Está en la página 1de 15

4.

1 Que es la inteligencia
emocional
Este es el último módulo del curso, y dejamos para el final este tema tan
apasionante, como es el adentrarnos en el mundo de las emociones y su
posibilidad de gestionarlas.
El hecho de que hoy por hoy se incluya este tema en la gestión del liderazgo,
en las habilidades de management, habla de una evolución tanto en el interior
de las organizaciones como en la misma vida de las personas. Hablar de
emociones era un tema tabú, las emociones se esconden, las emociones se
dejan en la casa y a la empresa se va a trabajar, este tipo de frases
generaron mucha inefectividad al no ver a las personas y a los equipos como
una coherencia entre cuerpo, lenguaje y emociones, que se interrelacionan e
influencian permanentemente. Tema que hemos abordado en este curso.

Usar las emociones de forma inteligente, que trabajen para nosotros y en


post de nuestros objetivos.

4.1.1 Definición de inteligencia emocional


El concepto de inteligencia emocional, desde hace algunos años, ha tomado
importancia en el desarrollo personal y desde allí a todos los dominios de la
vida y el mundo de las empresas.

La palabra inteligencia, del latín intelligentĭa, significa la posibilidad que


tenemos los humanos de escoger entre diversas posibilidades, a la que
consideramos la mejor opción frente a determinada situación. Desde esta
definición, podemos decir, en primer lugar, que es la capacidad de escoger
la mejor emoción, para la situación de vida que transitemos.

Inteligencia Emocional es la capacidad de identificar los sentimientos y las


emociones de uno y de los demás, y así poder guiar nuestras acciones.
Podemos observar que la inteligencia emocional tiene que ver con uno y,
además, involucra la posibilidad de interpretar la emoción en los demás.

Son muchos los autores que investigan sobre el tema dado su gran
importancia, hay una gran variedad de definiciones. Tomaremos a este
término como la capacidad de gestionar de manera inteligente nuestras
emociones y las de los demás. Es decir, poner emociones a la inteligencia e
inteligencia a las emociones.

Hace al uso de la inteligencia emocional, hacer de forma intencional, que


nuestras emociones estén gestionadas en post de nuestros objetivos. Las
podemos gestionar de forma que las mismas guíen nuestro comportamiento,
y generen en nuestra vida los resultados deseados.

La inteligencia emocional es un conjunto de habilidades. Podemos identificar


dentro de estas habilidades al autoconocimiento, el autocontrol, la
automotivación, la empatía y las habilidades sociales.

Una gran parte de nuestras habilidades nos son heredadas y viene en nuestro
equipaje de ADN, muchas otras son desarrolladas de niños, podemos inferir,
dada las investigaciones actuales en la temática, las habilidades emociones
se desarrollan durante toda la vida.

Es interesante rescatar que, a diferencia del coeficiente intelectual, la


inteligencia emocional no tiene límite de desarrollo o evolución.

4.1.2 Bases neurológicas de las


emociones
La palabra emoción, significa moverme hacia un objetivo. Toda emoción es
un impulso que me lleva a la acción.

Para poder comprender su significado, podemos observar a un niño pequeño.


Veremos cómo las emociones son las que dan forma as u accionar, a su
conducta. La emoción los invita a una acción determinada, si tengo alegría,
me rio, y así.

Los seres humanos, nacemos con la posibilidad de tener reacciones


automáticas, o predisposiciones a ciertas acciones. Asimismo, el contexto
donde nacemos, vivimos, y las experiencias de nuestras vidas, van
configurando respuestas frente a estímulos emocionales varios. Es decir, que
un adulto frente al estímulo “araña” puede reaccionar con huir, y otro adulto
frente al mismo estimulo puede reaccionar acariciando. El medio en el cual
nos haya tocado vivir, junto con nuestras experiencias de vida moldean el
equipaje genético que definirá nuestras respuestas y manifestaciones ante
los estímulos emocionales que se nos presenten.

Comprendemos de esta manera que la inteligencia emocional tiene su base


en la física, ya que nace en el cerebro. El neurocientífico Paul MacLean, en
el año 1952, Introduce el concepto de cerebro triuno, que es un modelo que
detalla el comportamiento del cerebro en los humanos. Aquí los
desarrollaremos, en pos de comprender emoción y acción. La emoción
precede a la acción.

Este cerebro, y cada una de sus partes, a saber, el cerebro límbico, reptiliano
y neurocortex, se han desarrollado durante la evolución de la especie. Por
esto, en la evolución de su devenir que se dice que se crean de abajo hacia
arriba.

El desarrollo de la neurociencia ha evolucionado mucho en los últimos años,


de la mano de la tecnología y las posibilidades de estudio que esta brindó.
Cada día podemos comprender más sobre nuestro cerebro, su evolución y
sus funciones.

El cerebro reptiliano es el más antiguo y se encuentra en el tronco central. El


tallo es el encargado de regular las funciones básicas. Por funciones básicas
entendemos a la respiración o el metabolismo.

Alrededor de nuestro sistema primitivo, fuimos desarrollando un nuevo


sistema. El sistema límbico, el cual aporta nuestro legado emocional. De esta
manera, es que, nuestros ancestros lograron sobrevivir, y continuar la vida de
la especie. Pudieron configurar y regula sus respuestas al medio.
La memoria y el aprendizaje, han sido las herramientas que han logrado
generar la evolución de la especie.

En el sistema límbico encontramos a la amígdala, donde se guardan nuestros


recuerdos emocionales, los que nos posibilitan dar sentido y significado a la
vida. Con la ausencia de la amígdala nos resultaría imposible reconocer las
cosas que ya hemos visto y atribuirles sentido.

El cerebro racional o neurocortex es la parte más joven de nuestro cerebro.


El neurocortex se fue creando sobre esta base cerebral en la que se asientan
las emociones.
Aquí se encuentra la corteza prefrontal que tiene como función planificar,
percibir el tiempo y el contexto, anticiparse, inhibir acciones inadecuadas,
entre otras. El cerebro racional se ocupa del mundo exterior.

4.1.3 Gestión de las emociones


Ya anticipamos que el término inteligencia emocional, nos habla de un
conjunto de habilidades que nos permiten un buen funcionamiento y se
dividen en habilidades intrapersonales y habilidades interpersonales.
Las habilidades intrapersonales podemos distinguirlas como las habilidades
para comunicarnos efectivamente con nosotros mismos, y para manejar de
forma óptima las propias emociones. Dentro de ellas podemos identificar el
autoconocimiento, el auto control y la automotivación.

Las habilidades interpersonales nos permiten comprender y manejar las


emociones ajenas. Estas son la empatía y las habilidades sociales.

El auto conocimiento es la capacidad que tenemos de conocer nuestras


propias emociones. Mientras más capacidad tenemos de conocernos, más
posibilidades de gestionar las emociones y desarrollar el autocontrol o la
autorregulación emocional.

La automotivación es la habilidad que desarrollamos en pos de elegir la


emoción que necesitamos para el cumplimiento y logro de nuestros objetivos.

Asimismo, la empatía es la capacidad de interpretar las emociones de los


demás. Y las habilidades sociales, son la posibilidad de gestionar mis
emociones y las de un equipo en pos de resultados comunes.

Auto conocimiento o conocer nuestras propias emociones, es la habilidad que


desarrollamos que nos permite mirar, reconocer y distinguir nuestras propias
emociones.
La gestión efectiva de las emociones, la autorregulación, el elegir la emoción
adecuada, en la intensidad adecuada, son habilidades que nos sirven para,
por ejemplo, suavizar las expresiones de ira, furia o irritabilidad.
Fundamental en las relaciones interpersonales.
La automotivación, esa capacidad de motivarnos a nosotros mismos sin
esperar una motivación extrínseca, nos impulsa a la acción. De aquí que
emoción y motivación guarden estrecha relación una con otra. Esta habilidad
nos permite ser productivos y gestionar las emociones que nos enfocan en el
logro de nuestros objetivos.
Empatía, o la habilidad de reconocer las emociones de los demás. Esta
habilidad está directamente relacionada con el autoconocimiento. Si
logramos conocer nuestras emociones y los hechos que las generan, tendremos
más capacidad de comprender la de los otros.
Establecer relaciones. La habilidad de gestionar nuestras relaciones
interpersonales y gestionar las emociones de un equipo de trabajo, o un
grupo en pos de los mejores resultados.

4.1.4 El líder como gestor emocional


El liderazgo evoluciona y se adapta a las necesidades actuales. Las
empresas necesitan de líderes con alta inteligencia emocional, que sean
posibilitadores de cambio, generadores de resultados positivos y visión
compartida.
El liderazgo como modelo de control es obsoleto y no muestra resultados
efectivos en las organizaciones de hoy.
En la actualidad es necesario que un líder tenga desarrollado habilidades
interpersonales, como también habilidades intrapersonales, para
desempeñar su rol exitosamente. La mayoría de los estudios actuales
coinciden en que, dar importancia tanto a las personas como a los objetivos
trae consigo mejor rendimiento y mayor grado de satisfacción. Un líder
atento a las relaciones y al bienestar, favorece la satisfacción de los
miembros de su equipo y el compromiso con el proyecto.
Hemos pasado de un liderazgo de gerente capataz, de mando y control –
para el cual la inteligencia lógico-matemática y verbal era la clave, al igual
que el delegar y controlar- a un liderazgo creador de reconocimiento de
equipos, facilitador del camino hacia las metas.
Como vemos, la inteligencia emocional es clave para que el líder pueda
potenciar sus habilidades de autoconocimiento, autogestión, empatía,
motivación y desarrollar herramientas para la gestión de relaciones como:
asertividad, resolución de conflictos, generación de vínculos de crecimiento,
etc.
El líder de hoy logra estados de flujo en sus equipos de trabajo. El estado
de flujo es un estado óptimo, medio, equilibrado, donde el equipo logra la
mejor versión de sí mismo, resultados productivos y no genera aburrimiento,
estrés o sentirse exigidos para el cumplimiento de sus metas.
El líder de las organizaciones de hoy es un líder que logra una conexión
genuina consigo mismo y con su equipo de trabajo. La inteligencia emocional
le permite al líder lograr presencia plena, atención mutua y coordinación
mutua. Es quien marca la pauta emocional del equipo de trabajo. Las
emociones se contagian a través de las neuronas espejo. Y el líder, al tener
conciencia de ello, y de su estado emocional, busca nutrirse de emocionas
acordes al logro de los objetivos del equipo. Además contagia sus emociones.
Este líder genera autonomía en su equipo, invita a que cada uno autolidere
su vida, y sea responsable de sus actos y elecciones. Esto permite que el líder
genere conversaciones poderosas, transformadoras y llame continuamente a
la reflexión del equipo, la conciencia y el encuentro posibilitador de mejora.
El líder invita a todos a desarrollar la mejor versión de sí mismos, mediante
la inteligencia emocional.
El líder es puente, pero va a la par, ni adelante del equipo, ni atrás, como
dirigiendo el rebaño. Logra estar al lado y genera conexión emocional, ritmo
óptimo de trabajo, presencia y estado óptimo de desarrollo.
4.2 Estados de ánimo
básicos de una
organización
4.2.1 Diferencia entre emociones y
estados de ánimo

Somos cuerpo, lenguaje y emoción. Estamos constituidos por estos tres


dominios de observación. Ellos no son dominios separados, sino que
constituyen una triada, donde cada uno de ellos está relacionado con el otro.
La relación establecida entre estos es coherente, y, por lo tanto, lo que
acontece en uno de ellos acontece en los otros.

Al existir una relación entre los tres dominios podemos trabajar sobre uno de
ellos y lograr en simultáneo cambio en los otros dos. Es decir, al trabajar la
inteligencia emocional, y desarrollarla, modificamos también el dominio del
lenguaje y del cuerpo. Liderar nuestras emociones y estados de ánimo nos
permite mejorar nuestra calidad de vida.

Aquí hacemos una pequeña distinción entre emoción y estado de ánimo. Las
emociones son respuestas a hechos que nos suceden. Es decir, que hay
situaciones que las gatillan. Por ejemplo, si conducimos el coche, el semáforo
se pone en rojo e intentamos frenar, pero el auto no frena. Este hecho dispara
emociones en nosotros. Una vez que el suceso desaparece, desaparece la
emoción. Es decir, las emociones son reactivas y responden a hechos
específicos que las generan.

Cuando hablamos de estado de ánimo, nos referimos a una emocionalidad


que no necesariamente responde a un acontecimiento específico. No
podemos evitar estar en un estado de ánimo, y el estado de ánimo nos
predispone a ciertas acciones. Accionamos desde nuestro estado emocional,
al contrario de la emoción que es respuesta de un hecho, los estados de ánimo
preceden a la acción.

Es decir, y a modo de resumen, la emoción es una reacción puntual que causa


un hecho, que normalmente precede inmediatamente en el tiempo. El estado
de ánimo, es una emoción que se mantiene en el tiempo, y no responde a un
hecho puntual y no tiene relación directa a un suceder.

Existe un trasfondo desde donde actuamos. Los estados de ánimo, hacen


referencia directa a este trasfondo. Estamos siempre actuando desde un
estado de ánimo, y en la mayoría de las veces, no somos conscientes del
mismo y no lo hemos elegido.
Los estados de ánimo son inherentes a los seres humanos. Todos estamos
inmersos en determinados estados de ánimo. Los estados de ánimo,
determinan nuestras decisiones, desde este estado pensamos, y actuamos.
Entonces, solo podemos conocer nuestro estado de ánimo, observando de
forma consiente, para poder pensar desde este observador nuevas y
diferentes acciones. Los estados de ánimo condicionan las acciones posibles
de realizar y las no posibles. Abren o cierran posibilidades. Y también
condicionan la forma en que ejecutamos dichas acciones.
Los estados de ánimo posibilitan un espacio de acción posible. Hay una
conexión intima entre nuestros estados de ánimo y nuestras acciones.
SI nos encontramos, por ejemplo, en el estado de ánimo de entusiasmo,
accionamos de una manera muy diferente a si estamos habitando el enojo o
la tristeza.
Los estados de ánimo se pueden diseñar, es decir, intervenir en ellos, ya sea
por medio de modificar la conversación de trasfondo que encierran,
modificar la corporalidad, o conversar. La conversación tiene el poder de la
conversión de los estados de ánimo. Si estamos en un estado de ánimo de
pesimismo, y conversamos con una persona que nos muestra posibilidades
que no teníamos en cuenta, puede aparecer la confianza, o cualquier otro
estado de ánimo diferente, más allá de cuál sea, la importancia es ver que
las cosas no son como son, sino como las vemos, de acuerdo al estado de
ánimo en que nos encontremos, y estos estados pueden cambiar.
Es decir que podemos hacernos consientes de nuestro estado de ánimo y
mediante diversas acciones, modificarlo, cambiarlo. Y si podemos intervenir
en los nuestros, también podemos intervenir en el estado de ánimo de
nuestras organizaciones. Esto se logra al intervenir en las conversaciones que
en ella se producen. O con acciones concretas que impacten en la
emocionalidad. Por ejemplo, si un líder observa que su equipo de trabajo
está en un estado de ánimo de enojo, puede abrir espacios de conversación
para indagar qué es lo que ocurre. El simple hecho de reconocerlo muchas
veces hace que ese estado de ánimo empiece a disolverse y aparezca otro
que nos ubique en un lugar de mayor apertura y bienestar. El abrir espacio
para el reconocimiento, o agradecer, pedir perdón, aclarar algún
malentendido, etc., son algunas de las acciones conversacionales posibles
entre tantas que el líder puede llevar adelante para modificar la
emocionalidad, si esta no fuera la óptima.
Algunos puntos importantes:

 Observar nuestro estado de ánimo.


 No somos responsables de nuestro estado de ánimo, simplemente
estamos en él. Sí somos responsables de cuánto tiempo permanecemos
en él.
 Buscar los juicios que corresponden a cada estado de ánimo.
 Observar la estructura del lenguaje en nuestro estado de ánimo. El
discurso interno presente en el estado de ánimo.

Mientras que las emociones son reactivas y responden a un acontecimiento


específico, los estados de ánimo son emociones recurrentes que permanecen
durante un tiempo y tiñen la manera en que vemos al mundo.

Haciendo referencia a Echeverría (2001) existen cuatro estados de ánimo


básicos en los seres humanos, que guardan relación con cómo nos
relacionamos con nuestro presente, nuestro pasado y nuestro futuro:
Resentimiento. Resignación. Aceptación. Ambición.

En los próximos puntos desarrollaremos cada uno.

4.2.2 Dominio de facticidad y posibilidad


En las unidades anteriores aprendimos que los seres humanos emitimos juicios
sobre todo lo que acontece, sobre los demás y sobre nosotros mismos.
Algunas veces opinamos que ciertas cosas pueden ser cambiadas, otras veces
juzgamos que más allá de lo que hagamos, las cosas seguirán siendo de esa
manera. Emitimos juicios sobre el pasado, sobre el presente y sobre el futuro.
Llamaremos facticidad a los hechos de la vida, esas cosas que sucedieron y
que no podemos modificar. Todo lo pasado entra dentro de este dominio.
No podemos cambiar lo que hicimos ayer, no podemos cambiar lo que
alguien hizo ni lo que dijo. La facticidad son las cosas de nuestra vida que
están fuera de nuestro control y no tenemos forma de modificarlas
Llamaremos posibilidad a todas aquellas situaciones que, desde nuestro
juicio, pueden ser modificadas. SI accionamos podemos transformar el juicio
de no posibilidad y ver que si existen opciones para cambiar ciertas
situaciones. Por ejemplo, si un líder tiene el juicio de que su equipo trabaja
de manera descomprometida, y que esa situación es imposible de mejorar
porque las cosas siempre fueron así. En este caso, estamos frente a algo que
no es fáctico, dado que, si ese equipo cambia su accionar, los resultados
cambian, y, por ende, el juicio también. Es decir, hay posibilidades en el
futuro de que las cosas sean diferentes si se acciona de manera efectiva. La
facticidad entraría en este ejemplo, en lo ya sucedido en el pasado, en el
comportamiento pasado de este equipo, que es algo que no tenemos el
poder de modificar. Si podemos, desde el liderazgo, modificar los resultados
a futuro, abrir esta posibilidad.
Ante la facticidad y la posibilidad, se abren en los seres humanos las opciones
de cuatro estados de ánimos que se denominan básicos, ya que más allá de
la emoción por la cual atravesemos, siempre nos encontramos en alguno de
ellos, según nuestros juicios y la relación que tengamos con lo fáctico y con la
posibilidad. Si vamos más profundo, tiene que ver con cómo nos relacionamos
con el pasado, y cómo nos relacionamos con el presente y con el futuro.
Estos estados de ánimo son el resentimiento, la aceptación o paz, la
resignación o la ambición.

4.2.3 Del resentimiento a la aceptación


El estado de ánimo de resentimiento aparece asociado a la emoción de enojo
, que al mantenerse en el tiempo me genera resentimiento. Está relacionado
a la injusticia, a la traición. Frente a una situación de vida que no logro
aceptar, busco y genero culpables, y genero enojo, ira, bronca. Busco
responsabilizar a otros, no soy responsable de la situación, sino una víctima.
Está relacionado con los sucesos de la vida que no podemos modificar y no
aceptamos como tales.
Se lo conoce como la emoción del esclavo, ya que nos encontramos atrapados
en esa situación del pasado, sin la libertad de soltar y sentir paz. El volver a
sentir una y otra vez eso que pasó y que no podemos modificar, se refleja
en nuestras conductas, en nuestras respuestas hacia los demás, en nuestra
corporalidad. Lo interesante es ver que quizás no nos damos cuenta de que
habitamos este estado de ánimo, sino que creemos que las cosas son así.
Ejemplos como “todos los jefes son injustos”, “el mundo es un lugar peligroso”,
“todas las mujeres/hombres/ son iguales”, “nunca lograré ser un buen líder”,
por citar solo algunos que aparecen en estos juicios, esconden de trasfondo
un estado de ánimo de resentimiento. Un hecho del pasado que consideramos
injusto, doloroso, queda en nuestra memoria, queda grabada en el cuerpo y
es caldo de cultivo para que en otras situaciones que quizás no tienen que
ver con ese hecho que lo originó, se vuelva a disparar la misma emoción, una
y otra vez. Dirigimos esa emocionalidad de resentimiento a otras personas,
a otras situaciones y generamos solo malestar hacia nosotros mismos.
No solo que no nos damos cuenta de que estamos en el estado de ánimo del
resentimiento, sino que buscamos culpables y generamos situaciones que
confirman que “tenemos razón”. Para poner un ejemplo, juzgo que todos los
jefes son injustos, porque en mi primer trabajo mi jefe no se comportó de la
manera que yo esperaba, y me sentí herido, probablemente ese juicio me
condicione a los siguientes trabajos y observe a todos los jefes como
“injustos”, y eso me cierre la posibilidad de obtener relaciones y resultados
diferentes a los obtenidos en el pasado. En este ejemplo observamos que un
hecho del pasado nos condiciona nuestro futuro, al no reconocer que estoy
en resentimiento y pasar al otro estado de ánimo que es la aceptación o paz.
Es decir, reconciliarnos con esa situación que hoy no está en nuestras manos
cambiar, y que solo aceptando, perdonando, o reinterpretando ese hecho
de otra manera, podemos generar otra realidad para nuestra vida.
El estado de ánimo de aceptación y paz es un estado contrario al de
resentimiento. Al aceptar lo que pasó y no podemos cambiar, nos conectamos
con lo que sí podemos hacer en el presente y en el futuro. Está integrado por
emociones de satisfacción, de disfrute en el presente, de apertura y de paz.
En el estado de ánimo de aceptación o paz declaramos que ya no
cargaremos con esa situación o hecho del pasado, y que activa y
conscientemente elegimos decir basta a eso que nos generó malestar.
No es lo mismo aceptación que resignación, la aceptación nos abre
posibilidades, es saludable, es activa, somos poderosos en el sentido de tener
capacidad de actuar. La resignación es restrictiva, nos perjudica, no abre
posibilidades.
Ahora bien, ¿qué opciones tenemos para pasar del resentimiento a la
aceptación?
Cada situación y cada persona es única, como así también las maneras para
gestionar las emociones. Sin embargo, la Ontología del Lenguaje nos plantea
que existen algunos caminos que pueden ayudarnos a pasar del
resentimiento a la aceptación.
Un camino es la conversación, conversar con esa persona, equipo,
organización, que según nuestro juicio nos hizo daño. Reclamar. Volver a
pedir. Escuchar.
Otra posibilidad es declarar perdón, y completar en nuestro interior ese ciclo
de revivir ese aparente daño que nos causaron, o que alguien o la vida
misma nos haya hecho. No siempre el resentimiento va dirigido a una
persona, muchas veces es hacia la vida, o hacia las experiencias que nos
tocaron vivir. Y al decir perdón, declaramos dejar de llevar esa mochila y
aceptar que las cosas sucedieron de esa manera, aprender de eso y mirar
hacia adelante.
Declararnos en paz con lo sucedido
Hay veces que juzgamos que el daño fue demasiado grande y desde nuestra
dignidad no vemos opciones ni de conversación, ni de perdonar, en ese caso
podemos declarar terminada una relación, como manera de pasar del
resentimiento a la paz.
En las organizaciones se observa el estado de ánimo de resentimiento, los
equipos se resienten, los líderes se resienten, y este estado de ánimo socava
las relaciones, los resultados, el clima laboral, el bienestar de las personas.
El poseer inteligencia emocional aporta mucho a poder intervenir en el
resentimiento. El líder, como venimos aprendiendo, como gestor de las
emociones del equipo, puede escuchar el tipo de conversaciones que se llevan
a cabo dentro del mismo e identificar si hay resentimiento, y buscar las
maneras de gestionarlo en pos del logro de mayor aceptación y paz.
Expectativas y promesas no cumplidas, generalmente dan lugar a este
estado de ánimo. El liderar desde el miedo, el control, da lugar también a
que aparezca el resentimiento.
Tabla 1: Cuatro estados de ánimo básicos.
Juicios de facticidad Juicios de posibilidad
(Lo que no podemos cambiar) (Lo que podemos cambiar)
Nos oponemos Resentimiento Resignación
Aceptamos Aceptación (paz) Ambición
Fuente: Echeverría, 2001, p. 321.

4.2.4 De la resignación a la ambición


Habíamos hablado del dominio de la posibilidad y cómo nos posicionamos
como seres humanos frente a la misma. Ya sea al ver posibilidades en los
diferentes aspectos de la vida, o desde una actitud de negación o
resignación.
El estado de ánimo de resignación o pesimismo está relacionado con la
emoción de la frustración. Ya que juzgamos que no podemos hacer nada,
que las cosas son de una determinada manera y que no podemos
modificarlas, hagamos lo que hagamos.
La resignación es el estado de ánimo que aparece cuando observamos que
dada las cosas como son, no podemos cambiarlas, aunque otra u otras
personas nos digan que sí. A diferencia del resentimiento que tiene que ver
con lo fáctico, la resignación se da frente a situaciones que sí pueden
cambiarse, pero desde el juicio que realizamos no podemos ver las opciones.
Ejemplos de las opiniones que realizamos desde la resignación son:

 Yo/equipo/empresa: no voy a lograr esto, es difícil, es imposible, no


se puede, no soy capaz, todo va a seguir igual, esta persona no va a
cambiar nunca, es ridículo intentarlo, etc.
Una manera de identificar si nosotros o un equipo está en estado de ánimo
de resignación, es cuando otros observan que si hay posibilidades frente a
eso que nosotros declaramos que no. Aquí depende de la manera que
veamos la situación, el que nos ubiquemos desde la resignación, o desde la
ambición o entusiasmo.
La ambición nos habla de que sí podemos hacer algo frente a eso que desde
la resignación es una imposibilidad. Si Cambiamos la manera de observar,
aparecen acciones nuevas. Pero debemos cambiar la interpretación sobre
esos hechos.

Una manera de movernos de la resignación a la ambición es examinar los


juicios que tenemos sobre esa situación, y de esta manera darnos cuenta de
que eso que juzgábamos imposible, no lo es. O que no existen los obstáculos
que suponíamos.
El conversar con otros también nos mueve de la resignación a la ambición.
El pedir, el reclamar, el reflexionar, el abrir espacios de conversación sincera
con otros es un puente que nos conecta con la posibilidad.
Todo esto implica un aprendizaje y es justamente el aprender, la llave más
poderosa que nos permite salir de la resignación.

El estado de optimismo y ambición tiene que ver con el campo de


posibilidades donde puedo intervenir. Desde allí, se conecta con el
entusiasmo, la motivación a la acción, la posibilidad y el futuro. Es un estado
centrado en las acciones de apertura al futuro que genera.
El líder debe ser capaz de movilizar a sus equipos a espacios de posibilidad
y ambición, desafiar juicios, mostrar acciones diferentes, escuchar si en las
conversaciones aparece la resignación e intervenir en ellas. Esta es una de
las características fundamentales del liderazgo, y todas las competencias
conversacionales y emocionales que vinimos aprendiendo en el curso se ponen
de manifiesto con relevancia en este tema.

Sostenemos que hay dos áreas en las que podemos intervenir para evitar el
resentimiento en las organizaciones. La primera tiene que ver con la forma en
que hacemos las promesas. Sucede que el resentimiento se genera porque
ambas partes escucharon la promesa de un modo diferente. Es importante no
asumir que todos tenemos las mismas expectativas o los mismos estándares.

(Echeverría, 2001, p. 335).


Referencias
Echeverría, R. (2001) Ontología del Lenguaje. 6ta edición. Santiago de
Chile: Dolmen Ediciones.

También podría gustarte