Está en la página 1de 10

EL CORPORATIVISMO Y LOS MOVIMIENTOS OBREROS DE

BOLIVIA Y MÉXICO
Rolando Tellería

I INTRODUCCIÓN

Las revoluciones de Bolivia y México marcan un importante hito en la


historia de los movimientos obreros en América Latina. Estas dos
revoluciones, la segunda inspirada en la primera, tienen entre sus actores
principales a la clase obrera (1). Ambas revoluciones en su dinámica
incorporan al movimiento obrero e implementan una serie de medidas
“revolucionarias” de carácter nacionalista. Es así, que ambos estados en su
etapa posrevolucionaria, establecen una interesante conducta de
acercamiento con las masas a efectos de obtener apoyo popular mediante
la inclusión de sus demandas en sus proyectos de transformación.

Sin embargo, todas las ambiciones e ideas de justicia social que


aspiraban para la construcción ideológica de una nueva edificación estatal y
todas sus demandas revolucionarias fueron gradualmente diluídas por
acciones de carácter corporativista, acciones que en definitiva acaban con
el sueño tan ansiado de justicia social.

En esa perspectiva, en el presente ensayo me propongo analizar a


través de la comparación de los artículos de Laura Muñoz en “Los
trabajadores mineros en la historia del movimiento obrero boliviano” (2), y
Teresa Aguirre en “El momento constitutivo del corporativismo en México
1918-1938 “ (3), en qué medida el corporativismo influye en el fracaso de los
movimientos obreros en el período posrevolucionario de Bolivia y México.

Si bien los artículos mencionados presentan metodologías diferentes,


trataremos de encontrar algunos elementos básicos de comparación,
enfatizando en el análisis en que se parecen y/o diferencian ambos
procesos. En una primera etapa intentaremos aproximarnos hacia una
definición del concepto de corporativismo.

(1) Clase, como sostiene Laura Muñoz, en términos de conjunto de individuos sobre quienes influyen
diversos elementos como la herencia cultural de sus antepasados, la experiencia cotidiana, las
relaciones sociales en la familia y en el trabajo, y no sólo el lugar que ocupan en la producción.
(2) Muñoz Laura.“Los trabajadores mineros en la historia del movimiento obrero boliviano”, en:
Felicitas López Portillo (Coord), Panoramas de nuestra América. 1995, México, UNAM, P.9-62
(3) Aguirre Teresa. “El momento constitutivo del corporativismo en México” , Ob. Cit. p. 63-108
II CONCEPTO CORPORATIVISMO

Se entiende como corporativismo un sistema de representación de


interés y/o posiciones para vincular los planteamientos y organismos de la
sociedad civil con la estructura de toma de decisiones del Estado. Esta
vinculación se produce a través de las diferentes organizaciones de la
sociedad civil reconocidas y autorizadas por el Estado, éste a su vez, otorga
el monopolio de representación, donde se observan ciertos controles sobre
la selección de líderes y la articulación de demandas y apoyo. Las
demandas de estas organizaciones son discutidas, analizadas y negociadas
por el Estado con cada grupo por separado, evitando a cualquier costa su
vinculación y/o articulación horizontal. Esta dinámica produce como
resultado la moderación de demandas, soluciones negociadas,
desideologización y coptación de los líderes, así como una relación
simbiótica con prácticas clientelistas y patrimoniales.

En definitiva, desde mi perspectiva, el corporativismo es el


mecanismo a través del cual el Estado controla y manipula a las diferentes
instituciones y/o organizaciones de la sociedad civil.

Según Laura Muñoz, el corporativismo surgió en Europa, después de


la Segunda Guerra Mundial, como producto de la maduración del régimen
Capitalista y de la organización de la sociedad. En la medida en que se
multiplican los papeles del estado, el corporativismo aparece como hecho
novedoso al lado de su papel de mediador, conciliador y creador de
consenso. Schmitter, distingue dos tipos de corporativismo: el
“corporativismo social”, aquel que se caracteriza por una relación de abajo
hacia arriba, es decir de la sociedad hacia el Estado, que se presenta en
sociedades donde ha madurado el pluralismo político, expresado en la
competencia partidaria, electoral e ideológica; y el “corporativismo estatal”
propio de los países con menor desarrollo relativo. Así mismo, sostiene
que la diferencia entre estos dos tipos de corporativismo se da en que el
primero es autónomo y penetrante (de la sociedad hacia el Estado) y el
segundo es dependiente y penetrado. Añade además, que el
“corporativismo estatal” es el que predomina en América Latina (4).

III ELEMENTOS COMUNES

Quizás el común denominador de los movimientos obreros de Bolivia


y México, en el contexto de sus dos revoluciones, haya sido en que estos
fueron absorbidos por el corporativismo estatal, ciertamente cada uno con
matices diferentes. En mayor grado, obviamente, en el caso mexicano.
(4) SCHMITTER, citado por AGUIRRE TERESA “El momento constitutivo del corporativismo en México” ,
en : Felicitas Lopez Portillo (Coord), Panoramas de nuestra América. México, 1995, UNAM p. 69
Las revoluciones de Bolivia y México, donde los actores centrales
fueron precisamente campesinos y obreros, se producen en contextos
diferentes.

El orden mundial imperante en el inicio de la revolución mexicana era


el de la “Pax Británica” y se produce en el período de consolidación del
modelo Import-Export. En efecto, a inicios del presente siglo México se
constituía en el primer productor mundial de Henequen y tercer productor
mundial de petróleo, ambas producciones totalmente controladas por
compañías extranjeras. La economía mexicana se sostenía en torno a la
exportación de estos productos y otros provenientes de la agricultura y
minería.

Si bien, por un lado, se observa un gran auge de la economía con


niveles considerables de crecimiento económico, por el otro, un
empobrecimiento de las clases bajas. En este período -expansión del
modelo Import-Export-, como resultado de la expansión económica, se
instalan industrias de bienes de consumo (cueros, textiles, alimentos, etc.) y
con ello se produce la aparición de la clase obrera.

Por su parte, la revolución boliviana tiene lugar dentro el orden


mundial de la “Pax americana” (mundo bipolar) y también en su fase de
consolidación del modelo Import-Export. A inicios de la década de los
cincuenta, el eje central de la economía constituía la exportación de estaño,
cuya producción era monopolizada por las empresas de Patiño, Hocshild y
Aramayo. El escaso desarrollo industrial determinaba la muy poca
presencia de la clase obrera en los centros urbanos, motivo por el que los
trabajadores mineros se constituían en los actores centrales de la clase
obrera. Hasta antes de la revolución estos trabajaban en condiciones de
super explotación y constantemente eran objeto de represiones violentas
como respuesta a muchas de sus demandas, donde fundamentalmente
solicitaban un mejor trato. En el caso boliviano los trabajadores mineros
fueron quizá los actores centrales de la revolución, a diferencia de la
mexicana donde los actores fueron fundamentalmente los campesinos.

Como se podrá observar en los dos procesos existen más diferencias


que analogías. Probablemente el “nacionalismo” como referente ideológico
de ambas revoluciones sea uno de los pocos elementos coincidentes en
ambos procesos, aclarando que la revolución boliviana fue inspirada
precisamente en las aspiraciones de la revolución mexicana. Por ello en el
próximo acápite intentaremos describir, en lo que a mi criterio son los
elementos diferentes de los movimientos obreros de Bolivia y México en el
marco de ambas revoluciones. En esa perspectiva analizaremos los
respectivos momentos constitutivos y sus respectivas evoluciones.
IV DIFERENCIAS
Los momentos constitutivos en ambos casos son muy diferentes y
tienen lugar en contextos diferentes. En el desarrollo del movimiento
obrero tienen etapas y ciclos también diferentes.

El movimiento obrero en la Revolución Mexicana


Teresa Aguirre, en el movimiento obrero posrevolucionario de México
detecta cuatro ciclos decenales hasta 1958. La primera fase cubre los años
que van de 1917 a 1928; la segunda de 1928 a 1938; la tercera fase
comprende de 1938 a 1948 y la última de 1948 a1958. Esta autora hace
hincapié en los dos primeros ciclos debido a que en ellos, a su juicio, se
define la relación e influencia del movimiento obrero respecto del Estado y
la sociedad. En efecto, estos dos primeros ciclos determinan los alcances y
los límites del movimiento obrero, pues en ese período se realiza la
reorganización estatal, se construyen los nuevos aparatos del estado y se
establecen nuevos tipos de mediaciones e instituciones que redefinen la
relación de la sociedad con el Estado moderno, donde se instituye
prácticamente la forma corporativa.

En el primer ciclo se desarrolló la organización propiamente sindical.


surgieron las primeras centrales nacionales y las federaciones obrero
estatales. A partir de 1917 con el reconocimiento constitucional del derecho
de los trabajadores a asociarse sindicalmente se amplía y consolida el
sindicalismo como organización obrera primordial, éstos al lado de las
organizaciones campesinas son la base de apoyo y consenso del gobierno
central. “Los gobiernos estatales fueron quienes primero les dieron cauce
-incluso las crearon- como una forma de atenuar los conflictos y allegarse
apoyo frente a un gobierno central débil, aunque el carácter de la relación
entre gobernadores y organizaciones varía de región a región” (5).

La Confederación Regional Obrera Mexicana (en adelante CROM)


se funda en mayo de 1918. Constituída por 113 asociaciones y alrededor de
7.000 trabajadores, donde el grueso de los trabajadores provienen de la
minería, los ferrocarriles, y la naciente industria eléctrica.

Desde 1919 hasta 1928 la CROM recibe el apoyo e impulso


presidencial y van asumiendo el monopolio de la interlocución con el
Estado. Las ideas socialistas de la época influyen ideológicamente en su
discurso. Así mismo, establece su aspiración a participar en cuestiones
políticas fundando el Partido Laborista. Gracias al apoyo y promoción
estatal la CROM logra afirmarse como la Central Sindical más importante,
no obstante la heterogeneidad y multiplicidad de organizaciones surgidas en
ese período.

(5) Ob. cit. p. 78


Este apoyo y promoción estatal se refleja en la otorgación de puestos
públicos para los CROMISTAS dentro la burocracia estatal en el gobierno
de Obregón. Estas tendencias de carácter corporativista ya se
vislumbraban desde la década de 20 y reflejan el desarrollo heterogéneo
que había alcanzado el capitalismo en México profundizado por su
implantación tardía en condiciones de dependencia.

Precisamente como consecuencia del estrecho nexo que se había


establecido entre la CROM con Obregón, producto de la inconformidad de
algunos sectores con las tácticas seguidas por los líderes Cromistas, surge
de una escisión de la CROM, la Confederación General de Trabajadores (C.
G.T.). Sin embargo gracias al apoyo estatal la CROM logra afirmarse como
la Central sindical más importante.

En la segunda fase 1928-1938, se produce el declive de la CROM


como la organización obrera más importante de México, a partir de la
dilución de la concepción corporativista que había dominado durante la
etapa anterior. No obstante, juega un papel preponderante como impulsor
de los procesos de cambio. El Estado por su parte, deja de tomar a la
CROM como principal interlocutor de la clase obrera, incluso estimula la
formación de sindicatos fuera de esta central. A esto, se suma una
profunda crisis interna, cuyo conflicto estaba centrado en torno a la
discusión sobre la posición que debía asumir la central en relación a la
política del gobierno. De esta discusión surgen dos frentes. El primero
liderizado por Vicente Lombardo Toledano y el segundo por Morones, con
claras diferencia formales. De este conflicto Toledano, gracias a la claridad
de sus ideas y su concepción amplia de la política, gana rápidamente
influencia en las masas. Su discurso se basaba en el nacionalismo
económico basado en principios de justicia social.

Durante el gobierno populista de Cárdenas, curiosamente Lombardo


hace coincidir el proyecto estatal de reformas con las aspiraciones obreras,
convergencia en la que el Estado aparece como representante y ejecutor de
las demandas populares, aspecto que en definitiva establece nuevas bases
de esta curiosa integración corporativa. Esta nueva concepción se
caracteriza por un lado, en que Cárdenas toma partido por las
organizaciones populares y, por el otro, en que la clase obrera si bien
mantiene una amplia movilización hace a un lado sus propósitos
autonomistas. De hecho el vínculo entre Cárdenas y Lombardo se estrecha
con base en una coincidencia programática.

Siguiendo las afirmaciones de Teresa Muñoz, no nos detendremos


en el análisis de las dos fases subsiguientes debido a que en las dos
primeras, como se ha podido observar, se establecen las bases de la
relación corporativa, aunque en la última fase el movimiento obrero
mexicano se inserta bajo la forma corporativa, en mayor grado, a los
aparatos del Estado mexicano. En la parte dedicada a las conclusiones
intentaremos una aproximación a las razones que motivaron esta relación.

El movimiento obrero boliviano en la revolución del 52

Indudablemente el nacimiento de la clase obrera en Bolivia se


encuentra asociado a la extracción del estaño y otros minerales más que al
desarrollo de una actividad industrial, que hasta el presente, dicho sea de
paso, todavía sigue siendo escaso.

Ya desde la colonia la extracción del mineral se la efectuó con mano


de obra nativa. A diferencia de casi todos los países de la región, donde se
producen campañas de genocidio influenciadas por ideas positivistas que
prácticamente hacen desaparecer a las poblaciones nativas, en Bolivia
estos fueron utilizados de manera sistemática en la explotación de plata en
los yacimientos del Cerro Rico de Potosí.

Para este efecto, entre 1568 y 1582, Francisco Toledo, enviado por
la corona, efectúa el primer censo poblacional en toda la zona andina,
registrando a toda la población nativa. A partir de los resultados de este
censo Toledo organiza, controla e implementa todo un sistema de
explotación colonial, con resultados importantes que se reflejaron en un
aumento considerable de los volúmenes de producción, auge que se
registra precisamente entre 1600 a 1650.

Esta claro que toda esta mano de obra nativa, a quienes los
españoles los denominaron como “indios” eran prácticamente arrancados
de sus comunidades, ubicándolos en centros estratégicos donde se les
otorgaban enormes extensiones de tierra con el objetivo de reproducir
fuerza de trabajo, garantizando de este modo, mano de obra para las minas
de Potosí.

Posteriormente, con el advenimiento de la República, muy poco o


casi nada se modificó el carácter y la composición de la mano de obra
utilizada en la extracción del mineral, salvo el cambio de la relación
Indio/Corona por la de obrero/patrón. “Obreros” con toda su herencia
cultural.

Al inicio del presente siglo como consecuencia y auge de la


explotación de Estaño, producción que era monopolizada por los llamados
“Barones del Estaño”, Bolivia se consolida como uno de los principales
países exportadores de este mineral. El auge de esta actividad consolida
“el poder minero” de este grupo, que logra controlar la mayor parte de la
producción. Este “poder minero” actuaba con sus propias leyes
desplazando al gobierno de turno. Diversos autores para reflejar esta
dinámica afirmaban que existía un super estado dentro del estado.
Si bien las compañías mineras eran de origen boliviano, no
significaba de ninguna manera la existencia de una justa distribución de los
ingresos. Los trabajadores mineros ayudaban a crear riqueza sin participar
de ella. En efecto, desde las primeras décadas del presente siglo los
trabajadores mineros desarrollaban su labor en condiciones de super
explotación. No conocían jornadas menores de 12 horas, descanso
dominical, asistencia médica o alguna forma de beneficio social. También
tenían prohibido cualquier forma de asociación, aunque en los centros
urbanos ya se permitía entre trabajadores de taller artesanal.

A pesar de no haber sindicatos, los trabajadores mineros


manifestaban su frontal oposición a los empresarios y procuraban satisfacer
sus demandas a través de pliegos petitorios, nombrando a delegados como
sus interlocutores. Como es muy bien conocido muchas de sus demandas
fueron violentamente reprimidas con el uso de la fuerza. La represión
violenta, por parte de las compañías mineras y del propio Estado, fue la
respuesta a muchas de sus demandas.

Las condiciones de vida, su experiencia y la violencia que reinaba en


los campamentos mineros favoreció al desarrollo de una conciencia, cuya
identificación se edificó en términos de una sola clase, donde las diferencias
de origen quechua o aymará se diluían o desaparecían. Esto constituyó,
posteriormente, al margen de protestar conjuntamente, en la estructuración
de sindicatos.

El escenario social presentaba a Bolivia con una fuerte dicotomía


como país, por un lado los campesinos (en aquel entonces llamados indios)
se mantenían al margen de la vida política sin participar de la economía
monetaria, viviendo en condiciones de extrema pobreza; mientras que por el
otro la actividad minera, con sus grandes niveles de ganancia y la
incorporación de nuevas tecnologías generaba ilusión de bonanza
económica y modernización del país.

El conflicto del Chaco, planteó por primera vez y en todos los niveles
de la sociedad la divergencia de intereses de los diferentes sectores
sociales.

En ese contexto, en 1937 se funda la Confederación Sindical de


Trabajadores de Bolivia, alentada por el gobierno del Coronel Toro. En
1944 el gobierno de Villarroel propició el establecimiento de la Federación
Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. A mediados de los años
cuarenta la hegemonía del proletariado minero era evidente en la
orientación del movimiento. Esto debido a que el sector minero apuntalaba
la economía nacional y la conciencia colectiva identificaba al movimiento
minero con el sector estratégico de la economía.
En 1946, plantean diversas aspiraciones políticas radicales a través
de la Tesis de Pulacayo, donde entre otras cosas planteaban la formación
de un Bloque Obrero, el control obrero sobre la minas, la creación dentro
los sindicatos de grupos armados de defensa y de bolsas pro-huelga,
luchar por escalas móviles de salarios y de horas de trabajo.

El nivel de concientización entre los trabajadores era diverso. Se


trataba de una clase obrera heterogénea, compuesta tanto por sectores
con alto grado de concientización como sectores mayoritarios, interesados
solamente en la acción sindical orientada al logro de mejoras salariales

El movimiento nacionalista que gestaba la revolución del 52,


aprovechando la capacidad de dirección y aglutinamiento que tenían los
líderes, como Lechín, se acercó al sector obrero en busca de consenso
social observándose, de parte de éste, una clara disposición a recibir y
asimilar su discurso nacionalista. Es así que el Movimiento Nacionalista
Revolucionario utiliza las consignas prestadas principalmente por el sector
radical del movimiento.

El período iniciado en 1952, con la Revolución Nacional que llevó al


poder al MNR, trajo consigo muchos cambios, para el país, pero no una
transformación completa. Uno de los principales logros de la clase obrera
fue el establecimiento de la Central Obrera Boliviana (COB) fundada, el 16
de abril de 1952. Se puede afirmar que ésta nace esencialmente con el
papel de un organismo político, incluso contaba en sus filas con milicias
armadas.

Desde su fundación la COB defendió el principio de la independencia


de toda afiliación internacional, así como la independencia respecto a los
partidos políticos, en el sentido de que las líneas políticas partidarias no
deberían normar los actos de la organización sindical.

Con diversas acciones presionan al gobierno de entonces la


aplicación y ejecución de la nacionalización de la minas, trascendental
medida que se constituirá en una de las grandes conquistas del movimiento
obrero, conquista que fue acompañada con su participación en el gobierno.
Así la participación de la Central Obrera Boliviana en el poder político
institucional fue efectiva de 1952 a 1956. Para los efectos finales de
nuestro análisis, es importante subrayar que esta participación se producía
a través de dirigentes que militaban en el partido de gobierno, lo que
confería un carácter especial al cogobierno.

Este cogobierno presenta muchos conflictos y discrepancias, el


principal giraba en torno a la designación de ministros obreros que el
gobierno los designaba desde la cúpula en tanto que los obreros querían
proponerlos desde las bases. Estas diferencias más otras de orden
programático determinan la escisión de la vanguardia obrera respecto del
gobierno nacionalista, que en ese entonces ya mostraba su contubernio
con el imperialismo. Precisamente, en función de sus intereses políticos el
MNR se propuso terminar con el cogobierno y con la influencia que el
movimiento obrero organizado tenía en la administración nacionalista.

Ya en el último período del gobierno nacionalista (1960-1964) se


observa una clara oposición al régimen de Paz Estenssoro, que se
manifestó por medio de la abstención en las justas electorales.

En los períodos subsiguientes de dictaduras militares resistieron


varias intervenciones armadas en sus campamentos. Se produce el
desarme de sus milicias y la pérdida de sus conquistas sociales y
económicas.

Ahora, finalmente es importante reconocer que la apertura


democrática producida en 1978 y que marcan el fin de los gobiernos
dictatoriales, tiene como uno de sus gestores principales a los trabajadores
mineros, quienes inician una huelga de hambre a cuya consecuencia se
produce la caída de la dictadura y el llamado a elecciones.

El período, en rigor propiamente democrático, que se inicia a partir


de 1985, con la aplicación de medidas de corte neoliberal y el
desplazamiento de la minería como eje central de la economía boliviana,
marca el fin del protagonismo que jugaba el movimiento obrero en el
panorama político nacional. Desde entonces sus demandas tienen
carácter propiamente gremialistas más que aspiraciones políticas.

V A MODO DE CONCLUSIONES

Como se ha podido observar existen más diferencias que analogías


en los dos procesos. A continuación puntualizaremos los más importantes
que se desprenden de la lectura y descripción de los dos artículos.

 Desde el punto de vista étnico el movimiento obrero boliviano, con


predominancia del sector minero, presenta una composición claramente
indígena, con costumbres y creencias que determinan la forma de actuar
de los individuos ya sea en la vida diaria o en la lucha política. A su vez,
el movimiento obrero mexicano, si bien tiene una composición de
carácter mestizo, no predominan en ellos, las formas de actuar y de
lucha que presenta el movimiento obrero boliviano.

 La Central obrera Boliviana, tiene en su interior una marcada hegemonía


del sector minero y presenta cierta pluralidad ideológica, a diferencia de
la CROM donde no se observa la presencia hegemónica de ningún
sector, además presenta pocas alternativas ideológicas, en las cuales
predominan solo las ideas de carácter nacionalista

 El MNR no llegó a dominar de manera hegemonica la COB que en su


interior contaba con la presencia de distintas corrientes políticas. En el
caso mexicano ocurre exactamente lo contrario, pues la CROM es
prácticamente creada por el Estado, quien a su vez designa de manera
directa a sus dirigentes. El Estado mexicano controlaba y dominaba el
movimiento sindical.

 El cogobierno COB/MNR manifiesta permanente pugna ideológica. En


tanto que el modelo de corporativismo mexicano vincula fuertemente a la
CROM con el Estado.

 Las bases del sindicalismo en Bolivia muestran una permanente


deliberación y relación con la clase dirigencial, quienes constantemente
recibían objeciones de sus bases. Por su parte en el Movimiento obrero
mexicano se burocratizaron las direcciones, lo que en definitiva los
separó de sus bases.

También podría gustarte