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¿PRIMERA NOTICIA SOBRE NÉMIROVSKY EN ESPAÑA?

(Proc.: Javlangar)
CHAVES NOGALES, Manuel: Lo que ha quedado del imperio de los zares,
Sevilla, Renacimiento, 2011, pp. 301-303 (reportajes en el diario Ahora de 1931)

Los que vienen después, los que ya son más jóvenes, han podido salvarse. Pero
estos no son ya verdaderamente rusos, ni piensan en ruso, ni escriben en ruso. Tal es el
caso de Irene Nemirovski.

Irene Nemirovski tiene ahora unos veinticinco años. Al estallar la revolución


vivía en Petrogrado [San Petersburgo]; su padre, un gran banquero, la llevó a Moscú,
creyendo que allí estaría más segura, y todo el tiempo que duraron las luchas en las
calles la tuvo escondida en el sótano de una de esas casas metidas dentro de otras que
son características de Moscú.

-No me dejaban salir –dice Irene Nemirovski-, a pesar de lo cual, yo me escapaba,


a veces, al patio de la casa para recoger los casquetes de las balas que caían allí
profusamente. El bombardeo era espantoso. Al principio estuve unos días horrorizada.
Pero pronto aquello llegó a serme indiferente. Tenía que pasar días y días encerrada y
sola. Afortunadamente, en aquel cuarto había muchos y buenos libros. Entonces, en
aquellos críticos instantes, y obligada por aquellas trágicas circunstancias, fue cuando
me aficioné a la literatura. Hecha un ovillo sobre un diván, me pasaba los días y las
noches leyendo con todo entusiasmo El retrato de Dorian Gray o El banquete de
Platón, mientras en la calle sonaban, intermitentes, las descargas y centenares de seres
humanos caían heridos de muerte. Encerrada con un saco de patatas, unas sardinas y mis
amados libros, llegaron a serme en absoluto indiferentes los estragos que el hambre y la
metralla hacían en torno mío. Llegué a tener tal desdén por la realidad que el horror de
lo que estaba sucediendo a mi lado no me emocionaba ni la milésima parte de lo que me
emocionaban las creaciones de Huysmans, Maupassant y Wilde.

Los bolcheviques pusieron precio a la cabeza de mi padre. Tuvimos que huir a


Finlandia disfrazados de aldeanos. Durante un año estuvimos allí, a las puertas de
Rusia, viendo de cerca todo el horror de la revolución, con la esperanza de volver. Mi
insensibilidad era tal que, en medio de aquel caos, me aburría. Huyendo de la dura
realidad, toda mi alma se vertía en las ficciones literarias. Así empecé a escribir. Hice
primero cuentos de hadas, imitaciones de Oscar Wilde, lo más distinto del medio en
que, como una sonámbula, me movía...

***

Ésta fue la formación de una de las escritoras de origen ruso más características de
la nueva generación, surgida ya a la vida literaria fuera de Rusia. Y esta formación
espiritual, a base de desdén e impiedad, superado ya el sentimentalismo burgués, es lo
más genuino de los escritores rusos de hoy, aun de los contrarrevolucionarios. Esa
adolescente que llega a familiarizarse con el horror de la revolución más cruenta que
registra la Historia, y luego, refugiada en Europa, se encuentra en el caos de las
catástrofes económicas y morales de la postguerra, es la que sabrá hacer esa novela:
David Golder, que ha logrado ser el éxito más resonante de París en el año último.

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