y, en consecuencia, la auténtica
felicidad de los seres humanos habrá de consistir en el ejercicio correcto de dichas
facultades. Pero, ¿en qué estriba el ejercicio correcto de éstas? Primeramente, en
averiguar qué es el bien (esfuerzo intelectual) y, segundo lugar, en tratar de alcanzarlo;
o, expresado de otro modo, en averiguar qué debemos hacer y en hacerla correctamente,
esto es, en comportamos adecuadamente.
Así pues, cumpliendo nuestro deber alcanzamos la felicidad, pero ¿en qué
consiste ésta? A esta pregunta Aristóteles nos respondía que en conseguir e/ fin más alto
que al ser humano le es posible. Y ¿cuál es este fin?: La felicidad consiste en la
contemplación. Para Aristóteles, la facultad más alta de los seres humanos es el
intelecto, y su actividad propia la contemplación(entender), de ahí que concluya
afirmando que la felicidad ha de consistir en (entender) en contemplar; pero,
¿contemplar qué? La belleza y el orden del cosmos, la auténtica realidad de las cosas.
5.8.2. La virtud.
En el comportamiento moral desempeñan una función fundamental los hábitos.
Entendemos por hábito una disposición a obrar de una manera determinada que se
adquiere mediante la repetición de actos; por ejemplo, si reiteradamente estudiamos
adquirimos el hábito de estudiar y si reiteradamente fumamos el de fumar. Cuando los
hábitos son buenos o positivos se denominan virtudes, cuando son ma1os o negativos
son vicios. Los vicios nos alejan de nuestro deber y de nuestra felicidad; las virtudes, en
cambio, nos ayudan a conseguirlos. En este sentido, como indicamos anteriormente "la
virtud es un hábito selectivo que consiste en un término medio relativo a nosotros,
determinado por la razón como lo determinaría una persona prudente".
La virtud, por una parte, en tanto implica una elección (o una determinación)
supone una dimensión intelectual: es la razón la que debe elegir de un modo "prudente"
(por tanto, los ignorantes difícilmente sabrán elegir); pero, por otra, es necesario,
además, poseer la fuerza de voluntad suficiente para superar la pereza y las
inclinaciones negativas, es decir, es preciso estar habituado (poseer el hábito) de
comportarse del modo debido. Así, tenemos que desde el punto de vista moral, una con-
ducta correcta conlleva tanto un esfuerzo intelectual como un esfuerzo volitivo, pues si
la virtud es un término medio, resultará difícil acertar y muy fácil equivocarse, ya que
existirán muchas formas de ser malo (vicioso) y sólo una de ser bueno (virtuoso); pero,
además, resulta también, que en el vicio caemos fácilmente, en cambio, en la virtud
nunca caemos, sino que a ella sólo llegamos mediante un constante esfuerzo.
5.9. LA POLÍTICA.
El pensamiento político de Aristóteles difiere sustancialmente del de Platón en
varios puntos esenciales; así, por una parte, Platón intentó formular sus concepciones
políticas partiendo exclusivamente de principios teóricos, Aristóteles, por el contrario,
procuró informarse de las realizaciones concretas; en este sentido, se le atribuye el
análisis de más de 150 Constituciones y formas políticas de diferentes países; y,
mientras que Platón intentó diseñar un Estado ideal que superase las tendencias
negativas de los seres humanos y los condujera hacia su perfección, Aristóteles, en
cambio, pretendió adaptar el Estado a las circunstancias concretas, a las condiciones
sociales e históricas particulares de la sociedad en que se realiza.
Según este filósofo, a diferencia de las bestias y de los dioses, el ser humano es
social por naturaleza (ántropos physei politikón dson), de tal modo que sólo puede
llegar a alcanzar su calidad de ser humano conviviendo en sociedad; por tanto, la ciudad
( pólis) es anterior al individuo.
TEXTOS.
El saber y la admiración
“Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Por su medio
conocemos las demás cosas y no conocemos aquéllos por las demás cosas. Porque la ciencia soberana,
la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el porqué debe hacerse cada cosa.
Y este porqué es el bien de cada ser que, tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.
De todo lo que acabamos de decir sobre la ciencia misma, resulta la definición de filosofía que
buscamos: es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras
causas, porque una de las causas es el bien, la razón final. Y que no es una ciencia práctica lo prueba el
ejemplo de los primeros que han filosofado. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las
primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y
de los que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después,
avanzando paso a paso,.'
quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, !as diversas fases de la Luna, el curso del
Sol y de los astros y, por último, la formación del universo. Ir en busca de una explicación y admirarse es
reconocer que se ignora. Y así puede decirse que el filósofo es, en cierta manera, amigo de los mitos,
porque el mito se compone de cosas maravillosas. Por consiguiente, si los primeros que filosofaron lo
hicieron para librarse de la ignorancia es evidente que buscaban el saber por sí mismo y no con miras a
utilidad alguna.”
ARISTÓTELES, Metafísica, 1,2, 928b 1-22
Pensar que sentimos
“Ahora bien, la vida de los animales se define por su capacidad de sentir, pero la de los
hombres, por sentir y pensar. Y la vida es de las cosas buenas y agradables por sí mismas, porque es
algo definido, y lo definido es por su propia naturaleza bueno. [...] y si la vida es buena y agradable (y
así lo parece por el hecho de que todos la desean, y en grado sumo los buenos y dichosos, porque el
modo de vida que ellos eligen es el más deseable y su existencia es la más dichosa); si el que ve se da
cuenta de que ve, y el que oye de que oye, y el que anda de que anda, y en todas las otras actividades hay
algo que percibe que estamos actuando y se da cuenta cuando sentimos de que estamos sintiendo, y
cuando pensamos de que estamos pensando, y percibir que sentimos o pensamos es percibir que somos,
vemos que ser es percibir y pensar.”
ARISTÓTELES, Ética A Nicómaco, IX, 9, 1170a 20-34
El bogavante
“El bogavante tiene dos hileras de dientes como la langosta, y encima unas largas antenas, pero
que son más cortas y más finas que las de la langosta. [...] Por encima de las antenas tiene unos ojos
pequeños y un poco saltones, y son tan grandes como los de la langosta. Por encima de los ojos tiene una
superficie puntiaguda y rugosa como si fuera una frente. El pecho del bogavante es mucho más ancho
que el de la langosta y el conjunto de su cuerpo es más carnoso y blando. Tiene todo el cuerpo liso, así
como la región del cefalotórax, a diferencia de la langosta que es rugoso. [...] Todos estos animales
tienen dos dientes, y en la boca una parte .más carnosa que hace las veces de lengua.”
ARISTÓTELES, Investigacíón sobre los animales, IV, 526a 32-526b 24
Amar la vida
“Si tanto nos apasiona mirar y ver, por el gozo mismo de la mirada, es esto una prueba
suficiente a favor de ese conocimiento y ese saber por el que también se apasionan los hombres. Amamos
efectivamente el conocimiento y el saber, pero sobre todo amamos la vida.”
ARISTÓTELES, Protréptico, B 72-73, Ed. de 1. Düring
“El ser es para todos objeto de predilección y de amor y somos por nuestra energía (por vivir y
actuar). Y la obra es en cierto modo la energía de su creador, y así el creador ama su obra porque ama
el ser.”
ARISTÓTELES, Ética Nícomáquea, IX, 1168a 5-8
BIBLIOGRAFÍA.
ARISTÓTELES, Obras, Gredos, Madrid, 1978 sigs. Además de esta traducción, en curso de publicación, hay varias
ediciones de distintas obras, como las publicadas en la misma editorial Gredas, de la Metafísíca y la Poética con texto
griego, traducción castellana y texto latino de traducciones medievales por VALENTíN GARCíA YEBRA. También
en la Editorial Aguilar, Espasa Calpe y Centro de Estudios Constitucionales hay buenas traducciones, algunas con el
texto griego.
F. BRENTANO, Arístóteles, Labor, Barcelona, 1983.
AGNES HELLER, Arístóteles y el mundo antiguo, Península, Barcelona, 1983.
WERNER JAEGER, Aristóteles, bases para la historia de su desarrollo intelectual, Fondo de Cultura Económica,
México, 1946.
EMILIO LLEDÓ, Mémoria de la Ética, una reflexión sobre los orígenes de la «theoría» moral en Aristóteles, T¡;
¡.urus, Madrid, 1995.
JOSÉ MONTOYA y JESÚS CONILL, Aristóteles: sabiduría y>felicidad, Cincel, Madrid, 1985.
W. D. ROSS, Aristóteles, suramericana, Buenos Aires, 1957.
CARLOS THIEAUT, Cabe Aristóteles, Visor, Madrid, 1988.