Está en la página 1de 4

El incienso (del latín incensum, participio de incendere, ‘encender’) es una preparación

de resinas aromáticasvegetales, a las que a menudo se añaden aceites esenciales de origen


animal o vegetal, de forma que al arder desprenda un humo fragante con
fines religiosos, terapéuticos o estéticos.
En el pasado, las sociedades china y japonesa usaron el incienso como parte integral de la
adoración de deidades. De igual forma las civilizaciones en Mesoamérica como
la purepecha, maya, azteca etc., lo implementaban pero bajo la denominación
de copal (copalli en lengua náhuatl), el cual era quemado en anafres y el humo que se
desprende al quemarse era usado por ellos como una ofrenda a sus deidades y como terapia
para diferentes males físicos y espirituales, aún en la actualidad dichos usos son comunes
dentro de la tradición indígena. Además, tiene un uso importante en el budismo, en la Iglesia
católica (para la Adoración eucarística, procesiones, etc.), en la Divina Liturgia de la Iglesia
ortodoxa y, en menor grado, en otras confesiones cristianas.

“A LOS dioses les encantan las fragancias.” Así rezaba un dicho popular de los antiguos egipcios,
para quienes el incienso estaba muy relacionado con la adoración. Creyendo que los dioses se
encontraban cerca, lo quemaban todos los días en sus templos y altares domésticos, e incluso al
efectuar transacciones comerciales. Otras naciones tenían costumbres similares.

¿Qué es el incienso? Este término se refiere tanto a la sustancia que se quema como al humo que
produce. El incienso está hecho de gomorresinas aromáticas, como el olíbano y el bálsamo, que una
vez pulverizadas suelen mezclarse con especias, corteza de árboles, flores y otras sustancias para
crear ciertas fragancias destinadas a usos específicos.

Como en la antigüedad era muy apreciado, y por lo tanto valioso, sus ingredientes se convirtieron
en importantes artículos de comercio. Las caravanas que recorrían las rutas comerciales
transportaban dichos ingredientes a regiones lejanas. Tal vez recuerde que José, el hijo de Jacob, fue
vendido en su juventud a una caravana de mercaderes ismaelitas que “venía de Galaad [...], y sus
camellos iban cargados de ládano y bálsamo y cáscara resinosa, e iban bajando para llevarlo a
Egipto” (Génesis 37:25). La demanda de incienso era tal, que la ruta del incienso que iniciaron los
mercaderes dio origen a los desplazamientos entre Asia y Europa.

Hoy día también se ofrece incienso en las ceremonias y rituales de muchas religiones. Y cada vez
más personas lo queman en su casa solo para disfrutar de su agradable aroma. ¿Cómo deben ver los
cristianos tales costumbres? Examinemos lo que nos dice la Biblia.

“Cosa santa a Jehová”


En el antiguo Israel, el acto de quemar incienso era parte integrante de los deberes que tenían los
sacerdotes en el tabernáculo. La Cyclopedia de McClintock y Strong dice: “Parece que los hebreos
veían la quema de incienso como algo tan relacionado con un acto de adoración o una ofrenda
sagrada que no leemos que lo utilizaran de ninguna otra manera”.
Jehová Dios prescribió los cuatro ingredientes que debían mezclarse para producir el incienso que
se quemaría en el tabernáculo: “Tómate perfumes: gotas de estacte y uña olorosa y gálbano
perfumado y olíbano puro. Debe haber la misma porción de cada uno. Y tienes que hacer de ello un
incienso, una mezcla de especias, obra de ungüentario, sazonado con sal, puro, cosa santa. Y tienes
que machacar parte de él hasta convertirlo en polvo fino y tienes que poner parte de él delante del
Testimonio en la tienda de reunión” (Éxodo 30:34-36). Los estudiosos de la materia dicen que con
el tiempo los judíos rabínicos añadieron otros ingredientes al incienso del templo.
El incienso que se quemaba en el tabernáculo era sagrado, se utilizaba exclusivamente en la
adoración de Dios. Por ello Jehová dio este mandato: “El incienso que harás con esta composición,
no lo deben hacer para ustedes. Ha de continuar para ti como cosa santa a Jehová. Cualquiera que
haga uno semejante a él para disfrutar de su olor tiene que ser cortado de su pueblo” (Éxodo
30:37, 38). Los sacerdotes quemaban incienso dos veces al día sobre un altar específico (2 Crónicas
13:11), y el Día de Expiación, el sumo sacerdote lo quemaba en el Santísimo (Levítico 16:12, 13).
Ahora bien, Dios no aceptaba todas las ofrendas de incienso. Él castigó a los que, sin ser sacerdotes,
tuvieron la presunción de ofrecerlo como si lo fueran (Números 16:16-18, 35-40; 2 Crónicas 26:16-
20). A Jehová le resultaba ofensivo el incienso que le ofrecían los judíos cuando al mismo tiempo
participaban en actos de adoración falsa y tenían las manos manchadas de sangre. La hipocresía de
aquella nación llevó a Jehová a declarar: “El incienso... me es algo detestable” (Isaías 1:13, 15). Los
israelitas se hicieron tan negligentes en la adoración prescrita por Jehová que llegaron al punto de
cerrar el templo y quemar incienso en otros altares (2 Crónicas 28:24, 25). Años después, el
incienso santo incluso se empleaba en el depravado culto a dioses falsos. Tales prácticas
repugnaban a Jehová (Ezequiel 16:2, 17, 18).
El incienso y los primeros cristianos
El pacto de la Ley, incluido el decreto de que los sacerdotes ofrecieran incienso santo, terminó
cuando Cristo inauguró el nuevo pacto en el año 33 de la era común (Colosenses 2:14). No hay
constancia de que los primeros cristianos quemaran incienso con fines religiosos. La Cyclopedia de
McClintock y Strong dice al respecto: “Se sabe con certeza que no se utilizaba incienso [en la época
de los primeros cristianos]. Su empleo era una señal de paganismo [...]. El que alguien echara unos
granos de incienso en un altar pagano constituía un acto de adoración”.
Los primeros cristianos también se negaban a quemar incienso como señal de que reconocían la
“divinidad” del emperador romano, aunque tal negativa pudiera costarles la vida (Lucas
4:8; 1 Corintios 10:14, 20). En vista del uso idolátrico que recibía el incienso en aquellos días, no es
de extrañar que los cristianos ni siquiera intervinieran en su comercio.
El incienso en la actualidad
¿Cómo se utiliza hoy día el incienso? En muchas iglesias de la cristiandad se ofrece incienso
durante algunas ceremonias litúrgicas. En Asia, muchas familias queman incienso en templos o ante
altares domésticos para honrar a sus dioses y proteger a los muertos. Se ha empleado incienso en los
servicios religiosos con fines como el de aromatizar, curar, purificar y proteger.

El incienso ha recobrado cierta popularidad incluso entre personas que no profesan ninguna


religión. Hay quienes lo queman cuando practican la meditación. Un manual aconseja utilizarlo
para alcanzar “niveles imperceptibles” y captar “energías” que proceden de más allá del mundo
físico. También recomienda rituales de quemar incienso para contactar con “seres sobrenaturales” a
fin de hallar soluciones a los problemas de la vida. ¿Son propias de cristianos tales prácticas?

Jehová condena rotundamente a los que tratan de mezclar las prácticas religiosas falsas con la
adoración pura. El apóstol Pablo citó una profecía de Isaías y la aplicó a los cristianos, instándolos
con las siguientes palabras a mantenerse apartados de la influencia inmunda de la religión falsa:
“‘Sálganse de entre ellos, y sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar la cosa inmunda’; ‘y yo los
recibiré’” (2 Corintios 6:17;Isaías 52:11). Los cristianos verdaderos se aseguran de evitar todo lo
que esté relacionado con la adoración falsa o el ocultismo (Juan 4:24).
¿Significa el hecho de que el incienso se utilice en ceremonias religiosas y en ritos espiritistas que
todo acto de quemar incienso sea malo? No necesariamente. Puede que alguien desee quemar
incienso aromático en su casa con el único fin de disfrutar de su fragancia (Proverbios 27:9). Aun
así, el cristiano debe tener presentes ciertos factores: ¿lo relacionarían sus vecinos con una práctica
religiosa falsa, lo suelen asociar las personas de su comunidad con ritos espiritistas, o se emplea
comúnmente para fines que no tienen nada que ver con la religión?
Si alguien opta por quemar incienso, debería tomar en consideración tanto su propia conciencia
como la de los demás (1 Corintios 10:29). En estas situaciones son aplicables las palabras que el
apóstol Pablo dirigió a los romanos cuando escribió: “Sigamos tras las cosas que contribuyen a la
paz y las cosas que sirven para edificación mutua. Deja de demoler la obra de Dios simplemente por
causa de alimento. Es verdad que todas las cosas son limpias, pero le es perjudicial al hombre que
con ocasión de tropiezo come. Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna por la
cual tu hermano tropiece” (Romanos 14:19-21).
Oraciones que están ‘preparadas como incienso’
Las ofrendas de incienso por parte de los israelitas constituían un símbolo adecuado de las
oraciones que Dios escucha. De ahí que el salmista David cantara a Jehová: “Que mi oración esté
preparada como incienso delante de ti” (Salmo 141:2).
Los israelitas fieles no veían el acto de ofrecer incienso como un ritual sin sentido. Eran muy
meticulosos a la hora de prepararlo y quemarlo, pues querían hacerlo de la manera prescrita por
Jehová. Hoy día, los cristianos no ofrecemos incienso literal, sino oraciones que reflejan
agradecimiento a nuestro Padre celestial y respeto por Él. La Palabra de Dios nos asegura que, al
igual que el incienso de dulce fragancia que ofrecían los sacerdotes en el templo, “la oración de los
rectos le es un placer” (Proverbios 15:8).

También podría gustarte