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CIENCIA, DIGNIDAD HUMANA Y LIBERTAD: POR UNA BIOÉTICA PERSONALISTA

La cuestión principal y radical, a la hora de establecer una base sólida de las normas éticas para
el desarrollo de la investigación científica y de los cuidados de la salud, es fundamentar y
ahondar en el sentido de la dignidad humana.

La dignidad del hombre se funda en que "es persona", en su ser personal: entendimiento y
voluntad, autoconciencia de sí y autodeterminación de sí, actuar libre y consciente.

El término "persona", en la tradición clásica, apunta a una realidad sobresaliente, lo más


sobresaliente que existe en el universo es el ser inteligente con entendimiento racional. Por
otra parte, la palabra "dignidad" significa también, fundamental y primariamente
"preeminencia", "excelencia". "Digno es aquello por lo que algo destaca entre otros seres, en
razón del valor que le es propio. De aquí que hablar de la "dignidad de la persona" es una
redundancia intencionada, para resaltar o subrayar la especial importancia de un cierto tipo de
seres". Por eso se ha reservado el nombre para el hombre. Digno es aquello que debe ser
tratado con "respeto", es decir, con "miramiento", por su intrínseco valor.

Hoy nadie se niega a reconocer que todo hombre es "persona". En la historia se ha discutido si
la mujer o los negros, o los esclavos, eran personas. Se trataba de dilucidar o de confundir
según los casos la igualdad o desigualdad radical entre todos los seres humanos. Hoy, al menos,
pocos se atreven a poner en duda la igual "superioridad" de que todos los humanos gozamos
sobre los demás seres de nuestro universo. En la práctica, muchas veces se olvida, o se niega
incluso de modo tácito, pero obviamente la idea de "igualdad" radical se va imponiendo en
todo el mundo, al menos en el plano teórico, aunque existen también voces discordantes en
cuanto a la "superioridad" frente a los animales, como en la actuales teorías de Singer, con
cierta difusión en Estados Unidos y sin embargo contestadas en Europa.

Las expresiones "dignidad humana", "dignidad personal", "derechos humanos", están siendo
muy empleadas, pero en ocasiones sin una debida e intensa valoración del ser humano. En la
práctica se niega la igualdad de derechos, lo cual equivale a negar la igualdad de "ser" o de
"naturaleza" a los seres humanos no nacidos, o nacidos con alguna deficiencia notable, o a los
enfermos que suponen una carga para la familia o la sociedad, a los deficientes mentales, etc. A
la vez, la investigación científica y médica, con ocasión de los más recientes adelantos en la
investigación, como la manipulación genética o la fecundación "in vitro", por ejemplo, puede
tender a considerar al ser humano, al paciente, como una" cosa", como un "objeto", como un
medio o instrumento para el beneficio de la propia investigación científica, del progreso general
de la humanidad o de la medicina, etc.

Las distintas concepciones antropológicas, que están en la base de los diferentes modos de
fundamentar la Bioética, deben proporcionar una protección adecuada de ese valor primordial
de la dignidad humana. Es la pieza clave para poder también examinar los diferentes sistemas
filosóficos y valorar sus resultados.
DIGNIDAD HUMANA Y "CALIDAD DE VIDA"

La persona humana no es, por tanto, valiosa por lo que "tiene", sino por lo que" es". Es
fundamental, por ello, desarrollar toda una antropología de la dignidad humana, que la
establezca en el lugar primordial, de finalidad, respecto al conocimiento científico y técnico, por
una parte, y respecto a toda legislación en materia de Bioética, por otra.

Es importante esta premisa en múltiples ámbitos de la Bioética. Veremos muy someramente


dos, en los que es particularmente necesaria: todo lo referente a la vida humana en estado
embrionario, deficientes mentales, enfermos terminales o ancianos que no se valen por sí
mismos, etc., por una parte, y por otra, el ámbito de la sexualidad humana que entra dentro del
campo de la Bioética.

Veamos en primer lugar todas aquellas situaciones en que la vida humana se manifiesta -existe
vida humana- pero sin todas las características que le son propias, como consecuencia directa
de su naturaleza humana: autoconsciencia, libertad, dominio de sí, ejercicio del entendimiento
y de la voluntad. Así se entiende en ocasiones el término "calidad de vida": no merecería ser
llamada vida humana la que no poseyese en plenitud esos atributos del hombre, o que no
pudiese poseerlos en un futuro, o que los hubiese perdido de manera irrecuperable. Por tanto,
tampoco merecería una protección social y jurídica, o al menos, no una protección semejante a
la de una persona normalmente constituida, desde el punto de vista biológico.

En el caso de la vida humana en estado embrionario o fetal, no se puede confundir la potencia


de ser con el no ser. El embrión tiene ya la cualidad humana, es un ser humano con potencia de
desarrollar todas esas características que definen en la madurez a una persona. Esa potencia es
poder, no es negación del ser: la dignidad humana la tiene por el hecho de "ser humano ya".
Esto sirve igualmente en todo el ámbito de la Bioética en pediatría, donde tampoco existe un
desarrollo completo de las potencialidades del ser.

En lo que respecta a los deficientes mentales, o enfermos terminales, hay que recordar lo ya
expuesto. "Los atributos intelectivos, relacionales, la auto-comprensión no son más que
expresiones del ser, que por sí mismas no lo definen ni le atribuyen el estatuto de humanidad".
Son valiosas esas manifestaciones por pertenecer a una persona humana, y no al revés, por
manifestar la potencialidad de la libertad y la dignidad de la persona. Ningún hombre puede ser
considerado como medio, ni como fin de sí mismo: toda persona es fin en sí misma, por ser
persona, sin más. Por tanto, ninguna discusión sobre la "calidad de vida" puede prescindir de
una voluntad de respeto por la vida misma.

MODELOS ÉTICOS DE REFERENCIA

a) El modelo liberal-radical

La referencia última y suprema del juicio ético es la libertad: es lícito lo que es libremente
querido, libremente aceptado y no daña la libertad de los demás. Así, respecto a la ingeniería
genética, se sostiene la "libertad de investigación": el investigador debe ser objetivo en la
evaluación de los resultados y no debe tener ninguna regla ética más.

Se advierten bien las conclusiones de este modelo en la vida cotidiana: la liberalización del
aborto, la elección del sexo de los hijos, el cambio de sexo por parte del que lo desee, la libre
actuación en la fecundación "in vitro", la libertad de decidir el momento de la propia muerte,
etc.

En este modelo no se profundiza suficientemente en la verdad de la libertad humana. En el


fondo, se defiende "la libertad para algunos, solamente para los que pueden hacerla valer... se
trata de una libertad sin responsabilidad".

Desde un punto de vista estrictamente ético, en la jerarquía de los valores, la vida antecede a la
libertad: todo acto libre, lo es de un hombre que actúa libremente. Sin vida humana, no es
posible ser libre.

b) El modelo pragmático-utilitarista

En el terreno de la Bioética, este modelo se basa en la teoría de la praxis y una justificación del
utilitarismo social. Es una posición bastante difundida en algunos centros y comités de Bioética.
El entendimiento humano no puede llegar a alcanzar ninguna verdad de tipo absoluto y, por
tanto, tampoco puede definirse una moral válida para todos y para todos los tiempos. Es
necesario recurrir a una moral "comedida", pragmática: la moral del cálculo de la utilidad
evaluable, de la relación entre costo y beneficio.

Ese cálculo, imprescindible en cualquier intervención médica, por ejemplo, se aplica también
entre el valor de la vida humana y los valores económicos, sociales o simplemente de progreso
científico, de forma que se puede llegar a un utilitarismo extremo de corte pragmático. El
criterio de la utilidad no puede ser nunca el último en Bioética: siempre debe considerarse la
utilidad respecto a quién o a qué, es decir, respecto a la finalidad del propio acto médico, que
es la salud de una persona enferma. El fin lo marca de modo último la propia persona enferma.

c) El modelo socio-biológico

Según este modelo, la vida y la sociedad están sujetos a la evolución biológica y sociológica, y
los valores morales deben también modificarse de modo evolutivo. El motor es el "egoísmo
biológico" que da lugar al derecho y la moral, como expresiones culturales. Desde esta
perspectiva, el único valor ético es el que permite mantener el equilibrio evolutivo del
ecosistema, en continuo progreso. Todo lo que esté a favor de ese progreso, está bien, y lo que
comprometa el equilibrio, está mal

Es preciso, sin embargo, que el progreso haga referencia a un valor que lo haga auténtico, por
el que pueda medirse. Además, el hombre está rodeado de hechos y valores que le acompañan
siempre y a los que debe encontrar significado, por encima de las variaciones culturales o de
costumbres: la muerte, el dolor, la verdad, la solidaridad y finalmente, su propia libertad.
d) El modelo personalista

En el panorama cultural actual, la concepción personalista es la que mantiene el primado y la


intangibilidad de la persona humana, considerada como valor supremo, punto de referencia, fin
y no medio. Dentro de las diversas posiciones, la que pensamos más fundamentada es la que
remite la persona al ser: la persona humana "es digna" porque "es más". Sólo a partir de este
fundamento es posible construir una Bioética plenamente respetuosa con la dignidad última de
la persona humana. Esta dignidad es la que exige el máximo respeto y una efectiva tutela, en el
terreno de la Bioética, desde el momento de la concepción al de la muerte natural, y siempre
que se muestre necesitada de ayuda.

Según nuestro parecer, esta concepción responde más plenamente al propio ser del hombre, y
explica mejor la relación existente entre dignidad de la persona y libertad, no como valores
divergentes sino complementarios. Lo explicaremos de modo más detallado a continuación.

LOS PRINCIPIOS DE LA BIOÉTICA PERSONALISTA SON:

1. Principio de defensa de la vida física: destaca que la vida física, corpórea, es el valor
fundamental de la persona porque la persona no puede existir si no es en un cuerpo. Tampoco la
libertad puede darse sin la vida física: para ser libre es necesario ser viviente. No se puede ser libre
si no tenemos la vida. La vida llega anteriormente a la libertad; por eso, cuando la libertad suprime
la vida es una libertad que se suprime así misma.

2. Principio de Totalidad: la persona humana —de suyo libre— con el organismo corpóreo,
constituye una totalidad y el organismo mismo es una totalidad. De aquí se deriva el. Principio
terapéutico, por el cual es lícito intervenir en una parte del cuerpo cuando no hay otra forma para
sanar la totalidad del cuerpo. Se requieren las siguientes condiciones precisas: consentimiento
informado de la persona, esperanza de éxito, e imposibilidad de curar la totalidad sin intervención.

3. Principio de Libertad y Responsabilidad: en él se engloba el concepto de que la persona es


libre, pero es libre para conseguir el bien de sí mismo y el bien de las otras personas y de todo el
mundo, pues el mundo ha sido confiado a la responsabilidad humana. No puede celebrarse la
libertad sin celebrar la responsabilidad. Se debe procurar una bioética de la responsabilidad frente a
las otras personas, frente a sí mismo y, ante todo, a la propia vida, a la vida de los otros hombres,
de los otros seres vivientes.

4. Principio de la Sociabilidad y Subsidiaridad: La persona está inserta en una sociedad, es


más, es el centro de la sociedad, por eso debe ser beneficiaria de toda la organización social,
porque la sociedad se beneficia de la persona, de todo hombre y de todos los hombres. La relación
social es también ayudada por el concepto de subsidiaridad. Es decir, que todo el bien que puede
hacer la persona por sí mismo debe ser respetado, así como todo el bien que pueden hacer las
personas asociadas —en familia o en las libres asociaciones— debe ser respetado también. Pero
este principio no termina ahí. También implica que sean ayudados aquellos que no pueden
ayudarse por sí mismos, que no tienen posibilidad de buscar lo necesario por sí mismos, lo
necesario para su alimentación, para su salud, para su instrucción. La sociedad es una verdadera
sociedad cuando es solidaria. El “Principio de Subsidiaridad” puede definirse también como
Solidaridad.

PRINCIPIOS DE LA BIOÉTICA PRINCIPIALISTA:

Antecedentes. Se considera que el concepto de bioética nace en Seattle, a comienzos de los


años sesenta, al crearse un comité no médico para decidir quiénes tenían preferencia para
hemodiálisis.
El término bioética fue acuñado por el oncólogo norteamericano Potter quien, en 1970, publica
el artículo Bioethics, the Science of Survival. En Estados Unidos, la bioética se desarrolla muy
próxima a la ética médica, que estaba más centrada en el individuo y con relación a la
investigación en seres humanos.
Históricamente, debemos remitirnos a 1947, cuando el Tribunal Militar Norteamericano de
Núremberg condena a varios médicos nazis por sus experimentaciones con prisioneros de
guerra. El Código de Núremberg define entonces las condiciones de la experimentación
humana en la misma línea que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, al
exigir:
• Consentimiento informado y voluntario.
• Ceñirse al método científico más avanzado
 Un fin benéfico y evaluación riesgo–beneficio.
• Reversibilidad de los posibles daños.
En 1964, la Asociación Médica Mundial integra estos principios en la Declaración de Helsinki, en
la que se enfatiza sobre la importancia de la evaluación científica y ética colectiva de la
investigación, así como la protección a personas vulnerables. Se reconoce la importancia de la
evaluación ético– científica por comités de investigación que aparecen en Estados Unidos desde
1960 (International Review Boards). Se reconoce los derechos de los pacientes, enfatizando en
su autonomía, y se cuestiona el paternalismo médico, que no solo decidía los tratamientos de
los pacientes sino a veces hasta asuntos morales.
La bioética va evolucionando y, cada vez más, actores no médicos pueden aportar al tema
médico con base en la creciente influencia de estos para la sociedad y el individuo en particular.
Por ende, no es de sorprender que la bioética choque con una concepción más tradicional de la
ética médica, en la que el médico tenía el poder de decisión.
En 1970, se acuña el término bioética por el oncólogo norteamericano Potter.
En 1974, el Congreso de Estados Unidos crea una comisión para elaborar directrices éticas y
proteger los derechos de las personas que participaban en estudios de investigación. En 1978,
aparece el Informe Belmont, uno de los primeros documentos escritos sobre bioética, en el que
se reconocía la autonomía, la práctica profesional beneficente y la justicia.
En 1979, Beauchamp y Childress introducen el concepto de no maleficencia.
Principios de la bioética
En el año 1974, el Congreso de los Estados Unidos creó una comisión para elaborar directrices
éticas con el objetivo de proteger y garantizar los derechos de las personas incluidas en
estudios de investigación biomédica, ya que ocasionalmente en el ‘afán experimentador’ se
llegaba a abusos.
Como consecuencia, en 1978, se redactó el Informe Belmont, uno de los primeros documentos
escritos sobre bioética. En este se reconocía la necesidad del respeto a la opinión de las
personas enfermas (autonomía), de la práctica profesional beneficente y de la justicia. Un año
más tarde, Beauchamp y Childress introducían en la reflexión bioética el concepto de no
maleficencia, que es aceptado universalmente como cuarto principio.
.
Principio de autonomía: Principio de justicia:

EL PRINCIPIO DE LA BENEFICENCIA es la obligación de hacer el bien. significa hacer el bien en


todas y cada una de las acciones que se realizan, pues dañar no puede estar presente, de
manera consciente, ni en la idea, de un profesional de la salud.

La sociedad actual se caracteriza por un énfasis, a veces exagerado, en la tecnología, y ello lleva
imperceptiblemente a la deshumanización. Es por ello que se hace más necesaria que nunca la
formación humanista de los profesionales de la salud.

Un médico practica la beneficencia a partir del momento en que se preocupa y dedica atención
preferente a su auto superación para mantener la competencia y desempeño profesional, que
le permitirá brindar una atención de calidad. También cumplirá con el principio de beneficencia
en las acciones cotidianas cuando se esfuerce por establecer diagnósticos correctos, pues de la
identificación clara y precisa de las respuestas humanas del paciente a su problema de
salud/enfermedad dependerá la eficacia de sus acciones.

EL PRINCIPIO DE NO MALEFICENCIA, es el respeto de la integridad del ser humano, lo que se


hace cada vez más relevante ante los avances técnico-científicos. Sinónimo del "No dañar", de
la ética médica tradicional, es considerado por algunos eticistas como el otro elemento del par
dialéctico beneficencia no maleficencia. En cualquier caso, se reconoce la obligatoriedad de
hacer el bien y no hacer el mal. Pero, ¿cuál es el bien y cuál el mal? A lo largo de la historia de la
humanidad, en correspondencia con la práctica social, determinados grupos de hombres han
elaborado sus propias teorías filosóficas y en ellas han expuesto sus aspiraciones, como
expresión consciente y anticipada de sus necesidades históricas. Estas aspiraciones se
desarrollan en el sistema de valores morales que, a su vez, se forman a través de la idealización
del significado histórico que la realidad tiene para el hombre.

Como todo fenómeno social, los valores poseen un carácter histórico concreto, de manera que
cambian con el propio desarrollo de la sociedad. Por eso, como criterio universal para la
determinación de los valores actúa el progreso social: lo que lo favorece, constituye un valor; lo
que lo dificulta u obstaculiza, constituye un antivalor.
En correspondencia con los valores universalmente reconocidos: la vida y la salud, cualquier
médico puede distinguir dos ideas fundamentales:

 Su profesión le proporciona una capacidad peculiar que la faculta específicamente para


contribuir al bien del individuo, la familia o comunidad que atiende.
 Su profesión implica un deber para con la sociedad.

EL PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA, es la obligación de respetar los valores y opciones


personales de cada individuo en aquellas decisiones básicas que le atañen. Uno de los
principios que incorpora la Bioética a la ética médica tradicional, se define como la aceptación
del otro como agente moral responsable y libre para tomar decisiones. La expresión más
diáfana del pleno ejercicio de la autonomía, por parte de los pacientes, es el consentimiento
informado, el cual consta de dos elementos fundamentales: la información y el consentimiento.
El consentimiento informado protege, en primer lugar, a pacientes y sujetos de
experimentación, previendo riesgos y daños posibles; pero también protege y beneficia a todos
en la sociedad, incluyendo profesionales de la salud e instituciones.

Dicho esto así todo parece claro y de fácil solución; sin embargo, el profesional de la salud se
enfrenta, en su ejercicio cotidiano, a una categoría mucho más abarcadora que la autonomía,
que es la integridad del paciente como un todo, con sus valores más preciados: la vida y la
salud, que incluye además el respeto a su individualidad y a su derecho de libertad de opción.
Es precisamente en este rango, en el que se presentan los mayores conflictos éticos. Otro tanto
sucede cuando los elementos que justifican el ejercicio de la autonomía en el individuo son
contrarios al derecho de elección de la comunidad.

EL PRINCIPIO DE LA JUSTICIA, es el reparto equitativo de cargas y beneficios en el ámbito del


bienestar vital, evitando la discriminación en el acceso a los recursos sanitarios. En el marco de
la atención de salud, se refiere generalmente a lo que los filósofos denominan "justicia
distributiva", es decir, la distribución equitativa de bienes escasos en una comunidad. Aunque
el mayor énfasis se hace sobre la justicia al nivel de la sociedad y de las instituciones, ello no
evade la responsabilidad individual de los profesionales de la salud en la aplicación de este
principio de la Bioética.

Justicia en salud significa dar a cada quien lo necesario, en el momento preciso, con
independencia de su status social y sin reparar en los costos. Por ello, en el mundo
contemporáneo, la salud ha dejado de ser una cuestión privada para convertirse en un
problema público.

En conclusión, el individuo, la familia, la comunidad, la sociedad, constituyen el centro de


atención y el deber ineludibles de cualquier profesional de la Salud que se respete como ser
social, ciudadano y profesional.

La Bioética es la disciplina que trata los problemas morales relacionados, no sólo con el hombre
sano o enfermo, la familia y la comunidad, sino que abarca además a todos los seres vivos que
tienen relación con el hombre, es decir, los animales y las plantas que forman parte de su
entorno.

El marco de valores que debe regir la filosofía de la profesión, en la época actual, incluye tanto
los principios de la ética médica, como los más recientes incorporados por la Bioética, y
jerarquiza además, las virtudes éticas que deben caracterizar a todo buen profesional de la
Salud.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1. Aristóteles. Etica Nicomaquea. México, DF: Editorial Porrúa, 1992.


2. Potter Rovan. Bioethics. Bridge to the future. New Jersey: Prentice-Hall, 1971.
3. Beauchamp T, Childress J. Principles of biomedical ethics. 4. ed. Oxford: Oxford
University, 1994.
4. Rodríguez Z. Filosofía, ciencia y valor. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1985.
5. Lic. María del Carmen Amaro. Facultad de Ciencias Médicas "General Calixto García". 27
y J, Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba.
6. Rev Per Ginecol Obstet. 2009; 55:230-233.Pio Iván Gómez Sánchez.
7. http://www.bioeticaweb.com/bioactica-personalista-y-bioactica-principialista-
perspectivas/

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