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Frente A La Mundialización Liberal La Autonomía de Los Territorios Por Renaud Vignes PDF
Frente A La Mundialización Liberal La Autonomía de Los Territorios Por Renaud Vignes PDF
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muchos piensan que la solución se encuentra en el aumento de la complejidad, este
texto propone otra vía para dotar a nuestras sociedades de la resiliencia que han
perdido.
Con la llegada masiva de lo digital a finales del siglo pasado, el mundo descubre, con
entusiasmo, la promesa tecnocapitalista. Esta nueva revolución capitalista provoca una
segunda fase de compresión del espacio-tiempo; tan fulgurante que ni siquiera los
Estados podrán seguirla. En consecuencia, es a la tecnología y a la iniciativa privada
que se va a confiar la regulación de nuestras sociedades. En este mundo, el homo
sociabilis ya no tiene su lugar. Demasiado racional, demasiado lento, demasiado
relacional, debe ser sustituido por un nuevo hombre: el homo festivus munericus. En
un mundo convertido en líquido, ese hombre es móvil, ligero, hiperconsumidor y, sobre
todo, creyente en el progreso tecnocientífico como factor de resolución de las grandes
cuestiones de su época. Para forzar esta transformación antropológica, el sistema
tecnocapitalista operará sobre nuestro uso del tiempo a fin de completar nuestra
“educación” en el mundo nuevo. En consecuencia, nuestro capital-tiempo se va a
convertir en el desafío para las empresas. Es así como nace una nueva ciencia: la
“captología”. De forma simplificada, estas técnicas consisten en encerrar a la gente en
un flujo de incitación y recompensa a fin de hacerle adoptar el comportamiento deseado
(sustancialmente el del homo festivus numericus). Asociada a los progresos realizados
en el campo de la economía comportamental (recompensada por dos premios Nobel de
economía: Daniel Kahneman en 2002 y Richard H. Thaler en 2017), la captología se
presenta hoy como un arma de persuasión masiva para hacer “conformes” nuestros
comportamientos con los principios de la aceleración generalizada.
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Esta nueva temporalidad ha transformado totalmente no solo al individuo sino, de
forma más general, a toda la sociedad y todo esto en apenas un par de décadas.
Nuestros ritmos de vida se han acelerado tanto como los ritmos de cambio de la
situación social, familiar y sentimental.
Las reglas, las normas, los principios de la vida moderna son siempre más difíciles de
controlar que de comprender. Esta es una de las grandes lecciones de la crisis: en este
nivel de complejidad, de interconexiones, de rapidez, el orden del mundo ya no es
sostenible. Frente a esta constatación, una primera respuesta es la del sistema. Si la
maravillosa mecánica se detiene es porque los medios de regulación no estaban
adaptados. Será suficiente, entonces, reforzar las herramientas de conducción para
volver a ponerlo todo rápidamente en orden. Se diseña así una especie de panóptico
digital que, con “benevolencia” de meter a la sociedad en el orden del mercado a cambio
de una parte de nuestra libertad. Pero existe una segunda respuesta, mucho más
radical, que consiste en pensar que ha llegado el tiempo de un profundo cambio de
paradigma.
Las transformaciones en las que estamos involucrados solo son posibles por la
aparición de una nueva forma de humanidad. En esta antropología tecnoliberal, el
hombre está solo y la inteligencia es percibida como una posesión privada e individual.
Aquí se encuentra, sin duda, la respuesta más decisiva de los que piensan que la
búsqueda de la mayor eficiencia durante todo el tiempo no tiene ningún sentido. En
Liberalismo y acción social, John Dewey propone pensar la libertad como “un poder de
actuación” producido por las interacciones sociales. El surgimiento de colectivos (que
Dewey llama públicos) es la condición para que los individuos afronten los desafíos que
les afectan. Es una nueva forma de ejercicio de la libertad que se basa en la idea de
participación en un compromiso común que permita a cada cual realizar las
capacidades que le son propias. En esta misma perspectiva, Armatya Sen aboga por que
la economía redescubra la dimensión ética que ha olvidado. De esta visión del hombre
se deduce el concepto de la “capacidad para actuar” que le ha hecho célebre.
En fin, Elionor Ostrom propone un marco jurídico para que este poder de actuar pueda
convertirse en una realidad. Afirma que, junto a las propiedades públicas y privadas,
existe una tercera forma de propiedad: la propiedad común (o comunal). Esta estimula
el ejercicio de la responsabilidad y constituye así una de las condiciones de esta libertad
como capacidad de transformación. Muestra que, para la gestión de los bienes
derivados de una propiedad común (los “comunes”), dejar que los individuos organicen
sus relaciones proporciona mejores resultados que el recurso a la intervención pública o
mediante la autorregulación por el mercado.
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En un contexto ideológico saturado por el pensamiento neoliberal, la movilización de la
inteligencia colectiva como condición de renovación del “poder de actuar” y la
inscripción del concepto de “capacidad” en la reinvención de la teoría de “lo común” se
presentan como las bases de una alternativa a las formas de “iliberalismo” digital que se
nos proponen desde otros ámbitos.
De lo local a lo colectivo
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Hasta ahora, se pensaba que era propio de los transportes y de la logística adaptarse al
alargamiento de los flujos. Hay que invertir este principio e imaginar una nueva
concepción del espacio. La ciudad tecnocapitalista como simple elemento de un gran
sistema de una extrema complejidad que genera riesgos que nuestras sociedades no
pueden permitirse. Hay que repensar completamente su arquitectura en una
perspectiva de resiliencia y autonomía.
Así, esta crisis que ha alterado nuestras certidumbres, nos invita a desarrollar un
“urbanismo de los tiempos” en torno a la idea de la “villa comunal”. Pensar la
autonomía no significa hacerlo todo por sí mismos, sino compartir los recursos y las
competencias a escala de un pequeño espacio con el objetivo de satisfacer lo esencial de
nuestras necesidades fundamentales. Oponiéndose a la metropolización del mundo, la
“ciudad comunal” puede ser el núcleo de la respuesta a la única cuestión que hoy vale:
¿qué sacaremos de esta prueba? © Fuente: L´Inactuelle. Revue d´un monde qui vient
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