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“A LOS dioses les encantan las fragancias.” Así rezaba un dicho popular de los antiguos egipcios,
para quienes el incienso estaba muy relacionado con la adoración. Creyendo que los dioses se
encontraban cerca, lo quemaban todos los días en sus templos y altares domésticos, e incluso al
efectuar transacciones comerciales. Otras naciones tenían costumbres similares.
¿Qué es el incienso? Este término se refiere tanto a la sustancia que se quema como al humo que
produce. El incienso está hecho de gomorresinas aromáticas, como el olíbano y el bálsamo, que una
vez pulverizadas suelen mezclarse con especias, corteza de árboles, flores y otras sustancias para
crear ciertas fragancias destinadas a usos específicos.
Como en la antigüedad era muy apreciado, y por lo tanto valioso, sus ingredientes se convirtieron
en importantes artículos de comercio. Las caravanas que recorrían las rutas comerciales
transportaban dichos ingredientes a regiones lejanas. Tal vez recuerde que José, el hijo de Jacob, fue
vendido en su juventud a una caravana de mercaderes ismaelitas que “venía de Galaad [...], y sus
camellos iban cargados de ládano y bálsamo y cáscara resinosa, e iban bajando para llevarlo a
Egipto” (Génesis 37:25). La demanda de incienso era tal, que la ruta del incienso que iniciaron los
mercaderes dio origen a los desplazamientos entre Asia y Europa.
Hoy día también se ofrece incienso en las ceremonias y rituales de muchas religiones. Y cada vez
más personas lo queman en su casa solo para disfrutar de su agradable aroma. ¿Cómo deben ver los
cristianos tales costumbres? Examinemos lo que nos dice la Biblia.
Jehová condena rotundamente a los que tratan de mezclar las prácticas religiosas falsas con la
adoración pura. El apóstol Pablo citó una profecía de Isaías y la aplicó a los cristianos, instándolos
con las siguientes palabras a mantenerse apartados de la influencia inmunda de la religión falsa:
“‘Sálganse de entre ellos, y sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar la cosa inmunda’; ‘y yo los
recibiré’” (2 Corintios 6:17;Isaías 52:11). Los cristianos verdaderos se aseguran de evitar todo lo
que esté relacionado con la adoración falsa o el ocultismo (Juan 4:24).
¿Significa el hecho de que el incienso se utilice en ceremonias religiosas y en ritos espiritistas que
todo acto de quemar incienso sea malo? No necesariamente. Puede que alguien desee quemar
incienso aromático en su casa con el único fin de disfrutar de su fragancia (Proverbios 27:9). Aun
así, el cristiano debe tener presentes ciertos factores: ¿lo relacionarían sus vecinos con una práctica
religiosa falsa, lo suelen asociar las personas de su comunidad con ritos espiritistas, o se emplea
comúnmente para fines que no tienen nada que ver con la religión?
Si alguien opta por quemar incienso, debería tomar en consideración tanto su propia conciencia
como la de los demás (1 Corintios 10:29). En estas situaciones son aplicables las palabras que el
apóstol Pablo dirigió a los romanos cuando escribió: “Sigamos tras las cosas que contribuyen a la
paz y las cosas que sirven para edificación mutua. Deja de demoler la obra de Dios simplemente por
causa de alimento. Es verdad que todas las cosas son limpias, pero le es perjudicial al hombre que
con ocasión de tropiezo come. Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna por la
cual tu hermano tropiece” (Romanos 14:19-21).
Oraciones que están ‘preparadas como incienso’
Las ofrendas de incienso por parte de los israelitas constituían un símbolo adecuado de las
oraciones que Dios escucha. De ahí que el salmista David cantara a Jehová: “Que mi oración esté
preparada como incienso delante de ti” (Salmo 141:2).
Los israelitas fieles no veían el acto de ofrecer incienso como un ritual sin sentido. Eran muy
meticulosos a la hora de prepararlo y quemarlo, pues querían hacerlo de la manera prescrita por
Jehová. Hoy día, los cristianos no ofrecemos incienso literal, sino oraciones que reflejan
agradecimiento a nuestro Padre celestial y respeto por Él. La Palabra de Dios nos asegura que, al
igual que el incienso de dulce fragancia que ofrecían los sacerdotes en el templo, “la oración de los
rectos le es un placer” (Proverbios 15:8).