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El día que te toca

Para miles de personas en el mundo, el COVID-19 sigue siendo letal. Sin embargo, la
mayoría logra sobrevivir. Por suerte, mi familia y yo, formamos parte del grupo que lo
hizo. Las primeras sospechas de que algo andaba mal en casa, se dieron a partir de
algunos síntomas raros e inusuales que presentó mi padre. No obstante, cabía aún la
duda de si era o no COVID, pues, los síntomas habituales que hasta hoy nos enseñan
que son signos de alerta ante un posible contagio nunca aparecieron, al menos al
principio. La reacción rápida, nos permitió confirmar que mi padre estaba infectado y
empezar a atacar la enfermedad. Pero, si él estaba contagiado, las posibilidades de que
toda la familia lo esté eran altas; y efectivamente, así fue. Cuando te enteras que das
positivo a COVID-19, el primer golpe es emocional. Es inevitable que el miedo, la
angustia y la preocupación se apoderen de uno ante lo que pueda pasar. Sobre todo, por
las personas vulnerables, que, en mi situación, eran mis padres. A partir del diagnóstico,
cada minuto, hora y día cuentan. Armar un plan de contingencia con la celeridad que
implica dar batalla a este virus que avanza con la misma rapidez, hace la diferencia. De
pronto, me vi usando instrumentos que jamás pensé que serían mis compañeros hasta el
día de hoy. El pulsioxímetro y el termómetro se volvieron mis instrumentos de guerra.
Si uno de estos dos no marcaba los valores indicados por los médicos, sabría que las
cosas no andaban bien. Así transcurrieron 15 días, entre monitoreos médicos,
medicamentos, oxígeno y más. A la par de intentar en todo momento y contra mis
propios malestares, mantenerme firme emocional y espiritualmente por mí y por todos.
Este, era uno de esos momentos en la vida en que debía poner en práctica aquello que
desde siempre me enseñaron mis padres. Tener fortaleza y carácter para enfrentar las
turbulencias en las que te arrastra a veces la vida. Mientras transcurrían los días de
cuarentena familiar, entre todos los sentimientos negativos que se apoderaron de mí,
hubo uno positivo que fue recurrente, el agradecimiento. Agradecimiento porque en
medio de la turbulencia, tuvimos la suerte de contar con el monitoreo de grandes
médicos, con el apoyo de amigos y familiares dispuestos a ayudarnos en todo momento.
Sin el apoyo y sostén de todas estas personas, este proceso hubiese sido aún más duro.
Mi agradecimiento eterno a todas esas personas. Su preocupación por nuestra
recuperación, su cariño constante y Dios por encima de todas las cosas, nos permitieron
salir de esta.

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