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Diplomatura Superior de Evaluación Educativa

MÓDULO I LA EVALUACIÓN EN EL CAMPO EDUCATIVO


CENTRO DE ESTUDIOS A DISTANCIA DE SALTA. Zuviría 778. Salta. 4400. Argentina. Tel. 0387 4220075

EXÁMEN: MÓDULO I “LA EVALUACIÓN EN EL CAMPO EDUCATIVO”

1- Apellido y nombre:
DNI:

2- Apellido y nombre:
DNI:

MODALIDAD: En pareja, domiciliario.


CRITERIOS DE EVALUACIÓN
● Coherencia en la redacción y elaboración personal.
● Argumentación crítica - conceptual a través de posicionamientos teóricos y
lenguaje específicos.
● Desarrollo coherente a lo solicitado en cada consigna.

CONSIGNAS

1. A partir del eje 1 del módulo, elaborar una red conceptual en la que se puedan
identificar claramente las distintas concepciones acerca de la evaluación que se
han ido modificando a lo largo del tiempo.

*Puede utilizar para ello el siguiente programa: https://www.goconqr.com/?


reg_complete=1 . (Puede consultar el tutorial de cómo usar dicho programa)

2. Santos Guerra nos plantea que: “La evaluación más que un fenómeno técnico es
un fenómeno ético”. Teniendo en cuenta lo que nos plantea el autor y a partir de la
lectura del siguiente ejemplo, reflexionen acerca de los siguientes interrogantes:

- ¿Cuáles son los factores y aspectos que condicionan el proceso de evaluación?


- ¿Cuál es el sentido de la evaluación en el proceso educativo? Argumentar no
sólo desde el material de lectura, sino también desde fundamentos vinculados a
su práctica.
- ¿Podemos hablar de una autonomía total del evaluador? ¿Qué vinculación
tienen la participación y diálogo con el proceso de evaluación?

Caso:

La maestra Isabel detestaba las evaluaciones de fin de curso. Estas últimas notas tenían, por lo
general, la característica de dejarle mal sabor de boca. A pesar de intentar evaluar de la manera más
objetiva posible, los resultados no siempre eran un reflejo fiel de su percepción subjetiva.

Tenía buenos alumnos que, luego de un trabajo consistente, apenas lograban superar la media del
grupo; pero todo estaba ahí en las listas. Un mal examen, por aparente nerviosismo, echaba por la
borda el trabajo de todo el curso. Había también los casos de estudiantes con poca disposición para
el trabajo que, mediante las tareas en equipo y con el sólo hecho de haber asistido, lograban una
calificación bastante mayor a la que evidentemente merecían.
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En el ánimo de no dejarse llevar por su sola percepción, la profesora Isabel optaba por respetar los
criterios establecidos en el programa de la materia. Desde el inicio del curso todo el estudiantado
sabía perfectamente cuáles cosas serían objeto de evaluación y cuáles su valor relativo. Así pues, el
malestar producido por las desviaciones a lo esperado encontraban su equilibrio con la certeza de
que todo alumno y alumna sabía de entrada a qué atenerse en materia de calificaciones.

Estricta a decir de muchos estudiantes acostumbrados a la negociación de calificaciones, e inflexible


en opinión de otros profesores que se fiaban en demasía sólo del criterio personal o daban una
importancia menor a los resultados por reportar.

Al inicio del ciclo escolar sucedió algo, uno de los alumnos se presentó con ella de propia iniciativa y
amablemente le dijo su nombre, no sin dejar de hacerle saber que era sobrino de la directora. A
pesar de lo extraordinario del hecho, no se hubiese puesto en alerta la maestra Isabel si el estudiante
hubiera dejado de mencionar que esperaba lograr un diez como calificación final.

Cualquiera que se haya dedicado a la docencia sabe del deseo que provoca la aprobación de un
curso en primer lugar y luego la obtención de la mayor calificación posible. En este caso había un
binomio extraño en el discurso: soy sobrino de la directora y quiero un diez como calificación final.

Otorgándose el beneficio de la duda, la profesora Isabel dejó de lado su desconfianza inicial y dio el
trato regular que daría a cualquier estudiante. Pronto las dudas se disiparon al dar fe de la
dedicación y empeño del joven. Trabajos y exámenes eran impecables en cuanto a contenido y
presentación. Asistencia sin tacha y conducta impecable. Sólo hubo un pequeño detalle de alerta al
percatarse de que algunas tareas no eran presentadas; sin embargo, habiendo quedado claros los
criterios de evaluación, no habría lugar a protestas ni conflictos.

A fin del curso los resultados se presentaron tal como sucede de manera común. Una mínima
cantidad de alumnos con problemas de acreditación, un pequeño grupo concentrando las
calificaciones más altas y por supuesto, el gran segmento de los que ocupaban los sitios intermedios.
En cuanto al sobrino de la directora: ¡Focos de alerta!

Menudo conflicto le había creado. De no haberse presentado en los primeros días de clase con ella,
tampoco habría hecho significativo su resultado. La maestra había revisado con curiosidad rubro por
rubro lo que sería la calificación final. Curioso caso: exámenes y trabajos daban cuenta de que los
objetivos del curso se habían cumplido a cabalidad y de manera inmejorable. Si la evaluación tan
sólo hubiese contemplado estos dos aspectos, sin duda la nota sería de diez, el problema es que
había faltado la entrega de varias tareas que representaban un 20 % de la evaluación final. Así las
cosas y apegándose estrictamente a los números y porcentajes, la calificación que le correspondía
era la de ocho. La maestra Isabel supo de inmediato que habría problemas con el joven

Llegó el desagradable momento de hacerle saber a cada estudiante cuál era la calificación que había
obtenido. Ya se conocen todas las reacciones posibles: el llanto ante una nota reprobatoria, el
suspiro de alivio al escuchar que se aprobó aunque fuera "de panzazo", la expresión de triunfo al
tener una calificación alta, el puchero al no haber logrado lo que se esperaba. El sobrino de la
directora mostró sorpresa: en su fuero interno había la convicción de haber logrado la puntuación
más alta.

Al lunes siguiente la maestra Isabel se enteró de una carta de protesta, en la que el estudiante de
marras esgrimía una serie de argumentos como para que su calificación subiera del ocho al diez.
Palabras más, palabras menos planteaba que:

● Había asistido a todas las clases.


● En todos sus exámenes parciales había obtenido 10.
● Sus trabajos también habían sido señalados como sobresalientes.
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● Que si bien había omitido la entrega de algunas tareas, era porque las había considerado de
poca importancia y no había tenido el tiempo suficiente para hacerlas.

El hecho de que el alumno fuera sobrino de la directora constituía un elemento de presión, aun
cuando ella -justo es decirlo- no había dado muestras de pretender intervenir, al menos por el
momento. Los buenos resultados en el aprendizaje tenían fuerza y contundencia, pero a un lado
estaba también el incumplimiento de algunas de las actividades programadas. La propia conciencia
de su fuerza -simbólica al menos- daban piso firme al alumno que se mostraba dispuesto a hacer, si
así resultase necesario, un pequeño escándalo escolar.

Fuente: https://www.educ.ar/recursos/90819/romper-las-normas-de-la-evaluacion-escolar

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