Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ingrid Simson
[ This content has been declared free to read by the pubisher during the COVID-19 pandemic. ]
EL MUNDO INDÍGENA EN CRÓNICAS DE NUEVA
ESPAÑA: LOS CASOS DE HERNANDO DE
ALVARADO TEZOZÓMOC Y FERNANDO
DE ALVA IXTLILXÓCHITL
INGRID SIMSON
Freie Universität Berlin
RESUMEN
En las colonias españolas de América, el español y el latín se impusieron desde temprano
como lengua de intercambio y lengua de conocimiento, respectivamente. La introducción del
alfabeto latino y la jerarquía de la letra escrita supusieron una ruptura con las lenguas y el pen-
samiento indígenas, y significaron una enorme labor de traducción a la hora de producir obras
de historiografía sobre las culturas locales. Esta labor pudo llevarse a cabo gracias a la forma-
ción de círculos de intelectuales conformados por indígenas y españoles como el asociado al
Colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco. Las obras de Hernando de Alvarado Tezozómoc
y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, el primero indígena y el segundo mestizo, muestran que, a
diferencia de los cronistas españoles, que ponían el foco en lo nuevo y llamativo de las culturas
hasta entonces desconocidas, el principal objetivo de los cronistas indígenas y mestizos es valo-
rar positivamente la sociedad y la cultura de sus antepasados. Sin embargo, la forma como la
obra de ambos autores dialoga con sus referentes españoles y cristianos refleja también distin-
tos niveles de ambivalencia, desarrollo de una identidad indígena, potencial subversivo y asimi-
lación del discurso de dominación.
LA conquista de buena parte de América por la corona española estuvo ligada
a la imposición de un sistema social y de gobierno radicalmente nuevos para las
comunidades indígenas.1 Durante el proceso de colonización, la nueva socie-
dad se acercó al modelo dominante sin llegar a alcanzarlo nunca. El resultado
* Agradezco a Andrea Garcés Farfán sus traducciones y correcciones del español.
1
Para la historia de la América hispana colonial remito a Burkholder y Johnson; Bethell
67–422; Restall y Lane.
fue una nueva sociedad en la que tanto el colonizador como el sujeto coloniza-
do oprimido estaban en un estado de ambivalencia que impide el desarrollo de
una identidad.2 Homi Bhabha, uno de los teóricos más importantes de los estu-
dios poscoloniales, habla de un proceso de mimetismo —“a difference that is
almost the same, but not quite” (Bhabha 126)— determinado por el engaño y el
camuflaje.3 La diferencia entre la sociedad colonial y su modelo dominante
marca el carácter híbrido del sujeto colonial y de la sociedad en general. Los
intentos de asimilación y adaptación llevan a imitar un modelo de sociedad
impuesto desde afuera, y pueden incluir también momentos de subversión.
Un instrumento de dominación decisivo en el proceso de colonización es
la lengua,4 algo que los españoles entendieron muy pronto. En el prólogo a la
Gramática de la lengua castellana (1492) de Antonio de Nebrija —la primera
gramática de una lengua romance—, el autor llama a la lengua “compañera del
imperio” (2009, 13) y posteriormente afirma que “Después que vuestra alteza
metiese debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas
lenguas, y con el vencimiento, aquellos tenían necesidad de recibir las leyes
qu’el vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua. Entonces por esta
mi Arte podrían venir en el conocimiento della” (Nebrija 16).5
El español se establece desde temprano como lengua común en los terri-
torios dominados por medio de edictos y leyes. Sin embargo, el latín era con-
siderado el lenguaje del conocimiento y la civilización. El quiebre con las
lenguas indígenas sucedió sobre todo por medio de la introducción del alfa-
beto latino y la jerarquía de la lengua escrita. Este quiebre fue muy radical,
pues estuvo acompañado de la implementación de un sistema de pensamiento
y comunicación completamente nuevos para la población indígena. Como
afirma Walter Mignolo, “The spread of Western literacy, then, did not only
take the form of reading and writing. It was also a massive operation in
which the materiality and the ideology of Amerindian semiotic interactions
were intermingled with or replaced by the materiality and ideology of Wes-
tern reading and writing cultures” (Mignolo 76). Así, la gramática y la escri-
tura determinan el sistema de dominación; la escritura controla la voz y la
2
En torno al proceso de colonización en general, véanse Ashcroft, Griffiths y Tiffin; Harri-
son; Loomba. Sobre el sujeto colonizado ver Fisher y O’Hara; Cabanillas Cárdenas.
3
Para los aspectos de identidad, mimetismo e hibridez remito a los trabajos de Bhabha;
Ashcroft, Griffiths y Tiffin 137–162; Wisker 189–192; Castro-Klarén 311–343.
4
Para la importancia de la lengua en el proceso de colonización, véanse Ashcroft, Griffiths
y Tiffin 261–288; Mignolo 29–122; Wisker 107–109.
5
El significado de la Gramática de Nebrija en el imperio español ha sido puesto en realce
por Vincent. Para una interpretación del principio de la “lengua compañera del imperio” de
Nebrija y otros pensadores del Siglo de Oro, véase Klein.
EL MUNDO INDÍGENA EN CRÓNICAS DE NUEVA ESPAÑA 101
gramática ataca la diversidad (Mignolo 29–67). Esto lleva también a un des-
precio de las lenguas indígenas, las cuales carecen de sistemas de escritura
similares al del latín.
La legislación para las colonias, inicialmente las Leyes de Burgos de 1512
y posteriormente las Nuevas Leyes ampliadas de 1542, regulaba la relación
con la población indígena e incluía preceptos sobre la instrucción de la lengua
española a los indígenas. Los misioneros eran los responsables de enseñar la
lengua y todos los aspectos de la fe cristiana. Sin embargo, en contra de lo esti-
pulado políticamente, la mayoría de los misioneros españoles no siguieron las
directivas, pues para ellos su tarea principal era la cristianización y creían que
tendrían más éxito si usaban las lenguas indígenas. Por esto, aprendieron desde
temprano lenguas indígenas y escribieron gramáticas de estas lenguas, las cua-
les estaban sin embargo basadas en el sistema lingüístico del latín.
En la Nueva España del siglo XVI el latín es considerado la lengua de los
eruditos, mientras que el español es la lengua de intercambio. En una fase
temprana, el náhuatl —el lenguaje indígena más extendido de la región y ade-
más el lenguaje de los gobernantes anteriores— fue muy valorado y llegó a
ser parte del currículo del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco.
La fase temprana de la colonización de la Nueva España estuvo marcada
por una atmósfera de auge ligada a la construcción de una nueva sociedad. A
esto contribuyeron con seguridad las ideas milenaristas y las utopías de los
monjes franciscanos, quienes fueron los primeros en estar a cargo en México,
tal como expone Georges Baudot en su clásico Utopía e Historia en México.
En la misma España hubo una discusión abierta y con un alto nivel teórico
sobre los aspectos éticos de la colonización, en relación con la legitimación
de las conquistas españolas y el trato a los indígenas: “Ninguna otra potencia
colonial, ni Portugal ni posteriormente Holanda, Inglaterra o Francia, se
esforzó tanto por abordar intelectualmente y regular legalmente la realidad
del contacto cultural en la primera fase de sus actividades de ultramar. Con la
concepción legal de la Edad Media tardía y partiendo de la base de una
visión de mundo centrada en el cristianismo” (Bitterli 96).6
Las tesis expuestas por Francisco de Vitoria entre 1537 y 1539 en la Uni-
versidad de Salamanca sobre el derecho de la corona española a los territorios
conquistados y la pregunta de la guerra justa fueron especialmente importantes
6
Traducción de la autora.
102 ROMANCE NOTES
en este sentido (Simson 118–119; Fisch 213–222). Esto cambió después de la
disputa pública ante Carlos V y el Consejo de Indias protagonizada por Barto-
lomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda en 1550, en Valladolid, sobre la facul-
tad de juicio de los indígenas y el proceder de los españoles en las colonias;
pero sobre todo después de que llegara al poder Felipe II (Simson 87–89).
Poco tiempo después de la conquista de Tenochtitlán, los monjes francisca-
nos fundaron escuelas con el fin de instruir a la población indígena y estudiar
sus lenguas originales. Uno de ellos fue el Colegio Imperial de Santa Cruz de
Tlatelolco, una institución de educación superior fundada el 6 de enero de 1536
por sugerencia explícita del entonces virrey Antonio de Mendoza.7 El objetivo
de la institución, que tuvo inicialmente ochenta estudiantes, fue la educación
de la clase alta azteca, así como de un clero y una élite política indígenas, para
impulsar la colonización de la población nativa. Al mismo tiempo, se esperaba
que la mediación de los intelectuales indígenas contribuyera a un mejor cono-
cimiento de la historia y las costumbres de las etnias aborígenes.
Al igual que en las instituciones educativas europeas, el currículo del Cole-
gio incluía los estudios del trivium (gramática, retórica y lógica) y del quadri-
vium (aritmética, geometría, astronomía y música). Además de latín y español
se enseñaba náhuatl. Los estudiantes provenían de familias de la élite indígena.
Si bien el plan de formar una clase clerical indígena fue desechado pronto, las
labores de traducción de los graduandos del Colegio fueron significativas y
resultaron fundamentales para la creación de diccionarios y gramáticas de las
lenguas indígenas, así como para la publicación de traducciones de manuales y
otros textos indígenas, como, por ejemplo, textos médicos. Simultáneamente,
los estudiantes y docentes del Colegio produjeron obras de historiografía local.
También en este caso la labor de traducción fue enorme, pues la historiografía
indígena estaba basada en narraciones transmitidas por tradición oral y picto-
gramas, los cuales fueron traducidos por primera vez a un sistema de escritura.
En la mayoría de los casos el andamiaje europeo y cristiano servía de estructu-
ra a la que se incorporaba la tradición indígena. De esta forma, los autores de -
sarrollaron formas de narrar la historia de su pueblo sin correr riesgos, y en
algunos casos intentaron explicar la caída y el fracaso de sus sociedades.
Llama la atención la labor de intercambio entre los intelectuales indígenas
y españoles en un lugar como el Colegio, donde se construyó una red confor-
mada por monjes franciscanos, miembros de la élite indígena y posteriormente
también jesuitas, la cual fue responsable de la producción y publicación de
varios textos importantes de la época:
7
Sobre la historia del Colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco, véanse Cortés; Roma-
no; Silvermoon; Ríos Castaño 66–82.
EL MUNDO INDÍGENA EN CRÓNICAS DE NUEVA ESPAÑA 103
A dialogue opened up between the friars and the indigenous people, even if politically and social-
ly asymmetrical, rendered not only an exceptional documentation of intercultural contact, but also
made possible the production of a large corpus on native cultures. It also put in motion an active
exchange among intellectuals of different ethnic backgrounds and affiliations. (Cortés 98)
Bernardino de Sahagún acompañó por muchos años el trabajo del Cole-
gio; el autor de la Historia general de las cosas de la Nueva España enseñó
latín en el Colegio e incluyó a sus alumnos en sus investigaciones y trabajos,
para los cuales encontraba informantes en los círculos cercanos al Colegio.
Sahagún es considerado un gran conocedor del mundo azteca de la época, su
trabajo es un estudio etnográfico abarcador de la vida azteca.8
Debido a la Contrarreforma y a la nueva dirección que tomó la política en
materias indígenas con Felipe II, cada vez se hizo más difícil continuar con el
trabajo del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. A pesar de distintos intentos
por revivirlo, el Colegio entró en decadencia, la cual se aceleró con la muerte
de Sahagún.
La tradición indígena y la occidental se estrellaban especialmente en el
campo de la historiografía. Mientras que las comunidades indígenas transmitían
el pasado sobre todo oralmente, en forma de cuentos y canciones enriquecidos
con dibujos y pinturas, en la historiografía europea dominaba la palabra escrita.
A esto se sumaba la concepción cristiana del origen del mundo y la historia. El
pasado era entonces guardado y recordado por medio de sistemas distintos.
A continuación, ahondaré en cómo presentaban el mundo indígena, su
sociedad y su historia, los intelectuales mexicanos de la época que habían
recibido una educación basada en el latín y el español. Para ello tomaré como
ejemplos los casos de dos historiógrafos, uno indígena y uno mestizo, ambos
del círculo del Colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco.
Hernando de Alvarado Tezozómoc,9 descendiente de la alta nobleza azteca,
nació probablemente en los años 20 del siglo XVI en Tenochtitlán.10 Era nieto de
Moctezuma. Aunque se sabe poco sobre su vida, parece bastante probable que
18
Para la relevancia de Sahagún remito a Ríos Castaño; Solodkow 311–396; Máynez y Ro-
mero Galván.
19
Sobre Alvarado Tezozómoc y su obra, véanse Richter 2015, 180–232; Richter 2017; Cor-
tés 2016; Romero Galván.
10
Sobre la vida de Alvarado Tezozómoc, véanse Richter 2015, 180–183; Cortés 2016, 27–32;
Romero Galván 77–96; Silvermoon 236–238.
104 ROMANCE NOTES
haya pertenecido a una de las primeras generaciones de estudiantes del Co -
legio de Santa Cruz,11 y que después haya tenido un puesto como nahuatlato
—traductor o intérprete— en la Real Audiencia de México. Sus quejas por
la pérdida de sus privilegios como noble ante arribistas sin títulos de nobleza
—como el gobernador de Tenochtitlán, Antonio Valeriano— dan cuenta de la
precaria situación de la clase alta indígena y de la movilidad de la sociedad
colonial (Silvermoon 197–200).
Es autor de dos textos historiográficos: Crónica mexicana, escrito en
español en 1598, y Crónica mexicayotl, escrito en náhuatl en 1609. La histo-
ria editorial de la Crónica mexicana es compleja y algunos investigadores
dudan de la autoría de Alvarado Tezozómoc (Richter 2015, 182–183). La
obra contiene 110 capítulos (Cortés 2003) y puede dividirse en tres partes:
los capítulos 1–12 están dedicados a la partida de los mexicas de su tierra
mítica originaria, Aztlán, guiados por el dios Huitzilopochtli; la parte central,
compuesta por los capítulos 13–103, relata los enfrentamientos bélicos de los
mexicas y la forma en que establecieron su dominio; a partir del capítulo 104
se narran los encuentros con los españoles, hasta su llegada a Tlaxcala.12
Alvarado Tezozómoc basó su autoridad como autor en su origen cultural y
social, y legitimó su discurso ostensiblemente según convenciones europeas y
españolas. Opta por presentar la historia gloriosa de sus antepasados, los
nobles mexicas, para “conservar en la memoria de los hijos y nietos de los
mexicanos los grandiosos acontecimientos de la nobleza indígena y de sus des-
cendientes y de precisar la ‘verdadera’ genealogía para evitar confundir los
linajes” (Pastor Bodmer 75). No obstante, Alvarado Tezozómoc escribe desde
una perspectiva cristiana, la cual juzga el paganismo mexicano a manera de
reflejo y con estereotipos, al mismo tiempo que lo describe minuciosamente.
Desde un punto de vista cristiano, el narrador juzga, por ejemplo, los sacrifi-
cios humanos:
Sin embargo, al mismo tiempo se establecen analogías con el cristianismo
que pueden entenderse como cuestionamientos de la autoridad cristiana. Richter
11
Hipótesis defendida por Richter (2015, 181) y Silvermoon (237–238).
12
Sobre la Crónica mexicana, véanse Richter 2015, 194–232; Richter 2017; Cortés 2016; Cor-
tés 2003; Romero Galván; Viveros Espinosa.
EL MUNDO INDÍGENA EN CRÓNICAS DE NUEVA ESPAÑA 105
menciona el ejemplo de los “demonios sujetos al Huitzilopochtli” que son equi-
parados a los santos católicos, comparando el catolicismo con la religión polite-
ísta de los nahuas, lo cual puede ser visto como algo supremamente subversivo
en el contexto de una crítica protestante a la adoración de ídolos por parte del
catolicismo (Richter 2015, 193).
El cronista azteca usa numerosas fuentes orales que no se mencionan
explícitamente, pero que encuentran cabida en el texto por medio de diálogos y
del discurso directo. De esta manera se transfieren las convenciones de co-
municación de los aztecas —fórmulas de cortesía, por ejemplo— al discurso
español. Asimismo, se incluyen cantos nahua tradicionales que enfatizan la
búsqueda de gloria y honor de los mexicas. La estructura del texto sigue los
códices aztecas, cuya construcción va en contra de una lógica lineal. Por otra
parte, la utilización de conceptos españoles para hablar de cargos como rey,
sacerdote o capitán, y la inclusión de objetos españoles que no tenían correla-
to en el pasado azteca —libros, crónicas . . .— le permiten al autor transferir el
bien cultural europeo al ámbito azteca.
Alvarado Tezozómoc describe en su crónica el pasado glorioso como una
guerra santa de los mexicas liderados por Huitzilopochtli, de la cual surge el
extenso imperio azteca. El heroísmo de los guerreros es presentado de forma
exagerada. La representación que aparece al final del texto de la decadencia
del reino azteca y la pérdida del poder ante los españoles por parte de Mocte-
zuma, es de gran importancia, pues no se presenta como un fracaso militar.
En cambio, en este punto aparece la concepción cíclica de la historia que ve
la secuencia regular de ascenso y caída de un imperio como algo natural. A
medida que se acumulan los presagios de la llegada de gobernantes podero-
sos, Moctezuma se resigna racionalmente a su destino y renuncia a su poder
ante la llegada del dios Quetzalcoatl. Según esta concepción, la nación de los
aztecas no es derrotada, sino que simplemente le entrega el cetro al siguiente
gobernante legítimo. Al final de la Crónica mexicana un sabio le describe a
Moctezuma así su destino por medio de un manuscrito iluminado (Alvarado
Tezozómoc 695–697).
La Crónica mexicana entrecruza dos sistemas culturales, pues echa mano
de las tradiciones discursivas europeas y mesoamericanas. Logra, así, que nin-
guno de los dos sistemas sea dominante; en cambio, representa ambos sistemas
de pensamiento y ambas formas de organización social simultáneamente, por
medio de la tradición oral indígena y del punto de vista cristiano del narrador.
El intento de traducir la cultura azteca al sistema de escritura europeo lleva a
una indigenización de la crónica europea y al mismo tiempo produce quiebres
y pasajes ininteligibles en el texto escrito en español. El punto de vista del
autor como sujeto colonial se manifiesta sobre todo en las lagunas y las partes
106 ROMANCE NOTES
poco comprensibles de la crónica, en las contradicciones, las ambigüedades,
las duplicaciones y los entre-espacios. No obstante, la representación minucio-
sa de un pasado heroico azteca también puede haber llevado a los indígenas
educados, capaces de entender la doble direccionalidad del texto en el contexto
colonial ambivalente e híbrido, a asumir su identidad:
Vemos en Tezozómoc el compromiso de un pensamiento filosófico-político indio (y americano)
que vectoriza diversos horizontes de pregunta (identitarios y culturales) en el entramado de su
texto, que produce un constante gesto rearticulador, propositivo en un escenario adverso e
impositivo de cambios culturales importantes, redireccionando un proyecto civilizatorio moder-
no alternativo y bifurcado en México colonial. (Viveros Espinosa 192)
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl13 nació hacia 1578 en San Juan Teotihuacán.
Hijo de Ana Cortés Ixtlilxóchitl, una noble descendiente del último gober-
nante de Tezcoco y aliado de Hernán Cortés, y del criollo Juan de Navas
Pérez de Peraleda, de orígenes más humildes. Era, pues, mestizo.14 Asistió al
Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco durante seis años cuando este ya estaba
en decadencia. De su vida posterior se saben solo algunos datos puntuales. A
partir de 1600 escribió textos de historiografía, estuvo empleado en la admi-
nistración colonial y fue juez gobernador en diferentes regiones. Además, se
sabe que Alva Ixtlilxóchitl ocupó un cargo como intérprete en el Juzgado de
Indias en 1640. En el momento de su muerte en 1650 no había publicado nin-
guna de sus obras; sus manuscritos pasaron a manos de Carlos Sigüenza y
Góngora (Brian 2014; Ysern de la Calle).
Parece que el autor se quitó el apellido de su padre bastante temprano y
escogió el apellido Alva, probablemente por su similitud con la casa noble
Alba. De esta forma, el autor borra los indicios del origen humilde de su
familia paterna y se representa a sí mismo como miembro de las noblezas
española e indígena simultáneamente. Alva Ixtlilxóchitl formaba parte de los
intelectuales asociados al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco:
He was part of a context in which networks of Indian intellectuals collected and reproduced
knowledge of their precolumbian forebears [. . .]. The physical history of his texts, and the trav-
els they made from the hands of the Alva Ixtlilxochitl family, to Sigüenza, to the libraries of
13
Sobre Alva Ixtlilxóchitl y su obra, véanse Brian 2016a, 77–142; Brian 2016b; Richter 2015,
47–111; Vázquez Chamorro.
14
Sobre la vida de Alva Ixtlilxóchilt, véanse Richter 2015, 47–52; Silvermoon 2007, 233–
36; Vázquez Chamorro 18-22.
EL MUNDO INDÍGENA EN CRÓNICAS DE NUEVA ESPAÑA 107
various institutions, remind us that the ‘network of human realities’ ran among Indians affiliat-
ed with different towns and lineages, and also between the Republic of Indians and the Repub-
lic of Spaniards (Brian 2014, 97).
Además de una serie de textos historiográficos sobre historia azteca,
sobre toltecas, chichimecas y Tetzcoco, escribió una minuciosa Historia de la
nación chichimeca.
Los textos de Alva Ixtlilxochitl se dedican principalmente a incorporar la
historia azteca en los discursos europeos y su sistema de valores, para hacerla
equivalente a otras culturas. Este procedimiento está ligado a una valoración
de la cultura indígena, la cual no obstante ocurre a expensas de su autonomía.
Ya en su primer texto, el autor se manifiesta al respecto: “Desde mi adoles-
cencia tuve siempre gran deseo de saber las cosas acaecidas en este Nuevo
Mundo, que no fueron menos que las de los romanos, griegos, medos y otras
repúblicas gentílicas que tuvieron fama en el universo” (Alva Ixtlilxochitl
1997, 525). Conceptúa así a los indígenas mesoamericanos no como bárba-
ros, sino como gentiles, que según el dogma católico están en una fase ante-
rior al cristianismo, al igual que las altas culturas europeas de la Antigüedad.
Se asume que Alva Ixtlilxóchitl tuvo a su disposición una gran cantidad
de fuentes: códices indígenas como el Códice Chimalpopoca, manuscritos
iluminados . . ., pero también material oral, cantos y narraciones de infor-
mantes. No obstante, las fuentes escritas de origen español son de especial
relevancia. Se puede asumir, por ejemplo, que Alva Ixtlilxóchitl se remite en
sus textos a la Crónica General de España de la Edad Media, como se apre-
cia en las citas provenientes de autores antiguos y de la Biblia. Conocía tam-
bién bastantes memorias de viajes y crónicas de autores, soldados y
misioneros españoles; cita incluso pasajes de la antigüedad clásica, tomados
de autores como Jenofonte. No obstante, la Biblia es su marco de referencia
principal (Richter 2015, 71–73): en sus textos aparecen constelaciones de
personajes o tramas del Antiguo Testamento.
A diferencia de Tezozómoc, Alva Ixtlilxóchitl presenta la historia azteca en
un contexto histórico europeo-universal ligado a la historia de salvación, con el
fin de demostrar que la sociedad de Tetzcoco es una preparatio evangelica del
mundo mesoamericano, una civilización precristiana que prefigura el cristia-
nismo con su glorioso soberano Nezahualcoyotl: “Alva Ixtlilxochitl embellis-
hes his description of Nezahualcoyotl, Ixtlilxochitl, and his ancestors’ manner
of worship with proto-Christian qualities and in this way he is able to incorpo-
rate Texcoco into a Western narrative of virtuous, pious leaders” (Brian 2007,
122). Así pues, para representar a sus antepasados de manera gloriosa, el autor
se vale de un canon de valores europeos, incluidas las características de un
buen gobierno que fueron discutidas en múltiples textos de la temprana moder-
nidad europea:
108 ROMANCE NOTES
Tenía setenta y un años Nezahualcoyotzin y había cerca de cuarenta y dos que gobernaba el
imperio en compañía de los reyes mexicanos y tepanecas, cuando le dio una enfermedad proce-
dida de los muchos trabajos que había padecido en recobrarle [. . .] habló con los infantes [. . .]
trayéndoles ante todas cosas a la memoria los trabajos y peregrinaciones [. . .] hasta alcanzar y
recobrar el imperio y gobernarle con tanto acuerdo y vigilancia como a ellos les constaba; y
que para su perpetuidad, convenía a todos se quisiesen y amasen la paz y concordia. (Alva
Ixtlilxochitl 1985, 171–72)
Alva Ixtlilxóchitl reitera este marco de referencia y se esfuerza por esta-
blecer analogías entre la historia azteca y la Biblia: pasajes del Génesis, la
torre de Babel, el diluvio universal . . . Este procedimiento le permite exage-
rar y representar a los pueblos y las sociedades aztecas de forma idealizada.
Alva Ixtlilxóchitl escribe historia de la nobleza, mientras que la vida y las
costumbres de los indígenas rasos le interesan poco. No sorprende que su
representación histórica se enfoque en unos cuantos héroes, idealizados de
forma extrema: Quetzalcoatl, Ce Acatl Topiltzin, Xolotl y Nezahualcoyotl.
No obstante, no se limita a traducir un pasado azteca glorioso a un sistema de
valores europeo; si la Historia de la nación chichimeca evita mencionar a
Tezcatlipoca, el adversario oscuro del dios Quetzalcoatl, su presencia resuena
en el texto y le otorga un carácter rotundamente híbrido:
Although both the explicit rendition of Quetzalcoatl and the implicit figuration of Tezcatlipoca
have been re-construed in the colonial context to reflect Catholic sensibilities, their continued
association as the alpha and the omega, creator and destroyer, within Alva Ixtlilxochitl’s text
marks its difference from the European Christianity and culture of the colonizer, or, in Walter
Mignolo’s terminology, its discontinuity with the European Classical tradition. (Kauffmann 79)
V. RESUMEN
Mientras que en sus narraciones sobre las culturas prehispánicas los cronis-
tas españoles se enfocan en lo novedoso y llamativo de las culturas desconoci-
das, con el fin de valorarlas desde su punto de vista cristiano, los historiógrafos
indígenas y mestizos del periodo colonial persiguen otros fines. Si bien los
métodos, procedimientos y resultados son diferentes, como se ha visto en los
casos de Alvarado Tezozómoc y Alva Ixtlilxóchitl, el objetivo general es valo-
rar positivamente la sociedad y la cultura de sus antepasados. Mientras Alva
Ixtlilxóchitl representa Anahuac en un marco europeo, poniendo en valor la
historia y el ser indígenas mediante su asimilación al discurso hispano-cristia-
no, Alvarado Tezozómoc integra componentes occidentales y cristianos en su
recuento de la historia azteca. Este último traduce la historia de sus ancestros a
la sociedad colonial que lo obliga a evaluar negativamente a sus antepasados.
EL MUNDO INDÍGENA EN CRÓNICAS DE NUEVA ESPAÑA 109
No obstante, logra enaltecer las culturas aztecas y, con ello, indigeniza la cróni-
ca europea. La interpretación de Alva Ixtlilxóchitl, en cambio, borra en gran
medida la alteridad.
La diferencia entre ambos autores puede ser esclarecida por sus respectivos
estatus como indígena y mestizo, así como por diferencias generacionales. Al-
varado Tezozómoc presenta ambas culturas paralelamente y logra crear un
texto híbrido y ambivalente, que sin embargo podría hacer posible el desarro-
llo de una identidad indígena y facilitar la subversión. Alva Ixtlilxóchitl, por su
parte, no necesita traducir, pues puede recurrir a textos que ya realizan este
trabajo; integra el ser indígena en el discurso de dominación y le roba gran
parte de su alteridad. Sin embargo, su sistema cerrado no es capaz de eliminar
todas las ambivalencias; en él encontrarán modelos de identidad sobre todo
los sujetos coloniales adaptados.
OBRAS CITADAS