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Aldo Marches!

Hacer
la revolución
Guerrillas latinoamericanas,
de ios años sesenta a
la caída dei Muro

siglo veintiuno
editores
grupo editorial
siglo veintiuno
siglo xxí editores, méxico
CERRO DEL. AGUA 2 4 8 , FORERO DE TERREROS. 04310 MÉXCO. D¡-
vww.sigloxxieditores .corn ,mx

siglo xxí editores, argentina


GUATEMALA 4 8 2 4 , O í 4 2 5 BUP. BUENOS AiFES. ARGENTINA
w w w . sigicw xiecíílo 'e s .c o m .a r

anthropos
LPPANT 241. 2 4 3 .^ 0 1 3 BAR C aO N A , ESPAÑA
vwA'antHfü^os-edlforial.cori’

Marches!, Aldo
Hacer la revolución / Aldo Marches!.- r ' ed.- Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Siglo XX I Editores Argentina, 2 0 1 9 .
2712 p.; 2 1 x 14 era:- (Hacer Historia)

ISBN 9 7 8 -9 8 7 -6 2 9 -89 4 -0 -

1 . Historia de América de.! Sur. 2 . Historia Política. 3 . Militancia


Política. 1. Título.
CDD 32 0 .0 9 8 0

Una versión previa de este libro se publicó en inglés con el título


L atin A m m c a ’s Radical Lafí. Riéellion a n d Coid War in the Global 1960$
(Cambridge University Press. 2 0 1 7 )

© 2 0 1 9 . Siglo Veintiuno Editores Argén riña S,A.

Diseño de cubierta: Eugenia Lardiés

i SBN 9 7 8 -9 8 7 -6 29 -894-0

Impreso en Triñanes Gráfica / / Charíone 97 :1 . Avellaneda


en e! mes de marzo de 2 0 1 9

Hecho el depósito que marca la ley ¡ i . 7 2 *?


Impreso en Argentina / / Made in Argentina
*
Indice

Introducción. Acciones, ideas y emociones en


la construcción de una cultura política
de radicalismo transnacional 5

1. ¿Cómo es la revolución sin la Sierra Maestra?


Los tupamaros y el desarrollo de un repertorio
de disenso para países urbanizados (1962-1968) 27
Interpretar la Sierra Maestra desde el Cono Sur 30
Montevideo: “Un lugar propicio para la
conspiración”, 1962-1968 51

2. Los lazos subjetivos de la solidaridad revolucionaría»


De La Habana a Ñancahuazu (Bolivia), 1967 71
Existe u n territorio donde la sangre se mezcla:
Tricontinental y OLAS 73
Morir en tierra ajena o la continentalidad
de la revolución 93

3 . Dependencia o lucha armada. Intelectuales


y militantes conosureños cuestionan el camino
legal al socialismo. Santiago de Chile 1970-1973 J05
Argentinos, uruguayos, brasileños y bolivianos
e.n el Chile de Allende 1 06
Santiago de Chile com o centro de intercam bios
académicos .120
‘‘Solidaridad revolucionaria'’ durante el
Gobierno de la UP J30
4 H A CER L A REVOLUCIÓ N

4. “La partida decisiva de la revolución en América


Latina”. Militantes bolivianos, chilenos y uruguayos
en la Argentina peronista. Buenos Aires, 197.^1976 149
Argentina como retaguardia de la revolución
continental 15 4
Las geografías de la represión 17 1
La batalla definitiva 177
La JCR por eí m undo 180

5 . Sobrevivir a la democracia. La transición de la lucha


armada a los derechos humanos (1981-1989) 189
Chile, el retorno armado 193
Argentina, el extraño retom o 203
Uruguay, el conflictivo y exitoso camino a la
legalidad 214

Conclusión. Revolucionarios sin revolución 225

Notas
Introducción
Acciones, ideas y emociones en la
construcción de una cultura política
de radicalismo transnacional

A fines d e los sesenta, el uruguayo E n riq u e Lucas


integró la g u errilla u rb a n a del M ovim iento d e L iberación
N acional T u p am aro s (M LN T). En 1972, tras varios meses
d e prisión, hizo uso de su recurso constitucional y se exilió
en el Chile de Salvador A llende. Allí participó en las m o­
vilizaciones organizadas p o r el M ovim iento d e Izquierda
Revolucionaria (M IR). L uego del golpe de Estado, escapó a
la A rgentina. D espués de u n a breve estadía en Cuba, y com o
m iem bro del M LNT, Lucas se integró a las actividades que
la ju n ta de C oordinación R evolucionaria (JCR) -artic u lac ió n
en tre m iem bros del MLNT, el M IR, el .Ejército de L iberación
N acional (ELN) boliviano y el Ejército R evolucionario del
Pueblo (ERP) a rg e n tin o - desarrollaba e n Buenos Aires. Sin
em bargo, a raíz de u n a fu e rte crisis in te rn a en el MLNT.
decidió a b a n d o n a rlo y sum arse á otros m iem bros deS ELN
que, desde ia A rgentina, h a b ía n com enzado a o rgan izar un
plan in surreccional cuyo objetivo era reclam ar el re to rn o del
general Ju a n José T o rres a Bolivia, quien du ran te su año de
presidencia (1970-1971) h a b ía encabezado un g o b iern o de
izquierda en alianza con sectores cam pesinos y m ineros. En
1974, E nrique Lucas cruzó la fro n tera y conoció a la argenti­
n a G raciela R utilo Artés, con q u ien tuvo u n a hija, Carla. El
2 de abril de 1976, G raciela y la niña fu ero n secuestradas y
trasladadas ilegalm ente a un c e n tro clandestino de d eten c ió n
en la A rgentina. C inco meses después, Lucas y u n g ru p o de
m ilitantes bolivianos m u rie ro n durante u n en fren ta m ie n to
con las fuerzas represivas bolivianas en C ochabam ba. G raciela
6 H A C E R L A RF.VOI UCIÓN

c o n tin ú a desaparecida y Carla fue secuestrada p o r u n oficial


argentino, con quien vivió hasta su adolescencia.1
La historia de E nrique Lucas es apenas un ejem plo entre
miles que m uestran la. épica, la violencia y el dram a que las
luchas poh'ticas;;adquirieron a fines de los sesenta, y principios
de los setenta en el C ono Sur. P erteneció a u n a generación po­
lítica atravesada p o r u n a creciente movilización social, la em er­
gencia de regím enes autoritarios (Brasil, 1964; Eolivia. 1966;
A rgentina, 1966; Solivia, 1971; Uruguay, 1972-1973; Chile,
1973; A rgentina, 1976) y las expectativas generadas p o r las p ro ­
mesas de la Revolución cubana. Esta generación, constituida
en su inm ensa mayoría p o r jóvenes m enores de 30 años a fines
de los sesenta, cuestionó las m aneras tradicionales de h acer po­
lítica y prom ovió nuevas formas de movilización social, política
y cultural. Los m ilitantes de esta “nueva izquierda” criticaron
el legalismo y ei reform ism o de los partidos de la izquierda
tradicional. Asimismo, propusiero n m étodos más novedosos
y radicales y, a su entender, más eficientes para alcanzar los
cambios sociales que los sectores populares dem andaban. Poco
a poco, las organizaciones arm adas se transform aron en p ro­
tagonistas centrales de la oleada de m ovim ientos de la “nueva
izquierda” en la región, que son el tem a de esta investigación.
Este libro exam ina el surgim iento, desarrollo y fracaso de una
red de organizaciones de jóvenes militantes de izquierda que,
a fines de los sesenta y com ienzos de los setenta, prom ovieron
la violencia política organizada y las estrategias transnadonaies
com o únicos cam inos para alcanzar el cambio social. La inves­
tigación sigue la trayectoria de m ilitantes argentinos, chilenos,
uruguayos y, en m e n o r m edida, brasileños y bolivianos en la
construcción de una re d regional de organizaciones arm adas
que actuó d u ran te más de u n a década.
El o rigen d e las organizaciones que in teg raro n esta red
se rem o n ta a m ediados de la d écad a de 1960. El Partido
R evolucionario de los T rabajadores (PRT) - q u e luego derivó
en el ERP en la A rg e n tin a - fue el resultado del en c u en tro
entre sectores provenientes del trotskism o (Palabra O b re ra ),
IN TRO D U CCIÓ N 7

vinculados a las intensas luchas sindicales urbanas d e com ien­


zos de la década, y el F re n te R evolucionario In d o am e rica n o
P o pular (FRIP), u n a organización latinoam erican ista e in d i­
genista que re sp o n d ía a la influencia de las ideas d el aprista
p e ru a n o V íctor H aya de la T o rre y tuvo incidencia e n el n o rte
arg entino. Las dos agrup acio n es p articiparon en la organiza­
ción de los trabajadores del azúcar, y e n 1965 se cre ó el PRT a
p artir d e un a c u e rd o e n tre ambas. R o b e rto M ario S antucho,
uno de los líderes del FRIP, se transform ó en el líd e r del PRT
en d etrim en to de N ah u el M oreno, u n dirigente histórico del
trotskisrno argentino.'2
Eí MIR ch ilen o se creó ese mismo añ o , cong reg an d o m i­
litantes críticos d e la estrategia de 1a izquierda tradicional
(com unistas y socialistas) y su apuesta electoral e n la política
de ese país. P rovenientes d e diversos sectores del trotskisrno
y el anarquism o, y tam bién escindidos del com unism o y el
socialismo, era n en su m ayoría activistas sindicales y estudian­
tiles convencidos d e que la m ovilización social e ra el único
cam ino hacia la revolución. A unque en u n com ienzo sectores
del trotskisrno tradicional tuvieron cierta influencia, tal com o
ocurrió en la A rgentina, en últim a instancia fu e ro n sustitui­
dos p o r u n a nueva g en e ració n de m ilitantes.3
Los tupam aros uruguayos fueron un pequeño g ru p o , crea­
do en en ero de 1966, a p artir del en c u en tro entre m ilitantes en
su mayoría escindidos del socialismo, p e ro tam bién del com u­
nismo, eí anarquism o y de grupos más pequeños d e izquierda.
E ntre 1962 y 1965 varios de esos m ilitantes se co n c en tra ro n en
u n g rupo inform al, llam ado “c o o rd in a d o r”, con el objetivo de
apoyar las m ovilizaciones de los trabajadores del azúcar en el
no rte de U ruguay, quienes h ab ían o cu p ad o tierras y reclam a­
ban u n a reform a agraria. El m ovim iento estuvo lid erad o p o r
Raúl Sendic. un jo v e n estudiante de D erecho, m iem b ro del
socialismo, quien, com o tantos otros, estaba co m partien d o la
experiencia laboral d e los trabajadores rurales.4
A unque al p rin cip io se tratab a de grupos p eq u e ñ o s con
escasa conciencia m u tu a d e su existencia, los en c u en tro s en-
8 H A CER LA REVOLUCIÓN

tre estas y otras, agrupaciones com enzaron a sucederse' en la


región. P rim ero en U ruguay, debido al in crem en to del auío-
ritarism o en Brasil y en la A rgentina, y después con la in c u r­
sión de E rnesto “C h e” Guevara en Bolivia en 1966. Se trans­
fo rm aro n en intercam bios form ales en el Chile de U n id ad
P opular, d o n d e varios grupos com enzaron a pensar la crea­
ción d e u n a organización regional, la J u n ta de C oordinación
R evolucionaria, integ rad a p o r el ELN boliviano, el MIR chile­
no, el E R P a rg e n tin o y el MLNT uruguayo. ’L a coordinación
alcanzó su m áxim o desarrollo en Buenos Aires en tre 1973 y
1976, cu a n d o el golpe de Estado canceló el últim o “refu g io ”
existente en la región. Estos grupos in ten taro n sobrevivir a
las duras condiciones represivas im puestas p o r las dictaduras
y luego trataro n de adecuarse, n o siem pre con éxito, al nuevo
contexto político de la transición dem ocrática en los o ch en ta.
Para e n te n d e r la evolución q ue llevó al in ten to de articu ­
lar u n a am plia estrategia contin en tal de organizaciones ar­
m adas, mi proyecto exam ina la confluencia de estos movi­
m ientos nacionales desde u n a perspectiva transnacional, que
refleja los acontecim ientos cruciales que definieron a la ge­
neración. A través de u n a aproxim ación en m últiples escalas
-tra n sn a cio n a l, regional y local-, presen (.aré elem entos que
ayuden a co m p re n d e r los procesos políticos y culturales sobre
los cuales esta generación construyó sus proyectos políticos.:
Esto im plica co n trib u ir a tres cam pos de estudios vinculados
a la historia latinoam ericana reciente: la revuelta global de
los sesenta, la historia de la izquierda latinoam ericana y el
surgim iento del autoritarism o en el Cono Sur.
U na extensa bibliografía se h a ocupado de analizar las im ­
plicancias q u e los sesenta globales tuvieron p ara la izquierda
en distintas partes del m undo. La mayoría de ios enfoques
c o n c u erd an en que esa década posibilitó la em ergencia de
un nuevo m ovim iento político global que dio en llam arse
“nueva izq u ierd a’' e in terp eló los fundam entos políticos de
la izquierda tradicional. Sin em bargo, sus principales caracte­
rísticas h a n sido tem a de debate. En Poioer and Protesi. Global
IN TRO DUCCIÓ N 9

Revolution and the Rise of Detente, je re m i Suri sugirió que la m o ­


vilización global estaba vinculada a u n elusivo “ intemational
language of dissenf (lenguaje d e disenso intern acio n al) im pul­
sado p o r u n a nueva g en e ració n de jóvenes (baby-boomer genera-
tion) socializados e n las universidades. P o r su parte, ím m an u el
W allerstein, G iovanni A rrighi y T erence K. H opkins concep-
tualizaron el m ovim iento de 1968 com o “the great reheanaV
(el gran ensayo) en Antisystemic Movements. Para estos autores,
1968 m arcó el inicio de u n ciclo revolucionario eq u ip arab le
al de 1848; pero , a d iferen cia de la crítica al A ntiguo R égim en
en el siglo XIX, el eje de esta movilización cuestionaba la h e­
g em onía global d e los E stados U nidos y fue u n a reacción a
la incapacidad d e la vieja izquierda de frenar ese proceso.5
A u nque en el largo plazo la iniciativa de la nueva izquierda
tam poco triunfó, el equ ip o d e W allerstein sostiene q u e se ju s­
tificó en la creen cia de q u e su accionar sería más eficaz.
A m bos enfoques dan c u e n ta de u n a tensión en la biblio­
grafía sobre los sesenta. Si b ie n algunos enfatizan el carácter
laxo de u n a su puesta co n tra cu ltu ra global, otros insisten en la
dim ensión política y revolucionaria de los m ovim ientos surgi­
dos en esa década. A unque las dos dim ensiones no necesaria­
m en te d eben e n te n d e rse corno fenóm enos antitéticos, este
antagonism o articu ló b u en a p arte de ios debates so b re ios se­
senta, com o lo ilustra. Kristin Ross en May ‘68 and its Afterlives.b
Sin em bargo, ia m ayoría d e los enfoques sobre América.
Latina p ro p o n e n u n a perspectiva m enos antagón ica de la re­
lación en tre la vieja y ia nueva izquierda, dond e se señalan
los en cuentros e n tre la co n tra cu ltu ra global y la izquierda
latinoam ericana e n ese “m ovim iento de m ovim ientos” que
abarcó desde co rrien tes intelectuales, estéticas, expresiones
de la cultura p o p u la r y nuevas prácticas conductunles hasta
m ovim ientos sociales, organizaciones políticas e in clu so orga­
nizaciones políticas arm adas.7
En u n com ienzo, estos gru p o s constituyeron u n a reacción
a la izquierda tradicional. El principal cu estio n araien to ap u n ­
taba a su im posibilidad de im p lem e n ta r estrategias capaces
1 0 H A CER LA REVOLUCIÓ N

dé movilizar a los sectores populares y crear situaciones revo­


lucionarias. Esta generación tam bién se distinguió p o r u n a
fuerte crítica al realism o socialista y u n a reivindicación del
carácter latinoam ericano de la revolución, a diferencia de las
visiones tradicionales de la izquierda, qu e conllevaban apro­
xim aciones eurocéntricas de la política. P or últim o, estos g ru ­
pos prom ovieron la organización de sectores subalternos vin­
culados al in u n d o rural y las periferias urbanas, relativam ente
desatendidos hasta ese m om ento. Además de las diferencias
políticas, h u b o otras vinculadas a la im p ro n ta generacional
de gran p arte de estos movim ientos. A unque adm itían cierto
nivel de conflicto con otros m ovim ientos juveniles, com o el
hippism o, estos m ilitantes se sentían p arte de u n a id en tid ad
juvenil global. En su m an era de vestir, sus productos cultura­
les y su estilo de vida, inten tab an trad u cir a las condiciones la­
tinoam ericanas ese “lenguaje de disenso” del que habla. Suri.8
Pero, más allá de los desacuerdos estratégicos, tam bién exis-
tían num erosos p untos de contacto con la izquierda tradicio­
nal, relacionados con los proyectos finales que se im pulsaban
y con aspectos de u n a cultura política in te rn a muy jerárquica,
que tuvo n o to ria continuidad.
En este sentido, m i trabajo aspira a ubicar en un contex­
to más am plio el surgim iento de las organizaciones arm adas,
tom ando en cuenta que sus m ilitantes fu ero n parte de ese
“m ovim iento de m ovim ientos” vinculados a experiencias in ­
novadoras en el cam po de la sociedad y la cultura, en todos
los países d o n d e la vieja y la nueva izquierda y la co n tracu ltu ­
ra ad q u iriero n configuraciones diferentes de las que existían
en los Estados U nidos y Europa.
A dem ás de con trib u ir a esta discusión historiográfica, este
libro aspira a rep en sar la geografía de los sesenta. Así com o
¡as revoluciones del siglo XIX, 1968 fue conceptualizado a
partir de la centralidad de E uropa occidental y los Estados
U nidos. La gran m ayoría de los trabajos reconocen el rol
del T ercer M undo y sus luchas en la agitación desarrollada
en el P rim er M undo, pero estos aspectos quedan lim itados
IN TRO D UCCIÓ N 11

a u n a m era in flu en cia y n o form an p a rte de u n a m ism a red


de circulación d e ideas y actores.9 Sin em bargo, los hechos
ocurridos en E u ro p a y los E stados U nidos tam bién recib iero n
la influencia d e los acontecim ientos e n L atinoam érica. P or
m en cio n ar solo u n ejem plo: u n o de los iconos m ás po p u la­
res en los países centrales d u ra n te 1968 fue el C he Guevara.
Más allá de las rem iniscencias rom ánticas de la trayectoria de
Guevara, su im agen ilustraba el peso de la experien cia históri­
ca reciente de A m érica L atin a sobre las ideas y las estrategias
políticas que ale n ta ro n la revuelta global.
En este sentido resulta necesario reco n stru ir el lugar que
o cupó el Cono Sur e n los sesen ta globales, ya que la em erg en ­
cia de estos actores no p u e d e explicarse a partir d e la centra-
lidad de lo o cu rrid o en E u ro p a y los Estados U nidos. Por el
contrario, algunos hitos locales en la conform ación de esta
g eneración política tam bién tuvieron im pacto global. Desde
la llegada del C he a Bolivia - c o n sus consecuentes redes en
el Cono S u r- y el su rg im ien to de los tupam aros, c o n su plan­
teo de guerrilla u rb a n a ad e cu a d o a m odelos de so cied ad más
urbanizados y con m ayor desarrollo de los sectores medios,
hasta los debates so b re la transición al socialismo e n Chile im ­
p actaron en los sectores m ás radicales de la nueva izquierda
eu ropea y estadounidense. ■ ”
En síntesis, los sesenta fu e ro n globales, pero g ran p arte de
ia reflexión al resp ecto p are ce opacar el papel activo de las
periferias en las ideas y rep erto rio s de protesta d e los países
centrales. Desde esta perspectiva, podem os decir q u e el es lu­
dio de esta ex p erien cia co n trib u irá a c o m p re n d e r m ejor la
globalidad de esa década, a restituir el p ap el que d esem p e ñ a­
ro n ios procesos subestim ados p o r la bibliografía y, p o r ulti­
m o, a p ro p o n e r nuevos enfoques sobre la tensión e n tre vieja
y nueva izquierda desde la q u e se p en saro n estos tem as.
U no d e los rasgos m ás evidentes de esta gen eració n política
fue la defensa de la violencia política revolucio naria com o
m odalidad de acción colectiva legítim a y necesaria fren te al
avance de la h eg e m o n ía estad o u n id en se que, en su o pinión,
1 2 H A CER LA REVOI,ÜCIÓN

co n ten ía tocio in te n to d e transform ación social p o r m edios


pacíficos y legales. Esto no solo tuvo relación con la revuelta
global de los sesenta sino con u n proceso más general, cu­
yos an teced en tes arraigaban en la historia co n tem p o rán ea de
A m érica Latina. En gran m edida, la radicalización de los sec­
tores juveniles y subalternos a m ediados de los sesenta fue u n a
capa más de un proceso que se había sedim entado a lo largo
de varias experiencias de la G u erra Fría latinoam ericana.
A p artir d é la dialéctica en tre revolución y contrarrevo­
lución, en su influyente The Last Colonial Massacre, G reg
G randin explica la em ergencia de la nueva izquierda com o
la últim a respuesta de u n a serie de intentos de prom over el
cam bio social, reprim idos p o r las prácticas del terrorism o de
Estado, com o lo ejem plifica el golpe c o n tra ja co h o Á rbenz
en G uatem ala, que prom ovieron las élites locales con el
apoyo de Estados U nidos en el contexto de la G uerra Fría
latin o am erican a.'0
D esde el final de la prim avera dem ocrática, a fines ele los
cuarenta, los Estados U nidos cultivaron u n a actitud cada vez
más hostil hacia las expresiones políticas cercanas a la izquier­
da y a. la organización sindical en Am érica Latina."1 El d erro ­
cam iento de Á rbenz, con participación clave de la CÍA, m arcó
u n m o m e n to em blem ático en el cam bio de rol de los Estados
U nidos en la región, tendencia q u e con tin u ó en los hechos
de la B ahía de C ochinos en 1961 y se consolidó en 1964 con
el golpe de Estado en B rasil La dictadura brasileña in au g u ró
un tipo de régim en autoritario en A m érica del Sur, basado en
u n nuevo rol de las Fuerzas A rm adas entrenadas en la d o ctri­
n a de la seguridad nacional, que sería replicado en los años si­
guientes en el resto de los países del Cono Sur, Esto erosionó
poco a poco las expectativas reform istas que la Alianza p ara el
Progreso h ab ía g enerado al com ienzo de la década.
M uchos d e los intelectuales y activistas que abrazaron la. lu­
cha arm ada en ios tardíos sesenta form aron su opinión sobre
los Estados U nidos en la década anterior, que transcurrió en­
tre dos golpes de Estado: el de G uatem ala y el de Brasil. La
IN TRO DUCCIÓN 13

frase de G uevara - “C uba n o será G uatem ala”- es rep rese n ta­


tiva de la gen eració n de activistas q u e presenció el creciente
intervencionism o estadounidense c o n tra las experiencias de
reform israo social y vio en la lucha arm a d a la ú n ic a respuesta
posible a eso. El caso de C uba debe pensarse en este contex­
to, La revolución d esp ertó expectativas en aquellos grupos
que com enzaban a radicalizarse ante la intervención estadou­
nidense en A m érica L atina y las crisis económ icas d e los m o ­
delos industrialistas en el contexto d e la G uerra Fría, C uba
ofrecía m odelos a seguir q ue. com o verem os m ás adelante,
eran leídos con sim patía p e ro tam bién con distancia crítica
en A m érica del Sur. Si bien varios au tores subrayaron la cen-
tralidad de esta referencia, las trayectorias individuales de los
m ilitantes que ab o rd a re m o s aq u í dejan en claro q u e no fue el
p u n to de partida sino ap enas u n m om en to más en u n proceso
de radicalización cuyos antecedentes, com o plantea G randin,
p u ed e n rastrearse desde m ediados de los cin cu en ta.12
Más allá del vínculo con la G uerra Fría latinoam ericana, las
explicaciones del surgim iento de la violencia política de iz­
qu ierda han sido u n acalorado tema de debate político en la
academ ia y las esferas públicas nacionales. D urante las dicta­
duras, estos grupos fueron estigmatizados y sindicados como
agentes extranjeros que justificaron la reacción autoritaria en
defensa de la seguridad nacional. En el contexto de las transi­
ciones dem ocráticas, la opción p o r la violencia de estos grupos
fue leída com o el resultado d e un fanatism o ideológico que lu­
chó co ntra esa otra m inoría fanatizada q u e integraban los mili­
tares. Esa narrativa retrató a la sociedad civil como re h é n de la
polarización entre dos actores distanciados d e lo social y aliena­
dos po r la ideología. D iferentes variantes de este tipo de narra­
tiva se utilizaron para, dar cu e n ta de experiencias m uy diversas
en tre sí, com o las de A rgentina, Chile, P erú y G uatem ala.13
Estos temas tam b ién com enzaron a llam ar la aten ció n de
académ icos, ensayistas y periodistas en el contexto de las tran­
siciones dem ocráticas. A u n q u e el n ú m e ro de trabajos es tan
gran de q u e resulta difícil trazar com entarios generales, p o d e­
14 H ACER LA REVOLUCIÓN

mos identificar ios m om entos y enfoques q u e explican cóm o


era percibida la hxcha &rma4a a p artir d e los ochenta. En u n
clima d e fuertes expectativas positivas acerca del re to rn o a
la dem ocracia, u n n u m e ro im p o rtan te de trabajos enfatizó
el carácter ahtiliberal de estos grupos. En su inm en sa mayo­
ría influenciados p o r el m odelo sobre el q u ieb re de la d em o ­
cracia p ro p u esto p o r j q a n j , Linz, varios destacaron cóm o la
em ergeneia^de esos grupos contribuyó al proceso d e polari­
zación política que erosionó los regím enes dem ocráticos. El
m odelo de Linz caracterizaba a estas .organizaciones, d eb id o
a su ideología, com o actores “desleales” a la dem ocracia cu­
yas acciones h abían prom ovido u n proceso de polarización
que tendió a desautorizar los procedim ientos institucionales
y creó u n am biente político en el que los sectores del cen tro
- q u e resultarían claves, para la estabilidad d em o crática- fue­
ron erosionados.14 B a jo e sta influencia, varios trabajos acadé­
micos insistían en 'el ím páctó de la Revolución cub an a y el
papel d esem p eñ ad o p o r las ideologías y el clima in telectu al
de los sesenta en una. escalada de radicalización p rese n tad a
com o alienación del proceso político. En todos estos casos
las crisis de las dem ocracias q u e p reced iero n a los golpes de
Estado fu ero n explicadas p o r m últiples causas, pero la des­
cripción de los grupos arm ados invariablem ente se co n c en ­
traba en el rol fu ndam ental d esem p eñ ad o p o r la ideología
para em pujarlos fuera de la cultura dem ocrática y en su invo­
luntaria con trib u ció n a desarrollar las condiciones propicias
para u n a reacción conservadora autoritaria,
A p a rtir de los noventa, nuevos estudios, basados en la his­
toria oral y en fuentes prim arias, ce n traro n su atención en
los actores arm ados y ofrecieron u n a interpretación enfocada
en la vida in te rn a de estas organizaciones antes que en el rol
que h ab ían ju g a d o en la crisis de la dem ocracia. Un tem p ra­
no ejem plo es Montoneros. Los soldados de Perón, de R ichard
Gillespie, publicado en español en 1987, que enfatizaba la in ­
tersección en tre el nacionalism o católico de clase m ed ia y el
m arxism o p ara explicar el surgim iento de esa organización
IN TRO DUCCIÓ N 15

y su subsiguiente desviación m ilitarista.15 O tros h istoriadores


que siguieron el ejem plo de Gillespié atribuyeron cierta cen~
tralidad a los aspectos ideológicos y culturales p a ra e n te n d e r
el surgim iento de estos grupos, así com o los m om en to s d e
aislam iento p o lítico que derivaron en acciones irra c io n a le s.'
Esta lín ea de trabajo fue p articu la rm en te pro iíñ ca en el caso
argentino. A utores com o P ilar Calveiro, H ugo V ezzetti y V era
Carnovale arro jaro n luz e n to rn o al ro l que d esem p eñ aro n la ;
ideología y la c u ltu ra in te rn a en el desarrollo político-m ilitar
de estas organizaciones.16
ju n to con estos trabajos, en las últim as dos décadas se
publicó una a b u n d a n te literatu ra testim onial q u e buscaba
rec u p erar la ex p erien cia d e los m ilitantes. P ro d u cid a p o r
académ icos y periodistas q u e en su m ayoría tam bién h abían
sido m ilitantes, contribuyó a expandir el coro d e voces q u e
participaban en los debates sobre los orígenes de la violencia
política. Con foco e n las historias personales, estos trabajos
resaltaron las debilidades d e las dem ocracias en las décadas
de 1950 y 1960, e le m e n to q u e los enfoques políticos e intelec­
tuales en general n o in te g rab an a sus análisis.'7
T odos estos estudios so b re ideología y cultura fu ero n úti­
les p o rq u e reco n stru y ero n el lenguaje político y las ideas
de estos grupos arm ados e n el p erío d o previo a los golpes
de Estado. Sin em bargo, la mayoría fracasó en el in te n to d e ,
explicar cóm o fu e ro n cam biando esos grupos y cóm o d e­
sarrollaron sus propuestas. Más allá de su diversidad, estos es­
tudios co m partían u n p rin cip io m etodológico vinculado con
la im posibilidad de establecer una conexión e n tre procesos
ideológicos y culturales p o r u n lado, y procesos económ icos
y políticos, por otro. A raíz de esto, las ideas fu e ro n e n ten ­
didas y analizadas com o u n cuerpo c o h e ren te y organizado,
p o r com pleto d esco n e cta d o de los contradicto rios procesos
históricos en que em erg iero n y de los cambios estru ctu rales
que afectaban a las sociedades do n d e se inscribían. Este tipo
de aproxim ación hizo que fu e ra difícil e n te n d e r los sinuosos
y conflictivos cam inos tom ados por los partidos políticos y los
l6 H A CER LA REVOLUCIÓN

activistas de centro y de izquierda que estudiarem os en este


libro. M uchos de ellos habían apoyado proyectos reform istas
a m ediados de los cincuenta y ado p tad o posturas radicales
en los tardíos sesenta, p ero incluso en m edio de su accionar
arm a d o apoyaron iniciativas político-electorales, y a p a rtir de
los o ch e n ta .com enzaron a actuar legalm ente en el co n tex to
de la re dem ocratización.
Hoy, al m om ento de pensar la violencia política en clave aca­
dém ica, p erd u ra la influencia de la perspectiva que com enzó
a desarrollarse en las transiciones. A unque los enfoques h an
variado, somos depositarios de perspectivas que conciben
ideología y cultura com o una esfera au tó n o m a sin mayores
conexiones con los procesos sociales, económ icos y políticos
en los que esas ideas e identidades fueron construidas.
En contraste, los prim eros autores - e n su mayoría sociólo­
g os- q ue buscaron explicar el fenóm eno de la violencia políti­
ca en los tardíos sesenta y setenta habían recurrido, sin excep­
ción, a los m arcos estructurales derivados de los procesos de
m odernización o de las crisis de los m odelos industrialistas lati­
noam ericanos. A utores com o Samuel H untington y T ed G urr
proveyeron una inspiración teórica significativa para aquellos
sociólogos ele la m odernización que explicaban el co m p o rta­
m iento de esta generación com o aném ico, o la teoría de la
d ep en d en cia latinoam ericana, que en sus diferentes variantes
explicaba la radicalización de los sectores medios com o el re­
sultado de la crisis del m odelo de dom inación, o G uillerm o
O ’D onnell, quien en sus prim eros trabajos planteaba que la
radicalización era el producto de la incertidum bre de los sec­
tores populares ante la transición de los m odelos populistas o
reform istas hacia los Estados burocráticos autoritarios.JS
En sum a, la radicalización de la izquierda en la región
fue descrita com o u n a consecuencia estructural inevitable o
com o el resultado de ciertas convicciones ideológicas que. en
o pin ió n de algunos, alentaron el autoritarism o dictatorial.
Este libro aspira a p o n e r en diálogo las perspectivas socioe­
conóm icas y políticas de los sesenta con ios enfoques ideo-
IN TRO D UCCIÓ N I.7

lógicos y culturales más recientes. Más específicam ente, p re ­


te n d o h istoriar las m aneras en que esta gen eració n construyó
sus categorías políticas, basadas en las condiciones socioeco­
nóm icas y las o p o rtu n id a d e s políticas q u e el conflicto con el
Estado habilitó o clausuró. En este sentido, las definiciones
ideológicas o culturales adoptadas p o r estos g ru p o s no d e ­
ben verse com o aspectos fijos, determ inados de u n a vez p ara
siem pre, sino com o recursos sim bólicos que estos m ovim ien­
tos tom aron, resignificaron y adaptaron de a c u e rd o con las
circunstancias históricas vigentes.
Las h erram ien tas m etodológicas utilizadas p ara historiar la
m en cionada d inám ica están inspiradas en la sociología de ios
m ovim ientos sociales. C onsidero que estos trabajos son rele­
vantes p o rq u e ofrecen categorías com o “procesos políticos”,
“estructura de o p o rtu n id a d e s políticas” y “re p e rto rio de p ro ­
testa”, que p e rm ite n ex am in ar las dinám icas de conflicto e n ­
tre Estado y m ovim ientos sociales en las sociedades co n tem ­
p o rán e as.19 Es en este se n tid o que la p resente investigación,
au n q u e em in en tem e n te histórica, ad o p tará categorías p ro d u ­
cidas p o r los estudiosos de los m ovim ientos sociales p ara p en ­
sar el origen, el desarro llo y las resignificaciones d e las prác­
ticas violentas y las represen tacio n es de estas organizaciones,
En este libro p re te n d o p en sar la violencia p olítica de iz­
q uierda latinoam ericana, m ás concretam ente la co n o su reñ a,
m ediante un en fo q u e transnacional que eluda la d icotom ía
(nacional-extranjero) hab itu al en este debate. M uchas veces
la dim ensión in te rn acio n al d e estos eventos se utilizó com o
arg u m ento para invalidar a la oposición. M ientras la d erech a
d en unciaba el carácter antinacional d e la izqu ierd a legal y
la arm ada debido a su afinidad con los países com unistas, y
atribuía su crecim iento a las alegadas influencias d e la U nión
Soviética y de C uba, la izquierda explicaba el desarro llo del
autoritarism o civil y dictatoria] com o resultado de la influen­
cia del im perialism o estadounidense en los procesos políticos
nacionales. A u nque este no es el lugar ap ro p iad o p ara eva­
luar la influencia, de los actores internacionales so b re estos
18 H A C E R L A R E V O L U C IÓ N

procesos nacionales, m e interesa destacar las connotaciones


negativas en to rn o a las conexiones en tre actores dom ésticos
y no nacio n ales.20 Esto im p acta1sobre las m aneras en que las
, historiografías nacionales in corp o ran los asuntos vinculados
a la viole n ciá política; A unque los intfercambios transnáciona-
les e ra n evidentes para cualquier analista de la región, y en
los casos aq u í estudiados los activistas reco n o ciero n d e m a­
nera explícita e l carácter con tin en tal d e su proyecto -c o m o
se p o n e de m anifiesto ,eri la literatu ra reseñ ad a más. arrib a-,
estos procesos políticos fu ero n explicados en térm inos nacio­
nales o m ed ian te enfoques com parativos que, en los últim os
años, reforzaron las diferencias nacionales sin con sid erar
cóm o se construyeron los. diálogos regionales.21 .
A fortunadam ente, algunos trabajos com o los de Ariel
C. A rm ony, Jo h n Diriges, Fiero Gleijesses y Claudia Gilxnan
h an p ro p u esto diversas líneas de investigación que reflejan
la circulación de los actores latinoam ericanos en el contexto
de la G u erra Fría y que han sido u n a inspiración p ara mi p ro ­
yecto.-2 En la m ism a dirección, el reciente estudio de T anva
H arm er, Allende’s Chile and the Inler-Ám,etican Coid War> p ro p o ­
ne in teresantes e innovadores, en fo q u es en relación con la
m etodología y los con ten id o s.^ H árm er p lantea una perspec-
: tiva ‘‘m ultidim erisional, ab á rcad o ra y descentralizada”, que
involucra a ^ i o s actores vinculados:a lo s Estados- d e B rasili
Gh i íe;j Cul >a I siacíos:--Unidos' y la Ú nión Soviética, así cóm o a
los p artidos políticos de la izquierda chilena, la extrem a' de­
recha brasileña y u n a variedad de actores regionales. Todos
estos gru p o s p articiparon en el sistema interam ericano.
Para H arm er; pen sar en térm inos de sistema im plica p e n ­
sar las relaciones m ultilaterales mas allá d e las bilaterales. Así,
q ued a claro que varios aspectos de las relaciones bilaterales
e n tré los Estados U nidos y México, Perü y, en particular, Brasil
estuvieron influidos p o r las políticas de W ashington hacia el
Chile de Salvador A llende. Además, en svt enfoque del siste­
m a in teram erican o no solo im p o rtan los Estados sino ios ac­
tores no estatales vinculados a redes regionales que m arcaro n
IN TRO D U CCIÓ N ig

esos procesos. En este sentido, la contribución de H arm e r es


im p o rtan te p o rq u e ofrece u n a perspectiva para e n te n d e r la;
particularidad de la dinám ica política regional q u e considera
la influencia de esos actores n o estatales.24
In te n ta ré re c o n stru ir las m odalidades específicas en que
ideas, m ovim ientos políticos y sociales, así com o red es gene­
radas en to rn o a acontecim ientos' críticos orig in ad o s en el
sistem a in te ra m e ric a n o >m o ld earo n el desarrollo d e una cul­
tu ra política transnacional radical de to n o revolucionario que
influyó sobre las opciones de los m ilitantes a favor d e la lucha
arm ada. La reco n stru cció n histórica de estos procesos perm i­
te e n te n d e r m ejor cóm o la tensión en tre íás lim itaciones de la
G uerra Fría y las;ideas acerca del cam bio social m a rc ó el tono
del d eb ate sobre la v iolencia política d u ra n te los sesenta.
Este proceso tran sn acio n al explica el hecho de qu e, a p ar­
tir de la década d é 1960, u n a variedad de organizaciones de
izquierda, in id a lm e n te identificadas con experiencias in ter­
nacionalistas com o el socialism o, el com unism o y el. trotskis-
mo, com o resultado de su voluntad de tom ar las arm as y su
cercana relación con la Revolución cubana, te rm in aro n p o r
configurar u n a izq u ierd a con u n a id e n tid a d p articu lar vincu­
lada a lo latinoam ericano. El desarrollo de esta c u ltu ra polí­
tica en el C ono S ur re p re se n ta un m o m e n to significativo en
la •construcción d e : ú n a iz q u ierd a identificada co n la histpria ■..
’ del- continente, q u e a b a n d o n ó las pretensiones.universalistas^. >
y que parece d e se m p e ñ a r u n p a p e rim p o rta n te e n la política
co n tem p o rán e a.25 Los en c u en tro s y experiencias com p artid o s
d u ran te los se ten ta e n tre estos m ilitantes có n o su reñ o s son u n
m ojón al que p u e d e n sum arse otros procesos sim ilares ocu­
rridos en el C aribe, los A ndes o Brasil en esas décadas para
explicar la actu alid ad de las izquierdas latinoam ericanas.
2 0 H A CER LA REVOLUCIÓN

EL CONO SUR Y E L SU RGIM IENTO DEL


NUEVO A U T O RITA R ISM O :

A diferencia de otras regiones, el Cono Sur no fue u n espacio


de acción colectiva com ún para las organizaciones d e izquier­
da de la región. Sin em bargo, la dinám ica política de los sesen­
ta y principios de los setenta generó un mayor acercam iento
de estos m ilitantes. El hecho resultó llamativo porque, si bien
la región tañía antecedentes com unes -p asad o colonial, sucesi­
vas oleadas reform istas (a diferencia de la m odalidad m exicana
revolucionaria) y altos niveles d e desarrollo social en el contex­
to latinoam ericano de los sesenta-, su tradición ídentitaría era
muy débil. Incluso a pesar de que desde comienzos del siglo XX
se habían intentado algunos acuerdos de integración.26
H asta ia década de 1970, los procesos políticos n o am eri­
taron la identificación de la zona com o u n área específica de
A m érica del Sur. U na búsqued a en W orldcat m uestra que el
térm in o “C ono S u r” com enzó a utilizarse en los seten ta com o
u n a categoría de análisis asociada a la experiencia de las dicta­
duras. D urante los sesenta solo encontram os una testim onial
y anticipatoria novela titulada Cono Surt del uruguayo Hi.ber
Conteris, que n a rra las peripecias de un refugiado boliviano
en el U ruguay de com ienzos de esa década,27
La reflexión sobre el ciclo de dictaduras -q u e se inició con
el golpe de Estado en Brasil en 1964, continuó en la A rgentina
en 1966, se am plió en 1973 con la instauración de las d ic tad u ­
ras m ilitares en U ruguay y Chile y term inó de consolidarse con
un nuevo golpe en la A rgentina en 1976-, que cubrió el terri­
torio conosureño de dictaduras m ilitares con fuerte apoyo de
sectores civiles conservadores, fue lo que com enzó a estru ctu ­
rar la noción de región. No estamos h ablando de u n au to ri­
tarism o tradicional basado en sociedades poco urbanizadas;
tam poco de u n autoritarism o populista, ya que uno d e sus
ejes era desmovilizar m ediante la represión a los m ovim ientos
sociales; ni de u n autoritarism o de tipo personalista, ya que
el sustento del régim en era la corporación militar; ni de u n a
IN TRO D U CCIÓ N 2 1

dictadura com isarial que aspiraba a restaurar el o rd e n , ya q u e


p rete n d ía u n a transform ación radical de la vida e n estos paí­
ses. Fue el carácter inédito d e estos nuevos autoritarism os lo
que habilitó u n a reflexión regional sobre el fen ó m e n o .28
En ese contexto, los grupos arm ados d e izquierd a co m en ­
zaron a pensar su accionar desde u n a perspectiva regional,
tal com o venían h a c ie n d o los m ilitares desde m ed iad o s de
los sesenta al in c o rp o ra r la doctrina d e la seguridad nacio­
nal y justificar form as de acción con ju n ta respaldadas p o r la
O rganización d e E stados A m ericanos (OEA). En los setenta,
d esarrollaron u n nuevo nivel de coordinación a escala con
la llam ada O p erac ió n Cóndor., que les p erm itía cru z ar ilegal­
m en te las fronteras p ara controlar, secuestrar y asesinar a sus
opositores políticos en los países vecinos.
En este sentido, la creación de la J u n ta de C o ord in ació n
Revolucionaria. (JCR) es el resultado de u n a percep ció n - q u e
com enzó en los se te n ta y co n tin u ó en los o c h e n ta - acerca
de la regiónalización de los procesos políticos q u e tam bién
fue desarrollada p o r actores diversos com o los m ilitantes, los
sindicatos, los p artid o s políticos de cen tro y los organism os
de derechos h u m an o s. C o n tar la historia de los e n c u en tro s
regionales de estos m ilitantes contribuirá a am pliar las m ira­
das nacionales so b re las cuales se construyeron las narrativas
de la crisis y el surg im ien to del autoritarism o en el C o n o Sur.
Aspiro a que mi trabajo constituya un a p o rte al d esarro llo de
u n a historia regional, aún en ciernes, sobre los p rocesos po­
líticos de los sesenta y setenta que enriquezca e) d e b a te sobre
los casos nacionales.

UNA CULTURA POLÍTICA TRANSNÁCIONAL:-i


INV ESTIGA CIÓN Y N A R R A T IV A

Para desarrollar esas co ntribuciones m e p ro p o n g o ra stre a r el


origen y la conform ación de u n a cultura p olítica transnaciona!
2 2 HACER LA REVO Í . V C .1Ó N

al calor d e los diálogos y en cu en tro s de m ilitantes de la nueva


i z q u i e r d a en l a región desde m ediados de los sesenta h asta el
golpe de Estado de 1976 en la A rgentina. Esa cu ltu ra p o lítica
estuvo vinculada al resultado de los ensayos de ex periencias
políticas locales, los m ovim ientos de exilio en la región y l a
creciente reg io n alizad ó o del autoritarism o. Estos grupos, ai
com ienzo considerados p arte de u n a “nueva izq u ierd a” y q u e
1 a m ed iacu s de lo s sesenta se m ostrab an incapaces de im p le-
m enta i un pi ogxam a político, convergieron poco a p o co en
u n diálogo regional que los llevó a fortalecer sus p ro p u estas y
su incidencia política en. cad a país. La experiencia co m p arti­
da de exilio regional, debid o al ascenso y la am enaza d e regí-
: m e n e sa u to rita rio s en la región, activó la circulación d e ideas
\ personas y contribuyó a m a d u ra r u n C o r p u s ideológico co~ ■
m ú h e n tre los m ilitantes de diferentes países. ; ;' ; .
En esos m ovim ientos, estos gi;upóív: p ro d u je ra n ,u n a co a^
cep cio n com ún del latinoam éricanism o y una crítica de la
viabilidad d e la.dem ocracia liberal en el contexto del subde-
sarrollo y la G uerra Fría. T am bién sostuvieron u n a id ea de
violencia política vinculada con particulares nociones de lo
m oral que e n ten d ía n la política en térm inos m an iqu e os, re ­
ducían el cam bio social a la voluntad revolucionaria y asocia­
ban el com prom iso político con el sacrificio personal.
A los efectos de esta investigación, eí térm ino “cu ltu ra poli-
tica” ag ru p a u n a diversidad de aspectos que van desde la id eo ­
logía y la m oral hasta la clase, la subjetividad y el arte p ero
que, al m ism o tiem po, no p u e d e n ser reducidos a Categorías
individuales. T om am os p restad a la noció n de cu ltu ra p o lítica
de las co ntribuciones de la historia cultural de la Revolución
Francesa. Lynn H u n t - u n a de las prim eras en desarrollar este
e n fo q u e - define la noción com o “los valores, expectativas y
. reglas im plícitas que expresaro n y m oldearon las in ten cio n es
y acciones colectivas".29
Esta investigación busca bistorizar las m aneras en q u e estos
aspectos fu ero n incorp o rad o s y resignificaron la construcción
de u n a cu ltu ra política particu lar que incluyó y prom ovió el
IN TRO DUCCIÓ N 2 3

desarrollo de los g rupos arm ados conosureños. Se seleccio­


n aro n cuatro aspectos p a ra rastrear la conjugación de estos
elem entos en la form ació n d e una cu ltu ra política transna­
cional: acciones, ideas, sentim ientos e interp retacio n es del
proceso político regional. -
Esta b ú sq u ed a im plica obsc n ai las m aneras e n q u e grupos
de diversos o ríg enes ideológicos, m ediante u n :rep e rto rio co­
m ún de prácticas radicales, confluyeron en un' c o n ju n to d e
ideas políticas y ú n a in te rp re ta c ió n com partida de los sucesos
' de la. región. B asándonos en conceptos com o estru ctu ra de
sentim ientos o em ocio n es;v ereiú n s cóm o-varios de los üron-
tecimient.os o curridos en la- región im pactaron en ja subjeti­
vidad-de esta gen eració n política; P or últim o, estudiarem os
com o los.procesos d e exilio regional contribuye roí i á fo rja r
lazos en tre grupos d e diferentes-país_es que te rm in aro n p o r
co n stru ir la idea d e una coni-unidad tran sn a d o n aL
Soy consciente de las potencialidades v ios lím ites de este
tipo de enfoques. P o r un lado, contribuyen- a p e n sa r los p ro ­
cesos nacionales en m arcos más am plios. Pero, com o toda
delim itación p articu la r de u n tipo de escaía, im plican enfa­
tizar algunos asuntos y o p ac ar otros. En este caso, decidim os
p o n e r el foco en la ex p erien cia del m ilitante viajero, que es
más cercana a los m ilitantes interm edios y a los d irig en tes de
estas organizaciones que a los m ilitantes de base.' La mayo­
ría de ellos p e rte n e c ía a los sectores m edios y, en m e n o r m e­
dida, a los sectores obrero s urbanos: e ra n los q u e co n tab an
con los recursos m ateriales e intelectuales necesarios para
m overse en los países vecinos con relativa facilidad. En estos
desplazam ientos d e u n país a otro en c o n trarem o s pocos m i­
litantes de base vinculados al m undo ru ra l o las áreas perifé­
ricas urbanas, q u ie n es particip aro n en experiencias inéditas
de movilización social d u ra n te el perío d o . En ese se n tid o ; el
proyecto p o n e m ayor énfasis en la participación política de
los sectores m edios en d etrim en to de o tros actores subalter­
nos cuya movilización p u e d e ser m ejor rastreada desde u n a
perspectiva local.
2 4 H A CER LA REVOLUCIÓ N

La escala de m i objeto de estudio h a requerido u n a estra­


tegia de investigación relativam ente ecléctica, qu e ad e cú a
los criterios heurísticos a los desarrollos archivísticos d e cad a
país. En líneas generales, p u ed o sostener que el p royecto se
basó p rin cip alm en te en fuen tes escritas y en m e n o r m e d id a
en fúen tes prales. / '
T rabajé con tres tipos de fuentes escritas: d o c u m e n ta ­
ción in te rn a y p ública de las organizaciones; d o cu m en to s
estatales; | testim onios d e m iem bros de las org an izacio ­
nes estudiadas. C ada u n o d e estos grupos p rese n ta p ro b lem as
m etodológicos particulares, q u e d em an d a n u n análisis críti­
co sobre las condiciones de p ro d u cció n y los destinatarios,
A esto hay: que agregar, en el caso d e los testim onios, u n a
p articu la r aten ció n al contex to posdictatorial en q u e fu e ro n
contadas las historias, ya qu e casi siem pre te n d iero n a ilu ­
m in ar aspectos vinculados con la represión política estatal y
a m inim izar aquellos relacionados con sus propias prácticas
violentas e ilegales.
En m uchos casos se trata de fuentes inéditas q u e signifi­
car) aportes relevantes para p en sar el surgim iento y d esarro llo
de la violencia política de izquierda en la región. La m irad a
transnacional tam bién ofreció u n a posibilidad de relectu ra
de varias fuentes ya utilizadas en el estudio de casos n acio n a­
les, que ad q u iriero n otra significación al ser puestas en dialo­
go con las de países vecinos.
Por últim o, es necesario aclarar que en u n a investigación
dé este tipo la selección d e fuentes tiene u n carácter frag m en ­
tario y 110 del todo sistem ático, p o r motivos que trascien d en
la v oluntad del investigador. Este cu en ta con los d o cu m en ­
tos que h a n sobrevivido y son accesibles al público en estos
países. La situación es diferen te en cada país debido a m ú l­
tiples factores: las diversas políticas estatales en relación con
los archivos, la existencia de archivos de la izquierda arm ad a,
la sobrevivencia al em bate represivo de m ilitantes que hayan
p articipado y p u e d a n dar testim onio público de esos p ro c e ­
sos. T odos estos aspectos, en últim a instancia, ayudaron a ar-
IN TRO D UCCIÓ N 25

m ar este com plejo ro m pecabezas al q u e le faltan varias piezas,


pero q u e p o d rá d a r u n a im a g en del objeto de estudio.
E scribir acerca d e los m ovim ientos d e m ilitan tes a través
de las fro n te ras n ac io n a les n o es u n a tarea sim ple. El relato
d e esta h isto ria p re se n ta u n a serie de dificultades m eto d o ­
lógicas y narrativas. Los riesgos de establecer u n a narrativa
regional que o p a q u e la im p o rta n cia de los escen ario s n a ­
cionales son reales. A dem ás, la sim ultaneidad d e m últiples
procesos de e n c u e n tro p u e d e llevarnos a c o n stru ir u n a
h isto ria que p re te n d a in v e n taria r todos los procesos, p ero
q u e sea in in telig ib le en- su sentido histórico. P o r esa razón
d ecidí realizar u n re c o rte narrativo q u e se c o n c e n tra ra en
los e n c u en tro s tran sn a cio n ale s en ciertos espacios n acio n a­
les en m om en to s claves d e esta historia regional. C ada u n o
de estos e n c u e n tro s será estudiado p a ra id e n tifica r las em o­
ciones, ideas y lazos que co n trib u y ero n a crear esta cu ltu ra
p olítica tran sn acio n al. '
P o r últim o, m e gustaría d ec ir que el desarrollo d e este p ro ­
yecto estuvo asociado a u n a infinidad d e colegas q u e en di­
ferentes m om entos d e ia investigación tuvieron la inm ensa
gen erosidad de ayudarm e a resolver aspectos vinculados a su
am biciosa escala. Los agradecim ientos están asociados a la
decisión de realizar m í d o cto ra d o en H istoria en la New York
University. E ric H ersch b e rg , Steve •S tern y E lizábeth -jeli'n
■(Shevi)-fueron u n a im p o rta n te ayuda e n este proceso. Shevi
tam bién fue un g ran apoyo intelectual y afectivo a lo largo
d e estos años, y a través de sus proyectos m e llevó a p en sar la
región de u n a m a n e ra más integral. D u ra n te mi experien cia
de d o ctorado, vaya m i agradecim iento a G reg G ran d in p o r su
d irección, así com o a Sinclair T h om pson, B arbara W einstein,
Ada F erre r y P eter W inn p o r sus generosos aportes. E n cada
país, d eb o ag rad ecer a u n c o n ju n to de colegas que fu e ro n muy
im portantes y realizaron valiosos aportes e n distintas etapas
del proyecto. En C hile. R olando Alvarez, C laudio B arrien tes,
C onsuelo Figueroa, Xgor Goicovic, A lberto H aram b o u r,
C laudio Pérez, ju lio Pintos, O lga Ruiz y V erónica Valdivia;
20 H A CER LA REVO LUCIÓ N

en la A rgentina, V era Carnovale, Emilio Grenzel, L udm ila D a


Silva Cate-la,’ M arina Franco, Federico L orenz, M aría C ristina
T ortti; en U ruguay, Clara Aldrighi, David C ám pora, G erard o
G aetano, V ania M arkarian, Jo sé R illay jaim e Yaffé. P o r últim o,
agradezco a los colegas de otros países que leyeron anticipos
en diversos m om entos y cuyas sugerencias fu ero n im p o rta n ­
tes p a ra el te x to final. H e rb e rt Klein contribuyó a la versión
en inglés de Latín America’s RadicalLeft. Rebellion and Coid War
in the Gtó&al 1960$, publicado p o r C am bridge University Press,
del q u e este libro es u n a versión reducida. T am bién q u iero
ag ra d ece r a Tanya H arrner, M aud C hino, Andrew Kirkenda.il,
A lberto M artín Alvarez, E ugenia Pallieraki, E d u ard o Rey
T ristán y Eric Zolov,
i« ¿Cómo es la revolución
sin la Sierra Maestra?
Los tupamaros y el desarrollo
de un repertorio de disenso para
países -urbanizados (1962-1968)

En ju lio d e 1967. m ientras E rnesto “C h e ” G uevara


in te n ta b a crear, co n poco éxito, un foco revolucionario ru ra l
en Bolivia, en La H a b a n a se llevaba a cabo la I C o n feren cia d e
la O rganización L atin o am e rica n a d e S olidaridad (OLA S).yo
Por p rim e ra vez e n la historia, m iem bros de d iferen tes o rga­
nizaciones d e la iz q u ie rd a latin o am erican a se re u n ía n para
resp o n d e r colectivam ente a la p regunta: ¿cómo d esarro llar
u na solidaridad real con los países q u e han d e rro ta d o al
im perialism o, co m o Cuba, o con aquellos que h a n iniciado
“un com bate definitivo”, co m o V enezuela, C olom bia, Brasil,
Bolivia, G uatem ala y Perú? Existieron dos posiciones. Por u n
lado, la posición c u b a n a q u e decía q u e el único cam ino ge­
n u in o p ara p ro m o v er la so lidaridad e ra im p le m e n ta r un a es­
trategia co n tin en tal d e lu c h a arm ada. P or otro, los partidos
com unistas más ce rcan o s a los soviéticos d efe n d ían u n a visión
más m o d e ra d a q u e in clu ía la lucha arm ad a com o u n posible
cam ino en tre o tros m edios d e activismo político, e n tre ellos
la lu ch a electoral o ei sindicalism o. La prim era posición se
im puso ai final de la co n feren cia, h echo que p ro d u jo un p ro ­
fu ndo im pacto en las izquierdas del co n tin en te.
Sin em bargo, el in fo rm e c u b a n o inicial había p ro p u e sto ex­
cepciones a la lu c h a a rm a d a e n Am érica Latina: “H ab la r hoy
de la lucha g u errille ra en C hile o en U ruguay es tan dispa­
ratado y absurdo com o n e g a r esta posibilidad en V enezuela,
Colom bia, Brasil, G u atem ala o P erú”.31 Este in fo rm e g en eró
m olestia en tre aq u ello s sectores de la izquierda d e l C ono Sur
que creían que OLAS acerca ría los aires revolucionarios a sus
2 8 H A CER LA REVOLUCIÓ N

países. E n una d e las fiestas q u e se d ab an tras las re u n io n e s


d e la conferencia, dos periodistas cercanos a la nueva iz q u ier­
da coB osureña -A ugusto Olivares, de Punto Final (C hile), y
Carlos M aría G utiérrez, d e Marcha (U ru g u ay )- e n c o n tra ro n
espacio p ara conversar el tem a con Fidel Castro. A la p re g u n ­
ta sobre la im posibilidad de la lucha arm ada, p o r la qu e u r u ­
guayos y chilenos se sentían “algo vejados p o r u n a afirm ació n
tan ta jan te”, Fidel respondió: “Pues yo no he escrito eso, n o
tengan p e n a ”. P ero la conversación n o term inó allí. “N o se
p u e d e n eg a r -d ijo F id el- que en Chile y en el U ruguay exis­
ten m ovim ientos de masas. Pero adem ás tien en qu e existir
condiciones geográficas. Chile las tie n e”. A nte la co n su lta so­
bre las condiciones en Chile, la respuesta fue directa: “C hico,
eso d ep e n d e, de ustedes. M ira, si yo estuviera en C hile, m e
alzaría. P ero creo que todavía siguen a h í con eso d é las elec­
ciones’''. Sobre U ruguay se expresó d e 'o tra manera.: “T u país
n o tien e condiciones geográficas para la lucha arm ada. N o
hay m ontañas, no hay selvas. Allí no p u ed e desarrollarse u n a
g u errilla”. C onsultado sobre la posibilidad de otros m odelos,
com o la insurrección arm ada u rb an a, dijo Fidel:

B ueno, te óricam ente eso es posible. [...] U stedes


tie n en en el U ruguay u n a mra sa com bativa y politi­
zada. Yo creo que, visto así, ustedes poseen ciertas
condiciones. P ero u n a insurrección arm ada, ahora,
n o d u ra ría en tu país ni dos días. Están en tre dos
colosos; ios h ac en sándwich inm ediatam ente. No, en
el U ruguay eso n o p u ed e hacerse.
¿Aceptamos entonces la tesis cubana de la OLAS?
B ueno -so n rió F idel-. Si q u ieren h acer guerrillas las
tien en muy cerca: ah í en Bolivia. Mira, la guerrilla,
e n toda. Am érica, es u n a sola: en todos lados siem pre
tiene el m ism o objetivo. C uando no existen co n d i­
ciones en u n país (y ah o ra se dirigía a los chilenos)
hay que apoyar la lucha en los que las tien en .3-
¿CÓMO ES LA REVO LUCIÓ N SIN LA SIERR A M A EST R A ? 2 9

Al final de la conferencia, esta excepción fue re tira d a del d o ­


cu m en to definitivo. Sin em bargo, la ch arla co n d e n sa algunos
de los problem as y contradicciones que la relació n con la
Revolución cu b a n a tuvo p a ra u n a serie de grupos conosure-
ños a m ediados de los sesenta. Si bien estos g ru p o s reco n o ­
cían el liderazgo d e la R evolución cubana y apoyaban la lín e a
de revolución c o n tin e n ta l q u e pro p o n ía, las características de
los países del C ono Sur n o se ajustaban a la estrategia del foco
rural que se h a b ía defin id o com o m odelo a im itar tras la revo­
lución. Com o lo expresó u n ayudante d e Guevara: “N osotros,
estábam os ab so lu ta m en te convencidos ele que h abíam os
descubierto un m é to d o infalible para, liberar la g e n te ”.33 Sin
em bargo, los m ilitantes d el C ono Sur co m p ro b a ro n en carne
p ro p ia que ese m é to d o no e ra tan infalible y q ue n o se ad ap ­
taba a las condiciones geográficas, políticas y sociales de los
países d e esa reg ió n de L atinoam érica. Las diferencias en tre
Cuba y los países del C ono S u r eran dem asiado n o to ria s p ara
ser ignoradas. U ruguay y C hile tenían dem ocracias relativa­
m en te estables en el co n tex to latinoam ericano; la A rgentina,
au n q u e con u n a m arcada inestabilidad política, p rese n tab a
im p o rtantes diferencias en relación con los niveles d e au to ri­
tarism o d e d ictaduras caribeñas com o 1a de Batista. A unque
C uba parecía ir e n u n a direcció n sim ilar a ios países del sur,
estos te n ían m ayores niveles d e urbanización y d esarro llo de
los sectores m edios.84 M ilitantes chilenos, arg en tin o s y u ru ­
guayos com en zaro n a p erc ib ir que las geografías, las dem o­
grafías y las estructuras socioeconóm icas de sus países eran
diferentes al caso cub an o .
Sidney Tarrow refiere a m om entos históricos e n los que
un nuevo re p e rto rio de p ro te sta in te rp ela tradicio n es esta­
blecidas en u n a co m u n id ad específica.31’ A lgo de esto o cu rrió
con la Revolución cubana. A través de u n efecto d em o strati­
vo, C uba gen eró u n nuevo escenario reg io n al que reclam ab a
la renovación de los m éto d o s de protesta. Sin em b arg o , las
form as concretas d e esta renovación en el C ono S u r n o ha­
bilitaban trasplantes autom áticos de la experien cia cubana.
30 H A C E R L A R E V O L U C IÓ N .

Esto llevó Vque los grupos qu e se au to p ro clam ab an co m o


u n a nueva izquierda in te n ta ra n ren o v ar su rep e rto rio de p ro ­
testa ad a p ta n d o algunas ideas de la Revolución c u b a n a a los
discursos y las prácticas políticas' radicales que se ensayaban
desde fme,S: de los cincuenta en sus respectivos países.

IN T E R P R E T A R LA SIE R R A M AESTRA DESDE EL CONO SUR

C om o en su m o m e n to advirtió G uillerm o O ’D orm ell, u n o d e


los m ás sagaces analistas del fen ó m e n o del nuevo au to ritaris­
mo» las crisis de los sesenta q u e,cu lm in aro n en los golpes d e
Estado tam bién tuvieron aspectos com unes e n tre los países
co nosureños. En todos ellos, los p erío d o s previos estuvieron
m arcados p o r u n a activación de la movilización social d e los
sectores populares, vinculada a la fuertes pugnas red istrib u -
tivas g eneradas en cada Estado nacional com o resu ltad o d el
im pacto de la caída de los precios internacionales d e las m a ­
terias prim as sobre el m a n ten im ien to de los m odelos d e d e ­
sarrollo hacía ad e n tro y estaristas que desde la décad a d e 1940
habían p ro d u c id o im p o rtan tes niveles de Crecimiento e c o n ó ­
mico, desarrollo industrial y pro sp erid ad p ara ciertos sectores
p op u lares u rb an o s.36 Los Estados d eb iero n e n fre n ta r p ro b le ­
mas fiscales y m onetarios, que te n d iero n a solucionar a través
de procesos inflacionarios. D ebido a su im p o rtan te p ap el en
la ec o n o m ía y en las políticas m onetarias, eí Estado ad q u irió
u n a cen tralid ad im p o rta n te com o reasignador de recu rso s y
se transform ó en objeto de disputa de m últiples actores eco ­
nóm icos y sociales.
T o d o esto hizo que, a fines de los cincuenta, antes d e q u e
las olas de la Revolución cu b an a llegaran al sur del c o n tin e n ­
te, los niveles de movilización social y la radicalización de la
p ro testa anticip aran un p erío d o caliente. Entre m arzo y abril
de 1957, u n a serie de protestas reco rrió Chile. Lo q u e surgió
com o u n a protesta de los estudiantes de Valparaíso c o n tra los
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓN SIN LA SIERRA M A EST R A ? 3 1

1 aum en to s en el tra n sp o rte u rb an o se extendió e n u n m ovi­


m ien to d e p ro testa an tig u b ern am en ta l que rec o rrió las p rin ­
cipales ciudades chilenas. T ras la m u e rte de u n a estu d ian te,
el m ovim iento ad q u irió u n m ayor nivel d e radicalización y e n ­
fre n tam ien to con las fuerzas policiales. El 2 de abril, Santiago
d e C hile se vio sacudida p o r protestas masivas. El g o b ie rn o
in te n tó reprim ir, p e ro la po licía debió retirarse d e l cen tro d e
la ciudad deb id o a las dim ensiones q u e había alcanzado la
m anifestación p o p u la r. Al día siguiente se d eclaró el estado
de g u erra y el ejército com en zó a p articip ar activam ente e n
la represión. La n o rm a lid a d volvió a adueñarse d e las p rin ci­
pales ciudades del país d o ce días más tarde. Sin em b arg o , los
sucesos habían m a rc ad o u n quiebre en una socied ad p o co
h ab itu ad a a esos niveles d e violencia p o p u la r y estatal. Según
las cifras: oficiales, h u b o m ás d e veinte m uertos y cen te n ares
de heridos. Los ac o n tecim ien to s de abril de 1957 fu ero n u n
anticipo de varios de los dilem as, desafíos y d eb a te s que la
sociedad en g en eral, y la izquierda en particular, h a b ría n d e
e n fre n ta r en las próxim as décadas. En palabras d e l historia­
d o r P edo Mil os, la revuelta reveló u n a crisis que n o solo era
económ ica, sino tam bién p o lítica y m o ral.37
U n a ñ o después, en 1958, u n a intensa m ovilización de estu ­
diantes secundarios y universitarios, p e ro tam bién d e sectores
obreros, reclam ó la a p ro b a ció n de la Ley O rg án ica para la
U niversidad de la R epública e n Uruguay; ley que aseg u rab a la
au to n o m ía política d e la universidad y u n gob iern o integrado:
p o r docentes, egresados y estudiantes.38 La activa p resen cia
en las calles de estud ian tes, q u e en algunos casos se en fre n ­
taron con la policía, m arcó la en tra d a e n escena d e un n u e ­
vo acto r con efectiva v o lu n tad de participación política. Esta
m ovilización d em o stró la p o te n cia lid a d de la alian za e n tre
estudiantes y sindicatos o b rero s, que adem ás de ap o y a r la d e ­
m a n d a estudiantil rec lam a b an u n a m e jo ra en su nivel de vida
debido a las consecuencias de la inflación sobre los salarios.
Más allá de las d em an d a s concretas d e la m ovilización, el
m ovim iento estudiantil en m arcó su lu c h a en u n a p ersp ectiv a
g 2 H ACER LA R EV O LU C IÓ N ',

más general d e d en u n c ia co n tra la. “desequilibrada e in ju sta


estru ctu ra socioeconóm ica” qu e afro n tab a U ruguay. Ei p añ o -
ram a.no p o d ía ser peo r, com o lo reflejan éstas palabras: “P o r
la co rru p ció n política y adm inistrativa y la ausencia d e p la­
nes de g o b iern o que p erm ite las im provisaciones provechosas
d e los gobern an tes, sé te n d rá casi co m pleto el esq u em a d e ­
solador d em u estra h o ra p re se n te ”,39
• Las dim ensiones de la crisis tam bién se ex p resaro n en el
ám bito electoral. En el cam po político, la oposición supo ca­
pitalizar la sensación d e d esco n ten to g eneralizado.40 En 1958,
p o r p rim e ra vez en casi cien años, el P artido N acional acab ó
con el p red o m in io electoral del P artid o C olorado y el p ro ­
yecto reform ista del agotado neobatllism o cayó vencido. L a
protesta estudiantil y la d e rro ta del P artido C olorado fu e ro n
la antesala de u n a nueva dinám ica política y social m a rc ad a
p o r el estancam iento, la crisis económ ica y la im posibilidad
de los viejos liderazgos políticos p ara rec u p erar la p ro sp eri­
dad y el b ienestar social de los cincuenta. En ese co n tex to , la
ensayística y la literatu ra uruguayas com enzaron a h a b la r d e
la crisis m oral y política d e u n a élite incapaz, de ad ap tarse a las
nuevas circunstancias.41
1959 tam bién fue un h ito en la movi Iización sindical ar­
gentina. En 1958 el novel g ob iern o dem ocrático d e A rtu ro
Frondízi . q u ie n h ab ía lograd o gan ar las elecciones co n u n p ro ­
gram a nacionalista y desarrollista apoyado p o r socialistas, co­
m unistas y la m ayoría de los sectores del peronism o p ro scrip ­
to, firm ó u n a c u erd o con el F o n d o M onetario in te rn acio n al.
Este ac u erd o fue in te rp re ta d o com o u n a traición p o r b u e n a
p arte de la generación d e activistas e intelectuales q u e lo h a ­
bían apoyado.42 Frondizi firm ó u n plan d e estabilización q u e
p ro cu rab a red u c ir eí déficit fiscal, el gasto público y p ro m o ­
ver la inversión ex tran jera en d iferentes áreas de la e c o n o ­
m ía, incluso en algunas áreas estatales.
En ese contexto, en e n e ro d e 1959 el gobierno privatizó el
frigorífico L isandro d e la T orre. La m ed id a desató u n a m o­
vilización inédita. Seis mil trabajadores o cuparon la fábrica.
¿CÓMO ES LA REVO LUCIÓ N SIN LA SIE R R A M A ESTRA ? 3 3

E l'g o b iern o envió mil q u in ien to s policías acom p añ ad o s d e


tanques de g u e rra que lo g raro n desalojar a los trab ajad o res
tras feroces en fren ta m ie n to s. En los días siguientes, un n ú ­
m ero im p o rta n te d e trabajadores ad h irió a un a h u elg a g en e­
ral. D u ran te el a ñ o se ag re g aro n tres conflictos im p o rtan tes
a nivel nacional: los b an cari os, los textiles y los m etalúrgicos.
La m ovilización sindical m o stró el fo rtalecim ien to d e los sec­
tores más radicales d e n tro del peronism o, así co m o el acer­
cam iento de sectores de la izquierda (socialistas, trotskistas
y com unistas) co n el m ovim iento sin d ical m ayoritariam ente
peronista. La resp u e sta del Estado fu e u n a escalada d e la re ­
p resión que cu lm in ó con la ejecución del Plan C o n m o ció n
In te rn a del E stado (C o n in tes), que habilitó a las Fuerzas
A rm adas a p articip a r en la rep resió n de los conflictos sindica­
les.43 D u ra n te la, aplicación d e este p la n .fueron en carcelad o s
a lre d e d o r de dos m il m ilitantes políticos y sindicales.44
T odos estos sucesos evidencian el su rgim iento de movi­
m ientos sociales n u m ero so s, cort capacidad disruptiva, q u e
resp o n d ían a los im pactos sociales de las crisis de los m odelos
de la indu stria sustitutiva d e im portaciones sobre cada país.
En todos los casos im p licaro n im p ortantes niveles de au to ­
no m ía con relació n a los liderazgos políticos y afectaro n las
m aneras en que las izquierdas -a sí corno el pero nism o , en el
caso a rg e n tin o - se vincu laro n con el m u n d o sindical y estu­
diantil en la d éc a d a de 1960, A unque con alcances d iferen ­
tes, otro de los fen ó m e n o s evidenciados p o r estos aconteci­
m ientos fue el desarro llo d e niveles d e violencia callejera y
fuertes respuestas represivas estatales q u e an ticip aro n p arte
de la conflictividad social d e los sesenta. T odos estos eventos
estuvieron relacion ados con fracturas y conflictos in te rn o s en
los partidos de izq u ierd a p o r parte de sindicalistas y sectores
juveniles que cu estio n ab an las estrategias políticas basadas en
la lu ch a electoral.
En Chile, Cío tari o Blest - e í líder d e la C entral U nica d e
T ra b a ja d o re s-d e se m p e ñ ó u n rol clave al ag ru p ar a los activis­
tas desencantados co n la izq u ierd a tradicional. Esta co rrien te
34 h a c e r l a .r e v o lu c ió n

d e d esco n ten to culm inó en 1965 con la creación d e l MIR, in ­


tegrad o p o r grupos de sindicalistas, sectores juveniles, m ie m ­
bros de grupos'insatisfechos d en tro de los partidos C o m u n ista
y Socialista, y grupos anarquistas y trotskistas. Procesos sim ila­
res o c u rrie ro n en la A rgentina y U ruguay, com o verem os e n
este capítulo. Estos m ilitantes conosureños d esco n ten to s co n
los procesos políticos nacionales y las experiencias d e sus iz­
q u ierdas veían la experiencia cubana com o un ejem plo, pero
tam bién rec o n o cía n la necesidad de distinguir cuáles aspec­
tos p o d ía n inco rp o rarse a ia ex p erien cia en el sur, y cuáles le
eran p o r com pleto ajenos. Esto im plicó u n trabajo d e in te r­
pretació n de la experiencia cubana y d e creación d e nuevos
repertorios, que se procesaron en debates en tre diversos m ili­
tantes de la región a m ediados de los sesenta.45
D esde antes del triunfo de la Revolución cubana, los reb el­
des de la Sierra M aestra ya com enzaron a generar in terés l i
Cono Sur. La trayectoria del periodista uruguayo Carlos M u i
G utiérrez y del periodista argentino Jo rg e Ricardo M asetti es
representativa de esos prim eros encuentros.46 En feb rero de
1958 Carlos M aría G utiérrez viajó a La H abana com o corres­
ponsal de La.Mañana, uno de los diarios del Partido Colorado.
Desde allí logró llegar a la Sierra Maestra, donde pasó unas
sem anas con los rebeldes, entabló u n a relación de cercanía
con E rnesto Guevara y obtuvo la prim era entrevista en espa­
ñol a Fidel Castro, que fue publicada en marzo de 1958 en La
M añana y luego circuló en diversos diarios latinoam ericanos.47
A su regreso se contactó c o tí la familia Guevara en la A rgentina
y, a partir de ese m om ento, com enzó u n a activa relación con la
revolución, que se expresó en su rol en ei sem anario Marcha, al
frente de u n a nueva generación de periodistas con u n p lan teo
más radical que el d e su director, Carlos Ouijano. Su víncu­
lo político con sectores de la n u era izquierda uruguaya y su
participación en la agencia cubana Prensa Latina a fines de los
sesenta son u n a clara m uestra de radicalización.
jo rg e R icardo M asetti fue u n periodista arg en tin o q u e in i­
ció su m ilitancia política en el nacionalism o católico co n ser­
¿CÓM O ES LA R EV O LU C IÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 3 5

vador, al que luego a b a n d o n ó para dedicarse al p erio d ism o ,


do n d e asum ió p o sicionam ientos críticos hacia el im p eria­
lismo estad o u n id en se. A u n q u e de raigam bre an tip ero n ista,
tuvo cierta cercanía con los sectores m ás radicales d e la resis­
tencia p eronista tras la caíd a d e P erón. En febrero d e 1958,48
consiguió u n p e q u e ñ o fin a n d a m ie n to d e Radio El M undo
para viajar a La H a b a n a y realizar u n a entrevista rad ial a los
rebeldes y en p articu la r a Guevara, q u ie n d esp ertab a m ucho
interés en la A rgentina. Vivió dos m eses en Cuba, L uego d e
u n breve pasaje p o r V enezuela regresó a su país, d o n d e en
o ctubre de 1958 publicó Los que luchan y los que lloran,49 u n a
n arración en p rim e ra p e rso n a do n d e contaba sus peripecias
desde la llegada a La H ab an a, sus contactos con la o posición
en las ciudades, su llegada a la Sierra Maestra, y sus e n tre ­
vistas con el C he y Fidel, q u e fueron transm itidas p o r Radio
R ebelde desde la sierra. E n el últim o capítulo c u e n ta su p a r­
tida y dice q u e se q u e d ó co n la ex tra ñ a sensación de estar
“d esertan d o ” p a ra volver al m u ndo de los “que llo ra n ”. Esa
experiencia m arcó p a ra siem pre las opciones políticas del p e­
riodista, A p a rtir d e 1959 fu e el p rim e r d irecto r d e Prensa
Latina, la agencia p erio d ística de la revolución, y desd e 1962
se transform ó en el responsable del p rim e r em prend.im ie.nto
guerrillero en te rrito rio arg en tin o .
La experiencia de G utiérrez, y Ivfasettí refleja la aten ció n
que algunos m ed io s de com unicación conosureño.s b rin d a­
ron a la Revolución cubana, com o ta m b ién la rep e rc u sió n d e
esos acontecim ientos en sectores que trascendían a la izquier­
da tradicional. La trayectoria de am bos es paradig m ática d e
u n a nueva g en e ració n d e periodistas q u e desde com ienzos
de los sesenta a d o p ta rá u n a postura cada vez m ás radical y
u n com prom iso m ayor con eí proceso político la tin o a m e ri­
cano, que en varios casos im plicó la en tre g a a la causa re­
volucionaria.50 T ras eí triu n fo de la revolución, políticos y
periodistas chilenos, uruguayos y arg en tin o s visitaron C uba
en m uchas o p o rtu n id a d e s.53 La revolución d esp ertó sim patías
en las izquierdas y en sectores del c e n tro político vinculados
3 6 H A C E R LA REVOLUCIÓ N

a los m ovim ientos nacionales pop u lares y reform istas d e los


cincuenta. D entro del peronism o, com o tam bién en sectores
progresistas de los partidos tradicionales uruguayos (co lo ra­
d o y nacional) y la dem ocracia cristiana chilena, h ab ía secto­
res q u e m iraban con sim patía a la Revolución cubana.
A estos testim onios de viajeros, se sum aron los p rim ero s tex­
tos canónicos de la revolución. El principal cuerpo de ideas
sistem ático de la experiencia del ejército rebelde cu b an o
fu ero n los trabajos de E rnesto Guevara. La guerra de guerrillas
-p u b lic ad o en 1960 en C uba p o r el M infar y traducido a varios
idiom as a p artir de 1 9 6 1 -y el artículo “La guerra d e guerrillas:
¿un m étodo?”, de 1963, son representativos de los principales
ejes que adoptó el planteo d e Guevara en el p erío d o .52
La guerra de guerrillas era u n m anual político-m ilitar q u e
ofrecía u n a teoría del rol qu e debía d esem p eñ ar la g u errilla
en las luchas políticas latino am erican a^ u n a caracterización
del g u errillero y, p o r últim o, un a serie de detalles prácticos
acerca d e cóm o m a n te n e r el fren te guerrillero. Las “leccio­
nes” que, según Guevara, p o d ía n extraerse de la ex p e rien c ia
c u b an a eran co n tu n d en te s e influyeron sobre gran p arte de
los proyectos guerrilleros ensayados a posteriori;

1. las fuerzas populares p u ed e n g an ar u n a g u erra


co n tra el ejército;
2. no siem pre hay que esperar qu e se d en todas las
condiciones p ara la revolución; el foco in su rreccio ­
nal pu ed e crearlas;
3. en la A m érica subdesarrollada, el terren o d e la lu­
ch a arm ada d eb e ser fu n d am en talm en te el cam p o .53

A pesar del carácter gen eral d e sus lecciones, Guevara adver­


tía que en los lugares d o n d e “u n gobierno haya subido al p o ­
d e r p o r alguna form a de consu lta popular, frau d u len ta o no,
y se m a n ten g a al m enos u n a apariencia de legalidad co n stitu ­
cional, el b ro te guerrillero es im posible de p ro d u cir p o r n o
h aberse agotado las posibilidades de la lucha cívica”.54
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 3 7

En 1965, en el artículo “L a g uerra cíe guerrillas: ¿un m é­


todo?”, G uevara ya hab ía m odificado su opinió n sobre los
regím enes dem ocráticos. A su -entender, si estaban dirigidos
po r oligarquías h a b ría n d e transform arse, tarde o te m p ran o ,
en regím enes represivos a n te el ascenso de los sectores p o ­
pulares. Y las guerrillas d e b ía n estar p reparadas p a ra cuan d o
llegara ese m o m e n to . Al fin al'd e l texto, Guevara postulaba
tres conclusiones q u e reafirm ab an las ideas presentad as en su
libro anterior:

1. la guerrilla rural es el m ejor cam ino p ara co n stru ir


u n ejército rebelde;
2. los cam pesinos son u n a fuente central de
la revolución;
3. la estrategia d eb e ser con tin en tal y co o rd in a­
da en tre los d iferen tes grupos guerrilleros d e
A m érica L atina.

A diferencia del libro, el len g u aje del artículo era m u c h o más


cercano al de la izq u ierd a y recurría a m últiples referen cias a
Marx, Engels y L enin.
A la p a r de estos trabajos, que tenían un sentid o político
estratégico, circuló o tra lite ra tu ra sobre la historia d e los re ­
beldes en la S ierra M aestra. A dem ás del libro de M asetti y di­
versos reportajes e inform es, Pasajes de la guerra revolucionaria
-lib ro d o n d e G uevara cuenta, e n tono coloquial y c o n u n a n a­
rrativa fresca, el p ro ceso d e construcción del ejército rebelde
entre 1956 y 1958- fue leído m asivam ente com o u n a suerte
de “h istoria” de la revolución.55
La relación e n tre los textos estratégicos y estos o tro s, p erio ­
dísticos y testim oniales, era evidente. La teoría se c o m p ro b a­
ba con la historia. Sin em bargo, esta, h istoria estaba lim itada
a la experiencia de la Sierra M aestra y descuidaba el análisis
de los m ovim ientos urb an o s q u e h abían sido fu n d a m e n ta ­
les para el d erro ca m ie n to de Batista. La cen tralid ad de los
rebeldes de la sierra tuvo un sentido político en los conflic­
38 H A CER LA REVOLUCIÓ N

tos in te rn o s del b an d o d e la revolución, que co m en zaro n a


p a rtir de 1959 y contribuyero n a legitim ar el liderazgo de
Fidel Castro. Paradójicam ente, el resultado de u n conflicto
in te rn o tuvo consecuencias sobre el co ntinente. Ese rela­
to po co b alanceado sobre la experiencia cubana fue a d o p ­
tado como' regla general p ara el co n ju n to de los procesos
revolucionarios latinoam erican o s.56
Esta literatu ra era leída con avidez p o r los m ilitantes de
los p eq u e ñ o s grupos en etapa de form ación en el C ono Sur.
Sin em bargo, estos m ilitantes n o en c o n traro n form as c o n c re­
tas de aplicar los planteos revolucionarios. A unque existen
testim onios de m ilitantes qu e luego particip aro n en eí MIR
C hileno o el MLNT d o n d e se habla de en tre n am ien to s en zo­
nas rurales e inicios de actividades sim ilares a las del ejército
reb eld e cubano, estos In te n to s n o p ro sp eraro n d eb id o ; las
diferencias n otorias en tre estos territorios y Cuba; Ya sea p o r
ausencia de u n tipo de cam pesinado com o el que ap arece en
los relatos de la Revolución cubana, o p o r ausencia d e carac­
terísticas geográficas sim ilares a las de la isla, o p o r la cons­
tatación práctica de que existían sectores m ayoritariam ente
u rbanos que se m ostraban más dispuestos al “co m b ate” c o n ­
tra los gobiernos d e tu rn o q ue los sectores rurales d o n d e se
in te n ta b a im pulsar esas cam pañas.57 E n el caso arg e n tin o ,
el proceso fue algo diferente. Y esto p o d ría considerarse u n
m ero accidente histórico, ya que la nacionalidad d e uno de
los principales d irigentes de la Revolución cubana, el C he
G uevara, adquirió en este caso. u n a im portancia central.
Si b ie n desde 1959 algunos grupos exiliados n ic arag ü e n ­
ses y guatem altecos h ab ían utilizado C uba com o sede p ara
co n sp irar co n tra sus respectivos gobiernos, a p artir d e 1962
esto se transform ó en u n a política de Estado prom ovida p o r
G uevara, q uién cre ó u n a agencia secreta d en tro del M inisterio
de In te rio r llam ada D epartam en to América, que in teg rab a
las tareas de inteligencia y d e solidaridad con la lucha de los
revolucionarios d e A m érica L atina y el Caribe. Esa agencia
tenía com o objetivo fo rm ar recursos hum anos y o to rg ar re-
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓN SIN LA SIERRA M A EST R A ? 3 9

cursos m ateriales a las guerrillas latinoam ericanas.58 La idea


era “ex p o rtar la rev o lu ció n ” a partir de la en señ an za de la
ex periencia cu b an a, que p a ra Guevara había d em o strad o ser-,
u n m éto d o infalible. Fiero Gleijeses señala que la revolución
priorizó el e n tre n a m ie n to so b re la incursión d irec ta en otros
países, que h u b ie ra g en e rad o u n a situación m ucho más com ­
p ro m etid a en el ám b ito latinoam ericano.59
En u n principio, C uba apoyó algunos m ovim ientos revolu­
cionarios que te n ían ciertos elem entos com unes co n su expe­
riencia. En G uatem ala, Colom bia, Venezuela y P erú la movili­
zación política de grupos guerrilleros creados o reform ulados
a com ienzos de los sesenta cen tró su accionar en el área rural.
Y si bien los líderes provenían de sectores medios urbanos, no
■/obstante apuntaban a construir su base social entre los sectores
-campesinos, tal com o h ab ían hecho los rebeldes d e la Sierra;
Maestra. A unque en lo político la situación de estos países era
diversa, ya que existían desde regím enes dem ocráticos con
exclusiones políticas a dictaduras, la unicidad de esta prim era
ola de guerrillas -cu ya últim a experiencia será la d e Guevara
en Bolivia en 19 67- se cen tró en la opción por lo ru ra l.60
En 1962, en resp u esta a la expulsión de Cuba d e la OEA,
Fidel Castro realizó la S eg u n d a D eclaración de La H abana,
d o n d e expresaba con clarid ad que la Revolución cub an a se
había tran sfo rm ad o en un ejem plo y cam ino inevitable para
los pueblos latin o am erican o s. Esta radicalización d e la políti­
ca ex terio r de la revolución tuvo un p ro fu n d o im p acto entre
la izquierda co n o su re ñ a. Las cam pañas de solidaridad hacia
la Revolución c u b a n a suscitaron discusiones acerca de cóm o
interpretarla. P ara algunos, e ra un caso único q u e debía ser
respaldado c o n tra la agresión estadounidense y p o d ía ser imi­
tado en algunos d e sus program as d e reform as; p a ra otros,
era un ejem plo a seguir, n o solo por sus reform as sin o p o r la
m odalidad de acceso al p o d er.
E ntre los prim eros, estaban quienes in te n ta ro n capitali­
zar las sim patías revolucionarias con u n a estrategia electoral
que explícito su ad h esió n a .Cuba. Así fue com o el socialis­
40 H ACER LA REVOLUCIÓN:

ta A lfredo Palacios, con u n m arcado discurso p ro cu b a n o , se


transform ó en senador p o r Buenos Aires ai o b te n er la m ayo­
ría relativa con el 21,63% d e los votos, o el P artido C o m u n ista
U ruguayo m ejoró su capital electoral con la constitución del
F rente de Izquierda de L iberación (Fidel) para las elecciones
de 1962.fAEn la otra posición, estaban aquellos q u e so sten ían
que el im pacto de la Revolución cub an a llevaba a rep e n sar
las estrategias políticas de las izquierdas. Así lo expresó el p e ­
r i o d i s t a ^ t i é r r e z en Marchamen vísperas de las elecciones d e
1962, en el artículo “Electoralism o y Revolución”. Allí d ecía
que la experiencia cubana hacía p en sar en la “transform ación
revolucionaria, q u é no significa aquí (com o algunos m e n te ­
catos sim ulan en ten d erlo ) el alzam iento en arm as, sino la re ­
n u ncia integral a las estructuras y los m étodos del p asad o ”.52
L a revolución p o n ía en agen d a el tem a de los m étodos de
lucha política.
C om o explicaba G utiérrez, la Revolución cubana era una. .
fuente de inspiración, aun incierta, p ara m étodos radicales
alternativos a la estrategia electoral que había p rim ad o en el
seno de la izquierda. Sin em bargo, la política de C uba hacia
el C ono Sur no resp o n d ía a esa línea d e radicalización.
La participación de G uevara en eí en cu en tro del Consejo
ín te ram e rican o Económ ico y Social (CÍES), llevado a cabo
en P u n ta del Este, U ruguay, en agosto de 1961, m ostró que
la Revolución cubana ten ía u n a m irada particular sobre la
región. L uego d e la conferencia de P u n ta del Este, G uevara
p articipó en M ontevideo en u n a co n traco n feren cia - la
“C onferencia P op u lar A ntiim perialista”- ju n to con el sena­
d o r socialista chileno Salvador Allende y el periodista a rg e n ti­
n o G regorio Selser. El 17 de agosto. G uevara dio u n discurso
en la U niversidad de la República. Tras reiterar varios asu n ­
tos sobre los cuales habían girado sus exposiciones en P u n ta
del Este, m en cio n ó las particularidades del caso uruguayo, ya
que desde su p u n to de vista en L atinoam érica “no se da u n
país d o n d e, com o en el Uruguay, se p erm itan las m anifesta­
ciones de las ideas”. Y afirm ó que eso m erecía ser d efen d id o :
¿CÓMO ES T.A REVOLUCIÓ N S IN LA SIERRA M A EST R A ? 4 1.

“U stedes tienen algo que hay que cuidar, que es p recisam en te


la posibilidad de ex p resar sus ideas; la posibilidad d e avanzar
p o r cauces dem ocráticos h asta d onde se p u ed a ir”.63
A la salida de la co n fe re n cia hubo u n tiroteo q u e term inó
con la m u erte d e u n espectador, el p ro feso r Á rbelio Ramírez.
G uevara supuso q u e las balas le estaban destinadas. El respon-
sable. m aterial del asesinato ja m ás fue identificado, p e ro cabe
su p o n er que el disparo p ro v in o de gru p o s de ex tre m a d ere­
cha que, en connivencia co n algunos m iem bros d el gobier­
no, h ab ían co m enzado a ad q u irir protagonism o e n 196L64
A lgunos, d en tro d e la izquierda, leyeron la m uerte d e A rbelio
Ram írez com o e;l “p rim e r d isparo'’ del que habló Guevara.
D espués de la m u e rte de R am írez, Man ha tituló con u n explí­
cito: “Así em pezó el fascism o”. P aradójicam ente, la presencia
de G uevara o bró e n c o n tra d é l o que in ten tab a d efe n d er.
La presencia d e G uevara tam bién tuvo im pacto e n la otra
orilla. El gobierno a rg e n tin o estaba in teresado en h ab lar con
él p ara ofrecerse com o m e d ia d o r en tre Cuba y los Estados
U nidos. Además, d u ra n te la conferencia el delegado argenti­
no h abía expresado ciertos acuerdos con ia delegación cuba­
na sobre tem áticas vinculadas a! desarrollo nacional. Ambos
asuntos h icieron q u e el p resid e n te A rtu ro Frondizi invitara
a G uevara a visitar la A rg en tin a en secreto. El 19 d e agosto
Frondizi se reu n ió con E rn esto G uevara en la q u in ta presi­
dencial d e Olivos.65 C uando se conoció su visita, las reaccio­
nes de los sectores conservadores y las Fuerzas A rm adas no se
hicieron esperar. E n las sem anas siguientes, una serie de reu ­
niones en tre F rondizi y los m ilitares m arcó el m alestar de es­
tos últim os y agregó otro foco d e presión, que cu lm in ó con el
d erro cam iento del p re sid e n te argentino en agosto d e 1962.
Luego Guevara viajó a Brasilia, do n d e el p resid e n te Jánio
Q uadros lo c o n d e co ró con la o rd en h o n o rífica d e la Cruz
del Sur. El gesto d e Q uadros p re te n d ía explicitar su “política
in d e p e n d ie n te ” en m ateria d e relaciones in tern acio n ales y,
en u n a línea sim ilar a la de Frondizi, m a n te n e r a C u b a d en ­
tro del sistema in te ram e ricán o . El o to rg am ien to de esa o rd en
42 H A CER LA REVOLUCIÓ N

alarm ó a los m ilitares y los sectores conservadores, q u e am e­


nazaron con un golpe cíe Estado. La ren u n cia de Q uadros y
ia designación p o r el congreso d e jo á o G oulart com o nuevo
presid e n te im pidieron que el golpe tom ara curso.66
Las fuertes reacciones de los sectores conservadores an te la
p resencia de G uevara en M ontevideo, Buenos Aires y Brasilia
son u n a m uestra de las dificultades de las dem ocracias libera­
les conosupeñas p ara en fren tar el clim a de polarización im ­
puesto p o r la G u erra Fría latinoam ericana, ahora rec ale n tad a
p o r la experiencia cubana; El tono m o d erad o de G uevara en
M ontevideo parecía in terpelad o p o r las trabas y las conse­
cuencias políticas que su visita g e n e ró ’en cada u n o d e estos
países. Dichas reacciones parecían fortalecer las p osturas m ás
radicales de aquellos grupos de la nueva izquierda qu e ad­
vertían, las lim itaciones del cam ino electoral yl'tal vez 'dé los
pro p io s cubanos respecto de la. región. :
Sin em bargo, p ara pensar la relación de la Revolución cu­
bana con ei C ono Sur y la dim ensión de Ernesto G uevara
com o su represen tan te, debem os in co rp o rar otro aspecto
fund am en tal: su origen argentino. Tras eí triunfo de la re­
volución, G uevara -cuya figura había crecido in m en sam en te
en el p a ís- m ostró especial interés en im pulsar u n foco ru ­
ral revolucionario en la A rgentina,67 p ara lo cual com enzó a
aproxim arse a sectores de la incipiente nueva izquierda y la -:
resistencia peronista. A unque sus contactos con 1a vida p olí­
tica arg e n tin a fu ero n escasos, las noticias sobre el rol que h a ­
bía d esem p eñ ad o en la revolución le granjearon la sim patía
de sus conciudadanos, sobre todo en los sectores de la nueva
izquierda en form ación. A m odo de ejem plo, en o ctu b re de
1960 u n co njunto de m ilitantes socialistas y com unistas p ar­
ticiparon en un im p o rtan te em prendim iento p eriodístico
llam ado Che.
En 1962, alre d ed o r de cuatrocientos argentinos vivían en
Cuba. Un contin g en te im portan te realizaba tareas de apoyo a
la revolución en diferentes áreas del Estado (obras publicas,
educación, salud, etc.), otros visitaban el país para co n o cer la
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 4 3

experiencia revolucionaria, y u n grupo m in o ritario de mili­


tantes socialistas, trotsldstas y peronistas vinculados a las movi­
lizaciones sociales d e 1959 llegó en 1961 gracias a la relación
p o lítica1y de am istad que el peronista J o h n W illiam Cooke,
delegado político d e P e ró n en la A rgentina e n tre 1955 y
1959, hab ía en tab la d o con e) Che p ara p rep a ra r u n a posible
incursión revolucionaria en territo rio arg en tin o .68
M anuel G aggero, m ilitan te de la Ju v e n tu d P eron ista, es
u n o de los pocos sobrevivientes del g ru p o que e n 1961 p a r­
ticipó en un e n tre n a m ie n to m ilitar con el objetivo d e iniciar
u n a estrategia revolu cio n aria en la A rgentina.69 P o r iniciativa
de G uevara, A licia E g u ren , la esposa de Cooke, se h ab ía in s­
talado e n M ontevideo y desde allí organizó el viaje a C uba de
' m ilitantes arg e n tin o s de u n sector del Partido Socialista e n ­
cabezado p o r Elias S em an, u n a fracción de P ala b ra O b re ra
dirigida p o r A ngel B e n g o ch e a que se h a b ía se p arad o del g ru ­
po trotskista dirigido p o r N ah u el M oreno, un g ru p o de mili­
tantes peronistas vinculados a u n in te n to arm ad o e n 1959 y
otros m ilitantes peron istas d e diversas pro ced en cias. La id ea
era e n tre n a r u n n ú cleo revolucionario en C uba, para q u e
luego re to rn a ra a la A rgentina.
En el cam p am en to de los argentinos, Guevara, fiel a su co­
n ocida estrategia, p ro p u so im pulsar u n foco a rm a d o en los
m ontes del n o rte del país (Salta o T ucum án). T am b ién recla­
m ó a los m ilitantes la conform ación de u n co m an d o unifica­
do en el b ando revolucionario, lo cual im plicaba ab a n d o n a r
sus identidades partidarias.
B e n g o c h e a -u n im p o rtan te líder sindical de orig en trotskista
vinculado a varios sindicatos de la zona frigorífica d e Berisso
que, du ran te los conflictos ocurridos bajo el g o b ie rn o de
Frondizi, se había acercado a los sectores más radicalizados
del p eronism o- pla n teó u n esquem a alternativo al d e Guevara.
Propuso que las ciudades fueran el escenario principal de la lu­
cha arm ada. En térm inos militares, Bengochea reforzó su tesis
con diversas experiencias de la resistencia partisana u rb an a en
la E uropa de la S egunda G uerra M undial.70
4 4 H ACER LA REVOLUCIÓ N

Adem ás de este debate, surgió u n a fuerte discrepancia e n ­


tre los diferentes grupos acerca de la prep aració n d el pro ceso
revolucionario. M ientras algunos aceptaban la form ación m i­
litar que ofrecía Cuba, otros reclam aban u n a discusión m ás
política sobre el carácter q ue la revolución p o d ría ad q u irir
en la A rgentina, A los conflictos d en tro de la izquierda, en
p articu lar las diferencias e n tre socialistas y trotskístas, se su­
m aro n las opiniones divergentes sobre el rol del m ovim iento
peronista* Los desacuerdos eran tan grandes que los cubanos
disolvieron el proyecto a fines de 1961 y dejaron en lib e rtad
a los m ilitantes que habían p articipado en la ex periencia.71
A pesar de este fracaso, Guevara no cejó en sus ideas. El
recién creado Instituto C ubano A rgentino decidió realizar u n
asado con los argentinos q ue se en co n trab an en C uba en 1962
y el C he fue invitado a particip ar cóm o orador. Al p rin cip io se
m ostró reticente p o rq u e sabía qu e su posición g en erab a resis­
tencias en el P artido C om unista A rgentino y tam bién en cier­
tos sectores cubanos. Sin em bargo, aceptó el desafío y p ro ­
n un ció u n discurso cen trad o en dos aspectos a su e n te n d e r
fundam entales: la estrategia co n tin en tal req u erid a p ara ase­
g u rar la supervivencia de la Revolución cubana y el carácter
m ilitar de la revolución.72 P o r últim o, convocó a los m ilitantes
a a b a n d o n a r las identidades políticas (comunistas, socialistas,
peronistas) que dificultaban ia form ación de un m ovim iento
revolucionario en la A rgentin a y a unirse en la lucha c o n tra el
im perialism o. Su discurso no concitó la adhesión de los mili­
tantes com unistas argentinos en Cuba, quienes lo d en u n c ia­
ron a otras autoridades cubanas. Según Amalio Rey, p rese n te
en el evento, los m ilitantes co m p artían el énfasis de G uevara
en la insurrección arm a d a pero discrepaban con el desarrollo
de u n foco rural, ya que los partidarios de la lucha arm a d a
estaban más a favor de la lucha u rb an a.7-9'
En ese m om ento G uevara estaba abocado a organizar u n
nuevo ag ru p am ien to de argentinos, que funcionó bajo su es­
tricta supervisión con el objetivo de iniciar u n a guerrilla ru ral
en el n o rte del país. A lberto G ranado, m édico amigo del C he
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓN SIN LA SIERRA M A FSTRA ? 4 5

que fue su co m p añ e ro en el viaje p o r el co n tin en te n arrad o


en Diarios de motocicleta, fue ei responsable de reclu tar a los
m ilitantes. El g ru p o inicial, integrado p o r cinco arg en tin o s
y u n cubano, recibió instrucción m ilitar en C uba y Argelia.
Su m áxim o d irig e n te fu e Jo rg e R icardo Masetti, periodista
qué luego del triu n fo de la revolución volvió a C uba y fue
d irector de la agencia Prensa Latina. Masetti se h acía llam ar
co m andante “se g u n d o ”, p a ra dar a en te n d e r q u e el p rim ero
llegaría después. T ras su paso por C uba y Argelia, los g u e­
rrilleros del flam an te Ejército G uerrillero del P ueb lo (EGP)
viajaron a Bolivia, d o n d e recibieron apoyo de la F ederación,
de Jóvenes Com unistas. Y a m ediados de 1963 se instalaron
en u n a zona d é bosques y m ontes con escasa densid ad pobla-
ciónal en Salta; al n o rte argentino. D esde allí estab leciero n
contactos con C órd o b a; d o n d e los m ilitantes de la juventud
com unista m o straro n interés en unirse a la guerrilla. Según
Gabriel Rot, el p rin cip al sostén del EGP en 1a A rgen tin a fue
un gru p o de estudiantes universitarios cordobeses, en su m a­
yoría excom unistas, que ed itab a la revista Cuadernos de Pasado
y Presente, dirigida p o r Jo sé Aricó - u n m ilitante com unista
que había p articipado en varios emp.rendirnient.os editoriales
del partido y del que fue expulsado p o r la fundación de esta
nueva revista-.74 C on la in corporación d e m ilitantes de otras
fracciones de la ju v e n tu d com unista y d e la U niversidad de
B uenos Aires, llegaron a su m ar unas veinte personas. La re­
gión escogida p a ra instalar los cam pam entos tenía m uy pocos
pobladores, p o r lo q u e el contacto fue m uy lim itado. La gen­
d arm ería n acional e n c o n tró el p rim er cam p am en to en m arzo
de 1964 y en m enos de u n m es la organización fue d esm an te­
lada. Masetti desapareció, dos m ilitantes -u n o de ellos cuba­
n o - fu ero n asesinados y la mayoría cayó presa.75 Asimismo,
otra iniciativa arm a d a vinculada al proyecto del EG P se de­
sarticuló antes d e com enzar. E n ju lio de 1964, u n a explosión
en un d ep a rtam e n to de B uenos Aires m ientras se p rep ara­
ban explosivos p ro d u jo la m u e rte de cuatro m ilitan tes de la
incipiente organización arm a d a liderada p o r B engochea: las
46 HACER LA REVOLUCIÓN

Fuerzas A rm adas de la Revolución N acional (FARN). E n el


lugar se guardaba gran p arte del arm am en to que se utiliza­
ría en u n a incursión arm ad a en T ucum án, provincia d o n d e
B engochea creía factible articular la tensión en tre lo rural y
lo u rb an o a través del trabajo político con trabajadores ru ra ­
les de la industria azucarera. El grupo tenía contactos con el
EOF. La explosión canceló el prim er ciclo de organizaciones
guerrilleras: en la A rgentina.76
A u nque la experiencia del EGP dem ostró las lim itaciones
del trasplante m ecánico de la estrategia guevarista a co n tex ­
tos diferentes de la realidad cubana, los cubanos c o n tin u aro n
prom oviéndola en toda Latinoam érica. Su nuevo portavoz
fue u n estudiante d e filosofía francés, que se transform ó en
el principal intelectual de la revolución a fines de los sesenta.
En e n e ro de 1965, en la revista sartrean á Les Temps Mqdernes,
Régis Debfray publicó. “El castrismo. La gran m a rc h a d e
A m érica L atina”, d o n d e recogía su experiencia recien te en
L atinoam érica y cuya divulgación ten d ría p ara él u n a conse­
cuencia im portante. G uevara lo leyó en Argelia y se lo trad u ­
jo a Fidel Castro. Fidel decidió invitar “a ese íidelista desco­
nocido en el batallón, que parece que describe com o b u en
co n o c ed o r los callejones sin salida de ia guerrilla u rb a n a y
las ventajas de la rural".77 Le envió u n telegram a q u e cam bió
para siem pre su vida y lo llevó a ad q u irir un vertiginoso p ro ta­
gonism o político en asuntos relativos a Am érica L atina en las
décadas siguientes.78
Debray dio una respuesta positiva al telegram a de Fidel,
y poco después llegó a La H abana p ara asum ir un rol muy
particular. Este joven, que en 1960 se había inscripto com o
estudiante de filosofía en la École N órm ale S upérieure bajo
la tutoría de Louis Althusser, h abía pasado un sem estre en
Cuba en 1961 y viajado po r L atinoam érica entre 1963 y 1964.
Tras g an ar su “ag rég atio n ” en Francia (el título de p ro feso r
que habilita a.ejercer la docencia), asum e una nueva resp o n ­
sabilidad en A m érica L atina en 1965. En sus propias palabras:
“La academ ia de París m e creía profesor de Filosofía en la
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓN SIN LA SIERRA M A EST R A ? 4 7

U niversidad de La H ab an a y yo an dab a a salto d e m ata en


la provincia de P in ar del Río, com o cursillista de u n servicio .
de ‘acción’”.79
Los cubanos apoyaro n la difusión del ensayo de Debray. La
p rim era edición e n español d e “El castrism o” se publicó en
Cuadernos de Pasado y Presente, aquella revista arg e n tin a que
p erten ecía al g ru p o de estudiantes e intelectuales cordobeses
liderado por Jo sé A ricó y q u e tenía contactos con la guerrilla
de Masetti. Fue a través de ese contacto qu e recib ieron dinero
de C uba para p u b lic ar el n° 7-8, hasta entonces in é d ito p o r
dificultades económ icas.80 L a publicación del artículo g en eró
debates d en tro d el g ru p o de Pasado y Presente. M ientras algu­
nos se m ostraban afines a su publicación, otros se o p o n ían
pero, en últim a instancia, cediero n p ara o b te n er el financia-
m ien to cubano.^; -Mas ta rd e fue p u b licad o ín te g ram e n te en
Cuademm de Marcha y frag m en tad o en. Píenla lin a V -
Ert “El castrismo”, D ebray reflexiona acerca de la innovación,
que implicó la experiencia cub ana respecto de las m aneras en
que los sectores populares concebían hasta entonces la lucha
política en A m érica Latina: el “putschism o revolucionario”,
que actuaba con p rescind encia de las masas, y la “acción de
masas p u ra ”, que se dejaba llevar por estas. Para Debray, Lenin
había respondido a ese dilem a con la organización de un par­
tido de “revolucionarios profesionales”, cuya versión latinoa­
m ericana eran ios rebeldes d e la Sierra M aestra y los principios
que Guevara había p lan tead o en la g u erra de guerrillas. La
idea rectora era que, en la A m érica L atina subdesarrollada. la
guerra de guerrillas debía iniciarse en el cam po p ara luego lle­
gar a la ciudad. D esde esa perspectiva, los cam pesinos desem ­
p eñ aban un papel central en el desarrollo del foco m ilitar y las
universidades eran el principal “ejército d e reserva” d e ese foco
rural en las ciudades. En sum a, aunque de una m a n era más
elaborada y recono ciend o la diversidad y com plejidad histórica
de las diferentes regiones de América Latina, D ebray reiteraba
y reafirm aba los principios de Guevara acerca del foco rural
com o m otor de la revolución.
48 H ACER LA REVOLUCIÓN

Su segundo ensayo - “¿Revolución en la revolución?”, p u ­


blicado en enero. de 1967 en el n° 1 de los Cuadernos de la
Revista Casa de las Américas- alcanzó u n a m ayor rep ercu sió n
en A m érica L atina y el resto del m u n d o .83 N o co n ten ía in ­
novaciones de peso en relación co n “El castrism o’V p e ro se
presen tab a com o un trabajo de sistem atización teórica d e la
experiencia cubana realizado a p artir del acceso a diversas
fuentes inéditas sobre la revolución.84 La p rim era sección d e l
texto, “Liberar el presente del pasado”, advertía sobre los ries­
g o s'd e fa transposición m ecánica de la experiencia cu b an a a :
otros países. Basado en la idea de q u e los revolucionarios m u ­
chas veces quedaban atrapados en m odelos de revoluciones
anteriores, Debray señalaba la necesidad de n o in c u rrir en
ese error. Sin em bargó, se centraba en la ex periencia c u b a n a
com o ejem plo de verdad y enfatizaba, la im p o rtan cia radical
d e la estrategia de los revolucionarios cubanos p ara p e n sa r
la revolución latinoam ericana; “U na nueva concepción d e la
g uerra de guerrillas ve la luz”.85
Mas allá de su retórica académ ica, el artículo estaba más ali­
nea d o con los posicionam ientos de la Revolución cu b an a en
relación con otras corrientes de la izquierda latin o am erican a
que “El castrisn:io’\ La crítica a estrategias m ilitares com o la
autodefensa arm ada y a ciertas form as de p ro p ag an d a a rm a­
da conllevaba un cuestionam iento tácito a otros actores p o lí­
ticos de izquierda (trotskismo, m aoísm o, com unism o), q u e
disputaban la influencia de Cuba en la izquierda latin o am e­
ricana, Al criticar lo que llam aba la línea de au todefensa y las
estrategias insurreccionales, Debray cuestionaba ia p ro p u esta
com unista ensayada en Colom bia y los planteos trotskistas im ­
pulsados po r diversos grupos guerrilleros com o el MR 13 en
G uatem ala y el MIR de H ugo Blanco en Perú. En sus palabras:

Trotskism o y reform ism o se dan la m ano para con­


d e n a r la g uerra de guerrillas, fren arla o sabotearla.
N o es m ero azar que esos dos m ovim ientos hayan
tom ado a la Revolución cubana com o blanco de sus
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 4 9

ataques en todas partes, en la A m érica L atina com o


en el resto del m u n d o .SG

Por lo dem ás, re ite ra en u n a form a m ás explícita algunas p ro ­


puestas incluidas e n “EÍ castrism o” so b re la ce n tralid ad de
la guerrilla rural, la sub o rd in ació n de 1a. dirección p olítica a la
dirección g uerrillera, las diferentes etapas de construcción de
la guerrilla ru ral y los riesgos de destru ir esa acum ulación a
través de estrategias insurrecciona)istas o anticipadas form as
de p ro p ag a n d a arm a d a y la constitución de la vang u ard ia po­
lítica a. p artir del foco rural.
Los países del C ono Sur son los m enos m encion ado s en el
texto, U ruguay ap a rece com o u n contraejem plo, u n país d o n ­
de “no hay condiciones inm ediatas de lu c h a a rm ad a”, au n q u e
“existe u n m ovim iento fu e rte y com bativo de masasL*7 Chile
está m en cio n a d o com o un caso éñ él q u e h ó existía u n a situa­
ción revolucionaria. A rg en tin a brilla p o r su ausencia. Brasil
era. según Debray, el ú nico país de la región d o n d e ía lucha
arm ada estaba "a la o rd en del día”.®
'¿Revolución en la revolución?” fue am p liam en te difun­
dido p o r el g o b ie rn o cubano. Pero su publicación d eb e en ­
ten derse en un co n tex to m ás general de la política ex terio r
de la Revolución cubana. D ebray conocía los preparativos de
G uevara en Bolivia y otros países de A m érica del S ur y sa­
bía que la OLAS m a rc ab a el com ienzo de una co o rd in ació n
revolucionaria a nivel regional de grandes p ro p o rc io n es que
im pulsaría los p lanes de Bolivia.89
En este sentido, la p ublicación de “¿Revolución e n la revo­
lución?” y su rep e rc u sió n inm ediata n o pued e leerse com o
u n m érito individual del au to r, sino com o el resultado de un a
política institucional d e la revolución, q u e recu rrió a todas
las redes de solidaridad p ara difundirlo. Al extrem o d e que se
transform ó en u n a suerte d e bestseller global en el m ism o año
en salió a la luz. Fue trad u cid o a ocho idiom as y pu blicad o
p o r prestigiosas editoriales e n los Estados U nidos y E u ro p a
y tuvo m últiples ediciones en A m érica Latina. En C hile fue
5 0 H A CER LA REVOLUCIÓN

publicado com o docu m en to de Punto Final y varias casas ed i­


toriales lo publicaron en U ruguay.90
La en o rm e p o pularidad de Debray se debió a que, ju n to
con la divulgación de sus textos, fue arrestado en 1967 p o r
particip ar en la cam paña del Che en Bolivia. Y se in c re m e n ­
tó a niveL internacional deb id o a las cam pañas de solidari­
dad (De Gaulle, G raham G reene) p o r la defensa de su vida, y
su liberació n .91
A lcanzó tal nivel que, en mayo de 1968, u n artículo en The
Nevj York Times ubicó al joven de 27 años entre los “Siete h é ­
roes de la nueva izquierda”,ju n to con N oam Chomsky, A lhert
Cam us, Frantz F anón, Paul G oodm an, H erb ert M arcuse y .
E rnesto G uevara.92 En solo tres años, Debray desarrolló u n a
vertiginosa carrera com o intelectual público. De ignoto p ro ­
fesor de filosofía en Francia, devino en un m odelo de in te ­
lectual que, para algunos, integraba la acción política con la
reflexión teórica, encarn ab a la síntesis en tre el p en sam ien to
eu ro p e o y la acción política latinoam ericana - u n a de las re ­
giones más agitadas del m u n d o - y sentaba las bases de u n a :
estrategia revolucionaria supuestam ente exitosa.®
De todos m odos, ia vertiginosa carrera de D ebray p a ­
recía estar más relacionada con su papel de intelectual o r­
gánico de la revolución qué con la solidez de sus p lán teo s
teóricos. C om o expresara u n intelectual uruguayo p o r esos
días: “N o es un Sartre, un consagrado que viene a consa­
grar a ios cubanos, sino u n francés que se consagra p o r la
consagración cu b a n a".94
Más allá de su repercusió n inicial, el escrito de D ebray sus­
citó u n im p o rta n te n ú m ero de críticas. El h echo de que la
reflexión teórica política sobre la Revolución cub an a p asara
de G uevara a D ebray habilitó una m ayor distancia crítica en
sectores de la izquierda. El halo de respeto cuasi sagrado q u e
ro d eab a a la figura del Che n o podía trasplantarse a Debray.
Tres m eses después de publicado “¿Revolución en la re ­
volución?”, Louis A lthusser -o tro ra profesor de D eb ray - le
escribió una carta en la que, con tono cordial, expresaba sus
¿CÓMO ES LA REVO LUCIÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 5 1

dudas sobre los arg u m e n to s allí planteados. A lthusser seña­


laba que el texto e ra eficaz com o dem ostración negativa de
los m étodos que D ebray criticaba. Sin em bargo, su princi­
pal falencia rad icab a en la dem ostración positiva d e que la
g u erra d e guerrillas ensayada e n C uba e ra el m é to d o idóneo
p ara aplicar en to d a A m érica Latina. A lthusser cu estio n ab a
la exagerada co n trap o sició n e n tre cam po y ciudad, así com o
el h ech o de que D ebray se h u b ie ra visto “casi te n ta d o , si mi
m em o ria es exacta, d e h a c e r pasar la fro n te ra de clase en tre
la m o n ta ñ a y la c iu d a d ” p la n te a n d o u n a suerte de conceptua-
iización ahistórica y d eterm in ista en eí nivel geográfico de la
relación cam po-ciudad.95
Varios partidos com unistas latinoam ericanos, así com o
trotskistas y m aoístas, e n c o n tra ro n en las tesis de D ebray una
inm ejorable o p o rtu n id a d p a ra criticar 1a. política ex terio r d e
la Revolución cu b a n a.96Y au n q u e en la nueva izq u ierd a cono-
sureña pocos se an im aro n a cuestionar p ú blicam en te el ensa­
yo, en diversos do cu m en to s internos aparecieron críticas a sus
planteos.97 En alguna m edida, la distancia obvia e n tre las figu­
ras de Guevara y Debray, ju n to con el fracaso de la guerrilla
rural del EGP, habilitó una reflexión más abierta so b re las for­
mas concretas q u e p o d ía ad q u irir la lucha arm ada en el Cono
Sur. C om o consecuencia de los exilios regionales, M ontevideo
se convertiría en. u n escenario privilegiado de esa discusión.

M ONTEVIDEO: “ UN LU G A R P R O P IC IO PA R A LA
c o n s p ira c ió n ” , 19 6 2 -19 6 8

La larga tradición d e asilo y el respeto p o r las libertad es in ­


dividuales, que se m antuvo hasta 1968, hicieron d e U ruguay
un cen tro de conflu en cia p a ra los argentinos, brasileños y
paraguayos perseguidos p o r sus respectivos gobiernos. Flávio
Tavares, un exilado b rasileño, pensaba que M ontevideo era
un lugar ‘‘propicio p a ra a conspiragáo”, al que d escrib e corno:
52 HACER LA REVOLUCIÓN

libertad absoluta, partidos de todos los m atices y


todos legalizados (hasta trotskistas y anarquistas,
estigm atizados en el resto del m u n d o ), allá te n ían
sede, banderas, diarios y congéneres. Y adem ás de
eso..¿michos libros y revistas co n tan d o la u to p ía de la
revolución. T odo a la m uestra d e aquellas cen ten as
de exiliados brasileños que llen ab an los cafés de la
avenida 18 de Julio, de la calle San José o de Pochos
y soñaban con la vuelta.98

O, en palabras de u n agen te de la CIA, u n a “atm ósfera p o lí­


tica ex trem ad am en te perm isiva” que, en tre otras cosas, po si­
bilitó u n a intensa intervención de la em bajada d e C uba e n la
política local y con los exiliados de la región.'1'' -
Ese clima de activa sociabilidad p o lítica en los bares y cafés
del cen tro de la ciudad y de divulgación a través de m ú lti­
ples librerías, editoriales y publicaciones -co m o el sem an ario
Marcha y el diario Epoca, que albergaron en sus colum nas a in ­
telectuales que n o pod ían publicar en sus propios p aíses- ayu­
dó a construir u n a com unidad de intercam bios políticos q u e
habilitó diversas reflexiones sobre los procesos regionales.
Más allá de la m irada positiva que U ruguay suscitaba en tre
los exiliados, el país no pasaba p o r su m ejor m om ento. Al p ro ­
m ediar los años cincuenta, U ruguay había alcanzado u n im ­
p o rtan te nivel d e prosperidad social en el contexto latin o am e­
ricano. Pero ese período de optim ism o extrem o -e x p re sa d o
en el concepto “com o el U ruguay no hay’- , m arcado p o r el
crecim iento económ ico, el Estado benefactor, las leyes lab o ra­
les y sociales de avanzada y u n a dem ocracia estable, com enza­
ba a m anifestar las prim eras señales de crisis. Desde m ediados
de la década, el país debió afrontar un estancam iento y luego
una crisis económ ica estructural que se prolongaría d u ran te
veinte años. La debacle económ ica fue el em ergente de u n a
crisis más estructural, relacionada con el fin del Estado b e n e ­
factor ensayado p o r el batllism o y el neobatílism o. Esta deca-
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 5 3

ciencia te n d ría luego variadas lecturas, en las que “la crisis” ad ­


quirió m últiples dim ensiones (políticas, m orales, sociales).100
En 1960 M ario B en edetti, u n intelectual que p o co después
haría explícito su com prom iso con la lu c h a arm ada, escribió
El país de la cola de paja, u n texto que reflejaba el estado d e
ánim o .de ciertos sectores h acia esta decad en cia.101 En este
ensayo costum brista, sin preten sio n es ideológicas, B enedetti
describía, a través d e diversas experiencias y personajes es­
tereotípicos (el em p lead o público, el político, el bu ró crata,
el intelectual, el esnob, el pituco, etc.), “la crisis m o ral” q u e
afectaba al colectivo nacional.
Para B enedetti, “el U ruguay es un país de oficinistas. No im ­
porta que haya tam bién algunos mozos de café, alg u n o s p eo ­
nes d e estancia, algunos changadores del puerto, algunos tí- ,
m idos contrabandistas. Lo q u e verdaderam ente im p o rta es el
estilo m ental del uruguayo, y ese estilo es de oficinista”.102 A
partir d e esta caracterización, asociada a una sensibilidad de
clase m edia, B enedetti h acía u n a crítica m oral a ese oficinis­
ta que m eto n ím icam en te rep rese n tab a ai uruguayo p ro m e­
dio. E n tre los rasgos criticados se destacaban la cobard ía, la
m irada altanera y p ed a n te , u n a ironía cercana al cinism o, la
co rru pción y el desinterés p o r lo público, y una ac titu d gene­
ralizada de desprecio hacia lo latinoam ericano.
El libro fue d en o stad o a d erecha e izquierda. A derech a,
po rq ue asociaba g ran p arte d e la crisis m o ral con la d ecad en ­
cia y la corru p ció n de la clase política. E n los círculos de iz­
q uierda m olestó su énfasis e n la m oral y su descu id o de las
cuestiones económ icas. Sin em bargo, fu e uno de los princi­
pales besísellers de com ienzos d e los sesenta en U ruguay. El
tono sim ple, llano y despolitizado aseguró su llegada al ciuda­
dano m edio, que se reconocía en la sensación de crisis m oral
que expresaba. E l país de la cola de paja llegó a te n e r ocho
reediciones y, en 1973, se calculó que h a b ía vendido cin cu en ­
ta mil ejem plares.1®
A p a rtir de la cu arta ed ició n , B en ed etti in c o rp o ró una
“Posdata 1963” p ara re sp o n d e r a las críticas e in te g ra r su-
5 4 H ACER T.A REVOLUCIÓ N

cesos m ás recientes, e n tre ellos los m agros resultados d e la


izq u ierd a en las elecciones de 1962. E n la “P osd ata” se p e rc i­
be u n m ayor com prom iso político del a u to r y cierto in te rés
en resolver la crisis m oral a través d e ia actuación política,
más específicam ente a través de la revolución. B e n ed e tti
se p re g u n ta p o r la viabilidad de la revolución en U ru g u ay
y ofrece respuestas am biguas. L uego de concluir q u e la vía
pacífica .y,legalista no es viable, reco n o ce que p en sar en u n a
revolución “en este país y en este m o m e n to ” ta m b ié n sería
inviable ya que el “actual h o m b re disponible d e este país es
e v id en tem en te m oderado, in d iferen te a la política, c o n tra ­
rio a 1a. violencia, escasam ente solidario, supersticioso d e la
palab ra lib e rta d ”.104
Más adelante sugiere q u e existe u n a posibilidad p a ra la
izquierda: “Es la de form ular nuevos elem entos d e p ro p a ­
ganda, la de crear v erdad eram en te u n nuevo lenguaje p ro ­
pagandístico”. M enciona los casos del secuestro del a rg e n tin o
J uan M anuel Fangio en la C uba p rerrevolucionaria y d e los
cuadros prestados p o r el Museo del Louvre que in te g rab an
u n a exposición en Caracas sustraídos p o r jóvenes revolucio­
narios en esa ciudad, y p ro p o n e el cam ino hacia u n a

p ro p ag a n d a creadora, no convencional [...] u n tipo


de p ro p ag an d a más o m enos encadenada, vivaz y sor­
presiva, q u e m antuviera a] público a la espera d e u n a
novedad, q u e provocara en él u n a constante, expec­
tativa. [...] En este sentido, creo que el h um orism o
ju e g a u n p apel p rep o n d e ra n te. Estoy convencido de
que algunas caricaturas de Peloduro fu ero n más efi­
caces, certeras y recordadas que varios de los discursos
p ro n u n cia d o s en los actos políticos de izq u ierd a.105

C om o verem os en las próxim as páginas, este énfasis en lo m o ­


ral y en la necesidad de renovar el lenguaje y las prácticas
políticas de la izquierda serán aspectos centrales en la co n sti­
tu ció n del MLNT en los años venideros.
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓN SIN LA SIERRA M A EST R A ? 5 5

Más allá de los aspectos subjetivos relacionado s co n la d e ­


cadencia m oral y b urocratizació n del m odelo b en e facto r d el
baülism o, el estan cam ien to y la crisis tuvieron u n efecto m uy
concreto: el a u m e n to descontrolado d e la inflación, que a
m ediados de los sesenta alcanzó el 60% an u a l.101’ El Partido
C olorado y el P artid o N acional, que se suced iero n e n el go­
bierno, no p u d ie ro n co n ten erla. La inflación causó u n fuerte
im pacto sobre la d istribución del ingreso y perju d icó a los
sectores asalariados. Esto prom ovió el crecim iento d e la m o­
vilización sindical e n reclam o p o r ajustes que am o rtig u aran la
caída del salario real.
El d esco n ten to n o p u d o ser capitalizado elec to ra lm e n te
po r la izquierda, cuya sum a d e votos n u n ca llegó a su p erar
el 7% del elec to ra d o d u ra n te los sesenta. La p rim acía del
P artido N acional y el P artid o C olorado parecía indisp u tab le.
El p rim ero hab ía llegado al gobierno en 1958 lu e g o de estar
casi u n sigio en la oposición, y en 1967 el P artido C olorado
volvió a ganar las elecciones. A unque la prim acía d e los p arti­
dos tradicionales se m antuvo, la izquierda com enzó a capita­
lizar el d esco n te n to social a través de u n a fuerte p rese n cia en
los sindicatos de trab ajad o res y estudiantes.
La respuesta del Estado al crecim iento de la m ovilización
social fre n te a la crisis fue in c re m en tar la represió n y el co n ­
trol policial. A u n q u e la m ayoría de los estudios h an enfatizado
el au m en to de la rep resió n estatal a p a rtir de 1967, u n a serie
de análisis recien tes h a m o strad o que gran parte d e las prác­
ticas autoritarias q u e se afincan en el E stado a p a rtir de 1968,
d u ran te el g o b ie rn o d e P acheco A reco, ya fig u rab an en el
rep e rto rio de prácticas represivas estatales im pulsadas desde
com ienzos de la d é c a d a .107 E n tre 1960 y 1963, ciertos sectores
del gobierno del P artid o N acional, así com o de la oposición
colorada, e m p re n d ie ro n u n a cam paña an tico m u n ista enfo­
cada en la am en aza que rep rese n tab a la Revolución cubana.
Esa cam paña p ro c u ró sin éxito la proscripción d e l P artido
C om unista, la reg la m en tac ió n de la actividad sindical y la ru p ­
tura de relaciones con la U n ió n Soviética y Cuba. E n tre ] 962
H A CER LA REVOLUCIÓ N

y 1963, grupos de e x tre m a 'd e re c h a p e rp e tra ro n u n a o le ad a


de atentados co n tra m ilitantes-políticos y sociales, exiliados, y
judíos. En 1963 y 1965, se d ec reta ro n m edidas d e se g u rid a d
que suspendían los derecho s individuales con eí objetivo de
rep rim ir las huelgas sindicales en el sector público, h ab ilita r
el encarcelam iento de cientos de activistas sindicales y, en al­
gunos casos, el desarrollo d e prácticas de to rtu ra sistem ática
hasta entonces inéditas en el contexto uruguayo.108
El golpe de los m ilitares brasileños en m arzo d e 1964 a g re­
gó u n co m p o n en te regional al in crem en to autoritario, q u e
ya era alen tad o p o r los sectores conservadores uruguayos. L a
prensa d en u n c ia b a las m últiples presiones e in tro m isio n es
del gobierno m ilitar brasileño con relación ai tratam ie n to y
control q u e d eb ía darse a los exiliados de ese país resid e n ­
tes en U ruguay.109 A demás, e n tre 1964 y 1965 se d e n u n c ia ro n
dos conspiraciones im pulsadas p o r sectores civiles y m iln u e i
que buscarían u n golpe de Estado eri Uruguay. Préc upud i
p o r la pasividad del g o biern o frente al ‘‘accionar com unista. ,
estos sectores tom aban a Brasil com o m o d elo .110
En septiem bre de 1965 co m enzaron a surgir presio n es d el
otro lado del río. El influyente general arg en tin o Ju a n Carlos
O nganía, q u ien ese m ism o añ o había p ro n u n ciad o un dis­
curso en W est P oint en el qu e p ro p o n ía sustituir las fro n te ­
ras nacionales p o r las fronteras ideológicas, en u n a entrevista
con eí gen eral brasileño Costa e Silva sugirió la firm a de u n
pacto m ilitar e n tre am bos países p ara fre n ar la subversión en
A m érica Latina. P ara am bos m ilitares, U ruguay era la p rin ­
cipal am enaza debido a la fu erte presencia de exiliados y la
inestabilidad política.111 N ueve meses después, O n g an ía ins­
tauró u n a nueva d ictad u ra m ilitar en la Argentina.
U na de las respuestas a la crisis fue la politización del m o­
vim iento sindical. En e n e ro de 1963, el dirigente H é c to r
R odríguez escribía en Marcha que el sindicalism o ofrecía dos
alternativas an te la crisis. P or u n lado, estaban aquellos qu e,
equivocadam ente para él, sostenían u n reclam o econom icis- 1
ta sin involucrarse en cuestiones políticas: “Los p atro n es y el
¿CÓMO ES LA REVO LUCIÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 5 7

g o b ierno que h a g a n lo q u e quieran; p e ro que n os d e n lo q u e


p ed im o s”. P or el co n tra rio , R odríguez op in ab a q u e los traba­
ja d o re s n o p o d ía n ig n o ra r la crisis ni sus causas y d e b ía n p ro ­
p o n er sus propias soluciones y síag ru p a r las fuerzas necesarias
p ara realizar esas so lu cio n es”.112
El crecim iento d el m ovim iento sindical se expresó a través
de u n a variedad d e actores, u n a m uestra clara d e la diversi­
dad de los afectados p o r la crisis. Por u n lado, a u m e n tó la m o­
vilización de los sectores del com ercio, la indu stria y el Estado
que, co m o consecuencia d e l proceso inflacionario, sufrieron
u n brusco d e te rio ro en su nivel de vida. P or otro, estaban los
sectores d e t r a b a d o r e s q u e n o habían sido beneficiados p o r
la p ro sp erid ad del neobatllism o y que co m enzab an a recla­
m ar esos beneficios. E n otras palabras: los que llegab an tarde
a la m o dernización.
f l casó más p ara d ig m ático d e este tip o de sindicatos fue la
U nión de T rab ajad o res del A zúcar de Artigas. Las m arch as de
ese sindicato ru ra l desde el lejano n o rte p ara d e n u n c ia r las
duras condiciones d e trabajo actuaron com o un a rie te social.
Revelaron un “U ruguay desco n o cid o ” q u e poco te n ía que ver
con eí carácter ex cepcional del país en el contexto latin o am e­
ricano. D en u n c iaro n la ausen cia de derech o s laborales y el
m altrato policial, q u e in c lu ía la to rtu ra d e d irigen tes sindica­
les rurales. Lo novedoso d e esta movilización era su relación
con m étodos de lu c h a radicales, com o la ocupación de tierras
y el reclam o de “tie rra p a ra q u ie n la trab a ja”.113 N o es casual
que las m ovilizaciones de los cañeros hayan rec ib id o u n a
atención muy especia] p o r p a rte de u n a serie de intelectuales
vinculados a la sensibilidad d e la nueva izquierda. E duardo
G aleano, M ario B en ed etti, A lfredo E rran d o n ea. Ju lio Castro,
Carlos M aría G utiérrez, M ario R osencoff y M aría E sth e r Gilío,
en tre otros, escribieron in fo rm es sobre los cañeros p a ra mos­
trar que esa ex p e rien c ia revelaba un U ruguay no tan excepcio­
nal y m ucho más cercan o a las tragedias la tin o am erican as.114
Es en este co n tex to q u e un g ru p o de m ilitantes d e d iferen ­
tes orígenes políticos (anarquistas, socialistas, excom unistas
58 H A CER LA REVOLUCIÓN

e in d e p e n d ie n te s), disconform es co n la izq u ierd a trad icio ­


nal, com ienzan a reu n irse en el “co o rd in a d o r”. Ese espacio,
que existió e n tre 1963 y 1965, fue el germ en del M L N T .115
Casi no se conservan d o cu m en to s escritos del p e río d o y 110
hay consenso en los testim onios sobre los objetivos iniciales
de su creación. Estos testim onios oscilan en tre la versión d e
que surgió com o u n a h e rra m ie n ta d e au to d efen sa del m o ­
vim iento sindical y de la izqu ierd a legal an te el in c re m e n to
de la fép resió n estatal y los ataques d e la ex trem a d e re c h a , y
la versión de que, desde un com ienzo, existió u n a v o lu n ta d
explícita de cre ar u n a organización revolucionaria q u e e m u ­
lara a Cuba. C om o to d o relato oral, están m ediados p o r la
valoración de cada individuo sobre lo que o cu rrió desp u és,
p ero tam bién p o r la h etero g en e id ad inicial de los m iem b ro s
del g ru p o .315
E n tré 1963 y 1965, el “c o o rd in a d o r” ro b ó alim entos p a ra
distribuirlos en zonas populares, colocó explosivos de bajo
alcance en instituciones estadounidenses y g u b e rn a m e n ta ­
les y sustrajo arm am entos. A unque estas actividades p are cen
confirm ar el testim onio de quienes plan teab an la creació n d e
u n a organización revolucionaria desde el com ienzo, tam b ién
es cierto que el p ertrec h am ien to de arm as p u ed e inscribirse
en la estrategia defensiva que sugerían otros. D esde esta p ers­
pectiva, frente al in c re m en to de las respuestas au to ritarias en
la región, el “c o o rd in a d o r5 d ebía desarrollar tareas clan d esti­
nas p ara prep ararse p ara u n a situación cada vez m ás adversa.
Así lo resum ía u n a consigna de la época: “Á rm ate y esp era”.117
Los únicos textos que se conservan y p u ed en adjudicarse
a este g rupo son los publicados en el prim er n ú m e ro d e la
revista Barrí,cada (septiem bre de 1964). En un conciso e d ito ­
rial de cuatro párrafos, titulado “Ser y h ac er”, se resu m e lo
que definía a este g ru p o ,118 La p ro p u esta consistía en prio-
rizar el “h a c e r” ante los paralizantes debates ideológicos de
la “izquierda trad icio n al”. D esde u n a visión h etero d o x a, el
im perativo m oral y e l com prom iso d ebían ser las p rin cip ales
inspiraciones del “h a c e r”.
¿CÓMO ES LA REVO LUCIÓ N SIN LA SIE RR A M A EST R A ? 5 9

La consigna ce n tral del m ovim iento - “Por la tie rra y con


Je n d ic ”- daba c u e n ta de la sintonía existente e n tre estos sec­
tores rurales y u n a izq u ierd a m ilitante q u e buscaba cam inos
alternativos a la lu c h a electoral. Raúl S endic era u n estu d ian ­
te de D erecho y d irig e n te d e la ju v e n tu d socialista q u e , desde
fines d e los cin cu en ta, había, ab a n d o n a d o sus estud io s p ara
p ro m o ver la organización d e los trabajadores rurales del n o r­
te del país ju n to c o n u n a re d d e m ilitantes socialistas. Sendic
y esa red fueron el n ex o e n tre UTAA. y el “c o o rd in a d o r”.
En ju lio de 1963, el “c o o rd in a d o r” decid ió ro b a r arm as e n
u n club d e tiro p a ra apoyar u n a tom a d e tierras q u e UTAA
p la n ea b a realizar. P ara varios m iem bros del “c o o rd in a d o r”,
este ro b o fue el “b autism o d e fuego" q u e sentó las bases de
lo q u e luego sería el MLNT. Sendic p articip ó en la acción y
luego pasó a la clan d estin id ad , para transform arse e n el p rin ­
cipal referen te d e los sectores de la nueva izquierd a qu e bus­
caban cam inos alternativos a la legalidad d em ocrática.
Para Barricada, la m ovilización de los cañ ero s signifi­
có un “aprem ioso te st p ara la izquierda” y g e n e ró u n arse­
nal d e preg u n tas q u e en ú ltim a in stancia rem itían a u n a
más general: ¿hay con d icio n es para la revolución social en
U ruguay, en el p resen te? S egún el a u to r del artículo, existían
dos form as de re s p o n d e r esta p reg u n ta. Por un lad o , el eje
A rism endi-Q uijano,1w que re p rese n tab a a los m iem b ro s de la
“izq u ierda trad icio n a l”; p o r otro, los sectores de la izquierda
com prom etidos c o n la m ovilización d e los cañeros.
C uba p o d ía ay u d a r a b uscar otros cam inos. A n te q uienes
insistían en el ca rá c te r excepcional d e la R evolución cuba­
na, el a u to r in te n ta b a acercar esa ex p erien cia a la realid ad
uruguaya m o stra n d o que C uba “no p e rte n e c ía al g ru p o d e
países ex tre m a d a m e n te em po b recid o s de L atin o am é rica”,
sino que tenía c ierto nivel d e p ro sp erid a d ec o n ó m ica y “q u e
el relativo conform ism o económ ico q u e se invoca a q u í p ara
descartar toda posib ilid ad rev olucionaria existía ta m b ié n en
Cuba. [...] Sin em b arg o . C astro triu n fó ”.120 En este sentido,
eí C ono Sur ten ía u n p u n to d e p artid a sim ilar a C uba. Para
6 o H A CER LA REVOLUCIÓN'

h ac er la revolución n o era necesario el apoyo inicial d e las


mayorías, ni tam poco h a b e r llegado a niveles ex trem o s de
pobreza. “L a en o rm e m ayoría del pu eb lo n o p eleó p o r la
revolución, p o r lo m enos al p rincipio, p ero tam p o co estab a
dispuesta a hacerse m atar p o r el rég im en .” Lo q u e h a b ía q u e
con sid erar era “cuántos están dispuestos a hacerse m a tar p o r
la Revolución y cuántos están dispuestos a salir a la calle a
p elea r p o r el rég im en ”.121
A unque, el texto expresaba u n a d u ra crítica a la “iz q u ierd a
tradicional" y ex p lica b a'p o r qué su estrategia n o ofrecía ca­
m inos transform adores en el m e d ian o plazo, sus p ro p u esta s
políticas eran bastante lim itadas. Estaban reducidas a u n vago
llam ado a la radicalización, a co n fundirse con los m o vim ien­
tos de los sectores más m arg in ad o s d e la sociedad, y a la co n s­
tatació n de que aú n no estaban dadas las condiciones p a ra
la revolución en U ruguay. Si bien m anifestaba u n a d ec id id a
voluntad de desafiar la legalidad, las m odalidades q u e p o d ría
ad q u irir el desafío aún no estaban claras,
G ran p arte de este g ru p o creó, en en ero d e 1966, el
M ovim iento de L iberación N acional T upam aros: u n a o rg a n i­
zación de no más de cincu en ta personas que, si b ien n o te n ía
muy claro el “cóm o”, d efen d ía a rajatabla la idea d e iniciar
un a estrategia revolucionaria en U ruguay.
Este p eq u e ñ o grupo tuvo m últiples contactos con m ilita n ­
tes de otros países, que en cierta m edida ayudaron a d ise ñ ar
la estrategia tupam ara. Las redes de los partidos políticos a los
que p erte n ec ían , así com o las nuevas relaciones q u e se co n s­
truían en las actividades d e apoyo al m ovim iento cañ ero y las
cam pañas de solidaridad con Cuba, ayudaron a d esarro llar
vínculos en tre los m ilitantes que llegaban a M ontevideo y los
del “co o rd in a d o r’'. Además, el diario Época-crea d o en 1962
com o un m edio d e p rensa d e izquierda in d e p e n d ie n te n o co­
munista™ ado p tó poco a poco un posicionam iento m ás ra d i­
cal hacia el proceso político y tuvo u n rol d eterm in a n te en las
actividades de coordinación con los exiliados en M ontevideo.
A través de la p ro m o ció n de la co b e rtu ra de su situación y el
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓ N SIN LA SIERRA M A E ST R A ? 6 l

apoyo a las actividades conspirativas, Epoca se tran sfo rm ó en


el “m inisterio d e relaciones exteriores” d e los secto res cerca­
nos al “c o o rd in a d o r”, en palabras de su ad m in istra d o r A ndrés
Gultelli, luego d irig e n te tu p a m a ro .122
A unque el accio n ar del EG P en el n o rte arg e n tin o se orga­
nizó desde Bolivia, sus m iem b ro s tam bién establecieron con­
tactos en M ontevideo. Giro Bustos, el p in to r am igo del Che
que participó en la experien cia, contó q u e tras escap ar de
la persecución huyó a la capital uruguaya, do n d e restableció
el co ntacto con los cubanos.123 En ese vi¿ye conoció - e n el
bar Sorocabana, u n o de los m ás im p o rtan tes de la c iu d a d - al
directo r d e Época y p erio d ista d e Marcha, E d u ard o G aleano,
quien a su vez lo puso en co n tacto con R aúl Sendic. L a p ren sa
uruguaya ya estaba al tanto del fracaso del EGP y los m ilitantes
del “c o o rd in a d o r” q u ería n sa b er q u é h ab ía ocurrido. Bustos y
Sendic ch arlaro n varias horas acerca de los motivos d e l fraca­
so. Sendic co m en tó su p e rte n e n c ia a u n g rupo in te resa d o en
iniciar la lucha arm a d a, que a ú n no te n ía claro q u é caracte­
rísticas ad q u iriría e n U ruguay. El resultado del e n c u e n tro fue
un acu erdo de colaboración. Bustos en tre g ó alg u nas arm as
que su g ru p o te n ía en M ontevideo y que ya no traslad a ría a la
A rgentina y ofreció u n curso d e seguridad. La re u n ió n p are­
ció coincidir, com o verem os m ás adelan te, con el m o m e n to
en que el “co o rd in a d o r” com enzaba a a b a n d o n a r ia hipótesis
de la viabilidad de la guerrilla ru ral en U ru g u ay .124
M ontevideo ta m b ién había sido, para varios m ilitan tes de la.
resistencia p eronista, u n refugio y retag u ard ia desd e la caída
de P eró n en 1955.125 E ra el prin cip al enclave de J. W. Cooke
cuando necesitaba escapar de la A rg e n tin a .126 Allí se casó en
1957 con Alicia E g u re n e instaló u n a base de o p era cio n e s
ju n to con u n p e q u e ñ o g rupo d e m ilitantes que escap ó de la
A rgentina en diversas oleadas, pero p rin c ip a lm e n te com o
• consecuencia de la rep resió n desatada p o r el Plan Conint.es.
En M ontevideo h u b o contactos y discusiones políticas en tre
m ilitantes peronistas, se p rocesó la co rresp o n d e n cia dirig id a
a Cooke, p o r en to n ces a La H abana. A dem ás, Alicia E guren
62 H A C E R LA REVOLUCIÓ N

organizó los viajes de los arg en tin o s q u e fu ero n a e n tre n a r a


C uba en 1961.
En 1963, en Buenos Aires, u n g ru p o de exm ilitantes de
T ac u ara - g ru p o nacionalista arg en tin o de ex trem a d e re c h a
que hab ía decidido acercarse a las organizaciones p e ro n is­
tas de izquierda refo rm u lan d o su nacionalism o d esd e u n a
perspectiva p o p u la r y antiim p erialista- asaltó el P oliclínico
B ancario y ro b ó unos cien m il dólares. Los m ilitantes qu e k>-
g raró h escapar de la rep resió n p o sterio r al asalto se in te g ra­
ro n a los grupos de resistencia peronista, en M ontevideo. En
1964, J o e Baxter, u n o de sus líderes, viajó a V ietnam e n r e p re ­
sentación del pero n ism o y estableció contacto con oficiales
del P artido C om unista chino, quienes invitaron a m iem b ro s
de este g rupo y otro de la resistencia p eronista a realizar e n ­
tren am ien to m ilitar en su país. Finalizado el e n tre n a m ie n to ,
los m ilitantes re to m a ro n a M ontevideo, y ante la im posibili­
dad de volver a la A rgentina, se vincularon con el “c o o rd in a ­
d o r” uruguayo y crearo n u n a escuela d e cuadros p a ra m ilitan ­
tes argen tin o s y uruguayos, Jo e Baxter, Nell Tacci y el “P ata”
C ataldo diero n clases sobre aspectos teóricos, luchas u rb an a s
y explosivos.127
A p artir de m arzo de 1964, U ruguay com enzó a rec ib ir
nuevos co n tin g en te de refugiados, esta vez pro v en ien tes de
Brasil. T ras el golpe de Estado m ilitar, M ontevideo se tran s­
form ó en sede de la resistencia co n tra la dictad u ra brasileña.
El g o b e rn a d o r de Rio G ran d e do Sui, Leonel Brizóla, lid e ró
d iferen tes actividades. Al com ienzo Brizóla apostó a la posibi­
lidad d e g e n e ra r levantam ientos m ilitares en el sur, p e ro los
sucesivos fracasos lo in d u je ro n a ensayar otras estrategias y d e­
cidió im pulsar la p ro p u e sta d e u n g ru p o de sargentos q u e le
h ab ían solicitado apoyo para desarrollar un foco rural. E n tre
M ontevideo, C uba y Brasil se diseñó u n plan para in stalar u n
foco ru ral en la sierra de G aparáo, en tre los estados d e E sp irito
Santo y M inas Gerais. Los cubanos ap o rtaro n d in ero d esd e la
em bajada en U ruguay y ofrecieron en tre n am ien to m ilitar en
la isla. El g ru p o consiguió instalar u n foco rural en C ap aráo
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓ N S IN L A SIERRA M A EST R A ? 6 3

en octu b re de 1966 con ca to rce m ilitantes, cinco d e ellos e n ­


trenados en Cuba. Según D enisse R ollem berg, el inicio estu­
vo co o rd in a d o p o r C uba, en co nsonancia con la in cu rsió n
de G uevara en Bolivia. C inco meses m ás tarde, los gu errille­
ros fu ero n en c o n tra d o s en u n estado deplorable. A un q u e n o
habían ten id o e n fre n ta m ie n to s con las “fuerzas enem ig as”,
d eb iero n e n fre n ta r con d icio n es en ex trem o precarias: m al
alim entados, aislados, h eridos, debilitados psicológicam ente,
fueron presa fácil de la po licía y el ejército, que m o n ta ro n u n
gran operativo co n a lre d e d o r d e tres m il h o m b res.128
D esde M ontevideo se org an izaro n actividades d e apoyo.
En el desarrollo d e esas actividades, los brasileños tuvieron
contacto con m ilitantes uruguayos d e diversos p artid o s. Los
partidos y la p re n sa de izquierda uruguaya ex p re saro n su
apoyo. Los com unistas uruguayos b rin d a ro n ay u d a d irecta
a B rizóla.129 S endic se en c arg ó de llevar arm a m en to a Brasil
y m antuvo u n a estre ch a relación p o lítica con Brizóla en
M ontevideo,130 P o r últim o, a través de Epoca, los refugiados
d en u n c ia ro n los in te n to s d e presión d el gobierno brasileño
sobre el uruguayo, com o ta m b ién los casos de interv en ció n
directa de m ilitares o policías brasileños contra sus com pa­
triotas asilados e n U ru g u ay .131 '
A través de to d o s estos intercam bios, los uruguayos del
“co o rd in a d o r” co n o c ie ro n d e p rim era m ano lo q u e ocurría
en la región. P or u n lado, el proceso de avance au to ritario
Ies p are cía inevitable. P o r otro, cono ciero n las diferentes
experiencias arm ad as y p u d ie ro n con statar los lím ites deí foco
rural cubano, corno había o cu rrid o co n el EGP a rg e n tin o o
en ei caso brasileño de C aparáo. T am bién d ialo garo n y ap ro ­
vech aron la ex p e rie n c ia d e otros m ilitantes que estab an in­
te n tan d o nuevos cam inos, e n tre ellos la resistencia peronista.
U no d e los g ran d e s d eb a te s d en tro d e este p e q u e ñ o g ru ­
po estuvo c e n tra d o en la estrategia revolucionaria a utilizar.
U ruguay era un país de p rad e ra s, sin m on tañ as ni selvas, cuya
escasa den sid ad d em o g ráfica ru ral no o frecía las m ejores con­
diciones p ara la g uerrilla. Sin em bargo, d u ran te 1964 y 1965
64 H A CER LA REVOLUCIÓ N

Sendic había relevado m ontes, lagunas y pan tan o s en el n o rte


del país que p o d ía n servir com o refugios en u n esq u em a de
lu ch a rural. O tros m iem bros del “c o o rd in a d o r” h ab ían co­
m enzado a estudiar diferentes alternativas. Las ex p erien cias
del FLN en A rgelia, el sionism o en Palestina en los c u a re n ta
y algúnos.casos de resistencia p artisan a d u ran te la S eg u n d a
G u erra M undial co m enzaro n a ser estudiados con m ayor
ate n c ió n .532Jo rg e T orres, u n joven excom unista m ie m b ro d el
“c o o rd in a d o r”, red actó u n d o cu m en to en 1965 d o n d e p r o p o ­
nía que la lucha revolucionaria en U ruguay tuviera base en
las ciudades. E n la red acció n co lab o raro n R ubén N avillait y
E leuterio F ern án d ez H u id o b ro .133
D ebray visitó M ontevideo en 1966 y se reu n ió co n T o rres,
Navillait. y el arg e n tin o Baxter. La discusión fue acalorada.
M ientras D ebray insistía en la im posibilidad de h a c e r la revo­
lución debido a las condiciones geográficas del país, los m i­
litantes uruguayos y el arg e n tin o d efen d ían la viabilidad d e
form as de guerrilla u rb an a a p artir d e los casos q u e h ab ían
estudiado y cuestionaban las nociones foquistas d efen d id as
po r el francés. Naviliat re c u e rd a que, exasperado an te la “su­
ficiencia” de D ebray al n eg a r la posibilidad la lu c h a a rm a d a
en U ruguay, te rm in ó p o r espetarle; “El Che es un b u rro , p e ro
de los que p o n e n los huevos. El C he se va a h acer m a ta r”.134
Ese m ism o añ o , el español A braham G uillén pu b licó e n
U ruguay el libro Estrategia de la giiemlla urbana.m Este a n a r­
quista español, q u e frisaba el m edio siglo y había sido com isa­
rio político d u ra n te la G u erra Civil, llegó com o refu g iad o a la
A rgentina en los cuarenta, d o n d e casi de inm ediato se acercó
a las sectores m ás radicales del peronism o. Tras el golpe d e
Estado de 1955, asesoró a C ooke en la estrategia m ilitar d e
la resistencia peronista, en p articu lar al g ru p o U tu ru n co s.136
En 1960 fue en carcelado d u ra n te unos meses. Al salir viajó
a Cuba, don d e, según su p ro p io testim onio, se d esem p e ñ ó
com o e n tre n a d o r de grupos guerrilleros d u ran te u n año. Más
tarde se radicó en U ruguay, d o n d e consiguió trabajo en el
diario Acción, p erte n e c ie n te a] P artido Colorado. Sus escri-
¿CÓM O E S LA REVO LUCIÓ N SIN LA SIERR A M A EST R A ? 6 5

tos reflejaban u n a visión basad a en la ex p erien cia histórica


del anarquism o español, q u e en el co n tex to de los sesenta se
ex tendió hacia o tros m ovim ientos políticos.137
Estrategia de la guerrilla urbana era el d u o d éc im o libro de
G uillén. D esde los años cin cu en ta, sus escritos co n citab an la
atención de los m ilitantes argentinos, ya que casi todos gira­
ban en to m o a la ec o n o m ía del país y la relación eco n ó m ica
y política de los sectores oligárquicos con el im perialism o.
D u rante los sesen ta y to m a n d o com o p u n to d e p artid a su
experiencia en la G u erra Civil española, el autor, a to n o con
los debates de la izqu ierd a, com enzó a ocuparse d e asuntos
vinculados con 1a. violencia p olítica y la te o ría m ilitar. En 1965
publicó su Teoría, de la violencia, d o n d e postulaba u n a suerte,
de justificación filosófica p o lítica para la violencia revolucio­
naria en la sociedad co n tem p o rán e a. E n 1966, en Estrategia de
la guerrilla urbana, cuestionó la aplicabüidad del foquism o ru ­
ral en A m érica L atina, fu n d a m e n ta lm e n te en países con m a­
yor desarrollo u rb a n o com o los conosureños. El tex to g uar­
daba coincidencias con el d o c u m en to red actad o p o r T orres
en 1965: am bos se h a b ía n conocido ese añ o y T o rre s acusó a
G uillén de h ab e rlo p la g iad o .138
A diferencia d e T orres, cuyos in te n to s de fu n d a m e n ta r la
guerrilla u rb an a estab an vinculados co n las experien cias ar­
gelinas, sionistas y d e la S eg u n d a G u e rra M undial, G uillén
reivindicaba las ex p e rien c ias d e resistencia d e n tro d e las ciu­
dades d u ra n te la G u e rra Civil española, y en especial la Batalla
de M adrid, com o a n te c e d e n te s útiles p a ra pensar la guerrilla
urbana. Ambos p la n teo s g u ard ab an coincidencias con algu­
nas de las ideas q u e B e n g o ch e a había postulado e n su debate
de 1962 con el C h e en C u b a.539
Los tupam aros uruguayos term in aro n de co n c reta r esta
discusión con su Documento n° 1, ap ro b ad o en ju n io d e 1967,
que reivindicaba ia “lu ch a u rb a n a ” com o estrategia válida para
desarrollar la revolución en Uruguay. En la sección “La lucha
urb an a”, se explicaba que h ab ían llegado a esa estrategia a
raíz de las m aneras e n q u e h a b ía n sobrevivido d u ra n te sus pri-
6 6 H A CER LA REVOLUCIÓ N

m eros años de existencia.140 El viraje se había dad o a fines de


1966, cuando las apuestas en m ateria de infraestructura y refu ­
gio com enzaron a ubicarse en el área urb an a y la periferia de
M ontevideo, descartando los planes previos de Sendic. Los m o­
tivos del viraje hacia lo urbano se relacionan con dos aspectos.
P o r u n lado, suponem os que eí intercam b io de e x p e rie n ­
cias y debates e n tre m ilitantes argentinos, brasileños y u ru g u a ­
yos contribuyó a la evaluación de las dificultades q u e h a b ía n
enfreM acio los intentos de foco ru ral ensayados en la reg ió n .
P or otro, en diciem bre de 1966, cu an d o a co n secu en cia de
un tiroteo el g o b ie rn o se percató d e la existencia del M LN T
e inició u n a inten sa cam paña p ara p erseguir a sus m iem b ro s,
la organización logró sobrevivir gracias a las m últiples red es
vinculadas a activistas políticos y sindicales d esarrolladas en
M ontevideo, Esa experien cia acum ulada los llevó a ap o star
p o r la ciudad.
Según el Docur/wnto n° 1, las ventajas de la ciudad son n u m e ­
rosas: ofrece buenas condiciones p ara las co m u n icacio n es y
los enlaces; la policía y el ejército q u ed an relativam ente in u ti­
lizados en su capacidad de control; no son necesarias las red es
de abastecim iento; el com batiente trabaja de- d ía y p elea d e
noche: el com batiente está hab ituado a su m edio. P o r últim o,
reco n o cía que algunos aspectos de ía estrategia todavía n o
te n ían u n a clara resolución: por ejem plo, cóm o tran sfo rm ar
la guerrilla u rb a n a en un ejército regular. No o b stan te ello,
advertía que e ra necesario “te n er en cuenta la con tínentali-
dad del proceso y que esa transform ación solo p u e d e d arse
en la etapa final”.141
En ju lio de 1968, el MLNT llevó a cabo su p rim e ra acción
im portante: el secuestro de u n je ra rc a del go b iern o ce rcan o
al presid en te y partid ario de la lín ea d u ra co n tra el.m o v i­
m ien to sindical, que luego fue liberado ileso para d e m o stra r
la capacidad operativa de esta organización, que hasta el m o ­
m en to hab ía m a n ten id o u n perfil bajo.Hi: En ese co n tex to ,
ia revista chilena Punto Final publicé) u n a extensa n o ta sobre
ios tupam aros y divulgó' u n o de sus prim eros d o cu m en to s:
¿CÓMO ES LA REVOLUCIÓ N SIN LA SIE RR A M A EST R A ? 6 7

^ “30 p reg u n tas a u n tu p a m a ro ”,143 q u e reafirm ab a algunas


ideas del Documento n° 1 ac erca de las posibilidades u rb an as
para la revolución. A lgunos planteos p arecían re sp o n d e r las
objeciones que h a b ía fo rm u lad o Fidel u n año an tes, d u ra n te
la ch arla en O IA S . E n cu a n to a las objeciones geográficas, el
arg u m en to e ra el siguiente:

No tenem os lugares in expugnables en eí te rrito rio


com o para instalar u n foco guerrillero que p e rd u re ,
au n q u e te n em o s lugares de difícil acceso en cam p a­
ña. En co m pensación tenem os u n a gran ciu d a d con
más de trescientos kilóm etros cuadrados de edificios,
q u e p erm ite el d esarrollo de la lu c h a u rb a n a [...]
tenem os q u e elab o rar u n a estrategia a u tó cto n a ade­
cuada a u n a realid ad diferen te a la de la m ayoría de
los países de A m érica.

Y an te ei riesgo d e u n a invasión extranjera, decía q ue “C u b a


no h a b ría h e c h o su revolución a noventa millas d e los Estados
U nidos” y que la estrategia tu p am ara se inscribía, d e n tro de la.
estrategia c o n tin en tal de “c re a r m uchos V ie tn a m V 4*
A partir de ese p rim e r secuestro, el M.NLT llevó a cabo accio­
nes relativam ente exitosas con un grado de ingenio, im agina­
ción y cuidado p o r evitar el d erram a m ie n to de sa n g re que au ­
m entó la sim patía popular, la repercusión internacio nal y, en '
un com ienzo, la angustia de las autoridades. A. m o d o de ejem ­
plo, podem os citar el asalto a la Financiera M onthy, de d o n d e
se llevaron seis m illones de pesos y libros de contabilidad que
les p erm itieron d en u n c ia r u n a serie d e irregularidades en las
que estaban im plicados políticos y em presarios. Esta d en u n c ia
obligó al P oder Ju dicial a investigar el caso, En este sentido
es que el politólogo Francisco Panizza h a dicho q u e “a pesar
de su énfasis en las acciones arm adas, la lucha tupam ara. fue,
en verdad, una d e las más elaboradas estrategias d e la política
sim bólica en la historia uruguaya”.145 En palabras d e u n o de sus
prim eros estudiosos: “A lgunas de sus acciones e ra n el.tipo de
6 8 H A CER LA REVO LUCIÓ N

cosas que uno espera leer en u n íhrillef ,[4F: El éxito de este ciclo
los llevó a creerse “indestructibles”,en 1969,147 A fines de 1968,
se presentaban com o un ejem plo de guerrilla u rb an a que dis­
pu ta b a los m odelos de “lucha arm ad a” entonces rigentes.
U n lib ro escrito p o r periodistas arg en tin o s y p u b licad o e n
1969, Tupamaros: ¿Fracaso del Che?, sugería que el accio n ar
del g ru p o era u n hito en el desarrollo d e las guerrillas lati­
noam ericanas. Tras la m u e rte del C he en Bolivia, el ciclo d e
guerrillas^tirales parecía cancelado. E n ese m arco su rg iero n
los tupam aros con un cam ino alternativo a la guerrilla ru ral,
que reavivó las expectativas d e quienes creían en la violencia
revolucionaria. La p ro p u esta d e los tupam aros en U ruguay
p arecía más adecu ad a a la realid ad del C ono Sur, d o n d e las
guerrillas rurales n o se h ab ían d estacado.148
Los m ilitantes argentinos que se habían en tre n a d o e n -
U ruguay trasladaron la ex perien cia tu p am ara a las Fuerzas
A rm adas Peronistas, p rim e ra organización arm ada surgida en
el segundo ciclo d u ra n te la d ictad u ra de O nganía. A p a rtir de
entonces, esa ex p erien cia rep ercu tió en otras organizaciones
arm adas que su rg iero n d e n tro y fu era d el p ero n ism o .149
M iem bros de las Fuerzas A rm adas Revolucionarias (FAR),
ai com ienzo in te g rad a p o r m ilitantes com unistas y luego ab­
sorbida p o r eí peronism o, señalaron en u n a entrevista q u e
el a p o rte tu p am aro hab ía red e íin id o la noción de foco g u e­
rrillero .550 Las Fuerzas A rgentinas de Liberación (FAX.), in te­
gradas p o r m ilitantes provenientes de grupos de izquierda,
en p articu lar del trotskism o y del com unism o, tam b ién sin­
tieron la influencia de los tu p am aro s.151 En 1970 la FAL cri­
ticaba la te n d en c ia de la izquierda arg en tin a a la teorización
y p lan teab a que la práctica d eb ía ser el criterio de u n id a d .
P rueba de ello era la ex perien cia “de los tupam aros, q u e son
p ara nosotros el ejem plo de guerrilla u rb an a más avanzado y
más c e rcan o ”.152
El PRT-ERP, ún ica organización arm ada no p ero n ista q u e
sobrevivió en los setenta, no parece h ab e r tenido tan ta in ­
fluencia tupam ara, au n q u e com partía el espíritu h etero d o x o
¿CÓM O ES LA REVOLUCIÓ N SIN LA SIERRA M A EST R A ? 6 9

en relación con el foquism o rural. Si bien sus d o cu m en to s n o


hacen m ayores referencias a los m ilitantes más jó v en es q u e
in gresaron en 1969 y 1970, recu erd an el im pacto d e los tu ­
pam aros en la A rgentina. E n palabras de D aniel D e Santis:
“En esta época co m enzaban las acciones guerrilleras en la
A rgen tina y ta n to los diarios com o la población decían : ‘fue­
ron los tup am aro s'. N o p o r confusión sino porque a este lado
del Río d e la P lata llegó p rim e ro la p alab ra tu p am aro que [la
p alabra] g u errille ro ”.155:
En ese m o m e n to tam b ién se establecieron co nexio nes e n ­
tre los tupam aros y los focos d e guerrillas brasileñas posterio­
res a 1966. En 1969 Carlos M arighelía publicó su M in i manual
del guerrillero urbano, que coincidía con los planteos q u e discu­
tidos en U ruguay.154
P or últim o, se g ú n se afirm a en las m em orias d e A ndrés
Pascal A llende y M ax M aram bio, el MIR chileno ta m b ié n pres­
tó especial aten c ió n a ciertas acciones del MLNT. C u a n d o en
1969 se p ropuso el d esarro llo de una “fuerza m ilita r”, las ac­
ciones resp o n d ie ro n a los criterios del “m odelo caballeresco
de los tupam aros u ru g u ay o s”.i:55
En sum a, a m ed iad o s de los sesenta u n a serie d e m ilitan­
tes de la .Argentina, Brasil, C hile y U ruguay se d ed ica ro n a
co n stru ir nuevos re p e rto rio s de disenso inspirados en ia
Revolución cubana. Pero si bien ad h e rían a ella y la reco n o ­
cían p ú blicam ente, p ro p o n ía n cam inos diferentes a las fór­
m ulas de foquism o ru ra l cubanas.
El MLNT fue el p rim e ro e n p o n e r en prácticas estos postu­
lados debido a la situación geopolítica d e U ruguay. E n cierta
m edida, el m ovim iento fue el resultado de las ex perien cias
transnacionales com partidas p o r m ilitantes de diversos paí­
ses que circularon p o r U ruguay d u ran te el período. La situa­
ción geopolítica explica la rá p id a repercusión reg io n a l de su
accionar inicial.
En 1972 Régis D ebray, conocido opositor a la guerrilla
u rbana, en un p ró lo g o a las Actas tupamams d escrib ía a los
tupam aros com o:'
7 0 H A CER LA REVOLUCIÓN

ei único m ovim iento revolucionario arm ad o de


ía A m érica L atina que h a p o d id o , o que h a sabido
-h a s ta ahora, al m e n o s-, cercar en bloque [...] y ja ­
q u e a r ^ la d ictad u ra burguesa y antinacional, hasta
p o n e r en juego la supervivencia m ism a de ese régi­
m en [...]. La verdadera, revolución en la revolución
de que se hablaba quizá haya ten id o lugar aquí, p ero
in éd ita y sin preced en tes, bajo la form a de g u errilla
u rbana, desafiando las norm as hasta entonces adm i­
tidas, sin p e d ir la ayuda o el respaldo de n ad ie, sin
anunciarse previam ente con tam bores y trom petas y,
sobre todo, sin som eterse a m odelos o teorías q u e no
hayan surgido de su m ism a práctica. En la historia, lo
nuevo es u n convidado d e últim a h o ra que e n tra p o r
la puerta, de servicio, en puntas de pie y a espaldas
de to d o s.156

Este com entario m uestra cóm o la experiencia de los tu p a­


m aros y otros grupos del C ono Sur, que p racticaro n form as
de lucha arm ada diferentes al foco rural cubano, g e n e ra ro n
expectativas en los analistas de la izquierda latinoam ericana,
suscitaron apoyos y prom ovieron nuevos rep erto rio s de ac­
ción que alcanzaron niveles significativos de visibilidad en la
región. Eí nuevo rep e rto rio de disenso fue el p rim er aspecto
de u n a cultura política revolucionaria que, poco a poco, se
forjaría en tre los m ilitantes conosureños.
2. Los lazos subjetivos de la
solidaridad revolucionaria
De La Habana a Nancahuazu
(Bolivia), 1967.

Qué lejos está mi tie rra / y, sin em bargo, q u é cerca /


o es que existe u n territorio / d o n d e las sangres se
m ezclan. / T anta distancia y cam ino / tan diferentes
banderas / y la p o b reza es la m ism a / los mismos
hom bres esperan. / Yo quiero ro m p er mi m ap a /'
form ar el m apa de todos / mestizos* negros y blan­
cos / trazarlo codo co n codo. / Los ríos so n com o
venas / de u n cu e rp o entero ex ten d id o / y es el co­
lor de la tierra / la sangre de los caídos. / N o somos
los extranjeros / los extranjeros son otros / son ellos
los m ercaderes / y los esclavos nosotros. / Yo quiero
rom per la vida / com o cam biaría quisiera / ayúde­
m e com p añ ero / ayúdem e, no dem ore / q u e una
gota con ser poco / con otra se hace aguacero.
D A N IE L V IG L IE T T I

Estos versos cantados con ac o m p a ñ am ien to de m i­


longa, género m usical u rb a n o propio del Río de la Plata, fu e­
ron com puestos p o r V iglietti duran te su p rim era estadía en
La H ab ana e n tre ju lio y agosto de 1967. El joven g u itarrista y
can tau to r participó en el P rim er E n cu e n tro de la C anción de
P rotesta, u n a d e las tantas actividades organizadas e n el m ar­
co de la C onferencia de la O rganización L atin o am erican a
de Solidaridad (O IA S ).
En 1967 La H ab a n a era el ‘‘territo rio do n d e la sangre se
m ezcla'’, do n d e lo lejano se acercaba y uno d ejab a de ser
extranjero. Más allá de la experiencia co n creta d e h a b e r es­
72 H A CER LA REVOLUCIÓN;

tado en La H ab a n a cu ando la ciudad recibió m iles d e califi­


cados visitantes de A m érica L atina que m a n ten ían sem inales
diálogos culturales y políticos, Viglietti supo ex p resar q u e las
distancias y las geografías estaban cam biando p ara algunos
sectores de la izquierda latinoam ericana. Las fro n teras se des-
dibujabam y em pezaba a construirse u n “m apa de to d o s” a p a r­
tir de las diversas experiencias revolucionarias latin o am erica­
nas: “u n a gota con ser poco / con o tra se hace a g u a ce ro ”.157
('.orno vimos en el capítulo an terio r, la b ú sq u ed a d e n u e ­
vas estrategias, lenguajes y prácticas políticas h etero d o x as e n
relación con los planteos iniciales de los revolucionarios cu­
banos n o hizo que los m ilitantes de la nueva izquierda cono-
su reñ a dejaran d e reco n o cer q u e la revolución h ab ía sido el
inicio de u n cam ino en L atinoam érica ni ios llevó a reclu ir­
se en u n a perspectiva localista, Por el contrario-, la d efen sa
de las condiciones específicas estaba u n id a a ia idea d e u n a
estrategia continental.
A p artir de 1966 se p ro d u jo u n cam bio en la in te rp re tac ió n
del discurso de continentalidad. p o r estos grupos del C ono
Sur. H asta entonces la m ayoría de las iniciativas im pulsadas
p o r la Revolución cubana estaban vinculadas con otras zonas
de A m érica Latina, con la excepción del Ejército G u errillero
del P ueblo (EGP) en la A rgentina, q u e parece h ab er sido un
proyecto personal de Guevara.
Tres hechos ocurridos entre 1966 y 1967 m otivaron a estas
incipientes organizaciones a p en sar de o tra m anera el asunto
de la continentalidad: los eventos en to m o a la C onferencia
de la O rganización de Solidaridad d e los Pueblos de Africa*
Asia y Am érica L atina en e n e ro de 1966; la campaña del Che
en Bolivia en tre 1966 y 1967, y la C onferencia de la O IA S en
ju lio de 1967. Los tres fueron las expresiones más radicales del
discurso de la estrategia con tin en tal cubana y tuvieron u n p ro ­
fu n d o im pacto en el C ono S ur.358 Además, fueron fu n d a m e n ­
tales para la construcción de la noción de cercanía subjetiva
en el m apa de la revolución latinoam ericana. Por u n lado, las
lecturas conosureñas de las definiciones que ia mayoría de la
LOS LAZOS S U B JE T IV O S D E L A 'SO LID A RID A D REVO LUCIO N ARIA 73

izquierda latin o am erican a h ab ía ad o p tad o en la C o n feren cia


de la OLAS fu ero n d eterm inantes p a ra quienes desde h acía
años ad h erían a la idea d e que la revolución d e b ía ser conti­
nental y arm ada. P o r otro, el im pacto de la llegada del C he a
Bolivia generó cam pañas d e solidaridad desde la A rgentina,
Chile y U ruguay y alim en tó la sensación de que la revolución
se estaba acercando y la esp eran za de q u e el conflicto se regio-
nalizaría desde ese país, ;

."'EXISTE UN T E R R IT O R IO DO NDE LA SA NGRE


SE M EZCLA: TRICONTINENTAL ¥ OLAS :

. En e n e ro de 1966 se realizó en C uba d a C o n feren cia


T ricontinental, q u e b uscaba reactivar el m ovim iento tercer-
m u n dista iniciado e n B an d u n g en 1956. En este caso se busca­
ba in teg rar A m érica L atina a las conferencias basta entonces
afroasiáticas. El evento n o solo convocó a Estados nacionales
sino tam bién a m ovim ientos políticos qu e luch ab an p o r la li­
beración en los países del T e rc e r M undo. A diferencia de las
experiencias an terio res, en este caso el anfitrión hizo referen ­
cia a los desplazam ientos o cu rrid o s en tre las décadas de 1950
V 1960: esto im plicó pasar del p ro b lem a del desarro llo y la
in d e p en d e n cia al len g u aje d e la revolución y el socialism o.1'59
Más allá de estos desplazam ientos, la co n feren cia expresó
u n a en o rm e diversidad de posturas d e n tro y fu era del llama­
do “cam po co m u n ista”. P o r ejem plo, fu e la p rim e ra vez que
se invitó a la U n ió n Soviética, h echo q u e g eneró com plicacio­
nes con China. T am b ién se registraron m últiples conflictos
respecto de Israel, las tensiones en tre C h in a e In d ia y diversos
conflictos regionales. En su ro l d e anfitriones, los cu b an o s in­
ten taro n m a n te n e r u n a p o stu ra neutral, m uchas veces inter­
p retad a com o am b ig ü ed ad o afinidad co n la U nión Soviética
p o r la nueva izq u ierd a co n o su reñ a. Esta alegada ce rcan ía con
la U nió n Soviética, ju n to con el respaldo m avoritario de los
7 4 HACER LA REVOLUCIÓ N

partidos com unistas cercanos a ese país p ara invitar a d e le ­


gaciones latinoam ericanas y la ausencia de E rnesto G uevara,
g en eró m últiples lecturas críticas e n tre los m iem bros de la
nueva izquierda, sobre todo aquellos cercanos al trotskism o y
al m aoísm p en diferentes p u n to s de A m érica Latina.-160 O tros,
sin em bargo, m iraro n con brtenos ojos la co n feren cia p u esto
que fue el p u n to de p artid a de u n lenguaje co m ú n global
en tre los revolucionarios del m un d o , con derivaciones im p o r­
tantes para A m érica Latina. El líd er del Partido Socialista de
Chile, el p o r entonces senado r Salvador .Allende, p o stu ló con
tono casi profético que;

La doctrina Jo h n so n constituye p ara el p u eb lo chi­


leno, com o p ara todos los países de A m érica Latina,
u n a declaración explícita de que los im perialistas
o p o n d rá n la violencia a cualquier m ovim iento p o p u ­
lar que en nuestro con tin en te esté en condiciones ele
alcanzar el poder. Ello d eterm in a q u e el m ovim iento
p o p u la r chileno, que ha logrado señalados triunfos
en la am pliación y profunclización de la d em o cra­
cia en nuestro país, sepa ahora, claram ente, q u e los
Estados U nidos le im ped irán p o r las armas el acceso ' '
dem ocrático y legal al pod er, f ... ] Será el p ro p io p u e ­
blo de Chile y las condiciones de nuestro país lo que
d eterm in e que hagam os uso de tal o cual m éto d o
p ara d e rro ta r al enem igo im perialista y su? aliados.
N o se nos escapa que esta lucha es excesivam ente
d u ra y difícil p ara u n país solo y que, para h acerla
más fácil, d eb e rá contar con el respaldo, el apoyo y
la solidaridad in te rn acio n al.161

En función de estos argum entos, Allende convocó a cre ar u n a


“iniciativa destinada a relacionar y co o rd in ar en form a p e rm a ­
n en te la acción antiim perialista del pueblo latinoam ericano".
Según R ichard G o tt en u n com ienzo ios partidos co m u ­
nistas latinoam ericanos y el propio Fidel Castro se o p u siero n
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REVO LUCIO N ARIA 7 5

a ese p la n teo .16' Es p ro b ab le que hayan evaluado los riesgos ;


que esa instancia p o d ría acarrear, ya qLie explicitaría todos
los conflictos qu e o cu rrían a nivel local. Sin em bargo, en los
días posteriores a la conferencia, las delegaciones de Perú y
V enezuela - q u e re p re se n ta b a n a grupos arm ados q u e susci­
taban expectativas en la Revolución c u b a n a - tam b ién plan ­
tearon la necesidad de c re a r u n organism o para c o o rd in a r la
lucha antiim perialista en A m érica L atina, ju n to co n la p ro ­
puesta de A llende, esto llevó a que los países latin o am erica­
nos que habían p articip a d o en la T ricontinentai llegaran a u n
im po rtante acuerdo: crear la O rganización L atin oam erican a
de Solidaridad. El d o cu m en to d eclaraba que, hab ién d o se
exam inado los pro b lem as organizativos y, de u n m o d o más
general, ciertas cuestiones d e estrategia y táctica revolucio­
naria. era aconsejable la creación de u n organism o conti­
nental que u n iera, co o rd in a ra e im pulsara la lu c h a co n tra el
im perialism o e sta d o u n id e n se .163
La reu n ió n de la T rico n tin en tal, así como la po sterio r
convocatoria a la C o n feren cia de la O IA S , tuvo fuertes re­
percusiones en eí g o b ie rn o d e ios Estados U nidos y en el de
algunos países latinoam ericanos. M ientras se desarrollaba la.
T ricontinentai, P erú convocó a una re u n ió n e x tra o rd in aria
' de la OEA d an d o p o r sen tad o que la U nión Soviética había
asum ido un rol activo de apoyo los “m ovim ientos subversivos”
latinoam ericanos.164 V enezuela tam bién se unió al coro que
denu nciaba la in tervención cubana en el co n tin en te. Ambos
gobiernos e n fren ta b an guerrillas que co ntaban c o n el apoyo
explícito de Cuba, p ero las características concretas de 1a in ­
tervención cubana era n difíciles de com probar p o rq u e exis­
tían m uy pocos indicios m ateriales.
Desde 1963, la OEA había, creado u n a com isión especial
de seguridad co n tra la acción subversiva del com unism o, in­
tern acional.105 A través de esa com isión, du ran te ‘1 966 y 1967
la OEA siguió con atención el desarrollo de las con feren cias
y convocó a reu n io n e s especiales de cancilleres p a ra analizar
sus resoluciones. Estos m ovim ientos de 1a OEA im plicaro n un
7 6 H A CER LA REVOLUCIÓ N

nuevo nivel d e en fren ta m ie n to explícito con C uba y las fu er­


zas políticas d e izquierda en la región.
D u ra n te 1966 los soviéticos in te n ta ro n desm arcarse d e las
acusaciones q u e circulaban acerca de su rol intervencionista
en L atinoam érica y en diversas ocasiones expresaron q u e su
participación en la T rico n tin en tal n o cuestionaba la relació n
de am istad con los gobiernos latinoam ericanos.166 A d iferen ­
cia de los soviéticos, los cubanos hiciero n explícita su po lítica
ex terio r agresiva en 1a. región. El 26 de ju lio de 1966, Fidel
Castro p ro n u n ció u n discurso que despejó las in certid u m b res
previas. Entre, otras cosas, d en u n ció que los “seudorrevolucio-
narios” que aducían que n o existían condiciones aptas p a ra
iniciar la lucha arm ad a en A m érica L atina eran “los m ejores
aliados del im perialism o y d e la explotación”, ya que “tra­
tan d e fre n ar las revoluciones, [son] los derrotistas, los q u e
no q u ieren lu c h a r” cu ando en la m ayor parte de la reg ió n
“existen condiciones superiores p ara h acer la revolución d e
las que existían en Cuba, y d e que sí esas revoluciones n o se
hacen en esos países es p o rq u e falta la convicción en m u ch o s
que se llam an revolucionarios [aplausos]”. P o rú ld m o afirm a­
ba: “Eso de cre er que la conciencia tien e que venir p rim e ro
y la lu d ia después es u n error. ¡La lucha tiene que venir p ri­
m ero e inevitablem ente detrás de la. lucha vendrá con ím p e tu
creciente la conciencia revolucionaria!’".167
El discurso de Castro conllevaba u n a fuerte crítica a los
partidos com unistas latinoam ericanos cercanos a la U n ió n
Soviética, en su m ayoría opositores a las estrategias arm adas
im pulsadas p o r C uba. Las claves del discurso eran co m p ar­
tidas p o r los m edios de la nueva izquierda conosureña. El
diario Epoca publicó el discurso com pleto en Uruguay. La
revista Punto Final sintetizó así el im pacto de las palabras d e
Fidel: “E n el caso d e Chile la. alternativa es clara: reform ism o
o revolución”.168
E n abril de 1967 G uevara, cuyo parad ero se d esco n o ­
cía desde 1965, publicó en el prim er n ú m ero de la revista
Tricontinental u n p o te n te m anifiesto que defendía u n a es­
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REVOLUCIO N ARÍA 7 7

trategia de “g u e rra global co ntra el im perialism o” por p a r­


te de los “pueblos explotados y atrasados del m u n d o ”, cuya
“finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los
pueblos; liberación que se p ro d u cirá a través d e lucha a r­
m ada, en la m ayoría de los casos, y q u e tendrá, e n América,
casi indefectiblem ente, ia p ro p ied a d d e convertirse en u n a
Revolución Socialista”.
El texto confirm aba dos cuestiones im portantes para los
sectores de la nueva izquierda. Por u n lado, cancelab a los
ru m ores acerca de posibles discrepancias e n tre Castro y
Guevara. Eí C he rea p arecía en una publicación revoluciona­
ria con u n m ensaje c o n tra rio a los planteos soviéticos acerca
de la coexistencia pacífica. P o r otro, trascendía la m e ra decla­
ración de c o n tin en talid ad p ara p ro p o n e r algunas nociones
de estrategia d e lu c h a global contra el im perialism o.
En líneas generales, la estrategia m ilitar consistía en sacar
al enem igo de su am b ien te y obligarlo a luchar en lugares
d o n d e sus hábitos de vida chocaran con la rea lid ad im pe­
rante, lo cual llevaría al florecim iento d e “dos, tres, m uchos
Viet-Nam [...] e n la superficie del g lo b o ”. Los m ilitantes se
inspirarían en el internacionalism o proletario, ya q u e ‘'cada
gota de sangre d e rra m a d a en u n territorio bajo cuya ban d era
no se h a nacido, es ex p erien cia que recoge quien sobrevive
para aplicaría lu eg o en la lu c h a por la liberación d e su lugar
de origen. Y cada p u eb lo q u e se libere, es una fase de la ba­
talla p o r la liberación del p ro p io pueblo que se h a g an ad o ’'.
En ju n io de 1967 esta declaración ya circulaba e n el Cono
Sur.169 E ntre otras cosas, el artículo del Che posibilitaba u n a
lectura del c o n tin e n te que cancelaba la idea de excepciona-
lismo que algunas élites conosureñas h ab ían reclam ad o para
sus países. Las im ágenes recu rren tes de excepcionalidad
-d escrib ir a los ch ilen o s com o los “ingleses”, a U ruguay com o
la “Suiza de A m érica” o a la A rgentina com o los “eu ro p e o s”
del co n tin e n te - h a b ía n co n trib u id o a enfatizar las diferencias
de estos países co n relación al contexto latinoam erican o . Sin
em bargo, en el co n tex to de “la g uerra global co n tra ei im­
78 H A CER LA REVOLUCIÓN

perialism o” p ro p u esto p o r G uevara las diferencias nacionales


p erd ía n im portancia y qued ab an substituidas en un a confla­
gración m undial que afectaría al co n ju n to del co n tin en te. El
M IR lo explicaba con claridad:

C hile 00 será u n a excepción: fren te a los arg u m e n ­


tos de los oportunistas ten d ien tes a dem ostrar que la
“tradición dem ocrática d e C hile” convierte al país en
m iá excepción d en tro de las luchas liberadoras del
hem isferio y lo hace apto para caricaturizarlas con la
“guerrilla electoral” d o n d e p u ed en n ad ar hasta los
tiburones de la burguesía radical, el c h e g u e v a r a
insinúa que: “Claro que el últim o país en liberarse,
muy pro b ab lem en te lo h ará sin lucha arm ada, y los
sufrim ientos de u n a g uerra larga y tan cruel com o
la que hacen los imperialistas, se le ah o rrarán a ese
pueblo. P ero tal vez sea im posible eludir esa lu ch a o
sus efectos, en u n a co n tien d a de carácter m undial, y
se sufra igual o más a ú n ”.170

U n texto del PRT argentino de com ienzos de 1968 in te rp re ta


el texto de Guevara en u n a dirección similar y se p reg u n ta;

¿Por qué el Che dice dos, tres, m uchos V iem am , y no


dos, tres, m uchas Cubas? P orque reconoce la excep-
cionalidad de la Revoluciém cubana que no volverá a
repetirse. P orque del análisis estratégico del co n ju n ­
to de la revolución m undial prevé la inevitable in te r­
vención del im perialism o antes d e la tom a del p o d e r
p o r la revolución.171

En esta interp retació n el conflicto global b ó rra las p articu lari­


dades nacionales ya que postula que tarde o te m p ran o el co n ­
flicto q u ed ará reducido al en fren tam ien to en tre las fuerzas
“p o p u lares” y el im perio, que intervendrá en los d iferen tes
territorios nacionales.
LOS LAZOS SU B JET IV O S DE LA SO LIDARIDAD REVO LUCIO N ARIA 7 9

El Documento n° 1 del M LNT uruguayo, p u blicad o en ju lio


de 1967, tam bién dedicab a u n capítulo a la c o n tin e n ta lid a d
de la revolución, en el que “suscribía en todos sus térm inos
el últim o d o cu m en to de G uevara”. F u n d a m e n ta b a que si “la
represión y la con trarrev o lu ció n se co n tin en talizan , la revolu­
ción n o debe d eten e rse en las fronteras nacionales”. D efendía
“u n a estrategia co n tin en tal que racionalice la aplicación d e
fuerzas y recursos d o n d e m ejores ren d im ien to s p u e d a n p ro ­
p o rcio n a r”, p ero advertía q u e esta n o deb ía “ir en desm ed ro ,
d en tro de lo posible, de las luchas y el trabajo q u e hay q u e
realizar en cada país”. A dem ás p ro p o n ía un m é to d o de des­
gaste q ue im plicaba atacar en distintos frentes a las fuerzas
im perialistas que p u lu la b an en A m érica La tina.172
El Mensaje, a la Tricontinental. fue publicado e n la m ism a
época en que co m en zaro n a circular los rum ores acerca de
la posibilidad d e que G uevara estuviera co m b atien d o en la
guerrilla boliviana. C om o m uchos h a n notado, el plan d e
Guevara de interv en ir en A m érica d e! S ur no estaba circuns­
cripto a un país específico, sino basado en una co n cep ció n
continental de la estrategia revolucionaria que g u ard a b a co­
nexiones con e! Mensaje.
La C onferencia d e la OLAS se concretó en el m ism o m o ­
m en to en que el C he desarrollaba su cam paña e n Bolivia.
Por p rim era vez, m iem bros de diferentes o rganizacion es.d e
la izquierda la tin o am erican a se reu n ie ro n para d iscu tir estra­
tegias políticas en La H ab a n a en ju lio d e 1967. P articip aro n
ciento se senta y cu atro líderes de veintisiete países latinoa­
m ericanos y un líd e r del Black Power M ovem ent, Stokeley
C arm ichael, com o invitado p o r los Estados U nidos.
El trabajo de la co n feren cia se dividió en cuatro com isiones:

A. Lucha rev olucionaria antim penalista en


_ v; 4 ^ erica L a tin a ..
B. Posición y acción com ún ante la intervenció n
político-m ilitar y la p en etració n económ ica e ideoló­
gica del im perialism o en A m érica Latina.
8o H A CER I,A REVOLUCIÓ N

C. Solidaridad d e los pueblos latinoam ericanos co n las


luchas de liberació n nacional.
D. E statuto de la OLAS.

La p resión de los cubanos y la preo cu p ació n g en eral p o rq u e


el evento transcu rriera en u n clima de unid ad llevó a lo g rar
acuerdos en tres de las cuatro com isiones. Sin em bargo, e n la
com isión C. cen trad a en los asuntos más delicados vinculados
a la solidaridad latinoam ericana, se g en eraro n los m ayores
conflictos en tre la posición cubana y aquella q u e d efe n d ían
los partidos com unistas vinculados a la U nión Soviética. U n a
m oción d e c o n d e n a a la U nión Soviética p o r h a b e r p restad o
asistencia técnica a los gobiernos de Chile, Brasil y C o lom bia
obtuvo quince votos a favor, ocho abstenciones y votos en
co n tra los partidos com unistas salvadoreño, boliviano y u ru ­
guayo. O tro ta n to ocurrió con la votación de u n a co n d e n a
al P artido C om unista venezolano p o r h ab er ab a n d o n ad o la
guerrilla. Esta situación llevó a que algunos com unistas am e­
nazaran con retirarse de la conferencia. No obstante, d eb id o
a la intransigencia de los cubanos, decidieron qu ed arse y las
desavenencias co n tin u aro n hasta el final.’73
La p reg u n ta central del debate en la C onferencia de la
O IA S fue cóm o im p lem en tar u n a solidaridad g en u in a co n
los países que hab ían d erro tad o al im perialism o com o C uba o
iniciado “un com bate definitivo” com o Venezuela, C olom bia,
Brasil, Bolivia, G uatem ala y Perú. Existieron dos posiciones.
P or u n lado, los cubanos sostenían que eí único cam ino h acia
la solidaridad era desarrollar u n a estrategia co n tin en tal d e
lucha arm ada. P or otro, los partidos com unistas prosoviéticos
d efen d ían u n a visión más m oderada, que incluía la. lucha ar­
m ada com o opción en tre otros m edios de activismo político,
e n tre ellos la lucha electoral o el sindicalismo.
La posición cub an a predom inó. La serie de in terv en cio ­
nes estadounidenses desde la caída d e A rbenz en G uatem ala
en 1954, pasando p o r Bahía de Cochinos en Cuba, hasta
la. incursión m ilitar en República D om inicana, y luego u n a
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REVOLUCIO N ARIA 8 1

sucesión de diez golpes d e Estado e n tre 1961 y 1966. todos


apoyados con entusiasm o p o r ios E stados U nidos, eran evi­
dencia suficiente p a ra los cubanos d e q u e los E stados U nidos
co n ten d rían to d a posibilidad de cam bio social in stru m e n ta d a
p o r m edios legales y pacíficos.174 P ara la OLAS, la única res­
puesta posible a este p roceso de “continentalización desde
arrib a” p o r m edios im perialistas era la “contineritalización
desde abajo” p o r m edios revolucionarios. Así lo expresaro n
los conclusiones de la conferencia:

1. Q ue constituye u n d ere ch o y u n deber de los pue-


. blos de A m érica L atina h acer la revolución. [...]
5. Q ue todas las dem ás formas de lucha d e b e n servir
y n o retrasar el desarrollo de la lín e a fundam ental,
q ue es la lu c h a arm ada.
6 . Q ué p a ra la m ayoría de los países del c o n tin e n te
el pro b lem a d e organizar, iniciar, desarrollar y cul­
m in ar la lu c h a arm a d a constituye hoy la tarea inm e­
d iata y fu n d a m e n ta l del m ovim iento revolucionario.
7. Q ue aquellos países en que esta tarea n o está
p la n tea d a de m odo inm ediato d e todas form as
h a n ele con sid erarla com o u n a perspectiva inevita­
ble en el d esarrollo d e la lucha revolucionaria en
su te rrito rio .175

La continentalización desde abajo no solo se basaba en razones


políticas p resentes, sino én fu ndam entos históricos vinculados
a la tradición política del continente. Múltiples discursos es­
tablecían u n a analogía e n tre las luchas políticas in d ep en d en -
tistas de com ienzos del siglo XIX co ntra el im perio español
y las luchas políticas del m om ento. Las luchas in d ep en d en -
tistas era n definidas com o u n a lucha arm ad a a la q u e habían
adh erido ios pueblos y habían traicionado algunas élites. T anto
aquellas luchas com o las p resentes eran continentales.176
Más allá de la validez histórica de las analogías, estas afir­
m aciones buscaban establecer una legitim idad d e corte na-
82 H A CER LA REVOLUCIÓ N

cionalista en u n contexto de G uerra Fría, en el qu e la OEA


describía ,la revolución, com o ajena a la tradición la tin o a­
m erican a p o r su vínculo con la U nión Soviética. El discurso
p rorrevolucionario estaba vinculado con distintas co rrien tes
de nacionalism o p o p u la r de los cu aren ta y cin cu en ta q u e h a ­
bían ex p íesad o su sim patía hacia la revolución a com ienzos
de la década de 1970. En el C ono Sur, estas co rrientes fu e ro n
im p ortantes d e n tro de algunos de los grupos que estudiam os.
M ario R oberto S antucho, fu tu ro líd er del PRT-ERP, en u n co­
m ienzo perten eció al FRIP, u n g ru p o indoam eri cañista cer­
cano al pen sam ien to de Haya de la T o rre que reivindicaba la
figura del libertad o r José de San M artín y lucía los colores de.,
la b an d e ra arg e n tin a en su b andera. En U ruguay, el M LNT
estuvo vinculado al tercerism o latin oam ericardsta y en los se­
senta reivindicó la figura de Jo sé Gervasio Artigas, líd er de la
lucha co n tra la dom inación española en el territo rio o riental.
A unque las conclusiones fu ero n votadas por u n an im id a d ,
el discurso de cierre de Fidel Castro en el T eatro C haplin
volvió a expresar las diferencias en tre los partidos com unistas
prosoviéticos y la postu ra m ayorítaria prom ovida por- Cuba.
Fue celebrado con una ovación ab ru m ad o ra m ientras seis de
los siete m iem bros del estrado aplaudían de pie las- críticas
a los soviéticos. La única n o ta discordante fue el d irig en te
com unista uruguayo Rodney A rism endi, quien p erm an eció
sentado y de brazos cruzados. Las delegaciones com unistas,
los periodistas soviéticos y el em bajador de la URSS, ubica­
do en el palco de h o n o r, hicieron otro tanto. C u an d o la dis­
crepancia se hizo evidente la ovación se intensificó, siem pre
alentada p o r Raúl Castro, quien desde el estrado im pulsaba a
m a n te n e r el aplauso vivo.177
Lo cierto es que las definiciones de la O IA S p ro p o n ía n
ía construcción de u n a nueva internacional qu e d isp u ta­
ba la influencia de Moscú, sin insertarse en n in g u n o d e los
otros cam pos internacionales (maoísmo, trotslásm o). En
palabras del senador socialista chileno Carlos A ltarnirano:
“La contradicción de nuestra época ya n o está constituí-
LOS LAZOS SU B JE T IV O S D E LA SO LID ARID AD REVO LU CIO N A RIA 8 3

da p o r los té rm in o s ‘im p e rialism o /p a íse s socialistas’, sino


p o r o tros ‘im p erialism o /p a íse s p eriféricos’. A través de la
T rico ntinental y a h o ra a través de la OLAS, el T e rc e r M undo
asum e el relevo de esa tarea. La H a b a n a será, de aho ra en
adelante, la capital d e la n ueva in tern acio n al qu e in stru m e n ­
tará la liberación la tin o a m eric an a”.178
La actitud reactiva de la OEA respecto de la OLAS au m en ­
tó la expectativa in te rn a c io n a l en to rn o a esta. E n ju n io de
1967 V enezuela h a b ía convocado u n a co n fe re n cia d e m inis­
tros de R elaciones E xterio res p ara d e n u n c ia r el “d esem b arco
de u n a ex p ed ició n d e co m an d o s con asistencia y apoyo q u e
han sido p ú b lic am en te recon ocido s p o r el g o b ie rn o de
C uba”.179 Esta ate n c ió n d e la OEA o to rg ab a a C u b a un p ap el
central que p ara d ó jic a m e n te realzaba su pro tag on ism o en
la escena in te rn acio n al. C om o reco n o cía con c ie rta p erp le­
jid a d u n a cró n ica d e p ren sa d e la ép o c a que n o sim patizaba
con la revolución:

O bjetivam ente, e n tre el 26 de ju lio y el 5 de agosto


próxim os el p a n o ra m a político am erican o se ceñirá
a u n esquem a m uy sim ple: el sistema in tera.merica.no
d eten d rá su m a rch a, asum irá una actitu d de c o n te m ­
plación pasiva y ced erá el escenario a los b arb u d o s.180

La. Revolución c u b a n a supo ap ro vech ar la cent.ral.idad que la


OEA, los Estados U nidos y algunos gobiernos latin oam erica­
nos o torgaron a la O IA S. A unque los sucesivos fracasos de
los m ovim ientos gu errillero s desde 1962 hasta 1967 habían
dem ostrado los lím ites y debilidades ele su p olítica exterior,
Cuba volvía a o c u p a r el c e n tro de la escena latin o am erica­
na, com o ya h ab ía o cu rrid o d u ran te la crisis de misiles y su
expulsión de la OEA. Por o tra parte, la supuesta u n a n im id a d
del discurso an tico m u n ista d e la OEA habilitó al g o b iern o
de La H abana a postularse corno la ú n ic a alternativa para e i
co njunto de las izquierdas latinoam ericanas. A u n q u e algunos
gobiernos, com o el chileno , tenían u n a visión algo d iferen te
84 h a c e r la r e v o l u c ió n

a la de la OEA, esos m atices q u ed ab an fu era,d el p an o ra m a


general q u e p la n tea b a la OLAS, d o n d e, p o r un lado, estab an
los gobiernos asociados con el im perialism o latin o am erican o
y, p o r otro, los pueblos latinoam ericanos.
Esta idea d e que la Revolución cu b an a era cabal ex p resió n
deh sentircúento de los pueblos latinoam ericanos hizo que,
a m ediados 1967, se co n c en tra ra n m últiples actividades cul­
turales en La H ab a n a p ara reforzar la centralidad d e la re ­
v o lu c io n a n el m arco de la OLAS se llevó a cabo el P rim er
E n cu e n tro In tern ac io n a l de la C anción de Protesta, en el
que p articip a ro n im p ortan tes cantautores latinoam ericanos.
Adem ás, el Salón d e Mayo del M useo de Arte M o d ern o de
F rancia trasladó su sede a La H ab an a en ju lio de 1967 luego
de la exposición en París.
C om o m encionam os en el capítulo an terio r, las situaciones
de Chile y U ruguay fu ero n consideradas u n a excepción en los
debates de la conferencia. El inform e inicial p la n tea b a q u e
“h ab lar hoy de la lu ch a g uerrillera en Chile o en U ruguay
es tan disparatado y absurdo com o n eg ar esta posibilidad en
V enezuela, Colom bia, Brasil, G uatem ala o P erú ”.181 Pero este
párrafo fue elim inado después del d ebate y las resoluciones
finales te n d ie ro n a afirm ar la inevitabiiidad de la lu ch a arm a­
da en todo el co n tin e n te .'V .
P aradójicam ente, los grupos conosureños más cercanos a
ia posición cub an a no tuvieron u n a participación oficial en
la O IA S . Las organizaciones arm adas, que en los próxim os
años se transform arían en los principales rep resen tan tes d e la
estrategia de lu ch a arm ada, n o integraron los com ités locales
en Chile y U ruguay. La delegación ch ilen a fue m o n o p o lizad a
p o r socialistas y com unistas, y el com ité uruguayo tam bién
estuvo integrado m ayoritartam ente p o r am bas fuerzas. En los
dos casos, los socialistas in te n ta ro n p ro p o n e r u n a com posi­
ción pluralista de los com ités nacionales de la OLAS y los co­
m unistas se opusieron a la in teg ració n de u n a diversidad de
nuevos grupos con perfiles m ás radicales que com enzaban a
e m erg er a m ediados de los sesenta.
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REVO LUCIO N ARIA 8 5

La discusión sobre la integración d e los com ités n aciona­


les tam bién se focalizó en el sentido de estos. M ientras los
socialistas y o tros grupos p ro p o n ían que, sin re n u n c ia r a su
in d e p en d e n cia política, los com ités nacionales d e la OLAS
se transform aran e n co m andos de lu c h a unificada contra e l
im perialism o -lu c h a cuya vanguardia deb ía ser C u b a -, los co­
m unistas d efe n d ían u n a versión más cercana a la tareas d e
solidaridad clásicas hacia C uba o los grupos revolucionarios
que luchaban en la re g ió n .182
La delegación a rg e n tin a estaba com puesta p o r m iem bros
de la izquierda p ero n ista y u n sector del socialismo. Los co­
m unistas argentinos, ios m ás firm es opositores a la creación
de la C on feren cia de la OLAS en la T rico n tin en ta l, habían
d ecidido no p articip ar. '
El M ovim iento Revolucionario' P eronista (MIp*) -lid e ra d o
p o r J o h n W illiam C ooke, q u ie n habló en rep resen tació n d e
la delegación a rg e n tin a - avanzó en la p rep aració n d el p rim er
grupo de la se g u n d a o leada de guerrillas argentinas que sur­
gieron en los tard ío s sesenta: las Fuerzas A rm adas Peronistas
en 1968. Esta decisión p are cía legitim ada p o r el líd e r del m o­
vim iento peronista, J u a n D om ingo P eró n , quien a to n o con el
clim a de la OLAS declaró en Marcha en septiem bre de 1967:
“U n revolucionario pacifista resulta, en estos m om entos, algo
así com o u n leó n v eg e ta ria n o ”.183A excepción del pero n ism o ,
los g rupos que en años siguientes ad q u iriero n protag o n ism o
en el desarrollo d e la lu ch a arm ada en ei Cono S ur no tu­
vieron la posibilidad de in te g ra r los com ités de la OLAS. El
PRT argentino, q u e luego se tran sfo rm aría en el ERP, solicitó
integrarse y n u n c a recibió respuesta.184 El MIR ch ilen o y los
tupam aros uruguayos, aún u n a in cip ien te organización, no
fueron invitados a in te g ra r los com ités nacionales.
De todos m odos, los que n o p u d ie ro n asistir a la confe­
rencia buscaron m an eras d e participar. El m ilitante del MIR
Miguel E nríquez estuvo e n La H abana d u ran te el p erío d o
de la co n fe re n cia .185 E n U ruguay un g ru p o de nuevas orga­
nizaciones, en tre ellas el M LNT, envió a través del p erio d ista
8 6 H A C ER I.A REVOLUCIÓ N

Carlos M aría G utiérrez u n a d eclaración especial p a ra ser leí­


da en la co n feren cia.18(1
T odos los partidos conosureños q u e p articip aro n en la
C onferencia de la OLAS d ijero n apoyar sus resoluciones,
p ero p aradójicam ente los q ue capitalizaron los resu ltad o s en
los; rie se s .¡siguien tes fu ero n los grupos que n o h a b ía n te n id o
participación oficial.
A u n q u ^ Jo s com unistas intentaron m inim izar ¡as d ife re n ­
cias con C uba y enfatizaron su activa solidaridad co n la revo­
lución, las divergencias suscitadas en la co n feren cia y m ag­
nificadas p o r la p ren sa de la nueva izquierda c o n o su re ñ a
resu ltaro n difíciles de o cu ltar.187 Estas divergencias tuvieron
un fu erte im pacto en los sectores atraídos p o r la p ro p u esta de
la Revolución cu b an a e intensificaron las escisiones d e n tro d e
las ju v en tu d es com unistas. ■
/ Los socialistas de la región apoyaron con fervor las reso lu ­
ciones de la OLAS. Sin em bargo, su práctica política in te r­
p elaba de m a n era tácita las definiciones de la co n fe re n cia
puesto que no p ensaban transform arse en organizaciones
clandestinas y apostaban a ocu p ar posiciones en el p a rla m e n ­
to. A unque apoyaron las resoluciones de la OLAS y su friero n
persecución en la A rgentina (coral). Chile y U ruguay co m o
consecuencia, su m odelo organizacional relacionado c o r r ía
práctica electoral tradicional no parecía la m ejor h e rra m ie n ta
para los tiem pos de “lu ch a arm ad a” que la O ÍA S an u n ciab a.
Los que m ejor supieron capitalizar las definiciones de la
conferencia fueron estos grupos que, aun en 1967, estaban en
incipiente desarrollo y p ro p o n ían e incitaban formas concretas
de lucha arm ada en cada uno de los países. Estos grupos, que
-co m o vimos en eí capítulo a n te rio r- pretendían co n stru ir u n a
estrategia que adecuara los planteos de la lucha arm ad a a las
condiciones conosureñas, tam bién tenían serias dudas sobre lo
o p o rtu n o de iniciar esas acciones. Las definiciones de la OLAS,
así com o las reacciones que suscitaron en los distintos escena­
rios nacionales, funcionaron com o incentivos p ara que estos
grupos avanzaran en u n a serie de ideas.
LOS LAZOS SU B JE T IV O S D E LA SO LID A RID A D REVO LU CIO N A RIA 8 7

En la A rgentina y Chile, dos grupos que se estaban ap artan d o


del trotskismo definieron su opción p o r la lucha arm a d a luego
de la OLAS. El PRT argentino y el MIR chileno expresaron la
transform ación d e ciertos sectores trotskistas h a d a alternativas
más iatinoam ericanistas que adm itían la creación d e nuevos
grupos fusionados con otras organizaciones políticas d e izquier­
da. El MIR chileno, au n q u e la gran m ayoría de sus prim eros di­
rigentes provenía del trotskismo, no tenía u n a definición explí­
cita y tam poco a d h e ría a la IV Internacional. El PRT, resultado
de un a alianza en tre el g rupo trotskista Palabra O b re ra (PO) de
Nahueí M oreno y u n p e q u e ñ o grupo del n o rte argen tin o llama­
do Frente Revolucionario Indoam ericano P opular (FRIP), d e
perfil nacionalista indoam ericanista y liderado p o r los herm a­
nos Santucho, m antuvo la adhesión a la, IV Internacional.
Com o es sabido, el cam bio que posibilitó este nuevo m ar­
co de alianzas y esta reco n cep tu alizació n de ia po lítica in te r­
nacional d en tro del trotskism o fue la Revolución cubana, a
la que todos estos grupos h ab ían expresado su firm e ad h e­
sión. P ero la relación era p ro b lem ática p o r dos aspectos: las
constantes sospechas de b urocratización y sovietízación de
la revolución que la p ren sa trotskista p ropagó en d iferen tes
m om entos del p roceso político cubano, y la visión crítica de
los cubanos acerca de las tradiciones insurreccionalistas q u e
descartaban la p e rtin e n c ia riel foco guerrillero ru ral. Las dis­
crepancias en to m o a las estrategias im pulsadas p o r el MIR de
H ugo Blanco en P erú y el MR 13 de Y ohn Sosa en G uatem ala
p usieron de m anifiesto esas diferencias.188 En el m a rc o de esa
tensión, algunos sectores d e n tro del PR T y el M IR se incli­
n aro n más d ecid id am en te hacia u n a posición p ro c u b a n a en
abierta oposición con la vieja dirigencia.
En el caso arg e n tin o , el nuevo golpe d e Estado p e rp e tra d o
en ju n io de 1966 alteró d e m an era radical las co n d icio n es
políticas. Esta vez los m ilitares p ro p u siero n un nu ev o tipo de
dictadura: la “revolución a rg e n tin a ”, q u e en consonancia con
el golpe de Brasil d e 1964 p ro p o n ía u n a tran sfo rm ació n de 1a
econom ía, la sociedad y la política. La apuesta ce n tral era u n a
88 H A CER LA REVOLUCIÓ N

m odernización d e tipo conservador q u e asegurara el creci­


m ien to a costas del ab an d o n o de políticas proteccionistas,' la
proscripción de los partidos políticos y un control a nivel cul­
tural que conllevó' la intervención de las universidades p a ra
“errad ic ar el m arxism o”.
. .f e r e s e con texto de proscripción de los partidos políticos de
izquierda, prom ulgación de leyes anticom unistas y q u em a de
libros en las universidades, la reacción de la d ictadura hacia la
C onferencia d e la OLAS era bastante previsible. Tras la confe­
rencia, O nganía lanzó u n a requisitoria policial solicitando la
cap tu ra de los participantes argentinos al evento.
En e n e ro de 1968 el PRT votó en su IV C ongreso el d o ­
cu m en to El único camino para, la toma del poder y el socialismo,
red a cta d o po r R. S antucho con la participación d e H elios
P rieto y Sergio P rada, texto, q u e iniciaría el cam ino p a ra co n ­
form ar u n a organización arm ad a.189 El d o cu m en to rep asab a
las diferentes tradiciones del m arxism o y p ro p o n ía u n a cu­
riosa síntesis en tre m aoísm o y trotskism o, ya que el prim ero-
había provisto los m ejores aportes p ara en ten d e r el m u n d o
co n tem p o rán e o p ero había sido incapaz de ofrecer estrate­
gias adecuadas p ara la revolución, m ientras que la reflexión
político-m ilitar del m aoísm o h abía ap o rtad o las claves p ara
im pulsar procesos revolucionarios. Esa síntesis se h ab ía co n ­
cretado en la R evolución cuban a a través de u n a n u eva co­
rriente: el castrism o. El docu m en to exigía ab a n d o n ar la acti­
tud am bigua que el p artid o h ab ía ten id o hacia esa co rrien te
y p ro p o n ía un com prom iso explícito del PRT hacia la estra­
tegia co n tin en tal e in tern acio n al que im pulsaba el castrism o.
H abía q u e re n u n c ia r a los debates cuyo paladín era N ah u el
M oreno (tradicional líder trotskista de esa organización) y
ex presar la in m ed iata voluntad de in teg rar la lucha arm a d a
a la estrategia co n tin en tal p ro p u g n ad a p o r el castrism o. El
d o cu m en to p la n tea b a que el d ebate acerca del foco ru ra l
había p erd id o vigencia y que los cubanos se m ostraban más
abiertos hacia otras estrategias que p lan tearan la fo rm ació n
de un ejército revolucionario y no dejaran esa tarea lib rad a
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD R EVO LUCIO N ARIA 8 g

jll espontaneísm o. d e las masas (espon taneísm o re fe ría a la


estrategia insurreccio nalista d efe n d id a p o r M o ren o ).190
En C hile surgió u n a nueva gen eració n dentro d el MIR en
oposición a la vieja cam ad a d e m ilitantes trotskistas q u e res­
p o n d ía con m étod os insurreccionales a los planteos guevaris-
tas. El III C ongreso del MIR radicalizó e n 1967, lu e g o de la
C onferencia de la O IA S , las tesis político-m ilitares sugeridas
en 1965 q u e p ro p o n ía n u n a lín e a de ru p tu ra con la tradición
estrictam ente insu rreccio n al; de este m o d o m arcó el inicio
de u n nuevo ciclo d e n tro d e la organización y su pasaje hacia
la cland estin id ad .191
Este viraje d e n tro del M IR se dio en u n m om en to peculiar
de la “revolución e n lib e rta d ” del gob iern o del d em ó crata
cristiano E d u ard o F rei M ontalva. En 1967. el reg reso de la
inflación - c o n sus efectos so b re los salarios y el gasto estatal
y el ralé n tam ien to d e la refo rm a agraria y de la po lítica de
nacionalizaciones™ g en e ró reacciones d e disconform idad. La
izquierda de la d em o cracia cristiana y el FRAP exigieron una
radicalizad ó n del p ro g ra m a d e reform as. Las organizaciones
sociales cercanas a la DC creadas en el cam po y en las periferias
u rb an as tam bién rad icalizaro n sus d em an d a s.19- El g obierno
resp o n d ió a esa conflictividad social con u n discurso con fro n ­
ta d o naí con la iz q u ierd a y co n el au m en to de la rep resió n
estatal a través de grupos especiales d e choque q u e fueron
creados d en tro del cu e rp o policial. El increm en to d e la acti­
vidad represiva c o n tra la m ovilización social generó u n a can­
tid ad in éd ita de asesinatos e n enfren tam ien to s callejeros.193
El d eb a te público e n to rn o al com ité local de la OLAS y las
definiciones de la co n fe re n cia fue u n o d e los m o m en to s en
q ue el g obiern o a d o p tó ese discurso confrontativo p a ra em i­
tir señales de polarización, ta n to hacia su propio su partido
com o hacia la izquierda. En agosto de 1967 la d irig en cia de la
D em ocracia C ristiana exp resó que:

n o se op o n e al fu n cio n a m ie n to de la OLAS en C hile.


í ... ] El PDC so stiene la vía dem ocrática com o el me-
90 HACER LA REVOLUCIÓ N

jo r cam ino para el desarrollo d e los pueblos en su


lu ch a c o n tra todo im perialism o y p o r superar el atra­
so, la explotación y la m iseria. A dm ite sin em b arg o ,
conform e a sus principios, q u e e n casos de g o b iern o s
q u e desconocen los derech o s fund am en tales de las
personas y del pueb lo sin dejar salida dem o crática
posible es legítim o d e fe n d e r esos derechos p o r la vía
d e te in surrección arm ada.

La declaración d esp ertó el interés internacional. El p erió d ico


The New York Times, voceros del d ep a rtam e n to de E stado d e los
Estados U nidos y de los gobiernos de Colom bia y V enezuela
cuestio n aro n la posición allí ex p resad a.194 Tras esas reaccio ­
nes, el p resid e n te Frei ad o p tó un a actitud b elig eran te h acia
los chilenos que h ab ían participado del evento y la m en tó no-
te n e r u n “m edio legal para co n d e n ar qu e en Chile se in stalen
instituciones com o OLAS, p ero m o ralm en te las c o n d e n o ”,195
En los días siguientes, el gob iern o inició un a q u erella p en al
co n tra el sen ad o r socialista Carlos A ltam irano p o r sus d ec la­
raciones de apoyo a la OLAS, que culm inó con su en carcela­
m iento, y creó un com ité p erm a n en te “antísubversivo” c o n ­
trolado p o r los m ilitares.19'’
Fue e n ese co n tex to de agitación social y polarización.:■■po­
lítica d o n d e eí MIR tuvo que d eb atir sus asuntos estratégicos.
Los do cu m en to s internos del d ebate d e 1967 no se han c o n ­
servado. Pero los textos-de ia. revista -Estrategia, y algunas n o tas
en Punto Final - q u e m arcaron ei inicio de las d iscusiones-, así
com o las m em orias de M iguel E nríquez y Luis Vítale sobre el
p erío d o , p erm iten aproxim arse a lo ocurrido allí.^7 M ientras
Vítale advertía sobre las desviaciones foquistas d e E n ríq u ez,
este describía el MIR com o “u n a bolsa de gatos’', co lm ad a de
grupos y fracciones en p erm a n en te disputa y sin “niveles o r­
gánicos m ínim os”, "aislados de las masas”, d o n d e n o h ab ía
“estrategia y m enos aún táctica” y d o n d e “no se in te n tó seria­
m en te realizar acciones arm adas, si-bien se hablaba de ellas
y ei m ovim iento se definía p o r la lucha arm ada”. ^ F ren te
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LID A RID A D REV O LU CIO N A RIA 9 L

a. estas im p u tacio n es, Vi tale señalaba q u e d u ra n te el p erío ­


do se habían d e b a tid o los do cu m en to s constitutivos del MIR,
entre ellos la d ec la ra ció n d e principios, el p ro g ra m a y las te­
sis in surreccionales y políticas de p en etració n en los sectores
sindicales y poblacionales. Las diferencias rad ic ab a n , en las
estrategias d efen d id as p o r am bos dirigentes. M ientras Vítale
se sen tía cercano a las prácticas insurreccionalistas vinculadas
a cierto sindicalism o radical asociado al trotskism o y ai an ar­
quism o, E nríquez sim patizaba con u n a vertiente p o ste rio r a
la Revolución cu b an a, vinculada al desarrollo d e u n a estruc­
tura arm ad a que p ro m o v iera la radicali.zación d e los sectores
populares. A m bos co m p artía n la crítica radical a los secto­
res reform istas de la iz q u ierd a p o r su d efensa de la “legalidad
b u rgu esa”, p ero los m éto d o s que p ro p o n ía n p ara desafiarla
eran rad icalm en te d ife re n te s.199 Ambas tend en cias h ab ían
convivido en el M IR desde su fund ació n en 1965. L a p rim e ra ,
rep resen tab a a sectores del sindicalism o que h a b ía n en tra d o
en la política en ios cincu en ta; la segunda, a secto res mayo-
ritariam ente estudiantiles q u e com enzaban a te n e r un peso
p re p o n d e ra n te e n las organizaciones radicales de izqu ierd a a
m ediados de esa década.
La figura c e n tra l del congreso de d iciem bre d e 1967 fue
Miguel E nríquez, u n estu d ia n te de 23 años de la U niversidad
de C oncepción, hijo de un se n ad o r del Partido R adical, quien
fue recibido con aplausos al llegar d e C uba ap e n as un d ía
después de iniciado el e n c u e n tro con u n a reform u lacio n d e
las tesis político-m ilitares redactadas e n 1965.
Las nuevas definiciones reflejaban el p en sam ien to del ala
izquierda del m ovim iento, re p re se n ta d a por un g ru p o de j ó ­
venes vinculados a las universidades d e C o n cep ció n y de
Santiago, que h a b ía te n id o u n crecim iento muy im p o rta n te
d en tro d e la organización a p artir de su trabajo c o n sectores
estudiantiles y d e la p o b la ció n p eriférica de la c iu d a d .200 C on
este cam bio, ei M IR ad q u irió u n a nueva o rien tació n , que p ro ­
ponía acelerar ei trabajo de. masas y a d e c u a r ai p a rtid o p ara
gen erar las co ndiciones necesarias p ara la lucha arm ad a. Las
92 H A C E R LA REVOLUCIÓ N

decisiones tom adas p o r el MIR en su III Congreso, realizado


cinco meses después de la C onferencia de la OLAS, tam b ién
lo orientaron, hacia la estrategia de lu ch a arm ad a p la n te a d a
p o r la conferencia.
C om o vimos en el capítulo an terio r, el MLNT h ab ía sido
creado e |i e n e ro de 1966. Sin em bargo, 1967 estuvo m a r­
cado p o r u n a fuerte in c ertid u m b re acerca del d estin o d el
m ovim iento d eb id o a la persecución policial y el pasaje a la
clandestinidad d e sus casi trein ta m iem bros. R ecién a fines
de 1967 reap areció públicam ente, e n un co n texto p articu la r
de polarización política m arcado p o r las m edidas a u to rita ­
rias del p resid e n te O scar Gestido, intensificadas luego d e su
m u e rte, o cu rrid a en diciem bre de 1967, p o r el vicep resid en te
jo r g e P acheco A reco al asum ir el P o d er Ejecutivo. El 9 d e oc­
tu b re, u n día después de la m u erte de Guevara, el g o b ie rn o ,
d ec retó inm ediatas m edidas de seguridad. H u b o m ás d e cu a­
trocientos detenidos, en su m ayoría vinculados ai m ovim ien-
to sindical, y se clausuraron varios periódicos de izquierda.
El objetivo de estas m edidas fue d ar u n a clara señ al al m ovi­
m ie n to sindical y a 1a oposiciém in te rn a d en tro del p artid o
g o b ern a n te, cuyos adalides se o p o n ían a re a n u d a r n eg o cia­
ciones con los organism os internacionales de crédito. Las
m edidas autoritarias contin u arían en los meses siguientes. El
12 d e diciem bre, apenas u n a sem ana después d e la m u e rte
de G estido, P acheco -d e c id id o a m arcar el rum bo au to ritario
q ue to m aría su g o b ie rn o y a to n o con las discusiones reg io n a­
les sobre la C onferencia de la OLAS- proscribió a u n a serie
d e grupos políticos de izquierda que habían ad h e rid o a las
definiciones de la OLAS y a los órganos de p ren sa Época y El
Sol, q u e los represen tab an . Fue u n a resolución in é d ita p ara la
política uruguaya. En opin ió n de algunos, ese nuevo co n tex to
contribuyó a definir el ru m b o de los tupam aros y a su creci­
m ien to explosivo d u ra n te 1968.201
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REVO LU CIO N A RIA 9 3

£m o r ir e n t i e r r a a j e n a o l a
’ CO N TIN EN TA LID A D DE LÁ R E V O LU CIÓ N .

A la. p a r de estos procesos en cada uno de los países, h ubo u n a


situación que in c o rp o ró nuevos elem entos a la dinám ica regio­
nal. Antes de su llegada a Bolivia, circuló una ola d e rum ores
sobre la presencia del C he o d e un g ru p o de delegados que
recorrían S udam érica en su nom bre en busca de apoyo p ara
su proyecto. Los tupam aros, todavía u n a organización peque­
ña;, discutieron la posibilidad de aban d o n ar la ju c h a arm ada
en U ruguay y trasladarse a Bolivia. M ilitantes uruguayos del
Movimiento Revolucionario O riental, u n pequeño g ru p o aliado
del P artido C om unista, tam bién recibieron en trenam ien to mili­
tar en C uba p ara luego com batir en Bolivia.202 C uando Guevara
com ienza su guerrilla, un sector del P artido Socialista chileno
crea un grupo llam ado Ejército de Líber-ación N acional (ELN),
y en la A rgentina tam bién se crea un grupo, en su m ayoría in­
tegrado p o r excom unistas q u e habían viajado a C u ba en 1967
para entrenarse y po n erse a! servicio de la guerrilla del Che.203
El objetivo de estos dos grupos era conform ar ia retag uard ia del
ELN boliviano, ju n to con la re d de apoyo im plem entada p o r
gente de confianza del Che en Chile v la A rgentina, tam bién
funcionaron otras relaciones políticas de la Revolución cubana
vinculadas a la izquierda tradicional. En Uruguay, los encarga­
dos de establecer los contactos fueron m iem bros o aliados del
Partido C om unista uruguayo; en Chile esa tarea, estuvo a cargo
del Partido Socialista. Y si bien los tupam aros fueron invitados
a participar en esta cam paña, los m iem bros del MIR y del PRT
no fu ero n invitados, seguram ente debido a las reticencias del
gobierno cubano hacia el trotskismo. Además, com o vimos en
el capítulo anterior, se p rep a ró u n foco m ilitar en Brasil de ma­
n era sim ultánea a la incursión d e Guevara en Bolivia..
En mayo de 1967, unos meses antes de la C onferencia de ia
OLAS, la guerrilla boliviana concitaba la atención d e los me­
dios cercanos a la nueva izquierda conosureña. U n o de los
motivos era la ca p tu ra de D ebray en Bolivia, ocurrida el 20 de
9 4 H A CER LA REVO LUCÍO N

a b ril ju n to con otros tres m iem bros del ELN. A p artir de ese
acontecim iento, un artículo publicado en Marcha y red actad o
p o r Garlos M aría G utiérrez estableció una co n tu n d en te co n e­
xión e n tre “¿Revolución en la revolución?” y el desarrollo d e la
guerrilla en Bolivia.
El m en cio n ad o periodista, que expresaba un p ro fu n d o res­
peto intelectual p o r Debray, presentaba la guerrilla com o la
aplicación práctica de sus postulados teóricos. Desde esta p ers­
pectiva, la guerrilla im plicaba u n salto cualitativo en relación
con las experiencias que los revolucionarios latinoam ericanos
venían ensayando desde en ero de 1959, Ese salto era el resul­
tado de u n trabajo de reflexión y sistematización realizado p o r
D ebray y los cubanos y cuyas consecuencias serían positivas fu e­
ra de to d a discusión. Esta guerrilla p ro m etía te n er larga vida
debido a que “p o r sus características de organización, p o r.su
alienación de los partidos políticos existentes, por la solidez de
su m a n ten im ien to y su efectividad en los encuentros librados
hasta ahora, ha sido evidentem ente estructurada, d en tro d e la
nueva teoría insurreccional”.204 Por últim o, G utiérrez expresa­
ba que la “elección del país, y luego de la zona, es la q u e corres­
p o n d e ai e sq u e m a g e n e ra l de ia tesis in su rrec c io n a l la tin o a ­
m ericana”, p o r lo que era bastante plausible que ios ru m o res
acerca de la presencia de Guevara en la región se confirm aran.
En Chile, la cercanía de la guerrilla boliviana im pactó to d a­
vía más. La revista Punto Final decía;

La g uerra revolucionaria ha dejado de ser u n asunto


lejano para los chilenos. Está en nuestras propias fron-'
teras, en Bolivia. Las guerrillas bolivianas com prom e­
ten en su acción a países vecinos com o la A rgentina,
Brasil, Paraguay y Perú. Así lo h an com prendido los
“gorilas” de esas naciones, que están no solo fortale­
ciendo sus efectivos militares en la zona, sino que, ade­
más, en el caso brasileño y argentino, p ro p o rcio n an
arm as y pertrechos al régim en m ilitar de La Paz.20r>
LOS LAZOS S U B JE T IV O S D E LA SO LID A R (DAT) R EV O LU C IO N A RIA 9 5

Las adhesiones concitadas p o r el e m p re n d im ie n to eran u n


elem ento im p o rta n te, ya q u e, corno lo expresaba G utiérrez,
esa cam paña m ilitar ten ía u n a preten sió n reg io nal cuyos a n ­
tecedentes se re m o n ta b a n a proyectos anteriores d e Guevara.
Ei foco guerrillero p re te n d ía expandirse desde Bolivia h a ­
cia otros países, com o lo d ejó en claro M anuel “B arb arro ja”
P iñeiro en los n o v en ta.206
Sin em bargo, la situación d e ía g u errilla boliviana era m u ­
cho m ás incierta de lo que ad m itía la p re n sa c e rcan a a la n u e ­
va izquierda. G uevara h ab ía llegado e n noviem bre d e 1967 a
Bolivia; a fín e s d e diciem bre, su grupo guerrillero estaba com ­
puesto de v einticuatro h o m b res, de los cuales solo nueve e ra n
bolivianos. En ese co n tex to Guevara se en fren tó al secretario
general del P artid o C om unista boliviano po r e l liderazgo.
C uando el Che exigió m a n te n e r el liderazgo m ilitar del g rupo,
el p artid o decidió re tira r su apoyo a la guerrilla. E n los meses
siguientes, la g u errilla com enzó a recib ir apoyos locales y en
m arzo em p ezaro n a caer algunos de los guerrilleros, quienes
confesaron la particip ació n d e cubanos. T am b ién fue detec­
tada la granja que fu n cio n a b a como sede de ios guerrilleros.
Todas estas noticias co n citaro n la atención de! ejército b o ­
liviano, de los estad o u n id en ses y cíe' las dictaduras brasileña
y argentina, que ofreciero n su apoyo en la bú sq u ed a de ios
guerrilleros. Ciro Bustos y Régis D ebray, los principales co n ­
tactos de la g u errilla guevarista, cayeron en abril. D ebray co n ­
fesó que G uevara se en c o n tra b a en Bolivia.m A p a rtir de ese
m om ento, ia b ú sq u e d a se intensificó y los m iem bros del ELN
p erd ie ro n tocia iniciativa y p refiriero n escapar a ser cap tu ra­
dos p o r el ejército.
El resultado final de la cam p añ a del C he fue u n com pleto
fracaso, m arcado p o r la im posibilidad d e establecer con tactos
con los sectores p o p u la re s en el área y p o r los conflictos con
el P artido C om unista boliviano. Tras casi u n año d e lucha, la
guerrilla fue d e rro ta d a y ia mayoría d e sus c u a re n ta y siete
m iem bros resultó asesinada. Cinco sobrevivientes lograron
escapar a través d e la fro n te ra chilena, d o n d e fu ero n captura­
.9 6 H A C E R LA REVO LUCIÓ N

dos. Gracias a u n a cam paña ele respaldo organizada p o r m ili­


tantes chilenos, el gob iern o aceptó entregarlos a C uba.2as'
E n tre el 10 y el I I de octu b re circuló la n o ticia d e q u e
G uevara h ab ía sido en c o n trad o y asesinado p o r los ran g ers
bolivianos. La im agen d e.su cadáver fue publicada en to d o s
los diariosí-del m u n d o . Las fotos eran de Freddy A lborta, u n
rec o n o cid o fotógraíó boliviano a qu ien se le h abía solicitado
que acu d iera a V allegrande p ara testim oniar la m u e rte d el
Che, Júb& ftz otorgó u n a in ten ció n clara a sus fotos:

Le dejaron los ojos abiertos con la intención de id e n ­


tificarlo, p ero a m i m e h a se ra d o p ara fotografiar no
a u n cadáver corrien te sino a u n a persona q u e p are­
cía viva,, y creo que no es la im presión m ía sino la d e .
m ijeha gente que lo h a co m parado con el cadáver de
u n Cristo.209 .

Las fotografías del torso desn u d o , acostado, con una; h e rid a


en el p ec h o señalada p o r u n o de los militares allí p rese n tes
y los ojos abiertos que lo hacían p are cer vivo, p ro p ic ia n o n
lecturas sim bólicas de su m u e rte qu é de in m ed iato fu e ro n
in te rp re tad a s p o r los sim patizantes de Guevara a lo largo y a n ­
cho del p la n eta .210 P or un la d o ,lo s ojos abiertos desafiaban la
intencicm principal de las fotos, que era dem o strar su m u e r­
te. P or otro, p rim a b an las com paraciones entre la m u e rte d e
G uevara y la d e jesú s. La h e rid a en el p echo señ alad a p o r el
m ilitar rec o rd a b a el episodio evangélico en que u n ap ó sto l
apoya los dedos sobre el p ec h o de Cristo, La disposición d el
cuerpo de G uevara y el aspecto de su rostro g u ard ab an algu­
nas coincidencias con represen tacio n es clásicas d e la m u e rte
de je sú s, com o la p in tu ra de A ndrea M antegna, Lamentación
sobre Cristo muerto.ta
La in te rp re ta c ió n de las fotos anticipó la lectura em o cio n al
que suscitó la m u e rte de G uevara en tre ios grupos conosu-
reños. Su m u e rte n o fue en ten d id a com o un fracaso d e su
estrategia continental, sino com o u n a posibilidad para las op-
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REV O LU CIO N A RIA 9 7

sd o n e s que G uevara h ab ía d efendido. G om o él m ism o h ab ía


anticipado en su Mensaje a la Tricontinental, a h o ra devenido
en u n a suerte d e te sta m en to político:

E n cu alq u ier lu g a r q u é nos so rp re n d a la m u e rte,


bienvenida sea, siem p re que ese, n u estro g rito de
g u erra, haya llegado h asta un o íd o receptivo, y otra
m a n o se tie n d a p a ra e m p u ñ a r nuestras armas, y otros
h om bres se a p re sten a e n to n a r los cantos luctuosos
con tableteo d e am etralladoras y nuevos g ritos de
g u e rra y de victoria.

. Para v encer la m u e rte de Guevara, e ra im prescindible co n ­


tinu ar su lucha. G uevara n o estaba m u e rto si o tro s seguían
adelante. No obstan te, su m u e rte no pasó inadvertida para.sus
seguidores. A un q u e el final de G uevara era previsible dados
los riesgos que h a b ía o p ta d o asumir, su m uerte en fre n ta b a a
sus seguidores con la realid ad de los peligros qu e im plicaba
el com prom iso revolucionario. Si bien en otras regiones de
A m érica Latina esto resultaba p o r dem ás evidente, en 1967 no
lo era tan to p ara los m ilitantes conosureños. H asta ese m o­
m en to ; e n n in g ú n país del C o n o Sur la represión política, ha­
bía sido tan salvaje co n tra estos incipientes grupos guerrilleros.
A u nq ue d e n tro d e los g ru p o s conosureños se ad m itía n los
erro res d e la estrateg ia guevarista y la m u e rte del C h e reforza­
b a la n ecesidad de b uscar cam inos diferentes al fo co rural, en
eí d eb a te público su m u e rte se explicaba por el aislam iento
que o tro s p artidos bolivianos d e izquierda - e n p articu la r el
P artido C om unista b o liv ian o - habían im puesto a la guerrilla
del ELN y p o r la p articip a ció n de la CIA. y los ran g e rs en las
actividades del ejército boliviano.
Pero, ju n to con la lectura política de la m uerte d e Guevara,
tam bién existió lo q u e llam arem os una lectura sentim ental de su
deceso. Múltiples testim onios'de historia oral dan cu e n ta del im­
pacto em ocional qu e tuvo en las trayectorias políticas d e militan­
tes de los sesenta.-12 Esta lectura sentim ental no estaba disociada
U-H H A C E R L A REVOLUCIÓ N

y tam poco implicó u n a contradicción con lo político. Las revis­


tas que nom bram os en el capítulo 1 incluyeron poem as sobre la
m uerte deí Che en sus núm eros de octubre y noviem bre, textos
que dan cuenta de la explosión de sentimientos que desató.
M ientras los debates sobre la estrategia política estuvieron
m a rc ad o sp o r un lenguaje n eu tro y en m uchos casos “técn ico ”,
que defendía el recurso a la violencia com o u n p ro b lem a racio­
nal, no relacionado con u n a sentim entalidad o u n a subjetividad
ro m án tica sino con u n a realidad objetiva que solo p o d ría trans­
form arse a través de prácticas ilegales que im plicaban arriesgar
la propia vida, la poesía perm itió expresar otros acercam ientos
al problem a de la revolución, el sacrificio, la m u erte y la violen­
cia. Potenció u n a subjetividad que enfatizaba el valor ético d el
sacrificio en oposición al confort ofrecido por la sociedad de
consum o y colocó a la violencia en u n lugar em ancipador.
Los historiadores no estam os-m uy acostum brados a tra b a ­
ja r con la poesía com o fu en te histórica. La literalid ad co n la
que tendem os a usar las fuentes es o p u esta a la polisem ia del
lenguaje poético. En este sentido, m e lim itaré a tran sc rib ir
dos poem as y con sid erar ciertas ideas que creo en tre v er en
ellos au n cu ando adm itan otras lecturas. He seleccionado dos
textos publicados en diferentes revistas que expresan algunas
de las em ociones y percepcion es de quienes se sin tiero n afec­
tados p o r la m u erte del C he en aquel m om ento.
‘C h e”, del argentino Julio Huasi, publicado prim ero en Punto
Final y luego en Cristianismo y Ramlución, expresa un a im presio­
nan te variedad de im ágenes que evidencian la vitalidad d e u n a
figura mítica, que no parece haberse perturbado p o r su destino
trágico.213 Este universo va desde lo cósmico hasta lo cotidiano,
pasando p o r lo biológico, y utiliza un lenguaje en tensión p e r­
m anente para atribuir u n tipo de religiosidad cercana al cato-
li osm io, con alusiones constantes a jesú s y al Padre N uestro, a
un personaje iconoclasta com o lo fue el Che. “No la paz sino la
dulce guerra popular' sea contigo”. Los ojos del Che com o “lám ­
paras en cada choza ham brien ta’', su corazón que latirá en cada
n iño que nazca y en cada parturienta. En los últim os versos se
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REV O LU CIO N A RIA g g

hace visible esta tensión e n tre la ru p tu ra que expresa su figura


y el in tento de establecer u n lenguaje sagrado de nuevo cuño.

P adre n u estro que estás en la guerra,


G loria a A m érica p o r h a b e rte p arido.
D esde la m a te ria seguirás d isparando,
am o r o m u e rte, E rn esto , vela p o r nosotros,
am o r o m u e rte, Che, vengarem os tu am or,
am o r o m u e rte, en a m o ra d o p erp e tu o ,
no has caído, solo apareciste para siem pre
p ara c o m an d a m o s d esd e siem pre a la victoria
p o r los siglos y los siglos d e n uestra A m érica, así sea
contigo vencerem os.

A lo largo del p o em a, varias im ágenes rem iten a la m ateriali­


dad de la violencia: huesos, sangre, “cuervos y p alom as ya d is-.
p u tan tu carn e”, balas. P ero esa crudeza cOn la q u e el p o eta
describe la violencia está siem p re asociada con figuras oximo-
rónicas com o “d u lce g u e rra p o p u la r” o “caricias d e pólvora”.
Este dispositivo re sp o n d e a u n a intersección en tre dos len g u a­
jes juveniles que e n aquel p e río d o circulaban en el C ono Sur.
El lenguaje del am o r, v inculado a sectores de la c o n tra c u ltu ra
estadounidense, y el de la violencia revolucionaria latin o am e­
ricana. En H uasi, el C he co n d e n sa am bas perspectivas:

Ya no dabas m ás de am or, tu am or quem ó la historia,


con testículos de oro ¿uñaste furiosam ente la liberación,
le diste a Am érica tu am o r de fuego, caricias de pólvora,
tu ardiente beso arm ado la despertó en la n o che, [...]

Sin em bargo, el a m o r del C he tam bién te n ía sus lim itaciones,


pautadas por las d em an d a s d e la lu ch a revolucionaria:

L loré con m is huesos h u n d id o s e n A m érica


no quise que m e vieras p o rq u e m e fusilarías,
el Che no q u ie re lágrim as, urge balas concretas,
IOO H A C ER LA REVOLUCIÓ N

el llan to en tu n o m b re és u n a g ran traición, [...]

Por últim o, su m u e rte im plicaba no u n a derrota, sino el in icio


del triunfo:

N adieT lore ni rece, tu testam entó esm eralda


d eja tu gran fusil p ara q u e lu ch en con él,
no inclinen las banderas, álcenlas más que nunca,
q u e riadie p ro n u n c ie tu n o m b re en vano;
solo los asesinos que se p o n g an d e luto,
p o r su p ro p ia m u erte in d u d ab le y bien m uerta,
E rnesto, irás con nosotros a sus funerales,
irem os con radiantes cirios con gatillos absolutos,
Jesús baja de la cruz, se term inó el calvario.
T o m a el fusil Cam ilo, deja los clavos y dispara,
se acabé) la era de la seg u n d a mejilla.

Por su parte, en su p o em a “C onsternados, rab io so s”


-p u b lic a d o p rim e ro en Punto Final y luego en Uruguay™ el
uruguayo M ario B enedetti indaga en las sensaciones a n te
la m u e rte del Che, “au n q u e esta sea u n o de los absurdos
previsibles”.214 Lo que atraviesa gran p a rte del p oem a es u n a
sensación de vergüenza y culpabilidad.

vergüenza te n e r frío /
y arrim arse a la estufa com o siem pre
te n e r h am b re y com er
esa cosa tan sim ple
ab rir el tocadiscos y escuchar en silencio
sobre todo si es u n cu arteto de Mazarí.

da vergüenza el confort
y el asm a d a vergüenza
cu an d o tu co m an d a n te está cayendo am etrallado fa­
buloso nítido
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD REVOLUCIO N ARIA i0 1

eres n u estra co n c ie n cia acribillada

Ambos sentim ientos están asociados al confort que la sociedad


de consum o ofrece a los sectores medios. La estufa, el tocadis­
cos, u n cuarteto d e M ozart representan los. objetos q u e nos atan
al confort en el m ism o m o m en to que Guevara ofrece su vida.
En los últim os versos vuelve a plantearse esa ten sió n en tre
lo religioso y la b ú sq u e d a d e otros absolutos ante la m uerte.

d o n d e estés
sí es que estás
si estás lleg an d o
será u n a p e n a q ue n o exista Dios

p e ro h ab rá otros
; claro que h a b rá otros
dignos de recib irte co m an d an re.

Estos dos poem as co n d e n sa n algunos d e los principales senti­


m ientos que circu laron e n tre quienes habían estado atentos a
la ex periencia d e G uevara en Bolivia. La culpa, la fascinación
con la violencia com o p ráctica em ancipadora, la sensación
de estar viviendo u n a nueva época histórica, 1a lealtad al Che
y la búsqueda d e u n a subjetividad trascendental alternativa
a la religiosa, E n alg u n a m ed id a, la le ctu ra de estos poem as
guarda ciertas coincidencias con la noció n de estru ctu ra de
sentim ientos p la n tea d a p o r Raym ond Williams, ya q u e refiere
a u n a iden tid ad g eneracional en su m o d o d e'e x p re sar creen­
cias, valores y em ociones, q u e an teceden a la política a través
del arte, y que aú n n o logra form alizar en el cam po d e la polí­
tica.215 Estos sentim ientos, asociados a los inform es q u e expli­
caban la m uerte d el C he p o r la traición del Partido C om unista
boliviano y los sectores reform istas, hiciero n que los jóvenes
que se sentían convocados p o r el discurso de la izq uierd a se
acercaran a las p ro pu estas de la nueva izquierda. Si bien esta
aún no-p o d ía articu lar su p ro p u esta a través de la resignifica­
102 H A CER LA REVO LUCIÓ N

ción la m u erte d e G uevara en clave d e futuro, establecía u n a


alternativa a los m étodos tradicionales de la izquierda.
N o obstante ello, varios m edios conservadores se anticipa­
ron a pred ecir la decadencia de la nueva izquierda y advir­
tieron: “La m u e rte de E rnesto Guevara hace d esap arecer el
m ito de ia eficacia de su acción y constituye u n sím bolo de
la infecu n d id ad dolorosa del em pleo de la fuerza co n tra el
d e re c h o ”.216 O tros analistas más atentos percibieron q u e su
m u e rté 1Significaba u n nuevo com ienzo. El joven abo g ad o
M ariano G rondona, asesor de la dictadura m ilitar de O nganía,
escribía en la más p o p u la r revista arg en tin a u n a co lum na titu ­
lada “Los h ere d ero s de M arx”. En ella se describía a G uevara
y D ebray com o la “espada” y la “p lu m a” de Castro q u e h ab ían
conocido el fin de su ca rre ra en “las selvas de Bolivia”. L uego
de repasar las diferentes vertientes del marxismo hasta llegar a
Mao, G ro n d o n a reconocía en Debray y Guevara u n a co n tin u i­
dad con el p ensam iento de M arx “en la pretensión de d arle a
la frustración de los postergados u n canal racional y u n p ro ­
gram a de acciém”. Y culm inaba su análisis con la adm o n ició n

El m undo de hoy no enfren ta ya la disconform idad de


los obreros industriales en el seno de cada sociedad eu­
ropea, sino la desesperanza de casi todas las naciones
q ue cubren las zonas tórridas y austral de la tierra. Los
líderes revolucionarios de estos pueblos, aquellos que
han perdido la confianza en la posibilidad de u n a re­
form a pacífica, no cuen tan aún con un Marx propio, y
p o r eso acuden al viejo arsenal de ideas de quien, hace-
más de cien años, form uló la doctrina de otro resen­
tim iento. Esta adaptación no se logra sin crecientes
deform aciones, pero si la desigualdad entre el m u n d o
desarrollado y el m u n d o subdesarrollado continúa en
vertiginoso aum ento, nuevos com batientes y nuevos
pensadores, que aú n no conocem os, agitarán a la hu­
m anidad con u n largo perío d o de conflictos y violen­
cia. La m uerte de G uevara y la prisión de Debray no
LOS LAZOS SU B JE T IV O S DE LA SO LIDARIDAD R EVO LUCIO N ARIA I 03

indican, en este sentido, el fin de Lina, situación revolu­


cionaria: son, m ás bien, sus prim eras señales.217

G rondona estaba en lo cierto. La difusión de El diario del Che en


Bolivia ilustra de m a n era p u n tu a l y gráfica cóm o su m uerte se
transform ó en u n nuevo com ienzo. En m arzo de 1968, m ien­
tras los m ilitares bolivianos evaluaban la posibilidad d e vender
El diario a editoriales estadounidenses o británicas, el m inistro
boliviano A ntonio A rguedas decidió hacérselo llegar en secre­
to al gobierno cubano. En m arzo de 1968, A rguedas enrió a un
amigo con El diario a Chile. U n a vez allí, el texto fue en tregado
en la sede de la revista Punto Final, que a su vez lo hizo llegar al
gobierno de Cuba. El gesto de A rguedas generó u n escándalo
de tal m agnitud que lo obligó a pedir asilo político e n Chile.218
En julio d e ‘1968, El diario fue publicado casi sim ultáneam ente
a lo largo y ancho del m u n d o . El gobierno cubano otorgó los
perm isos de edición a Punto Final para el Cono S ur.219
Lo que El diario del Che en Bolivia contaba era u n a compleja
peripecia m arcada p o r el gradual aislamiento político y social
de la guerrilla a lo largo del año en que se había intentado la
campaña. A fines de septiem bre de 1967, Guevara expresaba su
preocupación p o r la d u ra situación que enfrentaba el grupo. En
agosto y junio, eí avance del ejército sobre la zona los había for­
zado a aislarse de sus contactos con la d u d a d y había frustrado la
posibilidad de desarrollar' trabajo político con los cam pesinos de
la zona. A fines d e septiem bre, se agregó otro factor: ¿‘E.Í ejército
está m ostrando más efectividad en su acción y la m asa campesi­
na no nos ayuda en nada y se convierten en delatores".-20
A unque el te x to p o d ía leerse corno la constatación de la
derrota, fue resignificado e n clave épica. C om o el p ro p io
G uevara había expresado e n su Mensaje a la Tricontinenkd, su
m uerte era apenas u n evento en u n a trayectoria inás larga y
com partida p o r el c o n ju n to d e los revolucionarios que d e­
bían co n tin u ar su lu c h a.22J
• En un marco de creciente polarización local, el conflicto en­
tre la OEA y la OLAS resignificó el com ponente local en una
10 4 HACER l a r e v o l u c ió n

serie de sentidos continentales. Para algunos sectores de la iz­


quierda, había que continentalizar la revolución. Para los sec­
tores gubernam entales, se trataba de u n a am enaza subversiva
m anipulada desde Cuba que era necesario co n ten er incluso
con m edidas contrarias a la libertad expresión y asociación en
países dem ocráticos com o Chile y Uruguay.
La cam paña de G uevara en Bolivia in co rp o ró nuevos ele­
m entos a esta lectu ra política d e continentalizar la revolución.
P or un ia do. las grandes expectativas en to rn o a su cap acid ad
m ilitar y política en ese país p o ten ciaro n el accionar y la b ú s­
q ued a d e en cu en tro s de estos grupos en esa región. P o r o tro ,
la lectura em ocional de la m u erte d e Guevara co n trib u y ó a
fo m en tar la lucha arm ad a en tre los m ilitantes co n o su reñ o s. :
La OLAS no cum plió con las expectativas, ni tam poco co n
los m iedos que despertó entre los amigos y los enem igos de la
Revolución cubana. U na vez finalizada la conferencia, la'revo­
lución no se continentalizó y las guerrillas, a cuya co n tin u id a d
habían apostado los cubanos, no prosperaron. Sin em bargo, la
OLAS y la m uerte de G uevara en Bolivia tuvieron u n resultado
que en su m om ento pasó inadvertido. Siete años después Régis
Debray, lo describió así:

OLAS apareció en el m om ento en que el centro de gra­


vedad de la lucha revolucionaria pasaba del norte al sur,
de la zona del Caribe (Guatemala, Venezuela, Santo
D omingo, Colombia) al “Cono Sur,: (Chile, A rgentina,
U ruguay): expresaba las tendencias de aquel pasado a
la. vez que im prim ía su m arca sobre las tendencias del
futuro. Geográfica e históricam ente, Bolivia sirvió de
nexo entre las dos épocas y las dos regiones, fue la vía
de paso del influjo revolucionario.2-2

La revolución se había movido desde países con poco desarrollo


socioeconómico y marcados p o r la presencia del m u n d o rural
hasta países más m odernos y con mayor desarrollo de los secto­
res m edios urbanos en el contexto latinoamericano.
3»Dependencia o lucha armada
Intelectuales y militantes .' ':
conosureños cuestionan el camino
legal al socialismo. Santiago de
Chile 1^70-1973^.

En septiem bre de 1970, Salvador A llende triu n fó en


las elecciones p residenciales chilenas con. una p ro p u esta de
transición pacífica al socialism o. Así se inició un ex p e rim en to
político que, p o r su originalidad, concitó la aten ció n in tern a­
cional. El proyecto p o lític o 'd e U nidad Popular (U P) impli-
■caba conjugar lo m e jo r de los dos m undos de la G u e rra Fría:
p ro p o n ía alcanzar el socialism o a través de la d em o cracia li­
beral, Más allá d e las evidentes diferencias con la R evolución
cubana, este p roceso fue concebido com o un nuevo paso en
el cam ino hacia la liberación latinoam ericana. U n a de las p o ­
sibilidades habilitadas p o r la victoria electoral de ia UP fue
p roveer refugio a n um erosos m ilitantes d e la región. D urante
las prim eras sem anas de su presidencia, A llende garantizó
asilo político a diecisiete bolivianos, siete brasileños, nueve
uruguayos y doce m exicanos.223
Más allá de que Chile co n tab a con u n a larga tradición de
asilo político en el contexto latinoam ericano, d u ra n te este
p erío d o el n ú m e ro d e refugiados au m en tó de m a n e ra n o ta­
ble, deb id o a que m uchas organizaciones de izq u ierd a de la
región veían el país com o un refugio ideal para escap ar de
la persecución de q u e era n objeto. P o r lo general, no eran
recibidos m e d ian te u n p ro ced im ien to oficial; el g o b iern o
desconocía su arribo, que se concretaba gracias al apoyo de
organizaciones de izquierda chilenas, en algunos casos inclu­
so co n tra la volun tad del presidente.
Esta situación dio o rigen a problem as in tern acio n ales para
el gob ierno de A llende, q u ien debió esforzarse p o r m a n te n e r
I 06 H A CER LA REVOLUCIÓ N

u n delicado equilibrio en tre los principios d e la solidaridad


co n tin en tal d efen d id a p o r la O rganización L atin o am erican a
de S olidaridad (OLAS) - d e la que h ab ía sido v icep resid en te-
y las b u en as relaciones con los países vecinos, en su m ayoría
g o b ern ad o s p o r dictaduras de derecha. T o d o d en tro del m a r­
co d e una política exterio r pluralista, que buscaba im p u lsar
el latinoam ericanism o más de allá de las posturas ideológicas
y p re te n d ía ubicar el sur global en u n lugar especial en ios
asuntos: internacionales.
E n este contexto, num erosos m ilitantes de la izq u ierd a ar­
m ad a co n o su re ñ a com enzaron a reu n irse p ara d eb atir tem as
com u n es y co o rd in a r acciones políticas y m ilitares en C hile.
T am b ién h u b o m uchos académ icos refugiados con ectad o s
con esas experiencias políticas: fu ero n ellos q u ien es d e­
sarro llaro n la línea más radical d en tro de la llam ada “te o ría
d e la d e p e n d e n c ia ”. A través del seguim iento d e sus ex p e­
riencias de intercam bio, inten taré m ostrar cóm o contribuye-
ro n a fo rtalecer y dar nuevos significados políticos a u n a re d
transnaciona] de m ilitantes políticos vinculados a d iferen tes
organizaciones de la nueva izquierda argentina, brasileña, bo­
liviana. chilena y uruguaya, ya en form ación desde m ediados
de los sesenta.

a r g e n t in o s , u r u g u a y o s , b r a s il e ñ o s

y B O L IV IA N O S EN E L C H IL E BE ALLENDE

T ras el golpe de Estado de 1964 en Brasil, m ilitantes y acad é­


m icos perseguidos p o r la dictadura en co n traro n refugio en
C hile. Al com ienzo, se tratab a de un grupo reducido: com o
vim os e n el capítulo 1, la mayoría de los prim eros exiliados
se estableció en M ontevideo.224 Sin em bargo, cu an d o la dic­
ta d u ra brasileñ a in tro d u jo políticas más autoritarias con el
A cto In stitucional n° 5 y en U ruguay com enzaron a g en e ra­
lizarse las m edidas represivas duran te el gobierno de jo r g e
D EPEN DEN CIA O LUCHA ARM ADA 10 7

P acheco A reco, u n a seg u n d a ola de exiliados buscó refugio


en Santiago.
Estos exiliados estaban en su mayoría conectados con las
alred ed o r de veinte organizaciones guerrilleras q u e se habían
vuelto visibles a p a rtir de 1968. P re d o m in a n tem e n te urbanos,
d efendían la g u e rra de guerrillas com o cam ino p a ra d erro ­
tar a la dictadura y d en u n c ia b an el fracaso de la izquierda y
los partidos nacionalistas en d eten e r el avance del autoritaris­
m o.225 Los m iem bro s de estos grupos h ab ían sido reclutados
en el m ovim iento estudiantil y, en m e n o r m edida, en tre los
m ilitantes del m ovim iento obrero. U n núm ero im p o rta n te
buscó agru p ar a las diversas organizaciones, que e n su ma­
yoría co m partían u n a visión com ún so b re la izq u ierd a y 1a
estrategia política a seguir. En esencia, in te n ta b an conciliar
la orto d o x ia de la g u errilla ru ra l guevarista con las nuevas tác­
ticas de la guerrilla u rb a n a .226
T odas estas organizaciones tenían el objetivo d e construir
u n m ovim iento g u errille ro rural, pero p ara alcanzarlo necesi­
taban cum plir u n a etap a previa: construir recursos h u m a n o s
y m ateriales en las ciudades. Así, utilizaron expropiaciones y
secuestros para p re sio n a r al gobierno y forzarlo a lib e rar pri­
sioneros políticos. 1969 fue el añ o de la ‘In m ersió n gen eral en
la lucha arm ad a”, que se ex ten d ió hasta 1970.227 A u n q u e cier­
tas acciones p are cía n exitosas, la efectividad de la rep resió n
con su uso sistem ático de la tortura co ndujo a que, en 1972,
la m ayor parte d e las organizaciones acabaran derrotadas. El '
desarrollo de la g u errilla ru ral p o r estos grupos n u n ca llegó
a concretarse. La ú n ica excepción fue la llam ada G uerrilha
do A raguaia, in te g ra d a p o r m iem bros del Partido C om unista
do Brasil y. en m e n o r m edida, por m ilitantes católicos pro­
venientes de A cción P o p u lar (AP). Estos se h ab ían opuesto
a la guerrilla u rb a n a y h ab ían enviado m ilitantes a la zona de
A raguaia, en el estado de P ará, con el propósito d e iniciar
una guerrilla rural que logró sobrevivir hasta 1974.
M uchos de estos m ilitantes buscaron refugio O
en C hile,Tdon-
de en 1973 ya existía una com unidad de alre d e d o r de mil
IOS H ACER LA REVOLUCIÓN

doscientos exiliados brasileños.228 A lgunos en tra ro n de m a­


n era directa, otros pid iero n asilo legal. E ntre 1969 y 1971, los
em beyadores suizo, estadou n id en se y b ritánico fu ero n secues­
trados p o r la guerrilla brasileña e intercam biados p o r la libe­
ración de ciento veinticinco prisioneros, que fu ero n enviados
directam en te a C hile.229 Estos secuestros in sp iraro n acciones
sim ilares en tre otros grupos de L atinoam érica.230
De acu erd o con los testim onios de varios exiliados, la
experiencia vivida en Chile cam bió el m odo én q u e los b ra ­
sileños percibían A m érica Latina. Según José M aría Rabelo,
esto les gen eró “u n a sensación de m ucha h u m ild ad ”, ya que
conocieron la larga tradición revolucionaria d e la A m érica
hispana y

todo el universo de los héroes latinoam ericanos: los


Guevara, A llende, Bolívar, Camilo Torres, Artigas,
T upac A m aru, grandes lideras de la p rim era y la se­
g unda independencias; no son m uchos los n o m b res
brasileños que p u ed e n incluirse. [...] En el fondo,
lo que para nosotros era la inestabilidad latin o am e­
ricana era precisam ente el resultado del m ayor nivel
de desarrollo de las luchas políticas. En g ran parte,
eso explica la convulsionada h istoria de esos pueblos
que, tal vez más que nosotros,„n u n ca acep taro n pasi­
vam ente la dom inación de los distintos intereses que
se instalaron en nuestro co n tin en te para explotarnos
y em p o b recem o s.2SÍ

El im pacto de la experiencia chilena tam bién se d ebía a la


participación social que g en erab a el proceso político d e la
LTP. En palabras de Mari jane V. Lisboa, Chile era “u n lab o ra­
torio de m arxism o” d o n d e “todo era nuevo y yo q u ería vivir
todo aquello”.232
D u ran te ese perío d o , los exiliados no vivieron su p erm a­
n en c ia en el exterior pasivam ente, sino com o u n m o m e n to
más en la lucha im pulsada p o r sus organizaciones de per-
D EPEN D EN CIA O LUCHA ARM ADA i 09

tenencia. U na d e las actividades centrales del exilio organi­


zado fue d e n u n c ia r lo q u e o curría en-Brasil. El C om ité de
D e n u n c ia da R epressáo no Brasil publicó entre 1969 y 1973
en Argelia, Francia-e Italia, y luego en Chile, el b o le tín Frente
Brasileño de Informaciones, q u e funcionó com o u n a agencia d e
noticias que buscaba co n tra rrestar la inform ación digitada
por el régim en d e n tro de Brasil y d e n u n c ia r en el ex terio r las
violaciones a los d ere ch o s hum anos com etidas p o r los milita­
res que habían to m a d o el p o d er. En Chile, ese co m ité surgió
por iniciativa de algunos m ilitantes vinculados a AP, com o
H erb ert de S o u zay jo sé Serra, p ero luego se su m aro n m ilitan­
tes de otras organizaciones.233
A dem ás de d e n u n c ia r las violaciones de los d ere ch o s h u ­
manos com etidas p o r la dictadura, ciertos sectores del exilio
brasileño in te n ta ro n m a n te n e r vivo el proyecto revolucio­
nario. Denisse R o llenberg sostiene que u n a m in o ría llegó a
alentar que se co m etieran robos en C hile para m a n te n e r y
apoyar la infraestru ctu ra m ilitar. A lgunos de ellos term in aro n
en la cárcel d u ra n te eí g o b ie rn o de UP y luego d e n u n c ia ro n
h aber sido to rtu rad o s p o r u n funcionario policial vinculado
al P artido C om unista chileno."34 O tros, conscientes de que
tarde o tem p ran o re to rn a ría n a Brasil, se insertaro n en los
sectores obreros p a ra co n fraternizar con ese m u n d o ideali­
zado. Estas prácticas estaban a tono con la idea d e proletari­
za c ion que varias organizaciones conosureñas d efe n d ían en
aquel m o m e n to .235
Para la mayoría d e los m ilitantes, el exilio fue u n a o p o rtu ­
nidad p ara reflex io n ar acerca del progresivo aislam iento que
las organizaciones d e la izquierda arm a d a ex perim en tab an
en Brasil.236 Esa reflexión e n c o n tró su vía de expresió n en las
revistas: en Chile lleg aro n a publicarse diez diferentes, todas
ellas editadas p o r m ilitantes chilenos,237 e n tre otras Resistencia,
Campanha y Debate. '7
Los tem as más re c u rre n te s eran el riesgo de aislam iento
causado p o r las “desviaciones m ilitares” y la n ecesidad de fun­
d ar un partido qu e tuviera u n firm e com prom iso ideológico
l i o H ACER LA REVOLUCIÓN

con e] m arxism o-leninism o. Estos debates y reflexiones estu ­


vieron vinculados a intercam bios co n otras organizaciones
latinoam ericanas. A m odo d e ejem plo de esta voluntad d e
diálogo, la revista Debate -p u b lic ad a en París, en feb rero de
1970, y reeditada en Santiago, en ju n io de 1972, bajo él n o m ­
bre Teoría y Práctica- estaba escrita en español p ara llegar a u n
público más am plio que trascendiera al brasileño.23-
Chile era un territo rio muy fam iliar p ara el ELN bolivia­
no. D esd e los tiem pos del Che Guevara, algunos: m ilitantes
chilenos vinculados fu n dam en talm en te al P artido Socialista,
-c o m o Beatriz A llende, Elm o Catalán y A m oldo C a m ú - cons­
tituían una de las principales retaguardias del accio n ar d el
ELN. Además de gestionar el envío de recursos a la g u errilla
boliviana, u n a vez finalizadas las cam pañas m ilitares in te n ta ­
ron asegurar la fuga de los com batientes a través de territo rio
chileno. D urante la etapa de reorganización del ELN en 1968
y 1969, luego de la prim era d erro ta sufrida p o r G uevara, los
m ilitantes chilenos tam bién cum plieron u n papel central. Inti
Peredo, designado para secundar al Che, se refugió en Chile
y desde allí planeó la reorganización del ELN, a l que-se-unie­
ron num erosos m ilitantes chilenos. El periodista de .Puntó
Final Elmo Catalán se sum ó a un grupo que viajó a Bolivia y
llegó a ser u no de los más im portantes dirigentes del EL N .239
El rol de G uevara en la fundación del ELN le im prim ió u n
carácter m arcadam ente intem acionalista. De ios sesenta y sie­
te participantes en la cam paña de T eo p o n te, siete fu ero n chi­
lenos; dos, argentinos; uno, brasileño; uno, p eru an o , y uno,
colom biano. P or otra parte, tres de los sobrevivientes q u e lle­
garon a Chile eran chilenos. Esa dim ensión in tem acio n alista
que Guevara le im prim ió al ELN tam bién im pacto fu era de
Chile: su reorganización contó con apoyos im p o rtan tes de.
otros países de la región. Tras u n contacto in term ed iad o p or
u n periodista de P rensa Latina, el M ovimiento de L iberación
N acional T upam aros (MLNT) ofreció al ELN gran, parte,
d e las libras esterlinas obtenidas en el robo de la Sucesión
H oracio Mailhos SA en Uruguav.240 El ELN tam bién buscó
DEPENDENCIA O LUCHA ARM ADA I 1 1.

apoyos en otras organizaciones de la región. E n 1969, ín ti


F eredo se reunió e n La Paz con A lejandro D abat d e l PRT.241 • -
P or su parte, los m ilitares bolivianos utilizaron esta d im en ­
sión intem acionalista del ELN para desprestigiarlo. En 1968,'
con motivo de la p ublicación en Chile de El diario del Che en
Bolivia y el ped id o d e asilo del m inistro A ntonio A rguedas, el
presidente R ené B arrien tes decía: “La sublevación y la trai­
ción pasan a través de C hile”.242
En julio de 1970, eí p u eb lo m inero d e T eo p o n te fue ocu­
pado p o r un g ru p o de sesenta y siete m ilitantes d el ELN, en
rsu mayoría jóvenes d e sectores m edios.-43 La ca m p a ñ a d u ró
poco: a fines de septiem bre, treinta guerrilleros h ab ían sido
fusilados, nueve h ab ían m u e rto en com bate y el resto, h abía
sido capturado; ap en as u n a decena d e m ilitantes resistía el
.cerco-militar. De ese p u ñ a d o de fam élicos y debilitados gue-
rrillerosy dos in te n ta ro n d esertar llevándose las- p o cas provi­
siones :con las que contaban; los otros ju zg aro n q u e esa co n ­
ducta era sinónim o d e d eserción y los fusilaron.
El 4 de noviem bre, día e n que Salvador A llende asum ió
Ja, p re s id e n c ia /o c h o sobrevivientes d e la guerrilla boliviana
escapados de T e o p o n te fu ero n acogidos por el nuevo go- ■
bien io socialista chileno. E n tre ellos estaba .el líd e r del ELN,
Osvaldo- Chai o P ered o , sucesor de su asesinado herm ano"
. Inti, designado p o r G uevara en 1967. Los ocho sobrevivientes
llegaron en avión a A rica y fueron recibidos p o r u n a muí- .
- títudiicaria m anifestación d e estudiantes.244 U n m es antes, ' ,
tres sobrevivientes d e esa cam paña h ab ían cruzad o la fro n ­
tera chilena y recibido el apoyo del P artido Socialista. René
Zavaleta M ercado, u n in telectual del M ovim iento N acionalista
Revolucionario (MNR) q u e .se acercó p o co a p o co a las pos­
turas del ELN, escribió en 1971 un texto para Punto Final
donde afirm aba q u e, si b ie n las cam pañas de Ñ an cah uazú y
T eoponte al inicio h abían sido un fracaso político y m ilitar,
habían .tenido u n “éxito político diferido, difuso”. D esdé su'
punto de vista, la radiealizacirin de estos jóvenes nacionalistas
y su vuelco hacia la izquierda expresaban “una a p e rtu ra tácti-
112 H ACER LA REVOLUCIÓ N

ca fu n d a m e n ta r’ que con trib u ía a explicar la llegada a l p o d er


del general Ju a n José T orres.245
T orres, un m ilitar nacionalista d e izquierda q u e h ab ía par-'
ticípado en las políticas de nacionalizaciones del go b iern o
de O vando y tenía u n a o p in ió n positiva del proceso refo r­
m ista inipulsado po r Velasco Alvaradó en Perú, radicalizó los
lincam ientos de la adm inistración anterior: co n tin u ó el p ro ­
ceso d e nacionalizaciones y prom ovió u n a política ex terio r
in d e p en d ie n te . A dem as fue u n innovador en relación con el
“periíanism o”, ya que p ro p u so la creación de u n a asam blea
p o p u la r para co n d u cir el proceso d e transform aciones. U n a
de las prim eras m edidas del nuevo gobierno fue ofrecer a los
m ilitantes del ELN la posibilidad del exilio y u n trato ju s to a
quienes aún estaban fugitivos.246
D urante los prim eros meses de 1971, el ELN puso m ayor
énfasis en la guerrilla urbana. Los tupam aros uruguayos
h ab ían enviado instructores que enseñaban a. co n stru ir re­
fugios su bterráneos y otras técnicas para la lucha u rb a n a .1'47
C om etieron asesinatos políticos y realizaron allanam ientos a
represores que h abían perseguido al ELN. El grupo estableció
u n a alianza cercana con el ñ am an te M ovim iento de Izq u ierd a
Revolucionaria (MIR) boliviano, integrado p o r m ilitantes
universitarios de la D em ocracia Cristiana Revolucionaria y de
la izquierda in d e p e n d ie n te .2<iS
D urante ese p erío d o , m iem bros del ELN com en zaro n a
ten er cercanía con el gob iern o de Torres. El m ayor R u b én
S ánchez fue u n a pieza clave p ara iniciar los contactos e n tre
go bierno y guerrilla. Este m ilitar, q u e después de h a b e r sido
cap tu rad o p o r G uevara se había volcado poco a poco a la iz­
quierda, co o rd in ó con el ELN diferentes aspectos p ara in stru ­
m e n ta r la defensa del gobiern o de T orres.249 C uando T o rres
fue d erro cad o diez m eses más tarde por una conspiración
m ilitar conservadora, ios m iem bros del ELN y algunos m ilita­
res convocados p o r Sánchez tuvieron un papel destacado e n
el único in te n to de resistencia al golpe de Estado, co n o cid o
com o “com bate de L aikakota”.250
DEPENDEN CIA O LUCHA ARMADA l 1 3

D errotada la resistencia y con H ug o Banzer a cargo de la


presidencia de Bolivia, en agosto de 1971 Chile se transform ó
por tercera vez e n lugar d e refugio y reconfiguración p ara
el ELN. D urante ese p erío d o , Torres au m en tó sus contactos
con la izquierda la tin o a m eric an a y pro fun dizó sus estudios
sobre m arxism o. Publicó Dinámica nacional y liberación, d o n ­
de hacía una le c tu ra d ep e n d en tista d e la historia boliviana.
Además, in te n tó cre ar en C hile un fre n te de izqu ierd a que
agrupara a los diversos g ru p o s que h ab ían p articip ad o en la
A sam blea P o p u lar d esarro llad a d u ran te el g o biern o del g en e­
ral Torres. El llam ado F ren te Revolucionario A ntiim perialista
(FRA) agrupó en sus lilas a gran p arte de la izqu ierd a legal
(Partido C om unista de Bolivia, MIR, Partido R evolucionario
de la Izquierda N acionalista, Partido O b re ro R evolucionario
-C om bate, M asas-, P artido Socialista d e Bolivia) y de la iz­
quierda arm ada, e n tre otros el ELN y u n a nueva organización
integrada po r m ilitares y lid e rad a p or Sánchez. El objetivo del
FRA era planificar la resistencia desde Chile.
Según eí periodista e historiad or M artín Sivak, Sánchez, en
contacto con T orres y con ei apoyo de Régis Debray, em p ren ­
dió u n a gira p o r E u ro p a con eí objetivo de recau d ar fondos
para la resistencia. La gira fu e u n éxito: obtuvo cien m il dólares.
Pablo Picasso e Yves M o ntan d, entre otros, a p o rta ro n fondos
a ia cam paña. Sin em bargo, cuando S ánchez r e to m ó a Chile
el FRA ya estaba disuelto d ebid o a los conflictos in tern o s que
había suscitado la evaluación de la experiencia de la Asamblea
P opular.251 Los m iem bros del ELN volvieron a contactarse con
Cuba para reto m ar los planes d e una nueva incursión arm ada,
pero se riero n afectados p o r eí golpe d e Estado de Augusto
P inochet en Chile. En septiem b re de 1973, los m ilitantes que
aún estaban en C hile d eb iero n a b a n d o n ar el país y Buenos
.Aires se transform ó en el nuevo centro d e operaciones.
O tros de los q u e e n c o n tra ro n refugio en el Chile d e A llende
fueron los tup am aro s u ru g u ay o s.252 A u n q u e no ex isten regis­
tros claros, se dice q u e d esde 1971 a 1973. entre m il quinien­
tos y tres mil uruguayos - e n su g ran m ayoría m ilitantes orgáni-
114 HACER l a r e v o l u c ió n

eos y p eriférico s- pasaron p o r Chile al h u ir de la p ersecu ció n


im pulsada p o r el p resid en te Ju a n M aría Bordaberry. R esulta
difícil cuantificar la cantidad de uruguayos que estuvieron en
Chile d u ran te el período, A fines de 1972, u n d o c u m en to d e
la em bajada chilena en U ruguay advertía sobre la d isp arid ad
de datos q u e m anejaban el g o b iern o chileno y las Fuerzas
A rm adas uruguayas. M ientras la em bajada de C hile te n ía re-
g isti'a d q |:sesenta y tres uruguayos q u e se h abían acogido a la
opción constitucional, las Fuerzas C onjuntas advertían en u n
com unicado sobre el posible reto rn o de dos mil tu p am aro s
que se en co n trab an en Chile a fines de 1972.253
De aquel p eq u e ñ o g rup o de no más de cu aren ta p ersonas
que en 1966 h ab ía com enzado a p en sar en la gu errilla u r­
b ana, en apenas dos años el MLNT se h abía tran sfo rm ad o
en u n o de los m ovim ientos guerrilleros más p o p u lares en los
ám bitos de izquierda del c o n tin e n te.254 Sin em bargo, 1972
fue u n año paradójico p ara esta organización: la co n statació n
de su crecim iento la llevó a desarrollar mayores niveles de
en fren tam ien to m ilitar con el E stado.255 Ese cam bio de estra­
tegia condujo a u n a p ro fu n d a d erro ta militar, de la qu e el
M LNT ya no p o d ría recuperarse. En el transcurso de ese año
fueron asesinadas trein ta y siete personas en p ro ced im ien to s
de las Fuerzas C onjuntas y otras siete m u riero n a co n sec u en ­
cia de las torturas recibidas en prisión. En octu b re las Fuerzas
C onjuntas em itieron un com unicado para in fo rm ar q u e el
M LNT había sido desarticulado; al finalizar el añ o an u n cia­
ron que h ab ía cinco m il procesados p o r la justicia m ilitar p o r
delitos de sedición.266En ese contexto, la región ad q u irió u n a
nueva dim ensión p ara los tupam aros y Chile fue u n o d e los
principales p u n to s d e refugio p ara quienes log raro n escapar
de la p ersecución .257 ;
A unque los prim eros tupam aros llegaron a C hile en 1971,
ya existían relaciones en tre el MLNT y algunos m iem bros del
P artido Socialista chileno. Los contactos previos h ab ían ase­
g urado, entre otras cosas, el traspaso al ELN boliviano de las
libras esterlinas robadas p o r el MLNT. Y cabe rec o rd a r que,
DEPEN D EN CIA O LUCHA ARM ADA 1 15

‘ d u ran te el secuestro del em bajador británico e n U ruguay,


Salvador A llende se ofreció a actuar com o m e d ia d o r.258Varios
m iem bros de la dirección rec u erd an diversos en c u en tro s con
.Allende, quien se m o stró m uy generoso en cuan to al asilo de
m ilitantes en .Chile, p ero solicitó que los refugiados no inci­
dieran en asuntos d e política in tern a y no establecieran con­
tacto con el MIR, m ovim iento al que consideraba la prin cip al
oposición a la izq uierda de la U P.259 De este prim er g ru p o que
llegó en 1971, de n o más de seten ta m ilitantes, la g ra n m ayoría
volvió a U ruguay y cayó en prisión a principios d e 1972, tras
h ab er pasado p o r C uba p a ra recibir en tre n a m ie n to m ilitar.260
A p a rtir de abril d e 1972, el nú m ero d e exiliados en Chile
creció de m an era ex p o n en cial a m e d id a que la rep resió n
aum entaba. En su in m en sa mayoría e ra n muy jó v e n e s y p e r­
tenecían a las últim as cam adas de m ilitantes, que se h abían
integrado después d e 1968. E n 1972, los m ilitantes d el MLNT
ab a nd onaron su actitud de aislam iento en Chile p a ra involu­
crarse en el proceso político y en los espacios de in tercam b io
con otras organizaciones latinoam ericanas . En palabras de
jo rg e Selves, uno de los dirigentes deí período: “E n el exilio
chileno es la p rim e ra vez q u e la izquierda la tin o am erican a
tiene la posibilidad de conocerse, ju n ta rs e e in te rcam b iar”.261'
En este contexto, el MLNT tendió a privilegiar la relación
con el MIR chileno, ya que e ra el m ovim iento con el que te­
nía mayores sim ilitudes ideológicas y políticas. A m bas o rgani­
zaciones descreían d e la viabilidad del cam ino pacífico al so­
cialismo p ro p u esto p o r A llende y advertían los riesgos de que
los sectores pop u lares no tuvieran prep aració n m ilita r p ara
enfren tar u n a reacción contrarrevolucionaria. El MIR ofre­
ció apoyo logístico a las crecientes necesidades d el MLNT, a
su vez consecuencia del cada vez más n u m e ro so co n tin g e n te
de m ilitantes que llegaban desde U ruguay. El M LN T, p o r su
parte, brin d ó asesorarm e u to en aspectos técnicos y operativos
al MIR.262 Los tup am aro s d ab a n talleres en los que exp licab an
sus técnicas de b erretin es, adem ás de desarrollar u n m o d e­
lo de m etralleta de fabricación casera y otros explosivos.263
1l6 H ACER LA R E V O L U C IÓ N

A lgunos m ilitantes del MLNT in teg rab an u n a ag ru p ació n


m uy particular, el G rupo d e Amigos Personales (GAP), en c ar­
gado de la seguridad d e A llende y al com ienzo fo rm ad o p o r
m ilitantes socialistas y del MIR. A dem ás de b rin d a r asesoría
sobre aspectos técnicos relativos a la seguridad del m a n d a ­
tario, utilizaban p arte d e la infraestru ctu ra del GAP p a ra el
tran sp o rte de arm as y m ateriales a U ruguay.264 En otros casos,
m ilitantes de base del MLNT particip aro n en tom as de tierras
y ocupaciones de centros de trab ajo .265
A rríedida q ue el n ú m e ro de exiliados au m entaba, e ra cada
vez más difícil darles refugio. Las trein ta casas que el MLNT
ten ía en Santiago no d ab an abasto p ara recibir eí flujo de
llegadas.265 Según algunos testim onios, en co o rdinación con
el MIR y la UP, la dirección decidió crear cam pam entos p ara
veinte-treinta personas en la cordillera. Allí eran derivados
la m ayoría de los m ilitantes de base. Poco a poco, lo qu e p a­
reció surgir com o una solución pragm ática al p ro b lem a del
alojam iento y el abastecim iento adquirió otros significados.
Los cam pam entos se tran sfo rm aro n en un ex p erim en to de
proietarización d o n d e jóvenes en su mayoría pro v en ien tes
de ám bitos urbanos, m uchos de ellos estudiantes universita­
rios, deb iero n adaptarse a u n nuevo estilo de vida m arcad o
p o r la austeridad y ei aislam iento de la vida rural. F ern an d o
B utazzoni, uno de esos jóvenes, que luego sería escrito r y pe-
riodista, describe así los cam pam entos: “De e n tre n am ien to
m ilitar y hippie. E ra una o n d a W oodstock G uevara” .267
U na de las m ayores preocu p acio n es era explicar las causas
de la derrota. La discusión in te rn a sobre la d erro ta del MLNT
se procesó en diferentes instancias, q u e culm inaron en feb re­
ro d e 1973 con u n sim posio en Viña del Mar en el q u e parti­
cip aro n alre d e d o r de cincu en ta m iliten tes que rep rese n tab a n
a los que estaban en Chile, A rgentina y Cuba, y a u n g rupo
m in o ritario que aú n perm an ecía en Uruguay. El sim posio te­
nía com o objetivo consensuar las causas de la d e rro ta sufrida
el añ o an terio r y definir ios pasos p ara u n a nueva ofensiva
c o n tra el g o b iern o de B ordaberry.
D EPEN DEN CIA O LUCHA ARM ADA I 17

El d o cu m en to q u e se a p ro b ó tiene ciertas sim ilitudes con


algunos de los asu ntos que se discutían en la co m u n id ad
brasileña de exiliados. P or u n lado, criticaba las tendencias
m ilitaristas que se h ab ían enfatizado en 1972 y h ab ían p o ­
sibilitado un nuevo escenario en que “el enem igo pasa a la
contraofensiva”.268 Esta situación era explicada p o r la debili­
dad ideológica y el surg im ien to de m últiples contradicciones
d en tro del MLNT, relacio nad as con conflictos in te rn o s gene­
racionales y “de clase”. A diferencia d e otras organizaciones
arm adas de izquierda, que h ab ían op tad o por defin irse ideo­
lógicam ente, los tu p am aro s habían resistido to d a form a de
definición. Si b ie n al com ien zo esta po stu ra h abía sido consi­
d erad a u n a virtud, u n a vez en Chile, en u n co ntex to m arcado
por los debates ideológicos, fue re in terp re tad a co m o una de­
bilidad que explicaba la d e rro ta de los tup am aro s.269
Estos problem as se resolverían transform ando el MLNT en
un p artid o m arxista-1eninisla, con fu erte form ación ideoló­
gica d e sus c u a d ro s.270 El cam bio debía ser ideológico, pero
tam bién m oral. Los m ilitantes d eberían adecuarse a los prin­
cipios rectores d e la proletarización, en este caso d en o m in a­
da "peludización” e n h o m e n a je a los trabajadores del azúcar
de Bella U nión, m ás co no cido s com o “p elu d o s”."71
O tro d e los aspectos debatido s en el sim posio fu e el reto r­
no a U ruguay. En Chile, todos parecían co n c o rd ar en que
era necesario tom arse un tiem p o para p re p a ra r el reto rn o . A
principios de 1973. los uruguayos exiliados en Chile advertie­
ron q ue la reacción a u to rita ria era inevitable y d ie ro n p o r des­
contado que los ex tra n jero s serían los p rim eros perseguidos,
ya que habían sido blan co d e cam pañas d e la d e re c h a que
perjudicaban la im ag en p ú b lic a del presid ente. E n charlas
con el M IR y con m iem b ro s d el equipo p residencial, se acor­
dó la evacuación d e gran p a rte de los m ilitantes del MLNT;
la o p eración in clu ía el paso p o r Cuba d e la m ayoría d e ellos,
que luego se dirigirían a B uenos Aires, m ientras o tro s irían
a la A rgentina sin escalas.272 Según un d o cu m en to in te rn o , a
partir de ju n io de 1973 gran p a rte de los m ilitantes del MLNT
11.8 H A CER LA REVOLUCIÓ N

fu ero n distribuidos e n tre Cuba y la A rgentina, y u n p eq u eñ o


núcleo de n o más de cincu en ta tupam aros p erm an eció en
Chile, d o n d e se dedicó a realizar tareas de co o rd in ació n con
el MIR. En ese p erío d o se fo rtaleciero n las relaciones co n el
MIR gracias a 1a. participación de los tupam aros en tareas lo­
gísticas .f m ilitares de esa organ izació n."73
E n relación con las otras com unidades, la can tid ad d e ar­
gentinos organizados y vinculados a alguna fo rm a d e exilio
fue m^Mor. E n el ám bito intelectual, varios académ icos ha­
bían em igrado a Chile com o consecuencia de las políticas
represivas im perantes e n el ám bito universitario d esd e el
golpe de O nganía, en 1966. Si bien algunos o p ta ro n p o r re­
cluirse en centros privados en la A rgentina, otros v iero n en
Chile u n a oferta atray en te.274 E ntre ellos podem os señ alar a
M arcos Kaplan -q u ie n in teg ró la Facultad L atin o am erican a
de Ciencias Sociales (Fiacso) en tre 1967 y 1970 y pu b licó en
Chile su obra más influyente: Formación del Estado nacional en
América Latina, en la que reflexionaba sobre los procesos de
crecim iento d ep e n d ie n te, h eg em o n ía oligárquica y co n stru c­
ción del Estado nacional--275 y Sergio Bagú. m iem b ro d e esa
institución e n tre 1970 y 1973 que m antuvo un rico in tercam ­
bio con rep resen tan tes del estructuralism o cepalino y de la
teoría de la d e p e n d e n c ia.276 O tro intelectual arg e n tin o , el
sociólogo Ju a n Carlos M arín, vinculado al P artido Socialista
de V anguardia, trabajó com o d o cen te e investigador en la
U niversidad de C oncepció n desde m ediados de los sesenta
y allí tuvo u n a relación de p ro fu n d a cercanía con la n u eva
generación de estudiantes que, a p artir de 1967, se tran sfo r­
m aría en la dirección del M IR.277
C om o m encionam os en el capítulo anterior, el ciclo d e re­
vueltas urbanas que se originó en 1969 en la A rg en tin a ha­
b ía im pactado en la estabilidad clel régim en dictatorial. La
situación de p ro fu n d a crisis política pareció im pactar de m a­
n era positiva y ab rir nuevas opo rtu n id ad es para los sectores
em ergentes de la nueva izquierda en el ám bito de las o rg a­
nizaciones políticas arm adas y d en tro del m ovim iento social
DEPEN D EN CIA O LUCHA ARMADA 1ig

(sindicalismo de base, m ovim ientos juveniles, cristianism o re ­


v o lu c io n a rio ) . E n tre 1969 y 1971, la oposición e n tre dictadu­
ra y sociedad fue capitalizada p o r estos grupos,, q u e lograron
e ro s io n a r otros cíivajes id e n ti taños, com o la opo sició n en tre
peronistas y antip ero n istas y e n tre sectores obreros y medios.
La conform ación d e ese m ovim iento social y el liderazgo de
estos sectores co m en z aro n a ser disputados cu an d o , en 1971,
la dictadura llam ó a elecciones. A p artir de ese m o m e n to , los
liderazgos políticos tradicionales, en particular la figura de
Juan D om ingo P e ró n , co m en zaro n a te n e r nuevo pro tag o n is­
mo en la lucha o p o sito ra d isp u tan d o el papel qu e estas orga­
nizaciones arm adas h ab ían ten id o en ios años previos en la lu ­
d ia c o n tra la dictad u ra. E n ese m arco, el régim en dictatorial
increm entó su política represiva hacia estas organizaciones
y p ro cu ró una salida d em o crática que relegara a los grupos
arm ados a u n pap el m arginal.
En este contexto, algunas organizaciones arm ad as argenti­
nas vieron en C hile u n a retag u ard ia posible, d o n d e tam bién
podrían refugiarse los m ilitantes buscados p o r la justicia.
Asimismo, el país vecino les parecía u n lugar p o r dem ás apto
para desarrollar contactos políticos y al q u e utilizar com o es­
cala a Cuba, d ad o q u e la rean u d ació n d e relaciones con la isla
posibilitaba, e n tre otras cosas, los vuelos directos e n tre am bos
países. EL PRT-ERP puso especial aten c ió n a lo q u e o cu rría
en Chile. U n d o c u m e n to del Com ité C entra! que d a ta de ese
período dice lo siguiente:

El establecim iento del gobierno p o p u la r ch ilen o ,


con más de tres mil kilóm etros d e fro n te ra con
n uestro país, d o ta a n u estra g u e rra revo lucio n a­
ria de u n a fro n te ra am iga, im p o rta n te necesid ad
político-m ilitar, antes a u s e n te .278

E nrique G orriarán M erlo, in teg ran te del PRT-ERP, cuenta


que en 1971 d ec id ie ro n visitar Chile d eb id o al im p a cto que el
triunfo de A llende hab ía causado en la región y a las nuevas
1 20 H A CER LA REVOLUCIÓ N

posibilidades q u e esa “frontera, am iga” abría p a ra la “g u e rra


revolucionaria” que se desarrollaba en la A rg e n tin a.279
G orriarán y J’oe B axter visitaron Chile ese año. Las m em orias
de G orriarán se explayan sobre los contactos con el MIR y las
charlas c o n ’Regis Debray. Los acuerdos con el MIR llevaron
a com en zar u n relacionam ien to form al con los chilenos q u e
se fortalecería en 1972, tras la fuga del penal d e Rawson, en
Trelew, El e n c u e n tro con Debray, q u ien se h abía alojado en
Chile lu e g o de ser am nistiado p o r el gobierno de T orres, lo
llevó a co n firm ar sus dudas sobre los planteos q u e el francés
h ab ía p ro p u esto en “¿Revolución en la revolución?”.

SANTIAGO DE CHILE COMO CENTRO BE


INTERCAMBIOS ACADÉMICOS

D u ran te los sesenta, a raíz de diversos factores, Santiago de


Chile se transform ó en u n o de los centros más im p o rtan tes
de p ro d u cció n de ciencias sociales en A m érica del Sur. U n a
conferencia de 1a. U nesco realizada en Río de Ja n e iro en 1957
p ro p u so la creación de dos centros de investigación y d o cen ­
cia en L atinoam érica. La iniciativa d e crear un o en Brasil tuvo
corta existencia debido al golpe de Estado de 1964. p ero el
ce n tro Flacso p ro sp eró d u ra n te to d a la década en Chile y co n ­
vocó a académ icos sudam ericanos, europeos y e stad o u n id en ­
ses a sus program as d e fo rm ació n .280 La Com isión E conóm ica
para A m érica L atina y el C aribe (Cepal) ya se h ab ía instalado
en Chile en los cincuenta. En 1954 la U niversidad d e Chile
creó u n p ro g ram a intern acio n al p ara la form ación d e eco­
nom istas, llam ado Escolatina. T am bién se fu n d aro n centros
de investigación y form ación vinculados a la Iglesia católica.
Junto con estos procesos, la transform ación y renovación de
las universidades nacionales a fines de los sesenta im pulsó el
in tercam bio e n tre académ icos de la región, en p articu lar a
través de centros de investigación en ciencias sociales en la
D EPEN D EN CIA O LOCHA ARM ADA 3 21

U niversidad de C hile (C en tro de E studios Sociales -C E S O -)


y la U niversidad C atólica (C en tro de Estudios de la Realidad
Nacional -C e re n - ) . 281 P o r últim o, el desarrollo d e ciertas ins­
tituciones estatales e n el m arco de los program as d e g o b iern o
de la D em ocracia C ristiana, así com o el papel in te le ctu a l q u e
el P artido Socialista ch ilen o tuvo en A m érica L atina, motiva­
ron la llegada d e intelectu ales y técnicos latin o am erican o s.282
T odos estos espacios prom ovieron u n a constante m ovilidad
de académ icos, técnicos e in telectuales de diferen tes lugares
de A m érica L atina. A dem ás, el hech o d e que C hile sobrevi­
viera a los procesos au to ritario s que asolaban la re g ió n le p e r­
m itió fu n cio n ar co m o refugio in telectual para los académ icos
que escapaban de sus países de origen. Fue en esos espacios
que u n n ú m e ro im p o rta n te d e exiliados trab ajaro n y co n tri­
buyeron a la reflexión en to rn o a asuntos claves p a ra la con­
tingencia político-académ ica. A dem ás, la llegada d e A llende
al g o bierno en los se ten ta au m en tó la afluencia d e académ i­
cos de diferentes p arte s del m u n d o , interesados en c o n o c er la
ex periencia de la UP. El g o b ie rn o ios recibía con b en ep lácito
y se les b rin d ab a espacio p a ra que colaboraran, c o n in d e p e n ­
dencia d e criterio, co n los asuntos más candentes.
Brasil tuvo u n pap el destacado en esta ola de exiliados acadé­
micos. Tras el golpe d e Estado, el pedagogo Paulo F reire viajó
a Chile para trabajar en program as de alfabetización con algu­
nos sectores del g o b iern o dem ó crata cristiano. Allí radicalizaría
su pensam iento, cuestionaría las experiencias de los gobiernos
reformistas y desarrollistas, y p ro p o n d ría u n pro g ram a más ra­
dical de alfabetización en su Pedagogía del oprimido, d o n d e plan­
tea un vínculo más orgánico co n los sectores subaltern o s.283 El
dentista social F e rn an d o H en riq u e Gardoso, fo rm a d o en el
marxismo, tam bién se trasladó a Chile tras p erm a n ec er algunos
años en Brasil tras el golpe d e Estado.284 M ientras trabajaba en
la Cepal conoció al sociólogo Enzo Faletto, de la U niversidad
de Chile, con quien escribió Dependencia ? desarrollo en América
Latina, libro p ublicado en 1969. Este enfoque form ó a u n a nu e­
va generación d e econom istas y sociólogos que provenían del
1 2 2 H A CER LA REVOLUCIÓ N

desarrollism o, corriente de la que com enzaban a distanciarse.


T heo tó n io dos Santos fue otro de los académ icos q u e confluyó
en Chile luego de ser perseguido en la Universidad de Brasilia;
desde allí contribuyó a la gesta de u n a nueva escuela d e n tro
del llam ado “d ep e n d en tism o ”, más cercana a las propuestas
políticas de la izquierda más radical.
La versión m ás radical de ía teo ría d e la d e p e n d e n c ia
-e x p re sa d a en los trabajos de los brasileños Dos Santos, V ánia
B am birra y Ruy M auro M arini y el alem án A n d ré G u n d e r
F ra n k - estaba m uy vinculada con los proyectos políticos d e la
nueva izq u ierd a.285
Los sociólogos Dos Santos y B am birra h ab ían p articip a d o
en la creación del gru p o Política O p eraría (Polop) a p rin c i­
pios de la década. Esta p e q u e ñ a organización, m ay o rm en te
universitaria, tuvo u n a notab le influencia en los deb ates de
la izquierda brasileña, dado que ap o rtó los in su m o s teóricos
del trotskism o (la ley de desarrollo desigual) p a ra criticar la
teoría etapista d efe n d id a p o r el P artido C om unista acerca
del carácter dem ocrático burgués q u e su p u estam en te d eb ía
a d o p tar la revolución brasileña. En el m arco de ese d eb ate,
se an ticiparon algunos de los aspectos que luego co n stitu i­
rían la “teoría de la d e p e n d e n c ia ”. A principios d e los sesenta,
Dos Santos, B am birra y después M arini se en c o n traro n e n la
U niversidad de Brasilia, ento n ces bajo ei renovado liderazgo
académ ico de Darcy Ribeiro. Frank, u n econom ista d e o rig en
alem án que h ab ía estudiado en los Estados U nidos, llegó a d i­
cha universidad en 1964 com o profesor visitante. A u n q u e su
form ación era neoclásica, y su perspectiva política, conserva­
dora, se dejó seducir p o r los debates intelectuales y políticos
de la izquierda. Más allá de su experiencia política co m ú n ,
estos académ icos com enzaro n a te n e r u n a visión m ás articu ­
lada a p artir de su p articipació n en u n sem inario p e rm a n e n te
sobre El capital T odos em ig raro n a Chile después d el golpe
de Estado, au n q u e en diferentes m om entos.
El p rim ero fue Dos Santos, quien luego ele u n p e río d o de
clandestinidad en Brasil decidió p e d ir asilo en 1966. A sum ió
D EPEN D EN CIA O LUCHA ARM A D A I 23

I com o d irecto r del CESO, u n nuevo cen tro d e investiga­


ción social en p le n a gestación en la U niversidad d e Chile;
B am birra y F rank se in te g ra ro n en 1967. E n 1970 M ari n i viajó
desde M éxico a la U niversidad de C oncepción inv itad o p o r el
estudiante y líd e r del MIR N elson G utiérrez, y en 1971 se in ­
tegró a las actividades de la U niversidad d e Chile y del CESO
en Santiago.
Los trabajos d e este g ru p o fu ero n divulgados en los
Cuadernos del Centro de Estudio Socioeconómicos, u n a p ub licació n
de la U niversidad d e C hile q u e se e d itó en tre 1966 y 1968
y tuvo influencia en los ám bitos académ icos d e ese país.286
De carácter in terd iscip lin ario , abarcaba una diversidad de
temas, p ero su p rin cip io articu lad o r e r a el análisis d e las es­
tructuras de d e p e n d e n c ia e n la historia latinoam erican a. El
CESO fue tam bién u n espacio de intercam bio e n tre intelec­
tuales activos en la izq u ierd a latinoam ericana, e n tre ellos
Tomás Vasconi, F rank, M arta H arn ec k er y ju lio L ópez, y otros
más jóvenes com o C ristian Sepúlveda, Jaim e T o rre s, Marco
A u rélio‘García, Alvaro B riones, G uillerm o Labaca, A ntonio
Sánchez, M arcelo G arcía, E m ir Sader y ja im e O sorio, adem ás
de Régis Debray, que acababa d e ser lib e rad o en Bolivia.-97 En
este sentido, el CESO fu n cio n ó com o u n a platafo rm a política
y académ ica p ara ellos. Capitalismo y subdesarrollo en América
Latina se publicó p o r p rim e ra vez en inglés en 1967. el añ o
en que su au to r llegó a C h ile.288 Esta com pilación d e ensayos
escritos d u ra n te los sesenta e n A m érica Latina, se tran sfo rm ó
en u n a de las principales referencias del p e n sa m ie n to depen-
dentista. Frank afirm aba en sus páginas q u e la c o n tin u id a d de
las es trac turas económ icas d e d e p e n d e n c ia d u ra n te cuatro
siglos e ra tan fu erte que in habilitaba cu a lq u ie r pro ce so de d e­
sarrollo económ ico in d e p e n d ie n te . La condición saf.elital dé
estos países tam poco p e rm itía nin g ú n tip o de d esarro llo ca­
pitalista nacional. Los sectores medios y las burgu esías nacio­
nales que h ab ían in te n ta d o p rom over tím id a m e n te ese tipo
de proyectos en los siglos X IX y XX fracasaron d e b id o a sus
fuertes lazos con los países centrales. E n palabras d e Frank,
1 2 4 H A CER LA REVO LUCIÓ N

en L atinoam érica “n o p u ed e esperarse que u n a b u rg u esía


em an cip e a la ec o n o m ía y al p u eb lo del subdesarrollo” .289 Los
sectores populares, a.1 no te n e r lazos con los países centrales,
son los únicos que p u e d e n q u eb ra r la d ep en d en cia; y e n su
op in ió n la ú n ic a form a de q u eb rarla era el socialismo.
El tono, argum entativo d e sus escritos en tra ñ ab a u n cons­
tan te desafío a dos tipos de perspectivas: la más clásica d el de-
sarrollism o latinoam erican o , qu e abogaba p o r u n d esarro llo
capítaH s|$ au tó n o m o con ciertos m arcos de co n ten c ió n so­
cial; y lás tesis que los partidos com unistas h ab ían d efe n d id o
desde los cin cu e n ta acerca de u n a concepción etapista d e la
revolución, que p erm itía u n p rim e r m om en to de alianza co n
la b u rguesía nacional p ara alcanzar u n capitalism o nacio n al
que ro m p ie ra con las perm an en cias feudales.
El libro fue acogido con ben ep lácito en los Estados U n id o s
y L atinoam érica, d o n d e, en palabras del h isto riad o r T u lio
H alp e rin D onghi, 1a recep ció n “fue reso n an te y de co rta
d u ra c ió n ”. Fue reso n a n te p o rq u e h abía un público q u e es­
p era b a ese tipo de discursos, u n a com unidad de lecto res de
clases m edias vinculadas a la expansión universitaria.290 Esa
com un id ad , que había en c o n trad o en las ciencias sociales u n
espacio para p en sar las realidades nacionales, e n c o n tró en
los trabajos d e F rank u n a arg u m en tació n científica p ara los
com prom isos políticos que estaba tom ando. Corno se afirm a­
ba en la co n tra tapa: “Este libro es muy im p o rtan te p o rq u e
p ro p o rc io n a, com o n in g ú n otro, la base económ ica y social
que com p leta las conclusiones políticas de Régis D ebray”.-'1
Dos Santos d esem p e ñ ó u n papel central com o articulado!'
de los debates sobre la d ep e n d en c ia en Chile en virtud d e su
posición institucional com o d irecto r del CESO, p e ro tam b ién
p o rq u e p arte de su obra ofrecía u n a versión d e p e n d e n tista
del m o m en to histórico particu lar que vivía A m érica L atina en
los sesenta. En Socialismo ofascismo. El nuevo carácter de la depen­
dencia y el dilema, latinoamericano, finalizado en 1966 y p u b lic a­
do en 1969 en Santiago, Dos Santos integró algunos aspectos
estructurales de eco n o m ía política con la coyuntura esp ecí­
D EPEN D EN CIA O LUCHA. ARM ADA L2 5

fica d el avance a u to rita rio d el Brasil dictatorial. Su en fo q u e


resu ltó p re m o n ito rio de lo q u e o cu rriría luego e n Chile y e n
el C ono Sur. M ientras estaba en Chile trabajó so b re una ver^
sión correg id a q u e publicó u n o s años m ás tarde, e n 1973, en
Buenos A ires,292 El a rg u m e n to central sostenía q u e la radica­
lizad ó n política en A m érica L atina e ra inevitable, ya que la
única salida que te n ía el capitalism o p a ra subsistir en un co n ­
texto de crisis p o lítica y económ ica consistía en re c u rrir a u n
nuevo tipo d e fascism o, d ife re n te del europeo. Ese fascismo
era eí resultado del nuevo ca rácter d e la d ep e n d en cia, d eter­
m inado p o r los procesos de transnacionalización económ ica.
La crisis que g e n e ra b a este nuevo ca rácter de la d e p e n d e n c ia
creaba una “situación revolucionaria” e n que las alternativas
reform istas, desarrollistas y nacional-populares e n fren ta b an
dos lím ites infranq ueables: el estru ctu ral del desarro llo d e­
p en d ien te, y el político re p re se n ta d o p o r las contrad iccio n es
de las d em andas d e las m asas sociales p rofundizadas p o r la
crisis.293 En este escenario, solo se ab rían dos cam inos: el so­
cialismo o eí fascismo.
Ruy M auro M arini fue o tro e x p o n e n te im p o rta n te de este
grupo. En Subdesmrollo y revolución, publicado en M éxico en
1969 en el m ism o m o m e n to e n que se radicaba en C hile, p ro ­
puso su “teoría d e la su p e re x p lo ta ció n ” d onde arg u m e n tab a
que en los países d e p e n d ie n te s o periféricos la te n d en c ia a
la explotación es m ayor q u e en los centrales p o rq u e existe
plusvalía tanto e n el escenario loca! com o en el m ercad o in ­
ternacional deb id o al d e te rio ro de las relaciones d e intercam ­
b io .294 Esta reflexió n ec o n ó m ic a ten ía consecuencias políti­
cas. A co n trap elo del desarrollism o, M arini afirm aba que la
consecuencia del d esarro llo económ ico e n los países d ep en ­
d ientes e ra el in c re m e n to d e la desigualdad. Y so sten ía que
esa perspectiva cancelaba la posibilidad d e im p lem e n ta r p ro ­
yectos reform istas o nacional-populares y dejaba c o m o ú n ic a
alternativa la con stru cció n d e un m o d elo social anticapitalis­
ta que ren eg ara d el m ito del “desarrollism o” y la “bu rg u esía
n ac io n al”.295 P o r últim o, la “teoría de la su p erex p lo tació n ”
1 2 0 H A CER LA REVO LUCIÓ N

ofrecía u n a nueva justificación p ara la idea de co n tín en tali-


dad d e la revolución, en este caso resignificada co m o in te rn a ­
cionalism o p ro letario de los países d ep en d ien tes.
Más allá de sus textos y de las consecuencias políticas deriva­
das, el com prom iso político co n creto de estos tres ex tran jero s
con el proceso político ch ilen o fue explícito. Dos Santos fue
asesor d e algunos sectores del P artido Socialista, y del MIR,
m ientras gne F rank y M arini expresaron su ad h esió n a la lí­
n ea del MlR; en el caso de M arini, esto lo llevó a u n com ­
prom iso m ayor q u e culm inó en su in co rp o ració n a la o rga­
nización y derivó en q u e se tran sfo rm ara en responsable de
las relaciones exteriores de la organización luego del g o lp e
de E stado .296
Estos académ icos tam bién tuvieron u n roí p ro tag o n ice en
la ex periencia de Chile Hoy, u n a revista de divulgación d e la.
que eran colaboradores perm an en tes. La idea d e la revista
surgió de M arta H arn eck er, q uien luego fue su d irecto ra. El
sub d irecto r era José M anuel Quija.no, un jo v en econom ista,
hijo de Carlos Qu.ija.no, d irecto r del prestigioso sem an ario
uruguayo Marcha. El objetivo era co n trib u ir al diálogo e n tre
las co rrientes de izquierda p ara in te n ta r red u cir el alto nivel
de polarización en la discusión in tern a. P articiparon ac ad é­
micos y periodistas vinculados al P artido Socialista y al MIR
y, en m e n o r m edida, al P artido Com unista. Chile Hoy supo
m a n te n e r un in teresan te equilibrio en tre lo académ ico y lo
periodístico, lo cual le p erm itió alcanzar un relativo éxito
editorial. D ada su p erio d icid ad sem anal, algunos tem as re­
sultaban rec u rren tes. A dem ás del seguim iento d e la agitada
coyuntura del g o b iern o de la UP, sus notas editoriales escritas
p o r académ icos in te n ta b a n desplegar u n a reflexión, m ás teó­
rica que dialogara con los problem as de la d ep e n d en c ia , el
im perialism o, el doble p o d e r y la construcción d e u n a nueva
institucionalidad p o p u la r n o burguesa, el avance fascista au­
toritario y la am enaza d e u n a g u erra civil.
Eí trabajo de Marcha H arn eck er en ChikHoy y en otros em-
prendim ientos es representativo de un clima cultural y político
DEPEN D EN CIA O LUCHA ARM A D A J. 2 7

Im arcado p o r u n a intensa, d em an d a social d e lecturas vinculadas


al m arxismo. Revistas y publicaciones d e diverso tipo posibilita­
ban q ue este p en sam ien to trascendiera el ám bito académ ico e
hiciera llegar el m arxism o a los sectores populares. H arn eck er
tuvo tam bién u n pap el m uy destacado com o divulgadora del
marxism o - e n particular, en su versión alth u sserian a- entre la
nueva generación d e m ilitantes chilenos y extranjeros que p o r
entonces se e n c o n trab a n e n el Ghile d e Allende.
Fue u n a activa m ilitan te d e la U niversidad C atólica, adem ás
p residenta de la A cción C atólica U niversitaria, q u e a fines de
los cin cu en ta com en zó a desarrollar su sensibilidad social a.
p artir d e la le c tu ra d e Ja cq u e s M aritain. D espués d e ab a n d o ­
nar la Acción C atólica se vinculó con Ja cq u e s C ho n ch o l, u n o
de los fu n d ad o res del MAPU. En 1963 obtuvo u n a beca e n
E uropa, d o n d e se fam iliarizó con eí m arxism o. Al com ienzo
form ó parte de u n g ru p o d e latinoam ericanos q u e estudia­
ban los trabajos d e Régis D ebray. Fue p o r in te rm ed io de este
que conoció a Louis A ithusser, quien la invitó a p articip ar
en su g ru p o de le c tu ra d e El capital. C om o resu ltad o de esta
influencia, H a rn e c k e r a b a n d o n ó su profesiém d e psicc)loga
p ara dedicarse p o r en te ro al estudio del m arxism o. Fue la
p rim era tra d u c to ra al español d é La revolución teórica de Marx,
texto de A ithusser p u b lic ad o en 1967, y en la m ism a época
com enzó a trazar los esbozos de Los conceptos elementales d,ei ma­
terialismo histórico. A su re to rn o de E uropa, ya p rac tica n te del
aithusserianism o, se vinculó co n los sectores más ru p tu ristas
del P artido Socialista. En 1972 conoció a M anuel Piñeiro, el
d irector del D ep a rtam e n to Am érica. E n 1973 pidió asilo en la
em bajada de V en ezu ela y te rm in ó com o refugiada en Cuba,
don de contrajo m a trim o n io co n P iñeiro.
A lgunos de sus escritos fu e ro n publicados e n fo rm a de
artículos bajo el se u d ó n im o de Neva e n la sección “T rib u n a
ideológica” de la revista Punto Final Estos ta m b ién fueron
analizados en sem inarios cu a n d o , al regresar ele Francia,
H arn eck er se in te g ró al D ep a rtam e n to de Sociología y ai
CESO de la U niversidad d e Chile.
128 H A CER LA REVOLUCIÓ N

En 1968, publicó Los conceptos elementales, texto q u e p r e te n ­


día in c o rp o ra r y divulgar las principales categorías m arxistas
según la in te rp re tac ió n de A lthusser y construir u n m o d e lo
teórico de relacio n am ien to en tre ellas. El in te n to de crear:
u n a estru c tu ra racional y lógica de categorías científicas q u e
explicaraiLIa estru c tu ra social, las clases sociales y el cam bio
an im ab a a esta ta re a de divulgación, cuyo lenguaje form alista
ofrecía certezas científicas a los m ilitantes de la región.
E n dS T í? el libro ya h ab ía alcanzado la sexta edición. Al a ñ o
siguiente, ju n to con G abriela U ribe, H arn eck er se abocó a los
C u ad ern o s de E ducación P opular, u n a suerte de m a n u al p a ra
m ilitantes p opulares organizado en dos series: “¿Por q u é el
socialism o?” y “P ara lu c h ar p o r el socialism o” .297 En palab ras
de la autora, am bas iniciativas ten ían un fin com ún: “La ver­
d ad es q u e el objetivo fu n d am en tal de mis trabajos h a sido y
es de o rd en p edagógico ” .298
La repercu sió n fue excelente. Los conceptos elem.entales se
transform ó en texto de referen cia p ara los m ilitantes d e diver­
sos países latinoam ericanos. U n o de los motivos de su éxito
editorial p arece h a b e r sido el padrinazgo de Louis A lthusser,
qu ie n p rologó la p rim era edición y luego la sexta.
En u n a reseña, la revista Plinto Final lo definió com o u n a
referen c ia ineludible p ara los m ilitantes revolucionarios:
“P ara los m ilitantes revolucionarios cuya form ación teórica
y política se realiza a través de las luchas de los p artid o s re ­
volucionarios, la o bra de M arta H arn eck er hab rá d e o rie n ta r
co n v e n ie n tem en te la experien cia g an ad a y ayudarla a la luz
de la te o ría m arxista leninista”,299
N o obstante, h u b o quienes cuestionaron la obra d esde u n a
perspectiva radical, criticando la form alización característi­
ca d e la influencia estructuralista francesa y reivindicando la
trad ició n bistoricista gram sciana.30*1 La influencia del trab a­
jo de H a rn e c k e r circulé) com o reg u ero de pólvora e n tre los
m ilitantes de diversas organizaciones presentes en Chile en
aq u el m o m en to . Ei d irigente tu p am aro Eleuterio F ern án d ez
H u id o b ro d eclaró que su influencia fue im p o rtan te p a ra los
D EPEN D EN CIA O LUCH A ARM ADA 12 Q

m ilitantes tup am aro s en C h ile.301 En la A rgentina, la revista


Nuevo Hombre, ce rc a n a al PRT-ERP. in fo rm ó en u n a n o ta titu­
lada “La cultura co m o arm a de liberació n ” que los C uad ern o s
de H arn ec k er se ría n publicad o s en u n a versión a d a p ta d a a las
“p articu larid ad es” d e ese p a ís.302
O tros em p re n d im ie n to s tam bién exp resaro n esos in te r­
cam bios intelectu ales e n tre chilenos, exiliados y visitantes,
que fu ero n en a u m e n to m ien tras la U P estaba en el gobier­
no. A un que p o co m e n c io n a d o en este artículo, el C entro d e
Estudios de la R ealidad N acional (C eren) de la U niversidad
Católica, fu n d ad o después q u e el CESO, tuvo un im pacto se­
ñ ero en el d eb ate po lítico académ ico .303 La revista del C eren
daba cu e n ta de u n p roceso sim ilar de renovación d e las cien ­
cias sociales, in c o rp o ra c ió n del m arxism o y com prom iso p o lí­
tico de los académ icos.
A lgunos ex tra n jero s vinculados al c e n tro tam bién tuvieron
im pacto en ei ám b ito intelectual. René Zavaleta M ercado, u n o
de los p en sad o res m ás reconocidos de Bolivia.304 trab ajó en la
O ficina d e Planificación d e la P residencia de la R epública y e n ­
tre 1972 y 1973 c o o rd in ó el C eren de la U niversidad Católica,
d o n d e publicó la p rim e ra versión de Poder dual Problemas de
la teoría del Estado en América Latina, texto en que se p ro p u ­
so estud iar la d u a lid a d d e los poderes en los procesos boli­
viano y chileno a p a rtir de la teoría de L enin y T ro tsk i.505 El
sociólogo belga A rm an d M attelart trabajó en la U niversidad
Católica, d o n d e refo rm u ló la teoría de la d e p e n d e n c ia desde
una perspectiva c u ltu ra l so b re el im perialism o en Para leer al
Pato Donald, libro sem inal escrito en co au to ría con el chileno
Ariel D orfm an .306
O tras revistas, com o Cuadernos de Documentación Tercer
Mundo y Marxismo y Revolución -e d ita d a en 1973 p o r Ruy
M auro M arini y cuyo seg u n d o nú m ero n o salió a la luz p o r­
que fue requisado pocos días después d e l golpe d e E stad o -
o la segunda ép o c a d e Estrategia, re e d ita d a p o r O scar Waiss,
fueron aportes im p o rta n te s en este cam p o de d e b a te s fro n ­
terizo e n tre las urgen cias políticas y la reflexión intelectu al.
1 ^ 0 H A C E R L A REVO LUCIÓ N

Por últim o, Punto Final se in teg ró a esta reflexión desde u n a


dinám ica más asociada al proceso político.
Los trabajos aq u í reseñad o s d an cu e n ta de u n m o m e n to
p articu la r en la relación e n tre el trabajo académ ico y el co m ­
prom iso político, en que ciertos actores de la academ ia legiti­
m aban su accionar a d o p ta n d o d eterm in ad o s p o siciónam ien-
tos políticos, y los actores políticos, p o r su parte, re c u rría n al
trabajo académ ico p ara legitim ar sus prácticas. En el cam p o
de la nueva izquierda, la renovación política y la ren o v ació n
académ ica fu ero n u n binom io difícil de separar, y así lo testi­
m onian las trayectorias d e algunos académ icos m en cio n ad o s
en esta sección. P ero a la p a r de este fluir académ ico, eí C hile
de A llende era u n sem illero de intercam b io en tre m ilitantes
políticos de diferentes países.307

“ SOLIDARIDAD REVOLUCIONARIA”
DURANTE EL GOBIERNO DE LA U P : '

D ebido a sus definiciones políticas, el MIR chileno fue la or­


ganización más cercana a gran parte de los exiliados con tra­
yectorias sim ilares en la región. Desde 1969, el MIR estaba
abocado a u n a estrategia de lucha arm ada. B uena parte d e sus
m ilitantes de base se dedicaban a prom over “acciones directas5”
en los frentes d e masas - e n tre ellas tomas, corrim ientos de cer­
cos y ocupacio n es- en el m arco de la movilización de sectores
cam pesinos, “pobladores” y estudiantiles, que iba en au m en to
desde 1968.308 U n grupo más reducido, vinculado a la dirigen­
cia, desarrolló u n a fuerza m ilitar m ediante robos a bancos. Las
“expropiaciones bancarias” se llevaban a cabo en el m arco de la
pro p ag an d a arm ada, p o r lo que p arte de la dirigencia del g u i­
po qu ed ó expuesta y tuvo q ue pasar a la clandestinidad. C om o
titulara con acierto un docu m en to de comienzos de 1969: ";No
a las elecciones! U nico cam ino: L ucha Arm ada’1,30'1 las eleccio­
nes no desem peñaban n in g ú n papel en esta estrategia.
D EPEN D EN CIA O LU CH A ARM A D A 13 1

C u ando en 1970 el triu n fo d e la U P se tran sfo rm ó en una.


posibilidad real, el MIR m o d e ró su ac titu d hacia el proceso
electoral. Sin a b a n d o n a r su d escreim iento con respecto aí
cam ino electoral com o fó rm u la para llegar al p o d e r, reco n o ­
ció que la posibilidad de u n triunfo electoral de la izq u ierd a
había g en erad o expectativas en aquellos sectores p op u lares
que veían este ac o n te cim ien to com o p a rte de u n proceso d e
movilización social m ás generalizada. El MIR d e b ía acercarse
a estos sectores p o p u la re s y tam bién a los sectores m ás revolu­
cionarios de la U P p a ra p o d e r guiar esta m ovilización en u n a
estrategia revolucionaria.
Así com o el M IR se in te resó p o r la experien cia d e la UP, el
candidato p residencial ta m b ié n deseaba in te g rarlo a la cam ­
pañ a y luego al nuevo g o b iern o . D u ran te la c a m p a ñ a h u b o
varias conversaciones e n tre el MIR y A llende. El M IR decidió
su sp ender sus acciones de p ro p a g a n d a arm ada a p a rtir de j u ­
nio p ara im p ed ir q u e fu e ra n utilizadas en el co n tex to de la
co n tien d a electoral. Poco después de asum ir la presid en cia,
A llende am nistió a trein ta m ilitantes del MIR q u e estaban
presos desde el p e río d o de E duardo Frei y levantó los cargos
que pesaban sobre otros dirigentes. A llende les o freció a p ar­
ticipar en su eq u ip o de seg u rid ad personal d u ra n te la cam pa­
ña electoral; los m iristas acep taro n la tarea, qu e co m p artie­
ro n con m iem bros del P artid o Socialista, otros v inculados al
ELN chileno y tres in te g ran te s de ia inteligencia cubana, en
lo q ue dio en llam arse G ru p o de Amigos P ersonales (GAP).310
A unque el MIR siguió a p a rta d o de la U P, el GAP le ofreció u n
espacio privilegiado d e relacio n am ien to político c o n A llende,
el P artido Socialista y Cuba. Asimismo, A llende veía ese espa­
cio com o u n a fo rm a de acercam iento a, y relativo co n tro l so­
bre, la fuerza q u e p o d ía g e n e ra rle m ayores pro b lem as d e n tro
de la izquierda. Sin em bargo, ese a c u e rd o tácito tuvo co rta
duración: a m ediados de 1971 los m ilitantes del M IR a b a n d o ­
n aro n el GAP y se llevaron la m itad de su arm a m en to .
El triunfo d e la UP provocó m últiples debates d e n tro del
MIR, q u e exp resab an las tensiones e n tre visiones m ás milita­
13 2 h a c e r la REVOLUCIÓ N

ristas, que ap u n tab a n a la consolidación de u n a guerrilla, y


otras que ap u n tab a n al desarrollo d e u n trabajo de m asas.311
Estas últim as p are cie ro n prim ar. De todos m odos, la llegada
de A llende a la p residencia no alteró u n ápice la in te rp re ta ­
ción m ás general del MIR acerca de la inevitabilidad d e la
lu ch a arm ada en el proceso hacia el socialismo. U n d o cu m en ­
to d e octu b re d e 1970 plan teab a q u e el diagnóstico g en e ral
sobre la correlación de fuerzas e n tre el im perialism o y sus
aliados-sativos co n tra las fuerzas p o p u lares no h ab ía cam bia­
do: “N ada de lo fu n d am en tal de estas condiciones h a variado
p o r el triunfo electoral de la UP: el en fren tam ien to solo ha
sido postergado, y cu ando se lleve a cabo, será m ás legítim o
y tom ará un carácter masivo, lo q u e hace hoy m ás vigente
que n u n ca la estrategia de la lucha arm ad a”. N o ob stan te, la
nueva situación los obligaba a im ple m en tar “necesarias ad e­
cuaciones de las form as tácticas de lu c h a”.312
Este diagnóstico inspiró la estrategia del MIR d u ra n te el
p e río d o de la UP. D u ran te u n a entrevista, A ndrés Pascal
A llende resum ió la apuesta en tres ejes: trabajo de masas,
trabajo d en tro de las Fuerzas A rm adas, construcción de u n a
fuerza m ilitar ce n tral.313 D u ran te ese período, el MIR d esp le­
gó los llam ados “frentes in term ed io s”, que a u m e n ta ro n el
n ú m e ro de m ilitantes y la periferia del m ovim iento.314 Según
Pascal, m ientras en 1970 el MIR n o superaba los tres mil in ­
tegrantes, en m arzo de 1973 ro n d ab a los diez mil, en ta n to
que los m iem bros de los fren tes interm edios eran m ás de
trein ta m il355 A dem ás, el MIR in te n tó realizar trabajo d e in ­
teligencia d e n tro d e las Fuerzas A rm adas para d etec tar posi­
bles in ten to s c.onspirativos y desarrollar trabajo p o lítico e n tre
los sectores subalternos an te la eventualidad de u n g o lp e de
E stado co n trarrev o lu cio n ario .316
P o r últim o, el MIR in ten tó gestar u n a fuerza m ilitar cen tral
cuyo objetivo sería p repararse p ara un posible escenario de
golpe de Estado. Este g rup o usó al GAP com o co b ertu ra, y
cu an d o eí MIR se retiró se llevó la m itad de su arsenal. D u ran te
esta etap a los m ilitantes tom aron cursos de form ación m ili­
D EPEN DEN CIA O LUCHA ARM ADA 13 3

tar e inteligencia en Chile y en Cuba y realizaron diferentes


talleres de arm am ento. A m ediados del período, com enzó a
pensarse en cre ar zonas d e repliegue en el área ru ral ante la
posibilidad de u n a reacción contrarrevolucionaria. L a p rep a­
ración tam bién im plicaba, com o el M IR había afirm ado, u n a
estrategia continental. En ese contexto, la relación con m ili­
tantes de los países fronterizos renovó su significado a la h o ra
de p ensar una reta g u ard ia m ilitar. D en tro de esa estrategia, la
solidaridad con los exiliados d e la región, así com o su p ro tec­
ción, adquirió u n a im p o rta n cia que trascendía lo enunciativo.
El evento que m ejo r describe la posición del M IR acerca
de cuál debía ser la posición del g o b iern o respecto de la so­
lidaridad con los revolucionarios fu ero n los sucesos vincula­
dos a la fuga del p en a l de Rawson en Trelew, A rgentina. En
ju n io de 1972, algunos m iem bros del MIR h ab ían recibido
instrucciones p ara c o n stru ir u n a pista de aterrizaje altern a­
tiva cerca del a e ro p u e rto d e L inares.317 M ilitantes d e las FAR
argentinas se h ab ían re u n id o con los tupam aros uruguayos
para pedirles un p ilo to ,318 El plan fue su spend ido del lado
chileno y los tu p am aro s n o p u d iero n colaborar, p e ro en la
A rgentina p ro sp eró la idea d e p lanear u n a fuga del penal d e
Rawson. El 15 de agosto, un g rupo de veinticinco p risio n ero s
políticos p erte n ec ien tes a tres organizaciones arm ad as -d o s
de ellas vinculadas ai peronism o: las FAR y M ontoneros, y la
tercera de izquierda: el E R P - lograron escapar d e l penal y
se dirigieron al a e ro p u e rto d e la ciudad de Trelew , d o n d e
u n com ando h a b ía secuestrado un avión p ara trasladarlos.
La fuga no resultó com o se esperaba y solo los seis responsa­
bles del com ité - a su vez m iem bros de las dirigencias de esas
organizaciones- p u d ie ro n lleg ar a tie m p o al avión; los otros
diecinueve retrasaro n su a rrib o al a e ro p u e rto y c u a n d o p o r
fin llegaron, la aeronave ya h ab ía despegado. A corralados p o r
la situación, convocaron u n a conferen cia de p ren sa, depusie­
ron las armas y se e n tre g a ro n a la A rm ad a.319
Los seis que h a b ía n lo g rad o escapar se u n ie ro n a otros
cinco que ya estaban em barcados en u n avión co n no v en ta
1 34 h a c e r la r e v o lu c ió n

y seis pasajeros, que secuestraron. A la 1.25 del 16 de agosto


de 1972, el avión secuestrado aterrizó en P ud ah u el, C hile, h e­
cho que dio lugar a un acalorado d eb ate en eí país de arrib o .
M ientras la d ictad u ra arg en tin a exigía la rep atriació n d e los
guerrilleros y la d ere ch a ch ilena d en u n ciab a los riesgos de
d ar asilo a “terroristas”, el go b iern o de A llende se m o strab a
dubitativo y algunos sectores de izquierda expresaban solida­
rid ad total con los “revolucionarios” .320
La llegiáda d e los m ilitantes argentinos ocurrió en u n clim a
de au m en to d e las diferencias en tre rupturistas y gradualistas
d en tro de la U P .321 M ientras el P artido Com unista y A llende
llam aban a cum plir el p ro g ram a de la UP e iniciar u n acerca­
m iento con la D em ocracia Cristiana, los dem ás sectores c o n ­
vocaban a “avanzar sin tran sar” en la construcción del socialis­
m o. H u b o conflictos en movilizaciones callejeras en la ciu d ad
de C oncepción, ocupación de fábricas p o r el m ovim iento
sindical y ocupación de tierras “cam pam entos” en la zona de
Lo L ferm ida/'22 D esde distintos m edios de p ren sa y con dife­
ren tes argum entos, los dardos ap u n tab an hacia la izq u ierd a
radical y advertían sobre los riesgos de la radicalizado!! del
proceso de la UP. El MIR, y en algunos casos su co n ex ió n con
extranjeros, se transform ó en el principal tem a de los d ebates
en tre izquierda y d erecha, así com o de las tensiones in te rn as
e n tre gradualistas y ru p turistas.
La larga tradición de asilo político, que databa del siglo XIX
y había ganado renovada relevancia en los sesenta, com enzaba
a ser cuestionada. Lo que en aquella década había sido consi­
derado una cuestión hum an itaria de la D em ocracia Cristiana,
parecía adquirir otro significado con Allende. La p ien sa o p o ­
sitora denunciaba la llegada de nuevos refugiados com o p ar­
te de u n a conspiración internacional prom ovida p o r los sec­
tores más radicales de la izquierda, grupos que tenían lazos
con C uba y buscaban in terferir en la vida política del país. El
D epartam ento de Estado estadounidense com partía esta visión
y calificaba a Chile com o la “m eca” de la izquierda, p ero adver­
tía que el interés de estos grupos en exportar la revolución n o
DEPEN DEN CIA O LUCHA ARM ADA 13 5

| había sido contem plado p o r el gobierno de la UP, cuya política'


; exterior buscaba fortalecer las relaciones con los países vecinos,
incluso con aquellos que tenían gobiernos conservadores.323
El MIR tam bién recibía críticas de la izquierda gradualista.
El P artido C om unista lo acusaba de ser “u n grupo en treg ad o
a la tarea de allanarle el cam ino a la sedición reaccio n aria p o r
m edio de la provocación política y la agresión responsable.
Sus dirigentes flu ctú an e n tre ia canallada y la p ara n o ia, en tre
la infam ia y la lo c u ra ” .324
Más allá de esa oposición, la estrategia de “avanzar sin tran­
sar” en co n tró al M IR en sin to n ía con sectores im p o rtan tes de
la UP. A partir d e 1972, la m ayoría del Partido Socialista y el
M ovimiento de A cción P o p u lar U nitaria (MAPU) im pulsaron,
ju n to con el MIR, la construcción de u n p o d er p o p u la r que
desafiaba la institu cio n alid ad y los lím ites de los procesos de
reform a im pulsados desde el gobierno. A unque los socialistas
- e n virtud de sus recursos m ateriales, cantidad de m ilitantes
e inserción p o lític a - fu ero n la fuerza q u e más in terfirió con
los planes del g o b ie rn o , las críticas se c o n c en tra ro n e n el MIR
por ser el único sector que n o integraba la coalición. El. MIR;
inten tó capitalizar las críticas y se transform ó en el in te rp ela­
do!' más visible, p o r izquierda, de la política g ubernam en tal.
En este contexto, el 16 de agosto llegaron jos fugados del
penal de Rawson. El MIR afirm ó una visión principista, cen­
trada en la solidaridad revolucionaria y que d esaten d ía cual­
quier consideración táctica: “¿Qué ‘consideración táctica’
p uede justificar a n te el p u eb lo argentino, el sacrificar la liber­
tad y tal vez la vida de sus m ás valerosos y capaces je fe s revolu­
cionarios en n o m b re de las ‘buenas relaciones dip lo m áticas’
con u n a cam arilla m ilitar q u e tiene sus días co n tad o s?”.325
El MIR activó d e in m ed iato sus aparatos de m asas p ara
reclam ar asilo y p u so especial énfasis en la violación a los
derechos h u m an o s com etida p o r la dictadura arg en tin a, El
Rebelde, su p eriódico oficial, solicitó “Asilo para los revolucio­
narios arg e n tin o s” y publicó en tapa u n a im agen d el C he ju n ­
to con la frase “N o hay fron teras en esta lucha a m u e rte ” .320
13 6 H A CER LA REVOLUCIÓ N

El editorial afirm aba q u e este caso ofrecía u n a b u en a o p o r­


tu n id a d p ara llenar de con tenidos reales la n o ció n de in te r­
nacionalism o p ro letario y cuestionaba la actitud q u e hasta el
m o m en to había ten id o el gobierno. Por últim o, convocaba
a la m ovilización en apoyo a los revolucionarios arg en tin o s.
A lgunos ^sectores de la izquierda del P artido Socialista y d e la
izquierda cristiana ad h iriero n . -
Al com ienzo, el gobierno chileno derivó el p ro b lem a ai
P oder Judicial puesto que se trataba de u n asunto p articu lar­
m en te sensible. A unque la A rg en d ñ a estaba bajo u n a d ictad u ­
ra m ilitar conservadora, hasta el m o m en to am bos gobiernos
habían m an ten id o m uy buenas relaciones. La alianza en tre
los dos países se fu n d am en tab a en motivos geopolíticos. La
A rgentina necesitaba aliados para co n ten e r la crecien te p re ­
sencia de Brasil con su esquem a subim perial. Para Chile, la
A rgentina a su vez represen tab a u n a excepción en u n co n tex ­
to de creciente hostilidad reg io n al.327 La em bajada arg e n tin a
en Chile solicitó al gobierno la d etención preventiva de los
diez im plicados en el secuestro del avión, hasta re u n ir los an ­
tecedentes necesarios p ara p edir su extradición. El p resid en te
A llende declaró a la p rensa que el asunto q u edaría en m anos
de la justicia.32* La UP designó representantes de los d iferen ­
tes grupos para que se reu n ieran con los guerrilleros y n o m ­
b ró tres abogados socialistas que se encargarían de su defensa.
Pero m ientras se esperaba que la justicia argentina enviara la
solicitud de extradición, ocurrió u n a tragedia que alteró la di­
nám ica de los hechos. El 22 de agosto, los diecinueve presos
recapturados en el in te n to de fuga fueron fusilados; solo tres
sobrevivieron. La versión oficial sostuvo que ios fusilam ientos
h abían sido consecuencia de un nuevo intento de fuga.
La noticia tuvo m ucha repercusión en Chile. Al d ía si­
guiente, el P artido Socialista solicitó al p resid en te que a los
tres sobrevivientes se les d iera u n salvoconducto p ara viajar
a C uba, ya que luego de la m asacre la extradición p o d ía ser
sinónim o de m u erte segura p ara los m ilitantes.32'' A p a rtir del
fusilam iento de Trelew, gran parte de los sectores de la UP
DEPEN D EN CIA O LUCH A ARM ADA 13 7

se in clinaron p o r la p ro p u e sta de3 MIR de o to rg ar asilo o u n


salvoconducto a los argentinos. A raíz d e ello, el p resid e n te
tam bién se m ostró a favor de esa opción.
Según n arran las m em orias de su h erm an o Ju lio , Mario
R oberto S antucho, líd e r d el PRT-ERP y uno d e los tres m ili­
tantes que h ab ían lo g rad o escapar con vida, recibió la visita d e
Beatriz A llende, hija del presid en te chileno, q u ien le expresó
las condolencias p o r la m u e rte de su esposa, asesinada en la
masacre, y le en tre g ó u n arm a en n o m b re de su p a d re .330 En
el aero p u erto fu e ro n d espedidos p o r unos trescientos inte-
grantes del MÍR, sus fren tes d e masas, el P artido Socialista y
argentinos residentes en C hile que e ra n m iem bros d e esas o r­
ganizaciones.331 E n C uba fu e ro n recibidos por el vicem inistro
del In terio r M anuel P iñ eiro y convocaron a una co n feren cia
de p re n sa .532 El episodio cu lm in ó con el envío d e u n a carta
de agradecim iento de los guerrilleros al pueblo chileno, y el
general Ju a n D om ingo P eró n agradeció p o r su p a rte la aten ­
ción b rin d ad a a los m ilitantes p eronistas.333
U n a vez resuelta la crisis, en el transcurso de u n a entrevista
d u ran te su viaje a C uba, S an tu ch o agradeció al M IR, a la iz­
quierda Cristiana y a la izq u ierd a del P artido Socialista p or su
apoyo y p o r h ab e rse p ro n u n c ia d o co n tra la extradición. Sus
declaraciones te n ía n el característico to n o in tem acio n alista
que m arcaba las experien cias de relacio n am ien to en tre las
organizaciones del C ono S ur en Chile:

Con respecto al p u eb lo chileno, querem os dejar


u n saludo y u n agradecim iento d e todos nosotros,
especialm ente p ara los centen ares y miles d e com ­
p añeros que salieron a la calle e n ejercicio d el in­
ternacionalism o p ro letario , con lo que h ic iero n
posible la solución más favorable p a ra los intereses
de nu estra revolución, de la revolución argen tin a,
que son ta m b ién los intereses del pueblo revolu­
cionario ch ilen o , de la revolución chilena y d e la
revolución la tin o a m e ric a n a.334
138 HACER LA REVOLUCIÓN

El episodio de Trelew puso de m anifiesto los contactos exis­


tentes entre diferentes organizaciones armadas del C ono Sur
du ran te 1972 com o consecuencia de la presencia d e m ilitan­
tes en suelo chileno. A unque algunas m em orias personales y
los docum entos de la J u n ta de C oordinación Revolucionaria
(JCR) señalan el episodio de la fuga de Rawson com o el p u n to
de partida que derivaría en la creación de una coordinación
entre k # m ie m b ro s del ERP argentino, los miristas chilenos y
los tupam aros uruguayos, u n a serie de elem entos dispersos da
cuenta de que aí m enos en 1972 ya existían intercam bios en tre
las organizaciones que culm inarían en la creación de laJCR.
El 16 de abril de 1972 el diario La Nación de B uenos Aires
inform ó que, según fuentes de inteligencia, el 20 de feb rero
se había llevado a cabo u n a reu n ió n en Santiago de Chile
en la que habían particip ado dirigentes del ERP, el MIR, el
MLNT, el ELN y de los com andos M arighela y L am arca.335
P or otra parte, la rean u d ació n de relaciones con Cuba., con
la instalación de u n n u m ero so cuerp o diplom ático en Chile
y el reinicio de los vuelos Santiago-La H abana, hizo q u e la
capital chilena se transform ara en epicen tro in elu d ib le p ara
establecer contactos con los cubanos, tal com o lo atestiguan
los funcionarios asignados a esa em bajada.336 La visita de
Fidel Castro tam bién propició las conversaciones con grupos
del C ono Sur.
Ademas de las ya m encionadas visitas del ERP a C h ile,33'7
G uillerm o Rodríguez, un m ilitante del MIR chileno, re c u e r­
d a que participó en la seguridad d e u n a casa en la q u e se
h ospedaban alre d ed o r de trein ta m ilitantes del ERP q u e esta­
b an de paso p o r Chile p ara ir a en tre n a r a Cuba, antes de los
sucesos de Trelew. Lo m ism o recu erd a acerca de u n g ru p o de
m ilitantes del MIR boliviano, tam bién ese a ñ o .338
En cuanto a los tupam aros, los contactos tam bién se re­
m o n tab an a 1971. U n d o cu m en to de 1972, requisado p o r
las Fuerzas A rm adas en Uruguay, m ostraba que los contactos
internacionales habían cobrado im portancia p ara la o rgani­
DEPEN D EN CIA O LUCHA ARM ADA l^C)

zación,' en particular las actividades en Chile, país d esignado


com o “p u en te d e aprovisionam iento logístico y b ase de o p e­
raciones de nu estro s co m p añ e ro s”.339''
Más allá de los contactos en tre m ilitantes, los debates en
los periódicos de estas organizaciones m ostrab an u n a p arti­
cular convergencia re g io n a l En 1971. El Combatiente, ó rgano
del PRT-ERP, ded icaba su ta p a al MLNT y titulaba: “Uruguay:
un solo cam ino, la g u erra rev olucionaria”. El texto ex p resab a
su “adhesión a la alternativa del M LNT”.340 En ju lio de 1972
se publicaba en E l Combatiente u n texto sobre el MIR. d o n d e se
lo presentaba com o “una organización herm an a, a la cual nos
un en sim ilares concepciones ideológicas y políticas” .541 Err
su Carta del Uruguay, publicada en C hile en el tran scu rso d e
1972, el MLNT realizaba u n a co b e rtu ra favorable d e las accio­
nes deí PRT-ERP, de frecu en cia casi sem anal, y m o strab a u n a
n o to ria adhesión al MIR chileno. En E l Rebelde, q u e cubría
los hechos de Trelew, u n a n o ta sobre el ERP anticip ab a la
coordinación posterior:

N o so tro s-d ice el E R P -n o s reivindicam os in te m a c io ­


nalistas p o rq u e com prendem os q u e n uestra lucha,
la lucha del p ueb lo a rg é n tino, co n tra la dom in ació n
im perialista es la m ism a lucha q u e libran los trab a­
ja d o res uruguayos, chilenos, cubanos, vietnam itas y
de todos los pueblos q u e luchan contra ei sistem a
capitalista. [...] En este sentido, estam os dispuestos a
intercam biar colaboración, a ayudarnos m u tu a m e n ­
te con los dem ás pueblos revolucionarios, especial­
m ente con n uestros h erm a n o s de A m érica L a tin a .'112

La sintonía en tre estas organizaciones llegaba a tal nivel que


cuando ciertas opciones tácticas p o d ía n in te rp re ta rse com o
discrepancias, se veían en la necesidad de explicar el motivo
de la diferencia. P or ejem plo, con m otivo de las elecciones
en 1973 en la A rgentina, el PRT-ERP necesitó ex p licar su
posición diferente de la del “apoyo crítico ’' y la “tre g u a ” del
14 0 H A CER LA REVOLUCIÓ N

MIR a la UP en Chile en 1970 o la de los tupam aros a.1 F ren te


A m plio en 1971.343 \
A unque estos asuntos p u ed e n rastrearse en la d o cu m en ta­
ción de las organizaciones arm adas de U ruguay y la A rgentina,
el d eb a te se desarrolló de u n a m an era más abierta en Chile,
ya que el MIR tuvo u n a voz pública que en los otros países, en
virtud d e la clandestinidad de estos grupos, no era posible. A
través de Punto Final y El Rebelde, el MIR actuó com o defen so r
del PRTJSRP y del MLNT an te las acusaciones de desviado-
nism o ultraizquier dista form uladas p o r la prensa del P artid o
C om unista chileno, A m odo de ejem plo, el 25 abril de 1972,
en u n discurso p ro n u n cia d o en un sindicato m inero, el líd er
del MIR M iguel E nríquez afirm ó que en la izquierda existían
dos tendencias: u n a “pusilánim e” y reform ista, y o tra “revolu­
cio n aria”. L uego de p la n tea r q u e la política de los reform istas,
“detrás de un a posible colaboración parlam entaria, p re te n d e
fre n a r el avance d e los trabajadores disfrazándolo de consoli­
d ac ió n ’', señaló que los publicistas del Partido C om unista se
h abían p ro p u esto atacar a los revolucionarios d en tro y fuera
de la UP y que se h abían extralim itado. “H an llegado incluso
a denunciar' com o terroristas de la ultraizquíerda a los héroes
de la lucha revolucionaria de Am érica Latina, los tupam aros
de U ruguay”.344
El con cep to de organizaciones “h erm an as’\ que em pezaba
a usarse en estas publicaciones, designaba un tipo de afinidad
d iferen te de las form as en q u e la izquierda se h abía agrupado
hasta entonces a nivel internacional. En este caso, el factor
a g lu tin a n te no parecía estar asociado a las definiciones ideo­
lógicas que articulaban los agolpam ientos internacionales
(com unism o, socialismo, trotskism o, m aoísm o). D en tro de
estas organizaciones “h erm an as”, existían grupos de d iferen ­
tes procedencias ideológicas, que iban desde el cristianism o
y el nacionalism o hasta el marxism o-leninism o. M ientras ios
tupam aros se resistían a u n a definición ideológica tradicional
y se au to d en o m in ab a n nacionalistas de izquierda, el MIR y
el ERP se definían com o marxistas-leninistas. Las estrategias
DEPEN D EN CIA O LUCHA ARM ADA 14 1

m ilitares tam bién e ra n diferentes. El MLNT era u n a organi­


zación guerrillera co n cierto prestigio in tern acio n al debido
a su particular em p leo d e la guerrilla urbana; co n una his­
toria un poco m e n o r, el ERP ya m ostraba cierta eficacia en
sus prim eros secuestros, e n tan to el M IR no era u n a guerrilla
en sentido estricto au n q u e e n tre 1969 y 1970 hab ía llevado a
cabo acciones clandestinas. L o que todas las organizaciones
parecían co m p artir era que, en los contextos locales, defen­
dían a rajatabla la idea de que el conflicto político-social en
últim a instancia derivaría en un conflicto arm ado.
Esa afinidad se construyó en un contexto d o n d e la em er­
gencia de autoritarism os, con sus consecuentes olas de exilia­
dos en territorio chileno, p are cía constatar las tesis d e OLAS
acerca d e la inevitabilidad del conflicto arm ado y la necesi­
dad de articular u n a estrategia revolucionaria con tin en tal.
Los dirigentes del MIR p ro p o n ía n u n a in terp retació n muy
cercana a los p lan teo s ya reseñados p o r Dos Santos, p ero con
consecuencias políticas más explícitas q u e las plan tead as p o r
el sociólogo.
En septiem bre de 1971. en la p oblación La Victoria, el m iem ­
bro de la com isión política del MIR Bautista van Schouw en
dio un discurso en h o m e n aje al co m andante O rlo s Lam arca,
un m ilitar brasileño que d esertó y se in tegró a la V anguarda
P opular Revolucionária (V PR). Luego d e describir la dictadu­
ra brasileña com o u n a de las m ás odiosas de A m érica Latina,
“asentada a sangre y fuego sobre la superexplotació n de los
trabajadores brasileños, h ac ie n d o de la to rtu ra y el crim en un
m étodo de g o b ern a r y una institución cotidiana p o r excelen­
cia”, van Schouw en p la n teó q u e su “delirio subim perialista”
am enazaba a los pueblos vecinos y se h ab ía convertido en la
“base de sustentación y ce n tro articulador de la reacció n con­
trarrevolucionaria en el C ono Sur” .345
Van Schouw en sostenía adem ás que “la dinám ica reaccio­
naria y contrarrev o lu cio n aria de la d ictad u ra brasileña es hoy
día el pun to de referen c ia obligado p a ra elaborar la estrate­
gia continental de la revolución latinoam ericana”. A raíz de
14 2 H A CER LA REVOLUCIÓ N

esta am enaza, la cuestión del internacionalism o p ro letario y


la solidaridad revolucionaria dejaba de ser u n p ro b lem a de
principios para transform arse en u n asunto de n ecesidad ob­
jetiva. Por últim o, el disertan te n o m b ró los lugares d o n d e se
daban esos procesos en A m érica L atina e hizo referen cia a
Bolivia, U ruguay, Brasil y la A rg en tin a.346
El carácter “a g o re ro 1” de la d ictadura brasileña p arecía ge­
n e ra r u n escenario de opciones m uy limitadas en la región,
condén.fSdo de m a n era nítid a en la antinom ia “fascismo o
socialism o” p la n tea d a p o r algunos d ependentistas y d irig e n ­
tes del MIR desde 1971.347 En los otros países de la región,
la “contrarrevolución” p arecía estar en ascenso. En 1971 la
dictadura brasileña hab ía d esem peñado u n activo roí en el
golpe de Estado con tra el m ilitar progresista Ju a n José T o rres
en Bolivia y h abía incidido en las elecciones uruguayas p a ra ‘
evitar el triunfo de la coalición de izquierda.348 En 1972 la
ofensiva represiva con tra la guerrilla y las organizaciones so­
ciales y de izquierda im pulsada p o r el gobierno conservador
de Ju a n M aría B ordaberry en U ruguay contó co n el explíci­
to aval de Brasil. Asimismo, en 1973 los sectores privados y
el grupo de extrem a d erech a Patria y L ibertad tuvieron el
respaldo de los gobiernos y los inversores de Brasil, Bolivia,
la A rgentina y Paraguay. En 1973 R oberto T hiem e, líd e r de
Patria y L ibertad, re to rn ó a Chile p o r Bolivia tras u n breve
paso p o r la A rgentina y Paraguay con el objetivo de recau d ar
fondos para iniciar u n a guerrilla u rb an a en el país.34-'
L a fisonom ía del autoritarism o de nuevo tipo q u e se estaba
construyendo desde Brasil estaba asociada a la práctica d e la
to rtu ra sistem ática de los m ilitantes sociales y políticos. Las
noticias acerca de los diferentes m étodos de to rtu ra científi­
ca, que buscaban d estru ir física y psíquicam ente la voluntad
de los m ilitantes, eran u n a constante en Punto Finid. T ras la
oleada represiva iniciada en 1968 en Brasil en 1971 se en­
sayaron m étodos sim ilares en Bolivia desde el g o b ie rn o de
B anzer. La A rg en tin a registró la influencia de los m étodos
de in te rro g a to rio de Brasil y en 1972 el g o b iern o u ru g u a­
D EPEN DEN CIA O LUCHA ARM ADA 14 3

yo de B ordaberry ad o p tó p ro ced im ien to s sim ilares.350 Las


largas “sesiones” d e to rtu ra , en que los d eten id o s recibían
m últiples golpizas y era n o b jeto de ah ogam ientos (“subm ari­
n os”), colgam ientos, p la n to n es, sim ulacros de fusilam iento,
shocks eléctricos en sus genitales e infinidad de to rm en to s,
eran descriptas con p a rtic u la r detalle e n los testim onios q u e
diversos m ilitantes de estos países ofrecían en Punto Final,
cuyo enfoque a p u n ta b a a g en e rar em p atia e n tre la víctima
y el lector.
Pero las descripciones no inducían al derrotism o. Según los
inform es al respecto, la to rtu ra no logró su objetivo de des­
tru irlas guerrillas. A unque se reconocía que había im pactado
sobre las organizaciones, tam bién se ofrecían ejem plos espe-
ranzadores de m ilitantes que habían p o dido resistir la terrible
cadena de sufrim ientos físicos y psíquicos sin en tre g a r ningu­
na inform ación relevante a las fuerzas enemigas. C abe supo­
ner que ese era el relato público sobre la tortura, p e ro quienes
hablaron sobre la to rtu ra y los interrogatorios a p osteriori han
planteado que los tup am aros tuvieron u n a actitud más prag­
mática. Se les p ed ía que resistieran las prim eras veinticuatro
horas para asegurar que los m ilitantes d e su e n to rn o se p u ­
sieran a salvo. Sin em bargo, este tipo de enfoque n o se hizo
público en aquel m o m e n to .351
Desde fines de los sesenta, los brasileños tuvieron un rol
fundam ental en la d en u n c ia de estas violaciones. Algunos
entrevistados re c u e rd a n el im pacto de las d en u n cias en su
m em oria y en la p ercep ció n de una posible perspectiva au­
toritaria. La m ilitante del M IR H ilda A m alia G arcés recu erd a
que, pocos días después del golpe de Estado, tuvieron un a
reunión con m ilitantes brasileños que les explicaron en deta­
lle los m étodos d e to rtu ra utilizados en Brasil y les en tre g aro n
m anuales de p rep a ra ció n , convencidos com o estab an de que
“eso era lo que se ven ía”. R ecu erd a que, cuando los brasileños
se retiraron, los m ilitantes del MIR p u sieron en d u d a la posi­
bilidad de que eso o cu rriera en su país, con el arg u m e n to de
que Chile era m uy d iferen te de Brasil. En sus palabras, “nos
144 HACER LA REVOLUCIÓ N

fuim os e n te ra n d o muy le n tam en te de todo. Bah, estábam os


enterados p ero no queríam os escuchar”.352
Lo cierto es que el avance autoritario tam bién aceleró la
necesidad de estos grupos de en c o n trar cam inos concretos
para co o rd in ar sus acciones. En noviem bre de 1972 el MIR,
el MLNT y el PRT-ERP co m enzaron a plantearse la idea de
cre ar u n a organización intern acio n al. Tras dos meses d e esta­
día en Cuba, los dirigentes del PRT-ERP reto rn aro n de form a
clandestina a la A rgentina a través d e Chile. Allí se en c o n tra­
ro n cÓrf la dirigencia del MLNT en el ex terio r y con la del
MIR. U n d o cu m en to d e la JC R que habla sobre sus orígenes,
escrito en 1975, n arra que ese mes h u b o un a re u n ió n trascen­
d en te en Santiago, en la qu e particip aro n la com isión política
del MIR y tres dirigentes del MLNT y del PRT-ERP.353 Según
el d ocum ento, M iguel E nríquez p ropuso crear u n “p e q u e ñ o
Zim m erw ald” del C ono Sur, en alusión a la re u n ió n realiza­
da en Suiza en 1915 p o r los socialistas que se o p o n ía n a la
P rim era G uerra M undial y q u e sentaron las bases p ara la crea­
ción de la III Internacional. El texto postulaba que: “U n ir a la
vanguardia revolucionaria qu e ha em p ren d id o con decisión
el cam ino de la lucha arm ada co n tra la dom inación im p eria­
lista, p o r la im plantación del socialismo, es un im perativo de
1a h o ra ”.!ñ4
Más allá de la voluntad estratégica co n tm eatalista d efin id a
po r G uevara en el Mensaje a la TncontineniaL d e la q u e estos
grupos se sentían portavoces, existían necesidades concretas
que req u erían forjar alianzas con los grupos de la región.
D esde la perspectiva dei MIR, la posibilidad de u n a reacción
autoritaria en Chile, que era cada vez más in m in en te, im pli­
caba pensar cóm o construir u n a retag u ard ia estratégica para
organizar la resistencia. En este sentido, ia relación con las
organizaciones argentinas se volví ó central d ebido a la larga
fro n te ra que am bos países co m p arten .355
En cuanto al PRT-ERP, en 1972 se produjo u n viraje im ­
p o rtan te en sus relaciones internacionales, ju n to con la va
m encionada necesidad de concebir Chile com o retag u ard ia
DEPEN DEN CIA O LUCHA ARM ADA 14 5

e s t r a t é g i c a , otros aspectos co n trib u y ero n a afianzar la nece­

sidad de u n a alianza. T ras su paso p o r C uba y an tes de re-


tornar al Chile, la direcció n del PRT-ERP estuvo e n Europa.
Allí S antucho d ecidió q u e el PRT-ERP se a p a rta ría de la
IV Internacional d eb id o a las acusaciones contra C uba, al re ­
tiro del apoyo del trotskism o eu ro p eo a las guerrillas latinoa­
m ericanas y a las d en u n cias d e intentos de “e n trism o ” en el
seno de la o rg anización .556 E n ese contexto, la necesidad d e
crear u n a organización reg io n al más cercana a la estrategia
guevarista adq u irió nueva trascendencia para u n p artid o que
había p u esto especial cu id ad o en las relaciones internaciona.-;
les. Por últim o, la dirigencia del MLNT e n el ex terio r, ya acé­
falo en U ruguay y víctim a de u n a p ro fu n d a d erro ta, necesita­
ba intensificar sus contactos intern acio n ales en la región, que
resultaban centrales para aseg u rar su supervivencia en Chile
y las A rgentina, los dos lugares que en diferentes m o m en to s
se pensaron com o retaguardias.
Este fue, en líneas generales, el co n tex to en que se p lan tea­
ron algunos ac u erd o s en las reu n io n es d e noviem bre de 1972.
Las prim eras actividades conjuntas estuvieron relacionadas
con la integración d e m ilitantes de las diferentes organizacio­
nes en una escuela in te rn a c io n a l de cuadros y el desarrollo de
com isiones dedicadas a infraestructura m ilitar y logística.357
La escuela llevó a cabo sus actividades e n los alre d ed o res de
Santiago a com ienzos de 1973. El m ilitante del M IR Osvaldo
Torres la rec u erd a com o u n a ex p erien cia de a lre d e d o r de
una sem ana, d u ra n te la cual se discutieron tem as teóricos
y políticos.358 T e n ía u n ritm o muy in te n so de clases, que se
ex tend ían desde la m a ñ an a hasta la tard e. Todas las activi­
dades se realizaban en u n a casa de veran o que b rin d a b a es­
casas com odidades e n relación con el n ú m e ro de p articip an ­
tes. De noche h a b ía u n clim a más abierto, de cam arad ería y
socialización. P artic ip aro n m ilitantes del MIR, del PRT-ERP
especialm ente llegados desde la A rgentina y tup am aro s exi­
liados en Chile. Los docentes eran dirigentes políticos de las
tres organizaciones y académ icos cercanos o m ilitan tes del
14 6 H A CER LA REVOLUCIÓN

MIR. E ntre otros, T orres rec u erd a la participación de T om ás


Vasconi, A ndrés Cultelli y Ruy M auro Marini, q u ien e ra u n a
suerte de organizador.
En opin ió n de T orres, más allá de las tem áticas tratadas,
el objetivo era prom over la solidaridad y'la relación política
en tre m ilitantes de diferentes organizaciones. En su caso, esa
instancia de form ación derivó en u n a relación sen tim en tal
con u n a m ilitante uruguaya que co n tin u ó d u ran te 1973 y se
vio in te íflím p id a p o r el golpe de Estado. En su testim onio
señala las diferencias y coincidencias en tre las diversas o rg an i­
zaciones. Con respecto al PRT, recuerda: “Eran d irig en tes de
la estructura del PRT y eran obreros, cosa muy ra ra en el MIR,
p o rq u e en general la direcció n de las estructuras organizati­
vas del MIR estaba in teg rad a p o r estudiantes universitarios, ya
m ilitantes profesionales, p ero de extracción p eq u e ñ o b u rg u e-
sa’VLos tupam aros p arecían a m itad de cam ino en térm inos
de edad y de clase: te n d rían en tre “25 y 35” años. En cu an to
a los aspectos ideológicos, T orres afirm a que las afinidades
más fuertes del MIR eran con los m ilitantes del PRT-ERP y
que veían a los m ilitantes tupam aros com o ‘‘buenos' p ara la
acción” pero “muy desarm ados en lo ideológico” y afectados
p o r la derrota, que estaban procesando.
O tras de las tareas que se llevaron a cabo en C hile d u ran te
el p erío d o fue la fabricación de arm am ento casero. En un
com ienzo, esta actividad estaba a cargo de los m ilitantes del
MIR de la fuerza central, p ero luego se sum aron m ilitantes
tupam aros y más tarde se desarrollaron tareas co n ju n tas en
el m arco de la JCR. E n 1973 algunos de estos talleres ya fa­
bricaban granadas y habían com enzado a diseñ ar partes de
m etralleta, que luego se p o d ría arm ar en form a casera. Según
Pascal A llende, ya se ap u n tab a a ía. estandarización de la p ro ­
ducción de las piezas, aprovechando las m aquinarias a las que
tenían acceso los m ilitantes del MIR en los co rd o n es indus­
triales, pero el golpe d e Estado in terru m p ió ese d esarro llo .^9
A m ediados de 1973, la situación en Chile se h abía to m a d o
extrem adam ente com plicada para las actividades de coordina-
DEPEN D EN CIA O LUCHA ARM A D A 1 4 7

ción. El “tan q ü etazo ” del 29 de junio, ocurrido dos días des­


pués del golpe de Estado en Uruguay, fue ei p rim e r in ten to
real de insurrección m ilitar contra el gobierno d e Salvador.
Allende. A unque fallido, se sabía que varios de los m ilitares
que se habían opuesto lo h a b ía n hecho apenas p o r u n a cues­
tión d e o p o rtu n id ad . El golpe de E stado se p erc ib ía com o
una posibilidad cercan a.560 Asimismo, la transición dem ocrá­
tica en la A rgentina com enzaba a transform ar el país vecino
en un lugar más seguro p a ra bu en a p a rte de estos extranje­
ros. Las elecciones de m arzo de 1973, la asunción d e H éctor
J. C ám pora (respaldado desde el exilio p o r Perón) e n mayo, la
am nistía a los presos políticos y el re to rn o de un P eró n que se
m ostraba más cercano a la izquierda d a b a n pistas d e u n nuevo
m om ento histórico en el país, que tam bién podía te n e r impac­
to a nivel regional.361 La p ren sa de izquierda ch ilen a reseñó
que, en eí acto d e asunción d e Cám pora, se gritaba “A llende
y Perón, un solo corazó n ” y que habían estado p resen tes el
presidente chileno y Osvaldo Dorticos e n represen tació n de
Cuba. La revísta Chile Hoy tituló así su n ú m e ro de esa quince­
na: “Santiago-Buenos Aires-Lima-La H abana: el nuevo eje”.362
Según el testim onio deí tupam aro E fraín M artínez Platero,
en ju n io de 1973 tuvo lugar la segunda reu n ió n d e la JCR.
en Rosario, A rgentina. P articip aro n delegaciones d el MIR, el
PRT-ERP y el M LN T y se in te g ró el ELN boliviano, q u e hasta
ese m om ento solo hab ía m a n ten id o conversaciones bilatera­
les con las dem ás organizaciones.30^ S egún el testim o nio de
uno de los participantes, el evento d u ró varios días y resultó
en el fortalecim iento de las relaciones e n tre las organizacio­
nes.364 C ada gru p o p rese n tó extensos inform es autocríticos,
que fu ero n discutidos con franqueza p o r los dem ás partici­
pantes. Los más aplaudidos fu ero n los m iem bros d el ELN b o ­
liviano debido a la carga sim bólica que re p re se n ta b a su lucha,
ya que se trataba de 1a. organización del Che. E n térm inos
prácticos, se d iscutieron los planes del PRT-ERP d e crear un
foco guerrillero e n T u cu m án , se definió u n eq u ip o de fro n ­
teras que se encarg aría de co m p ra r m edios de tran sp o rte (ca-
148 HACER LA REVOLUCIÓ N

m iones de carga, avionetas, lanchas) y de realizar inversiones


en em presas de tran sp o rte a los efectos de asegurar el trasla­
do d e los m ilitantes e n tre los diferentes países, y se inició la
b ú sq u ed a de contactos en el exterior.
En 1973 ya se había iniciado el intercam bio de m ilitan­
tes entre, las organizaciones. El asesinato del in teg ran te del
PRT-ERP G erardo A lter en el cuartel de Florida en U ruguay y
la m u erte, un año después, del uruguayo H ugo Gacciavilliani
en T u cu m án son apenas dos m uestras de esos in tercam ­
bios'."3^ El boliviano C hato P eredo dice h aber p articip ad o en
la p rep aració n del secuestro del gerente general de la refin e­
ría Esso, V íctor Sam uelson, p erp etrad o p o r el PRT-ERP en
la A rg e n tin a.366
Los m ilitantes tupam aros, p ercibiendo el alto riesgo de
m a n te n e r a sus m ilitantes en Chile, com enzaron a evacuar­
los hacia C uba y, en m e n o r m edida, a la A rgentina, U nos
pocos p erm a n ec iero n en Chile hasta el golpe de Estado. El
PRT-ERP concen trab a su atención en los hechos qu e ocu rrían
en su país. El MIR priorizaba la preparación de la resistencia
al golpe de Estado, en un escenario m ucho más adverso que
el que se había pensado. En ese contexto, algunos brasileños
com enzaron a em igrar a E uropa o a la A rgentina.
Los cubanos tam bién em pezaron a retirar g ran p arte de
su personal diplom ático y a sus familiares. Los asesores cuba­
nos estaban p reocupados p o r el ru m b o del gobierno, ya que
observaban la inm inencia del golpe de Estado y la pasividad
de A llende. P ara Cuba, el desenlace era in m in en te, p ero se
había com pro m etid o a respetar la voluntad del p resid en te
chileno. En cierta m edida, los cubanos se habían p rep a ra d o
p ara el desenlace: d u ra n te el p erío d o habían ofrecido e n tre ­
n am ien to y arm as a diferentes organizaciones de izquierda.
Según Ulises E strada Lescaüle, m iem bro del D ep artam en to
A m érica, hasta mayo d e 1972 -c u a n d o A llende solicitó que
se retira ra el apoyo en a rm a m e n to - Cuba había en treg ad o
alre d e d o r de tres mil arm as al MIR, al Partido C om unista, al
P artido Socialista y al MAPU, y en tren ad o a ‘‘cientos” de mi-
DEPEN DEN CIA O LUCHA ARM ADA 14 9

^ ristas e n C uba y e n Chile, y a alred ed o r de dos mil chileno s.367


' En todas estas actividades, el gobierno cubano re sp e tó la d e­
cisión d e A llende: n a d a se hizo sin su expresa aprobación..
Eso llevó a los cubanos a en friar sus relaciones co n el MIR,
ya que en mayo de 1972 A llende solicitó que n o se le d iera
arm am ento y los cubanos aceptaron, H asta el m o m e n to de su
m uerte, Cuba resp e tó la voluntad de A llende de n o provocar
un e n fre n ta m ie n to .368
Los cubanos y los extranjeros tenían razones p a ra tem er
el desenlace. C u a n d o se p ro d u jo el golpe de Estado, el 11 de
septiem bre de 1973, los extranjeros fu ero n uno d e ios g ru ­
pos más vulnerables, ya que tenían m enos posibilidades p ara
sobrevivir en la clan d estin id ad , y se transform aro n en chivo
expiatorio del nuevo régim en, que los considerab a la expre­
sión más flagrante d e la subversión internacional a la que
A llende había ab ierto las puertas. Según el info rm e de la
Comisión In teram erica n a d e D erechos H um anos, 688 brasi­
leños, 619 uruguayos, 582 bolivianos y 352 argen tin os salie­
ron de Chile m e d ian te asilo .diplom ático.369 El m ism o día del
golpe d e Estado, ía em b ajad a de Cuba fue atacada p o r grupos
de extrem a d e re c h a y luego perm an eció sitiada p o r los mili­
tares hasta que se logró u n acu erd o p ara la salida pacífica del
personal diplom ático.
La sangrienta rep resió n desatada p o r ios m ilitares el 11
de septiem bre ad q u irió dim ensiones q u e nadie h ab ía p odi­
do im aginar. En los tres m eses posteriores. 1261 personas
fueron ejecutadas o desaparecidas: u n 55% del to tal de d e­
saparecidos o ejecutados e n el transcurso de la d ic ta d u ra .370
La izquierda y el m ovim iento social fu e ro n superados po r las
dim ensiones de los operativos militares. El trabajo d e M ario
Garcés y Sebastián Leiva so b re uno d e los escasos focos de
resistencia arm ad a m u estra q u e las previsiones, ta n to de gra-
duaiistas com o de ruptu ristas, fueron superadas co n creces
p o r la rea lid ad .571
El i 5 de septiem bre se re u n ie ro n los dirigentes d e l P artido
Socialista y del P artid o C om unista: am bos partidos dieron
15 0 H A CER LA REVOLUCIÓ N

instrucciones de asilar en em bajadas a sus m iem bros m ás n o ­


torios, Los m ilitantes del MAPU to m aro n u n a decisión simi­
la r.372 El MIR ado p tó u n a posición diferente: au n q u e reco ­
noció 1a. necesidad de replegarse, decidió m a n ten e r a todos
sus m ilitantes y dirigentes d en tro del país y san cio n ar a los
q u e d ecidieran buscar refugio, salvo honrosas excepciones,
com o la de los extranjeros m ilitantes del MIR. El MIR p e n ­
saba que su línea política h abía sido legitim ada p o r los he-
chos. ;S@gún el testim onio de Beatriz Allende, el d ía del golpe
de Estado el p resid e n te m antuvo u n a charla telefónica con
M iguel E nríquez, en cuyo transcurso le dijo: “A hora es tu
tu rn o ”,373 A flora d eb ían luch ar p o r lo que h abían postulado.
A un m es del golpe, E nríqu ez decía:

En Chile no h a fracasado la izquierda; ni el socialis­


m o, ni la revolución, ni los trabajadores. En Chile
h a finalizado trágicam en te un a ilusión reform ista de
m odificar estructuras socioeconóm icas y h ac er revo­
luciones con la pasividad y el consentim iento de los
afectados, las clases d o m in an tes.374

A su en ten d e r, el golpe confirm aba la inviabilidad del ca­


m ino pacífico al socialismo, a la vez que abría paso a u n a
estrategia revolucionaria.
4*“La partida decisiva de la
revolución en América Latina95
Militantes bolivianos, chilenos
y uruguayos en la Argentina
peronista. Buenos Aires, 1973-1976

El 16 de se p tiem b re d e i 973, u n a n u m ero sa m archa


tomó las calles del ce n tro d e la ciudad d e Buenos Aires p ara
expresar su rechazo al g o lp e d e Estado en Chile. A lred ed o r
de veinte mil personas o cu p a ro n más de veinte cuadras, co n ­
vocadas en la intersección d e las avenida Callao y Las Heras.
E ntre los m anifestantes había m ilitantes d e diferen tes organi­
zaciones peronistas y de izq u ierd a -Ju v en tu d P ero n ista (JP),
Federación de Jóvenes C om unistas (F JC )- y de organizacio­
nes arm adas com o el G ru p o O brero R evolucionario (COR)
y el F rente A rgentino de L iberación (FAL). Según ia crónica
de El Combatiente -p e rió d ic o del PRT-ERP-, tam b ién estu­
vo p resente una colum na d e m ilitantes y sim patizantes con
estandartes del PRT-ERP y u n a p an c arta que decía: “Chile,
Uruguay. A rgentina p o r la liberación d e América L a tin a ”. Las
consignas que ca n ta b an expresaban su in te rp re ta c ió n de lo
ocurrido del otro lado de los A ndes: “¡Chile, Chile, Chile, nos
da un a lección: sin el p u eb lo arm ado n o h ab rá revolución!”.
Según el cronista, esta consigna se m ezclaba con otras, can­
tadas p o r la m ultitud, que expresaban u n a valoración similar
de los hechos: “¡fu e ra de Chile, fuera d e A rgentina, fu era los
yankis de América L atina!”, “¡A rm oniosam ente, arm arse has­
ta los dientes!”, “¡Tupas, MIR, ERP, todos ju n to s al p o d e r!”.
El Combatiente m e n cio n a b a q u e hasta los m iem bros d e la FJC
estaban en la m ism a sintonía: “¡A A llende no se i o llora, a
■Allende se lo venga con las am etrallad o ras!”, o “¡Si. n o se van,
si no se van, les va a pasar lo m ism o q u e en V ietn am !’". Dos
días después, en un acto e n h om enaje a Salvador A llende
I 5 2 H A CER LA REVO LUCI ÓN

fre n te al C ongreso de la N ación, grupos qu e em erg ían en tre


la m u ltitu d gritaban a viva voz: “Basta de palabras, el p u eb lo
q u iere arm as”.375
C om o vimos en el capítulo an terio r, tras el go lp e d e E stado
en C hile la izquierda radical co n o su re ñ a dio p o r se n tad o
que su tesis acerca de la inevitabilidad de la lu ch a a rm a d a
se reafirm ab a d e n tro del cam po d e la izquierda. D esde su
perspectiva, lo que hab ía sido d e rro ta d o en C hile n o e ra la
revolución, sino u n a p articu lar form a de co n d u cció n d e la
iz q u ierd a y del m ovim iento p opular: el reform ism o. Chile
d eb ía ser u n a lección ejem p lar p a ra los procesos políticos
sobrevivientes.
El año 1973 culm inaba con u n a situación m uy d iferen te a
las expectativas que se h abían g en erad o a com ienzos d e la dé­
cada. El golpe de H ugo B anzer en 1971 en Bolivia, la reacción
a u to ritaria del presid en te Ju a n M aría B ordaberry en 1972 y ia
disolución de las cám aras en ju n io d e 1973 en U ruguay y el
golpe m ilitar en Chile en septiem bre de 1973 h ab ían cancela­
do esas expectativas.
Sin em bargo, para los m ilitantes d e la izquierda arm a d a el
C ono Sur contin u ab a siendo ia zona clave don d e se sellaría el
destino final de la revolución en A m érica Latina. El sociólogo
brasileño Ruy M auro M arini, ah o ra responsable del com ité
ex terio r del MIR bajo su nom b re encubierto Luis C erda, escri­
bía en 1975 en el Correo de la Resistencia que, si bien en Am érica
L atina existían países con proyectos reform istas nacionalistas
(Perú, Panam á, V enezuela, México) que causaban problem as
a los Estados U nidos, la zona clave d o n d e se disputaba el futu­
ro de la revolución en eí con tin en te era el Cono Sur:

Lo que aparece, pues, con toda evidencia, es qu e h e­


m os asistido a un desplazam iento del eje revolucio­
nario latinoam ericano tanto desde el p u n to geo g rá­
fico, com o de clase y de co n ten id o program ático. Es
p or esto q ue los fac to res fun dam en tal es q u e trabaj an
hoy eí proceso revolucionario latinoam ericano no
“ LA PARTID A D E C ISIV A DE LA REVOLUCIÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A ” 15 3

se e n c u e n tra n en los países dom inados p o r el refor-


m ism o b u rg u és sino precisam en te allí d o n d e se ha
im puesto la contrarrevolución (caso típico: Chile)
o d o n d e se esfuerza p o r im p o n erse (A rgentina).
P recisam ente la violencia contrarrev o lu cio n aria en
esos países, así com o e n Bolivia y Uruguay, es la res­
p uesta b u rg u esa e im perialista a m ovim ientos revo­
lucionarios cuyo desarrollo pone e n peligro la su p er­
vivencia m ism a de su dom inación. Es por esto que
podem os afirm a r q ue e n estos países es do n d e se está
ju g a n d o la p a rtid a decisiva en A m érica Latina. [...]
Allí d o n d e el m ovim iento revolucionario logre im p e­
d ir que esto se co n c rete (com o p u e d e ser hoy el caso
d e A rgentina) y, m ás au n , allí d o n d e e n c u e n tre n los
m edios adecu ados p a ra ech ar abajo dichos reg ím e­
nes (com o es p rin c ip a lm e n te el caso de Chile, p ero
tam bién d e U ruguay y Bolivia). allí habrem os dad o
u n paso decisivo, de in m e n sa significación p a ra abrir
cam ino al d e rro c a m ie n to de la dom inación b u rg u e ­
sa e im perialista en n u estro c o n tin e n te .370

En o p in ió n de M arini, que expresaba el sentir de la flam ante


ju n ta de C oord in ació n R evolucionaria (JCR), luego de 1973
ia A rg en tina se h a b ía transform ado en u n a zona clave p ara
el d esenlace definitivo del en fren ta m ie n to entre revolución
y co ntrarrevolució n. El país era un lu g a r do n d e las fuerzas
de la co n trarrev o lu ció n aú n n o se h ab ían instalado definiti­
vam ente y, p o r su co n d ició n geográfica, podía servir com o
retag u ard ia estratégica p a ra los m ilitantes revolucionarios de
los países lim ítrofes (U ruguay, Chile, Bolivia, Brasil). Pero la
situación arg en tin a tam b ién estaba cam biando a paso rápido.
El golpe de Estado en C hile hab ía im pactado so b re el gene­
ral Ju a n D om ingo P eró n , p resid en te electo desde se p tie m b re
de 1973.
En noviem bre, P eró n le expresó al general C arlos Prats,
ex co m an dante e n je fe del ejército ch ilen o asilado en la
154 h a cer la r e v o lu c ió n

A rgentina, que en L atinoam érica “la'reacción d em o stró a los


revolucionarios lo caro que d eb iero n p agar p o r su h u m a n i­
tarism o” y advirtió que an te los planes del im perialism o en
la A rgentina: “La N ación e n te ra se p o n d rá de pie. T o d o s los
arg en tin o s se levantarán en defensa d e la so b eran ía nacional.
T odos los pueblos h e rm a n o s de A m érica nos ap o y arán” .37,7
Sin em bargo, u n m es después, el nuevo em bajador ch ilen o
en la A rg en tin a expresaba a la J u n ta M ilitar su satisfacción
p o r el buen recib im ien to q u e le h abía dado P eró n . En ese
e n c u en tro , el p resid en te se refirió al problem a d e los exilia­
dos refugiados en la em bajada arg en tin a com o u n “p rese n te
griego”. A firm ó q u e am bos gobiernos habían surgido p o r la
necesidad de fre n a r la polarización y que “desde q u e asum ió
el p o d e r su p reo c u p ació n principal era la co n ten ció n d e los
excesos de los g rupos extrem istas d e izquierda y qu e n o ceja­
ría en este e m p e ñ o ”/’78 Dos sem anas más tarde, en u n a reu ­
nión e n tre el em b ajad o r chileno y el canciller A lberto Vignes
a raíz de la m u e rte de ciudadanos argentinos vinculados a
la UP en territo rio chileno, el canciller le explicó al em baja­
d o r que el P arlam ento lo había p resio n ad o p ara qu e exigiera
la aclaración d e esos casos. Acto seguido, agregó; “S ería la­
m en tab le que p o r este tipo de g ente se lleguen a p erju d icar
nuestras relaciones”.379
N o obstan te, más allá del grad u al acercam ien to e n tre :
P eró n y la d ic tad u ra chilena, los m ilitantes uruguayos, chile­
nos y bolivianos veían la A rg en tin a com o el ún ico refu g io en
la reg ió n que aú n ofrecía ciertas libertades p ara la actividad
política.

ARGENTINA COMO RETAGUARDIA


DE LA REVOLUCIÓN CONTINENTAL.' A

El PRT-ERP, ún ica organización arm ada de izquierda n o pe­


ronista, tuvo u n a relación com plicada con el nuevo g o b iern o
“ LA PARTID A D E C ISIV A DE LA REVO LUCIÓ N EN A M ÉR ICA L A T IN A ” 1 5 5

dem ocrático del p e ro n ista H é c to r José C ám pora q u e com en­


zó en mayo d e 1973. E n tre mayo y agosto de ese añ o , el PRT
tuvo existencia legal y estableció u n a tregua, con el nuevo go­
b ierno. A p a rtir d e se p tie m b re , con el asalto ai C o m an d o de
Sanidad del E jército, la organización volvió a la clandestini­
dad y au m en tó su accio n ar arm ado. En ei co m u nicado “El
ERP seguirá co m b a tie n d o ”, p u blicado en su p erió d ico Estrella
Roja, la organización ju stifica b a así su re to rn o a ia lu c h a arm a­
da: “Q ue la d em o cracia existen te es m uy relativa y q u e se p re ­
p ara u n a dura rep re sió n p a ra te rm in ar con ella”.380 Sus do cu ­
m entos y su accio n ar ex p resab an un p ro fu n d o d escreim ien to
acerca de la viabilidad del p ro ceso dem ocrático in iciado en eí
m arco del p eronism o.
D esde m ediados d e 1973, ta n to las organizaciones de la iz­
qu ierda pero n ista com o eí PRT-ERP advirtieron acerca del
desarrollo de o rganizaciones de u ítra d erec h a que, am parad as
p o r sectores deí g o b iern o , efectu aro n ataques c o n tra p erso ­
nas o instituciones. D u ra n te 1974 y 1975, estos g ru p o s com e­
tieron atentados y asesin aro n a intelectuales, artistas y mili­
tantes sociales cercanos a la izquierda, tanto p ero n ista com o
no peronista; los exiliados fu ero n otro de sus objetivos. Para
septiem bre de 1974, estas organizaciones habían elim in ad o
cerca d e doscientas p erso n a s.381
El p eronism o e ra descrito e n diversos d o cu m en to s del PRT
com o u n a m o d a lid a d d e b o n ap artism o que co m enzab a a
ser sup erada p o r la m ovilización social, fu n d am e n talm en te
obrera, que resu ltab a in c o n ten ib le p ara el viejo estilo de li­
derazgo populista.38^ El PRT-ERP re p e tía los arg u m e n to s ya
esgrim idos p o r o tras organizaciones de la región acerca de
las salidas auto ritarias que ías élites, aliadas con ei im peria­
lismo y los ejércitos nacionales, im pulsaban en varios países
y la im posibilidad de d esarro llar p ropuestas reform istas en
ese co n tex to .383
Todas las organizaciones arm adas del C ono Sur p la n te a b a n
en sus d o cu m en to s q u e el objetivo estratégico era la co nstru c­
ción de un ejército p o p u la r revolucionario, pero fu e el ERP
1 56 H A CER LA REVO LUCIÓ N

e í q u e tom ó m ás en serio esos postulados, a excepción d e los


p eronistas M ontoneros, qu e n o p articip aro n de estos espacios
de coord in ació n . E n tre 1973 y 1975, el ERP llevó a cabo siete
ataques a cuarteles y guarniciones m ilitares.384 A u n q u e la eva­
luación d e esas acciones en térm in o s m ilitares n o fue exitosa,
en la m ayoría dé los casos la capacidad de desafiar al ejército
fue leíd a p o r el ERP com o ex trem ad am en te positiva.385 Por
o tra p arte, esa lín ea no im plicó u n a caída de su p eriferia de
apoyo: en ese p erío d o , el PRT-ERP au m entó su n ú m e ro de
m ilitantes y su área de influencia. M ientras q u e en 1970 el
PRT co n tab a con doscientos cin cu en ta m ilitantes, en 1975,
según M aría S eoane, ascendía a seiscientos m ilitantes y dos
mil sim patizantes, y según Pablo Pozzí, en tre cinco mil y seis
mil m ilitantes y sim patizantes.386
El ataque al regim iento C-l 0 de Caballería Blindada de la lo­
calidad de Azul, en en ero de 1974, m arcó el com ienzo de la es­
trategia de confrontación m ilitar con el gobierno de Perón.
Tres meses después de la asunción d e P erón con el 62% de
los votos, el PRT-ERP planificó u n a acción en la que p articipa­
ron e n tre o ch e n ta y cíen guerrilleros. El ataque a u n o de los
regim ientos m ilitares más im portantes del país im plicaba un
evidente desafío a la au torid ad presidencial.m La acción no
fue exitosa: catorce guerrilleros fu ero n apresados, tres m u rie­
ro n en enfren tam ien to s y dos desaparecieron. Al d ía siguien­
te, vestido p o r p rim e ra vez e n m uchos años con su un ifo rm e
m ilitar, P erón b rin d ó u n a conferencia de p rensa en la que
explicitó su v oluntad “d e aniquilar al terrorism o” .388
j u n to con el coro de voces conservad oras que ap oyaron las
m edidas que P eró n p ro p u so p ara “an iq u ilar1' a esta o rg an i­
zación, varios sectores d e la izquierda peronista y co m u n is­
ta cuestio n aro n la acción del PRT-ERP, ya que a su e n te n ­
d e r o frecía u n a excusa p ara acelerar los planes del P o d er
Ejecutivo de e n d u re c e r el Código Penal e in teg rar las Fuerzas
A rm adas al conflicto político.
Los dirigentes del PRT-ERP eran a m edias conscientes de
la situación de aislam iento en la que su acción ios h abía d e ­
“ LA PARTID A D E C ISIV A DE LA REVOLUCIÓN- EN AM ÉRICA L A T IN A ” 15 7

jado.389 E n ese m arco, la organización buscó el resp ald o de


sus aliados regionales. N o es casual qu e, si bien los prim eros
contactos datan d e 1972, la p rim e ra aparición p ú b lic a de la
JCR, co n su d ec la ra ció n c o n ju n ta “A los pueblos d e A m érica
Latina”, haya sido e n u n a co n feren cia d e pren sa realizad a p o r
el ERP luego de los sucesos d e Azul e n 1974.HW
La declaración e ra u n a convocatoria a c o n cretar u n a de “las
principales ideas estratégicas del co m an d an te C he G uevara”
y reto m ar la trad ició n de “nuestros pueblos, q u e su p iero n
herm anarse c o n tra los colonialistas esp añ o les”. D esde la pers­
pectiva d e esta org an izació n , el dilem a e ra la co n d u cció n de
ese “d esp ertar d e los p u e b lo s”. H abía dos co rrientes de p en ­
sam iento que “c o n sp ira b a n ” co n tra los esfuerzos rev oluciona­
rios. “Ellos son u n enem igo: el nacionalism o burg u és, y u n a
concepción e rró n e a en el cam po p opular: el refo rm ism o ”.
Frente a estas c o m e n te s, afirm aban co n optim ism o que “el
polo arm ado, el p o lo revolucionario [...] día a día se consoli­
da en el seno de las m asas” .391
El h ec h o de q u e esta declaración haya sido p re se n ta d a ini­
cialm ente p o r el ERP no es casual y testim onia un nuevo m o­
m ento en la c o o rd in a ció n e n tre los g ru p o s de la izquierda
arm ada, que d atab a d e 1972. El ERP b rin d ó refugio a los mi­
litantes de las o rganizaciones de la JC R d e los países vecinos
y proveyó ios recursos m ateriales y h u m a n o s necesarios p ara
planificar operacio n es d e reta g u ard ia d esd e la A rg e n tin a ha­
cia los países fronterizos. Asimismo, ei PRT-ERP asum ió un
papel central en el m a n te n im ie n to de la red, ya q u e fue la
única organización q u e, e n tre 1973 y 1975, logró in c re m e n ta r
su p otencial arm a d o d eb id o a secuestros exitosos q u e le re­
p o rtaro n im p o rta n tes ingresos, m ientras las dem ás organiza­
ciones sufrieron im p o rta n te s derrotas e n ese p erío d o . E ntre
1973 y 1974, el ERP rec au d ó im p o rtan tes sumas d e d in ero
con los secuestros p e rp e tra d o s contra diversas p erso nalid ad es
del m u n d o em presarial, cuyo objetivo prim ario, en la mayo­
ría de los casos, e ra extorsivo: o b te n er u n a “indem nizació n
p ara el p u e b lo ” co m o fo rm a d e pago p o r los “d elito s” com e­
15 8 H A CER LA REVO LUCIÓ N

tidos co n tra los trabajadores. U n o d e los más im p o rta n tes fue


el d e V íctor Sam uel son, u n alto directivo de Esso, en d iciem ­
bre d e 1973. E n esa acción p articip aro n m ilitantes d e la JCR.
Osvaldo P eredo, del ELN, relata q u e estuvo p rese n te d u ra n te
la planificación, y u n in fo rm an te an ó n im o del MLNT afirm a
h ab e r particip ad o en las negociaciones p o sterio res.392
Es prob ab le que la cam p añ a m ilitar en T u cu m án haya sido
el e m p re n d im ie n to más am bicioso en m ateria m ilitar al que
aspirarolff los gru p o s guerrilleros del C ono Sur. El proyecto
del PRT-ERP preveía la creación de u n g rupo m ilitar espe­
cializado: “la co m p añ ía d e m o n te R am ón Rosa Jim é n e z ”, que
aspiraba a d esarro llar u n a zona lib erad a en el m o n te d e la
provincia de T u cu m án y llegar a suelo boliviano, ab arcan d o
unos trescientos cin cu e n ta kilóm etros. En la realid ad llegó a
cub rir en tre tre in ta y cu a re n ta kilóm etros y co n c en tró en tre
cincuenta y cien m ilitantes, quienes, con uniform es d e solda­
dos p ero calzados con alpargatas, am bicionaban tran sfo rm ar
ese te rrito rio en u n a zona lib e rad a .393
El testim onio de algunos m ilitantes del PRT-ERP insiste en
que este frente guerrillero rural no buscaba crear u n “foco”
desde el cual g en erar conciencia m ediante acciones arm adas,
sino u n “territorio liberado ” que am parara eí trabajo político
desarrollado en otras áreas. En este caso, el foco no anticipaba
al partido, ya que el territorio don d e se planificaban esas accio­
nes estaba cerca de ingenios azucareros con una larga tradición
de lucha sindical y do n d e el PRT realizaba su trabajo desde m e­
diados de los sesenta. P or otra parte, la guerrilla rural era con­
cebida com o u n elem ento com plem entario del accionar de la
guerrilla u rb a n a.394 El territo rio elegido tenía p u n to s d e con­
tacto con los intentos de com ienzos de los sesenta abordados
en capítulos an terio res.393 Más allá del intento de distanciarse
del foquism o, la apuesta m ilitar guardaba m uchos p u n to s en
com ún con la cam paña del C he en Bolivia. El n o rte argentino
había recibido u n a particular atención por parte d e G uevara
desde la incursión de jo r g e Ricardo Masetti hasta su llegada a
Bolivia. Además, el in ten to del ERP tenía pretensiones de con-
“ LA PARTIDA D E C ISIV A DE LA REVO LUCIÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A ” 15 9

tinentalidad sim ilares a las del proyecto del Che en Bolivia: así
com o Guevara pensaba cruzar desde Bolivia a la A rg en tina con
un co ntingente de doscientos guerrilleros, el ERP am biciona­
ba exp andir su zona liberada a las yungas bolivianas.396
La hipótesis d e la estrateg ia del ERP preveía q u e la crea­
ción d e la zona lib e rad a en T u cum án g en e raría u n a reacción
con trainsurgente que in te rn acio n alizaría el conflicto. En u n
d o cu m en to público d e e n e ro d e 1976 se p la n tea b a que, en
caso d e que se llegara a d esplegar u n ejército g u errille ro , el
territo rio sería invadido p o r u n a fuerza regional apoyad a p o r
los Estados U nidos. C om o verem os m ás adelante, el conflicto
de T u cum án n u n c a ad q u irió las dim ensiones esp erad as y la
internacionalización se dio p o r otros carriles.397
D u ran te toda la cam paña, ta n to el ERP com o el ejército se
esforzaron en tran sfo rm ar el escenario d e la co n fro n tació n e n
una suerte de teatralización de una g u erra form al. M ientras
que el ejército p re te n d ía so b red im en sio n ar las características
del g ru po gu errillero p ara ju stificar su creciente persisten­
cia en la aren a política y a u m e n ta r su p resencia m ilitar en
la zona, la guerrilla in te n ta b a transm itir la sensación de q u e
había co n fo rm ad o u n ejército regular, a la usanza d e la expe­
riencia vietnam ita o c h in a .398 El ERP desarrolló u n a estrategia
com unicacional persuasiva a través d e su perió d ico , d o n d e
po nía especial aten ció n en los aspectos relacio n ad o s con la
supuesta form alización del ejército revolucionario. La com ­
pañía d e m onte in te n ta b a re p ro d u c ir los grados, la estética y
los rituales de u n ejército regular, y esto e ra a su vez re p ro d u ­
cido y am plificado p o r Estrella Roja, q u e in fo rm ab a sobre las
condecoraciones, los ascensos de grado y las cerem o nias coti­
dianas en las que se can tab a el h im no del ERP y los m ilitantes
m archab an vestidos con sus uniform es d e guerrilla. T o da esta
inform ación m agnificaba las características del ERP y ofrecía
u na im agen algo e x a g e ra d a d e las dim ensiones m ilitares que
había alcanzado el g ru p o g u errille ro .399
Fue en ese co n tex to que las otras organizaciones d e la JC R
com enzaron a p e n sa r cóm o sacar p rovecho de la situación
l6 o H A CER LA REV O LU CIÓ N

que vivía la guerrilla argentina. V eían en el supuesto de­


sarrollo m ilitar del ERP u n apoyo im p o rta n te p ara p lan ificar
acciones desde la A rgentina hacia sus respectivos países.
E n los b oletines in te rn o s del PRT-ERP, ap arecían testim o­
nios d e m ilitantes latinoam ericanos qu e p articip ab an en las
experiencias argentinas. A m o d o d e ejem plo, en la “C arta de
un revolucionario la tin o a m eric an o ”, publicada en el n° 4-2 del
Boletín Interno, u n m iem b ro de u n a “organización h e rm a n a ”
n a rra b a ,s^ e x p e rie n c ia en la escuela de cuadros del PRT y en
acciones del ERP y expresab a su adm iración p o r el desarrollo
alcanzado. A dm itía que a principios d e la década “la vanguar­
dia d e la g u erra se en c o n tra b a en el MLN T upam aros, p e ro
creíam os que eso no p o d ía seguir p o r m ucho tiem po. P o rq u e
el MLN n o era un p artid o m arxista-leninista y estaba fo rm a­
do p o r toda clase de tendencias, tan to revolucionarias com o
pseudo revolucionarias” y ya en esa etap a se vislum braba que
el PRT-ERP “llegaría a o cu p a r el lugar que en ese m o m e n to
ten ía el MLNT, si es que el m ovim iento h erm an o n o se deci­
día p o r el m arxism o len in ism o ”. Más adelante, rep asab a su
exp erien cia en la “escuela de cuad ro s” y expresaba su ad m i­
ración p o r el “alto grado de desarrollo político e ideológico y
la p reo c u p ació n constante de todos los com pañeros q u e esta­
ban p o r superarse cada día más en el marxism o len in ism o ”.
C ontaba que d e n tro de su actividad en el ERP h abía co m p ro ­
bad o “que el desarrollo político e ideológico se h a su p erad o
am pliam ente d e 1971 a esta p a rte ”. T am bién m anifestaba ha­
b e r p ercibido “el alto g rado d e espíritu de sacrificio” y la “alta
m oral de co m b ate” de los m ilitantes del ERP.4'00
Es sabido q u e en la “com p añ ía d e m o n te ” d e T u cu m án
p articip a ro n m ilitantes chilenos y uruguayos. La c o b e rtu ra de
los do cu m en to s del ERP en relación con la p articip ació n de
extranjeros en la co m p añ ía de m o n te de T ucum án es co n tra­
dictoria. P or u n lado, en docu m en to s internos y en Estrella
Roja se m e n cio n a la participación de chilenos y uruguayos;
p o r o tro , en resp u esta a la acusación d e que los g u errillero s
recibían apoyo del exterior, el “ten ien te A rm ando” enfatiza-
“ l a PARTID A D E C ISIV A DE LA REVOLUCIÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A ” 16 I

^ba la presencia de m ilitantes tucum án os.401 La p articipación'


’cle m ilitantes p ro v en ien tes d e otros países tuvo lu g a r eri el
m arco de los proyectos estratégicos de cad a uno d e los grupos;,
que in te g raro n la JC R.
El MIR había p ro m o v id o la creación d e la JC R p a ra asegu­
rarse u n a reta g u ard ia estratégica ante la posibilidad de u n
golpe de Estado en C hile.402 Sin em bargo, después del golpe
esos p lanes no se c o n c re ta ro n po rq u e los dirigentes decidie­
ron p e rm a n e c e r e n C hile y p ro p o n e r la política d e “¡No asi­
lo!”, que in te n ta b a m o stra r u n a im agen diferen te d e la d e
que proyectaba la m ayoría d e la izquierda, que p o r ese en to n ­
ces com enzó a exiliarse. Si b ie n algunos m ilitantes llegaron a
B uenos Aires p a ra escapar d e la represión, no fu e ro n reinte­
grados a la organización p o rq u e su co n d u cta cuestionaba el
postulado de “¡No asilo!”.
C arm en Castillo re c u e rd a q u e el p rim e r líder d e l MIR que
salió al ex terio r fu e E d g ard o E nríquez, h erm a n o d el secreta­
rio g en eral del m ovim iento. Los motivos de su p artid a con­
ju g a ro n aspectos p erso n ales y políticos.403 En m arzo d e 1974,
cruzó a B uenos A ires y d esd e allí viajó a París, p a ra luego
establecer m últiples contactos con otras organizaciones de
izquierda en E u ro p a y A m érica L atina.404 Más allá d e ios reco­
rridos de E n ríq u ez y d e las definiciones d e apoyo a la JCR, ei
MIR aún n o hab ía defin id o cóm o funcionaría la reta gO u ard ia
en la A rgentina, E n el tran scu rso de 1974, a m e d id a que la
D irección de In telig en cia N acional (DINA) avanzaba sobre
gran p a rte de la organización, el MIR se m antuvo firm e en su
decisión de no enviar m ilitantes al exterior.
El escaso respaldo del MIR a la JCR hizo que e n ju lio de 1974
el d irigente del PRT-ERP D om ingo M enna, responsable de re­
laciones exteriores, viajara a Chile para, reunirse co n la comi­
sión política de esa organización. La discusión e n tre el MIR y
el ERP giró en to rn o a la falta de coordinación con Ja JCR en
las actividades que los delegados de la organización chilena
desarrollaban en el exterior, la visión prejuiciosa del PRT-ERP
respecto de los escasos niveles de proletarización d e l MIR, y
16 2 H A CER LA REVO LUCIÓ N

la dem o ra en el inicio de las acciones de p ro p ag an d a arm ad a


en Chile. El dirigente del PRT-ERP A rnol K rem er relata que,
cu ando E dgardo E nríquez llegó a la A rgentina com o re p re ­
sentante del MIR, algunos m ilitantes advirtieron las supuestas
“debilidades de clase” de este ing en iero civil, p erte n ec ien te
a la clase in ed ia alta chilena, y lo asignaron a u n a casa prefa­
bricada y sin agua caliente en el segundo cin tu ró n del G ran
Buenos Aires. Ese alojam iento dificultó la realización de gran
p arte de4as actividades que E nríquez planeaba llevar a cabo
en la capital a rg e n tin a.405 Esto últim o suscitó a posterior! u n
d ebate epistolar e n tre M iguel E nríquez y Mario R. Santucho.
M ientras el PRT-ERP cuestionaba la d em o ra del MIR en el ini­
cio de la p ro p ag an d a arm ada, los miristas desconfiaban de la
preparación m ilitar del PRT-ERP.406La respuesta del PRT-ERP
a estos cuestionam ientos n o se conoce en su totalidad, au n q u e
en el n° 65 del Boletín Interno, reafirm a su línea p o lítica.407 En
posteriores visitas de m iristas a la A rgentina, se conciliaron las
diferencias, en la m edida en que q u ed ó clara la firm e volun­
tad del MIR de desarrollar la p ropaganda arm ada y se co m en ­
zó a desarrollar un trabajo con ju n to en E uropa.4^
El asesinato del secretario general del MIR, Miguel
E nríquez, el 5 de octubre d e 1974 m ostró el avance do la re­
presión sobre el núcleo d irig en te de la organización: gran
parte de sus cuadros fu ero n deten id o s o desaparecidos. A
m ediados de 1975, a lre d e d o r del 90% de los antiguos in te­
grantes del C om ité C entral h ab ían ca íd o.409 Un añ o después
de la m u erte de E nríquez, ios otros dos principales d irig en ­
tes del MIR, A ndrés Pascal A llende y N elson G utiérrez, p idie­
ro n refugio en la e m b o a d a de Costa Rica y en la N u n ciatu ra
Apostólica, respectivam ente; esta circunstancia puso en evi­
d encia el final de la estrategia de “¡No asiloPV510
S egún la p eriodista N ancy G uzm án, la m u erte d e M iguel
E nríquez hizo que su h e rm a n o E dgardo regresara a Buenos
Aires y asum iera u n a actitud más p ro activa en relació n con
la JCR. En el m arco del descalabro in tern o del MIR, resul­
taba fu n d am en tal el apoyo que p u d ie ra recibirse d esd e la
“ LA PA RTID A D E C ISIV A DE LA REVO LUCIÓ N EN A M ER ICA L A T IN A ’’ 1 6 3

;A rgentina. E dgardo pasó p rim e ro p o r Cuba, d o n d e organizó


una escuela d e e n tre n a m ie n to para los miristas. E n mayo d e
1975 volvió a B uenos Aires p a ra organizar una o p era ció n re ­
torno con u n co n ju n to d e m ilitantes del MIR.411 U no s pocos
m ilitantes fu ero n elegidos p a ra in te g rar las actividades de la
JCR en la A rgentina; la m ayoría había estado en C u b a y llegó a
B uenos Aires a com ienzos d e 1976 p a ra tom ar p a rte en algún
en tre n am ien to específico d e n tro del ap a rato del PRT-ERP.412
Los planes desarrollados desde la A rgentina entre 1975 y 1976
no prosperaron. A dem ás de las dificultades para m a n te n e r con­
tacto con los m ilitantes en territorio chileno, los m iristas eran
vigilados de cerca en la A rgentina por varias organizaciones de
inteligencia estatales y paraestatales chilenas y argentinas.
Los tupam aros se h ab ían trasladado a Buenos Aires antes
del golpe de Estado en Chile. La ap e rtu ra dem ocrática en la
A rgentina, ju n to con el agravam iento de la situación chilena,
hizo que un n ú m e ro im p o rta n te de m ilitantes uruguayos aban­
don ara Chile. A lgunos viajaron a Cuba p ara prepararse p ara
un eventual reto rn o a su país, y otros a Buenos Aires p ara plani­
ficarlos aspectos logísticos d e posibles incursiones e n Uruguay.
EL MLNT no consiguió revertir la crisis in te rn a sufrida a
partir de la d e rro ta de 1972. A com ienzos de 1973, varios mi­
litantes, en sintonía con el clim a intelectu al y p o lítico que se
vivía en Chile, ex p licaro n su d erro ta com o una co n secu en cia
de las “desviaciones p e q u e ñ o b u rg u e sa s” y la “deb ilidad ideo­
lógica” y p ro p u siero n com o ú n ica solución plausible a esos
p roblem as la con strucción del “p artid o m arxista-leninista’’.
La adquisición d e u n nuevo lenguaje y u n nuevo p arad ig m a
ideológico gen eró un. consenso superficial en el m a rc o de la
crisis y puso al M LN T en con so n an cia co n sus aliados regio­
nales (MIR y PRT-ERP) y co n tin en tale s (Partido C om u n ista
cu ban o), que ta m b ié n h a b ía n ad o p tad o esas d efin icio n es.413
Sin em bargo, ese lenguaje y esa definición ideológica signifi­
caron cosas diferen tes p a ra los distintos sectores d el MLNT.
Los tupam aros q u e estaban en Chile, Cuba y la A rg en tin a
d iseñ aro n un p la n m ilitar d e re to m o a Uruguay. U n a com i­
1 6 4 H A CER LA REVOLUCIÓ N

sión m ilitar se encargaría d e la instrucción de u n o s sesenta


m ilitantes en Cuba, la o b ten ció n de arm as y d o cu m en to s en
U ruguay, y la p rep a ra ció n de in fraestru ctu ra en B uenos Aires
y el litoral arg e n tin o y uruguayo,414 El golpe d e Estado en
U ruguay alteró ese plan, puesto que im pidió qu e el M LNT
im plem encara u n a base sólida y estable de m ilitantes en te­
rrito rio uruguayo. Cada g ru p o de m ilitantes qu e llegaba del
ex terio r era detectad o de inm ediato p o r la dictadura.
En ese.¡gon texto, las dudas acerca d e la viabilidad d e in stau ­
rar u n a resistencia arm ada en territo rio uruguayo a u m e n ta ­
ron de m an era exponencial en tre los dirigentes del MLNT.
Las discrepancias que se insinuaban desde 1972 se agudiza­
ro n en 1974 y provocaron la ru p tu ra antes de que finalizara el
año. La. m ayoría de los dirigentes concluyeron q u e, to m a n d o
en cu e n ta los fracasos d e 1973 y 1974, era necesario su sp en ­
d e r la idea, del re to rn o arm ad o y desarrollar u n a lín ea política
que priorizara la d en u n c ia de la d ictadura y fo rtaleciera la
política de alianzas con los políticos uruguayos exiliados en
B uenos Aires después del golpe de Estado.415
C om o reacción a esta postura, varios m ilitantes q u e estaban
en la A rgentina insistieron en la continuación de las acciones
arm adas en U ruguay. U n p eq u eñ o g rupo de m ilitantes o b re­
ros recién llegados de M ontevideo, ju n to con A ndrés Cultelli,
un viejo m ilitante que era responsable p o r la escuela de cua­
dros, crearon la llam ada T en d en cia Proletaria, q u e en conso­
nancia con la política del PRT en el m u n d o sindical arg en tin o
apostaba al trabajo político en las fábricas para desde allí gen e­
rar u n a línea m ilitar de masas. Esta línea triunfó en el Com ité
C entral Miguel E nríquez en octubre de 1974. Allí se constitu­
yó u n a nueva dirigencia que ap u n taría a la construcción d e un
partid o m arxista-leninista “proletario, clandestino y a rm a d o ”.
El conflicto in te rn o estuvo m arcado p o r acusaciones que
m ezclaban lo personal con lo político y que lleg aro n a las
am enazas de m uerte. Los involucrados se acusaban m u tu a­
m e n te de la desaparición de un m illón de dólares q u e el
PRT-ERP les había en treg ad o para que lo hicieran llegar a la
“ LA P A RTID A D EC ISIV A DE LA REVOLUCIÓN EN A M ÉR ICA L A T IN A ” 1G 5

I dirigencia del MIR. Por su p arte, los m iem bros d e base cues-
’ d o n ab an el estilo d e vida “ab u rg u esad o ” d e la dirigencia, q u e
se justificaba ad u c ie n d o q u e era una m a n era de d istra er a las
fuerzas represivas.416
El co ncepto de p roletarización es central p a ra e n te n d e r
gran p arte de las transform aciones que los tu p am aro s su­
frieron en la A rg en tin a.417 En este proceso, la influ en cia del
PRT-ERP fue n o to ria; si b ie n las definiciones so b re la p ro le­
tarización se vinculan con la experiencia en Chile e n 1972, la
cercanía con el PRT-ERP agudizó esa perspectiva.418
Más allá de la influencia intelectual, el PRT-ERP tam bién
intervino de m a n e ra directa e n los conflictos in te rn o s de los
tupam aros. En el m arco de recip ro cid ad que se h a b ía n p lan ­
teado los dirigentes de la JC R , el ya m e n cio n ad o D om ingo
M enna, m iem bro del Buró Político d el PRT-ERP, to m ó p arte
en el C om ité C entral. Sus intervenciones dan c u e n ta de u n a
evidente influencia en las decisiones q u e los débiles tupam a­
ros tom aban en la A rgentina, estableciendo los arg u m e n to s
más fuertes p ara q u e los “p e lu d o s” asum ieran el m a n d o y los
tupam aros re to rn a ra n a U ruguay.419 M enna diagnosticaba la
situación del C ono Sur de u n a m an era q u e distaba m u c h o de la
realidad que varios m ilitantes d e estas organizaciones sufrían
en los países vecinos: “Q ue m archam os a u n nuevo V ietnam y
que las cuatro organizaciones tenem os la responsabilidad de
esta nueva esperanza que hay aquí en L atin o am érica”.420
“D om ingo”, u n o de los dirigentes q u e discrep aro n con las
posturas de M e n n a en el C om ité C entral, que lu e g o ab an ­
donó, cuenta que la d iferen cia se expresó en u n clim a de
extrem o respeto y d e cierta adm iración p o r el rol q u e en ese
m o m en to cum plía el PRT-ERP en el co n tex to c o n o su re ñ o .‘m
Los bolivianos del ELN recibieron u n a influencia a ú n mayor
del PRT-ERP. En 1975 llegaron a cambiar su nom bre y pasaron
a llamarse PRT boliviano. La mayoría de sus integrantes arriba­
ron a la A rgentina desde Chile escapando del golpe d e Estado.
Su organización hab ía sufrido un castigo severo. Pese al presti­
gio que conllevaba hab er sido la guerrilla fundada p o r Guevara,
l6 6 H A CER LA REVO LUCIÓ N

sus planes estratégicos habían dem ostrado sus limitaciones y la


imposibilidad de m antenerse en Bolivia durante u n tiem po.pro­
longado. Sus dos intentos de foco arm ado habían fracasado y sus
incursiones en el área urbana, tras el golpe de Estado de Ba.nz.er,
tam poco habían logrado m antenerse más de un año.422
A B uenos Aires no solo llegaron los m iem bros del ELN, sino
gran p arte de la izquierda boliviana que in ten tab a co o rd in ar
acciones contra la d ictad u ra de Banzer. Luego d e que el pri­
m er in te n to de alianza de la izquierda se frustrara en Chile, el
gen eral y expresidente T orres in ten tó rearm ar u n fre n te de
izquierda en la A rgentina, la Alianza, d e la Izquierda N acional
(A U N ), con el objetivo d e p rep a ra r su reto rn o a Bolivia.423
En el exilio en Chile y la A rgentina, el m ayor R ubén
Sánchez fue u n o de los aliados más cercanos de Torres. Este
m ilitar, que h ab ía sido capturad o p o r Guevara y luego asumió
con la ex periencia del gob iern o p o p u lar de Torres, conform ó
en C hile un p e q u e ñ o grupo arm ado en su mayoría in teg rad o
p o r m ilitares (FAR). A p artir de ese m om ento, inició contac­
tos con las organizaciones arm adas del C ono Sur, en p articu­
lar con el PRT-ERP, lo que lo llevó a integrarse a la JC R y, en
particular, al ELN boliviano a p artir de 1973.424
D esp u és'd el golpe d e Estado en Chile, el ELN boliviano
desplazó el grueso de su ap arato m ilitar y logístico y m antuvo
algunas casas operativas en la A rgentina, donde varios d e sus
m ilitantes p articip aro n en actividades del PRT-ERP. En bue­
n a m edida, las prio rid ad es ideológicas del PRT se infiltraron
en la agenda de discusión ideológica del ELN y g en e raro n
conflictos internos. Tem as com o la p ro letarizad ó n y la cons­
trucción del P artido M arxista Leninista, que ya se h ab ían dis­
cutido en Chile, fu ero n reivindicados p o r m iem bros del ELN
boliviano que se e n c o n trab a n en la A rgentina. El destinatario
de las críticas fue el líd er histórico C hato P eredo a raíz de sus
desviaciones m ilitaristas. Su principal opositor era Sánchez,
qu ien contaba con el apoyo del PRT-ERP arg en tin o .425
En ese contexto se convocó el prim er congreso del ELN,
que se realizó en Lim a en 1975. La organización se dividió
“ LA PARTID A D EC ISIV A DE LA REVOLUCIÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A ” I67

ten dos fracciones. El secto r m inoritario del C hato P eredo,


asociado con la estrateg ia foquista que hab ía llevado a las de­
rrotas d e Ñ anchuazú y T e o p o n te , fue obligado a a b a n d o n a r
la dirigencia y h a c e r trabajo d e base. Los defensores de la
construcción del P artido M arxista L eninista y la proletari-
zación o cu p aro n los pu estos decisorios. El viraje d el ELN al
PRT tam bién se expresó en el cam bio en su dirigencia, que
pasó a estar con stitu id a p o r el mayor R ubén Sánchez, su hija
y su cuñado. A u n q u e S ánchez se había sum ado h ac ía poco al
ELN, m a n ten ía un a ex celen te relación co n los dirig en tes del
PRT-ERP arg en tin o , cosa q u e "su p o n e m o s- lo ayudó a posi-.
d o n arse en ese c o n te x to .426
La segunda fracción fu e la v encedora.427 El congreso re­
dactó u n “eu fó rico ” m ensaje, dirigido al PRT-ERP argenti­
no, d o n d e le co m u n icab a la transform ación del ELN en el
P artido R evolucionario de los T rabajadores de Bolivia y re­
conocía que la p articip ació n del “ero N ” de la JC R h a b ía sido
central para alcanzar las nuevas definiciones.428
Las resoluciones del congreso iban en la misma d irección
que las-tomadas un añ o antes p o r el ¡VfLNT. Incluso e ra n con-
ceptuaiizadas p o r la intelig en cia argen tina com o u n a muestra,
de la injerencia del PRT arg e n tin o en la organización bolivia­
na.429 Las tareas tam bién e ra n similares a las que p la n tea b a
el MLNT: “P roletarizar n u e s tra organización, estu d ia r siste­
m áticam ente la teo ría m arxis la-leninista, la línea del partido,
m ejorar las actividades prácticas sobre la base de la prácti­
ca co n creta de la crítica y la au to crítica”. AI igual q u e en el
MLNT, en el PRT-ERP la definición ideológica era solución
casi m ágica a los p ro b lem as d e análisis político previos.
M ientras T orres enviaba m ensajes p a ra an u n ciar su reto r­
no y desplegaba su actividad política desde la ALXN, el PRT
boliviano organizaba actividades arm adas en el sur del país.
Sánchez volvió a Bolivia luego del congreso deí PRT bolivia­
no p ara desarrollar una re d q u e in te n ta ría re in id a r las accio­
nes.4'50 Los planes del PRT boliviano estaban vinculados con
los de la co m p añ ía de m o n te del ERP en T ucum án y recibían
1 (38 H A CER LA REVOLUCIÓ N

el apoyo d e la JCR. El arg en tin o Luis Stam poni, q u ien a fines


de los sesenta se hab ía integrad o al-ELN boliviano, y el u ru ­
guayo E n rique Lucas, quien h abía p erten ecid o al M LN T y
d u ra n te su estadía en la A rgen tin a decidió integrarse al ELN
boliviano, fu ero n piezas claves en 1a. op eració n .431 Los planes
no resistieron al golpe de Estado de 1976, con el co n secu en te
asesinato de T orres en suelo arg en tin o y 1a. desaparición de
S tam poni y Lucas en Bolivia, en operativos conjuntos d e las
d ic ta d u ra sc o n osu reñ as.
E n paralelo a. las actividades de cada organización en
B uenos Aires, la d o cu m en tació n en co n trad a en el archivo de
la D irección d e inteligencia de la Provincia de B uenos Aires
m uestra su interés en im p lem en tar m ecanism os co n ju n to s de
p ro p ag a n d a de la JCR, así com o actividades logísticas de a p o ­
yo a las acciones arm adas de las organizaciones en cada país.
E ntre las actividades proyectadas se propuso la film ación de
películas y la creación de u n a agencia inform ativa y u n a revis­
ta de teo ría política.432 Los docum entos m encionan el p royec­
to de film ar un largom etraje y cuatro cortos sobre V ietnam ,
Las películas se realizarían en la A rgentina bajo la co b e rtu ra
del G rupo Cine de la Base y financiadas parcialm ente p o r el
Instituto C ubano A rgentino de Intercam bio C ultural.433 En
1974, se lanzó la revista Che Guevmn, que p re te n d ía ser u n a
carta de p resentación intern acio n al de la JCR. Se co n o ce su
edición en al m enos tres idiom as: francés, portugués y espa­
ñol. R eunía ensayos de cada u n a de las organizaciones e his-
torizaba su actuación, y describía la coyuntura actual en cada
país y la m a n era en que la JC R se integraba a los p lan es a
futuro. P o r otra parte, en cada n ú m ero se incluían d o c u m e n ­
tos conjuntos de la JC R y un trabajo que hiciera referen c ia a
la definición guevarista de esa coordinación. La co n tin u id a d
del proyecto se vio alterada e n m arzo d e 1975: el te rcer n ú m e ­
ro solo p u d o ser editad o en octu b re de 1977.434
El logo de la organización, que aparecía en la co n tra ta p a
de la revista, conden sab a los sentidos que la co o rd in ació n as­
p iraba a construir. Sobre el m apa de Latinoam érica se alza-
“ LA PARTID A D E C ISIV A DE LA REVOLUCIÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A ” 16 9

I ba la som bra d e u n h o m b re q u e em p u ñ ab a un fusil a m ano


alzada. D etrás del co n tin en te, una estrella de cinco puntas
servía d e fondo al escudo. T o d o rodeado p o r un círculo d o n ­
de aparecían los n o m b res d e las organizaciones q u e integra­
ban la JCR. L a su p e rp o sició n de las diferentes im ágenes (el
h om bre, el co n tin en te, la estrella) sim bolizaba la m a n era en
que se había constitu id o la identidad d e estos grupos. En el
centro, el h o m b re con su fusil sim bolizaba el p rin cip al ele­
m en to que hab ía ag ru p a d o a estas organizaciones: la acción
arm ada. El c o n tin e n te e ra eí territo rio do n d e se desplegaba
su accionar y la estrella, q u e ya había sido utilizada, p o r otras
organizaciones (ERP, M LN T), tenía diversos significados, to­
dos ellos asociados al m ovim iento com unista intern acio n al y
ia u n id a d latinoam ericana.
Todavía resulta difícil evaluar el desarrollo q u e alcanzó
la JC R en la A rg en tin a en m ateria de infraestructura, dado
que gran parte d e los im plicados en esas tareas fu ero n de­
saparecidos y que la co m partim entación de la inform ación
sobre estas acciones hizo q u e la inform ación logística fuera re­
servada. u n o de los escasos sobrevivientes de la dirigen cia de
la JCR, el tupam aro Efraín M artínez Platero, m encio na que los
encargados de logística utilizaron fondos de la JCR p a ra vincu­
larse con em presas de tran sp o rte terrestre que era n centrales
para la distribución d e m ateriales a través de las fronteras. .
A com ienzos de 1975, m últiples docu m en to s e n la D ipba
dan cuenta de allan am ien to s a casas de la JC R d o n d e se lle­
vaban a cabo im p o rta n tes actividades conspirativas. U n infor­
m e titulado Procedimiento y detenciones de elementos tupamaros da
cu enta del allan am ien to de trece casas vinculadas a las activi­
dades de la JC R y la ca p tu ra d e m ilitantes extranjeros, opera­
tivo en el que se e n c o n tra ro n h erram ien tas y m ateriales vin­
culados a dos actividades, respectivam ente designadas com o
Plan C onejo y Plan 500 p o r la policía d e Buenos A ires.435
El Plan C onejo te n ía com o objetivo proveer d o cu m en to s
(cédulas de id e n tid a d , pasaportes, registros de co n d u cir, cre­
denciales policiales y m ilitares, etc.) falsificados a m iem bros
I 7 0 H ACER LA REVOLUCIÓ N

de todas las organizaciones de la JCR. Los docum entos, en ­


contrados en los allanam ientos era n argentinos, p ero tam ­
bién de países lim ítrofes, estadounidenses y europeos. H abía
dos locales do n d e se llevaba ad elan te la falsificación; allí se
e n c o n traro n diversos elem entos, e n tre ellos u n a “m o d e rn a
am pliadora fotográfica de gran costo”.
P or su parte, el Plan 500 aspiraba a fabricar quinientas
am etralladoras, un proyecto iniciado d u ran te la estadía en
Chile, en cuyos cordones industriales se com enzó a experi­
m e n tar en la fabricación de arm am en to casero. La iniciativa
c o n tin u ó en la A rgentina y u n mes antes de que los talleres
fueran descubiertos, el ERP inform ó en Estrella Roja sobre la
fabricación de u n a am etrallad o ra capaz de disparar más de
q uinientos proyectiles. Se explicaba que esa am etrallad o ra
era el resultado de dos in ten to s previos, llevados ad elan te p o r
un m ilitante del ELN boliviano y o tro del ERP. La am etra­
lladora. JCR 1, cuya im agen se m ostraba en la publicación,
era u n arm a pasible de ser fabricada en un taller artesanal,
au n q u e se anticipaba que estaban in te n ta d o desarrollar las
partes p ara su fabricación en serie. Es probable qu e la pu b li­
cación de ese artículo haya estado vinculada con los allana­
m ientos posteriores. Las tareas relacionadas con ese p lan se
llevaban a cabo en tres lugares; dos talleres bien m o n tad o s y
un polígono de tiro encubierto. En un cuarto lugar se fabri­
caban aparatos de frecuencia m o d u lad a para in te rcep tar las
com unicaciones policiales.436
A rm am ento, explosivos, talleres p ara construir arm as, lo­
cales especializados p ara la falsificación de d o cum entos,
cárceles del pueblo. Eso fue lo q u e se encontró. Los alla­
n am ientos realizados p o r las autoridades argentinas d ieron
cu e n ta de un im p o rtan te despliegue d e la coordinación en tre
organizaciones en m ateria de infraestructura a com ienzos de
1975. U n docu m en to de inteligencia uruguayo en u m era los
objetos encontrados en los allanam ientos: cincuenta y seis fu­
siles am etralladores FAL, cuaren ta u ocho su ham etr aliad oras,
cincu en ta escopetas, ciento veinte pistolas y revólveres, cien­
“ l,A PA RT ID A D EC ISIV A DE LA REVOLT1C5ÓN EN AM ÉRICA L A T IN A ” 1 7 1

to cin cu en ta g ran ad as d e m a n o y mil kilogram os d e gelinita,


adem ás de m unicio nes varias, dos cam iones, c u a tro autos,
u n a lancha, y c u a tro talleres (carpintería, construcción, ar­
m am ento, d ocum entos) .4WD urante esos procedim ien tos, dos
uruguayos fu ero n abatidos, y capturados veintiséis uruguayos,
tres arg entinos y dos chilenos.

LAS GEOGRAFÍAS DE XA REPRESIÓN:

Así com o la caíd a d e estos lugares m o stró el p o ten cial de


coordinación e n tre las organizaciones, tam bién se h iciero n
evidentes las crecien tes dificultades que el accionar d e la jC R
com enzaba a sufrir e n la A rg en tin a a m ed id a que se intensi­
ficaba la rep resió n y se perfeccio n ab a la co o rd in a ció n en tre
los sistemas de in te lig e n cia policiales y m ilitares d el C ono
Sur. E n 1974, P e ró n invitó a la participación de las Fuerzas
A rm adas en la “lu c h a c o n tra la subversión”. A u n q u e algu­
nos sectores m ilitares in iciaim ente se opusiero n a o cu p ar­
se de esa tarea, los ataques del ERP in clin aro n la balanza
de ías vol u n tad es. Segiln la h isto ria d o ra M arina Franco,
en los m eses de agosto, sep tiem b re y noviem bre el ejército
a rg en tin o p articip ó en d iferen tes operativos represivos en
C alam ares y T u c u m á n ,439 E n ese p e río d o se votó la Ley de
Seguridad del E stado, que am plió el co n c ep to de subversión
y ofreció los cam inos legales p ara en san c h ar el m a rc o de la
persecución política. P or últim o, con el llam ado O perativo
In d ep en d en cia, a com ienzos de 1975 el ejército com b atió de
m an era abierta la c a m p a ñ a m ilitar del ERP en T u cu m án . A
p artir de entonces, se consolidó la p articipación d e l ejército
com o líd e r de las Fuerzas A rm adas argentinas e n la lucha
co ntra la subversión-
A dem ás del a u m e n to de la represión y el co n tro l estatal,
los exiliados d e b ie ro n e n fre n ta r un m ayor nivel d e coordi­
nación en tre los ejércitos, policías y sistem as de inteligencia
1 7 ^ H A CER LA REVOLUCIÓ N

de la región. A unque la m ayor p arte de la literatu ra sobre


el Plan C ó n d o r hace referencia a un a reu n ió n ocurrida
en noviem bre de 1975 y prom ovida p o r el chileno M anuel
C ontreras, je fe de la DINA, com o el inicio de la co o rd in a­
ción regional e n tre las inteligencias militares, existen an te­
cede nteseque resultan relevantes para nuestra investigación.
Patrice Me Sherry m en cio n a u n d o cum ento desclasíficado
que señala que, en febrero de 1974, P erón em pezó a p ro p i­
ciar l^ x a o rd in a c ió n en tre las inteligencias de la región, con
el objetivo de perseguir a m ilitantes d e las izquierdas arm adas
conosureñas. La A rgentina com enzaba a suscitar el m ismo
tipo de p reocupación que antes h abía generado Chile, ya que
am enazaba con transform arse en un centro de conspiración
p ara m ilitantes d e izquierda. Pero había u n a gran diferencia:
P erón no era A llende. El presidente argentino n o sen tía n in ­
g u n a sim patía p o r esos sectores que, a su en ten d er, apoyaban
a quienes él mismo, de m an era p o r dem ás explícita, había
jurado “e x tirp ar” del territo rio argentino. A m parado en ese
propósito, P erón autorizó a la Policía Federal a c o o p e rar con
los servicios de seguridad de Brasil, Bolivia, Chile y U ruguay.
Esa autorización incluía otorgar perm iso a los servicios de
países vecinos p ara o p era r en territorio nacional, así com o el
arresto y el traslado de personas sin que m ediara u n p ro ce­
so judicial. Estas disposiciones se im plem entaron después de
u n a re u n ió n realizada en Buenos Aires en feb rero de 1974,
en la que particip aro n jefes de policía de la reg ió n .440
Ese contexto hace posible en te n d e r una serie d e activi­
dades realizadas contra m ilitantes uruguayos y chilenos en
la A rgentina d u ran te 1974 y 1975 antes de que se cristaliza­
ra la O peración C ó n d o r,441 En sim ultaneidad con los allan a­
m ientos de com ienzos de 1975, fueron detenidos en Paraguay
jo r g e Isaac Fuentes, del MIR chileno, y Amílcar S antucho,
h erm a n o del líder del ERP, quienes represen tab an a la JC R en
u n viaje cuyo objetivo era am pliar las relaciones políticas en
Perú y Venezuela. Eí viaje llam ó la atención de los servicios de
inteligencia paraguayos, que en mayo de 1975 co m u n icaro n a
“ l a PARTIDA D E C ISIV A DE LA REVOLUCIÓN EN AM ÉRICA L A T IN A ’ 1 7 3

s sus pares arg en tin o s y chilenos la presencia de los dos m ilitan­


tes en su territorio. A unque los servicios de inteligencia de la
región-ya conocían el accionar de la JCR, puesto q u e se h abía
p resentado en púb lico en feb rero de 1974, la docu m en tació n
requisada a am bos m ilitantes advertía acerca de los m últiples
contactos intern acio n ales que buscaba la coord in ació n .442
Según Jo h n Dinges, la inform ación encontrada e n Paraguay
catalizó la necesidad d e perfeccionar los mecanism os d e coordi­
nación entre los servicios de inteligencia militar de la región.443
Por ese motivo, el ten ien te coronel M anuel Contreras, respon­
sable de la DINA chilena, quien m antenía relaciones cercanas,
con la CIA, convocó a u n a reunión de trabajo a los diferentes
servicios de inteligencia m ilitar de la región. El d o cu m en to que
acom pañaba la im itació n postulaba u n diagnóstico general so­
bre la continentalización del conflicto político qu e guardaba
coincidencias con los análisis de la izquierda. Así com o la iz­
quierda había d en u n c ia d o la presencia de los Estados Unidos
en la continentalización de la represión política llevada a cabo
por la OEA y organism os similares, el docum ento de C ontreras
planteaba una versión sim ilar pero inversa:

La subversión no reco n o ce F ronteras ni Países, y


la infiltración p e n e tra a todos los niveles de la vida
Nacional.
La subversión h a desarrollado M andos In terco n tin en ­
tales, C ontinentales, Regionales y Subregionales, cen­
tralizados p ara co o rd in a r las acciones disociadoras.
A m anera de ejem plo podem os citar la C onferencia
T ricon tinen tal de La H abana, la J u n ta C oord inad o ra
R evolucionaria para eí Sur, etc., todos ellos am eniza­
dos con toda su erte de com ités de Solidaridad. [... ]
En cam bio los países q u e están siendo agred id o s
Política, E conóm ica y M ilitarm ente (desde a d e n tro
y fuera de sus fronteras) están com batiendo solos o
cuando más con entendim ientos bilaterales o sim ­
ples ‘'acuerdos de caballeros”.
1 74 h a c e r l a r e v o l u c i ó n

P ara en fren ta r esta G u erra Psicopolítica hem os es­


tim ado que debem os co n tar en el ám bito in tern a-,'
cional no con u n M ando centralizado en su accio­
n a r in tern o , sino con u n a C oordinación eficaz que
p erm ita u n intercam bio o p o rtu n o de inform aciones
y experiencias, adem ás de cierto grado de cono-
cii) íei i p ersonal en tre los Jefes responsables de
1; S ^ t u d ad.444

A diferencia del “grito de g uerra co n tra el im perialism o” p ro ­


puesto p o r G uevara y reivindicado p o r la JCR, la g u erra de
C ontreras era co n tra la subversión internacional y era psico­
política. El conflicto no se rem itía solo a aquellos grupos ar­
m ados que desafiaban la au to rid ad estatal, sino a to d o el en ­
torn o de la izquierda que se expresaba de diversas m aneras.
A unque algunos autores subrayaron el papel de la jC R en la
elaboración de la p ro p u esta de la O peración C óndor, las de-
d ara cio n e s de este d o cu m en to m uestran que la jC R fu nciona
com o ejem plo de las diversas actividades internacionales de­
sarrolladas p o r grupos de izquierda, así como la diversidad
partidaria de las futuras víctimas del C óndor p erm ite d u d ar
acerca de esa aseveración.
A unque el llam ado de C ontreras fue redactado en un tono
de urgencia y p resen tad o com o u n a idea original, lo cierto es
que desde m ediados de los sesenta se llevaban a cabo experien­
cias de coordinación y perfeccionam iento en tre las policías
y ios ejércitos nacionales. En algunos casos, estas actividades
eran prom ovidas de m an era directa p o r los Estados Unidos,
com o lo p o n e de m anifiesto la experiencia de la School of
America; en otros, era el resultado de actividades conjuntas en
el m arco de la OEA; en otros, se coordinaban p ara en fren tar
situaciones concretas, com o la llegada del Che a Bolivia.
Com o vimos en capítulos anteriores, a m ediados de los
sesenta la nueva izquierda h abía com enzado a advertir los
riesgos que esta situación ten d ría p ara ios procesos políticos
conosureños. A unque la JC R co n tinuó esta línea al den u n ciar
“ LA PARTID A D EC ISIV A DE LA REVOLUCIÓN EN AM ÉRICA L A T IN A " i 75

jel proceso de internacionalización de la represión, resulta lia-


mativo que señalara aspectos que poco ten ían que ver con lo
que estaba o cu rrien d o . E n el docu m en to “Pacto m ilita r con­
tra los pueblos de A m érica L atin a”, red actad o p o r la JCR y
firm ado en París e n e n e ro d e 1976, se advertía ac erca de la
Xí C onferencia d e E jércitos A m ericanos, cuyo objetivo era
“organizar la con trarrev o lu ció n en A m érica L atina”. Tras su­
brayar que el “odio a los pueblos d o m in ó a lo larg o de esta
con ferencia” y m e n cio n a r las declaraciones de J o rg e Videla,
cuando este an u n ció que e n su país “d eb ería m o rir toda 1a
gente qu e fuera necesario p a ra restablecer la paz”, el texto
inform aba acerca de u n p lan contrarrevolucionario p rom o ­
vido p o r los Estados U nidos para la form ación d e fuerzas
regionales más poderosas q u e los ejércitos nacionales. Estos
escuadrones, constituidos p o r los ejércitos de varios países y
que contaban con los Estados U nidos com o reserva estraté­
gica., actuarían com o fuerzas contrainsurgentes. El ejem plo
que citaban p arecía estar más relacionado con sus expectati­
vas estratégicas que con la r ealidad. Se decía que si la guerrilla
rural de la región arg e n tin a d e T u cum án llegaba a te n e r más
de mil hom bres, enviarían c o n tra ellos a los ejércitos contra­
rrevolucionarios d e la A rgentina, Chile, Bolivia, Paraguay y
Uruguay. Pero si llegaba a su m a r dos m il efectivos regulares,
intervendrían las Fuerzas A rm adas estadounidenses. El texto
denu nciaba que este plan ya había com enzado a funcionar:

Contam os con in fo rm ació n precisa p a ra asegurar que


las bandas param ilítares q u e operan en T ucum án es­
tán bajo ía dirección técn ica de la CIA. Los p ueb los
del m undo c o n o c en estos m étodos y el Chile d e l ase­
sino P inochet es suficiente ejem plo de ellos.445

A unque el texto reco n o cía la convergencia de los ejércitos del


Cono Sur en la lu ch a c o n tra las guerrillas, evidenciaba una ro­
tunda desinform ación o desinterés en la reconstrucción de las
acciones coordinadas que los servicios d e inteligencia llevaban
17 6 H A CER I,A REVOLUCIÓ N

a cabo en aquel m om ento. Ya se h ab ían pro d u cid o traslados


ilegales de m ilitantes desde la A rgentina a Chile y U ruguay
y los agentes chilenos y uruguayos actuaban con total liber­
tad en territorio argentino. N o es que la JCR desconociera esa
inform ación. Sin em bargo, a com ienzos de 1976 o ptaba p o r
d en u n c ia r lo que resultaba útil a las expectativas del PRT-ERP
arg en tin o en relación con su cam paña de Tucum án, p ero que
muy poco ten ía que ver con la realid ad de la p ersecución
que sufrían las organizaciones “h erm an as” en el país.
Lá Coordinación en tre las inteligencias de la región había
resultado en extrem o eficaz en lo que atañe a la JCR. A ntes de
la reu n ió n que m arcó el lanzam iento oficial de la O p eració n
C óndor, el accionar de la JC R en la A rgentina se h abía visto
lim itado debido a los allanam ientos y a la captura de F uentes y
el h erm a n o de Santucho en Paraguay. A m ediados de 1975, la
A rgentina com enzó a transform arse en un territorio peligroso
p ara sus proyectos. U n inform e de la Dipba, realizado luego
de las operaciones Conejo y 500, sostenía: “Esta segunda etapa
operacional perm ite aseverar la casi total destrucción de este
aparato subversivo, in tegrad o en su m ayoría p o r elem entos de
origen extranjero, uruguayos y chilenos”.446 Dadas las circuns­
tancias, la JCR intensificó el trabajo en el exterior (Europa,
Africa y A m érica Latina) y redujo su presencia en la A rgentina.
En ju lio de 1975, u n a resolución del Com ité C entral am pliado
del PRT-ERP aseveraba que la JC R era un “p eq u eñ o em b rió n
de organización intem acion alista”, im portante “com o instru­
m ento para avanzar en la construcción de fuerzas revoluciona­
rias internacionales. [...] Pero cuando haya zonas liberadas, el
papel de la J u n ta será m uch o m ayor”.447
A u n q u e a m ediados de 1975 el PRT-ERP todavía d ep o sita­
ba im p ortantes expectativas en su cam paña en el m o n te tucu-
m ano, con el sucesivo envío de m ilitares a la zona resu ltó cla­
ro que la apuesta d e establecer u n a zona liberada solo p o d ría
concretarse en el largo plazo, p o r lo q u e la actividad de la JC R
te n d ría que co n centrarse en el exterior.
“ LA PARTIDA D ECISIV A DE LA REVOLUCIÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A ” 17 7

I l a b a t a l l a d e f in it iv a

La situación de crisis política y vacío de poder que se p ro d u ­


jo tras la m uerte d e P erón, en julio de 1974; alum bró nuevas
expectativas en el PRT-ERP. Sus integrantes concluyeron que
1975 se p erfilab a com o el año de las grandes definiciones y
la confrontación definitiva. La falta de liderazgo político de la
presidenta M aría Estela M artínez de P erón, viuda y sucesora
de Perón, los conflictos e n tre diferentes fracciones d el peronis­
mo (el círculo de L ópez Rega, la GGT y sectores políticos del
centro justicialista), el au m en to gradual d e la participación del
ejército en la lucha contra la guerrilla y el creciente desco n ten ­
to social com o consecuencia del viraje económ ico aperturista
ofrecían u n m arco que, desde la perspectiva del PRT-ERP, ace­
leraría el proceso revolucionario.448
A unque los analistas que estudiaron el período co m p arten
el diagnóstico d e crisis política, lo que n o resulta claro es que
esa crisis pudiera ser capitalizada p o r la izquierda arm ad a. Los
estudios centrados en la coyuntura de 1975 indican que, lue­
go de la reacción p o p u la r co n tra el “rod rig azo ”* u n p aq u ete
de ajuste económ ico del gobierno, com enzó un retro ceso de
la movilización d eb id o al in crem en to d e la violencia política,
la persecución estatal y la crisis in tern a del pero nism o , que
desalentó a im p o rtan tes sectores del m ovim iento social.449
D urante ese año h u b o alre d ed o r de ochocientos m uertos
com o resultado d e las acciones del ejército y los escu ad ro n es
de la m u erte y, en m e n o r m edida, de las guerrillas d e izquier­
da. La mayoría d e los estudios sobre el perío d o señ alan que
el PRT-ERP y M o n to neros n o percib iero n este retro ceso en
1975 y co n tin u aro n su accionar militar, circunstancia que los
condujo a un m ayor aislam iento político.
A nte el reflujo de la movilización social en la se g u n d a m i­
rad del año, el ERP red o b ló la apuesta d e sus acciones arm a­
das. A unque com enzaban a sentirse los efectos del O perativo
In d ependencia, llevado a cabo por el ejército en T u cu m án ,
el PRT-ERP decidió so sten er la com pañía de m o n te Rosa.
17 8 H A CER LA REVOLUCIÓ N

Jim én ez y en e n e ro de 1976 in ten tó instalar otro foco arm ado


en la zona del Gardillal, con la in tención de descom prim ir la
persecución en otros sectores de la provincia.450
E n diciem bre de 1975, en el contexto de diversos ru m o ­
res de golpe de Estado, el PRT-ERP p erg eñ ó u n am bicioso
operativo ^militar que p re te n d ía causar u n “im pacto psico­
lógico” sobre 1a. población al m ostrar el p o d erío m ilitar que
había alcanzado la guerrilla. Planeó la tom a del Batallón de
A rsen aicrb O l de M onte C hingóla, u n o de los más im p o r­
tantes del ejército arg e n tin o .451 La acción fue u n com pleto
fracaso.452 D espués de los hechos, el ERP atribuyó eí fraca­
so a la delación de Rafael de jesú s R anier, el “O so ”. U n mes
después, el d elato r fue capturado, interrogado, som etido a
la “justicia revolucionaría” y “co n d e n ad o ” a m uerte p o r el
ERP.453 Las p érdidas del ERP com o consecuencia de las o fen­
sivas en T ucum án y M onte Chingolo ten d iero n a debilitar su
infraestructura en térm inos m ateriales y hum anos, y tam b ién
afectaron lo que q u ed ab a de la JCR en Buenos Aires.
El 24 de m arzo de 1976, el golpe de Estado canceló p o r
com pleto las posibilidades de la JC R en la A rgentina. El m ar­
gen de m aniobra de las organizaciones se redujo, ya qu e no
había más espacios de refugio y la coordinación represiva
regional no ten ía n in g ú n im p ed im en to p ara actuar en el
país. La represión co n tra la izquierda y las fuerzas antidic­
tatoriales que aún se en co n trab an en Buenos Aires se in te n ­
sificó. L íderes de los m ovim ientos antidictatoriales com o el
expresidente boliviano general José T orres o los uruguayos
sen ad o r Z elm ar M ichelini y diputado H écto r G utiérrez Ruiz,
ju n to con los tupam aros W illiam Withelaw y Rosario B arredo,
fueron asesinados poco después. Además se in crem en tó la
persecución co n tra los m iem bros de las organizaciones de
la JCR. L uego del secuestro de Fuentes y Amílcar S antucho
en Paraguay, los servicios de seguridad chilenos confirm aron
los planes im ple m entados en la A rgentina y la presencia de
E dgardo E nríquez. Los servicios argentinos de coordinación,
asociados con los chilenos, com enzaron a seguirle la pista.
“ LA PARTID A D ECISIV A DE LA REVOLUCIÓN EN AM ÉRICA L A T IN A ” 17 9

Los miristas chilenos sufriero n diez desapariciones en la


A rgentina, en tre ellas la de E nríquez, responsable político del
MIR en la JCR;454 cabe m e n c io n a r que ese grupo e ra la últi­
m a esperanza p a ra u n M IR que, en suelo chileno, estaba casi
desarticulado. E n 1978 ya sum aban mil los miristas exiliados
en E u ro p a y en C uba.455 Los uruguayos del MLNT, divididos
en dos fracciones y casi inexistentes en Uruguay, sufrieron
treinta y siete desapariciones en tre m arzo de 1976 y 1979 en
la A rgentina.456 B u e n a p arte de aquellos dos mil q u e habían
llegado a Chile en 1971 ya n o p erten ecía a n in g u n a de las
fracciones de la organización y se enco n trab a rep a rtid a en tre
E uropa, México y C uba.457 P o r últim o, en m enos de u n año el;
PRT-ERP quedó d esarticulado y m uchos de sus líderes -e n tre
ellos el secretario general, M ario R oberto S a n tu c h o - fu ero n
asesinados o desaparecidos.
U n d o cu m en to de la SIDE advertía q u e el golpe arg e n tin o
h abía m odificado “el equilibrio de. fuerzas subversivas y con-
trasubversivas en el p lan o geopolítico”. Y repasaba el

escalonam iento en la con cen tració n de esfuerzos


y p o r la g en eració n de reacciones de d erech a que
c o n d u jero n al desplazam iento de gobiernos seudoiz-
quierdistas, izquierdistas o lo suficientem ente d éb i­
les com o para n o p o d e r h a c e r frente decid id am en te
al accionar de las organizaciones arm adas cland esti­
nas (GAC) que ya actu ab an en sus distintos países.

Con la tom a del p o d e r, se h a b ía cerrado la últim a e ta p a de ese


proceso en la A rgentina, p e ro ahora el conflicto se ex ten d ía
a otras áreas del m u n d o d o n d e las fuerzas subversivas conti­
n u aban la lucha política, ya q u e el m argen de acción e n el te­
rritorio argentino e ra muy lim itado. Esto llevó a los m ilitares
a rep en sar la estrategia:

Ei concepto d e “te rrito ria lid a d ’’, q u e h a sido tra d i­


cionalm ente ac eptado, h a perdido vigencia e n esta
l8 o H A CER LA REVOLUCIÓ N

g u e rra de tipo revolucionaría q u e Am érica está so­


po rtan d o . P o r ello u n a u n id ad de acción que deje -
d e lado tradicionales lím ites p ero qu e sea respetuosa
del concepto in c o rp ó reo de soberanía se im pone en
las actuales circunstancias.
La p érd id a de A rgentin a com o teatro de com bate
significa p ara el enem igo p erd e r to d a 'e l'á re a “C ono
Sur del c o n tin en te am erican o ”, d e donde su accio­
n a r q u e d a r á en c u ad rad o en países ajenos al área con
u n a escasa repercusión local y m enos aún in tern acio ­
nal. Se o rien tarán entonces hacia territorios extra-
continentales, muy p ro b ab lem en te África y E uropa,
en ese o rd e n .458

LA JCR POR EL MUNDO

La apuesta a la política exterior, que se había p lan tead o a


m ediados de 1975, se transform ó en la única alternativa p o ­
sible a p artir del golpe de Estado de m arzo de 1976 en la
A rgentina. D esde Buenos Aires, los integrantes de la JCR via­
ja ro n en su m ayoría a Europa, C uba y México, y u n g rupo m e­
nos n u m e ro so se trasladó a Argelia. Las actividades iniciadas
en F rancia en 1974 co n tin u aro n en 1975 con la creación de
un a agencia de p ren sa d e A m érica Latina (APAL), la revista
Che Guevara, la p rom oción de u n a asociación de estudiantes
latinoam ericanos en E u ro p a y la búsqueda de contactos p olí­
ticos con organizaciones de la izquierda europea y del T ercer
M undo con sede en Francia. Desde allí, las actividades co­
m en zaro n a difundirse en Italia., Suecia y Portugal a través de
las com unidades de exiliados uruguayos, chilenos, bolivianos
y luego argentinos que llegaban a esos países a m edida q u e la
rep resió n au m en tab a.459
U na de las preocupaciones centrales de los militantes de la
JC R era establecer contactos políticos que fom entaran la solida-
“ LA PARTIDA D E C ISIV A DE LA REVOLUCIÓ N EN AM ÉRICA LA TIN A ” l8 l

:ridad con el Cono Sur.460Los docum entos destacaban dos niveles


en esta tarea. P or u n lado, la “solidaridad dem ocrática am plia”
basada en la den u n cia de la violación de derechos hum anos. E l
docum ento advertía que “en m anos de los reformistas, la lucha
por la dem ocracia no supera el estrecho m arco d e su oportu­
nismo, n o llega a ser verdaderam ente consecuente, y por eso
no p u ed e n vanguardizar el movim iento de solidaridad’', p o r
lo cual, “com o sostienen' los vietnamitas, los movim ientos lega­
les no son reform istas si están enm arcados en u n a estrategia
revolucionaria”. Para esto e ra necesario q u e la JCR tuviera un
equipo de solidaridad dem ocrático, que en ocasiones “debería
desarrollar su actividad cuidando el enm ascaram iento”.461
La JC R apoyaba cam pañas d e solidaridad y d en u n c ia pagan­
do los h onorarios y el traslado de abogados que llevaban ad e­
lante causas vinculadas con los derechos hum anos y buscaba
te n er injerencia e n los m últiples organism os de solidaridad
que se crearon a fines de los setenta en E uropa.462 Los docu­
m entos en contrado s expresan u n a visión utilitaria d e la noción
de derechos hum anos. A diferencia de los hallazgos de Vania
M arkarian, en este caso no en contram os vestigios del cam bio
de paradigm a de la revolución al de los derechos hum anos.
Por el contrario, se advierte u n uso instrum ental de esa noción,
que resulta subsidiaria de u n a estrategia revolucionaria.463
Por ese motivo existía u n nivel su p e rio r a esta “solidaridad
d em ocrática”: la ‘'so lid arid ad revolucionaria”, q u e consistía
en el “apoyo m oral p restad o a las organizaciones qu e, com o
las que integ ran la JC R, lu c h a n p o r la liberación y el socialis­
mo con u n a línea d e g u e rra p o p u la r”. El m áxim o nivel de la
solidaridad revolucionaría e ra el internacionalism o pro leta­
rio, vale decir, la “so lid arid ad m oral y m aterial, q u e puede
consistir en el apoyo con com batientes y arm am en to s a nues­
tra g u erra de lib e ra c ió n ”.464
O tro d o cu m en to , p ro b ab le m en te d e 1976, p la n te a b a la
necesidad de establecer relaciones, en o rd en de p rio rid ad ,
con Cuba, M ovim iento P o p u la r de L iberación d e Angola,
Palestinos y P artido del T rab ajo de V ietnam . Sin em bargo , ad­
1 82 H A CER LA REVOLUCIÓ N

vertía que el no reco n o cim ien to de la JC R por la Revolución


cubana facilitaría los contactos con otras organizaciones.465
T am bién se m e n cio n a b a q ue la realización del I C ongreso
del P artido C om unista C ubano (PC C ), en diciem bre de 1975,
im plicaba la consolidación d e u n a nueva política ex terio r ha­
cia Am érica Latina. Ese cam bio se rem o n tab a a fines de los se­
senta. El año 1967, con la C onferencia d e la OLAS y la in cu r­
sión d e G uevara en Bolivia, h ab ía sido el p u n to m ás alto de la
ra d ic a liz a ro n de la p olítica ex terio r de la Revolución cubana.
Pero la m u e rte de G uevara h abía m arcado el com ienzo de
u n a nueva política exterior. Este cam bio se explicaba p o r la.
gradual constatación de que el proyecto revolucionario para
A m érica L atina no parecía viable en el corto plazo, p o r lo
que se apostó a b uscar alianzas con nuevos gobiernos nacio­
nalistas de origen m ilitar (Perú, Bolivia, Panam á) o populistas
(A rgentina, M éxico) cuyas propuestas contenían elem entos
nacionalistas y latinoam ericanistas que los acercaban a C uba
y perm itían alb erg ar expectativas de red u cir el b lo q u e o .466
El d o cu m en to de política ex terio r del congreso del PCC lo
expresaba con claridad m eridiana: “Serem os amigos de n u es­
tros am igos, respetarem os a quienes nos respeten y nuestras
arm as siem pre se usarán en la defensa co n tra aquellos q u e se
decidan a atacarn o s”.467 En el Cono Sur, esta nueva situación
generó conflictos con el ELN en Bolivia y con el ERP en la
A rgentina, d o n d e p o r m om entos C uba retiró su apoyo p ara
m ejorar las relaciones con O vando y P eró n .4611
La situación crítica de la m ayoría de los grupos guerrilleros
del C ono Sur a m ediados de la década tam bién llevó a que
los cubanos, que h ab ían seguido con atención estos procesos,
depositaran pocas expectativas em u n renacim iento de la lu­
cha arm ada. El boliviano C hato P eredo y el uruguayo Efraín
M artínez Platero recu erd an entrevistas con Fidel Castro d u ­
rante ese p erío d o , en las que el líder cubano sugería p ro ­
fundizar el trabajo de masas y red u cir el énfasis en la acción
arm ad a.469 A dem ás, desde la ex periencia chilena d e la UP,
Cuba veía con p reo c u p ació n la crecien te oposición q u e des-
“ LA P A RTID A D EC ISIV A DE LA REVO LUCIÓ N E N AM ÉRICA L A T IN A ” 38 3

jbertaba en tre los p artidos com unistas y los grupos arm ados
del C ono S ur/170
Por o tra parte, el I C o ngreso del PCC term in ó d e sellar “la
alianza in q u e b ra n ta b le q u e u n e a los partidos, p u eb lo s, esta­
dos y g o biernos d e C uba y la U n ió n Soviética”,471 E n ese con­
texto, adh irió al objetivo de coexistencia pacífica y al clim a de
distensión in te rn a c io n a l in ic ia d o a com ienzos de los setenta.
En el con texto la tin o a m eric an o , esta definición im plicaba
a b a n d o n a r el h o riz o n te d e 1a. revolución socialista y d e fe n d e r
posturas nacionalistas o latinoam ericanistas que ayu daran a
red ucir eí b lo q u eo co n tra C u b a,472 adem ás de alin ea rse con
la o rto d o x ia de los p artid o s com unistas latinoam erican os. El
capítulo sobre id e o lo g ía rec lam a b a u n a in te rp re ta c ió n única
del m arxism o-leninism o y ad v ertía sobre los riesgos d e l “anti­
com un ism o” de q u ie n es criticab an a la. U nión Soviética des­
de una. posición d e izquierda, del “diversionism o id eo ló g ico ”
y del “revisionism o ideo ló g ico d e derecha, e iz q u ierd a” de los
que p ro p o n ía n o tras lecturas del m arxism o-leninism o, dife­
rentes de la “ju s ta ” in te rp re ta c ió n del m ovim iento co m u n ista
in tern acio nal. A u n q u e esa sección no te n ía destinatarios es­
pecíficos, el tono d e las acusaciones e ra sim ilar al d e las que
los com unistas co n o su re ñ o s dirigían c o n tra las organ izacio ­
nes de la jC R desde fines d e los sesenta.
A dem ás de estos virajes de la política exterior, q u e explican
el cam bio de en fo q u e en la relación e n tre el g o b ie rn o cuba­
no y los grupos arm ad o s conosureños, otras razones políticas
g enerab an desconfianza e n tre los cubanos hacia la JCR. La
Ju n ta hab ía defin id o u n estatu to muy vago para la integra­
ción de sus m iem bros, que expresaba la voluntad d e coor­
dinar con organizaciones latino am erican as e incluso con la
izquierda radical eu ro p e a. U n inform e de Interpol m e n cio n a
un evento que p en sab a n realizar a principios de 1974 en la
A rgentina, al que invitarían a más de catorce organizaciones
d e países latino am erican o s.47-9’ U n d o cu m en to de la J C R de
1.977 alud ía a la existencia d e num erosas “organizaciones que
han logrado un nivel de convergencia im p o rta n te co n lajC R ,
184 H A CER LA REVOLUCIÓN

hasta el p u n to de plantearse colectivam ente el d esarrollo de


actividades que tien d en a pro fu n d izar el proceso”.474 A u n q u e
estas ideas n u n ca llegaron a concretarse, estos grupos fu ero n
invitados a participar en diferentes en cu en tro s convocados
p o r la JC R .475 A lgunos m ilitantes h an sugerido, y p arece u n a
co n jetu ra razonable, que esta voluntad de trascen d er el C ono
Sur p o d ría h ab e r m olestado a Cuba, ya que en cierta m ed id a
im plicaba d isputar la cen tralid ad de los cubanos sobre la iz­
q u ie rd a revolucionaria e n el co n tin en te.476
En u n a serie de d o cum entos enco n trad o s en Adla.dc, q u e :
d atan de ju n io de 1977 y corresp o n d en a la XV sesión de re­
u n io n es de la JCR, se observa el interés en p ro fu n d izar la p o ­
sición in te rn acio n al y consolidar la institucionalidad. E n esa
re u n ió n se fijó el estatuto provisorio y u n plan de trabajo p ara
d ar a conocer la JC R al m u n d o .477
El estatuto definió u n a estru ctu ra de fu n cio n am ien to co n ­
sistente en u n a conferen cia anual, u n secretariad o ejecutivo
y u n a com isión m ilitar que se reu n iría con reg u larid ad . Los
organism os estarían conform ados p o r todas las org an izacio ­
nes y las decisiones se tom arían p o r consenso. El estatu to
d efinía la creación de tres secretariados zonales, cuya fu n ­
ción sería d e s a rro lla r contactos políticos en todos los co n ti­
n entes: M éxico p ara A m érica, Francia p ara E u ro p a y A rgelia
para Á frica.478
En esa re u n ió n tam bién se p ropuso u n plan de trabajo
anual p ara constituir secretariados zonales y locales, crear
u n a escuela de cuadros e irn p lem en tar tareas de apoyo a los
frentes. En lo propagandístico, el pían p ro p o n ía d ifu n d ir el
accionar de la JC R en diversas partes del m u n d o a través de
la edición de la revista Che Guevara, la divulgación de d o cu ­
m entos de la JC R y la realización de actividades (sem inarios,
conferencias, actos) con motivo del décim o aniversario d e la
m u e rte del C he y el sexagésim o aniversario de la Revolución
rusa. Las actividades d e prop ag an d a estaban destinadas, en
líneas generales, a la llam ada “izquierda revolucionaria” y al
“m ovim iento com unista in tern acio n al”. M ediante estas acti-
“LA P A R T ID A D E C ISIV A DE LA R E V O L U C IÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A ” 185

pdad es, la JC R aspiraba a in stru m e n ta r u n a “estru ctu ració n


orgánica del exilio la tin o a m eric an o ”.479
A unque las resoluciones d e esa re u n ió n y los d o cu m en to s
publicados p o r la JC R en 1977 daban u n a im agen d e relativa
fortaleza, lo cierto es que la situación d e las organizaciones
p articipantes era débil. En 1977 todas las organizaciones que
p erte n ec ían a la JC R h ab ían sido derro tad as y se h a b ía n visto
obligadas a a b a n d o n a r sus países. M ientras existieran países
en la región que sirvieran com o retaguardia, la esp eran za de
h acer la revolución p e rm a n e c ía viva. El m ovim iento d e mili­
tantes d el C ono S ur ayudó a po sp o n er las derrotas y ex p an d ir
los planes m ilitares d e las organizaciones. No obstan te, tras
el golpe d e Estado arg e n tin o to d o cam bió y los m ilitan tes tu­
vieron q u e desplazarse a tierras lejanas. Esta situación generó
severas crisis in te rn as deb id o a la im posibilidad de c o n tin u a r
la lucha arm ad a e n el corto plazo. En cada organización, las
discusiones más acaloradas giraban en torno a c ó m o reto ­
m ar la lu c h a arm a d a en cada país. M ientras algunos afirm a­
ban q ue no estaban dadas las condiciones en el c o rto plazo,
d eb ido a la feroz rep resió n ejercida p o r los nuevos regím e­
nes autoritarios, otro s p ro p o n ía n reiniciar de in m e d ia to la
p ro p ag a n d a arm ada.
Los debates d e n tro de la JC R estaban lim itados p o r la frag­
m entación de las o rganizaciones y por la distancia geográfica
que p ro d u cía el exilio. El ELN y el MLNT estaban escindidos
en grupos que no rec o n o cía n Ja representatividad de los otros
en la Ju n ta ; de h ec h o , el M LN T n o participó en las reu n io n e s
de ju n io d e 1977. A dem ás d e las discrepancias in tern as, co­
m en zaron a ap a re c e r las diferencias nacionales en este con­
texto de p ro fu n d a d erro ta. U n texto del M IR pu b licad o en El
Rebelde sobre la salida al m ar d e Bolivia, a raíz de u n a re u n ió n
en tre P inochet y Banzer, g e n e ró protestas en tre los m iem b ro s
del ELN boliviano exiliados e n Francia. La delegada d e l ELN
boliviano en ese país a n u n c ió que se retira ría n d e la JC R si
el MIR n o se rectificaba. A continuación, un in te g ra n te del
PRT arg en tin o le co m u n icó a la “co m p añ e ra” que el ELN bo­
l8 6 H A C E R LA R E V O L U C IÓ N

liviano ya no existía p o rq u e se h ab ía transform ado en PRT


Bolivia, inform ación que aú n no le h ab ía sido b rin d a d a p or
su p ro p ia organización.480 Esto es u n a m uestra clara d e las
dificultades que e n fren ta b a el in te n to de reorganización en
un exilio n u m ero so y m arcad o p o r la fragm entación política
y territorial y la falta de com unicación.
En Europa^ los g randes tem as de d ebate de laJC R fu ero n el
análisis d e la coyuntura en eí Cono Sur y la política de alian­
zas, ternas sobre los que el MIR y el PRT-ERP, las dos únicas
organizaciones con estructuras centrales en el ex terio r, ten ían
visiones diferentes. M ientras el MIR sostenía que 1a. c o n tra rre­
volución había triunfado a lo largo y ancho del C ono Sur,
hasta m ediados de 1976 los m iem bros de! PRT-ERP co n tin u a­
ban afirm ando que se estaba “en las puertas de u n a situación
revolucionaria”.48,1 R ecién en 1977, en el llam ado “M anifiesto
de la JC R ”, se aceptó el im pacto que las “dictaduras co n tra rre­
volucionarias” h ab ían ten id o sobre las izquierdas conosuré-
ñas y se enfatizó el p ro b lem a de la u n id ad de la izq u ierd a.482
El o tro tem a de d ebate ro n d ab a en to rn o a la proyección
in tern acio n al de la JCR. H ab ía que definir si la JC R d eb ía ser
u n a coordinación estrictam en te restringida a las organizacio­
nes del C ono Sur o bien abrirse para in teg rar a organizaciones
de otros continentes. De los docu m en to s se d esp re n d e q u e en
1.976 todos p arecían ac o rd ar en la proyección latin o am erica­
na de la JCR, p e ro existían discrepancias respecto d e la reía-
ción con algunos sectores de “ex trem a izquierda e u ro p e a ”.483
M ientras el PRT-ERP se m ostraba reticente, el MIR re c o n o ­
cía que num erosas organizaciones y grupos revolucionarios
europeos -L o tta C o n tin u a y del M anifestó en Italia, la Liga
C om unista y R evolución en Francia, la Liga de E studiantes y
KB en A lem ania O ccidental, en tre o tro s- h abían ab ierto “u n
canal de conocim iento m u tu o , de intercam bio de ex p e rien ­
cias y o piniones que contribuyen al fortalecim iento y homo-;
geneización de la izquierda revolucionaria m u n d ial”.484
A p artir de 1976, las m enciones a la izquierda e u ro p e a dis­
m inuyen, incluso en el rnirista Correo de la Resistencia,. D esde
“ l a PARTIDA D E C ISIV A DE LA REVO LUCIÓ N EN AM ÉRICA L A T IN A " 18 7

ese año , la apuesta d e la JC R en relaciones internacionales se


co n cen tró en u n m arco d e alianzas b astan te alejado de las o r­
ganizaciones euro peas. V ietnam , Camboya, C uba, Palestina,
A ngola y el m u n d o com u n ista pasaron a ser las p rio rid ad e s d e
su ag end a, y e ra obvio q u e te n ían claro q u e la llave p ara acer­
carse a esos lugares era C uba, con su nuevo en fo q u e cercano
a los partidos com unistas prosoviétícos.'485
A fines de 1977, la JC R pareció q u e d a r en m anos d el
PRT-ERP. N inguna d e las otras organizaciones p o d ía albergar
mayores expectativas en esa co ordinación. En 1978, la JCR se
había esfum ado. El PRT estab a dividido; el MIR, em b arcad o
en la o p eració n re to rn o ; los tupam aros, fragm entados, co n
u n p e q u e ñ o g ru p o ag ónico e n Buenos Aires q u e in te n ta b a
re to rn a r a U ruguay; los m ilitantes bolivianos, p o r su parte,
se rein teg raro n e n nuevas organizaciones y en 1979 disolvie­
ron su PRT. Si ben todos siguieron p o r m uy diversos cam inos
-d esd e la c o n tin u id a d de la lucha arm ada, p asan d o p o r el
m ovim iento de d e re ch o s hum anos, hasta los proyectos políti­
cos d e c e n tro izq u ierd a-, el su eñ o de la revolución co n tin en ­
tal hab ía term in ad o con el triunfo de la co ntrarrevolu ció n
co ntinental. A u n q u e los archivos de inteligencia in fo rm en so­
bre co o rd in acio n es e n tre grupos guerrilleros, y e n ocasiones !
los d e n o m in e n co m o JCR, esas re u n io n e s ya no re sp o n d ía n
a u n a es tru ctu ra orgánica. R eportes estatales in fo rm an sobre
en cu en tro s de “extrem istas” en diversas partes q u e p o r ío ge­
neral in teg ran las o rganizaciones que h ab ían p articip ad o en
laJC R y en otros. .
5- Sobrevivir a la democracia
La transición de la lucha armada a
los derechos humanos (1981-1989)

En 1978, el PRT estaba diezm ado y dividido en dos


grupos fu e rte m e n te en fren ta d o s e n tre sí, uno e n E u ro p a y
otro en C entro am érica. Los tupam aros estaban d esp arra m a­
dos en u n a larga d iásp o ra en tre algunos países eu ro p eo s,
Cuba, M éxico y tam bién, au n q u e en m e n o r m ed id a, en otras
áreas del m u n d o . El ELN prácticam en te había d esap a re cid o
y algunos de sus exm ilitantes in te n ta b an nuevos proyectos
políticos. Solo el M IR ch ilen o había logrado m a n ten e rse en
pie, a h o ra ab o cad o a u n a operació n re to rn o q u e lo m a n te n ­
d ría o cupado d u ra n te los prim eros años de la n u ev a década.
Mas allá de re c u rrir a m ilitantes aislados de o tros grupos, el ■
MIR n o co o rd in ó ia o p era ció n ni con la jC R , ni co n lo q u e
q u ed a b a de las dem ás organizaciones. E n los o c h e n ta , los so­
brevivientes de los seten ta rio pensaban ni en la JC R ni en la
posibilidad de d esarro llar proyectos regionales p a ra im pulsar
la lu ch a arm ada. Sus objetivos q u ed a ro n restring id o s a la so­
brevivencia y la re c o n stru cció n de las organizaciones en lo s .
escenarios nacionales, ah o ra m arcados p o r la co y u n tu ra de la
transición a la dem ocracia.
La esperanza d e u n a revolución con tin en te! ya n o p arecía
u na id ea convincente p ara los m ilitantes que h a b ía n sobrevi­
vido. La revolución había'viajado, u n a vez más, h a c ia el n o rte.
En u n a carta p ú b lic a de 1981, el MIR observaba lo que p o r
entonces o cu rría en C entroam érica com o un ejem p lo p ara
las luchas futuras c o n tra la dictadura chilena:

Si m iram os hacia aquellos países d e A m érica L atina


d o n d e la lu c h a revolucionaria h a alcanzad o su
I 9 » H A C ER LA REVO LUCIÓ N

m áxim a expresión, la C uba socialista, la N icaragua


R evolucionaria, y hoy El Salvador que ha e m p re n ­
dido los com bates finales p ara el d erro cam ien to de
la dictadura, verem os qu e el desarrollo de la lu ch a
d em o crática revolucionaria im p o n e com o cuestión
decisiva la necesidad de que las fuerzas p opulares al­
cancen un grado su p e rio r de u n id a d .486

El doeinífénto reco n o cía u n a nueva situación en A m érica


Latina: ah o ra lo destacado de las luchas revolucionarias se
d ab a en C en tro am érica y m arcab a u n a p articular m a n era
de articular la relación e n tre lucha arm ada y dem ocracia.
N icaragua im pacto en m uchos sentidos a varios m ilitantes
cercanos a esa experiencia d u ran te el exilio. P o r u n lado,
las estrategias m ilitares impulsadas, p o r el FSLN ap o stab an a
lo insurreccional, un factor descuidado en las experiencias
conosureñas. P o r otro, la diversidad d e actores q u e p artici­
paban en el proceso ap o rtab a u n a perspectiva m ás pluralista
que la de los m ovim ientos políticos en el Cono Sur. Este m o­
delo revolucionario - q u e in co rp o rab a las elecciones, el reco ­
nocim iento de los derech o s liberales, la libertad cíe p artid o s
y u n m odelo de eco n o m ía m ix ta- im plicaba u n a innovación
im p o rta n te respecto de la Revolución cubana. P or últim o,
varios m ilitantes conosureños h abían participado de m a n e­
ra activa en el proceso pre y posrevolucionario n icaragüense.
A u nque el caso m ás n o to rio fue la fracción del ERP lid erad a
p o r E n riq u e G orriarán M erlo, tam bién participaron m ilitan­
tes chilenos y uruguayos.487
El co n tex to in tern acio n al tam bién im pactó sobre los m ili­
tantes. El cam bio en la política ex terio r de Cuba - a h o r a ali­
n e a d a con la U n ió n Soviética y en p len a cam paña en Africa
tras h a b e r retira d o su apoyo a la lu ch a arm ada en el C ono
S u r- hacía que fu era difícil reto m ar la iniciativa p ara las o r­
ganizaciones de la región. Y el contexto in tern acio n al de fi­
nes d e los setenta, m arcado p o r u n a nueva sensibilidad hacia
la d efensa de u n a p articu lar noción de derechos h u m an o s
S O B R E V IV IR A LA D EM O CRACIA 1 9 .1

^promovida p o r el g o b ie rn o d e Jim m y C árter y organ izacio ­


nes in tern acio n ales com o A m nesty In tern atio n al o H u m an
Rights W atch y u n a m ayor atención p o r parte de organism os
in ternacionales com o la O N U y la OEA a esa tem ática, influ­
yó en el p o sicio n am ien to de los m ovim ientos opo sito res a las
dictaduras en el C o n o Sur.488 \
El lenguaje de los d e re ch o s h u m anos estuvo aco m p a ñ ad o ,
en la reflexión de la izquierda, p o r la id e a de su renovación.
Intelectuales y m ilitan tes en la diáspora del exilio y en co n ­
tacto con otras experien cias p ro p u sie ro n una diversidad d e
temas, q u e ab a rcab a n desd e u n a revalorización d e la d em o ­
cracia y los d ere ch o s h u m a n o s a diferencia de las o pcio n es d e
los setenta, más atadas a u n a firm e crítica del liberalism o, el
reco n o cim ien to d e causas em ancipatorias com o los d erech o s
de las m ujeres y los g rupos indígenas, y p o r últim o u n a visión
más p lu ral acerca d e los ag entes 'del cam bio social q u e in te­
graba a sectores del cristianism o, sectores dem ocráticos del
centro ideológico y sectores provenientes de las tradicio n es
populistas y nacionalistas latinoam ericanas.
En térm inos teóricos, esta renovación im plicó u n a relec­
tura de los trabajos de A n to n io Gramsci muy vinculada a la
cuestión de la h eg e m o n ía cu ltu ral y q u e influyó so b re la re­
flexión en to rn o a las form as de acción política. El co n cep to
de heg em o n ía cu ltu ral y su visión del conflicto político com o
g uerra de posiciones p erm itió rep e n sar la acción colectiva
ab a n d o n an d o la lógica po lítica m ilitar p ara o p ta r p o r o tra
que p o n ía especial aten c ió n e n la movilización de la sociedad
civil y en el papel de los intelectuales y los p ro d u cto res de cul­
tu ra.4® Esta renovación e ra tem a de d eb a te en ciu d ad es tan
d iferentes com o M éxico. R om a y M anagua, pero ta m b ié n en
los países co n o su reñ o s d o n d e los m ovim ientos sociales em er­
gentes. m u ch o m en o s ideologízados que los de los seten ta, co­
m enzaban a im p rim ir u n a nuev a tónica a la acción p o lítica.4'10
La década de 1980 estuvo m arcada p o r los nuevos m ovim ien­
tos sociales, que cam biaron algunos ejes del debate público.
Estos grupos, integrados p o r pobladores d e la periferia u rbana,
I C )2 H A CER I.A REVOLUCIÓ N

m ujeres y víctimas de violaciones a los derechos hum anos, en tre


otros, tenían estructuras de organización más horizontales que
los m ovim ientos tradicionales y un a agenda program ática más
cercana a las dem andas cotidianas de los sectores populares u r­
banos y alejada d e los grandes objetivos revolucionarios de la
década anterior.491 El acercam iento de algunos m ilitantes con
estos m ovim ientos abrió un cam ino de activismo diferente q u e
parecía más eficaz que los viejos m odelos de lucha arm ada.
En este sentido, el p erío d o iniciado en los o ch e n ta estuvo
signado p o r u n a geografía política d iferen te a la de las d éca­
das anteriores. Sea p o r la ag en d a de los nuevos m ovim ientos
o p o r los apoyos intern acio n ales y los lugares desde d o n d e se
congreg ab an las fuerzas en el exilio, en co n tram o s u n a situa­
ción m u ch o más descentralizada. Los diversos m ovim ientos
políticos y sociales buscarán intercam bios horizontales e n tre
los actores de la región, p e ro desistirán de desarrollar estra­
tegias centralizadas. Asimismo, las luchas centroam ericanas,
en p articu la r la triu n fan te Revolución nicaragüense, servirán
com o inspiración p ara varias de estas organizaciones p ero
n u n c a serán concebidas com o p arte de un a estrategia co n ti­
nental. Estos reajustes reflejan u n cam bio de época más p ro ­
fu n d o que algunos ele estos m ilitantes se negaban a adm itir:
la transición hacia una. acción colectiva que ya no era co n ceb i­
da com o una revolución co n tin en tal sino com o luchas locales
sin u n h o rizonte revolucionario com ún.
Varios de estos grupos arm ados particip aro n en estos m o­
vim ientos antidictatoriales y b rin d aro n su apoyo, d e n tro y
fuera del C ono Sur, a los m ovim ientos de derech o s h u m a ­
nos q u e d e n u n c ia b an la situación de los presos políticos y los
detenidos-desaparecidos. Lo cierto es qu e p articip aro n con
un nivel de am bigüedad que les perm itía, p o r un lado, in stru ­
m e n ta r la d en u n c ia en organism os internacionales, y p o r el
o tro, p ro p o n e r en sus publicaciones la idea de q u e el ú n ico
cam ino p ara d e te n e r las violaciones a los derechos h u m an o s
era u n a transform ación revolucionaria que destruyera la dic­
tadura. Eí clim a de renovación in te rp eló varios de los p rin ci­
SO B R E V IV IR A LA D EM O CRACIA 19 3

pios que fu n d a m e n ta b a n la cultura po lítica de los grupos ar­


m ados. A unque sus trayectorias difieren y los elem en tos que
hom og eneizaban su accio n ar en los seten ta te n d ie ro n a di-,
luirse, todos los gru p o s q u e in te n ta ro n actuar en los o ch e n ta
en fren ta ro n el m ism o dilem a. ¿Cómo m a n ten e r el eq uilibrio
en tre la tradición de la c u ltu ra política insu rg en te y el clim a
de renovación im p eran te? E n todos estos grupos existía u n a
m arcada tensión e n tre el p asad o de los setenta y el presen ­
te de los ochenta. P ara varios d e los m ilitantes, esto im plicó
a b a n d o n a r la lu ch a arm ada; p a ra otros, significó re p e n sa r las
m aneras en que d e b ía p lan tearse en u n nuevo con tex to .
A excepción d e Chile, estos m ilitantes n o reo rg an izaro n la
lucha arm ad a en el m o m e n to del re to rn o d em ocrático ni en
la A rgentina, ni en U ruguay, ni en Brasil. Pero tod o s los que
se m antu vieron organ izados estaban convencidos d e que era
.una posibilidad q u e n o d e b ía descartarse. E incluso quienes
se tran sfo rm aro n e n organizaciones legales m antuviero n gru­
pos arm ados vinculados a tem as de seguridad y finanzas.
En este capítulo estu d iarem o s las m an eras en q u e estos m i­
litantes in te n ta ro n adap tarse al clima d e los o ch e n ta sin p er­
d e r los aspectos constitutivos d e su id e n tid a d . R epasarem os
ios procesos de disgregación de estos espacios reg ion ales y
sus consecuencias sobre la cu ltu ra política transnacional que
se hab ía in te n ta d o construir. P o r este motivo, el ca p ítu lo ten ­
d rá u n a estru ctu ra d iferen te a los anteriores. Si b ie n p restará
aten ción a los intercam b ios, no se co n cen trará en u n a ciudad
de la región sino q u e rep asará lo o cu rrid o con los in te n to s de
reorganización y ad a p ta ció n a las nuevas condicio nes políti­
cas de la transición en cada u n o de los países involucrados.

CHILE, EL RETORNO ARMADO :

M ientras los grupos arm ados de la A rgentina, U ruguay y Brasil


sufrieron m últiples fracturas q u e erosionaron la posibilidad
19 4 H A CER LA REVO LUCIÓ N

de u n a acción m ilitar desde fuera, los m ilitantes m iristas,


que o p e ra b a n fu n d am e n talm en te desde Cuba, co m en z aro n
a p e n sa r en re c u p e ra r su presen cia en territo rio ch ilen o .492
En 1978, siem pre desde Cuba, los dirigentes del MIR diseña­
ron u n plan que se conoció com o O peración R eto rn o , que
p re te n d ía rep o sicio n ar al m ovim iento en las luchas políticas
d e n tro de Chile. El llam ado P lan 78 afirm aba ei ren a cim ien to
de la m ovilización social y postulaba la necesidad de aco m p a­
ñ arla con.tí: accionar arm a d o d e las organizaciones revolucio­
narias. Este d eb e ría desarrollarse en m últiples escenarios, que
iban desde las guerrillas u rban as sem ip erm an en tes y milicias
populares en las ciudades y sus periferias hasta las guerrillas
rurales p erm a n en te s en el su r de Chile. En la estrategia de ese
plan, todo esto co n trib u iría a la construcción d e u n ejército
revolucionario en el m arco d e la g u erra p o p u la r p ro lo n g ad a
que se hab ía p la n tea d o desde los o rígenes del MIR y q u e en
este nuevo contexto p arecía ad q u irir m ayor viabilidad.493
U na d e las d iferencia e n tre las izquierdas arm adas de la
región con el caso chileno es que, d u ra n te el p e río d o p re ­
vio a las dictaduras, en C hile no se h ab ían term in ad o de de­
sarrollar organizaciones arm adas consolidadas. M ientras la
d ictad u ra uruguaya de 1973 y la arg en tin a d e 1976 term in a­
ron de d e sa rtic u la r las organizaciones arm adas q u e venían
sufriendo derro tas que an teced iero n a ios golpes, en Chile
los m ilitantes de las organizaciones arm adas no h ab ían ex p e­
rim e n tad o niveles im p o rtan tes de en fren tam ien to m ilitar con
el E stado previo a la d ictadu ra. Asimismo, un aspecto nuevo
vinculado específicam ente al caso chileno hará qu e la lucha
arm ada ad q u iera o tra d im ensió n en ese país: algunos secto­
res del P ard d o C om unista chileno com enzarán p oco a poco
a evaluar la posibilidad de crear u n fre n te arm ad o d e lucha
co n tra la dictadura. H acia fines de los setenta la tradicional
división e n tre com unistas y grupos arm ados -característica
de los sesenta e n todo el C ono S u r- p arecía com enzar a es­
fum arse en Chile con el surgim iento del Frente Patriótico
M anuel R odríguez.494
SO BR E V IV IR A LA D EM O CRACIA 19 5

La estrategia m ilitar del M IR estaba vinculada a u n a estrate­


gia política q u e b asca b a co n stru ir un fre n te oposito r antidic­
tatorial, lid erad o p o r las izquierdas revolucionarias y sosteni­
do p o r u n am plio y diversó m ovim iento social q u e expresara
a diversos sectores d e la sociedad chilena a través d e comités
de resistencia a la d ic tad u ra. Este m ovim iento social deb ería
prom over m últiples tácticas, desde la dem an d a legal hasta la
form ación de m ilicias p o pulares.
Para im p lem e n ta r este p la n , resultaba necesaria u n a con­
tu n d e n te interv en ció n desde el exterior debido a q u e las fuer­
zas m iristas h a b ía n q u e d a d o desarticuladas en C hile tras los
fuertes golpes sufridos en 1975 y 1976. El dirigen te Patricio
Rivas relata que a lre d e d o r d e dos mil miristas exiliados en
Francia, España, Suecia, M éxico, Panam á, Costa Rica y Cuba,
en tre otros países, fu e ro n consultados acerca de la posibilidad
d e p articip ar en la o p era ció n . De ese conjunto, resu ltaro n se­
leccionados cuatro cien to s m ilitantes q u e iniciaron algún tipo
de form ación en las escuelas clandestinas. D oscientos d e ellos
llegaron a Chile e n tre 1979 y 1986.495
De acu erd o co n el testim onio del exm ilitante del MIR
H ern án Vidal, el apoyo d e C uba fue cen tral d u ra n te los p re­
parativos. Más allá d e los virajes del P artido C om unista cuba­
n o señalados en el capituló aritérióf, q u é im plicaron cierto
distanciam iento co n las políticas de los grupos cono sureñ o s,
el D ep artam en to A m érica siem pre m antuvo buenas relacio­
nes con el MIR. Eso explica eí en tre n am ien to m ilitar b rin ­
dado p o r los cu b a n o s a g ran p arte de los m ilitantes que se
p rep a ra b an para el re to rn o e n cam pam entos guerrillero s en
la isla. Sin em bargo, el apoyo d e Cuba solo se c o n c re tó cuan­
do el MIR a b a n d o n ó de m a n e ra definitiva el proyecto de la
ya agónica JC R a fines de 1978. Desde 1976, se sabía que este
era u n requisito excluyen te p a ra o b te n er el apoyo d e l D epar­
tam ento Am érica. D e todos m odos, los cubanos m o stra ro n
u n a d isparidad de criterios e n el apoyo b rin d ad o al MIR y
a los com unistas chilenos. M ientras los miristas e ra n capa­
citados en cam pos d e e n tre n a m ie n to guerrillero, el Partido
1C)6 H ACER LA REVOLUCIÓ N

C om unista chileno recibió form ación en las escuelas m ilita­


res del Estado cub an o .496
En agosto de 1979, el MIR ya anunciaba en sus m edios de
prensa clandestinos la llegada al país de su principal dirigente:
A ndrés Pascal A llende. En una entrevista, el líder m irista co n ­
vocaba al pueblo chileno a establecer u n “gobierno d em o cráti­
co, pop u lar y revolucionario” a través de u n a lucha antidictato­
rial. que conjugara la contienda legal, semüegal e ilegal, y que
convocara al conjunto de la izquierda e incluso a los d em ó cra­
tas cristianos consecuentes en un frente com ún.w C om o an te­
cedentes virtuosos de esa estrategia de frentes antidictatoriales,
Pascal citaba los casos de N icaragua. El Salvador y G uatem ala,
d o n d e al p arecer estaban logrando im portantes resultados.
Esas experiencias no resultaban ajenas para varios m ilitantes
miristas, que habían estado inm ersos en la lucha cen tro am eri­
cana. D esde Costa Rica, un grupo de miristas se h abían u n ido
al frente sur del FSLN para pelear en la revolución.498
D u ra n te los dos prim eros años, el operativo tuvo u n reso­
n an te im pacto a nivel urb an o . El Rebelde en la Clandestinidad
y la A gencia Inform ativa d e la Resistencia inform aban sobre
u n a serie acciones arm adas, en tre otras: expropiaciones ban-
carias, ataques a p ersoneros de la dictadura, sabotajes, ba­
rricadas callejeras. En el análisis de los m edios m iristas, este
accionar arm ado estaba en co nsonancia con un crecim ien to
del m ovim iento social vinculado al m ovim iento de d erech o s
hum anos, el m ovim iento estudiantil, sectores del m ovim iento
sindical y el m ovim iento poblacional. Según los historiadores
ju lio P into y Sebastián Leiva, estos fu ero n los años más exi­
tosos del accionar m ilitar m irista, cuyo desarrollo luego del
golpe m ilitar había sido muy débil.499
Sin em bargo, la expansión m ilitar del MIR no aco m p añ ará
el rec o rrid o de las protestas sociales. A fines de 1981, una
crisis económ ica causó u n p ro fu n d o im pacto sobre la p o b la­
ción; m ientras tanto, el ap arato m ilitar del MIR com enzó a ser
detectad o y destruido p o r las fuerzas de la C entral Nacional
de Inform aciones (CNI) desde m ediados de año. En 1983,
SO BR E V IV IR A LA DEM O CRACIA 19 7

.cuando las m ovilizaciones sociales se ex p a n d ie ro n e n un ciclo


de g randes protestas que desafiaron la capacidad d e control
de la dictadura, la fuerza m ilitar del M IR ya estaba fu e rte m e n ­
te dism inuida. Los p rim e ro s acontecim ientos se re m o n ta n a
1980, con la reacción de la CNI al asesinato de R oger Vergara,
d irecto r de la escuela de inteligencia, p o r el MIR. E sta acción
p ro d u jo severos cam bios d e n tro de la CNI, que in c re m en tó la
persecución sobre el MIR.500
A las caídas iniciales m ás significativas se su m arán las de
los focos guerrilleros ru rales e n la zona co rd illeran a del sur
de Chile, en la reg ió n de N eltum e. Estos parajes estab an aso­
ciados a luchas previas d e sectores cam pesinos m apu ch es
d u ra n te eí p erío d o ele la U n id ad P opular e intentos d e resis­
tencia arm ad a al golpe. El cam pam ento m ilitar de N eltum e
fue descubierto y el hallazgo culm inó co n la m u e rte d e once
m ilitantes m iristas.501 Este fue el com ienzo d e una sucesión de
derrotas y reacciones que concluyó en 1983 con la caída de
los m áxim os d irigentes del ap arato m ilitar: A rturo Villabela,
H ugo R atier y u n a serie de d erro tas en 1984 que d e ja ro n muy
debilitada a la organización en los años posteriores. r’°-
Según el h isto ria d o r Steve Stern, el accionar conspinitivo
del MIR, sobre to d o en los eventos relacionados con N eltum e,
ayudó al ren a cim ien to de la llam ada “m em oria salvadora” de
los m ilitares. Esta m e m o ria - q u e d efen d ía la participación
m ilitar en la vida política nacional deb id o a una su p u esta in­
vasión extranjera d e tipo com unista y que había p e rd id o vera­
cidad en los últim os a ñ o s - volvió a consolidarse y a ju g a r sus
cartas m ás agresivas e n m a teria de publicidad y re p re sió n .503
T odo esto erosionó los acercam ientos del MIR con o tro s sec­
tores antidictatoriales y evidenció que su estrategia m ilitar te­
nía cienos problem as, q ue ya se venían d eb atien d o d esd e la
O p eración R etorno.
Esos p roblem as e ra n , ni m ás ni m enos, en las m a n eras en
que d ebía darse la lu c h a c o n tra la dictadura. ¿Cuál e ra el pa­
pel de la lucha arm ada? ¿La".lucha arm ad a co n trib u ía al d e­
sarrollo del m ovim iento social o podía convertirse e n u n ca­
i t)8 H A C E R LA R E V O LU C IÓ N .

m ino de aislam iento d e l m ovim iento social? ¿Cómo evitar los


riesgos volúntaoslas, foquistas, m ilitaristas en Jos que m uchas
organizaciones h ab ían in c u rrid o d u ran te los sesenta y seten­
ta? En síntesis: ¿cóm o articular 1a. tensión en tre lo político y lo
m ilitar en u n m o m e n to en qu e el p o d er m ilitar de las dicta­
duras había- dado sobradas m uestras d e p o d er co n tro lar con
eficacia cu a lq u ie r form a de resistencia?
En el caso de la O peració n R etorno, estos debates se desa­
rro llaro n :d u ra n te la reu n ió n del Com ité Central q u e definió
el Plan 78. De h ec h o , el plan venció p o r apenas u n voto.504
Los opositores exp resaro n sus dudas y arg u m en taro n que la
d ic tad u ra era m uy estable y q u e las luchas sociales todavía
eran muy débiles p ara asegurar el reto rn o de la m ilitancia.
Así com o en otros casos m encionados en este libro, p o r ejem ­
plo la discusión sobre el re to m o a U ruguay de los tu p am aro s
desde B uenos Aires en 1974, algunos testim onios m u estran el
peso de los afectos y las lealtades sobre las decisiones tom a­
das en aquel m om ento. La culpa de estar en el ex terio r y la
urgencia de hacer algo ten ían u n a carga emotiva m u ch o más
fuerte que un frío análisis de la realidad chilena construido
con inform ación fragm entaria en el exilio.505
Para algunos, las discrepancias fueron tan intensas que los
llevaron a alejarse del MIR. Víctor T o ro Ramírez, u n presti­
gioso dirig en te poblacional p o r entonces en Cuba, se apartó,
de la dirigencia del MIR y se radicó en México. Allí publicó
un boletín , cuya inten sid ad expresa la dureza de los debates,
en el que d en u n c ia

al g rupo d e cam aradas que h a copado algunos pues­


tos de dirección [que] h a ido actuando com o u n a
v erdadera fracción d en tro del MIR chileno, p u r­
gan d o y expulsando a cientos de com pañeros que
critican en nuestro p artid o ía falta de dem ocracia
in tern a, el voluntarism o, el revolucionarism o peque-
ñoburgués, sus estilos burocráticos y autoritarios.506
SO B R E V IV IR A LA DEM O CRACIA I 99

El ton o e ra m uy fu e rte y expresaba los intensos niveles de e n ­


fren tam iento d e n tro de la organización, cuyos in teg ran tes se
en co n trab an , en su in m en sa m ayoría, e n el exilio.
Mas allá de las persecu cio n es y las caídas entre 1984 y 1985,
el MIR in te n tó re c u p e ra r la iniciativa de dos m aneras: p ro ­
m oviendo form as de resistencia violenta e n las poblaciones y
participando en el m ovim iento de derech o s hum an o s a través
de la C o rporación de P ro m o ció n y D efensa de los D erechos
del P u eblo (C odepu) y, a nivel político, en el M ovim iento
D em ocrático P o p u la r (M D P), coalición de izquierd a que se
negaba a dialogar en to rn o a u n a salida negociada con 1.a.
dictad u ra.507 El su rg im ien to del F ren te P atriótico M anuel
Rodríguez (FPMR) m odificó d e plano la tradicional relación
en tre miristas y com unistas, p e ro tam bién im plicó el surgi­
m ien to d e un nuevo c o m p e tid o r que disputaba el liderazgo
del MIR en ciertos sectores del m ovim iento social. Más allá de
estos esfuerzos políticos p o r m an ten erse, las caídas d el apara­
to m ilitar co n tin u aro n y en 1986 el MIR ya no ten ía capacidad
para llevar a cabo acciones m ilitares.508
Los debates de 1978 acerca de la ten sió n e n tre opciones
más m ilitaristas y opciones m ás políticas com en zaro n a ree­
ditarse an te las sucesivas caídas y la im posibilidad d e reorga­
nizarse. A unque el MIR h ab ía logrado u n a presen cia im por­
tante en algunas organizaciones del m ovim iento d e masas
antidiciatorial, la o tra p arte d e la estrategia de la O p erac ió n
R etorno -re la c io n a d a con su accionar m ilitar- resultó im ­
posible d e concretar. La te n sió n se puso de m anifiesto en el
Com ité C entral d e 1986, dividido en tre quienes p rio rizab an
el trabajo social y co n sid erab an que la política m ilita r d ebía
ser un resultado d e la m ovilización social y quienes n o adm i­
tían su b o rd in ar lo m ilitar a lo social. E n los meses p osterio­
res, am bas fracciones se dividirán con n o m b re y apellido: p o r
un lado, el MIR R enovación o Político liderado p o r N elson
G utiérrez, que re p re se n ta b a a m ilitantes vinculados con los
m ovim ientos sociales; y p o r otro, ei MIR H istórico, qu e con­
centraba a la m ayoría de los m iem bros del aparato p artid ario
2 0 0 H A CER LA REVOLUCIÓN

y estaba liderado p o r A ndrés Pascal A llende.509U n a vez más,


el p ro b lem a de la renovación de la izquierda se asociaba con
la relación en tre lo m ilitar y lo político. Y au n q u e en teo ría
estas categorías n o era n contradictorias, en el co n texto d e la
dem ocratización p arecían serlo.
La división tuvo lugar en u n co n texto peculiar, ya q u e la
transición com enzaba a cam biar de rum bo. El fallido in te n ­
to de asesinato de P in o ch et p o r el FPMR en 1986 desató u n
fuerte o leada represiva que afectó al co n ju n to de la izquierda.
La nueva coyuntura g en eró ru p tu ras e n tre quienes c o n tin u a ­
ban apo stan d o a u n a salida revolucionaria de la d ic tad u ra y
los sectores m ayoritarios de la izquierda, que co m en zaro n a
inclinarse p o r u n a salida negociada en alianza con los secto­
res dem ocratacristianos. Estos últim os serán los sectores con
mayor capacidad de liderazgo y los qu e efectivam ente co n ­
ducirán la transición hacia u n a salida negociada, q u e se co n ­
cretará en 1990 con la llegada de Patricio Aylwin al g o b iern o .
Los últim os años de la transición dem ocrática fu ero n muy
duros para el fragm entado MIR: el sector de los históricos su­
frió en 1987 otra ru p tu ra lid erad a po r H ern án Aguiló. resp o n ­
sable de la Com isión Militar, luego dos escisiones más, y en
1990 dos nuevas divisiones. El MIR Renovación, au n q u e con
serias discrepancias acerca de cóm o posiciooarse, se m antuvo
relativam ente estable am parado en su proyecto de p articip ar
en las elecciones parlam entarías ju n to con el Partido A m plio
de Izquierda Socialista. Sin em bargo, a p artir de 1990 se dividió
en cuatro fracciones que llevaron a su desaparición. Algunos
de sus integrantes se u n ie ro n al Partido Socialista, otros in te n ­
taron arm ar un nuevo g rupo con sectores desprendidos de la
IC y del PC, y otros buscaron reto m ar el legado del MIR.
En 1990 existían ocho grupos que reclam aban p a ra sí la
identidad del viejo MIR. D en tro de esos grupos h ab ía u n a
en o rm e variedad de posicionam ientos hacia la coyuntura:
desde aquellos que d efe n d ían la necesidad de co n tin u ar la
lucha arm ada co n tra la n egociad a dem ocracia, hasta aquellos
que se integ raro n al P artido Socialista en el contexto de re­
SO BR E V IV IR A LA D EM O CRACIA 2 0 1

unificación del p artid o y te rm in aro n p o r in te g rar el plan tel


g ub ern am en tal del p artid o d e la concertación g o b e rn a n te .510
A esta fragm entación e in c ertid n m b re política h a b ría que
agregar la situación legal de varios d e sus m ilitantes presos.
A unque el nuevo gobierno dem ocrático expresó e n u n p rin ­
cipio su voluntad de im p lem en tar u n a política d e am nistía
am plia hacia los cuatrocientos presos políticos q u e aú n p er­
m anecían en las cárceles, la presión d e la oposición y las
Fuerzas A rm adas era m uy fuerte, sobre todo en relación con
los detenidos en los o ch e n ta p o r delitos de sangre. El h echo
de qu e diversos grupos que reivindicaban al MIR o al FPMR
m antuvieran o renovaran su accionar arm ado en el contexto
de la naciente dem ocracia com plicó a ú n más la situación. A.
diez días de iniciada la dem ocracia, el in te n to de ejecución del
general de la F uerza A érea Gustavo Leigh, vinculado a la ju n ta
' golpista, p o r m iem bros del FPMR(A) g en eró u n a coyu n tu ra
difícil p ara el presid en te Aylwin: la vieja am enaza del “terroris-
m os de izquierda reapareció en los m edios y el g o b iern o de la
concertación tuvo q u e re c u rrir a m edidas fuertes p a ra no ce­
d er espacios a la derecha. T o d o esto llevó a que el proceso de
liberación de los presos de la dictadura req u iriera u n a larga
negociación. A tiñes de 1992, a través de diversas situaciones
que im plicaban la revisión caso po r caso, ya se había liberado a
trescientas personas. Los casos más problem áticos, vinculados
a los participantes en el aten ta d o del FPMR contra P inochet,
fuero n resueltos en los últim os días del gobierno d e Aylwin a
través d e m ecanism os de conm utación de la pena.511
Por o tra parte, el nuevo g o b ie rn o desarrolló u n a estrategia
con train surgente q u e tenía com o objetivo el desm antelam ien-
to de las organizaciones arm adas de izquierda todavía vigen­
tes. Los responsables de esa estrategia ya no serían m ilitares
form ados en la d o ctrin a de la seguridad nacional, sin o anti­
guos cam aradas de las m ism as familias ideológicas q u e ah o ra
asum ían las tareas d e contrainsurgencia. C on este objetivo, se
creó en 1991 el Consejo C o o rd in ad o r d e S eguridad Pública,
cuya función, era co o rd in a r las tareas d e in teligen cia en el
202 H A CER LA REVOLUCIÓ N

seguim iento de esos grupos y la acción policial. El C onsejo


estuvo dirigido p o r el m ilitante socialista M arcelo Schilling
y en él particip aro n , en calidad de asesores, m ilitantes con
experiencia en insurgencia y contrain su rg en cia form ados en
E u ropa del Este, E n tre los recursos legales que estru ctu raro n
la persecución c o n tra los m ilitantes, la Ley de A rrep en tim ien ­
to d esem peñó u n papel central. T am bién se en d u re cie ro n las
penas de 1q§;- m arcos norm ativos previos (Ley de Seguridad
In terio r del Estado, Ley de Control de Armas y Explosivos
y Ley An ti terrorista) y se creó u n a Cárcel de Alta Seguridad
(CAS) que fue objeto de denuncias p o r sus m ecanism os de
aislam iento y castigo.512
En este d uro contexto, llegaron los mirístas a la dem ocracia.
Incluso p ara quienes habían optado p o r ab a n d o n ar la lucha
arm ada era muy difícil co n trarrestar el estigma desarrollado
du ran te la d ictadura y reelabo rad o p o r el p rim er g o b iern o
dem ocrático con una legitim idad m uch o mayor. 'Io d o esto
term inó en u n a total fragm entación, d e la que hasta el m o­
m ento el MIR no ha p o dido recuperarse.
Sin em bargo, en las últimas dos décadas ha resurgido u n a
particular presencia de las izquierdas chilenas en diferentes
ám bitos de la vida social y cultural. Eí registro testim onial en
diferentes form atos, que van desde eí género docum ental has­
ta las m em orias, h a concentrado el aporte de diversos m ilitan­
tes de aquella experiencia a u n a reflexión colectiva sobre su
organización, p ero tam bién sobre su país.53:i En el ám bito aca­
dém ico, un conjunto de prestigiosos historiadores con posicio-
nam ientos historiográficos disímiles identifican su experiencia
mirista com o parte im portante de su trayectoria in te le ctu a l554
En el ám bito de los derechos hum anos, sobre todo en lo ati­
nen te a las políticas de la m em oria, diferentes colectivos se han
propuesto n arrar las experiencias sufridas por los m ilitantes de
esta organización du ran te el terrorism o de Estado.515
La reflexión que ha surgido de estos m últiples em prendí-
m ientos de activismo social y cultural es amplia. A u n q u e en
líneas generales está m arcada p o r la voluntad de d en u n ciar
SO BR EV IV IR A LA DEM O CRACIA 2 0 3

*la violencia estatal ejercida p o r la dictadura y reivindicar en


térm inos m orales la acción política de los m ilitantes, tam bién
h a p ropiciado espacios de pensam iento autocrítico sobre
m últiples aspectos d e la cu ltu ra política de aquel m o m en to .
E n los docum entales em erg en con particular visibilidad los
conflictos de g énero, que h a b ía n perm anecido soterrado s en
los setenta com o p a rte in teg ral de u n a cultura m achista que
se disfrazaba de igualitaria, así com o la voz de los hijos de
los m ilitantes inicia la reflexión sobre la familia y los proyec­
tos revolucionarios. A lgunos trabajos del historiad or G abriel
Salazar con tien en u n a crítica explicita a las dim ensiones au­
toritarias del vanguardism o d e los setenta. Todo este corpus
de p ensam iento h a ejercido influencia en los m ovim ientos
juveniles, que tie n e n u n a visión crítica de la experien cia del
partid o d e la concertación e n aquellas décadas.
En cierta m edida, p o dem os decir que estas form as de mili-
ta n d a h an d esem peñado u n papel más im portante e n las ba­
tallas p o r la m em o ria que en las batallas político-electorales,
ám bito en el que los m ilitantes miristas com o colectivo orga­
nizado n o han p o d id o establecer un posicionam iento com ún
desde los noventa. Sin em bargo, en diversos proyectos políti­
cos de las últim as décadas encontram os puentes q u e los vin­
culan con aquella experiencia. Entre otros, cabe m e n cio n a r
la can didatura presidencial d e Marco E nriquez O n im an i, hijo
de Miguel E nríquez y de la periodista M anuela G um ucio, y eí
papel de los m ilitantes vinculados a La Surda en la reciente
construcción del F rente A m plio.

ARGENTINA, EL EXTRAÑO RETORNO ■.

La experiencia del PRT-ERP fue m enos visible en el contexto


de la transición argentina. Si bien d urante el exilio ellos tam ­
bién pensaron en organizar el retorno, su situación in te rn a y
la dinám ica política arg en tin a dificultaron la viabilización del
2 0 4 H A C E R LA REVOLUCIÓN

proceso. La peripecia de esta organización en el ex terio r estu­


vo m arcada p o r u n a p ro fu n d a división en tre dos grupos. U no
integrado en su mayoría p o r m ilitantes instalado en E uropa,
que se acercó al m ovim iento com unista internacional y ab a n ­
donó las viejas definiciones de la nueva izquierda latin o am e­
ricana de fihes de los sesenta. Estos sectores, liderados p o r
el secretario general Luis M attini (Arnol K rem er), p u siero n
crecientes reparos a la idea de reiníciar acciones arm adas en
la A rgentina. El o tro grupo, m inoritario, estaba lid erad o p o r
E nrique G orriarán M erlo. En u n com ienzo se instaló en Cuba,
luego participó en la ofensiva del frente sur del FSLN en 1978,
y de allí en adelante desarrolló un fuerte com prom iso con la
Revolución nicaragüense. Algunos organism os de d erech o s
h u m anos en el exterior, integrados en su mayoría p o r m ilitan­
tes o exmilitant.es del PRT-ERP, funcionaban com o p u e n te en ­
tre estos dos grupos en conflicto d en tro de la organ izació n /’16
Tras el triunfo de la Revolución sandinista, unos cien mi­
litantes argentinos llegaron a N icaragua a través del g ru p o
de G orriarán para participar en diferentes actividades del
gobierno. Este gru p o no solo apoyó la revolución en te rri­
torio nicaragüense; en 1980, un com ando encabezado p o r
■el p ro p io G orriarán ejecutó a Anastasio Somoza D ebayle en
Paraguay. Según G orriarán, la acción fue u n m ero acto de
venganza; su objetivo principal era d eten er el accionar co n ­
trarrevolucionario que en aquel m om ento desarrollaban los
somocistas nicaragüenses ju n to con los gobiernos de Paraguay
y la A rgentina,317
En sincronía con estos planes, los M ontoneros h abían pla­
nificado dos intentos de contraofensiva du ran te 1979 y 1980.
Pero n in g u n a de las cam pañas llegó a consolidarse y n o parecie­
ro n te n e r mayor im pacto en el proceso político. Estos intentos
estaban en sintonía con los del MIR chileno y con los asuntos
que el PRT-ERP debatía p o r entonces. En M ontoneros, tan­
to la experiencia nicaragüense com o la iraní ofrecían nuevas
perspectivas para pensar la acción arm ada. Asimismo, las cam ­
pañas se justificaron aludiendo a un supuesto renacim iento
SO BR EV IV IR A LA D EM O CRACIA 2 0 5

de la movilización social. Sin em bargo, en la docu m entació n


relevada no hem os p o d id o encontrar intercam bios im p o rtan ­
tes en tre las iniciativas m ontoneras y los intentos del PRT-ERP
o aquellos desarrollados p o r los chilenos.518
E ntre 1980 y 1981, algunos testim onios dan c u e n ta de que
am bas fracciones del PRT-ERP estaban p erg e ñ an d o u n plan
de retorno, ju lio S antucho relata que la fracción q u e estaba
instalada en E u ro p a se trasladó a México a partir d e 1980 con
la idea de iniciar los preparativos. Sin em bargo, el secuestro
de la hija de un industrial m in ero vinculado al PAN, p erp e tra­
do po r el grupo d e G orriarán con el objetivo de financiarse,
alertó a los servicios d e inteligencia m exicanos, Esto llevó a la
detenció n de casi m edio c e n te n a r de m ilitantes de la otra frac­
ción del PRT-ERP, que actu ab a de m an era legal y pública en
territorio m exicano. A raíz de esta situación, los preparativos
de reto rn o desde territo rio m exicano qued aro n en la nada.319
El g rupo lid erad o p o r G orriarán, luego de p articip a r en la
ejecución de Som oza, tom ó u n curso de nueve m eses de gue­
rrilla rural'y re to rn ó a la A rgentina, más específicam ente a la
provincia de Salta, d o n d e reto m ó la tradición g u errillera de
instalarse en zonas rurales norteñas, com o lo h ab ían hecho
Maseui y el p ro p io ERP en los setenta, p a ra organizar un foco
rural. Sin em bargo, el in te n to no fue m ás allá de u n as prim e­
ras incursiones ex p lo rato rias.520 La g u erra de Malvinas, con
la d erro ta del ejército arg e n tin o y la subsiguiente crisis de la
dictadura, llevó a ios m ilitantes a decidir que no estab an da­
das las condiciones p a ra ese tip o de iniciativas y p o co después
.retornaron a N icaragua.
De acuerdo con el testim onio de G orriarán. u n a vez que
se hubo constatado que el régim en m ilitar arg en tin o agoni­
zaba. el grupo de m ilitantes del PRT-ERP que se e n c o n tra b a
en N icaragua y que hab ía desistido de instalar un foco en el
norte decidió iniciar u n nuevo rum bo político, q u e reco n o ­
cía la nueva situación po lítica del país y ciertos procesos de
renovación de la izquierda latinoam ericana. A unq ue en un
principio ese g ru p o de m ilitantes rep resen tab a a la lín e a mi­
200 h a c e r la r e v o lu c ió n

n o ritaria del ERP, el creciente prestigio que ad q u iriero n d e n ­


tro de la m ilitancia p o r su participación en el Frente Sur, en
las actividades del gobierno revolucionario y en el aten tad o
co n tra Somoza les otorgó u n halo de respeto y adm iración
que los transform aría, en los años venideros, en el núcleo
d u ro que canalizaría las propuestas q u e buscaban reo rg an i­
zar proyectos políticos que tuvieran p u n to s de contacto con
ía experiencia del PRT-ERP.521
Ya en 1982, el g rupo que ro deab a a G orriarán ensayó u n pri­
m er proyecto periodístico que anticipaba el espíritu político
que im pulsarían estos militantes. La revista Frente (publicada
en 1982 y 1983) y u n segundo proyecto editorial llam ado Entre
Todos (que com enzó a publicarse en 1984) expresaban la voca­
ción pluralista de ese nuevo m o m en to de la. izquierda arm ada
sesentista. Entre Todos, que resp o n d ía a! lem a ‘‘Los q u e que­
rem os la liberación (peronistas, radicales, intrasigent.es, cris­
tianos, socialistas, com unistas, in d ep en d ien tes)”, p rete n d ía
construir un m ovim iento político am plío y plural q u e agrupa­
ra a los diferentes ám bitos progresistas de la sociedad argenti­
na en el contexto de la redem ocratización.5"2 Esta apuesta se
fund am en tab a en la constatación de,que la realidad arg en tin a
estaba atravesada p o r u n fuerte m ovim iento social q u e tenía
diferentes expresiones políticas de izquierda, con las que era
posible articular u n m ovim iento político de nuevo tipo. Y tam ­
bién tenía relación con la experiencia centroam ericana, don­
de las políticas de frentes que articulaban sectores cristianos,
marxistas y socialdem óc ratas habían sido ia clave del éxito del
FSLN y parecían d a r buenos resultados en El Salvador.
Entre Todos era una clara expresión de esta política. En sus pá­
ginas, defendía una política plural que buscaba convocar a todos
aquellos que tuvieran u n discurso antiimperialista y u n a cerca­
nía con diversos sectores sin im portar su filiación política. Por
otra parte, sustituía el vocabulario ideologÍ2ado de los boletines
del PRT por u n lenguaje más popular, próximo al imaginario
del nacionalismo latinoamericanista. Sus artículos dedicaban es­
pecial atención a los movimientos sociales locales, la cultura y los
SO BR E V IV IR A LA D EM O CRACIA 2 0 7

lderechos hum anos, así corno a la idea de que el conflicto cen­


tral era entre autoritarism o y democracia. Los autores eran un
plantel de periodistas e intelectuales en algunos casos vinculados
con la experiencia del ERP, pero tam bién de otras generaciones
u otros sectores políticos de la izquierda. Figuras que gozaban
de renom bre com o el Prem io Nobel de la Paz y dirigente del
Serpaj Adolfo Pérez Esquive!, los periodistas H oracio Verbitsky
y M anuel Gaggero, el teólogo Rubén Dri y Fray Puigjané, vincu­
lados a la teología de la liberación, y el po eta y activista cultural
jo rg e Boccanera participaron desde un comienzo.
D u ra n te este p e río d o , el g ru p o de G orriarán m o stró parti­
cular interés e n la p ro m o ció n d e proyectos culturales que pu­
dieran difundir la voz d e los sectores de centroizquierda. El
abogado de derech o s h u m a n o s E duardo Luis D uh ald e fu n ­
dó con su apoyo la influyente editorial C o n tra p u n to y varios
testim onios afirm an que el fm anciam iento de este gru p o fue
central p ara la creación del diario, Página/12.m A u n q u e esta
política com enzaba a dar réditos, tenía u n límite relacio n ad o
con el círculo d e G orriarán y el lugar en que habían q u ed ad o
los m ilitantes del ERP en el contexto de la transición y la po­
lítica de derechos h u m a n o s del prim er p residente electo con
el regreso de la dem ocracia, Raúl Alfonsín.
El proceso de transición en la A rgentina estuvo p autado
po r un repliegue ráp id o y algo caótico de los m ilitares. En el
m arco de esa salida ap resu rad a, in te n ta ro n im p o n e r una au-
toam nistía dos sem anas antes d e las elecciones. El triu n fo de
Alfonsín, que d u ra n te su cam p añ a electoral había expresado
su adhesión a la causa de los derechos hum anos, inviabilizó
esa posibilidad. En d iciem bre de 1983, el flam ante p resid en te
prom ovió la dero g ació n de la Ley de A utoam nistía, o rd e n ó el
arresto y el procesam ien to de las tres prim eras Ju n ta s Milita­
res, reform ó el C ódigo M ilitar, y poco después convocó a cons­
tituir u n a Com isión Especial p ara investigar los d elitos com e­
tidos p o r la dictadura, en los casos de desaparición forzada.524
Sin em bargo, d e n tro de la estrategia del nuevo g o b ie rn o
dem o crático los g ru p o s guerrilleros ayudarían a ju stificar
208 h a c e r la r e v o l u c ió n

la persecu ció n a los m ilitares. El m ism o d ía que A lfonsín


pro m u lg ó el D ecreto 158, d o n d e o rd e n a b a la ca p tu ra de
la J u n ta M ilitar p o r las violaciones a los d erech o s h u m a ­
nos com etidas d u ra n te la dictad u ra, tam b ién p ro m u lg ó el
D ecreto 157, en el que solicitaba la ca p tu ra de los d irig en tes
sobrevivientes de las “cúpulas terro ristas” de M o n to n ero s y
el ERP. En el caso del ERP, solicitaba en p articu lar la cap­
tu ra d e G orriarán M erlo, ú n ico sobreviviente de la an tig u a
d i r i g e n c i a ^ En este sentid o , la estrategia discursiva y p o ­
lítica relacio n ad a con los derech o s h u m an o s - q u e algunos
h an d e n o m in a d o la “te o ría de los dos d em o n io s”- te n ía dos
claros destinatarios: la iz q u ierd a arm ad a de los se ten ta y los
m ilitares, vinculados a u n pasado del q u e la nueva d em o cra­
cia q u ería diferen ciarse.526
Esta política tam bién tuvo com o consecuencia específica
una im p o rta n te d em ora en la liberación de los presos p o ­
líticos. En los prim eros días de la dem ocracia, A lfonsín no
concedió u n a am nistía general, com o algunos o tal vez m u­
chos esperaban. Explicó sus motivos en los fu n d am en to s del
D ecreto 157, d o n d e ped ía la captura de los dirigentes g u erri­
lleros. Según este decreto, el anteced en te de la am nistía o to r­
gada p o r C ám pora en 1973 al com enzar su gobierno d em o ­
crático había co ntribuido a la recom posición de los grupos
guerrilleros existentes, que la d ictadura p reced en te h abía lo­
grado controlar. Sin em bargo,
o O -
las circunstancias de 1984 eran
distintas a las de 1973, ya que n o h abía grupos guerrilleros
en acción e incluso estos hab ían expresado, en su in m en sa
m ayoría, su voluntad de insertarse en las luchas sociales del
período. El otro arg u m en to que fu n d am en tó la decisión de
A lfonsín era el riesgo de que la liberación tuviera u n efecto
desestabilizador en los m ilitares que aú n conservaban cier­
to grado de poder. En este sentido, esta política im plicó u n a
concesión a esos sectores, que p o d rían conceptualizar el cas­
tigo unilateral com o u n a suerte de revanchism o.
A nte la creciente protesta de los organism os de d erechos
hum anos, y de los propios presos a través de sucesivas huelgas
SO BR E V IV IR A LA DEM OCRACIA 2 0 9

J$e ham bre, se p ro p u so u n a Ley de C onm utación d e P enas que


garantizó la liberación grad u al d e prisioneros. En 1987, toda­
vía q u ed ab an trece prisio n ero s políticos d e los cien to catorce
h ered ados de la d ic tad u ra.527 La situación tam bién afectó a va­
rios m ilitantes exiliados, quienes, ante las circunstancias que
vivían los presos y tem ie n d o que a su reg reso se rea b rie ra n las
viejas causas, d ec id ie ro n p erm a n ec er en el exterio r.528
Esto explica p o r qué el M ovimiento Todos p o r la Patria,
asociado al proyecto periodístico de Entre Todos, finalm ente
se creó en M anagua en 1986. La revista giraba en to rn o a la
figura espectral d e G orriarán Merlo, qu ien desde M anagua,
Brasil o en algunos casos ingresando de m a n era clandestina en
la A rgentina, se re u n ía con los diferentes personajes qu e con­
form arían el MTP. En el g rupo fundacional, había u n núcleo
duro de m ilitantes del PRT-ERP que reconocían el liderazgo
de G orriarán y hab ían participado en varios de sus p lan es ante­
riores. La situación de G orriarán era com pleja. Era el cerebro
detrás del proyecto, pero siem pre se m antuvo en las som bras
porque no resultaba conveniente m ostrar que un individuo
buscado era eí líd e r de una organización legal. Entre Todos
reunió en su círculo a antiguos militantes del ERP q u e habían
sobrevivido a la persecución; m ilitantes del peronism o de iz­
quierda; jóvenes que se identificaban con la experiencia de los
setenta, varios de ellos afiliados ai Partido íntrasigente en el
contexto de la transición: sectores católicos cercanos a la teolo­
gía de la liberación; y m ilitantes y abogados del m ovim iento de
derechos hum anos, algunos d e los cuales viajaron a M anagua
p ara tom ar parte e n la fundación. En el acto de inauguración,
estuvo presente el líd e r tupam aro Raúl Sendic, recientem en te
salido de la cárcel en U ruguay y de visita en N icaragua.529
Las definiciones iniciales del MTP vieron la luz e n Entre
Todos en mayo de 1986.530 Si pensam os q u e la cabeza d el m o­
vim iento era uno d e los dirigentes de aq u el PRT-ERP ele los
setenta que insistía en las férreas definiciones ideológicas,
el texto llam a m u c h o la atención. Poco te n ía de aq u e lla or­
todoxia m arxista y m u c h o de un latinoam ericanisrno p o p u ­
2 1 0 H ACER LA REVOLUCIÓ N

lista que p arecía conectado co n las tradiciones de fines de


los cincuenta.
La intro d u cció n refería a las tradiciones nacionales y p o p u ­
lares que com enzaban en San M artín, pasaban p o r el yrigo-
yenism o y el, peronism o, y p ro p o n ía n la construcción de u n
nuevo m ovim iento histórico nacional. Los ejes program áticos
se co n c en trab an en las ideas de dem ocracia participativa que
no co n tradecían los principios d e la dem ocracia liberal, la in ­
d ep e n d en c ia económ ica, los derechos hum anos, y u n a políti­
ca ex terio r latinoam ericanista que prom oviera la in teg ració n
latinoam ericana. A todo esto se sum aba, y no es un dato m e­
nor, la reform a de las Fuerzas Arm adas. E ntre los firm antes,
se en c o n trab an m uchos de los que h ab ían participado en la
experiencia del sem anario.
A unque la fundación del MTP pareció te n er cierto im pacto
positivo en la izquierda arg en tin a y en u n com ienzo tuvo un
crecim iento relativo, u n a serie d e acontecim ientos in tern o s y
externos prod u jo un viraje un radical e n tre 1986 y 1989.
El liderazgo en las som bras de G orriarán, u n o de los “d e­
m onios” de la transición, dificultaba la construcción idéntita-
ria del m ovim iento. Y colocaba al líder, y por ende al MTP,
en u n a posición com plicada ya que el aspecto más progresista
de la política de A lfonsín, la política de derechos hum anos,
se apoyaba en la estigm atización de la experiencia setentista.
El p ro p io G orriarán declaraba en 1988, desde un lu g ar no
identificado, que se neg aría a ser am nistiado si eso conllevaba
la am nistía de la ju n ta M ilitar.5®1
O tra serie de eventos com plicó aú n más las acciones del
MTP. P o r u n lado, la voluntad de participar en los procesos
electorales a nivel provincial en 1987 no tuvo u n resultado
favorable. En diferentes provincias se ensayaron diversas
alianzas con otros grupos de izquierda, pero n in g u n a logró
alcanzar la representación electoral. P or otro, los alzam ien­
tos m ilitares co n tra el gobiern o de Alfonsín tuvieron m ar­
cada influencia sobre la lectura del MTP acerca del proceso
político nacional.532
SO BR EV IV IR A LA DEM O CRACIA 2 1 L

En varios sectores de izquierda, e incluso d en tro del pro­


pio radicalism o, com enzó a circular la idea de que u n golpe
de Estado m ilitar e ra u n escenario posible. Y que h a b ía que
estar p rep a ra d o p ara resistir. Felipe Celesia y Pablo W aisberg
registraron testim onios d e jó v en es com unistas, p eron istas de
izquierda, intrasigentes e incluso radicales que m an ejab an
esa posibilidad y h ab ían com enzado a re u n ir armas y realizar
prácticas de tiro y actividades afínes.533
Esta hipótesis tuvo u n efecto mayor e n los m ilitantes del
MTP que habían estado vinculados a la orgánica del PRT-ERP.
La apu esta a la construcción de un m ovim iento po lítico am ­
plio y abarcador se esfum ó d e inm ediato y re to rn a ro n los
viejos tem as y latiguillos de los setenta. La p reg u n ta central
volvía a ser cóm o consolidar la vanguardia revolucionaria. En
u n sentido práctico, esto te n ía relación con el desarrollo
de u n aparato político m ilitar que pu d iera convivir e n p arale­
lo y en secreto con la organización. Celesia y W aisberg seña­
lan que G orriarán se volvió escéptico hacia las posibilidades
del ren a cer dem ocrático c u a n d o se prom ulgó la Ley d e Punto
Final en 1986, que am nistió a varios m ilitares vinculados a
causas d e derechos hum anos. A partir d e ese m o m en to , se
creó u n “grupo de análisis” bajo la supervisión de G o rriarán ,
cuyo objetivo era evaluar el avance de los militares. El escep­
ticismo se agudizó en 1987 y 1988 luego.de los dos alzam ien­
tos m ilitares. En un d o c u m e n to que versaba sobre el segu n d o
alzam iento, el MTP se p re g u n ta b a alarm ado: “Los m ilitares
avanzan. ¿Qué hacem os?”. Y afirm aba: “El pueblo d e b e tom ar
en sus m anos la defensa de la d em ocracia”.534
En el cam po in te rn o , esta discusión e n tre am pliar el m o­
vim iento político o d esarro llar u n ap arato m ilitar p a ra p re­
pararse an te u n a posible situación adversa, como u n golpe
de Estado m ilitar, agudizó los conflictos q u e ya se in sin u ab an
en tre G orriarán y o tros d irigentes políticos del MTP.535
G orriarán -q u ie n p e rm a n e c ía en N icaragua y segu ía muy
m arcado p o r su trayectoria com o revolucionario- y, p o r otro
lado, el g rupo de arg en tin o s vinculados al trabajo político y
2 12 H A CER LA REVOLUCIÓ N

social - q u e sabían lo ajena qu e era la sociedad arg e n tin a a


los im aginarios d e h ero icid ad revolucionaria de los se te n ta -
evaluaban cam inos m uy diferentes p ara en fren ta r u n a posi­
ble reacción m ilitar. Esto p ro d u jo u n a serie de fracturas en
el MTP, que a fines de 1988 qu ed ó red u cid o al e n to rn o más
cercano a G o rriarán.536
Ese grupo com enzó a diseñar u n plan militar, q u e term inó
de concretarse en enero de 1989 y consistió en echar a co rrer
el ni m or de una am enaza golpista que culm inaría en el asalto
a un cuartel militar. El ru m o r n o tenía fundam entos claros.
A unque las posibilidades golpistas estaban en el aire, en el vera­
no de 1989 no había n ad a q u e hiciera suponer su inm inencia.
Los hechos posteriores dem ostraron q u e todo era p arte de un
sim ulacro para p rep a ra r el asalto al Cuartel de La Tablada.
El asalto al cuartel consistía en ingresar sim ulando p erten e­
cer a u n a facción golpista, arrojando panfletos y coreando los
nom bres de los líderes carapintadas, para luego tom ar el cuar­
tel y los tanques. A partir de la toma, se convocaría al pueblo
a defender la dem ocracia. Varios grupos de militantes estaban
preparados para rodear' el cuartel y convocar a las organizacio­
nes sociales. U na vez tom ado, se dirigirían a Plaza de Mayo, con­
vocarían a una insurrección po p u lar y exigirían ia form ación de
un ejército popular y revolucionario.
El plan fue uno de los fracasos más rotu n d o s en la historia
de las organizaciones guerrilleras argentinas. De los cu aren ta y
seis que participaron, m u riero n treinta y tres, algunos de-ellos
fusilados luego de ser detenidos, cuatro fueron desaparecidos,
y en los días posteriores varios fueron capturados y encarcela­
dos, G orriarán consiguió escapar y se m antuvo prófugo hasta
1995, cuando fue d etenido en México. La acción n o p ro d u jo
nin g u n o de los efectos esperados. En el seno de las Fuerzas
Arm adas tuvo dos impactos: p o r un lado, reforzó el espíritu de
cuerpo para co n tin u ar la represión, y p o r otro, la renovación
de la am enaza subversiva legitim ó sus m em orias y su accionar
pasado y presente.537 Las organizaciones sociales y de izquierda
se distanciaron de la acción, a la que calificaron de “dispara-
SO B R E V IV IR A LA D E M O C R A C IA 2 13

#ada”, y advirtieron las graves consecuencias que te n d ría pára


la construcción política de la izquierda argentina, a lo que se
sum aba el ren acim ien to del discurso d e la seguridad nacional
entre los m ilitares y sectores civiles conservadores.5'38 H ubo al­
gunas excepciones, com o H e b e de B onafini -in te g ra n te de
M adres de Plaza d e M ayo-, q u ien duran te la conm em oración
del golpe de Estado, el 24 de m arzo de 1989, en u n acto cuya
consigna era “Resistir es co m b atir”, advirtió sobre las caracte­
rísticas nefastas d e los m ilitares que h ab ían rep rim id o en La
T ablada.539 El desastre de esa acción pareció an u n ciar el fin de
un ciclo histórico. Así lo h an explicado d e diferentes m aneras
los académ icos y periodistas que han estudiado el tem a.540
Tras u n p ro lo n g a d o silencio, g en e rad o p o r el ep iso d io de
La T ablada, d u ra n te la se g u n d a m itad de los n o v en ta hubo
u n a serie de cam bios en el m ovim iento d e d erech o s hum a­
nos que m ostró q u e la m e m o ria de las o rganizacion es guerri­
lleras de los se ten ta aú n estaba vigente e n la sociedad arg en ­
tina. U n a nueva g en e ració n d e m ilitantes del m ovim iento de
d erech o s h um anos, LI.I J.O .S ., propuso re c u p e ra r la m em o­
ria de sus padres n o solo corno víctimas dei terro rism o de
Estado, sino com o actores políticos cen trales de las décadas
previas.54* Este m ovim iento, social estuvo en sin to n ía con la
p u blicación expansiva d e textos testim oniales y perio d ístico s
y el desarrollo de u n su b g é n ero d o cum ental, en la mayoría
de los casos a cargo de los hijos de desap arecid o s,542 que re­
flexionaban sobre la m ilitancia revolucionaria en u n tono
ab ierto y plural. D esde u n a posición de fam iliarid ad , las n u e­
vas generaciones rec o n o cía n algunos valores positivos, pero
tam bién tom aban distancia d e asuntos vinculados c o n las re­
laciones de g én e ro , fam iliares y las prácticas m ilitaristas de
aquella g en e ració n .543
Este debate social y cu ltu ral fue ca n d e n te d u ra n te la crisis
de 2001, y el k irchnerism o se alim entó d e esa m e m o ria para
consolidarse com o fuerza política. En el prólogo a u n libro
de poesía de u n a co m p a ñ e ra d e m ilitancia desaparecida, el
presiden te N éstor E irc h n e r escribía en m arzo de 2004:
214 H A C E R LA R E V O L U C IÓ N

A lguna vez en esta Patria, h u b o una, gen eració n ■


signada p o r el deseo de desterrar de su suelo la d e­
sigualdad y la injusticia. H ija de las proscripciones
y la intolerancia, b eb e d o ra juvenil de aquel mayo
francésj avanzó en A rgentina sin aten d e r los lím ites
de ese tiem po ni dejar espacio a la especulación. Soy
p arte de esa gen eració n .544

Este fue uno de los prim ero s m om entos en que el nuevo p re­
sidente se identificó con el legado revolucionario y lo vinculó
a sus políticas de derechos hum anos. Su actitud im plicó cier­
tos cam bios en relación con la visión del pasado co n stru id a
d u ra n te el alfonsinism o.545

URUGUAY, EL CONFLICTIVO Y EXITOSO


CAMINO A LA LEGALIDAD

Los acontecim ientos de La T ablada tam bién tuvieron cierto


im pacto en U ruguay. H acía ya cuatro años que ios tup am aro s
participaban legalm ente en la vida política del país y h ab ían
explicitado su voluntad de co n tin u ar haciéndolo. Sin em ­
bargo, la solidaridad, ios lazos anteriores y la cercanía en tre
Raúl Sendic y G orriarán d u ran te la p erm an en cia de Sendic
en N icaragua tras su liberación llevaron a ios tu p am aro s a
em itir u n a declaración pública que gen eró un p e q u e ñ o sa­
cu d ó n político en el seno de la izquierda uruguaya. M ientras
la m ayoría de los grupos d e izquierda en am bas orillas deí
Río de la Plata in te n ta b an distanciarse de la acción, los tupa­
m aros afirm aron su solidaridad con los com pañeros, au n q u e
reco n o cían el e rro r com etido: “Los com pañeros se equivo­
caron y el e rro r que más nos duele es h abernos n eg ad o la
posibilidad de co n tar para el futuro con tanto h eroísm o y tan­
to d esp re n d im ie n to ”.540 Esta declaración les valió la c o n d e n a
SO BR E V IV IR A LA D EM O CRACIA 2 1 5

^pública, de otros gru p o s de izquierda, q u e cu estio n aro n su


posicionam iento y rec lam a ro n u n a actitu d más firm e de co n ­
d en a hacia lo q u e e n te n d ía n com o u n a acción desligada d e .
la realidad, que reavivaba el im aginario d e la lu ch a arm ada e
iba co n tra las luchas dem ocráticas c-ue los m ovim ientos socia­
les h abían co n stru id o en la transición.547 A nte esta situación,
el p ro p io Sendic resp o n d ió con con tu n d en cia q u e ellos n o
pod ían re n u n c ia r a la lu c h a arm ada y explicó q u e las condi­
ciones e n la A rg e n tin a no e ra n similares a las de U ruguay.548
La solidaridad ta m b ié n perm itió que m uchos m ilitantes es­
caparan de la A rg en tin a y buscaran refugio en U ruguay a tra­
vés de los tupam aros.549 Los lazos de solidaridad n o eran u n
capricho del pasado, sino consecuencia de contactos que se
h abían m a n ten id o fu n d am e n talm en te a través de N icaragua,
d o n d e Sendic y G o rria rá n h ab ían tenido varios en c u en tro s.
Y cabe rec o rd a r q u e, si b ie n los dos grupos te n ían visiones
com unes sobre los procesos transicionales, en. los d iferen tes
contextos nacionales tuvieron desarrollos divergentes.
La rec o n stru cció n de los tupam aros tie n e un jalón central.
Diez días después d e rein icia d a la dem ocracia e n 1985, u n a
ley otorgó la libertad a todos los prisioneros políticos m ed ian ­
te la am nistía a los delitos d e conciencia y la co n d o n a ció n de
las penas vinculadas a delitos d e sangre debido a las co ndicio­
nes inhum anas d e reclusión, Esto aseguró la lib e rtad de los
presos y un clim a favorable p a ra el re to rn o de los exiliados,
que no serían p erseguidos p o r causas del pasado.550
El in te n to de reo rg an izació n de los tupam aros com enzó
ese día, que se vivió com o u n a gran fiesta.. Los in teg ran tes
de la vieja dirigencia del M LNT, en cerrad o s en co n d ició n de
reh en es y padecido m altratos constantes y situaciones de total
aislam iento desde 1972, d ie ro n una conferencia d e p ren sa el
m ism o día de su liberación, en la que re c o n o cie ro n la nueva
etapa que vivía el país.
E ieuterio F ern án d e z Fluid obro, en su rol de vocero, afirm ó
que se estaba viviendo un m om ento p articu lar en la historia
uruguaya:
2 16 H A CER LA REVOLUCIÓN

En este m om ento consideram os que se h a abier- •


to u n a etapa de dem ocracia prim averal en n u estro
país. La dem ocracia es un h ech o q u e.n o está e n los
votos. Ni está en el resultado de las elecciones. Está
en la calle. La dem ocracia en el Uruguay, esta que
hay hoy, es obra del pueb lo uruguayo. Y en ten d em o s
que esa realidad ro m p e los ojos, nos rom pe los ojos
a jaos#tfos tam bién, tiene q u e ser respetada p o rq u e
es u n a o rd en del pueblo. Entonces, nosotros vamos a
cu m p lir esa o rd en del pu eb lo .551

Ese día e n tre g aro n un d o cu m en to público en el q u e inform a­


ban q u e resp etarían la legalidad e iniciarían u n proceso de
discusión in te rn o en tre quienes salían de la cárcel, quienes
llegaban del exilio, quienes h abían sobrevivido en el país y
los jóvenes que se habían in c o rp o rad o a la p ropuesta. Raúl
Sendic, líd er histórico de la organización, no p articip ó en
la conferencia p o rq u e tenía u n a h erid a de bala en el rostro
que le dificultaba el habla y n o h abía sido tratada desde 1972.
Pidió disculpas p o r su ausencia en u n a carta d o n d e reafirm a­
ba los conceptos planteados en la conferencia y an ticip ab a un
p ro g ra m a para la defensa de la dem ocracia y la in stru m e n ta­
ción de u n a reform a constitucional cuyos ejes eran tres: no
p agar la d eu d a ex tern a co n traíd a d u ran te la dictadura, em ­
p re n d e r u n a reform a agraria con las unidades m ayores a dos
mil quinien tas hectáreas, y estatizar la banca.552
P ero, poco después del idílico ree n cu en tro d e cientos de
m ilitantes tupam aros, la reorganización em pezó a m ostrar
sus problem as. La distancia en tre quienes h abían estado en
el exilio, en la cárcel y llevando vidas difíciles o incluso clan­
destinas d en tro del país se hizo sentir. D urante casi u n a dé­
cada, u n a infinidad de grupos a lo largo y ancho del m undo,
incluso en las cárceles y d en tro del país, habían construido
diferentes interp retacio n es políticas de la d erro ta del MLNT
y de lo o cu rrid o d u ran te el p erío d o de la dem ocratización.
SO B R E V IV IR A LA DEM O CRACIA 2 1 7

, La d e n tista po lítica A strid Arrarás, q u ie n estudió este p ro ­


ceso d e reorganización, señ ala la existencia de al m en o s cua­
tro grupos en 1985: la llam ad a T en d e n c ia Proletaria, q u e tuvo
su o rigen en la A rg e n tin a e n 1974 d u ra n te los in tercam b io s
con el ERP; el 26 d e M arzo e n U ruguay, vinculado a m ilitan­
tes que se h ab ían re a g ru p a d o en la transición; los líd eres his­
tóricos que h ab ían p e rm a n e c id o en la cárcel en co n d icio n es
de m altrato y severo aislam iento; y diversos ag ru p a m ien to s
de exiliados. El e n c u e n tro e n tre estos grupos g e n e ró debates
muy intensos, varios de ellos relacionados con la au to crítica,
y que rem itían a viejas discrepancias d e los setenta q u e n u n ca
h ab ían po d id o explicitarse deb id o a la p ersecu ció n dictato­
rial. Asimismo, la ex p e rien c ia diversa d e los exiliados tam b ién
influyó sobre el análisis de los viejos tópicos de la revolución
y los nuevos desafíos de la d em ocracia.553
Sin em bargo, m ás allá d e las discrepancias, el p roceso de
reagrupación to m ó fo rm a y los tupam aros co m en zaro n a d e ­
sarrollar tareas diversas con im pacto a nivel p o p u la r. En los
p rim eros años, la ap u esta al trabajo social y a un diálo g o d i­
recto con la gente - e n las “m ateadas”, d o n d e los viejos líderes
del MLNT se se n tab a n a ch a rla r en las plazas de ios barrios
con el público q u e se acercab a a co n o c erlo s- g e n e ró una in­
fluencia positiva e n ciertas zonas de M ontevideo. Los tu p am a­
ros tam bién se p re o c u p a ro n p o r la com unicación . F u n d a ro n
el sem anario M ate Amargo, e n cuyas páginas, con u n estilo re­
novado, ensayaron u n perio d ism o político que b u scab a acer­
carse a los sectores popu lares. In au g u raro n una rad io , que
alcanzó un b u en nivel de audiencia, y cre aro n u n a editorial,
T upac A m aru E diciones, d o n d e F ern án d ez H u id o b ro publi­
có u na serie de libros testim oniales y d e co n ten id o histórico
que se tran sfo rm aro n en bestsellers en los o ch en ta.354
Además, au n q u e al p rin cip io los tupam aros se d e fin ie ro n
com o luchadores sociales, p o c o a poco se acercaro n a la coa­
lición de izquierda, el F re n te Am plio, q u e contaba c o n su sim­
patía desde 1971 p e ro al que n u n c a h a b ía n ingresad o oficial­
m ente. En esta nuev a coyuntura, en la q u e por p rim e ra vez
2 18 H A CER LA REVO LUCIÓ N

asum ían la vida política legal, p arecía inevitable in teg rarse al


F rente A m plio y acercarse a algunos grupos de la coalición.
O tro tem a en el que los tupam aros com enzaron a d esem ­
p eñ a r u n rol activo fue la movilización p o r los derech o s h u ­
manos. En diciem bre de 1986, en u n co n texto de ru m o res de
golpe m ilitar, algunos sectores del p artid o g o b ern a n te y del
Partido N acional d ecid iero n ap ro b ar la Ley de C aducidad de
la P retensión Punitiva del Estado. Su objetivo era d e te n e r los
posibles jutélo s c o n tra m ilitares vinculados a delitos d e lesa
h u m a n id ad d u ra n te la dictadura. Los tupam aros fu ero n los
prim eros en p ostular que e ra necesario p ro p o n e r u n recurso
de referén d u m p ara d ero g arla m ediante u n plebiscito.555
En el verano de 1989, cu an d o G orriarán in ten tó la to m a de
La T ablada en la A rgentina, en U ruguay se acercaba el m o­
m e n to del plebiscito p o r la Ley de C aducidad, ya q u e el movi­
m iento social p o r 1a. d erogación h abía logrado o b te n er las fir­
mas del 25% del electorado. En ese contexto, el MLNT em itió
un a declaración d o n d e advertía sobre la im p o rtan cia que la
causa de los d erechos hum anos ten ía p ara esta organización:

Nos en fren tam o s acá a la histórica batalla del plebis­


cito. Los dem ás pueblos estarán m iran d o aten ta m e n ­
te lo que el n u estro haga el 16 de abril. Por p rim e ra
vez el tem a de la violación a los derechos h um anos
y su castigo, el en care del pro b lem a m ilitar bajo u n a
dem ocracia tu telad a y la definición en torno a qué
tipo de dem ocracia querem os, estará en m anos de
u n a decisión p o p u la r en el C ono Sur y tal vez en toda
A m érica. D ecisión posible p o rq u e el mismo p u eb lo
lo h a im puesto co n tra viento y m area y no p o r o bra
de la g enerosidad de n ad ie.556

La causa de los derech o s hum an o s h abía ad q u irid o cierta


centralid ad y era re conce ptualizada en clave de batalla con­
tra los resabios del p o d e r m ilitar, u n rem an en te de la dicta­
dura. Estaba vinculada a la defensa de la nueva dem ocracia,
SO B R E V IV IR A LA D EM O CRACIA 2 1 9

|[u e desde su perspectiva se h a b ía logrado gracias a la lucha


■^popular. Esta ad h e sió n no im plicaba u n a ru p tu ra to ta l con la
tradición de la lu c h a a rm a d a y las prácticas corispirativas de
los setenta. En el co n tex to d e la discusión sobre lo o cu rrid o
en La T ablada, los d irig en tes tupam aros insistían en q u e ellos
tam bién p o d ría n re to m a r la lu c h a arm a d a ante u n a am enaza
de dictadura. Así, e n el co n tex to de la elección plebiscitaria y
e n fre n ta d a a u n posible riesgo de reacción m ilitar, la organi­
zación com enzó a im p le m e n ta r planes m ilitares co n tin g en tes
y operativos de seguridad.
U na biografía testim onial d e Jo rg e Zabalza, uno d e los líde­
res tupam aros que se m ostró proclive a m a n te n e r las prácticas
conspirativas y reacio a la ad a p ta ció n po lítica que caracterizó
los noventa, relata q u e d e n tro del MLNT se creó el “grupo
de los 17”, d o n d e la m ayoría d e los d irigentes históricos se
reu n ía n p o r fu era d e las estructuras orgánicas p a ra definir
las relaciones in te rn acio n ale s con el m ovim iento revolucio­
nario, b uscar ¿ m a n d a m ie n to p ara los nuevos proyectos de
com unicación y discu tir m ed id as de seguridad a n te la posi­
bilidad de am enazas m ilitares. Zabalza m e n cio n a contactos
con G orriarán y el M TP arg e n tin o , la ETA vasca y el MRTA
p eru an o p ara b uscar form as d e fm anciam iento. En ese libro
tam bién alude a asaltos en U ruguay realizados p o r m ilitantes
tupam aros con el supuesto objetivo de rec au d ar fo n d o s.557 .
T odo esto m uestra la p ersistencia de la tensión e n tre lo po­
lítico y lo m ilitar en el MLNT. A unque e n u n p rin cip io había
p rim ado la cara m ás política de la organización, el conflicto
estaba la ten te y se agudizó en los noventa. 1989 y 1990 fue­
ron años signados p o r u n a serie de eventos que in fluy ero n
de m a n era negativa en la izq u ierd a uruguaya. El fin al de la
G uerra F ría y la d e rro ta electoral del FSLN a nivel in te rn a c io ­
nal, y a nivel n acional la apro b ació n plebiscitaria d e l apoyo
a la am nistía a los m ilitares p o r u n 57%, la m u e rte d e Raúl
Sendic y el triunfo presid en cial del líder del P artido N acional
Luis A lberto Lacalle co n su. agenda, de reform as n eo liberales
m arcaron un nuevo m o m e n to que p arecía cerrar el ciclo del
2 20 H A C ER LA REVOLUCIÓ N

m ovim iento p o p u la r and dictatorial q u e se h abía co n stru id o


d u ra n te la transición.
En este contexto, la V Convención d el MLNT realizada en
1991 se inclinó p o r las opciones más cercanas al im ag in ario
de la lu c h a arm ada. La discusión se en tab ló e n tre qu ien es p ro ­
p o n ía n co n stru ir u n a organización político-m ilitar (OPM ),
que trabajara en la legalidad p ero estuviera p rep a ra d a p ara
futuros escenarios de violencia arm ada fren te al in c re m en to
de la violencia estatal en situaciones de crisis social, y q uienes
insistían en el trabajo político electoral y social. T riu n fa ro n
los prim ero s de m a n era ro tu n d a, y esta victoria p ro d u jo el
alejam iento de los sectores juveniles y algunos d irigentes vin­
culados al trabajo en la radio y en el sem anario. Sin em bargo,
la discusión no se in te rru m p ió . A unque m ayoritaria, la p o stu ­
ra de co n stru ir u n a OPM te n ía variados significados p ara los
diferentes núcleos m ilitantes qu e la apoyaron. Para algunos,
era un cam ino p a ra g en e rar las condiciones de r e to m o a la
lucha arm ada, m ientras que, para otros, constituía u n a suerte
de g aran tía co n tra posibles am enazas autoritarias.558
Sin em bargo, 1989 tam bién tuvo aspectos positivos p ara
la izquierda. El F re n te A m plio h ab ía g an ad o p o r p rim e ra
vez la in te n d e n c ia de M ontevideo. Su crecim ien to m os­
trab a q u e, de u n a elección a otra, se acercaba d e m a n e ra
p au latin a p e ro co n stan te a la p osibilidad de d isp u tar el go­
b ie rn o nacional. Ese año, el MLNT pasó a in te g ra r oficial­
m e n te el FA y ju n to s co n fo rm a ro n u n a ag ru p ació n llam ad a
M ovim iento de P articip ació n P o p u lar con otros sectores ra­
dicales d e la izquierda. Los líd eres tu p am aro s se n eg a ro n a
p a rtic ip a r en las listas parlam en tarias, p ero ap oyaron con
fervor la iniciativa.569
L uego de la V C onvención, la discusión acerca de los pros y
los contras del proceso electoral se agudizó com o con secu en ­
cia de u n in cid en te que, según el politólogo Adolfo Garcé,
te rm in ó d e dividir las aguas e n tre quienes in te n ta b an m an te­
n e r un im aginario insurreccional y quienes se inclinaban al
juego electoral. A dos m eses de la elección nacional d e 1995,
SO BR E V IV IR A LA D EM O CRACIA 2 2 1

u n a fu erte rep resió n c o n tra m anifestantes que d e fe n d ía n el


x lerecho de asilo d e tres vascos en huelga de ham b re alojados
en el H ospital Filtro, acusados d e p e rte n e c e r a ia ETA, agitó
la in te rn a del M LNT. El saldo de.la rep resió n fue d e alred e­
d o r de o ch e n ta h erid o s y dos m uertos. El MLNT, q u e había
participado activam ente en la m anifestación de so lid arid ad
con los vascos, fue castigado con la clausura de su rad io bajo
la acusación de p ro m o v er los incidentes callejeros.
El episodio o “m a sacre” d el Filtro, com o pasó a llam arse,
fue tem a d e d eb a te en la cam p añ a electoral y d e n tro de la
izquierda. El P artid o N acional y el P artido C olorado lo utiliza­
ro n p ara reciclar los viejos estigm as relacionados con las prác­
ticas violentas d e la izquierda, en línea con los discursos de
seg uridad nacional d e décadas anteriores. Por otra p arte , en
el seno de la izquierda n u m erosas organizaciones d e n tro del
F ren te A m plio cu e stio n aro n el papel d e los tupam aro s en el
in cidente y la ausencia de reflexión acerca del uso q u e p o d ría
dársele en la cam p añ a electoral. Tabaré Vázquez p e rd ió p o r
apenas el 1,8% d e los votos. E n varios sectores de la izquierda,
q u ed ó flo tan d o la idea de q u e el episodio del H ospital Filtro
h abía causado la d e rro ta electoral de la izquierda.560
D entro del MLNT, el episodio del Filtro sum ado a las elec­
ciones presidenciales agudizó el conflicto entre q u ie n e s au­
g uraban escenarios d e m ayor represión y exigían la consoli­
dación d e u n a org an ización político-m ilitar que co n trib u y era
en u n a estrategia in su rrec ció n alista y quien es ap o stab an a
lo electoral y d ep o sitab an expectativas e n el crecim ien to de!
F rente Am plio. 1994 h ab ía confirm ado las intuiciones d e am ­
bos. Para los prim eros, la m asacre del Filtro había sido apenas
u n ensayo de lo q u e o c u rriría en térm inos represivos. Para
los segundos, la e n señ a n za del año era la posibilidad real
de un triu n fo electo ral d e la izquierda en el m e d ia n o pla­
zo. Los defensores d e la O PM h abían p e rd id o espacio d e n tro
del MLNT y algunos te rm in a ro n por apartarse. In clu so d e­
sarrollando robos y diversas acciones ilegales que cu lm in aro n
con el re q u e rim ie n to ju d ic ia l d e alguno d e ellos.
222 H A C ER LA REVOLUCIÓ N

,. P or o tra parte, en el caso del segundo grupo se sum ó u n


cambio, que te n d ría im p o rtan tes consecuencias en años veni­
deros. Si b ie n los tupam aros form aban p arte del MPP y p ro ­
movían a sus candidatos, en las cam pañas electorales siem ­
pre se h ab ían negado a que los dirigentes históricos del M LNT
se postularán p ara cargos legislativos. En 1994, p o r p rim e ra
vez en la historia, José M ujica fue candidato a d ip u tad o p o r
el MPP. Su participación com o p arlam en tario tuvo u n fu er­
te im p a cto 'p ú b lico , ya que diversos aspectos de su accio n ar
fu ero n m uy valorados. M ujica llegaba al P arlam ento en u n a
m o to n e ta V espa y vestido d e m a n era inform al. Esto n o era u n
acto dem agógico, sino la in te n ció n de m a n ten e r cierta a u te n ­
ticidad que la actividad política p arecía distorsionar a d ere­
cha e izquierda. P or otra p arte , su discurso era claro y sim ple,
no excesivam ente ideologizado p ero basado en principios de
izquierda y sostenido con m u c h a inform ación p ara o p in a r so­
bre diversos tem as de la actividad parlam entaria. P o r últim o,
su tono no confrontativo sino conciliador lo llevó a g an a r las
sim patías de algunos políticos de los partidos tradicionales.565
A unque el éxito p arla m en tario de M ujica estaba relacio n a­
do con su carism ática personalidad, tam bién resp o n d ía a la
experiencia histórica que rep resen tab a. Ciertas ideas y valo­
res de los sesenta se trad u cían en su lab o r parlam entaria. Los
tem as vinculados al sacrificio, la en treg a y la m oral d e la mi-
litancia fu ero n rein terp re tad o s en el co n texto de los noventa
a través d e ese d ip u ta d o que d o n ab a gran p arte de su sueldo,
no ten ía intereses m ateriales q u e d ictaran su accionar y se
acercaba d e m a n era directa a.1 pueblo. M ujica n u n ca expresó
arrep e n tim ien to p o r su pasado guerrillero, au n q u e se m ostró
autocrítico sobre algunas acciones o m aneras de p en sar de
aquella década.
Esa estrategia discursiva le p erm itió abrirse a agendas p o lí­
ticas más m oderadas sin p e rd e r el capital político h e re d ad o
d e la experiencia arm ada. P or otra parte, su vida de lucha
com o guerrillero y su situación de víctima com o re h é n de la
dictadura - q u e lo m antuvo aislado y bajo malos tratos duran-
SO B R E V IV IR A LA DEM O CRACIA 2 2 3

4e doce a ñ o s - le o to rg a ro n u n a suerte de p o d e r sim bólico


^que supo capitalizar en la com p eten cia e le c to ra l T o d o este
capital político habilitó u n a carrera al liderazgo d e n tro de
ia izquierda, que cu lm in ó con su llegada a la presid encia del
U ruguay en 2010.
En todos los gru p o s existió esa tensión entre el pasado de
los seten ta y el p rese n te. La p u ja entre la cultura política re­
volucionaria h e re d a d a y la lu c h a social vinculada a los movi­
m ientos sociales y políticos d e la transición fue un elem en to
central del p erío d o . En n in g ú n caso, el a b a n d o n o d é las prác­
ticas conspirativas y la lucha arm a d a fue consecuen cia de una
transform ación id eológica radical; en cam bio, siem p re fue el
resultado del análisis de las condiciones históricas vigentes.
Para algunos, fue la constatación de qu e, ante los aparatos
arm ados d e los E stados terroristas, las estrategias guerrilleras
ten ían poco m a rg e n d e m aniobra. Para otros, significó com­
p ro b a r que el m ovim iento social era más eficaz cu a n d o uti­
lizaba otros re p e rto rio s de protesta. De todos m odos, varias
prácticas se m antuvieron. A lo largo de este capítulo apare­
cen diversos testim onios de actividades relacionadas con re­
des de solidaridad y fin an ciam ien to regional que p ro cu rab a n
p o r vías ilegales el fin a n d a m ie n to de algunos proyectos de­
sarrollados po r m ilitantes de estas organizaciones q u e traba­
ja b a n al m a rg e n .51’2
En líneas generales, p o d em o s afirm ar q u e la resolución de
esta tensión no solo estuvo relacionada con la capacidad de es­
tos actores, sino ta m b ié n co n las o p o rtu n id a d es políticas habi­
litadas p o r cada transición. V ania M arkarian m ostró cóm o al­
gunos m ilitantes uruguayos d e izquierda in c o rp o ra ro n poco
a poco el discurso d e los d ere ch o s h u m a n o s desarrollado a
nivel in tern acio n al, e n la m e d id a en que ese lengu^ye les p er­
m itía lu ch ar c o n tra la dictadura. Arrarás ad o p tó la n o ció n de
“aprendizaje p o lítico ” de N ancy Berm eo p ara p o stu lar algo
sim ilar en su análisis de la in co rp o ració n d e los tup am aro s al
sistem a político uruguayo. P ara am bos enfoques, la adhesión,
a ciertos principios políticos n o se debe a u n alum b ram ien to
224 HACER l a r e v o l u c i ó n

ideológico de liberalism o, sino a la constatación d e q u e esas


estrategias les p erm itían acercarse a ciertos objetivos p o líti­
cos. P ero ¿cuáles son las claves que h icieron que eso fu era
posible en Uruguay?
L a-respuesta trasciende los alcances de este capítulo, p ero
más allá de las diferencias e n tre aspectos generales, com o las
culturas políticas nacionales y la estabilidad de los d iferen ­
tes sistemas políticos, existe u n a cuestión muy específica que
p u ed e analizarse com parativam ente. Las políticas d e am nis­
tía y re to rn o ofrecen pistas para e n te n d e r cuáles fu ero n las
estrategias más exitosas. En Chile y la A rgentina, existieron
políticas que dificultaron la in teg ració n de los sectores que
habían practicado la lu c h a arm ad a en los setenta. E n el caso
de Chile, resultaba particu la rm en te com plejo p o r la co n tin u i­
dad d e esos grupos en los ochenta. En el de la A rgentina, el
ejem plo del MTP -cuyo prin cip al líder se movía en las som ­
bras p o rq ue lo buscaba la justicia del p aís- refleja q ue las po ­
sibilidades de integración al nuevo clim a dem ocrático d e p e n ­
dían no solo de los esquem as ideológicos que esos m ilitantes
traían desde los setenta, sino tam bién de las o p o rtu n id ad es
políticas de la transición.
En Uruguay, la liberación de presos fue total y eso g en e­
ró u n a visión más proclive a la posibilidad de actuar bajo las
nuevas circunstancias, A unque tam bién existieron sectores
p ro p en so s al m ilitarism o, n u n ca p u d ie ro n desarro llar sus
p ropuestas com o o currió en la A rgentina. Si bien el caso b ra­
sileño no h a sido analizado en este capítulo, tam bién p arece
ab o n a r la idea de que las am nistías políticas h ab ilitaro n u n a
m ayor in tegración d e los sectores de la izquierda arm ad a a las
nuevas dem ocracias. La Ley de A m nistía de 1979, qu e inició
el proceso de ap ertu ra, la liberación de presos y el reto rn o
de los exiliados en Brasil term in ó de saldar las dudas de quie­
nes aún consideraban factible el re to rn o a la lucha arm ada.
Varios d e los actores que p articip aro n en la lucha arm ada
se afiliaron al PT. cuyos éxitos electorales llevaron a Diirna
R ouseff a la presidencia del país en 2014.
Conclusión.
Revolucionarios sin revolución

El sociólogo histórico Je ff Goodwin, en No Other Way


Out. State and Revolutionary Movements (1945-1991), plan teab a:
“M uchas más revoluciones ‘sociales’ o radicales h an o cu rrid o
d u ran te la G uerra F ría que d u ra n te todo el p eríodo previo a la
Segunda G uerra M undial”.563 O d d Arne W estad, en The Global
Coid Wat, explica que las ideologías de la G u erra Fría p u siero n
a ciertas zonas del T e rc e r M undo en un estad o de g u e rra civil
sem iperm anente. Esa situación m uchas veces estuvo asociada
con la convicción de las élites locales de q u e la violencia era
necesaria p ara errad ic ar las h erencias coloniales y estaba m o­
ralm ente justificada p a ra asp irar a las ideas de pro g reso que
p ro p o n ía el esquem a bipolar d e la G uerra F ría.564 En este sen­
tido, cabe arg u m e n tar que las aspiraciones revolucionarias de
los m ilitantes conosureños no son la excepción, sino la n o rm a
en un m o m en to m arcad o p o r u n a guerra p e rm a n e n te , q u e se
desarrolló fu n d am e n talm en te e n el T ercer M undo. P o r este
motivo, la em ergencia de estos m ilitantes e n la vida po lítica de
sus países está vinculada de m a n e ra ineludible a la e x p e rie n ­
cia global d e los sesenta. En esta región del m u n d o , los sesen­
ta estuvieron más conectados a la idea de revolución global
antiim perialista d efe n d id a p o r W allerstein que al superficial
lenguaje d e disenso d e los baby boomers sugerido p o r Je re m i
Suri.565 Eventos com o la T ricontinental y la C onferencia de
la OLAS, im pulsados desde C uba pero propiciados y exigidos
p o r varios sectores d e la izquierda latinoam ericana, fu e ro n la
traducción de los G lobal Sixties e n el C ono Sur.
Lo que m erece u n a aten c ió n especial es eí hech o d e que
el C ono Sur haya p erm a n ec id o in m u n e a u n a g uerra revolu-
2 2 6 H A CER LA REVOLUCIÓ N

cionaria que se peleó en los tres continentes y que h abilitó ia


m ayor cantidad de revoluciones en la historia de la h u m a n i­
dad. Esto explica, e n tre otras cosas, la recu rren cia al im agi­
nario decim onónico de la in d e p en d e n cia política. Más allá
de estos datos, cabe señalar que en el C ono Sur existieron
aspectos particulares. El d escon ten to de los sectores m edios y
trabajadores u rbanos que h ab ían alcanzado cierto bienestar
aho ra afectado p o r los procesos inflacionarios d e los m odelos
de sustitución de im portaciones, el divorcio en tre las expec­
tativas de m ovilidad social que posibilitaba la m odernización
educativa y la realidad de la crisis, y la creciente movilización
de sectores rurales y pobres qu e h ab ían llegado ta rd e a los
procesos de m odernización y com enzaban a d em an d a r d ere­
chos sociales, fu ero n el caldo d e cultivo de u n a im p o rta n te
movilización social en todos estos países desde fines de los
cincuenta. En estos procesos de en cu en tro en tre sectores j u-
veniles y trabajadores urbanos y rurales, com enzó a gestarse
la radicalización. En este sentido, los desarrollos políticos p re­
vios y las características sociales y dem ográficas de los países
del C ono Sur afectaron 1a rein terp retació n y reform ulación
de los discursos globales acerca de la revolución.
C om o vimos en el capítulo I, a través del ensayo y erro r
estos m ilitantes com enzaron a ser conscientes de aquello que
tenían en com ún y tam bién de lo que los separaba de otras
experiencias de luchas anticoloniales en Latinoam érica y el
T ercer M undo. A daptar los repertorios de protesta a países
más urbanizados con im portantes clases medias, tradiciones
sindicales y pequeñas poblaciones rurales fue el desafío que
d eb iero n afrontar los m ilitantes conosureños. Y lo hicieron
con u n notable nivel de originalidad, in stru m en tan d o u n re-
p erto rio vinculado a las ideas d e la guerrilla u rb an a que en un
com ienzo los distanció de la ortodoxia cubana y los llevó a ocu­
p a r u n lugar específico en la circulación de ideas y las redes de
los sesenta globales. En los setenta, grupos com o T he W eather
U n d erg ro u n d en los Estados U nidos o Baader-M einhoí G roup
y otros núcleos m inoritarios com o Tupam aros West Berlín en
CO N CLU SIÓ N 2 2 7

i^femania o las Brigadas Rojas e n Italia tuvieron com o referen ­


tes a estas experiencias del C o n o Sur.
P o r otra parte, m ás allá del diálogo con los pro ceso s glo­
bales, la experiencia regional m o ld eó la construcció n d e u n a
in te rp re tac ió n po lítica com ún. L a región fue el lab o rato rio
do nde, a p a rtir de cad a acontecim ien to local, los m ilitantes
elab o raro n conclusiones q u e tuvieron consecuencias de­
term inantes en las luchas venideras. La dinám ica regional
tam bién ayudó a p o sp o n e r las derrotas nacionales. El exilio
regional no era visto com o u n exilio tradicional, sino com o
u n a con tinuación d e las luchas nacionales. M ientras en la
región existieran países que fu n cio n a ra n com o retaguardias,
la esperanza en la revolución co n tin u aría viva. Esta situación
cam bió rad icalm en te después d el golpe d e Estado d e 1976
en la A rgentina, c u a n d o la reg ió n quedó bajo la égida d e lo s '
regím enes autoritarios y las posibilidades d e retag uardias es­
tratégicas se vieron m uy restringidas.
Esta dinám ica política ayudó a g en erar u n a cultura política
transnacional en tre los m ilitantes de la región, que fu e resul­
tado del e n c u e n tro e n tre las distintas m aneras en q u e ex p eri­
m e n taro n los procesos políücos locales y sus in terp retacio n es
de los procesos globales. C om o dijimos e n la in tro d u cció n , el
térm ino “cultura p o lítica” se utiliza para designar u n a serie
de aspectos diversos q u e hem os exam inado en este trabajo
a p artir de cuatro dim ensiones: las prácticas, las ideas e in­
terp retaciones del p roceso p olítico, una subjetividad política
com ún, y las definiciones de u n a co m u n id ad transnacional,
Al com ienzo, las organizaciones arm adas pro p u siero n una
visión h eterodoxa a b ierta y plural centrada en el desarrollo de
nuevos repertorios d e protesta radical que im plicaron el pasa­
je a la clandestinidad de las organizaciones. Como vim os en
el capítulo 2, los m ilitantes com enzaron a confluir e n el de­
sarrollo d e redes regionales vinculadas a la llegada de G uevara
a Bolivia. ju n to con los debates de la C onferencia de la OLAS,
esto les ofreció una com unidad transnacional en la que en m ar­
car sus prácticas locales, com u n id ad que se vio reforzada p o r el
2 28 H A CER LA REVOLUCIÓ N

im pacto de 1a. m u erte de Guevara en Bolivia. Los capítulos 3 y 4


m uestran cóm o el autoritarism o creciente, que llevó al au m en ­
to de los exilios regionales, fortaleció el desarrollo de u n a co­
m u n id ad transnacional de m ilitantes en Chile y la A rgentina,
h echo que a su vez posibilitó u n a hom ogeneización de las
ideas e interpretaciones del proceso político de estos grupos.
En lo intelectual, podem os m encionar el clependentism o y la
influencia del estructuralism o althusseriano. en la versión de
H arneckqr^eom o p arte del proceso. En lo político, la form a­
ción de la Ju n ta de C oordinación Revolucionaria fue la eviden­
cia más clara de este acercam iento paulatino, que tam bién se
fu n d am en tó en u n a interpretació n política de la G uerra Fría
latinoam ericana que advertía sobre la inevitabilidad de un a
respuesta autoritaria a la creciente movilización social.
En este sentido, esta cu ltu ra política n o fue m e ra conse­
cuencia de nociones predefinidas, sino que resultó d e la in ­
teracción en tre ciertas ideas y los procesos políticos que los
m ilitantes tuvieron que enfren tar. Pensam os que n o se p u ed e
atribuir u n a relación causal en tre ideología y acción colectiva.
La radicalización de estos m ilitantes no fue un sim ple resul­
tado de u n a deriva ideológica relacionada con eí m arxism o
leninism o y /o el guevarism o, De h echo, varios m ilitantes de
esta nueva izquierda provenían de diferentes tradiciones polí­
ticas que a fines de los sesenta co m enzaron a h om ogeñeizarse
hasta co n fo rm ar esta cultura política transnacional. En este
proceso político, ciertas ideas ad q u iriero n mayor relevancia
para explicar las inciertas contingencias históricas locales.
Esto a m e n u d o llevó a los m ilitantes a ad o p tar posicionam ien-
tos que era im pensables a com ienzos de la década. A m odo
de ejem plo: m ientras a com ienzos de los sesenta los h erm a­
nos S antucho, influenciados p o r el aprism o, advertían que se
in te n ta b a desprestigiar a la Revolución cubana calificándola
de m alista-leninista., a fines de la década reivindicaban sin
reparos su carácter com unista.
O tro tan to p u ed e decirse de las ideas de latinoam ericanís­
imo e internacionalism o. A unque habían sido planteadas p o r
CO N CLU SIÓ N 2 2 9

a|gunos de los discursos políticos de los grupos iniciales que


fo rm aron la red, luego ad q u irie ro n u n a dim ensión m ucho
más relevante a m e d id a que el autoritarism o a u m en ta b a y
la respuesta era la solidaridad regional. Ya no se tra ta b a de
u n a id ea abstracta, sino d e u n a respuesta p ráctica a la gradual
convergencia política de los procesos e n el Cono S ur en el
m arco de la G uerra F ría global.
Com o vimos en el capítulo 5, esta cu ltu ra política transn a­
cional com enzó a desarm arse bajo la rep resió n regional coor­
d in ad a de las dictaduras y los desafíos políticos e ideológicos
qu e im puso la nueva co y u n tu ra d e las transiciones d em o crá­
ticas en los ochenta. La sobrevivencia de estos grupos d e p e n ­
dió de su capacidad d e adap tarse a las nuevas circunstancias,
así com o de las o p o rtu n id a d e s políticas q u e cada p ro ceso de
transición habilitó o clausuró.
Desde el reto rn o a la d em ocracia se h a escrito m u c h o so­
b re la relación e n tre esta cu ltu ra política revolucionaria y los
valores dem ocráticos. Los o c h e n ta vieron surgir u n a literatu ­
ra que puso énfasis en que, bajo la influencia deí m arxism o,
estos grupos te n d iero n a pro m o v er la crítica a los valores de­
mocráticos. En los noventa, otros enfoques más cuituraiistas
tam bién e n c o n tra ro n elem en to s autoritarios en las culturas
internas de estas organizaciones y en sus m aneras de resolver
los conflictos étnicos y d e g én e ro . Sin em bargo, es necesario
advertir que estos enfo q u es estaban m otivados p o r in q u ie ­
tudes e intereses políticos y académ icos forjados en ias pos­
dictaduras, u n a etap a p o r com pleto diferen te a los sesenta.
U n tiem po presentista d o n d e la distinción e n tre “espacio de
ex p erien cia” y “h o rizo n te de expectativa”, al decir de R e in h a rt
Koselleck, pareció d esap a re cer com o elem en to característico
de la m od ern id ad ; o en otras palabras, d o n d e la id ea d e re­
volución que asum ía el sacrificio del p resente en relació n con
un ho rizonte fu tu ro ya n o p a re c ía tener la fuerza persuasiva
q u e alentó proyectos d e diverso corte ideológico en n u e stro
co n tin en te d u ran te g ran p arte d e los siglos XIX y X X .566 En
Sobre, la autoridad, Engeis ya afirm aba que la revolución e ra
230 H A CER LA REVOLUCIÓ N

sin duda alguna, lo más autoritario que existe; es el


acto p o r el cual u n a p arte de la población im p o n e su
voluntad a la otra con fusiles, bayonetas y cañones,
m edios autoritarios, si es q u e existen.56''

S eguram ente, los revolucionarios de los años sesenta estaban


más cerca ,d e lo que pensab a el filósofo del siglo XIX qu e de
las concepciones sobre la política, la violencia y el o rd e n so­
cial que com enzaron a ser pred o m in an tes en la transición h a­
cia ó rd en es dem ocráticos liberales en los ochenta. Es d esde
ese particu lar régim en de historicidad q u e fue la m o d e rn id ad
que los historiadores deberíam os p lantearnos las p reg u n tas
- a n u estro p a re c e r- necesarias p ara e n te n d e r los dilem as que
e n fre n ta ro n aquellos actores políticos.
Esta situación nos conduce inevitablem ente a u n p ro b lem a
epistem ológico p ro p io de la operación histórica: el an acro ­
nism o. ¿Cómo evaluar la revolución desde u n tiem po q u e no
es revolucionario? Francois Dosse, a contrapelo de la o rto ­
doxia historiográfica, p ropu so “la legitim idad de u n an acro ­
nism o co n tro la d o ” para pensar los fenóm enos históricos.568
G ran p arte de los señalam ientos realizados en las últim as d é­
cadas resp o n d e n a este enfoque. Y, com o ya dijimos, h a n sido
operaciones más productivas que las lecturas edulcoradas o
co ndenatorias previas. P ero esto n o debe ap artarn o s d e la
idea de que ciertos aspectos de la contingencia histórica re­
q u ie re n ser en ten d id o s en sus propios térm inos, con especial
atención a m aneras en que se concebía el cam bio social en
eí período.
E n este sentido, el conflicto político estuvo m ayorm ente
asociado a ideas vinculadas a la transform ación del o rd en
económ ico. O tras cuestiones -co m o la raza, el g én ero o los
derechos políticos- se pensaban subsidiarias a esa transfor­
m ación. No querem os decir con esto que no se haya p ensa­
do en estas cuestiones en los sesenta.569 Por el co n trario , esos
m ovim ientos de revolucinarios ab riero n posibilidades p ara
CO N CLU SIÓ N 2 3 1

pensarlas, a u n q u e q u ed a ro n subsum idas en el discurso tota­


lizador de la revolución. Q u e varios d e los particip an tes en
estas experiencias hayan visto los lím ites o p rob lem as de esos
enfoques es válido, p e ro n o cancela u n a serie d e p reg u n tas
que aún p e rm a n e c e n abiertas en relació n con aquella ép o ­
ca. Me refiero a las dificultades para construir ó rd en es m ás
igualitarios en lo eco n ó m ico en el co n tex to de la G u erra F ría
latinoam ericana, o bien, form ulado d e u n a m a n e ra más te ó ­
rica, a la relación e n tre dem ocracia y socialismo, y liberalism o
y socialismo. A suntos que m a n tie n en u n a notable vigencia en
la discusión global, así com o en la de n uestro co n tin en te. .
Notas

1 Matilde Artes, Crónica de una desaparición. La lucha de una Abuela de


Plaza de Mayo, Madrid, Espasa, 1997; Joh n Dingés, The Condor Vean,
fíow Pinoche!, and his Atties Brougkt Tmvrism. to Three Continente, Nueva
York, The New Press, 2004.
2 Pablo A. Pozzi, Por las sendas argentinas. El PRT-ERP. la guerrilla
marxista, Buenos Aires. Eudeba, 2001; Vera Carnovale, Los combatien­
tes. Historia del PRT-ERP, Buenos Aires, Siglo XXI, 2 0 11; María Seoane,
Todo o nada. La historia secreta y pública de Mario Robeito Santucho, el jefe
guerrillero de los años setenta, Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
3 Daniel Aven daño y Mauricio Palma, El rebelde de la burguesía. La Imtori.a,
de M igudEnriquez, Santiago, Cesoc, 2001; Igor Goicovic, Movimiento de
Izquierda Revolucionaria, Concepción, Equipo, 2012; Eugenia Palieraki,
¡La revolución ya. viene! El MUI chileno en los años sesenta, Santiago, LOM,
2014.
4 Clara A járig’ni, La izquierda armada.. Ideología, ética, e identidad en el M L N
Tupamaros. Montevideo, Trilce, 2001; Hebert Gateo, El cielo por asedio.
El Movimienío de Liberación Nacional (Tupamaros) y la izquierda, uruguaya
(1963-1972)., Montevideo, Taurus, 2004; Samuel Blixen. Sendic,
Montevideo, Trilce, 2000.
5 Immanuel Wallerstein y oíros, Antisystemic Movemmts, Londres Nueva
York, Verso, 1989, cap. 5.
6 Kristin Ross, May ‘68 and its A fte r liv e Chicago - Londres, University of
Chicago Press, 2002.
7 Etic Zolov, “Expanding our Conceptual Horizons, 'The Shift from an
Oíd to a New Left in Latín America”, A Contracornente, 5(2), invierno
de 2008, pp. 47-73. María Cristina Toral, El “viejo"Partido Socialista i1
los orígenes de la “nueva" izquierda: 1955-1965, Buenos Aires, Prometeo,
2009; Vania Markarian, El 68 uruguayo. E l movimwito estudiantil entre
molotovsy música beat, Bernal, Universidad Nacional de Quilines,
2012; Victoria Langland, Speakíngof Flowers. Student Movements and
the Making and Remembering of 1968 in Mílitary Braz.il, Duke University
Press, 2013.
8 Existen dos enfoques diferentes sobre Ja temática: Markarian, ob. cit.;
Patrick Barr-Melej, “Hippisroo a la chilena, juventud y heterodoxia
cultural en un contexto transnacional (1970-1973)", en Fernando
Purcell y Alfredo Rkjuelme (eds.), Ampliando :miradas, Chile y su histo­
ria e un tiempo global, Santiago, RIL - Instituto de Historia PUC, 2009.
9 Una de las pocas excepciones es Quinn Slobodian, Eoreign Front. Third
World Pohtics in Sixties West Gmna.ny, Durham - Carolina del Norte,
Duke University Press, 2012.
10 Greg Gran din, The Lasl Colonial Massaae. Latín America in the. Coid War,
Chicago, University of Chicago Press: 2004.
H ACER LA REVOLUCIÓ N

1 1 Leslie Bethell e ían Roxborough, Latín America betwem the Second World
War and the Coid War, 1944-1948, Cambridge - Nueva York, Cambridge
University Press, 1992.
12 El libro de Hal Brands, Latin America’s Coid War, Cambridge,
Massachusetts, Harvard University Press, 2010, enfatiza ei lugar de
Cuba; el trabajo de Grandin, ob. cit.„ propone una versión altérname.
13 Greg Grandin, “The Instrucdon of Great Catastrophe. Truth
CommíSsions, National History, and State Formation in Argentina,
Chile, and Guatemala”, The American Historical Revieiv, 110 ( 1 ) ,
febrero de 2005; Aldo Marches!, “El pasado como parábola política.
Democracia y derechos en los informes Nunca, más del Cono Sur”.
Sto<;kkolm:Review of Latin American Studies, 9 (7), diciembre de 2 0 11;
Emilio Crenzel, La historia política Nunca más. La memoria de las
desapariciones en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
14 Véase Juan j. Linz, The Breakdown of Dernocratic Regi.rn.es, Baltimore -
Londres, johns Hopkins University Press, 1978.
15 Richard Gilí espíe, Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos Aires,
Grijalbo, 1987.
16 Hugo Vezzettí, Pasado y presenté. Guerra, dictadura}' sociedad en la
Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002; Pilar Calveiro, Política yfo
violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años setenta, Buenos
Aires, Norma, 2005 [ed. aropl.: Buenos Aires, Siglo XXI, 2 0 13];
Garnovale, ob. cit.
17 Un ejemplo reciente es Pablo A. Pozzi y Claudio Pérez (eds.), Historia
oral e historia política. Izquierda y lucha armada en A mérica Latina,
1960-1990, Santiago, LOM; Universidad Academia de Humanismo
Cristiano, 2012.
18 Para la sociología de la modernización, véanse Ted Robert Gurí. Why
Men Rebel, Princeton, NJ, Princeton University Press, 1970; Samuel
P. Huntington, Political Order in ChangingSociehes, New Haven, Vale
University Press, 1968. Sobre los trabajos influenciados por este.
■enfoque, véanse Robert Moss, Urban Guardia Warfare, Londres, ■
International Instituto- for Stralegic Studies, 19 7 1; Peter Waklmann,
“Anomia social y violencia”, en Alain Rouquié (comp.), .'itgmíiM,
hoy. México, Siglo X X L 19 81. Para dependentismo. véanse Theotónio
dos Santos. Socialismo ofascismo, el nuevo carácter (k la dependencia y d
dilema latinoamericano, Buenos Aires, Periferia, 1972; Manuel Carretón '
y Tomás Moulian, “Procesos y bloques políticos en la crisis chilena,
1970-197?>", Revista Mexicana de Sociología, 41 (1), enero-marzo de
1979; Juan Carlos Portantiero, “Clases dominantes y crisis política en
la Argentina actual”, Pasado y Presente, 1, nueva época, abril-junio de
1973. Véanse también Guillermo O ’Donndl. Cúntmpunkn. Ensayos
escogidos sobre autoritarismo y democratización, Buenos Aires, Paidós,
1997; David Collier y otros (ed.), The Neto Authoritarianism in Latín
America, Princeton, NJ, Princeton University Press, 1979.
19 Véase Doug McAdam, Sidney G. Tarrow y Charles Tilly, Dynamics
of Contention, Cambridge, Nueva York, Cambridge University Press,
2001. Para aproximaciones a la violencia política desde esa perspec­
tiva, véanse Donatelia Della Porta, Social Movements, Political Violence,
and the State. A Com.paraii.ve Analysis ofltaly and Germany. Cambridge,
Nueva York, Cambridge University Press, 1995; Christian Davenport,
Hank Johnston y Caro! Mueller. Reprensión and Mobilizalwn,
N O TAS 2 3 5

Mínneapolis, University o f Minnesota Press, 2005. Para la relación


entre emociones y movimientos sociales, véanse je ff Goodwin, James
M. jasper y Francesca Pollería (eds.), Passionate Polüics. Emotions and
Social Movements, Chicago, University of Chicago Press. 2001; y la
crítica de Elizabeth jean Wood a los enfoques que se concentran en
la “ rational chotee tkeoryInsurgent Collective Action and Civil War in El
Salvador, Nueva York, Cambridge University Press, 2003, cap. 8 .
20 A modo de ejemplo, véanse Poder Ejecutivo nacional, El terrorismo
en la Argentina. Evolución de la delincuencia terrorista en la Argentina,
Buenos Aires, PEN, 1979; Ju nta de Comandantes en jefe, Las Fuerzas
Armadas al pueblo oriental. La subversión, vol. 1, Montevideo, Junta de
Comandantes en je fe, 1978; Manuel Contreras Sepúlveda, La verdad
histórica. El ejército guerrillero: primer periodo de la guerra subversiva, abril
de 1967 al 10 de setiembre de 1973, Santiago, Encina, 2000. Existen
múltiples versiones, más o menos sofisticadas, sobre el papel del
imperialismo estadounidense en la región. Entre otras, El imperialismo.
Deformador de nuestra tradición histórica, OLAS, La Habana, 1967.
21 Véanse Timothy P. Wickham-Growiey, Guerrillas and Revolution in
Latin America. A Comparative Study of Insurgents and. Regimes since
1956, Princeton, Nj, Princeton University Press, 1991; Eduardo Rey
Tristán, “Las luchas revolucionarias en América Latina en perspectiva
regional", en Verónica Oikion y otros. El estudia de las luchas revolu­
cionarias en América Latina. (1 9,59-1996). Estado de la cuestión, Zamora,
Michoacán, El Colegio de Michoacán, Santiago de Compostela, USG,
Universidad de Santiago de Compostela, 2014.
22 Véanse Ariel C. Armón y, Argentina, the United States, and, the
Aníi-Communist Crusadein Central Amenca, 1977-1984. Athens, Ohio
University Center for International Studies, 1997; Dinges. ob. cit.;
Claudia Gilman., Entre la pluma y d fu sil Debates y dilemas del escritor
revolucionario en América Latina, Buenos Ai í es, Siglo XXI, 2003;
Fiero Gleijeses, ConflÁcting Missions, Ha,vana, Washington, and Africa,
1959-1976, Berkeley, The University oi'Nortb Carolina Press, 2002.
Véase también G. M. joseph y Daniela Spenser, Infrom the Coid. Latin
America’s Neto Encaunter with the Coid War, Durham, Duke University
Press, 2008. . .
23 Tanya Harmer, Allende’s Chile and the Inter-American Cokl War, Chape!
Hill, University oí'North Carolina Press, 2 0 11.
24 Véase también Margaret E. Keck y Kathryn Sikkink. Activists Beyond
Borden. ítaca, 'NY, Com ell University Press, 1998,
25 Algunos autores han seguido las trayectorias de esta izquierda latinoa­
mericana desde diferentes perspectivas. Véanse, entre otros, Jorge
G. Castañeda, Utopia Unanned. The Latin American l.eft after the Coid
War, Nueva York, Vintage Books, 1994: Claudia Gilman, ob. cit.; Emir
Sader, El nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana, Buenos
Aires, Siglo X X I, 2009.
26 Mario Rapoport y Amado Luiz Cervo (comps.), El Cono Sur. Una histo­
ria común, Buenos Aires, FCE, 2001.
27 Hiber Conteris, Cono Sur, Montevideo, De Marcha, 1963.
28 Sobre los comienzos de esa reflexión, véase David Collier y otros,
ob. cit.
29 Véase Lvnn Hunt, Polüics. Culture and Class in the French Revolution,
Berkeley, University of California Press. 1984, p. 185.
36 H A CER LA REVOLUCIÓ N

30 Véase O IA S, I Conferencia de la Organización Latinoamericana de


Solidaridad, Montevideo, Nativa Libros, 1967.
3 1 Garios Jorquera, “Lucha armada y lucha guerrillera”, Punto Final, 35,
segunda quincena de agosto de 1967.
32 Carlos María Gutiérrez, “Conversación coa Fidel. La guerrilla en toda
América es una sola”, Marcha, 1366, 18 /8 /19 6 7 , p. 23.
33 En Fiero Gieijeses, oh. cit,, p. 22.
34 Véase Jo h n J . Johnson, Political Change in Latín America. The Emergence
of the M-i'ddk Sectors, Stanford, California, Stanford University Press,
1958.
35 Sidney Tarrow, Power in Movement, Nueva York, Cambridge Press,
1999, pp. 91-105.
36 Véase Fuerzas Armadas y el Estado autoritario del Cono Sur de
América Latina”, en Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y
democratización, Buenos Aires, Paidós, 1997.
37 Véase Pedro Milos, Historia y memoria: 2 de abril de 1957, Santiago,
LOM, 2007.
38 Blanca París de Oddone, La Universidad de la República. Desde la Crisis
a la Intervención 1958-1973, Montevideo, Universidad de la República,
2010, pp. 17-26.
39 Vania Markarian y otros, 1958 el gobierno autonómico, Montevideo,
Universidad de la República, 2008, p. 120.
40 Rosa Alonso y Carlos Deraasi, Uruguay, 1958-1968. Crisis y estancamien­
to, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1986.
41 Para una lectura de la crisis, véase Aldo Marchesi y Jaime Yaffé, “La
violencia bajo la lupa. Una revisión de la literatura sobre violencia y
política en los sesenta”, Revista Uruguaya de Ciencia Política, 19 (1),
42 Véase María Cristina Tortti, El “viejo"Partido Socialista y ios orígenes
de la “nueva” izquierda: 1955-1965, Buenos Aires, Prometeo, 2009,
caps. 2 y 3. Véanse también Silvia Sigal, Intelectuales y poder en Argentina
en la década del sesenta, Buenos Aires. Siglo X X L 2002, cap. 5; Oscar
Terán, Nuestros años sesenta. La formación de la nueva izquierda, intelectual
argentina, 1956-1966, Buenos Aires. Ei Cielo por Asalto, 1991 [ed. rev\:
Buenos Aires, Siglo X X L 2013],
43 Daniel James, Resíname and. Integration, Peronism and the Argentine
Workmg Class 1946-1976, Cambridge, Cambridge University Press,
1988, pp. 101*159 íed. casi.: Resistmcia e integiución, Buenos Aires,
Siglo X X I, 2006],
44: Véase Cesar Seveso. “Escuelas de mili tanda. La experiencia de los
presos políticos en Argentina, 1955-1972", Á Contracorriente, 6(3).
primavera de 2009, pp. 137-165.
45 Gran parte de estos debates se dio a través de nuevas publicaciones
que jugaron un papel fundamental; para Chile, véase Punto Final,
para Uruguay: Marcha y Epoca. Ambas también fueron un vehículo
importante p arala divulgación de debates en la Argentina en ciertos
momentos autoritarios. Para ei caso argentino, véanse Che, Pasado 7 '
Presente, Cristianismo y Revolución, ente otras. La agencia de noticias
cubana Pi ensa Latina fue, en ciertos momentos, un articulado)' entre
algunas de estas iniciativas.
46 Para una pequeña crónica de dichos encuentros, véase John Lee
Anderson. Che Guevara. .4 .Revoluti.onary Life. Nueva York, Grove Press,
1997. pp. 307-312.
N O TAS 2 3 7

47 Véase Carlos M aría Gutiérrez, “Con Fidel, en la Sierra Maestra, La


Mañana, 14 -18 / 3 / 19 5 8 ” , en En la Sierra Maestra y oíros reportajes,
Montevideo, Tauro, 1967.
48 Véase Gabriel Rot, Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina. La
historia deJorge Ricardo M asettiy el Ejército Guerrillero del Pueblo, Buenos
Aires, El Cielo por Asalto, 2000.
49 Jorge Ricardo Masetti, Los que luchan y los que lloran, Buenos Aires,
Alvarez, 1969. . . .
50 Entre otros, podemos nombrar a Carlos María Gutiérrez, Carlos
Núñex, Eduardo H. Galeano, ju lio Huasi, Rodolfo Waísh, Manuel
Cabieses, Hernán Vidal, Andrés Culteüi y Guillermo Chifflet.
5 1 Véanse, entre otros, Salvador Allende, Cuba. Un camino, Santiago,
Prensa Latinoamericana, 1960; Mario Benedetti, Cuaderno cubano,
Montevideo, Arca, 1967; Guillermo Bernhard y Alberto Etchepare,
Reportaje a Cuba, Montevideo, América Nueva, 19 61; Alejandro
Chelén, La Revolución cubana y sus proyecciones en A mérica Latina,
Santiago, Prensa Latinoamericana, '19G0; Ariel Collazo, Regreso de
Cuba', La crisis en el Uruguay; Reforma constitucional revolucionaria,
Montevideo, s.n., 19 6 1; Silvio Frondia, La Revolución cubana. Su
significación histórica, Montevideo, Ciencias Políticas, 1960; Ezequtel
.Martínez Estrada, E n Cuba y al servicio de la revolución. Mi experiencia
cubana, Montevideo, Siglo Ilustrado', 1965; Carlos Martínez Moreno,
El paredón, Barcelona, Seix Barral, .1962; Elias Seman, Cuija Miliciana,
Buenos Aíres, Ubicación, 19 6 1.
52 Véase MattD, Childs, “An Histórica! Critique ofth e Emergence and
Evolution of Ernesto Che G'uevara’s Foco Theory”, Journal o f Latin
American Studies, 27(3), octubre de 1995, pp. 593-624. Las biografías
de Guevara también dedican algunas páginas a estos temas. Véanse
Jo n Lee Anderson, Che Guevara. Una vida revolucionaria, Buenos Aires,
Emeeé, 1997; Jo rg e Castañeda, Compañero- The IJfe and Death of'Che
Guevara, Nueva York, Knopf. 1997,.
53 Ernesto Guevara, L a gu,ena de guerrillas, lim a, Fondo de Cultura
Popular, 1973, p. 15 .'
54 Ibíci., p. 16.
55 Ernesto Guevara, Pasa,jes de la guerra revolucionaria. Cuba, Unión, 1963.
56 Sobre las maneras en que ia. historiografía de la revolución se centró
en la Sierra Maestra y descuidó ia movilización urbana, y las implican­
cias políticas de esa bibliografía, véase la introducción de Ju lia Sweig
a. Inside the Cuban Revolu/ion. Fidel Castro and the Cuban Underground,
Cambridge, Mass., Harvard University Press. 2002.
57 Sobre Chile, véase la entrevista a Andrés Pascal Allende realizada por
el autor. Sobre Uruguay, véanse las actividades realizadas por algunos
de los grupos y militantes que confluyeron en el MI.,NT. Blíxen,
ob. cit.; Eleuterío Fernández Huidobro. Histmia ele los tupamaros,
ts. I y II, Montevideo, Tupac Am ara, 1986.
58 Sobre e! Departamento América, véanse Manuel. Piñeiro, Che Guevara
y la revolución latinoamericana, Colombia, Ocean Sur, 2006; Anderson,
o b. cit., pp. 533, 759; Castañeda. Ut opia u namied. p p . 50-89.
59 En Piero Gieijeses, ob. cit, 2002, pp. 21-23.
60 Sobre la ola de guerrilla, véanse Richard Gott, Guerrilla Movements in
Latín America, Calcuta, Londres - Nueva York, Seagulí Boofcs. 1970;
Timothv F- Wickham-Crow'iey, Guerrillas & Reoolution m Latín A merica.
2 3 8 H A CER LA REVOLUCIÓ N

A Compamtive Study o f Insurgents and Regimes since 1956, Nueva Jersey,


Princeton, 1992, segunda parte.
63 Para Argentina, véase Tortti, El, "viejo”Partirlo Socialista y los orígenes de
la “nueva”izquierda, ob. cit., pp. 266-279; para Uruguay, véase Gerardo
Leibner, Camaradas y compañeros. Una historia política-y social ele los comu­
nistas del Uruguay, Montevideo, Trilce, 2 0 11, p. 433.
62 Garlos María Gutiérrez, “Electoralismo y revolución”, Marcha,
30/8/4962, p. 19.-
63 Ernesto Guevara, “Discurso en la Universidad de la República” ,
17 / 8 / 19 6 1, <www.arcbivoc.hiIe.com>, p. 10.
64 Véanse Marcha, 2 4 /8 /19 6 1; Mauricio Bruno, La caza del fantasma.
BenitmNa.rd,one y el anticomunismo en Uruguay (1960-1962), Montevideo,
Universidad de la República, FHCE, 2007.
65 Véase Hugo Gambini, El Che C'hievara, Argentina., Stockcero, 2002,
pp. 237-238.
66 Ruth Leacóck, Réquiem, for Revolution, Ohio, Kent University Press,
1990, p. 35. .
67 Véanse Anderson, ob. cit.; Fem ando Martínez Heredia (comp.), Che,
el argentino, Buenos Aires, De Mano en Mano, 1997.
68 Amalio Juan Rey, Sobre el mensaje del Che Guevara a los argentinos el 25 de
mayo de 1962, Córdoba, Narvaja, 1999.
69 Manuel justo Gaggero, “El encuentro con el Che. Aquellos años”, en
Martínez Heredia, ob. cit.
70 Para repasar la trayectoria política de Bengochea y su accionar poste­
rior, véase Sergio Nicanoff y Alex Castellano, Las primeras experiencias
guerrilleras en la Argentina. La historia del “Vasco”Bengochea y las Fuerzas
Armadas de la Revolución Nacional, Buenos Aires, Centro Cultural de
la Cooperación Floreal Gorini, 2006. Guerra de guerrillas, un pequeño
libro editado en 1970 en Montevideo, contiene una conferencia que
dio en esa ciudad. Y si bien la fecha no aparece consignada, pode­
mos suponer -dado que Bengochea murió en 1964- que varios de
los contenidos de esa conferencia fueron los mismos que los que se
discutieron con Guevara en 1962. El libro planteaba que las bases
operacionales de la guerrilla podían estar en la ciudad, el campo o
las zonas fronterizas, y analizaba, ias ventajas de cada una, sin plantear
una solución prescriptjva, Angel Bengochea y j. j. López Silveira,
Gu£rráde guerrillas, Montevideo, Editorial Uruguay, 1970, pp. 67-73.
71 Véase Gaggero, ob. cit.
72 Ernesto Guevara, “Mensaje a los argentinos”, en Claudia Rorol, El Che
y los argentinos, Buenos Aires, Dialéctica, 1988, p. 267.
73 Véase Rey, ob. cit., pp, 61-80.
74 Sin embargo, la revista y los libros editados por ese grupo serán una
referencia en la renovación del marxismo en Latinoamérica durante
los años sesenta y setenta. Véase Burgos. Los gramscianos argentinos,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.
75 Sobre la experiencia del EGP, véanse Rot, ob. cit., y el testimonio
de Ciro Bustos, El Che quiere verle. La historia jamás contada del Che en
Solivia, Buenos Aires, Javier Vergara, 2007, primera parte.
76 Véase Nicanoff y Castellano, ob. cit.
77 Régis Debray, Alabados sean nuestros señores. Una educación política,
Barcelona, Sudamericana, 1999, p. 50.
78 Ibíd., pp. 49-50.
NOTAS 239

79 Ibíd., p. 67.
80 Regís Debray, “El castrismo. La gran marcha de AméricaXatina'’'';
Pasado y Presente, 2(7-8), octubre de 1964 - marzo de 1965.
81 Véanse el testimonio de Héctor Schmuder en Burgos, Los granuda,nos
argentinos, 9 1; “Nota de Ja redacción”, Pasado y Presente. 2(7-8), octubre
de 1964 - marzo de 1965, p. 122.
82 Régis Debray, .“¿.Q^é es el castrismo?", Punto Final I I , prim era quin­
cena de octubre cíe 1966, p. 19; “El castrismo. La Larga Marcha de
América Latina", Cuadernos de-Marcha, 3, 1967.
83 Régis Debray, “¿Revolución en la revolución?”, Cuadraos de la, Revista
Casa d,e las Américas, 1, La Habana, Casa, 1967.
84 Regís Debray, “¿Revolución en la revolución?” , Punto Final.
Documentos, 25, segunda quincena de marzo de 1967, p. 12 .
85 Ibíd., p. 15.
86 Ibíd., pp. 33-34. Véanse Adolfo Gilly, “La renuncia del Che", Marcha,
2 2 /10 /19 6 5 ; Fidel Castro, “Discurso pronunciado en el acto clausura
de la I Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y
América Latina (Tricon tinen tal), Teatro Chaplin, La Habana, 15 de
enero de 1966", <www.cuba.cu/gobierno/discursos>; Adolfo Gilly,
“Respuesta a Fidel Castro” . Marcha, 18 /2 /19 6 6 .
87 Debray, “¿Revolución...?” , p. 108.
88 Ibíd.,p. 1.07.
89 Régis Debray, La crítica de ¿as armas, México, Siglo XXI, 1975, p. 217.
90 Régis Debray, “¿Revolución en la revolución?” , Punto Final.
Documentos, 25, segunda quincena de rnarzo de 1967; Punto Final
Documentos, 26, primera quincena de abril de 1967; Punto Final
Documentos, 27, segunda quincena de abril de 1967. Régis Debray,
“América Latina. Algunos problemas de estrategia revolucionaria”,
Punto Final Documentos, 29, segunda quincena de mayo de 1967. Régis
Debray, '“El castrismo. I.,a gran marcha de América Latina” , Punto
Final. Documentos, 30, primera quincena de ju n io de 1967.
91 Elizabeth Burgosd^ebfarfPapcirsi'Hoover Insf.itut.ion Archives, Box, 13-14.
92 Lionel Abel, “Seven Héroes o í the New Left” , The New York Tunes,
5/5/19 68 .
93 Carlos Núñez, “El papel de los intelectuales en la liberación nacio­
nal”, Marcha. II /2/1.966, p. 22.
94 Alberto Methol Ferre, Régis Debray y la ideología d.e la revolución en
América Latina, Cu.adem.os Latinoamericanos, Montevideo, Instituto de
Estudios Americanos, 1968, p. 8 .
95 “Anexo: Carta cíe Louis Althusser a propósito de ‘¿Revolución en la
revolución?’”, en Debray, La crítica délas armas, p. 246.
96 Véase “Reseña suscinta de la polémica suscitada por ‘¿Revolución en
la Revolución?'”, en ibíd., p. 212 .
97 A modo de ejemplo, véase el documento del PRT firmado por
Sergio Domecq, Carlos Ramírez y Juan Candela (seudónimos), El
único camino para la toma, del poder y el socialismo. s.L, Combate, 1969;
también Archivo Ce Din C1 y Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros, Documento n" i, 1967, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
98 Flávio Tavares, Memorias do esqueetmenío, San Pablo, Globo, 1999,
p. 175; traducción propia.
H A CER L A REVOLUCIÓ N

99 Philip Agee, La CIA por dentro, diario de un espía, Buenos Aires,


Sudamericana, 1987, p. 265. -
100 Para saber cómo se utilizó la noción de crisis en el período, véase
Aldo Marches! y Jaim e Yaffé, “La violencia bajo la íupa. Una revi­
sión ele la literatura sobre violencia y política en los sesenta” , Revista
Uruguaya de Ciencia 'Política, 19, 2010.
101 Mario Benedetti, El país de. la cola de paja, Montevideo, ARCA, 1966.
Sobre e l compromiso político de Benedetti, véanse Hortensia
Cam^ztíe\\3.;'M^ri»;Be,nedettí, un mito discretísimo, Montevideo. Planeta,
2009; José Gabriel Lagos, “Una ‘ziona intermedia’ entre el Benedetti
moral y el Benedetti político”, inédito.
102 Benedetti, ob. cit., p. 58.
103 V éa séí% o s, “Una ;zona intermedia’ ...”, cit.
104 Benedetti, ob. cit., p. 143.
105 Ibíd., pp. 153-154; cita mencionada por Lagos en “Una ‘zona
intermedia’ ...”, cit.
106 instituto de Economía, El proceso económico del Uruguay, Montevideo,
Universidad de la República, 1969, pp. 257-271,
107 Véanse, entre otros, Magdalena Broquetas, “Los frentes del antico-
munismo. Las derechas en el Uruguay de los tempranos sesenta",
Contemporánea. Historia y problemas del siglo XX, 3(3), 2012; Mauricio
Bruno, “La caza del fantasma, Benito Nardone y el aníicomimis-
mo en Uruguay (1960-1962), Montevideo, FHCE. 2007; Gabriel
Bucheli, “Organizaciones ‘demócratas’ y radicalización anticomu-
nista en Uruguay, 1959-1962”, Contemporánea. Hurtaría, y problemas del
siglo X X 3(3), 2012; Roberto García Ferreira, “El cine Trocadero. ■
Un testigo de la Guerra Fría” , Contemporánea. Historia y problemas del '■
siglo XX, I (.1), 2010; Mariana Iglesias, “En procura del orden interno.
Sentidos y estrategias en tomo a la sanción de medidas de excepción
en el Uruguay de mediados del siglo X X ”, A t o o Mundo Mundos
Nuevos, 2009.
108 Véanse “El gobierno contra ei derecho de reunión. Decretó medidas
de seguridad. Quieren ei golpe”, Epoca, 9/4/19 6 5, tapa; “Dictadura
lega]”, Epoca, 8 /10 /19 6 5 .
109 A modo de ejemplo, véanse los hechos suscitados en torno a la
internación de Brizóla. “Brizóla fue internado sin pruebas”, Epoca,-
2 3/3/19 6 5 , última página. . -
1 1 0 Ajmembaüsy Montevideo, “jo in t Weeka n. 20”, 22/5/196 5.
1 1 1 Véanse “Entrevista Onganía-Costa: Uruguay, un grave peligro”, Epoca,
1/9 /19 6 5 , p. 7; “¿Otra vez la cisplatma?”, Epoca, 6/9/1965, p. 7. La
noticia concitó la preocupación del cuerpo diplomático uruguayo
en la Argentina y Brasil. Véase “Declaraciones General Juan Carlos
Onganía”, Argentina, Carpeta Confidencial. 20, 1965. Archivo de!
Ministerio de Relaciones Exteriores, Uruguay.
1 1 2 Héctor Rodríguez, “Dos caminos ante ios sindicatos” . Marcha,
1 1 / 1 / 1 9 6 3 , p. 10.
1 1 3 Sobre un enfoque histórico de la movilización, véase el capítulo de
Yamandú González Sierra, Los olvidados de la tierra , Montevideo -
Nordan, Fundación Friedrich Ebert, 1994. Para conocer el enfoque
etnográfico sobre ese sindicato, véase Silvina Merenson, “ (Des)
marcaciones (trans)nacionaks. El proceso de movilización y radica­
lizad ó n p o Iíti c a de la Unión d e T ra ba ja do re s Azu ca re ros ci e A r tigas.
1961-19 72’', Revista CAmtem.pomnea, 1, 2010.
notas 2 4 1.

1 1 4 Véase González Sierra, ob. cit., p. 218.


1 1 5 Clara Aldrighi, La izquierda am ada. Ideología,, ética e identidad en el MLN
Tupamaros', Eleuterio Fernández Huidobro, Historia de los tupamaros,
Montevideo, Tupac Amaru, 1986; Hebert Gatto, ob. cit.; Jo sé Harari,
Contribución a la historia del M L N (Tupa-maros), Montevideo, Plural,
1987; Alain Labrousse, Una historia de las Hipa-maros. De Sendic a Mujica,
Montevideo, Fin de Siglo, 2009; Eduardo Rey Tristón, A la vuelta-de
la esquina, la izquierda revolucionaria uruguaya, 1955-1973. Sobre el
“coordinador", véanse Nicolás Duííau, El coordinador (196.5-1965).
La participación de los militantes del Partido Socialista en los inicios de la
violencia revolucionaria en Uruguay, Colección Estudiantes, Montevideo,
Universidad de ia República, FHCE, 2008; Rolando Sasso, Tupamaros,
los comienzos, Montevideo, Fin de Siglo, 2010.
116 Para una reflexión sobre los dilemas metodológicos que afronto la ,
reconstrucción de ese proceso, véase Marina Cardozo, “Ei cordero
nunca se salvó balando". Reflexiones acerca de los relatos de un
militantes de la izquierda armada” , en A A.W ., Recordar para, pensar.
Memoria para la democracia. L a elaboración del pasado reciente en el Cono
Sur de América Latina, Santiago, Boíl Cono Sur, 2010. También véase
Aldo Marc'hesi. “Tupamaros et dictatuie, radicalisation et autoritaris-
me: débats sur 3e coup d'Etat de 1973 en U r u g u a y ”, Vingtiémc Sie.de.
Revue d ’histoire, enero de 2 0 1 0 .
1 17 Uno de sus primeros documentos, que no se conserva, llamado “Nin­
gún cordero se salvó balando”, sugería una estrategia “defensiva” y
culminaba con la explícita consigna de “Ármate y espera”. Fernández
Huidobro, Historia de los lupa-maros, t. I, pp. 13 1-13 5 .
118 “Ser y hacer”, Barricada, 1, septiembre de 1964, p. 3.
119 El eje Arismendi-Quijano refiere ai secretario general del Partido
Comunista Rodney Arismendi y a Carlos Quijano, director del
semanario Marcha.
120 “La marcha de los cañeros y ia reordenación de la izquierda urugua­
ya”, Harneada., 16.
1 2 1 Ibíd., p. 1 1 .
122 Rey Tris tan, ob. c it, p. II. 2.- .
123 Cuba mantuvo su embajada hasta setiembre de 1964 y luego de la rup­
tura conservó personal y una importante red de contactos en la ciudad.
124 Véanse Ciro Bustos, “El sueño revolucionario del Che en Argentina'’,
entrevista con Jaim e Padilla, Maímó, Suecia, 1997, en Archivo
GeDInCi; Bustos, E l Che quiere verte, pp. 231-239. Sobre las repercusio­
nes dei EGP en Uruguay, recomendamos los artículos publicados en
Marcha: Rogelio García Lupo, “Masetti, un suicida”, 14 / 5 / 19 6 5 , p 18;
Rodolfo Walsh, “Masetti, un guerrillero”, 14 / 5 / 19 6 5 , p. 19.
12 5 Véanse Eduardo Pérez, “Una aproximación a la historia de las Fuerzas
Armadas Peronistas” , en Eduardo Duhalde y Eduardo Pérez, De Taco
Ralo a. la alternativa independiente. Historia documental de las Fuerzas Ar­
madas Peronistas y del peronismo de base, La Plata. De la Campana. 2003;
Alejandra Dan dan y Sílvina Heguy.Joi? Baxter, del nazismo a. la extrema iz­
quierda. La historia secreta de un guerrillero, Buenos Aires, Norma. 2006,
cap. 7; Bustos, El Che quiere verte, ob. cit.
126 A modo de ejemplo de las actividades de Cooke en Montevideo, véase
“Carta a Elector Tristán”, en Eduardo Luis Duhalde (comp.),John
W. Cooke. Obra completa. Artículos periodísticos, reportajes, cartas y documen­
tos, i. IIL Buenos Aíres, Colihue, 2009, p. 45.
H ACER LA REVOLUCIÓ N

127 Eduardo Pérez, “Una aproximación a la historia de las Fuerzas


Armadas Peronistas”, 48, 5 1. Nell Tacci caerá preso como militante
tupamaro en 1967, Baxter se escapará a La Habana y. retornará a la
Argentina en 1970, donde abandonará el peronismo para integrarse
al PRT-ERP; Cataldo regresará a la Argentina en 1967. Para una bio­
grafía de Jo e Baxter, véase Dandan y Heguy, ob. cit.
1 28 Véanse Denise Rollemberg, O apoio de Cuba a hita armada no Brasil
O treinam'mto guerrilheíro, Río de Janeiro, Mauad, 2001, cap. 2; fose
Caldas. Caparaó, a. primeira gaerrilha contra a ditadura, San Pablo,
Boitempo, 2007. Véase también el relato testimonial de Flavio
Tavares, ob. cit., pp. 173-205. En cuanto a la coincidencia con la
cam paíít;de] Che en Bolivia, Manuel “Barbarroja” Piñeiro plantea
que, simultáneamente con la incursión de Guevara, en la Argentina y
Brasil se preparaban grupos de apoyo. Véase Manuel Piñeiro, ob. cit.,
pp. 97-98. Sobre las conexiones entre los exiliados de Montevideo y la
preparación de Caparaó, véase Artigas Rodríguez Devicenzi, “Asunto:
Actividades del exdiputado Leonel Brizóla” , 8 /5/19 6 7 , Brasil, Caja
169, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Uruguay.
129 Leibner, ob. cit., p. 481.
130 Blixen, ob. cit., p. 108. .
13 1 Véase “Gástelo nos gobierna internaron a Brizóla”, Epoca, 3 0 / 1/ 19 6 5 ,
p. 1 .
132 Una de las obras más citadas por algunos tupamaros, era Rebelión m
Tierra Santa, de Menajem Beguin. Véase Rey Tristán, ob. cit,, p. 173,
13 3 Véanse Fernández Huidobro, ob. cit., t. II, pp. 69-71; Blixen, ob, cit.,
pp. 122-124.
134 Véanse ibíd., p. 123; Jorge Torres, Tupamaros. La derrota en la mira,
Montevideo, Fin de Siglo, 2002, pp. 114 , 184. 347-360,
135 Abraham Guillen, Estrategia de la guerrilla urbana. Montevideo,
Manuales del Pueblo, 1966. Sobre Guillen, véanse Guillermo Daniel
Nañez, “Abraham Guillen. Los remotos orígenes de la guerrilla pero­
nista 1955-1960” , Historia. Publicación del Instituto Superior de Formación
Docente (Berazategui), 50(4), n. 3; Hernán Reyes, “Abraham Guillen:
teórico de la jucha armada”, Lucha Armada, 4, setiembre-noviembre
de 2005; entrevista a Abraham Guillen. Bicicleta. Revista de
Comunicaciones Libertari/is, octubre de 1978; “¿Quién es Abraham
Guillen?”, entrevista publicada en Carlos A. Aznarezyjaime E. Cañas,
Tupamaros: ¿Fracaso del Chef, Buenos Aires, Orbe, 1969, pp. 167-177.
136 Militantes peronistas que formaron un pequeño grupo insurgente
de corta vida, que se instaló en un cerro tucumano en 1959. Véase
Ernesto Salas, Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista. Buenos Aires,
Biblos, 2003. '
137 “Mi héroe preferido es Espartaeo; el mito que más admiro, Prometeo:
eí economista que más ha influido en mí, Marx; el revolucionario más
ejemplar, Bakunin; el héroe de nuestro tiempo es el ‘Che”’, contra­
tapa del libro de Abraham Guillen, Desafio al Pentágono. La guerrilla
latinoamericana, Montevideo, Andes, 1969.
138 El texto de Torres no se conserva, pero varios de sus compañeros de
militancia dicen que fue la base del Documento n° 1 del MLNT apro­
bado en junio de 1967. Véase Blixen, ob. cit., pp. 139-140. Abraham
Guillen se transformó en una suerte de referente intelectual de la
guerrilla urbana y publicó varios libros sobre el tema en América
N O TA S 2 4 3

Latina, España y los Estados Unidos. Guillen se veía a sí mismo como


“el inspirador táctico y estratégico” de los tupamaros, aunque “su
origen libertario7’ lo separaba políticamente de ellos. Véase Bicicleta.
Revista de Comunicaciones Libertarias, 1 (S), octubre de 1978. ■' \
139 Cabe suponer que tanto Torres como Guillen debían estar al tanto
del texto de Bengochea y de su debate con el Che, donde planteaba
que las bases operacionales de la guerrilla podían estar en la ciudad,
el campo o las zonas fronterizas. Véase Bengochea y López Silveira,
Guerra de guerrillas, pp. 67-73.
140 MLNT, Documento n'11, 1967, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEÍU.
14 1 íd. :
.142 Jorge Chagas y Gustavo T rulien, Pacheco, la trama oculta cid poder,
Montevideo, Rumbo, 2005, p. 17 2 . ■
143 “30 preguntas a un tupamaro”, Punto Final. Documentos, 58, 2 /7 /19 6 8 .
El artículo fue reproducido en la revista argentina Cristianismo y
Pvevolución, 10, octubre de 1968.
144 íd. La mención a “crear muchos Vietnam” refiere al Mensaje de
Guevara a la Tricontinentál en mayo de 1967.
145 Francisco Panizza, Uruguay: BatlUsmo y después. Pacheco, militares y
tupamaros en la crisis del Uruguay Batllista, Montevideo, Banda Oriental,
1990, p. 152.
146 Alain Labrousse. The Tupamaros, Urban Guerrillas in Uruguay, Londres,
Penguin Books, 19 73, p. 7 1.
147 “Respuesta del MLN al semanario Al Ryo Vivo”, en Ornar Costa
(comp.j, Los Tupamaros, México, Era, 19 71, p. 139.
148 (jarlos A. Aznarez y Jaim e E. Cañas, Tupamaros: ¿Fracaso del Chet Un
análisis objetivo de la actualidad uruguaya, Buenos Aires, Orbe, 1969.
349 Guillermo Caviasca, Dos caminos. ERP-Montoneros m los setenta, Buenos
Aires, Centro Cultural de la Cooperación Florea! Gorini, 2006, p. 67..
150 Cristianismo y Revolución, 28, abril de 1972, p. 58.
15 1 Véanse Juan Carlos Cibellí, “Orígenes de la FAL”, Lucha Armada m la
Argentina, 1; Gabriel Rot, “Notas para una historia de la lucha armada
en la argentina. Las Fuerzas Argentinas de Liberación”, Políticas de la
.Memoria, 4, verano de 2003-2004.
152 Tomado de Pablo, “informe y propuesta a ios militantes”, en Rot,
“Notas para ia historia de una lucha armada", p. 153.
15 3 Daniel De Santis, “Carta a un tupamaro. Desde el alma y con dolor.
Carta abierta a Eleuterio Fernández Hiúdobro”, en Entre tupas y peños,
Buenos Aires, RyR, 2005.
154 Guillen dice que su texto fue traducido al portugués y entró a Brasil
mimeograíiado. Véase Guillen, Bicicleta. Revista de Comunicaciones
Libertarias, 1(9 ). octubre de 1978. En su investigación, el historiador
Marión Asseff afirma que hay informes de inteligencia de! Centro de
Informacóes do Exterior que mencionan que tanto Carlos Marighella
como Ciarlos Lamarca cruzaron la frontera durante el período.
Marión Asefí, Retratos do exilio, solidariedade e resistencia na fronteira,
Santa Cruz do Sul, Edunisc, 2009, p. 122.
155 Véase Andrés Pascal Allende, El A1IR chileno, una experiencia revolucio­
naria, Buenos Aires. Cucaña, 2003, p. 39. La idea de “modelo caballe­
resco” fue tomada de Max Marambio, Las armas de ayer. Santiago. La
Tercera - Debate, 2007, p. 67.
H ACER LA REVOLUCIÓ N

156 Véase Régis Debray, Los tupamaros en acción. México, Diógenes, 1972,
p. 8 .
157 Véase Mario Benedetti, Daniel Viglietti, Madrid, júcar, 1974.
158 Tanya Harmer, “Two, Three, Many Revoluti o ns? Cuba and the
Prospecta for Revolutionary Change in Latín America, 1967-1975”,
Journal of Latin American Studies, 4 5 (1), lebrero de 2013, pp. 61-89.
159 Véase Odd Arne Westad, The Global Coid'War. Third World Interoentions
and the Mqking of Our Times, Cambridge, Cambridge University
Press, 2005. ' . . . .
160 Al respecto, véase el debate entre Gilly y Castro en ei capítulo 1; véase
también “Cuba, la tricon tinenta! y la revolución latinoamericana.
Resolución de la III Sesión fleñaría del C.C. del MIR. chileno verifica­
da e). 17 tfé abril de 1966”, Estrategia, 4, junio de 1966.
16 1 “Discurso en la I Conferencia Triconíinental, La Habana, 5 de enero
de 1966”, en Frida Modak (comp,), Salvador Allende. Pensamiento y
acción, Buenos Aíres, Clacso - Flacso, 2008, pp. 289-290.
162 Richard Gott. ob. cit., p. XLVIIL
163 Carlos María Gutiérrez, “Los oleajes de la OLAS” , Marcha, 10 /3 / 19 6 7 ,
p. 14.
164 The Na» York Times, 2 2 /1/19 6 6 , p. 1 1.
165 Council o í the Organizador* o f American States, Special Cmsultative
Commüee on Security. Stalut.es, 2 3/4 /19 6 3,
166 Plutarco, “Informe especial: la diplomacia y los países socialistas”,
Punió Final, 18, segunda quincena de diciembre de 1966, pp. 12-13.
167 “Fidel Castro. El primer deber de todo revolucionario es hacer la
revolución”. Epoca, 29 /7/19 6 6, p, 5,
168 “Actualidad nacional” , Punto Final, 10, segunda quincena de agosto
de 1966, p. 4; Carlos María Gutiérrez, “Fidel. Nuevas condiciones,
nuevos lenguajes”, Marcha, 5/8 /19 66 .
169 Ernest o Guevara, “A crear muchos Vietnam”. Punto Final 27, segunda
quincena de abril de 1967, pp, 20-26. .
170 “Apoyo del MLR. de Chile a la carta del Che Guevara”, Estrategia, 9,
julio de 1967, pp. 1-7.
17 1 Sergio Domecq, Carlos Ramírez y Juan Candela (seudónimos),
ob. cit., p. 2 2 .
172 “Documento I”, en Indal, Movimiento Liberación Nacional Tupamaros.
17 3 Véanse Carlos María Gutiérrez, “OLAS, nace una nueva internacio­
nal”, Marcha, 11/ 8 / 19 6 7 . pp. 20-21; Carlos María Gutiérrez, “Con
Rodney Arismendi”, Marcha, 15 /9 /19 6 7 , p. 2 1.
174 OLAS, Actuación déla OEA: Guatemala (1954), República Dominicana
(1965), Cuba (1959-1967), Intervencionismo y Fuerza Jnteramericana de
Paz, La Habana, I Conferencia de Solidaridad de ios Pueblos de
América Latina, 1967,
175 OLAS, I Conferencia de la, Organización Latinoamericana, de Solidaridad,
Montevideo, Nativa Libros, 1967, p. 103.
176 Ibícl., p. 96.
177 Gutiérrez, “Con Rodney Arismendi”, cit.
178 Véase Carlos María Gutiérrez. “OLAS, nace una nueva internacional”.
Marcha, 11/ 8 / 19 6 7 , p. 21.
179 “Reunión Consulta solicitada por Venezuela”, 1967. Oficios y
Ordenanzas, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Chile,
pp. 101-358; “Discurso del doctor Pedro París Montesino, delegado es­
N O TAS 245

pecial de Venezuela, pronunciado en la sesión de apertura celebrada


el 19 de junio de 1967”, duodécima reunión de consulta de ministros
de Relaciones Exteriores, 19 /6 /19 6 7 , Archivo del Ministerio de
Relaciones Exteriores.
180 “El Mundo: OLAS vs. OEA” , Confirmado, 2 0 /7/19 6 7, p. 20.
18 1 Carlos jorquera, “Lucha armada y lucha guerrillera”, Punió Final, 35,
segunda quincena de agosto, p. 1 .
182 “Conversaciones entre PC y PS”, Punto Final, 15 , primera quincena de
noviembre de 1966, p. 25.
183 Eduardo Gaicano, “Con Perón en Puerta de Hierro. El caudillo, los
gorriones y la providencia”, Marcha, 8 /9/1967, p, 21.
184 Véase Ernesto González (com p.), El intskim.o obrero e intemacionalista
en la Argentina, t. III, Palabra Obrera, elPR'Ty la Revolución cubana,
v o l 2, 1963-1969, Buenos Aires, Antídoto, 1999, cap. 21.
3.85 Marco Aivarez Vergara, La constituyente revolucionaria. Historia de la
fundación delM IR Chileno, Santiago, LOM, 2015, p. 92; véase también
Aven daño y Palma, El rebelde de la burguesía, p. 67.
186 Juan Carlos Mechoso, Acción directa anarquista. Una historia d£ la FAU,
Montevideo, Recortes, 2002, p. 61.
187 Véase Carlos M aría Gutiérrez, “El discurso de Fidel, Mensaje
a los neo-socialdemócratas” , Marcha, 26/8/19 67, p. 19; “Con
Rodney Arismendi”, cit.
188 Véase el episodio señalado en Debray. “¿Revolución...?”, cit., p. 108.
Véanse también Adolfo Gilly, “La renuncia del Che". Marcha,
2 2 /10 /19 6 5 ; Fidel Castro, “Discurso pronunciado en el acto clausura
de la. .1 Conferencia cié Solidaridad de los Pueblos de Asia, Africa, y
América Latina (Tricontinental), en e! Teatro Chapiin, La Habana,
el 15 de enero de 1966” , <wmv.cttba.eu/gobierno/diseursos>; Adolfo
Gilly, “Respuesta a Fidel Castro”, Marcha, 18/2/19 66 .
189 Sergio Domecq, •Carlos Ramírez y Juan Candela, ob. cit.
190 Parala variación del posicionamiento cubano, véase Torres, Simón,
y Julio Aronde, “Debray and the Cuban expedente", Monthly Remew,
20(3),julio-agosto de 1968. En ese artículo dos oficiales cubanos con
supuestos seudónimos realizan una critica a! planteo de Debray.
191 Marco Aivarez. L a constituyente revolucima.na, ob. cit.. pp. 10 8 -114 .
192 Julio Paúndez, Izquierdas y democracia en Chik, 1932-1973, Santiago,
BAT, 1992. p. 159. '
193 “El costo de la vía pacífica”, Punto Final, 109, julio de 1970, p. 3.
194 Véanse Punió Final, 34, primera quincena de agosto de 1967, pp. 2,
4; Confirmado, 2 0 /7 /19 6 7 , pp. 20-21; “Gobierno venezolano deplora
creación de la “O IA S ” en Chile”, El Mercurio, 16 /7 /19 6 7, p. 53.
195 “No aceptaremos la violencia dentro de Chile ni acciones que pertur­
ben a otros pueblos”. El. Mercurio, 17 /7 /19 6 7 , p. 1.
196 “El poder burgués”, Punto Final n“ 38, segunda quincena de setiem­
bre de 1967, p . 1. : . -
197 Véanse Luis Vítale, Contribución a la historia del MI.fi, Santiago,
Instituto de Investigación de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic”,
1999; y un texto atribuido a Miguel Enriquez, “Algunos antecedentes
del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 19 6 5 /19 7 1”, publicado
en diversas compilaciones. Véase también Miguel Enriquez: Can vista
a la esperanza, Santiago. Escaparate, 1998.
198 Miguel Enríquez, “Algunos antecedentes...-', cit. Véase Enrique?,. Con
vis La a la esperanza, ob. cit... nn. 75-75
H A CER LA REVOLUCIÓ N

199 En sus primeros números la revista Estrategia, sin criticar específi­


camente a Guevara, mencionaba como referencias del momento
a Hugo Blanco y Yohn Sosa, ambos cercanos ai t.rotskismo y que a
posteriori fueron criticados con dureza por Castro y Debray.
200 Véanse Avendaño y Palma, Historias derrotadas. Opción y obstinación de
la gimri,Ua, chilena (1965-1988), cap. 3; Pedro Alfonso Valdés Navarro,
“Elementos teóricos en la formación y desarrollo del MIR durante el pe­
ríodo 1966-1970”, Universidad de Valparaíso, 2006, <archivochile.com>.
201 Véanse entrevista a Efraín Martínez Platero realizada por el autor, y
“La militancia tupamara”, en Rey Tristán, ob. cit.
202 Véase Federico Leicht, Cero a la izquierda. Una biografía dejorge Zabalza,
Monteyidéó, Letraeñe, 2007, pp. 43-55.
203 En Chile el ELN fue creado como organización secreta dentro ele!
Partido Socialista. Véanse Cristian Pérez, “El Ejército del Che y los
Chilenos que continuaron su lucha”, Estudios Públicos, 89, verano de
2003; Tanya Harmer, ‘“ Seremos como el Che’: Chile, Solivia and
the cause oí' lar.inoamerica.nism, 1967-1970” , jRevísta Contemporánea,
7, 2016; Patricio Quiroga Zamora, Compañeros. El GAP: la escolta de
Allende, Santiago. Aguilar, 2001. En la Argentina hubo un efíme­
ro ELN que luego derivó en la creación de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias. Véase “Reportaje a la guerrilla argentina. FAR los
de Garín”., Cristianismo y Revolución, 28, 19 7 1. Acerca, de ¡a trayectoria
de excomunistas que participaron en estas actividades, véase Mora
González C., “Modelo para armar. Itinerarios y ámbitos disidentes del
Partido Comunista Argentino en la gestación de uno de los grupos
fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (1960-1967)”,
Izquierdas, 12, <www.izquierdas.ci>, 12 /4 /2 0 12 , pp- 111-14 2
204 Carlos María Gutiérrez, “Solivia, otra, forma de la guerrilla”, Marcha,
12 /5 /19 6 7 .
205 “Ayudemos a las guerrillas bolivianas”, Punto Final 28, primera quin­
cena de mayo de 1967, p. 1.
206 Manuel “Barbarroja” Piñeiro, Che Guevara y la Revolución
Latinoamericana. Colombia, Ocean Sur, 2006, p. 98.
207 Anderson, ob. cit., p.7L
208 Véanse Pérez, ob. cit; Quiroga, ob. cit.
209 Transcripto del VHS de Leandro Katz, El día que me quieras, Nueva
York, First Run/lcarus Films, 1997.
210 Che Guevara. Icón, Myth, and Message, Hong Kong, Regents of the
University of California. 199 7; J o hn Be rg e r, “Che G uevar a: T h e Mo ral
Factor”, The Urban Review, 8(3), septiembre de 1.975, pp. 202-208.
2 1 1 Véase Kunzle, ob. cit., p. 9 1.
2 12 A modo de ejemplo, véanse Pablo Pozzi, “Por las sendas argentinas... ”
El PRT-ERP. La guerrilla ma-msta, Buenos Aires, Eudeba, 2001,
pp. 167-183; Clara Aldrighi, Memorias de insurgencia. Historias de inda y
militancia en el M LN Tupamaros. 1965-1975. Montevideo. Edicion.es de
la Banda Oriental, 2009.
2 13 julio Huasi, “Che”, Punto Final, 40, 2 4 /10 /19 6 7 , documento 2.15 ; y en
Cristianismo y Revolución, 5, noviembre de 1967.
214 Mario Benedetti, “Consternados, rabiosos”, Punto Final, 42,
2 1 / 1 1/ 19 6 7 , p. 33.
2 15 Sobre la "estructura del sentimiento”, véase Raymond Williams.
Marxism and Lilerature, Oxford, Oxford University Press, 1977.
N O TAS 2 4 7

pp. 128-136 [ed. cast.: Marxismo y literatura, Buenos Aires, Las


Cuarenta, 2009]. '
216 “Lección de las guerrillas bolivianas”, El Mercurio, 13 / 10 / 19 6 7 , p. 4.
2 17 Mariano Grondona, “Los herederos de M arx” , Primera Plana. 5(252),
2 4 /10 /19 6 7, p . 1 1 .
218 “ ‘Punto Final’ y El diario del Che', Punto Final, 648, 28/9/2007.
219 “El diario del Che en Bolivia” , Punto Final, 59, primera quincena de
julio de .1968,
220 Ibíd.,p. 91. ' .
221 Véase Fidel Castro. “Una introducción necesaria”, er¡ ibíd.
222 Regís Debray, La, Crítica de las armas, México, Siglo XXI, 19 75, p. 13.
223 Patricio Quiroga, Compañeros, El GAP: la escolta de Allende, Santiago,
Aguilar, 2001, p. 108.
224 Denise Rollenberg, Exilio. Entre raízes e, radares, Río de Janeiro,
Record, 1999.
225 Véanse Jacob Gorender, Combate ñas trovas, San Pablo, Atica, 1987;
Marcelo Ridend, O fantasma da revolutfw brasilma, San Pablo, Unesp,
1993; Marcelo Riclenti, “Esquerdas armadas urbanas: 1964-1974”, en
Marcelo Ridend y Daniel Aaráo Reís (comps.), Historia do marxismo no
Brasil, Campiñas, Unicamp, 2007.
226 “Entrevista ajoaqu ín Cámara Ferreira Toledo, dirigente de Acción
Libertadora Nacional”, Pensamiento Gálico, 46, noviembre de 1970,
p, 130. También en Cristianismo y Revolución, 26, noviembre-diciembre
de 1970, p. 130.
227 Gorender, ob, cit., pp. 153-160.
228 Rollemberg, ob. cit., p. 169. Información tomada de Cátia Cristina
de Almeida Silva, “Resistencia no exterior. Os exilados brasileiros no
Chile (1969-1973)”. presentado en la conferencia Usos de Pasado: XIÍ
Encuentro Regional de Historia, Anpuíi, Río de Janeiro, 2006, p. 4,
229 Véanse “Exilio, pasaporte a la angustia”, Erálla, 2 6 / 1/ 19 7 1 ; “E!
... .... .horror de las torturas y ios crímenes en Brasil”, Punto Final, 2 / 2 / 19 7 1,
pp: 8-15:Jacob Gorender, ob. cit,, pp. 195-196; Flávio lavares,
Memorias do Esqueámento, San Pablo, Globo, 1999, pp. 19-33.
230 Véase “Secuestros: epidemia para un continente”, Emita. 2 0 /12 /19 7 0 .
231 Pedro C. Uchoa Cavatcand y Joveiino Ramos (comps.), Memónas do
exilio, 1964-19??, vol. 1, Dentudos camvnhos, San Pablo, Livramemo,
1978, p. 148; traducción propia..
232 Cavalcanti y Ramos, ob. cit,, p. 182-
233 Fábio Lucas da Cruz, Frente Brasileño de Informaciones e Campanha.
Os jomáis dos brasileiros exilados no Chile e na Franca (1968-1979), en
Encontro de Pos-Graduandos da FFLCH-USP, San Pablo, noviembre de
2009, p. 3.
234 Rollemberg, ob. cit., p. 156.
235 Ibíd., p. 163.
236 Véase Denise Rollemberg. “Debate no exilio; Em busca da '
Re n ovac áo ”, e n Ma re e1 o Ri de n ti y D a n iel Aarác Reí s (c:o m ps.),
Historia do marxismo no Brasil, Campiñas,Unicamp, 2007.
237 Thatiana Ainaral de Barcelos y Ana Paula Gouíart Ribeiro, “Militantes
e jornalistas: A imprensa editada por exilados políticos brasileiros
durante a ditaclura", en Intereom, Sociedade Brasiieira de Estudos
Interdisciplinares da Comunicacáo: XIV Congresso de Ciencias da
Comunicacáo na Regiáo Sudeste, Río ds Janeiro, 7/5/2009.
H A CER LA REVOLUCIÓ N

238 Rollemberg, Debate no exilio-, Rodrigo Pezzonia, Revohifáo em Debate:


0 grupo Debate, o exilio e a h ita armada no Brasil (1970-1974), tesis de
maestría. Universidad Estadual de Campiñas, 2 0 11; Teoría y práctica,
problemas de la Revolución brasileña, l,ju n io d e l9 7 2 .
239 "Carta de Eimo Catalán”, Punía Final, 23/6/19 70, pp. 2-4. Véanse ade­
más C. Perex, “E¡ ejército del Che y los chilenos"; Harmer. “Seremos
como el Che”, c it :
240 Véanse ( Jara Aldrighi, La intervención de Estados Unidos en Uruguay
(1965-1973),x. í, Montevideo, Triice, 2007, cap. 3; Gustavo Rodríguez
Os tria. Sin tiempo para las palabras, Teoponte, la otra guerrilla gueva- ■
lista en Bolivia, Cochabamba, Kipus, 2006, p. 263; Ornar Costa, The
Tupam ara^^íéxlco, Era, 19 7 1, p. 170.
241 Rodríguez Ostria, ob. cit., p. 269.
242 Dirección de Asuntos Internacionales, Departamento de Asuntos
Americanos (Bolivia), Aerograma RIA: 348, 5 /12 /19 6 8 , Archivo del
Ministerio de Relaciones Exteriores, Chile.
243 Para obtener información sobre la campaña de Teoponte, véase
Rodríguez Ostria, ob. cit. También se puede consultar el trabajo testimo­
nial de Osvaldo Pereció, Volvimos a las montañas, Santa Cruz, Fernando
Valdivia Editor, 2003, pp. 53-106, y la recopilación documental de Hugo
Assman, Teoponte. Una experiencia guerrillera, Orara, CEDI, 1971.
244 Peredo, ob. cit., p. 94.
245 Rene Zavaleta Mercado, “Por qué cayó Bolivia en manos de: fascis­
mo”., Punto Fmal. Documentos, 2 1 / 1 2 / 1 9 7 1 , p. 13, .
246 Sobre una memoria del gobierno de Torres, véase Jorge Gallardo
Lozada, De Torres a Banzer. Diez meses de emergencia en Bolivia, Buenos
Aires. Periferia, 1972. Para un contexto histórico, véase james
Dunkerley, RehelUon in the. Veins. Political Struggk in Bolivia, 1952-1982,
Londres, Verso, 1984,
247 Rodríguez Ostria, ob. cit., p. 574. .
248 “ Bolivia: el MIR construye una vanguardia", Punió Final. 9 /5/19 72,
pp. 22-24.
249 Gallardo., ob. cit., p. 392.
250 Ibíd., p. 491.
251 Martín Sivak, El asesina to deJuan José Torres. Banzer y el Mercosur de la
muerte, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1998,
!>• 7~-
252 Véanse Clara Aldrighi y Guillermo Waksman. “Chile, la gran ilusión” ,
en Silvia Dutrenu Bielous (ed.), El Uruguay del exilio, gente, circunstan­
cias, escenarios, Montevideo, Trilce, 2006; Graciela Jorge y Eleuterio
Fernández Huidobro, Chile roto, Santiago, LOM, 2003.
253 Ministerio de Relaciones Exteriores, 14 / 12 / 19 7 2 , Caja Uruguay,
1972, Embachik: Oficios y Ordenanzas, Archivo del Ministerio de
Relaciones Exteriores, Chile. Aldrighi y Waksman, quienes entrevis­
taron a muchos exiliados en Chile, proponen un estimativo de entre
“dos mil y tres mil”. Véase Aldrighi, “Chile, la gran ilusión”, p. 35.
254 MLNT, Actas tupama.ras, Buenos .Aires. Schapire, 19 7 1; Acias tupa-
niaras. Bogotá, Ibérica. 19 7 1; Los tupamaros en acción. Prólogo de Régis
Debray, México, Diógenes. 1972; Los tupamaros en acción. Prólogo de
Régis Debray, Santiago, Prensa Latinoamericana. 1972.
255 “Plan de marzo de 19 72”. en “Anexo Documental", en José rlarari,
Contribución a la historia, del M LN Tupamaros. Montevideo, PiuraL 1987.
no. 404-412.
N O TA S 2 4 9

256 Para una versión oficial de lo ocurrido durante esos meses, véase
Ministerio del Interior, 7 meses de lucha antisubversiva. Acción del
Estado frente a la sedición desda el I o de marzo al 30 de setiembre de 1972,
Montevideo. Ministerio del Interior, 1972. Para una versión testimo­
nial de algunas de las víctimas del embate represivo, véanse Rovira y
Grieco, Veinte años después del 14 de abril de 1972, Montevideo, De la
Plaza, 1993; 'Virginia Martínez, Los fusilados de abril ¡Quién mató a los
comunistm de la 20?, Montevideo, Del Caballo Perdido, 2002. Véase
también Servicio Paz y Justicia Uruguay (Serpaj), Uruguay, N unca Más,
Montevideo, Serpaj, 1989, pp. 67-80.
257 Para una revisión del MLNT en el exterior, véanse Aldrighi y Waksman,
ob. cit.; Astrid Arrarás, Armed Strugg'k, Polüical Leaming and Participaban-
in Dsmocracy. The Case of tlie Tupamaros, tesis de doctorado, Princeton,
Princeton University, 1998; “Breve síntesis histórica de la organización”,
1976, Archivo de la Lucha Armada David Cámpora, GEIU, Montevideo,
Uruguay; Alfonso Lessa. La revolución imposible. Los tupamaros y el fracaso
de la vía armada en el Uruguay del siglo XX, Montevideo, Fin de Siglo,
2002; Andrés Cultelii, La revolución necesaria, contribución a la autocrítica
del MLNT, Buenos Aires, Colihue, 2006; Clara Aldrighi, ob. cit.
258 Véanse Aldrighi y Waksman, ob. cit.; Raúl Elgueta, El caso jackson.
Reflexiones y enfoques, Confidencial RIA n 0 404/99, 30 / 6 /19 7 1, Caja
Uruguay, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Chile.
259 Entrevista a jo rg e Selves realizada por Clara Aldrighi, cedida por
la autora.
260 Aldrighi, Waksman, oh. cit., p. 39. Un informe de la embajada chilena
en Uruguay habla de “un número aproximado a 60”. Véase Raúl
Elgueta, embajador de Chile en Uruguay. El Poda- Ejecutivo procura,
frenar salida del país de procesados políticos, Montevideo, 1/ 8 / 1 9 7 1,
Confidencial RÍA n" 606/145, Caja Uruguay, Archivo del Ministerio
de Relaciones Exteriores, Chile.
261 jo rge Selves, ob. c it.'
2 6 2 íd. '
263 Un militante tupamaro murió mientras fabricaba explosivos.
“Entrevista a Efraín Martínez Platero”, er. Aldrighi, Memcnas de insar-
genáa, p. 366.
264 Jorge y Fernández Huidobro, ob. cit., p. 19. .
265 Id.
266 Aldrighi, Memorias de ínsurgencia., p. 350. /
267 Entrevista a Fernando Butazzoni realizada, por Jim ena Alonso y Carla
Larrobia. Tomada de Jim ena Alonso Alonso, “Tupamaros en Chile.
Fina experiencia bajo el gobierno de Salvador Allende”, Encuentros
Uruguayos, 3(3), segunda parte, septiembre de 2010.
268 Simposio de Viña del Mar, Montevideo, MLNT, 15, Archivo de la
Lucha Armada David Cámpora, GEIU, Montevideo, Uruguay.
269 Ibíd., p. 1 1.
270 Ibíd., p. 19.
271 Véase “Simposio de Viña”, en MLNT, “La carta de los presos y otros
documentos”, s.f., Archivo de la Lucha Armada David Cámpora,
CEIU, Montevideo, Uruguay. Para profundizar en el papel de los
“peludos’' en la historia del MLNT, véase capítulo 2.
272 Jorge y Fernández Huidobro. ob. cit., p. 39. Entrevista a Efraín
Martínez Platero realizada por el autor. Entrevista Selves, ob. cit.
2 5 0 H ACER LA REVOLUCIÓN

273 Balance partidario del Regional Santiago, septiembre de 1973, p. 3,


Archivo de la Lucha Armada David Cámpora, CEIU, Montevideo,
Urüguay.
274 Véase María Agustina Diez, El depmdmtismo en Argentina, una historia
de los daros oscuros del campo académico entre 1966 y 1976, disertación de
doctorado, Universidad Nacional del Cuyo, 2009.
275 Véase Manuel Becerra Ramírez, Marcos Kaplan, un científico social,
semblanza en .bibliojuridica. o rg/1ibros/4 / 17 8 5 /4 .pdí>. Para
un repaso del papel de Kaplan en la nueva izquierda argentina, véase
Horacio Tarcas, El marxismo olvidado en la Argentina. Silvio Frondizi y.
MÜciades Peña, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1996.
276 LuÍ5.':Goffiez, “Entrevista con el profesor Sergio Bagú. El periplo inte­
lectual de un científico social latinoamericano”, La Insignia, México,
febrero de 2006. <www.lainsignia.org/200ó/febrero/culj}l'5.htm>.
277 Véanse Juan Carlos Marín, El ocaso de una ilusión, Buenos Aires,
Colectivo Ediciones, 2007, y entrevista personal con el autor.
278 “Resoluciones del Comité Central, Marzo de 1 9 7 1 ”, en Daniel De
Santis, A vencer o morir. PRT-ERP. Documentos, voL L pp. 133-134. .
279 Enrique Gorriarán Merlo, Memorias de Enrique Gomarán Merlo. De los
sesenta a La Tablada, Buenos Aires, Planeta, 2003, pp. 132-134.
280 Véase Fernanda Beigel, “La Flacso chilena y la regionalización de las
ciencias sociales en América Latina (1957-1973)”, Revista Mexicana ck
Sociología, 71 (2), abril-junio de 2009, pp. 319-349.
281 Inés Cristina Reca, “El movimiento estudiantil y el proceso de refor­
ma de la Universidad de Chile”, Revista Mexicana de Sociología, 32(4-5),
julio-agosto de 1970, pp. 893-947; Manuel Antonio Carretón y Javier
Martínez (dir.), La reforma en la Universidad de Chile, 1. III, Santiago,
Sur, 1986. ' . "
282 Eduardo Devés-Valdés, Redes- intelectuales en América Latina. Hacía­
la constitución de una, comunidad- intelectual, Sari llago, Universidad.
Santiago de Chile, Ideas, 2007, p. 180. . ..
283 Véase Andrew j. Kirkendal!, Paulo Freiré and, the Coid War Politics
ofLiteracy, Chapel Híll, The University of Nortb Carolina Press.
2010, cap, 3; Paulo Freire, Pedagogía del oprimido, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1972 [ed, rev.; 2018],
284 Fernando Henrique Carel oso, 77í<? Accidental Presiden!, of Brasil. A
Memoir with Brian Winíer, Nueva York, Public Affairs, 2006, cap. 5,
285 Véanse los Escritos de Ruy Mauro Marini en <www.marmi-escritos.
unam.mx>; Carlos Martíns, “Theotónio dos Santos: introducción a la
vida y obra de un intelectual planetario”, en Francisco López Segrera
(ed.), Los retos de la, globalización. Ensayo en homenaje a Theotónio dos
Santos, Caracas. Unesco, 1998), y “Discurso do profesor Theotónio
dos Santos na Cerimonia de Recepcáo do título de professor emérito
da Universidade Federal Fluminense (UFF),” 12 / 17 / 2 0 10 . y en
el blog de Theotónio dos Santos, ctheotomoclossantos.blogspot.
com / 2 0 10 / 1 2 /discurso-do-professor-theotonio-dos.html>; sobre
Frank, véanse Theotónio dos Santos. “André Gunder Frank - recor­
datorio”, e-l@Hna, 3 ( 1 1 ) , abribjunio de 2005; André Gunder Frank,
“Latin American Development Theories Revisited. A Participant
Review", Latin America;n Perspectives, 19(2), 1992; “The Colc War and
Me” y “A letter to severa! friends written by And re Gunder Frank in
Santiago. Chile, July 1. 1964”. en la página oficial de André Gunder
N O TAS 2 f7l

Frank <rrojasdatabank.info/agfrank/index.htmI>. Véase también


“Pedido de salvoconducto para Theotónio dos Santos”, Aerograma,
79, Río de Jan eiro, 5/4 /19 6 6 , Archivo del Ministerio de Relaciones
Exteriores, Chile. Ademas véase Ivette Lozoya, Femar la revolución.
Intelectuales y pensamiento latinoamericano en el M IR chileno'(1965-1973),
tesis de doctorado, Santiago, Universidad de Santiago de Chile.
286 Véase Cuadernos del CESO, vols. 1-10, 1966-1968.
287 Véase <www.marini-escritos.unam-. mx>,
288 André Gunder Frank, Capitalismo y subdesarroüo en América Latina,
La Habana, Instituto del Libro, Editorial de Ciencias Sociales, 1970.
289 Ibíd., p. 158.
290 Tulio Haíperin Donghi, “Dependency Theory and Latín American
Historíography", Latin Amanean Research Review, 17: L 1982. ~
291 En Frank, ob. c it, p. 399.
292 Theotónio dos Santos, Socialismo 0fascismo. El nuevo carácter cÍ£ la depen-
■■ denaa y el dilema latinoamericano, Buenos Aires, Periferia, 1973.
293 Ibíd., p. 60.
294 Ruy Mauro Marini, Subdesarrollo y revolución, México, Siglo X X I, 1969.
295 Ruy Mauro Marini, Subdesarrollo y revolución, México, Siglo X X I, 5a ed.,
1974, cap. 1, pp. 1-25.
296 Firmaba como Luis Cerda en el Correo de la Resistencia, editado en
el exterior a fines de 197-}. Para información biográfica de Marini,
véase “Ruy Mauro Marini, Escritos”, <wwv*-.marini-escrkos.unam.mx>.
297 Cuaderno de Educación Popular, EipariMo: Vanguardia del proleta­
riado, El partido: su organización. Dirigentes y masas. Estrategia y táctica,
Santiago, Qimantú, 1972.
298 En “El marxismo, un antídogrna”, entrevista a Harnecker incluida
en Marta Harnecker, Los conceptos elementales del materialismo his­
tórico (ed. corregida y ampliada), México, Madrid, Buenos Aires,
Siglo X X L 1985"
299 Punto Final. Documentos, 6 / 1/ 19 7 0 , p, 7.
300 Véanse Pilar Campaña y Rigoberta Rivera, “El reformismo instantá­
neo", Punto Final, 4 /7 /19 7 2 , p. 23; Marta Harnecker, “Aprender a
leer, Marín Harnecker responde a críticos de Punto Final', Chile Hoy,
diciembre de 1972. Harnecker recuerda que en su condición de
profesora en la Universidad de Chile fue objeto de cierta resistencia
por parte de los estudiantes miristas. pero a! finalizar el año lectivo
estos le pidieron-disculpas. Véanse “Marxismo y desafíos actua­
les, Entrevista a Marta H arnecker”, noviembre de 2000; Antonio
Castañeda y Sergio Quiroz, Cuadernos de Marxismo, en Archivo
Chile, <www.archivochile.com/ldeas_Autores/hameckerm/ 8 otros/
harneotros0007.pdf>.
301 “Entrevista a Eleuterio Fernández Huidobro” , en Aldrighi, Memorias
de la Ínsurgencia. p. 76.
302 Los Cuadernos fueron editados por Carlos W. Vila. de! Centro de
Estudios Políticos de Córdoba. Para más información, véase “La cultu­
ra como arma de liberación” , Nuevo Hombre, 2 /5 / 19 7 3 , p. 15 .
303 Andrés Pascal Allende era estudiante de sociología y miembro de la
dirección de la MIR. Comentó que participó en el proceso de crea­
ción de ese centro. Véase entrevista con el autor.
304 Para una. revisión general de la obra de Zavaleta Mercado, véase Luis
Tapia. La fmtducci/m del conocimiento ¡.ocal. Histmia y política en la. obra de
252 H A CER LA REVOLUCIÓN

305 La primera edición fue editada como documento de trabajo dei


Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la Universidad
Católica. Véase Rene Zavaleta Mercado, “El poder dual (contribución
a. un debate latinoamericano)” . Documentos de Trabajo, %, Santiago,
Universidad Católica de Chile, 1973. Sigio XXI lo editó en formato
libro a partir de 1974.
306 .Ariel Dorfman y Armand Mattelart, Para leer al Palo Dmald,
Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1971 [publicado
luego por Sigio XXI, 1972].
307 Véase Diez, Los dependentislas argentinos, pp. 99-102,
308 Pedro Naranjo Sandoval, “La vida de Miguel Enríquez y el MI’R”,
en- Miguel Enríquez, Miguel Enríquez v el proyecto revolucionario en
" ‘Chile. Discursos }! documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
Santiago, LOM, Centro de Estudios Miguel Enríquez. 2004, p. 63.
309 Punto Final. Documentos, 11/ 2 / 19 6 9 .
3 10 Sobre relatos testimoniales acerca del GAP, véanse Patricio Quiroga,
Compañeros, El GAP; la escolta de Allende, Santiago, Aguilar, 2001; Max
Marambio, Las armas de ayer, Santiago, La Tercera, 2007. Véase tam­
bién Ghristian Pérez, “Salvador Allende, apuntes sobre su dispositivo
de seguridad: el Grupo de Amigos Personales”, Estudios Públicos, 79,
invierno de 2000. Sobre la participación de cubanos en ese grupo,
véase Tanya Harmer, Allmde's Chile and the Inter-Ameñcan Coid War,
Chape) Hill, University of North Carolina Press, 2 0 11 [ed. cast: El
gobierno de Allende y la Guerra Fría, interamericana, Santiago, Universidad
Diego Portales, 20 13].
3 1 1 Pedro Naranjo Sandoval, “La vida de Miguel Enríquez y el MIR” .
p. 67,
3 12 “El MIR y el resultado electoral (octubre de 1970}’’, en Miguel
Enrique*, Con vistas a la- esperanza, Santiago. Escaparate, 1998, p. 53,
Para un estudio del MIR sobre el periodo de la UP, véase Carlos
Sandoval Amblado, Movimiento de izquierda Revolucionaria, 1970-1973,
Concepción, Escaparate, 2004.
3 13 Entrevista de Andrés Pascal Allende con el autor.
314 Para un estudio de los frentes intermedios, véase Sandoval, Movimiento
de hquiwda Revolucionaria, 1970-1973, pp. 233-349.
3 15 Andrés Pascal Allende, El M IR chileno, una experiencia revolucionaria, a
los 36 años del surgimiento del MIR, Buenos Aires, Cucaña, 2003, p. 70.
316 Acerca de la relación entre izquierda y Fuerzas Armadas en el perío­
do, véase Verónica Valdivia. “ ‘Todos juntos seremos la historia’: La vía
chilena al socialismo", en Pintos, Cuando hicimos historia, pp. 177-206;
Jorge Magasich A., Los que dijeron “N o”. Historia del movimiento de los
marinos antigolpistas de 1973, 2 vols., Santiago, LOM, 2008.
3 17 Avendaño y Palma, ob. cit., p. 15 1.
318 “22 de agosto de 1972. Hablan protagonistas de la fuga: ‘Teníamos
que liberar a los compañeros’”, Página/12. 22/8/1999,
<www. pagina 1 2 .com .ar>.
319 Para una revisión de los sucesos relacionados con la fuga de Trelevv,
véanse Tomás Eloy Martínez, La pasión según TreUroj, Buenos Aires,
Granica, 1973; DVD: Trelew, dirigida por Mariana A rruti, Buenos
Aires. Fundación Alumbrar, 2004.
320 Los sucesos relativos a la liega da y estadía de los guerrilleros en Chile
fueron tomados de la prensa diarta y semanal chilena.
N O TAS 2 5 3

321 Para una conceptualización de rupturistas y gradualistas, véase Julio


Pinto Valiejos, “Hacer la revolución en Chile”, en Julio Pinto Va] lejos
(comp.), Cuando hicimos historia, la experiencia de la Unidad. Popular,
Santiago, LOM. 2005. Sobre los dilemas que se suscitaron en torno
a esta polémica, véanse Arturo Valenzuela. El quiebre de la democracia
en Chile, Santiago, Universidad Diego Portales, 2013; Peter Winn,
'Tejedores de la revolución. Los trabajadores de Yarury la vía chilena, al socia-
... ' lismo, Santiago, LOM., 2004:. Estos trabajos representan dos miradas
paradigmáticas de las limitaciones y el potencia] de ambas estrategias.
322 “Asamblea del Pueblo: respuesta al parlamento burgués”. Punto Final,
1/8 /19 7 2 , pp. 6-7; “El presidente Allende rechaza la ‘Asamblea del
Pueblo’”, Punto Final, 15 / 8 / 19 7 2 , p. 23; “Expediente n e g ro de Lo
Hermida”, Punto Final. Documentos, 2 9 /8 /19 72, p. 16; “Crisis del
orden público ”, El Mercurio, 8 /8/19 72.
323 Bureau o f Intelíigence and Research, Department of State, Chile:
A Precarious Searchfor Good Latin American lielalions, Intelíigence Note
(4 /6 /19 7 1) s NARA, <foia.state.gov>.
324 “El fracaso de una provocación”, El Siglo. 9 /8 /19 72.
325 Véase “Declaración del Secretariado Nacional del MIR frente al pro­
blema de los revolucionarios argentinos” , en Miguel Enríquez, Con
vistas a la esperanza, p. 156.
326 El Rebelde, 22./8/T972.
327 Fernandois, Chile y el mu ndo, 1970-1973, pp. 123-134.
328 El Mercurio, 19 /8 /19 7 2 , p. 1.
329 El Mercurio, 2 4 /8 /19 7 2 , s.p.
330 Julio Santucho, Los últimos guumaristai, p. 139.
3 31 'El Mercurio. 2 6 /8 /19 72 , p p 1 , 1 2 .
332 El Mercurio, 28 /8 /19 7 2 , p. 1.
333 “Secuelas de un asilo”, Chile Hoy, 1° de septiembre, p, 25.
334 José Carrasco Tapia, “La fuga que conmovió ai continente” , Punto
Final. Documentos, 166, 1972.
335 Embajada de Chile en Buenos Aires, "Extrañas versiones en caso
Sailustro” , 18/4/.! 972. Colección Argentina, voí. 1806, Archivo del
Ministerio de Relaciones Exteriores, Chile.
336 Véanse las declaraciones de Luís Fernández Oria en The Rules of the
Carne. Allende's Chile, the United States and Cuba,, 1970-1973, disertación
de doctorado, London Schoo! of Economics and Political Science.
2008, p. 103; Liarmer, Allende’s Chile and. the lnter-Aw.eri.can Coid War.
337 Gorriarrán,- ob. cit., p. 132.
338 Correspondencia electrónica con el autor.
339 Ministerio del Interior, ob. c it, p. 134.
34-0 “Uruguay: un solo camino, la guerra revolucionaria”, El Combatiente,
6 5 ,19 / 12 / 19 7 3 .
341 “Chile, la posición del MIR” , El Combatiente, 70, 30/7/1.972.
342 “ERP. Guerra de Masas”, E l Rebelde, 4(44), 22/8 /19 72.
343 “Nuestra posición en la situación política actual”, El Combatiente,
7 0 .30 /7 /19 7 2 .
344 Miguel Enríquez, “La posición del MIR” . Punto Final. Documentos,
9 /5/19 72, pp. 11-16 .
345 “En homenaje a Lamarca el MIR plantea sus lincamientos políticos".
Punto Final. Documentos, i 7 / 1 0 / 1 9 7 1 . pp. 28-29.
346 íd.
HACER LA REVOLUCIÓN

347 Véanse Miguel Enríquez, “La.alternativa de Chile es socialismo o


fascismo”, Punto Final Documentos, 9 / 1 1 / 1 9 7 1 ; Edgardo Enríquez, “La
conciliación: caldo de cultivo del fascismo”, Punto-Final, 10 /10 /19 7 2 ,'
pp. 5-7.
348 “Bolivia: golpe fascista, última advertencia para Chile”, El Rebelde,
5(5), 2 8 /8 /19 7 1, p, 1 1 ; Rene Xavaleta Mercado, “Brasil y Estados
Unidos. Por qué cayó Bolivia en manos del fascismo”, Punto Final.
Doam'éntos, 2 3 / 1 1 / 1 9 7 1 , pp. L 16 ; Eleno, “Bolivia. El botín de ios
gorilas brasileros” , Punto Final 7 / 1 1 / 1 9 7 2 , pp. 22-26,
349 Tanya Harmer, ob. cit., p. 228.
350 “El horror de las torturas y los crímenes en Brasil”, Punto Final,
■ 2 /2 /l!M 71, p. 8 ; “Uruguay. El ejército a cargo de las torturas”, Punto '
Final, 20/6 /19 72, p. 20; “Las torturas en Argentina”, Punto Final,
2 /7 /19 7 2 , p. 12; “Bolivia: desde las cárceles se sigue luchando”, Punto
Final, 19 / 12 / 19 7 2 , p. 10..
351 Véanse “Uruguay: los ensayos del pentágono”, Punto Final,
5 / 12 /19 7 2 , p. 1 1 ; “Entrevista a Eleuterio Fernández Huidobro”, en
.Aldrighi, Memorias de insurgen,ría, p. 86 .
352 Entrevista de Hilda Amalia Garcés con el autor.
353 El recuerdo de quienes participaron en esas reuniones es un tanto
confuso. Hasta el momento consulté a dos de tos tres que sobrevi­
vieron al tiempo y las dictaduras: Andrés Pascal Allende, del MIR,
y Efraín Martínez Platero, del MLNT. También intenté entrevistar
a Luis Mattini, del PRT-ERP, pero no respondió mi solicitud. Si
tornamos como punto de partida el listado de jos participantes que
John Diriges propuso en The Candor Years, ios únicos que siguen vivos
son los tres dirigentes ya mencionados. Mario Roberto-Santucho y
Domingo Menna (PRT-ERP), Miguel y Edgardo Enríquez y Alberto
Vííiabeia (MIR), y Wiiliam Whitelaw (MLNT) fueron asesinados
en diferentes procedimientos represivos. Por otra parte, Enrique
Gomarán Merlo (PRT-ERP) y Nelson Gutiérrez (MIR) murieron en
los últimos años. Véase la lista en Diriges, ob. cit., p. 51.
354 JC R , “Editorial: junta de Coordinación Revolucionaria. Orígenes y
perspectivas”, Reinsia Che, 2 /2 /19 7 5 .
355 Entrevista de Andrés Pascal Allende con el autor.
356 María Seoane, Tocio o nada. La historia secreta y pública, di Maño
Roberto Santucho, el jefe guerrillero de ios años setenta, Buenos Aires,
Sudamericana, 2003, p. 184; Eduardo Weisz y José Luis Bournasell,
El PRT-ERI*: nueva izquierda e izquierda tradicional Buenos Aires, CCC.
2004, pp. 69-73.
357 Véanse JC R , “Orígenes” , y entrevistas a Pascal Allende y Martínez
Platero realizadas por el autor. También Diriges, oh. cit., pp. 41-63.
358 Entrevista de Osvaldo Torres con el autor.
359 Id.
360 Véanse Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, El golpe después del golpe.
Leigh vs. Pinochel. Chile 1960-1980, Santiago, LOM, 2003, cap.^2;
Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, ‘“ Todos juntos seremos la historia:
Venceremos’. Unidad Popular y Fuerzas Armadas”, en julio Pinto
Vallejo (comp.), Cuando hicimos historia, la- experiencia de la Unidad
Popular, Santiago, LOM, 2005, pp. 177-206.
361 Véase María Laura Lenci, “Cámpora al gobierno, Perón al poder. La
te nele ncia revo 1u cio n ari a de 1 p e io ni sm (j an te las e Iec cio ne s cie i 1 1 cié
NOTAS 2 5 5

marzo de 19 7 3” , en Alfredo Puciarelli (ed.), La primacía de la política.


Lanus.se, Perón y la nuex>a izquierda en tiempos del GAN, Buenos Aires,
Eudeba, 1999, pp. 167-205.
362 “El grito de Buenos Aires, Allende y Perón, un solo corazón". Chile
Ho¿ 1/ 6 / 19 7 3 , p. 7.
363 Entrevista de Efraín Martínez Platero con el autor; JC R , “Orígenes
y perspectivas”.
364 íd.
365 En una declaración conjunta del PRT-ERP y el MLNT, se explicaba
que Gerardo Alter “había sido enviado al Uruguay en ejercicio del
internacionalismo proletario, concepción común a ambas organiza­
ciones”. MLNT Dirección Política del PRT-ERP, “Ame el asesinato en
la tortura de los compañeros Gerardo Alter y Walter A rteche”, .1973,
Archivo de la Lucha Armada David Campera. GEIU, Montevideo,
Uruguay. Gacciavilliani murió en un enfrentamiento con el Ejército
como miembro de la compañía de monte RosaJiménez del PRT-ERP
en Tucumán. Véase “Hugo Gacciavilliani”, 1974. Archivo de la Lucha
Armada David Cámpora, GEÍU, Montevideo, Uruguay.
366 Peredo, ob. cit., p. 120; Rodríguez Ostria, ob. cit, p. 588.
367 Para entender la posición de Cuba, véase Harmer, ob. cit.
368 Marambio, Las armas de ayer, p. 121.
369 Véanse Héctor Mendoza y Caamaño, Chile,'surgimiento y ocaso de
una utopía, 1970-1973. Testimonio de un diplomático mexicano, México,
Secretaría de Relaciones Exteriores, Acervo histórico diplomático,
2004; Marambio, ob. cit..; Aldrighi y Waksman, ob. cit., p. 80; Jorge y
Fernández Huidobro, Chile roto.
370 información tomada de Comisión Nacional de Verdad y
Reconciliación, Informe Reüig, Santiago, Del Ornitorrinco, 1991.
37 1 Mario Carees y Sebastián Leiva, Et golpe en La Legua. Los caminos de la
historiay la memoria, Santiago, LOM, 2005, p. 110.
■ 372 Jorge Arrale y Eduardo Rojas, Memoria cié la izquierda chilena
(1970-2000), t H, Santiago', Vergara, 2003, p. 189.
373 Pedro Naranjo Sandoval, “La vida de Miguel Enrique/ y el MIR”. en
Pedro Naranjo y otros, Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en
Chile, Santiago, LOM, 2004, p. 83.
374 “Reportaje al MIR". Transcribimos el reportaje al secretario general
dei MIR, compañero Migue! Enríquez, 8 /10 /19 7 3 , Resistencia, vocero
de los comandos de apoyo a la Resistencia Revolucionaria Chilena, 1 (2),
Buenos Aires, CeDInCI.
375 Véanse “El pueblo argentino con Chile” y Mario R. Santucho. “Las
enseñanzas del proceso chileno”, El Combatiente, 91, 2 1/ 9 / 19 7 3 ,
p p .2 , 1 2 .
376 Luis Cerda. “Aspectos internacionales de la revolución latinoamerica­
na'’, Correo de la Resistencia, 9, julio-agosto de 1975, pp. 60-61,
377 Carta de Perón al general Prats, 2 0 / 11/ 19 7 3 , en <www.eIortiba.org/
cs_doc3.html#Carta_al„ General_Prais_>.
378 “Telex 909, Embac.hile Baires”, 14 / 12 / 19 7 3 , Colección Argentina,
vol. 1837, Archivo General Histórico, Ministerio de Relaciones
Exteriores, Chile.
379 “Teiex 937, Ernbachile Baires”, 2 8 /12 /19 7 3 , Colección Argentina,
vol. 1837, Archivo General Histórico, Ministerio de Relaciones
Exteriores, Chile.
2 56 H A CER LA REVO LUC l ÓN

380 “El ERP seguirá combatiendo”, Estrella Roja, 25, 2 1/ 1.1/ 19 7 3 , p. 6 .


381 Caiveiro, Política y/o violencia, ob. cit., p. 137. Para cuantifkadones
de los hechos de violencia entre 1973 y 1976, véanse Inés ízaguirre y
otros, Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. Antecedentes,
desarrollos y complicidades, Buenos Aires, Eucieba, 2009; María José
Moya-no, “Argentina: guerra civil sin ha tal ias", en Peter Waídmann y
Fernando Reinares (comps.), Sociedades en guerra civil. Conflictos violen­
tos de fsumpa y .América Latina, Barcelona - Buenos Aires, Paidós, 1999.
Uno cíe los miembros de la dirección del PRT-ERP señaló, en tono
autocrítico, que su accionar omitió a estos grupos parapoliciales. En
su opinión, el fuerte marco ideológico de esta organización limitó el
entendimiento de la dimensión represiva de estos grupos. Véase Luis
;- Máttmi, Hombres y mujeres del PRT-ERL'. De Tucumán a La Tablada, La
Plata, De 3a Campana, 1995, pp. 246-251.
382 Véanse PRT, El peronismo ayer y hoy, México, Diógenes, 1.974; “El PRT
a los compañeros del peronismo revolucionario”, El Combatiente, 81,
16 /7 / 19 7 3 , p. 7.
383 A modo de ejemplo, véase Mario R. Santucho, “Las enseñanzas del
proceso chileno” y “El ERP seguirá combatiendo".
384 Para un repaso dé las acciones del PRT-ERP, véanse Matiim, ob. cit,;
Carnovate, ob. cit.; Gustavo Plis Stenberg, Monte Chíngalo. La mayor ba­
talla de la guerrilla argentina, Buenos Aires, Booket, 2006; Pablo Pozzi,
“Por las sendas argentinas ” El PRT-ERP. La. guerrilla marxista, Buenos
Aires, Eudeba, 2001; María Seoane, Todo o nada. La historia secreta
y pública de Mario Roberto Santucho, el jefe gu,milhro de los arlos setenta,
Buenos Aires, Sudamericana, 19 9 1; Daniel De Santis, La hiüoria del
PRT-EPJJpor sus protagonistas, Buenos Aires, Estación Finlandia, 2010.
385 Datos tomados de Pablo Pozzi, ob. cit, p. 81.
386 íd.
387 De Santis. ob. cit., p. 100; Seoane, ob. cit., p. 80.
388 De Riz, ob. cit., pp. 148-149.
389 Mattini, ob. cit, p. 256. '
390 “Hechos de Azul. Recortes periodísticos, t. III, 19 / 1/ 19 7 4 ”, MDS.
Legajo 1453, Archivo Dipha.
391 JC R , “A los pueblos de América Latina. Declaración Conjunta”,
Estrella Roja, 3 1, 4/ 3/19 74 , pp . 1 0-14. .
392 Véanse Peredo. ob. cit., p. 1.20; Aldrighi, Memorias de inmrgencia,
pp. 347-348. En agosto de 1974, se publicó un informe en el Caneo
de la Resistencia del MIR donde se afirmaba que, como resultado del
dinero obtenido por el secuestro, se dividirían cinco millones de dóla­
res entre las cuatro organizaciones de la }CR. Véase “ERP, internacio­
nalismo proletario”, Correo de la Resistencia, 2/8 /1974, p. 22. El reparto
del dinero generó un problema político dentro de la JGR, ya que el
millón de dólares que correspondía al MIR fue entregado a miembros
del MLNT quienes, a su ve./,, se comprometieron a entregárselo a los
chilenos, pero no io hicieron. La mención de este episodio se repite
en múltiples testimonios. Véase Gorriarán, ob. cit., pp. 203-206.
393 Véanse De Santis, ob. cit.. pp. 473-503; Mattini, ob. cit., pp. 285-299.
394 Véase “La guerrilla rural y urbana”, Estrella Roja, 35, 1/7 /19 7 5 ,
pp. 2-3. El planteo tiene aspectos en común con los postulados de
Angel Bengochea a comienzos de los sesenta. Véase Juan fosé López
Silveiva v Angel Bengochea. Guerra de gueniMas, Montevideo, Uruguay,
1970, cap. 2.
NO T A S 257

395 Bengochea era uno de los cuatro presidentes honorarios del


IV Congreso del PRT -junto con Guevara, Trotski y Ngruyen van
Troi-, cuando se decidió apostar a ia lucha armada en 19G8.
Véase El Combatiente, 1, 6/3/19 6 8 . ■■
3 % De Santis, ob. cit., p. 498.
397 JGR, “Pacto militar contra los pueblos de América Latina” , enero
de 1976, París, Archivo de ía Lucha Armada David Cámpora, CEIU,
Montevideo, Uruguay.
398 Véase Santiago Garaño, “Ei monte tucumano como ‘ teatro de
operaciones’ : las puestas en escena del poder durante el Operativo
Independencia (Tucumán, 1975-1977) ”, Nuevo Mundo Mundo;;
Nuevos, Cuestiones del tiempo presente, 201 l s criuevomundo.revues.
■org/62119> .
399 A modo de ejemplo, véanse “Condecoraciones”, Estrella Roja, 40,
p. 20; “Grados y reglamentos en eí ERP”, Estrella Roja, 42, p. 20;
“Número especial: La verdad sobre Tucumán”, Estrella Hoja,
6 3 .2 / 1 1 / 1 9 7 5 . .
400 “Carta de un revolucionario latinoamericano”, Roktín Interno,
42, 2 7 /4 /19 7 3.
401 "Reportaje al teniente Arm ando”, Estrella Roja,, 63, 2 / 1 1 /19 7 5 ,
p. 9. Se conoce la participación de los militantes uruguayos Rutilio
Bentancourt y Hugo Cacciavillani y del técnico forestal sueco
Svante Grande. Véanse “Chile. La guerrilla de Panguipulli”, Estrella
Roja, 7 1, 14 /3 / 19 7 6 , pp. 4-6, 16; “Galería de nuestros mártires”,
Correo Tupamaro, 1(6), octubre de 1976, Archivo de la Lucha
Armada David Cámpora, CEIU, Montevideo, Uruguay; Alvaro Rico
(Comp.), Investigación histórica sobre la dictadura y el tenorismo de Estado
en el Uruguay (1973-1985), 1 .1 , Montevideo, Udelar-CSIC, 2008,
pp. 144-145,
402 Para un repaso histórico de 1a acción del MIR en ia dictadura chilena,
véanse ju lio Pinto Vallejo, “¿Y la historia les dio la razón? El MIR en
dictadura, 19 7 3-19 8 1”, en Verónica Valdivia, Rolando Aivarez yjulio
Pinto, Su revolución contra nuestra revolución, Izquierdas y derechas en el
Chile dePinocheí (1973-198.1), Santiago, LOM, 2006; Carlos Sandoval
Ambiado, Movimiento de Izquierda Rruolucumaria. Coy<unluras y vivencias
(1973-1980), Concepción, Escaparate, 2 0 11.
403 Para profundizar sobre este episodio, véase el testimonio de Carmen
Castillo, Un día de octubre en Santiago, México, Era, 1982, p. '117.
404 Correo de la resistencia, 3-4. septiembre-octubre de 1974, pp. 31-32.
405 Luis Mattini, Los perroa. Memorias de un combatiente revolucionario,
Buenos Aires, Cominent.e-Pax, 2006, pp. 116 -125.
406 Comisión Política MIR. “La táctica del MIR en el actual período”,
diciembre de 1973, en Miguel Enríquez, Con vísta a la esperanza,
Concepción, Escaparate, 1998, p. 314.
407 Boletín Interno, 65, agosto de 1974. Mattini reconstruye algunos aspec­
tos de esta polémica en Hombres y mujeres del PRT-ERP, pp. 300-307.
408 Para repasar algunos aspectos de estos diálogos posteriores entre
ambas organizaciones, véanse Mattini, ob. cit., p. 378; Jo h n Diriges,
ob. cit., p. 84. En 1975 1a dictadura publicó una compilación de docu­
mentos de organizaciones de izquierda con el objetivo de mostrarle a
la OEA las dimensiones del “accionar subversivo”. Uno de los textos
contiene información interesante sobre los contactos del MIR con
2^8 HACER LA REVOLUCIÓN

el ERP. Aún no me ha sitio posible confirmar la veracidad de ese


documento. Véase “Texto de Carta de Gabriel”, en La.situación de los
derechos humanos en Chile, vol. 2, Santiago, Talleres Gráficos La Nación,
1975, p . 255.
409 Entrevista a Hernán Aguiló, “Debimos detener las acciones armadas
antes”, La Nación, 4/2/2007, <www.la nación. d>. ■’■
410 La decisión de abandonar la consigna del “ ¡No' asilo!” generó una
íuerte discusión interna. Véase Sandoval, Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, Coyunturas y vivencias (1973-1980), pp. 337-380.
4 11 Nancy Guzmán, “Edgardo Enríquez fue asesinado en Buenos Aires”,
La N ckiófif'20/l2/2009, <www.lanacion.cJS:>.
412 En 1975 fueron asesinados el “Sargento Dago” Domingo Villalobos
y Svante Grande, dos militantes del MIR que participaban en la
compañía de monte en Tucumán. Ese mismo año fue secuestrado en
Asunción Jorge Isaac Fuentes, quien venía de una misión de la JC R en
Perú, jorge Angel Machuca Muño?,, Claudio Melquíades y Heriherto
Leal fueron secuestrados en marzo de 1976. Edgardo Enríquez
fue secuestrado y desaparecido un mes después. Patricio Biedma,
Mario René Espinoza, Homero Tobar Aviles y Miguel Orellana de­
saparecieron a mediados de 1976. Véanse Chile. Comisión Nacional
de Verdad y Reconciliación, ob. cit; “Desaparecidos chilenos en
Argentina”, <www.desaparecidos.org/arg/chile>.
4 13 Simposio de Viña del Mar. Montevideo, MLNT, Archivo de la Lucha
Armada David Cámpora, CEIU, Montevideo, Uruguay; Aldrighi,
Memorias de la in.mrgen.cia, pp. 245-456.
414 “Breve síntesis histórica de la organización”, 1976, Archivo de la
Lucha Armada David Cámpora, CEIU.. Montevideo, Uruguay; Astrid
Arrarás, Armed, Slruggle, Political Leaming and Participation in Democracy.
The. Case of the Tupamaros, tesis de doctorado. Princeton, 1998, Archivo
de Ja Lucha Armada David Cámpora. CEIU.
415 Véanse Carta de renuncia; “Las razones de nuestra ruptura”, Archivo
de la Lucha Armada David Cámpora, CEÍU, Montevideo, Uruguay;
“Entrevista a Luis Alemañy”, en Aldrighi, Memorias de ínsurgencia,
pp. 317-343; Jim ena Alonso y Magdalena Figueredo, “El caso de los
‘renunciantes'”. Cuadernos de la Historia Reciente,. 6 , 2010.
416 Véase “Desgrabación de Gabriel hoja 9”, Descassettamiento, Archivo de
la Lucha Armada David Cámpora, CEIU. Para una visión del conflicto
interno desde la perspectiva de esta fracción, véanse Andrés CuIteUi,
La revolución necesaria, Montevideo, Colihue, 2006; “Tupamaros.
Documentos y comunicados. 1974-1975” , Archivo de la Lucha
Armada David Cámpora, CEIU.
417 Sobre la proletarizado», véanse el debate en el Comité Central,
Descasseitamiento, Archivo de la Lucha Aliñada David Cámpora, CEIU;
MLNT, “MLN (Tupamaros): Balance, situación actual y perspectivas”.
Che Guevara. Revista de, la.fuñía de Coordinación Revolucionaria, 2, febre­
ro de 1975.
418 Véase el influyente documento del PRT-ERP, redactado por Luis
Ortolani, “Moral y proletarización”, Políticas de la memoria, 4, verano
de 2004-2005, p. 96.
419 “Menna cassette 18 ” , Descassettamiento, Archivo de la Lucha Armada
David Cámpora. CEIU.
N O TAS 2 5 9

420 “Cassette n'J 6 , hoja 6 ” , Descassettamimto, Archivo de la Lucha Armada


David Cámpora. CEIU.
421 Véase “Entrevista a Domingo” , en Aldrighi, Memorias de. insurgenüa,
422 Rodríguez Ostria, ob. cit.
423 Sivak, ob. cit., p. 8 1.
424 Sobre la relación entre Torres y Sánchez,.véase Gallardo Lozada,
ob. cit,; sobre ías relaciones de Sánchez con el PRT-ERP, véanse
Gorriarán, ob. c it, pp. 235-237; Sivak, ob. cit., p. 83.
425 Véase Peredo, ob. cit
426 Ibíd., p. 132.
427 Ibíd., p. 133. . ';
428 ELN Bolivia, “Nace el PRT de Bolivia”, 6 /4 /19 7 5, Archivo de la
Lucha Armada David Cámpora, CEIU.
429 “Parte información procedente de SJDE, Asunto: Injerencia del Partido
■ Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Argentina en la promoción del
similar boliviano”, MDS, Legajo 3393, Archivo Dipba.
430 Las evaluaciones de ese momento son disímiles. Para el historiador
Gustavo Rodríguez Ostria, e! partido ya no gravitaba y la em ergen­
cia de agrupaciones como ei M IR y el PS1 fue una alternativa de
recambio a la izquierda armada. A fines de 1975 y comienzos de 1976,
gran parte de su red de militantes estaba desarticulada. Jo h n Dinges
plantea una visión algo más positiva: Sánchez habría reunido a 150
militantes armados que preparaban el retorno del general Torres
en diferentes aéreas mineras y en las ciudades más importantes
de Bolivia. Véanse Rodríguez Ostria, ob. cit., pp. 569-599; Dinges,
ob. cit, pp. 150-155. . . .
431 Diriges, ob. cit, pp. 150-155.
432 Véase “Relaciones (1974)” , Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
433 “Participación clandestina de un equipo técnico argentino de una
filmación de películas subversivas”, MDS, Legajo 29 775, Archivo de
la Dirección de Inteligencia, de la Provincia de Buenos Aires; “Pautas
de discusión de objetivos y tareas del frente de cine de la JC R , 1977”,
Archivo de la Lucha Armada David Cámpora, CEIU.
4-34 Los tres números están en el Archivo de la Lucha Armada David
Caro pora, CEIU.
435 Véanse MDS, Legajos 15 174 y 3010, Archivo de la Dirección : .
de inteligencia de la Provincia de Buenos Aires, También
“Memorándum 1-09/975, ju n ta de Comandantes en
Jefe, Servicio de Información de Defensa, Departamento
III-Planes-Operaciones-Enlace”, en Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros (MLNT). índice cronológico de documentos, Actualización
histórica sobre detenidos desaparecidos, Uruguay, Presidencia de
la República, 2 0 11, pp, 80-84, <www.presidencia.gub.uy/wps/'■:
wcm/connect/presidencia/porta! presidencia/comunicación/
informes/i nvestigacion-historica--sobre-detenidos-desaparecidos>,
436 “JC R Modelo 1. El pueblo construye para la guerra”, Estrella Roja,
4 ,8 /2 2 /19 7 2 .
437 Véase “MLNT Documento 9” , Anexos, Actualización histórica so­
bre detenidos desaparecidos, p. 6 , <www.presidencia.gub.uy/wps/
wcrr)/con nect/presidencia/portalpresiden cía/com unicación/
inforrn es/in ves ti gacion-h istori ca-sobre-de ten ¡dos-desapareci dos>.
260 H ACER LA REVOLUCIÓ N

438 Rosendo Fraga, Ejército. Del escarnio al poder (1973-1976), Buenos Aires,
Planeta, 1988, p. 276.
439 Marina Franco, Un enemigo para la nadan. Orden interno, violencia y
subversión, 1973-1976, Buenos Aires, FCE, 2012, cap. 6 .
440 Patrice Me Sherry, Los Estados depredadores. La Operación Cóndor y la
guerra, encubierta, en América Latina, Montevideo, De la Banda Oriental,
2009, p. 12.1; Martín Edwin Andersen, Dossier secreto. Argentinas
Desaparecidos and the Myih of the Dirfy-War, Boulder, Colorado,
Westview Press, 1993, p. .108.
441 Véase Kornbluh, "The Pinocket File. Las autoridades uruguayas también
comenzaron a coordinar operaciones con el Estado argentino
duranie 1974. Véanse Alvaro Rico (comp.), Investigación histórica sobre
la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay, Montevideo, Udelar,
2008, pp. 94-103, 686-693; Cultelli, oh. cit." p. 145.
442 La mayoría de la información relevante sobre los secuestros
se encuentra en los llamados Archivos del Horror. Centro de
Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos
(CDYA), Asunción, Paraguay, <www.gmi.edu/~nsarchiv/GDyA/
index.htm>. Véanse Alfredo Boccia Paz, Myriam Angélica González
y Rosa Palau Aguilar, Es mi informe. Los archivos secretos de la policía d£
Stroessner, Asunción, CDE, 1994; Dinges, ob. cit.
443 Dinges, ob. cit., pp. 82-126.
444 “Primera reunión de inteligencia nacional", en Operación Condormid
Archivo del terror, en el sitio del National Security Archive, <www.gwu.
edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB239b/index.htm>.
445 JC R , “Pacto militar contra los pueblos de América Latina”, enero de
1976, París, Archivo de ¡a Lucha Armada David Cámpora, CEIU.
446 MDS, Legajo 3010, Archivo de la Dirección de inteligencia de la
Provincia de Buenos Aires.
447 Comité Central Ampliado, “Viemam Liberado”, El Combatiente, 175,
3 0 /7 /19 7 5 , p. 4.
448 (huí., p. 2.
449 Véanse Caiveiro, Política.y/o violencia; Liliana de Rix, ob. cit.; Juan
Carlos Torre, Los sindicatos en el gobierno, 1973-1976, Buenos Aires,
CEAL, 1989; Martin Edwin Anderssen, Argentina’* Desaparecidos and
the Myth of theDirty War, Boulder, Colorado, Westview Press, 1993;
Alfredo Puciarelli, ob. cit.; Richard Gillespie, Los soldados de Perón,
ob. cit.; Maristella Svampa, “El populismo imposible y sus actores,
1973-1976”, en Daniel Jam es (dír.), Nueva h-istoria argentina. Violencia,
proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Sudamericana,
2003; María.José Moyano, “Argentina: guerra civil sin batallas” , en
Peter Waldmann y Fernando Reinares (comps.), Sociedades en guerra
civil. Conflictos violentos de Europa y América Latina, Barcelona - Buenos
Aires, Paidós, 1999.
450 Sobre la visión militar del Operativo Independencia, véanse Acde'i
Vil as, Tucumán. Enero a diciembre de 1975, <www.nuncamas.org/in-
vestig/vi!as/acdeL00.htm>; Famus, Operación independencia. Buenos
Aires, Fanrus, 1988. Sobre la visión del PRT-ERP de esa experien­
cia, véanse “Numero especial: La verdad sobre Tucumán” , Estrella
Roja, 63, 10 / 12 / 19 7 5 ; De Santis. ob. cit. Sobre las violaciones a los
derechos humanos cometidas durante el Operativo Independencia,
véase In forme d.e la Comisión fíkameral Investigadora de las Violaciones a
N O TAS 2 6 ]

los Derechos Humanos de Tucurnán, Madrid, lépala, 1991. Acerca de la


interpretación del Operativo Independencia como antesala de! terro­
rismo de Estado, véase Pilar Calveiro, Podc^y desaparición. Para ahon­
dar en enfoques sobre Tucumán, véanse Santiago Garaño, “El monte
tucumano como ‘teatro de operaciones’: las puestas en escena de!
poder durante el Operativo independencia (Tucumán, 19 75-19 77)”;
Anderssen, ob. cit., pp. 124 -157; De Santis, ob. cit., pp. 473-503.
451 Para ia reconstrucción de esta acción, véase Gustavo Plis-Sterenberg,
Monte CMngolo. L a mayor batalla de la guerrilla argentina, Buenos Aires,
Booket, 2006.
452 Boletín Interno., 98, 2 7 / 12 / 19 7 5 , p. 2.
453 “Ajusticiamiento de un traidor”, El Combatiente, 200. 2 1 / 1 / 1 9 7 6 ,
pp, 3-4.
454 Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, ob. cit.
4-55 Patricio Rivas, Chile, un largo septiembre, Santiago, LOM, 2007, p. '167.
456 Madres y Familiares de Detenidos Desapareados (Uruguay), ob. cit.
457 Culteüi, ob. cit., pp. 147-154.
458 SIDE, “Parte de inteligencia n. 06/76. Asunto: Modificación del equi­
librio de fuerzas subversivas contrasubversivas en el plano geopolúi-
co”, MDS, Legajo 22 8 51, Archivo de la Dirección de Inteligencia de
la Provincia de Buenos Aires.
459 “Boletín del Secretariado Europeo. Información estrictamente
■reservada a los equipos centrales de cada país” y “Carta de Pepe”,
Estocolmo, marzo de 1976, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
460 "Relaciones”, sX , Archivo de la Lucha Armada David Cámpora, CEIU;
JC R . “Acuerdo sobre relaciones políticas (junio 1977)”; ''Criterios
para trabajo de solidaridad (junio 1977)”, Archivo de la Lucha
Armada David Cámpora, CEIU.
461 “Relaciones”, cit.
462 “Boletín de! Secretariado Europeo, información estrictamente
reservada a los equipos centrales de cada país”, 6, Archivo de la Lucha
Armada David Cámpora, CEIU; SIDE, “identificación del abogado ar­
gentino que gestionó en Suiza 3a intervención de una misión extranje­
ra en nuestro país”, 1 6 / 1 / 1 9 7 6 , MDS, Varios, Legajo 4384, Archivo de
la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires.
463 Véase Vania Markarian, Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el
exilio y las redes transnacionales de derechos humanos, Montevideo, De la
Vasija-Correo clei Maestro, 2006,
464 “Relaciones”, cit.
465 íd.
466 Para una excelente revisión de estas transformaciones, véase Tan ya
Harrner, ob. cit.
467 i Congreso de! PCC, Tesis y resoluciones, La Habana, Editorial Ciencias
Sociales, 1978. p. 523.
468 Luis Mattini, Los perros. Memorias de un combatiente revolucionario,
Buenos Aires, Continente-Fax, 2006, pp. 179-183; Rodríguez Ostria,
ob. cit., pp. 221-223.
469 Véanse Peredo, 'Volvimos a las rnontañas. p. 118 ; entrevista a Efraín
Martínez Platero realizada por ei autor. 25/1/20 08 .
470 Véase Harrner, ob. cit.
471 1 Congreso del PCC. Tests y resoluciones, p. 514.
H A CER LA REVOLUCIÓ N

472 En 1975 los siguientes países habían reí nielado relaciones con Cuba:
Argentina, Bahamas, Barbados, Colombia, Guyana, Panamá, Perú,
Trinidad y Tobago, Venezuela.
473 Interpol, Ministério da justicia, “JC R ”, 1975, Archivo GDYA.
474 “Estas organizaciones son ei MIR venezolano, ei Partido Socialista
de Puerto Rico, el Frente Sandinista de Liberación Nacional de
Nicaragua, ei Ejército Guerrillero de los Pobres de Guatemala, el
Frente dé' Liberación Nacional Farabundo Martí de El Salvador,
el Movimiento Revolucionario del Pueblo y el Partido Socialista
de Costa Rica, el MAPU de Chile, el MR8 de Brasil, el Movimiento
Revolucionario 19 de Abril (M-19), ei ELN y las FARC de Colombia,
el Movimiento Montonero de Argentina”. JC R , “A los secretarios de
Argelia, Francia y México. Líneas de acción y plan de trabajo JC R ”,
p. 5, Archivo de la Lucha Armada David Cámpora, CEIU.
475 En octubre de 1977. la JC R planificó una reunión de movimientos
revolucionarios en Venezuela. “Plan de tareas del Secretariado
Ejecutivo de la JC R ”, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
476 Rivas, ob. cit., pp. 164-167.
477 JC R , “A los secretarios de Argelia, Francia y México. Líneas de
acción y plan de trabsyo JC R ”, junio de 1977, y “Estatutos proviso­
rios de la JC R ”, junio de 1977, Archivo de 1a Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
478 JC R , “Estatutos provisorios de la JC R ”, junio de 1977, Archivo de la
Lucha Armada David Cámpora, CEIU.
479 JC R , “A los secretariados de Argelia, Francia, y México. Líneas
de acción y plan de trabajo”, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora. CEIU.
480 Secretariado de la JC R Filial Europa, “Informe ai buró centra! de
la JC R sobre el abandono por parte del ELN del trabajo Junta'en
Europa, problemas derivados y necesidad de que se implemente una
rápida solución (lebrero 19 76)”, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
481 “Sesión ordinaria 2 5 /6 /7 6 ”, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
482 “Manifiesto JC R ”, Revista Che Guevara, 3, octubre-diciembre de 1977,
p. 18.
483 “Sesión ordinaria 2 5 /6 /7 6 ”, Archivo de la Lucha Armada David
Cámpora, CEIU.
484 Correo (k la Resistencia, edición especial, 3. p. 63.
485 Véase “Relaciones”, cit.
486 MIR .“Carta Pública dei MIR. Unidos avancemos en la guerra popular
a la dictadura”, Correo de la Resistencia, edición especial, 9, febrero de
19 8 1, p. 18.
487 Véause Pascaie Bonneí'oy, Claudio Pérez y Angel Spotorro,
Intemacionalistas. Chilenos en la Revolución Popular Sandinista, Santiago.
Brigada 30 Aniversario de la Revolución Popular Sandinista, 2008;
Enrique Haroldo Gorriarán, Memorias de Brinque Gorriarán Merlo. De
los setenta a La Tablada. Buenos Aires, Planeta, 2003; Víctor Estradet,
Memorias del Negro Pedro. Tupamaros en la revolución sandinista,
Montevideo. Fin de Siglo, 2013.
NOTAS 263

488 Sobre el impacto de] surgimiento del discurso de los derechos huma­
nos en el orden global, véanse Samuel Moyn, The Last Utopia, Human
Rights in History, Cambridge, Harvard University Press, 2010; Barbara
J. Keys, Redaiming American Virtue, the H um an Rights Revolution ofthe
1970s, Cambridge, Harvard University Press, 2014. Para entender el
impacto en la región, véanse Van i a Markarian, Lefi in Transfonnation,
Nueva York, Routledge, 2005; Jam es Green, We Cannot Rema.in Silmt.
Opposition lo the Brazüian Military Dklatorship in the United States,
Durham, NC, Duke University Press, 2010; Kathryin Sikkink, The
fustice Cascade. How H um an Rights Prosecutiom Áre Changing World
Polities, Nueva York, W.W. Norton & Co., 2 0 11.
489 Dos textos que dan cuenta de la influencia de Gramsci en los ochenta
’ son: José Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gmmsci en América Latina,
Buenos Aires, Punto Sur, 1988; Ernesto Ladau y Chanta! Mouffe,
Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una, radicalizaáón de la democracia,
Madrid, Siglo X X I, 1987.
490 Para el caso chileno, véanse Katherine Hite. When the Romance Ended.
Leaders ofthe Chilean Lefi, Nueva York, Golumbia University Press,
2000; Cristina Moyano Barahóna, El MAPUdurante la dictadura.
Saberes y prácticas políticas para una microhistoria de la renovación socialista
en Chile, 1973-1989, Santiago, Universidad Alberto Hurtado, 2010.
Sobre la Argentina, véase Cecilia Lesgart, Usos de la transición a la.
democracia. Ensayo, ciencia y política en la década, del ‘80, Rosario, Plomo
Sapiens, 2003.
491 Véase Fernando Calderón y Elizabeth jelin , Clases y movimientos sociales
en América Latina. Perspectivas y realidades, .Buenos Aires, Centro de
Estudios de Estado y Sociedad, 1987.
492 Sobre la Operación Retorno, véanse julio Pinto y Sebastian
Leiva, “Punto de quiebre. El MIR en los ochenta”, en Verónica
Valdivia y otros, Su revolución contra nuestra revolución. La pugna,
marxisia-gremialista, en los ochenta, vol. 2, Santiago, LOM, 2008; Igor
Goicovic, ob. cit. Por testimonios, véanse Rivas, ob. cit... y Comité
Memoria. Nel turne, Guerrilla, en Neltume, Una. imUma de lucha, y raislen- •
cia, en el sur chileno, Santiago, LOM, 2003.
493 Para información del Plan 78, véanse entrevistas a Muñoz, Torres y
Zarriscueta realizadas por el autos:. Véase prensa del MIR, El Correo de
la Resistencia y El Rebelde en la Cla;nd,estinídad.
494 Véase Rolando Alvarez, ‘“ Aún tenemos patria, ciudadanos’ . El
Partido Comunista de Chile y la salida no pactada de la dictadura
(1980-1988),” en Verónica Valdivia y otros, ob. cit., pp. 22-42.
495 Rivas, ob. cit., pp. 189-190.
496 Ibíd.. pp, 164-166; Hernán Vidal, El Movimiento de la Izquierda
Revolucionaria (MIR) de Chile en la,justicia transicional, 20 13, pp. 80-437,
<ideologiesandliterature.org/VIDAL-%20justicia%20Transicio-
nal%20III.pdf>; entrevistas a Muñoz, Zarricueta y Pascal Allende
realizadas por el autor. Acerca del Partido Comunista chileno, véanse
Álvarez, ‘“Aún tenemos patria, ciudadanos’” , cit.; Claudio Pérez Silva,
“De la guerra contra Somoza a la guerra contra Pinochei. La expe­
riencia intemacionalista revolucionaria en Nicaragua y la construc­
ción de la Fuerza Militar Propia del Partido Comunista de Chile", en
Pablo Pozzi y Claudio Pérez (eds.), ob. cit.
497 En Correo de la Resistencia, 8. octubre de 1979, p. 13.
2 6 4 H A C E R LA R E V O L U C IÓ N

498 Entrevista a Zarricueta. Acerca de la participación de ios chilenos


en eí Frente Sor del FSL.N, véase Pascale, Perez y Sp o torno, ob. cit.,
pp. 10-16.
499 Pinto y Leiva, ob. cit.. p. 91.
500 Aseanio Cavalio, Mannel Sal azar y Oscar Sepúíveda. La historia oculta
del régimen, militar, Santiago, Grijalbo, 1997. pp. 257-264, 295-303.
501 Para una versión oficial de! MIR acerca de Nelturne, -véase “Una
experiencia guerrillera”, Lü Rebelde, 180, noviembre de 1981. Véase
también Comité, Guerrilla en Neltume.
502 Pinto y Leiva, ob. cit., pp. 106-107. .
503 Steve J . Stern, BaUlingfor Hearts and Minds. Memory Struggles in ■■
Pinochel's,Chile, 1973-1988, Durham, Duke University Press, 2006, -
p. 222.
504 Rivas, ob. cit.. p. 183.
505 Ibíd., pp. 145-198; entrevista a Torres.
506 Boletín Miguel Enríquez, 3, febrero de 1980, p. 20.
507 Sobre la actuación del Codepu, véase Patricio O rellana y Elizabeth
Hutchison, El movimiento ele derechos humanos en Chile, 1973-1990,
Santiago, Centro de Estudios Políticos Latinoamericanos Simón
Bolívar, .1991, pp. 34-36.
508 Véase Llernan Aguiló, “Inicio de un balance autocrítico de mi militan­
cia revolucionaria” , 2005, <archivochile.com>.
509 “Contra ¡a dictadura y por la liberación popular", Comunicado del
IV Congreso del M IR (Político), 1988, <archivoc.hile.com>; “Única vía a
la democracia” , El Combatiente. Periódico Oficial de la Comisión Militar, 1,
marzo de 1988, p. 2.
510 Para descripciones de la fragmentación política, véanse Pinto y Leiva,
ob. cit., pp. 125-136; Goicovic, ob. cit., pp. 87-98.
5 1 1 Steve J. Stern, Reckoning wilh Pinocket. The Memory (¿uestion in
Democra.ti.c Chile,. 1989-2006, Durham, NC, Duke University Press, 2010,
pp. 36-37; Brian Loveman y Elizabeth Lira, Las ardientes cenizas del
olvido. Vía chilena, ele reconciliación política 1932-1994, Santiago, LOM -
üibam, 2000, pp. 490-539.
5 12 Véanse Codepu. Informe de Derechos Huma,nos, 1990-2000, Santiago,
LOM, 2001; Igor Goicovic, “Transición y violencia política en Chile
(1988-1994)”, Ayer. Revista de Historia Contemporánea, Madrid, 2010,
p. 79; Pedro Rosas, Rebeldía, subversión y prisión política, Santiago. LOM.
2004, cap. 4.
5 13 Entre otros, véanse los documentales de Carmen Castillo, Calk Santa
Fé, 2007, y Macarena Aguiló, El. edificio de los chiknos, 2010. Entre los
testimonios escritos, véanse Carmen Castillo, Un dio de octubre en
Santiago, México, Era, 1982; Guillermo Rodríguez. Hacía elfinal de la
partida, Santiago, LOM, 2007; Rivas. ob. cit.
514 Entre otros, podemos mencionar a Mario Garcé, Julio Pinto, Gabriel
Salazar e Igor Gocovich.
5 15 Algunos colectivos del MIR ejercieron influencia en ios memoriales
establecidos en diversos centros cíe detención y tortura; entre otros, la
Villa Grimaidi, Londres 38 y el memorial José Domingo Cañas. Véase
Ministerio del Interior. Programa de Derechos Humanos, Ckoi^rafia de
la Memoria, Santiago, Ministerio del Interior, 2010.
516 Para una reflexión sobre la trayectoria de los diferentes grupos desde
la perspectiva de sus integrantes, véanse julio Santucho, ob. cit..
n o ta s 265

cap. 3; De Santis, ob. cit., cap. 28; entrevistas a Daniel De Santis


(Archivo Oral, Memoria Abierta) y Enrique Gorriarán Merlo y Luis
Mat.tíni (Archivo de Historia Oral, Instituto Gino Gerrnani, U BA).
Para un enfoque histórico sobre el período, véanse Vera Carnovale,
“De Entre Todos a La Tablada. Redefiniciones y permanencias del
ideario setemista”, PolHis, 6 (12 ), segundo semestre de 2 0 13 ; Claudia
Hilb, “La Tablada: el último acto de la guerrilla setentista” , en Usos del
Pasado. Qué hacemos hoy con los setenta, Buenos Aires, Siglo X X I, 2013.
5 17 Véanse Samuel Blixen, Conversaciones con Gomarán Merlo, Buenos
Aires, Contrapunto, 1988, p. 266; Claribel Alegría y D .J . Flakoll,
Deatk ofSomoza, Willimantic, CT, Curbstone Press, 1996. En cuanto
a la coordinación entre los militares centroamericanos y el ejército
argentino, véase Ariel Armory, Argentina, the United States, and the
Anti-Commmvisi Crusadein Central America, 1977-1984, Athens, Ohio
University' Ceni.er fot International Studies, 1997.
5 18 Para repasar Jas aproximaciones sobre la contraofensiva, véanse
Hernán Eduardo Confino, “Tensiones de un entorno. La contraofen­
siva estratégica Montonera de 1979 y 1980 en Argentina”, Izquierdas,
28, Santiago, ju lio de 2016; Esteban Campos. “¿Locura, épica o tragi­
comedia? Las historias de la contraofensiva montonera en la era de la
democracia consolidada”, Estudios, 29, Centro de Estudios Avanzados,
Universidad Nacional de Córdoba, junio de 2013.
519 Santucho, ob. cit.. pp. 256-259.
520 De Santis, ob. cit., p. .674.
521 Entrevista a Gorriarán, IGG, UBA, sesión 3, y Gorriarán Merlo, ob. cit.
522 Véase colección Entre Todos. Entre el número del 1 / 1 1 / 1 9 8 4 y el
o" 25, impreso en febrero de 1987, se mantuvo ese subtitulo. Después
de esa fecha se retiró la mención a los diversos grupos y solo se man­
tuvo la frase “Los que queremos la liberación”.
523 Felipe Ce les ia y Pablo Waisberg, I .a Tablada: a. vencer o morir- La.
última batalla de la guerrilla argentina, Buenos Aires, Aguilar, 2013,
pp. 103-105, 145-156.
524 Para entender la estrategia del gobierno y su contexto, véanse Claudia
Feld y Marina Franco, Democracia: hora cero. Actores, políticas y debates eh
los inicios de la posdictadura, Buenos Aires. FCE, 2015; Marcos Novaro
y Vicente Palé rano, La dictadura militar, 1976-1983. Del golpe de Estado a
la restauración democrática, Buenos Aires, Paidos, 2003.
525 Véase Decreto 15 7 / 19 8 3 . '
526 Véanse Emilio Grenzel, ob. cit., pp. 57-63; Marina Franco, “La ‘ teoría
de los dos dem onios1 en la primera etapa, de la posdictadura”, en Feld
y Franco, ob. cit
527 Santiago Garaño y W erner Pertot, Detenidos-aparecidos. Presas y presos
políticos desde Trelew a la. dictad,uro, Buenos Aíres, Biblos, 2007, p. 293.
528 Soledad Lastra, Los retamos del exilio en Argentina y Uruguay. Una historia
comparada de las políticas y tensiones en la recepción y asistencia en las
posdictaduras (1983-1989), tesis de doctorado, La Plata, U NLP.
529 Celesia y Waisberg, ob. cit., p. 119 ; Blixen, Sendic, p. 328.
530 “Una nueva propuesta política. Todos por la Patria”, Entre Todos. 17,
mayo de 1986, pp. 20-21.
531 Samuel Blixen, Conversaciones con Gomarán Merlo. Treinta años de lucha
popular, Buenos Aires, Contrapunto, 1988, p. 355.
266 HACER LA R E V O L U C IÓ N

532 Véase “La democracia amenazada”; Entre Todos, 28, primera quincena
de junio de 1987, pp. 10 -11.
533 Celesia y Waisberg, ob. cit., pp. 212-214.
534 MTP, “Los militares avanzan. ¿Qué hacemos?”.
535 Véase entrevista a Gorriarán IGG, UBA, sesión 4.
536 Id.
537 “Anunció Alfonsín medidas para la lucha contra la subversión.
Afirmó que retorna la guerrilla ele ultraizquiercla” , Clarín, 2 5 /1/19 8 9 ,
pp. 2-13; “Integran las Fuerzas Armadas el Consejo de la Nación”,
Clarín, 2 6 /1/19 8 9 , p. 4.
538 A modo de ejemplo, véase la cobertura de la revista El Porteño, febrero
de 1989. Níá* específicamente, el artículo de Eduardo Blaustein,
“Un alfiler menos” , p. 13, o el de Eduardo Aliverti, “Un comando dé
maniáticos” , p, 17.
539 Federico Loreoz, “¿De quién es el 24 de Marzo? Las luchas por la
memoria del golpe de 1976”, en Elizabeth Jelin (ed.), Las conmemora­
ciones. Las disputas en las fechas “infelices”, Barcelona, Siglo XXI, 2002,
pp. 79-80.
540 Véase Hilb, “La Tablada: el último acto de la guerrilla seteuíista”, cit.
541 Federico Lorenz, ob. cit., pp. 87-90.
542 Véanse Nicolás Prividera, M, 2007; Albertina Carri, Los rubios, 2003;
María Inés Roque, Papa h a n , 2004. Para un análisis de parte de
esta producción testimonia] y documental, véase Alejandra Obertí
y Roberto Pittaluga, Memorias en. montaje. Escrituras de la militancia y
pensamientos sobre la historia, Buenos Aires, El cielo por Asalte?, 2006.
543 Entre otros, véanse Eduardo Anguita y Martín Caparros, ob, cit.;
Marta Diana, Mujeres guerrilleras. La militancia de los setenta en el testimo­
nio de sus protagonistas femeninas, Buenos Aires, Planeta, 1996.
544 Véanse Néstor Kirchner, “Prólogo". 10 /10 /2 0 0 4 , <anamariaponce.
blogspot.com.ar>; Federico Lorenz y Peter Winn, “Las memorias de la
violencia política y la dictadura militar en la Argentina: un recorrido
en el año del Bicentenario”, en Peter Winn y otros, No hay mañana
sin ayer. Batallas por la memoria histórica en el Cono Sur, Santiago, LOM, '
2014, pp. 42-43.
545 Conadep, Nunca más. Informe, de la- Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas, Buenos Aires. Eudeba, 2006, p. 8.
546 MLNT, “El documento dei MLNT”, Brecha, 3/2/19 8 9 .
547 “Los ecos de La Tablada: Polémica en la izquierda local” , Búsqueda,
■ -9 /2/19 8 9 ,p. 4.
548 “Raúl Sendic: en Argentina puede haber nuevas acciones armadas
para resistir una sublevación castrense”, Búsqueda, 2/2/1989, p. 5.
549 Leicht, ob. cit., pp. 168-169.
550 María Eugenia Allier, Batallas por la memoria, Montevideo, Trilce,
2010, pp.31-46.
551 “Conferencia del. MLN”, Las Bases, L Í/3/19 8 5 .
552 íd.
553 Arrarás, ob. cit.
554 Véanse Eleuterio Fernández Huidobro, Historia de los tupamaros, 3 ts.;
Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, .Memorias del cala­
bozo, Montevideo, Tae, 1988.
555 Centro Uruguay Independiente:, Documentos. Documento político, 2:
Refmmdum. Montevideo, GUI, 1987, p. 65.
N O TA S 2 6 7

556 “Editorial. El momento exige grandeza”. Mate Amargo, 2 /2 / 19 8 9 .


557 Leicht, ob. c it, pp. 163, 173-19 5.
558 Para una revisión de este proceso, véase M LNT, Resoluciones de la
V Convención Nacional, junio-julio de 1990. Para un análisis del con­
flicto, véase Adolfo Garcé, Donde hubo fuego. El proceso de adaptación dd
M L N Tupamaros a la legalidad y a la competencia electoral (1 985-2004),
Montevideo, Fin de Siglo, 2006, cap. 5.
y
559 Mario Mazzeo, MPP. Orígenes, ideas protagonistas, Montevideo,
Trilce, 2005. .. . .V
560 Garcé,. ob, cit., pp. 13 0 -13 1; . . . .
561 Véase “El ‘fenóm eno Mujica’ . La seducción de un intruso” ,
Brecha, 8 /10 /19 9 9 . . . : . .
562 En 1989, fueron arrestadas seis personas en Brasil por el secuestro
del empresario Abilio Ditviz: cinco chilenos, dos argentinos y un
brasileño. Los militantes luego reconocieron que el operativo fue-
preparado en Managua y que procuraban obtener fm andam iento
para ei MIR y otras organizaciones latinoamericanas. Véase el repor­
taje exclusivo a los huelguistas de hambre en Brasil titulado “Estamos
dispuestos a llegar al fin” , Página/12, 5 / 12 /19 9 8 , p. 19.
563 Goodwin, ob. cit., p. 3.
564 Odd Arne Westad, ob. cit., p. 398.
565 Véanse ¡eremi Suri, Power and. Protest. Global fievolulion and the. Ri.se
of Detente, Cambridge, Harvard University Press, 2003; Immanuel
Waüerstein y otros, Anti-Systemic Movemmts, Londres - Nueva York,
Verso, 1989, cap. 5.
566 Reinhart Koseíleck, Futuras Pasl. On the Semantics of Histarical Time,
Nueva York, Columbia University Press, 2004.
567 Friedrích Engels, D éla autoridad (1873), <marxisfas.org:>.
568 Fran^oise Dosse, ‘‘Del uso razonado del anacronismo", en El. Giro
reflexivo de la historia. Recorridos tfmtmológicos y atención a. las singularida­
des, Santiago, Universidad Finís Terrae, 2 0 12 .
569 Referencia a ia idea planteada por Michelle Trouillot en Sihmcing the
Pasl:. Power and the Production qfHisiO'ij, Boston, Mass. Beacon Press,
1995, cap. 3.

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