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COLEGIO DE LA SALLE CARTAGENA L-GEP-14

TALLER Vigente desde:


14-04-2018

PROFESOR Luz María Martínez Contreras

PERIODO III GRADO 7° ASIGNATURA Lectoescritura FECHA

ESTUDIANTE GRUPO N°

PROPÓSITO DEL PERIODO

Potenciar el proceso lectoescritor que favorezca su nivel de pensamiento crítico y propositivo en


diversos contextos comunicativos

INDICADORES DE EVALUACIÓN

1. Reconoce la estructura de una crónica periodística.

2. Identifica el registro el tiempo que se presenta en una crónica periodística.

3. Relaciona información literal presente en el texto.

REGLAS CLARAS

● La actividad es en pareja, en caso de evidenciarse copia será anulado.


● La actividad está propuesta para trabajarse en la hora de clase. En caso de presentarse cualquier
inconveniente deben notificarlo por la plataforma Gnosoft.
● Asistir a la hora puntual a la clase en acceso remoto y escuchar las indicaciones para realizar la
actividad.
● EVALUACIÓN (EXPRESIVA)

Lee la siguiente crónica y responde las siguientes preguntas.

El día que envenenaron a Chiquinquirá


Por Daniel Samper Pizano

Ese sábado, 25 de noviembre de 1967, Jesús Moreno madrugó a las cinco como de
costumbre y pensó que durante el fin de semana podría redondearse 30 pesos en
propinas si llegaban dos o tres muertos. A los 66 años, Moreno se sentía cansado.
Había trabajado primero en la Energía, después en el Ferrocarril1 luego en el
Acueducto, más tarde con la CAR y desde hacía un año había conseguido el puesto
de sepulturero de Chiquinquirá. Ahora aspiraba a descansar un poco.

Mientras Moreno se despertaba para empezar su actividad del día, a ocho cuadras de
allí estaba terminando la jornada nocturna en la panadería Nutibara. Como siempre,
se amontonaban varios canastos llenos de pan de 20, y en el mostrador sonaban las
primeras monedas de los clientes que venían a comprar la ración del desayuno (…)

En la casa de Luis Tirso García había ajetreo desde temprano. Ese sábado, a las 9
a.m. se realizaría la sesión de clausura de la Normal de Señoritas y el colegio de
varones, y tanto las cuatro hijas como los tres hijos de matrimonio se despertaban con
la alegría de su último día de colegio. Luis Tirso, 60 años, un personaje
chiquinquireño, educador de animales, se encontraba en Bogotá porque a su mujer
tenían que someterla a una operación de la vesícula (…).

En Chiquinquirá empieza a amanecer más temprano que en otros sitios del país. A las
cinco se oyen las primeras campanadas de la basílica donde campesinos
desharrapados se arrodillan a rezarle a una Virgen coronada de oro y esmeraldas.
Luego las campanas siguen convocando a misa de seis y a misa de siete, y antes de
las ocho los 28 mil habitantes del pueblo ya están en actividad. Ese día, 25 de
noviembre de I967, algunos campesinos con sus burros habían empezado a llegar a
la plaza principal, aunque no era mercado. No llovía, a pesar de ser época de
invierno, y algunos almacenes donde venden tiples y guitarras de las diez fábricas de
instrumentos musicales instaladas en la pequeña ciudad estaban abriendo puertas en
espera de los peregrinos que aún visitan a Chiquinquirá los fines de semana. Los
escolares caminaban en grupos hacia el teatro Furatena, donde sería la sesión de
clausura con bailes folclóricos, y medallas a los alumnos distinguidos. Jesús Moreno
pensaba, mientras subía hacia el cementerio, que sería un día como cualquier otro.
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Pero antes de las ocho se produjo el primer síntoma de que algo anormal ocurría en
Chiquinquirá, cuando uno de los colegiales se desplomó en plena calle.

La tragedia

A partir de ese instante, la vieja casa donde funcionaba el hospital empezó a recibir
con sorpresa personas intoxicadas. Inicialmente se creyó que era una familia, pero
luego trajeron pacientes de otras cuadras e incluso de otros barrios. Los tres médicos
y las cinco enfermeras de turno se prepararon como pudieron para afrontar la
emergencia. Ante todo, hacerlos vomitar utilizando huevos crudos, trozos de cebolla,
carbón de palo molido. Pero no era suficiente. Los enfermos caían en un estado de
somnolencia, perdían el conocimiento y había que tenderlos en los catres. Algunos
eran llevados inconscientes y resultaba imposible hacerlos vomitar. Poco después de
las ocho de la mañana, empezó a correr el rumor de que el agua estaba envenenada.

El inspector de policía, Jesús María Zambrano, apenas se enteró dela noticia    mandó
razón a la casa para que no probaran el agua. El muchacho que llevó el mensaje
corrió por la carrera Décima y bajó por la calle Dieciocho para dar el aviso. En el
trayecto pasó por el número 8-17, donde la panadería Nutibara seguía despachando
pan fresco a sus parroquianos habituales (…).

Allí (en el hospital) reinaba un caos tremendo. Había hasta dos y tres personas
acostadas en una sola cama y nadie sabía qué estaba ocurriendo.   Poco después,
alguien que ofreció un mendrugo a un pollo y lo vio morir casi al instante, dio la voz de
alarma: el pan estaba envenenado. Para Aurelio Fajardo, el dueño de la panadería
Nutibara, la noticia fue como un garrotazo. Enloquecido, salió a la calle gritando: “¡No
coman pan; no coman pan, que está envenenado...!”

Luis Alberto Rodríguez, de 51 años, el dueño de Mi Granja, no compraba lo del día en


la panadería Nutibara, y la víspera había tenido un molesto incidente con el chofer de
Transportes Mentoca que le había llevado de Bogotá unas cajas de folidol. Al recibir el
despacho, Rodríguez se dio cuenta de que las cajas habían sido colocadas boca
abajo y que uno de los frascos estaba roto. Se quejó ante el chofer, le dijo que tenía
que pagarle el frasco y le advirtió que se trataba de un producto peligroso. Un año
antes le había ocurrido un incidente similar con Transportes Boyacá, y esta vez, como
entonces, se negaron a pagarle. Entonces Rodríguez, enojado, cerró el depósito y se
dirigió a su casa, mientras quedaban guardadas las cajas donde una calavera roja
advertía en grandes caracteres: "Peligro, veneno". Uno de los 24 frascos
transportados no se podría vender ya, porque, al romperse en el camino, se había
regado su contenido y había impregnado los costales de harina que venían debajo.

Ese sábado y ese domingo abrieron tumbas sin descanso. Más de las que tocaba.
Después de enterrar los 65 muertos todavía sobraron diez huecos. Entonces Jesús
Moreno pudo descansar un poco. Pero estaba conmovido por la tragedia. No quiso
pedir ni aceptar propinas, y al final del mes se conformó con sus 500 pesos de salario.

SAMPER Pizano, Daniel. El día que envenenaron a Chiquinquirá. Disponible en


https://www.lanuevaprensa.com.co/component/k2/el-dia-que-envenenaron-a-
chiquinquira#:~:text=Ese%20s%C3%A1bado%2C%2025%20de%20noviembre,a
%C3%B1os%2C%20Moreno%20se%20sent%C3%ADa%20cansado.

1. Señala la estructura de la crónica con diferentes colores.


2. Subraya con color rojo los apartes donde se evidencia el registro del
tiempo.

3. Escribe 4 lugares claves donde ocurren los hechos.


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hospital
la panadería Nutibara

la granja de Luis Alberto Rodríguez la casa de Luis Tirso García

4. Relaciona con colores las tres columnas, teniendo en cuenta la


información que presenta el texto.

Jesús Moreno Educador de animales Denuncia el hecho a través


de la crónica.

Luis Tirso García Vendedor Comercia con folidol.


Jesús María Zambrano Sepulturero Da la señal que el agua está
envenenada.
Luis Alberto Rodríguez Inspector de policía Entierra más de 65 muertos
entre sábado y domingo.

Daniel Samper Pizano Cronista No se encuentra en


Chiquinquirá, pero sus hijos
sí.

5. Responde:
a. Sintetiza en cuatro oraciones el hecho narrado.

mueren 65 personas
se muestra la vida de los personajes

algunas personas son envenenadas

sepultan a als personas

b. ¿La entrada de la crónica es llamativa? ¿Capta la atención del lector?


Justifica respuesta.

si porque muestra la vida y rutina de sepultero del pueblo y me parece que fue un detalle
muy llamativo.
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