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DIASPORA

El término “diáspora”, que proviene de una palabra antigua griega que significa
“dispersión”, se refiere a los individuos o miembros de redes que han dejado sus
países de origen pero que mantienen vínculos con ellos. Muchos países, e incluso
continentes, tienen una larga trayectoria de migración interna e internacional. En
África, en el período comprendido entre 1990 y 2015, unos 32 millones de
migrantes aproximadamente se desplazaron dentro y fuera del continente.

Si bien viven en el extranjero, las comunidades de la diáspora pueden ser en


realidad una potente fuerza de desarrollo para sus países de origen, no solo a
través de las remesas, sino también mediante la promoción del comercio, las
inversiones, la investigación, la innovación y la transferencia de conocimientos o
tecnología entre sus actuales países de acogida y sus países de origen.

Mediante el programa de fortalecimiento de la capacidad para aprovechar los


efectos positivos de la migración, la FAO trabaja en Uganda para incrementar los
beneficios de la migración en la agricultura y el desarrollo rural. El programa ofrece
capacitación en dirección de empresas adecuada a la diáspora que desea invertir
en negocios en su país de origen, fomentando la transferencia de conocimientos y
el empleo local en el sistema agroalimentario. Uno de los empresarios que
participa en este proyecto es el Sr. Andrew Bamugye, un ciudadano ugandés que
ahora vive en Zimbabwe.

La diáspora africana en América ha tenido consecuencias lingüísticas. Podemos


encontrar comunidades afrohispánicas en diferentes países latinoamericanos.
Estas comunidades hablan variedades del español que, a veces, se alejan de
manera sistemática de lo que es el español estándar. En algunos casos, las
diferencias son más marcadas que en otros. El papiamento y el palenquero son
dos lenguas que se suelen llamar lenguas criollas. Estas variedades se alejan
bastante del español. No hay una comprensión entre las lenguas criollas y el
español.

La diáspora africana en América Latina y el Caribe comenzó con la trata


transatlántica de personas de origen africano la cual se considera el elemento
definitorio, aunque no se acaba ahí. Por ejemplo, en Argentina al final de la
Segunda Guerra Mundial desde Cabo Verde, ingresaron africanos de habla
español no como esclavos, sino como ciudadanos libres huyendo de la
colonización portuguesa y de las condiciones de pobreza que había en sus islas.
Se establecieron principalmente en Ensenada y Dock Sud, Argentina cerca de los
puertos donde podían encontrar trabajo. A partir de 1990 llegó gente desde Mali,
Senegal, Mauritania, Liberia y Sierra Leona. En su mayoría fueron varones
jóvenes que buscaron de mejores condiciones de vida.

En México, podemos ubicar lugares muy particulares de presencia afro vinculada


a la diáspora y la resistencia desde tiempos coloniales. Uno de ellos es Veracruz,
zona cercana al Golfo de México y al Caribe mexicano. Ahí hubo lugares donde
personas que lucharon por su libertad, se rebelaron contra el trato español y ya
libres, construyeron comunidades –llamados palenques o quilombos- que hoy
llevan nombres vinculados a sus raíces o llevan el nombre de sus libertadores.
Yanga, Coyolillo, La Matamba, Mandinga, la Matosa, Mozomboa o las playas de
Mocambo son los lugares más conocidos. Algunos historiadores de las
comunidades afro, mencionan que el pueblo de Yanga, también conocido como
San Lorenzo de los Negros, fue el primer territorio libre conformado con ex
esclavos y con autonomía propia.

En Colombia, se habla que el primer territorio libre, fue San Basilio de Palenque,
zona muy cercana a Cartagena de Indias. Característica fundamental de este
lugar es su lenguaje, el palequero. Algunos historiadores comentan que este
lenguaje particular es una mezcla entre portugués, castellano, y varias lenguas
bantú originarias de África Central y Meridional. Este lugar, al igual que Yanga
Veracruz, está vinculado a la historia de un rebelde: Benckos Bioho, quien en
1713 se rebeló contra el dominio español, fundando así el palenque de San
Basilio.

Seguramente que en cada territorio de los países de los cuales somos originarias,
hay referencia de presencia africana. Ese legado lo podemos percibir en la
comida, en la música; en la religión, sobre todo en las expresiones de origen
afroantillano y afrocaribeño con más visibilidad cada vez; en el lenguaje, en las
letras y proverbios sabiduría oral, así como en los remedios de origen natural, y
por supuesto, en las toponimias y nombres de lugares que nos reiteran la
importancia de reconocer las afrodescendencias no sólo en el pasado sino en el
presente.

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