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Tras descubrir que tenía habilidades que no podía controlar, Kevin
Martin es enviado a Pride Pack Valley. Por cinco largos años ha estado
entrenando con Logan. Durante esos cinco años se ha sentido solo y
aislado. Pero todo eso cambia cuando conoce al paramédico Denver
Macías, un shifter puma que ha decidido hacerlo suyo.
Desde el primer instante que puso sus ojos en Kevin, Denver supo
que el precioso hombre era su pareja. Pero para su consternación, Kevin
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sigue rechazándolo. Apenas puede aguantar todo ese rechazo. Empieza
a creer que quizá Kevin y él no están destinados a estar juntos. Bueno,
hasta que surgen los problemas. Atacan a Kevin que está a punto de
perder la cabeza, literalmente. A Denver le toca mantenerlo seguro,
pero mientras cuida a su pareja, le demuestra a Kevin que en la vida
hay mucho más que el aislamiento. Le enseña lo bueno que puede ser
dejar que un puma lo ame.
Capítulo Uno
Kevin Martin se sentó frente a la mesa de la cocina de Dasani, su
mejor amigo, y se quedó viéndolo como si el elfo de la sombra hubiera
perdido la razón. Había pasado muchos años en Pride Pack Valley bajo
la asesoría de Logan. Había visto cosas que la mayoría de las personas
ni siquiera sabían que existían. También tenía un extraño don que le
permitía ver a las personas por lo que realmente eran, animal, vampiro,
humano o lo que fueran.
Pero lo que Dasani le pedía era mucho más que extraño. —
Déjame entender esto —mencionó mientras alzaba la mano y hacía
todo lo posible para comprender eso. Siempre le había gustado que
Dasani era distinto, la forma de pensar de su amigo era poco 4
convencional—. Tu piel es azul y es un gran obsequio que no seas
humano, ¿pero quieres conseguir trabajo en la nueva dulcería que
abrirá dentro de unas semanas?
«Este chico finalmente se volvió loco».
Dasani estaba sentado frente a Kevin, tenía las piernas metidas
abajo de si cuando asintió. Sus ojos verdes brillaron de emoción
mientras rebotaba levemente. —No encuentro como ocultar mi color
de piel.
—¿Cómo? —Kevin nunca había visto a Dasani más que de color
azul. Era un agradable azul oscuro y ya se había acostumbrado a verlo.
Pero, ¿cómo demonios podría alguien cambiar el color de su piel?—.
¿Eres un camaleón o algo así?
Dasani se rió como si eso fuera algo absurdo. —No.
—Entonces, planeas envolverte como una momia, ¿verdad? —
Kevin bebió un poco de su refresco mientras pensaba en Dasani
asustando a los clientes porque estaba vendado de pies a cabeza. El
único día que eso le funcionaría sería en Halloween.
Y ni siquiera estaba cerca. Era mediados de marzo y seguía
haciendo muchísimo frío. No podía esperar a que el clima se hiciera
cálido.
—No.
—Entonces, ¿qué diablos, harás combustión espontánea y
cambiaras de color?
—¡Ese lenguaje! —reprendió Dasani a Kevin. Ignoró a su amigo.
Dasani pensaba que si maldecías es porque tienes una mentalidad
corta. A Kevin no le agradaba como pensaba el hombre.
—¿Qué dice Winter de que consigas un empleo? —preguntó
Kevin. 5
Dasani volteó a ver por encima de su hombro como si ambos
estuvieran planeando un atraco y no quisiera que alguien los
escuchara. —No he hablado exactamente de eso con él. Y no creo que
necesite saberlo.
Kevin tamborileó con los dedos en la mesa e hizo su mejor
esfuerzo para comprender a su mejor amigo. —¿Entonces cuándo a
diario salgas al trabajo, qué le dirás? Antes había tenido algunas
conversaciones extrañas con Dasani, pero esta se llevaba la palma. No
había forma de que los residentes no notaran a un hombre azul
trabajando en una dulcería.
—Pensaré en algo —dijo Dasani.
—Saldré un rato. —«Antes de que acabe con un dolor de cabeza»
—¿Quieres qué te lleve a casa? —preguntó Dasani y se levantó.
Kevin agitó la mano. —No, por lo menos todavía no. Voy a dar un
paseo por el pueblo. —La verdad es que ni siquiera quería ir a casa.
Estaba solo en aquella casa alquilada, y aunque tenía sus lienzos para
mantenerse ocupado casi todo el día, aun así, era solitario.
Kevin había sido enviado a Pride Pack Valley a sus escasos
dieciséis años. Y desde hacía cinco años había estado estudiando con
Logan. Cinco largos y solitarios años. Estaba seguro de que ya sabía
todo sobre, "controlar sus pensamientos y no dejar que sus emociones
lo dominen", Logan era un gran maestro, pero sentía como si ya no
pudiera enseñarle nada más.
—Volveré antes del atardecer —mencionó Kevin mientras iba
hacia la puerta de atrás para salir. Levantó el cuello de su abrigo para
cubrirse y metió las manos en los bolsillos mientras caminaba hacia el
pueblo. Le encantaba el aire fresco y puro. Era como si eso lo purificara.
Despejó su mente mientras disfrutaba estando de regreso en Villa Brac.
Mucho antes de haberse ido, el pueblo ya había empezado a crecer. 6
Pero seguía sorprendido por todos los nuevos comercios que se habían
sumado y por todas esas caras nuevas.
De algún modo creyó que caminar por el pueblo podría
devolverle todo el entusiasmo de cuando era más joven. Pero no lo
hizo. Todo había cambiado. Y él había pasado mucho tiempo lejos.
Kevin fue al centro recreativo. No había visto a Thomas, el
coordinador, en cinco años; todo ese tiempo había entrenado. Quizás
volver a visitar un antiguo lugar que frecuentaba podría mejorar su
ánimo.
Atravesó el estacionamiento y subió los escalones, tomó la manija
de la puerta para entrar. En cuanto escuchó el balón rebotando en el
piso, se puso nostálgico al recordar todo. En aquel entonces había sido
voluntario cada vez que tenía tiempo libre.
—¿Kevin? —Un perplejo Thomas lo miró con incredulidad—.
¡Kevin!
Kevin se rió mientras Thomas rodeaba el escritorio y lo abrazó hasta
que le dolieron las costillas. Se sentía bien estar con los rostros
familiares de su pasado. Había crecido en Villa Brac y se preguntaba
cuantas de las personas que conocía seguían viviendo aquí. Era
agradable saber que Thomas seguía dirigiendo el lugar.
—Sólo me detuve para saludar. —Miró a su alrededor y notó que el
centro recreativo estaba rebosante de actividad. Había niños sentados
en la mesa de manualidades y otros estaban jugando al ping-pong. Por
los estridentes y rápidos pasos en la cancha, parecía que había un
partido de baloncesto en el gimnasio—. Algunas cosas nunca cambian.
—No —Thomas movió la cabeza—. Este sigue siendo el lugar número
uno para pasar el rato cuando eres adolescente o más pequeño. —El 7
coordinador sonrió—. ¿Cómo te va? El otro día hablé con tu padre.
Kevin se movió de un pie al otro. Su padre y él se habían
distanciado en los últimos cinco años. Tenían formas diferentes de
pensar y parecía que nunca podrían encontrar puntos en común. Rocco
Martin no había estado contento cuando su hijo había sido enviado a
Pride Pack Valley. Ni le había alegrado descubrir que su hijo era un
mente styre1. Menos se alegró cuando Kevin le contó que era gay. Su
papá y él eran los últimos de la familia, hasta donde sabía, y su papá
había esperado tener nietos. Las llamadas telefónicas empezaron a ser
menos y más distantes. Desde hacía dos meses no hablaba con él. Lo
había llamado, pero la contestadora era todo lo que encontraba.
Sin embargo, tenía la impresión de que había más en eso. Kevin
había asesinado a un vampiro para salvar la vida de su padre. Nunca
hablaron de esa noche y esa misma noche se enteró de lo que
realmente era.
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Que tiene la capacidad de manipular la mente de otras personas.
Su padre evitó a toda costa esa conversación. En el transcurso de
los años, se había acostumbrado con que su papá no llamaba tan a
menudo como acostumbraba. Su padre había crecido en un familia que
decía que si preferías no hablar de algo, déjalo en paz. Eso hizo que
muchos asuntos en su vida quedarán sin resolver.
En gran parte quería ir a verlo ya que estaba en el pueblo, pero le
temía al rechazo, y decidió cambiar de idea. Por otra parte, si su padre
no quería hablar de eso por teléfono, de seguro menos iba a decirle en
persona.
—He estado bien. —Sonrió mientras miraba el lugar. Había
algunas cosas nuevas, pero en general, no había cambiado tanto—.
Vine a visitar a un amigo y decidí dar un paseo. 8
Thomas le dio una palmadita en la espalda, como si pudiera leerle
la mente y supiera de sus problemas. —Bueno, elegiste el día perfecto
para venir —dijo Thomas—, estamos con los preparativos para la venta
de pasteles que se celebrará este domingo. ¿Te gustaría ayudar?
¿Por qué no? No es como si tuviera algo mejor que hacer. —Por
supuesto.
—Hay voluntarios de la estación de bomberos que están
trabajando en la cocina. Voy a ponerte con alguno de ellos. —Thomas
golpeó suavemente en el brazo de Kevin—. Es tan bueno verte.
Kevin sonrió y siguió a Thomas por el pasillo. Ya podía oler los
panecillos y se le estaban antojando. Moría de ganas por un cupcake.
Thomas lo llevó a la cocina y fueron hasta el fondo. El coordinador se
detuvo de repente y con la mano señaló a un hombre que hizo que su
corazón se acelerara.
—Él es Denver Macías. —Thomas lo presentó—. Es paramédico y
ambos trabajaran juntos.
El paramédico era un shifter puma. Podía ver el animal en su
interior tan claro como el día.
De repente, Kevin ya no sabía ni qué decir. Contempló los más
impresionantes ojos avellana que alguna vez hubiera visto y se sintió
tonto mientras se quedaba ahí parado babeando.
Thomas seguía sonriendo cuando volteó hacia Denver. —Hace
varios años este jovencito solía ser voluntario aquí. Se llama Kevin
Martin.
Con una toalla, Denver se limpió la harina de las manos y luego la
extendió. —Mucho gusto.
Kevin tomó la mano ofrecida. —L-Lo mismo digo. —Estrechó la 9
mano de Denver hasta que se dio cuenta que había estado haciéndolo
desde hacía como un minuto. No quería soltarla. Era fuerte, cálida y lo
único en lo que podía pensar era en tener esa mano puesta en otras
partes de su cuerpo.
—Bueno. —Thomas se aclaró la garganta—. Los dejaré seguir.
Kevin sólo asintió mientras seguía mirando a los ojos a Denver. El
paramédico le dio un golpecito en la mano. —Voy a necesitarla para
hornear.
—¡Oh! —Kevin lo soltó y sintió que el rostro y las orejas le ardían.
Desvió la mirada y maldijo para si mismo por comportarse como un
idiota que necesitaba un babero. Coquetear nunca había sido su fuerte.
Su época en el territorio de Zeus había demostrado ser un fracaso
deprimente cuando se trataba de tener citas. Tartamudeaba cuando le
gustaba un chico, se volvía torpe, y decía las cosas más estúpidas.
A este paso nunca echaría un polvo.
—Entonces, ¿sabes cómo hornear? —preguntó Denver mientras
extendía la harina en el mostrador. En casa, Kevin era bueno
cocinando, pero hornear nunca había sido lo suyo.
—Puedo cocinar —dijo, y luego se abofeteó mentalmente.
Denver sonrió y Kevin se convirtió en un charco de baba. —¿En
serio?
—Lo que digo es que puedo cocinar un preparado de panecillos
de la tienda, pero alguna vez los saqué antes de tiempo. El centro
seguía estando chicloso y tuve que desecharlos. No es que desperdicie
los alimentos, porque no es así. Sé que por ahí hay muchas personas
hambrientas y procuro no ha... 10
Denver alzó su mano llena de harina. —Hey, cálmate. Sólo
entendí la mitad de lo que dijiste.
¿Dónde había un agujero que se lo tragara cuando más lo
necesitaba? Kevin decidió actuar natural. Apoyó el brazo sobre el
mostrador con la intención de verse tranquilo, cuando tiró el tazón de
acero, se estremeció cuando cayó al suelo. Se giró para levantarlo y se
resbaló con el huevo que se derramó del tazón y como consecuencia
cayó sobre su trasero. Se quedó sentado. Era mejor así. Si se movía,
podría matar a Denver en el proceso.
Una de las cejas de Denver estaba más alzada que la otra. —
¿Estás bien ahí?
Kevin alzó la mano y levantó el pulgar, vio como el huevo goteaba
de su mano. —La verdad no.
El sexy paramédico se puso de cuclillas junto a Kevin y le echó
harina encima. Su sonrisa era amplia y demasiado bonita. —Ya, ahora
sí estás listo para hornear. —El chico le ofreció la mano. Kevin la tomó.
Denver lo jaló, ayudándole a levantarse, cuando también se
resbaló con el huevo y cayó junto a Kevin con un quejido.
Kevin estalló en carcajadas al ver la expresión de sorpresa en el
rostro de Denver. Era como si el hombre nunca antes se hubiera caído
sobre su trasero. —Parece que ambos estamos listos para hornear. ¿Te
lastimaste?
Denver frunció el ceño. —Sólo el orgullo. Me levanto en cuanto
lo recupere.
—Estoy seguro de que se supone que no deberías echarte los
ingredientes encima. —Alguien comentó desde el otro lado de la mesa.
—Cállate, Travis —protestó Denver—. Es una antigua receta en la 11
que se requiere que mezclemos la harina y los huevos con nuestros
traseros. —El paramédico le hizo un guiño a Kevin—. Estás celoso de
que tenga un sexy compañero para mi proyecto.
Kevin se ruborizó exageradamente. ¿Denver lo creía sexy? No
sabía bien como interpretarlo. Para empezar, ¿el tipo lo dijo sólo para
hacerle sentir mejor por ser alguien torpe?
«No le des demasiada importancia a lo que dice el tipo. No parezcas
más tonto de lo que ya eres». Pero era tan complicado. Denver tenía
una sonrisa que podría iluminar Villa Brac y los condados vecinos. Los
ojos color avellana del paramédico brillaban con alegría.
—Intentemos nuevamente. —Denver se puso en pie y luego
ayudó a Kevin a levantarse. Su pie se resbaló con la mezcla viscosa y
chocó contra el pecho del hombre. Intentó apartarse y casi se vuelve a
caer. Denver lo atrapó y lo estabilizó—. Cuidado o terminarás con una
conmoción cerebral y luego tendré que cuidarte.
Kevin se rió con nerviosismo y bufó. Se sintió agobiado por ese
sonido. Los hombres no se ríen con nerviosismo. ¿Por qué demonios
acababa de reírse así? Oh, tenía que irse antes de que estuviera
acabado. Dio media vuelta y salió corriendo de la cocina.
Movió la cabeza al pasar frente a Thomas. —Lo siento, tengo que
irme.
Ni siquiera esperó a que Thomas respondiera. Salió corriendo del
centro recreativo y estuvo a punto de desnucarse al regresar a casa de
Dasani. Cuando entró por la puerta de atrás encontró a Dasani y a
Winter en la cocina, abrazándose. Dasani lo miró con sorpresa. —¿Qué
diantres?
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Kevin sabía que estaba hecho un desastre. Estaba cubierto de
huevo y harina. Había dejado su abrigo en el centro recreativo. Y
también su orgullo. Se rascó el pelo e hizo una mueca de dolor cuando
los dedos se le quedaron atrapados entre la mezcla de huevo y harina
que se había secado entre su pelo.
—¿Podrías llevarme a casa? —respondió, y se preguntaba si
podría volver a iniciar el día.
Y quizás también volver a presentarse con el paramédico. Lástima
que la vida no tenía un botón de reinicio, porque sin duda lo pulsaría
en este momento.
Capítulo Dos
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Técnico de emergencias médicas.
Había algunos platos sucios apilados en la mesa de centro,
también servilletas usadas, unas latas vacías y... ¡Oh, Dios! Su ropa
estaba en la silla, y sus calzoncillos estaban en la cima de la pila.
El TEM pronto se daría cuenta que usaba boxers. Y desde luego
que los que más llamaban la atención eran los más viejos y raídos.
Desde donde él estaba, notaba el enorme agujero que tenían en la
entrepierna y lo holgados que eran. Esos eran los que usaba cuando
necesitaba lavar toda su ropa interior. Eran sus boxers del día de
lavado.
Kevin miró a todas partes buscando ese agujero en el que pudiera
meterse, pero seguía sin aparecer.
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Otra vez tenía alzada una ceja. —Ya entré. —Denver puntualizó
cuando Kevin le quitó el abrigo y lo arrojó sobre la pila de ropa,
ocultando bastante bien sus boxers—. Pero si estás preguntando si me
gustaría tomar asiento y beber algo caliente, entonces sí, eso sería
agradable.
Denver dijo eso mientras se quitaba el abrigo y lo echaba encima
del de Kevin. Los bíceps del hombre eran del tamaño de una naranja y
se tensaban contra la camisa azul marino que usaba, esos pectorales
bien desarrollados hacían que Kevin respirara con dificultad. La insignia
del TEM de Villa Brac estaba en el costado izquierdo de la camisa de
Denver, lo cual llamó su atención y lentamente se lamió los labios.
Cuando Kevin se dio cuenta de lo que hizo, al dar la vuelta para ir
a la cocina, estuvo a punto de tropezarse con sus propios pies. Algo
caliente. Miró la caja de chocolate en polvo que estaba sobre la
encimera, también la lata con bolsitas de té y el frasco de café, pero su
cerebro no podía conectar los puntos.
Un momento. ¿Por qué dejaba qué Denver se pusiera cómodo?
Sólo debía agradecerle y decirle que se marchara. Un fuerte trueno
sacudió las ventanas de la cocina. La tormenta estaba más cerca de lo
esperado.
—Se acerca una tormenta —comentó Denver desde la puerta.
Kevin se sobresaltó. Sorprendido porque Denver lo siguiera—. Podría
ser arriesgado conducir así.
La voz de Denver era tan intensa y rica como la miel. Recargó su
hombro en el marco de la puerta y se metió las manos en los bolsillos.
Aturdido, Kevin asintió y entonces se acordó a que era a lo que había
ido a la cocina.
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Llenó con agua la tetera y la puso a calentar en la estufa. —Tal
vez quieras irte ya si crees que puedes adelantarte a la tormenta —
comentó mientras miraba a todos lados buscando algo en que ocupar
sus manos. La encimera estaba impecable, así que sólo se quedó allí
parado con los brazos cruzados.
—¿Estás echándome después de qué conduje hasta aquí? —Por
el tono de voz, Denver estaba bromeando—. No fue tan mala mi
primera impresión, ¿o sí? —Sonrió.
—Uh, no —exclamó Kevin mientras movía la cabeza y recordaba
el desastre de ayer—. Pero la mía sí lo fue.
Kevin se dio cuenta de que a Denver se le formaban hoyuelos
cuando sonreía. ¿Cómo no lo había notado?
—No creí que así fuera —comentó Denver—. No todos los días
conoces a alguien que sabe la forma correcta de mezclar huevos y
harina.
Eso hizo sonreír a Kevin. —¿Cómo hiciste para encontrarme?
Se sorprendió cuando Denver se ruborizó. —Pregunté por ahí y
descubrí que hace unos años te mudaste a Pride Pack Valley. Llamé a
Zeus y le pregunté por ti.
Kevin parpadeó. —No estoy seguro de por qué te meterías en
tantos problemas sólo por un viejo abrigo.
—Porque —dijo Denver mientras entraba a la habitación,
consumiendo todo el oxígeno y dejando a Kevin desesperado por aire
—, iría a los confines de la tierra para estar con mi pareja.
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—¿Cómo diablos acabas de llamarme?
Denver había percibido que su pareja era humano... pero no. Ayer
en el centro recreativo había tratado de averiguarlo, pero Kevin se
había ido antes de poder comprender lo que era. Además de que era
el hombre más atractivo que había visto en su vida, había un aire de
misterio en torno a él.
Un misterio que Denver planeaba resolver. La amenazante
tormenta era la mejor forma de quedarse atrapado en casa con Kevin
y así poder pasar tiempo con él, sin llegar a asustar a su pareja y que lo
echara.
La mayoría de los humanos no tomaban bien la noticia sobre la
existencia de los shifters. ¿Kevin ya sabía o ignoraba esto cómo la
mayoría? La reacción que tuvo con la declaración de que Denver era su
pareja no esclarecía las cosas. Él se veía confundido, pero al mismo
tiempo también se veía molesto.
Señaló la encimera en lugar de repetir lo que había dicho. —Un
chocolate caliente sería genial.
Con la mirada, lentamente recorrió a Kevin desde el pelo castaño
rojizo hasta los pies descalzos y cada parte en medio. El chico usaba
unos holgados pantalones de chándal que evitaban que Denver
pudiera apreciar el buen trasero del hombre. Recordaba su silueta por
lo que pasó ayer. Su pareja usaba una camiseta también holgada,
volviendo a impedirle su inspección.
Mientras Kevin preparaba el chocolate, en Denver cobró vida
cada instinto animal. El sentimiento era primitivo y demandante.
Imperioso. 19
Y no quería escuchar razones. Denver quería llevar esto
lentamente, para facilitar su apareamiento con Kevin, pero su puma
tenía otras ideas. Quería reclamarlo y conquistarlo. Sólo por mera
fuerza de voluntad, se contuvo de tirar al suelo a Kevin y joderlo.
Percibió la vulnerabilidad del hombre. Estaban solos en la casa y
Denver superaba al chico como por unas cincuenta libras3. Además era
más alto y podía cambiar a un puma, lo cual dejaba indefenso a Kevin;
no es que fuera a atacar a su pareja. Pero también había resistencia de
parte de Kevin. Y era algo que no podía descifrar exactamente.
El trueno que se escuchó hizo que Kevin saltara y Denver había
estado a un segundo de acercarse a su pareja y acurrucarlo entre sus
brazos para aliviar los nerviosos temblores que tenía. En cambio, sólo
se acerco a Kevin para estar a su lado. —¿Puedo ayudar? —Confiaba
en que la cercanía sirviera para aliviar los nervios de su pareja.
Denver murmuró con voz ronca cuando le dio un sorbo a su
bebida. —Delicioso.
3
22,68 kilogramos
Pero no estaba refiriéndose al chocolate. Miraba fijamente los
labios de Kevin. Tanto quería probarlos que apretó la taza para evitar
no jalar al hombre contra su pecho y tomar lo que quería.
Kevin soltó una risita nerviosa. —Es instantáneo, no es hecho en
casa. —Tamborileó con su dedo un lado de la taza—. P-pero esta
bueno.
La lluvia golpeaba con fuerza en la ventanita sobre el fregadero.
La incesante tormenta hizo que la atmósfera en la cocina pareciera un
poco más íntima y privada. Como si ellos fueran las únicas personas en
el mundo.
Denver dejó a un lado la taza y su mano se deslizó por un lado de 20
la quijada de Kevin, enmarcando su rostro mientras contemplaba esos
impresionantes ojos azules. —Seré quien decida eso. —Agachó la
cabeza y rozó sus labios con los de su pareja antes de que él
retrocediera, mirándolo sorprendido.
—¿Q-qué estás haciendo?
Denver creía que era algo obvio. Una idea lo golpeó como un
puñetazo en el estómago. ¿Kevin era gay? ¿Acaba de intentar besar a
un hombre hetero? La sangre se le heló con esa simple idea. Retrocedió
y dejó caer la mano a su costado. Ambos se miraron fijamente mientras
el puma de Denver estaba impacientándose. Deseaba ese beso
interrumpido.
El aroma del miedo inundaba la habitación y Denver supo que
había avanzado muy rápido. Normalmente se tomaba tiempo,
disfrutando los momentos antes del sexo. Le encantaban los juegos
previos, explorar, caricias y besos. Kevin no estaba listo para nada de
eso. Pero esto no era con algún chico que intentaba llevarse a la cama.
Era con su pareja. Esto era importante.
Sonrió y levantó la taza de la encimera, presionando la orilla
contra sus labios. Le hizo un guiño y luego le dio un sorbo. —Tanteaba
las aguas.
—No vas a navegar con tu bote en mis aguas —replicó Kevin y
Denver captó las sutiles pausas en la voz del hombre
Se rió entre dientes. —Bueno, ¿entonces qué debemos hacer en
un día tan peligroso como este?
—Yo te diría que vuelvas a casa, pero no soy tan cruel como para
echarte con este clima. —Kevin picó con el dedo a Denver—. Pero
mantén esos labios para ti mismo.
—Lo intentaré. —Esa era lo único que Denver podía prometer. 21
Por un instante, Kevin se le quedó viendo y luego salió de la
cocina. Denver lo siguió. Su pareja encendió el televisor y puso un DVD.
Se acomodó en el sofá. Observó la forma en que su pareja se movía,
desconsolado porque ese trasero bien torneado estaba oculto por los
pantalones de chándal. Se imaginó quitándoselos y lamiendo cada
íntima parte que Kevin poseía.
Una vez que la película se cargó, Kevin se sentó... al otro extremo
del sofá. Denver sonrió y estiró el brazo sobre el respaldo, cruzando los
tobillos mientras se recargaba. No le importaba no tener a su pareja
metida bajo él.
Eso llegaría a su debido tiempo.
Ahora mismo sólo disfrutaría del tiempo que estaba pasando con
el chico. Había miles de cosas que quería preguntarle a Kevin, pero
estaba casi seguro de que su pareja no sería comunicativo. Ni siquiera
parecía creer que fueran pareja. El hombre estaba extremadamente
nervioso.
—Mira. —Kevin se volteó hacia Denver con el control remoto en
la mano, y silenció la película—. Aprecio que trajeras mi abrigo, pero
soy alguien solitario. —Se mordió el labio y prosiguió—. No digo que
no seas alguien agradable, nada así, pero si crees que vas a...
Denver interrumpió el discurso de Kevin cuando levantó la mano.
—Sólo devolví el abrigo. Sin compromisos. —Eso era una total mentira,
pero no estaba dispuesto a quedarse sentado y escuchar a su pareja
darle una patada. Su ego no podría soportar el rechazo.
—Está bien. —Kevin asintió y parecía satisfecho—. Siempre que
esto nos quede claro. Después de que se calme la tormenta, puedes
marcharte.
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Wow. Ese fue un rechazo tosco, si es que alguna vez había
escuchado uno. Eso hizo que Denver se preguntara que le había
sucedido a Kevin para que se volviera alguien tan solitario y reticente a
aceptar algún tipo de amistad. Su pareja se sentó con rigidez, y sostenía
el control remoto con tanta fuerza que sus nudillos se habían drenado
de color.
Denver se frotó la quijada tratando de que se le ocurriera una
forma de romper esa barrera. De un modo u otro, iba a descifrar a
Kevin.
Capítulo Tres
Kevin se acomodó la sudadera, encorvó los hombros y siguió
caminando hacia el centro recreativo. No sabía por qué iba de nuevo.
Anoche, Denver se fue después de que la tormenta cesó. El tipo no
intentó nada, sólo se quedó sentado en silencio durante toda la
película.
Exactamente eso fue lo que le pidió. ¿Entonces por qué le
molestaba que Denver no se hubiera esforzado más en entablar una
conversación? Había estado allí sentado esperando que el paramédico
dijera algo. Pero no lo hizo.
Y ahora Kevin iba al centro recreativo con la esperanza de que el 23
chico estuviera allí. Pudo ver a través de Denver y ahora sabía que era
un shifter puma. Cuando era niño, solían fascinarle las distintas
especies de Villa Brac.
Esa fascinación había desaparecido desde hacía años. Más
precisamente desde que había sido sacado de su casa y enviado a Pride
Pack Valley para recibir entrenamiento. Durante años, Kevin se había
sentido culpable por asesinar a ese vampiro. Creía que había hecho
algo incorrecto y que por eso había sido echado. Cuando se hizo mayor,
empezó a creer que fue un castigo por eso que hizo.
Kevin subió los escalones y entró al centro recreativo. Antes de ir
a la cocina, saludó a Thomas sin entusiasmo. Al parecer, casi habían
terminado de hornear. Había muchas bandejas llenas de cupcakes ya
con glaseado y listos para la venta. Además también había panes y
rosquillas, pero tenía el presentimiento de que la Panadería Dulce
Deleite había donado esos.
—¡Hey, Kevin! —Un hombre que vagamente recordada del otro
día, le habló. ¿Denver no lo había llamado Travis? Estaba casi seguro
de que ese era el nombre del tipo.
—Hey —respondió Kevin dándole un leve asentimiento—. ¿Hay
algo en lo qué pueda ayudar o ya terminaron? —Hizo todo lo posible
para evitar verse como que estaba buscando a Denver. Fingió mirar
todos los panecillos, cuando la verdad era que estaba buscando al
paramédico.
Pero no veía a Denver por ningún lado.
—Siempre necesitamos ayuda —comentó Travis—. Una vez por
semana vengo como voluntario, pero hago tiempo extra desde que
Thomas planeó la venta de pasteles.
Kevin hundió los hombros y soltó un profundo suspiro. Denver no
estaba aquí. Se quitó la sudadera y la dejó sobre una silla, fue al fondo 24
de la cocina antes de arremangarse la camisa y lavarse las manos.
Cuando se las secó, regresó con Travis. —Bueno, dime qué necesitas
que haga.
Travis señaló los botes de basura que estaban llenos. —¿Podrías
tirar todo eso en el contenedor de atrás?
Diablos, sólo había ido a perder tiempo lavándose las manos. —
No hay problema. —Fue a abrir la puerta antes de agarrar las bolsas y
llevarlas afuera. Kevin las tiró al contenedor y luego se volteó. Se
paralizó cuando vio a alguien recargado a un lado del edificio.
No sabía por qué, pero se puso inquieto. Estaba seguro que no
conocía a este tipo. En Villa Brac quedaban muy pocas personas que
recordaba de aquella época de juventud que paso aquí creciendo.
—¿Puedo ayudarle? —preguntó.
El extraño se apartó del edificio y se acercó, sus pisadas eran
silenciosas sobre el pavimento. —La cuestión es, ¿puedo ayudarte yo?
—comentó el hombre, luego le dio una calada a su cigarrillo y lo tiró.
Que respuesta tan extraña. —Yo no necesito ayuda alguna. —
Kevin se volteó, dispuesto a regresar al interior del edificio, cuando el
tipo lo sujetó del brazo apartándolo de la puerta.
Kevin intentó liberar su brazo, pero el tipo lo tenía bien agarrado.
—No he terminado de hablar contigo —dijo el hombre. Olía a
cigarrillo y a colonia barata. Sus ojos eran tan negros que los iris se
fundían con sus pupilas, además tenía una horrible cicatriz debajo del
ojo derecho. Estaba justo bajo el ojo y recorría la mejilla hasta casi
llegar a su oreja. El desconocido tenía una barba que parecía de hace
varios días y su nariz era demasiada larga para su rostro. Era
puntiaguda y a él le recordó la de una bruja.
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—Suéltame —dijo Kevin con los dientes apretados.
—¿Y si no quiero? —preguntó el tipo mientras sonreía.
—No querrá saber la respuesta a eso. —A Kevin no se le permitía
usar sus poderes mente styre, ¿pero Logan lo castigaría por usarlos
para defenderse? Al parecer, con este tipo no funcionaba sólo
pedírselo.
—Oh, pero si quiero. —El hombre apretó más fuerte el brazo de
Kevin—. Realmente quiero saber.
Kevin se mordió los labios y se los lamió mientras hacía todo lo
posible por calmarse. Apretó los puños y respiró hondo. —Voy a pedirle
por última vez que me suelte.
El tipo se rió y Kevin notó que los dientes del extraño estaban no
sólo amarillentos sino que también le faltaban varios. —Intenta
liberarte. —Usó su agarre para sacudir levemente a Kevin—. Con tu
mente, chico. Usa tu mente.
Kevin miró atónito al desconocido. —¿Quién es usted? —Nadie
sabía lo que era, excepto por unos cuantos elegidos, y este tipo no era
una de esas personas privilegiadas.
El hombre agitó al aire su otra mano. —El amigo del amigo de un
amigo que quiere saber cuán poderoso te has vuelto.
—No soy una atracción de circo —dijo Kevin entre dientes antes
de empezar a gritarle a Travis. Era lo único que se le ocurría hacer. A
este desconocido no le mostraría lo que podía hacer. Ni le daría lo que
quería.
El desconocido soltó a Kevin y se fue antes de que Travis saliera.
—¿Qué pasó? 26
Kevin se frotó el brazo donde el tipo lo había agarrado. Le dolía. Y
sentía que iba a dejarle un moretón. El olor de la colonia y el cigarrillo
seguía aferrándose en el aire antes de voltearse y negar. —Creí ver una
rata.
Travis se rió. —Sólo intenta pisotearla y debería escaparse.
Bueno, la rata ya se había escapado, aunque tenía el
presentimiento de que esa alimaña regresaría.
4
Al parecer es una referencia a un libro llamado 'You Can't Go Home Again' del autor Thomas Wolfe, dentro del
título se evoca el retornar a un sitio familiar y ya no reconocerlo, aunque sigue siendo el mismo, así como la
añoranza de este. De pronto el título de esta obra se ha convertido en alguna especie de refrán para este tipo
de situaciones y aunque la autora no usa el titulo como tal, si hace una buena referencia, aunque no tengo una
frase que denote esto tan poéticamente ^^
Como si entendiera sobre eso, Denver asintió y entonces miró
hacia al pueblo. —O podríamos dar un paseo. Podría ayudarte con lo
que sea que te esta haciendo sufrir.
Kevin soltó una breve carcajada, se ruborizó y luego quiso
patearse el trasero por comportarse como un babuino. Pateó el suelo
y se encogió de hombros. —Podría estar bien.
Mentalmente negó y al mismo tiempo rodó los ojos. «Que alguien
me golpee y evite que me avergüence más».
Denver sonrió. —Podría ser.
Kevin se preguntaba si podría sobrevivir pasar un tiempo con él o
si moriría de mortificación. Denver era paramédico. Y estaba seguro de 29
que el chico podría revivirlo.
Mientras caminaban, Kevin tuvo la misma extraña sensación de
que alguien lo observaba. Se mantuvo mirando a su alrededor mientras
Denver le daba conversación.
—Supongo que te estoy aburriendo —comentó Denver, y Kevin
percibió un poco de hastío en la voz del hombre.
—No, es sólo que...
Denver alzó la mano. —¿Sabes qué? Me doy cuenta que
realmente no quieres que te moleste. Debí haber aceptado la indirecta
de la otra noche.
Kevin vio como Denver se alejaba, regresando hacia la venta de
pasteles.
«Así se hace, perdedor».
Con un profundo suspiro, Kevin volvió hacia la casa de Dasani.
Quizás había sido un poco severo con Kevin. Denver se dio cuenta
de que algo sucedía con la mente del hombre. En vez de alejarse, tal
vez debió preguntarle si había algo que pudiera hacer para ayudarlo.
Ya era muy tarde para eso. No tenía ni idea de a donde se había
ido Kevin. Estaba arruinando su apareamiento y no sabía cómo cambiar
las cosas.
—¿Lo encontraste? —preguntó Travis antes de darle un mordisco
a uno de los cupcakes.
Le había contado a su amigo sobre Kevin y el cómo es que eran 30
pareja. También le había confesado como más o menos Kevin lo había
echado la otra noche—. De nuevo se fue —respondió Denver—. A este
ritmo, podría ser que me acople en diez años
—¿Sabes cuál es tu problema? —preguntó Travis después de
tragarse lo que había mordido—. No eres decidido
—¿Qué diablos significa eso? —preguntó Denver—. Tengo
muchas tácticas. Se cómo conquistar.
—Si supieras cómo hacerlo, no estarías aquí, hablando conmigo.
—Travis echó su brazo por encima del hombro de Denver—. ¿Quieres
que te dé algunos consejos?
Denver se quitó del hombro el brazo de Travis. —No necesito
ninguna sugerencia tuya. He sido un conquistador por años.
Reno se acercó a ellos y se les quedó viendo. Denver tuvo la
sensación de que no le agradaría lo que el bombero estaba a punto de
decir. —¿No ha habido suerte con Kevin?
Denver entrecerró los ojos hacia Travis, pero este sólo se encogió
de hombros. —Bueno, ¿a cuántas personas les dijiste?
—Sólo a Reno —respondió Travis—. Y tal vez a Bear —agregó.
—¡Hey! —Denver no podía creer que Travis fuera tan
indiscreto—. ¿Por qué no sólo lo publicas en el tablero de la estación
de bomberos?
—Lo hizo —comentó Reno antes de tomar un cupcake y dejar el
dinero en la cajita en la orilla de la mesa—. Bueno, por lo menos
verbalmente. Pero debiste pensar mejor antes de contarle algo a
Travis. Ni siquiera sabe aguantarse.
—¿Qué quiere decir eso? —preguntó Denver.
—Significa —dijo Reno antes de lamer el glaseado de su dulce—,
que Travis no puede guardar un secreto ni para salvar su vida. 31
—No es cierto —alegó Travis—. No es mi culpa que algunas
personas estuvieran paradas ahí cuando le conté a Reno.
Denver soltó un suspiro de disgusto cuando su jefe se acercó,
uniéndose a la charla.
—¿Sigue sin haber suerte con Kevin? —preguntó Bear—. Tal vez
deberías llevarlo a cenar, ya sabes, algo elegante. Podría funcionar.
Denver alzó los brazos y se alejó. No daba crédito a que todos
estuvieran tratando de darle consejos. Lo siguiente sería que Johnny o
Spencer estuvieran hablando de esto.
Todos sabían que Bear era un blandengue en lo que se refería a
Spencer, su pareja. Probablemente ya le había contado al pequeño
shifter impala todo acerca de que Denver no es un buen conquistador.
—No es para tanto —le dijo Reno a Denver cuando lo alcanzó—.
Tuve problemas para persuadir a mi pareja. Baker pensaba que yo era
un tipo loco que lo acechaba. Incluso se quejó de mí con la policía.
Una de las cejas de Denver se elevó. —¿En serio?
Reno bufó. —Por supuesto. La raza de mi coyote atraviesa por
una extraña danza de apareamiento. Una cosa como el juego del gato
y el ratón. Baker es humano. El pensaba que yo era alguien
desquiciado.
Denver se rió. —Tú eres un desquiciado, Reno.
—Ese no es el punto —argumentó—. A lo que estoy tratando de
llegar es que no puedes renunciar. Ya ves, al final convencí a Baker.
Denver se mordió el labio inferior mientras miraba a su alrededor.
No estaba seguro de cuantos golpes más podría soportar su ego. Era
obvio que a Kevin no le interesaba. Y aparentemente le gusta ser
alguien solitario. 32
—Acéchalo —dijo Reno—. A mí me funcionó.
—¿Sabes cuán nefasto es ese consejo? —cuestionó Denver—.
Eso está mal a muchos niveles.
Reno levantó el dedo índice. —Bien o mal, tienes una
oportunidad de tener pareja. ¿Estás dispuesto a estar solo el resto de
tu vida o vas a conquistar a tu hombre? Si no te quiere escuchar, ve
todo cavernícola por su trasero. Échatelo al hombro, golpéate el pecho
y arrástralo a casa contigo.
—Creo que necesitas examinarte la cabeza —le dijo Denver—. No
voy a secuestrar a mi pareja.
Reno le apretó el hombro a Denver. —Situaciones desesperadas
requieren medidas desesperadas.
—Y el secuestro es ilegal. ¿Cómo voy a emparejarme con Kevin si
estoy en prisión?
—No dije que mi plan fuera infalible —comentó Reno—. Pero lo
que decidas, recuerda, es una pareja. —Reno volteó y se fue.
Denver no podía creer que acababa de tener tal conversación.
Siempre supo que Reno estaba algo loco, pero ahora sabía que más
bien estaba demente.
En todo caso, Reno tenía razón. Denver tenía una sola
oportunidad de ser feliz y no pensaba renunciar sin importar cuánto
luchará Kevin en esto.
Ya sea que acechara exitosamente a Kevin o terminara en prisión.
Denver esperaba tener éxito porque sabía que no se vería bien con el
uniforme de prisión.
33
Capítulo Cuatro
5
Kevin usa esta palabra 'Strumpet' es una forma anticuada de referirse a una prostituta, considerando desde
que Dasani no dice vulgaridades –ni le agradan- hasta la misma forma de ser de Kevin... use el contexto Meretriz
—No iras a ningún lado, gallina. Vas a entrar y a sorprender a
Denver. —Cuando Kevin intentó zafarse de Spencer, el pequeño shifter
impala lo tenía con una llave en la cabeza y luchaba contra él—. No, no,
no. No vas a estropear todo lo que Kiki y yo hicimos.
El chico era más fuerte de lo que parecía. Kevin le hizo darse la
vuelta e hizo todo lo posible para mover al chico. Spencer era como un
pulpo, con sus tentáculos aferrándose a Kevin. No lograba que lo
liberase.
—Quítate de encima —gritó Kevin—, o harás que te golpee en los
ojos.
Spencer lo soltó. Ambos jadeaban pesadamente. Cuando Kevin 57
intentó alejarse, el chico saltó enfrente de él, moviéndose a la izquierda
y luego a la derecha bloqueándole el paso.
—Sólo estas en pánico —comentó Spencer—. Pero no tienes por
qué sentirte así. Te juro que estás increíble.
—No me siento increíble —argumentó Kevin mientras jalaba de
la correa. Ni siquiera había espacio suficiente para que metiera el dedo
entre la tela. ¿Alguien habrá muerto al ser exprimido por la tela?—
Siento que estoy arreglado como un casquivano6.
—¿Por qué? ¿es debido a que tu trasero se ve bien con esos jeans
o es el hecho de que el delineador hace que tus ojos verdes se vean
exóticos? —Spencer saltaba de un pie al otro con los brazos
extendidos, bloqueándole el paso a Kevin—. Estás increíble, Kevin. Juro
que jamás te mentiría.
—Sí, no te miente.
6
De nuevo, Kevin dice 'Scarlet' tiene un contexto similar a strumpet, es una palabra anticuada para describir el
oficio más viejo del mundo, pero para un género en específico, refiriéndose a ser una 'mujer de la vida alegre',
pero Kevin es un 'el' por lo que no suena tan bien, entre los sinónimos –anticuados- encontré casquivano, me
pareció adecuado ^^
Kevin se volteó y casi se cae sobre su trasero cuando vio a Denver
parado justo en la entrada, de brazos cruzados y con sus ojos brillando
intensamente. Los bíceps del chico se tensaban bajo su camisa de
trabajo azul oscuro. Dios, era tan precioso.
—¿Les importaría decirme por qué están aquí dando un
espectáculo?
Antes de que pudiera decir algo, Kevin le puso una mano en la
boca a Spencer. Antes de quitar la mano, le dirigió una mirada de
advertencia al impala.
—¡Kevin teme que lo rechaces! —gritó Spencer y corrió detrás de
Denver, usando de escudo al paramédico—. Lo siento, pero es por tu 58
propio bien, Kevin.
Salieron algunos bomberos. ¿Qué su humillación no tenía límite?
Ya había sido bastante malo que los residentes lo vieran caminar hacia
la estación de bomberos. Ahora lo miraban los compañeros de trabajo
de Denver.
Una vez más deseó que un agujero lo tragara.
—Maldita sea —comentó Travis antes de silbar—. Denver, si no
lo quieres, yo me lo quedo.
Denver le dio un codazo en el estómago a Travis. —Retírate antes
de que te despedace.
—Es atractivo —comentó otro chico—. ¿Es tu pareja?
Kevin contuvo la respiración. Una cosa era que Denver dijera que
eran pareja mientras estaban a solas. ¿Lo reclamaría en público?
¿Reconocería lo que eran frente a sus amigos?
Sentía que el tiempo pasaba muy lento mientras esperaba que
Denver respondiera.
Denver se quedó mirando a su pareja. Se sentía como si nunca
antes lo hubiera visto. Quería jalarlo y besarle, pero Kevin tenía esa
costumbre de huir, y él ya no estaba seguro de poder soportar más
rechazos.
Le dolió mucho encontrarse con que Kevin se había ido después
de haberlo reclamado. Si lo apuñalaran dolería menos. Una pareja se
supone que es la única persona en quien puedes confiar, puedes
abrirte y a quien puedes entregar tu corazón.
Temía que Kevin le rompiera el suyo.
59
Los hombros de Kevin se desplomaron y parecía que estaba a
punto de llorar cuando se volteó y comenzó a alejarse.
Spencer empujó a Denver. —¿Estás loco? ¿Por qué no dijiste
nada? Te dije que teme que lo rechaces, ¿y eso es lo qué haces?
Denver no se quedaría allí a dar explicaciones a nadie. Kevin lo
había rechazado más de una vez. Más de dos veces. No llevaría la
cuenta de las veces que su pareja lo rechazaría.
—Spencer, es complicado —comentó Travis, pero Denver notó la
desaprobación en la mirada de su amigo.
—No, no lo es —argumentó Spencer—. Le dije a Kevin que no lo
rechazarías. Ve tras él.
—No te metas en esto —dijo Bear cuando salió—. No te
concierne, Spencer.
Spencer fulminó con la mirada a Denver. —Vino con Dasani por
asesoramiento sobre ti. Dejó que Kiki y yo lo sacáramos de su zona de
confort con la esperanza de agradarte. Él está tratando. ¡Dale un
descanso!
¿Ahí es adonde había ido Kevin? Pero, ¿por qué no había hablado
con él? ¿Por qué ir con alguien más a pedir asesoramiento? Sintiéndose
el más grande idiota del mundo, Denver pasó junto a sus amigos.
—Eso es —dijo Spencer—. ¡Ve por tu hombre! —gritó el chico y
luego se rió cuando Denver corrió para alcanzar a Kevin.
Kevin se detuvo, volteó y miró a Denver con una expresión
cautelosa. —¿Vienes a golpearme en el estómago otra vez? 60
La ira de Denver creció. —¿Yo? ¿Y tú? Me echaste después de la
tormenta. Me dejaste plantado en la venta de pasteles. —Intentó
controlar su respiración, pero estaba tan molesto que gritaba las
palabras—. Pero lo que me destrozó fue que te levantaras y salieras
después de que hiciésemos el amor, cuando te reclamé. ¿Y qué,
esperas que actúe como un cachorrito, feliz por qué vienes a mi
trabajo? Sólo tolero el rechazo una cuantas veces, Kevin.
—Yo... —Kevin bajó la cabeza mientras le temblaban las manos.
—No estaba rechazándote, Denver. Lo juro.
—Entonces dime por qué sigues huyendo. —Denver estaba
cansado de andar a tientas con él. Quería saber cómo tratarlo. Si Kevin
no era sincero, él podría alejarse... por su bien.
—¡Está bien! Soy un fenómeno —gritó Kevin y Denver pudo notar
las lágrimas en los ojos de su pareja—. Vivo solo porque soy peligroso
para la sociedad.
Esto sólo confundió a Denver. —Peligroso, ¿cómo? Has ido al
centro recreativo y viniste a mi trabajo.
—Descuidos —dijo Kevin—. Lo sé bien, pero sólo quería...
—¿Querías qué? —Denver se acercó, pero mantuvo sus manos
quietas. Así como quería abrazar a Kevin, quería aclarar lo que había
entre ellos. Ya estaba cansado de tratar de adivinar qué le pasaba al
chico y por qué seguía huyendo de él.
—Quería verte —murmuró Kevin mientras metía el mentón en su
pecho.
—Aún no me has dicho por qué eres peligroso.
Kevin miró a su alrededor y luego bajó la voz cuando habló. —
Puedo entrar en la mente de las personas, controlarlos y usarlos a mi
favor. Incluso puedo destrozar la mente de alguien. Soy un fenómeno, 61
un monstruo.
—¿En serio? —Una esquirla de tristeza se encajó en el pecho de
Denver. ¿Cómo alguien tan hermoso y con esa apariencia tan inocente
pensaría que es un fenómeno o un monstruo? No entendía por qué se
sentía así. Tenía un don, no una maldición.
—¿Qué? ¿Crees qué miento? —Kevin curvó su labio superior y
retrocedió, casi chocando con una farola. Imaginé que no me creerías.
—Te comportas como si tus habilidades definieran quién eres —
argumentó Denver—. Haces que parezca que no tienes nada valioso
que ofrecer a alguien y que no podrías ser interesante o emocionante.
Tal vez no me importa lo que puedes hacer.
—¡Mentiras!
—¿Dejarás de tratarme cómo si fuera el enemigo? —Denver
agarró del brazo a Kevin—. Soy tu pareja y dejarás de ocultarme cosas,
¿entendido? Estamos juntos en esto.
Kevin lo miraba sorprendido. —¿No tienes miedo de lo que
podría hacerte?
—Maldición, me aterra —comentó Denver y notó como el dolor
aparecía en los ojos de Kevin—. Puedes arrancarme el corazón y
echarme a la acera. Eso es lo que puedes hacerme y eso es lo que me
hace dudar.
—Me refiero a lo de mi mente —argumentó Kevin y luego frunció
el ceño—. Espera, ¿le temes más a que te rechace que a que te lastime
con mi habilidad?
—¿Me harías daño con tu habilidad? —Denver deslizó su mano
sobre la de Kevin y luego apretó sus dedos—. ¿Quieres destrozarme la
mente?
—¡Nunca! —Kevin jaló su mano—. Mira, es por eso. Siempre te 62
preguntaras si haría eso. ¿Cómo puedes vivir con el hecho de que
nunca vas a confiar en mí al cien por ciento?
—¿Confías en mi totalmente? —preguntó Denver—. Mentirías si
dices que sí. Recién nos conocemos. La confianza toma tiempo. —
Levantó la mano cuando Kevin abrió la boca para decir algo—. Hay
muchos peligros en nuestro mundo. ¿Crees qué mi puma sería capaz
de lastimar a alguien?
—Es un gato salvaje —dijo Kevin con firmeza. Miró a Denver y lo
inmovilizó en ese sitio con una penetrante mirada—. Estoy bastante
seguro de que podrías hacer algún daño.
—¿Entonces por qué no me tienes miedo? —le preguntó
Denver—. Soy poderoso, ligeramente musculoso y creado para matar.
¿No temes que un día salga y te coma?
Denver sonrió cuando Kevin se rió.
—¿Comerme? —El chico dijo eso como si fuera una idea ridícula,
pero esa risa sutil hizo que se le derritiera el corazón a Denver.
Se acercó y con sus nudillos rozó la mejilla de Kevin. —Me
encantaría comerte ahora mismo, sexy. —Besó el mentón de su
pareja—. Pero estoy de guardia.
—Podrías venir después —dijo Kevin en tono suave—. N-no me
importaría.
—Mmm. —Denver recorrió el labio inferior de Kevin con la yema
de su pulgar—. Con tal de que sigas vistiéndote como ahora.
—¿De verdad te gusta esto? —Kevin levantó el brazo con la
intención de tocarse el pelo—. ¿En serio?
¿Cómo podría no gustarle esos jeans que abrazaban el culo de su
pareja de forma perfecta, o el exótico maquillaje en sus ojos? No es 63
que no le gustara Kevin de la otra forma. Pero así era... atrevido.
—Muchísimo. —Denver sonrió—. Te veré como a las cinco.
Se dio la vuelta y caminó de regreso a la estación de bomberos e
iba más tranquilo. Al pasar por la lavandería, a través del ventanal, vio
a un hombre recargado en una de las lavadoras que se le quedó viendo.
Sus ojos eran tan oscuros que los iris se mezclaban con sus pupilas y
tenía una cicatriz irregular que iba desde abajo del ojo, pasando por su
mejilla, hasta desaparecer cerca de su oreja.
El hombre bajó la cabeza en señal de saludo mientras Denver
seguía caminando hacia la estación.
Capítulo Siete
—Gracias por ayudarme —dijo Kevin mientras buscaba en la
alacena algo que cocinar. Su dieta básicamente consistía en alimentos
pre-envasados que podía meter al microondas o de vez en cuando
comida de Theo's o de la tienda del Sandwich, cuando Logan le traía.
Aunque Zeus pagaba el alquiler y todas sus cuentas, seguía
estando en bancarrota. Antes no le había molestado eso, hasta que
conoció a Denver. Quizás ya estaba lo suficientemente entrenado para
interactuar con las personas a diario. Incluso tal vez podría conseguir
empleo. Le preguntaría a Logan en cuanto lo viera.
—No hay problema. —Dasani sacó una caja de spaghetti—. Por 64
lo menos ahora sé por qué has estado actuando de forma extraña.
Debiste contarme sobre Denver y tú.
Kevin encontró un frasco de salsa al fondo de la alacena. Lo puso
en la encimera y luego enfrentó a Dasani. —Eso es porque estaba
tratando de rechazarlo.
Dasani agarró la olla, la enjuagó y la llenó de agua. —¿Por qué
harías eso? —Kevin aún estaba tratando de acostumbrarse a ver a su
amigo con el pelo corto. Dasani amaba tenerlo largo, pero su padre
fue muy cruel y le cortó el pelo cuando él le dijo que estaba mal de la
cabeza. Todavía le dolía el pecho cuando se acordaba de que su amigo
había estado muy cerca de morir.
No había muchas personas a las que Kevin pudiera llamar amigos
y menos alguien a quien podría estar dispuesto a defender con uñas y
dientes. No había nada que no hiciera por Dasani.
—Entonces —comentó Dasani mientras se sentaba en la mesa—
. Dime por qué sigues rechazando a tu pareja
Kevin se quedó viendo la olla llena de agua en la estufa mientras
le decía la verdad. Nunca le había dicho cómo se sentía realmente en
lo que se refería a él. —¿Cómo me ves, Dasani?
—¿Con los ojos? —Dasani parecía confundido—. Creo que no
entiendo la pregunta.
Kevin se volteó y movió la mano de arriba hacia abajo de su
pecho. —¿Qué ves cuando me miras? ¿En qué piensas?
—¿A qué viene eso? —preguntó Dasani mientras acomodaba sus
piernas bajo si—. Digo, ¿por qué preguntas que pienso de ti? —Dasani
frunció el ceño—. No estás tratando de seducirme, ¿verdad? Eres
atractivo, pero Winter tiene mi corazón. 65
—Estoy hablando en serio. —Kevin se mordió el labio inferior,
preguntándose si Dasani le estaba evadiendo. ¿Su amigo le temía? ¿Por
eso no respondía?
—Sólo te veo —respondió Dasani—. Creo que tienes un gran
corazón en lo que se refiere a aquellos a quienes consideras amigos.
Eres un buen chico, Kevin. También eres guapo, inteligente y una parte
de ti teme qué si la gente descubre lo que puedes hacer, te trataran
como un fenómeno.
Kevin ladeó un poco la cabeza y frunció el ceño. ¿Cómo sabía
Dasani esa última parte? Nunca antes le había confesado sus miedos.
Dasani se encogió de hombros. —Lo veo en tu mirada —
comentó.
—¿Por qué no me temes? —preguntó Kevin.
—Porque te conocí antes de saber lo que podías hacer. Sólo te
veo como Kevin, no como un mutante funde cerebros con enorme
joroba. —Dasani lo miró a los ojos—. Pero te ves a ti mismo así, ¿no es
así?
Sin responderle, Kevin vertió los fideos secos en el agua
hirviendo. Abrió el frasco de salsa y la vertió en otra olla antes de
ponerla al fuego. —¿No te sentirías así si pudieras hacer algo que
incomodara a las personas que te rodean?
—¿Exactamente quién está incómodo contigo? —preguntó
Dasani—. ¿Alguien te ha dicho algo?
—No lo entiendes. —Kevin podría decir que su amigo
simplemente no lo entendía.
Dasani resopló mientras se paraba y se acercaba a Kevin. —¿Yo
no entiendo? Por si no te has fijado mi piel es azul. No puedo ir a dar
un paseo, así como tú. Debo tener mucho cuidado de a dónde voy y 66
quién me ve. ¿Crees que eres un fenómeno? ¿Sabes cuánto tiempo he
soñado con ir a jugar al fútbol o de compras al centro comercial? Hay
muchas cosas que me gustaría hacer y no puedo. Así que no te quedes
ahí diciéndome que cargas el mundo en tus hombros. Al menos puedes
ir a comprar alimentos sin que todas las miradas se fijen en ti o que
alguien te diga cosas horribles.
—¿Fuiste a una tienda? —preguntó Kevin.
—Traté una vez. Después de la desagradable experiencia me
quedé en los pantanos y bosques. Voy a lugares donde no me verán
como si fuera extraterrestre. —Dasani se cruzó de brazos—.
Francamente, a veces los humanos pueden ser muy crueles.
—Siento que te haya ocurrido eso —dijo Kevin muy serio.
Deseaba haber estado con él cuando sucedió. Habría maldecido hasta
a la última persona ahí. Le enfurecía que alguien hubiera sido cruel con
su adorable amigo.
—Y siento que creas que no puedes encajar —comentó Dasani—
. ¿Denver te dijo algo por lo que puedes hacer?
Kevin movió la salsa para evitar la penetrante mirada de Dasani.
—No exactamente.
—Dime —pidió Dasani.
—Bien, pues él dijo que no le importaba lo que yo podía hacer. —
comentó Kevin con brusquedad—. Eso no quiere decir que una parte
suya no me tema.
—No tienes remedio —dijo Dasani—. Si no te conociera mejor,
diría que usaste tu habilidad como excusa. ¿Cuál es la verdadera razón
por la que rechazaste a Denver? —Su amigo se frotó la barbilla y luego
sus ojos se abrieron más ampliamente—. Dime que no tienes una
extraña protuberancia en el cuerpo o granos en lugares innombrables. 67
Kevin miró con incredulidad a Dasani. —No, mi cuerpo está
perfectamente bien. —«Mejor que bien desde que Denver me reclamó».
Estaba a la espera de esta noche. Quizás Denver le haría el amor otra
vez.
Podía tener esperanza de eso.
Ambos hombres se voltearon cuando alguien llamó a la puerta de
atrás. Kevin miró el reloj de la estufa y supo que era demasiado
temprano para que fuera Denver. Tampoco tenía planes de practicar
hoy con Logan. En ocasiones, alguno de los hombres de Zeus pasaba a
revisarlo, pero raramente tenía visitas.
—Mueve la salsa por mí —le dijo a Dasani mientras se acercaba a
la puerta y la abría.
Se topó con el olor a tabaco y colonia barata antes de ver al
hombre de la cicatriz sonriéndole maliciosamente.
Denver estaba cepillándose el pelo mientras estaba frente al
espejo del vestidor de la estación de bomberos. Acababa de salir de la
ducha y no tenía más que una toalla envuelta en la cintura.
—¿Te arreglas para Kevin? —preguntó Travis cuando entró al
vestidor. Se recargó en la fila de casilleros con una sonrisa arrogante
en su rostro—. Sabía que no lo dejarías
—Y si vuelves a ofrecerte a quitármelo de encima, haré más que
golpearte —le dijo Denver.
—No quise decirlo así. 68
Denver le dio una expresión dudosa a Travis.
—Está bien, casi. Trataba de hacer que te movieras y fueras a
reclamar al chico como tuyo o algo así. Pero sólo te quedaste allí
parado como si tu pareja hablara otro idioma.
—¿Desde cuándo te convertiste en consejero de apareamientos?
—preguntó Denver mientras seguía cepillándose el pelo.
Travis se sentó en la banca que estaba detrás de Denver. —No lo
soy. Pero sé que lo has estado pasando mal en lo que respecta a Kevin.
—Kevin es... complicado. —En más formas de las que podía
contar. Demonios en más formas de las que él podía entender.
—¿Así de complicado? —preguntó Travis arqueando una ceja.
—No, por supuesto... —Denver suspiró profundamente cuando
bajó el cepillo—. No lo sé —admitió con sinceridad—. Creo que es
maravilloso. Es inteligente, hermoso y me hace reír. Pero tiene algunos
serios complejos. Quiero decir, como momentos muy complejos y no
estoy seguro de poder seguir siendo rechazado por él.
Su corazón palpitaba con fuerza y empezó a preguntarse si alguna
vez se recuperaría de eso. Comprendía que Kevin tenía problemas y
quería apoyarlo en esos asuntos, quería estar con él y ayudarlo. Pero
después de un tiempo, incluso el hombre más fuerte renunciaba, y
Denver seriamente empezaba a dudar ser tan fuerte.
A Travis se le arrugó la frente. —Creí que cenarían esta noche.
—Lo haremos, pero de alguna manera él me rechaza cada vez
que nos encontramos. Un chico sólo acepta ser pateado a la acera unas
cuantas veces antes de reconocer el mensaje. Si esta noche me vuelve
a rechazar, no sé si podré...
La quijada de Denver cayó cuando alguien apareció detrás de 69
Travis, en el baño. Su pareja estaba acurrucada en los brazos de un
hombre de piel azul. La ropa de Kevin estaba hecha jirones, tenía el
cuerpo ensangrentado y golpeado. Parecía como si un animal salvaje
lo hubiera atacado.
Los colmillos de Denver descendieron mientras su mirada se
volvía roja. El cepillo que traía en la mano cayó al piso antes de cerrar
los puños. —Tienes cinco segundos para explicarme que le hiciste a mi
pareja —gruñó mientras se acercaba al hombre azul.
—Hey, yo no le hice esto —dijo el chico mientras se le quedaba
viendo a Denver—. Alguien lo atacó en la casa y no pude alcanzarlo lo
suficientemente rápido. —Había una gran cantidad de culpa en esa
declaración—. Iba a llevarlo con mi pareja, pero él seguía preguntando
por ti.
Se desvaneció algo de la furia de Denver cuando se arrodilló
frente a los dos hombres. El rostro de Kevin era un desastre, un corte
largo e irregular bajaba por uno de sus pómulos. Alcanzó a Kevin y le
dolió el pecho por el breve gemido que salió de sus labios cuando el
hombre azul dejó a Kevin en brazos de Denver.
—¿Quién hizo esto? —Denver inhaló bruscamente cuando notó
el corte que se extendía desde la nuez de Adán y todo un lado del cuello
de Kevin—. ¿Alguien trató de cortarle la garganta?
—Yo... —¿Un hombre azul podía ponerse pálido? ¿Eso lo hacía
azul pálido?
—¿Cómo te llamas? —Por el color de piel sabía que era un elfo
de las sombras. Pero si el hombre mentía. Denver quería un nombre
para saber a quién cazar y matar.
—Dasani —respondió el tipo—. Soy pareja de Winter.
—¿El chico qué trabaja en el rancho Lakeland?
Dasani asintió vigorosamente.
70
Denver movió la cabeza y volteó a ver a su amigo. —Travis,
necesito mi bolso. —Siempre había estado orgulloso de ser un
paramédico, pero nunca como hoy. Sabía que Kevin no era del todo
humano, pero sí lo suficiente como para desangrarse si no revisaban
sus lesiones, y era algo que Denver quería evitar a toda costa.
—¿Quién hizo esto? —volvió a preguntar mientras ponía a Kevin
en el suelo del vestidor. Agarró de la banca su camisa limpia y la usó
para limpiarle la sangre de la garganta. Sintió que su corazón volvía a
latir cuando limpió suficiente sangre para notar que la herida no era
profunda. Solamente sangraba demasiado.
—¿Necesitas que traiga la camilla? —preguntó Travis mientras
dejaba la bolsa sanitaria junto a Denver.
—Dame un minuto para examinarlo. —No quería llevar a Kevin al
hospital a menos que fuera necesario.
—Creo que necesito llamar a Logan —dijo Dasani—. El sabrá que
hacer.
Denver se le quedó viendo al elfo. —No veo una razón para llamar
a ese hombre. —Todavía no sabía cómo se sentía respecto al mentor
de Kevin, excepto que no le agradaba que estuviera cerca de su pareja.
Había algo en la forma que Logan miraba a Kevin, que hacía que se le
erizaran los pelos del cuello a Denver—. Pero quizás podrías llamar al
Dr. Sheehan. Podríamos necesitarlo si no puedo detener esta
hemorragia.
Y a Denver le aterrorizaba no poder hacerlo. El flujo había
disminuido, pero no era médico. Podría tener daños mucho peores que
no podía ver, heridas internas, huesos rotos o traumatismo cerebral o…
gimió y se agarró un lado de la cabeza mientras miraba a Travis.
El tipo lo había golpeado en la parte de atrás. —¿Por qué hiciste 71
eso?
—Asústate después de tratar a tu pareja.
—Bueno. —Por un momento, Denver parpadeó rápidamente y
volvió al trabajo limpiando el corte más profundo en la garganta de
Kevin. También le limpió lo mejor que pudo la herida del rostro.
Después que dejó de sangrar, pudo revisarlo mejor. Por más que no le
agradara la idea, el corte necesitaría algunos puntos de sutura. Era muy
profundo e irregular como para sanar por sí solo.
Hizo una mueca y miró a Travis. —Necesitaremos al doctor para
hacer esto.
Travis sacó más gasas de la bolsa sanitaria y se las dio a Denver.
—¿Está muy mal?
—Podría estarlo —comentó Denver mientras volteaba a ver el
rostro lastimado de Kevin—. Pero me sentiría mejor si lo hiciera el
doctor. Prefiero un profesional que le dejaría menos cicatrices.
—Bueno —dijo una voz familiar—, al menos uno de ustedes está
usando la cabeza.
Denver se giró para ver a Dasani allí parado con el Dr. Sheehan.
No se había dado cuenta que el chico había desaparecido.
—Mi pareja está herida. —Denver retrocedió para que el doctor
pudiera revisar las heridas de Kevin—. Necesita puntos de sutura.
El Dr. Sheehan se movió y se arrodilló junto a Kevin. —
Ciertamente así parece, ¿no es así?
El corazón de Denver dejó de latir cuando Kevin gimió, arrugando
el rostro como si tuviera demasiado dolor. —Está volviendo en sí, Doc.
—Entró en pánico—. Haz algo. 72
—¿Quieres qué te vuelva a golpear? —Una sonrisa burlona se
formó en el hermoso rostro del Doctor Sheehan.
Denver gruñó.
Capítulo Ocho
Denver estaba sentado a un lado de su cama, con los brazos
apoyados en las piernas y mirando al piso. El doctor Sheehan había
suturado a Kevin. Afortunadamente sus heridas no eran lo
suficientemente profundas como para tener que llevarlo al hospital. Se
pasó la mano por la cabeza y se acordó de lo que Dasani le dijo.
Alguien intentó asesinar a Kevin y cuando lo habían traído con él,
Denver se paralizó. No había podido darle la atención médica que sabía
que podía darle. En lugar de eso, había desaparecido todo su
conocimiento médico y lo único que podía ver era el corte en el cuello,
donde alguien había intentado arrancarle la cabeza a su pareja.
73
Cuando Kevin se agitó en la cama, Denver miró por encima del
hombro. Con angustia en sus ojos azules, su pareja se le quedó mirando
fijamente. Se aclaró la garganta. —¿Cómo te sientes?
Kevin se tocó la venda en la mejilla y luego sus dedos llegaron al
cuello. —¿Alguien atrapó al tipo?
—Ni siquiera sabemos quién es —respondió Denver—. Sólo
sabemos lo que Dasani nos dijo.
—¿Y Logan? —preguntó Kevin—. ¿Alguien habló con él? Debe
saber por qué ese extraño intento arrancarme la cabeza. Esto tiene que
ver con mi habilidad, ¿no crees?
—Aunque le dije a Dasani que no lo llamara, él le dio los
pormenores a Logan. Cuando llamó, dijo que alguien había intentado
hacerle eso mismo —admitió Denver—. Pero eso no quiere decir que
sea la misma cosa contigo. Podría haber sido alguien trastornado que
irrumpió en tu casa.
—No —dijo Kevin—. Se había acercado a mí en el centro
recreativo. Quería que le mostrara lo que podía hacer.
Denver frunció el ceño. —¿Por qué no me dijiste nada? —No
creía que fuera un ataque al azar. Pero no quería que se pusiera
histérico. El doctor quería que su pareja descansara.
Kevin se encogió de hombros y Denver podría jurar que el
hombre se veía desanimado. —No lo sé. ¿Pero qué importa?
—¿Alguna vez te has puesto a pensar que tú eres el hombre que
he estado esperando toda mi vida? Lo único en lo que pienso es en
nuestro primer beso. Me paseo por mi apartamento preguntándome
por qué te esfuerzas tanto intentando evitarme. —Denver se frotó las
manos mientras se volteaba y se quedaba viendo la pared frente a él—
. ¿Sabes lo asustado que estoy de arruinar lo que hay entre nosotros?
No quiero presionar tanto, pero ya no puedo seguir soportando el 74
rechazo.
—¿Estás diciendo qué terminamos? —El dolor en la voz de Kevin
destrozó a Denver.
—No. —Movió la cabeza—. Sólo te pido que le des una
oportunidad a esto que tenemos. Inténtalo. Haz la prueba si funciona.
—Denver iba a darse la vuelta, pero se dio cuenta que no podía. Ya
estaba sobre el regazo de Kevin—. Sé que tienes tus motivos. Pero creo
que soy bueno escuchando y puedo tener un hombro fuerte cuando lo
necesites.
Denver volteó a ver cuando Kevin puso la mano en su brazo. No
estaba seguro de lo que diría su pareja. Pero se preparó para lo peor.
—Quiero intentarlo —dijo Kevin—. E-es sólo que no sé cómo
dejar entrar a alguien.
Denver titubeó y luego puso su mano sobre la de Kevin. —¿Lo
dices en serio?
Los bonitos ojos de Kevin brillaban por las lágrimas contenidas. —
¿Me enseñarías?
Denver sonrió y bajó la cabeza. —Sería un placer. —Se giró, se
acostó al lado de Kevin y juntaron sus frentes—. Hola, soy Denver
Macías.
Kevin se rió sutilmente y Denver supo que su corazón ya no le
pertenecía. Kevin lo tenía en la palma de su mano. —Hola, soy Kevin
Martin. Es un placer conocerte, Denver.
Con la mano, Denver le hizo a un lado el pelo a Kevin. Enamorarse
era el sentimiento más aterrador y electrizante del mundo. Ahora este
hombre tenía el poder de aplastar su mundo. Su corazón estaba 75
acelerado y no estaba seguro de que decir, pero ahora sabía que su
vida giraba en torno a su pareja. —Quería saber si te gustaría ir a cenar
conmigo.
Kevin sonrió ampliamente y apenas pudo contener la emoción en
su mirada. —¿Una cita?
—Sí. —Denver rozó con la yema de su pulgar la quijada de
Kevin—. Una cita, hermoso.
El brillo en la mirada de Kevin era como ver el más increíble
amanecer. Sus ojos brillaban llenos de emoción y color. Denver lo jaló
y presionó sus labios en el pelo de su pareja, agradecido de no haber
perdido al hombre.
Kevin lo abrazó y apoyó su cabeza en el pecho de Denver. —E-
esto se siente bien.
—Sí —admitió Denver. En una relación había más que sólo sexo.
Eran estos momentos los que quería disfrutar y los quería por el resto
de su vida.
Desde el ataque habían pasado dos semanas y a Kevin ya le
habían retirado las vendas. Se paró frente al espejo, contemplando las
cicatrices que ahora tenía. Tenía una en el cuello y la de su mejilla era
desigual.
—No es justo.
La mirada de Kevin se cruzó con la de Denver. —¿De qué hablas?
Denver se puso detrás de Kevin y lo abrazó. —Que tú puedes
tener cicatrices y volverte más guapo que antes. Travieso. Peligroso. Si 76
fuera yo, probablemente luciría como si hubiera salido mal un proyecto
de ciencias.
Kevin enmarcó el rostro de Denver y curvó sus labios antes de
bromear y decir. —¿Igual que un hombre que escapó de prisión?
—El más malo de todos —comentó Denver—. Te contrataría
como asesino a sueldo en un instante.
Kevin sonrió. —No soy tan fácil. Ni puedes sobornarme por
menos de una cena y película.
Denver se rió entre dientes mientras abrazaba fuerte a Kevin. —
Eres bueno negociando. —Retrocedió y se inclinó. Entonces será un
placer complacerlo, Sr. Martin.
Kevin apenas se estaba acostumbrando a la personalidad de
Denver. Era agradable y no insensible, además nunca había sonreído
tanto en su vida. No sabía que abrirse a alguien podía sentirse tan bien.
—Con tal qué no tenga que usar unas zapatillas de cristal, Príncipe
Encantado.
Kevin no estaba seguro que eran esas extrañas sensaciones que
se arremolinaban en su interior, pero sentía que podía volar siempre
que estaba con Denver. Se le aceleraba el pulso, sentía mariposas en el
estómago y las manos le sudaban. Era como si Denver despertara su
alma.
—Ya estás usando lo más hermoso que hay en este mundo —
comentó Denver y Kevin se sorprendió por cómo se había ruborizado
su paramédico.
—¿Y qué es eso? —preguntó.
—La forma en que sonríes cuando estoy cerca —dijo Denver.
Kevin se quedó sin habla. 77
Denver tomó la mano de Kevin y le hizo levantar el brazo para
hacerlo girar antes de abrazarlo. —Un día sin tu sonrisa es como un día
sin el sol calentando mi rostro.
—No soy bueno con las palabras —confesó Kevin.
—No tienes por qué serlo —dijo Denver mientras le besaba en la
mejilla—. Sólo sigue sonriendo para mí.
Kevin apoyó su mejilla contra el pecho de Denver y se dio cuenta
que esas extrañas sensaciones estaban arremolinándose en su interior.
Amaba a Denver. Lo amaba tanto, que sentía que su corazón estaba a
punto de explotar.
—¿Está bien si digo que te amo? —preguntó Kevin.
Denver sujetó de la nuca a Kevin y le besó en el pelo. —Eso estaría
más que bien. Es un requisito para ser un asesino a sueldo.
Kevin se rió entre dientes y luego se apartó un poco,
contemplando esos ojos avellana que le robaron el corazón. —¿Es algo
pronto?
Denver cruzó el dedo sobre su corazón. —Te juro que está bien.
Está escrito en el código de honor de los asesinos a sueldo.
—No hay un código escrito —bromeó Kevin—. Los malos no
tienen honor.
—¿Eso crees? —preguntó Denver—. Porque yo mataría por
protegerte.
Kevin apretó la mano de Denver, luego la soltó y se acercó. Con
sus brazos rodeó la cintura de su pareja. —Yo haría lo mismo por ti.
Denver se rió entre dientes. —Te das cuenta qué esta es la
declaración de amor más macabra que pueden darse dos chicos.
—Probablemente. —Kevin asintió—. Pero lo digo en serio.
78
—Yo también.
Denver lo tomó de la mano y lo llevó a la cocina. Cuando su pareja
sacó un poco de jugo del refrigerador, Kevin había estado a punto de
preguntarle por qué estaban allí.
—Por supuesto —bromeó Kevin—, estás en tu casa. —La verdad,
estaba decepcionado. Pensó que Denver le haría el amor. En las últimas
dos semanas no le había tocado. De hecho, la única vez que habían
estado juntos íntimamente fue cuando Denver lo había reclamado.
Denver se acercó después de servirse un poco de jugo y le ofreció
el vaso. Kevin lo giró y presionó sus labios en el lugar donde habían
estado los de Denver. Bebió un poco e hizo todo lo posible para no
derramarlo cuando Denver empezó a mordisquearle el hombro.
—Vas a hacer que derrame el jugo. —Kevin trató de inclinarse
para dejar el vaso en la encimera, pero Denver hacía que fuera
complicado que se moviera y que pensara. Le besó el brazo a Kevin, se
arrodilló y chupó todos sus dedos, jugueteando con cada uno.
Finalmente, Kevin pudo dejar el vaso en la encimera. Sujetó el
rostro de Denver y pasó el pulgar por su quijada. —Gracias.
Denver contempló a Kevin. —¿Por qué?
—Por no rendirte conmigo. —Kevin se arrodilló frente a Denver.
Ambos tocando el rostro del otro antes de que Kevin se inclinara y
besara al hombre, saboreando lo que había estado deseando desde
hace semanas. Denver sujetó la nuca de su pareja y profundizó el beso.
Kevin se echó hacia atrás sujetándose de Denver. Se inclinó tanto
que gritó mientras caía de espaldas, llevándose a Denver con él.
—Si me querías encima sólo tenías que pedirlo. —Denver se reía
mientras apartaba el pelo del rostro de Kevin—. Soy alguien asequible. 79
—Espero que no sea una advertencia7. —Kevin movió las piernas
hasta que se sintió más cómodo.
—Hmm. —Denver se veía como si estuviera pensando en algo—
¿Cómo me vería en uno de esos enormes paneles publicitarios?
Kevin le dio un manotazo en el pecho. —No es divertido.
Alzó la cabeza cuando Denver se quitó la camisa. Dobló la prenda
y la metió bajo la cabeza de su pareja.
—¿Mejor? —preguntó Denver.
—Perfecto. —Aunque Kevin no se refería a su improvisada
almohada. Siseó y echó la cabeza hacia atrás cuando Denver empezó a
lamerle el pecho. Le gustó sentirse atrapado y oprimido por Denver.
Apoyó las rodillas a los costados de las caderas de su pareja.
Denver sonrió. —Aún no.
7
En esta frase se refiere a la palabra advertencia como si fuera una publicidad, por eso en la siguiente frase
comenta lo del panel publicitario.
Kevin no tenía idea de a qué se refería Denver hasta que se apartó
y empezó a bajarle los jeans. Luego, se levantó, y Kevin se quedó
mirando a su pareja mientras se desnudaba. Se le hizo la boca agua por
toda esa deliciosa piel revelándose. Denver tomó el aceite que estaba
en la encimera y luego se arrodilló entre las piernas de Kevin.
La increíble excitación que Kevin sintió, hizo que el corazón le
palpitara mientras su pene se ponía tan duro como el acero. Tragó con
fuerza cuando notó una necesidad pura en el rostro de Denver
mientras le mordisqueaba el pecho. No comprendía por qué el hombre
lo quería tanto. Nunca había conocido a nadie que lo mirara como si
quisiera ahogarse en su cuerpo.
Por Dios, la lengua del hombre era maravillosa. Kevin soltó un 80
largo gemido mientras apretaba sus manos en los hombros de Denver.
Separó más las piernas para que se acomodara. Podía sentir la erección
de su pareja presionándose contra él.
—¿Por qué no puedo tener suficiente de ti?
Denver le mordió el pezón a Kevin y le hizo gritar. No había sido
fuerte, pero la sensación le tomó desprevenido. Movió las caderas
cuando se estremeció. Denver se deslizó al otro pezón y a Kevin se le
dificultó respirar.
Kevin sentía que su cuerpo ardía y estaba a punto de venirse. Su
pene se engrosaba más con cada segundo que pasaba. En un instante
se avergonzaría. No quería que Denver pensara que no tenía
resistencia. Independientemente de la especie, los hombres se
enorgullecían de su vitalidad, y él estaba haciendo un trabajo mediocre
demostrando que tenía alguna.
No estaba seguro de lo que Denver pretendía cuando metió el
brazo bajo su rodilla y le jaló la pierna. La lengua de Denver empezó a
explorar desde su cadera hasta desaparecer en su rodilla.
Nunca antes alguien lo había usado como aperitivo. Era como si
su piel tuviera un efecto intoxicante en Denver. El hombre no podía
dejar de saborearlo.
Kevin echó la cabeza hacía atrás y apretó los dientes cuando un
dedo húmedo iba entrando en él. Abrió la boca y exhaló. Lo que Denver
le estaba haciendo era...
Un sonido poco varonil salió de sus labios cuando Denver lo miró.
Sexy ni siquiera describía cómo se veía el hombre. La palabra Dios se le
vino a la mente. Kevin estaba ahogándose en la lujuria, sofocado por
esos magistrales labios y manos del hombre. Denver mordió el muslo
interno de Kevin y este se vino. Un segundo dedo entró en su culo y
luego un tercero. La sensación sólo intensificó su orgasmo. 81
—Increíble —suspiró Denver.
La pasión explotó en el rostro de Kevin. —Ah, Dios. Lo siento.
—¿Por qué? —preguntó Denver—. No te disculpes por verte tan
magnífico que quiera devorarte.
Mientras jadeaba, Kevin se rió con nerviosismo. Era tierno que el
chico quisiera minimizar que su resistencia era inexistente.
Probablemente Denver negaba en su interior, pensando que Kevin era
un pésimo compañero de cama.
Denver se inclinó y empezó a lamer la simiente de Kevin de su
estómago, dejándolo totalmente aturdido. Parecía disfrutarlo. Lamió y
chupó hasta que no quedó ni una sola gota en su piel.
Era lo más erótico que había visto en su vida. Denver recorrió su
cuerpo con una necesidad particular. Kevin estaba casi seguro de que
si extendía el brazo podría tocar la excitación del hombre.
Y no se refería al pene del hombre. Denver tenía un aura a su
alrededor, percibía que era picante y quería más de lo que él le podía
ofrecer.
Denver bajó la cabeza y le mordisqueó el lóbulo de la oreja a
Kevin. —Tu cuerpo me enloquece.
Kevin podía sentir que su pene volvía a crecer, a pesar de que
acababa de llegar al clímax. Era totalmente excitante como Denver
parecía un depredador mirándolo y eso hizo que su sangre fluyera más
rápido por sus venas.
Denver se acomodó encima de Kevin y la punta de su pene estaba
en su entrada. —Voy a joderte —lo dijo justo antes de que su erección 82
dura como el acero se enterrara profundamente hasta la empuñadura
en el cuerpo de Kevin. Él gritó y Denver se quedó quieto, mirándolo con
ternura.
Kevin clavó las uñas en el pecho de su pareja, respirando hasta
que pasara el dolor mientras Denver cubría su rostro. —Se siente tan
bien estar enterrado en tu interior.
Denver se inclinó y despacio lo besó sutilmente. Kevin gimió en la
boca del hombre mientras se arqueaba en su contra y sus pezones se
rozaban contra un muro de piel firme. Las caderas de su pareja
empezaron a moverse y su gruesa longitud estiraba ampliamente a
Kevin mientras salía y luego volvía a entrar en él.
Rompió el beso y luego enterró su rostro en el cuello de su pareja.
—Maldición —susurró mientras metía las manos bajo las nalgas de
Kevin y lo levantaba un poco. Un gruñido en el pecho del shifter
mientras se apoyaba en sus piernas y miró a su pareja—. Maldición,
Kevin, joder.
Se soltaron las manos y Kevin sintió que Denver le acariciaba el
estómago y luego su pene.
Kevin echó la cabeza hacía atrás y gritó el nombre de su pareja.
Al parecer eso fue como una provocación, porque las embestidas de
Denver se hicieron más profundas y el salvaje gruñido se escuchó en
toda la habitación. La fuerza volvió a aumentar, sólo que esta vez se
sentía inestable. Jaló a Denver y él se inclinó, tomando la boca de Kevin,
casi volviéndolo loco. Kevin subió las piernas y rodeó la cintura de su
pareja mientras lo montaba con fuerza.
Denver gimió. El calor seguía aumentando. El cuerpo de Kevin
ardía mientras se movían uno junto al otro.
—Denver —clamó.
Denver observó a Kevin y su expresión era misteriosa y salvaje, 83
haciéndole lamerse los labios mientras los caninos de su pareja se
alargaban lentamente. Estaba en el cielo. Estremeciéndose bajo la
atenta mirada de su pareja, estaba tan excitado que se alejó
totalmente de la realidad mientras se dejaba ir en caída libre en los ojos
avellana de Denver.
—Sostente, bebé.
Kevin se aferró a los hombros de su pareja mientras sentía la
gruesa longitud del pene de Denver presionándose más profundo
dentro de su cuerpo. —Denver, por favor.
—Me encanta escuchar como súplicas. —La voz del hombre
sonaba tensa, como si estuviera aferrándose a lo último de su control.
Kevin olvidó lo que estaba pensando cuando el delicioso ardor le
llenó, recordándole que Denver estaba en su interior. Se retorció bajo
el shifter mientras este se echaba hacia atrás y su mirada se enfocó a
donde sus cuerpos se conectaban.
—Se ve bien, ¿no es así? Entrando y saliendo en ti, ¿te gusta? —
preguntó. Kevin alzó la mirada para encontrarse con la de su pareja.
Estaban en la agonía del sexo, sin embargo, podía sentir que su
piel se ruborizaba por la pasión. Denver se rió sutilmente. —Qué
bonito.
—Mi cuerpo, ya no soporto. Por favor, Denver, por favor. —Se
estremeció bajo el hombre, luchando por su liberación.
Denver empezó a joder el culo de Kevin con profundas y fuertes
estocadas que lo hacían gritar su nombre cuando sentía cada dura
embestida estirándolo y acariciándolo. Denver lo llevó directo a volar
de éxtasis, manteniéndolo lleno con su pene y rozándolo con su
creciente calor sofocante.
El estómago de Kevin se tensó, se le revolvió y luego parpadeó 84
cuando sintió que su visión se hacía borrosa. Los músculos de su culo
se tensaron alrededor del pene de Denver mientras explotaba. Se
retorció bajo su pareja mientras un absurdo placer lo atravesó.
—Kevin... dios... bebé...
Se aceleraron las profundas y fuertes embestidas cuando Kevin
sintió chorros de esperma en su trasero. Y luego Denver hundió sus
caninos en el hombro de su pareja. Eso le provocó otra explosión que
lo dejó jadeando y luchando por respirar mientras se retorcía bajo el
poderoso cuerpo de Denver.
Lamió la mordida para cerrarla y luego le acarició el cuello a Kevin.
—Bueno, sobre la cena...
Capítulo Nueve
8
Pager, se refiere al buscapersonas o localizador según como se diga en cada país, se usaba hace un tiempo.
—¿Qué pasa?
—Tengo que irme —dijo Denver—. No estaba de turno, pero
acabo de recibir el código de que alguien canceló.
—Bueno, creo que el deber llama. —Kevin percibió decepción en
su propia voz. Sería un largo y solitario viaje de regreso a Pride Pack
Valley.
—¿Por qué no te quedas en mi casa y cuándo salga terminamos
nuestra charla? —Denver se acomodó el localizador en el cinturón—.
Detesto que nuestra velada haya sido interrumpida.
Kevin también. Amaba cada momento que pasaba con Denver. —
¿Estás seguro? Entiendo muy bien que tengas que irte y sé que estarás 91
exhausto cuando regreses a casa.
Denver besó sutilmente a Kevin. —Nunca estaré demasiado
cansado para ti. Y —dijo Denver mientras acariciaba el labio inferior de
Kevin con la yema de su dedo—, me gusta regresar a casa con alguien
así de sexy.
Kevin podría acostumbrarse a esto. —Bueno, si estás seguro.
Denver guió a su pareja a su coche y condujo de regreso a su
apartamento. Kevin se sentó en el sofá mientras su pareja iba a
ponerse el uniforme y luego regresó a la sala de estar. A Kevin le parecía
muy sexy un hombre con uniforme. Y Denver con el suyo color azul
oscuro, detonaba sus impulsos.
—¿En serio tienes que irte ya?
Denver le guiñó un ojo. —Ten eso en mente para cuando llegue
a casa y con gusto me quitaré el uniforme para ti.
—Oh, no. —Kevin movió la cabeza—. No te lo quites.
—Pervertido. —Denver se rió entre dientes antes de agarrar sus
cosas y besar a Kevin—. Volveré antes de que te des cuenta. Hay
comida en el refrigerador y puedes buscar algo que ver en cable.
—Estaré bien —dijo Kevin mientras Denver iba hacia la puerta.
Caray, su pareja tenía un buen trasero. Bien tonificado y muy en forma.
Y quería mordérselo.
—Sé que estás mirándome el trasero —dijo Denver antes de salir
y cerrar la puerta tras de si, dejando a Kevin sentado allí y sonriendo
como un bobo.
Kevin se volteó, tomó el control remoto y se acomodó en el sofá.
Escuchó un ruido procedente de la cocina antes de poder encender el 92
televisor.
Con el control en la mano, esperó volver a escuchar el ruido. Se
quedó sentado en esa posición por unos minutos antes de
acomodarse. No estaba acostumbrado a los ruidos de la casa de
Denver. Y probablemente había sido alguno de sus vecinos.
Soltó el control remoto cuando empezó a dolerle la cabeza. Se
frotó las sienes, siseando por el dolor. Habría pensado que le iba a dar
migraña, pero ya antes había sentido ese tipo de dolor. Era el mismo
que sentía al entrenar con Logan.
Jadeó cuando vio al hombre de la cicatriz entrando a la sala de
estar de Denver.
—Al fin solos.
Kevin se paró y retrocedió. —¿Cómo entraste aquí?
Había momentos en los que Denver odiaba cargar un localizador.
Este era uno de esos. Realmente había estado esperando su noche con
Kevin.
Nunca antes le había importado cubrir a alguien, pero tampoco
había tenido un chico sexy esperándolo en casa. Sonrió sutilmente. No
podía creer que por fin estaba emparejado. Aún se estaba
acostumbrando a la idea y sabía que no sería tan simple. Kevin tenía
algunos problemas, pero ninguno que él no pudiera manejar. De eso
estaba seguro.
Reno estaba en la cocina revolviendo una olla de chili. Travis
estaba en un sillón reclinable muy tranquilo viendo la televisión y Bear
estaba en su oficina haciendo papeleo. 93
Frunció el ceño cuando vio a los otros dos TEM sentados junto a
Travis en los sillones reclinables. Smith y Ryland se veían muy cómodos.
¿Por qué lo llamaron si ellos estaban aquí?
—¿Quieres un tazón de chili? —preguntó Reno mientras lo
probaba con la cuchara de madera.
Travis volteó y vio a Denver con una expresión indicando que
estaba confundido por verlo allí.
Denver llamó a la puerta de Bear antes de entrar. El jefe alzó la
mirada.
—Pasa, Denver. —Bear cerró el archivo en el que había estado
escribiendo y señalo la silla frente a su escritorio—. Toma asiento.
—No vine aquí por algún tipo de problema.
Bear se recargó en su silla y movió la cabeza. —Entonces debes
tener una botella de coñac escondida en la espalda.
Denver sonrió. —No esta noche. Me preguntaba por qué me
llamaron si Ryland y Smith están aquí.
—Buena pregunta —afirmó Bear—, porque yo no te llamé.
Denver sacó su localizador y se lo mostró a Bear. —Ahí está.
Bear tomó el aparato y frunció el ceño. —Es el código, pero yo no
lo envié.
Denver se sentó y se pasó una mano por la cabeza. —No
entiendo. Si tú no lo enviaste, ¿quién fue?
—Me parece que alguien te quería aquí.
Denver tomó el localizador del escritorio y se le quedó mirando.
—O alguien me quería lejos de Kevin.
—¿La misteriosa persona que atacó a Kevin y a Dasani? —Bear se 94
frotó la barbilla—. ¿Cómo sabría dónde esta? ¿Él está en casa?
—No —dijo Denver—. Lo dejé en mi casa después de nuestra cita
nocturna. —Se levantó y fue hacia la puerta—. Recibí la llamada
mientras andábamos por la calle frente a la panadería.
—Alguien te estaba observando —dijo Bear mientras se
levantaba—. Esa persona esperó hasta que los dos estuvieran en la
calle antes de separarlos.
—Me haré cargo de esto —dijo Denver al abrir la puerta—.
Spencer me mataría si algo te pasara. —Salió y en cuestión de segundos
estaba en su camioneta. No permitiría que Bear se involucrara en esto.
¿Por qué había dejado solo a Kevin? Sabía que alguien estaba tras
él. No sabía por qué, pero aquel ataque debió mantenerlo alerta. Pero
había bajado la guardia y nunca se perdonaría eso. Si algo le sucedía a
Kevin... No llegaría a eso. Ni siquiera iba a pensar en eso.
Podría ser sólo una confusión. Esa extraña llamada no quería
decir que su pareja estuviera en problemas. Oh, ¿a quién quería
engañar? Nunca antes había tenido una llamada oculta.
Sólo los hombres de la estación de bomberos sabían su número
de localizador, pero de ser así, ¿entonces cómo hizo para llamarle la
persona sin nombre?
Denver llegó al estacionamiento de su edificio y entró. Estacionó
la camioneta en su aparcamiento y salió a toda prisa dirigiéndose a la
puerta trasera, en todo momento implorando que esa misteriosa
llamada no tuviera nada que ver con su pareja.
Subió de dos en dos las escaleras y deseó haber ocupado un
apartamento en el primer piso en lugar de en el cuarto. Sentía que
estaba tardando demasiado en llegar. Estuvo a punto de derribar a uno
de sus vecinos cuando llegó al segundo piso y se giró para seguir al
siguiente. 95
—¡Lo siento! —gritó a su vecino, quien protestó porque iba
corriendo.
Finalmente llegó al cuarto piso y se detuvo justo frente a su
puerta. Presionó su oreja contra la puerta de madera. Si Kevin estaba
bien, Denver no quería asustarlo irrumpiendo así. Su pareja ya había
pasado por muchas cosas.
Cuando no escuchó nada, respiró profundamente y usó su llave
para entrar. Estaba despejado en la sala de estar. Cerró la puerta y puso
las llaves en el gancho de la pared. Presionó el interruptor de luz, pero
no se encendió.
—¿Kevin? —exclamó. Su pareja no respondió.
Denver se detuvo y prestó atención, pero no se escuchó nada.
Quizá Kevin había ido a acostarse y estaba dormido. Fue al pasillo.
Presionó el interruptor de luz, pero no encendió. Lo presionó varias
veces más, pero... nada.
Que una luz no encendiera no le preocupaba. Pero dos, ya era
inquietante. Las luces del corredor estaban encendidas así que no era
un apagón en el edificio. Inclinó la cabeza e inhaló profundamente.
Sus caninos se alargaron cuando percibió el aroma no sólo de
Kevin sino también el de un desconocido. Siguió por el pasillo y entró a
su dormitorio.
—Qué bueno que te nos unes —exclamó él desconocido—. Fui
yo quien mentalmente le sugirió a tu jefe que te llamara. Ni siquiera
recuerda que estuve en su mente.
Denver se acordó del tipo de la lavandería. Este era el mismo
hombre que había atacado a Kevin. —¿Y tú eres? 96
Miró a su alrededor y gruñó al ver a su pareja de rodillas y con las
manos atadas a la espalda. Kevin tenía cinta adhesiva cubriendo su
boca. Él se le quedó mirando y Denver pudo notar mucho miedo en sus
ojos azules.
—El hombre que obtendrá más poder una vez que tome la cabeza
de Kevin.
Capítulo Diez
Kevin podría haber controlado su destino. Después de todo había
nacido como un mente styre. Luego de conocer a Logan y saber que
casi había muerto de esta forma, sabía que tendría una oportunidad
del cincuenta por ciento de no sobrevivir. Podría decir que había
aceptado eso, pero, ¿quién realmente aceptaba el hecho de que podría
morir de forma cruel y tan joven?
Nadie cuerdo.
Podría saber que tendría mejores posibilidades de escapar que si
tuviera una esperanza de vida normal, pero eso no lo había preparado
para esto; arrodillado, con las manos atadas y cinta adhesiva en la boca, 97
además de que el extraño había construido una diabólica prisión en la
que tenía su mente atrapada.
Podría haber sido capaz de manejar todo eso. Pero lo que no
podía soportar era el hecho de que su pareja estaba ahí y sería testigo
de cómo le cortaban la cabeza. Ni el hecho de que este maníaco
pudiera matar a Denver.
Era como una pesadilla y no quería deseársela a nadie.
Quería gritarle a Denver que se fuera de allí. Quería decirle que lo
amaba. Incluso quería agradecerle por enseñarle que no tenía que ser
prisionero de su propia mente y que podía vivir una vida normal y feliz.
Pero ese no sería su destino.
Kevin intentó defenderse mentalmente, pero el desconocido era
muy poderoso. Había sido aplastado como una mosca tratando de
luchar contra un cocodrilo. Trató de usar las técnicas que Logan le
había enseñado, pero no funcionaron.
Y ahora allí estaba, arrodillado en el dormitorio de Denver,
esperando su ejecución.
—Déjalo ir —dijo Denver entre dientes mientras el desconocido
mentalmente lo forzaba a ponerse de rodillas.
En lugar de responderle a Denver, el desconocido agarró del
cabello a Kevin y le inclinó la cabeza. —No tienes ni idea de la suerte
que has tenido. Mientras tú estabas resguardado en alguna casa de los
suburbios, aprendiendo a usar y controlar tu poder, otros nueve y yo
hemos sido ratas de laboratorio para una compañía financiada
secretamente.
Aun si Kevin pudiera responderle al tipo, no lo haría. La cinta
adhesiva le impedía decir algo coherente.
—Toda esa operación recién se creó hace diez años. Falló desde 98
el principio y se debió abortar. Pero según los médicos, la idea podía
funcionar brillantemente con resultados genuinamente positivos.
—¿Todo eso qué tiene que ver con Kevin? —exclamó Denver—.
¿Por qué estás tras él?
El desconocido siguió ignorando a Denver. Puso el cuchillo en la
garganta de Kevin, pero no le cortó. Kevin empezó a temblar, sabía cuál
sería su destino y se preguntaba que tanto le dolería.
—Pero no puedes presionar la mente humana sin que esta
empuje. Intentaron controlarnos a todos, pero nos volvimos más
fuertes y escapamos de las instalaciones. De los diez, siete fueron
capturados y destruidos. ¡Destruidos! Como si fuéramos ratas de
laboratorio que podían ser eliminadas. De los tres que siguieron libres,
a dos les gusta el poder. Descubrieron a más de nuestra especie y los
mataron sin saber lo que sucedería cuando les cortaron la cabeza.
Kevin sabía que si un mente styre le cortaba la cabeza a otro,
ganaría su poder y se volvería aún más fuerte.
—Recientemente uno fue capturado y por lo que vi, fue
reprogramado. Le corrompieron y reconstruyeron. Es una auténtica
máquina de matar, sólo que no utiliza armas. Nada construido por el
hombre.
A Kevin no le agradaba a dónde se dirigía esto.
—Pensaban vendernos. Seríamos utilizados en el sector privado.
Los médicos querían ver que tan bien podíamos usar nuestras mentes
obedeciendo órdenes antes de trasladarnos al sector gubernamental.
Al parecer, los médicos estaban presionándolos para tener
mentes más fuertes, pero en vez de eso se las arruinaron. Kevin ahora
empezaba a comprender lo que Logan había estado tratando de 99
inculcarle. En lo que se refería a su especie había una delgada línea
entre el bien y el mal. Podría haber sido él quien estuviera en ese
laboratorio. El que había muerto o uno de los tres que seguían con vida,
pero destrozados.
—Déjame adivinar —comentó Denver y Kevin podía decir que su
pareja estaba luchando contra el influjo mental que el desconocido
tenía sobre él. Estaba rojo, jadeando y la tensión en su cuello resaltaba
sus venas—. Fuiste tú al que capturaron y lo hicieron más fuerte.
El desconocido se rió y a Kevin ese sonido le recordó a un enfermo
mental sin sus medicamentos. —¡No quería! Pero les enseñaré a esos
médicos. Demostraré que puedo ser mejor que su soldadito9. Se darán
cuenta que cometieron un error al intentar destruirme.
Oh dios. Este sujeto estaba más loco de lo que pensaba. ¿Quién
querría ser aceptado por su captor o necesitar su aprobación? Salió por
la ventana la idea de que podría convencer a este tipo de no matarlo.
9
Tommy boy: Informalmente en la milicia (tropas) privada, Tommy es la referencia para soldado, añadiendo
Boy sólo denota cierto despectivo al título. 'soldadito' Aunque también podría haber sido el contexto de una
película así llamada o una referencia de chico bonito, hasta algo como indiferente. Tiene diferentes contextos,
pero me pareció más adecuado soldadito.
Evidentemente no estaba en sus cabales. Estaba tan dañado que
probablemente eso lo hacía más perjudicial.
¿Sabría que estaba en problemas?
Kevin había jurado nunca entrar en la mente de algún amigo. Y
cuando empezó a enamorarse de Denver reafirmó su juramento. Pero,
aunque fuese mentalmente, quería estar cerca de Denver si eran sus
últimos minutos de vida.
Mientras se enfocaba en la mirada de Denver, mentalmente,
Kevin grabó en sus recuerdos los hermosos ojos color avellana del
hombre. Atravesó las barreras que la mayoría de los humanos tenían y
vio la puerta que el desconocido había construido, de la habitación 100
mental en la que había encerrado a Denver.
Por la fuerza que este tipo tenía, debió sentir a Kevin porque
intentó sacarlo. Era tan fuerte que casi lo logra. Pero Kevin era
intrépido.
El desconocido jaló de la cabeza a Kevin. —¡Sal de ahí!
Kevin se negó. Obviamente el tipo lo mataría. ¿Qué podría
perder? Empujó con más fuerza.
El desconocido siseó y se limpió la nariz. Al parecer no era algo
sencillo mantener dos mentes cautivas, pero Kevin se estaba agotando
por el esfuerzo.
A Kevin empezó a dolerle la cabeza y sintió un ligero chorro
caliente justo debajo de su nariz. Empujó con más fuerza, haciendo
todo lo posible por atravesar esa puerta. Se dio cuenta que cuanto más
fuerte empujaba mentalmente, físicamente, Denver podía moverse
más.
Si tan sólo pudiera...
Denver colapsó en el piso. Pero no fue su pareja quien se levantó.
No en forma humana. Escuchó un fuerte aullido antes de que un puma
saltara sobre el desconocido, derribándolo.
Kevin sintió el momento en que su mente se liberó,
desapareciendo la resistencia que imponía. Cayó al piso con dolor de
cabeza y la nariz sangrando. En cuestión de segundos, Denver liberó
sus muñecas y se arrodilló a su lado. Allí estaba el tipo con la garganta
destrozada y con los ojos mirando hacia el techo. Debería aterrarle ver
a alguien que había muerto de forma tan cruel, pero cuando miró al
hombre sintió... nada.
Se alegró de que el tipo estuviera muerto. No sabía si eso lo
convertía en una mala persona o no, pero no podía negar el alivio que 101
sintió.
—¿Estás bien? —Su pareja sacó una bolsa del armario y empezó
a examinar a Kevin. Le dolía la cabeza, pero empezó a disminuir la
sangre que goteaba de su nariz. Era extraño ver a Denver desnudo y
con un rastro de sangre alrededor de la boca mientras intentaba
atender las heridas de su pareja.
—Mejor que nunca —murmuró Kevin al levantarse y utilizar la
palma de su mano para limpiar la sangre en la boca de Denver—.
¿Anotaste la placa de esa camioneta que me pasó por encima?
Denver sonrió mientras abrazaba a Kevin. —Sí, la anoté.
Notó el miedo en la mirada de Denver y también sintió cuanto se
estremecía. Kevin sostuvo con fuerza la quijada de Denver. —Gracias
por estar ahí para mí.
Denver le acarició la mano a Kevin. —No luché tan fuerte para
luego perderte.
Esas fueron las palabras más tiernas que había escuchado en su
vida. Estuvo dispuesto a aceptar su destino y ahora su destino lo miraba
fijamente con los más hermosos ojos color avellana que hubiera visto.
Denver era su destino y él se aferraría a este con ambas manos.
Por fin tenía un futuro y era con su paramédico.
105
Fin
Sobre el autor
Lynn Hagen ama escribir sobre algo imperfecto, pero adorable. Ella
también ama a un héroe que puede ver más allá de todas las asperezas,
para encontrar el diamante brillante, que es un corazón hermoso. La
puedes encontrar, cualquier día, acurrucada con su computadora
portátil y una taza de café caliente, dejando que el siguiente conjunto
de personajes, cuenten su historia.
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