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BIBLIOTECA PARAGUAYA
Gabriel Casaccia
( Gabriel Casaccia

Es indudable que La Babosa se ha convertido en una obra clásica


en la literatura paraguaya y · en la narrativa fatinoamericana.
Traducida a varios idiomas, desde su aparición, ha dado lugar a
numerosa.s ,.críticas de personalidades internacionales que han
demost~o91 su gran interés por esta novela.
La primera edición dio lugar a polémicas y a encontrados
comentarios en Asunción, donde aparecieron de inmediato tanto
sus defensores como sus detractores.
También puede afirmarse que dentro de la nutrida producción· de
Casaccia esta novela se ha convertido en el libro clave de la
posterior narrativa de este autor.
Libros como Los Exiliados, La llaga o Los Huertas son la
continuación de una larga saga que inicia justamente La Babosa,
libro que fija definitivamente el estilo de su autor y que ofrece al
lector una visión descarnada de la realidad paraguaya, tanto en
Areguá como en Asunción. Tal vez haya sido esta sinceridad de
Casaccia la que haya podido .concitar las reacciones de quienes
no quieren ver la verdad sino la pura imaginación en nuestra
narrativa.
Gabriel Casaccia nació en Asun-
ción el 20 de abril de 1907. Durante los
primeros diecisiete años de producción
literaria firmó sus libros con su primer
nombre y sus dos apellidos: Benigno
Casaccia Bibolini. Posteriormente adap-
ta el de Gabriel Casaccia que será el defi-
nitivo, y con él fue cónocido por sus
principales novelas.
Es considerado por la crítica como
"el primer adelantado de la narrativa
paraguaya en exterior con sentido de
modernidad". Su primer libro arranca de
1930, Hombres, mujeres y fantoches,
una novela a la que seguirán en orden
cronológico Mario Pereda, ·La Babo-
sa, La llaga, Los exiliados, Los Here-
deros y Los Huertas, ésta última edita-
da después de su fallecimiento, acaecido
en Buenos Aires el 24 de noviembre de
1980.
Al cumplirse el cuaito aniversario
de su desaparición El Lector editó Cuen-
tos completos reuniendo en un solo vo-
lumen la totalidad de la narrativa breve de
Casaccia, la cual había aparecido en pe-
riódicos, revistas y antologías y en dos
libros titulados El Guajhú y El Pozo. En
el haber creativo de Casaccia figura tam-
bién una obra teatral, El bandolero. Por
la calidad de su obra, Gabriel Casaccia
figura como una de las expresiones más
completas de la narrativa paraguaya y
latinoame1icana de este siglo.
Gabriel Casaccia, señala Augusto
Roa Bastos, es el iniciador de la narrativa
paraguaya contemporánea, loqueen bue-
na medida da a su obra un carácter
fundacional, y a su autor, el mérito insó-
lito de haber echado a andar el genero en
un país novelísticamente inédito.
LA BABOSA·
EDITORIAL EL LECTOR GABRIEL CASACCIA
Consejo Editorial
Josefina Plá, Augusto Roa Bastos,
LA BABOSA
Ramiro Domínguez, Miguel Ángel Fernández,
Jorge Aiguadé, Rudi Torga.

Director Editorial
Pablo León Burián

~J

'"
"
COLECCIÓN LITERARIA, 1

"LA BABOSA
O EL FIN DE UNA NARRATNA YUGULADA"
Además de la tard(a aparición del género narrativo en el Paraguay
(1), de las limitaciones de su temática circunscripta predominantemente
a la exaltación de un pasado histórico, y del perspectivismo (2), el otro
rasgo más dominante de esta incipiente noveUstica está representado por
la pobreza de los valores que la configuran tanto cuantitativa como
cualitativamente. Este fenómeno se extiende ininterrumpidamente desde
los primeros esbozos a partir de 1900 (antes no hay manifestación
mencionable) hasta pasado el medio siglo, momento en el cual, por lo
menos dos novelistas, Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos, sacan el
género de su confinamiento local y lo universalizan, es decir, sacan al
Paraguay de ese sempiterno anonimato al que hasta entonces hab(a
estado sometido.
En efecto, Casaccia alcanza su consagración total cuando aparece
La Babosa, en 1952. Pero esta novela de largo metraje no sólo significa
la culminación feliz de muchos años de esfuerzo creador, sino que con ella,
junto a sus novelas posteriores, logra colocar la novelística paraguaya a
© HEREDEROS DE GABRIEL CASACCIA la altura de las grandes creaciones continentales. El crftico Carlos A.
© De esta edición: Caroni compendia la trayectoria y significación de Casaccia hasta este
1996, Editorial El Lector
momento, de la siguiente forma:
Oficina: Edificio Círculo de Médicos - 9º piso
Cerro Corá y Tacu¡¡ry De no ser por Gabriel Casaccia, la novela paraguaya estaría casi en
Tel. 498-384 - Fax: 498-385 (Asunción) blanco... Casaccia ostenta un mérito singular: mientras los demás
Tapa: Luis Alberto Boh novelistas quedaban rezagados en el camino de la creación, su voluntad,
Composición y Armado: Letras & Páginas. Tel. 70-494 su élan febril, la secreta voz interior, ese impulso que viene de lo hondo,
Tirada: 1.000 ejemplares
lo lleva a perseverar en la obra iniciada ... En veinte años el artista ha
Hecho el depósito que marca la Ley 94
Impreso en el Paraguay - Printed in Paraguay superado aquella creación juvenil y ha conquistado un lugar prócer en la
literatura. Gabriel Casaccia es ya un novelista en plena madurez
Reservados todos los derechos. espiritual, que demuestra dominio y señorío del arte novelístico (3).

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Lo importante y decisivo que ocurre en este ciclo es precisamente la rios y juicios que hace acerca de los personajes y de los hechos narrados,
inquebrantable determinación del autor de erradicar definitivamente así como en las in~erferencias demasiado directas en la conducción de la
ese divorcio cismático entre literatura y vida; por el contrario, ambas se trama. El narrador se transforma en auténtico conocedor de todos los
favorecen recíprocamente en íntima simbiosis para producirse a un acontecimientos, sabe la historia de todos los personajes, penetra en lo
mismo nivel. Porque, qm una prosa engañosamente sencilla y colOCJJ!ial, más íntimo de las conciencias, y en todos los meandros de la organización
Casaccia lleva a cabo, con brutaltsf:q.<L:LS!:E.-C<J..ig1 un;_y_ibran!<:_fl_!!gli§is de social. Su visión como creador es omnisciente, panorámica y total.
caracteres (socio-polttico /sicológico-existencial) a partir del cual y pro- ':f!'· La Babosa es una larga novela realista en el sentido de registrar el
gresiv3mente~.J!ª desqyüiando lq,~z:§!Jlidad nacional ~~.SU~ d!se~()S ! devenir diario que la nutre frente a lo cual el autor reacciona como si fuera
es_tereotipados, liastaCü11ve_rtfiiiieli:XíX~:b.d.$CLY&.~~petua,
1
un cronista. Sin embargo, lo imaginativo se nos presenta a cada paso en
estéril si se quiere, pero humanamente comprometid<!:_S9-nee$f!; Cf!ntradic:,,M 1
I_
una aguda percepción de movimientos, procesos o estados sicológicos. Y
~de la ti rra U~J2z.e lf:.íf:,§f<},J2.!!l ho7]]J!.t<ll2!lrg,g7/J1.YQ. Es es entonces cuando aparece el valor humano de este testimonio. Casaccia,
decir, en esta etapa fin ,de su producción, Casaccia se confirma como un al igual que Agustín Yáñez, José Revueltas, Manuel Rojas, Miguel Angel
narrador moralista, implacable y desgarrado, en quien se manifiesta ya Asturias y Augusto Roa Bastos, por sólo citar unos pocos ejemplos,
abiertamente una verdadera angustia existencial, un marcado horror a testimonia una superación del super-realismo. Es decir, que el paisaje o
la muerte (sobre todo a la muerte de las esperanzas), y un asco contra toda la realidadcTrcuñaañteñoaom7naa-lOspei:SOña]e8.Po1· el controíw, esta
seííal de ablandamiento frente a una realidad vital que se consume en pro1ñ0Ciónde novelistas estaOlece üñpe1fecto equilibrio entre la natura-
qufetismo y abstracción históricos. leza y el hombre. Y si bien es cierto que se inclinan a producir una
Ya en este período el autor no vacila en emplear al máximo de sus literatura en algún aspecto costumbrista, por cuanto tratan de refiejar en
posibilidades el método genérico del llamado "realismo crítico" según el forma colectiva las preocupaciones sociales de un pueblo, de una capital
cual, el novelista, desde una perspectiva multifocal, considera no un o de un país, no tienden a hacerlo para demostrar elementos pintorescos
aspecto de los hechos, sino su totalidad (4). Y aunque se apasiona más por o críticas morales, sino para resolver en la vida interior los problemas de
la materia que está contando que por la técnica, en el desarrollo de su la inadaptabilidad a un tipo de civilización que se le impone desde
quehacer narrativo usa, indistintamente pero con mo~!ración,.J.~~..E!<!_ce~ afuera. De ahí que estos novelistas sean proclives a cultivar una literatu-
dimientos de la novela. contempc;_ránea: monólpg~tsrJ/j!fS ~}Y:.§ _!.,C!__~jcológico-social. ------
modalidades indirecta e indirecta libre; técnicas contrapuntísticas; La Babosa se desarrolla casi por completo en Areguá, ese pueblito
asociaciones de ideas; yuxtaposición de situaciones-o.reTatós paraleÍos ó. que actúa como agente catalizador en la vida y obra de Casaccia, esa
que se cruzan; retros,eecci[J!}!.§,i.!}!ff!leo del protCÍf!.oni~{a múltiple, etc.· especie de géiser del subconsciente del autor, ese espacio físico y a la vez
Por otro lado, los personajes constituyen uno de los elementos
simbólico, donde además de la población establece, se suman durante los
estructurales básicos de las novelas de este período. Según la clasificación
meses de estío los veraneantes capitalinos. Mundo ridículo en apariencia,
de Kayser (5), el novelista crea seres humanos situados en un espacio
pero en el cual los tormentos individuales se van a multiplicar y los
determinado (Areguá, Asunción, Posadas) que se mueven en una acción
dramas personales serán del dominio colectivo.
también determinada. Para.. LJ!.kács, JS}~ .!fi!_o. d,e,__'!P.~!I.{ft~.~!!!Jj.tif;_l!J!J.}ª Ramón Fleitas, hijo ilegítimo de una· india, campesino de nacimien-
(q.nna de la virilidad 1Yf_adura. [,a historia de un ggQnista problems;íticq
to y de corazó11;, se ha establecido enAreguá con su esposa Adela. Trabaja
que busca en un mundo degradado, valores ª1f.téT1:.!._~c_o,,s.~§u contenido "~-2-
como abogado en el bufete de su suegro, el doctor Félix Cardozo, figura
la hist01ia de un alma que va por el mundo aprendiendo a co ocerse, que
prominente del foro as unce no. A pesar de ello, desarrolla un odio creciente
µsea aventuras para experimentarse e17:, ~llas ~ que, a tmvú dé. esta
contra su benefactor acusándolo de ser un obstáculo a su talento literario.
erueba1 da su medida J.'. descubre.si! Pr2l!Í:.S:Ll!.§.~.nc.ia''./6).
Su esposa lo abandona, y él se hunde en los bajos fondos del juego y del
En La Babosa, sin embargo, la presencia del autor demiurgo_.es
alcohol. La narración comienza centrándose en la presencia de ambos en
--1> visible en el desarrollo de toda la novela, principalme~s comenta-

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Areguá. Mas el origen de los conflictos que se desarrollan en la novela hay mientas se desarrollan con lentitud tediosa; y el final de la novela muy
que buscarlo en el personaje central, doña Angela, a quien el párroco del bien pudo haber sido sustituido por el comienzo sin que cambiase para
lugar ha dado el mote de "la Babosa". A causa de sus enredos, chismes nada lo esencial de la anécdota. El procedimiento sirve para crear la
y pérfidos ataques, la enfermedad y muerte del padre Rosales se precipi- impresión de que en el Paraguay el tiempo no existe; pasado, presente y
tan; su hermana Clara se suicida; y Ramón es enviado como juez de Paz futuro están condenados a permanecer unidos en una masa estática,
a un miserable agujero perdido en Misiones, donde nunca dejará de inmutable, sin esperanzas.
emborrachase ni de jugar en los tugurios locales. Doña Angela envejece; ,:~ Es curioso notar las semejanzas que guarda esta novela con la de
pero no obstante, sigue babeando su maldad en el pueblo a nombre de la Agustín Yáñez titulada Al filo del agua. Ambas se ubican en un ambiente
justicia y de la religión. provinciano, examinan la vida de sus habitantes y aunque de alguna
Otros personajes menos importantes desde el punto de vista de la manera resultan costumbristas, cargan el énfasis en la sicología de sus
caracterización, aunque indispensables para trabar la urdimbre nove- personajes. Sin embargo, para Yáñez todavía queda abierta una posibi-
lesca son: Salvador el farmacéutico y su mujer Rosalba; el doctor Bríte.z, lidad de transformación social cuando al terminar la novela se anuncia
también reputado jurista y antiguo diplomático; Willy Espinoza, digno el advenimiento de la revolución mexicana. Para Casaccia, en cambio, tal
ejemplar de la picaresca hispanoamericana, quien acogota a doña Clara posibilidad está descartada tácitamente; y, sólo cobrará forma, para
dejándola medio muerta para robarle sus joyas antes de huir a la abortar, en su siguiente novela: La Llaga.
Argentina; Quiñónez, el director de la escuela local y enemigo jurado de Mientras tanto, esos seres desafortunados, "con los pies curtidos de
la religión, etc. plantas callosas, símbolos mudos y desnudos de todo un pueblo", siguen
La novela está dividida en dos partes, constando la primera de caminando por el mismo sendero, en la misma tierra olvidada por todos
veintidós capítulos y la segunda de doce. En general, esa larga sección y por ellos mismos. He aquí el gran tema subyacente de la novela.
primera sirve para presentar a los personajes e ir desencadenando sus He aquí también la razón por la cual cuando hace unos treinta y
confiictos. En ella se observa, además, que los dos protagonistas, Ramón tanto años la primera edición de La Babosa (1952) llegó a Asunción, se
y doña Angela, permanecen a distancia, determinando dos líneas de produjo un gran revuelo en los círculos intelectuales del país. Fue un
acción independientes a pesar de las constantes inte1ferencias de "la verdadero impacto, asegura Miguel Angel Fernández haciéndose eco de
Babosa" en la vida y milagros de todos los aregüeños, quienes, a su vez, la joven crítica revisionista de entonces, ya que ningún escritor, excepto
pa1ticipan en uno, otro, o ambos radios de situaciones. En la segunda Rafael Barrett en otros géneros, había tenido la valentía y el talento de
pa1te de la novela las dos líneas se cruzan y enredan de manera poner al descubierto problemas tan profundos como los que Casaccia
inextricable. presentaba en su novela.
La novela se nos presenta, pues, como una serie de vidas individuales El impacto se resolvió en diatriba cuyo alcance resume el redactor
en la que cada personaje, viviendo a pasos diversos, está disoci~do d;;,os literario de la revista Análisis de este modo: "Se trata de una t01pe visión <J:---
demás, en que la palabra hablada, lejos de unirlos, actúa como un agente de la vida paraguaya realizada con mentalidad porteña", arriesgó un
secesionista. Es un universo donde no hay espacio para la solidaridad ni indignado comentarista; otro la calificó de caricatura rastrera y defor-
mucho menos para nada trascendental, siendo significativo que la única mada. Y la prosa fiorida y retórica d~Facu1}:_<1.o Recg:J~ aseguró que del
amistad sólida que existe es la del padre Rosales y su caballo. libro colgaban fiecos que chorreaban obscenidad. Y el crítico del diario La
Parafraseando a uno de los personajes de la novela se puede asegurar que Unión consideró que se trataba de una obra antipatriótica" (8). La
en el mundo de La Babosa, vivir no es difícil; lo terrible es tener que vivir reprobación oficial estuvo a cargo de_H_i]Jólito §qru;[iez_Q!!&J, ex ministro,
rodeado de seres humanos. historiador y poeta. Un solo es~ritor se atrevió entonces a disentir
Desde una perspectiva estilística, La Babosa es una novela tradicio- públicamente delE9EQ::::JJWJI/ll.w_~p1Q,, arg;,y~;;J;-q~;·casacciav-enía a
nal, cuya estructura cronológica es rectilínea y en la cual los acontecí-¿ ·quebrar esa larga etapa de narcisismo idealizador en el cual los escritores

10 11
se complacían en la descripción idílica de una naturaleza siempre fiorida NOTAS
y verde. Y porque, además, era también una pintura al infrarrojo,
igualmente ácida, penetrante y revulsiva de un sector decrépito de la
1 Curiosamente, los iniciadores de la narrativa paraguaya fueron tres extranjeros:
sociedad paraguaya (9). los argentinos José Rodríguez Alcalá y Martú1 Goycoechea Menéndez; yel español
Con el correr de los años, sin embargo, nuevas promociones de Rafael Barrett.
intelectuales paraguayos desprovistos de cualquier tipo de deformación
2 Con los autores antes citados se origina Jo que se ha dado en llamar ''hecho
chauvinista, han hecho justicia a esta obra en lo que vale y representa. perspectivista", según el cual, las grandes illllovaciones se gestan fuera de los
Porque, como sostiene Guido Rodríguez Alcalá: "las verdades amargas límites nacionales donde no es posible que la circunstancia restrictiva, cualquiera
que sea su índole, ejerza influencia sobre el novelista. En cuanto a este momento
de La Babosa son más útiles que el optimismo superficial con el que a
inicial, véase: Josefina Plá y Francisco Pérez-Maricevich, "Narrativa paraguaya:
veces tratamos de esquivar nuestros problemas" (10). '(. recuento de una problemática", Cuadernos Americanos, 4, julio-agosto, 1968.

3 Carlos A. Caroni. "De los nuestros, Gabriel Casaccia, novelista paraguayo que
Francisco Fieto avanza", La Tribuna, 19 de abril de 1953.

4 Véase: Alfonso Sastre. Anatomía del realismo, Barcelona, Editorial SeixBarral,


1965.

5 Wolfgang Kayser. Interpretación y análisis de la obra literaria, Madrid,


Gredas, 1961, p. 482 y ss.

6 Georges Lukács. La théorie du roman, París, Ediciones Gonthier, 1963, p. 85.


~ ....(· - Cfr. los análisis de signo parecido de René Girard en Mesonge romantique et
verité romanesque, París, Grasset, 1961; y de Luden Goldman en Pour une
sociologie du roman, París, Gallimard, 1964.

7 Miguel Angel Fernández. "Gabriel Casaccia: La Babosa", Cuadernos, 54,


noviembre de 1961.

8 Véase: "Paraguay, allá lejos y hace tiempo", Análisis, 375, 20 de mayo de 1968.

9 Josefina Plá. ''La Babosa, novela de Casaccia Bibolini'', La Tribuna, 18 de enero


de 1953.

10 Guido Rodríguez Alcalá. "En torno a La Babosa de Gabriel Casaccia", ABC


Revista, Asunción, domingo 30 de noviembre de 1980.

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EDICIONES DE LA BABOSA BIBLIOGRAFÍA CRÍTICA (SELECTA) SOBRE LA BABOSA

~era edición: Buenos Aires, Editorial Losada, 1952. Alberes, R.M. Historia de la novela moderna, México: UTEHA, 1966, pp.
Segunda edición: Buenos Aires, Editorial Losada, 1960. 84-85 y 254.
Tercera edición: Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967. (Cataloga La Babosa como novela mural donde se describe todo un
Paraguay pintoresco junto a la inestabilidad social e inscribe a
Jurumy'yi. Traducción al guaraní por Pedro Moliniery Modesto Romero Casaccia dentro de la corriente neorrealista o de realismo objetivo).
Cueto. Versión teatral de la novela por Ovidio Benítez
Pereira. El libreto consta de tres jomadas subdivididas Anderson Imbert, Enrique. Historia de la literatura hispanoamericana,
respectivamente en "momentos" y "esceniles". Edición II, México: Fondo de Cultura Económica, 1966, p. 276. (ClasificaLa
m.imeografiada para la temporada teatral celebrada enjulio Babosa como una novela .de corte naturalista).
de 1974, en el Teatro Municipal "Dr. Ignacio A Pane", por
la Compañía Molinier-Romero Cueto, 65 páginas. Ayala Queirolo, Víctor. Historia de la cultura en Paraguay, Asunción:
Escuela Técnica Salesiana, 1969, p. 222.
Cuarta edición. Primera edición paraguaya: Asunción, El Lector, 1982. (Considera que con Casaccia se inicia la novelística paraguaya
Quinta edición. Segunda edición paraguaya. Asunción, El Lector, 1983. contemporánea y le atribuye un lugar cimero dentro de ésta
Clasifica La Babosa como novela sicológica).

"La Babosa, una novela de Gabriel Casaccia", Noticias Gráficas, buenos


Aires, febrero de 1953.
(Breve reportaje donde se establece que la novela es una equilibrada
expresión de lo que debe ser la proyección literaria de lo social).

Bareiro Saguier, Rubén. "Tendencias culturales en el Paraguay". Amé-


ricas, 3 Washington, marzo de 1962, pp. 32-36.
(Afirma que hasta la aparición de La Babosa no es posible asegurar
que exista unanovelística paraguaya con caracteres determinativos
del género).

---."Situación de la literatura paraguaya contemporánea", Cahiers


des Amériques Latines, 1, París, 1967, pp. 31-45.
(Uno de los trabajos de conjunto más penetrantes que existen sobre
el tema. Analiza el impacto que causó La Babosa en 1952, y sostiene
que es la obra que cala más hondo en las peculiaridades del ser
nacional).

- - - . "Gabriel Casaccia, novelista de la degradación", Imagen, 22,


Caracas, 30/15 de abril de 1968, p. 4. Parcialmente reproducido en

14 15
?
(Según el crítico, Casaccia jerarquiza la novela paraguaya con la
Paraguay en Américas, 5-8, Buenos Aires, septiembre-diciembre,
aparición de La Babosa en 1952).
1969, pp. 72-73.
(En La Babosa se observa un campo propicio para la aplicación de
Caroni, Carlos. "De los nuestros, Gabriel Casaccia, novelista paraguayo
las teorías de Goldmann sobre la sociología de la novela).
que avanza'', La Tribuna, Asunción, 19 de abril de 1953.
(Hace un recuento de la obra casaccianahastaLaBabosa, enfatizando
Bazán, Juan F. "Gabriel Casaccia'' enNarrativa paraguaya y latinoame-
que la novelística paraguaya se inicia con este autor).
ricana, Asunción: s/e, 1976, pp. 57-69.
Case, Thomas E. "Paraguay in the N ovels of Gabriel Casaccia", Journal
(Estudia La Babosa entre otras novelas de Casaccia).
ofInter-American Studies and World Affairs, 1, Enero de 1970, pp.
76-83.
Bloch, Jean. "La limace", Gazette de Lausanne, 9 de octubre de 1959.
(Es uno de los trabajos más completos y certeros acerca de la obra
narrativa de Casaccia donde se bosqueja la interpretación que el
Boisset, A "La limace. Gabriel Casaccia", Les Fiches Bibliographiques,
novelista hace del Paraguay).
París, 1959.
(Se describe el asunto de la novela a partir de la protagonista doña
- - - . "Visión de la mujer paraguaya en las novelas de Gabriel
Angela, y después de señalar su importancia, la declara heredera de
Casaccia", Círculo: Revista de Cultura, VIII, New Jersey, 1979, pp.
Balzac).
133-141.
(Estudio circunscripto a los personajes femeninos de La Babosa, La
Bullrich, Silvina. "Los problemas de la novela" ,Atlántida, Buenos Aires,
llaga, Los exiliados y Los herederos. Case sostiene que en las novelas
abril de 1953, p. 68.
de Casaccia la mujer sufre los males sociales con mayor intensidad
(La Babosa le sirve como ejemplo de novela donde el autor pone la
que el hombre).
observación al servicio de la escritura).
Collmer, Robert G., "The Displaced Person in the Novels of Gabriel
Campos Cervera, Hérib. "Gabriel Casaccia. La Babosa", Hoy, Asunción
Casaccia'', RE: ARTS AND LETTERS, 2, Spring, 1970, pp. 37-46.
12 de junio de 1977, pp. 4-5.
(Interesado en demostrar el contenido universal de la narrativa
(Bajo el rótulo de "Un texto crítico inédito de Hérib Campos Cervera,
casacciana a través de la alienación que sufre el hombre paraguayo.
se publica póstumamente esta larga reseña. El crítico resiente la
Se detiene con más atención en el estudio de lo que acertadamente
crudeza de la novela y hace un llamamiento a Casaccia y a los demás
llama trilogía: La Babosa, La llaga y Los exiliados).
escritores paraguayos para que produzcan una literatura de la
esperanza, tan necesitada en el país).
Decourcelle, Claudine. "La limace par Gabriel Casaccia", La Revue de
Paris, junio de 1959, p. 177.
Cano, José Luis. "Gabriel Casaccia: La Babosa", Insula, Madrid, 15 de
(Se concentra en la conducta de los protagonistas).
mayo de 1953.
(Se señalan las resonancias naturalistas a la manera de Clarín, y un
Feíto, Francisco E. El Paraguay en la obra de Gabriel Casaccia, Buenos
apego a la tradición clásica de la novela latinoamericana, equipara-
Aires: Femando García Cambeiro, Editor, 1977.
ble a Gallegos).
(.Análisis de la obra c01npleta del novelista hasta Los herederos).
Cardozo, Efraím. Apuntes de historia cultural del Paraguay, II, Asun-
Fernández, Miguel Angel. "Literatura paraguaya contemporánea", La
ción: Imprenta Modelo, s6f, p. 432.

17
16
Gaceta, 82, México, junio de 1961, p. 8. (En una tierra sin novelas no es posible desconocer creaciones
(Se refiere a La Babosa como la primera aportación paraguaya de maduras como La Babosa, de Casaccia).
importancia a la narrativa continental).
Montefilpo Carvallo, Reinaldo. "Sobre La Babosa", Ultima Hora, Asun-
- - - . "La Babosa", Cuadernos, 54, París, noviembre de 1961, p. 92. ción, 21 de noviembre de 1981, p. 7.
(Salvando las distancias temporales e ideológicas, establece un
parangón entre Rafael Barrett y Casaccia en cuanto a poner de "Paraguay, allá lejos y hace tiempo: La Babosa, por Gabriel Casaccia",
relieve las grandes deficiencias de la sociedad paraguaya). Análisis, 375, Buenos Aires, 20 de inayo de 1968.
Franco, Jean. La cultura moderna en América Latina, México: Joaquín (El artículo hace un recuento del impacto que produjo en el Para-
Mortiz, 1971, pp. 253-254. guay la primera edición de esta novela e inmediatamente emprende
(Registra la derrota de la actividad intelectual por el medio ambien- un nuevo enfoque del novelista y su obra, apoyado en la perspectiva
te y el régimen de turno, con uno de los protagonistas de la La de los años).
Babosa de Casaccia).
Pecci Saavedra, Miguel. Una valiosísima novela paraguaya: La Babosa,
Ghiano, Juan Carlos. ''Un problema de la crítica paraguaya. A propósito Buenos Aires; El Ateneo, 1953.
de La Babosa", La Tribuna, Asunción, 24 de enero de 1954. (Cubre temas tan variados como la desairada prosopografía de los
(Valiente defensa de la novela frente a los reparos chauvinistas que protagonistas; su silueta moral; la envidia; la libido del deshonor; el
recibió). bovarismo - el babosismo; existencialismo; sicologismo y sartrismo;
evocación del Paraguay, etc.).
Groisard, Louis. "Gabriel Casaccia. La limace", Bulletin de Lettres,
París, 15 de marzo de 1959. Pérez-Maricevich, Francisco (La Babosa) en "Pequeño diccionario de
literatura paraguaya", Comunidad, 373 y 375, Asunción, enero-
Herrera Almada, Benigno. "La Babosa del paraguayo Gabriel Casaccia", febrero de 1965.
El Hogar, Buenos Aires, 13 de marzo de 1953. (Estudio de la novela en base a su temática y argumento, con una
valoración final, seguida de una bibliografía mínima).
Laporte, Marc. "La limace par Gabriel Casaccia'',L'Express, París, 9 de
abril de 1959, p. 33. Plá, Josefina, "La Babosa, novela de Casaccia Bibolini", La T1ibuna,
(Resume la novela diciendo que es la narración simultánea y Asunción, 18 de enero de 1953.
múltiple de pequeños dramas que afectan la vida cotidiana de (Apoya el análisis en el carácter existencial de la novela y la
Areguá). concurrencia en ella de problemas universales).

Livieres, Lorenzo. "Estudio sobre La Babosa", Alcor, 13, Asunción,julio- ---."Debate sobre La Babosa", Diálogo, 2, mayo-junio de 1960, p. 19.
agosto de 1961, pp. 8-9. (Establece que, a los ocho años de su publicación, la novela todavía
(Indiscutiblemente, éste es el mEtjor estudio de conjunto sobre la vive en función directa de la reacción antagonística que provocó su
novela y el primero en analizar la existencia de los personajes como aparición).
una fuerza sicológica subterránea que al emerger lo destruye todo).
---.'Teatro", Signos, 5, Asunción, julio-setiembre de 1974, p. 14.
Martínez, Sindulfo. Hombres y pasiones, Asunción: Editorial El Gráfico, (Reseña sobre el estreno, el 26 de julio de 1974, de la obraJurumyyi,
1966, p. 157. versión dramática en lengua guaraní de La Babosa).

18 19
---."Los personajes femeninos enLa Babosa". Estudio incluido en la
quinta edición -segunda edición paraguaya- de La Babosa, publica-
da por El Lector, Asunción, 1983.
(Brillante y profundo análisis sobre el tema que se extiende al resto
de laobracasacciana.JuntoconeldeThomasE. Case, deja la puerta
abierta para que el lector se formule muy serias reflexiones al
respecto).

---.y Francisco Pérez-Maricevich. "Estética y Temática de la narra- A ·la memoria de mi padre


tiva paraguaya'', Péndulo, 8, Asunción marzo-abril de 1966, pp. 23-
26.
(La Babosa les sirve de ejemplo para ilustrar la vertiente crítico-
realista de la narrativa paraguaya de los últimos años).

Vallejos, Roque. La literatura paraguaya conio expresión de la realidad


nacional, Asunción: Editorial Don Bosco, 1967. En 1971 la misma
casa editorial publicó la segunda edición de este libro, aumentada
de 63 a 109 páginas.
(Observa la ascendencia proustiano-barojiana de La Babosa, ads-
cribiéndola como novela representativa de la literatura nacional).

Vandercammen, Edmond, "La limace", Le Soir, Bruselas, 12 de agosto


de 1959.
(Para este crítico, miembro de la Academia Belga, lo imaginativo se
sugiere a través de una aguda visión de procesos sicológicos, y es ahí
donde aparece el valor humano de este testimonio).

Zum Felde, Alberto. La narrativa en Hispanoamérica, Madrid: Aguilar,


1964, pp. 200-203.
(Análisis de La Babosa como la primera manifestación del realismo
en el Paraguay, rezagado por más de medio siglo).

20
No querr(a que se viese a ningún habitante de Areguá en este libro.
No he pensado en ninguno de ellos al escribirlo. Los seres que lo pueblan
no han sido tomados de la realidad aregüeña, sino de ese otro mundo más
vasto y real que es el mundo de la realidad imaginativa. He colocado la
acción en Areguá; pero en esa elección debe verse un gran amor, y nada
más.
Tampoco esa elección ha sido consciente. Es consecuencia del domi-
nio que ese pequeño pueblo ejerce sobre mi fantas(a, que sólo parece poder
crear envuelta en su atmósfera. Siento que mi alma y las almas que mi
alma crea sólo se sazonan puestas a vivir en su ambiente evocador.
No nad físicamente en Areguá; pero s( espiritualmente. Como el
poeta famoso, podría repetir que es mi verdadero pa(s, porque es el pa(s
de mi infancia, y añadir, el de mis recuerdos.
Estoy (ntima, profundamente unido a él, y hoy -tan lejos de él en el
tiempo- siento a menudo -cada vez más fuerte a medida que pasan los
años- su corazón lleno de montes, de árboles y de silencio palpitar junto
al mfo, lleno de recuerdos.
Por ese gran amor que le tengo y esa fidelidad que le guardo a través
del tiempo, espero que Areguá recibirá, con la tranquilidad del que está
en el secreto, cualquier opinión un tanto severa para su aspecto exterior
me merezca, y que para m( sólo tiene un valor circunstancial. Porque para
m( el valor de Areguá está en lo que ha hecho nacer y fructificar dentro
de m(.

23
,,,,

PRIMERA PARTE
1

Ramón Fleitas se desperezó echando el busto hacia atrás y exten-


diendo las piernas debajo de la mesa. Hacía más de dos horas que estaba
sentado ante la mesa del comedor, a la luz de una lámpara de kerosene,
con unas hojas de papel delante, sufriendo del calor y de falta de
inspiración. Esforzábase por continuar una novela que había comenzado
1 a escribir un afio atrás. A causa de la luz y del cansancio, por momentos,
1
le parecía que aquellos blancos papeles cobraban animación, moviéndo-
1
se ligeramente de su lugar. Era una noche de verano aregüeña, bochor-
nosa y pesada. La lámpara, que estaba sobre la mesa, acaloraba con su
luz el rostro lampmo y enjuto de Ramón, y atraía a su alrededor
mariposas, mosquitos y otros insectos nocturnos. Cada vez que levanta-
ba la cabeza, sus ojos se encontraban con el oscuro recuadro de la ventana
abierta, dentro del cual palpitaba la noche con sus estrellas y su silencio.
A menudo y por largo rato, quedábase con el lápiz en alto y el rostro
pensativo.No se le ocurría nada; angustiábalo el enorme vacío que sentía
dentro de sí. Escribía dos líneas y la mano se le paralizaba sobre el papel.
Le había sacado punta al lápiz más de una vez, terminando por
preguntarse si no sería lo áspero del papel lo que le impedía escribir con
rapidez y soltura. Recordaba haber leído que algunos escritores sólo
conseguían llamar a la inspiración usando papel de noble calidad. ¿No
le pasaría a él lo mismo? Desde los dieciocho afios en que comenzó a
escribir sus primeros versos en una revista estudiantil, hasta hoy, en que
contaba treinta, le perseguía la idea de que no había encontrado sino
obstáculos a sus sueños y proyectos de escritor. Si antes no pudo culpar
de su fracaso sino a su pobreza, ahora, después de casado, su amargura

25
le señalaba como únicos culpables a su esposa Adela, y a su suegro, el Hacía seis meses más o menos, desde su casamiento, tras un breve
abogado Félix Cardozo. viaje de bodas a San Bernardino, que Ramón había venido a vivir a
Ramón encendió un cigarrillo, y se pasó varias veces la mano por el Areguá con su mujer, en una casa del padre de ésta.
pelo lacio y áspero, que le caía con frecuencia sobre la frente sudorosa. Era una casa de cam.po, con galería en la parte del frente y de atrás,
Estaba en calzoncillos, sin nada más sobre el cuerpo. Siguió por unos con techos altísimos, sin cielo raso que cubriese las rojas tejuelas y la
oscura viguería. La fonnaban dos habitaciones grandes y poco acogedo-
minutos con la vista el revolotear de una mariposa alrededor de la
ras y otra más pequeña, seguidas todas, con ventanas sobre la galería
pan talla de la lámpara. Después, levantóse y se dirigió hacia la ventana.
delantera, con paredes burdamente pintadas de rosado y con manchas
De sus facciones, de su pelo, de sus manos, de su andar, de sus
de humedad, que dibujaban en ellas caprichosas figuras. La cocina -
movimientos todos desprendíase un no sé qué de campesinado. Era el
negra de humo y con dos fogones ruinosos-, la pieza de servicio y la
clásico hijo de la campaña venido a la ciudad y n.o absorbido ni devastado
letrina estaban construidas a un costado del patio, separadas del cuerpo
del todo por ella. La mayoría de los habitantes de Asunción son como
principal de la casa. El patio era amplio y de tierra, sombreado por
Ramón. Asunción está llena de estos seres híbridos, mitad ciudadano
numerosos árboles de mango.
mitad campesinos, que en edad temprana llegan del campo para
En esta casa acostumbraba a veranear el doctor Félix Cardozo,
estudiar y colman el Colegio Nacional, la Escuela Militar y el Seminario. abogado distinguido del foro de Asunción y cuya familia figuraba en las
Más tarde, ocupan los primeros puestos en la política y se cuelan en el altas esferas sociales. Cada vez que se trasladaba a Areguá, las crónicas
mundo social. Pero siempre queda en ellos, en su espíritu, en su físico, sociales anunciaban pomposamente su viaje para "su residencia vera-
en su hablar, algo de coyguá (1), que los diferencia del asunceño nativo. niega", y en ello no había zumba ni adulonería, sino que los cronistas lo
Apoyó Ramón la frente caliente en los hierros fríos de la ventana. A decían con la mejor buena fe. Muchas otras casas veraniegas de Areguá
la difusa claridad de la noche se vislumbraba la "calle principal" de y Caacupé eran como la del doctor Cardozo. En este país los sitios de
Areguá, y del otro lado, enfrente, la masa oscura y baja de una arboleda veraneo son pueblos campesinos, atrasados y sin comodidades.·
de mangos de un terreno baldío, sin cerco; un poco más hacia la derecha, Ramón hallábase muy a disgusto en Areguá. Había nacido en
los pilares encalados del soportal del almacén de Teófilo Barrios, Itacurubí de la Cordillera, donde vivió hasta los trece o catorce años.
conocido entre sus amigos simplemente por Teó. Cuando dejó aquel pueblo para ir a estudiar a Asunción creyó que el
Ramón sentía en el rostro el aliento cálido deAreguá, elcaaguy-pytú campo terminaba definitivamente para él. En sus años de estudiante,
(2) coino si Areguá fuese un enorme ser viviente que alentase en la sólo de raro en raro y por breves días, volvió a Itacurubí para visitar a su
oscuridad. Se volvió de la ventana, y su mirada cayó sobre las hojas de madre. No quería ni oír hablar de la campaña. Se avergonzaba cuando
papel diseminadas sobre la mesa. Aquellos papeles le producían una tenía que decir que era de Itacurubí. "De Itacurubí" --decía, como si
suerte de espanto. Le asustaba tener que sentarse otra vez frente a ellos, dijese soy un negro. Envidiaba a sus amigos que habían nacido en
como ante un muro blanco e infranqueable contra el cual golpease en Asunción y que vivían y se movían en ella como en su medio natural,
vano la cabeza. Lejos, los olvidaba y se distraía en otra cosa. Cerca, le indiferente a la aventura que eso significaba. "No se dan cuenta de la
descubrían cruelmente su impotencia creadora, su falta de fecundidad, felicidad de que están gozando" -pensaba. El la paladeaba a cada
y el penoso esfuerzo que debía realizar para llenarlos. Se consoló momento y por el motivo más baladí. Le bastaba ver a un campesino por
diciéndose que toda obra literaria verdaderamente de mérito era una las calles de la ciudad, para que se le ocurriese: "estará un día o dos acá
cuesta escabrosa y difícil de subir. "Es el calor y esta mala luz. Mañana y luego tendrá que volver a la tristeza, a la monotonía, a las noches sin
procuraré seguir" -se dijo, dando unos pasos por la habitación. luz eléctrica de su pueblo" y experimentaba una gozosa alegría al
sentirse él también un habitante permanente de Asunción.
No le perdonaba a su suegro que le hubiese ofrecido ese caserón feo
(1) Campesino. para su alojamiento de recién casado. Para Ramón fue cosa sobreenten-
(2) Vaho del monte.

26 27
dida, y que no puso en duda, que don Félix le brindaría alguna de las Facultad de Derecho. Le envanecía el matrimonio con una muchacha de
casas de renta que poseía en Asunción para que la habitase con Adela. la sociedad asunceña, hija de un abogado de prestigio y con fama de rico.
Durante su noviazgo, hasta llegó a acariciar la ilusión de que alguna de Para Ramón, oscuro hijo bastardo de una campesina de Itacurubí, que
aquellas casas podría ser el regio y paternal presente de bodas. Desde apenas hablaba el español, ese casamiento era un gran triunfo, signifi-
que sus esperanzas se frustraron definitivamente, la antipatía que caba un salto inmensurable en el camino de su ambición. Es posible,
siempre sintió por su suegro transformóse en declarado aborrecimiento, pues, que en la atracción. física que sobre Ramón ejerce Adela hubiese
que ni siquiera se lo ocultó a Adela. influido mucho su posición social.
Días atrás, en una vehemente discusión que tuvo con ella, lo llamó Muchas veces, durante su noviazgo, solazábase con el pensamiento
a don Félix "mezquino" y "padre desamorado". Adela, tomada de sorpre- de que le aguardaba un vivir regalado, tranquilo y sin aprietos de dinero.
sa, confundida por las palabras de Ramón y la dureza de su ataque, que Se prometía emplear la mayor parte de su tiempo en leer y escribir.
de repente descubría la sordidez de su íntimo pensamiento, le había Cuando lo invitaban a comer en casa de su novia, si bien la comida
respondido toda temerosa, temblando de pies a cabeza, que su padre no nada tenía de extraordinario, la encontraba principesca al comparar con
era rico, y que bastante lo ayudaba al darle la casa de Areguá para vivir el soóyosopy (3) de su hogar de Itacurubí, y con la bazofia que le servían
en ella y al ponerlo a su lado en su estudio de abogado. Tras esto, echóse en su pensión de estudiante. Y henchíase viendo en ello la expresión
a llorar. Pero las lágrim.as de Adela, en vez de aplacar a Ramón, lo material de su elevación social y su porvenir asegurado. Refería a sus
irritaron más. Le replicó que don Félix era un roñoso e inmoral, que corn.palleros de estudio, casi todos campesinos como él y con un futuro
mantenía una querida, y que encontraba más agradable gastarse el incierto, que su suegro lo asociaría a su estudio. Su noviazgo le permitió
dinero con una mujerzuela, que ofrecerle comodidades y una vida más vincularse y tomar conocimientos con gente de la sociedad, que antes
fácil a su propia hija. había visto de lejos o conocía sólo de oídas. Pero con todo Ramón que
' '
-Es un mal padre. Tenerte hundida en este pueblito miserable- no era tonto, se daba cuenta de que todavía le era necesario andar un
había añadido con encono. largo trecho para dejar de ser ante las relaciones de Adela "un tal Ramón
-Pero, entonces, ¿vos te casaste conmigo pensando en que papá Fleitas, de Itacurubí de la Cordillera". Para otros, que habían leído
podía mantenerte?-le contestó Adela, en un tono entre interrogativo y algunas de sus poesías, publicadas en el encabezamiento de las crónicas
acusatorio. sociales, y que no entendían nada de versos, era un brillante poeta. Don
Y sus propias palabras despertaron en ella ideas y sentimientos que Félix miraba con desdén y escepticismo esa fama de su yerno como
no había experimentado hasta entonces. Desde aquel día, ya no pudo literato y opinaba que le desmerecía como abogado.
verlo con los mismos ojos de antes, y aunque sintió por él mucho amor, Gozaba Ramón de un cierto renombre de literato que en Asunción
comenzó a mirarlo con animosidad y a encontrarle defectos morales y es tan fácil ganar. En los círculos semiintelectuales y políticos decíase de
físicos. él que era "una gran promesa", y que "era un poeta de alto vuelo''. Desde
A aquella primera discusión siguieron otras, cada vez más agrias, hacía tres años más o menos, Ramón no publicaba nada. Se supo
duras y groseras. Como Adela era mujer débil y sensible, salía de esas entonces, por algunos amigos, que había dejado la poesía para escribir
disputas llorando y con el corazón deshecho. Ramón la cubría de una larga novela. Trascendió que era una obra voluminosa que tendría
improperios a ella y a su familia, y desahogaba en esas luchas su sombrío más de setecientas páginas. Sin saber cómo ni por dónde, se conoció el
y permanente malhumor. título: "Frente a sí mismo". Alguien dijo por al1í que Ramón, en un
Ramón se había casado con Adela atraído al parecer por su físico momento de confianza, le leyó un capítulo y que era una novela nativa,
grácil y por la sensualidad de sus grandes ojos negros (aunque la verdad típican1ente paraguaya, que tendría resonancia americana.
es que se casó como la mayoría de las personas, sin saber del todo por
qué). Comenzó a festejarla cuando estaba en el último curso de la (3) Caldo de carne pisada con arroz y cebolla.

28 29
Ramón encendió otro cigarrillo. Sin sueño, sin ánimo para escribir cabeza se le caía pesada sobre el pecho desnudo, mojado de sudor. Las
una línea más, sin ganas de leer en medio de los insectos y de la mala luz, ideas se le volvieron vagas, como envueltas en una bruma espesa y los
fue hasta un estante, cubierto con una cretona floreada, que hacía las párpados se le cerraban de modorra. Recogió las cuartillas, y para que
veces de aparador, y en el que se guardaban la vajilla y otros útiles de no cayeran al suelo, las puso bajo un centro de mesa que allí había. Y fue
mesa. Sacó una botella de caña y un vaso, y con ellos fue otra vez a a echarse en un catre de lona pelado que estaba en el patio, bajo la
sentarse a la mesa, frente a las cuartillas esparcidas. Llenó el vaso y parralera. Se gurmió enseguida, sorbido por un sueño profundo.
comenzó a beber a pequefios sorbos. La caña estaba tibia por el calor y Hacia la madrugada, se despertó sobresaltado, con la cabeza despe-
le producía escozor en la garganta. Pero al cabo de un rato ya no sintió jada, como si no hubiese dormido ni bebido. Acababa de padecer un sueño
desazón ni calor. Habíale invadido un dulce bienestar físico, y su ánimo terrible, que lo había despertado, pero no lograba revivir aquella
se hinchó de optimismo y de una vaga e inmotivada alegría. La campaña pesadilla. Por momentos, le parecía estar muy próximo a su sueño,
ya no se le aparecía tan triste ni tan vacía. Pensó que el ser más humilde tenerlo a su alcance, a punto de recobrarlo, pero se le escapaba y se perdía
Y el sitio más pobre y desconocido esconden su pepita de oro, y que todo entre las sombras de su propio espíritu ... De pronto, recordó la figura de
el arte y la sabiduría consisten en saberla encontrar para ponerla el Julia, hermana menor de Adela. Algo tenía que ver aquélla con su sueño.
descubierto y hacerla brillar. Areguá era una pequeñísima porción del Se quedó pensando en Julia, que hacía una semana más o menos había
mundo, y sus habitantes seres oscuros y rústicos, pero tanto aquél como pasado unos días con ellos. Era muy diferente a Adela. Desprendíase de
éstos tenían un alma. El, Ramón Fleitas, el futuro gran artista paragua- Julia un no sé qué de sensual. "Varias veces vi en sus ojos una expresión
yo, hurgaría en ese humilde trozo de tierra y en el alma pacífica e ingenua extrafia", decíase. "Ahora interpreto esa mirada. En aquellas miradas
de sus pobladores, hasta dar con la pepita que ella encerraba. Sintió tan raras estaba su pensamiento puesto en mí; estaba yo. ¿Cuántas
ganas de lanzar un grito de triunfo. Ya tenía un objeto determinado su veces me habrá mirado en esa forma? Posiblemente ya durante mi
estada en Areguá. La aprovecharía para observar el ambiente, estudiar noviazgo con Adela, pero yo no lo noté porque la miraba entonces con
las costumbres e impregnar su obra literaria de un agreste sabor a otros ojos". Y Ran1ón sentía ahora la sensación de aquellas miradas de
montes y yerbas, e infundirle algo de esa rudeza apasionada y fuerte que su cuñada ... Se le vino a la memoria una de esas salidas inesperadas de
tienen los sentimientos de los hombres del campo. Hubiese querido Julia, que dejaban estupefactos a los extraños y escandalizaban a sus
conversar con alguien, transmitirle sus nuevos proyectos, sus planes padres: "la mejor forma de aborrecerse que pueden tener un hombre y
para el futuro y hacerle ver que del más débil regato pueden sacarse una mujer por toda la vida es casándose para toda la vida". Y ora, que dijo
fuerza y energías aprovechables. No le faltaban ganas de despertar a una tarde replicando a Adela que defendía a las casadas de vida honesta:
Adela, y participarle su descubrimiento y alegría. Pero no; sería tiempo "las únicas mujeres que recuerda la historia son aquellas que han tenido
perdido. Adela no lo comprendería. Vivían espiritualmente en tierras una vida inmoral y aventurera". Si él se hubiese casado con Julia, muy
distintas. Su mujer era un alma cegada para el arte y las preocupaciones distinto se le presentaría su futuro. Esta se habría impuesto a don Félix
del espíritu. y no se hubiese sometido jamás a vivir en Areguá ... Se le apareció el
Con súbito impulso, cogió el lápiz, se inclinó sobre las cuartillas y su muelle derruido que está en la costa, sobre el lago Ypacaraí. Y recordó
mano se deslizó sobre el papel. Sentíase arrebatado por la inspiración. que dos días antes había hablado con Villar, el intendente municipal,
Las frases más inesperadas, las imágenes menos pensadas, se lo sobre la necesidad de reparar el muelle. Y luego vio la figura delgada y
arremolinaban en la punta del lápiz. Se detuvo un instante y pensó que sensual de ;Julia, con los brazos abiertos, como un ave que va a
'.
,~
emprender el vuelo, caminando en inestable equilibrio por los delgados
jamás había escrito con tanta fluidez e inspiración. "Es el alcohol". Y
recordó a Verlaine y Poe. Y volvió a sumergirse en ese torrente de travesaños, que era lo único que restaba del antiguo muelle, que
palabras que lo arrastraba, pero a poco aquellas aguas comenzaron a semejaba el negro costillar de algún monstruo del lago, abandonado en
correr con más lentitud, hasta que su mano no pudo seguir adelante. La la playa angosta y llena de malezas y pirizales. ¡Qué triste y desolada le

30 31
pareció aquella mañana la costa del lago a través de la figura de Julia, esa gente la llamaba familiarmente. Ramón los criticaba. «Son pedigüeños
con el viento cálido dibujándole las piernas bajo la levedad de las e interesados -decía-. Vienen tras el regalito y los pesos".
faldas!... Si poseyera trescientos mil pesos podría marcharse a Buenos Desde el catre de tijera en que estaba acostado bajo la parralera,
Aires para hacerse conocer como escritor, y tal vez llevarse consigo a Ramón vio a Adela en la galería y le preguntó incorporándose un poco:
Julia. No era la primera vez que a Ramón le asaltaba la idea de que con -¿A qué misa vas?
trescientos mil pesos tendría para sostenerse algún tiempo en Buenos -A la última, a la de siete -contestó aquélla, y luego entró en la
Aires, antes de publicar su novela. Pero, ¿de dónde sacar tanto dinero? pieza en que estaba Paulina barriendo.
Para ganarlo necesitaría trabajar largo tiempo como abogado, malgas- -No; así no tenés que hacer, Paulina. ¿Acaso ya el verano pasado
tando sus mejores años. ''Tendré que hacerme de un lugar en la política no te enseñó la madrina cómo debés limpiar?
y luego complicarme en algún chanchullo, porque en este país no hay Adela a menudo veíase en aprietos para entenderse con los campe-
otra forma de ganar dinero rápido". Se irritó pensando que si don Félix sinos, la mayoría de los cuales apenas hablaba el español. Paulina, en
no fuese tan tacaño le habría regalado ese dinero, que le permitiría cai.nbio, lo entendía y hablaba bastante bien. Había estado en la escuela
escribir con tranquilidad su novela. Esto le trajo el recuerdo del libro que hasta el cuarto grado y era despierta y movediza. Las veces que el
estaba escribiendo, y experimentó un profundo y repentino desaliento. maestro de escuela Quiñónez se quedaba a charlar en casa de Ramón (en
Hacía tiempo que había comenzado a escribir "Frente a sí mismo", y no Areguá la gente no se visita, sino que de pasada entra a conversar en las
había pasado del tercer capítulo. Tal vez debiera volver a escribir versos, casas ai.nigas a cualquier hora del día), solía decir mirando golosamente
y dejar por algún tiempo la novela. Aquietó su desazón diciéndose que a Paulina que fue muy buena alumna, pero se cuidaba de agregar que
mafiana, ni bien se levantase, haría algunas poesías ... Y cuando el reloj siempre, desde nifia, su cuerpo de formas precoces y sensuales encendió
de la torre de la pequeña iglesia de Areguá dio dos campanadas, Ramón sus deseos.
-semidormido- las confundió con las del reloj de la Catedral de -Traéme una palangana con agua-dijo Adela.
Asunción. Paulina salió y a poco volvió con.lo que se le pedía. Adela metió la
mano dentro de la palangana, y fue rociando con agua el piso de ladrillos
a tiempo que le explicaba a la muchacha.
2 -Para que no se levante polvo. Ahora puedes barrer. Siempre
tienes que hacer así.
Adela tenía un físico delgado, de aspecto enfermizo y frágil. Su
Al día siguiente, que era domingo, antes de ir a misa, Adela púsose
rostro sin color, magro, se acordaba perfectamente con su cuerpo. Su
a asear la casa, ayudada por Paulina, una lugareña como de quince años,
hablar era suave y apagado, y jamás pronunciaba una frase más fuerte
ahijada de doña Matilde, la madre de Adela. Doña Matilde era comadre
que otra ni reía a carcajadas, como si la aparente debilidad de su físico
de quince o veinte campesinas del lugar, pues en cada veraneo sacaba de
se trai.1smitiera a su voz. "Si Adela da un vozarrón como los que larga el
pila a tres o cuatro criaturas. Cuando estaba en Areguá, sus comadres
padre Rosales, se deshace" --opinaba burlón el farmacéutico Salvado.
y las ahijadas y ahijados ya crecidos la servían y ayudaban en los trabajos
-Sabes que a la madrugada hace bastai.1te fresco aquí -gritó
de la casa y cualesquiera otros quehaceres, como traer agua delycuá (4),
Ramón a Adela al verla salir nuevamente a la galería-. Esta noche me
ir a los guayabales de los contornos para recoger guayabas con las cuales pondré una sábana.
preparabajaleas y dulces, servirle leche recién ordeñada de sus lecheras,
De mañana, por lo general, Ramón sentíase optimista, alegre y
por la mm.lana bien temprano. Era gente buena, servicial y obediente,
charlatán. Cosa que no le sucedía al atardecer y por la noche. En ese
que guardaba gran cariño y fidelidad a iia Matilde, a la "comadre", como
momento ya ni recordaba su angustia de la noche anterior al sentirse
impotente para escribir. Pareciera que el escribir fuese en él un impulso
(4) Manantial. nervioso más que una necesidad profunda e impostergable. A veces

32 33
pensaba que habría podido reemplazar ese deseo de ser escritor con de su íntima amiga Teresita Contreras, seis meses antes del suyo, dejó
cualquier otra tarea absorbente. a Adela en un estado de ánimo tan deprimido, que la incitó a convertir
Sonó largo repique de campanas, y luego, tras un corto silencio, dos los simples galanteos de Ramón en un noviazgo serio, y casarse a los
toques breves y secos. A Ramón le parecía estarviendo a los muchachuelos pocos meses. Adela siempre pensó que fue un sentimiento de soledad por
en la torre de la iglesia, regañando y empujándose para manejar los el casamiento de su amiga el que la llevó a apresurar su casorio. Jamás
badajos. Eran dos las campanas: la grandl:l y la pequeña. En Itacurubí, le pasó por la mente la sospecha de que pudo determinarla a tomar esa
él también se divirtió haciendo de campanero y monaguillo, pero la decisión un sentimiento de emulación y rivalidad para con la amiga, no
iglesia de allá no tenía campanario, y las campanas estaban colocadas queriendo ser menos que ella. Pensar en eso le hubiera parecido
en lo alto de un sobradillo de madera, al cual se subía por una vergonzoso.
temblequeante escalera. Pensó que pronto haría nueve meses que no iba Tras de tomar el último mate, Ran1ón encendió un cigarrillo, y
a Itacurubí. La última vez que estuvo fue por cuatro días. Le disgustaba mientras lo dejaba humear entre los dedos se quedó pensando en sus
y humillaba aquel ambiente, donde vivían su madre y una larga trabajos literarios. Recordó que la noche anterior se prometió escribir
parentela de campesinos. algo esa maúana. De noche, con la mala luz y con los insectos revolotean-
-Me voy a vestir. Pronto tocará el tercer repique -le dijo Adela. do a su alrededor, se le hacía penoso escribir. Escribiria alguna poesía,
Ramón sentóse en el borde del catre, dejando colgar las piernas que haria publicar en un diario, para que no se olvidasen de él. En esto,
delgadas y con escaso vello, y le pidió a Paulina que le sirviese el mate. su pensamiento se desvió hacia Paulina, que estaba barriendo la galería.
Al pasárselo, hizo sonreír a la muchacha con un piropo en guaraní. Adela No le quitaba los ojos de las pantorrillas bronceadas, un tanto musculosas,
ya lo había amonestado varias veces por esa costumbre. En San que el corto vestido ponía al descubierto. Se le encendió el deseo como una
Bernardino, durante el viaje de bodas, tuvieron un serio disgusto por llamarada. Alzóse del catre y así, en calzoncillos, subió los tres escalones
haber Ramón piropeado a la criada de un matrimonio amigo. Toda la que conducían del patio a la galería, y pasó junto a Paulina sin mirarla,
cortedad y poca desenvoltura con que Ramón se conducía delante de una como si no existiese, pero con el pensamiento puesto en ella. Paulina, al
mujer de sociedad desaparecía ante una del pueblo, con la que era sentirlo cerca de sí, tuvo una ligera inquietud, pero no dejó de barrer. Le
dicharachero, ocurrente y atrevido. En cuanto veía a una mujer del pareció que su patrón la tomaría de atrás y por sorpresa. Ella había
pueblo se le iba la mano para tocarla o la lengua para endulzarle el oído notado en varias ocasiones que el "doctor", como lo llamaba respetuosa-
con algún requiebro en guaraní. mente, la miraba con simpatía y la hacía objeto de bromas y requiebros.
-Pero, ¿cómo estás así delante de Paulina?Tápate conalgo-ledijo Y su agreste instinto amoroso presintió el ataque de Ramón, cuando éste
Adela desde el corredor, con el velo ya echado sobre su cabeza y el rosario aún no había pensado en ello y la piropeaba y se chanceaba con ella por
y el misal en la mano. pura costumbre.
Ramón se miró las piernas y se puso a reír. Para Paulina no tenía Paulina oyó a Ramón que la llamaba desde adentro de la pieza. No
nada de raro ni vergonzoso verlo en calzoncillos. Desde su más tierna se movió. Tenía miedo de entrar. Pero un nuevo llamado, imperioso, la
edad había visto a los hombres en los ranchos y en los arroyos andar hizo acudir, au~que sabía que el "doctor" no llamaba para darle una
desnudos. orden. Sin decir una palabra, al franquear el umbral, Ramón la cogió
-Metete en tus cosas -le replicó, poniéndose hosco de repente. entre sus brazos y comenzó a besuquearla y a manosearla. Paulina
Adela marchóse a la iglesia con lágrimas de rabia en los ojos, defendíase débilmente, a la vez que decía con azoramiento: "Dejame ...
diciéndose: "No tiene educación. Es un puerco. ¡Dios mío, dame fuerzas Dejame".
para soportarlo! Hace seis meses que me casé y hay momentos en que --Si no te voy a hacer nada -balbuceaba Ramón con lengua
estoy arrepentida". No era la primera vez que Adela se preguntaba si no entorpecida.
había cometido un gravísimo error casándose con Ramón. El casamiento En esto se oyeron unas palabras en la calle, frente al portoncito de

34 35
entrada. Paulina y Ramón, instintivamente, en un movimiento simul- -¿No está Adelita? -preguntó, aunque demasiado sabía ahora
táneo, se separaron y permanecieron quietos, inmóviles, escuchando con que no estaba.
el oído atento. Aguardaron un rato a la espera de que se marchara el que Paulina le contestó que se había ido a la iglesia. Y mientras hablaba,
llamaba. Pero se oyeron nuevos palmoteos, y luego la voz de doñaAngela la mirada pegajosa de doña Angela se le adhería al rostro y al cuerpo,
Gutiérrez llamando a Adela. llenándola de turbación.
-¡DoñaAdela!-exclamó Paulina con expresión de susto, haciendo -¿Y el doctor, también se fue a misa?
un ademán de salir afuera. -No; el dotor etá acá -respondió la muchacha con acento más
Ramón la retuvo de la mano, murmurando al mismo tiempo: seguro. Esa pregunta la tranquilizaba. Por lo visto doña Angela no vio
-Epytá (5). al patrón. Paulina respiraba y se movía con más libertad.
Escucharon el chirrido del portoncito al ser abierto. Los pasos de -Dame un vaso de agua -se le ocurrió de repente a doña Angela.
doña.Angela sonaron en la galería. Ran>ón abandonó la mano de Paulina No tenía sed. De pronto se le vino esta idea. Un instinto poderoso y
y se metió apresuradamente en la pieza contigua, pero no tan rápido siempre alerta le permitía elegir de súbito los medios más imprevistos
como para que doña Angela no alcanzase a verlo a través de la ventana. para penetrar y descubrir las intimidades ajenas. En cuanto Paulina
Era doña Angela Gutiérrez una antigua amiga de la madre de desapareció, levantóse con rapidez increíble, y corrió hacia una de las
Adela, y que por tal motivo trataba a ésta con gran confianza. Pertenecía ventanas que caía sobre la galería. Apretó el rostro contra los barrotes
a una conocida familia de Asunción, hija de un prestigioso y pudiente Y púsose a huronear, con ojos movedizos, el interior de la pieza. La cama
personaje ya fallecido. Doña Angela había ido con su hermana, de de Adela tenía las sábanas revueltas. De buena gana, doña Angela
nombre Clara, viuda de Cirilo Salcedo, a ocultar su decadencia social en hubies"' :::icercado a ellas las narices para olfatearlas. Parecían despedir
la tristeza deAreguá. Entre algunos muebles, ya pasados de moda, junto un calor humano. "En el propio lecho de su mujer", se decía. Y este
con unos cuantos retratos y otros objetos de recuerdos de familia, pensamiento la turbaba.
arrastraban una monótona existencia, cosiendo y haciéndose eco de Se marchó sin esperar el vaso de agua. Mientras sus largos zapatos
todas las habladurías y menudos sucesos del pueblo. Doña Angela de solterona, casi sin tacones, se deslizaban por uno de los cinco o seis
recibió un gozp especial en ir arrastrando los chismes, como una baba, tapépoí (6), formados por el roce de las pisadas, y que vienen corriendo
de aquí para allí, de esta casa a la de más allá. Por eso el padre Rosales, cuesta abajo de "la loma", no se cansaba de repetir: "Han fornicado ... , han
en uno de sus arranques de furor, la había llamado "La Babosa". fornicado ... ¿Cómo sería ese pecado que hasta entre esposos era pecado
Paulina salió a la galería arreglándose el pelo. si se pensaba con deleite en él?". Apenas si podía subir la pendiente de
-¿Pero dónde estabas? -le preguntó doña Angela, a tiempo que se "la loma" con ese pensamiento encima. Nunca se fatigó tanto al subirla.
sentaba en una silla. "Si entraba sin llamar los hubiera sorprendido". Y las entrañas se le
A su mirada, aguda de malicia, no se le escapó el pelo en desorden estremecían al pensar en eso. Tal vez allora estarían allí solos con la
de la muchacha, su vestido arrugado y la turbación que mostraba al ventana abierta. Tuvo la idea de volverse para sorprenderlos y evitar que
hablar. Y todo esto lo relacionó con la corrida de Ramón. Por su mente siguieran pecando. De aquellas sábanas revueltas, en lujurioso desor-
cruzó el recuerdo de una sirvienta suya, a la que sorprendió una tarde den, escapábase un fuego que aún le quemaba las mejillas marchitas. Le
en el fondo del patio de su casa abrazada con un hombre. Igual sonrojo parecía que si hubiera podido poner la mano encima de aquel lecho la
en las mejillas, igual expresión en la mirada huidiza, igual movimiento hubiera retirado abrasada, como si la colocase sobre una plancha
nervioso en las manos. "Todas, por lo visto, se avergüenzan y turban en ardiente.
la misma forma", se dijo. Durante la misa, doüa Angela no dejó de pensar en Ramón y

(5) Quédate. (6) Sendero.

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Paulina, viéndolos con su imaginación en las posturas más obscenas. venir a la iglesia con su perro. Le prohibí que durante dos domingos
Rezó para que Dios se apiadase de ellos, pero ella, en el fondo de su seguidos viniese a misa. Si usted vuelve a dejar caer algo, le va a pasar
corazón, no los perdonaba. Dos bancos más adelante vio a Adela lo mismo. Quiero que se respete la casa del Señor. Leocadia, durante dos
arrodillada. ¿Qué haría cuando supiese lo de su marido con la criada? semanas, estará en pecado mortal por no cumplir con su obligación de oír
Lloraría, patalearía y al final se resignaría. Todas las mujeres casadas misa todos los domingos. Si usted no quiere estar en pecado mortal,
son unas estúpidas. Soportan como bestias de carga las humillaciones y cuídese de hacer ruido en el templo. Por esta vez, usted, doña Angela,
porquerías de sus maridos. Ella podía guardar el secreto, no decírselo a rezará como penitencia un rosario. Puede sentarse. Por ahora, basta. En
Adela, pero, ¿qué saldría ganando ésta con ello? Y además estaba de por el sermón me extenderé con más amplitud sobre los efectos perniciosos
medio su conciencia. Si an1.paraba el pecado con su silencio, ella se hacía que tiene para el alma la distracción durante la misa y demás actos
cómplice y también pecaba. Seguramente que Adela sufriría cuando se sagrados -terminó diciendo el cura con acento áspero y mirada impe-
enterase porque era una muchacha sensible y de amor propio. A ratos, tuosa. Volvióse luego, y continuó celebrando la misa como si tal cosa.
doña Angela apenas podía contener las ganas que sentía de aproximarse Cuando el monaguillo, un chicuelo como de doce años, descalzo y
a Adela y contárselo todo allí mismo, para ver la cara que porúa. A la que vestido con una sotanilla raída, le pasó el cepillo a doña Angela, ésta dijo
no le diría una palabra del asunto sería a su hermana Clara. A ésta la con voz bastante alta, como para que la oyeran los que estaban a su
novedad le produciría una gran alegría y a ella las alegrías de su alrededor. "Si fuese para la iglesia daría con gusto, pero como el dinero
hermana la llenaban de amargura y de rabia. va a ir a parar al bolsillo de ése (señaló al cura con un movimiento de
En esto, al volver la cabeza hacia un lado, vio a Ramón de pie, cabeza) no doy ni un centavo".
apoyado en uno de los pilares del templo. Tenía los ojos clavados en ella. Una vez terminada la misa, doña Angela quedóse sola en la iglesia
Sus miradas se cruzaron. De la sorpresa y nerviosidad que experimentó, vacía, aguardando al párroco, que estaba en la sacristía. Aún le dolía la
empujó con el codo su sombrilla, que cayó ruidosamente al suelo. El humillación que debió soportar un poco antes. Pero como sabía que lo que
sonido repercutió con fuerza en la iglesia. Varias cabezas se volvieron iba a decir molestaría y enojaría profundamente al cura, decidió verlo
para mirar. enseguida. Mientras esperaba, sus ojos, incansables roedores de todo lo
El párroco Antonio Rosales, que manejaba a sus feligreses con que estaba a su alcance, se pusieron a recorrer el techo cribado de
rígida dureza y como déspota, desde el altar, donde estaba celebrando la goteras; las vigas podridas y rotas, atadas en varios sitios con alambres;
misa, volvióse con rapidez, como impulsado por un resorte, y preguntó las paredes despintadas y con el revoque caído. Era difícil encontrar más
en voz alta: abandono y pobreza que los de aquella iglesia. Doña Angela gozaba a la
-¿Quién hizo ese ruido? ¿Quién es el que ha ofendido a Dios? Que vista de tanta miseria. Ella era consecuencia de la desidia del cura y de
se ponga de pie inmediatamente. Les he repetido hasta el cansancio que su tacañería. Se guardaba para sí el dinero de las misas y colectas, y allí
en la casa de Dios debe reinar un silencio absoluto; no debe oírse el vuelo estaba la iglesia para probarlo. Hasta el padre Rosales llegó ese runrún,
de una mosca; y hay que andar en puntas de pie. y él se defendió ante algunos conocidos, diciendo que casi todo el dinero
Entre las rarezas que tenía el padre Rosales, ésta del silencio en el que percibía se ''lo comían esos sabañones de la Curia de Asunción", y que
templo era de las más señaladas. El más ligero ruido que se hiciera lo el resto apenas si le alcanzaba "para ir tirando".
sacaba de sus casillas, como si no hubiese pecado más grave contra Dios. Salió el cura de la sacristía. Se dirigió al sitio en que se encontraba
Doña Angela en un principio tuvo la intención de no levantarse. doña Angela con su andar rápido y brusco. Era el padre Antonio Rosales
Pero como todas las caras estaban vueltas hacia ella, se puso de pie muy de complexión robusta, peludo como un mono. Poseía una barba tupida
a su pesar. La mirada baja, roja de rabia y bochorno. y recia que le hacía lagrimear cuando se pasaba la navaja. Bajo las
-Esto le pasa por seguir la misa distraídamente, sin verdadera pobladas cejas brillaban dos ojos vivaces, astutos y llenos de penetrante
devoción. El domingo pasado me ví obligado a castigar a Leocadia por agudeza. No había en todo ese físico fuerte y rocoso una línea delicada,

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un rasgo suave, un ademán débil. En sus gestos, en su andar y en todos culpa de Clara y de esa pérfida de Purita que se me eliminó a mí de la
sus movimientos era áspero, ruidoso y apremiante. Era de origen comisión Pro Templo.
español; había nacido en una aldea llamada Arine, en Galicia. Hacía El cura enseguida cayó en la cuenta de adónde quería llevarlo doña
veinticinco años que llegó al Paraguay. Tendría sesenta años de edad, Angela No ignoraba que ésta había dicho por todas partes que él eligió
pero aparentaba menos por su fortaleza y enorme vitalidad. a su hermana para presidenta de la comisión Pro Templo porque le
-¿Qué me quiere, doña Angela?-preguntó con voz impaciente ni echaba el ojo a unos terrenos y joyas que poseía aquélla y con los cuales
bien estuvo cerca de ella. esperaba quedares con el tiempo. ¡Buena oportunidad para decirle esto
"Esta arpía se me ha atragantado como una espina", pensó. en la cara a esta arpía!
-Padre Rosales, tengo un gran escrúpulo de conciencia. Hay algo -Mire, doña Angela, me esperan y tengo poco tiempo. Otro día
que me pesa en la conciencia y debo contárselo a usted cuanto antes, pero hablaremos de eso. Ahora vamos a lo suyo. ¿Qué quería usted decirme?
no sé si en confesión o como amigo. La sequedad y frialdad del cura y el poco interés que mostraba por
-Amigo ... , amigo -susurró el cura entre dientes; y luego en voz lo que quería contarle apagaron un tanto el entusiasmo de doña Angela,
alta, echando al mismo tiempo sobre doü.a Angela una mirada como un y le pareció que la revelación de su secreto no tenía la importancia que
puñetazo-: Mire, si lo que usted quiere contarme es uno de sus le dio en un principio. Empezó entonces a dar rodeos y a lamentarse de
acostumbrados chismes, puede guardárselo. Ni Dios ni yo queremos que como él estaba maldispuesto para con ella no creería en lo que iba
oírlo. a contarle. Hasta llegó a decirle que "tal vez Dios deseaba que ella sola
Como si hubiese recibido un golpe en medio del pecho, doña Angela soportase el peso de su terrible secreto". Al padre Rosales no se le escapó
echó hacia atrás la cabeza pequeña, que se balanceaba continuamente que el propósito de su interlocutora era despertar su curiosidad e
en el extremo de un cuello largo y delgado. De buena gana le hubiera in.citarle a hacer preguntas para después echarle a él la culpa de haber
escupido en la cara, en esa carota que siempre parecía estar sucia. hablado. No quiso ser juguete de su astucia.
"¿Cómo es posible que un ser tan repugnante pueda ser el representante --Si usted quiere contarme su secreto, me lo dice, y si no, se lo
de Dios?", se dijo. guarda -dijo el párroco con además de impaciencia.
-Padre -respondió doña .Angela pestañeando nerviosamente e -Yo también pecaría si me callase. Hay que hacer algo por la pobre
irguiendo el busto, con el gesto de quien se siente ofendida-, le estoy Adela. Yo lo siento por ella -respondió doña Angela, poniendo cara de
hablando como a un sacerdote, como a un ministro de Dios. usted me aflicción.
ofende sin motivo ... Lo que sucede es que usted hace caso de los cuentos -¿Por Adela? -preguntó el párroco cogido en la trampa de su
que le trae mi hermana contra mí... No soy ciega. Veo lo que pasa. curiosidad-. ¿Qué le pasa?
El cura hizo un gesto de impaciencia. -Dígame, padre, presenciar el pecado y no hacer nada por impedir-
-¿Qué pasa? .. usted está equivocada. Yo nunca hablo de usted con lo, ¿no es pecar también?
su hermana Clara. No me interesa lo que hay entre ustedes, aunque sé, "¿Adónde tratará de llevarme esta bruja?", preguntábase el padre
como lo sabe todo el pueblo, que no se llevan bien ... Es por otra cosa que Rosales, escudriñando la cara de doña Angela. Columbraba que ésta lo
le dije lo anterior. Pero dejémoslo. iba arrinconando, con toda intención, y que cuando ya no tuviera
-Dígalo ... ; debe decírmelo-respondió doñaAngela llena de agita-
escapatoria, le soltaría su chisme como apremiada por él.
ción y picada por la curiosidad-. Si es una calumnia, debe contármela -Según -dijo el cura por decir algo. Y quedóse callado sin saber
para que yo pueda defenderme. Son mis enemigos que me persiguen.
qué agregar.
Purita, Romualda, Cristina Pacheco, todo ese grupito de víboras. Yo no
-Bueno, padre, ya que usted cree que es un caso de conciencia ...
soy una tonta.No tiene necesidad de decirme nada más. Ya sé de dónde
-"Ya está", murmuró el sacerdote y quiso interrumpirla, pero doña
viene el cuento. -Y aprovechó la coyuntura para hablar de algo que le
Angela no lo oyó o fingió no oírlo, y prosiguió-: Esta mañana, cuando
escocía el ánimo de tiempo atrás-. Cree usted que yo no sé que fue por

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venía para la iglesia, entré sin llamar en casa de Adelita para tomar un calumnia -amenazó el cura con gesto serio-. Nada irrita más la cólera
vaso de agua, ¿y sabe usted lo que vi? ¡Qué espanto! -el padre Rosales de Dios.
miró con verdadera ansiedad en el fondo de aquellas pupilas de un gris -Digo la pura verdad. Que se me caiga este techo encima si miento.
desteñido, descolorido, para descubrir la verdad y sólo alcanzó a ver en Y ambos a un tiempo alzaron los ojos a la endeble techumbre. Por
ellas el resplandor de un goce intenso, como si fuesen los ojos afiebrados un instante, el padre cura deseó que se viniera abajo aquel techo, por
de un artista en plena inspiración creadora-. Me falta valor para seguir cuyos innumerables agujeros goteaba la luz de la mañana, para que la
adelante. ¡Que Dios me perdone! No me animo a mirarlo a la cara ... habladora que tenía enfrente quedase confundida.
¿Sabe? Ramón Fleitas y Paulina, la sirvienta, estaban acostados en la El cura Rosales estaba desconcertado. No daba con la actitud a
cama de Adelita... tomar. Si fingía incredulidad e indiferencia, doña Angela saldría por
Callóse un momento. El padre Rosales quedó boquiabierto. Espera- todo el pueblo a quejarse de que el cura no quería creerla y de que
ba algo fuerte porque conocía a doña Angela, y porque esa vez tardó en amparaba a los pecadores; y si mostraba asombro e irritación hubiera
hablar y empleó muchos preámbulos. Pero lo que acababa de oír pasaba sido darle el gusto a esa charlatana, que no esperaba sino eso.
de la raya. Y de pronto, doña Angela pronunció en tono bajo, como si la -DoñaAngela-terminó por decir el sacerdote tras de permanecer
palabra le pesase en la boca: un rato pensativo-, usted no ha cometido ningún pecado, y de nada
-Fornicando, padre. Pecando contra el sexto mandamiento. ¡Qué tiene que culparse al presenciar involuntariamente un acto pecamino-
asco! so ... Pero no debe repetir a nadie ("esto es como pedir peras al olmo", se
Y entrecruzando las manos, se las llevó a la altura del pecho, decía entre sí) esto que me ha contado a mí, porque entonces sí que
apretándolas muy fuerte una con otra. Aquellas manos de doña Angela pecaría, y mortalmente.
llamaban la atención por lo blancas yjuveniles. Parecían de una persona Doña Angela se marchó muy satisfecha. Desde el atrio de la iglesia,
mucho más joven. El farmacéutico Guillermo Salvado, que era un sujeto el padre Rosales la miraba alejarse por la loma verde. Su silueta
observador, le dijo una vez a Ramón: "Esa mano de doña Angela están espigada y su sombrilla de dibujos escoceses se recortaban en el cielo azul
cargadas de sensualidad. Pero resultan algo monstruosas unidas a ese de la mru1ana. Caminaba con paso ligero; parecía tener un andar
cuerpo viejo". A Ramón no le parecía lo mismo, y no hallaba nada de raro triunfante y alegre. Así al menos le pareció al cura. Era temible esa
en ellas. mujer. El párroco estaba rodeado de enemigos en el pueblo. El juez de
Pasado el minuto de sorpresa, el padre Rosales quiso decir algo. Paz, el comisario, el director de la escuela, todos eran sus enemigos,
-¿De dónde ha sacado usted eso? Habrá usted visto mal. No sería peligrosos e irreductibles, pero todos resultaban inofensivos y torpes al
Ramón. lado de doña Angela. De súbito, la cólera le invadió el pecho como un
El cura sentíase cohibido y algo amedrentado delante de doña golpe de agua. Entró en la iglesia dru1do patadas y murmurando con los
Angela, como si ésta dispusiese de un poder y de una fuerza irresistibles dientes apretados: "Babosa inmunda. Hija del infierno. Te colgaría de un
para hacer el mal. Con todo su vozarrón y su físico atlético veíase sin árbol. Esto no será cristiano, pero sería higiénico ... , sería higiénico". Pasó
defensa y en peligro frente a esa magra mujer. Y mientras el párroco junto a un confesionario que tenía la puerta abierta y la cerró de un
decíase con desesperación en sus adentros: "Pero, ¿cómo seres así puntapié. En el fondo, al padre Rosales no le importaba ni poco ni mucho
pueden ser hijos de Dios? No; el diablo también tiene sus hijos", doña lo que hicieran Paulina y Ramón, y si otro cualquiera le hubiese venido
Angela repetía: con el chisme, lo habría escuchado sin enojo. Pero a doña Angela no la
-Con estos ojos lo he visto, con estos ojos -y se llevaba el índice de podía ver. Todo lo que hacía o decía esa mujer tenía el sello de su
cada mano a los ojos para dar más fuerza a sus palabras-. Los pude ver perversidad y doblez. Siete años atrás, a la semana de venir a vivir en
bien porque tardaron un rato en notar mi presencia. Areguá doña Angela, poco después de haberla conocido, se dijo el cura:
-Mire, doña Angela, que no hay pecado más grave que el de la "Yo y esa mujer no cabemos al mismo tiempo en este pueblo. Uno de los

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dos debe irse". Ninguno se había ido, los dos seguían en Areguá. Pero se aquí. A pesar de todo se irán derecho al cielo, como se irían los caballos
combatían sordamente y por cualquier asunto baladí. Doña Angela, y los pájaros si tuvieran alma. A veces me parece que mi Rubiano tiene
empleando los medios más arteros y solapados; el cura, con armas más alma, y que cuando se muera se irá también al cielo. Si los hombres
nobles. Pero, hasta allí, quien llevaba la mejor parte en esa lucha era pudieran tomar ejemplo de su docilidad y mansedumbre. Tal vez haya
doña Angela. Y había momentos en que el padre Rosales se sentía un cielo para los animales, que bien se lo merecen ... En cambio, tú y yo,
cansado y triste, y con grandes deseos de que algo viniese a dar término Ramón, sobre todo tú, de quien he sabido ciertas cosas esta mañana, nos
a ese interminable y cotidiano guerrear pueblerino. iremos derecho camino del infiemo como por un tobogán.
-¿Qué ha sabido de nú, padre?
Arrastrado por la catarata de su verborrea, el padre Rosales siguió
3 hablando sin prestar atención a Ramón.
-Yo no sé si tenemos el alma en el mundo o el mundo en el alma.
A dos cuadras más o menos de la iglesia se encontraba la casa del Pero no somos simples e ignorantes, y esa es nuestra perdición. Pero,
párroco Rosales. Para llegar hasta ella desde la iglesia, había que cruzar mira-detúvose y fijó en Ran1ón la mirada que relumbraba de inteligen-
"la loma" y luego seguir por una rústica calle de hierbas y tierra. Yendo cia bajo el alero espeso de las cejas-, te voy a descubrir un secreto, pero
el cura por allí, poco después de la conversación con doña Angela, fue que no lo vayas a propagar por alú, como doña Angela, esa vieja chismosa,
topó con Ramón. porque si se enteran nadie pondrá más los pies en la iglesia. Todos nos
-¡Hola, Ramón! -exclamó al verlo-. Llegas a tiempo. salvaremos, Ramón. Al final, todos nos salvaremos. -Pronunció estas
El cura apenas disminuyó su rápido andar. Ramón se le emparejó: palabras con una seriedad poco común en él, tanto que Ramón no sabía
-¿Qué hay, padre? ¿Le ha dado mucho dolor de cabeza la misa?- si reírse o permanecer serio-. No se quedará nadie sin su poquitín de
le preguntó, haciendo alusión al incidente con doña Angela. cielo. Hasta tú te salvarás, a pesar de Paulina.
-La misa no me da ningún trabajo porque me la sé de memoria - -¡Paulina! ¿Qué quiere usted decir?-preguntó Ramón con extra-
respondió el cura con rudeza-. Podría decirla dormido. Lo que me da ñeza y sin malicia, porque al pronto no recordó su abrazo de esa mañana
trabajo es la grey... ¡Grey! Yo no sé de dónde han sacado nombre tan fino1 -'J a Paulina.
e impropio. Nosotros, Ramón, somos ... ¿Sabes lo que soy? ¿Pastor? ¡No! -Sí, Paulina -repitió el cura un poco cortado, pues vio que la
Eso es muy delicado. Porquero. Cuido de una piara de cerdos. Otro que sorpresa de Ramón era sincera. Pero de repente éste recordó, y el sonrojo
ovejas. Cerdos son todos en este pueblo. Se revuelcan en el pecado y en se le subió a la cara.
la inmunda superstición. "¡Ya está!", exclamó el padre Rosales para sus adentros, y acto
Ramón lo miró sin darle importancia a su apasionado hablar. seguido fijo en voz alta:
Acostumbrado estaba a escuchar brusquedades y quejas peores de esa -Pobre Paulina. Es el destino de todas estas campesinas. No
boca grande y llena de una ruda y fogosa sinceridad. El padre Rosales pueden llegar puras a los quince años. Algunas, antes ...
daba la impresión de que no se guardaba un solo pensamiento ni un Ramón sintióse ofendido, no porque esa acción que le reprochaba el
secreto en el corazón. Lo que pensaba lo decía, y muchas veces decía cosas padre Rosales hirie.se su sentido moral, que lo tenía respecto a asuntos
que no las había pensado siquiera, porque su lengua era más rápida que como el de Paulina, bastante amortiguado, por la sangre de campesinos
su pensamiento. que corría por sus venas y por lo que viera en sus años de niñez Y
-¿De qué te sonríes? ¿De lo que acabo de decirte? adolescencia en ltacurubí, sino porque se le culpase de un acto que no
-Parece que sus fieles no le merecen mucha estimación. había realizado. Se defendió diciendo que todo era calumnia, que no
-Y, sin embargo -continuó el cura-, si no fuesen ignorantes y había puesto un dedo sobre Paulina y que ella podía atestiguarlo.
supersticiosos y no tuviesen el alma llena de porquerías, yo sobraría -Yo quisiera saber quién le ha dicho a usted esa infamia.

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Las protestas de inocencia de Ramón no convencieron al cura, que no concurrir para no verse cara a cara con ese antipático y pedante del
pensaba: "Ramón dice su parte de verdad. Doña Angela, como toda doctor Eleuterio Brítez; para no tener que darle la mano a ese bruto y
munnuradora, aumenta las cosas, las agranda, pero no inventa. He libidinoso del comisario Policarpo Arana; para no tener que disputar con
notado que en sus habladurías siempre hay aunque sea un grano de ese comunista, ateo y corrompido de Bienvenido Quiñónez, el director de
verdad, que ella hace rodar para que crezca. De modo que hay que saber escuela, que andaba en amoríos con sus alumnas de catorce años; para
hasta dónde ha ido Ramón. Lo averiguaré con Paulina". no encontrarse obligado a saludar a Sinforiano Villar, el intendente
-Te diré quién me ha venido con el cuento si me prometes guardar municipal, con quien riñera un año antes por haber permitido que las
el secreto. "fiestas paganas" de la celebración de la Virgen de la Candelaria se
El padre Rosales demasiado sabía que no lo guardaría. llevasen a cabo en "la loma", frente a la iglesia, ofendiendo de este modo
-¡Doña Angela! -exclamó casi sin pensarlo. gravemente a Dios con los pecados y excesos de todas clases que en esas
El cura asintió con la cabeza como si con ese gesto se comprometiese fiestas se cometen. "Por lo menos -había dicho el cura en aquella
menos. Era un gesto de niño. El padre Rosales no era una excepción en ocasión¡ si no quiere respetar a Dios, que me respete a mí".
la raza de los hombres. Contados entre éstos abandonan del todo la El padre Rosales penetró en su casa por un angosto pasaje, que
niñez. Esa es la felicidad y la salvación de los hombres. Un hombre que existía ~ntre un costado del edificio y el cerco de alambre del terreno
no conservase nada de infantil ni de su niñez sería algo monstruoso. Esa lindero.
parte de infantil que lleva el hombre sin saberlo hasta su muerte es lo que La casa era de propiedad del cura. Era la típica casa de las familias
lo sostiene en la vida. Si no, estaría perdido. acomodadas de nuestros pueblos de campaña. Galería en el frente y en
Aunque el enojo de Ramón no era muy grande, se descargó con la parte de atrás. Esta daba al patio. Ambas se elevaban cosa de medio
palabras duras contra doñaAngela. La llamó vieja charlatana y dijo que metro del suelo. Para llegar hasta ellas había que subir por sendas
terminaría por enemistar a todos los habitantes de Areguá. Acabó escalerillas de ladrillos de seis peldaños. Sobre la galería del frente se
refiriendo otra de las últimas intrigas de doña Angela y el resultado que abrían dos ventanas de rejas y una puerta, que comunicaba directamen-
había tenido. Ambos la encontraron muy graciosa y la rieron de buena te con una pieza. Esta puerta servía de entrada a la casa, aunque casi
siempre estaba cerrada. Los que iban a ver al padre Rosales entraban
gana. Sus perversidades y enredos los hallaban con mucha gracia ')
cuando ellos no eran las víctimas. \ por el mismo pasaje por el cual acababa de entrar él. La casa sólo tenía
dos habitaciones. En una estaba instalado una suerte de escritorio y sala
-Antes de que me olvide, padre, quería avisarle que esta mañana
de recibimiento, y en la otra, el dormitorio. En el patio había otras tres
a las once nos reunimos. ¿Le han avisado?
piezas pequeñas, con techo de cinc, que el padre Rosales mandó construir
--Sí, me han avisado. "Los amigos de Areguá" se reúnen -dijo el
diez años después de haber comprado aquella propiedad, y en las que se
cura con tono burlón, abriendo su bocaza con una sonrisa de oreja a
hallaban el baño (éste no tenía nada más que una "ducha repique"), la
oreja-. Es un nombre vulgar y tonto. Una sociedad de tontos, con un
cocina y la despensa. Tanto en su exterior como por dentro, la vivienda
título tonto, sólo puede hacer tonterías. Ese doctor Brítez debe de ser el presentaba un triste aspecto de abandono. Las paredes despintadas, el
inventor y gestor de todo. Se imagina ser muy perspicaz e ilustrado; pero revoque cayéndose a pedazos por todas partes, la humedad subiéndose
es un gallipavo.
por los rincones como planta trepadora. Si alguien le hubiese dicho al
--Sí, fue él-respondió Ramón, que no participaba de la manera de padre Rosales que vivía en medio del desorden y la roña, de seguro que
pensar del cura sobre el doctor Brítez, por el que sentía una gran
admiración por la elevada posición social y política que ocupaba.
L hubiera quedado perplejo. Nunca se había parado a meditar en eso. A él
le parecía que vivía como se debía vivir, o, por mejor decir,jamás pensó
Al llegar frente a su casa, el padre Rosales invitó a Ramón a entrar. que se podía vivir de manera distinta.
Este le contestó que estaba apurado y volvió a preguntarle si asistiría a En el patio, el padre Rosales se encontró con Ciriaco, que era su
la reunión. El cura le dijo que si tenía tiempo iría, aunque resuelto ya a sirviente y caballerizo. El patio era grande y espacioso. En el fondo

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estaban el gallinero, el chiquero y el establo para sus leche;ras y sus dos extendiendo sobre la mesa yplanchándolos con laman o a medida que los
caballos. contaba. Tomó la biblia e iba a poner los billetes entre sus páginas
En ese momento, Ciriaco, sosteniendo con ambas rn2111os un reci- cuando recordó que anteriormente había colocado otros. Cogió entonces
piente de hojalata, sacudía el maíz para limpiarlo de gorgojos. El ruido un libro, en cuya tapa se leía "La Granja", y guardó los billetes allí. "Los
del maíz excitaba a los caballos, cuyos relinchos coreaban aqtuella especie libros sirven para leer y para esconder el dinero", solía pensar el cura.
de música cubana. El padre Rosales poseía su pequeño caudal, pero como sucede
-¿Ya fuiste a lo de Gregoria a buscar el desayuno?-preguntó el siempre, en casos así, la gente le tenía por rico, y además por avariento.
cura a Ciriaco. Cuando se tocaba este punto, Ramón solía defenderlo, aunque sin mucho
Gregaria era una vieja vecina, que se encargaba de lavarle y entusiasmo ni convicción. No quería apoyar abiertamente a los
plancharle la ropa, de prepararle la comida y mandársela con Ciriaco, y murmuradores por miedo a que el cura lo supiese y no le prestase más
que también de vez en cuando venía a ponerle un poco de ord,en en la casa. sus caballos. Un día se le pasó por la imaginación la idea de que el padre
Gregoria sentíase más que suficientemente pagada con que el padre Rosales podía testar a su favor si le hacía simpático y hablaba bien de él,
Rosales tuviese a su hijo -apodado Vito-care (7)- como sacristán, y que pero esto le sucedió una sola vez y pronto olvidó esta ocurrencia.
cada mes celebrase una misa por su "compañero" difunto sin cobrarle El padre Rosales, en sus veinte afíos de Areguá, apenas era dueño
nada. de la casa en que vivía, de un cocué (8 ), situado sobre el camino a Capiatá
Al aproximarse al Rubiano, el padre Rosales hizo un gesto de y de tres vacas y cuatro bueyes. Desde que puso los pies en Areguá le
sorpresa al ver en el lomo del animal la roja marca de una peladura. entraron deseos vehementes, que con el andar de los años fueron
Calóse los anteojos y examinó detenidamente la herida. Enseguida aumentando hasta convertirse en obsesión, de retornar a Arine, para
exclamó encolerizado: morir allí. Cada vez que pensaba que podía dejar sus huesos en Areguá,
-Esto lo ha hecho el sinvergüenza de Ramón. En mi perra vida le ser enterrado en su pequeño, triste y desolado cementerio, se le encogía
prestaré un caballo a ese cochino. Aunque me lo pida de rodillas. el corazón y se adueñaba de su ánimo el miedo.
Seguramente que en la cabalgata de ayer se lo habrá brindado a alguna A los cinco años de estar en Asunción a cargo de una parroquia, supo
mujer para hacerse el ostentoso. Y muy bien que el muy ladino no me dij a¡ que el párroco de Areguá había muerto, dejando como herencia a una
ni esto del asunto. \ hermana quinientos mil pesos. El padre Rosales enseguida solicitó ser
Según Ciriaco, que lo vio, había montado el Rubiano, Rosalba, la trasladado a ese curato tan rendidor. Desde entonces, acuciado por ese
esposa del farmacéutico Salvado. temor de morir lejos de su suelo natal, porque la muerte en sí no le
- j Ya está! -gritó el cura, golpeándose con el puño cerrado de una asustaba, sino el tener que sufrirla fuera del terruño, afanábase de
mano la palma de la otra-. Esa mujer no me gusta. Esos dos se ahorrar todo lo que pudiera, para con ello volver a Arine y pasar allí sus
entienden. Prestarle el Rubiano a esa ridícula ... últimos años con tranquila alegría. Y ser sepultado más tarde en el verde
Mientras le estuvo curando la herida al caballo, no paró de protestar y risueño camposanto de su aldea, junto a sus padres, a sus hermanos,
contra Ramón. Luego se fue a su dormitorio, encerrándose bajo tranca. a sus tíos.
Sacó entonces de uno de los bolsillos de su guardapolvo gris, que usaba Para el padre Rosales eran un misterio los medios de que se valió su
sobre el pantalón, pues rara vez vestía sotana (él explicaba esto diciendo antecesor en la parroquia para reunir tanto dinero, porque Areguá era
que era más fresco. Doña Angela murmuraba que por tacaño, para no un pueblo pobre, y él en veinte años de estrecheces y privaciones apenas
gastar en sotana), unos cuantos billetes sucios y arrugados y los fue si había podido guardar algo. "Esos sabañones de la capital se lo llevan

(7) El cojo Victoriano. (8) Chacra.

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todo", solía murmurar a algunos conocidos, refiriéndose a lo que tenía empezara proyectando una costosa mansión y al acabar de ascender el
que entregar a la Curia. "No pago casa, no pago comida, no gasto en último escalón, las pretensiones se le hubiesen reducido y el dinero
sotanas ni en nada, y sin embargo, sigo pobre", decía y quedábase también. Fuera de las dependencias, la casa no tenía sino tres piezas
pensando en su antecesor, cuyo recuerdo le perturbaba. ¿Cómo era? seguidas y que se comunicaban entre sí. Observada desde el exterior
¿Qué artificios había usado para juntar tan respetable caudal en una parecía mucho más grande. La estancia del centro, que era la sala, tenía
parroquia tan indigente? Y solía preguntar a los lugareños por aquel cuatro puertas, una de las cuales se abria sobre la terraza y servía de
muerto al que admiraba secretamente, y sólo le sabían decir con su breve entrada a la casa; la de enfrente, sobre una galería interior, y las dos
hablar en guaraní: Pa'í Reinaldo gente icaraiguasújha imarangatú va- restantes, situadas a ambos lados, conducían a los dormitorios de las
ecué (9). Y el padre Rosales, reuniendo noticias aquí y allá, sacaba en hermanas Gutiérrez, que venía de este modo a ocupar cada una un ala
conclusión que el padre Reinaldo fue pequeño y enfermizo, suave de voz del edificio. Cada dormitorio poseía un balconcillo, que caía sobre el
y de trato, muy caritativo y afable, y no podía creerlo, no podía imaginár- jardín. Las dos hermanas y sus alcobas respectivas quedaban así
selo así aunque se lo jurasen. separadas por ese campo de nadie, que era la sala atestada de sillones
y sillas tapizados de raso descolorido. Había también allí, entre otros
objetos, dos consolas, un piano, varios jarrones y una vitrina llena de
4 chucherías y antigüedades sin valor alguno. Completaba el moblaje un
gran espejo de marco dorado, con molduras, que reflejaba en su ancha
Doña Angela Gutiérrez y su hermana Clara, viuda de Salcedo, superficie todo ese maremagnum y variedad de cosas, un bazar de
habitaban una casa de estilo francés, con techo de pizarra y una torrecilla com.praventa de muebles viejos. Siete años atrás, cuando las hermanas
que tenía en lo alto un pararrayos. Había sido construida a fmes del siglo Gutiérrez tuvieron que dejar la casa de Asunción a la muerte de su padre,
pasado o comienzos de éste. Era vulgar e incómoda. Se hallaba casi se trajeron aquellos muebles y los acumularon en esa pieza, demasiado
frente al depósito de toma de agua del tren, separada, calle por medio, chica para contenerlos a todos.
de la vía del ferrocarril. Próximo a la casa de las hermanas Gutiérrez El jardín descuidado, invadido por los yuyos; el patio cubierto de
vivía el doctor Eleuterio Brítez. Ambas casas estaban separadas entrE( hojas y frutos podridos de mango; el edificio desconchado y sucio; todo
sí por dos terrenos baldíos, llenos de hierbas altas y árboles. El doctor ofrecía en la casa de las Gutiérrez una impresión de vejez y pobreza.
Brítez, su mujer Elisa y sus tres hijas sentíanse muy a gusto con la El doctor Brítez no había podido llegar a saber hasta al1ora si la casa
vecindad de las Gutiérrez. El solo punto negro en aquella buena . era de ambas hennanas o de la viuda de Salcedo sola. Esta decía que ella
vecindad era el pararrayos. En una ocasión en que preguntó a la viuda era la única dueña.
de Salcedo por qué no lo quitaba que más que amparo ofrecía peligro, Don Desiderio Gutiérrez, el padre de Angela y Clara, murió a una
quedóse estupefacto cuando aquélla le respondió que era lo único qde le edad avanzada, diez años después del esposo de Clara, que falleció a los
daba tranquilidad cuando oía el ruido de los truenos. cinco de casado. Don Desiderio fue un hombre manirroto, poseedor de
Una vez traspuesto eljardín, uh.a escalera de entrada remataba eri una gran fortuna, que fue dejando en las mesas de juego, las carreras de
una terraza, no muy grande, de baldosas blancas y negras. A ambos caballos y las riñas de gallos. Llegó a traer gallos de riña de Buenos Aires.
lados de la escalera había dos leones sedentes, ennegrecidos por las Cuando murió no le quedaba sino la casa veraniega de Areguá. Demostró
lluvias y el moho. A uno le faltaba la cabeza. En la terraza terminaba todo siempre preferencia y un cariño absorbente por su hija menor Clara. En
lo señoril y gallardo de aquel edificio, como si el que lo construyó cambio, para Angela tuvo un desapego e indiferencia rayanos en
desamor. Con ésta fue duro y severo; con aquélla, tierno y condescendien-
te. Se creía que tal comportamiento se debía a que Angela era el vivo
retrato de su madre, con la que don Desiderio nunca pudo entenderse,
(9) El padre Reinaldo fue muy bueno y piadoso.

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hasta el punto de que vivieron varios años separados. Sobre esta que medio Areguá estaba a favor de doñaAngela y la otra mitad defendía
diferencia de conducta con sus hijas, don Desiderio jamás dio una a doña Clara. Para los que tomaron partido por ésta, dofia Angela era
explicación, y se comportaba de distinta manera con una y otra natural- una ingrata que murmuraba de su propia hermana ante los extrafios y
mente, como si así debiese ser, sin que en ello hubiera nada de extraño que no reconocía el bien que le hacía al brindarle techo y pan. "Si no
y anormal. Cuando Clara se casó, siguió viviendo.con su marido en casa hubiese sido por Clara, tendría que pedir l:imosma", decían. Para los que
de su padre. Don Desiderio, que por aquella época ya era viudo, no quiso estaban del lado de doña Angela ésta era una pobre víctima, que tenía
que el matrimonio pusiese casa aparte, no se sabe si por no poder vivir la mala suerte de necesitar de la protección de una hermana miserable
lejos de su hija preferida, o por no querer quedarse solo, frente a frente, y sin entrafias.
con la otra hija. -¡Pilar! ¡Pilar! -llamó a gritos doña Clara.
Cirilo Salcedo fue un tipo apagado, sin relieve ninguno, sin carácter, Acudió la criada. Pilar era la sirvienta que más tiempo había
jefe de un departamento en el Ministerio de Hacienda, que murió a los permanecido en la casa. Las otras se iban enseguida. No podían
cuarenta años repentinamente del corazón. Antes de casarse había aguantar las exigencias y reprensiones de doña Clara. Pilar, como una
sufrido dos ataques, pero nunca dijo una palabra de esto a su mujer. Esta rara excepción, soportaba a pie firme las quejas y los caprichos de
se enteró que padecía tal enfennedad cuando el tercer ataque se lo llevó carácter de su patrona. Esta pasividad despertó la desconfianza de doña
al otro mundo. Dejó a Clara en herencia una casa en la calle Montevideo, Angela, pero no llegó a descubrir sino mucho después que Pilar recibía
que él a su vez recibiera en herencia de su padre, y de cuya renta vivían obsequios y dinero de Rosalba Salvado para que la tuviese informada de
ambas hermanas. También le dejó dos manzanas baldías en los alrede- lo que hacía doña Clara, y de aquí que la buena de Pilar llevase con
dores de Asunción, que pertenecieron al viejo Gutiérrez y que éste, no se paciencia los malos ratos que pasaba en un empleo que le reportaba
sabía por qué, se las había traspasado a su yerno simulando una venta. ganancias inesperadas.
Estos terrenos por aquella época no tenían mayor valor, pero ahora, con -¡Cretina! ¿Dónde estabas metida? Enseguida que te llamo tienes
el progreso de la ciudad, se habían valorizado. que venir.
Como dofia Angela no teiúa un centavo, veíase obligada a vivir a Y continuó retándola. Lo raro en el carácter de la viuda de Salcedo
costa de su hermana, la que le daba mensualmente mios pocos pesos corí( era que casi nunca la violencia de su reacción estaba de acuerdo con la
los cuales debía hacer milagro para comer y vestirse. Desde el primer día importancia del hecho. Asuntos baladíes e insignificantes despertaban
que le dio el dinero, le hizo firmar recibo, por la suma que le entregaba, su furia, y los graves y de verdadera importancia, que al más tranquilo
recibo al que doña "Angela le echaba siempre la firma a regafiadientes hubiesen encolerizado, la dejaban indiferente y calmosa.
y murmurando injurias contra la desalmada de su hermana. "Me tiene -¿Has traído el agua del ycuá? -preguntó a Pilar una vez que se
prisionera a pan y agua. Es una hermana sin entrafias", solía quejarse hubo despachado a su gusto contra ésta.
a algunos conocidos cada vez que se acordaba de la humillación que Después le ordenó que limpiase el dormitorio y se quedó observán-
padecía cada mes. dola mientras hacía la limpieza. Nunca dejaba sola a ninguna sirvienta
Aquel día domingo dofiaAngela había ido a oír la última misa. Clara en su cuarto. Doña Angela atribuía esa manía al miedo de que descubrie-
sen el sitio donde ocultaba sus joyas. En cambio, ésta no permitía que la
asistió a la del alba. Por un tácito acuerdo concurrían a misas distintas.
sirvienta pusiese los pies en su pieza, y ella misma se la aseaba.
Nunca se las veía juntas en la iglesia. Pronto esa modalidad de las
Experimentaba un fuerte sentimiento de vergüenza cuando algún
hermanas Gutiérrez fue advertida y comentada con malicia por los
extrafio veía su alcoba, como si la estuviesen contemplando a ella
lugareños. y como en los pueblos nada puede ser ocultado y los hechos
semidesnuda. No establecía diferencia entre su dormitorio y su propio
más secretos e íntimos se divulgan sin que se sepa cómo, no tardaron en
cuerpo. Pero a sus conocidos les decía que ella se ocupaba personalmente
ser conocidos otros hábitos curiosos de ambas hermanas y la noticia de
de ese quehacer porque la malvada Clara le prohibía que emplease a su
la animosidad que se tenían se propagó tanto que hubo un momento en
sirvienta.

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Mientras Pilar hacía su trabajo, la viuda de Salcedo se colocó en Tennir-ada la limpieza por Pilar, doña Clara quedó en el cuarto,
actitud vigilante en el vano de la puerta. Era la viuda de Salcedo una cerrando la puerta con una llave que traía con otras, pendiente de una
mujerona de cuarenta y ocho años, bien conservada, blanca de tez, de una cadena de oro. Se desvivía por los dijes y las joyas, y aun dentro de casa,
blancura lechosa. Repleta de carnes, aún encendía los deseos de más de iba cargada de ellos. Fue hasta el tocador, uno de cuyos cajones abrió con
uno con sus caderas opulentas y sensuales. Iba siempre empolvada, otra de las llaves de su llavero. Cogió una carta, y con ella en la mano,
pintada y oliendo a perfumes. Dentro de casa, con sus batas amplias, sentóse en la mecedora donde solía pasarse largas horas leyendo novelas
adornada de encajes, traía el recuerdo de esas regentas de prostI1mlos de escabrosas o dejando vagar la imaginación. Examinó con atención el
comienzo de este siglo. Teñíase de rubio la abundante cabellera, y cada papel y letra de la carta, y luego, calándose los lentes con armadura de
dos o tres días variaba de peinado. Hoy alto; mañana recogido en un gran oro, púsose a leerla por décima vez. "Queridísima Clara; el cura te ha
moño; pasado en trenzas o bucles. Los copiaba de cualquier figura que nombrado Presidenta de la Comisión Pro-Templo para adularte por tus
veía en las revistas. Un día imitó el peinado que el pincel de Ticiano pone terrenos y tus joyas. Pero no te ha nombrado por tus méritos, como
en la cabeza de "Flora", cuadro que vio reproducido en una ilustración y tampoco por tu devoción. Tu hermana Angela merecía mucho más que
otro se compuso el pelo como una romana del tiempo del Imperio. ''Vive vos ser Presidenta, pero como es pobre, el interesado del padre Rosales
ofendiendo a Dios con su manera de vestirse y la preocupación que tiene no la eligió. Una amiga que te quiere". Cuando terminó de leer, echó la
por su cuerpo", la criticaba su hermana. cabeza hacia atrás, apoyándola con cuidado en el respaldo de la mecedo-
El dornútorio de Clara era, como la sala, una mezcolanza desorde- ra para no despeinarse. Permaneció pensativa, con el papel entre los
nada de los más diversos objetos y muebles. había de todo y todo era viejo. dedos cortos y gordezuelos, enjoyados con varias sortijas. Hacía tres días
Una cama antigua, ancha, de estilo colonial, ocupaba una de las paredes, que había recibido ese anónimo y no hacía sino cavilar en él hora tras
próxima al balconcillo. La opuesta la cubría un ropero con luna, atascado hora, con esa insistencia con que la atención de las personas ociosas se
de vestidos y ropas pasados de moda. Doña Clara conservaba en él, como aferra a cualquier suceso que pueda distraerlas y llenar sus horas vacías.
en la vitrina de un museo, sombreros que usara quince años atrás cuando Después de mucho meditar, llegó a la concusión de que sólo dos personas
frecuentaba la vida social asunceña. Veíase también un tocador con su en el pueblo podían escribirle una carta así: su hermana Angela o
palangana y jarra de loza blanca, con una guirnalda de flores azules, Rosalba Salvado, su acérrima enemiga, que también deseaba ser presi-
pintada en los bordes. El tocador estaba lleno de potes y frascos de todos~ denta de aquella Comisión. Lo que la despistaba un tanto era que la carta
tamaños, conteniendo cremas y mejunges, con los cuales doña Clara se
fue puesta en el correo de Asunción. Pero eso podía ser una treta.
hermoseaba y luchaba contra los años. Ocupaban el centro de la pieza
Se quitó los lentes, y fijó sus ojos azules en el cielo raso de lienzo, que
dos sillones de brazo, con tapizado raído, que pertenecieron a la madre
aparecía abultado en varios sitios a causa de la suciedad acumulada y de
de Cirilo Salcedo, el cual al casarse los llevó a su nuevo hogar; y una
los ratones que anidaban allí. Por entre la persiana del balconcillo
mecedora con respaldo y asiento de esterilla. Colgados de las paredes
entraba empalidecida la fulgurante luz de afuera, dejando la pieza en
había dos cuadros y no menos de siete fotografias. Aquéllos eran dos
ligera y fresca penumbra. Poco a poco su imaginación fue saltando de una
óleos bastante grandes, que Salcedo los compró en una subasta, y los
conservó hasta su muerte con la esperanza de que con el tiempo se idea a otra. Desde su juventud le acaecía esto. De pronto, en medio de
hicieran célebres sus autores. En una de las fotografias aparecía Clara cualquier meditación, distraíase y su fantasía arrastraba raudo su
vestida de novia junto a su esposo de frac; y en otra, ella sola sentada en pensamiento, sin que muchas veces sus divagaciones tuviesen relación
un banco, que fingía estar en una plaza, teniendo como fondo una alguna con lo que pensara segundos antes.
arboleda pintada en un telón. Llevaba un amplísimo sombrero de paja Vióse a sí misma escribiendo el anónimo, que tenía entre las manos.
y apoyaba con laxitud una de sus manos en el puño de una sombrilla con Ella lo había ideado para después decir que la autora era Rosalba Y
volandos de encaje. La viuda de Salcedo no se cansaba de contemplarse denunciarla a la comisión Pro Templo. Esta la juzgaba y ordenaba su
en este retrato, tomado cuando contaba veinte años. expulsión de la Sociedad, considerándola indigna de ser miembro de ella.

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El desaire que sufría la de Salvado la ponía contentísima... Se le presentó que dormir en otros lechos, contraía lo mismo las piernas). Cuanto más
entonces inesperadamente a la memoria un episodio olvidado de su vieja, se volvía más fuerte su cariño por ese lecho. Había también en la
juventud, que jamás recordara hasta hoy. Había dejado sobre la mesa de pieza, además de un gran arcón colonial, una cómoda antigua y
la maestra un papel anónimo en que denunciaba a una de us compañeras deslustrada de cinco cajones, sobre la cual descansaban una pequeña
haberle hurtado una caja de lápices. ¿Dónde estaría ahora esa condiscí- imagen de la Virgen de la Inmaculada Concepción, cubierta por una
pula? No podía figurársela de mayor sino parecida a la mujer del doctor campana de cristal; dos candelabros altos de bronce y dos floreros de
Brítez. Pensar en aquella compañera crecida y pensar en doña E lisa era barro pintado, de esos que se fabrican en las alfarerías aregüeñas. Al
lo mismo. Tal vez ésta fuese esa compañera. Recordó haber leído una contrario del olor mundano a perfumes y tocador que se respiraba en la
novela en que sucedía algo por el estilo, y por último las amigas se habitación de Clara, la de Angela olía a ropa vieja y a cirio quemado.
conocían tras de haberse tratado diez años como desconocidas... Se vio Doña Clara se puso a hurgar nerviosamente, en los cinco cajones de
a orillas del lago Ypacaraí en compafúa de Rosalba. Habían ido de paseo. la cómoda, y luego en el arcón, donde doña Angela guardaba multitud de
Rosalba la invitó a dar una vuelta en bote, pero ella no aceptó con la objetos de vestir, trajes, cintas y hasta un traje de disfraz que había
excusa de que el sol era muy fuerte, temiendo que la arrojase al agua para usado en un baile cuando contaba dieciocho años. Buscaba el papel o
que se ahogara... Doña Clara salió al cabo de un buen rato de la algún rastro, que le permitiese descubrir si era Angela la autora del
desordenaba ensoñación en que estaba sumida (cada vez que despertaba anónimo. No halló nada, ni siquiera un tintero ni lapicero. Después de
de esas distracciones era como si despertase de un sueño, no recordando esta búsqueda sin resultado, fue a sentarse en la única silla que allí
las más de las veces sino fragmentos pequeños de sus divagaciones, y había, y con la mirada se puso a recorrer ese cuarto donde con ésta era
otras, nada, como si hubiera estado profundamente dormida), volviendo la segunda vez que entraba. Lo miraba todo tras sus lentes, como si en
a pensar en el anónimo, que había dejado caer en su regazo junto con los su anterior visita no hubiese visto esas paredes desnudas y tristes, en
lentes. La autora bien podía ser Angela, que poseía una destreza que las manchas de humedad se extendían y reproducían como pólipos;
increíble para desfigurar su propia letra y crear rasgos originales. Ya en ., ni hubiese contemplado esa camita con dibujos de ramas y hojas talladas
'
el colegio era famosa entre sus compañeras por esa habilidad. En una en relieve y finamente coloreadas de verde; ni hubiese tenido delante ese
ocasión compitieron las seis compañeras que mejor sabían disimular s~ arcón antiguo, que su padre había mercado en un remate. Todo esos
letra y Angela triunfó de todas, porque consiguió hacer cinco escrituras objetos habían ido con el tiempo tomando algo de la personalidad de doña
con distintas letras, empleando para ello tanto la mano derecha como la Angela, y Clara no los podía mirar sin ver con el pensamiento a su
izquierda. hermana. Hasta le parecía que sin ella no podía existir. Era como si doña
Como impulsada por una súbita idea, la viuda de Salcedo, se Angela les hubiese transmitido su falta de gracia.
levantó, abrió la puerta que conducía a la sala, atravesó ésta, y, con una La viuda de Salcedo no experimentaba por su hermana ternura
llave, abrió la puerta de la estancia de su hermana. Doña Angela alguna. Todo lo contrario, había momentos en que la aborrecía profun-
ignoraba que aquélla poseía una llave de su dormitorio. En el aposento damente. En otros, la observaba con curiosidad y extrañeza, como si
de doña Angela se veían pocos muebles, y todo estaba muy limpio y fuese un ser raro. Y algunas veces, muy pocas, sintió por ella leve y
ordenado. Llamaba la atención la cama, angosta y corta, como para una pasajero afecto. Una vez que escribía el recibo de la mensualidad, recordó
adolescente. Esa camita se la regaló su madre cuando cumplió los quince un suceso insignificante de su adolescencia con Angela, enternecióse y
años, y ella nunca quiso cambiarla. Con el correr del tiempo le fue rompió el recibo, pero por la tarde, como se le pasara ese momento de
quedando corta para su estatura, por lo que debía dormir encogiendo las sentimentalismo, volvió a redactarlo y se lo hizo firmar.
piernas para que los pies no se le saliesen fuera. Pero se habituó a esa Mirando la vieja cómoda rememoró que su madre, cuando niñas, les
incomodidad, y hacía muchos años que dormía con las piernas encogidas. asignó a cada una sendos cajones de aquella cómoda, para que guarda-
(Era tan fuerte en doña Angela esta costumbre, que las veces que tenía sen su ropa, y que Angela y ella riñeron porque ambas querían el primer

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cajón. Aquellos menudos recuerdos infantiles vividos con Angela hasta rápida y furtiva mirada al lecho de Adela, a través de la ventana. Las
los once años, eran los solos que enternecían a doña Clara. Transcupidos ropas de la cama aparecían ya tendidas y nada denotaba en ellas el
los años de la infancia, ya todo fue distinto. Sus recuerdos eran dolorosos desorden de una hora antes. Tan distinto todo, que doña Angela tuvo por
y amargos. Angela se transformó en una muchacha perversa y burlona. un segundo la impresión de haber sido juguete de su fantasía. Vio a Adela
Vivía persiguiéndola, riéndose de ella y poniéndola en ridículo a cada dentro de la pieza y la llamó. Adela salió a recibirla muy afable y la invitó
paso. En el colegio, en vez de ponerse des u lado, uníase a sus compañeras a sentarse en una de las sillas que había en la galería. Simpatizaba con
para jugarle una mala pasada y hacerle burlas. "Ahora, yo me río de vos doña Angela y la encontraba buena y servicial. Solía poner un gesto de
y te tengo en mis manos" -pensó doña Clara a tiempo que se levantaba incredulidad cuando le referían algunos de sus chismes y perfidias. Los
e iba a empujar un cajón de la cómoda, que estaba mal cerrado. consideraba invenciones de sus enemigos y de los charlatanes del pueblo.
Antes de salir, ya en el umbral de la puerta, se volvió y echó una Era imposible que una mujer de trato tan suave y de hablar tan sosegado,
larga y escrutadora mirada a la pieza para comp1 obar que todo quedase que cuando recordaba las crueldades y humillaciones que le hacía sufrir
en el mismo sitio, como cuando entró. Salió, satisfecha de su examen. Sin su hermana, decía resignadamente que Dios lo veía todo y que nadie
embargo, alguna minucia debió pasársele por alto, porque dos días escapaba a su justicia, cometiese las perversidades y bajezas de que la
después, una mañana, al levantarse, encontró debajo de la puerta de su acusaban. Para Adela, la malvada y capaz de cualquier cosa era la viuda
aposento una esquela de su hermana, en la que le decía: "Borracha, te de Salcedo. Bastaba con verla, a sus años, con ese su pelo dorado, sus
prohíbo que metas la nariz en mi cuarto". coloretes y sus vestidos llamativos de jovenzuela.
Aunque a doña Clara la sorprendió bastante que su hermana -Me contó Paulina que usted estuvo aquí hace un rato.
descubriese que anduvo por su pieza, la sorprendió mucho más que la -Sí, entré un ratito a tomar un vaso de agua -y agregó con toda
llamase borracha. Quedó espantada. ¿Cómo fue para que se enterase de 1·-
:.• -· intención: -Fui a misa sin desayunar y me caigo de hambre.
ése su secreto, ocultado celosamente? ¿Por dónde vino a saber que todas Adela la invitó a desayunar. Llamó a Paulina. Al aparecer ésta,
las noches, a puerta cerrada, se bebía unas cuantas copitas de anís? doña Angela le clavó una mirada fina y penetrante. Paulina desvió los
N adíe vio nunca una botella, que las escondía en el ropero bajo llave. ojos, y se le arrebolaron las mejillas. "Dios mío!, es culpable, es culpable.
Jamás se separaba de su llavero, y nadie entraba en su dormitorio si~ En la cara se le ve el pecado". Ya podía estar tranquila de no levantar
su presencia. Esa Angela era el demonio en carne y hueso. Este suceso falso testimonio, y podía denunciarla a los demás sin miedo de infamar
enconó más aún el resentimiento que ambas hermanas se tenían. a una inocente.
Peleaban por cualquier futesa. Pero no podían vivir separadas. Doña -Te contaré un secreto a ti sola, Adelita. A nadie he dicho una
Angela decía que era por necesidad que permanecía allí y porque la casa palabra de esto, porque estas cosas de familia no deben conocerlas los
también era suya. Clara no decía nada; pero no hubiese podido vivir sin extraños. Pero vos sos la hija de una de mis mejores amigas. Desde hace
sentir a Angela a su lado. tres meses no desayuno sino mate cocido. Clara le prohibió a la sirvienta
que me dé café con leche. Yo no sé para qué se tiene hermanos.
Esta última frase hizo que Adela recordarse una reunión de dos días
5 atrás, en la que el farmacéutico Salvado había dicho que él conocía
muchos hermanos que se sentían extraños entre sí y muchos que dejaron
Después de dejar al padre Rosales, confundido y furioso a la vez, de saludarse. Parecía más común y fácil que se experimentara cariño
doña Angela tomó el camino de su casa siguiendo ''la calle principal''. fraternal por w1 amigo que por un hermano. Doña Angela le contestó que
Pero fiel a su inveterada costumbre de entrar a charlar en dos o tres casas quizá Clara fuese uno de esos hermanos de que habló Salvado, pero ella
amigas antes de llegar a la suya, se metió otra vez en la de Fleitas, ahora quería a su hermana y le perdonaba todo el mal que le hacía.
sin llamar. Sentíase comida por la curiosidad. Desde la galería lanzó una -Eso que dijo Salvado me parece horrible -observó Adela-. Yo

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también la quiero a Julia. Salvado tiene unas ideas más raras, suele pidiendo una investigación de los fondos parroquiales, para sabe cómo
decir unas cosas que me ponen los pelos de punta. se emplea el dinero de las colectas y misas. Me han dicho que el padre
-No te fíes de este tipo. Es un charlatán y ateo. Dice que todos los Rosales tiene varias casas en Asunción.
dioses son iguales, y que para ilusionarse todos son buenos. Yo le tengo -No hay que creer mucho en lo que charla la gente, aunque es
lástima a la pobre Rosalba, tan joven y cristiana, casarse con ese impío, verdad que dice muchas cosas que no están bien en un sacerdote. Yo lo
y que tiene veinte años más que ella. respeto y lo aprecio, pero lo que hizo con usted esta mañana en la misa
Doña Angela simpatizaba con Rosalba porque ésta no la podía ver está muy mal. Porque se le ha caído un libro armar ese escándalo y
ni pintada a Clara, y la perseguía y criticaba sin consideración ninguna. amenazarla con prohibirle la entrada en el templo ...
En cambio, a Salvado no lo pasaba. Lo tenía por hipócrita y maldiciente. Doña Angela frunció los labios, con gesto de resignación.
Le habían contado que en una reunión dijo que las solteronas eran todas -Eso no tiene importancia, Adela. ¡He padecido tanto en la vida.
neuróticas y enfermas del alma. Hasta parece que se atrevió a decir que Una pena más que ofrezco a Dios.
la culpa de que doña Angela fuese soltera la tenía su padre, don Doña Angela hablaba con sinceridad. Creía que todas las humilla-
Desiderio. ciones que recibía, muchas creadas por su imaginación o excesiva
-Pero Rosalba parece feliz. quisquillosidad, Dios se las mandaba para probar su fortaleza de
-No lo creas. lleva la procesión por dentro. Estoy segura. Todos los cristiana.
matrimonios parecen muy felices cuando los miras de afuera, y los ves -A cualquiera se le puede caer un libro, y en eso no hay ninguna
al marido y a la mujer de bracete por la calle. falta de respeto a Dios -insistió Adela.
Adela sin querer se sonrojó recordando sus peleas con Ramón. ¿La -No fue el misal, fue la sombrilla -corrigió doña Adela.
gente los creería a ellos bien avenidos? Era difícil saber lo que la gente
-¡E'a! (10), ñaAngela, perdóneme, yo creía que fue el misal-dijo
Adela, disculpándose confusa- ¡Qué equivocación! ¿De dónde a mí se
pensaba de uno porque la gente oculta su pensamiento y nunca dice la
me ocurrió que era el misal? Debí estar muy distraída para no haberme
verdad.
dado cuenta ... Pero yo creo que el padre Rosales habló del misal...
-¿Sabe, doña Angela, que el padre Rosales aprobó lo que d~o
Doña Angela la interrumpió molesta. Lo mismo daba que fuera el
Salvado sobre los hermanos? ¡Qué locura! Seguramente que lo enconti\ó
misal o la sombrilla, y encontraba tonta esa insistencia de Adela en girar
bien por haber una gracia.
siempre alrededor del mismo tema, y en que se turbase como si dijera
A Adela no le cabía en la cabeza que esas opiniones extravagantes
algo vergonzoso.
y arbitrarias del padre Rosales pudieran ser dichas en serio, y menos por
-Pero se quedará con las ganas de que le rece el rosario, que me dio
un sacerdote, y entonces las tomaba como ocurrencias del cura.
como penitencia -dijo con irritación-. No hay pecado donde no hay
Sin embargo, en boca de Salvado le parecían sinceras. mala intención. Yo creo que Dios escucha más mis rezos que los de él.
-Pobre padre Rosales. Tiene más de sesenta y chochea-dijo doña --Sin embargo, usted sabe lo que dijo Salvado. Que él sólo siente la
Angela-. Anda diciendo cada herejía, que si la Curia lo supiese le sacan religión cuando está cerca del padre Rosales, y que si de él dependiera,
la parroquia y posiblemente la autorización para celebrar misa. Quiñónez lo haría obispo.
me contó que la vez pasada dijo que todos aquellos que no van a misa y A doña Angela, fastidiada ya por las anteriores palabras de Adela,
pecan se salvarán, porque por ellos vino Cristo a la Tierra, y que los la disgustó aún más que insistiese en recordar a Salvado y sus salidas,
mojigatos y todos esos que se pasan el día golpeándose el pecho se después de haberle dicho que era un charlatán. Hasta le pareció notar
condenarán, porque son unos fariseos de alma negra -alzó sus dos su poco de admiración en la forma que Adela repetía las frases del
brazos amojamados-. ¡Pobre Areguá con semejante párroco! Un verda- farmacéutico.
dero castigo de Dios. Yo le dije a Quiñónez que debíamos enviar una nota
al Arzobispado firmada por todo el pueblo, refiriendo estas cosas y (10) Expresión de sorpresa.

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-Me extraña, Adela, que una muchacha distinguida como vos, de me dijo el padre Rosales. Este es un verdadero caso de conciencia. Voy
tu cultura, repita los disparates y obscenidades de un criminal como a salvar mi responsabilidad poniendo en el anónimo que se trata de un
Salvado, que cualquier día de éstos va a caer preso. caso de conciencia. Si no fuese por mí, aquí todo el mundo viviría en el
-¡E'a! ¿Preso? ¿Será por los venenos que tiene? pecado, y este pueblo sería un chiquero. Creo que es la Providencia la que
-¿No sabe que tiene cincuenta clases de veneno? me ha traído acá... ". Se interrumpió al ver venir por la acera de enfrente,
-Dice que en la Universidad se especializó en eso. La vez pasada en sentido contrario al que llevaba, al juez de Paz Romualdo Paredes.
me dijo como un secreto que tiene preparado uno muy potente, que se lo Doüa Angela cruzó la calle y se le acercó.
beberá cuando cumpla los cincuenta y cinco años, porque a esa edad -¿Se reúnen hoy? -le preguntó con una almibarada sonrisa.
declinan las fuerzas y ya es inútil vivir. ¿Es un tipo raro y distinto de los Como desde hacía tres días, en el pueblo no se hablaba sino de la
demás! reunión de "Los Amigos de Areguá", Paredes no necesitó más para
-¡Venenos! No sabía que tuviese esa manía, y eso que estoy todo el entender.
día con Rosalba. Pero antes de matarse él, habrá matado unos cuantos -Eta mañana a la once, ña Angela.
inocentes. ¡Es ·un abortador! Decí que hace sus cosas tranquilo, porque -El padre Rosales ha dicho que él no va a asistir, que ir a esa
ese comisario Arana es un haragán e inservible. reunión es perder el tiempo, y que el nombre de la asociación es una
-¿Abortador? La primera vez que oigo -dijo Adela. mentira, porque Areguá no tiene amigos -dijo doña Angela con toda
-Me extraüa, porque todo el mundo lo sabe -le contestó doña intención, para tocarle el amor propio.
Angela, que sólo se lo oyó decir al doctor Brítez, pero ella se había Paredes se consideraba un librepensador, y formaba con el maestro
encargado de ir propalándolo por todo Areguá en poco tiempo. Quiñónez una pareja que le llevaba la contraria al padre Rosales en todo,
-Te contaría otras cosas de ese tipo, pero vos sos muy joven todavía. l tanto en lo espiritual como en lo temporal.
Yo lo siento por la pobre Rosalba, casada con ese viejo ... Pero no es feliz, -Vyro Tuyá nicó pe ñande pa'í (11) -replicó despectivamente-.
no es feliz -lo repitió dos veces, como para que a Adela no le quedase Yo no hago caso a lo que dice.
ninguna duda-. Yo suelo consolarla a la pobre. -Si será viejo chocho, como acaba de decirme Adela-esta costum-
Después de haberse despedido de Adela, ya en la calle, iba dicién-( bre de doña Angela de atribuir a otros sus propias opiniones, era muy
<lose: "Es para pensar. Varias veces dijo que Salvado es un hombre raro. frecuente en ella; pero no siempre lo hacía conscientemente ni por
Interesante; también dijo que es interesante. ¿Qué le encontrará de escuchar su maledicencia tras otra persona, sino que olvidando haberlas
interesante? Para mí es pura vulgaridad y estupidez. ¿No estará inventado, las ponía sinceramente en boca ajena-; pero hace lo que se
enamorada? Es lo que se merece ese perdido de Ramón con las palizas le antoja y se ríe de nosotros. Es un gringo que no le tiene amor a este país,
que le da... Hice muy bien en no decirle nada de Paulina; si no, al recibir y lo único que le interesa es juntar plata para irse de aquí. Si hubiésemos
el anónimo, sospechará de mí. Esa Paulina es una sinvergüenza, una tenido un párroco paraguayo, esta parroquia sería otra cosa.
puerca, en la cara se le nota. Estas campesinas son como animales. A ella Después contó a Paredes que en el pueblo de Villeta, donde estuvo
le ha de parecer muy natural fornicar con Ramón y que Adela fornique una vez (se guardó de decirle que de eso hacía nueve años), conoció un
con otro. Seguramente que en su rancho habrá visto hacer eso. Creo que cura párroco paraguayo que con el dinero que percibía la parroquia había
su padrastro abandonó a su mujer para irse a vivir éon una de sus rehecho la iglesia, ayudado a las familias necesitadas del pueblo y hasta
hijastras ... Lo del café con leche vino oportunamente. Adeia fo contará fundado una casa de socorro. Lo que refería era cierto, en parte, mezclado
a otros, e irán sabiendo quién es Clara y lo que me hace sufrir... ¡Pobre c~n recuerdos vividos en otra ocasión y con cosas oídas a otros. Ya varias
Adela! Tan buena y cariñosa, y ese inmoral de Fleitas engañándola en veces le había sucedido lo mismo, pero ella no lo advertía. Algo por el
su propio lecho. Será una obra de caridad abrirle los ojos. Me haría
cómplice de un pecado mortal si me callase, y yo pecaría también, como
(11) Ese nuestro cura es un tonto.

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todos billetes pirin de a mil. Apartó cuarenta mil pesos, y los guardó en allí presentes. Los estuvo escuchando un rato, y luego fue á mirar las
uno de los bolsillos del pantalón. Los otros sesenta mil los puso en el jugadas que se hacían en la mesa de ruleta. Una hora permaneció allí
bolsillo inferior del saco, decidido a no tocarlos por nada del mundo. Se inmóvil, silencioso, absorbido por un recuerdo lejano, con la vista clavada
abrochó el bolsillo a la vez que se decía: "Estos no los juego. Antes me dejo en la mesa de juego. En Itacurubí, que esa noche le parecía un lugar muy
cortar la cabeza. Si llegase a perder cuarenta mil pesos, puedo devolver- alejado en el tiempo, (ciertos lugares cercanos se nos aparecen distantes,
los. Cien mil, tendría que fugarme". lejanísimos, como si estuviesen en el otro confín del mundo), al cual no
Fue nuevamente a ocupar su sitio a la mesa, y al ir a llevarse el vaso llegaría ni caminando cien años, le hurtó a su madre, cuando tenía doce
a los labios, notó que estaba vacío. "Yo no sé en qué tengo puesta la años, cincuenta pes\ que guardaba en un nudo de pañuelo (recordaba
cabeza", díjose. "Ando distraído". Volvió a hacerse servir otro whisky ... muy bien el color de aq el pañuelo y lo difícil que le fue deshacer el nudo),
En cuanto cayó la noche y se encendieron las luces de las calles, y se los fue a jugar en u a grosera ruleta, que habían traído con otros
Ramón pagó la consumición con uno de los billetes de a mil y se dirigió juegos y pasatiempos unos tahúres titiriteros durante las fiestas patro-
a la casa de juego. Al pensar de pronto que había utilizado uno de los nales. Este episodio de su infi:lncia, perdido en su memoria desde aquella
billetes, le dio un vuelco el corazón. Quizás estaba ahuyentando la época, le salía al encuentro sorprendentemente nuevo, como si lo hubiese
suerte. No debió emplearlos en nada antes de jugarlos. Se llenó de enojo vivido ayer. Recordó también que la rústica ruleta se había levado los
contra sí mismo. Yano le parecía tan fácil convertir esos cuarenta mil en cincuenta pesos, y que su madre con un mborevípiré (26) le castigó hast~\
doscientos mil. Se le cruzó la idea de volver al café y pedirle al mozo el lacerarle las piernas. Metió la mano en el bolsillo y tocó los billetes, que
mismo billete que le diera. Pero no contaba con dinero propio para pagar allí guardaba. Los estuvo apretando, estrujando distraídamente, con el
el gasto. Su desánimo y pesimismo, sin embargo, no duraron mucho. La pensamiento girando siempre en torno a aquella tosca ruleta de Itacurubí.
ilusión de ganar en el juego volvió a revivir en un nuevo capricho de su Luego, con un movimiento brusco, sacó dos billetes de a mil y los dejó caer
fantasía, y era éste que las extrañas y afortunadas circunstancias que se sobre la mesa. Los perdió. Después, compró cinco mil pesos de fichas. A
habían reunido aquél día para que esa plata viniera a parar a sus manos la media hora, el rastrillo del croupier se las llevaba. Y tras esto, ya no
debía interpretarse como señal y buen augurio de que la suerte lo recordó nada; sintióse como arrebatado por el saltar de la bolita de marfil
favorecería. y el ruido multicolor de las fichas. Jamás Ramón pudo recordar aquellas
Cuando Ramón entró, la casa de juego estaba colmada de gente y dos horas en que perdió ochenta mil pesos. Sucedió como si hubiera
rutilaba de luces. Tenía todas las puertas y ventanas abiertas por el estado soñando, o poseído de arrobamiento. Lo volvió en sí una mano que
calor. Se hallaba instalada en una casa quinta, amplia y espaciosa, con . le apretaba el brazo. Volvió la cabeza. Era Espinoza, con su boca sin
galerías a ambos lados y jardines a su alrededor. Era de una sola planta dientes, su cuello sucio de siempre y el pelo enmarañado.
y de construcción antigua. Las puertas interiores habían sido quitadas, -¡Caramba, qué manera de jugar! Hace media hora que te estoy
de tal modo que las siete piezas, tres en el centro y dos a cada lado tirando el brazo.
formaban casi un solo ambiente. Las tres estancias del centro estaban Ramón lo miró con mirada desvaída. Tenía la expresión de un
amuebladas con amplios sofás y sillones de cuero y otros tapizados de hombre a quien acaban de despertar de golpe.
terciopelo verde oscuro; con mesitas pequeñas, tapices en el suelo y -¿Con que te has jugado ochenta mil pesos, eh ... ? -prosiguió
copias de cuadros famosos en las paredes. En las dos estancias del lado Espinoza con rabia, al recordar que horas antes le había prestado sólo
derecho se hallaba la mesa de ruleta, y en las dos del lado opuesto, una cincuenta pesos.
mesa de bacará. En las galerías había mesas y sillas para beber. -¡Ochenta mil! -exclamó Ramón con gesto de asombro, palpando
Ramón encontró muchos conocidos. Se aproximó a un corrillo en con la mano el bolsillo del saco, donde guardaba el resto del dinero. Metió
que comentaban en guaraní -tal vez para darle más fuerza a la
expresión- unas jugadas felices hechas la noche anterior por uno de los (26) Rebenque hecho de cuero.

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estilo de lo que le pasaba con su hábito de repetir como ajenas expresio- il propuesta ni siquiera pudo ser discutida por la indignación del comisario
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nes propias. En lo que le contaba a Paredes había bastante de verdad. Policarpo Arana, que amenazó con abandonar allí mismo la reunión si
Estuvo allá y conoció al tal párroco y éste era un dechado de piedad y se volvía a mencionar semejante proyecto. Arana estaba muy ligado a la
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labóriosidad. Pero lo de la reparación de la iglesia se refería al cura de 1

familia Barrientos por razones de intereses. Le habían dado gratUita-


otra parroquia y lo de la casa de socorro era un episodio de su vida cuando mente un cocué, y Arana cultivaba en él diversas plantaciones, haciendo
aún vivía en Asunción. Sin embargo, la ensambladura era tan perfecta, trabajar a los presos.
que era difícil notar falta de sentido. Entretanto, sin prestar mucha
atención a doñaAngela, Paredes se preguntaba cómo no se le ocurrió que 6
el lado vulnerable del padre Rosales era su nacionalidad, y que por ese
lado debía atacarlo. Era unpitaguá (12). ¡Qué cariño podía tenerle a Desde el portoncito de entrada, doñaAngela vio a su hermana Clara
Areguá ni al país! Aunque no lo decía, seguramente que despreciaba a sentada en una mecedora en la terraza, y sin levantar los ojos del suelo,
todos y miraba a los paraguayos como a seres inferiores. Propondría que dióse cuenta, por el rápido movimiento que imprimía a la mecedora, que
para ser miembro de la comisión de "Los Amigos de Areguá" había que estaba muy nerviosa. Esto la puso de buen humor. Bastaba que doña
ser paraguayo nativo. Y así lo hizo en la reunión celebrada horas más Clara se mostrase colérica o con alguna desazón, para que doña Angela
tarde, pero su proposición encontró un opositor encrespado en el doctor al momento cambiase de genio, tornándose afectuosa, conciliadora, y
Brítez, que le teiúa ojeriza a Paredes por ser lopizta y que censuró su pusiera en sus palabras y gestos una afectada tranqui~dad.
chauvinismo y fobia a los extranjeros como consecuencia de sus preferen- -¿No fuiste a misa? -le preguntó doña Angela al llegar a la
cias históricas. terraza.
Pero, ya a punto de despedirse, doña Angela tuvo algo así como la -¿Por qué me lo preguntás? Demasiado sabés que fui -respondió
revelación del motivo impensado que la llevara a cruzar la calle para la otra, hamacándose con fuerza.
hablar le a "ese mulato de Paredes", como le llamaba en su fuero interno. -Acabo de estar con Adela -dijo doña Angela con tranquilidad,
¡'
Quería hacer de Paredes un instrumento de su aversión a la familia como si no hubiese reparado en la irritación de su hermana.
Barrientos. Era ésta una familia rica, que poseía una gran propiedad, Sentóse en un sillón, colocando la sombrilla en el regazo. Cuando
que se extendía desde la vía del ferrocarril hasta el lago Ypacaraí, con más aumentaba la ira de Clara tanto más crecía la calma de doña
una mansión costosa y amplia. Sugiriéndole a Paredes la idea de que· 1
Angela, y cuanto más notaba aquélla la serenidad de ésta tanto más
"Los Amigos de Areguá" solicitasen del Gobierno la expropiación de la aumentaba su irritación. Doña Clara no dijo una palabra del anónimo
propiedad de la familia Barrientos para transformarla en hotel y playa porque sabía que eso la llenaría de contento. Prefirió dejarla en la duda
de veraneo sobre el lago. de si lo había recibido o no, convencida ahora de que fue Angela la que
-Es eso lo que le falta a Areguá para progresar. Ya verá cómo tiene se lo mandó.
usted un éxito en la reunión. -Pobre Adela. Haber tenido que aguantar tu charla.
Paredes no consentía que nadie supiese más que él ni que le Y después de decir esto con gesto desdeñoso, fijó con insistencia la
insinuasen ideas, así que recibió con semblante inexpresivo la opinión de mirada en los ojos largos de su hermana, que los zapatos de charol de
doña Angela, y le dio a entender que su proyecto no tenía ningún valor. tacón bajo hacían más alongados aún, y en las canillas huesudas, que las
Sin embargo, en la reunión de "Los Amigos de Areguá" presentó largas faldas encubrían. Recordó que desde jovenzuela a Angela no le
como suyo el plan de doña Angela, convencido de que ésta no hizo sino gustaba bañarse en las playas ni en los sitios públicos por vergüenza de
despertar una idea que hacía tiempo la tenía en la mente. Pero su enseñar sus piernas largas y flacas. "Siempre las tuvo así'' -pensó. Doña
Angela más que sentir esa mirada sintió el pensamiento de Clara, y con
(12) Extranjero. movimiento disimulado de las manos se estiró las faldas hacia abajo.

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-Adela me convidó con un café con leche riquísimo. Muchas veces lástima, que le dirigió Cirilo. Y ahora la volvió a tener viva delante de los
una se siente mejor y más atendida en casa extraña que en la propia. ojos; y se llenó de rabia y no pudo contenerse:
-Y aquí, ¿no tomás café con leche? Seguramente que le dijiste a -Sí, vos con tu lujuria lo mataste. Sabías que era un pobre enfermo,
Adela que aquí no tomabas café. ¡Como si te hubiera oído! que su corazón no daba, pero a vos lo único que te interesaba era
-No; le dije que me lo dabas aguado. satisfacer tu placer, aunque él reventase, como reventó al final -y le
-Te debería echar de aquí. Por lástima no lo hago-dijo doña Clara clavó la mirada de desprecio.
levantándose de la mecedora, roja de indignación y con lágrimas de rabia Sin decir una palabra, doña Clara se levantó y entró en su dormito-
en los ojos. rio. Pero antes de cerrar la puerta, oyó que su hermana la insultaba
-El día que esta casa sea tuya me echarás. Yo tengo tanto derecho gritándole:
a vivir en ella como vos- respondió Angela, levantándose a su vez, y -No era tu esposo; para vos era tu macho, tu macho ...
siguiendo a su hermana, que había entrado en la sala. DoñaAngela quedó se un buen rato contemplando la puerta cerrada
Mientras iba detrás de Clara decíase: "Con esos perfumes y esos con ojos de cólera. De buena gana hubiese seguido para continuar
peinados llenos de encajes parece una ramera". Desde muchacha sintió gritándole injurias de las que tenía llenos el corazón y la boca. "Reírse de
una extraña repugnancia por la blancura y los poros muy abiertos del mí delante de Cirilo" -pensaba, y este pensamiento la enfurecía más.
cutis.de su hermana, que le hacía recordar la piel del lechón desollado. "Algún día, Dios ha de castigar tu maldad" -dijo, mirando hacia la
Pero envidiaba en secreto lo grande de sus pechos. puerta, y luego se dirigió a su pieza, donde se encerró.
-Creés que te puedes quedar con ella, como te quedaste con las Doña Angela se quitó el traje de sarga color verde botella, que
joyas de mamá y los terrenos- prosiguió diciendo doña Angela, ya llevaba puesto. Con muchas precauciones, con infinitos cuidados, procu-
dentro de la sala. rando no estar largo tiempo al sol o quedándose en casa los días que
-Papá me los dio porque yo era con él más buena y cariñosa que vos amenazaba lluvia, lograba prolongar la vida de ese modesto vestido de
~replicó doña Clara, volviéndose y mirándola a la cara. sarga, que trajera siete años atrás de Asunción, con su lecho de
-Sos una falsa. Siempre lo has sido, hasta con papá. Te hacías la adolescente y su arca. Para que no se arrugase lo ponía en una percha,
cariñosa para sacarle esos regalos ... Por bueno y crédulo el pobre cayó en y como no tenía ropero, colgaba la percha de un hamaquero, echándole
tu trampa y te creyó -doña Angela tenía una elevada opinión de don encima una toalla para preservarle del polvo. Doña Angela quedó en
Desiderio y lo recordaba con cariño y respet~. Lo mismo hiciste con el enaguas, sus canillas flacas de muerta, emergieron de unos calzones
pobre Cirilo, por el que no sentías sino deseo, hasta que tu lujuria lo mató largos, que le llegaban hasta las rodillas. Sentía repugnancia de esas sus
-subrayó con una sonrisa irónica y gozosa. Sentíase en esta lucha en su piernas tiesas, descarnadas, que desde los muslos a los tobillos tenían
elemento natural. igual grosor. Se las miraba lo menos posible, porque su vista le traía
-Sos asquerosa... , sos asquerosa -contestó doña Clara con abati- recuerdos de amargura. Siempre, desde niña, tuvo esas piernas, pero en
miento, dejándose caer con gesto de fatiga en uno de los viejos sillones. su adolescencia comenzaron a atormentarla. Durante mucho tiempo
El primer movimiento de doñaAngela, al ver a su hermana vencida saltó a la cuerda para que se le criasen músculos. Pero todos los esfuerzos
e impotente, fue no encarnizase con ella. Pero de pronto, echó la cabeza por hacerlas engordar fueron estériles. No la afligía tanto su falta de
hacia atrás; un recuerdo la golpeó en la frente. Recordó que una vez Clara pechos, porque esa escasez la suplía con rellenos; ni que fuese magra de
se burló y rió de ella delante de Cirilo, diciéndole que su hermana era. tan caderas y pobre de redondeces, porque su flacura podía pasar, encubier-
flaca, que para hacer creer que tenía pechos, usaba unas almohadilla.$, ta por las ropas, por delgadez y elegancia. Además, que su rostro, por
que las confeccionaba personalmente. Tres noches seguidas, en la aquellos años, sin ser atractivo, poseía una barbilla graciosa y una tez
soledad de su lecho, lloró la terrible humillación. Aún hoy, al cabo de suave que fue la admiración de sus amigos. ¡Pero esas piernas de muerta!
tantos años, no podía borrar de su mente la sonrisa entre zumbona y de Se alargaba los vestidos, trataba de esconderlas en todas las formas

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inimaginables. Doña Angela siempre creyó que si ella se hubiese casado Hubo un largo silencio. Nadie respondió. Pilar contemplaba desde
con Cirilo toda aquella su enjutez, y en especial la de las piernas, habría el patio la escena para ir a contárselo después a Rosalba Salvado.
desaparecido, y hubiera engordado, corno le sucedió a Clara, que a poco -Si no sales, romperé la puerta, ¡perra! ¡Ladrona de tu hermana!
de asada se llenó de carnes y redondeces, que antes no tenía. Ylo que más Permaneció un rato en el mismo sitio, como esperando que la puerta
la amargaba era que a medida que pasaban los años, Clara se volvía más se abriese. Al cabo, cansada, y molesta por la presencia de Pilar, se retiró
rubicunda y gruesa, y a ella, en cambio, le salían huesos y angulosidades murmurando y agitando de un lado a otro la cabeza.
por todas partes, y la piel se le iba poniendo seca y cenicienta, como si la Al mediodía, cuando Clara salió a la galería, el biombo ya estaba
fuera secando al sol. Lo único que aplacaba su amargura era el pensar colocado allí, señal de que todo contacto y comunicación verbal entre
que las personas de constitución corno Clara mueren de repente de una ambas hermanas quedaba interrumpido.
apoplejía. En vez, ella tenía el físico de las que viven sanas largos años.
Tras de vestirse un traje de tela ordinaria para dentro de casa, fue
hasta el altarcito armado sobre la cómoda, encendió dos cirios, se 7
persignó y, por la otra puerta, que daba a la galería, salió a ésta. Junto
a la puerta, en la misma galería, doña Angela tenía un brasero hecho de El doctor en leyes Eleuterio Brítez, conocido por todos enAreguá por
una lata de kerosene vieja. En él ~alentaba el agua para el mate, el doctor a secas, como si no hubiese otro doctor en leyes en varias leguas
preparaba algunos platillos ligeros y muchas veces hasta cocinaba la a le redonda, cuando iba camino de la tertulia del almacén de Teófilo
comida cuando no quería ir a la cocina por estar enojada con Clara. Barrios, se encontró casualmente cerca de la estación con Paredes, y se
Cuando se disgustaba con ésta, solía poner un roñoso y antiguo biombo detuv;, :::. conversar con él. Era al anochecer. Hacía unas horas que
en medio de la galería para aislarse más de su hermana. El biombo era habían estado juntos en la sesión celebrada por "Los Amigos de Areguá'',
la señal de que el silencio iba a durar por lo menos un día. Cuando doña donde Paredes sufrió dos ruidosos fracasos al ser rechazadas sus dos
Angela lo colocaba, Clara ya sabía lo que eso significaba, y si tenía ganas propuestas. Volvieron a comentar nuevamente lo sucedido en la reunión.
de hablar debía conversar con la sirvienta o ir a charlar por la vecindad. Paredes mostróse quejoso y resentido con el comisario Arana por la
A veces pasaron semanas enteras sin hablarse ni saludarse. El no forma brusca y desconsiderada con que se opuso a su idea de que se
conversar le costaba más a doña Angela que a Clara, pero parecía lo pidiera la expropiación de la propiedad de los Barrientos.
contrario, porque siempre la que reanudaba la conversación era esta -Y se entiende, ome-é nicó ichupé la icocuerá (13)-agregó.
última. Aquélla fijábase a sí misma el tiempo que no hablaría con su El doctor Brítez no era "contrario en principio" a la idea de Paredes,
hermana. Unas veces un día, otras una semana, y cumplía el plazo sin pero había que estudiarla con calma y objetividad, y sobre todo no podía
flaquear. ser tomada aisladamente de su propio plan, que era dragar el río Salado
DoñaAngela quedó insatisfecha con su disputa de momentos antes. y establecer un servicio de lanchas del puerto de Asunción a Areguá.
La irritó que Clara entrase en su alcoba sin contestarle, en ese su -Su proyecto sin el mío está incompleto; se necesitan e integran
ademán que encontraba altanero y desdeñoso. Quería aún decirle mutuamente. ¡El servicio de lanchas es la gran solución]
algw1as verdades sobre los terrenos, las joyas, y su vida de casada. Si en Paredes no pensaba lo mismo; pero se calló. Le tenía tirria al doctor
ese instante hubiera salido, la hubiese arañado. Se le ocurrió que Clara Brítez por ser antilopizta y pertenecer a un partido político contrario al
no salía de propósito para hacerle rabiar y reírse de ella. ¿Qué estaba suyo. Disimulaba, sin embargo, este sentimiento por considerarlo "al
haciendo allí encerrada? ¿La estaría espiando por el ojo de la cerradura? doctor" caraí guazú (14) y con gran influencia en Asunción.
Se paró delante de la puerta del cuarto de su hermana y llamó impera-
tiva.
( 13) Y se entiende, le han dado una chacra.
-Clara, quiero hablarte. ¡Salí! (14) Señor importante.

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A poco se separaron; y el doctor Brítez siguió su camino con su andar y atacaran al Gobierno calificándolo de "sanguinario y oscurantista'' al
lento y un tanto solemne, con su bastón de ñandubay (15), sin contera mantener en el destierro a una de las más altas mentalidades jurídicas
ni puño, liso y duro (que llevaba para ahuyentar a los perros y que desde del país. Por fin, tras muchos azacaneos de amigos y parientes de un
hacía veinte años, desde su primer veraneo, era su fiel compañero en sus ministro a otro, le levantaron la interdicción de volver al país. Tuvo que
caminatas por Areguá), con su viejo sombrero de paja amarillenta y su dar su palabra de caballero de que no se ocuparía de política. No le costó
saco de pijama, que usaba, sin camisa, para estar más fresco. mantener su compromiso, porque no había sido sino un político ocasio-
El doctor Eleuterio Brítez era más bien alto, de pelo duro y tieso, nal, sin ninguna pasión, que actuó por circunstancias fortuitas y atraído
cortado al estilo Humberto 1, de tez morocha y ojos vivaces y ladinos. por el brillo de los cargos. Sus aüos de política y proscripción alejaron la
Tenía esa dureza de rasgos del campesino, que la larga estada en la clientela de su estudio. Tenía pocos pleitos y vivía tapando un agujero y
ciudad no ha conseguido pulir si no a medias. Había nacido en Santa abriendo otro. Y como era padre de tres hijas casaderas sin novio, n.o
Rosa de las Misiones, y cuando tuvo quince años, solo y pobre, se vino a hacía más que quejarse de que en Asunción no había partidos, y de que
Asunción a estudiar. Siguió sus estudios con grandes dificultades y las muchachas de la sociedad debían emigrar a Buenos Aires para
privaciones, ayudándose con un hunúlde empleo en los Tribunales, casarse bien. "Es la pobreza, esta pobreza crónica, irremediable, de las
hasta que se recibió de abogado. Entró entonces a trabajar en el estudio gentes, de las cosechas, de los naranjales, lo que nos está secando por
de un político de campanillas, y a su lado comenzó a hacerse de un fuera y por dentro" -solía exclamar con ademán patético como punto
nombre y a adquirir fama de jurista. Cuando se había formado una final cada vez que se tocaba el tema de la falta de candidatos para las
clientela como abogado y economizado lo suficiente para comprarse una chicas en estado de casarse.
casa en Asunción, otra en Areguá y empezaba a iniciarse en otros El doctor Brítez encontró en el almacén de Teófilo, sentados en la
negocios, el remolino de la política lo cogió entre sus aguas turbulentas acera, a Ramón, Arana, Quiñónez y dos o tres contertulios más. En ese
y lo trajo y llevó. Fue decano de la Facultad de Derecho, ministro de momento, Ramón decía:
Justicia durante tres meses; después embajador en Río de Janeiro -No; no la echó. Yo estaba presente. La retó no más.
durante más de un aüo, hasta que una cuartelada estallada en Asunción -Me dijeron que la echó, y que le prohibió que vuelva a la iglesia.
lo obligó a renunciar y regresar. En Asunción no pudo quedarse mucho Mba'e pkó oñe antojáua upé paípe. Tera pkó oimo'a la tupahó imba'é
tiempo, porque lo denunciaron como conspirador y lo deportaron. Su mbaé (16)-dijo Arana.
exilio duró casi dos años, y en ese tiempo consumió todos sus ahorros e El doctor Brítez enseguida se dio cuenta de quién se hablaba. Por su
hipotecó su casa de Asunción para poder seguir viviendo en el extranjero. mujer estaba enterado minuciosamente del incidente de esa mañana de
Pasó una parte del tiempo en Buenos Aires; luego en Formosa y después doña Angela con el cura.
en Clorinda. Como se aburría, no tenía dinero y su mujer con sus tres Intervino Villar para decir en guaraní que cualquiera podía entrar
hijas, que para él constituían una distracción, se fueron a vivir a y salir de la iglesia cuando quisiera, porque era un lugar público. El
Asunción en casa de una hermana, para disminuir los gastos, el doctor doctor Brítez no pensaba así, y se lanzó, con tono y estudio forense, a una
Brítez recordando un trabajo jurídico que había hecho en un pleito de larga perorata sobre los "bienes de dominio público y privado'', y el
importancia, reunió aquellos papeles, los retocó, los amplió un poco y los derecho que tenía el padre Rosales de prohibir la entrada en la iglesia.
publicó bajo el título: "Puntos de vista sobre el interdicto de recobrar la -No es que quiera defender sus violencias y sus arbitrariedades-
posesión". Fue un folleto de setenta y nueve páginas, que no se vendió, agregó-. Pero tampoco se pueden tergiversar los principios jurídicos
y que nadie leyó. Sin embargo, sirvió para que los amigos políticos del que nos rigen y dentro de los cuales se ha constituido y organizado
doctor Brítez lo elogiaran sin tasa, lo llamaran honor y prez del partido, nuestra sociedad. Me repugna toda violación de la ley y del derecho.

(15) Especie de árbol. (16) Qué se le antoja a este cura. Creerá que la iglesia es suya.

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Todos guardaron silencio durante breves instantes. Entretanto, el puerta abierta. La noche volcaba sobre Areguá su silencio y su tristeza
doctor Brítez sacó un cigarro de hoja y lo colocó en una ennegrecida y campesina. Esta melancolía del ambiente, se le comunicó a Ramón,
vieja boquilla de hueso. Realizaba con mucha flema todos estos prepa- aumentada por el alcohol. Eran instantes en que anhelaba ansiosamen-
rativos. Pero ellos se hacían mucho más lentos aún en dos ocasiones: te las luces y el movimiento de Asunción: la calle Palma, con sus corrillos
cuando estaba emocionado y quería ocultar su emoción y cuando se y sus viandantes. Se levantó. Sentíase como si la angustia que padecía
preparaba a decir algo que juzgaba de importancia e hilaba mentalmen- fuese a al1.ogarle. Pidió otro vaso de caña, del que bebió un gran trago,
te su discurso. después de haber convidado a beber a los otros contertulios. Experimen-
Rompió el silencio Quiñónez para opinar que el templo era de los tó un cierto alivio. A poco se levantó el doctor Brítez para irse. Ramón dijo
fieles y que el padre Rosales "cometía un sacrilegio" al negar la entrada que le acompañaría. Sólo andando calmaba esa ansiedad y congoja que
a los que no le eran simpáticos. "Los Amigos de Areguá" debían tomar •·/
le pesaban sobre el corazón hasta hacérselo doler.
cartas en este asunto, porque la arbitrariedad y abuso del cura Durante el trayecto, el doctor Brítez iba a hablarle de Teófilo pero
desprestigiaban al pueblo. Ramón, que se traía su propia preocupación, no le dio tiempo, al contarle
Quiñónez pronunciaba la "che" con sonido de "ch" francesa. Escribía que un amigo que pasó en el tren del mediodía le dio la noticia de que dos
en un estilo florido y dulzón. Era admirador y asiduo lector de Vargas ministros habían renunciado.
Vila. Ramón y Salvado se reían de sus escritos. -¿Cuáles? -preguntó el doctor Brítez.
El paso de una carreta de bueyes cargada de bolsas de algodón llevó -El de Relaciones y el de Guerra. ¿Pero usted sabe a quién han
a que se hablase de ese producto y del precio que pagaban los acopiadores. nombrado para Relaciones? ... a Eudoro Marty .. ., a Eudorito.
A Arana le parecía un buen precio. Teófilo también dio su parecer. Hasta Pronunció este nombre en diminutivo en un tono en que se mezcla-
allí había pennanecido callado, pero ahora pisaba terreno conocido. ban la confianza que tenía con su dueño, la sorpresa que le causaba el
Andaba desde hacía más de un año con la idea de comprar algodón de los nombramiento y el propósito de restarle valor e importancia a aquél. La
campesinos y revenderlo en Asunción, pero temía arriesgarse. Era muy situación política que había escalado Eudoro Marty, su compañero de
desconfiado y veía peligros en cualquier otro negocio que no fuera su estudios, su condiscípulo de la Facultad, caía sobre Ramón como un rayo.
mezquino almacén, que le había permitido realizar algunos ahorros. Dio El, en Areguá, charlando y bebiendo caña con Arana y Teófilo, y con el
a conocer a la tertulia, con ingenuidad, sus dudas e indecisiones. gran cargo de secretario de la comisión directiva de "Los Amigos de
...:._Eyejheyá upéagüi, Teó. Jhá ñambaapo pa oñondivé Paraguaype Areguá", mientras Marty ya era ministro. Pero, ¿por qué esa diferencia?
(17). ¿Por qué en la vida unos triunfan y otros, como él, se quedaban atrás?
No era la primera vez que el doctor Brítez daba este consejo a Teófilo. -Pero ése es un pendejo. No tiene más de treinta años.
Ya en otra ocasión en que éste le pidiera su opinión le había dicho lo El doctor Brítez conoció a Marty cuando correteaba por las calles con
mismo. El doctor Brítez vio desde el primer momento la coyuntura que pantalones cortos, y en el tercer año del bachillerato fue su profesor de
se le presentaba para administrar el dinero de Teófilo y sacar su parte. Historia.
Uno de los hijos de Teófilo, de los siete que tenía, trajo un vaso de -Tiene treinta y dos años cumplidos. Dos más que yo -dijo Ramón,
caña, del cual bebieron todos. Se hizo de noche. Los contertulios seguían recalcando la diferencia de edad, como si ello tuviera gran importancia.
hablando con animación. Al poco rato, la mujer de Teófilo, que atendía -No irá muy lejos. Empieza muy joven. En nuestra tumultuosa
el almacén cuando aquél estaba ausente o se hallaba de charla con sus política el que llega pronto termina pronto -opinó el doctor Brítez.
amigos, encendió un quinqué, que puso encima del mostrador. La luz -Y el que llega tarde también termina pronto. Nadie dura mucho
mortecina lanzó débiles y oscilantes reflejos sobre la acera a través de la -respondió Ramón con la esperanza de que no permaneciese largo
tiempo en el cargo.
(17) Déjese de eso, Teófilo. Vamos a trabajar juntos en Asunción.
Pero fuese ministro un día o un año, la amarga verdad era que en

72 73
plenajuventud, Eudorito ya estaba ocupando una posición destacada y -Si vos hubiese sido mejor esposa le hubieras hablado a tu padre.
que le daba prestigio. Eres igual que él, si no peor .. ., no sé para qué me he casado contigo ...
De vuelta después de dejar al doctor Brítez, Ramón no hacía más En medio de su terror, Adela se dio clara cuenta de que si le replicaba
que cavilar en el triunfo de su antiguo compañero ¿o tendría razón su lo enfurecería más. Temblaba de pies a cabeza. Veía que la embriaguez
maldito suegro? Su fama de poeta y escritor impedía que se le mirase lo ponía a Ramón como enajenado, y que poco le costaría castigarla. Y sin
como político, y que se le creyera con condiciones e interés por los cargos embargo, ese mismo pensamiento del posible castigo la llevó a herirlo en
públicos. Nadie le había venido a buscar; nadie le había ofrecido un su amor propio, diciéndole que el éxito de Marty se debía a que era buen
puesto. Sin embargo, sentíase capaz de ser tan buen político como el que orador y con más habilidad y don de gente que él.
más. ¿Qué tenía ni sabía Marty más que él? Y allí estaba ya, sentado en -Vos le echás la culpa de todo lo que te pasa a papá-siguió con su
un amplio sillón, en su despacho, recibiendo a diplomáticos y dirigiendo voz apagada, que en ese momento, por efecto del pánico, parecía más
a embajadores y cónsules. Descendía todas las mañanas de su automóvil delgada aún-. Pero vos no sabés sino perder el tiempo y beber con
oficíal, frente al Palacio de Gobierno y la guardia le rendiría honores al Arana, Paredes y otros por el estilo.
subir la ancha escalinata de mármol. Siempre le fue antipático Marty, Ramón entretanto se dejó caer en una silla. Negaba moviendo la
pero desde que supo que era ministro, esa antipatía se transformaba en cabeza. No quería oír nada. Balbuceaba con terquedad que los causantes
rencor. de que no gozase de prestigio en los círculos políticos eran don Félix y
Antes de ir a su casa, Ramón entró en la de Teófilo por una puerta Adela. Esta echaba una mirada de miedo y repugnancia a la vez a esa
que daba a una pieza, que era el dormitorio de éste, su compañera y sus cabeza de pelo negro y lacio caída sobre el pecho. Por momentos, le
siete hijos. Teófilo estaba comiendo en la galería de atrás, rodeado de parecía la cabeza de un extraño, de un desconocido. Y pensar que en los
aquélla y sus hijos. Ramón pidió un vaso de caña. No entró sino para eso. instantes de transporte carnal su mano estrujaba esa pelambre. A
Cuando salió estaba bastante embriagado y lleno de rabia contra don Ramón le irritó que fuese la propia Adela la que le recordase su oscura
Félix. Ese viejo roñoso era el culpable de su fracaso; de que estuviera vida en Areguá en compañía de Arana, Teófilo y otros. Y pálido, con
vegetando en este pueblucho de Areguá; de que no pudiera escribir; de palidez que el color morocho de su piel volvía olivácea, alzóse enfurecido.
que no se acordasen de él los políticos. "Me está hundiendo ... , me está Allí estaba de cuerpo entero el campesino de Itacurubí-guá (18),
hundiendo" -se repetía mentalmente, con insistencia de beodo. "En descalzo, instintivo, sin padre conocido que la caña y el furor dejaban
lugar de gastar el dinero en su hogar y en sus hijos, se lo gasta con una suelto. El corazón de Adela se estremeció de espanto.
mujerzuela". Al entrar en casa, se encontró con Adela, que lo aguardaba -Vos y tu padre no me han ayudado en nada. Si me hubiese casado
sentada en la galería. A su vista se irritó como si tuviera enfrente a don con otra mujer no estaría en este pueblucho inmundo. Pende causa ité la
Félix. El furor que sentía contra éste lo descargó en Adela. Tan culpable peicha aicó, peé añamemby (19).
de lo que le pasaba era ella como su padre. Aquello fue muy duro para Adela, la que, sin contestar, corrió a su
-Sabes que Marty fue nombrado ministro. Y yo aquí pudriéndome, dormitorio deshecha en llanto. Mañana mismo a la madrugada tomaría
inutilizándome ... ¡por culpa tuya y del infeliz de tu padre-exclamó casi el tren y se iría a Asunción. ¡Qué error había cometido en casarse con un
a gritos. hombre de clase inferior a la suya! Grosero, rudo, que andaba en
Adela se levantó con ojos de espanto. Quería decir algo, pero el miedo calzoncillos por la casa, a la vista de la sirvienta.
le hacía un nudo en la garganta. Entró en la pieza caminando hacia Ramón salió a la galería, encendió un cigarrillo y se acodó en la
atrás, no sabía si por alejarse de Ramón, o para llevarlo dentro, y que los balaustrada. Ante sus ojos, Areguá se perdía entre las sombras de la
vecinos no oyeran sus voces. Parecía enloquecido. ¿Qué le sucedía?
¿Había perdido eljuicio? Era tan inesperado y brutal su arrebato. Ramón
(18) Natural de Itacurubí.
fue tras ella. (19) Por causa de ustedes yo estoy así. ¡Hijo del diablo!

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noche. Pesaba el silencio profundo. Eran las ocho y ya todo y todos sobre el cuerpo moreno y núbil de Paulina excitaba a Ramón. Sería difícil
dormían enAreguá. El sentimiento de soledad de Ramón era intenso. La decir si era la propia Paulina la que despertaba fuertemente sus deseos,
oscuridad y el silencio producían en su ánimo una congoja, una tristeza, o ese vestido de Adela colocado sobre el cuerpo de otra mujer.
parecida a la que sintiera ese mismo día por la siesta, encerrado en su Acabado que hubo de comer, fue nuevamente a la galería a sentarse
cuarto en penumbra, con los postigos entornados, oyendo cantar una frente a la noche, con un vaso de caña en las manos. Por un buen rato el
cigarra, mientras afuera, en el pueblo callado y desierto, el sol quemante pensamiento de Paulina no le abandonó. ¿Cuántos años tendría? ¿Sería
se adueñaba de las calles. ¡Qué desesperante era todo esto! No podría virgen todavía? Esta posibilidad avivó la voluptuosidad de Ramón.
soportarlo un día más. Ni al pueblo, ni al padre Rosales, ni a Arana, ni Recordó que un mes atrás le había dicho a Salvado: "Yo me le iría a
a Quiñónez, ni a nadie.¿Cómo se le pudo pasar por la imaginación la idea Paulina, pero tengo miedo de preñarla". Salvado lo tranquilizó, asegu-
de que su estada allí le serviría para escribir una gran novela campesina rando que eso se arreglaba con facilidad.
que tuviera como escenario a Areguá? En el estado de ánimo en que se Una vez que se encendió la luz en la ventana de Teófilo hizo que sus
hallaba era inútil que tratara de escribir nada. Sus mejores cuentos, sus pensamientos tomasen otro curso. Harto a menudo pensaba en la vida
versos más inspirados los había escrito en Asunción, y allá tenía que de su vecino, tal vez porque lo veía cada rato, o porque presentía que si
volver a vivir, costase lo que costara. Se fue trazando mentalmente un él se hubiera quedado en Itacurubí hubiese llegado a ser otro. Teófilo
plan para abordar a don Félix e insinuarle que le vendiese una de sus Barrios, casi analfabeto y chapurreando el español. Frente a un lugareño
casas. Se la iría pagando mensualmente con sus ganancias del escritorio. como Teófilo, Ramón sentíase desenvuelto y avispado, todo lo contrario
Pero, ¿cómo no se le ocurrió eso antes? Se alegró. Casi fue a buscar a de lo que le sucedía con sus amigos asuncenos, en presencia de los cuales
Adela para referirle su proyecto. De súbito, su espíritu se volvió a se cohibía y se tornaba huraño. ¿Qué pasaba por el ánimo de aquel Teófilo
ensombrecer. Cometió un error en casarse; la vocación de escritor y el Barrios, qué proyectos e ilusiones le quitaban el sueño? ¿Volaría su
matrimonio se repelen; lo que debía hacer era separarse de Adela y llevar imaginación más allá de sus siete hijos, su compañera en chancletas y su
una vida independiente y libre. Con su matrimonio, lo único que había boliche, detrás de cuyo mostrador estaba desde hacía quince años, día
conseguido era cargar con una mujer pobre de espíritu y torpe, y tras día, todos iguales y repetidos como las cuentas de un rosario? Ramón
arriesgar todo su porvenir de escritor. Para mayor desgracia, vivía se asustaba cuando se paraba a meditar en esa vida gris y sin perspec-
sometido económicamente a un suegro calculador y astuto, que le tiva, y pensaba que sólo los pueblos pueden dar frutos así. Estremecíase
prestaba una casa suya para que viviese en ella, y le había regalado dos ante la idea de que a él pudiera sucederle otro tanto si seguía en Areguá.
mil miserables pesos argentinos como presente de bodas. Con ellos se Por eso ansiaba dejarlo cuanto antes, volver a Asunción y luego partir
ilusionó de realizar su viaje de luna de miel a Buenos Aires y conocer la para Buenos Aires. Su fantasía tornasolaba su vida en esa ciudad con mil
ciudad de sus sueños. Pero ni ese modesto anhelo alcanzó a satisfacer. colores brillantes. Volvió a invadirle una sorda irritación contra don
El dinero se le fue en un abrir y cerrar de ojos en comprar algunos Félix, que le negaba las condiciones y el ambiente propicio para que
muebles y en otros gastos de su casamiento. Tuvo que contentarse con pudiera escribir. Adela debió ser más exigente con su padre y ponerse de
un oscuro viaje de bodas a San Bernardino como cualquier humilde su lado. Que lo dejase hundir a él en las aguas muertas de este rincón
empleado. Aquel viaje fue uno de los más tristes de su vida, porque nunca campesino todavía podía explicarse, pero ¡a su propia hija! Era el acto de
un egoísta. Sacarla a Adela del ambiente social de Asunción, del contacto
se siente mayor tristeza que en los instantes u ocasiones en que se cree
con sus amigas, de las comodidades y atractivos de la ciudad, y dejarla
que se debe ser dichoso y no se es.
expuesta a las influencias perniciosas y cerriles de la vida de pueblo.
Esa noche, Ramón comió solo y tarde, Adela no se sentó a la mesa.
Dentro de un año o un poco más, Adela habría perdido el gusto por tantas
Paulina le sirvió la comida. Ramón le hacía bromas en guaraní y le
cosas que la vida de ciudad mantiene vivo, y contraería todos esos hábitos
palmeaba las nalgas cada vez que se ponía a su alcance. La muchacha pequeños y mezquinos que son a los habitantes de los pueblos lo que las
llevaba puesto un viejo vestido de Adela, que ésta le regalara. Ese traje agallas a los peces.

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La luz de la ventana de Teófilo se apagó y a Ramón le pareció que extenderse por el pueblo dormido. En el cielo brillaban algunas estrellas
la noche se hacía más oscura y el silencio más silencioso. Sólo las estrellas rezagadas. Brotaba por todos lados un repetido y entreverado cacareo de
parecían brillar con mayor fulgor a medida que avanzaba la noche. Se gallos. Los tejados de las casas, el follaje de los árboles, la grama y la
levantó de la silla de tijera medio borracho. La cabeza le pesaba y los arena de las calles, aparecían ligeramente humedecidos de rocío.
párpados se le cerraban de sueño. Se dirigió a la galería de atrás, fue Para vestirse, Ramón se dirigió al cuarto donde dormía Adela. Allí
hasta un rincón donde estaba el cántaro y bebió ansiosamente un jarro todavía no había penetrado la luz del amanecer, a pesar de que la
de agua con la cara levantada y los ojos puestos en la arboleda oscura, ventana que daba a la galería estaba abierta. Para alumbrarse, encendió
que cubría una parte del cielo. Sonaba el agua al pasar rápida por su una vela que se hallaba sobre un cajón revestido de una cretona, que
garganta. Se desnudó allí, en la galería, en la semi oscuridad. Puso la hacía las veces de mesita de noche. Otras mañanas, Adela se ponía a
ropa sobre una silla y los zapatos encima de ésta, para que no se le charlar con él desde el lecho. Hoy fingió dormir. Aún le dolían las
llenasen de hormigas, y fue descalzo a echarse en el catre, bajo la brutalidades e injurias sufridas por la noche. El tampoco tenía ganas de
parralera. A los pocos segundos dormía profundamente. Habría dormido hablar con ella. Cada día se le volvía más insoportable, más desagrada-
media o una hora, cuando se despertó de pronto pensando en Paulina, ble. Al principio, ese sentimiento de rencor y disgusto hacia su mujer, lo
como si ya viniera con este pensamiento de las profundidades del sueño. sintió de raro en raro, y siempre después de una disputa; pero desde unas
Permaneció un rato boca arriba, con los ojos puestos en la parralera, a semanas a esta parte lo experimentaba a menudo y sin causa ninguna
través de la cual vería brillar algunas estrellas. Luego se levantó con al parecer. Hasta le llenaba de extrañeza que los demás encontrasen a
sigilo. Caminó descalzo por la arena, como cuando andaba por I tacurubí. Adela agradable y atrayente.
Se dirigió a la pequeña pieza donde dormía Paulina. En la puerta, lo Al sentarse a tomar el desayuno en la galería, Ramón le dijo a
recibió ese olor fuerte y acre de carne campesina, de catinga, de ropa Paulina:
impregnada de sudor, que a él le era tan familiar y que encabritaba sus -Reyeporu-vaecué ma nipa raé (21).
deseos como a un caballo las espuelas. Aquella piecita olía como el rancho Paulina bajó la mirada y no contestó. En el ambiente en que se crió
de su madre en Itacurubí. Era como si ella, como si todos sus años de esa pregunta no tenía ningún sentido. ¿Qué diferencia había entre ser
infancia, estuvieran acostados entre las sombras. Al tenderse al lado de
de un hombre a los catorce o a los treinta?
Paulina y agarrarla entre los brazos experimentó un gozo hondo, fuerte,
En el tren, Ramón habló muy poco con sus compañeros de coche.
como hacía tiempo no lo experimentaba.
Todas las mañanas viajaban juntos. Eran en su mayoría veraneantes
Más tarde, de nuevo en su catre, Ramón sentía ese olor áspero, de
que iban a Asunción para atender a sus quehaceres y empleos y se
carne sudorosa, pegado a todo el cuerpo, pero lo hallaba natural, porque
volvían a Areguá con el tren de la tarde. Sólo dos pensamientos se
lo había sentido con su primer vagido. Por la mañana, al levantarse, dejó
turnaban sin cesar en su mente, distrayéndole de lo que le rodeaba.
el olor aquel en el catre, como un zorrino.
Hablarle a don Félix sobre su vuelta definitiva a Asunción, o verlo a su
amigo Eudorito Marty para que le consiguiese algún cargo. Aunque le
hubiera gustado prescindir de su suegro, demostrándole que no necesi-
8 taba de él, no le gustaba ir a ver a su antiguo compañero de Facultad,
transformado en ministro, felicitarlo y pedirle un puesto. Era éste un
Alas cuatro, coíno todas las mañanas, Ramón se levantó para tomar
paso muy amargo para su vanidad. Tal vez podría ablandar el corazón
el tren que pasaba por Areguá a las cinco. Le costaba levantarse a esa
de piedra de don Félix pintándole el triste futuro que le esperaba a Adela
hora y muchas veces había perdido el tren. Aún sentía pegado a las
sepultaaa en un pueblucho como Areguá.
narices el olor a cati" (20) de Paulina. Una pálida claridad comenzaba a

(20) Sobaquina. (21) Ya se habían usado (poseído).

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Al llegar el tren a Asunción, Ramón aún no había decidido nada. de su vida. Jamás se apresuraba. Ni para caminar, ni para hablar, ni
Como la casa de su suegro quedaba cerca de la estación, solía pasar a para comer, ni para dar una opinión. No decidía nada sin pensarlo y
buscarlo para ir caminando juntos hasta el estudio. Pero esa mañana no madurarlo bien previamente. Vivía con el cigarro de hoja entre los labios,
llegó hasta allí. Necesitaba estar solo; pensar sin que nadie le distrajese; y jamás salía a la calle sin su bastón con puño de plata. Por ahí se decía
cuanto más tarde lo viera, tanto mejor. que era un estoque. El había dejado que corriera ese.rumor, y cuando
Anselmo, un muchachito que hacía de portero del estudio, barría la alguien se permitía dudar delante de él de que fuese bastón, se limitaba
acera cuando llegó Ramón. EraAnselmo de aspecto enfermizo, sin color a sonreír cazurramente, dejando en la incertidumbre a su interlocutor.
y delgaducho, como todos esos mita-i (22) de la clase pobre de Asunción, Era bastante iletrado y escribía con faltas de ortografía, pero estaba
que andan descalzos y en harapos. Le pagaban un mísero sueldo por su dotado de un instinto y una astucia excepcionales para las triquiñuelas
trabajo. y los chanchullos curialescos.
El doctor Félix Cardozo alquilaba para su estudio dos piezas, que Al primer vistazo se dio cuenta que su yerno estaba de malhumor
comunicaban entre sí. La primera daba directamente a la calle, y la otra o con algún entripado. Respondió a su saludo con naturalidad, como si
por el fondo a un pequeño patio de tierra. Formaban parte de un viejo no hubiese notado nada, siguiendo hasta la pieza contigua, donde se
edificio colonial, situado sobre la calle Alberdi. Las paredes eran de sentó frente a su escritorio. Y al poco rato, sin moverse de su asiento, le.
adobe; el piso, de baldosas gastadas, y el cielo raso, de lona encalada, rota preguntó algo a Ramón en voz alta. Era un pretexto para hacerlo hablar.
en varios sitios y con manchas de tinta. Don Félix tenía su despacho en Empleaba el mismo recurso que solía usar con los testigos en los pleitos.
la última pieza, donde se veían, además de la mesa, un armario con unos Preguntarles algo que no le interesaba para llevarlos a hablar sobre lo
cuantos Códigos, los Comentarios de Machado y Llerena, un Diccionario que realmente le importaba. Don Félix habíase consustanciado en tal
de Escriche y varios expedientes; dos viejos y desvencijados sillones de forma con los tejemanejes y expedientes de su profesión que ésta terminó
cuero; y en un rincón, detrás de un biombo, un cántaro de agua, con su por formar en él una segunda naturaleza. Había llegado a la certidumbre
jarro, completaban, el moblaje. Todo eso daba una impresión de dejadez de que todos los conflictos, así fuesen los más fotimos y espirituales,
y ruina. Sin embargo, el doctor Félix Cardozo era un abogado de podían tener feliz solución con una "transacción monetaria", del mismo
renombre y con numerosa clientela. modo que no había testigo o pleiteante que no tuviera su precio.
Al final, Ramón decidió pedirle un puesto a su amigo Marty. Ramón le contestó al principio entre dientes, sin alzar los ojos de la
Tomada esta resolución, le pareció que se libraba del dominio de don máquina. Pero de pronto, se levantó y se fue donde estaba don Félix que,
Félix y se llenó de optimismo. Por eso, cuando más tarde entró su suegro aunque simulaba encontrarse muy atareado, lo observaba con el rabillo
en el estudio, apenas si levantó la vista de la máquina donde estaba del ojo. Al tener a Ramón delante, levantó la cabeza como si recién lo
escribiendo, para darle los buenos días. viese, y paseó una rápida mirada por su rostro cenceño. Don Félix nunca
Era don Félix Cardozo (don Félix carapé (23), como lo llamaban fijaba la mirada por largo rato en el semblante de su interlocutor.
algunos a sus espaldas) bajo de talla, con unas piernas cortas y un busto Bastábale una ojeada para formarse una impresión, y tras esto escamo-
membrudo, robusto. teaba su propia mirada para que no le leyeran el pensamiento.
Su cabeza era redonda, maciza, asentada sobre un cuello corto y ~Don Félix, quisiera hablarle de un asunto muy serio ~ijo
ancho. El cabello blanco hacía contraste con el color morocho subido de Ramón; y, como siempre que se dirigía a su suegro, una irrefrenable
la tez. Andaría por los cincuenta y cinco años de edad. Sus movimientos timidez le invadió.
eran lentos, parsimoniosos, como sus pensamientos, como todos los actos Era difícil tomarse confianza con aquel hombre. Trascendía de su
persona algo de frío, de poco cordial, que no invitaba a la aproximación
y obligaba a guardarle respeto. Ramón tampoco había escapado, como
(22) Muchachito.
(23) "Petiso". muchas otras personas, de sentir esa sensación de frialdad ante su

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suegro y, a pesar de que éste lo tuteaba y solía hacerle bromas, un poco rebelde y sin experiencia, pero que él lo moldearía. "Además,
encontrábase molesto en su presencia, no consiguiendo vencer su tiene una virtud invalorable, que no se paga con nada. Es honrado; uno
cortedad. puede confiarle sin papeles un millón de pesos". Esta opinión de don
Ramón quería demostrarle a don Félix la necesidad en que estaban Félix sobre la honestidad de Ramón se basaba en un episodio insignifi-
Adela y él de venirse a vivir a Asunción. Su proyecto, muy simple, cante, al que le daba una importancia singular.
consistía en que don Félix le vendiese una de sus pequeñas casas de -Ami lado tienes un porvenir seguro -prosiguió aquél, procuran-
renta, la que iría pagando a plazos. Pero Ramón, que sentía tanta do deslumbrar a Ramón con el cuadro de un futuro brillante, lleno de
timidez ante su suegro como antipatía y rabia, ni bien comenzó a decir promesas-. Tú eres inteligente; mis amigos ya te conocen, y con tu
las primeras palabras y vio esa cabezota cana bajar y subir, siguiendo el casamiento con Adela -apuntó como de paso- has adquirido una
ritmo de sus palabras, fue dominado por la cólera y en lugar de hablar destacada posición social, que te será utilísima y que debes aprovechar-
de la casa, salió diciéndole que había resuelto dejar el estudio y trabajar la. Tienes todo en la mano. Sería una verdadera locura desperdiciarla.
solo de abogado. Don Félix ni pestañeó al oírlo. Esta actitud desconcertó La vez pasada no más, conversando con el senador Guillén, tuvo un
a Ramón, que esperaba verlo dar un salto en su asiento ante semejante excelente recuerdo para vos. -Cuidóse de decirle que Guillén lo recordó
novedad. A aquel zorro, las palabras de su hijo político no lo cogieron de como poeta-. Algún día, cuando estés más maduro, con mis influencias
sorpresa. Raras veces tomaban desprevenido a don Félix Cardozo. Sabía y relaciones, podrás conseguir un consulado en Europa-. Bien sabía don
de tiempo atrás que su yerno no lo podía ver ni pintado, que lo tenía por Félix que Ramón soñaba con un viaje, y ladinamente explotaba sus
un tacaño despreciable y que se moría porvenir a vivir en la ciudad. Pero deseos.
lo que pasaba era que él ya se había hecho con respecto a Ramón sus -Tal vez podría tener ese cargo mucho antes de lo que usted se
proyectos, y cuando don Félix se proponía algo, luchaba hasta el fin por imagina-le respondió Ramón, irritado y con gesto arrogante-. Eudorito
realizarlo, y luchaba tercamente, denodadamente, así fuese valiéndose Marty, compañero mío de la Facultad, me lo daría enseguida si se lo
de medios rectos o torcidos. En el ambiente curialesco solían compararlo pidiese. Hemos sido como hermanos -agregó, exagerando la amistad
con un perro de presa. con su antiguo condiscípulo.
Con voz pausada, con lentitud, como si pesase cada una de sus Con esta contestación, Ramón asestó un buen golpe a su suegro. Por
palabras, sin mirarle a la cara, con las manos cruzadas sobre el un momento, don Félix no supo qué replicar. Púsose a revolver los
escritorio, don Félix trató de disuadir a Ramón de su idea. papeles que tenía delante, como si buscase algo. Con este movimiento
~Me parece que vas a cometer un grave error, Ramón. No vas a trataba de ganar tiempo para ordenar ideas. Cuando se enteró, por el
poder trabajar solo. Un abogado que comienza necesita el prestigio, el propio Ramón, gracias a una hábil pregunta, que hacía tres años no se
rÍombre y el apoyo del abogado viejo. Debes hacerte de una clientela a mi veía con Marty, se rehizo, lanzándose con más entusiasmo que antes a
lado, de un cierto nombre y luego, si quieres, echa a volar solo. -Y quitarle de la cabeza las ilusiones de un puesto.
terminó la frase con un gesto muy expresivo, levantando ambas manos Le aconsejó, sin embargo, visitar a Marty. Esa vinculación podía
y abriéndolas. serle útil a él y al estudio.
Don Félix tenía sus razones para no dejar que su yerno se fuese del -Es una buena amistad. Debes cultivarla. Te puede ser útil para
estudio, y para retenerlo en Areguá. No quería que pusiera estudio el futuro. Pero no creo que éste sea el momento oportuno para que le
aparte porque estaba seguro que fracasaría, no ganaría un centavo y al pidas un cargo de tanta importancia, con los compromisos políticos que
final tendría que ser él quien lomantuviese. Y buscaba de que se quedase tendrá. Primero están los amigos políticos, y después los otros. Espera
en Areguá porque acariciaba la idea de poner un tambo en un campo que un poco. Una negativa o un fracaso ahora te sería fatal. Debes ir a
poseía en los alrededores de aquel pueblo y pensaba que nadie más saludarlo y felicitarlo. Dale la impresión de que lo envidias. Eso lo va a
indicado que Ramón para atendérselo. Solía decir que su hijo político era halagar. Pero no le pidas nada.

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Ramón iba a replicar, pero don Félix se levantó, removiendo esa calle, con sus mentideros y sus corrillos iluminados por las luces de
papeles, dando la impresión de que estaba apurado. Notaba que Ramón los escaparates. Allí se encontraba el amigo que hacía tiempo no se veía;
se hallaba más calmado, habiendo perdido esa violenc.ia y disposición por allí pasaba el forastero recién llegado a la ciudad y el lugaiefio que
combativas que trajo al entrar. De seguir hablando podían despertarse venía por unos días a la capital; allí se escuchaba el nuevo chisme
de n~evo. Don Félix sacó $U reloj de oro del chaleco blanco, que usaba político; allí se enteraba uno del último escándalo mundano. Por esa calle
siempre, tanto en verano como en invierno. Del reloj pendía una fluía toda la vida social, política e intelectual de Asunción. No es Palma
chatelaine, la cual lucía en el otro extremo una medalla, que llevaba una calle suntuosa ni rodeada de imponentes edificios, es una calle
grabada la siguiente inscripción: "Al Presidente del Camalote Club. provinciana y modesta, pero es la calle principal de Asunción. Y pensar
1910-;1915. Sus aml.gos". / que a causa de la tacaüer\a de don Félix, él debía privarse de ese placer
-¡Caramba!, se me pasó la hora. Téngo una audiencia. fan sencillo y simple como enrel de pasearse por ella a la caída de la tarde.
Cogió los papeles y el sombrero, y al pasar junto a Ramón ledio una Ramón cogió por la acera de la sombra, llena de transeuntes. En
pahnada amistosa en el hombro, acompaüada de una sonrisa. cambio, la opuestá, donde caía el sol a plomo, estaba desierta. Apretaba
el calor. Mucha gente andaba con el sombrero en la mano. Ramón se
quitó el suyo de paja y se enjugó el sudor de la frente con el pañuelo. A
9 cada rato se cruzaba con conocidos y aniigos, con algunos de los cuales
se detuvo a conversar por breves momentos. En Asunc:ión -aldea de
No bien salió su suegro, Ramón se puso contra sí mismo por su trescieútos mil habitantes-, la mayoría de la gente se conoce, aunque
apocamiento y falta de entereza. "Este viejo ladino y puerco se ha salido sea de vista.
con la $Uya otra vez", decíase. Ante don Félix, mirándole a la cara, Con el pie puesto en la primera grada de la amplia escalinata del
oyéndole, le parecían sus palabras y consejos sinceros y bien intenciona- Palacio de Gobierno, Ramón volvió a titubear.· ¿Cómo lo recibiría
dos; pero ahora, libre de su presencia, fuera de su influencia personal Eudorito? El no era menos por no tener ningún cargo político. En su
entreveía su malicia y doblez. En el tono de su lenguaje y en sus opiniones esfera, la de los literatos, era tanto o más que Eudorito. Sólo en el
no había nada de esp.ontáneo. Tenía la impresión que. todo hubiese sido Paraguay, país sin mayor cultura y sin tradición literaria, podía dárselé
pensado, rumiado, como . c:uando preparaba con nimiedad los más jerarquía e importancia a un vulgar puesto político. En ºFrancia,
interrogatorios en sus pleitos, donde cada palabra tenía un doble sentido tierra en que se respeta y se considera al escritor, se le da a éste un lugar
y era colocada con un fin preconcebido, con un propósito ulterior. de preferencia y distinción en la sociedad. El contar con la amistad de un
Ramón cogió el sombrero y salió a la calle. Estaba resuelto a ver a escritor de nota es algo que envanece y distingue al que la goza, así séa
Eudorito Marty. Tenía que librarse de don Félix aunque eso le costase éste un político de renombre. Y mientras subía la escalinata de mánnol,
una humillación ante Eudorito. Tomó porAlberdi abajo hasta Palma.. En Ramón debió repetirse éstas y otras muchas cosas parecidas para no
tanto andaba, decíase con rabia que don Félix se había burlado de él. Le sentirse inferior a su antiguo condiscípulo, para que una vez frente a él
entraron ganas de, encontrarse con su suegro, porque le parecía que en pudiera comportarse como su igual ·
ese momento no se hubiese dejado dominar, niengaüar por su astucia. En tanto hacía antesala, distraía su ansiedad con el ir y venir de los
Ya en la calle Palma, olvidó por un instante sus desazones, sumergién- empleados y visitantes; con el martilleo de las máquinas de escribir, y
dose, como en un bafio de ruido y movimiento, en la vía más concurrida recapacitando lo que diría y contestaría a Eudorito si se mostraba
y de más prestigio de la ciudad. Ramón amaba la calle Palma, y en medio petulante y lo recibía con tiesura, se pondría el sombrero en su presencia,
de su trajín y movimiento sentíase en un ambiente familiar. Hasta le le volvería las espaldas y saldría del despacho sin saludarle. A todo esto,
había dedicado unos versos, que se titulaban "Mi calle". En los crepús- pasó' una hora y media. Un ordenanza se le había acercado tres veces ya
culos silenciosos de Areguá, lo que más afioraba eran los atardeceres de para decirle que no tardaría en ser recibido.

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Al pasar por allíWilly Espinoz;:t, el bibliotecario del Ministerio, que compañeros de la Facultad, parece que no nos conoce. A mí ha dejado de
llevaba en ese cargo más de diez años, detúvose a hablar con Ramón. Por tutearme, pero yo lo sigo tratando de vos. Pensará que porque es ministro
eso le extrañó a Ramón que lo vosease. Pero Espinoza con todos hacía lo puede despreciarme. La vez pasada entró aquí -y con un movimiento
mismo. Lo consideraba una señal de superioridad o por lo menos de de cabeza indicó los anaqueles, en los que era visible el descuido y el más
igualdad. "A mí, como me ven pobre y sin figuración social, quieren grande desorden-, y me lanzó una reprimenda, como si fuera un
despreciarme tratándome de usted, entonces yo los voseo a todos, ni empleado desconocido. Eso ya te da la medida de lo que es ese tipo. Quiere
siquiera los tuteo, los voseo, que es mucho más denigrante", solía tomar actitudes llamativas. Nunca, en más de diez años que estoy aquí,
explicar muy serio, con su sempiterno cigarro de hoja entre los labios. ha entrado un ministro en esta pieza, y a ese estúpido se le ocurre realizar
-¿Estás esperando a Eudorito? -preguntó torciendo la boca con un examen de vis u, como dijo él mismo. Hubiera podido decir in situs, ya
gesto burlón_;__. Te van a salir callos de estar sentado. Seguramente ya que se le da por los latines--. Y lanzó una carcajada enseñando una boca
estás anunciado. Te estará espiando por el agujero de aquella cerradura en la que faltaban dientes--. Es lo único que le ha quedado en la cabeza
-y le señaló una puerta que daba al despacho de Marty-. Al mequetre- de su paso por la Universidad. Llamar biblioteca a esta pocilga. Si ésta
fe ése se le han subido los humos a la cabeza, el haschich del cargo. A los es una oficina para cerrar los sobres y ponerle lacre á la correspondencia
que supone personajes corre a abrirles la puerta y los recibe con una y nada más. No digo que antes no haya habido algunos libros y
genuflexión. Se olvida que cada ministro en este país está destinado a documentos de cierta in1portancia, pero cada ministro que pasaba se
asilarse en una legación, o a ser un futuro habitante de Clorinda. llevaba algo, hasta que no dejaron más que unos. cuantos papeles sin
. Lo invitó a Ramón a ir a esperar en la biblioteca. Allí le ofreció una valor alguno.
Sillª-i mientras continuaba hablando. No paraba de hablar. Pareciera El rostro de Espinoza no se distinguía por ningún rasgo original, a
'~~hubiese estado recluido en una isla desierta y que era la primera vez no ser por su falta de belleza, pero cuando reía y mostraba esa boca casi
después de mucho tiempo que encontraba a alguien con quien conversar. sin dientes, y los que aún conservaba, sucios y comidos por las caries, su
Era Willy Espinoza un morocho, de tipo amulatado, abúlico, amar- cara tomaba un aspecto repulsivo. En una de las ocasiones en que se rió,
gado y negligente, con todos los vicios y defectos del asunceño de la clase Ramón fijóse con insistencia en su boca. Espinoza se molestó, parecién-
baja, que merced a sus estudios en la Facultad de Derecho y un empleo dole leer en la mirada del otro una expresión malévola. Y entonces, para
ha conseguido infiltrarse en los medios políticos. No había pasado del vengarse, lo atacó despiadadamente.
tercer curso, pero todos los años se inscribía para los exámenes. Contaba -¿Vos, para qué venís? Para pedirle un puesto a Eudorito, segura-
alrededor de cuarenta años. Espinosa no le perdonaba a su padre, ya mente. Estás perdiendo el tiempo ... Te auguro un fracaso. No te va a
fallecido, que le pusiese el nombre tudesco de Willy. Fue aquél un pobre recibir, y si te recibe, no te dará nada.
hombre, que deliraba por todo lo alemán, desde su disciplina hasta su -No, yo vengo nada más que para saludarlo y felicitarlo por su
filosofía, que al final es una consecuencia de la primera, y cuya admira- nombramiento -respondió Ramón, amoscado.
ción por aquel pueblo lo llevó hasta ponerle tal nombre a aquel hijo suyo, -Pero si no se lo pides ahora, es preparando el terreno para
pedírselo más tarde -insistió Espino za, implacable. Desde que viera la
de un color oscuro subido, con una nariz chata de negro. Más de una burla
mirada de Ramón detenida en su boca cuidaba de no reírse-. Pero no
dolorosa le había valido a Espinoza ese contraste tan marcado entre su
conseguirás nada-no estaba muy seguro de que Ramón no tuviera éxito
nombre y el color de su piel. Espinoza estaba convencido de que gran
en su pedido, pero quería desanimarlo, quitarle toda ilusión-. Si vos
parte de su fracaso en la vida se debía a su color y a su nombre. Sin
hubieses estado en lugar de Marty, hubieras hecho lo mismo con él y con
embargo, más vale pensar que ese fracaso tenía otras causas, entre las
tus amigos. -Ramón lo desmintió con un enérgico movimiento de
cuales no era la menor su costumbre de embriagarse. cabeza-. Ya te quisiera ver. A lo mejor me echas a mí del puesto, cosa
-Ese Eudorito siempre me pareció un pobre infeliz -prosiguió que hasta ahora no ha hecho ese papa.nata de Eudorito, pero no me
Espinoza-. Ahora ya no me cabe la menor duda. A nosotros, sus extrañaría que mañana lo hiciese.

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ARamón le era profundamente antipático y desagradable Espinoza, beber cafi.a. Al final resolvieron comer cualquier cosa, y pidieron pasteles
y cuando abría la boca desdentada y sucia, le producía asco. Sin embargo, y croquetas.
le escuchaba con agrado cuando despotricaba contra Marty. Medio borracho, Espinoza le deda a Ranión que cada hombre al
-Esté país está maldecido y va cada vez peor por esa envidia y ese nacer traía escrito su destino, y que nada ni nadie podía cambiarlo. Al
odio a muerte que nos tenemos los unos a los otros-continuó Espino za- que había nacido bajo la estrella del éxito y de la felicidad todo en la vida
. Aqu:í no hay dos personas que se puedan ver y el éxito de uno enferma le saldría a pedir de boca, y aun sus equivocaciones y fracasos a la larga
a cientos. Ahí tenés vos a un tipejo inculto como Eudorito que, por se transformarían en una fuerza favorable que haría rodar la rueda de
vaivenes de la política, llega a un cargo de relativa importancia, se llena su buena fortuna.
de aire, se hinéha y busca de pisotearte. -Vos, por ejemplo-dijo Espinoza, acodado en la mesa, clavando
Ramón opinó que ei éxito no debería marear a Marty ni engreírlo, en Ramón los ojillos con cabrilleos alcohólicos-, eres un suertudo. Estás
sino volverlo más humilde y accesible. casado con una mujer rica, tienes tu título y el estudio de abogado de tu
_..:_Dé'jate de macanas -le respondió con vehemencia Espinoza:-. suegro para llenarte de plata. ¿Qué más te puede pedir el cuerpo?
Llamas triunfo al ser ministro en este país, donde cualquier desgraciado Entonces Ramón echó fuera todas sus penas y amarguras. Se quejó
puede serlo. Si yo en diez años he visto desfilar ala mitad de Asunción de que su vida era una cadena ininterrumpida de desgracias y de
por aquí. Si para ser ministro acá no se necesitainás que falta de carácter ilusiones fallidas; le confesó que su mujer no lo comprendía, pues era
y plegarse a cualquier situación. ¡Si hasta Eudorito ha llegado! Todavía muy vulgar e ignorante, por lo que reñían continuamente; le declaró que
un día de estos vos vas a ser mi jefe-Ramón se sonrojó-. Querer ser había roto definitivamente con don Félix (esto se lo dijo porque ése era
ministro aquí es no tener ambición. Lo que soy yo me limpio el culo con su propósito yparaimpresionarlo), porque era un tacaño, que no gastaba
un nombramiento de ministro. sino para sí.
A Ramón esto le pareció una exageración y falta de sinceridad. -A mí no me ayuda en nada. Sabe que para mi cultura necesito ir
"Esté es un amargado, un pobre diablo", se dijo en sus adentros. por unos meses a Buenos Aires y no es capaz de ayudarme. Me está
Dieron las doce. Los ordenanzas empezaron a despedir a los entreteniendo con la promesa de que cuando caiga un buen asunto haré
visitantes y a cerrar las puertas. Ramón no sabía cómo ocultar su ese viaje; pero los mejores pleitos se los guarda para él. Creeme. Don
vergüenza y despecho. Le dolía más el desaire de Marty porque se había Félix es un canalla. Con decirte que lo poco que gano en el escritorio se
enterado Espinoza. · lo da casi íntegro a Adela, porque dice que yo soy un desordenado y que
-¿No te dije yo? -le hizo notar éste con gesto triunfante-. ya ves no le doy valor al dinero. ¿Te parece que eso es estar bien casado? Adela
que no le interesan tu saludo y tus felicitaciones -añadió con ironía- se cree que me ha hecho un favor casándose conmigo, porque soy de
Vamos andando. Itacurubí y ella de la sociedad.
Salieron. Hacía un calor insoportable. Un sol de fuego restallaba en -A vos lo que te faltan son tranquilidad y diplomacia. Mi lema es:
las losas de las aceras'. 'Las calles iban quedando vacías de peatones. con un zorro, dos veces zorro; con un bruto, dos veces zorro; con un
Algunos de éstos caminaban buscando el hilo de sombra de las paredes, vanidoso, dos veces zorro. Siempre zorro -dijo Espinoza, que cuando
con el saco al brazo. . estaba borracho volvíase un espíritu plácido y sin rencores-. Vos debés
Espinoza invitó a Ramón a entrar en un .café a beber algo fresco, buscarle el lado flaco de tu suegro y agarrarlo por allí; el lado débil de tu
aunque no tenía un centavo en el bolsillo. Se calmó la sed con una caña. mujer y tomarla por esa parte. Todos tenemos nuestras flaquezas,
Ramón se sirvió un chopp. Espinoza le aconsejó que echase en la cerveza nuestra pequeña o gran pasión, nuestra pequeña o gran manía, y son
un poco de caña. Ramón encontró la mezcla de un sabor detestable, pero esas flaquezas las que tenemos que aprovechar con astucia. Hay que
como tenía mucha sed, se la bebió a grandes tragos. A las dos de la tarde apoderarse de las personas con suavidad. Ponerles un freno sin que lo
aún seguían bebiendo en mangas de camisa. Ramón también se puso a sientan y luego se las maneja como uno quiere.

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Ramón decíase entretanto que Espinoza era un mal sujeto, ebrio, los cubren con unas campanas de cristal... Yo no sé para qué le conté a
sin porvenir, desacreditado, sucio y cuya compañía lo perjudicaba. "¿Qué Espinoza que sexualmente me gusta más Julia que Adela. Es capaz de
he venido yo a hacer aquí con este tipo"?, se preguntaba mirándole el repetirlo por allí. Y al fin, ¡qué me importa! Por lo que me interesa Adela
cuello gastado de la camisa; la corbata mal anudada y deshilachada. y toda su puerca familiar ... ¿Seguirá comiendo pasteles o pedirá croque-
"Tengo que librarme de él cuanto antes". tas? Es bien sucio ese mozo que agarra las croquetas con la mano ...".
Espinoza se puso a hablar de sus proyectos. Pensaba terminar el -Hay noches en que me despierto sobresaltado -proseguía
año próximo sus cursos que le faltaban para graduarse de abogado, Espinoza-, con el terror de que pueda morirme de repente sin dejar mi
rindiendo todas las asignaturas de una sola vez. Eran más de quince. Eso obra para que mi nombre perdure eternamente. A mí no me interesan
le ocurría a menudo. En cuanto estaba achispado, lo primero que se le los éxitos pasajeros y mundanos. Voy derecho a lo eterno. Un cargo
venía a la cabeza era terminar su carrera. Desde el día siguiente se brillante, un triunfo momentáneo, pueden darte la ilusión de que eres un
pondría a estudiar día y noche, sin descanso, aunque cayese enfermo por inmoral, pero es vano espejismo. Si tienes el valor de recapacitar te das
el agotamiento. cuenta de que estás equivocado.
-No creas que estoy perdiendo el tiempo en la biblioteca. Cualquie- "Para qué engañarme -continuaba diciéndose Ramón-. Hubiese
ra que me ve a mí ganando un sueldo de hambre, pensará que no dejo ese podido irme casi todos los días a Areguá con el tren del mediodía. Pero
puesto porque no sé ganarme la vida en otro oficio más decoroso. No; no me ponía a mí mismo cualquier pretexto para quedarme en la ciudad, y
es eso. Tengo mis planes. Me estoy documentando para escribir una así poder almorzar en lo de don Félix y ver a Julia. Lo que más me gusta
"Historia Diplomática del Paraguay" desde la época de la colonia hasta de Julia son sus piernas y su imaginación traviesa y extravagante ... Lee
nuestros días. No va a ser una recopilación de documentos colocados muchas novelas... Son blancas, sin un vello. Quisiera besárselas ... No
cronológicamente, como son todas las obras que se han escrito sobre creo que doña Angela le cuente su chisme directamente a Adela... Pero
nuestra historia diplomática. Será un estudio completo de las causas y esa Babosa no podrá quedarse callada mucho tiempo. Se lo contará a
efectos de cada acto diplomático de cada gestión, con un comentario o alguien en el mayor secreto y enseguida todo el mundo lo sabrá ... Al final,
crítica. Llamará la atención. Lo que aún no sé es si poner el comentario mejor que lo sepan de una vez. Quizá Adela me abandone y pueda afilar
crítico sobre cada acto diplomático al pie de la página, con una llamada con Julia... Es como si doña Adela hubiese pre sen ti do lo de Paulina. Esa
o al final del libro, como apéndice. Dentro de cien años se me leerá vieja parece una bruja. Estuve con Paulina por la noche y doña Angela
todavía, cuando ya ni se recuerden los nombres de los ministros, que han ya por la mañana se le contó al cura... ¡Qué sucio es el padre Rosales! En
sido mis jefes. Yo me sacrifico y vivo oscuramente para resucitar en el eso se parece a Espinoza. Dan la impresión de que tienen un olor sucio".
futuro; en cambio, un tipo como Marty vive lo presente y efímero. Hay -Vos te preocupás de escribir, de llegar a ser un escritor en un país
que tener la vida puesta en lo permanente; no en lo mudable y transito- como éste, pero si aquí no hay escritores. ¿Quién vive aquí de lo que
rio. Eso te da una fuerza, contemplo a Marty, en su encumbramiento, escribe? Nadie. Si alguno quiere hacerlo, lo matan la indiferencia, la
desde mi rastrero cargo, con la indiferencia, con la tranquilidad del que envidia, la pobreza y ... la política. El ser más pobre, más abandonado,
sabe que al final el triunfo será suyo. más solo es en este país el escritor... Si yo fuera ministro ... -<lijo
"Si yo tuviese en este momento -se decía entre sí Ramón, sin Espinoza, y se interrumpió para llevar el vaso de aguardiente a la boca.
escuchar a Espinoza- lápiz y papel escribiría mis más inspiradas Le parecía que Ramón no le escuchaba, pero había llegado a ese estado
poesías. La bebida excita la imaginación, como a los grandes poetas. de embriaguez en que se habla por hablar, por lo que le daba lo mismo.
Estoy perdiendo mi tiempo aquí con este borracho charlatán. Debería "Lo veré a don Félix esta misma tarde y le hablaré claramente,
correr al escritorio y escribir aprovechando este instante de exaltación ... poniéndolo entre la espada y la pared. No se me escapará. Nada de
¿Por qué habrá tantas moscas en este bar? Las moscas no pueden subterfugios y habilidades como me aconseja este borracho con su lema
posarse sobre los pasteles y las croquetas que estamos co_miendo porque de la zorrería .. Pero,¿ de dónde este pelafustán de Espinoza, este pobre

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gato, se pone a cadamomentoen el caso de ser ministro? ¿Creerá que él engaño. La vocación irrefrenable no existe. La vocación es algo que se
puede ser ministro? ... Este Espinoza es un ser despreciable, fracasado, adquiere con volu,ntad y deseo y que se forma. Si no se la cultiva, se la
sin futuro; su amistad me rebaja... Borracho; puerco ... Tiene el cuello de pierde. Los negociantes más duros y más astutos son aquellos que en su
la camisa lleno de roña y pelado en los bordes ... Me plantaré delante de juventud escribían versos y alardeaban de tener vocación para poeta y
ese amarrete de don Félix y le escupiré todo lo que tengo dentro desde el se consideraban caballeros del ideal. Como muchos de los grqndes
día de mi casamiento ... Haré todo lo contrario de lo que me dice este novelistas hubieran ganado millones. Balzac y Blasco Ibáñez, entre
borracho~ ¿Qué se creerá para indicarme a mí cómo debo conducirme ... ? otros, son. dos ejemplos de novelistas perdidos para el comercio. No
¡Qué forma más rara tiene el bigote de aquel tipo! Parece italiano ... , tan conozco seres más duros y crueles que aquellos que decían tener vocación
gordo y con este calor. A lo mejor le da un derrame y cae sobre la mesa. para la santidad; ni santos más blandos y comprensivos que aquellos a
Pronto van a hacer siete meses de mi casamiento .. Yo no aguanto más quienes les tiraba la vida mundana y disipada... Vos sacate de la cabeza
Areguá... ¡Hoy por la noche trataré de continuar mi novela! Tengo que esa manía de decir de ser escritor. Embarcate en la política como
armarme de paciencia y voluntad. U na novela no se escribe en un día... " Eudorito, que no tiene vocación ni condiciones para nada y ya es
-Y ¿para qué quieres ser escritor?-continu:aba Espinoza en ese ministro.
su casi soliloquio-. ¿Para ínmortalizarte? A pesar de que yo quiero Espinoza calló. Se le entrecerraban los ojos por efecto del alcohol y
inmortalizarme, reconozco que la inmortalidad es una ilusión, la más del sueño. A Ramón se le vino de nuevo la idea de que perdía el tiempo
tonta de todas las ilusiones. ¿Tú sabes quién fue Ticho Brahe? Seguro allí y que debía refugiarse, sin perder un instante, en un sitio tranquilo
que si sabes algo no pasas de saber que fue un astrónomo. Y miles de y ponerse a escribir.
cientos, la mayoría, jamás han oído ese nombre. ¿Qué te parece? Esa es -Me voy- dijo, levantándose.
la inmortalidad, que por alcanzarla se lucha y se sufre. Pero, ¡ojalá se Espinoza también se levantó e insistió para que se quedase un rato
salve por lo menos tu nombre del olvido! Porque hasta eso te lo cambian, más. Hasta llegó a pasarle el brazo por el hombro. Ramón no quiso saber
y a los cien años no falta uno que salga diciendo que tu obra la escribió nada. Le enojó que Espinoza se tomase esa confianza y poco faltó para
otro y que tu nombre se escribía de aquella otra manera. Y al final resulta que le diese un empellón. Sentía asco. Cuando Ramón pagó, Espinoza le
que tu obra la ha escrito otro y que tu nombre ha desaparecido del todo. dijo al mozo que cobrase una caña más, que se la tomaría después. Luego
De Shakespeare dicen algunos que fue pederasta, coin:o si esa inclinación arrastró a Ramón a un rincón y le pidió cien pesos prestados, prometién-
fuera una cosa muy interesante y no tuviese nada de bochornoso. Ya ves dole que se los devolvería esa misma tarde. Ramón sacó cincuenta pesos
de qué le sirve la inmortalidad de Shakespeare, que tengo entendido del bolsillo y se los dio. Le dijo que no tenía más. Espinoza no quería
tuvo mujer y varios hijos. dejarlo marchar. Insistía en llevarlo a visitar a unas mujeres "muy
-Sin embargo -le interrumpió Ramón, sorprendido él mismo que buenas y limpias". Ramón, cansado, se desprendió con brusquedad de él,
en medio de su distracción pudiera recordar tan bien ciertas frases de y se marchó.
Espinoza-, vos mismo acabás de decir que hay noches que no podés
conciliar el sueño por miedo a morirte sin dejar nada. 10
-Eso es más fuerte que yo, a pesar de que me doy cuenta que es una
tontería. Es como si sufriera del corazón y padeciera de un cáncer. Creo Serían alrededor de las tres ,cuando Ramón llegó al escritorio
que a la mayoría de los que buscan la inmortalidad les pasa lo mismo. después de dejar a Espinoza. No había casi tránsito. Ardían las piedras
Sufren del mal de inmortalidad. . de las calles y las paredes de los edificios. Un viento norte caliente se
-A mí me pasa lo mismo. Es la vocación de escritor que me encajonaba en las calles y azotaba el rostro de los pocos transeúntes con
domina- respondió Ramón. sus mil lenguas de fuego. La ciudad era un horno. Ramón entró en el
-Yo no tengo vocación para nada. La vocación también es otro escritorio, se despojó del sombrero y del saco y se tiró sobre el sofá

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desvencijado, rendido por el calor y el alcohol. Se hizo servir un jarro de causante de esa falta; pero el recuerdo del párroco lo llevó a ocuparse de
agua por Anselmo. Este le entornó la puerta, y en la penumbra de la pieza éste, de sus antecedentes, de su conducta en el pueblo y de tantas 0tras
quédóse profundamente dormido. Al despertar, una hora más tarde, cosas, que al final, se olvidó de contar por qué la iglesia se había quedado
sentía un fuerte dolor de cabeza y la boca seca. Tardó un buen rato en sin campanario y dónde estaba la culpa del párroco. Dos o tres veces le
despabilarse del todo. Se levantó y fue al pequeño patio del fondo a vinieron ganas a Ramón de hacerle callar. En esa pieza caldeada por el
orinar, contra el muro. Volvió y se echó de nuevo en el sofá. Dominábale ,, calor, oyendo los relatos interminables de Anderssen ' con la cabeza .
un gran abatimiento; sentíase sin ánimo ni para levantar un dedo. Bebió

pesada y adolorida, Ramón creía que iba a darle un ataque, o que en el
con avidez dos jarros de agua. Le intranquilizaba la posibilidad de que momento menos pensado agarra11ía a su interlocutor del cuello. De
apareciese don Félix y tuviera que disputar con él. Al pasarle la pronto, se le ocurrió decirle que debía tomar el tren de las seis y media
borrachera desaparecieron también todos los pujos y arrestos que le para irse a Areguá, y que no le quedaba mucho tiempo, porque aún tenía
infundiera el alcohol. Si don Félix llega en aquel momento, hace de él lo que hacer algunas diligencias. Con esto, lo que consigriió fue que
que quiere. Juzgó lo más prudente marcharse. Entretendría el tiempo Anderssen se quedase más tiempo. Resultó que también conocíaAr~guá,
que faltaba para la salida del tren en algún café cerca de la estación, o donde había sido duefio de una alfarería. Se acordó de Areguá, de sus
sentado a la sombra de un árbol en la plaza Uruguaya. Disponíase a trabajos allí, el problema y las dificultades con que tropezó para traer el
partir cuando apareció Anselmo, seguido de Teodosio Anderssen. Era ñay-ú (24) de Isla Valle. Púsose a referirle por qué abandonó aquel
éste una persona alta, membruda, que daba la impresión de gozar de negocio, aunque le daba buena ganancia. Fue a causa de que su mujer,
gran vigor físico. En los ojos tenía una expresión dulce, tranquila, como Alfonsina, se enamoró perdidamente de su socio, un coterráneo suyo.
si fueran los ojos de un niño colocados en el cuerpo de un gigante. Era Desde aquel instante, su vida matrimonial, tan plácida, se convirtió en
cliente del estudio. Ramón le había visto allí algunas veces. Sabía que un infierno y perdió la dicha que hasta entonces gozara. De sdbito,
tenía un pleito de divorcio, pero no conocía más detalles, porque el asunto Ramón se levantó casi de un salto, en forma tan repentina, que
estaba en manos de don Félix. Anderssen cesó de hablar de golpe y puso cara de susto.
No acabó de sorprenderse cuando Anderssen, luego de sentarse a -¿Usted qué busca aquí?-le preguntó con hosquedad, decidido a
invitación suya, demostró estar muy al corriente de su vida. Se veía que dejar plantado a ese hombre que, con su manía de contarlo todo, lo estaba
don Félix se había acordado bastante de él con Anderssen. Le pidió sometiendo a una verdadera tortura mental.
noticias de su madre, pues no ignoraba que era huérfano de padre; le Anderssen era uno de esos individuos que ante las actitudes
preguntó si hacía tiempo que no visitaba Itacurubí, y cuando Ramón le bruscas, precipitadas o violentas duplican su natural ya de suyo tranqui-
informó que había estado en aquel pueblo tres meses antes de casarse, lo y sereno, y dan la impresión como de que estuviesen ajenos a la
Anderssen exclamó: situación. Anderssen se percató de la forma impetuosa y poco cortés con
-Cerca de un año, entonces. que Ramón se alzó de su asiento, pero como no encontraba motivo para
Le habló con muchos pormenores de Itacurubí, que conocía muy un arrebato ni un enojo, tomó ese movimiento como algo natural, aupque
bien por haber vivido varios años en aquel pueblo, explotando una un tanto exagerado. Así que con toda calma, sin que se le alterasen el
cantera de caolín. A Ramón se le iba haciendo cada vez más antipático gesto ni el tono de la voz, le dijo a Ramón que su visita tenía por objeto
su interlocutor, sin motivo aparente, tal vez por la lentitud y pesadez con pagar unos honorarios que le adeudaba a don Félix. Al oír hablar de
que hablaba y por esa nimiedad y profusión de detalles con que contaba dinero, Ramón, inconscientemente, volvió a sentarse.
el asunto más baladí. Se olvidaba del tema principal, e iba llenando su -Yo esperaba encontrar al doctor don Félix, pero puedo dejarle el
conversación de acotaciones incidentales y de comentarios superfluos. dinero a usted.
Cuando quiso explicarle a Ramón el motivo por el cual la iglesia de
Itacurubí no tenía campanario, púsose a referir que el párroco era el ( 24) Arcilla.

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Sin motivo, Ramón se turbó. Hizo un ligero movimiento de cabeza recordar el motivo de su vida, y extrayendo un largo y abultado sobre del
que podía interpretarse corno que asentía a recibir el dinero. bolsillo interior del saco, lo puso encima del escritorio.
~Estos honorarios los debo por el asunto de mi divorcio y dos -Aquí está el importe de lo que le debo al doctor don Félix.
asuntos más que me atendió el doctor don Félix. -Hizo una pausa-. Yo Ramón lanzó una ojeada al sobre, y vio escrito el nombre de su
no sé si usted está enterado que he vuelto a unirme con Alfonsina. Lo ha suegro y cien mil en cifras. Le dio un vuelco el corazón.
de estar, porque en Asunción todo se sabe enseguida. Me he vuelto a unir, ~on cien mil pesos ~jo Anderssen-. ¿Puede darme un recibo?
pero ya no vivimos juntos. Muy azorado, Ramón asintió con la cabeza. Se sentó a la máquina
-¡Ah!-exclamó Ramón, perplejo, sin entender lo que quería decir. de escribir y redactó un recibo que pasó a Anderssen con rostro alegre,
-Estarnos divorciados, separados legalmente, y ella puede hacer la pero con temor de que se pusiera a charlar de nuevo y llegase don Félix.
vida que quiere sin ofenderme. Ya no es mi esposa. Anderssen no dijo una palabra más; se había quedado callado, con la
Ramón supo entonces que a aquel primer amor de Alfonsina con el vista fija en el suelo, en actitud pensativa y seria. Se despidieron
compatriota y socio de su marido siguieron otros. Anderssen tuvo que estrechándose la mano. Ramón lo acompañó hasta la puerta de calle,
divorciarse porque le era imposible soportar esa situación triste y donde volvieron a darse la mano. Anderssen se fue con un gesto
humillante. Pero ahora visitaba a menudo a Alfonsina como un amante apesadumbrado y grave, como si algo le hubiera entristecido de súbito.
más y sentíase muy feliz. Yano sufría de celos ni se consideraba ofendido. Ramón quedóse un rato indeciso, no sabía qué pensar de ese hombre
/
-La semana pasada fuimos a pasar juntos el fin de semana a San que acababa de irse. Después, se dirigió a la mesa escritorio y guardó el
Bernardino. sobre dentro de un cajón, echándole llave. Al día siguiente le entregaría
Ramón escuchaba estupefacto. No se explicaba cómo ese hombrón el dinero a don Félix. Luego se puso el saco, el sombrero y bebió un jarro
podía contar muy suelto de cuerpo semejantes cosas. Le parecía que se de agua. Dio a Anselmo algunas instrucciones en guaraní y salió a la
chanceaba, y que de repente iba a salir lanzando una sonora carcajada calle. Estando a mitad de cuadra recordó que había dejado olvidado un
y diciendo que todo era una broma. libro de poesías sobre la mesa. Volvió. Ya en el escritorio, en vez de tomar
-Antes de separarme vivía con la obsesión de matarme. Me el libro, abrió el cajón donde estaba el dinero, cogió el sobre y se lo echó
parecía la única solución -continuó diciendo. en el bolsillo interior del saco. Salió aprisa, con la zozobra de encontrarse
-De matarla, querrá usted decir -observó Ramón. con don Félix.
·-No, de matarme. Jamás se me pasó por la cabeza la idea de que
podía matarla. No me hubiese animado ... Pero todo eso ya terminó.
Hasta creo que he· mejorado o sanado de la úlcera. que tengo en el 11
duodeno. Los celos y las rabietas me hacían mucho mal. Hubiese acabado
por tener un cáncer. Pero ahora ya es distinto. Me siento otro ... Alfonsina Ramón se guardó el dinero sin tener una idea muy clara de por qué
también es otra mujer; se ha transformado. Me parece que hasta la amo lo hacía, sin ningún propósito determinado. Si alguien en aquel instante
más que antes; un amor de otra clase, distinto. le hubiera preguntado qué se proponía con: ello, no hubiera sabido tal vez
Ramón empezó de nuevo a impacientarse y ponerse nervioso. "Qué responderle. Quizá contestara que no le guiaba el deseo de quedarse con
me importa a mí lo que le pasa a éste con la p ... de su mujer", se decía en él ni gastarlo, sino que le incitaba a ello el puro gusto de andar con esa
su fuero interno. A cada instante se llevaba el pañuelo a la frente para plata en el bolsillo, de creerse rico, de gozar de la fuerte y desconocida
enjugarse el sudor. No podía comprender por qué razón ese gigante de sensación de llevar encima cien mil pesos. Lo que sí sintió desde el primer
mirada de niño le contaba todas esas cosas absurdas de su vida íntima, momento, desde que dio los primeros pasos en la calle, fue una inusitada
con una tranquilidad y simpleza rayanas en la estupidez. Ramón no lo sensación de fuerza y seguridad. Le pareció que su andar era más ligero
mandaba a paseo pensando en el dinero. Al cabo, Anderssen pareció y firme que otras veces. Veíalo todo con ánimo risueño y optimista, y

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hacía tiempo que su espíritu no saboreaba la dulzura de una tarde toda Asunción. La Policía simulaba ignorar su existencia, porque sus
asuncena como la que disfrutaba en aquel momento. No, en su vida no dueños repartían cada mes fuertes sumas de dinero entre los empleados
había tanto fracaso ni infelicidad como él en su amargura se lo imagina- policiales. Hasta se rumoreaba que dos ministros participaban en las
ba. ganancias.
. Al llegar ala calle Palma se detuvo. La calle Palma empezaba a Al par que tuvo esa idea, Ramón apoyó la mano en el pecho, como
desperezarse de su modorra de la siesta con el movimiento de los para ver si aún estaba en su sitio el sobre. Allí estaba, grande, hinchán-
vehículos y transeúntes. Aguardó el paso de un tranvía. Desde el sitio en dole el saco. No dudaba de que ganaría. Veíase poseedor de doscientos,
que se hallaba se divisaba, hacia el lado de la plaza Uruguaya, la calle de trescientos mil pesos ... Y luego, paseándose sobre cubierta en un
en toda su extensión. Allá en el fondo, sobre la plaza, se destacaba la copa paquete, rumbo a Buenos Aires, la ciudad de sus sueños. Podía marchar-
rojiza y olorosa de un árbol de lapacho. se con Julia, pero lo que es a Adela la dejaría sola en Areguá. Se alegró
Er{ el tranvía en que subió había escasos pasajeros. Hacía mucho al solo pensar en la cara que pondría esa necia y perversa (nadie le
ruido y traqueteaba como si no anduviese sobre los rieles. Ramón, no quitaba de la cabeza a Ramón que la resistencia de su mujer a hacer
bien se sentó, llevóse la mano al pecho y palpó el sobre bajo el saco. causa común con él frente a don FéJix era fruto de una inconsciente
¿Estarían los cien mil pesos? En el apuro de darle el recibo a Anderssen maldad y de un oscuro deseo de contrar~arlo y hacerlo sufrir) cuando le
para que se fuese, no contó el dinero. ¿Sería todo plata piriri? (25). Se enseñase los doscientos mil pesos y la abrumase con la noticia de que se
estuvo un buen rato, con la mano sobre el pecho, sintiendo bajo ella el ibaaBuenosAires. Le diría: "Mevoyportreso cuatro meses. Tal vez más.
largo sobre henchido de billetes. De golpe le vino la idea de que todos los No sé". En Buenos Aires llevaría un vivir libre, de bohemio adinerado.
billetes eran nuevos y de a mil. Al llegar el tranvía a la plaza Uruguaya, Trabaría conocimiento con escritores, frecuentaría los círculos y peñas
donde debía apearse para dirigirse a la estación hizo algo impensado, de artistas y rápidamente se haría de un renombre. ¿Acaso otros
imprevisto, como si una fuerza oscura guiase su voluntad. Siguió viaje. literatos, muy inferiores a él, y cuyas colaboraciones solía leer en la
Mrró la hora en su reloj pulsera. Eran las cinco y media. El tren salía a prensa y las revistas porteñas, no habían alcanzado éxito? Con doscien-
las seis y media. "Tengo tiempo -se dijo-. Puedo dar una vuelta en este tos mil pesos podría sostenerse algún tiempo. Lo principal era tener con
tranvía y volver para la hora del tren ... Tengo tiempo", repitió a sí mismo, qué vivir al comienzo mientras se daba a conocer y se hacía de amigos.
aunque se daba cuenta que si no descendía ahora no llegaría a tiempo Aél lo que siempre le faltó fue dinero para empezar, que el roñoso de don
para la partida del tren. Durante el trayecto hasta El Belvedere le ocupó Félix no quería prestarle. Le mandaría a don Félix una carta desde
por entero el pensamiento, el recuerdo del gesto agrio que le puso el padre . Buenos Aires insultándolo y diciéndole todas esas cosas que le quema-
Rosales la última vez que le pidió prestado uno de sus caballos. Debía ban la boca o, mejor aún, no esperaría tanto, le escribiría mañana mismo,
comprarse uno y ahorrarse la humillación de pedirlo a otros. Teófilo le al devolverle los cien mil pesos, sin contarle que ellos le habían servido
había dicho que podía conseguírselo a un precio acomodado. Esa misma para conseguir doscientos mil.
noche, en cuanto llegase a Areguá, le diría que se lo comprara. Aunque Entró en un café, se sentó, encendió un cigarrillo y pidió un whisky.
no disponía de plata, ya la sacaría de algún lado. Apuró el vaso. ¡Qué distinto de la caña tibia que bebía todas las tardes
Al llegar a El Belvedere descendió del tranvía, y allí se le vino a la sentado frente al boliche de Teófilo! Areguá, en su pobreza, no tenía hielo
m~nte una idea que quizá la llevaba en el corazón desde el instante en ni luz eléctrica. Y se acongojó recordando la tristeza de sus atardeceres
que extendió el recibo a Anderssen. Separar treinta o cuarenta mil pesos y de sus noches en aquel pueblucho, que los periodistas sin gusto
de los cien mil y probar la suerte en la ruleta. Conocía una casa de juego llamaban pomposamente "villa veraniega" ... De pronto, le entraron
que funcionaba cerca de allí, en la calle Perú. Por aquella timba desfilaba grandes deseos de sacar el sobre del bolsillo y ver el dinero, pero lo
contuvo el temor de que alguien lo observase. Se levantó, se dirigió al
retrete, y, allí encerrado, sacó el sobre, lo abrió y extrajo el dinero. Eran
(25) Plata nueva.

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apresuradamente la mano en ese bolsillo. Sacó unos pocos billetes-. tanta prudencia y cálculo. Su juego era mezquino, parsimonioso, sin
¡Los he jugado! ---,-volvió a exclamar como si en ese momento se diese ninguna alternativa. Hacía apuestas pequeñas, con miedo,.con excesiva
cuenta de lo que hizo. cautela. Ramón no podía retener su impaciencia ante ese juego de una
Lanzó una mirada a su alrededor para ver si alguien los había oído. hacendosa ama de casa, que viene a divertirse toda una noche con diez
Luego, tomó de un brazo a Espinoza, llevándoselo afuera, a la galería, pesos. Al cabo de una hora de estar colocando y retirando fichas.
donde había poca luz. Se sentaron, y Ramón pidió una botella de whisky. Espino za-no había ganado ni perdido nada. Devorado por la nerviosidad
A Espinoza le relumbraron los ojos de placer. Le contó que la última vez yla inquietud, Ramón le tomaba del brazo y le hacía indicaciones para
que bebió whisky fue seis meses atrás, en un banquete en el Ministerio, que jugase a tal o a cual color. De repente, le cogió con brusquedad del
donde pudo colar media botella, que se la llevó a casa. Ambos comenza- brazo e hizo que se volviese:
ron a beber sin tasa y a charlar hasta por los codos. A la cuarta copa, -Dan1e ese dinero. Vos no sabésjugar. Juegas como un roñoso. Así
Ramón dejó de estar nervioso, se despreocupó del dinero perdido y se no vas a terminar nunca. Te vas a pasar la vida enterajugando sin perder
tomó dicharachero. Espinoza se lamentaba de su mala suerte. ni ganar. En el juego hay que arriesgarse.
-Estoy en la última miseria, Fleitas. Tengo mi miserable sueldo Espinoza lo miró yon desprecio.
vendido por dos años. Estoy harto de esta vida perra. Terminaré un día -Vos lo vas a perder todo con tu teoría de que en el juego hay que
pegándome un tiro. Al fin, ¿para qué vivo? ¿Puedes tú decirme por qué arriesgarse. Al contrario, porque en el juego todo es azar y riesgo es que
vivo yo? -Quedóse un rato callado, y después con lenguaje fosco, como no hay que arriesgarse y jugar con la cabeza. Poner riesgo donde ya de
si Ramón tuviera la culpa de sus desventuras, añadió-: Pero, ¿para qué por sí es riesgoso, lo que estamos haciendo es comportarnos como locos.
te hablo de mí? ¿Acaso me compadeces? ¿Has visto alguna vez un hombre
En tanto hablaba, Espino za sacaba fichas de distintos. bolsillos y se
que tenga piedad sinceramente de otro hombre?
las iba entregando a Ramón. Las había distribuido segd~ su valor.
-Y... ¿para qué quieres la piedad? La piedad ofende, y hace sufrir
Siempre fue así cuando se trataba de juegos de azar o de cuaTutuier otra
más aúri. al que sufre. Yo si veo a alguien que me mira con piedad le
clase. A su difunto padre le producía honda satisfacción ver q~~u hijo
escupo en la cara --dijo Ramón.
p?r ~o ~en os en asuntos de juego ~ostraba poseer virtudes de, oNen y
-No, no pienso como vos. Yo creo que el mundo sería un paraíso si
disciplina del pueblo que tanto admiraba, ya que en todo lo <lemas eta su
hubiera verdadera piedad y compasión entre los hombres-le respondió
antípoda. Espinoza, que jamás hacía una sola anotación de sus gast~s,
Espinoza, cuya actitud y mal humor desaparecían a medida que su
llevaba una libreta donde apuntaba el dinero que perdía y ganaba en l}
embriaguez aumentaba.
lotería, y al final del año realizaba un balance. Ramón, que ignoraba esa
Ramón le interrumpió:
faz de la personalidad de su amigo, y que, por su traza y el desaliño de
-Me quedan aúri. veinte mil pesos. Los jugaré, y si tu encuentro me
su vestimenta, sospechaba que debía ser hombre negligente y olvidadi-
trae suerte, repartiré contigo lo que gane.
Espinozainsistió en que Ramón estaba sin suerte, y que era él quien zo, quedóse perplejo al ver el cuidado y orden con que guardó las fichas.
debía probar fortuna. Ramón al principio, no quiso oír razones, pero al -Me quedo con estos mil pesos para entretenerme mientras vos
final se dejó convencer, llevado por la súbita esperanza de que la suerte tirás el resto- dijo Espinoza.
hasta entonces esquiva se acordara esa noche de la negra miseria de su Ahora le tocó a Espinoza presenciar nervioso y murmurando
amigo para transformarlo en un hombre rico. Le dio los veinte mil pesos, palabrotas y quejas, cómo Ramón en poco tiempo perdía hasta el último
que Espinoza tomó con seriedad tan solemne, que causaba risa. Se peso.
encaminó apresuradamente a la mesa de juego como si no hubiera -No sabésjugar. Sos un alocado-exclamó Espinoza furioso al ver
tiempo que perder, o tal vez por temor de que Ramón se arrepintiese. cómo el rastrillo del croupier se llevaba las últimas fichas de Ramón.
Espinoza poseía un modo dejugar distinto al de Ramón. Sorprendía Ramón había jugado desordenadamente, apostando sin cálculo ni
que una naturaleza desordenada y negligente como la suya jugase con serenidad. Parecía que el tiempo le apremiara y que quería acabar

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pronto. A los reproches y refunfuños de Espino za, respondió que jugó con -Me parece que has hecho una macana en jugarte ese dinero.
pesimismo y que por eso había perdido. Hubieras hecho mejor en guardártelo e ir gastándolo poco a poco. Yo, con
-Al darme vos las fichas tuve la sensación, de repente, de que no me esa plata, me hubiera ido al Japón. Sueño con un viaje a esas islas
iría bien. Hasta pensé dejarte seguir jugando a vos. Ya es la tercera vez que maravillosas para conocer a las geishas y ver florecer los almendros.
me sucede lo mismo. La otra tarde en Areguá, jugando al póker, en el Espino za tenía una idea muy vaga y romántica del Japón a través
momento que mejor me i~~' me entró la idea de que se me cambiaría la de unos libros de Pierre Loti y Gómez Carrillo. Desde que los leyera, no
suerte y desde ese momento empecé a perder. Es una idea que se me viene hacía más que repetir que su mayor ambición era realizar un viaje a
de golpe, sin motivo y me anula. Si me sucediese a menudo llegará un día aquellas tierras exóticas.
que no podré jugar, a no ser que vaya resuelto a perder de buena gana. Ramón torció la boca con gesto desdeñoso. Para él la conducta más
-Ese día ganarás, cuando vayas resuelto a perder --observó inteligente que podía tener Espinoza era no perder la ilusión haciendo
Espinoza, riendo-. El caso es que has perdido más de cien mil pesos. ese viaje. No había viaje comparable al realizado con la imaginación o
Pero, ¿de dónde los sacaste? Porque hoy al mediodía no me quisiste dar leyendo un libro. La realidad al final desilusionaba siempre. El Japón
cien pesos. -Y al recordar esto le dio un arrechucho de ira. -Después debía ser un pueblo muy vulgar y sin mayor interés.
hablas de tu suegro. Vos sos peor que él. Negarte a prestar cien -Además-añadió, túnosabeseljaponés,yparanúnohayviajero
miserables pesos con cien mil en el bolsillo. Lo que debía hacer contigo más tonto que el que va a un país sin conocer su idioma. Es ser demasiado
es volverte la espalda y no mirarte más. Tenés que saber que el dinero superficial eso de pasarse mirando paisajes, monumentos y las caras de
que pido lo devuelvo, y lo hago con la cabeza bien alta y con orgullo. Por seres con los que no podemos hablar.
eso, cuando buscan una excusa para no dármelo, me hieren en el corazón. -Entonces no viajaría casi nadie -respondió Espinoza.
Si yo tuviese dinero, sería generoso y lo dilapidaría con mis amigos ... Vos -Y eso es lo mejor que podría hacer la mayoría de la gente.
sos un mal amigo y tan tacaño como tu suegro. Quedarse en casa. Algunos viajan porque creen que eso es de buen tono,
Ramón se levantó encolerizado a la vez que agarraba un sifón de y otros porque piensan que les da cultura. Pero casi todos los que viajan
soda, que estaba sobre la mesa: lo hacen para moverse, nada más que para moverse -dijo Ramón con
-Pero nde tecacá, che amigo (27). tono displicente.
Varias personas que estaban cerca se levantaron aproximándose a -Y vos entonces, ¿por qué querés ir a Buenos Aires? ¿Por qué no te
la mesa. Amedrentado por la actitud de Ramón, Espinoza también se quedás en Areguá?
alzó de su asiento, balbuceando disculpas. Dos o tres circunstantes los Ramón le contestó rápido, tajante, como si estuviese aguardando
tomaron de los brazos y los palmearon a ambos en las espaldas, esta pregunta:
aconsejándoles calma. Volvieron a sentarse. Quedaron solos y silencio- -Es distinto. Yo soy un escritor y quiero estudiar, vivir en un
sos unos minutos el uno frente al otro, sin mirarse. Espinoza rompió el ambiente intelectual y no en un país de negros como éste. Quiero
silencio. codearme y hablar con gente que tenga las mismas inquietudes que yo.
-Vamos a olvidar esto, Ramón. Estoy medio bebido y me he Puede ser que mi estancia en Areguá sea una experiencia más. Pero es
pasado. --Se excusó con sonrisa forzada, aunque en su fuero interno una experiencia que me cuesta mucho culturalmente. Un escritor,
seguía diciéndose que Ramón era un mezquino y mal compañero-. pasados los treinta años, debe dejar de mirar a su alrededor y sentarse
Tomaremos un whisky, el whisky de la paz eterna. a escribir los otros treinta restantes aquello que ha observado en los
Entrechocaron los vasos y bebieron. A poco, charlaban como si no primeros treinta. Pero yo he perdido, lan1entablemente, mis primeros
hubiese pasado nada. Espinoza volvió a lamentarse de la pérdida sufrida treinta años -dijo con tristeza.
por Ramón. -A pesar de todo, si tuviese ese dinero me hubiese marchado al
Japón, aunque sea para irme a alguna parte, como vos decís -apuntó
(27) Eres una porquería, mi amigo. Espinozariéndose, y tras esto, agregó:-¡Cien mil pesos! Para vos tal vez

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no sea mucho. Reconozco que nada tiene un valor más relativo y personal febril se adueñó de su ánimo. Fue a buscar a Ramón. Lo encontró y,
que el dinero ... Yo los hubiera jugado temblando; en cambio vos los tomándolo del brazo, lo apartó del grupo en que se hallaba.
perdiste sin pestañear. -Seguime -le dijo-. Acabo de ganar treinta mil pesos -le
-Eran míos. Yo podía hacer de ellos lo que quería -le contestó susurró al oído-. Vamos a aquella mesa.
Ramón con voz trémula-. Me arriesgué y perdí. En todas las cosas de Ramón lo siguió. Mostrábase acoquinado y mustio. Espinoza esta-
la vida tendríamos que hacer lo mismo. La misma vida deberíamos ba charlatán y expansivo como nunca. Atribuía el silencio de su compañero
jugarla íntegra en una solajugada y perderla o ganarla, pero la vamos al malhumor que le había producido la noticia de su ganancia. Pero lo que
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viviendo a trocitos, temerosamente, y al final ni vivim~s ni dejamos de le pasaba a Ramón era que comenzaba a sentirse inquieto y preocupado
vivir. No hay ser más cobarde que el hombre. ~ por haberse gastado el dinero de don Félix.
De pronto, Espinoza recordó que Ramón lo llamó rato antes: -Hayqueobrarconcordura;hayqueserprudente-decíaEspinoza
tecacá (28). Tenía ganas de interpelarlo por ese insulto, y p eguntarle casi para sí, pues Ramón parecía ensimismado- Suelen decir que el
si se lo había dicho borracho, sin querer. Sospechaba que R\món se mundo y la fortuna se entregan a los audaces y a aquellos que actúan sin
atrevió a gritarle y a apostrofarle porque se creía superior a él, y que con pensar mucho ¡Mentira! La fortuna es de los pacientes y de los que andan
por el mundo con paso de güey (29). Yo seré sensato. Estos treinta mil
otro se hubiera mostrado menos provocativo y valentón. "Es un pobre
pesos no se me irán de las manos con facilidad.
cobarde e infeliz" -pensó. Y este pensamiento lo tranquilizó, aunque a
Guardó silencio. Una preocupación ensombreció su rostro. Recordó
medias.
que sólo de sueldos vendidos a los usureros debía alrededor de veinte mil
-Y ahora, ¿qué vamos a hacer? -le preguntó Espino za-¿Vamos
pesos. Estos treinta mil pesos eran una gota de agua en el mar. Pensó con
a dormir?
amargura que la pobreza es como un tembladera! del que no puede
-¿Cómo qué vamos a hacer? -le respondió Ramón, molesto por el "' zafarse nunca el que ha sido cogido por ella. Tuvo de pronto el sobresalto,
plural que empleaba, y por la confianza que se iba tomando-. Hasta o presentimiento de que jamás la pobreza le abandonaría. Había nacido
luego. Me voy un rato con aquéllos -añadió al ver a unos conocidos; y se en medio de la escasez y las privaciones, y moriría entre ellas como un
levantó. cerdo entre el barro y la suciedad ¿Cómo sentían la vida y el mundo y
Espinoza lo miró alejarse sin enojo, aunque bien veía que Ramón lo cómo se les aparecían las calles y las gentes que transitaban por ellas a
dejaba bruscamente para mortificarlo. Quedóse un rato solo, y después aquellos que habían nacido y vivido siempre en la holgura y la abundan-
se levantó y fue a la sala °de la ruleta. Compró mil pesos de fichas con el cia? Seguramente que sus ideas, sus sentimientos y sus sensaciones eran
dinero que le había dado Ramón. Durante una media hora jugó no distintos de los suyos. Hubiese querido ver y sentir el mundo con ojos de
prestando sino atención al juego. Pero de improviso, sin causa alguna rico. La gran pobreza y estrechez de Espinoza colocaba en la categoría
aparente, le dio vuelco el corazón al recordar el desprecio de Ramón. Le de rico a cualquiera que se pudiese dar algunos gustos o aquellos que no
entró tal rabia, que dejó de fijarse en las jugadas qtle hacía. Colocaba las tenían deudas. Desde su sórdida pobreza, colocaba a igual distancia al
fichas en cualquier parte. No pensaba sino en la injuria sufrida. Decíase que poseía un millón de pesos paraguayos como al que era dueño de un
que lo que cuadraba era pedirle explicaciones en público y si no se las millón de dólares.
daba, propinarle un bofetón delante de todos. Adelantaba las fichas con -Vos, ¿qué pensás hacer esta noche? -preguntó Espinoza a
mano temblorosa de rabia. Buen rato pasó con el corazón anegado por Ramón, que seguía abstraído.
esas oleadas de odio, y cuando ellas dejaron de atormentarle, y pudo Este se le quedó mirando con mirada perdida en el vacío. Y luego,
poner de nuevo la atención en el juego, vio que las fichas formaban un sacudiendo la cabeza, murmuró:
buen montón. Las contó. Había ganado treinta mil pesos. Una alegría -¿Sabés una cosa? ... El dinero que acabo de perder no era mío.
-Y calló, sorprendido él mismo de su súbita e inesperada confesión.
(28) Porquería. (29) Buey.

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Espinoza lo miró estupefacto, y lo primero que se le ocurrió fue que Cuando terminó de contarlo todo, sintió un arrebato de ternura por
lo había robado. Espinoza y no le faltaron ganas de levantarse y abrazarlo.
-¿De quién era? -Yo conozco a ese Anderssen -dijo Espinoza-. Su nombre es
Ramón no respondió durante un rato. Le ofendía la pregunta. La Teodosio. Conozco también a su mujer, Alfonsina... Dos amigos míos se
tomaba como un atrevimiento e impertinencia. ¿Por qué Espinoza se la c... Me parece que media Asunción le ha visto desnuda. Pero es una
entrometía en su vida? ¿Con qué derecho le interrogaba? Ramón buena mujer. Su único defecto es ése. El es un pobre hombre. Tiene un
experimentaba rencor contra Espinoza inesperadamente y por ráfagas, alma cándida de niño en ese cuerpo de gigante.
y una vez que se le pasaban aquellas fuertes ventoleras de rabia, tornaba -Sí, el ahna y el cuerpo casi nunca guardan proporción -agregó
a mirarlo con tranquilidad. Ramón- Me contó lo que le pasaba con su mujer. Ese Anderssen tiene
-Te lo diré después. Con que sepas que no era mío ¡te basta! -Y una psicología complicada.
movió la mano, como dando a entender que no quería seguir hablando -Para mí, todos los cornudos tienen psicología complicada, porque
del asunto. toda psicología que no se parece a la mía me resulta complicada-dijo
Espinoza, que aún seguía bajo la impresión de los treinta mil pesos Espinoza. Y a continuación preguntó: -Y, ¿ahora qué piensas hacer?
ganados, no demostró curiosidad y continuó fantaseando y tejiendo -No sé-dijo Ramón-. No hago más que pensar en este asunto;
proyectos sobre cómo emplearía su ganancia. es un verdadero lío, no sé cómo salir de él.
-Si quiero pagar mis deudas no me alcanzará. Siempre quedaría -Tu suegro te perdonará. No le dará mucha importancia. Al fin y
acogotado por los usureros. Lo que debo hacer es convertirme a mi vez al cabo, es rico y cien mil pesos para él son una suma insignificante ... ¿vos
en usurero y prestar al veinte por ciento mensual. Podría ganar quinien- lo conocés a Martos? El mes pasado se jugó cincuenta mil pesos que el
tos pesos mensuales ... ¿Cuánto tendría de ganancia en un año?-preguntó ,4 suegro le dio no sé para qué. Cuando se enteró, lo llamó y le dijo que esos
a Ramón al par que le interrogaba con la mirada. Perdíase en un mar de cincuenta mil pesos se los había gastado por adelantado de la herencia
números-. ¿No tienes un lápiz? Me interesaría saber cuánto ganaría al que algún día le tocaría a su mujer. Martos quedó muy contento con la
cabo de cinco años prestando las nuevas ganancias. Lo raro es que gané solución.
en la ruleta como en un sueño. Cuando volví en mí tenía todas las fichas -No creo que la pijotería de don Félix le haga tener un gesto como
delante, como si las hubiera puesto un hada. Jugué inconscientemente, el del suegro de Martos. Si toma esto con tranquilidad es mala señal.
sin poner atención en el juego. Por eso gané. Debo esperar entonces uno de sus golpes de zorro. Prefiero que rabie y
-Vos ganaste porque el dinero no era tuyo y yo perdí porque chille. La tranquilidad de don Félix es más peligrosa que su cólera.
tampoco era mío-dijo Ramón risueño. Espinoza lo miró con expresión Era sin duda don Félix un hombre cerebral, frío y astuto. Pero
de perplejidad, como preguntándole el sentido de sus cabalísticas Ramón agrandaba esas características, y lo veía más temible de lo que
palabras-. La lógica del juego -siguió diciendo el otro--. La ley del en verdad era. Ramón sólo conocía a don Félix a través de su propio temor
azar. El rompecabezas del destino. Vos ganás por la misma razón que yo y dela inconsciente admiración que sentía por él.
pierdo. Déjate de buscar sentido a lo que no tiene. -Y después de una Espinoza, que en todos sus apuros de dinero recurría a las saban-
corta pausa, sin pensar, sin saber por qué lo hacía, dijo: -Los cien mil dijas de los usureros, le aconsejó que se entendiese con uno de ellos. A
pesos eran de don Félix, de mi suegro. Ramón no le parecía tan fácil ese arbitrio, porque los prestamistas
Espinoza recibió la novedad con menos sorpresa de la que cabía exigirían un aval. Espinoza experimentó un sentimiento de vanidad al
esperar. No comprendía que Ramón se inquietase por haber gastado ese ver que él, con su miserable sueldo, podía conseguir dinero con más
dinero de su suegro que era como si fuese suyo, y que además era r facilidad que Ramón.
millonario, según tenía oído. ~... -Entonces, si no puedes conseguir la plata, lo mejor es que no
Ramón refirió la visita de Anderssen y la entrega del dinero. ·1 pienses en el asunto -dijo Espino za-. Es mi sistema. No me rompo la

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l 1~
cabeza en lo que no tiene solución. Lo que no podemos resolverlo nosotros me hubiese levantado la tapa de los sesos, pues hay días en que siento
tenemos que dejar que se resuelva solo, o que lo resuelva otro, en este tanta rabia y desprecio contra mí mismo, que me mataría como se mata
caso tu suegro. a un extraño a quien se odia.
Salieron del garito. Tomaron por la calle Perú abajo, y al llegar a la -Eso del morirse no debiera ser un problema -dijo Ramón como
avenida Colombia, doblaron hacia el centro de la ciudad. Caminaban si hablase consigo mismo.
despacio y charlando. Al llegar a la calle Brasil, Espino za insistió en que -¡Es problema!. .. ¡Es problema! -repetía Espino za-. Terrible
fuesen a visitar a las mujerzuelas aquellas de que le hablara esa tarde problema. Yo hay noches que no quiero dormirme, que siento terror de
en el café. "Son muy buenas y limpias". Eran sus propias palabras. Para dormirme por miedo a no despertarme más ... Ese Salvado me parece un
Espinoza la bondad de aquellas rameras consistía en que le brindaban charlatán -añadió pensativo, como si le preocupase lo que acababa de
una hora de amor sin cobrar nada. Pero Ramón rechazó la idea. No contar Ramón-. Quisiera conocerlo. Por la cara me daré cuenta si habla
estaba con ánimos para juergas ni para mujeres. Entonces, Espinoza de la boca para afuera o es sincero. ¿Cuántos años tiene?
insistió en entrar a beber algo en un café que había en la esquina. El otro -¿Quién?-preguntó Ramón.
aceptó. -Ese del tiro a cada minuto; ese Salvado.
-¡Qué cosa débil y floja es el hombre! -dijo Espinoza al ver el Sin saber por qué, Espinoza le tomó ojeriza a Salvado. Se le había
ánimo decaído de Ramón-. Cualquier contratiempo, la más insignifi- metido la idea de que era un tipo petulante y que le gustaba asombrar
cante dificultad lo aplasta. ¡Si fuese algo grande y fuerte sólo los a la gente.
contratiempos grandes y peligrosos lo inquietarían! Es que el hombre -No sé, creo que tendrá alrededor de cuarenta y cinco años.
está hecho de caca. Es una porquería el ser humano. Su alma es -Y todavía no se ha matado. Es un miserable poseeur, sin auten-
hedionda. Un pozo negro. ticidad ni sinceridad.
-¿Sabés cuál es para Salvado el hombre verdaderamente fuerte? Y duramente, con acritud, atacó a aquel Salvado desconocido, por
-Espinoza le interrumpió para preguntar quién era Salvado- El el cual sentía una profunda e inesperada antipatía.
boticario de Areguá-dijo Ramón-. Un tipo muy interesante. Para él, --Sin embargo, él me ha repetido varias veces que a los cincuenta
el hombre más libre y fuerte, independiente hasta de Dios y del Destino, y cinco años se matará. Es el límite que se ha puesto de vida. Dice que
es aquel que lleva un revólver en el bolsillo resuelto a pegarse un tiro en nadie debiera querer vivir más de esa edad. Es la edad en que uno debe
cualquier momento. Por cobardía vivimos, por cobardes sufrimos, por jubilarse para la vida.
debilidad aguantamos los mayores dolores. Tienes un cáncer, te lo curas -A pesar de todo, a mí me sigue pareciendo un charlatán el Salvado
pegándote un tiro; te levantas un día de malhumor, te matas y se acabó ése -dijo Espinoza con desdén.
el malhumor; un amigo te ofende, pues le pegas un balazo y luego te -Tal vez tengas razón. Pero prefiero los charlatanes interesantes
suprimes vos. Yo, por ejemplo, ahora, con. todas estas cosas que me están a los otros, a aquellos que lo dicen todo con gravedad y que no tienen ni
pasando, me coloco el cañón.de un revólver en la sien y adiós don Félix, pizca de imaginación. Me gustan las personas que hacen y dicen las cosas
adiós los cien mil pesos, adiós preocupaciones. El hombre que estuviera con un sentido personal y nuevo -le contestó Ramón.
dispuesto a descerrajarse un balazo en cualquier momento sería el más --Sí, eso está bien. Pero una cosa es ser original y otra ser un
fuerte de todos, el más dueño de su destino y el más libre. Salvado tiene extravagante y tomar postura.
razón. el apego a la vida es cobardía y la cobardía es apego a la vida. Luego, Espinoza le preguntó, a la vez que se llevaba la mano al
Espinoza encontró muy capaz y original la opinión de Salvado. Pero bolsillo donde guardaba los treinta mil pesos, si los invertía en usura o
le parecía también bastante extraño que, con ese concepto del suicidio, en algún pequeño negocio.
ya no se hubiese matado un día que amaneciera de luna. -Podría poner un quiosco para la venta de cigarrillos, caramelos
--Sí yo pensase como el tipo ése -dijo Espinoza-, hace tiempo que y baratijas. Tengo un conocido que ha ganado muchos pesos con un

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quiosco. Lo que más le daba era la venta de estampas pornográficas y La casa estaba separada de las vías por una angosta acera. Cada vez
libros verdes. Por ejemplo, un quiosco en la esquina de Palma y 14 de que pasaba un tren -y esto sucedía varias veces al día-, la casa
Mayo. Me volvería rico en un año. Claro que yo no estaría al frente del retemblaba hasta sus cimientos como si fuese a desmoronarse. Las
negocio. Sería denigrante para mí. ¡Qué pensarían mis amigos al verme paredes se hallaban resquebrajadas en varios sitios. En su estrecho
metido en un quiosco vendiendo cigarrillos! Pensarían que me habría frente se abrían una puerta y una ventana que no tenía un solo cristal.
vuelto loco. Prefiero dejarme crecer la melena y la barba. -Tras una Los maderos de ambas se caían de viejos y podridos.
pausa, agregó--: Sin embargo, me inclino por la usura. Es un negocio Espinoza le dijo a Ramón que esperase en la puerta mientras él
más caté (30) y limpio. Ganaré menos que con el quiosco, pero puedo entraba a encender la luz. Usaba luz de querosene. Después le explicó
darme mi lugar y nadie podría señalarme con el dedo diciendo que tengo que la casa no tenía instalación para luz eléctrica y que por eso pagaba
un quiosco en que se venden caramelos y estampas de mujeres desnudas. menos alquiler.
Se levantaron y fueron caminando. Al llegar a la esquina de Coronel De la calle se entraba a una pieza, que era prácticamente el único
Bogado yTacuary, se detuvieron. Las calles estaban desiertas y silencio- cuarto de la casa. Por una puerta opuesta a la de la entrada se salía a un
sas. Ramón no sabía dónde ir a pasar la noche. corredor estrecho y bajo, de piso de ladrillos, rotos y removidos. En este
-Cuando me quedo en Asunción suelo dormir en la pensión de corredor, Espinoza tenía una mesa donde comía, pero los días de lluvia
Perlado. Tiene una sirvienta que no está mal-dijo Ramón-. También y en el invierno debía ponerla en el cuarto y comer allí. Vivía en la
suelo quedarme en lo de mi suegro. Pero ahora es muy tarde para ir a lo suciedad y la pobreza.
de Perlado. Al pasar por el cuarto, a Ramón le extrañó ver dos camas. Preguntó
Y añadió que dormiría en un hotel. Pero Espinoza, recordando la a Espinoza quiénes dormían allí. Este le mandó guardar silencio
afrenta que recibiera de él en la casa de juego, le hizo notar, riéndose, que mientras le guiaba con la lámpara en la mano. Cuando salieron al
estaba sin un centavo, contento de que se le presentase la ocasión de corredor que daba a un ancho patio de tierra, le contó que en esas camas
humillarle. dormían su mujer y dos niñas. Una de éstas hija suya y la otra de Rosario,
Ramón mortificado, no le contestó nada. Pensaba que Espinoza su mujer, que la había tenido con otro hombre antes de venirse a vivir
podía prestarle el dinero para el hotel, y hasta dárselo, ya que era dinero con él.
ganado merced a él. "Pero antes que pedirle un favor a este infeliz, -¿Estás casado? -le preguntó Ramón.
duermo en un banco de la plaza" -pensó, recordando que la plaza -Estás loco. Yo no me casaré jamás. Quiero ser libre como los
Uruguaya estaba a un paso de allí. pájaros. La vida de la mayoría de los hombres es un fracaso por causa del
-Podés dormir conmigo en casa -dijo Espinoza-. Está aquí matrimonio. La vida de los hombres está llena de absurdos y contrasen-
cerca, en la calle Sebastián Gaboto. tidos.No hacen lo que les conviene, sino lo que les trae males y disgustos,
Como no tenía dónde dormir, Ramón aceptó el ofrecimiento. y una de esas cosas es el matrimonio. La mujer en la vida del hombre debe
Tomaron por Ta.euary, cruzaron la vía del ferrocarril, y después de ser un lugar de paso, un desahogo ... Yo tengo desgraciadamente una hija
caminar como media cuadra, Espinoza se detuvo frente a una casa de· con Rosario por fatalidad, porque no pude evitarlo. Pero por lo mismo que
sórdido aspecto. no la deseaba, no la siento hija mía. A ratos me parece que es hija del
-Este es mi palacio -dijo señalándola-. El dueño dice que no la anterior amante de Rosario.
refacciona ni la pinta porque yo no le pago el alquiler, y yo le digo que no Lo llevó a Ramón hasta su lecho. Era éste un elástico, con cuatro
le pagaré hasta que no me la arregle. Así que hemos llegado a un statu patas, puesto en el patio bajo un naranjo, de una de cuyas ramas pendía
quo, como diría el estúpido de Eudorito. el mosquitero. Espinoza acostumbraba a dormir en el verano al aire
libre. Dentro de la casa era inaguantable el calor.
(30) Distinguido. -Vos vas a dormir aquí. Yo, por esta noche, dormiré con Rosario.

112 113
Ramón se desnudó en el patio, y colgó sus ropas de una de las ramas flacos, desproporcionados para el cuerpo,·y las piernas canilludas. No
del naranjo. parecía asuncena, sino de la campaña, aunque se veía que hacía mucho
Le costó dormirse. Largo tiempo le tuvo desvelado la preocupación tiempo que vivía en la ciudad. Andaba por el patio en enaguas, descalza
del dinero perdido y un olor desagradable a sudor y a Espinoza que se y con el pelo suelto sobre las espaldas. Ramón no salía de su asombro ante
desprendía del lecho. Sentía en las espaldas la dureza del elástico, el cabello renegrido de Rosario, porque le había quedado la impresión del
separado de su cuerpo por una delgada frazada. No soplaba la más ligera pelo rubio que le viera en sueños. Espinoza le dijo que Rosario hablaba
brisa. Un grillo llenaba la noche con su chirrido. mal el español; que apenas sabía dar la mano, y que ocho años atrás,
antes de venirse a vivir con él, trabajó de sirvienta en casa de una familia.
-Esta mujer ha sido mi perdición- siguió diciendo a la vez que
señalaba con la cabeza hacia la cocina-. En el Ministerio me hubiese
12 sido fácil conseguir un nombramiento de cónsul o ir al extranjero con
alguna misión cualquiera, pero no puedo llevármela. Me hubiera aver-
El sol estaba ya alto cuando Ramón se despertó sobresaltado, con gonzado de ella. A no ser que la exhibiese dentro de una jaula como un
la vívida impresión de que Espinoza se había pegado un tiro. Soñó que espécimen de la mujer nativa -agregó con una sonrisa cruel.
oía el estampido de la detonación, que se levantaba de la cama de un salto -La hubieras dejado.
y corría al dormitorio, encontrándolo tendido en el suelo. Por la boca -Y... ¿por qué no la dejas vos a la tuya?-le preguntó Espinoza,
desdentada dejaba escapar un ronquido espeso, que a cada segundo con ese su modo brusco y despectivo, que enfurecía a Ramón-. Es más
parecía iba a interrumpirse definitivamente. A su vista, experimentó fácil deshacerse de la mujer propia que de una compañera.
júbilo y espanto a un tiempo. Junto a Espinoza, de rodillas, estaba Espinoza estaba en calzoncillos y sin camisa. Con esta breve
Rosario, con el pelo deshecho. El pelo era de un rubio teñido igual al de vestimenta vivía dentro de casa en el verano. Con ella ahorraba ropa y
Julia, con el mismo corte. Bien despierto ya, Ramón siguió sintiendo, por sentía menos calor. En invierno andaba con una camiseta llena de
largo rato, el estertor aquel dentro del oído. Grande fue su asombro agujeros, unos pantalones viejos y gastados, y un poncho colorado, que
cuando Espinoza le contó que esa madrugada se vio en una pesadilla por las noches le servía de frazada. Vestido de tan estrafalaria manera
disputando rudamente con él. En el calor de la disputa, terminó por darle solía llegarse, al oscurecer, hasta un almacén de la vecindad, donde se
una bofetada. Entonces, ciego de ira, Ramón sacó el revólver y le pegó un ponía a beber y a charlar con el almacenero o con el primer borracho que
tiro. "¡Qué torpe es este tipo al referirme su sueño! ¡Me está descubriendo · encontraba junto al mostrador.
hasta el fondo de su alma!" -díjose Ramón. "Yo no le contaré el mío". Lo Con agua que sacó de un pozo que había en medio del patio, Espinoza
dejó caviloso un buen rato la extraña y estrecha relación que había entre .llenó una palangana desconchada. Ramón se lavó en ella la cara. Conti-
ambos sueños. nuamente tenía en el pensamiento el recuerdo de los cien mil pesos. Días
Entretanto, Resario se había levantado y puesto a calentar el agu~ más, días menos, don Félix lo sabría todo. Y entonces ... El no poder
para el mate, que era el desayuno de la casa. imaginarse la forma en que éste reaccionaría aumentaba su desasosiego.
-Dicen los nacionalistas que la yerba es el alimento número uno Ese amarrete cazurro era capaz de mandarlo a la cárcel. Sentía una
y que tiene más vitaminas que el café con leche, que es un alimento opresiva necesidad de seguir hablando con Espinoza de este asunto, pero
extranjerizante -dijo Espinoza, sentado en el borde del lecho de se resistía a hacerlo, porque era darle ocasión para que se tomara más
Ramón-. Pero yo prefiero el café con leche con pan y manteca, aunque confianza y se creyese con derecho a meterse en sus cosas. Bastante se
no tenga vitaminas y sea menos paraguayo que la yerba. había rebajado ya al quedarse a dormir en su casa. Cuanto más pensaba
Rosario era una mujercita morenucha, macilenta, huesuda, de Ramón en lo que había hecho con el dinero, tanto más absurda y
aspecto triste y enfermizo. Tenía la nariz muy fina, los brazos largos y descabellada se le aparecía su conducta. No conseguía reconstruir su

114 115
estado de ánimo al apoderarse del dinero ni qué motivos le llevaron a aprovechando que el pozo tenía agua en abundancia durante todo el año.
jugárselo. Sentía algo así como si todo aquello lo hubiera ejecutado en Con el lavado se ganaba algunos pesos.
sueños o borracho. Sin embargo, recordaba que en el fondo de todos sus -Esta Rosario es lo que los franceses llaman unafemme pour tout
actos había habido un solo deseo. Triplicar, cuadruplicar aquel dinero service --dijo con una sonrisita sarcástica.
para marcharse a Buenos Aires. No pensó ni por un momento que podía Luego, le refirió que Rosario padecía de un tumor en la matriz, que
perder. Ahora mismo, si hubiese tenido cien mil pesos en el bolsillo, los bien pudiera ser un cáncer y que por eso tenía ese color amarillento. El
hubiera jugado nuevamente, seguro de ganar esta vez. trabajo sin descanso agravaba su mal.
Espinoza notó que Ramón andaba preocupado por el dinero. Y con -El día menos pensado tendrá que irse al hospital. Cada día está
su natural franqueza, sin circunloquios, le dijo que no fuera tonto de más flaca. Yo no tengo dinero para atenderla. Bueno, aunque ella no lo
dejarse roer por esa preocupación. Lo que debía hacer era echarla fuera, crea, la muerte será su liberación, su descanso. Cuanto antes nos
hablándole de igual a igual a don Félix. Ramón lo miró como preguntán- morimos, mejor. La perra vida se ha hecho para los que tienen plata, y
dole si se burlaba. los que no la tienen son tan estúpidos y crédulos que creen que se puede
-Yo no puedo contárselo. Vos estás loco -exclamó-. Lo que tengo vivir y ser feliz sin ella-. Al acercarse Rosario nuevamente con el mate
que hacer es sacar el dinero de alguna parte y devolverlo. Espinoza se calló. Luego, continuó: -Yo, desde que supe que tiene es~
Espinoza no era de su parecer. Al contrario, creía que el destino le dentro de la matriz, no la toco-. Torció la cara con gesto de repugnan-
ofrecía la oportunidad de encararse con don Félix y conseguir que lo cia-. No me atrae. Me impresiona el pensar en eso. Un médico me
tratase con más consideración. Había que tomar al toro por los cuernos, enseñó en un libro unas láminas. Es algo asqueroso.
y sacarle su vuelta a Asunción; mejor situación en el estudio, y asegurar- - V:::s lo que debieras hacer es regalarle estos treinta mil pesos que
se el futuro. Imponerse, en una palabra.No podía quedar enterrado toda acabás de ganar, para que se haga atender en forma por un especialista.
la vida en Areguá. Era ir muriendo de muerte lenta. -Ya tengo resuelto lo que haré con ese dinero-respondió Espino za
-A vos lo que te falta es personalidad -concluyó diciéndole con molesto-. A ella de nada le serviría. Es una gota de agua en el mar. Es
rotunda aspereza. un caso perdido. Cuanto antes termine, mejor para ella.
-Y... ¿vos la tenés?-le preguntó Ramón con rabia, molesto de que A Ran1ón le parecía que si bien Espinoza no deseaba la muerte de
ese infeliz no le guardase consideración ninguna. su querida, tampoco vería con mucho sentimiento su desaparición. La
-¡Enorme! -exclamó Espinoza con vanidad- Por eso soy un dejaba lavar, trabajar sin descanso, con la excusa de que su sueldo no le
fracasado. Para los que tenemos mucha personalidad no hay la mediocre · alcanzaba para vivir, pero no ignoraba de que con esas tareas fatigantes
felicidad del término medio. O realizamos grandes cosas, o nos hundimos apresuraba su fin. Sin embargo, él, en una noche de parranda, se tiraba
en el fracaso irremisible. Las medianías son las que ni triunfan ni el sueldo del mes.
fracasan del todo. -Yo creo -tornó a insistir Ramón- que aun a los casos más
Se interrumpió al ver llegar a Rosario con el mate. La querida de '\ desesperados no se los abandona del todo. Por lo menos se trata de
Espinoza dio los buenos días a Ramón con voz sumisa y cansada. Por mitigar su sufrimiento. -Ella no sufre -le replicó el otro con seque-
primera vez Ramón la veía de cerca. Esa mujercita endeble y de aire dad-. No me hables, pues, de aplacar dolores que no existen. --Se
melancólico, era dueña de unos ojos de hermosura extraordinaria. interrumpió, quedando pensativo. Se levantó, se acercó a Ramón y
Rasgados, de apasionada expresión, de un verde profundo. "Nada más apuntándole con el dedo en el pecho, casi hasta tocárselo, preguntó:
que esos ojos debieron atraer a Espinoza", pensó Ramón "Pero debió --Si tú tuvieras el valor de pegarte un tiro, ¿te lo pegarías?
habituarse a ellos y ahora ya no le dicen nada". Ramón negó con un movimiento de cabeza.
Espinoza contó a Ramón que ella iba al mercado, cocinaba, limpia- -Entonces es mejor que no sigamos hablando. Aunque conversá-
ba la casa y aún se daba tiempo para lavar algunas ropas de la vecindad, semos veinte años, no nos entenderíamos -alzaba cada vez más la voz
'

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como si el tema lo excitase y pusiese fuera de sí-. Pues, sábelo de una capital. El negocio de la usura erariesgoso; el del quiosco, poco digno para
vez ... Yo, sí ... Yo, sí... Me lo pegaría aquí-y abriendo la boca pestilenta, un caballero. El de la alfarería, en cambio, tenía la ventaja de que podía
se señaló con el dedo el paladar. iniciarlo con poco capital, y además era decoroso.
Ramón pensó que Espinoza era un charlatán medio loco, que le -Debo buscar algo para librarme de mi miserable empleo. ¡Biblio-
gustaba pasar por excéntrico y asombrar a los demás, pero que estaba tecario del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto! -exclamó con
tan lejos de pegarse un balazo como él de viajar a la Luna. Lo mejor que sorna-. ¡Mil pesos de sueldo! Hace años que no voy a un teatro. No debe
podía hacer era dejar de verle. "La miseria le intoxica el alma y lo haber país en el mundo en que los empleados públicos ganen sueldos más
trastorna'', y dijo. "¡Yo no sé qué hago aquí y con este tipo!" inquióse, como mezquinos que aquí. Yo vivo entrampado, a crédito, a plazo, tapando hoy
si en ese instante se diera cuenta que había pasado la noche en casa de un agujero acá y abriendo otro mañana al lado del anterior. -A Ramón
Espino za y que desde hacía más de una hora estaba conversando con él. le cansaba y ponía nervioso ese eterno plañido de Espinoza sobre sus
Por momentos, tenía la sensación de que desde ayer por la tarde no vivía malandanzas económicas-. En una oportunidad le fui muy útil al
con absoluta lucidez y que realizaba ciertas cosas que luego le sorpren- embajador norteamericano en la búsqueda de unos documentos que le
dían a él mismo. interesaba estudiar. Para agasajarme y retribuirme la atención, me
Se oyó un fragor que se acercaba. Era el tren de las siete. Retembló invitó varias veces a comer en su casa. Yo tenía que pedir prestados los
el suelo. Al pasar el tren por frente a la casa de Espinoza el estruendo fue trajes de etiqueta y hasta los de calle. ¡Todo un pomposo Jefe de Archivo
horrísono y terrible. Daba la sensación de que el tren se venía sobre la y Biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto! Así figura
casa y que iba a partirla en dos. Crujió el suelo, se estremecieron los mi cargo en el presupuesto. Pero una vez se le ocurrió que tenía que venir
muros y el patio se llenó de humo y chispas. a visitarme. ¡Fíjate! El embajador de los Estados Unidos de América
-Este estrépito terminará por enloquecerme -exclamó Espinoza, visitándome aquí-y paseó a vista por el patio de tierra, por el pozo con
apretándose la cabeza entre ambas manos-. Cuatro, cinco veces al día. el brocal en ruinas y sin roldana, por la mísera cocina de un fogón-. Con
Muchas veces, a medianoche, he saltado de la cama semidormido y he la alfarería, dentro de un año renuncio al empleo. Aunque no me haga
corrido al patio sobresaltado por este terremoto ... Yo creo que mi miseria rico, por lo menos no tendré que estar bajo las órdenes de un pelafustán
se agrava; la siento más por culpa de ese ruido. Me la hace recordar a cada engreído como Eudorito.
momento. Dicen que uno se acostumbra. Mis vecinos parece que se han Esta vez, la palabra alfarería trajo a Ramón el recuerdo deAnderssen,
habituado, porque no se quejan. Yo no puedo. Cinco años que llevo en la rara relación que mantenía con su mujer, la entrega del sobre con los
esta casa y siempre igual. cien mil pesos y todo lo que siguió después. Ramón ya no escuchaba a
Ramón le aconsejó que alquilase otra casa o se fuera a vivir al Espino za, que seguía charlando. El temor y la angustia le invadieron de
campo, por ejemplo, en Areguá, donde estaría más cómodo y donde por golpe. Se imaginó que su acto tendría consecuencias muy graves. Le
poco alquiler podría ocupar una de esas casas que los veraneantes dejan desasosegaba la idea de que don Félix lo denunciaría a la justicia y lo
desocupadas en el invierno. Con el tren de la madrugada vendría a su encarcelarían. Se le presentó nítido en la mente, entre sus confusos
empleo y volvería con el de las once. Habitaría una casa amplia y fresca, recuerdos del día anterior, el momento aquel en que se encerró en el
con un patio para criar gallinas y otras aves. Espinoza se entusiasmó al retrete del café y abrió el sobre para extraer el dinero. Tan intenso era
oír a Ramón. Tenía mucha razón; cómo no pensó antes en eso; comenzó este recuerdo que hasta sentía el olor nauseabundo de aquella letrina
a hacer proyectos. Tendría una lechera y con el tiempo sería dueño de que, por su nerviosidad, no sintió en el momento de estar allí. Púsose a
otra hasta llegar a poseer un tambo. Hablaba atropelladamente y sin querer recordar si había arrojado el sobre en el agujero o lo dejó caer en
interrupción, con excitación febril. ¡Ya estaba a la vista el brillante el suelo, a la vista de cualquiera que entrase. No recordaba bien. Dudaba.
negocio y el futuro promisorio! Con los treinta mil pesos instalaría un En el sobre estaba escrito con tinta: "Para el doctor Félix Cardozo"; y más
pequeño taller de alfarería y a la vuelta de un año habría duplicado su débilmente, con lápiz, en uno de los ángulos, "cien mil pesos". Comenzó

118 119
a ser donúnado por una extrafia inquietud con respecto a ese detalle sin había hecho Ramón, sin ocultarle siquiera la pérdida del dinero en la
importancia, como si tuviese una enorme trascendencia. El núsrno ruleta. Antes de llegar a este punto, pensó que colocaría en mejor
notaba que esa preocupación no era normal, pero no podía desecharla. situación a su anúgo si decía que el dinero se le había caído en la calle o
"¿Por qué no lo habré roto," -decíase. Adueñóse de su ánimo el deseo de cualquier otra mentira. Pero se acordó del desprecio con que fue tratado
volver al café y ver si aún estaba el sobre allí. Luego, su rabia, su por Ramón en determinado momento en la casa de juego, y entonces se
inquietud, su exasperación, se descargaron en Espinoza. "Es un núsera- dijo que don Félix debía saberlo todo, porque era un viejo tacaño que no
ble. Sabe la situación desesperante en que me encuentro, y no es capaz merecía la consideración de una mentira. Al ternúnar de hablar, cortó de
de ofrecerme esos treinta mil pesos. Yo se los hice ganar. Tampoco se los golpe la comunicación sin despedirse, a la vez que se decía con regocijo:
dará a su mujer. Prefiere que se muera. Busca su muerte ... Sólo a un "Le he hecho un gran servicio a ese cobarde de Fleitas. Es un débil de
imbécil corno yo pudo habérsele ocurrido meterle en la cabeza la idea de espíritu. Se cree un escritor, pero es un pobre gato. La mujer y el suegro
que vaya a vivir en Areguá. Tendré que tenerlo todo el día encima mío, lo dominan. Si no aprovecha esta oportunidad para hacer frente al doctor
y no lo puedo ver ni pintado". Y Ramón despidióse apresuradamente de Cardozo, perderá toda libertad y harán de él lo que quieran. No estar yo
Espinoza con la excusa de que era muy tarde. Le tendió la mano sin en su lugar. Por de pronto, la hubiese puesto en un pufio a mi mujer para
mirarle a la cara, porque ambas cosas no hubiese podido hacer al mismo que no se aliase con su padre con contra mía".
tiempo. Don Félix atendió el llamado de Espinoza en su escritorio en el
momento en que conversaba con dos clientes. Escuchó la sorprendente
noticia que le daba aquella voz desconocida sin que un gesto de su cara
denotase la fuerte impresión que le producía lo que estaba oyendo. No
13 respondía más que con los monosílabos: "¡Al1!", "¡Sí!", "¡A11!", "¡Sí!".
Cuando se cortó la comunicación, colgó el auricular, y siguió conversando
Una vez que Ramón se hubo marchado de su casa, Espinoza se con sus visitantes corno si nada hubiera ocurrido. El tono de su voz era
vistió y se dirigió al Ministerio. En el trayecto, iba diciéndose a sí núsrno, tranquilo y pausado; el de siempre.
malhumorado y quejoso, que Ramón era un apocado, sin carácter, y que Momentos después, cuando se marcharon sus visitantes, tomó el
se arrepentiría toda la vida de no seguir su consejo de enfrentarse con teléfono y llamó aAnderssen para agradecerle el pago de sus honorarios.
don Félix refiriéndole las cosas tal corno sucedieron, demostrándole con Confirmó así la veracidad del aviso anónimo. Ramón había recibido esos
eso que no le temía. Estaba convencido de que la pusilanimidad y tinúdez cien núl pesos. Seguramente era cierto también que se los había jugado.
de Ran1ón frente a don Félix, envalentonaban a éste y le volvían Como tenía varios asuntos que atender, decidió olvidarse por el ·
despótico con su yerno. Hubiera dado cualquier cosa por estar en el. lugar momento de Ramón, y esa noche en casa, con toda tranquilidad y sin
de Ramón para "tornar al toro de los cuernos" y dar U!Ila lección a aquel apuro, volver a pensar en el asunto y ver cómo encararlo. Y lo consiguió a
núserable. Sonrióse alpensamiento de que esos cuentos de don Félix no la perfección. Poseía el raro don de olvidar momentáneamente, y por
eran una mera figura. Corno todo Asunción, Esp:jnoza estaba al corriente propia voluntad, una preocupación, y pensar nuevamente en ella en el
de que su querida lo engañaba con más de uno. instante que lo juzgase oportuno, tal como si fuese una cosa de quita y pon.
Toda esa mañana en la oficina, Espinoza se lo pasó imaginando Por la noche, en casa, durante la conúda, habló con su mujer de
distintos medios para convencer a Ramón de que debía hablar a su muchas cosas y de asuntos sin importancia sin mencionar el de Ramón.
suegro. Al final, tras tanto cavilar, optó por dejar a Ramón de lado y A los postres se lo refirió. Doña Matilde al principio no quiso creer,
entenderse él directamente con don Félix, poniendo a aquél ante el hecho pareciéndole la cantidad muy grande, y luego comenzó a lamentarse de
consumado. Y esa misma tarde, desde un almacén próximo a su casa, la poca suerte que había tenido su hija al casarse con Ramón. Quería irse
llamó a don Félix por teléfono, sin darse a conocer, y le contó todo lo que a Areguá al día siguiente con el primer tren de la mañana, y después de
.¡¿;¡

l
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.
cantarle a Ramón varias cosas que desde hacía tiempo se las guardaba, -¿No vas picó (32) a contarle nada?-alcanzó a preguntarle doña
traer a Adela consigo, dejando solo a ese haragán y mal nacido. Matilde.
-Esto nos sucede por haberse casado Adela con un tipo de clase Aquél no le respondió. Doña Matilde comprendió que era inútil
inferior a la nuestra. Sin educación ni familia Vos sabés que a mí nunca insistir en el viaje.
me gustó ese casamiento. Pero ella, nic6 (31), se encaprichó. La hubié- En ese momento apareció Julia, la segunda hija del matrimonio
ramos mandado a Buenos Aires cuando comenzó a entusiasmarse, pero Cardozo. Contaba veinticuatro años, dos menos que Adela. Era alta,
vos no quisiste. muy delgada, cimbreña, con el pelo teñido de rubio y los labios pintados
Don Félix escuchaba los rezongos de su mujer callado y fumando. de un color rojo oscuro, tirando a morado. usaba el vestido ceñido al
No creía que su hija hubiera perdido nada socialmente casándose con cuerpo, tan ajustado que en vez de cubrirla la desnudaba. Sus modales,
Ramón. De Asunción o de Itacurubí, o ser bastardo o legítimo era lo
),;
gestos y movimientos eran bruscos y deportivos; y creía elegante y signo
; de originalidad no soslayar en la conversación los temas procaces y el
mismo. para su escepticismo y concepto realista de las cosas, la sociedad
asuncenaa -pobre y sin abolengo-- era una olla podrida, en que se empleo de palabra atrevidas y soeces. Sentóse cruzando despreocupada-
encontraba de todo. Tenía esa sociedad tan poca vida propia e indepen- mente las piernas desnudas. Llevaba los pies calzados con sandalias
dencia económica, que ella estaba constituida en su mayoría por los blancas y las uñas esmaltadas de un rojo vivo. Julia tenía en sus
actitudes, en sus movimientos, algo de varonil, de marimacho, de las
parientes y amigos de los políticos del partido gobernante. Un cambio de
brusquedades y rapideces del varón. Subrayaban esta impresión las
partido en el Gobierno, traía un cambio de personas en la vida mundana.
caderas estrechas, la falta de grosura de las nalgas. Montaba muy bien
Que no le vinieran a él con esos cuentos. ¿Acaso él mismo no había venido
a caballo y era consumada nadadora. Con gesto displicente, siguió el
a la capital de la campaña sin un centavo, a abrirse camino igual que su
relato del robo de Ramón, que doña Matilde le refería afligida. La
yerno Ramón, y que otros muchos, que hoy figuraban como personajes?
interrumpió en mitad del relato, sin respeto alguno, para decir que la
Lo que tenía que hacer era no perder la coyuntura que se le presentaba
culpa de todo la tenían ella y don Félix por no comprender a Ramón y
de tener a Ramón bajo su dominio y comprometerlo en forma tal que no
llevarle la contraria.
se atreviera a hacer otra trastada en adelante. Como don Félix no cejaba
-Ramón es un artista. Vos y papá no entienden de esas cosas.
fácilmente en sus proyectos, en ningún momento desistió de su plan de Doña Matilde quedóse mirándola perpleja sin saber qué contestar.
poner un tambo en Areguá, bajo la dirección y cuidado de Ramón. Alzó Para ella, su yerno Fleitas era un poeta, pero no un artista. Tenía la idea
de la silla su figura baja y membruda a la vez que decía: de que sólo los pintores y los pianistas eran artistas. Lo que no ponía en
-Mañana me voy a Areguá a conversar con Ramón. duda era que fuese un poeta. Varias veces vio versos suyos encabezando
-Yo me voy con vos -exclamó doña Matilde. la sección social de los diarios, si bien no los leyó, porque las poesías la
-No; me voy solo. aburrían.
-Pero tengo que consolarla a Adela. Vos no sabés el golpe que será -Los artistas no son como los demás hombres-prosiguió Julia-
para la pobrecita cuando sepa nic6 que su marido es un ladrón y jugador. . Por eso son rechazados.No llevan una vida como todos nosotros. Tienen
Y al acabar de decir esto, púsose a llorar con desconsuelo. A doña rarezas. Muchos son borrachos. La mayoría repudia a sus padres, o
Matilde era dificil que las desgracias y tristezas de los demás la hiciesen busca en la pederastía nuevas sensaciones -doña Matilde no entendió
llorar, pero sus propias palabras la emocionaban, provocando en ella con esto. Ignoraba la existencia del homosexualismo-. Se dice que
facilidad y abundancia el llanto. Dostoievsky desvirgó a una niña ...
-No habrá necesidad de que la consueles a Adela, porque yo no le -¡Basta! Me ponés los nervios de punta con tus disparates. No te
contaré nada --dijo don Félix, levantándose; y salió del comedor. entiendo -exclamó doña Matilde, levantándose enojada.

(31) Ciertamente. (32) ¿De veras?

122 123
Los vestidos estrafalarios y provocativos de Julia, sus modales abrazó y besó a su padre a la vez que le hacía una seña para que no
sueltos, su melena teñida, sus salidas y ocurrencias brutales y su voz hablase alto indicando a Ramón que aún dormía en el catre, bajo la
chillona, todo la irritaba y mortificaba en esa hija que la sentía tan lejana parralera. Se dirigieron hacia el interior de la casa. Adela estaba
de sí. No recordabahaberpodido conversar cinco minutos tranquilamen- extrañada de esta visita.
te con ella sin tener que cortar la conversación disgustada. -Ya te contaré por qué he venido, pero antes quiero hablar con
-Lo que te puedo decir -continuó Julia- es que Adelucha no Ramón.
podrá ser jamás esposa de un artista. Ramón ha hecho bien en robar, el Aunque Adela nunca se quejó a sus padres de sus infortunios
artista tiene derecho a robar y hasta de matar si con eso puede matrimoniales, don Félix y doñaMatilde sospechaban que su hija no era
engrandecerse ... Ramón necesitaba otra clase de mujer, ya que metió la feliz. Los llevaba a esta sospecha la poca simpatía que sentían por
pata casándose. Los artistas no tienen que casarse; tienen que tener Ramón. De aquí que don Félix no se asombrase al oír ahora las quejas
hembras ... Ramón debiera haber elegido a otra mujer. de Adela. Esta le entregó un papel, que sacó de uno de los cajones de un
-¿A vos seguro, picó? -replicó doña Matilde con sorna. tocador anticuado que allí había.
-Quizás ... Pero conmigo hubiese tenido que aguantar los cuer- -Lee esto-le dijo con lágrimas en los ojos-. Lo recibí ayer.No me
nos ... Una mujer no conoce la vida por todos sus lados hasta que no se ha es posible soportar más. Me insulta, se emborracha... Hasta me ha
acostado con varios hombres. pegado.
Doña Matilde salió de la pieza dejándola con la palabra en la boca. Don Félix leyó aquello. Era la mitad de una hoja de papel de carta,
La enfermaba escucharla. escrita con lápiz y decía: "Paulina fornica con Ramón en su ausencia, en
Julia creíase una experta y audaz conocedora de la vida y de los su cama. Abra los ojos. Eche de su casa a esa puerca. Se lo cuento aunque
hombres, y que éstos, no bien la trataban, perdían la cabeza por ella. a usted le será muy desagradable. Es para mí un caso de conciencia. Una
Hubo una temporada en que le dio por masculinizarse en la vestimenta, amiga". Al terminar de leer, don Félix levantó los ojos del anónimo y los
usando dentro de casa pantalón, y en la calle, traje sastre y peinado de fijó pensativo en su hija. No tuvo un movimiento afectuoso. Buscaba
corte varonil. Sentía un gran desdén por su madre, a la que llamaba vieja mentalmente a la autora, porque aunque desfigurada, veíase que la
pasada de moda y chismosa. Su padre no le merecía mejor opinión, letra era de mujer.
aunque desde que supo que ten{a una querida, comenzó a mirarlo con -Este anónimo quiere decir que todo el mundo aquí en Areguá y
otros ojos y a juzgarlo con más benevolencia. tal vez en Asunción está enterado de este asunto.No he visto un hombre
más bajo que Ramón -exclamó con indignación Adela-. Y esta Paulina
que me ha suplantado con su suciedad y catinga. Claro que como Ramón
14 ha nacido y criado entre esas hediondeces, se encontrará muy a gusto.
Don Félix trató de aplacarla diciendo que no había que tomar muy
Al día siguiente, co:p. el primer tren de la mañana don Félix fue a en serio los anónimos, que por lo común son invenciones y chismes de
Areguá. Hacía mucho calor y se apeó del tren en mangas de camisa, con amigas envidiosas. Al oír hablar de amigas, Adela enseguida pensó en
el saco al brazo y su bastón de puño de plata en la mano. A don Félix no su íntima amiga Teresita Contreras, no porque recelase de ella, sino
le sucedía lo que a su mujer, que cada vez que llegaba a su añosa y porque temía que se enterara de su fracaso matrimonial, y entonces le
destartalada casona de veraneo se enternecía, y la dejaba con los ojos hubiese parecido que las desgracias y sinsabores de su vida de casada se
cubiertos de lágrimas. Don Félix era impermeable a los transportes duplicaban. Había ocultado sus amarguras y sufrimientos hasta a sus
sentimentales y a las emociones del paisaje y del recuerdo. propios padres por temor de que por una imprudencia pudieran llegar a
Entró sin llamar, por un pasadizo que había a un costado de la casa, oídos de Teresita. La última vez que se vio con ella en Asunción le explicó
saliendo directamente al patio. Junto al pozo encontró a Adela, la que su estancia en Areguá como un refugio necesario para que Ramón

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pudiera leer y escribir con tranquilidad. "Está escribiendo una hermosa de que yo no soy la de antes, que he .cambiado mucho ... Apenas
novela", le había dicho. conversamos.
Aunque fuese cierto lo que se contaba en el anónimo, a don Félix le -No te extrañe eso de que conversen poco. Parece que a todos los
parecía que Adela exageraba sus sentimientos de esposa engañada. matrimonios les sucede lo mismo. La otra tarde, Galeano, que es muy
Como mujer que era, agrandaba un hecho sin mayor importancia y con gracioso, decía que el matrimonio es la soledad absoluta de dos en
sus nervios y lloriqueos convertía la supuesta infidelidad de Ramón en compañía.
una falta terrible, que en sí era una futilidad. ¿Acaso todo no seguía igual Adela ni sonrió. Continuó hablando muy seria como si no hubiese
como todos los días? ¿Qué había cambiado? Paulina en la cocina como oído a su padre.
siempre, sin haber perdido la honestidad, porque como buena campesina -Se me hace que el campo lo vuelve más campesino de lo que es.
la habría perdido en edad más temprana; Ramón en el catre durmiendo Areguá lo ha convertido en un coyguá. Cuando estábamos de novios en
como todas las mañanas; la casa igual, las carretas de bueyes pasando Asunción nunca se le escapaba una palabra en guaraní. En cambio, aquí,
por la calle principal con su chirrido de siempre (don Félix las oía desde en cuanto se encuentra con un campesino, se pasa las horas charlando
donde estaba). Quiere decir que si Adela no hubiera estado allí lamen- en guaraní y se ríe a carcajadas como si estuviera muy alegre. La verdad
tándose, todo seguiría como antes. Bastaba que dejase de llorar, y nada es que las únicas veces que le he visto reírse es cuando está entre ellos.
más. Echada en la cama, con el rostro hundido en la almohada, lloraba Cesó de hablar. Habíase hecho más honda su tristeza al recordar
cada vez con más fuerza y desconsuelo, como si el silencio de su padre aquellos momentos en que Ramón parecía sentirse muy contento y
aumentarse su aflicción. Al ver esto, don Félix no acababa de felicitarse dicharachero en compañía de los campesinos. En cambio, cuando le veía
de no haber traído a doña Matilde. Entre madre e hija, por mutuo callado y taciturno, ella sentíase menos triste, como si su espíritu
contagio, se hubieran pasado llorando todo el día. sombrío aclarase el suyo. Muchas veces se imaginaba lo feliz que hubiera
Para don Félix, que opinaba y juzgaba a todas las mujeres a través sido al lado de un Ramón siempre tétrico y silencioso, que no la insultara
de la opinión que tenía de la suya, todas eran como Matilde, sentimen- ni se emborrachase ni buscase el amor de Paulina.
tales, volubles y lloronas. Se echaban a llorar de repente, -Yo siempre soñé con un Ramón que no fuese como Ramón- dijQ
desconsoladamente, por cualquier insignificancia, como si fuera su dolor al cabo de un rato.
un dolor que no hubiese de cesar nunca, para a los pocos minutos Miró a su padre, le hubiera gustado que se sentase junto a ella en
olvidarse de su llanto, de su pena y estar hablando y ocupándose de otras la cama y pronunciase algunas palabras de ternura y consuelo, acari-
cosas como si nada hubiera pasado. A Adela le sucedería otro tanto. Todo ciándole la cabeza con la mano. Ramón nunca le pasaba la mano por la
se reducía, pues, a esperar. Y mientras aguardaba a que su hija acabase cabeza cariñosamente. Lo que menos podía sospechar don Félix era que
de llorar, desde lá silla en que estaba sentado, con el cigarro entre los su hija desease ser confortada con una caricia tan simple e infantil, como
labios, miraba con mirada distraída, a través de la ventana, la misma por
tampoco comprendía eso de soñar despierto. ¿Qué era eso de un Ramón
la cual doña Angela creyó sorprender en amores a Ramón y Paulina, un
que no fuese Ramón? Charlatanerías y desvaríos de mujeres. El nunca
trozo de la calle y un alto y frohdoso eucalipto que crecía del otro lado.
se imaginó que pudiera haberse casado con una mujer distinta de
Pensaba que le venía bien su visita a AI·eguá para ir a ver a Esquive! y
Matilde, ni que ésta fuese diferente de como era. ¿Cómo andar seguro en
averiguar el precio de unas lecheras que quería comprar.
el mundo con todas esas tonterías en la cabeza? Don Félix no se explicaba
Como al cabo de un cuarto de hora Adela, alzó el rostro lloroso de la
que uno desvariase soñando con ser distinto, o fantaseando con que las
almohada y sentóse en el borde de la cama; don Félix se dijo que dentro
cosas sucediesen de otro modo de como sucedían. ¿Para qué servía todo
de poco todas las cosas estarían como antes.
eso?
-¡Quisiera que Ramón no fuese como es! -dijo Adela suspirando,
-Por eso no eres feliz a su lado, porque todo el día estás deseando
sin mirar a su padre-. No sé si Ramón era distinto a como yo lo veía, o
que no sea como es. Ramón es Ramón, y se acabó.
ahora ha cambiado. Yo creo ser la misma a pesar de que él me ha dicho

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-¡Un borracho! -exclamó Adela con desprecio. repente, al ser pronunciadas, dejan al descubierto un aspecto descono-
-Ya se le pasará. A lo mejor lo hace de propósito para ver si rabias cido y muy oculto de la personalidad del que las pronuncia. Sería mucho
más difícil conocer a las personas si no hablasen). Por primera vez vio que
y lo llevo a Asunción. Pero no se irá hasta que sepa ganarse la vida. Dice
su padre era todo un campesino, de los pies a la cabeza. ¡Un coyguá con
que yo tengo la culpa de su fracaso como escritor. ¡Escritor! Haragán; eso
ropa de ciudad! Igual que Sinfó (34) cuando se empaquetaba los
es lo que es. La vida en Asunción es cara y él no trabaja. Terminará por
domingos para ir a misa. Sin embargo, esa nueva y desconocida impre-
ser una carga para mí. Yo le pondré un tambo aquí para que aprenda a
sión que de improviso recibió de su padre no lo disminuyó a sus ojos, como
trabajar.
le sucedía con Ramón.
-¡E'a!, pero si no trabaja en el escritorio, menos trabajará en un -Lo que deberías hacer es irte por unos días a Asunción, a olvidar
tambo -observó Adela. estos malos ratos, a descansar. Ya verás cómo cuando vuelvas no lo
-No creas, el trabajo de escritorio es más pesado. Poco a poco, ¡~ encuentras a Ramón tan campesino. -Don Félix trataba de ser insi-
Ramón le tomará gusto al trabajo de tambo ... , y además, que un trabajo nuante, convincente, pero en su voz no había ni ternura ni emoción, como
así le dará más tiempo para continuar con su manía de hacer versos ... Yo si se dirigiera a un extraño, en uno de sus tantos asuntos abogadile-.
encuentro muy justa tu indignación de ahora. Pero no me parece que Es posible que ese anónimo sea la calumnia de alguna mujer que está
Ramón sea de lo peor. Sus errores son consecuencias de su edad. Es joven enamorada de Ramón y a la que no le lleva el apunte.
y sin experiencia. Puede cambiar, y de vos depende. Tienes que saber A Adela le pareció rarísimo que alguna mujer pudiera estar
manejarlo. prendada de Ramón, casi imposible. Antes, cuando estaba de novia, se
-Es un campesino. No cambiará. Tiene todos los defectos del imaginaba que era mirado y deseado por otras mujeres. Pero hoy, que lo
campesino. Hay momentos que me parece hermano de Jhoché (33) veía tan grosero y vulgar, se le ocurría que las otras mujeres debían sufrir
(Jhoché era un tipo del lugar, pobre y borracho, que cada mañana traía la misma impresión de asco, sin darse cuenta que Ramón, para los de
aguadelycuá, que empleaban en casa de Ramón para beber). Al pararse, afuera, seguía siendo el mismo de antes.
al caminar, al hablar ... Yo creo que si Ramón usase bigote parecerían -Lo del anónimo es cierto. Es inútil que quieras hacerme creer lo
mellizos-yporprimera vez, desde que llegó, don Félix sonrió imaginan- contrario. Y hasta creo que esa carta no ha hecho sino descubrir lo que
do la rabia de Ramón si la oyera-. Sin embargo, odia Areguá, se pasa yo ya presentía. Quizá yo misma me negaba a querer ver. ¡Andar en líos
todo el día diciendo que no ha nacido para vivir en la campaña. Yo no lo con esa catinguda de Paulina!
entiendo, sobre todo cuando lo veo tan alegre y haciendo chistes en Adela comenzaba a aborrecer a Paulina y a mirarla como a una
guaraní con algún campesino. rival.
-Que haya nacido en la campaña no quiere decir que ahora sea -Piénsalo -dijo don Félix, como si hablase a un pleitista a quien
campesino -arguyó don Félix, poniéndose a caminar por la pieza con el propusiese una transacción; y se dirigió a la puerta que comunicaba con
cigarro apagado en los labios-. Ahora es c0>mo cualquiera que haya la galería interior.
nacido en Asunción... Yo no sé en qué tú lo ves coyguá a Ramón. ¿Porque Lo curioso era que a Adela ese "piénsalo" le sonó en el corazón con
es flacucho, morocho y tiene el pelo lacio? ¿O será porque crees que no un acento de cariñosa y solícita preocupación paternal.
tiene gusto para vestir como suele criticarlo la tonta de tu hermana En la galería, don Félix se encontró con Ramón, que acababa de
Julia? Yo también he nacido en el campo y he venido de joven a levantarse, y venía del patio. Estaba en calzoncillos, descalzo y con el pelo
Asunción ... Y aquí me ves-y se planteó ante Adela como para que ésta cayéndole sobre la frente estrecha. Demudóse al verle e instintivamente
contemplase bien su estampa. dio un paso atrás. Imaginó que su suegro venía a verlo por el asunto del
Adela lo miró de pronto con ojos distintos a como siempre lo mirara. dinero.No atinó ni a saludarlo. "Parece un indio", se dijo Adela, que venía
Lo contempló a través de sus propias palabras (hay palabras que de
(34) Sinforiano.
(33) José.

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detrás de su padre, fijándose, como si no los hubiese visto nunca, en su intención y tomando sus precauciones para el futuro, don Félix en la
pelo lacio y en sus canillas delgadas, sin vello. Esas mismas piernas que, carta no mencionaba para nada el pagaré, como si fuesen dos asuntos
cuando se bañaba en el lago, en San Bernardino, en sus días de luna de distintos. Después de aguardarse ambos documentos en el bolsillo,
miel, las miraba como una de las partes del cuerpo de Ramón mejor palmeó familiarmente a Ramón en la espalda.
formadas. -Y ahora a trabajar fuerte para pagar esta deuda. Nada de pensar
Don Félix saludó a Ramón muy tranquilo y risueño, y, cogiéndole en poesías ni viajes a Buenos Aires... -Y para suavizar, agregó: -Al
amistosamente del brazo, lo llevó hacia adentro, a la misma pieza de la menos por algún tiempo. Sigo con la idea de poner un tambo aquí. Ya
que acababa de salir. Cerró la puerta tras sí. Quedaron ambos de pie, en verás cómo vas a hacer un buen negocio. Ocampito, que hace tres años
silencio. Un silencio que se adensaba más aún al confundirse con el que se estableció con una veinte lecheras en Ypacaraí, ahora tiene sesenta
penetraba de afuera, a través de la ventana abierta. Ramón tuvo por y gana lo que quiere-. Ramón, con la cara vuelta siempre hacia la
unos instantes la sensación de que se hallaba solo en la casa, solo en ventana, sintió otra vez que esa soledad que rodeaba a ambos despertaba
Areguá, solo en el mundo, frente a ese hombre aborrecido y al que en él inipulsos criminales. (Desde entonces, y muy a menudo, cuando se
hubiese podido matar impunemente. Levantó los ojos y miró por un encontraba solo y en medio de un gran silencio, recordaba a don Félix y
momento a don Félix con expresión de odio feroz. Las manos le tembla- le acometían deseos de matarlo)-. Voy a visitar a Esquive} para que me
ron. Fue' la única vez que se atrevió a mirarle a la cara en el transcurso dé algunos informes sobre esas lecheras de que me habló el otro día
de toda aquella entrevista. -añadió don Félix y salió de la pieza.
Don Félix fue el primero que habló, preguntándole si sabía por qué Si tres minutos después hubiese vuelto, se hubiera encontrado con
había venido. Ramón inmóvil en el mismo sitio donde lo dejara, mirando sin ver en
-Nos.é\ dirección de la ventana. El único cambio que se notaba en él eran las
Entonces don Félix, sin perder la calma, dijo que un delator lágrimas de impotencia que humedecían sus ojos. Entretanto, don Félix
anónimo le contó que Anderssen le entregó cien mil pesos en pago de conversaba en el patio con Adela como si tal cosa. Si alguno le hubiese
honorarios suyos, y que se los jugó. recriminado su comportamiento, diciéndole que era un desalmado y que
-Anderssen me lo confirmó. Vos tampoco lo negarás. Has cometido había humillado y herido brutalmente el amor propio de su hijo político,
un delito y podría mandarte preso ... Has cometido una canallada. Y sólo del esposo de su hija, seguramente le hubiese preguntado si estaba loco
mi ingenuidad y generosidad pudieron haberme llevado a equivocarme o quería burlarse. Y a la prueba de ello está que a su vuelta a Asunción,
contigo. Te has portado como un cochino conmigo y con Adela, que te . le dijo a su mujer que obró generosa y amistosamente con Ramón, no
hemos colocado en una posición social destacada... A la pobre Adela no olvidando que era su yerno, y que el asunto se arregló decentemente,
le he dicho nada. Mejor que no sepa. Con lo de Paulina tiene más que como entre caballeros.
suficiente-. Ramón, inmóvil, rígido como una estatua de piedra, tenía Aprovechando la visita de su padre a Esquivel, Adela se dio una
la cara vuelta hacia la ventana-. Vas a firmarme este documento y esta escapada hasta la casa del párroco. Lo encontró en la puerta, con el
carta. ¿Me oyes? -Ramón no se movió. caballo ensillado, listo para salir. Bajo el guardapolvo gris asomaban las
Don Félix sacó del bolsillo del pantalón un pagaré y una carta, que botas sin espuelas. Iba a echarle un vistazo al cocué que tenía en Valle
traía preparados de Asunción. Pucú. Sin quitarse el sombrero de pirí (35), de anchas alas, para
-Está bien -contestó Ramón sin volver la cara. guarecerse del sol, entró con Adela en la pieza que hacía las veces de sala
Y sobre el mánnol del tocador, con la estilográfica que le pasó don de recibo. De buen talante atendió a Adelita, como la llamaba cariñosa-
Félix, firmó ambos papeles sin leerlos. El documento era una orden en mente. El padre Rosales dividía someramente a las personas en dos
blanco por cien mil pesos y en la carta confesaba haberse apoderado de
cien mil pesos que pertenecían al doctor Félix Cardozo. Con doble (35) Junco.

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clases: las que le eran simpáticas y las que le eran antipáticas. A estas también como yo.No hay peores guías y consejeros para sus propios hijos
últimas las trataba siempre malhumorado y con prisa. Adela figuraba que los padres. Ningún padre conoce a su hijo, por eso se equivocan
entre las primeras. La compadecía por estar casada con "ese resentido siempre ... Guíate por tu instinto.
y envidioso de Ramón Fleitas", y porque la creía sufrida y de buenos Adela al final se despidió del párroco más triste y desalentada de lo
sentimientos, aunque podía engañarse, porque como solía decir: "A las que estaba cuando llegó. Sentía afecto por él, pero lo encontraba raro y
almas nunca se acaba de conocerlas". hasta medio destornillado. Muchas de las cosas de que le hablaba no las
Cuando Adela le contó lo del anónimo, el padre Rosales se levantó entendía y otras le sonaban a verdaderas herejías. No le faltaba razón
de la silla todo agitado, y comenzó a dar azotes a las sillas con su mboreví del todo a doña Angela que lo criticaba diciendo que más parecía un
(36), como si fueran la efigie de doña Angela. gaucho que un cura. Adela, sin embargo, adivinaba en él, a través de las
-¡Ya está!-exclamó airado-. No pudo callarse esa vieja arpía. extravagancias y arbitrariedades de su genio, un corazón misericordioso
-¡Ea!, pero usted sabe quién fu.e. ¿Quién fue ?-preguntó Adela con y bueno. Le chocaba su aspecto bronco y su ruda franqueza, porque se
curiosidad. imaginaba que los párrocos debían ser de físico pequeño, afables y de voz
-Yo sé muchas, muchísimas cosas de este pueblo, que si me endeble como su cuerpo. Se había formado esa idea a los doce años,
pusiera a esparcirlas se armaría ~l batahola y guerra entre sus después de leer un relato en que se pintaba un cura que tenía todas esas
habitantes que habría más tranquilidad en el infierno. Pero tengo que características. Pero Adela había olvidado por completo aquella lectura
coserme los labios y llevar yo sola todo ese infierno dentro. Así que no te y el origen de semejante idea, creyéndola natural suya.
asustés si un día reboso y salen ésc·a~ando por mi boca sapos, culebras Ni bien Adela se fue, el padre Rosales montó en su cabalgadura
y serpientes-y añadió con ímpetu~: Pero a esa víbora yo la aplastaría encaminándose a Valle Pucú. Sosteníase desgarbadamente en el recado,
así. Sí, así como ves-y apretaba con'fuerza uno de sus pies contra el piso. y cualquier jinete hubiese notado al primer vistazo que le faltaba
Adela le dijo que buscaba su 'consejo, pues su padre quería llevarla habilidad para montar. Pese a sus veinte años de Areguá, no había
a Asunción. Ella creía que su de"\2e'r é'ra quedarse. . aprendido a cabalgar. "Lo que es esto de andar encima de estos jamelgos
-Mira, Adelita, si yo fuese prOtestante o mahometano te diría: lo chapurrearé siempre como el latín", solía comentar risueñamente. De
"Déjalo a Ramón para siempre y que reviente solo". Pero como soy un pronto, empezó a murmurar con vehemencia: "Es una babosa esa vieja.
sacerdote católico y tú eres cristiali~. debo ·aconsejarte que lleves tu La excomulgaré. El próximo domingo, durante la comunión, delante de
cruz ... Si tu destino es aguantarlo, na<ilie te librará de él. Determinismo, todos los fieles, le echaré de la iglesia y le prohibiré terminantemente que
pudo determinismo. Eso del libre albedrío es un disparate. Jamás vuelva a poner los pies en el templo. Me desafía. Se burla de mí esa
hacemos lo que queremos ... Yo ya~ni me acuerdo de mis estudios endemoniada. Ese anónimo está dirigido contra mí. Esa hija de Satanás
filosóficos, pero de lo que no me oMdo es .que siempre eso del libre ha querido herirme a mí''. De tenerla enfrente a doña Angela, seguro que
albedrío me pareció una de las tantas ilusiones con que se engiñan los hace caer sobre ésta los azotes que descargaba en la grupa del caballo.
hombres. Nacemos con una estrella, buena o mala y con ella nos Y luego se acordaba de Ramón y se irritaba más aún. Habíale tomado
estrellamos. ojeriza desde que le devolviera el Rubiano con lastimaduras en el lomo.
-¡Pero qué hago, padre Ro~ales1 -interrumpió Adela, al ver que No le perdonaba ese descuido, y ahora aprovechaba lo de Adela para
el cura no paraba de hablar. desahogar su ira. "Ese rijoso empuercándose con Paulina. Lo que le
-Y.. no hagas nada. O mejor, Sigue tu instinto. No pienses. Sigue faltaba para encenagarse del todo. Primero, emborrachándose con caña
tu instinto, que es un buen consejero. Por lo menos se equivoca menos en el almacén de Teófilo, y ahora refocilándose con una campesina sucia
que la razón. En el instinto está Ufos; en cambio en. lá razón se esconde y de quince años. Sólo le queda andar 'pata al suelo' ... El día que venga
el demonio ... Y perdona que te diga hna cosa. Tu padre se equivocará a pedirme un caballo prestado le dire que se vaya a la porra. ¡Pobre
Rubiano! Me lo ha arruinado por mucho tiempo. El muy estúpido habrá
(36) Rebenque. querido lucirse con Rosalba ... ".

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Unos mita'í (37), desnudos y mugrientos, que salieron al camino sospecha halagaba la poca simpatía que le merecía aquélla, llegó a
desde un rancho, lo sacaron de sus pensamientos y monólogos al pedirle pensar que el padre Rosales se equivocaba sobre la verdadera autora.
la bendición. Tendían sus manitas unidas hacia él y lo llamaban pa'í (38). Consideraba a la esposa del farmacéutico una enemiga solapada, que no
Trazó una vaga señal de la cruz en el aire con la mano en que llevaba el la quería y que la celaba por algunas preferencias y atenciones que
látigo. Se le oprimió el corazón de tristeza al ver esos chicuelos desnutri- mostrara Salvado con ella en varias reuniones. Había más aún: Adela
dos y esos ranchos de aspecto africano, con sus techos de paja y sin pensaba que Salvado sentía una cierta atracción por ella. "Ambos nos
hemos equivocado. Yo casándome con Ramón y Salvado con Rosalba.
paredes, que lo ponían con crudeza frente a la realidad de su existencia.
Rosalba es inferior a él". Le parecía que la falta de felicidad de Salvado
Volvió a sentir la soledad de su tierruca. ¡Qué diferencia entre aquellas
en su hogar, cosa de la que no dudaba después de lo que le dijera doña
tierras de un verde tan profundo y alegre, como dulcificado por la
Angela, y el infortunio que ella sufría en el suyo, los unía secretamente.
placidez del clima, y estos caminos y montes irritados, enfebrecidos por
Sólo la presencia del padre Rosales evitaba que se desahogase de sus
ese sol de fuego, que llameaba en la tierra! ¡Ay, qué distante estaba de
desdichas con Salvado. ¡Qué lástima que el párroco no mostrara esa
la terneza y limpidez de los paisajes de su Galicia lejana, en que la luz perspicacia y comprensión que se traslucían a través de las opiniones y
parecía acariciar todas las cosas! Y los ojos del párroco Rosales se juicios de Salvado!
humedecían de lágrimas al recordar el sonoro tintineo de los cencerros Durante el camino decidió marcharse a Asunción con su padre por
en las húmedas mañanas de su pueblecillo galaico. "Dios dé misericordia unos días para darle una lección a Ramón. Pero cambió súbitamente de
-decía como si orase-, lo único que te ruego es que cuando me muera, propósito al entrar en su casa y encontrarse con Paulina. A la vista de la
si voy al cielo, como lo deseo, me hagas vivir en el verdor de un trocito de criada se llenó de rabia y celos. Dejarla sola con Ramón era alentarlos,
prado de mi tierruca en compensación de estos veinte años de calor y darles la ocasión para que volvieran a engañarla. Se quedaría.No amaba
soledad vividos en este Areguá, en que hasta las voces de los recentales ya a Ramón; sentía por él desprecio y repugnancia, pero se quedaría.
son tan lastimeras, que enlutan el alma". Don Félix volvió a Asunción en el tren de la tarde.No insistió mucho
Entretanto, Adela iba de vuelta a su casa. Para defenderse del con su hija para que se fuese con él. Todo se había arreglado tan bien, todo
fuerte sol, a pesar de que traía sombrilla, cogió por la acera cubierta, que había salido tan a pedir de boca, que la ida de Adela no serviría más que
está a la izquierda de la iglesia. (Areguá, para no dejar de tener ese aíre para enfurecer a Ramón. Adela lo acompañó hasta la estación. Fueron
arcaico de nuestros pueblos de campaña, posee también, en su parte más caminando despacio por la calle principal, desierta como siempre,
antigua, soportales a lo largo de las casas, pegadas unas a otras como charlando de cosas sin importancia, sin acordarse de Ramón ni del
celdas). Varias personas del lugar charlaban en la acera, sentadas .en anónimo. Don Félix, con el saco al brazo y el bastón en la mano, subió al
sillas. Todas eran conocidas de Adela. Una vieja que vio allí le trajo el tren muy satisfecho del resultado de su viaje. Todo seguía igual en la
recuerdo de las palabras indignadas del párroco: ''Vieja inmunda". (El superficie; todo por afuera continuaba como antes. Y eso era lo importan-
cura había dicho vieja arpía). ¿Quería decir que el padre Rosales sabía te para don Félix, aunque en el fondo las aguas se agitaran y enturbiasen,
quién escribió el anónimo? ¿Quién podía ser? Con el pensamiento, Adela Ramón había firmado los documentos sin resistencia, y Adelamostrábase
recorría todas las caras de viejas que conocía. A doña Angela, las malas razonable y comprensiva.
lenguas le achacaban ser la autora de anónimos que recibieron algunas Adela decidió no despachar a Paulina inmediatamente. Ella, que al
familias en el pueblo. Adela no lo creía, pero aunque fuera cierto, estaba recibir el anónimo pensó que todo Areguá estaba enterado de los amores
segura que doña Angela era una amiga suya de corazón y jamás le de Ramón con Paulina, se ilusionaba ahora con la idea de que conservan-
escribiría anónimos. De quien sospechaba era de Rosalba, y como esa do a Paulina consigo unos días, desmentía las murmuraciones y
desconcertaba a los suspicaces del pueblo.

(37) Chicuelo.
(38) Padre.

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15 abiertas, corno se acostumbra dejarlas allí por la noche en el verano.
Encontraron a Adela caída en el suelo. Al intentar levantarla, se resistió.
El mismo día de la visita de don Félix, Ramón, después de pasar Cubríase el rostro con las manos y lloraba a la vez que murmuraba algo
todo el día fuera de casa, volvió por la noche tambaleándose de borracho. ininteligible.
Toda la vergüenza, humillación e impotencia que le hizo padecer su Teófilo agarró del brazo a Ramón, y lo arrastró fuera de la pieza a
suegro, desfogóse a la vista de Adela, con fuerza y brutalidad terribles. la vez que decía:
Jamás -ni en sus peores momentos de agitación y violencia- Adela -Terejhó eké, che amigo (42)-y lo empujó en dirección del catre
había visto a Ramón como esa noche. Torpe, sosteniéndose apenas sobre que estaba como otras veces tendido bajo la parralera.
las piernas, con las greñas pegadas a la frente sudorosa, gritábale Sin replicar una palabra, Ramón bajó dificultosamente los escalo-
insultos. Le barboteaba que su padre era el canalla más grande del nes que llevaban al patio, y fue a derrumbarse en el catre, donde cayó en
Paraguay y que a ella la echaría a patadas de la casa. Le contó el robo de lo hondo del sueño, como una piedra en el fondo de un pozo.
los cien mil pesos, y el pagaré y la carta que le obligó a firmar "eseyaguá Cuando Teófilo volvió a la pieza, Adela ya se había levantado y se
(39) de tu padre" para "tenerme agarrado por toda la vida". estaba lavando la cara en la palangana del tocador. Perdía un poco de
-I tepoti cola nde rú (40)-le gritó aproximándos~ y agitánd9le sangre por la nari~. Teófilo la ayudó a secarse, pasándole una toalla.
el puño cerrado en la cara-. No le voy a pagar nunca ese dinero. Todos Luego, le preguntó si quería algo. Adela le dio las gracias y le dijo que se
mis sueños perdidos por esos miserables pesos ... Yo no quiero saber más fuera tranquilo, que ya estaba bien.
nada de ustedes. Por mí todos los Cardozo se pueden ir a la p ... Entre vos, Al día siguiente, Adela amaneció con una señal morada en la mejilla
estúpida, y el canalla de tu padre, me han hundido para siempre ... Mi derecha. Por la tarde fue a visitar al padre Rosales, el cual, como todo el
carrera literaria perdida por culpa de ustedes ... pueblo, ya estaba al tanto de lo que le había pasado. Al ver el cardenal
En la penumbra del dormitorio, alumbrado por la escasa luz de una en la mejilla, exclamó:
lámpara de petróleo, Adela, paralizada de terror, permanecía con la -¡Qué bruto! Ese Ramón es un perdido -añadió con enojo, sin
espalda apoyada contra la pared, hasta donde había ido retrocediendo. poder contenerse.
Ramón gesticulaba y vociferaba y su sombra enorme se movía por las Hubiese querido agregar que a su juicio no tenía cura y que nada lo
paredes y el techo. Era tal el pavor de Adela, que un sólo pensamiento detendría en su rodar hacia bajo, pero calló por no afligir más a Adela.
la enloquecía: "Me va a matar. Me va a matar". "Hay mala sangre en ese tipo", pensó. Y luego prosiguió en voz alta:
Casi tocando la cara de ella con la suya, echando por la boca tufos -Pero tienes que aguantarlo. Si no lo soportas a él, tendrás que
de caña, Ramón le gritó: soportar otra cosa. En la vida siempre tenemos que soportar algo. Hay
-¡Nde falsa col Che tentá mantereí. nde ñañá chendivé. que llevar sobre el corazón alguna cruz. Algunos llevan hasta veinte
ndaicatuveima rojhechd (41) ... ¡Me hubiese casado con Julia!... Esa sí cruces ... La vida es una cruz ... Pero tienes que sacar a Ramón de aquí.
que me hubiese comprendido... ¡Perra!. .. -y remató estas últimas A Ramón lo está reconquistando su pasado, su sangre, la campaña. El
palabras con un puñetazo en la cara. campo absorbe y domina sin piedad, y en cuanto te descuidas te empieza
Adela cayó al suelo lanzando un grito. a crecer la yerba entre los dedos de los pies, y tú la ves crecer con
Al oírlo, Teó:filo y otro lugareño que, desde hacía un rato, parados indiferencia, como si tal cosa. A Ramón no le ha empezado a crecer, sino
en la acera de enfrente, escuchaban los gritos, cruzaron corriendo la calle que le ha rebrotado, que es mucho peor.
y entraron en la casa, que estaba con todas las puertas y ventanas .+J, Fatigaba a Adela esa charla profusa, llena de derivaciones, como un
dédalo. Pero esa fatiga de la atención disipó en parte sus penas y
(39) Perro. preocupaciones.
(40) Tu padre es una porquería.
(41) Eres una falsa. Me tientas (buscas) siempre. Eres una malvad conmigo. No te (42) Anda a dormir, mi amigo.
puedo ver.

136 137
-Pero Ramón necesita vivir en el campo para su arte, para escribir Adela sentíase sin fuerzas para seguir viviendo en ese estado de
con tranquilidad -respondió Adela por hábito, repitiendo esa excusa tensión nerviosa y temor permanente. La obsesionaba la idea de que
como una cantinela; como se lo decía a sus amistades de Asunción cada Ramón la mataría, y hubo un día en que no salió de su dormitorio, porque
vez que le preguntaban por qué no dejaba el triste y aburrido Areguá. se imaginó que ese día se iba a cumplir su pensamiento. Veía que era
Aunque el padre Rosales no creía en el talento artístico de Ramón inútil querer guardar las apariencias. Entre los veraneantes asuncenos
ni en que se impusiese por su vocación el sacrificio de vivir en Areguá, no había quien no supiese las borracheras de Ramón, sus trasnochadas
le contestó que en el campo lo único que se crean y crían son vacas. y sus partidas de juego. "Ya que todo el mundo sabe la vida que llevo; ya
-El ambiente campesino es terrible, desesperante. Fijate. Yo que el escándalo es público, ¿por qué no lo dejo por un tiempo, hasta que
llegué con cuatro sotanas. Y ahora... -cogióse el guardapolvo con ambas esto cambie, y me voy con mis padres?", repetíase a cada momento. Sólo
manos-, tengo cuatro guardapolvos como éste y una sotana más vieja I • la retenía de dar ese paso el pensar en lo que diría su amiga Teresita, tan
que yo. Vivo enguardapolvado ... Y gracias que llevo aún alguna prenda feliz y afortunada en su vida de casada.
bajo esto. Sé de otros colegas que lo llevan sobre el cuero. Una mañana, al levantarse, se encontró con la novedad de que
-Será por el calor, padre -respondió Adela, sonriéndose. Paulina se había marchado llevándose varias prendas íntimas suyas y
-Sí; por el calor y la pobreza del campo; la gente en medio de la cual un vestido. Adela denunció el robo a la Policía por consejo de una vecina.
vivimos no da para más ni tampoco exige más -contestó el padre No lo hubiese hecho. Cuando Ramón se enteró, se puso iracundo, la trató
Rosales, señalando, con un movimiento de su pesada cabezota, la de mezquina y escandalosa, comparándola en su avaricia con su padre.
ventana, a través de cuyas rejas se divisaban algunos ranchos misera- Fue a ver al comisario Arana para pedirle que dejase tranquila a Paulina
bles entre árboles verdes y copudos. porque él le había regalado esas ropas, y la chica no robó nada, como al
Adela no sacó nada de definitivo y práctico de esta conversación. Es principio creyó su mujer. Doña Angela fue la primera en el pueblo que
que en el cura Rosales había una verdadera incapacidad, un algo así supo aquel episodio, y enseguida lo repitió por todo Areguá. Decía que
como imposibilidad natural de ajustar su conversación al tema. "Se va Ramón despojó de todas sus ropas a Adela, dejándola desnuda, para
por las ramas", había dicho, con fineza, el doctor Brítez, en una reunión regalársela a su amante Paulina; y que aunque Adela hizo la denuncia
en que se comentaba ese defecto del párroco. Pero doña Angela, con a A;rana, éste, como compinche de Ramón y compañero de farras e
menos delicadeza de expresión, lo fulminaba diciendo que era ''un inmoralidades, se cruzó de brazos. Luego, tomó papel y pluma y le envió
gallego charlatán". una carta anónima a doñaMatilde, contándole todo, y llamándola, entre
Después de aquella noche espantosa, Adela pasó unos días muy otras cosas, "madre descuidada y desnaturalizada".
triste y sola. Casi no veía a Ramón, que andaba fuera de casa todo el día Dos días después de esta carta, llegó doña Matilde para llevarse a su
y gran parte de la noche. Vivía atemorizada, con la angustia de que hija. En un comienzo, Adela se resistió a ir. Sólo cedió cuando su madre le
Ramón volviera a enfurecerse. Comía temprano, y a la caída de la tarde dijo que podía explicar su viaje por la salud de don Félix, que no andaba
se encerraba a dormir en su dormitorio, bajo llave. Desde su lecho, con bien. Ramón no estaba en casa la mañana que llegó doña Matilde, y por
el corazón encogido, oía a altas horas de la noche los pasos de Ramón en la tarde, cuando Adela partió, aún no había regresado. Al día siguiente, al
la galería cuando regresaba ebrio y se acercaba al cántaro del agua para volver, se encontró con la carta de Adela en la que le explicaba que había
beber. Dos noches no vino a dormir. De día, se pasaba jugando al billar tenido que marcharse a Asunción apresuradamente, sin esperarlo, por-
por dinero en un almacén próximo a la estación, y por las noches jugaba que su padre estaba enfermo, y que su ausencia sería corta. Ramón se
a los naipes, o seguía sus partidas de billar. Todo Areguá supo, y Adela limitó a arrojar la carta en un rincón exclamando al mismo tiempo: "Upé
también, que una noche hubo una violenta disputa en el almacén por yaguá co amanó vaera che ayucá mbaero 1nanté" (43).
diferencias en el juego, y que Ramón sacó el revólver por lo que estuvo
a punto de ir preso. (43) Ese perro va a morirse solamente cuando yo lo mate.

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Adela fu.e prolongando su estancia en Asunción por consejo de Julia, estiramiento y engreimiento de la viuda de Salcedo no eran tales, sino
que le decía que se mostrase fuerte y no cediese, que a la larga quien gestos con los cuales encubría el apocamiento y el sentimiento de
aflojaría sería Ramón, el que vendría a buscarla. A medida que su inferioridad que padecía por su decadencia social.
permanencia en Asunción se alargaba, comenzó a rehuir los encuentros El doctor Brítez no pensaba como su mujer sobre la naturaleza de
con su amiga Teresita Contreras. Dejó de visitarla y buscaba cualquier las hermanas Gutiérrez. A su juicio, Clara era más emotiva y bondadosa
pretexto para no estar en casa cada vez que aquélla venía a verla. que su hermana Angela. Para opinar así no tenía ningún motivo, sino
Trataba de invertir un motivo para romper definitivamente y dejar de que como esta última era realmente solterona, forzosamente debía ser
saludarla. Se le había vuelto odiosa, "con esos sus modales fingidos y con perversa, envidiosa y charlatana. Para él éste era un principio indiscu-
esa su modestia falsa y almibarada". "Ya no es la Teresita de antes - tible, como la ley de la gravedad, y que en todas las solteronas se cumplía
decía con sincero pesar-. Yo no sé qué la ha cambiado. No la trago. Se inexorablemente. Todas eran largas de cuerpo, largas de vista y largas
ha vuelto hipócrita y vanidosa". de lengua. Pero como doña Angela, desde un tiempo acá, le demostraba
confianza consultándole sobre ciertos asuntos de familia, y en los cuales
barruntaba la posibilidad de ganar algún dinero como abogado, la baja
y despectiva opinión que le merecían las solteronas había sufrido un
16 cambio con respecto a doña Angela. "¡Cómo se engaña uno sobre la gente
cuando no la conoce a fondo!", le decía, con sincero convencimiento, a su
La vecindad del doctor Eleuterio Brítez con la de las hermanas mujer, por la noche, antes de dotmirse, acostado en su catre de lona.
Gutiérrez permitía que éstas -sobre todo doña Angela, que era mucho (Desde hacía cuarenta años no conocía otra clase de lecho. No podía
más sociable que su hermana y que gustaba andar de visita, lo que le soportar el colchón. Hasta cuando estuvo de embajador en Río de J aneiro
atraía más la simpatía y amistad de la gente, a pesar de saberla colocaba su catre, que había traído consigo de Asunción, en el dormitorio
aficionada a llevar cuentos o quizá por eso mismo-, se viesen y tratasen del hotel, junto al lecho donde dormía doña E lisa). ''Yo siempre creí que
mucho con la familia de aquél. A menudo doña Elisa, en la mesa, ante Clara era más buena que Angela -eontinuaba-. Estaba equivocado.
un plato que le salía sabroso, se acordaba de ña Angela (con la viuda de Doña Clara es una mujer sin entrañas. ¡Las cosas que me ha contado
Salcedo no se animaba a emplear el ña. El doctor Brítez no lo usaba doña Angela! No le da café con leche, ni quiere salir con ella a la calle
nunca por considerarlowlgar y de mal gusto), y separando una parte, porque le da vergüenza".
se lo mandaba de obsequio con la criada. Esta vecindad y frecuencia de Contra lo que pensaban todos los habitantes de Areguá, que el
trato permitió que en varias ocasiones el doctor Brítez y su mujer aborrecimiento que se tenían las hermanas Gutiérrez era muy hondo y
notasen la sequedad con que se hablaban ambas hermanas. "Rarezas y los altercados continuos y violentos, guiándose por su propia malignidad
amarguras de solteronas", opinaba el doctor Brítez, colocando a la viuda para pensar así y en los vagos rumores que corrían, y acertando por ello
de Salcedo en la misma sitaación que a su hermana. Doña Elisa mismo, propios de una vida en común. Desde unos días atrás, sin
s~patizaba más con doña Angela que con doña Clara, y la defendía embargo, después que doña Angela lo pusiera al corriente de ciertas
siempre de las pullas y comentarios de su marido. Para ella, ña Angela cosas, el doctor Brítez había cambiado de opinión, y pensaba que el
era una pobre y desventurada mujer, muy cristiana y devota, que, por distanciamiento e inquina entre ellas era más profundo y serio de lo que
necesidad, se veía obligada a vivir de la caridad humillante de su creyera, porque las separaban cuestiones de intereses, y para el doctor
hermana. No movía la inclinación de doña E lisa por aquélla una pura Brítez todo se olvidaba y se componía en el mundo, menos los "agravios
simpatía, sino que entraba en gran parte el poco afecto y atracción que de dinero".
sentía por la viuda de Salcedo. La encontraba a ésta muy creída y poco Las consultas y confidencias de doña Angela al doctor Brítez tenían
conversadora, y que no daba ni se tomaba familiaridad. Pero el aparente lugar en la casa de éste. Sentábase en el patio, bajo la arboleda de

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mangos, y allí doña Angela se desahogaba por primera vez en su vida, mecedora con el ánimo decaído y con pocas esperanzas de que el asunto
al decir de ella. De esta manera, el doctor Brítez se enteró de que don saliese adelante. Con este pleito contaba el doctor Brítez para pagar la
Desiderio solía pegar a su mujer; que doña Clara era de índole perversa hipoteca que pesaba sobre su casa de Asunción, y aun darse otros gustos.
y en casa no rezaba nunca, aunque se fingía muy devota y católica por -Yo, doctor, tengo mucho miedo a la forma en que mi hermana
vanidad, yparallevarle la contra a su hermana; que Salcedo nunca quiso recibirá la noticia del pleito. ¡Es tan mala y avara! Es capaz de hacer un
a Clara, y que entre ésta y don Desiderio lo casaron aprovechando su gran escándalo. Cada día está más agriada. Es ese vicio que tiene ... -
carácter débil e irresoluto; que Angela sufría de su hermana injurias y y aquí dejó de hablar de improviso, como si estas últimas palabras se le
humillaciones sin cuento, la que exigía recibo del dinero que mensual- hubiesen escapado sin querer-. Bueno, ya dije casi todo. -El doctor
mente le daba; que la sirvienta Pilar era una espía de Rosalba, que la Brítez estaba pendiente de los labios de doña Angela y era todo oídos.
(Desvivíase por los chismes, por los comentarios malevolentes; y de la
engatusaba regalándole baratijas y dinero para que le contase lo que
política, ésa era la parte que más le atraía. Para la chismograña, tenía
hacía doña Clara, que ésta tenía escondidos en su cuarto libros porno-
una inclinación de solterona)-. Me cuesta mucho hablar de este vicio de
gráficos, y que aunque decía que tenía cuarenta años era sólo siete años
Clara, pero usted no sólo es mi abogado, sino un amigo. Clara bebe
menor que Angela.
mucho ...
-Usted, doñaAngela, no va a poder evitar la acción judicial como
-¡Qué! -exclamó el doctor Brítez, pasmado, deteniendo el balan-
decimos nosotros, los juristas -le decía el doctor Brítez, vestido de
ceo de la mecedora.
pijama, hamacándose en una mecedora de mimbre.
-Es así, doctor... Usted no lo va a creer. Por las noches se encierra
DoñaAngela alegrábase en su interior cada vez que oía al "doctor" . en su pieza y bebe hasta caer borracha. Después se duerme dando unos
decir que el asunto con su hermana terminaría en un pleito. Todo el ·)ronquidos espantosos. Varias noches yo me he quedado despierta de
mundo se enteraría; sería un verdadero escándalo; nadie ignoraría ya miedo a un incendio, porque se emborracha y se duerme con la lámpara
qué clase de mujer era Clara y los padecimientos que ella soportaba en 1

\encendida. ¡Figúrese, doctor, si la lámpara se cae al suelo!. ..


silencio desde hacía tantos años. No era de un alma cristiana desear el Y era verdad este temor de doña Angela. Muchas noches se había
mal ajeno, pero los malos debían ser señalados y perseguidos para pasado en vela hasta la madrugada acongojada por el miedo de un
escarmiento y ejemplo. incendio. Vivía con la aflicción de que moriría trágicamente por la noche.
-Esas alhajas que su hermana retiene indebidamente son mitad A veces, imaginaba que en una catástrofe, y otras, asesinada.
suyas y mitad de ella. Su hermana no tiene derecho a conservarlas para -¿Pero desde cuándo hace eso?-preguntó al fin el doctor Brítez,
ella sola ... ¿Dónde está el título de ese chalet? -agregó el doctor Brítez que se había quedado mudo de sorpresa, como si le acabasen de anunciar
señalando con el dedo hacia la casa de las Gutiérrez-. La mitad indivisa que la Tierra era cuadrada-. ¿Pero todas las noches? ¡No ha de ser así!
es suya. Pero usted no puede disponer de ella hasta no abrir la sucesión ¿Cómo usted lo supo ... ? Emborracharse Clara... ¡Quién lo hubiera creído!
de don Desiderio. Su hermana sehaadueñaiio de lo que no le pertenece... ¿Y cómo se pone cuando se emborracha?
usted debería negarse a fmnar los recfü0s. Dominábale un gusto perverso por informarse con toda minuciosi-
-Pero si no se los firmo no me da dinero, y sin dinero me muero de dad de los pormenores del vicio de la viuda de Salcedo. Y doña Angela no
hambre -exclamó con despecho. necesitó hacerse insistir mucho para referir cómo llegó a descubrir ese
El doctor Brítez no podía decirse con certidumbre qué haría en secreto de su hermana, tan celosamente guardado por ésta que hasta
definitiva doñaAngela, que parecía indecisa. En ciertos momentos tenía entonces nadie en el pueblo ni maliciaba siquiera. Ignoraba desde
la impresión, la casi seguridad, que estaba resuelta a pleitear con su cuándo había empezado a beber. Pero hacía un mes más o menos, Pilar
hermana, y en otros, dudaba. Más de una vez, después de despedirla, le contó que en el fondo del patio, en un sitio donde se arrojaba la basura
tras haber conversado largo rato, exclamaba en sus adentros con de la casa, encontró varias botellas vacías de anís, iguales a una que vio
entusiasmo: "Aquí va a arder Troya"; y otras, volvía a sentarse en su una vez en el dormitorio de Clara al hacer la limpieza.

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Para cerciorarse por sus propios ojos y no levantar falso testimonio, borrascosos sentimientos que se levantaban en el ánimo de doñaAngela,
porque ella nunca acusaba a nadie sin estar segura, se levantó dos sacó de uno de los bolsillos de su saco de pijama un cigarro, en uno de
noches seguidas, y con precaución, para no ser oída, se subió al balcon- cuyos.~xtrernos hizo un corte con un cortaplumas. Metió luego el cigarro
cillo del dormitorio de su hermana, y desde allí se puso a observar dentro en la boquilla. Realizó todo eso como siempre, con extrema lentitud, como
por entre las tablillas de la persiana. Y con dolor y espanto comprobó que si cumpliera un rito. "Cualquiera creería que va a echarse en un diván
su presunción era fundada y que su hennana era una borracha perdida. a fumar una pipa de opio", había salido a comentar por ahí Salvado,
Una vez que hubo terminado de contar cómo se industrió para sorpren- criticando esa costumbre de Brítez. A doña Angela la impacientaba.
derla en su vicio, fijó los ojos en el doctor Brítez con mirada interrogadora. Perdía la tranquilidad y se irritaba cada vez que le veía empezar sus
Y éste, asombrado por lo que acababa de oír, silencioso, tenía que hacer preparativos para fumar. Pero ahora, a su incomodidad de otras veces,
un esfuerzo para acomodar su imaginación a aquella nueva Clara que se sumaba la alteración en que la había puesto ese recuerdo inesperado
veía a través de las palabras de doña Angela. Ese silencio del doctor de la actitud del doctor Brítez en la reunión de "Los Amigos dé Areguá".
Brítez, esa expresión entre perpleja y seria, fueron interpretados por Y como si todo eso fuera poco, el doctor Brítez, al terminar de encender
doña Angela como un reproche a su espionaje, y trató de justificarse. el cigarro, preguntó con afabilidad:
-Es mi hermana, doctor. No está bien espiar. Pero yo quería -¿Dónde estábamos, doña Angela?
asegurarme para hacer algo y tratar de librarla de su terrible vicio. Doña Angela palideció y le temblaron los labios. Con qué gusto le
Tengo que salvarla. hubiese golpeado con una palabra grosera, como hacía con su hermana
-¿Ha hecho usted algo? Clara, y que ella siempre tenía pronta cuando se irritaba. En ese
-Hubiera querido. Es mi deber de hermana. Pero el padre Rosales instante, el doctor Brítez le pareció el sujeto más vil y despreciable del
me lo prohibió. mundo. Sentíase profundamente ofendida.
-¿Se lo prohibió? -¿Elisa fuma? -preguntó bruscamente.
-Sí -exclamó doña Angela con exasperación-. No he visto en l.' -Claro. Usted demasiado lo sabe. ¿Por qué me lo pregunta?--le
toda mi vida un sacerdote peor que ése. Si fuese por su preocupación, respondió el otro, un tanto confundido por esa pregunta inesperada.
1
todos viviríamos en el vicio y en el pecado. Representa a Satanás. Cuando L -Pues a mí me parece que no le pega a una mujer fumar cigarros.
le conté, me dijo que dejase a mi hermana tranquila, y que a él también Es una fea costumbre. Todavía fumar cigarrillos, vaya y pase. Pero
le gustaría tomarse unas copitas de anís después de cada comida, pero cigarros de hoja... Es una mala costumbre de nuestras campesinas, que
que no podía porque sus feligreses eran pobres y le llenaban el gallinero las mujeres de sociedad corno Elisano deberían seguir.
de gallinas ... ¡Pobre! ¡A quién va a engañar! Todos sabemos que esta El doctor Brítez notó que algo extraño acaloraba el ánimo de doña
podrido en plata, que es millonario. Angela, que de improviso, y sin causa visible, volvíase tan brusca y
-¡Hum!... ¡Millonario! -se limitó a gruñir el doctor Brítez. desabrida. Pero estaba bien lejos de imaginarse siquiera los complejos
Era dificil precisar Si tan. lacónicas palabras expresaban su aproba- sentimientos que despertaban la hostilidad de doña Angela hacia él.
ción o sus dudas a lo que acababa de decir doña Angela. -¿A qué viene todo eso, doña Angela? -no pudo i:nenos de
Pero a ésta no le cayó bien respuesta tan somera. Ya le había preguntar con cortesía-. ¿Le molesta el humo?
parecido notar otras veces que cuando se hablaba del párroco Rosales, -No, es mi manera de pensar -respondió con frialdad la otra.
el doctor Brítez eludía dar una opinión concreta. Recordó entonces el -Parece que la conversación sobre el padre Rosales la ha puesto a
ataque que llevara en la reunión de "Los Amigos de Areguá" contra usted nerviosa.
Paredes, el juez de Paz, cuando éste indirectamente quiso excluir al Involuntariamente, el doctor Brítez interponía entre él y la hosti-
padre Rosales al proponer que ningún extranjero pudiera ser miembro lidad de doña Angela un tema donde pudiera relajarse su irritación.
de la comisión directiva. Entretanto, el doctor Brítez, ajeno a los -Cada vez que se habla de ese cura se me revuelve el estómago
[, -exclamó, subrayando estas palabras con un gesto de asco de su boca-
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'
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Desde que llegué aquí me di cuenta que ese cura era la perdición de cuenta que la adula por las dos manzanas de terreno que tiene en
Areguá Por culpa suya no se savará nadie en este pueblo. A veces me Asunción. Está buscando la forma de que Clara regale una ala parroquia
siento con la suficiente fortaleza como para sacrificarme por todos. para venderla después, pero ya sabemos dónde irá a parar el dinero ...
Le lanzó una mirada penetrante al doctor Brítez. Quería sab.er qué -¿Dos manzanas de terreno? -preguntó el doctor Brítez con
pensaba del párroco. Pero aquél, sin comprometerse, preguntó: interés-. Pero, usted no me había dicho nada... ¿Eran de su padre
-Y, ¿qué piensa usted hacer? también?
. -Quiero conseguir que lo saquen de esta parroquia. Alguno tiene -Creo que eran, pero cuando murió Salcedo estaban a su nombre .
que sacrificarse. Dios y todo Areguá me lo agradecerán algún día. He Nunca pude enterarme por qué don Desiderio se las vendió a Salcedo.
tocado ya variosresortes; he estado en la Curia; me he entrevistado con (Doña Angela siempre que hablaba de su padre frente a extraños lo
monseñor Caballero, que es hijo de Panchita Ochoa, íntima amiga de nombraba por el nombre y con el "don", y a Salcedo por su apellido). En
Rosario Patiño que es muy amiga mía. Monseñor Caballero me prometió aquella época yo no daba importancia a estas cosas de intereses. -
hacer algo. Me contó que recibió varias denuncias anónimas, pero que la Guardó silencio unos segundos, para proseguir enseguida, pero con un
Curia había resuelto no tomar en consideración las quejas anónimas acento totalmente distinto-. Ahora que estoy sola, pobre y vieja, aunque
contra los sacerdotes, que llovían diariamente. no me interesa el dinero, me doycuentaquelonecesito. Yo, con muy poco,
El doctor Brítez.escuchaba callado e imperturbable el ininterrum- podría vivir dichosa y tranquila. ¡Con tan poco!
pido hablar de doña Angela. Rápidas ojeadas le echaba ésta, pero no Al pronunciar estas últimas palabras, su voz sonó transida de
sacaba nada en limpio. tristeza. Por un instante, el doctor Brítez tuvo la visión de una doña
-Como dice Quiü.ónez, el padrE) Rosales tiene el secreto del confe- Angela distinta, como si aquella voz afligida la transformase en una
sionario. Es un arma terrible. (Jamás Quiñónez le dijo eso, pero doña anciana mísera y desfallecida por la soledad y las penas. Por un segundo,
Angelahubiesejurado que se lo oyó decir) ... Yo misma, fíjese, me he visto le pareció al doctor Brítez que tenía ante él a la verdadera, a la real doña
Angela Gutiérrez. Pero fuese o no cierto esto, bien pronto su voz aguda,
varias veces obligada a no contarle ciertos pecadillos; es decir, cositas que
insensible, rígida, se encargó de que la volviese a ver tal cual la viera
por exceso de escrúpulos a mí me parecían pecado, pero que a lo mejor
siempre.
no lo eran, y comulgar lo mismo. Pero dígame, doctor, ¿cómo se los
-Eso es lo que no le perdonaré nunca a la malvada de Clara, que
cuento? ... Para que después use contra mí esos secretos, o se los cuente
por unos miserables pesos, que son míos, me robe la tranquilidad de mis
a mi hermana. ¡No! Seré una pobre mujer, pero no soy tan tonta que me
últimos años. Me engaña, se burla de mí y hasta me roba la poca felicidad
chupo el dedo. que podría tener -exclamó con lágrimas en los ojos, no de aflicción, sino
El doctor Brítez le preguntó por qué no recurría a Quiñónez, que era de despecho.
un enemigo declarado del párroco, y que podía ayudarla. Doña Angela El doctor Brítez estaba por recomendarle que se armara de pacien-
le contestó que por eso mismo no lo hacía. Que si se aliaba a los enemigos cia, cuando el silbato del tren "de las siete", que pasaba todos los días por
del cura, los malintencionados saldrían diciendo que lo perseguía por Areguá a esa hora con destino a Ypacaraí, interrumpió la conversación.
rencor. Y agregó: -Quiñónez menos que cualquiera. Escribe muy bien, El tren se detuvo delante del depósito de agua. Desde el sitio donde
pero es un comunista y ataca a la religión y a nosotros, los católicos ... Hay estaban doña Angela y el doctor Brítez podían ver sin moverse, a través
algunos que defienden al padre Rosales, pero es por algún interés. Clara del alambre tejido de la cerca, la máquina y la fila de coches.
dice que es un buen sacerdote. Pero estoy segura que si no la nombra -Va a tomar agua-observó el doctor Brítez-. Es un tren bien
presidenta de la "Comisión Pro Templo" hubiese salido hablando mal de paraguayo ... Ha andado sus escasos treinta kilómetros y ya se detiene
él -el doctor Brítez no quiso recordarle que de mucho tiempo atrás, a descansar y a tomar agua.
cuando doña Clara ni pensaba ser presidenta de esa comisión, tuvo De dentro de la casa, salió en aquel momento doña Elisa con una de
siempre buenas palabras para el padre-. Pero la muy tonta no se daba sus hijas. Las otras dos se hallaban en San Bernardino pasando unos

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pequeños y vivaces como una laucha. A su propio esposo le llamaba
días con una tía. Las mandaron allí porque había algunos "candidatos"
curé-yurú (46), porque le encontraba la boca parecida a la de un cerdo.
veraneando. En cambio, "Areguá estaba muy triste". Estas palabras, en
Antes de sentarse, doña Elisa cogió de una de las horquetas de un
el lenguaje de doña Elisa, querían decir que andaba menguado de mozos
árbol de mango un cigarro poguazú (4 7), que lo pusiera allí esa mañana.
casaderos para sus hijas.
Uno de esos cigarros, que le preparaba una campesina del lugar con
Era doña Elisa una mujer que rayaba en los cincuenta y cinco años.
tabaco pará (48), le duraba por lo menos dos días, pues doña Elisa lo
Alta, enjuta de la cintura para arriba, pues las caderas las tenía muy
tenía un rato en la boca y luego lo dejaba en el borde de una mesa o de
anchas y las piernas gordas, con los tobillos hinchados. Su pelo era de
la máquina de coser, o en cualquier otro sitiO, donde se apagaba. Horas
color negro fuerte y con un brillo aceitoso. (Algunos lenguaraces murmu-
más tarde volvía a encenderlo, y así sucesivamente varias vecesal día.
raban que se lo pintaba). Su fisonomía impresionaba por el parecido que
(Una vez hizo el voto a la Virgen de que en una semana no fumaría más
tenía con la de un varón. Cuando se casó, su semblante era rubicundo y que un cigarro, pero mandó confeccionar uno más largo que los comunes,
fresco, y su físico proporcionado, pero con el correr de los años fue y con su costumbre de fumar a ratos, pudo cumplir fielmente su promesa
transformándose paulatinamente. El rostro perdió ese aspecto saluda- sin privarse de su gusto en toda la semana).
ble que tenía, y fue tomando un color pálido, enfermizo, y al par que El doctor Brítez, que tenía aún presentes las acerbas palabras con
empalidecía iba adquiriendo esos rasgos varoniles; sus piernas comen- que doñaAngela se refirió a las mujeres que fumaban cigarros (costum-
zaron a engordar y la parte superior del cuerpo a adelgazar, a alargarse. bre muy vieja y tradicional en nuestro país, pero que ahora se conserva,
Quizá no hubiese el tal alargamiento del busto, pero daba esa sensación salvo raras excepciones, entre las mujeres de la campaña). Empezó a
por la grosura de las piernas. Fue tan lento este cambio, que el doctor removerse en la mecedora y hacerle a su mujer guiños y visajes

Brítez ni lo hotó, y le parecía que su mujer tuvo siempre el mismo rostro disimulados. Pero ésta no se dio cuenta. El doctor Brítez buscaba ser
y la misma figura. Ayudaba a que no fuese tan fácil de percibir el cambio, amable con doña Angela y evitarle cualquier contrariedad con la
el que doña Elisa -pese a tantas transformaciones-, conservase la esperanza del pleito.
misma expresión juvenil y soñadora en los ojos. Todo era feo en ella, todo Como era natural, bien pronto la conversación vino a parar en ia ida
en ella lo había alterado el tiempo, menos aquella mirada de dulce y de Adela a Asunción. Desde una semana acá no se ocupaban en Areguá
tranquila expresión. Mirando en el fondo de aquellos ojos uno creía sino de la marcha de aquélla a la capital, y de la huida de Paulina con
enc.ontrarse delante de un espíritu delicado. Pero ello era impresión varias prendas de vestir de su patrona.
engañosa. Sólo dos inquietudes la desasosegaban: encontrar marido -Desde que la tonta de Adela se fue, el asqueroso de Ramón ha
para sus hijas, y lamentarse de lo haraganas y respondonas que eran las traído a Paulina a su casa y vive públicamente con ella -exclamó doña
criadas. Gozaba de un tino natural para descubrir en la cara o en el físico Angela con acritud.
de las personas, inesperadas y sorprendentes semejanzas con animales No podía hablar de este asunto sin exaltarse. Reprobaba la ida de
y pájaros. No había rostro, por más perfecto que fuese aparentemente, Adela, y enardecíase, como si fuera ella la engañada, cada vez que se
en que doña E lisa no sorprendiese, ora en los ojos, ora en la nariz, ora en acordaba de la "cohabitación inmunda" de Ramón y Paulina.
uµ gesto, un detalle zoológico. La cara ancha y un tanto alargada del Doña Elisa comentó entonces que se murmuraba que Ramón
padre Rosales le traía el recuerdo de la de un caballo, de aquí que lo chupaba mucho, y que todas las noches jugaba.
apodase: "cabayú rová" (44). Este mote se había popularizado por el -Usted ha de saber-dijo doña E lisa dirigiéndose a su marido ..(En
pueblo y muchos ya nombraban al párroco con este apodo. De doña la familia Brítez todos se trataban de usted. El matrimonio entre sí y las
Angela decía que era un anguva-tutú (45), porque tenía los ojillos hijas con los padres).

(46) Boca de cerdo.


(47) Cigarro grueso.
(44) Cara de caballo.
(48) Una clase de hoja de tabaco fuerte.
(45) Laucha.

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verdad era que Paulina tenía unos pechos y unas nalgas que más de una
El doctor Brítez hizo un ademán vago y acabó por decir con desgano
vez le hicieron lamentarse de que no sirviese en su casa.
que a Ramón le gustaba la caña, y que si seguía por ese camino el vicio
terminaría por agarrarlo, aunque todavía estaba a tiempo de salvarse. Iba cayendo la tarde. Todo el pueblo llenábase de sombras. A poco
apareció la criada con una lámpara de carburo que colgó de un clavo, en
-En nuestra campaña, el noventa por ciento de la gente es afecta
uno de los pilares de la galería. Doña Angela se levantó para marcharse.
al alcohol-agregó.
El doctor Brítez se ofreció a acompañarla hasta su casa, alumbrándole
-Pero esto no es campo -arguyó su mujer.
el camino con una linterna. Durante el trayecto, doñaAngelale contó que
Para doña Elisa, que gozaba del plácido y aldeano vivir aregüeño
tres noches atrás vio en sueños, con una sensación de realidad espanto-
donde había venido a veranear de soltera con sus padres, y luego de
sa, la cabeza de Clara muerta, amoratada, con los ojos enormes fuera de
casada todos los años, Areguá, a pesar de sus calles de tierra y hierbas,
las órbitas. Fue aquella una pesadilla, que le produjo una angÚstia
sin aceras, sin alumbrado y con las casas iluminadas con luz de kerosene
' mortal.
era una villa veraniega, superior a cualquier pueblucho de campaña.
-Ya es la segunda vez que tengo el mismo sueño-comentó.
Sobre este punto, el doctor Brítez, estaba siempre en desacuerdo con su
-Es raro ... es raro -repetía maquinalmente el doctor Brítez por
mujer. Si él se hundía cada estío en el silencio, la pobreza y los ardientes
decir algo. Su pensamiento estaba absorbido por otra preo~upación.
calores de Areguá, era porque no disponía de dinero para ir a veranear
Deseaba conocer con exactitud el sitio en que doña Angela -había
a orillas del mar. Cada vez que pronunciaba esta palabra, que para él
tenía un sentido mágico, le parecía sentir el sabor del agua salada en la atisbado a Clara.
Cuando llegaron al portoncillo de entrada, se lo preguntó. Doña
boca, y en la piel la brisa asoleada de la playa de Copacabana. No quiso,
sin embargo, esta vez reanudar una discusión casi diaria, y dijo: Angela le señaló con la mano en dirección al balconcillo. El doctor Brítez
proyectó por unos segundos la luz de su linterna hacia aquel sitio.
-Dejemos eso para otro momento -y continuó el hilo de su
discurso-. Los de la ciudad que vienen a vivir en el campo sucumben con -Me costó bastante subir al balcón, porque está un poco alto para
mayor facilidad a la tentación de la caña. Se embriagan sin control ni mí. Tuve que traer una silla para alcanzar la baranda.
medida. Mi colega y estimado amigo, el doctor Cardozo, debería llevar a El doctor Brítez apagó la luz de la linterna y no contestó nada. Se
su yerno a la ciudad si quiere salvarlo de la bebida y debería pensar sobre le había presentado de súbito en la memoria el recuerdo de un baño en
todo en su hija. el lago Ypacaraí, tres años atrás, en que entreviera el cuerpo desnu~o de
-Peor que la bebida es lo puercos que se vuelven los hombres de la doña Clara. El relato de doña Angela y la vista del balconcillo habían
ciudad en la campaña-opinó doña Angela-. Pierden la vergüenza y se despertado aquel antiguo recuerdo y con él una rara inquietud en su
meten con las campesinas hediondas y son como animales. ánimo.
Y refirió una vez más cómo había sorprendido sin querer a Ramón
y Paulina acostados en la misma cama de Adela, ''haciendo sus porque-
rías, con la ventana abierta".
-Parece que Dios me mandó ex profeso en ese terrible momento
para sorprenderlos... Paulina salió corriendo desnuda, a esconderse en
otra pieza... Fue una escena que me eriza cada vez que la recuerdo.
Doña Elisa se atemorizaba pensando que alguna de sus hijas
tuviera la poca suerte de casarse con un corrompido como Ramón. El
doctor Brítez, en el fondo de su ánimo, envidiaba a Ramón, porque la

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17 de la persiana, dejaba filtrar una débil claridad. Cuando le pareció
llegado el momento, el doctor Brítez se levantó del suelo, donde se había
Desde aquella noche en que doña Angela le refirió el episodio del sentado, y cruzó rápidamente la calle en dirección de la casa. La zozobra
balconcillo, el doctor Brítez no pudo ya apartar de su imaginación a doña y la ansiedad le oprimían el pecho, c9mo si fuera a cometer un crimen.
Clara. Cuando la tenía delante no podía mirarla con tranquilidad, y En su prisa, la chancleta del pie derecho se le enredó en unas zarzas. Se
cuando no la veía pensaba con fruición sensual en ella. Hasta le pareció agachó para buscarla, pero sin encender la linterna por miedo a que
que la vecindad de la viuda había sido un motivo inconsciente para que viesen la luz. Ya fuese por la oscuridad o por la nerviosidad, no pudo
los tres años últimos viniese a veranear a Areguá con menos disgusto. El encontrarla. Se quitó la del otro pie, metiéndola en el bolsillo, siguió
recuerdo de aquel olvidado incidente del baño en el lago ocupaba por descalzo.
entero su espíritu y se agrandaba sin cesar con nuevos detalles. Sucedió Si el doctor Brítez hubiese conservado el recuerdo de ciertas
así: una tarde que la familia del doctor Brítez fue con la viuda de Salcedo sensaciones de su juventud hubiera advertido que el desasosiego y la
a bañarse al lago en carreta de bueyes, aquél las acompañó quedándose ansiedad que experimentaba en aquel instante no se diferenciaban en
en la costa mientras la carreta con su mujer, la viuda y sus hijas se nada de la agitación que había sufrido ~:uarenta y seis años atrás cuando
internaba en el agua a poca diS'tancia de la orilla. Las mujeres empeza- abandonó el lecho para dirigirse a lo yacaré a la cama de la cocinera de
ron a cambiarse de ropa en la carreta, detrás de una estera de pirí, que la pensión donde vivía, entre cuyos brazos sarmentosos, perdió la
sostenía enhiesta una criada para que no pudieran ser vistas desde la virginidad.
orilla. En un descuido de la criada el pirí cayó, y aunque con rapidez fue Empujó con tiento el portoncito para que no chirriase. Entró y,
nuevamente levantado, el doctor Brítez, desde donde estaba, tuvo

-
pasando de largo por frente a la escalinata y a los leones sedentes, que
tiempo de ver fugazmente de espaldas el cuerpo desnudo de doña Clara. en la oscuridad semejaban dos perros de lana, se dirigió al balconcillo, al
r
No podía pasar el doctor Brítez por delante de la casa de las pie del cual se detuvo. Allí su zozobra aumentó al oír ladrar tercamente
Gu:tiérrez sin recordar aquel episodio y sin que su mirada se sintiese a un perro de la vecindad, no sabía si a él o a otra cosa. En su contorno
atraída fuertemente por el balconcillo de la viuda con las persianas todo era noche e inmovilidad, como si él y aquel ladrido fuesen las únicas
siempre cerradas, a uno de cuyos costados crecía una enredadera de
cosas vivientes en Areguá.
jazmines. No le sería dificil subirse a él, agarrándose de la enredadera.
No le hubiese venido mal disponer en ese momento de la silla de
Le perturbaba el pensamiento de que en cualquier momento, con sólo
doña Angela. Aunque el balcón se levantaba un metro apenas del suelo,
decidirse, podía contemplar a doña Clara a su gusto, en la intimidad de
para su edad era bastante esfuerzo el que debía realizar para subirlo. Sin
su alcoba.
embargo, una vez puesto en la tarea, no le resultó tan dificil como creía.
A la semana de su conversación con doña Angela, sintióse verdade-
Cogiéndose con una mano de la enredadera y agarrándose con la otra del
ramente acosado, asfixiado por aquel deseo, y una noche se resolvió a
balaustre, cabalgó la pierna derecha sobre éste, y saltó dentro.
espiar a la viuda. Dio la excusa a su mujer que iría hasta el almacén de
Nunca, ni siquiera aquella noche de su primer desliz amoroso,
Teófilo para caminar un rato. Y salió a la calle así, en pijama y
chancletas, como estaba. La noche era oscura, alumbrada sólo por la leve sintió tan seca la garganta ni sus pulsos ni sus sienes latieron con tal
claridad de las estrellas. Trajo consigo su linterna. Antes de llegar al violencia. Una inesperada flojedad en las rodillas, lo obligó a apoyarse en
portoncito de la casa de las Gutiérrez, arrojó nervioso el cigarro que el barandal. Descansó un momento. Y luego, aproximándose con cuidado
acababa de encender poco antes, y cruzó la calle, yendo a colocarse del a la persiana, púsose a escudriñar dentro con mirada ansiosa. Desnuda
lado opuesto, enfrente de la casa. Desde donde estaba podía acechar con vería a doña Clara. Su corazón no podía engañarle.
toda tranquilidad y aguardar el instante oportuno para entrar. La luz de una lámpara de petróleo, con pantalla de alabastro,
Esperó bastante tiempo, agazapado en la oscuridad. La casa colocada sobre la mesita de noche, iluminaba a doña Clara, la que,
aparecía en sombras y silencio. Sólo el dormitorio de doña Clara, a través envuelta en un peinador blanco, estaba echada sobre su lecho, cubierto

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éste con una colcha azul. Asu lado, en el lecho, se veía un libro abierto, resto de la cara dejase de parecerse a la de Quiñones. Ella y las otras
puesto boca abajo, que parecía haber estado leyendo momentos antes. El sirenas fueron tragadas por aquella boca gigantesca, cuya entrada era
doctor Brítez alcanzaba a ver dibujada en la cubierta una mujer amplia y oscura como la de una caverna, pero luego se volvía cada vez
desnuda, recostada en un diván. más estrecha hasta que su cuerpo desnudo fue oprimido, apretado,
Doña Clara parecía estar dormitando, con los ojos entrecerrados. estrujado, por las blandas paredes de aquella garganta. Era una opre-
Tenía los labios rojos de carmín; y el rubio pelo, recogido en un moño sión tibia, sensual, húmeda, como de infinitos labios que recorriesen
hacia lo alto, dejaba al descubierto las orejas, de las que pendían sendos todos los rincones de su cuerpo. Se le erizaba la piel de placer, y largos
aretes de brillantes. La lubricidad del doctor Brítez se encendió como una estremecimientos la agitaban ... Oía muy alejada y baja, como si viniese
llamarada. De aquellas desnudeces tan deseadas entrevía el nacimiento de la entrada de la boca, la voz de Angela que le decía: "Lujuriosa...
de los pechos opulentos, y por el peinador entreabierto, parte de una Puerca... ". Vio de pronto la cara de su padre, que la miraba fijamente.
pierna, gorda y blanca. Sobre la mesita de noche, junto a la lámpara y a '· Ella tenía vergüenza e intentaba dominar esos espasmos de placer ...
un reloj despertador, cuyo tic-tac podía oírse claramente, había una Después, vagamente, como un espejo borroso, apareció la sala de la casa
botella de anís a medio llenar al lado de un vaso vacío. de Areguá. Entre sus sillones y almohadones reñían dos gallos, picoteán-
DoñaAngelano había mentido. Pero el doctor Brítez no estaba para dose y clavándose furiosamente los espolones. Todos los muebles y
hacer reflexiones sobre el vicio de aquella mujer, tirada en el lecho con paredes estaban salpicados de sangre, que se sacaban en sus embestidas
postura tan provocativa. No se le ocurrió sino pensar que la puerta ambos reñidores. Su padre lanzaba carcajadas, echando la cabeza hacia
persiana desapareciese de golpe, como por milagro, y él cayese suspiran- atrás, y luego murmuraba: "Se parecen a Clara y Angela... " (Clara abrió
do de placer entre sus brazos empolvados. Respiraba con afán. Dos veces, los ojos y pareció mirar en dirección de la puerta persiana. El doctor
instintivamente, alzó una mano para golpearla en la persiana. Un Brítez se estremeció bajo la impresión de que lo había visto. Sus ojos
golpecito, nada más que un leve golpecito. Borracha como estaba, doña azules aparecían más claros a la luz de la lámpara, que le daba de pleno
Clara no le opondría resistencia. Todo dependía de que se atreviese a en el rostro. Pero aquella mirada era sólo un movimiento reflejo. El
llamar. El corazón le saltaba dentro del pecho. De repente, empezó a . doctor Brítez exclamó sordamente: "¡Qué ojos ... !"). Soñaba ahora que
murmurar: "Esta es mi gran oportunidad ... , ésta es mi gran oportuni- Quiñones estaba detrás de la puerta. Apenas la dejaba respirar l~
dad". Sentía las quijadas duras, y un gran cansancio en todo el cuerpo. angustia de que algo deseado y temido se produciría de un momento a
Con la cara apretada contra la persiana, humedecía con su saliva el sitio otro ... Entró Angela en la pieza, con un martillo en la mano, y abalanzán-
en que apoyaba la boca. dose sobre ella, comenzó a clavarle las manos en el lecho con unos clavos
Aquel alentar de animal en celo del doctor Brítez no alcanzaba .a largos, como los que se utilizaban en la iglesia en las ceremonias de la
oírlo doña Clara, sumida en sus alucinaciones, producidas por la Semana Santa. Era tan intenso el dolor que sufría en las manos
ebriedad y por la reciente lectura voluptuosa. Se imaginaba estar en el desgarradas, que comenzó a gemir sordamente. (El doctor Brítez veía
fondo de un lago transformada en sirena entre tres o cuatro más, una de que movía los labios y retorcía el cuerpo con los brazos abiertos en cruz.
las cuales tenía la cara de Rosalba y otra la de Angela A ella se le El peinador se le había abierto del todo, dejando al descubierto los
,C
derramaba sobre los hombros una abundante cabellera verde de algas. muslos, y uno de los pechos. El doctor Brítez necesitó apartarse unos
En cambio, Rosalba y su hermana tenían la cabeza desnuda, sin un pelo, segundos de la persiana y apoyarse en la balaustrada. Le ardían las
como el muchacho criado de Filomena Arredondo (una vecina). De sienes y los párpados. Las manos las tenía humedecidas de sudor... ). Vio
pronto, escuchó un ruido atronador como de agua que se despeña, y a Quiñones penetrar en el cuarto. Quiso cubrirse el pecho con las manos,
apareció un pez enorme con el cuerpo en forma de submarino,y la cabeza pero no podía por tenerlas clavadas. Entretanto, Angela se había
con la cara de Quiñones. Abrió la boca, que se fue agrandando, agrandan- retirado al medio de la pieza, y desde allí, apuntándole con el dedo índice
do hasta tomar la dimensión de la boca de una ballena, sin que por el de la mano derecha, que a medida que hablaba se iba alargando, hasta

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que llegó a tocarla con él, le decía: "Era tu macho .. ., tu macho (El doctor Cuando se levantó y fue a acostarse, había cesado el canto de los
Brítez vio estupefacto cómo doña Clara daba un verdadero salto en la gallos. Y Areguá volvía a sumirse en el silencio de su sueño, con doña
cama. Había vuelto delante de sí, como si se le hubiera presentado de Clara, con Ramón, con el doctor Brítez, con doña Angela, con el padre
pronto una visión horrenda. El doctor Brítez se corrió hacia una esquina Rosales, como un marsupial que llevase a todos aquellos sus hijos en su
del balcón, tratando de descubrir aquello que parecía producirle tanto bolsa de árboles y montes.
espanto; pero no alcanzó a ver sino parte del ropero. Doña Clara cerraba
y abría las manos y estiraba los dedos con gesto de dolor. Luego, se miró
largamente las palmas de ambas manos). 18
Hacía más de una hora que el doctor Brítez estaba allí atisbando.
Su carne se había fatigado en esa larga y estéril contemplación. Doña Una tarde Ramón tropezó casualmente con el padre Rosales. Hacía
Clara sentóse en el lecho, tomó la botella y vertió anís en el vaso. Bebió bastante tiempo que no se veían. Ambos hubiesen evitado de buena gana
todo su contenido, y luego apagó la luz. El cuarto quedó sumido en la más el encuentro. El cura, porque le había tomado ojeriza a Ramón desde que
profunda oscuridad. El doctor Brítez oía a doña Clara removerse en la le devolviera el Rubiano con el lomo lastimado, y como se conocía, sabía
cama, y hasta le pareció que se quitaba el peinador y quedaba desnuda. que en cuanto le tuviese delante no podría refrenarse y se lo echaría en
Durante un buen rato, trató de adivinar, de horadar con mirada cara. Ramón, para no hablar de la ida de Adela, tema que no le agradaba
anhelante las sombras impenetrables de la pieza. tocar y del cual seguramente el cura le hablaría.
Con el mismo sigilo y precaución con que había subido, descendió -¿Qué es de tu vida, Ramón ?-saludóle el padre Rosales, haciendo
del balconcillo. Franqueado el portón, se arrepintió de no haber tenido de tripas corazón y torciendo la carota con esfuerzo para sacar una
la audacia de llamar en la persiana. He sido un verdadero estúpido - sonrisa rebelde.
decíase mientras caminaba hacia su casa-. He desaprovechado una Y Ramón, que estaba decidido a no comentar con el cura la marcha
oportunidad única, magnífica. La primera y única tal vez de mi vida ... de Adela, y hasta enojarse si el otro lo hacía, salió diciendo:
Así borracha como estaba no se me hubiese resistido ... No se hubiera -Aquí me ve usted, sin Adela, que se ha escapado. La culpa de todo
animado a pedir socorro por miedo del escándalo. Estoy seguro que no lo que me pasa la tiene elyaguá de mi suegro. Debería estar en la cárcel.
se me resiste ... ¿Por qué se acostará tan arreglada y elegante? Parece que Es un abogado ladrón.
estuviera esperando a alguien. ¿No tendrá algún tipo?-se preguntó con El padre Rosales conocía de sobra a don Félix Cardozo. Su juicio
celos. sobre ese abogado zorro, lleno de chanchullos y pleitos turbios, no era
Hasta el primer cacareo matinal de los gallos se quedó el doctor menos severo que el de su yerno, pero le parecía que esta vez había hecho
Brítez sentado en la galería de su casa, fumando cigarro tras cigárro, y bien en librar a su hija de manos de este libertino.
dejando vagar libremente la imaginación. Sentía una gran desazón y -Todos en este mundo somos ladrones -respondió el cura entre
ansiedad, y le hubiese sido imposible dormir. Podría la viuda de Salcedo bromas y veras-. Pero lo que pasa es que unos son los buenos ladrones,
comportase perversamente con su hermana; podría haberse quedado y otros, los malo. Y hay muchos modos de robar y muchas clases de
con todos sus bienes, pero eso no quitaba que tuviese un cuerpo bienes. Hay quien roba su tranquilidad y la ajena; quien, la honra de los
estupendo, con unas formas que le trastornaban. El doctor Brítez púsose otros; hay el que se hurta a sí mismo, engañándose. Hasta existe el que
a imaginar planes, a discurrir las más atrevidas aventuras con doña vive muy tranquilo con su conciencia porque cree que no ha tomado sino
Clara con una exaltación verdaderamente juvenil. Por instantes, pasaba de lo suyo y al pensar así, ya se está robando porque se está mintiendo.
por su ánimo la fugaz sensación de que doña Clara se parecía mucho a -Ustedes, los curas, tienen una respuesta para todo. Pero desco-
otra mujer que conoció o de que fuera la encarnación de una mujer nocen la vida verdadera, la vida vivida. Siempre están teorizando y
inconscientemente soñada y deseada. dando reglas contrarias a la vida y a la naturaleza humana.

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Andaban por uno de esos tapé po'í abiertos entre la yerba por el lo mandaste herido y ocultándolo? Acaso a mí se me iba a pasar por alto ...
pasar y repasar de los pies descalzos de los campesinos, que con el tiempo Yo te lo presté a ti, pero no para que se lo dieras a la de Salvado, que
han ido abriendo cientos de ellos por todo Areguá, caminillos en que la aunque tenía ganas de pedírmelo, no se animó porque sabía que no se lo
tierra queda monda de yerbas, toda blanca y pulida, como un hueso bien daría. -Ramón varias veces intentó interrumpirle para explicarse, pero
pelado. El caminar del párroco no se oía apenas, pues traía calzadas el padre Rosales no lo dejaba. En tanto hablaba alzaba la voz, y sus
alpargatas negras. Si no llevaba sus botas de montar de media caña, mismas palabras lo enardecían y encolerizaban como si fuesen un
usaba alpargatas. El sólo par de zapatos de que era dueño se los ponía tóxico--, ¡Jamás! ¡Me oyes! Jamás volverás a montar en un caballo mío.
cuando "bajaba" a la capital para hacer alguna diligencia. Explicaba su -Se había puesto de pie-. ¡Y tan luego el Rubiano! Desde hace días ni
hábito diciendo que las alpargatas eran más cómodas y livianas, y que como bien ni duermo tranquilo ni celebro la misa con devoción pensando
eran además el calzado de su tierra. Pero doñaAngela le había respon- en lo que has hecho con el Rubiano ... Y no se sana, lo peor es que no se
dido, con una mueca de incredulidad, al que vino a repetirle la explicación sana -repetía ahogado por la rabia.
del cura: "No usa zapatos de pijotero, para que creamos que la parroquia -Pero el lío que arma usted por un caballo ... por un caballo -
ni tiene entradas". respondió Ramón con displicencia.
-Sí; eso de la vida vivida y de la vida no vivida, ¡macanas! Y más Más que la respuesta en sí, el acento con que lo dije acabó por alterar
macanas. Todas las vidas son vidas vividas. La tuya, la mía y la de tu del todo al cura, el que extendiendo el brazo y apuntándole con el índice,
suegro. hay tantas vidas como seres que viven y cada uno vive la suya y amenazó furibundo:
la que tiene que vivir. La que le ha caído en suerte ... Hasta nosotros, los -Si de aquí a tres días el Rubiano no se sana, te prohíbo que vuelvas
curas, que según tú vivimos de espaldas a la verdadera vida y enseñamos a poner los pies en la iglesia por un año. Estás notificado ... Voy a darte
normas opuestas a la naturaleza del hombre, vivimos nuestra vida, es un plazo de gracia de tres días. ¡Un caballo! Dices un caballo como si fuera
decir, según tú una vida sin vida y en oposición a las exigencias naturales cualquier cosa. Pero es un caballo mío ... y después que el Rubiano no es
del hombre, pero también vivir una vida sin vida es una forma de vivir ... un jamelgo cualquiera.
Y tal vez más auténtica e intensa que la tuya, a aquella que Dios le ha Se le saltaban las lágrimas. No podría decirse si de enojo, o de
designado. sentimiento por el Rubiano. Y quién sabe en qué hubieran terminado su
Estas últimas palabras, que las pronunció sin pensar, lo acongoja- exasperación y vehemencia si no aparece Ciriaco a avisarle que había
ron porque sintió como si otro se las dirigiera a él, señalándole su destino afuera una persona que quería verle. Vaciló el párroco en salir, como si
de vivir y morir en Areguá. le doliese tener que interrumpir esa escena violenta y aplacar su propio
Mientras el párroco invitaba a Ramón a que le acompañase a su furor. Acaso inconscientemente se daba cuenta, como un orador a quien
casa, donde tenía que hacer algunas cosas, pensaba, con sorpresa y interrumpen en mitad de un inspirado discurso, que cuando volviese ya
vergüenza, que sus últimas palabras acababan de descubrirle que él y no podría reanudar la misma escena, con las mismas palabras y en el
Ramón en el fondo tenían un mismo deseo: escapar de Areguá. ¡Qué
mismo estado de ánimo.
bochorno! Si se parecería en lo íntimo a este badulaque, que caminaba
-Vuelvo enseguida. Espérame-dijo a Ramón con prisa y nervio-
a su lado. "En nada, a Dios gracias, en nada" -se dijo, tranquilizándose.
so, como si tuviese la esperanza de volver enseguida para proseguir la
Hizo pasar a Ramón a su dormitorio, cosa que no hacía casi con
discusión.
nadie. Reinaban allí el mismo desorden y suciedad de siempre. Despejó
El padre Rosales tardaba en volver. Durante buen rato, Ramón se
aprisa una silla cubierta de prendas de vestir para que Ramón se sentase
lo pasó mirando una gran mancha de humedad, que laceraba media
en ella. El se acomodó en el borde de la cama, que tenía las ropas
pared con su color negruzco. Dábale un aspecto de tristeza a la pieza.
deshechas.
Ramón observaba aquella mancha mohosa, que nada tenía de extraor-
-Quiero hablarte de Adela-comenzó el cura-. Pero antes quiero
dinaria, a no ser su grandor, y que es tan común ver estampada en las
hacerte recordar que me mandaste el Rubiano lastimado. ¿Por qué me
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paredes de las casas aregüeñas, con esa atención y curiosidad que les mirar la ventana abierta a través de la cual se divisaba un pedazo de cielo
prestamos a ciertos objetos y cosas baladíes cuando nos encontramos a lleno de estrellas. Una vez acostado logró calmarse lo suficiente como
solas con ellas. Después, su atención fue a posarse en un grueso libro, que para poder reflexionar. Y casi enseguida pensó en Ramón, recordando
resaltaba entre sus compañeros de anaquel por ser de mejor encuader- que dos días atrás lo había dejado solo allí. ¿En qué estuvo pensando para
nación. Se acercó para leer el título en el lomo. Era una Biblia. Leyó a la no darse cuenta desde el primer momento que el culpable era Ramón?
ligera los títulos de algunos de los otros: Principales enfermedades de los La cólera le hizo saltar del lecho. De nuevo ya no pudo pensar en nada.
animales domésticos, Las plagas de la agricultura, Cartilla avícola y Enfurecíale que el audaz fuera el sinvergüenza de Ramón, que ya le
otros por el mismo estilo. Cogió La Biblia. Era un viejo libraco, con engañara antes con las lastimaduras del Rubiano. Por dos veces su
bastante uso y medio desencuadernado. Empezó a hojearlo, y casi se cae ímpetu y su rabia se encresparon con tal violencia, que lo arrojaron a la
de sorpresa al encontrar de tanto en tanto entre sus páginas, bien calle, donde salió resuelto a llegarse hasta lo de Ramón y verle esa misma
estirados como si hiciese tiempo que estuvieran allí, muchos billetes de noche. Pero volvió a entrar más calmado, como si el fresco de afuera
cien y mil pesos. Ramón se entretuvo bastante tiempo mirando esos aplacase su cólera, que el calor de la pieza parecía avivar. "Ese canalla
billetes que aparecían cada diez o quince páginas. ¿Entonces era cierto ha cometido un sacrilegio porque ese dinero era el de la Iglesia, el que
lo que se murmuraba de la riqueza y la avaricia del padre Rosales?Volvió debo entregar a la Curia" -murmuraba. Ese Ramón era un facineroso
a colocar el libro en su hueco, y se puso de nuevo a seguir el contorno de que no se detenía ante nada, ni ante los bienes de un sacerdote, de un
la mancha de liümedad, que le recordaba la figura de un elefante. Pero representante de Dios en la Tierra. Se había reído de él como si fuese un
de repente, en un movimiento impensado, semejante a aquel que le hizo cualquiera.
regresar de la calle para coger los cien mil pesos, fue hasta el anaquel, No bien despuntó el día, salió velozmente hacia lo de Ramón. Bajó
tomó la Biblia y sacó de entre sus páginas diez billetes de mil pesos, "la loma" poco menos que a la carrera y entró sin llamar, como un
guardándoselos en el bolsillo. pero si cuando robó los cien mil pesos no torbellino, en casa de aquél. Se encontró con toda la familia de Paulina
tenía aparentemente ningún propósito, ahora los robaba con el pensa- instalada en ella. Desde la madre y su querido hasta el último de sus
miento de jugárselos. cinco hermanitos.
Todo esto lo llevó a cabo con calma, pero de súbito le entró mucha El cura preguntó por Ramón, y se enteró asqueado-asqueamiento
nerviosidad, y apuro por escapar. Salió por la puerta que daba a la que aumentaba por tratarse de Ramón- que estaba dentro, en el
galería de atrás, y de allí, por el patio y el pasaje lateral, a la calle. dormitorio de Adela, con Paulina.
Dos días después, al recontar el dinero que guardaba entre las -Omendá vaichá oicó Paulina (49) -dijo la madre de Paulina.
páginas de distintos libros y en el forro de la almohada, el padre Rosales -No seas bruta. Ramón no se puede casar porque ya está casado
descubrió desolado la falta de los diez mil pesos. Fue por la noche, -gritó el cura con mala cara.
después de cenar. Pasó una noche terrible de rabia e impotente desespe- "Habría que poner fuego a esta casa, como se hace con la de los
ración. Caminaba de un extremo a otro de la habitación, como fiera apestados" -pensó.
enjaulada. Le era imposible pensar con serenidad en nada; buscar Veíase por toda la casa desorden y dejadez. Los pocos y modestos
mentalmente al culpable. Se mezclaban al dolor de la pérdida la muebles que Adela supo distribuir con tino y buen gusto, habían sido
irritación de haber sido burlado y de haber perdido el respeto y temor de cambiados de lugar o dejados en cualquier parte despreocupadamente.
sus feligreses para que alguno de ellos se atreviese a entrar en ese recinto La mesa del comedor estaba en la galería de atrás (en nuestra campaña
vedado que era su dormitorio y todavía hurtarle su dinero. Jamás se usa, por lo general, la galería como comedor), con platos y vasos sin
padeció tanto moralmente: "Me han robado" -repetía sin descanso lavar, entre restos de mandioca y un mosquerío pegajoso. El padre
como un idiota que no tuviese sino esa sola idea en la cabeza. Hacia la
madrugada se dejó caer en el lecho así vestido como estaba, y se puso a (49) Paulina se casó.

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Rosales no reparó en nada de esto. No hubiese podido decir tampoco cómo aún más sus prominentes mandíbulas. Ramón agitó la cabeza con vago
tenía antes puesta la casa Adela. movimiento, como esbozando un gesto de negación. Estaba amedrenta-
-Erú nde hija (50) -ordenó a la madre de Paulina, con su mal do. Balbuceó algo, pero tan débilmente, que el cura no entendió. A éste
guaraní, y con ese gesto autoritario y dominante que usa el sacerdote con la sangre se le subió a la cabeza, y perdiendo la poca calma que a duras
nuestros campesinos, y al que éstos lo han acostumbrado con su penas conservaba, gritó con un vozarrón que sólo podía emitir el dueño
obediencia y sumisión. de aquella cabezota.
La mujer fu.e para adentro, y segundos después tomó para decirle -Tú me lo has robado ... ¡Me oyes! ¡Robado!... Y vas a devolvérmelos
que esperarse un ratito, que Ramón ya ''iba a venir". ahora mismo ... ¡Dámelos!-ordenó con ademán imperioso, extendiendo
No tardó Ramón en aparecer. Traía puestos camiseta y pantalón de la mano.
montar aquí. Estaba descalzo. Tenía los ojos hinchados y con estrías -No los tengo -respondió Ramón, al par que unas lágrimas le
rojas en el blanco; y la pelambre revuelta. Unos pocos pelos ralos le empañaban los ojos.
ennegrecían ligeramente la barbilla y la parte superior del labio. Su tez A la vista de estas lágrimas inesperadas, el cura no sabía qué hacer
morocha tenía esa mañana un pronunciado color oliváceo. Debía hacer ni decir. En su gran ira se resistía a compadecerse de ese desfachatado
por lo menos tres días que no se afeitaba Con semejante traza no se que le había lastimado el Rubiano y robado parte de su dinero trabajo-
distinguía en nada de un campesino. El doctor Ramón Fleitas, de samente al1orrado. Cruzó con fuerza los brazos sobre el pecho, como para
Asunción, universitario y con inquietudes de escritor, amigo de pasearse ahogar dentro cualquier sentimiento de lástima que pudiera enternecerlo.
a la caída de la tarde por el petit boulevard (calle Palma), había sido "Lágrimas de cocodrilo", se dijo para sí. Cuando se trataba de defender
absorbido por el Ramón Fleitas de Itacurubí. De aquél sólo parecía su avaricia o lo que él llamaba sus economías para la vejez y para su
quedar el recuerdo en los dedos de los pies, a los que el uso del zapato los vuelta a Galicia, que en el fondo no era tal vez sino el disfraz de que vestía
había alargado y apretaba entre sí, deformándolos en los nudillos; y en su tacañería, encontraba siempre una frase para tranquilizar o engañar
las manos que, aunque tostadas por el sol, tenían aún el aspecto de las su conciencia.
de un hombre de ciudad. -Yo tengo que reaccionar, salir de este pueblo, de esta cárcel-dijo
Ramón hizo pasar al cura a la pieza contigua a aquella que acababa Ramón con desaliento.
de dejar. En la época de Adela esta estancia era el comedor. Pero ahora Por el tono con que pronunció las anteriores palabras se veía que se
había ahí tres catres de lona sin cobijas, con sendas almohadas rojas, sin las había repetido muchas veces a sí mismo antes de ahora. No salen de
fundas, donde dormían algunos de los parientes de Paulina. los labios con el mismo sonido aquellas palabras que se pronuncian por
-Ya habrás adivinado a lo que vengo tan temprano -dijo el padre primera vez que aquellas que se han repetido muchas veces en silencio
dentro del corazón. Mirábalo el párroco con desconfianza y con la zozobra
Rosales ni bien estuvieron dentro, sin mirarlo a la cara, y moviéndose
de que llegase a ablandarle.
nerviosamente.
-La culpa de todo la tiene don Félix... Adela también, que no ha
Con gesto humilde y sonriendo sumiso, Ramón fingió que nada querido ayudarme.
sabía. .:._¿Ayudarte a qué?
-Simulas muy mal -bramó el cura--. Me has sacado diez mil
-A realizar mi vocación de escritor. Yo no sirvo sino para escribir,
pesos de entre las páginas de un libro mío el martes, cuando estuviste en
pero tengo que ir a un ambiente culto, que me excite e impulse. Aquí, en
casa, y vas a devolvérmelos ahora mismo.
Areguá, no tengo con quién conversar de arte; no puedo escribir por falta
Avanzó unos pasos hacia Ramón, el cual instintivamente dio un de estímulo, por el calor, por los mosquitos, por qué sé yo cuántas cosas
paso atrás. El cura apretaba los dientes con rabia, lo que hacía resaltar -quejóse Ramón.
El padre Rosales le echó una mirada de arriba abajo como pregun-
(50) Trae a tu hija. tándose si era posible que dentro de ese tipejo descalzo y en camiseta que

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tenía delante anidase el alma de un artista. "Pero, ¿de dónde le habrá
deseo. El padre Rosales sentíase corrido por la rudeza e insistencia con
salido a éste la manía de escribir?", preguntóse en sus adentros.
que había reclamado su dinero ante la contestación cortés y hasta
Luego, le respondió con vivacidad:
humilde de Ramón, pues su vehemencia quedaba sin oposición, sin
-Yo hace veinte años que quiero hacer lo que tú -de todo lo que
asidero, resultando exagerada y ridícula, como todo sentimiento expre-
dijera Ramón sólo le interesó verdaderamente aquello de marcharse de
sado violentamente que de pronto descubrimos que no tiene razón de ser.
Areguá. Cuando por acaso se tocaba o rozaba su propio problema, el
Pensó el párroco que, como sacerdote y amigo, debía aprovechar la
padre Rosales cegábase para todo lo demás y demostraba una incom-
circunstancia para dar a Ramón, algunos consejos y amonestarle, pero
prensión absoluta para lo que no fuese su propia partida del pueblo-.
no se atrevió, como si su impetuoso comportamiento de momentos antes
Y sin embargo, aquí estoy luchando con los mosquitos y el calor para
le restase el derecho y la autoridad para hacerlo, o quizá esta actitud
c~nseguirlo; y eso que ya soy viejo. Pero no me quejo de don Félix, ni de disfrazaba otro sentimiento más íntimo, y que era el oscuro recelo de que
la Curia, ni pido ayuda a nadie ni mucho menos me apodero de lo ajeno
sus buenas palabras y consejos animasen a Ramón a pedirle que le
-terminó con dureza.
aguardase algún tiempo para la devolución de la plata.
El padre Rosales estaba muy agitado y no se quedaba quieto un
Ya de vuelta a casa, iba murmurando: "Pobre Ramón, lo feliz que
segundo. Daba la sensación de que quería acabar la conversación,
lo harían esos diez mil pesos. Podría prestárselos. Es una caridad que
marcharse cuanto antes, y a la vez permanecer allí y seguir disputando,
haría con él. Al fin y al cabo, esos diez mil pesos puedo ganarlos con tres
aunque le disgustase el hacerlo. Ramón le dijo que estuviese tranquilo
funerales de primera clase ... Sí, pero tres funerales de primera clase no
por su dinero, que no se explicaba cómo había hecho eso; que lo sac~a
hay en este pueblo ni en dos años. Es un pueblo mísero, y todos son
de cualquier parte y se lo devolvería. El cura, al oír esto, no pudo repnrmr
funera:c.; .:le tercera... (De súbito se paró y se golpeó con el puño cerrado
un brillo de contento en los ojos. El rostro perdió su expresión de
de la mano derecha la palma de la izquierda). ¡Ya está! Se jugó el dinero.
hosquedad, y dulcificando la voz quiso explicar su vehemencia de
(La verdad es que esta sospecha le inquietó desde que Ramón no pudo
momentos antes.
devolverle enseguida el dinero, pero inconscientemente la había sosla-
-Mira, Ramón, yo te lo prestaría, hasta te lo regalaría; pero e~e
yado). ¡Sinvergüenza! Sin embargo ... Sin embargo, yo como sacerdote
dinero no es mío, es de la Curia. Tengo que entregarlo; tengo que rendir
estoy más obligado que cualquiera a hacer una caridad con Ramón y Dios
cuentas. Todo ese dinero que viste entre las páginas de la Biblia es de la
me lo tomará en cuenta. (Se le cruzaron por la mente aquellas palabras
iglesia-y al recordar que Ramón había tenido el descaro de revisar ese
de Cristo: 'Tuve hambre y no me disteis de comer; sed y no me disteis de
libro, y lo que era peor, descubrir el sitio donde escondía el dinero,
beber"). Sí, pero hay otros muchos más necesitados que Ramón, que
comenzó a excitarse de nuevo.:-. Yo no tengo con qué reponerlo. Los
están antes que él y a quienes tengo más obligación de auxiliar. Dios
charlatanes dicen que soy rico. Son habladurías de mis enemigos. El
vería con mejores ojos que mi ayuda fuera para éstos... Después, que
principal de todos, la Babosa esa que echa su baba de chismes por todas
Ramón es un perdido, un borracho ... (Se le vinieron a la memoria como
partes ... Si no tengo para comprarme un par de zapatos. un reproche estas otras palabras del evangelio: "A todo el que te pide,
Y alzando un poco el ruedo del guardapolvo, enseñó a Ramón las
dale; y al que te roba tus cosas, no se las demandes"). Pero eso no puede
alpargatas que calzaba.
ser para Ramón, que sólo quiere la plata para tirarla. Esas palabras de
-No se preocupe, padre, que ese dinero se lo voy a devolver mañana
Cristo son para los sedientos, para los verdaderos menesterosos y
mismo.
necesitados. (Entró en casa y colgó distraído el sombrero pirí de un
Ramón prometía esto sinceramente, convencido de que al día
hamaquero que estaba en la pared de la galería). Lo único que consegui-
siguiente restituiría el dinero, aunque en ese momento no tenía idea de
ría si le doy ese dinero es alargar aún más el instante de mi vuelta a
dónde podría conseguirlo. Sin embargo, no sabía por qué, pero le parecía
Arine, y continuar en esta casa vacía y triste, solo, en medio de estos
fácil cumplir la promesa, tal vez por la fuerza y la sinceridad de su propio
indios. A mí me cuesta mucho reunir esos diez mil pesos y ya soy viejo.

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Soy un poco egoísta pensando así; pero Dios ha de perdonármelo porque calurosa y encerrada de su habitación, enmarcaba en el vano de la
no es más que el egoísmo de que lo entierren a uno en la tierra de que está ventana su silencio estrellado. ¡Qué hondo silencio el de aquella noche
hecho. (Se acongojó al pensar que podía morir allí en el momento menos y aquellos montes! Muchos años hacía que el párroco no había sentido su
esperado y ser sepultado bajo esa tierra, calurosa y seca, del cementerio corazón tan afligido por la angustia y la tristeza. Recordó que sus
aregüeño) ¡No, Dios mío! ... Pero he mentido. Debí decir que ese dinero era profesores, en el tiempo que seguía sus estudios eclesiásticos, le habían
mío yno usar a la religión como medio para recobrarlo. Tal vez eso no esté repetido infinidad de veces que la tristeza es un pecado, y que el buen
bien. Sin embargo, no he usado la religión sino como un medio para que siervo de Dios debe estar lleno de una sana y piadosa alegría. Pero él,
Ramón se arrepienta de su pecado y devuelva lo que ha robado. No me desde que tomara a su cargo el curato de Areguá, padecía la enfermedad
he valido de la religión ni de mi ministerio para fines propios. (Prometióse de la tristeza, como otros sufren de jaqueca o del hígado. Areguá lo había
en sus adentros no tocar el dinero que le devolviese Ramón, enviándolo enfermado de ese mal que era un pecado. Hasta antes de poner los pies
a la Curia íntegramente, como si fuesen entradas de la parroquia, y allí fue más bien alegre y de espíritu juguetón. A los dos años de vivir en
recobrarlo después con las entradas de ésta). Podría también regalarle Areguá fue perdiendo aquél su temperamento, como fue sintiendo cada
sólo cinco mil pesos y darle en préstamo los otros cinco''. vez más la pesadez del clima. Por dos veces en esa noche, el padre Rosales
Las reflexiones y titubeos del padre Rosales no le dejaban un gozó de la ilusión de que no estaba en Areguá, sino en su pueblecito de
minuto tranquilo. Esa mañana apenas si pudo poner atención en sus Galicia. Se hallaba acostado en su lecho de adolescente, y por la ventana
quehaceres, porque el asunto de Ramón no se le iba del pensamiento.No abierta penetraba la humedad de la noche galaica. En la pieza contigua,
hacía más que darle vueltas en la cabeza. Cerca del mediodía disminuyó que era el comedor, oíase el leve resonar de las pisadas de su madre sobre
en dos mil pesos la cantidad que pensaba obsequiarle y el resto prestár- el piso de madera. Aún no se había ido a acostar. Estaría ordenando las
selo sin interés. Más tarde se le ocurrió que podía cobrarle un interés vajillas con esa nimiedad y pulcritud, con que adecentaba la casa. Todo
módico por el total. Después, fue aumentando ese interés hasta llegar a estaba allí igual, invariable, como cuando él era un adolescente. Su
un quince por ciento. Por la tarde, volvió a rebajarlo, porque le pareció madre, la casa, la alcoba, los muebles, los caminos, los casales. Y en
que era cometer un pecado de codicia. Durante la noche, mientras comía medio de tantas cosas incólumes al tiempo sólo él había ido cambiando
la mezquina cena que le mandaba Gregoria, en la semioscuridad, porque y envejeciendo. (El padre Rosales no podía pensar en Arine y en sus
la débil luz de la lámpara de petróleo apenas alumbraba, sintiendo con recuerdos familiares sino como los había dejado al venirse al Paraguay,
más intensidad su triste vida de sacrificios y privaciones, encolerizóse de sin ocurrírsele que el tiempo tampoco se había detenido para ellos y que
golpe, y resolvió exigir a Ramón la devolución de todo el dinero. Desechó podían estar más cambiados y envejecidos que él. Para él, todo aquel
esta idea una hora más tarde, después que se hubo levantado de la mesa, mundo querido y familiar seguía tal cual lo dejó).
fuera ya de la vista de su grasienta comida. "A estos tipos dispendiosos "Tengo sesenta años. Cualquier día de éstos, me da un ataque y me
y sin conducta hay que acostumbrarlos a que den valor al dinero, y muero'', pensó. Creyó sentir una aguda punzada en el pecho, a la altura
hacerles sentir que les cuesta lo que tiran. Si le doy sin interés le haría del corazón, y llevóse laman o a ese sitio. "Angina de pecho. Seguramente
un flaco servicio; lo acostumbraría mal. Además, Ramón es abogado y que moriré de angina de pecho ... Y dicen que es un dolor espantoso,
puede pagarme. Si ahora anda en las malas, es por culpa suya''. Cuando inaguantable", murmuró. Sintió un erizamiento por todo el cuerpo.
se fue a la cama, aún seguía acosado y alterado por ese ininterrumpido Volvió a presentársele la posibilidad de su muerte repentina en la
cavilar. Dormía con intermitencia, y en cuanto se despertaba ya tenía soledad de su mísera pieza, y luego, tuvo la vívida sensación del peso
esa idea obsesionante en la mente, clara y vívida, como si durante el asfixiante de la árida tierra del camposanto aregüeño sobre su caray su
sueño ella hubiese permanecido intacta. cuerpo. Hasta llegó por un momento a respirar con dificultad. Asaltáronle
El padre Rosales había dejado la ventana abierta y la noche de grandes deseos de levantarse del lecho y salir corriendo para huir de sí
fuera, la noche fresca del campo dormido, tan distinta de la noche mismo, de su propia aflicción, o para que la muerte no lo sorprendiese allí

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solo, sin nadie al lado. Cada vez que por las noches, en la soledad de su dominaba toda la parte baja de Areguá; las arboledas y la techumbre de
cuarto, recordaba a Arine, simultáneamente, con ese recuerdo, se las casas escondidas entre el verde profundo de aquéllas; la gran balsa
imaginaba sentir ese dolor agudo en el corazón. "Hace cinco años que voy espejante del lago Ypacaraí; y más allá, en el horizonte, la línea
transfiriendo de un año para otro mi partida. Siempre me parece que no ondulante de los montes de Ciervo--cuá y San Bernardino, que según
poseo suficiente dinero, sin embargo, con cincuenta osesentamil pesetas fuese la hora y la luminosidad de la atmósfera, se destacaban más
tengo de sobra para vivir modestamente en Arine los años que me cercanos, o se alejaban hasta volverse casi invisibles. (Al mediodía eran
quedan por vivir. Si le presto a Ramón esos diez mil pesos tendré que una simple mancha blanquecina, confundida con el resplandor de la luz;
postergar mi viaje por unos meses más a la espera de que me los y después de una lluvia, se perfilaban verdes y frescos, como si el agua
devuelva. No, debo recobrar ese dinero y marcharme dentro de uno o dos los hubiese limpiado de impurezas, y se aproximaba tanto a Areguá la
meses". ribera de enfrente, que se distinguía a los animales pastoreando
Al rayar el día, el padre Rosales se levantó casi sin haber dormido; sosegadamente en la tranquilidad del paisaje).
saltó del lecho con la decisión de prestarle el dinero a Ramón sin cobrarle El párroco encontró a Policarpo Arana -gordo, panzón, mofletudo.
rédito. Este pensamiento generoso lo puso de buen talante. Pero discu- Calzaba polainas, y rodeada su cintura un ancho cinto de cuero con
rrían las horas y Ramón no aparecía. Cerca del mediodía, como no revolvera y varias carteras con sus hebillas relucientes- mateando y
viniese, el padre Rosales no pudo esperar más, y salió para la casa de charlando con un grupo de amigos frente a la comisaría, al amparo de la
aquél. La idea de que le había vuelto a engañar lo enloquecía de rabia. sombra que hacia el lado en que se encontraban sentados proyectaba el
Lo recibió Paulina, la que le dijo que Ramón no había venido esa noche edificio.
a dormir. El cura no le creyó, y aquélla tuvo que dejarlo huronear por Arana se levantó y ofreció una silla al cura. Este, por cuya recia faz
todos los rincones de la casa para que se cerciorase. Era tan violenta su corría el sudor, dijo que quería hablarle aparte. Traspusieron entonces
ira, que si Ramón aparece en ese momento no se libra de un puñetazo .. la entrada, penetrando directamente en una pieza, que era el cuarto de
-Dile a Ramón que no se me ponga delante porque lo rajo- guardia.No se veía allí sino una mesa de madera rústica y un largo banco
vociferóle a Paulina al salir, agitando el puño velludo. adosado a la pared, donde solían sentarse los policías y los presos, todos
Paulina no entendió lo de rajar, pero entendió muy bien el gesto del del pueblo, amigos de antiguo. Los presos eran por lo común borrachos
cura. o alborotadores y pendencieros.
Sin meditar un segundo, sin pararse en pensar en que el comisario El padre Rosales no aceptó la invitación de Arana de pasar a un
trascuarto, que era su despacho y dormitorio a la vez. Arana poseía esa
Policarpo Arana era carne y uña con Ramón, arrastrado por su natural
listeza y cazurrería natural del campesino, y a las primeras palabras del
irreflexivo e impetuoso, se largó a la comisaría, que no estaba lejos de la
párroco cayó en la cuenta de que los cinco mil pesos que le ganó a Ramón
casa de Ramón.
dos días atrás eran la mitad de los diez mil del padre Rosales. Lo despidió
Hallábase situada la comisaría sobre la pendiente de "la loma",
muy amable prometiéndole que no pasaría aquel día sin que Ramón
cerca ya de la parte alta, C()li).10 a una distancia de cincuenta metros de devolviese lo robado, o de lo contrario, lo apresaría. Pero Arana era el que
la iglesia, separada de ésta por un ancho espacio libre, cubierto de menos justicia podía hacer al cura. Enseguida que el párroco se fue,
gramilla, menos en la parte por donde pasaban las carretas, que en su mandó buscar a Ramón. Y esa misma mañana, entre ambos concertaron
continuo trajinar habían lacerado la tierra con hondas huellas. El la manera de que el asunto del "gallego ése" no siguiera adelante.
edificio de la comisaría estaba sin terminar. Los ladrillos aparecían A los tres días de su visita, el párroco fue a verlo de nuevo. Notaba
desnudos, sin revoque. En los agujeros de la pared, que habían servido que Arana evitaba· encontrarse con él. "Ese sinvergüenza me está
para asegurar los andamios, anidaban las palomas y los gorriones. Las jugando sucio", decíase tremante de impotente cólera. El, por su parte,
ventanas no tenían cristales, y las maderas que no habían sido pintadas rehuía encontrarse con Ramón, porque a su vista se hubiese enceguecido
comenzaban a podrirse. Desde la comisaría, como de una atalaya, se y no hubiera podido contenerse de darle un bofetón.

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Arana recibió al cura más risueño y dicharachero que nunca. Le dio la primera vez, a espiar a la viuda de Salcedo en su alcoba. De.aquellas
algunas palmadas de amistad en las recias espaldas. Tantas zalamerías visitas volvía cada vez más excitado y dominado por una inquietud febril.
y señales de confianza encresparon a aquél. Arana comenzó preguntán- Se prometía que la próxima noche no se contentaría sólo con acechar, y
dole por el estado de su cocué e iba a requerirle noticias del Rubiano que, venciendo sus escrúpulos, llamaría golpeando en la persiana. Pero
cuando se acordó de que ese tema era una imprudencia tocarlo, y pasó llegado el momento se fingía peligroso y poníase miles de pretextos para
a otra cosa. El padre Rosales apenas si podía estarse quieto, ardía de no llamar. Buscando inconscientemente una ocasión para aproximarse
rabia y cuanto más hablaba se daba cuenta que lo que buscaba ese criollo a doña Clara y poder verla a solas y con más libertad, se convenció a sí
astuto con tanta charla era distraerlo del objeto de su visita. Lo mismo que era necesario tener una entrevista con ella antes de empezar
interrumpió con brutalidad. el pleito, y así se lo dijo a doña Angela, quien no aprobó ni desaprobó la
-Yo lo que quiero saber, don Arana, es si usted ha recuperado mis idea, aunque le pareció que era perder el tiempo, y que lo mejor era
diez mil pesos, o si por lo menos ha tomado alguna medida contra Fleitas. comenzar el pleito.
-¡Ah! -exclamó Arana haciendo una mueca de sorpresa-. Es Una noche en que el doctor Brítez tomó de su espionaje más
bastante jodido el asunto, padre. Difícil. Interrogué a Ramón, pero negó. desasosegado y anheloso de la viuda de Salcedo que otras veces, decidió
Y dijo que eranyapuref (51). Eso mismo padre, sinvergüenza va vointecó- visitarla a la mañana siguiente, visita que postergaba de un día para
(52). El párroco no quitaba de aquella faz mofletuda y carnosa-fisonomía otro, porque si bien ansiaba verse a solas con ella, también sentía un vago
de glotón y lujurioso-la mirada iracunda; pero Arana giraba los ojos por temor de que ese instante llegara.
todas partes y ponía la mirada en todos los rincones de la pieza menos A la mañana siguiente, en hora desusada por lo temprano, mandó
en la cara del cura.- Yo nic6 quiero ayudarte, padre. Pero ndaipori la a la criada a casa de doña Clara, para que le dijese que necesitaba
prueba (53). Ofaltá la cuerpo del delito. visitarla y si podía recibirlo. La criada no tardó ni diez minutos para
-Y cómo no va a faltar si ese ladrón se lo ha comido -exclamó el cumplir la diligencia. Pero tanta era la impaciencia y nerviosidad del
sacerdote con ímpetu-. Oigame don Arana; esto no va a quedar así. No doctor Brítez, que le pareció que no volvía nunca. Se paseaba por la
se roba impunemente el dinero de la iglesia. Es sagradp. Mañana me voy galería, con las manos cruzadas a la espalda, mordiendo nerviosamente
a Asunción a hacer la denuncia a la Curia. Removeré cielo y tierra hasta la boquilla del cigarro apagado. Mientras caminaba componía, deshacía
que aparezca ese dinero. Si es necesario me quejaré al Papa. Pero esto y recomponía mentalmente las frases con que comenzaría la entrevista.
no quedará así. "He perdido todo mi antiguo aplomo y facilidad de expresión de mi época
Y salió de la comisaría con gesto fosco y violento, sin saludar. de embajador". Y a la vez que mascullaba esto se pa~;abamaquinalmente
Por la noche, Arana le dijo a Ramón: "Ese gallego sucio es capaz de la mano por su tiesa pelambre de corte Humberto I. Se había vestido su
meter barullo, pero imanduá vaera cherejhé oyapovo alguna cosa" (54). traje azul de calle y puesto cuello palomita, como si tuviera que ir a
Asunción. Cuando doña Elisa le preguntó por qué se vestía "tan de
parada" para visitar a doña Clara, que infinidad de veces lo viera de saco
19 de pijama, le contestó que esa visita no era una visita cualquiera, sino de
carácter profesional. Pero lo que él buscaba con esa vestimenta era
Con las mismas precauciones y aprovechando la oscuridad noctur- impresionar y cautivar a doña Clara, cosa que hasta esa sazón lo tuvo sin
na, el doctor Brítez había ido otras varias noches, en la misma forma que cuidado. Creía que los trajes color azul sentaban a su figura y le
prestaban más gallardía (Esta idea de la influencia favorable del color
(51) Mentiras. azul sobre su aspecto, la tenía de sus primeros años de casado, desde una
(52) Ese fue siempre un sinvergüenza. vez que doña Elisa le dijo que ese color lo ponía buen mozo. Desde
(53) No hay pruebas.
(54) Se acordará de mí al hacer algo. entonces, treinta años hacía, sin que su mujer nunca más hubiese vuelto

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reposo y la tranquilidad de su vida señorial. (El doctor Brítez estaba
a repetírselo, el doctor Brítez, a pesar de los cambios físicos sufridos y de
sinceramente convencido de que la expresión más acabada y perfecta de
su cenicienta cabeza, no olvidaba aquella opinión, que doña E lisa había
lo distinguido y aristocrático se resumía en la viuda de Salcedo). Me trae
dado sin pensar mucho y que ya ni recordaba).
un asunto desagradable para mí y para usted; más para mí. Pero no
Cuando aún faltaba un cu~to para las nueve, que erala hora en que
siempre se hace en la vida lo que se quiere. -Al decir esto, trató de dar
lo esperaba la viuda de Salcedo, el doctor Brítez no pudo dominar más
a sus ojos una expresión acariciadora, y clavó la mirada en el fondo de las
su nerviosidad y salió de casa diciéndose que su reloj atrasaba, y que bien
pupilas azules de doña Clara-. Yo hubiera querido venir a visitarla en
podía suceder que el de Clara adelantase. A los pocos pasos, tiró al suelo
otras circunstancias, pero como le decía no se hace siempre lo que se
el cigarro, y al llegar frente a la puerta de la casa de las Gutiérrez
quiere. -Y de pronto, sin saber por qué, cambió el sentido de la
detúvose, y encendió otro, pero sin la lentitud y sosiego acostumbrados.
conversación, y preguntó: -Dígame con franqueza, apreciada amiga
En el brevísimo espacio de tiempo que tardó en dar lumbre al cigarro se
Clara, ¿qué opinión tiene usted de su hermana Angela?
le cruzaron por la mente un sinfín de pensamientos atrevidos. No se
-¿Por qué me lo pregunta? -respondió a su vez la viuda, fruncien-
andaría con rodeos ni cortedades. Ni bien entrase, se echaría a sus pies,
do los labios con afectación. Este gesto, que en una mujer de menos años
y, abrazado a las para él hermosas pantorrillas de la viuda, le declararía
y sin tantos afeites hubiese sido gracioso, en su boca pintada resultaba
su pasión. Esta posibilidad le hacía estremecerse de placer.
una mueca ridícula, aunque al doctor Brítez le pareció delicioso.
La viuda de Salcedo recibió al doctor Brítez (que al llegar a la -Se lo pregunto porque sé lo que ella piensa de usted.
terraza volvió a arrojar su cigarro) en la sala, rodeada, como una -No será muy bueno -respondió doña Clara risueña, pero dejan-
expositora, de sus viejos sillones, de sus jarrones, de su piano, de toda esa do traslucir viva curiosidad por saber lo que la hermana decía de ella a
multitud de muebles y objetos inactuales e inútiles, y de los que ella los extraños.
estaba tan orgullosa, porque creía que eran una prueba de su abolengo, Era seguro que de barruntar las indignidades y perversidades que
sin advertir que esas antiguallas eran la señal más terminante de su Angela contaba de ella no se hubiese animado por vergüenza a pedir a
decadencia social. Traía un alto y meticuloso peinado, que debió ocuparle su interlocutor que se las repitiese, pero como ella no osaba hablar de su
una buena hora larga para hacérselo. Vestía una larga y blanca bata de hermana con el mismo descaro y maldad, creía que las murmuraciones
encajes, adornada con cintas azules, cuya vista trastornó al doctor de Angela no pasaban de algunos chistes burlones.
Brítez, el que en los primeros momentos sólo atinó a balbucear unas -Yo siempre la he defendido -apresuróse a contestarle el doctor
pocas palabras de cumplido. Deseaba furiosa, desesperadamente aba- Brítez, con lo que aumentó aún más su curiosidad-. Tengo de usted,
lanzarse sobre doña Clara, apretarla entre sus brazos, besarla; pero su estimadísima Clara, una altísima y admirativa opinión. Veo en usted
timidez le agarrotaba la voluntad. una mujer en la que se reúnen todas las perfecciones.
Mientras se sentaba, doña Clara dijo con sonrisa amistosa: Con disimulo, la viuda de Salcedo dejó que la bata se abriese en
-Usted me dirá, amigo don Eleuterio, a qué se debe esta visita tan parte sobre la pierna derecha, que tenía cruzada sobre la otra, poniendo
protocolar. No tenía necesidad de anunciarse; hubiese venido no más. al descubierto la desnuda pantorrilla. El doctor Brítez, al par que
Palabras tan amables, y sobre todo el gesto intencionado y lleno de lanzaba hacia esa pierna miradas rápidas y encendidas de deseo,
coquetería con que fueron acompañadas, alborozaron íntimamente al preguntábase si el movimiento había sido intencional o involuntario.
doctor Brítez y le hicieron concebir grandes esperanzas. "A otro no le Sentía la garganta seca y a cada momento debía tragar saliva para poder
habla así", pensaba. seguir conversando. El corazón le latía con fuerza. "¿Sentirá esta mujer
-Mire, apreciadísima Clara -comenzó diciendo con zozobra. lo que yo siento?'', preguntábase a cada momento. "¿Habrá cruzado las
Temía haber ido demasiado lejos al usar el superlativo y suprimir la piernas de propósito o sin querer?". Y el miedo de ponerse en ridículo, de
valla del "doña". Sentía algo así como si hubiera desvestido el nombre de ser rechazado, de que la viuda se enojase, lo clavaba en la silla, le apocaba
su amiga, dejándolo en cueros-, lamento en el alma tener que turbar el el ánimo, quitándole todo arresto.

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-Mi hermana no me quiere. Se lo digo con franqueza y usted recibir a mis amigas en la terraza, cerca de la balaustrada, lo más lejos
también lo sabe. Angela nunca me perdonó las preferencias y los mimos posible de cualquiera puerta y ventana, para que no me escuche. ¡Es
que tuvo papá conmigo. Eso la ponía en vida de papá fuera de sí; y ahora terrible!
se venga. Pero es que yo era más buena y cariñosa con él. Ella en cambio "Esta es mi oportunidad .. ., ésta es mi oportunidad", comenzó a
lo criticaba, y no era afectuosa. A mí me parece, aunque nunca me lo dijo, repetirse mentalmente el doctor Brítez. "Está sola. Ella misma me lo
que no lo quería porque se llevaba mal con mamá. dice ... Me está animando". Y, sin embargo, no tenía fuerzas para alzar
-He notado--dijo el doctor Brítez-, que usted cuando se acuerda una mano, como si hubiese perdido toda la sangre; y la lengua se le
de su padre lo llama papá. En cambio, su hermana siempre dice: don pegaba al paladar. Al fin, pudo balbucear, con el corazón palpitante, todo
Desiderio. turbado, sin mirar a la cara de doña Clara:
--Sí, tiene esa mala costumbre. Es una prueba de su falta de cariño. -Yo no soy mal psicólogo y no creo equivocarme si le digo que lo que
El doctor Brítez siempre interpretó aquel modo de nombrar a su su hermana siente por usted es envidia; envidia por su gran belleza Ysu
padre por parte de doña Angela, como una prueba de veneración y enorme atractivo.
respetuoso recuerdo, pero la observación de doña Clara le hizo pensar Pero dijo todo esto tan serio y corrido, que daba la impresión que le
que se había equivocado, y desde entonces vio en ese tratamiento una costaba decirlo, y que lo hacía por gentileza, sin entusiasmo ni pasión.
ofensa para su memoria. Doña clara le respondió con una ambigua sonrisa y entornando los
-¿Me permite que fume? -preguntó el doctor Brítez, el que a párpados con afectación.
Doña Clara atribuía el apocamiento visible del doctor Brítez a su
medida que transcurría el tiempo sentíase más aplomado y cómodo.
falta de desenvoltura para decir un piropo o una gentileza a una mujer,
~Encantada. Si yo también fumo -replicó la viuda de Salcedo al
pero estaba bien lejos de sospechar siquiera que ese embarazo podía ser
par que se levantaba para dirigirse a su dormitorio-. Voy a buscar mis
consecuencia de un violento y absorbente deseo carnal por ella, tan
cigarrillos.
extremoso, que había terminado por paralizarlo totalmente en lugar de
Dejó tras de sí un penetrante olor de cosméticos y perfumes. El
servirle de fuerza impulsiva.
doctor Brítez aspiró con gozo sensual, con temblorosa palpitación de las -Debo confesarle una cosa, Clara -prosiguió el doctor Brítez-,
aletas de la nariz, esos olores de mancebía, y que a él le parecían muy que gustaba una sensación especial e intensa cada vez que pronunciab~
finos y delicados. este nombre en forma familiar, dándole la impresión de que se aproxi-
Durante el breve tiempo que duró la ausencia de doña Clara, el maba físicamente a su dueña-. Antes usted me resultaba un poco
doctor Brítez echó una rápida ojeada por la sala. Al ver a sus espaldas antipática, pero nada más que un chiquitito así. -Y marcó con el pulgar
la puerta cerrada de la pieza de doña Angela se estremeció pensando que el extremo del dedo índice de la misma mano, con una expresión Y un
ésta podía estar atisbando por el ojo de la llave. gesto de adolescente primerizo con requiebros. (El doctor Brítez le
Tornó la viuda con un cigarrillo humearite entre sus <ledos adorna- hubiese llamado loco si alguno de sus amigos de sus años juveniles le
dos con sortijas, y haciendo revolotear la amplia bata alrededor de sus hubiese dicho que en ese íB.stante estaba usando las mismas palabras Y
carnes opulentas. Pero el doctor Brítez ya no reparó en nada de eso. La el mismo gesto entre intfüicionado y encogido que tuvo una noche que
sospecha de que doña Angela podía estar observándolo desde su cuarto, conversó con madruna bisette en una mancebía de la calle Estrella).
le robaba la tranquilidad y la dicha que saboreara hasta entonces. -¿Por qué le resultaba antipática?
Contestaba a doña Clara distraído; por momentos no la escuchaba; se -Poi sü terquedad en mantener ese pararrayos que cada día de
agitaba nervioso en la silla. Hasta que no pudo aguantar más, y le tó:tfuenta pone en peligro nuestras vidas.
preguntó si no creía que su hermana podía estar en su dofinitorio. -Pero si yo no tuviese ese pararrayos que me defiende de las
-No se preocupe usted. ¿Se piensa que si ella hubiese estado en tormentas, ¿quién me defendería?-preguntó doña Clara, a tiempo que
casa hubiera podido yo recibirlo aquí? Cuando ella está, yo tengo que le clavaba la mirada.

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"Yo la defenderé en adelante. Yo seré su pararrayos. Cobíjese en Doña Clara no manifestó temor alguno ante los peligros legales que
mí... ". Todas estas frases se le pasaron por la mente al doctor Brítez. Le le describía su interlocutor, ni pareció darle mayor importancia a los
pareció de perlas la ocasión para lisonjear a la viuda con ellas, y hasta graves riesgos de que se salvaba gracias a que el asunto había venido a
pensó que ésta pronunció las anteriores palabras para darle pie a que le sus manos. Sin embargo, le pidió al doctor Brítez que le quitase de la
dijese una galantería. Pero estaba atascado en su apocamiento. No cabeza a su hennana esa idea descabellada de la sucesión, pensando que
conseguía pronunciar aquellas palabras que las tenía, más que en la una disputa de esa clase entre ellas las separaría aún más, y haría que
cabeza, en la punta de la lengua, y esto le estorbaba para hablar de todo Areguá se enterase de sus peleas y secretos de familia, y que ella
cualquier cosa, por lo que había terminado por quedarse callado, con un creía que se ignoraban. El pedido de doña Clara sorprendió al doctor
silencio de encogimiento. Buscaba desesperadamente la forma de rom- Brítez y lo dejó confuso por largo rato. ¡Había alimentado tantas
perlo, y cuando más se empeñaba en ello tanto más difícil se le hacía, ilusiones con esa sucesión y trazado tantos proyectos! Volvía los ojos en
hasta que sin pensarlo salió hablando del asunto que lo había traído allí. todas direcciones, como un animal acorralado, que buscase por dónde
Acabó por aconsejar a doña Clara que se separase de su hermana. escapar. Entre los muchos pensamientos entremezclados y rápidos que
-Es inútil hablar de sucesión -respondió la viuda de Salcedo-. le cruzaron por la mente había uno que persistía más que los otros, y era
Todo lo que dejó mi padre es mío. Este chalet también es mío. Si no está que se le ofrecía la coyuntura para poner románticamente el pleito a los
a mi nombre es porque papá no tuvo tiempo de ponerlo a mi nombre solo. pies de doña Clara y confesarle lo que sentía por ella. Bastaba con que
Pero Angela sabe muy bien que es mío porque papá me lo dio delante de le dijera: "Yo por usted, Clara, haría cualquier cosa. Pídame el inundo y
ella. Claro que es tan mentirosa y malvada que es capaz de negarlo ... el mundo estará a sus pies. No me interesa el pleito; no me importa la
Pero desde hace más de siete años me firma recibos por el dinero que le sucesión; sólo me interesa usted. ¡Sea mía!". Pero parecía que estas
doy para que viva, y ya le he dado mucho más de lo que puede valer la palabras las pronunciase otro dentro de él, y que él estuviese condenado
mitad de esta casa. ¡Que se saque, pues, de la cabeza la pretensión de a escucharlas sin poder repetirlas. No podía decir una palabra, y bajaba
quedarse con ella! y subía la cabeza con gesto automático de asentimiento.
Doña Clara dijo esto con voz suave, alzándola apenas una o dos -No es que yo tenga miedo a !ajusticia-dijo doña Clara-. No creo
veces, sin agitación ninguna, como si se tratase de un asunto ajeno a ella. que en el Paraguay haya un juez tan malo que sea capaz de quitarle a
El doctor, sorprendido por esta tranquilidad, que no era más que una hija lo que su padre le regaló. Es algo sagrado y que !ajusticia no va
fruto del temperamento linfático y frívolo de la viuda, y del desconoci- a quitármelo. Con que vaya a verlo al ministro de Guerra, que es amigo
miento de sus obligaciones legales, pensó: ¡Qué mujer superior! ¡Qué mío, y se lo cuente todo, Angela se quedará con las ganas de apoderarse
distinta de su hermana! ¡Qué espíritu bondadoso y delicado! Se ha de lo mío. Pero es el nombre, el apellido Gutiérrez, tan considerado y
acordado de su hermana sin rencor, con serenidad, como si su hermana respetado siempre. Sería una deshonra, una mancha. Estaremos en
no tuviese la culpa de ser una malvada, sino el destino que la hizo así. boca de todos. Debemos respetar la memoria de mi padre.
Es una mujer de gran señorío y una gran dama". Doña Clara, cuando se acordaba de don Desiderio, nunca decía
-Usted debe andar con mucho cuidado, apreciadísima Clara. La nuestro padre al referirse a ella y su hermana.
ley protege los derechos de su hermana a esta casa y a las hermosas joyas El doctor Brítez sólo la escuchaba a medias. Su imaginación
que usted posee, según dice la gente. De los terrenos en Asunción no trabajaba febrilmente. Una nueva idea salvadora e inesperada vino a
opino hasta no examinar los títulos. Vaya con cuidado. Yo, como amigo, posesionarse de él; una idea que si se realizaba le ganaría el favor y la
se lo aconsejo. Usted ha tenido mucha suerte que su hermana haya benevolencia de doña Clara y le haría pasar a sus ojos como un amigo
re.currido a mí, y que no haya caído en manos de cualquier abogadillo de generoso y caballeresco. En cambio del pleito un negocio brillante, en que
tres al cuarto, que les hubiese sacado a usted y a su hermana lo que ambos saldrían gananciosos. Aquellas dos manzanas de terreno podían
tienen y lo que no tienen. lotearse, venderse a plazos y ser él el gestor y administrador de tan

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jugoso µegocio. Con eso y el dinero que esperaba sacarle a Teófilo para Permanecieron de pie y en silencio, escuchando. Doña Angela hizo
invertirlo ,en préstamos a interés usurario podría librarse de apuros girar una vez más el picaporte, y luego se la oyó descender la escalinata.
ec,onómicos por vario¡;; años, y hasta hacer un viaje a Rio de J aneiro para Doña Clara aguardó unos instantes, los que le parecieron necesarios
visitar a sus antiguas y selectas amistades de su época de embajador. para que su hermana llegase a la parte de atrás de la casa, y enseguida
,-Mire, estimadísirna Clara-dijo de pronto, siguiendo en voz alta abrió la puerta a su visitante. Parada en el umbral, siguió con la vista al
el curso de su propio pensamiento-, esos recibos de dinero que usted tan doctor Brítez hasta que éste llegó al portoncito de entrada. Desde allí, el
generqsamente le da a su hermana, debe usted conservarlos. Son de un doctor Brítez se volvió para lanzarle una larga y audaz mirada de
inapreciable valor legal y moral, sobre todo moral, porque son la mejor complicidad. Doña Clara Íe respondió con una sonrisa y agitando
prueba de su cariño fraternal, tan mal pagado por su hermana-al decir mimosamente la mano, como si aquél se alejase en un barco.
esto, insensiblemente bajó la voz, preocupado con la idea de que Angela "¡Qué hembra! ¡Qué hembra! En la cama debe ser una fiera. Sería
pudiera estar escuchando tras la puerta-. Pero ahora permítame un capaz de estar un año acostado con ella sin cansarme. Parece increíble que
consejo, una opinión de amigo, Clara. Usted debería subdividir esos sea la hermana de esa vfbora agria y estúpida de Angela. Tiene modales
terrenos que tiene en Asunción y venderlos a largos plazos. Podría ganar y gestos de gran dama. Y ¡qué perfume!". No acababa de arrepentirse de
·mucho dinero. Haré un proyecto y le calcularé lo que puede ganar, su falta de coraje para hablarle de sus deseos o para insinuarse, por lo
vendiéndolos como yo le aconsejo. menos, con más decisión. Cómo no se había animado a decirle una cosa tan
La viuda de Salcedo acogió -contra lo esperado por el doctor sencilla y fácil como "... ¿Usted Clara, puede vivir sin un amor?". Nada le
Brítez-, con entusiasmo y sin titubeos la idea de éste. Estaba preparada hubiese costado, y estaba seguro que ella le hubiese oído con gusto. Ahora,
para ello, porque tres años atrás un amigo le aconsejó lo mismo. fuera de su presencia, encontraba absurda y tonta su poquedad, su
Levantóse y fue hasta su habitación en busca de los títulos.Nuevamente timidez. Y al recordar el ademán provocativo con que le enseñara las
~m olor penetrante de perfume difundiéndose por la sala. Doña Clara piernas, entristecióse aún más: "Eso lo hizo de propósito. Me dejaría cortar
tardó bastante en volver. Oíase en su estancia, a través de la puerta la cabeza que lo hizo intencionalmente, para anirnanne. Era una declara-
~ntreabierta, un abrir y cerrar de cajones y un remover de papeles. El ción muda". Y al pensar en esto, de buena gana hubiese vuelto atrás para
doctor Brítez dedujo por aquel ruido que la viuda guardaba los títulos con hacer y decirle todo eso que no había hecho ni dicho por una invencible
mucha precaución. "Vivir perennemente a su lado, envuelto en estas timidez, que en ese momento ya no sentía, y que le parecía imposible
fragancias, oliendo el perfume de su cigarrillo rubio, viéndola desnuda, hubiese podido dominarle ratos antes.
gozándola, ¡qué delicia!", decíase mientras se echaba una mirada de hito Aquel mismo día, a la caída de la tarde, invadido por la nostalgia de
en hito en el enorme espejo que tenía delante. Instintivamente se doña Clara, el doctor Brítez se sentó, como en sus años de estudiante, a
compuso el nudo de la corbata. Se encontró juvenil y guapo. Tenía razón garrapatear unos versos en que se rimaban flores con amores, los ojos
Elisa, el traje azul le rejuvenecía. garzos de Clara con abrazos y su piel de tersura alabas trina con "la clara
Doña Clara le pasó. un fajo de papeles atados con una cinta. El doctor fontana cantarina". Y poco después, más tranquilo con ese desahogo
Brítez los tomó diciendo que los llevaría a casa para estudiarlos. En ese literario, púsose a hojear los títulos que le había entregado la viuda y en
momento escucharon pasos en la terraza, y a poco una mano hizo girar los que fincaba tantas esperanzas de realizar un fácil y pingüe negocio.
el picaporte de la puerta, que no se abrió porque estaba cerrada por
dentro.
-Es Angela -murmuró doña Clara. 20
El doctor Brítez se estremeció y se alzó de la silla de golpe, todo en
zozobra, como si hubiese sido sorprendido en el acto de cometer algo Al promediar el mes de marzo, Areguá empezaba a perder sus
prohibido. "No quisiera encontrarme con ella", se dijo para sí. veraneantes, como un árbol que va dejando caer Rus hojas. Algunos pocos

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quedaban hasta la Semana Santa; pero la mayoría no quería permane-
cer hasta entonces para no ser pasto de las murmuraciones. Se decía que otro hombre hubiese hecho lo mismo; pero el doctor Brítez creía que se
los qu~ prolongaban sus vacaciones lo hacían para ahorrar, porque la aderezaba por el interés que sentía por él. Sin embargo, aun con esta
vida en Areguá era más barata que en la capital. creencia, no lograba dominar el temor de dar un paso en falso. Ese mismo
El doctor Brítez era de los que iban demorando su retorno a exceso de coquetería y arreglo que lo atraía le imponía a la vez respetuoso
Asunción. El, que desde su vuelta de Rio de J aneiro, miraba con desdén encogimiento.
y como una humillación los veraneos calurosos, monótonos y obligados No bien el doctor Brítez dejaba a doña Clara, no bien trasponía el
de Areguá, dejaba pasar los días sin apercibirse para su vuelta a la portoncito de entrada; fuera de su hechizo paralizante, recobraba todos
ciudad. Reteníanlo los perfumes y las batas semitransparentes de la sus ímpetus, sentíase dueño de sí y con los arrestos necesarios para
viuda de Salcedo. Llegó a sugerirle a su mujer que se fuese ella primero, tomarla en sus brazos e irse con ella al fin del mundo. Pero al día
quedándose él unas semanas más para terminar el negocio de las tierras siguiente, al volver y verse de nuevo delante de ella desaparecían todos
y convencer a Teófilo de que emplease su dinero por miedo de que le diese aquellos sus ímpetus y sus propósitos de temeridad.
un ataque y no estar a su lado para auxiliarlo. El doctor Brítez no sabía El negocio de las tierras marchaba corno sobre rieles. El doctor
qué ataque era ése, porque no padecía de ningún mal. Pero desde que Brítez ya había sacado a doña Clara un poder para administrar y vender
doña Elisa manifestó su temor no habló ya de quedarse solo, y varias las dos manzanas. El mismo estaba pasmado del rápido éxito, y se
noches sintió fuertes y anormales palpitaciones del corazón. restregaba las manos de satisfacción cada vez que recordaba las deriva-
El doctor Brítez compró un pequeño libro en rústica, que llevaba ciones inesperadas y beneficiosas que para sus intereses había tenido lo
corno título: Modelos de cartas de amor, y copió a máquina de escribir que debió ser un pleito entre doña Angela y su hermana. "Así son las
varias de esas cartas. Cada vez que le parecía oportuno mandaba una de cosas de la vida -pensaba-. Se combinan y enredan en forma tan
las copias a doña Clara, firmando: "un admirador". Sentíase poseído de imprevista y rara, que sólo el azar puede explicarlas". Tan redondo y
intenso gozo y a la par de nervioso desasosiego al despachar esas cartas, completo le salió el negocio, que no sólo le prometía sustanciales
corno si ellas llevasen su firma. Al día siguiente de haberlas enviado, ganancias, sino que le brindaba la coyuntura de estar cerca de doña
invariablemente, visitaba a la viuda con el pretexto de conversar sobre Clara y verla a menudo. "Ha sido una bendición de Dios", solía exclamar
el negocio de la venta de los terrenos, pero con el oculto deseo de conocer con alborozo, corno hubiese podido decir: "Ha sido una bendición de Apolo
la impresión que había recibido y con la esperanza de que aquélla por sí o Júpiter".
misma descubriese al autor. El doctor Brítez ansiosamente seguía sus En sus visitas, el doctor Brítez llevaba consigo el plano de la división
palabras y sus gestos, corno un augur que siguiese el vuelo de las aves, de los terrenos, y solía extenderlo con cualquier pretexto sobre una
tratando de entrever algún signo que le indicase que doña Clara había mesilla de la sala para examinarlo con doña Clara. Ese plano allí
recibido la carta enviada el día anterior. Doña Clara se mostraba extendido era ocasión para que la viuda y él se inclinasen a estudiarlo,
siempre tan hermética e impenetrable, que muchas veces le sobresaltó muy cerca las cabezas, casi tocándose. Ambos prolongaban ese momen-
la sospecha de que no recibía las cartas, y que otros las abrían y leían. to. Doña Clara, por coquetería y para excitarlo; el doctor Brítez, para
Pero lo que pasaba era que la viuda de Salcedo, que en secreto gustaba alargar y gustar la excitación que sentía. Por instantes, todos aquellos
de Quiñónez, estaba convencida de que era éste quien le escribía, rectángulos y líneas azules y coloradas le daban vueltas ante los ojos,
escondiéndose tras el anónimo por respeto y timidez. corno si los mirase cabeza abajo. Al final de esas visitas, se marchaba
Como doña Clara era coqueta y notaba la influencia y el atractivo turbado y agotado, llevándose las fragancias ordinarias de la viuda
que ejercía sobre el doctor Brítez, exageraba sus movimientos provoca- pegadas a las manos, al plano, a la ropa. Y seguía oliéndolas con la
tivos, la transparencia de sus batas y sus afeites y arreglos. En cada iniaginación cuando ya había desaparecido todo vestigio de ellas. Y
visita, lo recibía con un peinado distinto. Era seguro que con cualquier mientras iba camino de su casa, con el cuerpo afiebrado por el deseo y el
calor, repetíase: "No hay cosa que yo no dejase por esa mujer. Con el

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precio de venta de esas dos manzanas podríamos vivir juntos en Rio de a doñaAngela bajar aprisa las gradas de la terraza y cruzar eljardincillo.
J aneiro por el resto de nuestros días". Al llegar a la cerca, lo llamó con voz alta y autoritaria. El doctor Brítez
El doctor Brítez-engañándose a sí mismo con el peligro que corría se detuvo en seco y volvió la cabeza con una sonrisa.
de que alguien pudiese verlo- dejó de ir por las noches al balconcillo, -¡Caramba, doña Angela! -dijo volviendo sobre sus pasos. Doña
pero la verdad es que actuaba como el cobarde que rehúye un peligro que Angela le respondió con una mirada tan fría y despectiva que convirtió
no se siente con ánimos de afrontar. Suspendió esas visitas para no en una mueca la sonrisa del doctor Brítez.
encontrarse en la situación de tener que llamar a doña Clara por la -Parece que usted no tiene muchas ganas de verse conmigo -le
persiana sabiendo que no se atrevería a hacerlo. dijo con brusquedad-. ¿No quiere usted entrar un momento?
Durante varios días alcanzó la casi tranquilidad absoluta, aplacan- Aunque la invitación estaba hecha en forma interrogativa, el tono
do todo descontento de sí mismo, al decirse que si se propasaba con la era imperativo y no admitía excusa.
viuda y ésta lo tomaba a mal, y lo rechazaba, el negocio podía fracasar. Desde que el doctor Brítez andaba con la ilusión de la venta de las
Era más prudente postergar su conquista para cuando tuviese la tierras, habíase vuelto muy condescendiente y benévolo. Encontraba a
seguridad de aquél. Pero su tranquilidad desapareció en cuanto pensó todo el mundo bueno y simpático. Hasta a aquellos sujetos como Paredes,
que el negocio podía ser más seguro y personal si se convertía en amante cuyo sólo nombre lo irritaba, ahora los miraba con benevolencia. De
de doña Clara. mulo, bruto y porfiado, Paredes se había convertido en un pobre hombre
El doctor Brítez tenía constantemente la preocupación de la actitud extraviado en sus ideas políticas e históricas por su ignorancia. Sentíáse
en un estado de espíritu muy vuelto a disfrutar desde aquella sazón. La
a tomar con doña Angela. Era dificil explicarle y poder convencerla de
misma complacencia de sí mismo y de los demás, igual apacibilidad e
que todas las leyes que hasta ayer no más protegían su derecho a la
indulgencia para apreciar un hecho o juzgar a sus conocidos, parecida
herencia de su padre se habían vuelto, de la noche a la mañana, en su
despreocupación y liberalidad para los gastos de su familia. Hasta le
contra y que ya no tenía Derecho a reclamar nada. Y no sabiendo cómo
parecía que el calor y el bochorno del veraneo aregüeño habían disminui-
salir del paso, trataba de eludir todo encuentro y conversación con doña
do. Adofi.aAngela la contemplaba con un sentimiento de conmiseración,
Angela. Cuando era inevitable el encuentro, se ingeniaba para que otras
y se le hacía más evidente su pobreza y desamparo. Por eso, aunque eran
personas estuviesen presentes. Pero eso era vivir en perenne sobresalto
pocas las ganas que tenía de conversar con ella, cruzó el portoncillo eón
y jugando poco menos que al escondite. A la perspicaz doña Angela no se
buen humor y sonriente.
le había escapado la actitud del doctor Brítez. Notaba los subterfugios -Podemos hablar aquí -dijo doña Angela cuando hubieron
que empleaba pl;ITa no verse a solas con ella. Sospechaba que era para no llegado a la terraza, ofreciéndole para que se sentase una mecedora de
hablar del pleito. Pero no podía imaginarse siquiera que el doctor Brítez mimbre, vieja y rota.
-tan adusto y circunspecto-, pretendiese conquistar a su hermana. Tres días antes, doña Clara le había prohibido a su hermana que
Había tomado la costumbre el doctor Brítez de no pasar por frente recibiese visitas en la sala, y para que no pudiera desobedecerla, echó
a la casa de las Gutiérrez para no encontrarse con doña Angela. Cogía llave a todas las puertas. Doña Angela sólo podía entrar en la sala por
por el lado opuesto. Pero una tarde que tenía que ir a la estación, para su dormitorio; pero antes hubiese recibido al doctor Brítez o a cualquiera
no dar un rodeo, pasó por allí. Salió de casa con el corazón sobresaltado en la cocina que hacerlo pasar por su alcoba.
por el presentimiento de que se encontraría con doñaAngela, aunque se -Clara no está. Ha salido y podemos conversar con toda tranqui-
decía que era el deseo de no verse con ella el que le llevaba a tener ese lidad.
presentimiento. Y no bien había terminado de pensar en esto cuando al Al decir esto esbozó una sonrisa vaga, que así como podía tomarse
cruzar por frente a la casa de sus vecinas oyó que le llamaban. Aunque por gesto de amabilidad, podía también :interpretarse como de complici-
no distinguió de quién era la voz, no dudó fuese de doña Angela. Siguió dad o simplemente nerviosa. Tanto que el doctor Brítez no pudo menos
adelante, simulando no haber oído a la vez que miraba de costado. Vio que decirse: "¿A qué viene esa sonrisa?".

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En su impotente rabia, al sentirse esquivada por "el doctor", doña índole, pero que la falta de comprensrnn de don Félix y del: cura
Angela se repitió muchas veces en su fuero interno, frase por frase, lo que terminarían por convertirlo en un perdido del todo. Hasta llegó a
le diría en cuanto se viese a solas con él. La presencia del doctor Brítez justificar el amancebamiento de Ramón con Paulina, culpando a don
y su nerviosidad hicieron que olvidase lo que había pensado decir, y tuvo Félix y a Matilde que aconsejaron a su hija que abandonase el hogar,
que dejar que su estado de ánimo y el curso cambiante de la conversación dejándolo solo. "No tiene perdón de Dios -había dicho en varias
le dictaran las palabras. partes- una esposa que no se sacrifica por salvar a su marido del mal
-Como usted parece no tener más interés en el pleito, voy a dárselo camino y ayudarle para que no caiga en el vicio. ¿Entonces para qué es
al doctor Fleitas. el matrimonio? ¿Para los goces carnales no más?".
Esta fue la única vez que doña Angela repitió textualmente, a todo -Yo no tengo desconfianza de usted-prosiguió doña Angela~.
lo largo de la conversación, una de las frases que tenía meditada de días Pero quiero darle una oportunidad al doctor Fleitas. Además, una puede
atrás. '" pensar cualquier cosa cuando usted no me dice nada y trata de no
Al instante, el doctor Brítez, vio el peligro y los muchos inconvenien- encontrarse conmigo después de más de un mes que usted me dijo que
tes que podría traerle en el negocio de los terrenos la intervención de se encargaría de este asunto. Muchos pico a pico con la hedionda de
Ramón. Clara, pero yo, como si no existiese.
-¿Por qué, doñaAngela, va usted a hacer eso?-le contestó--. Esta -Como suelen decir los diplomáticos y los que lo hemos sido, las
prueba de desconfianza no me la merezco. Fleitas es un perdido que le negociaciones siguen su curso. Mientras se negocia nada se ha perdido.
comerá a usted hasta lo que no tiene... Tenga paciencia, que yo le -En cuanto la ocasión se presentaba, el doctor Brítez recordaba su
arreglaré a usted este asunto. pasado de diplomático, como aquel noble venido a menos que en su
-No; desconfianza, no -replicó doña Angela, estirándose las desgracia no le queda más consuelo que recordar su época de esplendor-
faldas hacia abajo, en un gesto maquinal, que había contraído de muy 1.
. Sin embargo, ha surgido un argumento inesperado, y de peso, y con el
joven, y con el que trataba de ocultar la delgadez de sus piernas-. Quiero cual yo no contaba.
ayudar a Ramón. Le tengo lástima. Ramón tiene mala suerte. Le pasa "¿Por qué hablará en esa forma tan pedante?", preguntóse en su
todo esto por culpa del tacaño de su suegro, tan parecido en lo roñoso al interior doña Angela con enojo. Siempre que el doctor Brítez hablaba de
padre Rosales. temas de su profesión, el tono de su voz, su lenguaje y hasta sus gestos
Doña Angela sentía una repulsión irreflexible e indominable hacia adquirían inconscientemente un ligero énfasis, en el que doña Angela
los mezquinos y cicateros, y más si eran hombres. Recordaba siempre a nunca reparó. Pero ahora ~on la antipatía que le había tomado-- lo
don Desiderio, que fue tan espléndido. Ella creía que si hubiese sido rica notaba y no sólo lo notaba, sino que hallaba a aquél más afectado de lo
hubiera hecho muchas caridades y repartido el dinero a manos llenas. que en realidad era.
Las pocas veces que llegó a tener algún dinero lo empleó en ayudar a -Ese argumento es jurídicamente incontrovertible ~ontinuó
algún necesitado." diciendo--. Suponiendo, claro está, que las firmas sean auténticas ... Son
Era posible que en ese cambio de sentimiento de doña Angela con los recibos que usted ha ido extendiendo a su hermana desde hace siete
respecto a Ramón, mirándolo como a un perseguido por la mala suerte, años.
entrase por mucho su aborrecimiento por el padre Rosales. N aturalmen- -¡Ah!... Con que esa víbora quiere cobrarme ese dinero... Es
te, por movimiento espontáneo de su corazón, doña Angela sentía repugnante tener una hermana como Clara ~xclamó doña Angela
simpatía por aquellos que en el pueblo eran enemigos del cura, o tenían excitadísima.
alguna cuestión con él. Desde que supo que el párroco quiso hacer poner Aunque ella ya la había contado al doctor Brítez que firmaba esos
preso a Ramón por el robo de los diez mil pesos, sintió lástima de éste y recibos, le produjo irritación el saber que Clara había tenido la desver-
lo consideró un infortunado. Dijo por allí que Ramón no era de mala güenza de referirlo a un extraño.

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-No, doüa Angela. No hay que perder las esperanzas -dijo el perfumaba cada vez más. Sus miradas lánguidas y sensuales, el doctor
doctor Brítez, como si quisieracahnarla-. Debemos seguir negociando. Brítez las sentía en la cara como una caricia. En las últimas visitas lo
Yo seré el primero en desahuciada cuando ya no quede nada por hacer. recibió con una especie de túnica de seda, que le ajustaba los pechos y los
Mientras hay vida, hay esperanza. ponía de relieve hasta parecer casi desnudos, y como esa túnica no tenía
-No quiero consejos de nadie -exclamó doüa Angela con agita- mangas, bastaba que alzara los gordos brazos -lo que hacía con
ción. A medida que hablaba se le empalidecían los labios y profundas frecuencia- para que se le viesen las axilas.
ojeras se le marcaban alrededor de los ojos-. Me iré de esta casa Esa noche, el doctor Brítez le dijo a su mujer que quería volver a
inmediatamente; haré dulces como Elisa. -El doctor Brítez hizo un Asunción, que ya había postergado demasiadas veces la vuelta, y que de
gesto como para salir en defensa de su mujer, a quien ofendía doüa allí a tres días se marcharían.
Angela al dar a entender que confeccionaba dulces para venderlos-. Mi Al día siguiente se levantó con la preocupación de la despedida de
iré de esta casa... Ala hedionda de Clara la pondré por los suelos ... Es una doña Clara. Lo ponía nervioso esta última visita, pensando que no podía
borracha ... Se lo contaré a todo el mundo ... ¡Ladrona! Antes me robó al ser como las otras, y en la que seguramente doña Clara esperaba una
novio, al pobre Salcedo ... Ahora me quiere robar la herencia que me dejó decisión de su parte. Ella ya se había insinuado lo suficiente. Ahora le
don Desiderio. tocaba a él dar el último paso. Andaba por la casa nervioso y excitado.
El doctor Brítez la miraba con inquietud, con gesto de perplejidad. Fumaba cigarro tras cigarro, y con tanta frecuencia, que doña Elisa lo
Buscó de serenarla con palabras vulgares y complacientes. Estaba tan notó y lo recriminó por ello. "Déjame. Me tratas como a un chico", le
confuso. Doüa Angela se levantó bruscamente, dando a entender que la respondió maquinalmente, sin poner atención en lo que de,eía, como
visita había terminado. Es que de repente se le vino el pensamiento de quien distraído, ahuyenta una mosca inoportuna, y, sin embargo,jamás
que la culpa de todo lo que pasaba la tenía el doctor Brítez, porque fue hubiera podido resumir con menos y más exacta palabras sus treinta
él quien la empujó a plantear la cuestión de la herencia a Clara. Y este años de matrimonio.
pensamiento la encolerizaba como si hubiese sido engaüada y burlada. Tenía el propósito de dejar pasar todo ese día y hacer su visita al día
siguiente, por la tarde. "Maüana ni bien llego -pensaba, lanzando
bocanadas de humo-, me echo a sus pies y le beso las manos ... O le digo
21 de golpe que yo soy quien le manda las cartas... O aproximo mi silla a la
de ella, extiendo el plano en su regazo, y con el pretexto de indicarle
Después de su conversación con doüa Angela, todo aquel día el cualquier detalle, le rozo los muslos con las manos; la excito. (Era tan
doctor Brítez, se lo pasó vacilando y acechando, desde su casa, la de las intenso y real este fantasear, que el doctor Brítez sentíase dominado por
Gutiérrez. Lo dejó preocupado la forma desapacible y seca con que doña una especie de laxitud). Tengo que arriesgarme .. ., aunque no llegue a c, ..
Angela cortó la entrevista y la ronenaza de la intervención de Ramón en Pero dejo el camino preparado, y termino con esta incertidumbre, que me
el asunto de la herencia. De súbito, le entró prisa de dar por terminado está agotando los nervios. Más tarde, con cualquier pretexto ... : las
el veraneo y marcharse a Asunción. Temía que doña Angela, con su ventas de los lotes, me vengo de Asunción y me la c... En el invierno
lengua viperina y sus artimaüas, le complicase y enredase el asunto de oscurece temprano, y ya al atardecer podemos meternos en la cama y
la venta de terrenos, que presentaba tan buena cara. Sentía tener que cenar acostados como hice una vez con Adelina en Ri-0 ... Clara debe ser
alejarse de la viuda de Salcedo, renunciando a ese placer sensual de que insaciable en la cama... Me traeré una botella de vino y fiambres de
gozaba en cada una de sus visitas. Además, que ahora tan luego que Asunción ... Si de entrada la abrazo, lo único que podría darme es un
debía marcharse, intuía que nunca estuvo tan cercana y su pudor de bofetón. Ni a eso se animará; se hará la enojada, me dirá que soy un
mujer la retenía de decírselo abiertamente. Había notado en doüa Clara atrevido y luego se me entregará... Debo cambiarme de ropa interior,
varios signos y muestras de esto. Se acicalaba más que nunca; se ponerme la de hilo por si la cosa se produce. (Distraído, se levantó para

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-Yo lo siento más que usted, Clara -respondió el doctor Brítez con
ir a su alcoba a cambiarse de ropa, pero luego recordó que la entrevista voz estremecida y sin animarse a mirarla a los ojos--. Pero tendré que
pensaba hacerla al día siguiente). Seguramente que nos meternos en el venir a menudo aquí para informarla del negocio.
dormitorio ... No, estoy desvariando. Cómo vamos a meteremos en el -Véngase .. ., véngase -repitió varias veces doña Clara esta pala-
dormitorio con doña Angela en la casa... Será cosa de que la eche sobre bra como si expresase un ardiente deseo-. Me dará un gran placer.
el sofá... No; es imposible porque la puerta del cuarto de doña Angela da Como un náufrago que se ahoga en su soledad, se agarraba a la
a la sala... El peligro que veo es que si Clara se enoja, pierdo el negocio. frágil esperanza de la visita del doctor Brítez, como hubiera podido
Sin embargo, no es posible que me equivoque ... Esas cruzadas de agarrarse a otra esperanza cualquiera. La cuestión era no quedarse sin
piernas; esas batas de seda; esos pechos saltando del vestido ... ¡Qué más proyectos para los días por venir, aunque esos proyectos y esas distrac-
prueba quiero!. .. Una mujer no se declara abiertamente, a no ser que sea ciones fueran tan insignificantes y fugaces como poner en orden la ropa
una p ... Eso de que me haya dicho que la llame Clara ... ¡Qué más prueba en los armarios o recoger los mangos caídos en el jardín, o esperar la
quiero!. .. Una mujer no se declara abiertamente a no ser que sea una p ... visita del doctor Brítez.
Eso de que me haya dicho que la llame Clara... ¡Qué más pruebas Este acomodó aquellas palabras a sus deseos. Sin embargo, pese a
quiero!...". que tenía la certeza de que doña Clara acababa de darle a comprender
Pasó toda la mañana en un interminable y repetido cavilar alrededor que "era toda suya", ni la tomó de las manos, ni extendió el plano sobre
del mismo asunto. Hacia el mediodía sentíase cansado, con una sensación su regazo. Dio escape a su emoción y a su indecisión sacando la boquilla
moral y física de agotamiento. La espera, la incertidumbre y el continuo y colocando con mano estremecida un cigarro dentro.
y absorbente pensar lo habían puesto en un estado semejante al que solía Fue la primera vez, entre tantas visitas, y eso que la despedida era
sufrir en sus años de estudiante en víspera de exámenes. Es que en el por algún tiempo, que salió a la calle sin recriminarse a sí mismo por su
fondo, su entrevista con doña Clara al día siguiente era una verdadera falta de resolución, satisfecho con la idea de que la viuda acababa de
prueba, y no se diferenciaba de las otras sino en el objeto. A la siesta vio confesarle veladamente su amor, y que le bastaba venirse cualquier día
que le hubiese sido imposible aguardar hasta el día siguiente, y decidió de Asunción para hacerla suya.
visitarla esa misma tarde, por igual motivo e igual razón que en sus El contacto de la mano de doña Clara -que se la estrechó al
exámenes en la Facultad cuando le tocaba el turno por la tarde le pedía a despedirse- le dejó una fuerte impresión. Una hora después aún le
algún compañero que le cediese su turno de la mañana. Salir de la duda parecía retenerla en la suya como dicen que les pasa a los que les
y de esa ansiosa incertidumbre cuanto antes, bien o mal, pero salir. amputan un miembro, que por bastante tiempo viven con la sensación
Cuando por la tarde, en esa sala que ya le era familiar, anunció a de no haberlo perdido. Le bastaba cerrarla y pensar en doña Clara para
doña Clara su próxima partida, vio con íntima vanidad cómo los ojos revivir no en la memoria, sino allí en la mano, reducida a ese pequeño
azules de aquélla se empañaban de emoción y tristeza. ''Me ama. Mi espacio, la misma sensación de tibieza que experimentó al despedirse. Y
partida la hace casi llorar", pensó. S~ el doctor Brítez hubiera venido en hasta le sucedió, en dos ocasiones, que al estrechar la mano de dos
un veraneo anterior a despedirse de la viuda de Salcedo como lo hacía señoras, las sintió igualmente fofas y de dedos cortos, como las de la
ahora, hubiera sabido, como lo sabían otros veraneantes amigos de ella, viuda. Y al mirar aquellas manos vio con estupor que no se parecían en
que para todos tenía ese gesto entristecido y esa mirada melancólica al nada a las de su amiga.
tenderles la mano. Pensaba en las largas y silenciosas horas de soledad
que la aguardaban. Ahora, a su congoja y pesadumbre de todos los años, 22
seañadíaunmotivomásdemelancolía,yeraquesucoqueteríaysusdías
vacíos habían encontrado una causa de distracción en el doctor Brítez. La misma tarde que estuvo con doña Clara, yendo hacia el almacén
-Siento mucho su ida, don Eleuterio. Me había acostumbrado de Teófilo, el doctor Brítez se encontró en la "calle principal" con Ramón
tanto a sus visitas.
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que venía en sentido contrario. Hacía tiempo que no conversaban. Desde ramaje de sombra que el sol arrancaba a un árbol de paraíso. El doctor
que Ramón concurría a la tertulia del comisario Arana, que se formaba Brítez se quitó el sombrero de paja y se pasó el pañuelo por la frente y las
en el césped, frente a la puerta de la comisaría, ya no iba más a la otra mejillas mojadas de sudor. Luego se puso a leer detenidamente la carta,
tertulia, la que se reunía a la puerta del almacén de Teófilo. Se pararon tratando de recordar los párrafos más salientes, pues sabía que cuando
a conversar en mitad de la calle. se lo contase a su mujer, ésta le pediría que se la repitiese lo más
-Andas perdido, Ramón -saludóle el doctor Brítez. fiehnente posible. Al terminar de leerla y devolvérsela a Ramón, se le
Ramón traía puestos polainas de cuero, pantalón de montar, vino súbitamente una idea a la cabeza, como decía el doctor Brítez que
pañuelo blanco anudado al cuello y sombrero de paño. De un tiempo se le presentaban las ideas, sin advertir que a todo el mundo le pasa lo
atrás no vestía sino de aquella traza. Había dejado los cigarrillos, y no mismo.
fumaba sino cigarros de hoja. Tenía los dientes negros de sarro. Y como -¿Por qué no vivís en casa-le dijo--. Nosotros nos vamos pasado
por pereza se rasuraba de raro en raro, la barba bastante crecida, aunque mañana a Asunción. Debes independizarte del todo de tu suegro ... Pero
rala, acampesinaba y adelgazaba aún más su rostro cetrino. te ofrezco la casa con la misma condición de doña Matilde. No la traigas
-Ando con dificultades por culpa de don Félix... Es un miserable. a Paulina. Por mi parte, no me in1portaría. Es por Elisa, que haría un
El le aconsejó a Adela que me deje. Buena m ... es también ésa. escándalo. Además, tengo hijas grandes.
Ramón había contraído la maiúa de quejarse y protestar con No se animaba a prohibírselo directamente, por eso se escudaba en
gruesas palabras de su suegro, de Adela y de toda la familia de ésta en su mujer. No le parecía decente ni digno que Ramón viviese con su
cualquier parte y con el primero que se encontraba. Y no le bastaba con concubina en su casa. Lo veía como algo inmoral y escandaloso y que lo
esto para desahogarse, sino que en cuanto estaba borracho, que era casi rebajaba socialmente.
todos los días, se jactaba de que el día que a don Félix se le ocurriese venir -Lo pensaré -respondió Ramón bastante secamente, sin demos-
por allí iría a la estación a recibirlo a balazos. trar mucho entusiasmo.
-Sí, ya sé -le contestó lacónicamente el doctor Brítez. Sin embargo, ganas no le faltaron de aceptar enseguida la invita-
-Mi mujer no va a volver mientras tenga ese padre ... Ella tal vez ción, sin aguardar un segundo más, porque con ello le demostraría a don
tenga ganas de volver, pero seguramente que no la dejan. Yo tampoco Félix que no necesitaba de él. Pero para que el doctor Brítez no creyese
quiero que venga... Ella y su padre se entienden y son los únicos que lo ayudaba, fingió que no tenía mayor interés ni prisa por cambiarse
causantes de que yo esté aquí. Teiúa la seguridad de ser nombrado de casa. Porque si ya antes Ramón había sido sensible a su origen
cónsul en Hamburgo, y por consejo del canalla de don Félix rechacé el campesino y oscuro, desde que sufriera todos esos trastornos familiares
ofrecimiento ... Entre él y Adela me quieren hacer fracasar, pero no lo y el disgusto con el padre Rosales, se había vuelto quisquilloso hasta el
conseguirán. A más tardar dentro de cuatro meses me voy a Buenos paroxismo. Y a medida que decaía y se degradaba, más crecía su morbosa
Aires ... El pijotero de don Félix quería hacerme tambero, ordeñador de susceptibilidad. Todo se le antojaba desaires y falta de consideración de
vacas -y sonrió con amargura-, para hundirme intelectualmente ... aquellas personas que suponía en una situación social superior a la suya.
Ayer recibí una carta de doña Matilde, en que me pide deje la casa si voy Se había vuelto tan enfermiza y exacerbada en él esa manía, que, en
a seguir viviendo en ella con Paulina... ¿Quiere leerla? círculos concéntricos, como una onda trae la otra, se iba agrandando el
Y sacó la carta del bolsillo, pasándosela. El doctor Brítez tomó la número y la baja calidad de las personas que creía lo miraban mal y lo
carta a la vez que decía: ofendían. Veía menosprecio hasta de parte de algunos lugareños muy
-Vamos a la sombra. inferiores socialmente a él.
El sol, declinando ya, atravesaba con sus rayos oblicuos toda la Sólo después que se hubo separado de Ramón, apareció ante el
calle. No había casi sombra por aquel sitio. Y la escasa de algunos doctor Brítez en toda su magnitud y alcance la importancia de la
árboles, se alargaba extraordinariamente. Fueron a colocarse entre el invitación que acababa de hacerle y las grandes ventajas que le
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reportaría, como si al trasponer una colina hubiese aparecido ante sus el primer año que hay mosquitos en Areguá... El otro verano voy a traer
ojos un extenso valle con el cual no contaba. Ramón, instalado en su los mosquiteros de Asunción.
casa, le brindaría una buena excusa para venir a Areguá, a menudo; -Es aquí en el bajo donde hay. En la loma no hay ni uno -repuso
Elisa no insistiría en acompañarlo tranquilizada con el pensamiento el doctor Brítez distraído, con el pensamiento puesto en el asunto de
de que tendría quien lo auxiliase en caso que le diese un ataque; habría Ramón.
en la casa, como cuidador, una persona conocida y de fiar; y lo más -¿Será porque es alta? -preguntó doña Elisa con voz empañada
importante de todo, desbarataba el propósito de doña Angela de por el sueño.
hacerle asesorar y guiar por Ramón, ya que desconfiaría de éste al ver lo -¿Dejaremos sin cuidador la casa, como el año pasado?-preguntó
en su casa, y tampoco Ramón se pondría en contra suya por respeto y el doctor Brítez, procurando encaminar la charla hacia el punto que le
agradecimiento. interesaba antes que su mujer se durmiese.
Pero todas aquellas conveniencias y proyectos se disiparon como -Yo creo que es lo mejor. Las cuidadoras, en lugar de cuidar la casa,
humo cuando volvió a su casa y se halló delante de su mujer. ¿Cómo no la ensucian, y traen a vivir a toda su familia.
se le ocurrió pensar que Elisa no aceptaría lo que había hecho? -Sin embargo, es peligroso dejar la casa sola... El día menos
DeSásosegábase cada vez que pensaba que tenía que hablarle de su pensado entran ladrones. ¿No vio lo que le pasó a Fretes hace dos años? ...
invitación a Ramón. ¿Acaso no conocía a Elisa? Como la luz que cambia ¿Qué le parece si dejamos un cuidador en la casa? Los Amarilla dejan.
y tiene tonalidades distintas según sea la hora, así también la idea del Caballero también va a dejar uno este año ... ¿Qué le parece? -Volvió a
doctor Brítez cambiaba y reflejaba matices distintos según la pensase quedar silencioso, y luego agregó con voz que se le anudaba en la
delante de su mujer o frente a Ramón o a solas. garganta-. Nosotros podemos dejar a Ramón.
-¡ARamón!-chilló doña Elisa despabilándose-. ¡Pero está usted
Toda esa noche, durante la comida y antes de irse a acostar, se lo
loco!... Dejar en casa a ese borrachín, a esejhováyaguá (55). Para que nos
pasó absorbido por la pr~ocupación de cómo empezaría a hablarle a su
convierta la casa en una casa de juego y traiga a la Paulina ésa.
mujer de la invitación que había hecho y de las ventajas que tendría para
-Yo ya le dije lo mismo, y me prometió que no la traería-al decir
ellos. Sabía por experiencia que si lograba convencerla al empezar, con
esto, el doctor Brítez no mentía, porque se separó de Ramón con la idea
las primeras palabras, ya no cambiaría más, y poco después la oiría
de que éste, si no se lo prometió expresamente, se lo dio a entender-. A
hablar empleando sus mismos argumentos; pero también sabía que si no
mí tampoco me gusta mucho traerlo a vivir en casa. Pero quiero tenerlo
la persuadía al punto, todo lo que dijese más adelante sería en balde, por amarrado para que no la defienda a doña Angela... Si no, ¡adiós
más lógicos y evidentes que fuesen sus razonamientos. negocio!. .. Además, hacemos una caridad. El doctor Cardozo lo echa de
Acostada ya doña E lisa en su can1a, y el doctor Brítez en su catre de su casa y no tiene dónde ir.
tijera, ambos se pusieron a charlar en la oscuridad, como solían hacerlo Doña Elisa apenas si había hablado un par de veces con Ramón,
todas las noches. Era la única hora en que hablaban tranquilamente, sin pero oía decir atrocidades de él. Enseguida pensó en las murmuraciones
que nada ni nadie los distrajese -como si el silencio y la oscuridad de la que despertaría su debilidad entre sus amigas. Además, que ella
pieza fuesen las paredes de una campana neumática que los aislase siempre había oído hablar de cuidadora, en femenino. (Es muy común
totalmente del mundo exterior-, de los gastos del día, de las hablillas que los veraneantes dejen al cuidado de sus casas a mujeres del pueblo,
de la vecindad, del futuro de sus hijas, de los temas más triviales y que son por lo general comadres de los dueü.os de casa). Y tanto se había
cotidianos. enraizado en su mente ese concepto de que la casera debía ser una mujer
-Desde hace unos días hay muchos mosquitos -dijo el doctor que le era difícil hacerse a la idea de que la cuidadora se convirtiese en
Brítez dándose vuelta en el catre, que crujió-. ¡Qué calor hace! Yo creo un cuidador.
que esta madrugada va a caer una tormenta.
-Sí, va a llover-respondió la voz de doña Elisa en la oscuridad-. Es
(55) Cara de perro.

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-Si dejamos a alguien tenemos que dejar a Leocadia, que es muy A los pocos pasos, Ramón, ofendido y amargado,,detúvose temblan-
buena y de confianza -dijo doña Elisa al cabo de un rato de silencio, do de rabia: "Negro de mierda... Debí escupirle en la cara... Yo no sé qué
como si hubiera estado meditando. me pasó ... Opagá vaerá cheve (56) ..." decíase estremecido de la cabeza a
-Podríamos dejar sólo las oficinas y cerrar el resto de la casa-dijo los pies por la ira.
el doctor Brítez. Dos días después, el doctor Brítez partió para Asunción. Estando en
La casa se prestaba para eso, porque la cocina y el cuarto de los el tren se puso a contemplar, desde la ventanilla de uno de los coches,
sirvientes estaban separados del edificio principal. aquella persiana despintada del balconcito de la casa de las Gutiérrez,
El doctor Brítez, a quien el calor incomodaba, volvió a darse vuelta, por entre cuyas tablillas había visto a doña Clara borracha ysemidesnuda
haciendo chillar el catre. en su lecho. Hasta ayer no más aquella persiana no se distinguía en su
-Quédese quieto, que no me deja pensar -le dijo su mujer. espíritu de tantas otras que viera en su vida. Pero ahora su deseo le
La po1úa nerviosa y desvelaba ese chillido. Y a menudo el doctor prestaba un valor y un sentido único, como si su pasión, a semejanza del
Brítez se quedaba quieto, dominando las ganas que tenía de moverse y pincel de un pintor, rescatase del anónimo, y le infundiese vida original
desentumecer sus miembros, hasta que le parecía que su mujer ya y permanente, a aquella humilde naturaleza muerta.
estaba dormida; y entonces se removía y restregaba a sus anchas contra Cuando el tren hubo partido, y el doctor Brítez perdió de vista la
la lona desnuda, como un caballo al que acaban de dejar en libertad, y con casa de las Gutiérrez, siguió conservando aún por largo rato estampada
tanto más brío cuanto más larga había sido su inmovilidad. en las pupilas aquella persiana, como si la tuviese delante de los ojos.
Un relámpago iluminó la pieza. Se oyó el lejano rodar del trueno. Después, fue borroneándose en su memoria. Y cuando llegó a Asunción
-Ya viene la lluvia. ya no podía recordarla con precisión. Se había producido su
-Sí, hace mucho calor. Estoy mojada de sudor -respondió doña transubstanciación de recuerdo material en recuerdo sen timen tal, como
Elisa, y casi enseguida-: Creo que en esas condiciones podríamos sucede con el recuerdo de los muertos que lo que pierden en nitidez física
dejarlo a Ramón nada más que con las oficinas abiertas. Le entregare- lo ganan en fuerza sentimental.
mos las llaves de esta parte de la casa, para que de vez en cuando la abra
y airee.
-Sí, tiene razón. Podemos dejarle las llaves.
-Mafi.ana seguiremos hablando ... Estoy muerta de sueño.
Y el doctor Brítez oyó que el cuerpo de su mujer se movía y buscaba
acomodarse para dormir. Quedóse pensando un rato, y luego él también
fue durmiéndose. Le pareció oír entre sueños el ruido de la lluvia al caer
sobre el tejado y correr con fuerza por las canaletas de desagüe.
Cuando al día siguiente le dijo a Ramón, con algún circunloquio que
sólo podía ofrecerle para vivir las oficinas, porque su mujer quería dejar
cerrada la casa, añadiendo con gesto burlón, que eran ocurrencias de
ella, Ramón, que se traía el propósito de no aceptar enseguida la
invitación y entretenerlo unos días, sintió tal rabia, vergüenza y humi-
llación que aceptó sin más. Parecía contento y agradecido, y así debió
parecerle al doctor Brítez, porque cuando se separaron se fue pensando
que la pobreza y la bebida habían convertido a Ramón en un hombre sin
dignidad. ''Vivir en la pieza de las sirvientas", se decía.
(56) Me va a pagar.

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SEGUNDA PARTE

El robo de Ramón al padre Rosales causó una fuerte impresión en


Areguá. Durante largas semanas comentóse el suceso en todos los tonos
y en distintas versiones. Como en su celda, en la monotonía de sus horas,
el prisionero sigue el ir y venir de una mosca en su vuelo, así les ocurrió
a los aregüeños con aquel episodio. Y aun mucho más tarde, cuando ya
se haLía <1.pagado la novedad del hecho, como una lengua de fuego que
se aviva entre las cenizas, una observación o un comentario malicioso,
surgiendo de improviso, mostraban la memoria tenaz que se tiene en los
pueblos para el mal ajeno.
Con su perspicacia, doña Angela vio todo el fruto que podía sacarle
al escandaloso suceso para lo que ella llamaba "su guerra contra los
malos sacerdotes". Divulgó por ahí que lo del robo era una mentira del
cura para perjudicar a Ramón, y que éste no le tocó nunca un centavo.
Muchos que hasta entonces no sabían cómo salir en defensa de Ramón,
alegráronse con esta noticia que les permitía pensar mal del padre
Rosales y atacarlo. Pero doña Angela no paró allí. Buscó obtener la
mayor ventaja de su éxito. Sin saberlo, obraba como un buen táctico, que
no desperdicia su triunfo inicial, y no le da tregua al enemigo en derrota.
La idea de una publicación contra el párroco la había perseguido
siempre, y si lo atrevido y ruidoso del acto la detuvieron hasta ahora, ese
mismo riesgo y escándalo la hacían persistir en ese propósito. El no poder
medir todas las consecuencias que tendría para el cura y para ella esa
1'
publicación era lo que la retenía y animaba a la vez.
Pensaba doña Angela que en el pueblo había sólo una persona lo
bastante culta e inteligente como para asesorarla y guiarla en ese
asunto. Esa persona era Bienvenido Quiñónez. Este, además, tenía la

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ventaja de ser "un adversario ideológico irreconciliable" del cura, según cuando Cristo, "ese revolucionario sublime, ese girondino de la Historia
lo dijera él mismo. Para Quiñónez todos hablaban mal del párroco Sagrada, fustigó a los mercaderes en el templo y fue amigo de los
Rosales por "motivos bastardos y bajos"; sólo él lo hacía "fundado en miserables y perseguidos de la justicia''. Y así muchas otras cosas por
elevados principios espirituales e intelectuales". Doña Angefa, sin este tenor.
embargo, siempre tuvo escrúpulos morales y religiosos para recurrir a Pero si Areguá se conmovió hasta sus raíces, el padre Rosales sintió
la ayuda de ese librepensador y enemigo declarado de la religión. el golpe en pleno corazón. Derrumbóse por dentro. Rosalba Salvado le
Chocaba a su conciencia religiosa, como una traición y un grave pecado, mandó el diario donde apareció el artículo "Manda decir la señora que
que para combatir a un mal representante de Dios sobre la Tierra fuese lea esto-y la criada le señaló el artículo-, pero que no haga caso". No
a recurrir tan luego a un enemigo de Dios, a un hombre que blasfemaba pudo terminar de leerlo. A la mitad de la lectura dejó caer el diario en el
contra él. regazo del guardapolvo. Sintióse indispuesto y con vahídos, y un sudor
Al final, tras muchas consultas y cambios de pareceres con Ros alba, frío comenzó a humedecerle la frente y las mejillas. Era para creer que
escribieron juntas el artículo y se lo llevaron a Quiñónez ''nada más que el padre Rosales sufría ya de alguna enfermedad, que aún no se había
para que hiciera correcciones de ortografía". Eso era darle una interven- exteriorizado, y que la fuerte y dolorosa impresión recibida precipitaba
ción muy ligera y sin importancia. su aparición. Un gran desaliento y una inmensa fatiga físicaapoderáronse
"Me sacrifico por todos. Alguien tiene que hacerlo. Si el cura ese de él. Toda aquella tarde y días subsiguientes no salió de casa. Al fracaso
sigue aquí, todo el pueblo se condenará, y dentro de poco la iglesia estará de su asunto con Ramón venía a agregarse esta nueva vergüenza Y
en ruinas", le dijo a Quiñónez cuando le mostró el artículo. humillación. No quería ver a nadie. Se lo pasaba recordando su niñez Y
Pero doña Angela aún tuvo que vencer "otro caso de conciencia", y su adolescencia junto a su madre. ¡Qué no hubiese dado por volver a
lo peor es que debió resolverlo sola, sin más consejo que el de su amiga aquellos días felices! Sentíase muy solo.
Rosalba. Quiñónez era.de opinión que el artículo se publicara firmado El padre Rosales creyó que el artículo estaba inspirado por doña
por ''una católica'' para que tuviese más fuerza, y en un diario anticlerical. Angela, pero que lo escribió Ramón. Sólo más tarde supo que intervino
No habría diario católico o independiente que lo publicase. (Esta opinión en él Quiñónez. Esperaba sin mucha fe que sus amigos publicasen un
del director de escuela, que doñaAngela siguió, sería causa para que poco desmentido, o que sus feligreses organizasen un acto de repulsa contra
tiempo después le cogiese un odio terrible, creyendo que la engañó al la infamante publicación. Pero un desconsolador silencio se hizo a su
decirle que un periódico católico no aceptaría el artículo). alrededor. No aparecía un amigo, ni un feligrés venía a alentarlo. Si
El artículo, que Quiñónez rehizo en tal forma que puede decirse que hasta entonces el párroco Rosales había sufrido las torturas de la soledad
lo escribió de nuevo, se publicó en un diario comunista de Asunción, física, ahora padecía las del corazón y jamás hasta allí hubiese podido
firmado por "una católica de Areguá". En el pueblo causó más sensación imaginarse que éstas le trajesen tal postración y desmadejamiento.
y espanto que un terremoto. Era un ataque fuerte, violento, sin veladuras, Sentía la misma tristeza que en su niñez cuando se ponía a mirar la luna
contra el padre Rosales. Se ponía en tela de juicio su moral y probidad. y se fingía ser el único habitante de ese astro desierto.
Se le llamaba "cura sin alma'', que se dedicaba a cuidar gallinas y puercos Desde aquel día, fue perdiendo a ojos vistas únpetu y entusiasmo.
en lugar de atender a los fieles de su parroquia; se le trataba de Comenzó aadelgazar,y a arrastrar los pies al caminar. A cada momento
"extranjero sin amor al Paraguay y a sus hijos, al humilde y valiente se distraía, quedándose pensativo. Evitaba encontrarse con la gente.
campesino, el primer guerrero del mundo"; se le acusaba de negociar con Apenas si atendía los quehaceres de la parroquia. No hacía nada sin
los bienes espirituales y las cosas de la iglesia; se le tildaba de "falta de pensar cómo lo vería doña Angela. Vivía temeroso de cometer un error
espíritu cristiano y caritativo"; de esquilmar a los pobres feligreses o tomar alguna resolución con respecto a la iglesia, que diese oportuni-
cobrando precios exorbitantes por las misas y funerales, y que por esta dad a aquélla para publicar otro artículo o criticarlo con su lengua de
causa la iglesia habíase convertido en un sitio vedado para los pobres, vioora. No reunía más la comisión "Pro-Templo" para no irritar a doña

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Angela. Supo que ésta dijo que elrobo de los diez mil pesos era un invento anhelo. A cada instante, su corazón fatigado se iluminaba con recuerdos
suyo para hundir a Ramón a pedido de Adela, la que abandonó a su de su juventud, tan lejanos y baladíes que los había creído perdidos para
marido nada más que por su consejo. Un día vinieron a contarle que doña siempre. Se había fijado para el mes de julio la vuelta a su país. Y era
Angela andaba murmurando que él sufría en su orgullo, y que era su como si el pensamiento de la proximidad del viaje le hiciera oír con más
orgullo el que estaba ~fenno. claridad las voces del recuerdo apagadas por el tiempo, como si ya desde
El padre Rosales hubiese hecho cualquier sacrificio y pasado por el barco entreviese, entre brumas, las costas deseadas. Pero no partía.
cualquier humillación para que nada hubiese cambiado. Parecíale que Desde hacía años, el padre Rosales viajaba hacia Galicia en ese barco
antes había sido dichoso y gozado del respeto y consideración de toda la inmóvil de sus sueños.
parroquia. Se apoderó de él la idea de que si se reconciliaba con doña
Angelarecobraría su antigua fortaleza y animación de espíritu. Impul-
sado por esta esperanza, buscó por todos los medios un acercamiento, 2
pero todas sus tentativas encontraron la negativa más intransigente de
doña Angela. "Está pagando sus culpas de mal sacerdote y su pecado de Ramón se mudó a casa del doctor Brítez, y se volvió muy compinche
orgullo. Dios ha de tomar en cuenta lo que estoy haciendo por la de Romualdo Paredes, el juez de Paz, con cuya ayuda y complicidad
parroquia de Areguá", les respondía a aquellos que querían terciar entre comenzó a ganar algún dinero. Intervenía en casi todos los pleitos y
ella y el cura. El párroco hasta llegó a hacerle decir -resolución que le enredos que se producían en Areguá. Entre ambos se repartían las
costó una noche de desvelos y torturan tes titubeos-que estaba entera- ganancias que se granjeaban con sus tortuosos mfillejos y con los
do de sus disgustos con su hermana, y que le ofrecía una mensualidad engaños de que hacían víctima a los campesinos. No le costó nada a
para que pudiera vivir separada y tranquila. Doña Angela se mostró Ramón amoldarse a este nuevo género de vida, como que parecía haber
ofendida por el ofrecimiento, y le hizo contestar que aunque sufría con nacido para ella. Sin remordimiento ni escrúpulo ninguno, con trapacerías
su hermana, era muy cristiana para llevarlo con resignación, y que y mala fe, les sacaba a los campesinos sus arrugados y mugrientos
cualquier padecimiento lo tenía por bien empleado si servía para billetes. Con el cigarro de hoja entre los labios, su pestilente tufo de caña
corrección y reforma de los sacerdotes que olvidaban sus deberes. en la boca, con el pañuelo de seda al cuello, con todo el talante y la
En una ocasión en que más insistentes se hicieron los pedidos e vestimenta de campesino de buena posición, se pasaba las mañanas en
intervenciones de terceros para que hiciese las paces con el cura, les la galería de la ruinosa casa que ocupaba el Juzgado de Paz, sentado en
contestó qµe no estaba enojada con él ni lo quería mal, sino que buscaba una silla de vaqueta, apoyada por el respaldo contra un pilar, asesorando
su bien y su salvación. Consideraba su deber de católica y aregüeña no a sus desharrapados clientes; si éstos estaban cortos de dinero, les
ceder hasta que el padre Rosales renunciase al curato de Areguá. Ese día aceptaba en pago de su asesoramiento algunas gallinas, algún chancho
iría a la estación a despedirlo y darle la mano. Antes, no. Para doña o cualquiera otra retribución en especie. A veces, aquéllos eran tan
Angela fueron aquéllos, chas de ensoberbecido júbilo y desmedidas menesterosos que todo lo que les sacaba era el convite de un vaso de caña
ilusiones. Si el párroco Rosales renunciaba y se iba de Areguá, debía en el almacén de al lado.
interpretar ese triunfo como una señal, como un aviso de lo alto, para que En la entrada de la casa del doctor Brítez, había colocado un letrero,
emprendiera una campaña purificadora; para que extendiera "su guerra en que se leía: "Dr. Ramón Fleitas. Abogado. Consultas gratis a los
contra los malos sacerdotes", por todas las parroquias de la campaña, pobres".
:i.¡¡
denunciando y poniendo en descubierto a los sacerdotes prevaricadores Se levantaba bebiendo caña y se acostaba borracho. Cuanto más
y concupiscentes. honda se volvía su caída, tanto más crecían y se exaltaban sus ilusiones
El padre Rosales anhelaba, cada día con más nostalgia y desazón, de llegar a ser un gran escritor. Embriagado, era cuando imaginaba
su retomo a Galicia. Su mala salud y su abatimiento exasperaban ese proyectos más fantásticos y desmesurados para el futuro. Cada mañana

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al despertarse, con el primer vaso de alcohol, discurría un nuevo arbitrio rencor el que lo llevaba a verlo así, porque todos enAreguá encontraban
para ganar rápidamente los cien mil pesos que lo llevarían a Buenos a Quifiónez muy sencillo, simpático y agradable.
Aires. Inconscientemente se fijaba para su viaje la misma cantidad que Una tarde en que Ramón se encontraba de visita en casa de
robara a su suegro.No aumentaba ni disminuía un centavo. Hasta pensó Quiñónez, y habían bebido bastante, a éste le dio por defender a
en el crimen. Dos veces se adueñó de él con fuerza y por varios días la idea Francisco Solano López diciendo que era una de las personalidades más
de robar a la viuda de Salcedo sus joyas. Quizá su vecindad le trajo esa grandes del mundo y que como guerrero estaba a la altura de Atila y de
idea. Napoleón, y que el Partido Colorado se llevaba todo el honor de haberlo
Ramón se veía a menudo con Quifiónez. Solían visitarse. Al director rescatado del olvido y de haber borrado de su tumba el juicio infamante,
de escuela le gustaba Paulina. Había llegado a tomarle furtivamente la que la falta de patriotismo del resto de los paraguayos aceptó por largos
mano y a palmotearle las nalgas en la oscuridad. Una noche que fue a años. Sin dejarlo terminar de hablar, Ramón se alzó impetuosamente de
casa de Ramón y no encontró a éste, agarró a Paulina en un rincón y, la silla de tijera en que se hallaba echado, y teniéndose dificultosamente
mientras la besuqueaba, trató de levantarle la falda; pero en aquel en pie y tartajeando, le replicó que López fue un infeliz y un fatuo, y que
momento oyó pasos afuera, y le dejó asustado, temiendo que fuese los colorados se habían apropiado de su figura histórica para hacer
Ramón. propaganda política, como hubieran podido utilizar como emblema una
Salvo con Quifiónez, y eso de mala gana, sintiendo que se rebajaba, cabra o un mono. Quiñónez, que no estaba tan ebrio, y que tenía recelo
consentía Ramón en conversar de literatura y libros. El resto de los y miedo a las borracheras violentas de Ramón, se levantó con el gesto de
habitantes de Areguá era, a su juicio, una tropilla de asnos. Como la quien da por terminada la discusión. Pero Ramón lo interpretó como un
cultura de ambos era limitada y superficial, sus conversaciones intelec- movimiento de desafío y como que se aprestaba a enfrentársele. Rápido,
tuales habían terminado por repetirse y ser muy tontas. No podían antes de que el otro tuviese tiempo de abrir la boca, sacó el revólver de
ocultarse su mutua antipatía y la mala opinión que tenían el uno del otro la cintura a la vez que vociferaba:
de sus gustos y cultura literaria. Se prestaban sus viejos y -Re mbocaraí guazú yevy ramo cheve la lopepe, ja reñeé vaí ramo
desencuadernados libros en rústica. Los Miserables, El Jorobado de la Partido Liberalrejhé, ro mbocuápane bala pe (58).
Notre Dame, poesías de Núñez de Arce, de Rubén Darío, obras de Vargas Quiñónez se puso lívido, y maquinalmente, como si el otro se lo
Vila, María, de Jorge Isaacs (este libro había pasado por las manos de hubiese ordenado, se volvió a sentar.
cuantas novias tuvo Quiñónez), y dos o tres novelas del argentino Hugo -Bueno, no es nada-dijo Ramón volviendo a guardar el revólver,
Wast, por el cual sentía Ramón gran admiración, y al que el director de y sentándose otra vez-. Vamos a chupar... dejemos a López tranquilo.
escuela llamaba con desdén chupacirios. Y cogió el vaso de caña, que tenía al lado, en el suelo, al alcance de
Pero desde hacía tiempo Quifiónez no visitaba a su amigo y hasta la mano, y bebió un trago.
rehuía los encuentros fortuitos. Se le había Vl'lelto difícil mantener con Desde ese día, Quiñónez quedó aún más temeroso y resentido
tranquilidad y en calma una conversación con Ramón. Este le llevaba la contra Ramón. Apenas si podía tener una hora de tranquilidad. Se
contra en todo, con tono airado, y si Quifiónez persistía en su opinión, se levantaba y se acostaba con la angustia de que Ramón apareciese de
alteraba y pasaba rápidamente a una actitud amenazante. Esa vehe- visita en cualquier momento. Ya no salía a sentarse, por las tardes, en
mencia, Quifiónez la atribuía al alcohol, sin advertir que cuando no la galería exterior de su casa, y trataba de estar el menor tiempo posible
estaba ebrio, Ramón se comportaba con él en igual forma. Ramón en ella. "Cualquiera de estos días, viene borracho y me pega un tiro", -
justificaba su manera de ser con Quifiónez diciendo por ahí que era un pensaba. Un día decidió de repente pedir a sus superiores que lo
"argel" (57), y que hablaba con afectación, sin darse cuenta que era su
(58) Si me vuelves a decir que López es un gran hombre, y hablar mal del Partido
(57) Sin gracia. Liberal, te acribillo a balazos.

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destinasen a otro lugar, y mandó una nota, pero después se arrepintió Desde entonces, Ramón, que nunca notara nada de llamativo en
de ese impulso, y se le saltaban las lágrimas de rabia al pensar que toda Rosalba, le vio cara de mujer libidinosa y movimientos provocativos.
su felicidad ,Y su vivir tranquilo habían terminado por culpa de aquel -Cualquier día de estos, la atropello -comentó Quiñónez.
miserable. El, que nunca usó armas, no se despegaba del revólver. -Será por culpa de Salvado que no pueden tener hijos. A pesar de
Quiñónez no pudo eludir por mucho tiempo a Ramón. Un atardecer, que me han dicho que es ella que no quiere tenerlos ... Tal vez aquel aborto
inesperadamente, y sin llamar, entró en su casa. Parecía de muy buen la haya dejado escarmentada -opinó Ramón-. Me han contado que
humor y se quejaba del olvido en que lo tenía su amigo. Fue tal la sorpresa después de un parto quedan tan horrorizadas que no quieren tener más
y el susto de Quiñónez que por un momento, quedóse mirándolo sin hijos de miedo ... Un día de éstos voy a llevar a Paulina a Salvado para
saludarlo ni contestarle una palabra. Al fin, lo invitó a sentarse. que se lo haga echar. No quiero tener hijos con esa india. Desde que se
Enseguida se dio cuenta de que Ramón no estaba bebido, y esto lo ha embarazado le tengo rabia... Pensar que en ese vientre hinchado
tranquilizó en parte. puede estar un hijo mío.
Quiñónez le contó, entre otras cosas, que la noche anterior se la -Pero Paulina es una buena muchacha -le contestó Quiñónez,
había montado a Zulema Saldívar, y que contra lo esperado la encontró que de buena gana hubiese visto a Ramón casado con Paulina.
virgen. -Perojamásse ha puesto un zapato, y mis hijos no se avergonzarán
-Ya ves lo que te dije -agregó-. Lo de Olmedo era pura parada; nunca de su madre. Tienen que enorgullecerse de ella.
y él que andaba diciendo por todas partes que se la había montado ... Quiñónez le hizo notar que si así pensaba no se hubiera separado
Ahora, me darás la razón a mí. de Adela, que pertenecía a una familia de elevada posición social.
-Pero mirá que sos suertudo ... Vos no te montás más que vírgenes -No me hables de esa perra. Con ella menos que con nadie quiero
-le respondió. tener hijos. Cuando me vaya a Buenos Aires me uniré libremente con
A Quiñónez no se le escapó la ironía, y tragó saliva silenciosamente. una intelectual o una artista como yo, y tendré un hijo, un solo hijo, del
Ramón quiso beber. Quiñónez, en un principio, vaciló respondiendo que haré un Leonardo da Vinci... Yo me hubiese debido casar con Julia.. .
todo turbado que creía que no tenía caña en casa. Luego, dijo que tal vez Hasta creo que cuando empEicé a ir a casa de don Félix iba por Julia.. .
le quedase un resto de una botella. Acabó por dirigirse a una pequeña Julia tiene un soberbio par de piernas, que hasta ahora suelo pensar en
alacena, que había en la pared, levantó la cortinilla que la tapaba, y sacó ellas...
una botella llena. Sus propias palabras y la excitación del alcohol hacían que Ramón
El recuerdo de la Saldívar los llevó a hablar de la mujer de Salvado. hablase en voz alta y dominante. Quiñónez lo escuchaba amilanado,
En sus conversaciones recordaban a menudo a Ros alba, porque desper- aguardando en cualquier momento una palabra ofensiva o algún acto
taba los deseos de Quiñónez su aspecto de mujer regordeta y pechugona impulsivo y grosero. Hubiera dado la mitad de su vida porque Ramón se
y su blancuradekesú paraguay (59). Suponía que sería fácil conquistarla marchase a Buenos Aires, o a otro sitio, y lo dejase vivir tranquilo.
y que no debía entendevse mucho con su marido por la gran diferencia -Yo no sé por qué no te vas a Buenos Aires. Siempre decís que
de edad que había entre ellos. A Ramón, por el contrario, no le gustaba querés irte y no te vas. Si esperás tener los cien mil pesos tendrás que
nada, y la encontraba muy gorda y baja y "con culo de avispa". esperar mucho. Para irse a Buenos Aires no se necesita mucho dinero.
-El otro día -dijo Quiñónez-, un amigo de Asunción me contó Buenos Aires está lleno de paraguayos que se han ido sin nada.
que Rosalba había tenido varios novios antes de casarse, y que con uno Ramón no respondió. Guardó silencio. Las palabras de Quiñónez lo
de ellos hubo un lío, pues se embarazó y tuvo que abortar de tres meses. dejaron pensativo. Después, se puso a hablar del pleito de las hermanas
Parece que Salvado se casó sabiendo eso. Gutiérrez. Fundaba grandes esperanzas en él desde que era abogado de
doña Angela. Al saber ésta que el doctor Brítez se había puesto de
(59) Color blanco lechozo. acuerdo con su hermana para administrarle y venderle sus terrenos de

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Asunción, se enfureció hasta el paroxismo, y púsose a contar a todo porque doña Angela sola no hubiese publicado el artículo y menos
Areguá la traición del "puerco del doctor Brítez" que la había vendido a escrito.
una pobre mujer como ella por unos miserables pesos, dejándola en la -A los enemigos hay que tirarles de frente ... Yo, cuando don Félix
calle. baje del tren, lo balearé allí mismo, sin esconderme -dijo Ramón.
-Vos lo que querés decirme es que lo ataqué al padre Rosales
-Yo creo que de ese asunto podré sacar unos buenos pesos.
escudándome en doña Angela... Yo no necesito valerme de esos medios.
Esa frase la repetía veinte veces al día. Pero a eso se reducía todo
Nunca he ocultado mi manera de pensar. él bien conoce mi manera de
su trabajo. No tomaba ninguna decisión. Ni siquiera había estudiado el
pensar. Pero como doña Angela quería firmarlo y ella creía que era un
asunto. No veía en esa cuestión entre ambas hermanas sino posibilidad
sacrificio que hacía por Dios y por la religión ... Pero yo no le tengo miedo
de ganar algún dinero fácilmente.
al padre Rosales ni ... -iba a añadir que no le tenía miedo a nadie, pero
-Dicen -prosiguió hablando Ramón, como si estuviese reflexio-
no terminó la frase por miedo de que Ramón se diese por aludido.
nando en alta voz- que las alhajas de la viuda de Salcedo son muy
-El tampoco te tiene miedo, y te lo ha demostrado más de una vez,
valiosas. A mí me parece que lo que le conviene a doña Angela es
atacándote desde el púlpito y hablando de ti por todas partes-respondió
arreglarse con su hermana recibiendo su parte del chalet en joyas.
Ramón, que gozaba llevándole la contraria, y buscando vejarlo y humi-
Le preguntó luego a Quiñónez si él creía que las joyas de la viuda
llarlo.
eran tan ricas como se decía por allí. '; -Pero nunca directamente ni en la cara, porque eso no se lo hubiera
-No sé -contestó el otro-. Nadie las ha visto, y la gente és'muy aguantado-respondió Quiñónez con acento suave y pausado, tratando
charlatana. de quitarle con el tono de la voz y el gesto toda la fuerza y arrogancia que
-Si, al fin, lo que se sabe de ellas es por boca de doña Angela, que pudiera encerrar la frase para no irritar a Ramón.
es una mentirosa y exagerada. Fuera de esos anillos y zarcillos que usa, ¡Qué no hubiese dado pronunciar esta frase a gritos y agitando el
yo no le he visto otras alhajas a la viuda. Eso de las famosas piedras puño cerrado delante de la cara de Ramón! Hubiese entregado la mitad
preciosas puede resultar uno de los tantos cuentos de la Babosa. de su vida por poder castigarlo a su antojo, sin peligro. Se atrevió sin
Le preocupaba a Ramón la existencia de aquellas alhajas. Quería embargo a decir:
visitar a la viuda de Salcedo y sacar algo en claro de esa entrevista. Pedro . -En cambio, vos no le hiciste nada, con todo que te acusó a la Policía
día a día iba postergándola por apatía y dejadez. de que le sacaste diez mil pesos ...
-Vos sabés que ayer doña Angela dejó el chalet y se hizo llevar sus Ramón se levantó de la silla, se ajustó el pantalón de montar,
cosas a casa de Rosalba. Dice que su hermana la echó. ¿Será cierto? cogiéndoselo de la cintura con ambas mm1os, y en lugar de contestarle,
Quiñ,ónez ya estaba al corriente de todo y aún creía saber más. preguntó con gesto natural. Todos esos movimientos y la forma de la
Parece que desde que se publicó el artículo contra el padre Rosales, las pregunta amedrentando a Quiñónez.
peleas entre ambas hermanas habían recrudecido y eran cada vez más -¿Y vos creés que le robé ese dinero?
violentas. Doña Clara eohaba en cara a su hermana su infamia, la -Yo siempre creí que fue una venganza del cura -apresuró se a
llamaba sacrílega y le auguraba el infierno para después de su muerte. contestar Quiñónez, pero no pudo dejar de añadir-: pero vos no debiste
-Vos ya sabés mi manera de pensar sobre ese artículo. dejar las cosas así... , sin aclararlas.
-No hablemos más de eso -le contestó Quiñónez con gesto Ramón no contestó enseguida, vaciló, y después dijo:
nervioso y mirándolo con inquietud. -Y -Vos creés que yo voy a dejar el asunto. Estoy esperando que se
Ya en otras ocasiones discutieron sobre esa publicación. A Ramón sane, y donde lo encuentre lo voy a cagar a patadas. Pero ahora sería una
le parecía una vileza y una canallada. Tal vez si el autor hubiese sido otro cobardía de la que no soy capaz.
que Quiñónez no sería su juicio tan severo. En cuanta coyuntura se le Quiñónez pensó que Ramón tuvo tiempo de sobra para darle una
presentaba, criticaba a Quiñónez y decía que éste era el culpable de todo, paliza al cura antes de que cayese enfermo, pero no se animó a decírselo.

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-Entonces será en el otro mundo, Salvado me dijo ayer que el padre trataré como lo debí tratar desde el día que lo conocí... Sin embargo, no
Rosales tiene cáncer, y que no le da dos meses de vida. le falta razón al decirme que yo doy muchas vueltas y me pongo
Ramón, sin saber por qué, se entristeció, y vio en la cercana muerte dificultades a mí mismo para irme a Buenos Aires ... Debo marcharme
del padre Rosales como un anuncio de que su vida también tendría que cuanto antes, salir de este pueblucho inmundo, de este pozo hediondo
terminar alguna vez. antes de que sea tarde ... , antes de que me muera como el padre
-Yo no sé para qué se nace -dijo Ramón, siguiendo en voz alta su Rosales ...".
pensamient0:-. Para morirse, vivir o no vivir da lo mismo; morirse más Ramón se acostó esa noche al lado de Paulina, que tenía el vientre
temprano o más tarde también; hacer esto o lo otro también; todo da lo cada vez más crecido. Le costó dormirse. Cuando lo consiguió soñó que
mismo. se paseaba por Buenos Aires del brazo de su querida; él, vestido con
Se le vino a la mente el recuerdo de Espinoza que, por las noches, delicada elegancia y ella en enaguas y descalza. Avergonzado, la empu-
no quería cerrar los ojos en el lecho por miedo a no despertarse nunca jaba para echarla de su lado, pero ella insistía en volver. Hasta que le dio
más. Era como si quisiera defenderse de la muerte permaneciendo un empellón, arrojándola al suelo. Entonces ella se le agarró de las
siempre con los ojos abiertos. ¿Qué era de Espinoza? No lo había vuelto piernas yno lo soltaba. De pronto, se transformó en una enorme culebra,
a ver desde que cometió la canallada de contarle a don Félix el robo de que conservaba de Paulina nada más que la cabeza. En mitad del cuerpo,
los cien mil pesos. la culebra se hinchaba y tomaba la forma de su vientre. Enfurecido Y
-Bueno, me voy-dijo Ramón a quien el pensamiento del próximo asqueado, Ramón empezó a dar puntapiés a aquella hinchazón, que
fin del padre Rosales dejó preocupado. pareció abrirse por algún lado, porque dejó escapar un líquido amarillen-
El recuerdo del padre Rosales persiguió a Ramón durante todo el to y que olía mal ... En ese momento, Ramón despertó, y tomando a
camino. Hoy le tocaba el turno a aquél; mañana aAranda o Paredes; otro Paulina con brusquedad del brazo, la sacudió para que se despertara, a
día a Teófilo; después a él. Todos irían terminando poco a poco. Nadie la vez que le ordenaba en guaraní y con enojo que se fuera a dormir a otro
escaparía. Y le atenaceó el miedo de morir antes de escribir su obra lado. Luego, se levantó, y en la oscuridad fue hasta el cántaro de agua.
definitiva e imperecedera. ''Tengo que irme a Buenos Aires, tengo que Con el jarro y la cara en alto, contemplando el cielo de estrellas, bebió
escaparme de este pozo infame de Areguá. Mañana mismo me marcho". agua en abundancia, como aquella otra noche en que se acostó con
-se dijo con angustia. Tan fuerte era esta sensación que le parecía que Paulina por primera vez. Y de repente, sin saber por qué, le entró una
se asfixiaba. Creía que sólo una obra artística podría salvarlo de la desolada tristeza. Paulina entretanto se levantó, y en silencio, sumisa-
muerte total... De improviso pensó en Quiñónez y llenóse de cólera . mente, como un perro fiel, fue a tenderse en un catre que estaba en el
contra éste. El arrebato de la sangre, la fuerza de la vida, las preocupa- patio, al raso.
ciones humanas, eran más dominantes que sus reflexiones y que su
sentimiento de la muerte. Se había olvidado de la próxima muerte del
padre Rosales y de que todo en la vida era inútil y vano para acordarse 3
de Quiñónez con el corazón y vivir la fuerza vital de su odio. ¡Un
miserable y creído! Se imaginaba que todas las mujeres se volvían locas ¡ · Cuando doña Angela dejó su casa para trasladarse a la de Salvado,
por él y contaba aventuras inventadas, desacreditando la honestidad y lo hizo en forma ostentosa y llamativa, como para que todo el pueblo se
buena fama de la mayoría de las mujeres del pueblo. ''Yo y nadie más que enterase y el e~cándalo fuese mayor. La mañana de su salida, vino a
yo tiene la culpa de que Quiñónez se haya vuelto tan creído. Le he dado buscarla Rosalba, la que no entró, quedándose a esperarla en la puerta.
demasiada confianza; no le he puesto a distancia. Un abogado y escritor Con la ayuda de un campesino, cargaron en una carreta la camita, la
como yo codeándose y tratándose de igual a igual con un maestrito. vieja cómoda, los candelabros, la imagen de la Virgen de la Inmaculada,
Desde mañana, le haré sentir la diferencia que hay entre los dos ... Lo el arca y otros objetos. Luego, ambas -doña Angela con su vestido de

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sarga y su sombrilla escocesa-, echaron a andar tras de la,carreta, como porque no había más espacio) en una pequeña pieza, que estaba en el
si fuesen escoltando a un féretro. (Cuando la distancia es un tanto larga, fondo de la casa, pero pegada a ésta.
en Areguá se acostumbra a llevar al muerto hasta la iglesia en una A los pocos días de estar allí, Salvado notó que doña Angela se
carreta). mostraba autoritaria y exclusivista, como si fuese la dueña de casa.
Salvado se opuso a traer a doña Ange1a a casa, y hasta riñó con su Rosalba la dejaba hacer.
mujer. Pero Rosalba logró apaciguarlo y calmar su disgusto, diciéndole Un día que Rosalba reprendió a la criada, doña Angela salió en su
que doña Angela no se quedaría con ellos sino el tiempo necesario para defensa, y le hizo ver que no tenía razón, y que se portaba injustamente,
buscar una familia de su agrado, que la recibiese como pensionista. con poco espíritu cristiano. Todo pasó delante de la criada, que quedó
-No se itá más -repetía quejoso Salvado-. Nadie querrá recibir- soliviantada. En otra ocasión, durante el almuerzo, criticó a la cocinera.
la. Se nos pegará para siempre ... Vamos a traer una víbora a casa. -¡Qué mal hecho está esto! -eomentó empujando el plato hacia
Rosalba ofendióse al oír llamar así a su amiga. Injuriar a esa pobre adelante con mueca de repugnancia-. Tu cocinera, Rosalba, es una
mujer, perseguida por la sinvergüenza y borracha de su hermana, que chapucera ... Desde mañana iré yo a la cocina y le enseñaré a cocinar.
la quería dejar en la calle para poder tenerla "entre sus garras". El plato aquel no estaba mal preparado, pero pasaba que doña
-Vos no la conocés a Angela (Rosalba nunca le ponía el doña). Angela le había cobrado antipatía a la cocinera porque una tarde, al ir
Cuando la conozcas bien verás que es muy distinta a como la pinta la a la cocina a cebarse el mate, le puso mala cara y le respondió con
gente. Lo que pasa es que éste es un pueblo de chismosos y nadie la desabrimiento. Rosalba, que asentía a todo lo que decía su amiga, estuvo
quiere ... Vos hacés caso de lo que se dice por ahí... Siempre sos elmis:rrio ... de acuerdo con ella, y tres días después, por consejo suyo, despachaba a
Lo que buscás es llevarme la contra ... Cuando la pelea de Ramón con la cocinera y tomaba otra en su reemplazo, elegida por doña Angela.
Adela también te pusiste de parte de Adela, todo porque yo estaba en Salvado tenía la costumbre de echar la siesta. Una tarde que se
contra. Pero al ·final yo tuve razón, porque Adela abandonó descarada- retrasó en el laboratorio, al ir a querer abrir la puerta de su cuarto, la
mente a Ramón y eso una esposa decente no lo hace nunca ... Es una encontró cerrada por dentro. Llamó, y abrió Rosalba, la que, asomando
caridad que hacemos con la pobre Angela. Dios ha de tomarlo en cuenta... la cabeza, le dijo que no entrase porque Angela estaba con ella. Le pidió
Se quedará sólo por unos días, hasta que encuentre una casa donde que "se recostara'' en un catre en el comedor o en la galería. Y luego, sin
vivir... darle tiempo a replicar, cerró de nuevo la puerta.
Al final, terminó por decirle que no había hecho un solo acto de Volvió corriendo descalza al lecho conyugal, donde echóse de nuevo
caridad en su vida, y que los medicamentos en lugar de dárselos a los junto a doña Angela. Ambas se habían acostado en enaguas por el calor,
pobres se los cobraba. Y ahora que se le presentaba la ocasión de dar y se habían puesto a charlar. A doña Angela le ocurría con Rosalba algo
amparo, por unos días, a una mujer sola en el mundo, sin techo, buscaba que no le sucedió con nadie, ni con su propia hermana. No le daba
pretextos para rehusarle su ayuda. Se echó a llorar y lo amenazó con vergüenza enseñarle sus flacas canillas ni mostrarle y hablar de su seca
dejarlo e irse a vivir con su hermana en Encarnación. (Esta era el único y esquelética delgadez.
deudo cercano que tenía Rosalba, huérfana desde muy niña de padre y -¿Ves? -le decía alzándose las enaguas hasta más allá de las
madre). Salvado terminó por rendirse. Su vida matrimonial se había rodillas-. Las tengo muy flacas y por eso yo nunca he querido bañarme
convertido en una guerra sorda en que cada vez se veía más débil para en el lago.
resistir a los deseos y las imposiciones de su mujer. Cada día pedía más · Rosalba, que tenía unas piernas cortas y pantorrillas con mucha
terreno, y quizá intuía que la venida de doña Angela como huésped panza, la consolaba diciéndole que de buena gana las cambiaba por las
significaba el dominio total y definitivo de Rosalba y el término de toda suyas.
resistencia de su parte. -Dejate de embromar -le respondió doña Angela, sentándose en
Rosalba instaló a doña Angela con su camita, su cómoda, los el lecho. Y tras un corto silencio, agregó, a la vez que le pasaba con
candelabrós y la imagen de la Virgen (el arca hubo que dejarla afuera suavidad una mano por la piel fina y tersa de una de las piernas:

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-No tienes un vello. Son lisas y duras como el mármol. -Aunque era su novio -prosiguió diciendo--, le mandaba cartas
-No tengo pelo porque me las afeito. Lo mismo que las axilas -le sin firmas, desfigurando la letra, en las que le hablaba de actos de amor
respondió, estremeciéndose por el cosquilleo que le producía la caricia. sucios ... Varias veces llegó a mandarle dibujos con escenas y figaras de
Doña Angela le contó entonces que ella también se las depilaba, desnudos. Verdaderas porquerías. (Esto de los dibujos era una pura
pero que no se lo repitiese a nadie, porque temía fuese un pecado hacerlo creación de su fantasía, pero ella hubiese jurado que formaba parte de
a su edad, y que por vergüenza ni a su confesor se lo contaba. aquel relato). Yo digo que debió estar loca, porque con un novio no se hace
-Vos sos muy linda, Rosalba -y le acarició el rostro redondo, eso... Al menos creo yo ... , que tampoco sé, porque como nunca estuve de
carnoso, con la nariz salpicada de pecas-. Pero lo más lindo que tenés novia. Algún día me contarás cómo fue tu noviazgo con tu marido. (Doña
para mí son los pechos... , como los de Clara -se le escapó. Angela nunca lo nombraba a Salvado por su apellido, sino que decía "tu
Rosalba gozaba de unos senos grandes, altos, excesivamente desa-
marido", con cierto desdén, aunque en su fuero interno lo llamaba "el
rrollados. Esta clase de pechos eran los que encendían la admiración de
abortador"). No debió ser muy amoroso -agregó con sonrisa intenciona-
doña Angela, y una como imprecisa y vaga excitación sensual.
da y maliciosa.
-Y son bien duros. Tocalos -la invitó, bajándose la parte superior
Si Rosalba hubiese visto alguna vez la boca convulsa de doña Clara
de la enagua.
Doña Angela oprimió uno de ellos levemente, con la punta de los en sus excitaciones lúbricas de borracha, habría quedado asombrada del
dedos al par que exclamaba con un entusiasmo que le salía de lo hondo: parecido que tenía con la sonrisa de doña Angela en ese instante.
-¡Qué hermoso! Clara, cuando joven, los tenía también así de -Guillermo era un novio zonzo -dijo Rosalba ruborizándose-.
duros. Pero ahora son un par de bolsas -dijo con desprecio--. Yo con Además, a mí no me entusiasmaba mucho.
unos pechos como los tuyos me hubiese bañado todos los días en el lago. - }.::;,uella muchacha de que te estoy hablando -prosiguió doña
¡No tenerlos yo así! Angela-, se veía todas las tardes con su novio, y luego, cuando el novio
Desde aquél día, tomaron la costumbre de acostarse a la siesta se iba a su casa, le hablaba por teléfono cambiando la voz y le decía
juntas en la cama de Salvado. (Este se resignó a dormir en un catre, que porquerías. (Esto también era una invención suya, que ella creía haberlo
hacía poner en el comedor). Pero no dormían. Se la pasaban charlando oído).
y riéndose de las frases que discurrían en voz alta para ponerlas en el . -Es como si yo me pusiera a mandarle anónimos a Guillermo -
próximo anónimo que le mandarían a Clara. La portadora era la' .. dijo Rosalba, echándose a reír con risa chillona y gozosa.
sirvienta Pilar, que echaba las cartas en la terraza. ...,....¡Qué barbaridad! Sería gracioso -la siguió doña Angela, riéndo-
-¿I>or qué cambiás la letra -preguntó Rosalba- si tu hermana se a su vez-. Qué me decís si le mandamos un anónimo diciéndole que
sabe que vos sos la que le escribís? lo engañás con Ramón y Quiñónez ... ¡Pobre Ramón! Me da una lástima.
-Por la gente. Esa malvada es capaz de mostrárselo a cualquier Si vos te hubieras casado con él serías mucho más feliz y él también... A
extraño y decir que fui yo; pero si no· es mi letra, nadie va a creerla... veces los miro y me pregunto cómo el destino no los unió ... Claro que me
Podría ir a la Policía y denunciarme ... Porque hasta de eso es capaz esa parece un tipo peligroso, muy enamoradizo ... Nunca me voy a olvidar de
culebra. aquel día que lo sorprendí corriendo detrás de Paulina desnuda. ¡Qué
-No creo que sea tan desfachatada. escena! Pero mucha culpa debe haber tenido Adela. Tan delgadita, tan
-Vos no la conocés ... Yo leí en un diario que a una chica que escribía endeble, con esa vocecita de pajarito. Seguramente que no habrá sabido
anónimos la pusieron presa. ser una verdadera esposa ...
Y aquí doñaAngela salió contando la historia de una muchacha que -Yo no sé cómo hay mujeres casadas que pueden engañar a sus
fue condenada a prisión por decir palabrotas e insultar por teléfono sin
maridos. Yo no me animaría a engañar a Guillermo, a pesar de que no
darse a conocer; pero como otras veces, comenzó a mezclar a este relato
estoy enamorada.
otro por el mismo estilo, que le contaron o leyó, de m.ia novia que le
-Pero a mí no me traga -se rió doña Angela.
escribía anónimos asu prometido, en los que le hablaba de obscenidades.

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-Pero vas a ver cómo se acostumbra. Guillermo siempre al final no me puede ver; pero cuando se encuentra conmigo me sonríe y me
termina haciéndome caso. Hay que ver en la de cosas que teníamos llama "querida Angela". Es amiga de Clara. Se ven casi todos los. días.
gustos distintos y poco a poco lo he ido cambiando. Algún día te contaré Clara va a coser en su máquina. Eso de que el cura va a regalar sus bienes
algunas cosas íntimas para que veas cómo ha cambiado ... Pero quien me a los pobres se lo debe haber dicho la borracha de Clara para que lo repita
gustaba de verdad era mi primer novio. Ése sí que era... formidable. por ahí para hacerme enojar.
Doña Angela le lanzó una mirada penetrante al fondo de los ojos. DoñaAngela la recordaba a su hermana más de la cuenta. Hablaba
Hasta sus finos oídos había llegado aquel vago rumor de que Rosalba de ella a cada momento y por cualquier motivo; pronunciaba el nombre
estuvo embarazada de uno de sus novios, y hubiese dado cualquier cosa de Clara ya por esto, ya por aquello; pero siempre con palabras amargas
por llegar a saber la verdad. y duras, en que se traslucía un hondo rencor. Rosalba gozaba oyéndola
-Amí también me agradaba Cirilo (delante de Rosalba llamaba a hablar así. Cierta vez que doña Angela insinuó, aunque vagamente, que
Salcedo por su nombre de pila), y el pobre estaba enamorado de mí-:-dijo si su hermana aceptaba sus condiciones, tal vez volviera a su lado,
de repente doña Angela, al cabo de un largo silencio-. Pero entre Clara Rosalba sintióse celosa y durante varios días se mostró resentida y fría.
y don Desideriome lo quitaron. Era muy débil y enfermo. Desde entonces ¡Con qué placer hubiese visto la muerte de Clara, cuya desaparición
no puedo ver a los hombres. Todos me parecen groseros y sucios. Cuando haría que Angela le perteneciese del todo! Cuando advirtió que ese
pienso que puedo estar con un hombre así como estoy contigo, se me aborrecimiento tan absorbente de doñaAngela la separaba cada vez más
revuelve el estómago ... Yo creo que esa repugnancia me quedó de ver a de ella y la unía a Clara casi tanto como puede unir un amor, empezó a
Clara y Cirilo. Cuando los veía encerrarse en su dormitorio, me daba intranquilizarse y a temer por la conservación de su amistad.
asco ... Las porquerías que habrán hecho. -Rosalba la escuchaba con los Varias veces, Ros alba la criticó a doña Angela por usar calzones tan
ojos muy abiertos por la sorpresa y la curiosidad-. Yo no sé cómo no te largos y anticuados. Pero ésta siempre se resistía a cambiárselo por unos
dan asco esas manos y esas piernas llenas de pelo de tu marido. modernos por parecerle éstos indecentes, aunque no lo decía. En una
-Una se acostumbra -respondió la otra; y luego, tomando una de ocasión que aquélla volvió a tocar el punto, le respondió:
las manos de doña Angela y reteniéndola entre las suyas, añadió-: Vos -Yo no tengo a nadie a quien gustar. ¿Para qué voy a preocuparme
sí tenés lindas manos. Suaves y blancas como de una niña. Hace tiempo,. de la ropa interior?
cuando aún no éramos amigas, Guillermo me ponderó tus manos. - -Y... ¿acaso tengo yo a quién gustar? -se le escapó a Rosalba.
Doña Angela volvió la cabeza y se quedó mirándola pensativa, sorpren- -Vos lo tenés a Guillermo-le repitió la otra con zumba.
dida de aquel elogio de quien menos lo esperaba-. ¿Sabés una cosa? - Rosalba , por toda respuesta, lanzó una carcajada.
dijo Rosalba, cambiando de pronto de conversación, con el gesto de quien -Lo feliz que hubiésemos sido las dos solas, haciendo nuestra
recuerda algo-~ Me olvidé de contarte que hoy me encontré con voluntad, sin que nadie se metiese en nuestra vida -dijo doña Angela,
Romualda, y me dijo que el padre Rosales había hecho un testamento, suspirando con sentimiento-. Tenemos los mismos gustos; nos enten-
dejando todo lo que tiene a los pobres de Areguá. demos a las mil maravillas; lo que te desagrada a ti me desagrada a mí;
-¿Vos creés eso? Yo pondría la mano en el fuego de que no es cierto. las personas que a ti te son ángeles a mí también me son. Parece que
Son habladurías que hacen correr mis enemigos para herirme. Quieren hemos nacido la una para la otra.
hacerme la guerra... ¿Quién va a creer esa estupidez? Si está preparán- Rosalba pensaba lo mismo. Aunque doña Angela le llevase treinta
dose para irse con todo lo que robó a la parroquia; si lo. que quiere es y cinco años más, congeniaban y se entendían como si tuviese la misma
mandarse mudar.No hace más que pensar en su viaje. -Dejó de hablar edad. Pero en esta rara amistad y similitud de gustos, era Rosalba la que
un rato. La indignación, colmándole el pecho, hacía que respirase con crecía en años, y no sólo igualaba a su amiga en edad, sino que en algunos
afán. Después, agregó con rabia-: Al fin, si eso fuese cierto, no haría sino momentos la sobrepasaba y era toda una solterona, una solterona
devolver al pueblo lo que le quitó ... Romualda es una hipócrita; yo sé que casada.

214 215
--Si consigo que la sinvergtjenza de Clara me devuelva mis joyas --Sí, vos sos muy elevado para hablar... , y yo una pobre estúpida
te prometo regalarte, como prueba de.mi amistad, el anillo de brillantes que no te puedo seguir .. , Parece que te olvidaste de que también tengo
y z~firos, que ella siempre lleva puesto. mi instrucción... , de que soy maestra... Y vos sos un pobre boticario de
-Eres muy buena y generosa -agradeció Rosalba, dándole a la Areguá. --Salvado quería hablar, pero ella no lo dejaba Vos querés tener
vez un beso en una de las secas mejillas. hijos. Se te da la chifladura por los hijos ... y sin embargo la gente te llama
Un buen día, cediendo a los pedidos y reproches de Rosalba, doña "el abortador". Por lo visto, no te interesan los hijos de los otros ... Con
Angela se vistió los calzones de aquélla y desde entonces siguió usándo- ellos aplicás tus teorías.
i ~
los. Al enterarse, Salvado se enfadó y recriminó a su mujer, diciéndole 1

-Esa gente es la Babosa. Es ella la que anda haciendo correr esa


que eso era sucio y antihigiénico, y que a él le producía asco. voz ... Pero no me hace mella. Me basta con tener la conciencia tranquila.
-Creéme que me repugna que esa vieja se acueste en mi cama y use Tan tranquilo me siento, que ni siquiera me tomo el trabajo de desmen-
tu ropa. Tengo ganas de vomitar cada vez que lo recuerdo. tirla o denunciarla a la justicia como podría hacerlo ...
-Angela no es vieja. Tiene apenas cincuenta años y está muy bien Cesó un rato de hablar y se puso a ir y venir por la galería, con paso
conservada -lo interrumpió.
nervioso. Se veía que daba escape a sus nervios con ese caminar. Rosalba
-Es peor que vieja; es un palo lleno de veneno ... Yo no sé cómo has le echaba miradas de aversión. La rabia la ahogaba. Tenía la idea que
podido llegar a ese grado de intimidad con ella. No me lo explico ... Todo
desde que doña Angela se alojaba allí, Salvado había dejado de ser el
el pueblo se ríe de ustedes, y para colmo te alías con ella para perseguir
esposo complaciente y flojo de carácter, volviéndose imperioso, discuti-
y amargar a la pobre Clara. Déjalas que se arreglen entre ellas.
dor y ofensivo.
--Si quieres que llegue a odiarte, sigue hablando así de Angela. Yo
-A mí me importan poco los chismes de tu amiga -continuó
no sé qué sería de mí en esta casa y en este pueblo de m ... si no fuese por
deteniéndose en su andar. Recalcó la palabra amiga como si pronunciase
Angela -le contestó con lágrimas de rabia en los ojos.
algo injurioso-. Yo lo que quiero saber es cuánto tiempo más tendré que
-Vos tenés la culpa de que esta casa esté vacía. No quieres tener
hijos. Con hijos te sentirías otra, no te aburrirías y no tendrías que soportar en casa a esa vieja...
recurrir a la amistad de gente extraña. Iba a agregar chismosa, pero se contuvo por temor de que su mujer
Un golpe de sangre afluyó al rostro de Rosalba. se echase a llorar. Rosalba, como los nülos, habíase acostu,brado a
-No me hables más de ese asunto: Estoy harta de oírte. Vos dominarle y atemorizarle con sus llantos intempestivos.
demasiado sabés por qaé no quiero tener hljós . .:_ne pronto sé echó a De buena gana, Rosalba le hubiese respondido que si por ella fuese
llorar al par que le censuraba-: Vos mismo andás diciendo que nacer es la dejaba vivir consigo toda la vida, pero no se animó a poner al
una desgracia y que los hermanos se odian, y, sin embargo, me cansás descubierto su sentir íntimo, y le contestó que doña Angela no esperaba
con el asunto de los hijos. sino que su he1·mana le diese su parte en la herencia para mudarse.
--Sí, es cierto. Pero yo afuera digo muchas cosas que no siento ni Salvado se extrañó al oír esto, porque días antes le había dicho que se iría
pienso. en cuanto encontrase una casa donde la recibieran como pensionista.
-Entonces sos un hipócrita-dijo Rosalba, secándose las lágrimas -¡La voy a extrañar mucho cuando se vaya! -exclamó de pronto
con el dorso de la mano. con acento afligido y con lágrimas en los ojos-. Desde que me casé vine
-Hay mucha diferencia entre un hipócrita y el que defiende su a vivir a este pueblucho, los únicos momentos de felicidad que he vivido
intimidad. Revestirse de una personalidad distinta para los extraños, son los que paso con ella. ¡Tiene un carácter tan alegre y es tan buena!
por lo común indiferentes a tus problemas, para que no lleguen a herirte En el pueblo la critican y no la quieren porque no la conocen a fondo.
con sus torpezas, no es ser hipócrita. ¿Acaso también para salir a la calle Salvado sentíase preocupado e inquieto por ese afecto extremoso y
no nos ponemos un traje distinto al que usamos en la :lntimidad de raro que su mujer mostraba por la Babosa. "Nunca me ha querido mucho
nuestra casa ... ? Pero ... , estoy perdiendo el tiempo ... -pensó-. Pero ahora se va apartando cada vez más de mí por culpa de

216 217
esa solterona hipócrita.No me explico cómo pueden entenderse una vieja admiradora de lo que para su gusto era distinción y elegancia en la viuda
de cincuenta y pico de años y una muchacha de veinte, como si tuviesen de Salcedo. Habría entrado por mucho en esta admiración al retenimien-
la misma edad". to de la viuda y el haber rehuido toda relación con ella.
-Por lo que hace con su hermana no parece que fuera muy buena... -Estaré sólo unos minutos -se excusó Rosalba, que exageraba su
Es incalificable su comportamiento -replicó Salvado. desenvoltura y descortesía, porque a pesar de que en su pensamiento
-El comportamiento incalificable es el de Clara. Encima de robar- rebajaba y criticaba a doña Clara, ésta seguía imponiéndole respeto-.
la, la martiriza, la humilla; no le da de comer, la tiene a pan y agua... Le Vengo de parte de mi íntima amiga Angela, por pedido de ella... si no, no
tengo rabia a Clara como si me hubiese hecho sufrir a mí... Si vos seguís hubiera venido ... Es un servicio que quiero hacerle a la pobre ... soy su
defendiéndola, te voy a tener rabia a vos también -lo amenazó a la vez única amiga ... , casi su hermana.
que se. levantaba y entraba en las habitaciones, como si no quisiese -Me tiene a mí también. Tiene dos hermanas-respondió la viuda
seguir escuchando. con voz tranquila.
Varias cartas recibió Angela de su hermana, en las que le pedía y -Ella no piensa así. Ha sufrido mucho a su lado. Ahora conmigo,
rogaba humildemente volviera a su lado, jurándole que haría su volun- se va reponiendo ... Usted la ha echado de esta casa.
tad y que también sería dueña y señora en la casa. Doña Angela daba la La voz de Rosalba temblaba de irritación y cortedad al mismo
callada por respuesta. Barruntaba que Clara quería apaciguarla y tiempo.
atraerla, y luego una vez conseguido su propósito, vengarse, -Yo he querido ayudarla. Le pedí con lágrimas que no se fuese, Y
martirizándola y vejándola. que me ahorrase el dolor de este escándalo, por respeto a la memoria
Una carta, en la que Clara se mostraba más arrepentida y sumisa sagrada de mi padre. No quiso escucharme. ¡El apellido Gutiérrez en
que en otras, conmovió a doña Angela, despertando el recuerdo de un boca de todo el mundo! ¡Es una vergüenza!
lejano episodio de su infancia: al subirse a un árbol, una de las ramas se -No es así, Angelame ha contado la verdad ... , y yo le creo a ella-
quebró y se vino al suelo. No se hizo daño. Pero Clara, que es;taba al pie replicó Ros alba con acritud, molesta por la calma de doña Clara y por lo
del ~bol observándola, sufrió una fuerte impresión. Se aballanzó sobre que creía su actitud orgullosa. Pero la verdad es que no había el tal gesto
ella y la cubrió de besos,. preguntándole con ternura si nio se había de orgullo, pero Rosalba se lo veía porque siempre la creyó engreída.
lastimado. Impulsada por este recuerdo, le dijo a Rosalba qui.e sería una -Angela es una simuladora -interrumpió doña Clara con ademán
buena táctica que fuese a visitar a Clara en su nombre y se formase por tranquilo, aplomado, como si los defectos de su hermana la tuviesen sin
sí misma una opinión de la sinceridad de su herm~a. Bastamte le costó cuidado-. Le gusta hacer el papel de mártir y perseguida. Desde muy
persuadir· a Rosalba, que oponía excusas para demorar la 1entrevista. niña ha estado quejándose de su mala suerte y de lo poco afortunada que
Simulaba .que l.e faltaba valor, y procuraba convencerla de que nada es. Suele decir que yo me he llevado toda la dicha, y que a ella no le he dejado
obtendría, y de que su deseo no pasaba de ser una ocurrencia.. La llenaba nada... Le reprochaba a mi padre que me prefiriese a mí y me mimase, pero
de zozobra la posibilidad de que ambas hermanas se reconciliasen. Pero era ella la que le rehuía y se le hacía antipática. Papá fue un hombre bueno,
tanto insistió doña Angela, que aceptó hacer aquella visita. generoso y elegante, que no hacía mal a nadie y a todos quería por igual-
Doña Clara recibió a Rosalba muy amable y peripuesta,, despidien- . Y luego se puso a hablar y a divagar sobre su padre en una de esas
do como siempre un mareante olor de perfume. Lo primero qme atrajo la distracciones que solía tener-. Papá era un hombre encantador Y con
mirada de Rosalba, recordando la promesa de doña Angella, fue una mucho mundo. Era mujeriego e irresistible, y aun de viejo las mujeres se
sortija de brillantes y zafiros, que la viuda lucía en uno de: sus dedos. enloquecían por su hermoso físico. Mamá vivía enferma de celos ... Angela
''Ti~nerazónAngela. Parece una mujer de prostibulo" -pensalba Rosalba, se ponía del lado de mamá... Ya le digo que le gusta que la compadezcan.
mirando el pelo oxigenado de doña Clara y sus labios encencdidos por el Si yo le contara ciertas cosas, pero es mejor que me calle. (Pero si hubiese
carmín. Pero antes que doña Angela le dijese eso, había sido luna secreta tenido que contarlas no habría sabido qué decir).

218 219
-No me interesa-respondió Rosalba, que se moría de curiosidad. -Eso no se lo va a tragar nadie. Todo el pueblo sabe que usted tiene
-Lo que ella no me perdona es queme haya casado con Cirilo y que más de un millón de pesos en alhajas.
ella se haya quedado soltera. Cree que Cirilo vino a casa por ella, y que Pero se regocijaba en su interior de que pudiera ser cierto que no
yo se lo quité. Pero el pobre Cirilo nunca ni la miró; ella quiere hacer creer tuviese más que esas joyas, que encendían su envidia, y en cuya posesión
eso para pasar por una infeliz mujer que quedó soltera por culpa mía y veía una superioridad sobre ella y un motivo para que doña Angela
de papá. retomase con su hermana.
-¿Y lo del relleno en los pechos?-preguntó Rosalba que conocía -Son habladurías de pueblo ... Si usted va a creer todo lo que se
por doña Angela aquel episodio. cuenta. También han dicho por ahí que yo odiaba a mi hermana, y que
-¿Qué rellenos? no le daba sino pan y agua. Yo siento por mi hermana un cariño como
-Angela me ha contado que usted para rebajarla ante Salcedo, le usted no puede imaginarse. Usted habrá visto las cartas que le escribo ...
contó que se colocaba unas almohadillas bajo la ropa para hacer creer La necesito, la extraño mucho. Es cierto que algunas veces discutíamos

1·.
que tenía pechos grandes. y hasta dejábamos de hablarnos por algunos días ... pero era casi siempre
-¡Ah!--dijo doña Clara-recuerdo eso de las almohadillas. Se las a causa de su carácter nervioso y discutidor. Se sulfura por cualquier
ponía. Ella no me lo va a negar. Los pechos grandes fueron siempre una cosa y es difícil llevarse bien con ella. Cualquiera, por más buena que sea,
de su manías. Pero yo jamás se lo conté a Cirilo. Se lo juro por Dios que pierde la paciencia. Pero yo ya lo he olvidado todo, y lo único que quiero
.

I
me está mirando. es que vuelva a mi lado. Todo el día pienso en ella.
'
Yalzó los ojos con expresión virginal, al cielo raso. No mentía. Era -Amí me parece que es muy fácil llevarse bien con Angela. Es muy
sincera. Había olvidado por completo aquel lejano episodio. buena y sumisa. Todos dicen que tiene un carácter agrio, y yo la
Doña Angela había instruido a Rosalba para que dijera a su encuentro tan alegre y conversadora ... A mí me adora.
hermana, si venía la ocasión, que tal vez consiguiese hacerla volver a su Doña Clara dióse cuenta que Rosalba le había tomado mucho afecto
lado, si le daba su parte en la casa y la mitad de las alhajas. Pero en el a su hermana, y que ese cariño era el mayor impedimento para
preciso instante en que Rosalba iba a decir esto cambió repentinamente recobrarla. Quiso entonces restarle valor a sus ojos, y si al caso venía,
de parecer, y salió vanagloriándose de que doña Angela en su desamparo malquistarlas.
encontró un hogar en su casa, donde se quedaría a vivir definitivamente, -Pero usted sabe lo mal que habla de su esposo. Ha andado
pero que reclamaba su parte en la herencia de don Desiderio y la mitad diciendo por ahí que era un abortador que debía ir preso y que usted era
de las alhajas, que eran un recuerdo de su madre. una desgraciada a su lado.
-Si vuelve a casa, por respeto al nombre de mi padre, le daré lo que -Lo sé ... lo sé-respondió Rosalba, dejándola perpleja-. Usted no
ella cree le corresponde, aunque ella no tiene derecho a nada. tiene necesidad de decirme lo que demasiado sé. He hablado mucho con
-¿Y su parte en las joyas también le dará? --preguntó Rosalba, Angela sobre ,estos asuntos. En una verdadera amistad no debe haber
echándole una mirada a la sortija. secretos. N adíe podrá quebrar esta amistad. -Y tras un breve silencio,
-Es tan poco lo que tengo -se quejó la viuda con expresión de afirmó con viveza, como para que a la viudano le quedase duda sobre la
pesadumbre--. Dos o tres anillos y estos zarcillos-y se tocó con la mano fuerza de esa amistad-: Ni mi marido podría separarnos.
uno de los pendientes de brillantes que colgaban de sus orejas. No tengo Doña Clara la estuvo contemplando un buen rato con ojos asombra-
más que dos o tres joyas ... Tenía algunas otras, pero las he ido empeñan- dos. No se esperaba semejante salida.
do y vendiendo para poder vivir. La vida está muy cara, y la renta de la -Pero ustedes podrían seguir siendo amigas, aunque Angela
casa que tengo en Asunción no me alcanza para nada. viniese a vivir aquí. Yo le daría toda libertad. -Callóse de golpe
Rosalba creyó que quería engañarla, y para que doña Clara no se temerosa de las palabras imprudentes que acababa de pronunciar.
quedase con esta idea, dijo: -No, no es lo mismo. Yo necesito tenerla a mi lado. Si ella me

220 221
dejase, aunque sea para venir aquí, sería para mí muy doloroso. No pintarrajeada como una p ... , que la humilló esa tarde con su vanidad y
podría vivir lejos de ella. arrogancia. Y de repente se echó a llorar desconsoladamente.
-Pero si usted n.o quiere que mi hermana vuelva conmigo, ¿para -Yo no quiero que te vayas. Quédate siempre c0nmigo. Qué va a
qué ha venido usted a hablanne de parte de ella? ser de mí el día que te vayas... , aquí sola con Guillermo.
-Para que usted le dé su herencia yla deje tranquila-le contestó -¿Qué te pasa?-preguntó cariñosamente doñaAngela, cogiéndo-
Rosalba casi chillando-. Para que no le siga escribiendo cartas, porque la de la cabeza y apoyándola contra sí. Y le acariciaba las mejillas
no va a conseguir nada ... Usted debe darle sus joyas; es su deber; pero carnosas-: N otengas miedo, que no me iré nunca de aquí. Me quédaré
sepa que mientras esté a mi lado no le faltará nada ni va a necesitar de siempre contigo ... Te prometo que no nos separaremos nunca. -Y le
usted para nada. -Rosalba se había puesto de pie, y estrujaba entre las apretaba fuertemente y con ternura la cabeza contra su pecho duro y liso
manos un pañuelito. Estaba nerviosa y acalorada-. Angela jamás como una tabla.
volverá a pisar esta casa-prometió con vehemencia-. Se lo juro. Tiene
miedo que usted la envenene.
La despedida fue muy fría. Rosalba ni siquiera le dio la mano. El
furor le quemaba el pecho. 4
Durante el trayecto de vuelta a casa, no hizo sino pensar en la
entrevista y en las palabras insolentes de la viuda de Salcedo. Rabiaba Al mes de estar en Asunción, el doctor Brítez se enteró por un amigo
contra sí misma porque creía haberse conducido con timidez y hasta con que vino de Areguá que Ramón ocupaba toda su casa con Paulina y los
humilde respeto. Le parecía que la viuda la había mirado por encima del parientes de ésta. Se cuidó bien de referir esto a su mujer.Elisano lo
hombro, con engreimiento; la había tratado con desconsideración y hubiese dejado en paz con sus reproches y recriminaciones. Durante
seguramente que ahora se estaría riendo de ella. Tan alterada y semanas y hasta meses le recordaría su error en cualquier momento y
ensimismada iba, que subió por "la calle del arroyo" y al querer cruzarlo con cualquier pretexto. Viviría con la ansiedad de que en medio de una
por unas piedras colocadas en su cauce, resbaló y uno de los pies se le conversación, en el instante menos esperado, saliese su mujer recordán-
metió en el lodo. Cuando lo sacó, la boca negra del lodo se quedó con el . dolesuyerro.DoñaElisasacabaelmáximodeventajadeunaequivocación
zapato. Tuvo que cogerlo con la mano, y ponérselo sucio como estaba. · de su marido, en esa lucha no declarada que era su vida matrimonial.
Doña Angela mandó a Rosalba con la secreta esperanza de que su Como en todos los matrimonios, entre doña E lisa y el doctor Brítez había
hermana cediese y poder volver a su casa. Pero cuando Rosalba le contó; una lucha silenciosa e inconsciente por el predominio del uno sobre el
exagerando e inventando, que Clara ponía como condición para darle su otro.
parte en la herencia que volviese primero a su lado, doñaAngela se irritó Le pareció, pues, al doctor Brítez lo mejor fingir la necesidad de un
y dijo que la quería engañar, pero que ella no era ninguna zonza. viaje a Areguá. Le dijo a Elisa que debía conversar con Teófilo sobre un
-Es repugnru:ite como:estaha vestida. Parecía una p ... Vos tenés negocio; y un sábado, tomó el tren que pasa por Ai-eguá a la una de la
razón. Da asco esa su. piel de lechón pelado. tarde. Alegrábale el pensamiento de que tendría ocasión de visitar a la
La indignación de doña Angela subió de punto al referir Rosalba lo ¡.- viuda de Salcedo, y tal vez de hacerla suya.
que· le había dicho doña Clara de que no le quedifüan sino dos o tres 1
!J De la estación de Areguá, se dirigió directamente a su casa. Al
alhajas sin valor. Doña Angela se puso pálida. cruzar por delante de las hermanas Gutiérrez, miró con insistencia el
~)
-¡Hipócrita! Seguramente que las habrá escondido y quiere enga- balconcito del dormitorio de doña Clara, cuyas persianas estaban
ñarme ... Es una ladrona. cerradas. Un sol de fuego caía sobre Areguá, que aparecía desierto e
Rosalba se regocijaba viendo esa cólera. Hubiese querido separarla inmóvil como un animal entorpecido y somnoliento por el calor de la
para siempre de la aborrecida doña Clara; de esa rubia gorda y siesta.

222 223
Entró en su casa sin llamar. Subió los cuatro escalones que llevaban -Vas a salir de aquí inmediatamente, o te haré echar por la Policía
del jardín a la galería, y allí dio de manos a boca con Ramón que salía de -amenazó el doctor Brítez, levantándose irritado.
una de las habitaciones. Iba descalzo y en calzoncillos. Tenía los ojos La verdad es que lo que le hizo perder la serenidad del todo fue ese
hinchados y sanguinolentos. Terminaba de despertarse de una de sus vello mostrándose irrespetuosamente a través de la bragueta. Esto
cotidianas borracheras. Sorprendiéndose, turbóse y luego sus labios terminó por ofenderlo más que las palabras de Ramón.
esbozaron una tímida e indecisa sonrisa. El doctor Brítez le respondió Este también se alzó de su silla. Estaba lívido y le temblaban los
con una fría mirada de superioridad y de desdén. Y sin saludarle, como labios. Como aquella vez del altercado con Quiñónez, volvieron a
quien manda y está en su casa, preguntó: acometerle deseos de ir a buscar el revólver.
-Y, ¿esto qué significa? -y lanzó una mirada en su derredor. -Usted quiere humillarme, pero no se lo permitiré -gritó-. Ni a
-Siéntese, doctor, y sáquese el saco -dijo Ramón para ganar usted ni a su amigo don Félix. ¡Ni a nadie! ¿Me oye?-notaba que cuanto
tiempo y sin saber todavía la actitud a tomar. -Hace un calor terrible. más vociferaba más se amilanaba el doctor Brítez, y esto lo volvía
Yo he estado durmiendo sobre el piso. ¡Ni el catre pude aguantar! soberbio y violento-. Yo no soy un cualquiera, doctor Brítez. Soy un
El doctor Brítez le contestó que no tenía calor; aunque transpiraba abogado como usted y uno de los primeros poetas paraguayos. Le he
como si estuviese junto a un horno, pero creía que conservando puesto ofrecido .un alquiler, como se acostumbra entre caballeros, y usted ha
el saco guardaba la distancia entre ambos y la visita era más seria. tenido la vileza de contestarme con un insulto. Me cago en su casa y en
-Hasta abusando de mi amistad -quejóse al par que tomaba todo lo que hay en ella ... Pero ahora me quedaré aquí por capricho, y
asiento en una silla de tijera, enfrente de su interlocutor, con los brazos veremos si usted con toda la Policía y todo su libro sobre interdicto de
cruzados sobre el pecho flaco y moreno. recobrar la posesión, me saca de aquí. Usted cree que es más que yo ...
La bragueta entreabierta del calzoncillo dejaba ver parte del vello Tuichá reyekivocá ... (60).
del pubis. Este detalle molestaba profundamente al doctor Brítez y le El doctor Brítez estaba verdaderamente asustado ante ese Ramón
impedía hablar con serenidad. desconocido para él, de semblante descompuesto, que gritaba y hacía
-Si de mí dependiese te alquilaría la casa, o te la daría gratis, pero ademán de echársele encima. Más que de miedo, su susto provenía de la
Elisa no lo consentirá jamás... Así que debes vivir en las oficinas o sorpresa y confusión en que lo ponía la transformación repentina del
buscarte otra casa -exclamó, alzando la voz y con tono imperioso. Ramón sumiso y respetuoso que conociera siempre en el Ramón insolen-
-Deme tiempo, doctor. Es difícil encontrar en este pueblo una casa
de cierta apariencia, y tendré que buscarla despacio. Yo ahora trabajo en
mi profesión y no puedo meterme en un rancho.
f te y enfurecido que tenía delante. Hasta pensó que pudiese estar loco.
Erguido y callado, en una actitud ni demasiado humilde ni tampoco
desafiante, por no irritarlo más, el doctor Brítez se encaminó al portoncito
-Mientras buscas dónde mudarte podés vivir en las oficinas; no
''

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·,'. •.·.•
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de calle. Salió sin volver la cabeza. El sombrero se lo puso en la calle,


creo que la clientela sea muy exigente en eu:ant@ ·Si la presentación del aunque sintió la tentación de ponérselo ante Ramón, pero no se atrevió.
bufete -dijo el doctor Brítez con ironía, y sonrió por primera vez desde 1
Pasó por frente a la casa de las hermanas Gutiérrez sin fijarse en ella,
su llegada. nervioso y absorbido por elincidente que acababa de tener. A dos cuadras
A Ramón se le subió la sangre al rostro. de su casa, próximo ya a ''la calle principal", le asaltó un pánico
-Puede ser que mi clientela sea pobre, pero yo no engaño a una repentino. Volvió la cabeza varias veces, temiendo que Ramón le
infeliz mujer como otros abogados -replicó. siguiera.
-¿Lo dice por doña Clara? -preguntó el doctor Brítez con indeci- Pero lo que menos pensaba Ramón era en seguirlo. Se quedó un rato
sión. en la galería, y luego entró en el interior de la casa, gritando: "Quieren
-No; por doñaAngela, a la que usted ha engañado miserablemen-
te. (60) Se equivoca grande.

224 225
pisotearme estos que se creen de la sociedad. Yo les voy a escupir en la noche (en Areguá no hay un miserable hotelucho), le dijo que le pondría
cara como lo haré con don Félix". Salió al patio interior. Allí estaba un catre en el corredor de atrás, y que se quedase a comer con él.
Paulina, lavando ropa junto al pozo de agua. Había engordado mucho, Esa noche, antes de irse a dormir, el doctor Brítez pudo comprobar
perdiendo aquellas sus formas lozanas y juveniles. Parecía tener mu- la verdad de ese proverbio que dice que no hay mal que por bien no venga.
chos más años de los que contaba. Como todas nuestras mujeres Conversando con Teófilo se enteró de que éste había renunciado defini-
campesinas, en las que la belleza de la adolescencia es fugaz, había tivamente a comprar algodón y que tenía depositados en un banco de
madurado y ajádose pronto. La amplitud de las caderas anunciaba la Asunción doscientos mil pesos sin saber qué hacer con ellos. El doctor
preñez. Desde que se hallaba embarazada y había echado carnes, Brítez volvió a aconsejarle que invirtiese ese dinero en usura.
Ramón le tomó aversión. La trataba c011 rudeza y brutalidad, y varias -Es un negocio muy lucrativo y en el cual trabaja gente muy
veces le había pegado. Ramón andaba con otras mujeres, y ya no se respetable y honorable, de la mejor sociedad. Yo puedo ocuparme de
acostaba con ella, salvo alguna que otra noche cuando volvía ebrio y el administrártelo, cobrando una pequeña comisión. ¡Jhetavé re ganá
deseo lo acuciaba. Paulina dormía en la pieza de los sirvientes. Se vaera la plata, Teó! (61) -exclamó con energía-. ¡Ni el tabaco ni el
encargaba de cocinar, lavar la ropa y limpiar la casa, aunque esto último algodón ni nada! Sin molestias ni peligros de ninguna clase uno se llena
lo hacía de vez en cuando y mal; pero Ramón no lo notaba. de oro.
El doctor Brítez se dirigió al almacén de Teófilo, el que lo recibió con Teófilo escuchaba en silencio, y su codicia crecía a medida que oía
ese desgano e indiferencia de nuestros campesinos, que pareciera que las fabulosas ganancias que le auguraba el "dotor". Pero como buen
nada les importase. Saludóle como si ayer se hubiesen visto. El doctor campesino era desconfiado, despacioso en decidirse, y rumiaba días y
Brítez se cuidó de contarle lo que le pasó con Ramón. Consideraba que días lentamente una idea, como los bueyes de su capuera (62) los cocos.
el episodio le quitaría prestigio e importancia a los ojos de Teófilo. Colgó Al doctor Brítez le costó mucho tomar el sueño. Tanto como el
el saco, que ya traía en el brazo, del respaldo de una silla y pidió un vaso disgusto que le había dado Ramón lo desvelaba el inesperado negocio que
de agua que bebió con avidez. Luego se sentó a charlar con Teófilo. se le venía a las manos con ese dinero de Teófilo. Desde su catre,
Enseguida Teófilolo puso al corriente, mezclando el español y el contemplaba las miles y miles de estrellas, que titilaban en el cielo como
guaraní, de las novedades producidas en el pueblo desde su ida. Después monedas de plata. Púsose a pensar en el Ramón Fleitas que viera esa
de hablarle de la enfermedad del padre Rosales, le contó que doñaAngela tarde, desgreñado y malhumorado. Era increíble que hubiese cambiado
había abandonado su casa, yéndose a vivir con Rosalba Salvado. Entre tanto en un mes. (La verdad es que no había cambiado. Lo que pasaba
las dos se encargaron de esparcir por todo el pueblo la noticia de que la es que el doctor Brítez sólo conocía a "su Ramón"). Teófilo al acordarse
viuda de Salcedo se emborrachaba con anís (Teófilo ponía en duda esto, de él esa tarde lo calificó de pete( caú tuyá (63) y contó que se pasaba el
y pensaba que era un cuento de doñaAngela para vengarse), y que en una tiempo jugando y bebiendo. "Ramón, Polí y Paredes oñoentendé pa voi co
de sus borracheras la echó a su herman.a de la casa. Le refirió también (64)-le había dicho. ¡Cuánto debió reírse en sus adentros ese canalla
que Ramón dijo un día que p~ó por allí, pues ya no venía casi, desde que cuando lo amenazó con hacerlo echar por la Policía! Se le vino a la
andaba con Paredes y con Poli, que doña Angela lo nombró su abogado memoria el fracaso del padre Rosales cuando el robo de Ramón, Y pensó
para que la defendiese de su hermana, que le había robado la herencia que debía mirarse en ese es~ejo para no perder el tiempo con el comisario
de su padre. Pero Teófilo no le repitió las palabrotas cori que se acordó Arana.
del doctor Brítez, ni que acusó a éste, de haber vendido a dóña Angela.
No se olvidó tampoco de comentar el embarazo de Paulina y la huida de
la compañera de Villar a Asunción con otro hombre. Esta noticia le cayó
{61) Vas a ganar mucho dinero, Teófilo.
bien al doctor Brítez, porque Villar le era antipático. (62) Chacra.
Cuando Teófilo se enteró de que el "dotor" no tenía dónde pasar la (63) Es un borraclún.
(64) Se entienden.

226 227
Al doctor Brítez los contratiempos no le afectaban en lo hondo, ni lo -Buena idea, Teó-dijo sin mirar a éste, poniendo aparentemente
volvían caviloso. Era como si le llegasen a la piel y de allí no pasasen. Muy toda su atención ~n cortarle la punta al cigarro-. Excelente idea. Ahí,
distinto en esto del padre Rosales, su polo opuesto, el cual sentía, tanto sentado, tranquilamente, vas a ir viendo cómo aumenta tu dinero, como
los disgustos como las alegrías, no sólo con toda el alma, sino con todo el una montaña. Te voy a dar el cuarenta por ciento anual... Tal vez más ...
cuerpo, con las entrañas. Esa plata va a tener más ''hijos" que esa gallina.
A la mañana siguiente, el doctor Brítez se levantó temprano, "No cabe duda que soy un tipo de suerte. Ramón me causa un
resuelto ya a no tocar el asunto de Ramón en Areguá, y dejarlo para enorme disgusto (lo pensaba como si recordase el mal rato pasado por
cuando volviese a Asunción. Allí no tenía nada que hacer, y lo único que
otro), y en compensación Dios me manda esta bendición del dinero de
obtendría sería un escándalo, o que Arana lo apresase. "Esos canallas
Teó". (Cada vez que, por acaso, en un momento de aprieto, el doctor
hasta llegarían a detenerme. Son brutos y se sienten protegidos por el
Brítez recibía inesperadamente dinero, se acordaba de Dios como si
Gobierno", pensó con un estremecimiento al recordar lo próximo que
fuese la única forma en que sentía su omnipotencia).
estuvo de tener con Ramón una disputa violenta. "Me he librado de una
Echóle una mirada a su reloj. Eran las seis. Muy temprano aún para
. buena", agregó con un suspiro de alivio, con la sensación de quien se ha
visitar a doña Clara. Haría tiempo visitando al padre Rosales.
salvado por azar de un gran peligro.
-Voy a sentirlo un rato al padre Rosales-dijo, levantándose-. Al
Uno de los hijos de Teófilo fue por agua al pozo, que estaba en medio
fin era (como si ya no perteneciese al mundo de los vivos) un buen
del patio, y la trajo en una jarra. La vertió en una palangana, colocada
sobre un trípode, en la galería. Mientras se lavaba la cara, el doctor hombre. Un poco charlatán y fanfarrón como buen español... Pero no era
Brítez pensaba si doña Clara estaría enterada de su llegada. Se enjugó malo ... Dentro de un rato me hacés el favor de mandar a uno de tus chicos
la cara con una toalla que colgaba de un hamaquero, y luego se peinó a casa~"' la viuda de Salcedo para que le avise que a las nueve quiero ir
frente a un pequeño espejo roto, que pendía de un clavo en la pared. Ese a verla, a ver si me puede recibir.
aguamanil y ese espejo eran el tocador de Teófilo y su familia. Y ya a punto de marcharse, fingió que recordaba algo -aunque era
Salió el doctor Brítez a la acera. Teófilo estaba ya allí, en camiseta un pensamiento que lo había tenido siempre presente-, y preguntó a
y chancletas, sentado, mateando, con el respaldo de la silla apoyado como Teófilo cuándo le daría el dinero para el negocio. El otro contestó que le
un pilar contemplando muy entretenido cómo una gallina rodeada de entregaría un cheque antes de su vuelta a Asunción.
sus polluelos, cazaba las lombrices en el césped de la calle. -Entonces tenelo listo para antes de la una. Me voy a ir en ese
Teófilo le dijo que pensaba darle cien mil pesos para que los tren.
invirtiese en préstamos. Más tarde le daría más. El se contentaba con el Para que al doctor Brítez se le cruzase por la cabeza la idea de ir a
quince por ciento anual. El resto de lo que pudiera sacar sería para el "sentirlo" al cura Rosales debieron reunirse tres circunstancias: el no
doctor Brítez como comisión. saber en qué emplear el tiempo hasta que llegase la hora de visitar a la
-Nde nicó reganá vaerá aveí, dotar (65) -acabó diciendo. viuda de Salcedo; que él también acababa de ser burlado y afrentado por
El doctor Brítez tuvo que hacer un esfuerzo para no demostrar Ramón (éste era tal vez el motivo que inconscientemente más lo acercaba
demasiada alegría. "Debo aparentar indiferencia-se decía-. Este Teó al párroco), y que éste se hallase enfermo. Y si para el doctor Brítez esta
es muy desconfiado. Si me ve cara de contento pensará que quiero última causa era la única que lo llevaba, la verdad es que ella sola nunca
joderlo". Y sacando del bolsillo un cigarro y su curada boquilla de hueso lo hubiese animado a ir.
ocultó su satisfacción en la tarea de prepararse a fumar. Pero las manos Subió por la desierta "calle principal". Desierta y silenciosa siem-
le temblaban; toda la agitación de su espíritu y la alegría se le escapaban pre. Era impresionante ese silencio que se extendía por todo el pueblo,
por las manos. parecido al silencio de los camposantos, tan distinto a aquel otro, al que
se hace de pronto y momentáneamente en medio del ruido y del trajín.
(65) Usted también tiene que ganar, doctor. El silencio de Areguá no era el silencio de la vida, sino el silencio de las

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cosas muertas. No era tétrico, pero parecía eterno. Durante su camino, era que él se diese tanto con el cura estando doñaAngela en casa de ellos).
el doctor Brítez no hacía sino pensar en la oportunidad de hacer suya a El padre Rosales no salía casi, y tampoco le gustaba que lo visitasen,
Clara. Como doña Angela ya no vivía con ella, según le c0>ntó Teófilo, porque le parecía que venían a verlo por curiosidad, para después andar
seguro que la encontraría sola y a su merced. Sin embargo, esta diciendo por el pueblo que tenía muy mal aspecto y que era puro piel y
posibilidad no lo ponía tan contento como era de esperar. Algo, que no hueso. "Si yo soy el primero en darme cuenta que estoy flaco. Pero eso por
sabría explicar, lo desasosegaba y le producía cierto malestar espiritual. fuera; lo exterior, por dentro; estoy mejor y más fuerte que nunca. Y eso
Se le vinieron a la memoria los ojos azules de la viuda de Salcedo, como es lo principal", solía afirmar ante Salvado.
le sucedía a menudo en Asunción. A la semana de estar allí pensaba sólo -¡Qué sorpresa, doctor! No sabía que usted anduviera por acá-
en aquellos ojos, y no se le presentaban en el recuerdo los pechos, ni las dijo al doctor Brítez desde su mecedora, levantándose a medias para
piernas, ni los perfumes, ni las batas de la viuda, como si estas cosas no saludarlo, con además de cansancio, e indicándole con la mano una silla
hubiesen despertado nunca su atención ni su sensualidad. En cambio, vacía, para que se sentase.
los ojos azules y las miradas de una expresión ingenua, que en Areguá El doctor Brítez no salía de su asombro ante la flacura y palidez
era en lo que menos se fijaba, los recordaba constantemente. Era como blanquecina del párroco. Aquel cura robusto y exuberante se había
si al pensar en ellos insistentemente, su memoria tratase de recordar convertido en poco más de un mes en un ser endeble y enfermizo. Sus ojos
algo olvidado. miraban con mirada apagada; tenían una expresión cansada, vaga. Le
Al llegar casi al final de la calle, en el sitio donde ésta comienza a pareció una infantilidad lo que dijo Teófilo, de que se murmuraba en el
unirse con la cuesta de la loma, el chirrido y los tumbos que daba una pueblo que se había enfermado a causa del artículo de doña Angela.
carreta entre las piedras, sacaron al doctor Brítez de su ensimismamien- -Sí, ando por acá desde ayer -respondió el doctor Brítez cuando
to. A la vista de esa calle llena de baches y piedras sueltas pensó en lo logró recobrarse de la impresión que le produjo el aspecto del cura, pero
fugaz e inocua que fue la sociedad "Los Amigos de Areguá". Un nido de no tan rápido como para que éste no lo notase, y se dijera: "Otro que viene
viboras y chismes. Habían hablado de construir un casino, un hotel, un a espiar para ir a murmurar por allí que tengo cara de muerto".
balneario y de convertir Areguá en un pueblo de veraneo, para terminar -Me he llevado ayer un disgusto por culpa del sinvergüenza y
no pudiendo arreglar la única calle del pueblo que podía más o menos desagradecido de Ramón -continuó el doctor Brítez.
llamarse así. Ramón, Arana, Paredes, Villar, toda esa banda de rateros Y púsose a referir, con lenguaje irritado, su visita y la insolencia y
e ignorantes era culpable del fracaso de la Sociedad. Deberían estar descaro de Ramón al echarlo de su propia casa.
todos en la cárcel. Al final, los únicos decentes eran él y el padre Rosales. -No me extraña. Ese Ramón tiene malasangre. Amí me robó diez
Pero al cura lo rechazaban porque erapitaguá. Sin embargo, a Ezquenazzi mil pesos, y por culpa de don Arana, que lo encubrió, no he podido
lo admitían. Sería porque era turco y bolichero. recobrar mi dinero.
El padre Rosales se sorprendió de ver al doctor Brítez. Era muy poco Todo esto lo dijo sin alzar la voz, sin sulfurarse, como si estuviese
visitado, y lo que menos esperaba era tenerlo por su casa a "ese hablando de lo sucedido a otra persona. El padre Rosales al adelgazar,
gallipavo", como acostumbraba llamarlo. El que más a menudo venía por al perder su corpulencia, había perdido con ella también esa su voz
allí era Salvado, porque le preparaba algunos medicamentos y le ponía tonante, imperiosa, que acordaba con su físico. En él, la cólera y el
inyecciones. Con este motivo intimaron bastante, y como Salvado era vozarrón fueron señal de salud y vitalidad.
hijo de portugueses y estaba muy informado por su padre, a través de sus El doctor Brítez creyóse en la obligación de darle ánimos y alentarle,
elogiando el buen aspecto que pres~ntaba y lo animoso que lo veía a pesar
lecturas, de Portugal y sus costumbres, se entendía con el cura y
de su delgadez, que con seguridad sería pasajera. Y quedóse sin saber
conversaban de Galicia y otros lugares. (Sin embargo, desde que doña
qué pensar cuando el padre Rosales le contestó risueño:
Angela vino a vivir en su casa las visitas eran menos frecuentes, porque
-Estoy muy bien, doctor. Nunca me he sentido mejor. Tengo un
entre aquélla y su mujer le criticaban; y Rosalba le echó en cara lo feo que
entusiasmo y optimismo como nunca... Estos kilos que he rebajado

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tienen otra causa, de la que prefiero no acordarme ... Usted sabe ... Esa ofrecer en venta sus animales, menos el Rubiano (le quitaba el sueño
publicación y las murmuraciones de la Babosa me han ido minando el tener que dejarlo), su casa y todas sus otras cosas. La capuera ya la había
espíritu. Son más de siete años de ataques pequeños, cotidianos, perver- vendido.
sos. Nadacuentaelfísicopara una lucha así. DoñaAngelaesmás fuerte -Para fines de julio dejaré definitivamente este pueblo-agregó-
que todos nosotros ... La publicación ésa contra mí, que usted ha de ' que nunca me ha gustado. Pero ahora que estoy a punto de irme me
conocer (el doctor Brítez la había leído en Asunción), me ha afectado entristece dejarlo .. ., y ¡quién sabe si no hubiese vivido feliz aquí si el
muchísimo. Pero no en la salud, sino en el ánimo ... Llegué a sentirme tan diablo no me manda a doña Angela! Hace mucho calor acá, pero los
deprimido que busqué hacer las paces; le tendí la mano a esa deslengua- campesinos son tan sencillos, ingenuos y leales, que son los feligreses
da. -E involuntariamente al decir esto echó una mirada a su alrededor-. más sumisos que he conocido. ¿Será que tenemos que dejar las cosas o
Pero ahora ya me va pasando aquello, y voy siendo el de antes ... Yo sé que ellas dejarnos a nosotros para sentirlas con ternura?
muchos aquí en el pueblo me creen muy enfermo, en las últimas; y tal vez El doctor Brítez lo escuchaba sin comprenderlo. No experimentó
algunos hasta se alegran con esto, porque es increíble hasta dónde llega nunca sentimientos parecidos, y, por otro lado, era tan trivial y superfi-
la maldad humana. Cada vez que me ven, me dicen con voz compungida cial, que no podía llegar a comprender el de los otros por un esfuerzo de
de hipócritas. "Usted, padre, no tiene buen aspecto, y debe cuidarse. la inteligencia. Sus reflexiones sobre el estado de ánimo del párroco eran
Parece enfermo. Está muy "pálido". -Tras un breve silencio, prosiguió muy simples: "Se sentía morir y buscaba engañar a los que venían a
con el mismo tono cansado de voz, como si le faltasen fuerzas para verlo. Tenía vergüenza de su enfermedad. Quería que lo creyesen
alzarla. Hablaba con las manos y el cuerpo quietos, en reposo--. Sin siempre sano y fuerte. Posiblemente su enfermedad era de origen
embargo, nunca me he sentido tan bien como ahora. ¡Flaco! Flaco estoy. sifilítico". Desde que leyó en un folleto de divulgación que gran número
No soy ciego para no verme, pero como si los flacos no pudiéramos ser de enfermedades proviene de la sífilis, para él la gente terminó por
sanos. Y si estuviese verdaderamente enfermo ¿Cómo podría sentirme dividirse en sifilíticos y no sifilíticos. El se contaba entre estos últimos,
bien ... ? Dígame usted, si estuviese enfermo, ¿tendría que sentir algo?- y creía que viviría ochenta años, idea que flaqueaba cuando doña Elisa
volvió a preguntar como si se hiciera la pregunta a sí mismo para le predecía un ataque a corto plazo si seguía abusando de la comida. La
afirmarse en una idea-. No me duele nada; tengo el mismo ánimo de enfermedad del padre Rosales debía tener origen sifilítico, pero tenía que
siempre. Lo único que he perdido es el hábito de caminar; me he vuelto ser hereditaria porque nunca oyó que se metiese con mujeres, como
perezoso; le he tomado el gusto a quedarme el día entero sentado en este habían otros curas de la campaña. "Quiere ocultar su enfermedad para
sillón. No ,quiero salir, pero eso debe ser por la edad... Me paso el día que la gente no crea que la sífilis se la agarró con alguna mujer", pensó.
leyendo los evangelios. Me parece que los leo por primera vez, que por -¡En Areguá veinte años! -siguió diciendo el párroco después de
primera vez siento su profunda belleza. Antes no los sentía, los compren- un rato de silencio-. En Areguá el tiempo se duplica, se triplica. Son
día.. Lo que es muy distinto; tan distinto, que las cosas parecen sesenta. No es cierto que el tiempo sea igual en todas partes y para todos.
diferentes ... Hasta creo que dos personas que se pusiesen a hablar de la Nuestra vida es la medida del tiempo. Tal vez usted ni tiene idea de lo
misma cosa; pero una entendiéndola y la otra sintiéndola, parecería que que son veinte años vividos sin interrupción en un pueblo como Areguá.
están hablando de cosas distintas. Al final se le cambia a usted hasta el alma. Los pueblos reducen y achican
Después, se puso a hablar largamente y con emoción de su viaje a el alma de sus habitantes, como si la metiesen dentro de un zapato
Arine. Ya no decía a España ni siquiera a Galicia. (Cada vez su nostalgia chino ... Yo mismo debo haber cambiado mucho, aunque no lo noto. Lo
se concentraba más en el tiempo y en el espacio. Llegaría un momento advertiré posiblemente cuando llegue a Arine. Quizá ya en el viaje.
en que se concretaría a Arine y a cuatro o cinco años de su adolescencia Al doctor Brítez le aburría esta charla. El se animaba y encontraba
vividos allí. A medida que su vida se acortaba se reducían también sus interesante una conversación cuando hablaba de sí, o se murmuraba de
recuerdos). Pensaba hacerlo de allí a tres meses. Ya había empezado a los vecinos, o se susurraba algún chisme político. Por eso, en cuanto el

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padreRosaleshizounapausaensucontinuohablar,lointerrumpiópara canalla me las pagará todas juntas. Lo haré deportar... Ya verá usted
preguntarle si había perdido ya toda esperanza de recobrar el dinero que cómo lo hago echar del país. Tengo mis influencias con el ministro del
le robó Ramón, o si aún seguía haciendo alguna diligencia. Interior y el general Bas.
-Perdidos ... Perdidos -se lamentó el cura con lenguaje entriste- Al padre Rosales le llamaba la atención ese arrebato, encontrándolo
cido, alzando al tiempo que decía esto ambos brazos, que bailaban de exagerado y ridículo.
puros flacos dentro de las mangas del guardapolvos-. Y más que -Tal vez usted pueda conseguirlo, aunque no lo creo. Paredes,
perdidos, porque fueron tirados en una mesa de juego ... Es un desorien- Ramón y Arana son como tres hábiles peloteros que se pasan la pelota
tado. El triste resultado de la educación y la Universidad en un sin dejar que ésta nunca toque el suelo ... Estamos a menos de treinta
campesino ... Un fracaso total... kilómetros de la capital, y es como si estuviésemos a cientos de leguas,
El doctor Brítez, como universitario y partidario de una instrucción sin protección, en manos de esos tres bandoleros.
democrática y liberal, al alcance de todos, sintióse herido. Echó una rápida mirada a su alrededor. Desde que doña Angela
-No, en eso no estoy de acuerdo con usted.No porque Ramón haya había publicado el artículo desconfiaba de todos, y había tomado la
fracasado debe usted generalizar. La instrucción popular y la Universi- costumbre de mirar a su alrededor, porque se creía acechado y espiado.
dad han elevado el nivel cultural de este país. (Desde la escuela le habían -Con esta gentuza nada se consigue con la violencia. Aquí me tiene
metido este lugar común en la cabeza, y ahora a los sesenta años seguía a mí. Dígame usted: ¿qué he conseguido yo poniéndole la cara a doña
repitiéndolo sin haberse detenido a reflexionar una sola vez en él). Lo que Angela, llamándola babosa y vfüora y mirándola con gesto avinagrado?
usted dice de los campesinos es también otro error. Todos los grandes Me hubiese comportado con ella con hipocresía, le hubiese puesto buena
hombres que ha tenido y tiene este país han sido y son campesinos, cara a los chismes que me traía y la hubiese vivido más tranquilo. A veces
salidos del agro. Como Francia, la gran Francia democrática (siempre se me ocurre si no será su presencia y su persecución las que me han
que hablaba de Francia le agregaba este adjetivo sin saber por qué, como metido estas ganas bárbaras de marcharme a Arine. (Las persecuciones
aquello de la escuela popular y la Universidad), que también recoge sus y las difamaciones de doña Angela habían creado en él un sentimiento
cerebros más lúcidos, sus mentes más claras, del campo-agregó con voz de orfandad física y espiritual. De aquí tal vez la frecuencia con que
altisonante. pensaba en su infancia y en las ternuras de su madre muerta). He
"Siempre el mismo gallipavo" -pensó el cura. Un mes atrás no se querido reconciliarme, darle explicaciones, aunque no sé de qué .. ., pero
hubiese quedado tan callado y tranquilo como ahora al ver que nada. Es una mujer fuerte, muy fuerte ... Amí me parece que las mujeres
contrariaban su opinión. Pensó que en el Paraguay todos los que cuando llegan a viejas se vuelven espiritualmente más fuertes que los
aparecen como grandes hombres son grandes mediocridades, y que hombres. En una lucha muy larga, ellas al final triunfan ... He querido
entre el campesino francés y el de acá había diferencias enormes. Pero hacer las paces, pero es dura, terriblemente dura...
se calló. Su desgana y su laxitud física le llevaban a formarse el concepto -Me han dicho que vive aquí cerca, en lo de Salvado.
dequetodadiscusiónerainútilydequehablaryponerseadiscutir,sobre -Sí, a un paso de aquí. Cuando salgo doy la vuelta por el otro lado
asuntos sin importancia era perder el tiempo. (El alma, la mente, las para que no me vea. Puede estar en la galería y verme pasar ... Se diría
ideas del padre Rosales estaban sufriendo sin que él se diese cuenta la que tengo vergüenza de ella. Aquí vivo muy incómodo con su cercanía.
influencia profunda de su cuerpo en declinación. Nuestro comporta- A veces me parece que me está mirando a través de las paredes, o que
miento y nuestras ideas son productos de nuestro cuerpo. El tampoco se está escondida escuchando ... Me han contado que entre ella y Rosalba le
salvaba de esta ley fatal). llevan una guerra sin cuartel a la viuda. Es posible que esta pobre mujer,
-Yo no dejaré las cosas así -dijo el doctor Brítez con cólera sin querer, haya hecho que se olviden de mí por un tiempo. Han esparcido
volviendo al tema de Ramón-. Llevaré las cosas a sangre y fuego. No por todo el pueblo el cuento de que es una borracha y lujuriosa. -El
permitiré que ese sinvergüenza y desagradecido se burle de mí. Ese doctor Brítez se sonrojó y bajó la vista-. No digo que no le guste tomarse

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de vez en cuando alguna copita de licor después de las comidas. Todas se quedase a dormir en la galería. Le dominaba un vago temor. La
las mujeres cuando van entrando en años sienten cierta inclinación por oscuridad de la noche le llenaba de angustia como en su niñez. Desde ese
el alcohol. Pero de eso a ser borracha... , y además lo de lujuriosa. -El día Ciriaco, se quedó todas las noches. El padre Rosales tomó la
doctor Brítez tuvo un rápido parpadeo nervioso-. ¿De dónde sacarían costumbre de relatarle cada tarde, a la hora del ángelus, un evangelio,
eso? Eso está dirigido indirectamente contra mí por haberle dado la como si fuera un cuento maravilloso. El mismo estaba asombrado de la
presidencia de la comisión Pro Templo ... Yo no me explico, y eso que belleza que iba descubriendo en ellos a través de los ojos atentos de
cavilo, ese rencor de doña Angela contra mí. 1" Ciriaco. Este trajo otros muéhachos. Y hubo días que hasta diez chicos
El doctor Brítez, a medida que pasaba el tiempo iba perdiendo todo escucharon con rostro embelesado esos relatos extraordinarios en que
interés en seguir conversando con el cura. Lo miraba sin escuchar, con los ciegos veían, las tempestades se calmaban, los inválidos andaban y
la mente puesta en su próxima visita a doña Clara. Se le había borrado los muertos se levantaban de sus sepulturas. Los evangelios que más les
ya la primera y fuerte impresión que experimentó ante su figura gustaban y se hacían repetir a menudo eran aquellos en que Jesús
desfallecida, y lo miraba sin sorpresa, como si siempre hubiese sido así . camina sobre las aguas de un mar más grande que el lago Ypacaraí sin
de pálido y consumido. Echó una mirada a su reloj y se levantó de golpe ahogarse y aquel otro en que un tullido como Salvador (un lugareño seco,
diciendo que era tarde. Allí lo dejaba con sus pensamientos y su soledad. retorcido, paralítico, que vivía echado desde su nacimiento en un jergón),
-Pronto estaré de vuelta. Volveré pronto. -Y agregó como para se levanta de su catre y se pone a caminar como un sano.
consolarlo-: Que se mejore. Por las noches, en el lecho, después que se habían ido sus pequeños
"Que se mejore .. ., que se mejore -quedóse repitiendo el padre y fervorosos oyentes, se decía que nada hay más no ble y dulce que el alma
Rosales una vez que su visitante se hubo ido-. ¿Qué me habrá visto para de un niño. La mayor desgracia que pudo haberle sucedido al hombre es
decirme eso? ¿Me habrá visto cara de enfermo? ... Ese doctor Brítez ha crecer y perder su niñez. Necesitó llegar a viejo, y ver los ojos deslumbra-
sido siempre medio tonto y vano, pero en el fondo una buena persona, dos de Ciriaco, para penetrar en el profundo sentido de aquellas palabras
como son por lo general los tontos. Hoy me ha resultado más simpático de Cristo: "En verdad os digo, que quien no recibiere, como un niño, el
que otras veces. Ha sido muy amable en venir a saludarme". reino de Dios, no entrará en El". Y los ojos se llenaban de lágrimas
Pronto el párroco se olvidó del doctor Brítez, y púsose a pensar en recordando a Arine y su infancia lejana, tan lejana que parecía la del
sus gallinas, en sus cerdos y en la venta de aquella casa en que no en otro.
balde viviera veinte años seguidos. Aquella casa campesina, vieja e
incómoda, había cambiado su espíritu y su concepto sobre muchas cosas,
más tal vez de lo que él mismo podía imaginarse. No en vano se 5
contemplan durante veinte años, varias horas al día, a través de una
pobre ventana de rejas, el lento y quejoso trajinar de las carretas; no sin El doctor Brítez se dirigió a casa de la viuda de Salcedo con esa
consecuencias se ve pasar todos los.días, todos los meses, todos los años, lentitud y despreocupación que sus pasos tomaban en cuanto sus pies
invariablemente, las mismas campesinas y los mismos can1pesinos, que entraban en contacto con el césped de Areguá. Era un andar distinto al
van al mismo lugar y vuelven del mismo sitio, sin cambiar nunca de paso que tenía cuando caminaba por las calles de Asunción. Más descansado,
ni de camino; no en balde se mira horas enteras, como si fuese la única más tranquilo, de vacaciones podría decirse, como si sus pies se diesen
cosa interesante que existe en el mundo, el agitarse de la cola del cuenta de que ni pisaban la dureza de las aceras de la ciudad. El, que ya
Rubiano espantando el mosquerío de sus ancas. notara esto en otras ocasiones, lo atribuía a que en Areguá su espíritu
Aquel día de la visita del doctor Brítez, por primera vez en tantos sentíase libre de cuidados y preocupaciones, y a que se apoyaba en su
años, el padre Rosales sintió zozobra de dormir sin compañía, como si esa grueso bastón de ñ.andubay. Sin embargo, esa mañana debió forzosa-
visita le hubiese abierto los ojos ante su soledad. Le pidió a Ciriaco que mente pensar que esa andadura tenía otro motivo, porque sus pasos

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insensiblemente se acordaron al ritmo de los de sus días de veraneo a Clara podía también haber cambiado así y que ya no la reconocería. Ni
pesar de no llevar su garrote y de tener el ánimo absorbido por divers~s ella tampoco a él. Se mirarían como dos extraños. No parecía desagra-
preocupaciones. Pero éstas terminaron de golpe al advertir que en lugar darle la idea de que se viese obligado a tratarla como a una extraña. Se
de tomar hacia la derecha había seguido sin darse cuenta por la calle que le ocurrió que si doña Clara le fuese casi desconocida le sería más fácil
pasaba por lo de Salvado, y que estaba frente a la casa de éste. Recordó atreverse con ella a conquistarla. Era ese conocimiento de muchos años,
que allí se alojaba doña Angela. Sintió que se le crispaban las tripas y el esa antigua amistad de vecinos, la que lo embarazaba y estorbaba. No
corazón le pegó en el pecho con furioso latir. ¿Qué sucedería si doña había obstáculo más grande para conquistar a una mujer que un trato
Angelallegaba a verlo? Ala vez que le asaltaban ansias de salir corriendo anterior de mucho tiempo como amiga.
le pareció que caminaba más despacio, que casi no se movía, como si cada De repente se estremeció. Por un momento creyó que un campesino
vez le fuese más difícil adelantar los pies. No atinaba a poner los ojos que venía en sentido contrario al que él llevaba era Ramón. Lo había
inquietos en ningún sitio. Ya los levantaba, ya los bajaba. Y cuanto más confundido con Jhoché (el mismo que Adela encontraba parecido a su
se empeñaba en no mirar hacia el lado de la casa de Salvado hacia allí marido). Sintióse invadido por la alegría al pensar que dentro de pocas
se le escapaban. Le azoraba la idea de que doñaAngela le acechase desde horas tomaría el tren de vuelta a.Asunción, donde estaría lejos de Ramón
algún rincón, con sus ojillos agudos y movedizos de roedor, y que de y a cubierto de sus agravios. No estaba tranquilo cerca de éste. Pero su
repente le llamase, como aquella vez que se le apareció en la puerta de contento desapareció ante la posibilidad de que doña Clara se le
su casa cuando evitaba su encuentro. Nunca olvidaría la impresión que entregase. Esto le obligaría a quedarse hasta el día siguiente, contingen-
recibió entonces. Recordaba que su nombre pronunciado a sus espaldas cia ésta que lo entristecía. Se hubiera marchado sin visitarla. Tonta
lo sintió como una pedrada. Pormenores y minucias, en los que no reparó ocurrencia la suya de ir a verla. Se le vino a la mente el recuerdo de la
entonces, se le presentaban ahora a la memoria con extraña claridad: k
,.,,.,, manera provocativa que tenía la viuda de cruzar sus piernas, pero si este
aquellos tres tonos cambiantes de voz de doña Angela que se alternaban pensamiento no lo turbó como otras veces, logró lo que hasta allí no había
entre sí, siguiendo las variaciones de su humor; aquellas pequeñas flores conseguido y que fue traer desde el fondo de sus años de adolescente un
de trébol negro sobre el fondo gris de su bastón; aquellas manos estirando episodio olvidado, y con él una imagen y con ella sensaciones de aquella
nerviosamente las faldas hacia abajo; aquella palidez que iban tomando edad ... Fue a los pocos días de ponerse los primeros pantalones largos.
sus labios, y las profundas ojeras que se le marcaban a medida que subía Unos amigos, mayores que él, lo invitaron a recorrer unos quilombos que
su irritación. había en los alrededores del puerto ... ¿De dónde le venía de improviso
Al fin, después de cortos minutos, que le parecieron horas, llegó al este recuerdo olvidado? La primera vez que se le presentaba a la
cabo de la calle. Dobló hacia la derecha, tomando por una transversal, memoria desde aquel entonces. Le parecía ahora que era un recuerdo
que desembocaba en la principal. Y mientras no ganó esta calle, le que desde meses atrás, como un animal asustado, luchaba por abrirse
pareció que doña Angela, colocada detrás de la cerca de la casa de paso a través de espesas capas de olvido y años para salir a la superficie
Salvado, le ladraba a las espaldas como un perro furioso. de su espíritu. Recordaba vagamente una callejuela oscura y un zaguán
Bajó hacia la estación. Al pasar por delante del almacén de Teófilo, sucio y alumbrado por una débil luz colorada. Era muy posible que
vio a uno de los hijos de éste, y desde la acera de enfrente, sin cruzar la confundiese esa callejuela con otra que conoció en Rio de J aneiro o que
calle, le preguntó a voz en cuello, en guaraní, si le había avisado a doña vio en una película cinematográfica. La dueña del lupanar era una
Clara de su visita. El chico le respondió afirmativamente también a francesa rubia, muy pintada, con grandes ojos azules, de anchas ojeras
gritos. Y el doctor Brítez siguió sti camino, pensando en la viuda de violáceas, de carnes gordas y oliendo a cosméticos y esencias. Aunque él
Salcedo. No había visita que más ansiase hacer y que a la vez más le era un muchacho y la mujer aquella le imponía respeto por su edad y lo
hubiera gustado evitar. E impensadamente se le presentó a la imagina- majestuoso de sus pechos, el alcohol lo volvió osado. Se acercó, pues, a la
ción la figura enflaquecida y apagada del padre Rosales. Pensó que doña franchuta aquella y buscó de acariciarla y besarla. Lisette no brinda sus

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exuberantes encantos otoñales sino a unos pocos privilegiados, los que Este le devolvió otro doctor Brítez, que lo desilusionó. Se imaginaba más
pagaban un buen precio por la vaga sensación que tenían de los placeres apuesto y menos avejentado. Sentíase un poco ridículo e incómodo en
yvicios de París, de Francia, a través de aquellas carnes importadas. Un medio de todos esos objetos a los que lós muchos años habían vilelto feos
poco por deseo y otro poco por seguirle el juego, aceptó que Brítez se y extravagantes igual que a los seres humanos.
sentara sobre sus rodillas y pasándole el brazo alrededor del cuello, lo Echó una mirada sobre doña Clara, y volvió a pensar en Lisette, en
besó en la boca. No pasó de unos besuqueos y ligeras caricias. Pero el aquella Lisette que tenía una voz áspera y hablaba arrastrando las
joven Brítez, que no conocía sino el amor de alguna criada, tardaría 1. erres. ¡Qué vieja sería ahora! ¡Habría muerto ya! ¡Tantos años transcu-
mucho tiempo en olvidar esas caricias ... Y de pronto, impensadamente, rridos!
el actual Brítez encontraba una semejanza asombrosa entre aquella -Parece que usted está pensando en otra cosa -lo despertó la
Lisette del lupanar y la oxigenada viuda de Salcedo. El parecido no era viuda.
tan grande; había diferencias, pero el tiempo transcurrido había borrado -¡Al1, sí! -respondió distraídamente.
para el doctor Brítez esas diferencias, el cual amoldaba la imagen mal ''Tenía otra voz aquella francesa ... -pensó-. Una voz ronca ...
recordada del pasado a la imagen bien conocida del presente. Pero este tornada por el vicio".
descubrimiento, en lugar de enconar sus deseos hacia doña Clara -He recibido un disgusto terrible de Ramón -agregó.
produjo en él un apaciguamiento y como repentina desilusión. Pareciera -Es un perfecto sinvergüenza -afirmó doña Clara.
que desde ese instante volviese a soñar y desear a Lisette, y que esta -Sí, un canalla.
añoranza alejase a doña Clara de su ánimo. Era como si la mujer del "Era una voz distinta a la de la viuda. Una voz que habían ido
recuerdo y la juventud hubiese venido a reemplazar a la mujer de la curtiendo el aguardiente, la impudicia y las palabras procaces ... Hubiese
realidad y de la vejez. Le sucedía algo asícomo al enamorado que después jurado ahora que lo que más le atrajo de Lisette fue su voz ... Había tanto
de muchos años vuelve a encontrarse con su primer amor, el cual le hace vicio en esa voz; tanta lascivia... ".
olvidar instantáneamente el más reciente ... El doctor Brítez fue dismi- -Un canalla, un perfecto canalla-repitió doña Clara-. Pero aquí
nuyendo su andar, como si temiese que el movimiento rápido del en el pueblo manda tanto corno el juez de Paz y Arana. Anda todo el día
caminar disipase aquella evocación, que venía de tan lejos. Pensaba en con ellos. No sé si usted sabe que ahora es el abogado de mi hermana. Y
la rubia Lisette, con la cara estucada de albayalde, sentada en medio del Dios me perdone, pero juraría que fue él el que aconsejó a Angela que me
patio de aquella casa de sórdido aspecto, que estaba en una callejuela que dejase ... Yo jamás hubiese creído que Angela fuera capaz de hacer eso.
no podía ubicar con precisión. Un escándalo. El apellido Gutiérrez por el suelo ... Yo la necesito. Vivir
Al llegar a la· casa de doña Clara detúvose un rato. Se quitó el sola en esta casa. De noche me muero de miedo. Es Fleitas el que le ha
sombrero y se pasó el pañuelo por la frente sudorosa. Llamó golpeando metido esa idea en la cabeza.
las manos. Esperó poco. Doña Clara apareció en la terraza. Tan rápida "Lisette tenía más gracia. Cuando hablaba entornaba los párpados
fue su aparición, que parecía lo estuviese aguardando detrás de la y la boca se le fruncía en un gesto lleno de desvergüenza y picardía ... No
puerta. Vestía uno de sus amplios y transparentes peinadores, a través , se parecen tanto".
del cual se veía la seda de la enagua. Con una sonrisa, le tendió una de -La hago dormir a Pilar en el dormitorio de Angela para tenerla
sus manos regordetas. El doctor Brítez se la estrechó y retiró la suya más cerca. Pero yo me encierro con llave en mi dormitorio ... Duermo
impregnada de perfume, como si la hubiese sumergido en agua perfuma" agitada. A cada momento me despierto. Cualquier ruido que oigo me
da. La viuda muy contenta de verlo. imagino que es alguien que va a forzar la puerta.
-¡Qué felicidad de tenerlo tan pronto por aquí!. .. Pase. -Pero éste es un lugar tranquilo -observó el doctor Brítez, que
Lo hizo pasar a ese bazar de antigüedades que era la sala. El doctor tenía una manera de hablar y de conducirse diferentes a las que había
Brítez se lanzó una rápida mirada de soslayo en el ancho y dorado espejo. tenido en sus otras visitas.

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-Sí, yo pienso eso. Pero no puedo quitarme la idea de que van a -Un día de éstos Ceferino se quedará sin carreta -continuó,
forzar la puerta... Aunque Angela es mala, es mi hermana y yo la desviándose del tema principal de la conversación-. Se pasa el día
necesito. Recién ahora, con su ida, me he dado cuenta del vacío que ha bebiendo. Le debe mucho al almacenero Joaquín, el cual en cualquier
dejado. momento le va a sacar la carreta con los bueyes y todo por deudas de
Seguidamente refirió que le había escrito varias cartas, en las que caña ... La mujer y sus seis hijas están en la miseria. No sé qué va a ser
le pedía que volviera, y que no le contestó ninguna; pero que al final, de los pobres.
mandó a Rosalba para sondearla, la que se comportó en forma imperti- "Si doña Clara se transformase de pronto en Lisette: Si ambos
nente y ofensiva. estuviésemos aquí como aquella noche, sentado yo sobre sus rodillas".
-Se habrá creído que porque soy pobre puede pisotearme. Todo -Yo creo, doña Clara -volvía a tratarla de doña, como antes, en
culpa de Angela. Eso es lo que me da rabia. Sólo a ella se le puede ocurrir el tiempo en que podía mirarla sin desasosiego-, que usted debe romper
meter a esa alcahueta de Rosalba en nuestros asuntos íntimos, como si definitivamente con su hermana-y luego buscó motivos para atenuar
fuera de la familia. la crudeza de su consejo-. Es una mala hermana; sólo paga con
"¿Por dónde estaba la callejuela en que se encontraba el quilombo ingratitudes sus favores y bondades. Comprendo que una separación
de madame Lisette? ... Era una calle que continuaba la de Estrella definitiva será un golpe terrible para su noble corazón. Pero usted
transponiendo la calle Colón. En las cercanías de una fábrica de cerveza. también debe cuidar su tranquilidad y su salud.
Cuando volviese a Asunción iría por esos lugares a ver si reconocía El doctor Brítez estaba interesado en la separación de ambas
aquella casa". hermanas, pues doña Angela podía descubrir su negocio de los terrenos,
-Y creo que es Rosalba la que se interpone entre nosotras- uno de los cuales había vendido enseguida de sus llegada a Asunción, sin
proseguía doña Clara, sin notar la distracción de su visitante-. Angela loteado. Con ese dinero canceló la hipoteca de su casa, pagó otras deudas
tampoco puede seguir viviendo así, en una casa extraña, como recogida apremiantes, le compró vestidos y varias cosas a sus hijas y a su mujer,
por caridad. Así se lo dije en una carta. Todo este escándalo es una y él se mandó hacer tres trajes en la mejor sastrería.
mancha para el nombre de los Gutiérrez ... No sé qué hacer. -Ella siempre me ha tenido antipatía -comentó doña Clara con
-Yo no creo en esa influencia de Rosalba sobre su hermana - gesto frívolo e indiferente, como si hablase del tiempo que hacía-. Pero
respondió el doctor Brítez, que había vuelto a prestarle atención- Doña desde que el padre Rosales me nombró presidenta vitalicia de la
Angela no pide consejo a nadie. Lo que busca con este escándalo y esta comisión Pro Templo, me ha tomado verdadero odio. Es por eso también
separación es hacerla rabiar y obligarla a que le dé su parte en la que Rosalba no me puede ver ... No quiero pasar por chismosa ... Pero me
herencia. 'Seguramente que en esto está la mano de Ramón, como usted · han contado que Rosalba tuvo un hijo de su primer novio, y que su
dice. Ese sinvergüenza se la va a tragar viva. hermana casada, que está en Encanlación, lo hace pasar por hijo suyo ...
Doña Clara le respondió que la misma sospecha tenía ella. En sus ¿Usted cree eso, doctor?
cartas había puesto a su hermana sobre aviso. Lo que encontraba "Lisette vestía aquella noche un traje de baile de lamé plateado y
inexplicable y absurdo era esa súbita decisión de Angela de marcharse sandalias doradas. (Cada vez la iba recordando mejor). Era una mujer
de repente después de vivir toda la vidajuntas, sin separarse nunca. ¿Por superior. Estaba elegantísima. Mucho más hermosa y bien puesta que
qué no lo había hecho antes? la brasileña aquella que conoció una noche de parranda con el ministro
Tan luego dio la casualidad que los días anteriores a su ida fueron de Ecuador en Rio de Janeiro, y con la que se había enredado durante
los más bonancibles y cordiales en su larga vida en común. Una mañana varios meses ... Las piernas de Lisette eran como las de Clara, pero de una
apareció en la puerta la carreta de Ceferino y entre éste y su hermana blancura distinta y más sensua.l". (Ahora, pensaba que no fue la voz, sino
empezaron a carga los muebles. Se cuidó de contarle que cuando Angela aquellas carnes blancas y provocativas las que despertaron sus deseos).
ordenó a Pilar que la ayudase, ella se opuso. Rosalba, la muy hipócrita -Rosalba tiene un gesto de depravada en la boca que me hace creer
y metida, se quedó junto a la carreta, sin animarse a entrar. que sea cierto eso que se dice. ¿Usted no lo ha notado, doctor? (Ya no le

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chocaba al doctor Brítez como una prueba de indiferencia, el tratamiento asustado. Era terrible. El también corría peligro de ser envuelto en esa
frío y poco familiar). Después, esa gran diferencia de edad que hay entre guerra cotidiana y que no daba cuartel. Asu parecer, doña Clara no tenía
ella y Salvado. Sólo una depravada puede amar a un hombre que le lleva otro camino que abandonar Areguá. Escapar. Terminaría por caer
veinticinco años o más. Eso es una verdadera degeneración... Estoy enferma como el padre Rosales. No podría resistir esa persecución. Si el
segura que Angela no vuelve a mi lado por culpa de Rosalba. No quiere padre Rosales, con toda su robustez, con todo su ímpetu, con su voz de
que se vaya de su casa, pero no porque la quiere, sino para llevarme la trueno, no aguantó, menos podría soportar ella. Debía irse del pueblo
contra ... Me escriben entre las dos unos anónimos asquerosos, repug- cuanto antes.
nantes, bajos ... Voy a enseñarle algunos para que vea lo que son mi -¡Pobre padre Rosa].es! -apiadóse doña Clara.
hermana y su amiga. -Acabo de verlo. Lo encontré muy animado -replicó el doctor
Se levantó. Las aletas de la nariz del doctor Brítez se estremecieron Brítez que, preocupado por lo que acababa de leer, dijo eso como hubiese
esta vez para aspirar, a través de la fragancia que despedía la viuda, el podido decir cualquier otra cosa.
recuerdo del perfume de Lisette. Pero no lo conseguía. Tenía aquel -¡Si se está muriendo!
perfume "en la punta de la nariz", pero se le escapaba. Y doña Clara le contó que desde que su hermana se había ido a
Volvió doña Clara trayendo varias cartas en la mano. Se calzó los alojar en casa de Salcedo no se atrevía a visitar al cura. Estuvo una sola
lentes y se puso a hojearlas. Apartó algunas y el resto se las pasó al doctor vez; pero al día siguiente recibió un anónimo en que se le decía que todo
Brítez. el pueblo murmuraba y pensaba mal de que una viuda coqueta visitase
-Estas son tan inmundas -dijo, mostrándole las que conservaba a un cura que vivía solo, y aunque viejo, todavía fuerte. Insinuaba
en la mano-, que no me atrevo a mostrárselas. Eran aquellas en que se además que si continuaban esas visitas, la Curia podría enterarse y
hablaba de sus "copitas de anís" y de "sus borracheras". tomar cartas en el asunto. Era una amenaza velada, tal vez la denuncia
o la publicación en un diario.
El doctor Brítez sumergióse en la lectura de esas cartas con fruición.
-Nofuimásaverloalpobrepadre.Nisiquierameanimoamaridar
Leía despacio, tan lentamente, que parecía estar deletreándolas. Las
a Pilar para que pregunte por él. Tiemblo, doctor, al pensar en que hagan
frases más groseras y procaces las leía dos y tres veces, para que se le
una publicación. Para mí sería la mancha, el escándalo, y el pobre padre
grabasen en la memoria. Lo que se iba a reír Elisa cuando se las repitiese.
se moriría más pronto ... Y yo ... ¿Cómo quedaría yo? ¿Cómo quedaría?
Una decía: "Clara: Vos sos una hipócrita y libidinosa. Con tus
-Es terrible, es terrible -no hacía más que repetir el doctor Brítez
coqueteos y moviendo tu enorme popa, has conseguido que el viejo
pensando en él.
charlatán del padre Rosales te nombre presidenta de la Comisión Pro ·
Doña Clara sospechaba que la mayoría de los anónimos eran
Templo. Pero a Dios que lo ve todo no se le engaña ni se alcanzan sus inspirados por Rosalba, porque las suciedades y las maldades que
gracias moviendo la popa". Otra: "¡Pobre Cirilol Si resucitase y fuera al contenían no eran de aquellas que acostumbraba escribir su hermana,
fondo de la casa se haría rico vendiendo botellas vacías". Otra: "Clara aunque la escritura alterada parecía ser de ella.
Gutiérrez, viuda de Cirilo Salcedo, sos viuda por tu culpa. Vos querés -Angela tiene una forma más elevada de escribir anónimos. Sabe
hacerle creer a tu pobre y buena Angela que ya no tienes más alhajas herir y tocar el amor propio sin insultar ni decir bajezas. Basta leer
para no dar le lo que es de ella. Eso es un pecado mortal. Las ladronas van cualquier de esos anónimos para darse cuenta que Rosalba es una
a la cárcel y después, cuando se mueren, al infierno". Una estaba fechada cualquiera; una mujer sin educación ni cultura. En los anónimos de mi
en Areguá, y decía en una parte: "Has buscado como abogado a un hermana, se reconoce enseguida la cuna y la educación ... No crea, doctor,
sinvergüenza como el doctor Brítez. Con razón se dice que Dios los cría que es fácil escribir anónimos como los de Angela. Tiene un don especial.
y el diablo los junta''. Al leer esto, las manos del doctor Brítez temblaron. No sólo esa facilidad para cambiar de letra, sino ese tacto para tocar lo
Levantó los ojos del papel con expresión temerosa. Sintió miedo. Se le más personal de cada uno y no decir porquerías, y pavadas como
notaba. ¿Se sabría la venta de la manzana de terreno? Alzó ambos brazos Rosalba... Es ... ¿Cómo podría decirle? ... resumida, de pocas palabras.

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-Sí, breve, concisa -la ayudó el doctor Brítez-. Usted sabe, lo Con el cheque de Teófilo por cien mil pesos en el bolsillo, y con el
bueno breve, dos veces bueno. pensamiento de Lisette en la cabeza, tomó el tren de la una para
-Para escribir anónimos, Angela es superior a cualquiera. Yo no Asunción, convencido de que dejabaAreguá para siempre; de que nunca
he encontrado nadie que se le parezca. más volvería a poner los pies en ese pueblo, al que 'jamás tragó".
"Lisette tenía ese encanto y gracia de las cocottes de rango. En vez, "Lisette tenía un pequeño lunar sobre el labio superior. Quizá fuese
esta Clara es una provinciana sosa, sin gracia. Son como dos hermanas; postizo". Era otro detalle que ahora recordaba. Pero lo que no podía
pero como si una hubiese sido criada en París y la otra en una ciudad revivir era el olor de su perfume. Olfateaba el aire como un perro de caza,
provinciana como Asunción. Areguá ha terminado con lo poco de ciudad y terminaba siempre por quedarse con la sensación de que aquel olor
que tenía, y se ha convertido en una coyguá del todo". estaba muy cerca, casi al borde de su nariz ... Y cada vez que vinculaba
Por primera vez, el doctor Brítez la encontraba insulsa y sin el recuerdo de Lisette con el cheque por cien mil pesos que guardaba en
elegancia. Usaba unos vestidos antiguos; unos peinados extravagantes el bolsillo, llenábase de un alegre y desbordante optimismo, y sentíase
y ridículos. La veía vieja, con patas de gallo, y la piel del cuello floja y con como si tuviese veinte años.
arrugas. Era difícil decir si esta desencantada impresión que el doctor
Brítez recibía de la viuda de Salcedo era producida por su timidez, o por
el recuerdo de Lisette, traído inconscientemente para dar una razón a su 6
timidez.
Decidió terminar la visita; pero creyó conveniente, para no desper- El padre Rosales murió diez días después de la visita del doctor
tar sospechas con su silencio, decir a la viuda algunas palabras sobre la Brítez. Murió un miércoles por la noche. Por la tarde les estuvo contando
venta de las tierras. a Ciriaco y a los otros chicuelos -y él mismo se escuchaba, como si lo
-Sabe, doña Clara, que espero poder pasarle dentro de una oyera por primera vez- el evangelio de las bodas de Caná y cómo Jesús
semana más o menos un informe detallado de la marcha de nuestro con sólo tocar con sus manos maravillosas los cambuchí (66), había
negocio. Ahora he hecho un viaje tan apurado, que no he tenido tiempo convertido el agua en vino.
de traerle nada. En cuanto me enteré de la canallada de Ramón, me vine. Por la mañana, Gregoria, que había ido para limpiar y asear la casa,
-No hay apuro -dijo doña Clara, como si el dinero le sobrase-. al ver que no se levantaba, golpeó varias veces con loa mano en la puerta
Cuando usted quiera. del dormitorio, llamando en voz alta. Y luego, ya asustada por el silencio
Este modo de ser de la viuda despertaba la curiosidad y la admira- del cura, le gritó a Cristo, que andaba por el fondo del patio con el
ción del doctor Brítez, y le llevaban a pensar que debía guardar dinero Rubiano:
en casa. No podía encontrar otra explicación a ese desprendimiento o -Chiró, eyú pyaéjha eiké mi cheve co pa-í coty-pe (67).
despreocupación. No advertía que doña Clara era de natural simple y Ciriaco vino y entreabrió la puerta con cierta precaución, como para
frívolo, careciendo de sentido práctico, defectos que empeoraban con su no despertarlo, miró dentro y la volvió a cerrar despacio, diciendo que el
vicio, que había terminado por reducir su vida y sus deseos a tener cura dormía.
siempre anís y libros pornográficos con qué alimentar su imaginación y -Pa'í okéjhina (68).
sus orgías solitarias. Pero Gregoria no quedó tranquila, y al poco rato, venciendo sus
El doctor Brítez se despidió de doña Clara con una tranquilidad escrúpulos, entreabrió la puerta y echó una mirada dentro. Enseguida,
como de largo atrás no la había experimentado en sus despedidas de ésta. retiró la cabeza, gritando:
Ya camino de casa de Teófilo ni una sola vez volvió la cabeza hacia atrás
para mirar a la viuda, que permaneció largo rato de pie en la terraza (6G) Cántaro o tinaja.
(67) Ciriaco, ven enseguida y entra (un poco) en la pieza del cura.
como sobre un desembarcadero. (68) El padre está durmiendo.

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-Pa'í amanó (69). sentimiento de seguridad, de tranquilidad, como nunca lo sintiera hasta
La noticia de la muerte del cura párroco se difunde por Areguá y sus entonces dentro de la iglesia. Movíase con libertad, como si estuviese en
compañías Caacupé-mí, Cocuéguazú, Valle Pucú, Yuquyty, hasta su casa, con la sensación de que la iglesia era ahora Un. poco suya y que
Capiatá, como un incendio que corriese por sus bosques. Era una ya nadie le quitaría ese derecho, que lo había conquistado con su
mañana de fines de abril, fresca y transparente, como el fondo de un religiosidad y sufriendo muchas humillaciones y penas.
arroyo. Había llovido dos días antes y los pastos y árboles retoñaban con Arrodillóse frente al altar mayor, y rezó otra vez por el alma de ese
verdor tierno y húmedo. Era uno de esos días que hacía que el padre mal sacerdote, que nunca más podría estar delante de ese altar, ni
Rosales exclamase: "¡Caray!, este césped se parece tanto al de Arine, que profanarlo dándole las espaldas de repente, en mitad de la misa, para
creo que quiere burlarse de mí, como les pasa, en el desierto, con los oasis amonestar a gritos a los fieles. Rezaba casi con la seguridad de que perdía
imaginarios, a los camelleros sedientos". Pero nadie en Areguá estaba en el tiempo. Era muy difícil que el párroco Rosales se salvase. "Tal vez Dios
el secreto de esa relación misteriosa y honda que se establecía, ciertos ni le haya concedido la gracia del purgatorio -pensaba-. Esa muerte
días después de una 11 uvia, y sobre todo en los días muy fríos de invierno, repentina, a altas horas de la noche, solo, seguramente que Dios se la
entre el césped de Areguá y la morriña del padre Rosales. A pesar de ser mandó para que no tuviese tiempo de confesarse". Era raro que un buen
hablador y sincero sufría de una fuerte timidez y era muy reservado para sacerdote muriera de repente. Dios les mandaba una larga agonía o una
confiar a otros sus nostalgias. enfermedad llena de sufrimientos, para que hiciesen méritos. El padre
Al volver Salvado a casa, después de comprobar la muerte del cura Rosales ni se dio cuenta de que se moria. Los pocos sacerdotes que
y extender el certificado de fallecimiento, les dio la noticia a su mujer y mueren de improviso están en gracia de Dios. En: cambio, el padre
a dofia Angela, que estaban mateando en la galeria. Rosales no se confesaba desde hacía dos meses, por lo menos, en que hubo
Doña Angela se quedó mirándolo con mirada entre sorprendida e comunión general por la festividad de la patrona del pueblo, y que con
incrédula. De pronto, el mate, que tenía en la mano, se le cayó al suelo. tal motivo vinieron dos sacerdotes de Asunción. "Sin embargo, hasta
-Pero ... ¿está usted seguro?-balbuceó. hace pocos días celebraba misa y debió estar en gracia de Dios",
Salvado encogióse de hombros con gesto de impaciencia, y entró en reflexionó. Recordó varios actos del cura en que, a su entender, había
las habitaciones sin responder. pecado. Quedó muy confusa con la idea de que "el pobre padre Rosales"
Enseguida, doñaAngelarecobróse de su sorpresa, y la impresión de fue sorprendido por la muerte en pecado, y sin tiempo seguramente para
asombro y confusión fue sustituida por un febril y nervioso desasosiego. arrepentirse. Poco tiempo pudo reconcentrarse en sus oraciones. Le
Dejó el mate y se levantó. No podía estar sentada. distrajeron distintos recuerdos del cura, que la iglesia despertaba en
Fue a su pieza, cerró la puerta y se arrodilló frente a la imagen de ella. Pensó en aquel domingo en que se le cayó la sombrilla al suelo
la Virgen, que tenía sobre la cómoda. Rezó por el alma del pobre y pecador durante la misa, y en que el párroco se volvió de espaldas al altar para
padre Rosales. imponer silencio con su vozarrón. ¡Qué voz! Retumbaba en la iglesia
Después que hubo rezado, s.e echó el velo sobre la cabeza y se como un órgano. Sus oídos fueron llenándose del recuerdo de esa voz.
encaminó ala iglesia. Al entrar en ésta y dar los primeros pasos detúvose Dentro del confesionario sonaba apagada y densa. Cuando callaba, se oía
embarazada como si el padre Rosales fuera a salir y a hablarle con su voz su jadeo, y a través de la rejilla pasaba su aliento caliente. Su corpachón
tonante. Toda esa ruinosa iglesia estaba colmada de su presencia. se removía inquieto, como preso en la estrechez del confesionario.
Pareciera que con la muerte del padre Rosales hubiese aumentado su Nunca le preguntaba nada; no hurgaba; ella siempre estaba a la
ruina y abandono. Pero pasados esos segundos de turbación, doña espera de las preguntas curiosas, para las cuales tenía a flor de labios la
Angela siguió adelante por la nave principal, penetrada de pronto de un respuesta. Pero el padre Rosales usaba un lenguaje seco y áspero, y
despachaba pronto y sin miramientos, a las confesantes. En cambio, i qué
(69) El padre se murió.
distinto era con los hombres! Parecía encontrar placer en retenerlos

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.

largo tiempo junto al confesionario, y los largaba exhaustos y con el alma


vacía... Su puño enorme y velludo subía y bajaba como una maza cuando
sermoneaba desde el púlpito. Doña Angela, reéordó que una vez lo
abandonó intempestivamente, rojo de furia, suspendiendo su predica-
ción, porque se le ocurrió que los fieles no le escuchaban con recogimiento.
'
.
gente. N adíe notaría su presencia en la oscuridad de la iglesia, alumbra-
da apenas por los seis cirios que rodeaban el ataúd. Quería saber "cómo
estaba el cura en el cajón".
Cuando volvió Rosalba de su visita, no se había despojado aún de
la gasa, y ya estaba doña Angela encima, comiéndola a preguntas. Si
Cuando doña Angela salió de la iglesia sólo dos pensamientos parecía más flaco, si estabamuypálido, si estaba afeitado, cómo tenía las
ocupaban su mente: si con la muerte del cura quedaba disuelta la manos. Y no se cansaba de preguntar.
comisión Pro Templo, y si velarían el cadáver en la iglesia. -Está igualito a cuando vivía. Un poco más pálido y nada más. -
Al enterarse a media mañana que se lo velaría en la iglesia, como Pero esa su boca grande de pacú (70) debe parecer más grande-observó
se hizo con su antecesor, el párroco Reinaldo, criticó y halló muy mal esta doña Angela.
decisión tomada por unos cuantos feligreses que fueron sus amigos y Rosalba le echó una mirada entre sorprendida y curiosa. Encontra-
protegidos. Dijo que era un escarnio para la mayoría de la parroquia y ba raro este interés por conocer un detalle tan trivial. DoñaAngelaquedó
una afrenta a Dios colocar su cadáver en ese templo que tuvo siempre en insatisfecha con las respuestas de Rosalba. E insistía en que aquella
la más completa suciedad y abandono y que cuando se le hacía notar eso, boca tan grande, que a ella la asustaba tanto cuando se abría para lanzar
replicaba con toda desvergüenza que el hijo de Dios había nacido en un el trueno de su voz, debía parecer mucho más grande.
establo y en medio de la pobreza. Ramón y otros amigos fueron hasta la iglesia. Pero aquél no quiso
-Puede que desde el ataúd, con la cara hacia arriba, vea desde el entrar. Permaneció fuera, en el atrio, conversando con Paredes, Villar,
otro mundo las goteras del techo, y esas vigas podridas, que nunca parece Quiñónez y otras personas. Era una noche húmeda. Las estrellas
que las vio cuando vivía. ¡Como castigo no está mal! -repetía doña brillaban lejanas, en un cielo alto.
Angela por todo el pueblo. ''El padre Rosales ya no está entre nosotros; está y no está a la vez en
Doña Angela animaba a Rosalba para que fuera al velatorio.
Areguá"; pensaba Ramón a cada instante. Su cuerpo aún estaba allí, a dos
Rosalba se negaba. Creía que su presencia podría interpretarse como
pasos de él, pero era como si ya no estuviese. ''Todo y nada nos separa a la
que perdonaba el poco aprecio y la falta de consideración con que "ese
vez", se decía. "Su cuerpo y el mío están aún en la Tierra, en Areguá,
gringo" trató a la parroquia y a los paraguayos.
separados por una distancia de pocos metros, y, sin embargo, estamos
-Un gallego charlatán y deslenguado que se va por fin, ¿por qué
separados definitivamente y para siempre. Irremisiblemente separados
voy a ir a verle? Paredes me dijo que hablaba mal del Paraguay y que
decía que somos un país de indios, en que no debían venir párrocos sino y por toda la eternidad". Ramón lanzó una larga mirada en su rededor.
misioneros. Ni siquiera merece que lo entierren en un cementerio Todo igual; nada había cambiado; todo como antes. La loma oscura, las
paraguayo. casas de la acera, quietas y silenciosas, igual a otras noches, como si no
Doña Angela apenas podía resistir a la tentación que sentía de hubiese acaecido esa cosa definitiva y terrible que era la muerte del padre
cubrirse con el velo, y sin decírselo a nadie, ni siquiera a Rosalba, Rosales. Las casas, las estrellas, la noche, toda la naturaleza asistían
acercarse por la noche al cajón para contemplar despacio, tranquilamen- impasibles, con la misma indiferencia con que el árbol contempla la hoja
te esa carota ruda y sombreada permanentemente por una barba que se separa de él para siempre, a ese hecho tan tremendo que es la
rebelde a la navaja, que jamás se atrevió a mirar de frente. Mirarlo bien muerte para toda la eternidad de un ser que ha tenido vida.
a la cara, sin miedo a su vozarrón y a sus vehemencias. ¡Nunca pudo Un rato después, Ramón bajó de la loma con algunos de los del
mirar a los ojos del padre Rosales! ¡Y ahora ya estaban cerrados para grupo. Al pasar por un bolicho (71) entraron a beber. Bebieron de pie,
siempre!
Tras mucho insistir consiguió convencer a Rosalba que se hiciera (70) Una clase de pez.
una escapada hasta la iglesia en el momento en que hubiese menos (71) Boliche.

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junto al mostrador, y todos del mismo vaso. Ramón se marchó enseguida calle. (La mayoría de las casas de Areguáno tienen llamador. El visitante
mientras el resto de la pandilla se quedó bebiendo y hablando de la se anuncia golpeando las manos o si es de confianza de la casa, llamando
muerte del padre Rosales. en voz alta desde la entrada). Malhumorado y somnoliento, sin moverse
"Mañana todo continuará como todos los días y como si nada del catre, le gritó a Paulina que fuese a atender la puerta. Pero como
hubiese ocurrido", decíase Ramón con angustia. "¿Cómo había que Paulina no acudía y seguían llamando cada vez con más prisa, se levantó
morirse para que la muerte de uno la sintiese la Tierra hasta lo hondo, y salió a la galería. Por un momento creyó que sus ojos le engañaban al
para que el mundo se estremeciese hasta las entrañas por ese suceso tan ver a Espinoza, a Willy Espinoza, que abría el portoncito de entrada y
grande y enorme como era la muerte de un ser humano? Nada era tan cruzaba el jardín. No había vuelto a estar con él desde aquella noche que
misterioso y terrible como eso, y, sin embargo, todos y todo permanecían durmió en su casa. Pero a menudo lo había recordado con rabia, con
indiferentes como si fuese algo muy sencillo y natural... Moría un amargura, sobre todo en sus momentos de desaliento y decaimiento
hombre y los otros hombres seguían muy tranquilos, como si nada espiritual, cuando se decía que todos sus infortunios actuales venían de
hubiera pasado. Y sin embargo se había producido algo espantoso, su rompimiento con don Félix, y no sabía a quién cargar con la culpa de
misterioso y absurdo". ese rompimiento. "Ese canalla me denunció", solía quejarse con irrita-
Durante todo el trayecto a su casa, Ramón no hizo más que cavilar ción, pensando que como consecuencia de ello, Adela lo había dejado.
en la muerte del cura, y una vez en casa, en lugar de irse a acostar, -¿Qué quiere usted? -le preguntó con rudeza desde la galería,
sentóse en la galería con un vaso de caña en la mano, los pies apoyados como si fuese un desconocido.
en la balaustrada y los ojos fijos en la noche que se extendía ante él. Espinoza, que no estaba preparado para semejante recibimiento,·
"¿Por qué cuando se muere alguien es como si nadie se muriese? vaciló, y por unos segundos no supo qué responder, pese a su natural
¿Por qué cuando alguien se muere todo sigue igual? ¿Por qué uno se desenvoltura y despejo. Pero enseguida se sobrepuso, y preguntó son-
muere tan solo?", se preguntaba. Y cuando alzó el brazo y acercó el vaso riendo con cierto embarazo:
de caña a los labios, se extrañó de poder realizar ese movimiento con -Pero, Ramón, ¿qué manera de recibirme? Vengo a saludarte y me
tanta facilidad, y que de repente, un segundo después, le pudiera recibís como si no fuese tu amigo.
sobrevenir la muerte y no lo pudiera hacer nunca más. -Yo no soy su amigo. Usted es un miserable-le gritó Ramón, que
Había bebido la mitad del vaso cuando creyó oír la voz del padre jamás en otro sitio fuera de Areguá se hubiese atrevido a insultarlo tan
Rosales, que le susurraba al oído: "Yo ya he pasado ... Yo ya he pasado lo groseramente. Es que en Areguá, Ramón sentíase inconscientemente
más dificil, pero tú aún no; a ti te queda lo peor aún. Y pasar de la vida · como protegido por el ambiente, y volvíase altanero y agresivo.
a la muerte es algo horrible, inconmensurable, que hay que sentirlo para -¿Por qué me tratas así? -preguntó Espinoza, simulando humil-
saberlo. Ese minuto vale todo un infinito ... Todos cuando llega ese dad, y resuelto a ablandarle aunque el otro le escupiese en la cara.
instante terrible, ya tienen muerto de espanto el corazón... ". Estaba al pie de los seis escalones que llevaban a la galería. Dos
Poco a poco la borrachera lo fue arrastrando a un sueño pesado e sentimientos convivían en ese instante en su ánimo: una suerte de
inerte de piedra. También él parecía muerto. Ya no había en aquel superioridad sobre Ramón, que se hacía más firme y segura cuanto más
momento diferencia entre él y el padre Rosales. éste lo afrentaba y el terco propósito de aplacarlo. Espinoza era una
persona que cuando recibía una ofensa, si no reaccionaba enseguida no
había agravio que no siguiese sufriendo impasible. Sólo mucho más
7 tarde -a veces semanas- se indignaba y encolerizaba de pronto al
recordar el insulto. Le animaba también a seguir insistiendo el hecho de
Un sábado, hacia las tres de la tarde, Ramón, que estaba echando que como él permanecía sereno, veía el enojo de Ramón como algo
la siesta, fue despertado por unas palmadas que daban en la puerta de absurdo, extravagante y que no había que tomar en serio.

252 253
-Cree usted -le dijo Ramón-, que no sé que fue usted el que le Ramón cedió a medias. Sin perder el gesto hosco sentóse en una silla
contó a mi suegro. (A aquel episodio, que en la vida de Ramón tuviera de tijera mientras Espino za se sentaba en otra, enfrente. Poco después,
tanta trascendencia, Espinoza no le había dado ninguna importancia. hizo traer con Paulina un vaso con yerba y una jarra de agua. Se pusieron
Fue por eso que le costó caer en la cuenta que Ramón se refería a la a tomar tereré (73).
pérdida del dinero en la ruleta. Cuando lo recordó, le pareció aún más -¡Qué bien instalado estás -exclamó Espinoza, que se había
exagerada y sin sentido su cólera). ¡Qué amigo .. .! Váyase usted de acá si quitado el saco, desabrochándose el cuello y recostándose a sus anchas en
no quiere usted que lo eche a patadas. la silla-. Se ve que la profesión da-agregó, recordando el letrero que vio
Aunque Ramón en ese momento no recordaba que la peor ofensa a la entrada-. Lo que es esta hermosa quinta no se parece a mi rancho
que se le podía inferir a Espinoza era tratarlo de usted, tal vez en los de Asunción. Cada día me convenzo más que el porvenir de nuestra
trasfondos de sus conciencia tenía presente lo que éste le dijera en el juventud está en el campo. Todos deberían hacer lo que vos-Ramón alzó
Ministerio sobre el usted y el voseo, porque usaba el usted con una los ojos y lo miró a la cara para ver si se burlaba-. Yo sigo con la idea de
frecuencia sospechosas. Tanto que Espinoza comenzó a sentirlo como establecerme con una alfarería. Es un oficio digno y que no exige mucho
una burla y un desafío. capital... Yo mismo, con estas manos de intelectual -y extendía hacia
-Sí, me voy a ir. Pero vos-¡ con qué gusto pronunció este vos!-me adelante sus manos oscuras, toscas, de dedos gordos--, amasaré el barro
:as a escuchar por última vez ... Vos creés que le conté eso a tu suegro para y manejaré el torno. Quiero ser artesano, y ver cómo la obra de mi esfuerzo
Joderte. Fue para salvarte. Ya no podía recordar por qué se lo había va saliendo de entre mis manos en forma de una vasija o de un "cambuchí''.
dicho. (Resolvió inventar cualquier pretexto). Fue para pedirle que no te Esa es la verdadera creación. La Edad Media fue grande por sus artesanos,
hiciera nada. Yo le dije que tú le pagarías ese dinero y que yo saldría de el Paraguay debería ser un pueblo de artesanos, como lo es desde luego.
fiador. Quería salvarte de las garras de ese viejo avaro ... ¿No te dijo nada Pero en poca escala. Hay que fomentar eso ... Estoy en conversaciones con
él? Anderssen, que pondrá el capital y yo dirigiré el taller. Yo sólo pondré mi
Ramón quedóse callado, sin saber qué contestar. La verdad era que trabajo y mi entusiasmo. Desgraciadamente no puedo poner un centavo
n~nca conoció el motivo por el cual Espinoza le habló a su suegro. porque lo único que tengo son deudas ... Alfonsina fue la que me puso en
Siempre pensó que fue por envidia, para dañarlo. contacto con su marido -terminó diciendo Espinoza, con una sonrisa
-Ayer supe que tu mujer te abandonó y por eso vine. irónica en su boca sin dientes.
Esto no era cierto. Espinoza hacía tiempo que estaba enterado de "Bien bajo debe haber caído la mujer de Anderssen para meterse
la ida de Adela. con este puerco'', pensó Ramón mirándolo a la boca.
-Estás equivocado-replicó con violencia-. Adela no me dejó; soy Más adelante, Espinoza le contó que Rosario seguía cada vez más
yo el que la dejé a ella. enferma, y que los médicos le habían indicado que se fuese al campo,
-:-Vamos, Ramoncito, an(na nde pochytei (72) ~jo Espinoza, donde podía llevar una vida más sana y tranquila. No le daban muchos
acercandose y palmeándole en la espalda. meses de vida. Esto apresuró su decisión de venirse a vivir a Areguá.
Ramón no desarrugaba el ceño. Se empecinaba en no cambiar de ¡; Rosario no haría ningún trabiljo penoso. Se dedicaría a una labor fácil
actitud por orgullo, a pesar de que su enojo había desaparecido. como tejer ñanduU (74), o pintar los juguetes y cacharros de barro de la
-:FUEl creyendo hacerte un bien que se lo conté a tu suegro ... Si no, alfarería.
¿para qué se lo hubiese dicho ... ? Vamos adentro a beber la copa de la paz -Hay que tratar de hacer del Paraguay un pueblo de artesanos -
eterna -y cogió a Ramón amistosamente del brazo. volvió arepetir-. Yo haré cántaros y otros objetos; Rosario los coloreará.

(73) Refresco hecho con yerba mate y agua fría.


(72) No te enojes. (74) Encaje tejido a mano.

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Seremos el tipo de familia ideal, que se basta a sí misma, sin que nadie -Pero eso es del Dante, o más o menos -acotó Ramón, que no
viva del presupuesto del Estado. estaba muy seguro.
Refirió después que para poder moverse con mayor libertad en los -Puede que el Dante lo haya dicho, no te discuto, pero te garantizo
primeros tiempos de su cambio de lugar y de vida dejó a la hija mayor de que si es así lo hemos dicho al mismo tiempo, porque yo no lo leí al Dante
Rosario en casa de unafamiliam11y decente y buena, que la tendría como ni pienso leerlo ... ¡Cómo para ser alegre al verla a la pobre Rosario! -
hija, aunque la harían hacer algunos trabajos en la casa. (Más tarde, exclamó de repente con voz emocionada y dolorida-. No me faltaba con
Ramón se enteró de que la colocó como sirvienta por la comida). A su hija, mi vida para tener que llevar esta otra. Si vieras cómo se va acabando.
en cambio, que contaba sólo seis años de edad, le consiguió una plaza en Me conmueve hasta el fondo del alma cada vez que la miro. Es tan callada
el asilo (le ocultó que para obtener esa plaza tuvo que hacerla pasar por que ni siquiera puedo saber si sufre mucho o poco .
. huérfana de padre y madre), por influencia de un amigo, donde estaba -Pero vos no decías lo mismo hace unos meses -le respondió
muy bien y le daban un trato de privilegio. Ramón, recordando la conversación que tuvieran sobre la enfermedad de
-Vos sabés que lo más grave en la educación de un niño es que
Rosario.
crezca sin el cariño de sus padres. Por eso a Silvana (así se llamaba su -Sigo pensando como entonces, pero siento algo distinto. Sigo
hijita) le harán creer que yo y Rosario andamos de viaje, y que pronto pensando que cuanto antes se muera, mejor para ella; pero le tengo una ·
volveremos a buscarla.
profunda lástima. La piedad, la verdadera piedad, nos debería llevar a
-Pero,¿piensasdejarlatodalavidaenelasilo?-preguntóRamón.
desear la muerte de los seres que sufren. ¡Pobre Rosario! ¡Tan callada y
Espinoza vaciló antes de responder.
buena! ¡Tan sumisa! Mansas comogüei. pensó que estaba representando
-No; toda la vida, no. Si no quiere profesar podrá salir a los
una comedia, y se preguntaba en sus adentros qué andaría buscando con
dieciocho años, después de recibir una educación completa y práctica...
ella-. No me ha acompañado porque apenas puede caminar; se cansas
Yo tengo la esperanza de que le guste esa vida y no salga más nunca de
enseguida... Me acordé de lo que me dijiste vez pasada de que me viniera
allí... Sí, que le tome afecto a la vida religiosa y que profese. Es lo mejor
a vivir aquí. Lo que necesito es una casa. Ahora, que se han ido ios
que podría sucederle. Entre la miseria y los dolores de la vida y la paz del
veraneantes, creo me será fácil encontrar una. Yo creo que Rosario puede
claustro, no hay titubeo posible ... Si yo hubiese estado a tiempo habría
hecho lo mismo ... Sí... , no te sonrías. Yo siempre creí que la única solución tirar unos meses más si lleva una vida de reposo en el campo. ¡Al fin y
que le quedaba al hombre desdichado como yo era el tiro en el paladar. al cabo, si se muere que se muera por lo menos mirando el cielo azul y los
Pero he descubierto hace un tiempo que la vida del claustro es una árboles verdes en lugar de la pared sucia de nuestra casa, o la pared sin
solución menos trágica y más fácil... La cuestión es poder aislarse de este · alma de un hospital!
mundo lleno de hombres ... Vivir no duele. Lo terrible es tener que vivir -Hay muchas casas vacías. Podríamos ver ... -respondió vaga-
entre los seres humanos ... Ojalá Silvana sienta la vocación religiosa. Se mente Ramón.
salvaría de muchos dolores inútiles. -Y vos estás bien. ¡Qué casa amplia! -elogió otra vez Espinoza
-Pero por qué vas a creer que tu hija, ~ando sea mayor, va a verlo echando una mirada en derredor.
todo negro como vos. Eso les pasa a todos los pesimistas. No comprenden -Pse. No es gran cosa.
que los demás puedan ser alegres y vivir satisfechos. Espino za le preguntó de qUién era. Ramón le contestó que del doctor
-Y a los optimistas les sucede otro tanto. No entienden a los Brítez, y que no pagaba alquiler porque andaba en tratos para comprar-
pesimistas. Les parecen seres enfermos o estrafalarios; y yo no sé qUién la. Espinoza no lo creyó.
es más enfermo, si un optimista o un pesimista... El día que sea ministro -Trabajo de abogado aquí -dijo Ramón-. Me va muy bien. La
ordenaré que en la cabecera de toda cuna de un recién nacido, en verdad es que estaba perdiendo el tiempo en Asunción. Aquí hay buenos
hospitales y maternidades, se ponga un letrero diciendo: ''Tú que entras asuntos. Ahora me cayó uno bueno -pensaba en el pleito de las
en el mundo, deja toda esperanza en la puerta". hermanas Gutiérrez-. He formado una sociedad con el juez de Paz y nos

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repartimos las ganancias. Don Félix y Adela creen que van a hundirme. principio Espinozano quería dejar Areguá porque ganaba, cuando comen-
Pero están equivocados. Lucho contra ellos. Desde que se fue Adela he zó a perder, menos quiso volverse. Una vez que Ramón le preguntó por su
progresado y ganado más dinero que todo el tiempo que trabajé con el empleo, le respondió que estaba con permiso. Las veces que perdía se ponía
roñoso de mi suegro. Don Félix me daba una mensualidad, y muchas melancólico y se acordaba de Rosario: "Pobre chica --decía-. Tan joven
veces ni siquiera me la daba a mí, sino a Adela, con el pretexto de que yo y condenada sin remisión. Para mí que sabe, pero se calla. Sufre en
era un despilfarrador ... Yo siempre tengo el proyecto de irme a Buenos silencio. La forma más dolorosa de sufrir. Un dolor doble. Creo que es el
Aires en cuanto junte unos pesos. Necesito cien mil pesos. Hay que estar único ser que me quiere de verdad y que me será fiel toda la vida".
en·. una gran ciudad para triunfar plenamente. Aquí en mi país, Una tarde que la lluvia los retuvo en casa, volvió a entristecerse
literariamente ya he llegado al máximo. Ya no me queda nada que hacer. recordando a Rosario y su próxima muerte.
Debo extender el radio de mis actividades intelectuales. -¿Cómo nos verán a los que nos quedamos los seres que tienen
Espinoza le preguntó si seguía escribiendo. conciencia de su próximo fin? ¿Verán en nuestros ojos lo que nosotros
-Siempre -afirmó con tono enfático-. Sine die sine linea, como creemos ocultar? El gozo que nos produce el no morirnos todavía. Yo
decían los clásicos. Estoy muy adelantado en mi novela "Frente a sí muchas veces tengo miedo de mirar a Rosario a los ojos.
mismo". Pero prefiero no hablar de ella antes de tenerla terminada. Ramón le dijo que no comprendía cómo con ese amor a la vida podía
A la caída de la tarde, Ramón pidió a Paulina la botella de caña y hablar y alardear de pegarse un tiro en el paladar.
un vaso. Sin que Espinoza le preguntase nada, le dijo que Paulina era -Tal vez por eso. Un amor muy intenso a la vida puede despertar
una sirvienta, que la tenía en casa desde cuando vivía con Adela, pero en uno el deseo o la idea de quitársela, como le sucede a los enamorados.
como se había vuelto muy perezosa, pensaba despacharla. Nunca sintió Cuando Espinoza se enteró por Quiñónez que Paulina era la
tanta vergüenza de ser elconcubino de Paulina como ahora que Espino za concubina de Ramón, y que éste se había adueñado de la casa del doctor
podía llegar a saberlo. Tuvo la impresión de que entre su amigo y él no Brítez, sintióse ofendido por el engaño, y desde entonces le pareció que
había ninguna diferencia, esa diferencia que siempre estableció entre él también tenía derecho como Ramón a alojarse allí. Al querer reñir
ambos, como si la semejanza de sus queridas los colocase en el mismo
a Ramón por haberle ocultado la verdad, el otro le respondió áspero y
nivel.
seco:
Entrada la noche, cayeron Arana y Paredes. Después de charlar y
-No tengo por qué tenerle al corriente de mis asuntos ... Son cosas
beber un rato entre los cuatro, entraron en el comedor, se sentaron en
mías. Vos abusás ... --durante un buen rato aguardó silencio, como si
torno de la mesa, pusieron una lámpara de kerosene en el medio y se
empeñaron en una partida de truco.
El plan de Espinoza era ponerse a buscar casas al día siguiente y
• meditase, y luego prosiguió con la misma frialdad-: Hago lo que hacés
vos. Te pago con la misma moneda. Vos tampoco me contaste la verdad
volverse a Asunción con el tren de la tarde. Pero como la partida de cuando me dijiste que tenías permiso ... El estúpido de Eudorito se ha
naipes duró hasta la madrugada y bebieron hasta embriagarse, se dado el gusto de echarte como un perro del Ministerio.
levantóaldíasiguientemuytarde.Luego,alanochecer,volvieronArana Espinoza empalideció. Durante un buen tiempo no pudo decir
y Paredes, y más tarde vino Villar y otro sujeto apellidado Paniagua. palabra. Al final, balbuceó:
Armaron una partida de póker que duró hasta el alba. Por Arana y Villar -Debes saber que ese infeliz no me va a echar... Dejé el empleo
supo Espino za que los cuatro o cinco veranean tes que podían alquilarle porque estaba harto de servir a los demás. Tengo el noble deseo de
sus casas estaban en Asunción. Anotó los nombres en un papel para independizarme ... de ser un hombre útil... Voy a ganarme el pan con el
verlos a su vuelta y ya no se preocupó de hacer más averiguaciones. sudor de mi frente. -A medida que hablaba se entusiasmaba, se
Espinozaganaba casi siempre en eljuego, por lo que se le hacía cuesta embriagaba y distraía con sus propias palabras, y se olvidaba de su enojo
arriba volver a Asunción. Todas las noches jugaban a los naipes, ya en lo y del motivo de su conversación-. Seré un artesano. Haré tinajas y
de Paredes, ya en lo de Ramón, ya en el almacén de Paniagua. Y si al cántaros con estas manos. Beberé de los cántaros fabricados por mí

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-Doña Angela Gutiérrez anda en líos con su hermana, la viuda de
mismo ... ¡Lástima que no pueda hacer también el agua! El hombre debe Salcedo.
bastante a sí mismo. Depender lo menos posible de los demás ... Lo que -¿Doña Angela es esa solterona que me la presentaste la vez
este país necesita son artesanos ... No se me quita la idea de establecerme pasada? -preguntó Espinoza-. Parece medio tocada ... Aunque tal vez
con una alfarería. Pero antes debo informarme, estudiar la plaza, sea su pobreza y poca suerte que la hagan parecer rara ... Todos nosotros
averiguar los costos. En los negocios, el precipitarse puede resultar fatal. los pobres parecemos a los demás tipos trastornados, o raros.
Visitaré varias alfarerías, tomaré datos ... Ahora, estoy leyendo un libro -Sí, es ésa que la apodaban la Babosa. El padre Rosales le puso el
de un norteamericano que se titula: "Cómo triunfar en los negocios". mareante( 7 5) .
Esos norteamericanos son unos tipos formidables. Si yo me hubiere -Me dijeron que fue ella la que lo mató. A ése hubiese querido
educado en los Estados Unidos sería ahora multimillonario. Sería el conocerlo. Me parece que nos hubiéramos entendido ... Por lo queme has
hombre más rico del Paraguay... Leyendo ese libro famoso me he contado de él parece que tenía mucha personalidad, como yo.
descubierto. Necesitamos del espejo de los libros para vernos, o para -Luego, preguntó-: ¿Ganarás mucho en ese pleito?
descubrirnos ... Yo había tenido un formidable temperamento de comer- -Creo que sí. El chalet y las joyas es lo que debe dividirse entre
ciante. -De repente, volvió a acordarse de Eudoro Marty, como si le ambas hermanas. Hay también unos terrenos en Asunción. Pero lo
hubiera asaltado la duda de que Ramón no estuviese convencido que se interesante son las joyas. Se calcula que valen un millón de pesos o más
había retirado del empleo por su propia voluntad-. Te prevengo que le -dijo Ramón para impresionar a Espinoza.
he dado a Marty una lección de dignidad y valor, que no se la olvidará en A éste le brillaron los ojos.
todos los días de su vida... Antes de marchame, entré en su despacho. -¡Un millón de pesos!
-Se levantó de su asiento para dar más fuerza a su expresión y en tanto Ramón refirió que al principio el abogado de doña Angela fue el
iba hablando, acompañaba sus palabras con las mismas actitudes y doctor Brítez, pero que al descubrir que la engañaba y que se había
gestos que decía tuvo ante Marty-. Me senté sin pedirle permiso y le dije confabulado con su hermana para quedarse con todo, vino a pedirle
que sólo su falta de escrúpulos le permitió llegar hasta el Ministerio ... Y ayuda.
luego me levanté y retiré lentamente. -Se quejó interrogando a Ramón -Según doña Angela, a su hermana le gusta emborracharse con
con la mirada, y después se volvió a sentar. anís. Se lo cuenta a todo el mundo, pero yo no lo creo. Es una chismosa,
Ramón no le creyó una palabra. Pero para mortificarlo lo dejó en la y le tiene rabia -agregó, haciendo un gesto despectivo.
duda de si lo había creído o no. -Suelo verla en la terraza del chalet cuando paso -dijo Espino-
-Eudorito es un audaz e inútil, como todos los políticos-lo injurió za-. Está bastante comestible esa viuda -añadió con picardía.
Ramón, que no se olvidaba de la espera en el Ministerio-. Pero ahora -Yo tengo que ir a verla, y tratar de convencerla de que se arregle
debes ganarte la vida, y no veo que te apures mucho. Hace más de una con su hermana, aunque sea entregándole algunas joyas. La cuestión es
semana que estás aquí y aún no has visto una alfarería ni por fuera. terminar cuanto antes este lío.
-Ya la veré .. ., ya la veré ... -dijo Espinoza, fingiendo indiferen- -Si quieres, yo iré a hablarle en tu nombre-se ofreció Espino za.
cia-. Los negocios hay que estudiarlos con calma y serenidad. Hay que Y acto seguido, añadió, como parajustificar su intromisión-. Esta gente
meditar antes de lanzarse ... Debo conversar con el propietario de alguna tiene miedo a los abogados. Los que no tenemos título, y vamos como
alfarería, que me informe detalladamente del negocio, para poder hacer amigos, les inspiramos más confianza ... Yo te voy a ayudar
mis cálculos. Claro que me va a ser difícil encontrar un alfarero que me desinteresadamente.
descubra el secreto de su negocio. Debo andar con mucho tacto, pero tal -Esas cosas son mías ... No te metás en lo que no te importa
vez pueda ayudarme algo Paredes o Arana, con su influencia. -agregó Ramón con tono amenazador a la vez que se levantaba de la
Ramón le contó entonces que andaba interviniendo en un pleito de
importancia, y que tal vez podía él también poner unos pesos en la futura (75) Apodo.
alfarería.

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\'
silla-. Vos lo que debés hacer es buscarte una casa y traer a la pobre Como le sucedía todas las mañanas, desde unos días atrás, Ramón
Rosario ... Si sigues dando tantas vueltas, vas a traerla muerta. se despertó pensando en Julia. Solía también recordarla al acostarse por
.En ese momento, súbitamente, se adueñó de su ánimo un gran odio las noches. Decíase que fue Julia la que, por coquetería o sensualidad,
contra Espinoza. Tal vez fuera despertado por las palabras que éste despertó en él esos deseos, que lo perseguían desde hacía mucho tiempo,
acababa de pronunciar o por algún gesto, o quizá por un recuerdo. Era y que tuvieron origen en un simple roce de sus manos. Ella miró siempre
un fuerte e incontenible sentimiento de odio igual a aquél que de repente con indiferencia hasta que un día, al pasarle un libro, sus manos se
lo enfuteciera en la casa de juego. tocaron. Se estremeció hasta las raíces del alma. Pero es que Julia pensó
-¿No te da vergüenza, reírte de la desgracia de esa infeliz? ¡Pobre en ese roce, y ése su pensamiento se lo transmitió a él. (Cuando refirió
Rosario, tan buena y callada! -Se condolió Espinoza-. Tiene la el episodio a Espinoza, éste le contestó que todo eso de la intención y del
mansedumbre de ungüei. Hago mal en compararla con un animal, pero pensamiento de Julia pudieran ser una creación de su propio deseo). Del
la verdad es que a los seres humanos buenos no los puede comparar sino recuerdo de Julia pasó al de Adela. Desde hacía varios días le rondaba
con los animales ... Mañana me voy a Asunción y la traigo -resolvió, la idea de escribirle y buscar la manera de que volviese. Era muy confuso
como si de pronto la ansiedad y la aflicción lo apurasen a hacer lo que su y variable el sentimiento que lo llevaba a pensar en una reconciliación
pereza o su indecisión habían ido postergando. -Aquí no. No te lo voy con su mujer. A ratos parecía nacer de su soledad; en otros, de un deseo
a permitir ... A balazo ro nojhene coagüi (76) -gritó Ramón enardecido de venganza contra don Félix; por momentos, se diría que buscaba una
por la cólera-. Upeua nic6 la rejhekáva (77). Bastante ya tengo con aproximación a Julia a través de Adela; y en otros, tener de nuevo a su
Paulina y toda su parentela de porquería ... ¡Bastante! mujer entre sus manos para saciar en ella su permanente descontento,
-Está bien ... No te pongas así-buscó de aplacarlo, atemorizado- y ese rencor que sentía contra algo indefinido y que no le daba paz .
. ¿De dónde sacás eso de que pienso traer a Rosario aquí ... ? Al despertarse Espinoza, le contó a éste su intención de ir a
-Te conozco ... -dijo Ramón volviéndole las espaldas y entrando Asunción a entrevistarse con Adela. Espino za, sin contestarle, se levan-
en las habitaciones. tó descalzo, y envolviéndose en la frazada, fue hasta el comedor donde
"Creído repelente ... , creído repelente-se quedó repitiendo Espinoza tomó un cigarro. Después de encenderlo, le dio varias chupadas y volvió
en voz baja-. Es un fracasado ... , un amargado, y se venga en mí... Pero corriendo a arrebujarse en el lecho. Dirigió una mirada pensativa a las
yo la traeré a Rosario ... , la traeré. Al fin, esta casa tampoco es de él...". dos ventanas sin cristales que tenía la pieza y cuyos postigos estaban
cerrados. Esto no evitaba que el aire frío de afuera se colase por las
innumerables rendijas.
8 -Yo creo que el doctor Brítez se va a vengar haciéndonos pescar
una pulmonía -comentó Espinoza sin dejar de mirar a las ventanas.
Un mes largo pasó desde que Espinoza llegara a Areguá y aún -Cuando compre la casa la haré pintar y le pondré vidrios -
seguía viviendo con Ramón, soportando filosóficamente sus desplantes respondió Ramón, que en cuanto se le presentaba la coyuntura insistía
y sus arrebatos de mal humor. Era bien entrado julio. en que compraría la casa-. Pero dejáte de pensar en el aire,y decime qué
Aquella mañana amaneció lloviznando. Ramón quedóse acostado te parece mi idea de verla a Adela.
en el catre, con la vista fija en el techo alto, que tenía las tejuelas al -Me parece muy bien ... Tal vez sólo al lado de Adela puedas ser
descubierto, pintadas con cal. Unos pasos más lejos, Espinoza dormía en feliz.
el lecho matrimonial de doña Elisa. -¿Vos creés que yo pueda encontrar la felicidad al lado de Adela?
-preguntó Ramón incorporándose en el catre.
-Sí, para lo que vos creés que es la felicidad. Casi todo el mundo,
(76) A balazos te voy a sacar de acá.
(77) Esos es lo que buscas. y vos también, se imagina que la felicidad es un estado pasivo, de

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tranquilidad, de calma espiritual. Yo no pienso así. Me parece haber La llegada de la criada lo interrumpió. Entraron y cruzaron un
leído en alguna parte, aunque tal vez sea mío, porque me sucede a jardincillo, cuidado con esmero. Era tal vez una de las contadas casas de
menudo confundir lo mío con lo que he leído, que la verdadera felicidad Areguá que tenía su jardín. Llegaron a la galería. Era amplia y con
es vivir su propio destino, así sea de dolor y tragedia. La infelicidad es ir grandes mosaicos rojos, limpios y brillantes. Diseminados por ella había
a contrapelo a su destino. muchos sillones, sillas de mimbre y poltronas de tela, con almohadones
-Eso es una estupidez. de colores vivos. Se veían además dos mesitas: una con revistas ilustra-
--Sí, tal vez. Yo tampoco estoy muy seguro de eso. Puede ser que sea das y diarios; y otra, con un florero de barro coloreado, de fabricación
una frase. Yo también envidio la felicidad hogareña y sus ingenuidades. are güeña, con un ramo de dalias dentro. De la viga principal de la galería
Puede ser que por eso no encuentre mal que te arregles con Adela. colgaban macetas pintadas de rojo y azul, llenas de flores y culantrillos,
Esa tarde, Ramón quería conversar con doña Angela sobre el y tres globos de cristal de color amarillo, anaranjado y azul celeste, en
asunto de su hermana, y a Espinoza no le desagradaba echar unos cuya pulida superficie se espejaban pennanentemente trozos de aquella
párrafos con Salvado, con el que simpatizó al conocerle, desapareciendo galería, siempre fresca como una gruta.
entonces la antipatía que le tomara antes a través de lo que de él le dijera La sirvienta entró a avisar. Ramón y Espino za quedaron solos. Este
Ramón. Espinoza lo compadecía por su fracaso matrimonial. Creía, sin se tendió en una larga silla, con los movimientos perezosos de un gato que
embargo, que con los sinsabores y todo que debía darle Rosalba, no se va a echar a dormir.
dejaba de ser feliz. "Su felicidad está en que a pesar de las amarguras y -Yo con un sillón como éste me quedaría tendido hasta que me
mortificaciones que recibe de Rosalba no podría vivir sin ella -comen- llegara la hora de morir, contemplando el paso de las nubes en el cielo.
taba Espinoza-. Tal vez sea cierto lo que se dice de que Rosalba es Lo cierto es que la verdadera sabiduría en la vida sería tener un sillón
desgraciada en su matrimonio. Puede que sea así. Pero Salvado en el así y no desear nada más ... Este Salvado debe tener dinero para vivir tan
fondo es feliz, quizá con una felicidad de la que él mismo no llega a darse bien. (Espinoza, que siempre vivió dentro de la mayor estrechez e
cuenta". incomodidad, se admiraba de la pequeña holgura de Salvado, y se hacía
Ramón llamó en casa de Salvado tirando de una cadena que hacía lenguas del gusto con que Rosalba adornaba la casa. Sin embargo, de
sonar una pequeña campanita colocada en la galería. Al sonar aquélla estar Espinoza en la posición de Salvado era seguro que se hubiese
un enorme perro danés se revolvió contra la cerca de madera, comenzan- despreocupado de vivir con aseo y comodidad). Siempre que entro en esta
do a ladrar furiosamente. casa, me parece que entro en una casa de extranjeros. Nosotros, los
-No me gustan estos perros daneses -dijo Espinoza-. Son paraguayos, aún no hemos aprendido a vivir dentro de nuestra casa ... ni
canilludos; patudos y desgarbados como las mujeres y los hombres de los fuera.
países del norte de Europa. Hay una estrecha relación entre los perros y -Pero Salvado es paraguayo, y Rosalba una coyguá de Encarna-
sus dueños. Yo creo que se puede conocer el alma de un hombre por la clase ción -respondió Ramón, al que molestaba ese entusiasmo exagerado de
de perro que prefiere; y hasta conocer el alma colectiva y de las naciona- su amigo, considerándolo fruto de su falta de gusto.
lidades. -Nadie venía y Ramón volvió a hacer sonar la campanita. -Esta es la casa más confortable de Areguá. Con razón doña
Espinoza prosiguió-: ¿Vos podés pensar por un momento que en la Rusia Angela se ha instalado aquí y no quiere volver a su triste caserón. Yo un
comunista pueda aún quedar uno solo de aquellos galgos frágiles y día de estos me enojo con vos-añadió riendo, con la mano delante de la
aristocráticos, que acompañaban a las nobles rusas? Por ejemplo, se ve, boca, costumbre que tomara de un tiempo a esta parte, cuando reía ante
como a través de un cristal, el alma de nuestro pueblo en esos perritos 1.,
( Ramón-, y me vengo a vivir con Salvado. Me pego a él como doña Angela
sumisos, inteligentes, resignados, que uno no sabe de dónde vienen ni a se le pegó a Rosalba.
dónde van, y a los que nuestra gente, tan humilde y conformada como ellos, -Yo encantado. Cuanto más pronto me dejes, ¡mejor!-replicó el
los recibe siempre con los brazos abiertos, así ya tenga cinco de ellos ... otro con acritud-. Yo no te he invitado a venir.

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En esto salió Guillermo Salvado. -Nunca podemos llegar a una verdadera cordialidad y entendi-
-Salvado era de estas personas que la primera impresión que miento por culpa de eso-dijo Espino za muy serio.
producen es de sequedadyfrialdad; pero que tratándolas con frecuencia -No lo crea usted-dijo Salvado-. Yo aprecio y me entiendo más
se ve que son afables y cordiales, y que esa aparente reserva no es más con las personas que no se me acercan mucho.
que el escudo tras el que esconden su timidez. Y ésta fue visible en la -¿Así que vos no tenés interés en ser rico?-le preguntó Espino za,
i'
amabilidad exagerada con que saludó a sus visitantes. A Espinoza le que dudaba de que Salvado fuese sincero al decir algo.
parecía un poco hipócrita, aunque no fariseo. -No; el rico es dominado por su riqueza. Yo por eso he salido de
-Y, ¿qué tal va esahistoriadiplomática del Paraguay?-preguntó Asunción, donde tal vez hubiese ganado mucho dinero. Conozco varios
con tono de saludo a Espinoza, el cual en otra ocasión le dijo que su estada farmacéuticos que se han hecho ricos. Pero en Asunción no hubiese
en Areguá tenía por objeto poder escribir con tranquilidad ese libro. podido hacer esta vida tranquila y sin prisa.
"Esto me lo dice de la boca para afuera -pensó Espino za-. Se ve Espinozano creía que fuese ése el verdadero motivo que lo llevara
que nunca ha creído en ese libro. Y si ha creído, lo pregunta por aAreguá. "Aquí hay gato encerrado", pensó. Salvado respiró con fuerza,
preguntar, sin ningún interés. Es un hipócrita". y agregó:
-Casi no hago nada. He abandonado el trabajo del libro, porque Aquí nadie me apura. Leo casi todo el día. De noche duermo
como te dije la vez pasada ando recogiendo informes para instalar una tranquilo y por las tardes hago una largas siestas, que es uno de mis
alfarería. Tengo la impresión de que es un negocio de gran porvenir. grandes placeres. No sé quién me dijo una vez que me gusta esta clase
Pienso darle alta calidad artística, hasta producir finos objetos de de vida porque soy perezoso porque vivo sin prisa. A menudo se toman
cerámica. Ahora aquí no se hacen sino toscos e imperfectos trabajos de las virtudes por vicios.
barro. Yo perfeccionaré todo esto, y crearé una industria de cerámica que -Pero yo no me explico cómo puede gustarle este pueblo triste Y
no tenga nada que envidiar a la de Bélgica, Francia y otros países, que aburrido- opinó Ramón.
tienen esa industria. Areguá entonces saldrá de la oscuridad y será -Si encontramos lo que nos rodea triste y tedioso, es porque
conocido en el mundo entero. llevamos la tristeza y el aburrimiento con nosotros. Usted sólo encontra-
Ramón miraba a Espinoza con curiosidad, para ver si hablaba en rá fuera lo que lleva dentro.
serio o se burlaba, aunque ya lo tenía acostumbrado a sus divagaciones Espinoza halló absurda esta idea y la rechazó con ardor. Con ese
y quimeras. criterio no habría lugares alegres ni aburridos. Serían reflejos del
-Siento no estar de acuerdo con usted-contestó Salvado-. Una espíritu que los contemplase. Salvado, con ese gesto de desgano que
industria como la que usted pretende plantar irá a un fracaso seguro. En ponía al hablar, insistió en su punto de vista. Para él nada había fuera
un país como éste, con novecientos mil habitantes escasos, con un nivel de uno. El hombre era la medida de todas las cosas.
de vida tan bajo, no hay industria ni comercio que puedan adelantar. -Si no, cómo se explicaría-porfió-que haya gentes que en París
Usted puede verlo por mi farmacia ... Pero esto no es más que un ejemplo, se matan de tedio, y que aquí, en Areguá, esté muy contenta, como yo.
porque yo no busco ganar dinero. Me siento satisfecho con sacar lo Ramón pensaba como Espinoza, aunque le mortificaba estar de
suficiente para vivir. acuerdo con él. Hubiese querido llevarle la contra.
Espinozalo interrumpió. -Yo no opino como vos -dijo Espinoza dirigiéndose a Salvado-.
-La vez pasada te dije, Salvado, que me tutearas. Yo te voseo. ¿Por Yo creo que la mayoría de la gente está en un lugar porque no puede ir
qué no haces lo mismo? A mí me parece el usted ofensivo y duro, y me a otro. Sino, cambiaríaacadamomentode sitio. El hombre es tornadizo
irrita. y nómada por tempera~ento, y sólo las leyes y la necesidad han hecho
-Es que no puedo acostumbranne -respondió Salvado con ama- de él un ser estable y rutinario.
bilidad-. Vamos allegar a un arregl-0. Usted me tutea o vosea como le Los interrumpió la llegada de doñaAngela. Esta, en cuanto conoció
parezca, y yo lo sigo tratando de usted. a Espinoza, le tomó aversión. Lo encontraba sucio, ordinario y vanidoso

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y que, por engreimiento, alzaba la voz cuando daba una opinión, lo que
le parecía una impertinencia y la encolerizaba. Su aborrecimiento subió Estoy segura que las tiene escondidas en alguna parte ... Antes decía otra
de punto cuando lo oyó decir que el hombre es un cerdo que no tiene un mentira. Que don Desiderio había dicho que esas alhajas le pertenecían
miligramo de divinidad. "Hemos sido creados a imagen y semejanza de a ella sola por voluntad de mamá. Cuentos de esa malvada. Yo no sé cómo
Dios", le había respondido con desprecio. podemos ser hermanas y ser tan distintas. Pensar que hemos nacido de
Doña Angela traía puesto un vestido de seda liviano, de color claro, la misma madre ... Me ha tenido a pan y agua durante más de siete años,
bastante corto. Se sentó, cruzando las piernas sin temor. Desde que y ahora la muy hipócrita levanta los ojos al cielo y se resigna poniéndose
Rosalbale aseguraba que sus piernas no eran feas ni tan flacas, como ella en manos de Dios. Se acuerda de Dios cuando le conviene. Pero segura-
se imaginaba, ya no tenía vergüenza de mostrarlas. Había sufrido una mente que cuando se emborracha no se acuerda de El... Cada dos días me
rara transformación en el poco tiempo que estaba en lo de Salvado. Daba escribe una carta para que vuelva a su lado. Dice que me perdona. Pero
la impresión de tener menos años y más salud. La tez se le había puesto de qué me va a perdonar. Soy yo la que tengo que perdonarla de muchas
sonrosada, y en la mirada tenía por momentos una expresión suave. cosas ... Pero a mí no me engaña. Yo sé para qué quiere que vaya a su lado;
Ramón le dio a entender que venía para hablarle del pleito con su para martirizarme ... Sólo cuando me ve sufrir se siente feliz y contenta.
hermana, y que si quería podía conversar a solas. Con sorpresa de todos, y en particular de Ramón, que se puso
-No hay necesidad. Hable con toda confianza, doctor Fleitas. furioso, Espinoza salió aconsejando a dofia Angela que se reconciliase
(Cada vez que conversaba con éste del pleito lo trataba ceremoniosamen- con su hermana, y que él podía ayudarla en algo lo haría con muy buena
te de doctor). En todo ese asunto no tengo nada que ocultar. Tengo la voluntad. Según él no había felicidad comparable a la de tener un
conciencia tranquila. Puede enterarse todo el pueblo. Mejor que lo sepan. hermano, y esa dicha y ese bien era necesario guardarlos como un tesoro.
Todo Areguá sabe que Clara es una borracha y que me ha robado lo que Pensaba que si él hubiese tenido un hermano su vida hubiera sido muy
don Desiderio me dejó. distinta.
Ramón le refirió entonces que doña Clara le mandaba decir que Doña Angela se irguió con enojo, y con voz estrangulada por los
entre él y su hermana podían perseguirla y hasta sacarle todo; pero que sollozos, que apenas podía contener, dijo que lo que quería Espino za era
ella no movería un dedo para defenderse, poniéndose en manos de Dios verla muerta en manos de Clara.
y de su padre, que desde el cielo la protegería. -Pero usted está loco o no sabe lo que dice. ¿Usted sabe las torturas
-Sí, lo que cada dos o tres días me repite en sus cartas. Que Dios y martirios a que me somete mi hermana? ... A mí, a una pobre mujer, sin
sabe lo que hace y que don Desiderio nos está mirando. Supongo que si defensa.
nos mira, a mí me mirará con piedad y a ella con enojo -añadió doña Aunque Salvado deseaba que doña Angela siguiese el consejo de
Angela, aunque no estaba muy segura de que su padre estuviese en el Espinoza para que se fuese de su casa, no compartía su opinión sobre la
cielo, como que murió sin confesión. felicidad de tener un hennano.
Luego se volvió hacia Espinoza para preguntarle síestaba enterado -Yo no pienso como usted-dijo a Espinoza-. Conozco muy pocos
de lo que sucedía entre ella y su hermana. Espinoza levantó sin decir hermanos que se quieren de verdad. Cuando niños juegan juntos; pero
nada, una mano, como dando a entender que lo sabía y que no le después, cuando la vida los separa, como si no hubiesen sido niños y
interesaba. jugado juntos. Esta es la triste y brutal realidad. Para qué engañarnos.
-Usted sabe que no me quiere dar la parte de las alhajas que son -No estoy de acuerdo -insistía Espinoza, con el cigarro colgando
mías por herencia ni la mitad del chalet. entre los labios, como si se le fuese a caer-. Mi destino sería otro
-¿Y son muy valiosas esasjoyas?-preguntó Espino za, simulando teniendo un hermano y no llamándome Willy.
indiferencia. No prestaba atención a las interrupciones de doña Angela que,
-Valen mucho. Pero ahora dice Clara que las ha tenido que vender alzándose de la silla y con lágrimas en los ojos, balbuceaba:
para ir viviendo. Ese cuento se lo quiso hacer tragar a Rosalba, ¡mentira! -Usted no sabe de lo que habla... si tuviera una hermana como
Clara hablaría en otra forma ...
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Sentía deseos de gritarle: "¡charlatán"! Aumentabas u enojo la poca conocerla -dijo, volviéndose hacia Espinoza-. Me gustaría que cono-
simpatía que le tenía y ese cigarro, que no se quitaba de la boca para ciese a ese monstruo y después volver a oírlo. Es una tarada. U na vez que
hablar. fui al asilo (el recuerdo de su hijita golpeó el corazón de Espinoza), me
-No tener un hermano es lo mismo que no haber conocido a los mostraron una loca. (Doña Angela tornaba a confundir hechos vividos
padres de uno -prosiguió Espinoza; y dirigiéndose directamente a doña con otros que le habían referido). Estaba encerrada porque quería
Angela-. Por lo mismo que su hermana Clara es mala, usted debe envenenar a su hermana... Se parecía a Clara. Clara también quiere
quererla más y perdonarla con espíritu cristiano ... envenenarme. Varias veces he tenido pesadillas en que la veía acercarse
Trate de corregirla. Si yo tuviera un hermano con los defectos de a mi lecho para matarme. ¿Sabe usted que nadie la quiere en el pueblo?
Clara lo corregiría, lo convertiría en un ser bueno y caritativo.
Doña Angela estaba excitadísima. Querer enseñarle a ella lo que
era tener espíritu cristiano, que si alguna virtud Dios le había dado era
J Y por algo será... Yo soy muy cristiana y devota. Cualquiera en el pueblo
se lo puede decir ... Y antes de que usted me dijera ya la había perdonado,
como también perdoné al padre Rosales todo el mal que hizo a la religión
su fe y su vida consagrada a actos de devoción. y a este pueblo. Pero yo no puedo ir a vivir con Clara porque mi vida
Ramón, que creía ver en la actitud de Espinoza el propósito estaría en peligro. Cada vez que la veo me acuerdo de esa loca que vi en
insidioso de unir a ambas hermanas para sacarle su ganancia, saltó de el asilo y me muero de miedo ... Ahora, lo que quiero es mi parte de
su asiento. herencia, no por el dinero, sino para no tener que vivir de la caridad de
-Vos hablás porque tenés lengua. Estás hablando del cariño de los los amigos ...
hermanos, y has abandonado a Rosario, que es tu mujer, la madre de tu -Yo creo que si su hermana no se defiende -intervino Ramón-
hija... No le hagan caso a éste -les dijo a doña Angela y Salvado, el pleito terminará pronto. Ese sinvergüenza del doctor Brítez la estaba
señalando con despectivo movimiento de cabeza a Espinoza. vendiendo a usted.
Este se desmudó. Las manos le temblaron.No supo qué decir por un -No me hable usted de ese estafador -exclamó doña Angela
buen rato, hasta que al fin articuló algunas palabras con tono inseguro, perdiendo otra vez la calma al oír ese nombre-. Con todo su apellido y
sin ese "aplomo y arrogancia" que escocían a doña Angela. sus ínfulas vive pidiendo dinero prestado y engañando a la gente ... Clara
-Es distinto ... Además, ella está bien ... No necesita de mí... Bueno. ya puede despedirse del dinero de los terrenos. Una persona que vino de
-Y viendo que su consejo a doña Angela fastidiaba a Ramón, volvió a Asunción me contó que el doctor Brítez vendió las dos manzanas por un
decir-: Usted debe perdonar a su hermana ... Perdónela ... No se va a precio irrisorio, pero que bajo cuerda recibió una suma importante como
arrepentir... Perdone, que es lo que no sabe hacer mi amigo Fleitas. comisión. ¡Ojalá sea cierto! Bien se lo merece la avara y descorazonada
-¡Basta! -gritó Ramón, imperioso y amenazador-. ¡Eki'ri'rike! de mi hermana ... Ya le sucederán otras peores. Hay que creer en la
(78). Doña Angela, no le haga caso. Está diciendo disparates. justicia divina... Es la mano de Dios, como sucedió con la muerte del
Salvado permanecía en silencio observando esa escena en triángulo padre Rosales .. ., que perseguía a una pobre mujer como yo, llamándome
de rencores y violencia. "Hablan por boca de su odio -pensaba-. Es "Babosa" y otras estupideces por el estilo ... Díganme ustedes. ¡Todo un
para creer que el único sentimiento verdaderamente humano y sincero representante de Dios sobre la Tierra insultando a la gente!
es .el odio". -Su mayor pecado era su tacañería -dijo Ramón.
Entretanto, doña Angela, calmándose algo, quiso llevar el conven- -No -exclamó doña Angela-. Su pecado peor, su sacrilegio, era
cimiento al ánimo de Espinoza con suavidad, esforzándose por emplear que se guardaba para sí el dinero de la parroquia, y después el muy
un tono natural y amistoso. desfachatado levantaba los ojos al cielo diciendo "que nadie se quedaría
-No se sulfure, Ramón. Siéntese ... Usted habla de Clara sin sin su poquitín de cielo". Quería mandar al cielo hasta los animales ... Tal
vez porque así tenía la esperanza de ir él también. -Y doña Angela rió
de su ocurrencia con una risita seca y breve.
(78) Cállate.

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Aunque Salvado preveía la reacción de doña Angela si se acordaba -A mí eso me tiene tranquilo. No somos del mismo partido.
bien del párroco, creyó que era una cobardía no defender a su memoria. -Se fue el padre Rosales; pero se quedó Quiñónez, y ahora tenemos
Y con tono vacilante, sin mirar adoñaAngelaalacara, como si expresase la suerte detenerlo a usted. ¿Pero seguramente que no se quedará por
un pensamiento general, dijo que el padre Rosales bajo su aspecto rudo mucho tiempo?
escondía un· corazón tierno y que como todos los violentos, engañaban -Eso depende de usted y del comisario Arana -respondió
sobre su verdadera naturaleza. Espinoza-. Me han dicho que aquí se quedan los que ustedes quieren.
-Usted siempre llevándome la contra -lo atacó doña Angela sin Sonrió doña Angela con visible satisfacción.
ningún miramiento y sin ocultar la poca simpatía y consideración que le -Es una exageración. Pero era eso lo que le molestaba al padre
merecía-. Si usted defiende al padre Rosales sabrá por qué. Pero a nú, Rosales. Le disgustaba que la gente de Areguá me escuchase y respetase
que lo conocía bastante bien, no va a convencerme. más que aél.
Esta contestación agria y provocativa dejó confuso a Salvado. Era muy orgulloso.
Varias veces le sucedió lo mismo. Ante las réplicas ásperas de doña Oyéndola, Salvado se decía entre sí que doñaAngela lo tenía presente
Angela quedaba abochornado y silencioso, sobre todo cuando estaban al párroco muerto en la conversación a cada momento y por cualquier
presentes personas extrañas. Espinoza notó el azoramiento de Salvado, circunstancia. Pero nunca tenía para él una palabra dulce o un recuerdo
y después de observar a éste largo rato, miró a doña Angela y otra vez a indulgente. ¡Nunca! Siempre la misma dureza tensa e inflexible.
aquél. ¿Por qué Salvado aceptaba este trato irrespetuoso y despectivo de -¿Es cierto lo que hablan por ahí de que unos días antes de morir
su huéspeda? ¿Por qué no la mandaba a paseo? ¿Por qué callaba ante su le dijo a Ciriaco que el Rubiano era para usted?-continuó doñaAngela,
vehemencia? Estas preguntas y otras se formulaba Espinoza mientras dirigiéndose a Ramón. .
su mirada iba y venía alternativamente de la una al otro. -Chiró dice que sí. Pero como es un chico y no haya nada escrito ...
La muerte del padre Rosales en lugar de atenuar el aborrecimiento -contestó Ramón.
de doña Angela hacia aquél la llenó de una exasperada impotencia. Se -Habrá sido de arrepentimiento por la falsa acusación del robo de
le había ido, escapado, ganando la última batalla. Se había marchado los diez mil pesos -observó doña Angela muy seria.
definitivamente dejándola con la palabra en la boca, cuando tantas cosas Ramón le hincó la mirada. Ninguna ironía se traslucía en sus
1.
aún tenía que replicar al que se atreviera a llamarla "la Babosa" y 1

palabras ni en el gesto. Pero Ramón adivinaba en éstas una doble


"solterona arpía". Muchos ya en el pueblo la nombraban, a sus espaldas, intención, y hubiese asegurado que cuando le preguntó lo del Rubiano
con ese mareante, que era como aliarse con el cura muerto y darle la fue con el propósito ya previsto de clavarle el dardo que vino después.
razón. Hasta Arana, Quiñónez, Paredes, sus enemigos de ayer, vivían -¿Qué robo de los diez míl pesos?-preguntó enseguida Espinoza,
como si nunca hubiera existido en Areguá un cura párroco que se llamó aguzando la atención.
Antonio Rosales. Pareciera que hubiese muerto para todos menos para -No ... nada -respondió Ramón turbado, buscando de no dar
ella. importancia al asunto.
-En los últimos tiempos chocheaba bastante -dijo Ramórt, si- -¿Cómo nada? -intervino doña Angela- ¿Usted no sabe que por
guiendo la conversación sobre el cura. antipatía contra Ramón el padre Rosales le denunció a la Policía de que
-Chocheó desde que nació -comentó Angela-. Pero si hubiese le había robado diez mil pesos? ... Pero no pudo probar nada.
sido un buen sacerdote no hubiera chocheado, porque Dios no lo hubiese i
Pensó agregar que era una calumnia; pero se calló, temiendo que
permitido. Espinoza lo creyese.
-Por lo visto no le era simpático a Dios -bromeó Espinoza. . Ramón no sabía dónde poner la mirada. Espinoza no le quitaba los
i
-Usted tampoco debe serlo mucho -contestó doña Angela, lan- ojos de encima. Aquél se levantó y, mirando su reloj, pretextó que era
zándole una mirada de desafío. tarde y que tenía que marcharse.

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Ya de pie todos, doñaAngela les contó que el nuevo párroco, que era sólo olvida los actos buenos ... Volvía a jugar ese dinero pensando en
muy piadoso e inteligente, la había nombrado presidenta honoraria de Rosario. Hubiera querido centuplicarlo, ganar muchos más, para man-
la comisión Pro Templo, y a Rosalba, presidenta en ejercicio. "Sí, debe ser darla a los Estados Unidos, donde ya se cura el cáncer,
muy inteligente", pensó Espinoza. -¡Qué pretensiones! Te hubieras conformado con mandarla a un
En elpoítoncito de salida, al despedirse, doñaAngela, recomendó sanatorio de la calle Estados Unidos-respondió Ramón con sorna.
a Ramón que si visitaba a su hermana no se olvidase de decirle que ella
Durante el resto de la tarde pasaron sin dirigirse la palabra,
no creía que no tuviese más alhajas.
enojados y despreciándose mutuamente. Espinoza no comió en casa, y
-Dígale, doctor Fleitas, que a mí no me engaña como a una
volvió a la madrugada tambaleándose de borracho y murmurando:
chiquilina... y que con cartas no va a engatusarme.
"Pobre Rosario. Si pudiera ayudarla. La pobreza, la puerca pobreza... Tal
No se habían alejado cinco pasos de la casa de Salvado, cuando
vez con lo que gane en la alfarería pueda ayudarla... La pobre se va a
Ramón se volvió furioso contra Espino za. Con su enojo quería impedir
morir sin sentir la vida, sin conocer la vida.. ., sin saber lo que es la vida.
que el otro mencionase el asunto de los diez mil pesos, porque intuía que
A no ser que la vida sea eso que está pasando ella... "
desde que salieron de lo de Salvado, Espinoza no pensaba sino en eso.
Se dunnió con el pensamiento de que si doña Angela le daba una o
-Sos un hipócrita ... Vos lo que buscás es perjudicarme-le acusó
con rabia. Tomado de sorpresa, Espinozano sabía a qué se refería-. Vos dos joyas de ese millón que tenía su hermana podría atender la
querés que doña Angela y Clara hagan las paces para que yo no gane enfermedad de Rosario y hacerla dichosa unos meses.
nada. Te enfermás cada vez que piensas que yo pueda ser rico. En eso te
parecés a don Félix, que no quería que fuese literato por envidia...
También le molestaba mi triunfo.
-Vos estás loco. Ni pensé en eso. (Sin embargo, después de oír esto, 9
le entró a Espinoza la duda de si no había sido un oscuro deseo de que
Ramón no ganase nada lo que le llevó a dar a doñaAngela aquel consejo). El amor propio de Ramón sufría mucho con la compama de
Es por el bien de ella. Me preocupa ese odio entre hermanas ... Quisiera Espinoza. Su vida en común, ese estar todo el día junto a una persona a
que doñaAngelahaga con su hermana lo que yo en su caso hubiese hecho la que despreciaba y que consideraba inferior a él le hacía sentir en lo
con un hermano. vivo, más que cualquier otra circunstancia, su vida de truhán y borracho.
-Estás delirando o queriendo engañarme ... Si vos hubieras tenido Por eso vivía permanentemente irritado contra Espinoza, ultrajándolo
un hermano lo dej ás morir como a Rosario. con palabras humillantes y su hosca brutalidad. Pero a fuerza de gritos
Cada vez que Ramón le recordaba a Rosario, Espinoza sentía como e insolencias le era difícil mantener una diferencia que a cada momento
si le pegara un puñetazo en el corazón. Se daba cuenta que en un desaparecía en la mesa de juego y en su borrachera en común. Espino za
momento asílo,hubiese matado a puntapiés y dentelladas sin remordi- cada día lo trataba con más familiaridad y se iba tomando más confianza.
miento alguno, hasta con placer, aun sabiendo que un minuto después Y sólo con su rudeza y violencia, y ello por breves momentos, Ramón
lloraría por todo el resto de su vida ese crimen inútil. conseguía ponerlo en lo que llamaba "su lugar".
-Yo sufro con Rosario; sufro más que ella; no la puedo olvidar a ella En una ocasión, Espinoza hasta se atrevió a criticarlo y llamarlo
y su sufrimiento ... Si ella se muere, yo también voy a quedar muerto por simulador, echándole en cara que su novela "Frente a sí mismo" era un
dentro. intento suyo; que ni siquiera la había comenzado, y que por eso ponía
-Eso se llama remordimiento ... Si hubieses sufrido tanto como como excusa que se la mostraría m1a vez terminada. Ramón se embraveció
dices, le hubieras regalado los treinta mil pesos para que se atendiese ... como nunca y lo trató de cínico y vividor. Le dijo que desde hacía más de
-Tienes la memoria de un rencoroso ... Aún te acuerdas de ese dos meses estaba comiendo de las sobras de su mesa.
dinero ... Yo estoy tranquilo. Ya había olvidado ese asunto; y la conciencia Aquella disputa produjo efecto en él ánimo y en la moral de Ramón.

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intelectual y muy culto, y es un pobre infeliz ... Ayuhújha ora, imandu'á
Pasó todo ese día sombrío y caviloso, y a la mañana siguiente sacó, a
vaera cherejhé (79).
escondidas de Espinoza, algunas cuartillas de un viejo ropero de doña
De repente, tomó el sombrero y dijo que iba en busca de Quiñónez
Elisa, donde las había guardado al venirse a vivir allí, y, encerrándose
para aclarar si fue intencionalmente y para molestarlo que dio vuelta por
en el comedor, con un vaso de caña al lado, intentó escribir algo. Pero no
otra calle. Débilmente, sin mucho entusiasmo, Espinoza trató con dos o
podía pensar en nada. Y no sólo sentía la cabeza vacía y torpe, sino que
tres frases de convencerlo de lo contrario.
hasta la mano se le había vuelto pesada y formaba con cierta dificultad
-Es un pobre desgraciado. Lo habrá hecho sin querer.
las letras. Su caligrafía y redacción eran desmañadas e inseguras. Se
-Macanas ... , es un tipo peligroso y que se cree un conquistador ...
bebió el vaso de caña, al que siguió otro. En una de sus largas pausas, con
Habla de todas las mujeres del pueblo ... Estoy seguro que anda hablando
la pluma en la mano, recordó que hacía tiempo que quería escribir a
mal de mí también-le decía a Espino za con lengua pesada y balbuceante,
Adela, y enseguida se puso a escribir una carta sin mucho sentido, en la acercándole la cara para hablarle, y apartándose después con paso
que la amenazaba con un juicio de divorcio si no volvía cuanto antes a su vacilante. Apenas se podía tener en pie-. Lo que pasa es que todos son
lado, y en el cual sacaría a relucir intimidades y suciedades de don Félix unos hipócritas y nadie se anima a contarme... Vos mismo sos un
y toda su familia. Empezó la carta con la intención de escribir una carta hipócrita. Cuando le contaste al ladrón de don Félix lo de los cien mil
amorosa, llena de ternura y de olvido de lo pasado, y salió escribiendo pesos lo hiciste para joderme; y ahora andás diciendo que era para
reproches, amenazas e injurias. salvarme. Pero fue para joderme.
Una vez que la hubo despachado se asustó de lo que en ella El rostro amulatado de Espinoza se cubrió de intensa palidez, como
escribiera, y le dominó la inquietud y el temor de que Adela se la le pasaba. cada vez que Ramón lo insultaba o le echaba en cara el
enseñase a don Félix, y que éste, ofendido, lo hiciese encarcelar presen- abandono en que tenía a Rosario. Se quedó mudo y rígido. No se movía
tando a la justicia aquella otra que le firmó confesando su robo. Pero a ni decía palabra por miedo a que sacase el revólver y le pegase un tiro.
pesar de las consecuencias que podía acarrearle, prefirió sufrir su miedo (El miedo al revólver de Ramón le trajo más de una vez el recuerdo del
y no ir a la estafeta a retirar la carta, como hubiese podido hacerlo. sueño que tuvo la noche en que Ramón durmió en su casa. Espino za era
Para aplacar su intranquilidad y olvidar su fracaso para escribir su de los que creían en el ave agorera de los sueños). Le pegaría a él el tiro
novela, se lanzó a beber con furia, como un desesperado. Al verle que tenía que pegárselo a Quiñónez. La cuestión para este desaforado
embriagarse de ese modo, Espinoza se asustó. Quería escapar a la calle era matar a alguien. Si qÚería atacar a Quiñónez que lo hiciese, y lo
y dejarlo solo. Si por lo común Ramón era agresivo y pendenciero, dejase a él tranquilo. Entre la vida de aquél y la suya se quedaba con la
borracho era aún más peligroso. Andaba con el revólver en el cinto y a suya. Por eso, cuando vio a Ramón descender trastabillando los escalo-
cada momento hacía ademán de sacarlo. Le dio contra Quiñónez y nes que conducían a la puerta de salida y murmurando palabras
echaba amenazas e insultos contra éste. ininteligibles, no hizo un solo gesto para detenerlo. Y aunque hubiese
-Le voy a pegar un balazo a ese tipo asqueroso -decía-. Yo no sé querido hablar no hubiera podido porque tenía la lengua pegada al
qué se cree ese estúpido ... Es un reptil... Le dio una puñalada por la paladar. Nunca Ramón le hizo vivir instantes de tanto pánico y angustia.
espalda al pobre padre Rosales con su carta; y para no comprometerse "Si lo mata a Quiñónez que lo mate y lo encierren de una vez en un
se la hizo firmar a la Babosa ésa -y señaló con la cabeza en dirección de manicomio a ese loco. N adíe está seguro a su lado". Y pensó lo que hacía
la casa de las Gutiérrez como si doña Angela viviese aún ahí-. tiempo no se le ocurría: volverse a Asunción cuanto antes.
Pero Ramón no llegó hasta lo de Quiñónez. Tal vez en el fondo no
No se animaba a hacerle frente al padre Rosales.
tuviese muchos deseos de llegar. En el canlino se encontró con un amigo
-Espinoza lo escuchaba en silencio, amedrentado-. Hace un mes
y juntos entraron a beber en el almacén de Teófilo.
que no viene a verme ni aparece por la comisaría.
Le contó que la otra tarde, Quiñónez, para no encontrarse conmigo
(79) Cuando lo encuentre se va a acordar de mí ...
porque cree que soy un borracho, inferior a él... Se cree un gran

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Después de aguardar un rato, Espinoza salió a la calle, y dando ha a su querido un cara{ (81), muy superior a ella. Espino za la dominaba
vuelta a la manzana se dirigió al fondo del patio de la casa de las y manejaba a su antojo.
Gutiérrez. Por aquella parte del patio había hasta veinte plantas de Y fue esa tarde cuando una idea, que nunca le pasó antes por la
bananos, que volvían muy oscuro ese lugar por la noche, y de día era un cabeza, se apoderó de él. Robarle las alhajas a doña Clara antes de irse
buen sitio para ocultarse. Espinoza entró en el patio agachándose y a Asunción. Quizás esa idea la tuvo siempre, desde que oyera hablar de
metiendo el cuerpo por entre dos de los tres hilos de alambre flojo y medio las alhajas.
suelto que servían de cerca. Escondido entre el bananal, lanzó un ligero Le participó su proyecto a Pilar. Sin su ayuda y complicidad no
y breve silbido. Al poco rato se oyó el rumor de los pies descalzos de Pilar. podría realizarlo. Pilar no sólo no tenía ni la más remota sospecha del
Espinoza la saludó en guaraní. Pilar entendía el español mal que mal; lugar donde podían estar escondidas las alhajas, sino que era la primera
pero apenas lo hablaba. vez que se enteraba de su existencia. Antes de ahora nadie le habló de
Desde un mes atrás más o menos, Espinoza andaba en amores con ellas, y no conocía otras joyas de la viuda fuera de aquellas que se las veía
la criada de las Gutiérrez, viéndose diariamente con ella. La había todos los días en las orejas y en los de los dedos. De alhajas y piedras
elegido para sus amoríos por comodidad, aprovechando que era vecino. preciosas la campesina de Pilar no entendía nada. Le daba más valor a
Si en lugar de Pilar hubiese sido otra, le habría dado lo mismo. "La cualquier baratija o abalorio de relumbrón que a una joya auténtica.
cuestión era tranquilizar el sexo", comentaba él con sonrisa despreocu- Durante varios días Espinoza se pasó planeando aquel robo que lo
pada cuando se refería a sus amores con aquélla. Solían encontrarse por volvería rico de golpe, y le permitiría ayudar a la pobre Rosario, en la que
la noche en el bananal. Se acostaban en el suelo, sobre una frazada que no dejaba de pensar. Sabía que doña Clara, aprovechando las siestas de
Pilar traía. Varias veces, Espinoza que encontraba incómoda y primitiva invierno, después de almorzar solía ir a coser a casa de doña Romualda,
esa forma de realizar el amor, la animó para que lo recibiese en el cuarto que tenía una máquina de coser; y volvía a la caída de la tarde. Esos días
de doña Angela, donde por las noches la hacía dormir doña Clara para Pilar quedaba sola en casa. Durante una de esas ausencias de doña Clara
tenerla más cerca. Pero Pilar no se animaba por miedo de que aquélla los
sintiese. A casa de Ramón, no podía llevarla. U na vez que quiso hacerlo,
Ramón se opuso diciéndole que su casa era una casa decente y no un
prostíbulo.
r tenía que robar las alhajas y huir a Asunción esa misma noche en el tren
que pasaba por Areguá alrededor de las nueve de la noche, una vez por
semana. 'Tendré que llevarme a Pilar conmigo hasta Asunción", pensa-
ba. Esto lo contrariaba, no sólo porque Pilar le era una compañía
Una noche, en que estando afuera ambos, comenzó a llover, Espinoza' molesta, sino porque no veía algún medio para desembarazarse de ella
consiguió que Pilar lo metiese en su dormitorio (el de doña Angela). Al antes de estar en Asunción.
enterarse allí que doña Clara se encerraba con llave en su pieza, logró Durante varios días, Espinoza se repitió innúmeras veces que lo
convencer a Pilar de que tendría tiempo de sobra para huir antes de que que iba a realizar era un acto peligroso, y que de ser descubierto lo
su patrona abriese la puerta. Desde aquella noche, Pilar esperaba a llevaría a la cárcel, pero nunca le preocupó el descrédito y la deshonra
Espinoza en el dormitorio, dejando entornada la puerta que caía sobre que podía acarrearle. Para Espino za, un hombre con un millón de pesos
la galería interior. Para estar más tranquilos, cerraban la puerta que no se deshonrabajamás. "Con un millón de pesos en el bolsillo no estaré ·
comunicaba con la sala, y que doña Clara le había recomendado a Pilar en la cárcel ni un día", decíase con el corazón tranquilo, como si repitiese
dejase siempre abierta para que pudiese oírla si la llamaba. un axioma. "Con un millón de pesos seré ministro, como
-Agha pyjharé ayúta ndeve (80)-dijo Espinoza a Pilar, teniéndo- Eudorito". Y cuando pensaba que sería dueño de tanto dinero, sentíase
la cogida de una mano. fuerte, como si blandiese una maza.No le intranquilizaba, pues, el temor
Pilar estaba verdaderamente enamorada de Espinoza. Considera- de ser descubierto. Le preocupaba sólo que no le diesen el tiempo a

(80) Esta noche voy a venir. (81) Señor.

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esconder el producto de su robo, con el cual compraría ajueces y políticos. a la calle, le preguntó varias veces de dónde había sacado la ocurrencia
Pensó por un momento buscar la complicidad de Arana para realizar las de ir a sentarse en el pasto.
cosas con más tranquilidad y seguridad. Pero desconfiaba de Arana, a Espino za oía los fuertes latidos de su corazón repercutiendo en todo
quien creía capaz .de traicionarlo para quedarse con todo. Lo que no se su cuerpo corno si éste fuese de madera hueca. Hasta tuvo la extraña idea
explicaba era que siendo tan sencillo el robo, no se le ocurriera a otros de que esos latidos podían ser oídos por Ramón y que éste le preguntaría
antes que a él. "Seré millonario, y no un millonario roñoso como doña qué le pasaba.
Clara, sino con corbata de seda y zapatos de charol". (Sus dos debilida- Corno lo había previsto, a Ramón le acometió el sueño y poco
des). Cada vez que pensaba en aquellas joyas, su corazón se dilataba y después fue a dormir.
la sangre fluía por sus venas rápida y tumultuosamente, llenándole de Desde el sitio en que se hallaba, Espinoza tenía al alcance de sus
un ímpetu que le empujaba hacia adelante. "¡Por fin sabré lo que es ser ojos toda la calle. Doña Clara no podía salir sin que la viese. Transcurrió
rico! ¡Por fin descubriré el misterio!". Le parecía soñar y gozaba por cerca de una hora y aquélla no salía. ¿Se le habría antojado tan luego esa
anticipado de su futura riqueza. Oía con despreocupación e indiferencia tarde no ir a lo de doña Romualda? Impaciente por la ansiedad y la larga
los arrebatos y grosería de Ramón. Lo contemplaba por encima del espera, se levantó y, como otras veces, dando vueltas a la manzana, fue
hombro, con la arrogancia interior (aunque estremecido de miedo), del a salir detrás de la casa de las Gutiérrez. Se detuvo un rato junto a la
que está seguro de sí y tiene la última palabra. Hubiera dado la mitad cerca, echó rápidas miradas a ambos lados de la calle, y, enseguida, se
de las joyas por ver la cara que p-ondría el imbécil de Ramón cuando se metió dentro del patio. Una vez oculto entre los bananos, silbó dos veces.
enterase de que se las había llevado consigo. Enseguida vino Pilar, que parecía estar aguardándole. Le preguntó
Espinoza en guaraní por qué doña Clara se quedaba en casa. Pero grande
fue su extrañeza al enterarse c,_ue hacía un buen rato que había salido.
10 Pensó que en el momento de salir doña Clara debió estar distraído y por
eso no la vio. Pero de pronto le pareció que no fue así, que vio salir a
Desde el momento en que se fijó a sí mismo el día para cometer el alguien de la casa, aunque tampoco estaba seguro. Quizá las palabras de
robo, hasta que ese día llegó, Espinoza perdió toda la calma que hasta allí Pilar creaban ahora este espejismo tardío. "Hemos perdido tiempo
le acompañara, y sintióse quemado por una ansiedad terrible. Mientras inútilmente", se dijo a sí mismo; luego añadió en voz alta:
aquello anduvo en estado de proyecto no lo perturbó. Fue una divagación -Yajhá pya'é (82).
más de su fantasía, corno su libro de historia diplomática o su obrador de Y cruzó el patio con paso apresurado para no ser visto desde la calle.
alfarería. Pero cuando tuvo la sensación de que aquello se realizaba y de Al poner los pies en la galería sintióse poseído de una rara tranqui-
que se acercaba la hora, comenzó a vivir inquieto y sobresaltado, y más lidad. No era serenidad, sino tranquilidad; pero no esa tranquilidad
de una vez desistió interiormente, aunque su mente y su voluntad no normal y corriente del espíritu en sosiego, sino esa otra, aquella que se
flaquearon en ningún momento. siente frente al peligro después de una prolongada tensión nerviosa, tras
El día elegido, ni bien acabó de almorzar, salió a la calle y se sentó una larga y agotadora ansiedad.
en la hierba. Era una fría siesta de agosto, dorada por el sol. Ramón Espino za esperó a Pilar en la galería y luego entró en el dormitorio
permaneció en la galería. Espinoza no quiso quedarse haciéndole com- que había sido de doña Angela. Lo cruzó corno terreno conocido que era
pañía, para que se fuese cuanto antes a dormir la siesta corno tenía por para él. Al penetrar en la sala quedóse sorprendido a la vista de esa
costumbre. Tampoco se atrevió a dejarlo del todo, diciéndole que se iba profusión de muebles y objetos diversos, entre los cuales apenas podía
de paseo, porque había el peligro de que se ofreciese a salir con él. caminar. Corno no entendía de estas cosas, le parecieron muy elegantes
Instintivamente eligió esa situación intermedia. Desde la galería, Ra-
món, que por momentos parecía sentir la tentación de salir él también
(82) Vamos rápido.

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y de precio. ''La dueña de una sala como ésta debe tener mucha plata", desprolijaypoco aseada. Espinozasacaba las distintas prendas una por
se dijo entre sí. "Con razón que Ramón anda metido con estas viejas. una, las sacudía en el aire y luego las dejaba en un montón en el suelo.
Cualquiera al ver esta sala se da cuenta del dinero que hay aquí''. Apartó En una de sus búsquedas, encontró en el fondo de un estante cinco
la mirada del espejo, temeroso de que la vista de su propia imagen le botellas de anís, cuatro sin abrir y una consumida a medias. Bebió unos
hiciese flaquear en la ejecución de su proyecto. Le hubiese producido tragos de esta última. Luego la dejó sobre el tocador. Por no ser menos,
escalofríos encontrarse con su propia cara mirándole a la cara en ese Pilar también se echó la botella a la boca.
momento. -Aquí no hay nada -exclamó Espinoza con gesto de desaliento,
Al llegar a la puerta que comunicaba con la alcoba de doña Clara metiendo la mano hasta el fondo del cajón del ropero.
probó de abrirla sin violencia. Se empeñó en vano. Se volvió entonces En el suelo yacían, en revuelto montón, entre batas, camisones y
hacia Pilar que, de pie detrás de él, seguía todos sus movimientos con otros trajes y prendas íntimas, tres enormes sombreros y dos vestidos
mirada sumisa y amedrentada a la vez, y le pidió que fuese a buscar un antiguos, pasados de moda, que doña Clara conservaba como recuerdos
"fierro" o alguna cosa con qué forzar la puerta. de su noviazgo y de su luna de miel.
Mientras aguardaba a Pilar, volvió al cuarto de doña Angela y, Al ver que Pilar volvía a coger la botella con la intención de beber
acercándose al balconcillo, púsose a atisbar la calle por entre la persiana. nuevamente, Espinoza se la arrancó con brusquedad de las manos al
No pasaba nadie. La calle estaba desierta. Todas las calles de Areguá mismo tiempo que le gritaba:
eran iguales, todas entristecidas de soledad y silencio. Se volvió a oír que -Dejá eso; te estás poniendo en pedo, estúpida.
Pilar regresaba. Esta le entregó un pequeño trozo de hierro plano, no De pronto, su mirada cayó sobre los cajones del tocador y un brillo
muy largo, que usaba doña Angela en su hornilla. de alegría relampagueó en sus ojos. Al querer abrirlos y notar que
Espinoza metió esa suerte de barreta entre ambas hojas de la estaban cerrados con llave, dedujo de inmediato que era allí donde
puerta e hizo saltar la cerradura. Dejó para más adelante estudiar la debían estar guardadas las alhajas. Se agarró a esos dos cajones como a
forma de disimular la rotura. Se había repetido muchas veces que no una nueva esperanza.
debía dejar señales muy visibles para que no hubiese alarma por lo Los abrió con la barreta. En el primero de ellos encontró varios
menos hasta la llegada del tren. libros de literatura obscena y pornográfica, encuadernados a la rústica,
En la alcoba de la viuda de Salcedo le recibió una atmósfera con figuras de mujeres desnudas en la cubierta de algunos de ellos.
húmeda, de estancia siempre cerrada, con un olor sensual a carne de Mientras registraba el otro cajón pensaba que doña Angela no mentía,
mujer y a cosméticos. Este tufo dulzón le trajo el recuerdo del cuarto de como lo creía la mayoría en Areguá y, hasta el mismo Ramón, cuando
aquellas sus amigas de Asunción, "tan buenas y limpias". acusaba a su hermana de borracha y lasciva. 'Tal vez a doña Angela la
Lo primero en que sus ojos se fijaron, con atención extraña e hagan más mala de lo que es -se decía, mientras su mano revolvía
insistente, fue en esa colcha de color azul desteñido, que cubría el lecho nerviosamente en el cajón-. Quizás la maldad y prevención de la gente
de doña Clara, y sobre la cual el doctor Brítez había visto tendida alguna la hayan hecho como ella no hubiese querido ser ... Yo mismo tal vez esté
vez a la viuda en sus espionajes nocturnos. En todo el tiempo que robando aquí porque muchos esperaban esto de mí''.
Espinoza anduvo por aquella pieza, en tres o cuatro oportunidades, su Del otro cajón tomó un paquete de cartas y les echó una mirada muy
mirada fue atraída con fuerza por esa colcha. No sabía por qué, pero a la ligera. Eran los anónimos de doña Angela y que Clara había ido
varias veces se detuvo a mirarla. guardando. Encontró también otro mazo de cartas mezclado con distin-
Comenzó a revisar y hurgar. Contra su deseo, tuvo también que tos y pequeño objetos como horquillas, almohadillas para alfileres, pelos
violentar la cerradura del ropero, cuya llave no halló por ninguna parte, postizos, tenacillas para el cabello. Eran las cartas del doctor Brítez, que
por más que buscó. El ropero estaba atascado de ropas en desorden, de doña Clara creía de Quiñónez. Había allí también tres billetes arrugados
las más diversas clases y épocas. Se echaba de ver que doña Clara era de cien pesos, que Espinoza se los guardó en el bolsillo.

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Al acabar de inspeccionar los cajones yno encontrar lo que buscaba -Yajhá (83). -le dijo con mal gesto, empujándola del hombro para
la decepción hizo presa en su ánimo. Ansiosamente recorrió con l~
que se levantase de la mecedora.
mirada a su alrededor buscando algún otro sitio donde pudieran estar
Pilar se pudo de pie con esfuerzo. "Con esta marmota no podré
escondidas esas alhajas, con las que soñaba liberarse de la miseria. No andar mucho" -díjose Espinoza al notar su embriaguez. "Lo mejor es
podía resignarse a que no existieran. Cansado, se dejó caer en uno de los que la lleve hasta el bananal y espere allí hasta que se haga noche". Tomó
sillones que fue de Cirilo. Preguntó a Pilar que estaba sentada en la una botella de anís. Aprovecharía el tiempo que forzosamente debía
mecedora, si por casualidad no vio alguna vez a doña Clara esconder aguardar oculto en el bananal para emborracharla del todo y entonces
algo, o si no le prohibió que tocase ciertos lugares al limpiar la pieza. Pilar
escapar solo.
nada sabía. A Espinoza le pareció que estaba un poco mareada. Y de Al cruzar la sala se detuvo de pronto asustado. No podía dejar todo
pronto, una idea lo hizo saltar de su asiento con nuevos bríos. Su en ese desorden. Doña Clara pediría auxilio de inmediato, alarmaría a
abatimiento y su cansancio desaparecieron; una nueva esperanza puso
todo el pueblo, y la Policía pondría vigilancia en la estación. Hizo sentar
otra vez en tensión su espíritu y sus nervios. Se dirigió derechamente a
a Pilar. Puso la botella de anís sobre el piano, y quedóse largo rato
la sala. Allí debían estar escondidas: en uno de los jarrones. Empezó a
ensimismado. Parecía estar meditando. Pero durante todo ese tiempo no
volve~los boca abajo apresuradamente, y cuando no le quedó ninguno por
pensó en nada. Un deseo oscuro de esperar a doña Clara lo retenía. (Sólo
sacudir, buscó bajo los cojines y palpó el tapizado de las sillas y sillones.
su corazón conocía este deseo, y era su corazón el que le decía con su voz
Co~o se,resi~tía a darse por vencido, empezó otra vez a examinar jarrón
que no suena: "Espera a doña Clara. Ella es la única que sabe dónde
por Jarron, silla por silla, almohadón por almohadón. Al final, rabioso
están guardadas las joyas. Sácale su secreto. Porque esas joyas existen;
tomó un jarrón y lo estrelló contra la pared. Sentía deseos furiosos d~
tienen que existir"). "No; lo que debo hacer es esperar a doña Clara,
romperlo todo. Sus ojos recorrieron toda la sala con expresión desespe-
maniatarla y amordazarla. Dejarla bien atada e irme entonces ... Puedo
rada, y ya se dispo1úa a abandonarla, cuando su mirada tropezó con el
dejarla atada y amordazada también a Pilar ... ". Y mientras pensaba así,
piano. Allí tenían que estar. Este mueble era un sitio ideal pára
comenzó a pasearse agitado del dormitorio a la sala y de ésta a aquél. A
guardarlas. Con impaciencia levantó al tapa de la caja. Echó dentro una cada instante se aproximaba a la persiana del balconcillo, y se ponía a
mirada á:ida. ¡~ada! tendría que terminar por convencerse de que mirar con impaciencia afuera, sin que su nerviosidad le permitiera
aquellas Joyas eran una invención de la Babosa. Durante los días
fijarse en nada. Realizaba todos estosmovimientosmaquinalmente. Por
anteriores había acumulado tantas ilusiones que se negaba a reconocer momentos, le apuraba el deseo de marcharse. Al fijarse en Pilar, se
su fracaso. Al volver a la alcoba de doña Clara notó que Pilar había vuelto
estremecía de rabia. Seguía en su sillón, como somnolienta. Su silencio,
a beber. Su rabia y nerviosidad se descargaron en ella. Comenzó a
su inactividad le enfurecían y exasperaban más que si hubiese gritado
insultarla en guaraní. Se le iban las manos para pegarle. o se hubiera puesto a saltar sobre la silla. "Me voy o no me voy' -se
Anochecía. La pieza se llenaba de sombras. No tenía reloj. Calculó
repetía mientras continuaba sus paseos, aunque en lo oscuro de su
que debían ser las cinco pasadas. Doña Clara podía llegar en cualquier
conciencia estaba irrevocablemente decidido a quedarse. De súbito, le
momento. "Tengo que irme" -se dijo con el gesto de quien no tiene entristeció el recuerdo de Rosario. Si encontraba las alhajas, mañana
m~chos de.seos de marcharse. Se fijó en el desorden de la pieza, en esos
mismo, en Asunción, iría al hospital, y la sortija más hermosa de todas
caJones abiertos, en la ropa esparcida por el suelo. Si no ponía en orden se la colocaría él mismo en el dedo. Pobre Rosario, ¡tan resignada! y
todo aquello, doña Clara al llegar se daría cuenta enseguida de que había entonces pensó que su robo tenía un objetivo que lo ennoblecía, y que no
andado gente extraña por la casa. Pero estaba tan extenuado de ánimo
lo cometía por una vil codicia. No había actos malos ni buenos en sí. "El
y de cuerpo que no se sentía capaz de alzar un pañuelo del suelo. Tenía único momento en que el hombre no es una porquería de barro es cuando
también que cargar con Pilar. No podía dejarla. Se lo contaría todo a la
viuda ni bien llegase.
(83) Vamos.

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se sacrifica por alguien" -murmuró para sí. Y sintió no estar delante de brazos. Corrió hacia la sala gritando. Espinoza fue tras ella. La agarró
Salvado para impresionarlo con esa frase. ''Yo voy a purificar el crimen de los hombros y la derribó sobre una silla. Pero como doña Clara seguía
que estoy cometiendo; :voy a engrandecerlo; lo que robé lo emplearé gritando y no atinaba con la manera de hacerla callar, tomó la botella de
íntegramente para atender la enfermedad de Rosario". Encendió un aiús que había dejado momentos antes sobre el piano, y la descargó con
cigarro e iba a ponerse a caminar, cuando se detuvo bruscamente al oír fuerza sobre su cabeza. Doña Clara se desplomó sin lanzar un ay.
pasos en la galería. De sorpresa, se le cayó el cigarro al suelo. Hubiese Espinoza permaneció un buen rato atónito, contemplando con expresión
dado la mitad de su vida por no estar allí en ese momento. De afuera llegó de espanto ese cuerpo caído a sus pies. (La sensación del gollete de la
una voz apagada, que las sombras del anochecer parecían velar, llaman- botella aferrado en la mano le duraría a Espinoza mucho tiempo). La
do a Pilar. Luego, preguntó: ¿dónde estás? Aunque Pilar no se movió, mirada aterrorizada de Pilar pasaba de Espinoza al cuerpo de doña
Espinoza se le acercó, y apoyando una mano sobre sus hombros, para Clara y de ésta a aquél con una inquietud y movilidad extrañas.
impedir que se levantase, se inclinó sobre ella y le susurró: "ekiririque, Cuando Espinoza se recobró de su sorpresa, le pareció que había
chaque oú ña Clara" (84). Oyóse el chirrido de una llave en la cerradura oscurecido de repente. En su aturdimiento, pensó que era peligroso
de la puerta del dormitorio de doña Clara, que daba sobre la galería. encender la luz, cuando era todo lo contrario. Lo que quizá llamase la
Espinoza continuaba en la sala escuchando en una tensión extrema. El atención a los que pudieran pasar por la calle en ese momento o a los
corazón le latía con violencia. Sólo le dominaba un pensamiento; salir vecinos eran tan luego la oscuridad desacostumbrada en que se hallaba
huyendo por la pieza de doña Angela. Sin embargo, permaneció en el la casa. Para tener más claridad, fue a la alcoba de doña Clara, y abrió
mismo sitio, inmóvil. De repente, en un movimiento maquinal, avanzó de par en par la puerta por donde aquélla había entrado. Pero enseguida
hacia la puerta que comunicaba con el dormitorio de doña Clara y, al le pareció eso una imprudencia y volvió a cerrarla. Debía ser cerca de las
tiempo que llegaba al umbral, se abrió la otra puerta. Desde este instante siete. "Ahora tenemos que irnos", murmuró, pero no se movió de en
hasta que el aire de la noche le dio en el rostro afiebrado, Espinoza lo hizo medio de la habitación, donde permanecía, con ademán indeciso, con la
todo como un sonámbulo; se movió como en una pesadilla; y cuando sensación de que olvidaba algo, aunque no recordaba qué era. Se dirigió
después quiso recordar aquellos momentos de intensa, de febril y a la puerta que comunicaba con la sala, y desde el umbral contempló con
angustiosa agitación, no recordaba sino fragmentos, como si no fuesen expresión de temor y angustia el cuerpo de doña Clara. Esta yacía
suyos... De un salto se apoderó de aquella colcha azul, que de modo tan inmóvil, boca abajo, y con el cuerpo y piernas encogidos Espinoza no se
extraño había atraído su atención antes, y con ella en las manos se decidía a irse antes de saber si doña Clara estaba muerta, o sólo herida;
abalanzó sobre doña Clara que entraba, cubriéndole la cabeza. Doña pero le repugnaba tocarla. Le pidió a Pilar que, apoyada contra la pared,
Clara tuvo tiempo de lanzar un grito que llenó de miedo a Espinoza. Pero no quería mirar hacia la sala, le trajese una lámpara o una vela. (Tanto
a pesar de eso no la soltó. Doña Clara luchaba desesperadamente por él como Pilar olvidaban o no vieron que sobre la mesita de noche había
zafarse de los brazos que la sujetaban a la vez que seguía gritando. Su una lámpara). Pilar lo miró sin contestar, como si no lo entendiese. De
voz sonaba débil y a través de la colcha. Sacada de su somnolencia repente, Espinoza recordó que sobre el tocador había visto una vela en
alcohólica por el ruido de la lucha, Pilar se levantó. Sobrecogida de su palmatoria. Fue haci~ allí y la encendió. En ese mismo instante pensó
espanto ante lo que veía, se puso a llorar y a gemir. que no había registradd el colchón. El mismo se sorprendió de que no se
-¡Ekiriri! (85) -le mandó Espinoza. le hubiese pasado }jtif ia imaginación durante todo ese tiempo el revisar
En esos segundos de distracción que tuvo para hacer callar a Pilar, un lugar tan apropiado para esconder las alhajas. Dejó aprisa la
consiguió doña Clara quitarse de encima la colcha y arrancarse de sus pali:riat8ffa sobre el tocador, y febrilmente levantó el colchón. Se puso a
escudriñar debajo de él y a palpar entre sus costuras y pliegues. No había
(84) Cállate. Cuidado que viene dofi.a Clara.
nada. Se le cayó el alma a los pies. "¿Dónde estarán esas alhajas?", tomó
(85) Cállate. a preguntarse lleno de abatimiento. Se sentó en el borde del lecho.

286 287
-Eguatá {86) '-le ordenó a Pilar como si picanease a un buey~ · ·
-Yajhá -rogó Pilar con voz trémula de miedo.
Espinoza no se movió. Oyó aquel yajhá, pero dentro de sí mismo,
la
Tras dar:un largo rodeo¡ fueron a salir sobre vía del tren, lejós de
la estación.füguiendo la vía llegaron.basta pocosmétros del sitio eiique
como si lo hubiese pensado. Al cabo de un rato, se levantó con gesto de la calle principal, cruzando los rieles, se une con la Avenida del Lago. Allí
fatiga. Cogió la palmatoria con la vela y se encaminó a la sala. Pero al se pararon. Desde donde estaban se veía el edificio de la estación
cruzar la puerta, le dio todo vueltas dentro de la cabeza y tuvo que envuelto en sombras. Sólo una leve luz iluminaba la ventana de la oficina
apoyarse contra el marco para no caer. No se atrevió a seguir adelante. del jefe de estación. Espinoza se echó sobre la hierba. Estaba deshecho,
Se volvió resuelto a marcharse, convencido ya de que aquellas alhajas derrengado, exhausto, como si hubiese caminado horas bajo el sol. El
eran creación de las habladurías de doña Angela. Pero de repente sudor le :mojaba la frente y el cuello, a pesar delfríoy de que no llevaba
recordó aquello que no podía recordar y que varias veces lo hiciera abrigo ni sombrero. Pilar, que había caminado a su zaga como su sombra,
quedar abstraído, y era que las joyas podían encontrarse detrás de al verlo echarse sobre la hierba, lo imitó, sentándose a su vez... Espinoza
alguno de esos cuadros y fotografías que colgaban de las paredes del se puso a pensar que dejaba Areguá para siempre, que nunca más
dormitorio. Era eso lo que le había tenido desasosegado, con la preocu- volvería a contemplar su loma y sus verdes calles de hierba, y un ahogo
pación de que se olvidaba de algo. Por ello tal vez inconscientemente de tristeza le oprimió el pecho. "El único sitio donde he sido realmente
demoraba su ida. Alumbrándose con la vela comenzó a mirar detrás de feliz un tiempo a pesar de Ramón ... La vida dichosa y tranquila que
las fotografías y de los cuadros. Al levantar uno de los óleos, vio una hubiese podido vivir con mi taller de alfarería, con Rosario pintando las
bolsita pendiente del mismo clavo de donde colgaba el cuadro, descolgó tinajas, sin ninguna inquietud ni preocupación ... Salvado tiene razón.
éste y arrancó de un tirón la bolsita. Colocó la palmatoria sobre el tocador Aquí se está en el mundo sin estar en el mundo ..." (Su vida reciente en
y con mano trémula descorrió la cinta que cerraba la boca del saquillo. Areguá iba transformándose para Espinoza en un pasado irreversible,
Había en él varios anillos y otras joyas. No necesitó mirar más. Volvió a definitivamente perdido, y por eso comenzaba a añorarla). En esto
cerrarlo y se lo guardó en el bolsillo de atrás del pantalón. principió a sollozar Pilar. Espinoza se encolerizó. Le enfurecía más Pilar
-Yajhá -le dijo apresuradamente a Pilar, empujándola para que con ese sollozar manso y silencioso de sierva que si hubiese berreado Y
saliese por la misma puerta por donde había entrado doña Clara. Apagó pataleado.
la vela y salió detrás. -Cállate -le ordenó con voz sorda, con los dientes apretados,
En la galería, Pilar se detuvo y le dijo en voz baja, en guaraní, que acercándole la boca al oído y cerrando los puños.
doña Clara salió esta tarde con varios anillos en los dedos y zarcillos en -No quiero irme ... , no quiero irme -murmuraba Pilar con acento
las orejas. Pero Espinoza no hubiese puesto la mano sobre doña Clara, de quien ruega, tiritando de frío bajo su liviano y pobre vestido de
así llevase encima millones de pesos en joyas. La idea de tocar aquel percal-. Ajhasé yevy ña Clara rendape (87).
cuerpo inerte le producía espanto y repugnancia. -Ekiriri -volvió a ordenar Espinoza sombrío.
Tenía que aguantarse parano aplastarla a puntapiés. Cada vez que
Atravesando el patio y salieron por el fondo a la calle oscura.
pensaba que la emprendía a patadas con Pilar sentía como un aflojarse
Soplaba un viento fuerte y frío del sur. En el alto cielo brillaban las
de su tensión nerviosa, como sí ese pensamiento o la posibilidad de ese
estrellas. El viento frío despejó el cerebro de Espinoza. No podía recordar
hecho lo calmasen. Pero no se le pasaba por la cabeza la idea de que podía
bien lo que había pasado. Los pensamientos se le confundían y enmara-
castigarla con las manos, sino con los pies, como si la humildad Y
ñaban, como si despertase de un mal sueño. Se llevó maquinalmente la
mansedumbre de Pilar no mereciesen sino un castigo así. Pilar dejó de
mano atrás y palpó el bulto que formaba en el bolsillo el saquito. ·Se
tranquilizó.No había soñado; no era una alucinación; se iba con las joyas
de doña Clara. Se le dilató el corazón de alegría, de un gozo intenso y (86) Camina.
poderoso. (87) Quiero volver con doña Clara.

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soUo.zar por temor ;~instantáneamente desápareció lafuitiadeEspinoza al ver que el tren no partía, se asustó, creyendo que lo andaban buscando:
cpn,tra ella, .. Mirthdelante de sí, hacia-ehpueblo. Laoscú.cidad·y el silencio "Esta tardanza no es normal. Habrán descubierto mi crimen''. Y con el
.e;r;!lll profundos. ·Rero Espinoza lo veía;todo corno si estuviese a la luz del espanto del animal acorralado, iba a saltar afuera y huir en la noche.
:día.. , Y con el pensamiento, recorriendo en la noche las· calles oscuras, fue Pero sonó una larga pitada, y el tren comenzó a moverse con lentitud. En
y se detuvo frente a la casa de las hennanas Gutiérrez. ·Se vio solo enfa su nerviosidad, a Espinoza le parecía que no arrancaba nunca. Y no se
$ala, ante el cuerpo yacente de doña Clara. Como le repugnaba tocarlo sintió libre, libre de esa angustia, sino cuando el viento fuerte del tren a
con las manos lo movió con la punta del pie. Al sentir su contacto, un toda marcha le azotó la cara y le arremolinó el pelo.
escalofrío recorrió todo.su cuerpo. (Espinoza maquinalmente cruzólos Colocó a Pilar en un rincón de la plataforma, y él se puso muy pegado
brazos sobre el pecho y se acurrucó. Sentía frío). Le costó algo, pero al fin a ella, cubriéndola con su cuerpo, y con la espalda vuelta hacia la puerta
consiguió hacerle volver la cara, cara lívida, de labios descoloridos, casi del coche. Temía que pasase alguno de Areguá y lo viese. Estaba resuelto
blancos. Dos enormes pendientes de brillantes, exageradamente gran- a desembarazarse de Pilar no bien llegase a la estación. Central. Trataría
des, colgaban de sus orejas, y los dedos de las manos los tenía cuajados de dejarla entre el gentío que allí espera la llegada del tren. De repente
de sortijas. Pilar no le había mentido. (Con movimiento inconsciente, se sintió piedad de ella. Era la segunda vez aquel día que se sentía
llevó la mano al bolsillo de atrás del pantalón, donde guardaba el saquito penetrado de un sentimiento de ternura y lástima por ella. Pilar le
con las joyas). No sabía cómo tomar aquellas alhajas sin tocar a doña despertaba el recuerdo triste de Rosario. Quizá la una le traía el
Clara. Tenía que apresurarse. Había venido expresamente de la esta- pensamiento de la otra por ser ambas campesinas y ambas igualmente
ción para llevárselas y -no' podía volverse sin ellas. El tren estaba por humildes, sumisas y crédulas. Le remordía la con.ciencia tener que
llegar. Pilar había quedado en la estación esperándolo. Con un supremo dejarla abandonada en Asunción.. Y este remordimiento lo sentía más
esfuerzo, venciendo su asco, adelantóla mano y, cerrando los ojos, tiró fuerte cada vez que recordaba a Rosario.
con fuerza de aquellos zarcillos; y cayó redondo al suelo. Pilar se asustó Espinoza no quería moverse de la plataforma. No se animaba a
al verlo caer a su lado; pero Espino za enseguida se incorporó. "Me había transitar por los coches iluminados. Sentíase más seguro permanecien-
dormido", murmuró. Sonó en esto la campana de la estación anunciando do allí quieto, inmóvil en un rincón, enquistado en la semioscuridad.
que el tren salía de Patiño. "Dentro de un cuarto de hora estará acá". Y Al dejar el pueblo de Yuquyry, Pilar, que no había pronunciado
la alegría y la esperanza penetraron en su ánimo decaído ... desde que subió al tren una sola palabra, como si las emociones recibidas
A lo lejos se vio brillar, sola, como si estuviera suspendida en el aire, la hubiesen atontado, comenzó a sollozar y aquejarse en guaraní de dolor
la Íü~edonda y potente del fanal de la máquina. Espinoza se alzó del de cabeza y de cansancio. Espinoza apoyó la mano sobre su brazo
suelo. Se'Oyó una pitada prolongada, y el fragor del tren que se acercaba. desnudo y sintió que ardía de fiebre. Y repentinamente, como le había
Por un momento le pareció estar en su casa de la calle Sebastián Gaboto. sucedido ya otras veces, le acometió un extraño sentimiento, mezcla de
Luego, al pasar los coches, las luces que se escapaban por las piedad y ciego furor contra ese ser endeble y mísero, que parecía buscar
ventanillas iluminaron a ambos por unos segundos. Enseguida volvie- refugio en él. (Lo mismo le acaeció muchas veces con Rosario, frente a su
ron a quedar sumidos en la oscuridad. A pocos metros se detuvo el tren. humildad y sumisión, pero lejos de su querida, el recuerdo de su
Espinoza salió corriendo para tomarlo. De repente, se paró en mitad de mansedumbre lo llenaba de un.a compasiva ternura). ''Si la empujo y la
su carrera. Había dejado a Pilar. Pensó por un instarite abandonarla allí. echo fuera", pensó. Cerró los ojos y levantó el brazo. Cosa de un segundo
Pero le pareció peligroso, y volvió corriendo a buscarla. Aquélla, como y quedaba libre de esa estúpida, que lo exasperaba y lo ponía fuera de sí
atontada, aún seguía sentada. en el mismo sitio. Espinoza la obligó a con su llanto. Caería del tren sin dar un grito ... Abrió los ojos y la miró
levantarse y la arrastró tras sí. Subieron en el penúltimo coche, por el con mirada acongojada y extrañada, como si se asombrara de verla aún
lado opuesto al andén. Todo eso lo realizó en pocos segundos; pero alú. El corazón le palpitaba recio. (Años más tarde, muchas veces en
Espinoza tenía la sensación de haber empleado varios minutos. Por eso, sueños, se le presentaría este momento, y se despertaría, con la misma

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sensación de angustia y el mismo latir violento del corazón). "Si sigo aquí de pronto se le hubiera despertado el amor por esa hijita, que siempre
no podré contenerme; si sigo aquí oyéndola sollozar la empujaré". consideró como de otro, venida al mundo contra su voluntad ... Se quedó
Y para huir de esa fuerza ajena a sí mismo, entró apresuradamente dormido. Al despertarse, le pareció que mientras dormían o dejó demirar
en el coche y se sentó en el primer asiento vacío que encontró. Tuvo la la luz con los ojos abiertos. Pero de improviso se le antojó que había
impresión de que debió arrancarse de al lado de Pilar, arrancarse de esa sufrido una alucinación, y que durante esa hora larga no durmió un solo
tentación de empujarla. Al sentarse, sintió algo duro en el costado de su segundo, sino que había estado pensando con tal intensidad, que se
cuerpo. Metió la mano en el bolsillo y su rostro empalideció hasta olvidó de todo, que se enajenó por completo ... De repente dio un salto
volverse aceitunado. Había tocado el cuello de la botella con la cual fuera de la cama, con los ojos muy abiertos, como si hubiese visto una
pegara a doña Clara en la cabeza. Sin darse cuenta se lo había guardado aparición. Se había olvidado de las alhajas. Se palpó el bolsillo trasero del
en el bolsillo. Miró con expresión de susto el rostro de los pasajeros que pantalón. No estaban allí. Su primer pensamiento fue que se le habían
tenía más cerca. Hizo ademán de levantarse y enseguida se volvió a caído en el tren. Pero enseguida comenzó a palparse los otros bolsillos y
sentar. Comenzó a sentir vahídos. No sabía si por efecto de la impresión halló el saquito en el bolsillo interior de la americana. ¿En qué momento
recibida al encontrarse con el gollete de la botella, o a causa del lo cambió de bolsillo? No tenía ni el menor recuerdo. Quizás en el tren.
movimiento del tren. ''Voy a caer aquí desvanecido' y al socorrerme me Quizás antes. Se sentó en el borde del lecho y abrió la bolsita, volcando
encontrarán el pedazo de botella en el bolsillo". Y esta idea parecía su contenido sobre la sábana. Aparecieron tres sortijas, un camafeo
aumentar su malestar y la sensación de vértigo ... Al llegar a Luque, más rodeado de pequeñas perlas, dos cadenillas de oro y un par de pendientes
que descender, se tiró del tren. Se dirigió al rincón más oscuro del andén, con brillantes y perlas. Las sortijas, una era un solitario de bastante
.y arrojó allí aquel cuello de botella, que lo sentía pesar en el bolsillo como valor, la otra una esmeralda de un hennoso color verde, coronada de
si se hubiese vuelto de plomo. El resto del viaje se quedó en la plataforma, brillantes, y la tercera -regalo de Cirilo cuando su compromiso- un
pero enfrente de aquélla en que iba Pilar. No quería aproximársele por cintillo con cinco diamantes de tamaño regular. Espinoza sintió una
miedo a que volviese a dominarle esa tentación de empujarla. fuerte emoción. Permaneció mucho tiempo inmóvil, con los ojos imanta-
Al llegar a la estación Central cambió súbitamente de idea, y dos por el brillo de aquellas joyas. "Esto vale doscientos mil.. tal vez
resolvió no abandonar a Pilar en medio del gentío. Mientras él no supiese trescientos mil pesos ... o quizás más. Todo lo que voy a poder hacer con
lo que haría o dónde se escondería, debía conservar a Pilar a su lado por esto". Extraña y singular sensación la que experimentaba frente a
propia seguridad. aquellas piedras preciosas. Sentía algo así como si hubiese dejado de ser
Como ya no tenía la casa de Sebastián Gaboto, buscó alojamiento Willy Espino za para trastrocarse en otra persona, siempre Willy Espinoza
en una fonda próxima a la estación. Le dieron un cuartucho inmundo. Se de nombre; pero distinto en todo lo demás. Estaba seguro de que si
encerró en él con Pilar. Quiso decirle algo; pero no se le ocurría nada. hablaba hasta su voz sonaría distinta. ''Va a sonar con el acento de un
Pensó entonces que durante el mes y pico que era su amante no había hombre que tiene trescientos mil pesos en el bolsillo, se dijo. Las puso de
cambiado con ella sino frases breves y simples; pero conversar, lo que se nuevo en el saquito, guardando éste con mucho cuidado en el bolsillo
llama conversar, no lo .había hecho nunca. Ahí tendida a su lado, en la interior del saco. Le parecía que allí estaban más seguras. Se tendió otra
cama, era casi un animal, un animal agotado, triste y ojeroso. vez en la cama con la mano colocada sobre el pecho del lado donde
Pilar enseguida cayó en un sueño profundo. Estaba exhausta y estaban las alhajas. Tenía el propósito de quedarse despierto toda la
afiebrada. Espinoza quedó despierto, echado boca arriba en el lecho, con noche, porque le parecía una imprudencia dormirse con esa riqueza
la mirada clavada en la mortecina luz de la lamparilla eléctrica. Ambos encima en ese fonducho de aspecto siniestro. Pero al cabo de un rato se
se habían acostado vestidos. adormiló ... Se vio de viaje en tren en compañía de Rosario. Iban de pie
Estuvo más de media hora mirando fijamente la lamparilla. No en la plataforma del último coche, mirando los rieles que dejaban atráS.
pensaba sino en Silvana, con una ternura desconocida y fuerte, como si En esto, Rosario se puso a llorar y a exclamar: "¡Doña Clara ... doña

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Clara!". Exasperado, le dio un empellón. Rosario cayó fuera, pero alcanzó pies curtidos, de plantas callosas, símbolos mudos y desnudos de todo un
a aferrarse con ambas manos del borde de la plataforma, siendo pueblo. Metió la mano en el bolsillo, sacó la bolsita y la abrió. Sin vacilar,
arrastrada por el tren. El se puso a pisotearle furiosamente las manos y sólo entonces advirtió que su acto no era impremeditado, que ya
para que se soltase. Pero ella se agarraba a la plataforma con desespe- durante la noche, al abrir el saquito, había decidido hacer eso y hasta
ración y gritaba: "¡Doña Clara... , doña Clara!". Hubo un momento en que elegido mentalmente la joya que le regalaría, cogió el cintillo de diaman-
consiguió que cayese sobre la vía. Pero Rosario se levantó enseguida y tes y se lo puso en uno de los dedos de la mano derecha de Pilar. Pensaba
corrió un rato detrás del tren, gritando: "¡Doña Clara... , doña Clara!". que le daría suerte a él colocado en esa mano. Después volvió a salir,
Espinoza se despertó sobresaltado. Vio a Pilar incorporada a su lado, y .¡
cerrando la puerta.
que en sueño pronunciaba en voz alta aquel nombre. Apoyó la mano ;.;..· Tras el mostrador encontró ya levantado al propietario de la fonda.
sobre la frente de Pilar. Tenía mucha fiebre. Se levantó y mojó la toalla l
~~"
Como tenía que pagar el hospedaje, y creía que andaba sin dinero, le
en lajarra de agua, aplicándosela sobre la frente. "Pobre Pilar, otra carne
J pidió al fondista le comprase una de las cadenillas de oro, la que le pareció
de cañón de la vida ... , como Rosario, como Paulina... , como miles y miles. de menos valor. El fondista, que era un pícaro, tomó la cadenilla aquella
Indefensos animalitos con cara y cuerpo de mujer. '.Mejor sería para ella y la tasó mentalmente en dos mil pesos, pero le dijo que lo mucho que
que del delirio de la fiebre pasara a la muerte. Hasta es muy posible que podía valer eran quinientos. Espinoza se dio cuenta de que lo robaba;
la justicia de los hombres justicieros y buenos la condenen por cómplice pero no tenía más remedio que aceptar. Ansiaba salir a la calle, escapar
:'.
de asesinato y robo". cuanto antes. Pagó el hospedaje de Pilar y el suyo. Y al guardarse el
Al cabo de un rato de estar pensando sobre Pilar y Rosario, las cosas vuelto en uno de los bolsillos del pantalón, se encontró con los trescientos
más extrañas y en forma desordenada, se amodorró. La modorra le duró peso::: ::;_""l había hallado en uno de los cajones del tocador de doña Clara.
una o dos horas, tal vez más. Se despertó gritando y manoteando en el "He hecho un disparate. Este ladrón me ha estafado. Hubiese pagado con
aire. Apenas podía respirar; se ahogaba. Sentía que le habían echado este dinero en lugar de vender la cadenilla", se dijo arrepentido; y se
una colcha sobre la cabeza y le costaba desembarazarse de ella. Le llevó lanzó a la calle poco menos que corriendo. Anduvo mecánicamente, sin
poco tiempo tener conciencia de que era una pesadilla; pero sin embargo, fijarse en las calles que reco1Tía. El temor le obsesionaba con el pensá-
le duró más de una hora el malestar de la asfixia sufrida en sueño ... Miró miento de salir de Asunción a la vez que sentía como un crimen que le
hacia la ventana. La luz del amanecer se filtraba por las rendijas. La abrumaría toda la vida el dejar la ciudad sin ir a ver a Rosario y regalarle
lamparilla eléctrica seguía encendida. Saltó de la cama. Le entró prisa el anillo con la esmeralda. "Pobre Rosario, mansa como ungüey", se decía
y agitación febriles. Debía marcharse cuanto antes. ¿Dónde? No lo había con ternura. En esto vio cruzar un automóvil, lo detuvo y subió.
pensado. Pero la cuestión era irse, moverse, seguir marchando. La -A Itá Enramada -ordenó maquinalmente, como si la orden la
inmovilidad le crispaba los nervios y le llenaba la cabeza de pensamien- hubiese dado otra voz dentro de sí.
tos extraños. Le asustaba su soledad en esa pieza junto al cuerpo inerte Y aquella Inisma mañana, Willy Espino za cruzaba a Clorinda, y su
de Pilar, que le hacía sentirse más solo que nunca, terriblemente solo. huella, la huella amarga de su vida, se perdía en otras tierras.
Necesitaba la calle, la gente a su alrededor, para reconocerse otra vez,
para no perder el juicio en ese desdoblamiento de sí mismo, que le
producía la solitaria compañía de Pilar. Abrió la puerta y salió a una 11
galería. Dio tres pasos y volvió atrás, como si se hubiese olvidado de algo.
Entró de nuevo en la pieza, cerrando la puerta. Se estuvo un rato al pie Como a la media hora de haber huido Espinoza con Pilar, doña
de la <:ama contemplando la cara demacrada y anémica de Pilar dormida. Clara abrió los ojos en la oscuridad, pero en estado inconsciente. Un débil
No tendría más de dieciocho años, y parecía mayor de treinta. Luego, sus e interinitente quejido se le escapaba de la garganta. En la penumbra de
ojos se posaron con compasiva tristeza en sus canillas flacas y en esos su conciencia se imaginaba que estaba en su lecho, y que durante el

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sueño le había atacado el agudo dolor de cabeza que sufría. Por momen- viendo su cara de desesperación. Y así, saliendo de un letargo para
tos, le parecía que el dolor lo sentía en sueños, y en otros, que estaba bien despertar en un delirio, y dejando éste para sumirse en la inconsciencia
despierta y tenía clara· conciencia de él... Deliraba cosas extrañas y total, pasó la noche doña Clara, hasta que al rayar el día, la campesina
absurdas. Veíase convertida en un cohete, el que después de ser que le traía todas las mañanas la leche descubrió su cuerpo tendido en
balanceado largo rato en la mecedora de su dormitorio, para tomar la sala, en el mismo sitio donde cayó derribado por el golpe de Espinoza.
impulso, era despedido hacia el cielo con velocidad vertiginosa. El La campesina salió a la calle pidiendo auxilio. Uno de los primeros
extremo superior de aquel cohete lo formaba su cabeza. El aire, al ser en acudir fue Ramón. Vistióse apresuradamente los pantalones de
cortado en su rápida ascensión, le zumbaba dolorosamente en los oídos. montar y, echándose encima el poncho, se lanzó a la calle descalzo. Poco
Sentía que su cuerpo se ponía incandescente, con ardor de quemadura, después de él llegaron dos vecinos. Media hora más tarde vinieron
al sufrir la fricción del aire. A medida que se elevaba, su cabeza se iba Salvado y Arana. Salvado curó a doña Clara. Tenía una pequeña herida
hinchando, con un dolor horrible, hasta adquirir proporciones descomu- en la cabeza, que no era de gravedad, la que le había próducido una ligera
nales, y de pronto estallaba en multitud de estrellas de fuego (igual que conmoción cerebral. La entrada de doña Angela, seguida de Rosalba, dio
en los fuegos artificiales que se realizaron tres año atrás en la loma, lugar a cuchicheos entre los que allí estaban. Al notar la impaciencia y
cesando acto seguido todo dolor como si aquellas estrellitas se lo llevasen la nerviosidad de doña Angela, la que no quiso aguardar a que fuese bien
por el aire). Tras esto, durante dos horas largas, doña Clara dejó de de día para ir a ver a su hermana, Rosalba se llenó de aprensión sobre
delirar quedando aletargada ... Hacia la medianoche volvió a sentir el el futuro de su amistad con la solterona. Rosalba sólo deseaba que ese
fuerte dolor de cabeza; pero a ratos le parecía que no era la suya la que accidente de doña Clara fuese mortal.
lo padecía, sino que era la cabeza de otro ... Poco después vio con espanto -¿Qué ha sucedido?-preguntó doña Angela al grupo de siete u
cómo su cabeza se separaba de su cuerpo, cual si fuese un fruto que cae ocho personas que estaban reunidas en la galería.
de un árbol, y empezaba a rodar, misteriosamente, por el piso del cuarto. Esta pregunta sonó con acento de ansiedad. Todos, al escucharla,
Contemplaba aterrorizada ese rodar, y hacía esfuerzos por saltar del pensaron que doña Angela no tenía tan malos sentimientos, y que quizá
lecho para ir a recogerla y volver a colocársela sobre los hombros; pero estaban equivocados los que la criticaban como perseguidora de su
se angustiaba y desesperaba al notar que lo que impedía tan luego hermana.
descender del lecho eran los suyos, y que el dolor lo sufría en esa cabeza En aquel instante salió del cuarto Ramón.
que rodaba ... Luego, la lengua se le fue hinchando hasta convertirse en -Su hermana está herida -dijo.
una pelota de carne que le ocupaba toda la boca. La ahogaba como si le -Ya sé -respondió doña Angela con impaciencia- ¿Está grave?
hubiesen metido un trapo en la boca. Quiso llamar varias veces a Pilar -preguntó; y sin aguardar la respuesta entró en el dormitorio.
en su socorro; pero no podía articular palabra. Pensó que Pilar la hubiese Allí se encontró con mucha más gente que afuera. Todos los
podido oír dejando abierta la puerta de comunicación como se lo había visitantes querían ver a la enferma, y una vez dentro no salían más .
recomendado. Pero algún llamado suyo se debió escuchar, porque
apareció doña Angela. Y como aquella vez de su sueño lascivo, extendió ,.
,_,_,_•.··.·

.
Varias veces Salvado les pidió que se retirasen, porque la reunión de
tanta gente no podía sentarle a la enferma. Ya empezaba a cargarse la
hacia ella su mano derecha hasta tocarla en el dedo índice tendido; pero atmósfera con olores agrios a sudor y a cuerpos humanos reunidos. Pero
al contrario de entonces, en que pasó mucho miedo, ahora la presencia
de su hermana le llenaba de tranquilidad y aquel dedo, aunque exten-
dido con fuerza, no tenía nada de acusador. Después, doña Angela
encogió el brazo, que volvió a su tamaño natural. Estuvo mirándola un
j bastó la presencia de doña Angela, la vista de su rostro ceñudo y
preocupado, y algunas palabras suyas, para que a los pocos segundos no
quedasen en la pieza sino Salvado, Ramón y Arana. Doña Angela había
llegado a infundir en los habitantes de Areguá un temeroso respeto.
rato, y lugo le pasó un vaso. Ella lo tomó y al llevárselo a los labios, para Se aproximó al lecho de su hermana, no con andar prudente y
beber, notó que estaba vacío. Su hermana sonrió con gesto de burla silencioso, como se acostumbra acercarse al lecho de un enfermo, sino con

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movimiento tan vehemente, que Salvado creyó iba a echarse sobre el consecuencia dé un acto:prem:editado y busead1>pafa oonvertitsé en-algo
cuerpo de doña Clara. Se hallaba ésta tendida en la cama, con los ojos espontáneo, en una secreción viscosa y natural pensar en algo¡ como si
cerrados y la cabeza vendada. Doña Angela estuvo largo rato mirando fuese un: molusco, una .babosa hwnana; como la apodara· el padre
fijamente, como hipnotizada, aquel rostro que se había vuelto macilento Rosales,
y marchito repentinamente. Largas guedejas de un rubio desteñido, Salvado no se ofendió~ No le gustaba oficiar de médico. Prestaba ese
escapándose por debajo del vendaje, le caían las orejas. Doña Clara servicio na'da más porque en Areguá no había médico.
parecía haber envejecido diez años con ese pelo en desorden, con esas .;._geguramente que su. hermana estaría mejor atendida.· Puede
mejillas ajadas, con esos labios descoloridos, con ese rostro sin afeites. traer uno de Asunción.
"Lo que nos engañaba con sus pinturas y pomadas", pensó con satisfac- .Al oír esto, una sonrisita rozó los labios de mulato de Arana; y luego
ción doña Angela. Hacía años que no veía el verdadero rostro de su dijo a doña Angela que Pilar había desaparecido y que era seguro estaba
hermana. Cuando doña Clara salía de su dormitorio -el secreto e complicada en el hecho.
infranqueable laboratorio donde cada día con sus menjunjes y ungüen- Doña Angela paseó la mirada por la pieza. Con ésta era la tercera
tos transformaba su marchitez otoñal en vistosa y atrayente madurez- vez que entraba en ese cuarto, que se le aparecía extraño, como sifuese
ya aparecía cubierta con su armadura de belleza, pronta para librar su la habitación de una casa de hospedaje. Encontraba raro que formase
cotidiano combate de fingimiento. Ni aun en aquellos días de coqueteos parte de la misma casa donde tenía su dormitorio y donde viviera siete
y escarceos sensuales con el doctor Brítez, cuando se ponía delante del años.
espejo para retocarse, y vestía transparentes batas, dejaba de pensar en -¿No habrán robado las joyas? -preguntó de repente Ramón con
lo que rabiaría Angela. Como una enamorada se engalana y compone ansiedad.
parasuamado,asídoñaClaraseperfumabaypeinabaparasuhermana. Doña Angela se estremeció. Desde que penetró en la alcoba y vio el
Desde la muerte de Cirilo ningún ser humano había vuelto a ver el desorden que allí reinaba, producido por alguien que hubiera estado
verdadero rostro de doña Clara hasta aquella madrugada, en que, a la hozando y escarbándolo todo, sospechó que otro además de Pilar revolvió
incierta luz de la lámpara, todo Areguá lo vio sin su máscara. Pero si el cuarto tras la presa de las joyas. Pero había que esperar que doña Clara
todos se sorprendieron, la única que se alegró con el descubrimiento que recobrase el conocimiento para saber si el ladrón había tenido éxito.
el destino le revelaba fue doña Angela, y desde aquel instante conservó Salvado salió afuera seguido de Ramón y Arana. En la galería se
la máscara en su poder para que nunca más su hipócrita hermana encontraron con Paredes, Paniagua y otros. Fue a Paniagua al que se le
pudiera cubrirse con ella: Lamentó que Salcedo no hubiese vivido hasta ocurrió preguntar por Espinoza. Nadie de los allí presentes lo había visto
entonces para que pudiera desilusionarse y descubrir lo que se escondía desde la mañana anterior. Creían que estaba en casa de Ramón. Pero
tras el tiempo. cuando éste contó que la noche anterior no vino a dormir, empezaron las
Durante varios minutos, doña Angela permaneció ensimismada, conjeturas y las sospechas. Pero pronto a Ramón ya no le quedó ninguna
con los pensamientos recorriendo como gusanillos aquel rostro que tenía duda al recordar los afuoríos de Espinoza con Pilar y la desaparición de
delante, tan familiar y tan extraño a la vez. Luego, volviéndose hacia ésta.
Salvado, le preguntó con voz lisa y dura como su pecho.
-¡Jhaé vacué! (88) ~:1<'.clamó con tono rabioso y violento a la vez.
-¿Es grave lo que tiene?
Se hicieron cáleuios y deducciones sobre la dirección que pudo
Salvado le explicó que la herida no era de importancia, y que con un
tomar en su huidá; Úños pensaban que debió cruzar el lago en canoa para
poco de descanso le pasaría enseguida la leve conmoción cerebral.
encartiiliarse á la cordillera; otros, que se había dirigido a caballo a
-¿No le parece que estaría mejor atendida por un médico?-
Ypacaffil. A algunos les parecía más lógico que siendo de Asunción
preguntó doña Angela sin malicia.
Esto de lanzar la frase hiriente y maliciosa se había vuelto natural
en ella. El dicho picante o maligno dejaba de ser en doña Angela (88) El fue.

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escapa$e hacia allí. Peroanadie se le ocurrió pensar en eltreildelanoche mejillas. -Mira esas1botellas ... La prueba de tu vicio y de tu pecado. Las
anterioJ.1. ,•· pondré en la sala, en una vitrina, para que tus amigas las vean cuando
.Según Villar era un disparate pensar que fuese a Asunción, donde vengan a visitarte.
enseguida caería en manos de la Policía. Arana opinaba que debía haber Fue hacia el tocador, abrió uno de los cajones y sacó uno de aquellos
tomado el camino que pasa por Capiatá, refugiándose en algún monte. libros pornográficos. Lo arrojó sobre el lecho. -Lujuriosa. Seguro que
Pero Paredes insistía en que tenía que estar escondido en Asunción. cuando lees estos libros te pones a pensar en las porquerías que hacías
Hacia la tarde de aquel día, doña Clara mejoró bastante. Al con Cirilo.
entreabrir los ojos y ver a su hermana junto a su lecho le sonrió con una Los insultos más bajos y torpes se le venían a la boca, despertados
sonrisa infantil. (Sonrisas como aquélla había tenido muchas para su a la vista de aquellos libros. Encontraba un placer físico en pronunciar-
hermana en su infancia. Una sonrisa o un gesto omovimiento cualquiera los como si esos insultos fuesen cosas materiales, que pudiera tenerlos
hacen aparecer de pronto el rostro que se tuvo y ya no se tiene o la ' .
en la boca, masticarlos, sentir su sabor fuerte y picante.
expresión que el tiempo ha borrado). Doña Angela miró aquella sonrisa Respiraba con dificultad. Por el jadeo, su pecho liso ascendía y
con mirada fría, hostil, sin que ningún músculo de su rostro se moviese. descendía, como si fuese opulento. Los ojos de doña Clara se llenaron de
Después volvió la cabeza hacia el lado del tocador, llevando hacia aquel lágrimas de miedo. Doña Angela se exasperó. Las lágrimas de su
sitio la mirada de su hermana, para que viese las cuatro botellas de hermana la ponían fuera de sí. Sentía que su hermana con sus lágrimas
anisado. No las tocó del lugar donde las había dejado Espinoza, para que quería aparecer como una víctima, como una pobre mujer, y hacerle ver
estuvieran a la vista de todos los que entraban en el cuarto. que ella era la culpable de su pena. Y doña Angela no sólo no se
A doña Angela la consumía la curiosidad de saber si Espinoza consideraba responsable de nada, sino que la enojaba que su hermana
consiguió robar las alhajas. Deseaba que se las hubiese llevado para quisiera engañarla. Como si durante su separación hubiese acumulado
lección y escarmiento de su hermana, avara y egoísta. Así como en la odios y denuestos dentro del pecho, y tuviera que echarlos, vomitarlos,
muerte del padre Rosales creyó ver la voluntad divina poniéndose de su antes que la ahogase, siguió injuriándola.
parte, así también en el robo de las alhajas vería una nueva señal de que -Ladrona de tu hermana... Quieres engañarme con el cuento de
Dios hacía sentir su justicia a aquellos que la perseguían y la atormen- que no te han robado nada porque ya no tenías más joyas. A mí no me
taban con su maldad. Era como para terminar creyendo que, a la corta interesan como vos creés esas alhajas. -Y señaló con la mano las tres
o a la larga, Dios castigaba a todos aquellos que en una u otra forma la sortijas, y los pendientes-. No me interesan porque no soy una avara
ofendían y martirizaban moralmente. como vos, pero me enfurece que quieras engañarme ... Pero ahora estás
-¿Seguramente que te habrán robado las ¡ilhajas que tenías
1 ;:

en mis manos. No podrás huir como otras veces encerrándote en esta


escondidas? -preguntó con voz tensa. pieza. Te tengo en mis manos.
Doña Clara titubeó. Adivinaba tras esa voz la violencia pronta a -Sintió la tentación de arrancarle aquellas sortijas y pendientes;
saltar. Sobrecogida de miedo, habló con acento débil. Para coger ese hilo pero se dominó y amenazó-: Sácate esos anillos y los zarcillos y dámelos
de voz, doña Angela debió inclinarse sobre su hermana. Estuvo unos si no quieres que te los quite a la fuerza. -Doña Clara se quitó los
segundos escuchando en esa posición, y enseguida se irguió vivamente pendientes y se los dio. Doña Angela los tomó, y luego, cogiéndola de la
como si hubiese recibido un mordisco. 1:
mano, la despojó de las sortijas-. No creas que son para mí... Las
-¡Cochina! ¡Puerca! ¡Mientes!. .. Vos tenías las alhajas. Estás regalaré a la Virgen de la Candelaria en tu nombre en reconocimiento
muriéndote y no tienes miedo de ofender a Dios con tus mentiras ... por haberte salvado la vida y para que te haga más buena. .
¡Borracha inmunda!... Te traería un espejo para que te vieras esa cara Después, la asustó con la amenaza de que se volvería con Rosalba, s1
de vieja borracha que tienes ahora, sin pinturas ni porquerías. -Doña no le decía la verdad sobre las joyas. Era inútil que pretendiera hacerla creer
Clara maquinalmente se llevó ambas manos a la cara y se palpó las que las había vendido. Además, a la Policía debía declararle la verdad.

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Doña Clara se llenó de temor. La espantaba la idea de volver a
El que anduvo por aquellos días como trastornado fue Ramón. El
quedarse sola, y más con lo que le había sucedido. Se hubiera arrastrado
furor no le dejaba descansar. Pensaba que Espino za cometió el robo nada
a los pies de Angela, soportando cualquier humillación, con tal que no la
más que para vengarse de él y dañarlo. Aunque era más bravucón que
abandonase.
criminal y mostraba el revólver por alardear de valiente, es casi seguro
-Sí, me han robado -confesó doña Clara con gesto compungido,
que si llega a agarrarlo a Espinoza lo mata. El se consideraba el único
al tiempo que lanzaba una mirada hacia el lado de la pared vacía don.de
robado. Las hermanas Gutiérrez podían pasarse sin aquellas joyas; pero
estuvo el cuadro, detrás del cual escondía las joyas. Exageraba su gesto
él no. El canalla de Espinoza se había llevado con ellas sus sueños, su
de pesar para hacer creer a su hermana que la afectaba mucho el robo.
Temía que de no mostrarse afligida no la creyera. viaje a Buenos Aires, su futuro como literato, Ramón había sufrido
-¿Te han robado? ... Me alegro. En esto hay que ver la mano de Dios. muchos contratiempos y padecido más de una desilusión; pero siempre
Es Dios que ha mandado al sinvergüenza de Espinoza para castigarte. -consciente o inconscientemente- se sobrepuso, y nuevos vástagos de
-No te vayas. Quédate, Angela -imploró-. Te daré la mitad de esperanzas e ilusiones rebrotaron en el lugar de los antiguos. Pero los
esta casa y de los terrenos de Asunción. golpes e infortunios que envía el destino son como las enfermedades. Su
-Estúpida, qué terrenos me vas a dar si el doctor Brítez los ha gravedad está en relación con el mayor o menor vigor del ánimo que los
vendido y se ha quedado con el dinero. Pero bien merecido lo tienes. padece. A Ramón aquel robo lo tomó con la capacidad de crearse nuevas
Doña Clara simuló entristecerse con la noticia que le daba, y hasta ilusiones debilitadas, sin ánimo para formarse otros espejismos en
se esforzó porque algunas lágrimas aparecieran en sus ojos; pero en lo sustitución de los perdidos. Sintió que sus esperanzas ya no encontraban
íntimo se alegraba de que esos terrenos no fuesen más suyos, para así no de dónde agarrarse. La rabia contra Espinoza no le duró mucho. Veíase
verse en la obligación de repartirlos con su hermana. Hubiese preferido perseguido e impotente ante un destino aciago. Como todos los abúlicos
regalárselos al doctor Brítez o a cualquier extraño antes que ver aAngela y jugadores, creía en el hado y en el azar. Y se consoló bebiendo y
dueña de una parte de ellos.No quería que nada suyo llegase a ser de ella. diciéndose que la mala suerte lo perseguía y que todo le salía al revés.
Le había envidiado su marido y el cariño de su padre; sus terrenos, su La mañana que Rosalba acompañó a doña Angela a su casa, no
casa; le envidiaba su físico y el color de su pelo. Su perversidad y su entró en la pieza de doña Clara. Permaneció afuera, en la galería. Al poco
envidia le amargaban la vida. En cuanto se levantase dél lecho volvería rato, se fue y no volvió más por allí. Tres días después, doña Angela fue
a cuidar su cara y su peinado para quitarle ese gozo de verla con rostro a su casa para recoger sus cosas y agradecerle lo buena y atenta que
ajado y el pelo desteñido. había sido con ella. Le dijo que tenía la obligación moral de volver al lado
Al día siguiente, Arana comenzó las diligencias policiales. de su hennana, la que había quedado un poco tocada después del golpe
En su declaración, doña Clara dijo que fue tan imprevisto el ataque que recibiera en la cabeza.
que no tuvo tiempo de ver a su heridor; pero Arana hizo poner lo -Nunca fue muy normal; pero ahora dice cada disparate y piensa
contrario, que a pesar de lo inesperado y sorpresivo del ataque había cada cosa más rara. Anda con la cabeza siempre en el aire. Ayer, al ver
tenido tiempo de reconocer en su atacante a Willy Espinoza. Arana le que no me atendía, y que estaba con los ojos fijos en no sé qué, le pregunté
tomó también declaración a doña Angela. Y ésta, entre otras cosas, qué le pasaba y me salió diciendo que estaba pensando en que Quiñónez
manifestó que el acto de Espinoza no la sorprendió, porque siempre le era capitán de un barco y que la llevaba con él en la timonera ... ¡Está
repugnó su aspecto de facineroso, y porque era un haragán, jugador y completamente chiflada!
borracho que se pasaba "todo el día jugando a los naipes en lo dtl Rosalba la escuchaba en silencio, con el ceño fruncido y una sonrisa
Paniagua con otros haraganes del pueblo". amarga en los labios. Sentíase profundamente ofendida por esa decisión,
Arana levantó los ojos, titubeó, pero bajo la presión de la mirada con la que doña Angela demostraba preferencia por su hermana.
imperiosa de doña Angela no tuvo más remedio que hacer escribir -De modo que dejas a la buena amiga, a la que en un momento
aquellas palabras, que le tocaban tan de cerca. difícil te recibió con los brazos abiertos, para ir a vivir con la que te ha

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buscaba con sus coqueteos y flirteos con Quiñónez era vengarse de su
estado martirizando y ha dicho miles de perrerías de vos por todas
marido y humillarlo, y a la vez despertar la indignación y el enojo de doña
partes ... Y también de mí... Te unes a nuestra enemiga -dijo Rosalba
Angela. Adivinaba que ésta sufriría y se amargaría con sus amores, Y se
con excitación y a punto de estallar en improperios.
sentiría ofendida y celosa al ver la facilidad con que podía reemplazar su
-Vos siempre ocuparás en mi corazón el primer lugar.No creas que
amistad por otra, y sobre todo por la de un hombre, cosa que le estaba
me voy a vivir con ella porque la quiero más que a vos. Para mí sigue
vedada a ella.
siendo la misma hermana malvada y degenerada que me persiguió y me
Al volver al lado de su hermana, doña Angela tornó a vestir su largo
trató peor que a una enemiga. No olvido ni olvidaré lo que me ha hecho
y severo traje de sarga color verde botella, el rostro se le cubrió de nuevo
sufrir. Pero soy cristiana, cristiana ante todo, y mi deberes cuidarla, más
de su antiguo tinte ceniciento y sus mejillas de madera perdieron ese leve
aún ahora que me necesita por su enfermedad ... He padecido mucho con
rubor que habían adquirido. Volvió a su vieja costumbre de tirarse las
Clara, pero todo se lo he ofrecido a Dios y seguiré ofreciéndoselo por su
faldas hacia abajo cuando estaba sentada para que no se le viesen las
amor. La caridad es una de las virtudes que Dios más aprecia.
canillas; y cada vez que le acometía la tentación de ponerse carmín en las
-Pero vos sabés -respondió Rosalba, interrumpiéndola con brus-
mejillas o de vestir aquel traje de seda y falda corta que le regalara
quedad. La irritaba doña Angela con los aires que se daba de cristiana
Rosalba, reprimía sus deseos diciéndose: "No debo. Tengo que darle el
devota y caritativa. (Hasta ayer no le había visto un solo defecto; ahora
ejemplo a esta hermana perdida y viciosa. Ella tiene que ser como yo; no
la encontraba vanidosa, excesivamente pagada de su espíritu cristiano,
yo como ella".
de su humildad y de sus virtudes)-. Vos, sabés -volvió a repetir- que
Los libros inmorales que encontró en el cajón del tocador los llevó
si vivís con tu hermana casi no vendrás por acá ... y ella se reirá de mí. Si al p11i:>vo párroco Portillo para consultar lo que debía hacer con ellos. El
antes me despreciaba creyéndose superior a mí, lo que se creerá ahora
cura le aconsejó que los quemase; y luego añadió:
con su triunfo. Nadie podrá soportarla. Es muy posible que hasta crea
-Usted debe cuidar a su hermana y vigilar por su salud espiritual.
que te ha vencido y que es ella la que te obliga a volver a su lado.
Toda la responsabilidad recae sobre usted. Dios tendrá en cuenta todos
-No digas disparates -replicó doña Angela sin dejarla terminar.
los sacrificios que haga y la recompensará con creces. Tal vez la haya
Estaba sulfurada-. Clara no puede pensar eso ... Sería una cretina si lo
puesto cerca de ella para darle la ocasión de que haga méritos.
pensara ... Eso se te ocurre a vos.
"Va a sufrir mucho ... , va a sufrir mucho", pensó doña Angela al oír
Ambas hablaban con tono alterado. A doñaAngelale temblaban las
los consejos del cura. "Pero es preferible el sufrimiento al pecado, es
manos.
preferible padecer en la Tierra y no en el infierno ... Lo que va a sufrir esa
-Ya veremos cuánto tiempo te quedas a su lado sin pelear -dijo
corrompida cuando no le permita beber ... Me odiará más que antes". Y
Rosalba, recriminándola en su interior por su desagradecimiento.
la posibilidad de que el odio de su hermana se acrecentase le parecía ser
Se despidieron sin darse la mano, ellas que solían saludarse
un motivo más para adquirir mérito a los ojos de Dios.
besándose en las mejillas.
Durante los cinco o seis días que doiia Clara tuvo que permanecer
La actitud de doña Angela afectó hondamente a Rosalba. Todo su en el lecho en reposo, doña Angela llevó las cuatro botellas de anís a la
despecho y amargura terminaron por descargarse sobre su marido al
sala, colocándolas sobre el piano, a la vista de las amigas que venían a
que echó la culpa de que aquélla los dejase. Lo acusó de amargarle sus
sentir a su hermana. Si alguna preguntaba por el significado de aquellas
pocos momentos de dicha, y de ahuyentarle las amigas. Cada día lo
botellas-la mayoría no preguntaba, compenetrándose enseguida de su
encontraba más viejo, feo y taciturno. Descubrió que tenía una manera sentido-, le decía que había tenido que sacarlas de la pieza para que
de caminar ridícula, y de la que antes no se percató. Comenzó a coquetear Clara no las viese y se tentase, pues ella tenía la obligación fraternal Y
con Quiñónez, al que consideraba el único habitante de Areguá culto y moral de velar por su salud física y espiritual. La mitad de Areguá pasó
conocedor del mundo, y con el cual una mujer también culta como ella Y revista a aquellas botellas, que proclamaban con su rígida presencia que
normalista podía departir de temas intelectuales. Pero lo que en verdad

305
304
doña Angela era una mujer veraz, que no había mentido cuando salió a Mudanza tan inesperada en Rosalba se produjo a causa de un
referir por el pueblo que su hermana estaba entregada al vicio de la anónimo que recibió por aquellos días, y en el cual se le contaba que
bebida. Quiñónez antes de ser su amante, fue un admirador de doña Clara, y que
Cuando doña Clara se levantó, doña Angela regaló las botellas de aún seguía enamorado de ésta; y como prueba se le acompañaban tres
anís al carretero que le transportara los muebles desde casa de Rosalba. de aquellas cartas que el doctor Brítez escribiera tiempo atrás a la viuda,
Y con decidida voluntad, con esa voluntad orgullosa, dura como el hierro y que firmaba un admirador. (Doña Angela las encontró en el dormitorio
(de una fuerza inhumana e implacable por su dureza y tenacidad, y con de su hermana durante su enfermedad. Doña Clara, amedrentada por
la cual ella creía servir mejor a Dios), que ponía en lo que consideraba su sus amenazas, le confesó que eran de Quiñónez. No le dijo que sospecha-
deber de cristiana, comenzó a vigilar escrupulosamente a su hermana ba que eran de éste, sino que se lo aseguró, porque con esto se daba aire
para que no probase una gota de licor. De nada le valieron a la viuda de de mujer que aún despertaba pasiones y enconaba la envidia y los celos
Salcedo tretas y subterfugios. de Angela). Se agregaba también en el anónimo que la viuda de Salcedo
El espionaje a su hermana llegó a constituir en doña Angela una había rechazado con altiva indignación a semejante pretendiente, más
manía. Pensaba que si por un descuido suyo aquélla conseguía beber, que por virtud y pudor por considerar un agravio que un ignorante y
ella pecaría y se haría su cómplice. Al no poder beber ni leer aquellos oscuro maestrillo tuviera el atrevimiento de poner sus ojos en una dama
libros de temas lascivos, doña Clara comenzó a dar señales de decadencia de tan alta categoría social.
física y mental. 1En cambio, Rosalba, siendo una desconocida, una cualquiera, podía
En cuanto doña Angela se enteró de los amoríos de Rosalba con en~nderse a las mil maravillas con uno de su misma clase, y "que era
Quiñónez, le mandó a Salvado un anónimo terrible, que lo desgarró por upa sobra de doña Clara".
dentro, abriéndole una herida que cada día supuraba más. Salvado 1 -Quiero irme de aquí enseguida; mañana mismo -exclamaba
ansiaba huir de Areguá, que entre doñaAngela y los amoríos de su mujer Rosalba retorciendo entre las manos un pañuelito empapado en lágri-
con Quiñónez se le había convertido en un infierno. Rosalba, sin mas-. Vos levantá la casa y andá después a Encarnación. Pero yo me
embargo, ni quería oír hablar de mudarse a Encarnación, cambio éste voy mañana mismo. No me quedo un minuto más en este pueblo. Una
que antes siempre deseó realizar. Salvado interpretó la negativa de su persona decente no puede vivir entre tanta porquería ... Con razón que
mujer como el deseo de no separarse de Quiñónez, cuando lo que no el padre Rosales te decía a vos que él no era pastor, sino cuidador de
quería Rosalba era dejar Areguá para no dar a doña Angela la satisfac- chanchos.
ción del triunfo. Salvado se h~ndió en la más negra y pesimista Dos días después de esta conversación, Rosalba tomó el tren de la
melancolía; No hacía más que repetirse: "¡Qué tranquilidad la del padre madrugada para Asunción, y de allí volvió a tomar el que iba a
Rosales! ¡Qué descanso eso de dormir y dormir y dormir! No oír más las Encamación. Podía haberlo tomado directamente en Areguá; pero como
voces de fuera, y la peor de todas, la odiosa e incansable voz del propio pasaba por la mañana, doña Angela se enteraría enseguida de su viaje.
corazón. No hay mayor enemigo de uno que esa víscera". El pesimismo Quería hacer creer que se había ido por unos días a Asunción. Tenía la
de Salvado lo llevó a pensar a menudo en el suicidio. Le pareció que extraña ocurrencia de que cuanto más tardara doña Angela en saber que
podría realizarlo con facilidad si se habituaba a esa idea. su marcha era definitiva, menor sería el placer de su triunfo, y hasta
Una tarde, y cuando menos cabía esperar de Rosalba un cambio de podía quedar en la duda sobre si su partida fue a causa del anónimo o por
actitud, se arrojó llorando en los brazos de Salvado, quejándose de que otro motivo.
la tristeza le partía el corazón y de que estaba harta de vivir en Areguá. Salvado no sólo alentó sino que apresuró el viaje de su mujer. Se
Los días siguientes se los pasó rezongando contra la vida mediocre de ilusionaba pensando que Rosalba, lejos de la influencia de doña Angela
Areguá y su falta de distracciones. Salvado no sabía de dónde procedía y de Quiñónez, cambiaría de carácter y se acercaría más a él. Cuando se
este cambio. trataba de Rosalba olvidaba, o fingía olvidar, lo que siempre creyera, que

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todo lo que somos y hacemos es obra nuestra, producto de nuestra propia Ramón salió de la prisión acobardado, con el ánimo decaído y
idiosincrasia, y que es tan poco lo que los demás o el ambiente pueden temiendo cosas peores. Le quedó un miedo pánico a Arana y a sus policías.
influir en nosotros y cambiarnos, que ese poco equivale a nada. Pero a Era difícil reconocer en aquel Ramón de gesto humilde y de mirar cohibido
Rosalba le quedaría siempre la nostalgia de la amistad de doña Angela, y asustadizo, al otro, al arrogante y bravucón, que atemorizaba a Quiñónez
de la única persona que le hiciera gustar momentos de verdadera dicha. con sus desplantes y amenazas. Le obsesionaba el temor de que Arana le
Y jamás se olvidaría de echar sobre su marido la culpa de haberla hiciese matar por uno de sus guardaespaldas, como lo había hecho según
perdido. Sería dificil decir en qué proporción la natural antipatía que se susurraba con Aparicio Díaz que amaneció un día muerto en medio de
sentía por su esposo lo hacía ver como el causante del rompimiento con la calle sin que se pudiera descubrir nunca al asesino.
doña Angela, y en qué proporción ese rompimiento había aumentado Al poco de salir en libertad, fue Ramón a saludar a doña Angela;
una antigua antipatía y despertado el deseo de encontrarlo culpable. pero ésta no lo recibió, haciéndole decir que no estaba en casa. Había
Eran quizá dos caras de un mismo sentimiento. vuelto a tomarle tirria, considerándolo culpable del robo de las alhajas
Una semana después de la partida de Salvado, Areguá despertó por haber traído a su amigo Espinoza a Areguá.
una mañana con un suceso extraordinario. Enseguida los chismes y Sin la amistad todopoderosa de Arana (Paredes, para no sufrir la
comentario inundaron todo el pueblo. Meses después aún aquellas suerte de Ramón, hizo causa común con Arana y huía de aquél como de
aguas pestilentes seguían fuera de su curso. El subcomisario, acompa- un apestado), Ramón no ganaba nada y vivía delazucá pé (89), chipá (90)
ñado por tres policías armados con fusiles, se había presentado en casa y cacharros que Paulina y su madre vendían en la estación a los pasajeros
de Ramón, apresándolo por orden de Arana. En la comisaría lo encerra- de los trenes. Buscaba a Quiñónez, al que cada vez que veía palmoteaba
ron en un calabozo. Cuando preguntó por Arana le contestaron que no en las espaldas y lo llamaba "che amigo" para sacarle el convite de un
estaba, que había ido a Valle Pucú, lo que no era cierto, porque Ramón vaso de caña, Quiñónez le rehuía ostensiblemente y si, por acaso, no
desde su celda oía su voz y sus risotas. Al averiguar por el motivo de su podía evitar un encuentro, lo trataba con menosprecio. Le había perdido
apresamiento, le respondieron que la orden venía del Ministerio del
Interior. Y esto en parte era verdad.
La política en Asunción había sufrido uno de esos cambios trimes-
trales que la hace tan semejante al cambio de las estaciones. La rueda
de las componendas y traiciones en su continuo girar había llevado
r por completo el miedo. Ramón notaba su desdén y rudeza; pero se
humillaba sin mayor violencia, con el temor de que también Quiñónez
le volviese las espaldas. Vivía permanentemente ebrio. Deseaba dejar a
Areguá e irse a otra parte, donde no lo conociesen y pudiera tener su
personalidad de antes. En Areguá, la historia de su vida y de su
arriba al doctor Eleuterio Brítez. Sonaba éste como uno de los futuros decadencia la sabía hasta el más infeliz del pueblo. Por intermedio de un
ministros en el nuevo gabinete. En el acto sacó partido de su nueva amigo pidió a Eudoro Marty, el odiado Eudorito, un puesto cualquiera.
situación, pidiéndole al ministro del Interior que ordenase al comisario Y éste, como quien hace un gran favor, le consiguió un destino de juez de
de Areguá desalojara a Ramón Fleitas de su casa por las buenas o por las Paz en un poblacho de las Misiones. Allá fue a vivir Ramón con Paulina,
malas. Y lo que no pudo conseguir durante meses por las vías legales, y la hijita de ambos, la madre de aquélla, el padrastro y tres hermanitos.
que tenía cara de no obtenerlo por mucho tiempo o nunca tal vez, lo Por entonces, Paulina estaba embarazada de su segundo hijo.
consiguió en pocos minutos por medio de una orden telegráfica. Arana Y en aquel lugar lejano de las Misiones, Ramón Fleitas dejó de ser
no esperó ni media hora para cumplirla. Pero en lugar de intentar "un tal Ramón Fleitas de ltacurubí', casado con la hija de don Félix
sacarlo por las buenas, mandó apresarlo. Andaba resentido desde
tiempo atrás con Ramón y Paredes por haberse olvidado de él en un
r Cardozo, como se le conoció durante su paso fugaz por los círculos
sociales de Asunción, para quedar definitivamente en Ramón Fleitas, de

negocio en el que se creía con derecho a participar. ltacurubiguá.
Arana lo tuvo preso a Ramón diez días "por portación ilegal de
arma". Le secuestró el revólver y echó fuera de la casa del doctor Brítez
(89) Dulce de miel de caña de azúcar.
a Paulina con toda su parentela. (90) Especie de pan hecho de almidón, queso y huevo.

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r
Y cuando algún político de la capital preguntaba a alguien venido tos de tocador, que no sólo1e servían para componerse, sino que con ellos,
de aquel poblacho: "¿Qué tal el juez de Paz que tienen por allí?, la olvidaba de todo, se entretenía largas horas frente al espejo, se apodera-
respuesta era invariablemente la misma: "Peteí ca'ú--chí. Oicó umi ron de doña Clara el tedio y la melancolía. Se pasaba la mayor parte del
bolicho rupi" (91). día sentada en la mecedora de su dormitorio, con la imaginación
absorbida por los ensueños más fantásticos y absurdos. La mayoría de
ellos eran pueriles, y casi invariablemente intervenía en ellos Quiñónez
12 f como figura principal. Le sucedía con frecuencia también olvidarse de lo
que había dicho un momento antes, y volver a repetirlo a poco como si
A medida que corrían los días, doña Angela iba estrechando su fuera cosa nueva. Varias veces doña Angela la sorprendió riéndose sola,
vigilancia en torno de su hermana. La atormentaba y oprimía con celo y cuando le preguntaba por la causa de su risa, se ruborizaba, se cubría
incansable. Sin proponérselo consiguió convertir su vida en un infier- la boca con la mano y volvía a reírse sin contestar.
no. La acechaba, la espiaba día y noche. Seguía sus menores pasos. Se DoñaAngela tenía que insistir con ella para que se lavase y peinase.
había impuesto al obligación de ser su sombra. Para estar más cerca de Parecía olvidarlo. En una ocasión se pasó dos días sin hacerlo. Hasta que
Clara mudó la sala a la pieza que era su dormitorio, y los muebles de un día se negó en redondo a peinarse por sí misma, diciendo que tenía
su dormitorio los trasladó a la sala. Extremaba hasta tal punto su miedo de mirarse al espejo, y que estaba segura de que si se miraba en
asedio y precauciones para que su hermana no pudiera eludir su él caería muerta en el acto. Y desde entonces, para evitar ver su imagen
vigilancia, que no hizo reparar la cerradura de la puerta que comuni- en el espejo, realizaba raros y complicados movimientos, y hasta cami-
caba el cuarto de doña Clara con su actual dormitorio, dejándola en el naba de espaldas.
mismo estado en que la encontró después del robo, para que aquélla no Doña Angela tuvo que poner el aseo y peinado de su hermana a
pudiera encerrarse. cargo de una criada de nombre Dominga, fornida, agria y velluda como
La despojó de todos los frascos y vasos de cosméticos y pomadas. Le un hombre (a menudo aquel vello impresionante de su criada en brazos
prohibió que se acicalase. No sólo era ridículo y repulsivo vestirse y y piernas le despertaba el recuerdo del padre Rosales). Pero Dominga,

peinarse con la pulcritud con que ella lo hacía, sino que a sus años era que también debía cumplir otros menesteres en la casa, a menudo se
un pecado mortal. Si con su malicia, Clara creía que la privaba de todo olvidaba de doña Clara, y ésta se pasaba el día sola desgreñada y sucia.
aquello nada más que para mortificarla, que lo consultase con el párroco Un tiempo se le dio por llorar sin causa aparente, aunque ella decía
Portillo, que la sacaría de su error. que era por sus pecados y de arrepentimiento por lo mal que se había
Por falta de atención y de pintura, el pelo de doña Clara fue comportado con su hermana. La perseguía la idea de conseguir el perdón
veteándose de largas mechas de un ceniciento sucio, y en ciertas partes de Angela, y varias veces en cuanto la veía, le imploraba perdón llorando. ·
tomó un color pajizo. En su rostro aparecieron multitud de arrugas que -Has sido muy mala conmigo; pero yo ya te he perdonado y espero
los afeites encubrieron hasta entonces, y la papada se volvió fofa. Todo que Dios haga lo mismo. Si hubieras sido una buena hermana, Dios no
su aspecto en general se avejentó. te habría mandado tantas desgracias juntas -le decía doña Angela,
En dos oportunidades, doña Angela dejó que fuese sola a coser a lo convencida de que su declinación mental era un castigo del cielo.
de doña Romualda; pero a la tercera.visita se percató de que podía Una mañana, inesperadamente, doña Clara se levantó furiosa y
aprovechar esas salidas para beber, y desde entonces la acompañó. comenzó a amenazar de muerte a Angela si no le daba enseguida anís.
Casi sin salir (la avergonzaba mostrarse a las amigas), sin libros Como no le hiciera caso, se abalanzó sobre ella gritando:
para leer, privada de su licor, sin cigarrillos, sin sus mejunjes y elemen- -¡Perra.. .! ¡l\!lil veces perra!... Verdugo de tu hermana. Lo que
buscas es matarme; pero antes te voy a matar yo a vos ... Me tienes
(92) Es un borrachín. Anda por los boliches jugando.
envidia y por eso me persigues.

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Si no acude Dominga en su ayuda, doña Angela lo hubiese pasado
mal. Empleando todo su vigor, la criada consiguió llevar a rastras a doña Doña Angela permaneció junto a su hermana, estremecida de
Clara al dormitorio. Doña Angela salió de aquel ataque con numerosos espanto. La llenaba de miedo la vista de esos ojos azules, agrandados,
rasguños en la cara. saltones, de pupilas fijas, que parecía iban a estallar. Por momentos
Aquella misma mañana fue llena de miedo a contarle al párroco doña Clara quedaba inmóvil, y sólo el pecho subía y bajaba con jadeo de
Portillo el ataque de su hermana, quejándose de que su vida corría fuelle. Y luego volvían las contracciones, como si fuese una salamandra
peligro. Esta vez se salvó porque estaba Dominga en casa; pero si se que se retorciese en el fuego.
encuentra sola, de seguro que la mata. El padre Portillo le dijo: De pronto, doña Angela reparó sobre la mesita de noche, a la luz de
-Usted ya se ha sacrificado bastante y se ha comportado como la la lámpara, en un vaso, en cuyo fondo aparecían restos de un polvo
mejor hermana del mundo. No tiene por qué llevar su sacrificio hasta blanco. "Esta loca se ha envenenado", pensó. Y luego ya no le quedó duda
exponerse a morir en uno de sus ataques de locura. ninguna cuando divisó bajo el vaso un papel escrito con lápiz. Lo cogió
Y la autorizó a hacer los trámites para internarla en el asilo. y leyó: "Perra. Mil veces perra. Por tu culpa me mato. Tú eres la culpable
El padre Portillo, tímido, melifluo, condescendiente, de maneras de mi muerte". Guardó apresuradamente el papel en su pecho. "Pobre
encogidas, la llevaba a doña Angela a pensar, por contraste, en la voz Clara -pensó-. Dios no se ha acordado de ella". Y con rapidez extraña,
bronca y en los exabruptos y rudezas del padre Rosales: "Era grosero y el sentimiento de terror que la dominara hasta allí se cambió por otro de
bruto -solía decir para sí-; pero es preferible eso a ser un alfeñique y lástima por su pobre hermana, ala que Dios había desamparado del todo
decir sí a todo, con una vocecita de mujer, como este infeliz del padre hasta el punto de no socorrerla con su misericordia para que no cometiese
Portillo". un pecado tan horrendo, como era el de quitarse la vida.
Desde aquel ataque de doña Clara, doña Angela vivía intranquila, "Pobre Clara. Estaba completamente loca. Tal vez esto haya dismi-
en continua zozobra, temerosa de que al menor descuido suyo la volviese nuido su pecado a los ojos de Dios", decía doña Angela a unas amigas a
a atacar. No la dejaba a Dominga dar un paso fuera de la casa para no la vuelta del cementerio, después del entierro. Lo decía tranquila, con el
quedarse sola con Clara. Y eso de vivir siempre alerta y angustiada, y corazón en paz consigo mismo. "Amí me ha hecho sufrir mucho; pero no
vigilando también a Dominga para que no saliese, terminó por afectar .J lo siento ni me quejo, porque qué sacrificio no es capaz de hacer una por
sus nervios. su hermana, y además que Clara era todo para mí''.
La dominaba la obsesión de que su hermana la mataría. Recordó Tres días después del entierro, el padre Portillo le preguntó cómo
que antes, cuando ésta era normal, fue víctima del mismo temor, y que era posible que siendo tan cristiana se hubiese olvidado de mandar a
muchas veces tuvo el presentimiento de que moriría trágicamente. buscarlo para que asistiera a su hermana en su agonía, y, en cambio, se
Las diligencias para declarar insana a Clara e internarla en el Asilo acordó de llamar a Zarza. Doña Angela quedó confusa y sin saber qué
marchaban con lentitud. Más de una vez pensó doña Angela que de responder.
encontrarse Rosalba en Areguá hubiese vuelto a vivir con ella. -Usted se acordó de Zarza y se olvidó de Dios-recalcó aquel cura
Una noche, mientras estaban en la cocina después de comer, doña apocado, como si por un momento se hubiese transformado en el padre
Angela y Dominga oyeron gritos terribles y angustiosos que partían del Rosales.
dormitorio de doña Clara. Corrieron hacia allí, y la hallaron revolcándo- Doña Angela no perdonó nunca al padre Portillo tales palabras. La
se en el lecho, con el rostro amoratado y los ojos saltándole fuera de las hirieron profundamente, y no las olvidó hasta conseguir que fuese
órbitas. destinado a otro curato.
Doña Angela creyó que su hermana sufría un ataque. Le ordenó a DoñaAngela, a quien siguen llamándola, a sus espaldas, la Babosa,
Dominga que fuese a buscar a Zarza. (Zarza era un curandero que, desde todavía vive en Areguá en este año de mil novecientos cincuenta y uno,
la partida de Salvado, hacía de médico). y en la misma casa con techo de pizarra, que aún tiene el pararrayo que
tanto asustaba al doctor Brítez en los días de tormenta. Hoy, doña

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Angela cuenta setenta y cinco años, pero continúa igual, flaca y envarada,
como si en todos estos años el tiempo se hubiese detenido en su rostro seco
y color de ceniza y en su cuerpo huesudo, momificándolo para la
. eternidad. El único cambio que se advierte en ella es que desde la muerte
de su hermana Clara ha mudado su vestido de sarga color verde botella
por uno de luto riguroso.

- -·
1

Este libro se terminó de imprimir en el mes de


Marzo de 1996 en los Talleres Gráficos
de Ja Imprenta CROMOS S.R.L.
Tte. Sánchez Leyton 2735 - Telefax: 311 342 / 3
Asunción, Paraguay

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