Está en la página 1de 15

LITERATURA COLONIAL.

BARROCO: CONTEXTO HISTÓRICO, SOCIAL Y


CULTURAL. CARACTERÍSTICAS LITERARIAS.

Desde la llegada de los conquistadores, comenzaron a escribirse textos


sobre el Nuevo Mundo: se trataba de obras para difundir las imágenes de
América y para testimoniar los descubrimientos que se hacían en las nuevas
tierras. Estos textos, escritos mayormente por españoles, no pueden
considerarse literarios, pues tenían una finalidad informativa y no
estética 1 .
Sin embargo, una vez instalada la sociedad colonial, comenzó la
producción artística de hombres y de mujeres nacidos en el suelo
americano. Estos autores, influidos por la estética barroca vigente en
España, produjeron textos que permitieron nombrar la exuberancia del
paisaje, dieron cuenta de la fusión y del intercambio entre elementos de
las culturas indígenas y española y que, además, reflejaron la conflictiva
identidad de los criollos y de una nueva sociedad de raigambre 2 mestiza.
Los escritores más destacados de este período son el Inca Garcilazo
de la Vega y Sor Juana Inés de la Cruz, quienes hicieron una literatura que
refleja la condición de los desplazados sociales.

Un mundo nuevo, una nueva sociedad . El siglo XVI fue, en América


latina, el de la evangelización y la edificación. Para el ensayista mexicano
Octavio Paz fue “ un siglo arquitecto y albañil ”, en el que al mismo tiempo
que se levantaban ciudades, iglesias, conventos y hospitales, también se iba
construyendo una nueva sociedad con un entramado distinto de todos los
conocidos por los europeos hasta el momento. Sobre la base bipolar de
españoles e indígenas, fueron surgiendo otros grupos que le otorgaron una
dinámica y un perfil singulares al continente: los mestizos, los criollos y
los negros . Como sociedad en formación, permitió una gran movilidad social,
pero al afianzarse el dominio colonial, la convivencia entre españoles,
criollos, mestizos, aborígenes y negros llegó a parecerse mucho a un rígido
sistema de castas.
La Corona española armó una estructura administrativa e impositiva 3 , a
través de la casa de Contratación y del Consejo de Indias en España y, la
acción de las Audiencias y Cabildos en América, y también legisló acerca de
la condición de nativos y negros.
La legislación, en principio, protegía a los indígenas americanos, ya que
la reina Isabel había dictaminado que se trataba de seres libres que no
debían ser sometidos a esclavitud, sino a vasallaje; sin embargo, pronto se
hallaron en estado de virtual 4 servidumbre, a pesar de la intensa defensa
de sus derechos realizada por los primeros misioneros y por
evangelizadores cristianos. El destino de los negros trasplantados de
África fue aún peor, ya que su esclavización permitida por la ley no se
cuestionó hasta el período de la Independencia.

1
Perteneciente o relativo a la percepción o apreciación de la belleza
2
Conjunto de antecedentes, intereses, hábitos o afectos que hacen firme y estable algo o que ligan a alguien a un sitio
3
Perteneciente o relativo al impuesto público.
4
Que tiene existencia aparente y no real.
Según el estudioso dominicano Pedro Henríquez Ureña, la nueva
sociedad estaba gobernada por un rígido código de leyes y costumbres,
pero que no se cumplían con la consiguiente abundancia de excepciones e
irregularidades. En el comercio, el contrabando llegó a ser moneda
corriente e incluso circulaban libros censurados por la Inquisición 5 .
El sincretismo 6 colonial . Los españoles aplicaron la política de la “tabla
rasa”, es decir, que aniquilaron toda la cultura de los nativos e impusieron
al Nuevo Mundo sus costumbres, su religión, sus industrias, sus animales
domésticos y hasta sus plantas. Pero, a su vez, recibieron los efectos de
los estilos de vida aborígenes, es decir que se produjo una fusión e
intercambio de influencias en un fenómeno que se ha llamado
“sincretismo”. Los conquistadores aprendieron de los indios a fumar, a
construir y usar canoas y piraguas, sus técnicas de cultivo y muchos
procedimientos cotidianos que perduraron y se mezclaron con los europeos.
Estos procesos fueron evidentes en la arquitectura de las ciudades,
como México, Cuzco o Lima. Se destruyeron templos consagrados a
deidades aztecas e incas y, sobre sus ruinas, se edificaron iglesias y
conventos. En los nuevos edificios, se fusionaron el diseño español, basado
en los principios de la fe cristiana, y la mano de obra indígena; esto les da
un sesgo 7 propio manifestado en la forma trapezoidal de puertas y
ventanas, en los motivos decorativos y en el uso de colores vivos.

La ciudad virreinal . En el siglo XVII, la sociedad colonial se fortaleció


con el crecimiento de las ciudades y con la extensión de sus territorios, y
se consolidó una suerte de división de poderes: el poder político y militar
era español; el poder económico, criollo.
La situación del poder religioso fue más compleja: por un lado, estaba
la omnipresencia 8 de la iglesia oficial con sus instituciones fuertemente
ligadas a los mandatos de la jerarquía eclesiástica hispánica; por otro, la
acción evangelizadora de los misioneros que buscaba tender puentes entre
el mundo indígena y el cristiano.
Los pilares de la sociedad virreinal, además de la religión, fueron la
educación y la cultura. A medida que las poblaciones españolas se iban
convirtiendo en ciudades y en villas de tipo europeo, se fundaban escuelas,
tanto para criollos como para indígenas. Las ciudades más pobladas –como
Guanajuato, Puebla, México, Potosí, Bogotá, Lima, La Habana y Cuzco- se
convirtieron en centros de lujo y ostentación 9 ; y las cortes virreinales
patrocinaron la creación de obras artísticas y literarias, en especial, para
la celebración de fiestas cívicas y religiosas.
Dos elementos culturales importantes se introdujeron muy
tempranamente en América latina: la imprenta y la enseñanza
universitaria . En 1535, se estableció la primera imprenta en México, y a
partir de ese momento, otras que estaban consagradas a la publicación de
textos didácticos, folletos de devoción o documentos oficiales. En Santo

5
Cárcel destinada a los reos pertenecientes al antiguo Tribunal eclesiástico de la Inquisición.
6
Sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes.
7
Torcido, cortado o situado oblicuamente.
8
Presencia a la vez en todas partes, en realidad condición solo de Dios.
9
Jactancia y vanagloria. Magnificencia exterior y visible.
Domingo se fundó, en 1538, la Universidad de Santo Tomás; en 1551, se
crearon las de Lima y de México. Todas fueron centros de difusión de la
cultura europea, y la casa de estudios mexicana se convirtió rápidamente en
un centro de erudición 1 0 humanista. En Quito, Bogotá y Córdoba, hubo
colegios que aspiraban a la categoría de Universidad y que fueron lugar de
formación para innumerables criollos. Además de las universidades y los
conventos, los sacerdotes a cargo de diócesis y los virreyes de las grandes
capitales, nuevos mecenas 1 1 , crearon un ambiente propicio para el desarrollo
de las artes y las letras.
Una actividad artística muy exitosa en las colonias fue el teatro. El
lenguaje dramático fue utilizado, primero, por los misioneros que promovían
pantomimas 1 2 y danzas como instrumento de evangelización, pero luego se
incorporaron instrumentos musicales, melodías y danzas rituales de origen
negro o indígena. Este proceso sincrético dio lugar a obras con
características propias muy distantes de los modelos del teatro europeo de
la época.
Acompañando todo este florecimiento del mundo colonial, creció
también la rivalidad entre los españoles y los nacidos en el suelo americano,
tanto criollos como mestizos, quienes se creían merecedores de cierto
grado de autonomía. Henríquez Ureña señala esta tensión como una
característica medular de la nueva sociedad: “ el gran problema de la
América hispana fue, y lo es todavía, el de su integración social ”.

La literatura colonial . Una vez afianzada la sociedad colonial, sobre


todo, en los grandes Virreinatos de Nueva España (México) y Perú, comenzó
el proceso de producción artística de hombres y mujeres nacidos en
América. El siglo XVII fue, en España, un período barroco cuya estética
del claroscuro y del desengaño expresó la visión contradictoria de un
mundo en crisis y de un imperio en decadencia.
Los textos de los españoles Pedro Calderón de la Barca, Lope de Vega,
Francisco de Quevedo y Luis de Góngora fueron modelos de las primeras
producciones de mestizos y criollos, quienes, a partir de las lecturas de
esos autores consagrados, iniciaron la literatura colonial. Algunos sólo se
propusieron imitar las formas peninsulares; otros, que también las imitaron,
lograron producir textos que – por su temática o su estilo – tuvieron
ciertas marcas del entorno colonial. Estos últimos originaron el llamado
“Barroco de Indias ”.
Los géneros literarios más cultivados fueron las tragedias y las
comedias, y la poesía épica, lírica y religiosa.
En la colonia, tuvieron gran difusión el teatro “misionero ” y el auto
sacramental , especie teatral de origen medieval, que se estilaba en fiestas
eclesiásticas y en eventos protocolares 1 3 . Los autores compusieron
comedias, sainetes, sátiras y obras de temática religiosa, todas muy
apreciadas en el teatro de corte, el teatro de convento y el teatro escolar.

10
Instrucción en varias ciencias, artes y otras materias. Amplio conocimiento de los documentos relativos a una ciencia o arte.
11
Persona que patrocina las letras o las artes.
12
Representación por figura y gestos sin que intervengan palabras
13
Regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o por costumbre.
También, los romances o lírica popular se difundieron velozmente en la
etapa virreinal, en cancioneros y en libros de música, e influyeron en la
poesía popular americana posterior.
Sin embargo , la máxima expresión de la literatura virreinal fue la
lírica culta , no sólo por la fecundidad poética que caracteriza el período el
período sino por la abundancia de certámenes o de concursos literarios y
academias de versificadores que celebraban cualquier hecho de alguna
trascendencia (un casamiento, la llegada de un alto prelado, el cumpleaños
de un virrey) con un homenaje rimado.
Los autores literarios más relevantes del períodos Barroco en América
fueron Luis de Tejeda, Juan Ruiz de Alarcón, Sor Juana Inés de la Cruz,
Juan del Valle Caviedes y Pedro de Peralta.

El Manierismo y el Barroco. En la literatura colonial latinoamericana,


el manierismo y el barroco coexistieron; sin embargo, por lo tardío del
trasplante, por motivos religiosos ligado a la Contrarreforma y por su
carácter más popular, hubo un mayor predominio del arte barroco.

El manierismo : el Manierismo que surge en Europa a mediados del siglo


XVI pero llega a Latinoamérica en el siglo XVII se caracteriza por ser un
arte refinado, intelectual y reflexivo de carácter cortesano , y por lo
tanto, propio de una élite social e intelectual amante de la complicación en
el lenguaje (culteranismo 1 4 ) y la oscuridad conceptual (conceptismo). Es una
tendencia artística que revela una profunda crisis espiritual, consecuencia
de la destrucción de los ideales filosóficos y formales del mundo ideal del
Renacimiento. Presenta, por lo tanto, la imagen de un universo fragmentado
cuyos principios constructivos son la adición y la yuxtaposición de
elementos sin un orden lógico claro, lo cual provoca un efecto onírico 1 5 . Es
ambiguo, lleno de claroscuros y contraposiciones.
El lenguaje poético del manierismo . Si hay algo que caracteriza la
escritura en el Manierismo es el efecto de distanciamiento que provoca a
través del uso de un lenguaje complejo y opaco, que oculta tras múltiples
velos el significado textual. Este tipo de discurso literario, construido a
partir de un laberíntico juego de metáforas que se incluyen unas en otras,
como las cajas chinas, o de conceptos, que llevan hasta el límite el juego
con las antítesis y paradojas, puede resultar ilegible para aquel que no esté
dispuesto a llevar a cabo un laborioso trabajo de traducción y rearmado de
la frase o el verso.
Es un lenguaje con neto pr edominio de la función poética del mensaje, y
el contenido o la anécdota es sólo una excusa para la exhibición y el uso de
lo artificios del discurso: hipérbaton, metáforas puras, antítesis,
paradojas, oxímoron, quiasmos, hipérboles, etc.
El Barroco . El Barroco es la corriente artística y literaria que
domina el siglo XVII y XVIII en América. El goce de la vida como constante
puede ser alcanzado sólo por unos pocos. A diferencia de lo sucedido en
España, donde la estética barroca se desarrolló en un período de
14
Estilo literario desarrollado en España desde finales del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII, caracterizado, entre otros rasgos,
por la riqueza abusiva de metáforas sorprendentes, el uso exagerado de cultismos y la complejidad sintáctica
15
Perteneciente o relativo a los sueños
decadencia, en América latina, acompañó un proceso de estabilización
político- económico. Esto se explica teniendo en cuenta que los artificios
lingüísticos del Barroco (los excesos verbales, las antítesis, las paradojas)
fueron instrumentos que permitieron los escritores de América expresar
la exuberancia del paisaje local, las luces y las sombras del sincretismo
virreinal, la conflictiva identidad de los criollos; es decir, las
contradicciones de una sociedad nueva y mestiza, cuyas tensiones internas
se potenciaron en el siglo XVIII hasta estallar en las guerras por la
Independencia del siglo XIX. En América aparecen notas de la cultura
indígena, de la naturaleza con su aporte decorativo y exuberante, del arte
mestizo con las flores, frutos y animales autóctonos.

El Barroco americano adopta la forma culterana llamada culteranismo o


gongorismo, cuyas características son:

 Más uso de verso que prosa.  Metáforas brillantes.


 Juego de palabras.  Pensamiento abstracto.
 Nuevas combinaciones  Objetivo: sorprender el
sintácticas intelecto.
 Analogías.  Evasión de lo vulgar.
 Neologismos.  Representante: Luis Argote
y Góngora.

Tiene un carácter más popular debido a que fue el instrumento de


propaganda religiosa de la Contrarreforma. Es por ello, sensual, emocional,
instintivo, exuberante y teatral, tal como se puede observar en las iglesias
barrocas latinoamericanas. A diferencia del manierismo que tenía un
carácter más general y europeo, el Barroco se manifiesta siempre como un
arte nacional y, por lo tanto, a presentar diferentes características según
los diversos países y la religión que practican. El Barroco presenta un
equilibrio inestable, no está tico, entre las partes y a pesar de ser
complicado en lo formal se halla regido por el principio de la unidad, lo cual
lo hace muy claro en lo conceptual. El movimiento, la torsión, la dispersión
siempre encuentran un punto de convergencia ya sea temático o formal.
A pesar de estas diferencias que no siempre son tan notables en la
práctica, tanto el manierismo como el Barroco literario coinciden en el uso
de una serie de recursos expresivos que “artificializan” y “complican” el
lenguaje. Metáforas puras sin un referente claro, hipérboles, juegos de
palabras, elipsis, paradojas, hipérbaton, antítesis, proliferación de
imágenes y acumulación de recursos hacen ciertamente difícil la
comprensión de los textos que, muchas veces, gustan del laberíntico juego
de espejos.

Sor Juana Inés de la Cruz


(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México,
1651 - Ciudad de México, id., 1695) Escritora mexicana, la mayor figura de
las letras hispanoamericanas del siglo XVII. La influencia del barroco
español, visible en su producción lírica y dramática, no llegó a oscurecer la
profunda originalidad de su obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la
llevaron a enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía
con buenos ojos que una mujer manifestara curiosidad intelectual e
independencia de pensamiento.

Biografía

Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho
escribió su primera loa. En 1659 se trasladó con su familia a la capital
mexicana. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de
honor d e Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo.
Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de
Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y su habilidad
versificadora.

Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las


carmelitas descalzas de México y permaneció en él cuatro meses, al cabo
de los cuales lo abandonó por problemas de salud. Dos años más tarde entró
en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez definitivamente.
Dada su escasa vocación religiosa, parece que Sor Juana Inés de la Cruz
prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones
intelectuales: «Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que
embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese
el sosegado silencio de mis libros», escribió.

Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como


Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés
Luis de Góngora (cuya obra introdujo en el virreinato), y también del nuevo
virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa,
Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda
amistad. En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió
una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa
obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro (en los que
se aprecia, respectivamente, la influencia de Luis de Góngora y Calderón de
la Barca), hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.

Perdida gran parte de esta obra, entre los escritos en prosa que se han
conservado cabe señalar la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. El obispo de
Puebla, Manuel Fernández de la Cruz, había publicado en 1690 una obra de
Sor Juana Inés, la Carta athenagórica, en la que la religiosa hacía una dura
crítica al «sermón del Mandato» del jesuita portugués António Vieira sobre
las «finezas de Cristo». Pero el obispo había añadido a la obra una «Carta
de Sor Filotea de la Cruz», es decir, un texto escrito por él mismo bajo ese
pseudónimo en el que, aun reconociendo el talento de Sor Juana Inés, le
recomendaba que se dedicara a la vida monástica, más acorde con su
condición de monja y mujer, antes que a la reflexión teológica, ejercicio
reservado a los hombres.

En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (es decir, al obispo de Puebla), Sor


Juana Inés de la Cruz da cuenta de su vida y reivindica el derecho de las
mujeres al aprendizaje, pues el conocimiento «no sólo les es lícito, sino muy
provech oso». La Respuesta es además una bella muestra de su prosa y
contiene abundantes datos biográficos, a través de los cuales podemos
concretar muchos rasgos psicológicos de la ilustre religiosa. Pero, a pesar
de la contundencia de su réplica, la crítica del obispo de Puebla la afectó
profundamente; tanto que, poco después, Sor Juana Inés de la Cruz vendió
su biblioteca y todo cuanto poseía, destinó lo obtenido a beneficencia y se
consagró por completo a la vida religiosa.

Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de


cólera que asoló México en el año 1695. La poesía del Barroco alcanzó con
ella su momento culminante, y al mismo tiempo introdujo elementos
analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del
siglo XVIII. Sus obras completas se publicaron en España en tres
volúmenes: Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, Sor
Juana Inés de la Cruz (1689), Segundo volumen de las obras de Sor Juana
Inés de la Cruz (1692) y Fama y obras póstumas del Fénix de México
(1700), con una biografía del jesuita P. Calleja.

La poesía de Sor Juana Inés de la Cruz

Aunque su obra parece inscribirse dentro del culteranismo de inspiración


gongorina y en ocasiones en el conceptismo de Quevedo, tendencias
características del barroco, el ingenio y originalidad de Sor Juana Inés de
la Cruz la han colocado por encima de cualquier escuela o corriente
particular. Ya desde la infancia demostró gran sensibilidad artística y una
infatigable sed de conocimientos que, con el tiempo, la llevaron a
emprender una aventura intele ctual y artística a través de disciplinas tales
como la teología, la filosofía, la astronomía, la pintura, las humanidades y,
por supuesto, la literatura, que la convertirían en una de las personalidades
más complejas y singulares de las letras hispanoamericanas.

En la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz hallamos numerosas y elocuentes


composiciones profanas (redondillas, endechas, liras y sonetos), entre las
que destacan las de tema amoroso, como los sonetos que comienzan con
"Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba" y "Detente, sombra de mi bien
esquivo". En "Rosa divina que en gentil cultura" desarrolla el mismo motivo
de dos célebres sonetos de Góngora y de Calderón, no quedando inferior a
ninguno de ambos. También abunda en ella aquella temática ascética y
mística que desde el renacimiento español había cuajado en obras cimeras
como las de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz; en este grupo, la
fervorosa espiritualidad de Juana se combina con la hondura de su
pensamiento, tal como sucede en el caso de "A la asunción", delicada pieza
lírica en honor a la Virgen María.

Sor Juana empleó las redondillas para disquisiciones de carácter


psicológico o didáctico en las que analiza la naturaleza del amor y sus
efectos sobre la belleza femenina, o bien defiende a las mujeres de las
acusaciones de los hombres, como en las célebres "Hombres necios que
acusáis". Los romances se aplican, con flexibilidad discursiva y finura de
notaciones, a temas sentimentales, morales o religiosos (son hermosos por
su emoción mística los que cantan el Amor divino y a Jesucristo en el
Sacramento). Entre las liras es célebre la que expresa el dolor de una
mujer por la muerte de su marido ("A este peñasco duro"), de gran
elevación religiosa.

Mención aparte merece Primero sueño, poema en silvas de casi mil versos
escritos a la manera de las Soledades de Góngora en el que Sor Juana
describe, de forma simbólica, el impulso del conocimiento humano, que
rebasa las barreras físicas y temporales para convertirse en un ejercicio
de puro y libre goce intelectual. El poema es importante además por figurar
entre el reducido grupo de composiciones que escribió por propia iniciativa,
sin encargo ni incitación ajena. El trabajo poético de la monja se completa
con varios hermosos villancicos que en su época gozaron de mucha
popularidad.

El teatro y la prosa

En el terreno de la dramaturgia escribió una comedia de capa y espada de


estirpe calderoniana, Los emp eños de una casa, que incluye una loa y dos
sainetes, entre otras intercalaciones, con predominio absoluto del
octosíla bo; y el juguete mitológico-galante Amor es más laberinto, pieza
más culterana cuyo segundo acto es al parecer obra del licenciado Juan de
Guevara. Compuso asimismo tres autos sacramentales: San Hermenegildo, El
cetro de San José y El divino Narciso; en este último, el mejor de los tres,
se incluyen villancicos de calidad lírica excepcional. Aunque la influencia de
Calderón resulta evidente en muchos de estos trabajos (como la de Lope de
Vega en su compatriota Juan Ruiz de Alarcón), la claridad y belleza del
desarro llo posee un acento muy personal.

La prosa de la autora es menos abundante, pero de pareja brillantez. Esta


parte de su obra se encuentra formada por textos devotos como la célebre
Carta athenagórica (1690), y sobre todo por la Respuesta a Sor Filotea de
la Cruz (1691), escrita para contestar a la exhortación que le había hecho
(firmando con ese seudónimo) el obispo de Puebla para que frenara su
desarro llo intelectual. Esta úl tima constituye una fuente de primera mano
que permite conocer no sólo detalles interesantes sobre su vida, sino que
también revela aspectos de su perfil psicológico. En ese texto hay mucha
información relacionada con su capacidad intelectual y con lo que el
filósofo Ramón Xirau llamó su "excepcionalísima apetencia de saber",
aspecto que la llevó a interesarse también por la ciencia, como lo prueba el
hecho de que en su celda, junto con sus libros e instrumentos musicales,
había también mapas y aparatos científicos.

De menor relevancia resultan otros escritos suyos acerca del Santo Rosario
y la Purísima, la Protesta que, rubricada con su sangre, hizo de su fe y
amor a Dios y algunos documentos. Pero también en la prosa encuentra
ocasión la escritora para adentrarse por las sendas más oscuras e
intrincadas, siempre con su brillantez característica, como vemos en su
Neptuno Alegórico, redactado con motivo de la llegada del virrey conde de
Paredes .
A causa de la reacción neoclá sica del siglo XVIII, la lírica de Sor Juana
cayó en el olvido, pero, ya mucho antes de la posterior revalorización de la
literatura barroca, su obra fue estudiada y ocupó el centro de una atención
siempre creciente; entre los estudios modernos, es obligado mencionar el
que le dedicó el gran poeta y ensayista mexicano Octavio Paz. La renovada
fortuna de sus versos podría adscribirse más al equívoco de la
interpretación biográfica de su poesía que a una valoración puramente
estética. Ciertamente es desconcertante la figura de esta poetisa que, a
pesar de ser hermosa y admirada, sofoca bajo el hábito su alma apasionada
y su rica sensibilidad sin haber cumplido los veinte años. Pero la crítica
moderna ha deshecho la romántica leyenda de la monja impulsada al
claustro por un desengaño amoroso, señalando además como indudable que
su silencio final se debió a la presión de las autoridades eclesiásticas.

Una mujer contra el mundo

Hasta hace muy poco creía que el mejor libro de crítica literaria aparecido
en América Latina era Muerte y transfiguración de Martín Fierro (1948),
de Ezequiel Martínez Estrada. Ahora, que acabo de leerlo, pienso que es el
que Octavio Paz dedicó a Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la Fe
(1982).

Me refiero a esos ensayos en los que la investigación rigurosa, la


imaginación, el buen gusto y la elegancia expositiva se alían para explicar
una obra literaria, el proceso que la gestó, la manera en que la experiencia
privada de su creador y la realidad histórica y social de su tiempo se
reflejan en ella, y el efecto que tuvo en la cultura de su época y en las que
la sucedieron. No minimizo ni descarto los estudios especializados -
filológicos, estilísticos, estructuralistas, deconstructivistas, etcétera-
que, hoy, por lo general, están fuera del alcance del lector profano, pero si
tengo que elegir prefiero esos trabajos a medio camino entre el análisis y
la creación que, tal como lo hacen la poesía y la novela con la realidad
vivida, se valen de la literatura existente para construir a partir de ella
obras que la trascienden y son, en sí mismas, literatura de creación.

El libro de Paz sobre Sor Juana, que nació como unos cursos que dictó
sobre ella en la Universidad de Harvard en los años setenta, resume todo el
material biográfico y bibliográfico que la poeta y escritora mexicana
generó hasta los hallazgos más recientes (la primera edición de su libro es
de 1982). La obra poética, teatral y ensayística de la autora es analizada
con acerada agudeza intelectual y tanta sensibilidad poética que no exagero
diciendo que, gracias a esos análisis lúcidos y estimulantes, poemas tan
complejos como Primero sueño resplandecen con una nueva luminosidad y
nos descubren, tras su riqueza verbal y sus audacias retóricas, una sólida
arquitectura conceptual hecha de ideas filosóficas, teológicas y de
mitología helénica y romana. Paz dedica muchas páginas a una fascinante
pesquisa sobre la presencia en Primero sueño y otros poemas de Sor Juana
de la antiquísima tradición hermética, de raíces egipcias y resucitada en la
Edad Media, que descifran el sentido de sus oscuras metáforas y
misteriosas alegorías, y argumenta de manera persuasiva que este sistema
poético hecho de ocultamientos y disfraces era una manera de tomar
precauciones contra el riesgo -que hacía vivir a todo creador de la época en
el pánico crónico- de incurrir, por omisión o comisión, en delito de
heterodoxia o sacrilegio y, por lo tanto, de caer en las redes de la
Inquisición.

La Sor Juana cuya delicada silueta se levanta de las páginas de Las


Trampas de la Fe es conmovedora. Su coraje, su reciedumbre, sus astucias,
su temple fueron tan grandes como su inteligencia y su talento. Los
capítulos que describen la sociedad colonial en la que ella nació y creció,
esa abigarrada pirámide de castas, razas y clases rígidamente
estratificadas cuya cúspide aristocrática era reflejo fiel de la que regía la
metrópoli imperial y cuya humilde base, la de los indios, conservaba vivos,
aunque secretos o camuflados, los mitos, creencias y costumbres de las
civilizaciones prehistóricas tienen la vivacidad y la energía de los grandes
murales y de las mejores películas épicas. Y permiten entender mejor,
admirar más y compadecer más hondamente a quien en este contexto social,
siendo mujer, estaba dotada de un espíritu libre y era curiosa, ávida de
conocimientos y empeñada en adueñarse de la cultura de su tiempo.

Ser de este modo, como lo fue la humilde Juana Inés Ramírez de Asbaje,
nacida por los alrededores de 1651, muchacha bastarda y sin recursos,
significaba enfrentarse a una maquinaria disuasoria y represiva
todopoderosa al servicio de una idea que hacía de la mujer un ser inferior,
un animal doméstico y reproductor y sobre la que, por encima de cualquier
otra consideración, planeaba la maldición bíblica de haber sucumbido, la
primera, a las tentaciones del demonio y de ser ella misma, por su
naturaleza pecadora, la mayor enemiga de la salvación masculina. Que, pese
a ello, Juana Inés se las arreglara para escribir, leer y aprender mucho
más que la mayoría de sus contemporáneos, e incluso, hasta para redactar -
en su Respuesta a Sor Filotea- un sutil manifiesto defendiendo el derecho
de la mujer, que nadie le reconocía aún, al conocimiento y al ejercicio de
las letras, las ciencias y las artes, muestra que, además de su sobresaliente
formación y su vuelo creativo, estaba dotada también de una ciclópea
fuerza de voluntad y que llegó a ser diestra en la esgrima de la política y
los malabares de la supervivencia.

Sus contemporáneos aseguran que era bella, desenvuelta, y que, en su corta


juventud laica, lució con éxito en los salones virreinales. Debió ser también
secreta y algo fría, razonadora y capaz de grandes sacrificios, como
encerra rse en un convento de clausura y profesar sin mayor vocación para
ello, sólo porque éste era el único camino posible para que alguien como ella
pudiera educarse y tener una vida intelectual, y, también, una mujer muy
femenina que sabía seducir y admirar al prójimo, pues, gracias a estas
prendas , consiguió ganar los apoyos y patrocinios sin los cuales hubiera
zozobrado mucho antes en las aguas procelosas por las que navegó toda su
vida.

El libro de Paz no es mezquino ni se queda corto en destacar todo lo


positivo que la colonia -esos tres siglos en que fue parte del imperio
español- dejó a México, su incorporación a Occidente y a la modernidad, la
riqueza de sus templos, conventos, bibliotecas, el legado cultural y
religioso y su hibridación con los cultos nativos hasta constituirse en la
vertiente principal de eso que, a falta de mejor definición, se llama la
identidad mexicana.

Al mismo tiempo, no he leído una descripción más severa y lapidaria de lo


que es una sociedad clerical, sometida a la vigilancia fanática de una
Iglesia preñada todavía de celo contrarreformista, dogmática e
inquisitorial, implacable contra toda manifestación librepensadora o
inconforme, una iglesia de cruzada para la que, en sus extremos
fundamentalistas, como el encarnado por el arzobispo de México Aguiar y
Seijas, uno de los verdugos espirituales de Sor Juana, todo lo que no fuera
entrega total a Dios y a las prácticas religiosas -entre otras cosas, el
teatro, los toros, la literatura, el estudio, la higiene- representaba un
riesgo de desacato, impiedad y herejía. La figura de este horrible y
todopoderoso personaje, con sus carnes dilaceradas por las disciplinas con
que castigaba a su cuerpo pecador y comido por los piojos y chinches que
dejaba anidar en su lecho y en sus hábitos por amor a Dios, produce
escalofríos y nos recuerda aquella época en que la Iglesia católica, como el
islamismo fundamentalista de nuestros días, era la ciudadela del
oscurantismo intelectual y el a utoritarismo político.

La manera como el arzobispo Aguiar y Seijas y el confesor de Sor Juana, el


padre jesuita Antonio Núñez de Miranda consiguen por fin, después de una
sorda y silenciosa lucha de años, vencer la resistencia de la escritora, y
hacerla abjurar de sus escritos y renunciar a la poesía, al estudio y hasta
el pensamiento, acusarse a sí misma en una abyecta autocrítica de pecadora
e insumisa, y vivir los últimos años de su vida convertida en una especie de
autómata religiosa, inspiran las páginas más dramáticas del ensayo de Paz.
Se leen con hechizo y horror. Con muy buen criterio y sólidos argumentos,
Paz relaciona estos escritos de autocrítica ignominiosa de Sor Juana con
los juicios estalinistas de los años treinta en la Unión Soviética, en los que,
persuadidos o torturados por sus verdugos, los compañeros de Lenin se
declaraban nazi fascistas, traidores y vendidos, para mejor servir a la
causa que los aniquilaba.

Un gran libro de crítica literaria abre el apetito y nos lanza a leer aquello
que ha inspirado páginas tan contagiosas. Yo nunca había podido terminar
Primero sueño, aunque sí había leído décimas, sonetos y visto algún auto
sacramental de Sor Juana con placer. Pero ahora, gracias al libro de Paz,
leer aquel extenso, profundo y hermosísimo poema ha sido una experiencia
inolvidable, una inmersión en un mundo tan intenso y sugestivo como el de
Las Soledades o El Polifemo de Góngora, que, entre otras muchas
enseñanzas, me ha mostrado que el desenfrenado barroquismo que tanto
sedujo a Sor Juana y a su época no era escapismo formalista. Tenía una
justificación que iba más allá de lo estético y lo literario, pues era una
manera sutil de decir lo indecible y pensar lo impensable, de mantener viva
la independencia del espíritu y el hambre de libertad en un mundo dominado
por celadores que creían haberlas extinguido.
Sor Juana defendió el derecho de la mujer al ejercicio de las letras, las
ciencias y las artes. El fundamentalismo católico terminó forzando a la
mexicana a pedir perdón por sus pecados.

© Mario Vargas Llosa, 2007

ACTIVIDADES

A. Lee el texto “Literatura colonial. Barroco: contexto histórico, social


y cultural. Características literarias”

1. ¿Quiénes son los autores más destacados de este período?


2. ¿Por qué el ensayista mexicano Octavio Paz sostiene que el siglo XVI
fue “ un siglo arquitecto y albañil ”?
3. ¿Cómo se organizó la sociedad de este período? ¿Qué características
tenía?
4. ¿Qué se conoce como “sincretismo colonial”?
5. ¿Cómo se desarrollaron la educación, la cultura y la iglesia?
6. ¿Por qué el autor Henríquez Ureña señala que “ el gran problema de la
América hispana fue, y lo es todavía, el de su integración social ”.
7. ¿Qué autores fueron los modelos de los autores americanos?
8. ¿Cuáles fueron los géneros literarios más cultivados?
9. ¿Cuál es el género que se destaca?
10. Enumere las características del Manierismo.
11. Enumera las características del Barroco.
12. Enumera las características del culteranismo o gongorismo.

B. Lee los textos relativos a Sor Juana y responde.


1. ¿Por qué Sor Juana era una transgresora?
2. ¿Qué decisiones debió tomar en su vida? ¿Cuáles fueron los
resultados?
3. Explica a qué se refiere Octavio Paz con “Las trampas de la fe”.
4. Señala cuáles son las do s vertientes que pueden rastrearse en la
obra de Sor Juana.

C. Lee el texto Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.

Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz


(fragmento)
Prosiguiendo en la narración de mi inclinación, de que os quiero dar
entera noticia, digo que no había cumplido los tres años de mi edad cuando
enviando mi madre a una hermana mía, mayor que yo, a que se enseñase a
leer en una de las que llaman Amigas, me llevó a mí tras ella el cariño y la
travesura; y viendo que la daban lección, me encendí yo de manera en el
deseo de saber leer, que engañando, a mi parecer, a la maestra, la dije que
mi madre ordenaba me diese lección. Ella no lo creyó, porque no era creíble;
pero, por complacer al donaire, me la dio. Proseguí yo en ir y ella prosiguió
en enseñarme, ya no de burlas, porque la desengañó la experiencia; y supe
leer en tan breve tiempo, que ya sabía cuando lo supo mi madre, a quien la
maestra lo ocultó por darle el gusto por entero y recibir el galardón por junto;
y yo lo callé, creyendo que me azotarían por haberlo hecho sin orden. Aún
vive la que me enseñó (Dios la guarde), y puede testificarlo.
Acuérdome que en estos tiempos, siendo mi golosina la que es ordinaria
en aquella edad, me abstenía de comer queso, porque oí decir que hacía
rudos, y podía conmigo más el deseo de saber que el de comer, siendo éste
tan poderoso en los niños. Teniendo yo después como seis o siete años, y
sabiendo ya leer y escribir, con todas las otras habilidades de labores y
costuras que deprenden las mujeres, oí decir que había Universidad y Escuelas
en que se estudiaban las ciencias, en Méjico; y apenas lo oí cuando empecé a
matar a mi madre con instantes e importunos ruegos sobre que, mudándome
el traje, me enviase a Méjico, en casa de unos deudos que tenía, para
estudiar y cursar la Universidad; ella no lo quiso hacer, e hizo muy bien, pero
yo despiqué el deseo en leer muchos libros varios que tenía mi abuelo, sin
que bastasen castigos ni reprensiones a estorbarlo; de manera que cuando
vine a Méjico, se admiraban, no tanto del ingenio, cuanto de la memoria y
noticias que tenía en edad que parecía que apenas había tenido tiempo para
aprender a hablar.
Empecé a deprender 1 6 gramática, en que creo no llegaron a veinte las
lecciones que tomé; y era tan intenso mi cuidado, que siendo así que en las
mujeres --y más en tan florida juventud-- es tan apreciable el adorno natural
del cabello, yo me cortaba de él cuatro o seis dedos, midiendo hasta dónde
llegaba antes, e imponiéndome ley de que si cuando volviese a crecer hasta
allí no sabía tal o tal cosa que me había propuesto deprender en tanto que
crecía, me lo había de volver a cortar en pena de la rudeza. Sucedía así que él
crecía y yo no sabía lo propuesto, porque el pelo crecía aprisa y yo aprendía
despacio, y con efecto le cortaba en pena de la rudeza: que no me parecía
razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de
noticias, que era más apetecible adorno. Entréme religiosa, porque aunque
conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las
formales), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación
que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que
podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo
primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz 1 7
todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no
querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio,
ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros. Esto
me hizo vacilar algo en la determinación, hasta que alumbrándome personas
doctas de que era tentación, la vencí con el favor divino, y tomé el estado que
tan indignamente tengo. Pensé yo que huía de mí misma, pero ¡miserable de
mí! trájeme a mí conmigo y traje mi mayor enemigo en esta inclinación, que
no sé determinar si por prenda o castigo me dio el Cielo, pues de apagarse o
embarazarse con tanto ejercicio que la religión tiene, reventaba como pólvora,
y se verificaba en mí el privatio est causa appetitus 1 8 .
Juana Inés de la Cruz

Responde.
1. ¿Cuál es la anécdota que le permite a Sor Juana referirse a su
inclinación por el conocimiento?
16
Aprender.
17
Cogote.
18
La prohibición es causa de deseo.
2. ¿Qué acciones señalan la obsesión que tenía por aprender?
3. ¿Cuáles son las actitudes y pensamientos que pueden calificarse como
“revolucionarios” para una mujer de la época de Sor Juana?

D. Lee el siguiente poema y responde:


Redondillas.

Hombres necios que acusáis ¿Pues cómo ha de estar templada


a la mujer sin razón, la que vuestro amor pretende,
sin ver que sois la ocasión si la que es ingrata ofende
de lo mismo que culpáis. y la que es fácil enfada?

Si con ansia sin igual Mas entre el enfado y la pena


solicitáis su desdén, que vuestro gusto refiere,
¿por qué queréis que obren bien bien haya la que no os quiere,
si las incitáis al mal? y quejaos enhorabuena.

Combatís su resistencia Dan vuestras amantes penas


y luego, con gravedad, a sus libertades alas,
decís que fue liviandad y después de hacerlas malas
lo que hizo la diligencia. las queréis hallar muy buenas.

Parecer quiere el denuedo ¿Cuál mayor culpa ha tenido


de vuestro parecer loco, en una pasión errada:
al niño que pone el coco la que cae de rogada
y luego le tiene miedo. o el que ruega de caído?

Queréis, con presunción necia, ¿O cuál es más de culpar


hallar a la que buscáis aunque cualquiera mal haga:
para, pretendida, Tais19; la que peca por la paga
en la posesión, Lucrecia20. o el que paga por pecar?

¿Qué humor puede ser más raro ¿Pues para qué os espantáis
que el que, falto de consejo, de la culpa que tenéis?
él mismo empaña el espejo Queredlas cual las hacéis
y siente que no esté claro? o hacedlas cual las buscáis.

Con el favor y el desdén Dejad de solicitar,


tenéis condición igual: y después, con más razón,
quejándoos si os tratan mal; acusaréis de afición
burlándoos, si os quieren bien. de la que os fuere a rogar.

Opinión ninguna gana, Bien con muchas armas fundo


pues la que más se recata, que lidia vuestra arrogancia,
si no os admite, es ingrata, pues en promesas e instancia
y si os admite, es liviana. juntáis diablo, carne y mundo.

Siempre tan necios andáis,


que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
a otra por fácil culpáis.

1. Subraya versos en los que manifiesta la actitud contradictoria del


hombre respecto de la mujer.
2. ¿Cuál es la actitud de Sor Juana frente a los hombres?
3. ¿De qué los culpa? ¿Qué se l es reprocha?

19
Cortesana de Alejandría del siglo IV. Mujer de mala vida.
20
Dama romana que, ultrajada, se suicidó.
4. ¿Qué lugar le da a la mujer?

También podría gustarte