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INTRODUCCIÓN.

Grande sin duda será la recompensa q u e tendrán


en los c i e l o s , é infaliblemente obrarán su eterna s a l -
vación los Confesores que desempeñen debidamente
sus funciones, trabajando en la salud de los p e c a d o -
res. E l Apóstol Santiago nos da Un testimonio de esta
verdad por estas p a l a b r a s : Qui convertí fecerü pecca-
íorem ab errore vice suce, salvabit animam ejus (esto
. e s , la suya p r o p i a , como dice el texto griego) á morte,
el operiet multüudinem peccalorum. E p . c a p . 5 , vers.
20. P e r o la Iglesia nuestra Madre se lamenta al ver
que se pierden muchos de sus hijos p o r culpa de los
malos Confesores; pues que en el bueno ó m a l desem
peño de sus deberes consiste principalmente la s a l v a -
ción ó ruina de los pueblos. Dadme Confesores idóneos
(decia S. Pió V ) , y daros he la plena reformación de
todos los Cristianos (1). E s indudable que si todos los
Confesores estuvieran dotados de aquella ciencia é in-
tegridad de costumbres que exige tan elevado minis-
terio , no se veria el mundo tan contaminado con las
manchas de tantos p e c a d o s , ni el infierno se p o b l a n a
de tantas almas. Cuando aquí hablamos de la bondad
del C o n f e s o r , no entendemos tínicamente aquella b o n -
dad h a b i t u a l , por la que simplemente se constituye el
hombre en estado de g r a c i a , sino también la positiva,
esto e s , l a que se adquiere con el ejercicio de las vir-

(1) Dentur idonei Confcssarii, ecce omnium Christianorum plena


reformatlo.
XXX INTRODTJCCIOÍTt

t u d e s , como corresponde al ministro de la penitencia^


el cual necesita de dos a l i m e n t o s , uno para sustentar
su propia v i d a , y otro para nutrir á sus hijos. E l
Confesor en efecto debe dirigir las conciencias de los
o t r o s , sin pecar por demasiado indulgente ó excesiva-
mente r i g u r o s o ; tiene que tocar muchas h e r i d a s , sin
mancharse con e l l a s ; su conducta con las mujeres y
jóvenes deberá ser t a l , oyendo en el confesonario sus
deslices, y , señaladamente los que son contra la hones-
tidad , que de aquí no le resulte el mas mínimo detri-
mento : debe ser valiente con los personajes ilustres,
sin que sean capaces de moverle los humanos r e s p e -
tos : y por ú l t i m o , todo él d e b e ser c a r i d a d , t o d o
mansedumbre y todo prudencia. Así q u e , para c u m -
plir todas estas o b l i g a c i o n e s , necesita una probidad
poco c o m ú n , á l a cual nadie l l e g a r á , si no se e j e r -
cita en l a o r a c i ó n , con el auxilio de diarias medita-
ciones; de otro m o d o , carecerá de la luz y gracias
necesarias para desempeñar debidamente este minis-
t e r i o , q u e , como suele d e c i r s e , haria estremecer aun
á los mismos ángeles.
Ademas de la probidad de las c o s t u m b r e s , siendo el
Confesor el juez de las c o n c i e n c i a s , debe asimismo,
c o m o arriba se h a i n d i c a d o , tener l a ciencia necesaria
para juzgar c o n acierto. P o r lo tanto h e creído c o n -
veniente reunir en esta breve obra no solo los p r i n c i -
pios relativos á la m e r a p r á c t i c a , sino también las o b -
' scrvaciones mas n o t a b l e s , y dignas de s a b e r s e , s o b r e
los principales tratados de la M o r a l ; anotando las d e -
finiciones , principios y textos así civiles c o m o canóni-
c o s , las sanciones Pontificias, y declaraciones de las
S S . Congregaciones, c o m o también las doctrinas mas
necesarias y de m a y o r aceptación. L a s materias que
exigen una discusión mas detenida puede recorrerlas
RWtRODUCCION. XXXI

en l a O b r a Moral que publiqué dividida en dos t o m o s ;


donde las hallará tratadas difusamente con sus p r o -
pias r a z o n e s , y con citación de los lugares de los auto-
res que se ocupan de ellas. Aquí solo los apuntaremos
b r e v e m e n t e , cuanto sea necesario para despertar la
diligencia del lector para que se h a g a cargo de ellas
Quizá no falte quien note de demasiadamente r í g i d a s ,
ó en extremo benignas, algunas de las opiniones que en
esta o b r a s e g u i m o s ; mas y o le ruego que antes de
darles esta calificación, se h a g a cargo de l a obra dicha
mas voluminosa dividida en tres t o m o s , é impresa u n a
vez en Ñ a p ó l e s , y otras muchas en V e n e c i a , cuyos
lugares se citan aquí con f r e c u e n c i a ; y espero con toda
seguridad que leyendo en ella extensamente las razo
nes y autoridades de los Doctores que las defienden
no las tendrá por ajenas á la razón y sostenidas e n
débiles fundamentos.
Siempre que en la presente obra se encuentren citas
sin nombrar los a u t o r e s , tenga presente el lector que
están tomadas de nuestra T e o l o g í a Moral.

L a letra L. denota e l l i b r o ; l a Tr. el t r a t a d o ; la N.


el n ú m e r o ; la P. la p á g i n a ; l a V. el verso; y la Te.
él tomo.
EL HOMBRE APOSTÓLICO
INSTRUIDO

TRATADO PRIMERO.
DE LA CONCIENCIA.
/

1. Regla remota y próxima de bien obrar. — 2. Varias distinciones


de la Conciencia.

1. La primera regla de bien obrar es la divina ley, á la


cual debe conformarse la Conciencia : mas, por cuanto la
bondad ó malicia de una acción no aparece tal cual la
aprende la Conciencia, de aquí es que la regla remola ó
material de nuestras operaciones es la divina ley; y la
próxima y formal, la Conciencia, como enseña S l o . Tomas
cuando dice ( l ) : « L a razón humana es la regla de la vo-
luntad humana, por la cual se mensura su bondad.» Y
mas claramente en otra parte ( 2 ) : «Un aclo humano se
» reputa virtuoso ó vicioso según el bien aprendido á que
Í se inclina la voluntad, y no según el objeto material del
D a c t o . » Por lo cual, en este primer tratado nos ocupare-
mos de la Conciencia, y en el siguiente de la ley.
2. Hablando de la Conciencia, conviene hacer varias
distinciones. Primero, es necesario distinguir la Conciencia
de la Sindéresis. Esta es el (5) « conocimiento de los prin-
» cipios universales, » por ejemplo: Dios es digno de ser

(1) Ratio humana est regula voluntalis humana!, ex qua ejus bo-
nitas mensuratiir. 1. 2. q. 19. a l¡. — (2) Actus luimanus judicalur
virluosus, vcl vitiosus sccuudum bonum apprchcnsum, in quod vo-
luntas fcrlur, ct non secundum materiale objeclum actus. Quolibct,
3. a 27. — (3) Syntlcrcsis cst notio principlorum unirersalluia.
T . i. 1
2 TRAT. I . DE LA CONCIENCIA.

honrado: lo malo debe huirse : no hagas á otro lo que no


quieras para tí. La Conciencia es un juicio práctico que
se forma de estos principios acerca de las presentes opera-
ciones, que Me et nunc deben practicarse ó evitarse, aten-
didas las actuales circunstancias, por lo cual se la d e -
fine (1): « E l dictamen de la razón por el cual juzgamos
» que una cosa debe Me et nunc practicarse ó evitarse.»
Segundo, deben distinguirse varios géneros de Concien-
c i a : como Conciencia recta, errónea, perpleja, escrupu-
losa , dudosa y probable. Vamos á hablar separadamente
de cada una de ellas.

CAPITULO I.
DE LA CONCIENCIA RECTA, ERRÓNEA, PERPLEJA Y ESCRUPULOSA.

3. De la Conciencia recta. — ¡i. De la errónea. — 5. Si se da igno-


rancia de los preceptos naturales.— 6. Si hay quien crea que los
malos deseos no son pecados. — 7. De la Conciencia perpleja. —
Del 8 al 11. De la Conciencia escrupulosa.

3. Conciencia recta es la que dicta la verdad de una c o s a :


el que obra contra esta peca ciertamente.
4. Errónea es la que dicta la falsedad. Esta se divide en
invencible y vencible ó culpable. Invencible, es cuando no
ocurre al entendimiento duda alguna del error; y estamos
en obligación de obrar con arreglo á ella; porque siendo,
como arriba queda d i c h o , la regla próxima de nuestras
operaciones, debemos obrar con arreglo á su dictamen.
Vencible, es cuando ocurre al entendimiento duda del er-
r o r ; y, conociendo la obligación de vencerle, se descuidan
los medios ordinarios (no los especialísimos), que deben
emplearse para llegar al conocimiento de la verdad.El que
obra con esta Conciencia siempre peca, ora obre con ar-
reglo al dictamen de ella, ora contra é l .
5. Pregúntase aquí, ¿si puede darse ignorancia invenci-
ble acerca de los preceptos naturales? Cuando la ignorancia
es invencible, es también inculpable, como consta de la
propos. 2 de Miguel Bayo condenada por Alejandro V I H (2):

(1) Dictamen rationls, quo judicamus aliquid hic et nmic agen-


dum,vel fugiendum.— (2) Tametsi delur ignoran lia invincibilis juris
Datura!, haec in statu natura; lapsas non excusa! a poccato fonnali.
CAP. I . DE LA CONC. RECTA, etC. 3
« A u n cuando se d é ignorancia invencible del derecho
» natural, esta, e n el estado d e la naturaleza corrompida,
» n o excusa d e pecado formal.» L o mismo dijo M. Nicole
(in Def. de Prob. ad fin. Epist. 5. Montaltac apud Conl.
Tournely.íom. l.pdg. 12. in fin.) bajo el nombre supuesto
d e W e n d r o c h i o , diciendo que tal ignorancia es en pena
del pecado original. Mas esto ya está condenado contra
Bayo. Resta pues examinar si se da ignorancia invencible
acerca d e los preceptos naturales. Respondemos con la
opinión común (contra Sninich. y otros p o c o s ) , la cual
siguen S. Jntonino, Soto, Mald., Suarez, Azor., Sán-
chez, Gommach., Duvall., Wigandl, Gonet (que con
razón llama á la contraria singular é improbable) y otros
m u c h o s , entre los cuales se cuenía el doctísimo cardenal
Gotti (1), que debe distinguirse entre los primeros princi-
pios y conclusiones inmediatas, y las mediatas. Esto s u -
puesto, decimos con la citada opinión, que no puede darse
ignorancia invencible acerca de los primeros principios, ó
preceptos mas principales de la ley natural, que son cono-
cidos por sí mismos, y dictados por la sindéresis, como
arriba dijimos, v. gr. (2) « Dios es digno de ser honrado :
» l o que no quieras para l í , etc. «Acerca de las conclusiones
inmediatas, ó que próximamente se deducen de los prin-
cipios , cuales son los preceptos del Decálogo, ni se da
ignorancia invencible, sino en los rudos, y esto por breve
tiempo, ó solo mediando alguna circunstancia que lo
cohoneste en la apariencia. Mas acerca de las conclusiones
mediatas ó remotas, deducidas por el discurso de ios pre-
ceptos del Decálogo, como son los preceptos d e no c o -
meter usuras, d e evitar los escándalos, y otros semejan-
tes, decimos que puede darse ignorancia invencible é in-
culpable , cuando no puede vencerse la d u d a , empleando
los medios comunes que son debidos. Véase nuestra Obra
moral (3), donde comprobamos esta doctrina con muchas
autoridades d e Slo. Tomas: y el P. La Croix .4) prueba
esto mismo con las d e S . Buenaventura^ Alberto Magno.
Lo propio se confirma por la propos. 2 de las condenadas

(1) Tom. 2. tr. 3 . q . 1. dub. k. n. 17. ex Dlv. Tliom. 1. 2. q. 19.


a. 6. Adde Tourn. Mor. tom. 1. p. Jfi. qui citat div. Tliom. et D .
August. Adde Mercorum lib. de Praxi opin. Vineent. Barón, in post.
q. ad Mor. Theol. D . Zi. q. 5. § últ. — (2) Deus est colendus: Quod
tibi non v i s , etc. — (3) L . 1. n. 169.— (a) Núm. 720.
4 TB.AT. J. DE LA CONCIENCIA,

de Bayo, donde se advierte que la Iglesia cree ó tiene por


muy probable que se da ignorancia invencible, aun acerca
de la ley natural; pues si creyera lo contrario, no hubiera
declarado que la ignorancia invencible excusa al hombre
de pecado, puesto que hubiera condenado una proposición
de imposible evento.
6. No faltan entre los D D . quienes excusan de pecado
mortal á uno que creyera que solas las obras son pecami-
nosas , y no el deseo de pecar : mas nunca pude yo c o n -
formarme con esta opinión, pues no acierto ácomprender
como es posible que el que ya sabe que una acción, v. gr.
el fornicar, es pecado, puede no pecar deliberadamente
deseando con deliberación llevar la fornicación á efecto :
me parece imposible que crea uno que no peca, cuando
deliberadamente quiere llevar á cabo una acción que ya
advierte es ofensa de Dios (1).
7. Se llama perpleja la Conciencia, cuando uno se halla
constituido entre dos preceptos,v. gr. el de conservar la vida
del prójimo, y el de no perjurar, y no sabe á cual de los dos
extremos resolverse. ¿Qué deberá hacer entonces? I Con- o

sultar á hombres sabios, si le es posible. 2° No pudiendo,


elegir el extremo menos m a l o , evitando primero la trans-
gresión del precepto natural que la del humano ó divino
positivo. 3 Si no le fuere fácil deliberar cual de los dos
o

extremos es el menos m a l o , entonces á cualquiera de los


dos que se determine, no peca, porque en este caso le falla
la libertad necesaria para pecar.
8. Conciencia escrupulosa es aquella que por un miedo
leve duda de la honestidad de una a c c i ó n , y por tanto siem-
pre teme que hay pecado donde en realidad no le hay.
Muchas reglas asignan los D D . para los escrupulosos; pero
realmente después de la oración no les queda un remedio
mas eficaz (si no el único, como dice muy bien elP.Segneri)
que obedecer ciegamente á su Director. Por lo m i s m o , el
Confesor debe inculcar ante todo á esta clase de penitentes
estas dos máximas fundamentales. Primera, que ante los
ojos de Dios camina con toda seguridad obedeciendo á su
padre espiritual, cuando evidentemente no se descubre pe-
cado ; porque entonces obedece, no y a á un hombre, sino
al mismo D i o s , que dijo : Qui vos audit, me audit. Asi lo
enseñan todos los D D . y maestros espirituales con S. Ber-
H) L. 3. n . l S .

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