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Isabel Molina Martos – Sociolingüística del español en el Norte de África

20: Sociolingüística del español en el norte de África

ISBN - 84-9822-429-2

Isabel Molina Martos


Universidad de Alcalá
Isabel.molina@uah.es
THESAURUS:
Sociolingüística hispánica, Sociología de lenguaje, multilingüismo, diglosia, política
lingüística, contacto de lenguas, transferencia lingüística, desplazamiento y sustitución de
lenguas, lengua residual, lengua en extinción.

OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS: 7. “Aspectos sociales en la historia del español


en Asia y África”.

RESUMEN
El español en el Norte de África incluye una diversidad de manifestaciones que
impide hablar de una sola modalidad de español. En primer lugar, hay que distinguir su
situación en Ceuta y Melilla, los dos únicos enclaves españoles en territorio norteafricano.
En las Ciudades Autónomas, el castellano es la única lengua oficial, protegida por una
política lingüística que la antepone a las demás, ausentes de las esferas pública y del
poder. Por el contrario, en el territorio del antiguo Protectorado español o en las ciudades
argelinas del norte, la lengua española ha perdido el prestigio que tuvo hasta mediados
del siglo XX y se encuentra en retroceso, desplazada por el árabe y el francés. Los únicos
emplazamientos no españoles del norte de África donde, por motivos políticos, mantiene
un cierto prestigio encubierto son los campos de refugiados saharauis. Por último, la
situación del judeo-español, que durante siglos logró mantenerse en esta parte del
mundo, es la más dramática de las mencionadas, pues ya nadie duda de su carácter
residual y de su futura extinción.

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1. Introducción: el español en el Norte de África


Los movimientos de población entre la Península Ibérica y el Magreb han sido
constantes a lo largo de la historia. A través del Estrecho de Gibraltar, la lengua española
se pone en contacto, dentro y fuera de su territorio nacional, con las dos grandes familias
lingüísticas norteafricanas: la bereber y la semítica, que en esta parte del mundo le
confieren una personalidad diferente a la de sus otras manifestaciones.
Como en el resto del continente africano, también los del Magreb son países
multilingües cuyas lenguas propias -árabe estándar moderno, árabe dialectal, bereber-
conviven con las occidentales colonizadoras -francés, español y más recientemente,
inglés. Pero, a diferencia de lo que es habitual en el África Subsahariana, desde la
independencia de los países magrebíes a mediados del siglo XX, en toda la región se
aplica una política de arabización cuyo interés principal está en el árabe estándar, al
mismo tiempo que se trata de desplazar a las lenguas colonizadoras de las funciones que
antes ocupaban.
El español no ha tenido la misma influencia en Marruecos, Argelia o Túnez. La
cercanía con Marruecos favorece su presencia allí, bien sea la del judeo-español que
llevaron los sefardíes, bien la del castellano moderno, con el que más tarde entrarían en
contacto. En Marruecos, el español todavía puede oírse por la calle, en las tiendas de
Tánger y Tetuán e incluso en las montañas del Rif, en Alhucemas y Nador, al norte del
país, o en Laayoune y Dakhla en el sur, donde es la segunda o tercera lengua de más de
un millón de hablantes (Ennaji, M. 1991: 19).
En Argelia, la importancia del español ha sido menor, aunque también hubo
asentamientos de judíos sefardíes y emigración española a ciudades como Orán,
Tlemcén o Mazalquivir. Por último, en Túnez no ha tenido una presencia histórica
significativa, pese al interés que parece haber despertado recientemente su estudio como
lengua extranjera.
El estudio sociolingüístico del español en el Norte de África, examinado desde una
perspectiva geográfica y social, comprende una diversidad de manifestaciones que
impiden hablar de una sola modalidad de español (Moreno 2005: 189). En primer lugar, es
preciso distinguir su situación en Ceuta y Melilla, únicos enclaves españoles en territorio
norteafricano. En las dos Ciudades Autónomas el castellano es la única lengua oficial,
protegida por una política lingüística que la antepone a las demás, ausentes de las
esferas pública y del poder. Por el contrario, en el territorio del antiguo Protectorado
español o en las ciudades argelinas del norte, la lengua española ha perdido el prestigio

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que tuvo hasta mediados del siglo XX y se encuentra en retroceso, desplazada por el
árabe y el francés. Los únicos emplazamientos no españoles del norte de África donde
por motivos políticos mantiene un prestigio encubierto son los campos de refugiados
saharauis. Allí su posición se ha consolidado y se calcula que unas 100 000 personas
hablan español (Ennaji 1991: 19). Por último, la situación del judeo-español, que durante
siglos logró mantenerse en esta parte del mundo, es la más dramática de las
mencionadas, pues ya nadie duda de su carácter residual y de su futura extinción.
La posición del español en el norte de África está mediatizada por la política lingüística
de que es objeto y en consecuencia, por el distinto apoyo que la lengua recibe –o no
recibe- según cuál sea su localización. En este sentido se distinguirá:

(a) El español en las zonas donde se encuentra en retroceso, está en vías de


desaparición o tiene carácter residual:
1. Tetuán, Larache, Alcazarquivir o Alhucemas, y otros enclaves donde, hasta hace muy
poco, se ha conservado el antiguo judeo-español (jaketía) de los sefardíes.
2. Región del antiguo Protectorado español al Norte de Marruecos y Tánger.
3. Ciudades del Norte de Argelia con un flujo migratorio español significativo desde el
siglo XIX hasta mediados del XX.

(b) El español en las dos ciudades donde es lengua oficial y en las regiones donde
mantiene un prestigio encubierto.
1. Ceuta y Melilla
2. Campos de refugiados saharauis

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2. El judeo-español de los sefardíes: la jaketía


Comentaré, en primer lugar, la situación social del judeo-español en el occidente
magrebí, la manifestación más antigua de la lengua española en el Norte de África.
Entre los judíos expulsados por los Reyes Católicos en 1492, un pequeño grupo,
procedente de Castilla y Andalucía, emigró al norte de Marruecos y desde allí pasó a
otros países norteafricanos donde ya existían núcleos sefardíes huidos de persecuciones
anteriores. Se establecieron en ciudades de las costas mediterránea y atlántica, en
comunidades que durante quinientos años preservaron su identidad étnica, su religión,
sus costumbres, sus tradiciones y su lengua. Hubo núcleos sefardíes de importancia en
Tetuán y Tánger, Larache, Chauen, Alcazarquivir, Arcila, Ceuta y Melilla (Bendelac 1998:
43), así como en Orán, Mazalquivir y Tlemcén, en Argelia.
Mucho tiempo después, la colonización española del territorio marroquí que tuvo
lugar a partir de 1860 incluía algunos de aquellos antiguos centros judeo-españoles:
Tetuán era el foco del sefardismo de donde se suponían oriundos los grupos de Tánger,
Casablanca, Ceuta y Melilla (Alvar 1977: 18). Otras ciudades consideradas cuna primera

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del judeo-español fueron Larache, Arcila, Alcazarquivir y Chauen, con centro de gravedad
en Tetuán y Tánger. También Ceuta, Melilla y Gibraltar mantuvieron una relación
constante con estas dos ciudades a causa de su proximidad (Hassan 1998: 148).
En su origen, el judeo-español tenía rasgos de todos los lugares de procedencia
de los judíos que se reunieron en el Magreb tras la expulsión. En cada región, el
encuentro de dialectos peninsulares condujo a la formación de una koiné a la que
posteriormente se superpuso la influencia del árabe, del griego, del turco o de cualquiera
de las lenguas con las que mantuvo un contacto (Alvar 1996: 368). El dialecto de los
judíos sefardíes que se establecieron en Marruecos se conoce, según los autores, con el
nombre de jaketía o hakitía, “un compuesto de castellano antiguo, más o menos bien
conservado, de árabe, de hebreo, etc.” (Benoliel 1926: 209).

2.1. Bilingüismo y contacto de lenguas


Durante siglos, las hablas judeo-españolas proporcionaron a la población sefardí el
medio para entenderse sin ser comprendidos por árabes o cristianos. Era el idioma que
les permitía reconocerse entre ellos al mismo tiempo que les confería una identidad
diferenciada. Estas y otras razones favorecieron su mantenimiento durante casi cinco
siglos (Benoliel 1926: 212).
Las comunidades judeo-españolas eran bilingües y a su bilingüismo se debe –y no
a un simple contacto de lenguas- el importante número de transferencias léxicas que la
jaketía recibió del árabe. Todas esas palabras y expresiones árabes la enriquecieron
hasta afectarla en su estructura y constitución (Chetrit 1985: 267-8). A finales del siglo
XIX, Meneu reseñaba una lista de verbos que el judeo-español había recibido de aquella
lengua: adbear ‘castigar, martirizar’, adlear ‘arreglar, componer’, auchear ‘remedar, torcer,
encorvar’, dumear ‘permanecer, perseverar’, fajrear ‘tener muchos hijos, criar mucha
prole’, ganzear ‘guiñar el ojo’, goxear ‘engañar’, guelsear ‘sentarse’, hadnear ‘tranquilizar’,
hamrear ‘colorear una cosa’, nezlear ‘dejar una cosa’, refdear ‘alzar, levantar, cargar con
una cosa’, teclearse ‘confiarse, confiar en una persona’, xaurear ‘aconsejar y
aconsejarse’... etc. (Meneu 1890: 84).
La lengua también se enriqueció con términos del hebreo, generalmente
relacionados con las costumbres, la vida religiosa o las leyes judías (Guershon 1993:
102). Pero si hay algo característico de las hablas judeo-españolas es el gran número de
voces que han resultado de la fusión interna de dos y hasta tres lenguas. La fusión más
frecuente consistía en unir la raíz de un verbo árabe o hebreo con terminaciones

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españolas: khantearse ‘fastidiarse, aburrirse’ < ár. khant; laisnear ‘hablar mal de la gente,
chismorrear’, del hebreo lasan; o bien en añadir a una palabra hebrea o árabe un plural
español: las sadikás; o un plural español a una palabra hebrea o árabe que ya estaba en
plural: los tefelimes, los ejbalas; pueden encontrarse fusiones aún más complejas, como
la que encaja la raíz hebrea ka’as entre un prefijo y una terminación españoles:
enka’asarse ‘enojarse’ (Bendelac 1998: 51-2)
Sobre el nivel fónico llamaba la atención Benoliel en 1926, por el amplio abanico
de posibilidades fónicas del judeo-español marroquí, que abarcaba todos los sonidos del
castellano, del hebreo y del árabe.

2.2. Evolución, vitalidad y extinción de la jaketía. La rehispanización


El judeo-español marroquí también estuvo en contacto con la lengua española, lo
que dio lugar a un proceso de rehispanización de la jaketía que comenzó por desplazarla
y ha terminado en sustitución.
Las relaciones entre sefardíes y españoles comenzaron durante la guerra de África
de 1859-60, aunque algunos autores adelantan sus contactos al siglo XVIII, cuando judíos
procedentes del Norte de Marruecos se instalaron en Gibraltar, que entonces era un
importante enclave del comercio internacional. Su éxito y fortuna atrajeron una corriente
migratoria que, en sus idas y venidas, tuvo la oportunidad de relacionarse con los
españoles que trabajaban en Gibraltar. En esas relaciones el habla de los judíos inicia su
convergencia con la española pues, de partida, ambas estaban suficientemente próximas
entre sí para permitir la mutua comprensión. Tras la guerra, la ocupación durante dos
años de Tetuán por parte de las tropas españolas aceleró el proceso (Guershon1993:
100-3).
Es difícil, sin embargo, cifrar la fecha y el lugar exactos en que la jaketía comenzó
a aproximarse al castellano moderno. Ambas lenguas han interactuado en distinta
proporción según las épocas, los lugares o las personas, más en las ciudades costeras
que en las del interior y más entre los comerciantes o entre los que mantenían relaciones
con los españoles que en el resto (Hassan 1998: 164). Por ejemplo, las comunidades
judeo-españolas que durante el siglo XX se reagruparon en ciudades bajo dominio
español como Ceuta y Melilla, cumplieron antes este proceso, pues allí era constante el
contacto con hablantes de español, que a su vez seguían yendo a España. La clave está
en que, al ponerse el dialecto en contacto con la lengua estándar, se produjo un cambio
de actitud ante aquel que durante siglos había sido su principal seña de identidad. La

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conciencia de hallarse frente a una variedad “mejor” desencadenó un proceso de


convergencia que ha terminado por desplazar al judeo-español (Hassan 1994: 122-3).
Tras varios siglos de evolución en solitario, el dialecto volvía a estar sometido a la
influencia de la lengua.
La proximidad geográfica, los contactos continuos de los sefardíes con los
españoles desde la guerra de África, el establecimiento del Protectorado español y la
posterior emigración a España, han contribuido a que la jaketía haya ido disolviéndose en
el español hasta desaparecer. En otros enclaves del judeo-español en el mundo la lengua
también se extingue, pero en la zona del Estrecho el proceso se adelanta casi un siglo
con esa orientación hispánica, la rehispanización.
Las variedades de judeo-español de las que tenemos noticia pueden ordenarse en
un continuum, en uno de cuyos extremos se situaría la jaketía tradicional, con todas sus
peculiaridades tradicionales, y en el otro un español estándar con alguna influencia de la
jaketía. Entre ambos extremos se ordenan las antiguas variedades con mayor o menor
influencia del español moderno (Bendelac 1998: 49).
La independencia de Marruecos y Argelia a mediados del siglo XX provocó una
nueva diáspora de los judíos sefardíes, esta vez a Israel, Estados Unidos, Venezuela,
Argentina, Francia o España. Desde finales del siglo pasado, la población sefardí ha
disminuido en los antiguos enclaves para reagruparse en otros lugares, entre los que
destacan Nueva York, en Estados Unidos, y Jaffa y Haifa, en Israel. La identidad grupal
asociada a la lengua se ha perdido en las generaciones siguientes, sustituyendo la
tradicional comunidad lingüística por redes sociales débiles (Hassan 1994: 126) que
terminan por aculturarse a los nuevos países receptores.
En Marruecos, la salida de judíos hacia otros lugares y la rápida adopción del
francés por parte de las generaciones jóvenes han acelerado la desaparición de sus
hablas. Entre los sefardíes que han permanecido en el norte de Marruecos, el judeo-
español ha sido sustituido por el español, que a su vez va siendo desplazado por el
francés.
Desde mediados del pasado siglo XX, diversos especialistas han llamado la
atención sobre la pérdida de la jaketía entre los sefardíes norteafricanos. Hoy día, la casi
totalidad, si no todos, están rehispanizados, aunque la jaketía permanece como un
sustrato que deja sentir su influencia en el habla coloquial. Los restos de jaketía se
mantienen como marcas de grupo (Hassan 1968: 2127-37). Se ha dicho que cuando las
tropas españolas ocuparon Chauen en 1920, todavía se escuchaban los viejos romances

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judeo-españoles, pero en 1949 ya no quedaban allí sefardíes, ni tampoco en Arcila, Rabat


o Tánger. Sólo en Tetuán, Larache y Alcazarquivir se mantenían núcleos importantes en
esas fechas (Alvar 1977: 18). En los años ochenta la comunidad sefardí de Marruecos se
cifraba en unos 18 000, de los cuales 12 000 estaban en Casablanca, pero ya hablaban
un árabe más próximo al de los musulmanes que al judeo-árabe de sus padres (Chetrit
1985: 266)
El desplazamiento culmina con la extinción del antiguo judeo-español, que o bien
ya se ha producido en muchas ciudades o está próxima a su conclusión, y en esto están
de acuerdo los especialistas (Benoliel 1926, Bénichou 1945, Alvar, 1977, 1996, Hassan
1994 y otros):

El destino que aguarda a la lengua sefardí es el mismo que ha sobrevenido a sus


hermanas judeorrománicas: al igual que los últimos vestigios de judeoprovenzal se
extinguieron en el siglo XVIII y los de judeoitaliano se han extinguido en el XX, lo que
queda de judeoespañol habrá desaparecido en el siglo XXI, cuando ya no quede nadie de
la generación que todavía lo mantiene vivo (Hassan 1994: 135)

3. Sociolingüística del español en Marruecos.


3.1. Presencia histórica del español en Marruecos.
La proximidad geográfica entre España y Marruecos y el carácter estratégico de la
zona explican las relaciones que han mantenido ambos países desde la época del
Cardenal Cisneros (ver tema 7). Tras disputarse con Portugal el control de la zona, la
Corona Española se hizo con algunos enclaves estratégicos en el norte de Marruecos,
pero no comenzó una verdadera política expansionista hasta mediados del XIX, al perder
las antiguas colonias (Moreno 2005: 190). España, siempre en competencia con Francia,
se vuelve hacia África en un nuevo impulso colonizador que alcanzará su punto más alto
durante el periodo del Protectorado español. En 1912 se firma el Tratado hispano-francés
por el que se adjudicaban a España dos áreas territoriales: una, al norte del imperio
marroquí; otra, en el extremo suroccidental. El tratado autorizaba a España a establecer
su Protectorado al norte del país con la excepción de la zona de Tánger, que quedaba
como ciudad internacional. La ocupación española se hizo por etapas, comenzando por
Ceuta, Tetuán, Asila y Alcazarquivir. Durante ese periodo Marruecos experimenta un
desarrollo económico que atraerá al norte del país y, en particular a Tánger, importantes
contingentes de inmigrantes, y especialmente de españoles (Amzid 1997: 33-49). La

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influencia española en la zona se mantuvo hasta 1956, fecha en que se reconoce


oficialmente la independencia de Marruecos.

3.2. Tánger, ciudad internacional


La ciudad de Tánger, estratégica por sus tres salidas marítimas al Mediterráneo, al
Atlántico y al Estrecho de Gibraltar, quedó en territorio español durante las acciones
colonizadoras del siglo XIX. Su ubicación dentro del Protectorado permitió una temprana
presencia española en la ciudad, que a fines del siglo XIX contaba con unos 7000
españoles, una proporción muy superior a la de los franceses, unos 3.600, o a la de los
ingleses, no más de 900. En esa época, las principales provincias españolas del sur
atravesaban una grave crisis agrícola que impulsó una emigración al norte de Marruecos
de campesinos, artesanos, modestos patronos representantes de la pequeña industria y
obreros especializados en la construcción (Amzid 1997: 55).
Con la firma del tratado de 1912, Tánger se declara territorio internacional
independiente del Protectorado y con estatuto de “ciudad internacional”. La emigración
española que en esos años continuó llegando a Marruecos se instaló en las ciudades del
norte. Cuando en octubre de 1956 Tánger es definitivamente reintegrada a Marruecos,
contaba con una importante presencia de europeos y en particular de españoles. Tras la
independencia, Tánger se desarrolla como ciudad turística.

3.3. Lenguas y política lingüística en Marruecos


La situación lingüística de los países magrebíes ha experimentado una importante
transformación tras su independencia a mediados del siglo XX a causa de la política de
arabización, que se centra en el árabe estándar y relega a un segundo plano a las
lenguas colonizadoras. El desplazamiento de las lenguas europeas va, pues, ligado al
desarrollo de los nacionalismos árabes, que se han llevado más o menos lejos
dependiendo de las circunstancias políticas de cada país y de su relación con las antiguas
colonias.
Las lenguas que en la actualidad se utilizan en el Magreb se pueden clasificar
distinguiendo las autóctonas y maternas de las lenguas extranjeras. En el primer grupo se
incluyen las variedades del bereber -la familia originaria y más antigua de la región- y el
árabe, en el que hay que diferenciar las variedades dialectales, de uso restringido a
dominios de la vida cotidiana, y el árabe estándar moderno, variedad formalizada de la
educación, de la literatura escrita y de los medios de comunicación. Junto a las lenguas

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autóctonas, las dos lenguas extranjeras de más influencia en Marruecos durante el


periodo colonial fueron el francés y el español (Loulidi Mortada 1998: 172).
Entre las lenguas que han sido objeto de una planificación institucional en
Marruecos no se incluyen las más utilizadas en la comunicación habitual. Desde la
independencia, las lenguas institucionales han sido el árabe estándar moderno y el
francés, mientras que las lenguas vehiculares más habituales son el tamazí (bereber),
lengua materna del 40% de la población (Ennaji 1991:13), y las variedades dialectales del
árabe marroquí. Ambas han carecido de una normalización ortográfica y gramatical que
permitiera su enseñanza en la escuela o su incorporación a la vida oficial (Moustaoui
2004: 6). De hecho, en esos dominios de uso el francés mantiene un estatus muy
superior, lo que ha llevado a la población bereber a desafiar al gobierno optando por el
español en lugar del francés. Pero ya hay algunas muestras de rectificación por parte de
las autoridades marroquíes: en 2001 comenzó la estandarización de la lengua tamazí tras
crearse el Instituto Real de la Cultura Tamazí, que ha permitido incorporar esa lengua al
ámbito de la educación en 2004. El tamazí se ha impuesto como asignatura obligatoria
tanto para los hablantes arabófonos como para los bereberes con el propósito de
generalizar su enseñanza a todo el territorio nacional en 2010. (Moustaoui 2004: 15)
En cuanto a las lenguas europeas, el francés es la más utilizada en Marruecos a
causa de la prolongada presencia colonial de Francia en este país y de la intensa labor de
asimilación lingüística que se llevó a cabo durante ese periodo. Un importante sector de la
población sigue valorando el francés de forma muy positiva, pues se asocia con la cultura
y la prosperidad económica. La diferente manera de considerar la lengua francesa en
Marruecos ha provocado un debate entre la elite dominante (franceses) y los partidos de
la oposición, partidarios de la arabización total (Ennaji 1991: 17). Aunque la política
lingüística ha hecho disminuir el uso del francés a favor del árabe estándar moderno,
sigue siendo muy importante en la vida económica y social del país. A este panorama hay
que añadir la presencia creciente del inglés a causa de la globalización, pero también
favorecido con la subida al trono de Mohamed VI. El inglés gana terreno en la educación,
en los medios de comunicación, el turismo o las finanzas valiéndose de su prestigio como
lengua de las tecnologías modernas, del comercio internacional y de la investigación. El
inglés ha penetrado en la sociedad marroquí desde los sectores privados de la economía
y la educación, y desde 2005 se ha introducido como lengua obligatoria en la primaria
(Moustaoui 2004: 11).

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En cuanto al español, Marruecos es el único país del Magreb donde ha tenido una
difusión más o menos amplia en el norte y en el sur del país: en lugares como Tánger,
Tetuán, Larache o en las montañas del Rif, en Alhucemas y Nador. Durante el
Protectorado, el español fue lengua cooficial junto con el árabe, y gozó de prestigio como
lengua de la administración y de la educación, pero desde la independencia su uso ha
retrocedido y ha sido desplazada por el francés. En la actualidad, el español tiene en
Marruecos el estatus de lengua extranjera por la que se puede optar en secundaria y en la
universidad (Ennaji 1991: 19), como sucede con el alemán o, hasta hace muy poco, con el
inglés. Pero a pesar de haber retrocedido, sigue teniendo importancia en algunos sectores
de la población: es la segunda o tercera lengua de más de un millón de hablantes en las
regiones que antes fueron españolas: mantiene bastante vitalidad entre los bereberes
rifeños del norte y entre los saharauis del sur. El español interesa socio-económicamente
en la medida en que España es parte de la Unión Europea y conocerlo puede ayudar a
acceder a una sociedad más próspera.

3.4. El multilingüismo marroquí


El multilingüismo social de Marruecos no siempre se traduce en multilingüismo
individual. El bilingüismo, sea árabe-francés o árabe-español, es un fenómeno
característicamente urbano, mientras que la mayoría de la población rural es monolingüe
de árabe dialectal marroquí o de bereber. En el ámbito familiar predomina el uso del árabe
marroquí entre los árabes y el del bereber entre los bereberes, si bien estos últimos
también manejan el árabe marroquí en su discurso cotidiano. Por el contrario,
prácticamente nadie es monolingüe de árabe estándar moderno o de una lengua
extranjera. Los hablantes monolingües suelen encontrarse entre las generaciones
mayores, mientras que los jóvenes se inclinan por aprender y utilizar otras lenguas como
el francés, el español o el inglés. Pese a la situación de conflicto lingüístico, las nuevas
generaciones muestran actitudes muy positivas hacia la diversidad cultural y lingüística de
Marruecos (Loulidi Mortada 1998: 182) .

3.5. El español en contacto con las lenguas de Marruecos.


Ni siquiera durante la época del antiguo Protectorado, cuando la influencia
española fue más intensa, logró imponerse el español a las lenguas autóctonas. Los
emigrantes españoles no tenían seguridad ante sus variedades de origen, alejadas de la
lengua estándar, por lo que, lejos de tratar de extenderlas, procuraron aprender las hablas

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autóctonas para favorecer su contacto con la población marroquí. Eso ha provocado que,
aunque el español haya influido más que el francés, por ejemplo en la lengua de los
tangerinos (Amzid 1997: 8), los fenómenos típicos del contacto lingüístico no sean
demasiado abundantes ni en el español ni en el árabe.
El español que habla la población de ese origen al norte de Marruecos se ajusta a
los usos meridionales y está poco influido por el árabe, aunque sí hay una cierta
presencia de arabismos relativos a cuestiones de la vida cotidiana (zoco o soco
‘mercado’, ana ‘yo’, slama ‘adios’, sahbi ‘amigo’, la ‘no’, safi ‘basta’, suaisuai ‘despacio’).
En cambio, el español que hablan los marroquíes si tiene una importante transferencia del
árabe y del francés (Quilis 1992: 201).
En lo que se refiere a la influencia del español sobre el árabe, los préstamos del
español, a causa de las divergencias entre ambas lenguas, se reducen al nivel léxico en
dominios que reflejan conceptos nuevos de la vida doméstica y cotidiana (cocina, balcón,
armario), deportes y ocio (carta ‘juego de cartas’, partido), salud (pulmonía, venda),
técnica (destornillador, máquina); son préstamos funcionales que designan objetos que
antes desconocidos (Amzid 1997: 228)

3.6. Perspectivas del español en Marruecos.


El panorama descrito no permite dudar del retroceso de la lengua española en
Marruecos, que ya no es sino una lengua extranjera más que se estudia por su utilidad
para relacionarse en el contexto europeo. Cuenta, sin embargo, con algunas bazas a su
favor, como la acción del Gobierno español de apoyo y promoción de la lengua:
Marruecos es el lugar del mundo donde el Gobierno ha invertido más en su difusión
(Moustaoui 2004: 10). Tal vez gracias a esa labor, el interés por el español ha
experimentado un notable aumento en zonas de predominio francés como Casablanca,
Fez o Rabat (Loulidi Mortada 1998: 177); es, además, la tercera lengua más importante
en los medios de comunicación de todo el mundo árabe, y en Marruecos la segunda,
después del francés (Moreno 1998: 197 y 199). El español interesa porque es una de las
lenguas de más difusión internacional y conocerla puede ampliar las posibilidades
profesionales y de acceso a ciertos servicios. Tanto es así que en los últimos años se
permite su empleo en las oposiciones o exámenes estatales de acceso a un puesto en la
Administración Pública (Moustaoui 2004: 10).
Por razones completamente distintas, en algunos lugares se ha optado por
mantener el español como una forma de reivindicación nacionalista frente a lo francés.

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Los marroquíes de las áreas que estuvieron bajo dominio español se han visto relegados
en un proceso de planificación lingüística que concede especial atención a lo que fue el
antiguo Protectorado francés y a su lengua. Como muestra de oposición al Gobierno,
algunos -como los bereberes del Rif- han optado por el español, cuya lengua, el chelja, se
ha mantenido al margen de la política lingüística oficial.

4. El español en Ceuta y Melilla, ciudades autónomas españolas.


4.1. Melilla
Melilla fue considerada plaza estratégica desde época muy temprana, bajo el
dominio Omeya en el siglo X. Con el fin de la Reconquista, los Reyes Católicos ocuparon
plazas en las costas africanas para frenar la piratería y evitar nuevas invasiones desde el
norte de África; una de esas plazas fue Melilla, tomada por D. Pedro de Estopiñán en
septiembre de 1497. Tras distintos avatares históricos, Melilla quedó definitivamente en
manos españolas en 1860.
Durante el Protectorado, la ciudad había suministrado productos perecederos,
ropa y calzado. Con la retirada de las tropas y de la Administración española, abandonan
el país los funcionarios con sus familias, los agricultores, los comerciantes y los técnicos,
que representaban una importante fuente de ingresos. Tras su salida, la economía
comienza a decaer y la ciudad se sume en una crisis. Durante los años sesenta, siguieron
llegando a Melilla trabajadores procedentes de Andalucía, Madrid y Barcelona, mientras
que los melillenses emigraban a Barcelona, Madrid, Valencia, Málaga o Cádiz. Este flujo
migratorio se mantuvo sin interrupción hasta 1974-76, cuando, coincidiendo con la marcha
verde sobre el Sáhara, muchos melillenses se trasladan definitivamente a España. Otros
colectivos también abandonaron la zona: la colonia hindú emigrará a Gibraltar y a las
Canarias y los judíos sefardíes, a Venezuela o a Israel (Ruiz Domínguez 1997: 21).

Lenguas y política lingüística en Melilla


En los años 90, Melilla tenía en torno a 53.600 habitantes, de los que la población
musulmana representaba unos 25 000. Desde los tiempos del Protectorado español, la
población marroquí había crecido de un 1,5% en 1930 a un 31% en 1986, con una
tendencia a aumentar superior a la de la población de origen español, debido a su mayor
tasa de natalidad y a los continuos asentamientos de este grupo en la ciudad (Ruiz
Domínguez 1997: 23). La población originaria de la zona es bereber, y a diario utiliza tanto
el español como el chelja. En Melilla conviven cristianos, musulmanes, judíos e hindúes.

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Los musulmanes son bilingües de español y chelja, mientras que el resto es monolingüe
de español.
El hecho de que Melilla y Ceuta sean Ciudades Autónomas españolas es
determinante en la elección lingüística pues el castellano es la única lengua oficial. Entre
los hablantes bilingües la elección es diglósica: emplean el español para las relaciones
laborales, la vida oficial o en la calle, mientras que el chelja se reserva para las relaciones
íntimas con la familia, los amigos y hablantes de su misma religión y para las situaciones
informales, siempre con otros musulmanes. Los medios de comunicación se emiten en
español y en árabe marroquí, lengua que la población bereber de Melilla desconoce. Los
mayores dominan el chelja mejor que los jóvenes, que confiesan desconocer una parte
del vocabulario. En consecuencia, en las conversaciones familiares entre musulmanes, se
produce una alternancia de chelja y español en el discurso espontáneo (Ruiz Domínguez
1997: 429).
En cuanto al español melillense, comparte muchos rasgos con la norma
meridional, en algunos casos próximos al andaluz occidental y especialmente al habla de
Málaga, mientras que en otros se siguen los usos orientales, según cuál sea el lugar de
procedencia del hablante o la frecuencia de sus contactos con Málaga y Almería. El flujo
constante de población procedente de la Península ha provocado una división
sociolingüística que separa las clases altas, más próximas a la norma castellana, de las
clases populares, que siguen la norma andaluza. La realización y extensión de la
pronunciación meridional no es uniforme en Melilla, depende de la influencia de factores
sociales como la instrucción y, en menor medida, la edad o el sexo de los hablantes.
(Moreno 2005: 190 y Ruiz Domínguez 1997: 428, 447).
Las actitudes ante las lenguas están condicionadas por el hecho de ser el
castellano la única lengua oficial y de prestigio. Entre los musulmanes, es la variedad alta
de la relación diglósica que mantiene con el chelja, variedad baja y seña de identidad
cultural que los distingue de otros grupos religiosos melillenses y los reafirma frente a los
musulmanes hablantes de árabe marroquí. Esto es especialmente cierto entre los
mayores, pues los jóvenes y los más cultos se sienten atraídos por las costumbres
europeas y son conscientes de la importancia de aprender bien el español para su futuro.
Las transferencias lingüísticas se producen en el habla de los bilingües. Son
especialmente frecuentes los préstamos del español en el chelja, hasta el punto de que a
un hablante que no conozca esa lengua puede resultarle difícil comprender el alto número
de hispanismos que aparecen en la conversación. La influencia del español sobre el

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chelja trasciende la comunidad bilingüe melillense y se difunde entre los marroquíes del
entorno de Melilla -aunque no conozcan esa lengua- como una prolongación de la
influencia española de los años del Protectorado (Ruiz Domínguez 1997: 423).

4.2. Ceuta
Como en Melilla, la presencia española también es antigua en Ceuta, y responde
al mismo deseo de mantener un frente abierto en el continente africano. Ceuta estuvo en
manos portuguesas desde 1412 hasta el reinado de Felipe II; tras separarse Portugal de
la Corona española en 1640, Ceuta permaneció unida a España, lo que ha permitido un
flujo ininterrumpido de funcionarios y militares en la ciudad a lo largo de la historia.
La situación en Ceuta actualmente es de crisis estructural: el puerto no se ha
adaptado a los canales marítimos de distribución internacional de mercancías y va
cediendo en importancia ante el futuro superpuerto de Tánger. El tradicional turismo de
los peninsulares desapareció tras la integración de España en Europa y el paro ha
aumentado especialmente entre la minoría musulmana, la población con índices de
pobreza más altos. Todo ello ha conducido a que la ciudad se mantenga, principalmente,
gracias a las inversiones de la administración central española. Al mismo tiempo, la
proximidad con la Península permite un tráfico de divisas y de emigrantes -subsaharianos
y magrebíes- que ha generado dinero rápido e ilegal (Jiménez Gámez 2005: 2).
En Ceuta conviven los cristianos de origen español, aún en mayoría, con la
minoría árabomusulmana. Los primeros reivindican su ceutismo como indicador de
españolidad y son reacios a considerarse africanos. En 1986-7, los árabes musulmanes
ceutíes consiguieron la nacionalidad española y comenzaron a reivindicar la
discriminación positiva. Estos hechos, unidos a la mayor tasa de natalidad de los
musulmanes, han sido interpretados por los cristianos como síntomas de una lenta
invasión.
Lenguas y política lingüística en Ceuta
La situación lingüística de Ceuta tiene algunos aspectos en común con la
melillense, aunque aquí la población musulmana no habla una variedad del bereber sino
el árabe ceutí –darija- que, como es propio de las variedades de árabe de la región, tiene
influencias del bereber. La comunidad musulmana ceutí es, en su mayoría, bilingüe de
árabe y español y en un porcentaje menor, trilingüe de español, árabe y rifeño (Flores
1996: 3).

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El sistema educativo ceutí está basado en la estructura de Ciudad Autónoma,


razón por la cual –como Melilla- carece de autonomía en el ámbito educativo y depende
directamente del Ministerio de Educación, con el que se relacionan a través de las
Consejerías. La única lengua oficial en la Ciudad Autónoma, y por tanto, la única que se
enseña en la escuela, desde el principio de la Educación Infantil hasta el final del ciclo
educativo, es el castellano. Con este sistema, el bilingüismo de la población musulmana
se convierte a su paso por la escuela en un bilingüismo sustractivo (Herrera Clavero et al
2002: 5). La elección de lengua para este sector de la población también se produce en
un medio diglósico, donde la variedad de prestigio es el español y la más débil es su
lengua materna, el árabe ceutí, lengua oral no codificada y signo de identidad cultural y
religiosa frente a la cultural occidental (Jiménez Gámez 2005: 12)
En los últimos tiempos la situación de diglosia que vive la comunidad musulmana
ha provocado una polémica que opone a los partidos musulmanes y a los grandes
partidos nacionales. Los primeros consideran que el árabe debería alcanzar el
reconocimiento de lengua oficial para terminar con la situación de discriminación escolar -
y posteriormente social- de los colectivos que representan; los segundos defienden la
supresión de los derechos culturales y opinan que el reconocimiento oficial del árabe
contribuiría a la discriminación positiva de los musulmanes (Jiménez Gámez 2005: 14).
Contacto de lenguas
Como en Melilla, la transferencia de elementos de una lengua a otra se produce
fundamentalmente entre la población bilingüe y son especialmente elementos hispanos
los que se transfieren al dialecto árabe: neologismos referidos a aspectos de la vida
cotidiana, conceptos relativos a la alimentación, ferretería, droguería y otros objetos
ajenos a la cultura árabe musulmana (Jiménez Gámez 2005: 12). Aunque existen pocos
datos al respecto, parece que entre la población musulmana bilingüe se produce un
cambio de código indicativo de la personalidad española y musulmana del hablante.

5. El español en Argelia
La presencia española en Argelia comienza con los Reyes Católicos; en la primera
década del siglo XVI España dominaba las costas argelina y marroquí. Más tarde, durante
la Guerra de Sucesión a principios del XVIII, pierde el control de Argelia. Tras la guerra,
se recuperaron algunas de las antiguas plazas, territorios poco rentables para los
españoles, que terminaron por reintegrarse a la regencia argelina a finales de siglo. A
mediados del XIX, Francia empezó su política de colonización en Argelia, por lo que la

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presencia española en ese país, desde entonces hasta la declaración de la


Independencia argelina en 1962, fue de índole económica.
Mientras Argelia fue colonia francesa, llegaron emigrantes de Levante y Andalucía,
especialmente de Alicante, Murcia o Almería. La presencia residual del español en
algunas ciudades del norte y del interior se debe a ese flujo de trabajadores
pertenecientes a los estratos sociales más bajos (Moreno 2005: 191). Hubo emigración
española en ciudades costeras como Orán, Arzew, Argel o Bejaia, y en algunos núcleos
agrícolas del interior: Saida, Tiaret. En el sur su presencia es prácticamente inexistente,
con la excepción de Colomb-Béchar y Kénadza, donde sí hubo un flujo migratorio
importante. Pese a las diferencias de religión, raza, costumbres y lengua, los españoles
terminaron por identificarse con la población argelina por su similitud socioeconómica, que
actuó como factor de fusión entre ellos. Aunque la presencia hispánica fue intensa en la
región noroccidental de Argelia, y especialmente en Orán, con la independencia del país
se interrumpió el flujo migratorio y tanto la población de origen español, como los judíos
sefardíes, terminaron por abandonar el país (Mousssaoui-Meftah 2003 : 2).

5.1. Lenguas de Argelia y política lingüística


Como en otros países del Magreb, también desde la independencia se ha aplicado
en Argelia una política lingüística que antepone la lengua árabe a las demás. En Argelia
hay tres lenguas principales, el árabe, el tamazí (bereber) y el francés. En el árabe hay
que distinguir la variedad moderna estandarizada y las dialectales argelinas. El gobierno
protege la lengua oficial, el árabe estándar que, según el censo de 1966, sólo conocía el
5% de la población, y que desde entonces ha ido aumentando a medida que se ha
avanzado en la escolarización. El árabe es el vínculo de comunicación entre las diferente
regiones argelinas y, en otro plano, es la lengua para comunicarse con el resto de los
países árabes.
Como lengua materna y vehículo de la comunicación cotidiana, el argelino cuenta
con el tamazí o con el árabe dialectal. En la escuela se aprende desde los seis años el
árabe estándar, a los ocho se introduce la lengua francesa y desde los quince se puede
optar por el inglés, español o alemán (Mousssaoui-Meftah 2003: 62). Como en Marruecos,
el bereber no tiene estatuto oficial ni se considera lengua, aunque recientemente se está
reivindicando su reconocimiento y enseñanza en la escuela primaria. Uno de los frutos de
esta reivindicación ha sido la creación de la primera facultad, en la Universidad de Tizi
Ouzou, donde se enseña el tamazí.

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Por el contrario el francés, pese a la política de arabización, sigue teniendo una


importante presencia en la enseñanza, en la prensa escrita, la radio, la administración y la
economía. La generalización de la escolarización bilingüe en Argelia ha favorecido su
mantenimiento, y en la actualidad mantiene su estatus por ser la lengua más empleada
por los hablantes de nivel social alto del medio urbano.

5.2. Actual presencia del español en el norte de Argelia


Aunque la actitud de los argelinos frente a los franceses es claramente negativa y
en cambio ambivalente ante los españoles, esto no ha favorecido el mantenimiento de la
lengua española en Argelia. Desde los años sesenta, los hijos de los argelinos que
tradicionalmente hablaban español se alfabetizan sólo en árabe, por lo que no han
aprendido la lengua que conocían sus padres. En la investigación realizada por Moreno
en Orán (1992), se comprueba que en esa ciudad sólo la población de más de cincuenta
años, estimada en unas 60 000 personas, sabe español. Pese a su actitud positiva ante la
lengua española, son conscientes de que las variedades que manejan están lejos de la
estándar, y asumen su desplazamiento. Puede afirmarse que el español en Argelia tiene
un carácter meramente residual (Moreno 1992: 33-4).

5.3. El español en contacto con el árabe y el francés


La investigación que se ha realizado sobre contacto de lenguas en las zonas
argelinas donde hubo presencia española ha debido centrarse en la lengua residual de
hablantes de la última generación. Tenemos datos de la ciudad de Orán (Moreno 1992 y
1998), de Temouchent y Kenadza, en la zona del oranesado (Mousssaoui-Meftah 2003) y
de Kristel, en el occidente de Argelia (Moreno 1992). Los argelinos que conocían la
lengua española la habían aprendido por razones profesionales, por haber trabajado en
oficios relacionados con la vida del mar, la agricultura o la minería, porque el español les
servía para comunicarse con la emigración española. En esos hablantes trilingües de
español, francés y árabe, las transferencias se producen entre las tres lenguas.
La influencia del árabe y el francés sobre el español se detecta en todos los
niveles, aunque el árabe se hace más patente en el fonológico, mientras que el francés
aparece en todos ellos pero especialmente en el léxico (riz, crevette, marché, chocolat,
magazín, mineur, usine, aucun, etc.) y en el gramatical (empleo de le, les en vez de los
españoles el, los; nus < fr. nous por nosotros; confusión de presente de indicativo y
subjuntivo, etc.). También se han documentado casos de cambio de código que

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alternaban el francés o el árabe con el español; normalmente cambios de tipo inter-


oracional (Moreno 1992: 26-35).
Hay una notable presencia de hispanismos en el árabe oranés, que junto con los
préstamos del turco contribuyen a caracterizar esa variedad frente al árabe de otras
regiones o frente al árabe normativo. Una parte de los hispanismos referidos a actividades
profesionales mantiene su vitalidad aunque la actividad profesional que los motivó haya
desaparecido. Se ha comprobado que la presencia de hispanismos en los campos léxicos
correspondientes a las acitividades profesionales que realizaron los españoles en el norte
de Argelia representan un tercio de ese léxico especializado (Mousssaoui-Meftah 2003 : 9
y ss.). En relación con la pesca y la vida del mar, se han incorporado al árabe oranés
palabras como besugo, gambas, sarmonete, merluza, calamares, raya, langosta, popa,
quilla, estribor o pasarela. Además, tanto en el árabe de Orán, como en el de otras
ciudades argelinas se han registrado vocablos de uso frecuente referentes a la vida
cotidiana: agua, lama ‘ama’, baile, barato, burro, barranco, caballo, cardo ‘caldo’, carta,
segato ‘cegato’, sigarro ‘cigarro’, cose ‘coche’, sandalia, trabajo, tonta, etc. (Moreno 1998:
196).

6. EL ESPAÑOL EN EL SÁHARA OCCIDENTAL


La presencia de España en el Sáhara occidental es un capítulo más de su pasado
colonial. En 1884 se proclamó el protectorado del Sáhara y comienza entonces un periodo
de guerra entre españoles y nómadas que se prolongaría hasta 1894. La ocupación
culminó con la proclamación del Sáhara Occidental como provincia española entre 1958 y
1976 (Moreno 1992: 5). Los hitos más importantes de ese periodo son la aparición del
Movimiento de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro en 1967-8 y el nacimiento del
Frente Polisario en 1973. Antes de la retirada de España en 1976, Mauritania y Marruecos
habían firmado un acuerdo por el que se repartían el antiguo territorio español. Al salir las
tropas españolas en 1976, el Frente Polisario proclamó la independencia de la República
Árabe Saharaui Democrática iniciándose una guerra civil que todavía no está cerrada.
Cuando Mauritania se retiró del conflicto en 1978, Marruecos tomó posesión de la región
que ésta había controlado e impuso un gobierno central (Lipski 2002: 10). Actualmente
Marruecos sigue ocupando la mayor parte del Sáhara Occidental. La ONU está presente
en la zona como mediadora para organizar un referéndum por la autodeterminación del
Sáhara, aunque el conflicto no está resuelto y se mantiene en el plano político
internacional (Tarkki 1996: 84).

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Durante la guerra surgieron campamentos de refugiados para la población civil


que, huyendo de los bombardeos, cruzó la frontera con Argelia con el consentimiento y la
ayuda de su gobierno. En 1976 se levantaron los campamentos cerca de Tinduf, en
Argelia. La presencia hispánica es allí significativa, especialmente en los campamentos
del Frente Polisario (Tarkki 1998: 263)

6.1. Lenguas del Sáhara y política lingüística

La lengua materna de los saharauis es el árabe hasaniya, la misma variedad que


se habla en Mauritania, el sur de Marruecos y el suroeste de Argelia, similar al árabe
clásico y con una importante influencia del bereber. Además del árabe, los saharauis han
continuado utilizando el español. Durante el Protectorado, fue la única lengua oficial y
vehicular de la enseñanza, que convivía en relación de diglosia con las variedades
vernaculares del árabe, lengua materna de los saharauis. Pese a las previsiones en
contra, el español terminó arraigando, especialmente en las principales ciudades, como El
Aaiún, el centro urbano más importante (Lipski 2002: 11). Durante ese periodo no se
hicieron estudios lingüísticos del español en la región: hay que esperar a los años noventa
para ver aparecer los trabajos de Pekka Tarkki (1995, 1996, 1998). Según este autor, el
español no es lengua materna en el Sáhara Occidental y por tanto no se puede hablar de
una variedad del español con personalidad propia. No se producen los fenómenos típicos
de las situaciones de contacto de lenguas, aunque sí hay interferencias entre el árabe
hasaniya y el español, especialmente en el nivel fonético. En el nivel léxico se encuentran
más hispanismos en la hasaniya que arabismos en el español (Tarkki 1998: 276).
En cambio, es una de las lenguas oficiales de ese Estado todavía no reconocido,
por la que han optado los saharauis, que no se identifican con el Magreb francófono. El
español goza entre ellos de prestigio, entre otras razones porque su uso les sirve como
elemento que diferencia al Sáhara Occidental de los países árabes del Magreb, además
de ser el puente que los pone en contacto con los otros países hispanohablantes (Tarkki
1998: 263). En la escuela la enseñanza se inicia en árabe y sólo a partir del cuarto curso
de primaria se introduce el español. Su empleo va aumentando durante los cursos
siguientes: tras dos años de haberlo estudiado, las asignaturas de ciencias se imparten
también en castellano (Tarkki 1998: 264).

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El futuro de la lengua española en el Sáhara dependerá de que la


República Árabe Saharaui sea reconocida como Estado independiente. Si eso llega a
suceder, el Sáhara sería, con Guinea Ecuatorial, el segundo país africano con el español
como lengua oficial, lo que contribuiría a mantener su vitalidad en la región (Tarkki 1996:
83).

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